La Mortificacion Del Pecado - Gu - John Owen PDF
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La Mortificacion Del Pecado - Gu - John Owen PDF
www.farodegracia.org
Publicado por:
Publicaciones Faro de Gracia
P.O. Box 1043
Graham, NC 27253
www.farodegracia.org
ISBN: 978-1-629461-84-7
Este libro fue traducido de una versió n abreviada en inglé s titulada: “Lo
Que Todo Creyente Necesita Saber Sobre la Morti icació n del Pecado”
publicado por Grace Publications Trust y en su versió n original en
inglé s por Banner of Truth Trust. El tı́tulo de la versió n original en
inglé s es: “Sobre la Morti icació n del Pecado”.
Guı́a de Estudio
En este texto el apó stol Pablo confronta a sus lectores con dos caminos
de vida posibles: El primero es “si viviereis conforme a la carne
moriré is”. La otra alternativa es “si por el espı́ritu morti icá is las obras
de la carne, viviré is”. El propó sito de este libro es estudiar el segundo de
estos dos caminos de vida. Comenzaremos nuestro estudio examinando
las cinco frases que componen nuestro texto.
Primero, el texto comienza con la palabra “si”. Pablo usa esta “si” para
indicar la conexió n entre la morti icació n de las obras de la carne y la
vida. Es como decir a un hombre enfermo: “Si tomas la medicina,
pronto te sentirá s mejor.” Al hombre enfermo, se le está prometiendo
un mejoramiento en su salud a condició n de que siga las indicaciones
que se le dan. En una manera semejante, el “si” de nuestro texto nos
dice que Dios ha señ alado “la morti icació n de las obras de la carne”
como el medio infalible para alcanzar “la vida”. Existe una relació n
inquebrantable entre la verdadera morti icació n del pecado y la vida
eterna. “Si...morti icá is las obras de la carne, viviré is.” Aquı́ está
entonces el motivo para obedecer el deber que Pablo prescribe.1
Cuarto, la frase “morti icar las obras de la carne” nos habla del deber
que debemos cumplir.2 Consideraremos esta frase haciendo y
contestando tres preguntas:
Pablo repite esta misma verdad cuando exhorta a los colosenses: “Por lo
tanto, haced morir lo terrenal en vuestros miembros.” (Colosenses 3:5,
RVA) ¿A quié n se está dirigiendo Pablo? Se está dirigiendo a aquellos
que han “resucitado con Cristo” (Col.3:1), a aquellos que “han muerto”
con Cristo (Col.3:3), y aquellos que “será n manifestados con El en
gloria” (Col.3:4). Lector, ¿Morti ica usted sus pecados? Su vida depende
de esto. No deje de hacerlo ni siquiera por un solo dı́a. Mate al pecado o
el pecado matará su paz y su gozo. El apó stol nos dice que é sta era su
prá ctica cotidiana en 1 Cor.9:27, “pongo mi cuerpo bajo disciplina y lo
hago obedecer”. Si é sta fue la prá ctica cotidiana de Pablo (quien fue
honrado con gracia, revelaciones, goces, privilegios, consuelos
espirituales má s que otros), entonces ¿por qué suponemos que
estaremos exentos de la necesidad de hacer lo mismo?
Segundo, señ alaremos dos males que enfrentan a cada creyente que no
morti ica sus pecados. El primer mal afecta a los creyentes y el segundo
afecta a otros:
a) El creyente: El mal de no tomar en serio el pecado. Una persona
puede hablar acerca del pecado y decir que es algo muy malo; no
obstante, si esa persona no morti ica diariamente su propio
pecado, quiere decir que no lo está tomando en serio. La causa
principal de la falta de morti icació n del pecado es que el pecado
sigue adelante sin que la persona se percate de ello. Alguien que
sostiene la idea de que la gracia y la misericordia divinas le
permiten pasar por alto sus pecados cotidianos, está muy cerca
de convertir la gracia de Dios en un pretexto para pecar, y de ser
endurecido por el engañ o del pecado. No hay una evidencia má s
grande de un corazó n falso y podrido que esto. Lector, tenga
cuidado de tal rebelió n. Esto solamente puede conducirle al
debilitamiento de su fortaleza espiritual, si no es que a algo peor:
la apostası́a y el in ierno. La sangre de Cristo es para puri icarnos
(1 Jn.1:7; Tit.2:14), no para consolarnos en una vida de pecado.
