Winnicott, D. Realidad y Juego. (Cap. 1)
Winnicott, D. Realidad y Juego. (Cap. 1)
Winnicott, D. Realidad y Juego. (Cap. 1)
Y FENOMENOS TRANSICIONALES
1. MI PRIMERA HIPOTESIS1
Dos hermanos:
constraste en el primer empleo de posesiones
Deformación en el uso del objeto transicional. X, ahora
un hombre sano, tuvo que hacer esfuerzos para abrirse paso
hasta llegar a la madurez. La madre “aprendió a ser madre"
en el cuidado de X cuando este era un bebé, y pudo evitar
otros errores con los demás hijos gracias a lo que aprendió
con él. Además existían razones exteriores para que se
sintiese ansiosa en el momento de la crianza más bien
solitaria de X, cuando este nació. Tomó su papel de madre
con suma seriedad y lo alimentó a pecho durante siete
meses. Considera que en el caso de este eso Fue demasiado
y le resultó muy difícil destetarlo. Nunca se succionó el
pulgar o los dedos cuando lo destetó, “y no tuvo nada que
le sirviera de sustituto” . Nunca había tenido biberón, ni
chupete, ni otra forma de alimentación. Mostró un muy
fuerte y prematuro apego hacia ella misma, como persona,
y en realidad la necesitaba a ella.
Durante doce meses adoptó un conejo al que acunaba, y
su afectuoso apego por el juguete se transladó a la larga a
ios conejos de verdad. El de juguete le duró hasta que tuvo
cir c o o seis años. Podría describírselo como un consolador,
pero nunca tuvo la verdadera cualidad de un objeto transi-
cional. Jamás fue, como lo habría sido un verdadero objeto
transicional, más importante que la madre, una parte casi
inseparable de él. En el caso de este niño, los tipos de
ansiedad engendrados por el destete a los siete meses provo
caron más tarde asma, y solo pudo dominarla en forma
gradual. Tuvo suma importancia para él encontrar trabajo
lejos de su pueblo natal. Su apego hacia su madre sigue
siendo muy fuerte, aunque se ubica dentro de la definición
amplia del término normal o sano. Este hombre no se ha
casado.
Uso tipico del objeto transicional. El hermano menor de
X, Y, se desarrollo .en forma muy rectilínea. Ahora tiene
tres hijos sanos. Fue alimentado a pecho durante cuatro
meses y destetado sin dificultades. Y se succionó el pulgar
durante las primeras semanas, y ello, a su vez “hizo que el
destete le resultara más fácil que a su hermano” . Poco
después del destete, a ios cinco o seis meses, adoptó la
punta de la frazada en que terminaba la costura. Se sentía
complacido cuando un poco de lana sobresalía de la punta,
y se hacía cosquillas con ella en la nariz. Desde muy
temprano eso se convirtió en su “Naa” ; él mismo inventi'
esa palabra en cuanto pudo usar sonidos organizados. Desd
que tuvo más o menos un año pudo reemplazar la punta de
la manta por un jersey verde de lana suave, con una corbata
roja. No era un “consolador” , como en el caso de su
hermano mayor, depresivo, sino un “sedante” . Y siempre le
daba resultados. Este es un ejemplo típico de lo que llamo
objeto transicional. Cuando Y era pequeño, si alguien le
daba su “Naa” lo succionaba en el acto y perdía su ansie
dad, e incluso se dormía a los pocos minutos, si la hora de
dormir estaba cerca. La succión del pulgar siguió simultá
neamente -d u ró hasta que tenía tres o cuatro años-, y
recuerda esa succión y un punto duro en un pulgar, que fue
el resultado de aquella. Ahora le interesa (como padre) la
succión del pulgar de sus hijos, y el uso de “Naas” por estos.
