Pedagogia Waldorf Impresion
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LA PEDAGOGÍA
WALDORF
PEDAGOGÍA
WALDORF
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el art. 534-bis del Código Penal
vigente, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren, en
todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte sin la
preceptiva autorización.
DESTINATARIOS
▪ Profesores universitarios.
▪ Pedagogos y psicopedagogos.
MODALIDAD
INTRODUCCIÓN
3.1. Primer periodo: desde 1919 hasta la censura sufrida por el nacismo
3.4. Cuarto periodo: desde el fin de la Guerra Fría hasta las dos primeras
décadas del siglo XXI
El cuerpo físico
El cuerpo etérico
El cuerpo astral
El Yo
4.3.1. El juego
TAREAS
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
INTRODUCCIÓN
________________________________________________________________
En este curso, vamos a conocer cómo surgió este método y cómo logró expandirse por
varios países, entre ellos, España, a pesar de las dificultades que sus precursores
encontraron en los conflictos políticos del momento.
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UNIDAD 1
Un primer acercamiento a la pedagogía Waldorf nos muestra que por encima de todo se
trata de un modelo educativo de autor. El referente obligado en este sentido es Rudolf
Steiner quien desarrolló los principios fundamentales de esta pedagogía. De ahí que para
conocer con detalle las ideas sobre las que se sostiene el día a día en una escuela
Waldorf sea pertinente aproximarse a la biografía intelectual de su fundador. Es este un
punto de referencia en buena medida obligado para poder profundizar en las categorías y
nociones que subyacen tanto en la práctica como en la teoría de este modelo educativo.
En el caso de esta primera unidad didáctica el objetivo es abordar los hitos más
destacados de la biografía de Steiner. Se presta especial atención al modo en que
desarrolló una corriente esotérica que gozó de una gran popularidad en diferentes países
del mundo, la antroposofía, la cual es el sustrato filosófico y espiritual que sostiene la
pedagogía Waldorf.
Es en 1861 cuando nace Rudolf Steiner en Donji Kraljevec, una localidad que actualmente
está inserta en Croacia. Cuando Steiner tenía seis años Donji Kraljevec fue anexionada al
Imperio austrohúngaro en medio de una reconfiguración a gran escala de las fronteras en
Europa. Un síntoma evidente de los conflictos políticos y nacionales que se estaban
produciendo a finales del siglo XIX y principios del XX. Esta era una localidad pequeña y
alejada para la época de los núcleos urbanos de referencia en ese tiempo. No obstante,
las transformaciones económicas, culturares y tecnológicas se hacían visibles en el día a
día del pueblo. El propio Steiner reconoció en diferentes escritos que ya durante su
infancia pudo observar cómo se sucedían con gran velocidad cambios en el plano
tecnológico que impactaban en la vida de su localidad natal. A nivel personal el padre de
la pedagogía Waldorf manifestó que en una edad muy temprana se sentía atrapado entre
la dicotomía que presentaban el mundo de la naturaleza y el de la tecnología. Una
experiencia bifronte que fue el fundamento para el desarrollo de un temperamento de
base científico a la vez que visionario.
Es cierto que en el plano sensorial, Steiner sentía una cercanía e interés específico con el
romanticismo como corriente intelectual y expresión artística. Especialmente le
interesaban las ideas de fundamento filosófico del idealismo, así como la visión romántica
de la naturaleza donde con frecuencia se optaba por su divinización. Otro aspecto del
romanticismo de gran importancia para Steiner era el lugar que ocupaban los sentimientos
como fuente de conocimiento, lo cual desafiaba al mundo racional y científico. Además de
esta inclinación romántica, otra clara influencia en su formación fue el catolicismo. Una
parte importante de su familia era católica y desde pequeño Steiner ejerció de monaguillo
en la iglesia de su localidad. Fue como miembro de la iglesia católica que integró en su
pensamiento la importancia de la solemnidad del culto y los rituales como base para una
existencia en la que tiene cabida la espiritualidad. Estas tempranas vivencias relacionadas
con los rituales católicos resultarían de gran importancia tiempo más tarde cuando Steiner
definió los fundamentos cristianos de la antroposofía y también de la pedagogía Waldorf.
Observando su recorrido vital, una vez que tomó conciencia y asumió su capacidad para
percibir la realidad suprasensible, Steiner buscó sistematizar en clave intelectual lo que
hasta entonces eran solo intuiciones experienciales. Esta fue una tarea ardua que le
exigió muchos años de estudio y de observación de los grandes cambios que estaban
sucediendo en el mundo en las tres últimas décadas del siglo XIX. En 1872, cuando tenía
apenas once años, Steiner inició por decisión de su padre sus estudios en la escuela
secundaria de Wiener-Neustadt. Esta experiencia académica estuvo marcada por el
hecho de que se especializó en estudios técnicos y científicos, por lo que pudo
aproximarse a áreas de conocimiento como las matemáticas, la física y la geometría. Una
formación que de forma intuitiva completó a nivel personal con un estudio detenido de
importantes obras de la filosofía, la historia y la literatura. Fueron especialmente
importantes en este momento de su vida las lecturas que emprendió de pensadores de
referencia del idealismo alemán. Con algunos de los ahorros que llegó a tener pudo
comprar una edición de la Crítica de la razón pura del filósofo Kant. La lectura detenida de
este libro clásico de la filosofía fue una tarea a la que se dedicó en el verano de 1879.
Lo cierto que es en aquellos años Steiner no era el único ciudadano preocupado por
cuestiones epistemológicas relacionadas con lo espiritual. Diferentes grupos y
asociaciones ya estaban entonces abriendo esta línea de pensamiento. El problema era
que Steiner no había coincido, ni tampoco había interactuado, con personas que le
ayudaran a conocer estos grupos que era muy cercanos a sus particulares
planteamientos. Eran tiempos, de hecho, en el que prácticas como el espiritismo estaban
cada vez más popularizadas en círculos concretos de las capitales de occidente. También
la parapsicología, el misticismo, el ocultismo o la magia era populares. En buena medida
todas ellas buscaban inspiración en prácticas espirituales orientales que se distanciaban
de la tradición teológica de occidente fundamentalmente cristiana. Así es como el
budismo, por ejemplo, tuvo una gran presencia y difusión en aquel tiempo y ganó una
popularidad destacada incluso entre ciertas élites urbanas. Fue un tiempo en el que, como
llegó a suceder en pleno auge del romanticismo en el siglo XVIII, lo desconocido volvió a
despertar el interés de amplios sectores de la sociedad. Aquí destacó la Sociedad
Teosófica, un espacio que sería de mucha importancia para Steiner y del que llegó a ser
secretario de la sección abierta en Alemania.
Steiner terminó con éxito el trabajo que le habían encargado para obra Literatura Nacional
Alemana referente al análisis de las obras científico-naturales que había escrito Goethe.
Una vez este trabajo estuvo acabado fue invitado por el archivo Goethe-Schiller ubicado
en Weimar, donde se trasladó a vivir. Era una gran oportunidad laboral, especialmente
porque implicaba trasladarse a Alemania. Steiner sentía una gran admiración por la
cultura alemana como resultado de los estudios que había realizado de sus filósofos,
poetas y escritores años atrás, por lo que aceptó el trabajo con entusiasmo. En estos
años residiendo en Weimar tuvo tiempo para escribir su segundo libro que tuvo por título
Goethe y su visión del mundo (1897). También en esos años buscó dar continuidad a su
formación académica e inició en la Universidad de Rostock los estudios de doctorado. El
título de su tesis doctoral que defendió en 1891 fue El entendimiento de la conciencia
humana consigo misma, un trabajo que fue publicado años más tarde con el título de
Verdad y ciencia. Steiner escribió dos libros más de gran importancia en su biografía
intelectual durante su residencia en Weimar, estos fueron La filosofía de la libertad (1984)
y Nietzsche, un luchador contra su época (1895). Aquí se encuentra el fundamento de su
pensamiento y la base de los diferentes proyectos que emprenderá más adelante.
Es estando en Weimer cuando Steiner identifica, a los treinta y cinco años, un profundo
cambio anímico que desde su perspectiva está relacionado con un salto cualitativo en su
capacidad para percibir y relacionarse con el mundo material. Se trataba de una especie
de equilibrio al que había llegado en su interior entre el mundo espiritual y material. Hasta
entonces había primado el lado espiritual y esto lo había vivido Steiner como algo natural.
Pero poco a poco fue sintiendo una atracción equivalente por el mundo material que
conllevaba un estado de equilibrio en su ser. También en ese sentido la experiencia en
Weimar es clave en su biografía y debe ser tenida en cuenta junto con el trabajo que
realizó en el archivo y la publicación de importantes obras. Si bien, el impacto que habían
tenido sus trabajos publicados fue muy marginal y prácticamente pasaron desapercibidos
en su momento. Al tiempo que veía urgente que su mensaje llegara al gran público,
observaba la indiferencia que causaban sus ideas. Le producía un gran desasosiego ver
como la mayoría de los ciudadanos no eran capaces de desarrollar una experiencia de
vida plena, lo que pretendía combatir con sus escritos. En parte cansado de esta
sensación de impotencia, en 1897 decidió aceptar una oferta de trabajo en Berlín. Le
habían encargado editar la revista Das Magazin für Literatur. Un trabajo que aceptó de
buen gusto en la medida que consideró que se abría una muy buena oportunidad para
poder divulgar los avances que había llevado a cabo en su pensamiento en los últimos
años.
Cuando había transcurrido más de un año desde que el artículo de Steiner se había
publicado, cayó en las manos de Fritz Seiler, quien lo leyó con mucho interés. Seiler era
un miembro destacado del grupo de la Sociedad Teosófica en Berlín. Inmediatamente
buscó la forma de contactar con Steiner para invitarse a participar del grupo. Los condes
de Brockdorff que eran los que ejercían como anfitriones en Berlín y que coordinaban los
diferentes ciclos de conferencias que se organizaban en esta Sociedad Teosófica
aceptaron la propuesta. La propuesta que le hicieron llegar a Steiner fue que centrara su
ponencia en las ideas de Nietzsche, pues era un autor que había estudiado en alguno de
sus libros que ya había publicado hasta el momento. El 22 de agosto de 1900 se celebró
la conferencia con Steiner como invitado. Fue este un día clave, pues a partir de entonces
inició su asidua participación en la Sociedad Teosófica, lo que significaba un paso de gran
calado en la trayectoria personal e intelectual de Steiner. De hecho, el éxito que tuvo esta
primera conferencia motivó que no tardaran en llegarle propuestas para otras
conferencias y charlas con círculos teosóficos de diferentes partes de Alemania. Como
resultado el libro titulado La filosofía de la libertad que como se ha señalado tuvo escasa
repercusión en su inicio, poco a poco fue encontrando lectores interesados en las ideas
de Steiner, convirtiéndose en una obra de referencia para quienes participaban del
movimiento esotérico.
Con este propósito en mente y con la urgencia de generar este giro mencionado, Steiner
canalizó sus esfuerzos por medio de la Sociedad Teosófica. Aunque lo cierto es que su
presencia en esta sociedad pasó por diferentes momentos. El buen recibimiento de los
primeros años cambió en la medida que el protagonismo y presencia de Steiner comenzó
a generar cierto desconcierto y recelo. Uno de los elementos más conflictivos entonces
fue que la Sociedad Teosófica tenía una preferencia clara por cuestiones espirituales de
oriente y mostraba una apertura a toda idea religiosa sin establecer una línea dogmática
clara. Por el contrario, Steiner tenía una clara preferencia cristiana, hasta el punto de que
situaba a Cristo como figura indiscutible en la evolución del mundo.
Lo que ofrecía Steiner con la antroposofía era un camino de conocimiento cuyo fin es
conducir el componente espiritual del ser humano hacia lo espiritual en su sentido más
cósmico. A nivel etimológico el término “anthropos” significa “ser humano” y “sophia” hace
referencia a “sabiduría”. Con la fundación del movimiento de la antroposofía Steiner
estaba poniendo en marcha no solo una estructura organizativa, sino también un proyecto
vital, hasta el punto de que su dedicación a la causa sería plena a partir de entonces. La
Sociedad Antroposófica fue creada en 1913 y es a partir de esa fecha cuando el
pensamiento de Steiner de despliega con total libertad y sin tener que rendir cuentas a
estructuras organizativas que no dependieran exclusivamente de él mismo. Contaba
además con un numeroso público que le seguía fielmente.
