Proceso de Santa Teresa Tomo I PDF

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Obras de

Santa Teresa
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BIBlLOlE(A MISlKA (ARMElflANA

PROCESOS DE SANTA TERESA


BIBLIOTECA MISTICA C A R M E L I T A N A

18

PROCESOS
DE

BEATIFICACION Y CANONIZACION
DE

STñ. TERESñ DE JESUS


EDITADOS Y ANOTADOS POR EL

P. SILVERIO D E SANTA T E R E S A , O. C. D.

TOMO I

BURGOS

TIPOGRAFÍA DE «EI MONTE CARMELO»


1934
ES PROPIEDAD
APROBACIONES

NOS FR. G U L I E L M U S A S T O . A L B E R T O , PRAEPOSITUS


GENERAL1S FRATRUM D I S C A L C E A T O R U M ORDINIS
BEATISSIMAE VIRQINIS M A R I A E D E M O N T E C A R M E -
L O E J U S D E M Q U E S A N C T I M O N T I S PRIOR.

Cum opas, quod inscribitm Procesos de Bea-


tificación y Canonización de N. S; M . Teresa
de Jesús, aactore R. P. Sihecio a S. Teresia,
nostcae Promnciae Burgensis Provinciali. depu-
tati censores examinaverint, praeloque dignum
probaverint, concedimus licentiam ut typis eda-
tuc. servatis de jure servandis.
Datum Rotnae. ex Aedibus nostris Generali-
tiis, die 24 martii anni 1934.
Fr. Oulielmus a S. Alberto.
Praep. Gnlis.

Fr. Fridericus a SSmo. Sacramento.


Serias.

'Nihil obstaí".
El Censor
Dr. Lorenzo Abad.

Burgos 11 de Mayo de 1934.


Puede imprimirse.
t MANUEL, Arzobispo.

Por mandato de S. E . R . el Arzobispo mi Señor.

Dr. José Ortega Alonso.


Can.o Seno.
INTRODUCCIÓN

La grande g merecida popularidad que la Virgen de Avila gozó cri


vida de monja santa y de discreta, pedía imperiosamente, como remate
glorioso, la sanción suprema de la Iglesia, que es el más alto ho-
nor que una criatura pueds alcanzar en la tierra, y que, además, lle-
va el aytal infalible del refrendo divino. Desde Felipe II hasta la úl-
tima detnandadera de convento, es fácil no se hallara una persona en
España que en sus interiores no anhelase se diera cuanto antes culto
a esta incomparable gloria nacional, en la cual, como en espejo, se
miraba orgulloso y complacido el pueblo español, ya que tan ma-
ravillosamente reunía y dignificaba sus mejores cualidades.
Un acontecimiento semejante se consideraba como algo de familia,
que henchiría de sana alegría los hogares cristianísimos de la época del
mayor de los Felipes. Los regocijos públicos que hubo en toda la na-
ción cuando se anunció el envíe de los Remisoriales, como trámite ne-
cesario para llegar al fin deseado, no es para descrito. De ellos tratan
algunos testigos de los Procesos, donde podrán ser leídos. Hablando
de lo mismo la sobrina de la Santa, Teresa de Jesús, en una carta
a la Beata Ana de San Bartolomé, le decía (24 de mago de 1610),
pocos meses antes de que muriese la aún joven hija de D . Lorenzo de
Cepeda: «Agora nos ocupamos en dar las informaciones para la Cano-
nización de nuestra Santa Madre. Hartos testigos y buenos salen;
bendito sea Dios, y todos con tanta devoción, que no parece es en su
ciudad. Y así, cuando presentaron los Remisoriales, fueron tantas las
fiestas que se hicieron g la solemnidad, que por admiración dicen los
prelados lo han de imprimir, para que lo vean en otras partes» (1).
A enfervorar los ánimos en la ardua y costosa empresa, contri-
buyó el donativo de catorce mil ducados oro que D . Fernando de To-
ledo, prior de la Orden de San Juan en Castilla y León, hijo del tercer
duque de Alba, D, Fernando, legó en su testamento para gastos de la
causa de beatificación y canonización de la M. Teresa. Bien conocidas

1 Publicó esta carta Pólit en su Familia de Santa Teresa en América, cap. VH,
págs. 232^235.
VIÍI INTHODUCCIÓÑ

son las íntimas relaciones de la Casa de Riba con la Santa en vida, y


después de muerta casi siempre ha tenido a la Reformadora del Carmelo*
grande devoción. E l donativo era muy oportuno, porque la Reforma se ha-
llaba, como de costumbre, muy pobre de recursos, y le habría sido difícil
por sí sola subvenir a los gastos que estos empeños ocasionaban y si-
guen causando. En el Dicho de la M . Ana de Jesús para este Proceso
(1597), declarando a la novena pregunta cómo al pasar de Madrid para
Salamanca en 1595 paró en Alba y vió con dos religiosos que la acompa-
ñaban el cuerpo de la Santa, que estaba flexible, y cómo en una herida
que tenía en la espalda pudieron empapar algunos pañitos en sangre fres-
ca, escribe: «Lleváronlos los religiosos que digo estaban presentes, a
Madrid, y imostraron allá uno de ellos al padre Fr. Diego de Yepes, con-
fesor del Rey, que les pidió se les diesen para mostrarlos a Su Majes-
tad con relación de todo lo que en ello había pasado. Y así se la hicie-
ron, de donde resultó mandlara proseguir las Informaciones para su ca-
nonización, porque por autoridad apostólica estaban comenzadas a hacer.
Más había de cinco años que el prior de San Juan, D . Femando de To-
ledo, había dejado catorce mil ducados en su testamento, que le escribió
de Roma el Cardenal Deza bastaban, por estar tan manifiesta y viva la
santidad y memoria de la Madre (1).
Las maravillas que se contaban de su sepulcro y las que hacía a
los devotos que se encomendaban a ella, movieron al piadoso obispo de
Salamanca, D. Jerónimo Manrique, a trasladarse a Alba de Tormes,
cerciorarse del estado del cuerpo y dar los primeros pasos, ya en 1591,
a los nueve años de morir la M . Fundadora, en orden a su canonización,
incoando el Proceso informativo. Fué una fortuna para los devotos de
Sta. Teresa que se comenzasen las informaciones tan presto, cuando aun.
vivían casi todas las personas que la habían tratado en vida, y como
fueron tantas, se pudo hacer una serie de ellas importantísima, no só-
lo cuanto al fin principal que se intentaba, sino también en cuanto
a que constituye un arsenal riquísimo de datos, llenos de interés y pe-
regrina curiosidad, que se escaparon a los biógrafos más diligentes.
Con razón dicen Los Bolandos que los Procesos de Canonización de
la M . Reformadora, por su amplitud y excelencia sobresalen entre los
demás trabajos similares llamados Acia Sanctorum (2),

1 Véanse la página 483 y 484 de este tomo.


2 Acta Sancíae Teresiae a Jesu, pág. 682.
INTRODUCClCm K

PROCESO INFORMATIVO DE SHLflMHNCA Y AVILA (1591-1592),

Lo hizo, como es dicho, el Obispo de Salamanca, dándole comienzo el


16 de octubre de 1591. Fué notario del Proceso el licenciado Juan Cas-
quer. La razón de comenzarlo, la da al principio del «Interrogatorio»,
diciendo, «que por cuanto en la villa de Alba de esta diócesis está el,
cuerpo de la M . Teresa de Jesús, primera fundadora de la dicha Or-
den, el cual por razón de no haberse corrompido y por otras cosas que
Dios Nuestro Señor ha obrado maravillas en él, y que mientras vivió
en esta vida la dicha Madre Teresa hizo santa y ejemplar vida, es repu-
tado y tenido, dentro y fuera de su Religión, por cuerpo santo, y con
él hay particular devoción: Por tanto, como juez eclesiástico ordinarioli
para que se entienda y sepa la verdad y, siendo Dios servido, se pue-
da dar noticia a Su Santidad..., mandaba y mandó recibir información
ex ojficio».
Las informaciones de los testigos debía tomarlas él mismo en per-
sona, o su delegado, D. Felipe de Haro, provisor y vicario general de
la diócesis. De hecho, todas las presidió D. Jerónimo Manrique, muy
devoto de la Santa. La declaración de testigos dió comienzo el día 16
de octubre de 1591, conforme a las preguntas generales y particulares
que se leían en el Interrogatorio formulado de antemano, el cual publi-
camos al frente del Proceso. Los Dichos comenzaron por el P. Domingo
Báñcz, y continuaron por el P, Ribera, excelente biógrafo de Sta. Te-
resa, y muchos otros testigos calificados, de uno g otro sexo. Las in-»
formaciones son de mucho interés histórico, por la condición de los de-
ponentes, que casi todos conocieron y trataron a la M . Teresa.

Manuscritos que contienen estas informaciones.—Pot verdadero mi-


lagro ha llegado el Proceso original hasta nuestros días, el cual se
guardó en otro tiempo en el santo Desierto de San José de las Batue-
cas, y hoy en los Carmelitas Descalzos de Salamanca. Es un infolio
que contiene diversos procesos, comenzando por el de 1591. En el folio
5 se lee la Declaración del P. Domingo Báñez y siguen las del P. Fran-
cisco de Ribera (fol.e 9), Enrique Enríquez (fol.a 10), Ana de la En-
carnación (fol.e 12), Isabel de Jesús (fol.e 16), Isabel de la Cruz
(fol.fi 26), María de los Santos (fol.« 32), Ana de la Trinidad (fol.e 37),
María de San Angelo (fol.e I^Q^X s. Jerónimo (fol.Q 49v.),;
Damiana de Jesús (fol© 53) y Guiomar del Sacramento (fol.Q 57).
Continúan las de Alba de Tormes con la hija del caballero Qaytán,
Mariana de Jesús (fol.Q 61v.), y otras religiosas Descalzas del mismo
convento, la mayor parte de las cuales quedan publicadas en el prc-
X INTRODUCCION

senté tomo, así como las de D;a Mayor de Miejía y D.a Francisca de
Fonseca, del convenio de la Madre de Dios de la misma villa, y algu-»
nos seglares. En el folio 137 comienza la magnífica Declaración de la
venerable M . Ana de Jesús (1). En general, la letra no es del propio
declarante, que sólo firma su Dicho, salvo la Declaración del P. Ribera,
que es toda de su pluma, como se convence, así por la identidad de su
letra con la firma, como por la que tiene con otros escritos suyos, que
hemos visto en la Academia de la Historia.
También hay copia notarial de este Proceso en un infolio que per-
teneció, como el anterior, al santo Desierto de las Batuecas, del que
hablaremos en seguida. De este infolio nos hemos valido para la pu-
blicación de las Declaraciones que en este Proceso se leen en el presen-»
te volumen.

P R O C E S O INFORMATIVO H E C H O P O R E L NUNCIO G f l E T M O (1595-1597).

Animado Felipe II de las maravillas que le contaban de la incorrup-


ción del cuerpo de la M . Teresa de Jesús, como arriba nos dijo la vene-
rable Ana, suplicó al nuncio Camilo Gaetano hiciera sobre la célebres
nionja informaciones canónicas en todas las partes de España donde ella
hubiese vivido o fuere muy conocida. Así Jo ejecutó Su Excelencia, ins-
truyendo procesos en Avila, Toledo, Madrid, Valladolid, Zaragoza, Pa-
lé nci a, Salamanca, Sevilla, Valencia, Segovia. Medina del Campo, Huete,1
Villanueva de la Jara, Malagón, Cuerva y Sanlúcar la Mayor.
De los principales diremos dos palabras. E l Interrogatorio se com*-
ponía de diez preguntas, y hechas las informaciones respectivas, debían,
ser entregadas al doctor Bernabé del Mármol (Madrid), protonotario
apostólico para remitirlas a Roma. Las primeras que se hicieron fueron
las de Avila, por el doctor D. Pedro Tablares, arcediano de aquella Cate-
dral, que recibió esta comisión del representante de Su Santidad en 19
de mayo de 1595, y las declaraciones comenzaron en 20 de julio del

1 De las principales declaraciones, sacamos en 1914 copia fotográfica. D é l a s


restantes poseo traslados manuscritos. Al principio del infolio viene esta noticia: "Las
últimas Remisoriales y Compulsoriales de la dicha venerable Theiesa, se hicieron en
toda España, Italia, Francia y Flandes. E l año 1610 hiciéronse en Salamanca ante
D. Luis Fernández de Córdoba, obispo de Salamanca y delegado apostólico. Un tra-
sunto della pasó a Roma. Los originales están en Salamanca en el scriptorio de Juan
García Rodríguez Beltrán, notario, ante quien passaron. Contiene al pie de mil qui-
nientas fojas" A continuación dice el P. Alonso de la Madre de Dios, que las Letras
apostólicas de los Cardenales con las Informaciones insertas en este infolio las man-
dó a nuestro archivo de Las Batuecas. El P. Alonso fué procurador de algunos Pro-
cesos teresianos.
INTRODUCCION XI

mismo año. Son de interés. Entre otras, hay Dichos de María de San
Terónimo, p r i m a de l a Santa, Beata Ana de San Bartolomé, Beatriz d^
Tesús, Teresa de JeslúíS, sobrina de la Madre, Julián de Avila y doña;.
Quiteria, monja de la Encarnación. A este Proceso se agregó el de
Piedrahita, en que declararon Fr. Diego de Yanguas y doña María
de Toledo, duquesa de Alba.
Delegado para el d£> Toledo f u é el doctor D. Francisco de Almunia
y el notario, D. Diego de Canales. L a primera Declaración es de 10
de julio de 1595. Entre oíros declarantes hallamos al P. Ripalda, de la
Compañía de Jesús, a Diego Ortíz. Alonso Andrada y otras personas
muy conocidas de la Santa Reformadora.
Más interesantes son las informaciones de Madrid, las cuales se
hicieron ante el doctor D. Bernabé d e l Mármol Zapata. Encabeza el .Pro-
ceso el P. Diego de Yepes, con una larga e importante Declaración,
que prestó el 22 de mayo del dicho año de 1595. Síguenle numerosos
Dichos de las Carmelitas Descalzas de la Corte, de algunos jesuítas,,
del P. Juan de las Cuevas, que presidió el Capítulo de separación de
Calzados y Descalzos en Alcalá de Henares (1581), de la madre del
P. Jerónimo Gracián, doña Juana Dantisco, y de otras personas que
tuvieron relaciones muy estrechas con la Santa.
Continúan las de Segovia. Valladolid, Medina, Salamanca, Palen-
cia, Zaragoza, Valencia, Sevilla, Malagón y otras, como arriba dijimos.
En algunas de estas poblaciones los testigos llamados a declarar son
muy pocos, pero raro es el Proceso donde no h a g a algún Dicho digno'
de registrarse, por alguna noticia nueva que aporta al ing¡ente acervo
de la biografía teresianá.

Traslados de los Procesos informativos del Nuncio'. Copia de Las


Batuecas.—De todas estas informaciones se sacó en el Desierto de San
José de las Batuecas copia legalizada, de suerte que hiciera fe cuando,
fuere menester. Para ello, en 13 de diciembre de 1608, el P. Juan de,
l a Concepción, conventual de Las Batuecas y procurador de la Causa,
presentó l a petición en nombre del prior del santo Desierto, Fray
Agustín de San Elias, al doctor D . Juan González, canónigo peniten-
ciario de Coria y provisor de dicha diócesis, estando delante el notario
apostólico D. Francisco Martínez Flórez. Cumplidos los requisitos ne-
cesarios para la fidelidad y legalidad de la copla, el dicho Provisor
dió este auto: «Que por cuanto l a dicha Madre Teresa de Jesús era de
la Orden y Religión de los santos Padres de San José del Desierto,
mandó que y o , el presente notario, las reciba; y que por cuanto vienen
sacadas las dichas Informaciones de los religiosos del dicho convento,
las corriga una por una y concuerde al pie de cada una de ellas, saP
XII INTRODUCCION

cando en él los errores que en ellas hubiere y rubrique en todas laá


hojas de ellas con mi rúbrica, y corregidas, haga un cuerpo de todas
ellas juntas, y al fin de ellas haga mi suscrición y signo para la autow
ridad de ellas que a los dichos traslados y concordaciones y a cada
una de ellas: Su Merced dijo que interponía e interpuso su autoridad y
decreto judicial, para que de todo lo que en ellos se hace mención conste
y valga en juicio y fuera de él, y que sacados, entregue los dichos ori-
ginales y traslados al dicho P. Fr. Juan de la Concepción, sin que en
mi poder quede cosa ninguna de ellos, sino tan solamente esta petición,
y auto...* (1).
Gracias a este fatigoso y meritorio trabajo de nuestros venerables
religiosos del Desierto de San José—difícil hubiera sido realizarlo
fuera de estas soledades—, podemos hoy dar a la luz numerosas
informaciones de la Santa, que de otro modo habría sido imposible, pues
de la mayor parte no tenemos conocimiento que existan originales ni
traslados. Claro es que para llevarlo al cabo, ha sido preciso verificar
otro esfuerzo de copia no menor que el de Las Batuecas; pero la
Santa bien merece éstos y otros mayores sacrificios, que, ciertamente,
sólo por ella pueden hacerse.

Copia de Roma.—En una de las copias oficiales que de los Proce-


sos de la Santa se remitieron a Romía, y se quedaron en la Procura ge-
neral que allí tenía la Congregación de España, titulada de Sta. Ana, se
trasladan también las Declaraciones de los testigos de este Proce&o
hechas en Salamanca y Alba (folios 33-56). De ambos traslados, el
de Las Batuecas y el romano, nos hemos servido para la publicación
de estos Dichos.
No hemos visto más informaciones originales de este Proceso que
las de Zaragoza, hechas por el doctor Gabriel Sora, canónigo de L a Seo
y el notario Jiménez Vagues. Comenzóse el 26 de agosto de 1595. Guár-
dase hoy en los Carmelitas Descalzos de Salamanca. L a mejor Decla-

1 Cumplióse a la letra todo cuanto ordenaba el auto. Las hojas están rubrica-
das en el margen inferior y las demás disposiciones se llenaron también, incluso la
de coser todas las Informaciones en un sólo volumen. Este, que se compone de diver-
sas letras, tiene partes paginadas, y otras no. Por eso no se pone la foliación ni en
las Declaraciones que la tienen, porque no responde a las demás del mamotreto. En
cuanto a la copia romana, hoy en la Casa generalicia de los Carmelitas Descalzos,
los testigos corresponden a los siguientes folios: Báñez, 33; Ribera, 34; Enríquez, 3^;
Ana de la Encarnación, 34v; Isabel de la Cruz, 36v; María de los Santos, 37v;
etc. El de Alba comienza en el folio 41v. El Dicho de Juan de Ovalle se lee en el
46v. Las Declaraciones ocupan muy poco, porque están escritas en hojas de a folio
y letra muy menuda. Por el auto del Provisor de Coria sabemos que los originales y
copia batuequeña de estos Procesos quedaron en el Desierto de San José. La copia
pasó a los Carmelitas de Salamanca; ¿pero dónde paran Ips originales?
INTRODUCCION XTll

ración que tiene es la de la M . Isabel de Santo Domingo. De ésta y


de las restantes sacamos fotocopias en 1914, para cuando llegara la
posibilidad de darlas a la luz.

PROCESO REAUSORIHL «IN GENERE» (1604).

Terminadas las informaciones, el mismo Bernabé del Mármol, que


debía ir a ,1101113 para algunos negocios de la iglesia de Toledo, las llevó
en 1597 al papa Clemente VIII, con cartas mug apretadas de Felipe II
g de su hermana la emperatriz María (21 de marzo de 1597), para que
continuase adelante la causa de canonización de la M. Teresa. La misma
petición hicieron las iglesias de Castilla y León (9 de mayo del propio
año), que se hallaban tratando en Madrid algunos asuntos relativos a sus
diócesis. Poco después fueron elevando las mismas respetuosas súplicas'
otros centros de España. Así. en 1601 dirigió una petición muy sentida
en favor de la Santa la Unlviersidad de Alcalá, y al año siguiente otra
semejante la Universidad de Salamanca, la Archidiócesis de Tarragona
y otras Provincias eclesiásticas, y venerables Prelados de la Iglesia
española (1).
Movido Su Santidad por preces tan repetidas y examinada la causa
en la Sagrada Congregación de Ritos, envió el Pontífice sus Letras a
los Obispos de Avila y Salamanca para que abriesen nuevo Proceso
acerca de la fama de santidad y milagros in genere de la M. Teresa de
Jesús. Las Letras apostólicas son de 8 de mayo de 1604. E l 24 de
julio del mismo año, el padre general de la Descalcez, Fr. Francisco
de la Madre de Dios, nombraba a l P. Tomás de Jesús, prior del
Desierto de San José del Monte de las Batuecas, procurador genera)
de la causa. En seguida el P, Tomás mostró sus poderes para hacer
el Proceso al obispo de Avila, D. Lorenzo Otaduy y Avendaño, uno de
los prelados abulenscs más devotos que ha tenido la Santa, y a prin-
cipios de agosto ya se dio comienzo a las informaciones. E l Rótulo
constaba sólo de cuatro artículos y el Proceso se hizo con toda rapi-
dez, bajo la presidencia del dicho señor Obispo. Actuó de notario don
Francisco Fernández de León. E l 12 del mismo mes de agosto se daba
por concluso el Proceso y se procedía al cumplimiento de todos los
requisitos canónicos para poderlo enviar a Roma. Con la misma fecha
se devolvió el Breve y comisión al P. Tomás de Jesús para que pu-
diera hacer lo mismo en el obispado de Salamanca.

1 Algunas de ellas pueden leerse en el tomo IV de la Reforma de los Descal-


zos de Nuestra Señora del Carmen, libro XIX. caps. I y II. También en el Año Te*
resiano copian algunas, y en la B. U . C , t. 2, págs, 395-418,
XIV INTRODUCCION

En la carta del Obispo de Avila a los Cardenales de la Congrega-


ción de Ritos, que figura en las piezas del Proceso, leemos: «Este mes
de agosto recibí el Breve de Su Santidad, incluso en las Letras pa-
tentes de Vuestras Ilustrísiraas, y luego, obedeciendo a los mandatos de
Su Beatitud g de Vuestras Ilustrísimas, procuré hacer el examen g la
probanza que se nos comete sobre la fama de santidad y milagros
de la felice muerte de la santa madre Teresa de Jes;ús, con pocos tes-
tigos, por excusar prolijidad, aunque como se examinaron doce (l)t
se pudieran examinar todos los de esta ciudad g obispado, y aun del
Reino, en esta conformidad, según es la devoción que todos tienen
a esta Santa».

Originales y copias de este Proceso.—Los, Declaraciones originales


se hallan en el tomo segundo de los Procesos da la Santa, que se guar-
dan hoy en el palacio episcopal de dicha ciudad. Los Dichos comienzan
en el folio 20^, con Diego de Bracamonte, deán de aquella Catedral, que
declaró el 7 de agosto de 1604, y terminan con el del P. Juan de
Pdarcón, de la Orden de Predicadores (fol.Q 224). Un traslado al ita-
liano de este Proceso se lee en la Casa generalicia de los Carmelitas
Descalzos en Roma, hecha por orden de la Congregación de Ritos, del
cual se tratará luego.
El 18 de agosto de este mismo año ya pudo personarse el P. Tomás
en el palacio episcopal de Salamanca y mostrar los poderes que llevaba
al obispo D. Luis Fernández de Córdoba, gran bienhechor de la Re-
forma teresiana, de quien fué muy bien recibido. E l mismo D. Luis
presidió el interrogatorio, e hizo de notario D . Juan García Rodríguez,
Se tomó declaración a testigos de Salamanca y Alba de Tormes, comen-
zando por los primeros con D. Diego de Olarte Maldonado, arcediano
de Lcdesma en la catedral de Salamanca (18 de agosto); Martín de
Bustos, que gozaba de la misma dignidad por Medina del Campo, a
la sazón dependiente del Ordinario salmantino; Roque de Vesga, tam-
bién arcediano por Monleón; el maestro Alonso de Curiel, canónigo
y profesor de aquella Universidad; Alonso de Bracamonte, conde g se-
ñor de Peñaranda y caballero del hábito de Santiago; Juan de León,
catedrático de Prima en Cánones; Fr. Pedro de Villalonga, prior de

1 Fueron éstos: D. Diego de Bracamonte, deán; D. Pedro Tablares, arcediano:


D. Luis Dávila y Ulloa, vecino de Avila, hijo de doña Guiomar; Gil González de
Villalba, vecino de Avila; Sancho Cimbrón, regidor de esta ciudad; Julián Dávila,
capellán de San José; Diego de Villena, rector de la Compañía; Jerónimo Ballestcr,
S. J.; Laurencio Chacón, penitenciario; Juan Arcediano, prior de los Dominicos de
Santo Tomás; Miguel de Zaragoza, guardián de los Padres Franciscanos, y Juan de
Alarcón, dominico.
INTRODUCCION XV

los Jerónimos, y el doctor Diego Enrícfuez, catedrático de Leyes de


la misma Universidad.
De Alba de Tormes declararon Antonio de la Trinidad, clérigo en
la iglesia parroquial de Santa María de Serranos en Alba; Pedro
González, capellán mayor de las Descalzas de esta villa; Fr. Jerónimo
de Tiedra, dominico; Diego González, capitular de la parroquia de San
Juan y párroco que había sido de la de San Pedro, de donde eran
parroquianos los hermanos de l a Santa. Este D. Diego era hermano
de D. Pedro González. Las Declaraciones son cortas y se terminaron
el 21 de agosto. Acto seguido se juntaron con las de Avila y, hechos
los debidos traslados, se remitieron a la Sagrada Congregación de Ritos.
De las Declaraciones de Salamanca hay una copia, en italiano, en
la Casa generalicia de los Carmelitas Descalzos e n Roma, que figuró
en los Procesos y perteneció a la antigua Procuraduría general que la
Congregación de España tuvo en la Ciudad Eterna, de la que arriba
hablamos. Es un tomo de 28 por 21 cms., y consta de ochenta y dos
hojas útiles y foliadas, mas algunas en blanco al principio y al fin.
En la cubierta se lee: Processus aactoritate apostólica fabricati ab episc.
salmantino ei abulensi ad remissoriates itt genere. Los Dichos comienzan
en el íolio 9v., y el último D. Diego González, en el 47v. Son de
poco interés informativo. Se limitan, en conformidad con el Interroga^
torio oficial, a deponer sobre la fama de santidad de la Madre y d e
las maravillas que se le atribuían, así como del estado de incorrup-
ción de su cuerpo. A seguida se traduce el Rcmisorial «in genere*
de Avila.

PROCESO REMISO R1AL «IN SPECIE» (1609-1610).

Traducido al italiano eí Proceso «in genere», y aprobado el trabajo


en sesión celebrada e n 16 de enero de 1607 por la S. C. de Ritos, se
acordó que se podía proceder a las Informaciones «in specie», si placue-
dt Sancüssimo. Mientras tanto l a Reforma trabajaba por adelantar la
causa todo lo que fuera posible por medio de los procuradores de am-
bas Congregaciones, Fr. Juan de San Jerónimo, de la de España, g fray
Pedro de la Madre de Dios, de la de Italia, sobre todo por este último
que gozaba de mucho prestigio con el Papa y la Curia romana. E l
Papa concedió se procediera a las Informaciones «in specie» con fecha
24 de noviembre de 1607. Sin embargo, el promotor de la fe, Juan Bau-
tista Spada, no tuvo terminado el Interrogatorio y otros documentos
para la declaración de testigos hasta el 2 de agosto de 1608. Pocos
días después salían los Remisoriales para España.
El Proceso remisorial «in specie» iba encomendado al Cardenal
XVI INTRODUCCION

de Toledo, con facultad de delegar, y a los Obispos de Avila y Sala-


manca. Las Letras remisorialcs fueron presentadas al Cardenal por
el general de la Reforma, Fr. Alonso de Jesús María. E l Cardenal nom-
bró delegados para que, en su nombre, instruyesen diversos procesos
canónicos en diferentes lugares. Para Toledo y Madrid, al Obispo
de Chiapa. Debía actuar de notario D. Francisco Ortíz Salcedo. Caso
de no poder intervenir el Obispo de Chiapa, le sustituiría D. Juan de
Almaraz, arcediano de Villaviciosa en la catedral de Oviedo. Los dos
examinaron los testigos en Toledo, Madrid, Ocaña, Yepes, Consuegra, Ma-
lagón y Daimiel. Don Gabriel Suárez de Toledo y D. Alvaro de Qui-
roga, canónigos de la Primada, fueron delegados para Cuerva, aunque
la información la hizo el segundo. E l prior de San Jerónimo, Fr. Pedro
de Villanueva, para Talavera g Arenas de San Pedro; D . Martín Manso,
arcediano de Bilbao en la catedral de Sto. Domingo de la Calzada, para
esta ciudad; D . Cristóbal Blancas, para Zaragoza; D . Pedro Gottor, para
Tarazona; D. Luis Cabeza de Villegas, para Segovia; García Porto-
carrero, para Burgos; Fr. Felipe de Tarsis, abad del Císter, para Alcalá
de Henares; D . Fernando de Granada y Venegas, para Cuenca; D. Fran-
cisco Sobrino, para Valladolid; D. Diego de Trejo, para Málaga;
el doctor Montoya y Pedro de Molina, para Granada; Fr. Baltasar de
León, prior de los Dominicos en Medina del Campo, para esta villa.
Una vez hechos, debían remitirse al Obispo de Chiapa, que ordenó se
copiasen g uniesen bajo el título general de Remissoriales toletani.
Trasladó fielmente del español al latín estos Procesos Juan Jeróni-
mo Rabasa. Para el más fácil manejo de esta ingente labor, que dió
mil novecientos ochenta g cinco folios, la Rota Romana, a quien se
confió su estudio, lo dividió en cuatro volúmenes o partes.
Las mismas Letras remisoriales se remitieron a los Ordinarios de
Avila y Salamanca. Estos Procesos son también mug extensos. E l de
Salamanca, que comprende al de Alba de Tormes, se dividió en dos
partes. E l de Avila constaba de una sola, aunque en volumen se lle-
van poco ambos Procesos. Los de Salamanca y Alba se hicieron
directamente por el Obispo. E l de Avila, por medio de su vicario ge-
neral.

Informaciones originales y coplas de los Remisoriales *¿n specie*.


—De los Procesos remisoriales «in specie», los más cxte'i>os g noti-
ciosos de cuantos se hicieron de la Virgen de Avila, existen • rigina-
les y copias que de ellos se sacaron para la Sagrada Congregación
de Ritos. En la Biblioteca Nacional de Madrid se guardan seis gran-
des volúmenes en folio, que los recogen en gran parte, aunque con poco
orden de colocación, de los cuales daremos breve síntesis por el orden
de signatura que tienen en dicho centro.
INTRODUCCION XVH

Manuscrito 12.032. En folio y pergamino, consta de diversas pie-


zas de Procesos hechos en varios lugares. Da principio por un traslado
de la Declaración que a petición del P. José de Jesús María (Quiroga)
hizo en Lisboa el 25 de agosto de 1595 María de San José, la anti-
gua priora de Sevilla, tan querida de la Santa. La original la conservió
D.3 Mariana de Castro, condesa de Tentúbar, que vivía en Evora (Por-
tugal). E l traslado auténtico de este infolio se hizo en 1610.
Después de otras informaciones menos importantes, vienen las he-
chas en 1609 en Toledo, Malagón, Daimiel y otros lugares. Fué pro-
curador por parte de la Orden el P. Gabriel del Santísimo Sacrament04
ñdemás de algunas actas de compulsación de testigos, se halla una
copia del Proceso hecho en Zaragoza en 1595, cuyo original dijimos se
guarda en los Carmelitas Descalzos de Salamanca, y otra del mismo
Proceso, hecho también en 1595 en la ciudad de Segovia. Están auten-
ticadas por el notario Antonio Núñez y Luis Cabeza de Villegas, que
había sido juez eclesiástico de estas informaciones. Las originales se
entregaron al P. Domingo de la Madre de Dios, conventual de los
Carmelitas de Segovia. De aquí pasaron a Madrid.

Manuscrito 12.033.—En folio y pergamino. Constó en otro tiempo


de 1250 hojas, de las cuales se desglosaron unas 644, puesto que el tomo
comienza hoy en la siguiente (645). Contienen los Dichos originales re-
cogidos en 1610 en Salamanca, entre ellos, el del P. Basilio Ponce de
León (fol.e 757), sobrino del autor de la Perfecta Casada. Las Decla-
raciones de Alba de Tormes, también de 1610, empiezan en la página
933. La última Declaración es de María de San Francisco (fol. 1209).
Las últimas hojas del manuscrito están estropeadas por la humedad.

Manuscrito 12.034—Del tamaño del anterior, comienza por la pá-


gina 1267, en que se prosiguen las Declaraciones del Proceso de Alba
que empezaron en el manuscrito anterior. Termina en el folio 1803 coa
el Dicho de Fr. Antonio de Calahorra.
La copia que de los Procesos salmantino y albensc se remitió a
Roma, se conserva hoy en el archivo de la Casa Generalicia de los
Carmelitas Descalzos de la misma ciudad.

Manuscrito 72.035.—Su tamaño como los anteriores y de 515 pági-


nas. En un acta firmada por el notario Ortíz de Salcedo (3 de octu-
bre de 1609), se hace constar que el general de la Descalcez, Fr. Alon-
so de Jesús María, otorga sus facultades a los padres Luis de la Madre
de Dios, prior de Avila; Pedro de los Santos, definidor general y al
P. Juan de la Cruz, prior de Burgos, para que en nombre de la Orden
XVIU INTRODUCCION

«puedan parecer y parezcan ante los reverendísimos señores Obispos d¿


'Avila e Salamanca e sus provisores, officiales y vicarios generales, e ante
otros cualesquiera señores jueces que convengan y sea necesario para
la execución de las Letras remisionales y compulsoriales de los ilusitrí-
simos señores Cardenales de la Congregación de Ritibus sobre la
canonización que se pretende por parte de la dicha Religión...» A con-1
tinuación se copian dichas Letras, y luego vienen algunas Declara-
ciones originales, memoriales de testigos que se presentaban a declarar,
compulsaciones oficiales y otros instrumentos. Las Informaciones remi-
soriales «in specie» comienzan en la página 207 con D. Diego Man-
rique y se continúan con las de Alba de Tórrales hasta la 515. Algunas
Declaraciones son muy notables.

Manuscrito 12.036.—Oiro infolio en pergamino. L a cubierta dice:


«Contiene la Bula y Rótulo, las Informaciones de Madrid en 315 hojas.
Juez, el señor D. Lucas Durán, obispo de Chiapa, año de 1609». De-
legado del P. General de los Descalzos en las Informaciones madrileñas
fué el P. José de Jesús María (Quiroga). A continuación el Rótulo e
Interrogatorio, que termina en la página 161 y está firmado por Pablo
Mucancio, notario de la Santa Sede y secretario de la Congregación
de Ritos, especialmente diputado para esta causa. Luego se leen algu-
nos Dichos originales, entre otros, el del P. Francisco Suárez y Pedro
Ribadeneira. Termina con la del Conde de los Arcos. En general, son
cortas. E l volumen no está paginado. No conozco copia ninguna de este
Proceso. E n las que hoy posee la Casa gcneralicia de los Descalzos no
se halla tampoco.

Manuscrito I2.037.—DQI mismo formato que los anteriores, es conti-


nuación del 12.03*1. Este termina en el folio 1805, y en el siguiente
principia el Ms. 12.037 con la información de Juan de Almansa de las
Reraisoriales «in specie* en Alba de Tormes. La información albense
da fin en el folio 1912, y en el siguiente prosigue el de Salamanca
con los Dichos del doctor Juan de León, Pedro Villalobos y otros mu-
chos hasta el folio 2420. Después vienen algunos documentos que tie-
nen también relación con la Santa.
El Proceso de Salamanca se acabó el 22 de septiembre de 1610, y
en 3 de diciembre siguiente se hizo entrega de él, «en forma auténtica,
y fehaciente». Hecha la copia del Proceso y debidamente autenticada, el
procurador de esta Causa, Fr, Alonso de la Madre de Dios, pidió al
Obispo de Salamanca para la Orden el Breve original de Paulo V en que
se nombra al dicho Obispo juez de este Proceso, así como el Rótulo, ori-
ginal también. E l 17 de diciembre de 1610 se hizo entrega de ello al Co-
legio de S. Elias. En realidad, casi todos los Procesos originales fueron
TMTHODÜCCION XíX

a parar con el tiempo a San Hermenegildo de Madrid—los mismos


que hoy se hallan en la Nacional y algunos más que se han perdido—,
o a algún otro convento de la Orden (1), Juan Pablo Mucancio, como se-
cretario de la Sagrada Congregación de Ritos, da testimonio de haber
recibido de manos del P. José de Jesús María, procurador general en
Roma de la Congregación de España, dos Procesos de la Santa, he-
chos en Salamanca, uno compulsorial y otro reraisorial «in forma lunga
in foglio». Está firmado el 16 de junio de 1611. En el folio 2445 viene
un atestado de cómo los auditores de la Rota habían examinado estos
Procesos (Roma, 2 de enero de 1614). En el 2M6 se lee el Breve de
beatificación de la Santa.

Procesos de .4v/7o.—Dos grandes volúmenes en folio se guardan hoy


en el palacio episcopal de Avila, de diversas informaciones teresianas
hechas en la diócesis. E l primero comprende diversos autos de los
Procesos remisorial y compulsorial. Comienza con el poder otorga-
do por el P. Alonso de Jesús María a favor de los ya mencionados
religiosos Luis de la Madre de Dios, Pedro de los Santos y Fr. Juan
de la Cruz, para que en nombre de la Orden intervengan en las in^
formaciones. Va legalizado por el notario Ruiz de Salcedo. Cigue un
ejemplar de las Letras remisorialcs y compulsoriales y algunos otros-
documentos, para entrar luego en las Declaraciones originales, que co-
mienzan en el folio 15 con la de Juan Bautista Lexal, caballero de
Santiago. Son muchas e importantes, sobre todo las de las Carmelitas
Calzadas y Descalzas. Todas llevan la firma de los respectivos declaran-
tes. La última (foL 862-864) es de doña Luisa de Vera y Guzmán,
La copia que se envió a Roma de este Proceso, se guarda en la
Casa generalicia de los Descalzos.
Del otro volumen ya se ha dicho algo anteriormente. Después de
la transcripción de algunos documentos protocolarios, en el folio 20
viene la Declaración original que ¿i dominico Fr. Diego de Yanguas
hizo en 1595 en Piedrahita, y en el 22 la que en el mismo lugar prestó
la duquesa de Alba, doña María de Toledo. Del folio 24 al 191, la
magnífica y extensa Declaración de Julián de Avila, ya conocida. Del
200 al 228 la copia de los Dichos originales del Proceso remisorial «in
genere», y del 236 al 301 las Declaraciones originales de 1595. Desde
el 309 al 429 se leen nuevos Dichos originales de las Informaciones
de 1610 (2).

1 En Duruelo se conservaban a mediados del siglo XVIII copias simples de las


principales declaraciones de los Procesos de la Santa. (B. N.—Ms. 8.713. fol. 26v).
2 La foliación que llevan los dos volúmenes de este Proceso es de fecha reciente.
INtRÓDUCClON

Como hemos podido apreciar, en la enquadernación de las piezas


procesales en grandes volúmenes reinó la más completa anarquía en la
rnagor parte de ellos, sin exceptuar estos de Avila.
Del Proceso informativo abulense de 1595 se halla en la Casa ge-
neralicia la copia enviada a la Congregación de Ritos. Del Proceso re-
misorial «in genere», sólo un traslado en italiano.

Procesos de Valladolid y Málaga—La fortuna, siempre caprichosa,


ha hecho que estos Procesos, que pertenecieron primitivamente a la
Orden, hayan vuelto a ella. E l R. P. Constantino, que reside en nuestro
convento de París, los adquirió en 1908 de una familia española, por
mil francos, a la que fueron a parar en la exclaustración de los religio-
sos en 1834 y siguientes. Como se lee en la primera hoja, comprende
las piezas 15 y 16 del Proceso, con 342 hojas, de 31 por 21 cms. Conj
tiene, en primer lugar, las Declaraciones originales del Proceso rerai-
sorial hecho en Valladolid en 1610 por el doctor Sobrino, delegado
por D. Bernardo de Rojas tj Sandoval, arzobispo de Toledo. Por la
Orden intervino como procurador el P. Juan de la Cruz, prior de
Burgos, Después de algunas formalidades de rúbrica g del Interroga-
torio, se da comienzo a los Dichos de los testigos. A la cabeza de
todos está (folios 'Vlv.Aó), Fr. Angel de Salazar, que tanto intervino
en las cuestiones de Calzados y Descalzos hasta su separación en 1581,
Son también de mucho interés las Declaraciones de las Carmelitas des-
calzas.
Del propio modo se copian g compulsan las Declaraciones hechas en
la misma ciudad el año de 1595, firmadas por el dicho doctor Sobrino y
el notario Lucas Martínez Araujo, Otra copia de ellas existe en uno
de los manuscritos de Salamanca,
Con paginación propia se unió a este Proceso el de Málaga, de 16
de agosto de 1610, hecho por Diego de Trejo, arcediano de la Cate-
dral. En nombre de la Orden intervino el P. Juan de Jesús María, con-
ventual de Los Remedios, de Sevilla. Las Declaraciones son originales,
aunque de escasa importancia. E l Proceso hace 61 hojas, de las mismas
dimensiones que el vallisoletano. No conozco copia ninguna de estas
Informaciones.
Procesos originales de Burgos, Alcalá, Cuenca, Valera y Villanueva de
la /«/-a.—Guárdanse las Informaciones remisoriales «in specie» hechas en
estas poblaciones en las Descalzas de Alba de Tormes. Son las originales
y forman todas juntas un abultado tomo en folio. E l primero que se
lee es el Proceso de Burgos, que hicieron D. García Portocarrero, pro-
visor de la diócesisis, delagado del Arzobispo de Toledo, y el padre
Fr. Juan de la Cruz, que lo era de la Orden. Comienza el Proceso bur-
ÍNTHODUCCION ÍXt

galés por los autos acostumbrados en tales solemnidades, hasta el folio


27 en que dan comienzo las Deposiciones de los testigos, con Fr. Cris-
tóbal de Santotis, y otras tan interesantes como las de la M . Tomasina
Bautista y del mismo arzobispo don Alonso Manrique. La última (folios
166-168) es del licenciado Juan ñlonso de San Martín. E l interrogatorio
•comenzó el 12 de junio de 1610, g el 8 de jfulio se dió por concluso.
A seguida del de Burgos, se cosió el Remisorial de Alcalá de
Henares, que consta sólo de 29 folios numerados. Lo hizo en nombre
del Arzobispo de Toledo el abad de San Bernardo, en la misma ciu-
dad, Fr. Felipe de Tarsis. La más importante Declaración de este
Proceso es la de doña Orofrisia de Mendoza, casada con un sobrino
de la Santa. Los Dichos son originales.
Originales son también los Procesos, que vienen a continuación,
de Cuenca, Valera de Abajo y Villanueva de la Jara, que hacen un to-
tal de 260 folios. Los Dichos de los testigos dan comienzo en el folio
17, y en general, son de escasa importancia. En el folio 71 principia
el Proceso de Valera hasta el 159. Se compone de los Dichos de las
Descalzas que a la sazón había allí. E l principal es el de Ija venerable
M. Ana de San Agustín. E l de Villanueva de la Jara ocupa los folios
163 al 258. Casi todos los llenan las Carmelitas de aquell^ fundación.
No he visto más manuscritos en España de los Procesos de Cano-
nización de la Santa.

Traslados de los Procesos que se enviaron a /fa/wa.—Según cos-


tumbre, de las Informaciones hechas en España se hicieron copias fie-
les y con las debidas precauciones, para evitar todo adulteramiento
o fraude, y se enviaron a la Sagrada Congregación de Ritos, por medio
de los Procuradores de la Causa que la Descalcez contaba en Roma.
Canonizada la Santa, quedaron en la Procura general que la Congrega-
ción dé España tenía en la Ciudad de los Papas, donde los vió y
examinó Benedicto XIV cuando estaba componiendo su grande obra:
De Servorum Del beaüftcaüoiu et Beatorum Canonizatione (1). Hoy.
como anteriormente hemos dicho, pertenecen a la Casa generalida de
los Carmelitas Descalzos. De ellos haremos aquí breve reseña.
E l primero dice en la portada: Processus compulsarialis in causa
Canonizationis Matris Teresiae a lesa, auctoritate apostólica originalis.
(23 de octubre de 1610). En vitela y con el escudo en verde de la Pro-
cura general de la Congregación española. Lo mismo están las demás
copias que se remitieron de España. Miden 310 por 230 mm. La
letra es redonda y clara, pero muy menuda. Baste decir que cada pá-

1 Lib. I.e. X X V . n. 7 y ss.


XXIÍ INTRODUCCIÓN

gina viene a tener 125 líneas, y cada línea 130 letras. Por lo mismo,
su lectura es sumamente fatigosa,
Al principio se lee una carta de Alonso López de Orduña, provisor
y juez de esta causa (3 de diciembre de 1610), dirigida a los Car-
denales de la Sagrada Congregación de Ritos, donde leemos: «Por unas
letras compulsoria Ies de Vuestras Señorías Ilustrístmas, que rae fueron
presentadas por parte de la Orden de Nuestra Señora del Carmen de los
Descalzos sobre la Canonización de la beata M . Teresa de Jesús,
de buena memoria, en virtud de lo que Vuestras Señorías me mandaban
y cometían, hice con mucho cuidado y diligencia todas las cosas con-
forme al tenor de las sobredichas Letras y como convenía. Hanse exhi-
bido a instancia de la dicha Orden algunas Informaciones y Dichos,
y éstos se han comprobado suficientemente con testigos principales, ve-
rídicos, de buena conciencia y fidedignos; y así todo lo hecho, Dichos
y comprobaciones, se les puede y debe dar entera fe y crédito en juicio
y fuera de él. Con ésta remito a Vuestras Señorías Ilustrísimas el tra-
sunto auténtico del dicho Proceso, por donde constará de todo; y quisiera
hallarme presente para significar a Vuestras Señorías la gran santidad
que me ha constado de esta beata Madre y cuán edificados están to-
dos de sus admirables y excelentísimas virtudes, y cuán recibido está
de todos ser santa y estar colocada en el cielo, y se desea con entra-
ñable afecto verla canonizada como ella lo merece».
A continuación vienen las copias del Proceso hecho en 1595 en
Avila, que existe original, como dejamos dicho, en el palacio episcopal
de esta ciudad. También trae la copia, muy corta, del Proceso compul-
soria!. Los notarios Antonio Ayala y Alonso del Río dan fe de la fide-
lidad del trasunto. Por fin, da testimonio de los mismos el obispo
D, Lorenzo de Otaduy y Avendaño.
Otro infolio, de las mismas dimensiones que el anterior, reza en la
portada: Processm Remisorialis in causa Canonizationis Matn.s Teresiae
de Jesu (22 de octubre de 1610. Abalen,) En un atestado que viene al
principio, los notarios Gaspar Antonio Bohordo y Antonio Ayala hacen
constar cómo se entregó al primero, correo mayor de Avila, «el cual
juró en forma de remitirlo fielmente a la corte romana». Siguen otros
documentos protocolarios y comienza el traslado de los Dichos de los
testigo del Proceso remisorial «in specie» hecho en Avila en 1610, cuyos
originales se hallan, como ya sabemos, en el palacio episcopal abulense.
Al final se leen todas las cauciones propias del caso en conformidad
con las instrucciones de la Sagrada Congregación de Ritos.
El tercero, de las mismas medidas que ios dos anteriores, sie titula:
Processus Remisorialis in causa Canonizationis Matris Teresiae a Jesu.
INTRODUCCION XXUI

Salmantin. Alhae. En el folio primero se reproduce el poder del padre


general, Fr. Alonso de Jesús María, nombrando procuradores sugos a
tres padres para estos Procesos, del cual hemos hecho toemofia repetidas
veces. A esto se siguen las copias de otros documentos protocolarios
y el Rótulo en castellano (tols. 5-19), e inmediatamente las Declaracio-
nes de Salamanca, que, como ga sabemos, se copiaron de las origina,-
les que hog están en la Biblioteca Nacional. E l último testigo, que hace
el número 121, fué el P. Blas de San Alberto (fol.Q 127v.) Legalizaron
la copia el notario Juan García Rodríguez Beltrán, uno de los seis de
número que tenía la diócesis salmantina, g Anacleto de Lancina g Ulloa,
también notario apostólico. Y , por fin, el obispo D. Luis Fernández
de Córdoba, los refrendó a dos días del mes de diciembre de 1610 y
los acompañó una carta, que lleva la misma fecha, donde anuncia el envío
«del trasunto del Proceso remisorial en forma auténtica g fehaciente,,
cerrado y sellado».
Guarda también la misma Casa generalicia un traslado del original
español en italiano del Proceso remisorial «in genere» que se hizo en
Avila g Salamanca en 1604L Mide 28 por 21 cms., y tiene ochenta
g dos hojas útiles g foliadas. De este Proceso se ha dicho ga alguna
cosa anteriormente. En el folio 8v. se lee el Interrogatorio, reducido at
cuatro preguntas. Luego se traducen al italiano, como es dicho, las
Declaraciones de Salamanca, que comprenden desde el folio 9v. al 31..
En el 32v. comienzan las de Alba de Tormes. En seguida (folio
49), se hace lo mismo con el Proceso remisorial «in genere» de Avila.
Los Dichos de éste empiezan en el folio 57v. y terminan en el 79v.

Resumiendo lo dicho, diremos: que los Procesos hechos en España


antes de la beatificación de la Santa fueron cuatro: E l Informativo
del Obispo de Salamanca (1591-1592), el Informativo del Nuncio Ca-
milo Gaetano (1595-1597), el Remisorial «in genere» (1604), y el
Remisorial «in specie» (1609-1610).
Del primero se conservan las informaciones originales g una copia
en los Carmelitas Descalzos de Salamanca. Del segundo existe copia
legalizada en los mismos religiosos, g las informaciones originales de Za-
ragoza. En el Palacio episcopal de Avila, las originales del hecho allí.
En los Carmelitas Descalzos de París, las informaciones originales der
Valladolid. Copias de los Procesos de Avila, Salamanca g Avila se guar-
dan en la Casa generalicia de los Carmelitas Descalzos en Roma, g el
Ms. 12.032 de la Biblioteca Nacional de Madrid contiene un traslado
de las de Scgovia g Zaragoza.
Del Proceso remisorial «in genere» hecho en Avila, se guardan las
Declaraciones originales en el palacio episcopal de dicha ciudad, y
jiMV ÍNTRODUCOION

una copia en italiano en la citada Casa generalicia. Del mismo Proceso


ejecutado en Salamanca, no hemos visto más que un traslado en ita-
liano, en el mismo manuscrito romano que copla el de ñvila.
Del Remisorial «in specie» existen en la Biblioteca Nacional de
Madrid las Informaciones originales de Toledo, Malagón y Damiel (Ma-
nuscrito 12.032), las de Salamanca y Alba (12.033, 12.03^, 12.035 y
12.037), y las de Madrid (12.036). E n el Palacio episcopal abulense se
guardan los Dichos originales del Proceso hecho allí, g en nuestra
Casa generalicia de Roma, copia de los Procesos de Salamanca, Alba
y Avila. Los Carmelitas Descalzos de París tienen las Informaciones
originales de Valladolid y Málaga; g las Descalzas de Alba de Tor-
mes, las de Burgos, Alcalá y diócesis de Cuenca, también originales..
Estas son las fuentes de que nos hemos servido en la publicación
de estas Informaciones para la beatificación y canonización de Sta. Te-
resa, inmejorables, sin duda, y de indubitable autoridad. H a sido fortu-
na no corta que después de tres siglos, largos de talle, que fueron
hechos los Procesos teresianos, no hagan perecido en tantas vicisi-
tudes g saqueos por que han pasado los conventos, sin exceptuar el
Hospicio de Sta. Ana de Roma, donde, como dejamos dicho, estaba esta-
blecida la Procuraduría de los Carmelitas Descalzos de la Congregación
de España, que fué robada cuando los soldados de Napoleón asola-
ron esta ciudad. Entre lo que se salvó del vandálico saqueo, se cuen-
tan estas copias. Las de los restantes Procesos, que también se remi-
tieron a la Ciudad Eterna, ignoramos dónde paran (1).

1 Aprovecho ocasión tan propicia'—es fácil que no vuelva a presentarse otra


que lo sea tanto—para testimoniar una vez más mi agradecimiento al P. Arcadio del
Espíritu Santo y al hermano Luis de San José por lo mucho que me han ayudado en
el trabajo de copia de estos Procesos, que suman muchos miles de cuartillas, escritas
a veces en condiciones harto difíciles y molestas. Durante un cuarto de siglo vamos
llevando juntos el pondas diei et aesíus, con moderada alegría, repartiéndonos equi-
tativamente aprecios y desdenes, satisfacciones y sufrimientos. Todo se ha soportado
con gusto y en la más inalterable armonía de hermanos, sostenidos sin duda por el
común entrañado amor a la Madre, para quien los sacrificios nos parecen regalos y
dulces comodidades. Recordando frases caballerescas, a las cuales ella no era ajena,
diremos que ha sido la Dama inspiradora, acuciadora y sostenedora en éste y otros
empeños teresianos, modestos y sin pretensiones, pero que aspiran a la noble y le-
vantada ambición de dar a conocer mejor a su Santa Madre y proporcionar a los
aplicados materiales de buena ley para que la estudien con mayor caudal de noticias.
El teresianismo, en sus ricos y variados aspectos, no se agotará nunca. Santa Teresa
será siempre actualidad mística, psicológica, agiográfica, y no sé cuantas cosas más.
Si alguno cree que la vena de producción teresianista se ha cegado, o puede cegarse,
se equivoca. El mundo no puede vivir sin espiritualidad, oxígeno del alma; y mien-
tras haya espiritualidad, Santa Teresa será preferentemente estudiada y amada.
INTRODUCCION XXV

Procesos contputsoríales.—Para los fines de nuestra publicación,


que son principalmente informativos e ilustrativos de la vida de la
Santa, no tienen importancia. Se reducen principalmente a que testigos
de irreprochable conducta y sumamente veraces testimoniasen de la
autenticidad de las firmas de los deponentes, letra, sellos y demás
instrumentos que debían enviarse a Roma. Bien conocidas son la for-
malidad y seriedad que la Curia Romana ha empleado siempre en
estos Procesos. Si alguna cosa en lo humano merece nuestro total asen-1
timiento sin reserva alguna mental, es la verdad y diligencia con
que se procede en las causas de canonización de los Siervos de Dios.
Sus actuaciones se hallan interpoladas con los Procesos anteriormente
descritos.
No hau que decir que la Descalcez se condujo en la formación
de los Procesos con diligencia y competencia digna de tan grande
Santa. Ella hizo todos los trabajos necesarios, en los cuales fué muy
atendida y cariñosamente secundada por las autoridades eclesiásticas
y seculares. La causa era muy simpática a todos, y por eso respondían
con gusto cuando eran requeridos a prestar algún servicio. Más de cua-
trocientos testigos hicieron daclaraciones jurídicas; gran parte de ellos,
habían conocido y tratado a la Santa. Sus Procesos son de los más
ricos en noticias y bien hechos que se han tramitado en la Congrega-
ción de Ritos. Los Bolandos, autoridad irrecusable en estas materias (1),
hace i suyas estas palabras del P. José de Sta. Teresa, en el tomo IV
de la Reforma de los Descalzos de Nuestra Señora del Carmen: «Ha-
biendo obtenido Remisoriales de Clemente VÍII en virtud de las pri-
meras informaciones, se hicieron las segundas y terceras, tan en crédito
de la Santa, de sus obras, de sus virtudes, de sus milagros, de sus
libros, de su. Religión, que llenó a Roma de gozo, porque en muchos
siglos no había visto otras más llenas y calificadas» (2).
También en Roma nuestros religiosos de la Congregación de Italia
trabajaron ahincadamente por la causa, en particular por tres procura-
dores de ella, los padres Fr. Pedro de la Madre de Dios (Daroca),
Fr. Juan de Jesús María, el Calagurritano, y el P. Domingo de Jeslús
María (Ruzola), los tres, como es bien notorio, de mucho prestigio en
la Ciudad Eterna g de los más eminentes que en todo tiempo ha tenido
la Reforma de Sta. Teresa. Para que se conociera mejor a la Santa en
Italia, procuraron la traducción a! italiano de sus libros, y el P. Juan
de Jesús María escribió en latín ciceroniano un hermoso compendio
de la vida de la Virgen de Avila, que dedicó a Paulo V, y Iqjeron

1 Acta S. Teresiae, p. 245, n. 1071.


2 Reforma, t. IV, lib. XIV, c. I, n. 2.
XXVI INTRODUCCION

desde el Papa hasta el último curial romano. E l compendio salió a la


luz con el nombre de los dos procuradores de la Causa teresiana: Fray
Juan de San Jerónimo, por la Congregación de España, y el dicho
padre Juan de Jesús María, por la italiana. Mucho de lo que se hizo
en Roma en esta causa puede leerse en el primer tomo de las Crónicaá
de la Congregación de Italia.
El P. Jerónimo Gracián, en su incesante y prodigiosa actividad, fuer-
temente acuciada por el amor a la M . Reformadora, que tan metido
llevaba en sus entrañas, hizo cuanto estuvo en su mano por la forma-
ción y pronta ejecución de esta causa, singularmente durante las tem-
poradas que pasó en Roma. Hablando de la parte que tomó en la fun-
dación del primer convento de las Carmelitas Descalzas de aquí (1598);,
cerca del Monte Pincio, titulado San José «a Capo le Case», donde la
Santa por medio de una reliquia suya obró un milagro (1602) en una
sobrina del Cardenal Baronio, monja en esta casa, escribe en el Diá-
logo XIII de Peregrinación, de Anastasio: «En este monasterio acaeció
que sacando a la iglesia un poco de carne de la M . Teresa que allí
tenían, dió tanta suavidad y fragancia de olor, que viniendo a noticia
de Su Santidad, concedió la licencia que le pidieron de poner en el al-
tar el retrato de la Santa Madre, que es un género de beatificación,
y tomó con gran cuidado el hacer las diligencias y dar los Breves y
comisiones para canonizarse» (1).
En carta a su hermana María de San José (1 de junio de 1597) le
decía desde Roma: «Ya se acabó de escribir la obra que dije rae cos-
taba gran trabajo, que es Defensa de la doctrina de la madre Teresa
de Jesús, contra los que la quieren hacer herética» (2). A l regresar a
España después de su cautiverio, no dejó de hurgar esta cuestión con
personas Influyentes y ricas. Escribiendo desde Valladolid (26 de abril
de 1603) a las Descalzas de Consuegra, les decía: «Vine por Avila para
ver si hallaba alcjún pariente o amigo que se quisiera encargar de so-»
licitar la canonización de la madre Sta. Teresa de Jesús, ofreciendo a
los frailes algún dinero para lo que se ofreciere de gasto, o si las
monjas querían tomar algún dote para ello... En Medina, aunque no
hablé a las Descalzas, como ni en Avila a Teresa de Jesús y Ana
de San Bartolomé, que se mortificaron mucho de ello, traté con una
señora viuda rica, nuera de doña Elena de Quiroga. que se encargase
de esto de la Madre, y quedó bien puesto; y lo mismo trataré con
estas señoras Duquesas del Infantado y otras sus grandes amigas, que
si no hubiera visto por experiencia que si yo no diera doscientos reales

1 B. M . C , 1.17, p. 206.
2 /&.,p. 324,
INTRODUCCION iXVlí

Roma, no estuvieran presentadas en la Rota las Informaciones su-


marias» (!)•
También compuso una Declaración extensa para los Procesos de la
Santa, que, como suya, sería ciertamente curiosa e interesante. En cart^
de 14 de marzo de 1610, escribía desde Amberes a las Descalzas de
Consuegra: «Muchos días ha que tengo escrito el Dicho de la Canoni-
zación de la Madre, que eran doce pliegos de papel, y aunque tengo
hechas todas las diligencias para que se hagan las informaciones en
estos países, tomando el Dicho a las madres Ana de Jesús y San Bar-
tolomé, y a las personas con quienes ha hecho milagros en Francia,
Mons de Hcnao, Cambray y otras partes, estoy esperando la venida
del padre frag Tomás, que me pidió le esperase para decirle, y por esa
carta verán en qué términos está su venida* (2).
Los Procesos tuvieron el logro que se deseaba. Paulo V beatificó
a la Reformadora del Carmen por su Breve de 24 de abril de 1614.
Poco tiempo después se elevaron nuevas preces a la Santa Sede para
que coronase la obra. A la sazón, los procedimientos eran algo distin-
tos que al presente para conseguir la canonización de un beato. Se hi-
cieron nuevos procesos en nombre de la Santa Sede por el Cardenal Ro-
jas, arzobispo de Toledo, y por los obispos de Avila y Salamanca (3).
Se llevaron al cabo con gran rapidez, y fueron examinados por tres
auditores de causas del Palacio apostólico, es a saber, Francisco Sa^i
crato, Alonso Manzanedo de Quiñones y J. B. Cocciño. Después los
examinó y aprobó la Sagrada Congregación de Ritos. Es fácil que
Paulo V, muy devoto de la Madre, la hubiera canonizado en seguida,
pero murió el 28 de febrero de 1621. Esta gloria estaba reservada a
su sucesor Gregorio XV, que el 12 de marzo de 1622 la inscribió so-
lemnemente en el Catálogo de los Santos con San Ignacio de Loyola,
San Francisco Javier, San Isidro Labrador y San Felipe de Neri. ¡Qué
día éste tan espléndido para la espiritualidad del pueblo español!
No es mi propósito tejer la historia de la beatificación y canoni^-
zación de la Santa y de las fiestas con que las celebró España y la
Cristiandad en general, aunque no me faltan datos para intentarla (4). E l
empeño se ciñe a dar cuenta sumaria de los Procesos, cuyas informa-
ciones publicamos en varios tomos de la Biblioteca Mística Carmelitana.

1 B. M . C . t. 17. p. 371.
2 /fc.,p.432.
3 No los he visto en ningún archivo. No los creo, después de los Procesos an-
tenores. de grande interés biográfico para la Santa. Fué un trámite protocolario, que
ya no se usa.
J Algo decimos de ellas en el t. IV de nuestra Histoti* del Carmen Descalzo
en España, Portugal y América.
XXVIIÍ INTRODUCCIÓN

Con esto cumplimos parte, por lo menos, del compromiso que teníamos
con la Santa, desde que en 1922 terminamos la edición en nueve volú-
menes de sus escritos (1). Las violentas convulsiones políticas y religio-.
sas que viene padeciendo España en estos últimos años han trastornado
el plan de estas publicaciones y ni por un momento se nos quita el teí-
mor de verlas interrumpidas bruscamente. Esto nos ha movido a editar
esos Procesos cuanto antes, ya que contienen un caudal biográfico de
precio incalculable, beneficiado sólo en parte muy pequeña. Cada tes-
tigo, puedí decirse, hace una vida de Sta. Teresa. Algunas son magis-
trales en su género. Es cierto que, debiendo sujetarse los declarantes al
mismo interrogatorio, hay cierta unanimidad en las respuestas, pero será
rara la información que no tenga algo de especial digno de estima.
En gracia a las noticias particulares que nos suministran, bien puede to-
lerarse la monotonía inevitable en esta clase de trabajos. A mí no me mo-
lestan las repeticiones, porque son sobre cosas muy edificantes y agrada-
bles de la Madre, y para mi Madre todo me parece poco. Se me figura
que es música que estaría oyende toda la vida sin fastidio; pero aún sih
sentir este regusto filial, es de grandísima importancia la publicación
de ios Dichos de los principales testigos que en España fueron lla-
mados a dar testimonio de sus sentires respecto de esa gran figura
nacional que se llama Teresa de Jesús,
En tres volúmenes de esta Biblioteca quisiéramos encerrar las
principales Declaraciones de la Santa. E l primero comprende el Proceso
informativo del Obispo de Salamanca y parte del hecho por delega-
ción del Nuncio Gaetano en diversas poblaciones de España, Conti-
nuará e! segundo con otras de este mismo Proceso, del titulado Re-
misorial «in genere» y algunas del Rernisorial «in specie», para ter-
minarlas en el tomo III. Este Proceso es el más voluminoso y, en
muchos respectos, el más interesante,

/ V . Silverio de Santa Teresa, O. C. D.

Burgos, 1,« de enero, festividad del Dulcísimo Nombre de Jesús,

1 Véase la B. M . C„ t. 9, p. CVI11.
PROCESOS
DB

BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN DE SANTA T E R E S A

PROCESO INFORMATIVO DEL OIíDINARIO DE SALAMANCA (1591-1592) (1).

INTERROGATORIO

En la ciudad de Salamanca, a quince días del raes de octubre de


rail y quinientos y noventa y un años, ante mi, el licenciado Juan
Casquer, por la autoridad apostólica notario público, y aprobado por
el Ordinario de esta ciudad, en presencia de los testigos de yuso esf*
criptos, el Ilustrisimo y Reverendísimo señor Don Jerónimo Manríi-
que, obispo de Salamanca, dijo que, por cuanto en la villa de Alba
de esta diócesis está el cuerpo de la madre Teresa de Jesús, primera,
fundadora de la dicha Orden, el cual por razón de no haberse corrom-
pido y por otras cosas que Dios Nuestro Señor ha obrado maravillo-
sas en él, y que mientras vivió en esta vida la dicha madre Teresa Mi-
zo santa y ejemplar vida, es reputado y tenido dentro y fuera de su
Religión por cuerpo santo, y con él hay particular devoción: por tanto,
como Juez eclesiástico ordinario, para que se entienda y sepa la ver-
dad y siendo Dios servido se pueda dar noticia a Su Santidad, y que
las obras de Dios nuestro Señor sean manifestadas y la Majestad
divina loada en sus Santos, y porque el discurso del tiempo no cause
olvido en las obras y acciones que Dios ha sido y es servido de obrar
por medio de la dicha madre Teresa, a quien la divina Majestad cor
municó tan abundantes gracias y dones del cielo, y por su intercesión
cada día se comunioan a los fieles, mandaba y mandó recibir informai-
ción ex ojficio, y dijo que el examen "de los testigos reservaba y re-
servó para que se hiciese en su presencia, y por lo mismo por la
del licenciado Don Felipe de Haro, su provisor, vicario general en el
dicho obispado, especial y expresamente para este caso, daba y dió
todas sus veces y autoridad para que en su ausencia pueda hacer
y haga «n esta ciudad y fuera de ella por toda la diócesis la dicha
información ad perpetuatn rei mernoriam, de la vida, acciones y mi-
lagros de la dicha madre Teresa, que para ello y cada cosa de ella

1 Véase lo que acerca de esce Proceso dejamos dicho en la Introducción.


2 PROCESOS

interponía e interpuso su autoridad y decreto judicial, y señaló por


notario para la dicha información a mí, el presente notario, y por
lugar para hacer el dicho examen las casas de su morada en esta ciu-
dad de Salamanoa, o en el monasterio de las Descalzas u otro cual-
quier monasterio do sea necesario por causa de algún impedimento;
y en la dicha villa de Alba señalaba y señaló el dicho monasterio de
la Encarnación de monjas Descalzas Carmelitas y las casas de su
morada de la dicha villa, y el monasterio de la Madre de Dios, que
dicen de adentro, hasta tanto que otra cosa mande y provea, y así
lo ordenó y mandó, siendo presentes por testigos el licenciado Don
Andrés de las Infantas, y Don Pedro de Castilla, y Don Luis de
Castilla.—Z)o/z Jerónimo, obispo de Salamanca.—Pasó ante mí: E l licen-
ciado Juan Casquer, notario apostólico.
Item, Su Señoría Ilustrísima mandó que los testigos que fuesen
examinados, den su juramento sobre los santos cuatro Evangelios, y
digan y declaren por los siguientes artículos, y después sobre cada
uno de ellos se les pregunte según la forma de los Interrogatorios
que a raí, el presente notario, dió su Señoría Ilustrísima, firmados de
su nombre que son del tenor siguiente:

ARTICULOS

Primeramente los generales.


Si conocen a la dicha madre Teresa de Jesús o han oído decir
de dónde era natural, qué padres tuvo, g si fué bautizada, y dónde g
cuantos años vivió, y si saben cuándo fué monja profesa de la Or-
den del Carmen que llaman Mitigada, g que fuese de buena vida y
ejemplo, y que todo lo susodicho fué público y notorio g pública voz
y fama.
Si saben que tuvo la madre Teresa particulares favores de Dios
Nuestro Señor, el cual la comunicó grandes dones y gracias por me-
dio de la oración, g que comenzó a fundar la Religión que hoy lla-
man de Descalzas Carmelitas, en la cual profesó haciendo primero el
monasterio de monjas con licencia de los prelados que entonces tuvo;
que particularmente pretendió en esta institución la gloria de Dios y
restituir la Regla antigua primitiva en su perfección con otros santos
fines, y que esto es público g notorio y pública voz y faniía.
Si saben que la dicha Madre vivió toda su vida con humildiad
y sencillez, en buenas y santas costumbres, con devota y santa vida,
y que fué dada muchjoj a la oración y mortificación de manera que flo-
recieron en ella fe y confianza para hacer cosas grandes por servicio
de Dios, gran caridad con Dios y con los prójimos, humildad interior
y exterior, paciencia en los trabajos, gran penitencia, suma pobreza,
y perfecta obediencia con las demás virtudes, y que su vida fué
ejemplarísima, no sólo para con sus religiosas sino con otras mu-
chas personas, dentro y fuera de la religión, y en seglares, y su vida
era tenida por santa, y que hizo unos libros que dejó escritos de su
mano y después se han impreso y hecho gran fruto, y todo esto es
público y notorio y pública voz y fama.
PROCESOS

Si saben que la dicha madre Teresa ha padecido grandes trabajos


persecuciones en el ánima y cuerpo por Dios, y los llevó y sufrió
con grande y constante ánimo por solo amor y gloria de Dios, y de
esta manera ha vivido toda su vida hasta la muerte, y es público y
notorio y pública voz y fama.
Si saben que siendo la dicha Madre de sesenta y ocho años,
poco más o menos, murió en el monasterio de la Encarnación de la villa
de Alba un día del glorioso San Francifsco, cuatro de octubre die mi]
g quinientos y ochenta y dos años, y allí fué enterrada, y al cabo
de tres años, poco más o menos, hallaron su cuerpo entero y sin
ser corrompido, del cual salía g dicen que sale un suavísimo olor
juntamente con cierto óleo o bálsamo que pasa y cala los paños que
llegan a su cuerpo, y todo lo dicho es notorio y público y pública
voz y fama.
Si saben que después de muerta la dicha madre Teresa de Je-
sús ha obrado Nuestro Señor por su intercesión y devoción con su
cuerpo o reliquia de cosa que haya tocado a él algunos milagros, y
que por tales son tenidos, y hay gran devoción en el pueblo con el
dicho cuerpo y es tenido por santo, y esto es público y notorio y
pública voz y fama. De la pública voz y fama y común opinióm.—
Don Jerónimo, obispo de Salamanca.—Pasó ante mí: E l licenciado
Juan Casquer, notario apostólico.
Por las preguntas siguientes sean repreguntados los testigos que
se examinaren en la información que de oficio se ha de hacer sobre
la vida, costumbres, acciones, milagros de la madre Teresa de Jesús,
habiendo sido primero preguntados por los artículos.
Primeramente sean preguntados particular y distintamente por cada
una de las preguntas generales g después digan.
Sobre el segundo artículo, si conocen a la dicha madre Teresa de
Jesús, digan cómo, cuánto tiempo, y por qué causa, si dentro o fuera
de los monasterios, de trato o conversación, o de vista sólo, y si
de oídas, a quién, qué, dónde y por qué la oyeron, si la vieron en
el hábito del Carmen de los Mitigados; digan en qué monasterio, y
cómo saben que profesó en el monasterio de la Encarnación de la
ciudad de Avila, cuánto tiempo y quiénes fueron sus prelados en-
tonces, y si es pública voz y fama.
Sobre el tercer artículo, cómo saben que tuvo particulares dones
del Señor en la oración, si por haber comunicado la dicha Madre ooin
los testigos, o por oídas de otras personas, y cómo y a quién, y
a dónde y con qué ocasión y de la pública voz, etc. Cómo saben
que comenzó la dicha madre Teresa a fundar los monasterios de
monjas Carmelitas Descaizias, si anduvieron con ellas en las dichas
fundaciones, y cuantas veces la acompañaron y vieron ir a ellas, de
qué manera iba, qué compañía llevaba, por cuya orden hacía las di-
chas fundaciones, cuántas hizo por su persona, cuántas había cuando
murió, cuántas hay ahora; y si el testigo dice de oídas, diga a quién
y cómo y por qué. Cómo saben que el fin principal fué restituir la
Regla antigua y la gloria de Dios; si lo comunicó con los testigos
0 lo juzgan por el efecto; digan del crédito que tiene toda la Orden
4 PROCESOS

ü la veneración que tienen de la dicha madre Teresa, g si es público


y notorio, etc.
Sobre el cuarto artículo digan los testigos en particular qué
actos de humildad, caridad, paciencia, penitencia, pobreza, caisti'dad
g obediencia g de las demás virtudes vieron hacer a la dicha madre
Teresa de Jesús, por lo cual la tengan y tuvieron en posesión de
santa, y que tuvo estas y otras virtudes, y digan de cada una dé por
sí distintamente, cómo lo saben, si de vista, si de oídas, cóímo y
por qué, y luego cómo saben que hay ejemplo de su vida y costum-
bres. Y en particular de sus escritos, qué libros son los que dejó
escritos, cuántos y de qué tratan, g en qué han hecho provecho los
dichos libros, y cómo g por qué causa lo saben y de la publicidad, etc.
Sobre el quinto artículo digan los testigos qué trabajos y per-
secuciones tuvo la dicha madre Teresa, cómo lo saben los testigos;
si de oídas, a quién g cómo, g por qué; si de vista, por qué causa
estaban presentes, si fueron participantes de los trabajos o agu-
daron a salir de ellos, por lo cual entienden los testigos la gravedad
de los trabajos, g en qué particularmente entienden que los sufría y
llevaba la dicha madre Teresa por la gloria de Dios, y si es público,
etcétera.
Sobre el sexto artículo, cómo saben su muerte de la madre Te-
resa de Jesús, si de oídas o por bailarse presentes, g dónde estaban
entonces estos testigos, g por qué causa se hallaron allí para sa-
berlo g entenderlo, a qué hora murió, qué actos la vieron hacer en
particular cuando murió; dópde la enterraron, en qué parte o lugar,
quiénes se hallaron presentes, en qué manera la enterraron, si en la
misma tierra o com caja, si echaron cal o no. Si cuando la desenterraron
de allí a tres años, poco más o meaos, se hallaron los testigos pre-
sentes para ver que la hallaron en la tierra, debajo de tierra, y cómo
g quién la desenterró, g por cuga orden, g si lo han oído, a quién
decían que estaba allí g quién la desenterró, y mug particularmente
digan de la entereza de su cuerpo si le han visto, y del olor y si
íe habían embalsamado antes o puesto , olor en el sepulcro, si han
visto el óleo que dicen sale de su cuerpo, y cómo saben que sale
de él. S i cuando la desenterraron hallaron paño de sangre fresca
incorrupta, habiendo estado el dicho tiempo debajo de tierra sin'
abrirse el sepulcro; digan si han visto la dicha sangre g dónde está;
g si han oído a algunos médicos que hagan declarado ser milagrosa
cosa la de la sangre, quiénes fueron los raédicos g cómo declararon,
por quién fueron repreguntados, g si los testigos se hallaron pre-
sentes o lo vieron o lo han oído decir, g a quién, g de la pública voz,
etcétera.
Sobre el séptimo artículo, si saben los testigos que hay, ha habido
después de la muerte de la madre Teresa algún milagro por inter-
cesión y devocióin que se haya tenido a su cuerpo y cosas que hagan
llegado a él; digan en particular qué milagros han visto g sabido,
g en quién se han obrado; g si se hallaron presentes los testigos o
lo han oído decir, a quién g cómo, g cómo saben los testigos que
las tales cosas sean milagros, por qué causa entiendan que son mi'
lagro; qué cosa es milagro, g si están públicos g tenidos por tales.
PROCESOS

y si en vida de la madre Teresa saben o han oído decir tfue Nues-


tro Señor por ella hubiese obrado algún milagro, digan qué y cuán-
tas veces, y cómo lo saben, y si es y ha sido tenida en vida y muerte
por santa, por qué causa, y de la pública voz, etc.
Sean preguntados los testigos que dijeren de la pública voz y
fama, y con cuántas personas o actos se causa la pública voz y fama.
—Don Jerónimo, obispo de Salamanca.—Pasó ante mí: E l Licdo. Juan
Casquer, notario apostólico.
PROCESO DE SALAMANCA

DICHO DEL P. BflÑEZ, O. P. (1).

En la ciudad de Salamanca, a diez y seis días del mes de octubre


de mil y quinientos y noventa y un años, ante su Señoría, y por ante
mí, el presente notario, fué tomado juramento en forma de derecho
al padre fray Domingo Báñez, maestro en santa Teología y catedrá-
tico de Prima en la Universidad de Salamanca, el cual, puestas las
manos en los santos cuatro Evangelios, prometió de decir verdad de
lo que fuere preguntado según la forma de los Artículos e Interro-
gatorio (2).
A las primeras preguntas generales dijo: que no le tocan más de
haber sido mucho tiempo confesor de la dicha madre Teresa de Jesús,
y que es de edad de «sesenta y cuatro años, poco más o menos, y
siendo repreguntado por el Interrogatorio, dijo lo que dicho tiene.
A la segunda dice: que ha que conoció a la dicha madre Teresa
de Jesús, que antiguamente se llamaba Doña Teresa de Ahumada, vein-
tinueve años, y que por espacio de veinte años la trató este testigo muy
familiarmente, muchos de ellos en presencia, confesándola y aconseján-
dola y respondiéndole a sus preguntas; y éstos debieron de ser, poco
más o menos, por espacio de siete u ocho años, y los demás años
por cartas que muy continuamente tenía de ella, por las cuales le daba
cuenta de su vida y preguntaba lo que debía hacer para más servir
a Dios en todos los negocios que trataba. Y dice que sabe que es co-
mún fama y notoria cosa ser la dicha Teresa de Jesús natural de la ciu-
dad de Avila, especialmente de parte de la madre, y que allí
tiene parientes caballeros hijosdalgo que no lo negarán. Y que del
padre ha oído que era del reino de Toledo, y que ha conocido
algunos parientes suyos de aquella parte, cristianos, hijosdalgo; y
también ha oído decir que la dicha madre Teresa de jesús tuvo
un hermano fraile jerónimo, de donde se entiende ser ella cristiana
vieja. Itera sabe ser pública voz y fama que la dicha Teresa de Jesús
fué monja profesa en el monasterio de la Encarnación de Avila, de
la Orden del Carmen, y que cuanto toca a su buena vida y ejemplo
este testigo no puede dar noticia de más tiempo del que ha que la
conoce; pero que en la vida que hizo en la Encarnación en su mo-
cedad no entiende que hubiese otras faltas en ella más de las que co-
múnmente se hallan en semejantes religiosas que se llaman mujeres
de bien. Y que en aquel tiempo, que tiene por cierto se señaló siempre

1 Frecuentemente se ha citado en esta misma Biblioteca al P. Domingo Báñez,


insigne teólogo dominico y uno de los consejeros más competentes y autorizados que
tuvo la Santa. Natural de Medina del Campo, murió en su villa natal en 1604, de
edad muy avanzada.
2 Estas líneas, con las obligadas insignificantes diferencias, se repiten en todas
las Declaraciones, por lo que, conocida ésta, hemos juzgado suprimirlas en las res-
tantes declaraciones.
PROCESOS 7

ser grande enfermera y tener más oración de la que comúnmente


se usa, aunque por su buena gracia y donaire ha oído decir que era
visitada de muchas personas de diferentes estados, lo cual ella lloró
toda la vida, pues que Dios la hizo merced de darle más luz y ánimo
para tratar de perfección en su estado. Y esto lo sabe no sólo por ha-
bérselo oído decir a otros que antes la habían tratado, sino también por
relación de la misma Teresa de Jesús, lo cual es público y notorio,
pública voz y fama, y esto dijo cuanto a este articulo. Siendo repre-
guntado por el Interrogatorio sobre este artículo dijo: que no sabe
más de lo que tiene dicho sobre el artículo.
Al tercer artículo dijo: que ninguno puede saber mejor que este tes-
tigo los particulares favores y mercedes que Nuestro Señor hizo a la di-
cha madre Teresa de Jesús, por cuanto la confesó muchos años y examinó
su confesión y fuera de ella, e hizo de ella grandes experiencias, mos-
trándose muy áspero y muy riguroso con ella; y cuanto más la humi-
llaba y menospreciaba, tanto más la dicha Teresa de Jesús se aficio-
naba a tomar consejo con él, pareciéndole que tanto más segura iba
ella, cuanto más miedo tenía su confesor, al cual tenía por hombre
de letras por ser entonces presentado en su Orden y lector de Teo-
logía en Santo Tomás de Avila. Y que después que le vió un poco
más seguro, le dijo la dicha madre Teresa de Jesús: Por amor de
Dios, Padre, que no este tan sin miedo, que me le hace tomar a mí;
de nuevo mire, que no querría engañarle. Y verdaderamente, cuanto a
esta parte de vivir la dicha Teresa de Jesús con grandísimo recato
de los engaños del diablo, y de los lazos que pone a los que pre-
tenden caminar por el camino del espíritu y oración, hay gran tes-
timonio; porque siempre se informó de los hombres más letrados que
ella hallaba, especialmente de la Orden de Santo Domingo. Y dijo
a este testigo algunas veces, que se le sosegaba más el estpíritu cuan-
do consultaba algún gran letrado que no era hombre de mucha ora-
ción y espíritu, sino muy puesto en razón y ley; porque le parecía
que los hombres espirituales, con su bondad y afición que tienen a
los que tratan de espíritu y oración, son más fáciles de engañar que
los otros que con una discreción ordinaria juzgan las cosas según ra-
zón y ley, y que ésta tal era la más segura prueba del verdadero
espíritu. Y tengo por cierto, que una de las cosas por que perseveró
tanto en este testigo informándose de él, era por verle tan puesto
en la ley y en el discurso de la razón, por ser hombre criado toda
su vida en leer y disputar; y en esta parte hay tantas particularida-
des, que si no fuese haciendo un nuevo libro no se pueden decir por
vía de testimonio ordinario, y podrá ser que, siendo necesario, el dicho
testigo haga algún tratado de donde se pueda entender por cuán cierto
camino caminó la dicha Teresa de Jesús, muy al contrario de los es-
píritus burladores que en nuestro tiempo se han descubierto. Y sabe
que la dicha Teresa de Jesús fué fundadora, o. por mejor decir, refor-
madora^ de la Regla mitigada, reduciéndola a la primera Regla de Nues-
tra Señora del Carmen, añadiendo algunas santas ordenaciones para
que por el camino de la oración se pudiese llevar tanto rigor de
penitencia corporal como en aquella Regla y sus ordenaciones se con-
tiene. E l primer monasterio que fundó fué de San José, de la ciudad
8 PROCESOS

de Avila. Este fundó por particular Breve apostólico remitido al obis-


po de Avila, don Alvaro de Mendoza, en la cual fundación tuvo gran-
des contradicciones, así de toda la ciudad como de las Religiones, y
entonces sólo este testigo estuvo de su parte, sin haberla hasta en-
tonces conocido ni visto, sino solamente por ver que ella no había errado
ni en la intención ni en los medios de fundar aquel monasterio, pues
lo había ejecutado por orden de la Sede apostólica; y así lo dijo
este testigo en público consistorio de Avila, donde estaban todas las
Religiones contradiciéndola. Pero después en el mismo consistorio to-
dos vinieron en lo que a este testigo le pareció; que se hablase
al Obispo y con él se tratasen las razones que había para que
no fuese adelante aquel monasterio, y así se hizo, y poco a poco se
fué dando vado, "de suerte que tuvo el efecto que hoy día a cabo de
veintinueve años se ve. Y que todos los demás monasterios que ha
fundado, han ido con licencia de los Generales y Prelados de su Or-
den; especialmente con la del padre Juan Bautista Rúbeo, que vino
allí a Avila y mandó que hiciese la dicha madre Teresa de Je-
sús tantos monasterios cuantos pelos tenía en la cabeza; g esto sabe
este testigo porque se lo oyó al mismo General, y esto es lo que
sabe acerca del tercer artículo y es público y notorio, pública voz y
fama. Preguntado después por el Interrogatorio cuanto a este tercer ar-
tículo, dijo: que demás de lo dicho, sabe que, yendo a fundar los
monasterios, iba siempre acompañada con dos compañeras, por lo me-
nos con una de mucha autoridad, y con sacerdotes de notoria virtud y
edad competente, y a veces con algún padre carmelita, que por de-
voción de la dicha Madre con licencia del General dejó el .hábito del
paño y tomó el del sayal, hombre de gran penitencia y ejemplo, llamado
primero fray Antonio de Heredia y después fray Antonio de Jesús, y
que este testigo nunca caminó con ella, pero que se halló en la fun-
dación de la villa de Alba, y en la de Medina del Campo, y en la
de Valladolid, y en la de Toledo y en la de esta ciudad de Sala-
manca. Y que en todas ellas le parece a este testigo que era cosa
de admiración con cuánta suavidad allanaba la dicha Teresa todas
las dificultades, y en lo demás dice lo que dicho tiene, y esto es
público y notorio.
Al cuarto artículo dice: que de toda su vida no puede dar tes-
timonio, sino del tiempo que tiene dicho, y en este tiempo jamás vió
en ella cosa contraria a virtud, sino la mayor sencillez y humildad
que jamás vió en otra persona y en todo ejercicio de virtud así
natural como sobrenatural. Era singularísimo ejemplo a todos los que
la trataban; y que su oración y mortificación fué cosa rara, como lo
podrán decir todas las religiosas que en particular la trataron. Fué
animosa para emprender cosas grandes para más servir a Dios, como
por la experiencia de las fundaciones se echa bien de ver. Era mucha
la confianza que tenía de la Providencia de Dios, poniendo ella los
medios que Dios le mandaba; fiaba mucho de la intercesión de los
santos, especialmente de San José y de Sto. Domingo, fundador de
la Orden de Predicadores, del cual dijo a este testigo una vez
que se le había aparecido en la oración y díchole que se esforzase,
que él la ayudaría; y después de algunos años vió este testigo por
PROCESOS

pericncia cumplido lo que el Santo la prometió, por ministerio de


ex hijos; porque un maestro llamado fray Pedro Fernández, provincial
-us
de la provincia de España de la Orden de Santo Domingo, hombre de
aran vida y penitencia, vino a ser visitador de la Orden del Carmen y
niuy en particular ayudó a los Descalzos y Descalzas en España, y ayu-
dó en particular a la madre Teresa de Jesús. Y siendo hombre muy
legal y recatadísimo de falsos espíritus, tratando con la dicha Teresa
de Jesús, a quien con más miedo que este testigo comenzó a exa-
raiinar, y al fin se venció y le dijo a este testigo: que, en fin, Te-
resa de Jesús era mujer de bien, que en boca de dicho Maestro era
grande encarecimiento. Y más dijo, que la dicha Teresa de Jesús y
sus monjas habían dado a entender al mundo ser posible que mujeres
puedan seguir la perfección evangélica. Y otro Maestro de la "dicha
Orden, hombre docto, que fué provincial de la misma provincia de San-
to Domingo en España, que hoy día vive, llamado el maestro fray
Juan de las Cuevas, fué comisario del papa Gregorio XIII, y visitó las
dichas monjas Descalzas, y las amparó como él mismo podrá decir,
que ahora está en Lisboa confesor del serenísimo cardenal Alberto; y
otro Maestro de la dicha Orden de Santo Domingo, llamado fray Juan
de Salinas, que también fué provincial, dijo una vez a este dicho testi-
go: ¿Quién es una Teresa de Jesús que me dicen que es mucho vues-
tra? No haij que confiar de virtud de mujeres; pretendiendo en esto
hacer a este testigo recatado, como si no lo estuviera tanto y más
que él. Y este testigo le respondió: Vuestra Paternidad va a To-
ledo y la verá, y experimentará que es razón de tenerla en mucho;
y así fué, que estando en Toledo una Cuaresma entera la comenzó a
examinar, y con ser hombre que predicaba casi cada día, la iba a
confesar casi todos los días e hizo de ella grandes experiencias. Y
después, encontrándole este testigo en otra ocasión, le dijo: ¿Qué le
parece a Vuestra Paternidad de Teresa de Jesús? Respondió a este
testigo con gran donaire, diciendo: ¡Oh!, habíadesrae engañado, que
decíades que era mujer; a la fe no es sino hombre varón y de los
muy barbados; dando a entender en esto su gran constancia y dis-
creción en el gobierno de su persona y de sus monjas; así que en
todas las ocasiones los frailes de Santo Domingo la sirvieron, con-
solaron y ayudaron sus buenos intentos. En lo que toca a sus libros,
este dicho testigo del uno de ellos lo puede ser, que es donde ella
escribió su vida y el discurso de la oración por donde Dios la ha-
bía llevado; pretendiendo en esto que sus confesores la conociesen y
la enseñasen, y juntamente aficionar a la virtud a los que leyesen
las misericordias de Dios que con ella había usado, siendo tan gran pe-
cadora, como ella con mucha humildad decía, para que nadie por ruin que
fuese se acobardase para seguir el camino de la perfección. Este libro ya
le tenía escrito cuando este testigo la comenzó a tratar, y le hizo con l i -
cencia de los confesores que antes había tenido, como fué un presentado
dominico, llamado fray Pedro Ibáñez. lector de Teología de Avila. Des-
pués tornó a reformar y añadir al dicho libro, el cual libro este dicho
testigo leyó y entregó al Santo Oficio de la Inquisición en Madrid, y
después le fué tornado por el inquisidor don Francisco de Soto y Sa-
lazar, para que le tornase a ver y dijese su parecer; y le tornó a
10 PROCESOS

ver, y al cabo del libro en algunas hojas blancas dijo su parecer y


censura, como se hallará en el original escrito de mano de la misma
madre Teresa de Jesús (1), por el cual dicen se ha impreso el que anda
en público, y se holgara este testigo que juntamente se imprimiera su
censura para que se entendiera con cuánto recato se debe proceder en
santificar a los vivos. La censura fué en sustancia, que por el dicho libro
constaba que la dicha Teresa de Jesús, aunque fuese engañada, no era en-
gañadora, pues tan de veras buscaba luz y manifestaba sus males y sus
bienes. Lo segundo que dijo este testigo fué, que no convenía que
anduviese en público este libro mientras ella viviese; pero que se guar-
dase en el Santo Oficio hasta ver en qué paraba esta mujer. Y que
contra voluntad de este testigo se hicieron algunos traslados del di-
cho libro por haber venido a manos del obispo, don Alvaro de Men-
doza, que como poderoso y prelado que había sido de la dicha Teresa
de Jesús, le pudo hacer trasladar y dar a su hermana doña María de
Mendoza, y así algunos hombres curioso en cosas espirituales, que
hubieron algunos de estos traslados a las manos, lo trasladaron de
nuevo, y uno de ellos tuvo la duquesa de Alba, doña María Enrí-
quez: y cree este testigo vino a manos de su nuera, doña María de
Toledo, todo esto contra voluntad de éste que declara en tanta manera,
gue se enojó con la dicha Teresa de Jesús, aunque entendía que no
tenía ella la culpa, sino de quien ella se habría confiado. Y di viéndole
este testigo que quería quemar el original, porque no convenía que
escritos de mujeres anduviesen en público, respondió ella que lo mi-
rase bien y lo quemase si le pareciese; en lo cual conoció este tes-
tigo su gran rendimiento y humildad; y lo miró con atención y no
se atrevió a quemarle, sino remitióle, como dicho tiene, al Santo Ofi-
cio, de donde resultó que después de su muerte se ha impreso, aun-
que no deja de tener contradicciones de algunas gentes que con buin
celo y poca experiencia de la vida espiritual calumnian algunas co-
sas que no entienden; pero a otras muchas personas doctas y vul-
gares les ha parecido muy bien y les hace gran provecho. De
otros tratados y libros que andan impresos suyos no puede dar
testimonio el dicho testigo, porque no los ha leído ni impresos ni
de mano, más de que ha oído a un hombre doctísimo que toda es
una doctrina lo que en ellos dice, y lo que dice en la relación de su
vida. Y esto sabe cuanto a este artículo, y lo que dicho tiene es pú-
blico y notoria, y pública voz y fama, y no sabe más,
Al quinto artículo dijo: que todo lo en él contenido sabe como
en él se contiene, porque todo el tiempo que la trató y conoció, i o vio.
Y en particular en la fundación del monasterio de San José de Avila
padeció un trabajo, porque su Provincial la mandó volver al monas-
terio de la Encarnación y la tuvo allí corno presa, y ella estuvo
con grandísima paciencia hasta que el mismo Provincial la mandó
salir a que prosiguiese lo comenzado en el dicho monasterio. Y en
la fundación del monasterio de San José de Medina del Campo sabe
este testigo por relación del maestro fray Pedro Fernández, provin-
cial dominico, que se halló presente a una consulta que hubo en AVe-

1 Cfr. B. M. C . t. 2, p. 211.
PROCESOS 11

dina sobre aquella fundación con los Regidores de la villa y algu-


os religiosos, en la cual junta un religioso de cierta Orden, hombre
de autoridad y predicador, dijo mucho mal de la dicha Teresa de Je-
sús comparándola a Magdalena de la Cruz, una burladora que hubo
en tiempos pasados en Córdoba, quizá con algún celo de que a Dios
dará cuenta. E l dicho maestro Fr. Pedro Fernández entonces respondió,
efue él tenía por buena mujer a la dicha Teresa de Jesús, y que se iría
de la junta si aquello se trataba. Después no faltó quien le dijo
a la dicha Teresa de Jesús lo que había pasado en Medina y la con-
tradicción de aquel Padre, estando ella en Alba tratando de fundar
aquel monasterio en casa de una hermana suya, llamada doña Juana
de Ahumada, con otras religiosas que la acompañaban. Respondió dicien-
do: ¡ay, pecadora de mí!, que no me conocen, que si me conociera
ese Padre, otros mayores males pudiera decir de raí, aunque no de ser
burladora, y lo encomendaba a Dios muy en particular. Y esta era la
ganancia que sacaban todos los que de ella murmuraban; y no tuvo
jamás otra venganza, sino humillarse y rogar a Dios por los que la
perseguían. Y en esta dicha ocasión que le contaron aquella murmura-
ción, pasando la dicha Teresa de Jesús de un aposento a otro, se
dió un grandísimo golpe en la frente en el quicio de una puerta, de
suerte que sonó el golpe lejos, y levantándose su hermana a socorrerla
la halló riendo, diciendo: ¡ay, hermana, esto me digan a mí que es
trabajo, que sé donde rae duele, que esotro que decían, no sé donde
rae dan; Esto sabe el dicho testigo porque se halló presente y la vio
con gran serenidad y risa pasando su sentimiento del golpe, que S2
le echó bien de ver haber sido grande. Esta misma serenidad tenía
en todos sus dolores y enfermedades que fueron muchas y grandes.
Y esto es lo que sabe y dice y es público y notorio, pública voz y
fama. Preguntando por el Interrogatorio sobre este dicho articulo, dice
que dice lo que dicho tiene, y esto responde.
A l sexto artículo dijo: que lo sabe como en él se contiene por la
relación de las religiosas del monasterio de Alba. Item, sabe porque lo
vio por sus ojos este testigo, que su cuerpo, habiéndole llevado a Avila
después de tres años poco más o menos, estaba entero, salvo un poco
maltratado el pico de la nariz, y la conoció como si estuviera
viva, y que el olor de todo el cuerpo era bueno, pero vehemen-
te, que encendía el cerebro de los que cerca estaban, y que desda
lejos era más suave el dicho olor, y que en la parte de hacia el
hombro por donde la habían cortado un brazo eme había quedado en
Alba, estaba tan fresca la carne y el unto a par de ella, como podía
estar el de una persona que de repente le hubieran cortado el brazo;
y esto es lo que sabe, g es pública voz y fama. Repreguntado por el In-
terrogatorio sobre este dicho articulo, dice que dice lo que dicho tiene,
y se remite a las monjas de Alba.
A l séptimo articulo dice: que muchas cosas ha oído decir en Alba
y en Medina del Campo a sus religiosas que parecen manifiestos mi-
lagros, pero que en todo se remite a los testigos que se hallaron
presentes, y que todo lo dicho es público y notorio, pública voz y
tama. Y siéndole leído se ratificó en ello y lo firmó de su nombre.
—Don Jerónimo, obispo de Salamanca.—/Va}/ Domingo Báñez—V>asó
ante raí: E l Licdo. Juan Casquer, notario apostólico.
12 PROCESOS

DICHO DEL P. FRANCISCO DE RIBERA, S. J. (1).

ñ las primeras preguntas generales dijo: que no le tocan, y que es


de edad de casi cincuenta y seis años. Y siendo repreguntado por
el Interrogatorio dijo lo que dicho tiene.
A la segunda dice: que conoció a la madre Teresa de Jiesús de
vista y habla y conversación en Medina dei Campo, y en Avila, y
en Salamanca y Valladolid, y sabe que era natural de Avila, hija de
Alonso Sánchez de Cepeda y de doña Beatriz de Ahumada, su mujer;
y esto sabe porque ha visto en Avila las casas de sus padres donde
ella nació y se crió; y conoció a algunos de sus hermanos y a pa-
rientes suyos cercanos, y por lo que de ellos y otras personas ha
entendido, entiende que lo dicho y el haber sido allá bautizada, es
pública voz y fama, y ni más ni menos el haber sido ella monja en
la Encarnación, y también porque en el mismo tiempo tenía este tes-
tigo allí una hermana a quien oyó algunas veces hablar de ella. Dijo
también que la dicha madre Teresa de Jesús, el tiempo que estuvo
en el dicho monasterio de la Encarnación, que es de la Regla mitigada
de Nuestra Señora del Carmen, dió muy buen ejemplo y se señaló
mucho en toda virtud, y esto sabe por relación de personas de cré-
dito y verdad que en ese tiempo la conocieron y trataron mucho. Y
siendo repreguntado dijo lo que dicho tiene.
A la tercera dice: que tiene por muy gran verdad todo lo que en
ella se contiene, y es poco lo que en ella se dice para lo que fué.
Dice también este testigo, que por cuanto el escribió cinco libros
de la vida y milagros de la madre Teresa de Jesús, avériguando en
ellos la verdad de todas las cOsas que en ellos están en cuanto le
fué posible, e informándose de todo muy enteramente de muchas per-
sonas graves y dignas de todo crédito que la trataron muchos años,
y supieron muy bien su vida, se remite en todas las preguntas a lo
que en aquellos escribió, porque es todo verdad y allí está bien res-
pondido a todas las preguntas. Preguntado por el Interrogatorio dijo
lo que dicho tiene.
A la cuarta dice: que por lo que él vió siempre en la madre
Teresa de Jesús, y por lo que supo de las personas que ha dicho,
tiene por muy cierto que después que Nuestro Señor la tocó de ve-
ras, resplandeció con grandes virtudes maravillosamente. Particular-
mente tuvo grandísima humildad, gran fe, admirable caridad de Dios
y del prójimo, una maravillosa obediencia y otras virtudes, con la

1 Bien conocido es el insigne biógrafo de Santa Teresa de Jesús, de quien es la


presente Declaración. Su veneración a la Santa fué muy grande, y con la vida que
de ella compuso, contribuyó mucho a darla a conocer en todo el orbe cristiano. Los
méritos del docto y piadoso jesuíta con Santa Teresa son inapreciables. Ya en otras
ocasiones hemos tenido ocasión de ponderarlas. Declaró el día 19 de octubre de 1591,
PROCESOS 13

za de la virginidad tan entera, que parece cosa milagrosa, y así


cra^ tenida por santa, no solamente de las monjas, sino de todas
las personas que la conocían bien, y todas se maravillaban de
ver en una mujer tan grande santidad. Esto es lo que entiende, y
entiende que es pública voz y fama donde quiera que ella fué co-
nocida. Preguntado por el Interrogatorio, dice: que en lo que la trató,
vio muiestras de gran santidad, pero que en lo particular se remite a
lo que tiene escrito en el libro cuarto de su Vida, donde trata en
particular de sus virtudes.
A la quinta: que por la vía que dicho tiene, sabe que tuvo gran-
des enfermedades que la duraron toda la vida, y tuvo grandes per-
secuciones en las fundaciones de algunos monasterios, particuliarmen-
te en el de Avila y en el de Sevilla, y después que vino de Sevilla,
viendo su Orden de Descalzos casi a punto de acabarse; y en pre-
sencia suya y en ausencia se dijeron muchos males de ella. Y
todo esto lo pasó con una paciencia tan maravillosa, que a los que
más la perseguían quería más, y rogaba a Dios mucho por ellos y
los disculpaba mucho, y no consentía que nadie dijese de ellos pa-
labra que supiese a murmuración, y esto es pública voz y fama entre
cuantos bien la conocían. Preguntado por el Interrogatorio dice: que
se remite a lo que escribió en el libro cuarto, cap. Xí, y particular^
mente en el cap. XVII, por donde se verá bien no solamente su
gran paciencia, sino el gusto grande que la daba el padecer por
amor de Nuestro Señor. Y sé de un prelado suyo, que por saber él
que la hacía grandísimo placer en darla en que padeciese por Dios,
la mortificaba en muchas cosas y la probaba en cosas que se podían
sentir mucho, y ella con gusto y alegría las llevaba.
A la sexta: que lo sabe como en ella se contiene de muchas
personas que se hallaron presentes, y este testigo ha visto el santo
cuerpo todo entero, y sin que cosa alguna esté en él corrupta, ni el
pico de la nariz, que lo miró de propósito, porque esta parte se
suele corromper; y parece estar algo maltratada, pero está entera; y
vió parte del paño de la sangre que dice la pregunta con muy suave
olor. Preguntado por el Interrogatorio dice: que se remite a lo que
tiene escrito en el libro quinto de su Vida, en los tres primeros
capítulos. También dice este testigo, que teniendo él una cortadurita
de este paño de la sangre que había traído consigo algunos años,
y así estaba muy seca, la envolvió el hermano Juan Bautista de Gor-
maz, de la Compañía de Jesús, este invierno pasado de 1591 años, en
un papel, y se tiñó de sangre parte del papel y un paño en que la
envolvió, y pasó aquella sangre seis o siete dobleces de paño y de
Papel, y esto sabe este testigo porque lo vió y mostró a muchas
personas devotas.
A la séptima: que la sabe como en ella se oontiene, porque en
si ha visto este testigo cosas milagrosas por la intercesión de la
madre Teresa de Jesús, y ha con diligencia examinado a muchas
personas en quien por la misma vía se han hecho milagros claros,
y len esto se remite este testigo a lo que tiene escrito en el libro
quinto de su Vida, desde el capítulo cuarto hasta el fin. Y sabe este
testigo de otros muchos milagros que se han hecho y los dirá cada
14 PROCESOS

y cuando que le fuere mandado, y así acuden al cuerpo y a sus re-


liquias como a cuerpo santo, y es tenido en gran veneración, y lo
dicho es pública voz y fama; y siéndole leído se ratificó en su
Dicho y lo firmó de su nombre—Don Jerónimo, obispo de Salamanca,
—Francisco de Ribera—Pasó ante mí: E l Licdo. Juan Casqner, no-
tario apostólico.
PROCESOS 15

DICHO D E L P. ENRIQUE ENRIQUEZ, S. J. (1).

A la primera, cuanto a las preguntas generales dijo: que no le


tocaban, g que este testigo es de edad de cincuenta y cinco años. Y
siendo repreguntado por el interrogatorio dice lo que dicho tiene.
A la segunda dice: que él en esta ciudad de Salamanca y en la
de Sevilla conoció de vista, habla y conversación a la madre Teresa
de Jesús, g conoció este testigo a dos hermanos suyos en Sevilla,
que a la sazón habían venido de Indias, y el uno de ellos trató díe
entrar en la Compañía de Jesús, y por ser de mucha edad no le
recibieron, y que siempre los tuvo por gente honrada. Y que oyó de
confesión muchas veces a la dicha madre Teresa de Jesús, y este
testigo y el P. Rodrigo Alvarez, religioso de la Compañía en Sevilla,
le tomaron cuenta de las cosas más principales de toda su vida
para cierto fin importante y desengaño, mandándoiselo a la dicha
Teresa de Jesús su Prelado, sin cuyo mandato no quería por su mucha
humildad descubrir los dones grandes y misericordias que Dios obra-
ba en su alma. Y que el dicho P. Rodrigo Alvarez era hombre de más
de sesenta años, y muy gran religioso, y que confesaba lo más
granado de la gente espiritual y devota de Sevilla, y estaba muy
incrédulo de muchas virtudes y dones de la dicha Teresa de Jesús,
que este testigo le decía, porque le mostró un libro que tenía
escrito de muchos engaños e ilusiones del demonio que había to-
pado en muchas y muy señaladas personas tenidas por muy espiritua-
les, y con esto examinó con mucho cuidado y recato todas las cosas,
de que la madre Teresa de Jesús por orden de su Prelado dio cuenta
a este testigo y al dicho P. Rodrigo Alvarez, y le hacía escribir por
menudo todas las cosas que por ella habían pasado, y ratificarse'
en ellas, examinándola y repreguntándola; y que por la experiencia
que tuvieron de sus cosas, se satisficieron ser verdad todo lo que
decía la dicha Teresa de Jesús, como en particular en los artículos
siguientes se declarará. Y repreguntado este testigo en la segunda
pregunta, dijo lo que dicho tiene, y que es pública voz y fama por
ser cosa muy notoria.
A la tercera pregunta dice este testigo: que él y el dicho P. Rodrigo
Alvarez examinaron muchas veces de propósito las revelaciones y altos
sentimientos de oración que la dicha Teresa de Jesús decía habec?
tenido, y que tuvieron muchas experiencias de su grande humildad,
candad y admirable oración, y de la gran discreción y experiencia
que tenía en cosas espirituales, y así perdieron el demasiado recafoy
y temor que este testigo y el P. Rodrigo Alvarez habían tenido de

1 Del P. Enrique Enríquez, religioso muy docto, habla extensamente el P. As-


rain en el t. III de su Historia de la Compañía de Jesús. Murió en 1608. Declaró el
aia ¿b de octubre de 1591.
Í6 PROCESOS

sus cosas para probar si en ellas había lazo o engaño del demonio. Y
que la dicha Teresa de Jesús entonces y antes siempre procuraba in-
formarse de los varones que eran tenidos por letrados y experimen-
tados, y con mucha humildad los oía y obedecía; y cuando los ha-
llaba incrédulos, los allanaba con la discreción y espíritu de Dios'
que tenía, y les mostraba cómo los sentimientos y revelaciones que
tenía eran muy conformes a lo que los Santos escriben y experimen-
tan. Y que con este testigo y con el padre Fr. Bartolomé de Medina,
catedrático que fué de Prima de Salamanca, comunicó muchas veces
las dificultades y razones de dudar que tenía, y de camino les ponía
gran deseo de la perfección religiosa, y les daba' modo cómo tuvie-
sen provechosa y acertada meditación y oración; y para esto tenía unas
palabras tan vivas y las decía con tal fuerza y sentimiento, que pe-
gaba espíritu y gran deseo de mejorarse a los que con (ella trataban.
Item, sabe este testigo, que la dicha madre Teresa de Jesús fundó la
Orden de los Carmelitas descalzos en varones y mujeres, y les .puso
reglas muy santas tomadas de la Compañía de Jesús y de otras,
Religiones y de sus experiencias, y que con la comunicación que ha
tenido de los frailes y monjas de esta Orden, ha visto que son
gente de mucha religión y perfección. Y que sabe que cuando iba ca-
mino la dicha Teresa de Jesús a fundar monasterios de su Ordien,
llevaba compañía de monjas y personas, que su edad y virtud pro-
metían la seguridad y decencia que el camino y obra que iban a ha-
cer requería, y que todo esto es público y notorio, y tque lo hacía
con admirable fin pretendiendo la gloria de Dios y la per-
fección de las personas con que trataba. Y que tuvo admirable don
en los grados de oración en lo que tratan los espirituales; y los pa-
dres Francisco de Borja, que después fué general de la Compañía die
Jesús, y Antonio de ñraoz, que era comisario de la dicha Compa-
ñía, tratando a la dicha Teresa de Jesús y examinando sus cosas,
las aprobaron con admirables encarecimientos, y decían que, aunque
en otras muchas personas habían hallado muchas ilusiones del demo-
nio, en las cosas de la dicha Teresa de Jesús se aseguraban y las
aprobaban como cosas dadas de la mano liberal de Nuestro Señor; y
que esto y otras muchas más cosas de su perfección y buena vida
y grande oración supo este testigo, y oyó muchas veces decir al
P. Gaspar de Salazar y al P. Baltaisar Alvarez, de la Compañía de
Jesús, los cuales la habían comunicado muchos años. Y si fuere me-
nester, este testigo referirá muchas revelaciones aprobadas que tuvo
la dicha Teresa de! Jeisús con grande aprovechamiento suyo y de otros,
las cuales no están escritas en el libro que el P. Fr. Francisco
de Ribera escribió de su vida con mucho cuidado y acierto. Y repre-
guntado por el Interrogatorio, dijo lo que dicho tiene, y que es pú-
blico y notorio, voz y fama lo que esta pregunta dice.
A la cuarta pregunta dice este testigo: que del tiempo que tra-
tó a la madre Teresa de Jesús, experimentó en ella una gran prudencia,
junta con una cristiana sencillez y un valeroso corazón, acompañado
con señalada humildad, y que resplandecía en los actos de caridad
y de las otras virtudes, y a los que trataba los movía e inflamaba
en semejantes actos, y era deseosísima de aprovechar a los pró*
PROCESOS 17

s Tuvo estrecha observancia de los votos de religión de pobreza


^"castidad, y una sencilla obediencia a sus superiores en cosas di-
f ultosas y que a ella le costaban mucho, y estas virtudes dejó
estampadas en los libros que escribió; y que de los de su Reli-
ión y de los seglares que trataban y shbían sus cosas, era tenida
for persona ejemplar y santa. Y que tuvo gran mortificación y peni-
tencia, y gustaba que sus prelados y confesores le mandasen cosas
de mórtificación y disgusto, y en muchas persecuciones que padeció,
como fué la de Sevilla, tenía un ánimo invencible y constante con gran
paciencia y confianza en Dios, y de ella sacaba mucho provecho; y
que esto es lo que sabe de esta pregunta, y que es muy público y
notorio, pública voz y fama. Repreguntado por el Interrogatorio de
la cuarta repregunta dice lo que dicho tiene y la pública voz y fama.
ñ la quinta pregunta dice este testigo: que sabe que padeció
grave contradicción y persecució(n de letrados cerca de las cosas es-
pirituales y revelaciones que tenia, y de otros seglares cuando fun-
daba algún monasterio, y de las personas que en el tiempo de no^
viciado salían de su Religión, y que de esto podría contar este tes-
tigo cosas particulares que de la dicha Teresa de Jesús padeció en Se-
villa. Y que estando este testigo en Granada, supo de los frailes
Descalzos Carmelitas cómo se trató con el Nuncio Apostólico que
se deshiciese la Religión o reformaciájn que en ellos hizo la madre
Teresa de Jesús, y que el licenciado Laguna, que entonces era oidor
de Granada y ahora lo es del Consejo Real, y este testigo ayudaron
a la justa defensión de estos Padres y de su Religióm. Itera, que las
cosas de la madre Teresa de Jesús y las raortificaciones que usaban
las persoinas de su Religión, y lo que escribía en sus libros, sabe
este testigo pasaron por el crisol del Santo Oficio, siendo allí denun-
ciadas, y que de todos estos trabajos, persecucioines y pruebas salió
con grande aprobación, mostrando en todos una admirable y con-
fiada paciencia; y que esto es lo que sabe de esta pregunta, y que
es público y notorio, voz y fama. Repreguntado por el Interrogatorio
acerca de la quinta pregunta, dijo: que demás de lo que ha dicho
en la pregunta, sabe este testigo que usaba de muchas asperezas en
su cuerpo, y que conservaba una conciencia purísima y con gran
paz y sosiego que Dios le daba, y que así de ella como del padre
Martin Gutiérrez, rector de la Compañía que era de Salamanca, va-
rón espiritual y de aprobada vida y doctrina, supo que la comunicaba
Dios don de profecía, y decía con acierto algunas cosas que estaban
por venir, y que esto es lo que dice. Y que supo del P. Gaspar de Sa-
lazar, de la Compañía de Jesús, el cual sabe muchas cosas de la dicha
Teresa de Jesús, que estando muchas leguas de donde él estaba en
su aposento cerrado, le apareció antes que muriese la dicha Teresa de
Jesús, y le dió ciertos avisos y amonestaciones, y que este testigo lo
preguntó después a la dicha Madre, la cual con una humilde modestia
mostró haber sido así por particular orden de Dios Nuestro Señor
para ciertos efectos saludables, y que lo sobredicho de sus virtudes lo
tiene por público y notorio^ y que es pública voz y fama. •
A la sexta pregunta y séptima se remite este testigo a lo que
otros testigos deponen de vista, lo cual este testigo lo ha oído decir a
2
18 PROCESOS

muchos y lo tiene por verdad por el gran crédito qus este testigo
tiene de la dicha madre Teresa de Jesús. Y que una vez estando
este testigo algo incrédulo pidió a la dicha Madre le alcanzase de
Dios un íntimo y señalado don de contrición, y que aquel día re-
cogiéndose a oración en su aposento, sintió un suavísimo y no usado
gusto en los actos que los Santos dicen que pertenecen al don de
penitencia y contrición, y con muchas y fervorosas lágrimas duró en
esto gran espacio de tiempo, y se acordó que alcanzaba esta mi-
sericordia de Dios por intercesión de aquella Santa, y esto es lo
que sabe de estas preguntas, y la pública voz y fama.
Y siendo repreguntado por el interrogatorio dice lo que dicho
tiene, y siéndole leído este Dicho se ratificó en él y lo firmó de su
nombre.-—Don Jerónimo, obispo de Salamanca.—Enrique Enñquez.—
Pasó ante mí: EL Licdo. Juan Casquer, notario apostólico.
PROCESOS 19

DICHO D E Lñ M . m!\ DE Lfl ENCARNA CION, C. D. (1).

