Apuntes Manual. Religión
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Las dos Iglesias la Griegabizantina y la del occidente romano-germánico, que arrinconó esa
herencia para cubir otros objetivos mas inmediatos y la respuesta al Islam.
Los primeros nódulos de cristalización eclesiástica: los obispos y las iglesias propias.
Los dos rasgos fundamentales de la sociedad romano-germana, fortaleza de las aristocracias
y privatización de las relaciones sociales, tuvieron su traducción eclesiástica en el poder y
la fuerza de los obispos y en la proliferación de iglesias privadas. La fuerza de los obispos
radicaba tanto en la riqueza y el poder de las familias de que procedían como en su éxito en
«la lucha por un nuevo modelo de jefatura urbana». En efecto, los obispos fueron los únicos
personajes que se mantuvieron al frente de ciudades y territorios cuando el Imperio
desapareció. Su influencia se ejerció pronto a través de concilios provinciales o nacionales
y muchos de ellos se comportaron como poderosos señores, acumulando grandes
patrimonios, producto de limosnas y donaciones de un número cada vez mayor de fieles. La
envidia y el temor suscitados por el enriquecimiento de los obispos acabaron propiciando
algunas precoces desamortizaciones. La más notable fue la de Carlos Martel en la década
de 720 en el reino franco.
Junto al aumento del número de obispados, el incremento de los templos marcó el ritmo de
evangelización de los reinos germanos. En un principio, las iglesias habían nacido en las
ciudades, donde algunas de aquéllas se habían instalado en lugares que los martiria habían
ocupado antes. Más tarde, la crisis del Imperio, con el proceso de ruralización de su
población, y la propia difusión de las creencias cristianas entre los paganos o habitantes de
los pagirurales, trajeron consigo la creación de multitud de templos en el mundo rural.
Unos fueron parroquiales, esto es, tenían pila de bautismo y un párroco nombrado por el
obispo; otros eran templos subordinados al parroquial, con menores competencias
canónicas y económicas. En el mundo rural, las iglesias controladas por el obispo se
mezclaban con las iglesias propias o privadas, las Eigenkirchen de Germania. El vocablo
consagrado por la historiografía denomina los templos construidos y dotados en los
dominios de los grandes propietarios, quienes ejercían el derecho de presentación del
clérigo que había de estar a su frente. Entre los siglos V y XI, las iglesias de los señores,
sustraídas a la jurisdicción del obispo y enajenables a voluntad de su propietario,
constituían un correlato, en el ámbito eclesiástico,
En este contexto, el papa Gelasio I envió en 495 una famosa carta al emperador Anastasio
en la que proponía una de las tesis políticas de más éxito en la Edad Media: la llamada de
las dos espadas. En una palabra, el reconocimiento de la superioridad de la auctoritas
pontificia sobre la potestas regia a la hora de cumplir las obligaciones de todo poder
político que, según Gelasio I, no eran otras que alcanzar los objetivos morales que la propia
Iglesia propusiera.
Estos planteamientos recogían y vigorizaban la herencia de León I, reformulando
cuidadosamente la doctrina de la primacía papal dentro de la Iglesia y promoviendo la
independencia de los eclesiásticos respecto a los emperadores.
Un siglo después de Gelasio I, otro papa, Gregorio I el Magno (590-604), impulsó de forma
sistemática el programa que sus predecesores habían puesto ya en marcha de forma
fragmentaria. En manos de ese pontífice, tal programa incluyó tres líneas significativas.
Una primera intelectual, en que se recogía la herencia de san Agustín y ciertos aspectos de
la filosofía griega. Una segunda doctrinal, que incluía la independencia respecto al Imperio
bizantino, la primacía papal en Roma, en Italia, donde trabajó para constituir «el patrimonio
de san Pedro», y en Occidente, donde difundió los principios del agustinismo político, esto
es, el derecho de la autoridad espiritual a proponer objetivos al poder de los reyes. Y una
tercera espiritual y pastoral, que fomentó la aparición de un episcopado menos preocupado
por el poder y la riqueza y más atento a los deberes de su ministerio. Éstos los concretó el
propio Gregorio Magno en la Regula pastoralis, texto que estimulaba la acción de hombres
que supieran combinar la vida ascética y contemplativa del monje y la actividad
evangelizadora del misionero en la tarea de convertir las gentes de los rei nos romano-
germanos de Europa.
3.2. La conversión de Europa: misioneros y monjes SOBRE EL MENSAJE A LOS
PAGANOS GRACIAS A AGUSTÍN.
El reto asumido por el papado del siglo VI y, en concreto, por Gregorio Magno, en orden a
la conversión de las conciencias, incluía tres grandes grupos de destinatarios: los bautizados
miembros de la Iglesia de Roma, los arrianos y los paganos. El último constituía un extenso
grupo formado tanto por provinciales romanos del mundo rural, a los que todavía no había
llegado el mensaje de los obispos, como por germanos instalados en el antiguo Imperio, que
habían traído consigo su propio panteón y un conjunto de creencias de carácter animista. El
nivel de los destinatarios hacía poco aconsejable que el mensaje de conversión predicado
por la Iglesia incluyera los resultados de los debates teológicos e intelectuales de los siglos
IV y V. Los había sintetizado, a principios del siglo V, san Agustín, verdadero creador del
cuerpo doctrinal que la
Iglesia católica considerará propio. En los tres grandes ámbitos: el del misterio de la
Trinidad, con la definición de los rasgos de cada una de las tres personas y su papel en la
historia de la salvación; el de las relaciones entre gracia, naturaleza y libre albedrío,
mediatizadas por el pecado original; y el de los comienzos de una teología de los
sacramentos y del purgatorio.
Se explican en la página 43 y ss. Cada unos de los tres.