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HISTORIA Y LITERATURA DE LA
ANTIGÜEDAD CLÁSICA:
CONTRIBUCIONES EN HOMENAJE
AL PROFESOR OLIVIERI
(Compiladores)
VICERRECTOR
Dr. Daniel Antenucci
SECRETARÍA ACADÉMICA
Secretario/ Mag. Daniel Reynoso
VICEDECANO
Dr. Federico LORENC VALCARCE (a cargo de la Secretaría de Investigación y Posgrado)
SECRETARIA ACADÉMICA
Esp. Gladys CAÑUETO
Introducción
María Cecilia Colombani, Guido Fernández Parmo y Juan Manuel Gerardi ................ 7
Tensiones en Heráclito
v
Un acercamiento posible al vínculo entre el lógos y la verdad en Sofista,
Crátilo y Fedón
¿Por qué un gallo para Asclepio? Sobre las últimas palabras de Sócrates en
el Fedón de Platón
Rita Nora Falcone, Marcela Patricia Pitencel y Diego Alejandro Reinante............... 141
Los deberes de los padres hacia los hijos en Cartas a los Familiares de
Cicerón y en los tratados legales de Filón de Alejandría
Los textos que recoge este volumen son fruto de la cita anual que reúne en Mar
del Plata a diversos investigadores para participar de las Jornadas de Historia de
la Filosofía Antigua. En esta ocasión, su IX edición tuvo lugar el día 3 de
diciembre de 2018 en la sede de la Universidad Nacional de Mar del Plata con la
presencia de especialistas nacionales y extranjeros. No es un hecho menor la
continuidad del espacio en el calendario de eventos científicos. Así, cabe destacar
que la publicación de los resultados de dicho encuentro es una constante
sostenida a través del tiempo que refleja el interés de los investigadores por
difundir su trabajo en este formato más allá de las valoraciones de los sistemas
de evaluación. Los fructíferos intercambios producidos durante dicha jornada se
encuentran entre las líneas que acompañan los textos y estamos seguros de que
7
formarán parte de los antecedentes que promoverán reflexiones profundas en los
futuros trabajos de aquellos que los consulten. Cada lector podrá crear su propio
recorrido a medida que se apropie de los textos, por lo tanto esta introducción
será uno de los variados caminos por los cuáles podrá desandar algunas de las
líneas que le otorgan sentido a la compilación.
Las trece colaboraciones, entre las que se encuentran las versiones finales
de las conferencias pronunciadas y las comunicaciones individuales, se mueven
en un marco político y social mayoritariamente griego, aunque no faltan los
aportes al mundo romano e incluso hindú. María Cecilia Colombani inicia el
derrotero abordando las sendas del pasaje del mito al lógos. Especializada en la
obra de Hesíodo, la autora propone una comparación entre la arquitectura
argumental presente en la cosmogonía hesíodica y la cosmología de Anaximandro
para demostrar una tendencia, compartida por los filósofos presocráticos, al
ordenamiento de los elementos del universo. Nos muestra que mito y filosofía no
se excluyen sino que más bien se complementan en ese primer momento en que
se está construyendo una nueva conformación política hija de una crisis y de una
época, como es la pólis. Verdad y realidad configuran ese primer recodo de
instalación que atraviesa la preocupación por el carácter y espesura del lógos.
Guido Fernández Parmo se une a este concierto de discusiones jugando la carta
de Heráclito. El autor comienza por desarmar la caracterización del filósofo como
un pensador elitista e inaccesible, visión permeada por la información que
transmiten de él Aristóteles y Parménides. Según sostiene, Heráclito consideraba
que el lógos es algo que nos atraviesa a todos y a pesar de ello solemos quedarnos
con imágenes de la realidad que no son del todo completas. El autor nos invita a
pensar que no existe una esencia y algo que cambia, sino a ver con Heráclito que
existe el cambio sin las cosas cambiantes.
Llegados a este punto, los textos presentados, sus recorridos, sus posibles
campos de aplicación y las reflexiones que suscitan dependen ahora de la lógica
que le proporcione el lector que convoque estas páginas. Nos queda agradecer a
todas las personas que colaboraron con nosotros en este trabajo. En
representación de todos ellos, y más allá de los nombres propios, queremos
mencionar especialmente a nuestros estudiantes y al personal universitario de la
Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata. En
particular, agradecemos, también, a los colegas que se dieron cita en diciembre
de 2018 y nos acompañaron en estos años. Las páginas que siguen son una
demostración del vigor de los estudios clásicos en el país, la posibilidad de pensar
en concierto, de forma interdisciplinaria y con una perspectiva que busca en los 11
intersticios de la filosofía, la historia y la literatura su mejor modo de decir para
comprender. Ese es el ánimo que nos mueve y consideramos que es el mismo
incentivo que el profesor Olivieri encontraba en su apasionado estudio de la
filosofía. En honor a un legado, una trayectoria y en la posibilidad de acrecentarla
se realiza este libro y con este se proyectan nuevos desafíos. Esperamos
encontrarlos con nosotros.
La cosmogonía hesiódica y sus relaciones con la especulación de
Anaximandro. Deconstruyendo las fronteras entre Mito y Filosofía
Universidad de Morón
Universidad Nacional de Mar del Plata
UBACyT
Introducción
“Ha llegado el momento entonces de decir dos palabras sobre el autor más antiguo
que aplicó los nuevos esquemas, caracterizados por el ‘razonamiento’, a la narración
mítica: Hesíodo” (Cordero, 2008: 30 y ss).
Nos proponemos abordar las relaciones entre mito y lógos como dos sistemas de
pensamiento que dan cuenta del asombro del ser humano frente a la vastedad de
lo real. Pensaremos a la figura de Hesíodo como una bisagra discursiva que da
cuenta del momento de transición entre ambos esquemas mentales, al tiempo que 13
representa una novedad en relación con el dispositivo mítico tradicional. La
cantidad de tópicos, perspectivas, dimensiones, puntos de instalación que su obra
presenta genera un territorio singular e intrincado, cuya imagen evoca “sendas
embrolladas”. Respetando la interpelación de Néstor Cordero intentaremos algo
más de dos palabras.
Gea representa a uno de los cuatro elementos que definen una primera
genealogía-cosmogonía, ya que, el poeta, al tiempo que despliega a los
primerísimos principios, tà prótista, ofrece una organización cósmica, ya que el
universo queda delineado en regiones. Gea aparece entonces en la preocupación
inicial de Hesíodo por buscar lo primero, prótiston, lo primerísimo, lo que se halla
en primerísimo lugar, lo primario. Es en ese registro, no temporal, sino
ontológico, en que hay que ubicar a nuestra primera dama. Gea es un segundo
primero, porque Kháos es el primero primerísimo.
“Y decidme lo que de ello fue primero” (Teogonía, 115-116). Esta es la
figura a la que queremos arribar. Kháos tiene que ver etimológicamente con
ciertos términos: khásma, khaíno y khásko. El sustantivo significa abertura, la
abertura de la boca para bostezar, la separación de los labios cuando se abre la
boca; los verbos, por su parte, significan abrirse y abrir la boca para bostezar. El
marco filológico nos pinta la figura inaugural: kháos como una hendidura, una
abertura, un hueco. La construcción parece estar más cerca de una representación
del orden de la naturaleza que de una representación religiosa. Indudablemente
solo desde este horizonte interpretativo, podemos establecer el vínculo entre este
kháos, definido en estos términos no divinizados y el ápeiron de Anaximandro,
como un desarrollo directo del lógos hesiódico. Espacio sin forma determinada,
a partir del cual emergen elementos; como si se tratara de la condición primera,
posibilitante de lo ulterior. Casi en la línea en que lo interpreta Castoriadis, el
Kháos es primerísimo entre lo primerísimo, entre las cosas primerísimas, tà
prótista, como condición de posibilidad de todo lo que es. Kháos adviene sin más
para desde allí explicar la sucesión del todo. No hay detrás de él una literatura
teogónico-religiosa para explicitar su advenimiento. No hay calificaciones 15
religiosas; no hay cópula sexual ni explicaciones fantásticas; casi la naturalidad
de un relato dominado por el advenimiento. Este será nuestro punto de anclaje
para ubicar a Hesíodo como una bisagra del incipiente pensamiento filosófico o,
al menos, de un pensamiento pre-conceptual.
“Las explicaciones religiosas habían bastado para dar una explicación no sólo
de los acontecimientos cotidianos del mundo en que vivían, sino también de
sus orígenes remotos. En este sentido, podemos observar un avance
considerable, incluso antes de que surgiera la filosofía en sentido estricto,
encaminado a postular una evolución sometida a un orden. La tendencia a la
sistematización alcanza quizás su punto culminante en la Teogonía de
Hesíodo. Con todo, en este poema, los orígenes del cielo, de la tierra, del océano
y de todo aquello que contiene en su seno son representados todavía como el
resultado de una serie de matrimonios y procreaciones debidas a seres
personales” (Guthrie, 1991: 39).
Tal como afirma Gigon: “En primer lugar, en la pregunta por el principio.
En la Teogonía de Hesíodo las Moûsai son interrogadas expresamente por el 17
poeta acerca de lo que ha existido desde un comienzo. En la respuesta de que es
el caos, el espacio vacío intermedio entre cielo y tierra, ya se advierte la
peculiaridad del problema” (Gigon, 1962: 35). Indudablemente solo desde este
horizonte interpretativo, el propio Gigon establece el vínculo entre este kháos,
definido en estos términos no divinizados y el ápeiron de Anaximandro: “Baste
aquí con recordar lo ‘Infinito’ de Anaximandro, que es un desarrollo directo del
kháos hesiódico. Es por de pronto en cierto modo el espacio vacío, a partir del
cual emergen el día y la noche, lo amorfo, que no guarda afinidad con ninguna
de las cosas visibles” (Gigon, 1962: 35).
Espacio sin forma determinada, a partir del cual emergen elementos; como
si se tratara de la condición primera, posibilitante de lo ulterior (Kirk, 1992: 39)1.
Es la línea en que lo interpreta Castoriadis: “leemos en la Teogonía, esta
afirmación sorprendente: antes de todo, Kháos génet[o]. Lamento que no
podamos sumergirnos aquí en esta expresión extraordinaria. Si quisiéramos ser
directos, habría que traducir: ‘en primer lugar el vacío llegó a ser’ o ‘en primer
1 Resultainteresante la traducción del autor como “corte”, ya que para que el cielo y la tierra se
separen y advenga el mundo de los hombres es necesario, forzosamente, un “corte”.
lugar advino el Vacío’” (Castoriadis, 2006: 205). El aoristo del verbo gígnomai
da cuenta precisamente de ese advenir, de ese llegar a ser. No hay rastros de
discurso antropomorfizante. Kháos adviene como adviene un elemento sin más
para desde allí explicar la sucesión del todo. Simplemente un hueco, un vacío, no
una mezcla informe, kykeón, noción tardía de kháos, sobre este fondo primero
que alude al vacío. Tal como sostiene Castoriadis: “Pero en el verso 116 de la
Teogonía, la palabra Caos, sin duda alguna, tiene su sentido primero, el de
vacío. Y este vacío remite a un sustrato, a una matriz primordial. Tenemos aquí
un ejemplo de lo que Gigon denomina ‘La asombrosa potencia de abstracción en
Hesíodo’” (Castoriadis, 2006: 206). Kháos es posibilidad instituyente de todo lo
real y en esa línea está íntimamente emparentado con el ápeiron de
Anaximandro. El parentesco no es un vínculo de tipo temporal, en tanto
elementos primeros en el orden de la temporalidad; el parentesco es de registro
ontológico, en tanto sustrato posibilitante de lo por-venir: “Todo debe surgir
sobre fondo de vacío, el ser adviene a partir del no ser esencial del vacío”
(Castoriadis, 2006: 206).
2 West identifica al Tártaro “with the underside of the earth, below which is the other hemisphere of heaven”.
innombrable: el Tártaro, que desempeña aquí el papel de un caos en el segundo
sentido del término” (Castoriadis, 2006: 207).
Conclusión
Ahora bien, en este tópos de contacto que intentamos relevar, leemos dos
gestos diferentes en el modelo de enunciación hesiódica. Cuando Hesíodo, con su
“potencia de abstracción” intenta dar cuenta de tà prótista, parece hacerlo en el
territorio de la más sorprendente abstracción; pero, cuando intenta explicar el
cómo, el orden progresivo de ese orden justo, retorna a un discurso de matriz
mítica, sostenido por la línea de la sucesión amorosa. Cuando Eros, el cuarto
primerísimo que Hesíodo postula para dar la posibilidad de las generaciones
divinas comienza a actuar con la potencia que por naturaleza lo caracteriza,
Teogonía se desarrolla como un relato de los orígenes emparentado con otros
tantos lógoi fundantes, que la tradición mítico-religiosa recoge. Más allá de lo
cual, Gigon apunta: “En cuanto a la concepción fundamental, las obras de los
más antiguos filósofos de la naturaleza, Anaximandro, Anaxímenes, etcétera,
guardan una muy estrecha afinidad con la Teogonía de Hesíodo, por más que
hayan adoptado la forma de sobrios relatos científicos”. Coincidimos con esta
intuición que Gigon ubica en la concepción fundamental, pero vemos también
que el discurso en el que finalmente se plasma el poema genera una tensión
acercamiento-alejamiento que, es, a nuestro entender, la riqueza-complejidad
que atraviesa la obra hesiódica.
Bibliografía
Introducción
1. Τοῦ δὲ λόγου τοῦδ' ἐόντος, ἀεὶ ἀξύνετοι γίνονται ἄνθρωποι καὶ
πρόσθεν ἢ ἀκοῦσαι καὶ ἀκούσαντες τὸ πρῶτον. Γινομένων γὰρ πάντον
κατὰ τὸν λόγον τόνδε, ἀπείροισιν ἐοίκασι, πειρώμενοι καὶ ἐπέων καὶ
ἔργων τοιούτων, ὁκοίων ἐγὼ διηγεῦμαι, κατὰ φύσιν διαιρέων ἕκαστον
καὶ φράζων ὅκως ἔχει ̇ τοὺς δὲ ἄλλους ἀνθρώπους λανθάνει ὁκόσα
ἐγερθέντες ποιοῦσιν, ὅκωσπερ ὁκόσα εὕδοντες ἐπιλανθάνονται.
“Aun siendo este logos real (eóntos aeì), siempre se muestran los hombres
incapaces de comprenderlo [...] Pues a pesar de que todo sucede conforme a
este logos, ellos se asemejan a carentes de experiencia...”.
114. Ξὺν νῷ λέγοντας ἰσχυρίζεσθαι χρὴ τῷ ξυνῷ πάντων, ὅκωσπερ
νόμῳ πόλις, καὶ πολὺ ἰσχυροτέρως. Τρέφονται γὰρ πάντες οἱ
ἀνθρώπειοι νόμοι ὑπὸ ἑνὸς τοῦ θείου· κρατεῖ γὰρ τοσοῦτον ὁκόσον
ἐθέλει καὶ ἐξαρκεῖ πᾶσι καὶ περιγίνεται.
“Los que hablan con inteligencia es menester que se fortalezcan con lo que es
común a todos, así como una ciudad con la ley, y mucho más fuertemente.
Pues todas las leyes humanas son alimentadas por la única ley divina: ésta, en
efecto, impera tanto cuanto quiere, y hasta a todas las cosas y las trasciende”.
Esto nos muestra que no hay verdadera oposición entre lo general-común-xynos
y lo particular más que en el plano del conocimiento. Como dice Kirk (1979: 54),
estas leyes humanas no son lo mismo que el pensamiento particular del
fragmento 2, los idia phronesis. En este caso, se trata de pensar la unidad
ontológica que hay en la multiplicidad, mientras que la oposición entre lo general
y lo particular del fragmento 2 es una oposición que se da en el pensamiento, en
el plano gnoseológico. Entre el Lógos y las leyes humanas hay una continuidad
ontológica que, sin embargo, se diferencia en su intensidad. Para comprender
esto es preciso entender al Lógos como fuerza.
“Transformaciones del fuego: primero mar, luego, del mar, la mitad tierra y la
mitad vapor inflamado (prestér...)”.
En primer lugar, el fuego como potencia es tropai: los giros, las vueltas, los
cambios, que acontecen en la naturaleza. Se trata de un término que podemos
asociar con la potencia del Caos, con la creatividad de la Métis, con el movimiento
sin fondo del mar, con un Ser que nunca coincide con lo que es porque siempre
está produciendo y creando.
53. Πόλεμος πάντων μὲν πατήρ ἐστι, πάντων δὲ βασιλεύς, καὶ τοὺς μὲν
θεοὺς ἔδειξε τοὺς δὲ ἀνθρώπους, τοὺς μὲν δούλους ἐποίησε τοὺς δὲ
ἐλευθέρους.
“Pólemos [la guerra] es el padre de todas las cosas y el rey de todas, y a unos
revela dioses, a los otros hombres, a los uno hace libres, a los otros esclavos”.
Y en el fragmento 80 leemos:
80. Εἰδέναι δὲ χρὴ τὸν πόλεμον ἐόντα ξυνόν, καὶ δίκην ἔριν, καὶ
γινόμενα πάντα κατ ̓ ἔριν καὶ χρεών.
“Es preciso saber que la guerra es común [a todos los seres], y la justicia es
discordia, y todas las cosas se engendran por discordia y necesidad”.
El fuego nos da una pista de estas ideas. En primer lugar, el fuego no tiene
un perímetro claro y distinto. Porque el fuego se presenta como siempre variando.
Esto quiere decir que el fuego como elemento no está pensado desde la sustancia,
desde sus rasgos permanentes que definirían el perímetro del ser, sino desde sus
variaciones de intensidad: constantemente está siendo más o menos. No se trata
solo de que el Lógos sea puro cambio, sino que sea además cambio de intensidad,
es decir, variación en la fuerza. Tal vez Heráclito estaba viendo lo que hoy
podemos saber: que el Ser tal vez sea Fuerza y no algo determinado y definido.
25
Esto haría del Ser algo que varía en intensidad, y por eso siempre hay un más o
un menos, una tensión de contrarios.
Cuando el verano llega es el mismo ser que ahora está dominado por el calor.
Pero para que haya calor debe haber un frío que está siendo sometido y vencido.
Así, el ser entendido como fuerza o tensión o pólemos es, precisamente, la variación
que no puede ser más sin ser menos, más caliente sin ser menos fría, más seca sin
ser menos húmeda. La intensidad en tanto variación, en tanto diferencia en sí
misma, como dirá más tarde Deleuze, “es la razón de lo sensible” (2009: 334).
