Realismo Poetico de Pablo Neruda La Oda A Un Albat
Realismo Poetico de Pablo Neruda La Oda A Un Albat
Realismo Poetico de Pablo Neruda La Oda A Un Albat
LA “ODA A UN ALBATROS” Y
“EL ALBATROS” DE BAUDELAIRE *
1 Hugo Montes señala en la Introducción a una nueva edición de los Veinte poemas de
amor, de 1989, que esa colección de poesía amatoria había alcanzado un millón de ejempla-
res vendidos en 1961; desde entonces hasta fines de la década del 80 esta cantidad se había
duplicado. Ciertamente, entretanto la cifra de dos millones ha sido sobrepasada.
“Realismo poético” de Pablo Neruda 15
que surgen por primera vez en los poemas del tiempo de la guerra civil
española, por ejemplo en el final de “Explico algunas cosas” 2. Esto es tan-
to más notorio porque Neruda antes había escrito casi únicamente versos
largos, como es explicable considerando la lucha expresiva que subyace en
su poesía. Pero ahora él quiere ser comprendido, ahora él quiere “actuar”.
Así obliga a los lectores por medio del quiebre de líneas en sus poemas a
una lectura lenta, que avanza de detalle en detalle. Impresas en líneas ex-
tensas, las “Odas” de Neruda ciertamente no habrían requerido tanto espa-
cio, como yo digo. Pero ni aun así habrían sido menos en cantidad y signi-
ficación que las poesías políticas.
Como ejemplo ilustrativo de cómo esto se da en las Odas elementales
puede tomarse la “Oda a un albatros viajero” (Tercer libro de las odas) (en
vez de la “Oda a la gaviota” que ya he comentado en mi libro). Es lo que
hago ahora. Como se trata de un poema dedicado al albatros, se ofrece una
comparación con el “Albatros” de Baudelaire. En lo que sigue quiero decir
algo al respecto, pero al mismo tiempo subrayar que esta comparación no
puede ser considerada como un estudio de fuentes. Ciertamente, Neruda,
que conocía Las flores del mal, leyó el poema, pero es igualmente cierto
que su oda acerca del albatros viajero no es una réplica a Baudelaire. Salvo
pocas excepciones en su obra juvenil, Neruda no fue incentivado en su
producción por modelos literarios. Es un signo ininterrumpido de su obra
el que ella no es “literatura de literatura”, sino “literatura de la realidad”.
Neruda leyó mucho y, como tantas otras cosas, también coleccionó libros.
Conocía especialmente la poesía francesa, y por supuesto también a los
grandes españoles de antaño y ahora. No ocultó su particular deuda poética
con Walt Whitmann, Lautréamont y Rimbaud, pero cuando él mismo es-
cribía fue más bien lo visto, observado y experimentado que lo leído su
fuente de inspiración. Quizás pueda decirse: es precisamente eso lo que
justifica llamarlo un “realista poético”.
La “Oda a un albatros viajero” –Erich Arendt la llama “Oda a un albatros
en gran vuelo viajero”– no debe ser tan conocida como para no transcribir
el texto. Yo cito este poema de más de cuatro páginas en la edición del año
2 Me refiero a la reiterada repetición de la frase “Venid a ver la sangre por las calles” en
diferentes tipos de líneas. Si bien esta misma técnica se encuentra solo a veces en las Odas,
el principio de la línea breve caracteriza a ésta sin excepción.
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1956 con algunas omisiones: quien lo desee puede leerlo in extenso (En mi
edición de las Obras Completas en un tomo, publicada en 1957 en Losada,
pp. 1293-1297). No parece indispensable, por ser tan conocido, poner el
texto del poema del albatros de Baudelaire en el original. Se encuentra en
segundo lugar de las Flores del mal.
Un gran albatros
gris
murió aquel día.
Aquí cayó
en las húmedas
arenas.
En este
mes
opaco, en
este día
de otoño plateado
y lloviznero,
parecido
a una red
con peces fríos
y agua
de mar.
Aquí
cayó
muriendo
el ave magna.
Era
en la muerte
como una cruz negra.
De punta a punta de ala
tres metros de plumaje
y la cabeza curva
como un gancho
con los ojos ciclónicos
cerrados.
“Realismo poético” de Pablo Neruda 17
Allí el poeta pide excusas al ave porque ninguna estatua lo celebra como
héroe, ya que hay sólo estatuas humanas:
Si,
no esperes,
dije,
al rey del viento,
al ave de los mares,
no esperes
un túmulo
erigido
a tu pobreza,
y mientras
tétricos ciudadanos
congregados en torno a tus despojos
te arrancaban
una pluma, es decir,
un pétalo, un mensaje
huracanado,
yo me alejé
para que,
por lo menos,
tu recuerdo,
sin piedra, sin estatua,
en estos versos vuele
por vez postrera contra
la distancia
y quede así cerca del mar tu vuelo.
