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Historia del Empresarismo en el nororiente de Colombia Tomo 2. Empresas


republicanas de los Generales-Presidente al sur y al norte de Santander.

Book · April 2015


DOI: 10.13140/RG.2.1.2400.7202

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1 author:

Luis Rubén Pérez Pínzon


Autonomous University of Bucaramanga
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Historia del Empresarísmo
1

en el nororiente de Colombia Tomo 2

Luis Rubén Pérez Pinzón


HISTORIA DEL EMPRESARISMO EN EL
NORORIENTE DE COLOMBIA

Tomo 2. Empresas republicanas de


los Generales-Presidentes al sur y al
norte de Santander

Luis Rubén Pérez Pinzón


2

Historia del Empresarismo en el nororiente de Colombia


Tomo 2. Empresas republicanas de los Generales-Presidente al
sur y al norte de Santander.
Luis Rubén Pérez Pinzón

Primera edición
Abril 13 de 2015

La imagen de la portada sobre la provincia de Santander fue tomada de:


COLOMBIA, MINISTERIO DE CULTURA, BIBLIOTECA NACIONAL
DE COLOMBIA. Láminas de la Comisión Corográfica (1850 – 1859). [En
línea]. Bogotá: Biblioteca Nacional de Colombia, 2009. Disponible en:
http://www.bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/exposicionesvirtuales/co
mision_corografica/exhibicion-laminas-primera-parte.html

ISBN 978-958-46-6353-5
Diseño, Edición y Publicación: Luis Rubén Pérez Pinzón
La reproducción total o parcial, en cualquier soporte o plataforma,
sólo se podrá hacer con previa autorización del autor.

Publicado en Colombia.
3

Contenido

Tomo 1 Pág.

1. EMPRESARIOS FUNDADORES
Pacificar la muerte: Orígenes espirituales y materiales de
7
Bucaramanga y su Área Metropolitana

2. EMPRESARIOS ENCOMENDEROS
Prácticas productivas y tecnológicas de los mineros en los 169
Andes nororientales

3. EMPRESARIOS MINEROS
Impacto de las innovaciones tecnológicas y las
transformaciones de la minería colonial neogranadina 239

Tomo 2
4. EMPRESARIOS RESTAURADORES 7
Las empresas políticas de los generales libertadores y el
revisionismo de los linajes dominantes

5. EMPRESARIOS REGENERADORES
La familia Santos y las redes de poder entre las elites militares 43
y agroindustriales al sur de Santander

6. EMPRESARIOS REFORMADORES
263
La familia Ferrero y las redes de poder entre las elites
comerciales al norte de Santander
4

Tomo 3
7. EMPRESARIOS EDITORIALES
Útiles lancasterianos, didácticas pestalozzianas y 7
confesionalismo mediático en los Andes colombo-venezolanos
(1857 – 1957)

8. EMPRESARIOS TABACALEROS
Aportes de la producción agrícola tabacalera de Pamplona a la 308
consolidación de las reformas educativas neogranadinas (1819
– 1837)

9. EMPRESARIOS INSTRUCCIONISTAS
“Instrucción pública” e innovaciones didácticas radicales 367
durante el Estado Soberano de Santander (1857 – 1886)

10. EMPRESARIOS DIGITALES


Innovaciones y mediaciones en la formación de profesionales 407
en ciencias sociales y humanas a partir del uso de las TIC

Tomo 4
11. EMPRESARIOS CIGARREROS
Factorías coloniales, cosecheros parroquiales, empresarios 7
exportadores y mujeres cigarreras en la historia de los cigarros
santandereanos

12. EMPRESARIOS GANADEROS


La feria exposición del socorro y la cebuización del nororiente 210
de Colombia (1914 - 2014)

13. EMPRESARIOS INDUSTRIALES


Los ingenieros físico-mecánicos de Santander y su pertinencia 345
socio-productiva para Colombia
5

Presentación

Empresario y empresariado tienen como raíz común la palabra


Empresa, la cual se asocia con toda forma emprender, y consigo,
apropiarse de retos y compromisos que se asumen como
difíciles, aventurados o riesgosos de alcanzar por la gente
común. El Empresarismo es entendido a su vez como la razón,
espíritu, motivación o convicción político-económica o socio-
cultural que ánima a los empresarios desde el riesgo y la
incertidumbre de éxito a través de sus empresas o al
empresariado a gestionar, invertir, planear, concesionar,
explotar y retornar con maximización de ganancias, el capital de
riesgo que no es presupuestado por las instituciones nacionales,
autorizado por los gobiernos estatales ni invertido por los
negociantes extranjeros o los empresarios tradicionales.
Ese empresarismo (o emprendurismo) que ha caracterizado la
actividad productiva de algunos empresarios y gremios les
permitió reconocer oportunidades de riqueza y transformar ideas
novedosas de negocios riesgosos en procesos productivos
exitosos que generaron cuantiosas ganancias, así como la
adaptación socioeconómica del entorno (o ecosistema
empresarial) a la demanda de materias primas, socios
territoriales, mano de obra e inversionistas externos requeridos
por las empresas en constitución y consolidación. A la par del
beneficio económico esperado y la satisfacción entre asociados,
el liderazgo innovador de los empresarios les permitió lograr el
reconocimiento social, la confianza inversionista, la seguridad
legal y la realización personal asociadas con nuevas formas de
poder económico y alianzas estratégicas con las élites locales.
6

La colección “Historia del Empresarismo en el nororiente de


Colombia” analiza el espíritu empresarial que motivó desde el
siglo XVI a diferentes tipos de empresariado a poblar,
transformar, civilizar e innovar en los territorios que
conformaron los actuales departamentos de Santander, Norte de
Santander, Arauca y sur del Cesar. El tomo 1 “Empresas
Coloniales en las provincias de Pamplona y Girón” describe los
procesos de colonización territorial de las provincias indígenas e
hispánicas neogranadinas al ser fundadas ciudades, villas y
parroquias, y consigo, los procesos de financiación y
subsistencia del colonizador a través de instituciones
económicas como fueron la encomienda y mita minera. El tomo
2 “Empresas republicanas de los Generales-Presidente al sur y
al norte de Santander” analiza las empresas políticas, sociales,
económicas y culturales que emprendieron los Generales
Presidentes de Colombia durante los siglos XIX e inicios del
XX, centrando la atención en la influencia pública y los
intereses privados que defendieron los linajes asociados con los
generales de las familias Mosquera, Bolívar, Santos y Ferrero.
El tomo 3 “Empresas educativas e innovaciones didácticas en
Santander” presenta las inversiones públicas y privadas que las
instituciones públicas y los empresarios importadores hicieron
en el fomento y uso de los útiles escolares o los elementos
didácticos que caracterizaron el lancasterianismo republicano, el
pestalozzianismo radical, el confesionalismo mediático de la
regeneración y los retos contemporáneos de las ciencias
sociales. Finalmente, el tomo 4 “Empresas agroindustriales:
Oficios y profesiones del “Gran Santander” revisa el
protagonismo inversionista y las innovaciones productivas
promovidas por los empresarios asociados con la producción de
cigarros finos, ganados bovinos y productos industriales del
actual Santander.
7

4. EMPRESARIOS RESTAURADORES
LAS EMPRESAS POLÍTICAS DE LOS GENERALES
LIBERTADORES Y EL REVISIONISMO DE LOS LINAJES
DOMINANTES1

"El único medio de gobernar en


América es la influencia personal.
Nada valen las leyes a los ojos de
nuestros pueblos que no saben lo que
ellas significan" (S. Bolívar a Buchet-
Martigny, 1826)2

INTRODUCCIÓN. Una de las pretensiones de la historia


política de Colombia ha sido identificar los procesos de
construcción del Estado-Nación para contribuir a la compren-
sión del proyecto adoptado por los militares, abogados y
eclesiásticos republicanos desde 1810. Esa exigencia implica el

1
Texto publicado originalmente como:
Luis Rubén Pérez Pinzón. Conmemorar la muerte: El papel de las
personalidades históricas en la construcción del Estado Nacional
Neogranadino. En: Memorias Revista Anual de la Escuela de Historia de la
Universidad Industrial de Santander (UIS). Bucaramanga. Dic, 2005. Vol. 2.
ISSN 1794-1881. P. 177-196. El texto que se presenta es un fragmento del
redactado y presentado como trabajo final para el curso “Historia de
Colombia I” de la Maestría en Historia de la UIS, a cargo del Dr. Jairo
Gutiérrez Ramos.
2
Entrevista de Bolívar con Buchet-Martigny (Agente Comercial de Francia
en Colombia) en Bogotá a 20 noviembre 1826, en: VILLANUEVA, Carlos.
El Imperio de los Andes. París, 1913. p 282-284. Citado por BUSANICHE,
J. Op. Cit. P. 232-233
8

estudio y reconocimiento de los procesos de construcción


institucional y del papel que los políticos tuvieron en la
concepción, ejecución, defensa y realización del destino
nacional. Los principios de la construcción republicana se
basaron en los argumentos de los ideólogos y caudillos
vencedores al no ser posible que existan partidos sin grandes
hombres ni grandes hombres sin posiciones de partido.
Desde 1810 el papel de los caudillos, los gobernantes y los
dirigentes políticos de la República se centró en el
reconocimiento de la sociedad emancipada como una nación
regida por un estado en el cual debía primar la democracia y el
orden legal soportado en la soberanía popular, resultante de la
unificación representativa, legal y militar de territorios,
sociedades y ethos provinciales que estaban concentrados en
torno a las instituciones monárquicas españolas.
Con ese proceso se pretendía el reconocimiento de la totalidad
estatal como una invención necesaria, construida por y para
todos, aunado al reconocimiento de la individualidad como una
realidad propiciadora de libertad, orden, progreso y civilización
al ser defendida desde la colectividad nacional. Así, el estado-
nación fue asumido y legitimado como un orden necesario al
darse la transferencia de la soberanía popular depositada en el
monarca a las instituciones y poderes republicanos.
Los gobernantes ‘criollos’ que se hicieron responsables de
reestablecer o preservar ese orden fueron reconocidos como los
"padres [fundadores] de la Patria". Sin embargo, al ser en su
mayoría heroicos y temidos Generales ‘insurgentes’ debieron
justificar sus decisiones para el “bien general” haciéndose
elegir por una mayoría calificada de ‘ciudadanos’, quienes a su
vez les delegaron la responsabilidad de apropiarse y hacer
9

efectiva la transferencia del poder individual del Monarca


español al no tener la capacidad burocrática ni militar para
seguir siendo el "Padre Rey" de sus vasallos americanos.
Esta reflexión identifica el proceso de reconocimiento,
aceptación glorificación de Simón Bolívar como una
"institución" individual, social, política y cultural considerada
como imprescindible para reestablecer, defender y proyectar el
orden estatal ideado para la Nueva Granada [Colombia] por los
diputados y constituyentes de la Primera República (1810-
1816)3. Para tal fin, se describen las virtudes, acciones y
principios del héroe libertador como los del hacendado, el
mercenario y el general masón considerados dignos de imitar,
preservar y perpetuar en la memoria de los neogranadinos por
los generales que le sustituyeron en el poder como Generales y
Caudillos provinciales, Generales en jefe, Presidentes electos o
Generales salvadores del país en los momentos de guerra civil o
anarquía partidista.
A la par de las monumentales antologías y representaciones
históricas que se han hecho del “Libertador” desde la
perspectiva del “hombre de las dificultades” se propone una
mirada alternativa y paralela al proceso de consolidación del
Estado-Nación cuyo referente tradicional ha sido la
historiografía nacionalista centrada en los medios de

3
Es importante recordar que en el discurso triunfal del candidato presidencial
Álvaro Uribe Vélez del 26 de mayo de 2002 se hizo énfasis en el nombre, los
pensamientos y la figura de Bolívar para convocar alrededor del nuevo
régimen a los caudillos unificadores del país durante los siglos XIX y XX.
Intencionalidad sumada al cambiante espíritu bolivariano, régimen
constitucional y “revolución bolivariana” del presidente venezolano Hugo
Chávez o expresiones estéticas como la película colombiana "Bolívar Soy
Yo".
10

comunicación oficial, las organizaciones de formación pública,


las instituciones de difusión estatal, los procedimientos
simbólicos o los movimientos sociopolíticos en torno a un
ideario común (centralista o federalista) etc.
Mirada que redimensiona la importancia de la lectura obligada y
dialéctica que se debe hacer procesos estatales desde las fuentes
históricas de carácter crónico-narrativo compiladas o
compuestas por los primeros “padres de la Patria” [Generales
libertadores] en beneficio de las individualidades político-
militares que fundaron y estructuraron las instituciones
colombianas [Generales presidentes]. De tal modo, desde el
discurso de las personalidades históricas y las narraciones
autobiográficas de lo acontecido se reconoce el papel
ideológico, político-administrativo y ético de las subjetividades
legendarias en la construcción, implementación y preservación
de los modelos de Estado y de Nación que han dado sentido al
ser colombiano desde 18104.

4.1 SIMÓN BOLÍVAR SEGÚN LOS GENERALES–


PRESIDENTES
¿Por qué Simón Bolívar? “El Libertador de América” no ha
muerto, pervive en la memoria de los historiadores como
inmortal. Su muerte no fue el fin sino tan sólo el principio de su

4
Para profundizar en los temas, fundamentos y concepciones que dieron
origen al ser colombiano como a la institucionalidad republicana ver: PÉREZ
PINZÓN, Luis Rubén. Historiar la muerte: II Representaciones sociopolíticas
sobre el “buen morir por la patria” entre los revolucionarios de Colombia.
Bucaramanga: Ediciones UIS, 2013. 382 p.
11

gloria e inmortalidad entre los "hijos" de las patrias por él


fundadas.
S. Bolívar fue y sigue siendo considerado por la historia
tradicional y por los dirigentes legales (Países Bolivarianos) e
ilegales (Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar) de Colombia
como el Padre de la Patria. Fue el “padre” de los militares del
país al ser el creador y organizador del ejército popular, regular,
profesional y nacional que logró la libertad definitiva y
garantizó la soberanía territorial de la República. Siendo el
soldado de todos los soldados se constituyó en el Caudillo de
Caudillos (el "Supercaudillo”5) y en el General en Jefe de los
generales nacionales, provinciales y extranjeros que le
acompañaron o apoyaron militarmente en sus campañas
libertadoras y restauradoras del constitucionalismo republicano
a lo largo de Sudamérica.
Por su condición de primer y máximo magistrado de la
República restaurada, S. Bolívar fue el “padre” de las
Instituciones político-administrativas del país al ser acatado y
obedecido desde condición de ideólogo, protector, legislador y
constructor del Estado-Nación que requería la república
continental proyectada desde 1815. Así mismo fue el Ciudadano
de Ciudadanos y el Ciudadano Libertador en quién se depositó
la administración y defensa del Estado, la preservación de las
instituciones existentes, así como la selección, nombramiento y
gobierno de ciudadanos letrados con los cuales se conformó la
burocracia necesaria para dar cumplimiento a la leyes y la
institucionalidad constitucional de la confederación provincial.

5
LYNCH, John. Bolívar y los Caudillos. En: MEJÍA PAVONY, Germán
Rodrigo, LAROSA, Michael y NIETO OLARTE, Mauricio (Comp.).
Colombia en el Siglo XIX. Santafé de Bogotá: Planeta, 1999. P. 154
12

Esa multiplicidad de funciones conllevó a que fuese a su vez el


“padre” de las facciones, bandos y partidos políticos que se
organizaron en el país. Siendo General y Presidente de todos los
colombianos manifestó y demostró abiertamente su oposición a
toda forma de legislación, gobierno u organización sociopolítica
federalista [o seudo-estadounidense] que se apartara de los
postulados centralistas, nacionalistas y tradicionalistas. Para
restaurar el orden constitucional republicano impuesto desde
1810 se necesitaba obediencia ciega al modelo de Estado
concebido por los Generales libertadores, legisladores y
patriarcas para preservar el orden interprovincial soberano.
Y de ser necesarios, la necesaria transición con modelos consti-
tucionales monárquicos o el uso de facultades discrecionales o
dictatoriales de los cabecillas del “ejército del pueblo” llegado
desde la Orinoquia, siendo para ello contrarrestada toda
oposición o resistencia de los militares, burócratas y caudillos
federales, provinciales o liberales que no habían sido
“purificados” por el régimen del terror.
Siendo el indiscutible “padre” de los militares, los burócratas y
los políticos que impusieron el régimen republicano centralista y
militarista su modelo de vida y su imagen legendaria fueron
preservados y renovados a lo largo del siglo XIX por medio de
las Historias y Memorias (autobiografías) de sus seguidores y
opositores, así como a través del siglo XX con la enseñanza
obligatoria de la "Cátedra Bolivariana" o la "Historia Patria".
Su nombre y hazañas fueron perpetuados a su vez con epítetos
como el “Genio de la gloria” que con cada espiga de los campos
de Boyacá (insignias del ejercito libertador) “un héroe invicto
coronó” entre sus mejores oficiales, acorde al resumen poético
de la historia nacional escrito por Rafael Núñez para el concurso
13

conmemorativo del Centenario del Nacimiento de Bolívar


(1883). Poema que al ser musicalizado se convirtió en el Himno
Nacional de toda la República y símbolo nacionalista del
proyecto regenerador de las instituciones republicanas
restauradas en 1819.
S. Bolívar fue consciente de su condición de héroe universal e
inmortal de las “revoluciones atlánticas”, de su condición de
Padre de la Historia Nacional, e incluso, de ser el causante de la
fragmentación partidista de la República multinacional que
había construido (Venezuela unida a la Nueva Granada y el
Ecuador) como dejó entrever en sus cláusulas testamentarias
para la salvación de su alma política.
Si bien quiso que fuese la historia la que hiciese justicia a su
nombre6, a sus decisiones y a sus acciones en la conducción
política e ideológica del país, no descartó el deseo de escribir
sus Memorias en Europa cuando renunció a la Presidencia de
Colombia en 1830. Sin embargo, fueron los militares, políticos
y burócratas que le sucedieron en el poder, tanto sus amigos
como sus enemigos, quienes desde su papel de historiadores
testimoniales se encargaron de revalorar su nombre o de juzgar
sus acciones. Esas versiones y vivencias han permitido
conmemorar u olvidar su existencia.
Sólo hasta mediados del siglo XX, y a partir de las
investigaciones de los historiadores extranjeros sobre los
procesos7 y personajes8 de la segunda república (1816-1832), la

6
LYNCH, S. Op. Cit. 1940. P. 1
7
KÓNIG Hans-Joachim. En el camino hacia la Nación: Nacionalismo en el
proceso de formación del Estado y de la Nación en la Nueva Granada (1750-
1856). Santafé de Bogotá: Banco de la República, 1994.
14

historiografía nacional ha divulgado estudios que se apartan del


sentimiento personalista, partidista o conmemorativo de los
historiadores académicos.
Hasta entonces, la relación entre el genio y los héroes de la
Batalla del Puente de Boyacá, entre el General Presidente de la
República y los Generales Caudillos de las provincias, estuvo
basada en un mutuo reconocimiento de personalidades y el
equilibrio de fuerzas que se manifestó cuando Bolívar designó a
los Generales-caudillos en el gobierno de sus provincias. Así,
aceptó implícitamente sus “gobiernitos”9 a cambio del
reconocimiento, lealtad y apoyo provincial en la culminación
del proyecto libertador y en la consolidación del Estado que
presidía el Libertador y sus Generales de confianza desde
Bogotá.
Bolívar y en su ausencia el General Francisco de Paula
Santander se constituyeron en los estadistas de la República en
formación. Jerarcas militares que desde una ciudad capital
concebían las leyes, las acciones políticas y los proyectos
socioeconómicos que requería el Estado, delegando para ello
caudillos confiables de hacerlos cumplir en los centros
administrativos y provinciales. Así mismo, los caudillos
preservaron jerárquicamente la obediencia y lealtad de sus

GILMORE, Robert Louis. El federalismo en Colombia 1810-1858. Santafé


de Bogotá: Universidad Externado de Colombia, Sociedad Santanderista de
Colombia, 1995.
8
BUSHELL, David. El régimen de Santander en la Gran Colombia. Bogotá:
El Ancora, 1984. SAFFORD, Frank. Aspectos del Siglo XIX en Colombia.
Medellín: Hombre Nuevo, 1977.
9
LYNCH, John. Los Caudillos de la Independencia: Enemigos y Agentes de
la Nación. En: BUISSON, Inge; KAHLE, Günter; KÓNIG Hans-Joachim y
PIETSCHMANN, Horst. Problemas de la formación del Estado y de la
Nación en Hispanoamérica. Bonn: InterNationes, 1984. P. 211.
15

paisanos como vecinos, soldados o peones. A través de la


simbología creada se les obligaba a jurar obediencia y lealtad a
los militares y gobernantes superiores en quienes estaban
personalizadas10 las instituciones a falta de hombres cultos,
letrados, pudientes y capaces que contribuyeran a la
administración del Estado.
Esa coacción y dirección política, si bien aseguró el orden y la
solidaridad interprovincial entre el poder ejecutivo central y los
caudillos en su papel de intendentes, gobernadores o autoridades
municipales no logró reducir los conflictos e intereses de las
pequeñas "repúblicas" provinciales que se habían manifestado
desde antes de la primera república al rechazar todo proyecto de
reordenamiento político-administrativo en intendencias,
corregimientos o gobernaciones militares.
La creación y administración efectiva de la República de
Colombia por el Congreso de Angostura en su onomástico
(1819) obligó al victorioso general Bolívar a imponerse sobre
los caudillos provinciales, sus rivales menores11. Para él, los
caudillos eran inevitables y útiles12, así como ellos consideraban
que sin Bolívar no habría sido posible que “los frentes
regionales hubieran podido unirse a un movimiento de
liberación nacional o continental”13.
Bolívar debió luchar como caudillo para imponer su supremacía
militar y su prestigio político sobre los demás caudillos, debió
luchar como estadista contra sus pretensiones de implantar

10
O'LEARY, Daniel Florencio. Narración. 3 Vols. Caracas, 1952. Vol. II, P.
557. Citado por LYNCH, J. (1999). P. 168. Nota 68.
11
LYNCH, J. Op. Cit. 1999. P. 14, 145-187.
12
Ibíd. P. 147
13
Ibíd. P. 151
16

monarquismos parlamentarios para defender y ampliar la


revolución libertadora, así como renunció a su gloría para
defender y legitimar las instituciones republicanas al reinstaurar
la ley y el orden alterados por las facciones de Páez, Santander y
Flórez por medio de la dictadura.
Esas mutuas lealtades y dependencias conllevaron a que gran
parte de los caudillos se esmeraran por preservar la supremacía
y el prestigio militar de Bolívar a través de una lucha continua
con los militares regulares y los políticos civilistas. Lucha
agravada desde antes de su muerte con la división de sus
partidarios entre militares-caudillos y militares-profesionales.
Los primeros aceptaban la dominación de Bolívar porque eran
jefes independientes y porque con su alianza preservaban su
existencia y evitaban ser eliminados por los realistas o las
fuerzas nacionales. En tanto que los segundos aceptaban la
obediencia y la autoridad del Jefe del Ejército y del Estado sin
partidos ni compromisos.
Es decir, entre militares individualistas y militares nacionalistas,
entre militares anarquistas (regionalistas y personalistas) y mi-
litares constitucionalistas (centralistas y estadistas), entre
militares nacionalistas (bolivaristas o ministeriales [futuros
conservadores]) y provincialistas (santanderistas).
Esas divisiones entre los militares y caudillos se remontaban a
su vez a los procesos mismos de emancipación y régimen
constitucional de la primera república 14, así como a la
organización del Ejercito Libertador en la Orinoquía y su
presencia administrativa en las provincias libertadas. Bolívar
reconocía que los caudillos eran los criollos provinciales o

14
PÉREZ. 2013. Op. Cit.
17

locales más capaces intelectualmente así como los más valientes


y osados entre sus iguales.
Ese respeto a los regímenes patrilocales locales o provinciales le
permitió obtener el respeto y obediencia necesarios para ser para
ser reconocido como Jefe político y militar absoluto por parte de
esos líderes carismáticos. Desde entonces, a través de los
homenajes públicos organizados por las familias principales y
las autoridades locales, así como a través de las leyes y decretos
nacionales fue reconocido y acatado como el comandante
supremo de “los caudillos para controlar a los otros caudillos”
12
.
Esa unidad absoluta concentrada en una individualidad cuya
fama, respeto y temor superaban a las del Rey español o sus
representantes virreinales permitió a S. Bolívar realizar con una
sola jerarquía de mando y maniobra la Campaña Libertadora de
la Nueva Granada, haciéndose acompañar de los caudillos
provinciales de los llanos del Apure y del Casanare como parte
del Comando General Militar presidido por los militares
profesionales quienes dirigían plenamente la guerra
contrarrealista desde 1815. Así mismo su ejército regular estaba
integrado por caudillos y combatientes reclutados
voluntariamente en las provincias donde se combatía, en tanto
que a las “guerrillas patriotas” organizadas en las zonas
liberadas o de frontera se les asignaron misiones o campañas
provinciales sin trascendencia o compromisos que ponían en
riesgo las operaciones del Estado Mayor.
Los caudillos que no participaron en las batallas optaron por la
dominaron y control territorial de los militares profesionales a
través de sus decisiones legislativas como diputados
provinciales al Congreso de la República, la reconcentración de
18

sus clientelas electorales, la lucha contra toda forma de


oposición o controles legislativos de los congresistas civilistas,
así como fueron los vecinos de confianza en quienes recayó la
representación de los generales gobernantes al ejercer en sus
municipalidades como jefes políticos y militares, gobernadores
o intendentes.
Los caudillos que participaron en la guerra fueron
recomendados por Bolívar para la concesión de tierras y
premios; los caudillos que permanecieron en sus provincias de
influencia se les asignaron cargos político-administrativos
renovables o de ascenso jurisdiccional, así como recibieron
beneficios estatales como ciudadanos y como propietarios de los
territorios prometidos y redistribuidos en forma de pago de los
salarios adeudados o las compensaciones prometidas para los
héroes y mártires de la causa libertadora (1817-1821). Los
caudillos se apropiaron finalmente de las tierras asignadas a sus
soldados y abusaron de su autoridad y prestigio para someterlos
como sus peones personales o milicianos comunitarios.
Con la rebelión del General José Antonio Páez en 1826 se
modificaron las relaciones de poder individual y de fuerza
territorial entre los generales nacionales y los caudillos locales,
así como se concentraron nuevamente las instituciones en las
personalidades. Ello conllevó a que Bolívar legitimara las
jefaturas independientes y anticonstitucionales de los caudillos
venezolanos para evitar la guerra civil, en especial la de Páez
como Jefe Superior de Venezuela, apoyó la desobediencia a las
instituciones estatales centralizadas en Bogotá bajo el mando de
F. Santander, así como se fracturó la República al ser manifiesta
la intención de algunos caudillos provinciales neogranadinos
que apoyaban el régimen civilista, centralista y constitucional
19

defendido por F. Santander para contrarrestar las reformas del


Libertador desde su retorno del Perú.
Al interior de las tropas también ocurrió una redefinición de
lealtades entre los militares (caudillos y profesionales) que se
mantenían leales y obedientes a la autoridad de Bolívar y su
Estado Mayor, otro sector de las fuerzas armadas se declararon
leales y comprometidos con las redes burocráticas y de poder
interprovincial creadas por F. Santander para equilibrar la
influencia de los generales venezolanos en el Estado. Situación
que propició que Santander dejara de ser el Vicepresidente
nacional, ejemplo del General profesional, administrador y
constitucionalista ideal, a un civil caudillista, partidista,
reformador, convencionista, e incluso conspirador.
Esa división entre el régimen de los civiles- legisladores y el de
los militares-ejecutores a favor o en contra de las decisiones y
concesiones de Bolívar para preservar el orden nacional, más no
el constitucional de 1821, se constituyó en razón fundamental de
la fragmentación política de la República y de la búsqueda de
medidas tiránicas desesperadas entre los mismos militares
libertadores al recomendar al General-Presidente optar por la
adopción de la dictadura para poder resguardar a la República y
"enfrentar el faccionalismo de los militares y la malicia de los
liberales”15.
Los militares nacionalistas justificaron la dictadura,
sobrevaloraron el imprescindible papel del poder castrense en la
preservación del gobierno civil, desconocieron la ejecución de
las leyes civilistas que ordenaban la reducción en el número y
privilegios de las tropas al concluir la guerra de liberación y
garantizaron desde el control territorial de las instituciones y el
15
LYNCH, J. Op. Cit. 1999. P. 177
20

ejército continuidad en el poder para afrontar los


cuestionamientos de las corrientes liberales representadas por
los caudillos neogranadinos.
Ese faccionalismo geopolítico y burocrático entre caudillos y
militares propició a su vez que los generales protagonistas de las
luchas entre bandos y territorios redactaran al final de sus días
densas versiones históricas (Memorias, Apuntamientos)
individuales o partidistas que desde sus propias vivencias
permitían exaltar las virtudes, ideales, defectos, modelo de vida,
etc. que se debían perpetuar (O'Leary, Posada, Perú de Lacroix)
o rechazar acerca de Bolívar después de muerte (Santander,
Obando, López) como parte de los nuevos procesos de
construcción e identidad del Estado-Nación neogranadino.
Es por ello que en las siguientes apartes se analizarán algunas de
las facetas del modelo de vida político-militar y socio-patriótico
de S. Bolívar desde la perspectiva de los primeros historiadores
‘oficiales’ neogranadinos. Para ello serán contratados los
testimonios de los Generales-caudillos leales (Urdaneta,
Mosquera, Herrán) u opositores (Santander, Obando, López) al
Libertador después de los acontecimientos nacionales y
continentales de 1825.
¿Quién fue Simón Bolívar? El primer ciudadano de Colombia
dominó y fue obedecido "ciegamente" por las élites políticas,
militares y económicas de la república mientras vivió, siendo
ellos quienes perpetuaron su memoria como los dominadores
presidenciales, provinciales o locales después de su muerte.
Reafirmando las prácticas y tradiciones en la lucha del poder
local y provincial desde los años virreinales con la presencia de
un único magistrado en el poder se reestablecieron las múltiples
21

formas de dominación legítima y soberana en el Libertador 16,


quien personificó tanto las tradiciones monárquicas como las
innovaciones republicanas europeas. Siendo un ciudadano entre
los demás ciudadanos concentró el poder del ejecutivo como
presidente, principal fuente del poder legislativo, autoridad
influyente en las decisiones del poder judicial y principal
protector del patronato eclesiástico.
Bolívar fue heredero de uno de los patriarcados más ricos de la
Capitanía General de Venezuela que le confirió un prestigio y
autoridad tradicional incuestionable. Siendo caudillo y líder
carismático de las élites insurgentes de Caracas superó a los
demás caudillos y revolucionarios de Venezuela y la Nueva
Granada apelando tanto a sus orígenes señoriales como a su
formación y experiencia militar contra las tropas y milicias
realistas. Siendo su ascendente poder como el prestigio
heredado factores cruciales para llegar a ser considerado el
“único que imponía respeto” en Colombia17, a lo cual se sumó
el dominio de las masas populares, el sometimiento de los
funcionarios del Estado virreinal que pasaron hacer parte de la
burocracia republicana y la regulación clientelista de los
caudillos provinciales.
Las estructuras coloniales del poder, el privilegio y el prestigio 18
eran plenamente personalizadas en Bolívar como criollo
aristócrata, héroe militar y general presidente. A través del
Libertador de todos, los linajes principales encontraron la forma

16
WEBER, Max. Economía y Sociedad: Esbozo de una sociología
comprensiva. México: F.C.E., 1999. P. 174
17
LYNCH, J. Op. Cit. 1999. P. 176.
18
SAFFORD, Frank. Política, ideología y Sociedad. En: BETHELL, Leslie
(ed.). Historia de América Latina: 6. América Latina Independiente, 1820 -
1870. Barcelona: Crítica, 1990. Cap. 2. P. 91.
22

de preservar las exclusiones y dominios ancestrales al


garantizarse la continuidad de las élites provinciales en el
control de las instituciones y rentas territoriales, así como los
funcionarios republicanos y los caudillos militares de origen
aristocrático o peninsular encontraron en uno de sus iguales el
respaldo necesario para ascender o preservar sus asignaciones
burocráticas. Tanto desde su carácter de individuos capaces
[honor personal] como de hombres cabeza de familia,
parentescos y clientelas influyentes en los centros tradicionales
del poder civil, eclesiástico, económico y social (honra
familiar)19.
Para garantizar una pacífica transición del orden señorial
virreinal al orden clientelista republicano, Bolívar y sus
representantes territoriales atendieron las pretensiones
individualistas (idealistas), igualitarias, reformadoras y
federalistas (anarquistas) de sus contradictores liberales;
estrechó los lazos patrimoniales y los privilegios fiscales para
las élites provinciales que él representaba y defendía; logró ser
aceptado como ciudadano modelo, letrado y propietario, así
como se constituyó en el estadista constitucional y el guerrero
glorioso que garantizaba autoridad y orden a todos los
ciudadanos.
La estrategia de los vencedores insurgentes para perpetuarse en
el poder a partir de una mutua y complementaria relación de
dominación y lealtad entre las élites dominantes en las
provincias y las élites encargadas de toda la nación y sus
fronteras se reafirmó al estrecharse los lazos y parentescos con
los patriarcas los linajes tradicionales o sus descendientes.
19
SAFFORD, Frank. Aspectos sociales de la política en la Nueva Granada,
1825-1850. En: Aspectos del Siglo XIX en Colombia. Medellín: Hombre
Nuevo, 1977. P. 153-199.
23

Compartiendo en adelante un común interés al presentarse como


familias que defendían, difundían y perpetuaban entre sus
parentelas el modelo de vida, pensamiento y acción de su
Libertador como héroe mítico que los había rescatado de la
opresión realista y que los previno de la amenaza liberal.
Ante la ausencia de un príncipe o rey borbónico dominante, S.
Bolívar se constituyó en el padre del nuevo orden republicano
quien al dar su vida por liberar a sus ‘hijos’ del vasallaje español
merecía recibir a cambio la lealtad de hijos sumisos a su
autoridad, deseos y convicciones. Hijos que año tras año
continuaron rindiendo honor en vida y después de su muerte en
el día de su mesiánico natalicio, el día de su santo (día de San
Simón) o el de su célebre muerte, para lo cual se depositaban en
los monumentos públicos construidos para su gloria perpetua
múltiples ofrendas florales, se realizaban tertulias académicas o
publicaciones historiográficas, se realizaban desfiles, paradas o
actos públicos para reafirmar los pilares de la identidad
patriótica, así como se condicionaba a sus herederos políticos e
ideológicos a actuar acorde a su proyecto de vida.
Las conmemoraciones anuales en honor del Libertador
terminaron por convertirse en las primeras fiestas patrias
decretadas, planificadas, ejecutadas masivamente y preservadas
anualmente. A ellas siguieron la conmemoración de las fechas
victoriosas del Ejército Libertador en los campos de América,
las exaltaciones necrológicas de los generales, caudillos,
precursores y héroes de la patria, y finalmente, la perpetuación
festiva de las fechas o hitos históricos que antecedieron la
revolución emancipadora. Tras la imagen, el modelo o el mito
del ciudadano privilegiado y el héroe estadista fue muy
relevante el doble carácter paternalista de su recuerdo: el padre
que cuidó de la vida, honra y bienes de sus hijos afectos y las
24

generaciones descendientes que perpetuaron sus postulados


rindiendo culto a la sacra autoridad del Padre.
Al final de sus días, los intereses paternalistas del paladín
inmortal y del gobernante idolatrado de los colombianos
conllevaron a reprimir violentamente toda forma de oposición a
su régimen autocrático, apoyado provincialmente por sus
fraternos partidarios; se adoptó un sistema educativo formal
(instrucción juvenil) e informal (medios de comunicación) por
medio del cual se debía inculcar lealtad, culto y obediencia en el
pueblo para con las instituciones y los gobernantes20, así como
se redujo la burocracia central y los funcionarios provinciales en
los caudillos fieles y de más confianza ante la crisis
faccionalista de los civilistas y liberales.
La república paternalista21 y terrenal en la que confiaba Bolívar
finalmente se sustentó en la mutua confianza y apoyo de las
élites provinciales o locales para preservar el orden, la
ilustración y la estabilidad de los territorios liberados y
sometidos a su dominio. Para ello apeló directamente a los
patriarcas, los funcionarios centralistas y a los caudillos leales al
peso de su voluntad22. Esa mutua dependencia paternal en los
momentos más críticos de la república preservó el orden político
y la estabilidad socioeconómica que reclamaban las élites
caudillistas al reposicionarse en el sistema político municipal,
tanto en las relaciones del jefe con su grupo, como entre el
jefe/patrón con sus amigos/clientes.
Una de esas famosas amistades, preservada hasta la muerte
misma de ambos generales, fue la que se dio entre Simón

20
SAFFORD, F. Op. Cit. 1990. P. 47
21
Ibíd. P. 57
22
Ibíd. P. 6
25

Bolívar y Tomás Cipriano de Mosquera, siendo éste último el


principal aristócrata, caudillo, general y presidente
neogranadino de la segunda mitad del siglo XIX, cuyo centro de
poder clientelar y caudillista estaba asociado con haciendas
esclavistas heredadas (Coconuco) y adquiridas (García, San
Ignacio, La Pamba), hatos ganaderos, minas auríferas (La Teta)
y diversas posesiones comerciales en la provincia del Cauca,
Panamá y Cartagena. Al llegar por tercera vez a la Presidencia
de la república las reformas económicas “liberales” que
emprendió beneficiaron especialmente los cultivos de tabaco y
las explotaciones mineras de sus propiedades como las de sus
aliados y parientes.
Juntos encontraron afinidad por haber nacido entre las élites más
prestantes de sus respectivos p a í s e s , por ser los burócratas
centralistas más exitosos y progresistas electoralmente, así como
por ser los caudillos más respetados, temidos y respaldados
militarmente. Mosquera se mantuvo fiel al ideario centralista,
elitista y nacionalista de su a m i g o al cofundar el partido
conservador y al ejercer en repetidas ocasiones la magistratura
como presidente de la República neogranadina, justificó gran
parte de sus luchas y guerras civiles (excepto las propiciadas por
sus ambiciones individuales o familiares23) en nombre de los
ideales de Bolívar y contra los enemigos de Bolívar. Es decir, el
grupo de generales libertadores y presidentes de Colombia
representados por F. Santander, J. Obando y J. López.
A partir de esa amistad leal y de los lazos fraternos y paternales
que existieron entre los Bolívar y los miembros del linaje
Mosquera del Cauca, Tomás Cipriano escribió para la
posteridad su "Memoria sobre la vida del General Simón

23
SAFFORD, F. Op. Cit. 1990. P. 65
26

Bolívar". Biografía concluida en Lima el 19 de enero de 1870,


la cual había sido iniciada en 1822 desde el momento en que fue
nombrado por sus servicios e influencias como edecán del
Libertador. Varias veces reinició esta tarea pues se quemaron
sus archivos personales en Barbacoas al sufrir un ataque del
caudillo realista Agualongo (30 mayo-1 junio 1824), así como al
aceptar su designación como Ministro plenipotenciario en el
Perú (1868), después de ser derrotado, derrocado y desterrado
del país por el régimen radical de los liberales.
Esa "Memoria" se constituyó en una versión épica, pasional y
apologética que buscaba defender y glorificar el nombre, la
vida, la obra y la trascendencia histórica de Bolívar, antes y
después a su muerte. Hechos vividos directamente por el autor
como actor principal de la experiencia colombiana,
neogranadina e incluso durante su conflictiva transición como
Estados Unidos de Colombia.
Esa obra se constituyó en un hito poco divulgado y estudiado de
la historiografía oficialista que a través del prestigio de
presidentes, generales y funcionarios buscó anteponer a todos
los neogranadinos la gloria y genio del venezolano Bolívar.
Otros historiadores directamente relacionados con ese programa
de reivindicación ideológica y editorial fueron el ministro José
Manuel Restrepo, el general-edecán Daniel Florencio O'Leary y
el general-presidente Joaquín Posada Gutiérrez.

4.2. BOLÍVAR SEGÚN LOS GENERALES-


HISTORIADORES
Para Tomás Cipriano de Mosquera, las apologías que
aparecieron después de la muerte de Simón Bolívar se
27

caracterizaban por sus parcialidades o inexactitudes. Por ello su


obra pretendía ser un esfuerzo vivencial e incontrovertible para
defender su nombre, el de su familia y el de sus amigos, así
como para dar a conocer su versión sobre la historia del país.
A través de sus propias vivencias y hoja de servicios buscaba
legitimar el recuerdo histórico de S. Bolívar como el héroe
inolvidable, el ciudadano modelo y el patriota invencible, cuyo
nombre y visión de país debía defenderse y perpetuarse en su
país natal, en su país político como en su país militar.
Al desarrollar su obra Mosquera se planteó metas
autobiográficas y reivindicaciones biográficas acerca de Bolívar,
las cuales fueron justificadas desde la perspectiva ética y teórica
de los historiadores de su época al proponerse:
Escribir bosquejos históricos imparciales e
independientes del espíritu de partido que pudieran servir
a la historia24;
Recoger testimonios de los contemporáneos de los
hechos, en especial de la “boca misma”25 o según
d o c u m e n t o s c o l e c c i o n a d o s "para ratificar el
relato que vamos haciendo sobre el modo que procedió
Bolívar"26 y;
Divulgar, a través de la publicación de sus relaciones27 la
admiración que sintió Bolívar por don José María

24
MOSQUERA, Tomás Cipriano de. Memoria sobre la vida del General
Simón Bolívar: Libertador de Colombia, Perú y Bolivia. Bogotá: Academia
Nacional de Historia, 1940. P. 2
25
Ibíd. P. 9. Nota
26
Ibíd. P. 424, 569
27
Ibíd. P. 2.
28

Mosquera, padre de Tomás Cipriano. Bolívar lo


consideraba una columna de la causa popular y el primer
candidato a ser su padre de haberlo necesitado durante su
infancia.
Bolívar y Mosquera resultaban emparentados por mutuos lazos
de afecto, admiración y respaldo mutuo de carácter político-
militar y socio-económico28. Actor y autor en algunos apartes
podían llegar a confundirse y entrelazarse entre sí al compartir
hechos y vivencias comunes.
Mosquera consideraba que escribir la verdadera historia de vida
de S. Bolívar, durante más cincuenta años, era una tarea
necesaria e inacabada que permitiría a través de la memoria de
lo vivido demostrar las esperanzas depositadas en el personaje
estudiado con el curso del tiempo, a través de los contratiempos
y detracciones de sus enemigos, y desde la exhibición de los
"elementos materiales y morales con que Bolívar tuvo que obrar
en la grandiosa empresa de conquistar la independencia, no
solamente de la heroica Colombia, sino también del Perú y
Bolivia, fundamento de la de toda la América Española"29.
Escribir la historia del más emblemático revolucionario, general,
presidente y estadista de su tiempo permitía llenar el vacío que
había dejado su muerte pues “más nunca llenaremos un vacío
que ha dejado con su muerte, sin haber escrito antes sus
memorias”30. El dar vida a través de los recuerdos y hechos
vividos por sus herederos políticos permitía advertir y corregir
los errores en los que habían incurrido los historiadores
contemporáneos, por lo general sus detractores u opositores,

28
Ibíd. P. 409, 551.
29
Ibíd. P. 46-47, 244.
30
Ibíd. P. 50
29

pues si bien el propósito de la Memoria de T. Mosquera era ser


leída y contrastada por sus compañeros de armas, no descartaba
que esos mismos generales tuviesen mayor conocimiento al
haber "discurrido sobre la materia con el mismo General
Bolívar"31.
La versión verídica y oficial de lo acontecido debía superar los
defectos de las historias sobre Colombia escritas por
historiadores que no habían sido actores de los hechos o que
contaban con relaciones incompletas acorde a las influencias
ideológicas de su tiempo. De tal modo, las memorias del siglo
XIX debían servir "…para el historiador, que andando los
tiempos podrá escribir en el Siglo XX una historia completa y
presentar a las generaciones futuras el hermoso cuadro de las
guerras de la independencia de la América Española, y de las
peripecias que han prolongado por más de medio siglo la
fundación de la verdadera república".
De allí su obsesión por evitar dar relación de noticias históricas
incompletas que justificaran los hechos del escritor, los cargos
formulados a partir de las controversias de partidos 32 o el
desconocimiento del "mérito sobresaliente del genio superior
que hiciera perder la fama adquirida"33 pues las lisonjas contra

31
Ibíd. P. 50-51
32
Ibíd. P. 305. Está preocupación por un hacer histórico profesional e
imparcial en el futuro fue reafirmado por Mosquera al concluir la relación
histórica de la vida de Bolívar, después de describir su muerte. Al respecto
manifestaba: "...Quisiera poseer la capacidad que se requiere, para escribir la
historia del Héroe del siglo XIX; pero si esto no me es posible, he tratado de
dejar datos verídicos que servirán a otra pluma mejor cortada para escribir un
día la vida imparcial del Gran Capitán de América del Sur y del ínclito
guerrero y hábil estadista que dio existencia cinco repúblicas americanas y
aseguró la independencia de la América Española" (P. 765).
33
Ibíd. P. 460, 495, 520
30

el héroe y la influencia de ciertos personajes sobre los


historiadores habían "tratado de pintar a Bolívar con coloridos
que no le cuadran"34.
Añorar al personaje muerto y expresar la necesidad de
continuidad de su obra unificadora conllevaba a "relatar los
hechos del ilustre guerrero, cuyas hazañas, reveses y fortuna
forman la base de la historia de cinco naciones que hoy existen
libres e independientes, pero que aún no han podido consolidar
sus instituciones"35. Así mismo, hacer la historia del Estado-
Nación en formación requería enaltecer la vida y obra de sus
héroes fundadores, es decir, encadenar "la historia del hombre
célebre cuyas glorias y desventuras, cuyos hechos públicos y
opiniones forman por cierto una historia de Colombia en la
relación de la vida del gran Capitán, objeto principal de nuestras
tareas. De este modo, sería difícil valorar el mérito de tan
insigne personaje". Para ello se requería apelar a la
imparcialidad y a la veracidad de los historiadores, quienes en
algunas ocasiones cometían la falta de "poner algunas líneas que
obscurecen la relación de brillantes hechos"36.
Mosquera con su Memoria invitaba a las generaciones que no
habían conocido al verdadero genio del Libertador a apreciar en
su justa medida el valor de sus pensamientos justos y
filosóficos, con lo cual se hacía "el homenaje debido a su
memoria, y a la de aquellos a quienes él elogiaba, que
ciertamente con ellos les daba una reputación gloriosa que es
para los colombianos una propiedad nacional”37. De allí la
importancia de "encadenar los hechos y presentar un cuadro fiel

34
Ibíd. P. 721
35
Ibíd. P. 54
36
Ibíd. P. 73, 79
37
Ibíd. P. 120
31

de los acontecimientos que preparaban sucesos importantes y a


cuya realización dio complemento Bolívar tan ingratamente
maltratado y tan poco comprendido por quienes no tuvieron
ocasión de tratarlo y conocerlo”38.
Solo con hechos verídicos se podía demostrar por qué Bolívar se
autodenominó el “Hombre de las Dificultades”, las acciones
heroicas de los Jefes y oficiales militares que reflejaban las
capacidades de estar bajo el mando del “Gran Capitán de
América”. De lo contrario, cada suceso opuesto a su grandeza
"ponía a prueba la inteligencia de Bolívar, su autoridad y cons-
tancia, y otro militar sin las dotes que adornaban al Libertador,
habría sucumbido bajo el influjo de las circunstancias". De allí
su interés recurrente por presentar "el cuadro de contrariedades
con que el Libertador tenía que luchar, y para que se vea c u a n
grandes fueron sus concepciones morales y políticas, sus
combinaciones militares para sobrellevar las desgracias, las
deslealtades, la ineptitud y la envidia, hacerse superior y
vencerlo todo"39.
Los generales presidentes que escribían sobre lo acontecido
después de haber sido los guerreros y estadistas más poderosos
de sus países debía demostrar a su vez que la historia debía ser
una actividad imparcial y ética. A pesar de los “errores” de
Bolívar y considerándose aún su amigo y discípulo, Mosquera
advertía al lector su compromiso de "ser fiel al escribir estas
Memorias de su vida, y cumplo con pesar el deber que me he
impuesto de ser leal y verídico. Si me equivoco, algún
historiador podrá rectificar mi juicio". Aunque no descartaba
que al cumplir con el deber patriótico de escribir su memoria

38
Ibíd. P. 126-127
39
Ibíd. P. 133, 294, 146
32

"tenemos que emitir nuestro juicio, y repetir lo que oíamos del


libertador sobre sus operaciones, lo que expresamente hacía"40.
Ese interés de Mosquera por la imparcialidad histórica la había
aprendido del mismo S. Bolívar, quien al concederle datos para
su investigación en 1829 le dijo: "sea usted imparcial y juzgue
al hablar de mis hechos gloriosos y aún de errores políticos; el
historiador, al referir los anales de un imperio y de sus héroes,
pasa a la historia como Tácito, y debe ser tanto más fiel cuando
tiene que referir lo que ha presenciado, como Usted 41.
Para el General-Presidente José María Obando, por el contrario,
las pretensiones históricas de Mosquera al justificar la vida,
decisiones, convicciones e imaginarios que construyó en torno a
la representación inmortal de Bolívar le permitían autojustificar
sus decisiones y excesos al ser reflejo de la pretérita actitud
servil y aduladora que había empleado desde que había sido
nombrado edecán por el Libertador para comprar estimación y
ascensos42.
Se demostraba así el papel proletario del ejército al hacerse a
una carrera fácil basada en el prestigio y el apoyo familiar, sin
olvidar las d e b i l i d a d e s y b a j e z a s que tuvo T. Mosquera
para con Bolívar pues en Bogotá ante Santander, V. Azuero, F.
Soto y mil otros republicanos defensores del respeto de la
Constitución de 1821, había brindado jurando que: "si llegara a

40
Ibíd. P. 138, 272
41
Ibíd. P. p. 774-775
42
OBANDO, José María. Apuntamientos para la Historia. Medellín: Bedout,
1972. P. 55.
33

realizarse que Bolívar imitase el ejemplo de César, yo sería el


Bruto que clavara el puñal en su corazón"43.
Bolívar, el Criollo. Para Mosquera y sus contemporáneos fue
muy importante reconocer, delimitar y posicionar social y
políticamente el origen, protagonismo, dificultades y sacrificios
experimentados para preservar su prestigio, así como el de
aquellos que murieron sin el reconocimiento legitimador de sus
privilegios, títulos y distinciones. De allí la necesidad de
publicar sus m i r a d a s sobre el pasado para el conocimiento
público de todos los sectores, clases y condiciones a fin de
validar y justificar lo acontecido a partir del uso y abuso que se
habían hecho de los testimonios y documentos de acuerdo con
sus intereses, posiciones o pretensiones.
El Bolívar de Mosquera, el Bolívar del siglo XIX para el siglo
XX, es presentado en la " M e m o r i a " como el criollo modelo
que participó en el proceso de emancipación financiando,
liderando, combatiendo o gobernando al resto de criollos. El
noble que renunció a sus privilegios, títulos y condiciones
monárquicas para ganar los privilegios, títulos y
reconocimientos republicanos de sus compatriotas después de
ser perseguido como insurgente revolucionario. Bolívar es
presentado como un héroe desinteresado que renuncia a sus
comodidades y beneficios para adoptar el sacrificio de las
penurias y dificultades en pro de la libertad y soberanía de los
criollos americanos.
Su modelo de vida se asociaba así con la santidad mesiánica de
los grandes hombres del cristianismo como San Pablo, San
Agustín, San Francisco, San Ignacio, etc., quienes renunciaron a
sus condiciones terrenales para ganar místicamente las
43
Ibíd. P. 86
34

espirituales. De allí el culto inmortal y el respeto sacro a su


memoria pues siendo dios en su mundo prefirió reducirse a la
condición igualitaria de los mortales para ser reconocido por los
historiadores de su tiempo y los herederos de su legado y
pretensiones a la condición de dios imprescindible, advocable e
inolvidable para la existencia de quienes le conocieron y
perpetuaron a través de sus descendientes.
Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Ponte
Palacios y Blanco, el vecino de Caracas que representó y
legitimó la existencia misma de los Mosquera-Figueroa en el
Cauca durante los siglos XVIII y XIX como hidalgos españoles,
autoridades públicas y mineros terratenientes, contaba con una
familia originaria de España y una de las primeras que vinieron
a establecerse en América44.
Sus ascendientes fueron defensores de los derechos municipales
del vecindario de Caracas al ejercer la condición de
Procuradores o regidores del Cabildo, sus familiares americanos
gozaron desde el siglo XVII de una renta brillante, así como los
primogénitos obtuvieron el derecho a obtener el privilegio como
Alférez Real, destino concedido siempre a las primeras y más
ricas familias de cada municipalidad45.
La prosperidad de los ascendientes llegó a tal condición que la
familia tenía distintos privilegios de los que no hizo uso el
Libertador. Entre ellos estaban el título como Marqueses de
Bolívar, Vizcondes de Coporete y el privilegiado señorío de las
minas de Aroa. Así mismo, su futuro material paterno no sólo
estaba asegurado con la herencia familiar, pues su padrino de
bautismo, el Dr. Félix Aristiguieta y Bolívar, fundó en nombre
44
MOSQUERA, T. Op. Cit. P. 3
45
Ibíd.
35

de su sobrino un próspero mayorazgo 46 al considerar que "ese


niño sería más grande que el primero que de este nombre vino a
Caracas"47.
Si bien su padre al morir deseaba que sus hijos varones viajaran
a Inglaterra para que recibiesen allí su educación, su abuelo
materno se opuso a que fueran educados por herejes anglicanos
que los corrompieran. Fue por ello educado por preceptores de
la ciudad que se constituyeron en los intelectuales más
reconocidos del continente, entre los que se destacaban Simón
Rodríguez y Andrés Bello. A los quince años y muerta su madre
fue enviado por su tío y curador a España para que completase
sus estudios48.
Si bien para Mosquera la preocupación por la educación
hispánica de los hermanos Bolívar, fiel reflejo del ideal señorial
de los patriarcas neogranadinos, p e r j u d i c ó a l o s
j ó v e n e s también fue una excusa para exaltar a los maestros
más capaces de esa capitanía, les permitió comprender los
planes e ideólogos revolucionarios de 1797, así como viajaron
por las provincias caribeñas de la Corona en su travesía hacia
España. Travesía durante la cual fueron protegidos por el oidor
Aguirre en México, conoció La Habana, y al llegar a Madrid
vivió con su tío don Esteban Palacios quien gozaba de la gracia
de los Reyes de España por las relaciones de amistad que tenía
con el favorito Mallo, quien era natural de Popayán y criado en
Caracas49.

46
La Hacienda de San Mateo, en donde se inmoló Ricaurte, obtenía ingresos
anuales por 20.000 pesos.
47
MOSQUERA, T. C. Op. Cit. 1940. P. 3
48
Ibíd. P. 4.
49
Ibíd.
36

Al ser desterrado Palacios por intrigas de la Corte de Madrid,


Bolívar quedó al cuidado del Marqués de Ustariz a quien
admiraba por su modelo de virtudes y con quien asistía al
palacio al ser reconocido por la Reina como paisano y discípulo
de su favorito. Llegó incluso a acompañarla a su palacio durante
una noche de disfraces y pudo estar en los sitios reales con
bastante confianza50, compartir desde su calidad de "caballero"
con el príncipe de Asturias, el futuro Fernando VII. Acorde a los
relatos legendarios, durante un juego de raqueta Bolívar golpeó
al príncipe, "presagiándose" así el golpe que le propendería a
sus reinos años después, cumpliéndose así el mito del -héroe
esperado-.
Cansado de la vida de Madrid, del palacio y de la Corte, Bolívar
decidió casarse con una joven de iguales condiciones a las
suyas: la sobrina de los marqueses del Toro y de Inicio.
Sumándose a las causas para tomar esa decisión su decisión
como Oficial de Milicias de negarse a ser registrado, insultado o
pedir ayuda ante la pobreza que experimentaba en la península
pues no contaba con los recursos que se le enviaban desde
Venezuela a causa de la guerra con Inglaterra.
En aquellos años sólo tuvo dos obsesiones aristocráticas: su
esposa y Napoleón, el amor y la gloria. Muerta su esposa en
Venezuela (1801) regresó a Europa en busca de Napoleón
(1804), quien también murió en su corazón al autoproclamarse
como Emperador. Con lo cual sólo le quedaba seguir viviendo
dando vida a las semillas de libertad y de gloria con las que vio
triunfante a Napoleón en París. Ciudad Luz que Bolívar siempre
anheló volver a visitar, antes de morir, al expresar en sus ratos
de malhumor: "si no me acordara que hay un París, y que debo

50
Ibíd. P. 5
37

verlo otra vez, sería capaz de no querer vivir!" 51. Durante su


último mes de vida, mientras esperaba la embarcación que lo
llevaría de Santa Marta a Europa, manifestó su deseo de volver
a Francia porque era un bello país que le daría la tranquilidad
que necesitaba su espíritu y le ofrecería muchas comodidades
para descansar su vida de soldado52.
Bolívar, el Elegido. T. Mosquera reconstruye en sus Memorias
el mito del héroe americano al anticipar que sus contemporáneos
consideraban que sería más grande que el primero del linaje
Bolívar llegado a América y despertaría mayor admiración con
los triunfos y las instituciones de Napoleón, el coloso de la
libertad. Culto descrito por el autor al expresar: "Bolívar
admiraba en Napoleón al héroe republicano, le parecía el astro
de la gloria, no encontraba nada que se le pareciera y juzgaba
que nadie le podía igualar en el futuro"53.
Mosquera aprovechó la tristeza por la muerte de la esposa de
Bolívar para reivindicarlo como un hombre de sentimientos
afectuosos, así como la decepción con la coronación de
Napoleón como Emperador para reivindicarlo como el
gobernante opuesto a toda tiranía. Estos se constituyeron en los
factores fundamentales que justificaron la decepción de Bolívar
con la especie humana (tristeza por la muerte) y con la libertad
republicana (tristeza por la vida) concebidas por el despotismo
europeo. También le dieron una razón para existir: la abierta
manifestación de su descontento con la muerte tirana, el
emperador tirano y "las ideas de libertar su Patria".

51
Ibíd. P. 10
52
Memorias del médico de Bolívar A. P. Reverend. En: BLANCO Y
AZPURUA. 1870. T. XIV. Citado por BUSANICHE, J. Op. Cit p. 323-324.
MOSQUERA, T. Op. Cit. P. 7.
53
MOSQUERA, T. Op. Cit. P. 7
38

Mosquera asoció su renacer y la búsqueda de un nuevo sentido


para su vida al deseo de Bolívar por alcanzar la vida eterna a
través de la gloria del héroe. Para ello encadena los hechos
haciendo las siguientes relaciones:
En primer lugar se entrevista con el barón Alejandro de
Humboldt para quien América ya estaba "en estado de
recibir la emancipación, pero no conocía hombre capaz
de dirigirla"54, Bolívar reconoció la necesidad de
buscar, escoger y apoyar un elegido entre los
americanos.
Posteriormente, asume su d e s t i n o al hacer en el
Monte Sacro de Roma su famoso juramento como
libertador de Venezuela. Allí descubre su condición de
elegido para darle la libertad a América y la gloria a su
alma, a semejanza de Cesar con Roma y por Napoleón
con Francia. "Desde entonces comprendió formar sus
proyectos, y esta idea le ocupó enteramente su
imaginación”55.
El tercer paso fue buscar el reconocimiento público y el
apoyo interprovincial para sus proyectos individuales a
semejanza de lo ocurrido en los Estados Unidos país que
había visitado durante su regreso a Venezuela (1806).
Buscó el apoyo y complicidad de sus familiares y
amigos. Y develó plenamente sus ideas y capacidades
con la revolución del 19 de abril de 1810 en Caracas.
Allí fue nombrado Coronel de milicias de Aragua, más
por su prestigio e influencia socioeconómica que por su
accionar político-revolucionario.
54
Ibíd. P. 8
55
Ibíd. P. 10.
39

La complicidad y apoyo familiar en la decisión tomada en Roma


fue a su vez asociada por Mosquera a la propuesta de don Juan
Vicente Bolívar56 para que fuese su hermano Simón “el jefe de
la revolución contra la España” desde Caracas. Desde entonces
es presentado ante los revolucionarios del hemisferio como uno
de los primeros caudillos de origen aristocrático que estuvo
dispuesto a sacrificar su vida, bienes y familia por la libertad
republicana de los americanos comunes.
Ese hecho cambió la vida del aristócrata Bolívar pues quedó
condicionado a obtener el prestigio, respeto y obediencia de un
caudillo, guerrero o administrador ante los demás caudillos, sin
importar su condición u origen. Así reflejaba el proceso de
inserción de los varones de las familias más ricas y prestigiosas
de las provincias de la América Española en el proyecto
emancipador de los criollos, por el cual también había pasado T.
Mosquera. Proceso que es descrito a través del testimonio de
uno de los asistentes de la siguiente manera:
En una de las reuniones que tuvieron en Caracas los
primeros promotores de la independencia americana, a
que asistieron Salia, Pelgrón, Montilla, Rivas, don Juan
Vicente Bolívar y el Oficial Mayor de la Secretaría de la
Capitanía General don Andrés Bello, se dudaba quién
podía ser el jefe de la revolución contra la España, y el
Señor Bolívar propuso a su hermano Simón, haciendo
una recomendación, que el tiempo ha probado que nacía
del reconocimiento íntimo que tenia de su joven
hermano. Todos los concurrentes despreciaron la

56
Respaldada por el Comandante General de Venezuela y gestor principal de
la revolución el General don Fernando Toro, su amigo y pariente
matrimonial. Ibíd. P. 9, Nota.
40

indicación, pues juzgaron a Bolívar joven emprendedor


pero sin experiencia y capacidad para tan alta misión57.
Para el General-Presidente Francisco de Paula Santander, si bien
Bolívar había renunciado temporalmente a su rica fortuna
representada en cinco haciendas esclavistas [San Mateo, Suata,
Caicara, San Vicente, Chirgua], el mayorazgo de la Concepción
[conjunto de casas en Caracas] y de las invaluables minas de
cobre y oro de Aroa y Cocorote como de los valles cultivados de
tabacos, añiles y cacaos que las rodeaban, así como había
rechazado seguir siendo privilegiado y protegido por "la
aristocracia americana bajo el gobierno español", durante su
vida como General Presidente disfrutó de una renta que oscilaba
entre treinta mil y cincuenta mil pesos anuales. Pensión que no
empleaba en su totalidad pues siempre había vivido
nobiliariamente como General Libertador "por debajo de arcos
triunfales y a costa de los pueblos", costumbre formalizada al
adoptar la condición extraordinaria como dictador.
S. Bolívar exigió desde 1821 a sus subalternos en Caracas
restablecer su señorío sobre los bienes heredados y comprados
antes de la revolución, así como permitir a sus familiares,
abogados y apoderados la plena administración, arriendo o
productividad de minas, cultivos, trapiches y aserraderos a cargo
de los mayordomos de los mismos, con empresarios nacionales
o extranjeros, sin esperar cuentas o registros por los ingresos
periódicos que recibía al permanecer en las “casas de Bolívar”
en tiempos de paz o mientras anhelaba permanecer exiliado en
Europa. El dinero sobrante que le generaban sus propiedades y
que no empleaba para pagar los prestamos privados y personales

57
Ibíd. P. 11.
41

que hacía los repartía o donaba entre sus hermanas y demás


familiares que lo requerían.
De allí que se ufanase de forma periódica al escribir cartas a F.
Santander sobre las comodidades que podía costear con sus
ahorros del pasado, así como despreciaba los honores que su
vicepresidente gestionaba ante el Congreso para otorgarle una
cómoda pensión a pesar de la pobreza y dificultades fiscales del
Gobierno, optando solo por aceptar y gastar hasta su muerte el
“haber” que debía recibir como general en jefe del ejército
nacional desde 1819. De igual modo, al marcharse de Bogotá
informó a sus contradictores que en Europa vivirá de los
cuantiosos ahorros que tenía depositados en el Banco de
Londres [Inglaterra] al ser consignados allí los montos e
intereses que por ventas o arrendamientos de minas y haciendas
recibía periódicamente de los empresarios ingleses en
Venezuela, en especial de los miembros de la Bolívar Mining
Association.
T. Mosquera, al igual que otros generales ministeriales que
asumieron redactar la biografía, no hacían justicia de S. Bolívar
al presentarlo como uno de los caudillos americanos
sacrificados en su fortuna (guerrero pobre) y su clase
privilegiada por la libertad y la independencia pues "otros
colombianos han sacrificado su patrimonio por puro
patriotismo, y no lo publican" como era el caso de F. Santander
y los demás miembros de su linaje pamplonés58.

58
Sobre el linaje del General Francisco de Paula Santander y su aporte a la
independencia neogranadina, la formación de la República de Colombia y la
reorganización estatal de la Nueva Granada ver: PÉREZ PINZÓN, Luis
Rubén. Emancipar la muerte. Estado, educación y sociedad en la Provincia
de Pamplona. Siglos XVIII y XIX. En: Historiar la muerte: II
42

Esa contraposición de versiones y posiciones históricas


resultaba mucho más evidente y compleja de analizar
historiográficamente debido a la adversidad de argumentos de
los Generales-Presidentes frente al papel que tuvo Simón
Bolívar como Caudillo-General y luego como Ciudadano-
Presidente de Colombia.

Representaciones sociopolíticas sobre el “buen morir por la patria” entre los


revolucionarios de Colombia. Bucaramanga: Ediciones UIS, 2013. P. 45 -
270
43

5. EMPRESARIOS REGENERADORES
LA FAMILIA SANTOS Y LAS REDES DE PODER ENTRE
LAS ELITES MILITARES Y AGROINDUSTRIALES AL
59
SUR DE SANTANDER

“El pueblo santandereano no


exige sino paz, seguridad en el
ejercicio de sus derechos
constitucionales y trato benévolo
y afable de parte de sus
mandatarios” (J. Santos, 1896).

5.1 UN SANTOS DE CHARALÁ, 1835 – 1900


La tradición popular señala que el General JOSÉ SANTOS
SANTOS nació en Charalá (Santander) en 183560.
Su bautizo no fue registrado en los libros de la Parroquia de
Nuestra Señora de Monguí de Charalá, así como en su partida
de defunción del 27 de septiembre de 1900 sólo se menciona
que era “mayor de sesenta años”. Fue hijo natural de Josefa
Santos Rosillo, nieto de Joaquín Santos Plata y de Joaquina
Rosillo, razón por la cual fue sobrino-nieto de la heroína

59
Versión completa del informe de investigación publicado como:
Luis Rubén Pérez Pinzón. El General José Santos: Héroe y villano de la
Regeneración. En: Una familia Santos de Santander y Colombia.
Bucaramanga: Consejo Regional de Competitividad - Sic editorial, abril 25
de 2012. P. 113 – 398.
60
GAVASSA VILLAMIZAR, Edmundo. Gobernantes de Santander 1853 –
2004: Estado Soberano de Santander. 2 ed. Bucaramanga: Edmundo
Gavassa, 2004, p. 72
44

Antonia Santos Plata y sobrino de la mártir Helena Santos


Rosillo. Situación de la cual se enorgullecía pero no se
aprovechaba para obtener favores o privilegios gubernamentales
como públicamente dejó claro al enfrentarse al legendario
empresario bumangués Reyes González 61, quien puso en duda
su patriotismo62.
Años después de dar a luz al fruto engendrado con el esposo de
una de sus hermanas, Doña Josefa casó finalmente con Don José
María Santos en cuyo hogar fue criado y formado José Santos
con sus tres hermanas María Obdulia, Librada y Secundina
hasta alcanzar la mayoría de edad. Desde entonces fue
considerado un miembro más de la familia Santos Santos como
se evidencia en la partida de matrimonio que contrajo con Silvia
Timotea Arias Santos a los veintidós años:
En Charalá a diez i seis de junio de mil ochocientos
cincuentisiete: El presbítero José María Pereira cura de
Sinselada, con mi lisencia, practicadas informaciones
verbales i dispensados del parentesco presunto de
segundo grado de consanguinidad admisible i de
parentesco de tercero de consaguinidad de las tres
canónicas moniciones por el señor Dean Doctor José
Antonio Amaya, no habiendo resultado algún otro
impedimento presenció el matrimonio que contrajo el
señor José Santos, hijo de Josepha Santos, esposa de
José María Santos, con Silvia Arias hija de Cosme i de

61
JOHNSON, David C. Reyes González Hermanos: La formación del capital
durante la Regeneración en Colombia. En: Boletín Cultural y Bibliográfico.
Bogotá. 1987. Vol., 23, No. 9, p. 25-43
62
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Memorial del 21 de
marzo de 1892. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Jueves, 24, mar,
1892. Año XXXIV, No. 2527, p. 4862
45

Graciliana Santos, vecinos de esta Parroquia i mayores


de veintidós años. Testigos el infrascrito párroco Andrés
Cote i otros: Consta. Pedro R. Plata63.
Entre los parroquianos de Charalá era “voz común” 64 que José
María Santos era sólo su padre putativo (padrastro) pues su
verdadero padre era el reconocido patriarca charaleño Francisco
Vargas, cuñado y compadre de Josefa. Siendo informados de
ello, el cura párroco de Charalá Pedro Plata y el cura de
Cincelada José María Pereira recolectaron informaciones
verbales con charaleños cercanos a ambas familias como fueron
Juan Evangelista Vargas y Clemente Saoza al ser su obligación
comprobar la consanguinidad de José Santos y Silvia Arias
desde el momento en que manifestaron su deseo de casarse.
Los temores públicos que José Santos Santos se casará con una
familiar de consaguinidad y parentesco semejantes como era
Silvia Arias Santos hicieron necesario averiguar sus verdaderos
vínculos filiales. Los curas de Charalá y Cincelada finalmente
obtuvieron testimonios confiables que aseguraban que José
Santos era hijo biológico de Francisco Vargas y no de José
María Santos, que entre Josefa Santos y Graciliana Santos no
había parentesco cercano y que entre los contrayentes José y
Silvia el único parentesco posible era el que existía entre los dos
padres biológicos Francisco Vargas y Cosme Arias al tener un
vínculo materno común en segundo grado, el cual no fue tenido
en cuenta como impedimento canónico considerando la

63
PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE MONGUÍ. Partida de
Matrimonio de José Santos y Silvia Arias. Charalá, 16 de junio de 1857.
Libro de matrimonios 1851 – 1888, f. 71v.
64
PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE MONGUÍ. Información verbal
sobre José Santos. Charalá, 28 de abril de 1857. Libro de Informaciones
verbales 1856 – 1860, s.f.
46

“afinidad ilícita” que existía entre los padres naturales de los


contrayentes.
El cura de Charalá justificó su decisión de casar a José Santos
con Silvia Arias cuarenta días antes de la boda programada al
dejar constancia de las informaciones y los testimonios verbales
obtenidos bajo juramento al expedir la siguiente constancia:
En Charalá a beintiocho de abril de mil ochocientos
cincuenticiete se practicaron informaciones verbales para
matrimonio de José Santos mayor de edad, hijo putatibo
de José María Santos con quien está casada su señora
madre Josefa Santos pero se dice jeneralmente que lo es
de Francisco Vargas, becino de esta parroquia, con la
señora Silvia Arias becina de esta parroquia hija de los
señores Cosme Arias i de Graciliana Santos, mayor de
edad. Fueron testigos los señores Cayetano Saosa i
Evangelista Vargas mayores de edad i becinos de esta
parroquia.
Prestaron el juramento acostumbrado que hicieron por
Dios nuestro señor i una señal de cruz por el que
ofrecieron decir verdad en lo que supieran i les fuere
preguntado sobre ellos i dijeron que es vos comun que los
pretendientes no son parientes [entre líneas: sino en] en
[tachado: según] do grado [entre líneas: de consaguinidad
i lo dispensa el infrascrito] como lo son los otros
hermanos de los pretendientes porque el señor José Santos
es hijo del señor Francisco Vargas con el que son
parientes el señor Cosme Arias en segundo grado por
parte de madre pero ya queda la afinidad ilicita fuera de la
linia de segundo no la dan que haya entre ellos ningún
47

otro impedimento i firman conmigo. Consta Pedro R.


Plata. Juan Evangelista Vargas. Cayetano Saoza65.
El vínculo de Don José Santos con la familia Arias Santos no
sólo le aseguró una considerable dote y posesiones que le
permitieron ampliar sus posesiones sobre solares urbanos y
tierras en los alrededores de Charalá pues pudo contar con el
capital necesario para emprender nuevos proyectos en
agricultura y ganadería, así mismo accedió a la compra de una
extensa hacienda que iba a lo largo del río Pienta y el camino a
Encino, la cual le recordaba sus años de infancia y trabajo
consagrado en las tierras de sus bisabuelos y abuelos maternos
en El Hatillo, donde seguramente había nacido. De igual modo,
alcanzó el prestigio y distinción necesarios para ser elegido y
nombrado como diputado por el Distrito de Ocamonte para el
acuerdo y aprobación de la Constitución del Socorro de 1855 y
como Agente fiscal del circuito de Charalá en 1858 al contar
con los conocimientos y los bienes para dar fianza.
Acorde con las declaraciones del General Don Leonidas Torres
y Doña Antonia Arias de Reyes en 1901, Doña Silvia Arias de
Santos murió en 1878 quedando bajo custodia de Don José sus
siete hijos: Manuel José, Pablo Emilio, Julio Enrique, Elena,
María de Jesús y Francisco Antonio. Los tres hijos mayores no
solo adelantaron estudios superiores pues se dedicaron a la
administración de los bienes familiares así como incursionaron
en la vida militar y política de Santander y Colombia siguiendo
los pasos como el legado de su padre después de su muerte el 26
de septiembre de 1890. Manuel José y Pablo Emilio fueron
generales de la República. El abogado Julio Enrique murió
cuando ocupaba una curul en el Congreso Nacional.

65
Ibíd.
48

La muerte de Doña Silvia y la atención de sus hijos por sus tres


hermanas como por las hermanas de su viuda le permitieron
poder dedicar toda su atención a la vida pública, especialmente
al ejercicio de las armas después de haber participado en las
guerras de 1859 y 1876. Sin embargo, la guerra de 1885 le
permitió llegar a lo más alto de su carrera militar al ser
ascendido rápidamente del rango de Coronel del Estado Mayor a
General graduado, y consigo, alcanzar los máximos honores
para un ciudadano de Santander como de Colombia. Desde
entonces fue nombrado por los máximos caudillos de la
Regeneración como General en Jefe (1885 - 1890), Gobernador
(1890 - 1898) y Ministro de Guerra (1899 - 1900) siendo su
mayor frustración no haber podido llegar a la Presidencia de la
República, por la vía electoral o por golpe militar para continuar
el proyecto de unidad nacional del caudillo Rafael Núñez.

5.2 GOBERNADOR DE SANTANDER, 1890 – 1896


El General José Santos fue designado por el presidente Carlos
Holguín Mallarino desde el 20 de noviembre de 1890 como
gobernador encargado de la primera magistratura del
Departamento de Santander en remplazo del General Guillermo
Quintero Calderón66, posesionándose de su cargo ante el
Tribunal del Distrito Judicial del Norte.
El General G. Quintero al asumir la tarea de contribuir a la
normalización de la marcha constitucional del país se había
comprometido desde 1888 con el “arreglo de la administración

66
GAVASSA VILLAMIZAR, Edmundo. Gobernantes de Santander 1853 –
2004: Estado Soberano de Santander. 2 ed. Bucaramanga: Edmundo
Gavassa, 2004. p. 72
49

departamental que complementa la municipal”, a “cimentar


concienzuda y honradamente el nuevo orden constitucional y
legal”, y específicamente, a enfrentar en cada municipio el
“decadente espíritu público que los anonada, ya porque se cree
que el Gobierno o la Gobernación deben remediarlo todo y que
cuentan con inmensas e inagotables riquezas para todo – por lo
cual no se consideran en el deber político y social de contribuir
y cooperar con nada- o ya porque algunas poblaciones carecen
realmente de lo más indispensable para la vida municipal
propia”67.
Reafirmado su nombramiento y posesión como Gobernador
interino desde los primeros días de enero de 1891, el General J.
Santos fue saludado y reconocido por gobernadores como el de
Panamá quien le manifestó a través de un telegrama su
complacencia por la posesión realizada en cumplimiento de la
licencia concedida al General G. Quintero, siendo legitimado
cada uno de esos reconocimientos al ser publicados en la
sección Gobernación del Departamento en la “Gaceta de
Santander”68.
Otro ejemplo de esas muestras públicas de complacencia al
interior del Departamento fue la proposición del Concejo
Municipal de Salazar mediante la cual esa corporación se
alegraba en “saludar al nuevo Gobernador del Departamento,
señor General José Santos, y en presentarle el homenaje de sus

67
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Informe del
Gobernador del Departamento Nacional de Santander a la Asamblea de 1890.
Bucaramanga: Imprenta del Departamento, 1890. p. III, IV
68
AYCARDY, J. Telegrama, Panamá, 9 de enero de 1891. En: Gaceta de
Santander. Bucaramanga. No. 2410, p. 4393
50

respetos y adhesión, prometiéndose de su administración, paz,


unión y progreso”69.
Con la renuncia definitiva del General G. Quintero al ser
nombrado Comandante en Jefe del Ejército Nacional, aunado a
su interés por apoyar a los conservadores (“históricos”)
disidentes y opositores al nacionalismo regenerador, y en
especial, la candidatura presidencial del antioqueño Marceliano
Vélez y los postulados ideológicos del santandereano Carlos
Martínez Silva, fue formalizado el nombramiento del General J.
Santos como Gobernador nacionalista y -en propiedad- de
Santander por medio del Decreto 510 del 3 de junio de 1891,
expedido por el charaleño Antonio Roldán como Ministro de
Gobierno. Dicho decreto fue ratificado por el Gobierno
Nacional representado por el Presidente Carlos Holguín al
nombrar “en propiedad, Gobernador de Departamento de
Santander al señor General don José Santos” 70.
En la Gaceta de Santander del sábado 27 de junio de 1891 se
comunicó a todos los santandereanos que a las diez de la
mañana del 25 de junio “…ante el Tribunal Superior del Distrito
Judicial del Norte, tomó posesión el señor General Santos del
empleo de Gobernador de Santander para que fue nombrado en
propiedad por el Excelentísimo señor presidente de la
República”71. Y si bien su decreto de nombramiento oficial fue
69
COLOMBIA, DEPARTAMENTO DE SANTANDER. Proposición
aprobada por el Concejo Municipal de Salazar, enero 6 de 1891. En: Gaceta
de Santander. Bucaramanga. 21, feb, 1891. Año XXXIII, No. 2417, p. 4424
70
COLOMBIA, GOBIERNO NACIONAL. Decreto Número 510 de 1891.
Bogotá, 3 de junio de 1891. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Sábado,
4, jul, 1891. Año XXXIII, No. 2461, p. 4597
71
COLOMBIA, DEPARTAMENTO DE SANTANDER. Posesión del Señor
Gobernador. Bucaramanga, 25 de junio de 1891. En: Gaceta de Santander.
Bucaramanga. Sábado, 27, jun, 1891. Año XXXIII, No. 2549, p. 4589
51

conocido sólo una semana después, su primera decisión fue


nombrar el mismo día de posesión al Secretario de Gobierno
Roso Cala como su Secretario de Hacienda aunque debía
ocuparse temporalmente de ambas cargos mientras se nombraba
su reemplazo en el primero.
Decisión que sólo se protocolizó hasta el 9 de septiembre al
decretar el nombramiento del Dr. Juan Francisco Mantilla como
su Secretario de Gobierno titular, posesionándose como tal de
ese cargo dos días después. La importancia que tenía para el
General J. Santos contar con un Secretario de Gobierno de su
entera confianza estaba asociada con la delegación periódica
que en él hacía de la Administración Departamental y los
“asuntos urgentes de Gobierno” al marcharse hacia las
provincias a supervisar las obras públicas departamentales,
realizar las visitas provinciales, así como reubicar
temporalmente su sede de gobierno en las capitales provinciales,
especialmente en su natal Charalá a inicio y mediado de año.
Una tercera secretaría departamental fue creada en concordancia
con la Ley 89 de 1892 sobre Instrucción Pública, siendo
reglamentados la composición y los sueldos de esa dependencia
por Decreto expedido en 7 de enero de 1893 por el Gobernador
J. Santos al retornar a sus actividades gubernamentales. Ese
mismo día decretó el nombramiento del Secretario de
Instrucción Pública del Departamento de Santander al elegir al
profesor de la Escuela de Artes y Oficios D. Ismael Enrique
Arciniegas, a su subsecretario y a tres oficiales, así como separó
sus funciones como Secretaría de Instrucción Pública de la
Secretaría de Gobierno a la cual habían estado adscritos los
maestros, colegios y escuelas.
52

El nombramiento en propiedad del General J. Santos como


Gobernador de Santander en 1891 fue saludado con
complacencia al siguiente día, vía telegrama, por otros
influyentes gobernadores del régimen regenerador y
compañeros de armas del General J. Santos como fueron el
General Próspero Pinzón a nombre del Departamento de
Boyacá, el General Aurelio Nieto por Cundinamarca, el General
Manuel Casabianca por Tolima y el Dr. Manuel A. Sanclemente
siendo Gobernador del Cauca.
Reunida la Asamblea Departamental de 1892 fue revisada y
ordenada la asignación salarial para los funcionarios de la
Gobernación de Santander siendo dispuesto por la ordenanza 30
que el Gobernador y su Secretario de Gobierno debían recibir un
sobresueldo por 2400 pesos anuales sobre el monto que les
pagaba el Gobierno Nacional mientras que el Secretario de
Hacienda se le asignaba un sueldo anual por 4800 pesos.
La continuidad del General J. Santos en el poder fue ratificada
al informar El Gran Consejo Electoral el 3 de julio de 1892 la
apabullante relección del Dr. Rafael Núñez como Presidente y la
de Miguel A. Caro como vicepresidente contando para ello con
la totalidad de los votos de los electores de los nueve distritos
electorales de Santander, y de forma absoluta con los cuarenta y
dos electores de Charalá. Así mismo, el Departamento de
Santander (332 electores) se constituyó en la tercera fuerza
política de los regeneradores después de Antioquia (400) y
Boyacá (373). Ante los males padecidos por Núñez, el
vicepresidente M. Caro tomó posesión de su cargo y del
Gobierno Nacional el 7 de agosto siguiente nombrando a dos
connotados santandereanos como ministros: al General
Guillermo Quintero como Ministro de Guerra siendo General en
Jefe y Comandante General del Ejército y Adolfo Harker como
53

Ministro de Fomento mientras ejercía como Senador por


Santander.
El triunfo absoluto de la Regeneración y su partido nacional en
1892, aunado a la exitosa administración del General J. Santos
en la Gobernación de Santander desde 1890, especialmente en
los ramos de Vías, Policía, Educación y Hacienda, reafirmaron
su confirmación en el cargo al cumplir a cabalidad con los
ideales de la república autoritaria, la unidad nacional y la
regeneración de los ideales de los padres fundadores S. Bolívar
y F. Santander. Ideales resumidos por el Vicepresidente M. Caro
como encargado del Gobierno Nacional en ausencia de R.
Núñez al manifestar sobre las condiciones morales de los
gobernantes de Colombia:
El Gobierno representativo, que habéis constituido, tiene
la misión de proteger vuestros derechos. Si los
mandatarios que habéis elegido son hombres formados
en el seno de una sociedad cristiana, que no se han
manchado con ningún exceso, y que están animados de
espíritu de lenidad, forzoso es admitir que, llegado el
caso de dictar alguna providencia severa, no lo harán por
el bárbaro placer de perseguir ni molestar a persona
alguna, sino por el ineludible deber de defender el orden
social, cuya custodia les ha sido encomendada bajo la
religión del juramento72.
La ratificación del General J. Santos como Gobernador de
Santander por parte del Gobierno Nacional fue formalizada y

72
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Alocución del
Vicepresidente de la República encargado del Poder Ejecutivo. Bogotá, 7 de
agosto de 1892. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Martes, 30, ago,
1892. Año XXXIV, No. 2574, p. 5051.
54

protocolizada al divulgarse en el periódico oficial su tercera


posesión y la continuidad de su “era de progreso” de la siguiente
manera:
Por nombramiento que el Excelentísimo señor
Vicepresidente de la República, encargado del Poder
Ejecutivo, ha hecho en el señor General en Jefe José
Santos, para desempeñar el puesto de Gobernador titular
de este Departamento, en el período en curso, hoy, a las
2 p.m., tomó posesión de ese empleo ante el Honorable
Tribunal Superior del Distrito Judicial del Norte, en
presencia de un numeroso concurso de empleados civiles
y militares y de individuos particulares. Entre aquéllos
se hallaban los altos dignatarios de la Administración, y
el Estado Mayor General de la 4ª División del Ejército, y
entre éstos, muchas y muy distinguidas personas de esta
capital”73.
Dos días antes, los tres Secretarios Departamentales habían
presentado su renuncia protocolaria al conocerse el
nombramiento en propiedad del Gobernador y el inicio de una
nueva administración gubernamental con el propósito de dejar
que el General J. Santos contase con la “completa libertad para
escoger sus nuevos colaboradores”, agradeciéndole de antemano
por la elección benévola y espontánea que había hecho de sus
personas para consolidar su administración “progresista y bien
inspirada”.