Estamos de acuerdo con Guthrie cuando dice, contra Snell y Kirk, que
Heráclito habla de que todo cambia continuamente (Guthrie, 1991: 425). La
misma tesis la defienden, entre otros, Mondolfo (1989) y Barnes (1992). Kirk
afrima, en “Natural Change in Heraclitus”, que “the constancy of change is not
an idea which Heraclitus particulary stressed” (Kirk, 1951: 35) [“la permanencia
del cambio no es una idea que le preocupara particularmente a Heráclito”]. Kirk
decía esto a luz de la idea de medida, metron, que él enfatiza en la filosofía de
Heráclito. Pero la clave está en comprender al cambio como la tensión que solo
puede ser observada en procesos largos. Así, por ejemplo, no vemos, durante el
verano, que todo cambie constantemente, es cierto. Pero esto es solo porque
nuestra observación se limita a un período relativamente corto. Pero como
evidencia la misma naturaleza, lentamente el invierno llega.
Kirk decía en ese texto que el movimiento era “spasmodic” (1951: 40). Esta
idea nos atrae por la riqueza que tiene para entender los procesos naturales,
aunque Kirk la entiende como un movimiento que se da de a saltos, sin entender
que si hay espasmos en la materia es porque, precisamente, hay una tensión
constante que hace que se produzca el cambio observable en algún momento. La
tensión supone una acumulación de la fuerza, en un sentido o en otro. Esta
acumulación alcanza un límite, un punto de cesura, que logra que se vuelva
sensible: entonces la sentimos. Allí entonces, el Lógos se hace sensible en tanto
signo, como Apolo. 93. Ὀ ἄναξ, οὗ τὸ μαντεῖόν ἐστι τὸ ἐν Δελφοῖς, οὔτε λέγει οὔτε
κρύπτει, ἀλλὰ σημαίνει. “El Señor cuyo oráculo está en Delfos ni dice, ni oculta,
sino hace señales”.
28
Pongamos otro ejemplo: “La temperatura ha bajado” El movimiento
espasmódico es la variación en sentida sí misma, pero es nuestra representación
la que necesita de los cortes estáticos como invierno-verano, 24º o 30º. Y
entonces el Lógos vuelto sensible, habiendo cruzado el punto de condensación
que lo hace sensible, se vuelve, para los hombres pensable. Y por eso no solo el
Lógos como Ser sería común, sino el Lógos como Pensamiento: 113. Ξυνόν ἐστι
πᾶσι τὸ φρονέειν. “Común es a todos el pensar”.
¿Qué quiere decir este heôutôi aquí? ¿Acaso ese “sí mismo” y “lo mismo” de B 12
se refieren a algo permanente? 12. Ποταμοῖσι τοῖσιν αὐτοῖσιν ἐμβαίνουσιν ἕτερα
καὶ ἕτερα ὕδατα ἐπιῤῥεῖ. “[Sobre quienes se bañan en los mismos ríos] nuevas
aguas corren tras las aguas”.
Creemos que lo que está en juego en las interpretaciones que hacen de Heráclito
un pensador de la identidad y de la medida es un tipo de pensamiento que
presiona a la interpretación. Un pensamiento moldeado por las nociones de
identidad y permanencia que empezará a quebrarse a partir del siglo XIX. Será
Nietzsche, continuando con el esfuerzo de Spinoza por pensar a la Sustancia de
otro modo, quien puso de cabeza esta tradición al pensar que el Devenir es el Ser.
Hay que atreverse a invertir la típica ecuación que sostenemos desde los
griegos que dice que, aunque las cosas aparentemente cambian, en realidad hay
un substrato que permanece. Invertir esto no es fácil, dos mil quinientos años
de la misma imagen del pensamiento conspira contra ello. Sin embargo,
debemos hacerlo y afirmar, como lo hace Barnes, que la “estabilidad superficial
de los ríos oculta un cambio constante [...] Las cosas parecen las mismas pero
no lo son” (Barnes, 1992: 85).
Bibliografía
Kirk, G. S. (1951): “Natural Change in Heraclitus”, Mind, New Series, Vol. 60, Nº
237 (Jan.), pp. 35-42 Published by: Oxford University Press on behalf of
the Mind Association Stable URL: http://www.jstor.org/stable/2251397.
Accessed: 07/08/2013 06:10.
32
Ser o no ser, esa es la cuestión: el lógos según Gorgias
Julián Gallego
Programa de Estudios sobre las Formas de Sociedad
y las Configuraciones Estatales de la Antigüedad
Universidad de Buenos Aires
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
1Para un análisis más amplio de estas cuestiones, que aquí solo se plantean sucintamente, cf.
Gallego (2014).
del uso del lógos. Uso que en relación con el zôon politikón supone la posibilidad
misma de tomar la palabra como miembro de la pólis, siguiendo en esto a Martin
Breaugh (2007: 11), quedando reducidos de esta manera solo al ejercicio de la
phoné, la más simple expresión animal del placer y del dolor.
Afirman los que saben que Gorgias está discutiendo aquí con Parménides,
2 Para los textos de Gorgias utilizo la edición de Diels y Kranz (1952). He consultado las
traducciones al español de Piqué Angordans (1985) y Melero Bellido (1996), aunque en los casos
en que se citan pasajes textuales he establecido mi propia traducción.
3 Sintetizo aquí las diferentes versiones del tratado gorgiano que se hallan en Sexto Empírico, Contra
cosas, Mourelatos (1985); acerca de la interpretación de Mourelatos, Cassin (1995: 62-64); ver
también Schiappa (1999: 133-152).
8 Leszl (1985) compara los efectos que la pintura y la poesía producen sobre la psykhé. Ciertamente,
ambas son capaces de generar imágenes perceptibles por medio de los sentidos pertinentes para
cada caso. Tales imágenes (eikónes, donde evidentemente encontramos una ligadura inmediata
con eikós, lo verosímil o probable) constituyen representaciones y, como tales, ficciones. De allí
que se asocien a la apáte, engaño o error, y no a la alétheia, verdad. Por otra parte, es Simónides el
que pasa por ser el primero que compara poesía y pintura (fr. 190b Bergk: “la palabra es la imagen
[eikón] de las acciones”; cf. Plutarco, Sobre la gloria de los atenienses, 346f), dando a entender que
ambas poseen una conformación artificial, es decir, ficcional o representativa. Sobre estas
cuestiones, Vernant (1979: 117) y (1996: 386); cf. Detienne (1981: 110-112).
cambios en los estados respectivos de los mismos.9
9 Respecto de la operatoria retórica sobre las emociones, según la concepción de Gorgias, cf. Buis
(2016). Hunter (1986) centra su perspectiva particularmente en el problema del miedo,
comparando a Gorgias con Tucídides.
10 Respecto de lo que aquí se plantea, ver Porter (1993); cf. Longo (1985); Johnstone (1999: 89).
11 Sobre los problemas implicados en la serie de cuestiones que hemos intentado sintetizar en
este párrafo, ver los aportes, en distintos planos y desde diferentes perspectivas, de Segal
(1962), Saunders (1985: 211-214, 223-224), Cassin (1994: 87-92), Wardy (1996: 25-50) y Álvarez
(2012/2013: 45-57).
(sphalerà kaì abébaios), impulsa a los que se sirven de ella hacia fortunas
inconsistentes e inciertas (sphaleraîs kaì abebaíois)”.
[Helen]), far from reassuring an informed audience that the Helen is going to be in earnest, may simply
have reminded them that truth is something of which a model speech has no need”.
14 Como ha indicado Spatharas (2001), Gorgias no desdeña la realidad fáctica; pero como el autor
explica en su artículo a partir de los textos del sofista, las formas de recurrir a los hechos implican
siempre patrones argumentativos, que van desde los argumentos probables a los apagógicos,
pasando por las antinomias y los ejemplos.
de su idea acerca de la persuasión.
15Respecto de estas cuestiones, cf. Montano (1985); ver también Tuszynska-Maciejewska (1989).
16Con respecto al Sobre el no-ser y sus formas discursivas y argumentativas, cf. Montoneri (1985)
y Wesoly (1985).
posibilidad que la de decir, hablar, proferir enunciados sin garantías. Aunque, de
todos modos, se esboza un cierto criterio: si el discurso persuade es porque es
capaz de producir sentido. La producción de sentido delimita en verdad un
“nosotros”, un lazo social imaginario, una idea de comunidad.
Barbara Cassin señala que, preocupada por el ser de las cosas, la filosofía
plantea una relación entre significante, sentido y referencia según un criterio
ontológico en el que el discurso resulta conmemorativo del ser; en cambio, la
sofística opera según la logología: el discurso hace ser, el ser es un efecto del decir.
Mientras que en el primer caso el afuera se impone e impone que se lo diga, en el
17Esto no supone que, conforme con la concepción gorgiana, la retórica carezca de determinadas
bases epistemológicas, que Balansard (2012) ha tratado de desentrañar a partir de los diálogos
Gorgias y Sofista de Platón.
segundo, el discurso produce el afuera:
“Se comprende que uno de estos efectos-mundo pueda ser el efecto retórico
sobre el comportamiento del oyente, pero este no es más que uno de sus efectos
posibles... El discurso sofístico no es solamente una performance en el sentido
epidíctico del término, es de cabo a rabo un performativo en el sentido
austiniano del término: ‘Cómo hacer cosas con palabras’: es demiúrgico,
fabrica el mundo, lo hace advenir —y nosotros tenemos la medida exacta en
todo momento con la ciudad y la política” (Cassin, 1995: 73).
“Pues allí donde es necesario decir alguna mentira (pseûdos), dígase. Porque
anhelamos lo mismo los que mienten (pseudómenoi) y los que se sirven
habitualmente de la verdad (aletheíe). Ciertamente, los unos mienten
(pseúdontai) cuando tienen la intención de obtener algo habiendo persuadido
con las mentiras (pseúdesi), y los otros dicen la verdad (alethízontai) para
conseguir algo de provecho con la verdad (aletheíei) y que se confíe más en
ellos. Así, sin practicar lo mismo, nos preocupamos por lo mismo. Y si nada
fuera a obtenerse, igualmente el que dice la verdad sería mentiroso (hó te
alethizómenos pseudés) y el que miente veraz (ho pseudómenos
alethés)” (3.72.4-5).
De todos modos, esta formulación debe ser discutida porque asume lo que
habitualmente se toma como real como criterio de existencia: es decir, el mundo,
las cosas sensibles, etc. Si la palabra hace ser, entonces ello supone que los
criterios de existencia aceptados se vean trastocados. Es la ficción del lazo, según
el parecer de la comunidad diría Protágoras (Platón, Teeteto, 166d-167c), lo que
otorga carácter de real al mundo creado por el lógos, que es lo que a la comunidad
humana le interesa y nada más. Que esta ficción sea incierta e inconsistente,
según el primado de la opinión, es algo que solo se revela a partir del propio
trabajo del discurso, pues la producción de nuevos enunciados es la que hace in-
consistir a los ya dados. Pero como la trama imaginaria del lazo social solo existe
en y por el discurso, está claro que el hecho de que haya incertidumbre e
inconsistencia no destruye su ficcionalidad, sino que nos muestra su modo de ser
(cf. Castoriadis, 1989: 283-334). Queda claro, así, que el no ser del lógos según
Gorgias o el carácter discursivo ficcional del lazo social imaginario según nuestra
formulación, se enuncian en estricta discusión con la idea de un ser trascendente
y exterior que sea la causa de una comunidad humana.
“Strophaîos es también el sobrenombre que los griegos dan al sofista, que sabe
42
entrelazar (symplékein) y trenzar (stréphein) los discursos (lógoi) y los
artificios (mekhanaí)... El sofista es un maestro de trenzados y
entrelazamientos de discursos, lógoi. Trenzados, porque el sofista conoce el
arte de tornarse flexible de mil maneras (pásas strophàs stréphesthai), de
maquinar mil tretas (mekhanâsthai strophás), de revolver, como el zorro,
contra el adversario el argumento del que este se ha servido...
Entrelazamientos, porque el sofista no cesa de encabalgar las dos tesis
contrarias: verdadero Palamedes... habla con tanto arte que es capaz de lograr
que las mismas cosas aparezcan ante sus auditores unas veces semejantes y
otras desemejantes, unas y múltiples a la vez” (1988: 47-48).
El lógos, pues, no tiene nada que comunicar fuera de sí mismo, no dice la verdad
como adecuación de la idea de un “mundo real” exterior. El trabajo retórico sobre
el discurso que los sofistas propugnan gira en torno a la producción de la
persuasión, hecho que Platón (Fedro, 272d) pone de relieve al hacerle decir a
Sócrates que el que se propone ser un buen orador no tiene necesidad alguna de
plantearse el problema de la verdad: en los ámbitos de actuación pública, a nadie
le preocupa la verdad (aletheías) sino lo persuasivo (pithanoû). En tanto que el
discurso crea, hace ser, los sofistas asumen que hay lo político como el campo
inmanente específicamente humano que es un asunto de lógos y de homología.
La política como instancia específica no subordinada a otra instancia más
determinante es uno de los mayores efectos de la posición crítica de la sofística
respecto de la ontología. Así, el tratado Sobre el no-ser deviene la matriz de la
política sofística.
“En ese instante en que el sentido golpea, no cesan, pues, de conjugarse los
episodios de la muerte y de la sinrazón. A nadie debería extrañarle, ya que solo
de ese modo se toma la dispersión en las figuras. De ahí la necesidad de
apresurarse a concluir, porque… la dispersión no puede mirarse fijo. (…) La
irrupción de R queda inmediatamente anudada a S; el horror instantáneo nace
de una nominación real que al mismo tiempo la suspende” (1999: 17-18).
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48
Un acercamiento posible al vínculo entre el lógos y la verdad en
Sofista, Crátilo y Fedón
Introducción
1 La expresión eídola legómena es traducida como “imágenes sonoras” por Cordero (1998).
(alētheia tón pragamatón). De esta manera, al transcurrir un tiempo suficiente
(hikanós) y encarar las cosas (tá ónta) más de cerca, estableciendo un contacto
diáfano con la realidad (Platón, Sofista, 234c) (enargós efáptesthai tón ónton)
se torna necesario modificar diametralmente las opiniones recibidas. Así, todas
las apariencias (fantásmata) construidas a partir de los lógoi oídos son invertidas
por los hechos (érgon). De aquí surge la séptima definición de sofista: un mago
imitador de cosas (Platón, Sofista, 135a).
Destaquemos ahora los elementos que nos parece merecen un estudio más
detenido. En primer lugar y como señala Noburu Notomi (1999: 138), existe una
disanalogía entre las descripciones que acabamos de exponer y que consiste en lo
siguiente. En el ejemplo del imitador y sus dibujos, los espectadores confunden
la imagen con el original por encontrarse ella lejos del alcance de la vista y no a
causa del desconocimiento del modelo original. Por otro lado, en lo que respecta
a las imágenes sonoras del sofista, los oyentes desconocen la realidad sobre la que
51
hipotéticamente ellas versan —aunque de modo errado—, y es en esa ignorancia
que radica la confusión. Si los oyentes conocieran aquellas cosas que el sofista
busca contradecir, rápidamente sabrían que aparenta conocerlas. En este punto
nos preguntamos cómo es epistemológicamente posible conocer aquellas cosas
sobre las cuales versan los argumentos sofísticos, de modo de poder determinar
si ellos son verdaderos o falsos. No nos ocuparemos de fundamentar la
posibilidad ontológica de la apariencia en la presente investigación, ni tampoco
nos ocuparemos de comprender el mecanismo referencial del lógos (si se trata de
imitación, adecuación naturalista o convencionalista, o si existe algún otro tipo
de relación). Simplemente daremos por supuesto que para que el lógos tenga
sentido o “hable de algo” debe existir un vínculo de referencialidad —directa o
indirecta— con algo que en castellano solemos llamar realidad. Más aún, nos
interesa indagar si se encuentra tematizado en la filosofía platónica la posibilidad
acceder a dicha realidad prescindiendo del lógos. Si fuera posible, este
conocimiento primario podría operar de criterio para determinar si las
proposiciones son o no verdaderas.
Al reflexionar sobre los pasajes del Sofista que repusimos, podemos
entrever que remiten a una cadena de referencialidad a través de la cual la verdad
puede o no transmitirse. Como vimos, el lógos sofista genera un phántasma y
dóxa que los oyentes consideran verdaderos o adecuados. Sin embargo, como la
supuesta sabiduría de estos ilusionistas no es sino doxastikē epistēmē perí
pantón, los lógoi que profesan son también meras apariencias y no cuentan con
un sustento sólido en la realidad. Por esta razón es que posteriormente serán
invertidos o tergiversados por la experiencia. Esto nos da a suponer que si la
epistēmē de los sofistas fuera verdadera, sus lógoi también lo serían y por lo tanto
no se verían modificados al primer contacto con los hechos. Es en este punto que
nos preguntamos cómo es posible dicho contacto. Parece evidente que debe
prescindir del lógos como mediador, puesto que la función que esta “realidad”
cumple es la de brindar un dominio de referencias que dota de sentido al lenguaje
y permite distinguir la proposición verdadera de la engañosa. Si la realidad es
garantía de sentido del lógos, necesariamente tiene que ser epistemológicamente
anterior a él.
Nos interesa ahora evaluar si se alude en algún texto del corpus platónico
a una realidad que trascienda el lógos y sea cognoscible por sí misma. Buscamos
así poner a prueba la hipótesis que ofrecimos en el párrafo anterior sobre la
posibilidad de un conocimiento por las cosas, garante de aquel al que accedemos
a través de los lógoi.
Crátilo y un criterio para distinguir los nombres verdaderos de los
falsos
En 435d, Crátilo afirma que los nombres (ónoma) enseñan, de manera que quien
los conoce también conoce las cosas nominadas. Sócrates concede esta tesis y guía
la argumentación hasta llegar a su refutación, retomando la idea del nominador
mareado expuesta en 411b. Si se aprende a partir de los nombres, debemos
suponer la infalibilidad de los mismos. Esto a su vez implica que el nominador
originario debía conocer perfectamente aquello que estaba nominando. Sin
embargo, Sócrates pone en evidencia que hay nombres que entran en
contradicción entre sí, por lo que es preciso determinar cuáles de ellos son
verdaderos y cuáles falsos. En esta instancia comienza la búsqueda de un criterio
que permita distinguirlos: ¿serán otros nombres diferentes a los que conocemos
los que nos indicarán cuáles nombres son adecuados? ¿O debemos buscar algo
más? Sobre esto Sócrates afirma “es evidente que hay que buscar otra cosa
diferente de los nombres que nos refleje sin nombres cuáles de ellos son
verdaderos, indicando claramente la verdad de las cosas existentes” (Platón,
Crátilo, 438d). La expresión utilizada es alētheia tón ónton, muy similar a aquella 53
que en Sofista nos indicara un criterio de verdad similar al enunciado aquí.
