Salmo 1
Salmo 1
Salmo 1
Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
1
"rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo".
2
Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
"ya no lo protege Dios".
Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tú golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.
3
Qué es el hombre para que te acuerdes de él;
el ser humano, para darle poder.
4
y pondré a salvo al que lo ansía".
5
al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
"acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere".
6
puedo contar mis huesos.
7
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
8
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
9
Salmo 122 El Señor, esperanza del pueblo
10
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
11
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
12
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
13
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Salmo 129
14
Salmo 130 Abandono confiado en los brazos de
Dios
15