Eurípides - Bacantes - Rodríguez Cidre PDF
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Resumen
En este trabajo se analiza la relación entre mujeres, animales y sacrificio en Bacantes de
Eurípides a través de la animalización de Ágave y el colectivo de ménades, por un lado, y
del tratamiento del sacrificio en relación con Penteo, por el otro, a fin de percibir estrategias
de perversión ritual.
Palabras clave: Bacantes, mujeres, animalización, tragedia, sacrificio.
Abstract
In this work we analyze the relation between women, animals and sacrifice in Euripides’
Bacchae via the animalization of Agave and the maenads, on the one hand, and the treatment
of the sacrifice of Pentheus, on the other, in order to perceive strategies of ritual perversion.
Keywords: Bacchae, women, animalization, tragedy, sacrifice
Sumario
- Introducción.- Ménades animales.- Las imágenes del sacrificio.- Conclusiones.-
Bibliografía.
Ménades animales
3 Si bien nos interesa el colectivo de ménades tebanas, incluiremos a las ménades asiáticas toda vez
que sea conveniente para el análisis. Cf. Vernant & Vidal-Naquet (1989: 273 y ss.).
4 ἡδομέ- / να δ᾽ ἄρα, πῶλος ὅπως ἅμα ματέρι / φορβάδι, κῶλον ἄγει ταχύπουν σκιρτήμασι βάκχα.
En Eurípides la potrilla aparece en ocasiones ligada a su madre: la emblemática es la relación
Políxena-Hécuba en Hécuba 141-143, pero también podemos recordar a Hermíone y Helena en
Andrómaca 621.
(Segal, 1986: 56 y ss.)5. Esta relación con la doncellez es la que permite al trágico
conjugar en obras como Hécuba y Fenicias la virginidad con el sacrificio: Políxena
y Meneceo, potrillos «vírgenes», devienen víctimas ideales para ser sacrificadas.
Pero en Bacantes pareciera que esta referencia a la doncellez va por fuera de la idea
sacrificial, aun si el texto, como veremos, juega con dicho campo semántico. En
efecto, la descripción de las ménades como potrillas deleitadas en la dehesa parece
enfatizar más bien la eliminación o suspensión de los marcos institucionales y
familiares que encuadraban a las tebanas en la ciudad que han abandonado
por el hábitat montaraz a partir del influjo del dios Dioniso. En Bacantes si bien
queda claro que no hay franja etaria o estado familiar que restrinja el ingreso al
menadismo, es sugerente que el primer animal que aparece en relación con las
bacantes sea una potrilla: todas, incluso las casadas y las mayores, aparecen como
un animal joven y libre de ataduras. Recordemos la invocación del dios cuando las
convoca para el sparagmós: Ὦ νεάνιδες, «oh jóvenes» (1079).
Por otro lado, la identificación directa aquí se refuerza con una referencia a un
comportamiento animal: la potrilla da brincos, dinamismo que se condensa en el
término σκίρτημα. Este se asocia generalmente con el descontrol. Así aparece en
Hécuba en el discurso del mensajero (526-528) respecto de la ejecución de Políxena
y en Heracles (836) donde remite a la locura del héroe. Respecto de los brincos, el
mismo término aparecerá en el episodio segundo cuando un servidor cuenta a
Penteo cómo se han liberado las ménades encarceladas, que brincan invocando a
Bromio como dios (446)6.
La potrilla aparecerá nuevamente en el episodio quinto cuando el mensajero
está a punto de relatar la muerte de Penteo. En el estado previo al sparagmós
describe lo que va viendo con su señor: «otras, pues, como potrillas tras abandonar
los yugos pintados, cantaban unas y otras una báquica canción» (1056-1057)7. La
relación entre la potrilla y la suspensión de los marcos familiares se consolida aquí
con la mención del yugo. La metáfora del yugo y su imagen de domesticación es
recurrente, en una cultura como la griega que asocia femineidad y animalidad,
para describir la sujeción de una mujer a un hombre (Seaford, 1995: 307). La
identificación con potrillas que abandonan sus yugos parece retrotraer al colectivo
de bacantes al estado previo al matrimonio o, más precisamente, al estado liminar
de la transición entre oîkoi que los griegos entendían en clave de paso por lo
animal y lo agreste. En este sentido, la referencia a las potrillas no uncidas parece
uniformizar a un colectivo que en principio estaba integrado, según el discurso del
mensajero, por «jóvenes, viejas y doncellas aún sin yugo» (694)8.