Es importante subrayar que en los mismos años que Steiner redactó su teoría de la
triformación social, en Europa era común encontrar teorías que pretendían repensar los
cimientos de la civilización occidental. Este tipo de planteamiento eran por lo general muy
ambiciosos y se extendían a la práctica totalidad de ámbitos esenciales para la vida. Daba
la sensación de que era un tiempo propicio para cuestionar y reformular los pilares
institucionales que regían la convivencia de los individuos en sociedad. En este contexto
lo que Steiner buscó fue no quedarse en un mero planteamiento teórico del desarrollo de
la antroposofía, sino que se afanó por plantar aplicaciones concretas de sus principios
filosóficos. De hecho, en sus conferencias personas de todo tipo le preguntaban sobre la
forma de llevar a la práctica sus ideas en el campo de la medicina, las artes, la religión o
la agricultura. Lo que terminó dando origen a las diferentes ramificaciones prácticas de la
antroposofía, muchas de las cuales tienen vigencia en la actualidad, es el caso de la
medicina antroposófica, la euritmia y el arte de la palabra, la agricultura biodinámica, la
banca antroposófica y la propia pedagogía Waldorf.
La primera escuela Waldorf fue un proyecto que partió de una sugerencia que realizó Emil
Molt al propio Steiner. Lo que este empresario veía es que muchos de los principios e
ideas que fundamentaban la antroposofía tenían un claro recorrido en clave educativa.
Steiner escuchó con atención a Molt y comenzó a pensar en esta posibilidad. De tal forma
la figura de este empresario ocupa un lugar de cierta importancia en la historia de la
escuela Waldorf.
Molt sentía que era evidente una crisis de la vida espiritual y que los intentos de la ciencia
a principios del siglo XX por arrinconar lo religioso, propiciaban la configuración de un
mundo demasiado frío y desencantado. Con estas inquietudes como punto de partida no
debe extrañar que Molt sintiera una gran atracción por el discurso que estaba proyectando
Steiner como figura principal de la Sociedad Antroposófica. Todo lo cual lo relató el propio
empresario en un libro autobiográfico que publicó con el título Emil Molt y los comienzos
del movimiento de la escuela Waldorf. Apuntes biográficos. En este trabajo queda narrada
la inquietud espiritual que primero le llevó a interesarse por la teosofía y, tiempo después,
por la antroposofía. Para Molt lo interesante de estos movimientos de fundamento
esotérico era que buscaban una síntesis entre la ciencia y la religión, sin que su objetivo
fuera confrontar la una con la otra. Lo cual era una forma de combatir la sensación de
vacío existencial que sentía que era predominante en las sociedades modernas y
especialmente en las grandes ciudades del momento.
Con el fin de aproximarse a la relevancia que posee el encuentro y amistad entre Molt y
Steiner es imprescindible poner atención en algunos sucesos concretos de finales del
siglo XIX. Tanto Emil Molt como su esposa Berta Heldmaier eran una de las parejas más
conocidas en la bulliciosa vida burguesa de Stuttgart. Molt ocupaba desde hacía años el
puesto de director en la fábrica de cigarrillos Waldorf-Astoria, una compañía muy popular
entonces en Alemania. Era muy común ver a la pareja asistiendo juntos a muchas de las
actividades culturales y artísticas que tenían lugar en la ciudad. En realidad, ambos
estaban especialmente interesados en las actividades cuyo fin estaba vinculado con el
desarrollo interior de los individuos y que de alguna forma contribuían a que cada persona
pudiera explorar el lado más espiritual de su existencia. Tanto Molt como Heldmaier, en
su infancia y dentro de su contexto familiar, habían desarrollado fuertes convicciones
religiosas, por lo que era frecuente también encontrar a la pareja asistiendo a la misa de
los domingos. Aunque debió de producirse en algún momento una crisis con respecto a lo
que consideraban la religión tradicional que marcó un punto de inflexión de la pareja con
la iglesia convencional.
Iniciaron entonces una búsqueda de otros espacios en los que poder canalizar su vida
espiritual. Algo que en realidad era muy común en aquellos años. En este tiempo de
búsqueda, en una ocasión, asistieron a una charla impartida por Edwin Böhem cuyo tema
central era el control del pensamiento. Fue allí, casi de casualidad, cuando observaron
con curiosidad que la conferencia era en realidad una actividad que contaba con la
cobertura de la Sociedad Teosófica. Una primera reacción fue de desconfianza. Molt y
Heldmaier conocían el desempeño de esta organización y en principio no sentían mucho
aprecio por los grupos de teosofía ni una clara afinidad por las ideas y discursos que
propagaban en sus actos. Pero lo cierto es que la conferencia de Böhem les pareció más
que interesante. En el contenido de la misma había encontrado una forma de canalizar
sus inquietudes. En consecuencia, poco tiempo después, decidieron participar de nuevo
en otra de las conferencias, esta vez en una charla impartida por Kaskowsky. Una vez
terminada esta segunda conferencia, que les generó también gran entusiasmo,
compartieron sus impresiones con uno de los proveedores de tabaco de la fábrica
Waldorf-Astoria con el que tenía cierta amistad. Este amigo, con la intención de que el
matrimonio pudiera seguir profundizando en el mundo esotérico, les aconsejó que
escucharan una de las conferencias más esperadas que iba a impartir un emergente líder
de la teosofía, se trataba de Steiner.
En 1902 Steiner llegó a la ciudad alemana de Stuttgart. Hacía poco tiempo que pertenecía
a la Sociedad Teosófica, aunque por la puesta en escena de sus charlas y el contenido de
las mismas ya gozaba de una importante fama. Fue precisamente entonces cuando Molt y
Heldmaier tuvieron la oportunidad de escuchar por primera vez a Steiner siguiendo la
recomendación que habían recibido. Y el resultado fue que se llevaron una muy buena
impresión de la conferencia. La fuerza del discurso y la capacidad para llegar al auditorio
de Steiner les dejó prendidos. Tal fue el entusiasmo con el que recibieron sus palabras
que a partir de ese momento la conocida pareja comenzó a asistir con mucha frecuencia a
las charlas de Steiner en diferentes lugares de Alemania. Al tiempo que cada vez que
sabía que Steiner estaría en Stuttgart recomendaban a todos sus conocidos la asistencia
a la conferencia.
El primer contacto personal entre Molt y Steiner se produjo habiendo transcurrido cinco
años desde la primera conferencia de Steiner en Stuttgart. En el año 1907 fue el propio
Molt el que promocionó una de las conferencias. El acto fue un éxito y lo más importante
fue que ambos observaron un claro entendimiento y sintonía personal. Esta afinidad se
tradujo en poco tiempo en una estrecha relación de amistad y cercanía que sería a la
postre de gran significado en la vida de los dos. La amistad que empezó entonces se
confirmó a partir del momento en que Steiner se separó de la Sociedad Teosófica. En ese
momento Molt le acompañó en su nuevo proyecto con la Sociedad Antroposófica. La
relación que ambos mantuvieron fue clave para los importantes proyectos que Steiner se
propuso poner en marcha desde la perspectiva de la antroposofía. El ejemplo más notorio
para la historia de la educación está relacionado con la puesta en funcionamiento de la
primera escuela Waldorf en 1919. Asimismo, en el plano de lo político, cultural e
intelectual el apoyo que Molt ofreció a Steiner fue relevante. Especialmente significativo
fue el respaldo que ofreció para la promoción de las ideas de la triformación social que
Steiner había desarrollado en el contexto de la Primera Guerra Mundial con el fin de
pensar el mundo social a partir de unos nuevos referentes que propiciaran un orden
mundial más justo. De hecho, Molt fue quien impulsó en Stuttgart un grupo de influyentes
empresarios y promotores culturales que en 1917 terminaron formando el movimiento por
la triformación social. Las bases sobre las que se levantaba el movimiento quedaron
desarrolladas en el documento titulado Llamamiento al pueblo alemán y al mundo de la
cultura.
El propósito explícito del movimiento por la triformación social era propiciar un cambio de
conciencia. Para tal fin se observaba que era necesario repensar cuestiones
fundamentales desde la raíz. Especialmente importante era encontrar nuevos referentes a
partir de los cuales impulsar cambios económicos, políticos y culturares. En los años
posteriores a la publicación del manifiesto fundacional de la triformación social,
especialmente en la ciudad de Stuttgart, la organización alcanzó cierta fama y
reconocimiento. Incluso los periódicos de la ciudad recogieron los puntos esenciales de la
propuesta desarrollada por Steiner. Este escrito contó públicamente con el apoyo de
importantes personalidades de la ciudad, entre los que estaba Molt. De hecho, los propios
trabajadores de la fábrica Waldorf-Astoria mostraron su interés en estas ideas y llegaron a
pedir más información sobre los aspectos centrales de este nuevo modelo de sociedad
que se estaba promoviendo.
Era este un contexto político muy específico. Hacía muy poco tiempo que acaba de
finalizar la Primera Guerra Mundial. Los años posteriores al conflicto bélico fueron un
tiempo en el que se despertó por un lado un gran interés por cuestiones culturales y por el
otro una necesidad de cambio social que caló especialmente entre las clases obreras y
populares. De alguna manera Molt supo ver esta situación y no dudó en organizar charlas
y conferencias para sus trabajadores. En estas charlas las ideas de Steiner despertaron
gran interés. Hasta el punto de que los propios empleados de la fábrica de cigarrillos
comenzaron a demandar cada vez más información al respecto y se convirtieron en
entusiastas defensores de las ideas de la triformación social.
Todo indica que Molt era un personaje carismático que despertaba grandes simpatías
entre los trabajadores de sus fábricas. Posiblemente en su actitud con los trabajadores
había una visión paternalista de la relación entre empresario y trabajador, y desde esa
relación la cercanía y la preocupación por las circunstancias concretas de cada trabajador
era una constante. El bienestar físico y espiritual de los trabajadores de la fábrica Waldorf-
Astoria, llegaría a expresar Molt, era una prioridad que como empresario no podía
desatender. Esta idea es fundamental para entender las iniciativas que el empresario llevó
a cabo con la intención de cubrir estas necesidades y en especial con la idea de proyectar
un espacio educativo para los hijos e hijas de los trabajadores.
Así, una vez finalizado el conflicto de la Primera Guerra Mundial, Molt se puso manos a la
obra para llevar a buen puerto su iniciativa educativa. Fue ese un momento clave para la
historia de Alemania y también para la fábrica de cigarrillos. Muchos de sus trabajadores
habían participado en la guerra y habían luchado en el frente. Finalizada la contienda
estaban volviendo a la fábrica para ver las posibilidades que había de rehacer su vida
laboral y recuperar sus puestos de trabajo. Y esto era un problema, ya que según fue
avanzando la guerra Molt había ido contratando nuevos trabajadores que cubrían los
puestos de quienes eran llamados a filas. Como resultado, en 1919 la fábrica contaba con
una plantilla con un número muy superior de trabajadores respecto a los puestos de
trabajo reales que se podía ofrecer. En este contexto crítico, la alternativa fue contratar a
todos y redistribuir sus jornadas laborales.
La decisión de redistribuir las jornadas laborales trajo consigo otro problema. En los años
posteriores a la guerra el tiempo de ocio podía derivar en desánimo. Muchos trabajadores,
de hecho, preferían no tener un exceso de tiempo libre para no tener que enfrentarse con
los traumas de la guerra. Estar continuamente ocupados era una forma de terapia y
evasión temporal. No hay que olvidar que Alemania había salido derrotada de la guerra y
a nivel nacional el sentimiento de tristeza y decaimiento era generalizado. El tratado de
Versalles que había puesto fin a la Primera Guerra Mundial no ofrecía un futuro
prometedor para Alemania. La opción que vislumbró Molt en este complejo escenario fue
la de ofrecer un estímulo de carácter intelectual para que los trabajadores ocuparan su
tiempo de ocio mientras exploraban campos de conocimiento de su interés o descubrían
nuevas habilidades y competencias. Así fue como organizó dentro de la empresa clases y
cursos que ofrecía a los trabajadores.