Oh capitán oscuro,
derrotado en mi patria,
ojalá que tus alas
orgullosas
sigan volando sobre
la ola final, la ola de la muerte.
Tal como Neruda había pedido en la “Oda a la gaviota” que ésta “desgra-
ne” en ella una “semilla” para así continuar viviendo, o como en la “Oda al
elefante” (Navegaciones y regresos) le pide a éste perdón por no haber
intervenido cuando fue apresado y por eso le dedica una oda, así ahora la
“Oda al albatros” debía hacer las veces de un monumento.
Nos enfrentamos, pues, con la poesía de un amante de la naturaleza que
se esfuerza por aprehender su amor o admiración en la palabra y este “apre-
hender” tiene en primer lugar carácter de participación: un día de octubre
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natatoria del ave que desciende sobre las olas “como un cofre”. Todo esto
corresponde a los datos de nuestro Kosmos-Vogelführer, aunque la dicción
de Neruda parece demasiado peculiar para ser llamada “científica”. El
“cofre” (¡un prosaísmo!) se explica, por lo demás, a partir de lo que sigue,
donde se habla de las “secretas alhajas” que este guarda en sí. Aquí termina
el “realismo” y empieza la poesía.
Esto es tanto más evidente cuanto, si seguimos leyendo, este cofre “ba-
lanceado por las solitarias espumas”, lo cual es posible, al mismo tiempo
actúa “como una profecía / muda /en el movimiento de los salmos”. ¿Qué
tienen que hacer aquí los salmos? Quien conoce a Neruda sabe por expe-
riencia que tales cosas incomprensibles a veces se aclaran con la lectura
siguiente, pero a veces no. Puesto que el programa de la perfecta claridad,
al que el poeta se ha adscrito desde su paso al engagement, para ser com-
prendido por todos, nunca lo cumplió absolutamente. Hasta en sus últimos
poemas se encuentran rastros de la antigua oscuridad y nada es más signi-
ficativo para Neruda que su reconocimiento de que le ha costado un gran
esfuerzo escribir con claridad. Esto tampoco lo logra siempre en nuestro
poema. Así puede considerarse comprensible si se dice del albatros que se
asemeja en su vuelo de continente en continente a un “solo temblor de ala”;
pero, ¿por qué el poeta compara esto con “un ágil /golpe de campana y
pluma”? ¿Cómo llega aquí la campana? ¿Qué podría significar? ¿A dónde
va el vuelo, qué impulsa al albatros a emprender su enorme viaje? ¿Es el
viento, del cual se dice en Arte de pájaros en una inversión paradójica, que
es guiado por el ave?
En alta mar navega el viento
Dirigido por el albatros.
¿Acaso el ave quería probar sus fuerzas en la lucha con el espacio y las
soledades? ¿O lo atrajo una estrella, que Neruda llama por esta razón mag-
nética? No se sabe, dice el poeta. Pero las sugestivas preguntas han cum-
plido su eficacia poética.
Es preciso, pues, como en general en Neruda, no olvidar la palabra
adjetiva “poético”, que debe subordinarse a la palabra sustantiva “realis-
mo”. Solo con este adjetivo tiene sentido hablar del realismo de Neruda. El
mismo se ha expresado al respecto en forma contradictoria. Escribe una
vez en sus Memorias: “...detesto el realismo cuando se trata de poesía”
(Confieso que he vivido, 1974, 395). Sin embargo, en “La verdad”, un poe-
ma de Memorial de Isla Negra, dice que ama igualmente el realismo y el
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¿Quién no escucha ahí al poeta del Cántico de las criaturas, el que alababa
al “hermano sol”, la “hermana luna” y la “hermana agua”, y que podía
conversar con las aves? 4
Termino con un par de observaciones adicionales acerca de la diferen-
cia entre Baudelaire y Neruda, que surgen de la comparación entre los dos
poemas al albatros. El poema de Baudelaire al albatros precede al poema
“Elevación”, en el cual es descrita nuevamente la posición del poeta, sim-
bolizada en el ave escarnecida que tambalea torpemente sobre la cubierta
del barco, como un vuelo por alturas supraterrenales:
infancia –¡Y con qué frecuencia lo hace!– implica también a su poesía. El camino hacia la
poesía de lo cotidiano, emprendido por Neruda en su “poesía de la madurez”, ha sido conti-
nuado sobre todo por Nicanor Parra con sus Antipoemas. Léase su “Manifiesto” con el
refrán “¡Los poetas bajaron del Olimpo!”.