73
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Posesión del
Gobernador de Santander y de sus Secretarios. Bucaramanga, 9 de marzo de
1893. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Jueves, 9, mar, 1893. Año
XXXV, No. 2637, p. 5301
55

El Gobernador aceptó su renuncia, así como reconoció que Juan


Francisco Mantilla como Secretario de Gobierno, Roso Cala
como Secretario de Hacienda e Ismael Enrique Arciniegas como
Secretario de Instrucción se habían desempeñado en sus carteras
con “inteligencia, celo y honradez”. Constituyéndose ello en
razones suficientes para ordenarles continuar al frente de sus
despachos, decretó su nombramiento el 9 de marzo, así como
los hizo participes de su ceremonia pública de posesión al ser su
primer acto y decisión administrativa nombrarlos y
posesionarlos para continuar en sus carteras.
Esa deferencia del General J. Santos fue registrada en la Gaceta
de Santander al divulgarse que “El señor Gobernador nombró
para sus Secretarios en los Despachos de Gobierno, Hacienda e
Instrucción Pública a los señores Doctores Juan Francisco
Mantilla y Roso Cala y D. Ismael Enrique Arciniegas,
respectivamente, quienes se encargaron en seguida de sus
empleos”74.
La reelección, nombramiento y posesión del General J. Santos
como Gobernador de Santander fue saludada desde el 7 de
marzo por sus amigos y copartidarios más cercanos encabezados
por Felipe Sorzano quienes manifestaron desde Piedecuesta que
esa decisión del Gobierno Nacional había sido “justamente
deseada por los amigos de la causa Nacional”, especialmente si
se tenía en cuenta que “sus enemigos hicieron brillar y conocer
sus méritos”.
Las portadas de los siguientes números de la Gaceta de
Santander fueron empleadas para publicar cada uno de los
mensajes de felicitación recibidos de funcionarios, copartidarios
y gentes del común por el nombramiento de J. Santos como
74
Ibíd.
56

primer magistrado de Santander, así como la de sus tres


secretarios. Uno de los tantos elogios expresados por su labor a
través de esos mensajes fue el manifestado por el prefecto de
Charalá Luis Araque al considerarlo “el laborioso, progresista y
conciliador señor General en Jefe Don José Santos”.
Siendo reafirmada esa asociación entre el Gobierno
Departamental de J. Santos y una nueva era de progreso para
Santander al manifestarle los funcionarios, hacendados y
comerciantes de Rionegro después de su posesión:
Nosotros, los habitantes de Rionegro, tenemos deuda
sagrada para con vos, porque nos habéis dispensado
especiales gracias y habéis impulsado nuestro comercio
por todos los medios que están a vuestro alcance. Ayer el
telégrafo y el teléfono, mañana el Ferrocarril que pasará
por nuestro territorio, todo eso lo debemos a vuestra
insaciable sed de progreso y a vuestro celo por el bien de
los asociados.
…Habéis entrado de nuevo en el ejercicio de las
funciones de Gobernador de Santander; pero nuestras
felicitaciones no son para vos –aun cuando vuestra
relección implica un triunfo moral sobre vuestros
gratuitos enemigos- porque bien sabemos cuan pesada es
la carga que echáis a vuestras espaldas; nuestros
parabienes son para el Jefe del Ejecutivo, que con tanto
acierto llenó las aspiraciones de los santandereanos, y
para estos, por ver realizados sus deseos 75.

75
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Felicitaciones.
Rionegro, marzo de 1893. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Martes,
18, abr, 1893. Año XXXV, No. 2647, p. 5342. Negrilla agregada
57

Los habitantes de Simacota resumieron de forma más específica


las virtudes y logros del primer período gubernamental del
General J. Santos manifestando durante su felicitación por la
relección obtenida y el impulso dado al camino del Opón:
…desde que el señor General Santos gobierna el
Departamento, reina la paz pública sin necesidad de que
haya hecho sentir el poder de su autoridad, lo que prueba
su grande influencia moral; ha desarrollada variadas e
importantes obras de trascendental progreso,
fomentándolas en la medida de sus facultades; ha dado
impulso serio y eficaz a los ramos de Instrucción y
Beneficencia; ha procurado la mejora de las vías de
comunicación y los rendimientos de la Hacienda pública,
y regularizado y celado la legítima inversión de las
rentas, no sólo mediante la realidad de los servicios sino
descargándolas de gravámenes innecesarios; y, en una
palabra, la actividad de las industrias y la confianza de
los asociados vienen determinando el avance
regenerador de Santander bajo la liberal dirección del
señor General Santos76.

La caída en los precios internacionales del café y el excesivo


cultivo del mismo propiciaron un ambiente de inconformidad y
crisis económica que fue aprovechado por los liberales para
promover una insurrección armada en enero de 1895 y su

76
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Felicitación.
Simacota, 1 de abril de 1893. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga.
Viernes, 6, may, 1893. Año XXXV, No. 2651, p. 5857. Negrilla y subrayado
agregados
58

degeneración en la guerra civil que se concentró en la frontera


entre Boyacá y Santander. Los efectos de la crisis cafetera y la
postguerra se constituyeron en factores causantes de la
detención de las obras viales y ferrocarrileras a falta de cargas y
rentas para financiarlas, la revisión de los remates de las rentas
públicas al reducirlas a la mitad para garantizar su contribución
y recaudo mínimo, el cierre de licitaciones para las obras de
fomento requeridas al superar los presupuestos oficiales, las
trabas del gobierno venezolano para permitir las exportaciones
cafeteras por Maracaibo en retaliación por el desenlace de la
guerra y los impuestos aduaneros y de bodegaje a las
importaciones impuesto por el gobierno colombiano con la Ley
46 de 1892, la incapacidad de los gobiernos nacional y
departamental para pagar las deudas y los gastos militares
asociados con las guerras, etc.
Todo lo cual se evidenció en la reducción de sueldos y gastos
para los funcionarios públicos, incluidos los cuerpos de policía,
la reducción en el número y periodicidad de los impresos
oficiales, el funcionamiento de las instituciones con el mínimo
número de empleados, y necesariamente la sustitución temporal
del Gobernador J. Santos por el exministro A. Roldan y luego
por el Secretario de Hacienda Roso Cala. Funcionario que se
desempeñó durante seis meses como Gobernador interino de
Santander hasta que se dio el nombramiento y posesión
definitiva del General Alejandro Peña Solano el 17 de enero de
1897, después de desempeñarse como Secretario de Gobierno.
Al ser invitado el 8 de febrero de 1896 el General J. Santos a la
ceremonia de posesión del Dr. Antonio Roldan como
Gobernador de Santander al expresar el saludo protocolario a su
sucesor resumió su último y conflictivo bienio de
59

administración en Santander (1895-1896) de la siguiente


manera:
Os entrego el Gobierno con la satisfacción que inspira el
deber cumplido y sin el temor que debería ser natural, de
que mis actos sean censurados o improbados por las
gentes sensatas capaces de apreciarlos debidamente. Este
juicio, como el de la historia, me será favorable Dios
mediante.
Positivo placer experimento al manifestaros que los
gastos del servicio público están cubiertos hasta la fecha;
que os dejo en las arcas de la Tesorería un superávit de
más de ciento treinta mil pesos, y que el Gobierno
nacional es deudor al Tesoro del Departamento de más
de doscientos mil pesos a que asciende el valor de los
suministros que se le hicieron en moneda corriente
durante la guerra.
La última revolución ocasionó la unión del Partido
Nacional, y por esto, como por haber dirigido todos mis
esfuerzos a obtener tan importante resultado, no
encontraréis hoy en Santander las denominaciones
irregulares que lo dividían…
El pueblo santandereano no exige sino paz, seguridad en
el ejercicio de sus derechos constitucionales y trato
benévolo y afable de parte de sus mandatarios. En
completa paz os entrego el Departamento, y vuestra
energía, así como la prudencia y cortesanía que os
60

distinguen, demostrarán que sois su digno y legítimo


Gobernante77.
Funciones del Gobernador. Las responsabilidades y
atribuciones más importantes para un Gobernador como el de
Santander estaban asociadas con la revisión, aprobación y
publicación de las Ordenanzas expedidas por las Asambleas
Departamentales, la revisión y ratificación de los Acuerdos de
los Concejos Municipales cuestionados por los ciudadanos a
través de los memoriales o las denuncias presentadas ante los
prefectos provinciales, así como la creación, modificación o
traslado de cabeceras municipales, distritos electorales o
judiciales, corregimientos, etc.
El ejemplo más representativo de esa última función fueron los
Decretos de traslado temporal de la capital provincial de Cúcuta
desde San José al Rosario en 1892 ante una epidemia estacional
que se vivía en esa provincia a la par de la guerra civil que se
había gestado al interior de Venezuela desde los territorios de
frontera.
El Gobernador era el encargado de preservar o declarar turbado
el orden público al producirse alzamientos insurgentes,
conflictos armados o el cierre de vías y puertos por causa de
epidemias de viruela o cólera que podían penetrar a las
poblaciones a través de los viajeros, sus equipajes o mercancías.
No obstante, para reafirmar la centralización regeneradora del
Gobierno Nacional sobre los Departamentales o seccionales, la
Ley 12 de 1892 autorizó al Presidente de la República o quien

77
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Posesión del Señor
Gobernador del Departamento. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga.
Martes, 11, feb, 1896. Año XXXVIII, No. 2926, p. 349-350
61

hiciese sus veces “poder ejercer el Poder Ejecutivo en cualquier


punto del territorio nacional, en caso de conmoción interior”.
Así mismo, era de exclusiva responsabilidad del Gobernador el
nombramiento y posesión de los empleados públicos necesarios
para la representación de la Secretaría de Gobierno
Departamental en los municipios como eran: los subsecretarios,
jefes y oficiales de sección ( 1ª y 2ª (Norte y Sur)); corrector,
archivero y portero de la Secretaría; los prefectos provinciales
principales e interinos, Alcaldes principales y suplentes
(primero y segundo), inspectores de policía en los
corregimientos, personeros municipales, notarios y registradores
de instrumentos, miembros del cuerpo de gendarmes (policías)
de las capitales provinciales, miembros de la banda de músicos
del Departamento, inspectores y sobrestantes de las obras
viales; Directores, médicos y guardianes de las cárceles y
penitenciarias; Directores, médicos y enfermeras del Lazareto,
de los hospitales de caridad del Departamento y del hospital
militar de Bucaramanga, etc.
Como mandatario seccional debía garantizar el nombramiento y
el pago de los sueldos de los empleados de la Secretaría de
Instrucción Pública (Inspectores provinciales, Directores,
síndicos y maestros de escuelas, colegios, Escuelas Normales y
Escuela de Artes y Oficios), la Secretaría de Hacienda
(subsecretarios, jefes y oficiales), La Tesorería Departamental
(Tesoreros general y auxiliar, Contador departamental y
auxiliar, colectores provinciales, jefes de sección ( 1ª y 2ª (Norte
y Sur)), tenedores de libros, secretarios, escribientes, portero-
escribiente, colectores municipales, jefe de ejecuciones, etc.), la
Administración de correos y telégrafos (Administrador,
telegrafista, auxiliar, cartero), así como del poder judicial
(Magistrados, jueces, fiscales, secretarios y empleados
62

subalternos; Directores, médicos y celadores de las cárceles y


penitenciarías).
El nombramiento de los funcionarios judiciales, del ministerio
público, los telegrafistas, telefonistas y administradores de
correos o cualquier otro servidor público que manejaba rentas
nacionales o eran pagados con sueldos nacionales debía ser
revisado y aprobado en segunda instancia por el Gobierno
nacional. Con excepciones como la ocurrida en 1894, en
vísperas de la guerra, fue autorizado por el General J. Santos por
parte del Ministerio de Guerra para que como Gobernador y
General en Jefe del Ejército hiciera directamente
nombramientos y concediera ascensos a los oficiales y soldados
pertenecientes al Batallón Rifles 14 en Pamplona y al Batallón
Tiradores 9 en Bucaramanga (Decretos del 19 y 22 de abril y 1
de mayo de 1894).
El pago de esa creciente burocracia fue financiada con los
ingresos obtenidos por impuesto a los aguardientes, remesas de
la tesorería general, impuesto directo, ingresos varios, la renta
de registro, la renta de correo78 y el seguimiento a las
donaciones, depósitos testamentarios o los bienes sin herederos.
Así mismo, para verificar el cumplimiento de las
responsabilidades, obligaciones y rentas públicas en cada uno de
esos cargos e instituciones, el Gobernador realizó anualmente
una visita a cada una de las provincias del Departamento con el
propósito de revisar los libros, inventarios, herramientas y
ejecutorias de los representantes oficiales de cada capital
provincial adscritos a la prefectura provincial, los juzgados de

78
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Diligencias de visita
practicadas por el Gobernador en las oficinas de la Provincia de Charalá, 12 y
14 de enero de 1891. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. 5, feb, 1891.
Año XXXIII, No. 2409, p. 4390 - 4391.
63

circuito y las oficinas de hacienda, así como se realizaban visitas


protocolarias a las alcaldías y cabildos municipales para
reafirmar la presencia y autoridad de las autoridades
departamentales nombradas y posesionadas por el Gobierno
nacional.
Durante su primera visita oficial a los juzgados de San Gil, el
General J. Santos fue saludado por los miembros del Tribunal
Superior del Distrito Judicial del Sur (de Santander) deseándole
que:
… los pasos que deis en esta peregrinación oficial, dejen
estampadas en el suelo santandereano las huellas o
señales que deben servir de segura guía a los hombres
que con infatigable celo se dedican honradamente al
servicio público en distintas esferas y con diversas
categorías, pero que todas deben girar, sin
extralimitación alguna, en la órbita de esa poderosa ley
moral, el honor, virtud fundamental del poder de las
naciones y de la estabilidad de los Gobiernos79.
Para entonces existía una clara diferenciación entre las
funciones y responsabilidades de los empleados de cada uno de
los poderes públicos ante el Gobierno Nacional como el
Departamental al ser los jueces quienes debían establecer las
sentencias y aumentar las penas de reagravarse los cargos. No
obstante, eran los gobernantes quienes decidían, acordaban y
ejecutaban las penas de muerte, así como el Gobierno Nacional
confirió al Gobernador de Santander la facultad para elegir y
nombrar jueces principales, suplentes e interinos (Ley 100 de

79
MANTILLA, Anselmo. Discurso del Juez primero del Circuito de
Guanentá. San Gil, 23 de abril de 1891. En: Gaceta de Santander.
Bucaramanga. Martes, 5, may, 1891. Año XXXIII, No. 2443, p. 4527.
64

1892, Decreto 760 de 1893), que sumado a su facultad de


nombrar los alcaldes con facultades policivas y atribuciones
judiciales en primera instancia, permitía reafirmar el poder
judicial efectivo e inmediato que tenían los gobernadores sobre
los demás ciudadanos.
De igual modo, fue potestad del Gobernador J. Santos durante
sus años de mandato conceder o negar por medio de Resolución
oficial la rebaja en la tercera parte de la pena que les restaba
cumplir a los presos más antiguos y de buena conducta de las
cárceles y penitenciarias acorde con la documentación
debidamente arreglada, mediante la cual se debía demostrar que
“los reos tienen cumplidas las dos terceras partes de la pena
impuesta; que han observado conducta ejemplar; que no se han
fugado ni intentado hacerlo, y que el respectivo Tribunal
superior ha dado informe favorable”80.
Cada semana el Gobernador firmaba, expedía y publicaba tres
resoluciones otorgando o negando la reducción en las penas a
los reos que las solicitaban, siendo contabilizadas hasta
mediados de enero de 1894 un total de 118 resoluciones de
aprobación o rechazo a las peticiones de rebaja de una tercera o
quinta parte de la pena. Siendo además potestad del Gobernador
J. Santos revisar los casos y conceder la libertad de los
prisioneros que habían sido condenados por delitos que la nueva
legislación penal no consideraba carcelables o que habían
pasado de ser delitos mayores a delitos de pena menor (Decreto
nacional 705 de 1891).
El Gobierno Nacional delegó a su vez a sus gobernadores, y
estos a sus alcaldes municipales, la responsabilidad de organizar
80
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Resolución 6 del 3 de
febrero de 1891. En: Gaceta de Santander. No. 2410
65

y asegurar la realización de las elecciones territoriales en los


distritos electorales dispuestos para el Departamento de
Santander (Decreto del 22 de febrero de 1888), los cuales fueron
parcialmente modificados por el General J. Santos acorde con
las variaciones en los censos electorales. Para la organización de
las elecciones se debía nombrar en primer lugar a la Junta de
ocho jurados electorales (principales y suplentes) quienes
aseguraban y certificaban en cada Municipio la elección de los
miembros de los concejos municipales, asambleas
departamentales, congreso nacional, y especialmente, las
Asambleas de Electores. Estos últimos tenían la responsabilidad
de elegir y proclamar al Presidente y Vicepresidente de la
República acorde con los resultados electorales departamentales
(Decreto nacional 511 de 1891), representando cada elector y su
suplente, como hombres libres y capaces, a mil habitantes de
cada distrito municipal del país.
Sin embargo, la Constitución de 1886 solo consideraba
ciudadanos electores a quienes “sepan leer y escribir, o que
tengan una renta anual de $500 o propiedad inmueble de
$1500”81, así como era obligación del Gobernador y sus
secretarios confeccionar y publicar la lista de funcionarios
públicos que no podían ser elegidos electores, Senadores,
Representantes, Diputados o Presidente, Vicepresidente,
Ministro, Magistrado, Consejero de Estado, Gobernador,
Procurados, Jefe del Ejército, etc. de acuerdo a las inhabilidades
dispuestas en la Ley 7 de 1888 sobre desempeño de funciones
públicas durante los seis meses anteriores a las elecciones.

81
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Elecciones.
Bucaramanga, 6 de noviembre de 1891. En: Gaceta de Santander.
Bucaramanga. Jueves, 12, nov, 1891. Año XXXIII, No. 2493, p. 4725
66

Para la elección de Concejeros municipales y Diputados a la


Asamblea departamental fue obligación del Gobernador J.
Santos informar semanalmente a los santandereanos a través de
la primera página de la Gaceta de Santander que tenían “derecho
a votar todos los ciudadanos en ejercicio de sus derechos,
inscritos en las listas respectivas” 82. Así como debía advertir las
restricciones para la elección de los Representantes al Congreso
Nacional al solo tener “derecho a votar los ciudadanos que
sepan leer y escribir, o que tengan una renta anual de $500, o
propiedad inmueble de $1500, y que se hallen inscritos en las
listas correspondientes”83.
Respecto a los medios para asegurar el progreso y el desarrollo
productivo representado en los aportes tributarios, correspondía
al Gobernador atender y responder a: las solicitudes de cesión
de minas en las montañas; los denuncios de minas abandonas; la
explotación y colonización de baldíos sin minas en las sabanas y
selvas de los valles del río Magdalena o el río Catatumbo;
Construcción de tomas, falúas o desvíos de caudales de ríos y
quebradas; explotación de bosques, etc. El cumplimiento de las
concesiones y licencias otorgadas al crearse corregimientos y
aprobarse el nombramiento de inspectores de policía se pudo
comprobar con la creación del corregimiento de La Baja en el
Municipio de California, y consigo, el nombramiento de un
inspector especial al incrementarse el trabajo en las minas que
allí habían sido establecidas (Decreto 2 de junio de 1891).
De igual manera era competencia del Gobernador gestionar
recursos para la financiación de los presupuestos anuales, razón

82
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Elecciones. En:
Gaceta de Santander. Bucaramanga. Miércoles, 20, abr, 1892. Año XXXIV,
No. 2536, p. 4897
83
Ibíd.
67

por la cual el General J. Santos optó por decretar el remate


público de las propiedades urbanas que la Gobernación no
deseaba reconstruir o continuar financiando ante su detrimento
como fue el caso del teatro, el hospital militar y el colegio viejo
de Cúcuta, una casa adjunta al hospital de caridad del Socorro
(Decreto del 30 de julio de 1891) y los lotes improductivos del
Departamento en Oiba (Decreto 3 de agosto de 1892).
Acrecentando aún más el conflicto del General J. Santos con los
comerciantes y empresarios bumangueses opuestos a sus
medidas conservadoras y de odiosas preferencias en el manejo
de los recursos y rentas públicas, le correspondió como
Gobernador de Santander hacer cumplir el conflictivo y poco
liberal Decreto nacional del 16 de marzo de 1892 mediante el
cual se ordenó que a partir del primero de julio de ese mismo
año se debía cumplir plenamente la Ley 79 de 1888. Ley que
declaraba como ilícita la circulación de los billetes de los
Bancos particulares y una conducta ilegal y contraria a la
hacienda nacional la no recolección de esos billetes entre sus
portadores para obtener el cambio oficial por parte de los
emisores, incurriendo concretamente los emisores como los
portadores en los delitos de circulación de moneda falsa y
falsificación de los billetes del Banco Nacional acorde con la
tipificación del Código Penal.
Otro medio al que debía atender y hacer seguimiento en defensa
de los intereses fiscales del Departamento estaba relacionado
con la interposición de acciones judiciales para hacer efectivos
los depósitos y donaciones testamentarias para beneficencia
pública como fue el caso del depósito para el Hospital de
Caridad de Jordán, cuyos opositores llevaron el caso hasta el
recursos de casación ante la Corte Suprema de Justicia
(Resolución del 17 de octubre de 1891). A ello se sumó un
68

impuesto departamental sobre las mortuorias y las donaciones


de intervivos, acorde con la Ley 113 de 1890, cuyos montos
debían ir del 0,5% al 8% más 25% adicional por moratoria y los
réditos debían ser empleados por la Gobernación para pagar los
gastos de personal y material del Lazareto de Contratación a
cargo del Departamento (Decreto del 29 de octubre de 1891).
Para garantizar la capacidad de gestión financiera y el manejo
exclusivo de las rentas propias de cada Municipio para la
realización, contratación o pago de obras públicas, el General J.
Santos decretó como rentas municipales: los bienes, derechos y
acciones de los distritos municipales; los bienes mostrencos y
vacantes en sus límites; los bienes de personas sin herederos o
testamento; los edificios, puentes y demás obras hechos con
fondos del Municipio; la parte del Impuesto directo otorgado
por la Ordenanza 23 de 1890; el Derecho de pesos, pesas y
medidas; el Derecho de carnicería, almotacén, contribución para
caminos, coso, pontazgo, juegos legales, multas, arredramientos,
mortuorias, ingresos varios, productos de privilegios,
donaciones, intereses de demora y; los demás señalados por las
leyes y ordenanzas (Decreto del 24 de octubre de 1891). No
obstante, el Departamento preservó privilegios fiscales como el
remate, concesión y usufructo anual de la renta de aguardiente
colectada en cada Municipio por parte de un Administrador
durante un trienio.
Respecto a la defensa de la jurisdicción territorial asociada con
los límites de las gobernaciones y las áreas de influencia de los
gobernadores, al General J. Santos le correspondió garantizar el
reconocimiento, autonomía y seguridad para los cuerpos
consulares residentes en Santander, especialmente el de los
ciudadanos alemanes ubicados en Bucaramanga y Cúcuta. De
allí que al separarse de su cargo por licencia el legendario
69

cónsul titular P. G. Lorent y sugerir en su remplazo como


Cónsul interino del Imperio Alemán en Bucaramanga al sr. G.
Wolkmann, al Gobernador de Santander se le informó sobre la
decisión tomada por el Ministerio de Relaciones Exteriores y la
Resolución nacional que le condicionaba a aceptar y hacer
válido ese reconocimiento en su jurisdicción departamental
(Resolución del 24 de agosto de 1891).
No obstante, era potestad y deber de los gobernadores, y
particularmente del General J. Santos para el caso de Santander,
vigilar y actuar policivamente ante las conductas ilegales en las
que pudieran incurrir muchos de esos alemanes. En particular
los asociados con la casa de Lorent y Lengerke, quienes habían
hecho parte de las empresas comerciales o habían financiado las
campañas electorales de los dirigentes liberales del régimen
radical y quienes desde 1885 pretendían restaurar su poder y
hegemonía por medio de las insurrecciones armadas
degeneradas en guerras civiles.
Acorde con el artículo 13 de la Ley 145 de 1888, relativa a los
derechos de los extranjeros en Colombia, los ciudadanos
alemanes, venezolanos, italianos, etc., residentes en Santander
tenían prohibido participar o financiar cualquier actividad
política o democrática exclusiva de los ciudadanos colombianos
bajo pena de ser expulsados del territorio de la República de
forma inmediata como medida “conveniente al orden público”.
Siendo reafirmada esa posición unilateral del Gobierno Nacional
al comunicar el Ministro de Relaciones Exteriores, Marco F.
Suárez, al Gobernador de Santander que: “Los individuos que
tomen parte en elecciones políticas, o que pretendan usar del
derecho de sufragio, o que redacten periódicos políticos o sirvan
a empresas de esta especie, o que de cualquier modo se ingieran
en las luchas de los partidos, están comprendidos en la referida
70

disposición y a ellos es aplicable la expulsión del territorio


colombiano”84.
El Gobierno Nacional a través de sus Gobernadores
departamentales intervino y reguló una de las principales
mercancías de importación y tráfico libre de los inmigrantes
desde mediados del siglo XIX como habían sido las armas para
el uso recreativo o la defensa personal. Ante la permanente
amenaza de insubordinación y guerra por parte de los liberales
asilados en la frontera venezolana, y considerando las
atribuciones conferidas por la Ley 14 y 36 de 1886, el Decreto
561 de 1886 y las resoluciones regulatorias de los mismos por el
Ministerio de Guerra, el General J. Santos decretó el 13 de mayo
de 1893 que la venta de armas y municiones en adelante
quedaba sometida en todo Santander “a la inspección y
vigilancia de las autoridades competentes, que son los prefectos
en las capitales de Provincia y los Alcaldes en los otros
Municipios”85.
Para cumplir su tarea de inspección y vigilancia mensual en las
tiendas de los importadores y comerciantes de las armas para la
caza o la defensa individual, y consigo, confiscando las armas
de guerra, municiones, explosivos o equipos de tropa, los
alcaldes y prefectos debían tomar: “rigurosa cuenta de las
existencias de dichos efectos en los almacenes o tiendas de la
localidad, y llevarán un registro especial en donde dejarán

84
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Circular en ejecución
del artículo 13 de la Ley 145 de 1888, sobre extranjería y naturalización.
Bogotá, 27 de agosto de 1891. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga.
Lunes, 28, sep, 1891. Año XXXIII, No. 2483, p. 4685
85
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Decreto por el cual
se reglamenta el comercio de armas y municiones. En: Gaceta de Santander.
Bucaramanga. Sábado, 20, may, 1893. Año XXXV, No. 2656, p. 5378
71

constancia de las transacciones que se hagan de los indicados


elementos, a fin de cerciorarse de que no se destinan a uso
ilícito; transacciones que no podrán verificarse sin permiso
escrito de las autoridades ya mencionadas” 86. Quienes no se
sometieran a la inspección o se comprobara la venta de las
armas restringidas y prohibidas podían llegar a recibir 200 pesos
de multa y hasta 30 días de arresto.
La presión de las autoridades regeneradoras sobre los
inmigrantes alemanes y la reducción de su presencia e influencia
en Santander se evidenciaron con el traslado temporal de las
funciones y jurisdicción del consulado de Ocaña al de
Barranquilla (Resolución 24 de septiembre de 1891), las cuales
se reestablecieron con el desarrollo de los proyectos viales y
ferroviarios desde Ocaña al Magdalena y Cúcuta al ser
nombrado H. W. Brokate como cónsul (Resolución 5907 del 2
de diciembre de 1892).
La regulación de las relaciones entre los inmigrantes y el
Gobierno Nacional a través de los Gobernadores en cada
Departamento se reafirmó al ser reconocido por el Ministerio de
Relaciones Exteriores de Colombia el nombramiento de Víctor
Paillié como Agente Consultar de Francia en Bucaramanga,
acorde con las credenciales otorgadas por Alejandro Mancini
como encargado de los negocios de la República francesa en
Colombia (Resolución 5338 del 26 de noviembre de 1891). Así
mismo, el agente consular de los Estados Unidos de América en
Bucaramanga, C. Keller, de forma periódica expresó su
acatamiento y respeto a las decisiones soberanas de los
gobernantes de Colombia. Desde entonces, su protagonismo
público se redujo a hacerse presente en los grandes eventos a los

86
Ibíd.
72

que era convocado el cuerpo consular como era el caso de la


solemne conmemoración militar y religiosa o la celebración
literaria y musical asociada con el día de Independencia
Nacional cada 20 de julio.
Aunado a sus obligaciones ante las autoridades diplomáticas y
consulares, el General J. Santos no solo representó los intereses
de los santandereanos pues también representó al Gobierno
Nacional como a los Gobernantes vecinos en los eventos a los
que fue comisionado. Ejemplo de ello se evidenció durante la
inauguración que hizo de las obras a cargo de la compañía del
Camino del Carare el 18 de mayo de 1891 al representar el
Gobernador J. Santos “los intereses de Santander y de Boyacá
por comisión de su progresista Gobernador señor doctor
Próspero Pinzón”87. Lo cual evidenciaba la confianza que en él
tenía el General P. Pinzón, así como el reconocimiento que tenía
entre los boyacenses, especialmente de las gentes, comerciantes
y empresarios de la Provincia de Tundama a quienes visitaba
frecuentemente al llegar hasta la ciudad de Duitama recorriendo
los caminos que partían desde Charalá a través de Virolín o el
páramo La Rusia.
Esas relaciones sociales, económicas y políticas que existían
entre las gentes de las provincias de Tundama y Charalá
finalmente se formalizaron al ser nombrado y posesionado el
General J. Santos como Gobernador de Boyacá durante el
período comprendido entre 1897 y 1898. Su labor se centró en
el mejoramiento de las rutas viales y las relaciones comerciales
entre las dos provincias que representaba, así como el General J.

87
COLOMBIA, DEPARTAMENTO DE SANTANDER. Inauguración de
los trabajos del Camino dl Carare. Vélez,18 de mayo de 1891. En: Gaceta de
Santander. Bucaramanga. Sábado, 27, jun, 1891. Año XXXIII, No. 2549, p.
4589
73

Santos confió la seguridad militar de Santander durante la


guerra de 1895 al General Rafael Reyes Prieto, oriundo de Santa
Rosa de Viterbo, quien llegó a constituirse en el político y
militar más influyente de Colombia desde la guerra de los mil
días hasta la reforma constitucional de 1910.
Instrucción e Industria. El General Santos dio continuidad a
las decisiones e inversiones gubernamentales promovidas por
sus antecesores en beneficencia y caridad pública asociadas con
los lazaretos y hospitales de caridad, el sostenimiento de los
colegios públicos provinciales, la continuidad de la Escuela de
Artes y Oficios, el mejoramiento y reforzamiento de los
establecimientos de castigo (penitenciaría y cárceles), el
mejoramiento y la consolidación de los servicios públicos en
telegrafía, telefonía y electricidad, las publicaciones
departamentales para la divulgación de las decisiones y
convicciones del partido nacional (Gaceta de Santander, Escuela
Primaria, Revista Judicial del Norte y Revista Judicial del Sur),
así como el sostenimiento de la Banda de Música del
Departamento para amenizar las fechas cívicas con gran
solemnidad, ritualidad religiosa y rigurosidad militar, la cual fue
temporalmente financiada por el Ministerio de Guerra.
Acorde con el régimen concordatario de la educación cada
colegio municipal o provincial en Santander debían contar con
una Junta Administradora encargada de los asuntos
organizacionales, financieros, instruccionales y morales. Los
colegios municipales debían ser administrados por el cura
párroco, dos vecinos elegidos por la Gobernación y otro elegido
por el Concejo Municipal mientras que Colegios Provinciales
como el de San José de Guanentá y San José de Pamplona
debían ser administrados por una Junta compuesta por el cura
párroco, el prefecto provincial, el colector provincial de
74

hacienda y tres vecinos nombrados por la Gobernación


(Ordenanza 9 de 1888).
A partir de la administración del General J. Santos (30 de abril
de 1891), y en concordancia con lo dispuesto por el Ministerio
de Instrucción Pública, desde el 1 de enero de 1892 las Juntas
Administradoras locales o provinciales fueron sustituidas por
“Juntas de Inspección” a cargo de Inspectores provinciales de
Instrucción Pública adscritos a la Secretaría Departamental del
mismo ramo.
El rechazo a tener que depender el General J. Santos de una
Junta para tomar decisiones como Gobernador con el apoyo de
sus prefectos provinciales también se hizo manifiesto al eliminar
las Juntas de Fomento y su sistema de contratación de caminos
por concesiones o patentes, al extinguir la Junta de Beneficencia
que regulaba a los Lazaretos y hospitales de Caridad, así como
la Junta Departamental de Hacienda que regulaba los remates
públicos de la renta de aguardientes, degüello, pontazgos, etc.
Ello generó el cuestionamiento público sobre los
administradores nombrados unilateralmente por el Gobernador
por parte de influyentes empresarios de Bucaramanga como
Reyes González y Sinforoso García (Memorial del 21 de marzo
de 1892). A cambio obtuvieron la respuesta acostumbrada por el
General J. Santos, según la cual, cada una de esas juntas no era
necesaria o no cumplía sus fines al velar el Gobernador y sus
Secretarios directamente por el incremento y buen uso de las
rentas públicas, sin importar los cuestionamientos que se
hicieran por favorecer a sus copartidarios provinciales.
Los inspectores de instrucción pública tenían a cargo supervisar
el manejo financiero, disciplinario, moral y científico que se
prestaba a los estudiantes que aprobaban la educación
75

secundaria y eran becados para continuar sus estudios en la


Universidad Nacional. Y en especial, vigilar la administración
realizada por los rectores de los establecimientos de instrucción
secundaria financiados por el Gobierno Nacional o
subvencionados por el Departamento como eran: El Colegio de
varones de San José de Pamplona, El Colegio San José de
Guanentá, El Colegio de varones del Socorro, El Colegio de
Varones de Vélez, la Escuela de Artes y Oficios de San Gil, El
Colegio de Señoritas de Ocaña, las Escuelas Normales de
Bucaramanga y El Socorro, y especialmente la Escuela de Artes
y Oficios de Bucaramanga. A los cuales se aunaban las
“Escuelas Superiores” que se habían creado durante el gobierno
del General J. Santos en capitales provinciales como Charalá,
Málaga, Bucaramanga, Ocaña y Cúcuta al no contarse con
colegios públicos o privados para dar continuidad a los estudios
aprobados en las escuelas de instrucción primaria.
También era competencia del Gobernador, el Secretario de
Instrucción Pública y los inspectores provinciales vigilar el
funcionamiento y los servicios prestados por los colegios de
instrucción secundaria de carácter privado o de propiedad de
congregaciones religiosas que funcionaban durante un tiempo o
de manera ininterrumpida desde su creación. En el caso de la
Provincia de Cúcuta, el colegio de particulares establecido en
Salazar y dos más en San José; en la Provincia de García
Rovira: el Colegio de San José promovido por el cura párroco
de Málaga; en la Provincia de Guanentá: el Colegio de Señoritas
establecido y regentado en San Gil por las Hermanas de la
Caridad encargadas del asilo de indigentes; en la Provincia de
Ocaña: un colegio de particulares asociados entre sí; en la
Provincia de Pamplona: establecimientos religiosos como el
Colegio Seminario y el Colegio de la Presentación de las
Hermanas de la Caridad, así como los particulares establecidos
76

como: Liceo de San Luis Gonzaga, Colegio de las Mercedes y el


Colegio de la Concepción; en la provincia del Socorro:
establecimientos religiosos como el Colegio de Señoritas de la
Presentación de las Hermanas de la Caridad, así como los
particulares registrados como Colegio de la Concordia, Instituto
Pestalozziano y el Colegio de Varones de Suaita y, en la
Provincia de Vélez: dos colegios de particulares.
En la Provincia de Soto los inspectores tenían la responsabilidad
de informarse sobre el funcionamiento de colegios de
particulares como: el Colegio de Varones de Suratá, el Colegio
de Nuestra Señora de las Mercedes (Suratá) y el Colegio de
Bolívar (Piedecuesta) con su Escuela Anexa. También eran de
su responsabilidad colegios religiosos como el Colegio de
Señoritas de las hermanas de caridad encargadas del hospital de
Piedecuesta y el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús de
Bucaramanga regentado por las hermanas Bethlemitas.
Valga destacar que el papel de las hermanas de la caridad como
institutoras en las escuelas y colegios fue tan reconocido,
demandado y aceptado en cada municipalidad al ser acorde con
la moral católica y los principios de orden y autoridad
promovidos por el Estado que fue la primera orden religiosa en
ser considerada para dar cumplimiento a la Ordenanza 18 de
1894. Ordenanza que otorgó facultades al Gobernador para que
“contrate y traiga a Santander una Congregación religiosa
docente que se encargue de la dirección de algunas Escuelas
Primarias”.
El informe presentado por el General J. Santos y la baja
cobertura que se evidenciaba a través del mismo en algunas
provincias motivó a la Asamblea Departamental, al Secretario
de Instrucción y al Gobernador a promover la creación de
77

nuevos colegios departamentales en las provincias más distantes


de Santander. Para ello se ordenó la creación de un Instituto de
Instrucción Secundaria para señoritas en cada uno de los
municipios de Málaga, Socorro y Vélez (Ordenanza 9 de 1892),
así como un Colegio de varones en el municipio de Salazar.
Siendo obligación de los municipios garantizar los locales y el
mobiliario para su funcionamiento mientras que la Gobernación
debía encargarse del nombramiento y pago de los empleados
que fuesen designados, así como exigiría dar prioridad
formativa a las señoritas como a los varones en un arte u oficio
acorde a las necesidades locales.
Ante los costos y gastos que implicaba crear y financiar el
funcionamiento de nuevos colegios, el Gobernador y la
Asamblea optaron por fomentar el servicio público de educación
en los colegios de particulares por medio de auxilios
departamentales anuales, siempre y cuando esas instituciones
privadas estuviesen dispuestas a acatar la inspección y control
central del Gobierno seccional al exigir la existencia y
funcionamiento regular del plantel durante cada año, contar por
lo menos con veinte estudiantes y someterse a inspección y
aprobación de su reglamento interno de funcionamiento por el
Gobernador. Acorde con esas condiciones el primer colegio
privado que se acogió a la cofinanciación oficial fue el Colegio
“La Unión” de Suaita, obteniendo a cambio un auxilio anual por
500 pesos dispuesto en la Ordenanza 31 de 1892.
Considerando que el Gobierno Nacional era responsable de las
Escuelas Normales (Ley 89 de 1892 y Decreto 349 de 1892), así
como la Ley 63 de 1892 le concedió facultades para comprar,
construir o reconstruir los locales para las Normales en los
puntos más convenientes de Colombia, el Gobierno
Departamental se concentró a su vez en las Escuelas Superiores,
78

especialmente las creadas en Piedecuesta y Charalá por el


General J. Santos durante su primer año de administración. Para
ello, la Ordenanza 12 de 1892 dispuso transformar su carácter y
finalidad al constituirse en Institutos de Educación Secundaria
“bajo la denominación de Colegios provinciales de Soto y
Charalá”. Las materias de enseñanza para los mismos debían ser
las mismas a las de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional, y por ende, se les debía impartir
“Instrucción profesional” (Ley 89 de 1892), siendo sus gastos de
local, mobiliario y empleados asumidos plenamente por la
Gobernación de Santander.
En las capitales provinciales donde existían colegios para
varones como era el caso de San Gil y Pamplona, el Gobernador
J. Santos dispuso complementar la formación académica y
científica tradicionalmente impartidas en los mismos (Decreto
nacional 196 de 1889) al ser necesario ofrecer cátedras en artes
y oficios para quienes no podían cursar la instrucción
secundaria. Para ello, la ordenanza 20 del 22 de julio de 1892
decretó que en el Colegio de San José de Guanentá como en el
de San José de Pamplona se debían establecer escuelas en artes
y oficios como secciones anexas a los mismos y en las cuales
los maestros graduados contratados y dotados por la
Gobernación debían atender a por lo menos diez “jóvenes de
reconocida pobreza y aptitud” que fuese designados y becados
por el Gobernador.
En capitales como San Gil se podía contar con una escuela de
artes y oficios privada a cargo de la Sociedad San Vicente de
Paúl y otra pública ubicada en el Colegio departamental de
varones. Valga señalar que la necesidad e importancia de crear
la Escuela de Artes y Oficios para Pamplona fue planteada y
reclamada por el Obispo de Nueva Pamplona al enviar oficios a
79

la Asamblea Departamental a la par de su solicitudes para


mejorar los auxilios y la presencia del Gobierno Departamental
en el Lazareto.
La expansión y regionalización de la instrucción práctica en
artes y oficios por todo Santander fue consecuencia de los actos
públicos de graduación de jóvenes maestros titulados por la
Escuela de Artes y Oficios de Bucaramanga en herrería,
carpintería, zapatería y guarnicionería a partir de las becas
otorgadas por la Gobernación, acorde con la selección de
becarios realizada por los Generales G. Quintero y J. Santos.
Esos títulos conferidos por las Escuelas de Artes y Oficios en
nombre de Gobernación de Santander certificaban la
culminación de la Instrucción Pública Secundaria (Decreto 349
y Ley 89 de 1892) al igual que las Escuelas de Bellas, los
Institutos Industriales, las Academias Nacionales y las Escuelas
Normales del resto del país.
Así mismo, demostraban el alcance de las disposiciones
decretadas por cada Gobierno Departamental al conferirle el
Gobierno Nacional atribuciones para dictar “los Reglamentos de
las Escuelas de Artes y Oficios establecidas o que se establezcan
en ellos” (Decreto 349 de 1892). Para tal fin, se debían seguir
las disposiciones y reglamentos para funcionamiento del
Instituto de Artesanos de Bogotá y el Instituto Salesiano para
jóvenes obreros, dedicados a las artes manuales.
Durante la sesión solemne de graduación realizada en la
Asamblea Departamental el 30 de noviembre de 1891, el
General J. Santos manifestó su satisfacción por los logros
morales, académicos y laborales que se hacían con las nuevas
generaciones de santandereanos, elevó los sueldos del Rector y
el Vicerrector de esa Escuela para el siguiente año, dispuso la
80

extensión del modelo de las Escuelas de Artes y Oficios a través


de las nuevas generaciones de maestros graduados a las demás
provincias de Santander, así como fue autorizado por la
Asamblea para establecer la enseñanza teórica y práctica de la
mecánica y la fundición metálica (Ordenanza 52 de 1892),
contando para ello con el apoyo de la compañía conformada por
Orestes Bautista y los hermanos Eugenio y Mariano Penagos,
inmigrantes españoles. A esos estudios especializados se
agregaron un año después la enseñanza de la veterinaria teórica
y práctica, cuyo profesor debía actuar a su vez como Inspector
de carnes y ganados del departamento (Decreto del 23 de
diciembre de 1893).
Para tal fin, y a partir de lo dispuesto en el Decreto del 17 de
diciembre de 1891, el General J. Santos concedió a los Concejos
Municipales la facultad para que los maestros graduados de la
Escuela de Artes y Oficios que hubiesen sido becados por la
Gobernación establecieran en cada Municipio un taller para la
formación de hasta cinco jóvenes en los conocimientos
tecnológicos y prácticos aprendidos en la Escuela de
Bucaramanga. Culminado el proceso de formación, el maestro
graduado debía ser certificado por el Prefecto provincial sobre el
cumplimiento del compromiso prestablecido con la
Gobernación, así como los aprendices debían ser examinados y
certificados por el Inspector de Instrucción Pública provincial.
Para garantizar la culminación de la formación en el oficio
dispuesto, los aprendices debían otorgar una fianza ante el
alcalde municipal o el prefecto, así como quedaban
condicionados a pagar doscientos pesos de multa en caso de
abandonar los estudios (Decreto del 17 de diciembre de 1891).
La gestión del Gobernador J. Santos y su Secretario de
Instrucción en cuanto a las escuelas de instrucción primaria se
81

concentró particularmente en garantizar un local para su


funcionamiento, el nombramiento de directores y maestros, el
pago total de los salarios de las directoras de las Escuelas de
niñas (Decreto 6 de marzo de 1893) o la supervisión rigurosa de
los Inspectores provinciales, a lo que se sumó la dotación de
recursos didácticos debidamente censurados y autorizados por
las autoridades religiosas, educativas y políticas. Ese fue el caso
de tres mil ejemplares de la “Nueva Ortografía de la Lengua
Castellana” publicados por las Señoras Virginia de Blume,
Felisa y María de J. Martínez, los cuales debían ser distribuidos
en todas las escuelas del Departamento por el Inspector General,
cumpliendo así lo dispuesto en la Ordenanza 8 del 12 de julio de
1892.
La selección de un manual de ortografía antes que un libro de
ciencias aplicadas o de asuntos comerciales evidenciaba los
alcances del triduo ideológico de regeneración y recomposición
promovido por el Partido Nacional en el poder ante la
“catástrofe” de valores, pedagogías y costumbres que habían
sido promovidas por el radicalismo. Así, para evitar toda forma
de restauración de ese régimen debía promoverse la purificación
del lenguaje castellano a través del estudio de la gramática y la
socialización de los talentos literarios por medio de los actos
públicos; la limpieza del alma a través de la censura y el control
inquisitorial de las prácticas, lecturas y costumbres morales por
parte de las autoridades religiosas; la reconstrucción de los
cuerpos y las sensaciones a partir del acatamiento y
cumplimiento de los manuales de urbanidad y los códigos de
policía, así como la conservación del orden público por medio
de cuerpos de gendarmes.
La selección de los libros de enseñanza y consulta que debían
consultar los santandereanos, acorde a los principios morales
82

promovidos por el Gobierno Nacional y Departamental, fue


reafirmada por las atribuciones de regulación y censura a los
impresos conferidas legalmente al General J. Santos. En
concordancia con la Resolución del 3 de julio de 1893 de la
Secretaría de Gobierno de Santander, considerando el artículo
38 de la Constitución de 1886, el Decreto 151 de 1888 y la
Resolución del Ministerio de Gobierno del 2 de abril de 1889, y
ante la solicitud del venerable cura párroco de Bucaramanga Dr.
Dn. José María Villalba, se ordenó prohibir la difusión, consulta
y venta pública en Santander de las publicaciones “Contra el
Altar y el Trono” y “Las Dominicales del Libre Pensamiento”,
así como los periódicos extranjeros “El Progreso” de Nueva
York y “La Estrella” de Guatemala. Impresos que atacaban a la
Religión Católica, cometían delito de imprenta contra la
sociedad, ataque a los ministros de la Religión Católica
protegidos por el Estado de Colombia, y por ende, ofensa a “la
moralidad pública con escritos escandalosos y obscenos”.
A la par de la instrucción pública de carácter primaria o
secundaria regida por los principios y postulados de la
regeneración nacional en los oficios tradicionales
profesionalizados como en las ciencias y campos básicos del
conocimiento, cuyos beneficios y logros se evidenciaban en los
actos literarios durante los días patrios y en los exámenes al
finalizar cada año lectivo, el Gobernador J. Santos dispuso a sus
secretarios, prefectos y alcaldes apersonarse de la instrucción
general de la población adulta y la de jóvenes no escolarizados
por medio de ferias y exposiciones a través de las cuales se
debía incitar al aprendizaje y la producción de nuevas fuentes de
fomento, progreso y desarrollo para el Departamento.
Para conmemorar su primer año en el poder, el General J.
Santos a través de su Secretario de Hacienda R. Cala recordó a
83

sus subalternos la obligación que tenían antes del 15 de


diciembre en organizar su participación provincial o municipal
en la “Exposición industrial permanente en el Departamento”.
Era su obligación ocupar los armarios asignados con muestras o
colecciones de productos de exhibición acorde a lo dispuesto en
la Ordenanza 8 de 1890, cada alcalde debía realizar un
inventario municipal del muestrario de productos requeridos, así
como se debían divulgar los consolidados o selecciones
provinciales por parte de los prefectos provinciales (Circular del
Secretario de Hacienda del 29 de octubre de 1891).
Siendo reafirmada esa preocupación por fomentar, divulgar y
mejorar la calidad y cantidad de las materias primas, las
artesanías y los productos industriales con fines de exportación
que se producían en cada Municipio y Provincia al ser
autorizado el Gobernador por la Asamblea Departamental
(Ordenanza 34 de 1892) para que, a partir de los resultados de la
Exposición Industrial de Santander, se nombrara “un
comisionado competente con el objeto de que en asocio de la
Comisión nacional que ha de representar a Colombia en la
Exposición de Chicago, informe sobre aquello que pueda
interesar a las industrias del Departamento” 88.
Ese comisionado fue Manuel N. Lobo, quien partió con la
convicción que las nuevas generaciones Santander no podían
depender y dedicarse únicamente a la fluctuante agroindustria
del monocultivo del café al generar ello dependencia en la
producción de abastos, descontrol en los presupuestos y rentas
al dependerse de los precios internacionales, la continuidad en
los oficios y profesionales tradicionales y la inutilidad de los
88
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Ordenanza No. 34 (1
de agosto de 1892). En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Viernes, 5, ago,
1892. Año XXXIV, No. 2562, p. 5001
84

estudios en ciencias, artes u oficios novedosos ante la demanda


de técnicas y tecnologías limitadas.
El fomento de la industria, la invención y la innovación
tecnológica en Santander solo se consolidó con el
reconocimiento y fomento institucional que dio el General J.
Santos a la Compañía de Penagos y Hermanos al contar con la
admiración y respaldo por parte de los principales comerciantes,
empresarios y hacendados conservadores de Bucaramanga. Los
hermanos Penagos, representados por Eugenio y Mariano,
hacían parte de una familia de inmigrantes españoles que
huyendo de las guerras carlistas habían probado suerte en
Caracas. Al morir el padre, su hijo mayor Eugenio optó por
dedicarse a trabajar en talleres industriales de metalmecánica
para sostener a su familia y garantizar la instrucción para sus
hermanos menores.
El prestigio y reconocimiento obtenidos por Eugenio entre los
empresarios y funcionarios encargados de las compañías
ferrocarrileras de Caracas, aunado a la capacidad inventiva de
Mariano, conllevaron a que los Penagos aceptaran conformar
una sociedad comercial de producción de máquinas y repuestos
para la agroindustria cafetera con Orestes e Ismael Bautista en
su natal Bucaramanga. Fue por tal razón que emigraron hasta
esa ciudad andina en mayo de 1892, constituyendo la sociedad
civil “Bautista Penagos y Compañía” cuya razón social era la
cerrajería y fundición. Esa sociedad estuvo vigente desde finales
de 1892 hasta finales de 189589.
Desde su llegada a la capital de Santander los Penagos
obtuvieron el apoyo y respaldo financiero, residencial y
89
ARENAS, Emilio. El camino de Hierro. Bucaramanga: (Impreso), 1994. P.
108, 109, 36
85

empresarial del comerciante cafetero y el empresario urbanista


más importante e influyente de Bucaramanga, Reyes González.
Desde entonces se constituyeron en los “ingenieros” encargados
de diagnosticar, reparar, elaborar repuestos o adaptar a las
necesidades locales los mecanismos y respuestas requeridos por
los trapiches, calderos, molinos, descerezadoras y clasificadoras
de café, tornos, telégrafos, teléfonos y mecanismos de
producción de electricidad, domiciliaria o industrial. En tiempos
de guerra se constituyeron en los técnicos encargados de
fabricar cañones o adaptar otros artefactos para tal fin, recalzar
las balas empleadas en combate o elaborar moneda oficial
(macuquinas) con los casquillos de las balas.
El General J. Santos articuló la destreza y conocimientos de los
hermanos Penagos a sus proyectos de fomento y desarrollo vial
al pedirles al finalizar la guerra de 1895 el rediseño, traslado y
reconstrucción del puente colgante que comunicaba a
Bucaramanga con Lebrija y Rionegro sobre el Río de Oro. Fue
tal su complacencia por la obra culminada que ordenó pagar la
totalidad del contrato pactado y garantizó su consolidación
empresarial en la capitalina Bucaramanga pues:
Los trabajos fueron cancelados a los hermanos por el
sistema de planilla, pero el día de la inauguración don
José, muy satisfecho con la obra, llamó a su despacho a
Eugenio Penagos y le dijo: “Haga de cuenta que no le
hemos pagado nada. Elabore una cuenta por todo el
dinero que necesitan para terminar de traer todas esas
máquinas que tienen por allá pudriéndose en Cúcuta y
para que terminen de pagar la casa. Quiero que se
instalen bien aquí, porque Santander los necesita”90.

90
Ibíd. P. 32
86

Ese respaldo oficial les permitió constituirse en el taller


industrial más importante de Colombia el cual contaba con
máquina de vapor y caldera, taladro, torno, máquina para roscar
tornillos, horno para la fundición de hierro y su corte en frío,
molinos, así como herramientas e insumos para el
funcionamiento de telégrafos, teléfonos, artefactos pelton y
dínamos para la producción de electricidad91. Incluso,
establecieron una agencia del taller en la próspera región
agroindustrial de Rionegro donde se encontraban las haciendas
más productivas, la mayor demanda de mantenimiento o
reparaciones tecnológicas, así como residían los políticos y
hacendados más influyentes de Soto que podían protegerlos o
resguardarlos durante las guerras civiles en su condición de
extranjeros o de colaboradores de los insurgentes liberales.
A la par del desarrollo metalmecánico que permitió la
dinamización y diversificación de la agroindustria cafetera de
Bucaramanga y la provincia de Soto, durante la administración
del General J. Santos se consolidó la industria cigarrera de tal
forma que se expidieron leyes y decretos nacionales sobre su
producción (Decreto 1343 de 1893), uso del papel litografiado
para el empaque de los productos acorde con los contratos
otorgados (Decreto 1290 de 1898), rentas fiscales (Decretos
1624 y 1659 de 1893 y Decretos 300 y 455 de 1894) y
privilegios de exclusividad.
La producción cigarrera en el Departamento de Santander el
Gobierno Nacional fue regulada directamente al decretarse por
vía de Contrato cómo debía darse el abastecimiento,
manufactura y comercialización de los productos de la industria
cigarrillos, siendo el ejemplo a seguir el contrato y licencia

91
Ibíd. P. 37
87

concedido a la propiedad industrial del empresario Daniel


D’costa Gómez (Contrato nacional del 5 de octubre de 1893).
Era obligación de los funcionarios departamentales de rentas y
aduanas garantizar el goce de esos privilegios monopólicos para
las rentas oficiales, incluida la forma patentada de hacer los
cigarrillos, al igual como ya existía una patente y monopolio
para hacer las populares alpargartas [sandalias de cuero,
‘chocatos’]. Estímulos y regulaciones que sirvieron de
fundamento para que la industria cigarrera se constituyera en la
principal fuente de ingresos y rentas urbanas de Santander
durante la primera mitad del siglo XX.
Beneficencia Pública. La caridad pública y los auxilios
oficiales para beneficencia estuvieron tradicionalmente
asociados con el Lazareto departamental de Santander92. Al
alterar el General J. Santos las prácticas administrativas y
hospitalarias dispuestas por la Regeneración desde 1887 con la
supresión de la Junta de Beneficencia (1 de septiembre de 1890)
y la restitución al Prefecto Provincial del Socorro de sus
funciones de financiación, administración, inspección y justicia
del Municipio de Contratación, fue necesario buscar nuevos
ingresos y rentas para financiar anualmente el pago de las
raciones para los enfermos, el nombramiento del Administrador,
92
Sobre el origen, estructura, financiamiento y continuidad del Lazareto de
Contratación durante la segunda mitad del siglo XIX ver:
PÉREZ PINZÓN, Luis Rubén. Regenerar la muerte: La política sanitaria en
el Estado Soberano de Santander. Instituciones de beneficencia,
organizaciones de caridad y establecimientos de salubridad pública
(Lazaretos, Hospitales y Cementerios) 1857-1886. Bucaramanga, 2004, 677
p. Trabajo de investigación para optar al título Magíster en Historia.
Universidad Industrial de Santander (UIS), Facultad de Ciencias Humanas,
Escuela de Historia, Maestría en Historia. Disponible en:
http://tangara.uis.edu.co/biblioweb/pags/cat/popup/pa_detalle_matbib_N.jsp?
parametros=131179|%20|10|11
88

sus cabos y enfermeras, así como el pago de la burocracia


oficial del Municipio conformada por un Alcalde, Secretario,
Contralor, Juez y carcelero escogidos entre los enfermos
asilados de mejores calidades y condiciones.
Una de esas primeras fuentes alternas de ingresos para el
Lazareto provino de las gestiones y colectas que hizo en Bogotá
y Cundinamarca el líder e ideólogo del conservatismo
“histórico” Carlos Martínez Silva al donar más de mil pesos
obtenidos de banqueros, familias reconocidas, empresarios y
donantes anónimos. Situación que motivó al Gobernador a
nombrar un Administrador capaz de gestionar entre la clase
política y empresarial auxilios, donativos y limosnas para el
mejoramiento de las condiciones de vida de los recluidos en el
lazareto, así como cumplir de formar rigurosa y policiva lo
dispuesto por la Junta Central de Higiene sobre normas de
higiene, salubridad y desinfección para los leprosos (Acuerdo 13
del 23 de febrero de 1892).
Otra fuente de ingresos para la beneficencia a partir de la
gestión y la caridad particular fue promovida por las autoridades
públicas en las capitales departamentales y provinciales al
involucrar a las familias y autoridades más representativas de
cada localidad. En el caso de Santander, el General J. Santos
anunció durante los actos en conmemoración del día de la
independencia la conformación de una Junta de Beneficencia
con las siguientes características:
La importante ceremonia que se cumple actualmente…
tiene hoy un elemento más digno y más aceptable, si se
quiere, ante los ojos de Dios: la santa caridad. Veis aquí
al virtuoso y respetable Cura párroco asociado de
distinguidas señoras y señoritas y de los miembros de la
89

Junta de Beneficencia, que para hacer más grato el


recuerdo a los Padres de la Patria, han escogido este acto
para inaugurar el Bazar de los Pobres, que tanto se
necesita y que de tanta utilidad será en esta población.
Ellos, incansables en hacer el bien a nuestros hermanos
que gimen en la desgracia y el desamparo, apelan hoy a
los humanitarios sentimientos de los santandereanos,
poniendo por intermediarios a los que todo lo dieron y lo
sacrificaron por nuestro bienestar futuro; y muy justo es
que dando el ejemplo los que nos hallamos presentes,
consignemos nuestro óbolo para plantar así los cimientos
de uno de los más grandes monumentos que podemos
consagrar a la memoria de los libertadores93.
El Gobernador de Santander promovió las loterías públicas
como una fuente directa de ingresos para inversión en
beneficencia pública y caridad en los establecimientos
hospitalarios que lo requerían. La Lotería (o rifa pública) fue
creada mediante contrato firmado el 17 de septiembre de 1891
entre el Secretario de Hacienda Roso Cala y “Secundino
Annexy, súbdito español, del comercio de San José de Cúcuta”,
aunque su publicación sólo se hizo hasta octubre de 1894. El
origen de la Lotería de Santander en Cúcuta y los beneficios
caritativos para todas las provincias del Departamento fueron
informados por el Tesorero General al Secretario de Hacienda y
al Gobernador al manifestarles:
Tengo el honor de participar a usted que el señor
Secundino Anuexy ha entregado en esta oficina la

93
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Alocución del
Gobernador de Santander en el LXXXIII Aniversario de la Independencia
Nacional. Bucaramanga, 20 de julio de 1893. En: Gaceta de Santander.
Bucaramanga. Jueves, 20, jul, 1892. Año XXXV, No. 2670, p. 5433.
90

cantidad de $600 en moneda corriente, con fecha 25 de


los corrientes, en virtud del “contrato de privilegio sobre
establecimiento de una Lotería pública en el
Departamento de Santander, con domicilio en San José
de Cúcuta”, suma que corresponde al Hospital de
Caridad del Socorro y al Asilo de indigentes y Hospital
de Caridad de Bucaramanga, por partes iguales, y como
prima del primer sorteo verificado de acuerdo con el
contrato citado. En esta misma fecha se ha hecho el
envío a los Síndicos ó representantes legales de los
expresados Establecimientos de Beneficencia, de las
sumas que a éstos les corresponden94.
La Asamblea y el Gobierno Departamental no descartaron la
opción de librar al Departamento de la carga financiera y
burocrática que representaba asumir la existencia del Lazareto
de Contratación, para lo cual se autorizó al Gobernador J.
Santos para que se contratara y acordara el envío de los
enfermos de lepra de Santander al lazareto nacional establecido
en Agua de Dios, y consigo, la demolición del casco urbano de
Contratación (Ordenanza 29 de 1894). Contradictoriamente, la
Asamblea y la Gobernación apoyaban la constitución y
funcionamiento de la Sociedad de San Lázaro en El Socorro
cuyo propósito era la reorganización y mejoramiento del
Lazareto de Contratación, razón por la cual, finalmente el
General J. Santos aseguró a los enfermos y benefactores del
Lazareto que no se variaría el punto de Contratación ni su
organización municipal.

94
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Consignación.
Bucaramanga, 27 de septiembre de 1893. En: Gaceta de Santander.
Bucaramanga. Jueves, 5, oct, 1893. Año XXXVI, No. 2893, p. 5526.
91

Cuerpo de policía. Considerando su condición de General de


las fuerzas nacionales defensoras de la regeneración en cada
Departamento, uno de los principales esfuerzos de J. Santos
estuvo asociado con la consolidación de las disposiciones
precedentes de los gobernadores militares de Santander por
establecer y garantizar un Cuerpo de Gendarmería para el
Departamento (Decreto del 20 de agosto de 1888), y consigo,
establecer cuerpos de gendarmería en las capitales político-
administrativas de las provincias, específicamente en aquellas
donde se habían presentado en el pasado las insurrecciones
liberales y los levantamientos armados (Decreto del 15 de
septiembre de 1891).
Siendo entendida esa fuerza de choque y reacción de los
gobernadores, alcaldes y jefes militares nacionalistas ante los
repetidos intentos de los radicales por subvertir el orden y por
ser un “positivo beneficio al orden y a la seguridad generales…
modelos de actividad, de respeto por los derechos individuales y
de energía para proteger esos mismos derechos”95 siguiendo
para ello el reglamento de la policía de Bogotá.
Los cuerpos de Gendarmería concebidos para el Departamento
de Santander por el General J. Santos, específicamente el
organizado para Bucaramanga como capital departamental y
provincial, estaba compuesto acorde con el tamaño de la
población y las necesidades de orden público por: Un Jefe e
Inspector General a cargo de un Coronel efectivo, el Ayudante-
secretario, el Sargento 1º., el Sargento 2º., tres cabos (1º, 2º, 3º)
y veinte gendarmes (Decreto del 26 de octubre de 1891, Visita
del Secretario de Gobierno el 6 de octubre de 1891). Si bien se

95
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Informe del
Gobernador, 1890. Op. Cit. p. XIV
92

pretendió seguir la misma estructura en las demás capitales


provinciales finalmente se reguló cada cuerpo provincial con un
Inspector, un ayudante, un sargento, un cabo y hasta dieciséis
gendarmes (Decreto del 15 de diciembre de 1891).
Los agentes de policía formados y entrenados como miembros
del cuerpo de gendarmería de Santander en cada Provincia o
Municipio acorde a las orientaciones y exigencias del General J.
Santos se constituyeron a su vez en una de las fuentes de
personal de Gendarmería solicitado por el Ministro de Gobierno
para conformar un Cuerpo de Policía Nacional (Ley 23 de
1880). Cuerpo compuesto de cuatrocientos agentes
caracterizados por la severidad de costumbres, mediana
educación y vigor físico (Circular del Secretario de Gobierno de
11 de noviembre de 1891), gozando a cambio de nombramiento
oficial, carrera de ascensos y sueldo básico con incrementos
acorde con las prácticas adoptadas por las gendarmerías de cada
Departamento.
A la presencia oficial de guardas civiles del orden público y de
un cuerpo armado de agentes encargados de las cárceles y
penitenciarias públicas se sumó el fomento e interés que tuvo el
General J. Santos en consolidar la Banda de Música del
Departamento. Institución conformada por músicos
profesionales contratados como empleados púbicos cuya
estructura, organización y reglamentación debía tener carácter y
jerarquía militar, así estaba bajo el mando de un teniente, un
sargento primero o un subteniente quienes debían cumplir con
sus responsabilidades durante los actos oficiales, ensayar
rigurosamente y denunciar a los desertores. La regulación
militar de los músicos oficiales tenía como fin mantener el
“vigor y la disciplina”, razón por la cual ese cuerpo debía estar
adscrito a la guarnición de la fuerza nacional establecida en la
93

plaza de Bucaramanga (Decreto nacional del 1 de octubre de


1890).
Por medio del Decreto del 17 de septiembre de 1891, el General
J. Santos dispuso reformar el decreto que dio origen a ese
cuerpo oficial desde el 12 de noviembre de 1889 siendo
dispuesta su organización y sueldos bajo el mando de un capitán
director, un capitán músico mayor, cinco subtenientes músicos,
once subtenientes músicos, siete sargentos músicos y un cabo.
Uno de los miembros de esa banda fue Alejandro Villalobos,
músico y compositor notable en la historia musical de
Santander, quien fue ascendido de sargento músico a
subteniente (Decreto del 20 de octubre de 1891).
Al ser considerados cuerpos al servicio público, los gendarmes
como los músicos tenían el mismo régimen de nombramiento,
contratación y pago. Los salarios se cancelaban de acuerdo a las
semanas cumplidas por medio de vales de tesorería que se
expedían a partir de una lista nominal sobre quiénes eran
reconocidos como parte de cada cuerpo al pasarse revista a los
mismos la primera semana de cada mes (Decreto del 19 de
noviembre de 1891). De igual manera, cada cuerpo provincial
contaba al igual que las alcaldías y las cárceles con asignaciones
anuales para el pago del arrendamiento local, la compra de
escritorios y el pago del alumbrado público (Decreto del 17 de
diciembre de 1891).
Para garantizar la actividad policiva de los cuerpos de
gendarmes, asegurar a los infractores del orden público y
contener la fuga de los delincuentes e insurgentes, después de
garantizar el funcionamiento de las secretarias departamentales,
las prefecturas provinciales, las alcaldías municipales y los
establecimientos de instrucción primaria y secundaria, el
94

Gobernador J. Santos promovió y aprobó la Ordenanza 32 del


30 de julio de 1892. A través de la misma se decretó conceder
con preferencia auxilios departamentales para la refacción,
construcción o reconstrucción de las cárceles distritales de cada
municipio y provincia, y en algunos casos la totalidad de las
casas municipales en donde se hallaban ubicadas, a lo cual se
sumaron auxilios para refaccionar otros establecimientos de
servicio público de responsabilidad del Departamento como
eran las escuelas, hospitales, puentes y acueductos.
Con el nombramiento de José Segundo Peña como Director
General de la Policía Nacional (1 de septiembre de 1892), y la
organización de la misma a partir del cuerpo de Gendarmería de
Cundinamarca, los gendarmes de Santander en cabeza del
General J. Santos reorientaron su jerarquía de mando y la toma
de decisiones en el ámbito municipal, provincial y
departamental.
La existencia de cuerpo de gendarmes en cada capital provincial
aunado a la presencia de miembros de efectivos de la fuerza
nacional en las fronteras, la capital departamental y los puertos o
estaciones ferroviarias garantizó a los Generales que ejercían
como Gobernadores, y consigo al Ministro de Guerra, la
circulación permanente de información o denuncias sobre las
actividades políticas, acciones insurgentes o planes bélicos de
los liberales radicales en oposición. De allí que una de las tareas
prioritarias de los gendarmes de policía y los cuerpos de
seguridad fuese el decomiso y destrucción de los periódicos
insurgentes extranjeros entre los cuales se encontraba “El
Contador”, editado en San Cristóbal - Venezuela (Resolución
del 23 de mayo de 1824), siendo multados y apresados quienes
los tuviesen en su poder al ser requeridos por los agentes del
orden.
95

En marzo de 1895 a la par de las informaciones divulgadas entre


los vapores y vagones como en los carteles ubicados en las
esquinas de las capitales se advertía a la población estar
preparada para la nueva conspiración insurgente de los liberales
que alteraría el orden público en las prósperas regiones
cafeteras. Una semana después de ser informada y advertida a la
población de Santander sobre ese peligro, el Gobernador J.
Santos contó con los temores públicos y las razones bélicas
suficientes para declarar la turbación del orden público en el
Departamento de Santander, y consigo, asumir la condición de
Jefe Civil y Militar para implantar la ley marcial, legislar por
medio de decretos y ordenar empréstitos o contribuciones
forzosas para sustentar el conflicto bélico modelado por su
autoridad.
Finalmente, la guerra de 1895 fue declarada abiertamente contra
los insurgentes liberales sin rentas públicas suficientes y sin
haberse cobrado aún a la Nación los 350000 pesos que eran
reconocidos por concepto de los empréstitos y gastos hechos en
el Departamento durante la guerra de 1884 y 1885.
Infraestructura vial. A semejanza de sus predecesores, la
principal preocupación del General J. Santos fue el
mantenimiento permanente de los caminos centrales y
provinciales del Departamento, la continuidad de los proyectos
viales inconclusos durante la regeneración como el camino del
Carare, Botijas, Lengerke, etc., la construcción de puentes sobre
los ríos Oro y Manco, y especialmente, la interconexión
ferroviaria con Antioquia, Cundinamarca y Venezuela por
medio del Ferrocarril de Santander, el Ferrocarril de Ocaña, el
Ferrocarril de Cúcuta y el ferrocarril de la Frontera.
96

La continuidad y conclusión de esas obras reafirmó el papel del


partido nacional y los beneficios de la regeneración institucional
al ser nombrados los sitios más emblemáticos de la red vial con
los apellidos de las figuras más importantes de la Nación.
Ejemplo de ello aconteció al instalarse los trabajos preparatorios
de la Compañía empresaria del Camino de Carare cuyas
principales paradas fueron bautizadas con los nombres de los
grandes caudillos de la Regeneración como fueron Estación
Holguín, Estación Núñez, etc., desde la ciudad de Vélez.
La premisa común del Gobernador J. Santos, sus Secretarios
Departamentales y los prefectos provinciales era que los
alcaldes, personeros y concejales municipales de cada provincia
debían hacer más por dirigir los trabajos en las vías públicas,
pensaran menos en cómo debían actuar y dieran prioridad a la
elaboración de las listas anuales de contribuyentes para el
mejoramiento de los caminos. Se debía erradicar la conducta
constante de los empleados municipales a la indiferencia en el
cumplimiento de sus deberes en los ramos más importantes de la
Nación, aduciendo los bajos salarios que se les pagaba o el
desinterés de sus conciudadanos en aportar para obras públicas.
De allí que la Gobernación de Santander bajo el quinquenio de
administración del General J. Santos, y con el apoyo de
Secretarios de Hacienda como Roso Cala, asumiera como de
interés general para el departamento la centralización,
contratación, financiación y/o ejecución de obras públicas que
no fueron lideradas y gestionadas por las administraciones
locales ante sus limitadas rentas. Entre esas obras estaban:
Construcción del camino de herradura de Bucaramanga a
Peñas Blancas (Rionegro), el cual debía ir desde
Sabaneta, Cáchira y Angostura hasta el Puerto de Botijas
97

junto al río Lebrija (Decretos del 10 de abril y 6 de julio


de 1891) bajo la dirección del General Juan Bautista
Carreño como Vigilante Proveedor General con el apoyo
de inspectores especiales en representación directa del
Gobernador y tres sobrestantes (Decreto del 9 de
noviembre de 1891).
Construcción de un puente provisional de alambres sobre
el río Lebrija, en el Puerto de Botijas, siendo
administrado el contrato por un director, un sobrestante,
quince peones y la mano de obra calificada en
aserraderos y carpintería que fuese necesaria (Decretos
del 10 de febrero, 25 de abril y 23 de mayo de 1892).
Siendo recompuesto ante los daños sufridos por el río
(Decreto del 23 de enero de 1894).
Revisar y rescindir los contratos entre el Estado y la
Gobernación de Santander con los accionistas de la
Compañía constructora del camino de herradura de
Bucaramanga a Sabana de Torres, el camino a Puerto
Wilches, el ferrocarril de Santander hasta Puerto Wilches
y sus caminos conexos, etc. (Contrato y Decreto de 13
de junio de 1891).
Nombramiento de inspectores especiales para el inicio o
continuación de trabajos en las vías centrales de Vélez y
García Rovira (Umpalá – Cepitá - Molagavita) (Decreto
del 17 de junio de 1891).
Conservación del camino central de Bucaramanga a
Florida por el sistema de administración, sobrestante
(Andrés Santos) o Inspector General (Decretos del 19 de
junio, 29 de junio y 17 de agosto de 1891).
98

Reconocimiento oficial del privilegio nacional y la


organización definitiva (15 de agosto de 1891) de la
“Compañía Empresaria del camino del Carare”
encargada de interconectar a Boyacá con Antioquia
partiendo de Vélez – Santander bajo la gerencia de
Wenceslao Camacho (Contrato nacional 99 de 1892).
Aunado a las exenciones tributarias para fomentar su
continuidad (Decreto nacional del 5 de marzo de 1894).
Conformación y seguimiento a la Junta Directiva
Administradora de los fondos nacionales (Ley 31 de
1890) para “conducir a la ciudad de Ocaña las aguas
necesarias del río del Algodonal” (Decreto del 24 de
agosto de 1891).
Reglamentación de los trabajos del camino central de
Umpalá a Molagavita por Cepitá que fue abierto por
cuenta del Departamento (Decreto del 4 de septiembre
de 1891).
Establecimiento de una sección ambulante de hasta
veinte trabajadores nombrados por el prefecto de la
provincia del Socorro para “componer los trayectos
peligrosos de las vías centrales inmediatas a la ciudad del
Socorro” (Decretos del 8 de octubre y 11 de noviembre
de 1891).
Otorgamiento de una patente de privilegio y licencia a
Ricardo Rincón para establecer un puente de alambre
colgante o de madera que fuese cómodo, sólido e
incorruptible sobre el río Manco, en el punto del mismo
nombre, en la vía de Soto a García – Rovira (Resolución
del 16 de enero de 1890 y Decreto del 24 de octubre de
1891).
99

Establecimiento de secciones de trabajadores en el


camino de “Río de Oro” a las “Bocas”, vía central al
puerto de Botijas (Decretos del 11 de agosto y 17 de
diciembre de 1892). El cual fue complementado por el
contrato de conservación de ese camino conocido como
“Peñas Blancas” desde “El paso”, la construcción de un
puente de cal, canto y vigas de “corazón” sobre la
quebrada la Tigra (contrato del 2 de octubre de 1893) y
la limpia del mismo (Decreto del 13 de noviembre de
1893).
Composición de los pasos malos que existían entre los
sitios de Lincoln, El Tablazo y el puerto de Marta en la
vía central de Bucaramanga hasta dicho puerto por el
sistema de administración (Decretos del 20 de diciembre
de 1892, 27 de febrero y 13 de julio de 1893).
Construcción de un puente colgante sobre el Río de Oro,
en la vía central de Bucaramanga a Lebrija, en el sitio de
Calenturas bajo la administración de Hermofilo
Rivadeneira (Ordenanza 2 de 1892, Decretos del 29 de
abril, 2 de mayo, 1 de agosto y 2 de octubre de 1893).
Apertura del Camino La Argentina (o Bagueche) para
comunicar la Provincia de Soto con la de Cúcuta a través
de Arboledas por vía terrestre o férrea acorde con el
Contrato otorgado al Coronel Aguilera H. (Mayo de
1893).
Composición de los pasos malos entre el Alto de la Cruz
y Pinchote en la vía que conducía del Socorro a San Gil
(Decretos del 14 de agosto de 1893 y 8 de enero de
1894).
100

Apertura del camino que desde Simacota debía llegar


hasta la colonia agrícola del Opón pasando por el cerro
de los cobardes y el camino de Ferreira (Decreto del 31
de agosto de 1893).
Construcción en Girón de un camellón a lo largo de la
calle que iniciaba en la casa de mercado y concluía en el
camino que va a Pamplona (Decreto del 30 de octubre de
1893).
Reconstrucción del puente de arco sobre la quebrada de
la Iglesia en la vía de Bucaramanga a Florida (Decretos
del 11 de noviembre de 1893, 22 de enero y 24 de
octubre de 1894).
Refacción de los estribos y torres del Puente de Roldán
en la vía central de Bucaramanga a Rionegro por los
daños causados durante las fuentes avenidas del río
Cañaverales (Decreto del 4 de mayo de 1894).
Concesión de patente para el cobro de peaje por el uso
del puente de alambre construido sobre el río Cáchira, en
la vía de Bucaramanga a Puerto Botijas, cuyas obras
fueron entregadas para su administración al bodeguero
principal de Puerto Santos (Patente de licencia del 26 de
abril de 1894).
Construcción de un camino entre Bucaramanga y
Zapatoca pasando por el puente colgante sobre el río
Suárez (Ordenanza 7 de 1894 y Decretos del 17 y 18 de
septiembre de 1894).
101

Composición y limpieza del camino central entre


Bucaramanga y Rionegro entre Las Juntas y Las Bocas
(Decreto del 21 de junio de 1894).
Composición de los caminos de Cúcuta a Ocaña, de
Salazar a San Pedro, de Pamplona a Cúcuta por
Chinacota y Mutiscua (Ordenanzas 19 y 20 de 1894).
Construcción de un puente en el sitio de Santa Rosa para
comunicar a Enciso con San Miguel y composición de la
vía central entre Málaga y San Andrés por “La Pica”
(Ordenanzas 24 y 25 de 1894).
Composición de las vías centrales de Zapatoca al
Tablazo (junto al río Sogamoso) pasando por San
Vicente, de Capitanejo a Onzaga por el límite con
Boyacá y de San Joaquín a Mogotes (Ordenanza 27 de
1894).
Indemnización a las señoras Sara y Mariana M’Cormick
como gratificación o remuneración a los servicios
prestados por su padre David al construir de forma
particular el puente de Sube, sobre el río Chicamocha, en
el Municipio de Jordán (Ordenanza 43 de 1894).
A partir de su informe a la Asamblea en 1892 el General J.
Santos reconoció la continuidad en el proceso de contratación y
ejecución en la construcción o refacción (por administración) de
los caminos de Soto al Magdalena (Bucaramanga a Botijas;
Bucaramanga a Peñas Blancas; Bucaramanga a las Bodegas de
Marta y Botijas). Sus esfuerzos fueron reconocidos y apoyados
por la Asamblea Departamental al concederle por medio de la
Ordenanza 18 de 1892 atribuciones ilimitadas para decidir y
reglamentar lo que considerara necesario para la administración
102

y culminación de los mismos. Facultades que fueron


reafirmadas al expedir el Gobernador J. Santos dos meses el
Decreto reglamentario de dicha ordenanza.
Si bien esas vías terrestres hasta los puertos fluviales más
cercanos se constituían en la necesidad más apremiante para el
progreso, orden y seguridad de la nueva capital de Santander, en
tanto que los prefectos y el Concejo de Cúcuta hacían lo propio
al proyectar su propio desarrollo a través de los caminos y
férreos hacia el Maracaibo financiados por la Compañía del
Ferrocarril de Cúcuta, la Gobernación no dejó de promover
obras de refacción de los caminos más transitados.
De allí que en los informes anuales el Gobernador manifestara a
los diputados los avances específicos que se habían obtenido en
los caminos de: San José de Cúcuta hasta los límites de Boyacá
con la mano de obra de los presos de la penitenciaría de
Pamplona que no se dedicaban a elaborar artesanías de fique; de
Bucaramanga a Tona; de Bucaramanga a Florida; de
Piedecuesta a Los Santos (Desde el Salado hasta el Volador); el
camino de Jordán; los Caminos del Socorro a Guadalupe y
Pinchote; los Caminos y puente desde Charalá hacia Onzaga por
Coromoro; de Puente Nacional hasta los límites con Boyacá; de
Bucaramanga a Málaga por Umpalá, Cepitá y Molagavita; de
Bucaramanga a Ocaña por Matanza, Suratá y Cáchira; de Ocaña
a Cúcuta por Sardinata y Gramalote; de Suratá a Arboledas por
Cachirí y Bagueche; de Zapatoca a San Vicente y el Camino del
Carare.
Con el propósito de garantizar la financiación de las vías que
interconectaban a las provincias más distantes con la capital
departamental, así como para asegurar su refacción de forma
periódica, por medio de la Ordenanza 1 de 1892 se dispuso
103

cambiar la condición administrativa de algunas vías al ser


declarados los caminos provinciales de Málaga hasta Chiscas
(Boyacá) y el de Cúcuta a Pamplona como vías centrales del
Departamento. Esa consideración fue ampliada en la ordenanza
2 al ordenarse como vías centrales los caminos de:
Bucaramanga a Lebrija con un puente sobre el “Río de Oro”
hasta llegar a “Calenturas”, Florida a Pamplona por “Las
mesitas”, Onzaga a Boyacá por “Las Vegas” y, Pamplona hasta
Gramalote por Cucutilla, Arboledas y Salazar.
La Ordenanza 5 declaró a su vez como vías centrales los
caminos de Curití a Mogotes por la “bajada de las cabras” y el
de Onzaga a Boyacá por “Chaguacá”. La ordenanza 14 declaró
como vías centrales adicionales los caminos de: Mogotes al
Socorro pasando por el “hoyo de los pajaros” y el Valle; Málaga
hasta Boyacá pasando por Enciso, Carcasí y “el Colmillo”;
Galán hasta San Vicente a través de la serranía de los
“Lloriquíes” y, el de Guadalupe hasta San Benito pasando por
Puerto Santander y el camino central de la Falúa.
La ordenanza 15 declaró como caminos centrales a los que iban
de: Convención al Río Catatumbo conectando con el de San
José a Tamalameque; Florida a Pamplona conectándose con el
de “Santa Bárbara”; Toledo a Concordia por el “alto de la Osa”;
Puerto a Santander a Santa Ana por Guepsa y, Suratá a Tona
conectando con las vías a Ocaña y Pamplona. Incluso, la
ordenanza 34 autorizó al Gobernador J. Santos para que
facilitara la conexión desde San Vicente del camino que se
conectaba con la vía a Barrancabermeja para que se uniera con
la vía central que conectaba a Bucaramanga con los puertos de
Botijas y Marta.
104

El Gobierno del General J. Santos decretó acciones


complementarias para la continuidad y seguridad de todos esos
circuitos viales como fueron la degradación de los municipios
de Botijas, Wilches (1891) y Buenavista (1894) a
corregimientos y la creación de corregimientos entre las aldeas y
caseríos que conectaban los caminos centrales, especialmente
los que iban de forma paralela a los ríos Sogamoso, Lebrija y
Catatumbo, los cuales debían estar ordenados y regulados por
inspectores de Policía. Entre los corregimientos creados o
autorizados durante la administración del General J. Santos
estuvieron el del Pedral (Sogamoso), El Naranjo (Lebrija), San
Faustino, Puerto Villamizar y El Salado en la Municipalidad y
provincia de Cúcuta (Decreto del 23 de junio de 1891), San
Calixto en Teorama (Decreto 3 de julio de 1891), Berbeo y
Landázuri en Bolívar (Decreto del 22 de marzo de 1892), El
Zulia en San Cayetano (Acuerdo 15 de 1893), entre otros.
Así mismo, promovió el establecimiento de colonias agrícolas
como fueron las de Agua-Blanca en el Municipio de Bolívar
(Decreto del 23 de junio de 1891), la de San José del Sarare en
el tránsito de Pamplona al Casanare (Decretos del 23 y 26 de
abril de 1892, Ordenanza 15 de 1892) y la del Opón adscrita a la
jurisdicción de Simacota (Decreto del 21 de enero de 1893).
Colonias que tenían como fin abrir caminos y poblar territorios
baldíos al estar conformadas por una capilla, cárcel, oficinas del
administrador y casas de colonos, para promover procesos
legales de colonización por parte de la Gobernación, así como
para asegurar las obras y el flujo vial de cargas y viajeros a
través de los caminos de extracción y exportación de productos
y materias primas con el exterior entre las capitales provinciales
y los puertos fluviales o las estaciones ferroviarias.
105

De igual modo, el General J. Santos ordenó establecer la colonia


de San Vicente con el propósito de asegurar la misión católica y
la colonización de terrenos en la vía a Barrancabermeja. El
Gerente de la compañía del camino del Carare dispuso y
reglamentó la creación de la colonia “Los Santos” junto al
Puente Camacho y en la ribera del río Carare, así como se
estableció otra colonia con la denominación de Carare al
occidente de la cordillera y junto al camino trazado desde Vélez
(Decreto del 14 de diciembre de 1893). Con lo cual, el
Departamento reconocía como de su responsabilidad directa las
colonias construidas y preservadas en el Carare, Opón, Sarare y
Tecacua (Cobaria).
De esos caminos, el Gobernador de Santander centró sus
esperanzas de progreso nacional en el del Carare, así como
supervisó personalmente las obras del camino de Bucaramanga
hasta los puertos y Bodegas de paja en Botijas y Marta, a través
del cual sesenta y siete compañías de empresarios nacionales y
extranjeros, públicas y privadas, movieron en 1891 cerca de
cinco mil seiscientas cargas de mercancías, sal y artículos varios
importados, sumadas a las más de cuatro mil seiscientas cargas
de café, cueros de res o de chivos y artículos varios de
exportación. Un año después ciento diez compañías nacionales y
extranjeras movieron cuarenta y dos mil seiscientos veintisiete
cargas por los puertos de Botijas como el de Marta,
demostrándose así la importancia de recomponer o construir con
prontitud los caminos hacia los puertos fluviales96.
Para la supervisión de los contratos, la recepción de los informes
de los inspectores provinciales de vías y la conservación
96
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Cuadro General
1892. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Viernes, 5, ene, 1894. Año
XXXVI, No. 2714, p. 5611
106

periódica de cada una de las vías centrales el Gobernador contó


además con un Inspector General de los Caminos del
Departamento (Decreto del 3 de octubre de 1893). Sin embargo,
para el General J. Santos la responsabilidad en la refacción y
construcción de las vías debía ser una tarea del interés comunal
y la solidaridad tributaria de los municipios para que la
Gobernación pudiera centrar sus esfuerzos y rentas en el estudio
y financiación de proyectos viales de mayor envergadura como
eran los ferrocarriles y puertos al constituirse en las verdaderas
fuentes de desarrollo y atracción de los capitales extranjeros. Al
respecto expresaba en su informe de 1892 a la Asamblea
Departamental:
La Gobernación se ha esforzado hasta donde alcanzan
los medios de acción de que dispone, en procurar que
tanto las vías centrales del Departamento como las
comunales, se conserven y mejoren con recursos con
recursos del Departamento y de los municipios, y aun
cuando es cierto que en este ramo de la Administración
Pública hay mucho por hacer, también lo es que ya se
nota mayor interés en los diferentes empleados que
intervienen en la ejecución de los trabajos y en la exacta
inversión de los fondos destinados al efecto. El día en
que los esfuerzos de la Gobernación sean secundados por
los municipios en lo referente a la contribución para
caminos, podrá el Departamento hacer economías en los
gastos que hoy hace, y aplicar esos fondos para vías de
comunicación de mayor importancia97.