En la fábrica se organizaron cursos en los que se impartían clases de idiomas, historia,
geografía, costura o pintura. También se organizó una serie de exposiciones en las que
los propios trabajadores compartían con sus compañeros el tipo de trabajo que
desarrollaban en los diferentes departamentos de la fábrica. El objetivo de estas
actividades era también que los obreros tuvieran una visión más general de los diferentes
procesos industriales que se llevaban a cabo en la factoría y así pudieran tener una visión
más amplia del negocio para el que estaban sirviendo como mano de obra. Estas clases
para adultos tuvieron un gran éxito. Después de la jornada laboral una mayoría de
trabajadores participaban de los cursos y demandaban más actividades formativas. Un
problema fue que muchos de ellos habían comenzado a una edad temprana a trabajar en
la industria y no tenían experiencias previas de dedicarse al estudio. Precisamente en
este grupo de trabajadores la asistencia a las clases comenzó a decrecer. Asimismo, tras
unos meses con esta iniciativa funcionando en la fábrica Waldorf-Astoria, el propio Molt se
dio cuenta de que su propuesta educativa era económicamente muy difícil de sostener.
Una de las críticas que los trabajadores hicieron llegar a Molt fue que lamentaban que las
actividades formativas que les estaba ofreciendo no hubieran comenzando antes. Tenían
muy buena consideración de la propuesta del empresario, pero reconocían que no tenían
desarrollados los hábitos de estudio para seguir con disciplina el plan educativo. De esta
crítica, surgió la idea de que podrían ser precisamente los hijos e hijas de los trabajadores
lo que podrían ser los beneficiarios de un proceso formativo organizado desde la
empresa. Esta alternativa fue vista con buenos ojos por Molt, quien llegó a la conclusión
de que los esfuerzos en clave pedagógica daban mayores resultados en los niños que en
los adultos.
Con esta idea en la cabeza, Molt puso las bases para la fundación de la primera escuela
Waldorf. El factor determinante para lanzar esta iniciativa fue una conversación que el
empresario tuvo con uno de sus trabajadores. En un contexto de una sociedad muy
estratificada, donde las clases sociales no poseían la porosidad que hoy tienen, muchos
trabajadores veían la posibilidad de ascender de un estrato social a otro como una opción
de gran valor en la que la formación podía jugar un papel clave. La escuela, por lo tanto,
era una vía a considerar en este sentido, aunque lo cierto era que el acceso a una
educación escolarizada de calidad era un bien ciertamente exclusivo entonces. El diálogo
de Molt con el trabajador giró en torno a las buenas calificaciones que el hijo del
empleado había obtenido en la escuela primaria y las esperanzas que tenía depositadas
en que pudiera continuar sus estudios en la secundaria. Molt pudo observar el orgullo y la
alegría en el padre. Y pudo entender también lo que significaba tener una oportunidad
educativa para aspirar a romper con el techo social que imponía la condición de clase.
Estaba claro que para quien no tenía recursos, esta proyección podía quedar frustrada
por el alto precio de las tasas de matrícula de la escuela secundaria y los costes añadidos
del material que demandaban estos estudios. Era un problema fundamentalmente
económico el que frenaba el progreso y la transformación social.
En el caso concreto de Alemania hay que añadir que en su modelo educativo el Estado
cubría la educación primaria, pero la secundaría no tenía financiación pública. Por lo
tanto, eran las posibilidades económicas de cada familia las que en última instancia
decidían si un buen estudiante podía o no continuar con sus estudios. Es cierto que la
República de Weimar procuró desarrollar políticas más igualitarias en su intento de
despliegue de una democracia más social y que distribuyera la riqueza del país con una
perspectiva de justicia más extensa. Era uno de sus principales desafíos la reforma del
sistema educativo que todavía seguía anclado en una estructura del siglo XIX, siendo
unos de sus fines conversar la estructura social. La reforma que finalmente se puso en
marcha terminó por unificar la escuela elemental, en lo que se vino a denominar la
Grundschule. El siguiente paso era unificar la formación secundaria, este era el proyecto
de la Einheitsschule. No obstante, como es sabido, esta unificación del nivel de
secundaria nunca llegó a concretarse y quedó como una aspiración pendiente
especialmente para las clases populares. La reforma tuvo que conformarse con crear dos
formas alternativas a la que ya existía para poder tener acceso a los estudios superiores.
De tal forma los tres modelos formativos ciertamente elitistas que ya existían dentro de la
formación secundaria eran Gymnasium, con un modelo fundamentalmente de
humanidades, que incluía estudios de latín y griego; el Realgymnasium, que se enfocaban
más a estudios de cultura y ciencias sociales y el Oberrealchule, que ofertaba un
programa de ciencias. A estos se añadían dos más que fueron la Aufbauschule, que
suponía una modalidad diseñaba para quienes habían terminado con algo de retraso la
educación primaria y la Deutsche Oberschule, una alternativa de formación humanística
que incluía asignaturas de literatura, arte y ciencias alemanas y que no ponía tanto
énfasis en las lenguas clásicas.
Para Molt esta nueva escuela, siguiendo los lineamientos mencionados, tenía como
misión proporcionar a los individuos una educación verdadera en su más amplio sentido
de la palabra. En un contexto caracterizado por la incertidumbre y el sentimiento de
agotamiento cultural, un centro enfocado desde esta perspectiva contribuiría a que los
niños y niñas pudieran hallar su espacio propio en el mundo sin que las circunstancias
materiales de su entorno familiar fueran la principal barrera. En poco tiempo Molt se
entusiasmó con este proyecto y la ilusión con la que emprendió su puesta en marcha fue
notable. En buena medida era este el mismo sentimiento que recorría de forma trasversal
la sociedad europea y que señaló de forma unánime a la educación como la principal
herramienta para la reconstrucción después de la guerra y el mantenimiento de la paz
mundial
Un primer paso de Molt encaminado a hacer realidad el proyecto educativo que tenía en
mente fue contactar con su amigo Steiner. Le pidió su colaboración para crear una
escuela que atendiera principalmente a los hijos e hijas de los trabajadores de la factoría
Waldorf-Astoria. Una colaboración que incluía que Steiner tomara las riendas
pedagógicas del proyecto y que volcara las ideas de la antroposofía al terreno de la
educación. Lo cierto es que Steiner, cuando participaba en los círculos teosóficos, había
mostrado en más de una ocasión cierto interés por cuestiones referentes a la educación.
De forma que algo de terreno ya tenía recorrido en materia pedagógica cuando recibió la
propuesta de Molt. Si bien, propuso cuatro condiciones para aceptar el encargo: a) la
escuela tenía que ser un proyecto abierto y plural que incluyera a diferentes estratos
sociales de la población; b) en el centro se tendría que ofertar un plan educativo a niños y
niñas desde la idea de la co-educación; c) el plan educativo constaría de un total de doce
cursos; d) la escuela debía ser gestionada por los maestros, pues ellos eran los
encargados de mantener el contacto con los padres y madres que decidieran matricular a
sus hijos e hijas en la escuela. Esta última condición de Steiner era muy importante. En la
medida que el centro pudiera ser gestionado por los maestros, se impediría que tanto el
Estado como intereses económicos externos al proyecto, pudieran interferir en las
decisiones estratégicas del proyecto.
Otro aspecto fundamental para Steiner, aunque no estaba entre las cuatro condiciones
iniciales que planteó a Molt, era que el centro no debía ser confesional. Aunque se daría
formación religiosa católica y protestante, el proyecto no rendiría cuentas a ninguna
institución religiosa. Steiner valoraba en un alto grado la formación espiritual. Esto es
coherente con su cercanía al idealismo alemán que situaba uno de los fines educativos
esenciales el desarrollo espiritual del educando en base a la transformación interior. De
ahí que la cultura católica y protestante fuera una base necesaria para acceder a ciertos
conocimientos culturares y para entender en perspectiva histórica el modo en que había
sido canalizado el impulso espiritual en occidente. Era esta, sin duda, una lectura muy
personal del carácter aconfesional que quiso que adoptara la escuela en su proyecto
original. Al mismo tiempo, la antroposofía, como no podía ser de otra forma, terminó por
impregnar todo el currículum que diseñó Steiner en su propuesta educativa.
Un primer análisis de las condiciones que Steiner puso con el fin de aceptar el encargo
pone de relieve que el fundamento de su propuesta estaba en sintonía con alguna de las
ideas propias del movimiento de la Escuela Nueva. Estas ideas fueron además expuestas
en una conferencia que Molt organizó con los trabajadores de la fábrica. Lo que confirma
el éxito que tuvo la charla fue que el mismo día el empresario aceptó todas sus
condiciones y dio luz verde al proyecto. A partir de este momento Steiner y Molt
trabajarían conjuntamente para poner en marcha la primera escuela que tomaría como
referencia las ideas centrales de la antroposofía y que estaría ubicada en Stuttgart.
El discurso de Steiner en la fábrica de cigarrillos Waldorf-Astoria fue pronunciado el 23 de
abril de 1919. Para Molt esa es la fecha en la que realmente comenzó a rodar la
pedagogía Waldorf. Aunque ese día no había ni estudiantes, ni profesores, ni aulas, ni
ninguna propuesta hecha a las autoridades educativas, fue entonces cuanto el proyecto
comenzó gracias a las palabras de Steiner y a la buena acogida que estas tuvieron por
parte de los trabajadores. La sinergia generada impulsó a Steiner y a Molt a trabajar codo
con codo y a levantar un centro educativo de la nada. Y lo que se propusieron es que la
nueva escuela estuviera abierta en apenas cinco meses.
Ya que el objetivo era moverse con celeridad con el fin de que la primera Freie
Waldorfschule (Escuela Libre Waldorf) fuera una realidad lo antes posible, el empresario
inició los contactos pertinentes con el Ministerio de Cultura de Stuttgart. Las primeras
reacciones de las autoridades pertinentes fueron buenas e incluso se mostraron
entusiasmadas con el proyecto presentado por Molt inspirado en las ideas de Steiner. Era
una importante novedad que un hombre del mundo capitalista estuviera interesado en
abrir una escuela para todos independientemente de su condición social. Al tiempo que
Molt avanzaba con estas gestiones, Steiner tuvo tiempo para ocuparse de desarrollar el
proyecto pedagógico. Un paso importante fue conformar el primer cuerpo docente que
estaría compuesto por doce personas de mediana edad que dispusieran de trayectoria
personales y profesionales diversas. Es cierto que la mayoría de ellas estaban
familiarizadas con la antroposofía y conocían las ideas centrales del pensamiento de
Steiner, pero en su mayoría no eran maestros con experiencia dando clases. Con este
primer grupo, el propio Steiner implementó durante dos semanas, entre agosto y
septiembre de 1919, un curso en el que introdujo a los futuros maestros en aspectos
centrales que vinculaban a la antroposofía con la educación.
La organización de este intensivo proceso formativo para los maestros partía de un plan
bien estructurado: comenzaba el día a las 9.30 de la mañana con una conferencia general
sobre antropología. Entre las 10.30 y las 13.00 se abordaban cuestiones referentes a la
metodología y la didáctica. Ya por la tarde, de 15.00 a 18.00 Steiner abría una serie de
coloquios sobre cuestiones específicas referentes al día a día en clase que deberían
afrontar los maestros en la nueva escuela. Todas las charlas que entonces impartió
Steiner se encuentran publicadas en tres trabajos: Fundamentos de la educación Waldorf
I: El estudio del hombre como base para la pedagogía (2014), Fundamentos de la
educación Waldorf II: Metodología y didáctica (2006) y Coloquios pedagógicos y
conferencias curriculares (2010). Estos libros recopilatorios se han convertido desde
entonces en los trabajos de referencia para la formación de maestros Waldorf en todo el
mundo.
El encargado de buscar el lugar para la escuela fue Molt. Su primera intención fue
encontrar un edificio público, pero las gestiones con la administración fueron complicadas.
Al final la opción por la que se decantó fue un antiguo restaurante, el Uhlandshöhe. Lo
que más atrajo a Molt y Steiner de esta opción fue el espacio en el que estaba enclavado
el edificio. Cerca del río Neckar, rodeado de valles y viñedos y prácticamente a las
afueras de la ciudad de Stuttgart. Inmediatamente Molt compró el restaurante y se hizo
cargo económicamente de la reforma y habilitación del espacio. En poco tiempo se
consiguió transformar los salones del restaurante en ocho aulas donde iniciarían las
clases en el curso 1919-20. El nombre de la escuela fue Freie Waldorfschule, y
posteriormente a esta primera escuela se le añadió la palabra «Uhlandshöhe», para
diferenciarla como escuela fundacional respecto a otras escuelas Waldorf que con el
tiempo se fueron abriendo en Alemania.
