Libro de Malaquías

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ASAMBLEAS DE DIOS DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN

INSTITUTO BÍBLICO METROPOLITANO (IBM)

PROFETAS MENORES

Libro de Malaquías

Prof. Alumno:

Fernando González. . Nilda Zárraga

V-4.639.977

Caracas, 8 de febrero de 2021

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ÍNDICE

1. Introducción..................................................................................................................................pág. 3

2. Contenido del libro del profeta Malaquías…................................................................................pág. 4

2.1 Llamado del profeta...................................................................................................................pág. 4

2.2 Profetas contemporáneos, nación y rey que amonestaba........................................................pág. 4

2.3 Condición durante su ejercicio profético: Política, Económica, Religiosa, y Social....................pág. 4-5

2.4 Resumen de su mensaje............................................................................................................pág. 5

3. Conclusión...................................................................................................................................pág. 11

4. Bibliografía..................................................................................................................................pág. 12

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INTRODUCCIÓN

Malaquías es el último de los libros del canon del Antiguo Testamento no solo por su ubicación entre las
páginas de la Biblia, sino también porque de acuerdo a la mayoría de comentaristas fue el último en ser
escrito. Además de esto forma un eslabón de transición entre la dispensación del Antiguo Testamento y
el Nuevo Testamento, razón por la cual Tertuliano lo llamo “la orilla y límite del cristianismo”. Al leer
este libro podemos ver que lanza un desafío a sus lectores: Vivir nuestra fe con entusiasmo, compromiso
y devoción, lo cual es aplicable no solo al Israel de su tiempo, sino también a los lectores
contemporáneos. El libro de Malaquías es una descripción literaria del período final de la historia del
Antiguo Testamento referente al pueblo de Israel que muestra la necesidad de grandes reformas para
preparar el camino para la venida del Mesías. Presenta el problema de la falta de compromiso y
espiritualidad del pueblo entero debido a la falta de amor hacia su Dios. Nos muestra que el dudar del
amor de Dios hasta el punto de olvidarlo es un gran error. Cuando esto pasa la vida de las personas son
afectadas, los compromisos con Dios ya no se toman con la debida importancia hasta caer en un retardo
espiritual. Malaquías es una descripción del período final de la historia del Antiguo Testamento por la
cual paso Israel, mostrando una urgente necesidad de reformas espirituales para preparar el camino del
Mesías.

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CONTENIDO DEL LIBRO DEL PROFETA MALAQUÍAS

Malaquías escribió las palabras del Señor al pueblo elegido de Dios quien se había extraviado,
especialmente los sacerdotes quienes se habían alejado del Señor. Los sacerdotes no estaban tratando
con respeto los sacrificios que debían hacer a Dios. Los animales defectuosos eran sacrificados, aun
cuando la ley demandaba que debían ser animales sin defecto (Deuteronomio 15:21). Los hombres de
Judá eran desleales con las esposas de su juventud, y se preguntaban por qué Dios no aceptaba sus
sacrificios. Tampoco la gente estaba diezmando como debía hacerlo (Levíticos 27:30, 32). Pero a pesar
del pecado de la gente y su alejamiento de Dios, Malaquías reitera el amor de Dios por Su pueblo
(Malaquías 1:1-5) y Sus promesas de un Mensajero venidero (Malaquías 2:17-3:5).

 Llamado del profeta

Malaquías es el último de la gran serie de profetas que predijeron la venida del Mesías durante más de
mil años. No se sabe nada sobre la historia personal de este profeta. Algunos piensan que Malaquías,
que quiere decir “mi mensajero”, no es siquiera un nombre propio. En general, los críticos liberales
sostienen que originalmente el libro era anónimo. Puesto que el hebreo (y también el griego) tiene una
misma palabra para “mensajero” y “ángel”, varios padres de la iglesia consideraban que el profeta era
un ángel encarnado.

Puesto que en este libro se destaca el sacerdocio, algunos creen que Malaquías era un sacerdote. En el
Tárgum arameo de Jonatán se considera que Esdras el escriba era Malaquías. Se alega que no se dice
nada sobre el linaje del profeta ni sobre el lugar en que nació. Lo mismo puede decirse de Abdías y
Habacuc. La tradición judía considera que Malaquías (así como Hageo y Zacarías) era miembro de la
Gran Sinagoga. Ningún libro profético del Antiguo Testamento nos ha llegado en forma anónima, por lo
que podemos estar seguros de que
Malaquías era el nombre del último profeta de Israel.