La historia de siete hijos comunes de esta familia destaca los
siguientes puntos, ordenados para su comparación en el cuadro:
Disponibilidad de ejemplos
Me abstengo deliberadamente de ofrecer aquí más materiales
de casos clínicos, en especial porque no quiero dar la impresión de
que lo que expongo es raro. En casi todas las historias de casos es
posible encontrar algo interesante en los fenómenos transicio-
nales, o en la falta de ellos.
ESTUDIO TEORICO
Ilusión-desilusión
Con el fin de preparar el terreno para mi propia contribución
positiva a este tema, debo expresar en palabras algunas cosas que
en mi opinión se dan demasiado por sentadas en muchos trabajos
psicoanalíticos sobre el desarrollo emocional infantil, aunque se
las pueda entender en la práctica.
Un niño no tiene la menor posibilidad de pasar del principio
del placer al de realidad, o a la identificación primaria y más allá
de ella (véase Freud, 1923), si no existe una madre lo bastante
buena. La “madre” lo bastante buena (que no tiene por qué ser la
del niño) es la que lleva a cabo la adaptación activa a las necesi
dades de este y que la disminuye poco a poco, según la creciente
capacidad del niño para hacer frente al fracaso en materia de
adaptación y para tolerar los resultados de la frustración. Por
supuesto, es más probable que su propia madre sea mejor que
cualquier otra persona, ya que dicha adaptación activa exige una
preocupación tranquila y tolerada respecto del bebé; en rigor, el
La ilusión y su valor
Al comienzo, gracias a una adaptación de casi el 100 por
ciento, la madre ofrece al bebé la oportunidad de crearse la
ilusión de que su pecho es parte de él. Por así decirlo, parece
encontrarse bajo su dominio mágico. Lo mismo puede decirse del
cuidado en general del niño, en los momentos tranquilos entre u
na y otra excitación. La omnipotencia es casi un hecho de la ex
periencia. La tarea posterior de la madre consiste en desilusionar
al bebé en forma gradual, pero no lo logrará si al principio no le
ofreció suficientes oportunidades de ilusión.
En otras palabras, el bebé crea el pecho una y otra vez a partir
de su capacidad de amor, o (podría decirse) de su necesidad. Se
desarrolla en él un fenómeno subjetivo, que llamamos pecho
materno.4 La madre coloca el pecho en el lugar en que el bebé
esta pronto para crear, y en el momento oportuno.
Por consiguiente, al ser humano le preocupa desde su naci
miento el problema de la relación entre lo que se percibe en forma
objetiva y lo que se concibe de modo subjetivo, y en la solución
de este problema no hay salud para el ser humano que no fue
iniciado lo bastante bien por la madre. La zona inmediata a que
me refiero es la que se ofrece al bebé entre la creatividad primaria
y la percepción objetiva basada en la prueba de la realidad. Los
fenómenos transicionales representan las primeras etapas del uso
de la ilusión, sin las cuales no tiene sentido para el ser humano la
idea de una relación con un objeto que otros perciben como
exterior a ese ser.
La idea que se expresa gráficamente en la Figura 7 es la
siguiente. En cierto momento teórico, al comienzo del desarrollo
de todo individuo humano, un bebé ubicado en determinado
marco proporcionado por la madre es capaz de concebir la idea de
Incluyo en el térm ino todos los cuidados m atem os. Cuando se'dice
3serueenom
el prim er objeto es el pecho, creo que la palabra "p e ch o " se usa para
inar la técnica de la crianza tan to com o la cam e real. Es imposible
una m adre bastante buena (según mi manera de expresarlo) si se usa
un biberón para la alim entación.
algo que podría satisfacer la creciente necesidad que surge de la
tensión instintiva. Al principio no se puede decir que sepa qué se
debe crear. En ese momento se presenta la madre. En la forma
corriente, le ofrece su pecho y su ansia potencial de alimentarlo.
