Proceso de Santa Teresa Tomo I PDF
Proceso de Santa Teresa Tomo I PDF
Proceso de Santa Teresa Tomo I PDF
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BIBlLOlE(A MISlKA (ARMElflANA
18
PROCESOS
DE
BEATIFICACION Y CANONIZACION
DE
P. SILVERIO D E SANTA T E R E S A , O. C. D.
TOMO I
BURGOS
'Nihil obstaí".
El Censor
Dr. Lorenzo Abad.
1 Publicó esta carta Pólit en su Familia de Santa Teresa en América, cap. VH,
págs. 232^235.
VIÍI INTHODUCCIÓÑ
senté tomo, así como las de D;a Mayor de Miejía y D.a Francisca de
Fonseca, del convenio de la Madre de Dios de la misma villa, y algu-»
nos seglares. En el folio 137 comienza la magnífica Declaración de la
venerable M . Ana de Jesús (1). En general, la letra no es del propio
declarante, que sólo firma su Dicho, salvo la Declaración del P. Ribera,
que es toda de su pluma, como se convence, así por la identidad de su
letra con la firma, como por la que tiene con otros escritos suyos, que
hemos visto en la Academia de la Historia.
También hay copia notarial de este Proceso en un infolio que per-
teneció, como el anterior, al santo Desierto de las Batuecas, del que
hablaremos en seguida. De este infolio nos hemos valido para la pu-
blicación de las Declaraciones que en este Proceso se leen en el presen-»
te volumen.
mismo año. Son de interés. Entre otras, hay Dichos de María de San
Terónimo, p r i m a de l a Santa, Beata Ana de San Bartolomé, Beatriz d^
Tesús, Teresa de JeslúíS, sobrina de la Madre, Julián de Avila y doña;.
Quiteria, monja de la Encarnación. A este Proceso se agregó el de
Piedrahita, en que declararon Fr. Diego de Yanguas y doña María
de Toledo, duquesa de Alba.
Delegado para el d£> Toledo f u é el doctor D. Francisco de Almunia
y el notario, D. Diego de Canales. L a primera Declaración es de 10
de julio de 1595. Entre oíros declarantes hallamos al P. Ripalda, de la
Compañía de Jesús, a Diego Ortíz. Alonso Andrada y otras personas
muy conocidas de la Santa Reformadora.
Más interesantes son las informaciones de Madrid, las cuales se
hicieron ante el doctor D. Bernabé d e l Mármol Zapata. Encabeza el .Pro-
ceso el P. Diego de Yepes, con una larga e importante Declaración,
que prestó el 22 de mayo del dicho año de 1595. Síguenle numerosos
Dichos de las Carmelitas Descalzas de la Corte, de algunos jesuítas,,
del P. Juan de las Cuevas, que presidió el Capítulo de separación de
Calzados y Descalzos en Alcalá de Henares (1581), de la madre del
P. Jerónimo Gracián, doña Juana Dantisco, y de otras personas que
tuvieron relaciones muy estrechas con la Santa.
Continúan las de Segovia. Valladolid, Medina, Salamanca, Palen-
cia, Zaragoza, Valencia, Sevilla, Malagón y otras, como arriba dijimos.
En algunas de estas poblaciones los testigos llamados a declarar son
muy pocos, pero raro es el Proceso donde no h a g a algún Dicho digno'
de registrarse, por alguna noticia nueva que aporta al ing¡ente acervo
de la biografía teresianá.
1 Cumplióse a la letra todo cuanto ordenaba el auto. Las hojas están rubrica-
das en el margen inferior y las demás disposiciones se llenaron también, incluso la
de coser todas las Informaciones en un sólo volumen. Este, que se compone de diver-
sas letras, tiene partes paginadas, y otras no. Por eso no se pone la foliación ni en
las Declaraciones que la tienen, porque no responde a las demás del mamotreto. En
cuanto a la copia romana, hoy en la Casa generalicia de los Carmelitas Descalzos,
los testigos corresponden a los siguientes folios: Báñez, 33; Ribera, 34; Enríquez, 3^;
Ana de la Encarnación, 34v; Isabel de la Cruz, 36v; María de los Santos, 37v;
etc. El de Alba comienza en el folio 41v. El Dicho de Juan de Ovalle se lee en el
46v. Las Declaraciones ocupan muy poco, porque están escritas en hojas de a folio
y letra muy menuda. Por el auto del Provisor de Coria sabemos que los originales y
copia batuequeña de estos Procesos quedaron en el Desierto de San José. La copia
pasó a los Carmelitas de Salamanca; ¿pero dónde paran Ips originales?
INTRODUCCION XTll
gina viene a tener 125 líneas, y cada línea 130 letras. Por lo mismo,
su lectura es sumamente fatigosa,
Al principio se lee una carta de Alonso López de Orduña, provisor
y juez de esta causa (3 de diciembre de 1610), dirigida a los Car-
denales de la Sagrada Congregación de Ritos, donde leemos: «Por unas
letras compulsoria Ies de Vuestras Señorías Ilustrístmas, que rae fueron
presentadas por parte de la Orden de Nuestra Señora del Carmen de los
Descalzos sobre la Canonización de la beata M . Teresa de Jesús,
de buena memoria, en virtud de lo que Vuestras Señorías me mandaban
y cometían, hice con mucho cuidado y diligencia todas las cosas con-
forme al tenor de las sobredichas Letras y como convenía. Hanse exhi-
bido a instancia de la dicha Orden algunas Informaciones y Dichos,
y éstos se han comprobado suficientemente con testigos principales, ve-
rídicos, de buena conciencia y fidedignos; y así todo lo hecho, Dichos
y comprobaciones, se les puede y debe dar entera fe y crédito en juicio
y fuera de él. Con ésta remito a Vuestras Señorías Ilustrísimas el tra-
sunto auténtico del dicho Proceso, por donde constará de todo; y quisiera
hallarme presente para significar a Vuestras Señorías la gran santidad
que me ha constado de esta beata Madre y cuán edificados están to-
dos de sus admirables y excelentísimas virtudes, y cuán recibido está
de todos ser santa y estar colocada en el cielo, y se desea con entra-
ñable afecto verla canonizada como ella lo merece».
A continuación vienen las copias del Proceso hecho en 1595 en
Avila, que existe original, como dejamos dicho, en el palacio episcopal
de esta ciudad. También trae la copia, muy corta, del Proceso compul-
soria!. Los notarios Antonio Ayala y Alonso del Río dan fe de la fide-
lidad del trasunto. Por fin, da testimonio de los mismos el obispo
D, Lorenzo de Otaduy y Avendaño.
Otro infolio, de las mismas dimensiones que el anterior, reza en la
portada: Processm Remisorialis in causa Canonizationis Matn.s Teresiae
de Jesu (22 de octubre de 1610. Abalen,) En un atestado que viene al
principio, los notarios Gaspar Antonio Bohordo y Antonio Ayala hacen
constar cómo se entregó al primero, correo mayor de Avila, «el cual
juró en forma de remitirlo fielmente a la corte romana». Siguen otros
documentos protocolarios y comienza el traslado de los Dichos de los
testigo del Proceso remisorial «in specie» hecho en Avila en 1610, cuyos
originales se hallan, como ya sabemos, en el palacio episcopal abulense.
Al final se leen todas las cauciones propias del caso en conformidad
con las instrucciones de la Sagrada Congregación de Ritos.
El tercero, de las mismas medidas que ios dos anteriores, sie titula:
Processus Remisorialis in causa Canonizationis Matris Teresiae a Jesu.
INTRODUCCION XXUI
1 B. M . C , 1.17, p. 206.
2 /&.,p. 324,
INTRODUCCION iXVlí
1 B. M . C . t. 17. p. 371.
2 /fc.,p.432.
3 No los he visto en ningún archivo. No los creo, después de los Procesos an-
tenores. de grande interés biográfico para la Santa. Fué un trámite protocolario, que
ya no se usa.
J Algo decimos de ellas en el t. IV de nuestra Histoti* del Carmen Descalzo
en España, Portugal y América.
XXVIIÍ INTRODUCCIÓN
Con esto cumplimos parte, por lo menos, del compromiso que teníamos
con la Santa, desde que en 1922 terminamos la edición en nueve volú-
menes de sus escritos (1). Las violentas convulsiones políticas y religio-.
sas que viene padeciendo España en estos últimos años han trastornado
el plan de estas publicaciones y ni por un momento se nos quita el teí-
mor de verlas interrumpidas bruscamente. Esto nos ha movido a editar
esos Procesos cuanto antes, ya que contienen un caudal biográfico de
precio incalculable, beneficiado sólo en parte muy pequeña. Cada tes-
tigo, puedí decirse, hace una vida de Sta. Teresa. Algunas son magis-
trales en su género. Es cierto que, debiendo sujetarse los declarantes al
mismo interrogatorio, hay cierta unanimidad en las respuestas, pero será
rara la información que no tenga algo de especial digno de estima.
En gracia a las noticias particulares que nos suministran, bien puede to-
lerarse la monotonía inevitable en esta clase de trabajos. A mí no me mo-
lestan las repeticiones, porque son sobre cosas muy edificantes y agrada-
bles de la Madre, y para mi Madre todo me parece poco. Se me figura
que es música que estaría oyende toda la vida sin fastidio; pero aún sih
sentir este regusto filial, es de grandísima importancia la publicación
de ios Dichos de los principales testigos que en España fueron lla-
mados a dar testimonio de sus sentires respecto de esa gran figura
nacional que se llama Teresa de Jesús,
En tres volúmenes de esta Biblioteca quisiéramos encerrar las
principales Declaraciones de la Santa. E l primero comprende el Proceso
informativo del Obispo de Salamanca y parte del hecho por delega-
ción del Nuncio Gaetano en diversas poblaciones de España, Conti-
nuará e! segundo con otras de este mismo Proceso, del titulado Re-
misorial «in genere» y algunas del Rernisorial «in specie», para ter-
minarlas en el tomo III. Este Proceso es el más voluminoso y, en
muchos respectos, el más interesante,
1 Véase la B. M . C„ t. 9, p. CVI11.
PROCESOS
DB
INTERROGATORIO
ARTICULOS
1 Cfr. B. M. C . t. 2, p. 211.
PROCESOS 11
sus cosas para probar si en ellas había lazo o engaño del demonio. Y
que la dicha Teresa de Jesús entonces y antes siempre procuraba in-
formarse de los varones que eran tenidos por letrados y experimen-
tados, y con mucha humildad los oía y obedecía; y cuando los ha-
llaba incrédulos, los allanaba con la discreción y espíritu de Dios'
que tenía, y les mostraba cómo los sentimientos y revelaciones que
tenía eran muy conformes a lo que los Santos escriben y experimen-
tan. Y que con este testigo y con el padre Fr. Bartolomé de Medina,
catedrático que fué de Prima de Salamanca, comunicó muchas veces
las dificultades y razones de dudar que tenía, y de camino les ponía
gran deseo de la perfección religiosa, y les daba' modo cómo tuvie-
sen provechosa y acertada meditación y oración; y para esto tenía unas
palabras tan vivas y las decía con tal fuerza y sentimiento, que pe-
gaba espíritu y gran deseo de mejorarse a los que con (ella trataban.
Item, sabe este testigo, que la dicha madre Teresa de Jesús fundó la
Orden de los Carmelitas descalzos en varones y mujeres, y les .puso
reglas muy santas tomadas de la Compañía de Jesús y de otras,
Religiones y de sus experiencias, y que con la comunicación que ha
tenido de los frailes y monjas de esta Orden, ha visto que son
gente de mucha religión y perfección. Y que sabe que cuando iba ca-
mino la dicha Teresa de Jesús a fundar monasterios de su Ordien,
llevaba compañía de monjas y personas, que su edad y virtud pro-
metían la seguridad y decencia que el camino y obra que iban a ha-
cer requería, y que todo esto es público y notorio, y tque lo hacía
con admirable fin pretendiendo la gloria de Dios y la per-
fección de las personas con que trataba. Y que tuvo admirable don
en los grados de oración en lo que tratan los espirituales; y los pa-
dres Francisco de Borja, que después fué general de la Compañía die
Jesús, y Antonio de ñraoz, que era comisario de la dicha Compa-
ñía, tratando a la dicha Teresa de Jesús y examinando sus cosas,
las aprobaron con admirables encarecimientos, y decían que, aunque
en otras muchas personas habían hallado muchas ilusiones del demo-
nio, en las cosas de la dicha Teresa de Jesús se aseguraban y las
aprobaban como cosas dadas de la mano liberal de Nuestro Señor; y
que esto y otras muchas más cosas de su perfección y buena vida
y grande oración supo este testigo, y oyó muchas veces decir al
P. Gaspar de Salazar y al P. Baltaisar Alvarez, de la Compañía de
Jesús, los cuales la habían comunicado muchos años. Y si fuere me-
nester, este testigo referirá muchas revelaciones aprobadas que tuvo
la dicha Teresa de! Jeisús con grande aprovechamiento suyo y de otros,
las cuales no están escritas en el libro que el P. Fr. Francisco
de Ribera escribió de su vida con mucho cuidado y acierto. Y repre-
guntado por el Interrogatorio, dijo lo que dicho tiene, y que es pú-
blico y notorio, voz y fama lo que esta pregunta dice.
A la cuarta pregunta dice este testigo: que del tiempo que tra-
tó a la madre Teresa de Jesús, experimentó en ella una gran prudencia,
junta con una cristiana sencillez y un valeroso corazón, acompañado
con señalada humildad, y que resplandecía en los actos de caridad
y de las otras virtudes, y a los que trataba los movía e inflamaba
en semejantes actos, y era deseosísima de aprovechar a los pró*
PROCESOS 17
muchos y lo tiene por verdad por el gran crédito qus este testigo
tiene de la dicha madre Teresa de Jesús. Y que una vez estando
este testigo algo incrédulo pidió a la dicha Madre le alcanzase de
Dios un íntimo y señalado don de contrición, y que aquel día re-
cogiéndose a oración en su aposento, sintió un suavísimo y no usado
gusto en los actos que los Santos dicen que pertenecen al don de
penitencia y contrición, y con muchas y fervorosas lágrimas duró en
esto gran espacio de tiempo, y se acordó que alcanzaba esta mi-
sericordia de Dios por intercesión de aquella Santa, y esto es lo
que sabe de estas preguntas, y la pública voz y fama.
Y siendo repreguntado por el interrogatorio dice lo que dicho
tiene, y siéndole leído este Dicho se ratificó en él y lo firmó de su
nombre.-—Don Jerónimo, obispo de Salamanca.—Enrique Enñquez.—
Pasó ante mí: EL Licdo. Juan Casquer, notario apostólico.
PROCESOS 19
•
PROCESOS 21
ción que tienen con la dicha madre Teresa de Jesús y con las cosas
tocadas a su cuerpo, pidiéndolas para enfermedades, y con las dichas
cosas ha sido Dios servido de les dar salud, según ellas lo han en-
tendido, y así lo dicen. Y más dice esta testigo, que han procurado
monjas de otros monasterios pasarse a éstos con mucha instancia, y
así de las Huelgas de Burgos se pasaron dos o tres con Breve del
Papa, según ha oído, y sin ellas otra en Valencia; y como hay en
estos monasterios constitución que no se puedan recibir, no se han
pasado muchas más. Y sabe esta testigo que han aprovechado los l i -
bros de la madre Teresa de Jesús a muchas gentes, y a las per-
sonas que la dicha Madre hablaba, como ellas mismas han dicho.
Los libros que escribió, dice esta testigo, los vió escritos de la
propia letra de la madre Teresa de Jesús antes que se imprimiesen y
antes que ella muriese, por lo cual dice ser verdad haberlos ella es-
crito, y nunca la vió esta testigo cosa que fuese contra virtud, y esto
es lo que dice acerca de esta pregunta y artículo, y que es público y
notorio, pública voz y fama. Y siéndole repreguntado a esta testigo
por la pregunta del Interrogatorio dice lo que dicho tiene, y que pu-
diera decir más, pero que lo deja por ser tan público y notorio, y
esto responde acerca de esta pregunta.
Ai quinto artículo y pregunta dijo esta testigo: que la vió padecer
muchas enfermedades de calenturas y perlesía y mal de corazón muy
recio, que era menester tenerla muchas religiosas porque no se hiriese
o descalabrase, y tenía de ordinario muchos desmayos y vómitos; todo
lo llevaba con grandísima alegría, cuando volvía de los desmayos
dando gracias a Nuestro Señor por ser amiga de padecer por Su
Majestad, que todo lo que en ella vió, cómo llevaba las persecuciones^
trabajos y dolores grandísimos con contento, lo daba bien a entender,
Antes que esta testigo estuviese en su compañía oyó decir que su padre
de la madre Teresa de Jesús, como la amaba tanto, dióle gran pena
verla tan enferma, y procuró que los prelados diesen licencia para sa-
carla del monasterio a curar, así con los mejores médicos de la ciudad
de ñvila como fuera de ella. Llevóla un cuñado suyo a un lugar donde
él estaba y su mujer, porque allí cerca había una mujer que tenia
gran fama que curaba de todas enfermedades, y eran tantas las bebidas
que le dio y otras cosas que hacía, que antes le hizo daño a la salud
que provecho, aunque le sacó en lo que padeció en estas cosas, lle-
vándolo todo por amor de Dios. Volvió a casa de su padre con la com-
pañía que había llevado del monasterio, que era una monja antigua
amiga suya; apretáronle tanto las enfermedades y desmayos, que vino
a estar sin sentido, de manera que los médicos la tenían por muerta,
y la demás gente, y así vinieron frailes y monjas de su Orden a estar
con ella, y en la Encarnación tenía abierta la sepultura esperando el
cuerpo para enterrarle, y los lutos sacados en casa de su padre; y con
todo esto y tener echada cera en los ojos y decir los médicos que
era muerta, no dió su padre lugar a que la enterrasen, sino allí de ro-
dillas puesto a los pies de la cama, que no se apartaba de ella, ha-
ciendo oración a Nuestro Señor, decía que no era su hija muerta, que
no era hija para enterrar. Esto oyó decir esta testigo, y que después
como fué Dios servido de darle vida, ella con grandes ansias de vol-
PROCESOS 23
ha oído esta testigo. Y dice más esta testigo, que de lo que por
ella ha pasado dirá para honra y gloria de Dios, y es que era en ex-
tremo el no poder comer de apretamiento de quijadas y de la garganta
que le quedó de una gran enfermedad, de la cual llegó a la muerte,
y del grande hastío y de no comer, de pura flaqueza se le cayeron
las quijadas, y después de concertadas era tan grande el temor y so-
bresalto cada vez que había de comer, que, aun con ir muy desmesurado,
le parecía se ahogaba. Y a esta sazón vino la madre Teresa de Jesús
a esta casa de Salamanca, y viéndola se compadeció mucho de verla
con este tormento, y tiene para sí que por medio de sus oraciones
en vida, y después de muerta con una cinta de cuero que se puso en
la garganta, con que la dicha Madre dormía de noche, la hizo Nues-
tro Señor esta misericordia, de que come sin el trabajo de antes, como
han visto las monjas de su monasterio, que sí es menester lo dirán,
porque lo tiene esta testigo por cosa milagrosa. Dice más, que estando
esta testigo en el monasterio de Medina del Campo, comiendo una vez
de un pez, se le atravesó una espina en la garganta y no podía echarla,
aunque se hizo para ello los remedios que pudo, y turbada de verse
así, se acordó de la cinta, y encomendándose a Nuestro Señor y pi-
diéndole que por los méritos de su Pasión e intercesión de la madre
Teresa de Jesús la sacase de aquel trabajo, y con esto apretó la cinta
a Ir. garganta y echó la espina luego y la mostró a una hermana
que estaba con ella. A una monja del monasterio donde está esta
testigo, que se llama Juana de Jesús, se le hizo una apostema en la
garganta que le duró casi un año, y después de habérsele hecho mu-
chos remedios, porque era de manera que aún la saliva tragaba con gran
trabajo, y para poder pasar el Santísimo Sacramento cuando se lo
dieron por Viático fué con harto trabajo, y viniendo el cirujano con
propósito de otro día darle un botón de fuego, ella temiéndose de
esto por ser en parte tan peligrosa, que decía el médico, si acertaba
a dársele en alguna vena, moriría, se encomendó a Nuestro Señor y a
la madre Teresa de Jesús; con mucha fe se puso un pañito de
los que tienen del óleo que sale del cuerpo de la dicha Madre; sintió^
con él muy gran dolor, y a la mañana mirando la apostema, la hallaron
abierta; y viniendo el cirujano a lo dicho, se espantó de verla abierta,
y luego comenzó la hermana a mejorar, y ha quedado sana. Item ha oído
decir esta testigo, que cuando de secreto llevaron el cuerpo de la
madre Teresa de Jesús a Avila, decían algunas personas que qué lle-
vaban allí, que tal olor dejaba. Del olor dirán los que se hallaron
presentes cuando en Avila vieron el cuerpo, que es el Prior que aho-
ra es en E l Escorial, y el oidor Laguna y otros que iban con el Obis-
po de aquella ciudad, que murió poco ha; esto todo lo oyó decir. Y tamí-
bién la vieron médicos y que estaba el cuerpo tratable y se tenía en
pie con poco que se le arrimase la mano, y esto es lo que sabe y
responde esta testigo acerca de este artículo y pregunta, y dice ser
todo muy público y notorio, pública voz y fama. Y siendo repreguntada
esta testigo por el Interrogatorio de las repreguntas, dice lo que dicho
tiene y vuelve a decir que es muy público y notorio, pública voz
y fama.