La exaltació n de Cristo deberı́a conducirnos al arrepentimiento
(Hech.5:31) y la gracia de Dios debe enseñ arnos a decir "no" a la
impiedad (Tit.2:11-12). La Biblia habla de personas que
abandonan la iglesia porque nunca pertenecieron realmente a
ella (1 Jn.2:19). La forma en que esto ocurre a muchas de estas
personas es má s o menos como sigue:
Muchos remedios han sido sugeridos, algunos de los cuales son bien
conocidos, pero no han ayudado a nadie. Los cató licos “má s religiosos”
se ocupan de medios equivocados para morti icar el pecado. Pero este
deseo de morti icar el pecado se mani iesta a sı́ mismo por el vestir
há bitos religiosos, hacer votos, pertenecer a Ordenes religiosas, por
ayunos, penitencias, etc. Supuestamente, todas estas cosas sirven para
morti icar el pecado, pero en realidad no lo hacen.
Hay dos razones principales por las cuales estos esfuerzos por parte de
los cató licos y muchos de los ası́ llamados protestantes fallan, y no
morti ican verdaderamente ningú n pecado:
Segundo, porque no usan los medios señ alados por Dios en una forma
correcta, por ejemplo: La oració n, el ayuno, la meditació n, el velar, etc.
Estos medios tienen su propio papel en esta obra, pero solamente a
condició n de que sean subordinados a la ayuda del Espı́ritu y la fe
verdadera. Cuando las personas esperan tener é xito en la morti icació n
del pecado simplemente en virtud de haber orado o ayunado mucho,
fallan al no usar los medios divinos en la forma correcta.5 El apó stol
Pablo comentó respecto a algunas personas, aunque en un contexto
diferente, que tales personas: “siempre aprenden, y nunca pueden
acabar de llegar al conocimiento de la verdad.” (2 Timoteo 3:7) En una
forma semejante, muchas personas siempre está n tratando de
morti icar el pecado, pero realmente nunca lo hacen. En otras palabras,
tienen varias maneras para suprimir al hombre natural en cuanto a su
vida comú n, pero carecen de los medios necesarios para morti icar los
deseos corruptos que hacen dañ o a la vida espiritual.
Un error má s sutil y má s popular que tampoco tiene e icacia contra la
morti icació n de pecado es el siguiente: Un hombre siente el
remordimiento por un pecado que le ha derrotado. De inmediato se
promete a sı́ mismo y a Dios que nunca volverá a cometerlo otra vez
(como si el mero hecho de hacer votos y promesas pudieran morti icar
su pecado.) Entonces, por un tiempo se guarda y se vigila a sı́ mismo, se
pone a orar mucho, etc. Pero tarde o temprano la conciencia de su culpa
y el remordimiento vuelven y se apoderan de é l. Si consideramos la
verdadera naturaleza de la obra necesaria para morti icar el pecado,
entonces será obvio que ningú n esfuerzo humano por muy grande que
fuera, puede lograrlo. Esto nos conduce al segundo encabezado:
b) Toda morti icació n del pecado nos viene como un don de Cristo, y
todos los dones de Cristo nos vienen por el Espı́ritu de Cristo. Sin
Cristo nada podemos hacer. (Jn.15:5) Cristo nos concede la
morti icació n de nuestro pecado. El ha sido exaltado como
Prı́ncipe y Salvador para darnos el arrepentimiento (Hech.5:31),
y nuestra morti icació n del pecado es una parte no pequeñ a de
ese arrepentimiento. ¿Có mo hace esto Cristo? Habiendo recibido
la promesa del Espı́ritu, lo derrama para este propó sito
(Hech.2:33).
