Divinas Palabras CONTEXTO HISTORICO Y PERSONAJES
Divinas Palabras CONTEXTO HISTORICO Y PERSONAJES
Divinas Palabras CONTEXTO HISTORICO Y PERSONAJES
granado del teatro español del siglo XX. La pieza se organiza en tres jornadas, con cinco, diez y
cinco escenas en cada una de ellas, respectivamente. El número romano indica la jornada; el
árabe, la escena.
(I, 1) Lucero es un tipo palabrero y atildado que anda por las ferias gallegas a salto de mata. Se
gana la vida turbiamente adivinando el futuro con un perro Coimbra y con un pájaro en una jaula
que lleva a sus espaldas. Lo acompaña Poca Pena, su “manceba” (según se afirma en el dramatis
personae), con un bebé en brazos. Lucero se muestra duro, violento y amenazante contra Poca
Pena y su hijo, de quien quiere deshacerse. Proclama su libertad por encima de todo. Es descreído
y su perro Coimbra adivina que Pedro Gailo, el sacristán de la iglesia de San Clemente, en Viana del
Prior, será engañado por su mujer.
(I, 2) Juana Reina muere de enfermedad, en cualquier camino. Deja a un hijo idiota e hidrocéfalo,
que lleva en un carretón, por las ferias, para pedir limosna, con lo que gana bastante dinero como
para vivir desahogada. Rosa la Tatula, limosnera, encarga a Miguel el Padronés, un leñador y al
Compadre Miau (que es Lucero, pero ahora se hace llamar por este nombre; ya no va con la mujer
del niño) que den aviso a la familia.
(I, 3) La Tatula informa a Mari Gaila (mujer de Pedro Gailo; tienen a Simoniña de hija) que Juana
Reina ha muerto. Gaila y Simoniña, que parece algo lerda, hacen un planto y lamentan su muerte,
muy teatreras. La Tatula le propone alquilar el carretón con el idiota (“vale un horno de pan”, le
dice), pero Gaila le da largas y no se pronuncia.
(I, 4) El alcalde pedáneo del pueblo le pone guardas al cadáver de Juana Reina. Marica del Reino,
hermana de la difunta y de Pedro Gailo hace un planto exagerado y falso sobre las bondades de la
hermana. Se inicia una pequeña discusión sobre quién se quedará con el idiota.
(I, 5) Velan el cadáver de Juana Reina en el atrio de la iglesia de San Clemente. Todos beben
aguardiente y se cuentan consejas. Con la ayuda del pedáneo, llegan los familiares, Mari Gaila,
mujer bebedora y con donaire, por un lado, y Marica del Reino, por otro, a un acuerdo sobre el
idiota. Tres días a la semana cada una, y los domingos, alternando. Al final, el idiota emite gruñidos
y le contesta un sapo.
(II,1) Marica del Reino está enfadada porque su cuñada Gaila no le devuelve el carretón, aunque
ya le tocaba. Una vecina le cuenta que gana mucho dinero, que bebe por todas las ferias, que es
aguda hablando y que se deja requebrar por los hombres. Sospecha que está en la feria de Viana.
Marica dice que, cuando se lo traiga, no se lo devuelve; odia a su cuñada.
(II, 2) Los romeros y pordioseros descansan en su camino. El ciego de Gondar le propone a Mari
Gaila que conviva con él, que la quiere y harían buenos dineros, pero ella se niega. El vendedor de
agua de limón apostilla el asunto; también lo hace la Tatula, que se mueve con ellos. Llega un
peregrino, muy humilde y devoto; lo invitan a comer los demás. Los guardias buscan al Conde
Polaco, pero nadie lo conoce.
(II, 3) Feria en Viana del Prior, al lado de la colegiata. Mari Gaila toca el pandero y canta una
canción; se arrima al Compadre Miau (es el antiguo Lucero, que había huido de la prisión de
Ceuta), ahora con un ojo tapado; toca la flauta, la perra Coimbra baila a dos patas y el pájaro echa
suertes. Lo acompaña el leñador Miguelín, a quien trata de maricuelo. El compadre Miau
requiebra a Mari Gaila, que se deja hacer. Aquel se muestra partidario de la república.
(II, 4) Pedro Gailo y su hermana Marica del Reino conversan al lado de la tumba de la hermana
muerte. Marica le informa a Pedro que su mujer lleva mala vida por las ferias, que él está
deshonrado porque la otra se acuesta con hombres. Le pide que ponga orden y se vengue. Este no
quiere creerla, pero al final sí lo hace. Se siente angustiado.