Al séptimo artículo y pregunta dice esta testigo: que dice lo que
PROCESOS 25
dicho tiene de los milagros; que en vida de la madre Teresa d*2 Jesús
ha oído decir que estaba muy mala D.a María de Artiaga, mujer de
Iñigo de Brizuela, que era ayo del Conde de Monterrey, e importu-
nando a dicha Madre la condesa, D.a María Pimentel, que entrase
en su casa cuando venía de camino, porque tenía mala a su nieta,
la Condesa que es ahora de Olivares, y tenía mucha devoción con la
Madre, la cual entró allá, y después de haber estado con la nieta
de l a ' Condesa, pidió la dicha D.a María de Artiaga que entrase
a verla la madre Teresa de Jesús, que también tenía mucha devoción
con ella y entendía sería parte para darle salud; la dicha Madre
entró allá, y apiadándose de ella, como a manera de regalo la tocó
con las manos o la abrazó, y la enferma dijo que luego había mejorado
y tuvo salud. Esto es lo que oyó esta testigo. Y de otras personas
ha oído decir haber sanado también tocándolas ella, que no se acuerda
particularmente a quién lo ha oído, y que entiende esta testigo es voz
y fama que la dicha madre Teresa de Jesús es tenida por santa.
También dice esta dicha testigo que ha oído decir, que una hermana
de la duquesa de Alba, D.a María Enríquez, que era monja en el mo-
nasterio de Adentro en Alba y es muerta, sanó de una enfermedad que
tuvo, poniéndose unos cuerpos de la madre Teresa de Jesús que ella pi-
dió después de muerta la dicha Madre. Item dice esta testigo, que vien-
do que la madre Teresa de Jesús no quería que se leyesen sus libros
en su vida, le dijo una vez cierta Madre: que pienso que se han de
aprovechar en otras Religiones de lo que Vuestra Reverencia tiene es-
crito primero que sus monjas. Y respondió la Madre sonriéndose: ande,
mi hija, que desque yo sea muerta lo verá, y por esto se certifica
esta testigo ser suyos los libros como dicho tiene. Item dice esta testigo,
que oyó decir que estando la madre Teresa de Jesús en el monasterio
de San José de Avila, que por una escalera abajo la arrojó el demo-
nio, de manera que le desconcertó un brazo, que fué menester buscar
quién se lo concertase, y así se procuró persona que supiese die este
oficio, y con todo eso le quedó dolor y no le mandaba muy bien, y así
lo escribió la dicha madre Teresa de Jesús a esta testigo cómo cayó y
tenía el dolor que ha dicho, aunque no le descubrió el haber sido, el de-
monio el que le; arrojó, sino que había caído. Item dice esta testigo, que
ha oído decir que huye el demonio de donde está su retrato; y esto es
lo que dice y sabe acerca del dicho artículo y pregunta, y que es
pública voz y fama, y dice lo que dicho tiene siendo repreguntada en
esta pregunta conforme el Interrogatorio, y que todo es muy notorio.
Al octavo artículo y pregunta responde esta testigo: que entiende
cuándo una cosa es pública y notoria y de pública voz y fama, que mu-
chos dicen una propia cosa, y siéndole leído a esta testigo este Dicho
dice que se ratifica en él, y lo firmó de su nombre.—Do/; Jerónimo,
obispo de Salamanca.—/4/m de la Encarnación, priora.—Pasó ante mí:
El Lícdo. Juan Casquer, notario apostólico..
26 PROCESOS
Madre que el padre fray Jerónimo Gracián de la Madre dte Dios mogp
tró en esta casa, el cual olía mucho y muy bien. Oyó decir al padre
Gregorio Nacianceno, que entonces era vicario provincial de la Or-
den de los Padres Descalzos Carmelitas, que fué el que quitó el brazo
cuando llevó secretamente el cuerpo ds la dicha Madre a ñvila, que
cuando le cortó fué con tanta facilidad como si cortara una tajada
de queso fresco, y que poniendo el cuerpo en pie, con dos dedos se
tenía; y que estando las monjas en el coro alto no sabiendo cosa
de que le llevaban, por el olor grande que sintieran, entendieron que se
lo llevaban. Dice esta testigo que sabe que sale del cuerpo de la
dicha madre Teresa de Jesús el óleo que traen los paños dichos,
porque lo ha oído a personas de crédito, y entiende es público y
notorio, pública voz y fama. Y siendo repreguntada acerca de este
artículo dice lo que dicho tiene.
A la séptima pregunta dice esta testigo: que ha oído decir que en
vida y muerte de la dicha madre Teresa de Jesús ha hecho Nuestro
Señor muchos milagros por su intercesión y por medio de cosas to-
cadas a su cuerpo, como fué una hermana de este convento que tenía
una postema en la garganta, que la querían dar un botón de fuego,
y ella se encomendó a Nuestro Señor y a la madre Teresa de Jesús,
y se puso un pañito de los dichos, g otro día la hallaron abierta la
postema, aunque hasta entonces se le habían hecho hartas curas no
habían aprovechado. Y la madre Ana de la Encarnación, priora de
este monasterio, estaba con muy gran apretamiento de quijadas, que
comía con grandísimo trabajo; vino la madre Teresa de Jesús en aquel
tiempo a este convento, y viendo lo que pasaba se compadeció mucho
de ella, y desde entonces comenzó a estar mejor y se le quitaron
aquellos apretamientos, y todas entendimos fué por las oraciones de
la dicha Madre. También ha oído decir esta testigo a la dicha ma-
dre Ana de la Encarnación, que después que la madre Teresa die
Jesús murió, estando comiendo un pez se le atravesó una espina
en la garganta, que parecía se ahogaba y no la podía echar, aunque
la hacían algunos remedios, hasta que se apretó a la garganta una cinta
de cuero que había sido de la madre Tereisa de Jesús con que dor-
mía de noche, y luego la echó. Y esta testigo estaba una vez con una
gran tentación que le afligía harto; dió cuenta a la madre Teresa de
Jesús de ella; fué Dios servido de quitársela, y entiende que la hizo
Nuestro Señor esta merced por las oraciones de la dicha Madre. Un
hombre en Avila estaba muy malo en lo último, oon la candela en la
mano, más en la otra vida que en ésta, y una persona que estaba allí
se le acordó de los pañitos de la madre Teresa díe Jesús, y fueron*
a pedir uno al capellán de las Descalzas y se lo pusieron, y luego
comenzó a volver en sí y comió, y fué mejorando y sanó. Esto oyó
decir esta testigo a Antonia Rodríguez, hija de Tomás Rodríguez, se-
cretario del Duque de Alba, vecina de Alba. Esta testigo oyó decir
al padre fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, que la mano
de la madre Teresa de Jesús que estaba en Lisboa, hacía más mi-
lagros que acá el cuerpo, y, entre otras cosas, dijo el dicho Padre.,
que un caballero de Lisboa estaba muy determinado de matar a s«
mujer por algunas sospechas que el demonio le debía de haber puesto;
3
34 PROCESOS
fray Domingo Báñcz oyó decir la dicha testigo, que la madre Teresa
de Jesús había recibido grandes regalos y misericordias de Dios, ¡j
que los había examinado bien. E l padrs Ripalda, de la Compañía de
Jesús, que confesó mucho tiempo a la madre Teresa de Jesús, dijo
a esta testigo: mucho tiene vuestra merced que agradecerme, porque
ayudé mucho a que su madre Teresa de Jesús fuese santa, porque
la mortifiqué maravillosamente y sufríalo como alma que verdadera-
mente era regalada de Dios. Y por este camino de tener ella tan
perfecta oración y llegarse tanto a la soledad, camino por donde
ella se alcanza, vino a poder tanto con Dios, que muchas almas
salieron de pecados gravísimos por suplicarlo la Madre a Su Majes-
tad con la profunda humildad y caridad que el Señor la había dado.
Y entre otros muchos ha oído decir la dicha testigo a la madre Ana
de la Encarnación, priora de esta casa, y a la madre jerónima de
ijesús y a la H.a Guiomar del Sacramento, que en los principios de
la madre Teresa de Jesús, estando en un lugar que se llamaba Be-
cedas para curarse, estaba allí un clérigo que había siete años que
estaba en mal estado con una mujer con gran escándalo de todo el
lugar, y decía muy ordinario misa, no bastando nadie con él porque
la misma mujer le tenía hechizado con un idolillo de cobre que le ha-
cía traer al cuello. Pudo tanto con él la dicha Madre, que le hizo la
diese el idolillo, y con esto él comenzó a aborrecer a aquella mu-
jer y del todo la dejó y se volvió a Dios, y mejorando su vida murió
dentro de un año. Otlro vino a ella que había dos años y medio que
estaba en un pecado mortal de los más abominables que hay y de-
cía misa. No se osaba confesar, y deseaba salir de él, y no se po-
día valer. Prometióle la madre Teresa de Jesús de encomendarlo a
Dios y escribióle, y a la primera carta que le escribió, se confesó;
y escribióla que había ya muchos días que no caía en aquel pecado,
pero que tenía gravísimas tentaciones, que le parecía que estaba en el
infierno, que lo enoomendase a Dios. La Madre lo encomendó a Nues-
tro Señor, que se le aplacasten aquellos tormentos y tentaciones, y que
lo$ demonios que se los causaban se viniesen a atormentarla a ella
con que no ofendiese a Nuestro Señor; luego se le quitaron al sacer-
dote y quedó del todo libre, y ella pasó Un mes de gravísimos toir-
mentos, y cuando después se veía muy apretado leía las cartas de la
Madre y luego cesaba la tentación. A las ánimas del purgatorio tam-
bién aprovechaban las oraciones por la gran fe y caridad llena de con-
fianza con que las hacía; y así ha oído decir la dicha testigo, que
Juana Suárez, monja de la Encarnación, su grande amiga de la Madre,
se le apareció después de muerta, y le dijo: por tí soy salva. Dioe
la dicha testigo que sería alargarse mucho si hubiese de decir las
meroedes que Dios hizo a las almas, así de vivos como de muertos,
por medio de la oración de la madre Teresa de Jesús, y así lo ha
oído decir a muchas personas dignas de crédito, que, por ser tantas,
no las nombra. Sabe esta dicha testigo, que la madre Teresa de Jesús
fundó los monasterios de las monjas Carmelitas descalzas, así por ha-
berlo oído al padre fray Domingo Báñez, catedrático de Prima de
Salamanca, como al padre fray Antonio de Jesús, primer fundador
de los Padres Carmelitas descalzos, y a la madre Ana de la En-
PROCESOS 43
1 Cfr. B. M . C . t. 3, p. XXI-XXII.
46 PROCESOS
1 Ps. L. 19.
PROCESOS 49
d ció este trabajo muchos días, apretándole el dolor mucho, que pa-
e^ía que se quería ahogar. Se encomendó a la madre Teresa de Je-
sús u acabando de comulgar un día la dicha persona, la apareció
la madre Teresa de Jesús y la puso una mano en el pecho y otra
en las espaldas y la apretó muy recio, aunque con tanta suavidad,
que no sintió dolor, y dijo a la dicha persona algunas palabras
de regalo y la echó su bendición, con lo cual se le quitó al punto
el dolor y nunca más le volvió, y quedóle en el pecho un consuelo
y fortaleza extraordinaria de la que solía tener, y su alma con luz
y deseos de servir a Nuestro Señor. R la dicha testigo dijo el pa-
cho doctor Francisco de Ribera, que teniendo un dolor en los pies
tan grande que no podía andar, y que después de haberle hecho al-
gunas medicinas para esto no le aprovecharon, y poniéndose en la
parte que le dolía una cajita en que trae un poco de carne de la di-
cha Madre, se le quitó todo el mal y nunca íe tornó. K la madre
Ana de la Encarnación y a otras religiosas de esta casa ha oído
decir, que por medio de una cinta de la madre Teresa de Jesús se le
quitó un gran mal que tenía en la garganta la dicha madre ñ n a de
la Encarnación. Siendo la dicha testigo enfermera en este raonasteriOj,
vió que teniendo la hermana Juana de Jesús una postema en la gar-
ganta, y queriéndola dar un botón de fuego, el día siguiente se
encomendó a la madre Teresa de Jesús, y poniéndose un pañito de
los del óleo, se le abrió la postema y se le fué sanando. A la di-
cha testigo le dió un gran dolor en el corazójn, el cual nunca había
tenido, porque tiene salud, y apretándola tanto que se desmayaba, y
con él la crecía la calentura, hiciéronla remedios y no la aprovecharon,
y después la puso la madre Isabel de Jesús, priora que era entonoes,
un pañito de los de la sangre de la Aladre, y la enferma rogó a la
madre Teresa que pidiese a Nuestro Señor que la quitase el dolor
y la hinchese el corazón de sí mismo. Como se le puso, de ahí
a un poco dióla mucha congoja con un sudor en el mi|^mo lugar, y
antes de media hora se le quitó el dolor y nunca más le ha tenido,
con haber cuatro años que esto pasó. A la misma testigo le dió
un muy recio dolor de costado, y habiendo mejorado salió tan mala del
quinto, que el doctor Tierra la mandó tornar a sangrar para co-
menzar la cura de nuevo. Fueron a buscar al barbero y no le halla-
ron, y entre tanto la dicha testigo se puso sobre la cabeza una media
camisa de la que la madre Teresa de Jesús traía vestida cuando la
olearon, y einoomendándoise a ella la vino un gran sudor, y como él iba
creciendo se le iba disminuyendo el dolor de costado, y acabado el
sudor, que duraría como hora y media, se acabó con él el dolor
y la calentura, que al médico y a todos causó admiración grande.
Otros muchos milagros ha oído decir la dicha testigo que ha obra-
do Nuestro Señor por medio de los pañitos de la dicha Madre. H a
oído decir la dicha testigo, que en vida de la madre Teresa de Jesús
obró Nuestro Señor muchos tailagros por medio de sus oraciones.
En el monasterio de Medina estaba la Priora con una gran calentura
y un dolor en un lado con mucho peligro de su vida; llegó allí l^a
-^adre, y sabiendo cuán mala estaba, fuéla luego a ver, y en abra-
zándola se sintió sin dolor, y el día siguiente se levantó buena del
4
50 PROCESOS
1 Fué esta religiosa prima hermana de la Venerable Ana de Jesús. Como ésta,
nació en Plasencia de Juan Llovera y doña Beatriz Pérez. Profesó en las Carmelitas
de Salamanca el 22 de octubre de 1573 y murió en 19 de junio de 1614, cargada de
virtudes y buenas obras. Declaró el mismo día que las anteriores.
52 PROCESOS
manera de rallo, y esto ha oído decir a las monjas. Era muy amiga
de la pobreza; traía el hábito pobre y remendado; todas las cosas
de que usaba lo eran, y era grande el cuidado que tenía de aprover
char el tiempo, que un punto no estaba ociosa, ü así aunque tenía,
grandes ocupaciones, para todo tenía tiempo, y hacía algunas veces
labor de manos, y esto tan lindo y con tanta perfección como todo
lo demás. En todo nos daba ocasión de alabar a Dios, y esto vió esta
testigo. Y en todas las virtudes resplandecía oon grandísima perfección,
y así la tuvo esta testigo siempre por santa, así en sus obras como
en sus palabras. Tenía una fuerte fe y confianza en Dios, y con ésta
dijo una vez: cuando Nuestro Señor diere dinero de diez ducados arri-
ba póngalo en el arca de las tres llaves, y como esta testigo nunca
lo había visto, dijo: ¡Ay, Madre!, nunca lo habrá. Dijo esto con grande
espanto, y la dicha Madre, mirándola con grande humildad y unos
ojos amorosos, la dijo: sí habrá, mi hija, y así mandó lo pidiesen
a Nuestro Señor cada día, y desde entonces notó esta testigo qu?
Nuestro Señor lo había proveído siempre conforme a nuestra pobreza,
g así entiende lo hizo Nuestro Señor por la fe grande con que la dicha
Madre se lo mandó. De la cual oyó decir al padre fray Domingo Bá-
ñez, de la Orden de Santo Domingo y catedrático de Prima en esta
Universidad, predicando en el sermón de sus honras, que tenía una
fe grande, y que no sólo creía y decía el Credo en latín y en romance
como vos y |yo, |mas con una fe de cal y canto, y que con esta acometía
grandes cosas, como se vió en su vida y en su muerte se ve. Y a la
misma Madre la oyó decir esta testigo como admirada, que cuando
venía por esos caminos y veía las cosas tan grandes que se habían
hecho de estos monasterios, daba la gloria a Dios, diciendo que E l
lo había hecho, que ella no hacía nada, por lo cual la tuvo y tiene
por santa, y que tuvo en ésta y otras virtudes gran perfección como
lo tiene dicho de su vida y costumbres y de lo demás que tiene es-
crito. Y dice esta testigo que tiene cuatro libros escritos, y que por
haberla tratado conoce en ellos sus palabras vivas de la dicha madre
Teresa de Jesufc, y por la operación que hace en el alma que las lee,
que le ponen nuevo espíritu y deseos de soledad y oración; y esto
sabe esta testigo por experiencia y por pareoerle se acuerda ha-
berle visto escribir uno y llevar otro debajo de un brazo o el mismo,
y dijo a esta testigo: no lo verá en mi vida, mas después de mi
muerte entiendo les aprovecharán. También dioe que ha oído decir a
dos hermanas religiosas de este monasterio, que por haber leído los
dichos libros vinieron a tomar el hábito en esta casa. De otras muchas
personas ha oído decir el grandísimo fruto que hacen en todo género
de gentes, y m particular en religiosos y religiosas, y en otras Ort-
denes, que han entrado gente por medio de haberlos leído en ellas.
Y sabe esta testigo que un racionero que fué de la Iglesia de esta ciu{-
dad, por haberlo oído a personas que el mismo racionero se lo dijo,
el gran provecho que había sentido su alma, y que por este me^
dio se había librado de una recia melancolía que le apretaba, y que
empezó a estudiar como de nuevo con deseo de ayudar a las almas,
ü esto ha sabido por carta suya, y por no alargarse esta testigo ¡no
dee otras muchas cosas que ha oído. Y particularmente que las pala-
54 PROCESOS
Esta religiosa, que soportó con ejemplar alegría las privaciones que hubieron
ae pasar las Descalzas primitivas de Salamanca, fué natural de Trillo, en el Obispado*
de ¡Mguenza. Fueron sus padres D. Juan Yánez y D a Juana Guerra. Profesó el 30 de
abrí de 1573. Murió el 29 del mismo mes de 1614. Mereció que la Santa le escribie-
se alguna vez. Estas cartas se han perdido. Declaró el 3 de enero de 1592.