5 En torno de la asociación entre las parthénoi y los animales salvajes (en especial, caballos), cf. Mirón
Pérez (2005: 83-85) y Vernant (1986: 62). La relación entre salvajismo, crin de caballo y cabelleras
sueltas es recurrente en el mundo griego clásico. Para un estudio general de la imagen del caballo en
los mitos griegos, cf. Alberro (2003: 25-26) y Loraux (1989: 60 y ss.). Para una relación entre caballo y
virginidad, cf. Ghiron-Bistagne (1985: 114).
6 σκιρτῶσι Βρόμιον ἀνακαλούμεναι θεόν.
7 αἳ δ᾽, ἐκλιποῦσαι ποικίλ᾽ ὡς πῶλοι ζυγά, / βακχεῖον ἀντέκλαζον ἀλλήλαις μέλος.
8 νέαι παλαιαὶ παρθένοι τ᾽ ἔτ᾽ ἄζυγες. En Hipólito 545 y ss., la mención de Yole como potrilla sin
yugo y bacante remarca esta lectura de la referencia equina como antítesis del marco matrimonial.
10 Esta conducta ya estaría aludida en 103 si tomamos la lectura θηροτρόφοι, nodrizas de fieras. Sobre
la mujer como lazo subsistente con el mundo animal a partir del material mítico sobre animales
nutricios, cf. Heritier-Auge (1993: 131 y ss.) y Li Causi (2005: 94).
11 Ὦ δρομάδες ἐμαὶ κύνες, / θηρώμεθ᾽ ἀνδρῶν τῶνδ᾽ ὕπ᾽· ἀλλ᾽ ἕπεσθέ μοι, / ἕπεσθε θύρσοις διὰ
χερῶν ὡπλισμέναι.
12 Cf. Ilíada (VI 344, VI 356, VIII 423, XXI 481), Odisea (XVIII 338) y Andrómaca (630). Cf. Graver (1995: 43 y ss.).
13 οἳ δ᾽ ἀνὰ πόλιν στείχοντες ἐξιχνεύσατε / τὸν θηλύμορφον ξένον.
14 ἴτε θοαὶ Λύσσας κύνες ἴτ᾽ εἰς ὄρος, / θίασον ἔνθ᾽ ἔχουσι Κάδμου κόραι, / ἀνοιστρήσατέ νιν / ἐπὶ
τὸν ἐν γυναικομίμῳ στολᾷ / λυσσώδη κατάσκοπον μαινάδων.
15 Recordemos que la raíz del término λύσσα aparece en tres oportunidades en toda la tragedia: las dos
del contexto que estamos trabajando y como sustantivo común en 851 donde el dios comunica a sus
mujeres el plan de insuflarle locura a Penteo para que se vista con atuendos femeninos.
sangre de mujeres, sino de una leona o del linaje de las Gorgonas de Libia» (985-
991)16. Dado que nuestro análisis se focaliza en Ágave y el colectivo de mujeres,
resaltemos de este pasaje dos elementos. Por un lado, las mujeres son calificadas
de ὀρειδρόμοι, término que traducimos por «montaraces» pero donde también
está presente la valencia de la velocidad. Por el otro, la ascendencia animal o
monstruosa que Ágave adjudica a Penteo se expresa siempre en clave femenina,
vale decir que no incorpora en el horizonte a Equión, figura que razonablemente
esperaríamos encontrar en este contexto17. De esta manera, el discurso de Ágave
se identifica con la leona que ha parido a quien no es otro que su hijo.
Respecto de esta identificación con la leona, las relaciones extratextuales son
obvias con otras dos asesinas trágicas: Clitemnestra en el Agamenón de Esquilo
(1258) y Electra de Eurípides (1163) y Medea en la obra homónima de Eurípides
(187, 1342-1343, 1358-1359, 1406-1407) (Rodríguez Cidre, 1997)18, quien comparte
con Ágave el carácter de filicida. A partir de esta referencia a la leona, se da en
los últimos versos una gran cantidad de menciones a este animal. En 1137-1143 el
mensajero cuenta cómo Ágave toma la cabeza de Penteo y la hinca en el tirso como
si fuera la de un león salvaje en medio del Citerón. En 1173-1175, Ágave relata
al coro que ha capturado sin lazos un joven cachorro de león salvaje. En 1195-6,
vuelve a verse involucrada Ágave en la descripción animal de su hijo al referirse
a una presa de estirpe leonina por la cual, ironía trágica, sería ensalzada por su
hijo Penteo (quien a su vez en 1209-1215 colgaría en los triglifos, según el deseo de
su madre, la cabeza del león que ella ha cazado). Por último, el león es clave en el
reconocimiento de Ágave quien en 1277-78 sigue considerando que la cabeza que
sostiene es de león para en 1283-84 reconocer finalmente en ella la de su asesinado
hijo.