2. El Espı́ritu tiene un efecto dramá tico sobre la raı́z y los há bitos del
pecado; debilitá ndolos, destruyé ndoles, y quitá ndolos. Por esta
razó n é l es llamado el Espı́ritu de juicio y de fuego (Isa.4:4). El
Espı́ritu realmente destruye y consume nuestros deseos
pecaminosos. Esto lo hace al principio, quitando el corazó n de
piedra con su poder omnipotente (en el milagro de la
regeneració n) y lo continua (en el proceso de la santi icació n)
con un fuego que quema hasta la raı́z de los deseos pecaminosos.
1. Esto no signi ica que a condició n de que los creyentes morti iquen
consistentemente el pecado, disfrutará n automá ticamente una
vigorosa y confortable vida espiritual. Por ejemplo, Hemá n, autor
del Salmo 88, practicó continuamente la morti icació n de sus
pecados. Hemá n fue un hombre que realmente caminó con Dios
y sin embargo, casi nunca disfrutó de algú n dı́a de paz y
consolació n. Si Hemá n, un siervo eminente de Dios, no disfrutó la
paz y la consolació n en su vida que normalmente trae una vida
de morti icació n del pecado, entonces debemos entender que
Dios tuvo una razó n para esto. Dios ha puesto a Hemá n como un
ejemplo para consolar a otros que se encuentren en una
condició n semejante. Aunque todos los creyentes deberı́an usar
el medio de la morti icació n del pecado para obtener la paz,
deben percatarse de que solamente Dios puede concederles la
verdadera paz y consolació n. (Vea Isa.57:18-19.)
Por medio de estos y muchos otros caminos, las pobres almas pueden
engañ arse a sı́ mismas y pensar que han morti icado sus malos deseos,
cuando en realidad sus pecados aú n está n vivos y está n en espera de
una ocasió n oportuna para brotar y enturbiar su paz.
Capítulo 6
Una Explicación Positiva de la
Morti icación
Ahora volveremos a dar una explicació n de lo que la morti icació n es.
Hay tres cosas que la morti icació n realiza:
Cuando una persona tiene é xito contra el pecado de tal modo que su
raı́z ha sido realmente debilitada y su actividad disminuida, y é ste ya no
puede impedir el cumplimiento de su deber o interrumpir su paz como
antes lo hacı́a, entonces podemos decir que ese pecado ha sido
morti icado en una medida considerable.
Este hecho es tan bá sico pero a la vez tan importante, que debemos
tomar el tiempo para considerar algunos peligros que surgen cuando
este punto es descuidado o ignorado. Mencionaremos tres peligros:
Por ejemplo:
Ahora, la respuesta má s corta a esta objeció n es, “en ninguna manera”.
En seguida daremos dos respuestas:
La primera cosa que un buen doctor hace cuando alguien viene a verlo
para tratar alguna enfermedad, es hacer una revisió n cuidadosa de su
paciente. Haciendo esto, el doctor trata de averiguar todos los sı́ntomas
relacionados con la enfermedad. Por ejemplo, tomará al paciente la
temperatura, revisará su pulso y la presió n sanguı́nea. Le hará
preguntas acerca de cuá ndo comenzó la enfermedad. Se ijará en todos
los sı́ntomas, por ejemplo: el dolor, la in lamació n, el sarpullido, las
ronchas, etc. Por el saber de estos sı́ntomas, el doctor encontrará la
enfermedad exacta que se necesita tratar. Esta parte es conocida como
el diagnó stico. Un buen doctor jamá s recetará pastillas simplemente
porque el paciente tiene algú n dolor. El deseará saber qué es lo que está
causando el dolor o la enfermedad, antes de recetar cualquier medicina.