')8 PROCESOS
la noche asperísima salió luego con ser muy tarde. Sería alargarme
mucho decir lo mucho que hay de esta virtud, y así se remite esta
testigo al libro que tiene compuesto e impreso el padre doctor Fran-
cisco de Ribera, de la Compañía de Jesús, de la vida y milagros
de la dicha Madre. Y dice más esta testigo, que por las muchas vir-
tudes que en la madre Teresa de Jesús resplandecieron g las obras
tan admirables que en ella se veían, mostraba bien ser enseñada de
Dios, por lo cual la tuvo y tiene por santa, y por haberlo oído decir,,
a muchas personas de gran crédito de su vida y costumbres ser muy
loables, así de las religiosas de su Orden como de otras personas
religiosas, así Padres de la Orden como de otras. Que de vista y
de oídas sabe esta testigo qm la madre Teresa de Jesús tuvo otras
virtudes y dio muy buen ejemplo, así con sus obras como con sus
palabras, y que trajo muchas almas al servicio de Dios; g que su
vida y costumbres fueron de gran perfección. Los libros que escribió
la dicha Madre sabe esta testigo que fueron cuatro; uno de su Vida,
que le vió esta testigo escrito de su mano, que nos le mostró el pa-
dre fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, siendo provincial,
el que se intitula Camino de Perfección, trasladó la hermana Isabel
de Jesús del original, de letra de la dicha Madre. Y sabe esta tes-
tigo hacía grandísima luz a las almas, y esto sabe por experien-
cia así del provecho que la hacía a l a suya como de otras que ha
oído decir, y de otras muchas; y particularmente por haberlos leído
vinieron poco tiempo ha dos hermanas a esta casa. También ha oído
decir que un deudo suyo, que también está para entrar en Religión,
que de rodillas leía los dichos libros, particuliarmente a religiosas y
religiosos y gente de letras, y grande el provecho que dicen que sien-
ten con los dichos libros, y los muchos que han entrado en Religión
por esta causa, y particularmente en esta Religión del Carmen; y
personas seglares siervos de Dios la llaman nuestra madre Teresa
de Jesús por el gran bien que han sentido sus almas oon los dichos
libros. También a personas muy doctas y muy siervos de Dios ha
oído en los sermones acotar con sus libros y santa vida, y en escue-
las ha oído decir algunos lo han hecho, y aunque entiende esta test-
tigo que son muchos, nombrará los que se acuerda: el padre maestro
fray Domingo Báñez, catedrático de Prima, de la Orden de Sto. Domin-
go; al padre doctor Francisco de Ribera, de la Compañía de Jesús, y
al padre fray Luis de Santa María, de San Jerónimo, digo de la
Orden de San Jerónimo, y esto sabe que es muy público y notorio, pú-
blica voz y fama, y lo propio dice que tiene dicho siendo repregun-
tada acerca de la susodicha pregunta, que no sabe más.
A la quinta dice esta testigo: que sabe y ha oído que pasó la ma-
dre Teresa de Jesús muchos trabajos y persecuciones, y las que más
sentía eran las de siervos de Dios, que a los principios, como no en-
tendían su espíritu, lo juzgaban por del demonio, y así pasó grandes
trabajos con los confesores. Y en las fundaciones también pasó mu-
chas contradicciones y pobreza, que había día que no había sino solo
un huevo para todo el convento, y por comedimiento nadie lo comía.
Y particularmente en esta casa ha sido grande la pobreza que se pa-
saba, y siendo tnuy tarde decía a la portera que pidiesen a Nuestro
PROCESOS 61
le quedó el pie con mucho dolor por muchos días, g que el no hacér-
sele pedazos ni hacérsele en él ninguna lesión fué por ir allí la dicha
madre Teresa de Jesús, y así entiende esta testigo, que muchos la
tienen por santa, y que la reverencian como a tal. También ha oído
decir y visto esta testigo, que traía el padre fray Juan de las Cuevas,
de la Orden de Sto. Domingo, que ahora es confesor del Príncipe
Cardenal, un dedo de la madre Teresa de Jesús puesto en un relicario,
y otro al padre fray Jerónimo Gracián, que estaba del color de un
dátil y con lindísimo olor, y por esto y por otras muchas cosas sabe
esta testigo es tenida por santa y por tal reverenciada, y es públida
voz y fama.
R la octava pregunta dice esta testigo: que entiende que pública
voz y fama es cuando muchos dicen una misma cosa en un pueblo
y así en esto lo será, pues lo dicen muchos, y esto responde cuanto
a esta pregunta. Y siéndole leído este Dicho, dijo que se ratificaba en
él, y ¡no lo firmó de su nombre porque dijo que no sñhla.—Don Jeró-
nimo, obispo de Salamanca.—Pasó ante mí: E l Licdo. Juan Casqwer,
notario apostólico.
6^ PROCESOS
Y sabe que escribió cuatro libros: los dos vio de la propia letra de
la madre Teresa de Jesús, y en sus manos el de Las Moradas, y el que
se llama Camino de Perfección; el de la Vida de la dicha Madre tam-
bién sabe ser suyo propio y el de Las Fundaciones, y el espíritu que
vió en la dicha Madre esta testigo muestran b/en sus palabras de los
dichos libros; y el gran provecho que han hecho a todos estados de
gentes es muy público y notorio. Y siéndole repreguntada por el temor
del Interrogatorio dice lo que dicho tiene, y ser pública voz y íaraa.
A la quinta pregunta dice esta testigo: que sabe que padeció muchos
trabajos interiores, y con sus confesores y personas espirituales, y mu-
chas contradicciones y murmuraciones, particularmente en estas funda-
ciones de sus monasterios, allanando dificultades con razones humanas,
por no descubrir lo que Nuestro Señor le mandaba. Oyó decir esta
testigo a una compañera de la dicha Madre, que se llamaba María del
Sacramento, que había andado dos años con la dicha Madre en estas
fundaciones, ser grandes los trabajos y pobreza que padecía muchas
veces, faltando lo más necesario, y todo lo llevaba con grande con-
tento, no dejando perder ocasión en que ella pudiese haoer a Nues-
tro Señor algún servicio. Y no se contentaba su generoso ánimo con esto,
sino que oyó decir esta testigo, que deseó ser martirizada por Dios,
porque en esto del padecer tenía un ánimo invencible; parecía bien
dado de Dios; y la paciencia grande que tenía en las enfermedades,
que las tenía grandes, y no era menor la alegría con que las llevaba.
Oyó decir a la misma Madre esta testigo, que había traído un año
calentura, siendo priora en la Encarnación de Avila, y que ni había
estado en la cama, ni faltado en la comunidad ni en los negocios de
aquel convento, que, por ser tantas las monjas, eran muchos, ni tam-
poco a los de sus monasterios. En la penitencia la vió con mucho rigor
esta testigo, y oyó decir a la dicha madre María del Sacramento y a
la madre Juana del Espíritu Santo, que la conocieron en la Encarnación
a los principios de estas fundaciones, la mucha aspereza y rigor con
que iba en cosas de obediencia. También se le ofrecieron trabajos, mas
era tan pronta en esta virtud, que no los tomaba por tales. Tres años
antes que muriese, estando para partirse de esta casa, juntó a todas
las monjas de ella, y entre muchas amonestaciones y avisos que les dió,
les encargó mucho la guarda de la Regla y Constituciones, y obediencia
y claridad y llaneza con los prelados. Y también les oyó decir les
había dicho, que temía que como habían dado en esta bobería de
decir que era santa, temía la habían de dejar padecer mucho en purga;-
torio, que no lo hiciesen así, sino que la encomendasen a Dios como
una gran pecadora; que si supiesen cuál era, si no fuese por no ofender
a Dios, la arañarían todas la cara; y que no se engañasen por ver
esos monasterios, que eso era obra de Dios, y no había que agradecerle
a ella. Decir las cosas que Dios obró en la madre Teresa de Jesús sería
no acabar, y así se remite esta testigo al libro del padre doctor Fran-
cisco de Ribera, donde tan al vivo está retratada con tanta claridad y
verdad, que todo lo llevaba por la gloria de Dios la dicha Madre, y
esto entiende esta testigo es muy público y notorio. Y siendo repre-
guntada sobre este artículo dice lo que dicho tiene, y es pública voz
y fama.
PROCESOS 67
una como pared con muchas piedras y cal por mano de un cantero y
otro carpintero, con intento de que, si la quisiesen desenterrar, no pu-
diesen sin mucho trabajo, pidiéndolo asi Teresa de Láiz, fundadora de
este convento, que estaba presente. Y después de nueve meses, poco más
o menos, viniendo a este convento el padre fray Jerónimo Gracián, que a
la sazón era provincial, y entendiendo de muchas religiosas que k
decían el olor que sentían salir del sepulcro, y a petición de ellas, el
dicho padre fray Jerónimo, y su compañero y otras hermanas desente-
rraron el dicho cuerpo, ayudando esta testigo a desenterrarlo, y halla-
ron los vestidos y el ataúd mohoso y podrido, y el cuerpo tan fresco y
entero, que parecía estaba corriendo la sangre, que entonces hallaron en
el paño que tiene dicho, y no sólo se sentía mal olor del dicho cuerpo,
antes muy bueno, el cual estaba sin ninguna corrupción; sólo el pico de
la nariz tenía un poco deshecho, y fué la causa, que se quebró una tabla
de la caja donde estaba con el mucho peso de la piedra y cal qiie
encima echaron, y vió esta testigo que los pechos y vientre tenía
muy blanco y de buen color. Y a este tiempo, queriéndolo volver a me-
ter en el dicho sepulcro, el dicho padre Provincial le quitó una mano
del brazo izquierdo, la cual está ahora en el monasterio de la dicha
Orden de monjas de Lisboa, y envolviendo el dicho cuerpo en una sá-
bana limpia, le pusieron un hábito y capa, y la pusieron en el dicho
sepulcro, poniendo encima unas tablas, y a los lados un tabique muy
delgado. Y no sabiendo nada de lo que se había hecho ninguna persona
de fuera del convento, el día siguiente que recibió hábito una monja,
decían muchas personas el grande olor g bueno que habían sentido en
la iglesia, y lo mismo dice esta testigo que decía un pintor que pin-
taba la reja de la dicha iglesia, según se lo han dicho muchas her-
manas de este convento. Y dice más esta testigo: que después de dos
años y tres meses, poco más o menos, que esto pasó, vino el padre fray
Gregorio Nacianceno, provincial, a visitar y hacer elección con el di-
cho Gíracián, y después de haber hecho la elección, entraron dentro
los dichos Padres, y poniendo grandes censuras para el secreto, vió esta
testigo que volvieron a sacar el dicho cuerpo de la madre Teresa de
Jesús del sepulcro donde estaba, el cual le vió tan entero y tratable
como lo había visto la primera vez. Y a este tiempo el dicho padre
Provincial mandó ir a Maitines a las religiosas a la hora de las siete
y ocho, bien fuera de hora de cuando lo solían rezar, quedándose con él
la madré Priora, que se llamaba Inés de Jesús, y Juana del Espíritu
Santo y María de San Francisco. Y a las tres ha oído decir esta
testigo, que les leyó el dicho padre Provincial una patente de sus pre-
lados con grandes censuras para que no le impidiesen ni hablasen pa-
labra de lo que allí pasaba; y sacaron el dicho cuerpo de esta casa
para llevárselo a la ciudad de Avila. Y fué tanto el olor que sintieron
las monjas que estaban en los Maitines en el coro alto, que sintieron
sacaban el cuerpo; y desamparando el coro y los Maitines, al tiempo
que se empezaba el Evangelio y homilía de ellos, bajaron, y hallaron
que tenían ya fuera el dicho cuerpo, y le llevaron a Avila, habiéndole
antes cortado el brazo que le faltaba la mano y el que tenía manco
para dejarlo en esta casa. Y vió esta testigo, que de allí a ocho meses,
poco más o menos, por orden de Su Santidad y a instancia del prior
PROCESOS 85
ción, que era muy fatigada de dolor de estómago, de muy recios vó-
mitos, que la atormentaban g fatigaban mucho, y que poniéndose un
pañito de grana de uno que solía traer por necesidad la dicha madre
Teresa de Jesús, y que desde el punto que se lo puso ni los vómitos,
ni el dolor de estómago ha visto esta testigo le hayan vuelto, y que
lo tiene por milagro, como lo son todas las cosas que suceden sin
causas naturales sino sobrenaturales, como lo son éstas, y que es
muy público y notorio, pública voz y fama. Y siendo repreguntada
acerca del dicho séptimo artículo y repregunta dice lo que dicho tiene,
y que todo es público y notorio.
Al ocfcivo artículo responde esta testigo: que tiene por público y
notorio aquello que dice la mayor parte de una comunidad o pueblo,
y que esto entiende no sólo lo dice la mayor parte de un pueblo, sino
de toda España, y que es muy público y notorio, pjublica voz y fama.
Y siéndole leído este Dicho, dijo que se ratificaba en él y ratificó, y
firmó de su nombre.—£>o« Jerónimo, obispo de Salamanca.—Mañana
de Jesús.—Pasó ante mí: E l Liado. Juan Casqner, notario apostólico.
PROCESOS 87
ctl esto ponía mucho cuidado, y trajo para este propósito a Pedro
o"- jas cantero, y a Nicolás Hernández, carpintero, los cuales, como
ste testigo vio,'dejaron muy hundido el cuerpo y muy macizado por
encima como dicho tiene. Y esta testigo vió que de ahí a nueve meses,
poco más o menos, el padre fray Jerónimo Gracián con su compañero
fray Cristóbal de San Alberto, no sabe con qué intento, quisieron des-
enterrar y desenterraron el cuerpo, y esta testigo vió que le hallaron
podridos los vestidos y el cuerpo entero, y de buen color y olor, y le
quitaron los vestidos y la pusieron en una sábana, y con otro hábito,
y la tornaron a enterrar en el mismo sepulcro y en una arca. Y de
ahí a tres años, poco más o ¡menos, contando desde el día de su muerte,
vino el padre fray Gregorio Nacianceno por orden de los prelados y el
padre fray Jerónimo Gracián, y la tornaron a desenterrar para efecto
de llevarla, y estando presentes la madre priora Inés de Jesús, y María
de San Francisco y la madre Juana del Espíritu Santo y las demás en
Maitines. Y a este punto notificó el Padre la patente de los prelados
para llevarle, y que las monjas no le impidiesen, y fué tanto el olor
que sintieron en el coro, que echaron de ver que les llevaban el cuerpo;,
y sin poderse contener ni saber lo que hacían, desampararon los
Maitines, y cuando llegaron, ya le tenían fuera de casa. Y esta testigo
con las demás Madres y Hermanas vieron cuando desenterraron el
cuerpo, que le hallaron con la entereza que ahora está, y sin ningún
mal olor, antes un extraordinario olor, sin poder saber a qué compa-
rarle. Y a este tiempo le quitaron el brazo que quedó en esta casa, y
hallaron, y esta testigo vió, un pedazo de estameña que tenía pegado al
cuerpo, tinto en sangre tan fresca y viva, que no parecía sino salida
del cuerpo vivo, la cual vió esta testigo, que pegándole a otro cual-
quier paño, lo calaba y pegaba de aquella sangre con que se tiñeron
muchos paños. Y ha visto y ve que del brazo sale uno como óleo o
bálsamo en tanta abundancia, principalmente en verano, que no parecía
sino que sudaba y pegaba aquel óleo a los paños que le ponen, y esto
ha visto mirándolo con mucha consideración, como quien le tiene en
custodia. Siendo repreguntada por la sexta pregunta e Interrogatorio
dijo: que dice lo que dicho tiene, y que la hora cuando murió fué
entre las nueve y las diez horas de la noche del glorioso San Francisco,
cuando el artículo y pregunta dice, y que la vió que estando muy caída
en la cama sin poderse rodear por la gravedad de la enfermedad, y
que siendo menester particular ayuda para revolverse, cuando el San-
tísimo Sacramento entró para que le recibiese, con extraordinaria lige-
reza se sentó en la cama por sí a solas, y con un semblante muy
grave, como de varón venerable, muy encendida, que ponía y causaba
admiración el mirarla, y comenzó a hablar al Santísimo Sacramento
con palabras muy tiernas y amorosas, diciendo: Señor mío y Esposo
mío, tiempo es ya que nos veamos juntos, y otras palabras a este
modo que a esta testigo no se le acuerdan. Repetía muchas veces aquel
verso: Cor mundam crea itt me, Deas, y otro que decía muy a menudo:
^ projicias me a \acie tua y Cor contritum et humiliaium\, etc.,
uecia. puestas las manos, muchas veces: Bendito sea Dios, hijas mías,
que soa hija de la Iglesia. Mirando con mucho amor las monjas que
estaban rodeadas a ella, hincadas las rodillas, y ella puestas las ma-
90 PROCESOS
lo que dicho tiene, y que aquello tiene por milagro que es fuera sobre
la orden natural.
A la octava pregunta y artículo dijo: que todo lo que ha dicho
lo tiene por público u notorio, pública voz y fama. Y siendo repregun-
tada por la octava pregunta de este artículo dijo que lo que ella entiende
por público y notorio es lo que la mayor parte del lugar lo sabe, y
de esta manera la pública voz y fama. Y siéndole leído este Dicho, dijo
que es verdad lo que dicho tiene, y en ello se ratifica y lo firmó de
su nombre. — Don Jerónimo, obispo de Salamanca. — Mariana de la
Encarnación—Vaso ante mí: EL Lícdo. Juan Casquer, Notario apos-
tólico.
92 PROCESOS
Tenía gran caridad con todas sus religiosas, y con todos era ejem-
plarísima; y que en su vida sabe esta testigo que la tenían y reisipíe-
taban por santa; y después de muerta sabe que tienen en mucha
veneración sus reliquias y que acuden a su sepulcro mucha gente a
tener novenas. Y sabe que dejó de su mano escritos unos libros que
ahora andan impresos, que se intitulan de su Vida, Las Moradas y
Camino de Perfección, los cuales han hecho y hacen mucho fruto a
todo género de gentes que los leen, y que todo es muy público y
notorio, pública voz y fama. Siendo repreguntada por el cuarto ar-
tículo y repregunta dice lo que dicho tiene. Y dice más: que se
acuerda que si alguna vez nombraban a la dicha Madre o la Uamaüan
la madre Fundadora, se enojaba, no queriendo le hiciesen aquella
honra; y que una vez, estando en el refectorio y faltando en él ser-
villetas para comer, que no las había, le dijeron a la dicha Madre si
quería que las pidiesen a la fundadora. Respondió que no7 que antes se
holgaba mucho les faltase, y le pesaba grandemente que algún día
entendía les había de sobrar. Y sabe esta testigo otros actos de po-
breza y humildad que le vió hacer, y florecer en ella todas las vir-
tudes, y que sabe es todo muy público y notorio, pública voz y fama.
A l quinto artículo dice esta testigo: que ha oído decir padeció
muchos trabajos interiores y exteriores, particularmente en la funda-
ción de San José de Avila y en otras fundaciones, y que todo lo lle-
vaba y sufría por amor de Dios y con mucha paciencia, y que salía
de ellos con mucha victoria y honra de Nuestro Señor, y que vivió
siempre hasta su muerte con grande ánimo y constancia, sufriendo con
paciencia todos los trabajos que tenía y le sucedían por sólo la hon-
ra y gloria de Dios, y que es muy público y notorio, pública voz y
fama. Y siendo repreguntada por la quinta pregunta, dice lo que
dicho tiene, y que es muy público y notoro.
A l sexto artículo, siéndole preguntada a esta testigo, dijo: que
sabe que murió la dicha madre Teresa de Jesús en este monasterio de
la Encarnación de esta villa de Alba, habrá diez años, poco menos,
día del glorioso San Francisco, cuatro días del mes de octubre, del
año de mil y quinientos y ochenta y dos, entre las ocho y las nueve
de la noche, y que sería la dicha Madre cuando murió de la edad
que el artículo dice, porque lo ha oído decir esta testigo y porque
lo ha visto así escrito en algunos de sus retratos, y sabe porque ste
halló presente esta testigo a su muerte. Y vió esta testigo a la
dicha madre Teresa de Jesús, que dos días antes que muriese y des-
pués, hasta que murió, decía a sus monjas muy buenas cosas, encar-
gándoles su Regla y que procurasen guardarla, y que no tuviesen cuenta
ni mirasen al mal ejemplo que ella como mala monja les había dado,
que les pedía muy encarecidamente la encomendasen a Nuestro Señor.
Y vió esta testigo, que pidiendo la dicha Madre le diesen el Santí-
simo Sacramento dos noches antes que muriese, se lo querían dilatar
hasta otro día, y ella con grandísima instancia pedía que se lo
diesen luego, y así se lo llevaron; y con estar la dicha Madre de su
enfermedad tan afligida y fatigada, y que, si no era con grandísimo
trabajo, no la podían menear de la cama dos religiosas, en entrando
el Santísimo Sacramento por su celda, se levantó encima de la cama,
PROCESOS 95
dicha Orden, y así sabe que en todos estos monasterios se vive con
gran clausura, religión y perfección, y así ha visto y ve que todos
ellos son tenidos en mucho por la mucha religión que en ellos res-
plandece por todas las personas de mucha religión y calidad que los
tratan. Y el fin que dicho tiene que tuvo la dicha madre Teresa de
Jesús lo sabe por los libros que dejó, y por las reglas y constituciones,
que les dió, y esto es lo que sabe; y a lo demás dice lo que dicho
tiene, y en ello se ratifica. Y algunas veces que la vió pasar por este
convento yendo a fundar, la vió ir acompañada con religiosos de su
Orden y con personaas muy espirituales llevando en su compañía dos
o tres religiosas.