Habiendo transcurrido seis años desde que iniciaran las clases, eran casi 900 los
estudiantes y 57 los maestros que impartían clase en la Freie Waldorfschule. Este
crecimiento del proyecto conllevó tener que ampliar los espacios y llegaron a construirse
un total de 27 aulas. De hecho, la escuela tuvo que adquirir terrenos aledaños al recinto
escolar para poder ampliar su espacio. Molt siguió financiando el proyecto y la práctica
total de las ampliaciones realizadas fueron inversiones personales en la escuela. Estaba
claro que el proyecto había iniciado en el lugar y el momento adecuado. Con el tiempo la
expansión de la pedagogía Waldorf mostró que el interés por este modelo iba más allá de
Alemania o Europa.
UNIDAD 3
3.1. Primer periodo: desde 1919 hasta la censura sufrida por el nacismo
Para comenzar con los inicios de la expansión de la pedagogía Waldorf, hay que señalar
que el primer promotor de la iniciativa que se estaba llevando a cabo en la Freie
Waldorfschule fue el propio Steiner. Desde su rol de líder de la Sociedad Antroposófica no
solo estuvo al frente del proyecto pedagógico, sino que una vez puesto en marcha siguió
al detalle la evolución del mismo. Su involucración era tal que llegó a participar
directamente en los claustros de los docentes con el objetivo de asesorar y ayudar a
resolver problemas que enfrentaban los maestros en su día a día. Es cierto que no era
oficialmente el director del centro, pero su liderazgo era reconocido por todos y su palabra
era siempre una ayuda para saber con precisión cómo actuar en casos concretos.
En sus conferencias, Steiner procuraba hacer alusión siempre que podía al proyecto de la
Freie Waldorfschule. Buscaba difundir los nuevos métodos educativos que se estaban
aplicando siguiendo los preceptos de la antroposofía y los resultados que estaban dando.
No era extraño que entre los asistentes a sus conferencias surgieran personas muy
interesadas en este modelo de educación. Todo indica que, en el contexto de desencanto
posterior a la Primera Guerra Mundial, el mensaje de esperanza que subyacía en la
propuesta educativa de la antroposofía despertaba un gran interés. Asimismo, el ambiente
pedagógico de la época estaba muy influenciado por cierto afán transformador que se
había extendido gracias al movimiento de la Escuela Nueva. Todo lo cual hacía que el
discurso de Steiner tuviera una buena acogida y que la Freie Waldorfschule despertara un
gran interés.
Con la intención de ser más precisos, es posible señalar dos hechos que serán clave para
la primera expansión de las escuelas Waldorf. El primero guarda relación con las
invitaciones que recibió Steiner por parte de grupos y asociaciones de maestros para que
compartiera los fundamentos de la iniciativa pedagógica que estaba liderando. Steiner
aceptó con gusto estas iniciativas. Las conferencias que entonces impartió a maestros
quedaron recogidas en varios libros. Uno de ellos es el titulado La educación y la vida
espiritual de nuestra época. El segundo hecho fue que la propia Freie Waldorfschule
comenzó a recibir un número importante de visitas. Se trataba de personas que habían
asistido primero a las conferencias de Steiner y que querían conocer de primera mano la
experiencia de la escuela de Stuttgart. Tomando como referencia estas dos cuestiones,
es posible identificar las razones que explican la primera expansión de la pedagogía
Waldorf por el sur de Alemania y un poco más tarde por países de Centroeuropa.
Las conferencias en las que Steiner pudo participar tuvieron lugar en Alemania
principalmente, pero también en otros países. En Suiza dio una charla en Dornach; en los
Países Bajos estuvo en Arhhem, La Haya, Rotterdam, Utrecht y Ámsterdam; en Inglaterra
impartió varias conferencias en Ikley, Londres y Torquay; y en Noruega habló en Oslo. Lo
que constata que sus ideas fueron recibidas con entusiasmo en algunos de estos lugares
es que en poco tiempo comenzaron a abrirse escuelas Waldorf fuera de Alemania. Vrije
School Den Haag fue el nombre que tenía la escuela que se abrió en 1923 en La Haya y
que fue la primera fuera de las fronteras alemanas. La segunda fue la Michael Hall School
de Londres que se inauguró en 1925. Para todos estos nuevos centros la referencia era
siempre la escuela de Stuttgart que servía como modelo de referencia para la actuación
pedagógica.
Una novedad a tener en cuenta que aparece en 1926 es la creación del primer jardín de
infancia inspirado en la antroposofía. Es importante resaltar que en bastantes
conferencias el propio Steiner había insistido en lo importante que era poder generar
espacios educativos específicos para los niños desde antes de los seis o siete años. En
función de la propia antroposofía esa era una etapa fundamental que demandaba de una
atención pedagógica específica. Es más, durante los primeros años de la existencia
humana las personas estaban expuestas a experiencias que habrían de marcar con un
peso muy significativo la configuración de su carácter y por tanto su biografía.
El primer intento de desarrollar un proyecto educativo infantil basado en la pedagogía
Waldorf data de 1920. Pero la iniciativa no terminó de arrancar y en apenas cinco meses
tuvo que cerrarse. Mientras tanto Steiner continuó insistiendo, especialmente entre los
maestros de la Freie Waldorfschule, en la importancia de poner en marcha un proyecto de
infantil. Fue en 1926 cuando por mediación de Herbert Hahn se hizo realidad el anhelo de
Steiner y pudo habilitarse el primer jardín de infancia en un terreno anexo a la escuela de
Stuttgart. Era un paso de gran importancia para la pedagogía Waldorf, especialmente si
se tiene en cuenta que actualmente es en la etapa de infantil donde la educación
antroposófica está despertando una mayor demanda en la mayoría de países del mundo.
En 1938 llegó un requerimiento para la clausura total del centro. Se consideraba que no
había tiempo para esperar a que el colegio fuera cerrando poco a poco sus diferentes
grados. Finalizaba entonces una primera fase histórica del movimiento de las escuelas
Waldorf. A partir de 1938 Alemania dejaba de ser el país de referencia para la educación
antroposófica y tenían que ser las escuelas que permanecían abiertas fuera de la zona de
influencia del gobierno alemán las que tomaban el testigo.
Al mismo tiempo, en los países aliados, durante la Segunda Guerra Mundial, no hubo
prohibiciones respecto al desempeño de las escuelas Waldorf. Como resultado, las
escuelas pudieron seguir su trabajo pedagógico. En este contexto los centros de Londres
y Nueva York se convirtieron en importantes referencias a nivel internacional. En total
había nueve escuelas en todo el mundo que pudieron permanecer en funcionamiento
durante el tiempo que se prolongó el conflicto bélico. También durante la guerra muchos
docentes emigraron a otros países. Especialmente significativo fue el número de docentes
que salieron de Alemania. Al llegar a otros países es conocido que colaboraron
activamente con otras escuelas ya existentes, contribuyeron en la difusión de las ideas
pedagógicas que articulaban el modelo Waldorf y en algunos casos también impulsaron la
apertura de nuevos centros.
En 1945, con el fin de la Segunda Guerra Mundial, la pedagogía Waldorf pudo salir de la
clandestinidad en los países que habían estado bajo el control nazi. Los nuevos
gobiernos, de hecho, no tuvieron problemas en apoyar las iniciativas por recuperar los
proyectos educativos de inspiración antroposófica que quisieran retomar sus actividades.
Cualquier iniciativa que contribuyera a estructurar el sistema educativo era entonces bien
recibida. Las familias, maestros y estudiantes que habían sobrevivido a la guerra se
mostraron animados a la hora de recuperar las iniciativas que habían sido interrumpidas
años atrás.
En el nuevo escenario geopolítico de los años cuarenta y cincuenta, las escuelas Waldorf
se expandieron especialmente en los países que habían sufrido la censura del nazismo.
Según las cifras que se conocen, en 1956 había 62 centros que impartían educación
basada en la antroposofía. De ella 53 estaban ubicadas en Europa: 24 escuelas en
Alemania, siete centros en los Países Bajos e Inglaterra, dos en Francia, Noruega y
Dinamarca y se contabilizaba también una escuela en países como Finlandia, Suecia,
Italia y Bélgica. Los otros nueve centros que había en el mundo estaban en Estados
Unidos. De tal forma, algo que indican con claridad las cifras es que tras la guerra el
epicentro de la educación Waldorf volvió a ser Alemania y la zona de mayor influencia fue
Europa, especialmente Centroeuropa y Europa del Norte. Este crecimiento tan
significativo estuvo acompañado de la constitución de dos centros de referencia para la
formación de maestros Waldorf en Stuttgart, fundado en 1951, y en Dornach, creado en
1956.
Este nuevo rumbo por el que optaban las políticas educativas hacía que el propio proceso
de escolarización quedara supeditado y vinculado a cuestiones como el desarrollo
económico, la productividad y la innovación tecnológica. Se estaba consolidando la teoría
del capital humano por medio de la cual la educación se convertía en una inversión que
hacían los estados en sus ciudadanos con la expectativa de un beneficio específico a
mediano y largo plazo. Al tiempo que el imaginario social aceptaba este nuevo discurso
educativo, es cierto que el cambio de paradigma que se operó entonces generó una fuerte
y significativa desafección en otros sectores de la población. Especialmente significativa
fue la crítica que se articuló desde el movimiento de la contracultura. En el seno de estos
grupos visiblemente contrariados con el nuevo modelo educativo, se inició una búsqueda
de modelos pedagógicos que apostaran por procesos de aprendizaje más libres y
humanistas. Así fue como se sentaron las bases del movimiento de las “escuelas libres”
en Estados Unidos. Y precisamente fue dentro de estos espacios alternativos donde las
escuelas Waldorf fueron percibidas como una forma de educación alternativa posible
frente a la deriva cientificista de la educación oficial. Su capacidad para canalizar muchas
de las demandas pedagógicas del momento quedó manifiesta. Las cifras son claras al
respecto: en 1956 había 9 escuelas Waldorf en Estados Unidos, en 1960 eran 11 los
centros y en la década de los años sesenta se crearon 21 escuelas nuevas.
La educación antroposófica diseñada por Steiner en los años veinte del siglo XX para una
experiencia educativa concreta en Stuttgart una vez finalizada la Primera Guerra Mundial,
se consolidó como una alternativa a la tendencia oficial en materia educativa. Si
ampliamos la mirada y vemos lo que estaba sucediendo en otras partes del mundo, se
puede observar que la dinámica de expansión fue también significativa. Respecto al año
1956 la cifra de escuelas se duplicó y para 1975 había un total de 113 centros abiertos.
Aunque Europa seguía siendo la región que aglutinaba un mayor número de escuelas
Waldorf, es precisamente en los años setenta donde otros países de regiones distantes
inician proyectos educativos fundamentados en la antroposofía. Es el caso de Canadá,
Brasil, Argentina, México, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica.
3.4. Cuarto periodo: desde el fin de la Guerra Fría hasta las dos primeras décadas
del siglo XXI
La última de las etapas de expansión de las escuelas Waldorf inicia en los años ochenta.
Es un tiempo de claro crecimiento exponencial de iniciativas educativas, hasta el punto de
que en apenas veinte años se creó el mayor número de escuelas Waldorf en el mundo.
Las cifras muestras que en 1975 había un total de 113 escuelas, mientras que en 1992 el
número se incrementó hasta alcanzar la cifra de 567 centros. Un primer análisis de esta
expansión se puede realizar en perspectiva política. En este caso resulta clave el giro
neoconservador que se opera en la mayoría de potencias políticas. Baste recordar que
Margaret Tatcher en 1979 es la primera ministra en el Reino Unido y que Ronald Reagan
es elegido presidente de Estados Unidos en 1980. Ambos fueron políticos de referencia
para los primeros experimentos neoliberales que redefinieron la relación entre políticas y
economía a nivel mundial y que también tuvieron un impacto directo en la configuración
de los sistemas educativos.
Cabe destacar que en el campo de la educación, lo que se propuso fue intentar mejorar
los sistemas con el fin último de mejorar la competitividad nacional en un mundo
globalizado. El rechazo que generaron las políticas neoliberales, que llegó a ser un
rechazo que atravesaba diferentes sectores sociales y económicos, está en la base de las
razones que llevaron a muchas familias a buscar otros modelos educativos. Entre los
modelos alternativos estaba sin duda la pedagogía Waldorf, que seguía atrayendo la
atención de quienes veían con escepticismo el modo en que los sistemas escolares
quedaban supeditados a los designios de la economía.