En Fedón 99d podemos encontrar algunas pistas que nos guíen hacia una
posible solución del problema. Al relatar la segunda navegación en busca de las 54
causas, Sócrates sostiene: “Temí que pudiera cegar completamente mi alma si
miraba hacia las cosas (tá prágma) con los ojos e intentaba captarlas por medio
de cada una de las percepciones. Me pareció, entonces, que convenía refugiarme
en los enunciados (lógoi) y examinar en ellos la verdad de las cosas existentes
(tá onta)” (Platón, Fedón, 99d). Este pasaje nos indica que, si bien sería preferible
observar las cosas directamente, existe una limitación en nuestra capacidad de
comprender que nos impide hacerlo, por lo que es necesario encontrar un
segundo camino o navegación. Este camino resulta secundario en comparación
con aquel que potencialmente podría ofrecernos el mencionado conocimiento por
las cosas. En esta línea también ubicamos el pasaje que se encuentra en 85c,
donde Simias afirma —con el acuerdo de Sócrates— que lo óptimo es aprender de
alguien o descubrir cómo son las cosas,2 y si esto es imposible “asumir, al menos,
la mejor y más difícil de refutar de las explicaciones humanas, y montado sobre
ella como sobre una balsa, arriesgarse a navegar a través de la vida, si es que
uno no puede hacer la travesía de modo más seguro y menos riesgoso, sobre el
2Este término es repuesto en la traducción de Vigo (2009), puesto que no se encuentra en los
manuscritos.
sostén más firme de alguna palabra divina” (Platón, Fedón, 85c-d). Dejando a
un lado la cuestión de la divinidad, encontramos aquí explicitado cómo la
búsqueda de un lógos fuerte queda subordinada a la opción de una hipotética
“primera navegación” que implicaría el conocimiento directo de las cosas. Esta
opción en Fedón es descartada por ser intransitable gnoseológicamente para un
ser humano, y no porque no exista este conocimiento en sí mismo. De este modo
también se sugiere, como encontramos en Crátilo, una suerte de verdad
ontológica, más allá de aquella de tipo lingüístico-proposicional.
Algunas conclusiones
Bibliografía
Notomi, N. (1999): The Unity of Plato’s Sophist. Between the Sophist and the
56
Philosopher. New York, Cambridge University Press.
Ofelia N. Salgado
Investigadora independiente
Nuestra intención al emprender este estudio fue mostrar que, si existió una
colaboración del filósofo con Eurípides en la composición de sus tragedias, como
insinúan las citas de Diógenes Laercio en su Vida de Sócrates, ello implicaba un
dominio de la escena, un oficio; por eso el título, “Sócrates entre bastidores”. Por
cuestiones de espacio hemos debido limitarnos a evaluar la información provista
por el historiador y dejar para un futuro trabajo un imaginado desenvolvimiento
de aquél en el complejo ámbito del espectáculo teatral.1 Nuestra búsqueda ha sido
fructífera: el asunto de los frigios que Sócrates, según la primera de esas citas, le
sugiere al poeta, refleja una fina lectura y una adecuada comprensión de un tema
que trasunta ya la obra del dramaturgo y que destella clarísimamente en una pieza 57
de su madurez, la última que Eurípides ponga en escena, Orestes (408 a. C.)2.
en la composición de sus Tragedias: por lo qual dice Mnesíloco: ‘Los Frigios drama es nuevo / de Eurípides,
y consta / que a Sócrates se debe’ —y en nota—: La frase griega es Los Frigios es nuevo drama de
Continúa Diógenes Laercio: “El mismo Mnesíloco otra vez llama a
Eurípides ‘máquina engranada por Sócrates’, Εὐριπίδας σωκρατογόμφους”
(Diógenes Laercio, 2. 18), donde “γόμφος” es “clavo”, como en los de una nave
(Homero, Odisea, 5. 248)6. “También Calias —agrega— en Los cautivos dice: [A.]
Τί δὴ σὺ σεμνὴ καὶ φρονεῖς οὕτω μέγα; [Β.] Ἔξεστι γάρ μοι· Σωκράτης γὰρ αἴτιος.”
(Diógenes Laercio, 2. 18)7.
Versos que Ortiz y Sanz traduce así: “Tú te engríes, y estás desvanecido: /
Pero puedo decirte / Que á Sócrates se debe todo eso” (1792: I 90). Y por fin —
señala Diógenes Laercio—, “Aristófanes (d), en Nubes:
Eurípides, á quien Sócrates puso la leña debaxo” (Diógenes Laercio, 1792: I 89). Respetamos la
ortografía y puntuación de esa primera edición castellana.
6 Según la traducción de Ortiz y Sanz: “De Sócrates los clavos / Corroboran de Eurípides los dramas”
(1792: I 89).
7 Éste es el fragmento 15 de Calias (Storey, 2011: 158-159). “The second speaker has been identified as
Euripides in female guise or as Euripides’ muse [σεμνή es femenino]. Perhaps the personification of
tragedy?”, se pregunta el editor. Calias obtuvo el primer premio en las Dionisias de 446 a. C.
(Aristophanes F 392)” y remite precisamente a ese fragmento de Aristófanes
(Storey, 2011: 158-159). O sea que, para la crítica del último decenio y medio, la
atribución a este poeta no ha sido error de Diógenes Laercio por Teleclides. Añade
Storey: “For the arrogance of Socrates see Clouds 362-63” (2011: 158-159).
Verificamos esta cita; el Coro de Nubes dice, en efecto, en la comedia homónima:
“[…] a ti, por la manera con que te desplazas por las calles, el modo con que
miras a tu alrededor, / los males que sufres por andar descalzo, tu confianza en
nosotras y tu aire imponente” (Aristófanes, Nubes, 362-363). Diógenes Laercio
cita también estos versos en la Vida de Sócrates (2. 28). Por su trabajo sobre los
fragmentos de la Comedia Antigua, Storey es entonces la autoridad para juzgar
que esas citas de Diógenes Laercio provienen de ella, en el transcurso del siglo V
8 Sin mencionar Ranas (405 a. C.), con el debate entre Esquilo y Eurípides en el Hades (Aristófanes,
Ranas, 830-1478).
9 Es probable que el suegro de Aristófanes haya sido actor o comediógrafo y que a través de él
Eurípides conociera y esposara a su hija, Coerilé. Ello explicaría que Aristófanes lo hiciera
personaje de esa comedia junto a éste y a Agatón. Debieron ser todos ellos, y los hijos de Eurípides
y nietos de aquél, gente de teatro, del oficio. Recuérdese que los poetas dramáticos también
actuaban: así debió Aristófanes presentarse en la escena en el papel de Cleón, al no hallar actor
que se atreviera a hacerlo.
alliance (κηδεστής) s’offre à se charger de la démarche périlleuse” (1954: IV 12),
observa Van Daele y en nota dice: “Qui n’est nulle part appelé par son nom dans
la pièce, et en qui des commentateurs ont voulu voir Mnésilochos, son beau-père
(cf. Argument, fin)” (1954: IV 12 n. 1). El nombre se introduce probablemente en
época alejandrina o cuando pueda datarse la breve hypothesis o argumento de
esta comedia. Pero he aquí que la Vida de Eurípides nos reserva una sorpresa:
“Μνησίλοχος” es también el nombre del segundo hijo de Eurípides, quien fue
asimismo actor (ὑποκριτής), siguiendo la tradición de la familia. “Il [Eurípides]
laissa trois fils: Mnésarchidès, l’aîné, qui fit du commerce, Mnésiloque, le cadet,
qui fut acteur, et Euripide, le plus jeune, qui fit représenter quelques drames de
son père.” (Vida de Eurípides, 29-32; Eurípides, 1923-1950: I 2). Mnesíloco
llevaba el nombre de su abuelo materno, como era el uso corriente. ¿Es posible
que haya sido este segundo hijo de Eurípides quien escribió los versos que cita
Diógenes Laercio?
482-483), y nuevamente, εἷς δὲ καὶ οὗτός ἐστι [τῶν] τῆς μέσης κωμῳδίας ποιητῶν
(Deipnosofistas, 9. 387a; 1930: IV 248-249), citando aquí un proverbio famoso
en la Antigüedad, el de la “leche de gallina” (cf. lactis gallinacei, Plinio, Historia
Natural, Prefacio § 23; Petronio, Satiricón, 38. 1).
10 Con “ἐπεμπηδῆσ' αὐτῷ κειμένῳ” (Aristófanes, Nubes, 550), “patea[r]lo cuando yace en tierra”,
sugiere el poeta que el estratega había perdido los poderes de que disfrutaba cuando lo satirizó
en Caballeros.
11 Así lo enuncia Sócrates en su “teoría dramática” al final del Banquete (Platón, Simposio, 223d).
Allí seguía Platón también el modelo de Tesmoforias, pues el huésped es Agatón y la primera
escena de esa comedia se desenvuelve al frente de la casa de éste. Platón hace entrar a los
convidados a su interior.
12 Alusión jocosa al lenguaje coloquial, “del mercado”, de sus dramas, pues el poeta era un
aristócrata y como tal había ejercido el oficio de escanciador de los bailarines (ὀρχησταί) del templo
de Apolo Delio en Atenas —τῶν πρώτων ὄντες Ἀθηναίων—, según Teofrasto (Ateneo,
Deipnosofistas, 10. 424e-f).
filosofía (fines del siglo II d. C.), y lo sería hasta muy avanzada la Antigüedad
tardía e incluso en la Edad Media. Eurípides fue ya en vida un trágico de moda
según el testimonio de Aristófanes en Ranas (405 a. C.). Esquilo lo acusa allí, en
efecto, de haber enseñado a la gente común las finezas y sutilezas del lenguaje
(Aristófanes, Ranas, 1069-1073), de estar en boca de los marineros. Así comenta
Brumoy en su exposición sobre Ranas: “Il objecte à son concurrent d'avoir
enseigné aux hommes l'art de parler avec finesse, & de raisonner éternellement;
d'avoir donné de l'esprit aux Nautonniers mêmes qui en abusent: en un mot
d'avoir rendu tout le monde raisonneur & fanfarron (a)”, y en nota: “Cela seul
fait voir combien Euripide étoit à la mode, puisque tout le monde, jusqu'aux
Nautonniers,se piquoit de sçavoir les beaux endroits des pieces d'Euripide”
(1730: III 237 y n. a)13. De los atenienses prisioneros en las Latomías de Siracusa,
en la fallida expedición de Sicilia (415-413 a. C.), se salvaron los que sabían de
memoria versos de Eurípides (Plutarco, Nicias, 29. 2).
Por ello creyó tal vez importante Diógenes Laercio iniciar su Vida de
Sócrates con citas sobre su supuesta colaboración con ese poeta trágico,
concluirla con versos de la perdida tragedia Palamedes (Diógenes Laercio, 2. 44), 62
de este último, y recordar hacia la mitad de su relato un verso de otro de sus
dramas perdidos, Auge, que hallamos hoy en Electra (Eurípides, Electra, 379)
(Diógenes Laercio, 2. 33; Nauck, TGF²: 437 s.v. Auge),14 más uno de Homero
(Ilíada, 9. 363; Diógenes Laercio, 2. 35)15. Eurípides está permanentemente en el
trasfondo. Igualmente en la Vida de Platón, Diógenes Laercio hace viajar a éste a
Egipto en compañía del poeta: “[...] y fue a Egipto a ver a los que interpretan la
voluntad de los dioses; y se dice que Eurípides lo acompañó allí. Cayó enfermo
y lo curaron los sacerdotes con agua de mar; por ello citó este verso: θάλασσα
κλύζει πάντα τἀνθρώπων κακά. (“El mar cura todos los males de la humanidad”)
(Diógenes Laercio, 3. 6)
16 Los editores consideran que el nombre de Eurípides es allí un error de Platón, por el de Sófocles,
sobre la base de un scholium anónimo (cf. Greene, 1938: 266).
17 Esa formación musical comprendía dirección coral y composición (cf. Platón, Fedro, 238d;
En relación con Anaxágoras, la crítica tiende hoy a olvidar que fue maestro
del físico Arquelao, de Eurípides y de Sócrates. Su figura aparece empobrecida e
insignificante, pero es, sin duda, en sus enseñanzas donde está la clave de ese
vínculo entre el poeta filósofo que fue Eurípides y Sócrates.19 Así lo ve y manifiesta
Diógenes Laercio, quien, luego de introducir a Sócrates como colaborador del
célebre trágico, nos dice que fue (él también) discípulo de Anaxágoras (como
Eurípides) (Diógenes Laercio, 2. 19). Más tarde, hacia el final de la Vida de
Sócrates y después de citar los versos del Palamedes, como para explicar la
amistad que unía a ambos y la pena que afligía al poeta, 20 insiste: Ἀμφότεροι δ'
ἤκουσαν Ἀναξαγόρου, καὶ οὗτος καὶ Εὐριπίδης […] (Diógenes Laercio, 2. 45),
“Ambos fueron discípulos de Anaxágoras, Sócrates y Eurípides [...]”. Siente la
obligación de recordarlo, pues antes, en su Vida de Anaxágoras ya había dicho
que Eurípides había sido discípulo del filósofo de Clazomene (Diógenes Laercio,
2. 10). Agrega ahora que Eurípides “nació en el primer año de la Olimpíada 75ª 64
[480-479 a.C.]” (Diógenes Laercio, 2. 45), es decir, aproximadamente diez años
antes que Sócrates, quien vio la luz “en el año 4º de la Olimpíada 77ª [469-468
a.C.]” (Diógenes Laercio, 2. 44)21.
de acuerdo con los delios, nació Ártemis, según Apolodoro en su Crónica” (Diógenes Laercio, 2. 44). De
Platón nos dirá, según el mismo Apolodoro, que “nació el 7 de Targelion (abril), el día que los delios
afirman vio la luz el mismo Apolo” (Diógenes Laercio, 3. 2), en la Olimpíada 88ª (429 a. C.).
a.C.]. Empezó a estudiar filosofía en Atenas [en 456 a. C., o mejor 480 a. C.] […]
y residió allí treinta años”, relata (Diógenes Laercio, 2. 7). En esos años impartió
sus enseñanzas, entre otros, a Eurípides y a Sócrates. Explica luego: “Quando
Platón en su Apologia hace memoria de Anaxágoras y otros Fisicos, dice de estos
muchas cosas que Sócrates niega; siendo asi que todas las suyas las atribuye á
Sócrates” (Diógenes Laercio, 2. 45; 1792: I 106), es decir, con Anaxágoras, que “el
sol es una roca y la luna, tierra, τὸν […] ἥλιον λίθον φησὶν εἶναι, τὴν δὲ σελήνην
γῆν” (Platón, Apología, 26d). Ésa era la “masa de fuego”, χρυσέαν βῶλον, del
Faetonte (Eurípides, fragmento 783), λίθον en Platón, Apología, 26d. “Sabes que
los libros de Anaxágoras están llenos de esas teorías, y que los jóvenes […]
pueden comprarlos de tanto en tanto en las librerías, como mucho, por un
dracma”, observa por su parte Sócrates a Meleto (Platón, Apología, 26d), y le
reprocha: “¡Oh, querido Meleto! ¿Piensas que estás juzgando a Anaxágoras?”
(Platón, Apología, 26d). En la Vida de Anaxágoras, Diógenes Laercio citaba
también a Sileno, quien decía, en el libro I de su Historia, “que Anaxágoras
declaraba que todo el firmamento estaba compuesto de piedras, τὸν δὲ
Ἀναξαγόραν εἰπεῖν ὡ ὅλος ὁ οὐρανὸς ἐκ λίθων συγκέοιτο·” (Diógenes Laercio, 2. 65
11-12), y que “Sotión, en sus Sucesiones de filósofos, afirmaba que el filósofo
había sido acusado de impiedad por Cleón, por sostener que el sol era una masa
de metal ardiente, τὸν ἥλιον μύδρον ἔλεγε διάπυρον” (Diógenes Laercio, 2. 12).
22 Eliano protesta allí por el dictamen de los jueces atenienses, que dier on el primer premio en
esa ocasión a Jenoclés y no a Eurípides, “καὶ ταῦτα τοιούτοις δράμασι, ¡con semejantes dramas!”
(Varia Historia, 2. 8).
23 Visión premonitoria de Eurípides, según Parmentier: “Des anciens [Diógenes Laercio, 2. 44;
argumento del Busiris de Isócrates] avaient vu dans ce fragment une allusion à la condamnation de
Socrate. L’idée qui les a inspirés, malgré l’anachronisme évident, a une certaine justesse en ce sens
qu’Euripide […] donnait ici au peuple d’Athènes un avertissement prophétique” (Eurípides, 1923-1950:
IV 8-9 y 8 n. 2).
41b; Eurípides, Orestes, 433; Ifigenia en Áulide, 198; Helena, 94), pero Eurípides
(y Sócrates) habían visto condenado a muerte por los atenienses a su propio
maestro Anaxágoras, por impiedad —la literatura se confunde con la realidad, o
la realza—, y el Palamedes (415 a. C.) sería premonitorio en que, un decenio y
medio más tarde, los jueces de Atenas aplicarían la pena capital “al más sabio: /
A[l ruiseñor, a] la más dulce Musa / Que a nadie fue molesta ni dañosa”
(Eurípides, fragmento 588; 1792: I 105). Quizás Eurípides, en un plano
imaginario, observaba desde las alturas a que ya se había elevado, cuando, como
decía el Coro en Alcestes, Ἐγὼ καὶ διὰ μούσας / καὶ μετάρσιος ᾑξα [...] (Eurípides,
Alcestes, 962-963), “Yo con [el estudio de] las Musas / me elevé a las alturas
[...]”, ahora en el éter, residencia del alma inmortal, γνώμην δ' ἔχει ἀθάνατον εἰς
Anota Paley: “The poet, as the Schol[iast] remarks, in the fine ode which
here follows on the force of Necessity, seems to speak of his own literary
researches. He has studied the poets, and he has learnt (from Anaxagoras his
master) the knowledge of the heavenly bodies [...]” (1857-1860: I 292), y sobre 67
“μετάρσιος” señala: “Euripides is fond of mentioning the celestial bodies, both in
their physical and supernatural relations to mankind” (1857-1860: I 293).