 Profetas contemporáneos, nación y rey que amonestaba

Malaquías vivió después que los profetas Hageo y Zacarías, y se piensa que fue contemporáneo de
Nehemías.

Fue dirigido a Israel y el que gobernaba la tierra era un príncipe (hijo del rey de Persia)

 Condición durante su ejercicio profético: política, económica, religiosa, y social

Solo cincuenta mil exiliados habían regresado a Judá de Babilonia (538-536). El templo había sido
reconstruido bajo el liderazgo de Zorobabel (516 a.C.) y el sistema de sacrificios renovado. Esdras había
regresado en el 458 a.C., seguido por Nehemías en el 445 a.C. Después de esta, estando de regreso en la
tierra de Palestina por solo un siglo, el ritual de la rutina religiosa de los judíos llevó a dureza de corazón
hacia el gran amor de Dios por ellos y a una separación de su ley por parte tanto del pueblo como de los
sacerdotes. Malaquías reprendió y condenó estos abusos, condenando fuertemente al pueblo y
llamándolos al arrepentimiento. Cuando Nehemías regresó de Persia la segunda vez (ca. 424 a.C.),
vigorosamente los reprendió por estos abusos en el templo y el sacerdocio, por la violación del reposo

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en el día de reposo, y por divorcio ilegal de sus mujeres judías para que se pudieran casar con mujeres
gentiles (Nehemías 13).

Habrían pasado más de dos milenios de historia del AT desde Abraham y ninguna de las promesas
gloriosas de los pactos abrahámico, davídico y del nuevo pacto habían sido cumplidas en su sentido
definitivo. Aunque habían habido algunos pocos puntos cumbre en la historia de Israel, por ej. Josué,
David y Josías, los judíos al parecer habían perdido toda oportunidad por recibir el favor de Dios desde
menos de cien años después de haber regresado de la cautividad, ya se habían hundido en una
profundidad de pecado que excedía las iniquidades anteriores que trajeron las deportaciones Asiria y
Babilonia. Más allá de esto, el Mesías que se había estado esperando por mucho tiempo no había
llegado y no parecía estar a la vista.

El libro de Malaquías no se caracteriza por ser pródigo en facilitar conexiones históricas, ya sea en
personajes de su entorno como de acontecimientos contemporáneos. El núcleo de su pensamiento y
mensaje se concentra en enderezar y corregir la praxis cultual y las desviaciones éticas en el arco del
postexilio. Los enganches históricos de su libro se limitan a las noticias fragmentarias sobre la
destrucción de Edom (Mal 1,2-5), y, dentro del culto falsificado, en la ofrenda de víctimas lisiadas o
ciegas menciona al “gobernador” (hcp), matizando que éste las rechazaría.

Tal término, “gobernador”, abunda preferentemente en textos postexílicos, concretamente en la época


persa, Ageo, Esdras, y Nehemías, aunque también se adopta en la tesitura del exilio, y suele denominar
a oficiales gubernamentales. Su origen parece más bien incierto, aunque se sostiene que surgió en el
ámbito asirio y se le atribuían cualidades militares, pero en la etapa postexílica con el uso del término se
identifica a un dignatario o delegado gubernamental con sólo funciones políticas y administrativas, perfil
que se ajusta a las circunstancias históricas de Malaquías. La ausencia de inquietudes respecto al
levantamiento del templo, mostradas por Hageo y Zac 1-8, supone una praxis cultual habitual, según se
desprende de los oráculos dirigidos contra los sacerdotes, quienes descuidaban sus funciones, y, además,
las víctimas ofrecidas en el templo eran animales mediocres, ya sea por su cojera o enfermedades, etc.
Tales corroboraciones confirman que Malaquías desarrolla su ministerio después de la inauguración del
segundo templo, el año 515 a. C. Como es sabido, el templo reconstruido significaba un hito histórico e
institucional para el Judá post-exílico, encuadrado en la satrapía Transeufratina. La restauración de este
segundo templo confirma de lleno la postura en materia religiosa adoptada por el imperio persa. Por
otra parte, el perfil de las reformas ansiadas por Malaquías coincide con los planes de Esdras y
Nehemías, y, como podemos observar, éstas ahondan en las lacras denunciadas en este periodo más
tardío, a saber, en el reinado de Artajerjes I, cada uno en su propia función, como gobernador Nehemías
(Neh 5,14), y, el otro, Esdras, cual sacerdote y escriba (Neh 8,4.9). Ambos ponen paralelamente todo su
empeño en revitalizar la vida social, religiosa, defensiva y económica de Jerusalén en el periodo persa,
cada uno en su faceta, aunque la sincronización es cuestión debatida a causa de sus respectivas llegadas
a Jerusalén, pero actuaron en parte contemporáneamente, aunando esfuerzos en encauzar la lánguida
tesitura estructural y religiosa de Judá. En sus libros, que versan, entre otros asuntos, sobre la actividad
y desviaciones éticas que Mal ya detecta en su análisis de la sociedad judía a la cual él se dirige, afrontan
con más aplomo y tratan con más rotundidad y amplias miras tales errores. Por otro lado, ayudan a
encuadrar algunos de los temas gozne de Malaquías, como la confirmación de la restauración del