Otra es la imagen que se despliega a partir de la próxima referencia animal.
En la descripción del descuartizamiento (sparagmós) de las terneras y toros el
mensajero describe a las ménades como pájaros (ὄρνιθες) que en veloz carrera
avanzan sobre las llanuras, etc. (747 y ss.). La referencia ornitológica produce en
el lector moderno cierto grado de perplejidad. No parece cuadrar con la fuerza
de la sangrienta escena del sparagmós como sí lo hace en Andrómaca para expresar
el deseo de evasión de Hermíone o en Hécuba y Troyanas donde se articula con el
planto fúnebre. Ante todo, la referencia a los pájaros de Bacantes debe entenderse en
relación con la idea de velocidad que ya hemos detectado en otras identificaciones
animales. El texto es explícito en este sentido. Según Roux las ménades participan
de los privilegios de los dioses, en este caso la facultad de desplazarse sin tocar
tierra, como manifestación del enthousiasmós. Por su parte, Seaford (2001: 209)
16 Τίς ὅδ᾽ ὀρειδρόμων / μαστὴρ Καδμείων ἐς ὄρος ἐς ὄρος ἔμολ᾽/ ἔμολεν, ὦ βάκχαι; τίς ἄρα νιν
ἔτεκεν; / οὐ γὰρ ἐξ αἵματος / γυναικῶν ἔφυ, λεαίνας δέ τινος / ὅδ᾽ ἢ Γοργόνων Λιβυσσᾶν γένος.
17 Equión, uno de los cinco sobrevivientes de los hombres sembrados que nacieron de los dientes del
dragón que mató Cadmo en el lugar donde fundó Tebas, se casó con Ágave, la hija de Cadmo y la
diosa Harmonía. En 543-544 el coro lo describe como «un monstruo de mirada salvaje, no hombre
mortal, asesino como gigante y adversario de los dioses», ἀγριωπὸν τέρας, οὐ φῶτα βρότειον, /
φόνιον δ᾽ ὥστε γίγαντ᾽ ἀντίπαλον θεοῖς. Cf. Rodríguez Cidre (2011).
18 Como símbolo de ferocidad, cf. Teócrito (III 15 y XXII 19).
refiere que las ménades han adquirido la habilidad de los pájaros y lo relaciona
con las representaciones plásticas en vasos de bacantes imitando aves. Ahora bien,
si seguimos unos versos más nos enteramos de que estas aves destrozaban todo
arriba y abajo y arrebataban de sus casas a los niños en una violencia de energía
sobrenatural. El vuelo y el arrebato nos llevan a las Harpías aunque coincidimos
con Seaford (2001: 208) en que no hay marcas en el texto para saber el destino de
los niños. Lo cierto es que velocidad y destrucción se anudan en esta identificación
ornitológica. Por otra parte, los términos ὄρνις y οἰωνός («ave» en ambos casos)
remiten en contexto al mundo del presagio y la adivinación, elemento que no
está ausente de la obra: en 347 Penteo, enojado con Tiresias, manda destruir el
observatorio de aves del viejo adivino (oionoskopeîon)19. Resultaría excesivo trasladar
este valor adivinatorio a los «pájaros» del v. 747 y ss. pero sí es claro el paralelismo
entre la destrucción de Penteo en la ciudad (donde se involucra a las aves) y la que
en el área rural llevan adelante las bacantes/pájaros.
El mismo animal aparece luego en boca de Penteo para referirse una vez más a
las bacantes: él cree verlas como pájaros en la enramada de lechos, en los nidos más
queridos (957-958)20. Se trata de otra escena apacible, preludio de la violencia. La
siguiente referencia ornitológica se dará en el episodio quinto cuando a versos de
la descripción del sparagmós el mensajero relata cómo reaccionaron las bacantes al
escuchar la voz de Dioniso que las convoca para el castigo y compara la velocidad de
las hijas de Cadmo con la de las palomas (πελείας, 1090). Nuevamente la referencia
a las aves resulta poco transparente. Al igual que con la mención de los pájaros en
977 y ss., tenemos operando el factor velocidad y de hecho la paloma representa
en la poesía griega un símbolo tradicional de la rapidez. Pero también es cierto que
la paloma remite en innumerables contextos al animal indefenso y/o a la víctima
de un ataque, tradición que en esta escena de Bacantes resultaría contradictoria
con el carácter de agentes de la violencia que las ménades ostentan. Ahora bien, si
recordamos el juego que en Andrómaca se da entre gavilanes y palomas respecto
de la muerte de Neoptólemo en el santuario de Apolo, podríamos suponer aquí
también un juego de inversiones e ironía (Rodríguez Cidre, 2010: 144 y ss.).
