El Oboe en La Orquesta
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INDICE
1. INTRODUCCIÓN……………………………………………………………. 3
2. EL OBOE ……………………………………………………………………..4
4. BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………….8
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1. INTRODUCCIÓN
La palabra orquesta procede del griego y significa “lugar para danzar”. Dicho esto,
nos retrotrae alrededor del siglo V cuando las representaciones se llevaban a cabo en
teatros al aire libre (anfiteatros). Al frente del área principal de actuación había un
espacio concreto que estaba destinado para los cantantes e instrumentistas. Este
espacio era llamado orquesta.
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2. EL OBOE
El oboe se encuadra dentro del grupo de instrumentos de doble lengüeta, los cuales
tienen en común una especie de “embocadura” compuesta de dos láminas. Cuando el
aire penetra en la caña, las dos láminas, vibrando, abren y cierran la apertura que se
encuentra entre las dos partes de la caña. Las vibraciones del aire que tienen su origen
en el paso del aire a través de la caña, producen un sonido incisivo, también calificado
como “nasal” (apreciación subjetiva). Este sonido es totalmente dependiente a la
longitud y la forma de las cañas. Han sido necesarios algunos milenios para que, a partir
de una gran diversidad de tipos de instrumentos, el oboe se desarrolle en Europa y
perfeccione hasta adquirir su forma actual.
De manera análoga, también será importante atender a la evolución del oboe desde
su nacimiento (brevemente). Al oboe del Antiguo Egipto le sucedió el aulos de la
Grecia Clásica, instrumento que se prolongó a través de la tibia romana. Después el
chalumeau de los inicios de la Edad Media apareció como el precursor del oboe tal y
como hoy lo conocemos.
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El siglo XVIII, época de transición del Barroco al Pre-Clasicismo, podría decirse que
se desarrolló un tipo muy particular de orquesta que se constituyó como base de lo que
posteriormente se convirtió en orquesta clásica, seguida de la orquesta romántica. El
grupo de cuerdas abarca desde entonces los violines primeros, segundos, violas,
violoncellos y contrabajos; a menudo los contrabajos no forman una voz independiente,
sino que doblan a los violoncellos en la octava inferior. En las obras que se enmarcan
dentro de la música sacra (por ejemplo, las obras de juventud de Mozart, las de Michel
y Joseph Haydn), frecuentemente no suele haber violas, pero desde el principio y en
todos los casos sin excepción, se encuentra como instrumento de viento junto a las
trompas, el oboe. Este instrumento cumplía las exigencias que a nivel tímbrico y
colorístico se requerían en el periodo clásico.
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instrumentación, constatamos que los oboes y las trompas tienen a menudo extensos
acordes en común; sólo tienen pasajes de solistas a imitación de los motivos de las
cuerdas. Investigaciones sobre las óperas de J. Haydn han dejado en evidencia que los
oboístas tocaban también la flauta travesera y en ocasiones sabían incluso tocar el
fagot; la instrumentación de algunas óperas de Haydn escritas en Esterházy nos
muestran tanto las dos partes de oboe como las dos de flauta sin que haya ningún
pasaje en el que los dos instrumentos toquen al mismo tiempo. Además, también es
importante hacer referencia a que en el desarrollo de las diferentes partes de una ópera
los cambios de instrumentación están previstos, y como los papeles de los músicos no
indican separadamente a los flautistas, se puede suponer que los oboístas tocaban
también este instrumento y que en los pasajes en los que era necesario, lo cambiaban.
Sucede, no obstante y ocasionalmente que, para introducir otro timbre algunos oboístas
cambian su instrumento por el corno inglés, que, al contrario de una opinión muy
extendida, ha sido siempre utilizado, incluso en la época clásica. Es cierto que está
raramente presente en las obras orquestales y que está más adoptado en la música
para banda, harmonía y pequeños conjuntos de viento en los cursos iniciales. La gran
abundancia de literatura de música de cámara, -tríos constituidos por dos oboes y corno
inglés- extraordinariamente apreciadas, prueban la presencia constante de este
instrumento. En lo concerniente a la forma de utilizar el corno inglés en la orquesta se
puede citar la encantadora obra de J. Haydn, la Sinfonía nº 22, "El Filósofo".
En las sinfonías y conciertos de la época clásica vienesa aparecen también las
flautas, por parejas, y a menudo con ellas, el fagot. También el clarinete, que se adoptó
entonces, y que no reemplaza al oboe, sino que en sus orígenes le corresponde sobre
todo suplir a la trompeta, cuya técnica complicada no sobrevivió, tanto es así que los
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primeros conciertos para clarinete son más parecidos a los de trompeta de la época, en
cuanto a los pasajes de la parte solista, que a los conciertos de oboe.
En la sinfonía clásica el comportamiento de las voces de la madera ofrece desde
entonces a los compositores múltiples posibilidades de nuevas combinaciones sonoras.
Doblar las voces de los oboes por los fagotes es una práctica frecuente, así como la
reexposición de las partes melódicas del oboe y su desarrollo por el clarinete, la flauta
y el fagot es particularmente rica en colorido. Estas posibilidades de expresión tenían,
sin lugar a dudas, tanto atractivo para los oyentes como para los compositores de esta
época, lo que dio lugar al nacimiento de un género particular, la sinfonía concertante, en
la que sea por instrumentos de viento solamente o por una formación mixta de
instrumentos de cuerda y viento, constituyen un grupo de solistas que "concertar" con
la orquesta.
Las altas exigencias impuestas a los instrumentos solistas nos indican el nivel
de formación de los músicos en esta época. En estas sinfonías concertantes se confía
a la madera unas tareas difíciles que no se encuentran normalmente en otras obras.
Este género no ha quedado sin influencia sobre la forma de tratar el viento en general.
Pronto, tanto si tiene o no ambición de solista, el oboísta tiene que tocar pasajes que,
incluso hoy, no han perdido su dificultad, a pesar de la perfección técnica de nuestros
instrumentos.
La "Sinfonía Concertante para Flauta, Oboe, Trompa, Fagot y Orquesta" que
Mozart compuso en 1778 en París y cuya existencia está demostrada por su
correspondencia, pasa por desaparecida. "Ahora, -dice- voy a componer una sinfonía
concertante para Wendling, flauta; Ramm, oboe; Punts, trompa y Ritter, fagot". En la
Sinfonía Concertante para oboe, clarinete, trompa, fagot y orquesta", los instrumentos
son diferentes. En general la autenticidad de esta obra es dudosa, pero a pesar de todo
no carece de encanto, aunque se halla llena de dificultades para los solistas. En 1792
J. Haydn escribió su "Sinfonía Concertante" para el ciclo de conciertos de Johan Peter
Salomón, en Londres. El concierto tuvo lugar con los siguientes ejecutantes: Salomón
al violín, Menel al violoncello, Harrington al oboe, y Holmes al fagot, junto a la orquesta,
obteniendo las críticas más brillantes. Después de este éxito con unos solistas
prestigiosos, no es extraño que Haydn, Mozart, y también Beethoven, en sus sinfonías
y óperas hayan confiado a los oboes una exposición de solos que pertenecen a lo que
un oboísta debe trabajar esencialmente a lo largo de sus estudios. En los camerinos de
la sala de conciertos, o en el escenario se oye menudo a algún oboísta que trabaja los
pasajes de la obertura de "Cosi fan Tutte" de Mozart.
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4. BIBLIOGRAFÍA