ARTÍCULO-Los Sonámbulos. Hermann Broch: El Círculo Cerrado

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Los sonámbulos.

Hermann Broch: El círculo cerrado


José Luis Alvarado
 

Pocas cosas son tan fascinantes como la


detallada narración del desmoronamiento de una cultura, de un
imperio. La patria está irremediablemente perdida, el futuro
yace irrecuperable, sólo el dolor está cada vez más libre, es
cada vez más claro, quizás incluso más invisible, nada queda
sino el hálito doloroso del pasado. Así entendió Hermann Broch
(1886-1951) el sobrecogedor paso por la historia del Imperio
prusiano, sus pisadas de hierro sobre la cultura occidental. En
1931 emprendió la tarea de narrar el auge y la caída de una
forma de entender el mundo, de imponer las ideas a sangre y
fuego, a través de las vivencias de tres personajes que
habitarán dolorosamente la tierra en la que nacieron, sin más
culpa que la de vivir la época que les tocó en la rueda de la
historia.
De ahí surgió Los sonámbulos, una impresionante trilogía
novelística que ahonda en el sufrimiento humano, en la
incapacidad de desprenderse del momento en que vive. La
primera novela Pasenow o el romanticismo nos adentra en la
vida de un pequeño aristócrata terrateniente prusiano, un
hombre que debe seguir las huellas de su padre, de su familia,
en el ejército, con una lógica que sólo se entiende desde el
imperativo irracional de las cosas heredadas. Pasenow es un
joven que en su uniforme encuentra un mejor orden de cosas
que el hombre que sólo cambia su traje civil de noche por el de
día, que no tiene necesidad alguna de reflexionar sobre estas
cosas, porque un auténtico uniforme proporciona al que lo lleva
una delimitación muy clara entre su persona y el mundo
circundante, como una rígida funda en la que mundo y persona
chocan viva y claramente entre sí, donde la verdadera misión
del uniforme es mostrar y establecer un orden en el mundo y
rescatar lo que tiene de fugitivo y efímero. El uniforme, en la
Prusia de 1888, es como una segunda piel que ofrece seguridad,
bien apresado entre correas y hebillas, que da un sentido a la
irracionalidad del mundo, una disciplina a las ideas.
Una disciplina que desaparecerá en la segunda novela Esch o la
anarquía, que se desarrolla en 1903, en un mundo ya agitado,
efervescente, inseguro. Esch es un empleado, un pequeño
burgués de las tierras del Rin. Ya no encuentra sentido a la vida
en las cosas inmediatas, ha de buscarlas, tanteando como un
ciego en la oscuridad. Esch quiere ser una persona íntegra,
quiere seguir la lógica de su trabajo, la contabilidad, en la que
siempre cuadra el debe y el haber, pero no la encuentra. Pasa
de un trabajo a otro, busca el amor de una manera huraña,
triste, se enamora de una pobre viuda que regenta una
deprimente taberna, y Hermann Broch nos muestra en esas
páginas donde creemos ver nacer el amor uno de los retratos
más despiadados de la soledad humana, porque Esch y la
tabernera son personajes desnortados que se juntan, no para
vencer sus soledades, sino para comprender juntos que se
encuentran arrojados al mundo, sin piedad, sin remisión. Son
páginas estremecedoras, donde el sexo resulta desolador,
donde las palabras hieren de pura nostalgia por el deseo
insatisfecho. Los personajes de esta novela buscan lo
imperecedero y lo absoluto en lo terrenal, encuentran siempre
únicamente símbolos o sustitutivos de lo que buscan, sin que
les sea posible darles nombre: ven la muerte de otro sin pena ni
tristeza, corren locamente por la posesión, para ser poseídos
por ella, y esperan hallar en dicha posesión lo seguro e
inmutable que debe protegerlos.
En 1918 se desarrolla la última parte de la trilogía, Huguenau o
el realismo, mientras va acabando la guerra que aniquilará los
sueños imperialistas de Prusia, y este mundo destruido lo
veremos a través de un personaje arribista y canalla, Huguenau,
un desertor, un sinvergüenza que vive vampirizando a los demás
y que encuentra en Esch la persona idónea para aguijonear todo
su veneno, buscando la improbable aquiescencia del mayor
Pasenow, que por entonces ya se encuentra sumido en la
desilusión de su romanticismo. Esta novela es un canto a la
desesperanza. Pocos personajes conoceremos más
despreciables que Huguenau, que va sembrando el mal allá por
donde vaya, con tal suerte que todo le sale bien, según sus
cálculos, porque el realismo, lo que verdaderamente supone la
condición humana, se impondrá sobre los sueños románticos o
sobre la búsqueda de los deseos. Ya no hay ideas ni proyectos,
sólo vale el sálvese quien pueda, cada página de esta novela va
descendiendo hacia los abismos del ser hasta niveles
insoportables. Son los personajes como Huguenau los que
triunfan; los demás son títeres que deben bailar al son de
quienes menos escrúpulos tienen.
Si en los dos primeros volúmenes de la trilogía Broch cuenta
mediante una narración de corte realista, en el tercer libro se
rompe toda lógica narrativa, como el mundo que va retratando,
y compagina poesía con diálogo teatral, análisis psicológico con
narración de los hechos en tercera persona, y como una forma
de explicar los acontecimientos que ha ido relatando a lo largo
de la obra, introduce una serie de capítulos que bajo el título
«Degradación de los valores» remiten a un profundo ensayo
filosófico, de difícil lectura pero clara interpretación: ya no vale
sólo la ficción para contar la degradación del mundo, sólo la
reflexión puede alcanzar a explicar una forma de entenderlo que
sale fuera de toda lógica, a entender la gran angustia del
hombre que adquiere conciencia de su soledad y que huye de su
propia memoria, vencido y excluido. Las personas se convierten
así en sonámbulos que pisan una tierra hostil que no pueden
comprender porque aún no han despertado ante el amenazador
fondo de las tinieblas que los envuelven, sin posibilidad de
elevarse a otro nivel de conciencia  que no sea ese círculo
cerrado del que nunca saldrán.
Pasenow o el romanticismo.
Esch o la anarquía.
Huguenau o el realismo.
Trilogía Los sonámbulos. Hermann Broch. Debolsillo.

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