Igualmente Anaxágoras, cuando le preguntaron si no se preocupaba por su tierra
natal, “Sí, claro, y mucho”, respondió, señalando el cielo (Diógenes Laercio, 2. 7),
y su epitafio en Lámpsaco decía: “Aquí yace Anaxágoras, quien en busca de la
verdad ascendió él mismo al cielo” (Diógenes Laercio, 2. 15). A Sócrates
Aristófanes lo presenta en Nubes montado en un cesto, observando el sol:
Ἀεροβατῶ καὶ περιφρονῶ τὸν ἥλιον (Aristófanes, Nubes, 225, 1503), verso que
recuerda Platón cuando dice Sócrates que se lo hacía “caminar en el aire”,
ἀεροβατεῖν (Platón, Apología, 19c). “En efecto, jamás hubiera podido
comprender las cosas celestiales, si no hubiera suspendido mi espíritu y
confundido mi pensamiento sutil con el aire afín”, dice Sócrates (Aristófanes,
Nubes, 228-230).
24 “Si l’âme des défunts est sevrée de la vie, elle garde toujours sa conscience immortelle, pour s’être réunie
à l'immortel éther”, traduce Gregoire y anota: “Il [Eurípides] a cherché dans la philosophie de son maître
Anaxagore les moyens de justifier [...] rationnellement l'immortalité de l’esprit” (1923-1950: V 91 y n. 1).
Alcestes se representó en 438 a. C., de manera que esas declaraciones del
poeta provienen de una época muy temprana de su producción; la impronta de
su maestro Anaxágoras es muy clara allí. Olvidamos en la actualidad que
Eurípides fue considerado, ya desde su tiempo, el “poeta filósofo”. La Vida de
Eurípides relata, en efecto, que Eurípides “[...] s’étant mis à l’école du physicien
Archélaos et d’Anaxagore, il se tourna vers la tragédie. De là vient probablement
qu’il changea d’humeur pour prendre des sentiments plus hautains que ceux de
la foule, et qu’il ne nourrissait aucune ambition d’auteur dramatique [...]” (Vida
de Eurípides, 116-120; 1923-1950: I 4)25. De esos “sentiments plus hautains”
puede haber un eco en los versos citados de Calias: “Tú te engríes, y estás
desvanecido: / Pero puedo decirte / Que á Sócrates se debe todo eso” (Diógenes
Laercio, 2. 18; 1792: I 90); también así es como describe el Coro de Nubes a
Sócrates en Aristófanes (Nubes, 362-363), deambulando por las calles con un aire
imponente. Brumoy, por su parte, sobre Eurípides y los filósofos, dice:
“Ce dernier [Eurípides] nâquit […] à Salamine. […] Il n'avoit pas le genie
guerrier comme ses deux prédécesseurs [Esquilo y Sófocles]. Son pere & le
train des affaires le porterent à s'attacher aux Philosophes. Son maître
principal fut le célébre Anaxagoras, de la Philosophie duquel Ciceron après
68
d'autres anciens nous dit tant de belles choses. La Philosophie en effet devint
plus brillante & plus éclairée au tems d'Euripide. Mais l'attachement de ce
Poëte aux Philosophes répandit sur ses œuvres je ne sçait quel air d'école que
les Critiques anciens et modernes lui ont un peu reproché. Comme
Anaxagoras pensa être la victime de ses sentimens Philosophiques, & qu'il eut
de la peine à sauver sa vie par l'exil, (même en emploïant la faveur de son
disciple Periclès) pour avoir avancé que le soleil n'étoit qu'un globe de feu,
Euripide effraïé de ce traitement abandonna la profession de Philosophe, qu'il
changea en celle de Poëte” (1730: I cxxix-cxxx).
Nótese que según Eliano, Sócrates iba al teatro solo cuando Eurípides —no los otros
trágicos— presentaba un nuevo drama; si el concurso era en el Pireo, allá iba: εἴ
ποτε δὲ Εὐριπίδης ὁ τῆς τραγῳδίας ποιητὴς ἠγωνίζετο καινοῖς τραγῳδοῖς, τότε γε
ἀφικνεῖτο. καὶ Πειραιοῖ δὲ ἀγωνιζομένου τοῦ Εὐριπίδου καὶ ἐκεῖ κατῄει (Eliano,
Varia Historia, 2. 13). Compárese “καινοῖς τραγῳδοῖς” con “καινὸν δρᾶμα” de los
versos atribuidos a Mnesíloco por Diógenes Laercio, el “nuevo drama”, Los Frigios, 69
que Sócrates le habría ayudado a componer (Diógenes Laercio, 2. 18): nuevas
tragedias o nuevo drama relacionados de algún modo con el filósofo.
Y añade:
“Aristophane comme l’on voit, veut s’égayer aux dépens de la philosophie & des
Philosophes, d’Euripide surtout, & d’Anaxagoras son maître, & de Socrate son
ami. Comme le maître & l’ami avoient été taxés ou accusés d’impieté, le Poëte
Comique veut faire penser aux spectateurs, dans cette piece ainsi qui dans les
Grenouilles, qu’Euripide en étoit un peu entiché” (1730: III 201-202).
26 Platón recuerda un verso de Eurípides, Melanipe filósofa en Simposio, 177a: Eurípides, fragmento
484 v. 1.
27 Aristófanes es el auténtico sucesor de Eurípides en la escena ateniense. Es inaceptable seguir
sosteniendo, con Schlegel, que “Euripides is a precursor of the New Comedy, towards which he
manifestly verges”, señala Paley (1857-1860: I xxxiv; el subrayado es suyo). Cf.
“Εὐριπιδαριστοφανίζω”, “escribir en el estilo de Eurípides y Aristófanes” (Cratino, fragmento
307 K).
Méridier (Eurípides, 1923-1950: I 1). Vago recuerdo de Diógenes Laercio (2. 18),
a quien quizá se lo cita de memoria, esos versos se insertan al principio de la Vida
de Eurípides, anónima. Su autor escribía con posterioridad a Diógenes Laercio y
conocía sin duda su Vida de Sócrates.28 Llamativamente, incorpora a Mnesíloco
también como colaborador de Eurípides, junto al filósofo. Pero lo más interesante
son las conclusiones que extrae uno de los editores de Eurípides de la colección
“Les Belles Lettres” de estos versos, aunque ni éste ni Méridier hacen referencia
a la versión, probablemente original, de ellos en las Vidas y opiniones de los
filósofos (Diógenes Laercio, 2. 18). El editor de Helena dice así: “[...] ce passage
était sans doute l'un de ceux qui faisaient crier à une collaboration
philosophique comme celle que dénonçait le comique Téléclide (Fr. 39 K.)” (1923-
1950: V 44). No importa quiénes hayan sido esos colaboradores, afirma: “Et que
Socrate ou Archélaos ou tout autre ait ‘cuisiné’, en effet, ce néo-anaxagorisme,
la chose est secondaire. Une philosophie et même une théologie du νοῦς apparaît
ici [...]. Or, on sait de reste qu’Anaxagore enthousiasma Socrate, mais qu'il le
déçut bientôt [...]” (1923-1950: V 44-45). En efecto, Sócrates pudo haberse
decepcionado con las enseñanzas de su maestro, y parece distanciarse de él en 71
Platón, Apología, 26d, pero no así Eurípides. Éste ciertamente recoge de
Anaxágoras ese concepto de νοῦς, “mente”29, que fascinará a Platón, y el de αἰθήρ,
“éter”. Fiel como siempre a las enseñanzas de Anaxágoras, Eurípides se complace
en nombrar el éter con frecuencia, y así lo parodia Aristófanes: Ὄμνυμι τοίνυν
αἰθέρ' […] (Aristófanes, Tesmoforias, 272), “Juro por el éter [...]” (Eurípides,
fragmento 487, Melanipe filósofa), (cf. Aristófanes, Tesmoforias, 14; Ranas, 100,
892; 1954: IV 30; 18 n. 1; 90 n. 1), mientras que el mismo cómico presenta a
Sócrates invocando también el “aire infinito […] y [el] éter brillante: ἀμέτρητ'
Ἀήρ […] / λαμπρὸς τ'Αἰθήρ” (Aristófanes, Nubes, 264-265). Aristófanes es
intérprete correcto y seguro del pensamiento de sus personajes.
30Recriminaciones que, al igual que las de Brumoy, remontan a Eliano (Varia Historia, 2. 13).
31 Debemos suponer, ciertamente, una “complicidad” y entendimiento entre Eurípides,
Sócrates y Aristófanes.
effeminate in common with the Phrygian race”, según Paley (1857-1860: III 320
n. a Eurípides, Orestes, 1528)32. Por uno de esos extraordinarios golpes de
fortuna, del primer estásimo de este drama (Eurípides, Orestes, 338-344)33 se
conservó una transcripción musical, en género enharmónico y modo frigio, lo que
llevó a Chapouthier a sospechar que “[...] l’intérêt du rôle du Phrygien devait être
avant tout d’ordre musical” (Eurípides, 1959: 22) y que un septuagenario
Eurípides se dejaba influenciar por el ditirambo (1959: 21). Siendo esta pieza
clave en la ridiculización de esa raza, ¿por qué no suponer entonces, con
Mnesíloco o algún poeta cómico antiguo, que Sócrates sugiriera a Eurípides como
asunto de un drama a los frigios? Esa ridiculización era ya un lugar común en la
obra de este trágico, además de que esa escena de Orestes poseía un alto grado de
comicidad, intencional. Por eso, Sócrates, al final del Banquete de Platón, no
vacilaba en afirmar que un mismo poeta dramático tenía que ser capaz de escribir
tanto tragedias como comedias (Platón, Simposio, 223d); el ejemplo se lo
proporcionaba Eurípides.
73
Bibliografía
Aristófanes (1954): [Œuvres] Tomes I-V, V. Coulon (ed.), H. Van Daele (trad.),
París, “Les Belles Lettres” (Collection des Universités de France).
Brumoy P. (1730): Le Théâtre des Grecs, Paris, Rollin (père et fils) y J.-B.
Coignard (fils), I-III.
32 “Más tímido que una liebre frigia, δειλότερον δὲ λαγὼ Φρυγός”, es un proverbio que registra
Estrabón (Str. I. 2. 30): “The Phrygian slave was a proverbial coward”, anota Jones (Estrabón, 1949-
1959: I 133 y n. 4).
33 Plutarco se refiere a esta monodia como ἁρμάτειον μέλος, “chant du chariot” (Sobre la música, 81;
Eurípides, 1959: 21); cf. Martin, “Le papyrus musical d'Euripide” (1953: 14-25). Otro precioso
papiro musical es el Leiden 510, del siglo III a. C., que contiene fragmentos de la monodia de
Ifigenia (Eurípides, Ifigenia en Áulide, 1500-1509 y 784-792, en ese orden), en género
enharmónico y modo mixolidio.
Diógenes Laercio (1792): Los diez libros de Diógenes Laercio sobre las vidas,
opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, J. Ortiz y Sanz (trad.),
Madrid, Imprenta Real, I-II.
75
¿Por qué un gallo para Asclepio? Sobre las últimas palabras de
Sócrates en el Fedón de Platón
Esteban Bieda
Universidad de Buenos Aires
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Introducción
Algunas interpretaciones
En los últimos cien años (o más) se han dado numerosas interpretaciones de las
últimas palabras de Sócrates en Fedón. Sin embargo, tratándose de un enigma
1 En este sentido, ya muerto Sócrates, en vano pregunta Critón ὅρα εἰ τι ἄλλο λέγεις (118a9).
cuya respuesta siempre será provisoria y de carácter especulativo, la existencia de
diversas interpretaciones no debería implicar verdad en algunas y falsedad en
otras.2 Es por esta razón que mis observaciones a algunas de las interpretaciones
clásicas no buscan desestimarlas ni descartarlas como posibles, sino mostrar los
matices que cada una aporta al sentido de la exhortación final de Sócrates, así
como también algunos puntos débiles que inevitablemente presentan. Todo en
un marco irremediablemente especulativo.
desarrollada por Most (1993). Guthrie, sin embargo, sugiere que Platón no estaba, en realidad,
enfermo (1969: 469, n.2).
4 Esta hipótesis es propuesta por Clark (1952). Most (1993) va más allá al afirmar que Sócrates, al
igual que los moribundos, “ve” que Platón “se ha curado” mientras él está muriendo, por lo cual
menciona la ofrenda a Asclepio.
curaciones ya realizadas por el dios, no por curaciones a realizar en el futuro.5
Pero Platón estaba enfermo mientras Sócrates moría.
Burnet (1911), por su parte, propuso hace ya más de un siglo que las
últimas palabras no son más que una broma socrática antes de tomar el
veneno.6 Si bien no hay manera contundente de objetar una hipótesis como esta,
lo cierto es que Sócrates haría esta “broma” frente a sus discípulos, allí
presentes, quienes están llorando por la muerte del maestro. Si se tratara de una
broma, sería, como mínimo, una broma cruel y canalla frente a quienes están
sufriendo por su muerte inminente.
Hay también quienes (Mitscherling, 1985) han propuesto que las últimas
palabras son un guiño a los pitagóricos Simias y Cebes por las resonancias que el
gallo tiene en el pitagorismo: según Diógenes Laercio y Jámblico, para los 79
pitagóricos estaba prohibido sacrificar gallos.8
Most (1993), por su parte, propone que, con la deuda a Asclepio, Sócrates
dejaría testimonio de lo improcedente del cargo de ἀσέβεια por el que fue
a) El nacimiento y la vida
Alc. 127. Asimismo, estaba prohibido morir en los templos de Asclepio (cf. Pausanias II.27.1).
13 Hipótesis taxonómica propuesta por Trasilo, según informa Diógenes Laercio.
tomando como trasfondo lo dicho sobre el nacimiento y la vida en los
mencionados diálogos de juventud.14
14 Si bien es cierto que el Fedón es un diálogo evidentemente de otro período de la obra platónica,
tanto por sus contenidos y extensión como por su tenor y estilo filosóficos, no es menos cierto que
tanto el comienzo como el final del diálogo parecen más asociados al relato del páthos socrático
que a la teoría de las Ideas, la reminiscencia o la inmortalidad del alma propiamente dicha, temas
todos estos de factura platónica. Es por esta razón que consideramos lícito vincular ciertos
aspectos del diálogo con otros del período de juventud, tales como Apología y Critón. Para este
tema, cf. Juliá (2000).
15 Esto no ha sido, probablemente, una novedad socrática, sino característica de ciertos grupos
intelectuales del último cuarto del siglo V a. C. En esta línea, Eurípides hace decir a Meneceo, hijo
de Creonte, que “la patria es la que me engendró (πατρίς ἥ μ᾽ ἐγείνατο)” (Fenicias 996). De manera
similar, Ifigenia grita a su madre: “Me engendraste para todos los griegos, no para ti sola” (Ifigenia
en Áulide 1386). Esta concepción de la politicidad del hombre en tanto hombre se condensa de
manera contundente en la definición aristotélica: “el hombre es un animal político por naturaleza
(ὁ ἄνθρωπος φύσει πολιτικὸν ζῷον)” (Pol. 1253a2-3).
16 Cf. Aristóteles, Const. de los Atenienses XLVV.1-2 y Critón 51d. Si bien los testimonios al respecto
son escasos, este examen habría consistido fundamentalmente en certificar que la edad del
aspirante a ciudadano fuese la adecuada (18 años) y que sus padres fuesen ambos ciudadanos
atenienses; luego de esto, el joven quedaba a cargo de ciertos celadores, instructores y maestros
que los instruían en asuntos militares. Tras dos años de servicio militar, el joven regresaba a la
ciudad como ciudadano.
17 Cf. Ap. 28b y 37c. En el Gorgias se explica esta idea en detalle: “ciertamente, el vivir determinada
cantidad de tiempo no debe preocupar al que es verdaderamente hombre, ni se debe tener un excesivo
equivalente a “bella/noblemente” (καλῶς) y “con justicia” (δικαίως), de modo que
la vida propiamente humana es, para Sócrates, aquella que se ordena a lo justo y
noble, cosas ambas que, en su situación particular, dependen directamente del fallo
que lo ha condenado a muerte. La ley y la justicia están, pues, por delante de la vida
biológica: para que el hombre permanezca hombre es más importante obedecer la
ley, vivir una vida moral y justa, que seguir fisiológicamente vivo. Esta distinción
entre ζῆν y εὖ ζῆν concuerda con el carácter fundamentalmente político de la
misión socrática en Atenas. Como se detalla en Apología 28a-34b, Sócrates dedicó
su vida a interrogar a sus conciudadanos, exhortándolos a filosofar, pero no para
que especularan sobre los fenómenos celestes o la naturaleza en general, sino para
que se preocuparan por la virtud, la verdad y sus almas, dejando de lado los
negocios y las riquezas.18 La ética socrática puede resumirse, así, en una sentencia
directamente relacionada con lo que estoy analizando, pues reafirma que la vida
humana no es su devenir biológico: “La vida sin investigación no es digna de ser
vivida para un hombre” (Ap. 38a).
amor a la vida; al contrario, […] se debe examinar cómo se vivirá del modo más excelente durante el
tiempo que se viva” (512d ss.).
18 Cf. Apología 29d-3.
19 Para el carácter prescriptivo de la ética socrática, cf. Gómez-Lobo (1998: 144-145).
conformidad de mi opinión con la tuya será ya, realmente, la meta de la
verdad (τέλος τῆς ἀληθείας)” (Gorgias 487e).
b) La muerte
Ante todo, cabe recordar que, si bien Sócrates afirma desconocer qué es la
muerte (Apología 29a-b), especula acerca de ella lo siguiente: “Estar muerto es
20 Cf. Apología 19c-d y Fed. 96b ss., donde se declara incapaz para el estudio de la naturaleza.
una de dos cosas: o bien el que ha muerto es algo así como una nada y no tiene
ninguna sensación de nada, o bien, según se dice, <estar muerto> es
precisamente cierta clase de cambio y mudanza de morada por parte del alma,
desde este lugar de aquí hacia otro (Apología 40c)”21.
21 La primera es la visión popular de la muerte desde Homero (cf. Arist., Ét. Nic. 1115a27), pero
también está presente en Epicuro cuando, en la Carta a Meneceo, afirma que “la muerte no es nada
para nosotros, porque todo el bien y todo el mal residen en las sensaciones, y la muerte consiste precisamente
en estar privado de sensación” (§124). La segunda alternativa parece ser la doctrina de la
inmortalidad del alma que un Sócrates ya más platonizado en este punto —seguramente
producto de los viajes de Platón a Sicilia y a su contacto con círculos pitagóricos— sostendrá en
diálogos posteriores como Fedón, donde utiliza la misma terminología que aquí (cf. v.g. 117c2).
22 Los tres primeros de la lista también se mencionan como jueces de los muertos en el mito que
cierra el Gorgias platónico. Según Homero, Minos, legendario rey de Creta, juzga entre los
muertos como lo hacía entre los vivos (cf. Odisea XI, 568). Según Píndaro, Radamantis, hermano
de Minos, sería quien juzga en las Islas de los Bienaventurados (cf. Olímpicas II, 77 ss.) y Éaco es
juez en Egina y árbitro entre los dioses (cf. Ístmicas VIII, 23 ss.). En cuanto a Triptólemo, es esta la
única ocurrencia en la literatura griega donde se lo incluye entre los jueces de los muertos.