Tal deseo pecaminoso necesita ser tratado con la misma seriedad con la
cual un buen doctor trata una herida antigua y descuidada. El doctor
sabe que tales heridas siempre son peligrosas y frecuentemente fatales.
Quizá s el peligro de este deseo pecaminoso puede ser visto mejor
considerando la siguiente solemne pregunta: ¿Cómo puede una persona
estar segura de que su deseo pecaminoso irmemente establecido, no es
en realidad el dominio del pecado, y que nunca ha sido realmente nacida
de nuevo?
Nota: Una razó n por la cual un deseo pecaminoso puede tener é xito
frecuentemente, aú n en un creyente verdadero, es debido a que le toma
por sorpresa. Ningú n creyente deberı́a pensar que esto minimice el
peligro de su condició n espiritual. El creyente no deberı́a ser tomado
por sorpresa, porque esto pudiera evitarse llevando a cabo el deber de
velar y orar.
4. El uso de motivos legales para pelear contra el deseo
pecaminoso.
¡No! Aquel que tiene tales sı́ntomas pudiera concluir con seguridad: “Si
soy un creyente verdadero, soy un creyente muy pobre y miserable.” Si
tal persona es un creyente verdadero, no puede tener ninguna paz
verdadera mientras que permanezca contenta con tal condició n.
Capítulo 10
La Segunda Regla Particular para
la Morti icación
En el capı́tulo anterior tratamos con una regla preparatoria para el
deber de la morti icació n. Antes de que la morti icació n pueda ser
realizada, debe haber un diagnó stico cuidadoso del deseo pecaminoso
que se va a morti icar. ¿Ya ha hecho usted esto? Una vez que ha sido
hecho esto y solamente hasta entonces, estaremos listos para pasar a la
segunda regla particular para la morti icació n, que es la siguiente:
Esfué rcese para llenar su mente con una clara y constante conciencia de
la culpa, el peligro y la maldad del deseo pecaminoso que le está
afectando.
Por otra parte, Dios ve una gran medida de maldad en los deseos
pecaminosos de un creyente. Dios ve má s maldad en el deseo
pecaminoso de un creyente de la que ve en los actos abiertos y
escandalosos de los hombres malvados. Aú n ve má s maldad en los
deseos pecaminosos, que en los pecados externos en los cuales muchos
de sus hijos caen. ¿Por qué es ası́? Esto es debido a que Dios ve que hay
má s oposició n interna en los creyentes (del Espı́ritu Santo y la nueva
naturaleza) en contra del pecado, y generalmente má s humillació n a
causa del pecado. Esto es la razó n por la cual Cristo trata con el
enfriamiento espiritual en sus hijos, yendo a la raı́z del problema y
sacando a la luz su verdadero estado. (Vea Apo.3:15.)
Lector, piense, que quizá s pudiera ser que dentro de muy poco
tiempo ya no verá el rostro de Dios en paz. Quizá s para mañ ana
usted ya no será capaz de orar, leer o escuchar la Palabra, ni
llevar a cabo ningú n deber espiritual con alegrı́a, vida y vigor
espiritual. Quizá s Dios disparará sus saetas contra usted y le
llenará con angustia, temor y perplejidad. Considere esto por un
momento: Aunque Dios no le destruirá totalmente, sin embargo,
le puede poner en un estado en donde usted sienta que esto es lo
que le ocurrirá . No deje de considerar este peligro, hasta que su
alma tiemble dentro de sı́.
3. La maldad de su concupiscencia.
El peligro de algo tiene que ver con una posibilidad futura, pero la
maldad de ese algo tiene que ver con el presente. Hay muchas maldades
relacionadas con el pecado no morti icado, pero nos ijaremos
solamente en tres de ellas:
¿Qué signi ica esto y có mo puede ser hecho? Signi ica que usted debe
hacer má s que simplemente reconocer la culpa de su deseo
pecaminoso. Usted debe inquietar su conciencia con la culpa de su
particular deseo pecaminoso. ¿Có mo puede usted hacer esto? Vamos a
señ alar dos formas generales y dos formas especı́ icas de hacerlo.