(II, 5) En una chabola medio caída, al lado de la playa, cerca del puerto de Viana, se entiende.
Séptimo Miau, un “farandul”, según se dice en la acotación, requiebra a Mari Gaila; ambos
parecen algo bebidos. Al final, se meten a la chabola y se acuestan. El carretón lo dejan fuera;
cohetes de fuegos artificiales.
(II, 6) Dentro de la humilde casa de Pedro Gailo, en una mano un cuchillo y en la otra una frasca de
aguardiente. Está borracho; le dice a su hija que matará a Gaila para recuperar su honra. Le
propone a Simoniña que se acueste con él, como venganza, pero ésta se niega y logra llevarlo a la
cama.
(II, 7) En un hostal a la salida de Viana. Rosa la Tatula aparece con una peseta que le dio el Miau
para que cuidara del idiota. Miguelín invita a una copa al idiota, que paga a Ludovina, la ventera.
Luego le siguen dando de beber alcohol; Laureano el idiota muere. Ludovina quiere que lo saquen
del hostal por miedo a los guardias. Llega Mari Gaila y hace un planto y lamenta que ya no
obtendrá más beneficio económico.
(II, 8) Encuentro de Mari-Gaila con el macho cabrío, que aparece en un risco y en el campanario de
una iglesia. Berrea “Jujurujú”, pero luego habla de verdad. La invita a ir al baile, pero ella se
resiste. Ella se desvanece y se siente llevar por los aires. Aparece a la puerta de su casa.
(II, 9) Plena noche, en la humilde casa de Gailo. El matrimonio Gailo riñe, pero la hija los calma.
Simoniña lleva el carromato con el cadáver del idiota a la puerta de la casa de Marica del Reino.
(II, 10) Marica del Reino se encuentra el carretón en la puerta de su casa al amanecer. Los cerdos
le han comido la cara y las manos. Está enscandalizada. Serenín de Bretal, campesino que oficia de
razonador y sereno, deduce que lo trajeron a escondidas y se lo dejaron allí.
(III, 1) Los rapaces tiran piedras al tejado de los Gailo y a ella le cantan puta y a él cornudo. Llega la
Tatula y habla en secreto con Mari-Gaila. Después aparece Marica del Reino con el cadáver del
idiota diciendo que no quiere saber nada. Acuerdan adecentarlo y pedir lismosna a la puerta de la
iglesia tres días para sacar dinero para un entierro. Se recriminan el desenlace del desdichado; la
Tatula maniobra a solas con Mari-Gaila.
(III, 2) La Tatula le da unas medias de regalo a Mari-Gaila, de parte de Séptimo Miau. Lo acepta de
buena gana. Le cuenta la verdad sobre la muerte del baldado. Miau se había burlado de Miguelín
echándolo a los caminos en calzoncillos. El maricuela lo incitó a beber hasta el final. Queda
concertada una cita con Miau.
(III, 3) A la puerta de San Clemente, con el cadáver del idiota, pidiendo, está Simoniña. Va sacando
algo de dinero. Séptimo Miau la enreda con su palabrería y alaba al difunto como fuente de dinero
y a su madre por hermosa. Habla con tensión con Gailo, que no quiere saber nada de él. Tatula le
da la cita a Miau con Gaila, lo que le agrada mucho.
(III, 4) Miguelín el Padronés, el Maricuela, descubre a Miau y a Gaula fornicando en las brañas. Se
lo dice a todo el mundo, para que los escarnezcan. La persiguen, ella medio desnuda, por el
campo. Le sale Milón de Arnoya, un hombre grande y fornido, que pretende violarla. Ella le da una
pedrada, pero no le vale de nada. Luego le dice que su mujer, en casa, no es tan fiel. Milón queda
confundido y la suelta. El gentío la obliga a quitarse la ropa y queda desnuda. La suben al carro
cargado de heno de Milón y la llevan desnuda a casa.
(III, 5 y último) Gailo oficia una oración por el idiota, que allí sigue, ya hediendo, pero los jóvenes lo
interrumpen tocando las campanas de la iglesia. Le dicen que su mujer es prostituta. Se da de
cabezadas contra las tumbas. Sube al campanario y ve cómo viene su mujer desnuda en el carro
de Milón. Se tira del campanario abajo, pero no muere. La gente se ríe de él y le llaman cornudo y
castrado. Él, en tono solemne, dice en latín: “Qui sine peccato est vestrum, primus in illam lapidem
mittat”. La gente queda como transfigurada y cambian de actitud. Todos se vuelven a sus casas y
quehaceres y deciden cerrar la boca por si la justicia los sigue. Gailo mete a Gaila, de la mano y
desnuda, a la iglesia. Todo está como sobrecogido por el poder de las divinas palabras, en latín.