Otro acontecimiento político de gran impacto a nivel mundial a tener en cuenta es la caída
de la Unión Soviética a finales de la década de los ochenta. Hasta entonces la presencia
de escuelas Waldorf en países de la órbita soviética había sido nula. A partir de entonces
se abrió la posibilidad de que centros educativos inspirados en la antroposofía pudieran
abrirse en un número importante de países. En poco tiempo iniciaron jardines de infancia
Waldorf en el Este de Europa. En 1989 se tiene constancia de iniciativas en Eslovenia,
Hungría y Rusia. Un año después la pedagogía Waldorf inició en Estonia y República
Checa. En 1991 se abrieron centros en Armenia, Georgia, Rumanía y Letonia y todavía
en los años noventa aparecen nuevos proyectos en Lituania, Croacia, Moldavia, Polonia,
Ucrania y Bosnia.
Además del auge de las políticas conservadoras en Estados Unidos y Reino Unido y de la
desmembración de la Unión Soviética, otros países en función de circunstancias
específicas iniciaron la creación de los primeros centros Waldorf. En el caso concreto de
Portugal1 y España, todo indica que los procesos de transición de las dictaduras a la
democracia fueron claves en este sentido. Fue en los años setenta cuando la antroposofía
sentó las bases organizativas en ambos países y más tarde, ya con las incipientes
democracias asentadas, se fueron abriendo diferentes proyectos educativos inspirados en
las ideas de Steiner. En Portugal es cierto que hubo una iniciativa pionera en los años
veinte que estuvo a punto de concretarse, pero que no lo hizo. Hubo que esperar hasta
1983 para que la primera escuela Waldorf se abriera en Portugal. Por su parte, en el caso
de España fue en 1979, justo un año después de ser aprobada la Constitución de 1978,
que se fundó en Madrid el Jardín de Infancia Micael.
1
Portugal intentó iniciar un proyecto educativo Waldorf en 1926 aunque no terminó de crearse. Únicamente se llevaron
a cabo algunas actividades pedagógicas con las familias interesadas.
En el contexto europeo en el inicio de los años noventa las escuelas Waldorf se
expendieron considerablemente, lo cual es muy visible en los países en los que
históricamente la antroposofía tenía raíces bien consolidadas. En los Países Bajos se
contabilizaban 95 centros, en Suiza y Reino Unido llegaban a la cifra de 35 y en Suecia
había un total de 32 proyectos abiertos. En Estados Unidos eran 78 los espacios que
seguían el modelo educativo Waldorf, en Australia 17 y en Nueva Zelanda 7. En este
momento se consolidan también centros en América Latina y África en países como
Egipto, Kenia, Colombia, Uruguay, Chile y Perú. Por lo tanto, es a finales de los años
ochenta y principios de los noventa cuando el crecimiento de escuelas Waldorf es muy
significativo.
Es momento de entrar a analizar los principios sobre los que se fundamenta la educación
Waldorf. Centramos la atención en este capítulo en la concepción del ser humano que fue
desarrollada por Steiner en la antroposofía y en las características propias del primer
septenio.
Ya que uno de los puntos centrales es el referido al primer septenio, es clave comenzar
situando la importancia que la temporalización de la biografía en septenios tiene para la
organización de las escuelas Waldorf. Los septenios son ciclos de siete años que
siguiendo lo expuesto por Steiner dividen la vida de los seres humanos. Cada septenio
constituye un estadio en el que se despliegan una serie de disposiciones y características
que confluyen y, en parte, enmarcan la existencia humana en un momento determinado.
Es cierto que desde la antroposofía se han estudiado los septenios que se suceden a lo
largo de toda la vida de cada persona. Si bien en materia educativa los que poseen una
mayor importancia son los tres primeros septenios, ya que repercuten en la
conceptualización de la educación que inspira el quehacer en los centros educativos
Waldorf.
Con el fin de analizar de la forma más sintética posible los principios pedagógicos del
modelo educativo propuesto por Steiner, hay que comenzar identificando una idea central
de su pensamiento. Desde su perspectiva, la humanidad se hallaba en un periodo
histórico caracterizado por una serie de necesidades específicas. Era el tiempo que
Steiner denominó como el Alma Consciente, el cual se prolongaba en la historia de la
humanidad de 1413 d. C a 3573 d. C. Su propuesta pedagógica estaba contextualizada
en este tiempo y planteaba como su principal objetivo el desarrollo sano del yo. El propio
diseño del currículum que Steiner planteó para las escuelas Waldorf era, por tanto, una
respuesta a los desafíos que la humanidad en su conjunto debería encarar a lo largo de
estos años.
Lo que se planteó desde la pedagogía Waldorf fue un currículum que se articulaba a partir
de tres periodos de siete años, septenios, que se sucedían uno detrás del otro. En total
abarcaban los 21 primeros años de la vida de cada persona. La lógica que Steiner aplicó
a esta división partía de la definición de los miembros que constituían la personalidad del
ser humano: el cuerpo físico, el cuerpo etérico y el cuerpo astral. Estos miembros se
desplegaban paulatinamente en ciclos de siete años, de los 0 a los 7, de los 7 a los 14 y
de los 14 a los 21. Es cierto que Steiner enfatizó que esta era una estructura flexible y que
las escuelas la podían tomar como referencia, aunque llegado el caso podía adaptarse sin
mayor problema a los requerimientos temporales que cada país imponía para la
organización de las etapas educativas en sus sistemas escolares.
Lo que es evidente es que la concepción del ser humano propuesta desde la antroposofía
es clave para entender el desempeño de las escuelas Waldorf. Según Steiner, cada
individuo es la expresión de un ser divino, espiritual, que desciende al mundo terrestre
que en lo general es de carácter anímico. Y entre el nacimiento y la muerte cada persona
experimenta un proceso físico. Esta relación entre lo divino, lo anímico y lo físico, es el
mapa de coordenadas básicas para aproximarse a la antroposofía. Es cierto que la
cartografía terminológica de Steiner se complejiza notablemente en sus estudios, hasta el
punto de que la misma división en base a tres elementos, pasa en otro nivel a una
estratificación en función de cuatro, siete y nueve partes que, de forma complementaria,
se relacionan entre sí. Con el fin de sintetizar este complejo andamiaje de nociones tan
excepcionales, lo que se pretende es realizar una aproximación breve a la naturaleza
tripartita y cuatripartita de la personalidad humana.
La división tripartita de Steiner es la que identifica tres aspectos del ser humano que son
el cuerpo, el alma y el espíritu. El cuerpo es el medio por el cual se presentan en cada
persona los objetos que se sitúan en su entorno. El cuerpo es lo que permite percibir
aquello que nos rodea y esa es su principal función. En otro nivel, el alma era el medio
que permitía a los seres humanos relacionar las cosas que percibían mediante el cuerpo
con cuestiones específicas de su particular existencia. Es mediante el alma que las cosas
nos producen agrado o rechazo, placer o repulsa, alegría o dolor. El alma como
componente de la naturaleza tripartita se configuraba como una entidad anímica de gran
importancia en la medida que era la puerta para el mundo interior propio que cada
persona tenemos. Finalmente, el componente espiritual era para Steiner de gran
relevancia en la medida que era la vía que permitía a los individuos llegar a reflexionar
sobre sus acciones y percepciones.
Esta aproximación a la naturaleza tripartita que recorre los trabajos de Steiner y que es
fundamental en cualquier aproximación a la antroposofía, suponía al inicio del siglo XX
una contestación a ciertos axiomas asentados en el imaginario del momento. La
tendencia que predominaba, y que en buena medida todavía lo hace, se basaba en
reducir la experiencia vital del ser humano a su dimensión corporal, excluyendo como
punto de partida las dimensiones del alma o del espíritu. Era una cosmovisión claramente
materialista que Steiner se propuso combatir. En perspectiva histórica, el líder de la
antroposofía no dudó en identificar el origen de este reduccionismo en el Octavo Concilio
de Constantinopla del año 869. Fue entonces cuando la dimensión espiritual fue
desbancada de la experiencia vital en beneficio del cuerpo y del alma. Un proceso que se
generó en el seno del mundo cristiano y cuya repercusión ha sido de gran profundidad en
la civilización occidental.
El cuerpo físico
El primer miembro constitutivo que estableció Steiner es el del cuerpo físico. Se trataba de
un elemento que por definición estaba estrechamente vinculado al mundo material. O lo
que es lo mismo, estaba sujeto a las leyes físicas de ordenaba el estado de las cosas. En
su composición el cuerpo físico integraba las mismas sustancias y también las energías
que eran propias del mundo inanimado. En los seres humanos el cuerpo físico era la parte
mineral que los configuraba y que hacía la función de materia necesaria y básica para que
la vida y por tanto el pensamiento tuvieran lugar. Desde esta perspectiva el cuerpo físico
de los seres humanos era un elemento que servía para otras tareas más elevadas y
propias de cada persona como era el pensamiento.
El cuerpo etérico
En otro nivel diferente al del elemento físico, se encontraba para Steiner el cuerpo etérico.
Era este el que daba forma al cuerpo físico por lo que era considerado como una fuerza
arquitecta. El cuerpo etérico en algunos escritos antroposóficos es también denominado
cuerpo biofórico o vital. Se trataba en última instancia de una especie de envoltura que a
modo de fuerza desencadenaba los fenómenos vitales. Dicho de una forma más nítida,
sin el cuerpo etérico el cuerpo humano sería solo un cadáver, o lo que es lo mismo, un
cuerpo inanimado que ocupa un espacio físico. Este elemento constitutivo del ser
humano, en realidad lo compartía también con el mudo vegetal y el mundo animal en la
medida que su misión era la de estimular las fuerzas propias de cada especie. Entre los
fenómenos que están estrechamente ligados al cuerpo etérico están la propagación, la
circulación interna de la savia y el crecimiento. Es cierto que Steiner detalló las funciones
más específicas que correspondían al cuerpo etérico en los seres humanos. Señaló en
este sentido funciones relativas al temperamento, el carácter, los hábitos y la memoria.
Estas nociones propias del cuerpo etérico son de gran importancia en el desarrollo de la
propuesta educativa de fundamento antroposófico que se desarrolla en las escuelas
Waldorf.
El cuerpo astral
El cuerpo etérico estaba estrechamente relacionado con el cuerpo astral. Lo que distingue
a ambos es que el primero corresponde a funciones “energéticas”, mientras que el cuerpo
astral aglutina funciones “sensibles”. El cuerpo astral, por lo tanto, era algo así como un
medio canalizador de la vida emotiva. Quedaba relacionado al campo de los sentimientos,
los deseos, los instintos o las pasiones. El término que Steiner usó para su denominación
estaba estrechamente vinculado al mundo esotérico. Basta mencionar el peso de
corrientes esotéricas que dedican sus esfuerzos en el estudio de la relación entre las
fuerzas de los planetas (en latín: astra) y los órganos de los seres humanos. Este tercer
miembro sensible que Steiner denominó cuerpo astral pertenecía tanto a los seres
humanos como a los animales. Compartían todos ellos la capacidad para experimentar
sensaciones las cuales quedaban integradas a modo de fuerzas en sus cuerpos.
El Yo
El cuerpo miembro constitutivo señalado por Steiner era el yo. En este caso se trata del
elemento que es exclusivo de los seres humanos. En base a la antroposofía el yo era
clave para configurar su naturaleza espiritual desde una perspectiva metafísica. Es claro
que la noción del yo y la capacidad de los seres humanos para identificarse con un yo
particular es una singularidad en relación con el resto de seres vivos. Únicamente cada
ser humano puede llamarse “yo” a sí mismo, y nadie puede hacer alusión con el término
“yo” a alguien que no sea él mismo. Por lo tanto, el sustrato “yo” conduce al alma superior
y es posesión exclusiva de los seres humanos, lo cual nos posiciona en la cúspide de la
creación. Para la antroposofía la propia noción del “yo” es una capacidad individual de
índole metafísica que da la posibilidad a cada individuo de percibirse a sí mismo y de ser
consciente de su propia existencia.