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templo, una praxis cultual salpicada por el regateo y perversión en las ofrendas de las víctimas, los
matrimonios mixtos, el divorcio, etc, que perduraban acentuados en la sociedad a la cual miran Esdras y
Nehemías. Estas breves pinceladas de tinte histórico sólo pretenden delimitar el tiempo de la actividad
de Malaquías. Anteriormente hemos notado cómo Ageo y Zacarías 1-8 facilitaban elementos previos, y,
por su parte, Esdras y Nehemías son protagonistas de iniciativas que ensanchan y alargan con mucho las
perspectivas de Malaquías, pues se pretende dar una estabilidad duradera a la sociedad, y ellos tenían
poderes de la administración persa en este sentido durante el reinado de Artajerjes. Malaquías, pues,
con sus informaciones nos sitúa en un periodo intermedio, se acepta pacíficamente y no se cuestiona la
presencia de un “gobernador” (hxp), según antes hemos subrayado, como autoridad persa, el templo
aparece ya restaurado con su correspondiente praxis cultual, y no se detectan tampoco rasgos de
inestabilidad política o pretensiones mesiánicas, que encarnase algún personaje de rango o ascendencia
real. Sin embargo, confirma una etapa de cansancio y escepticismo, que coincide, en parte, con la
tesitura que se encontraron Esdras y Nehemías, canalizada por éstos. Incluso las esperanzas auguradas
por Ageo y Zac 1-8 no tenían visos de verificarse, lo cual favorecía viejas actitudes de infidelidad a Dios,
que desembocaba en un sincretismo religioso.

a. La restauración del templo, reflejo de la actitud persa hacia Judá

Una de las tácticas recurridas por los persas, nuevo imperio en la escena mundial, fue la tolerancia y el
respeto hacia los sentimientos religiosos de los pueblos conquistados o subyugados. Ciro emerge como
descollante patrón del poder, apoderándose sucesivamente de zonas circundantes a Babilonia, como
Media, Lidia, etc, rodeando y cercando estratégicamente a Babilonia, y, efectivamente, en el 539 Ciro
cruza la frontera y entra triunfador en Babilonia. Conviene recordar que en Babilonia había cundido
previamente el descontento con las formas de gobernar Nabonides, y el pueblo le miraba con difidencia
y frialdad. Este clima de inestabilidad política, en parte debido a innovaciones religiosas, favorecía una
desmoralización de la población, minando la resistencia ante el nuevo invasor, Ciro, que se apodera de
Babilonia, y funda con otras áreas conquistadas un nuevo imperio, es decir, el persa; siendo Ciro primer
emperador. Serán los persas los dueños del mundo hasta la irrupción de Alejandro Magno, inaugurando
un ulterior periodo histórico de gran incidencia, el helenismo. Su perfil de hombre tolerante lo confirmó
en seguida, ya que no destruyó Babilonia, ni las ciudades de su distrito. Tal medida de respeto a los
enfoques religiosos de los vencidos le granjeó la estima de sus súbditos, especialmente los babilonios,
pudiendo seguir el culto al dios Marduk, y, de hecho, Ciro mismo participó en la adoración de dicho dios.
Brevemente dicho, todo el oeste de Asia hasta la frontera con Egipto quedó bajo control persa, siendo
Ciro la cabeza visible, el nuevo emperador, y desplegando un nuevo estilo en el modo de gobernar este
mosaico de pueblos conquistados, cada uno con su idiosincrasia, lengua, cultura y panteón de dioses. En
cuanto respecta a Judá en este escenario recién estrenado, y, dados los nuevos aires y tendencias
políticas, hay que subrayar que ésta se benefició de las medidas de Ciro. De hecho, en el primer año de
gobierno publica un decreto, permitiendo la restauración de la comunidad, el templo y la adoración de
Dios en este lugar santo (Esd 1,2-4; 6,3-5). Este decreto hay que fecharlo, pues, en el 538. Ambos textos
ofrecen informaciones complementarias, y están escritos en las dos lenguas usadas por los judíos. Esd
1,2-4 está redactado en hebreo, y transmite la orden de Ciro, la cual no se limita sólo a la reconstrucción
del templo, sino que autoriza a los judíos de Babilonia y otras zonas del imperio a regresar a Jerusalén y