A las primeras preguntas generales dijo: que la madre Teresa de Je-


sús era su prima hermana, porque sus padres eran hermanos y sus
madres primas, mas que por esto no dejará de decir verdad, y que
es de edad de cincuenta y seis años, poco más o menos. Y siéndole
repreguntada por el Interrogatorio, dijo lo' que dicho tiene.
A la segunda pregunta y artículo dice: que conoció a la dicha ma-
dre Teresa de Jesús, que antes se llamaba D.a Teresa de Ahumada,
por espacio de treinta años, poco más o menos, y como veinte años,
poco más o menos, la trató estando en el monasterio de la Encarna-
ción de la ciudad de Avila en su misma celda, y sabe ser hija legí-
tima de Alonso Sánchez de Cepeda y de D.s Beatriz de Ahumada, su
mujer, por lo dicho, y que la madre Teresa de Jesús nació en Avila
adonde sus padres vivieron siempre y tienen muchos deudos, en par-
ticular de parte de su madre, los cuales sus padres eran grandes sier-
vos de Dios y de gran caridad y limosneros, y el padre hombre de
mucha discreción, y quería en extremo a la madre Teresa de Jesús y
entiende esta testigo que por verla tan inclinada al servicio de Nuestro
Señor, porque en lo que esta testigo la trató, entendió ser muy teme-
rosa de Dios y muy dada a las cosas de su servicio; y así se con-
fesaba muy a menudo con siervos de Dios, que ella procuraba, y de
muchas letras, que era aficionada a esto para que la diesen luz; y así
se lo oyó decir esta testigo. Y que sabe esta testigo, y que es muy
público y notorio, que la dicha madre Teresa de Jesús fué monja pro-
fesa en el monasterio de la Encarnación de la ciudad de Avila, y que
aunque no la vió tomar el hábito ni profesar, la vió esta testigo con
velo en el dicho monasterio, y tener voz y lugar, y rezar el Oficio di-
vino y seguir coro y hacer todo lo demás que las monjas profesas, y ser
por tal tenida, y que esto es lo que sabe acerca de este artículo y
pregunta, y que es público y notorio, pública voz y fama. Repreguntada
esta testigo acerca de esta pregunta por el Interrogatorio, dice lo
que dicho tiene y esto responde.
Al tercer artículo y pregunta dice esta testigo: que sabe que la
madre Teresa de Jesús tenía muchas horas de oración, y que ha oído
decir a muchas personas de crédito y espirituales, que en ella la hacía
Dios muchas mercedes, y más lo sabe por lo que dejó escrito; y que
las que Nuestro Señor la hacía en la oración, era tanto el recato que
tenía de no las manifestar si no era a sus confesores, permitía Nuestro
Señor se descubriese, en lo que no era en su mano. Y que oyó decir.

, ^na de la Encarnación (Tapia), prima hermana de la Santa, como hija que


era de D. Francisco de Cepeda, pasó de la Encarnación a la Reforma y fué primera
^l10^ ^ eSta CaSa de Salarnanca- Monja de gran talento y discreción ayudó mucho
a la Madre Fundadora a afianzar la vida descalza. Declaró a 3 de enero de 1592.
20 PROCESOS

que el fundar estos monasterios fué porque se tuviese oración en ellos


por el aumento de la fe, y porque sentía mucho las ofensas que hacían
a Nuestro Señor los herejes, y por tornar su Religión a sus principios,
que le pareció en ello se haría mucho servicio a Nuestro Señor, como
ella dice en sus libros. Que tenía gran celo de la honra y gloria de
Dios g de padecer por ella, y así se le ofrecieron grandes ptersecuciones
y contradicciones en la primera fundación de San José de Avila, que
fué hecha con Breve del Papa, y después de fundada fué Dios servido
viniese el generalísimo de su Orden, fray Juan Bautista Rúbeo, que era
gran siervo de Dios y muy letrado, y dándole cuenta la madre Teresa de
Jesús de la fundación, le dió patentes y todos recaudos bastantes para
fundar, y con esta licencia fundó. Y también se la dió para que sacase
las monjas que quisiese de la Encarnación para fundar todos los
monasterios que se ofreciesen, sin que los Provinciales se lo pudiéísen
estorbar, y ella le pidió fuese con voluntad de las que habían de salir,
y que si no se hallasen bien, se pudiesen volver a su casa. Era muy
pronta en la obediencia, y sabe esta testigo, que la compañía que lle-
vaba a estas fundaciones eran de buena vida y espirituales. Y que
ha oído decir que siempre llevaba una o dos monjas por lo me-
nos y algunos sacerdotes de edad y álgunas personas seglares de
buena vida y costumbres y algunas veces religiosos de su Orden;
mas que esta testigo nunca la acompañó, aunque con la dicha
licencia la sacó del monasterio de la Encarnación para las fun-
daciones y estuvo con ella algunos días en la casa de San Jo-
sé de Avila. De allí fué la dicha madre Teresa de Jesús a la funda-
ción de Medina del Campo, adonde esta testigo también estuvo con ella,
y dice esta testigo, que por ser voz y fama del provecho que han hecho
estos monasterios en haber venido muchas personas a ellos para servir
más a Dios y dejar de todo el mundo, dándose al rigor de la peni-
tencia y venir con estas ansias por sólo servir a Dios, se entiende lo
que se estiman estas casas de la madre Teresa de Jesús, como lo ha
oído esta testigo a las que han entrado en ellas, y lo que les ha mo-
vido a algunas los libros de la dicha madre Teresa de Jesús para ello,
Y es voz y fama ser la dicha Madre muy estimada y tenida por santa,
y que en sus trabajos sabe esta testigo que le favorecieron y ayudaron,
primeramente el Rey nuestro Señor, que Dios guarde, que la favoreció
mucho, y el señor don Luis Manrique, limosnero de su Majestad, y el
padre maestro fray Domingo Báñez, y el padre maestro fray Pedro Fer-
nández, y el padre maestro fray Pedro Ibáñez, y el padre fray Juan
de las Cuevas, confesor del serenísimo Cardenal, y otros Padres de la
dicha Orden de Santo Domingo, y el padre fray Pedro de Alcántara, y
el padre Baltasar Alvarez, de la Compañía de Jesús, y el padre Martín
Gutiérrez, padre Santander, padre Ripalda, padre doctor Francisco de
Ribera, todos de la Compañía de Jesús, y otros muchos Padres de la
misma Orden, y de San Francisco, que no se acuerda de los nombres;
el Arzobispo de Toledo y el Obispo de Avila, don Alvaro de Mendoza, y
el obispo que entonces era de esta ciudad, D. Francisco de Soto, y per-
sonas seglares muy ilustres y caballeros, que por la prolijidad no los
nombra. Todos los que tiene dicho le favorecieron y ayudaron a la di-
cha madre Teresa de Jesús en todos los negocios que emprendía, y


PROCESOS 21

es lo que sabe acerca de esta pregunta y artículo, y que es pública


CS n fama. Y siéndole repreguntada por el tenor del Interrogatorio,
d^ce lo que dicho tiene, y que es muy público y notorio.
R la cuarta pregunta y artículo dijo esta testigo: que vió siempre
en la dicha madre Teresa de Jesús una sencillez y humildad muy gran-
de y que siendo fundadora de todos estos monasterios, no quería usar
de' mayor en las casas donde estaba, sino que servía en el refectorio
y en la cocina, guisaba de comer y hacía algunas mortificaciones en
refectorio. Era muy amiga de tomar parecer, y con la menor de la casa
lo hacía; era muy piadosa con las enfermas, muy amiga de la pobreza,
y con ser muy enferma comía de ayuno; no quería cosa de regalo, el
vestido traía roto y remendado, y a la que veía que era para su Re-
ligión la recibía, aunque no tuviese dote, y decía que por ser tan sier-
vas de Dios lo proveería Su Majestad para que comiesen las demás; y
tenía gran confianza en el Señor, y en todas las cosas era muy ejem-
plar, y era la primera cuando los negocios le daban lugar en la comu-
nidad y oficios de ella, y en el coro hacía las ceremonias y estaba
allí con gran veneración, y teníala muy grande a los Santos y en ce-
lebrar sus fiestas con mucha devoción. A todas las personas eclesiásti-
cas respetaba y a los prelados. Era muy devota de los Santos, y en par-
ticular de Nuestra Señora y glorioso San José, y celebraba siempre
sus fiestas con la más solemnidad que podía. Era muy amiga de oir
sermones y de toda la gente virtuosa, y era muy afable y agradecida;
y así trataba a todos con gran discreción y mostraba gracia, que la
tenía particular, y gustaban algunas personas de hablar con ella, y ella
las hablaba, aunque no dejaba por eso de tener sus horas de oración
y confesarse a menudo, y de todo era murmurada, y, aunque sabía que
decían mal de ella, nunca se quejaba de nadie. Mostrábanle mucho
amor las monjas de su monasterio, y así sintieron mucho que saliese
de aquella casa, y decían que aparejo tenía allí para ser santa si
lo quería ser, sin salir a fundar otras, como no sabían sus altos
fines. Y esto entiende fué causa de que el Provincial la mandase
volver a la Encarnación, estando ya en San José y habiendo recibido
algunas monjas, y aunque sintió mucho el dejarlas, al punto le obe-
deció y el Provincial le dió grandísima reprensión, y ella lo llevó con
gran paciencia y mortificación, sin disculparse entonces, y después oyó
decir esta testigo que él la mandó dar su descargo, y así ella mostró
con humildad los recaudos que tenía para ello. Otra vez se ofreció con
otro Provincial, que se disgustó con ella, que le envió un mandato con
pena de excomunión que luego saliese del monasterio d*2 Medina con
la Priora que era allí, y llegó este mandato ya tarde, y era cerca
de Navidad, y hacía una noche bien recia de frío, y por obedecer
partieron luego, aunque era noche, que padeció harto en aquel camino
por hacer tanto frío y tener la madre Teresa de Jesús perlesía y otras
enfermedades, y con todo iba muy contenta y alegre. E l ejemplo de
su vida y costumbres ha quedado muy en la memoria en estos sus
monasterios y la opinión de Santa que de ella tienen, y esto no sólo
en sus monasterios, mas en otros y en los pueblos donde hay noticia
de ella, y esto entiende esta testigo que es pública voz y fama por
haberlo oído a muchas personas de presencia y por cartas, y la devo-
22 PROCESOS

ción que tienen con la dicha madre Teresa de Jesús y con las cosas
tocadas a su cuerpo, pidiéndolas para enfermedades, y con las dichas
cosas ha sido Dios servido de les dar salud, según ellas lo han en-
tendido, y así lo dicen. Y más dice esta testigo, que han procurado
monjas de otros monasterios pasarse a éstos con mucha instancia, y
así de las Huelgas de Burgos se pasaron dos o tres con Breve del
Papa, según ha oído, y sin ellas otra en Valencia; y como hay en
estos monasterios constitución que no se puedan recibir, no se han
pasado muchas más. Y sabe esta testigo que han aprovechado los l i -
bros de la madre Teresa de Jesús a muchas gentes, y a las per-
sonas que la dicha Madre hablaba, como ellas mismas han dicho.
Los libros que escribió, dice esta testigo, los vió escritos de la
propia letra de la madre Teresa de Jesús antes que se imprimiesen y
antes que ella muriese, por lo cual dice ser verdad haberlos ella es-
crito, y nunca la vió esta testigo cosa que fuese contra virtud, y esto
es lo que dice acerca de esta pregunta y artículo, y que es público y
notorio, pública voz y fama. Y siéndole repreguntado a esta testigo
por la pregunta del Interrogatorio dice lo que dicho tiene, y que pu-
diera decir más, pero que lo deja por ser tan público y notorio, y
esto responde acerca de esta pregunta.
Ai quinto artículo y pregunta dijo esta testigo: que la vió padecer
muchas enfermedades de calenturas y perlesía y mal de corazón muy
recio, que era menester tenerla muchas religiosas porque no se hiriese
o descalabrase, y tenía de ordinario muchos desmayos y vómitos; todo
lo llevaba con grandísima alegría, cuando volvía de los desmayos
dando gracias a Nuestro Señor por ser amiga de padecer por Su
Majestad, que todo lo que en ella vió, cómo llevaba las persecuciones^
trabajos y dolores grandísimos con contento, lo daba bien a entender,
Antes que esta testigo estuviese en su compañía oyó decir que su padre
de la madre Teresa de Jesús, como la amaba tanto, dióle gran pena
verla tan enferma, y procuró que los prelados diesen licencia para sa-
carla del monasterio a curar, así con los mejores médicos de la ciudad
de ñvila como fuera de ella. Llevóla un cuñado suyo a un lugar donde
él estaba y su mujer, porque allí cerca había una mujer que tenia
gran fama que curaba de todas enfermedades, y eran tantas las bebidas
que le dio y otras cosas que hacía, que antes le hizo daño a la salud
que provecho, aunque le sacó en lo que padeció en estas cosas, lle-
vándolo todo por amor de Dios. Volvió a casa de su padre con la com-
pañía que había llevado del monasterio, que era una monja antigua
amiga suya; apretáronle tanto las enfermedades y desmayos, que vino
a estar sin sentido, de manera que los médicos la tenían por muerta,
y la demás gente, y así vinieron frailes y monjas de su Orden a estar
con ella, y en la Encarnación tenía abierta la sepultura esperando el
cuerpo para enterrarle, y los lutos sacados en casa de su padre; y con
todo esto y tener echada cera en los ojos y decir los médicos que
era muerta, no dió su padre lugar a que la enterrasen, sino allí de ro-
dillas puesto a los pies de la cama, que no se apartaba de ella, ha-
ciendo oración a Nuestro Señor, decía que no era su hija muerta, que
no era hija para enterrar. Esto oyó decir esta testigo, y que después
como fué Dios servido de darle vida, ella con grandes ansias de vol-
PROCESOS 23

a su monasterio y de servir a Dios lo pidió a su padre que la


ufasen ü asl Por c*arle contento lo hizo- Luego le dieron grandísimos
dolores de manera que se tulleció toda, que, si no era un dedo de la
mano no meneaba otra cosa. Estuvo de esta manera, según ha oído
esta testigo, ocho meses, padeciendo con gran alegría, que daba
contento a todas las que la curaban y rodeaban, que gustaban de
ello ü de su gracia; así como estaba contentaba a todas. Alababa
mucho a Nuestro Señor ofreciéndole los dolores que pasaba, que, como
dicho tiene, era amiga de padecer por Dios. Después de esto fué
Dios servido se le quitó la tullición, aunque siempre padecía dolores
y enfermedades, aunque no la impedían el andar en estas fundaciones
[j hacer penitencia, g ayunaba* y seguía la comunidad. Vése ser obra de
Nuestro Señor el fundar estos monasterios con tanta pobreza, como se
verá por sus libros. Fueron diecisiete monasterios de monjas, los
que fundó en su vida, según ha oído decir esta testigo; y sabe de
algunos en qué ella ha estado, por maravilla la oían quejar por
agravios que la hiciesen, y esto es lo que dice y responde acerca de
este artículo y pregunta, y que es muy público y notorio, pública voz
y fama. Y siendo repreguntada esta testigo acerca del dicho quinto
artículo, dice lo que dicho tiene y torna a decir, que todo es muy
público y notorio y pública voz y fama.
Al sexto artículo y pregunta dijo esta testigo haberlo oído a la
Priora y monjas de Alba, adonde está el cuerpo de la madre Teresa de
jesús, y así se remite a los que se hallaron presentes, así de la fra-
gancis del olor de su cuerpo, como de lo demás de estar entero; y
de los paños de sangre incorrupta que salió del cuerpo de la dicha
Madre ha visto y tenido alguno en su poder, y de los demás que le
han enviado, que han puesto en el cuerpo y en el brazo de la madre;
Teresa de Jesús, que venían con el óleo que sale de él, de los cuales
pañiíos ha dado a algunas personas, como dicho tiene, y con uno de
ellos sanó de un pecho la suegra del mayordomo del monasterio de
Sta. Clara de esta ciudad, como ella misma se lo vino a decir a esta
testigo, y se lo ha dicho a otras personas haber sanado por este medio,
no le aprovechando antes cura ninguna que cirujano ni médico le
hubiese hechio, y esto dice que dirá cuando le fuere preguntado. Y que
una religiosa del dicho monasterio de Sta. Clara, que se dice María
de Vera, que tiene mucha devoción con la madre Teresa de jesús y
sus cosas, envió a pedir un pañito de los que tienen del óleo que
sale del cuerpo de la dicha Madre a una sobrina suya que tiene en
esta casa, y se le envió; escribióla después que le tuvo algunos días,
que descogiéndole en el papel que se Le envió, halló el papel pasado
por algunas partes, y el pañito que parecía le habían metido en algún
aceite. Dice también esta testigo que oyó decir, que una cruz de un
rosario que tenía la madre Teresa de Jesús, que Nuestro Señor la
asió con su mano y la dejó llena de piedras preciosas resplandecientes,
aunque sola ella la veía de esta manera, su hermana doña Juana de
Ahumada se la pidió con grande instancia, y de puro importunarla
tanto se la vino a dar, la cual tenía la dicha D.a Juana con gran
reverencia, y no sabe esta testigo por qué vía la hubo la duquesa
de Alba, doña María de Toledo, que es quien la tiene ahora según
24 PROCESOS

ha oído esta testigo. Y dice más esta testigo, que de lo que por
ella ha pasado dirá para honra y gloria de Dios, y es que era en ex-
tremo el no poder comer de apretamiento de quijadas y de la garganta
que le quedó de una gran enfermedad, de la cual llegó a la muerte,
y del grande hastío y de no comer, de pura flaqueza se le cayeron
las quijadas, y después de concertadas era tan grande el temor y so-
bresalto cada vez que había de comer, que, aun con ir muy desmesurado,
le parecía se ahogaba. Y a esta sazón vino la madre Teresa de Jesús
a esta casa de Salamanca, y viéndola se compadeció mucho de verla
con este tormento, y tiene para sí que por medio de sus oraciones
en vida, y después de muerta con una cinta de cuero que se puso en
la garganta, con que la dicha Madre dormía de noche, la hizo Nues-
tro Señor esta misericordia, de que come sin el trabajo de antes, como
han visto las monjas de su monasterio, que sí es menester lo dirán,
porque lo tiene esta testigo por cosa milagrosa. Dice más, que estando
esta testigo en el monasterio de Medina del Campo, comiendo una vez
de un pez, se le atravesó una espina en la garganta y no podía echarla,
aunque se hizo para ello los remedios que pudo, y turbada de verse
así, se acordó de la cinta, y encomendándose a Nuestro Señor y pi-
diéndole que por los méritos de su Pasión e intercesión de la madre
Teresa de Jesús la sacase de aquel trabajo, y con esto apretó la cinta
a Ir. garganta y echó la espina luego y la mostró a una hermana
que estaba con ella. A una monja del monasterio donde está esta
testigo, que se llama Juana de Jesús, se le hizo una apostema en la
garganta que le duró casi un año, y después de habérsele hecho mu-
chos remedios, porque era de manera que aún la saliva tragaba con gran
trabajo, y para poder pasar el Santísimo Sacramento cuando se lo
dieron por Viático fué con harto trabajo, y viniendo el cirujano con
propósito de otro día darle un botón de fuego, ella temiéndose de
esto por ser en parte tan peligrosa, que decía el médico, si acertaba
a dársele en alguna vena, moriría, se encomendó a Nuestro Señor y a
la madre Teresa de Jesús; con mucha fe se puso un pañito de
los que tienen del óleo que sale del cuerpo de la dicha Madre; sintió^
con él muy gran dolor, y a la mañana mirando la apostema, la hallaron
abierta; y viniendo el cirujano a lo dicho, se espantó de verla abierta,
y luego comenzó la hermana a mejorar, y ha quedado sana. Item ha oído
decir esta testigo, que cuando de secreto llevaron el cuerpo de la
madre Teresa de Jesús a Avila, decían algunas personas que qué lle-
vaban allí, que tal olor dejaba. Del olor dirán los que se hallaron
presentes cuando en Avila vieron el cuerpo, que es el Prior que aho-
ra es en E l Escorial, y el oidor Laguna y otros que iban con el Obis-
po de aquella ciudad, que murió poco ha; esto todo lo oyó decir. Y tamí-
bién la vieron médicos y que estaba el cuerpo tratable y se tenía en
pie con poco que se le arrimase la mano, y esto es lo que sabe y
responde esta testigo acerca de este artículo y pregunta, y dice ser
todo muy público y notorio, pública voz y fama. Y siendo repreguntada
esta testigo por el Interrogatorio de las repreguntas, dice lo que dicho
tiene y vuelve a decir que es muy público y notorio, pública voz
y fama.
Al séptimo artículo y pregunta dice esta testigo: que dice lo que
PROCESOS 25

dicho tiene de los milagros; que en vida de la madre Teresa d*2 Jesús
ha oído decir que estaba muy mala D.a María de Artiaga, mujer de
Iñigo de Brizuela, que era ayo del Conde de Monterrey, e importu-
nando a dicha Madre la condesa, D.a María Pimentel, que entrase
en su casa cuando venía de camino, porque tenía mala a su nieta,
la Condesa que es ahora de Olivares, y tenía mucha devoción con la
Madre, la cual entró allá, y después de haber estado con la nieta
de l a ' Condesa, pidió la dicha D.a María de Artiaga que entrase
a verla la madre Teresa de Jesús, que también tenía mucha devoción
con ella y entendía sería parte para darle salud; la dicha Madre
entró allá, y apiadándose de ella, como a manera de regalo la tocó
con las manos o la abrazó, y la enferma dijo que luego había mejorado
y tuvo salud. Esto es lo que oyó esta testigo. Y de otras personas
ha oído decir haber sanado también tocándolas ella, que no se acuerda
particularmente a quién lo ha oído, y que entiende esta testigo es voz
y fama que la dicha madre Teresa de Jesús es tenida por santa.
También dice esta dicha testigo que ha oído decir, que una hermana
de la duquesa de Alba, D.a María Enríquez, que era monja en el mo-
nasterio de Adentro en Alba y es muerta, sanó de una enfermedad que
tuvo, poniéndose unos cuerpos de la madre Teresa de Jesús que ella pi-
dió después de muerta la dicha Madre. Item dice esta testigo, que vien-
do que la madre Teresa de Jesús no quería que se leyesen sus libros
en su vida, le dijo una vez cierta Madre: que pienso que se han de
aprovechar en otras Religiones de lo que Vuestra Reverencia tiene es-
crito primero que sus monjas. Y respondió la Madre sonriéndose: ande,
mi hija, que desque yo sea muerta lo verá, y por esto se certifica
esta testigo ser suyos los libros como dicho tiene. Item dice esta testigo,
que oyó decir que estando la madre Teresa de Jesús en el monasterio
de San José de Avila, que por una escalera abajo la arrojó el demo-
nio, de manera que le desconcertó un brazo, que fué menester buscar
quién se lo concertase, y así se procuró persona que supiese die este
oficio, y con todo eso le quedó dolor y no le mandaba muy bien, y así
lo escribió la dicha madre Teresa de Jesús a esta testigo cómo cayó y
tenía el dolor que ha dicho, aunque no le descubrió el haber sido, el de-
monio el que le; arrojó, sino que había caído. Item dice esta testigo, que
ha oído decir que huye el demonio de donde está su retrato; y esto es
lo que dice y sabe acerca del dicho artículo y pregunta, y que es
pública voz y fama, y dice lo que dicho tiene siendo repreguntada en
esta pregunta conforme el Interrogatorio, y que todo es muy notorio.
Al octavo artículo y pregunta responde esta testigo: que entiende
cuándo una cosa es pública y notoria y de pública voz y fama, que mu-
chos dicen una propia cosa, y siéndole leído a esta testigo este Dicho
dice que se ratifica en él, y lo firmó de su nombre.—Do/; Jerónimo,
obispo de Salamanca.—/4/m de la Encarnación, priora.—Pasó ante mí:
El Lícdo. Juan Casquer, notario apostólico..
26 PROCESOS

DICHO D E ISHBEL D E L f l CRUZ C. D. (1).

A la primera pregunta, cuanto a las preguntas generales, dice esta


testigo que no le toca en deudo, y que es de edad de treinta y siete
años, poco más o menos. Y siendo preguntada por el Interrogatorio
dioe lo que dicho tiene.
A la segunda pregunta dice esta testigo: que conoció a la madre
Teresa de Jesús diecinueve o veinte años, y siete u ocho meses la
conoció de vista y conversación en dos veces que la dicha Madre es-
tuvo en este convento de Salamanca después que esta testigo tornó
hábito en él, y el demás tiempo la conoció por oídas y por cartas
que enviaba a este convento. Que ha oído decir a religiosas de la
Orden que era natural de Avila, y su padre se llamaba Alonso Sán-
chez de Cepeda, y su madre D.a Beatriz de Ahumadía, gente muy
sierva de Dios y principales; y ha conocido algunas deudas suyas en,
la Religión y fuera de ella, y a una hermana suya, que se llamaba
D.a Juana de Ahutnadial, y a urna hija de la dicha D.a Juana, que es
ahora religiosa en el monasterio de Descalzas Carmelitas de Alba y
se llama Beatriz de Jesús. Dice esta testigo que ha oído decir era la
madre Teresa de Jesús, monja profesa en el monasterio de la En-
carnación de la dicha ciudad de Avila, y que fueron sus prelados el
P. Fr. Juan Bautista Rúbeo, que era generalísimo de la Orden del
Carmen, y el P. Fr. Angel de Salazar, provincial, y esto entiende
es pública voz y fama. Y siendo repreguntada acerca de este artículo
por el Interrogatorio, dice lo que dicho tiene.
A la tercera pregunta dice esta testigo: que ha oído decir que
hacía Nuestro Señor muchas y grandes mercedes a la madre Teresa
de Jesús en la oracióni, y así lo ha oído decir al padre maestro fray
Domingo Báñez, catedrático de Prima de Teología de esta Universi-
dad, en el sermón que hizo a las honras de la dicha Madíre, que de
Santa Catalina de Sena no se leían ooisas mayores que las que la
madre Teresa de Jesús había tenido, y que no se alargaba a decir
más sino que a su tiempo se vería. Y también al P. Jerónimo de
Ripalda, de la Compañía de Jesús, oyó decir en un sermón, que die
ninguna Santa había leído cosas más altas de oración que de la ma-
dre Teresa de Jesús; y el mismo dijo a una religiosa de esta casa,
que bien se lo podía agradecer, que había ayudado a ser santa
a su Madre, porque la había mortificado maravillosamente; y a otros
siervos de Dios, personas de mucho crédito ha oído decir la hacía
Nuestro Señor muchas mercedes en la oración. También ha oído decir

1 De esta religiosa, que profesó el 25 de abril de 1574 en las Descalzas de Sa-


lamanca como hermana de velo blanco, han quedado pocas noticias. Fué natural de
Valladolid y murió en 6 de abril de 1623 en Salamanca. El día 3 de enero de 1592
hizo esta Declaración.
PROCESOS 27

esta testigo al padne fray Pedro Fernández, de la Orden de Santo


Domingo que fué visitador de toda la Orden del Carmen, entre otras
cosas quie dijo de la madre Teresa de Jesús, que se levantaba del
suelo en la oración. Y algunas religiosas que la conocieron y trata-
ban ha oído, que cuando salía de la oración en algunas palabras que
decía y en un color que traía en el rostro muy lindo y de una ma-
nera que no parecía cosa de la tierra, muy diferente del que ella
tenía de ordinario, se echaba de ver la merced que Nuestro Señor
la hacía; y esto también vió esta testigo y ha oído a personas de
crédito, que entre otras mercedes que Nuestro Señor la hacía, era sa-
car almas de pecado por sus oraciones y remediar muchas necesida-
des, particularmente las espirituales. Y también dice que oyó a
una religiosa, que un día de los Difuntos, rezando la madre Teresa
de Jesús el Oficio por las ñnimas, le concedió Nuestro Señor que
saliesen muchas del purgatorio ,ij pesándole de esto al "demonio, se le
puso sobre el breviario en figura de negrillo y la ahogaba, y en
esto llegó una religiosa y la Madre le hizo señas que le echase agua
bendita, porque no podía hablar, y la religiosa se la echó, y así des-
apareció el demonio y pudo acabar la madre Teresa de Jesús el
Oficio; y otras cosas ha oído esta testigo que están en el libro
del padre doctor Francisco de Ribera, y esto entiende esta testigo
ser público y no Lorio. Y que sabe que la madre Teresa de Jesús funr
dó estos monasterios de Descalzas Carmelitas, porque así lo ha oído
decir a muchas personas religiosas, y entiende es público y notorio;
y aunque esta testigo no la acompañó a las dichas fundaciones, la
vió ir de este convento a la fundacióin de Segovia, y otra vez a
Alalagon, y llevó religiosas de este convento para fundar un monas-
terio, y para otro llevó priora; y ha oído decir que iba con ella
Julián de Avila y Antonio Gaitán, y otras veces iba con ella si padre
Fr. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, y otras veces otros religio-
sos de su Orden. La primera casa que fundó, que fué la de San José
de Avila, dice esta testigo que fué con Breve del Papa, y así lo ha
oído decir, y las demás fundaciones por orden del Generalísimo de la
Orden y por los demás sus Prelados. También oyó decir que fundó
en su vida diecisiete monasterios: los quince por su persona, y los
dos enviando monjas; y que ahora hay treinta monasterios de monjas.
Dice más esta testigo, que tiene por cierto que el fin principal qua
tuvo l a madre Teresa de Jesús en hacer estas fundaciones fué la
gloria de Dios y que él fuese más servido y reverenciado, y esto de-
clara la dicha Aladre en el libro que se llama Camino de Perfección',
y así cuando en alguno de ios monasterios que fundaba se ponía el
Santísimo Sacramento, le daba grandísimo contento, y decía que bien
empleado los trabajos que en ellos padecía a trueco que hubiese una
iglesia más en que fuese el Santísimo Sacramento servido y adorado,
y esto ha oído decir. Y que fué su intento que el principal ejercicio
que en estos sus monasterios hubiese, fuese rogar a Dios por el au-
mento de la Iglesia y por todos los que defienden la fe. así letrados,
predicadores, confesores y por el Sumo Pontífice, y todos los qu,í en
ella gobiernan y de cualquiera manera la favorecen, y por la redua-
cwn de los herejes a quien ella tenía gran lástima. Y ser este su
28 PROCESOS

fin, halo oído decir al padre doctor Francisco ds Ribera y a otrais:


personas, y que es el iriás alto fin que puede haber: y decía a laj
dicha Madre que, como ella era mujer flaca y no podía servir a Nues-
tro Ssñor en lo que ella deseaba, juntaba estas siervas de Dios
para que supliesen sus faltas e hiciesen siempre oración por los que
en semiej antes cosas del servicio de Dios se empleaban, y así todas
las penitencias y los demás ejercicios de la Religión quería se apli-
casen por las cosas dichas, y que en sus obras y palabras se echaba:
bien de ver no pretendía sino la gloria de Dios y restituir la Regla
antigua; que así lo ha oído decir esta testigo y se ve claro, pues
la mandó guardar en sus monasterios. Y que ha oído decir a muchas
personas que es tenida la dicha Madre en gran veneración en mu-
chas partes, y también su Religión, y esto entiende ser muy notorio
y muy pública voz y fama; y siendo repreguntada dice lo que dicho
tiene.
A la cuarta pregunta dice esta testigo: que era la madre Teresa
de Jesús muy humilde, que nunca, ni en palabras, ni en obras ni en
acción ninguna, le vió cosa que no fuese sino muy conforme a esta
virtud ni todas las demás, y así, aunque era fundadora y mayor en
estos monasterios, nunca quería hacer cosa que tocase al oficio de
Priora ni Supriora, y si alguna hermana la iba a pedir licencia para
alguna cosa, la enviaba a la Priora diciendo, que también ella la pe-
día, g así era la verdad, que también ella la pedía a la Priora. Y
cuando se le ofrecía algún negocio pedía parecer aun a las novicias
y a las hermanas freilas. Y ha oído decir que en el tiempo que sus
enfermedades la daban lugar, se ejercitaba en los oficios más humildes
del oonvento, y esta testigo también la vió guisar de comer. Tenía un
menosprecio grande de sí y de todas las cosas de la tierra, y si
alguna persona le decía alguna cosa que fuese en alabanza suya, dis-
gustaba de ello; y así una hermana la hizo unas coplillas para reci-
birla una vez que venía a este convento, y ella la echó de sí muy enó-
jada como si le hubiera hecho grande agravio, y la mandó que no
dijese más palabra. Compadecíase mucho de las enfiermas y otras
persoinas iiecesitadas y acudía a ellas con mucha caridad, y así mando
que antes faltase a las sanas lo necesario que a las enfermas. Y ha
oído decir esta testigo que al principio hacía mucha penitencia, aun-
que al cabo de su vida por las grandes enfermedades no podía hacer
tanta; mas no dejaba de hacer lo que podía, que, aun caminando,
ayunaba. H a oído decir esta testigo que traía cilicios hechos de ho-
jalata a modo de rallo, y tomaba recias disciplinas, y éstas lomaba
estando con la calentura, y al principio traía túnicas de jerga. Era
muy amiga de la pobreza, y así en su comida y vestido y en todo
lo que usaba se echaba bien de ver, y quisiera que sus monasterios
fueran todos de pobreza, sin renta ninguna; y así lo comenzó a ha^
cer, por lo cual se ha de ver el amor que tenía a esta virtud. Su
hábito siempre se le vió esta testigo viejo y roto; nunca quería co-
mer cosa que padeciese regalo, y reprendía a las monjas cuando
por sus enfermedades la traían alguno; y así ordenó que en todos
sus monasterios todas las cosas que usasen de vestido y en lo demás,
fuese grosero y pobre. De la obediencia ha oído decir esta testigo
PROCESOS 29

am fué siempre muy pronta, así en lo que sus preladas la mandaban


¿orno sus confesores; y aunque estuviese harto mala, en el punto
que llegaba mandato del prelado que se partiese a alguna fundación
o a otra cosa, si podía, el mismo día se partía, aunque las hermanas
le rogasen se detuviese algún día como la veían tan mala. H a oído
decir esta testigo, que una vez le dijo su prelado que encomendase a
Dios un negocio, y después de haberlo ella hecho y tenido revelación
de Nuestro Señor del modo que se había de hacer, al prelado le
pareció se hiciese de otra manera, y ella obedeció sin más replicar,
g después le dijo el prelado: ¿Cómo, Madre, habiendo tenido re^
velación del Señor que se hiciese de otra manera, no me lo volvió
a decir?, y ella respondió, que en la revelación se podía ella engañar,
mas que en la obediencia no. También ha oído decir que yend^ una
hermana a preguntar a la dicha Madre, qué haría para una tentación
que tenía contra la castidad, la madre Teresa de Jesús la dijo: que
lo preguntase a otra persona que le supiese dar remedio, que ella no
lo sabía, porque le había hecho Nuestro Señor merced que nunca la
había tenido. Era muy enemiga de la ociosidad, y así ella siempre an-
daba ocupada; y aunque fuese al locutorio a hablar con gente de fue-
ra, estaba allí haciendo su labor. Aunque estaba enferma daba siempre
muy buen ejemplo en todas las virtudes, y era grande la rectitud que
tenía en la guarda de la Regla y Constituciones, y procuraba con gran
cuidado que todas sus monjas hiciesen lo mismo,. Era muy amiga de
toda verdad y llaneza, y trataba con ella a todas las personas que
esta testigo la vió hablar, dentro del monasterio y fuera, y todo lo
contrario aborrecía. Dice que ha oído decir que hizo la madre Te-
resa de Jesús cuatro libros: el uno se llama Camino de Perfección,
y el otro Las Moradas del alma o Castillo espiritual, y el otro de
su Vida, y otro de Las Fundaciones. Los tres vió impresos, y otro
escrito de mano; y el ser suyos es pública voz y fama, y así lo
entiende esta testigo. Y también ha oído decir que han hecho mucho
provecho, y por haberlos leído han entrado muchas personas en Re-
ligión g haber otros mudado sus vidas, reduciéndose a más perfec-
ción. Ha oído decir que el padre fray Pedro de Yanguas, de la Or-
den de Santo Domingo, dijoj a una Priora de las Descalzas Carmelitas,
que cuando se quería recoger y aparejar para decir misa, que luego
tomaba .el brasero, que era el libro de la Vida de la madre Teresa
die Jesús, y se calentaba a él, que así le llamaba a este libro. Tam-
bién ha oído decir esta testigo, que hicieron grande provecho estos
libros a Andrés de Segura, racionero que fué en esta iglesia de Sala-
manca, que tenía gran trabajo de melancolía, y fué Dios servido que
después que los leyó no le apretaban como de antes, y también a su
alma hizo gran provecho, y esto entiende que es muy público y notorio,
y ser muy tenidos y estimados estos libros, y particularmente de
personas muy graves y de muchas letras, y esto es lo que dioe y sabe
acerca de esta pregunta, y que es pública voz y fama. Y siéndole re-
fiene1"1^3 ^ ^ repregunta del Interrogatorio dice lo que dicho

A la quinta pregunta dice esta testigo: que ha oído decir que la


madre Teresa de Jesús padeció grandes y muchos trabajos y perse-
30 PROCESOS

cuciones, y particularmente de gente sierva de Dios, y con sus con-


fesores que la daban a entender era del demonio lo que tenía en la
oración, y la probaban y mortificaban mucho; y ella lo llevaba todo
con gran perfección y paciencia. Y en las fundaciones padeció mucho,
particularmente en la de Avila, que toda la ciudad dicen que la con-
tradecía y decían hartas cosas de ella; y una señora muy sierva da
Dios que la ayudaba en esta fundación yéndose una vez a confesar
no la quería su confesor absolver hasta que dejase aquel negocio, porque
se quietase la ciudad, que era grande la revolución que había, y harto te-
nían que ir a la Encarnación con quejas y cartas a las monjas y a su
prelado para que no diese licencia que se hiciese el monasterio; y en
iodas estas cosas estaba ella muy quieta y sosegada, rogando a Nuestro
Señor acabase aquella obra que había comenzado. Y en este inberfmedio |
estaba en Toro esta señora que la ayudaba, que se llamaba D.a Yomar
de Ulloa, y escribióla la Madre con mucho sosiego que la buscase
un misal y campanillas para la fundación; cuando parecía, según estaba
la ciudad, que no se había de hacer nada, estaba ella con tanta con-
fianza de que Nuestro Señor lo había de hacer con toda la contradic-
ción que» había. También ha oído decir esta testigo, que habiendo ya
fundado el monasterio de San José de Avila y recibido cuatro mon-
jas, le mandó su Provincial volver a la Encarnación por las muchas
cosas que de ella decían, y ella al punto obedeció, aunque lo sintió
harto el dejar sus monjas; y cuando iba por el camino iba tan contenta
por entender la habían de echar en una cárcel y penitenciar, y en ver
que se le podía ofrecer en aquella ocasión algo que padecer por Nues-
tro Señor, que cuando iba a capítulo delante del Provincial y las mon-
jas, que parecía iba a juicio, era tanto el contento que llevaba, que
decía ella había tenido harto que hacer en disimularlo. Estuvo allí
con grande humildad, y le dió el Provincial una gran reprensión, ayu-
dándole a esto las monjas, y ella a todo esto no se disculpaba ni
dió descargo ninguno, hasta que visto esto el Provincial, la mandó que los
diese, y ella lo hizo con mucha humildad, y tales razones les dijo
con tanta prudencia, que la tenía muy grande, que quedó el Provincial
muy satisfecho, y de ahí a algunos días la dió licencia para volver
a San José, y no se la dió luego por la grande inquietud de la ciudad.
En las fundaciones de sus monasterios ha oído decir esta testigo que
padeció mucho y por los caminos, así de malas posadas y comidas
como de fríos y grandes calores, aguas y necesidades, juntamente con
las enfermedades que de continuo traía, y de esto ha oído decir mu-
cho esta testigo. En esta casa de Salamanca se le ofrecieron algunas,
como fué muy gran pobreza y descomodidad y mucho tiempo de pleitois
sobre la compra de una casa, que era de mayorazgo, que habiéndose
gastado harto en labrarla, no se pudo después haber la facultad para,
venderla, y en esto padeció harto, y lo trataba con una mansedumbre
y modestia grande en ocasiones que se le ofrecían de harta pesadumw
bre; y llegó a tanto el no hallar casa y darles tanta priesa que sa-
liesen de la en que estaban, que se llegó a tratar de deshacer este
monasterio, cosa que la Madre sentía mucho por ver que era cosa
en que Nuestro Señor se había de servir mucho, y así entendió pror
curaba el demonio se deshiciese. Y la oyeron decir una vez que no se
PROCESOS 31

¿ría en ese gozo, que no se había de deshacer, y parece la quiso Nues-


tro Señor mortificar, que con hacer la Madre que en otras partes ha-
llaba casas deteniéndose poco más o menos, y en esta ciudad nunca
la pudo hallar, que cuando murió, todavía estaba este convento en
casa alquilada.' En Sevilla ha oído decir que padeció mucho, adonde
la levantaron muchos testimonios, que estuvieron por llevarla a la In-
quisición a ella y a sus monjas. Todo lo llevó con gran paciencia y
alegría, y decía que en aquella tierra la conocían y trataban como e l l ^
merecía; y también en la fundación de Burgos padeció mucho. Y tam-
bién ha oído decir esta testigo, que padeció muchas y muy grandes
enfermedades y grandísimos dolores, y estuvo un tiempo toda tullida,
y todo el que esta testigo la conoció andaba enferma con cuartanas
y perlesía, y siempre la vló con gran paciencia, sin quejarse, que paí-
rece se holgaba de padecer; y tenía grandísimo ánimo; y cuando se
ofrecía tratar con ella alguna persona de dentro o fuera de casa al-
guna cosa de padecer, parece se holgaba mucho, y así se le echaba
de ver, y después en las ocasiones. También dice esta testigo que
ha oído decir, que estando en Avila la madre Terepta de Jesús y yen-
do a completas con una luz en la mano, después de 'haber subido
todas las escaleras, estando para entrar en el coro cayó y se quebró
el brazo izquierdo; fué grande el dolor que tuvo de presente g mucho
más en la cura, que por dilatarse hubo después de ser muy recia,
y la vinieron dos mujeres labradoras a curarla. Ella envió todas las
monjas al coro que la encomendasen a Dios y se quedó sola con las
dichas, que haciendo mucha fuerza la tiraban del brazo hasta hacer
un estallido a la choquezuela del hombro, que como le tenía ya anu-
dado, padeció intolerables dolores. En esto se estaba ella conside-
rando el que Nuestro Señor había sufrido cuando le estiraron los
brazos en la cruz. Cuando volvieron las monjas la hallaron como si
no hubiera pasado nada, antes muy contenta decía que no quisiera
haber dejado de pasar aquello por todas las cosas dje la tierra, En,-
tendióse bien claro ser el demonio el que la hizo caer, porque fué
una caída muy sin ocasión, y una hermana la dijo una vez a la dicha
Madre que entendía lo había hecho el demonio, y la Madre respondió:
que más mal quisiera él hacer si le dejaran. Quedó toda su vida
manca de este brazo. También habiendo pasado algún tiempo, la
oyeron decir que lo había tenido por gran misericordia de Dios, por-
que no pudiera mejor en cosa ninguna probar los dolores de la Par
sión de Cristo. Y que estando una vez la madre Teresa de Jesús muy
mala m la cama, oyó decir que había padecido interiormente grandí-
simo tormento y aflicción;, y era de manera, que en ser tan sufrida no
podía valerse, y entonces dijo a las que estaban allí con mucha
disimulación sonriéndose: si no se riesen de mí, pediría que me
echasen un poco de agua bendita; y esto dijo porque vió era el de-
monio el que la atormentaba, y así echándole el agua bendita desaparei-
cio y qUedó muy sosegada. Era muy devota de los Santos, y parr
ticulartnente de Nuestra Señora y del glorioso San José, y ha oído
aecir se le apareció muchas veces y andaba a su lado. Celebraba sus
lestas con mucha devoción. Dice esta testigo que con el contento con
que la madre Teresa de Jesús sufría los trabajos y en la paciencia
32 PROCESOS

grande y en las obras que de ellos resultaban, se echaba bien de ver


los llevaba por la gloria de Dios, y esto tiene esta testigo por muy
cierto, y así lo ha oído decir a muchas personas y entiende es pu-
blica voz y fama, y dice lo propio que dicho tiene, siéndole repre-
guntada por la pregunta del Interrogatorio acerca de este articulo, y
que todo es muy público y notorio.
A la sexta pregunta dice esta testigo: que no se halló a la muerte
de la madre Teresa de Jesús; mas que sabe que murió en Alba, día de
San Francisco, entre las nueve y las diez de la noche, porque lo ha
oído decir, y que se halló a su muerte el padre fray Antonio de Jesús,
primer fundador de los Padres Carmelitas descalzos, y las palabras
que ha oído decir esta testigo que decía entonces, era dar gracias a
Dios porque la había hecho hija de la Iglesia, y porque la había traída
entre aquellas siervas de Dios y otras muchas que sería largo de
contar; y encargábalas mucho la guarda de sus Reglas y Consti-
tuciones y obediencia de sus prelados, y decía que por amor díe Dios
les pedía no tomasen el mal ejemplo que aquella mala monja les hah
bía dado. Y entrando el Santísimo Sacramento se levantó sobre la cama
con gran espíritu, estando de manera que no se podía menear; pú-
soiseie un rostro muy hermoso y encendido, y dijo: Señor mío y ESÍ-
poso mío, ya es llegada la hora, y otras palabras muy regaladas y
devotas que ponían gran devoción y ternura a las hermanas, y repetía
muchas veces estos versos: Cor contritun et humiliatum y Cor mundum.
crea in me Deas. Ne profidas Me a facie taa (1), y que estaba casi siem-
pre en oración, y teniendo una vez los ojos cerrados le dijo el padre
fray Antonio de Jesús: Madre, por amor de Dios que nos mire, y ella
abrió los ojos luego y le miró queriendo obedecer hasta aquel punto,
y esto oyó al padre Antonio de Jesús; y lo demás sabe por cartas de
las monjas de Alba y por haberlo oído a otras personas; y que hubo
grandes cosas y señales antes de su muerte y después; y en esto
se remite a quien lo vió. H a oído decir que no embalsíamaron su
cuerpo, y que le metieron en una caja, sobre la cual echaron mucha
cal y ladrillo o piedra, con lo cual se quebró la caja; y hallaron
los vestidos cuando se desenterró el cuerpo podridos, y el cuerpo
entero y sin corrupción, y la punta de la nariz un poco raaltratada,
de lo que se cayó encima y cuando la caja se quebró. H a oído decir
que hallaron cuando la desenterraron un paño de sangre fresca que
salía del cuerpo de la dicha madre Teresa de Jesús, y ha visto
y tenido en su poder algunos paños con la dicha sangre y también
del óleo que sale del dicho cuerpo; y ha oído decir a algunas her-
manas de este convento, que poniéndose algunos pañitos entre otros,
salían todos teñidos, y lo ha visto esta testigo. Y que ha oído decir
que el día que murió era grande el olor que en toda la casa había,
y de las cosa3 de que se servía y la ropa que tenía en su enfermedad
tenía este olor muy bueno, y este olor tenía su cuerpo y tiene y así
también lo tienen los pañitos de la sangre y óleo; y esta testigo
siempre lo huele y todas cuantas cosas ha visto de la dicha Madre
tienen un mismo olor. H a visto esta testigo un dedo de la dicha
,
1 Ps. L.
PROCESOS 33

Madre que el padre fray Jerónimo Gracián de la Madre dte Dios mogp
tró en esta casa, el cual olía mucho y muy bien. Oyó decir al padre
Gregorio Nacianceno, que entonces era vicario provincial de la Or-
den de los Padres Descalzos Carmelitas, que fué el que quitó el brazo
cuando llevó secretamente el cuerpo ds la dicha Madre a ñvila, que
cuando le cortó fué con tanta facilidad como si cortara una tajada
de queso fresco, y que poniendo el cuerpo en pie, con dos dedos se
tenía; y que estando las monjas en el coro alto no sabiendo cosa
de que le llevaban, por el olor grande que sintieran, entendieron que se
lo llevaban. Dice esta testigo que sabe que sale del cuerpo de la
dicha madre Teresa de Jesús el óleo que traen los paños dichos,
porque lo ha oído a personas de crédito, y entiende es público y
notorio, pública voz y fama. Y siendo repreguntada acerca de este
artículo dice lo que dicho tiene.
A la séptima pregunta dice esta testigo: que ha oído decir que en
vida y muerte de la dicha madre Teresa de Jesús ha hecho Nuestro
Señor muchos milagros por su intercesión y por medio de cosas to-
cadas a su cuerpo, como fué una hermana de este convento que tenía
una postema en la garganta, que la querían dar un botón de fuego,
y ella se encomendó a Nuestro Señor y a la madre Teresa de Jesús,
y se puso un pañito de los dichos, g otro día la hallaron abierta la
postema, aunque hasta entonces se le habían hecho hartas curas no
habían aprovechado. Y la madre Ana de la Encarnación, priora de
este monasterio, estaba con muy gran apretamiento de quijadas, que
comía con grandísimo trabajo; vino la madre Teresa de Jesús en aquel
tiempo a este convento, y viendo lo que pasaba se compadeció mucho
de ella, y desde entonces comenzó a estar mejor y se le quitaron
aquellos apretamientos, y todas entendimos fué por las oraciones de
la dicha Madre. También ha oído decir esta testigo a la dicha ma-
dre Ana de la Encarnación, que después que la madre Teresa die
Jesús murió, estando comiendo un pez se le atravesó una espina
en la garganta, que parecía se ahogaba y no la podía echar, aunque
la hacían algunos remedios, hasta que se apretó a la garganta una cinta
de cuero que había sido de la madre Tereisa de Jesús con que dor-
mía de noche, y luego la echó. Y esta testigo estaba una vez con una
gran tentación que le afligía harto; dió cuenta a la madre Teresa de
Jesús de ella; fué Dios servido de quitársela, y entiende que la hizo
Nuestro Señor esta merced por las oraciones de la dicha Madre. Un
hombre en Avila estaba muy malo en lo último, oon la candela en la
mano, más en la otra vida que en ésta, y una persona que estaba allí
se le acordó de los pañitos de la madre Teresa díe Jesús, y fueron*
a pedir uno al capellán de las Descalzas y se lo pusieron, y luego
comenzó a volver en sí y comió, y fué mejorando y sanó. Esto oyó
decir esta testigo a Antonia Rodríguez, hija de Tomás Rodríguez, se-
cretario del Duque de Alba, vecina de Alba. Esta testigo oyó decir
al padre fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, que la mano
de la madre Teresa de Jesús que estaba en Lisboa, hacía más mi-
lagros que acá el cuerpo, y, entre otras cosas, dijo el dicho Padre.,
que un caballero de Lisboa estaba muy determinado de matar a s«
mujer por algunas sospechas que el demonio le debía de haber puesto;
3
34 PROCESOS

g cstándote hablando la madre Priora del monasterio de las des-


calzas Carmelitas y persuadiéndole que no lo hiciese, de que vio no
aprovechaba, sacó la mano de la madre Teresa de Jesús, y se la
mostró al caballiero o se la tocó, que no se acuerda bien esta testigo
las propias palabras cómo lo dijo, mas de que luego se le quitó aquel
mal propósito, y que esta testigo entiende, que en vida y en muerte
ha sido tenida la madre Teresa de Jesús por santa, y ella por tal la
ha tenido y tiene, y entiende es pública voz y fama, y lo propio dice
siéndole repreguntada acerca de esta pregunta y artículo, y que todo es
muy público y notorio como lo tiene dicho.
R la octava pregunta dice esta testigo: que entiende ser pública
voz y fama cuando mucha parte del pueblo dice una misma cosa, y
habiéndosele leído este Dicho, dijo que se ratificaba g ratificó en él,
g lo firmó de su nombre.—Don Jerónimo, obispo de Salamanca, - / S Í / ^ Í /
de la Otfz.—Pasó ante mí: E l Licdo. Juan Casquer, notario apostólico.
PROCESOS 35

DICHO DE MflRlíi DE LOS SANTOS, C. D. (1).

A las primeras preguntas generales dice esta testigo: que no le toca


en deudo, y que es de edad de cuarenta y uno o cuarenta y dos años.
A la segunda pregunta dioe esta testigo: que conoció a la madre
Teresa de Jesús habrá veinte y un años, poco más o meios; la vió
en un lugar donde estaba esta testigo, y la llevaron unos Padres de
la Compañía de Jesús para que recibiese la bendición de la dicha
Madre, que andaba entonces esta testigo con mucho deseo de cntraj-
en su Religión por la mucha santidad que había oído decir que había
en ella y en su Religión. Y otra vez vió a la dicha Madre y la ha-
bló en Avila, cuando iba a la fundación de Segovia, y después que
este testigo tomó hábito en este monasterio de San José de Salamanca,
estuvo en su compañía dos meses. Y dice más: que oyó decir que
había sido monja en el monasterio de la Encarnación de Avila, de
la Orden del Carmen de la Regla mitigada, y que el ser en el dicha
monasterio profesa es público y notorio; y esta testigo lo tiene por
cierto, porque estando ella en Avila, era la madre Teresa de Jesús
priora en el dicho monasterio. Y ha oído decir esta testigo que la
dicha madre Teresa de Jesús era natural de Avila, y su padre se
llamaba Alonso Sánchez de Cepeda, y síu madre D.a Beatriz de
Ahumada, y que ha conocido a algunos hermanos g parientes de la di-
cha madre Teresa de Jesús en la Religión y fuera de ella, muy sier-
vos de Dios, y esto dice cuanto a esta pregunta; y que es muy pú-
blico y notorio g pública voz y fama. Y siéndole repreguntado a esta
testigo por el tenor de las repreguntas acerca de este artículo dioe lo
que dicho tiene.
A la tercera pregunta dice: que ha oído decir que hacía Nuestro
Señor muchas mercedes a ia madre Teresa de Jesús en la oración,
y esto lo oyó decir al P. Juan Ordóflez, y al P. Antonio Lárcz, y
al H.o Pedro Hernández, todos de la Compañía de Jesús, y mu-
chas religiosas de esta Orden y a otras muchas personas religiosas
y seglares. Y al padre maestro Báñez, catedrático de Prima de esta
Universidad, oyó decir en el sermóin que hizo a las honras de la di-
cha Madre, que una vez acabando de comulgar sintióse levantar del
suelo con la fuerza del espíritu, y asiéndose con mucha fuerza a la
reja, lo resistió pidiendo a Nuestro Señor no le hiciese aquellas
mercedes en público. También oyó decir al padre Ripalda, de la
Compañía de Jesús, en un sermón, que nunca había leído cosas más

1 Natural de Narros del Castillo (Avila), profesó de velo blanco el 30 de sep-


lembre de 1576. Fué sobrina de la venerable Maridíaz, y a su lado pasó algunos
anos en Avila, haciendo vida continua de oración. Como la Venerable, fué devotísi-
ma del Santísimo Sacramento. Murió a 5 de septiembre de 1618. Declaró el mismo
aia que la anterior.
36 PROCESOS

altas de oración que las que escribió la madre Teresa de Jesús, y


que antes que las leyese aconsejaba a otras personas se guardasen
de ella, y él hacía lo mismo, recelándose de ella; y después que leyó
sus escritos creyó todo lo que le decían. También oyó decir esta
testigo en Avila a un hermano de la Compañía de Jesús y a otras
personas, que habían oído decir que andaba San José con la madre
Teresa de Jesús y con las hermanas de aquella casa, que le veían
algunas veces; y a otras personas oyó que estando la dicha Madre
en el monasterio de la Encarnación, andaban las monjas acechándola
en su celda, porque algunas veces decían que veían resplandores en ella;
y otras muchas cosas dice esta testigo que oyó decir antes que en-
trase en su Religión y después, y esto entiendo que es muy público
y notorio en Avila. Y oyó decir mucho de las mercedes que Nuestro,
Señor hacía a la madre Teresa de Jesús a D.§ Francisca de Ribera,
mujer del oidor Pedrosia^ y a D.a Francisca Bracamonte y a D.a Mag-
dalena y D.a Antonia, hijas de Luis Guillamas, de las cuales la una
está en esta Religión en la casa de Madrid. Y también le parece le
oyó cfecir a Julián de Avila, capellán de las monjas de San José
de Avila, y a Francisco de Salcedo. Que sabe que fundó la dicha
madre Teresa de Jesús los monasterios de Descalzas Carmelitas, porque
lo ha oído decir a muchas personas antes que viniese a la Religión,
y después que está en ella lo ha oído a las religiosas de ella, y la
vió ir de Avila a fundar en Segovia, y esto entiende es público y
notorio; y así la ha oído llamar fundadora de esta Religión de Car-
melitas descalzas. Y dice más esta testigo: que nunca la acompañó a
las dichas fundaciones, mas que ha oído decir que siempre llevaba
su compañera religiosa de la Orden y algunos sacerdotes siervos de
Dios o religiosos de la Orden. Y ha oído decir que en su vida hizo
diecisiete fundaciones de monjas, las quince por su persona, y las
dos enviando monjas^, y al presente ha oído decir que son treinta mo^
nasterios de monjas los que hay. Y que a religiosas de esta Orden
ha oído decir y a otras personas, y en particular al doctor Gonzalo
López y al padre doctor Ribera, en algunos sermones que predicaron
en este convento, que el fin principal que la madre Teresa de Jesús
tuvo en estas fundaciones, fué la gloria de Dios y aumento de su fe,
pretendiendo que con oraciones ayudasen las de ella a los que se
ocupaban en defensa de ella, así con letras como con armas, y a los
que en ella gobiernan, y también restituir la Regla primitiva a su
principio, y así ordenó se guardase en estos monasterios. Y también
lo sabe por lo que ha leído en los libros de la dicha Madre y en
el que compuso el padre doctor Francisco de Ribera, que en él está
esto bien declarado; y dice esta testigo que siempre tuvo a la dicha
madre Teresa de Jesús en mucha veneración y en posesión de santa,
y así lo ha oído decir a muchas personas y al maestro Daza, a su
hermana Catalina D'azai, y a Catalina de Avila, hermana de Julián de
Avila, y a otras muchas personas, y que su Religión es tenida en
mucha veneración, y esto es muy público y notorio, pública voz y fa-
ma, y lo propio que dicho tiene responde siendo repreguntada por el
Interrogatorio de las repreguntas.
A la cuarta pregunta dice esta testigo: que ha oído decir a cua-
PROCESOS 37

tro religiosas cómo vieron hacer a la madre Teresa de Jesús muchos


actos de humildad, como era guisar de comer y servir en refectorio,.
haoer ,en él mortificaciones, barrer y limpiar cosas asquerosas, no
querer' usar oficio de mayor. Es'to vio esta testigo en algunas oca-
siones que se ofrecieron en el tiempo que estuvo con ella; antes la;
vio enviar a pedir algunas licencias a la madre Priora para cosas muy
menudas. Y que todas las virtudes resplandecían en ella, y muy par-
ticularmente la caridad, y así en acudir a las necesidades corporales co-
mo espirituales. Y una vez vio esta testigo que la vinieron a llamar
estando comiendo para una persona necesitada que la buscaba, y di-
ciéndola que acabase primero de comer, dijo: que su comida era el
consuelo de las almas, y así no se detuvo, y lo mismo hacía con to-
das las que la habían menester. Era muy piadosa con las enfermas, y
cuando fué por Priora al monasterio de la Encarnación de Avila, es-
taba aquella casa muy necesitada, tanto que muchas monjas padecían
gran necesidad, y la madre Teresa de Jesús con la mucha caridad que
tenía, procuró quien las hiciese limosna, y así las remedió, \j esto
es público en Avila, y así lo oyó esta testigo. En la obediencia dice esta
testigo que siempre ha oído decir que fué muy puntual, así a lo
que le mandaban sus prelados como sus confesores, tanto que oyó
decir a una religiosa que estuvo con ella en Medina del Campo, que
una vez llegó un mandato de su Provincial que luego saliese de aquel
convento ella y la Priora, y con ser muy tarde y hacer muy recia no-
che, al punto obedeció e iba con mucho contento, en que se veía Metí
la cumplía los muchos deseos que tenía de padecer por su amor, y en
la paciencia que tenía en los trabajos, se muestra bien esto. Dos me-
ses que esta testigo estuvo en su compañía jamás la vió quejarsfe
de los dolores que padecía, que eran muy muchos, juntamente con te»
ner calentura, ni mostrar semblante de que los sentía, y acudía con
todo esto a los negocios que se ofrecían, y jamás vió en ella cosa que
fuese contraria a virtud, sino que de todas maneras daba muy buen
ejemplo con ofrecérsele ocasiones y grandes, como fué una, que los
Padres de la Orden mitigada del Carmen pretendieron deshacer los
monasterios de los Padres descalzos, en que padeció mucho, y era
grande la diligencia que traía en ayudar y en consolar a los iPadres
y a las monjas;: y lo que acerca de esto padeció es público y notorio.
Los libros que escribió ha oído decir esta testigo que son cuatro, y los
ha visto impresos el de su Vida y de Las Moradas, y el que llaman
Camino de Perfección; y el de Las Fundaciones ha visto de mano y
también las ha visto impresas en el libro que hizo el padre doctor
Ribera. Y sabe y ha oído decir que han hecho provecho a muchas
personas, a Andrés Hernández, beneficiado de Las Lastras y Antonio
García, beneficiado de otro lugar, cuatro leguas de aquí; y esto sabe
de los mismos, del uno por cartas, y del otro por habérselo él mis-
mo dicho a esta testigo. Y que a Andrés de Segura, racionero que
fué de Salamanca, y Diego iWejía, natural de Villacastín. y a un
Padre de la Orden de San Jerónimo del convento de La Mejorada,
ü a dos hermanas que están en esta casa, ha oído decir a todos que
os dichos hbros les han hecho mucho provecho, en especial a las
dichas dos hermanas que tiene dicho fueron medio para que ellas
38 PROCESOS

viniesen a esta Religión; y esto sabe y entiende es muy público y


notorio, y lo propio dice siendo repreguntada conforme al temor del
Interrogatorio de preguntas, que dice lo que dícho tiene, y es pública
voz y fama.
K la quinta pregunta dice esta testigo: que ha oído decir a las
religiosas antiguas de la Orden, que padeció la madre Teresa de Je-
sús muchos trabajos espirituales y corporales. Con sus confesores
los pasó grandes en el tiempo que pensaban eran ilusiones del de-
monio las mercedes que Nuestro Señor le hacía en la oración, y en el
monasterio de la Encarnación tuvo mucho trabajo con algunas religio-
sas que la hacían contradicción siendo prelada muy contra su volunr
tad de las dichas, y en el monasterio de San José de Avila en su
fundación los tuvo grandísimos, y en la de Sevilla también, adonde
ha oído decir esta testigo que la habían acusado por la Inquisición,
y cada día estaban esperando si la habían de llevar allá a la dicha
Madne y a sus monjas, y muchas cosas que en la ciudad decían dfe
ella y de las monjas, aunque después Nuestro Señor descubrió la
verdad, quedando la dicha Madre y sus monjas con el crédito que era
razón; y en otras fundaciones padeció mucho. Y en la de Burgos, aun-
que de diferente manera, que parece la quiso probar Nuestro Señor
en que el Arzobispo no quería dar licencia, y asi estuvo algún tiem-
po muy desacomodada en un hospital, pasando harto trabajo, y más
de ver se dilataba lo que ella tanto deseaba, como era el fundar allí
por lo que entendía servía a Nuestro Señor en ello. Y en esta de
Salamanca pasó gran trabajo por causa de no hallarse casa y haber
muchos pleitos por una que tenían alquilada, y gran pobreza, y decía
la dicha Madre que entendía quería el demonio se deshiciese esta casa,
mas que no se vería en ese gozo; y esto le oyó decir esta testigo
por éstas o semejantes palabras y con el contento que la veía esta tes-
tigo, y decían las que la habían visto padecer estos y otros trabajos,
que lo llevaba, y su vida tan santa daba bien a entender lo padecía
y llevaba sólo por amor de Dios; y esta testigo así lo entiende ser
público y notorio, y lo propio que dicho tiene dice siendo repregun-
tada por el Interrogatorio, y que es pública voz y fama.
A la sexta pregunta dice esta testigo: que no estuvo presente a la
muerte de la madre Teresa de Jesús, mas que sabe que murió en Alba
por haberlo oído decir a quien se halló presente, que fué al padre
fray Antonio de Jesús, primero de los Padres Carmelitas descalzos, y
a otras personas lo ha oído decir, y las propias religiosas de Alba
lo escribieron a esta casa; de la gran suavidad de olor que salía
de su cuerpo y de otras muchas cosas que el día de su muerte pasa-
ron, se remite esta testigo a lo que dijeron los que se hallaron pre-
sentes, y que la hora en que fué Dios servido de llevarla de esta
presente vida ha oído decir esta testigo, que fué entre las nueve y las
diez de la noche, día de San Francisco. Y asimismo ha oído decir
al padre fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, que fué quien
diesenterró el cuerpo de la madre Teresa de Jesús, que estaba en-
tero, y que estaba el hábito podrido y todo lo demás que tenía vestido,
y trajo un dedo de la dicha Madlrc, que vio esta teptigo que estaba
como de color de dátil. Y también oyó decir al padre fray Gregorio
PROCESOS

Nacianceno, de la misina Orden de descalzos Carmelitas, que vio el


cuerpo y que estaba entero y le quitó un brazo, el cual dijo que em
esto había hecho el mayor sacrificio que en su vida había hecho
de sí por la obediencia, y que cuando le cortó fué con tanta facilidad,
como si cortara una rebanada de queso, y entonces le llevó a Avila
secretamente, y decía cuando le llevaba por el camino, que era tanto
el olor, que había miedo no se descubriese por el olor lo que lle-
vaba, y también las hermanas de Alba cuando lo sacó ¡no lo sabían
y estaban en el coro, y por el olor que sintieron, sospechaban que s0
le llevaban; y que no le embalsamaron cuando la enterraron. Y ha
visto esta testigo algunos paflitos de la sangre y otros del óleo que
salía del cuerpo, y esto sabe esta testigo que sale del cuerpo de la
madre Teresa de Jesús, porque lo ha oído, y las religiosas de Alba lo
dirán, que ellas también lo han escrito a este convento; y ha visto
esta testigo un pedacito del paño de la sangre, que había pasado
uno o dos dobleces del papel donde estaba, y que todo lo que tiene
dicho es público y notorio, pública voz y fama.
A la séptima pregunta dice esta testigo: que ha oído decir que ha
hecho Nuestro Señor algunos milagros con personas que tienen devoción
con la madre Teresa de jesús por medio de los pañitos de sangre,
y del óleo y de otros tocados a su cuerpo. Y primeramente, la suegra
del mayordomo de Santa Clara de esta ciudad, que sanó de un pecho
que tenía muy malo, poniéndose estos pañitos; y Bartolomé Martínez,
estudiante, que al presente está en esta ciudad, sanó de una pierna
que tenía muy mala, poniéndose los dichos paños; y Francisco Martínez,
estudiante, tenía calenturas, y bebiendo el agua en que metía estos
pañitos, se le quitaron, y otras veces que le tornaban las calenturas,
con esto mismo se le quitabain, y esto ha oído decir esta testigo a las
mismas personas. Y otros dos donados de San Jerónimo que están en
La Mejorada, el uno se llama Juan Fernández y el otro Pedro Mar-
tínez, bebiendo el agua donde habían estado unos pañitos de los
dichos que llevaron de esta casa, se les quitaron a los dos las ca-
lenturas, y así lo enviaron a decir a esta testigo los dichos donados.
Y a Isabel Martínez, vecina de Narros del Castillo, estando la di-
cha con recias calenturas y habiéndola sangrado, no se le aplacaban
nada, y su madre la dijo que bebiese un poco de agua de aquestos
pañitos, y así lo hizo, y luego se le quitó la calentura y quedó
tan buena, que pudo ir luego a trabajar al campo, y esto lo oyó
decir a la misma esta testigo; y otras muchas personas que han venido
a pedir estos pañitos dicen que Nuestro Señor les hace meroed de
darles salud por medio de ellos, y algunas herimnas de esta casa con
cosas de la dicha Madre también han sanado. En vida de la dicha
madre Teresa de Jesús estaba la madre Ana de la Encarnación, priora
que es ahora de este monasterio, que también entonces lo era, muy
mala de unos apretamientos de quijadas, de manera que no podía co-
mer si no es con mucho trabajo, y cualquiera cosita que se le atravesaba
parecía ta ahogaba, y en este tiempo la vió la dicha madre Teresa
ae Jesús y compadecióse mucho de ella, y después acá se le ha
quitado, que no tiene aquellos apretamientos tan grandes, y así enten-
10 esta testigo y las de este convento, que por las oraciones de la
'tO PROCESOS

madre Teresa de Jesús la había hecho Nuestro Señor esta merced. Y


también le ha oído decir a la dicha madre Ama de la Encarnación, que
una vez estando oomicíido un pez, se le atravesó una espina que la
puso en mucho aprieto, y entonoes se encomendó a Nuestro Señor
y a la madre Teresa de Jesús, que era ya muerta, y poniéndose una
cinta de cuero con que la madre Teresa de Jesús dormía de noche
a la garganta, echó la espina. Y también ha oído decir esta testigo
que un sobrino de la madre Teresa de Jesús, que parecía estaba muer-
to, tomándole la dicha madre Tenesa de Jesús en brazos, volvió en sí,
lo cual tuvieron por milagro, y esto también ha leído esta testigo en
el libro que compuso el padre doctor Francisco de Ribera, Y a una
hermana de la Orden se le quitó una tentación que tenía con. sólo
llegarle la madre Teresa de Jesús sus manos al rostro, y esto oyó esta
testigo a la misma hermana q u e le sucedió, y que siempre esta testigo
en vida y en muerte ha tenido y tiene por santa por lo dicho y por
las obras q u e por medio suyo ha hecho Nuestro Señor, y otras muchas
cosas que de su santidad ha oído decir y ahora en particular no se
acuerda, y esto que ha dicho eintiende es muy público y notorio.
A la octava pregunta dice esta testigo: que entiende es pública voz
y fama cuando muchas personas dicen una misma cosa, y habiéndosele
leído este dicho dice es verdad todo lo que ha dicho y que se ratifica
en ello, y lo firmó de su mmhre.—Don Jerónimo, obispo de Salamanca.
—María de los Santos—Pasó ante mí: E l Licdo. Juan Casquer, nota-
rio apostólico.
PROCESOS ti

DICHO DE m ñ DE LA TRINIDAD, C. D . (1).

A la primera pregunta cuanto a las preguntas generales, dijo:


que no le tocaba en deudo, y que esta testigo es de edad de vein-
tisiete años, poco más o menos. Y siendo repreguntada por el In-
terrogatorio dice lo que dicho tiene.
ñ la segunda pregunta dioe: que no conoció a la madre Teresa
de Jesús por trato n i conversación, mas que la vio en esta ciudad
de Salamanca cuando pasó sus monjas de la casa de Gonzaliáñez a la
de Pedro de la Banda, y que entonces la hizo gran devoción, que alzó
un poquito el velo para hablar a la condesa de Monterrey que la
llevaba de la mano. Parecióle a esta testigo que tenía rostro de santa
y con esta opinión quedó siempre la dicha testigo. Y dice que tiene
por cosa cierta que la madre Teresa de Jesús fué natural de la ciu-
dad de Avila por haberlo oído a muchas pensonas dignas de crédito,
y que su padre se llamó Alonso Sánchez de Cepeda, y su madre doña
Beatriz de Ahumada, y conoció a algunas hermanos de la misma
madre; llamábase el uno Agustín de Ahumada, y a una señora que
se llamaba Doña juana de Ahumada, y a sus hijos y a otros
deudos suyos en Religión y fuera de ella, todos grandes siervos de
Dios y gente principal. También sabe la dicha testigo que la madre
Teresa de Jesús fué monja profesa en el monasterio de la Encarna-
ción, por haberlo oído a la madre Ana de la Encarnación, priora de
este monasterio, como a la madre Isabel de Jesús, que estuvo con la
madre Teresa de Jesús en el dicho monasterio cuando era priora en
él, y a otras personas dignas de crédito; y a las mismas ha oído
decir que eintendieron de las monjas de aquella casa, que todo el tiem-
po que j m ella estuvo la dicha Madre fué grande ejemplo su vida,
lo cual es público g notorio, y esto dijo cuanto a este artículo. Y
siendo repreguntada por el Interrogatorio sobre este artículo, dijo lo
que dicho tiene.
Sobre el tercer artículo dice esta testigo: que tiene por cosa cierta
que la madre Teresa de Jesús recibía grandes mercedes de Dios en la
oración, así por la gran fortaleza que tenía para padecer por la gloria
de Su Majestad, como por la gran luz que dejó en los libros que
escribió para enseñar a sus monjas el camino de la verdad, porque
la doctrina de sus libros es muy conforme a la de los Santos, como
recibida de un mismo Señor, que así lo ha oído esta testigo al padre
doctor Francisco de Ribera, de la Compañía de Jesús; y al padre

1 Profesó en las Carmelitas de Salamanca el 15 de julio de 1585, y se distinguió


por su vida penitente y grandes deseos de padecer. El P. Ribera hace grandes elo-
gios de esta religiosa en la Vida de la Santa, y refiere (Lib. V . cap. VI) un milagro
que con ella obró en 1590, Murió el 22 de febrero de 1597. Fué hija del caballero
saimantmo D. Suero Alonso de Solís. Como las anteriores declaró a 3 de enero.
42 PROCESOS

fray Domingo Báñcz oyó decir la dicha testigo, que la madre Teresa
de Jesús había recibido grandes regalos y misericordias de Dios, ¡j
que los había examinado bien. E l padrs Ripalda, de la Compañía de
Jesús, que confesó mucho tiempo a la madre Teresa de Jesús, dijo
a esta testigo: mucho tiene vuestra merced que agradecerme, porque
ayudé mucho a que su madre Teresa de Jesús fuese santa, porque
la mortifiqué maravillosamente y sufríalo como alma que verdadera-
mente era regalada de Dios. Y por este camino de tener ella tan
perfecta oración y llegarse tanto a la soledad, camino por donde
ella se alcanza, vino a poder tanto con Dios, que muchas almas
salieron de pecados gravísimos por suplicarlo la Madre a Su Majes-
tad con la profunda humildad y caridad que el Señor la había dado.
Y entre otros muchos ha oído decir la dicha testigo a la madre Ana
de la Encarnación, priora de esta casa, y a la madre jerónima de
ijesús y a la H.a Guiomar del Sacramento, que en los principios de
la madre Teresa de Jesús, estando en un lugar que se llamaba Be-
cedas para curarse, estaba allí un clérigo que había siete años que
estaba en mal estado con una mujer con gran escándalo de todo el
lugar, y decía muy ordinario misa, no bastando nadie con él porque
la misma mujer le tenía hechizado con un idolillo de cobre que le ha-
cía traer al cuello. Pudo tanto con él la dicha Madre, que le hizo la
diese el idolillo, y con esto él comenzó a aborrecer a aquella mu-
jer y del todo la dejó y se volvió a Dios, y mejorando su vida murió
dentro de un año. Otlro vino a ella que había dos años y medio que
estaba en un pecado mortal de los más abominables que hay y de-
cía misa. No se osaba confesar, y deseaba salir de él, y no se po-
día valer. Prometióle la madre Teresa de Jesús de encomendarlo a
Dios y escribióle, y a la primera carta que le escribió, se confesó;
y escribióla que había ya muchos días que no caía en aquel pecado,
pero que tenía gravísimas tentaciones, que le parecía que estaba en el
infierno, que lo enoomendase a Dios. La Madre lo encomendó a Nues-
tro Señor, que se le aplacasten aquellos tormentos y tentaciones, y que
lo$ demonios que se los causaban se viniesen a atormentarla a ella
con que no ofendiese a Nuestro Señor; luego se le quitaron al sacer-
dote y quedó del todo libre, y ella pasó Un mes de gravísimos toir-
mentos, y cuando después se veía muy apretado leía las cartas de la
Madre y luego cesaba la tentación. A las ánimas del purgatorio tam-
bién aprovechaban las oraciones por la gran fe y caridad llena de con-
fianza con que las hacía; y así ha oído decir la dicha testigo, que
Juana Suárez, monja de la Encarnación, su grande amiga de la Madre,
se le apareció después de muerta, y le dijo: por tí soy salva. Dioe
la dicha testigo que sería alargarse mucho si hubiese de decir las
meroedes que Dios hizo a las almas, así de vivos como de muertos,
por medio de la oración de la madre Teresa de Jesús, y así lo ha
oído decir a muchas personas dignas de crédito, que, por ser tantas,
no las nombra. Sabe esta dicha testigo, que la madre Teresa de Jesús
fundó los monasterios de las monjas Carmelitas descalzas, así por ha-
berlo oído al padre fray Domingo Báñez, catedrático de Prima de
Salamanca, como al padre fray Antonio de Jesús, primer fundador
de los Padres Carmelitas descalzos, y a la madre Ana de la En-
PROCESOS 43

carnación y madre Isabel de Jesús, que la ayudó en algunas fun-


daciones, y por haberla visto la dicha testigo en esta ciudad pasar sus
monjas de una casa a otra. Vése claro que su intento fué volver la
primitiva Regla a sus principios, pues la mandó guardar y se guarda
en todos los monasterios. Fueron diecisiete los que fundó en su vida;
!os quince por su persona, y los dos enviando monjas, y son treinta
los que ahora están fundados. E l fin que la madre Teresa de Jesús
tuvo en fundar estos monasterios declaran sus libros, en particular el
que se intitula Camino de Perfección, porque allí dice que fué el desed
de la gloria de Dios y aumento de su Iglesia; porque como a ella le
parecía que valía tan poco para esto, procuró juntar estas siervas de
Dios en estos monasterios, porque siendo tales como ella las figiv
raba, ayudasen con sus oraciones y penitencias a los que con tantos
trabajos defienden la fe, y esto dice esta testigo que es pública voz
g fama.
AI cuarto artículo dice esta testigo: que ha oído decir a muchas
personas graves y de verdad, como al padre fray Domingo Báñez y al
padre maestro fray Juan de las Cuevas, que es ahora oonfesor del Prín-
cipe Cardenal, y al padre fray Angel de Salazar, que fué mucho tiempo
prelado de la dicha Madre, así al principio de las fundaciones como
después, y ai padre fray Antonio de Jesús y al padre fray Jerónimo
Gracián de la Madre de Dios, que fué prelado y confesor de la dicha
Madre, y al padre fray Gregorio Nacianceno, y al padre fray Juan
Bautista y a muchos religiosos y religiosas de la dicha Orden, par-
ticularmente a las de esta casa, que la vieron señalarse en todas las
virtudes con gran perfección, particularmente en la humildad, y ésta
la mostraba con muchos ¡actos exteriores siendo la primera en las mon-
tificaciones y actos de humildad, sirviendo en la cocina, refectorio y
enfiermería, y barriendo las partes más asquerosas de las oficinas
de la casa, g le pesaba cuando otra le tomaba la mano en hacer
esto. Tomaba consejo con las menores de la casa, y con muy poca
duda que hubiese, preguntaba el rezado a las novicias, y como a Lo-
das las tenía por mejores que a sí, cuando se iban del coro cogía
los mantos. A la prelada de la casa donde estaba tenía gran respeto,
y estando la dicha Madre en una casa hablando con una hermana que
tenía neoesidad, vino la priora a la madre Terasa y díjola cotí liber-
tad: Jesús, Madre, ¿qué hace Vuestra Reverencia que no la habernos
de poder hablar? La Madre, con mucha humildad, abrió la puerta
de la celda diciendo qué la quería, que allí estaba de muy buena vo-
luntad; y de esta virtud daba mucho ejemplo a los de fuera, y esto
muy al descuido, porque en ninguna cosa quería dar muestra de san-
tidad. Y así hablando una vez con una persona de fuera digna de cré-
dito, que loándole unas monjas de las suyas de poca edad, le dijo
la dicha Madre: cuán de buena gana las doy yo la ventaja, y había
de andar yo avergonzada delante de Dios, parque lo que Su Majelstad
no ha acabado conmigo en tanta multitud de años como iia que co-
mencé a tener oración y me comenzó a hacer mercedes, acabó con ellas
en tres meses, y aun con algunas en tres días. Vínola una vez a
lar do,1 A1varo de Quiñones sin querer dar a conoosrse, y díjola
Por ver qué le respondía, que se acordase de Magdalena de la Cruz,
44 PROCESOS

persona a quien la gente había tenido por santa g el demonio tenía


muy rendida y sujeta (1). La Madre no se alteró poco ni mucho de
aquella comparación, antes con mucha humildad respondió: nunca vez
me acuerdo de ella que no tiemble. En fin, la duró esta virtud hasta
la muerte, que estando en el artículo de ella, «sitaba en gran oraciórv
y tenía los ojos cerrados. Di jola el padre fray Antonio de Jesús:
Madre muestra, mírenos Vuestra Reverencia; y luego lo hizo. Dice la
dicha testigo, que ha oído a algunos de ios que fueron prelados de la
madre Teresa de Jesús, en. particular ai padre fray Jerónimo Gracián, que
tenía muy perfecta obediencia, y que muchas veces la probaba en cosas
de mucha importancia, y veía su mucha perfección, y que cegaba su en-
tendimientto con mucha sinceridad y llaneza, y en su trato y habla
tenía junto con ser muy recatada. También sabe la dicha testigo, que
siendo prelado de la Madre el padre Pedro Fernández, de la Orden
de Santo Domingo, la reprendió una vez porque consentía que la
llamasiein fundadora, y ella le respondió: que les mandase él que
no se lo Uamasien, que ella no lo echaba de ver más que sí la Uamasen
Teresa de Jesús; y no sólo tenía obediencia a sus prelados, sino
amor y respeto. Amaba tanto la penitencia, que ninguna cosa le diera
mayor gusto que martirizar su cuerpo por Nuestro Señor. Hízola muy
grande en los principios, tomando disciplinas de sangre y ásperos
cilicios, y ayunois, y cama y otros muchos géneros de penitencias, y
en lestoi y en todas las demás virtudes era la primera, y esto fué toda l a
vida en la manera que su salud daba lugar, y esto ha oído decir la
dicha testigo a personas que conociieron a la Madre, y en pariieular
al padre doctor Francisco de Ribera, de la Compañía de Jesús. Y
en sus enfermedades tenía invencible paciencia, y en los grandes tra-
bajos y martirios que en la cura de estas enfermedades pasó estando
en Burgos muy mala y muy desacotnodada en un aposento de un hos-
pital, se le hizo una llaga en la garganta, que cada vez que comía
le salía sangre, y como las religiosas que estaban con ella la habían
compasión, ella decía: no me hayan lástima, que más padeció Mues-
tro Señor por mí cuando bebió la hiél y vinagre. Había pedido a Nues-
tro Señor que nunca la faltasen dolores, y así nunca la faltaron, ni las
que la trataban la vieron jamás con salud. Solamente cuando se ofre-
cía alguna fundación o cosa en que mucho se sirviese Nuestro Señor, la
aliviaba las enfermedades, y esforzábase ella de manera, que parecía
que no tenía mal, y así lo decía ella a sus monjas; y en esta casa
lo ha oído la dicha testigo a la madre Iis(abel de Jesús, a quien la
madre Teresa de Jesús dijo: en no teniendo yo qué hacer, estog mala.
Era tan grande el amor que tenía a Nuestro Señor, que cuando oía
decir en el Credo que su reino de Cristo no había de tener fin, sen-
tía en sí gran alegría. También están llenos sus libros de deseos que
tenía de morirse por i r a ver su Amado, y este amor de Dios mos-
traba bien con la gran caridad que tenía con los prójimos, así en
las necesidades espirituales como corporales. Esta caridad la hizo

1 Refiérese a la célebre clarisa del convento de Santa Isabel de los Angeles, a


quien se instruyó un proceso por la Inquisición muy ruidoso que 'causó general
consternación. Abjuró en 1546»
PROCESOS 45

poner en tantos trabajos como se dirá en su lugar. Ocupábase tanto


en hacer oración y penitencia por las neoeisidades de los prójimos, y
en especial por el aumento de la Iglesia, que casi todo lo que rezaba,
era por esto y muy poco por sí, porque la parecía darla poco aun-
que ella padeciese en purgatorio a trueco de que ésta se acrecentase,
aunque fuese en muy poquito, ñ las enfermas animaba y consolaba,
il si veía que andaban desconsoladas, porque ocupaban a las demás y
ellas no hacían nada, reñíales amorosamente; decíalas que antes se
habían de holgar porque daban ocasión a las demás que mereciesen
y se ejercitasen en obras de misericordia, pues no podían ir a las
hospitales, y la misma Madre las hacía con todas. La pobreza amaba
y guardaba con tanta perfección, que yendo a la fundación de Toledo
la prometieron doce mil ducados para slla. y estaba dudosa en ella;
y cuando se desbarató y el gobernador le dió licencia para que fuesa
el monasterio de pobreza, holgóse en tanto extremo, como otro se hol-
gara si hubiera hallado un gran tesoro y llena de alegría dijo a sus
compañeras: ¡Oh, hijas mías, y qué segura va vuestra peregrinación,
pues nos ha ya derribado el Señor este ídolo. Dios la dicha testigo
que vió un papel de mano de un confesor de la madre Teresa de Jesús,
que cree ser de la Compañía de Jesús, en que decía estas palabras,
escribiendo a un religioso muy grave: la pureza del alma de esta re-
ligiosa es tan grande, que nos admira a los que la confesamos y co-
municamios y a isps compañeras, porque se puede decir de ella que todo
es Dios lo que ella pjansa y trata, todo va enderezado a la honra de
Dios, al aprovechamiento espiritual, y no hará pecado venial, por
pequeño que sea. si ella, entiende serlo, por ninguna vía, de suerte
que todo su entender es cómo se mejorará cada día y cómo alcanzará
más virtudes y perfección; por donde entiende la dicha testigo cuán
perfecta fué l a madre Teresa de Jesús en todas. Y así dice la
dicha testigo, que sabe y hubo en su vida y hay después de su
muerte grande ejemplo y fama de su vida, y costumbres y santidad,
así en esta Religión de Carmelitas Descalzas como en otras, y otra
mucha gente espiritual que la trató en vida, y otras de oídas, y haber
leído sus libros, los cuales ha oído decir que son propios suyo,.s, por
haber oído al padre doctor Francisco de Ribera que los ha tenido en
su poder, y los más de la propia letra de la dicha Madre. También
lo ha oído a la madre Isabel de Jesús, que los ha visto todos, y
trasladado el que se llama Camino de Perfección del propio original
de la letra de la madre Teresa de Jesús (1). E l provecho que estos
Ibros han hecho a muchas personas es grande para llegarlos a la
oración y apartarlos del mundo, llevándolos a l;a Religión, ñ la di-
cha testigo dijo D.a Juana de Anaya, hija de D. Franciisco de Anaya,
que D . Diego de Avila, pasando un día por la librería, preguntó qué
Ubres había de nuevo; le dieron uno de la madre Teresa de Jesús y
le llevó diciendo: dadle acá, que ya he oídp decir de .esa buena ¡mujer,
y en pocos días que le leyó hizo tanto provecho a su ánima, que ya
no hablaba ni quería decir cosa que no fuese de Dios y provecho para

1 Cfr. B. M . C . t. 3, p. XXI-XXII.
46 PROCESOS

su alma, y en fin, tomando el libro debajo del brazo se fué un día


a tomar el hábito en la Orden de Santo Domingo y le recibió di-
ciendo, que no había menester otro libro para el año de su noviciado
sino el de la madre Teresa de Jesús. Ta'mbiéín sabe la dicha testigo,
que ha hecho Nuestro Señor muchas mercedes a D. Pablo de Solís por
medio de los libros de la dicha Madre, y a la misma testigo tam-
bién se las hace Su Majestad y a otras muchas personas, y así
entiende que todo lo que tiene dicho es pública voz y fama,
A l quinto artículo dice esta testigo: que la madre Teresa de Je-
sús pasó muchos trabajos y persecuciones, así por haberlo oído a
personas muy dignas de crédito que se los vieron padecer y par-
ticiparon de ellos, como por lo que sus libros declaran. E l padecer
fué desde que la madre Teresa de Jesús comenzó a recibir mercedles
y regalos de Dios, porque la venían tiempos de grande oscuridad
en su alma, tanto que decía ella a su confesor: Padre, mire que no
le engañe; y él la respondió: no tenga pena. Madre, que, aunque
ella quiera, no rae dejaré yo engañar. También ha oído a personas de
fe la dicha testigo que quisieron conjurar a la Madre, entendiendo
que era demonio lo que tenía; con la gran paciencia que en esto
tuvo la dicha Madre mostraba bien que era Dios el que en ella
estaba. H a oído decir la dicha testigo a muchas personas, algunas de
las que arriba tiene nombradas, y a doña Guiomar de Ulloa, que fué
una señora que ayudó a la madre Teresa de Jesús mucho en la pri-
mera fundación, y al P. Santander, de la Compañía de Jesús, que
tenía la dicha Aladre grande ánimo para padecer por Nuestro Se-
ñor y holgábase más con los trabajos grandes que con los pequeños,
porque era inclinada a hacer cosas grandes por Dios y gustaba de
comuinicar las oosas de su alma con los que veía animosos para ser-
vir ¡a [Dios por camino de cruz. Amábala tanto que se regocijaba cuan-
do la veía, y le decía dulcísimas palabras, y éstas alguna vez con
la fuerza' del amor dichas en coplas de gran ternura y devoción, y
así la vieron un escrito en su breviario de su propia letra que
decía: Dios mío, o morir o padecer, que éstos han de ser nuestros
deseos. Oyó decir la dicha testigo a la madre Ana de la Encarnación,
priora de este convento, g a la madre Isabel de Jesús, y Jeronima
de Jesús, y Guiomar del Sacramíento, y a María de San Angelo, Isa-
bel de Jerónimio, y Juana de San José y a otras muchas religiosas,
que era tan grande el oontento y paciencia que la Madre tenía cuando
murmuraban y decían malas palabras injuriosas, que dijo a una de
las dichas que sentía oír decir tales cosas de la Madre: Hija, no hay
música más acordada para mis oídos, que ellos tienen razón, y si su-
piesen quién soy, me arañarían la cara. Deleitábase en padecer tra-
bajos y persecuciones como los amigos de honra en poseerla; pade-
ciólos grandes en las fundaciones de estos monasterios, que así lo
decía María del Sacramento que anduvo dos años con la dicha Ma-
dre en los caminos de las fundacioines, y decía que eran tan terribles
los trabajos que pasaba de pobreza y malos caminos. Llegando un
día a un lugar junto a la Mancha, que se llama La Puebla, fuese
a apear junto a la iglesia para oir misa y comulgar, y viéndola los
que estaban en ella, comenzaron a decir que aquella mujer parecía
PROCESOS 47

ue tenía malos pasos, que sería bueno prenderla; y como la vieron


comulgar, Ilegáronsie a ella muy escandalizados diciendo, que cómo ha-
bía comulgado, que primero que de allí saltóse, se haría probanza de
ctuién ella era. La dicha Madre se alegró y no les respondió pa-
labra; había en la iglesia tanto ruido sobre esto y estaba toda la
gente' tan alterada, que a no venir allí el padre fray Antonio de Jesús,
que iba con la Madre, que era conocido en aquella tierra, pasara e}
alboroto muy adelante. R las personas que la perseguían o tenían
ruin crédito de ella cobraba particular amor y les hacía todo el bien
que podía con obras y palabras. Yendo una vez de Avila para Medina
g Valladolid, diéronla para que la acompañase un fraile de los Caí-
zados, de los mayores contrarios que ella tenía, que andaba con harto
cuidado para mirar sus cosas. Ella recibió esta compañía como de la
mano de Dios, porque venía por la obediencia ; • iba la Madre por e l
camino tratando con él con un amor y alegría, que se espantaban
los que iban con ella, y regalábale con lo que podía y dábale cstalmi-
pas de su breviario, y decía que se las daba por lo mucho que le
quería; y así con haoGr bien, vino a venoer el mal; y este religioso
vino a mudar su opinión y decía grandes bienes de la madre Teresa de
Jesús, la cual decía que nunca oyó decir tantos males de sí, que ¡no
le pareciese que quedaban cortos. Cuando en Sevilla le levantaron mu-
chos falsos testimonios, como lo dirán las religiosas que lo vieron,
decía la dicha Madre: bendito sea Dios, que en esta tierra conocen
quién soy, que en otras todos están engañados y me tratan como ellos
piensan que soy. y aquí como merezco. Llegando la dicha Madre a
una posada, muy mojada, y por esta causa muy mala de la ijada
y con perlesía, pidió la hermana Ana de San Bartolomé lumbre para
calentar un paño, y una persona de bien que estaba en la posada
comenzó a decir cosas bien pesadas a la Madre, y tales, que de
persona de su estado no se creyeran habían de salir, si no fuera
moviéndole la lengua el demonio para ver si podía hacerla perder la
paciencia. La Madre lo llevó con grande alegría, pareciéndole que no
merecía oir otras cosas de sí, aunque eran bien malas. Dice la dicha
testigo que si hubiese de decir todos los que ha oído de los muchos
trabajos y persecuciones que la madre Teresa de Jesús padeció, y
esto a religiosos descalzos Carmelitas, y religiosas de la misma
Orden y a ¡otras muchas personas, como al padre fray Jerónimo Gra-
íCián, y íal padre Santander, y al padre doctor Francisco de Ribera, y
al padre Jerónimo de Ripalda, de la Compañía de Jesús, y a la con-
desa de Monterrey, doña Inés de Ve lasco, y a doña Guiomar de Ulloa,
ü por lo dicho entiende esta testigo es pública voz y fama que la ma-
dre Teresa de Jesús padeció muchos trabajos con gran paciencia
ü humildad y amor de Dios.
Sobre el sexto artículo dice la dicha testigo: que no se halló
a la muerte de la madre Teresa de Jesús, mas que por haberlo oído
ecir al padre fray Antonio de Jesús y a su compañero fray Tomás de
a Asunción que se hallaron a ella, y haberlo leído por escrito de
laS racJnías de Alba. sabe que su muerte fué entre nueve y diez de
noche, día de San Francisco, el año de mil y quinientos y ochenta
os. y que quedó su cuerpo con muy suave olor y muy hermoso.
48 PROCESOS

De las palabras que más usaba a la hora de su muerte sabe de los


ya dichos, que eran (después de haber pedido perdón a todas y en-
cargádoles la guarda de su Regla y Constituciones y obediencia de sus
prelados) decir muchas veces: gracias a Dios que me hizo hija de su
Iglesia; y en todo tiempo decía muchas veces estos versos: Sacrifi-
cium Deo spiritus contribulatas: cor contritum et humiliatwm Deas non
despides (1), y no se le caía de ía boca hasta que se le acabó el habla.
Preguntóla el padre fray Antonio de Jesús, que si quería que lleva-
sen su cuerpo a Avila o se quedase en ñlba. Y respondió la Madre:
¿tengo yo de tener cosa propia?, ¿aquí no me darán un pedazo de
tierra? También ha oído la dicha testigo que no se embalsamó el
cuerpo de la madre Teresa de Jesús, sino que el padre fray Antonio
de Jesús le encerró en un ataúd y le cargaron tanto de piedras, cal
y ladrillos, que se quebró el ataúd y cayó mucha tierra y cal sobre
el cuerpo de la Madre. La causa que hubo para desenterrarla, ha
oído decir a personas de la villa de Alba, y por escrito de las monjas
del monasterio, que fué el grande olor que salía de la sepultura, y
el que la desenterró fué el padre fray Jerónimo Gracián, provincial que
era (entonces, y de él oyó la dicha testigo que estaba el cuerpo entero
y sin corrupción; y vió un dedo de la Madre que le tenía el dicho
Padre y tenía muy lindo olor, y el color de un dátil, y otro dedo
vió la misma testigo que traía el padre fray Juan de las Cuevas, muy
bien guarnecido, con el mismo olor y color que el primero. También
traía el dicho Padre un pañito de la sangre que dicen se halló en el
cuerpo de la madre Teresa de Jesús. Muchos fle estos pañitos y del óleo
que sale del cuerpo ha tenido la misma testigo, todos con un mismo olor,
y con tan gran frescura, que han pasado hartas dobleces de los papeles
en que los tenía envueltos, y sido necesario poner otros pañitos en que
se embebe el óleo que sale de los que habían tocado al cuerpo de la di-
cha Madre. También ha visto esto mismo en los que otras personas tienen.
Al padre Fr. Gregorio Nacianceno oyó decir la dicha testigo, que cuando
llevo el cuerpo de la Madre de Alba a Avila, que estaba con tanta
entereza y tan tratable, que le ponía en pie y con dos dedos que le
ponía en las espaldas se tenía como si estuviera viva, y que cuanda
la partió el brazo para dejar en Alba fué con la facilidad que si
partiera una tajada de queso fresco. Lo mismo oyó la dicha testigo al
padre fray Diego de la Resurrección que iba con el padre Provincia],
y el mismo dio un nerviecito del brazo de la madre Teresa de Jesús
a la dicha testigo, y dice que no sabe más en cuanto de este artículo,
más de que tiene por público y notorio que el cuerpo de la Madre?
está entero y sin corrupción, y que es tenido de muchos por cuerpo
satnto.
Al séptimo artículo dice l a dicha testigo: que sabe que después
de la muerte de la madre Teresa de Jesús ha obrado Nuestro Se-
ñor muchos milagros por los pañitos de óleo y sangre y hábitos
y retratos de la dicha Madre. A la dicha testigo dijo una persona
religiosa de mucha autoridad y crédito, que tenía tan gran dolor en
el pecho, que le parecía se le juntaba el pecho con la espalda, y pa-

1 Ps. L. 19.
PROCESOS 49

d ció este trabajo muchos días, apretándole el dolor mucho, que pa-
e^ía que se quería ahogar. Se encomendó a la madre Teresa de Je-
sús u acabando de comulgar un día la dicha persona, la apareció
la madre Teresa de Jesús y la puso una mano en el pecho y otra
en las espaldas y la apretó muy recio, aunque con tanta suavidad,
que no sintió dolor, y dijo a la dicha persona algunas palabras
de regalo y la echó su bendición, con lo cual se le quitó al punto
el dolor y nunca más le volvió, y quedóle en el pecho un consuelo
y fortaleza extraordinaria de la que solía tener, y su alma con luz
y deseos de servir a Nuestro Señor. R la dicha testigo dijo el pa-
cho doctor Francisco de Ribera, que teniendo un dolor en los pies
tan grande que no podía andar, y que después de haberle hecho al-
gunas medicinas para esto no le aprovecharon, y poniéndose en la
parte que le dolía una cajita en que trae un poco de carne de la di-
cha Madre, se le quitó todo el mal y nunca íe tornó. K la madre
Ana de la Encarnación y a otras religiosas de esta casa ha oído
decir, que por medio de una cinta de la madre Teresa de Jesús se le
quitó un gran mal que tenía en la garganta la dicha madre ñ n a de
la Encarnación. Siendo la dicha testigo enfermera en este raonasteriOj,
vió que teniendo la hermana Juana de Jesús una postema en la gar-
ganta, y queriéndola dar un botón de fuego, el día siguiente se
encomendó a la madre Teresa de Jesús, y poniéndose un pañito de
los del óleo, se le abrió la postema y se le fué sanando. A la di-
cha testigo le dió un gran dolor en el corazójn, el cual nunca había
tenido, porque tiene salud, y apretándola tanto que se desmayaba, y
con él la crecía la calentura, hiciéronla remedios y no la aprovecharon,
y después la puso la madre Isabel de Jesús, priora que era entonoes,
un pañito de los de la sangre de la Aladre, y la enferma rogó a la
madre Teresa que pidiese a Nuestro Señor que la quitase el dolor
y la hinchese el corazón de sí mismo. Como se le puso, de ahí
a un poco dióla mucha congoja con un sudor en el mi|^mo lugar, y
antes de media hora se le quitó el dolor y nunca más le ha tenido,
con haber cuatro años que esto pasó. A la misma testigo le dió
un muy recio dolor de costado, y habiendo mejorado salió tan mala del
quinto, que el doctor Tierra la mandó tornar a sangrar para co-
menzar la cura de nuevo. Fueron a buscar al barbero y no le halla-
ron, y entre tanto la dicha testigo se puso sobre la cabeza una media
camisa de la que la madre Teresa de Jesús traía vestida cuando la
olearon, y einoomendándoise a ella la vino un gran sudor, y como él iba
creciendo se le iba disminuyendo el dolor de costado, y acabado el
sudor, que duraría como hora y media, se acabó con él el dolor
y la calentura, que al médico y a todos causó admiración grande.
Otros muchos milagros ha oído decir la dicha testigo que ha obra-
do Nuestro Señor por medio de los pañitos de la dicha Madre. H a
oído decir la dicha testigo, que en vida de la madre Teresa de Jesús
obró Nuestro Señor muchos tailagros por medio de sus oraciones.
En el monasterio de Medina estaba la Priora con una gran calentura
y un dolor en un lado con mucho peligro de su vida; llegó allí l^a
-^adre, y sabiendo cuán mala estaba, fuéla luego a ver, y en abra-
zándola se sintió sin dolor, y el día siguiente se levantó buena del
4
50 PROCESOS

todo. Una dueña de doña Luisa de la Cerda en Toledo había mucho


tiempo que andaba muy mala de dolor de muelas y de un oído, que
no habla remedio para ella; mas como conocía la santidad de la Mar
dre, llegóse a ella rogándola que hiciese la señal de la cruz sobre
aquellos dolores; la dicha Madre con un gracioso desdén la echó de
sí diciéndola: quítese allá, hágasela ella, que la santa cruz no tiene la
virtud de mi mano sino de sí, y cuando la echaba de sí, tocóla en
la misma parte que la enfermedad pedía, y luego quedó buena; y
quien la conoció y la trató, nunca la vió más con aquel dolor. De
otras ha oído la dicha testigo, mas remítese a los que lo han visto,
que todo lo que tiene dicho en su dicho lo sabe por haber visto algo
de ella y por haberlo oído a las perisonas que tiene nombradas y a
otras muchas muy dignas de crédito, que no se acuerda sus nombres,
y por haberlo visto por escrito de personas que conocieron y trataron
a la dicha Madre, por su gran virtud muy dignas de crédito. En-
tiende esta testigo que es milagro aquello que por vías humanas
no se puede alcanzar el remedio, y lo da Dios por las oraciones
de sus siervos sobrenatural y milagrosamtente, y por lo que esta
testigo ha oído y visto de la madre Teresa de Jesús la ha tenido
y tiene por santa y esto entiende es pública voz y fama.
A la octava pregunta responde esta testigo: que entiende ser pú-
blica voz y fama cuando mucha parte del pueblo dice una cosa, cuan-
to y más, que esto no lo dice parte del pueblo, sino parte de toda
España, a lo que entiende esta testigo, y que esto es lo que sabe y
dice acerca de todo lo que se le ha preguntado, y siéndole leído el
Dicho, dijo que se ratificaba en él y lo firmó de su nombre.—Don Je-
rónimo, obispo de S a l a m a n c a . — d e la Trinidad, carmelita.—Pasó
ante mí: E l Licdo. Juan Casquer, notario apostólico.
PROCESOS 51

DICHO DE AÍRRIH DE SñN ANGELO, C. D. (1).

