WINNICOTT
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WINNICOTT
Los recién nacidos tienden a usar el puño, los dedos, los pulgares, para estimular la zona erógena
oral, para satisfacer los instintos en esa zona y para una unión. Los bebés encuentran placer en el
jugar con muñecas, las madres les ofrecen algún objeto especial y esperan que se aficionen a ellos.
Existe una relación entre estos dos fenómenos, separados por un intervalo de tiempo.
La primera posesión: Se advierte una amplia variación en la secuencia de hechos que empieza con
las actividades de introducción del puño en la boca por el recién nacido, y que a la larga lleva el
apego a un osito, una muñeca o un juguete, blando o duro. Aquí hay algo importante aparte de la
excitación y satisfacción oral:
Desarrollo de una pauta personal: (Desde la etapa “la mano en la boca” hasta “la mano en los
genitales”). En el desarrollo de un niño aparece una tendencia a entretejer en la trama personal
objetos-distintos-que-yo. Estos objetos representan el pecho materno. En el caso de algunos
bebés. El pulgar se introduce en la boca mientras los demás dedos acarician el rostro mediante
movimientos de pronación y supinación del antebrazo. En la experiencia corriente se da uno de los
casos siguientes, que complican una experiencia auto erótica como la succión del pulgar: Con la
otra mano el bebé toma un objeto exterior, digamos una parte de la sabana o frazada, y lo
introduce en la boca junto con los dedos. Se puede suponer que estas experiencias funcionales
van acompañadas por la formación de pensamientos o fantasías. Todas estas cosas: FENOMENOS
TRANSICIONALES.
Puede surgir algo que llega a adquirir una importancia vital para el bebé en el momento de
disponerse a dormir, y que es una defensa contra la ansiedad, en especial contra la de tipo
depresivo. Puede que el niño haya encontrado algún objeto y lo use, y entonces se convierte en
objeto transicional. Este objeto sigue siendo importante. Los padres llegan a conocer su valor y lo
llevan consigo cuando viajan. La madre permite que se ensucie y aunque tenga mal olor, pues sabe
que si lo lava provoca una ruptura en la continuidad de la experiencia del bebé, que puede destruir
la significación y el valor del objeto para éste.
La pauta de los fenómenos transicionales empieza a aparecer desde los cuatro a seis meses hasta
los ocho a doce. Las pautas establecidas en la infancia pueden persistir en la niñez, de modo que el
primer objeto sigue siendo una necesidad absoluta a la hora de acostarse, o en momentos de
soledad, o cuando existe el peligro de un estado de ánimo deprimido. Pero en plena salud se
produce la ampliación gradual de gama de intereses, y a la larga se mantiene incluso cuando está
cercana a la ansiedad depresiva. La necesidad de un objeto o de pauta de conducta específicos,
que comenzó a edad temprana, puede reaparecer más adelante, cuando se presente la amenaza
de una privación. Esta primera posesión se usa junto con técnicas especiales derivadas de la
primera infancia, que pueden incluir actividades auto eróticas más directas o existir aparte de
estas. En su vida el niño adquiere poco a poco ositos, muñecas y juguetes duros. Cuando él bebe
empieza a usar sonidos organizados “mam”, “ta”, “da” puede aparecer una palabra para nombrar
al objeto transicional. Es frecuente que el nombre que da a esos primeros objetos tenga
importancia, y por lo general contiene en parte una palabra empleada por los adultos. A veces no
existe un objeto transicional aparte de la madre misma. O el bebé se siente tan perturbado en su
desarrollo emocional, que no le resulta posible gozar del estado de transición, o bien se quiebra la
secuencia de los objetos usados.
1. El bebé adquiere derechos sobre el objeto, y nosotros los aceptamos. Pero desde el comienzo
existe cierta anulación de la omnipotencia.
2. El objeto es acunado con afecto, y al mismo tiempo amado y mutilado con excitación.
4. Tiene que sobrevivir al amor instintivo, así como al odio, y a la agresión pura.
5. Al bebé debe parecerle que irradia calor, o que se mueve, o que posee cierta textura, o que
hace algo que parece demostrar que posee una vitalidad o una realidad propias.
6. Proviene de afuera desde nuestro punto de vista, pero no para el bebé. Tampoco viene de
adentro; no es una alucinación.
7. Sufre descarga gradual de modo que a lo largo de los años no queda olvidado sino relegado al
limbo. Pierde significación, y ello porque los fenómenos transicionales se han vuelto difusos, se
han extendido a todo el territorio intermedio entre “la realidad psíquica interna” y “el mundo
exterior tal como lo perciben dos personas el común” (Campo cultural).