2. Tema de la tragicomedia
Valle-Inclán aborda varios temas, pues estamos ante una obra ambiciosa:
-La ignorancia del pueblo llano, producto de la falta de educación, acarrea la milagrería y la
credulidad absurda.
-La miseria moral y física produce personas de comportamiento muy inmoral, injusto, mezquino y
violento.
-La violencia física se suele desatar a causa de la frustración, la incultura y la sujeción a unas
normas tradicionales ridículas.
-La venganza, producto del rencor, es una motivación principal entre personas amargadas y
frustradas.
-La ignorancia produce milagros aparentes, producto del temor atávico a las fuerzas espirituales
fuera de nuestro control.
3. Apartados temáticos
En esta ocasión, Valle-Inclán ha optado por un desarrollo temático clásico, regido por la lógica y la
secuenciación temporal:
-Segunda parte o jornada: desarrollo del conflicto, con algunas ramificaciones argumentales. Mari-
Gaila se hace con el carromato y se echa a la vida de ferias y romerías. Le gusta y entra en líos
amorosos, haciendo buenos dineros. Una consecuencia lógica es la muerte del pobre muchacho
impedido.
4. Personajes
Esta obra está poblada por muchos personajes cuya relevancia argumental es similar. No podemos
hablar de un protagonista, sino que media docena larga de figuras poseen la misma importancia.
Veamos las más relevantes:
-Mari-Gaila: es la esposa de Pedro Gailo y madre de Simoniña. Primero realiza un planto aparatoso
y gesticulante por la muerte de su cuñada Juana Reina, pero pronto desvela que su interés es
quedarse con el idiota para lucrarse, en un primer momento, y vivir una vida libre y sin ataduras,
de feria en feria, inmediatamente después. Deja atrás a su familia y recorre con éxito distintas
poblaciones, donde muestra su inteligencia práctica. Al enamorarse de Séptimo Miau, busca su
perdición, pues los vecinos la vejan violentamente. Se muestra firme de carácter, fría y
calculadora, pero todo se le va de las manos porque no sabe esquivar la manipulación sentimental
y los pequeños sobornos de Miau. Su afición desmedida al aguardiante contribuirá a su ruina final.
-Pedro Gailo: es el sacristán de la iglesia de San Clemente; viste sotana y parece que comprende
algo de latín. Cuando puede, se las da de hombre de iglesia y leído, acompañado de su libro
religioso. Su hermana Marica del Reino le malmete por los andares de su mujer y le exige
reparación de su honra. Es pusilánime, de modo que cede, a lo que ayuda su tendencia a la bebida,
que le nubla el juicio. En un momento de confusión, amaga con atacar a su propia hija. Atrabiliario
e imprevisible, las palabras finales que pronuncia en latín amedrentan a la concurrencia y le
permiten rescatar a su mujer de la turba.
-Simoniña, la hija de los Gailo, es quien más sentido común muestra. Imita a su madre de palabra y
de hecho, pero mantiene una conducta más o menos coherente. Que sea miedosa no le impide
desembarazarse del acoso de su padre, o de pedir lismosna con cierta dignidad para enterrar a su
primo el idiota.
-Marica del Reino: hermana de Pedro Gailo y de Juana Reina, también es avariciosa y desea
quedarse con el idiota y su carretón, pero las argucias de su cuñada se lo vedan. Aun con todo,
reconoce que ha logrado alguna ganancia. Sus arteras intenciones se aprecian bien cuando
malmete a su hermano contra su esposa por ser infiel.
-Rosa la Tatula: es una mendiga de gran inteligencia práctica y muy mala bilis. Anda con el resto de
los pordioseros de feria en feria. Quiso quedarse con el carretón, pero no pudo porque Mari-Gaila
no quiso tratos con ella. Parece que de ese rencor le viene su deseo de venganza contra aquella,
que lo logra buscando su perdición. Hace de celestina y fomenta la relación de Mari-Gaila con
Miau para que ella pierda su reputación y acabe mal, como de hecho acaba. Digamos que es una
de las triunfadoras del drama, pues todo acaba a su satisfacción.