23 Sócrates cita también los casos de Palamedes y Áyax, ambos víctimas de juicios injustos por
¿Qué rastros hay de todo esto en el Fedón? Ante todo, moralizar la muerte,
politizarla, des-biologizarla, supone la incursión de lo humano en ella. Y para
Sócrates, ser “humano” es sinónimo de “elegir”. Así como Aquiles es mencionado
en Apología a propósito de su decisión de ir a Troya a sabiendas de que iba a morir
allí, Sócrates también opta por tomar la cicuta antes que realizar la acción inmoral
que su amigo Critón le propone. En el corazón argumental del Fedón, discutiendo
acerca de la naturaleza de las causas, Sócrates hace referencia a esta decisión:
“Mientras que a los atenienses les pareció que era mejor votar en mi contra, a
mí me pareció mejor y más justo quedarme sentado aquí y soportar la condena
que ellos me impusieron permaneciendo <en este lugar>. Pues, ¡por el perro!,
si fuera por estos tendones y huesos —conducidos por su opinión acerca de lo
mejor <para ellos>— ya estaría en Mégara o en Beocia, si no hubiese creído
que soportar la condena que la ciudad estableciera era más justo y mejor que
huir y exiliarme” (Fedón 98e-99a).
Cf. Critón 51b donde se habla de esta misma τάξις pero asignada por la ley.
24
Cf. v.g. Leyes 762c y Critias 117d. Para este sentido del sustantivo φρουρά, cf. Vigo (2009: 226) y
25
Rowe (1993).
para hacer la vida “larga y miserable” (μακρὸν καὶ κακόν, 407d6). Asclepio no
cura a quien no es capaz de vivir conforme con los períodos establecidos de
tiempo, pues eso “no es ventajoso ni para él mismo ni para la ciudad” (οὔτε αὑτῷ
οὔτε πόλει λυσιτελῆ, 407e1-2; cf. 408b). La inutilidad política del enfermo crónico
se debe a que cada ciudadano tiene asignada una función (ἔργον τι ἑκάστῳ
προστέτακται, 406c4) en la ciudad, función que, en caso de tener que someterse
a tratamientos crónicos, no podrá cumplir: “si no cumple su función (ἔργον), no
es conveniente que viva” (407a1-2). De estas premisas resulta la posición
eutanásica de Asclepio que, atento a los intereses del todo, sabe cuándo es
políticamente beneficioso eliminar alguna de las partes (407e) 26. Esta posición
eutanásica se ve perfectamente reflejada en las palabras de Sócrates en la
Apología de Jenofonte:
“Si mi edad avanza todavía más, será necesario que pague el precio de la vejez:
ver peor y oír menos, tener dificultad para aprender y ser más olvidadizo de
las cosas que aprendí. Pero si, por el contrario, percibiera que me estoy
volviendo peor y me reprochara a mí mismo: ‘¿cómo podría todavía vivir
placenteramente?’, quizás por cierto el dios me proporcionará, debido a su
benevolencia, no sólo la disolución de la vida en la edad oportuna, sino también
la disolución más fácil” (6.1-7.3).
87
La vida y la muerte dependen de la posibilidad de ocupar exitosamente la τάξις
política dispuesta por Asclepio. La τάξις de la que se hablaba en Apología y Critón
se asimila, en República, con la función (ἔργον) que cada ciudadano tiene en la
ciudad. El criterio en virtud del cual Asclepio cura es, pues, político: la vida y la
muerte de cada ciudadano dependerá de la utilidad que la ciudad pueda obtener
en uno u otro caso.
“Sócr.–No creo que el barco llegue el día que está por comenzar, sino el
siguiente. Lo conjeturo a partir de cierto sueño que he tenido durante el corto
tiempo de esta noche.
En Fed. 115b1 ss., a pocos minutos del final, tiene lugar el siguiente diálogo:
Sócr.–Lo que justamente siempre digo, Critón, nada nuevo: que, cuidando de
ustedes mismos (ὑμῶν αὐτῶν ἐπιμελούμενοι), me gratificarán a mí, a los míos
y a ustedes mismos […]. Pero si se descuidaran a ustedes mismos (ἐὰν δὲ ὑμῶν
αὐτῶν ἀμελῆτε) y no quisieran vivir en conformidad con las cosas que hemos
estado diciendo ahora y en el pasado, como si se tratara de una senda, entonces
tampoco […] lograrían algo grande” (Fed. 115b-c).
Como se ve, se trata de seguir la senda, la huella (κατ᾽ ἴχνη) inaugurada por el
maestro, senda que consiste, ante todo, en el cuidado de sí y, de ese modo, en el
cuidado del prójimo. Esto resuena en las últimas palabras de Sócrates. Además
de agradecer al dios por haber garantizado la salud política de su misión, Sócrates
da su último mensaje a los allí presentes, mensaje que condensa, en una sola
palabra, el sentido de dicha misión: “Critón, debemos un gallo a Asclepio. Pues
bien, ¡páguenselo! Y no se descuiden…” (108a7-8).
Bibliografía
Baron, J.R. (1975): “On Separating the Socratic from the Platonic in Phaedo 118”,
Classical Philology, Nº LXX, 4, pp. 268-269.
Bluck, R.S. (1955): Plato’s Phaedo, London, Routlegde & Kegan Paul.
Clark, P. (1952):“A Cock to Asclepius”, The Classical Review, Nº II, 3-4, p. 146.
Mitscherling, J. (1985): “Phaedo 118: the last words”, Apeiron, Vol. XIX, Nº 161-
165.
Most, G. (1993), “A Cock for Asclepius”, The Classical Quarterly, Vol. XLIII, Nº
1, pp. 96-111.
Sedley, D. & Long, A. (2010): Plato. Meno and Phaedo, New York, Cambridge
University Press.
92
El problema del suicidio en Platón, Leyes 9, 873c-d: entre el
cuestionamiento ético y la conservación normativa1
Alejandro Fernández
Departamento de Humanidades
Universidad Nacional del Sur
1 La presente ponencia parte de lo desarrollado en nuestro trabajo final de grado para obtener el
título de Licenciado en Filosofía de la Universidad Nacional del Sur. Dicho trabajo se titula “El
suicidio en la tragedia y la filosofía de la Atenas clásica: entre la normatividad y la ética”
(disponible en línea: http://repositoriodigital.uns.edu.ar/handle/123456789/4448), y fue
elaborado bajo la dirección de la Dra. Lidia Gambon y la codirección de la Lic. Beatriz Ábrego, en
el marco del PGI “La invención del dolor de los héroes: imagen y representación en la Atenas
clásica”, dirigido por la Dra. Lidia Gambon (Cód. 24/I 237, SGCyT-UNS).
2 Según Anton van Hooff (2002 [1990]: 136-137), los términos suicidium y suicida fueron acuñados
por el teólogo Caramuel. En su obra de 1656, Theologia moralis fundamentalis, Caramuel refiere
aquellos neologismos latinos a quienes infringen el quinto mandamiento cristiano matándose o
“asesinándose” a sí mismos. Por el contrario, David Daube (1972: 421-422) había considerado en
un minucioso estudio anterior al de van Hooff, “The Linguistics of Suicide”, que el neologismo
se construyó en lengua inglesa. En este sentido, “suicide” habría sido creado por Walter
Charleton en un relato suyo de 1651 o 1652, titulado The Ephesian Matron: “Charleton invented it
as a witty, learned-looking version of Donne’'s ‘self-homicide’, prominent in the recently
published Biathanatos” (Daube, 1972: 422). Más allá de la discrepancia entre los estudiosos, cabe
destacar que tanto van Hooff como Daube (1972: 415, 422) recalcan además que suicidium no pudo
haber existido en latín clásico, pues se trata de una formación contraria a la gramática latina “In
Cicero’s ears suicidium would have sounded as ‘swine-slaying’ (sus=swine). Latin was not in need of such
a term” (van Hooff, 2002 [1990]: 137-138).
equívocamente tanto “suicida” como “homicida” y “asesino de parientes”, pues la
muerte por mano propia no siempre era la muerte propia.3
3 Decimos “equívocamente” ya que es común que los personajes trágicos pregunten a manos de
quién murió aquel que, en realidad, es descrito como autócheir porque se acaba de suicidar. Tal es
lo que pregunta, v. g., el coro a Tecmesa acerca del cadáver del hijo de Telamón en Áyax (v. 905 y
ss.) y, en Antígona (v. 1175 y ss.), lo que pregunta el coro al mensajero a propósito del cuerpo
inerte de Hemón. Por mencionar otro ejemplo, el Áyax sofocleo, en los instantes previos a darse
muerte, utiliza el término autosphagés (αὐτοσφαγής) para referir tanto su propia muerte inminente
(i. e., su suicidio) como la muerte que desea para los Atridas (i. e., que sean asesinados por
parientes) al proferir una maldición contra estos.
4 En el presente trabajo utilizaremos sin distinción las palabras suicidio y autothanasia (cf. n. 7).
Este último término lo tomamos del historiador van Hooff, quien aborda en su obra de 1990, From
Autothanasia to Suicide. Self-Killing in Classical Antiquity, el problema de la muerte voluntaria en la
Antigüedad greco-latina.
5 La normatividad fundamental que rige los vínculos de philía y de enemistad es, por un lado, la
ἐκβαλεῖν ἴσον λέγω / καὶ τὸν παρ' αὑτῷ βίοτον, ὃν πλεῖστον φιλεῖ): “Afirmo que es igual rechazar a
un buen amigo que la propia vida, a la que se estima sobre todas las cosas” (BCG).
7 Por otra parte, al enfocar en nuestro trabajo el suicidio como daño al phílos más próximo (y no
8Estudios especializados previos han abordado el problema del suicidio en la tragedia desde una
perspectiva más bien psicológica (v. g. Faber, 1970) o sociológica (v. g. Garrison, 1995), aunque
retomando en ambos casos el modelo teórico definido por Émile Durkheim en Le suicide (1897).
Si bien no puede negarse la importancia aún vigente de la obra de Durkheim, consideramos que
presenta serias limitaciones metodológicas a la hora de emplearse para abordar el problema del
suicidio en la Antigüedad. En principio, habría que demostrar que la definición de suicidio de la
que parte el sociólogo francés se corresponde efectivamente con las implicancias del fenómeno
en el mundo antiguo ―así como también habría que constatar que la taxonomía de los suicidios
propuesta por Durkheim es válida, como él pretende, para todo tiempo y toda sociedad―. En este
sentido, como tendremos ocasión de ilustrar con la terminología platónica, el análisis de la
terminología griega para referir el suicidio nos muestra que la definición de este fenómeno es un
objeto a ser construido y no un nítido punto de partida. En segundo lugar, como resulta evidente
en Le suicide, la metodología de Durkheim presupone el recurso esencial a la estadística. No
obstante, carecemos de este tipo de datos respecto del mundo antiguo.
respecto, quisiéramos destacar muy sucintamente dos puntos. En primer lugar,
la condena ética absoluta de la autothanasia voluntaria. En efecto, en Fedón 62a,
aunque Platón reconoce que hay circunstancias en las que para el hombre la
muerte resulta ser un bien preferible a la vida, prohíbe el suicidio incluso en tales
circunstancias, pues lo considera una muerte impía (Fedón 62a6: μὴ ὅσιον, y
61c10: οὐ θεμιστόν) y violenta (Fedón 61c9: βιάζω + αὐτός), desde el momento en
que sostiene que el alma es el elemento divino que habita en el cuerpo del hombre
como en una suerte de prisión (φρουρά), y solo a los dioses corresponde la
prerrogativa de decidir cuándo ha llegado el momento de liberarla, es decir, de
morir.9 El filósofo debe practicar la virtud y buscar la adquisición de la sabiduría,
y solo a través de estos medios mantendrá el alma “separada” de los placeres del
cuerpo, pero tampoco a él le está permitido desvincular completamente su alma
de su cuerpo de una forma violenta ―suicidándose―.
9 Acerca de la prohibición categórica del suicidio en Fedón 62a, nos basamos en la interpretación
que Leonardo Tarán (1966: 335-336) hace del pasaje.
10 ἀποκτείνω tiene el sentido de “ejecutar”, “hacer matar”.
literalmente, “no absurda” (Fedón 62c6: οὐκ ἄλογον). Sócrates señala respecto de
su situación, en Fedón 62c, que no resulta absurdo (ni, por lo tanto, tampoco
representa una forma de violencia o impiedad), que se dé muerte a sí mismo, pues
sabe que en su caso cuenta con el beneplácito de los dioses, ya que le han dado a
conocer la “necesidad” de que ello suceda (πρὶν ἀνάγκην τινὰ θεὸς ἐπιπέμψῃ).
11 Es decir, estrechando cada vez más el “círculo” de la philía, luego de haberse debatido acerca
de quienes matan a un compañero de tribu y de quienes asesinan a sus parientes, se consideran
en tercer término a los suicidas.
12 Nótese que aquí no se utiliza, como en Fedón 61b, βιάζω + αὐτός, lo cual indicaría directamente,
sin necesidad de aclaraciones, que alguien se mata a sí mismo con violencia, sino κτείνω + ἐαυτοῦ.
Este sintagma tiene una denotación muy amplia y una connotación ética neutral, pues se aplica
tanto a quienes se matan censurablemente con violencia (como se señala con el dativo βίᾳ) como
a quienes se suicidan de modo “aceptable” (de quienes se tratará a renglón seguido). Es decir,
κτείνω + ἐαυτοῦ, como autothanasia, es un sintagma que sirve para designar tanto los suicidios
“aceptables” como los reprobables.
13 Una muerte natural implica que el tiempo o el destino, la moîra correspondiente a una persona,
se cumple de modo apropiado. En una muerte violenta, en cambio, la separación entre cuerpo y
alma está forzada. Y, dado que las muertes violentas pueden ser involuntarias (v. g. provocadas
por un accidente), según señala van Hooff (2002 [1990]: 192), la autothanasia voluntaria se clasifica
como la peor de las muertes violentas.
καὶ ἀβίου μεταλαχών). El suicida que debe ser objeto de pena es aquel que se
aplica un castigo injusto a sí mismo por pereza y por una cobardía propia de la
falta de hombría (873c7-d1: ἀργίᾳ δὲ καὶ ἀνανδρίας δειλίᾳ ἑαυτῷ δίκην ἄδικον
ἐπιθῇ). Y la sanción para esta clase de authéntes se especifica en 873d5-8:
τάφους δ' εἶναι τοῖς οὕτω φθαρεῖσι πρῶτον μὲν κατὰ μόνας μηδὲ μεθ'
ἑνὸς συντάφου, εἶτα ἐν τοῖς τῶν δώδεκα ὁρίοισι μερῶν τῶν ὅσα ἀργὰ
καὶ ἀνώνυμα θάπτειν ἀκλεεῖς αὐτούς, μήτε στήλαις μήτε ὀνόμασι
δηλοῦντας τοὺς τάφους.
“Pero las tumbas para los muertos de esta manera deben ser, en primer lugar,
particulares y no compartidas con otro. Además, deben enterrarlos sin fama
en los confines de los doce distritos en aquellos lugares que sean baldíos y sin
nombre, sin señalar sus tumbas con estelas o nombres” (BCG).
Respecto del tratamiento del suicidio en Leyes, ha sido señalado que Platón
guarda sintonía con la “moralidad popular” de su tiempo (cf. van Hooff, 2002
[1990]: 185-188; Garrison, 1995: 28-29). En conexión con esto, afirmamos que el
filósofo aborda aquí la autothanasia desde el punto de vista de la normatividad
vigente en la pólis, no desde su anterior perspectiva “atemporal” del kósmos (a
diferencia de Fedón, no se apela en Leyes a los dioses o a la creencia en la 98
inmortalidad del alma). Partiendo de esta hipótesis, consideramos que la
sistematización de los casos de suicidio de este pasaje de Leyes puede ser
ejemplificada con casos históricos de su época, desde el momento mismo en que
―como creemos― a partir de ellos fue, muy probablemente, elaborada. De este
modo, el filósofo estaría tipificando en su obra los casos de suicidio más
frecuentes en la pólis.
14La autothanasia que ordena judicialmente la ciudad (873c4) es detenidamente justificada como
un tipo de muerte aceptable por parte de Platón, como hemos mencionado anteriormente, en sus
obras precedentes Critón y Fedón. Por lo cual no nos explayaremos aquí sobre este tipo de muerte.
la experiencia, al parecer frecuente, de muerte voluntaria por ayuno, motivada
principalmente por enfermedad incurable o desperata salus (van Hooff, 2002
[1990]: 41-47; 85-94)15. Estos casos extreman la paradoja y confunden los límites
entre la muerte voluntaria y la inevitable: el acto suicida es en ellos el último
reducto de libertad frente a un tormento fatal o insoportable.
15 Van Hooff (2002 [1990]: 122-123) tipifica por otro lado, bajo el nombre de taedium vitae, una clase
de suicidio llevado a cabo en el mundo antiguo especialmente por ancianos y motivado sobre
todo por el dolor físico. Este suicidio consumado, por ejemplo, en los umbrales de una penosa
enfermedad, lejos de ser un acto de desesperación repentina, era un medio decoroso y
reflexionado de terminar con la vida (pues implicaba la elección de una muerte plácida ante la
perspectiva de un tortuoso futuro): “Typical for this kind of self-killing is the high degree of forethought.
The individual draws up the balance-sheet of his existence. This type of suicide comes close to what in
modern time is styled ‘balance-suicide’ or ‘autolysis’” (van Hooff, 2002 [1990]: 122).
16 De este modo, dice Sócrates en 406d-e, si un carpintero enferma, y el médico le prescribe un
Finalmente, debemos referirnos a aquel suicida que según Platón debe ser
objeto de sanción (Leyes 9, 873c7-d1). Se trata de quien se aplica un castigo
injusto a sí mismo por pereza (ἀργία) y por cobardía (ἀνανδρία) propia de la falta
de hombría (δειλία). Según consideramos, el filósofo está reformulando aquí en
términos filosóficos el imperativo cultural que determina que no es aceptable que
100
un hombre se suicide motivado por dolor “anímico” o “psicológico”18. Platón pone
todo el acento en la “falta” de hombría de este tipo de suicidio. Incluso la pereza
se subsume a esta falta, porque la pereza es considerada un vástago de la cobardía
(Leyes 9, 901e6: δειλίας γὰρ ἔκγονος ἔν γε ἡμῖν ἀργία). Además, la pereza y la
cobardía son definidas como elementos del alma (900e-901c): “In other words,
cowardice and laziness are intellectual properties, and so Plato implies that
ignoble suicide results from a defective soul” (Garrison, 1995: 29)19.
con van Hooff (2002 [1990]: 99-105 y 181-185), el suicidio motivado por el dolor del duelo
“correspondía” a la mujer en la Antigüedad y los hombres, en cambio, debían evitar un
comportamiento “feminizado” de tal tipo. Asimismo, Sumio Yoshitake (1994: 143-145) corrobora
que tanto en los trágicos como en Homero es altamente improbable que un hombre ―un personaje
masculino― se suicide por dolor “psicológico” (como la pena o el “remordimiento” provocados
por la pérdida de un ser querido).