Al cuarto artículo responde: que tiene por muy cierto que la madre
Teresa de Jesús tuvo las virtudes que el artículo dice en gran abun-
dancia, y que en ellas floreció el discurso de su vida, por las cuales
la vió esta testigo ser venerada g reverenciada de todo género de per-
sonas, así de su Orden como de otras y seglares de todas calidades, te-
niéndola por de admirable y santa vida. Y sabe que dejó escritos unos
libros que llaman de su Vida, y Camino de Perfección, y Las Moradas
y Fundaciones, los cuales andan ahora impresos. Y sabe por lo que
ella ha leído en ellos y ha oído a otras personas, que han sido y sbn
de mucho provecho para las almas de los que los leen, y esto sabe
por público y notorio, de la pública voz y fama. Y siendo repreguntada
por la cuarta pregunta del Interrogatorio acerca de este artículo dijo:
que dice lo que dicho tiene y en ello se ratifica.
Al quinto artículo responde: que ha oído decir a las monjas que más
en particular trataron a la dicha madre Teresa de Jesús, que padeció
grandes trabajos y persecuciones al tiempo que quiso salir a fundar
del monasterio de la Encarnación, y cuando andaba en las fundacio-
nes, y cuando se quiso dividir la provincia de Descalzos de los Cal-
zados, teniendo grandes contradicciones y persecuciones, levantándole
grandes testimonios. Todo lo cual oyó por muy notorio que lo sufría
con grande paciencia y alegría, sin descomponerse en hecho ni pa-
labra, y en esto haberse conservado hasta el fin de su vida con
fuerte y constante ánimo, de lo cual sabe hay pública voz y fama. Y
siendo repreguntada por la quinta pregunta del Interrogatorio acerca
de este artículo dijo que dice lo que dicho tiene y en ello se ratifica.
A l sexto artículo responde: que sabe que el año de ochenta y dos,
víspera de San Maleo, viniendo la madre Teresa de Jesús de hacer
la fundación de la casa de Burgos, que le había costado mucho tra-
bajo, llegó a esta casa de camino, que iba para la de Avila, y di-
ciendo que venía muy cansada e indispuesta, a ruego de la madre Priora
y las demás hermanas la hicieron acostar, diciendo ella que había mu-
chos años que no se acostaba tan temprano, ni que nunca se había
visto con tanta necesidad. Con todo se levantó el día siguiente y co-
mulgó con grande espíritu, y cada día de los siguientes hasta el día
de San Miguel, que después de haber oído misa y comulgado se echó
en la cama. Y estando muy apretada de la enfermedad, estuvo una
noche gran parte de ella en oración, y a la mañana dijo que llamasen
al padre fray Antonio de Jesús, vicario provincial que entonces era g
venía en su compañía, que quería confesarse: y después de haberla
PROCESOS 105
Y muchas personas vio esta testigo que sin saber nada, entrando en
la iglesia, y poniéndose a hacer oración junto al sepulcro, decían el
grande olor que sentían; g en particular se acuerda esta tes-
tigo que un día de los Inocentes fué tan grande el olor como
de azucenas, que fué notado por todas las monjas; y otros díasi
solemnes se veía de ordinario muy suavísimo olor. Después de ahí a nueve
meses de la muerte de la dicha madre Teresa, vino a este convento
el padre fray Jerónimo Gracián, que entonces era provincial, y tanto
le dijeron del mucho olor que sentían junto a su sepulcro, que le per-
suadieron a que la desenterrase, y así lo hizo en compañía de su
compañero, fray Cristóbal de San Alberto, que con gran trabajo, ayu-
dando las monjas, le desenterraron el cuerpo, y hallaron el ataúd y
vestidos podridos, y el cuerpo entero y no de mal olor, sino muy
bueno; y esta testigo vio que por quitarle los vestidos le desollaron
un poco en el pecho, y le vió la sangre tan viva como si
fuera de cuerpo vivo. Tornáronle a poner otros vestidos y metié-
ronle en una arca, y tornáronle a poner en el mismo lugar,
no poniendo más que un delgado tabique de ladrillos encima.
Después cumpliéndose tres años, poco más o menos, de su muerte, vino
a este convento el padre fray Gregorio Nacianceno, que a la sazón era
provincial, y el dicho padre fray Jerónimo Gracián, y diciendo que
querían ver el cuerpo de la dicha madre Teresa, le sacaron de donda
estaba, y entonces le tornó a ver esta testigo g le vió como antes,
con la misma entereza y buen color y olor. Y a este tiempo mandan-
do el dicho Provincial que se fuesen a Maitines las monjas, quedán-
dose la Priora y otras dos monjas, les mostraron una patente de los
prelados para que les dejasen sacar el cuerpo para llevarle al convento
de Avila. Y sucedió que queriéndole sacar, fué tanto el olor que sin-
tieron en el coro, que entendieron que se le llevaban, y estando di-
ciendo la homilía del Evangelio, dejaron los Maitines; y cuando acu-
dieron ya le tenían fuera del monasterio. Después, víspera de San
Bartolomé, del año siguiente, por mandado de Su Santidad fué tornado
a este convento el cuerpo, y le tornó a ver esta testigo, y otras veces
dos o tres le ha visto, y siempre, como dicho tiene, con aquel buen
olor y color. Y así ha visto cómo del cuerpo y brazo sale uno como
óleo que unta todos los paños que juntan con él, de que se han untado
gran cantidad, y es a manera de sudor de cuerpo vivo; y así vió un
paño de jerga blanca con que la amortajaron, que le hallaron cuando
la desenterraron teñido en sangre tan viva y tan colorada, como si
poco antes se hubiere derramado, con que juntándole a otros paños,
los dejaba teñidos; y así se tiñeron gran cantidad que se repartieron
como reliquias por muchas personas. Y así oyó decir al doctor Ramírez,
médico de este pueblo, que era cosa milagrosa así la incorrupción del
brazo como la de la sangre.
A l séptimo artículo responde: que sabe y tiene por muy cierto, que
después de muerta la dicha madre Teresa de Jesús, ha obrado Nues-
tro Señor por la devoción a su cuerpo y reliquias algunos y muchos
milagros; y ha visto que en este pueblo y fuera de él se tiene mu-
cha devoción con él, acudiendo a su sepulcro y ofreciéndole cera,
y teniendo novenas, y esto sabe por público y notorio. Y siendo re-
PROCESOS 113
harta alteración y miGdo volvió para atrás, pensando qué pudiese ser,
y vió que era el propio hijo de este declarante, que se iba por su
pie, muy alegre y contento para él. Y Elena Rodríguez, que era el ama
que le había criado y dado el pecho y la que quedó con él arrimada
a la cuna cuando este declarante y el dicho Zamora se fueron a la
iglesia, estaba dentro de la misma capilla de San Esteban junto a la
entrada. Y como este declarante volvió la cabeza, la dicha ama, que
era la que le había llevado a la iglesia, comenzó con mucho placer
y alegría a decir a voces desde acullá ¿qué le parece. Señor, de las
mercedes grandes que Nuestro Señor nos ha hecho? Y el dicho niño
llegó a este declarante muy contento y bonito por su pie, y con la
reliquia empuñada en la mano, y aunque este declarante se la pidió,
no se la quiso dar ni hubo remedio, y oyó misa con él, y luego se
tornaron todos a casa. Y venido le dijeron que, acabado de salir de
casa a oír la dicha misa, el dicho niño como cuando una criatura
despierta de un sueño, muy contento, dijo a su ama, que le levantase,
que ya estaba bueno; y cuando dijo esto, él propio echó mano a la
reliquia y la empuñó y dijo: esta es mía; y por algunas horas no se
la pudieron sacar del puño, y le levantaron. Y como el ama le vió
tan bonito y sano, con aquel regocijo tomóle en brazos y dijo que
le había de ir a llevar adonde estaba este declarante para darle la
buena nueva, lo cual le dijeron a este declarante la dicha arna y la
dicha D.a Antonia de Vallejo, su mujer, ya difunta, y el niño quedó
bonito y sano, si no fué con un poquito del catarrillo que él de antes
solía tener. Y asimismo, otra vez, día de Corpus Christi por la mañana, del
año pasado de rail y quinientos y noventa años, estando por la mañana
vistiendo a este mismo niño, que ya entonces era de edad de cinco
años, este declarante le vió demudado y que no se podía tener en
pie, y entendió que estaba malo y bien malo, y que lo debía de
disimular por ir a la procesión y los autos; y le preguntó si estaba
malo y si se quería echar. Y el niño respondió, que sí que estaba
malo, que no se podía tener ni ir a la procesión ni los autos, que
sí que le echasen, Y así le echaron sobre una cama en la forma que
estaba vestido, y porque no pudo ser hallado con facilidad el médico,
se envió a llamar a Francisco Rodríguez, boticario, que es hombre
de inteligencia, el cual vino y miró el niño y le tomó el pulso, y
elijo que era entonces principio de la calentura, y que hasta la tarde
que la calentura demostrase lo que era o a qué declinaba, y el mé-
dico le viese, que no había que hacer más, de que se estuviese
quedo, y que no pasare por pensamiento el pensar de llevarle a la
procesión ni los autos en brazos. Y luego, yéndose el dicho Franciisoo
Rodríguez, este declarante sacó un pañito de la sangre de la dicha
bendita Teresa de Jesús y otras cosas de su vestidura de ella, y se!
las puso al dicho niño en la frente y sobre la cabeza y otras partes,
y se lo dió a besar, y luego el dicho niño dijo que le levantasen^
que ya estaba bueno, que bien le podían llevar a la procesión y a los
autos. Y entendiendo este declarante si lo decía con deseo que tenía
de que le llevasen, le dijo: para que yo entienda si estás para ir allá,
comienza a andar por esa calle, y el niño anduvo por la calle muy
bonito y contento, y al parecer de este declarante, el niño estaba bue-
PROCESOS 123
que esto sabe por lo que la trató en diversas veces, y que es muy
público y notorio, pública voz y fama. Y siendo repreguntada por la
cuarta pregunta, dice lo que dicho tiene, y que todo es muy pú-
blico y notorio.
A l quinto artículo responde esta testigo: que sabe padeció la di-
cha madre Teresa de Jesús muchos y grandes trabajos, así del áni-
mo como del cuerpo, por haberlo oído decir a don Francisco de Fon-
seca, hermano de esta testigo, al cual oyó decir que le había dicho
la dicha madre Teresa de Jesús, que un día el demonio la maltrató
tanto, que la dejó medio muerta, dándole con un hacha de cera mu-
clios golpes en la cara, dejándosela maltratada. Y a otras mu:im
personas ha oído decir que el demonio la perseguía y procuraba ha-
cer todo el mal que podía, y que una vez la echó de una escalera
abajo y se le quebró un brazo, del cual padeció muchos dolores en
la cura de él, sufriéndolos y padeciéndolos por Dios y por su amor-
y que en su vida padeció y sufrió muchos trabajos por el amor de
Dios es muy público y notorio, pública voz y fama. Y . siendo repre-
guntada, dice lo que dicho tiene, y es muy notorio todo.
A l sexto artículo dice esta testigo: que sabe que murió la dicha
madre Teresa de Jesús el día, raes y año que el dicho artículo dice,
porque estaba en este dicho monasterio de la Madre de Dios y oyó
doblar a la dicha hora en el monasterio de la Encarnación, donde
murió la dicha madre Teresa de Jesús, y luego otro día de mañana,
esta testigo y D.a Ana Pacheco y Leonor Gudínez, monjas profesas
de esta casa, con licencia de su prelada, que la podía dar, fué al di-
cho monasterio de la Encarnación a consolar a las religiosas y ha-
llarse al entierro de la dicha madre Teresa de Jesús. Y cuando esta
testigo llegó a la Encarnación, halló que tenían ya el cuerpo puesto
en unas andas en la portería, de parte de dentro, y se llegó a él
y le vió tan hermoso el rostro y con un semblante, que parecía es-
taba viva, y vió esta testigo que la enterraron a las diez o las once
de la mañana, hallándose presente a él el cabildo de esta villa, y los
frailes Franciscos y mucha gente principal, y vió esta testigo que
llegaban todos a besar los pies y hábito de la dicha madre Teresa
de Jesús como a cuerpo santo. Y después de acabados los oficios, le
llevaron el cuerpo y metieron por una puerta de la iglesia que salía
al dicho monasterio, para enterrarla entre las dos rejas del coro bajo,
hallándose presente esta testigo a todo, que estaba, como tiene di-
cho, con las dichas religiosas Descalzas Carmelitas, y vió que no le
embalsamaron ni echaron cal ni otra cosa dentro del dicho ataúd, y
le enterraron, y esta testigo por ser tarde y hora de volverse a
su casa no vió más de lo que tiene dicho, más de que le parecía
cuando vió a la dicha Madre ya difunta, antes que la enterraron,
con un rostro muy risueño y que parecía estaba vivo. Y sabe de oídas y
por ser muy público y notorio, que desenterraron de allí a tres años
el dicho cuerpo para llevarle a la ciudad de Avila, y le hallaron
entero y muy fresco e incorrupto, y ha visto esta testigo y tenido
en su poder muchos paños, y visto de los que se han untado con la
sangre fresca que dicen se halló el día que la desenterraron y del
óleo que salía del dicho cuerpo, el cual todo tenía mucho g suavísimo
PROCESOS 137
cortado un brazo, que hoy tiene cortado, y que la mano del dicho
brazo la llevó un fraile de su Orden a Lisboa; y luego, por la
mañana se publicó que habían llevado el dicho cuerpo a Avila, y
este testigo vio la dicha noche a los frailes. Y sabe este testigo
por haberlo oído decir a Teresa de San Andrés, sobrina de este tes-
tigo, y otras religiosas, que hallaron el día que desenterraron el di-
cho cuerpo sangre fresca en él, y que había salido del dicho cuerpo,
y muchos paños de óleo o bálsamo, ni más ni menos que este tes-
tigo ha tenido algunos en su poder y al presente lo tiene. Y que
este testigo en veintinueve días de marzo, día de la Resurrección
de Nuestro Señor, de este año de mil y quinientos y noventa y dos,
entró en el dicho monasterio de la Encarnación con Don Jerónimo
Manrique, obispo de Salamanca, y vió el cuerpo de la dicha madre
Teresa de Jesús entero, sin corrupción alguna, sólo al parecer de este
testigo tenía los ojos, por ser cosa tan delicada, consumidos, y las
narices y boca, y esto decían que era del golpe que había recibido
con una tabla de la caja o ataúd cuando la enterraron, que se quebró
con la mucha carga de piedras que encima la echaron, y un brazo que
tenía cortado, aunque lo tenía consigo, pero que todo lo demás de su
cuerpo, que honestamente se pudo ver con la decencia que se reque-
ría, estaba tan entero y tan sin corrupción, que ninguna tenía, así
el vientre como las piernas, pechos y cabeza, porque lo miró muy en
particular este testigo y le besó sus pies diversas veces. Y vió que
la ponían en pie, sin que nadie la sustentase, sobre sus pies, y se es-
taba entera sin doblarse, y este testigo tomó un lienzo suyo y le
fregó en las piernas y pies de la dicha madre Teresa de Jesús, y
es verdad que tiene y se le pegó al dicho lienzo una manera de licor
como aceite o grasa, a la semejanza de otro pañito que le había
dado la dicha Teresa de San Andrés, su sobrina. Y que así el cuerpo
como los lienzos que tienen el dicho licor, tienen buen olor, y no
como el que suelen tener los difuntos, y que todo lo dicho es público
y notorio, y pública voz y fama, Y siendo repreguntado por la sex-
ta pregunta dice lo que dicho tiene, y que es muy público y notorio.
Al séptimo artículo dice este testigo: que sabe que su cuerpo es
tenido en este pueblo y en todos los que hay noticia de él por cuerpo
santo, y este testigo por el mes de septiembre del año dje ochenta
y nueve estuvo de una enfermedad muy peligroso, y envió a pedir
a la madre Inés de Jesús, priora que entonces era de esta casa, que
le enviase el brazo de la dicha madre Teresa de Jesús, porque le
parecía estaría luego bueno. Y ella se lo envió con Pedro Sánchez,
clérigo, su capellán, y este testigo lo tomó en sus manos y lo metió
en la cama consigo y lo puso en los pechos a raíz de las carnes y
en el cuello, y le tuvo casi media hora consigo con gran devoción. Y
fué Dios servido mediante la devoción e intercesión de la dicha Santa,
que, aunque la enfermedad era muy peligrosa de pintas y tabardillo
y calentura continua, y casi desconfiado de la salud, si no fuese por
mano de Dios enviada, y por intercesión de la dicha santa, dentro de
cinco o seis días se le quitó la calentura y cesó el tabardillo, y fué
muy conocida la mejoría de la salud, y escapó de la enfermedad; y
así tiene gran devoción con la dicha Santa. Y que ha oído decir de
PROCESOS 1^9
1 Declaró el mismo día que la anterior y era juez y vicario de Alba y su arci-
prestazgo. y beneficiado en la iglesia de San Pedro. Publicase de su Dicho lo que
ofrece algún interés.
PROCESOS 151
DE S U SflNTIDRD (1595).
PROCESO D E AVILA
1 El P. Gonzalo Dávila fué uno de los religiosos más graves que tuvo la Com-
pañía en España en el último tercio de! siglo XVI. Entre otros muchos e importantes
cargos que desempeñó en ella, se cuenta el de Provincial de Toledo (1588) y de Cas-
tilla (1593). Declaró el 20 de julio de 1595.
En estas Declaraciones, como ya se practicó en las de Salamanca, y se practica-
ran en los demás Procesos, se omite la fórmula protocolaria igual en todos los tes-
tigos.
156 PROCESOS
1 Fué hija Isabel Bautista de Gil del Aguila y de María de Anaya, vecinos de
onhveros. Hizo sus votos en San José de Avila el 4 de junio de 1570. Su declara-
cion es de 26 de setiembre de 1595. Se distinguió siempre mucho por su alta oración
y delicadeza de conciencia. Murió en 1526, a la edad de setenta y seis años.
11
]62 PROCESOS
no* y la sangre y color de ella tan fresca, que no puede ser con-
Svarse como está sin particular milagro^ y obra de Nuestro Señor
u merced que hace como a pieza que toco el cuerpo de su sierva. Y
L e esta declarante le vió y pasó por ello, que habiendo desnudado el
cuerpo de la madre Teresa de Jesús para limpiarle y aliñarle de alguna
cal y tierra que le habían echado para enterrarla, le vió la mano
que le había quedado puesta sobre el pecho en modo que parecía quje
estaba echando la bendición a sus hijas; en lo cual reparó con muchía
consideración, y la mano estaba toda cubierta de un rocío blanco como
de aljófar muy menudo, dando de sí buen olor. Y llegandor esta decla-
rante a querer limpiar la mano con un paño, como lo hizo, quedó
bañado y mojado de aceite, el cual envió esta declarante a sus padres
para que diesen loores a Nuestro Señor de las mercedes que por sus
síervas hacía.
A la séptima pregunta dice lo que dicho tiene en la pregunta antes
de ésta. Y que sabe que no fué abierto ni embalsamado el dicho su
cuerpo en todo el tiempo que esta declarante tiene dicho, porque lo vió
g trató como declarado tiene; y cuando salió de esta casa para vol-
verle a Alba, le tuvo en sus brazos, e iba de la misma manera que
declarado tiene.
A la octava pregunta dijo: que ha oído decir a personas de fe
y crédito haber sucedido cosas misteriosas en su muerte, y que se re-
mite a las tales personas, cuales son la madre María de San Jeró-
nimo, Teresa de Jesús y Ana de San Bartolomé.