-Séptimo Miau: estamos ante el personaje más cínico y taimado de toda la pieza. Medio
embaucador, medio brujo, cruel y lujurioso, se porta guiado por su egoísmo atroz. Abandona
cruelmente a Poca Pena, en la primera escena, cuando se hacía llamar Lucero, con un bebé en
brazos. Se gana la vida adivinando el futuro de la gente con una perra y un pájaro enjaulado; es
muy artero e inteligente. Alguien le llama el castellano, de donde deducimos que no era gallego;
había estado en prisión en Ceuta por delitos mayores años antes. Esta luego aparecerá muerta, y
él ni niega ni acepta haber sido el asesino, aunque parece haber sido el peregrino. Muy palabrero,
embauca a Mari-Gaila y logra enamorarla. Una vez que yace con ella, se desentiende, pues en las
escenas finales no hace acto de presencia.
-Miguel el padronés, mozo leñador: tiene un papel relevante porque provoca la muerte del idiota
a base de alcohol, en un acto irresponsable. Por esta acción, lo ridiculiza Miau, que le llama
maricuelo, cosa que él no niega, echándolo a la calle en paños menores. Luego, por venganza,
descubre a la gente del pueblo dónde yacen Miau y Gaila. Está será escarnecida y él se sentirá
satisfecho con esta traición.
-El hijo idiota, Laureano: es el muchacho con hidrocefalia a quien su madre, Juana Reina, lleva por
las ferias, para recaudar dinero por su exhibición. No puede hablar, pero lo hacen alcohólico y por
ello muere. Realmente, es quien paga los platos rotos de un mundo degradado, cruel, alcoholizado
e irracional.
-El ciego de Gondar, enamorado de Gaila, pero rechazado por esta; un alcalde pedáneo que se las
da de leguleyo y oficia como un juez; un peregrino falsamente devoto que es quien mata a Poca
Pena; un vendedor de agua de limón chismoso; la ventera de Viana, solo preocupada por su
negocio, sin que se le dé un ardite por la muerte del idiota; etc., son otros personajes de menor
relevancia que pueblan la obra. Todos ellos muestran una pésima catadura moral, siniestras
intenciones y un cinismo egoísta estremecedor.
5. Lugar y tiempo de la acción dramática
Divinas palabras es una pieza de ambientación galaica en su totalidad. La acción discurre en una
población gallega costera, Viana de Prior, y en un pueblo con su colegiata y la iglesia adosada de
San Clemente, cuyo sacristán es Pedro Gailo. El campo de los alrededores, con casucas
diseminadas, también es un escenario que se repite frecuentemente. Dentro de este espacio
geográfico amplio, cada escena suele optar por un lugar concreto bien preciso: la humilde casa de
Gailo, el lavadero, el atrio de la iglesia, un hostal a la salida de Viana, cruce de caminos donde
reposan los mendigos, etc. Todos ellos son de un reconocible ámbito gallego: cruceros, maizales,
caminos estrechos que “galguean” por las colinas, etc.
La pieza que comentamos fue publicada en 1919, de modo que su composición sería simultánea o
inmediatamente anterior a ese año. La obra recrea un tiempo contemporáneo al de la escritura:
unos pueblos y aldeas atrasados, atávicos, bastante hambrientos, incultos y supersticiosos dan la
medida de esa época. Se iluminan con candiles, se desplazan andando o en carros y carretones:
estos rasgos señalan la época de principios del siglo XX.
6. Aspectos estilísticos
En Divinas palabras aparecen los rasgos estilísticos propios de Valle-Inclán; en sí mismos son muy
caracterizadores y originales. A continuación, presentamos los más llamativos:
1) Esta es una de las obras valleinclanescas del ciclo mítico. Centradas en su Galicia natal, ofrece
una fotografía tragicómica y risible por su deformación gesticulante y ridiculizadora y amarga del
mundo rural. Es el paso previo a la estética del esperpento. Ya aparecen aquí la presentación la
realidad en sus aspectos grotescos, feos, histriónicos e hirientes a los sentidos. El autor trata a los
personajes deñ drama como muñecos de guiñol, deformados, desfigurados física y moralmente
hasta hacerse repelentes. En este sentido, son personajes bastante planos, sin apenas evolución.
El autor los utiliza para denunciar una realidad sórdida y fea en sí misma, además de injusta y
egoísta. La fórmula y su presentación literaria tuvo tanto éxito que ahora “esperpento” es un
sustantivo de uso normal en la lengua española.
2) Las acotaciones (sobre todo, las iniciales de cada cuadro) son verdaderos textos literarios en sí
mismos. Casi podrían pasar por relatos independientes, pues se presenta con una precisión
estética un marco y unos personajes que quedan totalmente dibujados en la mente lectora.