Piense cuá n fá cilmente Dios le pudiera haber expuesto a la vergü enza y
el reproche en este mundo. Y no obstante, en su misericordia El ha
encubierto su pecado de los ojos del mundo y frecuentemente le ha
detenido de pecar abiertamente. Cuá n fá cilmente Dios pudiera haber
terminado su vida pecaminosa y haberlo enviado al in ierno. A pesar de
su bondad para con usted en estas maneras, usted ha continuado
dejando que sus deseos pecaminosos hagan lo que quieran. Cuá n
frecuentemente usted ha provocado a Dios, rehusá ndose a hacer algú n
esfuerzo, o haciendo muy poco esfuerzo para morti icar sus deseos
pecaminosos. ¿Piensa usted seguir provocando a Dios y probando su
paciencia?
Este anhelo por la liberació n es en sı́ mismo una gracia que tiene poder
para ayudarle a lograr lo que está anhelando. Por ejemplo, cuando el
apó stol Pablo describe el arrepentimiento y la tristeza segú n Dios de
los corintios, é l usa la expresió n “qué ardiente afecto (gran deseo)” (2
Cor.7:11). Tenga por cierto que, a menos que usted anhele la liberació n,
usted nunca la obtendrá . Un fuerte deseo es la esencia de la oració n
verdadera. Un fuerte deseo enfocará su fe y su esperanza en la
liberació n de Dios. Siga clamando a Dios por esta gracia de un constante
anhelo, hasta que reciba la liberació n.
Regla 6: Vele y guarde su alma contra todas las cosas que usted
conoce que estimularían sus deseos pecaminosos.
Vea por favor mi libro sobre el tema de la tentació n, donde esta regla es
tratada con detalle. Por el momento simplemente nos ijaremos en las
palabras del Rey David, “me he guardado de mi maldad.” (Salmo18:23)
David velaba todos los caminos y las maquinaciones de sus deseos
pecaminosos para prevenirlos y pelear en su contra. Usted debe hacer
lo mismo. Esto signi ica que usted deberı́a pensar acerca de las
circunstancias que normalmente estimulan sus deseos pecaminosos y
hacer todo lo posible para evitar tales situaciones. Por ejemplo, si usted
sabe que con ciertas compañ ı́as sus deseos pecaminosos son
estimulados, entonces usted debe tratar de evitar esa compañ ı́a. Si el
deber exige que usted tenga contacto con esas personas, deberı́a ser
muy cuidadoso.
Esta es la manera para humillarse a sı́ mismo y ver que tan vil es usted.
Cuando Job realmente vio la grandeza y la excelencia de Dios entonces
confesó : “De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me
aborrezco, y me arrepiento En el polvo y en la ceniza.” (Job 42:5-6) La
Escritura nos muestra muchos ejemplos semejantes de hombres
piadosos que fueron grandemente humillados y abrumados cuando
Dios les reveló algo de su grandeza y de su excelencia (por ejemplo:
Isaı́as, Pedro y Juan). Si usted toma en serio la forma en que la Palabra
de Dios compara los hombres de este mundo con “langostas”, con
“menos que nada” y como “cosa vana” (vea Isa.4:12-25), entonces esto
le ayudará mucho a mantenerse humilde. Un espı́ritu verdaderamente
humillado le ayudará mucho en sus esfuerzos para morti icar el pecado.
Entre má s que medite sobre la grandeza de Dios, má s sentirá la vileza
de sus deseos pecaminosos.
La regla para prevenir que seamos engañ ados por una paz falsa es la
siguiente: Tenga cuidado de no suponer que tiene paz antes de que Dios
pronuncie su veredicto (muchos fabrican para sı́ mismos una paz falsa).
