El Sosiego
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La diferencia entre los lugares sirve para que en ella tenga lugar
la conversación. En la evocación de la distancia se recuerdan las
palabras.
Yo sola: un día.
El problema es el amor.
Escribo en una lengua que se formó sin ver nada de lo que había
en este lado. Hablamos este latín en la selva. En la selva del
jaguar, de la guerrilla, del indio quebrantado, de la secuestrada
y la araña gigantesca. Escribir en español americano es estar
perdido y pedir redobladamente un lugar donde se pueda hablar.
Nuestra lengua no es nuestra región ni es región alguna. No
comporta una declaración de pertenencia: es un testimonio de
exclusión, la huella de la no correspondencia, la prueba de la
continuidad del sueño. En esta lengua declaramos que queremos
hacer una nueva ley y también librarnos de la ley; lamentamos
tener esperanza y saber que no la tenemos. En cada palabra
queremos enriquecernos y encontramos otra vez la muerte,
como el español en América.
Desde el lugar del corazón los ojos lanzan sus rayos de luz, no
de luz sino de piedra. La cabeza sosegada le da ojos al corazón.