Al primer artículo cuanto a las preguntas generales, dice: que no


le toca en deudo la madre Teresa de Jesús, y que es de edad de cin-
cuenta años; y preguntada cómo se llamaba en el siglo esta testigo
y de dónde era natural, respondió que se llamaba María de la Vega,
natural de Plasencia. Y repreguntada por el Interrogatorii acerca de
esta pregunta dice lo que dicho tiene.
Al segundo artículo dice: que en esta ciudad de Salamanca conoció
g trató por dos veces a la madre Teresa de Jesús por vista y con-
versación las dos veces, aun no fué un año, y otros diez por cartas, y
dice que es muy no torio y público ser la dicha madre Teresa de Jesús
natural de Avila, de gente principal y muy siervos de Dios, y que esta
testigo conoció a una hermana suya, que se llamaba doña Juana de
Ahumada, y a dos hermanos suyos, y así en la Religión como fuera
de ella ha conocido deudos suyos, grandes siervos de Dios. Y que
ha oído decir esta testigo, que la dicha madre Teresa de Jesús fué
monja profesa en el monasterio de la Encarnación de Avila, y que el
tiempo que en él estuvo fué de muy buen ejemplo su vida, lo cual es
público y notorio, y esto dice cuanto a esta pregunta, y que es pú-
blica voz y fama. Y siendo repreguntada por el Interrogatorio cuanto
al dicho artículo dice lo que dicho tiene.
Al tercer artículo dice: que sabe que Nuestro Señor le hacía
muchas y muy señaladas mercedes en la oración, así por haber comu-
nicado con ella cosas de su alma, y porque aquí entendió esta test-
tigo la mucha luz que daba a las almas así para la oración como para
otras cosas que se ofrecían, y la satisfacción que daban sus palabras,
y entendía esta testigo que entendía lo interior de las almas; y así la
tenía un respeto grande y juntamente un temor de parecer le veía
los interiores. Viola esta testigo una vez en su celda con un rostro
que parecía cosa del cielo, y aunque les daba priesa para que la de-
jasen, no se podían apartar de ella. Y que ha oído decir esta testigo
a personas de mucho crédito, que tuvo muchos arrobamientos y revela-
ciones y visiones; y asimismo que un religioso de la Compañía de
Jesús le dijo que había pascado el cielo, y era persona de grande
autoridad y verdad y de mucho espíritu. También oyó decir al padre
Ripalda esta testigo, que habiéndole contradicho sus libros, cuando
los leyó dijo: aquí está el dedo de Dios, y esto dijo en el sermón del
cabo de año de la dicha madre Teresa de Jesús. Y cuando esta testigo
se acuerda de sus palabras y de los remedios que la dió, así para

1 Fué esta religiosa prima hermana de la Venerable Ana de Jesús. Como ésta,
nació en Plasencia de Juan Llovera y doña Beatriz Pérez. Profesó en las Carmelitas
de Salamanca el 22 de octubre de 1573 y murió en 19 de junio de 1614, cargada de
virtudes y buenas obras. Declaró el mismo día que las anteriores.
52 PROCESOS

la oración como para otras cosas, parécele que se le renueva el es-


píritu y toma nuevas fuerzas en el servicio de Dios, y en esto ve
que todas sus palabras eran guiadas por este divino Señor, y que
esto entiende esta testigo ser pública voz y fama. Y dice más esta
testigo, que sabe que fundó la dicha madre Teresa de Jesús los mo>-
nasterios de Carmelitas descalzas, y aunque no la acompañó en las
fundaciones, oyáselo decir a la dicha madre Teresa de Jesús y a otras)
personas de mucho crédito y verdad; y también la vió ir a algunas
fundaciones y llevó monjas de esta casa de San José de Salamanca
para ellas, y vió que l a acompañaban sacerdotes de mucho ejemplo, y
otras veces ha oído decir que iban religiosos de la Orden de la dicha
Madre, y todas iban con gran recogimiento y clausura, y metidas en
un coche o carro. Y sabe esta testigo que las dichas fundaciones las
hacía por orden de sus prelados. Y ha oído decir que hizo diecisiete
monasterios; dos enviando monjas, y los otros por su persona. Y sabe
por haberlo oído decir a religiosas de esta casa como a otras per-
sonas de mucho crédito, que fué su fin volver la primitiva Regla a
sus principios, y está muy cierta esta testigo que fué su fin priinn
cipal la gloria de Dios y bien de las almas, y aunque no lo comu-
nicó con ella, lo tiene por muy cierto, así por los efectos como por
lo que dice en sus libros, y el crédito que tiene toda la Orden y la
veneración de la dicha madre Tieresa de Jesús, y otras muchas per-
sonas tienen la misma; y así entiende ser pública voz y fama y
dice lo que dicho tiene siendo repreguntada acerca de este artículo,
Al cuarto artículo dice esta testigo: que la tuvo en particular por
de mucha humildad y mortificación, y la vió hacer obras de estas
virtudes. Tenía grandísima caridad con Dios, y mostrábala bien en
las obras de su servicio, y a los prójimos, oonsolándolos y animán-
dolos, y procurando remediar sus necesidades, así corporales como
espirituales, así con las enfermas como con las sanas. Tenía lindísimo
natural y muy apacible y amable a todas. Era muy pacientísima, así
en las graves enfermedades que padecía, como en los trabajos que te-
nía, que fueron muchos, así por los caminos como a los principios
de las fundaciones, y particularmente en las primeras, y en Sevilla
y Burgos y en otras que no sabe esta testigo. Y en esta de Salamanca
mucho más, porque fueron muchos años lo que duró el estar desaco-
modadas, y síin casa y con muchos pleitos; y decía que en esta casa
entendía se había de servir mucho a Nuestro Señor, porque el de-
monio procuraba cuanto podía deshacerla, y que no le habían de dar
ese contento; y así lo dijo un prelado que entonces era, que si no
nos contentaba una casa que iban a ver, que nos habían de sacar de
Salamanca, y por saber esto de nuestra madre Teresa de Jesús, dice
esta testigo replicaron las hermanas suplicándole no se hiciese tal
cosa, y que todo esto lo oyó decir a las hermanas por haber estado!
siempre en el dicho convento. En la penitencia ha oído decir esta testigo
a las monjas las grandes penitencias que hacía y disciplinas que to^-
maba, y las muchas mortificaciones que hacía y menosprecio que de
sí tenía. Servía en la cocina y refectorio y hacía todos los oficios
humildes y de mortificación como una niña; y ha oído decir que traía
túnica de jerga a raíz del cuerpo, y ásperos cilicios de hoja de lata
PROCESOS 53

manera de rallo, y esto ha oído decir a las monjas. Era muy amiga
de la pobreza; traía el hábito pobre y remendado; todas las cosas
de que usaba lo eran, y era grande el cuidado que tenía de aprover
char el tiempo, que un punto no estaba ociosa, ü así aunque tenía,
grandes ocupaciones, para todo tenía tiempo, y hacía algunas veces
labor de manos, y esto tan lindo y con tanta perfección como todo
lo demás. En todo nos daba ocasión de alabar a Dios, y esto vió esta
testigo. Y en todas las virtudes resplandecía oon grandísima perfección,
y así la tuvo esta testigo siempre por santa, así en sus obras como
en sus palabras. Tenía una fuerte fe y confianza en Dios, y con ésta
dijo una vez: cuando Nuestro Señor diere dinero de diez ducados arri-
ba póngalo en el arca de las tres llaves, y como esta testigo nunca
lo había visto, dijo: ¡Ay, Madre!, nunca lo habrá. Dijo esto con grande
espanto, y la dicha Madre, mirándola con grande humildad y unos
ojos amorosos, la dijo: sí habrá, mi hija, y así mandó lo pidiesen
a Nuestro Señor cada día, y desde entonces notó esta testigo qu?
Nuestro Señor lo había proveído siempre conforme a nuestra pobreza,
g así entiende lo hizo Nuestro Señor por la fe grande con que la dicha
Madre se lo mandó. De la cual oyó decir al padre fray Domingo Bá-
ñez, de la Orden de Santo Domingo y catedrático de Prima en esta
Universidad, predicando en el sermón de sus honras, que tenía una
fe grande, y que no sólo creía y decía el Credo en latín y en romance
como vos y |yo, |mas con una fe de cal y canto, y que con esta acometía
grandes cosas, como se vió en su vida y en su muerte se ve. Y a la
misma Madre la oyó decir esta testigo como admirada, que cuando
venía por esos caminos y veía las cosas tan grandes que se habían
hecho de estos monasterios, daba la gloria a Dios, diciendo que E l
lo había hecho, que ella no hacía nada, por lo cual la tuvo y tiene
por santa, y que tuvo en ésta y otras virtudes gran perfección como
lo tiene dicho de su vida y costumbres y de lo demás que tiene es-
crito. Y dice esta testigo que tiene cuatro libros escritos, y que por
haberla tratado conoce en ellos sus palabras vivas de la dicha madre
Teresa de Jesufc, y por la operación que hace en el alma que las lee,
que le ponen nuevo espíritu y deseos de soledad y oración; y esto
sabe esta testigo por experiencia y por pareoerle se acuerda ha-
berle visto escribir uno y llevar otro debajo de un brazo o el mismo,
y dijo a esta testigo: no lo verá en mi vida, mas después de mi
muerte entiendo les aprovecharán. También dioe que ha oído decir a
dos hermanas religiosas de este monasterio, que por haber leído los
dichos libros vinieron a tomar el hábito en esta casa. De otras muchas
personas ha oído decir el grandísimo fruto que hacen en todo género
de gentes, y m particular en religiosos y religiosas, y en otras Ort-
denes, que han entrado gente por medio de haberlos leído en ellas.
Y sabe esta testigo que un racionero que fué de la Iglesia de esta ciu{-
dad, por haberlo oído a personas que el mismo racionero se lo dijo,
el gran provecho que había sentido su alma, y que por este me^
dio se había librado de una recia melancolía que le apretaba, y que
empezó a estudiar como de nuevo con deseo de ayudar a las almas,
ü esto ha sabido por carta suya, y por no alargarse esta testigo ¡no
dee otras muchas cosas que ha oído. Y particularmente que las pala-
54 PROCESOS

bras de la dicba madre Teresa de Jesús hacen mucha operación en


el alma más que otros libros ha oído decir a muchas personas de
muchas letras y espíritu, y que esto se muestra bien y el mucho pro-
vecho que tiene dicho y que hacen, en la mucha fuerza que hace
el demonio en procurar que se quiten; y esto que ha dicho es muy pú-
blico y notorio, pública voz y fama, y lo propio dice siendo repre-
guntada por el Interrogatorio de las repreguntas y que dice lo que
dicho tiene.
R la quinta pregunta dice esta testigo: que sabe que padeció mu-
chos trabajos la dicha madre Teresa de Jesús así por habérselos oído
. a ella los muchos y grandes que padeció y contradicciones que tuvo,
y particularmente en la primera fundación que hizo en Avila, y lo
ha oído decir a otras muchas personas, así religiosas de la dicha
Orden como a otras personas, y en particular al padre maestro fray
Domingo Báñez, al padre fray Angel de Salazar, provincial que fué
en aquel tiempo de la dicha Orden, y al padre fray Antonio de Jesús,
que era entonces prior de los Padres Carmelitas de Medina del Cam-
po. También lo oyó a doña Guiomar de UUoa, una señora que le ayudó
en aquella fundación, como lo dice en el libro de su Vida de la dicha
madre Teresa de Jesús y en el de las Fundaciones, y por lo que esta
testigo vió y las muchas contradicciones que tuvo en esta casa, y aun
de los mismos Padres Carmelitas del Paño sobre cosas de los Padres
Carmelitas descalzos, y otros muchos pleitos que se le ofrecieron con un
caballero de la dicha ciudad y otros muchos, y otras murmuraciones
que tocaban en la honra a la dicha Madre, y tenía particular cuidado
de decir a las monjas encomendasen a Dios a los tales. Diciéndole
a un caballero que cómo hacía semejantes cosas con las monjas des-
calzas que le encomendaban a Dios, y dijo el dicho caballero, que
antes por eso le encomendarían a Dios por bienhechor y malhechor. De
esto hacía la Madre mucho donaire, como quien gustaba de padecer,
y esto ha oído de algunas personas, y que es muy público y notorio,
pública voz y fama. Y siendo repreguntada por el Interrogatorio cuanto
a este artículo dice lo que dicho tiene.
A la sexta pregunta dice esta testigo: que sabe por personas que
se hallaron a su muerte, que fué el padre fray Antonio de Jesús, el
primer fundador de los Carmelitas descalzas, y el padre fray Tomás de
la Asunción, su compañero, que se hallaron presentes, y ha oído decir:
de la hermosura, olor y suavidad que salía de su cuerpo, y esto ha
oído esta testigo a dos religiosos de la dicha Orden y de otras mu-
chas personas que olieron este olor. Y este mismo olor olió esta
testigo en un pedazo de faja que olía a unas flores que llaman junw
quillo, y esto fué después de dos o tres días que Dios llevó a la di-
cha Madre, que lo trajo el padre fray Agustín de los Reyes, que ve-
nía de hacer el oficio. De ahí a siete u ocho meses traía el padre
fray Jerónimo Gradan, que era entonces provincial, un palito de re-
galiz que la madre Teresa de Jesús traía en la boca cuando estaba
de la postrera enfermedad, y era tan grande el olor que tenía, que
parecía cosa del cielo, y envuelto en unos algodones, sie le pegaba el
olor; y pidiéndoselos las monjas, los dió. También ha tenido y ha
visto pañitos de la sangre incorrupta, y de una cosa muy poca en el
PROCESOS 55

año que estaba envuelto quedaba señalado de la dicha sangre. De los


Paños del óleo ha visto y tenido muchos esta testigo, y todos con
un propio olor que muestran bien ser del dicho cuerpo, que así lo
cree esta testigo. Dos dedos de la dicha Madre, uno que mostró en
esta casa el padre fray Juan de las Cuevas, de la Orden de Santo
Domingo, confesor que es ahora del Príncipe Cardenal, que le traía en
un relicario, conocieron algunas religiosas de esta casa ser el mismo
dedo de la madre Teresa de Jesús; tenía el mismo olor. Otro dedo
mostró aquí en esta casa, y lo vió esta testigo, el padre fray Jerónimo.
Gracián de la Madre de Dios; tenía el color como de dátil y tenía
el mismo olor. Y también dice esta testigo, que oyó al padre fray
Gregorio Nacianceno cómo había sacado el cuerpo para cortarle el
brazo por obediencia, y que así como puso el cuchillo, con tal facilidad
como quien corta una rebanada de pan lo hizo, y tomó el cuerpo y sa-
cólo por la portería, y al grande olor bajaron las monjas que esta-
ban en el coro con gran sentimiento, entendiendo les llevaban el cuer-
po de la dicha Madre, y esto fué cuando lo llevaron a Avila, y en lo
demás se remite esta testigo a las religiosas de Alba que lo vieroin,
y de esto que arriba ha dicho son testigos todas las religiosas que
lo vieron y oyeron como dice esta testigo. Y en lo qus toca a la
entereza del cuerpo y estar sin corrupción, dice que lo oyó al padre
maestro Báñez, y al padre fray Jerónimo Gracián, y al padre Fran-
cisco de Ribera, y a otras muchas personas, y más lo escribieron
cinco hermanas que iban de esta casa a fundar y pasaron por Alba;
y dicen que con tenerle muy poco con dos dedos se tiene en pie; y
también ha oído decir que si le aprietan el dedo en el pie hace hoyo
y se torna a levantar; esto oyó decir al dicho padre maestro Báñez,
y es muy público y notorio.
A la séptima pregunta dice esta testigo: que sabe ha hecho Nuestro
Señor muchos milagros, y particularmente que con unos pañitos del
óleo la hizo Dios merced de sanar a la mujer del mayordomo de San-
ta Clara de esta ciudad un pecho, como ella lo dirá. Y dice esta tes-
tigo que dió un poquito del hábito de la dicha Madre a Ana de
Matanza y le quitó un dolor que había muchos años que tenía, po-
niéndosele encima, y nunca más le volvió. Una criada suya oyendo
leer el libro de la madre Teresa de Jesús le dió tanta devoción,
que la pidió que le alcanzase de Nuestro Señor la sanase un pie que
tenía muy malo y se le querían abrir, y cuando vino el cirujano no fué
menester. De otros muchos ha oído que no se le acuerda; entiende que
son milagros por haber sanado sin medios humanos y por vía sobre-
natural; que en vida ha oído decir esta testigo que había hecho al-
gunos milagros, así en un sobrino suyo como en su compañera, que
estando con muy gran calentura, poniéndole las manos, se la quitó,
y 'ella lo dijo en esta casa. Y dice esta testigo que la tuvo por santa
en su vida porque la vió obras y palabras de tal, y en la muerte
también la tiene por santa, y que esto es muy notorio y público y
publica voz y fama. Y siendo repreguntada acerca de la dicha pre-
gunta y artículo dice lo que dicho tiene.
A la octava pregunta dice esta testigo: que pública voz y fama
entiende que es cuando muchas personas dicen una misma cosa, y en
56 PROCESOS

esto no solamente lo dice un pueblo sino muchos, y ha entendido por


cartas que la tienen por santa, g que esto es pública voz y íama, y sién-
dole leído a esta testigo este su Dicho, dice lo que dicho tiene y se ra-
tifica en ello, y lo firmó de su nombre.—Don Jerónimo, obispo de Sala-
manca.—/Wo^/a de San Angelo.—Pasó ante mí: E l Licdo. Juan Cas-
quer, notario apostólico.
PROCESOS 57

DICHO DE JUmü DE JESUS, C. D. (1).

A la primera pregunta dice cuanto a las preguntas generales:


que no le toca en deudo, y que esta teístigo es de edad dé cuarenta
años, poco más o menos, y siendo repreguntada por el Interrogatorio
dice lo que dicho tiene.
A la segunda pregunta dice: que en esta ciudad de Salamaíica
conoció a la dicha madre Teresa de Jesús por espacio de doce años,
poco más o menos, y por vista y conversación poco más de un año,
en tres veces que estuvo la dicha Madre en el dicho monasterio, y el
demás tiempo por cartas que escribía, así a esta testigo como al mo-
nasterio; y ha oído decir esta testigo, que fué monja profesa en el
monasterio de la Encarnación de la ciudad de Avila, y así lo oyó a re-
ligiosas del dicho monasterio; mas que no la vió con el dicho hábito,
ni sabe cuándo profesó ni sabe quiénes fueron sus prelados. Y ha
oído decir que fué de la ciudad de Avila, de gente principal y muy
siervos de Dios, y que su madre se llamaba doña Beatriz de Ahu-
mada, y su padre Alonso Sánchez de Cepeda, y que ha conocido a un
hermano de la dicha madre Teresa de Jesús, que se llamaba Pedro de
Ahumada, y a unía hermana suya, que se llamaba doña Juana de Ahu-
imadia, y a sus hijos de esta señora y a otros deudos de la Madre,
así en la Religión como fuera de ella, todos muy siervos de Dios, y
esto es muy público y notorio.
A la tercera pregunta dice esta testigo: que sabe que le hacía Nues-
tro Señor muchas mercedes y muy señaladas en la oración, y así lo
ha oído a muchas personas; que la vió una vez en el coro estando ofi-
ciando la misa quedarse en pie con un misal pequeño en las manos;
volvió después con gran disimulación, y estando así, como tiene dicho^
le quitaron el libro; no sintió quién. Y otra vez se acuerda esta tes-
tigo que siendo la hermana Isabel de Jesús recién venida a esta dicha
casa, la mandó llamar la dicha madre Teresa de Jesús, y dijo que
quería ver qué voz tenía, y ella cantó unas coplitas del sentimiento
de la ausencia de Dios, y con esto oyó decir que se había que-
dado la dicha Madre con Nuestro Señor por grande espacio arrobada,
y por el gran recato que había y por ser novicia no sabe más estai
testigo de lo que después pasó; y que la vió otro día ir a la portería,
y que le pareció aún no iba del todo vuelta en sí. Y dioe eslta testigo
que trató con la dicha madre Teresa de Jesús muy en particular cosas
de su alma, y que oon sus palabras tan santas y llenas de Dios
sentía grandísimo regalo y mucha satisfacción su ánima, y la ayui-

Esta religiosa, que soportó con ejemplar alegría las privaciones que hubieron
ae pasar las Descalzas primitivas de Salamanca, fué natural de Trillo, en el Obispado*
de ¡Mguenza. Fueron sus padres D. Juan Yánez y D a Juana Guerra. Profesó el 30 de
abrí de 1573. Murió el 29 del mismo mes de 1614. Mereció que la Santa le escribie-
se alguna vez. Estas cartas se han perdido. Declaró el 3 de enero de 1592.
')8 PROCESOS

daba oon mucho amor y cuidado de su alma, enseñándole muchas


oosa|s; y que hasta ahora se aprovecha de ellas, y ha oído decirlo a
muchas personas de fuera, y mucho más a sus hijas, y entiende esta
testigo que es pública voz y fama. Y sabe esta testigo que fundó
los monasterios de monjas Descalzas Carmelitas, así por haberlo oído
decir a la dicha M|adre y a otras personas de crédito, y que no la
acompañó a ininguna fundacióln, ¡mas que la vio ir de esta casa
para algunas fundaciones, para las cuales saco de aquí religiosas. Y
que iba acompañada con algunos sacerdotes muy siervos de Dios, y
también ha oído decir que llevaba Padres Descalzos Carmelitas otras
veces. Iba con gran recogimiento con sus mantos y velos negros gran-
des delante del rostro y con un coche o carro muy bien cubierto; lle-
vaba agua bendita g también ha oído decir llevaba un Niño Jesús
y un reloj de arena, y su campanilla pequeña; tañíala a tiempos!
a oración, y entonces decía fuesen un poco desviados los que allí iban, y
hasta los que iban a pie guardaban silencio; y era tan grande su
regocijo cuando tornaba a tañer para que pudiesen hablar, que era
para alabar a Dios. Cuando llegaban a las posadas tenían tomada
una pieza donde todas se recogían, y allí ponía l a dicha Madre su
portera para que tomase los recaudos como en los mismos monas-
terios, cubierta con su velo; allí rezaba el Oficio divino, y por de
fuera estaba la demás gente que acompañaba a la dicha Madre. H a
oído decir que fueron diecisiete monasterios los que la dicha Madre
fundó en su vida; dos enviando monjas, y los demás por su per-
sona. Y sabe esta testigo que el fin principal que tuvo en estas fun-
daciones fué la gloria de Dios, y así lo mostraba en sus palabras
y obras la dicha Madre, y lo ha oído decir a muchas personas de
mucha verdad y crédito, y para que estas siervas de Dios, siendo
tales como ella deseaba, se empleasen todas en pedir a Nuestro Se-
ñor por el aumento de su Iglesia, y por e l Papa y Cardenales y todos
los dernás ministros de ella, principalmente por los predicadores y
religiosos, que con sus letras, vida y ejemplo y sus oraciones la de-
fienden, y por nuestro Rey, y por todos los príncipes cristianos, y
por todos los capitanes y milicia cristiana que con sus personas
la defienden; y esto es lo que las monjas Descalzas profesan. Y tam-
bién entiende que fué su fin de la dicha Madre volver la primitiva
Regla a sus principios, porque con la clausura, y aspereza y peniten-
cia que en ella se profesa ayudase a la oración; y aunque no lo comu-
nicó con la dicha Madre, dice lo ha entendidio así, y esto mismo
entiende toda la Orden y mucha veneración de la dicha madre Teresa
de Jesús, y esto es público y notorio y pública voz y fama. Y repre-
guntada por el Interrogatorio acerca de este artículo dice lo que dicho
tiene, y que todo es muy notorio y público.
A la cuarta pregunta dice esta testigo: que algunas veces la vió
ejercitarse en oficios humildes, y cree que fueran muchas más si las
ocupaciones grandes que tenía la dieran lugar. Servía en el refectorio
,y hacía en él mortificación; y también ha oído decir que servía en
la cocina, y que de noche pensaba de qué manera les guisaría la oo-
mida a las hermanas que la pudiesen mejor comer, y barría las partes
más asquerosas de la casa, y esto era su contento. Y tenía gran respeto
PROCESOS 59

la Priora de la casa en que estaba y a la Supriora, y no quería hacer


^tmuna cosa de mayoría en ninguna parte, antes cuando le decían que
"o hiciese, respondía, que prelada tenían, que fuesen a €lla. Era grande
la caridad que tenía con las hermanas, particularmente con las en-
fermas; en desocupándose, luego iba para ellas y les hacía la cama
n otros regalos, y se los procuraba y las hablaba con mucho amor,
pareciéndole que todo era poco para emplearlo en su servicio, y así
mandaba a las que más contento daba a la enferma tuviesen cuenta
con ella. Esto era cuando la enfermedad era grande. Vió dar el hábito
a una esta testigo ij a otras dos hacer profesión, a las dos sin nin-
gún dote, y a la otra no con mucho, con grandísima alegría, por en-
tender eran tan siervas de Dios, que cuando esto veía no paraba en
interese humano, y esto hacía en cada fundación, porque decía que por
esta parte la ayudaba Dios; y era tan grande su contento cuando esto
hacía, que bien parecía era Dios el que la movía; y esto vió esta
testigo con las que ha dicho de esta casa. No se puede decir el
contento que mostraba cuando hablaba con algunas personas graves
de las virtudes de sus monjas; todo esto nacía de la mucha caridad
que Nuestro Señor la había dado. En las que veía que no eran para
la Religión, aunque eran deudas suyas, no las admitía en ella ni las
dejaba, aunque estuviesen en el monasterio; por hacer esto se le
ofrecían hartas ocasiones de ejercitar la paciencia. Esta tenía mucha
en los trabajos y contradicciones que se le ofrecíain, así en las fundacioi-
nes como en otros trabajos que se le ofrecían en la Orden, y en las
muchas enfermedades que tuvo, y las muchas murmuraciones de mu-
chas personas. Y diciéndole una hermana que había de tener mucha
gloria por el bien que hacía a las almas que venían a esta Re-
ligión, ella le respondió con mucha humildad: si entendiese que sola
una por este medio se ha salvado, sería grande mi gozo; mas en esto
yo no hago nada porque todas eran buenas. De esto era muy amiga
de la pobreza, y así no quisiera que ningún monasterio tuviera renta,
y así en el vestido como en las demás cosas que usaba, mostró
siempre el amor que tenía a esta virtud. E n la penitencia dice esta
testigo, que con todas las enfermedades que tenía, traía estameña y
dormía en un jergón de paja, y tornaba recias disciplinas y traía
ásperos cilicios, y a los principios ha oído decir que traía túnicas
de jerga o saylal a raíz del cuerpo. Dice que lo oyó esta testigo, porque
era tanto el cuidado de la dicha Madre que tenía en esconder estas
cosas, que pocas podrán hablar de otra manera. La pureza de su
alma y de su cuerpo era tanta, que géndole a preguntar una hermana
una cosa de una tentación sensual, la dijo: hija, eso trátelo con quien
Jo entienda, que como no ha pasado por mí, no la sabré decir nada.
En la obediencia era muy recta y muy puntual en todo lo que man-
daban los prelados, y ha oído decir esta testigo, que llegándose unq
vez a comulgar, le dijo el prelado que se apartase y que llegase
otra hermana; ella lo hizo con todo el gran deseo que tenía de recibir
a Nuestro Señor. Y así en otras cosas que le mandaban los prelados,
que fuese el tiempo que fuese, no dejaba de cumplirlo, cuando se
lo mandaba el prelado, como se vió, a lo que ha oído decir, en Me-
ma del Campo, enviándola a decir que saliese luego de allí, y siendo
60 PROCESOS

la noche asperísima salió luego con ser muy tarde. Sería alargarme
mucho decir lo mucho que hay de esta virtud, y así se remite esta
testigo al libro que tiene compuesto e impreso el padre doctor Fran-
cisco de Ribera, de la Compañía de Jesús, de la vida y milagros
de la dicha Madre. Y dice más esta testigo, que por las muchas vir-
tudes que en la madre Teresa de Jesús resplandecieron g las obras
tan admirables que en ella se veían, mostraba bien ser enseñada de
Dios, por lo cual la tuvo y tiene por santa, y por haberlo oído decir,,
a muchas personas de gran crédito de su vida y costumbres ser muy
loables, así de las religiosas de su Orden como de otras personas
religiosas, así Padres de la Orden como de otras. Que de vista y
de oídas sabe esta testigo qm la madre Teresa de Jesús tuvo otras
virtudes y dio muy buen ejemplo, así con sus obras como con sus
palabras, y que trajo muchas almas al servicio de Dios; g que su
vida y costumbres fueron de gran perfección. Los libros que escribió
la dicha Madre sabe esta testigo que fueron cuatro; uno de su Vida,
que le vió esta testigo escrito de su mano, que nos le mostró el pa-
dre fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, siendo provincial,
el que se intitula Camino de Perfección, trasladó la hermana Isabel
de Jesús del original, de letra de la dicha Madre. Y sabe esta tes-
tigo hacía grandísima luz a las almas, y esto sabe por experien-
cia así del provecho que la hacía a l a suya como de otras que ha
oído decir, y de otras muchas; y particularmente por haberlos leído
vinieron poco tiempo ha dos hermanas a esta casa. También ha oído
decir que un deudo suyo, que también está para entrar en Religión,
que de rodillas leía los dichos libros, particuliarmente a religiosas y
religiosos y gente de letras, y grande el provecho que dicen que sien-
ten con los dichos libros, y los muchos que han entrado en Religión
por esta causa, y particularmente en esta Religión del Carmen; y
personas seglares siervos de Dios la llaman nuestra madre Teresa
de Jesús por el gran bien que han sentido sus almas oon los dichos
libros. También a personas muy doctas y muy siervos de Dios ha
oído en los sermones acotar con sus libros y santa vida, y en escue-
las ha oído decir algunos lo han hecho, y aunque entiende esta test-
tigo que son muchos, nombrará los que se acuerda: el padre maestro
fray Domingo Báñez, catedrático de Prima, de la Orden de Sto. Domin-
go; al padre doctor Francisco de Ribera, de la Compañía de Jesús, y
al padre fray Luis de Santa María, de San Jerónimo, digo de la
Orden de San Jerónimo, y esto sabe que es muy público y notorio, pú-
blica voz y fama, y lo propio dice que tiene dicho siendo repregun-
tada acerca de la susodicha pregunta, que no sabe más.
A la quinta dice esta testigo: que sabe y ha oído que pasó la ma-
dre Teresa de Jesús muchos trabajos y persecuciones, y las que más
sentía eran las de siervos de Dios, que a los principios, como no en-
tendían su espíritu, lo juzgaban por del demonio, y así pasó grandes
trabajos con los confesores. Y en las fundaciones también pasó mu-
chas contradicciones y pobreza, que había día que no había sino solo
un huevo para todo el convento, y por comedimiento nadie lo comía.
Y particularmente en esta casa ha sido grande la pobreza que se pa-
saba, y siendo tnuy tarde decía a la portera que pidiesen a Nuestro
PROCESOS 61

ñor les enviase de comer, y Su Majestad lo proveía como padre,


Cesto era muchas veces. Y con su grande fe nuestra madre Tereisa
de Jesús decía con mucho oontento: no hayan miedo, mis hijas, que
les falte; no merecerán ellas que les haga Nuestro Señor tanta merced
que mueran de hambre por E l : y sabiendo la poca ración que por
esta causa se daba, y que no era bastante para el sustento, mandó
a la provisora se añadiese alguna cosa más, diciendo: no haya mies-
do que les falte, y fué así, que Nuestro Señor lo iba remediando. Con
un caballero de esta ciudad pasó mucho trabajo, porque después de
haber concertado la casa y gastado muchos dineros, contradijo la
facultad que se pedía en Madrid para venderla por ser de mayoraz-
qo, y había quedado concertado la había de sacar la dicha Madre, y
por esta ocasión sucedieron muchos pleitos y desasosiegos, y anduvo
este convento con mucho trabajo, de casa en casa, y estar mucho tiem-
po sin Sacramento, que era lo que mucho sentía; y así entendía que
se había de servir mucho Nuestro Señor en esta casa, pues tanto
rabiaba el demonio. Y que dijo una vez un prelado, que, pues no se
hallaba casa que conviniese, que si una de que se trataba no se corif-
certaba, se habían de repartir las monjas en otros monasterios. Pro*-
veyó Dios Nuestro Señor y su Santísima Madre de otra manera, y
sería alargarme mucho decir lo mucho que la dicha Aladre padeció, y
así me remito a los libros y al del padre doctor Francisco de Ri-
bera. Sus enfermedades fueron grandísimas, y llevábalas no sólo con
paciencia, mas con mucha alegría; y decía cuando estaba con gran
calentura se vengaba de su cuerpo; decía se las daba Nuestro Señor
cuando no tenía que hacer en las casas. Diciéndole una hermana que
la enseñase a ser santa, dijo: sí haré, mi hija, que ahora tengo
de hacer una fundación y la llevaré allá y allá se lo enseñaré, y fué
así, que la llevó. Y como después a la dicha hermana se le ofreciesen
algunos trabajos y se los dijese a la dicha Madre, le dijo: hermana
¿pues ella no rae dijo que la ensieñase a ser santa? pues sepa que
así lo ha de ser; dándole a entender que en el padecer trabajos
por Dios estaba la santidad, y así entiende esta testigo que lo llevaba
por la gloria de Dios, y porque en sus obras y palabras se mostraba;
y lo sabe toda la Religión y otras muchas personas. Y así entiende es
muy público y notorio, y dice lo que dicho tiene, siendo repreguntada
acerca del artículo de arriba, y que es muy público y notorio todo
y pública voz y fama.
A la sexta pregunta dice esta testigo: que estaba en este monas-
terio de Salamanca cuando oyó decir que Nuestro Señor la había
llevado a la dicha madre Teresa de Jesús en el monasterio de Alba,
día de San Francisco, entre las nueve y las diez de la noche, y cstabai
alia el padre fray Antonio de Jesús, primer fundador de los Padres
Carmelitas descalzos, y su compañero, el padre fray Tomás de la
Asunción, y las religiosas del dicho monasterio, y que ellas sabrán
bien lo que en su muerte pasó, y a ellas y a los que la vieron se
remite. Ha oído decir que Nuestro Señor obró grandes misericordias
en su muerte, y que quedó el cuerpo con grande hermosura y con un
o or muy suave, y s!abe esta testigo que no le embalsamaron el cuer-
po y que se halló sjn corrupción, y un paño de sangre incorrupta que
62 PROCESOS

se halló en él, de lo cual ha visto y tenido esta testigo algunos


paños, y tamblién de los del óleo que sale del dicho cuerpo. H a oído
decir que está entero, y que lo que tiene en la nariz no fué siinoi
que se quebró una tabla de la dicha caja con el peso que tenía en-
cima g se le abajó un poquito hacia abajo. Y esto ha oído decir esta
testigo, y que es muy público y notorio y pública voz y fama y dice
lo que dicho tiene siendo repreguntada por el Interrogatorio.
A la séptima pregunta dice esta testigo: que ha oído decir a mu-
chas personas dignas de fe y crédito, que ha obrado Nuestro Señor
muchos milagros por medio del cuerpo de la dicha madre Teresa de
Jesús, y con los pañitos de óleo que salen de él, y que es grande
la devoción que muchas personas tienen a la dicha Madre, y así eflr
vían a este monasterio por los dichos paños. Y por medio de los
dichos paños ha obrado Nuestro Señor muchos milagros, sanando mu-
chas enfermedades, como lo dirán los mismos. Y ha oído decir a un
Padre de la dicha Orden del Carmen, que con un poquito de carne
de la dicha Madre se le había quitado un dolor muy recio; llámase
el dicho padre fray AIOMSO de la Paz. También ha oído decir al
padre doctor Francisco de Ribera, de la Compañía de Jesús, que
con un pañito de la dicha Madre se le había quitado un dolor. Y la
madre Ana de la Encamación, priora de esta casa, tenía la garganta
muy apretada por ocasión de en tiempo pasado habérsele caído las
quijadas, y así padecía mucho, que había de comer las cosas ta^
desmenuzadas como un pajarito, y con todo eso cualquier cosa que
se le atravesase le ponía en mucho extremo, y fué Nuestro Señor ser-
vido, que poniéndose una cinta de cuero con que la madre Teresa
de Jesús dormía, se ha sentido después acá buena y no tiene ese
trabajo cuando come. Y dice esta testigo que le dio una postema en
la garganta, que le duró mucho tiempo y padeció mucho trabajo, y se
le hicieron grandes remedios, y ninguno le aprovechó, ni podía comer
ni tragar saliva, y dándole el Santísimo Sacramento, porque le pa-
recía al doctor que estaba muy peligrosa, porque le habían de dar
un botón de fuego, y al cirujano le parecía lo mismo, porque si
acertaba a dar en alguna vena, moriría, y cuando pasó el Santísimo
Sacramento se oyeran en otra celda los gritos que dio cuando le pasó
por el gran dolor que sentía, y así la dicha testigo se encomendó mu-
cho a Nuestro Señor y a la Santa Madre, que se lo alcanzase de Su
Majestad, porque era grande el miedo que tenía, y así se puso un
pañito del óleo de la dicha madre Teresa de Jesús, y con él fué
Nuestro Señor servido que se le abrió. Y cuando vino el cirujano se
maravilló de hallar abierta la postema, porque estaba como una pie-
dna, y así fué mejorando hasta que ha quedado buena, y esto vieron
todas las religiosas de esta casa. Y otros muchos milagros ha oído
decir esta testigo, por lo cual la tienen por santa, y así es público y
notorio, y esto responde a esta pregunta. Y siendo repreguntada por
el Interrogatorio, dice que ha oído que hizo Nuestro Señor algunos mi-
lagros en vida de la dicha madre Teresa de Jesús por su intercesión,
así con un sobrinito suyo como con otras personas; y a una reli-
giosa de esta casa que yendo con la dicha Madre en un coche, cayó
de él, y le pareció habían pasado las ruedas sobre ella, y que así
PROCESOS 63

le quedó el pie con mucho dolor por muchos días, g que el no hacér-
sele pedazos ni hacérsele en él ninguna lesión fué por ir allí la dicha
madre Teresa de Jesús, y así entiende esta testigo, que muchos la
tienen por santa, y que la reverencian como a tal. También ha oído
decir y visto esta testigo, que traía el padre fray Juan de las Cuevas,
de la Orden de Sto. Domingo, que ahora es confesor del Príncipe
Cardenal, un dedo de la madre Teresa de Jesús puesto en un relicario,
y otro al padre fray Jerónimo Gracián, que estaba del color de un
dátil y con lindísimo olor, y por esto y por otras muchas cosas sabe
esta testigo es tenida por santa y por tal reverenciada, y es públida
voz y fama.
R la octava pregunta dice esta testigo: que entiende que pública
voz y fama es cuando muchos dicen una misma cosa en un pueblo
y así en esto lo será, pues lo dicen muchos, y esto responde cuanto
a esta pregunta. Y siéndole leído este Dicho, dijo que se ratificaba en
él, y ¡no lo firmó de su nombre porque dijo que no sñhla.—Don Jeró-
nimo, obispo de Salamanca.—Pasó ante mí: E l Licdo. Juan Casqwer,
notario apostólico.
6^ PROCESOS

DICHO DE ISKBEL DE SAN JERONIMO, C. D. (1).

A la primera pregunta dice esta testigo cuanto a las preguntas


generales: que no le toca en deudo, y que es de edad de cuarenta años,
poco más o menos, y siendo repreguntada por el interrogatorio dice lo
que dicho tiene.
A la segunda pregunta dice esta testigo: que conoció en la villa
de Alba a la dicha madre Teresa de Jesús en su monasterio, y en
este de Salamanca por espacio de once años y como cuatro meses en los
dos monasterios por vista y conversación, y que sabe que fué la ma-
dre Teresa de Jesús de la ciudad de Avila, de gente principal, caba-
lleros hijosdalgo, y que conoció a una señora hermana suya, que se lla-
maba D.a Juana de Ahumada, y a sus hijos y a otros deudos suyos,
y en la Religión como fuera de ella muy siervos de Dios. Y tiene por,
cosa cierta que fué monja profesa en el monasterio de la Encarnación
de Avila, y aunque no la vió con aquel hábito, lo ha oído a personas
de fe, a la madre Ana de la Encarnación, priora que ahora es en este
monasterio y prima de la dicha Madre, y entonces estaba en la En-
carnación con la dicha Madre; y a María del Sacramento y a Juana
del Espíritu Santo, monjas profesas en el dicho monasterio, y después
salieron a ayudar a la madre Teresa de Jesús en estas fundaciones,
y esto es muy notorio y pública voz y fama.
A la tercera pregunta dice esta testigo: que sabe que tuvo gran-
des mercedes y dones de Dios en la oración y fuera de ella, y así por
haber tratado con ella cosas de su alma, y haber quedado con la sa-
tisfacción y consuelo, como por haberlo oído a otras personas, como
por haberla visto vivir una vida tan santa y sin extremos, sino muy
llana y verdadera, y esto entiende esta testigo ser muy público y no-
torio. Y que sabe que comenzó a fundar estos monasterios de Carme-
litas Descalzas por haberlo oído a personas de mucho crédito y ver-
dad, y a religiosas que ayudaron a la dicha Madre a ello, y así lo
dicen los libros de la dicha Madre. Y dice esta testigo que no la
acompañó en las dichas fundaciones, mas que desde Alba la vió ir a
la de Segovia, y que iba en un coche de la Duquesa y con gran
recogimiento, y que iba con ella Julián de Avila, un sacerdote muy
siervo de Dios y capellán de las monjas de Avila, y su sobrino D. Gon-
zalo, y otros siervos de Dios, y que hacía las fundaciones por orden
de sus prelados. Y dice esta testigo que hizo la dicha Madre en su
vida diecisiete monasterios; los dos enviando monjas, y los quince por
su persona, y que hay ahora treinta monasterios. Que el haber sido su

1 Declaró a 3 de enero de 1592. Hermana de velo blanco y profesa de Alba de


Tormes, solía decir de ella la Santa que de buena gana quitaría el velo negro a al-
gunas religiosas y se lo daría a la hermana Isabel. Señalóse por su mucha caridad y
apacibilidad, y por eso se la llevó la M . Fundadora a Salamanca donde había mu-
chas enfermas. Murió, a los ochenta años, el 9 de septiembre de 1631.
PROCESOS 65

principal intento restituir la Regla antigua a sus principios muestra


bien el modo de vivir que puso en los dichos monasterios, tan guiado
ñor ella; y el haber sido su fin principal la gloria de Dios muestra
bien que su principal intento de fundar estos monasterios fué que, sien-
do las monjas tan siervas de Dios como ella las figuraba, ayudasen con
sus oraciones a la Iglesia;; y así éste es el principal intento que tienenj
las monjas Descalzas Carmelitas, y toda la Orden tiene así entendido, y
la veneran y reverencian por santa con mucha razón y verdad, y esto
es pública voz y fama, y dice lo que dicho tiene, siendo repre-
guntada.
A la cuarta pregunta dice esta testigo: que vio resplandecer esta vir-
tud de la humildad en la madre Teresa de Jesús y ejercítase en ella
en cosas grandes y pequeñas; en grandes, hay 'ejemplo en las que en-
señó en las Constituciones y modo que dió de vivir y guardó con tanta
estrechura, que parece que es todo lo que con la vida humana se
compadece. De esta virtud la vió hacer, y ha oído decir a otras her-
manas que la trataron más tiempo; y particularmente mostraba bien esto
en que, estimándola tanto muchas personas grandes y muchas g muy
principales, hacía tan poco caso de todo lo que no era ayudarla a ayu-
dar al servido de Dios, que en interviniendo esto no había aceptación
de personas, que fuesen grandes o pequeñas, y aquí se muestra bien
ia gran caridad que tenía y ejercitaba mucho con personas de todos
estados, de lo cual hay muchos testigos, y de! gran bien que les ha-
cía en sus necesidades, ayudándoles con sus palabras y oraciones, y
en particular con sus monjas. Trataba a las novicias con palabras muy
amorosas, y recibía algunas de limosna, y otras con tan poco, que se
podía decir. Así oyó decir esta testigo a la dicha Madre, que había
recibido once en Toledo de limosna, y, si ella pudiera, así quisiera que
fueran todas. Estimaba mucho las virtudes de sus hijas y reprendíales
las faltas muy sin disimulación. Tenía lindo natural en extremo; un
rostro tan compuesto y apacible, que mostraba bien la presencia de
Dios que traía. Vióla esta testigo con grandes efectos de todas las
virtudes, por donde echaba de ver cuán entregado estaba su corazón
a la divina voluntad. Los dones y mercedes que recibía de Nuestro Se-
ñor fueron grandes, según sus libros lo muestran y lo que ha oído
esta testigo a sus confesores, que son los que de esto más pueden
saber; y también lo ha oído decir a otras religiosas que la trataron
más tiempo, cosas muy particulares que no podía esconder, porque tenía
en esto mucho cuidado. Oyó decir esta testigo a una religiosa, que en-
trando una vez en su celda, la vió el rostro todo inflamado, y hacíala
señal que se fuese, y no fué en su mano hacerlo tan presto, y la Madre
por esto la reprendió. Vióla una vez esta testigo en la huerta con su
rosario en la mano. Díjola una hermana: ¡Oh, Madre!; y ¿cómo está
Vuestra Reverencia amando a Nuestro Señor?, y ella la respondió: Dé-
jense esas maneras de hablar, que yo deseo hacer la voluntad de Dios.
Dice esta testigo que la vió ser muy amiga de la soledad, y gustaba
mucho cuando iba a partes donde no era conocida por gozar más
de ella, y así procuraba en estos monasterios hubiese ermitas donde las
hermanas se pudiesen apartar algunas veces, y en lo dicho y en todo
lo demás que vió en ella, esta testigo dice la tuvo y tiene por santa.
5
66 PROCESOS

Y sabe que escribió cuatro libros: los dos vio de la propia letra de
la madre Teresa de Jesús, y en sus manos el de Las Moradas, y el que
se llama Camino de Perfección; el de la Vida de la dicha Madre tam-
bién sabe ser suyo propio y el de Las Fundaciones, y el espíritu que
vió en la dicha Madre esta testigo muestran b/en sus palabras de los
dichos libros; y el gran provecho que han hecho a todos estados de
gentes es muy público y notorio. Y siéndole repreguntada por el temor
del Interrogatorio dice lo que dicho tiene, y ser pública voz y íaraa.
A la quinta pregunta dice esta testigo: que sabe que padeció muchos
trabajos interiores, y con sus confesores y personas espirituales, y mu-
chas contradicciones y murmuraciones, particularmente en estas funda-
ciones de sus monasterios, allanando dificultades con razones humanas,
por no descubrir lo que Nuestro Señor le mandaba. Oyó decir esta
testigo a una compañera de la dicha Madre, que se llamaba María del
Sacramento, que había andado dos años con la dicha Madre en estas
fundaciones, ser grandes los trabajos y pobreza que padecía muchas
veces, faltando lo más necesario, y todo lo llevaba con grande con-
tento, no dejando perder ocasión en que ella pudiese haoer a Nues-
tro Señor algún servicio. Y no se contentaba su generoso ánimo con esto,
sino que oyó decir esta testigo, que deseó ser martirizada por Dios,
porque en esto del padecer tenía un ánimo invencible; parecía bien
dado de Dios; y la paciencia grande que tenía en las enfermedades,
que las tenía grandes, y no era menor la alegría con que las llevaba.
Oyó decir a la misma Madre esta testigo, que había traído un año
calentura, siendo priora en la Encarnación de Avila, y que ni había
estado en la cama, ni faltado en la comunidad ni en los negocios de
aquel convento, que, por ser tantas las monjas, eran muchos, ni tam-
poco a los de sus monasterios. En la penitencia la vió con mucho rigor
esta testigo, y oyó decir a la dicha madre María del Sacramento y a
la madre Juana del Espíritu Santo, que la conocieron en la Encarnación
a los principios de estas fundaciones, la mucha aspereza y rigor con
que iba en cosas de obediencia. También se le ofrecieron trabajos, mas
era tan pronta en esta virtud, que no los tomaba por tales. Tres años
antes que muriese, estando para partirse de esta casa, juntó a todas
las monjas de ella, y entre muchas amonestaciones y avisos que les dió,
les encargó mucho la guarda de la Regla y Constituciones, y obediencia
y claridad y llaneza con los prelados. Y también les oyó decir les
había dicho, que temía que como habían dado en esta bobería de
decir que era santa, temía la habían de dejar padecer mucho en purga;-
torio, que no lo hiciesen así, sino que la encomendasen a Dios como
una gran pecadora; que si supiesen cuál era, si no fuese por no ofender
a Dios, la arañarían todas la cara; y que no se engañasen por ver
esos monasterios, que eso era obra de Dios, y no había que agradecerle
a ella. Decir las cosas que Dios obró en la madre Teresa de Jesús sería
no acabar, y así se remite esta testigo al libro del padre doctor Fran-
cisco de Ribera, donde tan al vivo está retratada con tanta claridad y
verdad, que todo lo llevaba por la gloria de Dios la dicha Madre, y
esto entiende esta testigo es muy público y notorio. Y siendo repre-
guntada sobre este artículo dice lo que dicho tiene, y es pública voz
y fama.
PROCESOS 67

A la sexta pregunta dice esta testigo: que no se halló a la muerte


de la dicha madre Teresa • de Jesús porque estaba en el monasterio de
Salamanca, y la dicha Madre murió en el de Alba, entre nueve y diez de
la noche, día de San Francisco, y que ha oído decir muchas cosas de
su muerte, la hermosura con que quedó y con suavísimo olor el apo-
sento. Y esto oyó decir a un Padre de la Orden que se halló allí, y en
lo demás se remite esta testigo a los que la vieron y a las religiosas
de aquella casa, y sabe que no la habían embalsamado. Y que ha oído
decir que el cuerpo estaba entero y sin corrupción, y que hallaron en él
un paño de sangre incorrupta que tenía muy suave olor, y ha visto
algunos paños de la sangre dicha, y otros del óleo que sale del cuerpo
de la dicha madre Teresa de Jesús. Y que al padre fray Antonio de
Jesús y a su compañero, que se hallaron presentes, lo oyó decir, y al
padre fray Gregorio Nacianceno, que era entonces prelado, y a otros
muchos religiosos, y a unas religiosas de esta casa que fueron a
fundar lo escribieron, y otras muchas personas que lo han visto, y el
brazo de la dicha Madre; y esto es lo que sabe acerca de esta
pregunta y que es público y notorio, y dice lo propio siendo repregun-
tada acerca de esta pregunta que dicho tiene, y que es pública voz y
fama,
A la séptima pregunta dice esta testigo: que ha oído decir a la
madre Ana de la Encarnación, priora que es al presente de este mo-
nasterio, que estando en Medina del Campo se le atravesó una espina
de un pez en la garganta, que la puso en mucho trabajo, y que apre-
tándose una cinta de cuero de la dicha madre Teresa de Jesús, y pi-
diéndola suplicase a Nuestro Señor la librase de aquel peligro, apretó la
cinta y luego echó la espina. Y dice más esta testigo: que estando la
dicha madre Ana de la Encarnación antes de esto en esta casa por
priora, estuvo aquí la madre Teresa de Jesús, y tenía la madre Priora
un apretamiento de quijadas que le había quedado de una enfermedad
muy recia; y oyó decir esta testigo a la madre Teresa de Jesús le
daba mucho cuidado verla así y pena; fué desde entonces notable la me-
joría que tuvo; cree esta testigo fué por Tas oraciones de la dicha
Madre. Y después de su muerte de la dicha madre Teresa de Jesús
entiende esta testigo acabó de tener salud. Otros muchos milagros ha
obrado Nuestro Señor por medio de los dichos pañitos de la dicha
Madre de los del óleo, así en hermanas de esta casa como en otras
personas. Y particularmente una hermana de esta casa, que se llama
Ana de la Trinidad, la ha oído decir que tiene por muy cierto, que por
medio de la dicha Madre la libró Dios de un dolor de costado recio
que tenía, poniéndose un pañito de los de la dicha madre Teresa de
Jesús, y pareciólo así en ser tan súbito la mejoría. Y dice esta testigo
la ha tenido muy favorable en vida y en muerte en las necesidades de
su alma. Y también ha oído decir hizo en vida Nuestro Señor por ella
algunos milagros, y así esta testigo en vida y en muerte la tuvo por
santa, y todas las que la conocieron y conocen la tuvieron y tienen por
santa, y esto entiende esta testigo que es muy público y notorio, pública
voz y fama. Y siendo repreguntada conforme al Interrogatorio dice lo
que dicho tiene.
68 PROCESOS

A la octava pregunta dice esta testigo: que entiende ser pública


voz g fama cuando muchos dicen una misma cosa, g esto es lo que
sabe acerca de todo lo que le han preguntado, g siéndole leído este
Dicho, dijo que se ratificaba en él g lo firmó de su nombre—Dora Je-
rónimo, obispo de Salamanca.—Isabel de San Jerónimo. —Pasó ante mí:
E l Licdo. Juan Casqaer, notario apostólico.
PROCESOS 69

DICHO DE D H M I M f i D E JESUS, C. D. (1).

A la primera pregunta, cuanto a las preguntas generales, dijo: que


no le tocaba en deudo, y que esta testigo es de edad de treinta y
ocho años. Y siendo repreguntada por el Interrogatorio dice lo que
dicho tiene, y que es público y notorio.
A la segunda pregunta dice esta testigo: que oyó decir, habrá die-
ciséis años, dentro en Madrid en la Casa Real y fuera de ella a mu-
chas personas de diferentes estados, g las más principales, y de santa
vida y mucho crédito, a quien no tenía la dicha testigo por personas
de encarecimiento sino de suma verdad, y con ella las oyó decir gran-
des alabanzas de la santidad y religión de la madre Teresa de Jesús,
con las cuales la movieron a entrar en su Religión. Y le parecía a la
dicha testigo que, aunque no hubiera sino sola una casa en cabo del
mundo, la fuera a buscar para servir a Dios tan de veras como le
significaban, y confiesa haber hallado toda verdad y más de lo que
le dijeron; en particular oyó decir esta testigo a una señora, llamada
D.a Ana de León, y a todas sus criadas, que eran siete u ocho; esta
señora era doncella y tenía su casa como un monasterio. Estuvo la
madre Teresa de Jesús en casa de esta señora cuando fué a Madrid
a tratar de la fundación de monjas, aunque por entonces no se acabó
nada porque no quiso dar el Arzobispo de Toledo licencia. Dejó en
aquella casa la madre Teresa de Jesús con su buen ejemplo mucha edi-
ficación, oración y santidad, desprecio de mundo y deseos de Dios;
en particular una de aquellas criadas dijo a esta testigo, que de sólo
mirarle al rostro, se le habían mudado todos sus pensamientos, que an-
tes eran de mundo y vanidades, y en un punto se los volvió en
desprecios del mundo y deseos de Dios; y de religiosa esta doncella
se llamaba Teresa de Cáceres. Más oyó decir a D. Luis Manrique, l i -
mosnero mayor de la Majestad Real, que si a todo su linaje de mujeres
les diera Dios deseos de ser monjas en los monasterios de la madre
Teresa de Jesús, que les ayudara cuanto pudiera a sus buenos deseos;
Y si algunas hijas de gente honrada y pobres les daba Dios estos de-
seos, procuraba de dotarlas, y a una doncella que esta testigo tuvo
en su casa, le dió cuatrocientos ducados para este mismo efecto; g para
este monasterio de San José de Salamanca dotó dos hermanas, como lo
saben y dirán todo el convento, y al presente está en él una de ellas,
que se llama Ana de la Madre de Dios. Más oyó decir a muchos
Padres de la Compañía de Jesús y en particular, al padre Castro y al
padre doctor Ramírez les oyó decir, que a la madre Teresa de Jesús

1 Declaró el mismo día que la anterior. Llamóse en el siglo Mariana de Esco-


d 1^ natUral de Madrid- Profesó en las Descalzas de Salamanca el 3 de diciem-
re de 1583 y murió el 11 del mismo mes del año de 1625, Fué varias veces supriora
«e la comunidad.
70 PROCESOS

tenían por mujer santa, y que sus palabras y modo de proceder y


acciones, condición y ejemplo todo era de. santa maciza, y que algún
día vería esta testigo cómo la decían verdad, y as.í lo ha creído y visto,
y es pública voz y fama ser así verdad. Más oyó decir a D.a María
de Aragón, dama de la reina D.a Ana de Austria, y a D.a Isabel de
Velasco, de la cámara de la misma Reina, y a la Duquesa de Alba,
D.a María Enrique, y a otras muchas señoras en cualquiera conver-
sación que se ofreciese tratando de la madre Teresa de Jesús; oía
decir de sus virtudes y santo modo de proceder, y esto sabe ser pú-
blica voz y fama años antes que muriese la madre Teresa de Jesús.
Y ha oído decir ser público y notorio ser natural de Avila, y haber
sido monja en el monasterio de la Encarnación de la misma ciudad;
ha oído decir que de allí salió a fundar los monasterios de Jas monjas
Carmelitas Descalzas con licencia de sus prelados, y sabe que es esto
pública voz y fama.
Sobre el tercer artículo dice esta testigo: que ha oído decir tuvo
la madre Teresa de Jesús particulares dones de Dios en la oración, y
que en la oración le enseñaba el Señor su voluntad en lo que había
de hacer acerca de las fundaciones, y con ser enseñada de Dios, nunca
se determinaba sin parecer de sus prelados. Oyó decir esta testigo a
fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, que entonces era su
prelado, que habiéndole Dios enseñado en la oración a la madre Te-
resa de Jesús el modo cómo se hiciese una fundación, el prelado le
dijo que no quería que se hiciese de aquel modo sino de otra manera
bien diferente. Respondió luego la Madre: Así, Padre, será lo más
acertado. De allí algunos días por probar su virtud le dijo el prelado:
Pues, cómo. Madre, ¿no rae dijo que había tenido revelación sobre
este negocio? y siendo tan diferente lo que yo digo ¿cómo me dice ser
mejor que lo que Dios le revela? Respondió la Madre: en la revelación.
Padre, puédeme yo engañar, mas en la obediencia no, en ninguna ma-
nera. Ha oído decir esta testigo a la madre Isabel de Jesús, monja en
el dicho monasterio, que la acompañó para ir a algunas fundaciones,
que iba la madre Teresa de Jesús por los caminos y estaba en las
posadas con mucha honestidad, recogimiento y oración, como si estu-
viera en los conventos, y que pasaba por los caminos muchos trabajos,
necesidades; y llegando a los pueblos adonde se había de fundar, mu-
chos más de contradicciones, murmuraciones, hambres y pobreza, y todo
lo pasaba la madre Teresa de Jesús con gran disimulación y ánimo por
sola la honra y gloria de Dios, y recibía gran contento en acabándose
cualquier fundación, porque había una casa más adonde fuese servido
y adorado el Señor en el Santísimo Sacramento. H a oído decir esta
testigo a muchas monjas de este convento, que la madre Teresa de
Jesús era muy devota de muchos santos, y en particular de Nuestra
Señora y "de San José, y que les hacía fiesta con la mayor solemni-
dad que podía, y esto sabe que es pública voz y fama, y sus libros
lo muestran.
Sobre el cuarto artículo dice esta testigo: que ha oído decir a
doce monjas de este convento, que la madre Teresa de Jesús tenía todas
las virtudes con gran resplandor y ejemplo, con ejercicio de ellas.
Era muy obediente a sus prelados, muy caritativa con las necesitadas y
PROCESOS 71

f rnias, muy amiga de la pobreza; tenía mucha mortificación y hu-


eildad- tomaba consejo de las menores del convento adonde estaba;
procuraba de acomodarse con lo que le decían y "agradecérselo; servía
algunas veces en refectorio; lavaba los platos y barría los corrales y
hacía otros ejercicios humildes; acudía con mucha caridad y gracia a
consolar los desconsolados y afligidos, todos los que trataban con ella
salían de su conversación con mucho consuelo y provecho de sus aJ-
mas. En el exterior tenía gran disimulación y ninguna hipocresía. Una
vez, hablando con ella un siervo de Dios, a quien se ia habían alabado
por muy santa, viendo su exterior, le dijo: Mire, Madre, ella bien
puede ser santa, mas a mí no me lo parece. Ella respondió con grande
alegría: píos se lo pague y yo, que dice la verdad; él me ha co-
nocido; y por estas virtudes que vieron en ella, la tuvieron y tienen
por santa, y es pública voz y fama. Era muy penitente y nunca estaba
ociosa, o escribiendo u orando o haciendo obras de manos. Enseñaba
las virtudes con grande suavidad, siendo dechado perfectísimo de todas
las virtudes. Todo esto ha oído decir esta testigo a las doce monjas
arriba dichas por tiempo de algo más de nuevo años que ha que está
en el dicho convento, y estas monjas la trataron. Sabe la dicha tes-
tigo por experiencia, y de oídas y por cartas, que sus libros de la
madre Teresa de Jesús han sido y son de mucho provecho y edificación
de las almas. Sabe que son cuatro: el de la Vida y Camino de Per-
lección y de Las Moradas y el de Las Fandaciones. Sabe que se los
mandaron escribir sus confesores, a quien siempre fué muy obediente;
esto ha oído decir y es "pública voz y fama, en particular a algunas
monjas de este convento. Y que una trasladó el libro del Pater nosier
llamado Camino de Perfección, que se le dió la madre Teresa de Jesús
escrito de su misma letra para trasladarle, y la misma que le trasladó
se le dió a esta misma testigo para que le leyese, y leyó en él mucho
tiempo antes que estos libros fuesen impresos de molde, y leyó en él
y sintió en su alma muchas fuerzas y determinaciones para el servicio
de Dios; y todas las veces que lee en cualquiera de estos libros siento
lo mismo. Y sabe por cartas de amigas suyas el grande provecho que ha
hecho en sus almas y hacen cada día después que se imprimieron. Y en
particular le han escrito a esta testigo acerca de este aprovechamiento
D.a Mariana de Mendoza, dama de la infanta D.a Isabel Clara de
Austria, y la dicha D.a Mariana, hija de D.a Ana de Mendoza, aya
de nuestro Príncipe, que Dios guarde, y a D.a María de illnedo, de
la cámara de la misma Infanta, y a otras señoras de la Casa Real y
fuera de ella. Sabe esta testigo por sus cartas de las mismas perjsonas
el mucho provecho que ha obrado Dios en sus almas por haber leído
en los dichos libros, dándoles Dios grandes deseos de dejar el mundo
y entrarse en Religión, y las que al presente no lo pueden poner por
obra por algunos inconvenientes, viven conforme a su estado, con mucha
perfección y edificación de sus amigas y compañeras, resplandeciendo en
ellas toda virtud, como le han dicho y escrito otras personas, que viven
estas señoras dentro de la Casa Real como si estuviesen en un mo-
nasterio de grande recogimiento con sólo tener por maestros los dichos
libros. Otra señora, llamada en el siglo D.a Isabel de Córdoba y en la
Religión Isabel de Jesús, casáronla sus padres muy niña y enviudó de
72 PROCESOS

edad de veinte años; tomó por consoladores de su trabajo a los libros


de la madre Teresa de Jesús; fuéronle de gran consuelo y conformidad
con la voluntad de Dios, que con grande alegría tomó el hábito de
descalza carmelita, y es ya monja profesa en el monasterio de la di-
cha Orden de Santa Ana de Madrid. Otra señora, llamada D.a Francisca
de Cárdenas, y ahora en la Religión Francisca de Cristo, hija del
Presidente de Ordenes y de D.a Isabel de Avellaneda, leyénao en los
dichos libros, sobrevino en su alma determinaciones de dejar el mundo,
y de hecho lo hizo, y procuró, sin saberlo su madre, la recibiesen en
el dicho monasterio de Santa Ana de Madrid, adonde está al presente
con gran consuelo de su alma; esto sabe esta testigo por ser muy
amiga de estas señoras cuando estaban todas en el siglo, y por
cartas de las mismas después que están en la Religión. De otras mu-
chas pudiera decir esta testigo, y dice ser pública voz y fama ser los
libros de la madre Teresa de Jesús útiles y provechosos para toda vir-
tud y desprecio de mundo y deseos de Dios.
Sobre el quinto artículo dice esta testigo: que ha oído decir tuvo
la madre Teresa de Jesús muchos y muy grandes trabajos interiores
y exteriores, murmuraciones y persecuciones de gente principal y virtuo-
sa, y de sus mismos parientes y bienhechores, y todo lo sufría con ale-
gría y paz de su alma. Diciéndole una vez la madre Isabel de Jesús
que andaba en su compañía: no puedo sufrir, Madre, que de Vuestra
Reverencia digan tales cosas, respondió con mucha paciencia: Tienen
mucha razón; cómo no me dan de palos me espanto; ¿qué piensa que
se me da a raí? no hay música más concertada a mis oídos que oír
estas cosas. Esto oyó decir esta testigo a la misma monja a quien la
Madre lo dijo; y a otras muchas ha oído decir que se holgaba con
los trabajos por sola honra y gloria de Dios, y que es pública voz
y fama.
Sobre el sexto artículo ha oído decir esta testigo: que la madre
Teresa de Jesús murió en Alba a las nueve de la noche, día de San
Francisco, y que como no la vio morir, que a las monjas de Alba
se remite. Que ha oído decir que vieron señales en el cielo y gran fra-
gancia de olor en toda la casa, y en particular en el aposento adonde
murió y en otro que está encima; que por muchos tiempos quedó el
rostro con grande hermosura, y al parecer que dormía, con rostro sereno
el cuerpo. He oído decir a persona,s de mucho crédito que está tratable
e incorruptible, y que la conocerá qken la hubiere visto; que sale óleo
de su cuerpo, y que ha visto paños con el mismo óleo, y tenido en su
poder del paño de la sangre fresca que sale de su cuerpo; y cuando
se le dieron había cuatro años que la Madre era muerta, y siendo muy
pequeña parte, tanto como una lenteja, la envolvió en un papel, y otro
día estaba el papel con una mancha de sangre fresca del tamaño que
era el dicho pañico, y que es pública voz y fama ser esto así.
Sobre el séptimo artículo dijo esta testigo: haber oído a muchas
personas de mucha verdad y crédito haber obrado Dios por intercesión
de la madre Teresa de Jesús con sus pañicos y estampas, pedazos de
cintas y hábitos muchos y grandes milagros, que por ser tantos, le
parece a esta testigo se puede hacer libro de por sí, porque han sido
y son cada día muchos, y es pública voz y fama, y al libro que anda
PROCESOS 73

impreso, que escribió el padre Francisco de Ribera, de la Compañía


de Jesús, adonde trata de esto, se remite esta testigo, y a la pública
voz y fama.
Sobre el octavo artículo dice esta testigo: que pública voz y fama en-
tiende que es decir una cosa muchas personas, y todas las que ha oído
hablar en ello decir todas de una manera y opinión y decirlo todo
el pueblo a una y muchos pueblos a una. Y así se certifica esta tesitigo
que ha oído decir que en toda la cristiandad tienen y han tenido en
vida y muerte a la madre Teresa de Jesús por santa y que es pública
voz y fama, y siéndole leído este Dicho a la dicha testigo, dijo que se
ratificaba en él, y lo firmó de su nombre.—Do/z Jerónimo, obispo de
Salamanca.—Dfl//¡7V/«í/ de Jesús, subpriora.—Pasó ante mí: E l Licdo.
Juan Casquer, notario apostólico.
7^ PROCESOS

DICHO DE GUIOMñR D E L SACRAMENTO, C. D. (1).

A la primera pregunta cuanto a las preguntas generales dice que no


le tocan en nada y que no es deuda de la madre Teresa de Jesús; y
que es de edad de cuarenta años y que sólo le mueve la gloria de
Dios y que se muestren sus grandezas en su slerva. Y siendo repre-
guntada por el Interrogatorio, dice lo que dicho tiene.
A la segunda pregunta dice esta testigo: que conoció a la dicha
madre Teresa de Jesús de vista y conversación en este dicho monas-
terio de San José de Salamanca, y de antes había tenido alguna noticia
de ella cuando trataba de ser monja por medio de los Padres de la
Compañía de Jesús, que un papel de uno de ellos, que se llamaba el
P. Paez, decía eran las de esta Religión que fundó la madre Teresa de
Jesús las mujeres que ahora se entendía servían bien a Dios en su
Iglesia. Estuvo esta testigo en compañía de la dicha madre Teresa
de Jesús dos meses, y más de ocho años que estuvo en vida de la dicha
Madre en su Religión. Y ha oído decir que era natural de Avila, y
que su padre se llamaba Alonso Sánchez de Cepeda, y su madre doña
Beatriz de Ahumada, gente principal, caballeros e hijosdalgo; y que
conoció a una hermana suya, que se llamaba D.a Juana de Ahumada,
y conoció dos hijos de la dicha D.a Juana, don Gonzalo de Ovalle
íj D.a Beatriz, que ahora es monja carmelita en Alba, y otras religiosas
deudas suyas en la dicha Religión, todos muy siervos de Dios. Y
dice esta testigo que no vió a la dicha madre Teresa de Jesús en el
hábito del Carmen de la Regla mitigada, mas que ha oído decir que fué
monja en el monasterio de la Encarnación de Avila, y que allí profesó,
y que esto es muy público y notorio, y que fué priora en el dicho
monasterio, y esto ha oído decir a la madre Isabel de Jesús, que fué
por su compañera, y esto dice que sabe cuanto a esta segunda pre-
gunta. Y siendo repreguntada dice lo que dicho tiene, y que todo es
muy público y notorio, pública voz y fama.
A la tercera pregunta dice esta testigo: que ha oído decir que
tuvo grandes dones y mercedes de Dios en la oración, aunque por el
mucho recato que tenía en encubrirlos no puede hablar más particular-
mente de ellos, de que queriendo esta testigo hablar con la dicha
madre Teresa de Jesús cosas de su alma y no sabiéndose dar a enten-
der, la dicha Madre se las declaró, de manera que quedó muy consolada
por la luz que por medio de su comunicación le quedó, y hasta ahora
lo está, aunque han pasado hartos años. Y lo que más le admira es
las pocas y sinceras palabras con que le declaró su alma, que ella
misma no se entendía; y entiende le fué medio muy grande que la ayudó

1 Declaró el día 3 de enero. Apellidóse en el siglo Acevedo y Villalobos y fué


natural de Zamora. Profesó en Salamanca el año de 1576, donde tuvo también otras
dos hermanas. Fué muy amiga del retiro y muy devota del Santísimo,
PROCESOS 75

tener más oración; y lo mismo entiende han experimentado otras


almas, particularmente en su Religión, y esto cree ser pública voz y
fama. Y dice más esta testigo, que tiene por cosa cierta que fundó los
monasterios de las monjas Carmelitas Descalzas, por haberlo oído a
personas de gran crédito que se hallaron en las fundaciones y ayudaron
a la dicha Madre, g por haberla visto enviar por monjas de esta casa
para la fundación de Patencia y Soria, aunque esta testigo nunca la
acompañó en ellas; mas sabe que iba con mucho recogimiento ella g
sus monjas, y con él la vió salir de esta casa y con decente com-
pañía. Ha oído decir que la primera fundación hizo con Breve de Su
Santidad, y las demás por orden del Generalísimo y con muchas pa-
tentes suyas, que le dió para sacar las monjas que hubiese menester de
la Encarnación para los principios de las dichas fundaciones, sin que
los Provinciales se lo pudiesen estorbar; y también se las dió para
que se fundasen dos monasterios de frailes Carmelitas Descalzos; por
donde se ve fué ella también fundadora de los dichos Padres, y con
tener todas estas licencias, las pedía a los Provinciales. En vida la
dicha madre Teresa de Jesús fundó diecisiete monasterios; quince por
su persona, y dos enviando monjas; y que ha oído esta testigo que
ahora son treinta monasterios. Y tiene por cierto esta testigo fué el
intento de la dicha madre Teresa de Jesús volver la primera Regla
a sus principios, pues así la mandó guardar en sus monasterios, y la
dicha Aladre la guardaba con tanto cuidado, que, aun estando con
manifiestas enfermedades, ayunaba y tomaba recias disciplinas, y per-
suadía siempre a sus monjas a la observancia de la dicha Regla y
Constituciones. Y pidiéndola ellas a la hora de la muerte les dijese
algo, respondió: Que lo que las decía era que tuviesen mucho cuidado
de la guarda de sus Constituciones por estas o semejantes palabras,
y esto ha oído decir esta testigo. Y tiene por cierto fué su fin prin-
cipal en fundar estos monasterios la gloria de Dios, y que tías
religiosas de ellas ayudasen con oraciones a su Iglesia, porque así
lo declaran sus libros y se ve por los efectos. Estos son bien eficaces,
pues todas las de esta Orden es esta su principal vocación, y dice la
dicha Madre que cuando a esto no se enderezasen sus deseos y ora-
ciones, entiendan que no cumplen con su llamamiento. Y dice más
esta testigo: que siempre ha visto y oído ser tenida la dicha Religión
en gran veneración y estima, y las personas que más la tratan la tienen
particular devoción, pidiendo el socorro de sus oraciones en cuales-
quiera necesidades. Y que esta testigo ha tenido g tiene a la madre
Teresa de Jesús por santa, y esta estima va creciendo en su corazón, y
así entiende es tenida del pueblo g de las personas graves, g de mu-
chas letras y espíritu, y esto es pública voz y fama, g que no sabe
más que decir acerca de esta pregunta, a la cual siendo repreguntada
por el Interrogatorio dice lo que dicho tiene, y que es muy público
ü notorio.

A la cuarta pregunta dice esta testigo: que por estar enferma


cuando vió a la dicha madre Teresa de Jesús, y por la brevedad del
tiempo no pudo atender tan en particular a las dichas virtudes de la
icha Madre, mas que experimentó en su enfermedad la gran caridad
We tenía con las enfermas. También la tenía grande con los próji-
76 PROCESOS

mos en sus necesidades, y particularmente en las espirituales; y así.


dice esta testigo que la vió compadecer de una persona que la había
escrito y dándole a entender padecía grandes aflicciones sin declarar
quién era la persona, y dió de esta compasión muestra exteriormente.
Eran de tanta fuerza sus palabras y tenía tanta virtud la dicha Mádre,
que acontecía quitar algunas tentaciones g aprietos interiores a algunas
personas con sólo tocarlas o decirles alguna palabra, como fué a dos'
religiosas que las padecían sin darle cuenta, y con lo dicho se le
quitó a la una, y a la otra llegándose la madre Teresa de Jesús a
ella, sin hablarle la dicha monja nada a ella, le dijo: ¿qué piensa, mi
hija, ella que es eso?, sepa que no es nada; y luego se sintió libre de
la dicha tentación, y ellas mismas le dijeron a la dicha testigo. En
la humildad y propio menosprecio se señalaba mucho; en particular
la vió señalarse en que no consentía, ni aun burlando, se le diese loa
ninguna de las fundaciones que hizo, y a una hermana la echó de sí
con severidad porque le alababa en esto. Y oyéndola decir una vez es-
ta testigo a la dicha Madre que en esta ciudad no tendría muchas vi-
sitas le dijo: así gozaremos más de Vuestra Reverencia. Y ella con
un semblante de mucho menosprecio de sí, respondió: ¿y para qué me
quieren?, y diciéndole una religiosa algunas palabras en que daba a
entender se ejercitaba la dicha Madre Teresa de Jesús en amor de
Dios, respondió con severidad: déjense de esas maneras de hablar.
También tenía gran llaneza, que preguntándole la dicha testigo la di-
jese en qué tenía la oración, respondió que en la voluntad de Dios.
Y dice que ha oído decir esta testigo que era grandísima su paciencia
en ocasiones de enfermedades y en las injurias que la decían, lleván-
dolo con mansedumbre y alegría, y pidiendo los encomendasen al Se-
ñor. Penitencia ha oído decir esta testigo la hizo grande. Era amicí-
sima de la pobreza, y así la mostraba en su hábito y cosas de que
usaba. Quisiera lo fueran sus monasterios y todo aquello de que usa-
ban sus monjas, y así las ponía en ello, y, si fuera posible, nunca quir
siera tuvieran renta; g así ordenó que donde la hubiese, no poseye-
sen las hermanas ninguna cosa en particular, como se hace en los de
pobreza. Y por ser tan purísima la de su espíritu, no se atreve esta
testigo a hablar en ella, aunque ha oído decir grandes cosas que la
declaran. De la castidad dice esta testigo, que ha oído decir era tan
notable, que nunca tuvo pensamiento contrario a ella, y de aquí en-
tiende le nacía un recato grande en celar la clausura de sus monasterios.
En la obediencia fué dechado de perfección a todas sus hijas, y en
particular ha oído decir era tan obediente a sus confesores, sin tener-
les obligación más de confesarla, que aun las mismas cosas que Nues-
tro Señor la mandaba hiciese, sin tener duda que era Su Majestad,
las dejaba si a ellos les parecía otra cosa, y se hacía aquello que
ellos le decían; y el Señor aprobó esta tan alta obediencia mandán-
doles les obedeciese. Fueron tantas y tan grandes sus virtudes, que
predicándolas el padre maestro fray Domingo Báñez en un sermón
público que hizo de sus honras en este monasterio de Salamanca, dijo
que no sabía él qué le faltaba para canonizarla como a Santa Cata-
lina de Sena; y otra vez hablando de sus escritos el mismo Padre,
dijo que los libros que escribió la madre Teresa de Jesús excedían
PROCESOS 11

los de Santa Catalina ele Sena. Y al padre Ripalda, de la Compañía


de Jesús, en un sermón le oyó decir esta testigo, que nunca habla
leído de ninguna Santa cosas más altas de oración que las que es-
cribió la madre Teresa de Jesús, g lo Que admira es ver la claridad con
eme las dice, que con poca experiencia se deja entender. E l ejemplo
aue dió en su vida y costumbres se manifiesta en haberlo aprobado
tantos siervos de Dios, a quien su trato hacía grande provecho, mejo-
rándose en vida y costumbres; y así hace Nuestro Señor ahora por
medio de sus libros los mismos efectos a quien los lee, y parece con
sus razones pega en las almas fuego del cielo que las deshacen y
abrasan. Y dice esta testigo tiene por muy cierto ser suyos, porque
el mismo estilo de ella lo declaran, y algunas religiosas es cierto los
vieron de su letra. Y oyó decir esta testigo tenía el libro de su Vida
el padre maestro fray Fernando del Castillo, de la propia letra de
la dicha Madre, y así entiende esta testigo ser muy público y notorio,
pública voz y fama. Y siendo repreguntada por el temor del Interro-
gatorio acerca de esta pregunta dice lo que dicho tiene.
R la quinta pregunta dice esta testigo: que ha oído decir padeció
la dicha Madre grandes trabajos y persecuciones, y aun de personas
muy siervas de Dios. Y oyéndola esta testigo contar algunos de ellos,
el contento con que los decía mostraba bien el con que los había pa-
decido, y este contento entiende esta testigo que tenía en los demás
trabajos que se le ofrecían, porque así le parece lo ha oído decir,
y que es muy público y notorio, pública voz y fama.
A la sexta pregunta dice esta testigo: que no se halló presente
a la muerte de la madre Teresa de Jesús, mas que sabe que murió en
el monasterio de Alba, día del glorioso San Francisco, entre las nueve
y las diez de la noche, y que antes de su muerte estuvo algunas horas
en oración con gran quietud, y diciendo algunos versos del Salmo M i -
serere rnei, que la oían las que se hallaron a su muerte; eran los
versos: Ne projicias me a facie tua y Cor contritum. et hutniliatum y
Cor mundum crea in me Deas, y cuando murió quedó con gran hermo-
sura, y la fragancia del olor que salía del cuerpo de la dicha Madre
era tan grande, que pasó a otro aposento de encima de la celda donde
murió. Otras muchas cosas dicen acontecieron en su muerte y después
de ella muy particulares, en las cuales se remite a los que las vieron.
Dice esta testigo en lo que toca a la entereza del cuerpo de la madre
Teresa de Jesús, que yendo a unas fundaciones con otras cuatro reli-
giosas de este convento de Salamanca, pasaron por Alba y estuvieron
en el monasterio donde está el cuerpo de la dicha madre Teresa de
Jesús y se le mostraron, y le vio tres o cuatro veces y le tocó con
sus manos muy particularmente, y confiesa esta testigo que está tan en-
tero, que mirándola el rostro vió en él vellito tan menudo, que apenas
le divisaba en los rostros vivos, y muy claramente la conoció en el
rostro ser la dicha madre Teresa de Jesús, y túvola en sus brazos
esta testigo, que le causaba mucho consuelo. Echó de ver cuán libre
estaba de la pesadumbre que suelen tener los cuerpos muertos, por-
que era grande su ligereza y teníase en pie con una mano que por
as espaldas le arrimasen, y también vió no estaba embalsamada, y se
a mira que en las partes más ocasionadas para corrupción tenía más
78 PROCESOS

particular hermosura. Dicen que la caja donde estaba se le quebró una


tabla, la cual fué ocasión de quebrantar o bajar un poco las narices,
"aunque las tienen enteras, y de esto y de la mucha cal que cayó,
juntamente con un velo negro que tenía delante el rostro, le tiene
moreno, mas no basta, como ha dicho, para dejar de conocerla. E l olor
no se puede tampoco ignorar, porque es grandísimo, y en fiestas de
algunos santos le sienten con particular suavidad. E l óleo que sale
del cuerpo de la dicha Madre, dice esta testigo que es certísimo,
porque también lo vió por sus ojos en tanta abundancia, que tiene el
arca donde está como si hubieran derramado aceite por ella, y cual-
quier paño que llegan al santo cuerpo se le pega el dicho óleo. La
cal que estaba pegada al santo cuerpo, se le pegó y tiene la misma
virtud del dicho óleo, de suerte que también le pega en los papeles
en que se envuelve y los deja llenos del dicho óleo, y es esto
tan cierto, que tiene una poca de esta cal esta testigo y hace lo
que ha dicho. También dice sabe que es cierto haber hallado el paño
de sangre fresca incorrupta en el dicho cuerpo, porque vió pasando
por el monasterio de Avila de la dicha Orden, adonde estuvo esta
testigo algunos días, vió buena parte del dicho paño puesto tras un
viril y está de muy perfecto color, y dijéronle en aquel convento que
la parte del paño donde no llegó la sangre se deshacía todo, y donde
llegó, está muy fresco y entero, y esta testigo tiene un pedacito del di-
cho paño de la sangre, y la tiene admirada ver que pasó el papel en
que estaba envuelto por tres partes, y lo que ha dicho entiende es
público y notorio. Y siendo repreguntada acerca de esta pregunta dice
lo que dicho tiene, y que es pública voz y fama.
R la séptima pregunta dice: que ha oído decir muchas veces que ha
obrado Nuestro Señor muchos milagros por medio de los pañitos de
sangre y óleo de la dicha Madre y cosas de que usaba, particularmente,
llevando una sabanlca de estameña de la dicha Madre, alumbró Nuestro
Señor una mujer que estaba de parto, bienhechora de la Orden y ve-
cina del monasterio de las Descalzas de la dicha Orden en Madrid;
esta señora se llama D.a Francisca Cerón. Dice esta testigo que tiene
por milagro aquello que con medios humanos no se sana, y lo remedia
el Señor por sí cuando quiere honrar a sus Santos, y así entiende
están tenidos por ciertos los de la dicha Madre, y la dicha testigo
los tiene por certísimos. Y teniendo una vez mal en la boca esta tes-
tigo, llegó a besar una estampa de la dicha Madre y luego sintió
se le sanaba y quedó buena, y en la mano de la estampa que besó
le quedó un poquito de sangre pegado. Y también oyó decir que el
Conde Tiburcio estaba muy malo y peligroso, y se encomendó a la
madre Teresa de Jesús y se le apareció con muchas monjas de su
Orden, que le cercaron la cama y le hacían todas beneficios, y particular-
larmente conoció entre ellas a la madre Teresa de Jesús, que lle-
gándose al dicho Conde y poniéndole las manos, se halló luego sano.
Quedó con tanta 'devoción a la Madre y su Orden, que de allí ade-
lante daba de limosna cada semana veinte reales de limosna al
monasterio de Madrid en cuya villa estaba el dicho Conde, y prome-
tió hacer un monasterio en su tierra y que él serviría de sacristán y
la Condesa de mandadera. En su vida ha oído decir obró Nuestro
PROCESOS 79

SeñoT por la dicha Madre muchos milagros, así en sacar ánimas de


ecado como en sanar enfermedades corporales, g esto entiende ser
pública voz g fama. Y siendo repreguntada dice lo que dicho tiene, y
que todo es muy público y notorio.
A la octava pregunta dice esta testigo: entiende ser pública voz
y fama cuando todos o la mayor parte del pueblo dice y tiene una
cosa, y esto que aquí va escrito no sólo lo dice mucha parte del pue-
blo mas mucha parte de la Iglesia de Dios, personas de letras y
espíritu y de grande autoridad y crédito, y que lo que aquí ha dicho
sea para gloria de Dios y honra de su sierva Teresa de Jesús. Y dice
esta testigo que ha tres años que vió el cuerpo de la dicha madre
Teresa de Jesús, y que esto es lo que sabe acerca de lo que por él
Interrogatorio se íe ha preguntado; y siéndole leído y entendido dice
que se ratifica en él, y lo firmó de su nombre.
Item dice más esta testigo; que habrá poco más o menos de tres
meses, que estando esta testigo en la casa de Descalzas Carmelita^
de Madrid trasladó de un papel que escribieron del monasterio de
Valladolid de las Descalzas a una religiosa que era del dicho mo-
nasterio de Valladolid, que al presente estaba en el de Madrid, este
capítulo siguiente. Estas palabras nos dijo nuestra madre Teresa de
Jesús despidiéndose de la casa de Valladolid, tres semanas antes que
muriese, que fué año de mil y quinientos y ochenta y dos: Hijas mías,
harto consolada voy de esta casa en la perfección que la veo de po-
breza y caridad que unas tienen con otras, y si va como ahora, Nuestro
Señor las ayudará mucho. Procure cada una no falte por ella un punto
lo que es perfección de religión; no hagan los ejercicios de ella como
por costumbre, sino haciendo actos heroicos cada día de mayor per-
fección; dense a tener grandes deseos, que se sacan grandes provechos,
aunque no se puedan poner por obra. Y que entiende esta testigo se
llama María de San José, subpriora que es de la casa de Madrid, a
quien se escribió lo que dicho tiene, y que en ello y en todo se
vuelve a ratificar y lo firmó de su nombre.—Don Jerónimo, obispo de
Salamanca—Gtt/oma/- del Sacramento—Pasó ante mí: E l Licdo. Juan
Casquer, notario apostólico.
PROCESO DE ALBA

DICHO D E MARIÍlNH DE JESUS, C, D. (1).

A la primera pregunta general dijo: que no es parienta de la ma-


dre Teresa de Jesús, sino monja de la dicha Orden; no le va interés
alguno ni pretende más que la honra de Dios y sus Santos, g que
se vean sus maravillas y grandes misericordias, y que por ninguna
cosa dejará de decir verdad, y dijo ser de edad de veintidós años,
poco más o menos. Y preguntada cómo se llamaba en el siglo antes
que entrase a ser religiosa descalza respondió: respondía que se
llamaba Mariana Gaytán, y que era natural de esta villa de Alba.
Al segundo artículo responde esta testigo: que conoció a la ma-
dre Teresa de Jesús, que el dicho artículo dice, por trato y comu-
nicación en diversas veces que la vió cuatro años antes que muriera. Y'
sabe esta testigo que era natural de la ciudad de Avila, hija de Alon-
so Sánchez de Cepeda y de doña Beatriz de Ahumada, gente principal
de la dicha ciudad, y que fué monja en el monasterio de la Encarna-
ción de Avila, del Carmen mitigado, porque lo oyó decir esta testigo
a María del Sacramento, y que fué también monja profesa en el di-
cho monasterio, y lo oyó decir a doña Juana de Ahumada, hermana de
la dicha madre Teresa de Jesús, y que fué profesa la dicha Madre
en el dicho monasterio de la Encarnación, y que el tiempo que allí es-
tuvo por monja fué muy ejemplar y por tal tenida; y que esto es muy
público y notorio, pública voz y fama. Y siendo repreguntada por el
tenor del Interrogatorio acerca del segundo artículo, dijo lo que dicho
tiene, y que conoció a la dicha madre Teresa de Jesús en este dicho
monasterio de la Encarnación de vista, trato y comunicación todo el
tiempo que tiene dicho en el artículo, por ser como era monja esta
testigo en el dicho monasterio, aunque no había hecho profesión por
no tener edad, y esto es lo que responde acerca de esta repregunta.
A l tercer artículo responde esta testigo: que sabe tuvo la dicha
madre Teresa de Jesús particulares favores y regalos del cielo, y que
recibió grandes dones y gracias de Nuestro Señor, lo cual oyó decir
esta testigo muchas veces al padre fray Jerónimo Gracián de la Madre
de Dios, y al padre maestro fray Domingo Báñez, que eran sus con-
fesores, lo cual todo alcanzaba la dicha Madre por medio de su ora-
ción. Y asimismo dice esta testigo que sabe por haberlo oído decir a
muchas personas de crédito, que la dicha madre Teresa de Jesús había
sido la fundadora de la Orden de Descalzos y Descalzas Carmelitas,
reduciendo la Orden mitigada a la primera Orden sin mitigación, y
que por tal fundadora la tuvo esta testigo el tiempo que la conoció

1 Hija de Antonio Gaytán. grande amigo de la Santa, entró Descalza en Alba


y profesó el 13 de diciembre de 1585. En 1600 pasó de fundadora a Tarazona, don-
de murió el año de 1615. Declaró a 1 de abril de 1592.
PROCESOS 8Í

su vida y después de su muerte. Y ha oído decir a María del


Sacramento, monja de esta Orden, cómo había profesado y era profesa
la dicha madre Teresa de Jesús en esta Orden, y así la vió esta tes-
tiqo con el velo de profesa en la dicha Orden. Y ha oído decir que
el primer monasterio que fundó fué el de San José de Avila. Y sabe
esta testigo y conoció de la dicha Madre, que su fin principal era la
mayor honra de Dios y que hubiese algunos que le siguiesen con
perfección, y que los herejes y luteranos se redujesen a la fe que
habían perdido, y esto es muy público y notorio y lo que responde
acerca de este artículo. Y siéndole repreguntada acerca del tercer
artículo y pregunta, responde: que sabe tuvo los dichos favores de
Nuestro Señor y particulares dones en la oración, por lo que tiene
dicho de haberla visto y tratado en este convento de Alba, aunque no
muy en particular, por no ser monja profesa, y que lo ha oído a sus con-
fesores de la dicha madre Teresa de Jesús, y a María del Sacramento,
religiosa de esta Orden de Descalzas y a otras muchas personas. Dice
más esta testigo: que sabe de Antonio Gaytán Vázquez, padre de esta tes-
tigo, y de D.a Juana de Ahumada, hermana de la dicha madre Teresa de
Jesús y de otras muchas personas religiosas de mucho crédito, que la
dicha madre Teresa de Jesús fué la fundadora de las Descalzas Car-
melitas, y que fué por su persona a fundar muchos monasterios, y en
su vida se fundaron quince; írece por su persona y los dos enviando
religiosas a ellos; y después de su muerte once monasterios, y «sto lo
sabe por haberlo oído decir a las personas que tiene dicho que anr
duvieron con la dicha Madre en algunas de las fundaciones. Y que
siempre llevaba consigo dos o tres religiosas y otras personas de
santa y buena vida, y que hacía las dichas fundaciones con licencia
de sus superiores. Y sabe esta testigo que el fin principal que tuvo
la dicha madre Teresa de Jesús en fundar la dicha Religión, fué
restituir la Regla antigua, y la gloria de Dios y de sus Santos, lo
cual entiende es así por haberlo oído decir a las personas que tiene
dicho, y entenderlo del efecto de sus obras y libros que dejó, y re-
glas y Constituciones de la dicha Religión. Y que sabe fué siempre
la dicha madre Teresa de Jesús tenida y estimada de toda l a Reli-
gión en mucho crédito y veneración, y después de muerta, de todo
genero de gentes, así religiosos como seglares, la tienen y estiman por
santa, y como a tal acuden con sus trabajos y necesidades a tener
novenas en su sepulcro, y todo es muy público y notorio y pública vo^
y fama.
Al cuarto artículo responde esta testigo: que sabe lo que en éi
se contiene, y que es verdad por haberlo oído decir a muchas religior
sas de su Orden. Y que en particular sabe de su humildad que era
grandísima y de notable ejemplo; y que muchas veces que esta testigo
se llegaba a ella, como era de poca edad, queriéndole besar l a mano
y hacer otros actos con ella de reconocimiento de su mucha virtud
y bondad, jamás la consentía ni quería. Y que oyó decir esta testigo
en Medina del Campo, en el monasterio de San José, a Inés de San
Pedro, y a Catalina de Jesús y a otras muchas religiosas, que un
día, estando en el refectorio la dicha madre Teresa de Jesús, quiso
acer un acto de mortificación, y tomó unas aguaderas de paja y
6
82 PROCESOS

se las puso encima, y con una soga a la garganta, y se paseaba por


el refectorio y hacía otros actos grandes de humildad, como era ba-
rrer los corrales, y en la cocina limpiar y fregar los platos para
dar ejemplo a las demás religiosas, sus hijas. Y sabe esta testigo,
por haberlo vjsto, que la dicha madre Teresa de Jesús tenía grandí-
sima caridad y piedad con las enfermas, acudiendo ella propia a
servirlas y consolarlas, y todo lo que la pregunta dice lo sabe por
haberlo oído decir; y la propia caridad tenía con todos los prójimos,
siendo en toda su vida muy ejemplar, por cuya causa era y fué te-
nida por santa. Y sabe esta testigo que fueron suyos y escribió
de su mano, por haber oído decir esta testigo a su padre y haberlos
visto después impresos, los libros debajo del nombre de la dicha ma-
dre Teresa de Jesús, los cuales se intitulan el primero de su Vida,
el segundo. Camino de Perfección, el tercero Las Moradas, y otro de
Las Fundaciones. Los cuales ha oído decir esta testigo han hecho y
hacen grandísimo provecho, en especial a D.a Mayor Mejía, monja de]
monasterio de Adentro, de esta villa, que después que leyó estos libros
ha sentido notable fruto y aprovechamiento, y esta testigo dice que por
sí propia ha experimentado y sentido un aprovechamiento grande y coa-
suelo para su alma con la lectura de los dichos libros, y que esto es
verdad y muy público y notorio, pública voz y fama. Y siendo repre-
guntada por el Interrogatorio responde que dice lo que dicho tiene, y la
pública voz y fama.
Al quinto artículo responde esta testigo: que sabe por haber oído
decir a María del Sacramento, y a D.a Juana de Ahumada y a otras
personas, que padeció grandísimos trabajos y persecuciones la dicha
madre Teresa de Jesús en las dichas fundaciones que hacía, y particular-
mente en una elección que en el monasterio de la Encarnación de Avila,
que la eligieron por Priora después que la dicha Madre había empezado
las dichas fundaciones de Descalzas, y yendo al dicho monasterio con
el oficio de Priora, sentía y veía a muchas religiosas de aquel monasterio
que la recibían de mala gana diciendo algunas cosas, en las cuales
mostró un grande y constante ánimo con el sufrimiento que tuvo, dando
ejemplo a las propias religiosas que no la deseaban ver ni tener por
Priora, de grandísima paciencia y humildad, de manera, que las propias
después la amaban y querían mucho. Y sabe esta testigo de otros muchos
actos de virtudes grandes que la dicha Madre tenía y hacía, y sufriendo
grandes trabajos y persecuciones en el ánimo y cuerpo por Dios, lle-
vándolas con grande y fuerte ánimo por la honra y gloria de Dios;
lo cual todo sabe por haberlo oído decir a las personas que tiene di-
cho, lo cual todo es muy público y notorio. Y siendo repreguntada acer-
ca de este artículo dijo lo que dicho tiene, y que es muy público y no-
torio, pública voz y fama.
Al sexto artículo responde esta testigo: que sabe que la dicha ma-
dre Teresa de Jesús murió el día, raes y año que el artículo dice en
esta casa de la Encarnación, y que murió de la edad que dice el artículo,
por una cifra que dejó escrita en un breviario que esta testigo tuvo
suyo mucho tiempo (1), y lo demás sabe porque se halló presente a su

1 Vid. B. M . C . t. 2, Mercedes de Dios. VII. pág. 43.


PROCESOS 83

te Y sabe que la enterraron entre la reja del coro bajo, adonde


«tuvo hasta que la desenterraron; y esta testigo vió lo que el artículo
dice cómo estaba y está entero su cuerpo, y de él no sale ni salía
mal'oIor, antes un olor muy suave; y que así del cuerpo como del
dicho brazo ha visto esta testigo que sale uno como óleo o bálsamo que
unta todos los paños que le ponen y los deja untados del dicho óleo. Y
asimismo ha visto esta testigo el paño de jerga que se halló teñido en
sangre fresca cuando desenterraron el dicho cuerpo, y ha visto otros
muchos pedazos de lienzo que le juntaban, y quedaban con la misma
sangre, a los cuales envolviendo en tres o cuatro dobleces de papel,
todos los calaba y quedaba en ellos la dicha sangre pegadív^tan fresca
y viva, que parecía recién salida de un cuerpo vivo, y todo esto dice que
es muy público y notorio, pública voz y fama. Y siendo repreguntada por
el sexto artículo y sexta pregunta del Interrogatorio, dijo lo que dicho
tiene, y lo sabe porque se halló a su muerte y fué cuando dicho tiene,
a las nueve de la noche, el día de San Francisco. Y la vió esta testigo
que el día que se quiso morir, cuando le llevaron el Santísimo Sacra-
mento, habiéndolo pedido con mucha instancia g que no se lo dilataren,
al entrar por la celda se sentó en la cama con gran ligereza ella sola,
habiendo menester antes ayuda de dos personas para rodearla, y se
sentó en la dicha cama con un rostro que parecía más de un hombre
muy venerable que de mujer, y empezó a hablar con el Santísimo Sacra-
mento con palabras tan tiernas y suaves, que parecía se regalaba gran-
demente con ellas, diciendo: ¡Oh, Señor y Esposo mío; ya es llegada
la hora de mí tan deseada; hora es ya. Dios mío, que nos juntemos;
y dando muchas gracias a Dios que le había hecho hija de la Iglesia,
y repetíalo muchas veces. Después recibió la Extremaunción y toda
aquella noche, que fué una noche antes que muriese, repetía muchas
veces aquellos versos: Cor contritum et hutrtiliatam, etc., y Ne projicias
me a facie tua, y Cor mundum crea ¿n me, etc., y encomendaba y en-
cargaba con palabras muy regaladas a sus monjas la guarda de sus
Constituciones y Regla, y Ies pedía que no mirasen a su mal ejemplo,
que como mala les había dado. Y diciendo lo que tiene dicho y otras
cosas, llegó a ella el padre fray Antonio de Jesús, que a la sazón era
vicario provincial, que se halló a su muerte y fué quien le dió a la di-
cha madre Teresa de Jesús los Sacramentos, y le dijo que, si Dios la
llevase de aquella enfermedad, que si quería que le llevasen su
cuerpo a Avila, o si quería que la enterrasen en este convento, que di-
jese su voluntad, Y respondió volviéndose la dicha Madre a algunas
hermanas que estaban con esta testigo en la celda de la dicha Madre:
¿y aquí no me darán un poco de tierra? Y después de muerta, esta
testigo con otras hermanas estuvieron aquella noche con su cuerpo,
y era tan grande la fragancia y buen olor que sentían, que no sabe
a qué poderlo comparar, porque olía de muchas maneras. Y otro día
cuando la enterraron, sacaron el cuerpo a la iglesia de este convento,
hallándose presente el cabildo de la villa, y los frailes Franciscos y mu-
cha gente, llegando todos con grandísima devoción a su cuerpo a be-
sarle, y al hábito, como a cuerpo santo; y después de haberle dicho
el Oficio, la enterraron en el lugar que tiene dicho, entre las dos rejas
e coro bajo, en un ataúd, sin echar cal, haciendo después encima
84 PROCESOS

una como pared con muchas piedras y cal por mano de un cantero y
otro carpintero, con intento de que, si la quisiesen desenterrar, no pu-
diesen sin mucho trabajo, pidiéndolo asi Teresa de Láiz, fundadora de
este convento, que estaba presente. Y después de nueve meses, poco más
o menos, viniendo a este convento el padre fray Jerónimo Gracián, que a
la sazón era provincial, y entendiendo de muchas religiosas que k
decían el olor que sentían salir del sepulcro, y a petición de ellas, el
dicho padre fray Jerónimo, y su compañero y otras hermanas desente-
rraron el dicho cuerpo, ayudando esta testigo a desenterrarlo, y halla-
ron los vestidos y el ataúd mohoso y podrido, y el cuerpo tan fresco y
entero, que parecía estaba corriendo la sangre, que entonces hallaron en
el paño que tiene dicho, y no sólo se sentía mal olor del dicho cuerpo,
antes muy bueno, el cual estaba sin ninguna corrupción; sólo el pico de
la nariz tenía un poco deshecho, y fué la causa, que se quebró una tabla
de la caja donde estaba con el mucho peso de la piedra y cal qiie
encima echaron, y vió esta testigo que los pechos y vientre tenía
muy blanco y de buen color. Y a este tiempo, queriéndolo volver a me-
ter en el dicho sepulcro, el dicho padre Provincial le quitó una mano
del brazo izquierdo, la cual está ahora en el monasterio de la dicha
Orden de monjas de Lisboa, y envolviendo el dicho cuerpo en una sá-
bana limpia, le pusieron un hábito y capa, y la pusieron en el dicho
sepulcro, poniendo encima unas tablas, y a los lados un tabique muy
delgado. Y no sabiendo nada de lo que se había hecho ninguna persona
de fuera del convento, el día siguiente que recibió hábito una monja,
decían muchas personas el grande olor g bueno que habían sentido en
la iglesia, y lo mismo dice esta testigo que decía un pintor que pin-
taba la reja de la dicha iglesia, según se lo han dicho muchas her-
manas de este convento. Y dice más esta testigo: que después de dos
años y tres meses, poco más o menos, que esto pasó, vino el padre fray
Gregorio Nacianceno, provincial, a visitar y hacer elección con el di-
cho Gíracián, y después de haber hecho la elección, entraron dentro
los dichos Padres, y poniendo grandes censuras para el secreto, vió esta
testigo que volvieron a sacar el dicho cuerpo de la madre Teresa de
Jesús del sepulcro donde estaba, el cual le vió tan entero y tratable
como lo había visto la primera vez. Y a este tiempo el dicho padre
Provincial mandó ir a Maitines a las religiosas a la hora de las siete
y ocho, bien fuera de hora de cuando lo solían rezar, quedándose con él
la madré Priora, que se llamaba Inés de Jesús, y Juana del Espíritu
Santo y María de San Francisco. Y a las tres ha oído decir esta
testigo, que les leyó el dicho padre Provincial una patente de sus pre-
lados con grandes censuras para que no le impidiesen ni hablasen pa-
labra de lo que allí pasaba; y sacaron el dicho cuerpo de esta casa
para llevárselo a la ciudad de Avila. Y fué tanto el olor que sintieron
las monjas que estaban en los Maitines en el coro alto, que sintieron
sacaban el cuerpo; y desamparando el coro y los Maitines, al tiempo
que se empezaba el Evangelio y homilía de ellos, bajaron, y hallaron
que tenían ya fuera el dicho cuerpo, y le llevaron a Avila, habiéndole
antes cortado el brazo que le faltaba la mano y el que tenía manco
para dejarlo en esta casa. Y vió esta testigo, que de allí a ocho meses,
poco más o menos, por orden de Su Santidad y a instancia del prior
PROCESOS 85

de San Juan, don Fernando de Toledo, y de otros personajes muy


ves le tornaron a esta casa donde ahora está, y esta testigo
fe tornó entonces a ver de la misma manera que antes. Y ha visto que
del brazo sale uno como óleo o bálsamo que unta todos los paños
que le pegan, y ni más ni menos del cuerpo, dejando las túnicas que
le han puesto untadas. Yi esta íestigo ha oído decir al doctor Ramírez,
médico de este pueblo, que así la incorrupción del cuerpo como lo de
la sangre es cosa milagrosa, y que por tal la tiene. Y asimismo dice
esta testigo, que el primero día de Pascua de Resurrección, veintinueve
días del mes de marzo de este presente año de noventa y dos, entró
en este convento Don Jerónimo Manrique, obispo de Salamanca, y el
padre fray Juan de San Pablo, provincial de esta Orden, g el padre
fray Francisco de la Madre de Dios, rector del Colegio de San Lá-
zaro de Salamanca, con otras muchas personas a ver y trasladar el
cuerpo de la dicha madre Teresa de Jesús de un arca donde había
casi tres años que no se había visto ni abierto, para ponerlo en otra
que D.a María de Toledo, duquesa de Alba, había hecho y dado a esta
casa para el dicho efecto; y volvió a ver esta testigo este dicho día
el cuerpo de la dicha madre Teresa de Jesús con la misma entereza
e incorrupción que las demás veces lo había visto, y con el mismo
olor, y que es muy público y notorio todo lo que tiene dicho, y que
es pública voz y fama.
Al séptimo artículo responde esta testigo: que sabe por muy cierto
ha obrado Nuestro Señor algunos milagros por intercesión de la dicha
ÍVladre, y por la intercesión de ella y devoción que han tenido a sus
reliquias. Y que en particular ha oído decir a la madre Ana de la
Trinidad, que ahora reside en Medina en el monasterio de San José,
que estando muy mala de una erisipela muy peligrosa, la madre Te-
resa de Jesús, viéndola tan mala, se compadeció mucho, y trayéndole
las manos por el rostro y cabeza, le decía: calle, mi hija, que esto no
ha de ser nada, y otras palabras de mucho consuelo; y desde este
punto se sintió la dicha madre Ana de la Trinidad con notable
mejoría, la cual tuvo por muy cierto Dios se la había dado por me-
dio de la dicha madre Teresa, de Jesús, y que nunca más le ha dado
ni vuelto la dicha enfermedad, y que ha oído decir otros muchos mi-
lagros que por su intercesión obró Nuestro Señor en su vida y en su
muerte. H a oído decir a la hermana Catalina Bautista en esta casa, que
hincándose un clavo por un pie, vino a estar tan mala de él, que fué
necesario que le curase un cirujano; y estando con grandísimos dolores
en él, le pareció que era mejor remedio acudir a las reliquias de la
madre Teresa de Jesús que a los aceites y medicinas que el cirujano
le aplicaba. Y poniéndose un pañito de los de la madre Teresa de
Jesús en el pie malo, fué sintiendo notable mejoría, y de manera, que
viniendo el cirujano a curarla, echó de ver la mucha mejoría y no la
curó más. y que tuvo por muy cierto la dicha Catalina Bautista había
cobrado la mejoría de su pie por medio de la dicha reliquia, y que
lo tuvo por milagro. Y que de oídas podría decir esta testigo otros mu-
chos, quG se remite a i0 que de ellos €scribió el padre doctor Fran-
cisco de Ribera, de la Compañía de Jesús. Y en particular dice esta
testigo ha visto en esta casa a la hermana Mariana de la Encarna-
86 PROCESOS

ción, que era muy fatigada de dolor de estómago, de muy recios vó-
mitos, que la atormentaban g fatigaban mucho, y que poniéndose un
pañito de grana de uno que solía traer por necesidad la dicha madre
Teresa de Jesús, y que desde el punto que se lo puso ni los vómitos,
ni el dolor de estómago ha visto esta testigo le hayan vuelto, y que
lo tiene por milagro, como lo son todas las cosas que suceden sin
causas naturales sino sobrenaturales, como lo son éstas, y que es
muy público y notorio, pública voz y fama. Y siendo repreguntada
acerca del dicho séptimo artículo y repregunta dice lo que dicho tiene,
y que todo es público y notorio.
Al ocfcivo artículo responde esta testigo: que tiene por público y
notorio aquello que dice la mayor parte de una comunidad o pueblo,
y que esto entiende no sólo lo dice la mayor parte de un pueblo, sino
de toda España, y que es muy público y notorio, pjublica voz y fama.
Y siéndole leído este Dicho, dijo que se ratificaba en él y ratificó, y
firmó de su nombre.—£>o« Jerónimo, obispo de Salamanca.—Mañana
de Jesús.—Pasó ante mí: E l Liado. Juan Casqner, notario apostólico.
PROCESOS 87

DICHO DE MARIANA DE hR ENCARNACION C. D. (1).