Veamos, a modo de ejemplo, las dos acotaciones iniciales de la primera jornada, escena I:
San Clemente, anejo de Viana del Prior. Iglesia de aldea sobre la cruz de dos caminos, en medio de
una quintana con sepulturas y cipreses. PEDRO GAILO, el sacristán, apaga los cirios bajo el pórtico
románico. Es un viejo fúnebre, amarillo de cara y manos, barbas mal rapadas, sotana y roquete.
Sacude los dedos, sopla sobre las yemas renegridas, las rasca en las columnas del pórtico. Y es
siempre a conversar consigo mismo, huraño el gesto, las oraciones deshilvanadas.
PEDRO GAILO.- …Aquéllos viniéronse a poner en el camino, mirando al altar. Éstos que andan por
muchas tierras, torcida gente. La peor ley. Por donde van muestran sus malas artes. ¡Dónde
aquéllos viniéronse a poner! ¡Todos de la uña! ¡Gente que no trabaja y corre caminos!…
PEDRO GAILO se pasa la mano por la frente, y los cuatro pelos quédanle de punta. Sus ojos con
estrabismo miran hacia la carretera donde hacen huelgo dos farandules, pareja de hombre y mujer
con un niño pequeño, flor de su mancebía. Ella, triste y esbelta, la falda corta, un toquillón azul,
peines y rizos. El hombre, gorra de visera, la guitarra en la funda, y el perro sabio sujeto de un rojo
cordón mugriento. Están sentados en la cuneta, de cara al pórtico de la iglesia. Habla el hombre, y
la mujer escucha zarandeando al niño que llora. A esta mujer la conocen con diversos nombres, y,
según cambian las tierras, es Julia, Rosina, Matilde, Pepa la Morena. El nombre del farandul es otro
enigma, pero la mujer le dice LUCERO. Ella recibe de su coime el dictado de POCA PENA.
La selección de objetos que aparecen en el cuadro nos pinta una realidad total y detallada,
denotada y connotada con gran precisión poética. La adjetivación ciñe los objetos, los dota de ecos
sinestéticos muy impactantes. La fuerza caracterizadora es incisiva y expansiva en la imaginación
lectora. La naturaleza, viva y variada, juega un papel muy relevante con personificaciones audaces
que enriquecen la significación total. La ironía, la hipérbole y las metonimias multiplican la
significación de retratos de individuos siniestros y de lugares medio lunáticos.
3) Los recursos estilísticos se emplean con un acierto total. Una enorme cantidad de
procedimientos retóricos felizmente usados crean un texto muy bello, connotativo, sorprendente
y original. Veamos un ejemplo extraído del cuadro XII, en el que Max expone la teoría del
esperpento:
El robledo, al borde del camino real. JUANA LA REINA está tendida de cara al cielo, y tiene sobre el
pecho una cruz formada por dos ramas verdes. Los pies descalzos y las canillas del color de la cera,
asoman por debajo de la saya como dos cirios. BASTIÁN DE CANDÁS, alcalde pedáneo, pone
guardas a la muerta, y da órdenes con una mano en el aire, como si fuese a bendecir.
EL PEDÁNEO.- Vosotros, rapaces, aquí firmes, sin desviaros del pie de la finada difunta. No habéis
de consentir por cosa del mundo que muevan el cuerpo antes de comparecer el Ministro de la Ley.
Algunas mujerucas aldeanas llegan haldeando. Resplandor de faroles, negrura de mantillas. Viene,
entre ellas, una vieja encorvada que da gritos con el rostro entre las manos. Por veces se deja caer
en tierra abriendo los brazos, y declama las frases rituales de un planto. Es MARICA DEL REINO,
hermana de la difunta.
MARICA DEL REINO.- ¿Dónde estás, Juana? ¡Callaste para siempre! ¡Nuestro Señor te llamó, sin
acordar de los que acá quedamos! ¿Dónde estás, Juana? ¿Dónde finaste, hermana mía?
UNA MOZA.- ¡Conformidad, tía Marica!
TÍA MARICA, ayudada por las mujeres y cubierta con el manteo, camina encorvada. Cuando llega al
pie de la difunta, se abraza con ella.
MARICA DEL REINO.- ¡Ay Juana, hermana mía, qué blanca estás! ¡Ya no me miran tus ojos! ¡Ya esa
boca no tiene palabras para esta tu hermana que lo es! ¡Ya no volverás a detenerte en mi puerta
para catar los bollos del pote! ¡Cegabas por ellos! ¡Inda esta segunda feria los merendamos juntas!
¡Qué bien te sabían con unto y con nebodas!
Después del planto, queda recogida sobre las rodillas, gimiendo monótonamente. Las mujeres se
sientan en torno, refiriendo azares de los caminos, casos de muertes repentinas, cuentos de almas
en pena. Y cuando decae el interés de aquellas historias, renueva su planto MARICA DEL REINO.