En la novena pregunta dijo: que ha oído decir que en vida de la ma-
dre Teresa de Jesús, Nuestro Señor haya obrado algunos milagros por
su intercesión y medio, pero que ahora no se acuerda de ninguno; pero
que lo ha oído decir, de un sobrino suyo niño, (en la casa había quien lo
deponga con más certeza, porque esta declarante no depone sino de
lo que ha visto con certeza y de lo que tiene entera noticia). Por
tenerla tal g haberlo experimentado en su persona, y haber entendido
que lo mismo pasa con las demás hermanas de esta casa, tiene por
merced particular que Nuestro $>enor las hace por intercesión de la
madre Teresa de Jesús, y por cosa no ordinaria, que con andar como
andan vestidas las sayas de manías de jerga que gastan caballos,
y los hábitos de lana, que es materia aparejada para en verano e in-
vierno recibir sabandijas que inquietasen, y perturbasen y afligiesen a
las religiosas de este hábito Descalzas, que residen en esta casa de San
José, nunca esta declarante las ha tenido ni sentido. Y lo mismo ha
oído decir a las moradoras de esta casa en tanto grado ser esto ver-
dad, que tienen por experiencia, que si alguna religiosa toma el hábito de
descalza en ella y no ha de permanecer ni permanece, cría y tiene seméh
jantes sabandijas, que son piojos, y es afligida de ellos. Y de lo mismo
se quejan y padecen otras algunas religiosas que han pasado por esta ca-
sa, que no son moradoras de ella; y aunque quede en el ropa que dejan
mando se van. no se pega ni cría en daño de las demás hermanas
que en esta casa santa de San José residen. De donde en buena razón
se colige, que por ser la primera casa y fundación de la Madre, g
donde ella residió, goza de este favor y privilegio. Y que también
lene por milagro y merced que por intercesión de la madre Teresa de
16^ PROCESOS
do atltes qUe esta testigo viniese a la dicha casa, que era tanta la
hacía la dicha Madre, que andaba el cuerpo llagado de las dis-
ciplinas y cilicios que traía, las cuales la habían puesto con tan poc<*
salud y falta de ella y flaqueza, que cuando esta declarante vino, se
afligía, y vió sentía mucho el no poderlas hacer y continuar con lo
que solía, i) viéndola en esta tribulación y congoja, supo de ella la ha-
bía dicho Nuestro Señor que más le aplacía su obediencia que la pe-
nitencia c m hacía la santa Cardona (1). Y que de su pobreza sabe haber
salido muchas veces a fundaciones sin dinero ninguno, a lo menos lo
que bastase para el camino, e iba con tanta esperanza y alegría, como
si llevara todos los tesoros del mundo consigo, fiada en que Nuestro
Señor no la había de faltar. Y su caridad era tan grande, que cuando
le hacían algunas limosnas copiosas, sin quedarse para si con nada solía
repartirlas y las repartía con tanta liberalidad como si tuviera mucha
hacienda y propios de qué ayudarse. Y que de su paciencia y sufri-
miento lo que esta declarante sabe y vió fué, que un día, primero de
Navidad en la noche, en esta casa de San José de Avila, habiéndosela
quebrado un brazo, a lo que se entendió por persecución del demonio,
nunca la vió quejarse ni hacer sentimiento de dolor, sino llevarlo con
paciencia y sufrimiento con durarle como le duró toda la vida el no
poderse servir del dicho brazo y ayudarla esta testigo a vestir.
En la quinta pregunta dijo: que sabe que la madre Teresa de Je-
sús tuvo en esta vida trabajos grandes, los cuales llevó con buen áni-
mo por amor de Dios, y que sabe esta testigo y vió que a todas aque-
llas personas que entonces trataban de deshacer sus monasterios y fun-
daciones, y murmuraban de sus salidas y jornadas, y ponían en duda
si su espíritu era bueno o malo, ella rogaba por ellos, y trataba,
y conversaba y amaba como sí no la persiguieran. Y vió esta declarante
que yendo una vez de camino la Madre a una fundación, iba en su
compañía una persona religiosa a quien no parecían bien las cosas
de la Madre, y ella holgó mucho de ello, y fué tanta la santidad g
virtud que en ella conoció en el camino, y la amistad y familiaridad
que le trató y confianza que de él hacía, que de allí adelante quedó
por particular devoto suyo, y conoció ser obra de Dios todo lo que
la santa Madre decía y hacía, pues sin ella no podía acabar las ca-
sas y fundaciones que comenzó, que al parecer de personas cristianas
y prudentes parecía imposible.
En la sexta pregunta dijo: que sabe que murió la dicha madre
Teresa de Jesús día de San Francisco, en la noche, en Alba, el año no
se acuerda, estando esta declarante en su compañía, habiendo venido
de la fundación de Burgos y esta declarante con ella, y de aquella
jornada y de los trabajos y quebrantamiento que en ella padeció, se
le recreció la enfermedad de que murió. Y viniendo, como ella pen>iba
venía, a San José de Avila, de donde era priora a la sazón, el prelado
que con ella venía desde Medina del Campo donde le hallaron, la man-
do fuese a Alba, porque la Duquesa lo pedía, lo cual la Madre lo llevó
con mucha paciencia, y obedeció, diciendo que ninguna cosa en toda su
1 B. M . C . t. 2. p. 54.
170 PROCESOS
día le dio Nuestro Señor un muy gran trabajo, que fué uno de los
mayores que la dicha Madre había tenido, a la cual oyó decir estas
palabras: ¿con este trabajo. Señor, me pagáis todos los que rae
habéis dado en mi vida? Y así a todas las personas que le eran ocasión
de padecer, los disculpaba y procuraba hacer bien en todo lo que se
ofrecía, porque tenía prometido de hacer siempre lo más perfecto, y
así hacía siempre bien a quien la perseguía.
En la sexta pregunta dijo: que sabe que la santa madre Teresa
de Jesús murió año de ochenta y dos por día de señor San Francisco,
en Alba, donde la enterraron, g de donde la trajeron a la dicha
casa de San José de Avila; y vio su cuerpo muchas veces y le atentó
y tomó las manos y los pies, y los vio estar tan carnudos y sin corrup-
ción todo el cuerpo como antes que muriese, y la vestían y tocaban
como si fuera viva. Y no sólo estaba sin corromperse, como tiene
declarado, pero daba de sí buen olor, de suerte que se conocía ser obra
de Dios y particular milagro en el cuerpo de su sierva para ser Su
Majestad loado.
En la séptima: que sabe que entonces no estaba abierto el dicho
cuerpo, ni después acá ha oído decir a personas que le han visto que
esté abierto ni embalsamado, ni menos lo está ahora.
En la octava pregunta dijo: que no se acuerda de presente cosa
ninguna de lo que la pregunta dice.
En la novena pregunta dijo: que ha oído decir que Nuestro Señor
en vida de la Madre y por su intercesión y medio haya obrado
milagros algunos con diferentes personas, cual fué haber resucitado
a un niño sobrino suyo. Pero lo que esta declarante vió en su tiempo
y pasó por ella fué, que estando esta declarante un día con un tra-
bajo interior, y estando con la santa Madre Teresa de Jesús, que
estaba a la reja con una persona de fuera, de sólo oírla hablar con
aquella persona cosas de Nuestro Señor se le quitó el trabajo a esta
testigo, y allanó el alma como si nunca le hubiera tenido en su vida,
y por ser cosa tan particular hizo memoria de ello. También se acuerda
que estando la santa Madre en una fundación, se le ofreció escribir
a la prelada de esta casa una memoria en exhortación a la virtud de
la pobreza del espíritu, la cual mandaba se leyese a las hermanas
y después se guardase en el arca de las tres llaves. No advirtiendor
desde más de tres años después de la fecha de la carta, se la dieron
a esta testigo entre otras cartas viejas, y esta testigo las guardó
en una caja adonde tenía otras cosillas; y yendo un día a buscar cierta,
cosa que tenía en ella, siendo ya muerta la Madre más había de dos
años, le dio tan grande olor de la Santa, que es muy conocido entre
las hermanas y las que han tratado su cuerpo, que la causó tan grande
admiración, que le obligó a leer todas las cartas, hasta que halló la
de la santa Madre, y a esta declarante le pareció que era milagro
por haber la Santa mandado se guardase en el arca de las tres llaves
y ser carta de mucha importancia, y no querer Nuestro Señor que se
perdiese, y por muchos días quedó oliendo la caja y lo que en ella
estaba, y por cosa de admiración lo dijo lueqo a la madre Priora y her-
manas,
í?n la décima pregunta dijo: que ha oído decir que después de
182 PROCESOS
trato que con Su Majestad tenía, sacaba más aumento en esta virtud
y en las demás. Y así se acuerda, que escribiendo a un confesor suyo
la santa Madre, le decía que antes moriría mil muertes que ofender
a Nuestro Señor venialmente entendiéndolo, g de esto se acuerda; g
haber oído decir a algunas personas diversas veces tener hecho voto
la santa Madre de hacer siempre lo que fuese más perfecto, g que
si dejase de hacer lo más perfecto y lo que entendiese ssr lo más
agradable a Nuestro Señor habiéndolo comunicado con su confesor,
por nnguna cosa ni tesoro del mundo osara pedir nada a Su Majes-
tad ni tener oración. Su paciencia fué grande g singular mansedum-
bre; y así se acuerda esta declarante, que siendo seglar, antes de to-
mar el hábito de descalza, contó a la madre Teresa de Jesús cierta
pesadumbre que volviendo por ella en el siglo había tenido, g cosas
aue de ella u su espíritu se decían como de persona que temían hu-
biese de parar en mal. Ella lo tomó con tanto gusto y más que si la
dijera esta declarante la tenían por una gran slerva de Nuestro Señor;
g tenía extremo en disculpar a todos g en no consentir que en su
presencia se murmurase; aunque fuese en donaire, lo procuraba atajar.
Y demás de lo que esta declarante vio, ha oído decir a quien la trató
más tiempo, que por trabajos que la diesen las personas que la im-
pedían las fundaciones, nada bastaba a disgustarla ni a consentir en
su presencia murmurasen de ellas, antes las mostraba mucho amor
g las ayudaba pudiendo. Y las obras que hizo manifiestan bien cuán
grande fué su fe, esperanza g caridad, pues sin estas virtudes no pu-
diera una mujer tan sin favor humano y con tantas contradicciones g
pobreza, g llena de tantas enfermedades, erigir una Religión de frai-
les y monjas, y extenderla tanto como la vemos; y no es menos de mara-
villar la separación de la Provincia qué tantos trabajos le costó; y así
se acuerda haberla dicho un confesor sugo que era cosa milagrosa ha-
ber salido una mujer flaca con unas obras tan grandes y con tanta con--
tradicción. Tenía grandes deseos de padecer, g por ejercitarlos se
consolaba con la vida en las grandes ansias que tenía de morir g
verse con Dios Nuestro Señor. Y así solía decir la santa Madre, que
su vida le fué un martirio grande, g la ponía algunas veces en tanto
aprieto, que le parecía no le faltaba sino arrancársele el alma; y así
la imagina esta declarante mártir de amor de Dios. Y con andar tan
llena de este espíritu, tenía un trato tan afable, y llano y ajeno de
hipocresía, que procuraba disimular las mercedes que Dios Nuestro
Señor le hacía, sino que lo mucho que los confesores repararon a los
principios y sus obras tan extraordinarias y arrobamientos, fué oca-
sión de que ellos mismos lo manifestasen g comunicasen unos con
otros, y así se divulgasen con harta mortificación de la santa Madre, g
esto conoció esta declarante de ella en algunas ocasiones que durante
el trato g comunicación de su vida esta declarante pudo conocer.
En la quinta pregunta dijo: que, como dicho tiene, sabe y vio
que la dicha madre Teresa de Jesús tuvo en su vida trabajos grandelsv
y que los llevó con buen ánimo por amor de Dios Nuestro Señor.
En la sexta pregunta dijo: que le parece murió la santa Madre
por San Francisco, del año de ochenta y dos, en Alba, donde la en-
terraron, y sabe de la incorrupción de su cuerpo en la forma que
PROCESOS 185'
haua obrado algunos milagros, y por lo que en sus libros está escrito,
en muchas cosas particulares que ha oído de personas que más la han
tratado, se ve claramente tenía don de profecía, manifestándole Nues-
tro Señor los pensamientos y sucesos por venir, que ella misma vió
cumplidos, y cada día se van experimentando en esta Orden. A una
hermana dijo una vez la oración con que andaba sirviendo en refectorio,
¡j otra que no se haría lo que andaba pensando. Diversas veces ha oído
decir esta declarante a su compañera sintió salud en vida por la santa
Madre, así dé» un dolor terrible de quijadas como también de una
gran calentura que le había dado con frío, y en la mayor furia de ella
se le quitó con la oración de la santa Madre. También oyó decir a
una hermana, que se llama Ana de Jesús, que estando con una gran
jaqueca, se puso un velo de la santa Madre para ir a comulgar, se le
quitó luego el dolor. Y que se acuerda esta declarante que estando con
notable indisposición de la cabeza en día y ocasión que había de hacer
una confesión general, se halló tan falta de salud y fuerzas para ello,
que hubo de acudir a valerse de la intercesión y reliquias de la santa
Madre y así se aprovechó de un pañito que tenía de los tocados
a su santo cuerpo, y poniéndosele en la cabeza sintió notable mejoría,
de suerte que pudo cumplir con su deseo y obligación y hacer su
confesión general.
A la décima pregunta, siendo preguntada si sabe que haya obrado
Nuestro Señor algunos milagros después de muerta la madre Teresa d-e
Jesús por medio de su cuerpo y reliquias de cosas suyas, dijo: que
dice lo que dicho tiene en las preguntas antes de ésta, a que se re-
fiere. Y particularmente se acuerda de haber leído, que estando la santa
Madre suplicando a Nuestro Señor diese vista a uno que estaba ciego
o casi ciego, le sanó, y que con su oración sanó a otras muchas per-
sonas* enfermas, y que a muchas almas sacó en este mundo de pecado
mortal con su oración ij a otras de purgatorio, por lo cual la perse-
guía el demonio, Y asimismo se acuerda haber oído decir la dijo Nues-
tro Señor: si no hubiera criado el cielo, por tí sola lo criara. Y que
Cuándo le había pedido algo que no se lo hubiese concedido, que ya
sabía Su Majestad no le pediría cosa que no fuese conforme a su vo-
luntad y honra. Y que a la virtud de la pobreza estaba aficionadísima,
como en las ocasiones que se le ofrecieron lo mostró bien. Fué grande
la merced que Dios la dio de la salvación y provecho de las almas,
y de ser ella parte para ello, como fué fundando estos monasterios,
donde puso todos los medios convenientes para vivir una vida del cielo,
y puso tanto trabajo en plantar la perfección, y en la ejecucióiii de
estos medios con su ejemplo, amonestaciones y oración, que las religio-
sas de estas casas que no consiguiesen este fin no podían quejarse
sino de sí mismas.
Preguntada por las generales dijo: que no es deuda ni parienta
de la dicha santa madre Teresa de Jesús, ni para decir esta testigo
su Dicho no ha sido ni inducida ni industriada, sino por cumplir con
el mandato de Su Santidad y juez subdelegado, y porque lo susodicho
será para servicio de Nuestro Señor y gloria suya. Y que lo que ha
icho es la verdad so cargo del dicho juramento que hizo, y firmólo
c su nombre, y dijo ser de edad de treinta y un años, g que lo
188 PROCESOS
que tiene dicho parte de ello lo ha visto, y parte leído, y parte oído
decir como va declarado en este su Dicho. Firmólo el dicho Sr. Juez
—EL doctor D. Pedro de Tablares.—Ana de los Angeles—Rxite mí:
Francisco Fernández de León.
PROCESOS 189
teñido del óleo, pero con una mancha pequeña de sangre, sin que pudie-
sen entender de dónde era y de qué parte de su cuerpo había salido.
Dejábase este cuerpo vestir y tratar como uno de cualquiera de las
demás religiosas, y vio esta testigo g las demás, que estaba algunas
veces en pie cuando la levantaban para verle y vestirle, y que se estaba
derecho cuanto querían, con sólo ponerle las manos a las espaldas sin
caer a una parte ni a otra; y vió que estaba tan lleno de carne,
aunque el color tostado, como pudiera tener cuando viva, y que su
vientre estaba tan macizo y ajeno de corrupción, que causaba más
admiración que ver así todo el cuerpo, el cual tenía un olor tan bue-
no, tan grande y fuerte, que a veces no había fuerza para estar allí;
henchía todo el capítulo donde estaba de tal olor, y aun la celda que
estaba encima, y cuanto más calor, hacía, más se avivaba este olor; de
lo cual, admirado el médico que entraba en aquella celda a visitar
cada día una enferma, decía que, si no era por milagro, no podía dejar
de corromperse un cuerpo muerto y encerrado en una arca, y más con
el calor que aquel verano hizo, si no fuera santo. Cuando se trajo
a esta casa de Avila, como tiene declarado, había más de tres años
que era muerta, y fué por Santa Catalina mártir, año de mil y quinientos
y ochenta y cinco, y vió que luego, el día de año nuevo, estando
todas las hérmánas de esta casa de San José de Avila bien descuida-
das y deseosas de que no se publicase estaba el santo cuerpo en
Avila, vinieron a este convento el obispo de esta ciudad de Avila,
D. Pedro Fernández Temiño y el padre Prior de San Jerónimo de Ma-
drid, y dos oidores, y dos médicos y otras personas graves, y estando
en la portería de fuera, sacado allí el cuerpo de la santa madre Te-
resa de Jesús, descubriéndole, le miraron con mucha curiosidad y admira-
ción y lágrimas, concluyendo ser cosa milagrosa el estar como estaba
sin haberse hecho ninguna diligencia humana ni haberse embalsamado
para conservarle. Y se acuerda también que estando mirando el cuer-
po las hermanas otra vez, teniéndole ya allá dentro entre ellas, vieron
que la palma de la mano tenía llena de un rocío a manera de aljófar
blanco y trasparente, y pareciendo a esta declarante había visto lo
mismo en otra parte o en dos de su cuerpo, le certificó una hermana
que era así, el cual estuvo en esta casa cosa de nueve meses, y
después le volvieron a llevar a Alba, donde le tienen, según han dicho
a esta declarante, muy descarnado, cortándole pedazos de su carne
para devoción de personas que lo piden.
mente se acuerda haberle dicho esto una monja y afirmado que por
intercesión y medio de la santa Madre había sanado como de repente
de un gran mal que la comenzó a dar, que según el curso natural había
de pasar adelante. A la misma oyó decir que otras veces, estando con
dolor de muelas grande, se le quitaba luego que la santa Madre ha-
cía sobre ella la señal de la cruz; y viendo la santa Madre que
aquella hermana acudía muchas veces a tomar este remedio, rehusaba la
Madre de hacerle, y sentía tanto se echase de ver que por interce-
sión suya obraba Nuestro Señor cosas semejantes, que era menester
decirla que no miraban en ello. Y aconteció a esta declarante con disi-
mulación pedírselo, y decirla que la señal de la cruz quienquiera la
podía hacer, que no se la diese nada para moverla a que la hiciese. A
ella misma vió algunas veces trabársele la lengua de la perLesía de
que estaba tocada, y luego que recibía la comunión, se le destra-
baba, y quedaba que podía hablar, y hablaba. Y que oyó decir que
estando un niño sobrino suyo muerto, y tal que a todos lo parecía,
con gran sentimiento de su madre, 'la santa Madre, por consolarla, le
tuvo en sus brazos, y teniéndole sobre sí y tocándole con su huelgo, se
le volvió bueno y sano; y siendo la Madre viva, aconteció una vez,
que estando mala una hermana de esta casa de Avila de jaqueca, que
es un dolor de cabeza muy grave, y habiendo tocado velos, que son los
que se ponen sobre la cabeza, se puso aquel día para comulgar la
dicha hermana uno que era de la santa Madre, y luego se le quitó
el dolor y se sintió buena, lo cual ha afirmado la dicha hermana; y
también dijo a esta declarante ella y otra hermana, que habían visto
algunas veces a la santa Madre en sus arrobamientos, que cuando
la daban a la red- estando predicando el padre fray Domingo Báñez su
confesor, en viéndola así, con un género de respeto se quitaba la ca-
pilla y se estaba descubierto mientras duraba.
En la décima pregunta dijo: que ha oído decir por cosa cierta
de algunos milagros que después de muerta la santa Madre ha sido
Nuestro Señor servido ''de hacer por ella y sus reliquias, desde que
murió hasta los días presentes, y que se acuerda haber oído decir
haber aparecido en casos particulares a algunas personas, las más
de ellas religiosas, y también tuvo carta de la hermana del sobrino
de la santa Madre, de que la pregunta antes de ésta hizo relación,
en que decía que estando a la muerte el dicho sobrino algunos años
después de lo arriba dicho, que la santa Madre le visitó después
de muerta y le consoló, y que él había dicho recio, que si no veían y
sentían cómo estaba allí su tía que le llamaba, y que quedó allí tan
grandísimo olor del mismo de su cuerpo, que duró en el iposento
aún después de muerto por algunos días, de manera qué se echaba
de ver por los que allí entraban.
En las preguntas generales dijo: que lo que ha dicho es verdad
para el juramento que tiene hecho, y en ello se afirmó y ratificó, y dijo
ser de edad de treinta años; y que, como dicho tiene, es sobrina de la
dicha santa Madre, y que por esto ni por otra cosa alguna, no ha
dejado de decir verdad, ni la dejará decir en ninguna manera, y lo
firmó de su nombre y su merced del dicho Sr. Arcediano, juez apos-
'tólico.—£7 Dr. Pedro de Tablares.—Teresa de Jesús,—Rute mí: Fran-
cisco Fernández de León.