A la primera pregunta y artículo dijo: que conoció a la dicha


madre Teresa de Jesús, monja que fué de este convento de Nuestra
Señora de la Encarnación.
A las generales dijo: que es de edad de cuarenta años, poco más
o menos, y que no es parienta de la dicha madre Teresa de Jesús,
más de ser hija suya y de su hábito, y que no le va otro interés más
de la honra de Dios y sus Santos; mas que por esto ni otra cosa alguna
no dejará de decir verdad en lo que supiere, y que ésta testigo en
el siglo se llamaba D.s Mariana Velázquez, natural de esta villa
de Alba.
Siendo repreguntada por el segundo artículo, dijo: que conoció a la
dicha madre Teresa de Jesús, y recibió de su mano el hábito; y que
oyó decir que era natural de la ciudad de Avila, hija de padres no-
bles, y por tal tenida, y que la conoció cuando murió, y tiene para sí,
según se decía, sería de edad de sesenta y ocho años. Y oyó decir que
fué monja del monasterio de la Encarnación, que es del Carmen de
la Orden mitigada, y que era y fué todo su tiempo de buena vida y
ejemplo, de lo cual sabe hay pública voz y fama. Siendo repreguntada
por la segunda pregunta acerca del segundo artículo dijo: que dice
lo que dicho tiene, y que el conocer a la dicha madre Teresa de Jesús,
fué porque siendo, como es, monja en este convento, la vió venir tres
o cuatro veces, y la vió y comunicó el tiempo que estuvo en este
convento y pueblo, que sería dos o tres meses por todo.
Siendo preguntada por el tercer artículo y pregunta, dijo: que
sabe que la dicha Madre tuvo particulares favores de Dios y recibió
singulares mercedes. Y ha oído y tiene por muy notorio que fundó
la Orden de las Descalzas Carmelitas, fundando el primer monasterio
en Avila, reduciendo la Orden a su primer origen renunciando la mi-
tigación, y que esto y la mayor honra de Dios tiene para sí que
fué su intención^ según la oyó y ha visto por sus obras, y que esto
sabe es público y notorio. Siendo repreguntada por la tercera pregunta
y artículo, dijo: que dice lo que dicho teñe, lo cual sabe por haber
comunicado con la dicha Madre, en la cual conoció particulares dones,
en particular conocer los interiores, como le aconteció a esta testigo,
que comunicándola acerca de su espíritu le conoció su interior sin que
se lo comunicase, como si estuviera en él, y en lo demás dice lo que
dicho tiene. Y que cuando la vió venir a fundar este convento y el
de Salamanca y Burgos, la vió esta testigo acompañar con personas
religiosas, y sacerdotes y personas espirituales de buena fama y

1 Declaró a 1 de abril de 1592. La M . Mariana, parienta de doña Teresa de


J2, y natural de Alba, fué la primera que tomó el hábito en las Descalzas de esta
villa y profesó el 17 de mayo de 1572. Mas adelante fué priora de esta casa, donde
myno en 1614, cacada de virtudes?,
88 PROCESOS

ejemplo, y de ordinario acompañada con otras religiosas. Y sabe que


cuando murió dejó fundados trece o catorce monasterios, y después
acá once, lo cual sabe como monja de la dicha Orden y como quien
ha tenido comunicación y trato con los Padres que la gobiernan, en
la cual sabe que se vive con gran rectitud y ejemplo, gran perfec-
ción; y vió mientras conoció a la dicha Madre ser tenida por todo
género de personas en gran veneración como a santa.
Acerca del cuarto artículo, siendo preguntada, dijo: que sabe
que la dicha Madre tuvo en grande abundancia las virtudes que el ar-
tículo dice, por lo cual la vió esta testigo ser tenida por de admi-
rable y ejemplar vida, no sólo para sus religiosas, sino para todo gé-
nero de personas. Y sabe que hizo unos libros, que ahora andan im-
presos algunos, con fruto y aprovechamiento de los que los leen,
y esto sabe es público y notorio. Siendo repreguntada por la cuarta
pregunta del Interrogatorio, dijo: que dice lo que dicho tiene por
haberla visto con las dichas virtudes, y haber oído a personas que más
la trataron grandes ejemplos de su vida. Y en particular vió esta
testigo por vista de ojos, que viniendo a este convento, se sujetaba
a la Priora como las demás monjas, y en la oración la primera por
más negocios que tuviese; gran rigor consigo; en particular, por
gran necesidad que tuviese, no comía jamás carne y usaba de esta-
meña, y no consentía en su cama sino un jergón. Comulgaba cada día;
nunca se acostaba sino después de la media noche, y así lo oyó
esta testigo cuando enfermó para morir, que dijo: qué de años ha, her-
manas, que nunca rae acosté tan temprano. Y que los libros que dejó
compuestos, fueron uno, de su Vida, y otro, Camino de Perfección y
Las Moradas y Las Fundaciones, los cuales sabe que eran suyos,
porque cuando murió quedaron de su letra, y los vió esta testigo y
fueron tenidos por tales.
Siendo preguntada por el quinto artículo, dijo: que ha oído y tiene
por público y notorio, que la dicha madre Teresa de Jesús padeció gran-
des trabajos, así en el alma como en el cuerpo; porque al tiempo de
sus fundaciones tuvo grandes contradicciones, así de prelados como
de todo género de personas, y que era muy mercada y traída su
honra por los púlpitos, poniéndola mil nombres; y tuvo por relación
cierta de personas que la trataron, del gran ánimo con que las llevó. Y
siendo repreguntada por la quinta pregunta del Interrogatorio, dijo: que
dice lo que dicho tiene, y que de las personas que sabe lo que dicho
tiene, fué de las personas que la comunicaron y trataron en el tiempo
de sus trabajos, como fué religiosas que en este convento ha habido, que
estuvieron y la acompañaron en sus fundaciones.
Siendo preguntada por el sexto artículo, dijo: que sabe que la ma-
dre Teresa de Jesús murió en esta casa el día, més y año que el ar-
tículo dice, y se halló esta testigo presente a su muerte; y así ni más
ni menos a enterrarla, que fué entre las dos redes del coro bajo, en
el hueco de la pared y arco, y la vió enterrar como dicho tiene, sin
echar cal, sino en ataúd, envuelto en un paño de jerga, y la sepul-
tura muy macizada con cal y piedra, con mucho acuerdo, para que, aun-
que quisiesen en otro tiempo trasladarla, no pudiesen hacerlo con fa-
cilidad, estando presentes Teresa de Láiz, fundadora de este convento,
PROCESOS

ctl esto ponía mucho cuidado, y trajo para este propósito a Pedro
o"- jas cantero, y a Nicolás Hernández, carpintero, los cuales, como
ste testigo vio,'dejaron muy hundido el cuerpo y muy macizado por
encima como dicho tiene. Y esta testigo vió que de ahí a nueve meses,
poco más o menos, el padre fray Jerónimo Gracián con su compañero
fray Cristóbal de San Alberto, no sabe con qué intento, quisieron des-
enterrar y desenterraron el cuerpo, y esta testigo vió que le hallaron
podridos los vestidos y el cuerpo entero, y de buen color y olor, y le
quitaron los vestidos y la pusieron en una sábana, y con otro hábito,
y la tornaron a enterrar en el mismo sepulcro y en una arca. Y de
ahí a tres años, poco más o ¡menos, contando desde el día de su muerte,
vino el padre fray Gregorio Nacianceno por orden de los prelados y el
padre fray Jerónimo Gracián, y la tornaron a desenterrar para efecto
de llevarla, y estando presentes la madre priora Inés de Jesús, y María
de San Francisco y la madre Juana del Espíritu Santo y las demás en
Maitines. Y a este punto notificó el Padre la patente de los prelados
para llevarle, y que las monjas no le impidiesen, y fué tanto el olor
que sintieron en el coro, que echaron de ver que les llevaban el cuerpo;,
y sin poderse contener ni saber lo que hacían, desampararon los
Maitines, y cuando llegaron, ya le tenían fuera de casa. Y esta testigo
con las demás Madres y Hermanas vieron cuando desenterraron el
cuerpo, que le hallaron con la entereza que ahora está, y sin ningún
mal olor, antes un extraordinario olor, sin poder saber a qué compa-
rarle. Y a este tiempo le quitaron el brazo que quedó en esta casa, y
hallaron, y esta testigo vió, un pedazo de estameña que tenía pegado al
cuerpo, tinto en sangre tan fresca y viva, que no parecía sino salida
del cuerpo vivo, la cual vió esta testigo, que pegándole a otro cual-
quier paño, lo calaba y pegaba de aquella sangre con que se tiñeron
muchos paños. Y ha visto y ve que del brazo sale uno como óleo o
bálsamo en tanta abundancia, principalmente en verano, que no parecía
sino que sudaba y pegaba aquel óleo a los paños que le ponen, y esto
ha visto mirándolo con mucha consideración, como quien le tiene en
custodia. Siendo repreguntada por la sexta pregunta e Interrogatorio
dijo: que dice lo que dicho tiene, y que la hora cuando murió fué
entre las nueve y las diez horas de la noche del glorioso San Francisco,
cuando el artículo y pregunta dice, y que la vió que estando muy caída
en la cama sin poderse rodear por la gravedad de la enfermedad, y
que siendo menester particular ayuda para revolverse, cuando el San-
tísimo Sacramento entró para que le recibiese, con extraordinaria lige-
reza se sentó en la cama por sí a solas, y con un semblante muy
grave, como de varón venerable, muy encendida, que ponía y causaba
admiración el mirarla, y comenzó a hablar al Santísimo Sacramento
con palabras muy tiernas y amorosas, diciendo: Señor mío y Esposo
mío, tiempo es ya que nos veamos juntos, y otras palabras a este
modo que a esta testigo no se le acuerdan. Repetía muchas veces aquel
verso: Cor mundam crea itt me, Deas, y otro que decía muy a menudo:
^ projicias me a \acie tua y Cor contritum et humiliaium\, etc.,
uecia. puestas las manos, muchas veces: Bendito sea Dios, hijas mías,
que soa hija de la Iglesia. Mirando con mucho amor las monjas que
estaban rodeadas a ella, hincadas las rodillas, y ella puestas las ma-
90 PROCESOS

nos, sentada en la cama, como había quedado de cuando recibió el San-


tísimo Sacramento, decía: Hijas y señoras mías, cncomiéndoles la guar-
da de la Regla g Constituciones; no miren a mí, que soy tan mala
monja y dado tan mal ejemplo, y esto algunas veces con mucho enca-
recimiento. Y de ahí a un rato llegó el padre fray Antonio de Jesús, que
se halló a su muerte, que era entonces vicario provincial, y le dijo: que
si Dios la llevaba ¿a dónde quería que la enterrasen?, si quería que la
llevasen a i M l a a donde era su casa, Y respondió ella: ¿Y aquí no me
darán un poco de tierra? Y entonces dijo Ana de S. Bartolomé, que era
su compañera: Ande, Madre, vámonos a AVila, que es priora de aquella
casa, y es bien que nos vamos a ella. Y dijo la madre Teresa, alzando
el brazo, con una como manera de enfado: Déjense de eso. Y diciendo
la madre Juana del Espíritu Santo: bien hace. Madre, que ésta y todas
son sus casas, y Cristo en esta vida no tuvo casa propia. Y entonces
dijo: ¡Oh!, ¡qué bien rae dice, hija!, agradeciéndoselo mucho. Que a su
entierro se hallaron el cabildo de esta villa, los frailes Franciscos, el
Marqués de Cerralbo y otros señores parientes de la casa de Alba, y
mucha gente, y esta testigo oyó al doctor Tiedra, catedrático de Me-
dicina en Salamanca, y al doctor Ramírez, médico de este pueblo, vien-
do el brazo, que era cosa milagrosa estar aquel brazo sin corromperse
de aquella manera, y a todo lo demás dice lo que dicho tiene, y que
de todo esto hay pública voz y fama.
Siendo preguntada al tenor de la séptima pregunta y artículo dijo:
que sabe que después de muerta la dicha madre Teresa de Jesús con
muchas personas que han tenido devoción con sus reliquias y se han
encomendado a ella, ha tratado que han venido confesando haber visto
sensiblemente haber cobrado salud y mejoría por este medio. Y a esta
testigo le aconteció que, siendo apasionada de mal de estómago nota-
blemente, que le acontecía por tres días no poder retener en él nin-
guna cosa, con grandes vómitos, que la ponía en mucho aprieto, y po-
niéndose un pedazo de faja de la dicha madre Teresa de Jesús, se
quitó, que ha nueve años que no lo siente. Y otras veces queriendo esta
testigo arrancar un poco del cuero del brazo, sintió, que el dedo se le
iba hinchando y tenía en él gran dolor, y arrepentida de lo hecho
y proponiendo de no lo hacer más, dentro de una hora se le quito,
Y ha visto muchas personas que vienen con mucha devoción, ofrecién-
cfose a ella y ofreciendo velas y cera como a sepulcro de cuerpo santo,
y esto no sólo de este pueblo pero de otros muchos, y entre ellos
muchas personas graves de religión y calidad; y de otras personas
ha oído que ha obrado Dios muy particulares maravillas por la inter-
cesión de esta Santa. En particular oyó a una hermana, monja en esta
casa, que se llamaba María de la Concepción, que la había confesado
un hermano suyo, que se llama Francisco de Lara, que tenía una en-
fermedad muchos años había, que le daba a temporadas una como mo-
dorra, que estaba por dos o tres días, que no sabía de sí, y con un
pañico que le envió pegado al brazo y untado con el óleo que de él
sale, ha echado de ver y sentido sensiblemente que Dios se le ha
quitado y no lo ha sentido más. Siendo repreguntada por la séptima
pregunta de este Interrogatorio acerca de este artículo, dijo: que dice
PROCESOS gj

lo que dicho tiene, y que aquello tiene por milagro que es fuera sobre
la orden natural.
A la octava pregunta y artículo dijo: que todo lo que ha dicho
lo tiene por público u notorio, pública voz y fama. Y siendo repregun-
tada por la octava pregunta de este artículo dijo que lo que ella entiende
por público y notorio es lo que la mayor parte del lugar lo sabe, y
de esta manera la pública voz y fama. Y siéndole leído este Dicho, dijo
que es verdad lo que dicho tiene, y en ello se ratifica y lo firmó de
su nombre. — Don Jerónimo, obispo de Salamanca. — Mariana de la
Encarnación—Vaso ante mí: EL Lícdo. Juan Casquer, Notario apos-
tólico.
92 PROCESOS

DICHO DE CflTflLIN/l BAUTISTA, C. D. (1).

A l primer artículo y pregunta general dijo: que no es parienta de


la madre Teresa de Jesús ni le tocan las generales, que sólo desea la
honra y gloria de Nuestro Señor y que se descubran sus maravillas en
sus Santos y siervos. Y dijo ser de edad de treinta y nueve años, poco
más o ¡menos, y esto responde a esta pregunta y artículo.
Al segundo artículo responde esta testigo: que conoció a la madre
Teresa de Jesús, de trato y conversación, de veintiún años a esta parte
que esta testigo entró en este convento de la Encarnación de esta
dicha villa, donde dice este Dicho, y este tiempo puede haber que
se fundó este dicho monasterio; en el cual muchas y diversas veces vió
en él a la dicha madre Teresa de Jesús en el hábito de monja des-
calza carmelita con velo de profesa de l a " dicha Orden. Y que ha
oído decir que fué monja en el monasterio de la Encarnación, de
la ciudad de Avila, de la Orden del Carmen del Paño, y que de allí
salió a hacer las fundaciones. Y ha oído decir, y tiene por muy cierto,
que la dicha madre Teresa de Jesús fué natural de Avila, hija de
Alonso Sánchez de Cepeda y de D.a Beatriz de Ahumada, gente prin-
cipal y noble y buenos cristianos, temerosos de Dios y sus concien-
cias. Y en esta villa de Alba conoció esta testigo a D.a Juana de
Ahumada, hermana de la dicha madre Teresa de Jesús, y en este mo-
nasterio de la Encarnación de esta villa a Beatriz de Jesús, hija de
la dicha D.a Juana de Ahumada, todos gente muy cristiana, de buena
vida y ejemplo. Y asimismo dice esta testigo que oyó decir a la dicha
D.a Juana de Ahumada y a María del Sacramento, monja descalza car-
melita, que todo el tiempo que la dicha madre Teresa de Jesús estuvo
en el monasterio de la Encarnación de Avila, fué de muy buen ejem-
plo, vida y costumbres, porque estuvieron en el dicho monasterio con
ella, y esto dice acerca de este artículo, y que es muy público y no-
torio. A la segunda pregunta, siendo repreguntada, dijo: que dice lo
que dicho tiene, y que conoció a la dicha madre Teresa de Jesús en
este monasterio de descalzas Carmelitas de esta villa el tiempo que
tiene dicho, por haber todo él esta testigo estado en él por freila,
y que la conoció en el hábito de descalza carmelita, g que es público
y notorio, pública voz y fama. *
Al tercer artículo dice esta testigo: que sabe tuvo la dicha ma-
dre Teresa de Jesús muchos favores de Nuestro Señor, y que le co-
municaba grandes dones y gracias por medio de la oración, porqué a
esta testigo le aconteció muchas veces llevarle algunos recaudos, y la
hallaba en oración trasportada y con un rostro tan hermoso, que pa-
recía no era de este mundo, sino cosa del cielo; y en diversas oca-

1 En Piedrahita vió la luz la hermana Catalina Bautista (Melgar y Gutiérrez).


Profesó para hermana de velo blanco el 19 de abril de 1573. Distinguióse siempre
por su humildad. Data su información del 1 de Abril de 1592.
PROCESOS 93

• es oyó decir esta testigo a Tomasina Bautista y a Guiomar de


í^üs que se halló en muchas fundaciones con la dicha Madre, cómo
MS stro Señor le hacía particulares mercedes por medio de la ora-
ción Y asimismo sabe esta testigo, que comenzó a fundar los monas-
terios de monjas Carmelitas descalzas, y que esta testigo le vió
fundar este monasterio de la Encarnación de esta villa, y que el pri-
mero que fundó fué el de San José de Avila. Y que así en este como
en otros muchos pasó grandes trabajos, así de contradicciones como
de murmuraciones de mucha gente que no entendían el buen fin con
que lo hacía la dicha Madre, atribuyendo siempre lo que hacía a va-
nidades, y todo lo llevaba con grande paciencia y mucho sufrimiento.
Y sabe que las dichas fundaciones hacía la dicha Madre con licencia
de sus superiores y prelados, y cuando hizo esta fundación sabe que
fué con licencia de ellos; y que conoció esta testigo a uno de ellos,
que se llamaba fray Angel de Salazar, de la Orden del Carmen calzado,
Y sabe que fué monja profesa la dicha madre Teresa de Jesús de
esta Orden de descalzas Carmelitas, y que su fin principal y lo que
particularmente pretendió en esta institución, fué la gloria de Dios
y restituir la Regla antigua primitiva en su perfección, y para que
hubiese fieles cristianos que rogasen a Nuestro Señor por la reduc-
ción de los infieles y luteranos, con otros santos fines que le oía esta
testigo con lo que tiene dicho muchas veces a la dicha Madre, y
que todo es público JJ notorio, pública voz y fama. Y siendo repre-
guntada por la tercera pregunta dice lo que dicho tiene, y que todo
es muy público y notorio.
Al cuarto artículo dice esta testigo: que sabe que la dicha madre
Teresa de Jesús vivió toda su vida con mucha humildad y sencillez,
en buenas y santas costumbres. Y en particular el tiempo que esta
testigo la trató y conoció, la vió hacer siempre una vida ejemplarísima
y muy devota, y que era dada mucho a la oración y mortificación,
floreciendo siempre en ella grandísima fe y constancia en muchas
cosas grandes que emprendía por servicio de Dios, y que daba
ejemplo a sus monjas de mucha humildad, acudiendo ella primero a
los oficios de la cocina, de lavar los platos y barrer. Y asimismo
que tenía grande caridad con Dios y con los prójimos, y grande
compasión de los enfermos. Y sabe esta testigo que todo el tiempo
que la conoció, aunque estaba con necesidad de comer carne por falta
de salud, nunca la comió, si no fué cuando se quiso morir, y si al-
gunos regalos le enviaban, no los quería ella comer, sino los daba
a quien tenía necesidad de ellos. Que tenía grandísima paciencia en los
trabajos, y en muchas necesidades que esta casa pasaba las llevaba
con grande amor. Y sabe esta testigo que hacía mucha penitencia en
ayunos y disciplinas; y que en particular le oyó decir esta testigo
una vez, que habían tenido una disciplina cuatro o cinco religiosas.
Porque no eran más: no estoy contenta de esta disciplina, que no
K HGCH0 BIEN' QUE CUAILDO 9° estaba en la Encarnacióm de Avila
andaba buscando las llaves para ella; y sabe que nunca faltó la
a ^adre a todas las disciplinas que en el monasterio se hacían, y
que ayunaba siempre, aunque estuviese enferma. Y que era muy ami-
9a de la pobreza y así se holgaba de las necesidades que pasaba.
94 . PROCESOS

Tenía gran caridad con todas sus religiosas, y con todos era ejem-
plarísima; y que en su vida sabe esta testigo que la tenían y reisipíe-
taban por santa; y después de muerta sabe que tienen en mucha
veneración sus reliquias y que acuden a su sepulcro mucha gente a
tener novenas. Y sabe que dejó de su mano escritos unos libros que
ahora andan impresos, que se intitulan de su Vida, Las Moradas y
Camino de Perfección, los cuales han hecho y hacen mucho fruto a
todo género de gentes que los leen, y que todo es muy público y
notorio, pública voz y fama. Siendo repreguntada por el cuarto ar-
tículo y repregunta dice lo que dicho tiene. Y dice más: que se
acuerda que si alguna vez nombraban a la dicha Madre o la Uamaüan
la madre Fundadora, se enojaba, no queriendo le hiciesen aquella
honra; y que una vez, estando en el refectorio y faltando en él ser-
villetas para comer, que no las había, le dijeron a la dicha Madre si
quería que las pidiesen a la fundadora. Respondió que no7 que antes se
holgaba mucho les faltase, y le pesaba grandemente que algún día
entendía les había de sobrar. Y sabe esta testigo otros actos de po-
breza y humildad que le vió hacer, y florecer en ella todas las vir-
tudes, y que sabe es todo muy público y notorio, pública voz y fama.
A l quinto artículo dice esta testigo: que ha oído decir padeció
muchos trabajos interiores y exteriores, particularmente en la funda-
ción de San José de Avila y en otras fundaciones, y que todo lo lle-
vaba y sufría por amor de Dios y con mucha paciencia, y que salía
de ellos con mucha victoria y honra de Nuestro Señor, y que vivió
siempre hasta su muerte con grande ánimo y constancia, sufriendo con
paciencia todos los trabajos que tenía y le sucedían por sólo la hon-
ra y gloria de Dios, y que es muy público y notorio, pública voz y
fama. Y siendo repreguntada por la quinta pregunta, dice lo que
dicho tiene, y que es muy público y notoro.
A l sexto artículo, siéndole preguntada a esta testigo, dijo: que
sabe que murió la dicha madre Teresa de Jesús en este monasterio de
la Encarnación de esta villa de Alba, habrá diez años, poco menos,
día del glorioso San Francisco, cuatro días del mes de octubre, del
año de mil y quinientos y ochenta y dos, entre las ocho y las nueve
de la noche, y que sería la dicha Madre cuando murió de la edad
que el artículo dice, porque lo ha oído decir esta testigo y porque
lo ha visto así escrito en algunos de sus retratos, y sabe porque ste
halló presente esta testigo a su muerte. Y vió esta testigo a la
dicha madre Teresa de Jesús, que dos días antes que muriese y des-
pués, hasta que murió, decía a sus monjas muy buenas cosas, encar-
gándoles su Regla y que procurasen guardarla, y que no tuviesen cuenta
ni mirasen al mal ejemplo que ella como mala monja les había dado,
que les pedía muy encarecidamente la encomendasen a Nuestro Señor.
Y vió esta testigo, que pidiendo la dicha Madre le diesen el Santí-
simo Sacramento dos noches antes que muriese, se lo querían dilatar
hasta otro día, y ella con grandísima instancia pedía que se lo
diesen luego, y así se lo llevaron; y con estar la dicha Madre de su
enfermedad tan afligida y fatigada, y que, si no era con grandísimo
trabajo, no la podían menear de la cama dos religiosas, en entrando
el Santísimo Sacramento por su celda, se levantó encima de la cama,
PROCESOS 95

Ha ella sola, y con un rostro tan encendido que parecía estaba


^ucha salud, y empezó a decir grandes ternuras y palabras de
concho arnor a Nuestro Señor, diciéndole: Y a es tiempo, Señor y Dios
T o que nos juntemos y veamos, y otras cosas a este tono, y recibió
™\ Santísimo Sacramento con grandísima devoción y amor de Dios, y
después le dieron la Extremaunción, y el tiempo que le duró el
habla estaba diciendo a sus monjas guardasen sus reglas y enco-
mendándose a Nuestro Señor con algunos Salmos que decía. Y sabe
esta testigo, que luego otro día que murió, la enterraron en esta
iglesia de este dicho monasterio, hallándose presente a su entierro
el cabildo de esta villa y los frailes de San Francisco y mucha gente,
y después de hecho el oficio la enterraron entre las dos rejas del
coro bajo, y se halló presente esta testigo y ayudó a meter el cuer-
po de la dicha Madre en el ataúd, y vió que sólo llevaba vestido el
hábito de su Orden, y cerraron y taparon el dicho ataúd, quedando
dentro el cuerpo, sin echarle dentro cosa ninguna de olores, ni
cal ni otra cosa. Y dice más esta testigo: que vió cómo cubrieron
luego la sepultura, haciendo encima un paredón muy recio de pie-
dra y cal y cerraron la dicha sepultura. Asimismo dice, que la
noche que murió oyó decir que había quedado en la celda don-
de murió un suavísimo olor por muchos días, y esta testigo no lo
olió por entonces porque andaba enferma de unos dolores de cabeza;
mas que de a pocos días se le quitaron y empezó a sentir un boní-
simo olor por toda la casa. Y dice más esta testigo:que de ahí a nueve
meses que murió la dicha madre Teresa de Jesús, a instancia de al-
gunas religiosas de esta casa, el padre fray Jerónimo Gracián, que era
provincial, visitando esta casa, le pidieron desenterrase el cuerpo de
la dicha Madre, porque sentían salir un suavísimo olor de su sepul-
cro, y así lo desenterraron hallándose presente esta testigo. Y cavan-
do en el sepulcro vió que hallaron las tablas del ataúd como podrir
das y el hábito de la dicha Madre asimismo podrido y muy húmedo
todo, y descubriendo el cuerpo lo vió esta testigo muy entero y sin
genero de corrupción alguna y con un olor suavísimo y bueno. Y el
dicho fray Jerónimo Gracián con consentimiento de todas las mon-
jas cortó del dicho cuerpo la mano inquierda, la cual ha oído decir
esta testigo está ahora en Lisboa; y volviendo a ponerle otro hábito,
metieron el dicho cuerpo en una caja grande, y la volvieron al dicho
sepulcro, haciendo un tabique de ladrillo muy sencillo, y cubriéndole
Por encima con unas tablas que clavaron y dejaron allí, y sabe esta
testigo, que después se sentía el mismo buen olor, y unos días más
Que otros, salir del dicho sepulcro. Y vió esta testigo que de allí a tres
anos de la muerte de la dicha Madre, volvió a esta casa y monasterio
de la Encarnación de ñlba el padre fray Gregorio Nacianceno, pro-
vincial que a la sazón era de esta Orden de descalzos Carmelitas, y
ai]o que quería ver el cuerpo de la madre Teresa de Jesús, y es-
ando juntas todas las monjas de este monasterio y el padre fray
Jerónimo Gracián. que venía con el dicho Provincial y en presencia
^e todas las monjas y de esta testigo, sacaron el cuerpo de la dicha
]a y sepulcro, y le vió esta testigo tan entero y sin corrupción al-
9 na como la primera vez. Y vió esta testigo que la túnica que tenía
96 PKOCESOS

pegada al cuerpo estaba todo llena de un óleo o bálsamo de un olor


bueno; y asimismo vio un paño de estameña que se le halló entonces
todo lleno de sangre tan fresca, que parecía recién salida de un cuer-
po vivo, y esta testigo lo tuvo en sus manos por ser la primera que
lo vio y halló entre los vestidos del hábito que le quitaron, y en-
volviendo el dicho pedazo de estameña esta testigo entre unos pa-
peles, dentro de pocas horas los hallaron todos llenos de sangre.
Y sabe esta testigo que ha obrado Nuestro Señor algunos milagros
por medio de la dicha sangre, y con la devoción que a las reliquias
de la madre Teresa de Jesús tienen. Y dice esta testigo que después
que el dicho Provincial sacó fuera de la caja el cuerpo de la madre
Teresa de Jesús, les dijo a las monjas se fuesen a decir Maitines y que
quedasen con él la madre Priora que era entonces, y otras dos reli-
giosas, a las cuales les notificó unas patentes de sus prelados para
que no contradijesen lo que querían hacer, de sacar y llevarse el
cuerpo de la dicha madre Teresa de Jesús, y notificadas, pusieron por
obra y la sacaron fuera de la clausura de este dicho monasterio. Y
esta testigo, estando en la casa ocupada en cosas de su oficio, sintió
un suavísimo olor, y a las monjas que estaban en el coro en Mai-
tines que sintieron lo mismo y sospecharon les llevaban el cuerpo de
la Madre; y cuando esta testigo salió, vió que sacaban el cuerpo, y
las demás entendieron lo mismo, las cuales todas estaban alboro-
tadas y muy sentidas, y el Provincial les dijo que no lo llevaban, y
les notificó a todas las mismas patentes; y en esta ocasión le cor-
taron del cuerpo el brazo izquierdo que dejaron en esta casa. Después
vió esta testigo que por orden de Su Santidad volvieron el cuerpo de
la dicha Madre de Avila a esta casa, y le volvió a ver tan entero co-
mo de antes y con tan buen olor. Y el primer día de Pascua de Re-
surrección de este presente año entrando en esta casa Don Jerónimo
Manrique, obispo de Salamanca, a ver trasladar el dicho cuerpo de
una caja a otra, que la Duquesa de Alba daba de limosna para este
efecto, vió esta testigo el dicho cuerpo tan entero como siempre lo
había visto y con el mismo buen olor. Y ha visto siempre que sale
de él el óleo que el artículo dice, y ha visto muchos paños teñidos
de él, y lo que tiene dicho es público y notorio, pública voz y fama,
demás de que esta testigo lo ha visto. Y siéndole repreguntada por
la sexta pregunta dice lo que dicho tiene, y que todo es muy pú-
blico y notorio.
Al séptimo artículo dice esta testigo: que sabe que después de
muerta la dicha madre Teresa de Jesús, ha obrado Nuestro Señor
por devoción a sus reliquias y cuerpo y por su intercesión muchos
milagros. Y en particular dirá de dos que a esta testigo le han
sucedido para honra y gloria de Dios; y fué que la primera vez
que desenterraron a la madre Teresa de Jesús, le mandaron a esta
testigo que las tablas del ataúd, como estaban podridas, que las
quemase; y llevándolas a una chimenea de esta casa, las echó y
encendió, y con no hacerse sino poca llama, se emprendió la chime-
nea y se encendía toda, y viéndose esta testigo tan afligida y atri-
bulada, dijo: madre Teresa de Jesús, ayudadme en esta tribulación, y
al instante se cayó de la chimenea todo el fuego que en ella ardía
PROCESOS $7

sin quedar cosa ninguna, y muy segura y libre la chimenea. Y


otra vez dice esta testigo, que se le hincó un clavo por la planta
de un pie, ü disimulando pensando que no sería nada, se le vino
a hinchar y parar tan malo, que no se podía tener en él, y viniéndole
un barbero a curarle y aplicándole muchas medicinas, así para la
herida del clavo como para la hinchazón del pie, y saliéndose el
barbero de la enfermería con la enfermera, esta testigo se hincó de
rodillas encima de la cama y dijo: si yo tengo fe con la madre Te-
resa de Jesús, no tengo necesidad de nada ni de otro remedio, y se
quitó los paños g medicinas que le habían puesto, y se fué sintiendo
con mucha mejoría; y luego otro día se levantó esta testigo y se le
fué quitando la hinchazón y pudo andar bien, lo cual entiende esta
testigo fué cosa milagrosa y obrada por la devoción de la dicha
madre Teresa de Jesús, y lo que tiene dicho del fuego de la chime-
nea. Y a esta testigo ha hecho Nuestro Señor otras muchas rnercedes,
sacándola de congojas y tribulaciones que ha tenido, por intercesión
de la dicha madre Teresa de Jesús. Y ha visto esta testigo que se
tiene grande veneración a sus reliquias, y que acude a su sepulcro
mucha gente a tener novenas, y que siempre salen muy consolados to-
dos los que se encomiendan a la dicha Madre, y que al presente
están teniendo novenas en su sepulcro marido y mujer, vecinos de
esta dicha villa, y de otros muchos milagros ha oído decir esta tes-
tigo y que está un libro impreso del doctor Ribera, de la Compañía
de Jesús, que a él se remite, y que todo es muy público y notorio,
pública voz y fama, y dice lo que tiene dicho siendo repreguntada
por la séptima pregunta, y que es muy público y notorio.
Al octavo artículo dice que tiene por público y notorio aquello
que tiene y dice la mayor parte de un pueblo, y así tiene esto, pues
casi toda España lo dice y hay mucha publicidad de este negocio en
toda ella y esto responde. Y siéndole leído este Dicho, dijo que se
ratificaba y ratificó en él y no lo firmó porque dijo no sabía—Don
Jerónimo, obispo de Salamanca.—Pasó ante mí: E l Licúo. Juan Cas-
quer, notario apostólico.
ÍÍ8 PROCESOS

DICHO DE JUHNfl DEL ESPIRITU SANTO, C. D, (1).

A la primera general dijo: que no es parienta de la dicha Teresa


de Jesús, ni más que monja de la dicha Orden, ni le va interés alguno,
ni pretende más que la honra de Dios y sus Santos; que por ninguna
cosa dejará de decir verdad; que es de edad de cincuenta años, poco
o menos. Y preguntada cómo se llamaba en el siglo antes que en-
trase religiosa descalza, respondió que se llamaba D.a Juana Yera,
y que era natural de Avila.
Al segundo artículo responde: que conoció a la dicha madre Teresa
de Jesús, y sabe que fué natural de la dicha ciudad de Avila, y de
padres nobles, y que fué monja en el monasterio de la Encarnación
de la dicha ciudad, y en él la conoció por monja muy ejemplar y por
tal tenida, y que por su ejemplo vió muchas religiosas darse a la
virtud y seguir vida de mucha perfección, y todo esto sabe fué muy
público y notorio. Siendo repreguntada por la segunda pregunta del
Interrogatorio acerca de este artículo dijo: que sabe lo que dicho
tiene, porque esta testigo fué monja en el dicho monasterio de la En-
carnación, cuando la dicha madre Teresa de Jesús estaba allí, y fué
una de las que salió a la fundación de Toledo, y allí estuvo en su com-
pañía como año y medio, y después la vió en esta casa y en Avila
como otro año y medio, y después en esta casa, y que los prelados que
ella conoció eran en aquel tiempo fray Angel de Salazar y fray Juan Bau-
tista Rúbeo, y esto es lo que sabe a esta pregunta.
Al tercer artículo dijo: que sabe que la dicha madre Teresa de
Jesús tuvo particulares favores del cielo y recibió grandes dones y gra-
cias, y que fué fundadora de las Descalzas Carmelitas, reduciendo la
Orden mitigada a la primitiva Orden sin mitigacón; y que fundó el
primer monasterio en la dicha ciudad de Avila, en el cual oyó que
profesó, y lo tiene por público, renunciando la mitigación que tenían
los Carmelitas Calzados y profesando la dicha Orden sin mitigación.
Y tuvo por muy cierto que su fin, como de ella entendió, era la ma-
yor honra de Dios y que hubiese algunas que le siguiesen con perfec-
ción, y todo esto lo tiene por público y notorio. Y siendo repreguntada
por la tercera pregunta del Interrogatorio acerca de este artículo dijo:
que sabe lo que dicho tiene por haber tratado con la dicha Madre,
y haber visto en ella cosas maravillosas, y que sin particular gracia
y extraordinario favor del cielo no los pudiera tener. Y en particular la

1 Esta religiosa natural de Avila, hija de Alfonso Guiera y María de Cisneros,


entró en la Encarnación, y de aquí salió con la Santa para la fundación de Toledo
(1569), de donde pasó a Alba (1571) con el cargo de priora de la nueva Comunidad.
En 1 572 renunció a la Regla mitigada. La M. juana era priora de Alba cuando mu-
rió la Santa. Durante veinte años estuvo casi completamente impedida, trabajo que
soportó con heroica paciencia. Acaeció su muerte el día de wSan Blas de 1599, a los
setenta y seis años de edad. Declaró el 1 de abril de 1592.
PROCESOS 99

. muchas veces quedarse arrobada después de haber recibido el San-


tísimo Sacraraento, y en el coro en los Oficios divinos, y en la re-
creación con las hermanas, quedando por algún espacio de tiempo sus-
pendida de los sentidos y volviendo con gran serenidad y paz, y que
se echaba de ver que era favor y regalo del cielo, y esto muy ordi-
nario. Y en particular la vio esta testigo en la dicha casa de Toledo
un día de los apóstoles San Pedro y San Pablo, saliendo de Maitines,
que fué tanto el ímpetu de deseo y amor de Dios de padecer por él
y verse con Su Majestad, que gran parte de la noche gastó con gran-
des gritos, ansias y lágrimas, sin poderse contener, y fué necesario que
la madre Priora y otras hermanas la estuviesen acompañando, y otras
cosas vió en ella que la hacían venerar y respetar como a sajita,; y a lo
demás dice lo que dicho tiene. Y sabe que en las fundaciones se
acompañaba de religiosos y personas espirituales y de muy ejemplar
vida, y siempre con dos o tres religiosas. Y sabe que cuando murió
quedaron quince monasterios de monjas, los trece fundados por su
persona, y los dos por su Orden; y después de muerta se han fundado
once, lo cual sabe por ser, como es, monja de la dicha Orden y tratar
con los prelados de ella, lo cual es público y notorio. Y sabe por el
dicho trato que tiene, que en todos ellos se sirve Dios con mucha
perfección, desprecio del mundo, desasimiento de las cosas de él, gran-
de pobreza y perfecta obediencia y las demás virtudes en granóle au-
mento, por lo cual todo sabe y ve esta testigo ser tenida la dicha
Madre en gran veneración por sus grandes virtudes y las de sus monjas.
Acerca del cuarto artículo, siendo preguntada, dijo: que sabe
que en la dicha madre Teresa de Jesús florecieron y hubo en grande
abundancia las virtudes que el artículo dice, por las cuales vió esta
testigo el tiempo que la conoció ser respetada y tenida por santa,
y esto por todo género de personas que la comunicaban y trataban, y
las que no, por las nuevas que tenían de su santidad. Sabe que dejó unos
libros que ella compuso, y alguno de ellos vió esta testigo escribir, que
después quedaron y andan impresos con provecho de los que los leen,
como esta testigo ha oído publicar a muchas personas, que confiesan
haberlas Dios hecho merced por ella dándoles muy particular luz a su
alma, y a muchos religiosos y letrados; y esto sabe es público y no-
torio. Y siendo repreguntada por la cuarta pregunta del Interrogatorio
acerca de este artículo dice lo que dicho tiene, y que como lo sabe,
es por haberla tratado y visto por vista de ojos en ella las dichas
virtudes. En particular resplandecer en la humildad, que era la primera
que acudía a los oficios humildes, como barrer y lavar los platos;
la que primero se sujetaba en cualquiera cosa a la Priora y cuando
había de salir del coro; iba a los capítulos a decir sus culpas con
las demás hermanas. Caridad grande, y en particular con las enfer-
mas a cuyas necesidades decía ella que se había de acudir, aunque
fuese vendiendo los cálices; muy amiga de penitencia; nunca comía
carne por necesidad que tuviese, aunque fuese no pequeña; ni dormía
sino en un jergón; traía estameña; acostumbraba las disciplinas
con las hermanas, g le acontecía estar mala en la cama con calentura
y levantarse a tomar disciplina; comulgaba cada día, aunque fuese
camino, con consejo de sus confesores. Vió esta testigo cómo tenía gran
100 PROCESOS

sentimiento cuando la trataban por santa. Tenía gran cuidado de


encubrir lo que Dios la comunicaba interiormente, y esta testigo la vió
de ordinario acostarse después de la medianoche, no perdiendo por
muchas ocupaciones que tuviese sus continuos ejercicios de oración.
Y que los libros que quedaron suyos sabe que lo fueron, porque mu-
riendo en esta casa, quedaron de su misma letra, g por tales fueron
tenidos comúnmente, que fué su Vida, y Camino de Perfección, y Las
Moradas y Las Fundaciones, y todos andan impresos si no es Lap
Fundaciones, y de lo demás dice lo que dicho tiene, y que de esto hay
pública voz y fama.
Al quinto artículo responde: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús padeció muchos trabajos en el ánima y el cuerpo, y los vió
esta testigo que los sufría con gran paciencia, y ánimo y gran alegría
por su Dios. Y siendo repreguntada por la quinta pregunta del Interro-
gatorio acerca de este articulo dijo: que sabe lo que dicho tiene por
haberlo visto. Y en particular estando en la casa de San José de Avila
juntas, la vió padecer grandes persecuciones de los Padres del Car-
men Calzados, que la pusieron en grandes aprietos con el Nuncio
y con el Rey, cuando trataba de las fundaciones de los monasterios
y quería dividir la provincia de los Descalzos de los Calzados, adonde
padeció grandes trabajos, y los llevó con grande ánimo y mucha ale-
gría, tratando siempre bien de los que la perseguían; y la vió padecer
grandes enfermedades y trabajos corporales en las fundaciones, y todo
lo sobrepujaba con gran fortaleza y ánimo. Y esta testigo la vió es-
tando en Avila que cayó de una escalera y se quebró el brazo izquier-
do, y contaba ella después que creía que el demonio la había arro-
jado, porque era cuando ella andaba en los negocios de su Orden, y
que había permitido Dios que fuese el izquierdo porque no dejase de
escribir, que para sus negocios le era de gran importancia. Y la oyó
esta testigo después que se le aderezaron, que por ninguna cosa quisie-
ra haber dejado de pasar aquellos dolores, porque le parecía se pare-
cían en algo a los que Cristo padeció cuando le extendieron en la
cruz, y siempre la vió con una gran paciencia, aunque quedó manca
y sin poderse vestir sin ayuda.
Al sexto artículo responde: que sabe que la dicha madre Teresa de
Jesús murió el día, mes y año que el artículo dice en esta casa y
convento, y en ella fué enterrada entre la reja del coro bajo, adonde
estuvo hasta que la desenterraron; y esta testigo vió lo que el artculo
dice, cómo estaba y está entero su cuerpo, y de él no salía ni sale
ningún mal olor, antes uno muy suave. Y ha visto cómo olió y del
brazo sale uno como óleo o bálsamo que unta todos los paños que le
ponen y los deja teñidos como con óleo; y ni más ni menos vió que le
hallaron un pedazo de estameña que tenía junto a las carnes, cuando
la amortajaron, teñido en sangre tan viva y tan fresca, que todos los
paños que le juntaron, que fueron muchos en número, quedaron teñidos,
y de esto sabe y hay pública voz y fama. Siendo repreguntada por la
sexta pregunta del Interrogatorio acerca de este artículo dice: que dice
lo que dicho tiene, y lo sabe porque se halló a su muerte, g fué
cuando dicho tiene, a las nueve de la noche, el día de San Francisco,
Y la vió esta testigo, que el día que se quiso morir, cuando la llevaron
PROCESOS 101

1 Santísimo Sacramento, habiendo pedido con muchas veras a esta


testigo que hiciese que le llevasen el Santísimo Sacrannento, y diciéndole
esta testigo que a la mañana se le darían, nunca lo permitió; g cuan-
do se le quisieron dar, al entrar por la celda se sentó en la cama
con gran ligereza ella sola, siendo antes menester dos para rodearla,
con un rostro que parecía más de hombre mug venerable que de mu-
jer, y comenzó a decir unas palabras muy tiernas y amorosas: ¡Oh,
Señor g Esposo mío, ya es llegada la hora que go tengo tanto deseada;
hora es ya que nos juntemos. Y dando muchas gracias a Dios que la
había hecho hija de la Iglesia; repetíalo muchas veces; g después re-
cibió la Extremauncióin y toda aquella noche estuvo repitiendo aquellos
versos: Cor coniritiim et hamiliatum, etc., y Ne projicias me a facie tua,
y Cor mundum crea in me, Deas, g encomendando con palabras muy
regaladas a sus monjas la guarda de su Regla y Constituciones, y pi-
diéndoles que no mirasen a su mal ejemplo. Y estando y teniéndola
abrazada esta testigo llegó el padre fray Antonio de Jesús, que a la
sazón era vicario provincial, que se halló a su muerte g le dió los
Sacramentos; y le dijo, que si Dios la llevase de aquella enferme-
dad, que si quería que le llevasen a Avila o si quería quedarse «n este
convento, qué era su voluntad. Y respondió, volviéndose para esta testi-
go y otras hermanas: ¿g aquí no me darán un poco de tierra? Y des-
pués de muerta, esta testigo y otras hermanas estuvieron aquella noche
con ella, g era tan grande la fragancia del olor, que no sabían a qué
pudiese ser comparado, porque olía de muchas maneras. Y el día si-
guiente la enterraron, hallándose presente el cabildo de esta villa, g
los frailes Franciscos y muchedumbre de gente, que con gran devoción
llegaban a sus pies y hábito, como a cuerpo santo, y la enterraron en
el lugar que dicho tiene en un ataúd, sin echar cal, g después hicieron
encima como pared con muchas piedras y cal por mano de un cantero
y otro carpintero a propósito, para que, aunque quisiesen, no la pu-
diesen desenterrar, pidiéndolo así Teresa de Láíz, fundadora de este
convento, que estaba presente. Y de ahí a nueve meses, poco más o
menos, viniendo a este convento el padre frag Jerónimo Gracián, que
a la sazón era provincial, y diciéndole esta testigo g otras monjas el
olor que sentían en el sepulcro g a su petición, el dicho padre fray
Jerónimo y su compañero y otras hermanas que ayudaron, la desente-
rraron y hallaron los vestidos g ataúd mohoso, g el cuerpo tan fresco, que
parecía estaba corriendo la sangre, que entonces hallaron en el paño
que tiene dicho. Y no sólo tenía el cuerpo mal olor, antes muy buenoj
sin ninguna corrupción; sólo el rostro tenía negro de un velo que le
pusieron encima de él, cuando le enterraron, g se había pegado; los
pechos y vientre mug blanco y de buen color. Y a este tiempo entró
el P. Provincial que había salido fuera mientras quitaban las vestidu-
ras con que la habían amortajado y le ponían otras, g preguntó si ha-
bían echado algún olor. Y en ese tiempo le quitó una mano del brazo
izquierdo, que ahora está en Lisboa en el convento de las monjas Des-
calzas Carmelitas, g la tornaron a meter en el sepulcro en una arca en el
mismo sepulcro donde antes estaba, envuelta en una sábana g con otro
habito, g solamente unas tablas encima y un pequeño y delgado tabi-
que por la parte adentro del coro, g por cima unas tablas g sobre las
102 PROCESOS

tablas ladrillos. Y no sabiendo de esto nada persona alguna, el día si-


guiente, que recibió hábito una monja, decían muchas personas e! gran
olor que habían sentido en la iglesia, y lo mismo dijo un pintor que
estaba pintando la reja de la capilla de este monasterio, no sabiendo
lo que era, que vino a preguntar qué era el olor que a tiempos sentía,
que él no le sabía conocer. Y de ahí a dos años y tres meses vino el
padre fray Gregorio Nacianceno, provincial, a visitar y hacer elección
con el dicho P. Gracián, y después de haber elegido, entraron dentro,
y poniendo grandes censuras para el secreto, sacaron el cuerpo del
sepulcro; y estaba tan tratable y ligero como si no fuera de carne
y hueso, porque esta testigo le tuvo abrazado gran rato y con muy buen
color y olor. Y a este tiempo habiendo enviado las monjas a Maiti-
nes, fuera tres con esta testigo, sacaron una patente con grandes cen-
suras para que no le impidiesen, y le sacaron de casa para llevarlo^
y fué tanto el olor que sintieron las monjas que estaban en el coro,
que echaron de ver que sacaban el cuerpo, y desampararon los Mai-
tines; y cuando llegaron le tenían fuera y le llevaron a Avila, habién-
dole antes cortado el brazo que le faltaba la mano y el que tenía manco
para dejarle en ésta, y le cortó con tanta facilidad como si cortara
una pechuga de ave. Y desde ahí a ocho meses, poco más o menos,
por orden de Su Santidad, a instancia y petición del Duque y Prior
de San Juan, le tornaron a esta casa, adonde está, y esta testigo le
tornó entonces a ver de la misma manera que antes. Y ha visto que del
brazo sale uno como sudor, a manera de óleo, que unta todos los paños
que le ponen; y ni más ni menos del cuerpo, dejando las túnicas que
le han puesto untadas. Y esta testigo ha oído al doctor Ramírez, médico
de este pueblo, que era cosa milagrosa lo del brazo y sangre.
ñ l séptimo artículo dice: que tiene por muy cierto ha obrado el
Señor algunos milagros por intercesión de la dicha Madre y por la
devoción de sus reliquias, porque a esta testigo le ha acontecido estar
fatigada con algunos dolores y enfermedades penosas, y acudiendo con
devoción a ponerse algunas cosas suyas, ha sentido visiblemente me-
joría; y fuera de esto ha oído les ha acontecido a otras muchas per-
sonas otro tanto. Y sabe que hay gran devoción con sus reliquias, y
porque muchas personas de todas calidades, religiosos y seglares, acuden
a su sepulcro g a ver su brazo con gran devoción, así de este pueblo como
de fuera, y aun de lejos, venerándolas como a reliquias de santa. Y sien-
do repreguntada por la séptima pregunta del Interrogatorio acerca del ar-
tículo dijo, que dice lo que dicho tiene, y que esta testigo tiene por
milagroso lo que es fuera del orden natural.
A l octavo artículo dijo: que dice lo que dicho tiene, y que ella
tiene por público de pública voz y fama lo que la mayor parte del
pueblo o ciudad lo sabe. Y siéndole leído este Dicho, dijo que es
verdad lo que dicho tiene y en ello se ratifica y lo firmó de su
nombre—Don Jerónimo, obispo de S a l a m a n c a . . — d e l Espíritu San-
to.—Pasó ante m;: E l Licdo. Juan Casqaer, notario apostólico.
PROCESOS 103

DICHO DE CONSTaNCIfl D E L O S A N G E L E S , C . D. (1).

A la primera general dijo: que no es parienta de la madre Teresa


de Jesús, ni más que monja de su Orden, que no le va otro interés
más que la honra de Dios y sus Santos; que no dejará de decir verdad
por ninguna cosa en lo que supiere que ordene Dios aquello que más
convenga a su honra y gloria. Que es de edad de treinta y un años,
poco más o menos; que en el siglo se llamaba D.a Constancia Centeno,
natural de Ciudad Rodrigo.
Al segundo artículo responde: que conoció a la dicha madre Te-
resa de Jesús, y que oyó decir por muy notorio que fué natural de la
ciudad de Avila, de padres nobles, y que fué monja en el monasterio
de la Encarnación de la dicha ciudad de Avila, que es de la Orden
del Carmen de las mitigadas, y lo sabe porque es notorio de pública
voz y fama, y que fué siempre muy ejemplar. Y siendo repreguntada
por la segunda pregunta del Interrogatorio acerca de este artículo, dijo:
que dice lo que dicho tiene, porque ha dieciséis años, poco más o menos,
que es monja profesa en este convento, al cual la dicha madre Teresa
de Jesús vino algunas y diversas veces y se detuvo en él algunas y di-
versas veces, por donde la comunicó y trató, y sabe lo que dicho tiene,
y a lo demás dice lo que dicho tiene.
Al tercer artículo responde: que tiene por muy cierto que a la dicha
madre Teresa de Jesús le comunicó Dios muy particulares favores por
medio de la oración. Y sabe que fundó la Religión de Descalzas Car-
melitas, saliendo ella para este propósito del dicho monasterio de la
Encarnación, llevando por intento el reducirse a sí y a los monaste-
rios que fundaba al primer instituto y Regla en que estaba la dicha
Orden del Carmen antes de su mitigación, pretendiendo la honra de Dios
y que hubiese almas que de veras se diesen a Dios por medio de la
oración; y así para este efecto con orden de los prelados fundó la
primera casa, que hoy es de Descalzas en la dicha ciudad de Avila,
todo lo cual sabe por público y notorio, de pública voz y fama. Y sien-
do repreguntada por la tercera pregunta del Interrogatorio acerca de
este artículo, dijo: que dice lo que dicho tiene por haber comunicado
a la dicha madre Teresa de Jesús, y haber visto las extraordinariats
mercedes que Dios le hacía, y haber oído a personas que más en
particular la trataron los grandes favores que Dios le hacía, y por
haber visto las grandes obras que emprendió, que no pudiera sin este
particular favor de Dios, lo cual sabe como público y notorio. Y así
sabe que, cuando murió, dejó fundados catorce o quince monasterios; los
trece por su persona, y después de muerta se han fundado once. Todo
lo cual sabe por el trato y comunicación que tiene como monja de la

1 Profesó esta religiosa en 1578. Fué natural de Ciudad Rodrigo. Llamóse en ?1


siglo Constanza Maldonado y Pecellin. Su Dicho es de 1 de abril de 1592.
10^ PROCESOS

dicha Orden, y así sabe que en todos estos monasterios se vive con
gran clausura, religión y perfección, y así ha visto y ve que todos
ellos son tenidos en mucho por la mucha religión que en ellos res-
plandece por todas las personas de mucha religión y calidad que los
tratan. Y el fin que dicho tiene que tuvo la dicha madre Teresa de
Jesús lo sabe por los libros que dejó, y por las reglas y constituciones,
que les dió, y esto es lo que sabe; y a lo demás dice lo que dicho
tiene, y en ello se ratifica. Y algunas veces que la vió pasar por este
convento yendo a fundar, la vió ir acompañada con religiosos de su
Orden y con personaas muy espirituales llevando en su compañía dos
o tres religiosas.
Al cuarto artículo responde: que tiene por muy cierto que la madre
Teresa de Jesús tuvo las virtudes que el artículo dice en gran abun-
dancia, y que en ellas floreció el discurso de su vida, por las cuales
la vió esta testigo ser venerada g reverenciada de todo género de per-
sonas, así de su Orden como de otras y seglares de todas calidades, te-
niéndola por de admirable y santa vida. Y sabe que dejó escritos unos
libros que llaman de su Vida, y Camino de Perfección, y Las Moradas
y Fundaciones, los cuales andan ahora impresos. Y sabe por lo que
ella ha leído en ellos y ha oído a otras personas, que han sido y sbn
de mucho provecho para las almas de los que los leen, y esto sabe
por público y notorio, de la pública voz y fama. Y siendo repreguntada
por la cuarta pregunta del Interrogatorio acerca de este artículo dijo:
que dice lo que dicho tiene y en ello se ratifica.
Al quinto artículo responde: que ha oído decir a las monjas que más
en particular trataron a la dicha madre Teresa de Jesús, que padeció
grandes trabajos y persecuciones al tiempo que quiso salir a fundar
del monasterio de la Encarnación, y cuando andaba en las fundacio-
nes, y cuando se quiso dividir la provincia de Descalzos de los Cal-
zados, teniendo grandes contradicciones y persecuciones, levantándole
grandes testimonios. Todo lo cual oyó por muy notorio que lo sufría
con grande paciencia y alegría, sin descomponerse en hecho ni pa-
labra, y en esto haberse conservado hasta el fin de su vida con
fuerte y constante ánimo, de lo cual sabe hay pública voz y fama. Y
siendo repreguntada por la quinta pregunta del Interrogatorio acerca
de este artículo dijo que dice lo que dicho tiene y en ello se ratifica.
A l sexto artículo responde: que sabe que el año de ochenta y dos,
víspera de San Maleo, viniendo la madre Teresa de Jesús de hacer
la fundación de la casa de Burgos, que le había costado mucho tra-
bajo, llegó a esta casa de camino, que iba para la de Avila, y di-
ciendo que venía muy cansada e indispuesta, a ruego de la madre Priora
y las demás hermanas la hicieron acostar, diciendo ella que había mu-
chos años que no se acostaba tan temprano, ni que nunca se había
visto con tanta necesidad. Con todo se levantó el día siguiente y co-
mulgó con grande espíritu, y cada día de los siguientes hasta el día
de San Miguel, que después de haber oído misa y comulgado se echó
en la cama. Y estando muy apretada de la enfermedad, estuvo una
noche gran parte de ella en oración, y a la mañana dijo que llamasen
al padre fray Antonio de Jesús, vicario provincial que entonces era g
venía en su compañía, que quería confesarse: y después de haberla
PROCESOS 105

nfesado, diciendo el dicho Padre que pidiese a Nuestro Señor que la


diese vida para que no dejase tan presto a sus hijas, respondió: ya yo.
Padre no soy menester. Víspera de San Francisco a las cinco de la
tarde ' pidió el Santísimo Sacramento, y estando tan enferma que no
se podía revolver en la cama si no la volvían, a la entrada del San-
tísimo Sacramento por su celda se puso sentada en la cama, sin que
nadie la ayudase, y con tanto espíritu, que parecía se quería echar de
la cama, y fué menester arrimarse a ella, poniéndosele un rostro muy
hermoso' y encendido, que parecía había tomado nueva figura y muy
diferente de la que antes tenía y se hacía respetar por ella. Y puestas
las manos, con grande espíritu, entre otras palabras decía: ¡Oh, Señor
mío y Esposo mío, que ya es llegada la hora tan deseada; tiempo es
ya que nos juntemos; ya es tiempo de caminar; sea muy en hora buena;
cúmplase vuestra voluntad; ya es hora que yo salga de este destierro;
muchas gracias os doy que me habéis hecho hija de vuestra Iglesia
y que acabe yo en ella. Repetía muchas veces: al fin. Señor, soy
hija de la Iglesia. Pedía con gran contrición perdón de sus pecados,
y decía que por los merecimientos de Cristo esperaba ser salva, y a
las monjas pedía pidiesen esto a Nuestro Señor. Y rogándolas las
hermanas que las dijese algo, no les dijo ni pidió otra cosa más que
guardasen sus Reglas y Constituciones y obedeciesen a sus prelados.
Y, puestas las manos, decía: Hijas mías y señoras mías, pídoles por
amor da Dios tengan gran cuenta con la guarda de sus Reglas g Cons-
tituciones; no miren el mal ejemplo que esta mala monja les ha dado,
y perdónenmele por amor de Dios, Después de este tiempo repetía mu-
chas veces este verso: Sacrijicium Deo spiritus contribulatus; cor contri-
tutn et humiliatutn, Deas, non despides. Y éste: Ne projicias me a facie
'tua et spiritam sanctum tuam ne aaferas a me. Y éste: Cor inundan
crea in me, Deas, y particularmente este medio verso Cor mundam crea
in me, Deas, no se le cayó de la boca hasta que se le quitó el habla.
Pidió la Extremauncióíi y se la dieron el mismo día, víspera de San
Francisco, a las nueve, y ayudaba a los salmos y respondía a los
versos con mucho espíritu, y en recibiéndole tornó a dar muy parti-
culares gracias a Dios porque la había hecho hija de la Iglesia. Y
preguntándola el padre fray Antonio si quería que la llevasen a Avila,
a su casa, después de muerta, respondió con el semblante, como quien
le pesaba de oir aquello: ¿Y yo tengo de tener casa propia?, ¿aquí no
me darán un poco de tierra?, y toda esa noche estuvo con grandes
dolores, saliendo de cuando en cuando con los versos arriba di-
chos, y a la mañana se quedó con gran quietud sin hablar has-
ta las nueve de la noche, que dió el alma a Dios. Quedó su rostro
hermosísimo y sin arrugas, teniendo antes muchas; muy blanco y muy
tratable su cuerpo, y estuvimos esa noche acompañando su cuerpo, y
era cosa maravillosa ver el olor que salía de él, diferente unas veces de
otras, sin saber a qué compararle; y éste quedó por algunos días)
en casa, en particular en las celdas o partes donde había algunas
cosas que hubiesen servido a su enfermedad. Pusieron su cuerpo en
un ataúd, sin tocar a él, ni abrirle ni echar cal ni otra cosa, y así
le metieron en el hueco de la red del coro bajo, y encima, dejándole
muy hundido, hicieron una pared de piedra y cal muy fuerte, por manos
106 PROCESOS

de un cantero y otro carpintero, diciendo que lo hacían a propósito


para que otro día no le pudiesen sacar, hallándose a su entierro el ca-
bildo de esta villa, y los frailes Franciscos y mucha gente de toda
suerte, que con grande devoción llegaban a besar sus pies y locar su
ropa como a cuerpo santo. Y después esta testigo y las hermanas
vieron y. sintieron que del sepulcro salía, unos días más principalmente
que otros, mucho olor, que fué causa que, viniendo a este convento él
padre fray Jerónimo Gracián, que a la sazón era provincial, nueve
meses después de la muerte de la madre Teresa de Jesús, a ins-
tancia de las Madres y Hermanas, desenterraron él y su compañero,
fray Cristóbal de San Alberto, el cuerpo, ayudando las hermanas con
mucho trabajo, por ser mucha la cantidad de piedra y tierra; y así se
abrió el ataúd, a cuatro de julio del año de ochenta y tres, y hallaron
el ataúd podrido y ni más ni menos los vestidos, pero el cuerpo muy
entero, como cuando se enterró. Quitáronle todos los vestidos y pusié-
ronle otros; quedó por toda la casa grande olor, y pusiéronle en una
arca, y tornáronle a poner en el mismo lugar con solas unas tablas
encima y un tabique de ladrillo. Y a este tiempo le cortó la mano el
P. Gracián, la mano del brazo izquierdo, que dicen llevó al convento
de Lisboa, y después, en el sepulcro se sentía como antes, aquel
suave olor, unos días más particularmente y más intenso que los otros,
y echábase de ver que era en los días de Santos en que la dicha Madre
tenía particular devoción. Y dice esta testigo que el día de San Lucas,
el año de ochenta y.cinco, entre las siete y las ocho de la noche, estan-
do todas las hermanas en recreación en la misma celda donde murió la
madre Teresa de Jesús, oyeron de tres en tres golpes tres veces én el
torno de la sacristía que sale al coro bajo, donde está el sepulcro de
la dicha Madre, tan recio, y pasando un poco de tiempo de unos a otros,
que todas las monjas se escandalizaron, porque la iglesia estaba cerrada
y no sabían qué podía ser aquellos golpes. Fuéronse al coro a encomen-
dar a Dios todas juntas: sucedió que luego, adelante, víspera de San-
ta Catalina, vino el padre fray Gregorio Nacianceno, provincial que en-
tonces era, y el dicho padre fray Jerónimo Gracián, y dijeron que
querían ver el cuerpo y le tornaron a desenterrar y le vieron; y esta
testigo le vió que estaba como antes, sin estar corrompido, con el mismo
buen olor y color, y tan ligero, que no parecía que pesaba casi nada
y que con facilidad le pasaban de una parte a otra. Y a este tiempo, el
dicho padre Vicario le cortó el brazo que dejó en esta casa, y enviando
las monjas a Maitines, quedándose la madre Priora y algunas herma-
nas con los dichos Padres, mostraron una patente con grandes censuras
para que le dejasen llevar y no lo estorbasen, y le sacaron. Y estando
en Maitines ya que querían decir el Evangelio, fué tan grande el olor
que se sintió en el coro, que se echó de ver que querían llevar el cuer-
po, y sin poderse reportar salieron todas del coro desamparando los
Maitines, y cuando llegaron, ya le tenían fuera. Y dice esta testigo
que saliendo ella del coro y andando por la casa, sentía aquel suave
olor por toda ella, como de bálsamo derramado, y así vió esta testigo
que la sábana en que estaba envuelto el cuerpo y los paños que se
juntan al brazo los deja teñidos como en óleo; y así ha visto teñidos
muchos. Y vió que un manteíco blanco de jerga o cordellate que teníg
PROCESOS 107

rededor de las carnes cuando le amortajaron, le hallaron teñido en san-


tan fresca y viva al parecer, como si fuera de antes poco derra-
niada, y repartiendo aquel pedazo, ha visto esta testigo que todos los
nañicos en que le envolvían los dejaba teñidos en la sangre, y así tiñe-
ron muchos en cantidad. Y vió esta testigo que mostrando el brazo al
doctor Ramírez, médico de esta villa, y el paño de la sangre, que dijo
que era cosa milagrosa, y que tenía por más milagro lo de la sangre
estar a cabo de tanto tiempo tan viva; y lo mismo ha oído decir que
han dicho otros médicos. Y trataniío con el dicho Provincial lo que les
había acontecido de los golpes al torno el día de San Lucas, dijo
que a esa hora se estaba firmando la patente para sacar el cuerpo
de esta casa. Después, víspera de San Bartolomé del año siguiente, es-
tando muy descuidada y sin saber nada, por mandado de Su Santidad
le tornaron el cuerpo a esta casa adonde está, y le tornó a ver y le
vió como antes, y después le ha visto otras dos veces con el mismo
buen olor y color, sin estar corrompido. Y ha visto las sábanas que
le han quitado, teñidas con el óleo que de él sale, y los paños que
han tocado al brazo; y ha visto y sentido que del arca donde está,
sale mucho olor, unos días más que otros, lo cual sabe por público
y notorio, de pública voz y fama. Y siendo repreguntada por la sexta
pregunta del Interrogatorio acerca de este artículo, dijo, que dice lo
que dicho tiene y en ello se ratifica.
Al séptimo artículo responde: que sabe y tiene por muy cierto,
que después ele muerta la dicha madre Teresa de Jesús ha obrado
Nuestro Señor por su intercesión y devoción que hayan tenido a sus
reliquias, tocándolas, algunos milagros, y así ha visto tener devoción
con el cuerpo como cuerpo santo, acudiendo de este pueblo y de otros
a su sepulcro enfermos, y teniendo novenas, y ofreciendo cera y ha-
ciendo otros actos, por donde muestran la fe y devoción que tienen;
y esto sabe por público y notorio de la pública voz y fama. Y siendo
repreguntada por la séptima pregunta del Interrogatorio acerca de este
artículo dijo: que dice lo que dicho tiene por haber oído a personas
fidedignas muchas y muy diversas las mercedes que Dios las ha hecho,
y la sanidad que han hallado en sus enfermedades, aplicando con de-
voción las reliquias de la dicha madre Teresa de Jesús. En especial
oyó decir que el Licdo. Juan de Medina, de este pueblo, estando muy
desconfiada su salud por un mal que tenía de cólico, y poniéndole un
paño de la sangre, sintió mejoría. Y también oyó decir que un hidalgo de
este pueblo, que llaman Francisco de Cárdenas, estando de mucho
tiempo enfermo de la cabeza, que se le podría y le sacaban los huesos,
poniéndole un pañito con el óleo que sale del brazo, le saltó un pedazo
del casco, y después no sintió más dolor y sanó, y poniéndosele aquel
dolor en un brazo y fregándole con el paño, no sintió más dolor y que-
dó bueno. También oyó a un Padre carmelita descalzo, que se llama
fray Francisco Bautista, que entonces era morador en Salamanca, que
viniendo a este convento g mostrándole el brazo, besándole, quitó con
los dientes un poquito del cuero que estaba levantado por donde se
corto el brazo del cuerpo, y envolviólo en un papel, y mirándolo de ahí
a ocho días, halló una gota de sangre muy viva que había pasado
íres dobleces del papel, y espantado mucho de aquello, quitó aquel
108 PROCESOS

papel y puso otro, y salió otra gota de sangre. Y así ha oído


decir que con el Licdo. Vallejo y sus hijos ha obrado el Señor mila-
gros, dándoles salud en enfermedades que han tenido muy peligrosas,
a cuyo Dicho se refiere, y de otros muchos ha oído de que no tiene no-
ticia, y esto es lo que sabe y a lo demás dice lo que dicho tiene y
en ello se ratifica.
Al octavo artículo y repregunta dice: que entiende que pública voz
y fama es cuando la mayor parte de un pueblo dice una misma
cosa y así lo entiende. Y siéndole leído este Dicho, dijo que es verdad
todo lo que dicho tiene y en ello se ratifica y lo firmó de su nombre.
—Don Jerónimo, obispo de Salamanca.—Constancia de los Angeles.—
Pasó ante mí: E l Licdo. Juan Casqaer, notario apostólico.
PROCESOS 109

DICHO DE ISABEL D E L A CRUZ C. D. (1).

A la primera general dijo: que no es parienta de la dicha madre


Teresa de J e s ú s ni le va interés alguno, y que es monja de su Orden,
que por ninguna cosa dejará de decir verdad en lo que la supiere. Que
es de edad de cuarenta y nueve años, poco más o menos, y que en
el siglo se llamaba Isabel Morales, natural de Ciudad Rodrigo.
Al segundo artículo responde: qus conoció a la madre Teresa de
Jesús, y oyó decir por muy público y notorio, que era natural de la
ciudad de Avila, de padres nobles. Y que fué primero monja en la
Encarnación de la dicha ciudad, que es de monjas Carmelitas Cal-
zadas, y oyó por muy notorio que en el dicho monasterio siempre fué
ejemplar. Y siendo repreguntada por la segunda pregunta del Interro-
gatorio acerca de este artículo dijo: que dice lo que dicho tiene, por-
que siendo como es monja profesa en el dicho monasterio habrá ca-
torce años, poco más o menos, en este tiempo la dicha madre Teresa
de Jesús vino a él diversas veces, y en él se detuvo algunas tempo-
radas, adonde la comunicó y trató, y esto es lo que sabe y en ello
se ratifica.
Al tercer artículo responde: que tiene por muy cierto que la dicha
madre Teresa de Jesús tuvo particulares favores del cielo, comunicándo-
selos Dios por medio de la oración; y sabe que salió del dicho mo-
nasterio de la Encarnación a fundar los monasterios de Descalzas,
que fundó con licencia de sus prelados, llevando por intento restituir
la Regla antigua de su Orden en su perfección con otros santos fines..
Y siendo repreguntada por la tercera pregunta del Interrogatorio acerca
de este artículo, dijo: que dice lo que dicho tiene por haber comunicado
a la dicha madre Teresa de Jesús, en quien vio los particulares dones
que en ella resplandecían, y por haberlos oído a personas muy graves
que la trataron más en particular, y por haber visto las grandes obras*
que emprendió, que no pudiera sin los dichos particulares dones, y por
las obras y actos que hizo. Y sabe que dejó fundados quince monas-
terios por su persona, y once que se han fundado después de muerta,
lo cual sabe como monja de la dicha Orden, y por el trato que tiene
con ios prelados religiosos, y religiosas de ella, en todos los cuales
por la dicha razón sabe que se vive con gran clausura, religión y per-
fección, y que todos ellos son tenidos en mucho por su mucha religión
de todas personas religiosas y seglares que las tratan y conocen de
todas cualidades. Y sabe que cuando iba a fundar, como esta testigo
la vió cuando vino a este convento yendo a Burgos, iba acompañada

1 Dijo su Dicho ia M . Isabel de la Cruz el 1 de abril de 1592. Como la ante-


rior, fUé natural de Ciudad Rodrigo. Fueron sus padres D. Diego de Morales y doña
Inés Rodríguez. Hizo sus votos en Alba de Tormes el 8 de diciembre de 1579. Dis-
tinguióse mucho por su caridad y abnegación en lodo. Su muerte fué en 1601.
110 PROCESOS

de religiosos de su Orden, y clérigos y personas espirituales muy


ejemplares, llevando consigo (los o tres religiosas, y por lo que con
ella trató, y por los libros que dejó y por las Constituciones que
les dio, sabe que tuvo el intento que dicho tiene en hacer las dichas
fundaciones, y en lo demás dice lo que dicho tiene, y en ello se ra-
tifica.
Al cuarto artículo responde: que tiene por muy cierto que en la
dicha madre Teresa de Jesús hubo en gran abundancia las virtudes
todas que el artículo dice, y que con ellas vivió y se conservó todos
los días de su vida, siendo muy dada a la oración y mortificación,
y que siempre por ellas y su devota y santa vida fué ejemplarísima
para todas las personas que la trataban y tenían noticia de ella, sien-
do llamada por todos la santa Fundadora. Y sabe que hizo unos libros
que ahora andan impresos con gran fruto de los que los leen, y
todo esto sabe por público de la pública voz y fama. Y siendo re-
preguntada por la cuarta pregunta del Interrogatorio, acerca de este
artículo, dijo: que dice lo que dicho tiene; y que en lo poco que la
comunicó cuando de paso estuvo en este convento la vio que en todas
virtudes era ejemplarísima y de gran edificación para quien la trataba,
y entre todas las virtudes maravillosas en que la vió desplandecer, fué
en una grande fe y confianza en Dios en todas las obras que por su
servicio emprendía, de que esta testigo se veía muchas veces admirada,
que después de haber contado los grandes trabajos que había padecido,
persecuciones y contradicciones en una fundación, que parecía imposible
con fuerzas humanas haberse podido sobrepujar, en ofreciéndose que
entendía que Dios se servía de que fuese a fundar a otra parte, no
se detenía, sino antes lo admitía con un ánimo y fortaleza grande, y
en lo demás dice lo que dicho tiene y en ello se ratifica.
A l quinto artículo responde: que oyó decir por muy notorio, que
la dicha madre Teresa de Jesús padeció grandes trabajos y persecu-
ciones en el alma y cuerpo cuando quiso salir a fundar los monaste-
rios que fundó, y cuando trató de dividir la Provincia de los Des-
calzos de los Calzados teniendo grandes contradicciones y levantán-
dola grandes testimonios, poniéndola mal con el Nuncio y prelados,
y otros grandes trabajos que padeció corporales en las fundaciones;
todo lo cual asimismo oyó los llevaba con gran paciencia y grande ale-
gría, todo por amor de Dios, lo cual lo ha entendido de personas
religiosas que la comunicaron y acompañaron. Y siendo repreguntada
por la quinta pregunta del Interrogatorio acerca de este artículo dijo:
que dice lo que dicho tiene y en ello se ratifica.
Al sexto artículo responde: que sabe que siendo la dicha Madre
de la edad, poco más o menos, que el artículo dice, viniendo a este con-
vento de paso de fundar el de Burgos, le dió una enfermedad de la
cual murió, día de señor San Francisco, el año de ochenta y dos, y
fué enterrada en el dicho monasterio, y vió cuando después la desen-
terraron, que hallaron su cuerpo entero sin ningún mal olor, antes con
muy bueno, y vió y ha visto có!mo del dicho cuerpo y brazo que está
en este convento sale uno como óleo o bálsamo que unta todas los
paños que le ponen, de que se han untado muchos que se han re-
partido por muchas personas. Y sabe que en el dicho tiempo, cuando
PROCESOS 111

desenterraron, hallaron un paño teñido en sangre tan viva y fresca,


como si poco antes se hubiera derramado, de lo cual sabe hay pública
voz y fama. Y siendo repreguntada por la sexta pregunta del Interro-
torio acerca de este artículo dijo: que siendo, como es, monja en
este dicho convento cuando la dicha madre Teresa murió, la vio morir
ayudó a amortajar, y así dice que fué a las nueve de la noche, día,
mGS y año que arriba tiene dicho, y que fué enterrada en el coro
bajo entre las dos redes en el hueco de ella, hallándose presentes a
su entierro el cabildo de esta villa, y los frailes Franciscos y mucha
gente principal y del pueblo, que por orden del Padre Vicario pro-
vincial, que estaba presente y se había hallado a su muerte, la sacaron
para enterrar por la portería, y la pusieron en la iglesia mientras los
Oficios, y era cosa maravillosa la gente que concurrió a tocar su há-
bito y besar sus pies como a cuerpo santo. Y vió esta testigo cómo la
enterraron en un ataúd, sin echar cal ni otra cosa; y vió cómo muy
de pensado la pusieron en el dicho lugar en sepultura muy honda,
y encima cubierta con mucha piedra y cal, estando para este efecto
un cantero y carpintero, para que, aunque quisiesen, no la pudiesen
sacar con facilidad por mandado de la fundadora de esta casa. Y vió
esta testigo, que cuando la enfermedad la apretó, aunque había comul-
gado todos los días antes, pidió al dicho padre vicario provincial, que
era Fr. Antonio de Jesús, que la entrase a confesar y le diese el San-
tísimo Sacramento, y aunque quería el dicho Padre dilatar el dársele
para la mañana, nunca lo consintió. Y vió que lo recibió con grande
espíritu, como lo mostró a la entrada que entró el Santísimo Sacra-
mento por su celda, que estando muy caída por la gravedad de la
enfermedad, que no la podían dos monjas levantar, se sentó sola en
la cama con tanto fervor, que parecía que se quería echar de ella,
poniéndosele un rostro tan hermoso, que parecía había tomado nueva
figura, pareciendo de muy menos edad que tenía. Comenzó a hablar
con grande espíritu y regalo con el Santísimo Sacramento diciendo:
Señor mío y Esposo mío, hora es ya que nos juntemos. Dábale
muchas gracias porque la había hecho hija de la Iglesia; y llamó
a todas las monjas y hablólas con mucho espíritu y regalo, diciéndolas:
hijas y señoras mías, encomiéndoles mucho la guarda de su Regla:
no miren a mí mal ejemplo, y decía otros versos con mucho espíritu.
Pidió la Extremaunción y recibióla con grande espíritu, ayudando a
los versos, y tornando a dar muchas gracias a Dios porque la había
hecho hija de la Iglesia, y así quedó todo el día de San Francisco
estando sin habla y con gran serenidad como si estuviera en oración,
hasta que murió a las nueve de la noche, cuando tiene dicho. Y esta
testigo con otras hermanas la amortajaron, y vió que quedó su cuerpo
tan tratable como si estuviera viva, de tanto olor, que era cosa mara-
villosa; y fué tanto, que tuvieron necesidad de abrir la ventana y
puerta donde la tenían, y era el buen olor unas veces más que
otras, y diferente unas veces de otras, sin saber a qué lo poder com-
parar, diferente de los buenos olores que hay en el mundo. Y este
o or dice esta testigo le quedó en las manos con que la trató cuando la
amortajó, aunque se lavó, y este olor andaba por casa y se sentía
unos días más que otros, y se echaba de ver que salía del sepulcro.
112 PROCESOS

Y muchas personas vio esta testigo que sin saber nada, entrando en
la iglesia, y poniéndose a hacer oración junto al sepulcro, decían el
grande olor que sentían; g en particular se acuerda esta tes-
tigo que un día de los Inocentes fué tan grande el olor como
de azucenas, que fué notado por todas las monjas; y otros díasi
solemnes se veía de ordinario muy suavísimo olor. Después de ahí a nueve
meses de la muerte de la dicha madre Teresa, vino a este convento
el padre fray Jerónimo Gracián, que entonces era provincial, y tanto
le dijeron del mucho olor que sentían junto a su sepulcro, que le per-
suadieron a que la desenterrase, y así lo hizo en compañía de su
compañero, fray Cristóbal de San Alberto, que con gran trabajo, ayu-
dando las monjas, le desenterraron el cuerpo, y hallaron el ataúd y
vestidos podridos, y el cuerpo entero y no de mal olor, sino muy
bueno; y esta testigo vio que por quitarle los vestidos le desollaron
un poco en el pecho, y le vió la sangre tan viva como si
fuera de cuerpo vivo. Tornáronle a poner otros vestidos y metié-
ronle en una arca, y tornáronle a poner en el mismo lugar,
no poniendo más que un delgado tabique de ladrillos encima.
Después cumpliéndose tres años, poco más o menos, de su muerte, vino
a este convento el padre fray Gregorio Nacianceno, que a la sazón era
provincial, y el dicho padre fray Jerónimo Gracián, y diciendo que
querían ver el cuerpo de la dicha madre Teresa, le sacaron de donda
estaba, y entonces le tornó a ver esta testigo g le vió como antes,
con la misma entereza y buen color y olor. Y a este tiempo mandan-
do el dicho Provincial que se fuesen a Maitines las monjas, quedán-
dose la Priora y otras dos monjas, les mostraron una patente de los
prelados para que les dejasen sacar el cuerpo para llevarle al convento
de Avila. Y sucedió que queriéndole sacar, fué tanto el olor que sin-
tieron en el coro, que entendieron que se le llevaban, y estando di-
ciendo la homilía del Evangelio, dejaron los Maitines; y cuando acu-
dieron ya le tenían fuera del monasterio. Después, víspera de San
Bartolomé, del año siguiente, por mandado de Su Santidad fué tornado
a este convento el cuerpo, y le tornó a ver esta testigo, y otras veces
dos o tres le ha visto, y siempre, como dicho tiene, con aquel buen
olor y color. Y así ha visto cómo del cuerpo y brazo sale uno como
óleo que unta todos los paños que juntan con él, de que se han untado
gran cantidad, y es a manera de sudor de cuerpo vivo; y así vió un
paño de jerga blanca con que la amortajaron, que le hallaron cuando
la desenterraron teñido en sangre tan viva y tan colorada, como si
poco antes se hubiere derramado, con que juntándole a otros paños,
los dejaba teñidos; y así se tiñeron gran cantidad que se repartieron
como reliquias por muchas personas. Y así oyó decir al doctor Ramírez,
médico de este pueblo, que era cosa milagrosa así la incorrupción del
brazo como la de la sangre.
A l séptimo artículo responde: que sabe y tiene por muy cierto, que
después de muerta la dicha madre Teresa de Jesús, ha obrado Nues-
tro Señor por la devoción a su cuerpo y reliquias algunos y muchos
milagros; y ha visto que en este pueblo y fuera de él se tiene mu-
cha devoción con él, acudiendo a su sepulcro y ofreciéndole cera,
y teniendo novenas, y esto sabe por público y notorio. Y siendo re-
PROCESOS 113

untada p0r ia séptima pregunta del Interrogatorio acerca de este


artículo dice: que cuando estaba para morir la dicha Madre, tomó
sus manos con mucha fe y las puso sobre su cabeza, que la traía con
arandes y ordinarios dolores, y sintió que nunca más los ha tenido; y
teniendo los ojos malos, que no podía mirar la luz, metió los dedos
en ellos con mucha fe, y luego los tuvo buenos. Y teniendo una enfer-
medad que le parecía a esta testigo que traía un cincho ardiendo por
las espaldas, según el fuego que en ella tenía, se puso una faja
de la dicha santa Madre y se le quitó aquel calor, y ya que algunas
veces le vuelve, no es como antes. Y estando dos meses después de
muerta la dicha Madre esta testigo muy a lo último desahuciada de
los médicos, una noche que la querían olear y lo dejaron para el día
siguiente, le echaron un paño de la dicha Madre sobre la cama, y a
la mañana, cuando la habían de olear, la hallaron los médicos buena
sin calentura, y luego fué mejorando, todo lo cual tiene para sí esta
testigo le sucedió por la devoción y fe que tiene a la dicha Madre y
a sus reliquias. Y habiendo dado esta testigo una poca de carne del
brazo que le había dado el Provincial al padre maestro fray Domingo
Báñez, después le oyó decir que la había puesto sobre la cabeza die un
su religioso, que estaba como loco de ella, y que luego había estado bue-
no, Y también oyó decir cómo el licenciado Francisco de Medina, estando
muy enfermo de una enfermedad muy peligrosa, pidió con mucha de-
voción alguna reliquia de la Madre, y le ciieron un pañito de los
teñidos en su sangre, y luego estuvo mejor. Otro carpintero de este
lugar estaba muy malo y con grandes dolores de los ojos, y viniendo
a pedir algunas reliquias al torno, esta testigo le dijo que fuese a la
iglesia, que estaban tocando el brazo a otros enfermos, y fué y se
le tocaron, y después le oyó esta testigo cómo luego había estado me-
jor. Otro hidalgo de este pueblo, que llaman Francisco de Cárdenas,
estaba malísimo de la cabeza, que había dos años que la tenía muy
mala, y le sacaban los cascos podridos, y envióle esta testigo un
paño de sangre a su mujer, y cuando le curaban, que le sacaron un
pedazo de casco, le puso este paño sobre la tela, y después oyó decir
que desde aquel día estaba mejor y sanó de la enfermedad, g esto
es lo que dice y a lo demás dice lo que dicho tiene g en ello se
ratifica.
Al octavo artículo y repregunta dice: que entiende por pública voz
y fama, cuando la mayor parte del pueblo o vecindad dice una misma
cosa y siéndole leído este Dicho, dijo que todo lo que dicho tiene es
verdad y en ello se ratifica y lo firmó de su nombre.—Do« Jerónimo,
obispo de Salamanca.—/sa¿»£?/ de la Craz—Pasó ante mí: E l Licdo. Juan
Casquer, notario apostólico.
114 PROCESOS

DICHO DE BEATRIZ D E JESUS, C. D. (1),

A la primera general dijo: que es sobrina de la madre


Teresa de Jesús, hija de su hermana, y monja de su Orden, pero
que por eso ni otra cosa alguna dejará de decir verdad en lo que
ella supiere; que es de edad de veinte y nueve años, poco más o me-
nos, y que en el siglo se llamaba Doña Beatriz de Ovalle, natural
de este pueblo de Alba.
ñ l segundo artículo dice: que conoció a la dicha madre Teresa
de Jesús, y sabe que fué natural de Avila, hija de Alonso Sánchez de
Cepeda y de doña Beatriz de Ahumada, y que fué monja en el mo-
nasterio de la Encarnación de Avila, que es de la Orden del Carmen
de la Orden mitigada, y sabe por muy notorio, que en el dicho
monasterio vivió con mucho recogimiento y religión, con vida muy
ejemplar. Todo lo cual oyó de su madre de esta testigo y de otra
religiosa de esta casa que estuvo en su compañía en el dicho monas-
terio, g de otras personas que la trataron, de quien también entendió
que en sus primeros años tenía tan buena opinión, que la encargaban
y confiaban lo que a las muy ancianas, y que era muy ejemplar en
todo. Y asimismo sabe esta testigo que fué monja profesa en el dicho
monasterio de la Encarnación de la ciudad de Avila, por haberlo oído
decir a su madre de esta testigo, la cual fué seglar en el dicho mo-
nasterio algunos años, y que lo que tiene dicho es muy público y
notorio, pública voz y fama. Y siendo repreguntada esta testigo en la
segunda pregunta del Interrogatorio, dijo lo que dicho tiene, y que
por haber ido con la dicha madre Teresa de Jesús desde esta dicha
villa a la ciudad de Salamanca, g haber estado en otros monaste-
rios que ella había fundado y fundaba, en especial estando en la
fundación del monasterio que fundó en la ciudad de Sevilla seis o
siete meses, donde la trató muy en particular para conocer de la di-
cha Madre y entender todo lo que la respuesta dice, y por ir esta
testigo otras muchas veces con doña Juana de Ahumada, madre de
esta testigo, a diversas partes, que la madre Teresa de Jesús la enviaba a
llamar, conoció siempre en la dicha madre Teresa de Jesús una vida
muy ejemplar y muy santa, y esto es lo que sabe y dice acerca de esta
repregunta.
A l tercer artículo, siendo preguntada, dijo: que sabe que Nuestro
Señor muy particulares mercedes en la oración le hacía siempre, y que
estando en la ciudad de Avila en casa de doña Yomar de UUoa
en un oratorio de la dicha casa, entró doña Juana de Ahumada, ma-
dre de esta testigo, y la halló en oración, y preguntóle que qué hacía, y

1 Informó la venerable sobrina de la Santa el 1 de abril de 1592. Hizo su pro-


fesión en Alba el 10 de noviembre de 1585. Murió (1639) en las Carmelitas de Santa
Ana de Medrid, donde se guarda su cuerpo con singular veneración.
PROCESOS 115

le respondió la dicha madre Teresa de Jesús, que rezaba el Oficio


de finados, y que como al demonio le pesaba tanto del bien que hacía
ñor las Animas del purgatorio, se le había puesto allí visiblemente
con una figura muy fea y abominable, y que le había amenazado el
demonio y dicho que, aunque se le había salido de sus lazos, que él
procuraría volverla a ellos. Y que la dicha madre Teresa de Jesús
le echó agua bendita y había ido a otra parte, y que con el agua
que ella echaba, andaba de una parte a otra mudando lugares hasta
que se desapareció, y que esto que ha dicho sabe esta testigo por ha-
bérselo oído muchas veces a su madre, que es ya difunta, por donde en-
tiende esta testigo que por medio de sus oraciones Nuestro Señor le
hacía muchas mercedes y señalados favores espirituales. Y ansí mismo
sabe esta testigo, que la dicha madre Teresa de Jesús fué la primera
fundadora de la Orden de monjas y frailes Carmelitas Descalzos con
licencia de sus prelados, y lo sabe esta testigo porque .su madre
de esta testigo las solicitaba y pedía. Y que sabe tuvo a los princi-
pios de las fundaciones muchas coníradiciones, especialmente en el
primero que fundó de San José de la ciudad de Avila, de todos los
conventos de la dicha ciudad y de la mayor parte de la gente seglar;
y que para que sin escándalo pudiese llevar adelante sus buenos in-
tentos en la dicha fundación de Avila, sabe esta testigo que la dicha
madre Teresa de Jesús envió a llamar a esta villa de Alba a Juan
cte Ova He y doña luana de Ahumada, padres de esta testigo, para
que en Avila le ayudasen a la dicha fundación, y así fueron. Y porque
no se entendiese que la dicha madre Teresa de Jesús compraba sitio
y casas para la dicha fundación, dio trazas y orden que el dicho
Juan de Ovalle, padre de esta testigo, comprase para sí unas casas
donde ahora está fundado el dicho monasterio de San José, g así se
empezaron a labrar en nombre del dicho Juan de Ovalle, sin que se
entendiese que era para la dicha fundación del dicho monasterio. Y
estando ga levantadas todas las paredes, que no faltaba sino poner
la madera, y habiéndose concertado la obra a destajo, amaneció una
pared, la más principal de la casa, en el suelo. Y queriendo el pa-
dre de esta testigo compeler a los oficiales que la volviesen a hacer
a su costa, aunque se le hacía conciencia, por parecerle imposible qu^a
se le hubiesen caído por ser las paredes tan fuertes como en Avila
se labran, aunque en justicia le parecía podía apremiarlos que se la
volviesen a levantar, sabiendo esto la dicha madre Teresa de Jesús,
llamó al padre de esta testigo y le dijo que no apretase a los ofi-
ciales, que ninguna culpa tenían, porque mucho ejercito de demo-
nios habían andado a derribarla aquella noche, que diese otro tanto
a los oficiales y la volviesen a hacer; y que no se le diese nada, qu^e
así le tendrían en la ciudad por hombre liberal. Y que esto sabe
por haberlo oído decir esta testigo muchas veces a sus padres, y
también porque en las razones de lo que tiene dicho conoce son de
la dicha madre Teresa de Jesús. La cual sabe esta testigo por haberlo
oído decir a sus padres y a otras muchas personas, que fué monja
profesa la dicha madre Teresa de Jesús en el monasterio de la En-
carnación de la dicha ciudad de Avila, de donde salió a hacer las
fundaciones de los monasterios que fundó de Descalzas Carmelitas;
116 PROCESOS

y que sabe profesó la dicha Orden de Descalzas por haberla visto


esta testigo en la dicha Religión con el velo de ella y con oficios,
y acudir siempre a la comunidad como las demás monjas profesas.
Y que sabe su principal fin que tuvo en hacer esta Religión, fué res-
tituir la Regla antigua primitiva en su perfección con otros fines
g santos intentos que tuvo, y esto es lo que sabe acerca de este
artículo y pregunta, y de cómo Nuestro Señor le comunicaba siempre
muchos dones y gracias por medio de sus oraciones, y todo es pú-
blico y notorio, pública voz y fama. Y siendo repreguntada por la
tercera pregunta del Interrogatorio dijo: que dice lo que dicho tiene, y
que sabe esta testigo que en su vida dejó fundados quince monasterios
de monjas Descalzas, y después de su muerte se han fundado y se
van fundando otros muchos, que no se acuerda cuántos puedan ser, y
que lo que tiene dicho en el artículo de esta repregunta lo sabe todo*
así por ser monja de la propia Orden de la dicha madre Teresa
de Jesús, como por haber tratado y comunicado con ella muy en par-
ticular por ser sobrina, como dicho tiene, de la dicha madre Teresa
de Jesús, y asimismo por haberlo oído decir esta testigo a sus padres
que comunicaron y trataron mucho con la dicha madre Teresa de
Jesús. Y sabe esta testigo que estando la dicha madre Teresa de
Jesús por el tiempo que se labraba la casa de San José de Avila,
en casa de su hermana doña Juana de Ahumada, la cual tenía un
niño que no había un año cumplido, que estaba enfermo, y teniéndole
la dicha madre Teresa de Jesús en brazos, entendiendo que se morid,
le cubrió el rostro con su velo, y de esta manera se le murió en los
brazos, quedándose la dicha madre Teresa de Jesús por un buen rato
en oración, y que la estaba mirando la madre de esta testigo y su
hermana, sin hablarle palabra, hasta que la madre Teresa de Jesús
volvió en sí de su oración con un rostro muy encendido, y le dijo
a su señora y madre de esta testigo y del niño difunto: ¡Oh, válga-
me Dios, hermana!, y que es ver la multitud de ángeles que vienen
por el alma de estos niños inocentes; por donde se entiende que
dicha Madre los había visto, y esto que tiene dicho en esta repre-
gunta, dice esta testigo se lo oyó decir a su madre doña Juana de
Ahumada, y que lo tiene por tan cierto por saberlo de ella, y lo
cree como si lo hubiera visto, porque conocía de su madre, que no
diría una cosa por otra, y esto es lo que sabe, y es público y notorio>
pública voz y fama. Y dice más esta testigo: que sabe fué su fin
principal restituí* la primitiva Regla de su Orden y la gloria de Dios,
así por los libros que dejó escritos y por las Constituciones y Reglas
que dejó a sus monjas se conoce esto bien claro. Y sabe esta testigo
que así en vida como en muerte, ha sido tenida, y respetada y vene-
rada por santa, ansí en la Religión como fuera de ella y de gente
muy principal, a la cual acudían a favorecerle en sus santos fines e in-
tentos, y que esto es público y notorio.
Al cuarto artículo y pregunta dice esta testigo: que sabe todo lo
que el artículo dice por haberle visto hacer muchos actos de humil-
dad y mortificaciones. Y que oyó decir esta testigo a su madre doña
Juana de Ahumada, que en Avila en muchos sermones que se predi-
caban, públicamente le trataban mal, diciendo que mejor se estuviera
PROCESOS 117

la dicha madre Teresa de Jesús en su monasterio de la Encarnación


no salirse de él a hacer novedades, y que por salirse de su monas-
ferio y andar a sus anchuras y albedrío, daba en decir quería hacer
fundar esta Religión, y diciéndole otras muchas cosas, así contra su
Reputación y honra, como de la Religión que fundaba, y todo lo
sufría y se reía de ello, llevándolo con mucha paciencia y amor; el
cual tenía muy grande a todas aquellas personas que entendía le
eran contrarias a sus buenos propósitos y santos fines. Lo cual todo
esta testigo oyó decir a su madre de esta testigo y a otras per-
sonas muy fidedignas; y que en su vida por la mucha perfección que
toda ella tuvo, así de ser muy ejemplar no solamente para sus reli-
giosas sino para todo género de gentes, y que era tenida por santa.
Y sabe que dejó escritos unos libros de su mano, que después se han
impreso y han hecho y hacen grandísimo fruto y provecho a todos
los que los leen, y esto es lo que sabe acerca de este artículo y pregun!-
ta, y es muy público y notorio, pública voz y fama. Y siendo repregun-
tada sobre el cuarto artículo dijo lo que dicho tiene en él, y que tien^
por muy cierto que los libros que dejó escritos son suyos, así por saber
esta testigo que los escribía como por el estilo de ellos, que se conoce
muy bien, que se intitulan el primero, de su Vida, Camino de Per-
lección, Las Moradas y Fundaciones. Y que vió esta testigo a la
dicha Madre y la conoció con muchas enfermedades, especialmente
de perlesía y vómitos, que de noche los tenía, y todo lo pasaba con
grandísima paciencia, sin quejarse, aunque anduviese por caminos, en
los cuales jamás dejó de ayunar, andando siempre muy humilde en
sus vestidos, tragándolos remendados y muy pobres. Y que yendo
un día la dicha madre Teresa de Jesús a ver la Duquesa de Alba,
estando en esta villa en la fundación de esta casa, llevaba consigo a
esta testigo, que era seglar y su sobrina, la cual se afrentaba de ir
con ella, por verla tan remendada, y la dicha Madre se reía mucho
de ver cómo esta testigo se afrentaba de i r con ella, y que todo
lo que dicho tiene es muy público y notorio, pública voz y fama, y que
lo sabe por las razones dichas.
Preguntada acerca del quinto artículo, dijo esta testigo: que ha
oído decir padeció la dicha madre Teresa de Jesús grandes trabajos y
persecuciones, así de sus prelados como de otras personas religiosas,
cspecialmentG en el principio de la fundación de su Religión. Y que
estando esta testigo en Sevilla con la dicha madre Teresa de Jesús,
por llevarla consigo su madre doña Juana de Ahumada, entendió los
trabajos que allí padeció muy grandes sobre la visita del Padre Pro-
vincial de los Descalzos, por querer visitar a los Calzados, y que
en esta ocasión le levantaban muchos y grandes testimonios, g tenía
y padecía con ellos notables trabajos, así en el ánima como en el
cuerpo, llevándolo todo con grandísimo sufrimiento y paciencia por el
amor de Dios, y como tiene dicho esta testigo lo oyó decir a su ma-
dre doña Juana de Ahumada y ella lo vió y entendió, estando con la
dicha madre Teresa de Jesús, y que de todo entiende hay pública voz y
rama, y está muy público y notorio. Y siendo repreguntada acerca de
este artículo quinto dice lo que dicho tiene y en todo se ratifica.
Preguntada acerca del sexto artículo, dijo: que lo que sabe es que
118 PROCESOS

la dicha madre Teresa de Jesús murió en este monasterio dé la En-


carnación de Alba a la hora, y día y año que la pregunta dice, por
haberlo oído decir a muchas religiosas que se hallaron presentes a
su enfermedad y muerte, y que en esto se remite a sus dichos, porque
esta testigo al tiempo que la dicha madre Teresa de Jesús murió, es-
taba en la ciudad de Avila en casa de un tío suyo. Y el mismo año que
murió la dicha madre Teresa de Jesús vino esta testigo a esta villa
de Alba, y de allí a dos años recibió el hábito de esta Religión de
Descalzas en el dicho monasterio de la Encarnación de esta dicha villa.
Y sabe esta testigo que después de tres años, poco más o menos, que "la
dicha madre Teresa de Jesús murió, vino a este convento de la En-
carnación el padre fray Gregorio Nacianceno y el padre fray Jeró-
nimo Gracián, y después de haber visitado esta casa y hecho elección
de Priora, el dicho padre fray Gregorio, que era provincial, entraron
a visitar la clausura, y diciendo que querían ver el cuerpo le desem
terraron, y esta testigo le vio entero y con un olor muy suave, y vio
que los vestidos que le quitaron estaban podridos y deshechos, y en-
tre ellos había un pedacico de jerga teñido en sangre tan viva, que
parecía recién sacada y salida de cuerpo vivo, al cual juntando y
aplicando otros paños han quedado teñidos de la misma sangre. Y
que a esta testigo le sucedió que teniendo un pedacito de la jerga
tinta en sangre que se halló, aplicando a él otros muchos pañitos,
quedaban todos con la misma sangre, los cuales esta testigo dió y
repartió a personas devotas de la dicha madre Teresa de Jesús. Y
dice más esta testigo: que por mandado del dicho padre provincial,
fray Gregorio Nacianceno, se fué con otras hermanas al coro a rezar
Maitines, y queriendo decir el Evangelio, sintieron en el coro tanta
fragancia de suavísimo olor, que entendieron todas las hermanas
procedía del cuerpo de la madre Teresa de Jesús, y que se lo que-
rían llevar de esta casa, y sin poderse ir a la mano ni reportarse, to-
das desampararon los Maitines, y cuando llegaron al coro bajo ya
habían sacado el cuerpo de la dicha Madre fuera del convento. Y a
este tiempo le quitaron el brazo izquierdo para dejarlo en esta casa
y lo dejaron, y al presente está en ella. Y después de algunos meses,
víspera de San Bartolomé, del año siguiente, sin saber nada en este
convento, por orden y mandato de Su Santidad y diligencias que
para ello hicieron el prior Don Fernando de Toledo y don Jerónimo
Manrique, obispo de Salamanca, le volvieron y restituyeron el dicho
cuerpo de la madre Teresa de Jesús a esta casa y monasterio desde
San José de Avila, adonde lo habían llevado el dicho padre provincial
fray Gregorio, y que en esta ocasión cuando le volvieron a esta casa,
esta testigo le volvió a ver el dicho cuerpo tan entero e incorrupto
como antes estaba y sin mal olor. Y asimismo ha visto esta testigo
que del arca donde pusieron el dicho cuerpo salía un suavísimo olor,
unas veces más que otras, y del brazo que le cortaron ha visto sale el
óleo con que todos los paños que le ponen los unta. Y esta testigo ha
oído decir al doctor Ramírez, médico de esta villa, que así la incorrup-
ción de la sangre como la del cuerpo y brazo es cosa milagrosa, y la
entereza de todo es sobrenatural. Y dice más esta testigo: que en-
trando en este convento el primer día de Pascua de Resurrección por la
PROCESOS 119

tarde de este año, el obispo de Salamanca, don Jerónimo Manrique y


jT padre provincial, fray Juan de San Pablo, con el padre fray Fran-
cisco de la Madre de Dios, rector del Colegio de San Lázaro de
Salamanca con otras muchas personas, entrando a trasladar el cuerpo
de la dicha madre Teresa de Jesús de un arca a otra, que doña María
de Toledo, duquesa de Alba, había hecho y dado para este efecto,
para ver el cuerpo el dicho Obispo, que lo había procurado para
más satisfacción de la información que estaba haciendo de la vida
y muerte de la dicha madre Teresa de Jesús, esta testigo vió el cuer-
po con la misma entereza c incorrupción que las demás veces lo había
visto y con el propio olor, g esto fué el día que tiene dicho, a vein-
tinueve días del mes de marzo de este presente año de mil y quinien-
tos y noventa y dos años, y que todo lo que tiene dicho es muy pú-
blico y notorio, púbica voz y fama. Y siendo repreguntada dice lo
que dicho tiene y se ratifica en ello.
Al séptimo artículo, siendo preguntada esta testigo, dijo: que
tiene por muy cierto que Nuestro Señor ha obrado muy particulares
milagros con algunas personas por medio de las reliquias, pañitos de
sangre y óleo que salía del cuerpo y brazo de la dicha madre Teresa
de Jesús. Y que en particular ha oído decir dice el licenciado Vallejo,
oidor del Duque de Alba, que por medio de un paflito de los de
la sangre, estando un hijo suyo desahuciado y sin esperanza de vivir,
con un pañito de la dicha sangre que 1c pusieron, visiblemente cobró
salud, y que se remite en este milagro a lo que dijere más en par-
ticular el dicho licenciado Vallejo. Y también sabe esta testigo, por ha-
berlo oído decir, dice el licenciado Medina, vecino de esta villa, que
estando muy peligroso el dicho licenciado Medina y con poca con-
fianza de su vida, le llevaron un panito de los del óleo o sangre que
tiene dicho, y aplicándoselo, cobró al punto salud, y sabe esta testigo
de oídas de otros muchos milagros que Nuestro Señor ha obrado
con personas que han tenido con la dicha Madre devoción, y así
sabe esta testigo que acuden a su sepulcro mucha gente a tener
novenas y ofrecer cera y encomendar sus necesidades, y que bailan
remedio en ellas. Y en particular sabe esta testigo por haberlo oído
decir muchas veces a doña Juana de Ahumada, madre de esta testigo,
que habiéndose caído como muerto un hermano de esta testigo, que
sería de cuatro o cinco años, en un aposento de la casa de su madre,
sin haber tenido ocasión ni haber estado enfermo, la dicha madre Te-
resa de Jesús se encerró con él en un aposento donde estuvo un buen
rato, diciendo no dijesen nada a la madre del niño. Salió de allí a
un rato la dicha madre Teresa de Jesús con el niño de la mano,
bueno y sano, y nunca más volvió a tener aquel desmayo o lo que
fué, y esto tuvo por milagro la madre de esta testigo, y como tal se
lo contaba muchas veces. Y dice más esta testigo: que de otros,
muchos milagros de que tiene noticia sabe que están escritos en el
hbro que escribió el padre doctor Francisco de Rivera, de la Com-
pañía de Jesús, que se remite a él, y esto es lo que sabe acerca
de este artículo, y que es muy público y notorio, pública voz y fama.
* siendo repreguntada acerca del séptimo artículo dice lo que dicho
tiene y que se ratifica en todo.
120 PROCESOS

Al octavo artículo responde: que aquello entiende que es públi-


ca voz g fama, cunado la mayor parte de un pueblo dicé la misma
cosa, y que esto no sólo lo dice un pueblo sino toda España, y que
aquello tiene por milagro que sucede fuera del orden natural y sin
causas naturales, sino sobrenaturales, y siéndole leído este su Dicho,
dijo que se ratificaba y ratificó en él, y que lo firmó de su nom-
bre.—Z)o/2 Jerónimo, obispo de Salamanca.—/tea/m1 de Jesús.—Pasó ante
mí: E l Licdo. Juan Casquer, notario apostólico.
PROCESOS 121

DICHO D E L LICENCIADO PEDRO DE VALLEJO (1).

Al séptimo artículo ü a la séptima repregunta dijo: que este de-


clarante entiende y tiene para sí, que por medio e intercesión de esta
bendita madre Teresa de Jesús y de reliquias suyas, Nuestro Señor
le ha hecho mucho bien y merced, en especial en algunas enfermeda-
des y disposiciones de un hijo de este declarante, que se llama Alonso,
e hijo asimismo de D.a Antonia de Vallejo, mujer de este 'declarante,
ya difunta. Y en especial siendo el dicho niño de edad de veintidós
meses, andando indispuesto de un romadizo o catarro, a doce días del
mes de Marzo del año de mil y quinientos y ochenta y siete, amane-
ció tan malo, que este declarante y los que le veían, tenían grande
desconfianza de su salud por verle tan malo y tan decaído; y estando
que parecía el niño que ni daba ni tomaba, éste declarante llamó a
Antonio de Zamora, clérigo, y le pidió que le dijese los Evangelios^
el cual dijo que quería ir por el libro en que se los decir, y que
de camino había de traer una reliquia de la bendita Teresa de Jesús,
con la cual esperaba en Nuestro Señor que nos había de hacer muchas
mercedes. Y fué y trajo un jíañito, que dijo era de la madre Teresa
de Jesús, untado de la sangre que dicen le salió del cuerpo, y estando
el niño echado en la cuna y tan malo como dicho tiene, se le puso
sobre la frente, y le dijo los cuatro Evangelios, y en acabando se de-
círselos, el dicho Zamora dijo iba a decir misa a la iglesia de San
Esteban. Y este declarante dijo que la quería ir a oir, que era allí
en el barrio, y consoló a la dicha su mujer de este declarante como
quedaba tan afligida, y encomendó que se tuviese cuenta con aquel
niño hasta ver lo que Dios hacía de él. Y el dicho Zamora y este
declarante se fueron derechos a la iglesia de San Esteban, sin pararse
en el camino, y luego se entró a vestir a la sacristía para salir a decir
misa el dicho Zamora, y antes que saliese a decir misa, y aun, a lo
que entendió este testigo, antes que se acabase de vestir para salirla
a decir, estando este declarante hincado de rodillas junto a las gradas
del altar mayor haciendo oración, y pensando también con harta pena
y cuidado del estado y punto en que dejaba a su hijo, oyó detrás de
sí una voz que dijo: padre; la cual voz la conoció que era del dicho
su hijo, demás de que en la dicha iglesia cuando este declarante entró
no había niño ninguno ni otra gente, porque era día de trabajo, con
la cual voz este declarante recibió más pena y alteración, porque en-
tendió que su hijo era difunto, y así no miró para atrás ni se meneó
a mirar a parte ninguna. Y segundando todavía el niño en llamarle,
este declarante entendió ya que era algún niño, que después que él
había entrado en la iglesia y que se parecía en la voz al suyo, y con

* Dedaró el licenciado Pedro de Vallejo, vecino de Alba, el día 3 de abril de


Solo publicamos lo más interesante de esta Declaración.
122 PROCESOS

harta alteración y miGdo volvió para atrás, pensando qué pudiese ser,
y vió que era el propio hijo de este declarante, que se iba por su
pie, muy alegre y contento para él. Y Elena Rodríguez, que era el ama
que le había criado y dado el pecho y la que quedó con él arrimada
a la cuna cuando este declarante y el dicho Zamora se fueron a la
iglesia, estaba dentro de la misma capilla de San Esteban junto a la
entrada. Y como este declarante volvió la cabeza, la dicha ama, que
era la que le había llevado a la iglesia, comenzó con mucho placer
y alegría a decir a voces desde acullá ¿qué le parece. Señor, de las
mercedes grandes que Nuestro Señor nos ha hecho? Y el dicho niño
llegó a este declarante muy contento y bonito por su pie, y con la
reliquia empuñada en la mano, y aunque este declarante se la pidió,
no se la quiso dar ni hubo remedio, y oyó misa con él, y luego se
tornaron todos a casa. Y venido le dijeron que, acabado de salir de
casa a oír la dicha misa, el dicho niño como cuando una criatura
despierta de un sueño, muy contento, dijo a su ama, que le levantase,
que ya estaba bueno; y cuando dijo esto, él propio echó mano a la
reliquia y la empuñó y dijo: esta es mía; y por algunas horas no se
la pudieron sacar del puño, y le levantaron. Y como el ama le vió
tan bonito y sano, con aquel regocijo tomóle en brazos y dijo que
le había de ir a llevar adonde estaba este declarante para darle la
buena nueva, lo cual le dijeron a este declarante la dicha arna y la
dicha D.a Antonia de Vallejo, su mujer, ya difunta, y el niño quedó
bonito y sano, si no fué con un poquito del catarrillo que él de antes
solía tener. Y asimismo, otra vez, día de Corpus Christi por la mañana, del
año pasado de rail y quinientos y noventa años, estando por la mañana
vistiendo a este mismo niño, que ya entonces era de edad de cinco
años, este declarante le vió demudado y que no se podía tener en
pie, y entendió que estaba malo y bien malo, y que lo debía de
disimular por ir a la procesión y los autos; y le preguntó si estaba
malo y si se quería echar. Y el niño respondió, que sí que estaba
malo, que no se podía tener ni ir a la procesión ni los autos, que
sí que le echasen, Y así le echaron sobre una cama en la forma que
estaba vestido, y porque no pudo ser hallado con facilidad el médico,
se envió a llamar a Francisco Rodríguez, boticario, que es hombre
de inteligencia, el cual vino y miró el niño y le tomó el pulso, y
elijo que era entonces principio de la calentura, y que hasta la tarde
que la calentura demostrase lo que era o a qué declinaba, y el mé-
dico le viese, que no había que hacer más, de que se estuviese
quedo, y que no pasare por pensamiento el pensar de llevarle a la
procesión ni los autos en brazos. Y luego, yéndose el dicho Franciisoo
Rodríguez, este declarante sacó un pañito de la sangre de la dicha
bendita Teresa de Jesús y otras cosas de su vestidura de ella, y se!
las puso al dicho niño en la frente y sobre la cabeza y otras partes,
y se lo dió a besar, y luego el dicho niño dijo que le levantasen^
que ya estaba bueno, que bien le podían llevar a la procesión y a los
autos. Y entendiendo este declarante si lo decía con deseo que tenía
de que le llevasen, le dijo: para que yo entienda si estás para ir allá,
comienza a andar por esa calle, y el niño anduvo por la calle muy
bonito y contento, y al parecer de este declarante, el niño estaba bue-
PROCESOS 123

0. y así le llevaron a ver la procesión y autos, y estuvo allá bueno y


volvió bueno. Y asimismo, ahora, últimamente, habiendo que estaba el di-
cho niño cuatro meses, poco más o menos, muy malo en la cama, y llegan-
do a términos de estar tan malo que se tenía mucha desconfianza de su
salud y vida, a diecinueve días del mes de diciembre próximo pasado
de este año de noventa y uno próximo que pasó, este declarante envió
a decir a la madre Priora de las Descalzas de esta villa el peligro
grande en que estaba el dicho niño, y la desconfianza que se tenía de
su vida, y a suplicarle se le encomendasen a Nuestro Señor, y que
le enviasen una sábana en que dicen había estado envuelto el cuerpo
de la bendita Teresa de Jesús. Y así envió este testigo a Antonio de
Ledesma, clérigo, que la trajese por más decencia, y él mismo luego en
trayéndola, que era por la mañana, envolvió en ella al dicho niño, y
estuvo envuelto en ella hasta la noche, que este declarante se la quitó,
porque entre la noche, como el niño estaba tan malo y tan al cabo, no
aconteciese en ella alguna indecencia o se ensuciase la sábana; y por
entonces nunca se había sentido ni sintió mejoría alguna en el niño.
Y el día siguiente, que fueron veinte días del dicho mes de diciembre,
luego por la mañana el dicho niño comenzó a decir a Antonia de
Hermosilla, que es una dueña criada de casa, que le envolviesen en la
sábana, y como estaba tan malo no se le entendía, y aunque se
lo preguntaban, no le acababan de entender como estaba tan malo,
hasta que ya le vinieron a entender que quería que le envolviesen en
la sábana, y se lo dijeron a este declarante, y fué y lo envolvió en
la dicha sábana, y luego comenzaron a cesarle los dolores y congojas
que tenía y se quedó dormido y en reposo, de que tenía gran necesidad;
y desde entonces comenzó a mejorar, y fué Dios servido que la me-
joría pasase adelante y de darle salud, como al presente la tiene, aun-
que con alguna flaqueza de tan larga y prolija enfermedad. Y el día si-
guiente, veintiuno del dicho mes de diciembre, queriéndole hacer por man-
dado de los médicos al dicho niño ciertas unturas de que ya antes
habían usado al bazo y al hígado en presencia de 'la dicha Hermosilla
y de María González, mujer de Tomás Rodríguez, secretario del Con-
sejo de su Señoría, este declarante le quitó la sábana porque con las
unturas no se ensuciase alguna cosa, y el niño parece que se entristecía
y le pesaba de que se la quitaban, y al punto que se la quitaron le
volvieron los dolores y congojas, porque no se le había quitado desde
el día antes por la mañana que el niño la pidió. Y la dicha María
González y los que allí estaban, visto esto, importunaron a este de-
clarante que se la volviesen a poner en haciendo que le hicieron la
untura. Y este declarante, porque no la ensuciase la tornó a poner
en una dobladura larga y algo angosta .echándosela al cuello, que
solo le cayese sobre los hombros y brazos, dejando por de fuera en-
cima de la ropa de la cama lo demás de la sábana, porque no
le tocasen las unturas. Y desde aquel punto que se la volvió a poner
en esta forma, se le tornaron a cesar los dichos dolores y congojas,
Ü perseveró en la dicha mejoría como dicho tiene. Y , aunque con to-
estas mejorías y sanidades ha recibido gran bien y consuelo, con
a primera de la reliquia que llevó Antonio de Zamora cuando era de
veintidós meses, como dicho tiene, recibió consuelo por otro respecto
124 PROCESOS

particular, demás del deseo que tenía de la salud de su hijo, porque


habiéndose principiado en esta villa las diligencias y medios para que
se volviese a ella el cuerpo de la bendita Teresa de Jesús, que así sa
había llevado por parte de los Carmelitas Descalzos, por orden y parecer
de este declarante, y habiendo sido el que dijo y aconsejó a Don
Fernando de Toledo, prior de San Juan, estando en esta villa el tratar
de ello, y que hasta mandar restituir a esta villa el despojo que se
había hecho del dicho cuerpo oculta y secretamente, que se mandaría
luego, aunque lo demás fuese un poco largo, y por haber asimismo
este declarante ayudado con otras diligencias para que lo sobredicho
hubiese efecto, había quedado y estaba con algún cuidado de que la
bendita Teresa de Jesús no se sirviese de esto, o no fuese fuera de su in-
tento y voluntad, y parece que aquello fué quietud y consuelo para este
declarante. Y que asimismo este declarante ha oído decir de otras sanida-
des que Nuestro Señor ha sido servido de dar, las cuales se ha entendi-
do que han sido por medio e intercesión de esta bendita Madre y de sus
reliquias, los cuales son muchos; y porque todos los que este decla-
rante ha oído decir, los ha leído y visto escritos en el libro arriba
dicho que imprimió e! doctor Ribera, no los declara ni especifica
aquí, remitiéndose a lo que allí está escrito. Y asimismo declaró, que
cuando el dicho Antonio de Zamora llevó el dicho pañito de sangre,
dijo que era el mismo que se había puesto a una hija de D. Alvaro
de Bracamonte, y a Isabel Hernández, viuda, mujer de Jerónimo Gon-
zález, vecinos de esta villa, de las cuales dos personas hace, mención
en el dicho libro el dicho doctor Ribera, lo cual fué antes que se pu-
siese al dicho niño, porque después que a él se le puso se quedó
con el dicho pañito, y siempre le ha traído consigo el dicho niño,
cosido y bordado con decencia. Y asimismo dijo y declaró que lo que
arriba va declarado, que este dicho pañito de sangre no se le pudie-
ron sacar en algunas horas al niño del puño, que fué desde la mañana
hasta el mediodía.
A l octavo artículo dice que por público y notorio tiene etc, y lo
firmó de su nombre.—Do/í Jerónimo, obispo de Salamanca.—El L i -
cenciado Pedro de Valle/o.—Pasó ante mí: E l Lícdo. Juan Casquer,
notario apostólico.
PROCESOS 125

DICHO DE JUAN DE O V K L L E (1).