Atravesando la robleda, llega el matrimonio de los GAILOS. La mujer, echada sobre los hombros la
mantilla; y el marido, con capa larga y bastón señoril de dorada contera y muleta de hueso. La
hermana, viéndolos llegar, se alza en las rodillas y abre los brazos en dramática expresión.
MARICA DEL REINO.- ¡Tarde vos dieron el aviso! Yo llevo aquí el más del día, casi que estoy tullida
de la friura de la tierra.
PEDRO GAILO.- El hombre que tiene cargo no dispone de sí, Marica. Y ¿cómo fue que aconteció
esta incumbencia?
MARICA DEL REINO.- ¿Y a mí me lo preguntas? ¡Vírate para la difunta, que ella solamente puede
darte la respuesta!
PEDRO GAILO.- ¡Difunta, hermana mía, mucho te tiraba el andar por caminos, y andando por ellos
topaste la muerte!
MARICA DEL REINO.- ¡Las mismas consideraciones le tengo hechas! ¡Dios nos ampare!
EL SACRISTÁN, limpiándose los ojos, donde el estrabismo parece acentuarse, se acerca al dornajo
del idiota.
PEDRO GAILO.- ¡Ya eres huérfano, y no puedes considerarlo, Laureano! ¡Tu madre, la hermana
mía, es finada, y no puedes considerarlo, Laureano! ¡Por padre tuyo putativo me ofrezco!
MARI-GAILA tiene el gesto de desenfado y una luz provocativa en los ojos parleros. La otra tuerce
la cabeza mostrando desdén.
MARICA DEL REINO.- A mi hermano, que lo es, me refería.
PEDRO GAILO.- Poco tiene que esclarecer. Para mí, la difunta bebió alguna agua corrompida, y eso
la mató. Es probado que los sulfatos de las viñas emponzoñan las aguas y producen muertes.
EL PEDÁNEO.- Pues a la muerte la tuve, que la saqué adelante con cocimientos de genciana. Por
cima de siete reales gasté en la botica.
PEDRO GAILO.- Que las hay no tiene duda, y al cuerpo adolecido más pronto lo dañan. Le
corrompen el interior.
MARI-GAILA.- Entre el señorío, tanto mirar mal el aguardiente, y no decir cosa ninguna contra las
aguas.
EL PEDÁNEO.- El señorío mira mal el aguardiente porque se regala con otros resolios.
Por el camino real vese venir al juez, caballero en un rucio de gayas jalmas y anteojeras con
borlones. El alguacil zanquea al flanco, como espolique. Las mujerucas, alzadas sobre las rodillas y
soplándose los dedos, avivan la luciérnaga de sus faroles. Comienza un planto solemne.
MARICA DEL REINO.- ¡Juana, hermana mía, si en el mundo de la verdad topas con mi difunto,
dirásle la ley que le guardé! ¡Dirásle que nunca más quise volver a casar, y que no me faltaron las
buenas proporciones! Ahora soy una vieja, pero me dejó bien lozana. Dirásle que un habanero de
posibles me pretendía, y que jamás le viré cara. ¡Un mozo como un castillo!
MARI-GAILA.- ¡Cuñada, flor de los caminos, ya estás a la vera de Dios Nuestro Señor! ¡Cuñada, que
tantos trabajos pasaste, ya tienes regalo a su mesa! ¡Ya estás en el baile de los ángeles! ¡De hoy
más, tu pan es pan con huevos y canela! ¡Ay cuñada, quién como tú pudiese estar a oír los cuentos
divertidos de San Pedro!
Son evidentes las metáforas (“Cuñada, flor de los caminos”, “ya tienes regalos a su mesa”),
metonimias (“tu pan es pan con huevos y canela”), paralelismos y anáforas (“Dirasle…, dirasle…”),
ironías (“el señorío mira mal el aguardiente porque se regala con otros resolios”), interrogaciones
y exclamaciones retóricas, elipsis, animalizaciones y personificaciones (“¡Una vaca como una
reina!”, “¿Dónde estás, Juana? ¡Callaste para siempre”), etc. Todas estas figuras literarias
contribuyen a la creación de una red de significado muy rica, connotativa y de gran expansión
imaginativa. Los onomatopeyas, en boca del idiota, del perro y del macho cabrío (especialmente
“Jujurujú”, son de gran expresividad). El acierto estilístico de Valle-Inclán es, efectivamente,
indiscutible.