PROCESOS 199
pocos días tenía no sólo para comer, sino para mercar casa de mucho
dinero, como diremos cuando tratemos de la fundación, y también
tuvo para darme a mí y a mi compañero Antonio Gaytán con que
nos viniésemos desde Sevilla a Avila. En lo cual se ve claro ¡a fe
viva que tenía la Madre en Dios y la esperanza tan clara y rara,
como se ha podido ver en los Santos, y la caridad tan ferviente, que
ni los trabajos ni las contradicciones ni los desvíos y poco favor que
la gente la mostraba, ni otras cosas que sería muy largo decirlas,
para que la resfriasen la caridad y amor de Dios que en todo mos-
traba; que con mucha razón podía decir con San Pablo: ¿quién ni
quién será bastante para apartarnos de la caridad y amor de Jesu-
cristo? (1). Yo, como testigo de vista, digo que ninguna cosa adversa, ni
próspera, ni que tocase a la hacienda, ni a honra, ni a la vida ni a
otra cosa alguna, bastaba para dejar de ir adelante con sus fundaciones
como persona que andaba al seguro de que Dios no la había de faltar,
como no la faltó ni dejó de ayudar muy particularísimamente, como diré
en las preguntas que se me hicieron. Empezando por el fin que tuvo
para andar en estas fundaciones y diciendo los medios con que vino a
conseguir el fin, y dejando los caminos, que sería -muy largo de decir
todo lo que en ello nos acontecía, diré algo de las fundaciones. Y res-
pondiendo primero a la pregunta que se hace en esta probanza de la
santa madre Teresa de Jesús sobre la fe, y esperanza y caridad que
esta sierva de Dios tenía, digo que, a mi juicio, que aunque diré
lo que siento en ello, será tan poco comparado a lo que yo entendí,
que será no decir nada, aunque en estas cosas más se ha de entender
de ella por los efectos que hacen que no en sí mismas, pues sabemos
son virtudes espirituales y que no se pueden conocer sino por las
obras. Y por tanto, digo lo primero, que lo que conocí y vi es, que el
gran fervor y amor de Dios que tenía, la movió a no se contentar tanto
de la profesión que guardaba en la Encarnación de Avila, aunque se
guardaba mucha, pero al fin era de los monasterios mitigados por
dispensación del Papa; y así no se llevaba en él el rigor que su
espíritu pedía, y así la puso Dios en voluntad de procurar hacer
un monasterio de pocas monjas, a donde se guardase toda la perfec-
ción que en mujeres puede haber, acordándose de la primitiva Regla
de los Padres antiguos, en la cual no se tenía ningún género de
propiedad y tenían mucha penitencia y ayunos, y no comer carne
en toda la vida, sino por necesidad, y estarse a solas en sus celdas
meditando siempre en la ley de Dios. Esto y otras cosas seraejanteg
la movieron a intentar hacer el primer monasterio que se hizo en Avila,
sin tener advertencia por entonces que había de haber más de aquél,
á donde ella y las que allí entrasen se diesen del todo a la oración
y mortificación y penitencia, como su espíritu lo deseaba; y así lo in-
tentó, movida del Espíritu Santo, que no de la carne ni sangre ni
voluntad propia, pues lo que pretendía era del todo contrario a cosas
semejantes. Item, que con esta gran fe y celo de Dios, teniendo puesta
toda su esperanza en Dios más que no en sus diligencas, empezó a mo-
ver su corazón, a poner los medios y manos que ella pudo y supo,
porque, fuera de la ayuda que Dios para ello la hizo, de su naturaleza
era discretísima en todo género de ocasiones que se la ofrecían; y
asi lo mostró en este negocio juntamente con monstrar Dios patente-
mente el quererla ayudar y favorecer en este negocio, pues €ra para su
servicio, corno se mostró en las dificultades que el Señor permitió se
la ofreciesen en esta primera fundación; porque por aquí se dió a en-
tender clarísimamente que, a no ser Dios el que la movía a hacerlo, era
imposible salir con ello, principalmente que la contradicción que tuvo
de todo género de gente que el "demonio movía para estorbar este he-
cho, no era contra algún prelado ni contra algú.n señor poderoso del
mundo, ni contra algún rico y poderoso que con su dinero pudiese re-
sistir a tantos, sino que era contra una mujer, aunque alias fuerte,
que ni tenía caudal, ni libertad ni favor humano. Y con todo eso, como
le tenía divino, venció a todos, y no sólo salió con que este monas-
terio de Avila se hiciese, sino que fuese principio y seminario de a
donde se poblase de semejantes plantas toda Castilla la Vieja y la
Nueva, y no parase en este reino, sino que en el de Portugal y Gé-
nova y las indias, y en poco tiempo se poblase de ellos; y lleva ca-
mino de poblarse todo el mundo, como yo lo he visto, por ser el que a
anduve con la santa Madre mientras vivió; y después se van siempre
aumentando en tanta manera como se aumentó la Regla de San Fran-
cisco y Santo Domingo.
Item, que la causa de esto es, a lo que yo entiendo y he visto
por experiencia, porque he tratado y trato muchos monasterios de
monjas, que mirándolo y considerándolo con cuidado, no había en la
Iglesia de Dios monasterio de mujeres adonde se guardase la perfec-
ción y religión que humanamente se puede guardar, como los hay de
hombres; porque aunque en los demás monasterios hay mucha perfec-
ción y mucha clausura y mucha pobreza, y mucha obediencia, y en unos
más que en otros, con iodo eso, oso decir que a donde se guarde más de
ordinario la oración mental y la mortificación y menosprecio de sí
mismas, y de todas las cosas, y a donde se guarde más clausura y
obediencia y suma pobreza y otras cosas a este modo, que ninguna
Orden se hallará que llegue a ésta. Por lo cual se da a entender haber
sido Dios el que ha movido a esta santa Madre, tomándola por ins-
trumento de cosas tan heroicas y que tanto importan a la Iglesia de
Dios, y que haya almas perfectas en mujeres también como las hay
de hombres, y aún que las haya tales, que muchos de los que tienen
nombre de santos tendrán harto en llegar a donde muchas de ellas
llegan.
Volviendo, pues, a decir la dificultad que tuvo en el primer mo-
nasterio de Avila, digo que fué tanta y tan grande como la ha habido
en todas las cosas buenas que el demonio ha querido estorbar, y si por
que pasó exteriormente lo hemos de juzgar, dije poco en decir tan
grande; porque con razón y verdad se puede decir que fué la mayor con-
tradicción que se ha visto ni leído en libros, porque como yo vi por vista
de ojos que el día de San Bartolomé por la mañana del año mil quinien-
tos sesenta y dos que salió hecho el monasterio y puesto el Santísimo
Sacramento, todos clamaban y alababan a Dios, parcciéndoles cosa del
206 PROCESOS
cielo. Y ésto no duró más de hasta el medio día, porque desde el medio
día adelante, como entre la gente principal del pueblo se empiezo a vitur
perar del monasterio y de quien en él había andado, trajo esta opinión a
todos los demás tan rendidos, que ninguno decía ya bien de él, sino que
cada cual decía lo que se le antojaba; y esto no sólo de los seglares,
sino de religiosos y hombres de letras trataban tan mal del negocio
como si se hubieran hecho algunas cosas infames. Y con esta voz de
todos, dieron los regidores del pueblo y el corregidor y toda la co-
munidad en que luego se deshiciese el monasterio y echasen fuera a
las cuatro monjas a que se había dado el hábito, y con esta determi-
nación fué el corregidor al nuevo monasterio a requerir a las monjas
que saliesen luego, si no, que las quebrarían las puertas. Y entonces
ya no estaba allí la santa Madre, porque sus prelados la habían man-
dado tornar a la Encarnación; pero las novicias respondieron que ellas
no saldrían sino por la mano de quien allí las había metido; que si
quisiese quebrar las puertas, que las quebrase, quie él miraría lo que
hacía; pero como estaba puesto el Santísimo Sacramento por mandado
del obispo D. Alvaro de Mendoza, que era entonces obispo de Avila,
y hombre de gran valor y amicísimo de la gente virtuosa, y así favorecía
las partes del monasterio, y por tanto no osó pasar adelante el corre-
gidor con el intento que traía, pensando llevarlo por otro camino,
para poderlo hacer sin peligro, y con parecer de letrados. Y fué, que
se mandó hacer una junta la más solemne y de mayor autoridad que se
ha hecho ni se podrá hacer en Avila en toda la vida por grave nego-
cio que se ofrezca, porque en esta consulta se juntaron en el Consis-
torio de Avila todo el regimiento y las cabezas del común del pueblo,
para que hablasen en nombre de toda la Comunidad. Juntáronse tam-
bién de parte del Cabildo de la Iglesia mayor, y de cada Orden de los
monasterios de frailes de Avila fueron dos de cada casa. Y juntos todos
y ventilado el negocio, y conformándose los pareceres, todos una voce
dicentes dijeron, que era bien que el monasterio se deshiciese. De ma-
nera que regidores y caballeros, común del pueblo, y el Cabildo, y
todos los monasterios, que los más letrados de ellos se hallaron en Ip
junta, todos vinieron en un parecer, y era que no convenía otra cosa
sino que se deshiciese luego. Sólo hubo de parte del obispo de Avila,
el maestro Daza, hombre de muchas letras y muy ejemplar, que diese
algunas razones y muy buenas en favor del monasterio; pero no se
hizo caudal de ellas, sino de las que decían la mayor parte de la junta;
y así se acabó de concluir de todos que se deshiciese el monasterio;,
bien es verdad que los que se hallaron de parte del Cabildo, por no
ir contra su Obispo, callaron no diciendo bien ni mal.
Bien parecía permitir Dios todo esto para que más claramente se
manifestase ser esta obra de Dios, pues el poder de los hombres no
pudieron prevalecer contra ella. La Madre había bien menester la fe,
esperanza y caridad que tenía para poder llevar contradicción tan fuerte.
La santa Madre bien se entenderá con el cuidado que estaría esperando
quien la dijese lo que se había decretado en tan solemne junta, porque
aunque los prelados de su Orden la mandaron volver a la Encarnación
y dejar a solas a las cuatro que habían tomado el hábito, con todo
eso la dieron licencia para que desde allí negociase lo que pudiese en
PROCESOS 207
tosas obras como en su vida hizo g van haciendo sus hijos e hijas,
como se ve hoy día.
Tornando a la persecución que hemos empezado a decir, vino a
ponerse el negocio en término de pleito ordinario, para lo cual eran
menester dineros y solicitadores, y no tenía uno ni otro, ni persona
que quisiese hacer las partes de este monasterio, porque como era iel
Corregidor y el regimiento los que pleiteaban contra el monasterio,
ningún escribano, ni procurador ni letrado quería ayudar ni hacer
diligencia de las que eran menester. Y esto fué en tanta manera, que
yo, como era clérigo, y no me podían estorbar ni se me daba nada ir
contra el Corregidor y los demás, hacía las diligencias que el Procura-
dor había de hacer, y fui a hacer cierto requerimiento al Corregidor
que era necesario. Y de esta manera se vino a remitir el negocio a Con-
sejo Real, y fué en seguimiento por la parte del monasterio Gonzalo de
Aranda, un clérigo muy devoto de la santa Madre, y en Consejo
mandaron venir un receptor de Madrid para que hiciese información
de parte del monasterio y de la parte de la ciudad, y mientras estas
informaciones se hacían, cesó la furia de parte de la ciudad, y no
siguieron rnás el pleito. Y la santa Madre se vino con licencia de sus.
prelados a su nuevo monasterio, en el cual servía a Dios con grandí-
sima perfección y con muchas mercedes que de cada día recibía del
Señor, y muchas más que las que dejó escritas en su libro, de lo cual
soy testigo, que me dijo algunas y muy señaladas, de las cuales no hace
ella mención. En lo cual se da bien a entender la gran fe y la gran
esperanza y caridad que esta sierva de Dios tenía, pues salía con tan
dificultosas cosas, siendo contradecida de tantos.
Item, que por gastar toda su vida en esta perfección de vida, pro-
curó traer un Breve de Su Santidad para mudar la obediencia y darla
al Ordinario, a quien estaban sujetas estas Descalzas, y el que en Roma
le procuraba no hizo tan bastantes diligencias para que el Breve fuese vá-
lido, y sin saber la Aladre esto, estaba su conciencia inquieta, parecién-
dole el Breve no venía tan seguro, aunque esto no lo entendió del todo
hasta que viniendo por Avila el Generalísimo de su Orden, le UeVó
allá el buen obispo don Alvaro, entendiendo había de gustar mucho
de ver monjas de su Orden tan humildes y mortificadas y tan dadas a
la oración y perfección de la vida. Y fué así que el General gustó tanto
de ver aquellas nuevas plantas que en su Orden empezaban a resplan-
decer, que preguntando y hablando con la santa Madre sobre la mu-
danza de la obediencia, se echó de ver el error que el Breve había
traído, porque era necesario haber citado y notificádolo al 'Gíeneral, lo
cual no se había hecho, por lo cual el Breve no tenía fuerza. Y así,
con gran contento la dijo que era suya, y la dio patentes para que
saliera a hacer de aquellos monasterios cuantos pudiese, con tal que
fuesen todos sujetos a la Orden, y así se lo dejó mandado: y ella,
como era tan puntual en la obediencia, procuró luego salir del sosiego
y quietud que allí tenía para hacer lo que su General le había man-
dado, aunque los que no sabían esto la murmuraban harto, diciendo que
no sabía estar queda. Y es verdad que aquel espíritu que tenía era tan
fervoroso, que no la dejaba sosegar, sino que en haciendo una obra
grande en el servicio de Dios, luego procuraba hacer otra mayor, sin
PROCESOS 209
mos. Y así como aquél fué milagro maravilloso, podríamos decir lo fué
éste; pues viendo al Santísimo Sacramento en parte tan humilde, todos
le adoraban y honraban, y ninguno murmuraba ni reprendía a quien
tal atrevimiento había tenido de ponerle en tan bajo lugar.
Paréceme también que la gente de Medina adoraba a Jesucristo
casi en la forma que le adoraron los tres reyes Magos, en lo cual así
como es loada y estimada la fe que tuvieron estos santos, así lo puede
ser la que tuvieron los medineses, pues la bajeza del lugar no les es-
torbó la adoración y devoción que debían tener al Señor que allí
estaba. Mostró Dios aquí bien ai revés lo que había pasado en Avila
en la primera fundación, para que en esto se vea claro andaba la mano
poderosa de Dios en ello. Y creo que por las razones que he dicho y
las que se podrían decir, la dijo Dios en una revelación a la santa
Madre que la fundación de Medina fué milagrosa. Y parece claro, por-
que entre tanta gente como había en Medina y veían cosa semejante,
no haber uno ni ninguno que murmurase ni le pareciese mal, ¿a qué
se puede atribuir sino a que Dios les detenía la lengua y movía
el corazón a que dijesen bien de ello y no mal, como podían decir,
no del hecho, que al fin era bueno, sino del modo en que se hizo? Pero
esto que la gente no veía ni entendía, porque Dios les detenía el curso
natural, se lo dió a entender a la santa Madre, de suerte, que como
ella se vó encerrada tras una puerta y que para hablar ni negociar, ni
pir misa, no tenía sino los agujeros de la puerta, y veía por otro cabo
el Santísimo Sacramento como puesto en la calle, dióle esto terrible
trabajo, y no sabía en el mundo qué se hacer, y así rae daba a mí!
gran priesa a que le buscase una casa a que pasarse mientras se aco-
modaba a donde poner el Santísimo Sacramento. Yo anduve como ocho
días deshecho a buscar casa; pero como Medina estaba entonces en
su prosperidad, no había casa ni rincón desembarazado; y si Dios no
moviera a un mercader, que habiéndolas compasión de verlas en tan
extrema necesidad, acordó de recogerse en su misma casa, y dejándoleis
desembarazada la media dióles lugar a que se pasasen a ella mientras
se daba traza y manera como acomodarse. Y así la Madre admitió de
buena gana este medio, y pasáronse luego las monjas y el Santísimo
Sacramento a la media casa del mercader. Y así se dió lugar y tiempo
para que mercasen aquel sitio de la señora que se le había prestado,
y luego les dió Dios con que mercarle y con que labrar una muy
buena casa en que ahora viven; y han gastado en aquel sitio muchos
millares de ducados, y tienen muy buena casa y buen puesto, que cla-
ramente se vió haber permitido el Señor todos aquellos acaecimientos
para que se manifestase era aquella obra del Señor, pues con tan hu-
mildes principios ha ensalzado allí su santísimo nombre y héchose casa
a donde se sirve el Señor con mucha perfección. Y sé yo estar en ella
almas muy aprovechadas y de mucho ejemplo y santidad.
Pero los miedos, y sobresaltos y trabajos que la santa Madre tuve
en los ocho días que estuvo tras la puerta, nunca mientras vivió se le
olvidaron; aunque de este trance y de los muchos que de esta tna-
fiera se le ofrecieron a la sierva de Dios, como veía claraníente la sa-
caba Dios de ellos con mucha prosperidad y antes se aumentaba el
culto divino que se disminuía, quedaba tan fortalecida en el Señor y con
PROCESOS 213
l Matth.. IV, 6, 7,
214 PROCESOS
villoso, aunque lo más se hacía por medios humanos, que bien mirados,
más parecen milagros que humanos.
La segunda cosa que go notaba era, que en acabando de fundarse
la casa de pobreza, luego parecía que tenía el Señor depositados per-
sonas g dineros para que lo que se ha6ía empezado con pobreza se
acabase con riqueza, así de personas muy espirituales como de hacienda
y dineros bastantes para perfeccionar todo lo que se había hecho pobre-
mente. Y para esto no es menester probarlo, pues se ve por vista de
ojos en todas las partes que ha habido fundación, porque en Avila
luego salió quien diese para labrar casa e iglesia y tan abundante-
mente, que yo he conocido en San José de Avila cuatro iglesias con
la que ahora está hecha, porque conforme a los tiempos se hacía una
iglesia y se deshacía para hacer otra mejor, y han sido tres las que se
han deshecho, hasta venir a hacerse la que ahora se usa, que la hizo
el obispo de Avila, D . Alvaro de Mendoza, y tan buena como la hay
en Avila. Pues si decimos de capellanías, camino lleva la iglesia de San
José de tener una docena de capellanes, porque hoy día hay seis o siete
capellanías instituidas y las más se sirven ya. lEn Medina del Campo,
luego que se sosegaron las cosas, entró una doncella del lugar con siete
mil ducados que tenía para su dote, y si hubiese de contar lo que
Dios les ha dado de dinero y de limosnas en todas las casas que s&
han fundado, sería nunca acabar. Basta mostrarlo con el dedo a quien
lo quisiere ver en todos los pueblos principales de Castilla y de la
Andalucía y otros reinos, y que todo esto se haya hecho por minis-
terio de una mujer pobre de dineros, pues era monja, y pobre de favor
humano, porque, aunque era de honrados parientes y buenos hidalgos,
no había poder en ninguno para semejantes obras, lo cual tengo yo por
más clarificado milagro que cuantos de esta Santa se pueden decir,
aunque se pueden decir hartos. Para mí bastan los que yo vi y conocí en
las cosas sobrenaturales que Dios hacía con ella y en lo que la ayu-
daba en las fundaciones, lo cual sobrepuja a las mercedes que Dios ha
hecho a muchos Santos antiguos, y da bien a entender su santidad, pues
hacía Dios por ella cosas tan espantosas y maravillosas.
Tornando, pues, a tratar de las fundaciones, que, aunque no las ha-
yamos de decir todas, es bien dar a entender el valor que Dios daba
a esta Santa en las ocasiones que se le ofrecían. Ya be dicho cómo
me enviaba la sierva de Dios por las licencias de los Ordinarios'; y
como yo se las traía, iba luego a hacer su fundación. En Segó vi a hubo
personas que la enviaron a decir que ellos se encargaban de tener la
licencia del Ordinario, que bien podía ir a 'fundar; y es verdad que se
la recaudaron, pero no la dió el Obispo in scriptis, como yo la solía
traer de Medina, y de Valladolid y Salamanca. Y como la enviaron a de-
cir que fuese, que ya tenían licencia, ordenó su camino, y llegando cerca
de Segovia dije yo a la santa Madre que me diese la licencia que
llevaba del Ordinario, porque sería menester. Díjome que no la traía,
pero que bien sabía la había dado el Obispo de palabra. Yo respondí
que llevábamos mal negocio, porque el Obispo de Segovia no estaba
en la ciudad, y si no mostrábamos al Provisor la licencia escrita, que
nos había de revolver el negocio. La Santa dijo: pues yo os digo que
mañana, que es Señor San José, ha de salir fundado el monasterio. Y
PROCESOS 215
hubo quien ayudase con todo lo necesario que era menester para que
la casa quedase muy bien fundada, como ahora se ve en Segovia,
que es uno de los devotos y autorizados monasterios que hay en la
ciudad. En estos acaecimientos se echa bien de ver las mercedes que
Dios hacía a la madre Teresa de Jesús y la santidad que tenía.