Su conciencia es la voz de Dios: Escuche lo que ella le dice. Cuando
usted peque o esté consciente del poder de alguna concupiscencia o
tentació n, su conciencia le inquietará . Este es el mé todo que Dios usa
para advertirle del peligro. Dios es el que está perturbando su paz. Dios
está inquietando su alma a in de que usted se vuelva a El y le pida que
conceda la paz a su alma. Cuando Dios le inquieta en esta forma, su
peligro má s grande es el de tratar de crear una paz falsa en su alma. En
el tiempo de Jeremı́as, los falsos profetas eran culpables de haber
proclamado una paz falsa. Dios habla de ellos en las siguiente manera:
“Curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: ‘Paz, paz; y no hay
paz.’” (Jeremı́as 6:14) Usted deberı́a tener cuidado de no hablar como
un profeta falso a su propia alma dicié ndole, “paz, paz”, cuando Dios
mismo no ha dado esa paz.
La paz que Dios proclama al alma siempre trae consigo una conciencia
de vergü enza y un deseo santo de morti icar los deseos pecaminosos. Si
usted mira hacia Cristo, quien fue traspasado por su pecado, usted “se
a ligirá ” (Zac.12:10). A menos que haga esto, no puede haber sanidad,
ni paz. Cuando usted acude a Cristo para aliviar sus heridas, su fe
descansa en un Salvador traspasado y herido. Ahora, si usted hace esto
con la ayuda del Espı́ritu Santo, le será dado un aborrecimiento hacia el
pecado que ha turbado su paz. Cuando Dios pronuncia la paz, el alma se
llenará de vergü enza por todas las formas en que el pecado ha afectado
nuestra relació n para con El. (Ez.16:59-63)
3. Cualquier paz que trata con el pecado en una forma super icial es
una paz falsa.
4. Cualquier paz que trata con el pecado en forma parcial es una paz
falsa.
Medite en pasajes como Isaı́as 35:1-7 y 40:27-31. Crea con el apó stol
Pablo que hay su iciente gracia en El para morti icar todos los deseos
pecaminosos. “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi potencia en
la laqueza se perfecciona. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien
en mis laquezas, porque habite en mí la potencia de Cristo.” (2 Corintios
12:9)
Dios ha hecho muchas promesas en las cuales usted puede con iar. Dios
nos dice que su pacto para con nosotros es como el sol, la luna y las
estrellas que tienen su curso determinado. (Vea Jer.31:35-36.) Fije su
esperanza en las promesas especı́ icas respecto al propó sito de la obra
de Cristo, por ejemplo: “El salvará a su pueblo de sus pecados”
(Mat.1:21). “Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras
del diablo.” (1 Jn.3:8) “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros;
pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.” (Romanos 6:14) Esté
seguro de que estas promesas no pueden fallar. Usted puede depender
de la idelidad de Dios.
El gran propó sito de la muerte de Cristo fue para destruir las obras del
diablo. “Que se dio á sí mismo por nosotros para redimirnos de toda
iniquidad, y limpiar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.”
(Tito 2:14) El murió para librarnos del poder dominante de nuestros
pecados y puri icarnos de todas las concupiscencias que nos envilecı́an.
Enfoque su fe en Cristo, tal como El es exhibido en el evangelio, como
muriendo cruci icado por nosotros. Mire hacia El mientras que El ora,
sangra y muere bajo la culpa de sus pecados. Por medio de la fe traiga a
este Salvador cruci icado a vivir en su corazó n (Ef.3:17). Por la fe,
aplique su sangre a todos sus deseos pecaminosos y haga esto
cotidianamente.
Debo luchar para vencerlo, pero también suplicar a Cristo que reine en
su lugar, que El tiene que llegar a ser más presente que fuera el vil
pecado, que Su dulzura, poder y vida siempre estén presentes.
Cuando temo los males por venir, consuélame por enseñarme que en mi
mismo soy muerto, pobre miserable pecador, pero en Cristo soy
reconciliado y estoy vivo,
Que en mi mismo, soy débil e inútil para hacer el bien, pero en Cristo,
todo lo puedo.