Relación del objeto transicional con el simbolismo: Es cierto que simboliza un objeto parcial, como
el pecho materno. Pero lo que importa no es tanto el valor simbólico como su realidad. El que no
sea el pecho (o la madre) tiene tanta importancia como la circunstancia de representar al pecho (o
a la madre). Cuando se emplea el simbolismo el niño ya distingue entre la fantasía y los hechos,
entre los objetos internos y los externos, entre la creatividad primaria y la percepción. Es posible
entender el objeto transicional y no entender del todo la naturaleza del simbolismo.
*Estudio teórico:
3. En relación con el objeto transicional el bebé pasa del dominio omnipotente (mágico) al
dominio por manipulación.
4. A la larga el objeto transicional puede convertirse en un objeto fetiche y persistir como una
característica de la vida sexual adulta.
Relación con el objeto interno (Klein): Se comparar el concepto de objeto transicional con el de
Melanie Klein sobre el objeto interno. El objeto transicional no es un objeto, es una posesión. Pero
tampoco es un objeto exterior. El bebé puede emplear un objeto transicional cuando el objeto
interno está vivo, es real y lo bastante bueno. Pero ese objeto interno depende, en lo referente a
sus cualidades, de la existencia, vivacidad y conducta del objeto exterior.
Ilusión-desilusión: Un niño no tiene la menor posibilidad de pasar del principio del placer al de
realidad, o a la identificación primaria y más allá de ella si no existe una madre lo bastante buena.
Esta es la que lleva a cabo la adaptación activa a las necesidades de este y que la disminuye poco a
poco, según la creciente capacidad del niño para hacer frente al fracaso en materia de adaptación
y para tolerar los resultados de la frustración.
*Resumen: Los objetos y fenómenos transicionales pertenecen al reino de la ilusión que constituye
la base de iniciación de la experiencia. Esa primera etapa del desarrollo es posibilitada por la
capacidad especial de la madre para adaptarse a las necesidades de su hijo, con lo cual le permite
forjarse la ilusión de que lo que él cree existe en la realidad. La zona intermedia de experiencia,
constituye la mayor parte de la experiencia del bebé, y se conserva a lo largo de la vida en las
experiencias que corresponden a las artes y la religión, a la vida imaginativa y a la labor científica
creadora. Por lo general el objeto transicional se descarga poco a poco, en especial a medida que
se desarrollan los intereses culturales.
II. Una aplicación de la teoría: Lo transicional no es el objeto. Este representa la transición del
bebé, de un estado en que se encuentra fusionado a la madre a uno de relación con ella como algo
exterior y separado.
Winnicott “Realidad y juego”. Capítulo 3: EL JUEGO
La psicoterapia se da en la superposición de dos zonas del juego: la del paciente y la del terapeuta.
Está relacionada con dos personas que juegan juntas. Cuando el juego no es posible la labor del
terapeuta se orienta a llevar al paciente de un estado en que no puede jugar a uno en que le es
posible hacerlo. Milner (1952) vincula el juego de los niños con la concentración de los adultos:
“cuando empecé a ver…que ese uso de mi misma podía ser, no solo una regresión defensiva, sino
una fase esencial y repetida de una relación creadora con el mundo”. Se refiere a una “fusión pre
lógica de sujeto y objeto. Yo trato de distinguir entre esta y la fusión o difusión del objeto subjetivo
y del otro percibido en forma objetiva.
El juego y la masturbación.
En los estudios psicoanalíticos el juego ha sido en forma muy estrecha con la masturbación y con
las distintas experiencias sensoriales. Es cierto que cuando encaramos la masturbación siempre
pensamos: ¿Cuál es la fantasía? Y también es verdad que cuando presenciamos un juego, tenemos
tendencia a preguntarnos cuál es la excitación física relacionada con el tipo de juego que vemos.
Pero el juego debe ser estudiado como un tema por si mismo, complementario del concepto de
sublimación del instinto.
Fenómenos transicionales.
Los que yo llamo fenómenos transicionales son universales, y se trataba sencillamente de llamar la
atención hacia ellos y hacia el potencial que encerraban en lo referente a la construcción de la
teoría.
El jugar tiene un lugar y un tiempo, no se encuentra adentro según acepción alguna de estas
palabras. Tampoco está afuera, es decir, no forma parte del mundo repudiado, no – yo, lo que el
individuo ha decidido reconocer (con gran dificultad y aun con dolor) como verdaderamente
exterior, fuera del alcance del dominio mágico, para dominar lo que está afuera es preciso hacer
cosas, no solo pensar desear, y hacer llevar cosas lleva tiempo. Jugar es hacer.
Es posible describir una secuencia de relaciones vinculadas con el proceso de desarrollo y buscar
donde empieza el jugar.