No menos mostró la santa Madre su valor en hacer y en edificar
monasterios, sino también se manifestó en deshacerlos cuando era me-
nester, porque cuando esta casa de Segovia se fundó, se había fundado
otra algunos años antes, a donde la Madre puso muy buenas monjas
y una priora qu2 era de las monjas de Avila, muy valerosa y santa
mujer. Y empezóse aquella casa de Pastrana con mucho favor humano,
porque el príncipe Ruiz Gómez dió en favorecerla, y así lo hizo mien-
tras vivió; pero como le llevó el Señor de este mundo, empezó la Prin-
cesa viuda a no tenerle en tanto como era razón, y mostróles algunos
disfavores, los cuales no era razón sufrirlos. Y como la Madre víó
que quedaban en tierra de señorío y que al parecer iría adelante en
no favorecerlas como se había empezado, la Madre con mucha consi-
deración y oración "(que entiendo yo la tendría sobre este negocio),
acordó de deshacer aquel monasterio, y desde Segovia me envió a mí
y a otro hidalgo que se llamaba Antonio Gaitán, hombre de mucha
virtud, que había ido con nosotros a la fundación de Segovia, para que
trajésemos a todas aquellas monjas, que debían de ser quince o dieciséis,
y que muy secretamente se consumiese el Santísimo Sacramento y sacá-
semos las monjas con la entrecasa que ellas habían llevado, y lo de-
más que se quedase, dejando el monasterio del todo deshecho. Y así
lo hicimos, tomando cinco carros que entraron de noche en Pastrana;
y como ya lo teníamos prevenido, a la media noche sacamos las monjas
en procesión con el mayor silencio que pudimos; pero no fué tanto
que se pudiese del todo encubrir a la Princesa, y envió un su mayordo-
mo a impedir la salida; pero como, y a la teníamos en tan buen término,
concluyóse con algunas voces y quejas del mayordomo que daba de
parte de su señora. Y marchamos aquella noche hasta llegar a lugar
que no fuese de su jurisdicción, y vinimos a Segovia un miércoles de
Semana Santa, y la Madre se holgó mucho con sus monjas, enten-
diendo las había sacado de un cautiverio, y las monjas vinieron muy
contentas porque entendían en ninguna manera convenir quedase aquel
monasterio en poder de aquella señora; y no se hizo este negocio tan
de repente, porque había días que estaba pensado hacerse así, ha-
biéndolo muy bien considerado y determinado convenir mucho el ha-
cerse como se hizo.
He dicho esto para que por este hecho se entienda más de raíz
el valor que Dios daba a esta Santa, y con la determinación que hacía
las obras de Dios sin temer a los Príncipes de la tierra, entendiendo
servía al Rey del cielo, de quien ella recibía virtud y santidad, y po-
der para hacer y deshacer, y edificar, y plantar y arrancar, lo cual
no podía hacer una mujer si no tuviera virtud de Dios para hacer cosas
tan señaladas, tomándola Dios por instrumento para cosas tan grandes.
Y no sólo se mostraba y veía ayudarla Dios a donde ella asistía
corporalmente, sino que su memoria también obraba en muchas personas
que no la conocían ni habían visto, como se vió claro en cuatro doncellas
PROCESOS 217
con tanta verdad, que sé yo que en todo el tiempo que la traté, que
serían veinte años, nunca la conocí un pecado venial que a sabiendas
hiciese; y sé de ella que estaba determinada a no hacerle, aunque por
hacerle hubiera de negociar bien sus negocios, y aunque por hacerle hu-
biera de ganar todo lo cfue hay en el mundo, porque es esto lo cjue se
saca de la buena oración.
Item, que era tan grande y tan continua la oración y presencia de
Dios que tenía, que para poderla sufrir había menester embeberse
y ocuparse en algunos negocios exteriores tocantes al gobierno y au-
mento de sus casas de religión. Item, que el comunicar con Dios sus
negocios era de ordinario, y el hablarla Dios y decirla muchas cosas
tocantes a sus fundaciones, era con más familiaridad que se lee de mu-
chos santos, y esto tenía por la mayor parte acabando de comulgar,
Item, que a lo que' yo creo y vi por experiencia, que para no andar
engañada, como decían los que no la conocían ni trataban, puso tantas
diligencias cuantas humanamente se pueden poner, porque adonde quie-
ra que estaba, procuraba confesarse con los mayores letrados que en
el pueblo había y les daba parte de todo lo que pasaba por su alma.
Y lo que yo veía por vista de ojos, que si algún letrado o lector
de Teología la murmuraba y no aprobaba sus cosas, no paraba hasta
hablarle, y comunicarle y confesarse con él, y después que la conocían
y entendían, eran los que más la alababan, y publicaban y aprobaban
sus cosas, teniéndolas por tan buenas y ciertas de Dios, que no había
que dudar en ellas. Item, que como los señores inquisidores tenían no-
ticia de sus revelaciones y cosas sobrenaturales, la procuraron hablar y
ella tenía gran gusto y ganas de darles de todo cuenta, y algunos
que la hablaron y la pidieron cuenta, quedaron tan satisfechos que
era de Dios lo que tenía, que ninguna duda les quedaba, antes iban ala-
bando a Dios por las mercedes que entendían la hacía Dios, y defen-
dían sus cosas con muchas veras. Entre los demás, fué uno el inquiísi:
dor Soto, que después fué Obispo de Salamanca. Item, que llevándola
yo a la fundación de Valladolid, y habiéndose de hacer en una huerta
de recreación, que era de don Bernardino de Mendoza, hermano de
la señora D.a María de Mendoza y del obispo D. Alvaro de Men-
doza, y estaba la huerta casi media legua de Valladolid, que verosí-
milmente no había de quedar allí el monasterio, y con todo eso tenía
la santa Madre en tan poco el dinero, que en muy breve tiempo hizo
de nuevo iglesia y casa a donde las monjas estuviesen, y en tenién-
dola hecha, nos dió el Provisor licencia para que se dijese níisa mien-
írás nos acababan de dar la licencia para que se pusiese el Santísimo
Sacramento. Y dábase ésta prisa la Madre porque, según ella dijo en
su libro, le fué revelado que no había de salir del purgatorio D. Berr
nardino, que había ya un año que era muerto, hasta que se dijese la
primera misa en aquella huerta que la había dado a la santa Madre
para que en ella hiciese un monasterio de Descalzas. Y al fin, por muy
presto que se pretendió desembarazar de otros negocios importantes
que siempre tenía, se tardó un año, y al cabo de él dije yo la pri-
mera misa, y en ella vió la santa Madre ir al alma de D. Bernardino
al cielo. De donde se sacará claro cuánto le agradó a Dios el haber
el dicho D. Bernardino ofrecido esta huerta para que en ella se edi-
PROCESOS 22l
así como lo es, ¿qué alcanzaría esta síerva de Dios en tantas g tan
heroicas obras como hacía, y más haciéndolas con tan puro espíritu y
con tan ferviente voluntad? Item, que era tanta la codicia que Dios
la daba de hacerle muchos servicios, que cuando no tenía grandes cosas
en que servirle, andaba buscando invenciones en cosas menudas g ma-
nuales, así como en componer imágenes y en poner de bulto lo que
representaba la fiesta que la Iglesia celebraba y otras cosas a este
modo, que no tenía espíritu para tenerle ocioso; y así siempre andaba
buscando qué hacer y cosas del servicio de Dios en que ocuparse; y así
creo mereció su buen deseo que la diese el Señor las manos llenas en que
se ejercitase, y no así cosas bajas, sino las más altas que en la Iglesia
de Dios se pueden hacer. Y así era tanta su ocupación, que como todo
el día tenía ocupado en negocios y no dejaba de escribir cartas y otras
cosas que ella podía hacer dentro de su casa, de ordinario era después
de la media noche cada vez que se había de recoger, como será buen
testigo la que asistía con ella, que había menester prepararse del sueño
para poder asistir con ella en lo necesario. Y si esto hiciera con en-
tera salud, no fuera tanto de espantar, pero era teniéndola tan que-
brada, que ninguna otra persona que tan poca tuviera pudiera hacer nada
día y noche. Item, que todo su negocio era procurar ganar muchas al-
mas para Dios y dar medios y trazas cómo se aprovechasen y fuesen
adelante en el servicio de Dios. Y con esto aprendía cosas muy di-
ficultosas y salía con ellas con espanto de todos, y diré aquí una, por-
que decirlas todas sería nunca acabar. Cuando ya tenía abundancia de
frailes Descalzos de los que ella había fundado, parecióle que en un
monasterio como el de la Encarnación adonde había tantas almas, que
si se les pusieran por confesores frades Descalzos que las animasen
a guardar mayor perfección, que sería de gran servicio de Dios, y
esto no se podía hacer si no era quitando a los del Paño, que son
los ordinarios confesores que toda la vida han tenido, lo cual era
muy dificultoso salir con ello; pero con todo eso la daba Dios san-
tidad y sagacidad para salir con cuanto aprendía y entendía era más
servicio de Dios. Y como en aquel tiempo tenía la visita apostólica de
los Carmelitas fray Pedro Hernández, fraile dominico, hombre de
gran prudencia y santidad, que estaba a la sazón en Salamanca y la
Madre estaba por priora en la Encarnación, envióme a mí con este
recado a Salamanca para que lo tratase con el dicho Padre, y también
para que, como testigo de vista, le diese razones que le moviesen a
conceder su petición. Yo se las di, y aunque el Padre entendió la di-
ficultad que había, así de parte de las monjas como de parte de
los Padres del Carmen, que lo habían de tomar pesadamente, con todo
eso me dió la licencia, y yo la traje y di a la santa Madre, y
en muy poco tiempo dió traza de que viniesen dos frailes Descalzos,
muy siervos de Dios, para ser confesores del Convento, y les hizo
junto a la Encarnación una casita adonde ellos estuvieron con gran-
dísimo ejemplo de todos los que les conocían y con grandísimo apro-
vechamiento de todas las monjas que los trataban y se confesaban con
ellos. E l uno de estos padres se llamaba el padre fray Juan, que fué
de los dos primeros que tomaron el hábito de Descalzos; y el otro
el padre Germán, y creo que hasta ahora perseveraran allí, sino que
224 PROCESOS
que Dios da este don tan maravilloso, todo lo que el mundo juzga por
dulce les es amargo, y lo que el mundo tiene por amargo tienen por
dulce, Y así vimos en la Madre cómo los trabajos le eran descanso,
y los descansos del mundo tenía por trabajos; y así los que huyei
ios del mundo, que es la pobreza, ella la apetecía; y los que en el
mundo huyen, de persecuciones, ella se recreaba; en lo que el mundo
tiene por vida triste y melancolía, como es el enoerraraiento, en él
estaba ella como en el paraíso. Y al fin, como no tenía el gusto ex-
tragado con las cosas del mundo, sabíanla las cosas a lo que ellas
eran y no a lo que es engaño de ellas, como vemos a muchos enga-
ñados con ellas. La Madre, como desengañada y ayudada con estos
dones del Espíritu Santo, aprendió cosas que eran tan dificultosas
que, sin don de Dios y auxilio y ayuda de Dios especial, no pudiera
salir con ellas, porque ni en los tiempos pasados ni en los presentes
se ha visto que una mujer, sin ser poderosa en el mundo, haya sido
fundadora, no sólo de monjas sino de frailes.
Porque luego que vio la ayudaba Dios para la fundación de las
monjas, en las cuales se renovaba y empezaba a florecer la primitiva
Regla de los Padres antiguos del Monte Carmelo, la pareció también
que se renovase y floreciese en monasterios de frailes, y no poniéndosele
dificultad alguna delante, aprendió el procurarlo; y así no sosegó has-
ta tener licencia de su General para hacer siquiera dos monasterios
de frailes Descalzos en los cuales se guardase al pie de la letra
lo que los Padres antiguos. Bien entendía la Santa que si dos monas-
terios se hiciesen, que sería principio para henchirse la cristiandad de
ellos, como ya casi la vemos se va hinchiendo, y en tan poco tiempo,
que si el Señor, que lo puede todo, no anduviera en ello, era impo-
sible ver lo que al presente vemos. Y yo que vi andar a la santa
Madre en el mayor cuidado que se puede decir, andar a buscar solas
dos personas que fuesen sujetos tales cuales eran menester para en^-
pezar obra tan perfecta y santa y de tanta dificultad, y sé que pasa-
ron días y tiempo harto, aunque no se me acuerda qué tanto, y nunca
topaba hombres que se osasen disponer a semejante obra, hasta que
andando inquiriendo y preguntando, aunque con mucho secreto, vino a
tratar con un padre de la Orden del Carmen, que se llamaba fray
Antonio de Heredia, que había sido prior en el monasterio de Avila
y en el de Medina, y aunque era muy buen fraile, en lo exterior era
muy pulido, y no daba muestras de tan mortificado como era menester
para obra tan heroica. Pero como habló con la santa Madre y enten-
dió la calidad del negocio, le movió Dios de tal suerte, que aprendió
tan de veras el negocio, que, para dar satisfacción de sí se díó luego
al ejercicio de la oración y mortificación antes que de hecho se de-
terminase a profesar la primitiva Regla,
Y asimismo en Medina del Campo tuvo noticia de otro padre de
los Calzados del Carmen, el cual daba grandes muestras de mortifi-
cación y humildad, g andaba con deseos de entrar en Orden que fuese
estrecha a donde se guardase más perfección que en la suya; y como
tuvo la Madre noticia de este Padre, que se llamaba fray Juan de la
Cruz, en pocas palabras se entendieron, y dijo determinadamente que
él tomaría luego el hábito. De suerte que como ya la santa Madre
PROCESOS 229
para que el testimonio sea más clarificado, por ser dicho de muchos
Santos que con sus vidas y coñ su sangre atestiguaron esta verdad de
Dios; y pues esta sierva de Dios no la pudo atestiguar con su sangre
como los mártires, lo cual ella deseaba bastantemente, lo atestiguó con
áu vida, y con sus palabras y con sus obras maravillosas. Y también
la atestiguó con su maravilloso cuerpo, pues cuando esto se escribe
ha más de catorce años que murió, y se está entero y sin corrupción,
lo cual no es menester atestiguarlo, sino rogar a quien no lo creyere
por los testigos que lo han visto, lo vayan a ver a Alba, adonde hoij
día se guarda su cuerpo entero con gran veneración y devoción de to-
dos los que le ven.
De las demás cosas que se podían decir me remito a su libro,
que sé que no le escribió sacando de otros libros cosa alguna, sino que
es todo lo que pasaba por su alma y las mercedes que Dios la hacía,
a! modo que el Espíritu Santo la dictaba lo escribiese, porque lo hacía
con el mandato de sus confesores; y sé que no era persona que por
todo el mundo añadiría cosa que no hubiera ella experimentado. Y así
se dejaba bien entender que las mercedes que Dios la hacía en lo irf-
terior de su alma, conforman mucho con las obras heroicas que en la
Iglesia de Dios dejó hechas, como son la fundación de monjas Des-
calzas y frailes Descalzos, adonde hoy día se sirve Nuestro Señor
con grandísima perfección, de lo cual soy también testigo de vista, no
sólo en Avila, sino en muchas partes adonde me he hallado y tratado
cspiritualmente y confesado en muchos conventos de monjas; y he
visto cómo proceden en los conventos de frailes, los cuales se esmeran
cuanto es posible en guardar su Regla con toda la perfección y rigor
que se guarda en los monasterios más perfectos del mundo. Y así mi-
rando estas obras que la santa Madre hizo, y mirando las mercedes es-
pirituales que el Señor hacía con ella, se echa de ver ser negocio
de Dios, y que semejantes mercedes conforman con tan heroicas obras;
y las obras conforman con las mercedes, porque las que ella recibía
de Dios de ordinario no se suelen hacer sino a personas a quien
Dios ha escogido para semejantes obras. Y con esto concluyo con que lo
que he escrito en Dios y en mi concencía, es así, sin pretensión de
cosa más de decir la verdad de lo que me es preguntado. Y así lo fir-
mo de mi nombre.—£/ Doctor D. Pedro de Tablares—Julián Dávila.—
Ante mí: Francisco Fernández de León.
Y así presentada y leída la dicha Declaración, dijo que debajo
del dicho juramento que tiene hecho, declara que es esto lo que sabe
cerca del dicho negocio, y es verdad.
Y quedan las dichas hojas rubricadas de mí, el dicho notario, y
firmada la dicha Declaración del dicho señor Juez y de mí, el dicho
notario, juntamente con la firma del dicho P. Julián Dávila. Y fir-
mólo aquí asimismo el dicho Sr. Arcediano, juez apostólico: E l doctor
D. Pedro de Tablares.—hnia mí: Francisco Fernández de León.
PROCESOS 233
olor, como estaba entonces a cabo de algunos años que había sido
enterrado, vio y entonces dijo y ahora declara, que el cuerpo de
^a dicha santa Madre estaba sin corromperse, y sin ser abierto ni
embalsamado, porque tocó y vio su vientre lleno con sus tripas y con
tanta carne en aquellas partes y en toda ella como en vida podía estar,
sin dar de sí mal olor ninguno, sino antes bueno, por lo cual él y
el otro médico compañero declararon, como ahora de nuevo lo declara,
ser imposible por vía natural estar de la manera que estaba, si no
fuera obrando Nuestro Señor milagro en su sierva, Y para más con-
firmación de lo que entonces dijo y ahora dice, quiso en diversos
días y horas, sin estar las monjas prevenidas entrar en el dicho mo-
nasterio, como entró con ocasión de entrar a visitar las enfermas, y
les pidió le mostrasen el dicho cuerpo, que quería verle, y esto hacía
este testigo para con más seguridad y certeza poder afirmar el
milagro de la incorrupción de su cuerpo siempre que le fuese pre-
guntado, y ver si estaba en un ser como la primera vez que se le
mostraron. Y que diversas veces en tiempo de mucho calor se le raofs-
traron en un arca aforrada por de fuera de terciopelo carmesí, y ta-
pada con un paño de damasco morado, y la arca cerrada con su
llave, y le vió siempre de la misma manera que al principio le ha-
bía visto. Y no solamente no daba mal olor con ser en tiempo de
tanto calor y estar tan cerrado, pero antes daba de sí una fragancia
y olor bueno, que jamás -pudo este testigo percibir y diferenciar qué
suerte de oior fuese, y era tan grande a veces, que teniendo este
testigo una enferma encima del capítulo donde estaba la dicha arca
con el dicho cuerpo, se percibía el dicho olor en el aposento donde es-
taba la dicha enferma, de la manera que se percibía cuando se abría
la dicha arca, de manera que daba consuelo y obligaba a estarse al-
gún rato más por gozar de él, teniendo visitas otras a que acudir. Y
dijo más este testigo: que notó dos cosas misteriosas, demás de lo que
tiene dicho, en el cuerpo de la dicha santa Madre, que con estar tan lle-
no de carne, como tiene declarado, porque ella de suyo lo era en vida y
no estaba en ninguna manera consumida, sacándola de la caja para
llevarla a la portería solos este testigo y el dicho Licenciado Ramos,
que era un hombre flaco y viejo, la sacaron con una facilidad grande,
sin sentir pesadumbre alguna, como si llevaran una cosa muy liviana,
que les causó grande admiración por parecerles no era peso de
carne como había de ser, sino peso de carne santificada. Y lo segundo
fué, que habiéndole cortado un brazo para dejarle por reliquia en
ñlba cuando trajeron el dicho cuerpo, de la parte que se había cor-
tado destilaba un licor a manera de aceite, el cual se cogía en paños
que le pegaban por devoción, dando de sí un olor bueno indecible, que
no se podía percibir de qué era.
En la octava y novena y décima dijo: que dice lo que dicho
tiene, y que es verdad para el juramento que tiene hecho y €n ello
se afirmó y ratificó: dijo ser de edad de cincuenta años, y que no es
pariente de la madre Teresa de Jesús, ni le toca otra cosa alguna
de las preguntas generales y lo firmó y el dicho Sr. Juez.—£V Doctor
D. Pedro de Tablares—El Licdo. Litis Vázquez.—Rnte mí: Francisco
Fernández de León.
PROCESOS 235
l De esta buena devota de Santa Teresa, que fué su compañera de viaje en al-
gunas fundaciones, habla con grande elogio D.a María Pinel (B. M. C , t. 2, páginas
5—116), monja de la Encarnación de Avila, de donde D.a Quiteria fué priora has-
a emeo veces. Hija espiritual muy aventajada de San Juan de la Cruz, murió santa-
mente a los ochenta años de edad. Su Información es del 30 de abril de 1597.
236 PROCESOS
que Cristo Nuestro Redentor derramó por ellas, su fin y deseo era
fundar y granjear almas que recompensasen' aquella pérdida para
gloria de Dios y bien de ellas.