4 No he hablado de la simbología del albatros, que Neruda presentó en su discurso en el
PEN Club, en 1971, como embajador de su país en Nueva York. El texto de ese discurso se
encuentra bajo el título “El albatros asesinado” en Para nacer he nacido, p. 441. Ahí,
Neruda menciona las diversas clases de albatros que hay en Chile y dice que su país tiene la
forma de un albatros “con las alas extendidas” y opina que el delegado del mundo financiero
norteamericano, Mr. Hennesy, mantiene preparada en su papeles comerciales la flecha que
habrá de herir al albatros en el corazón...
“Realismo poético” de Pablo Neruda 25
Si al final de este poema se dice que aquel que es capaz de elevarse a las
más altas cimas, es capaz también de entender “sin esfuerzo/el lenguaje de
las flores y de las cosas mudas” pareciera una anticipación de la íntima
relación con la naturaleza que se expresa en las odas de Neruda. Pero la
impresión engaña. La poesía de Baudelaire no quiere ser “realista”; ella
“descompone lo creado en sus elementos y recrea de los materiales acumu-
lados y sus principios, cuyo origen se encuentra en lo más hondo del alma,
un mundo nuevo; ella produce la percepción de lo nuevo” 5. La naturaleza
es solo un diccionario, dice alguna vez el autor de las Flores del mal 6. El
poeta no puede menos que asumir este vocabulario, pero en realidad solo
lo utiliza para dar forma a una creación de su “imaginación”. Esta se ali-
menta por un lado del horror al materialismo o utilitarismo de los contem-
poráneos, por el otro, de una nostalgia constante y nunca satisfecha de lo
ideal. A esto se agrega el descubrimiento del mal y de lo feo como un
elemento de la lírica.
Esto último también lo encontramos en Neruda. Pero está allí en su
poesía sencillamente porque es un elemento de la realidad. En ninguna otra
parte esto se da tan claramente como en la “Oda a la gaviota”, cuyo ávido
hurgueteo en las sucias aguas del puerto el poeta expresa tanto como la
belleza de su vuelo. La poética de Neruda no es selectiva y no contrapone
a la realidad habitual el cuadro imaginario de un “ideal”, cualquiera sea su
índole; el poeta más bien busca su inspiración en lo más hondo de la reali-
dad misma, para la cual tiene una mirada intuitiva. Es lo que ha llevado a
compararlo con un “volcán” (así, por ejemplo, en Enrique Anderson Imbert
Historia de la literatura hispanoamericana, 1954, II, 189). Las imágenes y
las comparaciones de Neruda parecen, en efecto, emerger con violencia
eruptiva desde lo profundo a la superficie. Hugo Montes habla en su libro
Poesía actual de Chile y España de un “encuentro directo y casi ciego con
el mundo subterráneo del hombre y con las cosas” (1963, 119). Y Anderson
Imbert escribe: “Neruda se zambulle en su mar de sentimientos: sale a res-
pirar junto con nosotros, que lo miramos desde la orilla y cada vez que sube
Epílogo de Les Fleurs du Mal / Die Blumen des Bösen, texto bilingüe francés y alemán,
edición Reclam, 1998, 486.
6 Cito según Kloocke, ibídem.
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7 ¿Es necesario decir que los Cien sonetos de amor, que Neruda escribió en 1959, no
son propiamente sonetos? Solo lo parecen desde el punto de vista óptico o por rasgos de
impresión, y constituyen un homenaje burlesco a Petrarca, pese a que Matilde Urrutia, a
quien están dedicados, no era una Laura, y Neruda era algo bien distinto a un trovador
petrarquista.
“Realismo poético” de Pablo Neruda 27
8 En mi libro sobre Neruda opino que el uso del adjetivo “celeste” con el cual Neruda
designa la estrella que había bajado del cielo (“celeste estrella”), podría también representar
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una alusión al poema “Los pactos celestes” (Canto General, 446 en mi edición). “Los poetas
celestes que Neruda nombra generalizando algo vagamente “gidistas” y “rilkistas” son du-
ramente atacados desde la postura del compromiso social:
No hicisteis nada sino la fuga:
vendisteis hacinado detritus
buscasteis cabellos celestes
plantas cobardes, uñas rotas,
“Belleza pura”, “sortilegio”
etc.
Que la estrella de la oda simboliza algo así como la extravagancia [Verstiegenheit] de la
poesía juvenil –“metafísica cubierta de amapolas” como lo llama en “Explico algunas co-
sas”– se puede desprender quizás también de “Sabor”, donde ya en el comienzo se habla de
las “falsas astrologías”, que dejaron en el poeta un “sabor solitario”. Solo podía tratarse de
ideas o doctrinas que nada tienen que ver con la realidad cotidiana, irrealistas, idealistas o
incluso “metafísicas”.
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RESUMEN / ABSTRACT