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colaborar en esta tarea, así como a las gentes del lugar a proporcionar plata, oro y ofrendas voluntarias,
etc. Según Esd 1,7-11 Ciro también ordena la devolución del ajuar del templo, llevado por
Nabucodonosor a Babilonia, y a Sesbasar, príncipe de Judá y nieto de Joaquín, a trasladarlo a Jerusalén.
La versión de Esd 1,2-4 es discutida, ya que hace referencia al retorno de los judíos que deseasen, y
puedan colaborar en las obras del templo, motivo que no aparece en la segunda información de Esd 6,3-
5. Se prefiere ésta, en arameo, que se halla insertada en una serie de documentos en esta lengua (Esd
4,8-6,18), y constituye un memorándum del decreto de Ciro, conservado en los archivos de Ecbatana
(Esd 6,1). En él se urge a reconstruir el templo, que los costes corran a cargo de la corona, y sean
devueltos los objetos del templo. Esta ordenanza de Ciro hay que encuadrarla dentro de su estrategia
política, evitando así enfrentamientos que sofocasen los sentimientos religiosos, además de conceder a
los nativos puestos de responsabilidad en el gobierno de sus respectivos territorios. En los conflictos que
podían surgir, se evitaron las deportaciones o medidas de represión, que podían desembocar en
brutalidades, y, dada esta atmósfera, los judíos se beneficiaron del nuevo escenario para emprender la
restauración del templo, entre otros asuntos. Las razones que llevaron a Ciro a promulgar este decreto
es objeto de conjeturas; podría deberse a la presencia de judíos influyentes en la corte imperial, a que
Judá era una provincia fronteriza con Egipto, o a que al rey le resultaba indispensable encontrar en esta
zona la lealtad de la población nativa, aunque en esta época era escasa, pero que poco a poco fue
aumentando a causa del flujo de los exiliados en el arco del periodo persa. Las disposiciones eran
alentadoras, y, efectivamente, Sesbasar acometió dicha empresa, echando los cimientos del templo,
plan que es continuado por su sobrino y sucesor, Zorobabel (Esd 3,6-11). Las obras fueron avanzando
lentamente y con interrupciones, pues había muchas dificultades, pero ya pronto se reanudó el culto,
ofreciéndose sacrificios a Dios. Fueron unos sencillos inicios, aunque para los judíos píos era señal de
que las promesas proféticas se iban cumpliendo, pero las circunstancias iban desmintiendo, en parte, las
mismas, ya que aparecían muchos obstáculos y se suspendían las obras por falta de materiales, e
igualmente el desaliento cundía entre los judíos poco proclives a buscar su nueva identidad en medio de
ámbito político diferente, y a veces hostil. Quienes creían en la palabra profética de Dt-Is, etc,
descubrían con sorpresa y amargura que aquellos mensajes esperanzadores no colmaban sus ilusiones y
proyectos, de ahí su escepticismo y encogerse de hombros ante las palabras proféticas actuales.
Mientras los judíos ponían sus ilusiones en reorganizar su vida dentro de la satrapía Transeufratina, Ciro
iba fortaleciendo el control en el oeste asiático y ampliando el imperio. De hecho, él murió en batalla
con pueblos nómadas al otro lado del río Yaxartes en el año 529 a. C. Esd 2-3 en este ínterin informa
sobre la reanudación del culto, y Esd 4- 5 facilita datos sobre la comunidad judía y ámbitos externos,
pero ya se ocupan de un tiempo que supera holgadamente el reinado de Ciro. Así pues, tal era la tarea
pendiente que suscitaba esperanzas, pero no estaban ausentes las perplejidades ante la misma. En esta
atmósfera de inestabilidad en Judá Ciro desaparece de la escena política, y le sucedió su hijo mayor,
Cambises, 530-522 a.C. Cambises en este clima de relevo y sucesión en el trono elimina a su hermano
Bardiya, que tenía pretensiones de poder, y, una vez afianzado en el trono, decide anexionar Egipto,
cosa que consigue, siendo Amasis faraón del país del Nilo. Desde el punto de vista político suponía un
fortalecimiento del imperio persa en el flanco sur, y un jarro de agua fría sobre los planes larvados de
independencia suscitados a la sombra del gobernador Zorobabel, pues esta decisión intensificaba el
control persa en esta zona del imperio. Egipto, no hay que olvidarlo, había sido un apoyo histórico y
habitual en los brotes de libertad y autonomía aparecidos en la sociedad judía. En cuanto a su postura