Cuando su adaptación a las necesidades del bebé es lo bastante
buena, produce en este la ilusión de que existe una realidad
exterior que corresponde a su propia capacidad de crear. En otras
palabras, hay una superposición entre lo que la madre propor
ciona y lo que el bebé puede concebir al respecto. Para el
observador este percibe lo que la madre le presenta, pero eso no
es todo. Solo percibe el pecho en la medida en que es posible
crear uno en ese momento y lugar. No hay intercambio entre él y
la madre. En términos psicológicos, el bebé se alimenta de un
pecho que es parte de él, y la madre da leche a un bebé que forma
parte de ella. En psicología, la idea de intercambio se basa en una
ilusión del psicólogo.
En la Figura 2 se da forma a la zona de ilusión, para mostrar
cuál entiendo yo que es la función principal, del objeto y el
fenómeno transicionales. Uno y otro inician al ser humano en lo
que siempre será importante para él, a saber, una zona neutral de
•experiencia que no será atacada. Acerca del objeto transicional
puede decirse que se trata de un convenio entre nosotros y el
bebé, en el sentido de que nunca le formularemos la pregunta:
"¿Concebiste esto, o te fue presentado desde afuera? " Lo impor
tante es que no se espera decisión alguna al respecto. La pregunta
no se debe formular.
Este problema, que al principio le interesa sin duda al bebé
humano en forma oculta, se convièrte poco a poco en un pro
blema evidente debido a que la tarea principal de la madre (aparte
de ofrecer la oportunidad para una ilusión) consiste en desilu
sionarlo. Esto es previo a la tarea del destete, y además sigue
siendo una de las obligaciones de los padres y los educadores. En
otras palabras, ese aspecto de la ilusión es intrínseco de los seres
humanos, e individuo alguno lo resuelve en definitiva por sí
mismo, aunque la comprensión teórica del problema pueda pro
porcionar una solución teórica. Si las cosas salen bien en ese
proceso de desilusión gradual, queda preparado el escenario para
las frustraciones que reunimos bajo la denominación de destete;
pero es preciso recordar que cuando hablamos de los fenómenos
(que Klein, 1940, esclareció específicamente con su concepto de
la posición depresiva) que rodean al destete, damos por supuesto
el proceso subyacente gracias al cuál se ofrece una oportunidad
para la ilusión y la desilusión gradual. Si la ilusión-desiluMon
loman un camino equivocado, el bebé no puede recibir algo tan
normal como el destete, ni una reacción a este, y entonces result.i
absurdo mencionarlo siquiera. La simple terminación de la ali
mentación a pecho no es un destete.
Se advierte la enorme importancia de este en el caso del bebe
normal. Cuando presenciamos la compleja reacción que se desen
cadena en determinado bebé debido al proceso del destete, sa
bemos que puede producirse en él porque el proceso de ilusión-
desilusión se desarrolla tan bien, que podemos hacer caso omiso
de él mientras analizamos el destete real.
Cordel5
Un niño de .siete años fue llevado por sus padres, en
marzo de 1955, al Departamento de Psicología del Hospital
de Niños de Paddington Green. También toncurrieron los
otros dos miembros de la familia: una niña de diez años que
asistía a una escuela diferencial y una pequeña bastante
normal, de cuatro. El caso había sido derivado por el
médico de la familia debido a una serie de síntomas que
indicaban una perturbación en el carácter del chico. Un test
lazo
látigo
fusta
cuerda de yo-yo
cuerda anudada
otra fusta
otro látigo
Comentario
El comentario que sigue parece ser adecuado.
1. Se puede considerar el cordel como una ampliación de
todas las otras técnicas de comunicación. Las cuerdas unen, así
como colaboran en la acción de envolver objetos y de mantener
juntos materiales no integrados. En ese carácter, tienen un sentido
simbolico para todos: una exageración en su utilización puede
corresponder con suma facilidad al comienzo de un sentimiento
de inseguridad o a la idea de una falta de comunicación. En este
caso particular percibe la anormalidad que se insinúa en el uso de
cordeles por el chico, y es importante encontrar una manera de
formular el cambio que podría llevar a que su uso se pervirtiera.