Al primer artículo dijo: que es cuñado de Teresa de Jesús, y


fué casado con D J Juana de Ahumada, su hermana, difunta, qi^e es en
el ciclo, y que por eso no dejará de decir verdad; y lo demás de
las genérales no le tocan, y es de edad de setenta años, poco más
o menos.
Prequiilado sobre el dicho artículo primero por la forma del In-
terrogatorio dijo: que dice lo que dicho tiene, y no le toca más.
Sobre el segundo artículo, si conocieron la dicha madre Teresa de
Jesús, dijo: que el año de cincuenta y tres este dicho testigo se fué a
desposar a Avila, de donde su padre le envió a llamar, y la dicha Te-
resa de Jesús al presente estaba en el monasterio de la Encarnación,
y con ella en el dicho monasterio estaba seglar su hermana D.a Juana
de Ahumada, y en casa de un primo suyo, Diego de Ovalle, se despo-
saron por mano del obispo Soto, siendo provisor, y que desde este
tiempo conoce a la dicha Teresa de Jesús. Y todo este tiempo la ha
tratado en la Encarnación, y en su casa del dicho testigo en Avila y
otros cabos, siendo monja profesa en el monasterio de la Encarnación
en la ciudad de Avila, donde fué priora, habiendo fundado el primer
monasterio en la dicha ciudad de San José, y que siempre fué de buena
vida y mujer principal, y que esto es público y notorio.
A la tercera pregunta dijo este testigo: que sabe que tuvo grandes
favores de Dios por medio de la oración, porque la vió intentar cosas
grandiosas de más que mujer, y darles fin con una facilidad que se
entendía favorecerla Dios. Y que para la fundación de estos monaste-
rios de Descalzas Carmelitas, le envió a llamar a Alba donde al
presente estaba, y vino para este efecto a la ciudad de Avila con su
mujer e hijos y su casa, el año de mil y quinientos y sesenta y uno,
donde ella estuvo gran parte de este tiempo entendiendo en esta fun-
dación, y envió a Roma, entendiéndolo este testigo, porque si no
fuera estando en su casa, no fuera posible negociar. Y así estando
presente este testigo, día del glorioso apóstol San Bartolomé, a veinte
y cuatro días de agosto de mil y quinientos y sesenta y dos años,
se puso el Santísimo Sacramento en San José, la primera casa que
fundó en la ciudad de Avila, con licencia de su prelado, y desde ahí
fué a Medina del Campo, con licencia del padre general de los
Carmelitas, fray Juan Bautista Rúbeo de Rabena, que en aquel tiempo
había estado en Avila y dádole patentes para ello. Este fué el se-

1 D. Juan de Ovalle, perteneciente a una hidalga familia de Alba de Tormes,


después de haber servido a Carlos V en las guerras de Alemania, se casó en 1553
con la hermana de la Santa D a Juana de Ahumada. La M . fundadora menciona mu-
chas veces en su correspondencia epistolar a D. juan de Ovalle, de quien recibió muy
ouenos servicios, particularmente en la fundación de San José de Avila, primer mo-
nasterio de la Reforma. Declaró D. juan de Ovalle el día 3 de abril de 1592.
126 PROCESOS

gundo monasterio; púsose el Santísimo Sacramento en él, a quince de


agosto de mil g quinientos y sesenta y siete años. E l tercero fué en
Malagón; fundóse año de mil y quinientos y sesenta y ocho. E l
cuarto monasterio en Valladoiid, año de mil y quinientos y sesenta y
nueve (1). E l quinto monasterio fué el de Toledo; púsose el Santísimo
Sacramento en el año de mil y quinientos y sesenta y nueve. E l sex-
to monasterio fué en Pastrana; hízose año de mil y quinientos y se-
tenta y nueve años. El séptimo monasterio fué en Salamanca; hízose
año de mil y quinientos y sesenta y nueve (2). E l octavo monasterio se
fundó en Alba, año de mil y quinientos y setenta y un años. E l no-
veno en Segovia, año de mil y quinientos y setenta y tres años (3). E l
décimo en Beas; fundóse año de mil y quinientos y setenta y cuatro (4).
E l undécimo monasterio en Sevilla y el duodécimo en Caravaca; púsose
en él el Santísimo Sacramento año de mil y quinientos y setenta
y seis. E l décimotercio monasterio fué en Villanueva de la Jara;
púsose el Santísimo Sacramento en el año de mil y quinientos y ochen-
ta. El décimocuarto monasterio fué en Palencia. E l décimoquinto mo-
nasterio fué en Soria; púsose en él el Santísimo Sacramento año de
mil y quinientos y ochenta y un años. Estos son los monasterijos
que la madre Teresa de Jesús fundó por su persona. De ahí fué
elegida por priora en el monasterio de la Encarnación de Avila el
año de mil y quinientos y ochenta y un años (5); de ahí envió a fun-
dar el monasterio en Granada. El décímoséptimo fué el de Burgos; pú-
sose en él el Santísimo Sacramento año de rail y quinientos y ochenta
y dos años. Estos son los monasterios que dejó fundados cuando Dios
la llevó. Y que sabe este testigo que en el monasterio de San José
de Avila, después de fundado, hizo profesión en él con licencia del
Reverendísimo padre fray Juan Bautista Rúbeo de Rabena, año de
mil y quinientos y setenta y uno, y que este testigo anduvo muchas
veces con ella, y que siempre iba en su coche o carro cubierto, por-
que decía que por ir cubiertas, que si las viesen romeras y mal en
orden, se les atreverían a decir deshonestidades por los caminos, y
que así lo dijo muchas veces a este testigo. Y que siempre llevaba
consigo monjas y un par de frailes, g a veces un capellán; y en el
coche o carro rezaban sus horas y había su silencio g gran recogi-
miento, g en llegando a las posadas se buscaba un aposento aparte,
y una de las dichas monjas se ponía a la puerta y recibía los re-
cados y lo que les traían. Y cuando era en venta, con los paños
de jerga que traían, atajaban o encubrían alguna cosa para estar
recogidas, y que en esto tenía siempre particular cuidado. Y que
este testigo ,1o sabe porque caminó muchas veces con ella, g otras,
por estar él malo, fué con ella doña Juana, su mujer, hermana de
la dicha Teresa de Jesús, g su hija doña Beatriz, sobrina de la di-
cha Teresa de Jesús, y que siempre iba con licencia g patente de su
superior y prelado, porque de otra manera nunca salía. Y que mu-
chas veces dijo a este testigo, que el principal intento que había
tenido a hacer estas fundaciones, era ver la perdición de Francia y

1 Año de 1568, mas bien. 2 1570. 3 1574. 4 1575.


5 De las Descalzas de San José lo fué el 10 de septiembre de dicho año.
PROCESOS 127

Alemania c Inglaterra, para en estas casas juntar algunas almas


suplicasen a Nuestro Señor por la reducción de estos herejes y
por los prelados de la Iglesia; y que así, cuando le iban a pedir
cosas a veces sin concierto y como cada cual tenía la neiüesidad.
decía a este testigo: qué les parece, que nos hemos de cargar de
todas sus cosas;, principalmente nos juntó el Señor para suplicarle
esto, y que se compadezca de las ánimas de estos, que por cadg
una'ánima daría yo mil vidas. Y que así fué su intento restituir la
Regla antigua de Nuestra Señora del Carmen, y que este testigo
ha visto siempre cuanto ha que la conoce, ser tenida en mucho, así
de hombres doctos y principales como de toda la Orden, y así en
púlpiíos a gente grave y de mucho crédito y veneración llamarla
santa Aladre. Y que en la Bula o Proprio Alotu de nuestro muy san-
to Padre Sixto V, en que confirma las Constituciones de la misma
Madre dice estas palabras: «Habiéndose de veintiocho años atrás una
mujer, llamada Teresa de Jesús, difunta, cuyo origen es de la ciu-
dad de Avila, así esclarecida por nobleza de linaje como ilustre por
la gloria de sus hechos y por maravillosa opinión de santidad», y
así es público y notorio.
Sobre el cuarto artículo dijo este testigo: que la trató el tiempo
que, dicho tiene, desde el año de cincuenta y tres, que se desposó con su
hermana de la dicha, hasta que murió, que fué el año de ochenta
y dos, así monja en el monasterio de la Encarnarción en Avila, como
después que empezó a fundar el primer monasterio de San José en
la ciudad de Avila, que fué el año de mil y quinientos y sesenta y
dos, y después todo el tiempo que vivió teniendo todas las partes que
la pregunta dice, de humildad, caridad, paciencia, penitencia, pobreza y
castidad y todas las demás virtudes que una mujer principal suele te-
ner. Y que en esta opinión la vió siempre ser tenida y estimada,
y así la tienen y tuvieron por santa por muchas cosas que este tes-
tigo vió en ella, como fué sola, sin dineros, una pobre mujer in-
tentar una cosa tan grandiosa, teniendo contraria toda la ciudad,
todas las Ordenes, e! consistorio y el cabildo. Y que este testigo vió,
estando en una iglesia en Avila entre muchos caballeros, y la dicha
Teresa de Jesús y su hermana, mujer de este testigo, entre muchas
señoras y gente mucha, cierto Padre en el púlpito hablar mal en ella
y decir muchas cosas, que no quedaba más que nombrarla o señalarla,
y que su hermana, mujer de este testigo, venidos a casa estaba eno-
jadísima y reprendiéndola, y la dicha Teresa de Jesús riendo de
ello, y que no hacía al caso, con mucha paz y sosiego de espíritu,
diciéndoles y dándoles gran certidumbre de que se había de hacer.
Y que cuando murió Arias Pardo, quedando doña Luisa de la Cerda,
su mujer, con la mucha pasión casi fuera de sentido, gente prin-
cipal y de cristiandad tomaron y procuraron que la dicha Teresa de
Jesús fuese algunos días a estar en su compañía, y así se alcanzó
licencia del padre Provincial para ello, y este testigo l a llevó a
Toledo. Y que vió que en algunos días que estuvo ahí, la vió muy
mejorada de cuando ahí llegó, con mucha razón y cristiandad, como
nna tan principal señora como ella es, y que esto era antes de la
tundación, porque de ahí fué a Avila donde fundó la primera casa. En
128 PROCESOS

cuanto a lo que la pregunta dice del crédito g ejemplo que hay de su


vida, y costumbres y de sus escritos, los cuales el Consejo Real cometió
a fray Luis de León, de la Orden de San Agustín, hombre principal,
y de tanta doctrina, en un prólogo que escribe en el libro de su Vida
de la dicha Teresa de Jesús, después de haber visto y aprobado sus
libros, dice estas palabras: «Porque por la virtud que en todas sus
hijas resplandece, se conoce sin engaño la mucha gracia que puso
Dios en la que hizo para madre de este nuevo milagro, que por tal
debe ser tenido lo que en ella Dios ahora hace y por ellas, por-
que si es milagro lo que viene fuera de lo que por orden natural
acontece, hay en éste tantas cosas extraordinarias y nuevas, que
llamarse milagro es poco, porque es un ayuntamiento de muchos
milagros» (1). Y que la dicha Teresa de Jesús dejó escritos algunos
übros de su mano, y al presente andan impresos un libro de su
Vida; otro, Camino de Perfección, otro, de Las Moradas, que, como
dicho tiene este testigo, el Consejo Real los cometió al dicho fray
Luis de León, que aquí tiene declarado. Y que este testigo se halló
presente a la fundación de ñvila y vio poner el Santísimo Sacra-
mento, y la de ñlba y Salamanca, y llegó luego a la de Medina, To-
ledo, Sevilla, y que verdaderamente quien vio el principio y pobreza
y donde ponía el Santísimo Sacramento, y las ve ahora las mismas
y toda España llena de casas de monjas y frailes, principalísimas y
religiosísimas, hasta en Italia, donde sabe y ha oído decir hay casaj
de la Orden en Génova, y que este testigo sabe que si se abriese
puerta en las casas de esta Orden para recibir monjas de otras casas,
se vendrían muchas. Y que sabe que de las Huelgas de Burgos sa-
lieron dos hermanas del Conde de Aguilar a la casa de Descalzas
Carmelitas en la misma ciudad con gran revuelta y pleitos que ha
habido, y al presente están en la Orden de Descalzas (2). Y que al
presente en este pueblo, de muy poco acá, de una casa muy princi-
pal de esta villa ha salido su hermana del Duque con otra religio-
sa, siendo profesas de mucho tiempo en ella, donde hay señoras ilus-
tres y principales, y se ha metido en el monasterio de Descalzas
Carmelitas; habiendo habido gran dificultad y pleitos, ha roto por
todo, y viven con grandísimo contento. Y que ha oído decir que en
Valencia de otra casa han salido otras dos religiosas al monasterio
de Descalzas, y esto es pública voz y fama.
ñl quinto artículo que dice de los trabajos y persecuciones que
la dicha Aladre sufrió, dijo este testigo: que la vió muchas veces
caminar a las fundaciones con grandes hielos y nieves, aguas y lo-
dos, y grandes calores, sin regalo alguno, con muy gran contento.
Asimismo trabajos que al principio tuvo con sus confesores y en
su casa en la Encarnación, diciéndole que eran hipocresías, y que la haj-
bían de llevar a la Inquisición, y hasta en los pulpitos, como dicho
tiene, y que cuando fué de San José a la Encarnación a ser priora,
en las redes del coro bajo en un ala recibieron con el Te Deum
laudamas, y en la otra maldiciéndola y diciendo palabras muy feas,
y que todo esto sufría por la gloria de Dios, con muy gran pacien-

1 B. M. C„ t. 2, p. 466. 2 Cfr. B. M. C , t. 5, p. 315.


PROCESOS 129

cía Ü este tcsti90 10 sñ^e porque la dicha Teresa de Jesús se


lo contó y dijo, y sabe que es verdad y pública voz y fama.
Al sexto artículo que dice cómo saben de su muerte, dijo este
testigo: que el se halló a ese tiempo en Alba y a su entierro, y
quf murió día de San Francisco, a las nueve de la noche, y que
esotro día a misa la enterraron, habiendo muy mucha gente con gran
devoción, teniéndola por santa, y que la enterraron en el coro bajo
en el hueco de una pared que tenía una reja de hierro a la iglesia
y otra al coro, y que la enterraron en un ataúd, y después echaron
encima mucha cal y piedras. Y que después de tres años cuando la
trajeron de Avila, este testigo la vió muy entera y con gran olor
y suavidad, y que pocos días antes habían llevado su cuerpo secreta-
mente, porque si lo supieran, no la dejaran sacar, y que para que
en la casa las monjas no lo entendiesen, el Provincial les envió a
Maitines; y que estando en el coro sintieron el olor y bajaron, y les
puso excomunión para que callasen y no lo dijesen a nadie, y la
llevaron a un mesón que está junto al monasíeno, y después de la
media noche, partieron. Y que oyó este testigo, que en la misma
pieza donde estuvo su cuerpo, quedó muy gran olor; y que este
testigo ha visto y tenido y tiene paños puestos en el brazo con aquel
óleo que la pregunta dice y con muy gran olor, Y asimismo ha tenido
y tiene de su carne y puéstole envuelto en un papel y en un paño de
holanda, y pasádolo todo y dejarlo con aquel óleo y olor que ha dicho.
Y que ha oído decir del dicho paño de sangre, y que este testigo ha
tenido parte del dicho paño y algunos paños con la dicha sangre, que se
ha pegado del mismo paño tocados a él, de los cuales sale grandísümo
olor y suavidad. Y que el dicho ha oído decir que cuando el Obispo
de Avila que murió, y el licenciado Laguna, y fray Dego de Yepes,
y D. Juan Carrillo, tesorero de la iglesia de Avila, y otras muchas gen-
tes vieron en Avila el cuerpo de la dicha Teresa de Jesús, metieron
consigo médicos y escribano y se tomó por testimonio, y que esto
es público y notorio.
Sobre el séptimo artículo, si saben que en su muerte y en vida
haya habido algún milagro, este testigo dijo: que después de su
muerte, estando una noche con un corrimiento de la gota en un
píe, luego al principio del dolor, que suele ser excesivo, dijo a su
mujer, hermana de la dicha Teresa de Jesús, que le trajese alguna
reliquia. Y que en empezando a abrir un escritorio en la misma pieza
donde estaba en la cama, le dió un temblor extraño diferente, a su
parecer, de otros, y que tomó un paño de la sangre y una cruz,
de quien ella en el libro de su Vida dice, y que la puso sobre su
cabeza, y que no quiso se le pusiese en la pierna por ser indecencia,
y que lue^o se le quitó el dolor, y que otras veces le suele durar
mucho. Y que habiéndola dejado este testigo en Toledo en casa de
P-8 Luisa de la Cerda, volvió a despedirse de ella en Toledo con
intento de venirse luego esotro día a Alba, porque ya desde Avila
el había enviado su mujer e hijos, a Alba, y que luego en apeándose,
le dió un frío terribilísimo, y luego una muy gran calentura, y tras
ella tercianas dobles muy grandes que le duraron muchos días, y
que de ahí a pocos dejándola este testigo a la dicha sin pensa-
9
130 PROCESOS

miento de venirse, le dijeron, estando bien malo, que la dicha se es-


taba allí, de que se espantó, y que por causa de estar él malo la
dieron licencia para estar con él a curarle, y esa misma noche
que ella, vino el Breve de Roma, y él estuvo malo todo el tiempo
que ella tuvo menester para hacer las cosas necesarias para monas-
terio, y, acabado, le decía suplicase a Nuestro Señor le diese salud,
y así se la dio Su Majestad. Asimismo dijo este testigo, que estando
labrando su casa donde ahora es el monasterio de San José, en Avila,
él con su mujer se pasó a casa de un caballero cerca de San Gil,
y que habiendo hecho los carpinteros una pared bien fuerte con es-
tribos de piedra, un día amaneció toda en el suelo caída, y que es-
tando este testigo muy enojado con los carpinteros, que la habían
de volver a hacer porque era a destajo, la dicha Teresa de Jesús
dijo a su hermana, mujer de este testigo, que rae dijese que no les
dijese nada, sino que la volviesen a hacer, porque los demonios la
habían derrocado. Y que así pudiera decir muchos milagros que en
su vida y muerte Nuestro Señor ha obrado por ella, y que se
remite al doctor Rivera, de la Compañía, en un libro que de ella hizo,
y que todo cuanto hizo en estas fundaciones es milagro, y que así
le decía la serenísima princesa D.a Juana: ¿cómo podía con tantos
monasterios no pudiendo su Alteza con uno?, encareciendo lo que le
veía hacer. Asimismo dice este testigo, que día de Pascua de Re-
surrección, esta misma semana que esto escribe, vió su cuerpo en-
tero y en pie, que demuestra bien ser milagro, que lo es cualquier
cosa que viene fuera de orden natural, y así es tenida por santa en
esta villa, y por tal es tenida y estimada, y de muchas partes la
vienen a ver como a sania, y por tal tenida y estimada, y esto es
pública voz y fama, sin haber nadie que otra cosa diga en público
ni en secreto, y que esto sabe como tiene dicho y declarado.
A la octava pregunta y artículo dice: que aquello es público y
notorio cuando la mayor parte de un pueblo dice una misma cosa,
y esto no sólo lo dice un pueblo sino toda España, y siéndole leído
este Dicho, se ratificó en él y lo firmó de su nombre.—Oo« Jeró-
nimo, obispo de Salamanca.—/aa« de Ovalle.—Pasó ante mí: E l L i -
cenciado Juan Casquer, notario apostólico.
PROCESOS 131

DICHO DE 0.3 MAYOR DE MEJIfl (1),

Al primer artículo responde: que no es pariente de la madre


Teresa de Jesús, g que no le tocan las generales; que sólo pretende
se descubran las maravillas de Nuestro Señor en sus siervos y la
honra y gloria de Dios, y que es de edad de sesenta y ocho años.
Al segundo artículo dice: que conoció a la dicha madre Teresa
ÚQ Jesús, de más de cuarenta años a esta parte, monja en la Encar-
nación de Avila, y monja profesa, y muchas veces que por enferme-
dades que tenía la dicha madre Teresa de Jesús la sacaban del
dicho, monasterio a un lugar que se dice Castellanos de la Cañada,
obispado de Avila, y que en el dicho lugar esta testigo la veía y
trataba muy familiarmente, porque estaba en casa de sus padres en un
lugar del padre de esta testigo, que se dice Serranos de la Torre.
Y sabe esta testigo que la dicha madre Teresa de Jesús fué natural
de la ciudad de Avila, hija de Alonso Sánchez de Cepeda, g su ma-
dre D.a Beatriz de Ahumada, gente principal y honrada, g por tal los
eslimaban, Y sabe esta testigo que el tiempo que esta testigo co-
noció monja a la dicha Teresa de Jesús, de la Encarnación de Avila, de
la Orden del Carmen mitigada, era de mug buena vida g ejemplo y
muy discreta, g esto es público g notorio, g es pública voz y fama.
Y siéndole repreguntada acerca del dicho artículo dice lo que dicho
tiene, y que lo sabe por la mucha familiaridad que con la dicha Te-
resa de Jesús tenía en todo el tiempo que tiene dicho, y es público
y notorio.
Al tercer artículo responde esta testigo: que todo lo que dioe
el dicho tercer artículo lo ha oído decir a sus confesores de la dicha
madre Teresa de Jesús, que son el P. fray Domingo Báñe2, y al
doctor Rivera, de la Compañía de Jesús, y a D.a Yomar de Ulloa,
y a otras muchas personas mug principales, g esto es lo que dice
acerca del dicho artículo g repregunta, y que es mug público g notorio.
Al cuarto artículo responde esta testigo: que sabe lo que el dicho
artículo dice como en él se contiene, por haber tratádola g comuni-
cádola muchas y diversas veces, así siendo religiosa de la Encar-
nación como después que de ella salió a hacer las fundaciones de
Descalzas del Carmen, g que comió muchas veces con esta testigo, y
así sabe y conoció en la dicha madre Teresa de Jesús grandísima
humildad y vida muy ejemplar. Y sabe esta testigo que la dicha
Teresa de Jesús fué la primera fundadora de las Descalzas Carmelitas, y
que su fin principal fué querer reducir la Orden a su primitiva y

1 Doña Mayor de Mejía, que declaró el 4 de abril de ] 592, era profesa en el


Convento de la Madre de Dios (Alba de Termes), de la Orden Tercera de San Fran-
cisco. Vulgarmente era conocida esta casa va en aquella época, por monasterio de
Adentro. 7 M ^ r
132 PROCESOS

sin mitigación, y que hubiese quien acudiese a pedir a Nuestro Se-


ñor por la reducción de las ánimas de los herejes e infieles, y que
esto lo oyó esta testigo decir a la dicha madre Teresa de Jesús en el
tiempo que la trató. Y sabe que padeció grandes trabajos y persecu-
ciones en las dichas fundaciones por comunicarlos con esta testigo
y muchas murmuraciones, y sabe que todo esto es muy público y no-
torio, pública voz y fama. Y siendo repreguntada dice lo que dicho
tiene y se ratifica en ello.
A l quinto artículo responde esta testigo: que lo sabe como en él
se contiene por el trato y comunicación que con la dicha Teresa de
Jesús tenía, y así sabe los trabajos y tribulaciones que padecía, así
del ánima como del cuerpo, g que toda su vida fué muy ejemplarísima,
de una humildad muy profunda, vida santa, y por tal la tenían, y
que esto es público y notorio, pública voz y fama. Y siendo repre-
guntada dice lo que dicho tiene, y que es muy público y notorio,
pública voz y fama.
ñl sexto artículo responde: que sabe de oídas lo que el dicho
artículo dice, que murió el dicho día, mes y año que el artículo dice,
y que se lo escribieron de esta casa a esta testigo a la ciudad de
Avila, donde al presente estaba, y ha visto después esta testigo algu-
nos pañi t os del óleo que dicen salía del cuerpo de la dicha Madre,
y ha oído decir todo lo demás que el artículo y repregunta dice, y ha
visto el sepulcro donde la enterraron, y ha visto esta testigo un
brazo de la dicha madre Teresa de Jesús tan entero a cabo de diez
años e incorrupto y con un olor no malo, y esto es lo que responde;
y que es muy público y notorio, pública voz y fama. Y siéndole re-
preguntada dice lo que dicho tiene.
Al séptimo artículo responde esta testigo: que después de muerta
la dicha madre Teresa de Jesús, ha obrado Nuestro Señor por su in-
tercesión y devoción de su cuerpo y reliquias muchos milagros. Y par-
ticularmente sabe esta testigo que en este monasterio de la Madre
de Dios, estando muy mala D.a Bernardina de Toledo, abadesa del di-
cho monasterio, de una modorra g muy peligrosa, esta testigo tenía
una agujeta de cuero y una toca de la dicha madre Teresa de Jesús,
y atóle el agujeta al brazo y la toca le puso en la cabeza, y visible-
mente se sintió la mejoría estando antes sin habla y amodorrada, y
después se confesó y habló, y fué mejorando; lo cual entiende esta
testigo fué milagro, y obrado por medio de estas reliquias de la
dicha madre Teresa de Jesús. Y estando otra vez una sobrina de esta
testigo con un recio dolor de cabeza, le puso sobre ella la dicha
toca y se le quitó luego. Y dice más esta testigo: que ha oído decir
otros muchos milagros, que entiende andan recopilados en el libro
que imprimió el padre Doctor Rivera, que se remite a él. Y sabe
esta testigo que así en este pueblo como en otras muchas partes se
tiíme mucha devoción con las reliquias g el cuerpo de la dicha ma-
dre Teresa de Jesús, y así acuden a su sepulcro a tener novenas y
otras devociones, y que la tienen y reverencian por santa y que es
público y notorio, y hay pública voz y fama. Y siéndole repreguntada
dice lo que dicho tiene. Y que sabe esta testigo, que siempre que
salía la dicha Madre a hacer algunas fundaciones, la veía le acom-
PROCESOS 133

pañabaii y se acompañaba de gente religiosa y de mucha virtud y


grande satisfacción, y que fundó en su vida quince monasterios, y
después de su muerte otros muchos, y que en su vida y muerte la
tuvo esta testigo a la dicha madre Teresa de Jesús por santa y de
vida ejemplarísima, y esto es lo que dice.
A l octavo artículo dice esta testigo: que tiene por público y no-
torio lo que dice la mayor parte de un pueblo, y que esto no sólo
entiende lo dice y publica la mayor parte, sino casi toda España, y
siéndole leído este Dicho, dijo que todo es verdad, y muy público y
notorio, y pública voz y fama, y que se ratifica en ello, y lo firmó
de su nombre—Don Jerónimo, obispo de S a l a m a n c a . — M a y o r
Mejía.—Pasó ante mí: E l Licdo Juan Casqaer, notario apostólico.
134 PROCESOS

DICHO DE D.a FRANCISCA DE FONSECfl (1).

A la primera y general, responde: que no es parienta de la


áicha madre Teresa de Jesús, de quien se hace mención, ni le tocan
las generales; que sólo pretende la honra de Dios y que se veam
g descubran sus grandes maravillas en sus Santos y siervos, y dijo
ser de edad de cincuenta años, poco más o menos.
A l segundo artículo dice esta testigo: que conoció a la dicha
Teresa de Jesús, de cuarenta años a esta parte, antes que la dicha
intentase las fundaciones de monasterios de Descalzas Carmelitas, y
la conoció el tiempo que dice, porque vino a esta villa algunas veces
siendo monja en la Encarnación de la ciudad de Avila a casa de
D.a Juana de Ahumada, hermana de la dicha Teresa de Jesús, por-
que andaba enferma de gota coral, y la traían para curarla. La cual
las veces que a este lugar vino, acudía a este monasterio de la Ma-
dre de Dios algunos días, y esta testigo la vio estas veces con el
hábito del Carmen de la Orde* mitigada, y con velo de profesa,
por donde entiende esta testigo que lo era en el dicho monasterio
de la Encarnación. Y sabe esta testigo que era hija de Alonso Sán-
chez de Cepeda y D.a Beatriz de Ahumada, por haberlo oído decir a
D.a Juana de Ahumada y D.a María de Cepeda, hermanas de la
dicha Teresa de Jesús, y que ha oído decir eran de gente honrada
y buenos cristianos. Y la dicha Teresa de Jesús en el tiempo que
tiene dicho, la conoció y tuvo por mujer muy discreta, buena cristiana, y
de buen ejemplo y bonísima gracia en todas las cosas que hacía y
decía, y esto que tiene dicho sabe porque la trató y comunicó en
los primeros años que tiene dicho, y que es muy público y notorio,
pública voz y fama. Y siendo repreguntada por la segunda pregunta
dice lo que dicho tiene, y todo es muy público y notorio.
A l tercer artículo responde esta testigo: que sabe que Nuestro
Señor hacía grandes mercedes y favores a la dicha Teresa de Jesús
por medio de la oración, comunicándole muchos dones y gracias,
porque aunque esta testigo no lo supo de ella por ser mucho el
recato que tenía en encubrirlos, los oyó decir a D.a Juana de Ahu-
mada, su hermana. Y dice más esta testigo: que tiene por muy cierto
que fué la fundadora de los monasterios de monjas Descalzas Car-
melitas, así por haberla visto fundar el de la Encarnación de esta
dicha villa, como haber oído decir de otros muchos que fundó por
su persona; y ha oído decir que dejó fundados cuando murió, trece
monasterios por su persona, y dos enviando religiosas a ellos, y lo
sabe por haberlo leído en el libro de sus fundaciones, y que los
fundaba con licencia y orden y patentes de sus prelados, llevando
siempre consigo dos monjas y dos o tres frailes, los de mejor y

1 Monja en el mismo convento que la anterior y declaró el mismo día.


PROCESOS 135

más perfecta vida de su Religión, y algunas personas devotas; y lo


Tabe esta testigo porque la vio pasar por esta villa yendo a fundar la
casa de Toledo o Segovia, y la vió ir con las personas que tiene
dicho Y sabe que en muchas fundaciones padeció grandes trabajos
persecuciones, especialmente en la de San José de Avila, los cuales
¡os pasaba y llevaba con mucha paciencia y por amor de Dios; los
cuales entiende esta testigo eran grandes por ser de sus prelados y
gente religiosa muy granada, y era lo que más podía sentir, y a todo
mostraba un grande y varonil ánimo, resistiendo a todas las con-
tradiciones que le hacían, y entiende esta testigo que fuera impo-
sible sin particular favor y ayuda de Nuestro Señor; y en otras fun-
daciones ha oído decir padeció los mismos. Y sabe que su fin prin-
cipal de fundar los dichos monasterios fué para que hubiese quien
rogase a Nuestro Señor por la reducción de los herejes y luteranos
al gremio de la Iglesia, y que lo sabe por haberlo oído en sus l i -
bros y entendido de muchas personas, y que lo que tiene dicho sabe
es muy público y notorio, y pública voz y fama. Y siendo repregun-
tada acerca del dicho tercer artículo dice lo que dicho tiene, y que
todo es muy público y notorio.
AI cuarto artículo responde esta testigo: que sabe fué de grande
humildad y mucha raortificacón, y tuvo todas las virtudes que el
dicho artículo dice, por haberla comunicado esta testigo siendo monja
de la Encarnación de Avila, como después que de allí salió a fundar
y hacer los monasterios de Descalzas Carmelitas, y sabe esta tes-
tigo que era muy apacible y amable. Y en particular oyó decir
esta testigo a D.a Bernardina Rascuro, natural de esta villa, que es-
taba seglar en el monasterio de la Encarnación de Avila, que le veía
hacer muchas penitencias en el dicho monasterio antes que quisiese
salir a las dichas fundaciones, y que vió una vez que hizo traer
zarzos y revolcarse en ellos con otras penitencias muchas que no se
acuerda; y sabe esta testigo, porque lo vió, que siendo monja des-
calza era enferma de perlesía y tenía con esto otras enfermedades y
trabajos, y que lo padecía con grandísima paciencia, y esto es muy
cierto. Y asimismo sabe que la dicha madre Teresa de Jesús dejó
escritos unos libros que ahora andan impresos, y que esta testigo
los ha leído g tiene por suyos, que se dicen de su Vida, de Las Mo-
radas, Camino de Perfección y Las Fundaciones, y que han hecho y
hacen grandísimo provecho y fruto a las personas que los leen. Y en
particular sabe esta testigo, que por medio de la lectura de los di-
chos libros obró Nuestro Señor una misericordia muy grande con una
criada de esta testigo, la cual había más de seis años que el demo-
nio la tenía y traía engañada y en pecado mortal, la cual confesó a esta
testigo, que por haber oído leer los dichos libros en la celda de esta
testigo. Nuestro Señor le había hecho tan señaladas mercedes; ij esta
testigo ni más ni menos ha sentido grandísimo provecho con los di-
chos libros, g lo siente siempre que los lee. Y sabe esta testigo
que toda la vida de la dicha Teresa de Jesús fué muy ejemplaríshma
para todas las personas que la trataban, teniendo gran caridad con
todos, condoliéndose de los trabajos de sus prójimos, y que parecía
estaban en la dicha Teresa de Jesús cifradas todas las virtudes, y
136 PROCESOS

que esto sabe por lo que la trató en diversas veces, y que es muy
público y notorio, pública voz y fama. Y siendo repreguntada por la
cuarta pregunta, dice lo que dicho tiene, y que todo es muy pú-
blico y notorio.
A l quinto artículo responde esta testigo: que sabe padeció la di-
cha madre Teresa de Jesús muchos y grandes trabajos, así del áni-
mo como del cuerpo, por haberlo oído decir a don Francisco de Fon-
seca, hermano de esta testigo, al cual oyó decir que le había dicho
la dicha madre Teresa de Jesús, que un día el demonio la maltrató
tanto, que la dejó medio muerta, dándole con un hacha de cera mu-
clios golpes en la cara, dejándosela maltratada. Y a otras mu:im
personas ha oído decir que el demonio la perseguía y procuraba ha-
cer todo el mal que podía, y que una vez la echó de una escalera
abajo y se le quebró un brazo, del cual padeció muchos dolores en
la cura de él, sufriéndolos y padeciéndolos por Dios y por su amor-
y que en su vida padeció y sufrió muchos trabajos por el amor de
Dios es muy público y notorio, pública voz y fama. Y . siendo repre-
guntada, dice lo que dicho tiene, y es muy notorio todo.
A l sexto artículo dice esta testigo: que sabe que murió la dicha
madre Teresa de Jesús el día, raes y año que el dicho artículo dice,
porque estaba en este dicho monasterio de la Madre de Dios y oyó
doblar a la dicha hora en el monasterio de la Encarnación, donde
murió la dicha madre Teresa de Jesús, y luego otro día de mañana,
esta testigo y D.a Ana Pacheco y Leonor Gudínez, monjas profesas
de esta casa, con licencia de su prelada, que la podía dar, fué al di-
cho monasterio de la Encarnación a consolar a las religiosas y ha-
llarse al entierro de la dicha madre Teresa de Jesús. Y cuando esta
testigo llegó a la Encarnación, halló que tenían ya el cuerpo puesto
en unas andas en la portería, de parte de dentro, y se llegó a él
y le vió tan hermoso el rostro y con un semblante, que parecía es-
taba viva, y vió esta testigo que la enterraron a las diez o las once
de la mañana, hallándose presente a él el cabildo de esta villa, y los
frailes Franciscos y mucha gente principal, y vió esta testigo que
llegaban todos a besar los pies y hábito de la dicha madre Teresa
de Jesús como a cuerpo santo. Y después de acabados los oficios, le
llevaron el cuerpo y metieron por una puerta de la iglesia que salía
al dicho monasterio, para enterrarla entre las dos rejas del coro bajo,
hallándose presente esta testigo a todo, que estaba, como tiene di-
cho, con las dichas religiosas Descalzas Carmelitas, y vió que no le
embalsamaron ni echaron cal ni otra cosa dentro del dicho ataúd, y
le enterraron, y esta testigo por ser tarde y hora de volverse a
su casa no vió más de lo que tiene dicho, más de que le parecía
cuando vió a la dicha Madre ya difunta, antes que la enterraron,
con un rostro muy risueño y que parecía estaba vivo. Y sabe de oídas y
por ser muy público y notorio, que desenterraron de allí a tres años
el dicho cuerpo para llevarle a la ciudad de Avila, y le hallaron
entero y muy fresco e incorrupto, y ha visto esta testigo y tenido
en su poder muchos paños, y visto de los que se han untado con la
sangre fresca que dicen se halló el día que la desenterraron y del
óleo que salía del dicho cuerpo, el cual todo tenía mucho g suavísimo
PROCESOS 137

y el propio dicen tiene el dicho cuerpo, g un paño de lienzo


0 0 ' Juan de Ovalle, regidor de esta villa y cuñado de la dicha ma-
díe Teresa de Jesús trujo a esta casa y dió para este convento, que
había sido de la dicha Teresa de Jesús, y lo daba como por re-
liouia suya, y vió esta testigo que cuando lo dió estaba muy blanco
limpio, y envuelto en él y unos papeles un pedazo de reliquia
de carne' Después de algunos días u ocho o nueve meses, llegando
esta testigo a un escritorio suyo donde había puesto el dicho paño
reliquias, halló el lienzo todo manchado de color de óleo, y una
carta que estaba encima del dicho lienzo halló manchada del dicho
óleo, que parecía imposible poder haber pasádolo, y que esto como lo
demás que tiene dicho, entiende esta testigo es milagro; y yo, el
presente notario doy fe que vi el dicho paño del color que está di-
cho. Y asimismo ha visto esta testigo el brazo que cortaron del cuer-
po de la dicha Madre, y está Incorrupto y de un olor muy bueno,
del cual está el cuerpo; que el primer día de Pascua de Resurrección
de este año de noventa y dos años se vió con la misma entereza c in-
corrupción que el brazo, lo cual oyó decir esta testigo a D, Jerónimo
Manrique, obispo de Salamanca, que le vió y se halló presente a la
traslación de una caja a otra, y que arrimándole dos dedos se tiene
el cuerpo en pie, que de la entereza e incorrupción parece muy bien
milagro; todo lo cual dice esta testigo es público y notorio, pública
voz y íaraa. Y repreguntada por la sexta pregunta dice esta testigo,
que dice lo que dicho tiene, y que lo sabe todo de oídas a personas
que se hallaron presentes a todo lo que la repregunta dice, que esta
testigo no ha dicho vió, y que es muy público y notorio.
A la séptima pregunta responde esta testigo: que sabe que, así
en vida como después de muerta, la dicha Teresa de Jesús ha obrado
Nuestro Señor por su intercesión y devoción a sus reliquias muchos
milagros. Y en particular vió esta testigo, que el día del entierro
de la dicha madre Teresa de Jesús, estando en el dicho monasterio
de Descalzas, envió D.a Bernardina de Toledo y Enríquez, hermana de
la Duquesa de Alba, a esta testigo a decirle le enviase alguna reli-
quia de la dicha madre Teresa de Jesús, y esta testigo le envió un
jubón de lienzo de la dicha Madre, y estando enferma la dicha doña
Bernardina más liabía de dos meses de una gran calentura, tomó
el dicho jubón y le besó con grande devoción y se lo vistió, y al
punto le dió un terrible sudor, quedando de él sin ninguna calentura y
libre de la dicha enfermedad, y entiende esta testigo fué por medio
y devoción de la dicha reliquia, y lo tiene por milagro. Y después
de tres o cuatro días de la muerte de la dicha madre Teresa de Je-
sús, fué a visitar a D.a Juana de Ahumada, hermana de la dicha
Teresa de Jesús, D.a Magdalena de Toledo, abadesa que al presente
es de este monasterio, y esta testigo fué con ella, y estando ciega
que no veía nada la dicha doña Magdalena de Toledo más había
tres años, estando tratando con la dicha D.a Juana de Ahumana
e una cruz que la dicha madre Teresa de Jesús tenía, que solía
ecir la dicha Madre veía muchas veces a Nuestro Señor en él, y pi-
lendo la dicha D.a Magdalena que le pusiesen en los ojos la di-
a cruz, la sacó la dicha D.a Juana de Ahumada, que se la había
138 PROCESOS

dado su hermana Teresa de Jesús y se la puso en los ojos a la dicha


D.a Magdalena. Dentro de dos horas que salieron de casa de D.a juana
de Ahumada veía la calle, g después fué cobrando su vista de manera,
que ahora ve bien, y lee y escribe; g fué este un milagro m u g cono-
cido y claro, y por tal lo tiene. Y dice esta testigo que para gloria
g honra de Dios dirá lo que le ha sucedido, g es que habrá tres años,
poco más o menos, que estando esta testigo enferma, le mandó san-
grar el médico, y viniendo el barbero, le quiso sangrar del brazo izy
quierdo, y no acertando la sangría, le dejó el brazo manco de manera
que en quince días no le pudo menear, ni encog-er ni mandar cosa
de él. Y una noche, que le pareció a ésta testigo que era entre sueños,
vió que se llegó a ella la madre Teresa de Jesús con una sábana en
las manos, y que le había puesto en ella y levantado dos veces, y que
le dijo a esta testigo: no vengo a sanar del todo sino a curar; g
esta testigo despertó medio riéndose de lo que había soñado, y em-
pezó a menear el brazo y a mandarle muy bien, y tiene por muy cierto
y cree que fué milagro, según tenía el brazo y como lo halló después,
aunque como le dijo la dicha Madre no venía a sanarla del todo, sien-
te después algún dolor en el dicho brazo. Y otras muchas veces ha
sentido esta testigo mejoría en sus enfermedades con la devoción
que ha tenido a sus reliquias, a las cuales tiene grandísima devoción
por el grande remedio que en ellas halla, y sabe que acude mucha
gente a tener devoción, a tener novenas en su sepulcro, y que tiene
por santo su cuerpo y como a tal lo reverencian y estiman. Y otros
muchos milagros que pudiera decir se remite a el libro que tiene
impreso de ellos el Doctor Francisco de Rivera, de la Compañía de
Jesús, y que es mug público y notorio, pública voz y fama. Y siendo
repreguntada acerca del séptimo artículo, dice lo que dicho tiene, y
que tiene por milagro lo que sucede fuera de causas naturales y con
causas sobrenaturales, y que es muy público y notorio, pública voz
y fama.
A l octavo artículo responde esta testigo: que tiene por público
y notorio lo que 'dice la mayor parte de una comunidad o pueblo, y
que esto no sólo lo dice la mayor parte de un pueblo, a lo que en-
tiende, sino de toda España, y siéndole leído este Dicho, dijo que
se ratificaba y ratificó en él, y lo firmó de su nombre.—Don Jeró-
itiño, obispo de Salamanca.—Do«a Francisca de Fonseca.—Pasó ante
mí: E l Licdo. Juan Casquer, notario apostólico.
PROCESOS 139

DICHO DE D. FRANCISCO RRMIREZ (1).

A la primera y general responde: que no es pariente de la madre


Teresa de Jesús ni le tocan las generales, y que sólo desea en esto
negocio la honra y gloria de Dios y sus grandes misericordias que
usa con sus siervos, y dijo ser de edad de más de cincuenta años. Y
siendo repreguntado dice lo que dicho tiene.
Al segundo artículo responde este testigo: que conoció a la dicha
madre Teresa de Jesús en esta villa de Alba, en el monasterio de las
Descalzas Carmelitas de ella, y la visitó en la enfermedad que tuvo
en la dicha villa, de que Dios Nuestro Señor fué servido de lle-
varla, que fué breve, habrá diez años, poco más o menos. Y que ha
oído decir este testigo, que era natural de la ciudad de Avila, adonde
tuvo sus padres, nobles y buenos cristianos, y que esto sabe este tes-
tigo porque tuvo en esta dicha villa una hermana, que se decía doña
Juana de Ahumada, y su marido Juan ele Ovalle, a los cuales este
testigo conoció y oyó decir su naturaleza, y es público y notorio lo
susodicho. Y asimismo entiende este testigo, que la dicha Teresa de
Jesús fué bautizada, pero que no sabe dónde, y que le parece a este
testigo que sería de edad, cuando Dios la llevó, de sesenta y siete
a setenta años, poco más o menos, y que ha oído decir que era de
sesenta y ocho años cuando murió. Y asimismo este testigo la tuvo
por tal monja Descalza Carmelita, y que oyó decir que había sido
monja en la Encarnación de Avila de la Orden mitigada. Y asimismo
oyó, y después acá que murió ha oído decir este testigo, de sus
grandes virtudes y buenos ejemplos, así con sus monjas como todos
cuantos de ella tienen y han tenido, y que esto es público y notorio
en todo género de gente así de letras como plebeyos, y así de ecler
siásticos como de seglares, sin haber oído decir este testigo cosa en
contrario directe ni ¿ndirecte, y que todo lo que tiene dicho es pú-
blica voz y fama. A la segunda pregunta, siendo repreguntado, dijo
que dice lo que dicho tiene y la pública voz y fama.
Al tercer artículo dijo este testigo: cuando vió y visitó a la di-
cha madre Teresa de Jesús en su enfermedad, representaba en su
rostro una modestia y paciencia, mezclada con una alegría espiritual,
que daba muestra de ser una santa y de grande ejemplo y muchas
virtudes. Y que ha oído decir este testigo que Nuestro Señor la hizo
particulares favores mediante su oración, en la cual se ejercitaba mu-
cho y le eran descubiertos particulares secretos de Dios, y que trabajó
para perfeccionarse en este santo acto de la oración veinte años an-
tes que llegase a la perfección de ella, y esto ha oído decir así a sus
monjas de esta villa como a las del monasterio de Adentro de esta
villa, particularmente a D.a Francisca de Fonseca y a D.a Magdalena

1 - Declaró a 4 de abril de 1592.


140 PROCESOS

de Toledo, abadesa en el monasterio de Adentro de esta villa, y a


Juan de Ovalle, cuñado de la dicha madre Teresa de Jesús; y algu-
nas cosas ha visto este testigo en sus libros tocante a esta merced
que Dios la hacía por medio de la oración. Y que ha oído decir a
las mismas personas dichas, que la dicha madre Teresa de Jesús co-
menzó a fundar la Religión que hoy llaman de Descalzas Carmeli-
zas, g así la llamaban la Fundadora, y debajo de este título la nom-
braban cuando vino a esta villa. Y que esto de las fundaciones de susi
monasterios hizo y hacía con licencia de sus prelados, y que con
este santo celo y deseb^ de la gloria de Dios y de la salvación de
las almas, de que ella era muy particularmente aficionada, fundó algunos
monasterios en Avila, en Sevilla, Burgos y Salamanca g Alba y otras
partes, en las cuales o en muchas de ellas la acompañó Antonio Gay-
tán, vecino de esta villa, a quien este testigo se lo ha oído decir y
a otras muchas personas, que por ser tan público y notorio este tes-
tigo no dice más. Y repreguntado por la tercera pregunta responde este
testigo: que lo ha oído decir a las personas dichas, y es público y
notorio, pública voz y fama sin contradicción alguna, y que lo sabe
este testigo por haber venido tratando de ella y oir loar sus virtu-
des a todas las personas que tiene dicho, y más a todas las monjas
del dicho monasterio de Adentro de esta villa, las cuales por el cono-
cimiento que tienen de ella, de su vida, buen ejemplo y virtudes que
obró y escribió, la celebran con estas y otras muchas alabanzas,
teniéndola por santa, y así lo dicen y tienen por cierto. Y este tes-
tigo por lo que ha oído y visto, tiene lo mismo, y esto es público
en todo género de gente sin ninguna contradición.
Al cuarto artículo, siendo preguntado este testigo, dice: que ha
oído decir todo lo contenido en el dicho artículo según y como en
él se contiene, y esto en todos los monasterios de esta dicha villa sin
haber contradicción alguna, y =ser tenida, como dicho tiene, acerca
de todos estados de gentes por santa, de vida ejemplar, costum-
bres y todas las virtudes contenidas en el dicho artículo, y esto es
público ij notorio, sin haber otra cosa en contrario ni haberlo este
testigo oído decir a nadie, habiendo muchas veces tratado de ella. Y
que este testigo ha visto algunos libros suyos, impresos debajo de
su nombre, que tiene por cierto los escribió la dicha madre Teresa
de Jesús sin haber oído lo contrario de esto; y ha visto otro libro
escrito de mano, que también está debajo de su nombre, cuyo título es
de Las Fundaciones, en el cual dice el orden que tuvo para hacerlas y
las misericordias que Dios en su ayuda hizo. Y sabe este testigo que los
dichos libros han hecho y hacen gran fruto en la Iglesia de Dios, porque
este testigo ha visto tenerlo todas las más religiosas del dicho monaste-
rio de Adentro y de las Descalzas, y frecuentar mucho la lectura de ellos,
y alegar sus dichos en cosas buenas, y de buen ejemplo, virtud y
doctrina. Y que a este testigo le han enviado de fuera de esta villa
por ellos y ser dificultosos de hallar por haberse gastado tantos, que
arguye el aprovechamiento que de ellos se saca, y que es muy pú-
blico y notorio. Y repreguntado por la cuarta pregunta responde este
testigo que dice lo que dicho tiene; y an lo que toca al crédito que
tiene la Orden que la dicha madre Teresa de Jesús fundó de Car-
PROCESOS 141

litas Descalzas, sabe este testigo estar bien recibida y tenerla en


mcha veneración por el mucho fruto que hace en la Iglesia de Dios,
m\l buen ejemplo que dan de todas virtudes, y que esto es público y
notorio sin contradicción alguna. Y este testigo dice que de vista
no sabe más de lo que concibió de ella en el tiempo de la enfer-
medad de que Dios la llevó, acerca de lo cual dice lo que dicho
tiene; empero que de oídas sabe este testigo públicamente de religio-
sas y seglares y de todo género de gente, que la tenían por Santa
en quien resplandecían actos de humildad, caridad, paciencia, peni-
tencia, pobreza, castidad y obediencia y todas las demás virtudes, y
que esto lo ha oído decir este testigo a muchas gentes, y de nadie
sabe lo contrario, y esto es público, y que en sus fundaciones la
acompañaban gente ds buena vida y ejemplo. Y sabe particularmente
que la acompañó Antonio Gaytán, regidor de esta villa, y, que iban
en su compañía algunos religiosos. Y acerca de los libros dice lo que
dicho tiene, y que los que están impresos se intitulan el primero, de
su Vida, de Las Moradas, Camino de Perfección, y otro que no
está impreso es el que tiene dicho de Las Fundaciones, que este tes-
tigo tiene, escrito de mano, en su poder, y que todo lo que dicho
tiene acerca de esta repregunta es pública voz y fama y público y
notorio.
Al quinto artículo, siendo preguntado este testigo, responde: que
este testigo no se halló presente a los trabajos que padeció la dicha
madre Teresa de Jesús, empero que lo ha oído decir a sus monjas
y a las monjas del monasterio de Adentro. Y particularmente oyó
decir a D.a Francisca de Fonseca, monja del dicho monasterio de
Adentro, que había sido atormentada del demonio, habiéndole abatido
en el suelo en el monasterio de San José de Avila, y dádola de
golpes y pintádole el rostro con un hacha de cera, y otra vez la echó
de unas escaleras y la quebró un brazo, y que dos veces le había
derrocado una pared en la fundación de Avila; lo cual todo dice
padecía en amor de Dios, con mucha paciencia y humildad, y esto
es público y notorio. Y repreguntado por la quinta pregunta, dijo que
dice lo que dicho tiene, y así lo tiene por público y notorio sin con-
tradicción alguna.
Al sexto artículo preguntado dijo: que sabe este testigo que mu-
rió la dicha madre Teresa de Jesús en esta villa, y que le parece ser
en el tiempo que la pregunta dice y de la edad dicha de sesenta ¡y
ocho años, poco más o menos, y que fué enterrada en el dicho su
monasterio de la Encarnación de la dicha villa, sin abrirse ni sa-
carle ninguna de las partes interiores del cuerpo, ni hecho otra al-
guna diligencia de las que se suelen hacer para la conservación del
cuerpo, sino sólo un paredón que hicieron de piedra y cal; y que
este testigo no se halló presente, más de haber oído decir que la
Pusieron en un ataúd entre las dos rejas del coro bajo, y encima
el ataúd pusieron aquel paredón. Y que después oyó decir este tes-
^po, pasado el tiempo que la pregunta dice, poco más o menos, que ha-
bían descubierto el cuerpo y que le habían hallado entero, sin estar
orrompido, g que salía de él una fragancia que salía a la misma
gcsia, y vió este testigo algunos pañicos del lienzo que decían ha-
142 PROCESOS

bían llegado a su cuerpo con una untuosidad como aceite y encarnado


con alguna manera de sangre, lo cual, aunque parecía que ocupaba
pequeño lugar, después se extendía, que cundía todo el paño, g así
lo ha visto este testigo. Y tiene en su poder un pañito de ello, g lo ha
visto ahora, que todavía en los paños y sábanas que ponen en el
cuerpo se pega esta untuosidad, y que no huele mal. y de antes pa-
recía tener el olor bueno y no malo ninguno. Y así mismo oyó decir
este testigo a las dichas sus monjas, que habían hallado la sangre
que la pregunta dice entera, fresca y sin corrupción, y le parece a
este testigo haber visto algunos paños recién mojados en ella, y que
esto es público y notorio, pública voz y fama. Repreguntado acerca
de el dicho sexto artículo, dijo que dice lo que dicho tiene, y que
no sabe más de haberlo oído decir a sus monjas; y que este testigo
ha visto el cuerpo de la dicha madre Teresa de Jesús el día primero de
Pascua de Resurrección de este presente año de noventa y dos, que fue
a veintinueve de marzo, el cual está entero sin que le falte otra cosa
más de un brazo y uno o dos dedos que le han cortado, y que todo
lo demás está sin putrefacción ni parece haberla teñido, así en las
partes de afuera como en las de adentro, y que como este testigo
dicho tiene, no entiende ni ha oído decir que el dicho cuerpo de la
madre Teresa de Jesús fuese prevenido con cosa alguna para preservarle
de la dicha putrefacción, ni, aunque lo pusieran por las partes de afuera,
fuera de tanta virtud para preservarle de adentro, sin que se corrom-
piera; ni tampoco este testigo ha oído decir ni sabe que se pusiese olor
alguno en su sepulcro. Y que ha visto lo aceitoso que sale del cujerpo
en los paños que tiene dicho y aun ahora parece que el cuerpo mis-
mo tiene este jugo aceitoso en la superficie ,y así lo vió este
testigo en el lienzo blanco que estaba envuelta cuando la vió. Y que
oyó decir lo del paño mojado en sangre, y le parece a este testigo
haberle visto después de haber estado el tiempo dicho de los tres
años debajo de la tierra. Y que este testigo como médico sabe que la
sangre fuera del cuerpo en los hombres vivos luego se cuaja, y no
sólo fuera del cuerpo, sino fuera de su lugar natural, que son las ve-
nas, en cualquiera parte que caiga exírabasada se cuaja y hace gru-
mos; cuánto más en un cuerpo muerto, que con la falta del calor na-
tural y espíritus, luego se cuaja, así dentro como fuera del cuerpo, si
alguna ocasión hay de salir, Y así tiene este testigo como tal por
obra milagrosa y divina y que excede los límites de naturaleza tener
aquella sangre después de tanto tiempo con aquel ser y sin cuajarse.
Y asimismo en lo tocante a la incorrupción del cuerpo tiene este tes-
tigo por cierto ser obra de Dios el haberse conservado tanto tiempo así
entero como está, sin putrefacción alguna, por no haberle sacado nin-
guno de los miembros interiores que son facilísimos de corromper; y
así por esta razón es común uso aconsejar los médicos para los cuer-
jpOs muertos que pretenden mudar de un cabo a otro, abrirles y sacarles
todos los miembros interiores, y aun desbastar cuando son carnosos
parte de la carne, y después de lavados con vinagre y sal, echarles
pólvoras que preserven de corrupción, y que conforme a las razones
naturales le parece a este testigo que esto, como dicho tiene, es obra
de Dios milagrosa, y que esto es público y notorio.
PROCESOS 143

Al séptimo artículo siendo preguntado este testigo, dijo: que ha


ido decir que Nuestro Señor ha permitido a invocación de la dicha
madre Teresa de Jesús y por devoción que con ella han tenido par-
ticulares personas, les ha hecho Dios merced de ayudarles en sus
enfermedades. En especial ha oído decir a D.§ Francisca de Fon-
seca, monja en el dicho monasterio de Adentro, que teniendo un brazo
muy malo de una puntura de un tendón con gran dolor, y no pudién-
dole menear, ni doblar ni enderezar, teniendo devoción con 'la dicha ma-
dre Teresa de Jesús, le pareció en sueño que entraba con una sábana
doblada en las manos en el aposento donde ella estaba, y la dijo:
vengóos a curar, pero no os sanaré del todo. Y que llegó a ella
u que luego le había parecido que la dicha Madre había mirado como
si entrara alguna monja y se había desaparecido, y que ella despertó
y halló el brazo sin dolor alguno, y que le pudo menear y jugar
bien, y que este testigo sabe que el brazo estaba así con el sentimien-
to y accidentes dichos porque la curaba en la dicha ocasión. Asimismo
ha oído decir este testigo a D.s Magdalena de Toledo, abadesa del
monasterio de Adentro, que cuando murió la dicha madre Teresa de
Jesús, fué a visitar a D.^ Juana de Ahumada, hermana de la dicha
madre Teresa de Jesús, y que cuando fué no veía por dónde iba
pareciéndole todo unas nieblas blancas. Y sabe este testigo que
la dicha D.a Magdalena no tenía casi vista por tener cataratas, y que
estando visitando a la dicha D.a Juana, sacaron una cruz que era
de la dicha madre Teresa de Jesús, la cual puso en los ojos con
devoción particular de la dicha Madre, y luego vió bien y dis-
tintamente todas las partes de la dicha cruz; y cuando volvió a sú
casa vió muy bien por dónde venía, y esta mejoría ha durado hasta
ahora. Y ha oído decir este testigo de muchos milagros que Nuestro
Señor ha obrado a intercesión de la dicha madre Teresa de Jesús,
que no ha reparado a qué personas, y esto es verdad y público
y notorio, pública voz y fama. Repreguntado por la séptima pre-
gunta, dijo que es tenida la dicha Madre por santa, y así dicen que
en su vida se tuvo por cierto había el Señor por ella de hacer mu-
chos milagros, vistas las misericordias que con ella Dios en su
vida hizo, y que en lo demás dice lo que dicho tiene, y que es
muy público y notorio. Y dice este testigo que tiene por milagroso
todo aquello que es fuera del orden y curso natural, y repugna a las
causas naturales como son los que Nuestro Señor ha obrado en el
cuerpo y sangre de la dicha madre Teresa de Jesús.
Al octavo artículo preguntado, dijo: que tiene por público y
notorio aquello que ha venido en noticia de mucha gente, en especial
de todos estados, así eclesiásticos como seglares, así letrados como
Plebeyos, sin haber contradicción alguna explícita ni implícita, y que
asi lo dicho todo es público y notorio por las causas dichas. Y sién-
dolG leído este Dicho, dijo que se ratificaba y ratificó en él, y lo
íirmó de su nombre.—Z)o« Jerónimo, obispo de Salamanca—£7 doc-
or F>amírez.~9asó ante mí: E l Licdo. Juan Casquer, notario apos-
tólico.
Í14 PROCESOS

DICHO DEL LICENCIADO MftRTIN ARIAS (1).

A la primera pregunta general dijo: que no es pariente de la


madre Teresa de Jesús, ni le tocan las generalGS, que sólo pretende
la honra y gloria de Nuestro Señor y que se descubran sus mara-
villas grandes en sus Santos, y dijo ser de edad de cuarenta años,
poco más o menos.
Al segundo, tercero, cuarto, quinto y sexto artículo, siendo pre-
guntado dijo: que sabe todo lo que en ellos se contiene por haberlo
pido decir a muchas personas, así en la ciudad de Salamanca como
en esta villa, y ser muy público y notorio y pública voz y fama, Y
que en lo que toca a los libros, este testigo los ha leído; tiene por
cierto son suyos por intitularse así y que se intitulan de la madre
Teresa de Jesús; el primero de su Vida, Caniino de Perfección y Las
Moradas. Y sabe que los dichos libros han hecho y hacen mucho pro-
vecho a todas las personas que los leen y oyen. Y dice más acerca
del sexto artículo siendo repreguntado, que este testigo entró a ver
el cuerpo de la dicha madre Teresa de Jesús, con licencia del Provin-
cial, en el monasterio de Descalzas de esta villa el miércoles, que se
contaron ocho días de este presente mes de Abril de este año, y
vio el dicho cuerpo entero, sin corrupción ninguna, y sin haberle
sacado ninguna cosa de las partes interiores, como son intestinos y
pulmón, e hígado y las demás partes, las cuales partes son muy
aptas a corrupción, que dentro de muy pocas horas se corrompen
en los cuerpos muertos, y éstas corrompidas, corrompen a las demás
más fácilmente. Y que en el dicho cuerpo lo tentó y vió con mucha
consideración si había alguna señal de haber habido alguna corrup-
ción o de presente la había, y halló este testigo que no la había ha-
bido ni de presente la había en cuanto pudo colegir,. y anduvo mi-
rando, porque todo lo vio entero y sin mal olor ni mal color. Sólo
halló estar la punta de la nariz quitada, y dicen que se cayó una
piedra estando enterrado, y que a lo que este testigo entiend'e y
naturalmente puede colegir, esta incorrupción no puede ser natural-
mente, principalmente siendo mujer y de suyo algo gruesa, porque
las mujeres de suyo son muy húmedas y soculentas, con una humedad
muy apta ad corraptionem, y que en este cuerpo todo esto ha faltado.
Y así entiende como dicho tiene, que no puede ser naturalmente por
ver que no le han echado ningunas cosas que preservan de corrup-
ción y estar muerta de tanto tiempo, que dicen va para diez años que
murió, y que tiene esto por obra sobrenatural y milagrosa, porque
se tiene mucha de su carne. Solamente se ha consumido la demasiada
humedad, y que lo demás está entera; y que lo que tiene dicho
es lo que siente de lo que vió en el dicho cuerpo, y que es muy
público y notorio, pública voz y fama.

1 Declaró el mismo día que la anterior.


PROCESOS 145

M séptimo artículo responde: que ha oído decir algunas personas


algunos milagros que han sucedido por devoción de la dicha madre
Teresa de Jesús, y que están impresos en un libro que imprimió
el padre doctor Francisco de Rivera, de la Compañía de Jesús, que se
remite a él, y que es muy público y notorio, y lo mismo dice sien-
do repreguntado acerca del dicho articulo que dice lo que dicho
tiene.
Al octavo artículo responde: que tiene por público y notorio lo
que dice la mayor parte de un pueblo o comunidad, y que esto en-
tiende que lo dice la mayor parte de esta provincia, adonde este
testigo ha andado sin haber oído lo contrario. Y siéndole leído este
Dicho, dijo que se ratificaba y ratificó en él, y lo firmó de su
nombre.—Don Jerónimo, obispo de Salamanca.-/7/ Licdo. Martín Arias,
—Pasó ante mí: E l Licdo, Juan Casquer, notario apostólico.
146 PROCESOS

DICHO DE PEDRO DE VILLAR REAL (1).

Al primer artículo y pregunta general dijo: que no es pariente ni


deudo de la madre Teresa de Jesús, y que no le tocan las generales.
Que sólo pretende en este su Dicho la honra y gloria de Dios, y qm
se vean sus grandes maravillas en sus siervos; y dijo ser de edad
de cincuenta años, poco más o menos.
Al segundo artículo responde: que conoció a la dicha madre Te-
resa de Jesús, y la comunicó cuando vino a fundar esta casa de la
Encarnación de monjas Carmelitas Descalzas, porque concertó el pre-
cio de una casa que este testigo tenía y solares, que fué la principal
parte donde se fundó el dicho monasterio. Y habrá veinte años, poco
más o menos, que este testigo la conoció, y sabe y ha oído decir
que es natural de la ciudad de Avila, de gente noble; y conoció a
una hermana suya, que se llamaba D.a Juana de Ahumada, casada con
Juan de Ovalle, vecino de esta villa; y vió este testigo venir a esta
villa a dos hermanos suyos diversas veces en hábito honrado y de
hijosdalgo, y en esta opinión fueron siempre tenidos. Y que ha oído
decir que fué monja en la Encarnación de Avila antes que saliese
a fundar los monasterios de Descalzas, y que esto oyó decir a doña
Bernardina de Rascuro, hija de Antonio Alonso, que fué seglar en
un monasterio de Avila, y ella es natural de esta villa; la cual tuvo
mucha noticia de la dicha Teresa de Jesús porque la comunicó mu-
chas veces según ha dicho a este testigo, y que fué de buena vida
y ejemplo, y esto sabe este testigo por haberla visto, tratado y co-
municado, y que es muy público y notorio, pública voz y fama. Y
siendo repreguntado por el interrogatorio dijo: que dice lo que di-
cho tiene, y que cuando vió y conoció a la dicha madre Teresa de
Jesús en el hábito del Carmen de Descaalzas fué en esta dicha villa
y por la ocasión que tiene dicho, y que es público y notorio.
A l tercer artículo responde este testigo: que ha oído decir lo que
el artículo dice a muchas personas, en particular a Francisco Mal-
'donado, vecino de esta villa, y a Inés de Jesús, y Juana del Espí-
ritu Santo, y a otras muchas religiosas, porque este testigo tiene par-
ticular devoción con ellas. Y sabe que fundó de los bienes de Fran-
cisco de Velázquez, contador que fué del Duque de Alba, y de Te-
resa de Layz, su mujer, el monasterio de la Encarnación de su Or-
den en esta dicha villa de Alba, en medio de las iglesias de San
Pedro y San Jua^', y lo sabe porque, como dicho tiene en la pregunta
antes de ésta, les vendió sus casas y solares a los dichos Francisco
Velázquez y Teresa de Láyz. concertándolos la dicha madre Teresa
de Jesús. Y que ha oído decir que es la fundadora de esta dicha Or-

1 Comisario del Santo Oficio, beneficiado y racionero de Alba, declaró a 10


de abril de 1592.
PROCESOS 147

cten de Descalzas Carmelitas, y que este testigo la vió en hábito


de monja profesa de la dicha Orden de Descalzas, y así tiene por
cierto que profesó en ella. Y de lo que este testigo la trató y co-
municó, conoció que su fin principal fué la honra y gloria de Dios y
restituir la Regla antigua a su primera ínsfitución y perfección, con
otros muchos y santos fines y buenos propósitos, y que todo es muy
público y notorio, pública voz y fama. Repreguntado por el tenor
de la tercera pregunta, dijo: que dice lo que dicho tiene, y que lo
que dice de oídas lo ha oído a diversas personas, y muchas de que
en particular no tiene noticia de ellas, ni del número de los mo-
nasterios que fundó, más de que ha oído decir que dejó muchos mo-
nasterios fundados por su persona antes que muriese, y que vió este
testigo sacar del monasterio de esta villa algunas religiosas a fundar
otros monasterios, y traerlas de otras partes a este; y en lo demás
dice lo que dicho tiene, y que todo es público y notorio, pública voz
y fama.
Al cuarto artículo dice este testigo: que sabe que la dicha madre
Teresa de Jesús toda su vida vivió con mucha humildad y las demás
virtudes que la pregunta y artículo dice florecían en ella, porque se
le echaba muy bien de ver en su trato y palabras ser una santa, y
por tal este testigo la tuvo y hoy día la tiene. Y ha oído decir
que son suyos los libros que andan impresos de su nombre, y que
los dejó escritos de su mano, y que entiende han hecho mucho fruto
y provecho, y que esto es lo que sabe en cuanto a este artículo, y
que es público y notorio, publica voz y fama. Y siendo repreguntado
por la cuarta pregunta dice lo que dicho tiene, y que por no haberla
comunicado muy en particular más del tiempo y por la ocasión que
ha dicho en el segundo artículo, se remite a los que más en par-
ticular la trataron y pudieron conocer las dichas virtudes, porque no
trataba la dicha Madre a los seculares en otras cosas más de las
que tenía ella necesidad de comunicar para sus fundaciones, porque
siempre estaba recogida en sus monasterios o fundaciones. Y los
libros que dejó escritos se intitulan de su Vida, Camino de Per-
lección y el de Las Moradas, y que todo es público y notorio, pú-
blica voz y fama,
Al quinto artículo y pregunta responde: que dice lo que dicho
tiene, y que tiene por cierto sería así, y ser muy público y notorio,
pública voz y fama.
Al sexto artículo dice este testigo: que no se halló en esta villa
al tiempo que la dicha madre Teresa de Jesús murió ni en su en-
tierro; mas que sabe que murió en el dicho monasterio y el día
que la pregunta dice, y que la enterró la clerecía y cabildo de esta
villa en la iglesia del mismo convento, y vió después su sepulcro, que
es en el coro bajo entre las dos rejas. Y que oyó decir y vió una
noche, por ser este testigo vecino del dicho monasterio, andar alborotado
el barrio y con luces; y preguntando qué era, le dijeron que sa-
caban el cuerpo de la dicha madre Teresa de Jesús del sepulcro
donde estaba enterrado para tenerlo dentro de la casa más guardado,
0 para llevarlo a la ciudad de Avila, y que esto fué tres años, poco
mas o menos, de como murió, y oyó decir que entonces le habían
148 PROCESOS

cortado un brazo, que hoy tiene cortado, y que la mano del dicho
brazo la llevó un fraile de su Orden a Lisboa; y luego, por la
mañana se publicó que habían llevado el dicho cuerpo a Avila, y
este testigo vio la dicha noche a los frailes. Y sabe este testigo
por haberlo oído decir a Teresa de San Andrés, sobrina de este tes-
tigo, y otras religiosas, que hallaron el día que desenterraron el di-
cho cuerpo sangre fresca en él, y que había salido del dicho cuerpo,
y muchos paños de óleo o bálsamo, ni más ni menos que este tes-
tigo ha tenido algunos en su poder y al presente lo tiene. Y que
este testigo en veintinueve días de marzo, día de la Resurrección
de Nuestro Señor, de este año de mil y quinientos y noventa y dos,
entró en el dicho monasterio de la Encarnación con Don Jerónimo
Manrique, obispo de Salamanca, y vió el cuerpo de la dicha madre
Teresa de Jesús entero, sin corrupción alguna, sólo al parecer de este
testigo tenía los ojos, por ser cosa tan delicada, consumidos, y las
narices y boca, y esto decían que era del golpe que había recibido
con una tabla de la caja o ataúd cuando la enterraron, que se quebró
con la mucha carga de piedras que encima la echaron, y un brazo que
tenía cortado, aunque lo tenía consigo, pero que todo lo demás de su
cuerpo, que honestamente se pudo ver con la decencia que se reque-
ría, estaba tan entero y tan sin corrupción, que ninguna tenía, así
el vientre como las piernas, pechos y cabeza, porque lo miró muy en
particular este testigo y le besó sus pies diversas veces. Y vió que
la ponían en pie, sin que nadie la sustentase, sobre sus pies, y se es-
taba entera sin doblarse, y este testigo tomó un lienzo suyo y le
fregó en las piernas y pies de la dicha madre Teresa de Jesús, y
es verdad que tiene y se le pegó al dicho lienzo una manera de licor
como aceite o grasa, a la semejanza de otro pañito que le había
dado la dicha Teresa de San Andrés, su sobrina. Y que así el cuerpo
como los lienzos que tienen el dicho licor, tienen buen olor, y no
como el que suelen tener los difuntos, y que todo lo dicho es público
y notorio, y pública voz y fama, Y siendo repreguntado por la sex-
ta pregunta dice lo que dicho tiene, y que es muy público y notorio.
Al séptimo artículo dice este testigo: que sabe que su cuerpo es
tenido en este pueblo y en todos los que hay noticia de él por cuerpo
santo, y este testigo por el mes de septiembre del año dje ochenta
y nueve estuvo de una enfermedad muy peligroso, y envió a pedir
a la madre Inés de Jesús, priora que entonces era de esta casa, que
le enviase el brazo de la dicha madre Teresa de Jesús, porque le
parecía estaría luego bueno. Y ella se lo envió con Pedro Sánchez,
clérigo, su capellán, y este testigo lo tomó en sus manos y lo metió
en la cama consigo y lo puso en los pechos a raíz de las carnes y
en el cuello, y le tuvo casi media hora consigo con gran devoción. Y
fué Dios servido mediante la devoción e intercesión de la dicha Santa,
que, aunque la enfermedad era muy peligrosa de pintas y tabardillo
y calentura continua, y casi desconfiado de la salud, si no fuese por
mano de Dios enviada, y por intercesión de la dicha santa, dentro de
cinco o seis días se le quitó la calentura y cesó el tabardillo, y fué
muy conocida la mejoría de la salud, y escapó de la enfermedad; y
así tiene gran devoción con la dicha Santa. Y que ha oído decir de
PROCESOS 1^9

otras personas a quien dieron el dicho brazo y enviaron, y asimismo


consiguieron salud; y que esto lo hacían y enviaban con mucho recato
porque no se entendiese. Y que ha oído decir de otros muchos mila-
gros que Nuestro Señor ha obrado por intercesión de la dicha madre
Teresa de Jesús, teniendo devoción a sus reliquias y cuerpo santo, y
que se remite a un libro que está impreso del padre doctor Rivera, de
la Compañía de Jesús, y que por ser tan públicos los deja de re-
ferir, y de todo hay pública voz y fama. Y sabe este testigo que
hay en este pueblo grande devoción con el dicho cuerpo y en todas
las partes que de él se tiene noticia, viniendo a tener novenas y otras
devociones, y que es muy público y notorio. Y siendo repreguntado
por la séptima pregunta dice lo que dicho tiene, y se ratifica en ello.
Al octavo artículo responde este testigo: que tiene por público y no-
torio aquello que tiene la mayor parte de un pueblo, y esto entiende
que es público y notorio casi en toda España o la mayor parte de ella.
Y siéndole leído este Dicho, dijo que se ratificaba y ratificó en él
y lo firmó de su nombre—Don Jerónimo, obispo de Salamanca.—/^/-o
de VillarreaL—Pasó ante mí: E l Licdo. Juan Casquer, notario apos-
tólico.
150 PROCESOS

DICHO DE ANTONIO D E L f l TRINIDAD (1).

Al segundo artículo responde: que no conoció a la dicha Teresa


de Jesús siendo viva, mas que este testigo la vio enterrar y la ayudó
a sacar en las andas de la portería de! monasterio de las Descalzfas
de esta villa. Y ha oído decir que era natural de la ciudad de Avila,
g conoció en esta villa de Alba a D.a Juana de Ahumada, hermana
de la dicha Teresa de Jesús, casada con Juan de Ovalle, vecino y
regidor de esta dicha villa, a la cual este testigo siempre tuvo por
mujer muy principal e hijadalgo, y así es público y notorio en esta
villa. Fué repreguntado por el Interrogatorio y dice lo que dicho
tiene.
Al sexto artículo dijo: que la dicha madre Teresa de Jesús,
siendo ya de los años que el artículo dice, poco más o menos, falleció
en el monasterio de Nuestra Señora de la Encarnación de esta villa,
que llaman de Descalzas Carmelitas, y fué el día que la pregunta
dice, al cual entierro este testigo se halló juntamente con el ca-
bildo y clerecía de esta villa, y la enterraron en un arco y reja
del coro bajo del dicho monaasterio. Y después oyó decir que de ahí a
tres años, poco más o menos, la sacaron de su sepulcro unos frailes
de su Orden para llevarla a la ciudad de Avila, y que cuando la
sacaron había salido del dicho cuerpo g sepulcro una suavísima fra-
gancia g lindo olor, y después cuando le volvieron a esta villa de
la dicha ciudad de Avila, este testigo vió el dicho cuerpo de la
dicha madre Teresa de Jesús, y le vió sin corrupción, y le ha pal-
pado con sus manos, g con un lienzo le ha limpiado el óleo a
manera de bálsamo que el cuerpo tiene, y lo limpió este testigo de
industria para guardarle, como le tiene guardado, por grande reli-
quia, y esto vió en veintinueve días de marzo que pasó de este
presente año, entrando en el dicho monasterio con D. Jerónimo Man-
rique, obispo de Salamanca, g en presencia del dicho Sr. Obispo y
de otros testigos, como dicho tiene, este testigo vió y palpó el dicho
cuerpo, y le enderezó sobre sus pies, y con poquita ayuda de este
testigo y un fraile de su Orden se tenía en pie, por estar como
dicho tiene no corrompido, más de que los ojos y la boca y punta
de la nariz estaba algo quebrantado, y dicen fué de un grande golpe
que la dieron en el rostro con una tabla cuando la enterraron. Y este
testigo con el dicho fraile la enseñó desde la reja a la gente que
estaba en el cuerpo de la iglesia del dicho monasterio, y todos da-
ban alabanzas a Dios de ver cosa tan maravillosa, y decían que era
grande milagro que a cabo de diez años que era muerta, estuviese tan

1 Declaró el mismo día que la anterior y era juez y vicario de Alba y su arci-
prestazgo. y beneficiado en la iglesia de San Pedro. Publicase de su Dicho lo que
ofrece algún interés.
PROCESOS 151

entero su cuerpo y tan sin corrupción; y este testigo para mayor


satisfacción de lo que dicho tiene le rompió la camisa por los pe-
chos, y vió todo el pecho y barriga entero y sin haberle sacado cosa
alguna de dentro de su cuerpo. Y así viendo cosa de tanta admira-
ción este testigo, se postró a sus pies, y no se hartaba de besár-
selos muchas veces. Fué repreguntado por la pregunta del Interroga-
torio, y dijo lo que dicho tiene, porque se halló presente como ha
dicho, ü con sus propias manos lo palpó, y tocó y cogió en su lienzo
el dicho óleo, y lo tiene guardado y guardará toda su vida como
reliquia santa.
A l séptimo artículo dijo: que ha oído decir y contar muchos
milagros, etc.
Al octavo artículo dijo: que por pública voz y fama tiene etc., y
lo firmó de su nombre.—Don Jerónimo, obispo de Salamanca.—^/O/Í/O
de la Trinidad.—Pasó ante mí: E l Licdo. Juan Casquer, notario apos-
tólico.
152 PROCESOS

TESTimONIO D E L NOTARIO APOSTOLICO JUAN CASQUER (1).

Y yo el dicho Licenciado Juan Casquer, secretario a notario pú-


blico apostólico, y aprobado por Su Señoría D. Jerónimo Manrique,
obispo de Salamanca, y especialmente nombrado para la dicha infor-
mación infrascrita, presente fui juntamente con Su Señoría del dicho
Sr. Obispo a toda ella, y doy fe y verdadero testimonio a todos los
que la presente vieren, cómo en veintinueve días del mes de marzo
de mil y quinientos y noventa y dos años, el dicho señor obispo D. Je-
rónimo Manrique, obispo de Salamanca, entró juntamente conmigo, el
dicho notario, en el monasterio de la Encarnación de monjas Car-
melitas Descalzas de la villa de Alba de Tormes a ver trasladar
el cuerpo de la madre Teresa de Jesús, que estaba en el dicho mo-
nasterio en una caja vieja, y le mudaron a otra hueva guarnecida en
terciopelo carmesí con clavazón dorada, que D.a María de Toledo,
duquesa de Alba, había hecho y dado al dicho monasterio para que
en ella pusiesen el dicho cuerpo de la madre Teresa de Jesús, y
le vi todo entero y sin corrupción alguna, el cual tenía un brazo
cortado, que también le v i este dicho día puesto en una caja de
plata en el dicho monasterio, asimismo incorrupto y del color del
dicho cuerpo, y todo con un olor suave y muy apacible y bueno. Y
limpiando el dicho cuerpo de la madre Teresa de Jesús por muchas
partes con unos lienzos y paños, salían untados y manchados con un
licor como de aceite, con muy buen olor, y tenté muchas veces el
dicho cuerpo, y palpé y le vi en pie y derecho sin corrupción al-
guna, salvo que el pico de la nariz tenía un poco gastado y los ojos
sumidos, lo cual todo vieron muchas gentes, hombres y mujeres, que
entraron con el dicho señor D. Jerónimo Manrique, obispo de Sa-
lamanca, al dicho monasterio este dicho día, y se hallaron presentes
testigos, que fueron especialmente el Licdo. Juan de Ortega, An-
tonio de la Fuente y Antonio de la Trinidad, clérigos presbíteros.
En fe de lo cual, y para que conste la dicha información ser cierta,
buena y verdadera, bien y fielmente hecha, que está escrita en ciento
y treinta y seis hojas, consta di este testimonio, que es hecho en la
ciudad de Salamanca, a quince días del mes de abril, de mil y quinien-
tos y noventa y dos, la cual Información va rubricada de mi rúbrica
al fin de cada hoja. En testimonio de lo cual hice aquí un signo, que
es a tal en testimonio de verdad.—£7 Licdo. Juan Casquer, notario
público apostólico.

1 Se lee al ñnal dei Proceso albense.


PKOCESO HECHO EN DIVEKSflS POBLACIONES POR ORDEN DEL NUNCIO

DE S U SflNTIDRD (1595).

PROCESO D E AVILA

Ko:-. D. Camilo Caetano, por la gracia de Dios y de la Sania Sede


Apostólica, Patriarca de Alejandría, y por nuestro muy Santo Padre Cle-
mente, por la divina providencia Papa VIII y la misma Santa Sede con
facilitad delegado de latere, Nuncio Apostólico en estos reinos de España,
etc., ai Dr. D. Pedro de Tablares, arcediano en la Santa Iglesia de Avila,
salud en Nuestro Señor Jesucristo. Hacemos saber cómo conociendo Ig
devoción que el pueblo tiene con el cuerpo y algunas cosas de l a madre
Teresa de Jesús, de buena memoria, porque las obras de Dios sean
manifiestas y su divina Majestad alabada en sus siervos y por al-
gunos justos respetos que a ello nos movieron, mandamos al doctor
Bernábs del Mármol, protonotario apostólico, que a i perpetuam rei
memoriam recibiese información de la vida y acciones ele la di-
cha madre Teresa de Jesús y de los milagros que Nuestro Se-
ñor ha sido servido obrar por medio de su cuerpo, jurando
primeramente los testigos ante vos. Y porque hemos entendido que
en esa ciudad hay algunos testigos importantes para la dicha infor-
mación, acordamos dár las presentes nuestras Letras, por las cuales, con-
fiando de su mucha prudencia y letras, le cometemos que de oficio re-
ciba en esa ciudad los testigos que hallare tocantes a la dicha Informa-
ción, recibiendo ante todas cosas de ellos juramento sobre un libro de
los cuatro Evangelios santos, y preguntándoles al tenor de las pregun-
tas que juntamente con estas nuestras Letras serán entregadas, fir-
madas al cabo del dicho Dr. Mármol; y repreguntándoles sobre ellas
y sus Dichos como le pareciere convenir, todo ante notario fiel y legal
que para el dicho efecto nombrará. Y hecha la dicha Información, ori-
ginalmente la enviará ante Nos en poder del dicho Dr. Mármol, para
que las junte con las demás diligencias que en esta Corte y otras
partes vamos haciendo, que para todo lo susodicho y parte de ello,
y hacer todas las demás cosas en tal caso necesarias, le damos y co-
metemos nuestras veces plenariamente con facultad de ligar y absolver
e invocar el braazo seglar siendo necesario. Dadas en Madrid, a die-
cinueve días del mes de mago, de mil y quinientos y noventa y cinco.—
C Patriar cha Alexandrinas, N anclas Apostólicas.—Por mandado de Su
Sría. lima. Dr. Bernabé del Mármol Zapata.—Dr. Paulas Benuis, Aud.
Por los capítulos siguientes han de ser examinados los testigos
que de oficio se recibieren en la información de vida, acciones y mi-
lagros de la madre Teresa de Jesús que Mons. limo. Nuncio de
Su Santidad mandó hacer, repreguntando la persona que los exami-
nare como le pareciere convenir acerca de ellos.
1. Primeramente, si conocieron a la dicha madre Teresa de Jesús; de
donde fué natural, y quiénes fueron sus padres, y si fué bautizada.
15it | PROCESOS

2. Si saben que la dicha madre Teresa de Jesús fué mujer de


grande espíritu, y que por medio de la oración trató con Nuestro Se-
ñor muchas cosas de su servicio.
3. Si saben que la dicha Madre fué y dio principio a la Reli-
gión que llaman de Carmelitas Descalzos, y el fin que tuvo para em-
prender semejante obra.
4. Si saben que la dicha madre Teresa de Jesús fué dotada de fe,
esperanza y caridad.
5. Si saben que la dicha Madre fué dotada de humildad, peni-
tencia, obediencia, pobreza, castidad y de las demás virtudes.
6. Si saben que la dicha madre Teresa de Jesús tuvo en esta
vida grandes trabajos y que los llevó con ánimo y tranquilidad por
amor de Dios.
7. Si saben que la dicha Madre murió; y dónde y cuándo, y si
en su muerte hubo algunas cosas notables y misteriosas.
8. Si saben que Nuestro Señor obró por medio e intercesión
de la dicha madre Teresa siendo ella viva algunos milagros.
9. Sí saben que Nuestro Señor obró por medio e intercesión del
cuerpo o reliquias de la dicha Madre después de muerta algunos mi-
lagros.
10. SI saben que la dicha Madre compuso unos libros que es-
tán impresos en su nombre y el fruto que se hace con los dichos l i -
bros, y de la devoción del pueblo con ella—Doctor Bernabé del Már-
mol Zapata.
PROCESOS 155

DICHO DEL P, GONZALO DñVILfl, S. J. (1).

A la primera pregunta dijo: que conoció a la madre Teresa de


Jesús, y siempre oyó decir que era natural de esta ciudad de Avila
y entendió que lo fueron sus padres, y no sabe dónde se bautizó.
A la segunda pregunta dijo: que siempre este testigo oyó y en-
tendió por lo que vio en la madre Teresa de Jesús y de ella oyó,
tener todo lo que la pregunta dice, por haberla comunicado largo tiem-
po siendo rector de la casa de la Compañía de Jesús de la dicha
ciudad de Avila, y esto responde.
A la tercera pregunta dijo: que sabe este testigo que la dicha
madre Teresa de Jesús fué principio de la Orden de las Carmelitas
Descalzas, y tiene para sí por cierto, según lo que de su virtud y
espíritu entendió y vió este testigo, que la movió principalmente la
gloria de Nuestro Señor y todo santo fin para la dicha obra, sin mez-
cla de otro intento contrario o diferente, y esto responde.
A la cuarta pregunta dijo: que siempre este testigo entendió ser
toda la dicha madre Teresa de grande fe, esperanza y caridad, y vió
en ella humildad, paciencia y muestras de pobreza y penitencia y
todo género de virtud, y toda muestra de resplandecer en santidad,
sin rastro alguno de cosa contraria, y esto responde.
A la quinta pregunta dijo este testigo: que cuanto se puede acor-
dar, entiende tuvo grandes persecuciones y trabajos la dicha madre
Teresa, y así lo ha oído, y nunca entendió que en ellos faltase al
ánimo y paciencia debida y semejante a su mucha virtud, antes en
todas ocasiones entendió y oyó grandes loas de ella en todas ma-
terias, y esto responde.
A la última pregunta, habiéndosele referido las demás del Inte-
rrogatorio, dijo: que lo que tiene dicho es la verdad para el jura-
mento hecho. Firmólo y dijo ser de edad de cincuenta años, poco más
p menos, y no sabe ser pariente de la dicha madre Teresa de Jesús,
—El doctor D. Pedro de Tablares.—Gonzalo Dávila.—Pasó ante mí:
Juan González.

1 El P. Gonzalo Dávila fué uno de los religiosos más graves que tuvo la Com-
pañía en España en el último tercio de! siglo XVI. Entre otros muchos e importantes
cargos que desempeñó en ella, se cuenta el de Provincial de Toledo (1588) y de Cas-
tilla (1593). Declaró el 20 de julio de 1595.
En estas Declaraciones, como ya se practicó en las de Salamanca, y se practica-
ran en los demás Procesos, se omite la fórmula protocolaria igual en todos los tes-
tigos.
156 PROCESOS

DICHO DE FR. JUAN DE MONTflLVO, O. P. (1).

A la primera pregunta dijo: que no conoció a la madre Teresa de


Jesús más de haber oído decir fué natural de Avila. Preguntado si sabe
que haya obrado Nuestro Señor algunos milagros después' de muerta la
madre Teresa de Jesús por medio de su cuerpo o reliquias de coisias
suyas, o en vida queriendo mostrar cuán sierva suya era, dijo: que
caminando a Valladolid por abril del 95, en compañía de unos foras-
teros que venían de Madrid, uno de los cuales era cierto hidalgo que
se llamaba Pedro Díaz de Vivar, natural de San Martín de Valdeiglesias
y que vive en Mansiila, tres leguas de León, llegando a Boecillo, pa-
rando en un pilón que está para dar a beber las bestias, un macho
en que este testigo iba se arrojó en el pilón, y habiéndose de romper
la cabeza en la testera dei mismo pilón, que es de piedra, dijo: Jesús
sea conmigo, acordándose interiormente de la santa Madre y de las
reliquias que llevaba suyas. Se estuvo el macho quedo con admiración
de todos, hasta que llegó el mozo que este testigo llevaba y ayudó
a salir a este testigo, quedando colgado de un estribo hasta ser soco-
rrido del dicho mozo y demás compañía que allí estaba, y se halló
libre y sano con espanto de todos, y testificó a "todos aquel milagro
había obrado Nuestro Señor con este testigo por razón e intercesión de
la dicha santa madre Teresa de Jesús. Y se acuerda haber oído decir
al dicho padre maestro Fr. Diego de Peredo, de la Orden de Santo
Domingo, prior que al presente es de San Ginés de Talavera, que sien-
do prior en Sto. Tomás de Avila el P. M . Fr. Diego de Chaves y priora
de la Encarnación de Avila la dicha madre Teresa de Jesús, yendo for-
zado por la obediencia a dicho convento de monjas el dicho fray Diego
de Peredo por no ir prevenido, halló en un locutorio a la dicha santa
Madre, que le estaba aguardando, y sonriéndose, como persona que en-
tendía traía la dicha congoja, le preguntó de qué venía tan congojado; y
a la instancia que le hizo le fué fuerza declarar cómo era por venir
forzado por la obediencia del Superior, sin haber estudiado ni aún visto
el Evangelio. Ella le dijo la reconciliase, y dijese misa y comulgase,
y que fiase de Dios Nuestro Señor que le daría qué decir; e hizo lo que
la Madre le pidió. Y puesto en el púlpito se halló con nuevo ánimo y
espíritu no experimentado hasta entonces; y concluido el sermón, y
viéndose con la Madre, le dijo sonriéndose, que había hecho sermón
tal que no le haría mejor en su vida, y que aprendiera a predicar con
la obediencia, y cuán bueno era fiar de la misericordia de Dios. Y échase
de ver haber sido lo susodicho negocio del cielo, porque dice el padre
maestro Peredo que después acá, habiendo hecho diferentes actos para

1 La Declaración del P. Montalvo es de 31 de julio de 1595. Este elocuente


predicador dominico no conoció a la Madre, pero heredó de sus hermanos el cariño
que a la Santa han tenido siempre.
PROCESOS 157

acordarse de lo que entonces predicó, habiendo de predicar aquel mis-


mo Evangelio, jamás se ha podido acordar de palabra ninguna con de-
searlo mucho, y lo que ha dicho es verdad para el juramento hecho.—
Firmólo, y dijo ser de edad de treinta y ocho años, poco más o menos.
—El doctor Pedro de Tablares.—fray Juan de Montalvo.—Pn&ó ante
m{: Juan González.
158 PROCESOS

DICHO DE M ñ R m DE S. JERONIMO, C. D. (1).

En la primera pregunta dijo: que es de edad de cincuenta y cua-


tro años y treinta y dos de religión, y que es deuda de la maáré
Teresa de Jesús, porque ella g su padre de esta testigo se trataban por
primos. Y que conoció y trató a la madre Teresa de Jesús por tiempo
y espacio de diez y nueve años, y que sabe que era natural de la
dicha ciudad de Avila, g que era hija de Alonso Sánchez de Cepeda, g
su madre D.a Beatriz de Ahumada, los cuales vivieron en la dicha
ciudad de Avila, y que no oyó decir dónde se bautizó.
En la segunda pregunta dijo: que sabe que la madre Teresa de
Jesús fué una mujer de grande espíritu y de mucha oración, y que por
medio de ella tuvo gran trato con Dios Nuestro Señor g sacó muchas
almas de pecado mortal. Y particularmente sabe de dos personas, hom-
bre y mujer, muy principales, los cuales estaban en ofensa de Nues-
tro Señor en algún tiempo con escándalo y nota del lugar donde vivían,
por ser gente señalada; y que por medio de su oración y consejos g
palabras los apartó y sacó del pecado.
En la tercera pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús fué principio de la Orden de Carmelitas Descalzas, porque fué
ella la primera que salió del monasterio de Nuestra Señora de la En-
carnación de la dicha ciudgd, donde era religiosa, con grandes trabajos
y tribulaciones; g dió principio a la dicha casa del Señor San José, que
es de monjas Descalzas de la dicha Orden, y a las demás que después
se han fundado, así de monjas como de frailes. Y lo que le movió fué
la gloria de Dios g bien de las almas, y que se guardase en ella la
Regla primera de los Padres antiguos.
A la cuarta pregunta dijo: que sabe lo que la dicha pregunta con-
tiene; y que de cuatro años que la trató y estuvo en su compañía en
la dicha casa de San José antes que saliese a las demás fundaciones,
conoció en ella, y halló ser en sumo grado mujer de grande fe, esperanza
y caridad; y dotada de humildad, paciencia, pobreza y penitencia; y
que en todos los oficios humildes y del servicio de la casa era la pri-
mera a acudir á ellos. Y cuando algunos ejercicios de penitencias y
mortificaciones se introducían en la casa por alguna religiosa, quería
ella ser la primera a probarlo g ejercitarlo en su persona antes que
diese la licencia para que las demás .hermanas se ejercitasen en ellos.
En la quinta pregunta dijo: que sabe lo que en ella se contiene; g

1 De María de San jerónimo, prima de !a Santa y una de las más aventajadas


en talentos y vida de observancia de San José de Avila, donde tomó el hábito en
1563, trajimos una relación muy importante acerca de las virtudes de la M . Funda-
dora en el t. 2 de esta Biblioteca, páginas 291-297. En esta Declaración, que hizo a
26 de septiembre de 1595, confirma lo dicho en aquélla. La M . María de San Jeróni-
mo murió en 1602 en su convento de San José.
PROCESOS 159

Ue como persona que al principio de la Orden e institución se halló


en la dicha casa, supo y entendió las dificultades grandes que tuvo en
la fundación de ella la dicha madre Teresa de Jesús. Y entendió los
trabajos grandes de espíritu y murmuraciones que de su persona huho,
u temores de personas muy espirituales g religiosas de la dicha ciudad
sobre si eran ilusiones del demonio por las que se movía a hacer
lo que hacía. Lo cual vió que sufría y llevaba con buen ánimo, gran
constancia y alegría por amor de Dios Nuestro Señor, y siempre dis-
culpando a los que decían mal de ella, y de sus caminos y viajes;
y lo mismo conoció y entendió de ella, vuelta de las fundaciones, que
estuvo dos años en la dicha casa sin salir de ella, y contó a esta
testigo los grandes trabajos y peligros que se la habían ofrecido, y
entendió de ella con la grande humildad y paciencia que los había
pasado.
En la sexta pregunta dijo: que le parece habrá trece años que murió
la dicha madre Teresa de Jesús en Alba, y que allí la enterraron se-
gítn lo han dicho. Y que sabe de la incorrupción de su cuerpo por ha-
berle tenido en la dicha casa de San José de Avila por espacio de
nueve meses, y haberlo tratado y tocado con sus manos; y estar de
manera que casi en pie se podía poner, y la vestía y tocaba como si
fuera viva, Y de su cuerpo salía un olor tan grande y bueno, que, ce-
rrada en un capítulo, se sentía el olor del dicho cuerpo un buen rato
antes de llegar a la pieza, y subía el olor a una celda alta que estaba
sobre la pieza donde estaba el cuerpo, adonde estaba una enferma, y el
médico que la entraba a curar decía sentía el olor, que le daba contento.
En la séptima pregunta dijo: que vió el dicho cuerpo, y que no
venía abierto ni embalsamado, sino el vientre muy cerrado con todas
sus tripas. Y esta testigo lo vió y trató, y bendecía a Nuestro Señor
viendo era obra de su mano la incorrupción de aquel cuerpo, que trató,
conversó y comunicó en vida por tantos años; y que sólo le faltaba
un brazo que le habían cortado en Alba y dos dedos de la otra mano;
y la carne de donde fué cortado quedó como una carne de dátil.
En la octava pregunta dijo: que ha oído lo que la pregunta dice, y
que no se acuerda ahora en particular de qué cosas sean.
En la novena pregunta dijo: que ha oído decir que Nuestro Señor
en vida de la dicha madre Teresa de Jesús hubo algunos milagros
por su intercesión y medio. Y particularmente se acuerda que la dijeron
que estando muerto un niño, sobrino de la dicha Madre, hijo de
D-9 Juana, su hermana, aquí en Avila, y teniéndole en sus 'brazos la ma-
dre Teresa de Jesús, haciendo mucho sentimiento su hermana por la
muerte del niño, se le volvió a dar vivo, diciendo: tome allá su hijo,,
que tantas lágrimas derrama por él; y que de presente no se acuerda
de otro.
A la décima pregunta dijo: que ha oído decir lo contenido en la
dicha pregunta, de que haya obrado Nuestro Señor algunos milagros
después de muerta la madre Teresa de Jesús por medio de su cuerpo
o reliquias de cosa suya. Y que a esta testigo la han contado, que en
- astrana estaba una mujer que tenía perdido el olfato; y que con una
reliquia suya que la trajeron y la pusieron le cobró. Y que en Medina
el Campo ha oído decir, que estando enferma y casi tullida en una
160 PROCESOS

cama, de muchos dolores, una religiosa descalza, congojada de ver que


los remedios de los médicos no la fuesen de provecho, y pidiendo a
la enfermera le trajese alguna reliquia de la madre Teresa de Jesús,
se la trajo, y puesta, se sintió buena y se levantó. Y que esto es lo
que sabe, y que es la verdad para el juramento que tiene hecho, y en
ello se afirmó y. ratificó y lo firmó, y su merced del dicho señor Arce-
diano, juez susodicho. Y habiéndola leído su Dicho, dijo: que también se
acuerda y depone tener la madre Teresa de Jesús, a su parecer, don de
profecía, porque muchas cosas que dijo antes que sucediesen ni hubiese
indicios ni premisas para pensar se pudiesen hacer, las ha visto cum-
plidas; de do se colige ser obra de su santidad obrada por Muestro
Señor en ella. Y entre las muchas se acuerda de una que ella decía, que
viéndose afligida en la fundación de esta casa de San José de Avila,
así por la estrechura del sitio como por la pobreza con que ella se
hallaba para fabricarla y proveer de lo necesario para la fundación
y sustento de sí y de sus hermanas, decía haberla dicho Nuestro Se-
ñor que entrase como pudiese, que ella vería lo que él hacía, lo cual
esta declarante ha visto cumplido como ella lo aseguraba, Y también
ha visto confirmado lo que ella decía haberle dicho Nuestro Señor, que
mientras las cabezas que gobiernan la Religión estuviesen conformes, iba
muy adelante; pero en habiendo entre ellas disensiones g emulaciones,
desdeciría mucho de su primer principio y del intento con que se erigía.
Y lo firmó y su merced del dicho señor Arcediano, juez susodicho. Y
también dijo: que tiene para sí por cierto estar gozando de Dios Ñues-
tro Señor la santa Madre en el número de sus escogidas, premiada
de los trabajos que por él sufrió y llevó con tanto amor y alegría.
Y de esto se asegura por lo que tiene dicho, y porque pocos meses des-
pués que murió, hallándose sola y despertando, sintió cabe sí a la
madre Teresa de Jesús, la cual le dijo que la ayudaría, por estar en
cierto trabajo entonces que había algunos años le tenía con gran des-
consuelo de esta confesante, y después acá no le ha tenido; de donde
conoce ser beneficio que Nuestro Señor le ha hecho por intercesión de
la santa Madre. Y también ha visto y experimentado en su persona que
en vida de la santa Madre, habiendo en esta declarante una imper-
fección que era impedimento grande para el aprovechamiento de su alma,
y deseando las dos y pidiendo a Nuestro Señor se le quitase, después que
la Madre murió se halló tan libre de él, que nunca más le tuvo, lo cual'
atribuye a merced de Nuestro Señor por intercesión de la Madre.—
E l doctor D . Pedro de Tablares,—María de San Jerónimo, p r i o r a -
Ante mí: Francisco Fernández de León.
PROCESOS 161

DICHO DE ISABEL BAUTISTA, C. D. (1).

En la primera pregunta dijo: que es de edad de cuarenta y cinco


años y de religión veintisiete, y que conoció a la madre Teresa de Je-
sús en este convento de San José, y la conversó, comunicó y trató.
Y que viva ella, saliendo a la fundación de Medina del Campo, tomó
el hábito esta testigo en la dicha casa, quedando por priora la madre
María de San Jerónimo. Y sabe que se llamaron sus padres Alonso
Sánchez de Cepeda y su madre D.a Beatriz de Ahumada, y que no
sabe dónde nació ni dónde se bautizó.
A la segunda pregunta dijo: que sabe lo que la pregunta contiene,
porque como persona que la trató y comunicó y se aprovechó de su
espíritu, le conoció en ella muy grande, y que tenía mucha oración, por
la cual alcanzó de Dios Nuestro Señor el caudal que tuvo y ayiida
para emprender la fundación de tantas casas, dando con su vida el
ejemplo que era necesario a las personas que en ellas se recibían. Y
en confirmación de lo que lleva declarado se acuerda, que pasando
por esta casa la dicha Madre por Navidad, principios del año de
ochenta y dos, estando con ella, muchas veces conoció en ella y en las
correcciones que hacía a sus hijas y hermanas de esta casa, estar en
mucha más perfección y trato con Nuestro Señor que hasta aquel punto
había conocido, y tanto, que algunas veces pensaba esta testigo que no
era posible que viviese mucho aquel sujeto en esta vida, porque clara-
mente conocía por sus efectos y con el sentido la muy particular pre-
sencia y trato que tenía entonces con Nuestro Señor, y que casi le pa-
recía tocaba por experiencia lo que con el sentido sentía en su alma
pasaba. Y que así murió la dicha Madre por San Francisco del dicho
año de ochenta y dos. *
En la tercera pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús fué principio de la Orden que llaman de Carmelitas Descalzas,
y que lo que la movió para este principio fué la gloria de Dios Nuestro
Señor y bien de las almas.
En la cuarta pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús fué mujer de grande fe, pues sin ella no pudiera hacer lo
que hacía; y dotada de esperanza y caridad, pues se atrevía a co-
menzar una fundación llena de estas virtudes con dos maravedís y con
contradicción de las personas graves de prudencia y virtud que en-
tonces en esta ciudad había; ias cuales viendo ios efectos tan ajenos de
lo que se podía esperar y regular por prudencia humana, conocían ser
obra de Dios guiada por una mujer que tenía las virtudes que la pre-

1 Fué hija Isabel Bautista de Gil del Aguila y de María de Anaya, vecinos de
onhveros. Hizo sus votos en San José de Avila el 4 de junio de 1570. Su declara-
cion es de 26 de setiembre de 1595. Se distinguió siempre mucho por su alta oración
y delicadeza de conciencia. Murió en 1526, a la edad de setenta y seis años.
11
]62 PROCESOS

gunta dice. Y que fuese dotada de humildad, paciencia, pobreza y peni-


tencia y otras virtudes lo sabe esta declarante ser así. Y vió que los
actos humildes y de servicio de la casa se ejercitaba y los hacía como
cualquiera de las demás religiosas, con tanta voluntad g alegría y di-
ligencia que ponía por ser la primera a hacerlo, y porque otras her-
manas no se lo estorbasen, que se echa bien de ver el fervoroso deseo
que su alma tenía del servicio de Nuestro Señor acompañado de otras
muchas virtudes.
ñ la quinta pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa de
Jesús tuvo y padeció en las fundaciones que hizo trabajos grandes, así de
contradicción de gentes graves como del regimiento y ciudad, y de
otras gentes murmuraciones de sus caminos, y salidas y de su espíritu,
temiendo fuesen antes ilusiones del demonio que espíritu bueno, por
lo cual se movía a hacer las dichas fundaciones; lo cual llevaba todo
con buen ánimo y mucho sufrimiento por amor de Dios. Y conoció en
ella una estabilidad y firmeza tan grande, que ninguna cosa próspera
ni adversa que la viniese sentía hacer en ella mudanza; antes siempre
mostraba su exterior la muy particular presencia que de Nuestro Se-
ñor tenía, sin la cual es claro que el sujeto no puede estar estable.
A la sexta pregunta dijo: que sabe que la madre Teresa de Jesús
oyó decir que murió en Alba, y lo tiene por cierto, y que como hg
declarado en la pregunta antes de ésta, fué su muerte por octubre de
ochenta y dos. Y que ha oído y leído la enterraron en Alba, en el mo-
nasterio de Descalzas Carmelitas que allí fundó. Y que de allí, por or-
den de D. Alvaro de Mendoza, obispo que a la sazón era de Palencia
y de los prelados de la Orden, trajeron su cuerpo a esta casa, adonde
a la sazón estaba esta declarante. Y que entonces por experiencia co-
noció y vió la incorrupción de su cuerpo que la pregunta dice, porque
la tuvo en sus brazos, vistiéndola y tocándola, tratando todo su cuerpo;
y vió que no estaba abierto ni embalsamado, sino entero!, sin faltarla sino
sólo un brazo que le habían cortado y uno o dos dedos de la otra
mano, y todo el vientre lleno con sus tripas, de color todo él de un
dátil, dando el cuerpo de sí no solo olor perfecto, sino muy lindo
y tan fuerte que no se podía sufrir. Y que puesto el cuerpo en un
arca y en una pieza bien calurosa, que en cualquier tiempo de verano
con dificultad y mucho trabajo se puede estar en ella, estaba el cuerpo
de la santa Madre tan fresco y de buen olor, que se conocía ser obra
de la mano de Dios Nuestro Señor, y favor que hacía al cuerpo de su
sierva. Y esta declarante experimentó que tomando alguna sangre en-
vuelta en tierra de la que de su cuerpo había caído cuando murió, entrán-
dolo en el pecho, con el calor de el se deshacía y derretía, de manera
que al papel en que estaba envuelto o lienzo le pasaba con tanta
perfección como si acabara de salir de sus venas y de su cuerpo. Y
que esto sería días algunos después de su muerte, que no se acuerda
cuántos. Y que ha visto y en esta casa está un pedazo de lienzo de lino
y lana que venía con el cuerpo, y se le habían puesto para restañar la
sangre que de él salía, que de una efusión de ella, dicen, murió; y que-
riéndole enterrar el paño una hermana de esta casa, cortó un pedazo
de él, que hoy día se guarda en un viril. V con haber tanto tiempo y
tener parte de lana, está sin comerse de polilla ni recibir otro daño al-
PROCESOS 163

no* y la sangre y color de ella tan fresca, que no puede ser con-
Svarse como está sin particular milagro^ y obra de Nuestro Señor
u merced que hace como a pieza que toco el cuerpo de su sierva. Y
L e esta declarante le vió y pasó por ello, que habiendo desnudado el
cuerpo de la madre Teresa de Jesús para limpiarle y aliñarle de alguna
cal y tierra que le habían echado para enterrarla, le vió la mano
que le había quedado puesta sobre el pecho en modo que parecía quje
estaba echando la bendición a sus hijas; en lo cual reparó con muchía
consideración, y la mano estaba toda cubierta de un rocío blanco como
de aljófar muy menudo, dando de sí buen olor. Y llegandor esta decla-
rante a querer limpiar la mano con un paño, como lo hizo, quedó
bañado y mojado de aceite, el cual envió esta declarante a sus padres
para que diesen loores a Nuestro Señor de las mercedes que por sus
síervas hacía.
A la séptima pregunta dice lo que dicho tiene en la pregunta antes
de ésta. Y que sabe que no fué abierto ni embalsamado el dicho su
cuerpo en todo el tiempo que esta declarante tiene dicho, porque lo vió
g trató como declarado tiene; y cuando salió de esta casa para vol-
verle a Alba, le tuvo en sus brazos, e iba de la misma manera que
declarado tiene.
A la octava pregunta dijo: que ha oído decir a personas de fe
y crédito haber sucedido cosas misteriosas en su muerte, y que se re-
mite a las tales personas, cuales son la madre María de San Jeró-
nimo, Teresa de Jesús y Ana de San Bartolomé.
En la novena pregunta dijo: que ha oído decir que en vida de la ma-
dre Teresa de Jesús, Nuestro Señor haya obrado algunos milagros por
su intercesión y medio, pero que ahora no se acuerda de ninguno; pero
que lo ha oído decir, de un sobrino suyo niño, (en la casa había quien lo
deponga con más certeza, porque esta declarante no depone sino de
lo que ha visto con certeza y de lo que tiene entera noticia). Por
tenerla tal g haberlo experimentado en su persona, y haber entendido
que lo mismo pasa con las demás hermanas de esta casa, tiene por
merced particular que Nuestro $>enor las hace por intercesión de la
madre Teresa de Jesús, y por cosa no ordinaria, que con andar como
andan vestidas las sayas de manías de jerga que gastan caballos,
y los hábitos de lana, que es materia aparejada para en verano e in-
vierno recibir sabandijas que inquietasen, y perturbasen y afligiesen a
las religiosas de este hábito Descalzas, que residen en esta casa de San
José, nunca esta declarante las ha tenido ni sentido. Y lo mismo ha
oído decir a las moradoras de esta casa en tanto grado ser esto ver-
dad, que tienen por experiencia, que si alguna religiosa toma el hábito de
descalza en ella y no ha de permanecer ni permanece, cría y tiene seméh
jantes sabandijas, que son piojos, y es afligida de ellos. Y de lo mismo
se quejan y padecen otras algunas religiosas que han pasado por esta ca-
sa, que no son moradoras de ella; y aunque quede en el ropa que dejan
mando se van. no se pega ni cría en daño de las demás hermanas
que en esta casa santa de San José residen. De donde en buena razón
se colige, que por ser la primera casa y fundación de la Madre, g
donde ella residió, goza de este favor y privilegio. Y que también
lene por milagro y merced que por intercesión de la madre Teresa de
16^ PROCESOS

Jesús la que hacía Nuestro Señor en vida de la dicha madre Teresa


de Jesús a esta casa e hijas, porque se acuerda y tiene entera noticia,
como persona que lo vió y experimentó y por quien pasó, que al prin-
cipio de la fundación de esta casa, cuando esta declarante vino a ella,
debía de haber en número doce o trece religiosas, mozas y de poca
edad, criadas en casa de sus padres en el regalo que cada uno podía
conforme a su calidad darlas, y de algunas sabe que le tenían en el
siglo. Y que pasaban tanta necesidad y pobreza, siendo religiosas de
esta casa, que demás de la estrechura del aposento, que era tan grande
y tan juntas las camas, que habían de p a s a r por una a otra para acos-
tarse, y tan sujetas a los aires y nieves de esta ciudad, que con
el brazo se podía alcanzar el techo, que por partes estaba roto, y po-
n í a n unos lienzos p a r a reparos de las inclemencias del cielo; se juntaba
con esto e l p a s a r s e a l g u n o s días de verano y muchos con sólo una en-
salada de cohombros y un poco de queso; y que cuando esto había,
se tenía por sumo beneficio de la mano de Dios. Y sabe que hubo
religiosa, y la conoció, que por el dicho tiempo se pasaba con las hojas
tiernas de una parra; g esto con tanta alegría y contentamiento y paz
de todas, que se echaba de ver y conocía ser obra de la mano de Dios,
y por tal la tenían todas, atribuyéndolo todo a la vida y santidad
de la madre Teresa de Jesús, la cual con su afabilidad y mansedumbre,
alegría y sufrimiento y espíritu que en ella había, parecía lo daba y
pegaba a todas para poder llevar y sufrir con la alegría que llevaban
y sufrían la pobreza .que tiene declarada.
En la décima pregunta dijo: que ha oído decir lo que la pregunta
dice, y que se remite a lo que dicho tiene. Que después de muerta la
madre Teresa de Jesús haya Nuestro Señor obrado algunos milagrqs
por medio de su cuerpo y reliquias; y que por parecer a esta decla-
rante cosa conveniente y de que de ella ha de resultar entera noticia
de la vida y santidad de la madre Teresa de Jesús, todo para mayor
g l o r i a de N u e s t r o Señor y de sus Santos, y vivo ejemplo de imitación
p a r a los que siguen l a vida espiritual, y atienden a lo que es gloria
y honra de Nuestro Señor y bien de las almas, dirá dos cosas que a
esta declarante han acontecido después de muerta la madre Teresa de
Jesús, de mercedes que Nuestro Señor l a h a hecho, y salud y consuelo
que la ha dado, lo cual todo atribuye, a su parecer, a la santidad y
reliquias de l a madre Teresa. Declarando ante todas cosas, que ni es
su deuda ni parienta ni allegada, ni de las que ella en vida hizo más
merced que a otras, de suerte que por esta razón hubiese de decir
cosa que con suma certeza no supiese; ni menos tenía pensado cuando se
le vino a tomar este Dicho, ni ordenado el modo y forma en que lo
había de decir, sino que de improviso declara lo que se le pregunta
por el orden y modo g forma que el Señor es servido de darla. Y
que lo que se acuerda es, que estando un año o dos despujés de muer-
ta la dicha madre Teresa de Jesús, leyendo en refectorio con una in-
disposición muy grande con suma flaqueza, en tanto grado que la pa-
recía no había de poder acabar el oficio que había comenzado, e inte-
riormente grandes aflicciones que la congojaban y atribulaban, se acor-
dó de l a santa Madre, y encomendándose a ella y pidiéndole ayuda para
sus aflicciones e indisposición, fué en tanto grado la que le dió y
PROCESOS 165

sintió, que notablemente conoció en la quietud que interiormente sintió


alivio de sus trabajos interiores y fuerzas en el cuerpo para los corr
perales, que aquello venía de la mano de Nuestro Señor por intercesión
u medio de la madre Teresa de Jesús. Y que asimismo habrá dos o
tres años, que estando muy atribulada interiormente y con mucha fla-
queza de espíritu y cuerpo, y falta de fuerzas para poder proseguir
adelante con la orden que esta declarante tiene para su oración, se
levantó a las tres de la mañana y se fué a una pieza adonde están
alQiinas reliquias de la santa Aladre con otras de otros Santos, y el
pedazo de lienzo y de lino y lana que tiene declarado se cortó. Y de-
jándose caer sobre un corcho, puesta en oración, con la flaqueza hu-
mana pidió a Nuestro Señor le quitase el mal y le librase de aquellas
congojas y trabajos espirituales y corporales, que eran muchos, y la
traían muy atribulada y con poca salud. Y estando recogidos todos
sus sentidos, le llegó una fragancia de olor, que es el mismo que ella
suele recibir de ordinario con las reliquias y cuerpo de la santa Ma-
dre, que es diferente mucho para ella de los demás, por ser como de
diversidad de especias muchas juntas, y con él conoció recibir beneficio
y aliento; y queriendo volver en sí para recogerle e interesarse más, le
perdió. Y vuelta a su oración y recogimiento, por una o dos veces
le volvió a sentir, y de él quedó tan medrada, y aprovechada y forta-
lecida en las indisposiciones y flaqueza que sentía, como si no hu-
biera tenido mal ninguno, dando muchas gradas a Nuestro Señor, y
atribuyendo estas mercedes a intercesión de la Madre y a la devoción
que tiene esta declarante a sus reliquias; y que después acá se ha
hallado con tantas fuerzas para lo que es acudir al servicio de Nuestro
Señor y la comunidad, como si nunca hubiera tenido males ni indis-
posiciones semejantes. Y que esto es la verdad y lo que sabe para
el juramento que tiene hecho, y lo firmó de su nombre y asimismo
el dicho señor Arcediano, juez susodicho.—£7 doctor D. Pedro de Ta-
blares—Isabel Bautista—Ante, mí: Francisco Fernández de León.
166 PROCESOS

DICHO DE MflRíHNfl DE JESUS, C. D. (1).

