CLÍNICA DE LA TRANSFERENCIA - Quesada

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Facultad de Psicología - UBA

Psicoanálisis: Freud - Cátedra II


Titular: Dr. Juan Carlos Cosentino

Trabajo presentado en el Curso de Posgrado “Estructura y sujeto: análisis de la transferencia”, 1999

CLÍNICA DE LA TRANSFERENCIA

Silvia Quesada

Intentaré en este escrito señalar tanto los problemas clínicos que en relación a la
transferencia se presentan en un análisis como su particular articulación con una necesaria
dimensión ética. En este sentido Lacan en el Seminario VII reconoce que no es posible
pensar una clínica analítica, en tanto esta se constituye a partir de la noción de sujeto, que
no sea una clínica desde el punto de vista ético.

Vale en este sentido recordar que en el Seminario XVII, Lacan plantea la adecuación
de la ética al discurso, ya que este se presenta como la forma por antonomasia del lazo
social. La ética deviene así ética implícita en cada uno de ellos, razón por la que Lacan
propone en el Seminario VII una ética del psicoanálisis, no del psicoanalista, una ética en
suma de ese discurso

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Sólo es posible definir y juzgar en ese marco la ética del acto, en el que la posición
del analista cobra la particular dimensión que Lacan señala como paradigmática en
referencia a la Antígona de Sófocles, donde el héroe trágico se sitúa de algún modo fuera de
los límites “arrancado de la escena en algún punto”.

Otra referencia central del Seminario VII es la Etica a Nicómaco, particularmente su


libro VII, que da cuenta de la necesidad común a la ética Aristotélica y Platónica de
establecer un orden, (ethos), punto a partir del cual Lacan se preguntará (con Aristóteles)
¿como es posible que en el sujeto pueda darse una adecuación tal que lo haga entrar en ese
orden y someterse a él? Desde la lógica aristotélica ese orden se unifica en un “soberano
bien”, como lugar de reunión posible de lo particular con lo universal. Pero aún Aristóteles
se encuentra con el enigma que le plantan las pasiones humanas, aquellas privativas a los
seres parlantes, y se cuestiona entonces sobre la intemperancia, ¿como es posible que en los
seres humanos las inclinaciones carezcan de adecuación y medida?

Volvemos desde aquí a la lógica del deseo, y su estatuto para el psicoanálisis en


tanto se constituye como deseo del Otro.

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Vale recordar que ya en el Proyecto y en el cap. VII de La interpretación de lo
sueños el deseo se sitúa como resto de una operación denominada “vivencia de
satisfacción”, sometiendo al aparato a un andar desdichado, que Freud establece como
“identidad de percepción” y que no es más que fallido intento de recuperación, que soporta
la paradoja de poner en funcionamiento el inconciente en tanto es desde allí que éste sólo
puede desear, alucinar. Dirá Freud “sólo un deseo y ninguna otra cosa es capaz de poner en
funcionamiento el aparato”.

En el origen mismo del mito trágico es posible rastrear el escenario y puesta en


escena del deseo como deseo del Otro. El mito se constituye en un saber en el lugar de la
verdad, ya que vela, pero al mismo tiempo señala este saber en relación a la verdad.

Cuestiones estas que se encuentran en la génesis misma de la tragedia dirá


Nietzsche: “los griegos y la obra de arte del pesimismo”, ¿como es esto? Los griegos, la
raza más bella, la mejor avenida con la vida, precisamente ellos tuvieron la necesidad de la
tragedia, y más aún del arte, ¿cuál será la razón de ello? Y prosigue ¿es que habrá un
pesimismo de los fuertes?, ¿una inclinación a la dureza y al horror?, a la incertidumbre
producida por un exceso de vida? ¿que significa sino el surgimiento del mito trágico?

Podríamos esbozar una respuesta desde El porvenir de una ilusión o desde El


malestar en la cultura. Recordemos por otra parte que para Lacan la tragedia es el
paradigma del funcionamiento del deseo en el ser humano.

Volvamos al punto central, valorado por Aristóteles, la tragedia en tanto relato


despliega la enseñanza del caso por caso. No del universal (ideal platónico), de este modo
nos dibuja el comienzo, desarrollo y desenlace de un conflicto subjetivo, es precisamente
desde allí que se alejan Aristóteles y Platón en tanto éste suponía no válida la enseñanza de
la tragedia, ya que se constituía como un saber sobre lo particular y atendiendo a que el
bien por definición es "bien" si es sobre el universal.