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con los asuntos judíos, en definitiva, se conoce poco, y, aunque según confirma Zac 4,10, todo se cifraba
en “humildes comienzos”. Bajo la dirección de Sesbasar, primero, y Zorobabel, después, se había
intentado levantar un tanto los ánimos de la población con la reconstrucción del templo, pero cuánto
haya resultado efectiva la ayuda y disposición favorable de los persas no es fácil identificarla, y, tal como
se desprende de la atmósfera sociológica, no debió de ser constante, e, incluso, se duda de su incidencia
real, ya sea por motivos de burocracia, obstáculos o impedimentos externos, y a causa de las reticencias
de las autoridades samaritanas se debió paralizar completamente. En estas circunstancias, por cuanto a
Judá atañe, Darío I sube al trono, al suicidarse Cambises, en el año 522 a. C. Los inicios de su reinado se
vieron salpicados por una cadena de revueltas que afectaron a todo el imperio; prácticamente no quedó
zona o distrito que no se sintiera afectado por los levantamientos de la población autónoma. Darío I
poco a poco fue controlando esta dinámica de inestabilidad territorial; ni siquiera Judá se vio libre de
estos aires independentistas, pues creyeron que había llegado el momento de canalizarlas en torno a
Zorobabel, alentados, en parte, por las palabras de Ageo y Zac 1-8, aunque éstos insistían más en la
reconstrucción del templo. Una vez despejadas las dudas sobre las esperanzas mesiánicas con Zorobabel
por el sátrapa Tatenay, y confirmada la lealtad de la provincia, se favorecieron las obras del templo, tal
como se aprecia en la confirmación del decreto de Ciro, que se conservaba en los archivos de Ecbatana
(Esd 6,1-22). El citado texto proporciona múltiples y variadas informaciones sobre la continuidad de
dichas obras, inaugurándose finalmente en el mes de marzo del 515 a. C., sexto año del reinado de Darío
I (Esd 6,15). Tal efemérides fue vivida y celebrada con gran entusiasmo y en un clima festivo (Esd 6,13-
18). Se lograba así una meta y aspiración sentida, y suponía un encaminar la ansiada pretensión de las
urgencias proféticas, comenzando por Ageo y Zac 1-8. Conviene recordar, por otra parte, que la
culminación alcanzada no era la soñada, pues estaba costeada por la administración imperial, se debían
hacer oraciones por el rey persa y sus hijos (Esd 6,10), el templo no se podía equiparar con el levantado
por Salomón, y, además, Judá seguía siendo una provincia más bajo el dominio persa, pues carecía de
otras instituciones que facilitasen su entidad como nación, pero, sin duda, constituía un hito para la
comunidad postexílica. Este estado de cosas corrobora que el imperio mantenía el diseño trazado por
Ciro en cuestiones religiosas, pero controlaba férreamente cualquier brote nacionalista o disgregador en
la extensión del mismo, que en Judá había cristalizado en torno al personaje Zorobabel, siendo sólo una
comunidad teocrática guiada y dirigida por los sumos sacerdotes. Administrativamente estaba bajo el
control de gobernadores locales, que gravaban y oprimían al pueblo (Neh 6,15). En pocas palabras, la
comunidad postexílica ha obtenido de las autoridades persas la libertad religiosa, sellada con la
inauguración del templo en el año 515 a. C, pero a nivel político formaba parte de la satrapía
Transeufratina, y, además, se había sofocado todo intento de aspiración mesiánica, lo cual suponía un
resucitar esperanzas dinásticas a la sombra de Zorobabel. Tal tesitura alimentaba el desaliento, y
favorecía el escepticismo que alcanzaba incluso la vivencia religiosa.