97
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Informe del
Gobernador del Departamento Nacional de Santander 1892: V Caminos. En:
Gaceta de Santander. Bucaramanga. Viernes, 5, ago, 1892. Año XXXIV, No.
2562, p. 5004
107

La importancia de fomentar la iniciativa privada y de conceder


privilegios a los empresarios o los ciudadanos dispuestos a
construir puentes y caminos en los diferentes Municipios y
Provincias de Santander que aliviasen las cargas del
Departamento y apaciguase la negligencia de alcaldes y
concejales se ejemplificó al autorizar la Asamblea al
Gobernador J. Santos por medio de la Ordenanza 51 de 1892. A
través de ella se concedió “privilegio al señor Gonzalo Nieto o a
cualquier otra persona que lo solicite, para la apertura de un
camino de herradura que ponga en comunicación municipio de
Teorama, pasando por el de Aspasica en la Provincia de Ocaña,
con el nuevo caserío de San Martín de Sardinata, en la Provincia
de Cúcuta”, no siendo necesarias autorizaciones u ordenanzas
adicionales98.
La ordenanza 58 de igual manera autorizó al Gobernador a
conceder privilegio al individuo o compañía que asegurara las
condiciones necesarias “para abrir un camino de herradura de la
cabecera del municipio de San Vicente al río Magdalena,
tomando la dirección, poco más o menos, del camino que existió
llamado del puerto de Infantas, hasta donde se encuentre una
cuchilla denominada de San Gorgonio, u otra parte alta que se
preste para salir al camino que existió llamado de
Barrancabermeja y que fue construido por el finado Geo von
Lengerke”99.

98
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Ordenanza No. 51.
En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Jueves, 11, ago, 1892. Año XXXIV,
No. 2566, p. 5017
99
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Ordenanza No. 58.
En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Jueves, 18, ago, 1892. Año XXXIV,
No. 2569, p. 5029
108

A la iniciativa privada por el fomento de las vías terrestres,


fluviales y ferroviarias se aunó la preocupación de los
gobernantes y comerciantes por el mejoramiento de las vías y
espacios públicos de Bucaramanga como ciudad capital de
Santander. Uno de los ejemplos más significativos fue el
contrato de donación de un lote de terreno que hicieron a la
Gobernación en diciembre de 1892 los comerciantes Trinidad
Parra de Orozco y Anselmo Peralta en el barrio San Juan de
Dios (o del hospital) con el propósito de ampliar la plazuela
pública del hospital de caridad y transformar ese espacio en “un
parque destinado para paseo público, sembrándolo al efecto de
árboles que lo hermoseen y ornamentándolo debidamente”100.
Desde la llegada al poder del General J. Santos fueron pocos los
lamentos de los Secretarios y Prefectos a causa de la indolencia
y desinterés de la mayoría de las municipalidades de Santander
por fomentar el progreso y el orden en sus jurisdicciones, acorde
con sus deberes legales en pro de la conservación y defensa del
régimen republicano. En el mismo Informe presentado en 1892
por el Gobernador y sus Secretarios a la Asamblea
Departamental se demostró que las gestiones hechas por los
funcionarios de la Gobernación y las Prefecturas habían
permitido una mayor captación y rendimiento de las rentas
públicas con un superavit superior a los cien mil pesos, los
cuales se habían reinvertido preferentemente en la Instrucción
Pública y las Vías de Comunicación al existir una relación
directa y consecuente entre mejoramiento de conocimientos,
incremento de la producción y exportación de bienes para el
incremento de divisas.

100
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Contrato. En:
Gaceta de Santander. Bucaramanga. Sábado, 14, ene, 1893. Año XXXV, No.
2617. p. 5223.
109

Para justificar sus gastos, auxilios y providencias en escuelas y


caminos durante su segundo año de gobierno manifestó a los
diputados:
El libre e industrioso pueblo santandereano necesita
especialmente de estos dos poderosos elementos para
asegurar su prosperidad y bienestar, y hay que
prodigárselos en la mayor suma de conocimientos útiles
e instructivos en las artes y ciencias y en una red de
caminos de herradura ya que tan difícil nos es obtener
ferrocarriles que sirvan para exportar cómodamente sus
frutos y estimular el mayor desarrollo de su industria,
que en diferentes artículos, y especialmente en café, se
exhibe en los mercados extranjeros con gran
preponderancia y empieza a llamar hacia estas ricas
comarcas la atención de los acaudalados comerciantes
del Exterior101.
Caminos de Hierro. Los continuos fracasos en la consolidación
de los proyectos y contratos para la construcción de ferrocarriles
desde la creación de Santander habían motivado a gobernantes
como el General J. Santos a centrar sus esfuerzos e inversiones
en la refacción o construcción de los caminos carreteros,
principales y comunales que asegurasen las exportaciones de las
provincias sin tener que comprometer las rentas públicas en los
anhelados “caminos de hierro”. De allí que el General J. Santos
apoyara la decisión de su predecesor, el General G. Quintero, de
vender por remate al Ferrocarril del Norte la única locomotora
que se conservaba del emblemático y ruinoso Ferrocarril de

101
COLOMBIA. GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Informe del
Gobernador del Departamento Nacional de Santander a la Asamblea de 1892.
Bucaramanga: Imprenta del Departamento, 1892. p. IV.
110

Santander que había promovido el General Solón Wilches,


siendo Presidente del Estado Soberano de Santander.
Los proyectos férreos para Santander estaban condicionados a
ser iniciativas de los empresarios particulares, siendo el ejemplo
más importante y representativo de ello la sociedad mixta que
era propietaria de la Compañía Ferrocarril de Cúcuta. Sociedad
que había reconstruido su línea férrea primigenia después del
terremoto de 1878 y la había extendido a lo largo de los puertos
y bodegas sobre los afluentes del río Catatumbo. Incluso, había
gestionado los permisos necesarios para interconectar las redes
fluviales y férreas de Cúcuta con las de los Estados de
Venezuela hasta llegar a los puertos, islas y costas del Lago de
Maracaibo como del caribe venezolano.
Así mismo, obtuvieron de la Asamblea de Santander y del
gobierno de J. Santos, por intermedio del Dr. José María
Villamizar Gallardo como su apoderado, el “privilegio
exclusivo para la construcción y explotación de un ferrocarril
que partiendo del punto que se elija como más conveniente en el
municipio de San José de Cúcuta, vaya a terminar a orillas del
río Táchira en el punto más a propósito o frente a San Antonio
en la frontera colombiana, y que se denominará “Ferrocarril de
la Frontera”102, cumpliendo así lo dispuesto y reglamentado en
la Ordenanza 65 del 10 de agosto de 1892.
Al ser inauguradas las obras el 8 de agosto de 1893 ante los
delegados de los Gobiernos de Santander y el Táchira, el
presidente de la Compañía expresó públicamente cuáles eran los
intereses económicos y la expansión regional que con el

102
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Ordenanza No. 65.
En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Viernes, 19, ago, 1892. Año
XXXIV, No. 2570, p. 5033
111

Ferrocarril de Cúcuta se esperaba realizar durante las siguientes


décadas en el territorio de Santander como en la frontera
colombo- venezolana al manifestar:
Con este acto comienza hoy la segunda época de esta
importante Empresa. La primera terminó en Junio de
1888, declarando el Gobierno nacional cumplidos
fielmente todos los compromisos celebrados en los
diversos contratos para la construcción de la vía y sus
anexidades.
…La segunda época, que ahora inauguramos, en medio
de tan numerosa concurrencia, aunque aparezca de poca
importancia por su extensión kilométrica, será de
trascendencia para el porvenir.
Toda vía férrea busca naturalmente los centros de
producción que la alimenten, sirviendo ella, a su turno,
para desarrollar la agricultura y las mejoras materiales de
las comarcas que recorren.
El paso que hoy damos es el primer peldaño de ascenso
hacia Los Andes; sólo el porvenir podrá decir hasta
dónde llegará, siguiendo el curso progresivo que lleva la
América Latina. Por el sur, es natural que busque el
enlace con los ferrocarriles que hoy toman impulso en
Colombia; por el Oriente, llegaremos a las puertas de la
vecina República, y si los hermanos del Táchira así lo
quieren, podrán en el futuro esta pequeña vía servir de
lazo para llegar hasta la red de ferrocarriles venezolanos.
Tirado sobre un puente sobre el Táchira, desaparecerá
social y mercantilmente esa frontera imaginaria, que no
112

tiene razón de ser, pues ambos pueblos fueron uno solo


bajo el pabellón glorioso de la Gran Colombia103.
En respuesta a las expectativas de los empresarios, el Coronel
Lorenzo Yáñez, prefecto provincial y delegado del Gobernador
J. Santos, recordó a los asistentes qué representaba contar con
una red de ferrocarriles como núcleos de la reconstrucción de la
ciudad y fuente de progreso permanente de la Provincia de
Cúcuta al expresar:
Cúcuta marcha, señores, y cada día avanza más y más
por la senda del progreso.
Ayer, herida cruelmente por la naturaleza [terremoto de
1878], la vimos vestida de luto, llorando su orfandad, sin
tener siquiera un albergue donde defenderse de los
abrazadores rayos del sol tropical; luego la vimos
levantarse, enjuagar su llanto, mirar hacia el porvenir y
emprender diligentemente los trabajos de un pueblo
progresista y civilizado; y hoy admiramos esta simpática
y bien delineada población, orgullo y honra de los
santandereanos, y a la que alguien ha llamado la perla de
Colombia.
…La Compañía del ferrocarril ha querido llevar adelante
su empresa y ponernos en comunicación rápida con la
República de Venezuela. No tardará pues en dejarse oír
en la Frontera el pito de la locomotora; y estad seguros
de que a su eco nos contestarán gozosos el saludo

103
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Inauguración del
Ferrocarril de Cúcuta a la Frontera Venezolana. Discurso del Presidente de la
Compañía del Ferrocarril. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Lunes,
11, sep, 1893. Año XXXV, No. 2685. P. 5494-5495.
113

nuestros hermanos de allende el Táchira; y por el influjo


de esa nueva vía, nuestras relaciones serán cada vez más
frecuentes y amistosas104.
El desarrollo férreo en la fronteriza Cúcuta se sustentó en las
iniciativas privadas de los empresarios locales como en las rutas
trazadas sobre terrenos planos, abundancia de pasajeros y
cargas, facilidades para el traslado de rieles y locomotoras, así
como en el creciente flujo de capitales nacionales e
internacionales que se concentraban en esa zona de frontera.
Con lo cual, los proyectos férreos oficiales o los privilegios
ferroviarios concedidos a los particulares para el desarrollo de
ese tipo de vías en la capitalina Bucaramanga y su área de
influencia resultaban ser comparativamente impredecibles, poco
sustentables o efímeros comparados con el plan de expansión de
la Compañía de Cúcuta.
Ejemplo de ello fue la Ordenanza 46 del 6 de agosto de 1892,
mediante la cual el Gobernador J. Santos y sus Secretarios
promovieron ante la Asamblea ordenar la contratación y
concesión al Ingeniero Civil Abelardo Ramos del privilegio
para: “construir, equipar y explotar un tranvía servido por
motores eléctricos, de vapor o combinados uno y otro, que
partiendo de una cualquiera de las esquinas de la carrera 1ª de la
ciudad de Bucaramanga y pasando por la Plaza de Mercado hoy
en construcción, por la población de Florida y la ciudad de
Piedecuesta, termine en Cuatro-Esquinas, o sea en el punto de
bifurcación de los caminos nacionales de García Rovira y
Guanentá”105.

104
Ibíd. P. 5495
105
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Ordenanza No. 46.
En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Lunes, 22, ago, 1892. Año XXXIV,
114

Obra pública que tuvo su primer retraso al pedir el ingeniero


Abelardo Ramos, Ingeniero oficial y Director del Ferrocarril de
Santander (Decreto 20 de junio de 1893), una prórroga de cuatro
meses para poder realizar el trazado de la vía hasta cuatro
esquinas (Decreto del 7 de marzo de 1893) y una más de sesenta
días más para realizar el trazo del “Tranvía de Soto” y treinta
días más para elaborar los dibujos respectivos (Decreto del 14
de agosto de 1893).
En plena crisis y suspensión del Ferrocarril de Santander, el
ingeniero A. Ramos pasó por la vergüenza de pedir una nueva
prórroga argumentando haber encontrado socios en Europa,
razón por la cual le fue ampliado el tiempo de espera a seis
meses más iniciar el Tranvía de Soto a partir del 17 de agosto de
1894 (Decreto del 27 de julio de 1894). Incluso, días antes de
entregar el poder a su sucesor, el General J. Santos otorgó una
cuarta prorroga a A. Ramos mediante la cual se le daba plazo
hasta diciembre de 1896 para iniciar las obras del Tranvía de
Bucaramanga hasta Cuatro Esquinas en Piedecuesta (Decreto
del 16 de enero de 1896).
El interés del Gobierno Nacional y del Congreso por redefinir la
continuidad, financiamiento y cumplimiento de los privilegios,
contratos y concesiones asociados con el Ferrocarril de Soto al
Magdalena (“Puerto Wilches” o de “Santander”) condicionó al
Gobernador J. Santos a tener que centrar su atención y dedicar
sus esfuerzos en esa obra para dar cumplimiento a la Ley 75 del
13 de noviembre de 1892. En dicha Ley se dispuso que el

No. 2571, p. 5037. El deseo de interconectar a Bucaramanga con Piedecuesta


por medio un sistema masivo de transporte con carriles exclusivos y vagones
de gran volumen, tipo ferrocarril, se consolidó el 14 de agosto de 2011 con
el inicio del sistema metropolitano “Metrolínea” en imitación a los sistemas
“Transmilenio” de Bogotá y “Metro” de Medellín.
115

Gobierno Nacional debía participar en esa empresa “hasta con


las dos terceras partes de la cantidad anual que el Departamento
se obligué a pagar a la Compañía constructora de dicho camino
como garantía del capital que se inscriba en él, o como intereses
y fondo de amortización del empréstito que se consiga para
llevarlo a cabo”106, siendo autorizada la Gobernación para
respaldar la subvención que le correspondía en el contrato con
las rentas de degüello y aduanas del Departamento.
En Adelante, el General J. Santos consideró el Ferrocarril de
Santander como la fuente del “porvenir y el progreso del
Departamento” (Decreto del 14 de noviembre de 1892). Para tal
fin, comisionó y dio poder especial a su Secretario de Hacienda,
Dr. Dn. Roso Cala, para que se trasladara hasta Bogotá y
atendiendo a todo lo concerniente con la “obra redentora”
acorde con las Leyes y Ordenanzas firmara ante el Gobierno
Nacional el “Contrato de construcción del Ferrocarril de
Santander con el empresario o compañía que presente
condiciones más ventajosas para los intereses del
Departamento”107.
El “fin de año” de 1892 trajo para el Gobierno, los empresarios
y los comerciantes de Santander una venturosa esperanza de
progreso y desarrollo al respaldar el Gobierno Nacional la
realización y cumplimiento del contrato para la construcción y
culminación del anhelado Ferrocarril de Santander. El
Secretario de Hacienda Roso Cala como apoderado del General

106
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Ferrocarril de
Santander. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Viernes, 30, dic, 1892.
Año XXXIV, No. 2612, p. 5201
107
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Ley 75 de 1892. En:
Gaceta de Santander. Bucaramanga. Viernes, 18, nov, 1892. Año XXXIV,
No. 2597, p. 5141
116

J. Santos informó vía telegráfica el 27 de diciembre a sus


superiores y compañeros de gabinete: “Firmado contrato
Ferrocarril. Me ocupo en diligencias oficiales concernientes a él,
que estaré comunicándole. Roso Cala”108.
Dicho contrato y empréstito fue firmado con William Ridley
como apoderado de los señores Punchard, Mc.Taggart, Lowther
& Company de Londres ante el vicepresidente M. A. Caro el 29
de diciembre, siendo aprobado por duplicado por el General J.
Santos como Gobernador de Santander en su casa de campo de
Charalá el 21 de enero de 1893109. Estadía de inicio de año
durante la cual el Gobernador seleccionó, acordó y dispuso
además quiénes deberían ser los prefectos (principal y suplente)
y alcaldes (principales y suplentes) de la Provincia de Charalá.
Para reafirmar el cumplimiento de los contratos firmados el
ingeniero Abelardo Ramos como jefe de la construcción del
ferrocarril informó desde Puerto Wilches al Gobierno
Departamental y Nacional que desde el nueve de febrero de
1893 los representantes de la Compañía británica habían
desembarcado en territorio santandereano con ingenieros,
empleados y peones para el inicio formal de las obras.
Así mismo, el Gobernador J. Santos y su Secretario de Gobierno
aprobaron emplear semanalmente las páginas de la Gaceta de
Santander, sección crónica oficial, para dar a conocer desde el
22 de agosto de 1893 el cumplimiento que iba teniendo el
Contrato firmado el 26 de diciembre de 1892 en cuanto a “el

108
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Ferrocarril de
Santander. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Viernes, 30, dic, 1892.
Año XXXIV, No. 2612, p. 5201
109
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Ferrocarril de
Santander. Contrato y documentos referentes a éste. En: Gaceta de
Santander. Bucaramanga. Jueves, 9, feb, 1893. Año XXXV, No. 2636 a 2628
117

desarrollo que tenga la obra del Ferrocarril, cuentas, erogaciones


hechas de los fondos que manejan los Depositarios, inversión
dada a ellos, etc.”110.
Siendo informados los santandereanos a falta de noticias sobre
el Ferrocarril de Santander con documentos semejantes sobre el
cumplimiento de los contratos con la Compañía Ferrocarril de
Cúcuta, especialmente el Ferrocarril de la Frontera, firmado el
17 de abril por el Gobernador J. Santos, el 31 de mayo por el
vicepresidente M. Caro y cuyas obras fueron iniciadas e
inauguradas oficialmente el 8 de agosto de 1893.
A ese intervencionismo y regulación del Gobierno Nacional en
las vías férreas de Santander se sumaron las leyes de 1892 que
regulaban los costos y reglamentos para el uso de las bodegas y
aduanas asociadas con el ferrocarril de Cúcuta, así como la
revisión y modificación del contrato existente para la
construcción del “camino de hierro” de Ocaña hasta un puerto
sobre el río Lebrija o Magdalena acorde al contrato que regulaba
el funcionamiento del eficiente y próspero ferrocarril de Cúcuta
(Ley 43 de 1892). Siendo revisado ese Contrato como el
aprobado por la Ley 100 de 1890 para la “construcción y
explotación de un camino de hierro servido por vapor entre la
ciudad de Ocaña, del Departamento de Santander, y el río
Magdalena” por medio del Contrato 106 del 24 de diciembre de
1892, firmado por el Ministro de Fomento y el Vicepresidente
de la República como Jefe del Gobierno Nacional con Elberto
de J. Roca como cesionario del contrato firmado en 1890 por
Rafael Fernández M.

110
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Secretaría de
Gobierno Crónica Oficial Ferrocarril de Santander. En: Gaceta de Santander.
Bucaramanga. Martes, 22, ago, 1893. Año XXXV, No. 2680. P. 5473
118

A diferencia de los proyectos ferroviarios para Santander


durante el régimen radical, los “caminos de hierro” promovidos
durante la Regeneración bajo la responsabilidad del General
José Santos se caracterizaron por el riguroso cumplimiento de
los contratos avalados por el Gobierno Nacional entre los
empresarios que lo cofinanciarían y el Gobierno Departamental
que lo supervisaría, sumándose a ello la representación directa
de las partes por empresarios como el expresidente Santiago
Pérez Triana, residente en Londres.
En su calidad de depositario de los contratistas ingleses, el
expresidente acompañado del empresario Punchard informó por
medio de un cablegrama al Gobierno de Colombia que desde el
6 de abril de 1893 era un hecho que: “Cuerpo de ingenieros para
ferrocarril de Bucaramanga a Puerto Wilches saldrá de
Inglaterra para Colombia el diez y seis (16) del corriente”. El
General J. Santos respondió a la rigurosidad de esas
informaciones nombrando al exgobernador Dr. Alejandro Peña
Solano como Depositario en Bucaramanga del Ferrocarril de
Santander, recibiendo a cambio un sueldo de 600 libras por sus
servicios.
Los avances en las obras de los caminos con puentes, los
puertos dragados, las bodegas, estaciones y tambos de viaje, así
como en el trazado del ferrocarril desde los ríos Lebrija y
Magdalena hasta Bucaramanga, fueron reconocidos como las
grandes obras impulsadas por el General J. Santos para
Santander no solo por los empresarios bumangueses pues los
principales beneficiados de los mismos como eran los prósperos
hacendados y comerciantes cafetaleros de Rionegro. Al
felicitarlo por su reelección y posesión como Gobernador el 9 de
marzo 1893 le manifestaron:
119

Señor General D. José Santos, Gobernador de Santander.


Bucaramanga.
Creemos que la mejor recompensa para un Magistrado
que, sin oír los consejos de la ambición y sin otro móvil
que el de servir a la Patria, abandona su tranquilidad para
seguir las penosas labores del Magistrado, es la del deber
cumplido y la satisfacción que da el aprecio de los
gobernados. Y vos llevaréis el convencimiento de
vuestro patriotismo y cumplida satisfacción del aprecio
de los santandereanos.
Nosotros, los habitantes de Rionegro, tenemos deuda
sagrada para con vos, porque nos habéis dispensado
especiales gracias y habéis impulsado nuestro comercio
por todos los medios que están a vuestro alcance. Ayer el
telégrafo y el teléfono, mañana el Ferrocarril que pasará
por nuestro territorio, todo eso lo debemos a vuestra
insaciable sed de progreso y a vuestro celo por el bien de
los asociados.
Y queremos significaros nuestra gratitud siquiera sea con
palabras que os darán la seguridad de que si hay gentes
que pretenden desconocer vuestros méritos y vuestros
servicios al país, también las hay que reconocen vuestros
esfuerzos y que, ajenas a la política militante, que viven
del trabajo independiente y solo quieren el bien de los
pueblos, ven en vos al gobernante noble y progresista
que vela por la felicidad de los gobernados.
Habéis entrado de nuevo en el ejercicio de las funciones
de Gobernador de Santander; pero nuestras felicitaciones
no son para vos –aun cuando vuestra relección implica
un triunfo moral sobre vuestros gratuitos enemigos-
120

porque bien sabemos cuan pesada es la carga que echáis


a vuestras espaldas; nuestros parabienes son para el Jefe
del Ejecutivo, que con tanto acierto llenó las aspiraciones
de los santandereanos, y para estos, por ver realizados
sus deseos111.
La continuidad del expresidente liberal S. Pérez como parte de
la Compañía ferroviaria de Santander, así como su permanencia
en el país y particularmente en el territorio Santandereano
fueron finalmente limitadas y prohibidas por el Gobierno
Nacional al expedir el vicepresidente M. Caro el Decreto 1227
del 14 de agosto de 1893, mediante el cual apelando a la
Constitución, la Ley 61 de 1888 y al Acuerdo del Consejo de
Ministros del 12 de agosto se decretó extrañar del territorio de
Colombia a Santiago Pérez como castigo por hacer parte desde
1892 de una “conspiración para subvertir el orden”. También
fue privado de los derechos políticos mientras durase el
extrañamiento y confinamiento al igual que sus cómplices en
Ibagué y la Isla de San Andrés.
Tan drástica decisión fue justificada porque el 3 de agosto en
Barranquilla “se tomaron en casa del señor Santiago Pérez,
titulado director del partido radical, varios papeles que,
examinados de orden del Gobierno, resultaron pertenecer al
señor Santiago Pérez Triana, y revelaron la ejecución de
algunos hechos relacionados con la construcción de los

111
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Felicitaciones.
Rionegro, marzo de 1893. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Martes,
18, abr, 1893. Año XXXV, No. 2647, p. 5342.
121

Ferrocarriles de Antioquia y Bucaramanga que pueden traer a


sus autores responsabilidades legales”112.
Esa violación en la seguridad de los principales proyectos
económicos emprendidos por la Nación al permitirse la
presencia de miembros del régimen radical y su insurgencia
restauradora bajo la condición de empresarios inversionistas
conllevó a que el Gobierno Nacional apelando a su condición de
socio de cada ferrocarril decretará la presencia y regulación de
las obras por un Inspector de los Ferrocarriles, cuya función ante
los contratistas y operarios de los ferrocarriles de Antioquia,
Girardot y Santander era vigilar “…constantemente los trabajos
que se ejecuten en cada una de estas empresas, pueda tener el
Gobierno perfecto conocimiento de la manera como se esté
dando cumplimiento a los contratos celebrados con los
respectivos concesionarios de cada una de estas obras”113.
La crisis política generada por la expatriación de S. Pérez como
socio y representante de la Compañía internacional del
Ferrocarril de Santander, la crisis de la agroindustria cafetalera
que conllevó a la reducción en los volúmenes de cargas
exportadas en cuatro quintas partes a través de los puertos de
Botijas y Marta durante 1893114 y la amenaza de insurrección de

112
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Resolución del
Ministerio de Guerra sobre retención de varios documentos, cartas, &a del
Señor Santiago Pérez. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Martes, 28,
sep, 1893. Año XXXV, No. 2691. P. 5517.
113
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Decreto 1746 de
1893. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Lunes, 13, nov, 1893. Año
XXXV, No. 2701. P. 5557.
114
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Cuadro General
1893. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Martes, 6, feb, 1894. Año
XXXVI, No. 2726, p. 5659
122

los liberales asilados en Venezuela conllevaron a que los


Gobiernos Departamental y Nacional optaran por rescindir el
contrato firmado un año antes.
La mayoría de las casas comerciales y los empresarios más
importantes de Bucaramanga manifestaron su oposición a esa
decisión unilateral de los gobernantes regeneradores que
impedían la conclusión de la obra vital más importante de
Santander. En carta pública le manifestaron al General J. Santos
el 11 de noviembre de 1893:
Hemos visto con profundísimos pena que, por
circunstancias a que no han podido sobreponerse ni los
Gobiernos de la Nación y del Departamento, ni la
compañía encargada de la construcción del Ferrocarril de
Puerto Wilches a esta ciudad, acaba de ser rescindido el
contrato respectivo, y que por lo tanto quedan frustradas
por ahora las esperanzas que se habían fundado en la
ejecución de una obra de tal necesidad para la agricultura
y el comercio de estos pueblos que sin ella estos
elementos del progreso del país perderán terreno en vez
de seguir desarrollándose, puesto que muchas de las
plantaciones de café que se han estado fundando en aras
de la esperanza del ferrocarril, serán abandonados por la
imposibilidad manifiesta de movilizar cargamentos
mayores que los actuales por nuestros caminos de
herradura115.
La respuesta del Gobernador a ese influyente grupo de presión
social, económica y política se dio ese mismo día al expedir un

115
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Manifestación. En:
Gaceta de Santander. Bucaramanga. Lunes, 27, nov, 1893. Año XXXV, No.
2704. P. 5571.
123

decreto mediante el cual dispuso transitoriamente la


continuación de los trabajos del Ferrocarril de Santander bajo la
responsabilidad y manejo administrativo de la Gobernación
representada por el exgobernador A. Peña. Siendo avaladas el
27 de diciembre las decisiones del General J. Santos por el
vicepresidente M. Caro al aprobar la rescisión del contrato y la
respuesta dada al Comercio de Bucaramanga, así como se
establecieron las condiciones y plazos para la liquidación del
contrato (Contrato nacional 139 de 1893).
Para el funcionamiento transitorio del ferrocarril y la
continuación de las obras el General J. Santos nombró un Super-
Constructor y un Guarda-Almacén que remplazaron
parcialmente a los ingenieros de la compañía extranjera
(Decretos 19 de diciembre de 1893), a los cuales se sumó la
continuidad del Ingeniero - Director Abelardo Ramos y el
nombramiento de un Contador – Cajero (Decretos del 24 y 27
de enero de 1894), así como aseguró a los obreros el hospedaje
y la alimentación durante los días de fiesta patria o “guarda”
religiosa (Decreto del 19 de febrero de 1894). Para verificar el
cumplimiento de sus decisiones el Gobernador hizo una primera
visita e inspección oficial a las obras en el corregimiento de
Puerto Wilches, Municipio de Lebrija, el 25 de febrero de 1894.
Al finalizar la visita se manifestó que: “El señor Gobernador ha
quedado satisfecho de la manera como se han manejado los
trabajos y de la consagración y celo de todos los empleados en
el cumplimiento de su deber”116, sin embargo, se reglamentó
rigurosamente como se debían desarrollar en adelante los
trabajos bajo la administración de la Gobernación (Decretos del
116
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Diligencia de visita.
En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Lunes, 19, mar, 1894. Año XXXVI,
No. 2736, p. 5697
124

6 de abril, 28 de abril y 3 de mayo de 1894). Semanas después


viajó hacia las Provincias al norte de Santander para visitar e
inspeccionar las obras de los ferrocarriles de Ocaña y Cúcuta,
constituyéndose su presencia en motivo de fiesta, homenajes y
honores por las autoridades municipales, así como en excusa
válida para publicar en su totalidad los informes presentados por
los Prefectos, Inspectores y Concejos Municipales sobre el
cumplimiento de sus funciones legales y las de sus subalternos.
Al presentar el General J. Santos ante la Asamblea el “Informe
del Gobernador de Santander” correspondiente a 1894 destacó
lo mejor de su gestión en tres grandes ramos de la
administración: instrucción pública gratuita y masiva,
incremento de las rentas y la atención para los lazaretos y
hospitales de caridad como parte de la beneficencia, y
especialmente el desarrollo de las vías públicas. Así mismo
dedicó un aparte de su alocución para aclarar públicamente a los
diputados que había ocurrido con el Ferrocarril de Santander al
informarles que:
El ferrocarril al Magdalena, mi más vehemente
aspiración de gobernante, la esperanza más acariciada
por los pueblos de esta comarca, recibió golpe de gracia
con la rescisión del contrato Punchard, porque aplazó
indefinidamente las posibilidades de consecución de
capital extranjero; pero fue preciso proceder así; la
rescisión se hizo indispensable, y yo tuve, en presencia
de esta esperanza defraudada, la única satisfacción que
podía tener: la de ver aprobada mi conducta por el
125

primer Magistrado de Colombia y por mis


conciudadanos117.
Durante algunos meses más se continuaron las obras iniciadas y
se gestionó el apoyo financiero de la Nación para garantizar la
continuidad de las obras bajo la Administración de la
Gobernación. Sin embargo, el General J. Santos optó finalmente
por decretar el 01 de agosto de 1894 la suspensión definitiva de
los trabajos de construcción del Ferrocarril de Santander que se
adelantaban desde Puerto Wilches hasta Sabana de Torres, así
como ordenó inventariar y custodiar con celadores los
materiales y herramientas que se habían comprado para tal fin.
Estadística oficial. El registro de las informaciones producidas
o recibidas por el General J. Santos desde las Provincias, sus
informes de visita y los informes de los contratistas de los
caminos y ferrocarriles sobre los avances de las obras no solo
fueron publicados en la Gaceta de Santander pues el
Gobernador hizo uso estratégico de toda esa información en la
toma de sus decisiones y en la proyección de sus inversiones
públicas al ser ordenada y reagrupada por expertos en esos
temas.
Apelando a la experiencia y racionalidad castrense que había
caracterizado a A. Codazzi y T. Mosquera al acordar las
descripciones socioculturales y las informaciones estadísticas
que caracterizaron la labor de la Comisión Corográfica de
mediados del siglo XIX, el General J. Santos concibió necesario
continuar exigiendo un control riguroso de las diferentes
instituciones y los ciudadanos en las provincias que al norte

117
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Informe del
gobernador de Santander. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Sábado,
26, may, 1894. Año XXXVI, No. 2765, p. 5814
126

como al sur del departamento estaban a su cargo. Para ello


decretó conformar y presidir una Junta General que debía
componer cada dos años una “Estadística general del
Departamento” a partir de los informes, relaciones y visitas que
debían realizar los prefectos provinciales y los Secretarios de los
despachos de Gobierno, Instrucción y Hacienda.
Todos los empleados y corporaciones residentes en el
Departamento tenían la obligación de facilitar a la Junta General
y a las comisiones de los prefectos “todos los datos e informes
que puedan necesitar para la confección de la Estadística,
franqueándoles, cuando así lo exijan, los libros, documentos y
papeles de las oficinas a su cargo” 118 respecto a ramos
estadísticos sobre cada municipio.
Entre esos libros y ramos estaban los concernientes a:
Población, división territorial, territorio, instrucción pública,
beneficencia, correos del departamentos, rentas y gastos
municipales, minería, explotación de bosques, desmontes,
producción agrícola, animales de servicio, crías de animales
domésticos, cebas, fábricas, edificios, comercio interior,
comercio exterior. A partir de esas informaciones los prefectos
debían realizar y presentar a su vez cuadros generales sobre la
riqueza, producción, industria y comercio de cada provincia.
El registro riguroso de las acciones realizadas o las decisiones
tomadas debía constituirse en una práctica recurrente entre todos
los funcionarios públicos. En el caso particular de las
autoridades encargadas de la policía, el orden público y las
buenas costumbres ante su incumplimiento recurrente de la

118
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Decreto del 6 de
abril de 1891. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. 16, abr, 1891. Año
XXXIII, No. 2436, p. 4497
127

regla 13 del artículo 226 del Código Político y Municipal


nacional que les obligaba a “Dar en el mes de Diciembre un
informe al prefecto de la Provincia sobre la marcha de la
administración pública en el Distrito, y las medidas que
convenga tomar para mejorarla”, el Prefecto de Vélez exigió
específicamente a sus subordinados cumplir rigurosamente con
esa obligación sin tener que multarlos como se hacía en otras
provincias. Para tal fin, asignó a los alcaldes de su jurisdicción
las siguientes tareas:
Para que usted pueda rendir un informe completo a este
Despacho sobre documentos fehacientes, y no lo dé al
tanteo ó de memoria, es preciso que usted tenga un
expediente concreto y claro sobre el particular. En dicho
informe compilará usted todos los datos estadísticos del
Distrito como censo de población, nacimientos,
matrimonios, defunciones, mejoras públicas,
movimientos de rentas y gastos, marchas de las escuelas,
progreso en las artes, industria, &a &a119.
Esos informes estadísticos de los alcaldes se constituían en la
base y sustento de los informes que presentaban los Prefectos al
Gobernador de Santander, quien a su vez, elaboraba a partir de
los consolidados de cada uno de los informes provinciales en
contraste con los informes de las visitas provinciales y los
informes de las secretarías departamentales: el “Informe del
Gobernador del Departamento Nacional de Santander”. Dicho
informe era impreso, presentado y evaluado a su vez en sesión
ordinaria ante la Asamblea Departamental para orientar las

119
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Circular del prefecto
de Vélez a los Alcaldes de la Provincia. Vélez, 20 de junio de 1891. En:
Gaceta de Santander. Bucaramanga. Lunes, 20, jul, 1891. Año XXXIII, No.
2465, p. 4614
128

ordenanzas, auxilios presupuestales y resoluciones de la


siguiente legislatura, así como para guiar las acciones y
consideraciones de los proyectos de ley presentados por de los
representantes de Santander ante el Congreso Nacional.
Desde la perspectiva del Gobierno Nacional, en particular del
Inspector de la Oficina de Estadística (Ley 110 de 1890) del
Ministerio de Fomento, la importancia de la Estadística para el
proyecto de regeneración y unidad nacional se justificaba
porque:
A medida que adelanta la civilización de un país se
desarrolla también en Estadística y procura su Gobierno
detallar todos los ramos de esta ciencia, cuya
importancia se reconoce no solamente por los hombres
de estado, sino también por los comerciantes,
industriales, agrónomos, bancos &a, en vista de la
necesidad de una buena Estadística no sólo para conocer
la riqueza del país, el aumento ó disminución de su
población y el movimiento de ésta de unos lugares a
otros, la fluctuación de los precios de los distintos
artículos que se producen, se exponen o importan, se
venden ó compran -es decir, la vida material del país-
sino también para comparar sus producciones con las
demás de los demás países, encontrar y escoger los
productos más agradables al país y averiguar los lugares
donde se puedan obtener más baratos los artículos más
indispensables para satisfacer las demandas de la
población.
No sólo sirve la Estadística como un regulador de la vida
material de los habitantes, sino también para demostrar
el estado religioso y moral del país, y sirve, en fin, como
129

única base justa para la distribución de los impuestos, la


que es imposible hacer con justicia y equidad sin el
conocimiento de la importación y exportación del monto
de las producciones, de la riqueza raíz, del territorio, de
la distribución de población sobre el mismo, de las
ocupaciones de los habitantes, &a &a120.
Con la expedición de la Ley 107 de 1892, mediante la cual se
organizaba la Estadística Nacional por parte del Gobierno
Nacional, los avances hechos por el gobierno departamental del
General J. Santos fueron concretados y formalizados al
disponerse que en cada capital departamental debía establecerse
una Oficina Nacional de Estadística dependiente de la Central.
Oficina conformada por un jefe y un oficial quienes cada tres
meses debían publicar en un Boletín de Estadística los datos
recibidos de los ministerios como de las oficinas de estadística
de los departamentos, así como era obligación de los empleados
nacionales y departamentales “suministrar tanto a la Oficina
central como a las departamentales, los datos que sobre la
materia le sean pedidos”.
Al ser expedido el Reglamento interno (17 de marzo de 1893)
para el cumplimiento de la Ley 107 se dispuso como obligación
de los empleados nacionales y departamentales de la Oficina de
Estadística “recopilar todos los datos indispensables para dar a
conocer con la mayor exactitud posible la población, riqueza,
civilización y poder de la República”. Sus informes (cuadros de
asuntos, boletines anuarios) debían contener “conocimiento
exacto” de los siguientes asuntos:

120
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Decreto No. 381 de
1892. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Jueves, 12, ene, 1893. Año
XXXV, No. 2616, p. 5217
130

1) Censo y movimiento de población;


2) Industria agrícola y pecuaria;
3) Id. Minera;
4) Id. Fabril;
5) Comercio interior;
6) Fuentes naturales de riqueza, como terrenos baldíos,
salinas, minas de toda especie, productos
espontáneos tanto vegetales como animales, &a.,
&a., de los bosques, sabanas y ríos.
7) Vías de comunicaciones nacionales, departamentales
y municipales.
8) Navegación marítima y fluvial;
9) Correos y telégrafos;
10) Catastro de la propiedad inmueble y semoviente;
11) Deuda hipotecaria y transmisión de la propiedad
raíz;
12) Bancos;
13) Casas de moneda;
14) Religión;
15) Instrucción Pública;
16) Movimiento tipográfico;
17) Beneficencia;
18) Criminalidad y establecimientos de castigo;
19) Finanzas nacionales, departamentales y municipales,
&a.121

La obligatoriedad de las disposiciones y exigencias de la Oficina


Nacional de Estadística como del Ministerio de Fomento fueron

121
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Estadística
Reglamento 1. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Miércoles, 10, may,
1893. Año XXXV, No. 2652, p. 5361
131

reafirmadas a los funcionarios departamentales, provinciales y


municipales de Santander al decretar el General J. Santos cobrar
e ingresar al Tesoro nacional todas las multas que los prefectos
impusieran a los alcaldes “que no remitan a la oficina de
estadística departamental, los datos para la Estadística Nacional,
en las épocas señaladas por el Decreto número 1309 de
1892”122.
La primera de esas multas fue ordenada por el representante de
la Oficina Nacional de Estadística en Santander al imponer a la
mayoría de los alcaldes de Santander una sanción monetaria por
no haber realizado y enviado “los cuadros sobre “cultivos de los
principales artículos de exportación”, debiendo pagar cada uno
de ellos una multa de diez pesos y cumplir con el envío del
cuadro solicitado en un plazo mayor a cuarenta y cinco días.
Privilegios y Fomento. El conocimiento de las riquezas
nacionales, la necesidad de redes de servicios públicos para
garantizar la explotación y traslado de las materias primas
demandadas por los mercados nacionales e internacionales, la
exaltación de las inversiones privadas de los empresarios
comprometidos con el desarrollo de Santander por parte del
General J. Santos, aunado a la preocupación de los diputados
por la gestación de nuevos servicios públicos domiciliarios
ofertados y contratados con los ciudadanos sin la inherencia,
control ni regulación de las autoridades centrales como sucedía
con los telégrafos y correos administrados por el Gobierno
Nacional, acueductos, redes eléctricas y telefónicas, trenes,
caminos centrales, etc., por los Gobiernos departamentales,
conllevó a que la Asamblea de Santander por medio de la
122
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Decreto en
ejecución del número 1309 (11 febrero) de 1892. En: Gaceta de Santander.
Bucaramanga. Jueves, 15, jun, 1893. Año XXXV, No. 2663, p. 5405
132

Ordenanza 29 de 1892 concediera al Gobernador J. Santos


autorizaciones como la de “fomentar la Empresa del alumbrado
eléctrico en Bucaramanga”.
De considerar conveniente el Gobernador la inherencia de las
rentas públicas en una empresa privada de interés público, se le
autorizaba a “tomar el número de acciones que sean suficientes
para auxiliar de una manera eficaz la “Compañía eléctrica de
Bucaramanga” debiendo hacer esta erogación del producido de
la venta de la orden de pago que el Departamento tienen en
contra de la Nación por los suministros hechos en la última
guerra”123.
A diferencia de Bucaramanga y Cúcuta que contaban con
alumbrado público, ciudades principales de Santander como
Piedecuesta (30 lámparas), Pamplona (20), Málaga (15), Vélez
(15), Socorro (20), Charalá (10) y San Gil debían financiar con
sus fondos municipales y los auxilios de la Gobernación el
alumbrado público de kerosén en las calles principales y los
edificios públicos (Proyecto de ordenanza del 9 de agosto de
1892), siendo responsabilidad exclusiva de la Gobernación el
alumbrado de la capital departamental.
A la par de esas decisiones, los empresarios nacionales y
extranjeros de Cúcuta encabezados por el exprefecto Aníbal
García Herreros tomaron nuevamente la delantera en la
inversión y desarrollo de obras de interés colectivo con capitales
y ganancias privadas para los inversionistas particulares al
obtener el privilegio por quince años (Ordenanza 47 de 1892)
para “establecer la comunicación telefónica entre las

123
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Ordenanza No. 29.
En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Sábado, 30, jul, 1892. Año XXXIV,
No. 2559, p. 4989
133

poblaciones de San José de Cúcuta, Salazar, Gramalote y


Arboledas“, con un costo de cincuenta centavos por cada diez
minutos de uso continuo.
Para tener una idea de lo que ello representaba respecto a la
gradual sustitución de las comunicaciones telegráficas por las
telefónicas en todo el país es importante tener en cuenta que por
cada 10 palabras enviadas por la vía telegráfica se debían pagar
veinte centavos y por el porte de cada cien palabras los
porcentajes podían llegar a los tres pesos, siendo esos altos
costos una forma de regular el Estado la demanda de ese
servicio y reducir el creciente trabajo de los operadores (Decreto
Nacional 832 de 1893). Situación que no se presentaba con las
redes telefónicas al estar condicionado su crecimiento, acceso y
reducción en los costos al aumento de las redes de conexión a lo
largo de las vías públicas, la demanda local y el incremento en
el número y potencia de los dispositivos de emisión y/o
recepción.
Para reafirmar la preocupación de los gobernantes nacionales
nombrados para defender la regeneración, el General J. Santos
concedió dicho privilegio anteponiendo condiciones como: la
obligación del privilegiado instalar las líneas de comunicación,
las oficinas urbanas de despacho telefónico y la continuidad del
servicio; al vencerse el término del privilegio los aparatos,
máquinas y demás útiles de la empresa debían continuar
funcionando como propiedad y servicio público prestado y
administrado por el Departamento, así como los servidores
públicos quedaban excluidos de pagar por el servicio de
telefonía al hacerse con el propósito de emitir o recibir
comunicaciones oficiales.
134

La modernización y mejoramiento de las comunicaciones entre


las entidades públicas para la toma de decisiones en tiempo
inmediato y por la vía telefónica fue concebida y ordenada de la
siguiente manera por los diputados, los secretarios
departamentales y el Gobernador de Santander: “Las
autoridades públicas podrán comunicarse libremente por el
teléfono, con otras autoridades o con los particulares cuando lo
tengan a bien para asuntos públicos referentes al servicio de sus
respectivas oficinas”124.
A la par de la construcción de las redes telegráficas y telefónicas
en la provincia de Cúcuta a lo largo de sus vías férreas, en la
provincia de Soto las redes de telégrafos y teléfonos se
construyeron a lo largo de la vía del camino y el ferrocarril que
debía conectar a Bucaramanga con el río Magdalena a lo largo
del valle del río Lebrija. El servicio de telefonía entre
Bucaramanga y Botijas fue garantizado desde el primero de
marzo de 1893, siendo cobrado veinte centavos por cada cinco
minutos de duración, así como se prohibieron conferencias
mayores a quince minutos (Decreto del 20 de marzo de 1893).
Finalmente, el Gobierno Nacional asumió el control de todas
las telecomunicaciones telefónicas por razones de seguridad,
estabilidad en el orden público, protección de las redes de
transmisión, al igual como había hecho con los correos y
telégrafos al disponer en el Decreto 638 de 1893 que “todos los
asuntos relacionados con el servicio de teléfonos” debían quedar
adscritos al Ministerio de Gobierno, siendo reglamentado y
prestado su uso por la Dirección General de Correos y
Telégrafos.
124
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Ordenanza No. 47.
En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Miércoles, 10, ago, 1892. Año
XXXIV, No. 2565, p. 5013
135

Beneficios para Charalá. El Municipio y las poblaciones de la


Provincia de la cual era oriundo el General J. Santos también se
beneficiaron con su nombramiento y permanencia en la más alta
magistratura de Santander desde 1890 hasta 1896.
Si bien una de las prácticas administrativas y personales más
comunes del Gobernador J. Santos consistía en decretar como su
primera actividad del año la realización de la visita provincial a
la alcaldía, juzgado, colecturía de hacienda, notaría, cárcel, etc.
de Charalá para inspeccionar los libros y archivos conservados
desde 1878, así como el cumplimiento de sus obligaciones
legales acorde a lo dispuesto en el código Político y Municipal
Nacional, el gobernador también aprovechaba los últimos días
del año y los primeros del siguiente para visitar a sus familiares
y conocidos, acordar las acciones electorales que se debían
desarrollar durante el resto del año, atender los favores y
peticiones especiales de sus aliados y copartidarios.
También disponía todo lo concerniente al uso productivo que los
mayordomos debían dar a sus propiedades, terrenos y
semovientes durante los meses en los que permanecería
gobernando en Bucaramanga. Incluso, dejaba programado su
viaje de retorno a Charalá un semestre después al decidir
gobernar temporalmente desde esa municipalidad mientras se
realizaban las ferias y fiestas de esa misma localidad.
La primera de esas visitas realizada en enero de 1891 conllevó a
la expedición del Decreto del 10 de abril de 1891 mediante el
cual se dispuso auxiliar “al Municipio de Charalá para la
construcción de un puente sobre el río Táquiza". Para entonces
el caudal de dicho río había debilitado y destruido el puente que
garantizaba el tránsito de mercancías, ganados, tropas y
136

pasajeros entre Charalá, el caserío de Riachuelo y el


corregimiento de Coromoro en el punto “El Llano”.
De allí que fuese considerada un obra de suma urgencia, costo y
utilidad en el informe bimestral de acciones y necesidades
presentado por el prefecto provincial de Charalá. Así mismo, se
debía atender a la Resolución expedida el 11 de marzo de ese
mismo año por parte del Concejo municipal de Charalá
mediante la cual se declaraba que las rentas del municipio eran
insuficientes para atender a la reconstrucción total del puente al
“existir un déficit en el presupuesto de rentas”.
El Gobernador J. Santos al declarar la reconstrucción de ese
puente como “obra de utilidad pública” decretó auxiliar al
Municipio con $500 pesos del Tesoro del Departamento como
parte de los gastos asociados con el Departamento de Fomento,
el Alcalde Municipal debía abrir la licitación pública respectiva
para otorgar el contrato de reconstrucción del puente o al
ejecutarla directamente debía regularse el uso del auxilio por
medio del Tesorero municipal125.
El ocho de octubre siguiente, el Gobernador J. Santos
acompañado del prefecto provincial Manuel Arias y el alcalde
Pedro Elías Mora se trasladó hasta el punto “El Llano” de
Charalá “con el objeto de examinar el puente de madera y
enramada de teja que en dicho punto y sobre el río Táquiza
construyó por cuenta del Departamento el señor Evaristo

125
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Decreto por el cual
se auxilia al Municipio de Charalá para la construcción de un puente sobre el
río Táquiza. Bucaramanga, 10 de abril de 1891. En: Gaceta de Santander.
Bucaramanga. Sábado, 25, abril, 1891. Año XXXIII, No. 2440, p. 4513
137

Sánchez”126. Siendo el resultado de su examen el


reconocimiento de las condiciones de solidez, comodidad y
concordancia con el contrato celebrado por el Alcalde, y
consigo, la recepción oficial de la obra a nombre de la
Gobernación.
El General J. Santos ordenó posteriormente la reconstrucción de
la cárcel del circuito de Charalá al hallarse en ruinas y sin
seguridad, por el sistema de administración decretando para tal
fin 2000 pesos (Decreto del 25 de junio de 1891), dando así
cumplimiento a la Ordenanza 18 de 1888. Siendo sustentado en
esa misma Ordenanza el aumento del auxilio departamental
hasta por 1500 pesos para la construcción del camino de Charalá
a Onzaga, pasando por Coromoro y Cincelada, bajo la
supervisión del Prefecto Provincial de Charalá (Decreto del 7 de
octubre de 1891).
Para concluir las obras de la cárcel distrital de Charalá por
medio de la Ordenanza 3 del 7 de febrero de 1892, el General J.
Santos logró que la Asamblea Departamental ordenara la
disponibilidad y la inclusión en el presupuesto departamental de
un auxilio por tres mil pesos para “concluir el edificio que debe
servir de cárcel del circuito en la ciudad de Charalá” al ser
insuficiente la partida dispuesto en la Ordenanza 18 de 1888. No
obstante al realizar la visita oficial a la provincia a la par de la
realización de las fiestas locales y nacionales asociadas con el
mes de agosto en Charalá, se dejó constancia en su diligencia de
visita respecto a la cárcel que: “Los trabajos sobre

126
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Diligencia de
recepción del puente del “Llano” en la Provincia de Charalá. Charalá, 8 de
octubre de 1891. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Jueves, 15,
octubre, 1891. Año XXXIII, No. 2486, p. 4698
138

reconstrucción de la cárcel del circuito, que están a cargo del


señor Prefecto por el sistema de administración, se hallaron
bastante adelantados. Dicho empleado significó que la partida
votada para ese gasto está al agotarse, y que no es suficiente
para concluir la obra acometida, por lo cual solicita se disponga
lo conveniente en el particular”127.
Así mismo, dispuso subir el sueldo únicamente a los alcaldes de
Bucaramanga y Charalá, asignando a éste último un monto
anual de 840 pesos (Decreto del 26 de junio de 1891). Para las
obras públicas de Charalá, el Gobernador J. Santos autorizó a su
vez al alcalde y al director de la cárcel para que fueran
empleados los reclusos en las refacciones necesarias en ese
edificio como en los cimientos de los puentes sobre los ríos
Pienta y Táquiza, con lo cual, su tiempo libre para elaborar
artesanías de fique debía ser reducido a la mitad al primar el
servicio público trabajando en la culminación de la cárcel o
mejorando las vías y los puentes distritales.
Uno de los puentes que requirió de la mano de obra de los
presos de Charalá fue el ordenado por la Ordenanza 3 de 1892 al
declararse como “obra de utilidad pública la construcción de un
puente sobre el río Pienta, en el punto denominado “Los
Cedros”, jurisdicción del Municipio de Charalá” por medio del
cual se garantizaría la comunicación de los habitantes de los
sitios denominados Nemizaque y Morena con la cabecera
municipal. Esa obra pública también beneficiaba las tierras e
interés agropecuarios del General J. Santos al contar con una

127
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Diligencia de visita
practicada por el señor Gobernador del Departamento en la Prefectura de la
Provincia de Charalá. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Sábado, 9,
sep, 1893. Año XXXV, No. 2684. P. 5489
139

ruta adicional de traslado de ganados y cargas hasta su hacienda


principal, a lo largo de la vía a Encino.
Otro de los beneficios obtenidos con preferencia sobre otras
municipalidades y provincias fue la instalación de la red
nacional de telegrafía y correos hasta Charalá, y consigo, la
inauguración de la oficina telegráfica y el telégrafo asignado
para esa localidad a las tres de la tarde del 13 de febrero de
1892. El primer mensaje emitido desde Charalá fue enviado por
el Prefecto Provincial al Gobernador de Santander
comunicándole la puesta en funcionamiento del principal y más
importante medio de comunicación de la época, constituyéndose
el General J. Santos en su principal usuario y beneficiario
durante las visitas periódicas a su provincia natal como
Gobernador y posteriormente como Ministro.
Del 19 al 21 de septiembre de 1894 fueron los días más álgidos
en que dio uso a ese medio tecnológico de los charaleños al
impartir los mensajes, órdenes y decretos asociados con la
muerte de Rafael Núñez como Presidente de la república,
máximo caudillo de la Regeneración y amigo personal de Don
José.
Al culminar esos períodos de vacaciones y/o visitas oficiales a
Charalá, el Gobernador J. Santos aprovechaba el viaje de
retorno a la capital de Santander para examinar los avances que
se obtenían en las obras de construcción o mantenimiento de las
vías centrales del Departamento en tramos fundamentales como
el existente entre Charalá, Pinchote y El Socorro, así como el
que iba desde San Gil hasta Los Santos. Para garantizar la
duración y conservación de cada inversión por el sistema de
administración, la principal exigencia del Gobernador se refería
a la construcción de desagües laterales de piedra y sardineles
140

para disminuir la inclinación (Crónica del Secretario de


Hacienda del 15 de octubre de 1891). La extinta capital estatal
de El Socorro fue a su vez beneficiada con la obras decretadas
por el Gobernador J. Santos al aprobar la Ordenanza 6 de 1892,
mediante la cual, se auxiliaba a ese municipalidad con cuatro
mil pesos de los fondos del Departamento para la “provisión de
aguas y la reparación y mejora de sus acueductos públicos”.
Así, era de esperar que acorde con la dignidad y prestigió del
General J. Santos las vías principales y comunales de la
provincia de Charalá que recibían mayor reconstrucción,
refacción y atención periódica por parte del alcalde de Charalá
eran las que conducían a Encino pasando o rodeando la
hacienda del Gobernador de Santander (Crónica del Secretario
de Hacienda del 20 de noviembre de 1891). El afán de los
gobernantes charaleños por consolidar la infraestructura vial de
Santander fue de tales proporciones que el General J. Santos
concedió contratos de administración a sus paisanos como fue el
caso del Coronel José María Valderrama, a quien otorgó las
obras de la primera parte del camino de Bucaramanga a Puerto
Botijas en 1892.
El Prefecto provincial de Charalá Manuel Arias, pariente del
Gobernador, fue ratificado en su cargo antes de cumplirse su
año de nombramiento al constituirse en el principal ejecutor,
defensor y supervisor en el cumplimiento de las órdenes y
decisiones impartidas por el General J. Santos para la provincia
y la municipalidad de Charalá. También fue el principal
intercesor de los charaleños ante el Gobernador para pedir la
autorización de decisiones de beneficio provincial como las
prórrogas al pago de los impuestos, preservando así el régimen
de linajes y partidos políticos en el dominio jurisdiccional del
poder desde la creación del Departamento de Charalá en 1860.
141

Otro pariente del General J. Santos, Francisco Arias, fue


nombrado prefecto de Guanentá y del Socorro durante su
segunda administración departamental. Constituyéndose durante
ese período en el encargado de garantizar el cumplimiento de las
decisiones del Gobernador respecto a la conservación de las
vías, el orden público y la productividad de los fértiles campos
de la cuenca del río Suárez. Al recriminar a los Alcaldes de su
provincia sobre el cumplimiento de las normas y decretos sobre
Policía el prefecto F. Arias les recordaba:
…es demasiado sensible no sólo para los Agentes del
Gobierno, sino para la sociedad en general, ver la
indiferencia con que en algunas de nuestras poblaciones
se miran todas estas disposiciones que tienden a su
mejoramiento y moralización. Desconsolador es también
para una autoridad, que al dirigirse a uno de los
Municipio de su mando, lo primero que encuentra es el
mal estado de sus vías de comunicación, el desaseo de la
localidad, sus calles convertidas en corral y la beodez y
la vagancia en auge, mientras que los campos carecen de
brazos para su cultivo, y todo esto debido a la desidia, a
las mezquinas consideraciones del pueblo, a la marcada
indolencia que se nota en las autoridades
municipales…128
En lo concerniente a las vías públicas, centrales y comunales,
tema central y preferencial de los informes bimensuales de los
prefectos provinciales, el Prefecto de Charalá en nombre del
Gobernador recibió con satisfacción la culminación de las obras

128
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Secretario de
Gobierno: Circular. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Jueves, 31, may,
1894. Año XXXVI, No. 2767, p. 5823.
142

del camino entre Charalá (Vado de Palo) y Duitama (29 de junio


de 1892), tuvo la potestad para hacer variaciones a los trazados
o los contratos previa autorización del Gobernador (Ordenanza
41 de 1892), así como apeló a la expedición de decretos
provinciales mediante los cuales estableció las fechas de
cumplimiento o prórroga para el pago semestral de las
contribuciones obligatorias que debían hacer los vecinos ante
los alcaldes y tesoreros so penas y multas por el
incumplimiento de esos recaudos que garantizaban la
comodidad de las rutas de tránsito de los funcionarios, viajeros,
agentes de correos, arrieros, etc.
Esa red de caminos para la intercomunicación permanente de la
provincia de Charalá con Boyacá y la capital del país se
complementó con la declaratoria como obra de utilidad pública
el camino que partiendo desde el corregimiento de Coromoro
conducía hasta el Municipio de Belén (Ordenanza 62 de 1892).
En el campo de la Instrucción Pública el General J. Santos
también gestionó las ordenanzas y auxilios necesarios para
lograr la transformación de la educación primaria y secundaria
hacia la formación aplicada en artes u oficios por parte de las
nuevas generaciones de charaleños. Si bien la “Escuela
Superior” logró liberar parcialmente a las gentes de Charalá de
la dependencia que se tenía de los colegios y la escuela de artes
y oficios existentes en San Gil o El Socorro sólo con la creación
del “Colegio Provincial de Charalá”, acorde con la Ordenanza
12 del 13 de julio de 1892, se formalizó la creación de un
Instituto de Instrucción Secundaria cuyas materias de estudio y
el personal a contratar por parte de la Gobernación debían ser
acordes con el plan de estudios de la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad Nacional de Colombia.
143

Ese mismo año de 1892, el General J. Santos aprobó la


Ordenanza 32 mediante la cual se dispuso un auxilio adicional
para las instituciones públicas de Charalá como eran el hospital
de caridad y los dos locales de instrucción primaria para niños y
niñas, asignando al establecimiento sanitario mil pesos y a las
escuelas dos mil pesos. Durante los siguientes años, los
esfuerzos e inversiones del Gobernador se centraron en el
fomento de los ferrocarriles y caminos hacia el río Magdalena,
con lo cual, correspondió a sus hijos Manuel José y Pablo
Emilio Santos Arias velar por los intereses de los charaleños al
actuar como representantes electorales con la venia del partido
y el permiso de su padre.
Valores patrióticos. Acorde con la tradición política y
administrativa adoptada en el país, cada veinte de julio
concluían los años fiscales para la ejecución de los presupuestos
y las legislaturas políticas, siendo empleados los actos de
conmemoración de la principal fiesta patria del país, del “gran
día de la Patria”, para que presidentes, gobernadores, prefectos
y alcaldes hicieran balances y resúmenes de sus gestiones
semestrales o anuales. Para realzar esos eventos el Gobernador
J. Santos dispuso y exigió a sus secretarios dar realce
institucional a la conmemoración cívica del 20 de julio
garantizando la presencia y el engalanamiento de cada acto
público con la presencia de todos los sectores de la sociedad.
Para solemnizar el octogésimo primer aniversario de la
independencia nacional en Bucaramanga decretó el 16 de julio
de 1891 que: todos los edificios públicos y todas las casas de la
provincia de Soto debían iluminar su exterior durante las noches
del 19 y 20 de julio siendo amenizada la capital departamental
esas mismas noches por la Banda de Música del Departamento,
144

financiada y administrada por la Gobernación, al preparar y


ejecutar una gran retreta en la “plaza de la Constitución”.
En la mañana del 20 de julio todos los empleados públicos
debían participar en la izada del pabellón nacional, las salvas de
artillería, los paseos de música, la misa solemne y Te Deum en
acción de gracias, estando a cargo de las Secretarías de
Hacienda y de Gobierno esos actos protocolarios.
Finalmente, correspondía a la Secretaría de Instrucción Pública
y su Inspector General departamental organizar a los
establecimientos de educación de la capitalina Bucaramanga
para que presentaran “actos literarios” durante las horas
vespertinas129, los cuales se dividieron en actos de las escuelas
municipales y actos de las escuelas normales y de las escuelas
de artes y oficios.
En la alocución que el Gobernador de Santander emitió para los
santandereanos al finalizar los actos literarios en
conmemoración del 20 de julio de 1891 en Bucaramanga, el
General J. Santos centró su interés en reafirmar los ideales y
valores patrióticos que debían ser regenerados y preservados
entre los ciudadanos colombianos como fundamento necesario
para asegurar el progreso y garantizar los beneficios de las obras
de bienestar y seguridad común impulsadas por el régimen
nacionalista en el poder.
Públicamente se justificaba así el desprecio y la maldición que
se pudiera emitir contra aquellos santandereanos que como hijos
129
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Decreto por el cual
se dispone la solemnización del LXXXI aniversario de nuestra independencia
nacional. Bucaramanga, 16 de julio de 1891. En: Gaceta de Santander.
Bucaramanga. Jueves, 16, jul, 1891. Año XXXIII, No. 2464, p. 4609
145

desnaturalizados pretendieran “trastornar el orden establecido y


la marcha regular de las sabias instituciones”. Específicamente
manifestó a los bumangueses que:
Gobernar un pueblo como el de Santander, en donde hay
verdadero espíritu republicano, donde se ve claramente
por la índole y las inclinaciones de los habitantes, que el
trabajo de nuestros padres, por legarnos Independencia y
Libertad, no ha sido estéril, es no sólo motivo de
complacencia sino de positiva satisfacción y de
patriótico orgullo.
El espíritu se engrandece al contemplar el Pueblo de
Santander tan pacífico, tan laborioso, tan consagrado al
trabajo, que busca por medio de tan poderosos
elementos, así como en el fomento de empresas
materiales de reconocida utilidad pública, su
preponderancia en los mercados extranjeros con los
productos explotables de la industria, y que llama la
atención de todos los colombianos por su respecto a la
Ley y al Gobierno que sabe ejecutarla y cumplirla130.
En compensación por sus servicios como por su interés en
reafirmar los valores patrios entre los santandereanos, la Escuela
de Artes y Oficios obsequio al Gobernador una de sus obras de
arte consistente en “un magnífico cuadro de madera que
contiene el acta de proclamación de la Independencia de 1810“,
así como los gremios privados de la ciudad concluyeron los

130
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Alocución del
Gobernador de Santander El 20 de julio de 1891, 81º Aniversario de la
Independencia de Colombia. Bucaramanga, 20 de julio de 1891. En: Gaceta
de Santander. Bucaramanga. Lunes, 20, jul, 1891. Año XXXIII, No. 2465, p.
4613
146

festejos con una velada literaria en honor al día de la Patria en


El Club del Comercio.
La preocupación del General J. Santos por exaltar, promover e
incitar a la defensa de los valores espirituales y morales propios
del patriotismo republicano y nacionalista promovido por la
regeneración, antes que por la exaltación de los medios
materiales y los símbolos liberales del progreso tecnológico,
fueron reafirmados al pronunciarse como Gobernador de
Santander y representante directo del Gobierno nacional durante
los actos de inauguración del servicio de energía eléctrica y
alumbrado público para Bucaramanga en la noche del 30 de
agosto de 1891, cuyo uso masivo fue prestado solo a partir del
20 de noviembre.
A la par de los discursos pronunciados o los telegramas
publicados durante la inauguración de la red de telégrafos y
correos nacionales en cada Municipio de la provincia capitalina
de Soto, el Gobernador de Santander expresó sus
agradecimientos a los empresarios Goelkel y Jones por la
inversión hidroeléctrica y la gestión empresarial realizadas para
el beneficio colectivo y la proyección de la capital de Santander
como una ciudad tan culta y civilizada como cualquier otra de
Europa o América.
Para ello, el General J. Santos reafirmó la ideología de la
regeneración nacionalista que representaba y defendía al
expresar ante sus contertulios:
Sorprendente es, señores, el resultado que habéis
obtenido estableciendo en vuestra tierra natal y
empleando para ello todos vuestros recursos intelectuales
y pecunarios, uno de los más importantes
descubrimientos inspirados por Dios a la inteligencia
147

humana. De hoy más, Bucaramanga ocupará distinguido


puesto entre las ciudades civilizadas del continente
americano, pudiendo decir con orgullo: lo que soy, lo
debo todo al trabajo, a la honradez y a la laboriosidad de
mis hijos, que todo lo sacrifican por engradecerme y
hacerme prosperar moral y materialmente.
No dudo que conmigo reconoceréis que a la sombra de la
paz y la seguridad que inspira las instituciones y el
Gobierno que rigen el país, habéis podido arriesgar todos
los recursos de que erais poseedores y vuestro porvenir,
en la grandiosa empresa que acabáis de coronar con el
aplauso de vuestros compatriotas… señalo vuestros
nombres a la juventud de mi patria como el tipo perfecto
de la honradez, de la laboriosidad y de la resignación,
pues sabéis cumplir vuestros compromisos y coadyuvar
en cuanto es posible al adelanto y engrandecimiento del
país131.
La insistencia del General J. Santos por los valores morales, los
principios católicos y el mejoramiento material de las
condiciones de vida basado en el trabajo dedicado y honrado
como reflejo de su propio proyecto de vida fue reafirmada al
entregar los títulos de maestros normalistas y el de maestros en
artes y oficios (herrería, carpintería, zapatería, guarnicionería)
durante la sesión solemne realizada en la Asamblea
Departamental el 30 de noviembre de 1891.

131
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Luz Eléctrica.
Discurso pronunciado por el señor Gobernador del Departamento en el acto
de la inauguración de la luz eléctrica en esta ciudad, en la noche del 30 de
agosto último. Bucaramanga, 30 de agosto de 1891. En: Gaceta de Santander.
Bucaramanga. Viernes, 4, sep, 1891. Año XXXIII, No. 2476, p. 4658.
148

Rememorando su exitoso y próspero proyecto de vida se


presentó ante los jóvenes maestros graduados como un hombre
anciano dispuesto a aconsejarlos para el resto de sus vidas de la
siguiente manera:
Muy jóvenes aún, faltos de experiencia y poco
conocedores de los peligros que os asaltarán en la carrera
de la vida, debéis procurar poneros a cubierto de todas
las asechanzas del vicio y la perversidad, representados
por desgracia en algunos de vuestros semejantes,
formando un escudo invulnerable para oponerles, en
vuestro carácter de hombres honrados, virtuosos y
trabajadores. El carácter firme y benévolo da siempre
importancia y respetabilidad al individuo, tanto en el
taller como en el escritorio, ejerciendo funciones de
representante del pueblo ó de acaudalado comerciante, y
eleva a los hombres que han sabido crearse tan preciosa
cualidad, a las más altas dignidades de la magistratura.
Los verdaderos cimientos de la seguridad civil, así como
la industria, la civilización y el poder de las naciones,
dependen del carácter individual.
Acostumbraos a decir siempre la verdad, a ser íntegros y
bondadosos, porque estas cualidades son la esencia del
carácter. Poseerlas con fuerza de voluntad, dan un poder
irresistible para hacer el bien, resistir el mal y sirven
también de barrera contra el infortunio. Confiad siempre
en Dios y haced luego lo que vuestra conciencia os
señale como deber.
No olvidéis que para sobresalir y perfeccionaros en las
artes debéis trabajar constantemente con voluntad ó sin
ella, a mañana y tarde, porque si abandonáis el ejercicio
149

diario de vuestra profesión acabaréis por olvidar lo que


habéis aprendido y os volveréis perezosos y holgazanes.
Sólo con constancia y resignación se puede vencer a la
pobreza y las dificultades que ella presenta a los hombres
de trabajo132.
Los principios morales y patrióticos de los santandereanos
debían regenerarse siguiendo la “espada de Bolívar”, apelando a
la memoria y gloria que había inspirado a la fragmentación y
creación en 1857 de un territorio de Colombia con el nombre del
insigne “Santander”. Al promover el General J. Santos la
conmemoración solemne del centenario de nacimiento del
General Francisco de Paula Santander reafirmó los atributos
civiles, militares y morales que lo habían llevado a constituirse
en uno de los padres de la patria defendida y regenerada por el
partido nacional al considerar que:
…El General Santander fue de los primeros que
acudieron a alistarse en el Ejército republicano cuando se
inició en nuestro país el movimiento revolucionario que
terminó con la separación absoluta de Colombia del
Gobierno español;
Que en la guerra de la independencia prestó
importantísimos servicios, rodeó su nombre de gloria
inmarcesible y fue uno de los que más ayudaron al
planteamiento de las instituciones republicanas en
Colombia;

132
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Sesión solemne de
las Escuelas Normales y de la de Artes y Oficios. Bucaramanga, 30 de
noviembre de 1891. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Lunes, 7, dic,
1891. Año XXXIII, No. 2500, p. 4754
150

Que por su inteligencia, su valor y su clara visión


política llegó a ser Jefe prestigioso en la gran Revolución
y desempeño los puestos más altos y honrosos en la
jerarquía civil del país;
Que el pueblo de este Departamento, cuna del General
Santander, debe festejar el aniversario del nacimiento de
este ilustre patricio, cuya gloria se refleja sobre la tierra
santandereana,133…
El sacro apego y cumplimiento de las leyes que caracterizó al
General F. Santander se constituyó en referente de acción
administrativa que guió las acciones y decisiones del General J.
Santos, al punto de llegar a estar en contra de la defensa y
divulgación de las creencias y valores morales católicos
promovidas por la regeneración nacional al no acatarse
debidamente a la Ley.
Ejemplo de ello se evidenció en la suspensión que el
Gobernador y su Secretario de Gobierno hicieron al Acuerdo 7
del 7 de septiembre de 1891 del Concejo Municipal de Aratoca.
Los Concejeros habían acordado “consagrar el Municipio al
culto especial del Sagrado Corazón de Jesús; señalar un día del
año para que el municipio solemnice esta fiesta, y pasar copia
del acto al Ilustrísimo señor Obispo de la Diócesis y al
venerable señor Cura de la Parroquia”134.