19 La valentía es por supuesto una virtud y la cobardía es un vicio o un mal (Leyes 9, 900e1-2: Τί
En primer lugar, el único tipo de “suicidio” que Platón sin dudas legitima per se
es el de tipo institucional. En Leyes, el filósofo parte de la pregunta “¿qué pena
debe sufrir el suicida?” (Leyes 9, 873c3), y el suicidio institucional debe quedar
descartado porque ya supone en sí mismo una pena. Por otro lado, difícilmente
se trate de una muerte “honorable”, desde el momento mismo en que surge como
resultado de una condena social.20 En segundo lugar, Platón sin dudas legitima
la categoría de “suicidio cobarde” como perteneciente a la cosmovisión antigua
101
pero ni en Fedón ni en Leyes califica de “honorable” a algún tipo de suicidio. Si
bien consideramos que para el filósofo hay suicidios “aceptables”, no nos brinda
elementos suficientes como para ensalzarlos positivamente de aquel modo.
20Así, la pólis no puede haber sentenciado a Sócrates a una muerte honorable, desde el momento
en que, pese a la valoración contraria de Platón sobre esta condena, a los ojos de los atenienses
Sócrates es un reo a punto de cumplir su pena capital.
racional). El imperativo de la muerte heroica en batalla está presente, de modo
palmario e incesante, en la literatura anterior a Platón:
“Porque ningún varón digno de tal nombre ha de morir sino por la espada o
por la lanza de otro hombre, en el campo de batalla. […] Esta norma
imperativa que exige que el hombre muera a manos de otro hombre, por espada
y con derramamiento de sangre, no queda derogada en la tragedia ni siquiera
por el suicidio; y, tanto en Sófocles como en Píndaro, a hierro muere Áyax”
(Loraux, 1989 [1985]: 35-36).
21En Fedón, junto a su condena de la autothanasia, Platón brinda a la vez antecedentes a favor de
la postura que sostiene que “el suicidio puede, en ciertas circunstancias, no solo ser un acto
perfectamente racional, sino también el más racional de todos” (Boeri, 2002: 22). Después de todo,
Sócrates, en 62c se refiere a “su propia muerte como autoinfligida pero, dado que su ‘suicidio’ es el
resultado de un mandato divino, es razonable. Este punto es interesante pues constituye un claro
antecedente de la posición estoica: el sabio puede quitarse la vida, no el tonto” (Boeri, 2002: 23).
22 El infortunio o dolor debe resultar “excesivamente doloroso” (873c5: περιωδύνῳ) e
Conclusiones
23En un sentido “teórico”, recuérdese que Cebes afirma (61e) que él ha oído del pitagórico Filolao
la prohibición de suicidarse, a la vez que dice desconocer los fundamentos de tal prohibición.
de tal, en 61c6 y ss. (Τί δέ; ἦ δ' ὅς, οὐ φιλόσοφος Εὔηνος)24. Y, en última instancia,
la creencia en la inmortalidad del alma ―y en una justicia retributiva en el
Hades― que sustenta esta prohibición del suicidio es presentada por Sócrates en
114d como un hermoso riesgo que vale la pena asumir. Pero el riesgo de esta
creencia atañe a los filósofos, ya que solo estos consagran su vida al cuidado
exclusivo del alma. Y con toda urgencia y propiedad atañe al círculo íntimo de
Sócrates y a sus interlocutores, los pitagóricos Simmias y Cebes, desde el
momento en que todos estos comparten la creencia mistérica que sostiene que los
hombres son posesiones de los dioses. Esta comunión ético-religiosa hace que la
discusión se ciña sobre un círculo aún más estrecho de phíloi.
En efecto, la visión platónica del problema del suicidio aún tiene mucha luz
que arrojar sobre los interrogantes actuales que se asocian a este problema. Así, las 105
decisiones que afectan a la vida y a la muerte de las personas, ¿son decisiones
netamente individuales? Sócrates, por ejemplo, bebe la cicuta voluntariamente, sin
coacción física; pero aseverar sin más que “se suicidó” es sesgar las aristas sociales
o políticas que intervienen en su accionar. No se trata solo de que la sociedad
ateniense que lo condenó dejó de considerar a Sócrates un phílos y por eso su acto
es el resultado o cumplimiento legítimo de esa condena. Sino además de que, como
de alguna manera lo explica Antony Duff (1982: 46), el suicidio se considerará
censurable si a la vez se juzga que no le corresponde, a la persona que lo consuma,
tomar una decisión propia sobre la “propia” vida: ya sea porque se entienda que la
vida ―o la decisión sobre la misma― le pertenece al Estado o a una divinidad.25
Como sostuvimos, Sócrates se auto-ejecuta, no se suicida; es decir, “the state is now
acting ‘through’ the man who kills himself; his action is no longer any kind of ‘self’-
assertion” (Duff, 1982: 46).
25Por mencionar solo dos perspectivas que pueden apreciarse tanto en el contexto antiguo como
en el moderno: toda sociedad regula normativamente prácticas que, eventualmente, se
transforman en autosacrificios impuestos. Y, por otra parte, la concepción religiosa que sostiene
que la vida no nos pertenece, no se circunscribe únicamente a Platón, por supuesto, sino que ha
sido reelaborada de manera incesante hasta nuestros días.
Por otro lado, así como el yo es un phílos porque un phílos es otro yo, y
viceversa, podemos preguntarnos con Platón: ¿es el suicidio una muerte
puramente individual o consiste siempre en una instancia de daño contra los
propios phíloi? Quizás sea una concepción semejante a la de las relaciones de
philía la que pervive en algunas de las formulaciones contemporáneas que se le
dan a este interrogante o a su respuesta:
Bibliografía
Buis, E.; Rodríguez Cidre, E. & Atienza, A. (eds.) (2016): El nómos transgredido.
Afectaciones poéticas de la normatividad en el mundo griego, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Buenos Aires.
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University Press.
Cohen Agrest, D. (2012 [2007]): Por mano propia. Estudio sobre las prácticas
suicidas, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
Daube, D. (1972): “The Linguistics of Suicide”, Philosophy & Public Affairs, Vol
1, Nº 4, pp. 387-437.
Dover, K. J. (1994 [1974]): Greek Popular Morality. In the Time of Plato and
Aristotle, USA, University of California Press.
Tarán, L. (1966): “Plato, Phaedo, 62 A”, The American Journal of Philology, Vol.
87, Nº 3, pp. 326-336.
van Hooff, A. J. L. (2002 [1990]): From Autothanasia to Suicide. Self-Killing in
Classical Antiquity, London, Routledge.
108
La concepción antropológica de Fedón de Elis
Christian Gauna
Instituto Superior de Formación Docente N° 21 “Ricardo Rojas”
Introducción
1 Dice Claudia Mársico: “el enfoque que caracterizamos como ‘zonas de tensión dialógica’, en el cual se
intenta sustituir las categorías de análisis tradicionales por otras que no opaquen el intercambio teórico
entre pensadores, aun cuando algunos de ellos hayan sido virtualmente silenciados por la historiografía
basada en las antiguas doxografías”. Mársico (2010: 25-26).
al Sócrates histórico pero esto presenta a su vez un problema cuando se compara
esta doctrina con otros desarrollos platónicos como el del Fedro o la concepción
del libro IV de la República donde el alma es tripartita en ambos esquemas,
poniendo lo irracional en el alma misma, lo que se mantendrá a lo largo de las
obras platónicas.
La concepción antropológica del Fedón está dada al principio del mismo (66 b-67
b), no es discutida, lo que se discute en el texto es si, en efecto, el alma ha de ser
inmortal o no. Por tanto, la concepción bipartita ha de quedar ahí, el ser humano
es una bipartición de cuerpo y alma siendo el cuerpo la cárcel del alma y su
finalidad es liberarse de esa cárcel cuyo apresamiento puede contaminar la
naturaleza del alma pervirtiéndola en su esencia y haciéndole creer que los deseos
del cuerpo son fines propios. El cuerpo tiene su ámbito de deseos que son los
objetos de este mundo y que da origen a grandes males como el de la guerra. La
búsqueda del placer es un sinsentido en tanto nunca se satisface, sino que se
asemeja a una vasija pinchada por donde se va lo que se obtiene debiendo ser
constantemente llenada.
George Boy Stone (2004) escribe en un artículo sobre las concepciones del
alma en Fedón y en Platón que en este pasaje donde Sócrates llama en su ayuda
a Fedón está la clave para entender que de algún modo a Platón le es necesaria la
doctrina de Fedón para su propia argumentación, pero eso tal vez podría ser solo
una feliz suposición.
Sin embargo, es en base a esa feliz suposición que se interpretan los pasajes 111
del Fedón histórico, pues al suponer que Platón no pudo haber deformado del
todo el pensamiento de Fedón ya que hay todo un público que conoce las
doctrinas y rápidamente se lo reprocharía, se razona, en consecuencia, que las
líneas generales de lo expuesto por Platón ha de ser cierto, como lo bipartita del
esquema por pensar un ejemplo. Bajo la luz de este prisma es que, generalmente,
se interpretan los fragmentos de Fedón.
Según los diversos datos biográficos que poseemos de Fedón, este habría sido
rescatado por Sócrates, o más bien por su intermedio, de las manos de un
proxeneta que lo obligaba a prostituirse. En efecto, dice Diógenes Laercio que:
“Sócrates ordenó a Critón que liberara a Fedón del cautiverio, porque estaba
2 En la edición de Mársico (2014) este pasaje constituye el fragmento socrático (en adelante FS)
1050. Agregaremos la nomenclatura de esta edición porque es fácilmente accesible para todos los
lectores. Las traducciones de los fragmentos pertenecen a Mársico.
preso en un prostíbulo y lo volvió un filósofo” (Diógenes Laercio, Vida de los
filósofos más ilustres, II.31)3. Esta anécdota, o hecho de la vida, no es traído a
colación por mero gusto, sino porque en cierta forma, esta experiencia personal
encajará tanto en la concepción antropológica de Fedón como, a su vez, bien
podría ser uno de los motivos por los cuales la obra platónica lleva su nombre. En
el primer caso, él es un hombre de modales y mente liberales, pues, como se dice
en otro fragmento,4 al entrar Fedón en contacto con Sócrates se interesa por la
filosofía a tal punto que Sócrates articula los medios para que sea liberado, en el
segundo caso podemos pensar que nadie mejor que él para hablar de la esclavitud
del cuerpo dada la experiencia que ha tenido siendo esclavizado y obligado a
brindar placeres corporales.
Fedón es llevado de una vida liberal hacia una vida filosófica por el mismo
Sócrates, esto podría implicar que nuestra naturaleza, que nuestro modo de ser
es en cierta forma maleable. Pero también podríamos pensar que no se trató de
un cambio en Fedón sino que, dada su juventud y hermosura, Sócrates lo
seleccionó porque en su naturaleza estaba el ser filósofo. Por tanto nos surge la
pregunta ¿es posible para cualquier naturaleza cambiar? ¿O aquello que somos 113
es determinado por nuestra naturaleza?
Pero en esta lectura queremos considerar dos aspectos en relación con este
pasaje. Primero, esta anécdota indicaría que ninguna naturaleza ni ningún
carácter están determinados de modo tal que no puedan cambiarse y en segundo
lugar que dicha naturaleza se expresa en una fisonomía determinada, de ahí el
ejemplo del león. Un león salvaje y feroz que se ha vuelto dócil por medio de la
educación y la convivencia nos muestra que la naturaleza puede cambiarse en lo
que hace al carácter y al modo de ser y de vivir, e incluso contradecir esa fisonomía
que se mantiene más allá de todo cambio interno. El león ha cambiado su
naturaleza en tanto entendemos por ella el impulso que lo lleva a actuar de forma
espontánea e irreflexiva, a través de la educación este león ha logrado crear una
nueva naturaleza en la que reconoce al príncipe y lo ama dejando de lado sus 114
instintos, pero manteniendo su fisonomía.
“¿Y qué? ¿No escuchamos lo que a Sócrates le dijo Zópiro el fisonomista, que
se jactaba de conocer las costumbres y la naturaleza de los hombres a partir
del cuerpo, los ojos, el aspecto y la frente? Dijo que Sócrates era estúpido y
básico, porque el cuello le salía hacia afuera y decía que esas partes estaban
obstruidas y bloqueadas. Además agregó que era mujeriego, de lo cual se
cuenta que Alcibíades se rió mucho. Pero esos vicios podían nacer por causas
naturales, pero extirparlos y quitarlos totalmente como para que alguien
propenso a tantos vicios los pudiera refrenar no es posible por causas naturales
sino con voluntad, dedicación y disciplina” (Cicerón, Sobre el destino, 5.10)6.
6 FS 1073.
nos presenta un modelo antropológico que, por un lado, se compone de una
naturaleza que se refleja en la fisonomía y, por otro, una capacidad interna que
puede dejarse llevar por ella. Bien puede cambiar esa naturaleza por medio de la
voluntad a través del tiempo, dicha voluntad se asienta, y por tanto es capaz de
interactuar en lo interno para determinar un objeto de deseo propio, objeto
distinto al determinado naturalmente, y en esto radicaría la posibilidad de
generar un cambio en la persona que no se reflejaría en su fisonomía pero sí en
su modo de conducirse en la vida.
“(…) como se cuenta de Sócrates, cuando en una reunión Zópiro, que afirmaba 115
conocer la naturaleza de cada uno por su aspecto, le atribuyó muchos vicios y
los demás se rieron porque no reconocían esos vicios en Sócrates, pero el propio
Sócrates lo secundó, diciendo que estaban presentes en él, pero los mantenía
alejados mediante la razón” (Cicerón, Cuestiones Tusculanas, 4.80)7.
7 FS 1074.
fisonomía. A esta conjunción podemos entenderla como “ejercicio filosófico”
cuando el horizonte vislumbrado mejora la naturaleza.
La elección vital, el modo de vida es elegido por cada persona, si bien cada
uno nace con determinadas tendencias, con una naturaleza que se refleja en la
fisonomía, esta naturaleza puede ser cambiada por medio de la filosofía que, cual
picadura de insecto, va operando lentamente. Esto nos permite extraer una nueva
consecuencia a lo ya dicho. Dado que los ejemplos expuestos en los fragmentos
nos muestran una mejora por medio de la filosofía como es el caso de Sócrates o
como bien podría serlo de Fedón, podemos decir que la filosofía es la herramienta
que mejora las naturalezas en tanto que la falta de ella o del ejercicio filosófico, 117
deja librada a la persona a su naturaleza y a las influencias que el medio pueda
ejercer, lo cual no daría buenos resultados y el caso de Alcibíades podría ponerse
nuevamente como ejemplo.
Conclusión
La concepción antropológica de Fedón nos muestra que el ser humano posee una
naturaleza reflejada en su fisonomía, esta puede ser buena o mala. A su vez,
pueden mejorarse a través de la educación y volverse excelentes por medio de la
filosofía o bien quedar libradas al azar y no mejorarse, o incluso empeorar como
el caso de fisonomías bellas y con buena educación, pero que faltas del ejercicio
10Dice Eduardo Sinnott en su introducción a la Ética a Nicómaco: “No nacemos, pues, virtuosos, sino
que llegamos a serlo; con todo, eso representa el desarrollo de una calificación natural, que es coextensiva
con la condición de ser racional y equivale a una mera potencialidad. Únicamente desde esa perspectiva,
esto es, de la de la ‘potencia primera’, cabe hablar de una ‘virtud natural’; pero la adquisición de la virtud
en sentido estricto supone que esa capacidad indeterminada y ambivalente se convierta en la capacidad
determinada, monovalente y estable que es el hábito (héxis), el cual, a diferencia de lo que es pura potencia,
solo puede ejercerse o actualizarse en un sentido, lo cual lo hace comparable a la capacidad natural y justifica
que se pueda caracterizar el hábito como una segunda naturaleza” Eduardo Sinnott (2007: XXVIII).
filosófico, faltas del auténtico objeto a perseguir, pierden el rumbo y empeoran.
En cambio, el ejercicio filosófico se da a través del diálogo y la convivencia. Ahora
bien ¿cómo opera ese cambio? ¿Podemos pensar lícitamente en una estructura
bipartita de cuerpo y alma? ¿O se tratará de una estructura anímica
completamente material?
11 Según nos dice Mársico “G. Boy Stone comenta la plausibilidad de esta idea, aunque toma distancia de
ella sugiriendo que en general se acepta que no hay emergentismos antiguos anteriores a Aristóteles ya que
sólo después de su esquema de alma como forma del cuerpo comenzó a explorarse esta variante de conformación
anímica” (Mársico 2014: 91). Esta idea de que “en general se acepta” nos parece un simple supuesto
porque también “en general se acepta” que todos los socráticos a excepción de Platón son menores
y sin embargo, no lo consideramos así, entonces tranquilamente podemos pensar que aquí hay un
emergentismo, con las dificultades que los fragmentos nos presentan, en vez de descartarlo por una
suposición que se asemeja más a un prejuicio. La propuesta de emergentismo parcial de Mársico
deja entrever que la autora capta esto que decimos pero no puede despegar del todo y por eso trata
de subsanar las posibles críticas con el adjetivo de “parcial”, pero si es emergentismo, aunque sea
parcial, se trata de un emergentismo anterior a Aristóteles.
cosas cuya guía ha de ser la filosofía. No se trata de prepararse para la muerte sino
que, por el contrario, la filosofía sería la preparación para el vivir bien.
Bibliografía
Boy Stone, G. (2004): “Phaedo of Elis and Plato on the soul”, Phrónesis, Vol. 49,
N° 1, pp. 1-23.
Platón (1983): Fedón, Traducción de Luis Gil, Buenos Aires, Ediciones Orbis.
119
De Polibio a Cicerón: análisis del cambio constitucional y crítica a la
reificación del pueblo romano
Un punto de partida
1 Nos interesa el lugar, ambiguo, en el que colocan al pueblo y el principio democrático que éste
representa, de forma imperfecta, en el marco de la constitución mixta, lo que explica su elección
para el estudio del caso romano.