b. La etapa posterior a la inauguración del templo, año 515 a. C.

Hay que recordar que el reinado de Darío I finalizó el año 486 a. C., emuló las directrices de Ciro y fue un
sucesor digno, alargando los confines del imperio, y alcanzando el imperio su cúspide. Además, organizó
sus dominios en satrapías, al frente de las cuales nombró gobernadores, quienes con la colaboración de
jefes militares e inspectores controlaban severamente la marcha del imperio. Construyó vías de

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comunicación de una a otra parte del imperio, promovió la industria y favoreció el comercio. Fue el
periodo de máximo esplendor del imperio persa. Sólo fracasó en el intento de la conquista de Grecia,
siendo derrotado por Milciades y los atenienses.

En esta tesitura acabaron los días de Darío I, aunque hubo conatos de rebelión en Egipto y Babilonia en
esta etapa final de su reinado. Le sucede su hijo, Jerjes (486-465 a.C), quien logra apaciguar pronto los
levantamientos en Egipto y Babilonia. A ésta última la trató con dureza y brutalidad, demolió sus
murallas, arrasó el templo de Esagila y fundió la estatua de Marduk. Una vez controladas estas revueltas,
se lanzó a la conquista de Grecia, alcanzando sus objetivos. Sus últimos años se caracterizaron por otro
periodo de inestabilidad, concluyendo con el desalojo de sus tropas y flota de Europa y el mar Egeo
respectivamente. Al final de su reinado es asesinado. Le sucedió en el trono Artajerjes I, su joven hijo
(465-424 a. C), quien en sus primeros años fue acosado en el flanco del Mediterráneo por los griegos y
Egipto, pues éste tenía el apoyo griego. Estas batallas debilitaron a Persia, como se observa en los
acuerdos pactados, apareciendo los primeros indicios y señales de debilidad en este estructurado y
sólido imperio. En días de Artajerjes I llegan Nehemías y Esdras a Jerusalén para dedicarse a las reformas
con el permiso imperial. Muerto Artajerjes I, 424 a. C, y, acabados poco después dichos planes
reformadores de Nehemías y Esdras, le sucedió su hijo Darío II (423-404 a.C), al ser asesinado Jerjes II.
Estas coordenadas temporales ya exceden las miras que anteriormente habíamos observado en la
actividad de Malaquías, quien precede a Nehemías y Esdras, actuando entre el 445 al 428, periodo que
recibe un mayor consenso, en cuanto a duración de la restauración de la comunidad se refiere. Estas
pinceladas históricas, breves y sin pretensiones de fijarse en detalles, sólo aspiran a encuadrar el
escenario de Judá en esta franja temporal del postexilio a nivel político, y, como hemos subrayado, la
restauración del templo comienza y culmina bajo el mandato persa, lo mismo que ocurre con las
murallas de Jerusalén y otras iniciativas acometidas por Nehemías y Esdras, pero políticamente Judá
estuvo controlada por los gobernadores, y no se vislumbraba un futuro despejado. Cierto es que se
había logrado un profundo anhelo, inaugurar el nuevo templo, reavivando el culto, pero paralelamente
disminuyó el flujo y el ánimo emigratorio de los primeros momentos de los tiempos de Ciro, pues
muchos judíos se habían integrado en la sociedad del nuevo imperio, principalmente en la zona de
Babilonia, ahora bajo el control persa, alcanzando puestos de relevancia y prestigio en la corte;
Nehemías es una muestra (Neh 5,14-15). Después de la caída de Jerusalén otros judíos se habían
establecido en Egipto (Elefantina) y otras localidades de la actual administración imperial, echando
raíces en su nuevo ambiente, y logrando un holgado bienestar económico. Pero nuestro interés
queremos ponerlo en la comunidad de Judá, que no era muy numerosa a pesar del retorno de los
exiliados antes de la inauguración del templo. Después de Zorobabel no hay indicios de que los
gobernadores fuesen judíos, siendo supervisado desde Samaría el distrito de Judá, lo cual acarreó
desavenencias con la población judía, aunque las cuestiones cultuales y otros aspectos de carácter
interno eran resueltos por los sumos sacerdotes. Neh 5,4.14-15 apunta en esta dirección. La escasa
población judía de Jerusalén, Jericó, Tecua, etc, estaba sometida a ataques con fines de anexión, etc,
viviendo con el alma en vilo. Recordemos que los edomitas expulsados por los árabes de su región
secular ocuparon la zona sur, en torno a Hebrón. Cualquier intento de encauzar la propia seguridad,
como reconstruir las murallas de la ciudad, era aprovechado por los samaritanos para acusar a los judíos
ante el rey, levantando calumnias, como que éstos tramaban una rebelión camuflada contra la