Nuestro Dios Santo que revela su ira desde el cielo sobre toda injusticia,
es el mismo Dios que hace guerra contra todo pecado, incluso el pecado
en Sus hijos. Una parte esencial y fundamental de nuestra salvació n es
la santidad "sin la cual nade verá al Señ or" (Hebreos 12:14). Ası́ que,
entendemos que una persona que se deja vencer por el pecado no
puede ser uno de los Hijos de Dios, pues ellos vencen al mundo por la fe
en el Señ or Jesucristo perseverando siempre en fe en el Señ or y
arrepentimiento para con Dios.
5) Si no somos salvos por obras, ¿có mo es que la Biblia dice, “Si por
el Espı́ritu morti icá is las obras de la carne, viviré is.”?
6) ¿En que sentido la morti icació n del pecado esta ligada con la
salvació n?
14) ¿Qué quiere decir “morti icar las obras de la carne” y có mo se
hace?
15) ¿Cuá les son las promesas que acompañ an “el vivir conforme a la
carne” y el “morti icar las obras de la carne” y qué indican tales
promesas?
1) Por qué se dice que la morti icació n del pecado es un “deber del
creyente”, si no estamos bajo la ley?
2) ¿Qué quiere decir “la violencia espiritual”, y cuá les son los
versı́culos que apoyan esta enseñ anza?
7) ¿Cuá les son los medios que Dios no ha dado para oponernos al
pecado y có mo se utilizan?
9) ¿Cuá les son los otros deberes que se deben cumplir el creyente
que corresponden al deber de morti icar el pecado?
11) ¿Cuá ndo será que ya no tengamos que lidiar contra los pecados?
12) ¿Por qué no cese la morti icació n del pecado en la vida terrenal
del creyente?
13) ¿Qué mal pasa a la persona en sı́ que no morti ica el pecado?
14) ¿Qué mal pasa a los otros in luenciados por la persona que no
morti ica el pecado en sı́ mismo?
Conclusión de Lección 2:
2) ¿Cuá les son otros medios equivocados para morti icar el pecado?
7) ¿Cuá les son las tres maneras en que el Espı́ritu Santo morti ica el
pecado en nosotros?
a. _
b. _
c. _
a. _
b. _
Lección 4: El Valor de la Morti icación del
Pecado
1) Cuá l es el fruto principal y valor de la morti icació n del pecado?
2) ¿La morti icació n del pecado siempre trae este fruto indicado?
¿Por qué sı́ o no?
6) ¿Cuá les son los dos efectos malignos producidos por el pecado no
morti icado?
a. _
b. _
a. _
b. _
c. _
9) ¿Cuá les son los tres bene icios para el alma que le da la
morti icació n del pecado?
a. _
b. _
c. _
Lección 5: Una Introducción a la Practica de la
Morti icación
1) ¿Cuá l es el problema má s difı́cil que encontramos en la lucha
contra el pecado?
4) ¿Cuá les son otros cambios de vida que el autor nos da que no se
deben confundir con la morti icació n del pecado?
5) ¿Cuá les son dos cosas que pueden provocar la guardia temporal
contra el pecado que no sea la verdadera morti icació n del
pecado?
a. _
b. _
c. _
6) Para pelear continuamente4 contra el pecado, ¿cuá les son las tres
cosas que tenemos que hacer?
a. _
b. _
c. _
9) ¿Cuá les son la evidencia del é xito sobre el pecado que mora en
nosotros?
2) ¿A qué se re iere “la morti icació n parcial” y por qué está mal?
3) ¿Cuá les deben ser los dos motivos principales de la morti icació n
del pecado?
a. _
b. _
4) ¿La morti icació n parcial está motivada por cuá l mal motivo?
6) ¿En qué forma puede Dios usar algú n pecado no morti icado para
curar algú n otro mal?