La idea que recorre la obra de Steiner es que mientras las sensaciones son
manifestaciones del mundo físico que se plasman en el yo, el yo en sí mismo es un
recipiente metafísico que porta el espíritu y que, al mismo tiempo, manifiesta la impronta
del mundo espiritual por medio de los seres humanos. La vida de cada individuo era el
resultado de la actividad de los cuatro cuerpos mencionados que funcionaban en base a
la unidad. El desempeño específico del “yo” con respecto a los otros tres cuerpos era
depurar y ennoblecer al resto de miembros desde sí mismo. Steiner tenía claro que esta
tarea había sido una constante en el caso de los seres humanos desde su origen como
especie y que estaban en las manos de los mismos seres humanos que lo siguiera siendo
en el futuro. Y aquí es donde la educación jugaba un papel destacado. Su misión era
contribuir a que el yo se desplegara desde una perspectiva sana. Para tal fin se requería
que los otros tres cuerpos constitutivos de cada individuo encontraran el tiempo para su
correcto desarrollo. De ahí que las escuelas cuidaran el entorno físico y sensorial con el
fin de propiciar el desenvolvimiento potencial que en clave metafísica todo ser humano
incorporaba.
Steiner consideraba que durante el primer septenio el niño es ante todo un órgano
sensorio. En función de su análisis los niños y niñas se caracterizaban por captar
percepciones de su entorno sin tener desarrollada la capacidad para discriminar. De ahí
que el modo que tenían de interactuar tanto con los objetos como con las personas que
les rodeaban fuera mediante la imitación. En los jardines de infancia, en consecuencia,
adquiere una gran relevancia el ambiente físico, especialmente sus características
estéticas, y también el educador o educadora. En el caso de los educadores su
importancia se entiende en base a las influencias que tienen en la formación sobre todo
física de los educandos. Desde la pedagogía Waldorf, lo que se impulsa para la
educación infantil es que los niños lleguen a sentir y percibir que el mudo que les roda es
bueno.
Según lo expuesto por Steiner el espacio del hogar es el ámbito cultural que mejor
responde a las necesidades de los niños durante el primer septenio. Es por eso que el
aula en el que se desarrolla la actividad pedagógica en el jardín de infancia es concebida
como la natural prolongación del hogar y el ambiente familiar. Y lo es tanto en su
dimensión pedagógica como estética. El enclave en el que se produce la estimulación
más sana que demanda el primer septenio es el hogar y también el espacio donde el
cuidado de la infancia en su concepción más tradicional se desarrolla. En función de estas
ideas educativas, algo común en las escuelas infantiles Waldorf es la educación
multigrado en la que niños de 2 a 6 años en general comparten la misma aula a lo largo
de un curso escolar. Esta concepción multigrado viene a representar, en última instancia,
la convivencia en el hogar de hermanos y hermanas de diferentes edades. Esta variedad
de edades que interactúan durante un mismo curso escolar en un aula de infantil es la
base para el intercambio de experiencias entre niños y niñas. Se desarrolla el cuidado de
los más pequeños por parte los más mayores, al tiempo que los unos imitan a los otros y
desarrollan el hábito de la espera especialmente en aquellas actividades que todavía no
son capaces de implementar.
La contracción aglutina todas las actividades que están enfocadas a un objetivo bien
definido con anterioridad. Son actividades acotadas en el tiempo y que demandan por
parte de los educandos de un mínimo grado de concentración colectiva. Todos los días en
una escuela Waldorf se desarrollan actividades de concentración. Ejemplos de este tipo
son los corros, el tiempo para el desayuno, la narración de un cuento o las manualidades.
Del otro lado están las actividades de expansión. Estas se articulan en base a la idea de
libertad que redimensiona la acción del niño y la niña. En este caso la actividad carece de
un tiempo específico y de un objetivo claramente definido con antelación. Es en el tiempo
de expansión donde se implementa el juego libre, que es sin duda uno de los aspectos
más característicos de una escuela infantil inspirada en la antroposofía.
4.3.1. El juego
El juego tal y como tiene lugar en una escuela Waldorf presenta cuestiones sumamente
específicas. De un lado, están los materiales con los que los niños y niñas juegan. Estos
son compuestos naturales, como la madera, las telas, las hojas secas o muñecos de tela
o ganchillo. Con estos objetos los niños experimentan al tiempo que adquieren una
experiencia directa de la realidad material que les rodea. Por lo general son juguetes
caracterizados por la sencillez de formas y por la versatilidad. Ambos componentes son
clave para estimular el trabajo de la fantasía de los educandos.
Steiner realizó reflexiones sobre los materiales educativos, y en especial sobre los
juguetes, incluso antes de que la primera escuela Waldorf de Stuttgart se pusiera en
funcionamiento. Así en 1907 es conocida una conferencia suya sobre este tema. En esta
charla puso énfasis en el modo en que el cerebro y los otros órganos del cuerpo humano
al recibir las impresiones adecuadas van encauzando su funcionalidad de una forma
correcta. Reivindicó entonces la importancia de que los niños dispusieran de juguetes
sencillos y versátiles. Una cualidad necesaria de todo juguete es que requiera de la
imaginación y fantasía para completar su forma definitiva. El cerebro de los niños se
activa ante materiales incompletos que demandan de su creatividad y que se adaptan a
circunstancias cambiantes cuando el sentido o reglas del juego cambian. Un niño o niña
frente a una bonita muñeca con todas sus piezas acabas, perfectamente ensambladas y
de un alto nivel de realismo, se encuentra con que no tiene nada que hacer a nivel de
estimulación de la figuración.
La teoría del juego que se desarrolla en una escuela Waldorf tiene en cuenta las
especificidades propias de cada hito evolutivo descrito en la antroposofía. Especialmente
importante, cuando se abordan cuestiones relativas al juego, son los siete primeros años
de vida de los seres humanos. Y es que para Steiner la condición de los niños en este
tiempo difiere notablemente con los estadios que marcan los años posteriores. En ese
tiempo los seres humanos van a poder alcanzar tres hitos que les acompañarán a lo largo
de su vida como son andar, hablar y pensar. La posibilidad de andar está relacionada con
el equilibro y con una forma distinta de ocupar e interactuar en el espacio. El habla, por su
parte, está relacionada directamente con el andar y conlleva una nueva manera de
relacionarse con el medio. Y claro está que la principal característica del proceso
madurativo del habla abre las puertas al mundo del pensamiento. Y es entonces cuando
el juego libre desempeña un rol clave a nivel educativo. Según Steiner el juego libre es
fundamental para el desarrollo sensorial y motor de los niños y para ir afianzando nuevos
hitos que van anticipando la llegada de la adolescencia y el mundo adulto.
Con todo, uno de los problemas más evidentes que presenta la propuesta lúdica que se
desarrolla en las escuelas Waldorf guarda relación con el uso de conceptos
especialmente particulares, muchos de los cuales fueron propuestos por el propio Steiner.
Es sencillo de constatar que estas categorías, por lo general, no guardan relación con el
lenguaje más contemporáneo de la pedagogía. Como resultado, el más mínimo
acercamiento al juego de inspiración antroposófica implica explorar conceptos filosóficos
de Steiner, lo que lleva en más de una ocasión a malas interpretaciones y desajustes
teóricos notables, llegando incluso a debates de gran calado que han implicado
escisiones en el movimiento de las escuelas Waldorf en contextos específicos.
Es a los siete años cuando inicia el segundo septenio. Para Steiner este momento era de
gran relevancia en el desarrollo de los niños, hasta el punto de que consideraba que se
producía entonces un segundo nacimiento. Se trataba del nacimiento del cuerpo etérico.
Aunque en los primeros siete años de vida los seres humanos contaban con fuerzas
etéricas, estas en realidad no estaba desarrolladas. Su función principal se centraba en
que los órganos del cuerpo fueran tomando la forma apropiada y no jugaran un papel
clave en el carácter de cada persona. El momento que marca este cambio en el
crecimiento y que tiene una representación evidente en el cuerpo es la segunda dentición.
Según la antroposofía es en la segunda dentición cuando las fuerzas etéricas dejan de
ejercer su función en la formación de los órganos y pasan a jugar un papel relevante en lo
referente al carácter de cada individuo. Esto conlleva una nueva dimensión en la
interacción que los niños y adolescentes establecen con el medio natural y social que les
rodea. Lo cual implica a nivel pedagógico la posibilidad de implementar otro tipo de
actividades con un componente de abstracción más marcado. Así, entre los siete y 14
años, para Steiner era crucial poner el énfasis a nivel educativo en los hábitos, la
conciencia y la memoria, con el fin de que cada niño encontrara la manera de ir dando
forma a su carácter y temperamento.
Una diferencia evidente entre el primer y el segundo septenio es que hasta los siete años
las actividades de los niños tienen un claro componente de copia o imitación, mientras
que a partir de los siete se busca que las actividades conlleven un significado más
profundo, con un valor intrínseco que tenga continuidad. Esta diferencia es la que marca
en buena medida el currículum de la educación primaria Waldorf que inicia, según quedó
diseñada por Steiner, a partir del segundo septenio. Durante este tiempo las diferentes
asignaturas del currículum integran narraciones e imágenes, enfocadas a que el cuerpo
etérico pueda desplegarse paulatinamente. El objetivo es que sea mediante símbolos
como cada estudiante se aproxime a la naturaleza y las leyes sociales. Se evita, por lo
general, que esta aproximación al mudo natural y social sea en exceso intelectualizada.
En el proceso cognoscitivo que inspira a la pedagogía Waldorf, es importante trabajar
primero con imágenes o parábolas que se vinculan a nivel sentimental con el mundo de
los niños, para después buscar la relación que tienen con conceptos más intelectuales.
A diferencia del primer septenio en el que los ejes que vertebran el día a día en una
escuela Waldorf son la imitación y el aprendizaje por medio del ejemplo, en el segundo
septenio ganan presencia la disciplina y la autoridad. Es de gran relevancia en este
sentido que el docente adopte el rol de referente, llegando a despertar admiración desde
el afecto. Y es que para Steiner tanto la veneración como la reverencia son fuerzas a
tener en cuenta en el sano desarrollo del cuerpo etérico. Tanto es así que estas
cualidades no solo deben estar presentes en los profesores y profesoras, sino que deben
permear también los contenidos y actividades propios de cada escuela. Es por eso que
durante el segundo septenio abundan tantos los contenidos como las actividades en base
a narraciones de biografía de personas relevantes para la historia. Es el caso de San
Francisco de Asís o Alejandro Magno.
Para el desarrollo del currículum en el segundo septenio, Steiner siguió tomando como
referencia las teorías de la recapitulación. Estas teorías son la base sobre la que se
sustentan las diferentes etapas por las que van transitando los niños y niñas a nivel físico,
psíquico y espiritual, y que les encaminan hacia la adolescencia. De hecho, en el caso del
segundo septenio, la educación antroposófica identifica tres sub-estadios que van de los 7
a los 9 años, de los 9 a los 12 y de los 12 a los 14. Estos sub-estadios son la base
temporal para el currículum que se imparte en las escuelas Waldorf de educación
primaria.
Un documento de referencia para abordar las características propias del primer sub-
estadio del segundo septenio es el Plan de estudios de la pedagogía Waldorf-Steiner. En
este documento se especifica que en estos años los niños y niñas tienen el deseo de
aprender, pero carecen de la necesidad de hacer juicio propio sobre las cosas que
aprenden. Para lidiar con esta cuestión, desde la educación antroposófica se explora el
potencial que tiene el arte como medio para alimentar el deseo de aprender sin tener que
llegar a realizar juicios de valor sobre determinados contenidos. Dos elementos a los que
se presta gran atención en estos dos años son la memoria y la imaginación. El placer que
experimentan los educandos con los ejercicios de repetición y con la exploración de
conceptos universales son también atendidos y valorados en esta etapa.
A nivel curricular un hito del inicio del segundo septenio está relacionado con la
integración de las primeras actividades vinculadas con la lectura, la escritura y la
aritmética. De forma coherente con lo anteriormente señalado, desde la pedagogía
Waldorf se retrasa intencionalmente la incorporación de contenidos abstractos hasta los
siete años, es decir, hasta el segundo septenio, cuando el cuerpo etérico comienza una
nueva etapa en su desarrollo. En esta transición juega un rol estratégico el dibujo de
formas. Se trata de una asignatura única que sirve para integrar la transición hacia la
escritura a partir de la experimentación con la posibilidad de plasmar creativamente el
movimiento. De igual manera, otras actividades artísticas que se insertan como
asignaturas propias en el currículum sirven de complemento pedagógico al dibujo, es el
caso de los trabajos manuales y la euritmia.