Parece posible llegar a esta formulación si se tiene en cuenta el
hecho de que la función del cordel consiste en pasar de la
comunicación al rechazo de la separación. Como tal rechazo, se
convierte en una cosa en sí mismo, en algo que posee peligrosas
propiedades y debe ser dominado. En este caso la madre hizo
frente, antes de que fuese demasiado tarde, a) uso del cordel por
el niño, cuando ese uso todavía ofrecía esperanzas. Cuando falta
la esperanza y la cuerda representa un rechazo de la separación,
significa que ha surgido un estado de cosas mucho más complejo,
difícil de curar, debido a los beneficios secundarios que emanan
de la habilidad que se desarrolla cuando es preciso manejar un
objeto a fin de dominarlo.
Por consiguiente este caso tiene un interés especial, si permite
la observación del desarrollo de una perversión.
2. También se ve en este material la utilización que puede
hacerse de los padres. Cuando es posible usarlos, trabajan con
gran economía, en especial si se tiene en cuenta el hecho de que
nunca existirán suficientes psicoterapeutas para tratar a todos los
que necesitan tratamiento. En este caso existía una buena familia
que había pasado momentos muy difíciles debido a la desocu
pación del padre; que pudo hacer frente a la plena responsabilidad
por una niña retrasada, a pesar de la tremenda carga, social y
familiar, que ello significa; y que sobrevivió a las malas fases de la
enfermedad depresiva de la madre, incluso a un período de
hospitalización. En semejante familia tiene que haber mucha
fuerza, y sobre la base de esta suposición se adoptó la decisión de
invitar a los padres a hacerse cargo de la terapia de su propio hijo.
Al hacerló aprendieron muchas cosas, pero necesitaban que se les
informase respecto de lo que hacían. Además era preciso apreciar
su éxito y verbalizar todo el proceso. El hecho de haber sacado a
su hijo de una enfermedad otorgó a los padres confianza en lo
referente a su capacidad para hacer frente a otras dificultades que
aparecen de vez en cuando.
Conclusión
En esa sesión habíamos recorrido todo el terreno exis
tente entre la subjetividad y la objetividad, y terminamos
con una especie de juego. Ella viajaba en tren, rumbo a su
casa, de vacaciones, y decía: “Bueno, pienso que será mejor
que me acompañe, quizás hasta la mitad del trayecto.”
Hablaba de lo mucho que le importaba tener que dejarme.
Sería solo por una semana, pero ahí había también un.
ensayo de las vacaciones de verano. Asimismo estaba diciéti-
dome que al cabo de poco tiempo, cuando se hubiese
alejado de mí, ya no le molestaría. Por consiguiente, en una
estación de mitad de camino yo descendí regresé en el
tren caluroso” , y ella se burló de mis aspectos de identifi
cación maternal, y agregó: “Y será muy fatigoso, y habrá
muchos chicos y bebés, y todos se le treparán, y es probable
que le vomiten encima, y se lo tendrá bien merecido.”
(Se entiende que no había ¿n ello idea alguna de que la
acompañase de veras.)
Antes de irse dijo: “ ¿Sabe que me parece que cuando me
fui, en la época de la evacuación [durante la guerra], podía
decir que iba a ver si mis padres estaban allí! Por lo que
parece, creí que los encontraría allí.” (Ello insinuaba la
ce.rteza de que no se los encontraría en el hogar.) Y se
infería queihabía necesitado uno o dos años para encontrar
la respuesta, a saber: que ellos no estaban allá, y que esa era
la realidad. Ya me había dicho, acerca de la manta que no
usaba: “Usted sabe, ¿verdad? , que la manta podría ser muy
cómoda, pero la realidad es más importante que la como
didad, y por lo tanto una no manta puede ser más impor
tante que una manta.”
Este fragmento clinico es un ejemplo de lo valioso que resulta
tener en cuenta las diferencias que existen entre los fenómenos en
términos de su posición en la zona que se extiende entre la
realidad exterior, o compartida, y el sueño verdadero.