Lección 9: La Primera Regla Particular para la
Morti icación
1) Qué importancia tiene un buen diagnó stico de los pecados
necesitados de la morti icació n?
2) ¿Alguna vez usted ha hecho una lista especi ica de los deseos
pecaminosos que le han causado má s frecuentemente la derrota
ante la tentació n? (los pecados que nos asedian – Hebreos 12:1)
3) ¿Cuá les son los seis sı́ntomas en este capı́tulo que indican el
pecado no morti icado y la necesidad de un remedio má s fuerte
que lo normal?
a. _
b. _
7) ¿Cuá les son los “motivos legales” que no morti ican el pecado en
nosotros, sino que nos dejan en peligro de pecar y en una
condició n no saludable?
a. _
b. _
c. _
2) ¿Cuá les son las dos razones que deben convencer la mente y
consciencia de la culpa del pecado no morti icado?
a. _
b. _
5) ¿Cuá les son los cuatro peligros graves señ alados por el autor del
pecado no morti icado que deben aumentar su culpa en nuestras
consciencias?
a. _
b. _
c. _
d. _
a. _
b. _
9) ¿Cuá les son las tres maldades actuales mencionadas por el autor
relacionadas con el pecado no morti icado?
a. _
b. _
c. _
a. _
b. _
2) ¿Cuá les son las dos formas especı́ icas en que se inquieta la
consciencia con la culpa de los deseos pecaminosos?
2) ¿Cuá les son las cinco formas de distinguir entre la paz concedida
por Dios y la paz falsa de un corazó n engañ ado?
a. _
b. _
c. _
d. _
e. _
f. _
7) ¿Cuá les son los seis aspectos de la obra que só lo el Espı́ritu de
Dios puede realizar para morti icar el pecado en nosotros?
a. –
b. _
c. _
d. _
e. _
f. _
Otros Títulos en esta Serie
Las Clásicas Obras Puritanas
Sobre la Tentación
por John Owen
La Gloria de Cristo
por John Owen
Afectos Religiosos
por Jonathan Edwards
El Misterio de la Providencia
por John Flavel
[←2]
[←3]
Nota del editor: El autor usa la frase “remanente del pecado” o “los
restos de la naturaleza pecaminosa” que todavı́a mora en los
creyentes, para señ alar una distinció n importante: el pecado que
resta y el que reina. La regeneració n asegura que los creyentes no
pueden continuar viviendo bajo el control del pecado, pero no
signi ica la aniquilació n o la destrucció n de las raı́ces del pecado
en su corazó n. La regeneració n no aniquila el pecado sino produce
un cambio en nuestra relació n con todo pecado.
[←4]
[←5]
Nota del editor: Dice el puritano Samuel Perkins, "Utiliza bien los
medios humanos, porque no hay resultados sin el buen uso de
ellos, pero no depende de ellos (porque sigue siendo humanos).
Dependemos por completo de Dios y de Su Santo Espı́ritu."
[←6]
"Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, tambié n
ellos esté n conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque
me has amado desde antes de la fundació n del mundo". Juan 17:24
Habiendo conocido Su amor, el corazó n del creyente siempre estará
inquieto hasta que vea la gloria de Cristo. El punto culminante de todas
las peticiones que Cristo hace a favor de sus discı́pulos en este capı́tulo
17 de Juan es que vean Su gloria. Entonces yo a irmo que uno de los
bene icios má s grandes para el creyente en este mundo y en el venidero
es la consideració n de la gloria de Cristo.
Este libro, según Tripp, está destinado a darle una visión, una
motivación, una renovada fuerza, y el descanso de corazón que
cada padre necesita. Está escrito para darles el gran cuadro del
evangelio de la tarea a la cual su Salvador les ha llamado. Muchos
libros de paternidad hablan de cambios en el comportamiento
externo, pero el libro de Tripp va mucho más allá del
comportamiento, conduce al lector a la fuente del problema: el
corazón.