El ejercicio de las narraciones, por su parte, se posiciona como una actividad transversal
que tiene una gran relevancia dentro del currículum de las escuelas Waldorf de los 7 a los
12 años. Para la antroposofía las narraciones son conceptualizadas como un alimento
anímico fundamental para el desarrollo de los niños y niñas, lo que lleva a reservar un
tiempo diario para este ejercicio. Lo que va cambiando en cada curso son las temáticas
que se incluyen en las narraciones. En el primer curso de primaria, por ejemplo, el tema
de referencia son las historias de hadas, mientras que ya en el segundo curso la temática
está basada en fábulas y leyendas.
En el tercer curso de primaria, cuando los niños tienen 9 años, se realiza una narración
adaptada de pasajes seleccionados del Antiguo Testamento. Steiner consideró que había
una relación de paralelismo entre el crecimiento y desarrollo de los niños y niñas y la
historia del pueblo hebreo y su Éxodo de Egipto hacia la Tierra Prometida. Incluso en el
Génesis era posible encontrar la historia de la expulsión de Adán y Eva del paraíso, la
cual al trabajarse en el aula escolar se hacía en analogía con lo que supone el fin de la
infancia en la biografía de una persona. Todos estos viajes de exilio implican tener que
aprender a moverse en un nuevo contexto y a adaptarse a un nuevo ambiente natural. De
ahí que en este momento del currículum Waldorf se introduzcan con asiduidad contenidos
referentes a oficios como la agricultura y la construcción. Es una forma, además, de
propiciar que los educandos den salida al fuerte interés que tienen por el mundo que les
rodea en este momento.
La introducción de pasajes bíblicos a modo de relatos que se trabajan con los niños es un
aspecto un tanto polémico en las escuelas Waldorf y muchas veces ha sido criticado por
el tipo de interpretaciones que hacen de los mismos. Para la antroposofía a los nueve
años los niños y niñas tienen una identidad débil que se puede comparar con el pueblo
hebreo durante el éxodo. Es necesario, en consecuencia, una guía sólida que indique el
camino y que acompañe a las personas. La guía principal del relato bíblico es la figura de
Abraham. En el caso de la escuela Waldorf la figura de referencia es el maestro o
maestra. La forma en que estas historias son introducidas en el día a día de una escuela
antroposófica es a modo de leyendas que sirven de alimento anímico para los educandos.
Son conceptualizadas como relatos que acompañan en un momento crítico y delicado a
los niños y niñas. El objetivo último no es la enseñanza religiosa o la introducción en una
determinada confesión.
A los 10 años, Steiner observó que los niños y niñas han fortalecido notablemente su yo.
Una vez pasado el Rubicón aparece un estadio de la conciencia más fuerte que permite
observar el mundo desde una perspectiva más objetiva. Es cierto que para Steiner el
ritmo en que los niños alcanzaban este nivel de conciencia era más tardío que el de las
niñas. La contraparte es que a esta edad aparecen inseguridades que pueden derivar en
miedos y también en cuestionamientos de corte existencial. En entonces también cuando
los educandos, casi en el ecuador del segundo septenio, desarrollan una fuerte inclinación
por comprobar por sí mismos todo lo que es explicado por el docente en clase. Desde la
perspectiva de la educación antroposófica esto se interpreta como el deseo y necesidad
de reforzar su propio yo emergente. En este tiempo las narraciones bíblicas dan paso a
otras vinculadas con la mitología de origen nórdico con protagonistas con un carácter muy
definido.
Para Steiner trabajar con relatos de la mitología nórdica podía ser una actividad de mucho
provecho para los niños y niñas de 10 años. Observaba que la idea de la “caída” estaba
muy presente en estas narraciones y que representaban una forma de sentir y estar en el
mundo que experimentaban los educandos en este momento. Al tiempo que en los relatos
del Antiguo Testamento la conexión de las personas con lo divino se lleva a cabo sin
apenas contradicción o ruptura, en la mitología nórdica hay una clara tensión entre el
mundo material o terrenal y su continuidad con lo divino. Estas historias son de gran valor
especialmente para introducir contenidos y material propios de geografía, zoología y
antropología.
A la edad de 11 años, cuando los niños y niñas comienzan ya la denominada quinta clase
según la pedagogía Waldorf, se considera que los educandos poseen un fuerte vínculo
con la tierra. Es importante que los estudiantes se encuentren en este momento en el
punto medio de los tres septenios fundamentales de la educación antroposófica. Es un
momento, por lo tanto, de equilibro entre las tres fuerzas: la del querer, la del sentir y la
del pensar. Siguiendo una vez más la teoría de la recapitulación, Steiner relacionó este
momento del desarrollo evolutivo de los niños y niñas con un momento histórico concreto
en el desarrollo de la civilización, que en este caso correspondía con la Gracia Clásica.
Desde esta perspectiva, alguna de las asignaturas que aparecen con gran peso dentro del
currículum son la botánica y la geometría. Esta última sustituye al dibujo de formas que en
los años precedentes ha tenido un protagonismo central.
La pubertad inicia entre los 12 y los 14 años. A partir de los 13 años se consolida la
capacidad de pensamiento abstracto y de ejecutar operaciones formales. Alcanzar la
abstracción, por lo general, es un hito que suele ir acompañado de desajustes de tipo
psicológico con el medio. El exceso de crítica y la incoherencia son elementos de gran
presencia en este momento. Se trata de un escalón más elevando en el proceso de
distanciamiento entre la personalidad del educando y el mundo que le rodea. Todo lo cual
es tenido como referencia en el currículum de los denominados séptimo y octavo cursos
de primaria para las escuelas Waldorf. Baste mencionar que el propio Steiner detalló esta
estructura del currículum en su libro El segundo septenio. Fundamentos pedagógicos para
el saludable desarrollo del ser humano.
Ya cuando el educando cumple los 14 años inicia el tercer septenio. Desde la perspectiva
de la educación antroposófica en este momento se produce el llamado “tercer
nacimiento”. Se trata de un nacimiento donde cobra protagonismo, siguiendo las
categorías de Steiner, el cuerpo astral, también llamado cuerpo sensitivo o en términos
más convencionales el cuerpo con conciencia. Aquí la cualidad anímica que gana un
protagonismo central y que en consecuencia es atendida prioritariamente en las escuelas
Waldorf es la cualidad de pensar. Según Steiner la cualidad de pensar es en realidad un
elemento rítmico que se libera desde el interior de cada individuo. Hasta la pubertad era
un poder que actuaba en el ritmo de la respiración y estaba plenamente integrada como
una cualidad física más. Mediante su liberación, se abre la posibilidad de que los
estudiantes asimilen ideales y desplieguen su capacidad e imaginación creadora. La
posibilidad de abstraerse del tiempo y el espacio de una forma consciente es, a su vez,
clave para el desarrollo de la fantasía, que conlleva a su vez la posibilidad de pensar la
realidad desde la ficción.
Claramente para la antroposofía la edad de los 14 años marca una etapa distintiva con
referencia al tiempo anterior. Las propias cualidades físicas de los adolescentes ahora tan
visibles traen consigo cambios anímicos. Ya no es tiempo para que los estudiantes
exploren el mundo a partir de representaciones que dejaba una impronta en su
fundamento anímico. Cuando inicia el tercer septenio, a nivel pedagógico, es fundamental
entender que cada persona potencialmente tiene la capacidad de desarrollar un juicio
independiente sobre las acciones y las cosas, al tiempo que tiene la capacidad para
encontrar la verdad por sí mismo. Siendo este un aspecto clave, hasta el punto de que la
búsqueda de la verdad se posiciona como el elemento que mejor define el conjunto de
actividades que han de desarrollarse en el tercer septenio de la pedagogía Waldorf. Así,
al tiempo que los niños de entre 0 a 7 años partían de que el mundo era bello y de 7 y a
14 años de que el mudo era bueno, a partir de los 14 años la educación de los
adolescentes ha de partir de que el mundo es verdadero.
Siguiendo una vez más lo expuesto por Steiner, es a partir del tercer septenio cuando
tanto los contenidos como los materiales utilizados para la enseñanza deben encaminarse
a la captación del mundo a partir de conceptos abstractos, del entendimiento y del juicio
propio. Es de gran relevancia en este sentido todo lo aprendido a lo largo del segundo
septenio, ya que a partir de los 14 años es el momento de formar un juicio personal sobre
todos los conocimientos adquiridos anteriormente. Los propios adolescentes comienzan a
entender y se llegan a, incluso, convencer de que toda forma de crítica o de juicio de valor
se sostiene sobre unos conocimientos que han sido adquiridos previamente. Lo contrario,
es decir, forzar la capacidad crítica cuando todavía los educandos no están preparados,
puede traer como consecuencia disfunciones en el desarrollo de la conciencia que se
revela en dificultades de entender conceptos y para relacionarse de forma equilibrada y
sana con el mundo.
Durante el tercer septenio los adolescentes desarrollan una memoria temporal, que es
clave para el tipo de contenidos que se enseñan en las escuelas Waldorf. La memoria
temporal no depende tanto del espacio exterior o de una secuencia rítmica para ser
evocada. Este tipo de memoria queda inserta en perspectiva abstracta en el curso del
tiempo, de tal manera que cada individuo tiene luego la capacidad de recordar de forma
abstracta hechos y sentimientos del pasado. De nuevo en base a las teorías de la
recapitulación, Steiner consideraba que la memoria temporal era propia de la modernidad,
incluso de la modernidad más incipiente que era ya manifiesta en narraciones de la
Grecia clásica que buscan rescatar del pasado historias de héroes y hazañas de pueblos.
Se trata de un tipo de memoria que se vincula con el pasado en la mente de cada
individuo y que tiene un evidente componente de abstracción.
El currículum de las escuelas Waldorf tiene muy presente que es en torno a los 15 años
cuando los jóvenes tienen necesidad y deseo de comprometerse activamente con la vida.
Es entonces cuando demuestran un gran interés por lo que sucede en el exterior. De ahí
que durante el tercer septenio los problemas del mundo de fuera de la escuela jueguen un
papel importante en la forma en que se estudian los contenidos durante cada curso. Si
bien es cierto que esta vinculación con el mundo exterior es de alguna forma ambivalente,
ya que tiende a buscar equilibrio con el desarrollo interior que va experimentando cada
estudiante en su proceso de maduración. Esta síntesis entre lo exterior y lo interior se
trabaja específicamente a los 17 años. Se considera que a esta edad los educandos están
preparados para encontrar su camino propio, tomar sus decisiones y ser responsables de
sus actos con total conciencia.
Llegados al último año del curso escolar, cuando los estudiantes han cumplido los 18
años, el objetivo principal es desarrollar una visión global. Se trata además de equilibrar la
tensión ente la perspectiva individual y la conciencia global que ha ido creciendo a lo largo
del tercer septenio. Siendo importante mencionar que a esta edad para la educación
antroposófica, a diferencia de lo que sucede en la práctica totalidad de sistemas
educativos del mundo, no finaliza el proceso educativo. Hay que esperar a los 21 años
que es cuando finaliza el tercer septenio para dar por concluido el ciclo vital en el que la
educación juega un papel crucial.
Cuando los estudiantes van a cumplir 18, en la que se denomina como la duodécima
clase (equivalente a segundo curso de bachillerato en el sistema educativo español), se
plantea el desarrollo de un proyecto final. Se trata de llevar a cabo una investigación
sobre un tema de libre elección por parte de los educandos. Este trabajo lo van
desarrollando a lo largo de todo el curso escolar bajo la supervisión de un profesor o
profesora que por lo general es el docente de la asignatura más cercana a la temática
seleccionada. Al final de curso, todos los estudiantes exponen sus trabajos en un mismo
día. Para esta jornada se cuenta con la presencia de las familias de los estudiantes.
Como se ha podido ver el desarrollo del currículum en una escuela Waldorf posee una
serie de características que se adaptan a los elementos definitorios de cada uno de los
septenios. Un principio de acción que Steiner consideró clave en la implementación por
parte de los maestros del currículum antroposófico, fue que los propios docentes no
actuaran a nivel pedagógico en base a juicios de valor que no estuvieran bien
fundamentados. Desde esta perspectiva, la relación de los docentes con los estudiantes
debía ser íntegramente moral. De ahí la gran responsabilidad que cada docente tiene en
el proceso de impartir el currículum. Una responsabilidad que debe alimentarse de
entusiasmo, entendido tanto en su dimensión intelectual como artística. Aquí reside la
posibilidad de motivar a los niños y jóvenes.
En función de este esquema general se comienza con el análisis del espacio. Una
aproximación al respecto puede partir de un esquema general que pone atención en a) el
entorno en el que intencionalmente intentan ubicarse las escuelas Waldorf, b) la
estructura de los centros y c) las características propias de las aulas.