• El niño y el objeto se encuentra fusionados, la visión que tiene primero tiene del objeto es
subjetiva y la madre se orienta a hacer real lo que el niño está dispuesto a encontrar
• El objeto es repudiado, reaceptado y percibido en forma objetiva, esto depende de que exista
una madre dispuesta a participar y devolver lo que se ofrece, es decir que se encuentra en un “ir y
venir” que oscila entre ser lo que el niño tiene la capacidad de encontrar y ser ella misma, a la
espera que la encuentren, si puede representar ese papel, el niño vivirá cierta experiencia de
control mágico (omnipotencia). Así el niño puede gozar de experiencias basadas en un
“matrimonio” de la omnipotencia de los procesos intrapsíquicos con su dominio de lo real, la
confianza en la madre constituye un campo de juegos intermedio, en el que se origina la idea de lo
mágico, pues el niño experimenta la omnipotencia, todo esto se relaciona con la formación de la
identidad (Erikson) lo cual Winnicott denomina campo de juego, porque el juego empieza en él, es
un espacio potencial que existe entre la madre y el hijo y los une. Cuando un paciente no puede
jugar, el terapeuta debe esperar este importante síntoma antes de interpretar fragmentos de
conducta.
• La etapa siguiente consiste en encontrarse solo en presencia de alguien, el niño juega sobre la
base del supuesto de que la persona a quien ama y que por lo tanto es digna de confianza se
encuentra cerca, y que sigue estándolo cuando se la recuerda, después de haberla olvidado. Se
siente que dicha persona refleja lo que ocurre en el juego.
• La etapa que sigue consiste en permitir una superposición de dos zonas de juego y disfrutar de
ella, primero es la madre quien juega con el bebé, tarde o temprano introduce su propio modo de
jugar y descubre que los bebés varían según su capacidad para aceptar o rechazar la introducción
de ideas que les pertenecen, así queda allanado el camino para jugar juntos en una relación.
Psicoterapia
Ahí, en esa zona de superposición entre el juego del niño y el de la otra persona, existe la
posibilidad de introducir enriquecimientos. El terapeuta se ocupa en especial de los procesos de
crecimiento del niño y de la eliminación de los obstáculos evidentes para el desarrollo.
El juego es por sí mismo una terapia. Conseguir que los chicos jueguen es una psicoterapia de
aplicación inmediata y universal, e incluye el establecimiento de una actitud social positiva
respecto del juego, hay que considerar a los juegos como parte de un intento de precaverse contra
los aspectos aterradores del jugar, cuando los niños juegan tiene que haber personas responsables
cerca, pero ello no significa que deban intervenir en el juego. El juego es una experiencia siempre
creadora, y es una experiencia en el continuo espacio – tiempo, una forma básica de vida La
interpretación fuera de la madurez del material es adoctrinamiento, y produce acatamiento. El
juego tiene que ser espontáneo, o de acatamiento o aquiescencia, si se desea avanzar en la
psicoterapia.
Nos permite entender cómo puede efectuarse una psicoterapia de tipo profundo sin necesidad de
una labor de interpretación. El momento importante es aquel en el cual el niño se sorprende a sí
mismo.
Resumiendo
Para entender la idea del juego es útil pensar en la preocupación que caracteriza el jugar de un
niño, el contenido no importa, lo que interesa es el estado de casi alejamiento, afín a la
concentración de niños mayores y adultos. El niño que juega habita en una región que no es
posible de abandonar con facilidad y en la que no se admiten intrusiones.
Esa zona de juego no es realidad psíquica interna, se encuentra fuera del individuo pero no es el
mundo exterior. En ella el niño reúne objetos de la realidad exterior y los usa al servicio de una
muestra derivada de la realidad interna.
Al jugar manipula fenómenos exteriores al servicio de los sueños, e inviste a algunos de ellos de
significaciones y sentimientos oníricos. Hay un desarrollo que va de los fenómenos transicionales
al juego. El juego implica confianza y pertenece al espacio potencial entre el bebe y su mamá.
El juego compromete al cuerpo debido a las manipulaciones de objetos; porque ciertos tipos de
interés intenso se vinculan con algunos aspectos de la excitación corporal. La excitación corporal
en las zonas erógenas amenaza a cada rato al juego. El juego es satisfactorio pero existe una
determinada medida de ansiedad que resulta insoportable y que destruye al juego.
El elemento placentero del juego contiene la inferencia de que el despertar de los instintos no es
excesivo; el que va más allá de cierto punto lleva a: la culminación, la culminación frustrada o a
una culminación alternativa. El juego llega a su propio punto de saturación que corresponde a la
capacidad para contener experiencias. El juego es intrínsecamente excitante y precario.