En la primera pregunta dijo: que se llamaba Mariana de jesús, y


es natural de Avila, y de edad de cuarenta y cuatro años, y de hábito
veinte años, poco más o menos, y que no es parienta de la madre Te-
resa de Jesús, a la cual conoció de vista, y oyó decir ser natural
de esta ciudad de Avila, y que oyó decir llamarse su padre Alonso
Sánchez de Cepeda y su madre EM Beatriz de Ahumada; y que esto es
lo que sabe de lo contenido en la pregunta y que otra cosa no se
acuerda.
En la segunda pregunta dijo: que sabe lo que la pregunta contiene,
así por haberlo oído como por haberlo leído en sus libros, de donde
se echa bien de ver. Y cuando la dicha Madre volvió a esta casa d©
sus fundaciones, que no se acuerda el año que fuese, de las pláticas
que hacía a las hermanas de) dicho convento, adonde ya era esta de-
clarante religiosa, se descubría bien en ella el fervoroso espíritu y el
trato que con Dios Nuestro Señor tenía por la oración, con el deseo
grande que mostraba de que Nuestro Señor no fuese ofendido aun en
las cosas muy pequeñas.
En la tercera pregunta dijo: que sabe que la madre Teresa de
Jesús fué principio de que se renovase la Orden primitiva de Carme-
litas Descalzos, y que entiende de su mucha santidad y virtud, que
lo que le movió a hacer esto fué la gloria de Dios y bien de las
almas.
En la cuarta pregunta dijo: que ha oído a personas religiosas de
esta casa que tuvieron más trato g conversación con la madre Teresa
de Jesús y más tiempo, que era y fué persona de grande fe, esperanza
g caridad, y de las demás virtudes que en la pregunta se contienen,
porque aunque en tiempo de esta confesante la madre Teresa de Jesús
por su edad, indisposiciones y flaquezas no podía hacer tanta pe-
nitencia, oyó decir haberla hecho muy grande y llevado con mucha
paciencia la pobreza y ejercicios de la Regla, ejercitándose en los
menores oficios y más bajos de ella con mucha humildad y alegría.
En la quinta pregunta dijo: que ha oído y entendido que la madre
Teresa de Jesús tuviese en las fundaciones trabajos grandes y con-
tradicciones de personas graves, prudentes y espirituales, y que los
llevaba con buen ánimo por amor de Dios, no siendo parte ninguna
contradicción a que un punto faltase de llevar adelante la obra que
pretendía ser del servicio de Nuestro Señor.
A la sexta pregunta dijo: cjue sabe murió en Alba la noche de

1 Mariana de Jesús, que declaró el 27 de septiembre de 1595, fué hija de Fran-


cisco Suárez de Lara y de Francisca de Villafañe, vecinos de Avila. Profesó en San
José en 1576, y fué por vez primera priora de esta comunidad de 1591 a 1595. De
nuevo desempeñó este cargo en 1602. Ocurrió su muerte el 24 de septiembre de 1603-
PROCESOS 167

San Francisco, y que la enterraron en la casa que fundó de Descal-


cas en /liba, y que no se acuerda qué año murió. Y de la incorrupción
de su cuerpo sabe ser así, porque estando religiosa en su casa de
Descalzas de Avila, le trajeron de Alba, y le vió y con sus manos
trató y vió la incorrupción de él, y que sabe y vió lo que la sép-
tima pregunta dice, que ni estaba abierto ni embalsamado, porque
el vientre estaba cerrado con todas sus tripas. Y que vió que cual-
quiera lienzo que se pegaba a su cuerpo salía bañado como de aceite,
y vió un paño ensangrentado de la sangre y eíusión de que dicen murió
la santa Madre, al cual cualquier otro paño que se tocaba o papel,
salía teñido en sangre; y esto vió esta declarante. Y que el olor que
salía del cuerpo era muy extraordinario y bueno, de do le parece
a esta declarante que, habiendo más de tres años que había muerto la
Aladre cuando la trajeron a esta casa, no podía estar el cuerpo con
incorrupción como estaba ni sin mal olor sin milagro y particular
favor de Nuestro Señor.
A la octava pregunta dijo; que dice lo que dicho tiene, y a ello
se remite.
En la novena pregunta dijo: que ha oído algunas veces a algunas
religiosas de casa haber obrado Nuestro Señor algunos milagros
en vida de la Madre y muerte por su intercesión y medio, y que de
presente no se acuerda en particular ahora de ninguno.
En la décima pregunta dijo: que dice lo que dicho tiene, a que
se remite, y que esto es verdad para el juramento que tiene hecho. Sién-
dola tornado a leer se ratificó en ello y lo firmó, y su merced del
dicho Sr. Arcediano, juez.—£/ doctor D. Pedro de Tablares.—Mariana
de Jesús.—RütQ mí: Francisco Fernández de León.
168 PROCESOS

DICHO DE RHR DE SftN BARTOLOME, C. D. (1).

En la primera pregunta dijo: que se llama Ana de San Bartolomé,


g es de edad de cuarenta y cuatro años, poco más o menos, y habrá
veinticuatro o veinticinco años que es religiosa del dicho monasterio.
Y que conoció a la madre Teresa de Jesús de vista, habla y conver-
sación y trato que con ella tuvo mucho tiempo, y que de su misma
boca de la dicha Madre sabe fué natural de Avila, y ,que sus padres
se llamaban Alonso Sánchez de Cepeda y su madre doña Beatriz de
Ahumada, y que no sabe ni ha oído decir dónde se bautizó.
En la segunda pregunta dijo: que sabe que la madre Teresa de
Jesús, como quien tanto tiempo la trató, y comunicó y anduvo 'en su
compañía por tiempo de cinco años que salió con ella a las fundaciones,
y siempre que estuvo en esta casa de San José de Avila, desde que esta
declarante tomase el hábito en él, estuvo con ella en su celda en com-
pañía y servicio, a la cual vio ser mujer de grande espíritu y de
mucha oración, y que por medio de ella tuvo gran trato teon Dios
Nuestro Señor. Y esta declarante echó de ver muchas veces por sí
en su alma, que estando la madre Teresa de Jesús ausente de ella, no
sentía el consuelo y alegría en su espíritu como cuando la 'Madre
estaba presente, atribuyéndolo a que estando ella, recibía de Dios
Nuestro Señor el consuelo y participaban las que con ella estaban de él.
En la tercera pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús fué la que dió principio a la Orden que llaman de Descalzas
Carmelitas, y la oyó decir muchas veces a la dicha madre 'Teresa de
Jesús, que el motivo que tuvo para hacer este principio fué la gloria de
Dios Nuestro Señor y bien de las almas, y acrecentar iglesias i) dar
posada a Cristo Nuestro Señor por las que los herejes y luteranos
deshacían y derribaban.
En la cuarta pregunta dijo: que de lo que esta testigo experimentó
en el trato de su comunicación que tuvo con la dicha Madre por el
tiempo que declarado tiene, conoció ser dotada de las virtudes que la
pregunta dice, y ser de mucha humildad, paciencia, pobreza y peni-
tencia, y en ella conoció estas cosas con más perfección que las ha
visto en todas cuantas religiosas ha tratado esta testigo. Y que en
cuanto a la penitencia oyó decir a las hermanas que la habían tra-

1 La Declaración de la Beata Ana de San Bartolomé, enfermera y compañera


inseparable de la Santa en los últimos años de su vida, es singularmente interesante.
Esta ejemplarísima religiosa fué elevada a los altares el 6 de mayo de 1917. Su Dicho
lleva fecha de 19 de octubre de 1595. El notario, en la copia original, advierte que
la B. Ana "hizo el juramento mostrando grande encogimiento y temor santo, pare-
ciéndole una solemnidad nueva para ella, y mostrando una santidad en su persona y
encogimiento ejemplar que edificó mucho al dicho señor Arcediano, a lo que pareció,
y a mí, el dicho Notario." Esta confesión es muy honrosa para la Beata, cuando aún
era simple hermana de velo blanco en el primitivo convento de la Reforma.
PROCESOS 169

do atltes qUe esta testigo viniese a la dicha casa, que era tanta la
hacía la dicha Madre, que andaba el cuerpo llagado de las dis-
ciplinas y cilicios que traía, las cuales la habían puesto con tan poc<*
salud y falta de ella y flaqueza, que cuando esta declarante vino, se
afligía, y vió sentía mucho el no poderlas hacer y continuar con lo
que solía, i) viéndola en esta tribulación y congoja, supo de ella la ha-
bía dicho Nuestro Señor que más le aplacía su obediencia que la pe-
nitencia c m hacía la santa Cardona (1). Y que de su pobreza sabe haber
salido muchas veces a fundaciones sin dinero ninguno, a lo menos lo
que bastase para el camino, e iba con tanta esperanza y alegría, como
si llevara todos los tesoros del mundo consigo, fiada en que Nuestro
Señor no la había de faltar. Y su caridad era tan grande, que cuando
le hacían algunas limosnas copiosas, sin quedarse para si con nada solía
repartirlas y las repartía con tanta liberalidad como si tuviera mucha
hacienda y propios de qué ayudarse. Y que de su paciencia y sufri-
miento lo que esta declarante sabe y vió fué, que un día, primero de
Navidad en la noche, en esta casa de San José de Avila, habiéndosela
quebrado un brazo, a lo que se entendió por persecución del demonio,
nunca la vió quejarse ni hacer sentimiento de dolor, sino llevarlo con
paciencia y sufrimiento con durarle como le duró toda la vida el no
poderse servir del dicho brazo y ayudarla esta testigo a vestir.
En la quinta pregunta dijo: que sabe que la madre Teresa de Je-
sús tuvo en esta vida trabajos grandes, los cuales llevó con buen áni-
mo por amor de Dios, y que sabe esta testigo y vió que a todas aque-
llas personas que entonces trataban de deshacer sus monasterios y fun-
daciones, y murmuraban de sus salidas y jornadas, y ponían en duda
si su espíritu era bueno o malo, ella rogaba por ellos, y trataba,
y conversaba y amaba como sí no la persiguieran. Y vió esta declarante
que yendo una vez de camino la Madre a una fundación, iba en su
compañía una persona religiosa a quien no parecían bien las cosas
de la Madre, y ella holgó mucho de ello, y fué tanta la santidad g
virtud que en ella conoció en el camino, y la amistad y familiaridad
que le trató y confianza que de él hacía, que de allí adelante quedó
por particular devoto suyo, y conoció ser obra de Dios todo lo que
la santa Madre decía y hacía, pues sin ella no podía acabar las ca-
sas y fundaciones que comenzó, que al parecer de personas cristianas
y prudentes parecía imposible.
En la sexta pregunta dijo: que sabe que murió la dicha madre
Teresa de Jesús día de San Francisco, en la noche, en Alba, el año no
se acuerda, estando esta declarante en su compañía, habiendo venido
de la fundación de Burgos y esta declarante con ella, y de aquella
jornada y de los trabajos y quebrantamiento que en ella padeció, se
le recreció la enfermedad de que murió. Y viniendo, como ella pen>iba
venía, a San José de Avila, de donde era priora a la sazón, el prelado
que con ella venía desde Medina del Campo donde le hallaron, la man-
do fuese a Alba, porque la Duquesa lo pedía, lo cual la Madre lo llevó
con mucha paciencia, y obedeció, diciendo que ninguna cosa en toda su

1 B. M . C . t. 2. p. 54.
170 PROCESOS

vida se le había mandado más grave que el mandarla fuese a Alba,


hallándose como se hallaba, y siendo su camino para Avila, pero que
ella había de obedecer como siempre lo había hecho, y que de allí fué a
Alba, adonde murió teniéndola en sus brazos esta declarante. Y que
vió esta testigo que antes que acabase de expirar estaba a los píes de
la cama Dios Nuestro Señor, de cuya persona salía resplandor gran-
dísimo con mucho acompañamienlo de Santos y Angeles de la Corte
celestial, que aguardaban el alma de la santa Madre para llevarla a
su gloria y darla el premio de sus trabajos, y ésta fué visión con los
ojos del alma y sentimientos interiores, y esta testigo estaba como
muerta. Y dijo a Nuestro Señor que se la llevase luego, que cuando
Su Majestad concediera a esta testigo dejarla en este mundo por al-
gunos años, no quisiera aprovecharse de esta merced, sino que desde
luego la santa Madre gozase de su compañía y la de todos aquellos
Santos y Angeles. Y que el resplandor de gloria que salía de su per-
sona de Nuestro Señor hacía una forma de cielo, y esta declarante
volvió en sí con un consuelo tan grande y fuerzas muy notables de
que estaba privada, que nunca más sintió pena ni nunca hasta hoy la
ha sentido de la muerte de la santa Madre, la cual luego expiró dejando
grande olor y bueno en toda la pieza; lo cual sintieron todas las her-
manas de Alba que se hallaron en la celda a su muerte, y el padne
fray Antonio de Jesús con otro compañero que allí tenia. Y esto fué
tanto grado, que hasta las salserillas donde la habían dado un poco
de pisto daban de sí un olor tan extraordinario de bueno, que todas
se admiraron de ello. Y su cuerpo de la santa Madre quedó tan trans-
parente y lúcido, que las manos parecía se podía mirar en ellas, y
que desde el coro alto, estando el cuerpo en la iglesia, relucían las ma1-
nos con suma admiración, así de las monjas, sus hermanas, como de
otras monjas de dentro de Alba que fueron a su entierro. Y que lo
que se ofrece a esta declarante es, que dos días antes de su muerte
ia santa Madre la declaró había de morir de aquella enfermedad,
y que no se lo había dicho hasta entonces por no la dar pena, y que
le parece que lo que más la acabó fué el encendido y fervoroso deseo
y amor que tenía a Dios Nuestro Señor y ansia por verse con E l y
gozarle, que la debilitaba y enflaquecía. Y que vió esta testigo que uno
de los días de su enfermedad, que fueron cuatro o cinco, trayéndola el
Santísimo Sacramento para que le recibiera, fué tan grande el rego-
cijo y alegría que recibió en sí en verle, que se les iba a echar de
la cama si no la detuvieran, con ansias fervorosas que parecía se le
iba el alma tras su Majestad divina; y vió la enterraron en Alba en
el coro bajo entre dos rejas. Y de la incorrupción de su cuerpo sabe
y ha visto, que cuando la enterraron, porque no pudiesen sacar el
cuerpo de allí a las hermanas de Alba, hicieron echar mucha cal para
que comiera la carne y mucha piedra, que después oyó decir a los
que la desenterraron que serían como dos carretadas, y trajeron el
cuerpo al cabo de nueve meses, poco más o menos, que le parece a esta
testigo que estuvo debajo de tierra con la cal y piedras que tiene
dicho, al dicho monasterio de San José de Avila, adonde la vió esta
testigo y tocó con sus manos, y le limpió la tierra y le quitó los
vestidos que esta testigo la puso y con que la amortajó en Alba, y
PROCESOS 171

todo lo quc 110 tocaba a su cuerPo de los vestidos se deshacía y ani-


quilaba, g lo cf116 tocó a sus carnes y estaba pegado a ellas, estaba
como el día primero que se lo puso. Y entre otras cosas en particular
un paño que se la había puesto de lienzo para la efusión de sangre
de que murió, quitándosele esta testigo, estaba la sangre tan fresca
y se está hoy día, como si entonces destilara; y cala todos los pape-
les y paños que se le llegan, como si fuera la sangre fresca; y vió y tocó
su vientre con todas sus tripas y su cabeza con todos sus cabellos como
cuando la enterraron, dando de sí muy grande y buen olor. Y sólo le
faltaba un brazo que le habían cortado en Alba y un dedo
del otro brazo; y la carne de donde se cortó el brazo estaba tan
buena y de color de dátil, y sudaba el brazo como a modo de aceite
o de una agua envuelta en sangre, y hoy día que se llegue al cuerpo
con cualquier lienzo, lo traspasa como si se mojase en aceite. Y cuando
le trajeron no venía abierto, ni embalsamado ni lo está ahora, porque
habrá un año le vió, que llevaron a esta declarante a Alba, y vió
que está todo como tiene dicho, aunque cortados muchos pedazos
de carne para reliquias. Y queriendo esta declarante quedarse en com-
pañía del cuerpo que en vida tanto había acompañado y servídole en
caminos y enfermedades, estando sola en una celdica, que estaba pegada
a la en que la Madre murió, una mañana en su recogimiento, oyó esta
testigo la voz de la santa Madre conocida de ella, que le dijo:- haz
lo que te manda tu superior y vete a Avila. Y de allí a pocos días
al amanecer, estando esta declarante en su recogimiento en San José
de Avila, donde se había ya venido de Alba, se le apareció a esta
testigo y mostró su cuerpo en visión, y la dijo que le mirase y viese
que no estaba corrompido, y que presto vendría a la dicha casa de
San José, y que sería día de la Presentación; y ese mismo día salió
el cuerpo de aquella casa de Alba para traerlo a Avila, adonde entró
víspera y día de santa Catalina. Y se acuerda que cuando estaba el
cuerpo en San José de Avila, antes que ellas supieran que se le
querían llevar, apareció otra vez a esta declarante y la dijo: no
puede ser menos sino que me he de ir ahora de con vosotras, pero
presto se tornará a traer aquí mi cuerpo. Y preguntándole esta testigo,
con la afición que la tenía el cuándo, no la respondió; y otras muchas
veces después que el cuerpo está en Alba le ha aparecido, y asegurado
y dicho que su cuerpo volvería a Avila, y la una de ellas le dijo que
creyese cierto que Dios lo quería. Y habrá año y medio que .estando
esta declarante en las Descalzas de Madrid, a do había ido en com-
pañía de la madre María de San Jerónimo, que eligieron por priora
de aquel convento y la llevaron en su compañía desde Avila a Ma-
drid, estando en su oración al amanecer como lo tiene de costumbre, la
apareció la santa Madre y la desengañó de una plática que se traía,
diciendo se había ya enviado cartas y despachos a Roma para ganar
Breve en que Su Santidad mandase volver el cuerpo de la santa Madre
que estaba en Alba a Avila, la cual la declaró que todos eran enredos
de mundo. Y afligiéndose esta declarante, le apareció Nuestro Señor
•Ü la dijo a esta testigo: ¿quieres que te la traiga milagrosamentie?,
y ella respondió: no. Señor, sino que se haga vuestra voluntad siem-
pre. Y Nuestro Señor la respondió, que estuviese cierta que su cuerpo
172 PROCESOS

volvería a Avila por medio de una mujer, y se la mostró, la cual esta


declarante no conoció, y esto responde a esta pregunta.
En la séptima pregunta dijo: que dice lo que dicho tiene en la
pregunta antes de ésta; y que sabe y ha visto que ni el cuerpo ha
sido abierto ni embalsamado, y que el permanecer en la incorrupción
en que está, no es por artificio ni remedios humanos, sino obra de Dios
y milagro para que sea él bendito en sus siervos y en sus hechuras.
Y que esta declarante yendo a Alba a llevar una religiosa descalza^
hija de la casa de Salamanca, habrá poco más de un año, volvió a
ver el cuerpo, que le abrieron el arca donde está puesto, y vió estaba
sin corrupción, pero que le faltaba mucha carne cortada de una espalda
y casi el medio vientre, y halló no sólo no había mal olor, que éste
nunca le tuvo su cuerpo, pero aun mucho mayor y más fragante y biíeno
que el que al principio tenía, y con el mismo sudor como de aceite que
antes y siempre tenía.
En la octava pregunta dijo: que dice lo que dicho tiene. Y que
particularmente se acuerda, que acabando de expirar la santa Madre,
pidieron los cuerpos que traía vestidos para una monja enferma de
calentura continua, de los monasterios que están en ñlba, que le parece
fué de un monasterio de Adentro, una parienta de la Duquesa, religiosa
del dicho convento, la cual enfermedad había más de un año que la
tenía, y luego que se los puso se le quitó la calentura.
En la novena pregunta dijo: que como persona que ha andado con
ella en sus viajes en vida, y fué muy fatigada esta declarante de
dolor de muelas, y llegándole la santa Madre la mano al, rostro y ben-
diciéndole se le quitaba. También estando esta declarante en su com-
pañía y servicio en Valladolid, una tarde, teniendo ordenada la partida
para Salamanca, le dió a esta declarante una gran calentura con mu-
chos vómitos que la obligó a irse a la cama, y lo sintió mucho la
santa Madre. Y esta testigo pareciéndole que le había de faltar a su
servicio y compañía en esta jornada, y estando aquella noche en su
celda, la santa Madre vino a visitar a esta testigo a la media noche
y la dijo: hija, ¿dormís?; y esta testigo respondió: Madre, durmiendo
estaba. Y replicó la Madre: levantáos aún como os sentís; y ella lo
(hizo, y se sintió buena y sin calentura, y la Madre se holgó y dijo:
bendito sea el Señor, que he estádole suplicando os dé salud, y a la
mañana fueron a la jornada y no sintió más enfermedad esta testigo.
También se acuerda que estando esta declarante en Burgos, en compa-
ñía de la santa Madre en la fundación tan trabajosa y dificultosa
que allí tuvieron, posaban en un Hospital de la Concepción, en un
cuarto alto que caía sobre la enfermería de los enfermos; y entre otros,
estaba uno muy llagado, al cual cuando se llegaba a curar, el sumo
dolor que recibía de las llagas, le obligaba a dar tan crecidas voces,
que ellas lo oían arriba, y, demás de recibir pena, las afligía e im-
pedía algunos ratos de la oración. Un día, bajando la Madre a visitar
los enfermos y a ejercitarse en su servicio, como solía cuando podía
y tenía salud, llegando a este enfermo llagado que tantas voces daba,
le dijo: hermano, encomendaos al Señor, y llevad con paciencia vuestro
mal y no déis tantas voces. E l la respondió, que el dolor era excesivo
y éste le obligaba a hacer la demostración que hacía. La santa Madre
PROCESOS 173

echó su bendición, y confesaba que no le dolían ni dolieron las Ha-


as como hasta allí, ni jamás después se oyeron voces cuando le cu-
gaban y con el tiempo sanó de su enfermedad. También se acuerda
esta declarante que estando un día la Madre en Salamanca, a do
habían ido de Valladolid en la jomada que tiene dicho, hallándose la
santa madre Teresa de Jesús fatigada por tener muchas cartas a que
responder, la dijo a esta declarante: si tú supieras escribir, ayudáras,-
me a responder a estas cartas. Y ella le dijo: déme Vuestra Reve-
rencia materia por donde deprenda. Dióla una carta de buena letra
de una religiosa descalza, y di jola que de allí aprendiese. Y esta tes-
tigo la replicó que la parecía a ella que mejor sacaría de su letra, g
que a Imitación de ella escribiría. Y la santa Madre luego escribió
dos renglones de su mano y dióselos; y a imitación de ellos escribió
una carta esta testigo aquella tarde a las hermanas de San José de
Avila. Y desde aquel día la escribió y ayudó a responder las cartas
que la Madre recibía, sin haber, como dicho tiene, tenido maestro ni
aprendido a escribir de persona alguna, ni haberlo aprendido jamás,
y sin saber leer más de un poco de romance, y con dificultad conocía
las letras de cartas; por do conoce ser obra de Nuestro Señor para que
ayudase a la Madre en los trabajos y cuidados que por su amor
pasaba con tanta alegría y regocijo. También se acuerda en vida ha-
berla visto dos veces, una en Valladolid, pareciéndoia a esta testigo
estaba dormida, y otra en Avila haciendo capítulo con las hermanas,
con gran resplandor en el rostro; y cuando la vió en Valladolid, se
sentó cabe ella sin quererla recordar, y por gozar de aquello se
estuvo queda; y salía un olor como de muchas reliquias. Y volviendo
en sí, la dijo: ¿aquí estabas tú, hija?, y esto con mucha alegría; y
esta declarante no la dijo lo que había visto en su rostro. Y estando etí
el dicho capítulo de Avila, como tiene dicho, y vió el dicho resplan-
dor en su rostro, vió esta testigo que alumbraba todo el capítulo, que
las impedía su vista, pero [no] sabe si las demás hermanas lo veían;
pero violas salir con fervor sumo de espíritu y muy consoladas. Tam-
bién se acuerda esta testigo, que estando en Avila y llegando allí la
santa Madre de la fundación de Sevilla, adonde cuando se fué d«jó
a esta declarante con grandes calenturas, adonde estuvo hartos meses
todo el tiempo que duró ir y volver, estaba muy mala esta testigo; y
hallándola la santa Madre con la flaqueza y descoyuntamiento tan
grande cual suele haber de enfermedades largas, la mandó fuese
enfermera y sirviese a cinco enfermas que estaban en la cama con
buenas calenturas, y una de ellas con tan grandes hastíos, que había
días no comía bocado, sino era alguna cosa bebida. Y pareciéndole ira-
posible a esta declarante no sólo el poderse menear para lo que
mese necesario a su salud, cuanto y más subir escaleras y dar de co-
mer a otras enfermas, fiada en que la santa Madre lo mandaba, obe-
deció. Y queriendo subir una escalera para ir a dar de comer a las
dichas enfermas, se afligió mucho de su imposibilidad y flaqueza; ü lue-
9o vio en lo postrero de la escalera a Cristo Nuestro Señor como cuanto
se pinta que andaba en el mundo, y la dijol: sube, y hallóse a sus
Pies sin sentir que había subido, y fuese con él sin hablarla más a la
e da de ia monja descalza que dice estaba con mucho hastío; y arri-
174 PROCESOS

ínado a la cabecera de la cama, dijo a esta testigo Nuestro Señor: pon


lo que traes aquí, que yo daré de comer a esta enferma, y ve tú a
dar de comer a las demás. Y luego fué a hacerlo sin sentir mal ninguno,
sino una ligereza extraordinaria y gran aliento para servir; y de allí
quedó buena del todo, y la dicha monja del hastío quedó sin él desde
entonces. Lo cual todo atribuye a ser milagro que Nuestro Señor obró
en ella por intercesión de la santa Madre, y que ella le mandó se em-
please en este servicio y oficio para recibir por ella salud de mano
del Señor, que tanto se paga de la obediencia.
En la décima pregunta dijo: que dice lo que dicho tiene, y que se
acuerda esta declarante que estando en su quietud confusa y con es-
crúpulo si se encomendaría a la santa Madre como a santa, para que
intercediese por ella con Dios Nuestro Señor, se le apareció luego la
santa Madre muy gloriosa y la dijo: Pídeme todo lo que quisieres, que
yo lo alcanzaré de Nuestro Señor. Y bien entendió esta testigo, aun-
que ella no lo declaró, que la petición había de redundar en bien de
su alma y espíritu. Y sabe y ha oído decir que con sus reliquias y
de sus vestidos han sanado de sus enfermedades y calenturas religio-
sas y personas seglares. Y sabe que estando en Madrid esta testigo,
estaba una hermana religiosa enferma en el convento de allí, y de im-
proviso la dió locura tan grande, que la tenían atada por los extremos
que hacía; y a esta declarante la encargó la madre María de San
Jerónimo, priora de aquel convento, para que la curase y tuviese
cuidado de ella. Y una mañana, estando esta testigo en su cama muy
atormentada, le parecía veía a la Madre cj.ue la llamaba, y despierta la
vió, y se vistió y fuése tras ella hasta la celda de la religiosa loca,
que estaba cerrada, y allí se desapareció. Y no se atreviendo a entrar
porque no la hiciese mal, la llamó esta testigo por su nombre, y la
dicha religiosa loca respondió que entrase, que rezando estaba; y la
halló con mucho sosiego y mucha humildad vestida y de rodillas, y se
levantó y vino con esta declarante a una ermita á do la solían llevar
para que rezase; y queriéndola poner las cadenas que solía traer para
que no hiciese mal, conociendo esta testigo que estaba con más sosiego,
la dijo: Perdóname, hermana, que por cumplir con la obediencia hago
esto, y le pongo la cadena. Y ella respondió con mucha humildad lo
hiciese, que nunca había conocido el valor de las cadenas hasta ahora.
Y de allí pasaron por delante del Santísimo Sacramento y pidió a esta
testigo la dejase hacer oración, y la hizo y quedó buena, y hoy día
lo está sin haber en ella mudanza en su "juicio, sino que hace la vida
de descalza y las demás penitencias y ejercicios que las otras. Y a esta
declarante la dijo de ahí a pocos días, ya que andaba con la comu-
nidad, si acaso había visto esta testigo el día que ella sanó a la
santa Madre, porque a ella la pareció que la había venido a sanar; y
esta testigo se rió y no la dijo nada, sino se quedaron con herman-
dad. Y esto es lo que sabe, y que atribuye esta cura a la intercesión
de la santa Madre, por la cual Nuestro Señor obró este milagro des-
pués de muerta, a quien esta declarante pedía con instancia diversas
veces en su oración alcanzase la santa Madre la sanidad de esta en-
ferma, porque no estuviese privada del conocimiento de Dios Nuestro
Señor, que era lo que más sentía esta testigo. También se acuerda
PROCESOS 175

sta testigo, que estando en el dicho monasterio de Descalzas de Ma-


drid se le había perdido a una hermana descalza religiosa un poco
de carne del cuerpo de la santa Madre, que traía consigo por reliquia
devoción, de que estaba muy fatigada g afligida. Y entrando esta
declarante en la enfermería para curar a una enferma, en entrando
olió al olor que dan las reliquias de la santa Madre, g diciendo que
allí estaba, que ella la quería buscar, a cabo de dos o tres días
que decían se había perdido, la halló debajo de la cama de la misma
enferma, y se la dió y quedó muy consolada. También vió por tres
meses continuos los más días, así en pláticas como en el coro y en
las demás cosas del gobierno de la casa de Madrid, a do habían
llevado como dicho tiene, por priora a la madre María de San Je-
rónimo, por todo este tiempo parecería a esta testigo veía a la santa
Madre, y que era ella la que presidía y gobernaba y hacía las plá-
ticas, y le tenía el mismo respeto que cuando era viva. Y admirábase
mucho esta declarante por parecerle que con la que ella había ido
era la madre María de San Jerónimo, y la que entonces veía era la
rnadre Teresa de Jesús, y así decían las religiosas Descalzas de Madrid
que no era posible ser mujer la que las habían llevado, sino un ángel
de paz. También se acuerda haberla aparecido la madre Teresa de Je-
sús en el convento de Descalzas que dice, cuando andaban con níás
trabajos y tribulaciones sobre las fundaciones de las religiosas que
impedían los superiores, estando muy fatigada esta declarante por pa-
recería se apartaban de las Constituciones y Reglas de la santa Madre,
y de la quietud y unión que ella deseaba hubiese entre sus hijas y
religiosas, se la apareció la santa Madre, y la dijo que no tuviese
pena, que otra ventregada vendría, acomodándose la Santa con el len-
guaje de esta declarante, que es humilde labradora y grosera, en que
ia Religión, y sus hijas y a ella o sus cosas la harían más placer del
que entonces la hacían, lo cual ha visto por obra dentro de año y
rnedio que ha pasó esto; y que esto es lo que se acuerda de pre-
sente. Y siempre vió llevar con mucha humildad, y paciencia y for-
taleza los trabajos y persecuciones que se la ofrecieron, cual fué yendo
en ei lugar de la Puebla en la Mancha, do entrando la Madre con esta
testigo y religiosas que llevaban en su compañía, los clérigos de la
iglesia no las querían comulgar, poniendo nota en sus personas como
gente que andaba caminos, y acabadas de comulgar, con muchas voces
y alboroto les echaron de la iglesia, enviando persona con ellas hasta
cerca de Toledo para ver qué gente era. Lo cual llevó con suma pacien-
cia, como llevó también la privación de que comulgase cada día, sino
de quince a quince días, dudando de su vida g santidad, lo cual ella
llevaba con mucha alegría y consuelo. Y esto es verdad para el jura-
mento que tiene hecho y lo firmó y el dicho Sr. Arcediano..--f/ doctor
Don Pedro de Tablares.—Ana de San Bartolomé..—Rnte mí: fran-
cisco Fernández de León.
176 PROCESOS

DICO DE L R H.a BEATRIZ DE JESUS, C. D. (1),

En la primera pregunta dijo: que se llama Beatriz de Jesús, ij es


de edad de cuarenta g nueve años y de treinta g seis de hábito, g es
natural de Toledo, g que tomó el hábito en el convento de Nuestra Se-
ñora de la Encarnación de Avila por respecto de la santa madre Te-
resa de Jesús, que entonces residía en el dicho convento de la Encar-
nación antes que de él saliese a fundar la primera fundación de la
casa de San José de Avila, g de las demás que en vida hizo, con lo
cual satisface a lo que a la primera pregunta se pide del conoci-
miento de la santa Madre, por el trato particular y conocimiento que
con ella tuvo en el tiempo que vivió, fuera de las ausencias que hacía.
Y en este tiempo supo y entendió que era natural de Avila, y que sus
padres se llamaron Alonso Sánchez de Cepeda g doña Beatriz de Ahu-
mada, y no se acuerda haber oído decir dónde se bautizó.
En la segunda pregunta dijo: que sabe lo que la pregunta dice; y
que del tiempo que la trató g estuvo en su compañía, conoció su gran-
de espíritu g mucha oración, g se persuade que no pudiera hacer lo
que hacía una mujer sola, ni ponerse en lo que se puso, ni salir con
lo que salló con tanta contradicción g repugnancia como tuvo, así de la
ciudad e iglesia g de la gente cristiana que en ella había, estor-
bándole para poner en ejecución lo que en la oración Nuestro Señor
le ordenaba g mandaba hiciese, si ésta no naciera g se fundara en
la confianza g seguridad grande con que salía del trato particular que
en el corazón con Nuestro Señor tenía, llevando muy con paciencia,
como veía hacerla, así el poco crédito que de su persona tenía, como
de la duda que causaba si era bueno o malo espíritu el que la guiaba
y obligaba a emprender semejantes obras por cuyo amor veía pasarlo
todo con grande quietud y firmeza.
En la tercera pregunta dijo: que sabe que la susodicha madre Teresa
de Jesús fué principio de la Orden que llaman Descalzas Carmelitas, y
sábelo esta declarante, porque siendo ella, como dicho tiene, y una su
hermana, monjas en el dicho monasterio de la Encarnación de Avila
donde la dicha Madre lo era, trató con la dicha hermana de esta tes-
tigo, y la pidió, pues no había profesado ni pagado la dote, se pasase
con ella a la fundación de San José que pensaba hacer, do se había
de guardar la Regla primera de Nuestra Señora del Carmen de Des-
calzas Carmelitas. Lo cual cumplió la dicha su hermana, que se lla-
maba Isabel de San Pablo, g se llamaba en el monasterio de la En-

1 Beatriz de Jesús, hija de D. Francisco de Cepeda y de D,a María de Ocampo,


y prima hermana de Santa Teresa, vivió con ella en la Encarnación y en 1574 pasó
a las Descalzas de San José de Avila. Más adelante gobernó a las Carmelitas de
Malagón, fué con la Madre a Villanueva de la Jara e hizo muy señalados servicios
a la Descalcez. Murió en Ocaña. Su Declaración es del 22 de octubre de 1595. Siem-
pre fué muy querida de la M . Fundadora.
PROCESOS 177

arnación dona Isabel de la Peña, y así con su dote se comenzó la


Casa de San José, y de ahí tuvieron principio las 'demás fundaciones,
donde salió la dicha Madre a hacerlas para gloria de Dios Nues-
tro Señor y bien de las almas, como en la pregunta se dice.
En la cuarta pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús tuvo las virtudes muy cumplidas de fe, esperanza y caridad, y
de las dos bien se colige lo que en ella había de lo contenido en las
prfegunta.s antes de ésta. Y de actos de caridad se acuerda de uno, aun-
que" en ella hubo muchos, que fué estando en Toledo en casa de doña
Luisa de la Cerda, yendo por la calle y viendo un pobre desnudo y
con mucha necesidad, se quite las mangas y se las dio; y con los
enfermos era sumamente raisGricordiosa. Y también fué dotada de hu-
mildad, paciencia y penitencia, y sabe que era mujer de muchas dis-
ciplinas, tanto que sus confesores se lo estorbaban; y que de la fre-
cuencia y continuación del cilicio traía llagas en el cuerpo, y que con
enfermedad continua y perlesía se le traía siempre. Y que en cual-
quier tiempo y con cualquiera oficio que estuviera, procuró siempre i r
con la comunidad y guardar las reglas, mortificaciones, y ajyunos y
disciplinas que en ella hubiese, y en los oficios humildes y de cocina
se ejercitaba como cualquiera otra novicia.
En la quinta pregunta dijo: que sabe que en esta vida en sus
fundaciones, como dicho tiene, tuvo grandes trabajos, contradicciones y
persecuciones; a la cual se acuerda haberla oído decir con gran en-
carecimiento que debía mucho a una persona. Y creyendo esta decla-
rante haber de ella recibido algunos beneficios y buenas obras, la pre-
guntó la dijese qué cosas había hecho por ella que en tanta obliga-
ción le estaba; y la respondió: que la había hecho mucho bien en esta
vida porque la había perseguido mucho. Y se acuerda que en la En-
carnación, yendo por priora de aquella casa a do había sido elegida
estando ella ausente en Salamanca, al entrar por la puerta de la igle-
sia al dicho convento con mucha confusión, voces y gritería que' las
monjas daban a no quererla admitir, pareciéndoles que era negocia-
ción que ella decía de haber hecho, y que se la traían para refor-
mación de la vida de las que dentro estaban, oyó palabras libres y l i -
cenciosas y en deshonor suyo, las cuales sufrió con tanta humildad,
respecto de como está dicho no quererla dar la obediencia, que po-
nía admiración y espanto a los que lo veían, pidiendo al prelado con
mucha humildad les otorgase su apelación de la elección que tenía he-
cha en ella; de donde esta declarante y las demás que presentes estu-
vieron, coligieron la grande humildad y paciencia que en ella había
y sufrimiento para llevar por Dios semejantes injurias y trabajos.
Confirmó bien ser esto así en aquel acto, pues el día siguiente se llegó
a la comunión sin reconciliarse, muestra grande de su perfección, en
cuyo gobierno se hubo con tanta blandura, que andando el tiempo
vino a tener por íntimas amigas a las que antes no mostraban serlo,
y conocían que el gobierno de la santa Madre lucía en la reforma-
ción y espíritu que en la dicha casa se empezó a introducir, aunque
siempre allí lo hubo, pero entonces con más ventaja.
En la sexta pregunta dijo: que estando esta declarante eh Granada
oyó decir que era muerta, y no se acuerda qué año, más de que fué
12
178 PROCESOS

día de señor San Francisco, y que murió en Alba, donde la enterra-


ron, y que de lo que toca a la incorrupción de su cuerpo ha oído de-
cir a las hermanas de esta santa casa de San José, a cuyos dichos se
refiere, que está sin corromperse, y que no fue embalsamada ni abierta,
y ío mismo dice a la séptima pregunta.
En la octava pregunta dijo: que dice lo que dicho tiene y a esto
se remite.
En la novena pregunta dijo: que sabe que en vida de la madre
Teresa de Jesús, estando en la fundación de Segovia, estaba una reli-
giosa descalza, que se llamaba Isabel de Jesús, enferma en el convento
de Salamanca y muy apretada de la enfermedad de que murió. Ha-
biéndose ido a oir misa la compañera que tenía cuidado de ella en su
enfermedad, volviendo a visitarla la halló con gran alegría y rego-
cijo; y preguntándole qué era la causa de su contento y alegría, res-
pondió, que había estado con ella la santa Madre Fundadora y la
jiabía visitado y alentado, y no se acuerda si la dijo podía ir segura
de su salvación, y murió de la enfermedad la descalza. Y avisando de
ella la priora de Salamanca a la de Segovia en particular de la visita
que la enferma refería haber tenido de la santa Madre, confirmó ser
así, porque en el día y hora que esto había pasado en Salamanca, yéndola
a dar un recado en Segovia la priora a la madre Teresa de Jesús, la
halló en uno de los arrobamientos ordinarios que tenía, y había aca-
bado de comulgar; de do tuvo para sí ser cierto lo susodicho y por
milagro del Señor hecho en favor de su sierva. También oyó decir
esta declarante que, sin ser avisada la Madre por persona del con-
vento de Salamanca, porque esto ni se ha de presumir ni usa en la
hermandad de las Descalzas, escribió a la priora de Salamanca desde
Segovia sacase de su celda dos cosas que la Priora tenía no con-
formes ni decentes a la humildad y profesión de descalza; que tam-
bién prueba g confirma el trato particular y comunicación que tenía con
Dios Nuestro Señor, de quien sabía y entendía cualquier defecto, por
mínimo que fuese, que hubiese en las fundaciones de las casas que ha-
bía hecho. En la dicha novena pregunta, dijo: que sába que en vida
de la Madre por su intercesión y ruego y oraciones, ayunos y disci-
plinas, que de muy buena gana tenía por personas que supiesen que es-
tuviesen en pecado mortal o en peligro su salvación, obró Nuestro Señor
particulares milagros. Y acuérdase de haber dicho una religiosa des-
calza haber sido afligida fuertemente de una brava tentación del demo-
nio, y que encomendándose a la Madre, pidiendo por su intercesión
Nuestro Señor la librase o la diese fuerzas y auxilio para no ser
vencida en ella, y que luego fué socorrida y favorecida en ella y la
había sacado vencedora. También se acuerda haberla dicho la santa
Madre, estando enfermo su confesor, que a la sazón era un padre de
la Compañía de Jesús que se llamaba Baltasar Alvarez, que los mé-
dicos no le daban más de dos horas de vida, sintiendo mucho la falta
que le había de hacer así a su particular cuanto para bien de muchas
almas que trataba, que era el amor grande que ella le tenía, y acudió
a la oración a encomendarle a Nuestro Señor en el coro, y saliendo
de ella, encontrándose con esta declarante, viéndola volver con buen
semblante, le dijo: yo fío de Nuestro Señor lo que acá suele hacer un
PROCESOS 179

nde affligo de otro, y espero de la salud del enfermo; y así fué,


e no murió de ella y vivió. Lo mismo sucedió por su intercesióin dar
Nuestro Señor sanidad a un religioso descalzo del Carmen de una
peligrosa enfermedad, cuya falta le parecía entonces a la Madre había
de causar notable daño a la Religión, en la cual hoy día es vivo. Tam-
bién se acuerda haber en su tiempo muerto un sacerdote sin confesión, y
de vida algo licenciosa; y dando mucha pena a las religiosas, y la Ma-
dre estando en la Encarnación por priora se fué al coro a rogar
a Nuestro Señor por aquella alma, y vuelta a ver a esta declarante
tj a otras, dijo que esperaba a Nuestro Señor se había de salvar. Y que
era tanta la frecuencia y continuación que tenía de estar siempre en
la presencia de Dios Nuestro Señor, que estando en una enfermedad
fatigada de un dolor de corazón que le solía afligir, deseando condes-
cender con las miserias del cuerpo humanas 9 divertir el pensamiento
a trato y conversación de cosas temporales, le dijo a esta declarante,
que lo procuraba y no podía, ni apartarse de la presencia de Dios
ni desviar sus pensamientos e imaginación de Su Majestad.
En la décima pregunta dijo: que sabe que ha obrado Nuestro Señor
después de muerta la santa madre Teresa de Jesús algunos milagros
por medio de su cuerpo o de reliquias de cosas suyas. Y lo que de esto
sabe es que en Madrid, estando esta declarante en el convento de
Descalzas Carmelitas que allí hay, supo y entendió que llegó el conde
Tiburcio, criado de la Emperatriz, a punto de muerte y tan sin es-
peranza de vida por los médicos, que su mujer, que era gran devota
de las Descalzas, trataba ya de hacer allí su entierro, y ella entrarse
monja en el dicho convento. Este enfermo declaró que tenía particular
devoción con la santa Madre, a la cual se encomendó en aquel aprie-
to de la enfermedad, y dice le parece vió en sueños número ds monjas
Descalzas, y entre ellas una de más autoridad que se llegaba a él y
le hacía muchas caricias; y despertando, fué conociendo en sí notable
mejoría, y con brevedad vino a estar bueno, y quedó con tanta devo-
ción y obligación al beneficio recibido, que cada semana enviaba l i -
mosna a la casa. Y enviándole la priora un retrato de la Madre que
en el convento había, dijo que aquella era la monja descalza de quien
había recibido las caricias en su enfermedad y con cuya visita había
cobrado la salud. Y su mujer de este enfermo yéndose a su tierra,
que eran extranjeros, se levantó en la mar una gran tempestad, g ella
dice que echó un poco de reliquia de la Madre que llevaba, en la
friar, y que luego se apaciguó la tormenta y salieron del peligro que
les amenazaba, y allí prometió ella y el marido de ponerse el hábito
de la santa Madre de Descalzas Carmelitas, y enviaron por él al
convento de Madrid de donde se les llevó. Y también oyó decir
esta declarante, a su parecer, a la priora de aquel convento, que
estando en Madrid una endemoniada, la pusieron en la mano una re-
liquia, que era un poco de carne de la santa Madre, y quedó libre
del demonio que la atormentaba, g que esto es lo que sabe y es la
verdad para el juramento que tiene hecho, y lo firmó, y el dicho señor
Arcediano, juez susodicho.—f / doctor D . Pedro de Tablares.—Beatriz de
/ « « s . - A n t c mí: Francisco Fernández de León.
180 PROCESOS

DICO DE PETRONILA BAUTISTA, C. D. (1).

En la primera pregunta dijo: que se llama Petronila Bautista, y


que es natural de esta ciudad, y es de edad de más de cincuenta
años, y que ha veintiocho que tomó el hábito en el dicho convento de
señor San José de Avila de mano de la madre Teresa de Jesús, a la
cual conoció los años que residió en la dicha casa, y cuando volvió
desde la primera fundación hasta la postrera que hizo; y sabe era na-
tural de Avila, y de presente no se acuerda de los nombres de su
padre y madre, si bien sabe que eran vecinos de Avila el uno y el
otro, g no se acuerda haber oído dónde se bautizó.
En la segunda pregunta dijo: que sabe que la madre Teresa de
Jesús fué mujer de grande espíritu y de mucha oración, y que por
medio de ella tuvo gran trato con Dios Nuestro Señor, y la vio esta
confesante comulgar cada día. Y que una noche, estando hablando con
ella, la dijo que en un recogimiento espiritual de los que solía tener
en su oración, había visto un Cristo a la columna, el cual hizo retratar
la santa Madre y poner en una ermita, donde hoy día está cu esta
casa de San José de Avila, el cual hizo retratar a un pintor que se
llamaba Jerónimo de Avila, diciéndole ella las figuras, rostro y partes
que había de darle. Y después acá, aunque se ha procurado que el
mismo pintor saque retratos del que está en la ermita, que ahora se
llama la del Cristo, para enviar a Madrid y dar en Avila a personas
devotas, no ha sido posible sacarle ni retratarle como está en la er-
mita ni por él ni por otros pintores que lo han procurado.
En la tercera dijo: que sabe que la susodicha madre Teresa fué
principio de la Orden que llaman Carmelitas Descalzas, y que lo que
la movió para el principio fué la gloria de Dios y bien de las almas.
En la cuarta pregunta: que sabe que la santa Madre fué dotada
de grande fe, esperanza g caridad, de humildad, paciencia, pobreza
y penitencia y otras virtudes, con las cuales y el favor del Señor pudo
ir adelante con sus fundaciones, que, a parecer de personas graves y
santas de la dicha ciudad de Avila y amigos suyos, parecían imposi-
bles de acabarse, y murmuraban de ello, lo cual todo vió llevar con
suma alegría y paciencia, fiada de que era obra de donde había de
resultar servicio de Nuestro Señor y bien de muchas almas.
En la quinta pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús tuvo en esta vida trabajos grandes, y los llevó con buen
ánimo por amor de Dios como persona que de noche y de día se ha-
llaba en su compañía y asistía con ella. Y así se acuerda que un

1 Declaró el 7 de noviembre de 1595. Profesó Petronila Bautista (Ocampo y


Mercado) en San José de Avila en 1568. Religiosa de gran talento y virtud, alcanzó
una vida larga en esta comunidad, donde murió en 1619, a los ochenta y ocho años
de edad.
PROCESOS 181

día le dio Nuestro Señor un muy gran trabajo, que fué uno de los
mayores que la dicha Madre había tenido, a la cual oyó decir estas
palabras: ¿con este trabajo. Señor, me pagáis todos los que rae
habéis dado en mi vida? Y así a todas las personas que le eran ocasión
de padecer, los disculpaba y procuraba hacer bien en todo lo que se
ofrecía, porque tenía prometido de hacer siempre lo más perfecto, y
así hacía siempre bien a quien la perseguía.
En la sexta pregunta dijo: que sabe que la santa madre Teresa
de Jesús murió año de ochenta y dos por día de señor San Francisco,
en Alba, donde la enterraron, g de donde la trajeron a la dicha
casa de San José de Avila; y vio su cuerpo muchas veces y le atentó
y tomó las manos y los pies, y los vio estar tan carnudos y sin corrup-
ción todo el cuerpo como antes que muriese, y la vestían y tocaban
como si fuera viva. Y no sólo estaba sin corromperse, como tiene
declarado, pero daba de sí buen olor, de suerte que se conocía ser obra
de Dios y particular milagro en el cuerpo de su sierva para ser Su
Majestad loado.
En la séptima: que sabe que entonces no estaba abierto el dicho
cuerpo, ni después acá ha oído decir a personas que le han visto que
esté abierto ni embalsamado, ni menos lo está ahora.
En la octava pregunta dijo: que no se acuerda de presente cosa
ninguna de lo que la pregunta dice.
En la novena pregunta dijo: que ha oído decir que Nuestro Señor
en vida de la Madre y por su intercesión y medio haya obrado
milagros algunos con diferentes personas, cual fué haber resucitado
a un niño sobrino suyo. Pero lo que esta declarante vió en su tiempo
y pasó por ella fué, que estando esta declarante un día con un tra-
bajo interior, y estando con la santa Madre Teresa de Jesús, que
estaba a la reja con una persona de fuera, de sólo oírla hablar con
aquella persona cosas de Nuestro Señor se le quitó el trabajo a esta
testigo, y allanó el alma como si nunca le hubiera tenido en su vida,
y por ser cosa tan particular hizo memoria de ello. También se acuerda
que estando la santa Madre en una fundación, se le ofreció escribir
a la prelada de esta casa una memoria en exhortación a la virtud de
la pobreza del espíritu, la cual mandaba se leyese a las hermanas
y después se guardase en el arca de las tres llaves. No advirtiendor
desde más de tres años después de la fecha de la carta, se la dieron
a esta testigo entre otras cartas viejas, y esta testigo las guardó
en una caja adonde tenía otras cosillas; y yendo un día a buscar cierta,
cosa que tenía en ella, siendo ya muerta la Madre más había de dos
años, le dio tan grande olor de la Santa, que es muy conocido entre
las hermanas y las que han tratado su cuerpo, que la causó tan grande
admiración, que le obligó a leer todas las cartas, hasta que halló la
de la santa Madre, y a esta declarante le pareció que era milagro
por haber la Santa mandado se guardase en el arca de las tres llaves
y ser carta de mucha importancia, y no querer Nuestro Señor que se
perdiese, y por muchos días quedó oliendo la caja y lo que en ella
estaba, y por cosa de admiración lo dijo lueqo a la madre Priora y her-
manas,
í?n la décima pregunta dijo: que ha oído decir que después de
182 PROCESOS

muerta la madre Teresa de Jesús, por medio de su cuerpo y reliquias


de cosas suyas ha obrado Nuestro Señor algunos milagros, cual ha sido
sanar a algunos enfermos en Alba. Y que ha oído decir que a una
sobrina suya, que al presente es monja descalza en Alba, que se llama
Beatriz de Jesús, estando en el siglo muy galana y de muy buen
parecer, con llamamientos de Nuestro Señor y buenos deseos para
hacerse descalza, no acabando de determinarse, ha oído decir la apa-
reció su tía y la dijo en sueños: acaba ya de determinarte; y que
hablase con D. Sancho Dávila, que allí estaba, que ahora es obispo
de Cartagena, para que por medio suyo se efectuase, como se hizo.
También se acuerda esta declarante, que estando con una enfermedad
en Avila en una celda, estaba sobre el capítulo adonde estaba su santo
cuerpo y le pusieron cuando le trajeron de Alba habiéndole desente-
rrado para traerle a San José de Avila, como le trajeron, g le pu-
sieron en él, qué era tan grande el olor que tenía, que estaba la
celda de arriba, donde estaba esta enferma, tan llena de él, que las
hermanas que entraban a verla se admiraban, y lo mismo el médico
que entraba a visitarla, y así lo decía, dando todas gracias a Nuestro
Señor por el milagro de incorrupción y particular olor que daba el
cuerpo de su sierva santa, y que esto es lo que sabe para el jura-
mento que tiene hecho, y lo firmó y el dicho Sr. Arcediano, juez
apostólico.—/:/ doctor D . Pedro de Tablares.—Petronila Bautista.—Rnte.
mí: Francisco Fernández de León.
PROCESOS 183

DICHO DE ANA DE LOS ANGELES, C, D. (1).

En la primera pregunta dijo: que conoció a la madre Teresa de


jesús de trato g comunicación, porque, aunque esta declarante tomó el
hábito en el dicho monasterio estando la dicha Madre ausente del
dicho monasterio, antes de tomarle la trató y comunicó, g después
profesó en sus manos; y que sabe era natural de Avila, y quién fue-
sen sus padres lo ha oído decir diversas veces, y de presente no ste*
acuerda de sus nombres, y no sabe dónde se bautizó.
En la segunda pregunta dijo: que conoció en la madre Teresa
de Jesús del tiempo que la trató ser mujer de grande espíritu y de
mucha oración, g haber sido un raro ejemplo de perfección; y que
en ella resplandecieron todas las virtudes en muy alto grado, lo cual
se manifiesta en las grandes obras que Dios Nuestro Señor por su
medio obró, g en sus libros se echa bien de ver, que como persona
que la traté en, vida y ahora los oye, parece una estampa viva de lo
que en ella conoció.
En la tercera pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús fué principio de la Orden que llaman Carmelitas Descalzas.
Y tiene por cierto que el motivo que tuvo para este principio fué la
gloria de Dios Nuestro Señor y bien de las almas; y así se acuerda
haber visto en un libro suyo de sus fundaciones, que jamás hizo cosa
en ellas que torciese un punto de lo que entendía ser voluntad de
Dios Nuestro Señor y más perfección, conformándose a lo que sus
confesores la declaraban, que siempre procuraba fuesen siervos de
Dios Nuestro Señor y con letras, y esto mismo aconsejaba a todas
sus hijas.
En la cuarta pregunta dijo: que sabe que la dicha Madre fué do-
tada de grande fe, esperanza y caridad, g de mucha humildad, pa-
cienca, pobreza, penitencia, y que en cosas mínimas tuvo gran cuidado
de siempre tratar verdad, y le parece no dijera una mentira por nin-
guna cosa del mundo como lo aconsejaba a sus hijas. Y cuanto a
humildad conoció en ella mucha, y que no sólo no la perturbaban
las grandes murmuraciones, burlas y desconfianzas que de ella y sus
obras hacían, antes la conoció mostrar siempre particular alegría, que
se le veía nacía de la gran quietud y humildad que sentía en el alma
cuando de esto se trataba. Y con ser tan enferma g tener tantas ocupa-
ciones, procuraba acudir a los ejercicios humildes de barrer g fregar y
servir su semana en refectorio y en la cocina como las demás. Conocíascla
ser un alma muy temerosa de Dios Nuestro Señor, y que del mucho

1 Ana de los Angeles (Wasteels), profesó en las Descalzas de Avila en 1581 y


Jue modelo de paciencia y sufrimiento. Murió en 1625. Fué hija de la famosa D.» Ana
Wasteels, que de viuda entró también en San José. Madre e hija son mencionadas
por la Santa en sus escritos. Del 2 de enero de 1596 es su Declaración.
IM PROCESOS

trato que con Su Majestad tenía, sacaba más aumento en esta virtud
y en las demás. Y así se acuerda, que escribiendo a un confesor suyo
la santa Madre, le decía que antes moriría mil muertes que ofender
a Nuestro Señor venialmente entendiéndolo, g de esto se acuerda; g
haber oído decir a algunas personas diversas veces tener hecho voto
la santa Madre de hacer siempre lo que fuese más perfecto, g que
si dejase de hacer lo más perfecto y lo que entendiese ssr lo más
agradable a Nuestro Señor habiéndolo comunicado con su confesor,
por nnguna cosa ni tesoro del mundo osara pedir nada a Su Majes-
tad ni tener oración. Su paciencia fué grande g singular mansedum-
bre; y así se acuerda esta declarante, que siendo seglar, antes de to-
mar el hábito de descalza, contó a la madre Teresa de Jesús cierta
pesadumbre que volviendo por ella en el siglo había tenido, g cosas
aue de ella u su espíritu se decían como de persona que temían hu-
biese de parar en mal. Ella lo tomó con tanto gusto y más que si la
dijera esta declarante la tenían por una gran slerva de Nuestro Señor;
g tenía extremo en disculpar a todos g en no consentir que en su
presencia se murmurase; aunque fuese en donaire, lo procuraba atajar.
Y demás de lo que esta declarante vio, ha oído decir a quien la trató
más tiempo, que por trabajos que la diesen las personas que la im-
pedían las fundaciones, nada bastaba a disgustarla ni a consentir en
su presencia murmurasen de ellas, antes las mostraba mucho amor
g las ayudaba pudiendo. Y las obras que hizo manifiestan bien cuán
grande fué su fe, esperanza g caridad, pues sin estas virtudes no pu-
diera una mujer tan sin favor humano y con tantas contradicciones g
pobreza, g llena de tantas enfermedades, erigir una Religión de frai-
les y monjas, y extenderla tanto como la vemos; y no es menos de mara-
villar la separación de la Provincia qué tantos trabajos le costó; y así
se acuerda haberla dicho un confesor sugo que era cosa milagrosa ha-
ber salido una mujer flaca con unas obras tan grandes y con tanta con--
tradicción. Tenía grandes deseos de padecer, g por ejercitarlos se
consolaba con la vida en las grandes ansias que tenía de morir g
verse con Dios Nuestro Señor. Y así solía decir la santa Madre, que
su vida le fué un martirio grande, g la ponía algunas veces en tanto
aprieto, que le parecía no le faltaba sino arrancársele el alma; y así
la imagina esta declarante mártir de amor de Dios. Y con andar tan
llena de este espíritu, tenía un trato tan afable, y llano y ajeno de
hipocresía, que procuraba disimular las mercedes que Dios Nuestro
Señor le hacía, sino que lo mucho que los confesores repararon a los
principios y sus obras tan extraordinarias y arrobamientos, fué oca-
sión de que ellos mismos lo manifestasen g comunicasen unos con
otros, y así se divulgasen con harta mortificación de la santa Madre, g
esto conoció esta declarante de ella en algunas ocasiones que durante
el trato g comunicación de su vida esta declarante pudo conocer.
En la quinta pregunta dijo: que, como dicho tiene, sabe y vio
que la dicha madre Teresa de Jesús tuvo en su vida trabajos grandelsv
y que los llevó con buen ánimo por amor de Dios Nuestro Señor.
En la sexta pregunta dijo: que le parece murió la santa Madre
por San Francisco, del año de ochenta y dos, en Alba, donde la en-
terraron, y sabe de la incorrupción de su cuerpo en la forma que
PROCESOS 185'

declara. Cuando se trajo de Alba a la dicha casa de San José,


aquí
eme fué tres años después de su muerte, esta testigo la vio venir en-
tero, salvo un brazo u áos dedos que de la otra mano la habían cor-
tado, y sin habérsele hecho beneficio alguno ni cosa alguna para
conservarle, de lo cual certificaron dos médicos, que a la sazón esta^-
ban en Avila, al obispo de ella, D. Pedro Fernández Teraiño, y a
fray Diego de Yepes, y al oidor Laguna y a D. Francisco de Con-
treras, del Consejo de Ordenes, que vinieron con la furia del invier-
no a sólo verle, a los cuales los médicos, que fué el Licdo. Luis
Vázquez y él Licdo. Ramos, certificaron ser cosa milagrosa el estar
así después de nueve meses que estuvo debajo de tierra, cubierto con
mucha cal y piedra y ladrillo, que le quebrantó y hallaron lleno de
moho. Su olor era admirable, y algunas veces tan fuerte, que encendía
las cabezas, y con tener puesto el cuerpo de la santa Madre en unas
andas, vestido con los hábitos de la casa y tapado con un frontal,
no sólo olía bien todo el capítulo donde estaba, mas en el claustro
y en la celda de una enferma que estaba sobre el capítulo, lo olía
ella, y las hermanas y el médico; y en sus cosas que a su cuerpo
han tocado y están en poder de esta declarante algunas, en las cuales
conoce el mismo olor que tiene y que sale de su cuerpo, y esto se
echa de ver en diversos lugares de la dicha casa, y particularmente en
el coro, donde está una caja con algunas cosas de su ropa. Por una
fiesta de San Francisco le olieron tres o cuatro hermanas en dife-
rentes horas, g esta declarante fué la una, que estando bien descui-
dada, porque si no es en cosa suya no merece gozar de este olor tan
frecuentemente, y la hizo reparar, y sin saber unas de otras vinieron
a contarlo, Y la una de ellas dijo a esta declarante y a las demás,
que se sentía bien mala, y que la había confortado tanto el olor que
salía de los paños de la caja de la santa Madre, que pareciéndole impo-
sible poder estar en Maitines, quedó con tan buena disposición, que pudie-
ra rezar otros; y las que estaban presentes de las hermanas fueron Ana
de Jesús, y Ana de San Bartolomé y Teresa de Jesús, las cuales parti-
ciparon del olor que esta declarante tiene dicho. Y se acuerda que
estando una hermana mala, que se llama María de San José, y con
ella algunas hermanas y esta declarante entre ellas, sintió un olor
tan grande y con una particularidad extraordinaria en su sentir, porque
le pareció como un rayo o aire que pasó derechamente por las que
allí estaban y se había recogido a la cabecera de la enferma, y
preguntando a las que allí estaban sí olían el olor de la santa Ma-
dre, dijeron que sí, y quedaron muy contentas, aunque temerosas si
la santa Madre las quería llevar al cielo a la enferma, y no fué así
sino que sanó de aquella enfermedad.
En la séptima pregunta dije lo que dicho tiene; y sabe que el
cuerpo de la santa Madre, al tiempo que tiene declarado en la pre-
gunta antes de ésta le vio, no estaba embalsamado ni abierto, sino
en la forma que lleva declarado en la dicha pregunta á que se refiere.
En la octava pregunta dijo: que lo que de esta pregunta sabe es,
que cuando trajeron el cuerpo "de la santa Madre a la dicha casa,
vio en la mano de ella un sudor, que era como unos gran icos de
aijófar, lo cual vieron otras hermanas, y decían le tenía también en
186 PROCESOS

otras partes, aunque esta declarante no se acuerda haberle visto más


que. en la mano, la cual ha visto que, donde quiera que se echa la
tierra que quitaron de su santo cuerpo, lo mancha de un óleo muy
oloroso que pasa hartos papeles, y lo mismo hace su carne. Y tam-
bién vio ponerle muchos paños g los manchaba de la misma manera,
y uno que se le puso para el obispo D. Alvaro de Mendoza, demás
del óleo que sacó, salió en él una mancha de sangre. Y se acuerda
que cuando la trajeron de Alba venía con harta tierra, y así deter-
minó la madre priora María de San Jerónimo, con la supriora
Ana de San Pedro, que ya es muerta, y Ana de San Bartolomé, d«
limpiarla. Y haciendo esto, hallaron un pedazo de paño de estopa y lana
que la habían puesto por la sangre que aun después de rnuíerta se de-
rramaba, y al parecer parecía estar podrido; y queriendo enterrarle
vino a sus manos de esta declarante y de otra hermana, y queriendo
ver si entre él hallaba alguna otra tierra que guardar, vino a topar
entre todo aquello consumido un pedazo sano que estaba empapado
en la sangre, y le sacó de allí, y envolviéndole la otra hermana en
un papel, que era Ana de San Bartolomé, cuando después fué a mi-
rarle le halló todo teñido de sangre. De éste o de otro en que le
mudaron ha tenido esta declarante algunos pañitos que en él se han
puesto, y los ha teñido, y pidiendo a la madre Priora tocase otro
en aquel pedazo de estopa y lana para darle, lo hizo y salió man-
chado de sangre, y envuelto éste en un papel, se manchó luego el
papel de la misma sangre. También se acuerda de un caso, por do
se confirma lo que la octava pregunta pide, que si después de su
muerte hayar. sucedido algunas cosas misteriosas, y fué que un Prelado
de la casa descalzo ^rajo una mano de la santa madre Teresa de Je-
sús a Avila con tanto secreto, que sólo la mostró a su compañera
de la Madre, Ana de San Bartolomé, con obediencia de que no lo
dijese a nadie; púsola en un cofrecito envuelta en dos tafetanes bien
grande el uno, y el cofrecito en una bolsa, y así se puso en el
coro diciendo tenía algunas religuias, que se le guardasen allí hasta
que las pidiese, y dejándole cerrado con la llave, se llevó la lija ve
consigo. Sucedió que levántándose un día la madre supriora Ana de
San Pedro, que ya es muerta como está dicho, oyó que la dijeron
interior o vocalmente que en en el coro estaba la mano de la Madre. Fué
esto de suerte, que ella se certificó de ello como si lo viera, y dijo
a la madre priora María de San Jerónimo, que hoy es viva, que
cómo tenía en secreto un tesoro tan grande a las hermanas; ij aunque
la madre Priora disimulaba, como que no lo sabía, tanto más se afir-
maba ella en que ciertamente estaba allí, como era verdad; y de esto
fueron testigos muchas hermanas delante quien pasó esta plática de
la madre Priora g Supriora, g esta testigo se informó de ella en
particular y supo era así, que estaba la mano en el cofrecito, g de ella
salía olor como de las demás reliquias de la santa Madre, y que los
tafetanes en que estaba envuelta esta mano quedaron muy llenos de
óleo; y el cofrecito, que le tuvo algún tiempo esta confesante en su
poder, estaba muy manchado de lo mismo.
En la novena pregunta dijo: que ha oído decir que en vida de la
madre Teresa de Jesús por intercesión suya y medió Nuestro Señor
PROCESOS 187

haua obrado algunos milagros, y por lo que en sus libros está escrito,
en muchas cosas particulares que ha oído de personas que más la han
tratado, se ve claramente tenía don de profecía, manifestándole Nues-
tro Señor los pensamientos y sucesos por venir, que ella misma vió
cumplidos, y cada día se van experimentando en esta Orden. A una
hermana dijo una vez la oración con que andaba sirviendo en refectorio,
¡j otra que no se haría lo que andaba pensando. Diversas veces ha oído
decir esta declarante a su compañera sintió salud en vida por la santa
Madre, así dé» un dolor terrible de quijadas como también de una
gran calentura que le había dado con frío, y en la mayor furia de ella
se le quitó con la oración de la santa Madre. También oyó decir a
una hermana, que se llama Ana de Jesús, que estando con una gran
jaqueca, se puso un velo de la santa Madre para ir a comulgar, se le
quitó luego el dolor. Y que se acuerda esta declarante que estando con
notable indisposición de la cabeza en día y ocasión que había de hacer
una confesión general, se halló tan falta de salud y fuerzas para ello,
que hubo de acudir a valerse de la intercesión y reliquias de la santa
Madre y así se aprovechó de un pañito que tenía de los tocados
a su santo cuerpo, y poniéndosele en la cabeza sintió notable mejoría,
de suerte que pudo cumplir con su deseo y obligación y hacer su
confesión general.
A la décima pregunta, siendo preguntada si sabe que haya obrado
Nuestro Señor algunos milagros después de muerta la madre Teresa d-e
Jesús por medio de su cuerpo y reliquias de cosas suyas, dijo: que
dice lo que dicho tiene en las preguntas antes de ésta, a que se re-
fiere. Y particularmente se acuerda de haber leído, que estando la santa
Madre suplicando a Nuestro Señor diese vista a uno que estaba ciego
o casi ciego, le sanó, y que con su oración sanó a otras muchas per-
sonas* enfermas, y que a muchas almas sacó en este mundo de pecado
mortal con su oración ij a otras de purgatorio, por lo cual la perse-
guía el demonio, Y asimismo se acuerda haber oído decir la dijo Nues-
tro Señor: si no hubiera criado el cielo, por tí sola lo criara. Y que
Cuándo le había pedido algo que no se lo hubiese concedido, que ya
sabía Su Majestad no le pediría cosa que no fuese conforme a su vo-
luntad y honra. Y que a la virtud de la pobreza estaba aficionadísima,
como en las ocasiones que se le ofrecieron lo mostró bien. Fué grande
la merced que Dios la dio de la salvación y provecho de las almas,
y de ser ella parte para ello, como fué fundando estos monasterios,
donde puso todos los medios convenientes para vivir una vida del cielo,
y puso tanto trabajo en plantar la perfección, y en la ejecucióiii de
estos medios con su ejemplo, amonestaciones y oración, que las religio-
sas de estas casas que no consiguiesen este fin no podían quejarse
sino de sí mismas.
Preguntada por las generales dijo: que no es deuda ni parienta
de la dicha santa madre Teresa de Jesús, ni para decir esta testigo
su Dicho no ha sido ni inducida ni industriada, sino por cumplir con
el mandato de Su Santidad y juez subdelegado, y porque lo susodicho
será para servicio de Nuestro Señor y gloria suya. Y que lo que ha
icho es la verdad so cargo del dicho juramento que hizo, y firmólo
c su nombre, y dijo ser de edad de treinta y un años, g que lo
188 PROCESOS

que tiene dicho parte de ello lo ha visto, y parte leído, y parte oído
decir como va declarado en este su Dicho. Firmólo el dicho Sr. Juez
—EL doctor D. Pedro de Tablares.—Ana de los Angeles—Rxite mí:
Francisco Fernández de León.
PROCESOS 189

DICHO D E L f l H.a TERESA DE JESUS, C. D. (1).

A la primera pregunta. Siendo preguntada si conoció a la madre


Teresa de Jesús, y si conoció a sus padres, y dónde era natural, y
quiénes fueron sus padres, y dónde se bautizó, dijo: esta declarante
Gs sobrina de la dicha madre Teresa de Jesús, hija de hermano, y
que la conoció y trató y comunicó por tiempo de ocho años, en veces,
las que la santa Madre vino a esta casa, a la cual acompañó desde
Sevilla hasta la casa de San José de Avila, y de ella salió en su
compañía a cabo de algunos días, a la fundación de Burgos, y en
el último año en que la Santa Madre murió, siempre anduvo en su
compañía, y se hall|ó a su muerte en la ciudad de Alba cuando murió. Y
sabe que fué natural de la ciudad de Avila, y que su padre se llamó
Alonso Sánchez de Cepeda y su madre Doña Beatriz de Ahumada,
y ha entendido que a los veinte años y medio de su edad tomó el há-
bito en la Encarnación (2), día de los difuntos, y que vivió en la
Religión cuarenta y siete años; los veintisiete en la Encarnación, y los
postreros en esta Orden de Descalzas que ella fundó.
A la segunda, siendo preguntada si sabe que la madre Teresa de
Jesús fuese mujer de grande espíritu y de mucha oración y que por
medio de ella tuvo gran trato con Dios Nuestro Señor, dijo: que lo
que esta declarante pudo conocer del tiempo que la trató y lo que
después oía, y antes ha entendido y oído a personas religiosas de
esta Orden y otras, es haber sido una alma de las más ejercitadas
y señaladas que ha habido en nuestros tiempos en la oración, en la
cual recibió grandísimas mercedes y favores de Su Majestad, con
grande presencia y comunicación suya y aumento de virtudes. Y así
en los últimos años de su vida estaba ya tan llegada a Dios y tan
habituada a las cosas espirituales, que así parecía no vivía ya sino
con lo exterior, y eran cosas tan levantadas las que en su alma pasa^
ban, que no eran comunicables, y decía le faltaba tiempo para de-
cirlas; y así no le gastaba ya en tratar de ellas como solía, porque
su espíritu gozaba ya de gran tranquilidad y sosiego, y con este
alivio padecer los grandes trabajos que en la fundación de Bur-
gos se le ofrecieron. Tenía una afabilidad extraña; en toda ella mos-
traba un ser más que humano y una sencillez y nobleza, que decía
algo con aquella primera inocencia. Tenía gran devoción con los San-

} Ya Publicamos en el tomo 2 de la Biblioteca Mística Carmelitana esta Decla-


ración de la sobrina de Santa Teresa, la primera carmelita descalza que el mundo de
se t h 3 SU Reforma- Profesó en Avila. muerta ya la Santa, y aquí murió el 10 de
lembre de 1610, a la edad de cuarenta y tres años, cuando tanto podía esperar
1595m^nidad de SU VÍrtUd y de SUS talentos y Prudencia. Declaró el 22 de enero de
P,, i n , p u b l i c a se9ún el original que se halla en los Procesos de Avila, depositados
n el Alacio episcopal.
Exactamente, tenía veintiún años, siete meses y seis días.
190 PROCESOS

tos; recibió por intercesión de ellos grandes favores de Dios, y apare-


ciéndosele algunas veces; y hallándola esta declarante un día en sole-
dad y mug recogida, viniendo a plática, la dijo del favor que Santa
Ciara la hacía, y que, apareciéndosele, la había animado a que prosi-
guiese en fundar estos monasterios, que ella la ayudaría, y harían
bien dondequiera que estuviesen los de sus monjas. Esto se ha visto
bien cumplido, así en Burgos y en Palencia y en esta ciudad, a las
cuales ayudaron en sustentar en sus principios las de la Orden de Santa
Clara. Hizo grandísimo provecho a diversas personas, así para que sa-
liesen de pecados graves como para que otras se adelantasen mucho
en virtud y oración, por medio de la suya y de su comunicación;
y a esto de que se aprovechasen las almas se inclinaba mucho su espí-
ritu; u desde que era de poca edad, comenzó a hacer fruto en per-
sonas que trataban con ella, y este fruto ha sido hasta hoy día en
tantas personas, que no se le puede poner número fácilmente. Tenía
mucha luz para conocer espíritus y modos de oración, y algunas ve-
ces lo entendía sin decirla nada, y otras cosas que naturalmente era
imposible saberlas, si no era con espíritu de profecía. Y sabe esta
declarante que le tuvo conocidamente, y que algunas cosas que Nues-
tro Señor le reveló o dijo, se vieron cumplidas antes y después de su
muerte, y que muchas de las visiones que tuvo, pertenecieron a este
espíritu. Era devotísima del Santísimo Sacramento; recibíale aún des-
de que estaba en la Encarnación cada día, o los más, por orden de
sus confesores, con grande fe, sentimiento y reverencia y provecho;
y muchas de las revelaciones que tuvo fueron queriendo comulgar o
después de haber comulgado; quedaba su alma que se deshacía en
amor y gozo; otras en lágrimas; y de éstas acaeció a esta decla-
rante verla como echando fuego de su rostro, y con hacer en ella ad-
mirables efectos, y tener gran hambre de recibirle, tenía tanto rendi-
miento, que si por mortificarle la quitaban la comunión, o no había
oportunidad para recibirla, aunque fuera por algunos días, lo pasaba
con mucha conformidad y conocimiento de su indignidad y buen celo
de los que se la quitaban.
En la tercera pregunta dijo: que sabe que la dicha santa madre
Teresa de Jesús fué la que dió principio a la Orden que llaman de
Carmelitas Descalzas, y que lo que la movió para este principio fué,
como tiene dicho, la gloria de Dios Nuestro Señor y bien de las
almas, y del deseo entrañable que Dios le dió desde que se comenzó
a darse de veras a la oración de hacer obras de mucho servicio suyo
y honra y gloria y de provecho para las almas, y el pretender vivir y
hacer que viviesen las gentes donde con más encerramiento, y peni-
tencia y pobreza pudiesen guardar lo que había prometido, no tratando
de Religión nueva, sino de renovar la antigua suya mitigada, y emplear
ella y las que la siguiesen toda su vida y oración en rogar por el
aumento de la Iglesia católica y destrucción de las herejías. Las
cuales, y en especial las de Francia, le daban tanta pena, que le parecía
que mil vidas pusiera para remedio de una alma de las muchas que
allí se perdían; y viéndose mujer inhabilitada para aprovecharles en
lo que quisiera, determinó hacer esta obra para hacer guerra con las
oraciones y vida suya y de sus religiosas a los herejes, y ayudar a
PftOCESOS 191

católicos con ejercicios espirituales y continua oración. Decía le


jaba gran g0Z0 ver una iglesia más en que estuviese el Santísimo Sacra-
mento Acuérdase haber oído decir, así a la santa Madre, como a otras
sorias, y en particular a una religiosa que se llamaba Isabel de
San Pablo, supriora que fué de esta casa de las Descalzas de Avila
contemporánea de la santa madre Teresa de Jesús cuando estaba
en la Encarnación, que ya es muerta y habrá que murió quince años,
poco más o menos, que diversas veces le ordenó y mandó Nuestro
Señor en la oración el comenzar y proseguir la fundación de estos
monasterios con particulares favores y aguda suya, como se ve en el
aumento con que ha ido esta Religión de monjas y frailes, sin trazas
ni favores humanos. Vese esto claro porque ella le dió principio a los
religiosos Descalzos, y esto le costó muchas y fervorosas oraciones, y
con sus vivas razones alcanzó licencia del padre Generalísimo; y al-
canzada, dábale gran cuidado no entender hubiese fraile en la Pro-
vincia de los Calzados que le pudiese ayudar a ponerlo por obra, ni
seglar que quisiese hacer tal comienzo de vida y religión; y así no ha-
cía sino suplicar a Nuestro Señor que siquiera una persona despertase.
Púsose a tratarlo con un padre que era Prior de los Carmelitas miti-
gados de Medina, y con otro padre, que se llamaban, el primero fray
Antonio de Heredia, y el segundo fray Juan de la Cruz. Ambos que-
rían irse a los Cartujos, y la santa Madre les impuso y rogó lo de-
jasen y diesen principio al deseo que ella tenía de que hubiese Des-
calzos Carmelitas; y supo decirles tales razones, que con la ayuda
de Dios Nuestro Señor, de voluntad lo aceptaron; y ha oído decir
que uno de estos dos religiosos, que es fray Juan de la Cruz, que ha
años murió, está su cuerpo en la ciudad de Segovia, y que hace
milagros, y que está entero, sin corrupción. Y no sabiendo la madre
Teresa qué se hacer de casa para do en ella hiciesen principio estos
dos religiosos, proveyó Dios Nuestro Señor que un caballero de Avila
se la ofreció, aunque pobre, en un lugarcillo llamado Duruelo. La
santa Madre la fué a ver, y allí comenzó la primera fundación de Re-
ligiosos Descalzos Carmelitas; y ella informaba a sus dos frailes del
modo de vida que habían de tener, y con esto y acomodar sus cosas
para la fundación, les ayudó cuanto pudo y con sus continuas oracio-
nes. Quedaron los frailes en la casa, a donde se dijo la primera misa
un domingo de Adviento, año de mil y quinientos y sesenta y ocho.
En la cuarta pregunta dijo: que sabe que la dicha santa Madre
tuvo grande fe, esperanza y caridad, y fué dotada de humildad, pa-
ciencia, pobreza, penitencia y otras virtudes. En la fe la hizo Dios
tanta merced, que no sólo la tuvo grande, sino qué jamás tuvo ten-
aciones contra ella. Teníala tan arraigada en su alma, que la parecía
que contra todos los herejes se pusiera a hacerles entender iban
errados. Decía que las cosas de la fe, mientras menos las entendía,
mas las creía y mayor devoción la hacían. Y aunque siempre estaba
w letrados, nunca preguntaba, ni aún lo deseaba saber, cómo hizo
máT GSt0' '0 CÓm0 pUd0 Ser; por^ue Para ella 110 había m61165*^
ÚÍ& de: hízolo Dios todo, y con esto no tenía que espantarse sino
ent rt- alabar• Decía ^ cuando algunas cosas de las que veía o
endia en la oración la llevaran a cosa contra la fe o ley de Dios,
192 PROCESOS

no hubiera menester buscar letrados ni hacer pruebas, porque luego


viera que era demonio, y que sabía bien de sí que en cosa de la fe
o contra la menor ceremonia de la Iglesia, que quien viere que ella
había, o por cualquier verdad de la Sagrada Escritura, pasara ella
mil muertes; y si pensara de sí otra cosa, ella misma fuera a de-
nunciar de sí a la santa Inquisición. De la virtud de la esperanza es-
taba tan llena y era tanta su confianza en Nuestro Señor y sus pa-
labras, que por desbaratados que viese los negocios de sus fundaciones
y sin remedio al parecer humano, no desmayaba, sino con un ánimo
tan grande y confiado se había en ellos, que nada le parecía le podía
faltar ni dejar de ser lo que esperaba, antes raieniras más persecucio-
nes y contradicción tenía en sus fundaciones y santos propósitos y
deseos, más le crecía el ánimo y satisfacción de aquella obra; y aque-
llos irionasterios estimaba en más, que habían sido fundados con ma-
yores contradicciones y trabajo suyo. Es prueba de esto, ver que sien-
do una mujer sola, encerrada, atada con obediencia, y sin dineros ni
favores humanos, antes con tantas contradicciones, saliese con una Or-
den, como se ha visto, de religiosos y religiosas. Cuanto a la caridad
tenía un amor de Dios encendidísimo, y la iba creciendo cada día
más, y el deseo de su honra y gloria y una sed veheraente de vierle,
y con tan grandes ímpetus, que la dejaba como fuera de sí y hacía
desear la muerte con grandes ansias y otros efectos particulares de
amor. Tenía hecho voto de hacer siempre lo más perfecto, y persuadía
con veras que con advertencia no nos arrojásemos a hacer ni a decir
cosa que fuese pecado venial. De ordinario andaba alabando a Dios
Nuestro Señor, y esta testigo la oyó decir palabras devotísimas y sen-
tidas y algunos versos en latín. Veníanle unos ímpetus tan grandes de
amor de Dios, que no se podía valer ni cabía en sí, sino que le
parecía que se le acababa la vida y le daban grandes arrobamientos.
Decía que de ver a otros en el cielo con más gloria que a sí, se
holgaría, pero no sabía si se holgaría y llevaría en paciencia de
que otros amasen más a Dios que ella. Todos los trabajos le pare-
cían pequeños por su amor, y así decía que le parecía pasara muchas
muertes, porque una alma le sirviera, y no hubiera para ella otra
más recia ni más trabajosa que pensar si le tenía ofendido. Tenía
gran humildad y conocimiento propio, y mostrábale bien en las cosas
que se ofrecían; humillábase y obedecía a sus propias monjas; tra-
tábalas con gran amor y llaneza, y a las preladas con mucho respeto
y sujeción, y esto hacía la tuviesen las súbditas, sin que a ella la
tuviesen por superior, ni tuviese licencia, aunque estuviese presentie.
Sentía de sí bajamente, junto con la estima que tenía de lo que Dios
hacía con ella y de la virtud de sus prójimos. Con todas sus enfer-
medades, que eran muchas, acudía, pudiendo, a trabajar en la cocina
y otros oficios bajos, y a la labor de manos como la menor de todas.
Procuraba, todo lo que podía, encubrir sus ejercicios, sin dar mues-
tras exteriores de santidad ni composturas fingidas; antes tenía un
exterior tan desenfadado y cortesano, que nadie por eso la juzgaba
por santa; pero tenía en toda ella un no se qué tan de sustancia,
que hacía fuerza que creyesen y viesen los que la trataban, que lo era
mucho sin diligencia suya. Nunca estaba ociosa, ni le faltaba en qué
PROCESOS 193

•ercitarse aun hasta las doce y la una de la noche. Sentía mucho


ciando los arrobamientos la daban en público, y de decir, aun a sus
confesores, la merced que Dios la hacía, tanto y más que si dijera
arandes pecados. Deseaba que los que pensaban bien de ella supiesen
rómo había vivido, y procuraba que la tuviesen y conociesen por muy
pecadora. En su condición y trato era muy afable, gustosa y apacible,
llana y de gran virtud, enemiga de hipocresías, y más de mostrarlas
ella en sí, ni desvanecerse por las obras que hacía; de lo cual la veían
tan lejos los que la trataban, que para esto no parecía había en ella
más que naturaleza ni ser que si no fuera; y échase bien de ver ser
verdad lo que viviendo les decía, que nunca había tenido que confe-
sarse de cosa de vanagloria, ni tenia de qué tenerla. Parecíale que
ella no hacía nada en las fundaciones, sino que Dios era el que las
obraba por su medio. Y acuérdase que dijo a esta declarante, con
muestra de sentimiento: No sé para qué me llaman fundadora, pues
que Dios, y no yo, es el que ha fundado estas casas. No temía la
pobreza sino que la amaba, y a los principios fundaba las casas y mo-
nasterios sin que tuviesen renta, sino que viviesen de limosna y de
ella se sustentasen; pero creciendo el número y la pobreza de los
lugares, con parecer de personas doctas y graves, la admitió en común.
En la quinta pregunta dijo: que sabe que la dicha santa Madre
tuvo en esta vida y pasó grandes trabajos, y los llevó con grande
ánimo y paciencia por amor de Dios Nuestro Señor, de diversas ma-
neras, y que se levantaron contra ella grandes trabajos, y persecu-
ciones y murmuraciones, en especial en el comienzo de estos mo-
nasterios y en su modo de espíritu, levantáronle falsos testimonios
y de cosas bien graves. Venían días que apenas había quien la qui-
siese confesar, pareciéndoles que andaba engañada con ilusiones del
demonio, y recelándose de tratar con ella; todo lo cual recibía con
un gran ser y conformidad que mostraba bien dársela Nuestro Señor
sobrcnaturalmente. Otras veces, aunque se afligía, era con un sumo
recogimiento y oración, y sumo cuidado de no decir cosa contra los
que la perseguían, si no era para disculparlos y decir bien de ellos;
amábalos como a bienhechores suyos, y que miraban por el bien de su
alma; reprendía a sus monjas cuando decían algo de ellos que no
fuese en su favor. Tratábalos con tanta llaneza y afabilidad, que los
venía a |mudar de su propósito con la fuerza de su virtud y volverlos sus
amigos. De dos en particular sabe esta declarante, que de muy con-
trarios suyos vinieron a serla muy favorables y ayudarla a sus o'Bras,
que eran personas graves. Por los caminos y fundaciones padeció gran-
des descomodidades, y trabajos y enfermedadies, y esto no fueron parte
Para que excusase lo comenzado, ni alargar un día esperando que otro
fuese mejor para su jornada; y aunque caminaba, nunca dejó su ora-
ción ni comunión, ni perdía un punto de su recogimiento y alegría es-
piritual. En Sevilla y en Burgos padeció grandes trabajos en sus fun-
daciones, y con gran paciencia los padeció; tenía gran sed de ellos,
y con el espíritu le iba creciendo la estima de ellos, tanto que nada
oastaba para quitársele. Era el lenguaje suyo muy ordinario: O morir
o padecer. Tuvo grandes enfermedades, y con todo seguía a la comu-
ni ad, y en cuanto podía acudía a sus ejercicios, acudía al coro
13
1^4 PROCESOS

y oración; y aunque tenía siempre mal de cabeza por el continuo


escribir, no faltaba a los negocios y a los caminos que parece ex-
cedían a fuerzas humanas. Las penitencias, por grandes que fuesen, se
le hacían nada según el deseo grande con que salía de ellas, y el
gusto y fervor con que las hacía; esto en cuanto los confesores la
daban lugar y su falta de salud. Y con ésta la vió esta declarante
hacer hartas, y en sus principios oyó decir que eran tan recias las
disciplinas, que se venía a criar materia en las llagas, y sobre ellas
les volvía a tomar con ortigas, y aunque era vieja y enferma, ayunaba.
Hacía otras cosas muchas de mortificación, y algunas por orden de
sus confesores, para más probar su espíritu; y por mortificarse, la oyó
decir esta declarante, que estando en la Encarnación, pidió la diesen
el oficio de la enfermería. Condolíase mucho con gente pobre y en-
ferma; procuraba fuesen regalados y curados con cuidado, y esto en-
cargaba mucho en sus monasterios, y mientras se daba licencia para
fundar el de Burgos, estaba recogida con sus monjas en lo alto de
un hospital que caía el cuarto sobre la enfermería de los pobres. Se
compadecía sumamente de oir los enfermos que se quejaban, y en-
traba a consolarlos y animarlos cuando bajaba a la iglesia, llevándolas
todo lo que ella podía y quitándose a sí misma lo necesario, con estar
muy mala, por dejárselo a ellos. Y era tanto y tan particular el con-
suelo que recibían con lo que les decía y animaba, y con la mise-
ricordia que con ellos usaba, condoliéndose de sus trabajos y dolores,
que cuando se iba, lloraban de perder aquella Santa de su hospi-
tal. Tenía mucha pureza en su alma, y en toda su vida y trato, acom-
pañada con una claridad de entendimiento y una discreción tan asen-
tada, que ponía admiración a todos los que la trataban; con esto
tiene por cierto, por indicios probables que ha tenido para ello, que
fué virgen toda su vida. Y uno es, que tratando con ella una persona
que esta testigo conoce, de algunas tentaciones de carne, la respondió la
santa Madre: No entiendo eso, porque me ha hecho el Señor mer-
ced que en cosas de esas toda mi vida no las haya tenido. Y aunque
en su libro encarece tanto los pecados de sus primeros años, sabe
de un Padre de la Compañía, que examinó harto estas cosas, que
nunca llegó a ninguna que la hiciese perder esta virtud. Era de
grande ánimo, y solía decir que. sirviendo ella a Dios, como le servía,
á quien los demonios y todas las cosas están sujetas, por qué había
de temer a nadie ni dejar de tener fortaleza para combatir con todo
el infierno; y la acaeció desafiar a los demonios y decirles que vi-
niesen a ver lo que la podían hacer, que ningún trabajo ni dificultad
la espantaría para que dejase de hacer lo que veía que era más servi-
cio de Dios Nuestro Señor. En la fundación del convento de Avila gastó
muchos dineros, sin tenerlos, cuando comenzaba la obra, ni saber de
dónde los podía haber; y cuando entró a fundar en Sevilla, no entro
con más que una blanca, no conociendo en la ciudad a nadie que la
pudiese ayudar; y antes que de allí saliese, con estar tan lejos de Avila
y de personas que la conocían, dejó comprada casa de seis mil ducados.
Y no fué sólo esta vez la que se puso a hacer tales obras, sino otras,
sin tener caudal para ellas, y con todo salía bien y se lo proveía
Dios Nuestro Señor. De los demonios era muy molestada, y ordinaria-
PROCESOS 195

mente, cuando por sus oraciones sacaba alguna persona de su poder


u se mejoraba mucho de vida, luego la atormentaban reciamente; g una
vez en especial, pareció haber sido demonio factor o causa de una
aran caída que dió, gendo a completas, de que quedó el brazo izquier-
do quebrado; y aunque en la cura padeció grandes dolores, nunca más
pudo mandarle, ni hacer casi nada con él, en los años que después
vivió.
En la sexta pregunta dijo: que sabe y se acuerda que la dicha ma-
dre Teresa de Jesús murió en Alba, hallándose esta testigo presente en
el monasterio de Descalzas Carmelitas que allí fundó, día de San Fran-
cisco, cuatro de octubre del año ds mil y quinientos y ochenta y dos, a las
nueve horas de la noche, y que sabe que por entonces la enterraron, y le
vió en el dicho monasterio en la reja del coro bajo, en el hueco de
ella. Lo cual vió esta testigo, porque acompañaba a la dicha santa
Madre en el último camino que hizo para Alba, aunque venía de la
fundación de Burgos al monasterio de Avila, a donde a la sazón era
priora. * Pero por mandato del prelado qus entonces era la hicieron
| r a Alba, posponiendo su deseo y gusto para obedecer el mandato de
su superior. Llegada a Alba, le dió la enfermedad que fué de muerte,
y llegaron víspera de San Mateo del dicho año de ochenta y dos, y
otro día de mañana fué a misa y comulgó. E l día de San Miguel, ha-
biendo como las demás comulgado y cayó del todo en la cama, y allí
con gran paciencia y afabilidad padecía su mal, y del quebrantamiento
del camino echó mucha sangre. Llegando a su muerte, todo lo que las
encargó y pidió fué la guarda de sus Reglas y Constituciones con
perfección, pidiendo a todas perdón con gran sentimiento y humildad
del mal ejemplo que a su parecer les había dado; decía otras pala-
bras como éstas, muy sentidas y de gran contrición, repitiendo di-
versas veces aquel verso del salmo de David en el Miserere: Sacri-
iieam Deo spiritus contribulatus, etc. Dábale muchas gracias diversas ve-
ces, porque la había hecho hija de la Iglesia católica romana y dejádole
morir en ella; confiaba en la sangre de su Esposo; tenía cierta esperan-
za de su salvación; recibió los Sacramentos con gran devoción y espí-
ritu, y mostróle grande viéndole el del Santísimo Sacramento de la Eu-
caristía. Levantóse con gran fervor lo mejor que pudo de la cama
con su rostro inflamado, diciendo palabras muy sentidas y tiernas a
este Señor, en que mostró haber entendido o habérsele revelado ser ya
llegada su muerte, que, como dicho tiene, fué jueves, a las nuieve de la
noche, día de San Francisco del año ochenta y dos. Decíase que algu-
nas personas religiosas vieron señales antes y después de su muerte,
así en Alba como en otras partes; y de un siervo de Nuestro Señor lo
afirmaron casi luego que llegaron a Alba, que oyendo decir que la
madre Teresa de Jesús estaba en Alba, había dicho que venía a morir,
y supo después de otra persona grave y religiosa que, apareciéndosele
l?. misma santa Madre después de muerta, le reprendió porque sentía
su muerte mucho, y dijo que no pensase nadie que había sido por
otra ocasión su muerte sino por ímpetu de amor de Dios, que le vino
tan fuerte, que no le pudo sufrir el natural.
A la séptima pregunta dijo: que sabe que el cuerpo de la santa
adre nunca ha sido ni fué embalsamado, y que vió como persona
196 PROCESOS

que se halló presente en Alba, que después que expiró, quedó su


cuerpo tan hermoso, y blanco y tratable, con un ser y apariencia de
cosa santa, que hacía respetarse, y daba particular gusto y satisfacción
estar con él; y su rostro, manos y pies, que se dejaron descubiertos,
se mostraban trasparentes y claros, y quedó el cuerpo y todas sus co-
sas de vestidos y las demás que le habían servido y tocado a ella coq
un olor suave, de suerte que, aunque estuviesen desechados, o entre otras
cosas olvidados, descubríase el suyo por este olor particular, que
es bien distinto y diferente de los de por acá. Tiene en sí gran
fuerza el sentirse este olor, y hase experimentado diversas veces hasta
el día de hoy, y algunas en esta casa de San José de Avila en di-
ferentes partes y días se ha sentido de improviso, como si allí estu-
viera su cuerpo. Y acuérdase de que una vez, por San Francisco, por
tres o cuatro hermanas supo que estando una hermana la noche antes
olvidada de la santa Madre y muy indispuesta y caída en el coro,
tanto que le parecía no poder acabar maitines, dióle este olor con
tanta fuerza, que la confortó y alentó tanto, que le parecía estaba
dentro de sí llena de él y se volvió a la madre Priora diciéndola que
si no olía a la santa Madre, y sintióle de suerte que pensó si de
Alba había venido su cuerpo. Cuando la enterraron, cargaron sobre
su cuerpo gran número de piedras y cal; y después ha oído que al
cabo de nueve meses quisieron ver las monjas cómo estaba el cuer-
po; lo cual lo contaron y dijeron algunas personas que se hallaron
presentes cómo pidieron al Prelado les diese licencia para ello, y él
con su compañero estuvieron cuatro días en quitar las piedras, tierra
y cal de la sepultura, y hallaron el ataúd quebrado y mohoso, los ves-
tidos podridos, y el cuerpo incorrupto y entero, con un olor admira-
ble, como lo pide la pregunta, sin haber sido jamás abierto ni em-
balsamado. Y pasados tres años, sabe esta declarante y vió cómo traje-
ron el dicho santo cuerpo de la madre Teresa a esta casa de San José
de Avila, donde estaba entonces y está ahora esta testigo, por orden
de sus prelados, quedándose en Alba el brazo izquierdo, que se cortó
con gran facilidad; y que estando acá el cuerpo en Avila, quitándole
ia tierra que todavía tenía pegada y a vueltas de ella un paño que se
le puso cuando murió para tener la mucha sangre que le salía, vió
estaba todo podrido, excepto el pedazo en que había caído la san-
gre, la cual estaba tan viva y roja como si se acabara de derramar.
Guardóse este pedazo, el cual han visto muchas personas con mucha
admiración, y a esta testigo y a los demás se la causa ver que los
papeles en que se envolvió este pedazo de lienzo, que es dé estopa y
lana, quedaron teñidos de sangre, y no una vez. sino que cada viez
que se ponía entre papeles hacía lo mismo, y para esto bastaba te-
nerlos un día, hasta que este paño se puso debajo de un viril, a donde
hoy día le tienen guardado en el dicho convento de San José, con
su color de sangre viva. Y en el de Alba vieron este milagro en
otro paño que hallaron, y esta testigo ha visto que un poquito del
que está en esta casa, que se puso en un papel, le dejó teñido en
sangre, y algunos de estos papeles ha tenido en su poder; y vió y
sabe que poniendo un lienzo grande sobre el cuerpo para enviarle
al obispo de Palencia, Don Alvaro de Mendoza, no sólo se sacó
PROCESOS 197

teñido del óleo, pero con una mancha pequeña de sangre, sin que pudie-
sen entender de dónde era y de qué parte de su cuerpo había salido.
Dejábase este cuerpo vestir y tratar como uno de cualquiera de las
demás religiosas, y vio esta testigo g las demás, que estaba algunas
veces en pie cuando la levantaban para verle y vestirle, y que se estaba
derecho cuanto querían, con sólo ponerle las manos a las espaldas sin
caer a una parte ni a otra; y vió que estaba tan lleno de carne,
aunque el color tostado, como pudiera tener cuando viva, y que su
vientre estaba tan macizo y ajeno de corrupción, que causaba más
admiración que ver así todo el cuerpo, el cual tenía un olor tan bue-
no, tan grande y fuerte, que a veces no había fuerza para estar allí;
henchía todo el capítulo donde estaba de tal olor, y aun la celda que
estaba encima, y cuanto más calor, hacía, más se avivaba este olor; de
lo cual, admirado el médico que entraba en aquella celda a visitar
cada día una enferma, decía que, si no era por milagro, no podía dejar
de corromperse un cuerpo muerto y encerrado en una arca, y más con
el calor que aquel verano hizo, si no fuera santo. Cuando se trajo
a esta casa de Avila, como tiene declarado, había más de tres años
que era muerta, y fué por Santa Catalina mártir, año de mil y quinientos
y ochenta y cinco, y vió que luego, el día de año nuevo, estando
todas las hérmánas de esta casa de San José de Avila bien descuida-
das y deseosas de que no se publicase estaba el santo cuerpo en
Avila, vinieron a este convento el obispo de esta ciudad de Avila,
D. Pedro Fernández Temiño y el padre Prior de San Jerónimo de Ma-
drid, y dos oidores, y dos médicos y otras personas graves, y estando
en la portería de fuera, sacado allí el cuerpo de la santa madre Te-
resa de Jesús, descubriéndole, le miraron con mucha curiosidad y admira-
ción y lágrimas, concluyendo ser cosa milagrosa el estar como estaba
sin haberse hecho ninguna diligencia humana ni haberse embalsamado
para conservarle. Y se acuerda también que estando mirando el cuer-
po las hermanas otra vez, teniéndole ya allá dentro entre ellas, vieron
que la palma de la mano tenía llena de un rocío a manera de aljófar
blanco y trasparente, y pareciendo a esta declarante había visto lo
mismo en otra parte o en dos de su cuerpo, le certificó una hermana
que era así, el cual estuvo en esta casa cosa de nueve meses, y
después le volvieron a llevar a Alba, donde le tienen, según han dicho
a esta declarante, muy descarnado, cortándole pedazos de su carne
para devoción de personas que lo piden.

En la octava pregunta dijo: que como dicho tiene, esta decla-


rante se halló en Alba a su muerte, que fué jueves, día de San Fran-
cisco, a la noche, del año de ochenta y dos, y vió quedó su cuerpo
después de muerto tan hermoso como tiene declarado, y el óleo que
destila de sí su cuerpo y cualquiera parteciía de él o de la tierra que
la tocó, es cierto eme le han visto en mucha cantidad del mismo olor que
queda dicho da su cuerpo, y que cuantos papeles y lienzos se han
Puesto y mudado, todos quedan empapados de él con el mismo olor.
En la novena pregunta dijo: que ha oído decir a personas fide-
dignas, que aun siendo la Madre viva, recibieron algunos salud en bre-
^ de algunas enfermedades que tenían con sólo tocarlas la dicha
adre, o hacerles la señal de la cruz u oración por ellas, y particular-
198 PROCESOS

mente se acuerda haberle dicho esto una monja y afirmado que por
intercesión y medio de la santa Madre había sanado como de repente
de un gran mal que la comenzó a dar, que según el curso natural había
de pasar adelante. A la misma oyó decir que otras veces, estando con
dolor de muelas grande, se le quitaba luego que la santa Madre ha-
cía sobre ella la señal de la cruz; y viendo la santa Madre que
aquella hermana acudía muchas veces a tomar este remedio, rehusaba la
Madre de hacerle, y sentía tanto se echase de ver que por interce-
sión suya obraba Nuestro Señor cosas semejantes, que era menester
decirla que no miraban en ello. Y aconteció a esta declarante con disi-
mulación pedírselo, y decirla que la señal de la cruz quienquiera la
podía hacer, que no se la diese nada para moverla a que la hiciese. A
ella misma vió algunas veces trabársele la lengua de la perLesía de
que estaba tocada, y luego que recibía la comunión, se le destra-
baba, y quedaba que podía hablar, y hablaba. Y que oyó decir que
estando un niño sobrino suyo muerto, y tal que a todos lo parecía,
con gran sentimiento de su madre, 'la santa Madre, por consolarla, le
tuvo en sus brazos, y teniéndole sobre sí y tocándole con su huelgo, se
le volvió bueno y sano; y siendo la Madre viva, aconteció una vez,
que estando mala una hermana de esta casa de Avila de jaqueca, que
es un dolor de cabeza muy grave, y habiendo tocado velos, que son los
que se ponen sobre la cabeza, se puso aquel día para comulgar la
dicha hermana uno que era de la santa Madre, y luego se le quitó
el dolor y se sintió buena, lo cual ha afirmado la dicha hermana; y
también dijo a esta declarante ella y otra hermana, que habían visto
algunas veces a la santa Madre en sus arrobamientos, que cuando
la daban a la red- estando predicando el padre fray Domingo Báñez su
confesor, en viéndola así, con un género de respeto se quitaba la ca-
pilla y se estaba descubierto mientras duraba.
En la décima pregunta dijo: que ha oído decir por cosa cierta
de algunos milagros que después de muerta la santa Madre ha sido
Nuestro Señor servido ''de hacer por ella y sus reliquias, desde que
murió hasta los días presentes, y que se acuerda haber oído decir
haber aparecido en casos particulares a algunas personas, las más
de ellas religiosas, y también tuvo carta de la hermana del sobrino
de la santa Madre, de que la pregunta antes de ésta hizo relación,
en que decía que estando a la muerte el dicho sobrino algunos años
después de lo arriba dicho, que la santa Madre le visitó después
de muerta y le consoló, y que él había dicho recio, que si no veían y
sentían cómo estaba allí su tía que le llamaba, y que quedó allí tan
grandísimo olor del mismo de su cuerpo, que duró en el iposento
aún después de muerto por algunos días, de manera qué se echaba
de ver por los que allí entraban.
En las preguntas generales dijo: que lo que ha dicho es verdad
para el juramento que tiene hecho, y en ello se afirmó y ratificó, y dijo
ser de edad de treinta años; y que, como dicho tiene, es sobrina de la
dicha santa Madre, y que por esto ni por otra cosa alguna, no ha
dejado de decir verdad, ni la dejará decir en ninguna manera, y lo
firmó de su nombre y su merced del dicho Sr. Arcediano, juez apos-
'tólico.—£7 Dr. Pedro de Tablares.—Teresa de Jesús,—Rute mí: Fran-
cisco Fernández de León.
PROCESOS 199

DICHO DEL MAESTRO JULIAN DE flVILft (1).