En la cuarta pregunta dijo: que como persona que más en par-
ticular la trataba a todas horas estando en el dicho monasterio de la
Encarnación, conoció en ella todo lo que la pregunta dice, y ser do-
tada de tanta humildad y paciencia, que por ninguna ocasión de mu-
chas que en la comunidad pasaran, así en elecciones como en parti-
culares cosas que a ella tocasen, siempre la vió llevarlas con suma
modestia, compostura y humildad, sin jamás haberle visto acto de so-
berbia e impaciencia, ni responder mal ni con aspereza a palabras que
contra ella se dijesen, ni permitía que en su presencia a nadie cul-
pasen, siempre dando razones con que excusar a los ausentes, mo-
vida de caridad, Y que supo y vió que era mujer de penitencia no-
table de ayunos y disciplinas particulares, demás de lo que la Orden
tiene, dando a todas buen ejemplo y siendo caritativa con los enfer-
mos y pobres.
E n la quinta pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús padeció a los principios de sus fundaciones grandes tra-
bajos y contradicciones, pareciéndoles algunos que era amiga de salir
y de novedades, y que no era buen espíritu el que la movía y guiaba
a ponerse en los viajes y caminos que se ponía una mujer sola y
pobre. Y vió con la gran esperanza con que iba adelante en lo que
pretendía hacer, y que con bonísimo ánimo, por amor de Dios, sufría
lo que de ella se decía y pensaba, con suma humildad y alegría,
confiada con la grande fe que en Dios tenía, que él perfeccionaría y
acabaría las cosas que por su amor y con su ayuda comenzaba, como
¡se ha visto por obras en el fin que sus cosas han tenido así de
monjas como de frailes descalzos.
En la sexta pregunta dijo: que le parece a esta testigo que habrá
de catorce a quince años que la madre Teresa de Jesús murió en Alba,
lo cual sabe por habérselo dicho el mayordomo de esta casa, a quien
esta testigo siendo priora en muchos trienios que lo ha sido, envió
a Alba, el cual le dijo se había hallado en su entierro y que era muerta,
y que era tan grande el buen olor que en la iglesia había a donde
estaba su cuerpo para hacerle las exequias y divinos oficios, que to-
dos salían espantados, y que no era de perfumes o composiciones odo-
ríferas, sino un extraño olor diferente de los demás olores que el
cuerpo daba de sí. Y ha oído decir de la incorrupción de su cuerpo
que la pregunta dice, y ser cosa muy pública y notoria, aunque esta
declarante no le ha visto por estar como está en su convento y no
salir fuera.
En la séptima pregunta dijo: que nunca oyó decir que el cuerpo
de la madre Teresa de Jesús, después de d í a muerta fuese abierto o
embalsamado o puesto remedio alguno para la incorrupción de su
cuerpo, pero que bien ha oído decir que en Alba le cortaron un brazo
para reliquia, que hoy día tienen en el convento, y que el obispo
que fué de Avila, don Alvaro de Mendoza, le había cortado un dedo,
y esta declarante tiene un poquito de su carne y uno de los papeles
que puestos y allegados a su carne salen untados como de aceite.
PRÓCESOS 237
tuvo con ella grande rato, y le dijo: gran gozo ha sido para mí ve-
nir tú a esta capilla, y tú no has perdido nada; y luego le comunicó
los grandes trabajos que allí había pasado con los demonios y las
qrandes mercedes que Dios allí le había hecho en la oración. Y pre-
guntándole la dicha Madre, por qué siempre que se le había aparecido
se le aparecía a la mano izquierda, le respondió el Santo diciendo:
porque la mano derecha es de mi Señor. Y allí le dijo a este testigo
que aquella imagen de bulto que está en la dicha capillita es el ver-
dadero retrato de nuestro padre Sanio Domingo, y esto declara a la
segunda pregunta.
A la tercera pregunta dijo: que la sabe la dicha pregunta. Pre-
guntado cómo la sabe, dijo: que así lo oyó decir a otros Padres
algo más antiguos que él, que se hallaron presentes en la ciudad de
Avila al tiempo que este testigo estudiaba en el convento de Santo
Tomás de la dicha ciudad, que fué el tiempo que la dicha Madre fundó
allí el primer convento de Descalzas que se llama San José, de la
dióha ciudad de Avila, que fué el primer convento de todos los con-
ventos de monjas Descalzas Carmelitas; y lo susodicho supo este tes-
tigo después por revelación de la dicha madre Teresa de Jesús. Y en
lo que toca a los religiosos Descalzos sabe este testigo por relación de la
dicha madre Teresa de Jesús, que ella misma después persuadió a fray
Antonio de Jesús y a fray Juan de la Cruz, que eran de los Calzados
mitigados, que se descalzasen y fundasen un monasterio de frailes
Descalzos, y es público y notorio que los dichos dos Padres fueron
los primeros Descalzos Carmelitas, y comenzaron a fundar un monas-
terio, que se llama el lugar donde se fundó Duruelo, y esto por or-
den de la dicha Madre. E l cual dicho monasterio por la mucha des-
comodidad del lugar y con orden de la dicha Madre, le pasaron al
lugar de Mancera de Abajo, donde con favor de los vecinos de Man-
cera se hizo el convento de Descalzos que está en el dicho lugar de
Mancera, y esto declara de la pregunta. Y que en lo que toca al fin
que tuvo en emprender la dicha obra sabe este testigo por relación
de la dicha Madre, que fué su intento fundar monasterios de frailes
y monjas donde se guardase la Regla primitiva del Carmen sin nin-
guna mitigación, y demás de esto añadió el andar descalzos y otras
cosas de más rigor y perfección para el dicho efecto.
A la cuarta pregunta dijo: que lo que sabe de ello es, que la
tuvo por tan dotada de fe a la dicha Madre, que un día le oyó
decir que en esto le había Dios hecho tanta merced que en toda su
vida nunca tuvo primero movimiento contra la fe, y que una de las
cosas con que más se regalaba era con creer lo que no veía, y no
sólo por decirlo Dios y su Iglesia. En lo que toca a la esperanza
dijo, que bien claro se le echó de ver por el exceso de su vida y
obras, especialmente en su principio este testigo supo por relación
de la dicha Madre, que muchos años tuvo grandísimas ansias, que con
sólo mirar al cielo quedaba arrobada y sin sentido. Y que lo que
toca a la caridad siempre la tuvo dotada de amor de Dios; y sabe\
por relación de la dicha Madre, que por este amor de Dios empren-
dió las dichas fundaciones y. todos los trabajos que se le ofrecieron,
U Particularmente porque este testigo la oyó decir que no sólo por
242 PROCESOS
1 Conocidas son las íntimas relaciones que el gran Duque de Alba D. Fernando
y la duquesa D.» María Enríquez de Toledo sostuvieron con la Reformadora del
Carmelo. Estas continuaron en sus sucesores D. Fadrique de Toledo y su mujer doña
María de Toledo, que es la que aquí declara. El Dicho de D.a María lleva fecha de
5 de enero de 1596.
Como la anterior, hízose esta Declaración en Piedrahita, donde los Duques de
Alba tenían palacio y muchas posesiones. Se lee en dicho Proceso abulense, a conti-
uación (folio 22) de la del P, Yanguas, íntimo amigo y consejero de los Duques.
PROCESOS 245
haberlo oído decir así y ser cosa pública, y que murió el día de
San Francisco, del año de ochenta y dos, y que esto sabe de esta
pregunta.
A la octava pregunta dijo: que lo que sabe es, que esta testigo
siendo maestra de novicias, siendo viva la rnadre Teresa de Jesús,
la cual estaba en Avila, había en este convento de Toledo una no-
vicia que tenía muchas tentaciones, según ella misma dijo a esta
testigo, y esta testigo la vio andar muy triste, y le dijo a esta
testigo ser esta la ocasión; y asimismo le contó la dicha novicia,
que se llama María de Jesús y al presente es religiosa de este con-
vento, y ha sido priora de él, cómo una tarde, estando en la oración
ordinaria que tienen conforme a su Orden, se le apareció la dicha ma-
dre Teresa de Jesús imaginariamente, y la consoló de manera, que
quedó libre de las tentaciones y muy contenta, y que le dijo: hija,
en Avila también es hora de oración y me quiero ir, y sábete que es-
toy con cuartanas; g que desde a dos días o tres vino una carta
a este convento que la dicha Madre estaba con cuartanas; y no se
acuerda esta testigo si lo contó esto después o antes de venida
la carta. Y que después le dijo la dicha María de Jesús, habiendo
venido a este convento la dicha madre Teresa de Jesús con otras
dos religiosas, le dijo a esta testigo cómo la había conocido, y (que
si todo el mundo le dijera que era una de las otras no lo creyera, y
que esta testigo vió a la dicha María de Jesús después de la dicha
visión estar con quietud y libre de aquella tribulación que traía.
A la novena pregunta dijo: que lo que sabe es, que ten éste
convento hay una religiosa freila, la cual estuvo en una enfermedad
sin comer ni sentido alguno diez días, y que el médico que .;la curaba
se maravillaba algunos días de verla viva, y decía que no tenía de
vida más que la respiración, que tuvo buena, y que los pulsos a ra-
tos le faltaban, y mejoró mucho de esta enfermedad al cabo de los
diez días dichos, y quedó ciega muchos días, que serían como dos
meses, poco más o menos. Y estándole un día diciendo misa delante de
ella, dijo había visto alzar la hostia, y desde entonces no le ha
faltado la vista; y la dicha freila ha dicho siempre con mucha afir-
mación que la madre Teresa de Jesús le dió vista, y no ha querido
decir cómo, y se remite en esto a lo que la dicha freila dijere. Y
que haciéndose en este convento las honras de la dicha madre Teresa
de Jesús, se trajeron a este dicho convento cuatro cirios alquilados para
que ardiesen en las dichas honras, y estuvieron encendidos en la tarde
mientras los oficios, y la mañana siguiente a la misa cantada g
entiende que al sermón, porque así se suele hacer, y también a la
vigilia de la mañana ardieron, g después se volvieron a llevar a l
cerero; y el que los hizo llevar, que fué Juan Bautista de Vargas, sa-
cristán que entonces era de este convento y es ya difunto, dijo no
haber faltado cosa ninguna en el peso de lo que dejó escrito que
pesaban cuando se trajeron, y así no se pagó cosa alguna al cerero.
reguntada si sabe cómo se llamaba el cerero de quien se trajeron
los dichos cirios, dijo que no lo sabe. Preguntada si el dicho cerero
era devoto de esta Orden, dijo que no sabe que lo fuese, y que el
sacristán que llevó los cirios, el cual entiende que se halló presiente
254 PROCESOS
A la séptima dijo: que esta testigo oyó decir que la dicha madre
Teresa de Jesús es muerta, y murió en Alba, y que no sabe qué tantos
años ha; le parece habrá trece o catorce años, poco más o menos, y que
murió día de San Francisco, según ha oído decir; y que ha oído decir
que en su muerte de la dicha madre Teresa de Jesús hubo cosas muij
Misteriosas.
A la octava pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa
de Jesús, estando esta testigo en oración, se le apareció interiormente,
y la consoló de la grande tribulación que tenía de muchas cosas, y que
ninguna cosa bastaba para consolarla, y que se habían procurado mu-
chos remedios; y la dejó consolada, y diciéndole cosas de Nueistro
Señor, y asegurándola de lo que ella temía, de suerte que esta testigo
quedó con grandísima alegría, quitadas todas las tribulaciones que tenía,
Y que le dijo: Nuestro Señor me ha mandado venir a consolarte y me
ha declarado tu aflicción; y que se acuerda que le dijo una de estas
razones o ambas que ha dicho; y asimismo le dijo que no temiese, y
otras palabras, alentándola a las cosas de la virtud y servicio de Nues-
tro Señor, y se despidió diciendo: hija, quédate con Dios, que yo me
voy, que es hora de oración en Avila como acá, Y le parece que le
dijo: no quiero que me echen menos, y sabe que estoy enferma con cuar-
tanas; y así se fué dejándola tan consolada como antes estaba de
afligida. Y que en este convento entonces no se sabía estuviese en-
ferma la dicha madre Teresa de Jesús; y el día siguiente, a lo que
cree, u otro después, vino carta de Avila en que se avisaba de su en-
fermedad, y que en entender esta testigo que la dicha madre Teresa
de Jesús, fué la que se le apareció interiormente, como dicho tiene, fué;
porque ella lo dijo así, y después de pasados muchos días, que no se
le acuerda que tantos serían, vino la dicha madre Teresa de Jesús
a este convento de Toledo con dos compañeras monjas, y esta testigo la
conoció sin haberla visto jamás, sino la vez que tiene dicho se le
apareció, y otra vez u otras dos ocasiones que Nuestro Señor se la
mostró, mostrándosele a esta testigo Nuestro Señor en el Santísimo
Sacramento. A lo que a esta testigo le parece. Nuestro Seño*r le mostró
a la dicha madre Teresa de Jesús, poniéndosela como dechado de
la grande virtud y perfección de que Nuestro Señor le dijo estar do-
tada ia dicha madre Teresa de Jesús; a la cual vió con grande resplan-
dor, que se le causaba Nuestro Señor que estaba junto a ella; y quje
particularmente en aquella visión se le dio a entender a esta testigo
el grande amor que la dicha madre Teresa de Jesús tenía a Nuestro
Señor, y cuán agradable era a Su Majestad. Y que de oídas esta
testigo ha entendido que hizo muchos milagros la dicha madre Teresa
de Jesús después de muerta, como declarará adelante lo que acerca de
ello supiere. Y también dijo esta testigo que la dicha madre Teresa de
Jesús en vida daba de sí muy suave olor, y que le parece que era cosa
del cielo, porque no era de ámbares, ni almizcles ni de las otras cosas que
Por acá se usan, y esta testigo lo experimentó muchas vecesl. Y esta tcs-
algunas veces por su consuelo se ponía junto a ella a gozar de
aquella suavidad, sin que ella le echase de ver, porque si alguna vez lo
veía se enojaba diciendo: quítese de ahí, no crea eso, Y que le parece
que esto le decía u otra palabra semejante. Y asimismo se ha acordado
17
258 PROCESOS
fesó pobreza como religiosa de esta Orden; y que fué tan obediente a
sus prelados, que esta testigo le oyó decir muchas veces, que había de-
jado de hacer cosas que tenía inspiración de Nuestro Señor que las hi-
ciese en fundaciones que quería hacer, por cumplir con la obediencia que
lo contrario le mandaba, y que después se venía a hacer lo que Nues-
tro Señor le tenía ordenado. Y que en la castidad fué muy ejemplar,
y la alababa mucho y animaba a las religiosas a ella; y en las
demás virtudes la conocía esta testigo muy perfecta y ejemplar, así
en sus obras como en palabras, las cuales eran de grande edificación.
A la sexta pregunta dijo: que esta testigo oyó decir a la di-
cha madre Teresa de Jesús y a otros religiosos y religiosas que iban
con ella, que en las fundaciones de algunas casas padeció muchos
trabajos; y a la dicha Madre le oyó decir que cuando no se le ofre-
cían muchos trabajos en las fundaciones no estaba contenta, y que oyó
decir a la dicha madre Teresa de Jesús y a otras personas graves, que
le levantaron falsos testimonios muchos. Y que al Padre General de
esta Orden y al P. Gracián, de la misma Orden, les oyó decir, que no
habían visto a persona alguna sufrir con tanta alegría los trabajos
como a la dicha madre Teresa de Jesús, a la cual oyó decir los pa-
decía por amor de Nuestro Señor, y que esta testigo le pidió en-
comendase a Nuestro Señor algunas personas que le habían levantado
falsos testimonios, y esto se lo pidió muchas veces.
A la séptima pregunta dijo: aue ha oído decir a muchas personas, y
es cosa muy pública, que la dicha madre Teresa de Jesús es muerta,
y que murió en Alba, y que no se acuerda qué tantos años ha que
murió, y que oyó decir que en su muerte sucedieron cosas notables
y misteriosas.
A la octava pregunta dijo que no la sabe.
A la novena pregunta dijo: que esta testigo lo que sabe es, que
de Alba se escribió a este convento recién muerta la dicha Madre,
que estando muy enferma una hermana de !a Duquesa de Alba sanó
poniéndole un cuerpecico de la dicha Madre, y que oyó asimismo en este
convento, que Agueda de San José, supriora que es de él, estando con
una grande calentura que entendían se iba a hética, sanó poniéndole
una reliquia de la dicha Madre, y esta testigo la vió enferma y después
la vió sana dentro de poco tiempo de como dijeron haberle puesto la
reliquia. Y asimismo oyó cómo estando Leonor de la Madre de Dios
con una gran calentura, sanó poniéndole un paño de la dicha Madre,
y esto fué público en este convento y se tuvo en él por milagro, y que
se atribuyó a la dicha Madre. Y que estando esta testigo enferma
de una grande isípula (1) que tenía y muy peligrosa, según decía el
médico, y esta testigo entendía que se moría, y una noche habiendo es-
tado cuatro días sin comer ni dormir, estando medio dormida, le apa-
reció a esta testigo la dicha madre Teresa de Jesús interiormente, y así
interiormente le pareció que le hacía la señal de la cruz tres veces én
la frente, y le dijo que creyese que no se moriría por entonces; y esta
testigo tuvo tanta fe en esta aparición, que dijo luego a la mañana
a algunas religiosas, que ya no tenía miedo de que se había de morir
1 Erisipela.
PROCESOS 263
ron que hubo en el Andalucía, y que tantos discípulos dejó, y cuiya vida
es notoria, y sus obras que hizo quedan impresas; el cual después de
haber visto el modo de proceder de la dicha madre Teresa de Jesús
y sus revelaciones, y supo .por relación de la dicha Madre, se las
aprobaba como cosas muy de Dios, y que no se debía poner duda si
era de mal espíritu, porque lo tenía él por de Dios. Demás de lo
cual este testigo oyó y supo por cosa pública, haber la dicha madre
Teresa de Jesús comunicado sus cosas con el padre fray Pedro de
Alcántara, de la Orden de San Francisco, que fué famoso varón en
santidad, y con lectores de Teología del convento de Santo Tomás de
Avila, de la Orden de ios Predicadores, y otras muchas personas gra-
ves, los cuales asimismo aprobaban su vida y modo de proceder. Y
asimismo el obispo de Avila, que entonces era don Alvaro de Mendoza,
tenía mucha estima de la vida y santidad de la dicha madre Teresa
de Jesús, y como tal le trajo a doña María de Mendoza, hermana del
dicho obispo, para que tratase y comunicase a la dicha madre Teresa
de Jesús.
A la tercera pregunta dijo: que sabe que la dicha madre Teresa de
Jesús dió principio a la fundación de la Orden de Carmelitas Descal-
zos, porque este testigo se halló en el tiempo que comenzó a fundar
casas, y la primera que fundó fué la de San José de Avila, y era pú-
blica voz y fama que era fundadora de la dicha Orden, y que entiende
lo mismo de los Padres Carmelitas Descalzos, y haber sido la fun-
dadora de sus casas de ellos, la que dió principio a que la hubiese. Y
este testigo oyó leer en el ayuntamiento de Avila, donde estaban juntos
diputados por el cabildo de la Catedral y superiores de los conventos
de religiosos de la dicha ciudad, la Bula concedida del Papa que entona
ees era, de la dicha madre Teresa de Jesús, para fundar la dicha
Religión de Carmelitas Descalzas. Y que entiende este testigo, que lo
que le movió a la dicha Madre a emprender semejante obra, fué
la gloria y honra de Nuestro Señor, y el haber tenido revelación para
ello, porque así le parece lo entendió die la susodicha. Y se confirmó
este testigo por ver que no obstante la fuerte y universal contradíd-
ción de todas las Religiones, fuera de la de la Compañía, y también
la contradicción del cabildo de la Catedral y del Ayuntamiento de la
dicha ciudad de Avila, que hubo, salió la dicha Madre con la funda-
ción y casa que allí había comenzado a hacer.
A la cuarta pregunta diio: que este testigo entiende fué dotada la
dicha madre Teresa de Jesús de fe, esperanza y caridad con muy gran
ventaja, porque de sus obras Religiosas y ejemplares y de la común es-
timación de todos se puede colegir así.
A la quinta pregunta dijo: que entiende que la dicha Madre fué
dotada de las virtudes que dice la pregunta, y particularmente conoció
en ella este testigo una puntual y extraordinaria obediencia a sus
confesores en todo lo que le mandaban, y una singular confianza en
Nuestro Señor contra, lodo género de dificultades que se le ofrecían,
y con grande temor de Dios y de sí misma, con que andaba siempre
recatada de sus mismas cosas, y una muy grande humildad, con la
cual comunicaba sus cosas con los hombres letrados y personas de
espíritu que podía, no fiándose de sí. Y en su modo de proceder se
PROCESOS 267