2 El concepto de reificación define la acción mediante la cual se considera a un ser humano,
3 La cronología del conflicto comprende los años 494 a 287 a. C. En el transcurso de ese período,
muchas veces tomado como una unidad, se desarrollaron tres secesiones, y varios
enfrentamientos menores, con motivos distintos, cuya consecuencia más general fue la
incorporación de la plebe a la participación política, la emergencia de una élite patricio-plebeya
y la apertura de una tradición de concesiones materiales asociadas al reparto de tierra como
medio para contener el conflicto.
4 En el caso de Roma, la lucha entre patricios y plebeyos sintetiza bien el movimiento de
transformación de la república que incluía reclamos por la apertura política y por la producción
de reformas socioeconómicas que consolidaron la base de la ciudadanía. Cornell (1999: 287-288).
El mejor estudio sobre el tema hasta el momento corresponde a Raaflaub (2005) en extenso.
campo del lógos del que había sido excluido simbólica y materialmente. Se
reconocía con esto la capacidad del pueblo de hablar y de expresarse en forma
equivalente a los patricios y por lo tanto se reafirmaba la condición de ciudadanos
en iguales condiciones de existencia en la comunidad (Breaugh, 2013: 16 -18).
5. El pueblo era también calificado como una multitudo o turbae en un gesto que profundiza el
efecto deshumanizador que tenía en la población la denominación colectiva.
6 Ward (2004: 101-119) y Gerardi (2016: 211-224). La controversia en torno al carácter del sistema
político romano tiene un amplio desarrollo en la historiografía sobre la república tardía. En ese
marco, el aspecto nodal que anima el debate es la intención de determinar el lugar que ocupaba
el pueblo en la toma de decisiones colectivas.
consolidación de los romanos en la hegemonía política de la región.7 Allí el
historiador intentó responder a la pregunta sobre qué tipo de constitución le
permitió a Roma contener el conflicto interno para alcanzar, en menos de
cincuenta y tres años, el control del Mediterráneo (Polibio, Hist. 6. 1. 1-5). En su
opinión, la causa suprema que explicaba el destino de toda ciudad se encontraba
en la forma que adoptaba la constitución política, las costumbres y leyes que eran
su fundamento. Esto justificaba, para el autor, interrumpir el relato cronológico
de la historia romana para dedicar un libro completo a la investigación de los
elementos constitutivos de la res publica. Para hacerlo, recurrió a marcos
conceptuales griegos y aplicó el conocimiento de la vida política romana que
obtuvo durante su estadía en la urbs.8
representante de la liga aquea, durante el conflicto de Roma con Macedonia. Durante su estadía
en Roma participó de la vida política bajo la protección de la familia Escipión que lo acogió allí
en su calidad de rehén.
las formas puras e impuras. Entre las primeras ubica a la realeza, la aristocracia
y la democracia. Entre las segundas menciona a la tiranía, la oligarquía y la
oclocracia (ley de la calle) (Polibio, Hist. 6. 3. 5-8). A partir de esta clasificación,
sostiene que existe una forma adicional de carácter mixto que presenta
características de las tres mejores constituciones y que históricamente
corresponde a aquella que estableció Licurgo en Esparta. Luego detalla el proceso
que denomina anacíclosis con el que conceptualiza la manera en que las
constituciones se suceden unas a otras (Polibio, Hist. 6. 5. 4-5). Y para finalizar,
desarrolla la hipótesis, según la cual, este conocimiento permitiría prever el
desarrollo regular de cada ciudad a fin de predecir hacia dónde se encamina el
Estado (Polibio, Hist. 6. 5-9)9.
9 Un estudio de los términos empleados por Polibio para marcar el peso de la forma en que se
engendra el ciclo de las constituciones y cómo cambia de una forma a la otra en Díaz Tejera (1975:
23-34). El autor sostiene que existe una diferencia entre las mejores constituciones que se
establecen o preceden de un acto y la voluntad humana, mientras que las corruptas emergen o se
engendran. En el primer caso prima la razón humana, de manera contraria, en el segundo, no se
encuentra como principio activo. Del mismo modo, Halm (1995) distingue entre las fuerzas que
conducen a la decadencia y la acción de los individuos que provocan el derrocamiento de las
formas corruptas. Sostiene que el ciclo de cambio social de Polibio, en última instancia, deriva de
patrones de comportamiento humanos que en su interior tienen impulsos contradictorios de
cooperación voluntaria y búsqueda del beneficio personal.
que los hombres se reúnen con sus congéneres en virtud de su debilidad natural.
Este principio se encuentra en otros seres vivos como los animales que habitan en
manadas e incluso destaca que entre ellos surge alguna forma de liderazgo fundada
en el reconocimiento de la vitalidad corporal o valentía de algunos de sus miembros
(Polibio, Hist. 6. 5. 6-10). No obstante, para Polibio el linaje humano se distingue
del resto de los seres vivos por su capacidad para razonar, cualidad que genera en
las personas una cierta noción sobre el deber, la belleza y constituye el principio de
emergencia de la práctica de la justicia (Polibio, Hist. 6. 6. 4-5). Ahora bien, esa
cualidad distintiva parece no corresponder a todos por igual, puesto que cuando
refiere al comportamiento de las masas son otros los principios que motivan las
acciones y decisiones que toman.
Nippel (1980: 281) sostiene que el pueblo juega un papel vital, desde el
comienzo del ciclo, derribando cada régimen corrupto. La naturaleza de los
cambios revolucionarios dentro del ciclo, gracias a las cuales las formas corruptas
de la tiranía y la oligarquía son sustituidas por las formas buenas de la aristocracia
y la democracia, no reflejan cambios de poder dentro de la sociedad. La base
social es siempre “el pueblo” y las circunstancias que conducen al cambio violento
son morales, es decir, la corrupción en los gobernantes, que surge
“naturalmente”. La racionalidad es la fuerza que dinamiza el cambio en las
constituciones simples de la anacíclosis y en ellas se deja de ponderar atributos
naturales de los líderes para ponerse en consideración sus aptitudes intelectuales.
10El texto fue redactado entre el 54 y el 51 a. C. El contexto del diálogo se ubica, en forma ficticia,
en el 129 a. C. durante las ferias latinas.
distancia prudente de las conclusiones que extrae éste último sobre los efectos de
la distribución del poder en la república.11
12Dice Escipión: “La cosa pública, dijo Africano, es la cosa del pueblo, y el pueblo (populus) no es
toda reunión de hombres, congregados de cualquier manera, sino la reunión de una multitud,
asociada por la armonía del derecho (iuris consensus) y por el interés común (utilitas). La causa
originaria de esa conjunción no es tanto la indigencia humana cuanto cierta como tendencia
asociativa natural de los hombres, pues el género humano no es de individuos solitarios, sino que
fue engendrado de suerte que, en el concurso de todas las cosas, no [...]”.
utilitas communis no existe república. Y todos aquellos que no actúan conforme
a este principio tampoco deben ser considerados ciudadanos puesto que no se
encuentran en armonía con el ius.
Pasa luego a tratar los modos en que se producen los cambios en las formas
134
de gobierno. El motor de las transformaciones se encuentra en aquello que ha
constituido la regla o mejor dicho su oposición y rechazo: la injusticia. Si el pueblo
expulsa al rey, convertido en tirano, y se comporta con moderación el tiempo que
dura la gesta, para entregar el poder luego a quienes son los mejores entre los
ciudadanos, entonces allí la intervención popular resulta positiva. En cambio, si
el rey que asesina el pueblo era justo, y por este hecho toma el gusto por la sangre,
entonces, es probable que la multitud someta a la república a su propio capricho.
En efecto, para Cicerón “no hay mar ni fuego que sea más difícil que aplacar que
la muchedumbre desenfrenada por su insolencia” (Rep. 1. 42. 65).
Conclusiones
El desprecio por las masas, a la luz de la teoría política clásica, parecería ser un
lugar común, del que Cicerón y Polibio no escapan. Si el pueblo, como
abstracción, constituye un principio de legitimidad en la constitución de la
136
comunidad política y un referente inapelable en el ejercicio del poder, en cambio,
las subsecciones plebeyas de la ciudadanía no tienen un estatus equivalente. La
individualización de un actor político colectivo como las clases bajas supone para
los autores mencionados consideraciones diferentes sobre sus capacidades
políticas. El problema se muestra como una relación de orden ontológico. El
pueblo por su propia naturaleza, según argumentan, está sujeto a un
comportamiento desmesurado. La imposibilidad de substraerse del orden de la
biología y el impulso a satisfacer sus necesidades contingentes lo convierten en
un sujeto pasible de desconfianza. En efecto, se le atribuye venalidad,
predisposición a la manipulación, la superstición y el engaño. Todos estos
elementos lo colocan en una relación de exterioridad respecto de la razón y los
atributos que definen al hombre político. De manera tal que el pueblo es reificado
por este procedimiento, convertido en un objeto de gobierno y no en un sujeto
habilitado para ejercer el poder. Todo régimen político en el que gobiernan los
muchos o se acrecienta su influencia es considerado por Polibio y Cicerón dentro
de las peores formas de gobierno o los menos elogiables dentro de las puras. En
estas repúblicas, el camino que acelera su declive es más perceptible.
Bibliografía
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Classical Journal, Vol. 31, Nº 2, pp. 101-119.
Vigilar, castigar y disciplinar en la Antigüedad clásica
Introducción
Las obras consideradas, más allá de la alabanza a Sócrates por parte de sus
discípulos y la crítica a la democracia ateniense, ponen de relieve la
preponderancia de las leyes y sus procedimientos por sobre los intereses de las
diversas facciones. Sócrates dice “…debo obedecer a la ley y hacer mi defensa”,
mostrándonos a un individuo que si bien indudablemente cuestionaba los
fundamentos de este sistema se encuentra apegado a las leyes, respetando todas
las normas del proceso judicial (Platón, Apología de Sócrates, 19a). Esto pone en
evidencia el éxito del disciplinamiento de la polis, dado que Sócrates acata la
decisión de la asamblea, incluso negándose a huir de la polis luego de ser
sentenciado a la muerte.
En cuanto a la fuente romana, estudiamos las biografías de Plutarco de
Queronea, escritas en el siglo II d. C. basadas en la vida de personajes ilustres y
preponderantes de la política romana como Sila, Craso, Catón el menor y Cicerón
de la tardo república. Las biografías son modélicas, dado que fijan o pautan
formas de conducta. Siguiendo la terminología de Foucault son dispositivos
disciplinarios y ejemplificadores de la relación poder-saber. Estos personajes son
reales, forman parte de las familias aristocráticas y son líderes de la facción
optimate que se enfrentó en la guerra civil romana. Plutarco era un ciudadano
romano que vivió la mayor parte de su vida en Queronea, dedicándose al estudio
y comparación de vida de hombres relevantes de la antigüedad greco romana, y
asimismo, escribió sobre diversos aspectos de la vida cotidiana.
“el juicio de Sócrates nos enfrenta a una de las diferencias fundamentales entre
la administración de la justicia antigua y moderna. En la sociedad moderna,
cuando un hombre es llevado a juicio puede ser acusado de cometer diferentes
ofensas en diferentes momentos y actos, y estos cargos serán discutidos en un
mismo juicio. Los atenienses tenían múltiples tipos de acciones y había como
144
mínimo un procedimiento por cada ofensa, a veces más de uno. A un ateniense
a quien se le imputa el cargo de impiedad solo podía ser juzgado por impiedad;
esto, sin embargo, no les impedía a los acusadores mencionarles a los jueces
todos los otros crímenes de los que el acusado era considerado culpable. En
todas las intervenciones preservadas de los acusadores atenienses, a los
defendidos se les acusa de muchas más ofensas de las que son imputadas en un
juicio específico” (1996: 29).
“en la Apología de Platón, Sócrates dice que Ánito habla en defensa de los
líderes políticos y los artesanos mientras que Licón representa a los oradores y
Meleto a los poetas, lo que nos permite inferir que los acusadores le imputaron
cargos políticos a Sócrates, específicamente Ánito. (Platón, Apología de
Sócrates, 23e). Jenofonte nos dice que Sócrates tenía synegoroi, defensores que
se dirigen a los jurados después de que Sócrates terminaba su discurso. Esto nos
ofrece una explicación sobre el silencio en las apologías de Platón y Jenofonte
frente a los cargos políticos a Sócrates. En su discurso, Sócrates se refiere a las
acusaciones hechas por Meleto y le deja a sus synegoroi la refutación de los
cargos presentados por Ánito y Licón (1996: 31).
Después del uso dado al envenenamiento por los Treinta, se convirtió en uno
de los modos con los que se ejecutaban algunas condenas a muerte, pronunciadas a
partir del respeto de las leyes. Este tipo de muerte no estaba destinada a todos los
tipos de delito, sino que se encontraba vinculada a los crímenes políticos y de
“impiedad”. Como dice Cantarella “solo a unos pocos, por lo tanto, les estaba
concedido evitar la infamia y el horror del suplicio” (1996: 102).
Siguiendo lo planteado por Eva Cantarella (1996: 111) cuando nos dice que:
“los suplicios griegos, aunque crueles, tenían una racionalidad propia (…)
revelaban inmediatamente los objetivos de quienes lo aplicaban (…) Por el
contrario los suplicios romanos, o al menos algunos de ellos, no se limitan,
como los griegos, a proporcionar una muerte más o menos dolorosa, a
prolongar con más o menos crueldad una desgarradora agonía. Se complican
con ritos misteriosos, suponen ceremonias complejas e incomprensibles (…)”.
Conclusión
148
De acuerdo con los conceptos planteados por Foucault, y según nos muestran las
fuentes analizadas para el mundo griego ateniense y romano, en el período de crisis
de ambos sistemas el disciplinamiento depende y es llevado a cabo por las
instituciones colectivas, la asamblea ateniense y senado romano. Las fuentes nos
permiten concluir que la efectividad de la aplicabilidad de la pena de muerte en el
disciplinamiento individual o colectivo dependía de la decisión, en el caso
ateniense de la voluntad popular, mientras que en la Roma republicana, se
relaciona con la determinación de la nobilitas, según sus relaciones sociopolíticas.
149
Bibliografía
150
Los deberes de los padres hacia los hijos en Cartas a los Familiares
de Cicerón y en los tratados legales de Filón de Alejandría
Introducción
El objetivo de este trabajo es investigar los deberes de los padres hacia los hijos,
a partir de la puesta en comparación de Cartas a los familiares de Cicerón y los
tratados legales de Filón de Alejandría. A pesar de que se trata de dos intelectuales
que difieren en origen, época y lengua, la interpretación de la exposición de Filón
del quinto mandamiento bajo la luz de las referencias de Cicerón puede resultar
interesante para comprender el grado de continuidad o discontinuidad entre el
pensamiento de ambos autores.
Marco Tulio Cicerón fue un orador romano que ejerció de político gracias
a sus cualidades y su formación en oratoria. Desde sus comienzos en la vida
151
pública, todo su itinerario se presenta estrechamente ligado a sus discursos.
Como explica José Beltrán (2008: 9-11), las Cartas a los familiares son una
recopilación parcial de la correspondencia escrita o recibida por Cicerón entre los
años 62 y 43 a. C. Se trata de cuatrocientas treinta y cinco cartas de naturaleza
diversa distribuidas en dieciséis libros. En ellas es posible hallar cartas
informativas, de amistad, de consuelo, de recomendación o de agradecimiento.
Filón de Alejandría, por su parte, fue un renombrado filósofo judío que vivió
durante la época helenística. Habría nacido en el año 20 a. C., y sobre su vida no
queda demasiada información, solo algunas referencias autobiográficas a lo largo
de su extensa obra, además de los datos que aporta sobre él el historiador Flavio
Josefo en el libro Antigüedades Judías. Se sabe que pertenecía a una familia de
clase alta, y que era escritor y maestro en su comunidad. Su producción puede
entenderse como el trabajo sobre los textos bíblicos realizado por un judío de
lengua griega, comprometido con la situación sociopolítica de su comunidad y con
la transmisión filosófica del pensamiento hebreo a través de la exégesis de la Biblia.
Ahora bien, fuera de los datos biográficos de uno y otro autor, nos
proponemos, por un lado, rastrear los deberes de los padres en las Cartas de
Cicerón y en Sobre el Decálogo 1 y en Leyes Particulares II 2 de Filón y, por otro,
analizar las referencias léxicas en los fragmentos extraídos de los textos de los
dos autores para, al final, de ser posible, establecer una breve comparación
entre sus reflexiones.
1 Sobre el Decálogo es el tratado que ocupa el primer lugar de la sección propiamente legislativa
de la serie Exposición de la Ley. Contiene las leyes generales de las cuales derivan las leyes
particulares o específicas.
2 En Spec. 2, 224-241, se realiza un desarrollo detallado de los deberes que atañen al quinto
mandamiento (cf. Ex 20, 12 y Dt 5, 16) según el orden que propone Filón, y cuarto para las Iglesias
católica y luterana, que siguen a san Agustín.
3 Así es como aparecen numeradas en la edición Cicerón vol. III: Cartas a los familiares (Cartas 1-
173) de Gredos S. A. (2008). En dicho libro, se compilan las cartas de Cicerón no en idioma original
sino en español. Los pasajes en latín que se citarán en el desarrollo de este trabajo fueron extraídos
del archivo digital de http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Perseus:text:1999.02.0009.
La traducción al español de dichos fragmentos es propia.
4 Sobre los valores familiares romanos, cf. D’Angelo (2015: 194-215); también Rawson (1987) y
padre, las hijas eran protegidas, entrenadas para su rol en el hogar, y provistas de un marido
apropiado. Sobre las relaciones entre madres e hijas, cf. Kraemer (1993).
Más adelante, en la Carta 7, enfatiza el sentimiento de angustia que lo
invade por estar lejos de su esposa y su hija, y se lamenta por no poder
proporcionarles la felicidad que hubiese debido, deber que tenía como padre. En
el siguiente fragmento se expresa dicha idea:
“¡Y que nuestra Tulia reciba tantas penas del padre que tantas alegrías le
153
daba! ¿Qué puedo yo decir de Cicerón? Que justo cuando comenzaba a
comprender, ha conocido los dolores y miserias más amargos”.
En la novena carta enviada a su familia, Cicerón afirma que siente vergüenza por
no haberles brindado a Terencia y a sus hijos un modelo de valor y diligencia,
como puede verse en un fragmento como el siguiente:
Qua re cum dolore conficior tum etiam pudore; pudet enim me uxoi meae
optimae, suavissimis liberis virtutem et diligentiam non praestitisse. Nam mi
anteoculos dies noctesque versatur squalor vester et maeror et infirmitas
valetudinis tuae, spes autem salutis pertenuis ostenditur.