Primeramente, declaro yo, Julián Dávila, que conocí a la santa


madre Teresa de Jesús muy poco tiempo antes que fundase la primera
casa de las Descalzas de Avila; pero sabía, y sé por muy cierto,
que es natural de Avila y que vivían sus padres junto a Santo Domin-
go, parroquia muy antigua de Avila, y a lo que se me puede acor-
dar, vi a su padre, que era un hombre muy bien dispuesto, y le lla-
maban «el Toledano»; después supe cómo se llamaba su padre Alonso^
Sánchez de Cepeda, y su madre se llamaba D.a Beatriz de Ahumada, que
son hidalgos y de gente noble, y por tales son tenidos en Avila todos
sus deudos. Item digo: que desde que empecé a conocer a la santa ma-
dre Teresa de Jesús, que sería desde el año de mil quinientos sesenta
y dos, que fué el mismo año que ella fundó la primera casa de la
Orden primitiva de los Padres Carmelitas antiguos y se llama San
José de las Descalzas de Avila, cuyo principio fué la dicha Madre,
yo la traté, y conversé, y confesé y comulgué al pie de veinte años,
poco más o menos, si no fueron algunas interpolaciones que se me
ofrecieron de caminos hechos por su mandado, tocantes a los nego-
cios de sus fundaciones, como adelante se dirá. Item, que a todos los
más caminos y fundaciones que a la santa Madre se ofrecieron en
medio de estos veinte años, hasta que Dios la llevó, fui yo el que
la acompañaba, y venía y me estaba en los lugares a donde se hacían
las fundaciones todo el tiempo que era menester asistir, hasta que
me mandaba volver a Avila; por "lo cual lo que dijere en lo que me
fuere preguntado, no lo diré de oídas, sino de vista y trato que en
todo este tiempo tuve con ella. Item declaro: que en los principios
de sus fundaciones g gobierno de ellas no tenía persona que particu-
larmente la ayudase y atíduviese en semejantes negocios sino yo;
porque entonces no tenía la Madre a quién más fácilmente pudiese
mandar; lo uno, porque fui yo el primer Capellán del monasterio
de Avila; y lo otro, porque aun antes que lo fuese, se sabía la Madre
muy bien lo hacía go con muy buena voluntad y ponía toda la dili-
gencia que yo podía en lo que me mandaba, porque tenía yo enten-
dido la ayudaba Dios muy particularmente en cuanto ponía mano.
Item, que por los caminos yo la comulgaba cada día, habiendo opor-
tunidad para ello; porque pudiendo, nunca dejaba yo de decir la
misa por los caminos, y confesaba muy de ordinario a ella y a las
que la acompañaban, y veía cómo se guardaba tanta religión y clau-

1 I^eclarÓ el virtuoso V primer capellán de San José de Avila el 24 de abril de


jyo. Es otra de las mejores declaraciones que hay en los Procesos de la Santa. Por
primera vez la publicó en castellano, copiada del Proceso original que se guarda en
Palacio episcopal de Avila (t. 2.o, fol. 271 299 v) como apéndice a su Vida del
M. Julián de Avila, terciario carmelita (Toledo, 1915) el P. Gerardo de San Juan de
la C^ru?;.
200 PROCESOS

sura cuando caminaba como si estuviera en su encerramiento, y en


llegando que llegaba a la posada, se procuraba luego en la venta
o mesón que entraba un aposento adonde nadie tuviese necesidad
de entrar, y allí se guardaba toda la clausura posible, poniendo al-
guna de las compañeras por portera para que nadie entrase a donde
ella y las monjas estaban. Y porque ninguna monja saliese de aquel
aposento a cosa alguna, señalábamos una mujer, la que mejor nos
parecía de la posada, que sola ella entrase y saliese para lo que
era necesario a su aposento, para que a la santa Madre ni a las
que ella llevaba pudiese nadie ver, ni ellas a nadie. Y cuando de
allí salían para caminar, iban cubiertas con sus velos, de suerte que
ni en los caminos ni en las posadas podía nadie dar señas de sus
rostros, aunque conocían que eran monjas, porque iban con sus há-
bitos de sayal y sus mantos de lo mismo y sus velos negros. Item,
que aunque algunos caminos eran bien largos, como era el de Se-
villa y otros semejantes, nunca la Madre ni las monjas se acosta-
ban, antes pasaban las noches en oración vocal y mental rezando sus
horas y devociones, y aun algunas veces se hacían las penitencias
y mortificaciones que se pudieran hacer dentro de sus monasterios; y
todo con el secreto y honestidad que se podía hacer dentro en sus
conventos, de lo cual podrían ser testigos algunas monjas que ahora
viven, y anduvieron muchos caminos con ella. Item, que era tanto
el fervor que esta sierva de Dios traía en estas fundaciones, que
ningún temor ni dificultad le causaba caminar con aguas y nieves
en tiempo de invierno ni en tiempo de grandes calores, en que hubo
caminos en que siempre nos íbamos mojando, pero nunca parando,
por andar nuestra jornada. Y hubo vez que después de habernos
llovido dos días arreo sin cesar, llegamos a una posada a donde era
tanto lo que nos mojábamos en ella casi como en el camino, pero
esto y otras cosas más trabajosas llevaba con un ánimo varonil, esfor-
zándonos a todos y animándonos al padecer por amor de Dios, de lo
cual ella gustaba, y así no temía trabajo ninguno.
Una vez, llevándola yo a Salamanca, era en tiempo de grandí-
simo calor, y así salimos tarde y hubimos de andar dos o tres
leguas con mucha oscuridad, y llevábamos un jumento en que iban qui-
nientos ducados para pagar la casa que se había mercado allí, y el ju-
mento se apartó del camino, de suerte que ninguno de los que allí
íbamos le echamos de ver; y 'fué jumento que en toda la noche pa-
reció. Y teniéndole ya por perdido, a la mañana volvió un hombre
a buscarle y hallóle echado, un poco apartado del camino, que nunca
de allí se había meneado. Pero tenía tanto ánimo para todo la sierva de
Dios que, aunque no pareciera, no se fatigara mucho, porque ella hacía
cuenta que por quien caminaba y trabajaba era poderoso para sa-
carla de todo peligro y trabajo; y así tenía una gran confianza, que
ninguna cosa se le hacía dificultosa a trueco de conseguir el fin
que pretendía.
Otra noche, por ser tiempo de tanto calor, nos fué forzado andar
con noche muy oscura, y como íbamos gente de a pie y de a muía,
y por malos caminos, apartáronse unos de otros, y yo, procurando re-
cogerlos a todos porque fuésemos juntos, dije a la santa Madre que
PROCESOS 201

se detuviese ella y una monja que se llamaba D.a Quiteria, de la Encarv


nación, que- como entonces no había sido pocas descalzas, ayudábase de
las monjas de la Encarnación para los principios, aunque algunas se
quedaban y profesaban la primitiva Regla, y otras se volvían a su mo-
nasterio. De manera, que yo dije: Quédense aquí, que era a la puerta
de una casa de un labrador, y volveré a hacer andar a los que quedan
atrás, porque nos juntemos y no vaya cada uno por sí. Yo volví, y to-
pando la gente íbamos juntos, y volviendo que volvía a buscar a
¡a santa Madre, como hacía tan oscuro, nunca pude atinar a donde
la había dejado, aunque era un lugar de pocos vecinos. Y como di
muchas vueltas al lugar y no la hallé, dije a los demás: Sin duda
que se debió de ir el camino adelante con su compañera. Caminemos
y alcancémosla. Anduvimos hasta alcanzar a otros de los nuestros
con quien yo pensé se había ido, y como yo preguntase si iba allí la
Madre, y me dijeron que no. Dios sabe lo que mi alma sintió de
pena y parte de afrenta, pareciéndome que por mi mal recado la
habíamos perdido. Vuelvo a gran priesa. Y tanta priesa me daba
a vocear como a andar, para ver si me respondía. Andando, que ha-
había andado muy buen rato, topéla. que venían ella y D.a Quiteria
con un labrador que, pagándoselo, las venía mostrando el camino.
Ya con esto nos consolamos todos con llevar delante a nuestra Fun-
dadora. Y esto antes se pasaba en risa y entretenimiento que con
pesadumbre ni disgusto, porque la daba Dios tanto ánimo para todo
lo que se ofrecía, que era espanto.
Y no dejaba Dios de mortificar a la santa Madre por los ca-
minos, de muchas maneras, principalmente en el de Sevilla. Llegamos
a una venta a donde estaban unos hombres, los más perversos que
yo he visto en mi vida, e iba allí el padre fray Gregorio Nacian-
ceno, que le habían acabado de dar el hábito en Beas, e iba a
Sevilla a tener su noviciado. Fueron tantas las bellaquerías que di-
jeron aquellos hombres al recién tomado el hábito, que ni por bien
ni por mal bastaba hacerlos callar, antes las reprensiones les encen-
dían en mayor cólera para decir cuanto se les venía a la boca, hasta
que el Señor permitió que entre ellos se levantase cierta cuestión, con
que echando mano a las espadas unos contra otros, se salieron todos
de la venta y nos dejaron en paz. A todo esto se estuvo la Madre
y^ sus monjas en los carros, cubiertas, que no las vieron, que si las
vieran, como trataron de palabra al Padre, trataran a lá santa Ma-
dre. Pero ninguna cosa de éstas la desasosegaba ni descomponía de
su oración y recogimiento, que siempre traía. En esta venta se pa-
deció bastante sed, porque el calor era muy excesivo, y cada jarrito
de agua muy pequeño costaba dos maravedís, y había menester
cada monja muchos jarritos, de suerte que era muy más barato el
vino que el agua. Y aunque esto fué gran mortificación, conforme a la
honestidad y santidad la acaeció otra, que sintió muy mucho, en
Córdoba. Procuramos llegar allá al punto del amanecer día de Pas-
cua de Espíritu Santo, y como la santa Madre procuraba siempre no
ser vista de nadie, si posible fuera, informámonos a dónde podíamos
ecir misa sin gente, antes que la gente de Córdoba nos viese, y
ijeronnos que estaba una ermita fuera de la ciudad a donde nos
202 PROCESOS

darían recado, y al tiempo que íbamos a entrar por el puente, es-


torbáronnos, diciendo que ningún carro podía pasar por él. sino con
licencia del Corregidor o del Alcalde mayor. De suerte que tuve
yo de ir al Corregidor, g Antonio Gaytán al Alcalde mayor a pedir
licencia; y como era tan de mañana, de aquí a que nos despacharon
pasaron más de dos horas, y ya que trajimos licencia, los carros no
cabían por el puente. Y todo esto era tan contrario a lo que la
Madre pretendía, que no pudo ser más, porque, aunque las monjas
se estaban recogidas en sus carros, era tanta la gente que ss rodeó
de ellos, barruntando lo que en ellos venía, que no nos pudimos va-
ler. Con todo eso, guardaba la Madre tanta serenidad y sosiego, que
nada la perturbaba. A l fin, con cortar los pezones a los carros y me-
terlos de lado a costa de brazos y mucha gente que fué menester,
pasaron sin apearse ni descubrirse ninguna de las monjas. Pero
después hubo otra cosa en que la santa Madre se mortificó mucho,
y fué, que la ermita a donde nos endilgaron era a donde se hacía
la fiesta del Espíritu Santo con danzas y gran procesión; y como era
ya entrado el día, no se podía ya volver a la ciudad ni había otro
cabo a donde poder decir misa sino en la ermita, que estaba ya
llena de gente. Y sintió esto la Madre en tanta manera, que si yo
la dijera que no fuera pecado dejar la misa, la dejara sin escrúpulo,
pareciéndola grandísima la dificultad haber de ir tantas monjas entre
tanta gente. Pero como yo la dije que no convenía dejar la misa,
aunque más inconvenientes hubiese, pudiéndola oir, se rindió, y pu-
simos las monjas en modo de procesión, muy cubiertas con sus velos;
yendo la santa Madre la postrera, como quien iba por retaguardia
de un ejército; y así rompimos por entre la gente que, como es-
cuadrones de enemigos, nos iban cercando de una parte y otra, no
con poca admiración de todos. Yo me adelanté un poco, y movido
de la necesidad que llevaba de decirlas presto misa y sacarlas de
aquel conflicto, entré en la sacristía con mucha liberalidad y vístome
de presto, y tomé aparejo para comulgarlas a todas. Y si no me die-
ra tanta prisa para ponerme en el altar, yo tuviera dificultad gran-
de, porque vino el clérigo que tenía cargo de la ermita y riñó al
sacristán porque me había dado el recado. Y debía de ser tan es-
crupuloso, que si me pudiera quitar del altar, lo hiciera. Y como
supo que llevaba recado para comulgar a las monjas, debióle de pa-
recer que yo no lo podía hacer, y púsose sobrepelliz y una estola,
y púsose a mi lado. Yo luego barrunté lo que podía ser y no le di
lugar a que me dijese nada, porque volví a su tiempo a que dije-
sen la confesión, y le embaracé, que como estaba allí tanta gente,
no se atrevió a litigar conmigo; pero aguardóme a que me desnu-
dase e hízome una reprensión grande; pero como ya estaba hecho lo
que queríamos, dióme Dios paciencia y respondíle pocas palabras
porque no veía la hora de verme ya salido de aquel tumulto. Pusimos
las monjas en sus carros, y fuimos con grandísimo sol a buscar en
el camino a donde pudiésemos hallar alguna sombra para desayunar-
nos, y vimos un arco de puente, y debajo de él hubimos de tener
la siesta, aunque no estaba tan decente como merecía la gente que
allí llevábamos.
PROCESOS 203

Todo esto llevaba la santa Madre con tanto desenfado y tan


sin pena, que a todos nos la quitaba, aunque la tuviéramos muy gran-
de Y es así, que así como a los enojosos y melancólicos todo les
causa desabrimiento y disgusto, así, por el contrario, a los devotos
y humildes todo les causa devoción y procuran de todo sacar mérito,
y así ahorran de trabajo y ganan gran premio. De esto nos era la
santa Madre grandísimo ejemplo en lo que se le ofrecía. Y era la
santa Madre tan agradable g de tanta caridad, que como nos vio a
todos con necesidad de alguna recreación santa que nos alentase,
compuso unas coplas muy graciosas al tiempo que habíamos de pasar
a Guadalquivir en una barca, porque en esto de componer a lo di-
vino tenía también notable gracia; y así nos íbamos entreteniendo y
olvidando, en parte, el trabajo del camino con las coplas. Y fué bien
menester, porque nos engañó un barquero, diciendo que en su barca
podíamos pasar todos, y no era su barca para pasar carros, sino
sólo la gente y algunas cabalgaduras; y él por ganar se atrevió a
lo que nos pudiera costar bien caro. AI fin pasamos las monjas y
la gente bien, pero como se desunieron los carros al pasar que pa-
saron, como no estaba la maroma atada de la otra parte del río,
empieza el carro a irse río abajo, que no bastaba el remo para
llevarle derecho a donde había de i r ; de suerte fué que a la mira
de todos el barco con las muías y carros se iba el río abajo. Fué
menester que todos asiéramos de la maroma que estaba suelta y ata-
da al barco; y como quien ve la tormenta al ojo, parte de las mon-
jas estaban de rodillas clamando a Dios, y parte de ellas ayuda-
ban a tirar de la maroma, porque los hombres que allí nos hallá-
bamos eran pocos para detener el barco, aunque vino uno que desde
una torrecilla que estaba cerca nos estaba mirando y nos ayudó; y
el ayuda de Dios fué la que nos libró de aquel peligro más que
no la de los hombres, porque el barco se detuvo en un bajío, y así
se pudo escapar de l a randa del agua y salimos a puerto de luz. Bien
se entenderá en estos trabajos y peligros cuánto padecía la santa
Madre, pues iba todo a su cuenta; y con cuánta prudencia y paciencia
lo llevaba, pues ningún desasosiego ni distracción le causaba todas
estas cosas, fiándolo todo de Dios, y en lo que se podía poner di-
ligencia la ponía y hacía poner muy bastante, y en lo que no bas-
taba diligencia humana, poníalo en las manos de Dios, y Su Majestad
la sacaba de todo con mucha prosperidad, como a persona que la
guiaba Dios en todo lo que hacía. Item, que de tal suerte midió el
gasto que se podía hacer desde Beas a Sevilla, que debían de ser cin-
cuenta leguas, que pagada la costa y los carreteros, cuando estába-
mos a la mira de Sevilla no le sobraba ni faltaba blanca, antes, como
ella dijo, le sobró una blanca con que entramos en Sevilla. Y en
esto se entenderá el ánimo y confianza que tenía en Dios más que
no en las gentes, pues se atrevió a entrar en una ciudad a donde
no se conocen unos a otros, con siete u ocho monjas sin tener con
qué darlas de comer, y era tanta la confianza de que no la había
ios de faltar, que ningún hombre de los que en el mundo son ricos
Pudo tener tanta en su dinero que llevase consigo, como ella tenía
en su Dios, sin llevar blanca ni tenerla de renta; y desde a muy
201 PROCESOS

pocos días tenía no sólo para comer, sino para mercar casa de mucho
dinero, como diremos cuando tratemos de la fundación, y también
tuvo para darme a mí y a mi compañero Antonio Gaytán con que
nos viniésemos desde Sevilla a Avila. En lo cual se ve claro ¡a fe
viva que tenía la Madre en Dios y la esperanza tan clara y rara,
como se ha podido ver en los Santos, y la caridad tan ferviente, que
ni los trabajos ni las contradicciones ni los desvíos y poco favor que
la gente la mostraba, ni otras cosas que sería muy largo decirlas,
para que la resfriasen la caridad y amor de Dios que en todo mos-
traba; que con mucha razón podía decir con San Pablo: ¿quién ni
quién será bastante para apartarnos de la caridad y amor de Jesu-
cristo? (1). Yo, como testigo de vista, digo que ninguna cosa adversa, ni
próspera, ni que tocase a la hacienda, ni a honra, ni a la vida ni a
otra cosa alguna, bastaba para dejar de ir adelante con sus fundaciones
como persona que andaba al seguro de que Dios no la había de faltar,
como no la faltó ni dejó de ayudar muy particularísimamente, como diré
en las preguntas que se me hicieron. Empezando por el fin que tuvo
para andar en estas fundaciones y diciendo los medios con que vino a
conseguir el fin, y dejando los caminos, que sería -muy largo de decir
todo lo que en ello nos acontecía, diré algo de las fundaciones. Y res-
pondiendo primero a la pregunta que se hace en esta probanza de la
santa madre Teresa de Jesús sobre la fe, y esperanza y caridad que
esta sierva de Dios tenía, digo que, a mi juicio, que aunque diré
lo que siento en ello, será tan poco comparado a lo que yo entendí,
que será no decir nada, aunque en estas cosas más se ha de entender
de ella por los efectos que hacen que no en sí mismas, pues sabemos
son virtudes espirituales y que no se pueden conocer sino por las
obras. Y por tanto, digo lo primero, que lo que conocí y vi es, que el
gran fervor y amor de Dios que tenía, la movió a no se contentar tanto
de la profesión que guardaba en la Encarnación de Avila, aunque se
guardaba mucha, pero al fin era de los monasterios mitigados por
dispensación del Papa; y así no se llevaba en él el rigor que su
espíritu pedía, y así la puso Dios en voluntad de procurar hacer
un monasterio de pocas monjas, a donde se guardase toda la perfec-
ción que en mujeres puede haber, acordándose de la primitiva Regla
de los Padres antiguos, en la cual no se tenía ningún género de
propiedad y tenían mucha penitencia y ayunos, y no comer carne
en toda la vida, sino por necesidad, y estarse a solas en sus celdas
meditando siempre en la ley de Dios. Esto y otras cosas seraejanteg
la movieron a intentar hacer el primer monasterio que se hizo en Avila,
sin tener advertencia por entonces que había de haber más de aquél,
á donde ella y las que allí entrasen se diesen del todo a la oración
y mortificación y penitencia, como su espíritu lo deseaba; y así lo in-
tentó, movida del Espíritu Santo, que no de la carne ni sangre ni
voluntad propia, pues lo que pretendía era del todo contrario a cosas
semejantes. Item, que con esta gran fe y celo de Dios, teniendo puesta
toda su esperanza en Dios más que no en sus diligencas, empezó a mo-

1 Ad Rom., VIII, 35.


PROCESOS 205

ver su corazón, a poner los medios y manos que ella pudo y supo,
porque, fuera de la ayuda que Dios para ello la hizo, de su naturaleza
era discretísima en todo género de ocasiones que se la ofrecían; y
asi lo mostró en este negocio juntamente con monstrar Dios patente-
mente el quererla ayudar y favorecer en este negocio, pues €ra para su
servicio, corno se mostró en las dificultades que el Señor permitió se
la ofreciesen en esta primera fundación; porque por aquí se dió a en-
tender clarísimamente que, a no ser Dios el que la movía a hacerlo, era
imposible salir con ello, principalmente que la contradicción que tuvo
de todo género de gente que el "demonio movía para estorbar este he-
cho, no era contra algún prelado ni contra algú.n señor poderoso del
mundo, ni contra algún rico y poderoso que con su dinero pudiese re-
sistir a tantos, sino que era contra una mujer, aunque alias fuerte,
que ni tenía caudal, ni libertad ni favor humano. Y con todo eso, como
le tenía divino, venció a todos, y no sólo salió con que este monas-
terio de Avila se hiciese, sino que fuese principio y seminario de a
donde se poblase de semejantes plantas toda Castilla la Vieja y la
Nueva, y no parase en este reino, sino que en el de Portugal y Gé-
nova y las indias, y en poco tiempo se poblase de ellos; y lleva ca-
mino de poblarse todo el mundo, como yo lo he visto, por ser el que a
anduve con la santa Madre mientras vivió; y después se van siempre
aumentando en tanta manera como se aumentó la Regla de San Fran-
cisco y Santo Domingo.
Item, que la causa de esto es, a lo que yo entiendo y he visto
por experiencia, porque he tratado y trato muchos monasterios de
monjas, que mirándolo y considerándolo con cuidado, no había en la
Iglesia de Dios monasterio de mujeres adonde se guardase la perfec-
ción y religión que humanamente se puede guardar, como los hay de
hombres; porque aunque en los demás monasterios hay mucha perfec-
ción y mucha clausura y mucha pobreza, y mucha obediencia, y en unos
más que en otros, con iodo eso, oso decir que a donde se guarde más de
ordinario la oración mental y la mortificación y menosprecio de sí
mismas, y de todas las cosas, y a donde se guarde más clausura y
obediencia y suma pobreza y otras cosas a este modo, que ninguna
Orden se hallará que llegue a ésta. Por lo cual se da a entender haber
sido Dios el que ha movido a esta santa Madre, tomándola por ins-
trumento de cosas tan heroicas y que tanto importan a la Iglesia de
Dios, y que haya almas perfectas en mujeres también como las hay
de hombres, y aún que las haya tales, que muchos de los que tienen
nombre de santos tendrán harto en llegar a donde muchas de ellas
llegan.
Volviendo, pues, a decir la dificultad que tuvo en el primer mo-
nasterio de Avila, digo que fué tanta y tan grande como la ha habido
en todas las cosas buenas que el demonio ha querido estorbar, y si por
que pasó exteriormente lo hemos de juzgar, dije poco en decir tan
grande; porque con razón y verdad se puede decir que fué la mayor con-
tradicción que se ha visto ni leído en libros, porque como yo vi por vista
de ojos que el día de San Bartolomé por la mañana del año mil quinien-
tos sesenta y dos que salió hecho el monasterio y puesto el Santísimo
Sacramento, todos clamaban y alababan a Dios, parcciéndoles cosa del
206 PROCESOS

cielo. Y ésto no duró más de hasta el medio día, porque desde el medio
día adelante, como entre la gente principal del pueblo se empiezo a vitur
perar del monasterio y de quien en él había andado, trajo esta opinión a
todos los demás tan rendidos, que ninguno decía ya bien de él, sino que
cada cual decía lo que se le antojaba; y esto no sólo de los seglares,
sino de religiosos y hombres de letras trataban tan mal del negocio
como si se hubieran hecho algunas cosas infames. Y con esta voz de
todos, dieron los regidores del pueblo y el corregidor y toda la co-
munidad en que luego se deshiciese el monasterio y echasen fuera a
las cuatro monjas a que se había dado el hábito, y con esta determi-
nación fué el corregidor al nuevo monasterio a requerir a las monjas
que saliesen luego, si no, que las quebrarían las puertas. Y entonces
ya no estaba allí la santa Madre, porque sus prelados la habían man-
dado tornar a la Encarnación; pero las novicias respondieron que ellas
no saldrían sino por la mano de quien allí las había metido; que si
quisiese quebrar las puertas, que las quebrase, quie él miraría lo que
hacía; pero como estaba puesto el Santísimo Sacramento por mandado
del obispo D. Alvaro de Mendoza, que era entonces obispo de Avila,
y hombre de gran valor y amicísimo de la gente virtuosa, y así favorecía
las partes del monasterio, y por tanto no osó pasar adelante el corre-
gidor con el intento que traía, pensando llevarlo por otro camino,
para poderlo hacer sin peligro, y con parecer de letrados. Y fué, que
se mandó hacer una junta la más solemne y de mayor autoridad que se
ha hecho ni se podrá hacer en Avila en toda la vida por grave nego-
cio que se ofrezca, porque en esta consulta se juntaron en el Consis-
torio de Avila todo el regimiento y las cabezas del común del pueblo,
para que hablasen en nombre de toda la Comunidad. Juntáronse tam-
bién de parte del Cabildo de la Iglesia mayor, y de cada Orden de los
monasterios de frailes de Avila fueron dos de cada casa. Y juntos todos
y ventilado el negocio, y conformándose los pareceres, todos una voce
dicentes dijeron, que era bien que el monasterio se deshiciese. De ma-
nera que regidores y caballeros, común del pueblo, y el Cabildo, y
todos los monasterios, que los más letrados de ellos se hallaron en Ip
junta, todos vinieron en un parecer, y era que no convenía otra cosa
sino que se deshiciese luego. Sólo hubo de parte del obispo de Avila,
el maestro Daza, hombre de muchas letras y muy ejemplar, que diese
algunas razones y muy buenas en favor del monasterio; pero no se
hizo caudal de ellas, sino de las que decían la mayor parte de la junta;
y así se acabó de concluir de todos que se deshiciese el monasterio;,
bien es verdad que los que se hallaron de parte del Cabildo, por no
ir contra su Obispo, callaron no diciendo bien ni mal.
Bien parecía permitir Dios todo esto para que más claramente se
manifestase ser esta obra de Dios, pues el poder de los hombres no
pudieron prevalecer contra ella. La Madre había bien menester la fe,
esperanza y caridad que tenía para poder llevar contradicción tan fuerte.
La santa Madre bien se entenderá con el cuidado que estaría esperando
quien la dijese lo que se había decretado en tan solemne junta, porque
aunque los prelados de su Orden la mandaron volver a la Encarnación
y dejar a solas a las cuatro que habían tomado el hábito, con todo
eso la dieron licencia para que desde allí negociase lo que pudiese en
PROCESOS 207

defensa de su monasterio; y así estaba a la mira de lo que había


de suceder. Pero aunque supo la determinación del consistorio, no por
eso desmayó, ni podía creer que el monasterio se había de deshacer;
antes tenía tanta fe y esperanza en que había de seguir adelante con-
forme a lo que había entendido de Nuestro Señor, que mientras más
contradicciones veía, más se le confirmaba la esperanza de que era
negocio de Dios, y que como el demonio entendía se había de servir
Dios tanto de él, así ponía tanta astucia en estorbarle. Bien es ver-
dad que humanamente no se pudiera tolerar tan brava contradicción, si
el Señor, por quien ella lo había empezado, no la ayudara y consolara
con sus divinas palabras, porque, como ella lo cuenta en su libro, en
este tiempo, cuando le daban las gentes las nuevas de que se había
de deshacer el monasterio, la dijo Dios estas palabras: No sabes que
soy poderoso, ¿qué temes? En lo cual se da a entender cuán a su
cuenta tomaba Dios este negocio, y para que se entendiese así, per-
mitía se levantase contra ella todo el infierno y todo el poder del
mundo, para que se viese claro no era esta obra de mujer ni de in-
dustria humana, sino obra del brazo del poderoso Dios, que por este
camino quería levantar esta sagrada Orden, y edificarla, y plantarla,
y ensalzarla por el mismo camino que edificó y plantó su santa Iglesia
en el mundo, tomando para ello, no gente poderosa, sino gente flaca;
no gente sabia, sino ignorante; no gente favorecida del mundo, sino
gente desechada del mundo, para que se mostrase bien no era esta obra
de hombres, sino de Dios. Y así con las mismas contradicciones y per-
secuciones que el demonio y el mundo ponía para deshacer lo que Dios
pretendía, con eso crecía y se aumentaba la Iglesia, de quien está
escrito que las puertas y fortalezas del infierno no prevalecerán con-
tra ella (1). Pues este modo quiso Dios tomar para la edificación de las
monjas Descalzas y Descalzos de la primitiva Regla, y así se ha visto
por experiencia que cuantas contradicciones la santa Madre ha tenido,
no sólo no la han estorbado sus fundaciones más antes la han ayudado.
Y como la santa Madre tenía ya entendido y creído esto, así no
sólo no la estorbaban las contradicciones, más antes la ayudaban, y po-
nían más esfuerzo, como lo diremos adelante en las preguntas que se
nos hicieren. En lo cual se da bien a entender haber Dios tomado a la
santa Madre por instrumento de la fundación de esta Orden y del aumen-
to de su Iglesia, lo cual decía ella muchas veces que a trueco de au-
mentar en la Iglesia de Dios una Iglesia más, pasaría ella por cuan-
tos trabajos en el mundo se puede imaginar. Y así la dio Dios que por
su mano y por su diligencia se aumentasen tantas cuantas hoy día se
ven y se verán de cada día, tomándola Dios por instrumento, como tomó
a los Apóstoles en el principio de la Iglesia, por lo cual se da bien
a entender la dotaría Dios de todas las partes y gracias que para
tan alto oficio era menester, como lo hace Dios de ordinario, que cuan-
do elige a uno para un oficio, juntamente le da la gracia necesaria
para usar bien de él, lo cual se ve en esta sierva suya, dotándola de
tantas gracias y dones como eran menester para tan graves y dificul-

1 Matth.. XVI, 18.


208 PROCESOS

tosas obras como en su vida hizo g van haciendo sus hijos e hijas,
como se ve hoy día.
Tornando a la persecución que hemos empezado a decir, vino a
ponerse el negocio en término de pleito ordinario, para lo cual eran
menester dineros y solicitadores, y no tenía uno ni otro, ni persona
que quisiese hacer las partes de este monasterio, porque como era iel
Corregidor y el regimiento los que pleiteaban contra el monasterio,
ningún escribano, ni procurador ni letrado quería ayudar ni hacer
diligencia de las que eran menester. Y esto fué en tanta manera, que
yo, como era clérigo, y no me podían estorbar ni se me daba nada ir
contra el Corregidor y los demás, hacía las diligencias que el Procura-
dor había de hacer, y fui a hacer cierto requerimiento al Corregidor
que era necesario. Y de esta manera se vino a remitir el negocio a Con-
sejo Real, y fué en seguimiento por la parte del monasterio Gonzalo de
Aranda, un clérigo muy devoto de la santa Madre, y en Consejo
mandaron venir un receptor de Madrid para que hiciese información
de parte del monasterio y de la parte de la ciudad, y mientras estas
informaciones se hacían, cesó la furia de parte de la ciudad, y no
siguieron rnás el pleito. Y la santa Madre se vino con licencia de sus.
prelados a su nuevo monasterio, en el cual servía a Dios con grandí-
sima perfección y con muchas mercedes que de cada día recibía del
Señor, y muchas más que las que dejó escritas en su libro, de lo cual
soy testigo, que me dijo algunas y muy señaladas, de las cuales no hace
ella mención. En lo cual se da bien a entender la gran fe y la gran
esperanza y caridad que esta sierva de Dios tenía, pues salía con tan
dificultosas cosas, siendo contradecida de tantos.
Item, que por gastar toda su vida en esta perfección de vida, pro-
curó traer un Breve de Su Santidad para mudar la obediencia y darla
al Ordinario, a quien estaban sujetas estas Descalzas, y el que en Roma
le procuraba no hizo tan bastantes diligencias para que el Breve fuese vá-
lido, y sin saber la Aladre esto, estaba su conciencia inquieta, parecién-
dole el Breve no venía tan seguro, aunque esto no lo entendió del todo
hasta que viniendo por Avila el Generalísimo de su Orden, le UeVó
allá el buen obispo don Alvaro, entendiendo había de gustar mucho
de ver monjas de su Orden tan humildes y mortificadas y tan dadas a
la oración y perfección de la vida. Y fué así que el General gustó tanto
de ver aquellas nuevas plantas que en su Orden empezaban a resplan-
decer, que preguntando y hablando con la santa Madre sobre la mu-
danza de la obediencia, se echó de ver el error que el Breve había
traído, porque era necesario haber citado y notificádolo al 'Gíeneral, lo
cual no se había hecho, por lo cual el Breve no tenía fuerza. Y así,
con gran contento la dijo que era suya, y la dio patentes para que
saliera a hacer de aquellos monasterios cuantos pudiese, con tal que
fuesen todos sujetos a la Orden, y así se lo dejó mandado: y ella,
como era tan puntual en la obediencia, procuró luego salir del sosiego
y quietud que allí tenía para hacer lo que su General le había man-
dado, aunque los que no sabían esto la murmuraban harto, diciendo que
no sabía estar queda. Y es verdad que aquel espíritu que tenía era tan
fervoroso, que no la dejaba sosegar, sino que en haciendo una obra
grande en el servicio de Dios, luego procuraba hacer otra mayor, sin
PROCESOS 209

temer dificultades ni hacer caso de pequeños inconvenientes a trueco


de añadir una obra buena a otra mejor, a manera de los mercaderes
eme cuando les va bien en las mercadurías, no se les acuerda del comer,
ni del dormir, ni temen peligros de la mar ni de la tierra, por añadir
dinero a dinero y heredad a heredad. Pues con mucha más codicia
espiritual andaba esta sierva de Dios todo el tiempo que la conocí
hasta que el Señor la llevó a descansar al cielo, viniendo harto nece-
sitada de descansar en la tierra cuando vino de la fundación de
Burgos, que fué la postrera fundación que por su persona hizo.
Pues dejando esto para su lugar, diré algo de lo mucho que acon-
teció en la fundación segunda, que fué la de Medina del Campo, por-
que se vea cómo resplandecía su fe, g esperanza y su caridad en cuanto
hacía y decía. Viéndose, pues, con tan copiosa patente y mandato de su
General, rae envió luego a mí, Julián Dávila, a Medina del Campo,
para que hiciese allí una información de la utilidad y provecho que
sería para el lugar, y el servicio que a Dios Nuestro Señor se hacía
en que hubiese allí un monasterio de Descalzas Carmelitas. Yo fui por
su mandado, y en quince días que allí estuve, hice la información
tan copiosa y bastante, que no había más que pedir, porque los tes-
tigos que dijeron fueron de los regidores del lugar y de los Padres
de la Compañía de Jesús y otros testigos de los más abonados del pue-
blo, que parecía quería el Señor aprobar y apoyar este negocio por
el camino contrario que en Avila había el demonio procurado desacre-
ditar. Como la santa Madre supo de la buena información, y de la
licencia que se había sacado del Abad de Medina para que el mo-
nasterio se fundase, mandóme que alquilase una casa, la mejor que
hubiese en todo Medina, porque quería no poner las monjas sino con
autoridad, y lo hice así; porque tomé una casa que me costaba de al-
quiler cada año cincuenta y un mil maravedís, y cierto que, a lo que creo,
no tenía la Madre entonces cincuenta maravedís, sino que su ánimo era
tanto, y con la gran fe, y esperanza y caridad que hacía las cosas, no
temía le había Dios de faltar, g esto la hacía emprender cosas gran-
des, fiada de que hacía las obras de Dios y por Dios, y que él había
de salir con todo, como se hacía de ordinario. Y como iba tomando
experiencia que, aunque se le ofrecían dificultades, la sacaba Dios muy
bien de ellas, no se le ponía nada delante a trueco de hacerle algún
servicio, que éste era siempre su intento y fin. Como yo vine a Avila
y traje mi escritura hecha del arrendamiento de la casa, y el que me
la había arrendado era un hidalgo muy honrado, que se llamaba Alonso
Alvarez, que con su diligencia curaba de limosna a todos los de males
contagiosos, no parecía se nos podía torcer ni deshacer lo hecho; y así;
la santa Madre no curó de hacer esto secreto, sino con toda la publi-
cidad que el negocio requería. Y así sacó de Avila seis o siete monjas
de la Encarnación con alguna seglar que tomase allá el hábito, y para
esto no faltó quien la prestase dineros, y salimos de Avila como a
cosa hecha y que no habíamos de hacer más de meternos en la casa y
fundar el monasterio en ella sin ruido ni estorbo. Y ya que llegábamos
a la entrada de Arévalo con carros y gente de a pie y de a caballo,
y que la santa Madre había puesto muy buena orden para la costa del
camino, dando a uno de los que iban el cargo del gasto y que hi-
14
21-0 PROCESOS

cíese oficio de mayordomo, y que parecía llevábamos un viento muy


próspero en nuestro viaje, llega un propio enviado de ñlonso Alvarez,
y dánme una carta en que decía, que en ninguna manera saliesen las
monjas de ñvila hasta averiguarlo con los frailes Agustinos, que vivían
muy cerca de la casa alquilada y que habían salido a la cáusa, porque
decían les haría gran perjuicio tener monasterio tan cerca del suyo.
Esta tal nueva, si nos la dieran antes que saliéramos de Avila, no era
mucho trabajo; pero dárnosla a tal tiempo, y diciendo con gran deter-
minación que él que no nos daría la llave de la casa hasta que lo ave-
riguásemos con los frailes, diónos a todos los que allí íbamos harto
trabajo; y creo que quien menos lo sentía era la Madre, a quien to-
caba más el sentirlo que a los demás; pero como era mujer valerosa
y fuerte y determinada en las obras de Dios, dióse a la oración y
a tomar consejo de lo que se había de hacer. Y cierto, era caso terrible,
porque el volverse a Avila, no era hacedero, porque diera que reír, y
con razón, a todos; el ir adelante y entrar en Medina sin tener la
casa en que se meter, no parecía cosa razonable, principalmente llevando
como llevábamos tanto ruido y aparato de casa. Pero al fin como era
negocio de Dios y quería por aquel camino ejercitar a la nueva Fun-
dadora en la fe y en la esperanza, hubo quien nos dijese que había
una señora, que vivía entonces en un lugar cerca de Arévalo por donde
habíamos de pasar, que tenía en Medina una casa medio caída, que nos
fuésemos por allí y quizás nos dejaría entrar en ella. Y así fué, que
yéndonos por allí, nos dió una carta para el mayordomo que moraba
en ella en harto poco espacio que estaba en pie, que lo demás de la
casa todo estaba por el suelo, y le mandaba nos diese luego aquel
cuarto en que él vivía, y se saliese luego de la casa, y así lo hizo,
como se dirá adelante. Pero antes que saliésemos de Arévalo le pareció
a la Madre, que era por quien todos nos guiábamos y ella se guiaba
por Dios, que no fuésemos con tanto ruido de carros JJ gente, y así
como un buen capitán que viéndose en peligro procura repartir su
gente, acomodándose y apercibiéndose para el peligro que podía venir, lo
primero que hizo fué despedir la gente que venía de acompañamiento
y para dar autoridad, y lo segundo envió a la mitad de las monjas
en casa de un cura que estaba cerca de Arévalo, y era pariente de las
más monjas, que las enviaba para que se estuviesen allí hasta ver en
qué paraba el negocio, y con las demás y con poca gente, sin carros
y sin ruido, nos fuimos a Olmedo a donde al presente residía el obúsf-
po don Alvaro de Mendoza, que era quien más la ayudaba y favorecía
en estas fundaciones, porque la tenía mucha devoción y daba mucho
crédito.
Llegamos a Olmedo al anochecer, y como a otro día era la fiesta
de Nuestra Señora de la Asunción, y la Madre quería que en su día
se fundase la casa, con esta prisa no se paró allí más de mientras
se aderezó un coche en que fuese la santa Madre y otras dos o tres,
monjas que iban con ella, y yo me adelanté medio a la posta para preve-
nir a los frailes Carmelitas que nos prestasen ornamentos y otras cosas
necesarias para la fundación. Llegué a Medina a la media noche, y dá-
bame harta prisa a llamar en el monasterio, que fué harto oírme y querer-
me abrir, porque ellos no sabían que entonces y a tal hora había de ve-
PROCESOS 211

nir la Madre; al fin cuando llegó el coche ya me habían abierto y dicho


uo a los Padres a lo que veníamos; g así en apeándose las monjas, sin
más detenimiento, tomamos de la sacristía todo lo que era menester
para adorno del altar y para decir Misa, y entre yo y un capellán
del Obispo de Avila, que le había mandado acompañase a las monjas
hasta allí, y dos o tres frailes y las monjas, todos nos cargamos de
los aderezos que eran menester, y nos fuimos por de fuera del lugar
a la casa de la señora, sin saber el mayordomo y una ama suya cosa
alguna, y a puros golpes y aldabadas nos hubieron de abrir, no en-
tendiendo la persecución que venía también sobre ellos, porque con la
carta de la señora y la prisa que nosotros les dimos, hubieron en
aquella hora, que debían de ser entre la una y las dos de la noche, de
salir de la casa y nos la dejaron desembarazada, y en lo que faltaba
de ahí a la mañana se hizo en aquel corral caído un altar, y se rodeó
de unos paños de pared que hallamos en la casa de la señora. Y así
al amanecer, puesto el altar y puesta la campana y lo demás que era
menester, fui yo a llamar a un escribano o notario, y aquella hora
le traje para que hiciese cierto auto jurídico, para que nadie nos es-
torbase ni impidiese lo que allí se hacía, que era harto de temer.
Hecho esto, al punto del alba se dijo misa y se puso el Santísimo
Sacramento y se tañía la campana, que parecía se deshacía tañendo,
y la Madre y sus compañeras se metieron tras una puerta que estaba
a la subida de una escalera que iba al cuarto que estaba en pie; y
tenían delante la puerta el altar, y no podían ver misa sino por entre
los agujeritos de la puerta, y esta puerta servía de clausura, y de
locutorio, y de torno y de harto trabajo que la buena Madre sintió
cuando se iba descubriendo el día y juntamente con la luz se iba des-
cubriendo la humildad del lugar a donde teníamos puesto al Santí-
simo Sacramento. Y no era esto lo peor, porque ni estaba en lugar
decente ni a donde se pudiese guardar con puertas ni llaves, sino como
en la calle, lo cual dió mucha pena a la santa Madre, cuando se vió
ya encerrada ella y sus compañeras, y vió cuán desencerrado quedaba
todo lo principal, sin poder por entonces poner remedio ni reparo en
cosa. Y aunque es verdad que la santa Madre veía hecho lo que
quería, aguósele tanto el contento, que creo yo ninguna fundación le
fué de tanto trabajo como ésta; y he pensado, que como la Madre
quiso entrar con tanta autoridad, y para eso me hizo tomar casa de
cincuenta mil maravedís de alquiler, que la quiso el Señor mortificar
y humillar, ordenándolo tan al revés, que ninguna persona de razón le
pareciera sino desatino y poco respeto a Dios y a las gentes que tal
habían de ver,
Pero el Señor, que permitió lo uno, ordenó también que llegándose
toda Medina a ver aquél espectáculo nuevo, que así como era nueva
la fundación, así era muy más nuevo el modo y manera de ella, y con
todo eso no se halló persona de los grandes ni de los chicos, de los
sabios y no sabios, que pusiesen la menor mácula del mundo en ello,
antes les daba tanta devoción, que parecía mover Dios los corazones
a que adorasen y alabasen y reverenciasen a Dios, como lo hizo cuan-
do el Señor entró en Jerusalán el día de Ramos sentado sobre la asna
Ü el pollino, que no menos humilde, estaba el Señor a donde le pusi-
212 PROCESOS

mos. Y así como aquél fué milagro maravilloso, podríamos decir lo fué
éste; pues viendo al Santísimo Sacramento en parte tan humilde, todos
le adoraban y honraban, y ninguno murmuraba ni reprendía a quien
tal atrevimiento había tenido de ponerle en tan bajo lugar.
Paréceme también que la gente de Medina adoraba a Jesucristo
casi en la forma que le adoraron los tres reyes Magos, en lo cual así
como es loada y estimada la fe que tuvieron estos santos, así lo puede
ser la que tuvieron los medineses, pues la bajeza del lugar no les es-
torbó la adoración y devoción que debían tener al Señor que allí
estaba. Mostró Dios aquí bien ai revés lo que había pasado en Avila
en la primera fundación, para que en esto se vea claro andaba la mano
poderosa de Dios en ello. Y creo que por las razones que he dicho y
las que se podrían decir, la dijo Dios en una revelación a la santa
Madre que la fundación de Medina fué milagrosa. Y parece claro, por-
que entre tanta gente como había en Medina y veían cosa semejante,
no haber uno ni ninguno que murmurase ni le pareciese mal, ¿a qué
se puede atribuir sino a que Dios les detenía la lengua y movía
el corazón a que dijesen bien de ello y no mal, como podían decir,
no del hecho, que al fin era bueno, sino del modo en que se hizo? Pero
esto que la gente no veía ni entendía, porque Dios les detenía el curso
natural, se lo dió a entender a la santa Madre, de suerte, que como
ella se vó encerrada tras una puerta y que para hablar ni negociar, ni
pir misa, no tenía sino los agujeros de la puerta, y veía por otro cabo
el Santísimo Sacramento como puesto en la calle, dióle esto terrible
trabajo, y no sabía en el mundo qué se hacer, y así rae daba a mí!
gran priesa a que le buscase una casa a que pasarse mientras se aco-
modaba a donde poner el Santísimo Sacramento. Yo anduve como ocho
días deshecho a buscar casa; pero como Medina estaba entonces en
su prosperidad, no había casa ni rincón desembarazado; y si Dios no
moviera a un mercader, que habiéndolas compasión de verlas en tan
extrema necesidad, acordó de recogerse en su misma casa, y dejándoleis
desembarazada la media dióles lugar a que se pasasen a ella mientras
se daba traza y manera como acomodarse. Y así la Madre admitió de
buena gana este medio, y pasáronse luego las monjas y el Santísimo
Sacramento a la media casa del mercader. Y así se dió lugar y tiempo
para que mercasen aquel sitio de la señora que se le había prestado,
y luego les dió Dios con que mercarle y con que labrar una muy
buena casa en que ahora viven; y han gastado en aquel sitio muchos
millares de ducados, y tienen muy buena casa y buen puesto, que cla-
ramente se vió haber permitido el Señor todos aquellos acaecimientos
para que se manifestase era aquella obra del Señor, pues con tan hu-
mildes principios ha ensalzado allí su santísimo nombre y héchose casa
a donde se sirve el Señor con mucha perfección. Y sé yo estar en ella
almas muy aprovechadas y de mucho ejemplo y santidad.
Pero los miedos, y sobresaltos y trabajos que la santa Madre tuve
en los ocho días que estuvo tras la puerta, nunca mientras vivió se le
olvidaron; aunque de este trance y de los muchos que de esta tna-
fiera se le ofrecieron a la sierva de Dios, como veía claraníente la sa-
caba Dios de ellos con mucha prosperidad y antes se aumentaba el
culto divino que se disminuía, quedaba tan fortalecida en el Señor y con
PROCESOS 213

tantas ganancias de aumento de fe y de esperanza en el Señor,


que tan claramente la quería favorecer en lo que hacía, que con esto ni
tsmía peligro, ni temía dificultad, ni temía contradicción, ni temík
a los hombres contrarios ni a los demonios; antes se regocijaba en el
Señor con las contradicciones*. Y con todo eso, ponía tanta solicitud y
diligencia en salir con su intento, como si con su solicitud sola se
hubieran de hacer las cosas. Y en esto tenía particular prudencia, por-
que aunque lo fiaba todo de Dios, con todo eso, no perdonaba ninguna
diligencia de las que humanamente se podían hacer, de lo cual era yo
buen testigo, pues hice hartas por su mandado y salí con algunas
bien dificultosas; y era por su oración más que por mi diligencia; y
digo que algunas eran bien dificultosas, y con ser yo poco diligente, a
ninguna cosa fui que no saliese con ella, lo cual atribuía yo más a su
oración que no a mi diligencia.
Algunas veces me enviaba a sacar licencia del Ordinario para po-
der fundar, porque con sólo esta licencia y la que la Madre tenía de*
su General se hacían las casas y se fundaban con sólo alquilar ungí
casa en que se tomase la posesión; y así digo aquí, que en todas
las fundaciones que hizo, notaba yo dos cosas, que, a mi parecer, sort
de mucha ponderación. La una era, que si quisiera fundar la Madre
las casas con renta, humanamente no pudiera fundar ninguna; porque
aun en Avila, que tuvo favor de una señora principal y del Obispo de
Avila, cuando a los principios quiso fundar la casa con renta, nunca
pudo cuajar renta que bastase, aunque aquella señora, que era señora
de dos mayorazgos, se la pretendía dar; si a eso aguardara, nunca la
casa primera de Avila se hiciera, cuánto y más habiendo de ir a ciu-
dades y lugares adonde no la conocían. Y así entiendo la dió Dios
este medio de hacerlas con pobreza, con el cual medio se fundaban
las casas con tanta facilidad, principalmente adonde no había contra-
dicción, que en llegando al pueblo por la noche, a la mañana amanecía
fundado el monasterio, y de esta manera fundó la santa Madre con
su misma persona 'dieciséis o diecisiete monasterios de monjas, sin los
que fundó de frailes, como adelante diremos. A esto aluden las revela-
ciones que tuvo la santa Madre, de que quería Dios fuesen estos mo-
nasterios de pobreza, porque a los principios convenía así para que tan
de presto se pudiesen fundar muchos monasterios. Y aunque es verdad
que a esto me podrían responder que, como Dios es todo poderoso, lo
podía hacer tan fácilmente con renta como sin ella, a eso digo, ser4
verdad; pero siempre que el Señor puede hacer una cosa sin milagro
que espante la gente, lo hace tomando los medios humanos y ordinarios,
como cuando el demonio dijo a Jesucristo que sí era hijo de Dios, no
había menester escalera para bajar, sino que se echase a volar, que lo$
ángeles le llevarían en palmas, y respondió el Señor: que no era bueno
tentar a Dios, pues había escalera por donde bajar (1). En lo cual se da
a entender que los milagros no se han de pedir sin necesidad, ni cuando
por vía humana se puede hacer lo que se pide. Fuera de que, si bien
se pondera, lo que la santa Madre hizo, todo era milagroso y mara-

l Matth.. IV, 6, 7,
214 PROCESOS

villoso, aunque lo más se hacía por medios humanos, que bien mirados,
más parecen milagros que humanos.
La segunda cosa que go notaba era, que en acabando de fundarse
la casa de pobreza, luego parecía que tenía el Señor depositados per-
sonas g dineros para que lo que se ha6ía empezado con pobreza se
acabase con riqueza, así de personas muy espirituales como de hacienda
y dineros bastantes para perfeccionar todo lo que se había hecho pobre-
mente. Y para esto no es menester probarlo, pues se ve por vista de
ojos en todas las partes que ha habido fundación, porque en Avila
luego salió quien diese para labrar casa e iglesia y tan abundante-
mente, que yo he conocido en San José de Avila cuatro iglesias con
la que ahora está hecha, porque conforme a los tiempos se hacía una
iglesia y se deshacía para hacer otra mejor, y han sido tres las que se
han deshecho, hasta venir a hacerse la que ahora se usa, que la hizo
el obispo de Avila, D . Alvaro de Mendoza, y tan buena como la hay
en Avila. Pues si decimos de capellanías, camino lleva la iglesia de San
José de tener una docena de capellanes, porque hoy día hay seis o siete
capellanías instituidas y las más se sirven ya. lEn Medina del Campo,
luego que se sosegaron las cosas, entró una doncella del lugar con siete
mil ducados que tenía para su dote, y si hubiese de contar lo que
Dios les ha dado de dinero y de limosnas en todas las casas que s&
han fundado, sería nunca acabar. Basta mostrarlo con el dedo a quien
lo quisiere ver en todos los pueblos principales de Castilla y de la
Andalucía y otros reinos, y que todo esto se haya hecho por minis-
terio de una mujer pobre de dineros, pues era monja, y pobre de favor
humano, porque, aunque era de honrados parientes y buenos hidalgos,
no había poder en ninguno para semejantes obras, lo cual tengo yo por
más clarificado milagro que cuantos de esta Santa se pueden decir,
aunque se pueden decir hartos. Para mí bastan los que yo vi y conocí en
las cosas sobrenaturales que Dios hacía con ella y en lo que la ayu-
daba en las fundaciones, lo cual sobrepuja a las mercedes que Dios ha
hecho a muchos Santos antiguos, y da bien a entender su santidad, pues
hacía Dios por ella cosas tan espantosas y maravillosas.
Tornando, pues, a tratar de las fundaciones, que, aunque no las ha-
yamos de decir todas, es bien dar a entender el valor que Dios daba
a esta Santa en las ocasiones que se le ofrecían. Ya be dicho cómo
me enviaba la sierva de Dios por las licencias de los Ordinarios'; y
como yo se las traía, iba luego a hacer su fundación. En Segó vi a hubo
personas que la enviaron a decir que ellos se encargaban de tener la
licencia del Ordinario, que bien podía ir a 'fundar; y es verdad que se
la recaudaron, pero no la dió el Obispo in scriptis, como yo la solía
traer de Medina, y de Valladolid y Salamanca. Y como la enviaron a de-
cir que fuese, que ya tenían licencia, ordenó su camino, y llegando cerca
de Segovia dije yo a la santa Madre que me diese la licencia que
llevaba del Ordinario, porque sería menester. Díjome que no la traía,
pero que bien sabía la había dado el Obispo de palabra. Yo respondí
que llevábamos mal negocio, porque el Obispo de Segovia no estaba
en la ciudad, y si no mostrábamos al Provisor la licencia escrita, que
nos había de revolver el negocio. La Santa dijo: pues yo os digo que
mañana, que es Señor San José, ha de salir fundado el monasterio. Y
PROCESOS 215

fué así, que en llegando que llegamos aquella noche, se aderezó en el


portal de una casa que estaba alquilada para ello un altar muy bien
adornado, y se entapizaron muy bien las paredes, y se puso la campana
en una ventana de la casa, y al amanecer dije misa y puse el Santísimo
Sacramento. Y como a la Madre le pareció que no se dijese nada al
Provisor hasta estar tomada la posesión, fuéronle los del pueblo a
decir que había un monasterio nuevo de monjas; y como él estaba
ignorante de la licencia que el Obispo había dado de palabra, parecióle
que se había hecho sin licencia. Y parte de su casa con la mayor furia
que se puede decir, y entró en la iglesia, y estaba cuando entró di-
ciendo un canónigo misa, que le dió devoción de decirla como vió tan
bien puesto el altar y tan devoto, que cierto lo estaba, y díjole él
Provisor con voz alta y furiosa: Eso estuviera mejor por hacer. Harto
le debió de turbar al canónigo esta palabra; pero él acabó su misa
lo mejor que pudo. En el ínterin el Provisor andaba inquiriendo quién
era el que había puesto aquello y había puesto el Santísimo Sacra-
mento; yo que lo estaba oyendo y con la furia que andaba buscando
el que lo había hecho, tuve por bien de recogerme de suerte que
no me viese, y como no topó con el autor, y las monjas ya estaban
encerradas, puso allí un alguacil que no dejase entrar allí a nadie
so pena de excomunión, y fué a la iglesia mayor y trajo quien dijese
misa y consumiese el Santísimo Sacramento; y luego hace descomponer
el altar y desentapizar la iglesia, y púsolo todo por el suelo con des-
comunión que no se hiciese allí oficio de monasterio; y todo este des-
trozo se lo estaba la Madre mirando. Yo la dije, que mientras yo iba
a dar parte de lo que pasaba al Rector de la Compañía, que hablase
al Provisor; y así lo llamó y habló tan varonilmente y con tanta osadía
como si fuera negocio que a ella no le tocaba. Las palabras que le
dijo, que las oí yo, quisiera harto tener en la memoria, porque eran de
mucha sustancia y de un pecho más que de varón. La sustancia de ellas
era decirle, que este negocio no pensase que era de mujeres, sino
negocio de Dios, y que se hacía para su servicio; y que ella hacía lo
que era obligada; y que pues se había hecho con licencia del Obispo,
que no importaba no haberla dado in scriptis; y que bien se podía ha-
cer probanza cómo aquello era verdad, y con otras razones que la
santa Madre tenía muy buenas y con mucho espíritu y gracia natural
que tenía en todo.
Debió de ir el Provisor algo más aplacado, porque con la diligen-
cia que yo hice, le fué a hablar el Rector de la Compañía, dándole no-
ticia de quién la madre Teresa de Jesús era, y de cómo se había
hecho con licencia del Obispo, y que se probaría con testigos que se
hallaron presentes al dar la licencia; que le suplicaba diese licencia pa-
ra hacerse probanza de la verdad; de manera que él conoedió la lioencig
U yo pude hablar al Provisor, g daba sus razones para haber hecho lo
hizo. Y yo me di harta prisa a tomar los testigos, y, hecha Ja
probanza bastante, se la llevamos, y dió licencia para que se hiciese
el oficio divino y se dijese misa con tal que no se pusiese el Santísimo
Sacramento hasta que hubiese casa propia y no alquilada, en que se
pusiese, y así se hizo. Y muy presto se mercó casa y di yo el hábito a
doncellas principales del pueblo que entraron con buenos dotes, y
216 PROCESOS

hubo quien ayudase con todo lo necesario que era menester para que
la casa quedase muy bien fundada, como ahora se ve en Segovia,
que es uno de los devotos y autorizados monasterios que hay en la
ciudad. En estos acaecimientos se echa bien de ver las mercedes que
Dios hacía a la madre Teresa de Jesús y la santidad que tenía.
No menos mostró la santa Madre su valor en hacer y en edificar
monasterios, sino también se manifestó en deshacerlos cuando era me-
nester, porque cuando esta casa de Segovia se fundó, se había fundado
otra algunos años antes, a donde la Madre puso muy buenas monjas
y una priora qu2 era de las monjas de Avila, muy valerosa y santa
mujer. Y empezóse aquella casa de Pastrana con mucho favor humano,
porque el príncipe Ruiz Gómez dió en favorecerla, y así lo hizo mien-
tras vivió; pero como le llevó el Señor de este mundo, empezó la Prin-
cesa viuda a no tenerle en tanto como era razón, y mostróles algunos
disfavores, los cuales no era razón sufrirlos. Y como la Madre víó
que quedaban en tierra de señorío y que al parecer iría adelante en
no favorecerlas como se había empezado, la Madre con mucha consi-
deración y oración "(que entiendo yo la tendría sobre este negocio),
acordó de deshacer aquel monasterio, y desde Segovia me envió a mí
y a otro hidalgo que se llamaba Antonio Gaitán, hombre de mucha
virtud, que había ido con nosotros a la fundación de Segovia, para que
trajésemos a todas aquellas monjas, que debían de ser quince o dieciséis,
y que muy secretamente se consumiese el Santísimo Sacramento y sacá-
semos las monjas con la entrecasa que ellas habían llevado, y lo de-
más que se quedase, dejando el monasterio del todo deshecho. Y así
lo hicimos, tomando cinco carros que entraron de noche en Pastrana;
y como ya lo teníamos prevenido, a la media noche sacamos las monjas
en procesión con el mayor silencio que pudimos; pero no fué tanto
que se pudiese del todo encubrir a la Princesa, y envió un su mayordo-
mo a impedir la salida; pero como, y a la teníamos en tan buen término,
concluyóse con algunas voces y quejas del mayordomo que daba de
parte de su señora. Y marchamos aquella noche hasta llegar a lugar
que no fuese de su jurisdicción, y vinimos a Segovia un miércoles de
Semana Santa, y la Madre se holgó mucho con sus monjas, enten-
diendo las había sacado de un cautiverio, y las monjas vinieron muy
contentas porque entendían en ninguna manera convenir quedase aquel
monasterio en poder de aquella señora; y no se hizo este negocio tan
de repente, porque había días que estaba pensado hacerse así, ha-
biéndolo muy bien considerado y determinado convenir mucho el ha-
cerse como se hizo.
He dicho esto para que por este hecho se entienda más de raíz
el valor que Dios daba a esta Santa, y con la determinación que hacía
las obras de Dios sin temer a los Príncipes de la tierra, entendiendo
servía al Rey del cielo, de quien ella recibía virtud y santidad, y po-
der para hacer y deshacer, y edificar, y plantar y arrancar, lo cual
no podía hacer una mujer si no tuviera virtud de Dios para hacer cosas
tan señaladas, tomándola Dios por instrumento para cosas tan grandes.
Y no sólo se mostraba y veía ayudarla Dios a donde ella asistía
corporalmente, sino que su memoria también obraba en muchas personas
que no la conocían ni habían visto, como se vió claro en cuatro doncellas
PROCESOS 217

vecinas de Caravaca, que oyendo decir que la madre Teresa de Jesús


andaba haciendo y edificando monasterios de monjas, las tocó Dios de
tal suerte con deseo de ser religiosas de la Orden que ella hacía los
monasterios, que viendo la dificultad que había para traer a la Madre a
que las hiciese religiosas, viendo también que no bastaban cartas para
hacerla venir tan largo camino, se confederaron y convinieron entre sí
estas cuatro señoras de no volver a casa de sus padres hasta que la
Madre viniese y las hiciese monasterio. Y así se fueron juntas desde
la iglesia, habiendo acabado de oir un sermón, a casa de una señora
viuda que tenía una casa grande y la rogaron les diese en ella un cuarto
para encerrarse en él, porque ellas estaban determinadas de no volver
a casa de sus padres hasta que las trajesen a la madre Teresa de
Jesús que les hiciese monasterio, a donde ellas pudiesen vivir en religión
y guardar el voto de la castidad, g obediencia y pobreza. La señora viu-
da, viendo sus santos y tan determinados deseos, les dió un cuarto en que
en él guardasen su encerramiento, y para no salir de allí a oir misa a
la iglesia, procuraron del. Obispo de Cartagena les diesen licencia para
que las dijesen misa allí, y así se la dió y la oían por una rejia de
palo que hicieron para mejor guardar su encerramiento, de lo cual soy
testigo de vista, como diré adelante, porque no pienso decir cosa por
oídas, aunque pudiera decir hartas. Mientras estaban estas doncellas
encerradas como he dicho en el lugar de Caravaca, que es obispado
<Je Cartagena, daban muy gran prisa a la santa Madre unas dos se-
ñoras hermanas que vivían en el lugar de Beas, cerca de la sierra de
Granada, para que fuese a hacerlas monasterio, prometiéndola sus le-
gítimas para ello. A la santa Madre le parecía dificultoso ir tan 'lejos
y llevar monjas, y así se detuvo algún tiempo; pero estas dos herma-
nas la dieron tal prisa con cartas y mensajeros propios, que se deterj-
minó de ir allá desde Avila y llevar monjas, y yo fui con ella y vi
que la hicieron un solemne recibimiento, así de la gente seglar del lugar
como de los clérigos que salieron en procesión con sus sobrepellices,
cantando el Te Deum laudamas, con grandísima devoción y afecto es-
piritual de todo el pueblo; y así se plantó allí una casa muy devota
y de gente muy espiritual, que yo conocí y traté en ella al pie de tres
meses. Estúveme allí con la santa Madre toda una cuaresma, y como
está este lugar de Beas algo más cerca de Caravaca, las doncellas que
dijimos se habían encerrado hasta que la Madre fuese allá, clamaban
ü no cesaban de dar gran prisa con cartas y mensajeros a que las
fuese a socorrer, porque ellas habían de perseverar hasta ver cumplidos
sus deseos. A tanto llegó su porfía, que como la madre Teresa de Je-
sús no pudo ir por ser el camino muy fragoso, rae envió a mí, Julián
Dávila, y a otro hidalgo que se llamaba Antonio Gaitán, que fué
conmigo, para que viésemos a estas doncellas y tentásemos si era cosa
hacedera el hacerse el monasterio. Y así fuimos y vimos el encerra-
miento y honestidad con que vivían clamando por ser religiosas, e hi-
cimos una suma de lo que tenían de sus dotes, que sierían entre todas
como cuatro mil ducados, y la señora viuda, que era muy rica, les aplicó
otros dos mil ducados, e hízose una escritura por orden de letrado
para la seguridad de esto, y volvimos a Beas con hartos trabajos
que se nos ofrecieron en la ida y en la vuelta del camino. Anduvimos
218 PROCESOS

toda una noche perdidos en el camino yo y mi compañero, porque nos


perdió el mismo que nos guiaba; pero dábamoslo por muy bien em-
pleado viendo la obra tan santa como se 'hacía. También se puso mucho
trabajo en sacar licencia del Rey, porque como eran lugares de enco-
miendas, no se podían hacer los monasterios sin licencia; pero había
Dios dado tanto crédito a la santa Madre, que con sus cartas se
acababa luego lo que con grandes diligencias que se habían hecho para
sacar la licencia de estos dos monasterios no se había podido acabar.
Y en esto se veía claro cuán favorecida era la santa Madre, de Dios,
pues la ayudaba el Rey del cielo y el rey de la tierra; y sé que
el rey Don Felipe, nuestro señor, tiene un libro, que la Madre escribió,
con mucha veneración y estima, como es razón.
Mientras se sacaba la licencia para el monasterio de Caravaca hubo
personas muy devotas que persuadieron a la Madre fuese a fundar a
Sevilla, y ella como le certificaron que se serviría allí mucho Dios,
se determinó a ir con harto gasto y trabajo, así por ser el camino
largo como por llevar seis o siete monjas consigo; pero dábala
Dios tanto valor y fervor en estas fundaciones, que ni temía el dinero
ni el trabajo del camino, pareciéndola hacía el mandado de Dios, que
esto solo le facilitaba cuantas dificultades había. En el camino la tuvi-
mos un día con una tan gran calentura que no sabíamos qué hacernos
de ella, sino que el Señor que la guiaba se la quitó tan del todo, que
a otro día pudimos caminar con ella sin parecer que había estado mala.
No cuento aquí los sucesos del camino, que fueron hartos, por no hacer
historia, siendo sumaria información; pero no dejaré de decir e l áni-
mo varonil y la fe viva y esperanza que esta sierva de Dios tenía para
entrar como entró en Sevilla sin blanca, porque en el camino se había
gastado lo que la habían prestado; y con llevar monjas que por fuerza
las había de dar de comer y en tierra ajena, no llegaba a su corazón
temor alguno que la había de faltar, como no la faltó, porque luego
tenía Dios aparejado el remedio, y desde a muy pocos días pudo
mercar casa de cinco o seis mil ducados. Y porque esta primera
casa no estaba en tan buen puesto como convenía, pudo dejarla y raer-
car otra mejor y en puesto convenible, y ayudóla mucho un su hermano
que hacía treinta años que estaba en las Indias, y luego a quince díais
que ella llegó a Sevilla llegó él también de las Indias con veintiocho
mil ducados que traía, y así la pudo prestar algo de lo que a los prin-
cipios de esta fundación hubo menester. Y lo que más la pudo dar
pena a esta sierva de Dios fué, que habiéndola certificado en Beas
que el Arzobispo gustaba mucho de que fuese allí a fundar, después
que estuvo allá, hallólo contrario, porque el Arzobispo no sólo no gustó,
mas antes se debió de disgustar mucho cuando allá la vió; y así no me
quiso dar licencia para que yo las dijese misa en la casa que se había
alquilado para tomar la posesión del monasterio; pero usó de una cor-
tesía digna de serle agradecida, y es, que cada día enviaba un capellán
suyo que las dijese misa^ y yo me iba a decirla a la Compañía de Je-
sús. Pero ni esto del Arzobispo la alborotó, ni el entrar sin dinero en
Sevilla la entristeció, no pareciendo había remedio si no venía del
cielo; y así le vino, que el Arzobispo se aplacó y allanó y favo-
reció. Y como supo la Madre que la licencia del Rey estaba ya
PROCESOS 219

traída para el otro monasterio de Caravaca, envió Priora y monjas allá


u dióse el hábito a las cuatro señoras que habían perseverado en su en-
cerramiento. Y así está ahora una casa muy religiosa y muy necesaria
en aquellas tierras, porque hay muy pocos monasterios de monjas; y así
les quiso el Señor proveer de éste y tan religioso, de quien los demás
monasterios que hay donde quiera que éstos se han edificado toman
ejemplo en todas las cosas convenientes a la religión y perfección
de vida.
Y antes que la santa Madre tuviese entablado su negocio en Se-
villa, nos envió a mí y al compañero, que era un hidalgo de Alba,
u nos dio dineros hasta ponernos en nuestras tierras, quedando ella
tan segura en la ajena como si allí tuviera padre y madre y todo lo
que había menester. Y si tenía, pues tenía a Dios que es el verdadero
Padre, que reprende en su santo Evangelio a los que tienen poca fe y
miedo que les ha de faltar, teniendo Dios cuidado de que no falte
a las aves del cielo ni a los animales de la tierra lo que han menes-
ter para su mantenimiento (1). Y en esto se ve que esta sierva de Diosl
no tenía poca fe, sino tanta, que ni por pensamiento la pasaba que la
había Dios de faltar, y si en alguna cosa al parecer humano parecía
haber falta, eso tenía la sierva de Dios por regalo, entendiendo la hacía
Dios digna de pasar algo en su servicio, lo cual es reprensión para mu-
chos que piensan que les ha de faltar tierra, y es porque se descuidan
ellos de servir de veras al Rey del cielo que tiene cuidado y provee
aún a los gusanos que están debajo de ella, cuánto más a los hombres
para quien todo fué criado.
Y dejando de decir de otras fundaciones en que yo me hallé, diré
algo de lo que Dios obraba en esta sierva suya, porque si los sucesos!
de las cosas dan a entender andaba Dios en ellas, principalmente cuando
vemos frutos muy espirituales así en lo particular como en lo común,
nadie podrá negar ni osar decir que Dios Nuestro Señor no se señaló
en las cosas de la madre Teresa de Jesús tanto como se ha señalado
en los muy aventajados y favorecidos Santos de la Iglesia de Diois.>
Porque si queremos hablar y atestiguar de su oración, yo como testigo
de vista sé decir que tuvo las cosas tan sobrenaturales como las han
tenido los santos muy regalados de Dios, porque yo la daba muy de
ordinario el Santísimo Sacramento cada día, y por la mayor parte se
quedaba arrobada y enajenada de los sentidos corporales, en el cual
tiempo la estaba Dios haciendo tantas y tan señaladas mercedes, que,
aunque ella dejó dicho muchas, fué lo menos lo que dijo en compara-
ción de lo que Dios la daba a entender de cosas sobrenaturales y modos
ü sentimientos diferentes de Dios. Y esta es verdad conocida de todos
los que saben algo de espíritu, que lo que se puede decir con palabras
es lo de menos, porque lo más subido de la oración ni se puede
decir, ni hay lenguaje ni palabras que lo pueda significar. Y así lo
fino y más subido de la oración puédese sentir, pero no se puede decir;
ü así entre estas cosas tan subidas que Dios la daba a sentir, la daba
otras que se pudiesen decir, las caules son las que ella misma Qscribió

1 Luc, XII, 27-29.


220 PROCESOS

con tanta verdad, que sé yo que en todo el tiempo que la traté, que
serían veinte años, nunca la conocí un pecado venial que a sabiendas
hiciese; y sé de ella que estaba determinada a no hacerle, aunque por
hacerle hubiera de negociar bien sus negocios, y aunque por hacerle hu-
biera de ganar todo lo cfue hay en el mundo, porque es esto lo cjue se
saca de la buena oración.
Item, que era tan grande y tan continua la oración y presencia de
Dios que tenía, que para poderla sufrir había menester embeberse
y ocuparse en algunos negocios exteriores tocantes al gobierno y au-
mento de sus casas de religión. Item, que el comunicar con Dios sus
negocios era de ordinario, y el hablarla Dios y decirla muchas cosas
tocantes a sus fundaciones, era con más familiaridad que se lee de mu-
chos santos, y esto tenía por la mayor parte acabando de comulgar,
Item, que a lo que' yo creo y vi por experiencia, que para no andar
engañada, como decían los que no la conocían ni trataban, puso tantas
diligencias cuantas humanamente se pueden poner, porque adonde quie-
ra que estaba, procuraba confesarse con los mayores letrados que en
el pueblo había y les daba parte de todo lo que pasaba por su alma.
Y lo que yo veía por vista de ojos, que si algún letrado o lector
de Teología la murmuraba y no aprobaba sus cosas, no paraba hasta
hablarle, y comunicarle y confesarse con él, y después que la conocían
y entendían, eran los que más la alababan, y publicaban y aprobaban
sus cosas, teniéndolas por tan buenas y ciertas de Dios, que no había
que dudar en ellas. Item, que como los señores inquisidores tenían no-
ticia de sus revelaciones y cosas sobrenaturales, la procuraron hablar y
ella tenía gran gusto y ganas de darles de todo cuenta, y algunos
que la hablaron y la pidieron cuenta, quedaron tan satisfechos que
era de Dios lo que tenía, que ninguna duda les quedaba, antes iban ala-
bando a Dios por las mercedes que entendían la hacía Dios, y defen-
dían sus cosas con muchas veras. Entre los demás, fué uno el inquiísi:
dor Soto, que después fué Obispo de Salamanca. Item, que llevándola
yo a la fundación de Valladolid, y habiéndose de hacer en una huerta
de recreación, que era de don Bernardino de Mendoza, hermano de
la señora D.a María de Mendoza y del obispo D. Alvaro de Men-
doza, y estaba la huerta casi media legua de Valladolid, que verosí-
milmente no había de quedar allí el monasterio, y con todo eso tenía
la santa Madre en tan poco el dinero, que en muy breve tiempo hizo
de nuevo iglesia y casa a donde las monjas estuviesen, y en tenién-
dola hecha, nos dió el Provisor licencia para que se dijese níisa mien-
írás nos acababan de dar la licencia para que se pusiese el Santísimo
Sacramento. Y dábase ésta prisa la Madre porque, según ella dijo en
su libro, le fué revelado que no había de salir del purgatorio D. Berr
nardino, que había ya un año que era muerto, hasta que se dijese la
primera misa en aquella huerta que la había dado a la santa Madre
para que en ella hiciese un monasterio de Descalzas. Y al fin, por muy
presto que se pretendió desembarazar de otros negocios importantes
que siempre tenía, se tardó un año, y al cabo de él dije yo la pri-
mera misa, y en ella vió la santa Madre ir al alma de D. Bernardino
al cielo. De donde se sacará claro cuánto le agradó a Dios el haber
el dicho D. Bernardino ofrecido esta huerta para que en ella se edi-
PROCESOS 22l

ficase un monasterio, pues le dijo Dios que había estado en detrimento


su salvación, y que le había ayudado mucho la caridad que tuvo en
aquella ofrenda que había hecho para el servicio de Dios.
Todo esto cuenta la misma Madre y yo lo cuento aquí, porque
cuando yo dije la misa primera y fui a dar a la santa Madre el San-
tísimo Sacramento, la hallé tan arrobada y enajenada de sus sentidos,
que se daba bien a entender la estaba Dios haciendo alguna grandísima
merced. ¿Y qué mayor que mostrarla un alma ir al cielo, y más de
quien ella tanto deseaba y por quién se hacía aquella casa? Y sólo
para este efecto quiso el Señor se formase allí el monasterio, para des-
de allí pasarle a Valladolid a otro mejor puesto en que ahora está; y la
ocasión fué, que cayeron todas malas, porque el sitio era malsano. Y
bien lo sentí yo en mí, pues de sólo el mes de Agosto que allí esítuve.
traje unas grandes cuartanas, por lo cual casi aquel año no pude ir a
acompañar a la santa Madre. Fué esto en el año de mil quinientos sesen-
ta y ocho. Por aquí se ve con cuánta amistad y familiaridad trataba
Dios con la santa Madre, pues no sola esta alma de D. Bernardino,
sino otras muchas vió ir al cielo.
Advierto también que lo que se labró en esta huerta no fué de
propósito, sino que, como era tiempo de calor y la Madre se había
tardado en venir, teniendo en la memoria que no saldría del purga-
torio quien le había dado aquel sitio hasta la primera misa, así en
menos de un mes, con tapias hechas muy de prisa, acomodó de presto
adonde se pudiese decir misa y a donde pudiesen estar las monjas.
En lo cual se muestra la liberalidad y caridad que traía la Madre
en semejantes negocios.
Item, digo que esto de hallarla arrobada cuando yo la iba a dar
el Santísimo Sacramento, era muy muchas veces, principalmente en el
principio de las fundaciones, porque ya a los cabos y postreros años
de su vida ya no se arrobaba, como diré luego. Y aunque estaba,
como digo, arrobada y ajenada de los sentidos, para poder recibir el
Santísimo Sacramento no la hacía impedimento ninguno, sino que, corno
cuando uno despierta de un sueño, así despertaba en llegando a ella
con el Santísimo Sacramento y lo recibía sin peligro alguno, y se vol-
vía a recoger como antes para mejor gozar a su Dios sin que la im-
pidiesen los sentidos exteriores, porque por entonces estaba enajenada
de ellos.
Item, sé que todo lo más que dejó escrito de su mano lo escibía
acabando de comulgar, después que se había estado recogida con Nues-
tro Señor. Item, que me acuerdo muy bien que me dijo un día: Calla, que
vos veréis el provecho que ha de hacer esto que escribo después
que yo me muera. Y así digo que es verdad, que después que Dios la
hevó y salió impreso el libro que ella entonces escribía, he visto y han
visto muchedumbre de gente a muchas almas aprovechadas en el
servicio de Dios por leer sus libros; y principalmente los ejercitados en
la oración mental pueden sacar de él advertencias maravillosas, no sólo
Para entenderse en la oración, sino también para poder ir muy ade-
lante en ella, porque la dió Dios de la subida oración que ha dado a los
cantos, y juntamente con eso la dió Dios modo y término de decir de ella
como, lo cual no se da a todos de suerte que se sepan dar a entender
222 PROCESOS

como esta sicrva de Dios lo hacía. Y aunque es verdad que algunos


han querido decir que tan grandes cosas no habían de andar en ro-
mance, no han tenido razón, porque todo lo que dice de oraciójn men-
tal y sobrenatural, va conforme a la Sagrada Escritura y conforme
a lo que Dios anseña a las almas limpias y que pretenden acertar. Y
también porque las revelaciones y visiones de Dios, que fueron muchas
las que tuvo, son conforme a lo que creemos y estamos los cristianos
obligados a profesar y morir por semejante verdad. Y así no sólo no
puede dañar a nadie y puede aprovechar a muchos, como yo sé que
ha aprovechado, porque lo que ella dice todo lo supo de experiencia. Y
bien se deja entender que entre tantos que lo escriben de ciencia,
haya quien lo escriba de experiencia, pues hay tan gran ventaja de
lo uno a lo otro.
Item digo: que yendo caminando un día, íbamos platicando entram-
bos en cosas buenas y yo la pregunté: Madre, dígame la causa de que se
sblía Vuestra Reverencia arrobar muy a menudo y ahora ha días que
no la veo con la suspensión que solía tener. Porque solía la Madre
estar tan fácil en esto, que de sólo ver una imagen bien pintada se
quedaba arrobada y en oración muy subida. A esto me respondió: que
era verdad que no se arrobaba ya, pero que era mayor la oración
que ya tenía que no cuando se arrobaba; y que la causa era porque
a los principios se le hacía al alma tan nuevo aquello que Dios la
daba a sentir o a entender, que como eran cosas sobrenaturales, la
causaban grandísimo espanto, y de aquel espanto redundaba quedar
suspensa en lo exterior de los sentidos corporales con el exceso de
gusto que el alma sentía en lo interior de ella; y que ya, como cosa
tan usada y experimentada, gozaba más y hacía menos ruido, porque
no la causaba ya el espanto con el hábito que ya tenía de gozar
de cosas tan grandes como Dios la daba.
Decíame también, que casi siempre traía en su alma una presencia
de Dios, que ni los caminos ni los negocios se lo estorbaban, antes
era tan grande el exceso que en esto tenía, que para poderlo sufrir
había menester distraerse y embeberse en negocios exteriores para po-
der llevar la vida. Y así andaba ella siempre deseando la llevase Dios
de este mundo para poder gozar de su Amado sin tasa y sin medida,
sin el estorbo que hace el cuerpo mientras el alma vive en él. En
lo cual se da bien a entender que, aunque vivía acá en el mundo, su
conversación ordinaria era ya en el cielo; y también se da a entender
que vivía más a donde amaba que a donde animaba, como lo dicen
todos los que tratan del que es fino amor, el cual tenía esta Santa en
tanta manera, que espantaba a todos los que la trataban y conocían, y
yo era el uno de ellos.
Item, que lo que yo consideraba mucho en esta sierva de t)ios
mientras la traté, era que a todo lo que hacía lo daba un fin el
más levantado y más puro por Dios que se puede decir ni enseñar,
porque lo hacía sin mezcla de interés temporal ni propio ni ajeno, ni de
cosa que supiese a carne ni a sangre. Y si las obras pequeñas tienen
gran valor delante de Dios por ser hechas con gran fin, porque, como
leemos en la Teología, del fin toma el valor la obra que hacemos;
y si el fin es Dios, alcánzase no menos que a Dios; pues si esto es
PROCESOS 223

así como lo es, ¿qué alcanzaría esta síerva de Dios en tantas g tan
heroicas obras como hacía, y más haciéndolas con tan puro espíritu y
con tan ferviente voluntad? Item, que era tanta la codicia que Dios
la daba de hacerle muchos servicios, que cuando no tenía grandes cosas
en que servirle, andaba buscando invenciones en cosas menudas g ma-
nuales, así como en componer imágenes y en poner de bulto lo que
representaba la fiesta que la Iglesia celebraba y otras cosas a este
modo, que no tenía espíritu para tenerle ocioso; y así siempre andaba
buscando qué hacer y cosas del servicio de Dios en que ocuparse; y así
creo mereció su buen deseo que la diese el Señor las manos llenas en que
se ejercitase, y no así cosas bajas, sino las más altas que en la Iglesia
de Dios se pueden hacer. Y así era tanta su ocupación, que como todo
el día tenía ocupado en negocios y no dejaba de escribir cartas y otras
cosas que ella podía hacer dentro de su casa, de ordinario era después
de la media noche cada vez que se había de recoger, como será buen
testigo la que asistía con ella, que había menester prepararse del sueño
para poder asistir con ella en lo necesario. Y si esto hiciera con en-
tera salud, no fuera tanto de espantar, pero era teniéndola tan que-
brada, que ninguna otra persona que tan poca tuviera pudiera hacer nada
día y noche. Item, que todo su negocio era procurar ganar muchas al-
mas para Dios y dar medios y trazas cómo se aprovechasen y fuesen
adelante en el servicio de Dios. Y con esto aprendía cosas muy di-
ficultosas y salía con ellas con espanto de todos, y diré aquí una, por-
que decirlas todas sería nunca acabar. Cuando ya tenía abundancia de
frailes Descalzos de los que ella había fundado, parecióle que en un
monasterio como el de la Encarnación adonde había tantas almas, que
si se les pusieran por confesores frades Descalzos que las animasen
a guardar mayor perfección, que sería de gran servicio de Dios, y
esto no se podía hacer si no era quitando a los del Paño, que son
los ordinarios confesores que toda la vida han tenido, lo cual era
muy dificultoso salir con ello; pero con todo eso la daba Dios san-
tidad y sagacidad para salir con cuanto aprendía y entendía era más
servicio de Dios. Y como en aquel tiempo tenía la visita apostólica de
los Carmelitas fray Pedro Hernández, fraile dominico, hombre de
gran prudencia y santidad, que estaba a la sazón en Salamanca y la
Madre estaba por priora en la Encarnación, envióme a mí con este
recado a Salamanca para que lo tratase con el dicho Padre, y también
para que, como testigo de vista, le diese razones que le moviesen a
conceder su petición. Yo se las di, y aunque el Padre entendió la di-
ficultad que había, así de parte de las monjas como de parte de
los Padres del Carmen, que lo habían de tomar pesadamente, con todo
eso me dió la licencia, y yo la traje y di a la santa Madre, y
en muy poco tiempo dió traza de que viniesen dos frailes Descalzos,
muy siervos de Dios, para ser confesores del Convento, y les hizo
junto a la Encarnación una casita adonde ellos estuvieron con gran-
dísimo ejemplo de todos los que les conocían y con grandísimo apro-
vechamiento de todas las monjas que los trataban y se confesaban con
ellos. E l uno de estos padres se llamaba el padre fray Juan, que fué
de los dos primeros que tomaron el hábito de Descalzos; y el otro
el padre Germán, y creo que hasta ahora perseveraran allí, sino que
224 PROCESOS

el demonio, como veía el fruto que de su estado se sacaba y se espe-


raba sacar, urdió cierta controversia entre los Calzados g Descalzos,
con que absolutamente les fué forzado irse de allí, costándol-es a los
Descalzos hartos trabajos y mortificaciones que sobre el caso ¡uvi^-on.
En todo esto se ve el celo que Dios la daba del aprovechamiento
de las almas, que era excesivo. Poníase la santa Madre y ofrecíase
a trabajos y mortificaciones que otra ninguna no se osara atrever, como
se vio en la Encarnación cuando fué a ser priora allá por mandado
del visitador apostólico fray Pedro Hernández, que como vió aquella
casa con tantas monjas y sin tener que comer, no supo otro remedio me-
jor que hacer a la sania Madre priora de la casa, para que en lo témpo-
ra! y espiritual pusiese en ella el remedio necesario. Y no se engañó el
Padre, porque así en lo uno como en lo otro hubo grandísima refor-
mación; y aunque a los principios fué con grandísima contradicción
de ¡as monjas, a los fines, como echaban de ver el bien que por ello
les venía, la amaban y querían y no quisieran que se les fuera.
En esta ida a ser priora mostró la santa Madre la prontitud de
obediencia que tenía, porque al parecer se le impedía sus fundaciones,
y por otro cabo conocía la contradicción de las monjas de hacerla vol-
ver a donde ella tanto había deseado huir, y con todo eso se resignó
en hacer lo que la obediencia la mandaba; y así quiso el Señor que ella
aprovechase mucho a la casa y no dejase de salir a sus fundaciones, lo
cual le era a ella de mayor satisfacción por ser mandada y no hacer por
su voluntad nada. También resplandeció en esta ida su paciencia y su
prudencia, pues parecía se iba a entrar por las puertas de sus ene-
migos, y la dio Dios gracia para de enemigas hacerlas amigas, y de
casa que parecía no tener remedio, porque como habían crecLio las
monjas y disminuídose la renta, estaba dificultoso el remedio; pero
como Dios lo puede todo, así la dio prudencia para remediarlo todo, y
en la hora de ahora está aquella casa tan bien parada como la hay
en Avila. Y también ayudó mucho para esto sacar la santa Madre muchas
monjas de la Encarnación de Avila para fundar con ellas sus mo-
nasterios.
Si hubiese de decir de las virtudes de cada una en particular, ha-
bría muy mucho que decir, pero porque creo de lo dicho se sacará lo que
se podría decir, diré más en general que en particular por excusar
la prolijidad. Y lo primero digo, que esta sierva de Dios no sólo se
contentaba y satisfacía de servir a Dios así en lo ordinario, como en no
le ofender y hacer buenas obras. En no le ofender estaba tan lejos de
ello, que no hay que detenernos en eso; en lo que hay que dete-
nernos es en que era tanta su caridad y amor de Dios y de los próji-
mos, que ponía su cuidado ordinario en qué se serviría a Dios más,
en esto o en aquéllo; y así siempre acudía a aquellas cosas que fuesen
mayor servicio de Dios, no mirando al trabajo que la había de costar
ni a la dificultad que había de tener en aquéllo, y así siempre aprendía
las cosas más levantadas y heroicas que ella podía hallar y entender.
Y así no se satisfizo su espíritu en hacer y ejercitar las virtudes que
de ordinario suelen tener mujeres religiosas y encerradas, sino que
aprehendió lo que los hombres muy varoniles y santos no se atrevieron
a hacer, como se vió por vista de ojos, no sólo de mí que tan de or-
PROCESOS 225

dinario la trataba, sino de todos cuantos la conocieron ü no conocieron.


Porque si se tiene en mucho el que un santo haya sido principio
de un monasterio, ¿en qué se ha de tener que esta sierva de Dios
haua sido principio y cabo de tantos monasterios, y de una Reli-
qión de frailes la más perfecta que se hallará en la Iglesia de Dios?
Y que esto haga sido tan presto, que con no ser yo muy viejo, y cuando
la empecé a conocer sería yo de más de treinta años, g en menos de
otros treinta he visto los principios de las Descalzas y de los Des-
calzos, y están el día de hoy tantas casas y conventos como si hu-
biera 'ciento o doscientos año;, que se empezó; al fin tienen su Ge-
neral por sí y tienen cinco o seis Provinciales, que es harto haberlos
en la Orden de San Francisco y Sto. Domingo. ¿Pues quién diremos
ha andado por aquí sino la mano del Señor que todo lo puede, y es-
cogió a una mujer, y por su mano quiso que fuesen cosas tan grandes
que tuviesen todos con que se espantar y maravillar y alabar al Señor
que tanto puede?
Pues la hemos llamado mujer, acompañemos el vocablo con las
gracias sobrenaturales que Dios la dió, para que no nos espantemos
de lo que hizo sino de lo que no hizo, porque si una alma amada de
Dios y que está en su gracia puede con Dios tanto, si la viésemos
que no sólo está en gracia de Dios, sino que tiene los siete dones del
Espíritu Santo, ¿qué es lo que podría? Pues yo no quiero decir aquí
que sabía yo que estaba en gracia de Dios ni que tenía los dones
del Espíritu Santo, porque de cierta ciencia bien sé que no se puede
saber, porque es cosa que quiso ei Señor guardar para sí y a muy
pocos se ha revelado; pero lo que quiero decir es, que si valen las
conjeturas para conocer algo de esto, que éstas no quiere Dios que
no las haya, tenía la santa Madre tantas y tan evidentes cuanto santo
alguno las ha tenido.
Y pues podemos hablar según ellas, no se sufre dejar de decir aquí
lo que yo siento para poder conjeturar lo que diré; y es, que el pri[-
mer don del Espíritu Santo, que es el don de temor de Dios, tenía esta
Santa tantas y tan claras muestras de este don, que nadie dirá ser
temeridad creer que le tenía, porque resplandecía en ella un temor
ñliai tan claro y patente a todos, que daba bien a entender no servía
a Dios por miedo del infierno ni por oíros miedos que suele haber en
almas buenas, sino que el puro amor de padre la hacía andar solícita
y congojosa inquiriendo en qué y cómo serviría a su Dios, no se con-
tentando de trabajar en esto días ni noches, ni haciéndosele nada cuanto
hacía, porque ninguna cosa llegaba a la voluntad que tenía, porque
hacía mucho y todo le parecía poco. Temía a Dios reverencialmente, el
cual temor dice la Escritura Sagrada que permanece para siempre:
Timor Domini permanet in aeternum. Este temor, que es don del Espí-
ritu Santo, permanece no sólo en esta vida, sino que también dura en
la bienaventuranza para siempre; y así le empezó ella a tener acá,
ü allá le goza para siempre.
Pues qué diré del don de la piedad, que cuando es don del Es-
píritu Santo no sólo se duele del mal temporal de los prójimos, sino
del mal espiritual, que es el mayor mal de los males, y es en los
siervos de Dios tan grande, cuanto es grande el conocimiento de Dios,
15
226 PROCESOS

y a esa medida conocen el mal y se duelen de él. Pues señalóse la Ma-


dre en tanta manera en mostrar claramente esta piedad, que todas sus
ansias eran las almas que se perdían y las almas que no creían ni
conocían a Dios, que a trueco de que se salvara un alma, no temiera
ella de ponerse a los mayores trabajos que en esta vida se podían
pasar, hasta en tanto que los que la trataban su alma era menester
mitigarla esta pena porque parecía tenía en ello exceso. Y así encarga
a sus monjas que siempre se duelan de las almas que se pierden y de
los trabajos de la Iglesia, porque éste era su principal instituto. También
era en extremo agradecida a quien bien la hacía, y no sólo en lo es-
piritual, sino también en lo temporal se lo procuraba pagar lo mejor
que ella podía, y de esto soy buen testigo como de lo demás, que no
pretendo decir cosa de oídas sino de vista. Vivía tan espiritualmei-
te, que no amaba a parientes por ser parientes, sino por ser siervos de
Dios: y así a los que conocía ella lo eran, amaba más que a sus
deudos y hacía más por ellos que por sus deudos, y esos eran sus
amigoís y conocidos y con quien trataba y comunicaba.
Pues si quiero decir del don de la ciencia, tenía la santa Madre
en cosas agibles tan grande y mayor que comunmente vemos en los
muy cuerdos y prudentes, porque como ella no entendía sino en cosas
espirituales, era tan sagaz y sabia en ellas, que se le parecía bien te-
ner recibido este don de la mano de Dios. Y para que esto se entienda
ser así, sacarse ha de lo que en su vida hizo y de lo que hemos,dicho
en las preguntas pasadas. Este don tercero nace de los (ios dones
primeros, porque así como del don de temor de Dios nace el don de
la piedad, así de temer a Dios como se debe temer, viene el haberse
una alma lástima a sí misma por haber ofendido a Dios; y asimismo se
duele de que los demás le ofendan y las ha lástima. Pues de aquí vi.me
el conocimiento de la verdad, que se llama aquí don de ciencia, que es
mayor y más de estimar que cuantas ciencias se estudian en las uni-
versidades. Y de aquí le venía a la santa Madre tener tanta ciencia
y sabiduría como la había menester para hacer el oficio que hacía.
También diré poco del don de la fortaleza que Dios dió a esta «ierva
de Dios, pues era tanta, que espantaba a todos los que la conocían,
porque ni persecuciones, ni murmuraciones ni tentaciones que el demonio
ia procuraba poner, no bastó para que ni en un punto aflojase de su
obra, y de sus fundaciones y de sus diligencias que ponía para salir con
su intento, entendiendo que era el de Dios, por quien ella deseaba
padecer y morir no una muerte sino muy muchas. Este don cuarto nace
del don de la ciencia, porque como por el don de la ciencia se sabe lo
que Dios más quiere de nosotros, apréndese con tanta seguridad lo
que se hace, de que se sirve Dios de ello, que ningún tormento
ni afrenta ni muerte será bastante para apartar a una alma de
aquello en que sabe se sirve Dios, Y así tenía esta sierva de Dios
tanta fortaleza que espantaba a todos, porque sabía ella que, aun-
que todos la murmurasen y condenasen, ella estaba segura de que con-
tentaba a Dios. Y así no se la daba nada de cosa que de ella dijesen,
que decían hartas, porque como la veían andar de pueblo en pueblo
y de lugar en lugar, decían que tenia espíritu ambulativo, y que tenía
gana de andar y no estar segura en ninguna parte. Y así decían de
PROCESOS 227

ella y de mí un refrán, que preguntando que qué se sonaba eti Avila


respondían: que Teresa de Jesús y Julián de Avila. Y esto era lo de
menos que de ella decían. Pero a ella antes la causaba risa que pena
alguna. Y en esto se veía la seguridad que tenía en que servía a
su Dios en lo que hacía.
Si ds los dones dichos tenemos tantas conjeturas que la santa
Madre los tenía, no las tendremos menores de los que están por
decir, porque ¿quién podrá dar consejo a los otros y tomarle para sí,
sino los que andan con las manos en la masa, los que andan a la mira
de Dios como esta sierva suya andaba diciendo: ¿qué quiere Dios de
mí? Y así rio sólo lo decía, sino que lo hadía, y no era otra su pre-
tensión sino acertar a hacer la voluntad de su Dios. Claro está que
a los tales da Dios luz para que entiendan para sí y para los otros
lo que es más agradable a Dios. Y si esto se sabe, de ahí viene el
tomar los medios más eficaces y agradables al Señor para su servicio,
Y por eso se dice que el hombre espiritual a todos puede juzgar y de
nadie ser juzgado (1). A l fin, este don es del Espíritu Santo, que es el
enseñador y el vivificador y el amor; y así lo que aconseja, todo es
espíritu, todo es Dios y para Dios, como esta sierva suya lo era; y
así tomó para sí tan alto consejo como es dejarlo todo por hallarlo
todo; y así era tan pobre de espíritu y tan amiga de la pobreza que
Jesucristo enseñó y predicó, que con todas sus fuerzas la guardó
mientras vivió y la hizo guardar en sus monasterios, como se verá
'en ellos y en lo que ella escribió sobre el amar la pobreza. Y como
kn esto tomó el consejo de Jesucristo, así en las demás cosas que to-
caban a la perfección evangélica.
Del don del entendimiento, que consiste en entender los misterios
de nuestra santa fe, ¿quién habrá que no la tenga a la Madre por la
más alumbrada y ayudada de Dios en este don que a muchos de los
Santos antiguos?, pues no sólo entendía lo que nuestra santa fe nos
enseña, sino que la añadía Dios tantas cosas sobrenaturales, y se las
daba a conocen y a gozar y a sentir en tan gran manera, que había
vez y tiempo en que podía ella decir que aquellos misterios no sólo
los creía, sino que en su tanto los veía y gozaba como si ya los viera
por vista de ojos, a lo menos mientras la estaba Dios ilustrando el
entendimiento para que viese y gozase en parte de lo que hay en el
cielo, y viese lo que hay en el infierno, y lo que hay en el purga-
torio; y esto fuera de lo que la dió Dios a entender de la encar-
nación del Hijo de Dios y de la pasión y resurrección y del Espí-
ritu Santo, que por estar escrito esto en su libro, no hay para qué
repetirlo aquí, sino sólo conjeturar cómo tenía esta sierva de Dios estej
don del entendimiento, pues l a daba tantas cosas sobrenaturales que
viese y entendiese, y algunas de ellas que las escribiese.
E l don de la sabiduría, que consiste en gustar de las cosas espi-
rituales y agradables a Dios ¿quién tuvo más conjeturas de tener este
don que la que veíamos todos los que la conocíamos, que gustaba tanto
de Dios que lo que a Dios no le sabía, le amargaba? ; porque a los

1 1 ad Cor,, 11, 15.


228 PROCESOS

que Dios da este don tan maravilloso, todo lo que el mundo juzga por
dulce les es amargo, y lo que el mundo tiene por amargo tienen por
dulce, Y así vimos en la Madre cómo los trabajos le eran descanso,
y los descansos del mundo tenía por trabajos; y así los que huyei
ios del mundo, que es la pobreza, ella la apetecía; y los que en el
mundo huyen, de persecuciones, ella se recreaba; en lo que el mundo
tiene por vida triste y melancolía, como es el enoerraraiento, en él
estaba ella como en el paraíso. Y al fin, como no tenía el gusto ex-
tragado con las cosas del mundo, sabíanla las cosas a lo que ellas
eran y no a lo que es engaño de ellas, como vemos a muchos enga-
ñados con ellas. La Madre, como desengañada y ayudada con estos
dones del Espíritu Santo, aprendió cosas que eran tan dificultosas
que, sin don de Dios y auxilio y ayuda de Dios especial, no pudiera
salir con ellas, porque ni en los tiempos pasados ni en los presentes
se ha visto que una mujer, sin ser poderosa en el mundo, haya sido
fundadora, no sólo de monjas sino de frailes.
Porque luego que vio la ayudaba Dios para la fundación de las
monjas, en las cuales se renovaba y empezaba a florecer la primitiva
Regla de los Padres antiguos del Monte Carmelo, la pareció también
que se renovase y floreciese en monasterios de frailes, y no poniéndosele
dificultad alguna delante, aprendió el procurarlo; y así no sosegó has-
ta tener licencia de su General para hacer siquiera dos monasterios
de frailes Descalzos en los cuales se guardase al pie de la letra
lo que los Padres antiguos. Bien entendía la Santa que si dos monas-
terios se hiciesen, que sería principio para henchirse la cristiandad de
ellos, como ya casi la vemos se va hinchiendo, y en tan poco tiempo,
que si el Señor, que lo puede todo, no anduviera en ello, era impo-
sible ver lo que al presente vemos. Y yo que vi andar a la santa
Madre en el mayor cuidado que se puede decir, andar a buscar solas
dos personas que fuesen sujetos tales cuales eran menester para en^-
pezar obra tan perfecta y santa y de tanta dificultad, y sé que pasa-
ron días y tiempo harto, aunque no se me acuerda qué tanto, y nunca
topaba hombres que se osasen disponer a semejante obra, hasta que
andando inquiriendo y preguntando, aunque con mucho secreto, vino a
tratar con un padre de la Orden del Carmen, que se llamaba fray
Antonio de Heredia, que había sido prior en el monasterio de Avila
y en el de Medina, y aunque era muy buen fraile, en lo exterior era
muy pulido, y no daba muestras de tan mortificado como era menester
para obra tan heroica. Pero como habló con la santa Madre y enten-
dió la calidad del negocio, le movió Dios de tal suerte, que aprendió
tan de veras el negocio, que, para dar satisfacción de sí se díó luego
al ejercicio de la oración y mortificación antes que de hecho se de-
terminase a profesar la primitiva Regla,
Y asimismo en Medina del Campo tuvo noticia de otro padre de
los Calzados del Carmen, el cual daba grandes muestras de mortifi-
cación y humildad, g andaba con deseos de entrar en Orden que fuese
estrecha a donde se guardase más perfección que en la suya; y como
tuvo la Madre noticia de este Padre, que se llamaba fray Juan de la
Cruz, en pocas palabras se entendieron, y dijo determinadamente que
él tomaría luego el hábito. De suerte que como ya la santa Madre
PROCESOS 229

tenía dos piedras tan a propósito para su fundamento, íaltaba casa


u sitio y dinero para dar principio a tan santa e importante obra, y
esto la detuvo otro poco de tiempo para no poder hacer su principio
tan deseado. Y al fin, como Dios quería que esta obra se comenzase,
vino este negocio a oídos de un caballero de Avila que se llamaba
D Rafael, que como conocía a la santa Madre, la ofreció una casa
harto pobre, que tenía en Duruelo, aldea de tierra de Avila, que debía
tener poco más de seis o siete vecinos. Pero como la Madre estaba
tan deseosa de tener a donde hacer principio, aceptóla de buena gana
y procuró luego de irla a ver, y yo la llevé al dicho lugar de Duruelo,
y viraos la casa, que más era pajar que casa para morar; porque estaba
de suerte, que aun una noche que hubimos de estar allí, nos hubimos
de ir a recoger a la Iglesia y nos echamos a dormir por aquellos po-
yos, y a otro día se trabajó en limpiar la casa que lo había bien
menester. Y dando la Madre traza en ella para el monasterio, pro-
curó de enviar a los dos frailes lo más presto que ella pudo. Ellos
fueron y profesaron la guarda de la primitiva Regla de los Padres
antiguos y guardábanla tan bien, que todos los lugares comarcanos
se movían a gran devoción, y sin que ellos lo hubiesen menester pe-
dir, les traían mucha limosna y más de la que ellos habían menester,
porque en aquel poco tiempo que allí estuvieron parecía se represen-
taba lo que Dios hizo con Elias cuando estaba en el desierto y le
mantuvo Dios milagrosamente, porque venían muchos labradores de
aquella comarca y les traían el bastimento corporal, y ellos llevaban
el espiritual, y se volvían loando a Dios por haberles traído allí
aquellos siervos de Dios.
Y en muy poco tiempo entraron en la Orden gente muy religiosa
y docta, de suerte que hubo muy buenos predicadores que con su doc-
trina y ejemplo empezaron a hacer gran provecho en la Iglesia de
Dios. Y convidaba tanto a devoción esta primera casita con íbs demás
frailes que empezaron a tomar el hábito, que a mí y a un clérigo muy
religioso, que se llamaba Gonzalo de Aranda, nos dió devoción de ir
desde Avila a pie en romería allá; y nos estuvimos no sé qué días,
que parecía estábamos en el paraíso; y así creo Ies parecía a todos
cuantos allá iban. Pero como Dios quería extender esta santa Religión
por todo el mundo, acordaron de mudarse de allí a Mancera de
Abajo, adonde estaba g está una imagen de Nuestra Señora, que, a
dicho de cuantos la ven, es la más devota y más hermosa que hay
en el mundo, que bien parecía se quería la Madre de Dios señalar
en esta santa Orden, pues en donde estaba su santa imagen tan seña-
lada como hoy día se ve, quiso se hiciese principio de lo que había
de ser tan para gloria y honra de su bendito Hijo y de su Iglesia
católica.
Y ha crecido esta santa simiente en tanta manera, que yo que vi
tan humildes y pobres principios, ha querido Dios vea tan adelante
los fines, que en la era de ahora hay cuatro o cinco Provinciales para
poder visitar las provincias, y hay un Generalísimo, como le tiene la
Orden de San Francisco y Santo Domingo, de suerte que no tienen
que ver los Descalzos con el General de los Calzados. Y que esto
se haya hecho en tan poco tiempo y con mano de una religiosa enco-
230 PROCESOS

gida, y encerrada, y atada con obediencia de sus prelados, y sin un^


blanca de renta ni hacienda, y juntamente con eso perseguida y mur-
murada del más vulgo de la gente, ¿qué se puede decir sino que
ha andado aquí la mano poderosa de Dios, que para que bien se en-
tienda es esta obra suya, quiso tomar el instrumento flaco para con c]
hacer cosas tan fuertes y maravillosas? Bien sé que otros dirán otros
milagros que el Señor hizo con esta sierva de Dios, pero para mí éste
es el mayor y el más cierto que nadie le podm negar. Y tampoco po-
demos negar que, juntamente con ser mujer flaca, la dio Dios caudal
para hacer obras de grandes varones y la dio fortaleza más que hu-
mana; g que pues la escogió para obras tan grandes, que la dio Dios
gracia y caudal cual era menester para ponerlas en ejecución como
yo y todos los que la conocían y trataban han visto y se ve cada
día. Pues es cosa que las obras dan testimonio de lo que es cada uno;
y si conjeturas ha de haber para conocer fa gran fe y la grandísima
esperanza y caridad que esta santa tenía, bien podemos osar decir
que la tuvo tan grande y mayor que muchos de los Santos han tenido.
Y aunque para esto bastaba lo dicho, con todo eso diré algún
apuntamiento de las virtudes que yo conocí en ella y vi por mis ojos;i
porque así como en lo demás no he dicho por oídas sino por vista de
ojos lo que he dicho, así será en lo demás que dijere. Lo que ví
en ella era un conocimiento propio de sí misma, que con hacerla Dios
las mercedes tan señaladas en lo temporal y espiritual, se tenía en
tan poco, que no hacía caudal de sí, lo cual es el fundamento de la
humildad.
Y con esto en todo lo que hacía ponía toda su confianza en Dios
jy la desconfianza en sí. Tenía también una mortificación profunda, y yo
la ví que cierto prelado la quiso mortificar y la mandó algunas cosas
de menosprecio suyo, y no se le hacía a ella más dificultoso aquello,
que se puede hacer en las cosas ordinarias que naturalmente se hacen.
La obediencia que tenía a sus prelados y confesores era en gran ma-
nera, y tan fácilmente cumplía con lo dificultoso como con lo fácil.
Item, que al principio que se empezó esta Orden no tenían freílas que
hiciesen lo que toca a la cocina, y lo hacían las monjas a semanas, y
ella, con ser priora y fundadora, tomaba su semana y servía a las
hermanas y las guisaba la comida, y muy bien, porque lo sabía muy
bien hacer y era de gran contento hacerlo, ñlguna vez llegamos a po-
sadas tan desiertas de gente y a donde había tan poco aliño de co-
mida, que ella y las compañeras que llevaba aderezaban lo que ha-
bían de comer la gente que llevábamos. Y en lo que yo la ví aven-
tajarse muy mucho era en el fin tan puro por Dios, de suerte que
cualquiera cosa, por pequeña que fuese, levantaba el fin de hacerla tan
alto, que creo ganaba tanto acerca de Dios en las obras pequeñas
como en las grandes, por causa de mirar Dios más a la voluntad con
que se hace la obra que no a la obra. Y así acontece de grandes obras,
por faltarlas el fin necesario para que tengan valor, aprovechan menos
a algunos que las obras pequeñas de otros, porque el valor de las
obras, según buena teología, del fin le toman, y si el fin es grande,
aunque la ofira sea pequeña, es de gran valor acerca 'de Dios; y si es
pequeño, es de poco valor, aunque la obra sea grande. También era
PROCESOS 231

en extremo agradecida a cualquiera persona que hacía algo por ella. Y


en esto se entenderá cuánto más lo sería a Dios, pues hacía tanto
por ella y la regalaba muy a menudo, unas veces hablándola; otras ve-
ces apareciéndosela de muchas maneras; otras veces dándola a entender
admirablemente los misterios de nuestra santa fe católica; otras veces
mostrándola algunas almas de las que ella conocía cuando iban al cie-
lo; otras veces mostrándola y dándola a sentir parte de lo que se goza
en' la bienaventuranza; y otras veces la daba a sentir lo que era el
purgatorio; y otras veces la decía Dios lo que había de haca.; y
otras la consolaba cuando tenía algún trabajo; y otras veces l a reñía
cuando dudaba o temía más de lo que había de temer. De suerte que
podíamos decir, que tan familiarmente trataba y comunicaba con Dios
como con las gentes hasta tanto que aun algunos de los que se con-
denaban la mostraba Dios; y también la mostró algunos de los que es-
taban en pecado mortal, y se quejaba Dios a ella de ello, y, lo que
es mucho de espantar, que algún clérigo que la decía misa y comul-
gaba, le vio ella con un demonio a un lado y otro a otro, todo lo
cual dijo ella en su libro. Y sé que por el cielo ni por la tierra no
dijera una mentira en cosas de poco momento, cuánto más en cosas
tan graves, ni tampoco las escribiera si no las hubiera tratado con
grandes letrados y siervos de Dios, y tuviera muy averiguada la ver-
dad de todas estas cosas.
También se ha de advertir que, cuando veía algunas almas ir al
cielo, nombrábalas; pero cuando las veía que estaban en pecado mor-
tal o se iban al infierno, en tal caso ni en escrito ni por palabra
nunca nombró a ninguna, por guardarles su honra como convenía.
También diré lo que advertía yo cuando la trataba y ahora que
está en el cielo, que ninguna cosa de las que Dios hacía con ella ibaríj
sin fin y fruto de las almas, y todo era conforme lo que l a Santa
Madre Iglesia nos manda creer y conforme a la Escritura sagrada,
con la cual se han de refrendar estas cosas sobrenaturales, que aunque
es verdad que nos las manda Dios creer y que no las queramos ver
en esta vida, con todo eso se ha querido Dios mostrar en muchas ma-
neras a muchos siervos de Dios, así en el Testamento Nuevo como
én el Viejo; y esto no sin causa, sino con grande providencia de Dios%
para que de una manera y otra tengamos noticia de las cosas eternas,
y que juntamente con fundarnos principalmente en la verdad de Dios,
que es el fundamento de esta santa fe, también creamos a los Santos'
a quien Dios lo ha revelado. Y a esto atiende la reprensión que Jesucis-
to hizo a los discípulos, cuando se quiso subir al cielo porque no habían
creído a ios Apóstoles que decían le habían visto resucitado. Y aunque es
verdad que estas cosas no las hemos de creer tanto por haberlas revela*
do Dios a sus escogidos, cuanto por habérnoslas revelado el mismo Hijo
de Dios como testigo de vista, con todo eso ayudan mucho al ejercicio
que debemos tener en los misterios sagrados, considerándolos y creyén-
dolos porque los dijo Dios y porque nos los reveló la primera verdad
que es Dios. Y considerando también que lo que dicen los Santos y lo
que dice Dios todo es uno, toda es una verdad dicha de quien no puede
mentir, que es Dios, y dicha de otros hombres como nosotros, a quien
Dios ha tomado por predicadores de esta verdad y por testigos fieles
232 PROCESOS

para que el testimonio sea más clarificado, por ser dicho de muchos
Santos que con sus vidas y coñ su sangre atestiguaron esta verdad de
Dios; y pues esta sierva de Dios no la pudo atestiguar con su sangre
como los mártires, lo cual ella deseaba bastantemente, lo atestiguó con
áu vida, y con sus palabras y con sus obras maravillosas. Y también
la atestiguó con su maravilloso cuerpo, pues cuando esto se escribe
ha más de catorce años que murió, y se está entero y sin corrupción,
lo cual no es menester atestiguarlo, sino rogar a quien no lo creyere
por los testigos que lo han visto, lo vayan a ver a Alba, adonde hoij
día se guarda su cuerpo entero con gran veneración y devoción de to-
dos los que le ven.
De las demás cosas que se podían decir me remito a su libro,
que sé que no le escribió sacando de otros libros cosa alguna, sino que
es todo lo que pasaba por su alma y las mercedes que Dios la hacía,
a! modo que el Espíritu Santo la dictaba lo escribiese, porque lo hacía
con el mandato de sus confesores; y sé que no era persona que por
todo el mundo añadiría cosa que no hubiera ella experimentado. Y así
se dejaba bien entender que las mercedes que Dios la hacía en lo irf-
terior de su alma, conforman mucho con las obras heroicas que en la
Iglesia de Dios dejó hechas, como son la fundación de monjas Des-
calzas y frailes Descalzos, adonde hoy día se sirve Nuestro Señor
con grandísima perfección, de lo cual soy también testigo de vista, no
sólo en Avila, sino en muchas partes adonde me he hallado y tratado
cspiritualmente y confesado en muchos conventos de monjas; y he
visto cómo proceden en los conventos de frailes, los cuales se esmeran
cuanto es posible en guardar su Regla con toda la perfección y rigor
que se guarda en los monasterios más perfectos del mundo. Y así mi-
rando estas obras que la santa Madre hizo, y mirando las mercedes es-
pirituales que el Señor hacía con ella, se echa de ver ser negocio
de Dios, y que semejantes mercedes conforman con tan heroicas obras;
y las obras conforman con las mercedes, porque las que ella recibía
de Dios de ordinario no se suelen hacer sino a personas a quien
Dios ha escogido para semejantes obras. Y con esto concluyo con que lo
que he escrito en Dios y en mi concencía, es así, sin pretensión de
cosa más de decir la verdad de lo que me es preguntado. Y así lo fir-
mo de mi nombre.—£/ Doctor D. Pedro de Tablares—Julián Dávila.—
Ante mí: Francisco Fernández de León.
Y así presentada y leída la dicha Declaración, dijo que debajo
del dicho juramento que tiene hecho, declara que es esto lo que sabe
cerca del dicho negocio, y es verdad.
Y quedan las dichas hojas rubricadas de mí, el dicho notario, y
firmada la dicha Declaración del dicho señor Juez y de mí, el dicho
notario, juntamente con la firma del dicho P. Julián Dávila. Y fir-
mólo aquí asimismo el dicho Sr. Arcediano, juez apostólico: E l doctor
D. Pedro de Tablares.—hnia mí: Francisco Fernández de León.
PROCESOS 233

DICHO D E L LlCENCIflDO LUIS VAZQUEZ (1).