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administración persa, además de desvelar su propia aversión contra ellos. Pero esta falta de seguridad
sociológica incidía negativamente sobre la comunidad judía, surgiendo el fantasma del desánimo. Como
hemos afirmado antes, se puede recomponer la situación con las informaciones proporcionadas por el
núcleo más antiguo de Malaquías, además de las facilitadas por Abdías, y los relatos y crónicas de
Nehemías, aunque éstos son más tardíos históricamente, y adolecen de otras intenciones. La sociedad
judía vivía en una época de escepticismo y relativismo moral, y, dadas las circunstancias, los sacerdotes
descuidaban sus obligaciones y aceptaban sobornos, no se pagaban los diezmos, abundaba el divorcio,
había reticencias y retrasos en retribuir a los asalariados, se escatimaban las víctimas para el culto, o se
llevaban las lisiadas, etc. Si no se tomaban medidas, corría el peligro de perder la identidad judía en
medio de un ambiente pagano y hostil, y, habida cuenta de la escasa población, al ser un distrito de la
satrapía Transeufratina cundía el desaliento, se cernía un futuro impredecible, y fácilmente cada uno iba
a lo suyo.

Dicho brevemente, a pesar de haber sido reconstruido el templo e inaugurado (515 a. C.) la laxitud
moral reinaba en la sociedad y se debía hacer frente a la problemática de ser una minoría a nivel
económico y solventar las represalias de las poblaciones vecinas, como bien confirman las memorias de
Nehemías y Esdras. Existía una clara dependencia del entorno, a muchos niveles, factor que producía
cansancio, desorientación y perplejidad. Las trazas de este perfil, básicamente histórico, sólo pretendían
contemplar sumariamente el escenario de la comunidad judía en el retorno del exilio y la restauración
bajo el amparo, pero con la mirada atenta de la administración persa. Lejos de nuestro objetivo
detenernos en los pormenores de este arco temporal; simplemente perseguíamos delimitar el marco,
en el cual se puede encuadrar el “resto” de Israel en unas circunstancias de fuertes tensiones,
oscuridades y oposiciones. Habida cuenta de este emplazamiento sociológico, se puede contextualizar la
novedad del mensaje de Malaquías, y sin tales referencias se podría diluir la fuerza y alcance de sus
palabras. Así pues, Malaquías en las disputas con sus destinatarios judíos refleja un periodo bastante
definido. El culto funciona habitualmente, lo cual supone la existencia del nuevo templo, y el profeta
ofrece en su ministerio de la palabra una anticipación de la reforma de Nehemías y Esdras, en una
sociedad judía que carecía de autonomía política, muy controlada por las miradas hostiles de los vecinos
e inquisidores samaritanos, además del control de los gobernadores opresores de implantación persa, y,
por otro lado, sufría una inestabilidad territorial debido a las incursiones y ocupaciones de los edomitas
en la zona sur. Malaquías coincide con un periodo de cansancio y desconfianza, tal como se desprende
de su mensaje, un tanto semejante al que tuvieron que afrontar Esdras y Nehemías, debido a la
decadencia reinante.

Años de silencio divino, con solo palabras del profeta Malaquías resonando condenación a sus oídos,
antes que otro profeta llegará con un mensaje de Dios.