“Me avergüenzo de no haber dado a una esposa perfecta y a los hijos más
dulces un modelo de valor y diligencia. Así día y noche me viene una y otra
vez la imagen de su luto, de su aflicción y de tu salud incierta”.
“[…] de ahí que tu esposa, que destaca entre todas las mujeres, y tus hijos,
modelos de amor filial, de cualidades y de simpatía, se apoyen en mis consejos,
en mis sugerencias, en mis desvelos y en mi trabajo”.
Por otro lado, al parecer Cicerón había sido encargado como educador de los hijos
de Craso, dado que menciona que esos niños se apoyan en sus consejos y
sugerencias. Al avanzar el texto, aparece la idea de que los padres merecen
respeto, idea que veremos más adelante que se reitera en Filón. Al mismo tiempo,
allí se hace alusión al respeto a los mayores en general, ya que el hijo de Craso
respeta a Cicerón como “a un segundo padre” o a un padre alternativo, aunque no
pertenece a su familia:
Quos quidem ego ambounice diligo, sed in Marcum benevolentia pari hoc
magis sum Publio deditus, quodme, quamquam a pueritia sua semper, tamen
hoc tempor e maxime sicut alterum parentem et observat et diligit (25, V 8).
“Y es que siento un cariño especial por ellos, pero a igualdad de afecto tengo
predilección por Publio, ya que a pesar de que me quiso siempre ya desde niño,
es sobre todo en estos momentos cuando me respeta y quiere como a un
154
segundo padre”.
Otra carta que resulta útil para ser analizada es la 18 del Libro I. Las nueve cartas
que conforman dicho grupo están dirigidas a Plubio Léntulo Espínter, procónsul
en el 57 a.C y gobernador de Cilicia entre los años 56 y 54 a. C., quien llevó a cabo
una intensa actividad en el Senado en favor del regreso de Cicerón.
A mitad de la Carta 18, se señala que los padres tienen el deber de ser
instructores de los hijos. Cicerón le recomienda a su destinatario cómo debe educar
a su hijo, en principio a partir del ejemplo. No habrá mejor escuela que esta:
Lentulum nostrum, eximia spe summae virtutis adulescentem, cum ceteris artibus,
quibus studuisti semper ipse, tum in primis imitatione tui fac erudias; nulla enim
erit hacpraestantior disciplina. Quem nos, et quia tuus et quia te disnus est filius et
quianos diligit semperque dilexit, in primis amamus carumque habemus. (18, I 7).
6Hijo del procónsul, en ese momento tenía unos 17 años de edad y había sido nombrado augur
durante el consulado de su padre.
de ti y porque me estima y siempre me ha estimado, lo quiero especialmente y lo tengo
en particular aprecio”.
Hoi goneīs metazi theίas kaí anthropínis fyseos eisi metέchontes amfoin.
Anthropίnis men, hos ésti dēlon, hóti kaí gegόnasi kaí ftharísontai, theίas d'
hóti gegenníkasi kaí ta mí ónta eiς to einai parígagon (Spec II. § 225)
7 La transliteración de los pasajes del griego al alfabeto latino se realizó utilizando el sistema
ONU-ELOT. El texto original en griego antiguo fue tomado de Colson (1937). Philo. Vol. VII. La
traducción de los pasajes citados en este trabajo al español es propia, y aparecerá colocada a
continuación del fragmento textual al cual se aluda.
8 Jungbauer (2000: 217-230) describe la historia del cuarto y quinto mandamiento no solo en el
Antiguo y el Nuevo Testamento, sino también en la tradición judía. Por otro lado, toma en
consideración la interpretación filónica de las leyes fuera del Decálogo que establecen los
derechos de los padres. Otros pasajes ilustran también la relación entre los padres y los hijos,
además de la importancia de la educación de la generación subsiguiente para salvaguardar el
orden patriarcal.
porque han nacido y perecerán; de lo divino, por otro lado, porque han hecho
nacer a otros y llevado el no-ser hacia el llegar a ser”.
Para Filón, los padres son quienes le conceden a los hijos los mayores
regalos, algunos de los cuales no pueden ser devueltos o retribuidos, como el
156
hecho mismo de haberlos engendrado (Decal. 112). Por eso, el filósofo
alejandrino enfatiza que los hijos les deben gratitud y respeto a sus progenitores,
ya que no tienen nada propio que no sea de sus padres, quienes se lo entregan
de sus propios bienes o bien les proporcionan los recursos necesarios para su
adquisición (Decal. § 118):
9 La relación jerárquica entre padres e hijos es solo una de las muchas jerarquías que operan en la
sociedad desde el punto de vista de Filón. Como indica Reinhartz (1993: 68), en algunos casos la
díada padre/hijo opera como modelo para otros tipos de jerarquías. Esto puede verse por ejemplo
en Spec. 4, 184: “El gobernante debe obrar al frente de sus gobernados tal como lo hace un padre con sus hijos,
para que también él sea respetado […] puesto que los buenos gobernantes son, hablando con toda propiedad,
los padres comunes de los estados y naciones”. Cf. Aristóteles, Ética a Nicómano, Libro VIII-7, en donde
la relación padres e hijos, junto a otra como mayor-joven, gobernante-gobernado, aparecen
explícitamente como jerarquías o amistades basadas en un vínculo de superioridad e inferioridad.
“De los hijos, pues, ninguna cosa es propia que no es de los padres, siendo o
bien entregada de sus propios recursos financieros o bien habiéndoles facilitado
los medios para su adquisición”.
Cabe agregar que Filón considera que los padres son los servidores de Dios para
la procreación10 de los hijos. Según Filón, quien desprecia al servidor desprecia
también al señor, en este caso Dios. Es por esa razón que, desde esa mirada,
quienes no respetan a sus padres son definidos como impiadosos. Como hemos
visto anteriormente, también en las Cartas de Cicerón se manifestaba esta
relación de jerarquía, y se remarcaba la necesidad de respetar a los mayores.
Ahora bien, uno de los deberes más importantes que tienen los padres
desde el punto de vista de Filón, además de la procreación, es la educación de los
hijos.11 Así queda expresado en Spec. ΙΙ, §228, cuando se menciona que los padres
deben cumplir el rol de instructores o guías (hyfigitōn) morales de sus hijos:
[…] kai hoi men hyfigitōn échonsi táxin, ósaper an eidόtes tygchánosi toús
paῖdas ek prōtis anadidáxantes helikίas, […] tōn pros hairéseis kai fygás,
hairéseis men aretōn, fygás de kakiōn kai tōn kat` autás energeiōn (Spec. §
228).
“[…] y ellos tienen el trabajo de guías, de todo lo que ellos mismos han sabido,
157
a los hijos desde temprana edad enseñan […] sobre qué elegir y que evitar; por
un lado, elegir las virtudes, por otro, huir de lo malo y sus actividades”.
En el parágrafo 229, por otro lado, se resalta el derecho de los hijos a la nutrición
y la educación tanto del cuerpo como del alma (paideίas tēs katά te sōma kai
psychēn). Estas tareas deben ser llevadas adelante por los progenitores, que son
los mayores benefactores (energétai) de los hijos, y cuya mayor alegría está en
poder proporcionarles no solo la vida, sino una buena vida: [kai] hína mē mónon
zōsin, allá kai euzōsi. (Spec. II, § 229).
Según Filón, los padres tienen permiso de dirigir reproches a sus hijos, y
es su deber amonestarlos con la severidad necesaria para poder instruirlos. En el
parágrafo 232, Filón alude a los castigos que pueden recibir los hijos. En
10 Yarbrough (2008) explica que es preciso resaltar que tener hijos era en sí mismo un deber de los
padres, obligación derivada del mandato “ser fértil y multiplicarse”, presente en Gen 1:28. Con
respecto a la procreación en otros tratados legales, véase Spec. III, 113, y Spec. I, 112.
11 Cf. Rodríguez Hevia (2018: 369) quien, en su análisis del tratado De Ebrietate, señala que Filón
establece que los padres son los encargados de la educación de los hijos y que por naturaleza,
más que por hábito, se preocupan de su crianza. Allí hay una referencia a la οἰκείωσις estoica, que
según Heredia también figura en Sobre los deberes de Cicerón. Ambos pensadores, según este
autor, remitirían a textos estoicos: SVF 3, 182-183 Y 492-493.
principio, el filósofo afirma que los padres pueden hablarles mal a los hijos,
advertirles duramente, y en caso de que no escuchen sus advertencias, los pueden
golpear, degradar12 y atar (tytein kai propilakίzein kai katadeín).
Como último recurso, explica Filón, la ley permite castigar por medio de la
muerte, siempre y cuando tanto padre como madre estén de acuerdo: “ho nόmos
kai méchri thanátou kolázein, all' oukéti mόnōi patrí ē mόnē mitrí, diá to
mégethos tēs timorίas” (Spec. II, § 232).
Mikrá gar tōn idíon frontízontes ōfeleiōn télos eudaimonίas nomίzousi tēn tōn
paίdon kalokagathίan, di' ēn kai toīs prostattoménois thelēsousin hypakoúein
ekeínoi kai en ápasi katapeitheīs eīnai toīs dikaίois kai symférousin. Oudén gar
allόtrion aretēs ho taīs alitheίais hyfigēsetai patēr paidí. (Spec. II, § 236).
12Colson (1937: 450) sugiere que la idea de “degradación” en esta frase puede tener que ver con
asignarles a los hijos tareas degradantes, como las que aparecen en Platón, Leyes, 866.
Por último, en el parágrafo 240, Filón insiste en la idea de que el amor de los
padres hacia sus descendientes es espontáneo y no necesita prescripción
(automathē kai autodídakton), pues se aprende por sí solo:
Dio filίan men tēn pros tous gennēsantas hōs automathē kai autodίdakton kai
prostázeos ou deoménin apélipe, fóvon de prostáttei diá tous eiothόtas
raithēmeīn. Epeidí gar goneῖs paῖdas hypervalloύsēi chrōmenoi filostorgίai
periéponsi kai pántothen. (Spec II, § 240).
Allí se aclara que los padres rodean a los hijos de cuidados y les procuran bienes
de toda procedencia, desinteresadamente. Sin embargo, Filón comenta que ese
exceso de cariño puede resultar perjudicial a veces, por lo que sí es necesario
incentivar el temor (fóvon) ante los mayores. Por último, en el parágrafo 241
aparece la idea de que los hijos deben temer y respetar a los padres como
comandantes (árchontas) y como amos (despótas), nuevamente poniendo de
relieve la relación de jerarquía que se establece entre ambas partes y mostrando
159
la posición de superioridad de los progenitores.
Conclusión
A partir de todo lo analizado, podemos afirmar, junto con Reinhartz (1993) que
las principales responsabilidades o deberes de los padres hacia los hijos, desde la
mirada de Filón, se vinculan con la procreación, la nutrición, la protección, el
soporte financiero, la educación (Spec. II .228-230, principalmente el padre
como educador) y la disciplina. La importancia de la educación tanto del cuerpo
como de la mente de los hijos es referida con insistencia en los fragmentos
analizados de Filón.
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161
La figura de Caronte en Virgilio: algunas reflexiones teóricas
Alberto Asla
Grupo de Investigación y Estudios Medievales
Universidad Nacional de Mar del Plata
Introducción
Temido tanto o más que la Muerte, hasta los héroes deben doblegarse y
pagar el precio de su último viaje. Su importancia fue tal que muchos escritores
antiguos han escrito sobre él, y entre ellos el mismo Virgilio, quien no dudó en
relatar sus impresiones.
Caronte
En 1981 se estrenó Clash of Titans, una película basada y adaptada del mito de
Perseo. En la escena en la que se dirigían a la isla de la Muerte a buscar a Medusa,
el mítico héroe y un grupo de hombres que lo acompañan llegan a la orilla del río
Estigia y se da el siguiente diálogo1:
Escolta:—Así lo he oído.
1
Se ha tomado del siguiente link:
https://www.springfieldspringfield.co.uk/movie_script.php?movie=clash-of-the-titans
Escolta:—Toma. Lo necesitarás. Para Caronte, el barquero.”
Virgilio
Caronte en Virgilio
“De allí parte el camino que lleva al Aqueronte, vasta ciénaga hirviente
que en turbio remolino va eructando oleadas de arena en el Cocito.
Guarda el paso y las aguas de este rio un horrendo barquero, Caronte;
espanta su escamosa mugre. Tiende por su mentón
cana madeja su abundante barba. Inmóviles las llamas de sus ojos.
Cuelga sórdida capa de sus hombros prendida con un nudo.
Él solo con su pértiga va impulsando la barca y maneja las velas
y transporta a los muertos en su sombrío esquife. Es ya anciano,
pero luce la lozana y verdecida ancianidad de un dios.
A su barca agolpábase la turba allí esparcida por la orilla:
madres, esposos, héroes magnánimos cumplida ya su vida,
y niños y doncellas y mozos tendidos en la pira
ante los mismos ojos de sus padres;
tanto como las hojas en el bosque a los primeros fríos otoñales
se desprenden y caen o las bandadas de aves en vuelo sobre el mar
que se apiñan en tierra cuando el helado invierno las ahuyenta
a través del océano en busca de países soleados.
En pie pedían todas ser las primeras en pasar el rio
y tendían las manos en ansia viva de la orilla opuesta.
Pero el hosco barquero va acogiendo en su barca ahora a estos, ahora a aquellos
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y rechaza a los demás y los mantiene lejos de la orilla”. (Virgilio, Eneida, 295-
316)
Finalmente entre los versos 317-416, Virgilio hace hablar a Caronte luego de que
Eneas con su alma turbada pregunta a la Sibila quién es ese personaje y quiénes
eran esas almas, entre las que reconoció al piloto Palinuro. En el dialogo con el
héroe, irrumpe la Sibila y casi como un bálsamo reconfortante, ofrece las palabras
precisa para calmar “el insensato deseo” y prosiguen su camino.
Entonces al ver el ramo del destino, Caronte echa a las almas de la barca y deja
libre la tilla para el corpulento Eneas, haciendo crujir su barca, y finalmente “deja
a la adivina y al troyano salvos sobre un informe marjal de glaucas ovas”.
Conclusión
En síntesis, el presente trabajo no pretende ser más que una reflexión descriptiva
de una figura que ha sido objeto de juicios y prejuicios pero que a pesar de todo
ello y a pesar de los siglos y de las vanidades del hombre, de la poesía de Virgilio,
la estética de Miguel Ángel y de la inmortalidad del Dante, ha quedado al igual
que la de Juan Muraña en los mármoles que el tiempo empaña.
Bibliografía
Hardie, Ph., (2015): The Last Trojan Hero: A Cultural History of Virgil´s Aeneid,
Londres, I.B. Tauris & Co. Ltd
Horsfall, N. (2016): The Epic Distilled. Studies in the Composition of the Aeneid,
Oxford and New York, Oxford University Press.
Pöpper, Th.; Thoenes, Ch.; Zöllner, F. (2007): Miguel Ángel Obra completa,
Berlin, Taschen.
Olivia Cattedra
Cuando los reyes juegan a los dados agitan las ûrmi, las aguas del mar del destino,
del samsâra.1 ¿Por qué? Los dados, así como el cosmos, el tiempo y el destino
pertenecen a un mismo campo de resonancias simbólicas según intentaremos
mostrar. El juego de dados practicado mediante una nuez especial o por un dado
triangular atraviesa el espacio literario de la India antigua y presenta un doble
aspecto: una actividad ritual y obligación ceremonial en las castas altas, y una
actividad vulgar y peligrosa para el hombre corriente.
1En el mundo indio, samsâra o plano de la vida cuyo efecto es el dolor según la exquisita
definición de G. Tucci, es representado como un mar con tres clases de olas vibrantes y duales:
hambre y sed, placer y dolor, frio y calor. Estas olas se denominan ûrmi y describen la totalidad
de oposiciones que aquejan a la existencia del hombre común.
mágica de los dados. Este autor nos los describe formados por las nueces del árbol
vibhdaka, dados que eran denominados pravepas, es decir, que cuelgan, como los
frutos cuelgan de la rama del árbol; aún más, la raíz vip evoca el otro aspecto intimo
que es la vibración interna que anima a la vipra, los videntes, pero literalmente los
vibrantes que entran en la esencia de las cosas (Magnone, 1993: 27).
Ahora bien, ese mismo movimiento, fuera de la contención del orden ritual
y encarnado en acciones aleatorias de hombres comunes, sujetos a sus pasiones
y en un claro movimiento anímico descendente, permite entender el aspecto
vulgar del juego de dados. En ese caso constituye un camino de descarrío. El dado
y su consecuencia: pérdidas y deudas que culminan en el cierre de un círculo que
se torna psíquica y materialmente opresivo y estancado.2
2Las enseñanzas de Vidura en la noche del insomnio del rey ciego, cf. MBH V.51.33. allí se
detallan las cosas y actividades que pierden al hombre.
El tema del juego de dados en el ciclo épico del Mahâbhârata
Afirman los sabios que el juego de dados conduce al mal. ¿De qué se trata
el mal cuando nos enfrentamos a una tradición de base no dualista (advaita) tal
como lo es la India antigua? El tema es complejo. La metafísica clásica de la India
—el vedânta advaita— propone una doble dimensión de realidad para entender
estas paradojas: un plano es la esencia no dual en términos absolutos, otra es la
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dinámica de la dualidad/multiplicidad en el plano de lo relativo. La existencia
humana y todo su ámbito de experiencia y vivencias transcurren en este último.
Al respecto, W. Donniger le (1980) ha dedicado un estudio insoslayable. En este
caso, es suficiente comprender lo siguiente: el mal es la consecuencia ética de la
ignorancia y se concreta como la acción del hombre ignorante de la Realidad
Suprema. En un segundo plano, la noción de mal a la que se refiere el príncipe
adquiere un tono psicológico y debe ser considerada como una apreciación
subjetiva de Yudhishthira dentro de su propio conflicto interno. En realidad, la
partida de dados refleja a modo especular una situación determinada que ya está
previamente planteada en el juego de fuerzas cósmicas en conflicto. Es decir, en
el ámbito lo sutil e ideal, y que se manifestará en el primer juego como la pérdida
total: el reino, ellos mismos y su consorte.
Aun cuando los príncipes Kauravas han logrado una victoria completa,
deciden rematar la situación convocando un segundo juego de dados con el que
esperan (y obtienen) una demora del exilio disminuyendo el peligro de su
retorno y venganza.
Las conclusiones
Bibliografía
Bowles A. (2007): Dharma, disorder and the political in Ancient India: the
âppaddharmanparvan of the Mahâbhârta, Brill, Netherlands.
Magnone, P. (1993): “Rito e ascesi in India”, I Quaderni di Avallon, Nº 31, pp. 11-
28.