La última identificación animal se mantiene en el registro ornitológico, condensada
en la imagen de un cisne. En el éxodo, en el diálogo de despedida que tienen Cadmo
y Ágave, el anciano le pregunta: «¿por qué me rodeas con los brazos, oh desdichada,
como un blanco cisne a un zángano blanco?» (1364-1365)21. El albor de los animales
parece ser la clave aquí. Si incorporamos las referencias intertextuales, como señala
Dodds en Heracles 692 y en Avispas 1064, la remisión a la vejez es casi explícita. Por
su parte, Seaford (2001: 209) indica los contextos épicos y trágicos en los que el cisne
aparece expresando el lamento por una pérdida. Ambas imágenes son factibles en
19 También en 257 el hijo de Ágave acusa a Tiresias de observar aves/augurios (σκοπεῖν πτερωτούς)
y sacar de los sacrificios sus honorarios. En Antígona (999-1013) el mismo Tiresias describe las dos
ramas de su arte, al ser ciego solo puede oír a las aves pero un asistente le describe el humo de los
sacrificios de fuego.
20 καὶ μὴν δοκῶ σφᾶς ἐν λόχμαις ὄρνιθας ὣς / λέκτρων ἔχεσθαι φιλτάτοις ἐν ἕρκεσιν.
21 τί μ᾽ ἀμφιβάλλεις χερσίν, ὦ τάλαινα παῖ, / ὄρνις ὅπως κηφῆνα πολιόχρων κύκνος;
este cierre de la obra, momento en que el furor menádico ha dado paso a otro tipo
de sentimientos y donde ya no contamos con la presencia del colectivo de mujeres
sino solamente con Ágave. Todo lo cual redefine el papel de las animalizaciones.
cuchillos cultuales, ni hay fuego para cocinar la carne sacrificada, aunque en este
punto debemos recordar la centralidad de la ōmophagía, la comida de la carne cruda
del animal sacrificado, en el rito dionisíaco. Pero sobre todo es el carácter humano de
la víctima el factor que permite leer este sacrificio en función de la perversión ritual.
A lo que deberíamos sumar en el orden de lo sacrílego la connotación antropofágica
que el texto de Bacantes no explicita pero que se desprende del hecho extratextual de
que en general los sacrificios animales en la religión griega comportaban el consumo
de buena parte de la carne, y de la referencia intratextual del sparagmós de terneras y
toros del v. 731 y ss. donde aparece con claridad la ōmophagía y, en última instancia, de
la descripción del estado en que quedan los restos del cuerpo de Penteo. Por último,
deberíamos, según Seaford (2001: 238), sumar el carácter femenino del ejecutante de
este sacrificio ya que es casi siempre desarrollado por varones: el asesinato a manos
de mujeres multiplica la anomalía de este sacrificio fuera de orden.
Producido el descuartizamiento y teñido con la coloración del sacrificio a través
de las referencias analizadas, el auditorio puede resignificar las menciones generales
previas al sacrificio en el rito dionisíaco, como por ejemplo aquella del v. 224, cuando
Penteo había calificado a las ménades de θυοσκόους. Roux señala que este término
remite al experto en sacrificios y Segal (1997: 39) le asigna el valor de sacerdotisa
sacrificial. Otra imagen de la obra que se reactualiza tras la muerte del rey es la
referencia a la sangre del cabrito inmolado (αἷμα τραγοκτόνον 139). El coro en
pleno éxtasis frente a la epifanía de Dioniso describe la ōmophagía del animal tras
ser corrido y atrapado (ὠμοφάγον χάριν). Esta comunión bárbara, como la llama
Roux, no solo conduce a la bacante al éxtasis supremo en el momento de la epifanía
del dios, sino que refuerza el fantasma de canibalismo que sobrevuela el sparagmós
de Penteo.
El carácter sacrificial de esta mención de Ágave como hieréa se completa con
una referencia de Cadmo del v. 1246. La madre de Penteo, exultante por la cacería
realizada (1237)26, trata de convencer al anciano de que tome en sus manos las
presas de su cacería (1240-1241)27 e incluso de que invite a un banquete a los amigos.