133
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Decreto por el cual
se celebra el centenario del natalicio del General Francisco de P. Santander
(1 de abril de 1892). En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Martes, 5, abr,
1892. Año XXXIV, No. 2532, p. 4881
134
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Decreto por el cual
se celebra el centenario del natalicio del General Francisco de P. Santander
151

El Juez 2º del circuito de Guanentá declaró nulo ese Acuerdo y


pidió la confirmación de su providencia al Tribunal Superior del
Sur. Estaba prohibido a los Concejos Municipales intervenir en
asuntos que no eran de su competencia por medio de Acuerdos o
Resoluciones acorde al Código Político y Municipal de la
Nación, por ser del dominio exclusivo de la Iglesia Católica los
asuntos de índole religiosa, y consigo, por existir en Colombia
una separación político-administrativa entre Iglesia y Estado.
El compromiso con los principios y valores de la causa
regeneradora fueron públicamente reafirmados por J. Santos y
R. Núñez al saludarse mutuamente con motivo del aniversario
en 1893 de la independencia de Cartagena, expresándole el
gobernante de Santander durante esa efeméride, vía telegráfica:
“Como gobernante del pueblo santandereano, y también en mi
condición de particular, me felicito porque la Divina
Providencia ha conservado para bien de la República la ciudad
de nuestro orgullo patrio y de nuestras más hermosas
tradiciones, y al incontrastable y experto piloto de Colombia”. A
lo cual le respondió el Presidente: “Agradecemos recuerdo
glorioso once (11). Adicto amigo, Núñez”135.
Temiendo los hechos insurgentes que conllevarían a la guerra
civil de 1895, e incluso la de 1899, el General J. Santos en su
última alocución a los Santandereanos con motivo de la
conmemoración del LXXXIV Aniversario de la Independencia
Nacional les manifestó con gran pesar moral la necesidad de

(1 de abril de 1892). En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Martes, 5, abr,


1892. Año XXXIV, No. 2532, p. 4881
135
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Telegramas. En:
Gaceta de Santander. Bucaramanga. Jueves, 23, nov, 1893. Año XXXV, No.
2532, p. 5566.
152

defender a muerte la Regeneración en nombre de R. Núñez al


expresar:
SANTANDEREANOS. No debo ocultaros que nuestra
actual situación es seguramente una de las más críticas
que se nos han presentado en el transcurso de ochenta y
cuatro años, y que en estos momentos solemnes es
cuando más se necesita despertar el espíritu patriótico
para mirar y juzgar con serenidad completa las
desgracias que nos amenazan… Mientras no nos
amemos como hermanos y antepongamos el amor patrio
al interés particular y egoísta que desconocer hasta la
sublime virtud de la caridad, no debemos aspirar a
colaborar dignamente en la obra de nuestros antepasados
titulándonos sus representantes, pues si esto pretendemos
y como obligación sagrada deberíamos cumplir,
necesitamos imitar sus virtudes no sólo en el ejercicio de
los puestos públicos que nos correspondan, sino también
en el hogar doméstico y en nuestras relaciones sociales,
de lo cual nos da alto ejemplo el actual encargado del
Poder Ejecutivo Nacional. Tengamos presente también,
que el Jefe de la Regeneración y Presidente titular de la
República, siguiendo el camino trazado por los Padres de
la Patria, nos ha dejado en él después de destruir muchas
malezas de las que embarazaban su tránsito,
considerándonos capaces, sin duda, de perfeccionarlo
haciendo imperar la República cristiana y civilizadora
donde todos los ciudadanos gocen de verdadera paz, de
seguridad y de la satisfacción que inspira el deber
cumplido. Él nos observa, y así como nuestros próceres
desde el cielo nos bendecirán si sabemos honrar su
memoria, morirá agradecido y satisfecho de haber visto
153

bien secundados sus esfuerzos y sacrificios por la


Regeneración de Colombia136.
Mientras el General J. Santos advertía sobre los peligros que
corría la Regeneración llamando a los santandereanos a estar
atentos, el Vicepresidente M. A. Caro optaba por apaciguar los
ánimos al decretar la liberación de todos los presos políticos,
incluidos los enemigos de la Regeneración, como gracia del
Gobierno Nacional con motivo de los festejos del día de la
independencia en la capital del país (Decreto 685 de 1894).
Finalmente, la revisión de los principios morales de la
Regeneración y el destino de la patria en manos de sus
defensores resultó ser una tarea mucho más ardua y sentida para
el General J. Santos al conocer el 18 de septiembre en San Gil,
mientras realizaba la visita oficial a las provincias del sur de
Santander, la muerte de su amigo y protector, el Dr. Rafael
Núñez. Desde el confort de su residencia familiar en Charalá
manifestó públicamente el 21 de septiembre los sentimientos y
reflexiones que le generaba la muerte de su caudillo al expresar:
Al Vicepresidente M. Caro:
El dedo del Altísimo señala a S. E. de manera visible
para continuar la grande obra de regeneración, y para
llevar airosa la bandera del partido al través de las
calamidades y vicisitudes que hoy afligen a Colombia.
A Soledad Román de Núñez:

136
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Alocución del
Gobernador de Santander. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Viernes,
20, jul, 1894. Año XXXVI, No. 2790, p. 5914
154

Dios lo ha querido: para llenar la copa de las desgracias


que apura Colombia, se consumió el tremendo sacrificio,
y sobre esta Patria enlutecida por la muerte de tantos
buenos hijos, cayó el más terrible de los duelos con la
desaparición del varón fuerte y justo que terminó la obra
de Bolívar.
Al Gobernador de Bolívar:
Pero dice Usía: el espíritu de Núñez velara sobre la
Patria, y su sombra veneranda se alzará aún para
predicarnos la unión y evitar la ruina total de la grande
obra del padre de la Regeneración. Que Dios nos
ilumine, y que premie los sacrificios del ilustre finado137.
Honores y solemnidades. El espíritu militar y el culto
patriótico a los héroes de la República que mediaba en el
discurso como en las acciones del gobernante civil también fue
posible de identificarse por medio de una de las acciones más
constantes del General experimentado en la guerra como primer
magistrado de Santander al dar importancia al lamento oficial, el
homenaje público, la retreta musical, los honores militares y el
culto gubernamental que de forma periódica decretó realizar
para con los generales y altos dignatarios de Estado que
murieron o fueron recordados por sus aniversarios de muerte
durante sus cinco años de gobierno.
De forma cronológica esos homenajes fueron expuestos en las
primeras páginas del periódico oficial del Departamento, la
“Gaceta de Santander”, siendo ejemplo de ello el: Decreto del 2

137
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Gobernación del
Departamento Telegramas. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Jueves,
18, oct, 1894. Año XXXVI, No. 2812, p. 6002
155

de abril de 1892 en conmemoración del centenario del


nacimiento del General Francisco de Paula de Santander para
“honrar la memoria de uno de los mejores hijos del
Departamento y de una de las figuras más notables y egregias de
la Independencia y de la República”138. Para ello, se dispuso izar
el pabellón nacional, disparar salvas, interpretarse música al
mediodía, y presentarse una retreta en la noche. Dichas salvas,
al igual que las explotadas durante los días patrios, se hicieron
con el cañón que existía en el cuartel de Bucaramanga hasta que
durante la guerra de los mil días fue movido y ubicado
estratégicamente durante la batalla de la Puerta del Sol
(Bucaramanga). Siendo factor decisivo para el triunfo oficialista
(14 noviembre de 1899) al bombardear y neutralizar a los
rebeldes ocultos en la Quinta Minlos y la Casa de San Miguel.
Otras disposiciones solo ordenaban honores protocolarios a la
memoria de los servidores públicos de alto rango militar como
fue el caso del: "Decreto del 27 de enero de 1891 por el cual se
honra la memoria del Sr. Gral. D. Fernando Ponce, Comandante
General del Ejército de la República”139 o el Decreto de honores
del 20 de agosto de 1892 que pedía a los santandereanos imitar
el ejemplo de las virtudes del señor General Antonio Arenas T.,
héroe de la guerra civil de 1885, así como se ordenaba trasladar
a Oiba el cuerpo militar encargado de hacer las salvas fúnebres
mientras que la banda departamental debía realizar una retreta
fúnebre en honor del General A. Arenas en Bucaramanga.

138
COLOMBIA. GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Secretaría de
Gobierno: Sentencia dictada por el Tribunal Judicial del Sur (23 de febrero
de 1892). En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Miércoles, 20, abr, 1892.
Año XXXIV, No. 2536, p. 4897
139
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Decreto del 27 de
enero de 1891. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. 30, ene, 1891. Año
XXXIII, No. 2405, p. 4373
156

Con el Decreto de Honores del 19 de febrero de 1893 a la


memoria del General en Jefe del Ejército nacional Antonio B.
Cuervo, quien ejercía como Ministro de Gobierno encargado del
despacho de Guerra, se le exaltó por morir ese mismo día
confortado con los auxilios de la Religión y demostrando “gran
fe y fortaleza de alma”. El General J. Santos ordenó honores de
alto dignatario al izar el pabellón nacional a media asta en los
edificios públicos durante tres días, cada guarnición militar de
Santander debía realizar los honores militares que correspondían
al General Cuervo y, la banda oficial debía ejecutar retretas en
honor del finado los días 20 y 21 de febrero a las cinco de la
tarde.
En el número de la Gaceta de Santander 2632 donde se publicó
ese Decreto fue cumplido el artículo que ordenaba en señal de
duelo oficial que “los periódicos oficiales del Departamento
vestirán de luto sus columnas por una vez, en memoria del triste
suceso que hoy se deplora”. Para cumplir con esa innovación
protocolaria y editorial fueron trazadas gruesas líneas de
separación entre los niveles del encabezamiento, así como entre
las cuatro columnas de la portada. Así mismo se cumplieron en
el Departamento las honras dispuestas por el Gobierno Nacional
a través del Decreto 173 de 1893 al exaltar su condición de Jefe
militar y Ministro de Estado, siendo nombrado en su reemplazo
como Ministro de Gobierno a otro militar de su confianza como
fue el General José María Campo Serrano (Decreto 492 de
1893), quien con su firma sancionó la Carta de 1886.
Los honores públicos y el luto gubernamental expresados con
columnas negras en los periódicos oficiales aunado a los
homenajes de luto para un alto dignatario del Estado en las
plazas públicas con notas de condolencia, honores militares con
los cañones de las guarniciones, pabellones izados a media asta
157

en las oficinas públicas y la realización de retretas fúnebres


durante tres días seguidos fueron repetidos al expedirse el
decreto de honores, memoria de veneración y tributo de gratitud
por la muerte del General Solón Wilches y Calderón en
Concepción el 13 de octubre de 1893.
Wilches fue General y Protector de la Regeneración en
Santander, reconocido por el Gobierno Departamental del
General J. Santos como un ciudadano que ocupó los puestos de
Diputado y Presidente del Estado de Santander, Representante y
Senador del Departamento de Santander, General en Jefe del
Ejército de la Unión, así como “fomentó muchas empresas
públicas y particulares, y propendió por el desarrollo de la
instrucción pública, de la industria y el comercio” (Decreto del
14 de octubre de 1893).
Sumado a los homenajes oficiales y militares realizados en
Santander, el cadáver y la memoria del General S. Wilches
fueron engalanados con los honores públicos realizados por el
Gobierno Nacional y las Fuerzas Armadas en Bogotá durante
diez días acorde con el Decreto presidencial 463 de 1894. A los
homenajes públicos se agregaron actos legislativos protocolarios
como dedicar la primera Ordenanza de la Asamblea de
Santander de 1894 para rendir honores al caudillo e “hijo
ilustre” de Santander exhibiendo su retrato en óleo en el Salón
de la Gobernación.
Meses después se repitieron las mismas acciones impresas,
militares y públicas de luto al expedirse el decreto de honores,
memoria y duelo oficial por la muerte del General en Jefe Dr.
Dn. Leonardo Canal (Decreto del 5 de mayo de 1894): El
“Soldado del Deber”, el “trabajador más antiguo e incansable”
de la Regeneración. General que había iniciado su carrera
158

pública en 1844 y su vida militar en 1854, durante la cual se


había destacado como defensor de los principios republicanos
originales al desempeñarse como: Gobernador de Pamplona
(1845, 1853), Gobernador de Santander (1860-1861),
Comandante de los Ejércitos de Santander, Antioquia y Cauca
(1862–1863), Presidente de la República (1862), Representante
al Congreso (1868 y 1869), General en Jefe del Ejército de
Reserva (1885), Senador (1888, 1890 y 1892) y Ministro de
Fomento (1890).
Siendo por todos esos méritos reconocido por el General J.
Santos ante la República como: “…uno de sus hijos más
esclarecidos, aquel que tuvo siempre abierto su corazón a todo
lo que es grande, su inteligencia al servicio de la Patria y su
espada lista siempre a sostener los verdaderos principios
republicanos…”, y como hijo de Santander aquel “…cuya vida
de ciudadano y de caudillo es página brillante en la historia
política del país, por las numerosas empresas materiales que él
fomentó, por los hechos de armas en que figuró y por las
muchas ocasiones en que su prestigio hizo conquistas morales
en pro de la causa genuinamente republicana y de los ideales
que ella proclama y sostiene”140.
Otros decretos de honores ordenados por el General J. Santos
para exaltar la memoria de generales que habían ocupado cargos
legislativos o ejecutivos fueron: Decreto de honores mediante el
cual se lamentaba, se consideraba desgracia nacional y se
recomendaba la memoria del General Alejandro Posada izando
a media asta el pabellón y tocándose retretas durante tres días
(Decreto del 3 de junio de 1893). Se lamentó con “profunda
140
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Decreto de honores
a la memoria del General en Jefe Leonardo Canal. En: Gaceta de Santander.
Bucaramanga. Jueves, 10, may, 1894. Año XXXVI, No. 5758, p. 5785
159

pena” la muerte del General y Poeta Lázaro María Pérez


(Ordenanza 13 de 1894), se consideró como nefasta la muerte
del General Antonio B. Cuervo (Ordenanza 17 de 1894, Ley 1
de 1894), se invitó a honrar la memoria General de Brigada
Pedro León Canal (Decreto del 20 de septiembre de 1894) y a
deplorar la muerte de “uno de los más expertos y prestigiosos de
la causa nacional” como fue el expresidente Carlos Holguín
(Decreto del 20 de octubre de 1894).
También dio cumplimiento a Decretos nacionales como el que
ordenaba celebrar el centenario del natalicio del General Juan
José Neira como prócer de la Independencia (Decreto 1642 de
1893) y el centenario del natalicio de Policarpa Salavarrieta
(Resolución 13 de noviembre de 1894).
Otros honores fueron materializados por medio de estatuas
como fue el caso del aporte que el Departamento de Santander
debía hacer al Gobierno Nacional para contratar la fundición y
monumento en Bogotá de una estatua en honor del Gran
Mariscal de Ayacucho General Antonio José de Sucre
(Ordenanza 4 de 1894); para el “hijo de Santander”: Dr. José
Eusebio Caro, se ordenó construir un busto en mármol para ser
ubicado en el salón de sesiones de la Asamblea (Ordenanza 11
de 1894), un retrato en óleo en honor “al valeroso y progresista
Santandereano General Solón Wilches” (Ordenanza 16 de
1894), un monumento en Pamplona para exhibir el busto del
General Canal (Ley 4 de 1894), y especialmente, los
monumentos con estatuas y bustos para la memoria pública de
Rafael Núñez (Ley 16 de 1894).
La experiencia de un lustro de expedición de decretos de
honores y realización de homenajes públicos a los principales
ciudadanos y funcionarios de Santander como de Colombia le
160

permitieron al General J. Santos expedir, vía telegráfica desde


San Gil el 21 de septiembre, el decreto de honores más
importante de su vida, al conocerse que el 18 de septiembre de
1894 a las 9:30 de la mañana había muerte el Presidente de la
República y máximo Caudillo de la Regeneración.
Considerando que el Dr. Dn. Rafael Núñez había sido: un
eminente hombre de estado quien ocupó la Presidencia de la
República durante varias ocasiones; un ciudadano cumplidor del
deber quien buscó el engrandecimiento y prosperidad de la
Nación al restablecer la paz religiosa y el orden social; un
católico inteligente que logró la reconciliación del Estado de
Colombia con la Santa Sede y el restablecimiento de relaciones
con España; un filósofo, poeta y escritor que contribuyo con sus
ideas al adelanto moral e intelectual del país; un obrero que
promovió el desarrollo de las bellas artes, el comercio y la
industria; etc. Considerando esas razones, el Gobernador J.
Santos en nombre de los santandereanos ordenó adoptar el duelo
y dolor nacional al ocurrir “una de las más grandes desgracias
que puede sufrir la Patria”, así como decretó postergar su
memoria, legado y agradecimiento departamental de la siguiente
manera:
Art. 2º. En señal de condolencia, el Pabellón nacional
permanecerá izado a media asta y enlutado, en las
oficinas públicas, por diez días consecutivos, y durante
ellos se darán retretas fúnebres en la plaza principal de la
capital del Departamento. Por igual tiempo, llevarán luto
todos los empleados, funcionarios públicos y alumnos de
los establecimientos de educación. Las honras fúnebres
de tan eximio Mandatario se celebrarán con la
161

solemnidad debida en la iglesia parroquial de


Bucaramanga el día 27 de los corrientes141.
El 27 de septiembre, día de los homenajes públicos por parte del
clero, los militares y los funcionarios públicos, la Gaceta de
Santander publicó los telegramas, decretos y notas asociados
con la muerte de Rafael Núñez, siendo separadas todas las
columnas de ese número con líneas negras como símbolo oficial
de luto, así como se actuó de igual manera con los dos
siguientes números semanales. Así mismo, se hizo una crónica
de las honras fúnebres realizadas en Bucaramanga, escribiendo
al final de la misma el editor del periódico oficial en nombre del
Gobierno de Santander y compartiendo el mensaje de
reconciliación del General Rafael Reyes que:
Núñez! El primer ciudadano de una Nación libre, el
estadista eminente, caudillo prestigioso de un gran
partido, poeta fecundo y sabio pensador, tiene derecho a
que Colombia entera cuyos destinos supo dirigir, se
descubra reverente ante su sepulcro y bendiga respetuosa
su memoria.
Aún más todavía: tiene derecho a esperar que los buenos
hijos de la Patria juren ante su cadáver la más perfecta
reconciliación, para con ella hacer eternas las glorias de
la República cristiana142.

141
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Decreto por el cual
se honra la memoria del Excmo. Sr. Presidente de la República. En: Gaceta
de Santander. Bucaramanga. Jueves, 27, sep, 1894. Año XXXVI, No. 2807,
p. 5982
142
Ibíd. p. 5984
162

A la par de la más importante y solemne conmemoración cívica


y militar de Colombia asociada con el día de la independencia
de Santafé de Bogotá cada 20 de julio, el General J. Santos
acorde con los preceptos del General T. Mosquera decretó la
solemnización en Bucaramanga del grito de la independencia de
la Ciudad Heroica de Colombia, en conmemoración de su
octogésimo aniversario el 11 de noviembre de 1891. Para ello,
al igual que el día de la patria cada 20 de julio, se dispuso izar el
pabellón nacional, hacer disparos de salva por la artillería, la
presentación de actos literarios por los colegios y escuelas, la
realización de una retreta nocturna en honor de los mártires por
la banda de música del departamento y la iluminación de las
viviendas particulares y los edificios públicos (Decreto del 10 de
noviembre de 1891).
Esa celebración departamental, sin ser declarada patria o
nacional, fue reafirmada por el General J. Santos al decretar la
conmemoración del 81º aniversario de la proclamación de la
Independencia en la ciudad de Cartagena con dianas musicales y
salvas de artillería al amanecer y al atardecer, la izada del
pabellón nacional, así como dos retretas musicales en la noche
del 10 y 11 de noviembre por parte de la “Banda militar de
música” (Decreto del 7 de noviembre de 1892).
De igual manera, fomentó y dio continuidad en 1892 a la
conmemoración departamental que desde el período liberal
radical se hacía a la insurrección de los comuneros.
Considerando que “desde que los invictos Comuneros lanzaron
en la ciudad del Socorro el primer grito de Independencia que
resonó en el territorio colombiano y que por tal razón el
aniversario del 16 de marzo de 1781 debe celebrarse y se
163

celebra en Colombia como fiesta nacional”143, el Gobernador de


Santander dispuso decretar su conmemoración con una
solemnidad semejante a la fiesta patria ‘veintejuliera’. Fiesta
patria que fue nuevamente conmemorada con toda la
solemnidad dispuesta por el Decreto del 12 de marzo de 1894
“en memoria del heroico sacrificio y de la indómita bravura de
los Comuneros del Socorro”.
Imaginario reafirmado y reapropiado por los miembros del
Cabildo de El Socorro al manifestar por vía telegráfica al
General J. Santos su complacencia por la iniciativa de celebrar
con honores y solemnidad el centenario del natalicio del General
F. Santander, para lo cual consideraban: “Que esta ciudad, cuna
de los heroicos Comuneros de 1781, la primera que en el
Continente Sur-Americano lanzó el grito de la libertad y preparó
la guerra de la independencia con el ruidoso alzamiento de aquel
año, debe ser también una de las primeras en rendir el homenaje
debido a aquellos de nuestros próceres que –como Santander-
han ilustrado las páginas de Historia con sus hazañas”144.
Si bien para el día de los Comuneros no fue dispuesto realizar la
misma celebración en las capitales provinciales a la par de la
capital departamental como sucedía el 20 de julio o el 01 de
enero ante la premura de la decisión tomada un día antes del
aniversario, incluida la comunera ciudad provincial del Socorro,

143
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Decreto por el cual
se dispone la solemnización del 111º. aniversario de la insurrección de los
comuneros (15 de marzo de 1892). En: Gaceta de Santander. Bucaramanga.
Jueves, 24, mar, 1892. Año XXXIV, No. 2527, p. 4861
144
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Secretaría de
Gobierno: Nota 13 del Concejo Municipal del Socorro (2 de Abril de 1892).
En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Miércoles, 13, abr, 1892. Año
XXXIV, No. 2535, p. 4893
164

los funcionarios públicos de la capital del departamento en


representación de las autoridades nacionales, departamentales y
provinciales debían izar a las cinco mañana el pabellón nacional
acompañados por las “dianas musicales” de la Banda del
Departamento. A las doce del día debían asistir a los honores
que con salvas de artillería y dianas debían realizar los
miembros de la fuerza nacional, acompañados por la banda
marcial y la banda de música del Departamento adscritas a ese
destacamento. Finalmente, a las siete de la noche debía
concluirse el día de fiesta patria con una “gran retreta en honor
de los Comuneros”.
La solemnidad protocolaria y los efectos morales de la
conmemoración del día de los comuneros en Bucaramanga en
1892 fueron empleados a su vez por los comerciantes Reyes
González y Sinforoso García para cuestionar los decretos del
Gobernador de Santander sobre Hacienda Pública y el equívoco
manejo de las administraciones de rentas al darse preferencia a
empresarios conservadores de Soto como Felipe Sorzano.
Apelando al imaginario comunero, contrario a los regímenes
despóticos y tributarios, los empresarios González y García le
planteaban:
Hace pocos días se izó en la casa de la Gobernación el
pabellón nacional, y en las oficinas de los Cónsules
extranjeros se izaron en el mismo día los pabellones de
sus respectivas naciones para solemnizar el aniversario
del movimiento insurreccional de los comuneros en el
siglo pasado, movimiento ocasionado por los tributos, y
por el cual fue inmolada una gloriosa heroína del propio
nombre y de la misma sangre de US.; y el decreto de que
hemos venido tratando fue expedido en el aniversario del
nacimiento del más limpio de los administradores
165

públicos. En nombre de estos sucesos históricos y de la


tradicional sobriedad administrativa de este
Departamento de Santander, respetuosamente pedimos la
revocación del decreto del 22 del mes pasado…145.
Indignado por el uso de tácticas retóricas y anacrónicas
asociadas con los idearios patrióticos de los santandereanos por
parte de los empresarios bumangueses afectados en sus intereses
personales e interesados en obtener la revocatoria de las
decisiones decretadas por la Gobernación, el General J. Santos
les respondió: “…el encargado de la Gobernación, para ser
honrado y cumplir con su deber, no necesita de evocar recuerdos
del pasado por gloriosos que ellos sean, y protesta contra la
inmerecida ofensa que trata de hacérsele emboscadamente al
citar la fecha en que fue expedido el decreto que tanto ha
mortificado a los peticionarios”146.
La tergiversación y el uso indebido de la memoria histórica para
manipular en pro de beneficios personales cada uno de los
valores patrióticos representados en la vida y obra de los héroes
y mártires de la Patria se constituyó en tema central de la
alocución del Gobernador de Santander con motivo de la
conmemoración del 20 de julio en 1892. Haciendo un llamado a
los santandereanos para acabar con las malas pasiones y los
odios políticos “ante la sombra de los próceres de nuestra

145
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Memorial del 21 de
marzo de 1892. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Jueves, 24, mar,
1892. Año XXXIV, No. 2527, p. 4862.
146
Ibíd. Resolución del 23 de marzo de 1892. P. 4863. El enfrentamiento y
recelo entre los dos hombres más poderosos de Bucaramanga fue temporal en
nombre de la unidad del partido siendo evidencia de ello que el General J.
Santos nombró a Reyes González como Prefecto de Soto a partir del 20 de
febrero de 1894.
166

independencia”, el General J. Santos proclamó durante los actos


centrales del día de Independencia en Bucaramanga:
Admiro la grandeza de espíritu y el incomparable
patriotismo de nuestros padres, que con tanto entusiasmo
como serenidad arrostraron toda clase de peligros y
aceptaron como el cumplimiento de un gran deber, el
sacrificio de su vida por dejarnos una Patria libre de
esclavos y en que se reconocieran y practicaran los
derechos del ciudadano, basados en el orden y la justicia.
Cuidado ha sido de nuestros Gobiernos haceros conocer
esos ilustres varones desde las Escuelas de Primeras
Letras; pero yo, al sentirme orgulloso de darles hoy una
prueba de mi reconocimiento – por tenerme la
providencia colocado como vuestro vocero ejerciendo
las funciones de Gobernador del Departamento- no
puedo menos que presentaros, aun cuando lo sabéis de
memoria, los nombres de algunos de algunos de aquellos
que más merecen que su recuerdo permanezca grabado
en nuestros corazones. No olvidéis nunca a Bolívar,
Caldas, Camilo Torres, Nariño, Rosillo, Sucre,
Santander, Ricaurte, Páez, Rondón, García Rovira,
Girardot, Cedeño, a Córdoba y a mil héroes más que
sería largo enumerar aquí, y los cuales son nuestros
padres y bienhechores: ninguna alabanza sería suficiente
para ensalzar sus méritos147.
Respecto a su reconocido parentesco con la heroína Antonia
Santos y la defensa de los ideales patrióticos que ella

147
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Alocución del
Gobernador del Departamento. Bucaramanga, 20 de julio de 1892. En:
Gaceta de Santander. Bucaramanga. Miércoles, 24, jul, 1892. Año XXXIV,
No. 2556, p. 4977.
167

representaba por parte de la Regeneración, el General J. Santos


continúo diciendo:
Policarpa Salabarrieta y Antonia Santos, heroínas que
santificaron y colmaron de grandeza la obra de nuestros
próceres sacrificándose por ella, nos han legado ejemplo
de virtud y de valor que las levantan al pináculo de la
gloria, y han hecho que se reconozca en ellas una
superioridad moral que por lo menos las coloca al nivel
de las más insignes matronas de la antigüedad.
Pronunciemos siempre esos nombres con respeto y
veneración, y cuando experimentemos contrariedades en
el camino de la vida, recordemos su patriótica
abnegación; y que su sangre, que si no corre por nuestra
venas, si ha quedado al menos como un benéfico rocío
para fortificar nuestro espíritu, nos dé aliento y memoria
para no dejarnos olvidar la verdadera República sin
abusos ni atropellos que fue su ideal y tiene por lema la
Libertad en la Justicia148.
Rememorar y defender los valores de los próceres y heroínas de
la patria cada veinte de julio fue asumido por los Generales -
Gobernadores y Generales como un acto directamente
relacionable con la defensa de la unidad y la regeneración de los
principios fundacionales de la República por parte del Gobierno
Nacional, a cargo de Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro.
Durante los actos militares, cívicos, literarios, musicales y
sociales del día de la independencia de 1893, el General J.
Santos relacionó la defensa de las “ideas de orden y de libertad
en la justicia” de los próceres que defendieron la emancipación

148
Ibíd.
168

e independencia de Colombia con las tareas de la regeneración


que representaba al manifestar:
Si nuestros próceres pelearon heroicamente por
asegurarnos una patria libre e independiente, debemos
estar convencidos de que al proceder así pensaban
solamente en conquistarnos un porvenir tranquilo, en
que, a la sombra de la paz, tuvieran desarrollo los
verdaderos principios republicanos, el cultivo de las
ciencias, la industria en general y, sobre todo, las sanas
ideas de la Religión cristiana, que como elemento
moralizador, forman la base y aseguran la vida de toda
sociedad civilizada. Hacernos, pues, dignos herederos y
sucesores de tan esforzados varones en nuestra misión en
Colombia, para que desde el cielo puedan éstos
contemplar satisfechos su obra y la fecundidad de la
semilla benéfica que regaron en este sueldo empapado
con su sangre –con esa sangre derramada en tantos
campos de batalla y en tantos otros sitios en donde
fueron inmolados los más ilustres y respetables
ciudadanos que iniciaron y llevaron a término la magna
empresa de nuestra Independencia. Por fortuna, la paz de
que disfrutamos, la forma de gobierno que garantiza
nuestra actual Constitución, en que campea la idea
republicana sostenida por sus principales elementos – el
orden y la libertad en justicia- demuestran que si no
hemos cumplido del todo el programa de nuestros padres
–puesto que aún no nos amamos ni fraternizamos en
nuestro modo de ser en política, como ellos lo desearan –
nos aproximamos ya mucho a ese divino ideal que los
169

condujo al sacrificio y que será definitivamente realizado


por la presente regeneración149.
Al calendario de conmemoraciones solemnes que decretó el
General J. Santos como fechas de interés patrio y nacional que
debían festejar los santandereanos, especialmente los
funcionarios y establecimientos públicos, específicamente el día
de Acción de Gracias cada primero de enero, el día de los
comuneros, el día de la independencia nacional, el día de la
independencia de Cartagena, aunado a las fechas de nacimiento
y muerte de los generales S. Bolívar y F. Santander, fue
agregada la conmemoración de la batalla de Boyacá cada siete
de agosto.
Por Decreto del 5 de agosto de 1892 se dispuso que los
santandereanos debían conmemorar el aniversario de la “batalla
cuyo éxito libertó a Colombia de la dominación española”, así
como se dispuso que era interés de los gobernantes
regeneradores imponer como “deber de gratitud grabar en la
memoria de los hijos de la República los hechos culminantes de
su historia”. Para ello fueron iluminados los edificios públicos y
las casas particulares en la noche del seis de agosto, a la par de
realizarse una retreta en la plaza principal.
A las cinco de la mañana del día patrio, como era acostumbrado
para las demás fiestas patrias, los funcionarios públicos
presenciaron la izada del pabellón nacional a la par de
escucharse las salvas de artillería y la entonación de dianas
marciales y musicales, las cuales debían repetirse al mediodía.

149
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Alocución del
Gobernador de Santander en el LXXXIII Aniversario de la Independencia
Nacional. Bucaramanga, 20 de julio de 1893. En: Gaceta de Santander.
Bucaramanga. Jueves, 20, jul, 1892. Año XXXV, No. 2670, p. 5433.
170

Finalmente, a las ocho de la noche se realizó una “gran retreta


en memoria de los patriotas que lidiaron en Boyacá por legarnos
una patria libre”.
Para los actos conmemorativos fuera del Departamento, a los
cuales no podía asistir o trasladarse el Gobernador de Santander,
se delegó en su representación a un funcionario o un ciudadano
copartidario y de plena confianza del General J. Santos o de la
Secretaría de Gobierno. Ejemplo de ello fue el nombramiento
que se hizo al sr. Adolfo Harker (Administrador General de la
Compañía del camino de Bucaramanga a Sabana de Torres), con
derecho a viáticos por quinientos pesos, para que representara al
Departamento de Santander durante los actos de inauguración
de la Estatua del Libertador en San Pedro Alejandrino, la cual el
pueblo y la Gobernación del Magdalena habían decidido
construir e inaugurar el 17 de diciembre de 1891 en honor del
“fundador de la República” (Decreto del 30 de noviembre de
1891).
Igual decisión decretó al no poder desplazarse hasta San José de
Cúcuta para presidir el 7 de agosto la inauguración del
monumento erigido a la memoria del egregio prócer de la
Independencia General Francisco de Paula Santander, delegando
para ello a su Prefecto Provincial de Cúcuta: el empresario
petrolero [General] Virgilio Barco Martínez (Decreto del 23 de
julio de 1893).
Si bien la realización de las fiestas de interés nacional o
internacional estaba regulada y organizada acorde a los decretos
del Gobierno Nacional, el General J. Santos procuró establecer
actividades para exaltar esas mismas fechas en el ámbito
departamental, provincial y municipal. En el caso de la
conmemoración de los cuatrocientos años del descubrimiento de
171

América el Gobierno Nacional pretendía seguir los dictámenes


de la Santa Sede quien acorde a los deseos del “Gran Pontífice”
León XIII recomendaba un evento de “pompa religiosa” en
exaltación al comienzo de la “vida civilizada” en América y al
origen de la “heroica raza latina” (Comunicación del Ministerio
de Relaciones desde Roma a 3 de octubre de 1891).
El Gobierno Nacional por medio del Decreto 36 ordenó a
ciudadanos y mandatarios conmemorar el Descubrimiento de
América como un día de fiesta nacional a partir del 12 de
octubre de 1892, en honor al descubridor del Nuevo Mundo y
por ser su apellido y hallazgo naval la justificación para haberse
dado a la Nueva Granada el nombre de Colombia en 1819 y
1863. El Gobierno de Santander en cabeza del General J. Santos
optó por realzar la imagen de Colón como militar exitoso e
innovador al descubrir un nuevo mundo, al ejercer en nombre de
los reyes de España como capitán, almirante y visorrey después
de que el “intrépido navegante genovés, abrió a la civilización el
Mundo americano”. Sin importa los excesos genocidas de la
conquista ni la explotación tributaria colonial del régimen
imperial a los regeneradores, en su mayoría académicos
hispanistas, les interesaba reestablecer los lazos ideológicos y
culturales con la “madre patria”.
Por decretó del 3 de octubre de 1892 se ordenó que los
santandereanos a través de sus prefectos y alcaldes debían
solemnizar esa fiesta patria y celebrarla con “la mayor pompa
posible” en todas las poblaciones del Departamento. Las
autoridades civiles debían dictar las providencias necesarias
para la “mejor celebración de cuarto centenario del
Descubrimiento de América”, las autoridades eclesiásticas
debían hacer lo propio a través de sus rituales desde los altares,
y todos en conjunto tenían la obligación de excitar a los demás
172

habitantes a contribuir “en cuanto puedan al mayor lucimiento


de la fiesta”, siendo de libre decisión de los ciudadanos el
mantener izado durante todo el día de fiesta el pabellón nacional
frente a sus habitaciones particulares.
Al igual que los demás días patrios, los actos en conmemoración
del Descubrimiento de América fueron encabezados en
Bucaramanga por el General J. Santos asistiendo al amanecer (5
am) al saludo con salvas de artillería y fusilería en la plaza de la
Constitución, izando el pabellón nacional que debía permanecer
exhibido en los edificios públicos durante todo el día,
presidiendo el desfile que con dianas ejecutadas por las bandas
(de música y marcial) del Batallón 9º de Tiradores debía
recorrer las calles de la capital departamental, asistiendo con
todos sus funcionarios públicos a la misa solemne (8 am) y Te
Deum (12 m) en el templo principal de Bucaramanga. También
debía dar por culminados los actos militares, litúrgicos y
literarios de ese día patrio al presidir una retreta musical al aire
libre a las ocho de la noche.
El mayor aporte del Gobernador de Santander a los festejos del
cuarto centenario fue adecuar un número completo de la Gaceta
de Santander como suplemento literario y cultural titulado
“Cuarto Centenario del Descubrimiento de América por
Cristóbal Colón”. Las cuatro páginas del número 2587 del
periódico oficial del Departamento, enviado a cada una de las
oficinas públicas el miércoles 12 de octubre de 1892, fueron
justificadas al expresarse que “La Gobernación de Santander
consagra este número del periódico oficial a la memoria del
insigne descubridor del nuevo continente”. Siendo insertado en
dicho número la Alocución del Gobernador, datos sobre los
descubrimientos geográficos y la biografía del descubridor
genovés (Homenaje a Cristóbal Colón) a partir de los datos
173

tomados de la obra “Documentos para la historia de la vida


pública del Libertador” (1875) de José Félix Blanco.
Un homenaje semejante, dedicando un número completo de la
Gaceta de Santander para exaltar la memoria de uno de los
grandes personajes de la Historia de Colombia, fue ordenado
por el General J. Santos al dedicar como suplemento literario y
cultural el número 2668 (martes 11 de julio de 1893) por la
Gobernación de Santander para honrar “la memoria del Ilustre
General de Ingenieros de la Nueva Granada Don Agustín
Codazzi en el primer centenario de su natalicio” (1793 – 1859),
para ello se publicó la “Biografía de Agustín Codazzi escrita en
Italiano por Domingo Magnani y traducida al castellano por
Constanza Codazzi de Convers”. Sumándose en ese mismo
número un homenaje a Manuel Briceño como parte de un
aniversario más de su muerte (1885), copiando para ello el
homenaje que le hizo Rafael Pombo en el Papel Periódico
Ilustrado.
Esa estrategia de divulgación y preservación del nombre y las
obras de los héroes y símbolos promovidos por los Generales –
Gobernadores de la regeneración fue repetida a través de los
medios de divulgación masiva al ordenar J. Santos dedicar el
número 2676 (lunes 7 de agosto de 1893) de la Gaceta de
Santander para rendir homenaje “A Simón Bolívar Libertador
de cinco Repúblicas y fundador de Colombia en el aniversario
de la gloriosa batalla 7 de agosto de 1819”.
Al interior de ese semanario oficial se publicó el Decreto que
ordenaba desde Charalá (3 de agosto de 1893) celebrar el Siete
de Agosto en la capital de Santander con salvas, retretas
musicales, así como la inauguración de la estatua al General F.
Santander en Cúcuta; La invitación oficial al Gobernador por
174

todos los funcionarios y autoridades de la Provincia de Cúcuta a


participar en dicho acto aunado a la inauguración de obras y
contratos departamentales, así como la trascripción de
“Documentos relativos a la batalla de Boyacá, el 7de agosto de
1819”, incluido el parte de victoria en la batalla del General en
Jefe Simón Bolívar.
La solemnización de los días más populares de la sociedad
colombiana con actos rituales acordes al culto católico
dominante antes que con actos cívicos, literarios o militares se
ejemplificaba particularmente al protocolizarse el inicio de cada
nuevo año con actos de “testimonio público de reconocimiento y
adoración al Todopoderoso por los beneficios recibidos durante
el año que termina e implorar su misericordia para el año que
principia” acorde con la Ley 128 de 1888.
Para ello, el General J. Santos decretó desde Charalá a finales de
1891 a todos los prefectos impartir las órdenes y acciones
necesarias para que en cada población municipal se realizaran
actos solemnes de inicio de año semejantes a los dispuestos para
la capital de Santander. Entre esos estaban: alborada, salvas de
artillería e izada del pabellón nacional en las oficinas públicas (5
am), misa solemne con exposición del Santísimo Sacramento (9
am), Te Deum (2 pm) e iluminación general con retretas (noche)
(Decreto del 22 de diciembre de 1891).
Actos solemnes y litúrgicos reafirmados para el año nuevo de
1893 por medio del Decreto del 6 de diciembre de 1892 en
cuanto a las salvas de artillería y dianas musicales a cargo del
Batallón 9º de Tiradores en la madrugada y media tarde, misa
solemne y Te Deum a media mañana y medio día, así como
retreta en la plaza pública e iluminación de los edificios
públicos. El pabellón nacional debía permanecer izado desde la
175

madrugada al igual que en los días patrios o de honores a un


héroe o servidor público fallecido.

5.3 GOBERNADOR DE BOYACÁ, 1897–1898


La vida política y gubernamental del General J. Santos fue
continuada meses después de su sustitución en el cargo como
Gobernador de Santander al ser nombrado como Gobernador en
Propiedad de Boyacá, y posteriormente, al posesionarse como
Ministro de Guerra e incluso fue nombrado Ministro
Plenipotenciario.
Su carrera político-administrativa resultaba ser inacabada al
contar con el apoyo y respaldo del General Santandereano
Aurelio Mutis quien ejercía como Ministro de Guerra y del
charaleño Antonio Roldán como Ministro de Gobierno ante el
Vicepresidente Miguel A. Caro, en cuyo nombre había
combatido y vencido en Santander durante 1885 y 1895.
El Gobierno Nacional le confirió la tarea de regir los destinos
administrativos, policivos e institucionales de los boyacenses
considerando además su amplio reconocimiento en los
departamentos de mayorías conservadoras, su amplia
experiencia gubernamental en Santander, su cuestionada
capacidad de preservar el orden público y contener las
insubordinaciones, su habilidad para gestionar y promover las
obras de interconexión vial y ferroviaria del país, así como los
valores públicos exaltados por sus subalternos y conocidos
públicamente.
Experiencia resumida en atributos que le permitían ser
reconocido como un: político firme, experto militar, empleado
176

recto, corazón hidalgo, extensión de la palabra150, etc. El


General J. Santos respondió a esa confianza aceptando el
nombramiento el 4 de mayo de 1897, tomando posesión tres
días después ante las autoridades judiciales y eclesiásticas de
Tunja.
Los primeros saludos de felicitación fueron enviados vía
telegráfica por habitantes de las provincias de Santander, por
boyacenses residentes en Bucaramanga, por copartidarios del
resto del país que reafirmaban las virtudes que lo habían
caracterizado y su disposición a ponerse “a vuestras ordenes
como miembros convencidos del Gran Partido Nacionalista”151.
Los ciudadanos de las provincias más afectas a la regeneración
le manifestaron sus buenos augurios desde Soatá al expresarle:
“Quiera Dios guiar sus actos y corresponder patrióticos deseos
de aquel en momentos difíciles para la causa conservadora que
debe mantenerse siempre unida y siempre vigorosa” 152.
Brindándole el apoyo incondicional a su causa regeneradora y
progresista un tunjano le expresó: “Soy soldado de la causa que
Ud. Representa y estoy a sus órdenes”. Siendo reafirmada y
apoyada la decisión del Gobierno Nacional en elegirlo como
gobernante de otro departamento conservador sin importar sus
problemas y limitaciones previas al expresársele desde El

150
COLOMBIA. DEPARTAMENTO DE BOYACÁ. Telegramas de
felicitación. En: El Boyacense. Periódico Oficial del Departamento. Tunja.
22, may, 1897. Año XL, No. 751, p. 203
151
COLOMBIA. DEPARTAMENTO DE BOYACÁ. Telegramas de
felicitación. En: El Boyacense. Periódico Oficial del Departamento. Tunja.
15, may, 1897. Año XL, No. 750, p. 194.
152
COLOMBIA. DEPARTAMENTO DE BOYACÁ. Telegramas de
felicitación. En: El Boyacense. Periódico Oficial del Departamento. Tunja.
22, may, 1897. Año XL, No. 751, p. 202.
177

Cocuy: “Boyacá progresará teniendo al frente de sus destinos al


veterano del progreso de Santander”153.
Esas expectativas fueron reafirmadas por un tunjano quien le
expresaba: “Grandes caudillos dirigen grandes causas”. Sin
embargo, a diferencia de sus dos enérgicos y progresistas
mandatos gubernamentales en Santander durante el año que
ejerció su Gobierno en Boyacá el General J. Santos centró su
atención en cumplir con sus obligaciones administrativas
básicas. En las memorias de su mandato solo se da cuenta que
estuvo nombrando, posesionado, sustituyendo, declarando
insubsistente o excusando el nombramiento de funcionarios de
las ramas ejecutiva, judicial y ministerio público; otorgando
licencias, aumentando sueldos, presionando la recolección de
los impuestos por los recaudadores, colectores, alcaldes y
prefectos, proyectando o aprobando presupuestos,
concesionando baldíos o minas; supervisando y aprobando los
procesos de conformación de las juntas y distritos electorales,
etc.
Así mismo, apeló repetidas veces a su derecho a la licencia para
viajar a Bogotá o Charalá, dejando encargado durante varias
semanas de mediados de año (junio –agosto 1897, junio –
agosto 1898) al Secretario de Gobierno, evadiendo así sus
acostumbrados balances de resultados durante los discursos del
veinte de julio y siete de agosto. También confirió plenas
facultades para administrar, nombrar o contratar en nombre del
Departamento a su Secretario de Gobierno mientras se
desplazaba entre Bogotá, Charalá, el río Magdalena y los llanos
del Casanare controlando el orden público, supervisando las

153
Ibíd. P. 203.
178

obras públicas contratadas o recibiendo con acciones de gracia


al todopoderoso el año nuevo.
Al retornar a sus funciones el Gobernador en propiedad,
validaba lo actuado por el Secretario de Gobierno y por medio
de otros decretos se confirmaba o modificaba lo dispuesto.
Finalmente, en agosto de 1898, J. Santos dejó de presentarse a
gobernar en Tunja siendo sustituido y nombrado en propiedad
su Secretario de Gobierno como Gobernador, desde inicios de
septiembre de 1898.
Una de las primeras acciones decretadas por J. Santos después
de sustituir al Gobernador Clímaco Várgas fue reformar las
decisiones tomadas sobre rentas públicas al decidir centralizar y
delegar en su Secretario de Hacienda Ceferino Mateus todas las
responsabilidades concernientes sobre Tesoro del
Departamento. Lo mismo hizo con su Secretario de Gobierno
Luis Alejandro Márquez y el canónigo Adolfo Perea como
Secretario de Instrucción Pública acorde a la tradición de las
mayorías católicas, reafirmado así su confianza para con los
mismos al nombrarlos y posesionarlos el mismo día de su
investidura como Gobernador. Sin embargo, no cuestionó otras
que afectaban el erario público como fueron la readecuación y
redecoración de las oficinas gubernamentales o los gastos en
fiestas populares.
Las únicas obras de interés público promovidas durante su
administración fueron la recepción de los trabajos y la revisión
de las cuentas de los contratos firmados por su antecesor,
mediante los cuales se acordaba la macadamización de los
costados de la carretera sur del departamento y el arreglo de dos
calles de Tunja, la refacción de los puentes de Roaquira,
Albarracín y Gutiérrez, así como el contrato que refaccionaba la
179

casa municipal, la fuente grande y el Instituto de Obreros de la


ciudad. Siendo justificado el arreglo de las vías de la ciudad
antes que las rurales de la provincia en la práctica prehispánica
de los habitantes de Tunja de organizar ferias o mercados
públicos al considerar que los mismos traían “positivo
desarrollo y gran ensanche al importante ramo de la civilización,
el comercio” (Decreto 34 de 1897 del prefecto de la provincia
del centro).
La carretera sur que permitía el comercio y tráfico con la capital
del país fue nuevamente refaccionada a inicios de 1898 en el
tramo entre Tunja y las obras contratadas un año antes, así como
se continuaron las obras de refacción de las calles de Tunja,
siendo responsables de esos trabajos el Ingeniero, directores e
inspectores de obra nombrados por la Gobernación (Decreto 16
de 1898).
Al Gobernador concentrar la mayoría de los recursos de
fomento en el mejoramiento de las vías de acceso o tránsito en
la ciudad capital fue necesario remover a los administradores de
los caminos que conectaban vial y económicamente los llanos
con los andes. Sin embargo, debió reintegrar en sus funciones al
administrador de caminos del “Cravo” ante la presión de los
ganaderos y hacendados, quienes se quejaban de la ruina a la
que se exponían por falta de vías comerciales y la inexistencia
de ferias anuales sino existían ganados para comerciar
(Resolución del 28 de mayo de 1897).
Para evitar nuevamente esas presiones sociales, económicas y
políticas el General J. Santos optó por delegar todo lo
concerniente a la administración, mantenimiento, rectificación y
financiación de los caminos a los inspectores de carreteras.
Antonio Arenas fue el primero en ser nombrado como
180

“Inspector de la carretera del sur” (Decreto 66 de 1897), para lo


cual debía ser respaldado por dos vigilantes de los trabajos. Sin
embargo, la falta de interés del Gobernador por las demás vías
centrales del Departamento motivaron a los tres secretarios
departamentales en ausencia del Gobernador J. Santos a ordenar
la reparación de la muy transitada Carretera del Norte entre
Tunja y Paipa por el método de Administración (Decreto 29 de
1898).
Ante ese constante desgobierno, la Asamblea y el Secretario de
Gobierno acordaron la construcción de un camino carretero
apropiado entre Tunja y Sogamoso por Firavitoba (Ordenanza
24 de 1898), ante los altos costos de abrir y mantener un camino
carretero que comunicara directamente el comercio de Boyacá
con el río Magdalena dispusieron culminar la apertura de una
trocha entre Chiquinquirá y Puerto Niño (Ordenanza 27 de
1898).
Incluso, los diputados le confiaron al Secretario de Gobierno y
próximo Gobernador de Boyacá la responsabilidad de contratar
con “una compañía o empresario de conocida responsabilidad,
la construcción de un ferrocarril que ponga en comunicación la
capital del Departamento con los límites de Cundinamarca y
Santander” (Ordenanza 44 de 1898). También acordaron cuáles
eran las vías centrales de responsabilidad del Departamento
(Carretera de Cundinamarca a Santander; Camino de Occidente;
Camino de La Vega; Camino de Ricaurte y Camino de
Cepeda)(Ordenanza 45 de 1898), logrando así direccionar el
progreso y desarrollo que habían infructuosamente esperado que
liderara el General J. Santos con su vasta experiencia en los
caminos y ferrocarriles de Santander.
181

La delegación de funciones entre subalternos o contratistas, sin


el compromiso y liderazgo que había caracterizado a J. Santos
en Santander, se evidenció además al delegar el arreglo de las
calles de Tunja y la canalización de las aguas sobrantes de la
pila “chorro de abreo” a los jefes de la Oficina de Fomento y al
contratista nombrado para tal fin (Decreto 55 de 1897). Delegó
la higiene pública ante las epidemias cíclicas de viruelas en los
médicos y vacunadores oficiales, amenazó con multas y penas a
quienes no cumplieran las normas de salubridad dispuestas en el
Código de Policía (Decreto Junio 4 de 1897), ordenó que un
cuerpo de diez policías debían capturar y retener y custodiar a
los virolentos en el hospital dispuesto para ellos (2 de
septiembre de 1897), asignó a los médicos nombrados la
organización de una oficina de medicina legal en la ciudad de
Tunja acorde a lo dispuesto por la Asamblea Departamental
(Ordenanza 15 de 1898), así como dispuso la entrega de auxilios
a los boyacenses enfermos de lepra que se encontraban recluidos
en los lazaretos de Contratación o Agua de Dios (Ordenanza 17
de 1898).
Otros ejemplos de esa aparente apatía, cansancio o desinterés
del General J. Santos en involucrarse en todos los asuntos de los
boyacenses, como en cumplir las funciones delegadas en sus
subalternos, fue la delegación que hizo en un jefe de la
Secretaría de Gobierno en cuanto a la realización de la visita
provincial que se debía hacer semestral o anualmente a cada
institución municipal o prefectual, siendo investido ese
funcionario como visitador-fiscal (Decreto 57 de 1897).
Descargó en el Secretario de Gobierno: levantar los censos de
población (ordenanza 16 de 1898), la administración de la
policía, el nombramiento de su director departamental,
comisarios provinciales, gendarmes y músicos de la banda
182

departamental adscritos a la fuerza pública, la conformación de


un cuerpo de agentes de seguridad para la vigilancia interna de
la capital ante los ataques personalizados contra funcionarios y
clérigos, la normatividad sobre “servicio militar obligatorio” a
pesar asuntos de interés propios de un General en Jefe (Ley 167
de 1897), el nombramiento de Generales como prefectos
provinciales para mantener el orden público del Departamento;
y especialmente, la celebración del 20 de julio y el 7 de agosto
en 1897 como en 1898 al encontrarse ausente o en licencia.
Renunció así a participar en el evento gubernamental más
importante donde los gobernantes podían interactuar con los
ciudadanos, hacer balances de su gestión como representantes
del Partido Nacional y reafirmar los principios de la
regeneración.
La inconformidad entre los funcionarios públicos ante el manejo
del orden público y la administración de la Gobernación
conllevaron a la renuncia del Secretario de Instrucción Pública
de manera irrevocable, delegando el General J. Santos a su
Secretario de Gobierno L. Márquez en la administración interina
de esa Secretaria (Decreto 183 de 1897). Sumándose a esas
obligaciones de Gobierno e Instrucción, la administración
interina de la Secretaría de Hacienda (Decreto 191 de 1897), que
aunado a los prolongados períodos de licencia o viajes del
Gobernador, hicieron del Secretario de Gobierno el mandatario
real y efectivo del Gobierno Departamental en Boyacá entre
diciembre de 1897 y enero de 1898 al tener el control total de la
administración pública.
Respecto a los Coroneles y Generales–Prefectos bajo las
órdenes de un General en Jefe-Gobernador, el Secretario de
Gobierno les recordó por medio de circular pública cuáles
debían ser sus funciones y obligaciones ante los disturbios y
183

desacatos que se generaron en la capitalina Tunja como en Soatá


después las elecciones realizadas, en plenas fiestas decembrinas,
siendo los principales afectados los miembros del clero católico.
Al ser inaceptable para el General J. Santos el desorden público,
el desacato a la autoridad de los gendarmes y el ataque
personalizado contra los clérigos a falta de acciones de
prevención, control y acompañamiento policivo durante sus
ceremonias o actividades particulares, el Secretario Luis
Alejandro Márquez les recordó que su principal obligación
según el Código Político y Municipal debía ser la de “mantener
el orden en la provincia y coadyuvar a su mantenimiento en el
resto del Departamento y en la República entera”. Y consigo,
remover “todas las causas que por cualquier motivo tiendan a
llevar la intranquilidad a los espíritus, es para U. no sólo un
deber legal sino también de patriotismo”154.
Preservar el orden público local y provincial, así como prestar
toda la seguridad posible a la autoridad religiosa desde la
posición de L. Márquez se consideraba una “nueva muestra de
deferencia con el señor Gobernador” en cuyo nombre se
justificaban las insinuaciones y exigencias a cada prefecto. El
Secretario de Gobierno consideró apropiado además aprovechar
esa circular para defender el buen nombre, gestión y gobierno
del General J. Santos ante las aparentes muestras de apatía, falta
de mando y toma inoportuna de decisiones acorde con su
autoridad civil y rango militar durante los ataque sufridos por
prelados y clérigos dentro de la catedral el 5 de diciembre de
1897.

154
COLOMBIA. DEPARTAMENTO DE BOYACÁ. Circular (1573) a los
Prefectos de la Provincia del Departamento. Tunja, 28 de diciembre de 1897.
En: El Boyacense. Periódico Oficial del Departamento. Tunja. 30, dic, 1897.
Año XL, No. 789, p. 505
184

Ataques consecuentes a los resultados de las elecciones en los


que se volvieron a imponer los conservadores regeneradores
sobre los nacionalistas y opositores ‘históricos’. Hechos que
motivaron a emplear al destacamento del Ejército en Tunja para
que mantuviera la plaza central despejada y sin aglomeraciones
de individuos ante el desacato sufrido por los cuerpos de
policías y agentes de seguridad.
El leal Secretario L. Márquez abiertamente les expresó a los
prefectos para que no quedara duda entre los demás empleados
del Departamento de Boyacá que:
Los hechos ocurridos en esta ciudad en la noche del 5 de
los corrientes son ya conocidos del público y aunque
sería por demás decir a Usted que ellos causaron
dolorosa impresión en el ánimo del Señor Gobernador
como en el de todos los que nos preciamos de católicos y
que aspiramos a que nada ocurra en nuestra sociedad que
desdiga de su reconocida cultura, creo oportuno
significar a U. que el Sr. Gobernador ha sufrido doble
mortificación al ver que la conducta de la autoridad en
relación con aquellos sucesos era apreciada con sobra de
injusticia, pues se llegó al extremo de considerarla por lo
menos como cómplice ó encubridora de dichos
acontecimientos. En obsequio de la verdad creo
necesario hacer consta aquí que el Jefe del Gobierno
Departamental dictó oportunamente las medidas que
juzgó indispensables para prevenir cualquier desorden, y
con posterioridad a aquellos ha procedido también de
acuerdo con las prescripciones legales155.

155
Ibíd.
185

El nombramiento de Generales y coroneles como prefectos fue


celebrado por los ciudadanos afectos al orden militar, la
regeneración constitucional y al partido nacional que defendían.
Los habitantes de la conflictiva Soatá, en los límites con
Santander, le manifestaron en junio de 1898 al General J. Santos
representado por su Secretario de Gobierno que:
Robustecer el principio de autoridad, rodearlo de fuerza
y garantías, como a la justicia y a la verdad y
especialmente cuando estas maliciosamente se quieren
eclipsar, parecer que es un deber de todo ciudadano; y
los abajo suscritos, queriendo cumplir con él, como
conocemos de las dotes que engalanan al Sr. Coronel D.
Tomás Galvis como ciudadano, como recto y progresista
empleado, encarrilado siempre en el cumplimiento del
deber y de la justicia, no vacilamos en presentar a Usía
nuestros agradecimientos por haber favorecido a esta
Provincia enviando como Prefecto a tan digno empleado,
cuya separación del puesto que ocupaba creemos
transitoria156.
A la secretaría de hacienda encargada de la recolección,
administración y contabilidad de las rentas y presupuestos del
Departamento, el General J. Santos le cargó tareas adicionales
como fue evaluar, inventariar y recibir todos los productos
elaborados en las Escuelas de Artes y Oficios del Departamento,
después de ser ello una de las actividades a las que prestó mayor
atención y divulgación en la capital y provincias de Santander
(Resolución 57 de 1897) por ser reflejo del progreso y las
transformaciones agropecuarias de las materias primas nativas.
156
COLOMBIA. DEPARTAMENTO DE BOYACÁ. Manifestaciones. En:
El Boyacense. Periódico Oficial del Departamento. Tunja. 5, ago, 1898. Año
XLI, No. 827, p. 299
186

También delegó al Secretario de Hacienda la tarea de visitar,


inspeccionar y promover acciones de desarrollo para la fábrica
de hilados y tejidos de Samacá, acorde con los derechos e
inversiones que en ella tenía el Departamento de Boyacá157,
siendo la consecuencia de esas inspecciones financieras la
Ordenanza 32 de 1898 mediante la cual se ordenó librar al
Departamento de las deudas adquiridas por los apoderados y
arrendatarios de la Compañía Industrial de Samacá.
Respecto a la Instrucción Pública de Boyacá, el Gobernador J.
Santos acató e hizo cumplir por intermedio de su Secretario de
Instrucción Pública las decisiones precedentes de C. Várgas al
decretar transformaciones semejantes a las emprendidas
exitosamente en Santander como fueron becar a algunos de los
estudiantes matriculados en el Instituto de Obreros, en colegios
departamentales financiados por la Gobernación o en
universidades de carácter nacional previo examen o concurso de
méritos (Decreto 131 de 1897).
Elevó a la condición de Superiores a las Escuelas provinciales
donde no se contaba con colegios o institutos, dispuso las fechas
de los exámenes de finales de año para las escuelas elementales
y superiores, Institutos, colegios, normales, etc.; garantizó la
continuidad del Colegio de Ricaurte para 1898 con su facultad
de derecho y ciencias políticas (Decretos 26 y 27 de 1898), así
como los talleres y gastos del Instituto de Obreros (Decreto 34
de 1898), fundó el Colegio San José de Guateque y reformó el
Colegio de San Luis Gonzaga en Santa Rosa (Ordenanza 4 de
junio 2 de 1898).

157
COLOMBIA. DEPARTAMENTO DE BOYACÁ. El Boyacense.
Periódico Oficial del Departamento. Año XLI, No. 819. Tunja. 30, jun,
1898.
187

Adicionalmente, decretó la compilación de una reseña periódica


sobre cada municipio y provincia, para lo cual, a falta de una
Oficina de Estadística eficiente se había ordenado a los
Directores de Escuelas y a los Alcaldes Municipales levantar
todos los datos concernientes a la geografía del Municipio
(límites, habitantes, montañas, climas, animales, producciones
minerales y agropecuarias, curiosidades naturales, caminos
reales, industria, división en veredas, oficinas, historia, razas
predominantes). Siendo revalidados esos datos por los curas
párrocos y los inspectores de educación de Boyacá (Decreto 101
de 1897).
El General J. Santos de igual manera reafirmó su convicción
regeneradora sobre la importancia de exaltar ante el público la
memoria y las virtudes de los grandes hombres de Colombia,
primordialmente las de sus colegas Generales. Para ello, su
primer homenaje público fue conmemorar acorde con las
indicaciones del Gobierno Nacional los dos años de muerte del
presidente Rafael Núñez, siendo divulgado entre los boyacenses
parte de las diez mil copias del libro ordenado a producir por el
Poder Ejecutivo con el título “Corona Fúnebre ó la memoria del
Exmo. Sr. Presidente titular de la República de Colombia, Dr.
Rafael Núñez”.
En ese libro se compilaban su biografía, los actos públicos
celebrados por las instituciones de cada territorio, honras,
discursos, ilustraciones, e incluso, sus escritos más notables
(Ley 108 de 1896), previa censura oficial. Debiéndose someter a
través del Gobernador a esa misma censura todo impreso,
periódico o libro que se produjese en cada Departamento (Ley
157 de 1896).
188

A esos homenajes siguieron los honores dispuestos por el


Gobierno Nacional al General Enrique Morgan, héroe que evitó
que en 1884 el Ejército Revolucionario de Santander se tomara
el parque custodiado en Tunja, así como al actuar como
Comandante del batallón de zapadores e ingenieros contribuyó a
la culminación del Ferrocarril de Girardot (Ley 109 de 1896).
Participó en los homenajes nacionales dispuestos para R. P.
Miguel Unia “Apóstol de los leprosos en Colombia” (Ley 155
de 1896).
Al conocer sobre el fallecimiento del prócer de la independencia
General Francisco Giraldo, a partir de un mensaje telegráfico
del gobernador de Antioquia, el General J. Santos ordenó
expedir Decreto de Honores exaltando su memoria,
recomendando su modelo de vida como digno de imitarse,
haciéndose retreta fúnebre por la banda de música del
Departamento en el Parque Colón, aunado al envío de un
ejemplar auténtico del decreto y su nota de atención a la familia
del finado y al Gobierno de Antioquia en “señal de condolencia”
(Decreto 125 de 1897).
De manera semejante se procedió al conocerse la muerte del:
General Don Higinio Rodríguez en la ciudad de Bucaramanga
siendo exaltado por el Gobernador de Boyacá como uno de los
fundadores de la Regeneración y uno de los más consagrados
generales de la República quien luchó para asegurar esa “grande
obra” en el nororiente de Colombia (Decreto 127 de 1897); el
General D. Abraham García (Decreto 136 de 1897); el General
Francisco Polanco (Decreto 137 de 1897); el General Gabriel
Peña Solano caracterizado por su “valor, lealtad y disciplina”
(Decreto 206 de 1898); el General Don Nicolás Díaz, hijo de
Boyacá (Decreto 207 de 1898), el General Simón Hernández
(Decreto 218 de 1898), el Doctor Don Juan N. Rincón Motta
189

(Decreto 225 de 1898); el Doctor Don Pedro Vicente Franco,


exsecretario departamental, diputado y senador por Boyacá
(Decreto 246 de 1898); el General de División Heliodoro Ruíz
(Decreto 259 de 1898); el General boyacense José N. Rincón
Motta (Ordenanza 1 de 1898), al “virtuoso sacerdote y
distinguido hijo de Boyacá” presbítero Dr. Dn. Pablo Manuel
Bernal (Ordenanza 6 de 1898); al Sr. Dr. Ignacio Saenz de
Sampelayo (Ordenanza 9 de 1898) y, el traslado de restos y la
construcción de un monumento para los Generales Juan
Merchán y Leandro Suárez (Ordenanza 23 de 1898).
Todo ese tipo de homenajes protocolarios fueron materializados
y perpetuados en la memoria de los boyacenses al ordenar el
General J. Santos adecuar en el monumento del Puente de
Boyacá un panteón de generales insignes de la República, sobre
el cual fueron exhibidos y admirados los bustos de los Generales
y héroes de la Batalla de Boyacá cada 7 de agosto. Una tradición
fomentada en todo el país por los demás gobernadores, a la cual
el Gobernador de Boyacá se había excusado en asistir como fue
el caso de la inauguración que la Gobernación del Magdalena
hizo de una Estatua a Bolívar en la Quinta de San Pedro.
También se excusó a la inauguración de la estatua a S. Bolívar
construida por la Gobernación de Bolívar para conmemorar las
fiestas del 11 de noviembre en la “heroica ciudad” de Cartagena,
siendo delegada su representación como la de los boyacenses en
el Sr. Dr. D. Arcadio Dolcey (Decreto 132 de 1897).
Acorde a los deseos del Gobernador J. Santos, el Secretario de
Hacienda contrató con José Ramón Peña la fundición, compra e
importación de cinco bustos, los cuales debían ser debidamente
ubicados y asegurados en el puesto que les fuese designado en el
puente de Boyacá, siendo dispuesto para todo ello la suma de
once mil quinientos pesos. Las especificaciones que debía
190

cumplir el contratista para recibir el monto total del contrato


eran:
Peña se compromete a traer del extranjero, sea de los
Estados Unidos ó de Europa, cuatro bustos de bronces,
de cinco o cinco y medio pies de alto, inclusive la peaña,
representativos de los Generales Santander, Anzoategui,
Soublet y O’Leary, éste último con las insignias de la
Legión Británica y un busto del Libertador en tres
cuartos de relieve entre una palma de laurel y otra de
olivo, por los modelos que se tomarán fotografías de los
retratos que de estos próceres existan en el Museo
Nacional. Dichos bustos los colocará Peña en el
monumento del Puente de Boyacá, en sus respectivos
puestos, a todo costo de principal y gastos de transporte,
excluyendo todo derecho de introducción y peaje, cuya
extensión recabará de quien corresponda, por el
Gobierno del Departamento158.
La exaltación permanente del heroísmo y patriotismo motivaron
al Gobernador J. Santos a no solo apelar a su condición de
General en Jefe de las fuerzas nacionales para exaltar la
memoria de sus iguales en título, estatus y rango pues también
se apersonó del cumplimiento de los pagos adeudados a los
oficiales y soldados del Batallón Arboledas, organizado en
Guicán durante 1895, acorde a los montos y condiciones
establecidos por la Ley 115 de 1896 y como justo homenaje y
deber para con los héroes, defensores y servidores de la
Regeneración.

158
COLOMBIA. DEPARTAMENTO DE BOYACÁ. Secretaría de Hacienda
Contrato. Tunja, 26 de abril de 1898. En: El Boyacense. Periódico Oficial del
Departamento. Tunja. 14, may, 1898. Año XLI, No. 809, p. 154.
191

El desinterés del General J. Santos por seguir siendo el


Gobernador de Boyacá un año después de su nombramiento
estuvo asociado con los efectos que causó la alteración del
orden público durante las elecciones de finales de 1897 y el
enfrentamiento con las influyentes autoridades eclesiásticas de
Boyacá. A pesar de su limitada actuación, gestión y liderazgo
en pro del progreso anhelado por los boyacenses, el Comité
Católico de Artesanos había agradecido y exaltado el 22 de
septiembre de 1897 la obra gubernamental del cristiano General
J. Santos al contribuir en las mejoras morales y materiales para
la clase obrera que habían sido promovidas por el Arzobispo y
su obispo. Sin embargo, tres meses después las relaciones del
Gobernador con los prelados y por ende con la máxima
autoridad eclesiástica de Boyacá habían llegado a su estado más
crítico al ordenar el General J. Santos perseguir y encarcelar a
los curas párrocos que con asonadas a las alcaldías, desde el
púlpito o con telegramas y carteles protestaban contra las
arbitrariedades de los funcionarios públicos antes, durante y
después de las elecciones.
Ese clero se había comprometido con la campaña que se hacía a
favor del general Rafael Reyes para la presidencia de la
República, en consideración a que se trataba de un candidato
boyacense. La agitación electoral produjo un ruidoso incidente
en la noche del 5 de diciembre de 1897, cuando estalló una
manifestación en contra del obispo y de su clero. Acompañado
de música marcial, cohetes y algazara, un grupo de personas fue
hasta la casa diocesana para insultar al prelado y al clero por su
posición partidista en el debate electoral.
El obispo José Benigno Perilla Martínez se quejó “del silencio
que ha guardado la autoridad para averiguar lo del motín contra
mí y el clero”, soslayando la circular electoral que había hecho
192

leer en los púlpitos por los párrocos, e insinuando que el


gobernador era responsable de los hechos bochornosos. El
arzobispo Bernardo Herrera Restrepo hizo suya la causa del
obispo de Tunja y lo acompañó “en el dolor que no ha podido
menos de sentir a verse ofendido e insultado en la misma
ciudad, siendo su sede”, reconviniendo a los empleados públicos
“que para guardar el orden tienen en las manos de hacerse
obedecer”, y consigo, eran “los primeros llamados a impedir que
fuese vilipendiada la dignidad episcopal”159.
El empoderamiento político y la beligerancia ideológica de los
jerarcas de la iglesia católica se evidenció en la defensa que José
Benigno, Obispo de Tunja, hizo de las conductas políticas y
proselitistas del clero en cada municipio de Boyacá como
aparente cuarto poder del Estado (el poder moral). Contrariado,
le manifestó al Gobernador J. Santos el 22 de diciembre de 1897
desde la sede de la Diócesis:
Dejando ahora lo relativo a cargos concretos contra
nuestros Párrocos, es llegada la ocasión de responder de
los que se hacen a muchos sacerdotes sobre
predicaciones contra el Gobierno. Los sacerdotes mejor
que todos saben y cumplen el precepto divino de acatar y
respetar y hacer que todos acaten y obedezcan a las
autoridades legítimamente constituidas pero no están
obligados a guardar silencio y tolerar las arbitrariedades
y excesos que cometen muchos empleados del orden
civil, especialmente en poblaciones rurales, donde
muchos por motivos que aquí no se deben apuntar, y

159
Carta del arzobispo Bernardo Herrera Restrepo al obispo de Tunja, José
Benigno Perilla Martínez. Bogotá, 16 de diciembre de 1897, en José
RESTREPO POSADA, La Iglesia en dos momentos difíciles de la historia
patria, Bogotá, 1971, 35.
193

sobre todo infelices e indefensos, son oprimidos de


diversos modos en nombre de la Autoridad que ellos
ejercen. Los señores Párrocos sabedores y aún testigos
de tantas injusticias y tropelías, se ven obligados a
advertir y reprenderlos, y esto es lo bastante para recibir
injurias y persecuciones y el socorrido pretexto de
acusarlos en venganza ante superiores civiles y aún
eclesiásticos, de ser enemigos del Gobierno y de predicar
contra él y sus mandatarios, como si los vicios, tropelías
e injusticias reprendidas fueran el Gobierno; y lo peor es
que hay algunos mandatarios y escritorzuelos que sin
examinar el asunto y con nimia credulidad dan asenso a
inculpaciones falsas, y hacen el obligado tema de decirlo
y publicarlo en todos tonos. Así pasan estas cosas, en
términos que ya varios Párrocos no pueden advertir los
errores ni corregir las malas costumbres sin verse
odiados y acusados160.
A su impopularidad entre los altos funcionarios de la
Gobernación y la insurgencia de los liberales radicales en las
provincias andinas más distantes o en los llanos, el General J.
Santos debió enfrentar el conflicto interinstitucional promovido
por los prelados y su ejército de clérigos y feligreses dispuestos
a morir por la defensa de la fe y la justicia cristiana en toda
Boyacá. Para apaciguar el ambiente de enfrentamiento entre los
poderes que mantenían el orden de la regeneración y la unidad
nacional, el Gobernador minimizó el impacto de la hoja impresa
en la gobernación contra los calumniadores del Gobierno

160
COLOMBIA. DEPARTAMENTO DE BOYACÁ. Nota del Ilustrísimo
Obispo al Gobernador del Departamento y Contestación. En: El Boyacense.
Periódico Oficial del Departamento. Tunja. 10, feb, 1897. Año XLI, No. 793,
p. 42 – 43.
194

Departamental y Nacional al asumir como tales a los


conservadores opositores (históricos) al conservatismo
regenerador y nacionalista en el poder, con lo cual, el ataque no
era contra las denuncias del Clero y negó la existencia de
heterodoxia religiosa o limitaciones a las libertades electorales.
Apelando a su acostumbrado protocolo político y al lenguaje
militar se comprometió con el Obispo y el Arzobispo el 23 de
diciembre de 1897 a:
Estoy en un todo de acuerdo con S.S. Ilma., en cuanto a la
necesidad que hay de alejar las causas que han venido
manteniendo en alarma nuestra sociedad. En lo que de mí
depende, aseguro a S.S. Ilma., que pondré los medios para
obtener ese resultado, entre los cuales considero uno de los más
importantes el propender a que el Clero disfrute de todas las
consideraciones que se deben a su elevado Ministerio. A mi vez
me complazco en saber que S.S. Ilma., emplea en el mismo
sentido su grande autoridad moral, que es en las actuales
circunstancias de singular significación, pues en mi concepto,
varios de los desórdenes que lamentamos han tenido su
verdadero origen en la actitud asumida por una parte
considerable del Clero de Boyacá, que entró en la candente
arena de la política con ardor tal que quedó de hecho colocado
en la vanguardia de las filas oposicionistas en este
Departamento; y los que toman parte activa en las luchas de la
política no deben extrañar el tropezar a cada paso con todo
género de decepciones y contrariedades que la investidura
sacerdotal misma no puede evitar161.
Unos anónimos “campesinos y viejos conservadores” circularon
en Tunja una hoja volante impresa, publicada en la imprenta
161
Ibíd. p. 43.
195

bogotana de Antonio María Silvestre, para apoyar al obispo,


exponiendo las razones eleccionarias que estuvieron presentes
en el incidente del 5 de diciembre:
Después de haber visto las protestas de todas las señoras
y caballeros católicos de esta ciudad, con motivo de los
hechos escandalosos verificados el cinco de los
corrientes, por la noche, por radicales y nacionalistas
unidos, y apoyados por el general Santos, nosotros
también protestamos enérgicamente contra los actos
salvajes en contra de la religión, del clero y de la
sociedad culta. Todos saben que una turba de gentes sin
honor, de los dos bandos arriba indicados, recorrieron las
calles de la ciudad, gritando abajos al ilustrísimo señor
obispo, al clero, al fanatismo, a la religión, y vivas al
señor Caro, a [Aquileo] Parra, a Foción [Soto] y al
general José Santos.
La réplica del gobernador Santos al arzobispo de Bogotá fue un
testimonio de la culpabilidad que cabía al clero boyacense en el
incidente político acaecido en Tunja el 5 de diciembre.
Particularmente les recordaba:
Si el respetable clero de Boyacá no se hubiera colocado
en su mayor parte al nivel de los intrigantes políticos,
ningún irrespeto le habría correspondido de los que
siempre aparejan las cuestiones políticas; pero
desgraciadamente él asumió tanto en la cátedra sagrada
como ante los jurados de votación una actitud bastante
incompatible con el carácter sagrado del sacerdocio, que
lo expuso a sufrir mayores contrariedades e irrespetos de
los que se dice sufrió y que a mí no me consta sino por
las referencias de la prensa y de otros particulares. Si Su
196

Señoría Ilustrísima lo tiene a bien puedo enviarle


comprobantes de lo que dejo expuesto, de los cuales no
he querido hacer uso por el respeto que me inspira la
dignidad sacerdotal y por ser consecuente con el espíritu
de benevolencia y de tolerancia con que acostumbro
señalar todos mis procedimientos como gobernante y
como ciudadano162.
La perturbación moral, el desprestigio político y la
impopularidad burocrática que ganó el General J. Santos durante
su año como Gobernador de Boyacá le motivaron a gestionar
otros rumbos para su vida política y administrativa entre sus
amigos del Congreso. Especialmente los senadores por
Santander Generales Aurelio Mutis y Vicente Villamizar, como
entre sus paisanos de los Ministerios de Gobierno y de Guerra,
hasta que finalmente dejó de hacer presencia y decretar
decisiones desde Tunja después de instalarse la Asamblea
Departamental, delegando todas sus facultades y funciones a su
leal Secretario de Gobierno Luis Márquez.
Después de tres meses de interinidad y ante la presión de
senadores y diputados, L. Márquez fue nombrado en propiedad
como Gobernador de Boyacá después de posesionarse el nuevo
Gobierno Nacional el 7 de agosto de 1898, en cabeza del
vicepresidente José Manuel Marroquín. Reconocimiento público
que ese mismo día se legitimó al pronunciar el Secretario L.
Márquez la Alocución a los Boyacenses con motivo de la
Batalla de Boyacá en nombre del Jefe de la Nación y ante la
plena ausencia del Jefe del Departamento, dejando constancia de
ello al expresar: “Loado sea Dios porque os permite tomar parte
162
Telegrama del gobernador José Santos al arzobispo Bernardo Herrera
Restrepo. Tunja, 20 de diciembre de 1897, en VALDERRAMA ANDRADE,
obra citada, 571.
197

de esta gesta del patriotismo bajo tan favorables auspicios, y


porque se ha servido otorgarme de nuevo el honor de saludaros
en ella desde el puesto que corresponde al primer Magistrado
del Departamento”163.

5.4 PUERTO SANTOS: UN MONUMENTO A LA


MEMORIA
La memoria pública de don José Santos, el General y
Gobernador de Santander, fue inmortalizada durante sus
primeros años de gobierno con la denominación que se dio a
uno de los sitios públicos de descanso y alojamiento nocturno a
orilla del camino entre Bucaramanga y Peñas Blancas como el
“Tambo Santos”. Así mismo, uno de los barcos que fueron
adecuados comprados y adecuados para el transporte fluvial a
través del río Lebrija fue bautizado como el “Vapor Santos”, el
cual viajó entre Magangué y la Bodega Central, llegando en
tiempos de caudal alto hasta los puertos fluviales de Peñas
Blancas y Astilleros sobre el Lebrija. No obstante, los
revolucionarios liberales lo secuestraron y lo condenaron a su
destrucción al usarlo como embarcación de combate contra la
fuerza naval del Gobierno, a lo largo del río Magdalena y sus
brazos navegables, durante la insurrección y guerra civil de
1899.
Otro monumento fluvial y ferroviario bautizado en honor al
General J. Santos como su principal promotor fue el puerto de
ascenso e interconexión del camino, y posteriormente del
ferrocarril, que desde los puertos junto al río Magdalena
ascendía a Bucaramanga a lo largo del río Lebrija. Dicho puerto

163
COLOMBIA. DEPARTAMENTO DE BOYACÁ. Alocución. En: El
Boyacense. Periódico Oficial del Departamento. Tunja. 8, ago, 1898. Año
XLI, No. 829, p.316.
198

fue ubicado y adecuado al norte del Puerto de Botijas como


alternativa mercantil para los comerciantes de Soto ante las
limitaciones impuestas por los empresarios que poseían los
privilegios viales y las concesiones ferroviarias desde las
bodegas de Botijas.
Puerto Santos contaba con su propio telégrafo y teléfono, sus
bodegas estaban más seguras al quedar libres de los cambios en
los raudales de los ríos afluentes, así como los contratos viales
futuros condicionaron la conexión de ese puerto con los demás
puertos de Santander sobre el río Magdalena como eran Puerto
Santander y Puerto Wilches, así como los puertos y bodegas en
el río Sogamoso como el de Marta.
El interés del General J. Santos por el desarrollo y consolidación
del Puerto creado en su honor fue expuesto en su Informe de
1894 ante la Asamblea al expresar:
Para Puerto Santos se contrató con el Señor Carlos
Vogelsang la armadura de dos bodegas de hierro pedidas
al exterior, que ya están al servicio. Hay en construcción
una casa para oficina de los Bodegueros; y cuando ya
esté despachada toda la carga que aún existe en Botijas,
se trasladará también a Puerto Santos la bodega de hierro
que hay en aquel Puerto.
Aunque no con completa regularidad, debido a los
inconvenientes naturales que presentan las zonas de
terreno que atraviesan las líneas, han estado funcionando
los aparatos telefónicos de Marta y Botijas. A Puerto
Santos se trasladará aproximadamente el de Botijas.
199

Las bodegas de hierro de que he hablado, los teléfonos,


las reparaciones de las antiguas bodegas y los tambos,
han causado un gasto de $30.000 aproximadamente164.
Al clausurarse definitivamente el uso de las bodegas de Botijas
(Decreto del 19 de marzo de 1894), Puerto Santos y sus
bodegueros monopolizaron la circulación de mercancías,
obtuvieron más ingresos (Decreto del 12 de mayo de 1894), se
reglamentó por el bodeguero oficial su actividad de seis de la
mañana a once de la noche165, así como se hicieron inventarios
periódicos a las mercancías depositadas en las bodegas (Decreto
del 16 de enero de 1896). Siendo preservada la importancia de
Puerto Santos hasta que las vías carreteras para los vehículos
automotores y de carga pesada desplazaron o sustituyeron
después de 1912 los puertos fluviales y las estaciones
ferroviarias a lo largo del valle del río Lebrija a partir de las
importaciones automotrices del turco Gandul Fayad.
Con el desuso de Puerto Santos desapareció a su vez el único
símbolo que evidenciaba la existencia y el accionar del General
José Santos como uno de los más importantes Gobernadores de
Santander durante la Regeneración. A mediados del siglo XX
fue reafirmada su existencia y accionar progresista al ser
ubicado en la galería de los gobernantes santandereanos en la

164
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Informe del
Gobernador de Santander.En: GACETA DE SANTANDER. Bucaramanga.
Martes, 5, jun, 1894. Año XXXVI, No. 2769, p. 5830
165
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Reglamento para el
servicio de las Bodegas de Puerto Santos. Bucaramanga, 10 de septiembre de
1894. En: GACETA DE SANTANDER. Bucaramanga. Martes, 9, oct, 1894.
Año XXXVI, No. 2810, p. 5996
200

Gobernación de Santander un retrato en óleo, pintado por


Epifanio Garay.