La casa de los Gailos. En la cocina, terreña y a teja vana, ahuma el pabilo sainoso del candil, y las
gallinas se acogen bajo la piedra morna de las llares. SIMONIÑA, dando cabezones tras un cañizo,
soltábase los refajos para dormir, y el sacristán bajaba del sobrado, descalzo y cubierto con una
sotana vieja. En una mano trae negro cuchillo carnicero, y en la otra un pichel. Hablando con su
sombra se sienta a canto de la piedra larera.
PEDRO GAILO.- ¡He de vengar mi honra! ¡Me cumple procurar por ella! ¡Es la mujer la perdición
del hombre! ¡Ave María; si así no fuera, quedaban por cumplir las Escrituras! ¡De la mujer se revira
la serpiente! ¡Vaya si se revira! ¡La serpiente de las siete cabezas!
SIMONIÑA.- ¡Borrachón!
PEDRO GAILO.- ¡Toda la noche a la faena!… ¡Para vengar mi honra! ¡Para procurar por ella! ¡Ya va
dando los filos! ¡Es mi suerte que me pierda! ¡Sin padre y sin madre te vas a encontrar, Simoniña!
¡Considera! ¡Mira cómo el cuchillo da los filos! ¡Tiene lumbres de centellón! Y tú, tan nueva, ¿qué
harás en este valle de lágrimas? ¡Ay Simoniña, el fuero de honra sin padre te deja!
SIMONIÑA.- ¡Calle, mi padre, que toda la sangre se me hiela! ¡Levantáronle la cabeza con cuentos!
¡Ay, qué almas tan negras!
PEDRO GAILO.- La mujer que se desgarra del marido, ¿qué pide? Y los malos ejemplos, ¿qué
piden? ¡Cuchillo! ¡Cuchillo! ¡Cuchillo!
PEDRO GAILO.- ¡Está escrito! ¡Mujer, pagarás tu vilipendio con la cabeza rebanada!… Te quedas
huérfana, y lo mereces por rebelde. No me da ningún dolor de tu orfandad. Pues a lo mío. ¡Mira
cómo el cuchillo reluce!
PEDRO GAILO.- ¡Su culpa tú no la ves! ¡Cacheas por ella, y no la ves! ¿Y ves el viento que levanta
las tejas? ¡Tu madre tiene sentencia de muerte!
SIMONIÑA.- ¡Ay mi padrecito, esperemos que Dios se la mande! Usted no se cubra las manos de
sangre. ¡Mire que habrá de verlas siempre manchadas! ¿Y quién nos dice que mi madre no
volverá? PEDRO GAILO.- ¡Oveja que descarría, clamará en cortaduría! No te pongas de por medio,
Simoniña. ¡Desapártate! ¡Déjame que prenda de los pericos a esa mala mujer! ¡He de arrastrarla
por la cocina! ¡Berrea, gran adúltera! Llevarás una piedra entre los dientes, como los puercos.
PEDRO GAILO.- ¡Calla, rebelde! ¿Por qué abriste la puerta para que se esvaneciese? Enterrada al
pie del hogar, nunca descubierta sería…
Del conjunto de esta breve exposición, se evidencia muy bien que, con Divinas palabras, estamos
ante una obra estilísticamente densa, feliz y de gran eficacia artística.
Ramón María del Valle-Inclán (Vilanova de Arousa, 1866 – Santiago de Compostela, 1936) es uno
de los más destacados escritores españoles del Modernismo y de la Generación del 98. Su creación
literaria abarca la narrativa, la lírica y el teatro, género este donde alcanzó cotas de gran calidad y
originalidad. Su prosa preciosista, a veces exótica, a veces retoricista, lo acerca a la corriente
modernista, que Rubén Darío había traído a España a principios del siglo XX; lo mismo ocurre con
los temas, que avanzan del estudio de personajes y ambientes decadentes, aislados, rurales,
donde la trama descansa en escaramuzas sentimentales del Marqués de Bradomín, a una
observación aguda y acerada de la realidad social y política española de las primeras décadas del
siglo XX. Posteriormente, evoluciona hacia un estilo más depurado y temas de contenido actual,
social y cultural.
Supo encontrar un camino artístico propio en el que confluyen una mirada crítica y satírica de la
realidad social con la creación de personajes grotescos y desfigurados. Los hace hablar y actuar
con una gran precisión y desaliento: siguen causas perdidas, hacen cuestión de honor de asuntos
menores, etc. El manejo del lenguaje, conviene insistir, es magistral; alcanza una gran originalidad
con su combinación de registros y niveles, con una expresión concisa y sintética, pero de gran
poder evocador. Por todo ello, estamos ante uno de los grandes escritores del siglo XX español.