Recordemos que Ágave sostiene en esta escena solo la cabeza de Penteo (Segal, 1997:
40 y Rodríguez Cidre, 2012). Ante este espectáculo, el padre de la orgullosa cazadora
expresa: «tras ofrecer una hermosa víctima de sacrificio a los dioses me invitas a mí
y a la ciudad de Tebas al banquete» (1246-1247)28. Como señala Segal (1997: 210) el
banquete de Ágave para celebrar esta cacería es un rito pervertido donde la víctima
(τὸ θῦμα 1246) y la presa son el mismo joven.
Conclusiones
Así como la caza supone un tránsito entre el ámbito humano y el salvaje que
representa, en principio, un triunfo del primero sobre el segundo, el sacrificio
representa un escenario en el cual los hombres entran en intercambio con los dioses
a través de los animales sacrificados, intercambio que se monta también sobre una
subordinación de lo animal a lo humano y de lo salvaje a lo civilizado (como el
fuego que cocina la carne cruda de las víctimas). Pero en Bacantes todo esto se
invierte: el cazador es cazado por las presas y el celebrante es sacrificado por las
víctimas, lo cual corona la irrupción de lo salvaje en Tebas con la que se cierra
la obra. Así, el violento gobernante que con ira sacrificaría sangre humana se
encuentra a sí mismo muerto como una víctima a manos de una sacerdotisa
sacrificadora que formaba parte del colectivo de mujeres a sacrificar según
Penteo en 796.
Estas mujeres son animalizadas por distintos mecanismos. Así encontramos un
conjunto de remisiones que connotan animalización a partir de la adjudicación de
determinados comportamientos: las mujeres brincan o se echan sobre las peñas,
rastrean como sabuesos, comen carne cruda o andan en tropel, etc. También se
produce un efecto de animalización por contacto: las ménades se ubican en el monte,
visten piel de corzo, llevan serpientes entre los cabellos que lamen sus mejillas,
amamantan bestias y las fieras las rodean y festejan con ellas. Otro mecanismo
de animalización viene dado con la identificación directa de las ménades con
animales concretos: πῶλος, potrilla; κύων, perra; ὄρνις, ave; νεβρός, cervatilla;
λέαινα, leona; πέλεια, paloma y κύκνος, cisne. En este listado abundan animales
cuya mansedumbre resulta poco compatible con la destrucción menádica mientras
que los animales salvajes que aparecen tienen poco protagonismo. Pareciera ser
que las bacantes son por sí mismas una especie de la fauna montaraz que está
siempre más cercana al hábitat agreste que al altar sacrificial.
Esta insubordinación de lo animal / salvaje que representa la inversión del
par ejecutante / víctima, paralelo a la del cazador / presa, tiene su correlato en la
relación entre los géneros. En efecto, el culto de Dioniso otorga a las mujeres de
una manera compleja y ambigua un poder y una importancia de los que carecían
totalmente en la Atenas del s. V, y el despliegue de actos y emociones en el monte
que el rito habilita revela el carácter potencialmente subversivo de las mujeres,
como plantea Segal (1997: 159).
Sabemos que entre las funciones de todo ritual están la confirmación y el
mantenimiento del orden dentro de varias categorías de la experiencia. La
demarcación de lo sagrado y de lo profano al establecer límites tangibles es en
sí una parte fundamental del acto ritual. Los ritos involucrados en Bacantes, en
cambio, confunden los límites antes que establecerlos (Segal, 1997: 36). Entre la
caza y el sacrificio, entre estos dos dominios existen zonas de interferencia que
aprovecha precisamente la tragedia para ofrecer una descripción sobrecogedora de
la ōmophagía dionisíaca, acto en el que caza y sacrificio se confunden. Penteo será
finalmente la víctima de tal caza sacrificial
EDICIONES
Cropp, M.J. (1988): Euripidis Electra. Oxford: Aris & Phillips Classical Texts.
Diggle, J. (1994): Euripidis Fabulae III. Oxford: Oxford University Press.
Dodds, E.R. (1960): Euripidis Bacchae. Oxford: Oxford University Press.
Perdicoyianni, H. (1992): Commentaire sur les Troyennes d’Euripide. Atenas: Les
Editions Historiques Stefanos D. Basilopoulos.
Roux, J. (1972): Euripides. Les Bacchantes. París: Les Belles Lettres.
Seaford, R. (2001): Euripides: Bacchae. Warminster: Aris & Phillips.
BIBLIOGRAFÍA