5.5 EL GENERAL DE LA ÚLTIMA GUERRA “JUZGADO


POR LA HISTORIA”
En 1884, con la renuncia del General Solón Wilches a la
presidencia de Santander al ser cuestionada su relección como
fraudulenta, aunado a su negación a combatir a los
revolucionarios con los mil hombres armados, pertrechados y
adiestrados que tenía a su disposición, los liberales asumieron
que la revolución bipartidista había cesado y debía procederse a
la firma de un tratado de paz con los revolucionarios
conservadores en su campamento del "Alto de la Reina".
Acto público durante el cual estuvo presente José Santos,
garante de los negociadores de la comisión liberal, aunque José
Fulgencio Gutiérrez en su legendaria historia regional
"Santander y sus Municipios"166 no desaprovechó esa situación
para cuestionar las acciones acordadas y la doble militancia del
terrateniente conservador de Charalá al resaltar que:
Los comisionados de paz, señores [Senador Felipe] Zapata y
[Senador Narciso] González, allanándose a exigencias audaces
de los revolucionarios orondos por su victoria blanca se
propasaron a reconocer implícitamente que las últimas
elecciones para presidente habían sido fraudulentas: el hecho es
que pactaron en hacer caso omiso de la asamblea que debía

166
GUTIERREZ, José Fulgencio. Santander y sus municipios Parte primera -
Tomo I Reseña Histórica del pueblo de Santander (1929 - 1940).
Bucaramanga: Contraloría de Santander - Imprenta del Departamento, 1940.
380 p.
201

instalarse el 15 de septiembre, paso verdaderamente grave e


inconstitucional; convinieron en consecuencia en convocar al
pueblo a nuevas elecciones. Esas fueron las bases del tratado de
paz ajustado el 10 de septiembre por los doctores J. M.
Villamizar Gallardo y Luis E. Villar, de parte de los
revolucionarios, y por los señores José Santos (conservador),
Timoteo Hurtado y doctor González Lineros167.
La presencia específica del diputado J. Santos en ese lugar
correspondía a las atribuciones y funciones delegadas para tal
fin por el Presidente Narciso González, quien lo nombró como
Secretario de Gobierno del cuestionado régimen liberal radical a
pesar de ser conservador. Y consigo, al constituirse en símbolo
y mediador de las garantías que se les ofrecía a los
revolucionarios conservadores para hacer la paz al
comprometerse a no reconocer la Asamblea de Diputados
elegida y al sustituir a los Jefes Departamentales por aquellos
sugeridos o concertados con los alzados en armas. De tal modo,
J. Santos se comprometía a renunciar a la condición de Diputado
para la cual había sido elegido pero logró que en adelante el Jefe
Departamental para Charalá solo fuese conservador 168.
J. Santos renunció posteriormente a su condición de Secretario,
se presentó a deliberar como diputado de la “Convención
Popular” de diputados reunida en El Socorro desde el 10 de
noviembre de 1884169, y consigo, contribuyó a que esa reunión
de representantes departamentales asumiese una doble
condición como Asamblea Constituyente y Asamblea
Legislativa. La lucha de intereses de cada facción por el
nombramiento del nuevo Presidente conllevó a que los
167
Ibíd. p. 320. Negrilla agregada.
168
Ibíd. p. 321
169
Ibíd. p. 322
202

mayoritarios liberales radicales (19) aprobaran decisiones


arbitrarias a su favor, así como a la reacción de protesta y
rechazo de los 13 diputados liberales independientes
representados por Francisco Santos Galvis y los 4 conservadores
liderados por José Santos.
En consecuencia, se propició la reanimación de las rebeliones,
revueltas y conflictos armados en cada departamento por medio
de guerrillas conservadoras, así como la insurrección de los
generales y oficiales del ejército estatal. Situación que llegó a
ser tan dramática que J. Santos y F. Santos Galvis propusieron al
presidente Rafael Núñez salidas concretas al conflicto como fue
el caso de sustituir al presidente N. González por el comisionado
F. Santos Galvis.
El prestigio, influencia y poder en la toma de decisiones
estatales que había alcanzado para entonces J. Santos
evidenciaban su lenta pero constante carrera política como
militante del conservatismo. Recién cumplida su mayoría de
edad fue elegido como diputado, legislador y constituyente de la
Legislatura del Socorro durante septiembre y octubre de 1855.
Resultado de su accionar fue la proclamación de una nueva
constitución provincial sancionada por el gobernador Lucas
Caballero170. En 1872, mientras el General Solón Wilches como
expresidente de Santander se posesionaba como jefe de la
guardia colombiana a cargo de la seguridad del presidente
federal Manuel Murillo Toro, uno de los nueve representantes
santandereanos elegidos al congreso nacional fue el charaleño
José Santos171.

170
Ibíd. p. 224
171
Ibíd. p. 295
203

Haciendo referencia a los acontecimientos de la guerra de 1885,


J. F. Gutiérrez invisibilizó el papel de J. Santos como militar
ascendido a General durante ese conflicto y centró su atención
en las decisiones, heroísmo y reconocimiento obtenidos por los
generales y jefes de las fuerzas gobiernistas al mando del liberal
Solón Wilches y del conservador Guillermo Quintero Calderón,
específicamente durante la batalla de “La Humareda” (o del
Hobo en El Banco) el 17 de junio. Batalla durante la cual fue
debilitada y reducida la fuerza fluvial del ejército revolucionario
hasta la costa caribe bajo el mando del General Sergio
Camargo172, y consigo, la gradual derrota o capitulación de los
revolucionarios de Santander y Boyacá al caer en manos del
General Quintero Calderón.
Hasta octubre de 1884, José Santos era reconocido como un
civil sin rango ni protagonismo en la guerra civil quien fue
encargado "transitoriamente de la Secretaría de Instrucción
Pública, por disposición del Poder Ejecutivo y en virtud de
renuncia admitida al señor doctor José Miguel Arango" 173. Sin
embargo, al organizar el presidente de Santander Narciso
González Lineros el Ejército de Reserva de Estado por Decreto
del 25 de enero de 1885, se dispuso que las dos divisiones y sus
doce batallones debían tener como Jefe de Estado Mayor
General del Ejército de Reserva al General Juan M. Dávila,
como Jefe de la primera División al General Guillermo Quintero
y Aníbal Carvajal como Jefe de la Segunda División.
Tres días después el mismo presidente N. González desde el
Cuartel General de Los Santos y por sugerencia del secretario
de gobierno Antonio Roldán llamó al “servicio militar” e
172
Ibíd. p. 324-325
173
COLOMBIA. GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Gaceta de
Santander. Socorro. 23, ene, 1885. Año XXVII, No. 1775, p. 1751
204

incorporó a J. Santos al servicio activo del ejército. Por Decreto


presidencial se dispuso el siguiente nombramiento: "Al señor
José Santos, Coronel efectivo, Ayudante general del General en
Jefe del Ejército de reserva"174.
La experticia militar de J. Santos en el campo militar se
remontaba a su condición como edecán y ayudante del General
Tomás Cipriano de Mosquera durante su lenta permanencia
pacificadora en la provincia de Charalá durante el primer
semestre de 1854175, sin importarle las censuras de los
socorranos que le pedían liberarlos rápidamente del régimen y
los excesos de los melistas en el poder176. Así mismo, había
vivido de cerca la insurrección guerrillera de los conservadores
del sur de Santander en 1859, cuya victoria se formalizó con la
elección del General Leonardo Canal como presidente del
Estado Soberano, participó en la batalla del Oratorio (1860) y en
la revolución conservadora de 1876 (o de las aulas) contra las
leyes federales sobre educación liberal y, en la caída del relecto
presidente radical S. Wilches ante la presión armada de los
conservadores.
El General en jefe del ejército de Santander para la guerra de
1885 había sido divulgado oficialmente por medio del Decreto y
la nota de la secretaría gubernamental el 27 de enero, siendo
manifestado que el presidente N. González y su Secretario de
Gobierno A. Roldán confiaban la seguridad y la paz de los
santandereanos a la inteligencia y patriotismo del General Solón

174
Ibíd. GS. Socorro. 20, feb, 1885. Año XXVII, No. 1776, p. 1754
175
GAVASSA VILLAMIZAR, Edmundo. Gobernantes de Santander 1853 –
2004: Estado Soberano de Santander. 2 ed. Bucaramanga: Edmundo
Gavassa, 2004. p. 73
176
GUTIÉRREZ, José Fulgencio. Op. Cit. p. 220
205

Wilches177. General regenerador cuya dimisión como presidente


del Estado no había sido suficiente para conjurar la revolución
bipartidista de Santander en contra del nacionalismo
regenerador, representado por el presidente federal Rafael
Núñez en Bogotá.
Las tareas y los compromisos que aceptaba cumplir el General
S. Wilches se constituyeron en la principal preocupación del
coronel J. Santos al coordinar las tareas impartidas a las
divisiones del norte y sur del Estado como entre sus diferentes
batallones, medios batallones y compañías. Aunado a la
necesidad de proteger a los jefes y oficiales heridos en un
depósito de sanidad al no poder contar siempre con el apoyo de
las hermanas de la caridad, el pago cumplido de las raciones y
sueldos dispuestos por el General en Jefe, asegurar el
abastecimiento logístico militar y el de carnes o víveres a cada
una de las ciudades, proteger las líneas telegráficas.
Acciones resumidas en la "Proclama del General en Jefe del
Ejército" desde el emblemático pueblo de Los Santos antes de
marchar con siete batallones hacia El Socorro. S. Wilches
manifestó:
SOLDADOS: Soy con honra vuestro Jefe, mejor dicho
vuestro compañero de armas, vuestro camarada. Quedo
pues colocado con vosotros en el campo del honor.
Resultados gloriosos nos esperan; siendo la paz el mayor
de todos, tanto más satisfactorios cuanto menos cruentos
logremos alcanzarlos.

177
COLOMBIA. GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Gaceta de
Santander. Socorro. 20, feb, 1885. Año XXVII, No. 1776, p. 1755
206

SOLDADOS: Llevamos por lema la Constitución y la


libertad positiva en que debe afianzarse la democracia
que es el fundamento de la República práctica; tenemos
por tanto invencible estandarte que jamás puede abatirse
en los dominios de lo de los aborígenes adoradores del
sol.
Nuestros medios son seguros: la fe y la disciplina guiará
nuestros pasos, y la moralidad en nuestros procederes os
dará el imperecedero nombre de leales soldados de la
libertad y la República178.
Divididas y dispersas las fuerzas revolucionarias desde El
Cocuy hacia los llanos de Tame, y posteriormente a los largo de
la frontera con Venezuela, se declaró culminada la campaña del
norte, se convocó a elecciones de diputados, se reorganizaron e
incorporaron a través de los decretos de 22 de junio y 3 de julio
las Divisiones del Ejército de Santander (“Dávila”, “García” y
“Quintero Calderón”) como parte de las Divisiones del Ejército
Nacional, se unificaron las operaciones de la guerra y se
trasladaron a la Nación los gastos de la guerra que habían
asumido los santandereanos179.
Se reforzó la seguridad militar de las ciudades donde residían
las familias de los generales en guerra como era el caso de
Charalá, aumentándose para ello la tropa con soldados
inválidos180, se restableció la banda (militar) de música de la
fuerza pública del Estado asignándose rangos militares a los

178
Ibíd.
179
COLOMBIA. GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Gaceta de
Santander. Socorro. 7, jul, 1885. No. 1780. P. 1769
180
Ibíd.
207

músicos, así como se hicieron públicas las manifestaciones


municipales de reforma a la constitución de 1863.
El parte provisional de victoria fue emitido en la alocución del
presidente N. González a los santandereanos el 20 de julio al
manifestar: “La victoria ha coronado hasta ahora a los
defensores del orden legal”181.
Ese proceso de reorganización de las fuerzas militares benefició
al capitán Eliecer Santos al ser destinado como Ayudante de
campo de la Comandancia general de la 4ª. División del Ejército
(Decreto del 6 de agosto)182, se eliminaron los batallones y
compañías de milicianos para promover el retorno a sus
hogares, así como se dispuso por decreto presidencial ascender
y conferir el grado militar como generales de las fuerzas del
Estado a los coroneles más destacados en el campo de batalla,
los cuales no tendrían mando real ni autoridad sobre las tropas al
delegarse esa tarea solo a los generales y coroneles efectivos
que habían peleado con las mismas y quienes debían continuar
siendo los jefes de las cuatro divisiones del Estado.
Entre los militares ascendidos por sus servicios y esfuerzos en el
campo de batalla estaban: Primera división: General Juan
Manuel Dávila y Coronel Higinio Rodríguez (División Dávila);
Segunda división: Generales Guillermo Quintero Calderón y
Benito Martínez (División Quintero); Tercera división:
Generales Moisés García y Vicente Villamizar (División

181
COLOMBIA. GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Gaceta de
Santander. Socorro. 20, jul, 1885. No. 1781. P. 1773
182
COLOMBIA. GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Gaceta de
Santander. Socorro. 21, ago, 1885. No. 1784. P. 1785
208

García) y, Cuarta división: Generales Aníbal Carvajal y José


Trinidad Rodríguez183.
El ascenso a Generales (“Graduados”) después de la guerra a los
coroneles que no se habían declarado en “licencia indefinida” se
daba “en atención a los servicios importantes que en las actuales
circunstancias ha prestado a la causa de la legitimidad” 184.
Fueron beneficiados de esa decisión: el coronel efectivo Eusebio
Rojas (20 agosto) quien murió el 23 de agosto en “El Salado”185;
el coronel de milicias Leonidas Torres (21 septiembre) por ser
“un deber del Gobierno estimular al patriotismo de los
ciudadanos y recompensar los servicios de los defensores de la
legitimidad”186; el coronel efectivo Horacio Wilches y el de
milicias Wenceslao Camacho (1 diciembre) por “los importantes
servicios prestados”187; el coronel Juan B. Carreño al deber el
Gobierno “premiar a los ciudadanos sus servicios y estimular su
patriotismo”188 y el coronel efectivo José Santos.
General graduado del cual la gaceta oficial no publicó el decreto
respectivo aunque su ascenso debió darse entre mediados de
agosto y mediados de septiembre, justificándose así su
condición de general victorioso y representante significativo del
conservatismo conservador de Santander. Caudillo valioso y

183
COLOMBIA. GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Gaceta de
Santander. Socorro. 7, jul, 1885. No. 1780. P. 1769
184
COLOMBIA. GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Gaceta de
Santander. Socorro. 8, sep, 1885. No. 1785. P. 1789
185
Ibíd. p. 1790
186
COLOMBIA. GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Gaceta de
Santander. Socorro. 6, oct, 1885. No. 1787. P. 1797
187
COLOMBIA. GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Gaceta de
Santander. Socorro. 25, dic, 1885. No. 1791. P. 1814
188
Ibíd. p. 1815
209

necesario para la causa de la regeneración institucional y


constitucional promovida por el presidente R. Núñez.
Derrotadas las facciones bipartidistas y los revolucionarios
liberales alzados en armas en el convulsivo Estado de
Santander, el presidente federal Rafael Núñez aprobó el cambio
de capital para el mismo al pasar de El Socorro a Bucaramanga,
argumentándose adicionalmente que fue en el Departamento de
Soto donde se encendió la rebelión apoyada por los detractores
al Gobierno nacional residentes en Cúcuta y la frontera
venezolana. Así mismo, se convocó a un Consejo Nacional de
Delegatarios de cada estado soberano con el propósito de
regular y reformar los alcances de la constitución de 1863,
debiendo ser elegidos para ello un diputado territorial de cada
partido.
Por Santander fueron nominados y enviados el Jefe civil y
militar del Estado Dr. Antonio Roldán como delegado del
liberalismo y suplente de José Santos, quien fue investido y
reconocido públicamente con el rango de General y delegado
principal por Santander a nombre del partido conservador 189. En
el decreto presidencial firmado en Charalá el 24 de septiembre
en cumplimiento del decreto nacional 594 de 1885 se decretó
nombrar a “los señores Generales Ramón Rueda M. y José
Santos, Delegatarios principales del Estado de Santander al
Consejo Nacional que debe reunirse en la capital de la Unión el
día 11 de noviembre próximo”190. Como suplentes del
delegatorio principal General José Santos fueron designados el
general Guillermo Quintero, Felipe Sorzano y Adolfo Harker.

189
GUTIERREZ, José Fulgencio. Op. Cit. p. 328
190
COLOMBIA. GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Gaceta de
Santander. Socorro. 25, sep, 1885. No. 1786. P. 1793
210

Haciendo público reconocimiento de la condición de General


otorgada a José Santos los empresarios Harker y Sorzano
aceptaron el nombramiento, expresando éste último: “mi
reconocimiento por la marcada prueba de confianza con que se
ha dignado honrarme, y que solo con la mira de corresponder a
ella y de no esquivar mis servicios a la magna obra de la
regeneración de la patria, en cualquier forma que se me exijan,
resuelvo aceptar dicho nombramiento”191.
Concluidas las sesiones de la asamblea reformadora de la
constitución de Rionegro, la constitución de 1886 fue aprobada
en nombre de Santander por don Antonio Carreño y el General
Guillermo Quintero Calderón al asumir su condición como
delegado suplente del General J. Santos192. Durante los
siguientes años la imagen e influencia pública de J. Santos dejó
de ser tenida en cuenta por los cronistas santandereanos del
siglo XIX al no obtener participación ni representación en la
Gobernación ni en la Asamblea Departamental siendo, por el
contrario, exaltada y recompensada la imagen y culto público al
victorioso General G. Quintero Calderón.
General distinguido con honores por haberse desempeñado
como Gobernador de Santander (1888–1890), el reconocimiento
de los medios impresos como uno de los diez santandereanos
más conspicuos e influyentes de la capitalina Bucaramanga, así
como fue nombrado en 1892 como el Designado a la
Presidencia de la República por el Congreso Nacional,
ocupando ese cargo solo hasta 1896 al producirse la muerte de
R. Núñez (1894) y la renuncia del vicepresidente Miguel

191
COLOMBIA. GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Gaceta de
Santander. Socorro. 27, oct, 1885. No. 1789. P. 1806
192
GUTIERREZ, José Fulgencio. Op. cit. p. 328
211

Caro193. De tal modo, la imagen de J. Santos siempre estuvo a la


sombra o en segundo lugar respeto a la de los Generales
(“activos”) de Brigada o División que auxilió, apoyó o remplazó
como fue el caso de S. Wilches, G. Quintero, R. González
Valencia, R. Reyes, P. Pinzón, entre otros.
Sumándose a esa particularidad la preocupación de influyentes
historiadores del siglo XIX en Santander, como fue el caso de J.
F. Gutiérrez, por cuestionar y desconocer todo protagonismo
legislativo, ejecutivo o militar de J. Santos durante el primer
quinquenio de regeneración constitucional a pesar de ser
nombrado desde 1890 como gobernador encargado en
sustitución de G. Quintero. Mandato durante el cual promovió la
reanudación de los contratos y privilegios concedidos a
empresarios encargados de obras públicas de desarrollo esencial
como eran los caminos, ferrocarriles y servicios públicos como
la telefonía y la electricidad públicas, lideró las acciones de
control y pacificación de los conatos regionales y nacionales de
rebelión o golpe de estado contra los encargados del gobierno en
ausencia del presidente R. Núñez, especialmente las facciones
santandereanas lideradas por liberales como el expresidente
Aquileo Parra.
En 1891 fueron lanzadas dos fórmulas para las candidaturas a la
presidencia y la vicepresidencia de la República: la primera,
lanzada por Carlos Martínez Silva en su periódico El Correo
Nacional, quien unía a Rafael Núñez con Marceliano Vélez. La
segunda, lanzada por Jorge Holguín en su periódico La Prensa,
quien unía a R. Núñez con Miguel Antonio Caro194. Como se
sabe, esta última fue la que se impuso. El gobernador Santos
193
Ibíd. p. 329
194
Carlos VALDERRAMA ANDRADE. Miguel Antonio Caro y la
Regeneración, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1997, 518.
212

tomó partido por la vicepresidencia de Caro, no solo por su


antigua amistad, sino porque la candidatura de Vélez “nos puede
dejar malos resabios para el porvenir”195. Decisión que le
beneficiaría al ser reelegido como Gobernador y no dejar de
hacer parte de los más influyentes generales y políticos
regeneradores del Alto Gobierno.
En ese mismo año de 1891 inauguró el camino del Carare y se
alió a don Adolfo Harker para impulsar en Santander la fórmula
ganadora que definió la suerte del nacionalismo. La actividad
política que el gobernador Santos realizó en esta campaña
electoral en la provincia de Vélez a favor del partido nacional
fue decidida al considerar que:
En lo general es mala y casi insostenible la situación del
partido nacional en esta provincia, porque además de que
nos encontramos en notable minoría, los que aquí
representan la causa están divididos y la fracción
disidente fraterniza con los radicales, tanto porque cree a
los independientes indignos de formar con ella, como
porque sus miembros son pretensiosos y aspiran a ser
supremos directores de la política […] En vista de tal
situación y considerando que este círculo disidente [de
los conservadores] que no es otra cosa que el despechado
velismo, que pretende vengarse de los independientes
que han sabido cumplir su consigna y sostener la
Regeneración, he resuelto dejar guardia en Jesús María,
nombrar un buen alcalde y solicitar del juez 1º Díaz el

195
Carta de José Santos a Miguel Antonio Caro. Vélez, 18 de mayo de 1891.
En VALDERRAMA ANDRADE, obra citada, 518.
213

cambio del juez municipal, pero por fortuna es interino


el que actualmente ejerce tales funciones196.
Su recio manejo centralista de las rentas públicas de Santander
le atrajo en 1892 la antipatía de quienes se habían beneficiado
anteriormente de su administración delegada: los “capitalistas”
de Bucaramanga Reyes González, Joaquín Bretón, Sinforoso
García, Demetrio Ortiz y David Puyana, quienes se esforzaron
por desprestigiarlo. En respuesta les expresó: “Pobres gentes; no
saben que yo soy un pobre campesino que por nada cambio la
tranquilidad y la satisfacción que dejan las labores del
agricultor, y que si estoy aquí es por servir a la causa en
momentos de prueba y por especial cariño a Ud. y al doctor
[Carlos] Holguín que tan dignamente la representan”197.
Con la posesión oficial y en propiedad del General José Santos
como gobernador (9 marzo 1893), los cronistas del siglo XX se
centraron en cuestionar la capacidad de gestión del gobernador
ante los infructuosos proyectos empresariales inconclusos
durante décadas con detrimento de los recursos y las riquezas
públicas, el apoyo y respaldo a sus familiares o coterráneos para
llegar al poder y respaldar su gestión desde la Asamblea, y
especialmente, su negligencia e incapacidad estratégica para
contener y erradicar la revolución de 1895, así como la Guerra
de los Mil Días (1899-1902), siendo el Ministro de Guerra que
mejor conocía el teatro de operaciones de Boyacá y Santander.
Respecto a los hechos de 1895 promovidos por los
revolucionarios liberales de Santander, organizados y

196
Carta del gobernador Santos a Miguel Antonio Caro. Vélez, 22 de enero
de 1892, en VALDERRAMA ANDRADE, obra citada, 519-520.
197
Carta del gobernador Santos a Miguel Antonio Caro. Bucaramanga, 11 de
abril de 1892, en VALDERRAMA ANDRADE, obra citada, 531.
214

financiados desde Venezuela, los historiadores y comentaristas


más importantes de la “República Conservadora” consideraron
que esas facciones no fueron debidamente perseguidas,
combatidas y exterminadas por el Gobernador J. Santos.
J. F. Gutiérrez emitió juicios y cuestionamientos despectivos
sobre el papel de J. Santos como General, Gobernador y Jefe
Militar del Departamento durante “La Regeneración” en
Santander al ser incapaz de liderar la guerra y obtener la gloria
para sí ante el gobierno nacional. Para ello manifestaba en su
reseña historia sobre Santander que había cometido graves
delitos civiles y militares como eran:
Formalismo: El 23 de enero de 1895 el Gobernador
General José Santos, declaró turbado el orden
público, con motivo de los alzamientos ocurridos
en algunas partes del país198.
Dilación: El General Santos tenía para fines de febrero
un ejército de cosa de tres mil hombres
lucidamente equipados; los generales que lo
rodeaban, Peña Solano, Lucas Gallo, Ricardo
Lesmes, Gabino Hernández y Juan B. Carreño,
igual que otros jefes, lo urgían a que se pusiera en
marcha y cayera sobre las fuerzas que el general
revolucionario, doctor J. M. Ruíz, quien estaba
disciplinando en Cúcuta y que se habían
acrecentado con la Policía de San Antonio y un
cuerpo de voluntarios venezolanos. El general
Santos exponía diversos argumentos dilatorios y

198
Ibíd. p. 330
215

decía que era conveniente esperar al general


Reyes, que venía de Bogotá199.
Delegación: El General José Santos, gobernador del
departamento nombró jefe de operaciones en
Santander al general Rafael Reyes, quien debía
cubrirse de laureles en Enciso. Para ganar afectos
militares y políticos permitió que ese general
concluyera la guerra en una fulminante campaña
de setenta y cinco días…200
Abandono: El gobernador de Santander, general José
Santos, había entregado al ejército en Cáchira al
general Reyes, a fines de febrero. El 12 de marzo
dejando la vía que del páramo conduce a Málaga,
tomó para Bucaramanga, acompañado del
coronel Ramón González Valencia, elevado a
General al llegar a Bucaramanga. A la salida de
Mutiscua, viendo unas cajas tiradas por el suelo,
el general Santos no pudo menos de exclamar
malhumorado que el loco ese de Reyes le iba a
malbaratar el lúcido ejército que él había formado
en Bucaramanga. Verdaderamente Reyes corría
que volaba201.
Descrédito: El general Reyes hizo su entrada en la
capital de la república el día 23 [marzo]. El

199
Ibíd. p. 331 - 332
200
Ibíd. p. 330
201
Ibíd. p. 331
216

vencedor fue llamado a ocupar el ministerio de


gobierno202.
El historiador J. F. Gutiérrez consideraba con la suficiente
autoridad para emitir esos juicios históricos sobre el desempeño
de J. Santos al conocer de primera mano los pormenores de la
guerra a través de Ismael Enrique Arciniegas, quien se había
desempeñado como coronel e Intendente General del ejército
gobiernista.
Seguro de su obligación de enjuiciar a los santandereanos
acordes a sus acciones en pro o en contra de la unidad y el
desarrollo de los municipios de Santander, manifestó sobre los
verdaderos causantes y cómplices de la revolución de 1899:
“…Allí se mostró energía santandereana y vocación para el
martirio por cumplir con el deber. / No traemos estos datos por
recriminar sino porque en estas andanzas fueron actores varios
santandereanos y nuestro plan quiere hacer el recuento de todos
los hechos notables en que hayan sido actores coterráneos
nuestros”203.
Los cargos de traición y las recriminaciones morales contra el
general José Santos fueron continuadas por J. F. Gutiérrez en su
obra “Santander y sus municipios” al describir las decisiones
equívocas que cometió siendo el Ministro de Guerra que pudo
contener la Guerra de los Mil Días (1899 – 1902). Acorde con el
cronista bumangués, Santos prefirió congraciarse con los
revolucionarios liberales, protegidos y financiados por el
castrismo revolucionario venezolano. De tal manera, sería esa la
única manera de poder llegar como conservador y a través de
un golpe militar justificado por una revolución armada a la
202
Ibíd. p. 333
203
Ibíd. p. 334.
217

presidencia de la República pues de otro modo no sería posible


superar el prestigio y las capacidades de otros generales como
Rafael Reyes, Jorge Holguín, Alejandro Peña, Ramón González,
etc.
J. F. González demuestro para ello en su capítulo sobre “La
Regeneración” que la ambición presidencialista de J. Santos, a
costa y riesgo del genocidio civil de sus coterráneos, resultaba
incuestionable e inaceptable para las siguientes generaciones de
santandereanos al considerar que al igual que en 1895 había
cometido impunemente:
Traición: [Durante la revolución de 1895] Santos
hubiera podido obrar rápidamente, tanto más que
contaba con las gentes que los generales Aurelio
Mutis y Vicente Villamizar tenían en Pamplona.
Algunos dirán que esto fue un exceso de
prudencia; pero nosotros, en posesión del dato de
que, cuatro años adelante y siendo ministro de
guerra de Sanclemente, fomentaba una
revolución liberal y estaba listo a apoyarla, no
podemos menos de juzgar que su actitud
proditoria se mostró ya en el 95. En todo caso,
dejó escapar la ocasión…204.
Imprevisión: A mediados del año de 1899 se temieron
fundamentalmente levantamientos
revolucionarios en varias partes del país. Don
Jorge Holguín, que no creía en la próxima guerra,
puso en libertad a los presos [liberales], en su
carácter de gobernador de Cundinamarca. El
general José Santos lo había reemplazado en el
204
Ibíd. p. 332
218

ministerio de guerra. Ya veremos que su


conducta allí fue ambigua, por decir lo menos205.
Conspiración: El ministro de guerra, general Santos,
conocía la situación [Movimientos armados de
liberales santandereanos contra Bucaramanga]
pero hacía la vista gorda, desde principios de
octubre [1899] se formó un desfile de obreros y
estudiantes hacia el norte, a engrosar las filas
revolucionarias, y en Bogotá no se hacía el menor
misterio del alzamiento; ya desde el 5 el gobierno
conocía el plan y Uribe Uribe y Figueredo se lo
hicieron saber a Villar. Los generales Uribe Uribe
y Ruiz Salieron hacia el norte con pasaporte;
Uribe Uribe siguió para Chita, a donde llegó el 12
de octubre, a conferenciar con el general Vargas
Santos206. El general Santos ambicionaba a la
presidencia que podía venirle, o por el camino
indicado por el general Uribe Uribe, entregando

205
Ibíd. p. 335.
206
Las evidencias que aportaba J. F. Gutiérrez para sustentar esos
argumentos las expone de la siguiente manera en el mismo texto: “Carlos
Tirado Macías ha referido todos estos incidentes; dice que Uribe Uribe había
invitado al ministro de guerra a salir a Zipaquirá y luego devolver el gobierno
a los liberales y la paz a la república. Un sobrino del ministro dijo al doctor
Juan Ignacio Gálvez que la fecha del pronunciamiento se había fijado para el
19 de octubre, de acuerdo con el general José Santos. El cual facilitó a vista
de ojo las faenas preparatorias de la revolución, en lo cual no hay duda. Y
por estos días que alcanzamos el doctor Lucas Caballero, uno de los enviados
de paz comisionados por el directorio liberal cerca de los revolucionarios en
armas, nos dice pertinentemente que habiendo ido al ministerio de guerra al
recibir el pasaporte, el general Santos en un momento dado le dijo que
desgraciadamente se había adelantado el golpe. Esto puede verse en el libro
Memorias de la guerra de los mil días” (p.336)
219

el poder al liberalismo, o por el aplastamiento de


los revolucionarios, cuya mala preparación
conocía207.
Ingobernabilidad: La revolución liberal del 99 estalló
en Santander el 17 de octubre, dirigida por el
doctor Paulo E. Villar. El 18 de octubre se
declaró turbado el orden público en el país, por
ministerio del decreto número 480 [sic]. …No
hubo, pues, unidad de mando en el ejército del
norte; casi como en el campo liberal. …¡Qué
egoísmo!. En Boyacá otro tanto; pues el
gobernador no dejó entrar al gobernador Montoya
a Tunja y esto dio tiempo al movimiento de
Vargas Santos hacia Santander; pero el Ministro
de guerra no podía remover al gobernador, doctor
Francisco Pérez Mendoza. En el Cauca otro que
tal. Y con el general Santos estaba moliendo con
yeguas, como dice la frase popular. El ejército
caucano se insubordinó prácticamente. El general
Casabianca despachó un propio al presidente de
la república y le explicó todo lo que estaba
sucediendo. Esto determinó la caída del pobre
ministro Santos, quien quedó completamente
anulado208.
Connivencia: Los jefes del gobierno pensaban en todo,
menos en ganar batallas y obraban
proditoriamente, el general Miguel Montoya,
enviado por el general Santos, ministro de guerra,

207
Ibíd. p. 336
208
Ibíd. p. 337
220

venía a paso de tortuga, remonoleando a más no


poder porque aun cuando el ministro oficialmente
lo urgía, por debajo de cuerda le ordenaba
apresurarse lentamente. El ministro de guerra
estaba en connivencia con los revolucionarios, y
con él los jefes nacionalistas; y los históricos
hacían de espías para aprovechar la ocasión que
se les viniera a las manos209. …El ejército
lujosísimo que de Bogotá conducía el general
Isaías Luján, ya vimos que venía como en revista
militar, con gran prosopopeya y procurando
llegar tarde, para lo cual describía grandes
curvas, y de San Gil, en vez de tirar directamente
a Los Santos, daba largo rodeo por Barichara,
Zapatoca y Girón, pero cuidando de no llegar a
terciar en la batalla de Bucaramanga [12 y 13
noviembre de 1899], donde la revolución hubiera
recibido el golpe de gracia210.
…El principal revolucionario, pues, estaba en el
ministerio de guerra; pero no se desembozaba
sino que nadaba entre dos aguas. Con el doctor
Lucas Caballero le había enviado a decir el
209
Ibíd. p. 341, 342. Evidencia del desinterés y la prohibición del Ministro de
Guerra a los generales conservadores de realizar cualquier ataque que
significase su temprana y fácil victoria sobre los revolucionarios liberales es
expuesta por J. F. Gutiérrez de la siguiente manera: “El general Sabogal
afirma haber visto un día sobre la mesa del generalísimo Villamizar, en el
campamento de “El Salado”, un telegrama descifrado en que se le decía entre
otras cosas: “Permanezca a la defensiva. Retírese hasta Pamplona. Deje pasar
la revolución. Gobierno necesita prolongar estado de cosas, a fin circular
emisiones, salvar causa. Destruya. José Santos”. El general Sabogal vive aún
y dice estar dispuesto a ratificarse bajo juramento ante un juez” (p. 342).
210
Ibíd. p. 342
221

ministro al general Uribe Uribe que siguiera


adelante la guerra, pues los convenios entre los
dos quedaban firmes y valederos211.
Lenidad: El ministro urgido por el presidente de la
República, había nombrado jefe para Santander al
general Manuel Casabianca, y el general Vicente
Villamizar era apenas jefe de la división pero
pretendió supeditarlo a éste. Tales eran los
absurdos, que los jefes resolvieron proclamar jefe
suyo supremo al general Casabianca, a lo cual se
allanó el ministro, acaso para ocultar su
juego…212
…El general Villamizar, ansioso de llegar a un
completo mal resultado, dividió sus tropas entre
“El Salado” y “Peralonso”213.
…[Después de la derrota gobiernista en
Peralonso] en veinte días no más el general

211
Ibíd. La demostración de esos juicios sobre la traición manifiesta de J.
Santos al gobierno y al ejército que representaba es sustentada por J. F.
Gutiérrez citando el siguiente testimonio: “Como el general revolucionario
Diego Márquez Borda tuviese necesidad de ir a Bogotá, recibió una comisión
reservada para entenderse con varios jefes nacionalistas. Buscando al general
Gabino Hernández topó con él en Málaga y lo invitó a pasarse a las filas
liberales; el general le contestó que no podía obrar sin orden del ministro de
guerra. Márquez había tentado blando y animado al llegar a Bogotá, se hizo
llevar a la casa del general Santos, quien se le quejó que los revolucionarios
habían dejado caer el bocado de la boca como dicen: “Yo les dejé libre la vía
de Labateca para que invadieran con facilidad y no lo aprovecharon;
bastante trabajo me costó demorar la marcha del general Montoya. Si el
general Vargas Santos no hizo nada, cosa ha sido de él” (p. 341-342).
212
Ibíd. p. 342
213
Ibíd. p. 343
222

Manuel Casabianca, que había sido nuevamente


proclamado generalísimo pudo tener sobre las
armas un nuevo ejército de nueve mil hombres.
Subió luego a la sabana, conferenció con el
ministro Santos en Chocontá y vino mustio y
caídas las alas del corazón. Pero los gobiernistas
llevaban el morbo de la derrota en los espíritus214.
…[Después de la derrota gobiernista en
Gramalote y Terán] El ministro de guerra
apretaba ahora si cesar al general Casabianca a
emprender una inmediata ofensiva… El
presidente Sanclemente urgía al ataque y
desbarataba las razones aducidas por Casabianca,
porque creía firmemente que habían llegado
todos los despachos hechos por el ministerio de
guerra; pero las cuatro quintas partes se filtraban
en el camino215.
Sabotaje: Uno de los ayudantes del general Benjamín
Herrera, el doctor Pedro Pablo Delgado comió el
13 de noviembre en el campamento conservador
de “El Salado” con diez y seis generales
conservadores. Cuando Delgado y su compañero
Temístocles Rengifo partieron, bien cerrada la
noche, para su campamento, dieron en el camino
con unas cargas de municiones que de seguro no
habían caído del cielo y que avanzaban hacia el
campamento revolucionario, donde fueron
recibidas con todo alborozo y sirvieron para

214
Ibíd. p. 344
215
Ibíd. p. 346
223

atacar a los gobiernistas el día 15. Así no es


gracia que el gobierno hubiera sido derrotado en
“La Amarilla”, si armaba al adversario, entraba
en treguas y conversaciones, dejaba combatiendo
solas unas mismas fuerzas y luego ordenaba una
insólita retirada216. ...Ahora que hemos pisado el
terreno resbaladizo de las traiciones estamos
preparados para no admirarnos de cómo pudo
lograrse la perfección de la derrota y la
desbandada en el paso famoso del río Zulia por
“Peralonso”217.
Golpe de Estado: [Después del triunfo gobiernista en
Palonegro y Cúcuta] El general José Santos había
sido removido venturosamente del ministerio de
guerra, donde estaba obrando como un traidor
consumado; lo remplazó el general Casabianca,
conservador histórico, quien desgraciadamente se
prestó, y quizá no de balde, al golpe de estado
dado por los históricos, contra el doctor
Sanclemente, el 31 de julio.
Las continuas derrotas del ejército gubernamental ante los
revolucionarios mientras estuvieron bajo el mando central del
ministro de guerra José Santos hicieron parte de su supuesta
estrategia para llegar a la presidencia de la República por la vía
armada y con el apoyo de los liberales victoriosos aprovechando
las pugnas internas por el poder entre Caro, Sanclemente y
Marroquín.

216
Ibíd. p. 343
217
Ibíd.
224

Derrotados sus aliados y degradado de todo mando, su remplazó


de igual modo trato de llegar al poder por medio de un golpe de
Estado el 31 de julio de 1900, contando con el apoyo de los
generales que conformaban el ministerio de guerra, entre los
cuales resultaba beneficiado por sus influencias burocráticas y
operacionales el exministro J. Santos.
No obstante, el general Santos se defendió de los malentendidos
que se divulgaron y publicaron al manifestar con toda su
dignidad:
Mi conciencia está tranquila, pues en la medida de mis
fuerzas he servido a la causa como verdadero patriota y
he hecho por el señor Caro cuanto demandan la amistad
y la lealtad. Mi carrera no ha sido la del empleado
público, y por esto como por volver irrevocablemente a
mi oficio de agricultor, miraré con gusto que se me
reemplace presto en este empleo que a nadie he pedido,
que he servido a contentamiento de la generalidad de los
santandereanos y sin tener más censores de mi conducta
que los que aspiran al puesto para sí o para sus allegados.
No he renunciado, por no dar esa satisfacción a mis
pequeñísimos detractores y porque quiero, aunque deseo
mucho retirarme de la política, no hacerlo sino por la
puerta que se me abra voluntariamente218.
El desconocimiento y desprestigio de su autoridad como
ministro, su degradación como funcionario público confiable y
la pérdida de respaldo como legislador, general y gobernante a
nombre del partido conservador condicionaron a José Santos a

218
Carta del gobernador José Santos a don Enrique de Narváez.
Bucaramanga, 22 de septiembre de 1895, en VALDERRAMA ANDRADE,
obra citada, 563.
225

regresar durante sus últimos dos meses de vida a su Charalá


natal.
Allí, haciendo uso de buen retiro de la vida pública y sin los
honores o pensiones que gozaron otros generales santandereanos
cuestionados por sus servicios como fue el caso de José María
Mantilla, murió el 26 de septiembre de 1900 y fue sepultado el
día siguiente sin tener que responder por los cargos de ineptitud,
traición, connivencia o conspiración que durante el siguiente
siglo fueron divulgados de forma vergonzante por sus
copartidarios conservadores a través de estudios y publicaciones
sobre la historia de Santander.
Finalmente su nombre fue olvidado y desterrado del imaginario
colectivo de los charaleños, como entre los demás
santandereanos, al ser a inicios del siglo XXI el General José
Santos un personaje desconocido u olvidado en la historia local
y regional de Charalá219. Un personaje histórico que transformó
sus destinos pero del que solo se sabe que fue uno de los
primeros gobernadores del departamento en las crónicas locales.

5.6 MINISTRO DE GUERRA Y MINISTRO


PLENIPOTENCIARIO, 1899 – 1900
Al regresar a su tierra natal a través de las vías aseguradas por el
ejército gobiernista, el exministro General José Santos fue
permanentemente resguardado por su escolta personal ante las
permanentes incursiones de las guerrillas liberales que
transitaban a través de los corredores que conectaban los
cañones con los páramos andinos.

219
BARRERA, Ernesto. Promotor del rescate de la memoria oral y el Centro
Municipal de la Memoria de la Casa de la Cultura de Charalá. Charalá
(Colombia): (Diálogo informal), 2 de septiembre de 2012. 30 minutos.
226

Como había sucedido durante las guerras civiles de 1885 y 1895


la preservación e integridad de las comunicaciones, los
transportes, los suministros y las cargas propiciaban el ambiente
de confianza y respaldo necesarios para mantenerse en el poder
los gobiernos cuestionados por los insurgentes financiados o
respaldados por los caudillos del liberalismo radical.
Empresarios exportadores quienes habían perdido el poder por
la vía de las elecciones, las armas, el discurso del Estado–
Nación y la nueva economía agroexportadora dominante.
A través del puente de Pienta ingresó a su entrañable Charalá en
pleno día de mercado. Ascendiendo por las calles empedradas
volvieron a su mente los múltiples recuerdos de infancia en los
cuales los miembros de su familia materna habían sido
protagonistas.
Sobre la muralla que resguardaba ese puente habían caído el
cuatro de agosto de 1819 los hermanos y primos de su madre
María Josefa Santos Rosillo, quienes conformaban las guerrillas
y el destacamento insurgente al mando de Antonio Morales que
había sido dispuesto para Charalá desde la batalla del Pantano
de Vargas. Esos combatientes resistieron por algunas horas el
avance de las fuerzas realistas al mando de Lucas González,
quien había partido de El Socorro para apoyar las acciones
militares de J. Barreiro contra la penetración del ejército
insurgente de los llanos del Casanare que ascendía a través del
Páramo de Pisba, al mando del General Simón Bolívar.
Ese puente se había constituido en símbolo inexpugnable del
“patriotismo” de los combatientes que durante las siguientes
guerras civiles resistieron la penetración de las fuerzas
insurgentes o gobiernistas que pretendían tomarse esa localidad
227

al ser posición estratégica para controlar las comunicaciones y


operaciones desde el río Suárez hasta el río Chicamocha.
Sobre la misma calle real, la cual llevaba hasta la esquina del
templo parroquial, habían quedado dispersos desde el cuatro de
agosto de 1819 los restos de los charaleños que habían sido
ejecutados con bayonetas y cuchillos por los soldados realistas
para ahorrar munición, aprovechando así la derrota propinada a
la resistencia guerrillera. De igual manera sobre esas calles
quedaron dispersos los cuerpos de los feligreses extraídos del
templo parroquial profanado, sitio donde se habían asilado y
permanecían en misa las mujeres, niños y ancianos no
combatientes, especialmente los familiares de los guerrilleros de
apellidos Santos Plata y Santos Rosillo. Entre ellos se
encontraba la niña María Elena Rosalía Santos Rosillo, tía del
General J. Santos, quien fue perseguida, ejecutada en la
sacristía, violada y abandonada en el altozano del templo
parroquial como un deshonroso escarmiento público del
vencedor contra los enemigos de las tropas y los representantes
del Rey de España220.
La mayoría de esos cuerpos no pudieron ser rescatados ni
sepultados por el cura párroco Pedro Vargas pues los oficiales
realistas prohibieron que fueran sepultados los 300 cadáveres
que produjeron durante los tres días de ocupación221. Razón por
la cual, muchos de los cadáveres abandonados en la calle fueron

220
VARGAS, Pedro José de. Carta del párroco de Charalá al General Simón
Bolívar. Charalá, 2 de septiembre de 1819. En: SARMIENTO, Álvaro. La
batalla Pérdida. Bucaramanga: SIC Editorial - Gobernación de Santander,
2010. p. 47 - 48
221
PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE MONGUI. Partida de defunción
de Joaquín Carreño Sacristán. Charalá: Libro de Partidas de Defunciones
1817-1837, 20 de agosto de 1819
228

consumidos como carroña por los cerdos y perros que


transitaban libremente por el pueblo, así como por los animales
domésticos y montaraces atraídos por el olor a muerte al interior
de las casas y solares. A ello se sumó la falta de personas que
ayudaran a cavar los sepulcros de inhumación o trasladar los
cadáveres putrefactos pues la mayoría de los sobrevivientes
abandonaron el pueblo temiendo ser ajusticiados. Entre ellos
estaban el alcalde guerrillero Ramón Santos y el comandante
Fernando Santos, encargados de la resistencia de Charalá según
lo dispuesto en la Ley marcial del 28 de julio de 1819, decretada
por S. Bolívar desde Duitama.
Recibidos los saludos de rigor por parte del jefe militar de la
municipalidad, el cura párroco recientemente nombrado y los
miembros de las familias más prestantes, aunado a las
exaltaciones de los oradores conservadores por su labor
ministerial a favor de la paz pública durante el año que estuvo al
frente de la insurrección y la guerra civil desde Bogotá, el
exministro José Santos Santos atravesó la plaza de la población
ocupada por los toldos de los vendedores del mercado. Observó
a lo lejos la calle cerrada la humilde capilla en donde había
permanecido custodiada y en preparación para la muerte
Antonia Santos Plata, hermana de su abuelo materno Joaquín
Santos Plata, quien al ser condenada en el Socorro por ser
colaboradora de las guerrillas patriotas se constituyó en el
símbolo a imitar por las siguientes generaciones del linaje
Santos, quienes levantaron su espada en nombre de la libertad
otorgada por S. Bolívar al pelear en cada guerra civil.
Don José detuvo su mirada en la casa de la esquina noreste de la
plaza, junto a la casa cural, en donde habían sido adecuados la
Escuela de Artes y Oficios y un orfanato sostenido por el
General Leonidas Santos Torres, quien decidió preservar de esa
229

manera la fundación que había hecho él, “Pepe Santos”, para


Charalá siendo gobernador de Santander. Volteó la mirada hacia
el sur y recordó con nostalgia que en lo alto del cementerio se
hallaban los restos de su amada esposa Silvia y los de su madre
Josefa. Los cuales habían sido resguardados al igual que sus
almas hasta el último de sus días por su aliado sociopolítico y
coterráneo conservador, el septuagenario cura párroco Francisco
Gutiérrez, quien había muerto el 4 de abril de ese mismo año.
Santiguándose y agradeciendo al santo patrono San Isidro
Labrador por los favores recibidos durante el viaje, siguió por el
costado del templo parroquial, se dejó llevar por los saludos
efusivos de los copartidarios conservadores dedicados a sus
actividades como comerciantes de ganados, panelas y cafés o
como artesanos de sombreros de palmas y tejidos de algodón a
lo largo de la calle real. Hombres humildes quienes lanzaban
vivas al “Pepe Santos” que siempre había gozado del afecto y
estima de sus coterráneos por sus orígenes humildes, por su
riguroso ritual de retornar periódicamente a la tierra nativa de su
linaje. Descansó unas horas en su casa del barrio Las Pilas y
finalmente decidió concluir su periplo al cabalgar lentamente
junto a los terrenos y ganados que hacían parte de su hacienda.
Al llegar a la casaquinta rural ubicada en las afueras de Charalá,
en un lugar estratégico entre la ribera del río Pienta y el camino
real que conducía a Encino, el General J. Santos dedicó los
siguientes días a recuperarse del agotador viaje realizado. Esa
hacienda se extendía a lo largo del río Pienta hasta la
jurisdicción de Encino, lindando con la hacienda del General
José María Valderrama.
Asistió rigurosamente a la celebración eucarística ante las
autoridades religiosas, visitó a las autoridades municipales para
230

conocer de primera mano las informaciones del gobierno


departamental y nacional sobre la guerra y el orden público,
saludó a las autoridades educativas y a las delegaciones de
estudiantes que querían conocer a uno de los héroes y políticos
más importantes del país, recibió su correspondencia personal y
telegráfica directamente de las manos de las autoridades
encargadas de ello, visitó por largos instantes a sus seres
queridos en el cementerio católico, participó activamente en los
actos patrióticos del 04 y 07 de agosto, así como retomó su
actividad de compra y venta de bienes urbanos que había
suspendido a mediados de 1899 al ser llamado a ocupar el
Ministerio de Guerra.
También visitó o recibió en su casa del barrio Las Pilas
(Simacota o de la quebrada de las Pilas) a los familiares, amigos
y copartidarios más cercanos para hablar de política, música y el
día a día de su vida como hacendados y comerciantes. Esa casa
se encontraba dos cuadras al este del templo parroquial y hacia
parte de la manzana que habían compartido los linajes Vargas y
Santos unidos por la vía matrimonial y extraconyugal entre sí.
Parte de la misma fue vendida al retornar de Bucaramanga como
exgobernador en 1896 y como exministro en 1900,
constituyéndose en fuente para subsanar parte de los dineros que
dejaría de percibir como empleado civil y asalariado de la
regeneración.
Durante los dos meses que el General J. Santos estuvo
recorriendo los caminos y calles de Charalá la moral pública, el
patriotismo policivo y la obediencia ciudadana volvieron a su
cauce tradicional. La presencia de militares de alto rango en los
cascos urbanos desde el período de la independencia con el fin
de mantener el orden municipal, y específicamente, la presencia
periódica del General José Santos y su escolta desde 1885 en su
231

condición de militar activo, legislador, gobernador y ministro,


aunado a su impulso a la conformación de los cuerpos de
gendarmes policiales en cada capital departamental o provincial,
particularmente en Charalá, conllevaron a que finales del siglo
XIX no quedasen vestigios del espíritu conflictivo y montaraz
de los charaleños de finales XVIII.
Espíritu que había sido denunciado y divulgado a todo la Nueva
Granada por su cura párroco Basilio Vicente Oviedo al publicar
con desprecio que eran gentes “agrestes, incultos, soberbios,
inquietos y pendencieros; pelean con machetes y bordones y se
matan como brutos”222.
Las obras y logros del General J. Santos como gobernador aún
eran visibles en los espacios públicos, las oficinas municipales y
las dinámicas sociopolíticas promovidas en Charalá como una
de las primeras localidades regeneradas en Santander después de
1885. Sus conocidos y allegados de más confianza centraron
entonces sus diálogos en las acciones administrativas y militares
que había promovido “don Pepe” durante su último año de vida
y servicio a la causa conservadora como Ministro de Guerra.
También reflexionaban sobre las continuidades o innovaciones
en las gestiones y decisiones de sus sucesores ministeriales,
mientras planificaban la defensa y resistencia de los patrióticos
charaleños en caso de un inesperado retroceso del victorioso
ejército gobiernista después de las batallas de la Humareda,
Palonegro y Cúcuta.
Desde que a finales de julio de 1899 se había decretado la
censura y restricción a la libertad de prensa en Santander y

222
ANCIZAR, Manuel. Peregrinación de Alpha, por las provincias del norte
de la Nueva Granada en 1850 i 1851. Bogotá: Echeverría Hermanos, 1853.
Cap. XVI
232

Antioquia las noticias que se conocían y en las que se


depositaba toda la confianza sobre el fin de la insurrección
liberal o el devenir de la guerra dependían de los periódicos
oficiales del Departamento (Gaceta de Santander) como de la
República (Diario Oficial). Particularmente se temían las
noticias alarmantes que el Gobernador de Santander, Alejandro
Peña Solano, había comunicado al ministro de guerra a
mediados de ese mismo mes en la cuales informaba que los
liberales derrotados durante la última guerra civil en la batalla
de Enciso, al mando del Jefe Liberal Pedro Rodríguez,
preparaban una invasión a Santander desde Venezuela con el
apoyo de los liberales convocados a revolución.
De resultar victoriosos en ese esfuerzo al cruzar el fronterizo río
Táchira, al igual que la revolución liberal restauradora del
general Cipriano Castro (1899) quien les había brindado todo el
apoyo y las garantías políticas, la revolución de los liberales
colombianos exiliados en Venezuela se expandiría por toda
Colombia hasta tomarse el poder por la vía armada y restaurar el
régimen liberal, radical y federal en Bogotá 223. Apoyo
revolucionario que el Gobierno colombiano no protestó
formalmente al darse por entonces las negociaciones y
mediciones definitivas para la firma de un tratado limítrofe con
Venezuela.
Sin embargo, el General José Santos era el gobernante, político
y militar que mejor conocía el teatro de operaciones de la
frontera colombo-venezolana por ser el estratega que había
planificado la victoria del ejército gubernamental durante la
revolución de 1895 al mando del General Rafael Reyes. De allí

223
DIARIO OFICIAL. Bogotá. 10, ago, 1899. Año XXXV, No. 11060, p.
841
233

que con el beneplácito y gestión del Ministro de Gobierno,


Rafael M. Palacio, fue decretado por el presidente Manuel
Sanclemente el 11 de agosto de 1899 su nombramiento como
Ministro en propiedad del Ministerio de Guerra mientras que su
antecesor, el General (graduado) Jorge Holguín, fue promovido
al puesto como Ministro del Tesoro224.
Tres días después el Ministro J. Santos posesionado de su
despacho en Bogotá comunicó “A todos los funcionarios
públicos de la Nación y de los Departamentos”:
Tengo el honor de participar a ustedes que habiendo sido
nombrado por el Excmo. Sr. Presidente de la República,
Ministro de Guerra, en propiedad, tomé posesión de
dicho empleo el sábado último [12] ante aquel alto
Magistrado, y he entrado hoy en el ejercicio de mis
funciones. Soy de ustedes atento servidor,
JOSÉ SANTOS225.
Los secretarios a cargo de ese Ministerio le presentaron al nuevo
Ministro una relación pormenorizada de los contratos de
logística y abastecimiento realizados durante los últimos tres
meses, así como los decretos y las decisiones que se habían
expedido durante el mes de julio anterior para su conocimiento,
validación y ejecución. Entre ellas y a costa de su popularidad y
aceptación entre la jerarquía castrense se encontraba el Decreto
342 de 10 de julio, por medio del cual se suspendía
224
COLOMBIA. Decreto número 359 de 1899 (11 de agosto) de Manuel A.
Sanclemente. Anapoima, 11 agosto de 1899. En: Diario Oficial. Bogotá.
Viernes, 18, ago, 1899. Año XXXV, No. 11066, p. 865
225
COLOMBIA. Ministerio de Guerra: Circular. Bogotá, 14 de agosto de
1899. En: Diario Oficial. Bogotá. Lunes, 21, ago, 1899. Año XXXV, No.
11068, p. 875
234

indefinidamente la concesión de ascensos militares, así como el


Decreto 312 del 20 de julio dispuso licenciar mil hombres más
al Ejército de la República.
También fue informado sobre el reglamento interno de trabajo
acostumbrado. Desde la expedición del Decreto nacional 281 de
1892, el Ministerio de Guerra atendía sus asuntos al dividirse
en tres secciones civiles (Hacienda y Guerra; Contabilidad;
Organización y servicio) y dos militares (Inspección y
Gobierno; Dirección y mando). La buena marcha se regulaba
jerárquicamente al ordenar el Ministro a los empleados
nombrados como secretarios y subsecretarios de sección, los
secretarios daban órdenes a los jefes de sección y estos a los
demás empleados subalternos, así como su horario de trabajo
iba de las ocho y media a las diez y media de la mañana.
Horas durante las cuales se reunían para estudiar los asuntos
pendientes y distribuir los trabajos de cada sección, con lo cual,
sólo de las doce del mediodía a las cuatro de la tarde se prestaba
atención al público, haciéndose excepciones en las mañana para
otros ministros, jefes militares, gobernantes, secretarios
legislativos, etc.226.
La masiva respuesta a la circular del Ministro J. Santos fue una
unánime aprobación de la decisión adoptada por el Presidente
por los secretarios de gobierno y los comandantes de los
departamentos de mayor influencia conservadora.
Específicamente de Antioquia y Magdalena. Así mismo, fueron
estratégicamente ubicadas las comunicaciones llegadas desde

226
COLOMBIA, GOBERNACIÓN DE SANTANDER. Decreto No. 381 de
1892. En: Gaceta de Santander. Bucaramanga. Lunes, 2, ene, 1893. Año
XXXV, No. 2613, p. 5205
235

Santander aceptando y apoyando la designación del nuevo


ministro como el responsable del orden público y el manejo de
la guerra en todo el país.
El primer telegrama publicado como símbolo del apoyo y
lealtad de los conservadores de Santander al Gobierno nacional
representado por el Ministro de Guerra fue el del Jefe Civil y
Militar de Santander, General Alejando Peña Solano, quien
manifestó:
Motivo de júbilo es para el Gobierno y pueblo de
Santander el que S.S. se haya encargado importante
puesto de Ministro de Guerra, el cual desplegará, así
como su antecesor, las reconocidas dotes de actividad,
prudencia y patriotismo que le distinguen.
Presento a S.S. mis felicitaciones muy cordiales por la
merecida prueba de confianza que le ha discernido el
Excmo. Sr. Presidente de la República. Atento servidor,
ALEJANDRO PEÑA S227.
La prudente actividad patriótica del General J. Santos era
considerada por sus paisanos una constante en su ejercicio
ministerial. Si bien detractores como José Fulgencio Gutiérrez
demostraron documental y testimonialmente sus
responsabilidades directas en el fracaso y alargue de la
revolución de 1899 hasta transformarse en la guerra de los “Mil
Días”, ganando así el tiempo necesario para tomarse el poder
presidencial con el apoyo de los generales liberales insurrectos y

227
PEÑA SOLANO, Alejandro. Telegrama. Bucaramanga, 14 de agosto de
1899. En: Diario Oficial. Bogotá. Jueves, 31, ago, 1899. Año XXXV, No.
11077, p. 912.
236

el desgaste del ejército nacional, las evidencias oficiales que han


quedado de su gestión lo presentan como un oficial y
funcionario “trascendental” y “garantía para el ejército” por
parte de sus subordinados en las diferentes guarniciones del
país.
Desde territorios distantes como Panamá, el ciudadano Mutis
Durán le expresó telegráficamente que con su nombramiento
como Ministro se reafirmaban sus “sentimientos de
complacencia por la paz del país, que en este Departamento se
ha mantenido inalterable”228.
Esa confianza institucional se evidenció al tomar decisiones de
austeridad fiscal y rigurosidad administrativa en el
cumplimiento de los códigos militares como fueron la
suspensión en el pago más no en la recepción de solicitudes de
gratificación concedidas desde 1896 a los militares ante la difícil
situación fiscal por la que pasaba el Tesoro Nacional en medio
de la guerra (Resolución del Ministerio de Guerra 5 del 23 de
agosto de 1899) mientras que a los demás funcionarios se les
hizo una rebaja de sueldos o supresión de cargos.
Decisiones a la que se sumaron: Conformación y
funcionamiento de un Consejo Administrativo en cada una de
las divisiones militares para el manejo semanal de las cuentas y
habilitaciones asociadas con los militares en ejercicio; Conceder
pensiones a los militares o sus viudas por medio de Decretos
ministeriales basados en las decisiones tomadas por la Junta
Directiva del Montepio Militar y la rigurosa revisión de los
pagos o descuentos mensuales realizados; la restricción de los
pasaportes militares; Eliminar y unificar comandancias
228
DURÁN, Mutis. Telegrama. Panamá, 28 de agosto de 1899. En: Diario
Oficial. Bogotá. Jueves, 14, sep, 1899. Año XXXV, No. 11089, p. 959
237

militares; Exigir fianza a todos los funcionarios responsables de


recaudar, administrar o invertir fondos públicos para el ejército
(Decreto 461 del 30 de septiembre de 1899) y, pagar
quincenalmente las “hospitalidades” a los soldados u oficiales
hospitalizados, incluido los dados de alta o baja por
enfermedades venéreas (Resolución 40 de 27 de septiembre de
1899).
Tareas complementadas con su decisión de: Revisar con
minuciosidad los sobresueldos para las guarniciones militares en
desigualdad de condiciones climáticas, seguridad o acceso
(Decreto 1 diciembre de 1899); Adecuar la contabilidad militar
durante la guerra de tal manera que no se hiciese descuentos a
los militares en servicio activo, se debía llevar de forma estricta
un estricto el sistema de Cargo y Data, así como los ordenadores
de los gastos militares en campaña debían llevar una relación
pormenorizada de cada uno de sus decretos, cuya copia debía
ser presentado al Ministerio de Guerra, evitándose así
investigaciones o sanciones por la Corte de Cuentas (Decreto
550 de 29 de octubre de 1899); Declarar al Ministerio de Guerra
incompetente para resolver las demandas de los acreedores,
contratistas y Generales pensionables de años y guerras pasadas
contra esa cartera optando por recomendar a sus contrapartes
seguir el debido proceso por la vía jurídica ordinaria
(Resolución 30 de agosto 31 de 1899), etc.
También fue categórica su posición al rechazar la renuncia de
los Comandantes Generales de División o sus Jefes de Estado
mayor quienes disentían del mando ministerial prefiriendo pedir
sus “Letras de Cuartel” (con derecho a pensión) en medio de la
guerra. A los Generales de la primera División logró
persuadirlos de no renunciar al manifestarles que: “…el
Gobierno considera importantes los servicios de dichos Jefes, en
238

quienes tiene depositada especial confianza, a lo cual ellos por


su parte han sabido corresponder, no se les acepta la renuncia
que presentan, y antes bien, este Despacho los excita a que con
su probado patriotismo continúen en el desempeño de los cargos
que tienen”229.
Para regular las relaciones con los demás generales y unificar el
mando, el Ministro J. Santos decretó a su vez nombramientos
como llamar a servicio y asignarle facultades especiales sobre la
fuerza naval al General Manuel Casabianca en Panamá y el
Caribe, constituyéndose durante los siguientes meses en su
sustituto y contradictor inmediato (Decreto 9 agosto de 1899);
creó la jefatura del Cauca al mando del General Lucio Velasco
(Decreto 16 de agosto de 1899); llamó al servicio y nombró
como comandante de la cuarta división al General Vicente
Villamizar (Decreto 17 de agosto de 1899) trasladando
estratégicamente el cuartel general de Bucaramanga a Pamplona
(Decreto 451 del 19 de septiembre de 1899) y, promovió los
ascensos de los generales de división a las cúpulas centrales del
Estado Mayor al renunciar a los mismos sus comandante.
Así mismo, reafirmó la unificación y jerarquización funcional
de las fuerzas armadas al integrar y regular todos los cuerpos de
policía (nacional, departamental y municipal) a través del
Ministerio de Guerra (Decreto 512 del 24 de octubre de 1899).
Acciones complementadas porque: Reconoció los grados
militares que se habían conferido en la guerra de 1895,
especialmente los de Coroneles efectivos para poder nombrar y
ascender nuevos Generales (Decreto 27 de septiembre de 1899);
Respetó las licencias indefinidas (por ineptitud y/o mala
229
SANTOS, José. Oficio 315 del Ministro de Guerra. Bogotá, 23 de agosto
de 1899. En: Diario Oficial. Bogotá. Jueves, 14, sep, 1899. Año XXXV, No.
11089, p. 959
239

conducta) y las declaraciones de insubsistencia solicitadas por


los comandantes de división, así como reconoció y aprobó sin
cuestionamientos los ascensos hechos por los Jefes Civiles y
Militares en cada departamento para afianzar su confianza en el
Gobierno central.
Esa preparación institucional para la guerra se constituyó en una
condición necesaria para que el presidente Manuel A.
Sanclemente decretara el 18 de octubre de 1899 (Decreto 480)
la turbación del orden público en todo el territorio de la Nación.
Hasta entonces solo estaba vigente el decreto de turbación para
Santander y Cundinamarca ante la amenaza de invasión militar
de los revolucionarios liberales desde Venezuela.
La inminente guerra promovida desde Bogotá hacia
Bucaramanga y no desde Cúcuta u Ocaña hacia Bogotá en
cabeza del General Rafael Uribe conllevó a su vez a
descentralizar en cada uno de los Jefes Civiles y Militares la
administración logística y la toma de decisiones bélicas que
habían sido de la exclusiva responsabilidad del Ministerio de
Guerra a través del Estado Mayor del Ejército. En adelante, y
durante el desarrollo de la guerra se dispuso (Decreto 482 de 20
de octubre de 1899) que:
Art. 1. Los Gobernadores, en su carácter de Jefes Civiles
y Militares, quedan investidos de las siguientes
facultades:
1. Las que por las Leyes y Ordenanzas vigentes,
corresponden a los Gobernadores;
2. Organizar las fuerzas militares que sean necesarias
para el restablecimiento del orden, y ponerlas a
disposición del Gobierno;
240

3. Nombrar con aprobación del Gobierno, los Jefes de las


fuerzas que se organicen;
4. Dirigir las operaciones militares que el Gobierno
ordene y confié a su disección;
5. Prestar los auxilios que los Ejércitos de operaciones
ordenadas por el Gobierno les pidan mientras estén en el
territorio de su mando;
6. Decretar las expropiaciones y empréstitos forzosos o
voluntarios que las circunstancias demanden;
7. Destinar a los gastos que exija el restablecimiento del
orden el producto de las rentas y contribuciones del
Departamento;
8. Las demás que les delegue el Gobierno.
Art. 2º. Los Jefes Civiles y Militares que funcionen en
territorios a donde no puedan llegar fácilmente las
órdenes o instrucciones del Gobierno, quedan facultados
para obrar discrecionalmente según lo demanden las
circunstancias230.
Tareas a las que se sumaron actividades mucho más estratégicas
y especializadas como eran la protección, conservación o
reconstrucción de las líneas telegráficas que fuesen destruidas
por cualquiera de los bandos en conflicto (Decreto 558 de 1899)
en las zonas de combate a donde no podían llegar los
contratistas y sin cargar el costo de esas reparaciones a esos

230
COLOMBIA. Decreto Número 482 de 1899. Anapoima, 20 de octubre de
1899. En: Diario Oficial. Bogotá. Miércoles, 25, oct, 1899. Año XXXV, No.
11124, p. 1097.
241

mismo contratistas. Incluso, se promovió la fundación de hojas


periódicos de “Opinión”, que sumadas a las Gacetas
gubernamentales y los boletines militares, debían contribuir a la
defensa de los intereses políticos de cada departamento, a la
difusión de las doctrinas institucionales y al combate de las
ideas disociadoras de los rebeldes alzados en armas (Decreto
717 del 19 de abril de 1900).
Para ello podían contar con la contribución de guerra que cada
Gobernador o Jefe debían distribuir y colectar entre los
habitantes de su jurisdicción que para el caso de Santander era
de 1,500.000 pesos al igual que Cundinamarca, por ser los
escenarios de la guerra más afectados, debiéndose colectar en
todo el país un total de cinco millones (Decreto 582 del 01 de
diciembre de 1899). Sumándose a esos ingresos el
endeudamiento público hasta por un millón y medio de pesos en
oro para los gastos de guerra soportados en las acciones que la
Nación tenía en la Compañía del Ferrocarril de la Sabana y la
nueva prórroga a la Compañía del Canal de Panamá (Decreto
676 del 27 de enero de 1900).
En medio del fragor de la guerra, también se dispuso dedicar
tiempo y recursos en la realización de los ritos, tradiciones y
honores militares promovidos e institucionalizados por los
Generales Supremos de la Independencia y la consolidación de
la República a los miembros de las fuerzas armadas fallecidos.
Para ello, el General J. Santos durante su ejercicio ministerial
dio continuidad a las prácticas protocolarias que promovió
durante su administración como Gobernador de Santander
asociadas con los decretos de honores para los militares
distinguidos, así como la realización de actos públicos en los
cuales debían presentarse las bandas de músicos militares.
242

Los miembros de las bandas debían distinguirse por sus


capacidades y responsabilidad siendo ejemplo de ello los
músicos del Batallón Nariño de la Primera División estacionado
en Bogotá cuyo inspector expresaba que “9. La banda de
cornetas y tambores, con excepción de sus aprendices, ejecutan
con perfección los toques prescritos en la Táctica; esto deja
comprender que tanto el Abanderado como el Tambor Mayor
toman todo el interés que requiere esa enseñanza, y para mayor
satisfacción, los aprendices contestaron que se les enseña sin
maltratarlos”231.
Aunado a los contratos de dotación de instrumentos y trajes para
las bandas de músicos en cada batallón o división, el Ministro J.
Santos gestionó la expedición y publicación de los decretos de
honores hechos por sus subordinados en las diferentes
divisiones o en el Ministerio en exaltación de militares como:
General José María Córdoba, General de División Ramón Ulloa
(Decreto 19 de septiembre de 1899; Decreto 54 del 30 de
septiembre de 1899), Dr. Luis A. Robles (Decreto 429 de 22 de
septiembre de 1899), General Julio Rengifo (Decreto 431 de 24
de septiembre de 1899), General Valerio Andrade (Decreto de
22 de noviembre de 1899, Decreto 583 de 1899), Coronel
Heliodoro Pieschacón (Decreto 23 de noviembre de 1899,
Decreto 583 de 1899), General Daniel F. O’Leary en su
centenario de nacimiento (Decreto 668 del 1 de marzo de 1900),
etc.
Tardíamente, y con el propósito de apoyar la gestión militar del
Jefe de Santander ante el conocido avance del ejército
revolucionario sobre el Norte de la República, específicamente
231
COLOMBIA. Informe del Inspector de la Primera División. Bogotá, 11 de
octubre de 1899. En: Diario Oficial. Bogotá. Martes, 26, dic, 1899. Año
XXXV, No. 11174, p. 1299
243

sobre Bucaramanga, el General J. Santos descentralizó aún más


su poder al pedir al presidente M. Sanclemente decretar la
conformación del Ejército del Norte (Decreto del 23 de octubre
de 1899), el cual debía organizarse con las tropas y los
reclutamientos que se hicieran en el Norte de Cundinamarca y
los Departamentos de Boyacá y Santander. Su comandante en
jefe debía ser el General Isaías Lujan, a quien se llamaba a
servicio activo y se ascendía de General de Brigada al de
División, para Jefe de Estado Mayor se llamaba a servicio activo
y se nombraba al General graduado Jorge Holguín, el General
Enrique Arboleda se nombraba como jefe de la Primera
División de ese ejército y el General Alejandro Lizarazo se
nombraba como su Inspector.
Para evitar el cuestionamiento de las órdenes del General Lujan
como jefe de operaciones y comandante en jefe se le confirieron
“amplías autorizaciones para organizar fuerzas, hacer
nombramientos, conferir ascensos, crear recursos y dictar todas
aquellas mediad indispensables para la completa organización
de una expedición de esta clase”232. Con lo cual, todas las
fuerzas armadas gubernamentales organizadas en Boyacá y
Santander, sin importar la influencia o dependencia a las
determinaciones del Ministro J. Santos, quedaban bajo el mando
directo del Comandante en Jefe del Ejército del Norte mientras
que los funcionarios ministeriales se concentraron en gestionar y
proveer para ese ejército los recursos logísticos necesarios.
Recursos asociados con aumentar los contratos de
abastecimientos, disponer la conformación de una maestranza
para la fabricación de los uniformes y zapatos al resultar
232
COLOMBIA. Decreto Número ___ de 1899. Anapoima, 23 de octubre de
1899. En: Diario Oficial. Bogotá. Martes, 07, nov, 1899. Año XXXV, No.
11134, p. 1140
244

insuficiente y fuera de tiempo la producción contratada


tradicionalmente con la Sociedad San Vicente de Paúl de
Bogotá (Decreto del 31 de octubre de 1899), así como debían
ser más estrictos en las cuentas pormenorizadas y en la
contabilidad presentada por los ordenadores de los gastos
militares en campaña (Decreto 550 de 1899).
Para garantizar la operatividad del Ejército del Norte, el
Presidente M. Sanclemente decretó a su vez que la seguridad y
administración de Cundinamarca, Bogotá y el Palacio nacional
de gobierno debían quedar bajo la responsabilidad del
Ministerio de Guerra (Decreto 611 del 16 de enero de 1900).
Para ello, el Ministro J. Santos dispuso a través de la Resolución
02 del 19 de enero de 1900 que la Jefatura Civil y Militar de
Cundinamarca quedaba adscrita el Ministerio de Guerra, lo cual
significaba que el Ministro controlaba mientras durara el estado
de sitio todo lo correspondiente a lo militar (guerra, ejército,
reclutamiento, ascensos, logística, hospitales, etc.,) en
Cundinamarca, incluida la expedición de pasaportes y
salvoconductos para la exportación de bienes (café, cueros,
minerales) y la venta forzosa de una parte de esas especies al
gobierno en patrón de oro (Decreto 730 del 24 de abril de 1900).
El Jefe Civil y Militar de Cundinamarca con sus secretarios
debían continuar a cargo de las funciones civiles propias de los
gobernadores acorde a lo dispuesto en el art. 195 de la
Constitución de 1886. En compensación por los cambios que se
debían hacer en la cúpula militar capitalina, el General
Marceliano Vargas fue nombrado en ese Decreto como Ministro
del Tesoro. A todo ello se agregó un decreto operativo
adicional, según el cual, todo empleado público,
particularmente de los Ministerios y Jefaturas, que de hecho o
palabra se manifestase hostil al gobierno o sus representantes,
245

rehusara a cooperar en la defensa de las instituciones o


manifestara su simpatía por los rebeles, debía ser removido de
su empleo sin importar el rango o entidad al que perteneciese
(Decreto 677 del 28 de febrero de 1900).
Así, la minimización en el papel y funciones del Ministro de
Guerra y sus secretarios en las acciones propias de los militares
activos en los campos de batalla de toda Colombia a partir de la
administración del General J. Santos demostraba a su vez la
tesis del Procurador General de la Nación, Dr. Gabriel Rosas,
según la cual los funcionarios del Ministerio de Guerra,
incluidos los agentes de policía, eran civiles cuyas funciones y
responsabilidades no eran semejantes a las conferidas
constitucional y legalmente a los miembros activos del Ejército
Nacional. En palabras del Procurador: “Aunque el Ministerio de
Guerra se ocupa en el Despacho de cuanto se refiere a la guerra,
y por ende al Ejército Nacional, el personal que forma ese
Ministerio no reviste en tiempo alguno carácter militar y está
sujeto al fuero ordinario. Si hay diferencia esencial entre el
Ministerio y el Ejército que le está subordinado, no será lo
mismo agregar o adscribir una persona ó entidad al primero que
destinarla o incorporarla al segundo”233.
Ese conflicto de opiniones, acciones y decisiones entre los
generales activos que comandaban las divisiones y batallones
del Ejército a partir de sus ascensos y experiencia en los campos
de batalla con los generales graduados que habían ganado sus
insignias y rangos como recompensa por sus servicios políticos,
burocráticos o económicos durante las guerras pasadas se hizo

233
ROSAS, Gabriel. Vista del Procurador General de la Nación. Bogotá, 11
de julio de 1900. En: Diario Oficial. Bogotá. Viernes, 20, jul, 1900. Año
XXXVI, No. 11302, p. 494
246

manifiesta al no lograr el Ministro J. Santos que sus planes y


estrategias concebidas en los escritorios del ministerio se
concretaran en los agrestes campos de Santander.
Con lo cual, ante la exigencia de resultados e incremento de la
aceptación y popularidad nacional por parte del presidente M.
Sanclemente después de medio año de guerra fueron los
generales victoriosos en las batallas navales en el Caribe (M.
Casabianca) y el río Magdalena (G. Quintero), así como en los
campos de Palonegro (P. Pinzón) y Cúcuta (R. González
Valencia), quienes fueron llamados a ocupar el Ministerio de
Guerra y el Estado Mayor del Ejército en remplazo de los
generales no combatientes quienes habían sido elegidos y
nombrados considerando sus extintas glorias.
Una semana antes de ocurrir la cruenta batalla de dieciséis días
y noches en Palonegro, por medio del Decreto 741 del 02 de
mayo de 1900 el Ministerio de Gobierno informó al país y a los
demás funcionarios y miembros del Ejército nacional que a
partir de esa fecha el Presidente M. Sanclemente había decidido
desde Tena que el Sr. General José Santos debía dejado de
desempeñarse como Ministro de Guerra de Colombia. En
adelante su reemplazo debía ser el victorioso y eficiente sr.
General Manuel Casabianca, quien había logrado en solo veinte
días restablecer el orden público y la unidad del ejército en
Santander después de la infausta batalla en Peralonso, así como
había sido el General que en 1891 siendo nombrado Ministro de
Guerra había mantenido el orden entre las fuerzas militares y los
conservadores disidentes (“históricos”) al ser destituido el
General G. Quintero como presidente designado en reemplazo
de R. Núñez y M. Caro.
247

El General M. Casabianca, amigo y protegido de J. Santos,


comunicó el 11 de mayo a los demás empleados de la Nación
como a sus subordinados del Ejército Nacional que se había
posesionado y había empezado el ejercicio de su cargo el mismo
día del nombramiento, siendo conocido el movimiento de las
tropas rebeldes desde Cúcuta a Bucaramanga.
En compensación a los servicios prestados por el General J.
Santos, el Presidente M. Sanclemente a través del Ministerio de
Relaciones Exteriores deseaba seguir contando con sus servicios
en el Gobierno Nacional para lo cual lo nombró como Ministro
Plenipotenciario de Colombia ante el Ecuador. Buscaba así
solucionar la “estrechez” de relaciones que existía entre ambas
naciones234 y la búsqueda de salidas diplomáticas a la crisis
binacional que se había vivido al apoyar las autoridades y gentes
de Esmeraldas a los rebeldes de Tumaco y Tulcán que
prepararon la invasión liberal y el ataque armado a Ipiales desde
la frontera ecuatoriana, sumado al apoyo del cuerpo consular
ecuatoriano a los rebeldes liberales de Panamá. Para ello, estaría
acompañado por el Cónsul General de Colombia nombrado para
Guayaquil, Dr. Manuel Padrón (Decreto 709 de 7 de abril de
1900).
En rechazo a las inesperadas decisiones tomadas por el
Presidente contra el Ministro de Guerra y sus pretensiones de
sacar del país a sus contradictores más influyentes entre las
fuerzas militares, los Ministros de Hacienda y Tesoro, Generales
Carlos Calderón y Marceliano Vargas, renunciaron a sus cargos
en solidaridad con el General J. Santos. Siendo aprovechada esa
decisión por el Presidente Sanclemente para sustituir
234
COLOMBIA. Decreto Número 741 de 1900. Bogotá, 2 de mayo de 1900.
En: Diario Oficial. Bogotá. Viernes, 20, jul, 1900. Año XXXVI, No. 11302,
p. 493
248

gradualmente la red burocrática que había promovido J. Santos


con sus coterráneos y aliados político-militares al ascender al
poder a los miembros del linaje Ferrero y González Valencia,
aunque temporalmente delegó en el Ministro de Guerra las
funciones propias del Ministro del Tesoro.
La ausencia del anciano y enfermizo presidente, así como el
vacío de poder en tres de los seis ministerios, fue aprovechada
por el General M. Casabianca para planificar el fallido intento
de golpe de estado cometido el 31 de julio, cuya consecuencia
fue su destitución del mando y el remplazo inmediato por el
General Guillermo Quintero Calderón. Leal caudillo de la
regeneración nombrado como Ministro de Gobierno e interino
de Guerra (Decreto 01 del 31 de julio de 1900), quien a su vez
debía reafirmar y defender en el poder de la Nación al
vicepresidente José Manuel Marroquín.
La mutua desconfianza que se originó entre el Presidente y el
exministro de guerra, la influencia golpista de la facción
opositora de generales-exministros que se congregaron para
buscar salidas a la guerra, la reducción en las funciones y
sueldos de los diplomáticos en el Ecuador al quedar
dependientes de la Embajada del Perú, los acontecimientos
sucedidos en la batalla de Palonegro que alteraron el curso de la
guerra formal al pasarse a la desgastante guerra de guerrillas en
las provincias del Norte, aunado al cansancio físico y los
padecimientos corporales que ya sufría el General J. Santos, lo
llevaron finalmente a no aceptar su nombramiento como
Embajador. En su reemplazo fue nombrado el Sr. Dr. Carlos
Uribe (Decreto 767 del 27 de mayo de 1900).
Cargo improductivo finalmente al ser la crisis fronteriza había
sido solucionada con la expulsión de los agentes consulares
249

opositores y la destitución de los funcionarios desobedientes a la


autoridad de M. Sanclemente, así como el 15 de junio de 1900
en Bogotá se suscribió un protocolo de ratificación de los
tratados vigentes entre el Ministro de Relaciones de Colombia y
el Ministro plenipotenciario del Ecuador, el cual fue ratificado
en Lima entre los Embajadores de ambos países residentes en
ese país.
Durante las siguientes semanas, el General J. Santos obtuvo la
liquidación por sus servicios, canceló sus obligaciones y se
dispuso a retornar a su natal Charalá durante los primeros días
de agosto de 1900, después de los infructuosos hechos golpistas
de sus aliados ‘históricos’ al tener la seguridad que mientras
durase la guerra no tendría más oportunidades de ocupar un
nuevo cargo público en Bogotá al ser una vez más eclipsado su
ascenso político, su gloría militar y su anhelada condición como
presidente de la República por la presencia e influjo del General
G. Quintero, siendo Ministro de Guerra y a la vez de Gobierno.
El mismo General que en el pasado le había antecedido como
general victorioso, gobernador de Santander y presidente de la
República al ser “designado” y ocupar ese cargo entre el 12 y el
17 de marzo de 1896.
Al partir de Bogotá era visible el panorama de devastación que
había dejado al país la revolución radical de los liberales y sus
aliados extranjeros por retornar al poder aunado a las fallas en la
estrategia de persecución y combate de esos insurgentes por el
Ejército Nacional a través de sus diferentes divisiones militares.
Panorama descrito por el letrado presidente M. Sanclemente al
expresar: “en nueve meses de continuo combatir, el suelo de la
Patria ha sido inundado en sangre, millares de colombianos han
muerto en los campos de batallas; en los hospitales es
250

considerable el número de heridos, y el país se encuentra en


completa ruina”235.
Ante ese panorama, y al igual que los demás ciudadanos, el
General J. Santos se acogió al Decreto 29 del 19 de agosto sobre
orden público, el cual había preestablecido siendo Ministro al
firmar los decretos que justificaban su aplicación. Sin embargo,
tuvo que explicar a sus paisanos y copartidarios los alcances y
condiciones que en ellos se establecían explícita e
implícitamente.
Ese Decreto dispuso que el Gobierno ofrecía a todas las fuerzas
o partidas revolucionarias un salvoconducto si en los quince días
siguientes a su publicación en cada capital departamental
deponían y entregaban sus armas y demás elementos de guerra
como muestra de interés por el restablecimiento y conservación
del orden público, para salvaguardar con humanidad y
patriotismo la vida de los rebeldes al ser su lucha infructuosa al
estar dominado su avance en todos los puntos de conflicto y, por
ser esa rendición símbolo de una paz decorosa que debía
sobreponerse al honor militar de la lucha a muerte exigida por
los generales y oficiales rebeldes a sus combatientes.
Los rebeldes que se negaban a aceptar esa oferta de paz y olvido
de sus faltas en el plazo concedido debían ser tratados,
perseguidos y condenados con el rigor legal para quienes
incurrían en el delito de rebelión pero sin incurrir en crueldades
o actos contrarios a la moral de la guerra. Así mismo, y en
consonancia con los decretos promovidos y firmados por el

235
SANCLEMENTE, Manuel. Alocución del Presidente de la República.
Bogotá, 20 de julio de 1900. En: Diario Oficial. Bogotá. Sábado, 05, may,
1900. Año XXXVI, No. 11277, p. 393
251

General J. Santos, particularmente el 582 del 1 de diciembre de


1899, en los Departamentos donde subsistiesen las partidas
armadas de rebeldes ó se conformaran nuevas guerrillas debía
ser obligación de cada Jefe Civil y Militar distribuir y recolectar
entre cada ciudadano tributante una contribución obligatoria
semanal para financiar su combate durante “todo el tiempo que
tarde la completa pacificación del Departamento”.
De tal manera, ciudadanos como el mismo General J. Santos por
disposición del General G. Quintero quedaban obligados a
realizar esas contribuciones y quienes no tuviesen predios o
rentas embargables podían ser enviados a prisión para cumplir
con su pago. De tal modo, los ciudadanos debían estar
dispuestos a denunciar la ubicación de los rebeldes u
organizarse para combatirlos hasta neutralizarlos o pacificarlos
en cada Departamento con el propósito de librarse de las
imposiciones y contribuciones generales.