En la segunda pregunta dijo: que ha oído decir a diversas per-


sonas mucho bien de la virtud y santidad de la madre Teresa de Je-
sús, y que fuese mujer de grandes virtudes y oración, lo cual se
echa bien de ver, y conoce haberlo sido por la obra que ha resultado
y fundación de casas tan santas y religiosas.
En la tercera pregunta dijo: que ha oído decir, y tiene por cierto,
que la dicha santa madre Teresa de Jesús fué fundadora de la Or-
den que llaman Carmelitas Descalzas, así de mujeres como de hombres.
En la cuarta pregunta dijo: que tiene por cierto, según lo que
ha oído decir a diversas personas religiosas, ser la madre Teresa
de Jesús dotada de las partes que la pregunta dice, y en especia!
de mucha caridad, y este testigo la vió que la usaba, en particular con
las monjas enfermas, y de su casa, condoliéndose de ellas y apia-
dándose.
En la quinta pregunta dijo: que dice lo que dicho tiene.
En la sexta pregunta dijo: que ha oído decir que cuando murió
la santa madre Teresa de Jesús fué enterrada en Alba, pero que cuán-
do murió y dónde la enterraron que este testigo no lo vió.
En la séptima pregunta dijo: que un día de Año Nuevo, prin-
cipio del año de ochenta y seis, llamó a este testigo el obispo don
Pedro Fernández Terniño. obispo que a la sazón era en esta ciudad,
y le llevó al dicho monasterio de San José de Avila, adonde estaba
el cuerpo de la santa Madre, que habían traído de Alba, y le hicieron
sacar a este testigo y al licenciado Ramos, médico, que es ya di-
funto, de! capítulo adonde le tenían las monjas del dicho convento ves-
tido con el hábito de la dicha Orden de Descalzas Carmelitas, y le pu-
sieron en la portería, adonde en presencia de dos oidores de su
Majestad y otro religioso de la Orden de San Jerónimo, y algunos
sacerdotes, el dicho señor Obispo pidió a los que presentes estaban
que ante todas cosas dijesen si era aquel cuerpo el de la madre Teresa
de jesús los que en vida la habían conocido. Los cuales unánimes y
conformes dijeron ser aquel su rostro, cuerpo y figura de la que en
vida habían conocido y tratado por Teresa de Jesús, y este testigo
fué uno de ellos, y solo el rostro estaba un poco maltratado por cal
ü piedras que la habían echado cuando la enterraron, pero no por
esto estorbaba ni impedía a dejar de conocerle por verdadero rostro
suyo. Y habiendo visto este declarante las partes del cuerpo que pu-
dieron ser vistas, de las cuales tuvo necesidad de ver y tocar muy
en particular para poder este testigo responder con certeza y verdad
si aquel cuerpo estaba embalsamado, o salado, o abierto o por al-
gún otro artificio natural para poderle conservar sin corrupción ni mal

je Declaró el licenciado Vázquez, médico de San José de Avila, el 30 de abril


e 1597. Conoció a la Santa siendo médico del convento de San José.
234 PROCESOS

olor, como estaba entonces a cabo de algunos años que había sido
enterrado, vio y entonces dijo y ahora declara, que el cuerpo de
^a dicha santa Madre estaba sin corromperse, y sin ser abierto ni
embalsamado, porque tocó y vio su vientre lleno con sus tripas y con
tanta carne en aquellas partes y en toda ella como en vida podía estar,
sin dar de sí mal olor ninguno, sino antes bueno, por lo cual él y
el otro médico compañero declararon, como ahora de nuevo lo declara,
ser imposible por vía natural estar de la manera que estaba, si no
fuera obrando Nuestro Señor milagro en su sierva, Y para más con-
firmación de lo que entonces dijo y ahora dice, quiso en diversos
días y horas, sin estar las monjas prevenidas entrar en el dicho mo-
nasterio, como entró con ocasión de entrar a visitar las enfermas, y
les pidió le mostrasen el dicho cuerpo, que quería verle, y esto hacía
este testigo para con más seguridad y certeza poder afirmar el
milagro de la incorrupción de su cuerpo siempre que le fuese pre-
guntado, y ver si estaba en un ser como la primera vez que se le
mostraron. Y que diversas veces en tiempo de mucho calor se le raofs-
traron en un arca aforrada por de fuera de terciopelo carmesí, y ta-
pada con un paño de damasco morado, y la arca cerrada con su
llave, y le vió siempre de la misma manera que al principio le ha-
bía visto. Y no solamente no daba mal olor con ser en tiempo de
tanto calor y estar tan cerrado, pero antes daba de sí una fragancia
y olor bueno, que jamás -pudo este testigo percibir y diferenciar qué
suerte de oior fuese, y era tan grande a veces, que teniendo este
testigo una enferma encima del capítulo donde estaba la dicha arca
con el dicho cuerpo, se percibía el dicho olor en el aposento donde es-
taba la dicha enferma, de la manera que se percibía cuando se abría
la dicha arca, de manera que daba consuelo y obligaba a estarse al-
gún rato más por gozar de él, teniendo visitas otras a que acudir. Y
dijo más este testigo: que notó dos cosas misteriosas, demás de lo que
tiene dicho, en el cuerpo de la dicha santa Madre, que con estar tan lle-
no de carne, como tiene declarado, porque ella de suyo lo era en vida y
no estaba en ninguna manera consumida, sacándola de la caja para
llevarla a la portería solos este testigo y el dicho Licenciado Ramos,
que era un hombre flaco y viejo, la sacaron con una facilidad grande,
sin sentir pesadumbre alguna, como si llevaran una cosa muy liviana,
que les causó grande admiración por parecerles no era peso de
carne como había de ser, sino peso de carne santificada. Y lo segundo
fué, que habiéndole cortado un brazo para dejarle por reliquia en
ñlba cuando trajeron el dicho cuerpo, de la parte que se había cor-
tado destilaba un licor a manera de aceite, el cual se cogía en paños
que le pegaban por devoción, dando de sí un olor bueno indecible, que
no se podía percibir de qué era.
En la octava y novena y décima dijo: que dice lo que dicho
tiene, y que es verdad para el juramento que tiene hecho y €n ello
se afirmó y ratificó: dijo ser de edad de cincuenta años, y que no es
pariente de la madre Teresa de Jesús, ni le toca otra cosa alguna
de las preguntas generales y lo firmó y el dicho Sr. Juez.—£V Doctor
D. Pedro de Tablares—El Licdo. Litis Vázquez.—Rnte mí: Francisco
Fernández de León.
PROCESOS 235

DICHO DE D.a QUITERIR DaVILfl (1).

En la primera pregunta dijo: que conoció muchos años de vista,


trato y comunicación a la madre Teresa de Jesús que la pregunta
dice, porque cuando esta declarante entró y tomó el hábito en el di-
cho convento de la Encarnación de Avila, donde ahora es priora, halló
ya en él con el hábito de la dicha su Orden a la dicha madre Teresa
de Jesús, que entonces se llamaba D.a Teresa de Ahumada, con la
cual tuvo particular amistad y comunicación, a su parecer casi veinte
años, en el dicho monasterio, y sabe que era natural de Avila, y co-
noció a su padre de vista, y a su madre oyó decir se llamaba doña
Beatriz de Ahumada, pero que dónde se bautizó no lo sabe ni se acuer-
da haberlo oído decir.
En la segunda pregunta dijo: que sabe y vió todo el tiempo
que en la pregunta antes de ésta tiene declarado, que la dicha ma-
dre Teresa de Jesús fué mujer de grande y continua oración, y que
ninguna cosa le estorbaba para que mañana y tarde dejase de tener
sus horas de oración, demás de las que suelen tener las demás reli-
giosas del dicho convento por su instituto, y ser mujer de gran es-
píritu y devoción.
En la tercera pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús fué fundadora y la que dió principio a la Orden que llaman
Carmelitas Descalzas, lo cual sabe esta declarante, porque cuando salió
de este convento a hacer la casa de San José de Avila, sacó consigo
una hermana de esta declarante, monja de este convento, que se
llamaba Ana de San Juan, natural de Avila. Y sabe y vió que de l i -
mosnas y ayudas que tuvo de personas virtuosas hizo la dicha primera
fundación, y que la dicha su hermana y ella volvieron a esta casa, de
donde después por mandado de los prelados salieron a las demás
fundaciones, llevando consigo tres monjas de mucha santidad y virtud,
y una anciana, que fué priora después en la casa de San José, que
era tanta su humildad de la madre Teresa de Jesús, que no quiso ser
ella la priora, sino estar sujeta a la voluntad y mandado de Ana de
San Juan, que era la que sacó consigo. Y sabe y tiene por cierto de
su virtud y modestia, que lo que le movió para este principio fué la
gloria de Dios y bien de las almas. Y se acuerda haberla oído decir
que, vista la perdición de tantas como en aquel tiempo había perdi-
das con la herejía introducida en el reino de Francia, y perdido el
conocimiento y el aprovechamiento que habían de tener de la sangre

l De esta buena devota de Santa Teresa, que fué su compañera de viaje en al-
gunas fundaciones, habla con grande elogio D.a María Pinel (B. M. C , t. 2, páginas
5—116), monja de la Encarnación de Avila, de donde D.a Quiteria fué priora has-
a emeo veces. Hija espiritual muy aventajada de San Juan de la Cruz, murió santa-
mente a los ochenta años de edad. Su Información es del 30 de abril de 1597.
236 PROCESOS

que Cristo Nuestro Redentor derramó por ellas, su fin y deseo era
fundar y granjear almas que recompensasen' aquella pérdida para
gloria de Dios y bien de ellas.
En la cuarta pregunta dijo: que como persona que más en par-
ticular la trataba a todas horas estando en el dicho monasterio de la
Encarnación, conoció en ella todo lo que la pregunta dice, y ser do-
tada de tanta humildad y paciencia, que por ninguna ocasión de mu-
chas que en la comunidad pasaran, así en elecciones como en parti-
culares cosas que a ella tocasen, siempre la vió llevarlas con suma
modestia, compostura y humildad, sin jamás haberle visto acto de so-
berbia e impaciencia, ni responder mal ni con aspereza a palabras que
contra ella se dijesen, ni permitía que en su presencia a nadie cul-
pasen, siempre dando razones con que excusar a los ausentes, mo-
vida de caridad, Y que supo y vió que era mujer de penitencia no-
table de ayunos y disciplinas particulares, demás de lo que la Orden
tiene, dando a todas buen ejemplo y siendo caritativa con los enfer-
mos y pobres.
E n la quinta pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús padeció a los principios de sus fundaciones grandes tra-
bajos y contradicciones, pareciéndoles algunos que era amiga de salir
y de novedades, y que no era buen espíritu el que la movía y guiaba
a ponerse en los viajes y caminos que se ponía una mujer sola y
pobre. Y vió con la gran esperanza con que iba adelante en lo que
pretendía hacer, y que con bonísimo ánimo, por amor de Dios, sufría
lo que de ella se decía y pensaba, con suma humildad y alegría,
confiada con la grande fe que en Dios tenía, que él perfeccionaría y
acabaría las cosas que por su amor y con su ayuda comenzaba, como
¡se ha visto por obras en el fin que sus cosas han tenido así de
monjas como de frailes descalzos.
En la sexta pregunta dijo: que le parece a esta testigo que habrá
de catorce a quince años que la madre Teresa de Jesús murió en Alba,
lo cual sabe por habérselo dicho el mayordomo de esta casa, a quien
esta testigo siendo priora en muchos trienios que lo ha sido, envió
a Alba, el cual le dijo se había hallado en su entierro y que era muerta,
y que era tan grande el buen olor que en la iglesia había a donde
estaba su cuerpo para hacerle las exequias y divinos oficios, que to-
dos salían espantados, y que no era de perfumes o composiciones odo-
ríferas, sino un extraño olor diferente de los demás olores que el
cuerpo daba de sí. Y ha oído decir de la incorrupción de su cuerpo
que la pregunta dice, y ser cosa muy pública y notoria, aunque esta
declarante no le ha visto por estar como está en su convento y no
salir fuera.
En la séptima pregunta dijo: que nunca oyó decir que el cuerpo
de la madre Teresa de Jesús, después de d í a muerta fuese abierto o
embalsamado o puesto remedio alguno para la incorrupción de su
cuerpo, pero que bien ha oído decir que en Alba le cortaron un brazo
para reliquia, que hoy día tienen en el convento, y que el obispo
que fué de Avila, don Alvaro de Mendoza, le había cortado un dedo,
y esta declarante tiene un poquito de su carne y uno de los papeles
que puestos y allegados a su carne salen untados como de aceite.
PRÓCESOS 237

En la octava pregunta dijo: que dice lo que dicho tiene, y que


otra cosa no se acuerda.
En la novena pregunta dijo: que sabe que en vida de la madre
Teresa de Jesús por sus oraciones y santidad fuese Nuestro Señor
servido de darle conocimiento de muchas cosas en que resplandecía, y
se le echaba de ver su santidad y vida milagrosa; y en coníirraación
de esto dirá particularmente algunas cosas para gloria de Nuestro Se-
ñor, y para que se entere todo el mundo de Ja gran santidad de su
sier'va Una de ellas es que, saliendo esta declarante de esta casa en
compañía de la madre Teresa de Jesús para Salamanca, a do iban a
mudar un monasterio por ella fundado de Descalzas en la dicha ciudad,
de la parte donde estaba a otra, caminando con una noche muy áspera
oscura y tenebrosa junto a un arroyo que se había de pasar, y yendo
con mucho miedo esta declarante y esforzándola la madre Teresa, que
no le tuviese, vio un resplandor de luz delante de ella, como causado
de hacha que viniese de detrás, qm siempre las fué alumbrando hasta
entrarlas en un lugar de población; y preguntando esta declarante a
la madre Teresa de Jesús que ¿qué se había hecho de la luz que
las alumbraba?, porque realmente entendió que venía de detrás de
ellas lo que causaba el resplandor y luz con que caminaban, la dijo:
pregúnteselo a Dios; de donde entendió ser obra milagrosa, a su
parecer, que Nuestro Señor por su sierva obraba. Y llegadas a Sala-
manca, se acuerda que estando una noche ayudándola a rezar esta de-
cl aran te como otras veces solía ios maitines, se detuvo un poco puesta
la mano en los ojos, y ella estuvo sosegada por un rato, y vuelta en
sí la madre Teresa, la preguntó esta testigo que qué había tenido, y
ella respondió: muerto es en Avila D. Francisco de Guzmán, que era un
clérigo de suma virtud y gran santidad, canónigo de la santa Iglesia de
dicha ciudad, y heme holgado por el descanso de su alma, aunque
me pesa por la pena que recibirá su hermana, que era monja en la
Encarnación de Avila, de donde la Madre y esta testigo habían salido.
Y de allí a tres o cuatro días, viniendo el padre Ripalda, de la Com-
pañía ds Jesús, de Avila a Salamanca, les dijo a la dicha madre Teresa y
a esta declarante entre otras nuevas, ya sabían como tal día, a tai
hora, murió D. Francisco de Guzmán. Y luego esta declarante reparó en
ello y vió haber sido en el día y hora que la madre Teresa, es-
tando ella en Salamanca, corno dicho tiene, le había dicho que era
muerto, lo cual también confirmó tener revelación de Nuestro Señor
como a sierva suya. También se acuerda, yendo otra vez a verla esta
declarante a San José de Avila, porque entonces con licencia de los
prelados salían, yendo penada por la enfermedad de una hermana
suya, monja, que estaba en la Encarnación con esta testigo y había
muerto, la consoló la Madre diciéndole que no tuviese pena ninguna,
Porque estando ella comulgando la había visto subir al cielo resplan-
deciendo como un cristal. Otra vez, habiéndose muerto en este con-
vento de la Encarnación una monja, que luego que profesó cayó mala
en la cama y de ella no se levantó hasta que murió, estando la ma-
dre Teresa de Jesús en su convento de San José de Avila, envió a pre-
guntar que qué monja era la que había muerto en el dicho convento
oe la Encarnación, porque desde la cama se había Ido derecha al cielo,
238 PROCESOS

y lo mismo dijo de otro religioso de la Orden de los Carmelitas, con-


fesor de esta casa, que estando ella comulgando había visto su alma
subir al cielo.
En la décima pregunta dijo: que dice lo que dicho tiene en las
preguntas antes de ésta, y que ha visto algunas veces en esta casa po-
nerse algún poco de reliquia de la madre Teresa de Jesús en partes
dolorosas y quitarse el dolor, lo cual atribuye esta declarante a la
gran santidad de la Aladre, como dicho tiene, y esto es lo que sabe
y se acuerda de presente, y es la verdad para el juramento que tiene
hecho, y en ello se afirmó g ratificó, siéndole vuelto a leer, y lo
firmó; y dijo ser de edad de más de cincuenta y seis años, y que no
fué parienta de la santa madre Teresa de Jesús, ni la toca otra al-
guna pregunta de las generales. Firmólo el dicho Sr. Juez.-—£7 Doc-
tor D. Pedro de Tablares. —£M Quiteña DávUa.—Knte mí: francisco
Fernández de León.
PROCESO D E P1EDRAHITA

DICHO D E L P. D1EÜ0 DE YANaiFiiS (1).

A la primera pregunta dijo: que cuando este testigo trató a la


dicha madre Teresa de Jesús era ya de mucha edad, y no sabe quién
fueron sus padres, mas de que oyó decir y tuvo por cierto que eran
hijosdalgo y cristianos viejos, y que lo oyó decir francamente en
Avila, y conoció a sus deudos tenidos por tales, y la tuvo por bauti-
zada, y se remite al libro del bautismo, g en lo demás la conoció
u trató muy familiarmente por más de ocho años hasta que murió.
Siendo preguntado por las preguntas generales dijo ser de edad
de cincuenta y seis años, poco más o menos, y no es pariente.
A la segunda pregunta dijo: que sabe la pregunta como en ella
se contiene. Preguntado cómo lo sabe, dijo: que porque tuvo con la
dicha madre Teresa de Jesús muy largo y particular trato y comuni-
cación los dichos ocho años, poco más o menos, porque fué su confesor
y con quien ella trató muy particularmente, y por haberla tratado; y
bien mirado sabe que fué mujer de grande espíritu y que trató mucho
con Nuestro Señor mediante la oración. Y por el mismo medio Nues-
tro Señor trató con la dicha Madre y le comunicó muchas cosas de su
servicio, de las cuales están muchas en sus libros a que se remite;
y parte de ellas se las oyó a ella misma y las que él en dicho tiem-
po particularmente sabe por habérselas oído a la dicha madre Teresa
de Jesús y otrosí haberse hallado presente cuando acontecieron, es-
pecialmente declaro, que escribiendo la dicha madre Teresa de Jesús
a este testigo desde Toledo, donde ella estaba, a Segovia donde estaba
este testigo, que le dijese con quién se confesaría allí en Toledo, eis^e
testigo le respondió, que se confesase con el padre fray Diego de Ye-
pes, que era en la dicha sazón prior de la Sisla de Toledo, y ahora
es confesor del Rey nuestro Señor, y que ella le había enviado a lla-
mar algunas veces para el dicho efecto, y que no vino; y visto que no
venía, la dicha madre Teresa de Jesús lo trató con Nuestro Señor en
la oración, y que Nuestro Señor la había mandado que se confesase
con el doctor Velázquez, que era entonces canónigo de la santa Iglesia
Mayor de Toledo, porque así convenía, y que fray Diego de Yepes él
le detenía porque quería que se confesase con el dicho doctor Veláz-

1 Del 20 de diciembre de 1 595 es la Declaración de este docto dominico, conse-


)ero discreto de la Santa y juez competente de sus escritos. De las relaciones espiri-
tuales que con él tuvo, singularmente en Segovia, ya se ha hablado en diversos lu-
gares de esta Biblioteca. E l piadoso P. Felipe Martín, en su obra Sania Teresa de
Jesús y la Orden de Predicadores (págs. 635—640), publicó la mayor parte de este
icho. El P. Yanguas hizo su Declaración en Piedrahita (Avila) y figura en el tomo
•0 del Prc»ceso que se guarda en el Palacio episcopal abulense, folio 20.
240 PROCESOS

quez, Y más le dijo, que le encomendase a Dios la dicha madre Te-


resa de Jesús al dicho doctor Velázquez, g que vería grandes cosas,
lo cual después se pareció, pues fué Obispo de Osma y Arzobispo de
Santiago con tanto ejemplo de toda España. Y que tratando este t|es-
tigo con el dicho padre fray Diego de Yepes esto que aquí ha decla-
rado, se holgó mucho de saberlo, g dijo a este testigo que él de-
seaba mucho irla a confesar a la dicha madre Teresa de Jesús y no
podía saber quién se lo estorbaba. Y asimismo declaró el testigo que
oyó decir a la dicha Aladre, que estando en la oración con Nuestro
Señor diciéndolc que tenía mucha envidia a Santa María Magdalena
por lo mucho que ella habia amado a Su Majestad y porque había
sido tan grande amiga suya, Nuestro Señor la respondió: Hija, a esta
tuve por amiga viviendo en la tierra, y a ti te tengo por amiga ahora
estando en #1 cielo.
Otrosí declaró este testigo: que el día de San Alberto, que la
santa Madre estuvo en la fundación de la casa de Segovia, y habién-
dola confesado y comulgado este testigo, le llamó a una rejuela del
coro, y le dijo cómo al recibir el Santísimo Sacramento estuvieron con
ella, y diciéndola Nuestro Señor Jesucristo huélgate con él, desapareció,
y la dicha Madre se quedó con San Alberto. Y encomendándole los
negocios de sus conventos g Descalzas, la respondió el dicho San
Alberto ciertas palabras, que por buenos respetos no las declara, en
que le dió a entender conforme a la declaración, que los Descalzos
y Descalzas tuviesen prelados propios y distintos de los Mitigados,
y esto se ha visto por obra g experiencia.
Otrosí declaro: que el mismo año, día de San Jerónimo, partién-
dose la dicha madre Teresa de Jesús de Segovia para Avila, vino a
la capilla de Santo Domingo, que está en el convento de Santa Cruz
de Segovia, acompañándola este testigo con el Prior y otros Padres;
y habiéndose despedido de ellos, se quedó en la dicha capilla en cora-
pañia de este testigo, dos monjas, sus compañeras, g le dijo a este
testigo a solas, que en entrando y poniéndose de rodillas, se le apa-
reció Santo Domingo con mucho resplandor, y entre otras palabras re-
galadas que la dijo, la prometió de favorecerla mucho en las cosas
que tocaban a sus conventos de Descalzos y Descalzas. Y este testigo
la vió postrada delante del altar de la dicha capilla, g lievantándose
con muchas lágrimas, que entendió ser del contento que tuvo con la
dicha revelación, y que de allí a una hora, poco más o menos, están-
dola confesando este testigo para comulgarla en la misa, la oyó decir
que Santo Domingo la estaba allí acompañando a su mano izquierda, g
que estando comulgando a la misa de este testigo y por su mano,
supo de ella que la había acompañado Cristo Nuestro Señor a la
mano derecha y Santo Domingo a la izquierda, y que volviéndose
la dicha Aladre a hacer reverencia a Cristo Nuestro Señor, él la dijo:
huélgate con mi amigo, y así se desapareció. Y que después de aca-
bada la misa, diciéndole este testigo, que si quería gozar de aquella
capilla que se fuese a tener oración a la capillita más pequeña donde
está un Santo Domingo de bulto, la santa Madre lo hizo, y después
de haber estado allí postrada corno un cuarto de hora, se levantó, y
llamando a este testigo le dijo y declaró cómo Santo Domingo es-
PROCESOS 241

tuvo con ella grande rato, y le dijo: gran gozo ha sido para mí ve-
nir tú a esta capilla, y tú no has perdido nada; y luego le comunicó
los grandes trabajos que allí había pasado con los demonios y las
qrandes mercedes que Dios allí le había hecho en la oración. Y pre-
guntándole la dicha Madre, por qué siempre que se le había aparecido
se le aparecía a la mano izquierda, le respondió el Santo diciendo:
porque la mano derecha es de mi Señor. Y allí le dijo a este testigo
que aquella imagen de bulto que está en la dicha capillita es el ver-
dadero retrato de nuestro padre Sanio Domingo, y esto declara a la
segunda pregunta.
A la tercera pregunta dijo: que la sabe la dicha pregunta. Pre-
guntado cómo la sabe, dijo: que así lo oyó decir a otros Padres
algo más antiguos que él, que se hallaron presentes en la ciudad de
Avila al tiempo que este testigo estudiaba en el convento de Santo
Tomás de la dicha ciudad, que fué el tiempo que la dicha Madre fundó
allí el primer convento de Descalzas que se llama San José, de la
dióha ciudad de Avila, que fué el primer convento de todos los con-
ventos de monjas Descalzas Carmelitas; y lo susodicho supo este tes-
tigo después por revelación de la dicha madre Teresa de Jesús. Y en
lo que toca a los religiosos Descalzos sabe este testigo por relación de la
dicha madre Teresa de Jesús, que ella misma después persuadió a fray
Antonio de Jesús y a fray Juan de la Cruz, que eran de los Calzados
mitigados, que se descalzasen y fundasen un monasterio de frailes
Descalzos, y es público y notorio que los dichos dos Padres fueron
los primeros Descalzos Carmelitas, y comenzaron a fundar un monas-
terio, que se llama el lugar donde se fundó Duruelo, y esto por or-
den de la dicha Madre. E l cual dicho monasterio por la mucha des-
comodidad del lugar y con orden de la dicha Madre, le pasaron al
lugar de Mancera de Abajo, donde con favor de los vecinos de Man-
cera se hizo el convento de Descalzos que está en el dicho lugar de
Mancera, y esto declara de la pregunta. Y que en lo que toca al fin
que tuvo en emprender la dicha obra sabe este testigo por relación
de la dicha Madre, que fué su intento fundar monasterios de frailes
y monjas donde se guardase la Regla primitiva del Carmen sin nin-
guna mitigación, y demás de esto añadió el andar descalzos y otras
cosas de más rigor y perfección para el dicho efecto.
A la cuarta pregunta dijo: que lo que sabe de ello es, que la
tuvo por tan dotada de fe a la dicha Madre, que un día le oyó
decir que en esto le había Dios hecho tanta merced que en toda su
vida nunca tuvo primero movimiento contra la fe, y que una de las
cosas con que más se regalaba era con creer lo que no veía, y no
sólo por decirlo Dios y su Iglesia. En lo que toca a la esperanza
dijo, que bien claro se le echó de ver por el exceso de su vida y
obras, especialmente en su principio este testigo supo por relación
de la dicha Madre, que muchos años tuvo grandísimas ansias, que con
sólo mirar al cielo quedaba arrobada y sin sentido. Y que lo que
toca a la caridad siempre la tuvo dotada de amor de Dios; y sabe\
por relación de la dicha Madre, que por este amor de Dios empren-
dió las dichas fundaciones y. todos los trabajos que se le ofrecieron,
U Particularmente porque este testigo la oyó decir que no sólo por
242 PROCESOS

la fe de Cristo, sino que por una sola ceremonia de la Iglesia se


dejaría ella de muy buena gana quitar la vida, y esto es lo que de-
clara de esta pregunta.
R la quinta pregunta dijo: que la sabe como en ella se contiene.
Preguntado cómo la sabe, dijo: que por haberla tratado y comunicado
mucho tiempo en los años que tiene declarados en las preguntas an-
tecedentes, y haber sido su confesor. Especialmente, acerca de la hu-
mildad declaró este testigo haberla oído decir, que ella no podía
entender cómo hombre que conociese a Dios podía dejar de ser hu-
milde, y que le parecía que era como imposible dejar ella de ser hu-
milde. Y que siempre entendió de ella ser muy pobre de espíritu, y
castísima y tan obediente en extremo, que cuando los confesores le
mandaban algo, no quería que le diesen razón por qué se lo man-
daban, Y en lo que toca a la penitencia sabe, que todo el tiempo
que tuvo salud y licencia de sus confesores la hizo muy grande, y que
algunas veces oyó decir a la dicha madre Teresa de Jesús, que ella
los rigores de penitencia muchas veces los tomaba para descansar de
la gran fuerza que interiormente le hacía el amor de Dios a hacer
y padecer algo por él, y por haberla tratado y comunicado sabe lo
que dicho tiene.
R la sexta pregunta dijo: que la sabe como en ella se contiene;
y particularmente sabe de muchos exteriores e interiores trabajos que
|uvo la dicha Madre, así de los demonios que la maltrataban como
de hombres que la persiguieron y levantaron muchos falsos testimo-
nios, todo lo cual ella llevaba con grande paciencia y tranquilidad; y
este testigo la oyó decir que para que ella quisiese mucho a una per-
sona no era menester más que hacerla mal o perseguirla, y que en los
trabajos no le pesaba a ella por sí, sino por sus amigos; y que si
Dios les diera a ellos el ánimo que a ella le había dado, ninguna
cosa sintieran. Especialmente sabe que la dicha Madre era tan amiga
de padecer trabajos, que traía como por blasón suyo este dicho: o
morir o padecer; y también la oyó decir algunas veces, que el pade-
cer no tiene necesidad de otro fin sino padecer por padecer. Y es-
pecialmente se acuerda este testigo que acabada la fundación del con-
vento de Segovia, se fué la dicha Madre a su convento de San José
de Avila, a donde este testigo la visitó un día de la fiesta de San
Bartolomé, y le contó cómo algún tiempo antes, un día de la Nati-
vidad de Nuestro Señor, saliendo ella del coro, el demonio la arrojó
con tanta fuerza muchos escalones abajo, que le quebró el brazo iz-
quierdo. Y diciendo ella a Nuestro Señor: válgame Dios, Señor, éste
matarme quiso; le respondió Nuestro Señor con una habla interior: si
quiso, pero estaba yo contigo. Y se acuerda este testigo que el dicho
día de Saji Bartolomé, estándole ella contando los muchos dolores que
había padecido después las veces que se le habían desconcertado y
concertado para componerle, le dijo estas palabras: dudo. Padre, si
hay cuerpo humano hoy vivo que tanto mal haya padecido como éste
mío, y esto es lo que sabe de esta pregunta.
R la séptima pregunta dijo: que de hoy días es público y no-
torio que es difunta y pasada de esta presente vida, y sabe por esto
ser difunta, porque vió su cuerpo después de difunta muy particular-
PROCESOS 243

mente en la villa de Alba, adonde también sabe que al presente está


el dicho cuerpo; y fué público que murió en el monasterio de las
Descalzas de la villa de Alba, pero que cuándo murió y lo que acaeció
en su muerte, se remite a las personas que en la dicha villa de Alba
estuvieron en su muerte y divinos oficios g entierro y funerales, y
esto declara de la pregunta.
R la octava pregunta dijo lo que dicho tiene, a que se refiere,
y "que de vista no sabe cosa acerca de él.
i \ la novena pregunta dijo: que de vista no sabe este testigo de
milagro ninguno; y que la dicha Madre después de muerta haya obrado
en terceras personas, aunque ha oído decir de muchos, pero este teis-
tigo tiene por particular milagro el conservarse su santo cuerpo tan
entero y con tanta fragancia, g el óleo que sale de él como consta
de tantos lienzos teñidos en el dicho óleo como se reparten por toda
España. Y particularmente vió este testigo por un pañito de üenzo
que él tenía teñido en la sangre de la dicha Madre, de la que saíió
de un flujo de sangre aue tuvo al tiempo de su muerte, tres o cua-
tro meses después de muerta, juntándolo con otros lienzos los teñían,
aunque no tanto como él estaba. Y también oyó decir este testigo en
el convento de las Descalzas de Alba a la supriora, que era el año
próximo pasado de noventa y cuatro, que se llama María Ana de la
Encarnación, que algunos meses antes, pasando por allí un "Padre
definidor que se llamaba fray Juan de Jesús María, de la dicha
Orden, en presencia de él y de muchas monjas por descuido dieron
un rasguño en una parte del dicho cuerpo, y en presencia de todos
salió sangre de él tan fresca, que la cogieron en un paño y la llevó
el dicho Padre a Madrid, y se remite al dicho de dicho Padre y
priora g monjas, y esto declaró de la pregunta.
A la décima pregunta dijo: que la sabe cómo en ella se contiene,
porque este testigo a petición de la dicha madre Teresa de Jesús
que le dijo haberlos compuesto los dichos libros, los leyó este testigo an-
tes que se imprimiesen, g después de impresos los ha visto y tenido to-
dos en su poder, y los tiene por muy católicos y de sana doctrina, y que
ha oído decir en muchas partes la gran devoción que con ellos tienen
los fieles y el mucho fruto que con ellos se ha hecho en personas
espirituales y en otras que no lo eran. Esto que dicho tiene es la
verdad de lo que de ello sabe y al presente se acuerda para el jura-
mento, y en ello se ratificó g lo firmó el señor Juez y el dicho
testigo.—Peífro Solazar Rengijo ,—Fray Diego de Yangms.~M. de
Texeda.
244 PROCESOS

DICHO DE D.a MflRIñ DE TOLEDO, DUQUESA HE HLBñ (1).

R la primera pregunta dijo; que conoció a la dicha madre Teresa


de Jesús, de manera que tuvo muy estrecha amistad con ella desde
que vino a fundar la casa del monasterio de Descalzas de la villa
de Alba hasta su muerte, que fué en el dicho monasterio de Alba, al-
gunos años después de su fundación, y que era tan grande e! con-
tento interior que se sentía estando cerca de ella, que le pareció bas-
tante señal y efecto de asistir en la dicha Madre el Espíritu Santo,
por lo cual y las muchas virtudes que en ella conoció y sus obras
que todos vieron, tiene por cierto que fué bautizada, y en esto se re-
mite al libro de la parroquia, y que sus padres y parientes los tiene
pior gente honrada y de limpia sangre, naturales 'de Avila, y esto
declara de la pregunta.
A las generales dijo ser de edad de más de cuarenta añqs.
A la segunda pregunta dijo: que no ha conocido mujer entre al-
gunas muy santas con quien ha tratado, que le parezca tan espiritual
ni de tanta oración y buenos efectos de ella, porque en la oracióp
fué mujer angélica; en el celo del bien de las almas fué mujer
apostólica; en el deseo, mártir; en la conversación y manera de ex-
ceder tan ejemplar y pura, que mirándolo con cuidado, jamás la vió
hacer cosa que le pareciese pecado, y a muchos fué ocasión de me-
jorar sus vidas; y de algunas cosas que la misma Madre le dijo,
entendió que Cristo Nuestro Señor trataba muy familiarmente con
ella, y esto declara cerca de esta pregunta.
A la tercera pregunta: que tiene por muy cierto lo que en ella se
contiene, y tuvo noticia de cómo comenzó e iba fundando conventos
de monjas, acrecentando el número de ellos, y por su orden de ella
fundaba los de frailes el padre fray Antonio de Jesús, y el mismo
fray Antonio se lo contaba y las cosas sobrenaturales que en las fun-
daciones sucedían, como una fuente milagrosa en Manccra, adonde
desde Duruelo se pasaron a fundar el convento. Y que cuando la di-
cha madre Teresa de Jesús murió, dejó hechos como veinte conventos
de monjas y de frailes una provincia. Y el intento que en ello tuvo,
cree que fué deseo de ver guardar su Regla con mayor perfección, y
servir a Dios en ella no sólo con su persona, sino también de tantos
y tantas como hoy le sirven en sus monasterios y servirán en ellos, y

1 Conocidas son las íntimas relaciones que el gran Duque de Alba D. Fernando
y la duquesa D.» María Enríquez de Toledo sostuvieron con la Reformadora del
Carmelo. Estas continuaron en sus sucesores D. Fadrique de Toledo y su mujer doña
María de Toledo, que es la que aquí declara. El Dicho de D.a María lleva fecha de
5 de enero de 1596.
Como la anterior, hízose esta Declaración en Piedrahita, donde los Duques de
Alba tenían palacio y muchas posesiones. Se lee en dicho Proceso abulense, a conti-
uación (folio 22) de la del P, Yanguas, íntimo amigo y consejero de los Duques.
PROCESOS 245

ea los que de ordinario se van acrecentando; señal harto grande de su


santidad y de ser gobernada por Dios en sus obras; pues las que
no son fundadas en tal principio g buenos fines no prevalecen a la
larga y con tanto fruto, y esto es lo que sabe de esta pregunta.
A la cuarta pregunta dijo: que tiene por cierto que fué muy dota-
da de fe, esperanza y caridad, porque no sólo le parece tuvo la fe
que los demás fieles, sino en tanto grado, que cree muriera por ella;'
y porque la recibiera uno más de los que la tenemos, diera ella la
vida. Y la esperanza de las obras que emprendió de sus fundacio-
nes, siendo una pobre monja y teniendo en ello tantas contradicciones
y trabajos, se parece bien; y la caridad que con Dios y los prójimos
tuvo, en su término de proceder se parecía ser muy grande, y esto sabe
cerca de esta pregunta.
A la quinta pregunta dijo: que por el mismo caso que tuvo las
virtudes de la cuarta pregunta, cree también que tuvo las de esta
quinta. Y de la pobreza de espíritu tuvo una experiencia, y fué qute
dándole ciertas joyas de precio para que las hiciese vender para una
de sus casas pobres, las tomó la dicha Madre, agradeciéndoselas mu-
cho, y después se las tornó secretamente a su camarera, y esto sabe
de esta pregunta.
A la sexta pregunta dijo: que la sabe, porque ella se los vio
contar algunos, g otros entendió por otras vías, y así cree que pa-
deció muchos trabajos, y persecuciones g contradicciones en las bue-
nas obras de caminos y peligros en ellas, y enfermedades terribles y
otros muchos formales trabajos y disculpando a las personas que se
los causaban, g esto sabe de esta pregunta.
A la séptima pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús murió en Alba en su monasterio de Descalzas, g su muerte
fué el año que el reino de Portugal se juntó a la corona de Castilla,
y que algunas cosas extraordinarias sobre ella le contaron las Madres
del mismo monasterio a las cuales se remite, y esto declara de esta
pregunta.
A la octava pregunta dijo que dice lo que dicho tiene a que
se refiere.
A la novena pregunta dijo: que por milagro tiene esta testigo, es
tener su cuerpo incorrupción, no habiendo sido embalsamada, sino
antes, por inadvertencia, cubierto de cal, para que se gastase, del
cual en su poder hay dos pedazos por donde lo ve, y a muchos ha
oído decir del cuerpo, que le han visto y está con buen olor. Y que
mana de él un óleo de manera que cuantos pañuelos se envuelve se
infunde, y está también llena del dicho óleo una túnica que tuvo
puesta el cuerpo y se la envió a ella el dicho convento, y esta tes-
tigo la ha enviado al padre fray Diego de Yepes, confesor del Rey
Nuestro Señor; y también tiene una cruz que l a dicha Madre refiere
en el libro de su Vida, que la tocó Cristo Nuestro Señor con su mano,
la cual dicen que ha hecho dos milagros, y en esto se remite al libro
que escribió el padre Ribera, de la madre Teresa de Jesús. Y que de lo
fiue puede dar cierta noticia es, que habiéndole dicho las Madres del
convento de Alba que salía del cuerpo un grande y sobrenatural olor
€n los. días de los Santos con quien tuvo la Madre viviendo mayor
^46 PROCESOS

devoción, un día de San Agustín, habiendo oído la misa desde el coro


alto con las monjas, cuando ga se bajaba para irse, yendo hacia la
portería, la guió la priora hacia el coro bajo donde está el cuerpo, y
entrando por la puerta fué tan grande g suave el olor extraordinario
que sintió, que se quedó parada y espantada, g que otras cosas ha
oído contar que le parecen milagros, y en ello se remite a las monjas
que lo sabrán mejor, y esto es lo que sabe g declara de esta pregunta.
K la décima pregunta dijo: que los libros de su Vida g Oración
y de Las Moradas del alma y de la Regla y Paternóster, tiene por
cierto los hizo la madre Teresa de Jesús, porque legó los originales
que hizo, y en muriendo los depositó en su cámara el padre fray An-
tonio de Jesús, arriba nombrado, y después ha leído los impresos, y
le parecen los mismos, g que le han contado muy buenos efectos que
por su medio ha hecho Nuestro Señor en las almas, y lo que dicho
tiene es la verdad de lo que sabe y al presenta se acuerda para el
juramento que hizo, y en ello se ratificó y lo firmó de su nombre
y el Sr. ]\X2z.—Doña María—Rute mí: M . Texeda.
PROCESO D E TOLEDO (1995—1596)

DICHO DE JBRONIMfl D E L A ENCARNACION, C. D. (1).

Por la primera pregunta dijo: que esta testigo conoció a la ma-


dre Teresa de Jesús dos años antes que la testigo recibiese el hábito,
poco más o menos, g después de haber recibido el hábito la trató g
habló algunos días que estuvo en el convento de Carmelitas Descalzas
de la dicha villa, que esta testigo recibió el hábito de mano de la dicha
madre Teresa de Jesús, y que esta testigo tiene por cierto que era na-
tural de Avila, o de un lugar de allí cerca, y que el nombrfe de sus
padres no lo sabe, y que tiene esta testigo por cosa cierta que fué
bautizada la dicha madre Teresa de Jesús.
Preguntada por las preguntas siguientes, dijo: que esta testigo
es de edad de treinta y cuatro años, poco giás o menos, y que no es
parienta de la dicha madre Teresa de Jesús, ni le tocan las demás
generales.
A la segunda pregunta dijo: que esta testigo entiende que la
madre Teresa de Jesús fué mujer de grande espíritu, y que Nuestro
Señor por medio de la oración le comunicó muchas cosas de su servicio,
porque siempre lo oyó decir así algunas religiosas de su Orden, par-
ticularmente a las que en Medina del Campo habían tratado a la
dicha madre Teresa de Jesús. Y que oyó decir alguna o algunas religio-
sas de la dicha casa de Aledina, que la dicha madre Teresa de Jesús
tenía mucho conocimiento del estado en que estaban las ánimas de
los que comunicaba, y particularmente había desengañado a una per-
sona en la dicha villa, la cual persona estaba tenida por muy santa
y a quien Dios comunicaba muchos bienes por su santidad, y que la
dicha madre Teresa de Jesús tratándola la desengañó de que iba
errada. Luego dijo que no se acuerda bien si oyó esto sucedió en
Medina, aunque, como dicho tiene, allí se lo contaron.
A la tercera pregunta dijo: que es cosa pública entre las religiosas
ü religiosos Carmelitas de la Orden de los Descalzos y entre otras
personas, que la dicha madre Teresa de Jesús dió principio a la Re-
ligión de los Carmelitas Descalzos en esta forma, que hizo que la
Regla de la Orden del Carmen, que estaba mitigada, se guardase en

1 Jerónima de la Encarnación era priora de Toledo cuando hizo esta Declara-


ción (10 de julio de 1595). Fué natural de Medina e hija de Diego Viilarroel y doña
Elena de Quiroga, que luego se hizo carmelita con el nombre de Elena de Jesús. So-
brinas del Cardenal Quiroga, tuvo éste algunos rozamientos con la Santa por la vo-
cación de dichas dos religiosas. Dióle a la M. Jerónima la propia Santa el hábito (1575)
Y compuso para festejar este acontecimiento la poesía que comienza: "¿Quién os trajo
acá doncella,—Del valle de la tristura?". Más adelante regresó a Medina donde fué
priora. Murió llena de virtwles en 1612,
248 PROCESOS

su primera institución, que es sin mitigacióíi, fundando casas de re-


ligiosas de esta Orden, g dando orden que se fundasen de frailes
que guardasen esta dicha Regla primitiva. Y que oyó decir esta
testigo que las Constituciones que hizo para las monjas de su Or-
den, Nuestro Señor se las comunicó en la oración, y que esto oyó a
una religiosa de la dicha Orden, priora del convento de Medina del
Campo, que se decía Alberta Bautista, la cual decía públicamente
persuadiendo a las religiosas a que la guardasen, y que esto lo pudo
saber de la dicha madre Teresa de Jesús, porque la comunicaba y
trataba mucho en su vida, y que esto sabe de la pregunta.
A la cuarta pregunta dijo: que esta testigo sabe que la dicha
Madre fué dotada de mucha fe, esperanza y caridad por la mucha
fama que de esto siempre ha habido, y por lo que entendió de ella
y de sus obras que hizo.
A la quinta dijo: que esta testigo tiene por cosa cierta que la
madre Teresa de Jesús fué dotada de todo género de virtudes con
gran perfección, lo cual entiende por la pública voz y fama que de
esto hay, y por lo que vió en el tiempo que la comunicó/, y por lo que
se dice de ella en sus historias. Y que ha oído decir particularmente
al padre fray Diego de Yepes, de la Orden de San Jerónimo, confesor
del Rey nuestro Señor, que la dicha madre Teresa de Jesús tenía
hecho voto de no hacer pecado venial a sabiendas, y a otras per-
sonas religiosas de esta Orden ha oído decir que tenía hecho voto de
hacer siempre lo que fuere más perfecto.
A la sexta pregunta dijo: que esta testigo ha oído decir a per-
sonas que trataron a la dicha madre Teresa de Jesús, que la susodi-
cha padeció muy grandes trabajos en esta vida y con mucha paciencia
y confianza en Dios por su amor.
A la séptima pregunta dijo: que esta testigo sabe que la dicha
madre Teresa de Jesús es difunta y murió habrá trece años el día de
San Francisco de este año, y murió en Alba, y esto lo sabe por ser
cosa pública; y que entiende que en su muerte hubo cosas misteriosas,
aunque en particular no se acuerda qué.
A la octava pregunta dijo: que no sabe de ella más de lo que
las historias dicen, y que unos pocos de días antes que la dicha Ma-
dre muriese, pasó por Medina del Campo, y estaba enferma, a lo
que esta testigo entiende, del mal que murió, y que oyó a religiosas
del dicho convento de Medina, que salía del cuerpo de la dicha Madre
muy suave olor, y lo mismo dejó en la ropa de su cama cuando partió
de aquel convento, y que esta testigo no se acuerda si lo experimentó,
mas fué cosa muy pública en la casa.
A las nueve preguntas dijo: que lo que sabe es, que estando esta
testigo en el convento de Medina del Campo, de la dicha Orden de
Descalzas, estaba una novicia de la dicha casa muy enferma, y en
particular tullida de gota, que no se podía menear por sí sola, si no
era ayudándola dos personas; y estando así, una religiosa de la di-
cha casa, que se dice Juana de Jesús y hoy día vive, le puso por su
devoción una fajita de la dicha madre Teresa por donde tenía el mal,
y luego la dicha enferma se levantó y corrió por la casa, lo cual sabe
esta testigo porque, como dicho tiene, a la sazón residía esta testigo
PROCESOS 249

el dicho convento y había visto a la enferma tullida en la forma


ue tiene dicho, g que no se acuerda qué tanto antes que estuviese
buena la había visto, mas de que le parece que aquel día la habría
visto y llevarla al coro dos religiosas; y supo esta testigo cómo se
le había puesto la dicha faja, y luego la vió sana de manera que nunca
iamás le volvió la enfermedad, y quedó de manera, que no parece
la había tenido según la fuerza y ligereza con que andaba, y que
esto se tuvo por milagro entre las religiosas y así se probó. Y entre
otros dijo su Dicho el confesor de la enferma, que se decía Ber-
nardíno Vélez, canónigo de la dicha villa y confesor del dicho con-
vento. Y que ha oído decir esta testigo después que está en esta
ciudad, que estando un sobrino de esta testigo que se dice D. Rn-
tonio de Villarroel, hijo de D . Diego de Villarroel y D.a María
ñlvarez de Errán, enfermo en Medina del Campo, y que no comía
ni hablaba ni parecía que tenía sentido, le pusieron una sábana de
la dicha madre Teresa que las religiosas de aquel convento tienen,
y luego en poniéndosele en la cabeza, se levantó sobre la cama, y
pidió de comer y sanó, y que esto puso admiración en los que lo
vieron y lo tuvieron por milagro, porque no tenían esperanza de su
vida. Y que esta testigo estando en este convento habrá un año,
poco más o menos, y estando enferma de calenturas Leonor de la
Madre de Dios, religiosa de este convento,, le puso un relicario que
esta testigo tiene en que hay reliquias de algunos Santos, y éste le
puso en la frente y se le quitó al punto, y luego le puso un pañito
que había tocado al cuerpo de la dicha madre Teresa de Jesús y
se le dejó puesto, y luego mejorq, y aquella tarde que se le puso se
le quitó la calentura y no le volvió más, y que la dicha religiosa lo
atribuye al habérsele puesto aquel paño, porque después de puesto
se le quitó la enfermedad y no antes; y que otros milagros sabe
que se han hecho por intercesión de su cuerpo y reliquias, y que no
los dice por no saberlos con la particularidad que es menester, y
porque por otras partes se podrá hacer prueba de ellos como en
Avila, Medina y Alba.
A la décima pregunta dijo: que esta testigo sabe que unos libros
que están impresos con nombre de la dicha Madre, ella los com-
puso por ser así pública voz y fama entre religiosos de la dicha
Orden y otras personas, y nunca ha visto dudar de esto, y que estos
libros son de mucho fruto y aprovechamiento de las almas, porque
tiene experiencia que de ellos se saca mucha luz y enseñamiento para
la oración y los demás ejercicios espirituales; y que en el pueblo
se tiene muy buena opinión de la grande santidad de la dicha Ma-
fjre. y que esto es la verdad para el juramento que hizo y firmólo
de su nombre.—E/ Dr. Francisco de Almuriia.—Knte mí: Diego de
Canales, notario—Jerónima de la Encarnación,
2'jO PROCESOS

DICHO DE JUANA DEL ESPIRITU SflNTO, C. D. (1).

A la primera pregunta dijo: que esta testigo conoció a la ma-


dre Teresa de Jesús antes que esta testigo entrase por monja en
el dicho monasterio, y la habló y trató algunas veces, y después de
ser esta testigo religiosa la habló y trató muchos meses, que en ve-
ces le parece serían dos años, poco más o menos. Y esta testigo
recibió el hábito de monja de mano de la dicha madre Teresa de
Jesús, la cual fué natural de Avila, según ha entendido esta testigo
de la misma madre Teresa de Jesús, y por haber oído que tenía allí
sus parientes, y que sus padres asimismo ha entendido que se lla-
maban Alonso Sánchez de Cepeda y D.a Beatriz de Ahumada, por-
que así se dice en su historia de la dicha Madre, y que esta tesn
tigo entiende y tiene por cierto estar bautizada la dicha madre
Teresa de Jesús por ser hija de padres cristianos y por la vida
tan santa que hizo.
Preguntada por las preguntas generales dijo: que es de tídad de
cuarenta y ocho años, y va para cuarenta y nueve, y que no es pa-
rienta ni lo fué de la dicha madre Teresa de Jesús, ni ha sido
sobornada ni atemorizada para decir este Dicho.
A la segunda pregunta dijo: que esta testigo sabe que la dicha
madre Teresa de Jesús fué mujer de grande espíritu y oración, por-
que muchas veces, estando en ella, la vio esta testigo arrobada; y
que una noche estando en Maitines le dió este arrobamiento que 1c
duró casi por todo el tiempo que duró el decir los Maitines y exa-
men que en este convento se hace después de ellos. Y estando ya
acabado el examen, estando la dicha madre Teresa de Jesús vuelta
en sí, esta testigo la ayudó a ir a su celda, llevándola de la mano
con otra hermana, y dijo delante de esta testigo que de la mucha
fuerza que se hacía para no dar muestra exterior llevaba todos los
huesos como molidos, con mucho dolor. Y otra vez le dijo la dicha
madre Teresa de Jesús dándole parte de la mucha merced que Nues-
tro Señor le hacía en la oración: si Nuestro Señor me tiene de esta
manera, mala cuenta daré de los negocios que rae tiene puestos en
las manos, porque es tan grande la fuerza que me hago para
escribir y tener en ello el pensamiento, que parece que como con
unos cordeles me están trabando a la oración; y que entonces cuan-
do estaba de aquella manera le era muy penoso el escribir, y esto lo
dijo, como dicho tiene. Y asimismo le oyó decir a la dicha madre Te-
resa de Jesús, que muchas noches eran las cuatro de la mañana y no
se había podido dormir de la gran oración que tenía, sin poderse

1 También la M. Juana del Espíritu Santo (Hurtado) recibió el hábito de car-


melita en las Descalzas de Toledo, de manos de la Santa, Profesó en 1571, y fué no-
table en la regular observancia. Declaró en 14 de julio de 1595,
PROCESOS 251

ir a la mano. Y alguna vez vió esta testigo que llamaba a algunas


religiosas de casa que le cantasen un poco algún cantarcico de Nues-
tro Señor para poderse divertir de la oración, y dar lugar al sueño,
por la necesidad que de ello tenía. Y que estando un día con el
padre Provincial de esta Orden, habiendo precedido del padre Pro-
vincial una plática, la dicha Madre dijo que tenía deseo de hacer
vida de novicia, y que el dicho Provincial dijo que era contento de
ello, y que viniese como novicia a tomar el hábito, y entonces ella
se desnudó del hábito de monja, y se puso un hábito de seglar,
y le pusieron el hábito de monja con las ceremonias que se pone
a las novicias, y estando en pie y estándosele poniendo se quedó
en arrobamiento, las manos alzadas y en pie, y esta testigo temien-
do no se cayese, se puso de rodillas a tenerla, y que esto le duró
como media hora, poco más o menos, y que luego, habiendo vuelto
en sí, pidió a las religiosas cediesen algunos de sus merecimientos, yi
cada una le ofreció lo que le pareció. Y una religiosa dijo que le
daba los merecimientos de las enfermedades que aquel año pasado
había tenido, y esta testigo sabe que la dicha religiosa no había
tenido enfermedad alguna que se le conociese; y que el día siguien-1
te, haciendo las ceremonias de recibir el velo la dicha madre Te-
resa de Jesús g de hacer profesión, la dicha Madre en acabando de
comulgar junto a la ventana del comulgatorio se quedó arrobada por
espacio, a su parecer de esta testigo, de una hora, y después de
haber vuelto en sí, estando después de comer en quiete con las
religiosas, dijo la dicha Madre que Nuestro Señor le había dado
a entender, que de los méritos de la Pasión de Jesucristo había pa-
gado a todas lo que a ella le habían dado el día antes. Y volvien-
do a aquella religiosa que le dijo le daba lo que había merecido
en las enfermedades de aquel año pasado, le dijOí: ella, hija, nin-
guna cosa le dieron, porque no fué nada lo que me dió. Y que
otras muchas veces en tañendo a oración se encerraba en su aposento,
aunque las demás religiosas iban al coro; y esta testigo entiende
que se encerraba en el aposento, porque las religiosas no la viesen
en arrobamiento, y cuando llamaban al aposento, aunque fuese pasada
la hora de oración, no respondía, y algunas veces estaba encerrada dos
L4 tres horas después de haber entrado a la oración, y que esto sabe
de la pregunta.
A la tercera pregunta dijo: que esta testigo supo de la dicha
madre Teresa de Jesús, que tuvo grandes deseos de reducir esta Re-
ligión de la Orden de Nuestra Señora del Carmen a su primera Re-
Qla, y que ella alcanzó Bula de Su Santidad para ello, por la cual
dijo había enviado estando en el monasterio de la Encarnación de
Avila, y que habiendo enviado por ella con licencia de su Provincial
Por la fama de su santidad D.a Luisa de la Cerda, mujer que fué de
Arias Pardo, para consolarse de la muerte de su marido la hizo traer
a esta ciudad, y habiendo estado algunos días en su casa, un día,
estando en oración, le había dicho o inspirado Nuestro Señor, aun-
que más le parece a esta testigo que le dijo que se lo había dicjho,
que se fuese luego, que era menester, y que el día que había lle-
gado a Avila, llegaron allí los recados de- Roma, con los cuales
252 PROCESOS

había dado principio a esta Religión de Carmelitas descalzas, fundan-


do muchas casas de ellas. Y asimismo trató y procuró que se fun-
dasen monasterios de frailes de esta Orden, y así entiende esta tes-
tigo, que por su diligencia se fundaron; y que esta testigo entiende
que lo que la movió a dar principio a esta fundación, fué el celo de
la gloria de Nuestro Señor Jesucristo y de su bendita Madre, a
quien tenía muy particular devoción. /
A la cuarta pregunta dijo: que del tiempo que comunicó a la
dicha madre Teresa de Jesús, y de lo que ha oído decir de ella,
ha entendido que la dicha madre Teresa de Jesús fué dotada de fe,
esperanza y caridad, señalándose mucho en ellas, y particularmente
en la caridad con los prójimos.
R la quinta pregunta dijo: que esta testigo vió en la dicha
madre Teresa de Jesús las mayores muestras de humildad que ha
visto en criatura humana; particularmente se acuerda que con ser
mujer de gran prudencia, tomaba consejo en todas las cosas que se
le ofrecían de importancia, y aunque no lo fuesen, y aunque fuiese
con cualquiera hermana de casa. Y siempre conoció en la dicha
madre Teresa de Jesús muy grandes ansias de hacer penitencia, y
la hizo muy rigurosa en todo lo que la obediencia le dió lugar. Y que
tuvo mucha pobreza conforme a su profesión; g que el tiempo que
esta testigo la conoció en este convento, sabe que con reconocerle su^
perioridad todos los conventos de religiosas de esta Orden como a
fundadora de ella, era cosa de grande ejemplo ver la humildad
y puntualidad con que obedecía a la madre Priora de este convento,
y que en las demás virtudes conoció esta testigo en la dicha Madre
muy gran perfección, y que era ejemplo de toda la casa.
A la sexta pregunta dijo: que esta testigo sabe que la dicha ma<
dre Teresa de Jesús tuvo muchos trabajos y los sufrió con gran per-
fección g paciencia por amor de Nuestro Señor. Y particularmente
se acuerda haberle oído decir, que acerca de la fundación del convento de
San José de Avila padeció muchos trabajos por la repugnancia que
la ciudad le hizo, y que le había dado Nuestro Señor muy grande
tranquilidad y sosiego en el alma, y grande confianza en que Su
Alajestad lo había de acabar como lo había comenzado. Y que esta
testigo vió, estando en este convento, cómo la dicha madre Teresa
de Jesús padeció mucho en saber las vejaciones y pesadumbre que
recibieron algunos religiosos y religiosas de esta Orden, en razón
de que los frailes Carmelitas calzados querían, según esta testigo oyó
decir, reducir esta fundación comenzada a su manera de vivir, porque
como amaba tanto a los religiosos y religiosas de esta Orden, sentía
mucho el verles padecer trabajos; y que todos estos trabajos los
llevaba la dicha madre Teresa de Jesús con mucha paciencia. Y dijo
esta testigo que cuando hacía algunas fundaciones en que no se ofre-
ciesen trabajos, le parecía que no se hallaba en ellas; y que sabe esta;
testigo que le levantaron muchos testimonios a la dicha madre Teresa
de Jesús, y que lo sufrió con mucha paciencia y confianza en Nuestro
Señor que había de volver por ella.
A la séptima pregunta dijo: que esta testigo tiene por cosa cierta,
que la dicha madre Teresa de Jesús es muerta, y que murió en Alba,
PROCESOS 253

haberlo oído decir así y ser cosa pública, y que murió el día de
San Francisco, del año de ochenta y dos, y que esto sabe de esta
pregunta.
A la octava pregunta dijo: que lo que sabe es, que esta testigo
siendo maestra de novicias, siendo viva la rnadre Teresa de Jesús,
la cual estaba en Avila, había en este convento de Toledo una no-
vicia que tenía muchas tentaciones, según ella misma dijo a esta
testigo, y esta testigo la vio andar muy triste, y le dijo a esta
testigo ser esta la ocasión; y asimismo le contó la dicha novicia,
que se llama María de Jesús y al presente es religiosa de este con-
vento, y ha sido priora de él, cómo una tarde, estando en la oración
ordinaria que tienen conforme a su Orden, se le apareció la dicha ma-
dre Teresa de Jesús imaginariamente, y la consoló de manera, que
quedó libre de las tentaciones y muy contenta, y que le dijo: hija,
en Avila también es hora de oración y me quiero ir, y sábete que es-
toy con cuartanas; g que desde a dos días o tres vino una carta
a este convento que la dicha Madre estaba con cuartanas; y no se
acuerda esta testigo si lo contó esto después o antes de venida
la carta. Y que después le dijo la dicha María de Jesús, habiendo
venido a este convento la dicha madre Teresa de Jesús con otras
dos religiosas, le dijo a esta testigo cómo la había conocido, y (que
si todo el mundo le dijera que era una de las otras no lo creyera, y
que esta testigo vió a la dicha María de Jesús después de la dicha
visión estar con quietud y libre de aquella tribulación que traía.
A la novena pregunta dijo: que lo que sabe es, que ten éste
convento hay una religiosa freila, la cual estuvo en una enfermedad
sin comer ni sentido alguno diez días, y que el médico que .;la curaba
se maravillaba algunos días de verla viva, y decía que no tenía de
vida más que la respiración, que tuvo buena, y que los pulsos a ra-
tos le faltaban, y mejoró mucho de esta enfermedad al cabo de los
diez días dichos, y quedó ciega muchos días, que serían como dos
meses, poco más o menos. Y estándole un día diciendo misa delante de
ella, dijo había visto alzar la hostia, y desde entonces no le ha
faltado la vista; y la dicha freila ha dicho siempre con mucha afir-
mación que la madre Teresa de Jesús le dió vista, y no ha querido
decir cómo, y se remite en esto a lo que la dicha freila dijere. Y
que haciéndose en este convento las honras de la dicha madre Teresa
de Jesús, se trajeron a este dicho convento cuatro cirios alquilados para
que ardiesen en las dichas honras, y estuvieron encendidos en la tarde
mientras los oficios, y la mañana siguiente a la misa cantada g
entiende que al sermón, porque así se suele hacer, y también a la
vigilia de la mañana ardieron, g después se volvieron a llevar a l
cerero; y el que los hizo llevar, que fué Juan Bautista de Vargas, sa-
cristán que entonces era de este convento y es ya difunto, dijo no
haber faltado cosa ninguna en el peso de lo que dejó escrito que
pesaban cuando se trajeron, y así no se pagó cosa alguna al cerero.
reguntada si sabe cómo se llamaba el cerero de quien se trajeron
los dichos cirios, dijo que no lo sabe. Preguntada si el dicho cerero
era devoto de esta Orden, dijo que no sabe que lo fuese, y que el
sacristán que llevó los cirios, el cual entiende que se halló presiente
254 PROCESOS

al pesarlos, ambas veces vino admirado de cómo no faltaba del peso


de los cirios, atribuyéndolo a la dicha madre Teresa de Jesús.
A la décima pregunta dijo: que esta testigo sabe que los libros
que andan impresos con nombre de la dicha madre Teresa de Jesús
los compuso ella, porque así es público y notorio y no se tiene duda
de ello; y esta testigo le vió componer uno de ellos, que se llama
de ¿ a s Moradas, y le oyó decir a la dicha madre Teresa de Jesús
que el libro que compuso de su Vida, le compuso con gran repug-
nancia, porque la tenía en contar las mercedes que Dios la había
hecho; y que si lo hizo fué por obedecer, y que si le mandaran es-
cribir todos sus pecados, le diera gusto. Y que entiende que los di-
chos libros de la dicha madre Teresa de Jesús son de grande pro-
vecho a quien los lee. porque ha oído decir a algunas personas que
los han leído que sacan mucho fruto de leerlos; y particularmente oyq
decir al limo, y Rmo. Sr. Cardenal D. Gaspar de Quiroga, arzobispo
que fué de Toledo, difunto, que el libro de la Vida de la dicha Madre le
había aprovechado mucho y hedióle devoto de S. José, y que a las perso-
nas que esta testigo ha oído tratar de la dicha madre Teresa de Jesús, les
ha oído que tiene fama de santa y de haber guardado la ley de Dios
con perfección, y que ésta es la verdad para el juramento que hizo;
y firmólo de su nombre. Leyósele este Dicho y dijo estar bien es-
crito.—El Dr. Francisco de Almunio.—Juana del Espíritu Santo.—
Ante raí: Diego de Canales, notario.
PROCESOS 255

DICHO DE MftRIH DE JESUS, C. D. (1).

A la primera pregunta dijo: que esta testigo conoció a la madre


Teresa de Jesús tiempo de dos meses, poco más o menos, en dos ve-
ces que vino a este convento siendo esta testigo religiosa en él, y
que entiende que es natural de Avila o de tierra de ella por haberlo
así oído decir, y que entiende que fué bautizada porque era muy cató-
lica y aficionada a las cosas de la iglesia, y que esto sabe de la
pregunta.
Preguntada por las preguntas generales, dijo ser de edad de treinta
y cinco años, poco menos, y que no fué parienta la dicha madre Teresa
de jesús de esta testigo, ni le tocan las demás generales.
A la segunda pregunta dijo: que del tiempo que comunicó a la
dicha madre Teresa de Jesús entendió que era mujer de grande es-
píritu y oración, y así lo mostraban sus obras y palabras, y la luz
que daba a las almas y conocimiento de ellas en el camino de la ora-
ción, porque esta testigo experimentó en sí que con las palabras que
le decía tan llenas de luz del cielo, la sosegaba más que el trato
con letrados y hombres doctos; y asimismo ha oído decir a otras
personas que les pasaba lo mismo. Y también ha oído decir a religio-
sas que estaban en este convento, que la habían oído decir a la dichja;
Madre, que en el tiempo que esta testigo la conoció se le habían ya
quitado los arrobamientos que ames solía tener, los cuales ella había,
pedido a Nuestro Señor porque se mortificaba mucho en tener cosas
exteriores que se viesen, y que entonces le había hecho mayor mer-
ced Nuestro Señor en la oración de( darle más luz y capacidad para
que el alma con el mucho trato de Nuestro Señor no se maravillase
de cosas semejantes a las que solía tener; y que le parece a esta tes-
tigo que oyó decir algo de esto a la misma Madre. Y que se acuer-
da esta testigo haber oído a la dicha Madre, tratando de cosas
de oración, que le había Nuestro Señor comunicado tanto de sí des-
de que llegó a lo que dice en su libro en la séptima morada, que
no le parecía que por vía de oración podía tener más en esta vida, y
también entiende que dijo, ni ella tenía más que desear. Y que que-
riendo esta testigo hacer cierta cosa del servicio de Nuestro Señor,
escribió a la madre Teresa pidiéndole su parecer acerca de si lo
haría; y la dicha madre Teresa de Jesús le escribió a esta testigo,
que había entendido de Nuestro Señor que era su voluntad que lo

1 La V . M . María de Jesús (Rivas), cuya causa de beatificación va muy adelan-


tada, profesó en Toledo el año de 1578. Su vida maravillosa se ha propagado mucho
^tre los fieles en estos últimos tiempos. En 1585 tomó parte en la fundación de
uerva. y al año siguiente fué nombrada priora de su comunidad de Toledo, cargo
que desempeñó en otras ocasiones. Vivió muchos años para edificación y ejemplo de
sus hermanas. El 13 de septiembre de 1640 voló al cielo esta eximia Descalza, que
aperamos verla pronto en los altares. Declaró el 18 de julio de 1595.
256 PROCESOS

hiciese, y le parece que la dicha Madre escribió que se lo había


dado Nuestro Señor a entender para que lo escribiese a esta testigo
antes que esta testigo le escribiese. Y que era tanta su oración de la
dicha Madre, que siempre andaba en ella, y era de manera, que para
dar lugar al sueño era necesario divertirla cantándole algún cantar de
Nuestro Señor con que se entretenía para no enflaquecer tanto la ca-
beza, porque ella misma decía que la fuerza de la oración la suspendíaí
de modo que no lo podía sufrir el natural, y que alguna vez deseaba
divertirse por dormir. Y que de oídas esta testigo ha oído mucho de
los arrobamientos y revelaciones que la dicha Madre tenía; y parti-
cularmente se acuerda haber oído a Ana de los Angeles, siendo reli-
giosa en este convento, y ahora es priora en el monasterio de esta
Orden que hay en la villa de Cuerva, de esta diócesis de Toledo, que
estando en Avila la dicha Madre y la dicha Ana de los Angeles, la
vió estando en oración levantado el cuerpo del suelo, y que la dicha
Madre se hacía fuerza asiéndose a las esteras que estaban en el suelo
para sostenerse en él, y que esto lo hacía porque no la viesen en
aquella elevación.
A la tercera pregunta dijo: que esta testigo ha oído a religiosas de
esta Orden, y también le parece lo ha oído a frailes de esta Orden, y
entiende es público, que la dicha madre Teresa de Jesús dió principio a
la Religión que llaman de Carmelitas Descalzos; y que entiende esta
testigo que el motivo que para esto tuvo, fué la honra y gloria de Nues-
tro Señor y para que en esta Religión hubiese personas que con su
oración y merecimientos ayudasen a los que vuelven por la honra
de Nuestro Señor, como son predicadores y confesores, y a los que
procuran deshacer las herejías y dar a conocer a Nuestro Señor Jesu-
cristo. Y que esto ha entendido de sus libros de la dicha Madre y de
algunas personas a quien ella trataba, y esto dice a esta pregunta.
A la cuarta pregunta dijo: que a esta testigo le parece que la di-
cha madre Teresa de Jesús fué dotada de fe, esperanza y caridad, porque
en sus obras se mostraba, y particularmente en la caridad que teníai
se señalaba, y más con las menores.
A la quinta pregunta dijo: que esta testigo vió cómo la dicha madre
Teresa de Jesús en ocasiones que se ofrecían, mostraba tener mucha hu-
mildad. Y que en lo que toca a la penitencia, cuando esta testigo la
conoció estaba muy de ordinario enferma, y en lo que la enfermedad
daba lugar, echó de ver esta testigo el mucho espíritu de penitencia
y mortificación, porque pasaba con poco menos regalo que las otras
enfermas pasan; y siempre oyó decir fué mujer de muy ejemplar
penitencia. Y que sabe esta testigo que profesó pobreza y la guardó
con mucha estrechez. Y que asimismo vió que la dicha madre Teresa de
Jesús obedecía a los prelados con grandísima puntualidad, y que decía
que su gozo era cuando se le ofrecían trabajos en cosas que la obe-
diencia le mandaba; y que en todas las virtudes conoció de ella esta
testigo ser muy ejemplar.
A la sexta pregunta dijo: que esta testigo oyó decir que la dicha
madre Teresa de Jesús padeció muchos trabajos y los sufrió con mucha
paciencia y tranquilidad de ánimo por amor de Nuestro Señor, y que
esta testigo lo experimentó en las enfermedades que le vió tener.
PROCESOS 257

A la séptima dijo: que esta testigo oyó decir que la dicha madre
Teresa de Jesús es muerta, y murió en Alba, y que no sabe qué tantos
años ha; le parece habrá trece o catorce años, poco más o menos, y que
murió día de San Francisco, según ha oído decir; y que ha oído decir
que en su muerte de la dicha madre Teresa de Jesús hubo cosas muij
Misteriosas.
A la octava pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús, estando esta testigo en oración, se le apareció interiormente,
y la consoló de la grande tribulación que tenía de muchas cosas, y que
ninguna cosa bastaba para consolarla, y que se habían procurado mu-
chos remedios; y la dejó consolada, y diciéndole cosas de Nueistro
Señor, y asegurándola de lo que ella temía, de suerte que esta testigo
quedó con grandísima alegría, quitadas todas las tribulaciones que tenía,
Y que le dijo: Nuestro Señor me ha mandado venir a consolarte y me
ha declarado tu aflicción; y que se acuerda que le dijo una de estas
razones o ambas que ha dicho; y asimismo le dijo que no temiese, y
otras palabras, alentándola a las cosas de la virtud y servicio de Nues-
tro Señor, y se despidió diciendo: hija, quédate con Dios, que yo me
voy, que es hora de oración en Avila como acá, Y le parece que le
dijo: no quiero que me echen menos, y sabe que estoy enferma con cuar-
tanas; y así se fué dejándola tan consolada como antes estaba de
afligida. Y que en este convento entonces no se sabía estuviese en-
ferma la dicha madre Teresa de Jesús; y el día siguiente, a lo que
cree, u otro después, vino carta de Avila en que se avisaba de su en-
fermedad, y que en entender esta testigo que la dicha madre Teresa
de Jesús, fué la que se le apareció interiormente, como dicho tiene, fué;
porque ella lo dijo así, y después de pasados muchos días, que no se
le acuerda que tantos serían, vino la dicha madre Teresa de Jesús
a este convento de Toledo con dos compañeras monjas, y esta testigo la
conoció sin haberla visto jamás, sino la vez que tiene dicho se le
apareció, y otra vez u otras dos ocasiones que Nuestro Señor se la
mostró, mostrándosele a esta testigo Nuestro Señor en el Santísimo
Sacramento. A lo que a esta testigo le parece. Nuestro Seño*r le mostró
a la dicha madre Teresa de Jesús, poniéndosela como dechado de
la grande virtud y perfección de que Nuestro Señor le dijo estar do-
tada ia dicha madre Teresa de Jesús; a la cual vió con grande resplan-
dor, que se le causaba Nuestro Señor que estaba junto a ella; y quje
particularmente en aquella visión se le dio a entender a esta testigo
el grande amor que la dicha madre Teresa de Jesús tenía a Nuestro
Señor, y cuán agradable era a Su Majestad. Y que de oídas esta
testigo ha entendido que hizo muchos milagros la dicha madre Teresa
de Jesús después de muerta, como declarará adelante lo que acerca de
ello supiere. Y también dijo esta testigo que la dicha madre Teresa de
Jesús en vida daba de sí muy suave olor, y que le parece que era cosa
del cielo, porque no era de ámbares, ni almizcles ni de las otras cosas que
Por acá se usan, y esta testigo lo experimentó muchas vecesl. Y esta tcs-
algunas veces por su consuelo se ponía junto a ella a gozar de
aquella suavidad, sin que ella le echase de ver, porque si alguna vez lo
veía se enojaba diciendo: quítese de ahí, no crea eso, Y que le parece
que esto le decía u otra palabra semejante. Y asimismo se ha acordado
17
258 PROCESOS

esta testigo, que estando la dicha madre Teresa de Jesús enferma en


la cama, a lo que le parece, trajeron a este convento unas granadas
en mayo o en junio, y esta testigo como portera que era las recibió
y las llevó a la dicha Madre, diciendo cómo las habían traído de li-
mosna, que s i las quería; y la dicha Madre respondió que no las ha-
bía de comer, porque las había deseado mucho, y que estando repo-
sando le había parecido que le metían unas granadas, y que le parecíq
tenía mucha necesidad de ellas. Y diciéndole esta testigo que las to-
mase las dichas granadas, dijo: que no las tomaría, porque era amor
propio por haberlas deseado; y que esta testigo respecto de lo que
la dicha Madre le dijo que le había parecido cuando reposaba le en-
traban granadas en la celda, y ser el tiempo que era, y no haberse
buscado y tener la dicha madre Teresa de Jesús mucha necesidad de
ellas, le pareció milagro.
A la novena pregunta dijo: que lo que de ella sabe es, que
estando enferma Agueda de San José, que al presente es supriora de
este convento, de enfermedad que los médicos decían estaba hética, un
día, según le dijo la enfermera de este convento, le pusieron*un poco
de jerga del vestido de la dicha madre Teresa de Jesús y una carta
escrita de su letra, según le dijo a esta testigo la misma enfermera,
y luego raejoró y se le quitó la calentura, y así fué público en este
convento y se tuvo por milagro, atribuyéndolo a las reliquias de la
dicha Madre. Y también se dijo en el convento cómo vino el médico
a verla, que entiende esta testigo fué luego, g dijeron con mucha ad-
miración que estaba sin calentura, y esta testigo la vió convalecer y
estar buena, y ayunar y hacer los ejercicios de religiosas dentro de
poco tiempo, Y que esta testigo sabe que la dicha enfermedad era muy
grave y que no habían aprovechado para sanarla muchos remedios que
la habían hecho; y que la dicha Agueda de San José le dijo que estando
enferma de calenturas muy mala en la cama, tomó un pañito de lienzo
de ios que han tocado g estado en el cuerpo de la dicha madre Teresa
de Jesús después de muerta, los cuales salen después de haber estado
en el dicho cuerpo algún tiempo manchados como de aceite, y le me-
tió en un poco de agua y bebió el agua, y luego estuvo buena, que se
pudo levantar, y lo tuvo por milagro la dicha enferma. Y que Leonor
de la Madre de Dios, religiosa de este convento, le dijo a esta tes-
tigo, cómo estando enferma de calenturas muy grandes, poniéndole una
religiosa un pañito de los sobredichos, se le quitó luego la calentura;/
y esta testigo lo supo como priora que entonces era, porque la dicha
enferma se vino muy de mañana un día, habiéndosele puesto la noche
antes, y dijo a esta testigo que estaba buena y que la había sanado
la dicha madre Teresa de Jesús. Preguntada si sabe que le hubieseTí
puesto algunas reliquias fuera del ciicho pañito, dijo que no lo sabe.
Y asimismo dijo esta testigo que don Pedro Barba, prior del convento
de Miraflores de la Orden Cartuja y visitador de ella, persona de mu-
cha santidad y muy fidedigna, le dijo a esta testigo, que estando con
un gran dolor de oídos que le atormentaba mucho, y habiéndole hecho
muchos beneficios para que se le quitase y no habiéndole aprovechado
alguno, a instancia de un religioso de su Orden se puso un pañito de
los sobredichos y se le quitó luego el dicho dolor, y esto se lo contó
PROCESOS 259

esta testigo por milagro, y admirándose de cómo no beatificaban a


f dicha Madre. Y que estando una religiosa de este convento, que se
(fice Isabel de Jesús, ciega, de forma que segfújn ella decía no veía cosa
launa, y así lo tiene por cierto esta testigo por haberlo dicho la
dicha enferma y el médico de la casa, se ponía un paño en que había
estado el cuerpo muerto de la dicha madre Teresa de Jesús, el cual
paño le dio esta testigo para aquel efecto, porque se le pidió a esta
testigo diciendo que la había de sanar la dicha madre Teresa de Je-
sús, y habiéndosele puesto algunas veces sanó y quedó con su vista
conío antes, y que entonces no le hacían beneficios, sino que el médico
la había dejado, diciendo que ya no sabía qué hacer d i beneficios
con ella, y que la dicha enferma siempre ha dicho que la dicha madre
Teresa de Jesús la sanó sin querer declarar el cómo. Y que ha oído
decir esta testigo, que en Medina del Campo una religiosa, novicia de
esta Orden, estaba tullida en la cama, y se puso un pedazo de la faja
que traía puesta la madre Teresa de Jesús, y que sanó luego y sie
levantó de la cama sin tullición alguna, y que lo ha oído a religiosas
de este convento que se hallaron presentes. Y que habrá ocho o nuie(-
ve años, poco más o menos, que estando esta testigo enferma de un
causón y la enfermedad era tan grave, que los médicos tenían poca
esperanza de su vida de esta testigo, según ellos decían, descando esta
testigo morirse y teniendo por cierto que se moría, una noche estando
muy apretada de la enfermedad, le apareció la dicha madre Teresa de
Jesús interiormente, y le pareció que se sentaba al lado de la cama,
y que la consolaba y alentaba de su mal, y le dijo: tú quiéreste morir;
pues sabe, hija, que no ha de ser ahora; por eso consuélate, ten pa-
ciencia y no tengas pena de quedarte acá, que no es voluntad de Dios
que te mueras ahora. Y que cuando esto pasó, esta testigo estaba desr
pierta y con todos sus sentidos, que no los perdió en esta enfermedad,
y el día siguiente amaneció mejor y mejoró con mucha brevedad hasta
que estuvo buena. Y que cuando en este convento se hicieron los oficios,
que llaman honras, por la dicha madre Teresa de Jesús o haciéndole
antes de las honras oficio como por una difunta, que es vigilia y misa
cantada, se trajeron cuatro hachas o cirios para los dichos oficios y ar-
dieron mientras se dijeron, y después se llevaron a casa del cerero, y
los trajo y llevó Juan Bautista de Vargas, sacristán que entonces era
de este convento, el cual dijo, según esta testigo oyó decir, que el cere-
ro no había hallado menos cosa alguna en el peso cuando se los vol-
vieron, y así se tuvo por milagro, y cerca de esto podrá decir la ma-
dre Priora del convento de la Encarnación que hay en Cuerva, que se
llama Ana de los Angeles, y asimismo otras religiosas que están en
el dicho convento y entonces estaban en este de Toledo, y esto sabe
de la pregunta.
A la décima pregunta dijo: que esta testigo entiende que los li-
bros que andan con nombre de la dicha madre Teresa de Jesús los
hizo y compuso la dicha Madre, porque esta testigo vió uno de ellos
que se dice de Las Moradas, escrito de la letra de la dicha madre
Teresa de Jesús, y ha oído decir que le comenzó a componer en esta
ciudad, y todos los dichos libros tiene por suyos, porque demás de
que es público en esta Religión el modo y el lenguaje de ellos, y el
260 PROCESOS

espíritu que descubre es de la dicha madre Teresa de Jesús. Y que


entiende que los dichos libros son de mucho fruto, porque lo ha ex-
perimentado en sí esta testigo y sabídolo de otras personas, y par.
ticularmente le dijo un religioso grave, y docto y predicador, que se
llama fray Juan Vallebrero, que entonces era de la Orden de San Agus-
tín, g había sido dos veces prelado g ahora es monje cartujo, que tenía
siempre en su cabecera los libros de la dicha madre Teresa de J^sfús
y que les tenía tan gran respeto y reverencia a los libros y a la
dicha Madre, que si alguna vez saliendo de la celda hacía algunas fal-
tas o imperfecciones, no se atrevía a entrar en su celda temiendo los
dichos libros y a la dicha Madre, pareciéndole que le acusaban sus
faltas. Y que en el pueblo hay fama de que la dicha madre Teresa
de Jesús es santa como quien guardó tan perfectamente la ley y conse-
jos de Nuestro Señor, y que esto como dicho lo tiene es la verdad por
si juramento que hizo, y firmólo, y leyósele su Dicho y dijo estar
bien escrito.—El doctor Francisco de Almunia..—María de Jesús.—
Ante mí: Diego Canales, notario.
PROCESOS 261

DICHO D E T E R E S A D E L H CONCEPCION, C. D. (1).

¡{ la primera pregunta dijo: que conoció a la madre Teresa de Je-


sús tiempo de un año, poco más o menos, y que oyó decir fué natural
de Avila, y que entiende que fué bautizada, porque así se echaba de
ver de sus obras, y esto sabs de la pregunta.
Preguntada por las preguntas generales, dijo: que es de edad
de cuarenta años, antes más que menos, y que no fué parienta la dicha
madre Teresa de Jesús de esta testigo, ni está sobornada, ni inducida
ni atemorizada para decir este Dicho ni dadivada.
A la segunda pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús fué mujer de grande espíritu y oración, por haberlo oído decir
asi al obispo de Avila, D. Alvaro de Mendoza, y a otras personas gra-
ves; y esta testigo lo experimentó y conoció de ella en el tiempo
que estuvo en esta ciudad, y esta testigo la conoció. Particularmente
la vió muchas veces elevada y como sin sentido, y decían que estaba
arrobada, y así lo entendía esta testigo; y esta testigo le oyó decir,
a la dicha madre Teresa de Jesús, que Nuestro Señor le comunicó en
la oración muchas cosas de su servicio, lo cual la dicha Madre decía
con mucha confusión y humildad grande, diciendo que cuando Nuestro
Señor le hacía aquellas mercedes quisiera ella decir sus pecados a
voz en grito.
A la tercera pregunta dijo: que esta testigo oyó decir a la dicha
madre Teresa de Jesús y a otras muchas personas, cómo la dicha
madre Teresa de Jesús dió principio a la Religión que llaman de
Carmelitas Descalzos, así de religiosos como de religiosas, y esto lo ha
oído a personas muy graves, y que le oyó decir a la dicha Madre, que
lo que le movió a ello fué la mayor gloria y honra de Nuestro Señor.
A la cuarta pregunta dijo: que esta testigo conoció en la dicha ma-
dre Teresa de Jesús mucha fe, esperanza y caridad y le vió hacer mu-
chas obras de caridad.
A la quinta pregunta dijo: que esta testigo sabe que fué muy ejem-
plar en las obras de humildad la dicha madre Teresa de Jesús; y asi-
mismo en las de penitencia, porque esta testigo el tiempo que la vió
sana, la vió hacer obras de mucha penitencia, y conoció en ella gran-
de inclinación a esta virtud e inclinaba a las religiosas de este con-
vento a ella; y aun estando enferma la veía esta testigo ejercitarse
en ayunos y otras obras de penitencia como las demás religiosas, y
cuando estaba mejor la vió esta testigo tomar disciplinas, fuera de las
ordinarias de la Regla, en que derramaba copia de sangre. Y que pro-

28 d .^ÍZO Su declaración la hermana de velo blanco Teresa de la Concepción el


i ^U'io ^e '595, Su nombre de pila fué Inés, que cambió por el de Teresa cuando
e dió el hábito en Toledo (1576) la Santa Madre. Fué muy candorosa y de alta ora-
"on. Murió el 27 de febrero de 1625.
262 PROCESOS

fesó pobreza como religiosa de esta Orden; y que fué tan obediente a
sus prelados, que esta testigo le oyó decir muchas veces, que había de-
jado de hacer cosas que tenía inspiración de Nuestro Señor que las hi-
ciese en fundaciones que quería hacer, por cumplir con la obediencia que
lo contrario le mandaba, y que después se venía a hacer lo que Nues-
tro Señor le tenía ordenado. Y que en la castidad fué muy ejemplar,
y la alababa mucho y animaba a las religiosas a ella; y en las
demás virtudes la conocía esta testigo muy perfecta y ejemplar, así
en sus obras como en palabras, las cuales eran de grande edificación.
A la sexta pregunta dijo: que esta testigo oyó decir a la di-
cha madre Teresa de Jesús y a otros religiosos y religiosas que iban
con ella, que en las fundaciones de algunas casas padeció muchos
trabajos; y a la dicha Madre le oyó decir que cuando no se le ofre-
cían muchos trabajos en las fundaciones no estaba contenta, y que oyó
decir a la dicha madre Teresa de Jesús y a otras personas graves, que
le levantaron falsos testimonios muchos. Y que al Padre General de
esta Orden y al P. Gracián, de la misma Orden, les oyó decir, que no
habían visto a persona alguna sufrir con tanta alegría los trabajos
como a la dicha madre Teresa de Jesús, a la cual oyó decir los pa-
decía por amor de Nuestro Señor, y que esta testigo le pidió en-
comendase a Nuestro Señor algunas personas que le habían levantado
falsos testimonios, y esto se lo pidió muchas veces.
A la séptima pregunta dijo: aue ha oído decir a muchas personas, y
es cosa muy pública, que la dicha madre Teresa de Jesús es muerta,
y que murió en Alba, y que no se acuerda qué tantos años ha que
murió, y que oyó decir que en su muerte sucedieron cosas notables
y misteriosas.
A la octava pregunta dijo que no la sabe.
A la novena pregunta dijo: que esta testigo lo que sabe es, que
de Alba se escribió a este convento recién muerta la dicha Madre,
que estando muy enferma una hermana de !a Duquesa de Alba sanó
poniéndole un cuerpecico de la dicha Madre, y que oyó asimismo en este
convento, que Agueda de San José, supriora que es de él, estando con
una grande calentura que entendían se iba a hética, sanó poniéndole
una reliquia de la dicha Madre, y esta testigo la vió enferma y después
la vió sana dentro de poco tiempo de como dijeron haberle puesto la
reliquia. Y asimismo oyó cómo estando Leonor de la Madre de Dios
con una gran calentura, sanó poniéndole un paño de la dicha Madre,
y esto fué público en este convento y se tuvo en él por milagro, y que
se atribuyó a la dicha Madre. Y que estando esta testigo enferma
de una grande isípula (1) que tenía y muy peligrosa, según decía el
médico, y esta testigo entendía que se moría, y una noche habiendo es-
tado cuatro días sin comer ni dormir, estando medio dormida, le apa-
reció a esta testigo la dicha madre Teresa de Jesús interiormente, y así
interiormente le pareció que le hacía la señal de la cruz tres veces én
la frente, y le dijo que creyese que no se moriría por entonces; y esta
testigo tuvo tanta fe en esta aparición, que dijo luego a la mañana
a algunas religiosas, que ya no tenía miedo de que se había de morir

1 Erisipela.
PROCESOS 263

de aquella enfermedad, y que luego estuvo buena dentro de muy pocos


días y esto ha que pasó dos años, poco más o menos. Y que habrá
oCho años, poco más o menos, que estando esta testigo enferma de
cuartanas, y había que las tenía diez años, un día le dio una gran
cuartana con muchos dolores en el cuerpo, de manera que esta tes-
tigo entendía que se moría, y estando en oración esta testigo suplicando
a Nuestro Señor la sanase de aquella enfermedad por intercesión de Iq
madre Teresa de jesús para poder acudir al trabajo del convento como
freila que es, le apareció interiormente la dicha madre Teresa de Je-
sús, y le parecía a esta testigo que le hacía la señal de la cruz por
todas las partes del cuerpo, diciéndole: ten fe, hija, que con esta señal
sanarás; \j esta testigo lo creyó así, y luego en aquella hora se le quitó
la cuartana y nunca más la tuvo. Y que habrá cuatro años, poco más
o menos, que estando esta testigo enferma de enfermedad que el me-
dico decía que era gota, y habiendo estado veinte días con grandes do-
lores y hastío, y al parecer del médico muy peligrosa, y que a esta
testigo le pareció que se moría, estando en la cama pidiendo a Nuestro
Señor que le quitase aquella enfermedad, le apareció interiormente la
dicha madre Teresa de Jesús con una vara en la mano, con la cual le
pareció le daba algunos golpes, y le dijo: con esto quedarás buena, y
aquellos golpes le pareció a esta testigo ser como castigo, y luego en
aquel punto estuvo buena: esto sabe de la pregunta.
A la décima pregunta dijo: que sabe esta testigo que los libros que
andan impresos con nombre de la dicha Madre son suyos, y ella los
compuso, porque esta testigo le vió escribir en este convento el de Las1
Moradas, y en su lenguaje y espíritu echa de ver esta testigo que
éste y los demás, que como dicho tiene andan con su nombre, son su-
yos. Y que esta testigo ha entendido que hacen mucho fruto porque en sí
misma lo ha experimentado esta testigo, aficionándose mucho a la vir-
tud con la lectura de ellos, y lo mismo ha oído decir a otras muchas
personas, así religiosas como seglares, y algunas muy graves y doctas,
y que siempre ha oído tener muy gran crédito de la gran virtud y
santidad de la dicha madre Teresa de Jesús, y así le tiene el pue-
blo, y que esta es la verdad por el juramento que hizo y firmólo de su
nombre. Fuéle leído su Dicho, dijo estar bien escrito. E l Dr. Almmia.
—Teresa de la Concepción—Rnte mí: Diego Canales, notario.
264 PROCESOS

DICHO DE LEONOR D E L f l M A D R E D E DIOS, C. D . (1).

A la primera pregunta dijo: que esta testigo conoció a la madre


Teresa de Jesús por haberla visto y hablado una vez. y que ha oído
decir fué natural de Avila, y no saba quién fueron sus padres, que
tiene por cierto fué bautizada.
Preguntada por las preguntas generales dijo: que es de edad de
cuarenta años, antes más que menos, y que no es parienta de la dicha
madre Teresa de Jesús, ni ha sido sobornada, ni inducida ni atemori-
zada para decir este Dicho.
Preguntada por la novena pregunta, porque acerca de las demás
dijo no saber cosa en particular, dijo: que estando esta testigo en-
ferma de calenturas, y había que lo estaba dos o tres días, de que
esta testigo estaba con mucha congoja, le pusieron a esta testigo un
pañito de los que han tocado el cuerpo de la dicha madre Teresa de Je-
sús, g también entiende le pusieron un poquito de carne de la dicha ma-
dre Teresa de jesús, y luego quedando puesta la dicha reliquia, esta tes-
tigo reposó y durmiq un poco, y en recordando a poquito después, esta
testigo se sentió buena y sin calentura, y nunca más le volvió, y así pu-
diera comer pescado como las demás religiosas de este convento, y esto
esta testigo lo tuvo por milagro atribuyéndolo a la dicha Madre. Pre-
guntada si le pusieron a esta testigo alguna otra reliquia en aquella
ocasión, dijo: que no se acuerda que se la pusiesen; mas de que ha
oído decir a la madre Priora de este convento de pocos días a esta
parte, que antes de ponerle la reliquia de la dicha madre Teresa de
Jesús, le pusieron otras reliquias, las cuales se las quitaron luego y
le dejaron las de la dicha Madre, y porque con éstas sintió la me-
joría, esta testigo ha atribuido siempre el milagro a las reliquias de
la dicha Madre.
A la décima pregunta dijo: que esta testigo ha oído decir, que los
libros que andan impresos con nombre de la dicha madre Teresa de
Jesús, los compuso ella, y que a esta testigo le han hecho mucho
fruto, y entiende que en otras personas lo ha hecho por haberlo así
oído, y que entiende que en el pueblo hay mucha opinión de la san-
tidad de la dicha madre Teresa de Jesús por haberlo tratado y pla-
ticado con algunas personas, y que esta es la verdad por el juramento
que hizo, y firmólo de su nombre.—£7 doctor Francisco Almania.—
Leonor de la Madre de /)/os.—Pasó ante mí: Diego de Canales, notario.

1 Declaró el 4 de agosto de 1595. Fué hija de Jerónimo Jardín y de Juana Váz-


quez, vecinos de Toledo, donde profesó la M. Leonor el H de mayo de 1572. Esta
santa religiosa murió en Beas,
PROCESOS 265

DICHO DE JERONIMO DF, R I P A L D A , S. J. (1). •

H ]a primera pregunta dijo: que conoció a la madre Teresa de


íesus en Avila tiempo de cuatro años, poco más o menos, de vista y
habla, y de haberla confesado algunas veces y comunicado la susodicha
con éste testigo algunas cosas; y que entiende fué natural de Avila,
hija de padres nobles, y que se remite a lo que de esto escribió el pa-
dre doctor Ribera, de la dicha Compañía, en el libro que escribió de
la Vida de la susodicha, porque sabe puso mucha diligencia en averi-
guar la verdad, y era hombre muy amigo de puntualidad y certeza en
lo que escribía.
Preguntado por las preguntas generales, dijo: que es de edad de
sesenta años, poco más o 'menos, y que no es pariente de la dicha
madre Teresa de Jesús, ni io fué ni le tocó con alguna de las demás
generales.
A la segunda pregunta dijo: que este testigo sabe que la dicha
madre Teresa de Jesús fué mujer de gran espíritu, y que tuvo grande
oración, y que por medio de ella Nuestro Señor le comunicó cosas de su
servicio, lo cual sabe porque la susodicha le comunicó cosas a este
testigo estando en la ciudad de Avila como lector de Teología, que era
en la dicha casa de la Compañía de esta ciudad, de que concibió este
testigo grande opinión de la mucha oración que tenía, y luz que Nues-
tro Señor le comunicaba, demás de que este testigo trataba muy par-
ticularmente otras personas religiosos de la dicha Compañía, los más
graves que había en aquella provincia, como fueron el doctor Araoz, co-
misario que fué del General, y el padre licenciado Martín Gutiérrez, y
el padre maestro Baltasar Alvarez, que era superior de aquel colegio
y murió siendo provincial de esta Provincia de Toledo, el hombre que
en común estimación de los religiosos de la dicha Compañía era el más
calificado en ministerio de tratar cosas de espíritu y de conocerlas, y
que como tal tuvo oficio de prefecto de cosas espirituales y maestro
de novicios seis u ocho años en las casas de probación de toda la
Provincia, que era Medina del Campo y Villagarcía, que fué con-
fesor de la dicha madre Teresa de Jesús tiempo de seis años, poco
mas o menos; el cual comunicó las cosas de la dicha madre Teresa
de jesús con el padre Francisco de Borja, duque que fué de Gandía,
y entonces era general de la Religión de la Compañía de Jesús, el cual
las aprobó, todos los cuales aprobaban las cosas mucho de la dicha
madre Teresa de Jesús. Y asimismo concibió este testigo gran opinión
de la santidad de la dicha madre Teresa de Jesús, porque vió un tras-
lado de una carta del padre maestro Juan de Avila, aquel insigne va-

1 Fué el P. Ripalda, que declaró el 12 de septiembre de 1595, confesor muy


^P^cia^0 de la Santa. El la mandó continuar la historia de sus conventos cuando
6 hallaba en Salamanca (1573). En una carta de diciembre de 1576 le llama "mi gran
a«"9o de la Compañía." (Cfr. B. M . C . t. 8, Carta CXLVII.
266 PROCESOS

ron que hubo en el Andalucía, y que tantos discípulos dejó, y cuiya vida
es notoria, y sus obras que hizo quedan impresas; el cual después de
haber visto el modo de proceder de la dicha madre Teresa de Jesús
y sus revelaciones, y supo .por relación de la dicha Madre, se las
aprobaba como cosas muy de Dios, y que no se debía poner duda si
era de mal espíritu, porque lo tenía él por de Dios. Demás de lo
cual este testigo oyó y supo por cosa pública, haber la dicha madre
Teresa de Jesús comunicado sus cosas con el padre fray Pedro de
Alcántara, de la Orden de San Francisco, que fué famoso varón en
santidad, y con lectores de Teología del convento de Santo Tomás de
Avila, de la Orden de ios Predicadores, y otras muchas personas gra-
ves, los cuales asimismo aprobaban su vida y modo de proceder. Y
asimismo el obispo de Avila, que entonces era don Alvaro de Mendoza,
tenía mucha estima de la vida y santidad de la dicha madre Teresa
de Jesús, y como tal le trajo a doña María de Mendoza, hermana del
dicho obispo, para que tratase y comunicase a la dicha madre Teresa
de Jesús.
A la tercera pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa de
Jesús dió principio a la fundación de la Orden de Carmelitas Descal-
zos, porque este testigo se halló en el tiempo que comenzó a fundar
casas, y la primera que fundó fué la de San José de Avila, y era pú-
blica voz y fama que era fundadora de la dicha Orden, y que entiende
lo mismo de los Padres Carmelitas Descalzos, y haber sido la fun-
dadora de sus casas de ellos, la que dió principio a que la hubiese. Y
este testigo oyó leer en el ayuntamiento de Avila, donde estaban juntos
diputados por el cabildo de la Catedral y superiores de los conventos
de religiosos de la dicha ciudad, la Bula concedida del Papa que entona
ees era, de la dicha madre Teresa de Jesús, para fundar la dicha
Religión de Carmelitas Descalzas. Y que entiende este testigo, que lo
que le movió a la dicha Madre a emprender semejante obra, fué
la gloria y honra de Nuestro Señor, y el haber tenido revelación para
ello, porque así le parece lo entendió die la susodicha. Y se confirmó
este testigo por ver que no obstante la fuerte y universal contradíd-
ción de todas las Religiones, fuera de la de la Compañía, y también
la contradicción del cabildo de la Catedral y del Ayuntamiento de la
dicha ciudad de Avila, que hubo, salió la dicha Madre con la funda-
ción y casa que allí había comenzado a hacer.
A la cuarta pregunta diio: que este testigo entiende fué dotada la
dicha madre Teresa de Jesús de fe, esperanza y caridad con muy gran
ventaja, porque de sus obras Religiosas y ejemplares y de la común es-
timación de todos se puede colegir así.
A la quinta pregunta dijo: que entiende que la dicha Madre fué
dotada de las virtudes que dice la pregunta, y particularmente conoció
en ella este testigo una puntual y extraordinaria obediencia a sus
confesores en todo lo que le mandaban, y una singular confianza en
Nuestro Señor contra, lodo género de dificultades que se le ofrecían,
y con grande temor de Dios y de sí misma, con que andaba siempre
recatada de sus mismas cosas, y una muy grande humildad, con la
cual comunicaba sus cosas con los hombres letrados y personas de
espíritu que podía, no fiándose de sí. Y en su modo de proceder se
PROCESOS 267

t ba de ver su gran humildad junto con una magnanimidad extraña.


20 A la sexta pregunta dijo: que este testigo sabe aue la dicha ma-
dre Teresa de Jesús fué grandemente perseguida de injurias que contra
ella se decían, atribuyendo sus cosas a ilusiones del demonio, y po-
niéndoles nombres oprobiosos, como de mujer engañada y que traía
novedades al mundo; y particularmente fué notada de estas novedades
de las religiosas de su convento antiguo donde primero fué monja, que
llevaron mal esta nueva fundación y el salir de su casa para ello al-
gunas religiosas, y que todo esto la dicha madre Teresa de Jesús, aun-
que venía a su noticia, lo sufría y llevaba con mucho ánimo y ejemplar
paciencia.
K la séptima pregunta dijo: que en cuanto en ella contenido se re-
mite al libro que escribió el dicho padre Ribera, como dicho tiene,
donde están averiguadas todas las particularidades que tocan a su
muerte y el tiempo y lugar de ella.
K la octava pregunta dijo: que no lo sabe, más de haber oído
decir que hizo muchos milagros en su vida, y tener este testigo por cosía
ciertísima lo que el dicho padre Ribera escribiió haber averiguado acer-
ca de muchos milagros que dice haber hecho en su vida.
R la novena pregunta dijo: que este testigo tiene por cierto por
la pública voz y fama que de ello hay y por las averiguaciones que
este testigo supo que hizo el dicho padre Ribera de los milagros que
con las reliquias de la dicha madre Teresa de Jesús se han obrado
después de su muerte, que refiere en el dicho libro, del cual este tes-
tigo fué diputado por la dicha Compañía examinador, ser verdad que
han sucedido después de la muerte de la susodicha madre Teresa de
Jesús muchos milagros por su medio e intercesión. Y particularmente
oyó este testigo al dicho padre Ribera haber Dios obrado por medio
de la dicha madre Teresa de Jesús alguna obra milagrosa, aunque
en particular no la declaraba. Y de sí mismo dice este testigo que
está muy cierto que por intercesión de la dicha madre Teresa de Je-
sús le dió Dios Nuestro Señor un negocio muy arduo y grave breve-
mente despachado y con muy buen suceso, lo cual tiene por cierto, por-
que uno de los medios más frecuentes que tomó para alcanzar este su-
ceso fueron los merecimientos de la madre Teresa de Jesús presentados
ante Nuestro Señor para el dicho suceso.
A la décima pregunta dijo: que este testigo sabe que unos libros
que andan impresos a nombre de la dicha madre Teresa de Jesús los
compuso ella, porque gran parte de ellos le mostró a este testigo en s(u
original y de su letra antes que se imprimiesen la dicha Madre, y es
pública voz y fama ser suyos, y aprovecharse muchas almas devotas de
Gllos, y admirarse de que Dios por medio de una mujer descubriese
tantas cosas en el modo de oración y trato con Nuestro Señor, y que
el pueblo tiene grande opinión de su santidad de la dicha madre Teresa
de Jesús, g que esto todo que dicho tiene es la verdad por el ju-
ramento que hizo, y firmólo de su nombre. Leyósele su Dicho y
ai]o estar bien escrito.—£7 doctor Francisco de Almunia—El maestro
Jerónimo de Ripalda.—Knte mí: Diego Canales, notario.
268 PROCESOS

DICHO DE DIEGO ORTIZ DE LH FUENTE (1).

A la primera pregunta dijo: que este testigo conoció a la madre


Teresa de Jesús tiempo de dos años, poco más o menos, en veces, el
tiempo que estuvo en esta ciudad en la fundación que hizo en ella, y
la comunicó y trató; y que ha oído decir que fué natural de Avila
y tiene por cosa cierta que fué bautizada.
Preguntado por las preguntas generales dijo: que es de edad de
más de sesenta y seis años, y que no era pariente de este testigo la
dicha Teresa de Jesús ni le toca alguna de las generales.
A la segunda pregunta dijo: que este testigo siempre entendió que
la dicha Teresa de Jesús era mujer de grande espíritu y de mucha
oración, y en esta opinión era tenida de personas de mucha religión,
letras y santidad, como era del padre maestro fray Pedro Fernández,
provincial que fué de la Orden de Sto. Domingo de la Provincia de Cas-
tilla, y del doctor Velázquez, arzobispo que fué de Santiago, siendo
canónigo de esta Santa Iglesia de Toledo, y del padre rector Pablo
Fernández, de la Compañía de Jesús, y consultor que fué de Santo
Oficio de la Inquisición, y del padre maestro Barrón, que era de la
Orden de Santo Domingo g consultor del Santo Oficio, y del padre
Luis de Guzmán, de la Compañía de Jesús, y de otro Padre de la
Compañía, muy grave, que se decía Salazar, y de otro Padre muy
grave de la Orden de San Bernardo, que se decía Villalba, que fué
reformador de la Orden de San Bernardo, que fué después Abad en
Fitcro, todos los cuales la estimaban en mucho a la dicha madre Te-
resa de Jesús y se admiraban de su mucho espíritu.
A ía tercera pregunta dijo: que este testigo sabe que la dicha ma-
dre Teresa de Jesús fué la fundadora de la Orden que llaman primitiva
de los Carmelitas, así de las religiosas como de los religiosos, por-
que aunque principalmente al salir la madre Teresa de Jesús de su
convento fué con licencia de su General para fundar conventos de
religiosas en la forma que hoy están fundados, los que llaman de
Carmelitas Descalzas, se juntaron con la dicha madre Teresa de Jesús
los religiosos que quisieron seguir aquel Instituto, y comenzaron a fun-
dar casas de religiosos de la dicha primitiva Regla. Y que entiende le
movió a la dicha madre Teresa de Jesús la gloria y honra de Nuestro
Señor, que resultaba de la perfección de esta Orden para fundación
de ella.
A la cuarta pregunta dijo: que este testigo entiende que la dicha
madre Teresa de Jesús fué dotada de las virtudes que dice la pre-
gunta, porque de su mucha santidad no se puede presumir otra cosa.
A la quinta dijo: que conoció en la dicha madre Teresa de Je-

1 De este virtuoso caballero se habló en el tomo 5 de la B. M . C . en la funda-


ción de Toledo y en el Epistolario. Su Declaración es de 29 de febrero de 1596.

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