Literatura Argentina
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“Jorge Luis Borges pasó a la historia de la literatura por sus cuentos, pues no
importa qué tan atrás se busque en el mundo, nadie antes supo hacer de los textos
microuniversos tan bien tejidos…”
En la literatura hispanoamericana hemos de encontrarnos con un subgénero literario
muy particular y con características muy concretas: la literatura gauchesca o gaucha.
Es una creación en la que el autor se centra en presentarnos la vida de los gauchos y
sus costumbres. Un texto en el que abundan las descripciones del paisaje y del día a
día de estos campesinos. Además, debido al contexto histórico en el que se
encuentran, suelen relatar a otros muchos personajes típicos de la época; los indios,
los criollos, los mestizos, los negros, los gringos, entre otros.
Otro de los elementos sustanciales que Borges logra mostrarnos con una diafanidad
asombrosa es la disputa entre el campo y la ciudad en el alma del argentino. Esto se
da en el cuento “El sur”, un relato que se construye sobre una serie de pares y de
contrarios que, a su vez, parten de la matriz central dicotómica de civilización y
barbarie, que plantea Sarmiento, donde señala dos concepciones del mundo que se
cruzan en el texto. El título del relato ya nos remite a dos espacios cardinales: el Sur y
el Norte; de donde se infiere que el sur es la barbarie y el norte la civilización. Juan
Dalhmann, el protagonista, a sabiendas de que el provocador que lo desafía será su
verdugo, empuña el cuchillo y con hombría sale a la llanura para batirse.
“Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo,
hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche del
sanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar
su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñar”
El tema en el cuento “El Fin” es el encuentro del hombre con su destino inexorable.
Ambos cuentos, “El sur” y “El fin”, tienen un narrador que adopta el punto de vista
omnisciente en 3ra. Persona. Sin embargo en “El fin” la mirada de los hechos se
focaliza desde Recabarren y en “El sur”, desde Dalhmann.
“Recabarren vio el chambergo, el largo poncho oscuro, el caballo moro, pero no la cara del
hombre, que, por fin, sujetó el galope y vino acercándose al trotecito.”
“Mañana me despertaré en la estancia, pensaba, y era como si a un tiempo fuera dos hombres:
el que avanzaba por el día otoñal y por la geografía de la patria y el otro, encarcelado en un
sanatorio y sujeto a metódicas servidumbres”.
Borges ha recordado muchas veces que la rama criolla de su familia tiene raíces en el
siglo XIX rural y que sus antepasados poseyeron el saber de un mundo primitivo
regulado por la costumbre y por la ley no escrita de la violencia montonera y el duelo.
Es así que al final del cuento “empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrá
manejar, y sale a la llanura”. Es el hombre que deja el libro que estaba leyendo y pone
el cuerpo para matar o, lo que es más probable, para hacerse matar y morir.
Juan Dalhmann tiene dos linajes: uno alemán, por parte de su abuelo paterno
Johannes Dalhmann, pastor de una iglesia evangélica; el otro era Francisco Flores
que había muerto como un valiente lanceado por los indios. De esos dos linajes
Dalhmann elige morir como su abuelo materno, como un valiente y no, como un
cobarde en una cama de hospital. Quiere una muerte como la de su antepasado:
romántica.
Recabarren sufre una parálisis y es pulpero. Ha sido testigo del primer contrapunto
entre los dos contendientes: Martín Fierro y el moreno. Ahora será testigo del segundo
encuentro: Martín Fierro y el hermano del moreno. Desde su catre narra lo que
presencia.
En “El Sur”, cuando dice: “A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos”. A
partir de ese punto Dalhmann ya eligió un linaje y es el de su valiente abuelo materno.
En “El Fin”, cuando M. Fierro responde —Por lo menos a mí —dijo el forastero y añadió
como si pensara en voz alta—: Mi destino ha querido que yo matara y ahora, otra vez, me pone
el cuchillo en la mano.
Es aquí un claro ejemplo que resalta B. Sarlo, en las obras de Borges, donde alega
que el autor cruza el tópico del duelo, elaborado sobre la matriz cultural criolla, en la
cual, la violencia la definiría. Vivida como un destino americano, durante siglos puso a
los hombres en un límite donde solo la resignación y el coraje eran virtudes
adecuadas; pero al mismo tiempo, la violencia formalizó un código que daba sentido a
las relaciones privadas y públicas.
“El ejercicio de la venganza y la reparación en el duelo define lo que una sociedad es, pero
básicamente define lo que no es: prueba la falta de otros procedimientos que reemplacen la
confrontación armada entre hombres que solo tienen el código de honor para resolver las
ofensas y restituir una situación de justicia ausente” (Sarlo, B-1995)
Martín Fierro en el Canto VII de la Ida mata al moreno luego que le raya la cara con el
cuchillo y luego de matarlo limpia su cuchillo en el pasto.
En el cuento de Borges, el moreno tiene como destino vengar la muerte de su
hermano. Se repiten exactamente a la inversa los mismos pasos y ahora que el
hermano del moreno ha cumplido con su destino de vengador, ahora es nadie o es el
otro.
Por ello, es que en ambos cuentos los protagonistas reivindican ese código de honor,
tienen el coraje de morir a punta de cuchillo. Y como valientes no eligen un destino
cobarde.
Bibliografía:
Sarlo, B.- (2019) Borges, un escritor en las orillas. Siglo XXI editores. Capítulo VII,
pp.65-74