Podemos decir entonces que Malaquías escribió la profecía de cierre del AT, en la cual él entregó el
mensaje de Dios de juicio sobre Israel por su pecado continuo y la promesa de Dios de que un día en el
futuro, cuando los judíos se arrepintieran, el Mesías sería revelado y las promesas de pacto de Dios
serían cumplidas.

 Resumen de su mensaje

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En su mayor parte, el mensaje de Malaquías es reproche y condena. El espíritu que el pueblo
manifestaba tener en sus días se desarrolló más adelante en las sectas de los fariseos y los saduceos. Las
condiciones morales y espirituales de Israel en esa época eran las de los que pretenden ser cristianos en
la actualidad.
Se describe a cabalidad la vida espiritual del remanente que había regresado de Babilonia. Eran
insensibles al gran amor que les mostraba Dios. No se percataban de la enormidad de su alejamiento de
la voluntad y los caminos de Jehová. No reverenciaban al Señor y, de hecho, lo menospreciaban. Estaban
tan carentes de percepción espiritual que, cuando se les señalaban sus obras (y esto no es un mero
recurso literario), no veían nada malo en ellos. Su actitud hacia Jehová se pone de manifiesto en la
repetición frecuente de: “¿En qué?”
Los pecados de Israel que indignaron a Nehemías eran los mismos que irritaron a Malaquías. Las faltas
eran: 1) la corrupción del sacerdocio; 2) matrimonios con extranjeras después de divorciarse de sus
esposas israelitas; y 3) negligencia en dar los diezmos y las ofrendas. El profeta indica también el lugar y
las perspectivas del remanente piadoso en la nación.
El libro es un discurso continuo. El profeta emplea un estilo de prosa directo, enérgico y enfático. Es la
introducción de una forma dialéctica de instrucción que llegó a ser muy popular en el judaísmo posterior.
Los ocho puntos de la controversia de Jehová con su pueblo se consignan en 1:2, 6, 7; 2:14, 17; 3:7, 8, 13.
En cada caso, cuando se lo acusa de pecado, contradicen al Señor y le piden pruebas de sus acusaciones.

CONCLUSIÓN

En conclusión, Malaquías asegura una vez más y advierte a sus lectores que “el día [el día grande y
terrible del Señor, cap. 4:5] está llegando” y que “arderá como un horno” (cap. 4:1). Ese día los justos se
regocijarán, y “hollarán a los malos” (cap. 4:2-3). Así que “recuerden la ley de mi siervo Moisés” (cap.
4:4). Para preparar a su pueblo para ese día el Señor enviará “al profeta Elías” para llevarlos de vuelta a
las maneras santas de sus antepasados (cap. 4:5-6).

El mensaje del libro puede ser resumido en una oración: El Gran Rey (cap. 1:14) no solo vendrá a juzgar
a su pueblo (cap. 3:1-5; 4:1) sino también, a bendecirlo y a restaurarlo (cap. 3:6-12; 4:2).

Malaquías reprochó su duda del amor de Dios (cap. 1:2-5) y la poca fe tanto de sacerdotes (cap. 1:6 –
2:9) como del pueblo (cap. 2:10-16). A su acusación de que Dios es injusto (cap. 2:17) porque él había
fallado en venir con juicios a exaltar a su pueblo, Malaquías responde con un anuncio y una advertencia.
El Señor que ellos buscan vendrá – pero vendrá “como fuego purificador” (cap. 3:1-4). Él vendrá a juzgar
– pero juzgará a su pueblo primero (cap. 3:5).

Israel no ha sido completamente destruida por su infidelidad persistente debido a que el Señor no
cambia sus compromisos y propósitos (cap. 3:6). Solo a través del arrepentimiento y la reformación,
Israel experimentará de nuevo la bendición de Dios (cap. 3:6-12). Aquellos que honran al Señor serán
salvos en el momento en que venga a juzgar (cap. 3:16-18).

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BIBLIOGRAFÍA

https://www.mundobiblicoelestudiodesupalabra.com

https://www.gotquestions.org/Espanol/Libro-de-Malaquias.html

https://www.teologiadeltrabajo.org

http://www.indubiblia.org/malaquias-1

http://biblecentre.org

https://www.bibliavida.com/malaquias

https://www.churchofjesuschrist.org

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