Lacan, en distintos momentos de su obra, aborda la crítica del "Soberano Bien"


platónico, en el Seminario VII, retoma esa crítica en relación a la noción de das Ding y dice
"no hay soberano bien”, ya que "la cosa", deviene irremediablemente perdida. Ese das
Ding, como extranjero, es aquello en torno a lo cual se organiza todo el andar del sujeto.
Sin duda dirá Lacan: " es un andar de control, de referencia, ¿en relación a qué?, al mundo
de sus deseos".

Debemos abstenernos, nos alerta Lacan, de desear el bien del sujeto; esta dura
prevención implícita al ideal médico dio lugar a distintas controversias en relación a la
posición del analista, ¿cómo debe jugarse la famosa neutralidad? El planteo de Lacan es
claro: "la cura será por añadidura", tal propuesta, se prestó a toda suerte de tergiversaciones
y equívocos. La problemática esencial que Lacan plantea estriba en no poner la cura como
objetivo o meta, esto quiere decir cuando dice, por añadidura. No es deseable que el
analista diseñe como objetivo de su posición obtener una cura. Tal juego no va a poder
resolverlo, sin quedar atrapado en la problemática de los ideales del yo; Lacan dice,
dejemos esto que nos fascina tanto, como en espera, y diseñemos como objetivo y meta,

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abrir un campo vinculado con la verdad, sabemos lo problemático del estatuto de esta
verdad, verdad liberadora como lo planteará en el Seminario VII.

Cambiar la posición del sujeto, pero no en relación a ningún bien, sino en relación a
la verdad. El planteo que vértebra esta cuestión, consiste en que no necesariamente verdad
y bien coinciden, (ilusión del saber griego), podemos proponer al sujeto avanzar en el
derrotero señalado por su decir dentro del dispositivo analítico y el efecto subjetivo de tal
travesía no ser necesariamente el acceso al ansiado bienestar.

Planteo esencial al discurso freudiano, inclusive en su primera clínica, que introduce


esta dimensión del síntoma, del padecimiento humano, y su vinculación con la verdad;
estatuto lógico de la misma que quiebra la dicotomía verdadero-falso, en tanto se le revela
al sujeto bajo la forma de un Wunsch imperioso.

Verdad que desde la lógica del funcionamiento del inconciente debemos pensarla en
su anudamiento con lo real; y justamente lo que rompe esa dicotomía verdadero-falso de la
lógica simbólica, es ese estatuto de certeza que la verdad misma conlleva y que se
corresponde con otra lógica, que es la de lo real.

De ahí la importancia fundamental que adquiere la noción de objeto a, en la clínica,


porque es por la teoría del objeto a y como este funciona en la transferencia que se rompe el
par dialéctico verdadero-falso. Si en el inconciente sólo hubiera significantes nos
encontraríamos con la cuestión de la mentira y por esa vía con el deseo como interminable.
El paso parece darse en relación a aquello que podemos rastrear en el segundo Freud y que
se manifiesta en una intuición, bajo la forma de una bisagra posible entre deseo y goce.

La técnica del análisis del deseo fracasa, lleva a un punto de detención, tope freudiano de la
castración, punto en la cadena que se revela como la falta de un significante alrededor del que Lacan teoriza la
noción de objeto a.

Freud reconoce la dificultad de conquistar ese significante faltante por el lado del deseo, fracasa,
surge allí la reacción terapéutica negativa, y la enigmática compulsión de repetición como inabordable. El
sueño en general y la pesadilla en particular le dan algunas pistas, estos implican un enigma, como noción
específica de la estructura de lo simbólico.

En la cadena significante tenemos esa célula, constituida por un significante y su falta, ahí se instala
el enigma; y las dos salidas posibles quedan paradigmáticamente ejemplificadas en el mito de Edipo.

La esfinge ha aparecido siempre en la literatura psicoanalítica como la figura


cuestionadora por antonomasia, encarna el enigma pero quizás lo que muchas veces se ha
pasado por alto, en esa misma literatura y que Lacan retoma ejemplarmente en el
Seminario X, es la dimensión de goce de la esfinge de Tebas, mitad mujer, mitad animal, y
quien no responde correctamente a su pregunta es devorado.