5.7 HONORES DE ESTADO PARA EL GENERAL


CHARALEÑO
En medio de ese ambiente enrarecido por la distante guerra,
durante sus dos últimos meses de vida en Charalá, el General J.
Santos volvió a dedicarse a las actividades agropecuarias y
comerciales que habían caracterizado su vida y la de su familia
hasta antes de la guerra de 1885.
Evidencia de ello quedó registrada ante el Notario del Circuito
de Charalá al dar en venta el 03 de agosto de 1900 una casa,
mediagua y casa pajiza con su solar en el Barrio Las Pilas (o
Simacota), a través de la cual desde enero de 1899 se había
apropiado de toda una cuadra cuyo lindero sur era la casa y solar
de su uso personal, la cual lindaba a su vez con la calle que
conectaba al camino real que conducía a Encino. Para ello,
252

había vendido previamente la casa que poseía en el barrio La


Iglesia, así como preservaba su dominio sobre algunos terrenos
en el sitio del Ejido, junto a la misma quebrada Las Pilas, como
en los terrenos que iban desde el barrio la capilla hasta el río
Taquiza. Ese resultó ser su último acto público debidamente
registrado y protocolizado ante el notario de Charalá.
Las partidas notariales sirvieron a su vez para hacer evidente la
muerte del General J. Santos, la inexistencia de un testamento al
no ser protocolizado ni haberse dado la sucesión durante el
siguiente año, siendo expresado formalmente el 17 de octubre
de 1900 en una de las partidas de compra venta de un terreno en
el barrio Las Pilas que el mismo se encontraba “callejuela por
medio, con propiedad de herederos del señor General José
Santos”236.
El extrañamiento físico y el silencio político del General J.
Santos fueron rotos en Bucaramanga y en Bogotá al informarse
vía telegráfica al amanecer del 27 de septiembre que había
muerto, siendo los generales encargados de la Gobernación de
Santander y el Ministerio de Guerra los primeros en enterarse.
Cada uno de esos Generales en deferencia con el trato y amistad
que habían compartido con J. Santos gestionaron en las
siguientes horas el Decreto de honores militares a nombre del
Jefe Civil y Militar del Departamento de Santander, así como en
representación del Gobierno Nacional se expidió el Decreto de
honores a través del Ministerio de Guerra al ser verificada la
noticia por los Jefes militares.
El Ministro de Guerra en propiedad, General Próspero Pinzón,
antes de renunciar a ese Ministerio para ocuparse de la guerra en
236
ARCHIVO NOTARIAL DE CHARALÁ. Partida 118 de 1900. Charalá,
17 de octubre de 1900. T. 1. F. 190v.
253

la Costa Atlántica (Decreto 131 del 5 de octubre de 1900), así


como el Ministro de Gobierno General Guillermo Quintero
quien había estado a cargo de ese Ministerio de forma
provisional e interina, promovieron la expedición del Decreto
117 del 27 de septiembre de 1900 “por el cual se honra la
memoria del Sr. General D. José Santos”.
Como paisanos y compañeros de armas en los momentos más
álgidos de las guerras de 1885, 1895 y 1899, los Generales
Pinzón y Quintero dispusieron con el respaldo y firma del
vicepresidente José Manuel Marroquín, encargado del poder
ejecutivo, rendir honores de alto dignatario, general en jefe y
héroe patrio al ordenarse izar a media asta el pabellón nacional
en todos los edificios públicos de Colombia, vestir de luto los
miembros del Ejército Nacional, ejecutarse con artillería los
honores dispuestos en el Código Militar y realizar retretas
fúnebres por parte de las bandas de música que J. Santos había
promovido entre la primera división.
El Decreto nacional publicado en el Diario Oficial siete días
después de su expedición disponía:

DECRETO NÚMERO 117 DE 1900


(27 DE SEPTIEMBRE)
Por el cual se honra la memoria del Sr. General D. José Santos
El Vicepresidente de la República, encargado del Poder
Ejecutivo,

CONSIDERANDO

Que el General en Jefe Sr. JOSÉ SANTOS ha fallecido el día


26 del corriente;
254

Que durante su carrera pública ocupó altos puestos en la


jerarquía militar, en la Magistratura, en las Cámaras
Legislativas, en el Ramo administrativo, y en todos ellos prestó
muy importantes servicios;

Que siempre se distinguió por su patriotismo y amor a la causa


conservadora,

DECRETA

Art. 1º. El Gobierno de la República lamenta el fallecimiento


del Sr. General D. JOSÉ SANTOS, reconoce los importantes
servicios prestados por él a la República, y tributa homenaje de
gratitud a su memoria.

Art. 2º. El pabellón nacional permanecerá izado por nueve días


a media asta en los edificios públicos; el Ejército llevará luto
por el mismo tiempo; el Batallón de Artillería acantonado en
esta plaza hará al finado los honores que le corresponden como
á General en Jefe, y las Bandas de Música tocarán retretas
fúnebres en los mismos días.

Art. 3º. Copia autentica del presente Decreto será enviada a la


familia del Sr. General SANTOS.

Publíquese.

Dado en Bogotá, a 27 de septiembre de 1900.

JOSÉ MANUEL MARROQUÍN

El Ministro de Guerra,
237
PRÓSPERO PINZÓN .

237
COLOMBIA. Decreto Número 117 de 1900. Bogotá, 27 de septiembre de
1900. En: Diario Oficial. Bogotá. Miércoles, 03, oct, 1900. Año XXXVI, No.
11337, p. 646. Negrita negra
255

Ese homenaje y los honores dispuestos para el General J. Santos


fueron superiores y de mayor realce nacional que los dispuestos
para el expresidente, legislador, educador, escritor y empresario
liberal Santiago Pérez muerto el 3 de agosto en París, para quien
el Vicepresidente y su ministro de Gobierno sólo decretaron
que: “Por el Ministerio de Guerra se darán las órdenes
pertinentes a fin de que se hagan los honores de que trata el
artículo 1020 del Código Militar”238. Así mismo, a la par de los
honores militares se procedió a reorganizar el Ejército del Norte
creado por el General J. Santos al reconfigurarse la cúpula de la
Cuarta División bajo la comandancia del General Juan B. Tobar.
Diecisiete días después de expedirse el Decreto de Honores por
parte de la Gobernación de Santander en cabeza del Jefe Civil y
Militar General Ramón González Valencia y su Secretario de
Gobierno el también General santandereano Carlos Matamoros,
en la Gaceta de Santander fue divulgado el 13 de octubre a
todos los santandereanos el fallecimiento del General J. Santos.
Ante tal calamidad pública, fue decretado tributar honores de
artillería como Gobernador y General en Jefe por parte de la
tropa en Bucaramanga, así como la banda de música militar
debía realizar una retreta pública en el lugar más concurrido e
importante de Bucaramanga. Valga recordar que la carrera
militar del General González Valencia había sido promovida y
respaldada por el General J. Santos al hacerlo parte de su Estado
Mayor en la guerra de 1895, y consigo, promovió su ascenso al
grado de General.

238
COLOMBIA. Decreto Número 123 de 1900. Bogotá, 3 de octubre de
1900. En: Diario Oficial. Bogotá. Sábado, 06, oct, 1900. Año XXXVI, No.
11339, p. 652
256

El Decreto departamental publicado en la Gaceta de Santander


establecía específicamente:

DECRETO
Por el cual se honra la memoria del Sr. General José Santos
El Jefe Civil y Militar de Santander
CONSIDERANDO:

1º. Que ha fallecido en Charalá el Sr. General D. JOSÉ SANTOS, el día 26


de los corrientes;

2º. Que su muerte ha sido motivo de duelo para la República, y en especial


para el Departamento, que lo contaba en el número de sus hijos más
distinguidos;

3º. Que el Sr. General SANTOS fue siempre de los primeros en poner su
espada al servicio de la Patria y de los buenos principios, haciéndose notable
por su valor, su abnegación y constancia;

4º. Que durante su vida ocupó los altos puestos públicos, tanto en lo civil
como en lo militar, en los cuales desplegó altas dotes de inteligencia y
laboriosidad; y

5º. Que es un deber de los Gobiernos honrar a los ciudadanos que les dan
lustre y nombradía,

DECRETA

Art. 1º. El Gobierno del Departamento lamenta la muerte del Sr. General D.
JOSÉ SANTOS y honra su nombre como uno de los hijos connotados del
Departamento.

Art. 2º. La fuerza pública que hace la guarnición en esta plaza le tributará los
honores de ordenanza.

Art. 3º. La Banda del Departamento ejecutará una retreta fúnebre en el atrio
del Parque de García Rovira.
257

Un ejemplar del presente Decreto se enviará con nota de condolencia a la


familia del finado.

Expedido en Bucaramanga el 27 de septiembre de 1900.

RAMÓN GONZÁLEZ VALENCIA

El Secretario de Gobierno
239
CARLOS MATAMOROS

EPILOGO. JOSÉ SANTOS Y LOS CHARALEÑOS DEL


SIGLO XXI
La popularidad, respeto e influencia que llegó a tener entre los
charaleños el General José Santos a inicios del siglo XX se
perdió en la memoria colectiva durante el transcurso del mismo
al no ser sus acciones y personalidad pública parte de los
acontecimientos ni de los grandes hombres hasta el año 2012 al
empezar a indagarse por ese personaje entre los cronistas de
Charalá, así como al responderse a las preguntas del director de
la casa de la cultura, el notario, el gestor de la memoria oral,
etc., acerca de los hallazgos realizados preliminarmente sobre el
hijo más ilustre de Charalá en la segunda mitad del siglo XIX.
A la inexistencia oral y el olvido colectivo se ha sumado su
desaparición material al no quedar indicio alguno en el
cementerio local de su nombre, familia o linaje por medio de
monumentos o panteones familiares.

239
COLOMBIA. Decreto por el cual se honra la memoria del Sr. General
José Santos. Bucaramanga, 27 de septiembre de 1900. En: Gaceta de
Santander. Bucaramanga. Sábado, 13, oct, 1900. Año XLII, No. 3454, p. 84.
258

La historia de Charalá se reduce a la versión oficial de los


grandes acontecimientos fundacionales de la República. En las
redes globales de comunicación contemporánea las autoridades
municipales promueven el culto preferencial al Cacique Chalala,
José Antonio Galán, José Acevedo y Antonia Santos Plata 240,
con lo cual, las publicaciones impresas recientes están basadas
en las fuentes internéticas oficiales241.
Ello se constató por medio de la observación en los espacios
púbicos de las instituciones culturales de la cabecera municipal
de Charalá, específicamente en los muros externos de la alcaldía
y en las obras de arte al interior de la Casa de la Cultura, en
donde la memoria histórica de los charaleños se reduce y
concentra en reafirmar su pasado asociado con la resistencia
indígena de los caciques guane representados por el cacique
Chalala (1540), la gesta comunera representada por José
Antonio Galán (1781), El heroísmo independentista
personificado en José Acevedo (1810), Antonia Santos Plata con
sus hermanos y sobrinos sacrificados en la batalla de Pienta,
particularmente María Elena Santos Rosillo (1819), e incluso,
las innovaciones de los estadistas liberales de la segunda mitad
del siglo XX representadas por Mario Galán Gómez y su
inmolado hijo Luis Carlos Galán Sarmiento.
Así, la importancia de resaltar al General José Santos como uno
de los hijos ilustres y más connotados de Charalá en el último
siglo ha resultado limitada y sin impacto sociocultural

240
COLOMBIA. MUNICIPIO DE CHARALÁ. Reseña Histórica del
Municipio de Charalá. [En Línea]. Disponible en: http://charala-
santander.gov.co/apc-aa-
files/36633534386265393932666336616630/Monograf_aCharal__2.rtf
241
TIENDA DE ARTESANÍAS CHARALÁ. Charalá Cuna de la Libertad.
Charalá: (Impreso para la venta los turistas), 2012.
259

significativo entre las actuales generaciones de charaleños.


Ejemplo de ello se evidencia en el informe titulado
“Identificación del Patrimonio Cultural de Charalá. Cuaderno 1:
Bienes inmuebles e historiografía” de Juan Bautista Cruz
Salazar, el cual fue contratado por la Administración Municipal
de 2002 y divulgado a través de la página institucional de la
Alcaldía de Charalá. En dicho “Trabajo de protocolo” el autor
dedica algunas páginas a recordar al estadista “Pepe Santos”
siguiendo literalmente el reconocimiento hecho por Edmundo
Gavassa al “Guerrero Administrador” en su obra sobre los
Gobernadores de Santander. Uniendo esas crónicas biográficas
con las de otros estadistas y funcionarios charaleños al redactar
el subcapítulo “5.1 Charalá al mando, en el Gobierno seccional
de Santander”.
Al referirse específicamente al Gobernador y “General José
“Pepe” Santos”, además de reivindicar su condición de sobrino
de la heroína Antonia Santos Plata, al igual que María Elena
Santos Rosillo, reafirma su condición como edecán de T.
Mosquera, diputado, senador, secretario y gobernador
departamental, general, jefe militar y ministro de guerra, y en
especial, su condición como delegado constitucional por
Santander en 1885 en compañía del también charaleño Antonio
Roldán, perteneciente al partido liberal y leal a la Regeneración
de R. Núñez. De tal manera, repite los datos suministrados por
el historiador bumangués Edmundo Gavassa dejando grandes
vacíos sobre la vida y obra del General J. Santos entre los
charaleños. Con lo cual se reafirma el desconocimiento y olvido
que se ha tenido por uno de los “hijos más ilustres” de
Santander durante el último siglo.
No obstante, fueron los miembros del linaje Galán Gómez y
Galán Sarmiento quienes de manera indirecta han contribuido al
260

rescate y reflexión sobre la vida y muerte del general charaleño


José Santos al participar en el lanzamiento y divulgación del
libro “Mario Galán Gómez: “Un hombre hecho por sí mismo”242
en la Casa de la Cultura de Charalá, y consigo, al reafirmar las
importancia de adquirir esa publicación en las tiendas de
artesanías en el marco de la plaza. En dicha obra se manifiesta
que el destino de Mario Galán como el de sus descendientes no
hubiese sido posible sin la protección y apoyo brindados por el
General José Santos después de concluir su quinquenio como
Gobernador de Santander.
Ante la intolerancia y exclusión sufrida por los liberales durante
y después de la regeneración a mano de los conservadores de
todas las clases y condiciones, incluidos los humildes “peseros”
(vendedores de carne) de Charalá cuya afición y deporte “era
tirarle piedra, los domingos por la tarde, a las casas de los pocos
liberales que residían en el pueblo”243, personajes respetados y
temidos como el General José Santos habían contribuido a
proteger y resguardar a los liberales perseguidos por los
conservadores más intolerantes y fanáticos a costas de su
cuestionamiento y desprestigio.
Entre ellos estuvo Januario Galán Vargas, padre de Mario
Januario Galán Rodríguez y abuelo de Mario Galán Gómez, de
quien se dice que:
El general Pepe Santos había ayudado al abuelo de mi
padre, Januario Galán Vargas, a instalarse en Charalá
luego de que tuviera que salir de Cincelada debido a una
tunda que le propinó a un matón de pueblo. Por eso

242
GALÁN SARMIENTO, Gabriel. Mario Galán Gómez: “Un hombre
hecho por sí mismo”. Bucaramanga: UIS, 2011. 185 p.
243
Ibíd. p. 33
261

Januario se volvió conservador. El general Pepe Santos


se preocupó por proteger a los liberales y por restablecer
una buena relación de los conservadores con los liberales
después de la guerra de los Mil Días, hecho que le
generó muchos enemigos dentro de los conservadores
fanáticos244.
Leyenda rosa de heroísmo y tolerancia bipartidista promovida
por los Galán quienes desconociendo la fecha de muerte de J.
Santos lo presentan anacrónicamente como el pacificador de
Charalá después de la guerra de los mil días cuando
seguramente querían hacer referencia a la guerra de 1895. Al
mismo tiempo a Gabriel Galán le resultó inevitable divulgar la
leyenda negra sobre las acciones reprochables del General José
Santos como eran la procreación y desconocimiento de hijos
naturales con humildes mujeres de Charalá y las comarcas
cercanas al igual como había sido la experiencia de su madre
con el respetado Francisco Vargas.
Además de Eduardo Pinzón245, hijo natural de Carlota Pinzón,
Mario Galán recordaba en sus memorias y semblanzas
familiares que la nodriza y responsable de sus primeros meses
de vida fue una hija natural (bastarda o ilegitima) del General
José Santos:

244
Ibíd. p. 19.
245
Don Eduardo Pinzón, natural de Charalá, casó con la señora charaleña
Salvadora Poveda. De este enlace provino doña Rosalbina Pinzón Poveda
(Charalá, 1929), quien casó con don Luis Francisco Higuera (Charalá, 1910-
Bucaramanga, 2010). Estos dos últimos procrearon a doña Teresa Lucía
Higuera Pinzón (Charalá, 1966), quien contrajo matrimonio con don Henry
León Piñeros (Charalá, 1967), padres de la familia León Higuera que se
avecindó en Bucaramanga. Información suministrada por Henry León
Higuera (Charalá, 1989), vecino de Bucaramanga e historiador profesional.
262

…una nodriza llamada Sara Aguilar, hija de una buena


mujer que prestaba sus servicios en la casa de mi abuela
materna desde hacía más de treinta años. ...Sara, según
me contó años más tarde mamá, era hija natural del
famoso General José (Pepe) Santos, charaleño, que fue
Gobernador de Santander y de Boyacá, conservador y
Ministro de Guerra en la Guerra de los Mil Días246.

246
GALÁN SARMIENTO, Gabriel. Op. Cit. p. 19
263

6. EMPRESARIOS REFORMADORES
LA FAMILIA FERRERO Y LAS REDES DE PODER ENTRE LAS
ELITES COMERCIALES AL NORTE DE SANTANDER247
“No habrá propiamente historia nacional mientras no la haya
de cada sección del país; de lo que se deduce la necesidad de
historias particulares de cada pueblo en forma de monografías.
Cuán grande será el fruto de las historias particulares, en las que se
pinten fielmente las localidades con los caracteres del pueblo y con la
expresión de sus riquezas que sirvan de guía a las corrientes de inmigración”.
(Julio Pérez Ferrero (1925). Conversaciones familiares: Introducción).

6.1 ORIGENES DEL LINAJE FERRERO


El protagonismo de Jorge Ernesto León Ferrero Atalaya como el
de su esposa, la señora Elisa Ramírez de Arellano y Bustamante,
mejor conocida como Elisa Ferrero, en la historia social,
política, económica e industrial de Cúcuta y el Norte de
Santander no es posible de comprender de no tenerse en cuenta
el papel que cumplieron en la frontera colombo-venezolana las
dos generaciones que les antecedieron, así como por la
importancia que llegaron a tener, y aún siguen teniendo, sus
descendientes como representantes de la cuarta y quinta
generación de los Ferrero en América.
La importancia de los Ferrero en la bibliografía, hemerografía e
historiografía de Cúcuta y Norte de Santander a finales del siglo

247
Informe final inédito del proyecto de investigación titulado: “Fragmentos
de Historia para el guión museológico de la Fundación Museo
Centenario Norte de Santander y Ciudad de Cúcuta”. Cúcuta: Inédito,
marzo de 2010. Proyecto de investigación financiado por la Gobernación de
Norte de Santander a través de la Biblioteca Julio Pérez Ferrero de Cúcuta y
bajo la coordinación de la museógrafa venezolana Nydia Gutiérrez.
264

XX e inicios del siglo XXI tradicionalmente se ha reducido al


papel cumplido por el pedagogo Julio Pérez Ferrero y el
gobernador Luis Febres–Cordero Ferrero, quien a su vez se
preocupó en la primera mitad del siglo XX por resaltar el
nombre y la obra de Aurelio, Emilio y Jorge Ferrero en sus
crónicas sobre Cúcuta.
Sin embargo, se ha pasado por alto cuál fue el protagonismo
empresarial que tuvo el linaje Ferrero en la construcción y
reconstrucción de San José de Cúcuta, cuáles fueron los lazos y
parentelas que conformaron en el ámbito departamental y
nacional, y especialmente, por qué las instituciones
gubernamentales de Cúcuta y Norte de Santander han
considerado necesario la creación, fortalecimiento y continuidad
de un museo sobre los orígenes de la familia Ferrero y su
impacto fronterizo desde mediados del siglo XIX, a la par de los
festejos conmemorativos del bicentenario de la independencia
colombiana.
Primera generación: Los colombianos248. El primer
miembro del linaje español de los Ferrero en América, así como
el padre y tronco de la generación de los Ferrero que nacieron
en la frontera colombo – venezolana fue Juan Francisco
Ferrero y Caballero. Descendiente de hidalgos españoles,
nació al igual que sus padres y abuelos en la Villa de Tábara en
Castilla La Vieja, población ubicada hoy en la Provincia de
Zamora cerca de la frontera con Portugal, el 13 de octubre 1782.

248
Los datos específicos mencionados a continuación son tomados del primer
tomo de la historia genealógica que hizo el médico Carlos Simeón Ferrero
Ramírez a la memoria de su padre el General Jorge Ferrero Atalaya. Dicho
estudio fue publicado como: FERRERO, Carlos S. La familia Ferrero en
Colombia y Venezuela: Noticia genealógica. Bogotá: s.n., 1973. Tomo I, 416
p.
265

Fue el cuarto hijo del segundo matrimonio (19 de julio de 1773)


de don Domingo Ferrero y Vara (1747 - 1786) con Doña
Catalina Caballero y Fincias (1756 – 1815), siendo sus
hermanos: Francisca, Alfonsa, Santiago, María y Feliciana.
Don Domingo Ferrero y Vara, fue a su vez hijo del segundo
matrimonio (1745) de Domingo Ferrero y Pérez, descendiente
de Juan Ferrero y Lorenza Pérez, con Feliciana Vara y
Ballestero de cuya relación nacieron Domingo, y luego, su
hermano Roque Ferrero y Vara.
Desde 1808, Juan Francisco Ferrero y Caballero militó en los
ejércitos de España. Primero, combatiendo a los ejércitos
franceses del Emperador Napoleón Bonaparte y su hermano el
Rey de España José I (1808 – 1814) por medio de guerrillas.
Fue vencido en el sitio de Gerona durante la defensa de
Zaragoza y llevado prisionero a Francia, quedando en la sien
izquierda de su cara una marca de todos esos sucesos de por
vida.
Considerando su avanzada edad y experiencia en el combate y
la lucha guerrillera, Juan Francisco Ferrero desistió en
consagrarse como sacerdote y aceptó la oferta de hacer parte del
ejército expedicionario que fue enviado por el rey Fernando VII
a sus reinos americanos para reinstaurar su dominio y soberanía
sobre los mismos, bajo las órdenes del brigadier general José de
Canterac y Donessan.
Alistado desde fines de 1816, fue embarcado el 19 de abril de
1817 y finalmente pisó tierras americanas en el morro de
Barcelona (Venezuela) el 19 de mayo del mismo año.
Considerado un ejército que debía prestar apoyo y auxilio en las
acciones emprendidas por el grueso del ejército de Pablo
Morillo en Venezuela, Juan Ferrero hacia parte del segundo
266

batallón del ejército de infantería de Burgos que ingresó


triunfante a Cumaná. Allí también se encontraba el médico
Manuel de Jesús Arocha, padre y tronco de ese linaje en la
frontera colombo–venezolana, especialmente de Felipe Arocha
y Quintana y todos sus descendientes nacidos en Cúcuta.
Siendo subteniente de la sexta compañía del segundo batallón de
infantería de Burgos bajo el mando del capitán Jose María Piera,
Juan Ferrero entra en combate con los insurgentes americanos
en Calabozo, Valencia y Puerto Cabello. Su desempeño en Baúl
y Calabozo ameritó su ascenso como teniente de la quinta
compañía (febrero de 1819) hasta el desenlace bélico de
Carabobo (24 de junio de 1821) que legitimó el control
republicano de los patriotas americanos sobre Venezuela y la
Nueva Granada, así como obligó a su derrotado batallón a
reagruparse en Puerto Cabello y reconformar sus cuadros de
mando al pedir la baja varios de sus oficiales. En ese contexto,
el teniente Ferrero fue ascendido al grado de capitán al mando
de la primera compañía.
Bajo las órdenes del General Francisco Tomás Morales, Capitán
General de Venezuela y Director de la Guerra, participó en la
campaña de ocupación de la costa venezolana desde Puerto
Cabello hasta la Guajira, siendo sus principales logros la toma
de Coro y Maracaibo. Las fuerzas colombianas enfrentaron la
avanzada con un ataque naval al mando del Almirante Padilla
quienes derrotaron a la escuadra española en el lago de
Maracaibo (24 de julio de 1823), cercaron a las tropas realistas
que prestaban apoyo desde Maracaibo y finalmente obligaron a
rendirse y capitular a los reductos del ejército español antes de
ser expulsados a Cuba. Entre las capitulaciones firmadas por el
gobernador español y sus oficiales (3 de agosto) estaba el
otorgar pasaportes a los militares españoles que desearan viajar
267

a Cuba o España. Sin embargo, Juan Ferrero no solicitó ese


pasaporte ni manifestó su deseo por regresar a Europa.
Las cuarenta y un acciones militares de Juan Ferrero en
Venezuela, durante seis años, fueron sustituidas en adelante por
su dedicación a la compra, traslado y venta de mercancías en el
eje comercial Maracaibo–Cúcuta desde 1823 a 1825. Tiempo
durante el cual fue apoyado en sus múltiples viajes a lo largo del
río Catatumbo por experimentados comerciantes, como fue el
caso del maracaibero Sebastián Velasco, así como fue
distinguido y aceptado entre varias de las familias de la región
como fue el caso de la conformada por Pedro Leal y Manuela
Ojeda, con cuya hija contraería matrimonio.
El 28 de mayo de 1824, Juan Ferrero casó en la Parroquia de
Santa Bárbara de Maracaibo con María Idelfonsa Leonarda Leal
de Ojeda, nacida en esa misma ciudad el primero de febrero de
1801. Leonarda se constituyó en la negociante y administradora
de la empresa familiar mientras que Juan se ocupó de la
logística y el transporte de las mismas hasta Cúcuta. A inicios
de 1826, la pareja de esposos decidió establecer su casa de
comercio en la ciudad de Cúcuta, para lo cual viajaron con todos
sus enseres y bienes instalándose en la zona comercial de la
misma, específicamente en la avenida cuarta entre calles doce y
trece en una casa arrendada, y luego comprada, a María de Jesús
Santander, viuda de Manuel García Herreros. Allí, Leonarda
continuó administrando la adquisición y contabilidad de la
empresa mercantil mientras que Juan se encargó de la
comercialización, bodegaje y traslado de las mercancías traídas
desde Maracaibo.
268

Juan y Leonarda fueron padres de catorce hijos, de los cuales


tres murieron antes de cumplir los dos años. En su respectivo
orden fueron:
Aurelio Segundo (1825 – 1878)
Luisa Arminda (1826 – 1828)
Carlos Simeón (1827 – 1901)
Virginia (1827 – 1920), hermana gemela de Carlos
María Cora (1829 – 1872)
Ignacia Sofía Almyda (1830 – 1832)
Numa Pompilio Segundo (1832 – 1909)
José Trinidad (1833 – 1910)
Josefa Matilde Enriqueta (1834 – 1918)
Juan Antonio (1835)
Juan Andrés (1836 – 1870)
Victoria de los Dolores (1839 – 1895)
Tulia (1840 – 1915) y,
Josefa Leonarda (1841 – 1889).
Después de desempeñarse como comerciante distinguido de la
ciudad y de ser nacionalizado como colombiano, Don Juan dejó
gradualmente en manos de sus hijos mayores los negocios
familiares a la par de desempeñarse en cargos públicos
honoríficos, entre los cuales estuvo ser Jefe Político del Cantón
269

de San José de Cúcuta (1840 – 1841) en representación del


partido bolivarista [o conservador]. Razón principal para que sus
hijos se emparentaran con familias de la misma adscripción
política como fue el caso de los Atalaya y González, así como
su credo político los obligó a ocultarse en lugares diferentes a
Cúcuta durante las guerras civiles lideradas o vencidas por los
liberales, seguidores de las ideas santanderistas.
El combate de Cúcuta propiciado por el ejército conservador del
General Leonardo Canal contra un destacamento liberal en la
guarnición de San José (27 marzo 1859) causó una herida
accidental a don Juan, la cual precipitó su muerte el 31 de marzo
de 1859. Doña Leonarda murió un lustro después (29 octubre de
1865), rodeada de sus hijos y nietos.
Segunda Generación: Los cucuteños. Los hijos de la
primera familia Ferrero que se constituyó en la frontera
colombo-venezolana continuaron el legado de alianzas
familiares de tipo socioeconómico y político-ideológico
iniciadas por Juan Ferrero a través de las uniones matrimoniales,
así como los primeros hijos nacidos en suelo colombiano se
constituyeron en ciudadanos protagonistas de la historia
empresarial, artística y militar de la provincia de Cúcuta.
La diferencia de edad entre los hijos mayores y los hijos
menores de la familia Ferrero Leal era de dieciséis años, lo cual
representó que los primogénitos hicieran parte de los cambios
socioculturales y político-administrativos de Cúcuta durante la
conflictiva primera mitad del siglo XIX. A los menores, a la par
de los sobrinos y nietos, les correspondió ser orientados y
preparados para la vida comercial y política ya no por sus
envejecidos padres sino por sus hermanos mayores, quienes se
hicieron cargo de los negocios familiares y de la representación
270

política de la familia a lo largo de la frontera. Sin contar los tres


hijos que murieron antes de los dos años (Luisa, Ignacia y Juan
Antonio), así como los cinco hijos que murieron solteros y sin
descendencia (María Cora, Numa, Josefa Matilde, Tulia y Josefa
Leonarda), el linaje Ferrero fue continuado por la descendencia
de cuatro hijos (Aurelio, Carlos, José Trinidad, Juan Andrés) y
dos hijas (Virginia, Victoria) restantes.
Aurelio Segundo, nacido en Maracaibo y formado en
Mérida, dedicó su vida al transporte y comercialización de
mercancías desde la isla de Santo Tomás en el Lago de
Maracaibo hasta Cúcuta. También fomentó la dramaturgia, para
lo cual conformó con sus hermanos y hermanas mayores, así
como con los hijos e hijas de las familias copartidarias de la
ciudad, un grupo de teatro que desde 1847 realizó
representaciones públicas y privadas a nombre del “Instituto
Dramático”. El cual estuvo ubicado cerca al Hospital de la
ciudad.
En 1852 contrajo matrimonio con Dolores Gallardo y
Díaz, natural de Cúcuta, así como continúo su dedicación a las
empresas comerciales al apoyar la continuidad de las bodegas
del Puerto de los Cachos, el seguimiento a las consecuencias de
la guerra contra la dictadura del General José María Melo al ser
algunos cucuteños participes de la misma, su elección como
miembro del Cabildo Municipal y la reorganización del Instituto
Dramático. Ante la muerte de su esposa (1862) y de su madre
(1865), aunado a quedar a cargo de cinco hijos vivos, decide
casarse a finales de 1866 con Cristina Troconis Andrade, natural
de Mérida. Fue elegido presidente del Cabildo municipal (1867)
y murió en 1878 después de perder bienes y parte de sus
familiares durante el terremoto de 1875.
271

Los hijos del primer matrimonio de Aurelio fueron: Ana


(1853 – 1855); Carlos (1854 – 1991) quien fue abogado
graduado en Oxford y alcalde de Cúcuta; María de las Mercedes
(1856 – 1929) quien fue esposa y madre de la descendencia de
Lucio Febres Cordero; María Armira ((1857 – 1907) quien
murió soltera; Luisa Almida (1859 – 1899) también murió
soltera; Juan (1861 – 1929) quien casó con Felisa Lemus Roca
y, Aurelio (1862 – 1863). Los hijos del segundo matrimonio
fueron: María Cora (1867 – 1917) quien murió soltera; Virginia
Fulgencia (1870 – 1871); Tulio Luis (1871 – 1875), Tulio (1875
– 1955) quien casó con su prima Emilia Ferrero Benitez;
Aurelio (1878 – 1954) y, Emilio (1873 – 1944) quien casó con
Ana Mercedes Tovar Lemus (1913).
María Virginia, hermana gemela de Carlos Simeón
recibió la educación artística y estética propia de las señoritas de
su tiempo, hizo parte del Instituto Dramático de sus hermanos y
se casó con el Cónsul de Venezuela en Cúcuta, Domingo Pérez
y Pérez. Personaje que era reconocido por ser el comerciante
que introdujo y transportó desde Maracaibo a Bogotá productos
novedosos como el piano (1845), la máquina de coser (1860),
así como promovió la construcción del camino carreteable de
“San Buenaventura”. El cual fue trazado desde Cúcuta hasta el
Puerto fluvial de los Cachos.
Sus hijos fueron: Juan Luis (1848 – 1871), primer nieto
de Juan Ferrero en América quien se desempeñó como
comerciante y pedagogo, así como casó con su prima Olivia
Garbiras Ferrero; Julio Augusto (1853 – 1927) quien casó con
Ana Hernández y fue un distinguido literato, pedagogo,
concejal, diputado, congresista y secretario de instrucción
departamental; María Elvira (1854 – 1921) quien casó con José
Rafael Unda Troconis; Hernán (1855 – 1918) quien murió
272

soltero; Albertina (1858 – 1929) quien se consagró como la


monja dominica María Josefina; José (1859); Oscar (1861 –
1938) quien casó con Elvira Lindarte después de participar
como general conservador en la guerra de los mil días bajo el
mando de su primo el general Jorge Ferrero Atalaya, así como
ocupó varios cargos públicos en los departamentos de Santander
y Norte de Santander y, Virginia (1863 – 1864).
José Trinidad se integró desde muy joven a los
negocios de sus padres y hermanos, así como participó en el
Instituto Dramático conformado por sus hermanos mayores. Fue
un militante conservador permanente al igual que sus hermanos
mayores, de allí que firmara las actas públicas en contra de la
dictadura de Melo, así como participó en la toma del General
Leonardo Canal a la guarnición militar de Cúcuta (1859), hecho
que causó la muerte de su padre.
Fue elegido en varias ocasiones para hacer parte del Cabildo de
Cúcuta, especialmente durante los períodos en que se decidió el
destino del camino carretero y el ferrocarril de Cúcuta. También
fue miembro de la Junta Administradora del ferrocarril de
Cúcuta hasta Puerto Villamizar, a lo cual se sumó el trabajo
mancomunado con su hermano Numa y sus sobrinos Aurelio,
Emilio y Tulio por construir la capilla de San Antonio y crear la
seccional cucuteña de la Sociedad de San Vicente de Paúl,
fundada en Bogotá desde 1857.
José Trinidad se casó con la viuda de su hermano Juan Andrés,
Micaela Benítez Luengo (1876), siendo sus hijos: Emilia
Vicenta (1877 – 1951) quien casó con su primo Tulio Ferrero
Troconis; Sofía (1878 – 1961) quien casó con su primo José
Rafael Unda Pérez; Rafael Santiago (1880 – 1946); María
Concepción ( 1882 – 1914) quien casó con Eugenio Sandoval
273

Sosa; Carlos Manuel (1884 – 1918) quien murió soltero; David


Bruno (1885 - ?) quien casó con Paulina de la Hoz; José Ramón
(1887 - ?) quien murió soltero; Sixta María (1889 – 1991) y,
María Josefina (1892 – 1948) quien casó con el inmigrante
Jorge Op-dnbosh.
Juan Andrés fue distante a las actividades dramáticas y
comerciales de sus hermanos aunque participó en los hechos
políticos en los que la familia hizo presencia o firmó
documentos a favor de las causas conservadoras. Se casó con
Micaela Benítez Luengo (1864), la “perla del lago de
Maracaibo”.
Juan Andrés murió seis años después dejando a Micaela con
cuatro hijos, los cuales fueron auxiliados por sus familias
respectivas hasta que en 1876 Micaela decide casarse con el
hermano de su esposo, Juan Trinidad. Fueron hijos sin
descendencia de Micaela y Juan Andrés: Virginia (1864 – 1894)
quien casó con Darío Anselmi; Leonarda (1866 – 1872); Saúl
(1868 – 1918) quien casó con Mina Moller y, Aurelio Segundo
(1870 – 1915) quien fue coronel en la guerra de los mil días,
cofundador de la Sociedad de San Vicente de Paúl y casó con
Lucrecia Torres.
Victoria de los Dolores al igual que sus hermanas fue cultivada
en las artes musicales y dramáticas que caracterizaron a los
miembros femeninos de su familia, a la par de la participación
en los negocios comerciales de la familia. Casó con el
comerciante y pianista Sebastián Garbiras Añez (1857), natural
de Maracaibo, quienes el día que Juan Ferrero fue herido de
muerte tuvieron la alegría de recibir el par de gemelos que se
había predestinado que nacerían antes que el patriarca de los
274

Ferrero se quedará sin habla. Esos niños fueron bautizados


como Juan y Carlos, en honor a su padre y hermano.
Fueron hijos de Victoria: Olivia (1857 – 1890) quien casó con
su primo Luis Pérez Ferrero y luego con Carlos Jácome; Juan
(1859 – 1897) quien casó con Eulogia Armas Garbiras; Carlos
(1859 – 1938) quien casó con Rosa Roca Castilla; Sara (1861 –
1875) quien murió durante el terremoto de Cúcuta y; Victoria
(1863 – 1926) quien casó con el General de la guerra de los mil
días José Agustín Berti Aranda.
Carlos Simeón, gemelo de Virginia, nació en la ciudad
de Cúcuta el 31 de diciembre de 1827, estuvo a cargo del
negocio familiar de artículos metálicos que sus padres le
adjudicaron mientras su hermano Aurelio estudiaba en
Pamplona y Mérida. Con el capital y prestigio obtenidos
continuó incursionando en el mercado de compra, traslado y
venta de artículos demandados por los comerciantes de
Pamplona, Socorro y Tunja.
Hizo parte del Instituto Dramático que Aurelio estableció con
ayuda de sus hermanos en la ciudad, el cual fue clausurado con
la guerra ocasionada por la dictadura de J. Melo en Santafé
(1854). Situación que motivó al joven conservador a integrarse
con otros copartidarios al Batallón Santander que marchó hasta
Cundinamarca a combatir a los militares golpistas y a reducir a
las sociedades democráticas liberales que los apoyaban.
Al retornar victoriosos, el Instituto volvió a ser reorganizado
(1855). Carlos fue nombrado alcalde del Distrito de San José
(1856) teniendo el honor de informar el arribo al puerto de los
Cachos del buque “Mérida”, primer barco de vapor comercial
venido desde Maracaibo (25 octubre). Así se culminaba el
esfuerzo de su padre, hermano mayor y demás comerciantes por
275

tener un circuito vial y comercial propio para la ciudad de


Cúcuta a través del río Zulia. Por su gestión empresarial y los
logros alcanzados en el desarrollo de la municipalidad volvió a
ser elegido como alcalde en 1857.
En 1858, sin abandonar su accionar político y aprovechando la
coyuntura comercial que vivía la ciudad, el negocio familiar
administrado por Carlos es ampliado al asociarse su prestigio e
infraestructura local al capital y redes comerciales del
inmigrante Juan Antonio Spanocchia, dando así origen a la
sociedad comercial Spanocchia & Ferrero.
La guerra de 1859 propiciada por los conservadores
pamploneses en su reacción a la creación del Estado de
Santander y las decisiones radicales tomadas por los liberales en
el poder, llevó a que el general Leonardo Canal invadiera
Cúcuta con un ejército de 400 hombres con el fin de atacar la
guarnición militar del ejército liberal. Esa misión fue apoyada
desde adentro por los conservadores locales, entre los cuales
estaba Carlos y su hermano Trinidad. Escaramuzas a las que
siguieron su participación directa en las guerras que definieron
la consolidación del Estado Soberano de Santander y los
Estados Unidos de Colombia.
Llegado a su edad productiva, ideológica y física más adulta,
Carlos decidió contraer matrimonio en San Antonio del Táchira
(24 de febrero de 1865) con Carmen Santiaga Atalaya
Rodríguez, hija del próspero comerciante marabino Juan
Atalaya. Don Juan al igual que el patriarca Juan Ferrero había
sido un militar español llegado con los ejércitos expedicionarios,
se radicó en Maracaibo y constituyó una red comercial entre
Maracaibo y Bogotá al emparentar a su familia con familias de
276

comerciantes de origen español o marabino residentes en


Cúcuta, San Cristóbal, Chinácota y la capital de Colombia.
La llegada al mundo de sus primeros hijos motivó a Carlos a
comprar en 1869 la hacienda “El caney” en Chinacota, donde se
radicó con su familia al optar por dedicarse al cultivo y
comercialización de café. Esa hacienda se constituyó en refugio
para todos los miembros de la familia Ferrero al resguardarse en
ella durante los meses posteriores al terremoto de Cúcuta (o de
los Andes) de 1875. Al retornar con sus familiares a Cúcuta,
contribuyó en la reconstrucción de la ciudad, fue miembro del
Cabildo municipal en varias ocasiones y conformó la junta
directiva del Ferrocarril de Cúcuta que transformó el camino
carretero al puerto de los Cachos en un camino férreo,
desempeñándose específicamente como Secretario y Tesorero
de esa sociedad.
Con la muerte de su esposa (2 de abril de 1896) y su avanzada
edad, el manejo de la hacienda y la casa comercial familiar
pasaron a manos de sus hijos, hermanos y sobrinos, así como
fue liquidada la sociedad comercial Spanocchia & Ferrero al
decidir los hijos mayores de la familia la constitución de la
sociedad comercial Ferrero & Bousquet, al aliarse con el
comerciante francés Francisco Bousquet.
La importancia de esas sociedades comerciales entre europeos y
colombo-venezolanos, especialmente entre las redes familiares y
las elites comerciales asociadas con los Ferrero, fue exaltada por
los funcionarios a los que se delegó componer los primeros
277

estudios sistemáticos sobre la historia y la geografía de Cúcuta y


Norte de Santander a mediados del siglo XX 249.
La vida de Carlos Simeón culminó el 18 de octubre de 1901
dejando como descendencia a:
María Antonia Rufa (1865 – 1944), quien casó (1883)
con el general de la guerra de los mil días, jefe político y
militar de Santander y, presidente de la República de
Colombia (1909 – 1910), Ramón González Valencia con
quien tuvo como hijos a: Candida Alicia Josefa (1889 –
1914) casada con Gustavo Canal; Gualberto Susana del
Carmen (1891-1917) quien murió soltera; Carmen (1896
-1924) casada con Fernando Daza; Matilde (1897 –
1901); Rafael (1898 – 1960) casado con Gertrudis
Camargo; Margarita (1905 – 1944) quien fue monja de
las madres del Sagrado Corazón; Carlos (1905 - ?)
casado con Cecilia González y; Matilde (1907 - ?)
casada con Miguel Serrano.
Leonardo Andrés (1867 – 1934), murió soltero.
María del Rosario Jacinta (1869 – 1871), murió siendo
infante.

249
MARCIALES TORRES, Miguel. Geografía histórica y económica del
Norte de Santander. Bogotá. Ed. Santafé – Contraloría del Norte de
Santander, 1948. T. I, P. 492. (Obra iniciada en cumplimiento de la
ordenanza 18 de 1945 por la Contraloría, asignada al autor de acuerdo a un
plan previo de carácter nacional y publicada finalmente durante el mandato
del Contralor General del Departamento de Norte de Santander: Jacinto
Rómulo Villamizar Betancourt).
278

José Guillermo Catalino (1871 – 1937) quien murió


soltero y,
Jorge Ernesto León (1873 – 1964), general de la guerra
de los mil días y reconocido político conservador que
casó con Elvira Ramírez (1906). De esa familia nacieron
Carmen Sofía, Carlos Simeón, Ana Helena, Luis José y
Antonia Rufa.
Tercera generación: Los Nortesantandereanos. De los
nietos del linaje de Juan Ferrero en América los más
distinguidos y reconocidos en la historia de Cúcuta y Norte de
Santander han sido el político y funcionario judicial Emilio
Ferrero Tronconis, el comerciante y pedagogo Julio Pérez
Ferrero, el general y funcionario público Oscar Pérez Ferrero y,
el general y funcionario público Jorge Pérez Atalaya. Siendo
éste último el objeto central de estudio, quien fue directa e
indirectamente influenciado por el accionar político y el rápido
ascenso burocrático de su primo Emilio.
Julio Pérez Ferrero. Su nombre y apellidos han sido
inmortalizados al nombrarse la Biblioteca departamental de
Cúcuta como “Julio Pérez Ferrero”. Nombres que hacen
homenaje y reconocimiento a sus acciones y logros en pro del
desarrollo cultural, educativo, ferroviario e intelectual de la
ciudad durante el medio siglo de reconstrucción urbana,
posterior al terremoto de 1875.
J. Pérez Ferrero (1851 – 1927) hizo parte de la Junta
Reconstructora de la ciudad y de la Junta constructora del
Ferrocarril a Puerto Santander, así como fue secretario de
instrucción de Santander, miembro del Concejo Municipal,
personero y alcalde municipal. También fue el primer presidente
de la Junta directiva de la primera Asamblea Departamental de
279

Norte de Santander en 1910, electo como Representante a la


Cámara por el departamento recién creado, secretario de
educación, prefecto de la Provincia de Cúcuta, promovió la
reconstrucción del hospital de caridad, y consigo, promovió la
llegada de la orden educadora y hospitalaria de las hermanas de
la presentación.
Si bien su desempeño político y gubernamental fue muy
destacado, tradicionalmente se le ha reconocido y exaltado por
su ejercicio docente en Pamplona al fundar el Liceo Católico en
el edificio del colegio de los jesuitas, el cual fue derrumbado
para construir la plaza de mercado, regentó el colegio provincial
(1915 – 1917). Fue profesor de literatura del Seminario y de los
colegios públicos y privados que requerían sus servicios, así
como promovió el establecimiento de la Biblioteca
Departamental “Puente de [la Batalla] de Boyacá” (1919).
Biblioteca que fue renombrada en su honor al morir en 1927, así
como fue adecuado el edificio del hospital que J. Pérez Ferrero
contribuyó a reedificar y reconstruir para que en el funcionara
su principal aporte cultural a la ciudad.
Nacido en Cúcuta y casado con Ana Hernández, su
familia estuvo constituida por catorce hijos quienes se
constituyeron en los miembros más representativos y respetados
de la exitosa y poderosa tercera generación de la familia Ferrero
al desempeñarse algunos de ellos como obispo, gobernador,
empresario, religioso, militar, académico, alcalde, etc. Los
recuerdos sociales, familiares y personales de J. Pérez Ferrero
sobre la sociedad cucuteña, antes y después del terremoto de
1875, así como sobre el proceso de reconstrucción de la ciudad
durante medio siglo fueron expresados y publicados en 1925 a
través de la obra “Conversaciones familiares”, texto
280

imprescindible para hacer memoria sobre Cúcuta y promover la


identidad histórica entre los cucuteños.
Emilio Ferrero. Reconocido y respetado por su
desempeño en todas las facetas de la vida pública y privada de
Norte de Santander, Emilio Ferrero fue presentado en mayo de
1925 por el periódico “El Trabajo”, al conmemorarse el
cincuentenario del terremoto de Cúcuta, de la siguiente manera:
<<…figura prominente del partido conservador, jurisconsulto
muy distinguido, ex-ministro del despacho del ejecutivo, hijo
conspicuo del Norte de Santander y quien en su corazón cultiva
siempre el recuerdo de esta tierra donde se meció su cuna y a la
cual dedica el hermoso artículo que a continuación
insertamos>>250.
Nació en Cúcuta, estudió en la escuela de San Antonio del
Táchira, el Seminario Mayor de Nueva Pamplona y el Colegio
Mayor de Nuestra Señora del Rosario de Bogotá a falta de
escuelas y colegios en Cúcuta después del Terremoto de 1875.
Apadrinado por Ramón González Valencia se graduó en
derecho en la Universidad Nacional (1897). Su trabajo de grado
se tituló “La noción del cambio y las letras de cambio” mediante
el cual reafirmaba sus orígenes mercantiles, así como fue
nombrado Juez de su ciudad natal al regresar a la misma dos
años después.
Sirvió a la causa conservadora durante la guerra de los mil días
al actuar desde el servicio civil como secretario y amanuense del
General Ramón González Valencia. Sus primos Oscar y Jorge
hacían lo propio desde el servicio militar efectivo al actuar

250
FERRERO, Emilio. Cincuentenario de una catástrofe (1925). En:
FEBRES – CORDERO, Luis. El terremoto de Cúcuta (1925). Bogotá: Banco
Popular, 1975. P. 353 - 356
281

como generales bajo el mando de quien sería el primer


nortesantandereano en llegar a la presidencia de Colombia.
Culminada la guerra, Emilio Ferrero asumió la reconstrucción
de las provincias de Santander al servir como Secretario de
Hacienda, así como fue elegido representante al Congreso
nacional en representación de Cúcuta a partir de 1904.
Declarada su pública oposición al régimen dictatorial del
general Rafael Reyes fue apresado y desterrado a los Llanos
orientales. Al ser liberado, retornó a su tierra natal para ejercer
como abogado comercial y líder cívico conservador a cargo de
las sociedades católicas y filantrópicas en las cuales
participaban muchos de los miembros de la familia Ferrero.
En ese contexto, la relación de E. Ferrero con la memoria,
reconstrucción y proyección de la ciudad se hizo manifiesta al
corresponderle el honor y derecho de hacer el discurso con el
cual se inauguró el templo mayor de la ciudad (5 de noviembre
de 1905), tres décadas después de su destrucción y a tres lustros
de su reconstrucción. A través del mismo manifestó sus
experiencias antes, durante y después del terremoto que sepultó
y dejó en ruinas a la ciudad de Cúcuta y sus alrededores (17 de
mayo de 1875), así como sus argumentos de reconstrucción y
progreso futuro procuraban denotar su condición de católico
practicante y conservador militante251.
El Dr. Emilio Ferrero fue nombrado por el presidente de la
República de Colombia, General Ramón González Valencia,
como gobernador del Departamento de Cúcuta. Tomó posesión
ante el presidente del Concejo de Cúcuta, general Virgilio Barco
Maldonado, el 12 de agosto de 1909. Permaneció 250 días como
gobernante departamental hasta que renunció el 9 de abril de
251
FERRERO, Emilio. El templo de Cúcuta (1905). En: Ibíd. P. 246 - 250
282

1910 con el fin de cumplir con sus obligaciones como diputado


del Departamento ante la Asamblea nacional.
El Departamento de Cúcuta había sido creado por el Presidente
de la República R. Reyes al expedir la ley 1º del 5 de agosto de
1908 mediante la cual fragmentaba el antiguo estado y
departamento de Santander en los departamentos de San Gil
(Galán), Bucaramanga y Cúcuta. Sin embargo, con la caída del
régimen del General R. Reyes y el ascenso al poder de su
vicepresidente, el General nortesantandereano Ramón González
Valencia, las leyes sobre fragmentación territorial del país en
nuevos departamentos fueron derogadas (ley 65 de 1909), la
República volvió a dividirse en los departamentos dispuestos
por la Constitución de 1886 y se ordenó reorganizar política y
administrativamente los departamentos como estaban el 1 de
enero de 1905 a partir del 1 de abril de 1909.
La restitución del orden preexistente se dio paralelamente a la
elección y posesión de los diputados elegidos para conformar la
Asamblea Nacional que debía reformar la constitución y
reorganizar el país después de caer el régimen dictatorial de R.
Reyes. De tal manera, el Dr. Emilio Ferrero al obtener
electoralmente una de esas diputaciones en nombre del partido
conservador, renunció a su cargo como gobernador y se marchó
a Bogotá en donde gracias a su número de electores, prestigio y
el apoyo directo del presidente R. González Valencia fue
elegido como Presidente de esa corporación legislativa para
reconstituir la Nación con una reforma constitucional que
subsanaba lo dispuesto y actuado por el General R. Reyes.
Contando con el apoyo del presidente de la República y el
presidente de la Asamblea representativa de la rama legislativa
del país, E. Ferrero y los demás diputados provinciales de
283

Santander en Bogotá aunado al apoyo de los líderes


conservadores en su condición de gobernantes municipales o
empresarios influyentes de los gremios socioeconómicos de la
provincia de Cúcuta, lideró el proceso de solicitud, diseño,
gestión y discusión de un proyecto de ley mediante el cual se
promovía el desarrollo autónomo de las provincias de la región
marabina santandereana. Para ello, concebían necesario
concentrar esfuerzos gubernamentales y fiscales específicos en
la cuenca del Catatumbo a través del desarrollo vial, comercial y
fronterizo promovido desde la ciudad de San José, se reclamaba
reestablecer el departamento de Cúcuta, y consigo, se pidió
fragmentar el Departamento [y antiguo estado federal] de
Santander al unirse las provincias que estaban al norte del
mismo (Pamplona, Cúcuta y Ocaña) como el Departamento de
Norte de Santander.
Después de cumplir los debates legislativos de rigor presididos
por E. Ferrero y contando con el respaldo del gobierno nacional
representado por R. González, ese proyecto fue decretado,
aprobado y ejecutado como la ley 25 del 14 de julio de 1910.
Ley cuyos efectos socioculturales, ideológicos y simbólicos
empezaron a ser visibles durante los desfiles, discursos, arengas
y proclamas públicas de celebración del centenario de la
independencia nacional en cada una de las nuevas capitales
departamentales (Cúcuta y Bucaramanga) de Santander y Norte
de Santander desde el 20 de julio del mismo año.
Emilio Ferrero también fue responsable de posesionar en
nombre de los nortesantandereanos que se habían opuesto y
sustituido el régimen de R. Reyes al Presidente de la República
Carlos E. Restrepo. Mandatario que se propuso dar continuidad
a la restitución del orden democrático e institucional iniciado
284

por los presidentes ejecutivo (R. González Valencia de Ferrero)


y legislativo (E. Ferrero) del país reformado.
Aunado a lo expresado, E. Ferrero también se constituyó en un
funcionario público ejemplar a inicios del siglo XX, quien
ocupó los más altos cargos dispuestos para un ciudadano
colombiano de acuerdo a sus calidades y conocimientos
profesionales, así como por su afinidad con la hegemonía
conservadora. Entre esos cargos estuvieron: Secretario
presidencial del General Ramón González Valencia (1910),
Magistrado de la Corte Suprema de Justicia (1910 – 1914);
Ministro de Instrucción Pública, Gobierno y Relaciones
Exteriores; Delegado y dirigente departamental y nacional del
partido conservador, así como desistió a nombramientos como
Embajador o a ocupar sillas ‘vitalicias’ como congresista.
En sus últimos años de vida se desempeñó como experto
abogado en el campo del derecho comercial dejando de esa
experiencia laboral varios estudios sobre seguros comerciales y
comentarios sobre cambios jurídicos252. Así mismo organizó la
biblioteca jurídica del Tribunal Superior de Cúcuta, la cual fue
renombrada en su honor al morir en 1967. A mediados del siglo
XX, el nombre de Emilio Ferrero hacía ya parte del grupo de
nortesantandereanos ilustres que reflejaban la superioridad y el
espíritu liberal y progresista de su “raza”.
Los comisionados y redactores de la “Geografía histórica y
económica de Norte de Santander”, encabezados por Miguel
Marciales, exaltaban el nombre de E. Ferrero al concluir su
análisis sobre el híbrido racial (indios motilones y chitareros,
españoles puros y mestizos, negros y gitanos, inmigrantes

252
MARCIALES, Miguel. Op. cit. P. 433
285

europeos) que daba sentido a la entidad étnica denominada


nortesantandereanos. En particular manifestaban:
La raza nortesantandereana, cuya historia apenas
comienza, ha dado sin embargo a la república grandes y
eximios varones: Francisco de Paula Santander, José
Eusebio Caro, Leonardo Canal, Guillermo Quintero
Calderón, Ramón González Valencia, Emilio Ferrero,
los Villamizar Gallardo, etc., etc. Todos hombres de
tesón e inteligencia. A medida que se acelera el proceso
de homogenización étnica, el Norte de Santander está
llamado por su posición geográfica y el ulterior
desarrollo minero y agrícola (en las tierras bajas, aún
vírgenes) a ocupar un puesto directivo en el concierto
nacional. Toca a sus hombres el saber aprovechar el
territorio que la suerte les ha deparado y el saber
proteger el elemento humano contra las inclemencias del
medio y contra las crisis de adaptación253.
Sobre la vida y obra de Emilio Ferrero, su hijo Daniel Ferrero
Tovar publicó en 1967 en la Gaceta Histórica (Año XXX, No.
64 – 65, 1965 – 1967) del Centro de Historia del Norte de
Santander un “estudio bibliográfico del Dr. Emilio Ferrero”
como parte de los homenajes realizados a su destacado
desempeño político, judicial y administrativo en Norte de
Santander y Colombia. Homenajes entre los cuales se realizó la
inauguración de la Biblioteca Jurídica Emilio Ferrero (5 abril
1967), compuesta por obras de derecho y legislación donada por
los miembros de la familia Ferrero Tovar, a la cual se sumó una
colección de obras jurídicas venezolanas donadas por el
ingeniero venezolano Carlos Luis Ferrero Tamayo.

253
Ibíd. P. 206
286

6.1.1 JORGE ERNESTO LEÓN FERRERO ATALAYA.


Nació el miércoles 20 de febrero de 1873 en la hacienda El
Caney, en Chinácota, propiedad de su padre Carlos Ferrero.
Tuvo como padrinos a su tío Trinidad Ferrero y a su prima
Elvira Pérez. La instrucción en primera letras, así como el
cumplimiento del sacramento de la confirmación, fue realizada
en San Antonio del Táchira. Posteriormente estudió en el
Colegio de San José de Pamplona en compañía de su hermano
Guillermo y realizó estudios avanzados en el Seminario
Diocesano de la misma ciudad254.
Su vida profesional se dividió entre la vida militar, la vida
política y la vida como administrador de empresas y rentas
públicas. Su vida privada y familiar estuvo directamente
relacionada con la administración del hogar y la familia que
logró su esposa Elisa Ramírez.
Sus primeras experiencias profesionales fueron obtenidas al
participar indirectamente en las guerra civiles bipartidistas en
las que estuvieron involucrados los miembros de su familia
paterna, al ser empleado como vendedor y administrador de la
casa comercial Stenfoff y Cía. de Cúcuta en 1894, miembro del
Cabildo de Cúcuta en 1897 al vencer la lista conservadora
encabezada por Virgilio Barco y Erasmo Meoz, así como fue
tesorero del Ferrocarril de Cúcuta entre 1898 y 1899.
Renovando generacionalmente y reemplazando a sus tíos y

254
Los datos expresados a continuación son tomados del segundo tomo de la
historia genealógica que hizo el médico Carlos Simeón Ferrero Ramírez a la
memoria de su padre el General Jorge Ferrero Atalaya y su madre Elisa
Ramírez. Dicho estudio fue publicado como:
FERRERO, Carlos S. La familia Ferrero en Colombia y Venezuela: Noticia
genealógica. Bogotá: s.n., 1973. Tomo II, P. 19 - 128.
287

primos descendientes del linaje Ferrero, quienes habían ocupado


esas mismas funciones públicas durante las décadas anteriores.
Vida militar. Jorge Ferrero se inició en la vida castrense con las
primeras batallas de la guerra de los mil días en Santander (19
de octubre de 1899), para ello se enlistó en la “Columna
Cúcuta” formada por los jóvenes de las familias conservadoras
más reconocidas y comprometidas con la causa oficial. Fue
adscrito y reconocido por su experiencia, servicios y
conocimientos previos con el grado de capitán de la primera
división del ejército conservador, así como pasó a servir
directamente bajo el mando de su cuñado, el general Ramón
González Valencia, quien se había casado desde 1883 con su
hermana María Antonia Rufa.
Al ser derrotados en Peralonso (diciembre de 1900) huye a
Venezuela, conforma una guerrilla conservadora que opera
contra los liberales desde la fronteriza población de Herrán, y
finalmente, es reincorporado al ejército conservador en la
tercera división al mando de R. González Valencia.
El triunfo de la tercera división en la batalla de Palonegro (15
mayo de 1900) conlleva a su ascenso a Coronel (3 junio 1900),
así como sus hazañas y victorias en la batalla de Cúcuta (16
julio de 1900) y el Rosario (11 y 12 diciembre de 1900) como
parte de la décima división propician su ascenso a General.
Grado militar que le condicionó a aceptar ser nombrado Jefe
Civil y Militar de su natal Provincia de Cúcuta hasta el 10 de
septiembre de 1901, fecha desde la cual fue designado como
Jefe del Estado Mayor de la sexta brigada del ejército del norte.
El 25 de enero de 1902 fue ascendido a comandante de la sexta
brigada y se le asignó a su primo, el general Oscar Pérez
Ferrero, como su ayudante. Su tarea principal fue la de asegurar
288

y combatir a los rebeldes liberales a lo largo del río Magdalena,


desde la Provincia Ocaña hasta la de Barranquilla. Estando en la
costa atlántica se le informó que su brigada pasó a constituirse
en la sexta división, así como debía unirse a la segunda división
para conformar el ejército expedicionario que debía vencer y
pacificar las provincias de Panamá y el Caribe al mando de los
insurrectos liberales. Al enfrentar las tropas del coronel liberal
Ramón Buendía en Bocas del Toro (27 abril 1902), recibió un
disparo de rifle Mauser en la cara “…entrándole la bala por la
nariz, atravesándole la base del cráneo y saliendo el proyectil
por la oreja izquierda”255.
Mientras el general J. Ferrero recuperaba su salud en Panamá,
los liberales firmaron la paz en el buque almirante Wisconsin
(21 noviembre 1902) con lo cual fueron finalizadas las
operaciones militares en el caribe, los militares y tropas fueron
licenciadas, así como los combatientes retornaron a sus
provincias de origen mientras que los oficiales conservadores al
ser los vencedores del conflicto fueron nombrados o elegidos
para ocupar los cargos y las representaciones del Estado
nacional, departamental y municipal.
Vida cívica y empresarial. Al regresar y reencontrarse en su
provincia natal con sus familiares y recuperado de sus heridas
de guerra, el general J. Ferrero fue nombrado Administrador de
la Aduana de Cúcuta, cuyo cargo ocupó hasta 1912 al optar por
conformar una vida familiar nuclear al contraer matrimonio y al
iniciar formalmente su vida política al someterse a la elección
partidista y popular.
La prestigiosa condición de general victorioso y miembro de
una de las familias conservadoras más prestantes de la provincia
255
FERRERO, Carlos. Op. Cit. Tomo II, P. 25
289

le condicionó a aceptar su nombramiento honorífico como


miembro de las comisiones encargadas de recibir con honores a
la esposa del presidente venezolano General Cipriano Castro, al
nuncio apostólico Francisco Ragonessi y a los obispos que
llegaban hasta Cúcuta. Conformó la Junta Directiva de la
Sociedad de San José y administró la tesorería de las obras
parroquiales asociadas con el templo de San José. Hizo parte de
las juntas y comisiones conformadas para realizar los festejos
del centenario de la independencia, para celebrar la creación del
Departamento de Cúcuta y para festejar el nombramiento de su
primo Emilio Ferrero como uno de sus primeros gobernadores.
Su principal dedicación como general en retiro estuvo asociada
con la administración de los recaudos aduaneros asociados con
el movimiento mercantil propiciado por el Ferrocarril de Cúcuta
y el paso de mercancías en la frontera colombo-venezolana.
Para ello ordenó diseñar planos para ampliar el edificio y el
depósito de mercancías de esa institución en la céntrica zona
comercial de Cúcuta, así como en las bodegas fluviales.
Los crecientes resultados obtenidos por J. Ferrero se
evidenciaron meses antes de su retiro en 1909, y muy a pesar de
las prácticas de ilegalidad y contrabando fronterizo e
interprovincial, con cifras como las siguientes: “Importación:
892 toneladas de mercancías con un impuesto de $ 187.587,59
pesos; Exportación: 99.057 bultos de café por $ 713.738 pesos;
4.369 bultos de cueros de res por $ 9.098,50 pesos; además: 14
bultos de tabaco, 13 de caucho, 3 de sombreros de jipa y un
bulto de cueros de chivo”256.
Por tener responsabilidades correlacionadas, el Administrador
de la Aduana fue nombrado miembro de la Junta del Ferrocarril
256
Ibíd. P. 43
290

de Cúcuta, así como fue nombrado miembro (11 junio 1911) de


la Junta organizadora del ferrocarril al Magdalena con el cual se
proyectaba extender la red férrea capitalina desde Cúcuta hacia
Ocaña.
Al reincorporarse como Administrador de la Aduana de 1914
hasta 1919 contribuyó en la creación de la Cámara de Comercio
de Cúcuta (18 de noviembre de 1915), así como rescató (17
julio 1915) y presidió la Junta para la construcción del
ferrocarril del Magdalena al promover una ley para tal fin por el
Congreso nacional. Proyecto que fue finalmente rechazado y
archivado al centrarse los intereses de la Nación en la conexión
del ferrocarril de Cúcuta con el de la sabana cundiboyacense a
través de Pamplona y Tunja. Derrotado por el conservatismo
nacionalista, sus proyectos como administrador aduanero y
concejal miembro de las juntas ferroviarias del Departamento
quedaron nuevamente postergados y condicionados a su
accionar futuro.
En ese contexto político, su vida pública se orientó a la
administración de instituciones de servicio social financiadas
por comerciantes copartidarios como fue el caso del Hospital de
San Juan de Dios al ser elegido, nombrado y reconocido por el
concejo municipal de Cúcuta como su síndico desde 1919 hasta
1926. Así mismo, en 1919 fue elegido como el décimo primer
presidente de la Compañía del Ferrocarril de Cúcuta, a lo cual
siguieron otras designaciones como miembro principal de la
Junta contra la Criminalidad (1923), presidente de la Junta de
Mejoras Públicas de Cúcuta y miembro de la Junta de Defensa
Nortesantandereana de los intereses del Departamento y la
ciudad de Cúcuta ante el gobierno nacional (1924).
291

Su dedicación como síndico del hospital capitalino de los


nortesantandereanos se materializó con obras como: la refacción
general del edificio; Culminación de las obras de la clínica de
cirugía; construcción de la clínica infantil; Ampliación y
adecuación del salón para mujeres hospitalizadas; Construcción
de la cañería para el manicomio y, Sustitución del piso de
cemento de la clínica de cirugía por baldosín. De igual manera,
gestionó la prestación de servicios hospitalarios para los
empleados del ferrocarril de Cúcuta pagando en
contraprestación la empresa ferroviaria al hospital una pensión
de un peso por cada paciente de primera que fuese atendido y
medio peso por los pacientes o empleados de segunda. A lo cual
se sumó la división del manicomio en un pabellón para “locos”
y otra para “locas”.
Su experiencia administrativa y empresarial en el manejo del
Ferrocarril de Cúcuta propició a inicio de 1925 su
nombramiento como Gerente y superintendente del Ferrocarril
del Sur, y consigo su renuncia a la sindicatura del hospital. Ese
Ferrocarril se debía constituir en la conexión de la red
ferroviaria de Cúcuta con Bogotá a través de Pamplona y Tunja,
así como contribuiría a unir a todas las provincias de Norte de
Santander al seguir vigente el proyecto de construcción del
Ferrocarril al Magdalena promovido por J. Ferrero y los demás
accionistas ferroviarios de la capital nortesantandereana.
Durante el primer semestre de ese año, se gestionaron los
recursos financieros para la realización de la obra, la
contratación de ingenieros para el diseño vial y presupuestal de
la vía férrea, cuyos diseños se realizaron entre diciembre de
1925 y enero de 1926. El primer tramo de obra fue inaugurado
en el sitio y estación conocido como “la Don Juana”, a 27
kilómetros de Cúcuta, el 22 de diciembre de 1927 por el General
292

José Agustín Berti, tío político de J. Ferrero y quien lo había


sustituido como superintendente de la obra.
Promotor de las obras de desarrollo y la defensa de los intereses
de los nortesantandereanos, J. Ferrero fue nombrado además
representante departamental ante la Junta del Banco Agrícola
Hipotecario (1925), defensor de la continuidad de la concesión
Barco (1926), miembro de la junta seccional del Banco de la
República, miembro de la Junta Organizadora de la
inauguración del Puente vehicular Internacional Bolívar sobre el
Río Táchira (30 junio 1927), gerente suplente de la Junta del
Ferrocarril de Cúcuta (1928) y gerente de la Empresa de
Teléfonos del Departamento (enero 1931). Cargo que se excusó
en aceptar al preferir su nombramiento como administrador de
la fábrica de licores de Norte de Santander (1931 – 1932).
De igual manera, aceptó su nombramiento como Administrador
de la Aduana de Cúcuta (1927 – 1930) hasta la llegada al poder
de los liberales y el inicio de su hegemonía conocida como la
“república liberal”, asumida como la contraposición al régimen
conservador liderado durante medio siglo por los generales y
políticos vencedores en las guerras civiles de 1885, 1895 y 1899
- 1902. Su compromiso personal y familiar con las empresas
socioeconómicas de Cúcuta le llevaron incluso a rechazar y
excusarse del nombramiento hecho por el presidente Miguel
Abadía Méndez como gobernador de Norte de Santander desde
julio de 1927.
Vida política y administrativa. A la par de sus
responsabilidades familiares y sus funciones administrativas, el
general J. Ferrero fue elegido desde 1909 como concejal del
Cabildo de Cúcuta participando así en la toma de decisiones
para la ciudad con reconocidos caudillos conservadores como
293

eran los generales Virgilio Barco y Oscar Pérez Ferrero, así


como el reconocido y filantrópico médico Erasmo Meoz. Su
presencia de 1909 a 1919 en el Cabildo de Cúcuta fue
intermitente al ocupar puestos públicos de carácter local o
provincial.
También participó a nombre del partido conservador, al igual
que otros miembros de la familia Ferrero, como miembro
firmante del pacto de caballeros que se selló entre los
gobernadores de Cúcuta y los miembros de los cabildos de
Cúcuta y Pamplona con el fin de pedir la continuidad del
Departamento de Cúcuta al disponerse legalmente en 1909 su
reincorporación al Departamento de Santander. Sus esfuerzos,
sumados a los de los demás miembros de la familia Ferrero con
el fin de crear el Departamento de Norte de Santander, se
materializarían el 20 de julio de 1910 al corresponderle la
responsabilidad y honor, en su condición de Presidente del
Cabildo de Cúcuta, de proclamar la creación legislativa y
político-administrativa del ente territorial que ampliaba y daba
continuidad al Departamento de Cúcuta que había sido extinto.
Para garantizar la continuidad de esa jurisdicción político-
administrativa y el dominio político del conservatismo, J.
Ferrero hizo parte de la junta escrutadora de diputados a la
Asamblea Nacional (1909) cuya victoria fue para E. Ferrero, del
consejo electoral departamental (1910) y de la junta seccional
del censo de 1912. Considerando su experiencia militar,
administrativa y aduanera fue nombrado prefecto de la provincia
de Cúcuta (12 enero 1912), y un año después, juez de cuentas
del Departamento de Norte de Santander (2 enero de 1913).
Esas ocupaciones y elecciones públicas no lo excluyeron de
presidir la organización de las grandes conmemoraciones
294

patrióticas de la localidad como fueron los festejos asociados


con el sacrificio de Mercedes Reyes Abrego por parte del
cabildo municipal (13 octubre 1913), cuyos miembros, en
asocio con prestantes comerciantes de la ciudad recolectaron y
contribuyeron durante un mes con los fondos necesarios para
construir el parque y verja donde fue ubicada la estatua de la
primera heroína cucuteña.
Su liderazgo social y político en el cabildo municipal, aunado al
de José Rafael Unda, les llevó a promover la construcción de las
redes de servicios públicos que requería la capital provincial y
departamental de Norte de Santander como eran un acueducto
público y la constitución de la sociedad anónima denominada
Compañía Eléctrica del Norte (12 mayo 1914). En adelante, y
hasta su radicación en Bogotá en 1937, su tiempo para el
servicio público lo distribuyó entre la administración de rentas
públicas, concejal y miembro de la Junta Directiva de la
compañía eléctrica como de la sociedad religiosa de San José, a
través de la cual promovió la entronización del Sagrado Corazón
de Jesús en los hogares de todos los cucuteños y
nortesantandereanos, siguiendo así las tradiciones patronales de
su familia y las disposiciones legislativas nacionales.
En las postrimerías de la división conservadora, nacional y
departamental, entre históricos y nacionalistas (1918), J. Ferrero
y sus copartidarios apoyaron las decisiones de su primo Luis
Febres-Cordero Ferrero en su condición de gobernador de Norte
de Santander (1916 – 1917), y consigo, la alianza con los
liberales para apoyar la candidatura de Guillermo León Valencia
de acuerdo al liderazgo regional del general Ramón González
Valencia. Perseguido y derrotado por los nacionalistas, J.
Ferrero fue sustituido en la administración aduanera y no fue
295

reelegido como concejal municipal después de una década de


serlo interrumpidamente.
Al regresar al poder, los conservadores históricos representados
en Norte de Santander por el gobernador General Rafael
Valencia Ferrero, deciden nombrar al General J. Ferrero como
Secretario de Hacienda (1924), considerando sus innumerables
logros administrativos en otras instituciones, públicas y
privadas. Cargo que rechaza y se aceptar mientras que la prensa
conservadora cucuteña exaltaba ese justo nombramiento al
considerar su historial de administrador y tesorero de las
principales empresas comerciales y servicios con los que
contaba la capital departamental.
Sin embargo, su protagonismo político fue muy activo al
presidir las obras férreas hacia el sur del Departamento, la
continuidad de las concesiones petroleras hacia el norte y la
regulación de las rentas aduaneras en la ribera del Magdalena
como en la frontera colombo–venezolana. Razones, que
sumadas a sus responsabilidades como administrador y
representante de las instituciones cívicas y las organizaciones
piadosas más importantes de la ciudad, le motivaron a excusarse
en aceptar su nombramiento como Gobernador de Norte de
Santander (julio 1927) y a ocupar una curul como concejal de
Cúcuta al ser elegido para los años 1928 y 1929.
Con la llegada al poder de los liberales y la transformación de
las instituciones públicas que habían dominado los
conservadores, J. Ferrero presidió la convención del partido
conservador de Norte de Santander en Gramalote (21
septiembre 1931), durante la cual fue nombrado como
presidente del Directorio conservador para la ciudad y el
departamento. Continuó con sus labores como administrador de
296

rentas y empresas públicas, siendo nombrado al final de su


carrera política y administrativa como Jefe de la sección de
catastro de la gobernación de Norte de Santander desde 1933
hasta 1937.
A sus 64 años de vida decidió retirarse de la vida empresarial,
pública y política de Cúcuta como de Norte de Santander al
radicar su residencia en Bogotá en donde Carlos, su hijo mayor
y autor de las crónicas de la familia Ferrero en Colombia, se
graduó al finalizar el mismo año de 1937 como médico y
cirujano de la Universidad Nacional. Así mismo, en la capital
del país sus demás hijos cursaron estudios superiores y
decidieron su proyecto de vida al contraer nupcias durante los
siguientes años: Ana Helena en 1938, Antonia en 1939 y Luis
José en 1941. Sin embargo, el espíritu de servicio social y las
convicciones políticas de J. Ferrero lo motivaron a adscribirse y
presidir la Sociedad de San Vicente de Paúl de Bogotá durante
los siguientes años.
Finalmente, “…a las 3 de la tarde del martes 22 de diciembre de
1964, Don Jorge Ferrero tranquilamente, como había vivido,
entregó su alma a Dios en medio de la profunda tristeza de todos
los suyos”257.

