El Último Neruda
El Último Neruda
El Último Neruda
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inmvil.
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Introduccin
a Pablo Neruda.
Editorial
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Subercaseaux:
Chile
o una loca
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geografa.
Editorial
Ercilla. Santiago de
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junio
Al final Neruda nos sita en la pensin de la calle Maruri de Santiago en los das de Crepusculario:
ta, / con el mundo abierto, / soy estudiante perdido en el crepsculo, / y subo hasta la sopa de f i d e o s / y bajo hasta la cama y hasta el da siguiente.
Aunque Neruda vaya sumergindose cada vez ms en una buscada
atmsfera de vaguedad, como ya hemos dicho, usando esa propiedad
mgica del lenguaje que es Ja ambigedad, no podr nunca prescindir de matizar las situaciones de indeterminacin con alusiones a lo
concreto. Sin llegar nunca a los atrevimientos sencillistas de un Vallejo, manejar eventualmente con indudable eficacia elementos vulgares, difanamente encajados en el contexto potico que los asume.
La luna en el laberinto se refiere a experiencias ms indefinidas y
mezcladas. Despus de haber hecho recuento de las cosas del mundo,
necesita enumerar sus propias vivencias cada vez de manera ms
insistente. Y sigue rastreando las claves de su propia existencia en
lo lejano. La cancin de la fiesta, poema con el que obtuvo el primer premio en el concurso de la Federacin de estudiantes de Chile en
1921 y que se resisti a reeditar durante mucho tiempo, aparece
evocado aqu lo mismo que los Veinte poemas de amor. El poeta
recrea y revive las circunstancias que le impulsaron a escribirlos. Son
los hombres del hombre recordando el ttulo de la novela de Eduardo Barrios los que bullen en el Neruda de hoy, exigiendo ms que pidiendo la palabra en el momento ms inesperado: Pars, Singapur,
Rangn, Ceyln, son etapas de la vida del poeta que resurgen en el
rememorar de La luna en el laberinto. El fuego cruel trae una
vez ms a Espaa al primer plano. La guerra civil se evoca con
no menor ardimiento que en Espaa en el corazn, pero sin improperios. El poema Ay! mi ciudad perdida es un verdadero remanso
en el que se nos hace recorrer el Madrid de los aos treinta, sentido
por Neruda como experto catador de (o sustancial. Los siguientes se
refieren a los tiempos que vinieron despus en Chile, y el poeta se
exalta despertando memorias de luchas y revoluciones en Amrica.
Pero de repente una figura femenina, Josie Bilss, que entra en la
vida de Neruda en la etapa de Birmania, interrumpe estos versos
militantes con su extraa imagen oriental. El mar, la nieve, la luz y,
para terminar, una lrica evocacin de Praga relacionada con un momento de exilio del poeta.
Despus de esto todava Neruda se permite llamar al libro siguiente
El cazador de races, como si asumiera por primera vez este papel. Pero de hecho, un nuevo poema es siempre el primero, y Neru400
Chile.
[9] Rene Mnard: La experiencia potica, Monte Avila Editores, Caracas, 1970, p. 24.
(10) Ernst Fischer: El artista y su poca, Editorial Fundamentos, Madrid, 1972, p. 112,
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preciosa dureza de esmeraldas, gatas, topacios y tantas otras minerales maravillas, decantados e insignes asentamientos de eternidad.
An, ttulo que se comenta solo, de 1971, es un volver a coger
el hilo de los viejos temas despus del relativo parntesis de Fin de
mundo. Los conquistadores ceudos del Canto general vuelven a ca-.
balgar aqu, cada vez ms sombras literarias de s mismos. Indudablemente, la visin de la problemtica que los envuelve se ha hecho ms
objetiva en el Neruda de nuestros das. En otra parte ha mostrado explcitamente su nueva comprensin del hecho histrico de la conquista de las Indias, cuya dimensin pica parece ahora subyugarle. As,
ante la alusin a las espinas que en ella hubo, afirma: Naturalmente
porque era una poca brbara y una poca torrencial y de grandes personalidades y de gran magnitud geogrfica y telrica. Porque la
conquista abarc lo que domin y o que abrum, y lo que desplom
y con lo que se encontr all, con aquella especie d tierra de las
Mil y Una noches; todo eso es un cuento muy largo que sobrepasar
fabulosamente lo de as Mil y Una noches (sic) (14).