Edipo acierta la respuesta al enigma, planteado y la esfinge desaparece, (cae bajo la


represión), pero sabemos que retorna bajo la forma de la peste... y otra vez el oráculo, más
esta vez, sabemos el mito da cuenta que la respuesta de Edipo es diferente, y este, que
podemos pensar como el segundo Edipo responde arrancándose un pedazo de su cuerpo,
sus ojos, transformándose el mismo, en mero objeto para el deseo del Otro. A partir del

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mito podemos extraer una enseñanza en relación al psicoanálisis, que nos muestra un nudo
entre lo simbólico y lo real.

Vemos entonces las dos posiciones de Edipo paradigmáticamente ejemplificadas. En


la primera responde con un significante, tomando una dirección hacia -j; en la segunda
responde con una parte de su cuerpo.

Reconsiderando el relato del mito se hace necesario diferenciar pregunta de enigma, el enunciado
expresa una pregunta, pero el enigma se juega a nivel de la enunciación. El enigma causa por estructura un
efecto de imperativo, se debe responder a riesgo de la propia vida (como en Edipo). El enigma se transforma
en pregunta que "ordena" la respuesta, es por lo tanto desde la lógica de lo real que el enigma adquiere su
carácter imperativo.

Retomando ciertos aspectos analizados anteriormente, vale señalar el salto en la


concepción de la clínica, que tiene lugar, cuando comenzamos a conceptualizar el
inconciente, no sólo como una estructura significante, sino en su estatuto real. Estatuto
lógico que orienta la dirección de la cura. En tal sentido, deviene condición de análisis, un
modo particular de transferencia, que implica la "caída del objeto" del lado del analista,
para lo que necesariamente, hay que partir de la concepción de que no todo es significante.
Lacan sostiene al respecto, que para que se produzca un análisis, un discurso analítico, no
es suficiente la transferencia al sujeto supuesto saber, sino el traslado del objeto al campo
del analista. Más vale recordar que si este, está preocupado por los significantes y su lógica,
necesariamente va a obturar dicho pasaje: la propuesta no es sin consecuencias desde el
punto de vista clínico, hay condición analítica, sólo si el objeto cae del lado del analista y el
sujeto del lado del analizante.

Si el objeto cae del lado del analizante es porque el analista hizo de amo,
demarcando un derrotero, provisto con la brújula del Ideal del yo. Freud denotó tal
circunstancia en su aspecto imaginario y sostuvo que era necesario esperar el surgimiento
del amor de transferencia. Lacan dio un paso más, se pregunta por la condición de
producción de ese amor, y nos deja una respuesta: instalación del a en el campo del Otro.
Desde este esquema, todas las fantasías, el amor y el odio advienen a obturar ese lugar.

La transferencia al S s S, es el momento de producción significante, pero el punto


donde se detiene el trabajo analítico, donde en la cadena falta un significante, es el punto de
emergencia del objeto; y dado que se presenta cada vez de un modo particular, único y
singular, requiere una solución vez por vez. Por lo tanto, deducimos que la transferencia al
S s S es lógicamente segunda porque ya es un alivio respecto del objeto a.

En esta dirección debemos pensar la antinomia entre deseo y goce, el acceso al


lenguaje y a esta lógica del deseo implican pérdida de goce; la revelación freudiana al
respecto, consiste en que tal pasaje no se produce sin resto, esta caída bajo la represión y su
retorno, ya no como significantes del deseo reprimido, sino como elemento del campo de lo
real: masoquismo primordial, reacción terapéutica negativa, beneficio primario del síntoma,
en definitiva, irreductible y enigmática repetición en transferencia, que se constituyen en
los topes freudianos puntualizados en Más allá del principio de placer.

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Por lo expresado, resulta crucial tal discriminación entre deseo y goce. Lacan se
basa en este segundo Freud, cuando explicita que hay algo que escapa a su teoría del deseo,
algo que reaparece como dato irreductible en la clínica que define y estructura el
dispositivo analítico.

BIBLIOGRAFIA

1. Lacan, J., El Seminario 17, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Bs.As.,1992.

2. Rabinovich, D., Conf. Etica y psicoanálisis, en El psicoanálisis en el siglo, Córdoba,


1993.

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