8. Interpretación de la obra
Divinas palabras nos ofrece una reflexión satírica, irónica y amarga sobre la España rural, versión
gallega, de la década de 1910. Frente a la anécdota sangrienta y triste de la vida cotidiana de la
trama (fallece una mujer andariega que se gana la vida exhibiendo a un hijo discapacitado por las
ferias), se levanta una contemplación muy crítica de la situación social y política de la época.
Valle-Inclán nos recuerda que existe: el engaño y la trampa como medio de subsistencia de gente
pícara y ambulante, la terrible inmoralidad desesperada de los que tratan de ganar dinero a costa
de un pobre hombre idiota, la concupiscencia descontrolada de algunos individuos, mezclado con
la venganza y el rencor, etc. Al lado, vemos hermanos (los Gailo) que se odian, un padre que
amaga con abusar de su hija, una esposa que abandona a su marido e hija para entregarse a la
vida despreocupada, etc. La Tatula, que parecía un personaje denso y, aparentemente bondadoso,
resulta una mujer taimada, astuta y malvada. Miguelín el padronés embriaga al idiota hasta que
muere. Luego se vengará de Séptimo Miau, pero pagando las consecuencias Mari-Gaila. No hay
piedad, solo egoísmo y dolor, producto de la ignorancia embrutecida y la falta de horizontes. Al
pobre idiota los cerdos le comen la cara y las manos: acto máximo de crueldad repugnante de la
que todos, sin excepción, son culpables.
La pieza resulta, pues, amarga y desesperanzada. Más que Divinas palabras, título a todas luces
irónico, debería haberse titulado “Amargas y absurdas palabras”, pues nadie sabe lo que
significan, aunque las temen y por eso se muestran repentinamente sumisos. El subtítulo,
“Tragicomedia de aldea” proporciona claves interpretativas de primer orden: estamos ante lances
risibles y absurdos de desenlace trágico; la ubicación de la acción, en la “aldea”, indica que en
cualquier lugar, incluso en los más remotos e incomunicados, la vida ofrece sus dosis de dolor y
amargura a sus habitantes, que lo aceptan con resignación mítica y fatalista. La visión
terriblemente pesimista de Valle-Inclán sobre la Galicia rural, milagrera y absurda, también tiene
que ver con su situación personal: penurias económicas, falta de reconocimiento literario, etc. Si
observamos el final, podemos apreciar su completo absurdo: el populacho veja a Mari-Gaila, pero
todos reculan ante las palabras latinas, de un texto religioso, que nadie entiende. El temor a un
castigo divino les hace cambiar de humor, aunque la causa es insustancial. La entrada a la iglesia
de Pedro Gailo y su mujer, desnuda, es un espectáculo grotesco y absurdo. ¿Allí encontrará ella su
perdón y él alivio a su comezón por verse deshonrado?
Evidentemente, todo en la obra resulta exagerado, aunque con mucha sutileza. Si Galicia fuera eso
a la altura de 1910, ahí no se podría vivir y las cosas hubieran ido mucho peor de lo que fueron. El
esperpento, aquí ya casi desarrollado, exagera, deforma, ridiculiza, guiñoliza y trata como a un
guiñapo a las personas y a la sociedad en la que viven. Es como un aldabonazo a la conciencia
lectora, que no puede permanecer impasible y se le pide una reacción para enderezar el rumbo de
una sociedad egoísta y moralmente deficitaria. En este sentido, su eficacia artística y su vigencia
literaria se mantienen totalmente, y eso es lo que justifica su valoración de clásico moderno.
9. Valoración
Divinas palabras es una profunda y magnífica pieza tragicómica que nos introduce en una época
agitada de la historia de España. La lectura provoca una sensación agridulce de pena, dolor y rabia.
Los personajes son patéticos, realizan acciones poco justificadas, guiados por la desesperación o
por el egoísmo. Por otro lado, se expresan con una frescura y una propiedad asombrosas, lo que
contribuye a una intelección significativa y fluida.
Desde luego, el acercamiento a esta magnífica pieza deja una memoria indeleble sobre Pedro
Gailo y Mari-Gaila, sobre Séptimo Miau y otros. Su complemento es un paseo por la historia más
dura de la España de las dos primeras décadas del siglo XX. Esto es justamente lo que hace que
Divinas palabras pertenezca a la categoría de los clásicos: una lección de arte literario plena y
significativa que nos hace disfrutar y nos obliga a reflexionar sobre nuestra historia y nuestra alma,
incluso aunque sea doloroso.