6.1.2 MARÍA ELISA RAMÍREZ DE ARELLANO Y


BUSTAMANTE. Conocida en la historia sociopolítica de Norte
de Santander como “Elisa Ferrero”, nació en Cúcuta el 14 de
octubre de 1873 en el hogar formado por Enrique Ramírez de
Arellano (1851 – 1928) y Elisa Bustamante Rosales (1855 –
1875), quien murió durante el terremoto de Cúcuta (18 de mayo
de 1875) junto a su hijo Régulo.

257
FERRERO, Carlos. Op. Cit. Tomo II, P. 61
297

El linaje Ramírez de Arellano remontaba su procedencia al


Reino de Navarra en España, se estableció en La Grita y sus
descendientes nacieron en ciudades fronterizas como Valencia y
Cúcuta. El linaje Bustamante procedía de la familia asentada en
San Cristóbal y San Antonio, siendo reconocido los abuelos
maternos de Elisa Ferrero como heroicos próceres de la
independencia.
La mujer. Muertos su madre y hermano menor, Elisa fue
trasladada a Pamplona con su hermana Rosa al decidir su padre
residenciarse en una casa del barrio Santo Domingo de esa
ciudad. Su infancia transcurrió en compañía de Cleopatra
Balbuena, quien asumió la figura de la madre pérdida, así como
fue su tutora, amiga, maestra de primeras letras, dama de
compañía, confidente y matrona hasta el ingreso de su protegida
al Colegio.
Elisa estudió en el Colegio de las Hermanas de la Presentación
de Pamplona teniendo como compañeras a niñas de las familias
conservadoras más reconocidas entre las cuales se encontraba
Emilia Ferrero Benítez, hija de José Trinidad Ferrero y prima de
Jorge Ferrero Atalaya. Con las hermanas de la presentación
recibió instrucción en estudios secundarios y artes (música,
canto, solfeo, dibujo, pintura, costura, bordados, culinaria y
trabajos manuales) propios de las señoritas educadas y
preparadas para asumir su condición como mujeres casaderas y
señoras de su casa, así como tomó afición por la literatura
histórica y poética propias de una dama conservadora.
Las costumbres y saberes propios de una señora respetable de
fines del siglo XIX, acorde al modelo victoriano, fueron a su vez
cultivados y ampliados por su padre al obsequiarle libros y
obras para la biblioteca privada de su hija, siendo el primer libro
298

que le obsequio al cumplir diecisiete años la obra de la italiana


Livia Bianchetti titulada “Los deberes de la mujer católica”
(París, 1889).
Desde muy pequeña Elisa fomentó su afición a viajar y conocer
lugares distantes, recorriendo caminos difíciles en los cuales
estuvo expuesta su propia vida, como la de su padre y
protectora. Ejemplo de ello fueron sus viajes a la hacienda de su
abuelo materno en Táriba, así como un viaje realizado hasta
Bogotá haciendo la tradicional romería a través de Chiquinquirá
y Zipaquirá. Radicada en Bogotá uno de sus viajes más
recordados fue hasta Medellín para visitar y agradecer una vez
más a su maestra preferida del Colegio de Pamplona, la hermana
Amelia, antes de su fallecimiento.
Los peligros vividos por su padre en los caminos del Táchira y
Santander, sumado al imaginario popular y supersticioso sobre
castigos, divinos, fantasmas, espíritus malignos, exorcismos y
duendes, fomentaron la imaginación literaria y la atracción de
Elisa por las expresiones culturales populares. Materializando
todas expectativas en su creciente afición por la lírica y la
historia desde sus años juveniles en su colegio femenino
pamplonés.
Entre los poetas favoritos leídos y recitados a lo largo de su vida
estaban Rafael Núñez, Manuel Acuña, Julio Arboleda, Núñez de
Arce, Gustavo Adolfo Bécquer, Amado Nervo, Epifanio Mejía,
Julio Flórez, Victoriano Vélez y Calendario Obeso. Así como
tuvo su propio poeta, amigo y admirador, el abogado
venezolano Antonio Rómulo Costa, quien contribuyó con sus
versos a decorar y amenizar el álbum personal que debía poseer
toda señorita pamplonesa. Sus aficiones literarias fueron
compartidas y fomentadas entre sus hijos y nietos, al igual como
299

hizo el General Jorge Ferrero, emulando el gusto y la


experiencia teatral heredada de su padre y tíos como miembros
fundadores del Instituto Dramático de Cúcuta.
A sus aficiones turísticas y literarias se sumaron cambiantes
afectaciones físicas. Al viajar por primera vez hasta el Táchira
cayó a un río y después de ser rescatada debió permanecer en
recuperación en compañía de su familia materna. Durante sus
años de colegio debió someterse a la extirpación de sus
amígdalas para acabar con las anginas y afecciones amigdalinas
que la agobiaban. Sus continuas correrías por Norte de
Santander y el Táchira sumadas a las condiciones malsanas del
valle de Cúcuta, siendo esposa del General J. Ferrero, le
generaron en 1916 una grave disentería bacilar semejante a la
epidemia mortal que acabó con la vida de varios cucuteños. No
obstante, doña Elisa salvó su existencia al ser tratada
debidamente por el reconocido médico y copartidario
conservador Erasmo Meoz.
Después de residenciarse en Bogotá, en 1949 sufrió un grave
accidente que la obligó a afrontar enyesada y en cama la fractura
de su fémur izquierdo. Seis meses después, recuperada de su
dolencia, emprende con su esposo e hijo mayor un viaje por
Ecuador, Perú, Chile y Argentina. Al retornar al país, realiza
viajes cortos al Valle del Cauca y Medellín para asistir a
encuentros y congresos de las confraternidades católicas, así
como para visitar a las monjas y sacerdotes que influyeron
durante su infancia y adolescencia en Pamplona.
Su avanzada edad se manifestó con contrariedades físicas que le
condicionaron a someterse a una cirugía de cataratas y
acostumbrarse a usar anteojos. En 1961, mientras asistía al
primer Banquete del Minuto de Dios organizado por el
300

presbítero Rafael García Herreros, pariente y paisano, sufrió un


ataque cardíaco seguido por una hemorragia cerebral que le
obligaron a enfrentar una cirugía por oclusión intestinal y a
permanecer en silla de ruedas hasta el final de sus días.
La adolescente. Su vínculo y parentesco con el linaje Ferrero
estuvieron asociados con un viaje familiar que realizó a Cúcuta
en 1904, en compañía de los miembros de la familia Gandica
Valderrama con quienes estaba emparentada. Como parte de las
actividades sociales propias de las familias principales,
interactuó con los jóvenes de la sociedad cucuteña que llegaban
a la casa de la familia donde se hospedaba para departir por
medio de tertulias literarias y musicales. Siendo extendidos esos
vínculos a las demás actividades y compromisos sociales de las
familias como eran asistir a la misa dominical e interactuar con
los miembros de las demás familias al salir de la misma.
Durante uno de esos encuentros, el exitoso y reconocido
General Jorge Ferrero quedó prendado de la belleza de Elisa,
manifestó públicamente su interés por hacerla su esposa, visitó a
la familia Gandica con la intención de cortejar y manifestar a
Elisa sus sentimientos, le llevó serenatas nocturnas, la buscó y
visitó en Pamplona, decidió presentarse ante don Enrique
Ramírez con una carta de presentación de Dolores de Gandica
como primer paso para formalizar su relación con Elisa, y
finalmente, solicitó la autorización debida y se concertaron
públicamente todas las formalidades y compromisos para
contraer matrimonio entre ambas familias.
Dos años después, la mañana del 9 de mayo de 1906 ante el
sacerdote español Eduardo Lavigna y en la capilla de San José
del Asilo de las Hermanitas de los Pobres, Jorge y Elisa se
casaron constituyendo la familia Ferrero Ramírez. Los padrinos
301

y testigos por ambas familias fueron el General Ramón


González Valencia y su esposa Antonia Ferrero, tíos del General
Jorge Ferrero, y el Doctor Alberto Camilo Suárez con Conchita
Gandica en representación de la novia.
La familia Ferrero en pleno se congregó en la casa del General
R. González Valencia para participar en la lujosa recepción que
se organizó para la pareja de esposos, así como los miembros de
la familia con cargos políticos o funciones públicas,
específicamente el expresidente R. González y el pedagogo J.
Pérez Ferrero, expresaron de manera elocuente sus deseos para
la nueva pareja.
Al siguiente día, los miembros de la familia emprendieron el
camino de retorno hacia Cúcuta en donde se encontraba una
residencia adecuada por la nueva pareja de esposos. En el sitio y
posada conocido como El Diamante hicieron el descanso de su
primera jornada de viaje, realizaron juegos colectivos de gusto
general y pernoctaron divididos por género. Durante la segunda
jornada fueron recibidos al ingresar a Cúcuta por sus amigos y
conocidos, culminando la jornada con el arribo y la ocupación
de la casa dispuesta por el General Ferrero para su nueva familia
en el sector conocido como “la India”, cerca al establecimiento
comercial afamado con ese mismo nombre.
Dicha casa fue empleada para el uso residencial, en ella
nacieron los hijos de la nueva familia, se materializó la vida
social de la pareja, así como desde ella el General concentró
todos sus esfuerzos en los nombramientos y cargos que asumió
hasta 1937. Elisa de Ferrero asumió por su parte las
responsabilidades sociales y los compromisos familiares acordes
con los logros y desempeños político-gubernamentales de su
esposo, así como estrechó sus vínculos con las mujeres casadas
302

y solteras de las familias Ferrero y Gandica al interactuar


durante las celebraciones asociadas con cumpleaños, fiestas
públicas y el cumplimiento de los rituales sacramentales como
familias católicas ejemplares.
La Casa de Elisa, la administración del hogar paterno y el
cuidado de don Enrique Ramírez fue asumido por su hija Rosa
quien permaneció soltera el resto de su vida, y finalmente, fue
acogida y cuidada en sus últimos años de existencia por la
familia Ferrero Ramírez en Cúcuta. Sin embargo, durante los
últimos meses de embarazo de cada uno de sus cuatro hijos y las
cuarentenas de dieta posparto de Elisa, su hermana Rosa y los
demás miembros de la servidumbre de su padre acostumbraron a
residenciarse en Cúcuta para ayudarla y apoyarla, así como
estuvieron dispuestos a atenderla cuando decidía viajar hasta
Pamplona mientras su esposo atendía asuntos propios de su
cargos públicos o privados en Cúcuta, Bogotá y otras ciudades
del país.
La dama. El crecimiento en el número de los miembros de la
familia como de las responsabilidades sociales y políticas de la
pareja de esposos hizo necesario comprar, adecuar con muebles
y ornamentos europeos y administrar de acuerdo a los gustos y
deseos de doña Elisa una casa cerca de la plaza–parque de los
libertadores (hoy Nacional). Lugar en donde se realizaban a
mediados de año las fiestas populares de Corpus, San Juan, San
Pedro y San Pablo, con sus respectivas procesiones, corridas de
toros y fiestas populares, durante las cuales los esposos Ferrero
participaban como portadores de insignias, estandartes, cestas o
palios rituales.
Esa casa se constituyó en el sitio de encuentro de las tertulias de
las principales damas y familias cucuteñas, en espacio para la
303

exhibición de las expresiones musicales y pictóricas de Elisa y


los demás miembros de la familia, en sitio de encuentro para las
fiestas y bailes más elegantes de la ciudad, así como en el lugar
ocasional de reunión de las sociedades católicas denominadas
Congregación de las Madres Católicas y de la Adoración
Perpetua durante los períodos en que fueron presididas por la
señora Ferrero.
Con la derrota electoral, política, partidista y burocrática de la
facción conservadora (histórica) representada por los generales
nortesantandereanos de la guerra de los mil días, el general J.
Ferrero, su esposa e hijos remataron sus bienes y optaron por
afrontar la precaria situación económica y política por la que
pasaban residenciándose en el antiguo pueblo de indios de
Cúcuta, conocido como la aldea o barrio de San Luis. Sitio en
donde los miembros de la familia paterna contaban con
propiedades, así como se adaptaron a convivir en una
comunidad de campesinos sin excesos ni ornamentos materiales.
Con el retorno al poder de la facción histórica muchos de sus
líderes fueron reasignados a cargos y nombramientos públicos,
después de permanecer cinco años excluidos de toda acción o
protagonismo político. La familia Ferrero Ramírez al contar una
vez más con solvencia económica pudo retornar a Cúcuta y
residenciarse en una de sus céntricas casas frente a la Quinta
Teresa, así como los niños dejaron de ir a las escuelas públicas o
a las lecciones dominicales de los aldeanos de San Luis, siendo
en adelante orientada su educación acorde a los lineamientos
impartidos por las hermanas de la presentación en las escuelas
privadas que tenían para niños y niñas.
Su hijo Carlos continuó los estudios elementales en el colegio
de sus parientes León García Herreros y Pedro Antonio Prada,
304

luego en los colegios provinciales de San José y del Sagrado


Corazón de Jesús, y finalmente se residenció en Bogotá para
culminar su bachillerato en el Colegio de Nuestra Señora del
Rosario. Allí se tituló en 1929 como Bachiller en Filosofía y
Letras e ingresó un año después a la Universidad Nacional para
estudiar y titularse como médico y cirujano. Sus hermanas, por
el contrario, recibieron una educación privada impartida por
maestros particulares en instrumentos musicales cultos (piano y
violín) como en actividades manuales propios de señoritas
casaderas y sumisas a sus esposos.
Durante el período de calamidad familiar, social y política (1918
– 1923) las penas y amarguras financieras se sobrellevaron al
contar con la colaboración voluntaria y la renuncia temporal a
sus sueldos por parte de los trabajadores y la servidumbre que
atendían a la familia Ferrero Ramírez. Especialmente, las
comadronas, amas y ayas (niñeras) que atendieron a cada una de
los hijos de doña Elisa y don Jorge, quienes fueron además las
personas encargadas de enseñarles las canciones, versos, rondas,
cantares, juegos, cuentos (fantásticos, costumbristas o de
espanto), fábulas y poemas de autores iberoamericanos como
Rafael Pombo, así como expresiones literarias y folclóricas de
los autores nortesantandereanos más destacados.
Expresiones entre las que se destacaban personajes del
imaginario popular fronterizo que eran llamados para intimidar
a los niños a obedecer y respetar a los adultos como eran: la
mendiga venezolana conocida como la “Tururura”, Carmen “la
correo” encargada de trasportar a pie los mensajes que se les
encargaban, Epifanía González, Nieves “La mata de coco”,
Antonia “La patebola”, “Caracolito”, “La cucaracha”, “El
cieguito” Sixto, “Cocadita”, “La mano que aprieta”, “La
Montejo”, “La Toreadora”, entre otros.
305

Al crecer, la formación sociocultural de los niños impartida por


doña Elisa y sus colaboradoras fue complementada con la
asistencia al teatro local para asistir a funciones de circo,
maromas y proyecciones cinematográficas. Para ello se
trasladaban en el tranvía urbano que transportaba a los
cucuteños al interior de la ciudad o los conectaba con la línea
férrea departamental administrada, ampliada e interconectada
durante varias décadas por J. Ferrero.
Así mismo, la sociabilidad con las demás familias de la ciudad
además de darse en el templo, la escuela, el teatro y las salas de
recibo de cada hogar también se formalizó en los lugares de
encuentro, intercambio y dinamismo comercial de una ciudad
fronteriza como eran las casas de juegos, los almacenes y
locales de abastos, las casas comerciales extranjeras, los lugares
de paseo y diversión en las afueras de la ciudad o las plazuelas
de tránsito o encuentro furtivo.
Era usual la interacción en los parques arbolados, reconstruidos
en honor de F. P. Santander y M. Abrego, donde los niños
jugaban con sus balones y bicicletas vigilados por sus niñeras,
los adolescentes jugaban deportes europeos de moda como el
balompié y el tenis, los adultos disfrutaban contemplando los
primeros automóviles llegados a la ciudad. También se
encontraban juegos de mesa organizados al aire libre ó las
retretas musicales ofrecidas por las bandas y grupos musicales
de la localidad, aprovechando la sombra ofrecida por los
centenarios cujíes y almendros conservados para tal fin.
Las responsabilidades sociales y políticas asumidas por Elisa de
Ferrero al interior de su hogar se evidenciaron a su vez al
participar en los festejos y compromisos políticos propios de la
condición, responsabilidades y prestigio de su esposo. Ejemplo
306

de ello fue su participación en las colectas sociales y los festejos


públicos asociados con el centenario de la muerte de la heroína
cucuteña Mercedes Reyes Abrego (13 octubre de 1913).
Específicamente al liderar la adecuación de la plaza escogida
por las familias más prestantes de la ciudad para instalar e
inaugurar la escultura elaborada en su honor, así como en la
preparación y organización del baile nocturno de gala que dio la
alta sociedad cucuteña para culminar ese día de festejos patrios
y renovación de los deberes republicanos.
El retorno de J. Ferrero en 1923 a sus ocupaciones y cargos
políticos partidistas condicionó a Elisa Ferrero a asumir una vez
más la administración del hogar y la educación de sus hijos ante
la ausencia de su esposo. Por ejemplo, en 1925 debió llegar a
caballo y afrontar sola un grave accidente automovilístico que
tuvo su hijo Carlos durante sus años de estudio en Pamplona,
entretanto J. Ferrero se encontraba en Bogotá tramitando las
licencias y presupuestos necesarios para la construcción del
ferrocarril Norte de Santander (Pamplona-Bogotá) que se le
había encomendado como gerente de ese proyecto ferroviario.
Así mismo, fue Elisa quien asumió en 1929 la responsabilidad
de enviar a su hijo varón a Bogotá para culminar su bachillerato
e ingresar a la universidad.
Culminados los estudios de medicina de su hijo Carlos, Jorge y
Elisa Ferrero acompañados de sus demás hijos deciden
renunciar a sus cargos y ocupaciones en Cúcuta y Norte de
Santander para residenciarse en la capital de Colombia de forma
permanente a partir de 1937. En adelante las ocupaciones
sociales y los compromisos religiosos que había asumido doña
Elisa en Cúcuta son reconcentrados en la parroquia de Santa
Teresita al integrarse a las cofradías de la Adoración Perpetua y
la Orden Tercera Carmelita. A lo cual se sumó el proceso de
307

noviazgo, matrimonio y cuidado de los primeros nietos que


tuvieron sus hijos al constituir sus propias familias en Bogotá.
De igual manera, es en Bogotá donde Jorge y Elisa Ferrero
deciden celebrar las bodas de oro su matrimonio el 9 de mayo
de 1956. Para ello, los miembros de la familia Ferrero se
congregaron en la mañana para participar en la celebración
eucarística oficiada por su primo, el obispo Luís Pérez
Hernández, y en la noche, durante la recepción familiar
acompañada con ponqué, champagne, bailes populares de salón
y pequeñas piezas teatrales preparadas por los nietos de la pareja
de esposos.
El ataque cardiovascular sufrido por doña Elisa la unió mucho
más a la compañía de su esposo y al cuidado de sus hijos sin
dejar de pedir la ayuda al santo patrono natal: San José. De tal
manera, y desde las vivencias de su hijo mayor: “Así los dos
juntitos pasan los últimos días de su vida, atendidos con gran
cariño y dedicación completa por sus hijos. Don Jorge muere el
martes 22 de diciembre de 1964 a las tres de la tarde y Doña
Elisa a quien esta pena confunde y amarga enormemente,
sucumbe tres meses y medio después. El viernes santo 16 de
abril de 1965, a las 5 y veinte de la mañana entregó su gran alma
a Dios entre la confusión y aflicción de sus hijos y nietos que
entristecidos la rodeaban en su postrer instante”258.
Los hijos y descendientes de la familia conformada por el
General Jorge Ferrero Atalaya y Doña Elisa Ramírez fueron:
Carmen Sofía. Nació en Cúcuta en 1907 y dedicó su vida
a la Orden Tercera Carmelitana;

258
FERRERO, Carlos. Op. Cit. Tomo II, P. 123
308

Ana Helena. Nació en Cúcuta en 1912. Casó en 1938 en


Bogotá con José Antonio Atalaya Varela, hijo de
Francisco Atalaya.
Luis José. Nació en Cúcuta en 1915. Casó en 1915 en
Manizales con Julia Echeverri Márquez. Su vida fue
dedicada a la docencia en el Departamento de Caldas.
Antonia Rufa. Nació en Cúcuta en 1917. Casó en 1939
en Bogotá con Arístides Salgado Forero y;
Carlos Simeón. Nació en Cúcuta en 1909 y murió en
1994. Homónimo de su abuelo paterno se constituyó en
un reconocido médico y cirujano especializado en Salud
Pública en Bogotá. Cursó estudios en derecho y realizó
múltiples investigaciones históricas y genealógicas
acerca de sus ascendientes y los vínculos de los Ferrero
con los grandes héroes y personajes del Norte de
Santander.
Carlos Simeón fue autor de la memoria genealógica titulada “La
familia Ferrero en Colombia y Venezuela: Noticia genealógica”,
publicada en Bogotá en 1973, la cual fue dividida en dos tomos:
el primero sobre los orígenes del linaje Ferrero en Europa,
Venezuela y Colombia a través de Juan Ferrero, y un segundo
tomo acerca de la descendencia hasta la quinta generación de los
hijos de Juan Ferrero, entre los cuales se encontraba su hijo
Carlos Ferrero, su nieto Jorge y finalmente su bisnieto Carlos
Simeón.
6.1.3 EL MUSEO “JORGE Y ELISA” FERRERO. La
trascendencia social, política, económica, cultural y filantrópica
que tuvieron Jorge y Elisa Ferrero, a semejanza a la alcanzada
por parejas de esposos cucuteños como Christian y Teresa
309

Andressen o Rudesindo y Amelia Soto, aunado a la


investigación histórica y genealógica realizada sobre los Ferrero
durante los siglos XIX y XX, motivó a Carlos Simeón y su
hermana Carmen a materializar y perpetuar la memoria de su
linaje por medio de un Museo en la ciudad de Cúcuta.
Para ello, compró en la calle 14 número 1-03 del barrio La Playa
una mediagua que adecuó y dotó con los objetos personales y
familiares que había colectado para crear y donar un museo para
la ciudad de Cúcuta. Ese espacio de memoria e identidad fue
inaugurado el 2 de diciembre de 1986 como el Museo de Arte e
Historia “Jorge y Elisa” en honor a la vida y memoria de sus
padres, a lo cual sumó salas y colecciones acerca de la colonia
española que había defendido su bisabuelo, sobre Francisco de
Paula Santander, Teresa Andressen Moller, así como sobre
parientes destacados en la vida política, literaria y urbanística de
la ciudad como fueron: Julio Pérez Ferrero, Luis Febres
Cordero, el linaje Atalaya, entre otros.
Cinco años después de entrar en funcionamiento, y con el fin de
afrontar las limitaciones presupuestales, los hermanos Ferrero
Ramírez acordaron crear y contribuir para el sostenimiento de la
Asociación Ferrero Ramírez de Arellano, entidad sin ánimo
de lucro, cuyo fin debía ser garantizar la estabilidad económica
y el mantenimiento del museo histórico y cultural de los
cucuteños y nortesantandereanos.
Para tal fin, adecuaron en una de sus salas una biblioteca para
apoyar la labor de los visitantes, estudiantes, docentes e
investigadores que ingresaran a esa institución cultural. Dos
años después, las limitaciones físicas del fundador y la
inviabilidad financiera del museo propiciaron el inminente
cierre del museo, y consigo, el saqueo sistemático de los
310

artículos de valor que habían coleccionado y protegido los


hermanos Ferrero Ramírez.
Incapaces de conservar los Ferrero esos bienes culturales, y
cumpliendo lo dispuesto por Carlos Simeón en su testamento, la
propiedad del inmueble como de los bienes y la razón social del
Museo fueron traspasados en 1994 por Carmen Sofía, la
hermana mayor del linaje Ferrero Ramírez, a la Gobernación de
Norte de Santander con la condición de garantizarse la
reapertura del Museo al público sin ánimo de lucro. Así mismo,
se solicitó la financiación anual para el mantenimiento,
funcionamiento y extensión del mismo al ser reconocido y
conservado de forma permanente como el Museo de Arte e
Historia de Cúcuta.
Formalizado el traspaso y simbólicamente reabierta la casa–
museo, meses después fue nuevamente abandonado y
descuidado por las entidades territoriales que habían asumido la
responsabilidad de mantener su funcionamiento social.
Cinco años después, en 1999, la Gobernación de Norte de
Santander como depositaria y encargada del funcionamiento del
Museo presupuestó reabrirlo con un monto anual de veinte
millones de pesos para su presupuesto. Sin embargo, para ser
usado como oficinas públicas y lugar de consulta museográfica,
el deteriorado edificio con su sala de recepción, cinco piezas y
un reducido solar necesitaba un presupuesto mucho más elevado
que el planeado para sólo su funcionamiento básico.
Esa inviabilidad presupuestal y administrativa para la casa–
museo fue asumida un año después al ofrecer la Sociedad
Colombiana de Arquitectos (SCA) un cuarto intento por poner
en funcionamiento la institución al financiar la remodelación del
edificio, al adecuar y poner en funcionamiento en esa casa sus
311

oficinas regionales. Así mismo se planificó conservar el


componente histórico representado en los vestigios del museo y
promover el desarrollo de nuevas expresiones culturales con el
diseño y ejecución de cursos de pintura, escultura e idiomas para
niños y adultos.
Se rescataba así el proyecto original de Carlos Simeón al lograr
planear, financiar y ejecutar talleres de pintura, música,
literatura infantil, así como la congregación social y artística
durante los martes de tertulia y los jueves humanistas, fiel
reflejo de la experiencia familiar que había heredado de Jorge y
Elisa Ferrero.
Sin embargo, las dificultades presupuestales para el
funcionamiento y el desarrollo de proyectos asociados con el
Museo conllevaron a su cierre definitivo durante una década.
Así, de los veintitrés años de existencia del Museo creado por
una de las ramas colombo–venezolano del linaje Ferrero, al
menos durante quince años permaneció cerrado y clausurado259.
El 17 de junio de 2009, la Fundación Museo Centenario Norte
de Santander y Ciudad de Cúcuta constituida para remodelar,
rescatar y garantizar el funcionamiento de la casa-museo
hicieron públicamente la quinta reapertura del Museo con una
exposición ocasional de algunos materiales fotográficos que se
han rescatado y agrupado como parte de los bienes del Museo
asociados con la ciudad de Cúcuta reconstruida en el siglo XX,
la familia Ferrero y los protagonistas de la guerra de los Mil
días.

259
Terminada la escritura de este texto a inicios de 2010j, su futuro resultaba
ser aún más incierto al jdepender su financiación de los cambios y vaivenes
políticos de la ciudad como del departamento.
312

En tal evento se hicieron presentes los miembros de la Junta


Directiva de esa fundación, presidida por el director del Diario
La Opinión José Eustorgio Colmenares, apoyado por el Alcalde
de Cúcuta o su representante, el secretario de Cultura y Turismo
de Cúcuta o su representante, El secretario de Cultura de Norte
de Santander o su representante, entre otros.
El 9 de octubre del 2009 la placa de mármol que había
identificado la casa como espacio recuperado y custodiado por
la SCA fue soltada de la pared frontal de la casa y literalmente
arrojada a la basura, siendo ubicada en su lugar una placa en
piedra tallada que anunciaba la presencia y puesta en
funcionamiento del Museo bajo la orientación de la nueva
Fundación. Símbolo material de los nuevos tiempos que se
auguran para esa casa de memoria sobre la red de linajes que
transformaron a Norte de Santander.
Es por ello que sus directivos estaban motivados a actuar por la
continuidad de la misma al estar conscientes que: “Hoy, nueve
años después del último intento fallido por constituir en dichas
instalaciones el museo que soñó don Carlos Simeón Ferrero, la
Junta directiva de la Fundación Museo Centenario Norte de
Santander y Ciudad de Cúcuta, constituida para llevar las
riendas del Museo, lanzan este escenario para la región que
desde hace tiempo clamaba por salir a flote en medio de la
adversidad a la que ha estado sometido desde sus inicios”260.

260
JACOME RAMÍREZ, Jhon Jairo. Revive el Museo Centenario Norte de
Santander y ciudad de Cúcuta. [En línea]. Cúcuta: Diario La Opinión, 20 de
Junio de 2009. [Consultado el 13 de octubre de 2009]. En:
http://www.laopinion.com.co/noticias/index.php?option=com_content&task=
view&id=31841&Itemid=101
313

6.2 EMPRENDIMIENTO VIAL DE LAS ÉLITES DE SAN


JOSÉ DE CÚCUTA
El territorio de las provincias que conformaron el Departamento
de Norte de Santander (Ocaña, Cúcuta y Pamplona) fue usado
desde los primeros años de conquista y colonización europea
para crear rutas de transporte entre los puertos marítimos del
mar Caribe, específicamente los marabinos, con los puertos
fluviales de las provincias del interior, y desde esos
desembarcaderos fluviales hasta las ciudades y villas de
extracción minera, agrícola y pecuaria de los andes
nororientales.
Los llanos de Cúcuta se constituyeron en el punto equidistante y
de cruce de los ejes viales, comerciales, y de interacción
socioeconómica que iban desde Pamplona hasta el Mar caribe a
lo largo de la cuenca hídrica del Lago de Maracaibo (ríos
Pamplonita, Zulia y Catatumbo) y, desde Mérida hasta el
caribeño río Magdalena, siguiendo los caminos que llevaban a
Ocaña, y desde allí hasta Gamarra.
Las huestes de Ambrosio Alfinger asentadas en la Cuenca
hidrográfica del Lago de Maracaibo, exploraron los pueblos
fluviales de la provincia de Ocaña e ingresaron hasta los
páramos de la Provincia de Pamplona en su afán por encontrar
un botín dorado que al regresar Coro justificara haber buscado
en medio del hambre y las enfermedades los ríos afluentes del
gran Lago.
Gonzalo Jiménez de Quesada al recorrer la Cuenca del río
Magdalena estableció una ruta fluvial directa entre la provincia
de Santa Marta con las provincias chibchas y chitareras de la
cordillera andina oriental al ordenar la exploración de los ríos
Lebrija y Opón, promoviendo la fundación de asentamientos de
314

blancos para el resguardo y abastecimiento de los viajeros


asediados por los indígenas caribes, así como para asegurar la
frontera de su Reino de las incursiones venezolanas de los
Welser, después de la llegada de N. Federman a la tierra del
Bacatá.
Entre esos asentamientos, la ciudad de Ocaña se constituyó en la
población más importante para el resguardo militar y la
comunicación comercial entre los puertos del Magdalena y el
Catatumbo, así como entre las minas de los páramos
pamploneses y los puertos marítimos del Caribe. Para ello se
debía transitar desde los peñascos y estoraques ocañeros hasta
los caminos trazados a lo largo de los llanos y valles sobre los
cuales se erigieron las parroquias y villas de la Provincia de
Cúcuta, y viceversa.
Conquistado, fragmentado y colonizado por medio de ciudades
y encomiendas los territorios de las provincias indígenas
Muisca y Guane por la hueste de Gonzalo Jiménez de Quesada
(1536 – 1538), sus capitanes y los gobernantes sucesores de su
Reino adscrito a la Provincia de Santa Marta, emprendieron
campañas de exploración y colonización de los territorios
comprendidos entre las sierras nevadas del Cocuy hasta las
sierras nevadas de Mérida, asentándose para ello en los valles
que dieron origen a las ciudades de Málaga (Servitá), Pamplona,
Cúcuta y San Cristóbal.
El primero de esos exploradores fue el capitán Hernán Pérez de
Quesada, hermano de Gonzalo Jiménez, quien en su afán por
llegar hasta la “Casa del Sol” para extraer sus tesoros dorados
tan solo llegó en 1541 al valle de Micer Ambrosio donde había
muerto Alfinger a manos de los chitareros-chinácotas, años
antes.
315

Pedro de Orsua, sobrino del gobernador de Santa Marta,


acompañado del capitán Hortún Velásquez de Velasco,
fundaron el 1 de noviembre de 1549 la ciudad de Nueva
Pamplona del Espíritu Santo promoviéndose desde ella la
fundación de nuevas ciudades y villas de blancos para enfrentar
la amenaza de los indios Caribes en la cuenca del río
Catatumbo. Ese fue el caso de Salazar de las Palmas (1555,
1583) y pueblos de indios encomendados en las cuencas de los
ríos Lebrija, Chicamocha y Arauca, entre los cuales se
encontraban Chinácota (1573), el Real de Minas de
Bucaramanga (1622) y San Luis de Cúcuta (1733).
Constituyéndose los mismos en lugares de paso articulados a la
red de caminos que iba desde el río Magdalena hasta la Cuenca
del Maracaibo.
La provincia de Pamplona fue además la ciudad fundadora de la
mayor parte de las ciudades, villas y parroquias de los andes
nororientales. A la par de garantizar las comunicaciones y
reducir los indígenas de los valles productivos, los pamploneses
acordaron explorar, asegurar y garantizar las comunicaciones
con Tocuyo a través de las sierras nevadas. Para ello, el Cabildo
de Pamplona ordenó a Juan Rodríguez Suárez fundar una ciudad
intermedia a la cual se denominó Nueva Mérida el 9 de octubre
de 1558.
El vecino pamplonés Juan Maldonado Ordóñez, yerno de
Hortún Velasco, fundó el 31 de marzo de 1561 la ciudad de San
Cristóbal. Francisco Hernández [Fernández] de Contreras fundó
el 14 diciembre de 1570 la Nueva Madrid, la cual fue
reorganizada como Santa Ana de Hacarí (1572 - 1574),
finalmente reubicada y refundada como Ocaña en 1576. Así
mismo, Francisco Suárez fundó en septiembre de 1576 al
Espíritu Santo de la Grita.
316

La necesidad de preservar rutas seguras, de abasto y descanso


entre Maracaibo, San Cristóbal y Mérida conllevó a la
fundación de la Ciudad de San Faustino de los Ríos (1622) por
vecinos de esas municipalidades, encabezados por Antonio
Jiménez de los Ríos, quienes iniciaron el proceso de
asentamiento y colonización de los valles de los ríos Zulia,
Pamplonita, La Grita y Táchira.
La ciudad de San Faustino fue despoblada por los ataques de los
motilones (Barí), las plagas de insectos y las enfermedades
tropicales propias de esos climas malsanos, los descendientes de
los pobladores blancos que continuaron residiendo,
comerciando, distribuyendo o produciendo bienes en esos
valles, aunado a los blancos de Mérida agregados a los pueblos
de indios existentes en esos valles y montañas, finalmente
conllevaron a gestionar y financiar la parroquia de San José (de
Guasimales) de Cúcuta en 1773. Curato fundado en la ribera
contraria al pueblo de indios de San Luis de Cúcuta,
constituyéndose en lugar de paso obligado entre las ciudades
fluviales y costeras con las villas y ciudades andinas.
De tal modo, las rutas comerciales asociadas a los caminos
fluviales y terrestres que comunicaban las ciudades andinas con
las costeras durante los siglos XVI y XVII, específicamente las
rutas de extracción de minerales preciosos, cacaos, cueros y
ganados, fueron complementadas con las rutas de
abastecimiento y comercio interno entre los pueblos y
parroquias que emergieron durante los siglos XVIII y XIX,
haciendo necesario para los gobiernos municipales, provinciales
y nacionales construir, ampliar y preservar la red de caminos
que garantizaban la dinámica interna y externa de los distritos
comerciales.
317

Caminos que se extendían hasta las provincias de Girón, El


Socorro y Tunja, aunado al traslado de cargas de productos de
exportación durante las bonanzas de producción y
comercialización de cereales, quinas, tabacos, artesanías
(sombreros) y cafés hacia los puertos del Caribe. No obstante,
las rutas viales hasta mediados del siglo XX continuaron siendo
las mismas que los indígenas y colonos hispánicos habían usado
durante siglos como caminos reales (o nacionales) y caminos de
herradura (o municipales).
Los caminos descritos y medidos por la Comisión Corográfica
(1850 - 1851) como las rutas para exportar a través del lago de
Maracaibo las cargas de cacao, café, panela, azúcar, tabaco,
artículos de fique, sombreros, lienzos (telas rústicas), mantas y
metales preciosos por los habitantes de las provincias de
Pamplona, Cúcuta y Ocaña continuaron siendo usados por
viajeros y arrieros con sus recuas de mulas hasta ser sustituidos
o desplazados por las carreteras y líneas férreas que fueron
construidas durante la primera mitad del siglo XX. Entre esos
caminos de herradura estaban los siguientes:
Camino de Los Callejones: Ocaña – La Cruz – San
Pedro – Salazar= 22 leguas (3 jornadas).
Camino del Zulia: Salazar – Santiago – San José= 9
leguas (2 jornadas).
Camino de Jurisdicciones: Ocaña – La Cruz –
Jurisdicciones – Matanza – Girón= 34 leguas (5
jornadas).
Camino de Cachiri: Salazar, Las Arboledas – Bagueche
– Cachirí – Rionegro= 20 leguas (3 jornadas).
318

Camino de Arboledas: Salazar – Las Arboledas –


Zulasquilla – Pamplona= 14 leguas (2 jornadas).
Camino de El Fical: San José – Chinácota – Chopo –
Pamplona= 14 leguas (2 jornadas).
Camino de Vetas: Pamplona – Mutiscua – Vetas –
Matanza – Girón= 25 leguas (4 jornadas).
Camino al Reino (o del Almorzadero): Pamplona –
Cacota – Chitagá – Cerrito= 18 leguas (2 jornadas).
Camino al Río (o la costa): Ocaña - Aguachica - Puerto
Nacional – Gamarra= 12 leguas (2 jornadas).
Camino a Maracaibo: Cúcuta (San José) - Puerto de
Zulia - Puerto de los Cachos - Puerto de San
Buenaventura (Puerto Villamizar) - Bocas del Lago –
Maracaibo= 120 leguas (18 jornadas (o en 15 jornadas,
en casos de buen tiempo y mucha premura)).
Camino al Casanare: Pamplona - Labateca - Toledo –
Sarare – Llano= 8 leguas (2 o más jornadas)261.
Los caminos de hierro. El incremento en las exportaciones de
materias primas y las importaciones de mercancías
manufacturadas de Europa y Norteamericana, aunado a las
políticas de libre comercio y estímulos estatales para los
261
MARCIALES TORRES, Miguel. Geografía histórica y económica del
Norte de Santander. Bogotá. Ed. Santafé – Contraloría del Norte de
Santander, 1948. T. I, P. 248 - 249. (Obra iniciada en cumplimiento de la
ordenanza 18 de 1945 por la Contraloría, asignada al autor de acuerdo a un
plan previo de carácter nacional y publicada finalmente durante el mandato
del Contralor General del Departamento de Norte de Santander: Jacinto
Rómulo Villamizar Betancourt).
319

empresarios extranjeros propias del régimen liberal y federalista


que se promovió en el país con las reformas de mediados del
siglo XIX, propició la contratación de proyectos viales y la
concesión de privilegios para los empresarios que se
comprometieron a construir ferrocarriles que unieran los puertos
fluviales con las ciudades capitales del Estado de Santander.
En el caso de la Provincia de Santander (o San José [Cúcuta]) la
necesidad de cumplir con la demanda importadora y la apertura
de mercados exportadores del café de los valles de Cúcuta y los
andes colombo-venezolanos, motivó a los empresarios cafeteros
a concluir la sustitución monoproductiva del cacao (en semilla,
bolas o astillas de chocolate) que habían controlado durante el
régimen hispánico las redes de comerciantes catalanes
residenciados en la ruta Cúcuta–Maracaibo–Veracruz/La
Habana-Sevilla.
También optaron por invertir los capitales acumulados u
obtenidos por las bonanzas en la construcción de un ferrocarril
que incrementase el volumen, frecuencia y ganancia de las
cargas de grano seco a través de la ruta fluvial del Maracaibo.
Para entonces las demás provincias santandereanas y
antioqueñas solo proyectaban sus propios caminos férreos hasta
los puertos sobre el río Magdalena262.
La historia del progreso y el desarrollo material de Cúcuta y las
provincias que fueron agrupadas desde 1910 como Norte de
Santander estaban directamente relacionados con las dinámicas
de importación y exportación que desde el siglo XVI se habían
fomentado y acrecentado a lo largo de la cuenca hidrográfica del
lago de Maracaibo. Las cuales tenían como punto de partida los
262
ANGEL, Rafael Eduardo. Colombia cafetera nació en Cúcuta 1794 –
1870. Cúcuta: Cámara de Comercio de Cúcuta, 2007. 400 p.
320

puertos fluviales de San José de Cúcuta y los de llegada en la


Isla San Tomás y La Guaira, y viceversa.
Testigo fiel y directo de los cambios socioproductivos de las
provincias nororientales, hijo de uno de los comerciantes
importadores más importantes del nororiente de Colombia, Julio
Pérez Ferrero delimitó los momentos coyunturales del desarrollo
económico y comercial de la provincia de Cúcuta (Santander) y
sus alrededores durante el siglo XIX de la siguiente manera:
El comercio de importación se hacía de San Tomás que
sirvió de centro, por muchos años, a la producción fabril
de Inglaterra. La exportación se reducía a cacao y cueros
que se enviaban por la Guaira a New York y Veracruz; la
exportación de sombreros de paja era considerable y con
ella se hacía el cambio por mercaderías en la isla de San
Tomás. Años más tarde se comenzó a exportar el café de
Salazar, que fue donde se cultivó primero entre nosotros
y a favor del inolvidable Pbro. Dr. Romero, que también
lo hizo cultivar en Bucaramanga. … Era costumbre muy
común entre las gentes acomodadas el exportar el cacao
ya molido y empastillado para hacerlo viajar por mar y
consumirlo al regreso, notablemente mejorado. Eso
mismo acostumbraban hacer con los cigarros elaborados
comúnmente por una mujer a quien llamaban Agustina la
Tusa263.
Las cambiantes bonanzas de exportación (cacao, cueros, tabaco,
sombreros, café, petróleo) propiciaron las reformas y

263
PÉREZ FERRERO, Julio. Conversaciones familiares (1925). 3 ed.
Cúcuta: Alcaldía de Cúcuta – Cámara de Comercio de Cúcuta, 1989. P. 23
(Comercio)
321

revoluciones político–económicas del país así como justificaron


la concentración de la inversión pública en la infraestructura vial
necesaria para garantizar la prosperidad de cada región
interprovincial. En el caso del Estado (1857 – 1886) y
Departamento de Santander (1886 – 1910) la exportación del
café se constituyó en la fuente de riquezas y en el monocultivo
que presionó la transformación de los medios de transporte para
cargas y pasajeros en gran volumen al resultar insuficientes las
recuas de mulas que habían garantizado la prosperidad
individual, familiar, gremial y provincial durante las décadas
precedentes.
Si bien los influyentes comerciantes y políticos del eje Socorro-
Bucaramanga lograron concluir sus redes férreas entre el río
Magdalena y el pie de la meseta bumanguesa medio siglo
después de múltiples proyectos, concesiones, empresas e
inversiones nacionales e internacionales, los comerciantes y
políticos del eje Pamplona–Cúcuta, nacionales como
extranjeros, habían hecho lo propio al lograr desde 1848 la
construcción de un “camino carretero” hasta los puertos
fluviales más cercanos.
El camino carretero fue denominado “Camino de San
Buenaventura” y su concesión de construcción y administración
fue concedida por los gobiernos liberales del Estado soberano de
Santander por cuarenta años a los empresarios venezolanos,
residenciados como cucuteños, Juan Aranguren y Domingo
Díaz al renunciar a esa concesión los comerciantes venezolanos
Domingo Pérez y Celso Zerna. Evidenciándose así el interés de
los comerciantes venezolanos por controlar las rutas y
dinámicas del comercio fronterizo desde Cúcuta hasta el
Maracaibo y viceversa.
322

A partir del 23 de marzo de 1864, Aranguren se comprometió a


construir una vía plana de seis metros de ancho que debía ir
desde San José hasta el Puerto de San Buenaventura, a orillas
del río Zulia. Para tal fin, promovió la compra de acciones de
$35 pesos cada una, siendo recuperada la inversión realizada
con la concesión de las rentas obtenidas por el bodegaje del
puerto de los cachos y los peajes para el paso y uso de los
puentes (pontazgo) que pertenecían al distrito de Cúcuta, los
cuales alcanzaban en 1864 un monto anual de sesenta mil pesos
anuales. Monto que se incrementó y duplicó con el incremento
vial de las mercancías importadas y las cargas de monocultivos
exportadas.
La exploración y trazado preliminar de la carretera de once
leguas costó doce mil pesos y su construcción final duró once
años coincidiendo su culminación e inauguración con la
destrucción de la ciudad y sus puentes de acceso en 1875. La
primera obra de arte vial que fue construida e inaugurada fue el
“Puente Plata o Azuero”, en la entrada norte de la ciudad. Con
ello se previno nuevas inundaciones del “callejón” de agua
(canal Bogotá) que allí existía, y en torno al cual se edificó un
barrio con el mismo nombre. De igual modo, las obras de
mejoramiento y adecuación del puerto fluvial de “San
Buenaventura” hasta donde llegaba la carretera desde Cúcuta
fueron inauguradas con el cambio de nombre de ese lugar por el
de “Puerto de Villamizar”, en honor al presidente del Estado de
Santander Dr. José María Villamizar Gallardo, quien “otorgó el
privilegio y firmó el contrato” para la construcción del camino
carretero264.

264
Ibíd. P. 34 (Empresa de la carretera a puerto Villamizar)
323

La tarea de los concesionarios del camino debió ser acometida


con rapidez y eficiencia al ser el interés de los comerciantes
colombianos, financiados y motivados por empresarios
barranquilleros, promover la construcción de un camino
carretero que conectara a Cúcuta con un puerto fluvial a orillas
del río Magdalena a través de Ocaña. Así, se formalizaría el
intercambio comercial ultramarino a través de la naciente
Barranquilla, lo cual implicaba la sistemática liberación de los
monopolios y trabas regionales impuestas por los venezolanos a
través del río Catatumbo y el lago de Maracaibo.
Conscientes de los intereses que estaban en juego, los
comerciantes venezolanos y europeos se aliaron para que
ninguno de los comerciantes y hacendados fronterizos se
interesaran en comprar ni transferir las acciones de quinientos
pesos cada una que eran necesarias para iniciar las obras del
camino al Magdalena. Ejemplo de ello fue el retiro de la oferta
presentada por doña Genara P. de Añez a través de Manuel Plata
Azuero, así como la renuncia del comerciante José María
Antommarchi a comprar cien acciones de la compañía
barranquillera.
Los extranjeros impusieron así sus intereses por preservar las
rutas tradicionales de importación y exportación que desde la
colonia existían desde Cúcuta hacia el interior del país, así como
fueron los encargados de fundar y constituir la compañía
comercial que financió y construcción el camino férreo de
Cúcuta hasta el puerto de Villamizar con el fin de promover el
ascenso de buques de vapor de mayor calado y volumen al
existir demanda de grandes volúmenes de mercancías de
importación y materias primas de exportación265.

265
Ibíd. P. 32 – 33
324

Un boicot de envergadura semejante se dio a inicios del siglo


XX al oponerse el gremio de comerciantes venezolanos
residentes en Colombia a la construcción de una red ferroviaria
desde Cúcuta hasta la costa caribe colombiana, pasando por
Ocaña, con la cual se acabaría con la dependencia vial y los
tributos excesivos exigidos por las autoridades venezolanas por
usar la línea ferroviaria del Táchira para el transporte de
mercancías desde Puerto Santander hasta Maracaibo.
Si bien los caminos construidos o mejorados por los empresarios
cucuteños conllevaron a incrementar el dinamismo comercial
entre la costa marabina con el interior de Colombia, siendo
evidencia de ello la introducción de mercancías novedosas como
el piano (1845) y la máquina de coser (1860) por el cónsul
venezolano Domingo Pérez y los miembros de la familia Ferrero
con quienes se había emparentado266, el control fronterizo de las
rutas fluviales de ingreso y egreso por parte de las autoridades
venezolanas conllevó a la imposición de gravámenes
extraordinarios que perjudicaban la ganancia real de los
agricultores, artesanos y comerciantes exportadores desde
Cúcuta. Al respecto, Julio Pérez Ferrero recordaba que en:
“… el año de mil ochocientos setenta y dos o setenta y
tres, el general Venancio Pulgar impuso un derecho de
diez pesos oro sobre carga de café de producción
venezolana, derecho que recayó sobre el exportado de
Cúcuta porque se consideraba como producción del
Táchira o de Maracaibo. Para la abolición de tan fuerte
gravamen no bastaron las protestas de la cancillería
colombiana; hubo necesidad de que el general Antonio
Guzmán Blanco se hiciera obedecer por medio de la

266
Ibíd. P. 31 (Mercado)
325

fuerza, enviando para ello un vapor de guerra a


Maracaibo”267.
Culminada oficialmente la carretera el simbólico 16 de marzo de
1875 [fiesta de los comuneros de Santander], e inaugurada
durante la fiesta de independencia de ese mismo año [20 julio],
los directivos y asociados de la compañía del camino acordaron
y dispusieron de acuerdo a las consideraciones expuestas por
Julio Pérez Ferrero268 contratar con el estado la concesión para
trazar y construir una red ferroviaria de una sola vía.
Ese camino de hierro debía ir desde el puerto fluvial y bodegas
de “los Cachos” en el río Zulia hasta las bodegas y mercado
urbano de Cúcuta, empleando para ello uno de los costados del
camino carretero, así como su infraestructura de puentes y pasos
a nivel. Acuerdo que conllevó a que la construcción del camino
férreo iniciara el 16 de junio de 1875 y concluyera solo en
diciembre de 1876, después de ser reconstruidos los daños
ocasionados por el terremoto de “los Andes”. De lo contrario, se
hubiese realizado la inauguración oficial del primer tramo de la
vía el 20 de julio de 1876, como habían previsto los patrióticos
empresarios que la financiaban.
La prolongada y costosa experiencia de construcción del camino
carretero conllevó a repensar y buscar nuevas alternativas de
financiación y trazado del camino férreo por las autoridades y
los empresarios de Cúcuta ante la dinámica propia del comercio
y el permanente tránsito vial de las agro-exportaciones.

267
Ibíd. P. 35 (Empresa de la carretera a puerto Villamizar)
268
Ibíd. P. 68 (Vías de comunicación)
326

Participe de esas discusiones y disensos Julio Pérez Ferrero


resumió las divergencias que en esos días se dieron de la
siguiente manera:
Todos opinaban por dar forma ferrocarrilera a la obra
[carretera], pero disentían entre ellos en el modo de
realizarla: los unos proponían emprenderla por
administración y los otros por contrata celebrada con una
compañía nacional o extranjera que suministrase el
capital. Los primeros querían que la obra se llevara a
cabo como la de la carretera, haciendo los gastos en
relación con las entradas, aunque se retardase
grandemente su conclusión; los otros pretendían que se
hiciese en el menor tiempo posible y por un costo fijo
como el del presupuesto. Aquellos, llamados de la
mayoría, tenían convenidos ya los términos en que el
eminente ingeniero doctor González Vásquez se
encargaría de la dirección general, sin haberse fijado
límites del tiempo en la contrata respectiva; los de la
oposición, que así se les designaba, enviaron a don Luís
Pérez Ferrero al exterior con el fin de solicitar
empresarios capitalistas que construyeran el ferrocarril,
para lo cual llevó un ejemplar del trazado y en copia los
presupuestos generales de la obra269.
Las ventajosas condiciones exigidas por las compañías
extranjeras, por ejemplo la compañía constructora del ferrocarril
San Francisco–New Cork, la posición ortodoxa de los
accionistas mayoritarios de la compañía carretera de San
Buenaventura (Domingo Guzmán, Arístides García Herreros y
Aurelio Ferrero) quienes poseían dos quintas partes de las tres

269
Ibíd. P. 51 – 52 (Clima)
327

quintas necesarias para cambiar los estatutos de esa sociedad en


cuanto a sus fines, administración y financiación, aunado a la
legislación del Estado soberano que permitía que las minorías
fueran justipreciadas y expropiadas de sus títulos y acciones
cuando se opusieran a la decisión de las mayorías, conllevo a
que finalmente “la obra se acometió por administración en la
que se emplearon 10 u 11 años y costó más del doble de la suma
presupuestada”270. Constituyéndose así en una empresa
comercial administrada como un privilegio exclusivo por la élite
empresarial de la ciudad de Cúcuta, que también monopolizaba
el uso de las vías y transportes hasta los puertos fluviales de
importación y exportación mercantil.
Para financiar ese proyecto y bajo las condiciones
administrativas acordadas el Municipio emitió 6000 títulos
accionarios. Sin embargo, desde Bogotá diferentes funcionarios
y dependencias nacionales presionaron a los funcionarios
municipales a tener que endeudar la municipalidad con un
empréstito inglés, o en su defecto, se ordenó que los títulos
intransmisibles e inajenables debieran ser sustituidos por otros
que fuesen comerciales y acumulables por particulares. Para tal
fin, se amenazó a los concejales a reunirse y modificar su
decisión sobre la no trasferencia de las acciones ferroviarias, so
pena de los daños fiscales que pudieran ocasionar.
Para proteger esos títulos y evitar la ejecución del delito
tramado, Julio Pérez Ferrero ocultó los títulos en la casa de
comercio de su tío Numa Ferrero en San Antonio del Táchira.
Así mismo presionó a los concejales salientes a elegir a Luis
Cuervo Márquez presidente del Consejo Municipal y por ende
de la Junta de dignatarios del ferrocarril del Municipio de

270
Ibíd. P. 52
328

Cúcuta, así como a Oscar Pérez Ferrero como vicepresidente, e


incluso, se ofreció a servir ad honorem como secretario de esa
corporación. Asegurada la propiedad de los títulos del
Municipio y reafirmada la condición inajenable de los mismos
fueron traídos con seguridad nuevamente a la ciudad. Sin
embargo, años después volvieron a ser ocultados, siendo
rescatados por el mismo Julio Pérez Ferrero, en su condición de
personero municipal, de un cajón de fideos que se encontraba en
el almacén de Santiago Lamus.
Contando con la representación del General Lázaro María Pérez
en Bogotá, vía telegráfica se informó lo acontecido en Cúcuta y
el gobierno nacional, representado por el general Eliseo Payán,
autorizó y aprobó la decisión tomada por el nuevo Concejo
Municipal. Intromisión del ejecutivo nacional en una empresa
de interés gremial o particular regional que le costó al General
Payán, un año después, su caída y sustitución por las elites
capitalistas del liberalismo.
Desde Bogotá se nombró, envío y reeligió como primer
presidente de la Compañía del Ferrocarril de Cúcuta a Federico
Anzoátegui, un personaje desconocido que actuaba y decidía
“…por arte de calabazas, pues ni era accionista ni originario de
estos valles”271.
A pesar de esas disputas bipartidistas y de los intereses
económicos que pusieron en juego los empresarios y accionistas
del proyecto a nivel local, estatal y nacional, la construcción del
ferrocarril de Cúcuta y para Cúcuta se asumió como una
necesidad colectiva cuya solución debía propiciar la
dinamización de los transportes, el incremento del flujo de carga
por el camino carretero que conectaba a Cúcuta con los puertos
271
Ibíd. P. 53 -54
329

del Zulia, Los Cachos y San Buenaventura, y especialmente, la


superación de las tradiciones viales heredadas del uso colonial y
republicano de los caminos de herradura hasta llegar a
Maracaibo. Esas expectativas se resumían de la siguiente
manera:
La ruta a Maracaibo iba de Cúcuta (San José) al Puerto
de Zulia (2 leguas) y posteriormente hasta el puerto de
los Cachos (donde hoy está Limoncito) una jornada de 6
leguas que desde mediados del siglo XVIII se realizaba
con carretas de mulas o de bueyes y tomaba 3 días para
el transporte de las mercaderías. Desde el puerto de los
Cachos hasta el puerto de San Buenaventura (hoy Puerto
Villamizar), la navegación era en bongo y bastante
penosa, pues tomaba un día de bajada y dos de subida;
desde San Buenaventura hasta las Bocas del Lago se
empleaban de cinco a seis días y de allí seguía la
mercadería en los mismos bongos o en goletas hasta
Maracaibo272.
Las incomodidades para las cargas y los pasajeros, aunado al
incremento en la demanda de transporte de pasajeros y carga
después de la reconstrucción de la ciudad de Cúcuta en 1875,
fueron entonces una de las principales causas para que el
cabildo de la ciudad solicitara al gobierno del Estado de
Santander, por intermedio del exdiputado y expresidente Dr.
Marcos A. Estrada, una concesión por noventa y nueve años
para construir una vía férrea entre Cúcuta y el Puerto fluvial de
San Buenaventura, renombrado posteriormente como Puerto
Villamizar.

272
MARCIALES TORRES, Miguel. Op. Cit. P. 249
330

Para garantizar la financiación, construcción, funcionamiento y


administración del camino férreo, el tres de enero de 1876 fue
constituida en el Puente Cúcuta la “Compañía Camino de San
Buenaventura”. La primera tarea de su Junta Directiva fue la
contratación de una persona o compañía, nacional o extranjera,
que se encargara de construir el “camino de carriles de hierro,
de esta ciudad a Puerto Villamizar”. Para tal fin la compañía
contaba con un capital de $398700 pesos en oro colombiano
aportado por sus accionistas fundadores, entre los cuales se
encontraban:
Domingo Guzmán,
Felipe Arocha,
Foción Soto,
Julio Pérez Ferrero,
José Rafael Unda Ferrero,
Ramón María Paz,
Elbano Mazset,
Domingo Díaz,
Aristides García Herreros (Cónsul de Venezuela),
Melitón Añez,
José Agustín Berti de Ferrero,
Juan N. González,
Manuel Serrano F.,
331

Jaime Fossi,
Julio Añez,
José María Belloso,
Francisco Bautista y,
N.N. Vázquez, quien representaba a la vez a los
accionistas ausentes273.
El proyecto vial requerido por las autoridades del Estado
Soberano de Santander aunado al contrato propuesto por los
miembros de la Compañía fue aprobado finalmente por el
Congreso de los Estados Unidos de Colombia por medio de la
Ley 64 del 17 de junio de 1876. Dicha Ley reconoció a la
“Compañía del Camino de San Buenaventura” los privilegios de
convertir en caminos de rieles movidos por locomotoras de
vapor el camino carretero que durante una década había sido
construido y concesionado entre San José de Cúcuta y Puerto
Villamizar, a orillas del río Zulia.
En cumplimiento de esa ley, el gobierno federal autorizó y
respaldó a su vez la gestión y adquisición de un empréstito
inglés cuya administración fue confiada a una Junta conformada
por Trinidad Ferrero, Cristián Andersen Möller, Juan Atalaya,
Eleuterio García, G. Fhingtorn, Juan E. Villamil, Florentino
González, Julio Pérez Ferrero, entre otros. Junta que decidió
reinvertir parte de las ganancias e interés obtenidos en la

273
CÚCUTANUESTRA.COM. Ferrocarril de Cúcuta [En línea]. Cúcuta,
Página electrónica dirigida por Guillermo Jaimes Ramírez, 2009.
[Consultado el 30 de diciembre de 2009]. Disponible en Internet vía:
http://www.cucutanuestra.com/temas/historia/obras/ferrocarril_de_cucuta.htm.
332

realización de obras públicas como fueron: la reconstrucción del


mercado cubierto, la carnicería o matadero público, los locales
de las escuelas para niñas y varones, así como la culminación de
los tres puentes de ingreso a la ciudad274.
La Nación reconoció además los contratos que celebrara la
Compañía con el Estado Soberano de Santander, garantizaba
“por 25 años un interés líquido del 7% anual sobre un capital
hasta de1.500.000 pesos oro, comprendidos en el costo de la
actual carretera y los gastos que ocasione la conversión de esta
en vía férrea así como la conservación”275, así como exigía a la
compañía iniciar el tendido de rieles a más tardar en dos años
desde la promulgación de esa ley por el empresario Aquileo
Parra, presidente de Colombia, oriundo de ese Estado y
principal promotor de los caminos carreteros y ferroviarios para
el desarrollo comercial de Santander276.
Ochenta días después de vencido el tiempo para hacer efectiva
esa concesión, y condicionados por el fin de la guerra civil que
propiciaron los conservadores de los estados de occidente contra
la presidencia federal del liberal santandereano Aquileo Parra,
durante esos dos años de gracia fiscal sólo hasta el cinco de
septiembre de 1878 fue posible colocar los primeros rieles del
camino férreo para el norte del Estado de Santander por parte de
Juan Nepomuceno González Vásquez.

274
PÉREZ FERRERO, Julio. Conversaciones familiares. Op. cit. P. 55
(Clima)
275
CÚCUTANUESTRA.COM. Ferrocarril de Cúcuta [En línea]. Cúcuta,
Página electrónica dirigida por Guillermo Jaimes Ramírez, 2009.
[Consultado el 30 de diciembre de 2009]. Disponible en Internet vía:
http://www.cucutanuestra.com/temas/historia/obras/ferrocarril_de_cucuta.htm.
276
JOHNSON, David Church. Santander Siglo XIX Aspectos
socioeconómicos. Bogotá: Carlos Valencia, 1984
333

Ingeniero oriundo de Zipaquirá (Cundinamarca), quien se


constituyó en el contratista–constructor de la obra, el jefe de
ingenieros y la persona más idónea para realizar ese tipo de
proyectos al formarse en Francia, España, Italia e Inglaterra en
ese campo, por haber construido el ferrocarril de Cundinamarca
y por ser uno de los promotores de la troncal oriental ferroviaria
que uniría el comercio de Bogotá, a través de Pamplona y
Cúcuta con el Lago de Maracaibo.
Las consecuencias de la guerra hicieron que el contrato fuese
modificado y el capital accionario se revisara. El ingeniero Juan
Nepomuceno González Vásquez llegó a poseer 684 acciones, el
Distrito de San José de Cúcuta continuó siendo el propietario de
las 6000 acciones protegidas por la familia Ferrero; The River
Plate Trust, Loand And Company controló 1227 acciones como
compañía norteamericana encargada de construir el ferrocarril y
de garantizar la ejecución del “empréstito inglés”, así como
doña Librada Jaimes y don Rudesindo Soto llegaron a poseer
1070 acciones.
Si bien el Municipio contaba con la mayoría de las acciones
(67%), es decir la “tercera parte de las acciones”, en la práctica
su papel en la toma de decisiones era nulo porque aún en 1925
“…nada pesa en las deliberaciones de la compañía, ni siquiera
en la obtención de trabajo para determinada clase de
personas”277 al ser más influyentes los accionistas y
constructores norteamericanos.
Esa situación era tan agobiante que el Presidente de la
compañía, F. Anzoátegui, prefirió izar en el patio de la
compañía ferroviaria la bandera norteamericana antes que la
277
PÉREZ FERRERO, Julio. Conversaciones familiares. Op. cit. P. 55
(Incuria Municipal)
334

colombiana. Valga destacar que con la llegada de la compañía


de constructores ferroviarios norteamericanos también llegó una
“compañía miscelánea de Norte América” cuyos actos circenses
eran realizados por payasos, gimnastas, equilibristas y mujeres
trapecistas de origen inglés278.
De tal modo, las decisiones de la empresa recaían en los
presidentes propuestos y elegidos por los accionistas
minoritarios al ser su principal preocupación dar cumplimiento
al contrato con los constructores extranjeros y garantizar la
continuidad de la concesión. Siendo de recordar la gestión
realizada por presidentes y gerentes generales como fueron:
Felipe Arocha, Foción Soto, Francisco A. Soto, Luis A.
Gandica, Domingo Díaz, Enrique Morales, Rudesindo Soto,
Federico Anzoátegui, José Agustín Berti, Alberto Camilo
Suárez, Jorge Ferrero, Manuel Guillermo Cabrera, Federico
Halterman y Fabio González Tavera 279.
Al recaer la dirección administrativa y gerencial de Felipe
Arocha, después de los atrasos propiciados por F. Anzoategui, el
proceso de construcción y puesta en funcionamiento del
Ferrocarril de Cúcuta fue retomado y reiniciado dándose
plenamente al servicio público la ferrovía finales de 1880 e
inicios de 1881.
Uno de los primeros comerciantes del sur de Santander que fue
usuario del mismo, analizó la mutua relación comercial entre el
camino carretero y la vía férrea al compartir al resto del país en

278
Ibíd. P. 59 - 62
279
CÚCUTANUESTRA.COM. Ferrocarril de Cúcuta [En línea]. Cúcuta,
Página electrónica dirigida por Guillermo Jaimes Ramírez, 2009.
[Consultado el 30 de diciembre de 2009]. Disponible en Internet vía:
http://www.cucutanuestra.com/temas/historia/obras/ferrocarril_de_cucuta.htm.
335

la publicación el “Repertorio Colombiano” la siguiente crónica


periodística: “Los cargamentos de café y de los demás artículos
de exportación van de San José a Altoviento por la carretera, y
por ella vienen las mercancías que el tren trae del puerto a
Altoviento; y el producto de una y otra vía lo invierte la
compañía en la construcción del ferrocarril”280.
A partir de esa interacción, las rentas obtenidas eran reinvertidas
en los tramos faltantes del ferrocarril, así como las
importaciones y exportaciones movilizadas a través del Lago de
Maracaibo tuvieron una mayor circulación en el eje vial y
comercial que partía desde Bogotá, se conectaba a Boyacá,
articulaba las provincias orientales de Santander, y finalmente,
se abría paso desde Pamplona hasta Cúcuta.
El camino, movido por la fuerza motriz de la tracción animal, y
paralelamente a la vía por las locomotoras a vapor, se constituyó
en “el precursor del ferrocarril actual”281, en testimonio que fue
el Norte de Santander el primer Departamento de Colombia en
contar con un ferrocarril comercial, en símbolo del primer
sistema de transporte público de carácter internacional que tuvo
el país y en testimonio de una de las obras de progreso urbano
que desaparecieron con el terremoto de 1875 y que fueron
reconstruidas a la par de la ciudad.
Puesta en funcionamiento la línea férrea hasta el sitio de
Altoviento en 1881, en la medida que fueron construidos los
demás tramos y puentes férreos la línea fue llegando e

280
MARTÍNEZ, Rito Antonio. El Ferrocarril de Cúcuta al Río Zulia. En:
FEBRES – CORDERO FERRERO, Luis. El terremoto de Cúcuta (1925).
Bogotá: Banco Popular, 1975. P. 239 – 240. Publicado originalmente en el
Repertorio Colombiano. Vol. VI, 1881.
281
MARCIALES TORRES, Miguel. Op. Cit. P. 418.
336

interconectando el puente fluvial con el puente terrestre que


representaba Cúcuta al constituirse en el eje de las
comunicaciones hacia los cuatro puntos cardinales del Estado de
Santander.
Superadas las crisis económicas y las guerras civiles del primer
lustro de esa década, aunado al cambio de régimen
constitucional y político-administrativo del país, el ferrocarril
finalmente fue conectado y articulado a finales de 1886. Las
primeras pruebas de funcionamiento de toda la línea férrea de
puerto a puerto fueron realizadas el domingo 6 de febrero de
1887 con la inauguración de la primera locomotora adquirida
por la compañía, la “Cúcuta”. La cual fue trasladada desde el
puerto zuliano hasta la estación central (o Cúcuta) de la ciudad
capital de la provincia de Cúcuta por Mr. Johns. En ese mismo
lugar se habían inaugurado las obras ferroviarias una década
antes por los accionistas de la compañía y las autoridades
estatales al realizarse actos simbólicos de fundación como
remover la tierra, ubicarse la primera piedra y romper o enterrar
una botella de champaña sobre el primer riel puesto.
La licencia legal para la prestación de los servicios de carga y
pasajeros con el fin de ser reconocida su idoneidad, seguridad y
legalidad por el gobierno central y las autoridades
departamentales se obtuvo al realizar su primer recorrido oficial
y de carácter comercial el 30 de mayo de 1888.
Con la puesta en funcionamiento del ferrocarril municipal hasta
su estación central fue necesario construir una estación
suburbana en San Luis para la carga y descarga de mercancías y
pasajeros, así como se aseguró el paso sobre el río Pamplonita al
ser importado desde Inglaterra un puente metálico denominado
“Araujo” a partir de 1893.
337

Entre las locomotoras que contribuyeron al desarrollo


comercial, la dinamización de la población de viajeros que
transitaron por la región y la primigenia construcción del
imaginario regional de los nortesantandereanos estuvieron:

Locomotoras del Ferrocarril de Cúcuta 282


No. Nombre simbólico Peso

1 Cúcuta 23275 Kg

2 Santander 54950 Kg

3 Espacio Colombia 50200 Kg

4 Pamplona 26500 Kg

5 Victoria 23275 Kg

6 Floresta 7000 Kg

7 Táchira 7000 Kg

8 Pamplonita 7000 Kg

9 Zulia 29500 Kg

10 Peralonso 17100 Kg

11 Catatumbo 23800 Kg

12 Torbes 9200 Kg

13 La Grita 15675 Kg

282
CÚCUTANUESTRA.COM. Ferrocarril de Cúcuta [En línea]. Cúcuta,
Página electrónica dirigida por Guillermo Jaimes Ramírez, 2009.
[Consultado el 30 de diciembre de 2009]. Disponible en Internet vía:
http://www.cucutanuestra.com/temas/historia/obras/ferrocarril_de_cucuta.htm
338

14 Venezuela 31500 Kg

15 Chinácota 26500 Kg

16 González Vásquez 36000 Kg

17 Tonchalá 14700 Kg

18 Boyacá 36090 Kg

19 Tamalameque 36500 Kg

20 América 32700 Kg

21 Bolívar 21500 Kg

22 Cundinamarca 21500 Kg

23 Agustín Berti 25000 Kg

24 Justo N. Durán 30500 Kg

25 Padre Daniel Jordán 36500 Kg

Finalmente, después 55 kilómetros de obras y un costo de


$1.727.601.07 de pesos colombianos, el 23 de junio de 1888 el
gobernador de Santander General Vicente Villamizar Villamizar
fue informado por medio de un telegrama del presidente de la
compañía ferroviaria que desde ese día había sido puesto en
servicio el Ferrocarril de Cúcuta, siendo presentada como la
única obra que contribuiría a la prosperidad pública y la
pacificación del Departamento.
Los principales beneficiados e interesados de la puesta en
funcionamiento del Ferrocarril entre la Estación Cúcuta y el
Puerto de Villamizar fueron las casas comerciales nacionales e
internacionales, especialmente las de los inmigrantes italianos y
339

alemanes, quienes administraban los negocios de importación y


exportación desde Bogotá con Europa y Estados Unidos a través
del Lago de Maracaibo. Al lograr los comerciantes que Cúcuta
fuese declarada “puerto terrestre” y que en esa jurisdicción
fuese establecida una aduana nacional, las casas comerciales
garantizaron su continuidad en la región y se promovió la
constitución de nuevas sociedades comerciales.
Entre las casas comerciales de importación y exportación con
oficinas desde Caracas hasta Bogotá se destacaban: Brewer
Muller y Cia., Van Dissel Rode y Cia., Bekman y Cia., Caputi y
Cia., Rivoli Abbo y Cia., Estrada y Cia., Jorge Cristo y Cia.,
Jorge A. Saiech y Cia., Morelli y Cia., Hernández y Cia., García
y Cia., Pacheco y Cia., Duplat y Cia., Arocha y Cia., Gutiérrez y
Cia., Reyes y Cia., Agustín Berti y Cia., Moros y Cia., Juan B.
Rueda y Cia., Miguel Vélez y Cia.. Así mismo, se consolidaron
los bancos de Pamplona, La República, La Mutualidad, Dugan y
Mercantil Americano283.
A falta de una unidad monetaria común, cada una de esas casas
comerciales contó hasta la regeneración político–administrativa
del país con monedas acuñadas o papeles monedas propios que
conllevaban a la sobrevaloración o depreciación de las monedas
y papeles de cada casa comercial de acuerdo a su prestigio,
rentabilidad, confianza, respaldo financiero, etc. A lo cual se
sumaba la apreciación y reconocimiento material dado a las
monedas de acuerdo al metal precioso del cual estaban acuñadas
o reacuñadas: oro, plata, cobre, níquel o aleaciones. De tal
modo, cualquier pedazo de metal precioso laminado se
consideraba en sí mismo moneda de cambio, lo cual propiciaba
fraudes y falsificaciones entre monedas locales, regionales o

283
Ibíd.
340

internacionales en cuanto a la pureza, peso, legalidad, acuñado o


troquelado de las mismas al ser de fácil y común alteración284.
Los principales perjudicados con la inauguración de la totalidad
de la red ferroviaria fueron a su vez reconocidos y recordados
por el principal promotor del ferrocarril de Cúcuta, Julio Pérez
Ferrero, al pedir en sus memorias y crónicas no olvidar que
mientras el sector empresarial propietario de esa concesión
incrementó sus ingresos, ganancias y privilegios monopólicos
paralelamente se causó la quiebra y exclusión productiva de
todos aquellos que prestaban servicios o elaboraban bienes
asociados con los transportes carreteros como eran las recuas de
mulas, las carretas de cargo o pasajeros y los cargueros
humanos.
De allí que con la inauguración y puesta en funcionamiento de
la red ferroviaria en 1881 la ciudad cayó en una insalvable crisis
socioeconómica al quedar sin trabajo ni ocupación gran parte de
los empresarios y trabajadores carreteros, y consigo, se redujo
la calidad de vida y adquisición comercial de sus familias. Todo
lo cual repercutió en las ventas y ganancias de los comerciantes
accionistas. Pérez Ferrero explícitamente denunciaba:
El ferrocarril acabó con diversas industrias pequeñas que
esparcían considerable suma de dinero; las mulas que
durante la cosecha de café entraban a la ciudad,
alcanzaban a una cifra de 500 diarias, se redujeron a la
mitad, cesando con tal disminución, casi por completo,
las industrias de aperos, pastajes y de fique; las ventas de
víveres y de guarapo. La agricultura de la región de
Puerto Villamizar y del río Zulia se resintió grandemente
284
PÉREZ FERRERO, Julio. Conversaciones familiares. Op. cit. P. 52
(Clima)
341

con los fletes del ferrocarril que excedían en mucho del


valor de los que enantes pagaban en carros o en mulas285.
En 1948, el cumplimiento, ejecución y respeto de lo concedido
por el gobierno nacional hasta ese momento fue resumido de la
siguiente manera:
La empresa recibió la cesión total de 100.000 hectáreas
de tierras baldías y la exención de todo impuesto público
directo sobre las propiedades adquiridas a lo largo de la
vía y se eximió a todos sus empleados de servicio militar
o civil. Durante el término del privilegio, el ferrocarril,
sus anexidades y productos no están gravados con
ninguna contribución del Estado o del Municipio.
El primer trayecto comprendido entre Puerto Villamizar
y la Jarra, 14 kms., se inauguró al servicio público el 1º
de febrero de 1880 y, muy poco después, se concluyeron
los 4 kms. Restantes del primer trayecto. La vía en toda
su longitud (55 kms.) se terminó a comienzos de 1888 y
ese mismo año, en julio, el gobierno declaró cumplido el
contrato y la empresa, en pleno goce de sus derechos.
Todos los gastos de la construcción de ferrocarril habían
sido $2.551.873286.
Ramificaciones del Ferrocarril de Cúcuta. En la medida que
se incrementó la demanda de transportes, los servicios férreos se
ampliaron desde la estación Cúcuta hacia los puertos fluviales
sobre el río Zulia, San Antonio del Táchira, Pamplona, el área
urbana de Cúcuta, así como ser adquirieron nuevas locomotoras
acordes con los requerimientos técnicos de fuerza, velocidad y

285
Ibíd. P. 56, 57-58 (Circulación monetaria; Industria fabril)
286
MARCIALES TORRES, Miguel. Op. Cit. P. 422
342

eficiencia. Las ramificaciones y extensiones más importantes


que se desprendieron del ferrocarril de Cúcuta fueron:
1. El tranvía urbano. A la red de transporte férreo de
carácter nacional e internacional hacia el norte de Cúcuta
denominada Ferrocarril de Cúcuta se unió una década después
un tranvía urbano mediante el cual la ciudad de Cúcuta ofrecía
un servicio de transporte público desde la Estación Cúcuta hasta
el Puente San Rafael (Estación Balkanes o sur) 287. Para ello se
empleaban las locomotoras de vapor del ferrocarril con el menor
peso y fuerza, llamadas las “enanas”, entre las cuales estaban las
‘bautizadas’ como: Pamplonita, Táchira, Floresta y Torbes.
Las obras de construcción del tranvía iniciaron en 1887 a la par
de la culminación e inauguración de la red ferroviaria de Cúcuta
hasta Puerto Villamizar (ferrocarril del norte del Municipio) por
parte de una compañía constructora norteamericana, siendo
realizada su inauguración el 30 de abril de 1889. El costo de su
construcción fue de $45.198.60 pesos y su funcionamiento fue
conservado hasta 1930 al ser desplazado por el servicio público
de automóviles y autobuses urbanos.
2. El Ferrocarril del Norte. En 1926 el Ferrocarril de
Cúcuta fue ampliado hacia el extremo norte de la provincia al
concedérsele un ramal hasta Puerto León y un trayecto adicional
hasta Puerto Santander en donde se debía empalmar el

287
DURAN MARTÍNEZ, Virgilio. Viaje fantástico por el tranvía de Cúcuta
(1890 – 1940) [En línea]. Cúcuta, Página electrónica dirigida por Guillermo
Jaimes Ramírez, 2009. [Consultado el 1 octubre de 2009]. Disponible en:
http://www.cucutanuestra.com/temas/libros/viaje_fantastico_cucuta.htm (La
obra fue publicada en 1999 por la Universidad Francisco de Paula de
Santander).
343

Ferrocarril de los cucuteños con el ferrocarril del Táchira, el


cual se conectaba directamente con Maracaibo.
Desde entonces el ferrocarril de Cúcuta fue renombrado como el
“Ferrocarril del Norte” en honor a la próspera expansión del
ferrocarril –central- de Cúcuta, y por ser uno de los símbolos
materiales de la prosperidad asociada al naciente departamento
del Norte de Santander. Las oficinas principales del nuevo
ferrocarril fueron ubicadas desde entonces en la esquina de la
avenida sexta con calle octava.
La expansión del ferrocarril hacía los extremos municipales y
provinciales implicó a su vez el incrementó en los servicios
urbanos prestados por el tranvía y sus estaciones al recepcionar
los pasajeros y cargas trasladados por las locomotoras del
Ferrocarril de Cúcuta como el del Ferrocarril del Táchira que
llegaban hasta la capital del Norte de Santander.
Específicamente desde el once de marzo de 1926, día
memorable cuando llegó a la Estación Cúcuta el primer tren
procedente de la Estación Táchira con mercancía procedente de
Maracaibo, después de veintidós horas de viaje sin las
incomodidades e inseguridades del viaje fluvial.
Para entonces, las embarcaciones fluviales procedentes del
extremo suroccidental del Lago de Maracaibo, específicamente
de la desembocadura del río Catatumbo en ese lago, ascendían
hasta el puerto fluvial y municipalidad de “Encontrados” en
donde se unía a su vez el río Zulia al río Catatumbo. Con lo
cual, en ese puerto fluvial fue construida la última estación
(“Encontrados”) de los 120 km., que conformaban el Ferrocarril
del Táchira hasta la estación del “Táchira” (San Félix). Al llegar
a los 104,5 km., en la estación “La Fría”, el ferrocarril del
Táchira tenía su desvío hacía el puerto fluvial colombiano de
344