Lo que si comparten los centros Waldorf expandidos por todo el mundo es una estética
común, que los convierte en escuelas que se pueden reconocer con facilidad por sus
peculiaridades. La manera en que colores y materiales se combinan es todo un símbolo
de identificación entre quienes participan de las propuestas educativas antroposóficas. Al
mismo tiempo, esta homogeneización estética platea un cuestionamiento sobre las
dificultades que las escuelas Waldorf tienen de integrarse en determinados espacios
culturales. La crítica que han recibido plantea que en no pocas ocasiones las escuelas
ideadas por Steiner son una franquicia pedagógica que con escasas modificaciones
importa un modelo educativo cerrado sin atender a las peculiaridades culturales y sociales
de un entorno o contexto concreto.
A los espacios específicos para cada curso, hay que añadir los espacios comunes para
los estudiantes de diferentes cursos. Estos son, los talleres de trabajos manuales, el salón
de actos, el aula de euritmia, el gimnasio, el aula de informática y la granja. A estos
espacios hay que añadir los destinados específicamente al profesorado, como es la sala
de reuniones de los docentes, y el propio del personal de administración y servicios del
centro. Un elemento característico es que en la distribución del espacio dentro de una
escuela Waldorf se busca generar lugares comunes para todos los que estudian y
trabajan en el centro o pasan por él para diferentes cuestiones.
Como no puede ser de otra forma el aula es el espacio de referencia para la educación
Waldorf. Es cierto que hay elementos compartidos para todos los cursos, como son el uso
de la madera para el mobiliario o la utilización de colores naturales para pintar las
paredes. Aunque también hay especificidades para cada curso que es interesante
analizar. En el jardín de infancia se busca ofrecer un espacio amplio donde tengan cabida
diferentes materiales sin que el mismo espacio quede saturado. La intención es que
puedan desarrollarse en el interior diferentes actividades en base a áreas bien
distribuidas. En una de las esquinas en común que se sitúen las cunas, los muñecos y
juguetes que representan utensilios propios del hogar. Las estanterías están situadas de
forma que son accesibles para los niños y niñas. Se suele disponer de una mesa grande
en la que pueden sentarse todos para desayunar junto con el maestro o maestra. Por lo
general, en la misma entrada se ubican las perchas, un zapatero y unas pequeñas cajas
donde cada niño y niña puede guardar su ropa. En la cocina, que está o dentro del aula o
anexa, se prepara la comida. Es durante el tiempo del juego libre que el docente prepara
los alimentos, a veces con la ayuda de los niños.
Para el segundo septenio el color que predomina cambia respecto al jardín de infancia. En
las primeras clases del segundo septenio el color de referencia es el rojo y según pasan
los años es el color azul el que va ganando protagonismo. En general la decoración del
aula es sencilla y casi austera. Destaca en este caso una estantería con libros para la
consulta y la lectura, mesa y silla del maestro o maestra, pizarra, una zona específica
para secar los dibujos de acuarela, un corcho donde se cuelgan los trabajos de pintura de
los niños y niñas, y fregadero y una zona para guardar los utensilios de la limpieza.
Respeto a la pizarra, cabe mencionar que es un material didáctico que posee ciertas
peculiaridades para la pedagogía Waldorf. Es un objeto muy específico que permite
desarrollar actividades educativas de importancia en el día a día de la escuela. Está
equipado con dos hojas laterales que permiten tapar la pizarra. Estas hojas hacen posible
que el maestro o maestra tape el dibujo de la pizarra con el que inicia cada clase. Cuando
la explicación de la lección lo hace necesario, el docente destapa el dibujo moviendo las
hojas laterales de la pizarra. Lo que se pretende es hacer uso pedagógico de la sorpresa
que genera el acto de abrir la pizarra y mostrar el dibujo diario a los niños.
La clase principal tiene un gran protagonismo en los cursos propios del segundo y tercer
septenio. Esta clase se imparte a primera hora de la mañana, justo después del saludo
con el que inicia una jornada escolar. El papel que desempeña el maestro o maestra
durante la clase principal está muy detallado por el curriculum Waldorf. Se trata de buscar
relacionar las partes que componen un contenido concreto con el todo, dando a la materia
que se está estudiando sentido, estructura y ritmo. Se trabajan en este momento
habilidades escritas y orales, se hace uso también de la música y el dibujo, con el fin de
introducir la temática. Es importante igualmente en la clase principal el repaso de lo
aprendido en días anteriores. Para tal fin se hace uso también de nociones rítmicas.
El tiempo que dura la clase principal es desde el saludo hasta el recreo. En este tiempo se
integran nociones de corte más intelectual. Finalizada la clase magistral se imparten otras
materias que están más relacionadas con la repetición y que tienen un componente más
expansivo. Es el caso de la educación física, los idiomas, la euritmia y las manualidades.
Lo cierto es que para la pedagogía Waldorf el ritmo natural de cada día,
independientemente de lo que pudiera ser más cómodo para el maestro o maestra en un
determinado momento o días, es fundamental en el proceso educativo que se lleva a cabo
en los tres primeros septenios.
En un centro educativo Waldorf hay una alta coordinación entre los maestros y maestras
de los diferentes cursos y las distintas asignaturas. El objetivo es que durante periodos de
tres o cuatro semanas los educandos queden inmersos en un tema específico. Lo cual
conlleva que quienes se encargan de otras materias del currículum, en el desarrollo de su
labor educativa, tengan siempre presente el tema que en un periodo determinado es el
principal. Con esta forma de abordar un mismo tema desde diferentes perspectivas, se
busca una visión más integradora de los contenidos específicos que parte de evitar
enseñar cuestiones que quedan aisladas y que insta a establecer continuamente
relaciones entre todos contenidos.
El objetivo que se plantea desde la pedagogía Waldorf con este tipo de planteamientos es
que los niños, siguiendo lo expuesto por Steiner, construyan de forma pausada su mundo
interior en contacto con el medio natural y social. Esta aproximación lenta a los contenidos
de aprendizaje requiere que, tras una fuerte inmersión en una determinada materia
durante tres o cuatro semanas, finalizado este periodo se abandone el contenido
trabajado que no volverá ser abordado hasta pasado un tiempo largo. Se considera que
los niños y niñas van encontrando el significado de los contenidos con el paso el tiempo.
Es un proceso en el que los educandos tienen que ir relacionando con partes de su
biografía lo que van estudiando y así se van integrando en el intelecto contenidos
específicos.
Siendo aún más específicos en lo que al ritmo en las escuelas Waldorf se refiere, lo que
se propone es la búsqueda de la armonía en el interior del sujeto que aprende tomando
como referencia tanto la respiración como la alternancia entre vigilia y sueño. El ritmo de
la respiración es especialmente clave en el caso de los jardines de infancia. Como ya se
ha podido ver cuándo se ha abordado lo referente al primer septenio, hasta los siete años
el día a día escolar atiende específicamente a los momentos de concentración y
expansión. Son actividades representativitas de la concentración el momento del
desayuno, las manualidades, las canciones y los cuentos. Como actividad por excelencia
de la expansión está el juego libre. La clave es la alternancia de ambos momentos y el
tránsito de una actividad de concentración a una de expansión en cada jornada escolar.
Lo cual marca un ritmo semejante al de la respiración. En cierta forma subyace en esta
alternancia cierto sentido terapéutico del trabajo pedagógico con los niños y niñas.
Las escuelas, de hecho, delegan en las propias familiar un margen muy amplio de
responsabilidad. De ellas dependen que los niños niñas experimenten la continuidad entre
los espacios de referencia en su desarrollo y educación. Cabe destacar en este sentido,
que los centros Waldorf evitan estar abiertos durante muchas horas a lo lardo de un día.
Por lo general no ofrecen la posibilidad a las familias de llevar a sus hijos un tiempo antes
de que empiecen las clases, ya que se entiende que es muy importante que los niños y
niñas estén en su entorno familiar las primeras horas del día. Lo mismo sucede con las
actividades extraescolares, pues no hay una oferta amplia al respecto. Se trata de que las
familias entiendan que el tiempo que los niños pasan con sus padres, madres o familiares
cercanos debe ser equilibrado con respecto al tiempo que pasan en el centro escolar. Es
fundamental que, especialmente en edades tempranas, los niños y niñas no se vean
saturados con un exceso de escolarización. También es clave que las escuelas no se
conviertan en lugares donde dejar a los hijos con el fin que pasen las horas que los
padres y madres no les pueden dedicar.
Uno de los documentos que con el tiempo ha sido considerado relevante para la
organización de las escuelas Waldorf es el titulado Waldorf: descripción de las
características principales de la educación Waldorf (Waldorf: description of the main
characteristics of Waldorf Education). Este informe plantea con detalle las características
que han de reunir los centros educativos inspirados en la antroposofía. Para su redacción
se contó con la interpretación que hicieron de ideas centrales del pensamiento de Steiner
participantes del Haager Kreis (Círuclo de la Haya) y de la Pädagogische Section
(Sección Pedagógica) instalada en el Goetheanum. En este documento se desarrollan
con precisión muchos de los elementos prácticos que han quedado presentados en esta
unidad didáctica, al tiempo que se profundiza en los principios educativos que inspiran a
la pedagogía Waldorf a nivel internacional. Si bien, hay un elemento más que aún no ha
sido abordado en esta unidad didáctica y que es especialmente importante en función de
lo señalado en el informe. Se trata de la dimensión comunitaria que está en la base del
desempeño de un centro Waldorf. Una dimensión que fue considerada especialmente
relevante por el propio Steiner, en la medida que concibió a los centros educativos como
organismos íntegros que no podían desarrollar su labor pedagógica en la medida que
quedaran separados del medio social próximo.
6. Una de las razones del fracaso de los cursos propuestos por Molt fue
a. Que sus trabajadores no tenían un hábito de estudio formado
b. Que los horarios de las clases no eran compatibles con su vida profesional
c. Que los cursos que había planteado Molt no eran de interés para los
trabajadores
7. La idea de Molt de abrir un centro educativo dedicado a niños/as y jóvenes
encontró tras la Primera Guerra Mundial
a. Un contexto favorable
b. Una situación difícil para las iniciativas educativas
c. Un contexto de apatía que dificultó su puesta en marcha
17. La división tripartita de Steiner es la que identifica tres aspectos del ser
humano que son
a. La mente, el alma y el espíritu
b. El cuerpo, el alma y el espíritu
c. El cuerpo, el corazón y el espíritu
19. Steiner consideraba que durante el primer septenio el niño es ante todo
a. Ser humano espiritual
b. Un órgano sensorio
c. Cuerpo y alma en desarrollo
20. Las coordenadas que guían el trabajo en un jardín de infancia Waldorf son las
propias de
a. La respiración
b. La circulación
c. La digestión
22. Entre los 7 y 14 años, para Steiner era crucial poner el énfasis a nivel
educativo en
a. los hábitos, la conciencia y la memoria
b. la memoria, las narraciones y la conciencia
c. los hábitos, el carácter y la naturaleza
27. ¿De qué color están pintadas las paredes del aula de educación infantil?
a. Azul
b. Rojo
c. Rosa
28. ¿Cuánto duran los bloques en los que se imparten las asignaturas de la clase
principal en educación primaria?
a. 3-4 semanas
b. 1 mes y medio
c. Tres meses
TAREA 1. Lectura y reflexión crítica acerca del lugar que ocupa el juego en el primer
septenio
La primera parte de la actividad consiste en ver este vídeo acerca de la organización del
día en una escuela Waldorf para la etapa de educación infantil.
https://www.youtube.com/watch?v=vufjaYfhlqk
Tras el visionado, el alumno/a ha de escribir un texto de 500 palabras en las que refleje el
contenido del mismo. En el texto se valorará que se incorporen contenidos desarrollados
en la Unidad Didáctica.
https://www.youtube.com/watch?v=RYp4abJyols
Documental:
https://www.youtube.com/watch?v=X9nUMm12y4o
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Buenos Aires: Editorial Antroposófica.
Brehony, K. (2004). A new education for a new era: the contribution of the conferences of
the New Education Fellowship to the disciplinary field of education 1921–1938.
Paedagogica Historica, 40 (5-6), 733-755. doi: 10.1080/0030923042000293742.
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Rudolf Steiner.
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Filosofía, 39, 559-566.
Steiner, R. (2014). El estudio del hombre como base de la pedagogía. Madrid: Editorial
Rudolf Steiner.
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