Y otra cosa: al mencionar a propsito de los conquistadores a
Centroamrica y las Antillas, solamente extrae de esa regin unas
imgenes fugaces y negativas: pasteles de maz con olor a tumba,
calor de parto, lo cual no se aviene con la exaltacin absoluta que
de ella hace en Cancin de gesta y, por supuesto, en el Canto generalCuba es all el pas de los valles de la dulzura, y Guatemala, la dulce.
Y es que la idea de la impureza como factor inesquivabe en el
mundo va imponindose lenta pero progresivamente en este Neruda
que en An habla nuevamente de ferreteras y paraguas y de la
tierna indigestin de guerrillas de algunos jvenes. Pero no dejar
de aferrarse a su palabra que crece y crece y en la que se funden el
Yo y el Nosotros (Perdn, si cuando quiero/ contar mi vida es
tierra lo que cuento), a la Poesa que le ha incomunicado y le ha
agregado a todos al mismo tiempo: Para mi la dicha fue compartir
cantando, / alabando, imprecando, llorando con mil ojos. / Pido perdn por mi mal comportamiento:/no tuvo utilidad mi gestin en la
tierra. Mas, aunque as sea, ha de cumplir su destino de cantor. El
hombre al que defini en La Barcarola como e que muere muriendo sin muerte, arrastrando inexorablemente su paisaje ntimo,
ha de hablar siempre para sentirse vivo. Si en Estravagario haba
dicho: Ahora me dejen tranquilo,/ahora se acostumbren sin m,
en An acepta definitivamente su inquietud y su lucha: Voy a ro(14)
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CUADERNOS, 287.10
Pero estas ideas navegan hoy con malos vientos. Muchos son los
que enarboian hoy de nuevo en Hispanoamrica carteles antirromnticos sera inadecuado decir banderas. Mala hora para la poesa
que cuenta y canta como la entiende Neruda. Sin nimo de intentar fciles simplificaciones en un panorama tan complejo, no hay duda
que el veto contra la emocin intil y alienante segn algunos empieza a generalizarse. Es parte del viejo legado ultrasta que reverdece
otra vez en cierta medida. La bsqueda en el laberinto de lo ontolgico
y existencia!, sin emocin, lleva a la poesa de pura indagacin. No
hace falta acudir al excepcional ejemplo de Borges. Consideramos
simplemente el cambio producido en un Octavio Paz entre La estacin violenta y los Topoemas,
En fin, las cosas van por otro camino y alguien lo ha dicho con despiadada arrogancia: Isla Negra no es la solucin. Firma este artefacto el hombre / que derrot / al suspiro / el texto es ahora de Neruda y es muy capaz / de encabezar / la decapitacin del
suspirante {19): Nicanor Parra.
Este otro chileno chaplinesco e implacable est haciendo reales
los presagios de Neruda, no tanto por la denuncia sin ambages del
nerudismo como por otros procedimientos ms subrepticios y corrosivos: cotjese cmo muestra Recuerdos de juventud de Poemas
y antipoemas con Walking around (segunda Residencia) y Oda
a la cebolla (Odas elementales). La parodia llega a angustiar.
Parra ha ofrecido la nica alternativa seria frente a las potencias hipnticas del nerudismo, ha escrito Jos Miguel Ibez-Langlois en su estudio preliminar a la antologa de la obra de aqul
publicada recientemente en Espaa (20). En efecto, con Nicanor Parra vuelve el tono menor a la poesa hispanoamericana, pero en esta
ocasin los riesgos del sencillismo no existen gracias a la tremenda
dosis de irona que lo acompaa. Merodean ah, slo merodean, pero
quin lo pensara!, ios manes de Campoamor.
En vano, creemos, ha querido Neruda acomodarse un poco a estos niveles de dialctica irnica en algn momento (recordemos lo
dicho a propsito de Fin de mundo). Estos escarceos no nos parecen estar fundamentados exclusivamente en su propio escepticismo;
muy posiblemente ha querido demostrar a todos que sabe hacer lo
que Parra.
Pero despus de la exhibicin acabar por recoger cuidadosamente los materiales picos desbaratados y los volver a acumular
flagrantemente en nuevas construcciones.
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moderna,
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Barral, Bar-