“Santander”, en la unión de los ríos Zulia y la Grita, donde


conectaba con el Ferrocarril del Norte.
Aprobada por el gobierno venezolano desde el 13 de septiembre
de 1924, la interconexión férrea y el empalme vial binacional a
través del puente de la “Unión” (Lamus Lamus) sobre el río La
Grita se formalizó desde las diez de la mañana del 24 de julio de
1926. Para ello se hizo un homenaje al Libertador Simón
Bolívar y al espíritu de unión binacional por los representantes
legales de la Compañía del Ferrocarril de Cúcuta y del Gran
Ferrocarril del Táchira, los consejeros del Cabildo de Cúcuta y
los presidentes de Venezuela (Juan Vicente Gómez) y Colombia
(Pedro Nel Ospina) al inaugurarse y ponerse en funcionamiento
el puente ferroviario internacional acordado y dispuesto en la
escritura de la notaria primera de Cúcuta No. 1217 de 1924. La
cual fue leída públicamente para reafirmar lo acordado.
El puente inaugurado por ambas compañías y gobiernos fue
diseñado por el ingeniero colombiano Emilio Gaitán Martín288
con el fin de garantizar la conexión de los ferrocarriles de
“Cúcuta” y “Táchira”, así como para estar presente en la
ceremonia el presidente conservador P. N Ospina viajó en
caballo desde Bogotá hasta llegar a la estación Tesqua al norte
de Pamplonita, desde donde continuó hasta Cúcuta en el
Ferrocarril del Sur.
A partir del encuentro binacional de los presidentes se acordó
culminar la construcción del puente internacional automotriz
para la unión e interconexión de los dos países entre Cúcuta,
Villa del Rosario, San Antonio y San Cristóbal. Con lo cual
resultaba evidente e inevitable el desplazamiento de la red férrea
288
GOBERNACIÓN DE NORTE DE SANTANDER. Biografías de celebres
nortesantandereanos. Cúcuta: Diario la Opinión, 2008. P. 163
345

usada en ese corredor vial al ser más importante y prioritario


impulsar la industria automotriz y petrolera en ambas fronteras.
Las obras de construcción del Puente Internacional Simón
Bolívar conformado por un solo carril que unía ambos extremos
fueron iniciadas el 30 de octubre de 1925, se inauguraron el 19
de diciembre de 1926 y debieron ser reinauguradas el 24 de julio
de 1927 después de haber sido averiado por el río Táchira.
El incremento en el tráfico automotriz de autos de pasajeros y
los camiones de carga hizo necesario abandonar el puente
unidireccional para dar paso a un viaducto con dos carriles
dobles de ingreso y egreso el cual fue culminado en 1969 a la
par de la culminación del puente internacional Francisco de
Paula Santander entre Puerto Santander y Ureña, así como el
puente José Antonio Páez sobre el río Arauca. Los vestigios del
puente unidireccional aún se conservan y son visibles desde
ambas riberas.
Las características viales de la red ferroviaria del Norte para
1948 fueron descritas de la siguiente manera:
El ferrocarril tiene una extensión de 55 kms: desde
Cúcuta hasta Puerto Villamizar, de donde se prolonga
dos kms. más, aparte del ramal de tres kms. que va a
Puerto León. En la estación 57 se desprende el trayecto
de empalme (4 kms.) hasta Puerto Santander, lugar en
que se une con el ferrocarril del Táchira: en total hay,
pues, en servicio, 64 kms. Las características de la obra
son las siguientes: 1 m. de ancho entre rieles, pendiente
máxima de 2½%; estaciones terminales en los puertos e
intermedias, con pequeños edificios y depósitos de
ladrillo en El Salado, Aguablanca, Oripaya, El Edén,
346

Altoviento, La Jarra y puentes sobre el Zulia y La


Grita289.
La ruta de la línea norte interconectaba a su vez las estaciones y
sitios denominados: El Salado, Aloncito, Patillales, Guayabal,
Agua Blanca, Oripaya, La Arenosa, Edén, La Esperanza,
Altoviento, La Tigre, La Jarra, Agua Clara, La Javilla,
Kilómetro, Pamplonita, Puerto Villamizar, Paradero-Catatumbo
y Puerto Santander.
3. El Ferrocarril de Oriente. Desde la Estación Cúcuta
también funcionó una línea férrea oriental conocida como el
“Ferrocarril de la Frontera” cuyo fin era servir de línea
secundaría para el transporte de pasajeros y carga desde San
Antonio del Táchira hasta el Ferrocarril de Cúcuta y viceversa.
La línea férrea partía de la Estación Cúcuta, pasaba por su sede
principal en la Estación Rosetal y continuaba por el Escobal,
Boconó, Lomitas y Villa del Rosario hasta llegar a San Antonio,
después de 16 kilómetros de tránsito.
La línea férrea fue inaugurada el 22 de julio de 1897, después de
invertirse $ 336.150.23 pesos, siendo suspendida y levantado el
camino férreo que lo conformaba entre 1932 y 1933 para dar
paso al camino carretero, y luego asfaltado, que conectaba a
Cúcuta con San Antonio a través del Puente Internacional
Vehicular de Simón Bolívar.
4. El Ferrocarril de Occidente y el cable aéreo. Con
los desarrollos urbanos y municipales de las vías ferrocarrileras,
aunado a la separación de las provincias al norte del
Departamento de Santander para dar origen al Departamento de
Cúcuta (1906) y posteriormente al de Norte de Santander

289
MARCIALES TORRES, Miguel. Op. Cit. P. 422
347

(1910), los legisladores, gobernantes y empresarios de Cúcuta


asumieron como uno de sus retos y necesidades interconectar a
la capital departamental con Ocaña, y desde allí, con los puertos
fluviales de la principal vía fluvial del país: el río Magdalena.
Salida considerada como necesaria por los gremios y elites
cucuteñas ante los costos tributarios, las dificultades navales y
los conflictos sociopolíticos que implicaba el traslado de cargas
y pasajeros por el Caribe marabino a través de la conflictiva
Venezuela.
Para tal fin, se pensó en ampliar la extensión occidental del
ferrocarril de Cúcuta con una línea férrea semejante a la que se
había construido hasta Villa del Rosario o Puerto Santander, la
cual debía pasar estratégicamente por Ocaña y culminar en el
puerto de Tamalameque junto al río Magdalena. Vía que por sus
dificultades de trazado, costos de infraestructura e inviabilidad
financiera fue considerada finalmente como irrealizable aunque
su construcción fue decretada por una ley nacional gestionada
por Emilio Ferrero en 1904.
Su primer diseño funcional y estructural fue presentado en 1918
por Emilio Gaitán al no estar dispuestos los comerciantes
cucuteños y nortesantandereanos a desviar sus rutas de tráfico y
depender exclusivamente del ferrocarril de Santander al
considerarse que existía mayor eficiencia, seguridad y
puntualidad al trasladarse las mercancías y pasajeros desde
Puerto Wilches hasta la estación de Café Madrid, al pie de
Bucaramanga.
La imposibilidad de construir y mantener un camino carretero
permanente, aunado a la inviabilidad financiera que
representaba construir una red férrea que conectara a la
provincia de Ocaña con Cúcuta, conllevó finalmente a construir
348

y masificar el uso de un cable aéreo para carga y pasajeros


desde Ocaña hasta el Magdalena. De acuerdo a los cálculos
oficiales, un kilómetro de ferrocarril por la ruta de Ocaña tenía
un costo de 40000 pesos que computados con los 333 km.
necesarios de construir, conllevaba a que la vía tuviese un precio
mayor a trece millones de pesos mientras que un kilómetro de
cable costaba 16000 pesos y tan sólo se requería hacer un
trazado de 155 km. Lo cual implicaba un ahorro del 60%
comparado con el camino férreo.
Considerando esas razones, el 7 de agosto de 1925 fueron
iniciadas las obras de construcción del primer cable aéreo de
carga y pasajeros del nororiente de Colombia cuyo primer tramo
de 47 km fue inaugurado el 7 de agosto de 1929. Esa novedosa
obra pública fue presentada por las autoridades municipales y
departamentales como un sistema de transporte seguro, capaz de
soportar cargas hasta de 970 kilogramos y de recorrer distancias
hasta de 170 metros por minuto. Para su funcionamiento se
empleaban motores de combustible fósil y aceites para la
lubricación de los cables y engranajes.
El cable cumplió su misión fundacional de unir a Ocaña con
Gamarra siendo gradualmente abandonado al ser concluida la
construcción de la vía terrestre que en concreto y asfalto iba
desde la capital departamental hasta las riberas de la principal
vía comercial de la nación. El 20 de julio de 1946 fue
inaugurada la vía carretera a Ocaña, después de cuatro décadas
de construcción como camino carretero, lo cual conllevó al
gradual abandonó y decadencia del proyecto aéreo de los
empresarios nortesantandereanos por unir con un cable aéreo a
Cúcuta con Ocaña290. Finalmente se dejó de usar el cable para

290
Ibíd. P. 30
349

transportar pasajeros hasta Gamarra, así como la Ley 31 del 2 de


noviembre de 1948 ordenó arrendar o dar en concesión a los
particulares ese improductivo bien público.
Durante esa misma época, los funcionarios de la contraloría
departamental habían calculado y verificado que el uso
esporádico del cable como transporte de carga hasta el puerto
fluvial de Gamarra había descendido en 60%. De tal manera, la
mejor opción era solicitar a las autoridades departamentales la
paralización y el desuso comercial de esa primigenia forma de
transporte sobre los riscos, cañones y ríos caudalosos
nortesantandereanos al no ser demandada ni obtenerse los
ingresos mínimos para su sostenimiento291.
La decadencia y desaparición directa del cable como medio de
transporte público estuvo directamente relacionada con la
“conclusión de la carretera Ocaña – Gamarra (62 kms)”292. Vía
cuya construcción fue ordenada por la Ley 42 de noviembre de
1917 con un presupuesto inicial de cincuenta mil pesos para la
realización de los primeros trabajos de exploración (1918) y de
exploración bajo la dirección del general José Agustín Berti
(1920). Su culminación e inauguración como la “carretera de
Cúcuta al Magdalena” (o del occidente) fue formalizada durante
la fiesta de independencia de 1946.
Las causas que imposibilitaron finalmente la interconexión de la
última estación del ferrocarril de Santander (en Puerto Wilches)
con la última estación del ferrocarril del Magdalena (en
Fundación), empleando para ello la ramificación occidental del
Ferrocarril de Cúcuta que cubría el corredor vial que iba desde

291
MENDOZA MORALES, Alberto. Norte de Santander. Bogotá:
Panamericana – CORPES Centro Oriente, 1997. P. 30
292
MARCIALES, M. Op. cit. P. 426
350

Ocaña hasta el puerto fluvial de Gamarra y de allí hasta


Tamalameque, fueron explicadas por Julio Pérez Ferrero como
la consecuencia directa de las acciones de los gremios
económicos de Cúcuta, Bucaramanga y Maracaibo que se
oponían a perder sus monopolios ferroviarios, comerciales y de
transportes sobre los ríos Magdalena y Catatumbo.
Al explicar en 1925 a sus contemporáneos cuáles habían sido las
causas del rotundo fracaso del anhelado “Ferrocarril de la
Costa (o Tamalameque)” expresaba:
Tiene Cúcuta en perspectiva el ferrocarril a la Costa que,
si bien es cierto que no producirá los intereses del capital
necesario en los primeros años de su explotación, habrá
de hacer utilizable una comarca extensísima inexplotada
hoy y que seguramente dejará rendimientos cuantiosos
pocos años después. A esta obra redentora se le hace
guerra por causas de distinto orden: los intereses
venezolanos que se resentirán al no pasar por su
territorio nuestras ricas producciones, han creado con sus
raíces en nuestra vida social y comercial una oposición a
la vía al Magdalena, pues es natural que quieran
conservar el tránsito del comercio colombiano; los
intereses del departamento Sur, empeñados en la obra del
ferrocarril a Puerto Wilches, han tratado de que nuestra
región se constituya tributaria de esa vía: en Ocaña que
han creído que con dicha obra quedarían alejados y por
último, muchos hijos de Cúcuta que creen que con
ferrocarril al Magdalena la ciudad capital habría de
quedar sin importancia comercial, sin caer en la cuenta
de que, si se nos alejara o pudiera alejársenos, las
producciones de los pueblos de occidente se abrirían en
cambio corrientes comerciales con García Rovira y todo
351

el departamento de Boyacá. Todos estos intereses


encontrados han venido ofreciendo dificultades en las
determinaciones legislativas y en las del gobierno sobre
nuestra obra redentora. Para inclinar la opinión en favor
del ferrocarril a Tamalameque basta considerar en el
orden comercial: que cuanto dejamos a nuestro paso en
Venezuela quedaría formando parte de nuestra riqueza
nacional; que la sal marítima traída de la Costa
desalojaría de nuestros mercados la de Coche y demás de
producción venezolana; que las mercaderías se
consumirían a precios más módicos toda vez que no
tendrían que pagar-el tributo crecido que hoy se paga en
Maracaibo por el servicio de tránsito; en el campo
agrícola que, con la vía rápida y relativamente barata,
podrían ensancharse con los consumos de los pueblos de
la Costa los cultivos y productos de trigo, de otros
muchos cereales, y que las casillas de nuestra
exportación se aumentarían enormemente con las de
maderas, taguas, plantas medicinales y mil productos
más que la facilidad de transportes desarrollará; y en el
campo político tanto en lo que se refiere al interior como
al exterior, el ferrocarril a Tamalameque será garantía de
éxito, elemento de paz y defensa del honor nacional293.
5. El Ferrocarril del Sur. Los infructuosos esfuerzos de
los empresarios ferroviarios por expandir las redes del
ferrocarril de Cúcuta hasta el Magdalena y la creciente
expansión de la línea ferroviaria de Santander y Boyacá hacia el
interior de las provincias andinas, propiciaron durante la última
década de hegemonía conservadora la unificación integral del

293
PÉREZ FERRERO, Julio. Conversaciones familiares. Op. cit. P. 68-69
(Vías de comunicación)
352

país por medio de un sistema ferroviario que debía unir las redes
que interconectaban a Bogotá, Tunja y Bucaramanga con
Duitama. Desde allí debían conectarse a un extenso ramal que
conectaba a Cúcuta con los valles de Málaga y Pamplona.
Ese macroproyecto ferroviario fue conocido, legislado y
ejecutado como el “Ferrocarril del Sur”, para lo cual los
legisladores, gobernantes y empresarios ferroviarios nombraron
al general Jorge Ferrero como su gestor, gerente y
superintendente. Hasta entonces, él había sido durante varias
décadas el tesorero y administrador responsable del crecimiento
y la expansión departamental del Ferrocarril de Cúcuta, así
como era considerada la persona más idónea para lograr realizar
una interconexión ferroviaria internacional que uniera el Lago
de Maracaibo con Cúcuta, y ésta con Bogotá, a través de la
“troncal ferrocarrilera de Oriente”.
El “Ferrocarril del sur” fue un proyecto financiado por el
Gobierno Nacional y la Gobernación de Norte de Santander con
el Municipio de Cúcuta al contratarse al Ferrocarril de Cúcuta
con el fin de asegurar una vía de transporte que conectara a
Pamplona con Cúcuta y el exterior a través del ferrocarril del
Táchira. El contrato fue firmado en agosto de 1921 y se acordó
construir 20 kilómetros de vía férrea con una subvención estatal
de $4000 pesos por kilómetro trazado. Al culminar los primeros
14 kilómetros se inauguró la Estación Moros (septiembre de
1923) conectándola a las demás redes que administraba el
ferrocarril de Cúcuta.
Al llegar al kilómetro 21 se inauguró la Estación La Esmeralda
(1924), siendo culminada la vía en su totalidad y entregada al
gobierno departamental el 26 de abril de 1926. Un año después
se contrató y culminó la continuidad de la línea hasta la estación
353

de La Don-Juana (km. 26), se continuó la vía hasta Bochalema y


se inauguró una estación del mismo nombre (12 de octubre de
1928). El proyecto ferroviario Cúcuta – Pamplona fue
culminado con la inauguración de la Estación de Tescua (2 de
enero de 1930). Sin embargo, la vida útil de esa línea ferroviaria
culminó en 1936 al ser desplazada su oferta de transporte de
carga y pasajeros por la vía carretera que conectó en Pamplona a
las troncales oriental (desde Málaga) y central (desde
Bucaramanga).
Durante su década de funcionamiento, la ruta de la línea sur
interconectó diariamente las estaciones y sitios denominados:
San Pedro, Agua Sucia, Santa María, Moros, Carrillo, La
Regadera, La Esmeralda, La Lache, La Donjuana, El Raizón,
Calaluna, Bochalema y Tescua-Diamante.
La expansión y posicionamiento de la industria automotriz de
transporte de cargas y pasajeros, y consigo, el fracaso comercial
de las líneas férreas que se desprendieron de la línea principal
del ferrocarril de Cúcuta y la pérdida de las inversiones
realizadas habían empezado a ser evidentes al suprimirse los
servicios de transporte del tranvía municipal de Cúcuta en 1930.
La decadencia del sistema de ferrocarriles de Norte de
Santander, y posteriormente del resto de Colombia, fue
incontenible e inevitable al asumirse que el centenario proyecto
de unir el nororiente de Colombia con el resto de vías férreas
había sido abandonado y descartado, “particularmente, en el
territorio de los Santanderes” donde su fuente de desarrollo era l
industria petroquímica y el transporte automotriz.
A ello se sumaban factores desestabilizadores del proyecto
ferroviario nacional que debió haber pasado por todos los puntos
cardinales de Norte de Santander a través de Cúcuta, así como el
354

desinterés y menosprecio que asumieron desde 1895 los


empresarios accionistas y los directivos del Ferrocarril de
Cúcuta al anunciar los empresarios y gobernantes de Venezuela
la construcción y puesta en funcionamiento del Ferrocarril del
Táchira.
Mientras un sector empresarial de Cúcuta representado por Julio
Pérez Ferrero propuso reformar las relaciones comerciales
fronterizas, boicotear y hacer innecesaria toda dependencia con
esa megaconstrucción, proponiendo por el contrario, incentivar
un mayor uso de las vías férreas y los puertos fluviales
colombianos, rebajando las tarifas arancelarias de los fletes y el
tránsito de las cargas tachirenses por Colombia sin trabas
aduaneras.
Los demás accionistas y empresarios confiados en la
superioridad y perpetuidad de las vías cucuteñas que
monopolizaban despreciaron la opción de una emancipación
ferroviaria de los agroexportadores tachirenses, merideños y
zulianos, así como durante las siguientes década no planearon el
“porvenir próximo o remoto”294 para la principal renta y
particular de Norte de Santander.
El Ferrocarril del Táchira fue una realidad vial altamente
productiva para los estados andinos y occidentales venezolanos
a partir de 1914 mientras que los empresarios cucuteños
aceptaron con resignación la decadencia productiva de la “vaca
lechera” que había sido el ferrocarril de Cúcuta hasta Puerto
Villamizar. Problemática a la cual se aunó la alta sedimentación
de los ríos y las crisis macroeconómicas mundiales del período
de entreguerras en los países consumidores de los monocultivos
colombianos de exportación.
294
Ibíd. P. 70
355

De tal manera, los empresarios exportadores de Cúcuta


estuvieron obligados a negociar la extensión e interconexión
vial del ferrocarril de Cúcuta con el del Táchira siendo
renombrado como el ferrocarril del “Norte” desde Puerto
Santander (1926). Dependencia agravada por las crisis
económicas cafeteras, la reconcentración de las cargas de café
tachirenses a través de su propia ruta, la inoperancia y poca
rentabilidad del ferrocarril cucuteño, y en especial, el
incremento de los controles aduaneros y los excesos tributarios
de las mercancías y sales que los marabinos habían impuesto
desde el período colonial a los productos que ingresaban a las
provincias andinas neogranadinas295.
Desuso y decadencia de los ferrocarriles. Los representantes
de la Contraloría Departamental encargados de hacer el primer
estudio monográfico de carácter integral sobre Norte de
Santander y los nortesantanderanos manifestaron abiertamente
en 1948 que la revolución automotriz iniciada un par de décadas
antes ya habían hecho inviable e improductivo continuar
financiando la expansión del proyecto ferroviario que había sido
concebido para el nororiente del país.
Al respecto se decía: “Desgraciadamente, inconvenientes varios
fueron forzando a la suspensión de servicios y se levantaron los
rieles a San Antonio, los del tranvía urbano cucuteño y los del
Cúcuta a El Diamante. Como están hoy las cosas, parece que la
comunicación del fondo del Lago a Bogotá es más práctica por
medio de una carretera para cuya conclusión solo faltaría el
sector la Concha – Cúcuta”296.

295
Ibíd.
296
MARCIALES, M. Op. cit. P. 409
356

A la operación ferroviaria con mínimos ingresos para la


exportación del café y los azúcares norteños se sumó la
sedimentación de los puertos fluviales como efecto de las talas y
erosiones colonizadoras de las cuencas alta de los ríos
navegables que hacían inviable e inútil el transporte ferroviario
de cargas por el Catatumbo y el Magdalena, y consigo, no era
posible trasladarlas hasta el Caribe para embarcarlas en los
buques de gran calado usados tradicionalmente para las
exportaciones.
Al mismo tiempo era necesario que todas las cabeceras de los
municipios y corregimientos contaran con una verdadera y
eficiente red de caminos (municipales) y carreteras
(departamentales) para los carros de mulas, automóviles y
camiones. Era imposible e inviable interconectar todo el
departamento con vías férreas o seguir manteniéndose como una
región aislada y desarticulada productiva y comercialmente
entre sí al sólo contar caminos de herradura irreparables o
intransitables, a través de los cuales sólo pasaban los carruajes
para mulas. Algunos de esos caminos habían sido reconstruidos
por inmigrantes como Luis Koop.
A diferencia del ensueño ferroviario de mediados del siglo XIX,
la promesa de mediados del siglo XX era para los funcionarios
departamentales dejar abrir paso a: “la idea de que la vía
carretera es una aspiración justa de todos los pueblos, que no
debe detenerse por falsas apreciaciones de orden político o por
injustificado temor a los subsecuentes cambios de producción o
a los reajustes económicos locales”…“…es evidente que la red
carretera tarde o temprano se extenderá a todas las cabeceras y a
la mayoría de los corregimientos…”297.

297
Ibíd. P. 414
357

Ese proyecto había tomado forma tres lustros antes al levantarse


y sustituirse la red férrea que conectaba los tranvías y
ferrocarriles de Cúcuta con San Antonio por la única carretera
asfaltada que existía a mediados del siglo XX en Norte de
Santander, fruto de los derivados petroleros extraídos de la
región, la cual tenía una longitud de diecisiete kilómetros. Las
nuevas generaciones de empresarios apostaron por la
continuidad de esos procesos de sustitución de las vías férreas
por vías asfaltadas, siendo propuesto por la Contraloría
Departamental vender a la Nación los derechos del Ferrocarril
de Cúcuta, o por el contrario, optar por aprovechar el territorio
que usaba ese ferrocarril para construir una carretera plana y
recta hasta los puertos fluviales o las estaciones ferroviarias en
la frontera con Venezuela.
En 1954, el Ferrocarril de Cúcuta pasó a ser parte de la Empresa
Ferrocarriles Nacionales (Decreto 3129 de 1954) como una
opción del gobierno nacional para asegurar la continuidad
operativa de los ferrocarriles existentes en el país. Sin embargo,
la improductividad e inoperancia hizo insostenible su
continuidad un lustro después al ser dispuesta la suspensión de
sus operaciones y la liquidación de sus procesos administrativos
en 1960.
En definitiva, se consideró que el centenario proyecto de
conectar la troncal carretera de Bogotá con la de Cúcuta
requería acabar con el sistema de rieles y las veintidós
estaciones que habían sido construidas y usadas por el
ferrocarril de Cúcuta para poder dar pleno paso y movibilidad a
los automóviles y vehículos de carga movidos por los derivados
del petróleo nortesantandereano. Para ello se proponía
concretamente:
358

La [gran troncal oriental] de Cúcuta sale de Bogotá, pasa


por Chocontá, Tunja, Duitama, Soatá, Málaga, Pamplona
y Cúcuta; está terminada en su totalidad, pero
orgánicamente se prolonga por el ferrocarril de Cúcuta a
Puerto Villamizar y después por territorio venezolano
hasta Encontrados. La terminal lógica de la troncal
cucuteña es el puerto de La Concha, en el fondo del
Lago de Maracaibo, con la construcción de la carretera
Cúcuta-Puerto Villamizar-El Guayabo-La Concha, de
una longitud de 197 kms. El problema de esta carretera
reside en que es indispensable la adquisición del
ferrocarril de Cúcuta, por parte del gobierno colombiano,
y la compra del ferrocarril del Táchira, por parte del
gobierno venezolano, levantar los rieles desde Cúcuta
hasta El Guayabo (117 kms.) y trazar por terreno com-
pletamente plano 80 kms. desde El Guayabo hasta La
Concha: sólo es necesario llegar a un acuerdo con el
gobierno venezolano y abrir la barra de Maracaibo.
Construida esta parte lógica de la troncal, quedará abierta
al automovilismo la antigua vía histórica de Maracaibo a
Santafé, con una longitud de 804 kms., 22 horas de
automóvil y 30 horas para buses y camiones de carga. La
ventaja de semejante vía para el país y para la capital de
la República, en particular, no puede encarecerse
suficientemente: es la ruta al mar que la geografía ha
señalado fatalmente a todo el Oriente colombiano298.
El desarrollo de la infraestructura vial y el consumo automotriz
en la frontera colombo-venezolana marchó paralelo al desarrollo
petrolero de ambos países. A mediados del siglo XX, el
petróleo del Catatumbo era transportado por la South American

298
Ibíd. P. 410 - 411
359

Gulf Oil Company a través de los 421 kms del oleoducto que
llegaba hasta Coveñas, logrando hasta 1947 la extracción de
7565201 barriles de petróleo bruto.
La “primera refinería de petróleo de suramérica”299 fue creada
en 1905 en Cúcuta por el general piedecuestano Virgilio Barco
Martínez como concesionario desde 1884 de las reservas de
petróleo del Catatumbo y en ella se producía el kerosén
denominado “Luz América”. Esa concesión fue transferida a
compañías petroleras norteamericanas en 1931 a través del
contrato Chaux Folsom, por medio del cual se amplió la
cantidad y calidad de los hidrocarburos extraídos, producidos y
exportados desde Cúcuta. La refinería fue posteriormente
trasladada a Petrolea, en la jurisdicción de Tibú, en donde se
refinaron en 1947 un total de 192049 barriles de petróleo crudo,
equivalentes a 2822565 galones de gasolina y 1237455 galones
de diesel oil.
La Colombian Petroleum Company construyó y fue propietaria
de la transversal del norte que unía en 164 kms a Puerto León
con Convención y un ramal entre Petrolea–Tibú-Socuayó de 64
kms como vía necesaria para garantizar la explotación petrolera
en la cuenca del Catatumbo, la cual fue iniciada en 1920. Vía
que garantizó la continuidad de los procesos de colonización,
poblamiento, comercio y desarrollo demográfico de Tibú, a
pesar de la oposición de los indígenas motilones (Barí) a la
concesión otorgada por el General Rafael Reyes al General
Virgilio Barco300.

299
MENDOZA MORALES, Alberto. Norte de Santander. Bogotá:
Panamericana – CORPES, 1997. P. 30
300
Ibíd. P. 38
360

Así, el creciente desuso de los caminos de herradura y los


coches de caballos o las carretas tiradas por bueyes y mulas, así
como el arrume final de los rieles y locomotoras de vapor que
por un siglo dinamizaron la economía y los transportes de la
región, se reflejó en la pérdida de las prácticas sociales, los
recursos materiales, los imaginarios tecnológicos y los
elementos culturales decimonónicos que habían sido creados en
torno a los navegantes, los arrieros y los trenes. Al respecto, la
comisión económica de la Contraloría Departamental que visitó
todos los municipios para la composición de la “Geografía
histórica y económica del Norte de Santander” identificó y
advirtió que: “las investigaciones sobre nuestro folclor, leyendas
y tradiciones en general, son urgentes si se desea salvar lo poco
que ha quedado ante la invasión de las carreteras y los nuevos
modos de vida”301.
Fracasado y sepultado el proyecto ferroviario de la nación
colombiana después de ciento cincuenta años de esfuerzos e
inversiones municipales, regionales y estatales, en 1994 todos
los vestigios ferroviarios del país, incluidos los del Ferrocarril
del Norte, tanto del norte de Cúcuta como del Norte de
Santander, fueron declarados Monumentos Nacionales siendo
rescatada, restaurada y conservada únicamente la estación sur.
Si bien el Ferrocarril del Norte al interconectarse con el del Sur
(de Norte de Santander) llegó a contar múltiples estaciones
(Agua Blanca, Agua Clara, Alonsito, Altoviento, Bochalema,
Aduana Nacional, El Edén, El Salado, El Tigre, Guayabal,
Kilómetro 52, La Arenosa, La Don Juana, La Esperanza, La
Jarra, La Javilla, La Tigra, Oripaya, Patillales, Puerto Santander,
Puerto Villamizar, Raizón, San Luís o Pamplonita, Sur y Villa

301
Ibíd.. P. 213 – 214. Negrilla agregada
361

del Rosario), la resolución 013 del Ministerio de Vías sólo


reconoció como monumentos nacionales a las estaciones del
ferrocarril denominadas: “El Salado (a 5 kilómetros de la
central), Alonsito (6,5), Patillales (13), Guayabal (15), Agua
Blanca (20), La Arenosa (26), El Edén (30), La Esperanza (34),
Altoviento (37) y El Tigre (39)”302.
Los vestigios de la próspera industria ferrocarrilera que desde
Cúcuta fue construida hacia a los cuatro puntos cardinales del
Departamento se pueden evidenciar en los puentes metálicos del
ferrocarril del norte, y especialmente, en los carriles y puentes
que fueron construidos para el ferrocarril del sur. Construida
paralela a la línea férrea del sur para unir a Cúcuta con Bogotá,
la carretera asfaltada entre Cúcuta y Pamplona fue trazada en el
costado oriental y montañoso del río Pamplonita. De tal modo
fue preservada intacta y oculta por la vegetación la estructura de
terrazas, muros de piedra y puentes de concreto que fueron
construidos en la ribera occidental del mismo río para trazar e
instalar los rieles ferroviarios con la amplitud, ángulos y los
desniveles necesarios para la movibilidad de las locomotoras.
Los cambios y adaptaciones viales condicionaron a su vez a los
habitantes y comerciantes de las estaciones ferroviarias del
costado occidental del Pamplonita a mover sus locales y
servicios al costado oriental del mismo junto a la vía automotriz,
especialmente en las estaciones doña Juana y el Diamante, con
el fin de atender y ofertar sus servicios a los viajeros y
transportadores terrestres. Se conservaba así la histórica
vocación comercial de esos sitios al servir como sitio de
descanso para los arrieros al cumplir cada jornada de viaje
302
WIKIPEDIA. Ferrocarril de Cúcuta. [En línea]. Wikipedia, 2006.
[Consultado el 13 de enero de 2010]. Disponible en Internet vía:
http://es.wikipedia.org/wiki/Ferrocarril_de_C%C3%BAcuta
362

durante el siglo XIX, y luego, como estación de carga, descarga


y mantenimiento de las locomotoras que movían las mercancías
y pasajeros del sur del Norte de Santander durante la primera
mitad del siglo XX.
Los vestigios del suelo nivelado y aterrazado, así como de las
estructuras sobre las cuales se construyó la red de rieles que
fueron usados por las locomotoras y vagones que recorrieron el
ferrocarril del sur, gestionado y construido bajo la dirección de
algunos de los miembros más representativos de la familia
Ferrero, han sido finalmente transformados en sendas peatonales
y veredas carreteras para ingresar a los predios rurales, mover
ganados y suministros entre potreros y conectar entre sí las
veredas montañosas al occidente del Pamplonita.
Un sitio representativo de la transformación de los carriles del
ferrocarril en caminos carreteros el área de acceso a los sitios
del Raizón y Azufral. Allí con una amplitud no mayor a tres
metros, bajo una single rocosa y un arriesgado precipicio sobre
el río, los campesinos siguen usando las estructuras aterrazadas
para ingresar y mover sus cargas sobre las antiguas carrileras, ya
sin rieles, hasta el borde de la carretera asfaltada donde los
transportes de servicio intermunicipal les permite “salir” hasta
Pamplona, Chinácota o Cúcuta a través de puentes en concreto
que unen ambas riberas.
Los caminos de asfalto. La decadencia y desinterés de las
autoridades y gobernantes de los dos santanderes por preservar
sus vías férreas, aunado a los costos de operación y la reducción
de los volúmenes de carga y pasajeros desde los puertos
fluviales al incrementarse las ofertas y servicios ofrecidos por
las empresas de transporte terrestre y la compañía de aviación
comercial Avianca, hicieron inevitable que a mitad de siglo XX
363

el futuro de las vías y los medios de transporte estuviesen


asociados a los carreteras asfaltadas y los vehículos movidos por
combustibles fósiles producidos en las refinerías construidas en
Tibú y Barrancabermeja.
La segunda mitad del siglo XX y el inicio de la bonanza
petrolera venezolana fueron afrontados en Norte de Santander
con el desarrollo de una amplía infraestructura de vías carreteras
para el comercio interno y la ampliación de la dinámica
comercial con los extranjeros. En 1926, se inauguró la carretera
Cúcuta–Pamplona, conectándose la misma con la troncal que a
través de Málaga y Tunja llegaba hasta Bogotá. Así mismo,
Cúcuta se unió con San Cristóbal por vía carretera al ser
culminada la carretera transandina venezolana.
En la década de 1930 a 1940 se unió la carretera a Cúcuta con el
ramal Pamplona–Bucaramanga, asegurando así la unión de la
troncal del oriente con la central, siendo culminado ese proceso
de interconexión vial interdepartamental con el resto del país al
culminarse la carretera Cúcuta–Ocaña en la década de 1940 a
1950 y la prolongación de la carretera de la Pacificación
(Cúcuta–Salazar-Arboledas-Cucutilla)303. Aunándose a ello, el
desarrollo de la ruta a los llanos por el Sarare (Pamplona-
Labateca-Chinacota-Toledo) y el ramal paralelo a la frontera
con el río Táchira (Rosario–Ragonvalia–Herrán-Chinácota).
La adopción de los vehículos automotores como un medio de
transporte más dinámico, eficiente y rentable que los tranvías
urbanos y los trenes desde los puertos distantes, propició a su
vez la sustitución de los caminos de piedra y hierro por los de
asfalto y concreto, así conllevó a la demanda de nuevas
máquinas de transporte desde que en Cúcuta fue armado y
303
MARCIALES, M. P. 408
364

puesto en funcionamiento el primer automóvil para el uso


comercial el 19 de agosto de 1912, propiedad del comerciante
italiano Enrique Raffo.
Al igual que el ómnibus (la “ambulancia”) de Domingo Díaz y
el automóvil (la “cabra”) de Julio Ángulo que habían sido
armados y usados en Cúcuta para el uso privado antes de la
hecatombe sísmica, el automóvil marca Ford de la casa
comercial de E. Raffo fue traído desarmado desde el Lago de
Maracaibo hasta el puerto de Villamizar, trasladado por el
ferrocarril de Cúcuta hasta la capital departamental, y
finalmente, fue armado por su propietario en las calles céntricas
de la ciudad. El recorrido de prueba fue realizado desde la calle
11 con avenida 4 hasta la esquina del asilo Andressen, y al
siguiente día, su propietario demostró los atributos de ese
vehículo al trasladarlo hasta el puente de San Rafael y regresar
sin novedad.
Para garantizar la recuperación de la inversión realizada y evitar
la competencia, E. Raffo solicitó a las autoridades
gubernamentales una concesión para el uso comercial del
automóvil de forma exclusiva y privilegiada, la cual fue
otorgada hasta el 31 de diciembre de 1913. Para divulgar las
condiciones de comodidad y seguridad, así como los costos del
servicio público prestado por su automóvil desde Cúcuta hasta
el Puente de San Rafael, E. Raffo publicó el 20 de agosto en la
prensa local un aviso público en el cual informaba lo siguiente a
sus clientes:

AUTOMÓVIL “SAN RAFAEL”


Horas de servicio: Estación: Esquina de la Iglesia
Parroquial y Puente San Rafael
365

REGLAMENTO
1. Se prohíbe en marcha hablar con el conductor.
2. No se admiten paradas intermedias.
3. Las familias tendrán preferencia.
4. El valor del pasaje es de $0.50 oro por persona.
5. Los niños pagaran pasaje entero.
6. Después de las 9 p.m. la tarifa es convencional.
7. Una sola persona puede comprometer todos los
puestos.
8. El conductor queda en libertad de no admitir
pasajeros cuando lo crea oportuno.
9. Los billetes son personales304.
El éxito logrado con el primer trayecto de transporte recreativo
y la necesidad de congraciarse con los sectores opuestos a su
monopolio motivó al empresario a reducir el costo de los
pasajes en 40% y a prestar sus servicios desde el domingo
primero de septiembre de 1912 en un segundo trayecto que iba
desde la Estación Cúcuta hasta el Salado, en el horario de seis
de la mañana hasta las seis de la tarde. Servicios para los cuales
desde el 12 de abril de 1913 el empresario puso en uso público
el automóvil público número dos de la ciudad, de marca King.
El concejo municipal por su parte dispuso que desde el mismo
primero de septiembre de 1912 debía sustituirse el empedrado
de las calles por lozas planas y lisas que hiciesen más cómodo y
rápido los recorridos que se prestaban desde el Asilo Andressen

304
CUCUTANUESTRA.COM. Enrique Raffo y primer carro Cúcuta. [En
línea]. Cúcuta, página dirigida por Guillermo Jaimes Ramírez, 2009.
[Consultado el 30 de diciembre de 2009]. Disponible en Internet vía:
http://www.cucutanuestra.com/temas/historia/acontecimientos/enrique_raffo.
htm. (Texto tomado de la obra de Luis Medina titulada “Cita histórica”)
366

hasta la carrera Venezuela al norte, desde allí a la calle Caldas


(calle 11) y finalmente llegar al Parque Santander.
La próspera industria de servicios públicos iniciada por E. Raffo
y los incentivos obtenidos de las autoridades, motivó a otros
empresarios cucuteños a importar automóviles y constituir
empresas de transportes públicos. Terminada la concesión
otorgada a E. Raffo, el primero de febrero de febrero de 1914
Manuel A. Mendoza constituyó e inauguró los servicios de la
empresa San Rafael, compuesta por cinco automóviles de marca
Ford conducidos por ciudadanos extranjeros, así como motivó a
los cucuteños a aprender a conducir esos vehículos al pagar por
las clases ofrecidas por esa misma empresa.
A los automóviles públicos 3º al 7º, se sumaron los números 8º
y 9º importados, armados y comerciados por la empresa de
Carlos Luis Arocha, Tobías Moro registró los números 10º y 11º
para prestar la ruta a Los Vados, así como se registraron el 12º
para realizar transportes hasta El Casino y el 13º hasta
“Maxim’s”.
Ese creciente parque automotriz se constituyó en razón
suficiente para que la Asamblea Departamental reglamentara
por medio de la ordenanza 51 del 20 abril de 1914 la prestación
de los servicios públicos de transporte, reglamentara en los
códigos de policía las normas básicas de tránsito, seguridad y
cortesía vial que debían ser respetadas por conductores y
peatones, así como se iniciaron procesos judiciales contra los
infractores de las mismas ya que durante ese período habían
muerto arrollados dos transeúntes jóvenes.
La crisis y decadencia de la producción agrícola
monoexportadora de las provincias andinas basada en el café y
su transporte a través de los caminos carreteros y de herradura,
367

aunado a la dependencia internacional de la explotación de los


recursos fósiles en las provincias aluviales y la promesa de más
y mejores caminos asfaltados, motivó a los promotores del
desarrollo carretero y ferroviario de la provincia de Cúcuta y del
Departamento de Norte de Santander a buscar el renacer de la
industria agrícola para el mercado nacional e internacional.
Especialmente se orientaron a la producción de los frutos
demandados por los consumidores europeos (maderas, uvas,
cítricos, cacaos, derivados vacunos, etc.), siempre y cuando se
consolidara el proceso de expansión vial que durante medio
siglo habían fomentado.
Al respecto Julio Pérez Ferrero planteaba en sus crónicas y
memorias sobre la Cúcuta demolida y reconstruida: “Para que
nuestra industria agrícola se desarrolle no sólo en la variedad de
cultivos, necesario ha de ser que se realicen las vías acometidas
de modo que nos ofrezcan rapidez y baratura en los transportes
y que los bancos sean para los agricultores verdadero apoyo por
medio de los créditos a plazo largo y a módicos intereses”305.
Esa racionalidad financiera y de interrelación entre los medios
de producción propia del capitalismo industrial al que se
adaptaron los comerciantes y empresarios cucuteños, después
de las experiencias y el agotamiento del capitalismo
mercantilista y exportador fomentado por los inmigrantes
europeos que dinamizaron la economía nacional, llevaron a su
vez a tener que buscar un modelo sociocultural, económico y
productivo a imitar que motivara a los nortesantandereanos a
reconocerse como una “raza” capaz de orientar su destino,
reconocer las diversidades provinciales y afrontar las

305
PÉREZ FERRERO, Julio. Conversaciones familiares. Op. cit. P. 66-67
(Riqueza natural)
368

dificultades geográficas que distanciaban a la capital


departamental con los demás centros político-administrativos y
económicos de Norte de Santander.
El modelo hemisférico a seguir era el norteamericano, que en el
caso de Colombia se veía representado por el ser antioqueño y
sus procesos de industrialización de sus materias primas con
fines exportadores, y especialmente su reconocido liderazgo y
protagonismo en el país. Para el influyente J. Pérez Ferrero era
ese el modelo a seguir por las siguientes razones:
Antioquia nos brinda ejemplo de lo que alcanza a ser un
pueblo que se inspira en el bien: ese Departamento, en el
que sus hijos han tenido que luchar contra las asperezas
de su suelo territorial, ocupa hoy el primer rango en la
república y tiende justamente a dominar el país. El
desarrollo creciente de su riqueza agrícola y fabril; la
explotación científica y ordenada de sus ricos minerales;
el cultivo de sus hijos en las ciencias y en las letras en
general; el esfuerzo por alcanzar la sobriedad en las
costumbres y la formación severa de hombres serios y
útiles y por ende, unidos entre sí por un sentimiento
fraternal, los hacen fuertes y les dan preponderancia en
la vida nacional. Otros departamentos siguen esas
corrientes, pero en ninguna otra sección de la república
se verá pron¬tamente, por lo menos, el espíritu de
fraternidad entre sus hijos o habitantes, condición que
muchos le hacen proceder de una raza distinta, cuando
sólo lo es del verdadero amor al terruño y a la patria que
hace encarnar en el individuo todo cuanto a aquellas se
refiere. El trabajo vence a la naturaleza y el espíritu de
369

asociación reemplaza el capital: con todo, sin una vida


sobria y económica, no podrán formarse capitales306.
Justificada de manera permanente la necesidad de un
crecimiento vial rápido y pleno para todos los rincones de Norte
de Santander fue igualmente constante el crecimiento en la
compra y uso de los vehículos automotrices que empezaron a
transitar por las calles y carreteras de Cúcuta, Pamplona y
Ocaña década tras década, en su mayoría con matricula y placas
venezolanas. Situación que hizo necesario revisar y mejorar los
códigos de policía departamentales, haciéndose excepciones en
la unificación y sustitución de los mismos por los códigos
nacionales de tránsito y transporte al exigirse respeto a su
condición de principal frontera terrestre, puerto comercial y
zona franca del país.
Durante la primera década del siglo XXI fue necesario adoptar
regulaciones y controles especiales de índole nacional al darse la
explosión comercial y la explotación laboral de las motocicletas
de bajo cilindraje que son empleadas como medio de transporte
público prestado por particulares (“mototaxismo”) a lo largo de
las autopistas y puentes internacionales como desde los barrios
al centro de cada municipalidad.
Problemática que aunada al incremento en el número de
accidentes por excesos de velocidad e imprudencias de los
conductores, la competencia entre los trabajadores informales
motorizados (“la guerra del centavo”), la resistencia de los
transportistas a nuevos peajes en la zona de frontera, así como
los conflictos entre las empresas de transporte legal y las
autoridades de tránsito con los trasportadores ilegales, quienes a
su vez acrecentaron los conflictos existentes por el transporte
306
Ibíd. P. 67
370

informal de pasajeros a través de los voluminosos automóviles


venezolanos empleados para ingresar mercancías y
combustibles de contrabando al país.
Enfrentamientos agravados por las decisiones decretadas por el
Ministerio de Transporte al buscar soluciones al mototaxismo en
la zona de frontera como en las demás regiones del país al
denunciar los transportadores las crecientes pérdidas que sufren
por efecto de la relación desigual que deben enfrentar al tener
que competir con la “piratería” que realizan los mototaxistas.
Gremio informal que a su vez ha conformado asociaciones con
personería jurídica para defender su derecho al libre trabajo y
movilización, así como para adaptarse a las prohibiciones y
restricciones nacionales.
Por ejemplo, con el Decreto 4125 del 2008 el gobierno nacional
autorizó el mototaxismo en ciudades con una población inferior
a cincuenta mil habitantes y se prohibieron los acompañantes
masculinos para evitar actividades criminales. La reacción de
los mototaxistas cucuteños ha sido reconcentrarse en las
ciudadelas urbanas y las zonas de frontera, identificarse como
trabajadores independientes e informales y transportar sólo
mujeres cumpliendo todas las normas de seguridad, documentos
y seguros requeridos, incluido el porte de una placa metálica de
registro de transito que la mayoría de motocicletas no tienen.
Renovándose así las relaciones históricas de legalidad e
ilegalidad de los empresarios dedicados a las explotaciones
mineras, cacaoteras, mercantiles, alimentarías, caficultoras o de
transportes que han caracterizado a Cúcuta y Norte de Santander
como zonas de frontera interprovincial e internacional.
371

6.3 PATRIMONIO CULTURAL MATERIAL DEL


MUSEO “JORGE Y ELISA”
Las prácticas religiosas católicas heredadas de las primeras
generaciones de colonos e inmigrantes europeos y los
compromisos ideológicos, partidistas y sociales de las familias
conservadoras que asumieron como una responsabilidad propia
la reconstrucción de las capillas y el templo parroquial de culto
y cumplimiento de las responsabilidades rituales y
sacramentales propias de su confesión después de su destrucción
por el Terremoto de los Andes en 1875, conllevaron a la
reedificación del templo parroquial de San José, así como las
capillas de San Antonio y El Carmen.
El liderazgo de familias como la Ferrero y sus lazos
matrimoniales o comerciales permitieron que a través de
colectas públicas, la conformación de Sociedades católicas
como la de San José y la administración de los establecimientos
de caridad o las rentas asociadas con los mismos garantizaran el
renacer y consolidación de los principales templos católicos
durante la primera mitad del siglo XX.
Ejemplo de ello fue la gestión, liderazgo y administración de
bienes, rentas y establecimientos de culto y caridad de Cúcuta
por el General Jorge Ferrero y su esposa Elisa.
A la par de la administración de las rentas de la aduana nacional
y del ferrocarril de Cúcuta durante las primeras décadas del
siglo XX, el General Ferrero aceptó desempeñarse como
miembro de la Junta Directiva de la Sociedad de San José, hizo
parte de la Sociedad San Vicente de Paúl a la cual habían
pertenecido sus tíos, administró las obras parroquiales
asociadas con la reconstrucción del templo de San José.
También fue el síndico mayordomo del Hospital de San Juan de
372

Dios (1919 – 1926) financiado y sostenido por las cuantiosas


contribuciones y obras materiales de las familias Andressen
Moller y Soto–Meoz, entre otras acciones cívico – religiosas
que desempeñó filantrópicamente, hasta aceptar la gerencia del
ambicioso “Ferrocarril del Sur”.
Con esas acciones, el General Ferrero y los miembros de su
familia contribuían a preservar la presencia y el histórico
protagonismo cívico–religioso que durante un siglo habían
tenido su abuelo Juan, su padre Carlos, su tío Trinidad, sus
primos Emilio, Aurelio y Tulio, aunado a las vocaciones de
muchas de las mujeres de la familia que se consagraron a la vida
monástica. Así mismo, garantizaban la organización y
continuidad de las instituciones cívicas y religiosas de caridad
de los cucuteños, enfrentaban con sus prácticas privadas los
cuestionamientos y señalamientos de los librepensadores
durante los regímenes liberales (federalistas centralistas), así
como dinamizaban la economía local al promover con sus
colectas y donaciones públicos la edificación y puesta en
funcionamiento de nuevas instituciones de beneficencia y
caridad para honra de Dios, servicio de las comunidades
religiosas, así como el incremento del honor y la gloria para sus
benefactores.
El público y arraigado espíritu religioso de los Ferrero colombo-
venezolanos al declararse y preservar su confesión religiosa
como cristianos católicos, apostólicos y romanos, así como
defensores de la fe verdadera y las buenas costumbres morales a
través de su militancia en el partido conservador, se manifestó a
su vez en la vida privada e íntima de cada uno de sus miembros
al ubicar, edificar, dotar, ornamentar y preservar en los cuartos o
salas privadas de sus casas al menos un altar católico
debidamente iluminado y dotado con las imágenes de
373

consagración, bulto, pictóricas, litográficas, metálicas y de cajón


que debían caracterizar a un buen católico, y especialmente a un
buen cucuteño, al ubicar en sus altares los santos patronos y las
advocaciones de Jesús y María más efectivas para una sociedad
de comerciantes y viajeros.
De las imágenes advocadas, adoradas, conservadas y divulgadas
por la familia Ferrero como reflejo de sus imaginarios e
imaginerías religiosas los hijos del general Jorge Ferrero,
específicamente el médico cardiólogo Carlos Simeón, optaron
por crear y dotar el museo histórico y artístico de Cúcuta en
honor “Jorge y Felisa”. Museo a través del cual se colectaron y
exhibieron una muestra de los objetos del culto religioso
empleados en los altares urbanos como de las capillas rurales de
los miembros de su familia extensa, los de su culto privado, así
como aquellos adquiridos por donaciones o remates públicos de
las familias más prestantes de la ciudad.
A la par de las piezas colectadas, conservadas y divulgadas en
los museos religiosos asociados con los templos y las capillas
parroquiales de la región, los hermanos Ferrero Ramírez
organizaron y dieron a conocer desde el 2 de diciembre de 1986
la colección religiosa de su Museo que al ser rescatada e
inventariada por la Secretaría Departamental de Cúcuta 307 en
mayo de 2009. Piezas que permitían evidenciar la existencia en
mal o regular estado de algunos de los objetos de la imaginería
religiosa provincial mezclados entre los 200 conjuntos de piezas

307
RODRIGUEZ, Leonel; SUÁREZ, Luis y GUTIÉRREZ, María del Pilar.
Inventario de bienes muebles del Museo de Arte e Historia Jorge y Elisa
realizado el 18 de mayo de 2009 por la Secretaría de Cultura y remitido al
Secretario General de la Gobernación de Norte de Santander, Silvano
Serrano, el 27 de mayo de 2009. Cúcuta: (Impresión sobre papel
membreteado de la Gobernación de Norte de Santander), 2009. 13 folios.
374

(193 unidades y siete vitrinas), con una antigüedad extrema


asociada con el siglo XVIII. Entre esos bienes culturales son de
resaltar:
- Retratos enmarcados en madera del arzobispo Hernando
Arias de Ugarte, el obispo de Santa Marta Leonel de
Cervantes y Carvajal (53), el arzobispo Luis Zapata de
Cárdenas (54) y el obispo Calatayud (55)
- Retratos copias del Arzobispo Francisco de Rincón y el
Arzobispo Juan Ignacio Javier de Mena Felices (63)
- Fotografía del cura Demetrio Jiménez (113)
- Fotografías y escudo de Monseñor Luis Pérez Hernández
(110)
- Escudos de las órdenes religiosas de San Agustín, Santo
Domingo, San Francisco (55) y de los hermanos
hospitalarios de San Juan de Dios (64)

- Retrato copia de la capilla de San Antonio (84)


- Dos documentos sobre la capilla de San Antonio
firmados por el capellán Don Antonio Bernabé Tovar de
1800 (84)
- Fotografías copias de la capilla del hospital y capilla del
asilo Andressen (89)
- Fotografía de la capilla de las hermanas de los pobres en
Pamplona (Vitrina 7)

- Una custodia de cobre (128)


- Dos lámparas de cobre de estilo bizantino (123)
- Una palmatoria o candelabro de cobre (126)
- Dos braceros de cristal tallados en su base de madera
(127)
375

- Un crucifijo de bronce y detalles dorados (131)

- Once figuras religiosas [litográficas] con marcos en


madera de diferentes tamaños (40)
- Tres cuadros de textos religiosos litografiados (42)

- Crucifijo tallado en madera con estilo provinciano (119)


- Crucifijo tallado en madera de naranjo con estilo
provinciano (129)
- Dos objetos religiosos de altar en madera (179)
- San Antonio de Padua tallado en madera con estilo
provinciano308 (124)

- Un niño Dios de bulto (125)


- Un niño Jesús en yeso (170)

- Dos casullas blancas con aplicaciones doradas (120)


- Una casulla roja con aplicaciones doradas (122)

Los siete tipos de piezas identificados de acuerdo con los


materiales y usos rituales que las caracterizan permiten
reconocer que los cultos públicos y parroquiales a objetos
comunes de identidad sacramental tenían una dimensión privada
y familiar al ser posible de exhibir solo al interior de cada uno
de los hogares de las familias creyentes. Siendo de esperar que
en los altares privados de las familias más prestantes y

308
Se considera que perteneció a Mercedes Reyes Abrego y que fue extraído
de su altar familiar ubicado de la hacienda Urimaco (Ibíd. Fol. 8)
376

reconocidas de la ciudad se contase con la imagen de una


autoridad eclesiástica, un objeto metálico de velación, un
crucifijo de madera, una pintura o litografía del santo ó
advocación de mayor contemplación, así como imágenes de
bulto y prendas de purificación propias del culto parroquial.
De tal manera, los altares privados se constituían en la
reproducción y reducción de los altares públicos y los cultos
populares cuya trascendencia y eficacia era continuada y
perpetuada a través de las velaciones y los rituales de
imploración durante las sesiones matutinas, vespertinas y
nocturnas del día Sesiones dedicadas a la oración, la
contemplación y la realización de rogativas o plegarias
religiosas que complementaban los novenarios y las eucaristías
familiares para alcanzar los milagros e imposibles pedidos,
ofrecidos y ofrendados inicialmente en los templos de la
comunidad de feligreses a través de los sacristanes, vicarios y
párrocos.
La complementariedad entre el altar público y el altar privado, y
viceversa, ganó legitimidad y se hizo forzosamente necesario en
la medida que fue difundida e institucionalizada las creencias
populares, según las cuales, los objetos de mayor veneración
parroquial por parte de los fieles creyentes y sus familias hasta
1875 eran aquellos que resultaron ilesos de los destrozos
causados por el Terremoto de los Andes (18 de mayo de 1875).
Ejemplo de ello fueron las cruces parroquiales, la imagen de
bulto del santo patrono San José y la sagrada custodia parroquial
que fueron rescatadas de los escombros del templo parroquial.
Imaginería institucional. Los orígenes de la religiosidad
material y la imaginería religiosa institucionalizada por los
cucuteños en sus altares estuvieron asociados con la erección de
377

la parroquia de San José de Cúcuta y la respectiva


ornamentación de su templo para el culto católico como parte de
la Arquidiócesis de Santafé de Bogotá. En 1777 la parroquia fue
agregada a la jurisdicción de Diócesis Mérida - Maracaibo
siendo adoptados y consolidados los santos y cultos
devocionales de la cuenca del Maracaibo como fue el caso de
San Antonio.
Con la fragmentación político–administrativa de la República de
Colombia en Nueva Granada y Venezuela a partir de 1835, la
parroquia de Cúcuta fue adscrita a la jurisdicción de la diócesis
de Nueva Pamplona lo cual contribuyó a estimular las obras de
culminación del templo parroquial y la ornamentación de sus
altares con las imágenes de devoción provincial y parroquial a
través de sociedades católicas. El culto a San José fue
reestablecido y consolidado por los patriarcas conservadores de
la municipalidad en su afán por reconstruir el templo parroquial,
los valores morales y la unidad sociopolítica de las familias más
importantes o dominantes del Departamento de Norte de
Santander.
Se instituyó el sincretismo de las prácticas paganas con el fervor
del hispanocatolicismo cuyos referentes eran las procesiones de
las imágenes gremiales y los carnavales de fin de año asociados
con las fiestas de la virgen, los celebrados a lo largo de las rutas
marítimas y fluviales antes de la cuaresma, y especialmente el
ajusticiamiento público del traidor Judas por los feligreses
cucuteños, después de proclamarse la resurrección de Jesús y el
inicio del día más importante del imaginario religioso parroquial
como era el domingo de pascua de resurrección. Ese
acontecimiento fue descrito por uno de los vecinos más
prestantes y reconocidos de la ciudad de la siguiente manera:
378

Las costumbres de la antigua e inolvidable ciudad eran


de villorio, de las que algunas se conservaron aún pasado
el terremoto. El sábado santo era esperado con ansiedad
después de los días de vigilia, no tanto por regalar el
estómago cuanto porque apenas se cantaba gloria y ¡as
campanas se lanzaban a vuelo, se quemaba a Judas.
Consistía en colgar de una cuerda a un muñeco formado
con ropas rellenas de paja y quemarlo entre el ruido de
los cohetes y recámaras y la algarabía de los muchachos.
Qué regocijo se pintaba en la fisonomía de las viejas al
ver ardiendo en llamas al traidor del Divino Maestro! En
los días últimos de diciembre y en los seis primeros de
enero, se disfrazaban las gentes del pueblo sin regla
artística de ningún género. Quién podría decirnos que esa
costumbre había de tomar ascendiente en las altas clases
sociales, para lo cual hubieron de dar a las matachinadas
el pomposo nombre de carnaval que, como llega oreado
por las brisas del mar, lo hemos de acoger cual signo de
cultura309.
Durante ese período diocesano las prácticas rituales,
procesionales, festivas y paganas que caracterizaban el
imaginario religioso andino tuvieron a su vez en las fiestas de
mitad de año uno de los símbolos de la convivencia social y
política de los santandereanos de las provincias del norte. Las
fiestas y conmemoraciones populares del veinte (día de la
independencia) y veinticuatro (natalicio de Simón Bolívar) de
julio se constituyeron en la manifestación sociopolítica de la
unidad nacional y en el reflejo de la prosperidad material y

309
PÉREZ FERRERO, Julio. Conversaciones familiares (1925). 3 ed.
Cúcuta: Alcaldía de Cúcuta – Cámara de Comercio de Cúcuta, 1989. P. 29
(Mercado)
379

económica de la principal frontera fluvial y terrestre de


Colombia. Para ello se acostumbró inaugurar obras públicas,
hacer homenajes, otorgar condecoraciones, realizar actos
culturales, y especialmente, asistir a las corridas de toros que de
la plaza pública central (Santander) fueron desplazadas y
concentradas en las plazas periféricas (Libertadores, Victoria,
M. Abrego).
Pasadas las fiestas patrias se llevaban a cabo las celebraciones
centradas en las carnavalescas y frugales celebraciones en honor
a los apóstoles San Juan, San Pedro y San Pablo. A pesar de ser
consideradas por sus organizadores como las fiestas
“características de la ciudad” a través de las plazas públicas de
la ciudad, fueron migrando de la plaza de Cortés a la de
Santander, y de allí a la de la Victoria (San Juan de Dios u
Hospital) y M. Abrego, etc. Siendo continuados y
complementados esos festejos con las fiestas patrias
decembrinas en honor al día de fenecimiento del libertador
Simón Bolívar, así como las fiestas religiosas en honor al
patrono San José, a la virgen María, la natividad y los santos
reyes.
Cada una de esas prácticas a lo largo del calendario religioso
anual, así como la magnificación del componente secular y
festivo antes que el piadoso y ritual, demostraba cuáles eran las
nociones liberales y las visiones laicas de los cucuteños frente a
la religiosidad al ser más importante vivir el sentimiento y el
derroche religioso que materializarlo o acumularlo en los
monumentos y ornamentos de los templos parroquiales.
Templos cuya construcción y embellecimiento siempre pasaron
a ser una tarea municipal de menor importancia que la
infraestructura vial o urbana para el desarrollo productivo y
comercial, de allí que sus obras de mantenimiento o
380

embellecimiento fueran asumidas como un deber de las familias


católicas más prestantes o de las sociedades conservadoras de
feligreses.
Un ejemplo adicional de la adecuación de las festividades
religiosas a las modas y prácticas socioeconómicas impulsadas
por los gremios productivos y comerciales de la provincia eran
las fiestas de fin de año en honor a San Silvestre. Se
convirtieron en símbolo y medio para el reencuentro y la
convivencia entre las familias y los vecinos de la ciudad, así
como fue reconocida como una práctica cultural con una extensa
tradición y duración, tan importante y duradera como el sentarse
en las puertas de las casas o las aceras de las calles a refrescarse.
Esas fiestas se consideraban como propias y necesarias en el
imaginario de los cucuteños por las siguientes razones:
Entre las costumbres a que pagábamos tributo en los
tiempos ya idos, había una tan noble y tan simpática que
quisiéramos consignarla tallada en piedra, para que no la
destruyera por completo la constante modificación de la
vida. El día 31 de diciembre velaban los habitantes
aguardando la primera campanada de las doce de la
noche, para buscar la familia primero y luego los amigos
y darse el abrazo de saludo de año nuevo. Y fuimos
testigos, en más de una vez, de enemistades extinguidas
con aquel abrazo; de la unión por él producida en
vínculos familiares debilitados. En ese momento se
deponía toda mala voluntad como para abrir era nueva en
la vida con la aurora del nuevo año. Qué costumbre tan
bella! Cuántas veces hallamos a nuestra amada madre
aguardándonos con los brazos abiertos a la puerta del
hogar! En Cúcuta, donde poco abundan los caracteres
381

ceremoniosos que son casi siempre falsos, pocos hay que


en el día primero de enero no saluden deseando feliz año,
o felices pascuas en las Resurrección y de Navidad 310.
Con la creación de la Diócesis de San José de Cúcuta por el
papa Pío XII el 29 de mayo de 1956 el templo parroquial fue
adecuado y transformado por las autoridades y la sociedad
cucuteña como una catedral diocesana. Desde entonces fue
engalanada con las imágenes patronales y se instituyeron nuevos
cultos de interés y devoción diocesana basados en el fervor
religioso antes que en la festividad popular como fueron los
nacientes cultos a las imágenes del Divino Niño y “Nuestra
Señora de Cúcuta”. Esta última surgió como adaptación local de
la imagen católica de Nuestra Señora de los Remedios que había
sido rescatada entre las ruinas del templo parroquial en 1875.
A partir de la reconstrucción de la ciudad se estableció la
Sociedad de San José como una asociación de católicos
dedicada a colectar los recursos necesarios para la reedificación
de su templo parroquial como una construcción catedralicia
superior en tamaño y belleza al derrumbado por el sismo al no
ser para los gobernantes estatales y federales prioritario ni
necesario la inversión pública en cultos privados. Así mismo, las
familias más prestantes y reconocidas asumieron la
responsabilidad de reconstruir, dotar, ornamentar y mantener las
capillas internas del nuevo templo, así como los altares y
edificios de las capillas del Carmen (u hospital) y San Antonio.
El cambio constitucional de 1886 aunado a la prolongación
bélica y electoral de la hegemonía conservadora representada en
cada municipalidad por los curas párrocos, propició a su vez a
que la Sociedad de San José se consolidara en sus tareas y
310
Ibíd.
382

campañas cívico–religiosas al ser considerados sus esfuerzos


propios de los ciudadanos católicos que debían habitar la
Colombia concordataria. De igual modo, se generalizaron e
hicieron necesarios los cultos públicos y privados a los santos
patronos o a las advocaciones milagrosas de mayor popularidad
y confianza, a lo cual se sumó la divulgación y renovación
social de los votos de fe al cumplir rigurosamente las familias
con los ritos sacramentales en cada etapa de su vida de sus
miembros. Así mismo, se masificó la realización en altares
públicos o privados de misas de acción de gracias, novenarios o
anuarios mediante los cuales se proclamaba el nombre de las
almas por las cuales se ofrendaban, así como las familias o
feligreses que denotaban su condición socioeconómica y
político-espiritual.
Para atender a las exigencias públicas, las visitas de las
autoridades parroquiales, el retorno de sus familiares que se
desempeñaban como sacerdotes y monjas, así como las
necesidades rituales particulares, las familias más prestantes de
la primera mitad del siglo XX procuraron aprovisionarse de los
elementos básicos del culto religioso al interior de sus hogares
al adecuar y ornamentar sus altares con candelabros y cirios,
imágenes de bulto que presidían el altar o crucifijos de
santificación para esos espacios sagrados. Las familias que
dispusieron la realización de eucaristías privadas para garantizar
el cumplimiento de las obligaciones rituales y espirituales por
parte de aquellos que estaban impedidos física, mental, judicial
o sociopolíticamente para hacerlo, optaron a su vez por comprar
y dotar para sus altares de instrumentos propios de la eucaristía
como custodias, vasos, ostias, vinos de consagración y oratorios.
Fiel ejemplo de las adecuaciones y adaptaciones ornamentales
que debían sufrir los altares familiares, las preocupaciones y
383

afanes de los miembros de la familia Ferrero por contar con


altares decentes para recibir a los obispos y párrocos amigos de
la familia en la medida que sus miembros ocupaban las más
altas posiciones políticas y gubernamentales del país como del
departamento, así como al tener que asumir como una
responsabilidad y honor familiar compartido la consagración de
Luis Pérez Hernández, hijo de Julio Pérez Ferrero, como
monseñor y posteriormente como primer Obispo de Cúcuta.
Ser buen católico en la Cúcuta reconstruida a fines del siglo
XIX y durante la primera mitad del siglo XX implicó hacer
parte de una Sociedad filantrópica creada y justificada como una
asociación de feligreses dispuestos a realizar obras para asegurar
la conservación y funcionamiento de los establecimientos
católicos más importantes de la ciudad. Entre esos edificios
estaban: el templo parroquial, las capillas barriales, los asilos de
niños y ancianos pobres, los colegios de caridad, el hospital de
San Juan de Dios, entre otras instituciones. Siendo evidenciada
la gestión y los logros de esas familias al ser retratadas y
conservadas al interior de los hogares con las obras realizadas.
Ese fue el caso de la serie fotográfica conservada por los Ferrero
Ramírez al proponerse divulgar a través de su museo las
imágenes de los establecimientos de caridad, beneficencia y
asistencia social administrados o dirigidos por el general Jorge
Ferrero como fueron: la capilla de San Antonio, el asilo de
niños, el hospital y el templo parroquial.
A las acciones públicas de misericordia y caridad debían
sumarse las manifestaciones materiales de la devoción y el culto
a la imaginería religiosa adorada y reverenciada por los
feligreses al contarse en los altares familiares con copias de las
imágenes del culto parroquial. De allí que en cada hogar debiese
existir un crucifijo como símbolo de la lealtad y adscripción a
384

los símbolos parroquiales y religiosos de la familia, retratos o


fotografías de la estructura jerárquica de las autoridades
eclesiásticas a las que debía someterse cada feligrés (Pontífice,
Arzobispo, Obispo, Párroco), y especialmente, una imagen
(litográfica o de bulto) de San José como Santo patrono de la
comunidad.
El culto a San José se hizo mucho más significativo que el
conferido tradicionalmente por los cucuteños a San Antonio (de
Padua) y a la Virgen de la Merced a partir de 1875 en la medida
que milagrosa e inexplicablemente fue la única imagen del
templo parroquial que se mantuvo en pie y sin daño alguno al
derrumbarse la totalidad del templo parroquial.
De allí que su culto en cada hogar para advocar la protección
divina ante un nuevo cataclismo y la necesaria consagración y
reconocimiento de su divina existencia con un templo de
proporciones catedralicias promovida por los miembros de la
Sociedad de San José fuese compartida y legitimada por el
párroco Daniel Jordán al conmemorarse el cincuentenario de la
destrucción como de la reconstrucción de Cúcuta.
Testigo de los cambios espirituales, los sectarismos políticos
sustentados en radicalismos religiosos y el creciente interés de
los cucuteños por los asuntos eclesiásticos después de ser un
puerto comercial, mundano y de librepensadores el párroco
Daniel Jordán manifestaba:
El terremoto que hace cincuenta años asoló esta región
no fue afortunadamente un mero castigo. Dios también
quiso que sirviera para coronar a mucho inocente y sacar
como oro del crisol una ciudad más brillante, de mejor
presentación y de más alma.
385

Bajo el patrocinio de San José, de esa venerable imagen


que a la puerta del templo que en este mismo lugar se
levantaba, fue respetada por la tempestad y fue el único
símbolo de salvación que permaneció erguido sobre el
océano amargo de destrucción, bajo ese patrocinio, digo,
admiramos hoy el prodigio de una ciudad que en pocos
años renace y se cubre de belleza y ostenta gracia
andaluza y se desposa con el progreso.
Ante esta maravilla y por todos los que después de
atravesar la calle de la amargura sobrevivieron al
desastre, entonamos ahora el himno de acción de
gracias311.
De igual modo, el trascendental simbolismo que representaba la
imagen de San José para los cucuteños fue explicado por Julio
Pérez Ferrero al manifestar:
De nuestra hermosa ciudad no quedó en pie sino un
bastión del templo de San Juan de Dios y una casucha
medio derruida. Sobre los montones de piedra a que
quedó convertido el templo parroquial, veíamos aún
meses más tarde la muestra del reloj púbico señalando
con sus inmóviles punteros la hora fatídica, las 11 y
cuarto; y tras aquellos montones de piedra, la imagen del
Patriarca San José, a la que acostumbraba colocar el
sacristán cerca de la puerta principal del templo con un
platillo en la mano para recibir las ofrendas de dinero de
los fieles. Esa imagen o efigie es la que se venera en el
nuevo templo y que debe conservarse con cariñosa

311
JORDÁN, Daniel. El cincuentenario de Cúcuta (Alocución). En: FEBRES
– CORDERO FERRERO, Luis. El terremoto de Cúcuta (1925). Bogotá:
Banco Popular, 1975. P. 362
386

veneración; aún mayor que a la que obliga de por sí el


Santo Patrono; ella es lo único que quedó ileso a pesar
del derrumbamiento sobre sus bases de aquel templo y
de la imponderable cantidad de materiales caídos en toda
dirección. Este incidente, que en el lenguaje de la
incredulidad se calificaría de “casualidad”,
“coincidencia”, quiero yo llamarlo, en el calor de la fe,
¡”milagro”!312
Valga agregar que la incredulidad e indiferencia religiosa que
había caracterizado a muchos de los librepensadores
descendientes de las familias cucuteñas más católicas fue
temporalmente olvidada al apelar muchos de los temerosos
sobrevivientes a las advocaciones divinas aprendidas en la
infancia. Uno de los militantes de las sociedades católicas
promotora de la construcción y reconstrucción del templo
parroquial y su imaginería recordaba que durante los minutos
siguientes al terremoto de los Andes: “…Tuvimos ocasión de
ver acobardados a los sobrevivientes, y aquellos que alardeaban
ser impíos, hacer plegarias públicas demandando misericordia al
señor de los cielos y la tierra. Uno de esos impíos al avistarse
con nosotros, exclamó: “es preciso creer Julio, es preciso
creer”313.
La materialización de la fe por los píos e impíos se constituyó
en uno de los símbolos del renacimiento de la ciudad al interior
de cada familia. Si bien entre los bienes muebles conservados
por los miembros de la Familia Ferrero Ramírez a través de su

312
PÉREZ FERRERO, Julio. El 18 de mayo de 1875 (Mayo 18 de 1925). En:
FEBRES – CORDERO FERRERO, Luis. El terremoto de Cúcuta (1925).
Bogotá: Banco Popular, 1975. P. 359
313
PÉREZ FERRERO, Julio. Conversaciones familiares. Op. cit. P. 46
(Segunda parte)
387

museo no es significativa la presencia de imágenes de San José,


si lo son las imágenes de bulto y cuadro de San Antonio de
Padua al ser el santo custodio de la familia elegido por el
patriarca Juan Ferrero, por ser construida, conservada y
reconstruida la capilla de San Antonio como un compromiso
intergeneracional asumido por los miembros de la familia
Ferrero, y especialmente, por haber sido ese establecimiento una
de las obras creadas, administradas y perpetuadas por el general
Jorge Ferrero y su esposa.
A esa imaginería se aunaba la adoptada por los esposos Ferrero
Ramírez y sus hijos al radicarse en Bogotá a partir de 1937,
especialmente el culto local (1907) y luego nacional (1935) al
divino niño Jesús. Creencia promovida por los salesianos en
cabeza de Juan del Rizzo desde su centro de peregrinación en el
barrio veinte de julio. Con esos nuevos cultos nacionales y la
creciente presencia de los salesianos en la ciudad de Cúcuta
desde mitad del siglo XX se destacaba la presencia de al menos
dos imágenes de bulto, hechas en yeso, y cuyo motivo de
advocación era el divino niño como parte del inventario de
bienes del museo de arte e historia de los Ferrero.
La defensa de la fe católica y la preservación del respeto y
sacralidad de sus objetos de culto debía ser una constante de los
miembros de cada familia que contaban con un altar plenamente
constituido y consagrado para los rituales eucarísticos, ejemplo
de ello eran los bienes muebles conservados y exhibidos por la
familia Ferrero Ramírez a través del museo en honor a sus
padres y al linaje Ferrero.
En el imaginario religioso de los cucuteños era imprescindible
reafirmar la importancia de llegar a dar la vida por la
salvaguardia y pureza de objetos del culto católico como eran
388

los cirios pascuales y los candelabros que los soportaban, así


como las custodias y crucifijos del altar. De tal modo, la lucha
contra la incredulidad, la inmoralidad y el liberalismo del ser y
pensar que caracterizaban a muchos de los habitantes y familias
del principal puerto terrestre y fronterizo de Colombia debía ser
afrontado de manera externa o pública por medio de los curas
párrocos y de forma interna o privada por las cabezas de cada
familia católica.
Julio Pérez Ferrero, desde su condición de político conservador,
pedagogo católico y opositor del liberalismo radical que dominó
al Estado de Santander, pidió a las generaciones sobrevivientes
y herederas del terremoto “purificador” de la ciudad emprender
acciones específicas de moralización y regeneración del
catolicismo que había caracterizado a los cucuteños hasta
mediados del siglo XIX. Explícitamente expresaba:
El alejamiento de toda vida social, que es uno de los
males existentes aquí, destruye los vínculos que deben
constituirla y de los que emana la armonía; ese
alejamiento entre los elementos de distinción social
proviene en gran parte de la licencia consentida y
tolerada que obliga a las familias a dejar vacío para
llenarlos luego el irrespeto y la insolencia del vicio. A
tan grave mal contribuyeron los agentes de la Ley que no
aplicaron los medios por ella establecidos y que
delinquieron gravemente no amparando la sociedad y los
sanos principios sobre que debe descansar; los jefes de
familia que hubiesen descuidado a la educación moral de
sus hijos, la prensa que lejos de estimular el bien haya
encendido las pasiones y que en vez de encausar los
esfuerzos del pueblo a fines elevados y benéficos, los
389

haya pervertido con el cultivo del odio y del irrespeto al


mérito y a la virtud.
En el mejoramiento y bienestar de los pueblos ha de
entrar como elemento primordial la moralidad pública;
porque nadie puede hacerse la ilusión de alcanzar grado
alguno en la escala de la civilización verdadera si al
desarrollo material no va paralelo el moral: la historia no
presenta caso alguno en contrario.
El clero de esta ciudad ha podido palpar el mal apuntado
con sus funestas consecuencias y que, sin un esfuerzo
supremo, aumentarán en proporciones aterradoras, por lo
que ha emprendido campaña tenaz con¬tra la
inmoralidad; mas aquella prensa, que dice representar al
pueblo, en vez de apoyar esa campaña, la desacredita y
escarnece a quien la emprendió en cumplimiento de
sagrado deber y por amor a Dios y a la ciudad.
Los descuidos de la educación en el hogar han de haber
contribuido, sin duda, al mal apuntado; y esos descuidos,
que tal vez engendraron costumbres viciosas en los hijos,
se reflejan tristemente en el servicio doméstico y
extiende sus funestos resultados al orden económico…
…La vida de los pueblos se dilata con el recuerdo
cuando sus obras entrañan lo provechoso y durable. La
vida de la antigua Roma existe dilatada en sus ricos
monumentos; y si es verdad que en esos monumentos se
cuentan las ruinas del circo en que los Césares inmolaron
millares de víctimas cristianas y el pueblo en su sed de
placeres se recreaba, lo es sólo para dar testimonio del
poder de la doctrina del Redentor y de la verdad de su
divina religión: de los placeres mundanales de aquellas
390

épocas paganas sólo queda la narración triste y


vergonzosa de la estrepitosa caída a que lo condujo la
inmoralidad314.
Según Luis Febres–Cordero Ferrero, cronista, educador, político
y gobernador de Norte de Santander, uno de los hechos más
emblemáticos en la renovación de la religiosidad de los
cucuteños aconteció el día del Terremoto de los Andes al ser
rescatado de los restos del templo y protegido el santo
sacramento del altar para evitar su profanación. De acuerdo al
cronista, el párroco de Ureña Rafael Guerra al reponerse de una
cirugía ocular realizada en Cúcuta por Francisco Bustamante
realizó en la mañana del terremoto una misa en acción de
gracias por su recuperación en la capilla del hospital, saliendo
bien librado horas después de la hecatombe al encontrarse
hospedado en la casa de Idelfonso Belloso.
Al ser informado que el sacramento del altar permanecía
prisionero bajo los escombros del templo y que el cura párroco
como el sacristán habían muerto, y por tanto, no había una
autoridad eclesiástica diferente a él que pudiera liberarlo sin
profanación, tomó la decisión de salir en su búsqueda haciendo
oídos sordos a los llamados de ayuda, al dolor y la agonía de
quienes reclamaban sus servicios sacramentales antes de morir.
Seguro del sitio sagrado en el que debía buscar, apartó las vigas,
ladrillos, piedras y tierra que oprimían el símbolo sagrado de los
católicos de la ciudad. Divisada la custodia, y con la compañía
de la piadosa Bárbara Rita Zapata que le sirvió de testigo de su
determinación por evitar todo acto de profanación o latrocinio
de los objetos sagrados, el cura párroco procedió de la siguiente
manera: “… elevó hacia lo alto la rutilante joya, apartó después

314
Ibíd. P. 72 (Causas del malestar social)
391

el diáfano vidrio, asieron sus temblorosas manos el santísimo


sacramento, y con majestuosa unción consumió el pan
ázimo”315.
Salvaguardado el objeto espiritual más valioso de la comunidad
parroquial con su propio cuerpo, procedió posteriormente a
ocultar entre su hábito la valiosa custodia del templo parroquial,
la cual pasó a ser parte de los vasos sagrados y las reliquias más
importantes de la capilla de San Antonio, sostenida y
resguardada por la familia Ferrero, al optar el general Jorge
Ferrero como síndico del templo parroquial y administrador de
la capilla por comprar una nueva dotación de vasos sagrados al
ser reconstruido y nuevamente consagrado sobre el solar
parroquial original a inicios del siglo XX 316. Esa capilla fue
además lugar para el resguardo de un “hermoso cristo” que fue
elaborado por José María Pino, “el único estatuario que hubo en
la ciudad”317.
De tal modo, la importancia de la capilla de San Antonio para la
familia Ferrero, como para las familias que se unieron a través
de los lazos matrimoniales, políticos, sociales y comerciales a
ese linaje, así como para las familias principales o acomodadas
que asentaron sus viviendas en las manzanas contiguas a la
plaza en honor a Mercedes Abrego se constituía en símbolo
perenne de los orígenes del culto como del templo creado,
construido, reconstruido y preservado para adorar la imagen de
uno de los santos preferidos de los comerciantes y viajeros

315
FEBRES – CORDERO FERRERO, Luis. La sagrada forma. En:
________. El terremoto de Cúcuta (1925). Bogotá: Banco Popular, 1975. P.
287
316
Ibíd.
317
PÉREZ FERRERO, Julio. Conversaciones familiares. Op. cit. P. 83 (Vida
artística)
392

fronterizos. De una imagen ante la cual sus devotos ponían tanto


las manos como sus almas para obtener favores “imposibles”.
Al respecto Julio Pérez Ferrero manifestaba en sus memorias
sobre la ciudad al cumplirse el cincuentenario de su
reconstrucción:
La capilla de San Antonio era pequeña y bastante fea:
quedaba en la esquina que mira al frente norte occidental
del mercado cubierto. En esa capilla se veneraba una
imagen de San Antonio muy pequeña y que sirvió de
motivo a varias camorras; la fe sencilla hacía creer que
sólo ese San Antonio era milagroso y la veneración a
la imagen se extendía a pueblos lejanos; después del
terremoto se encontró en “El Salado”, en donde le
hicieron una capilla, dando lugar a una reclamación
elevada por los devotos cucuteños en masa ante el
prefecto, y en nombre de los cuales llevó la palabra un
popular orador, rebatido por un concurso numeroso de
vecinos de aquel caserío, quienes comprobaban la
propiedad, el jefe departamental se halló perplejo para
dirigir el punto; después de amenazas recíprocas entre
los grupos contendores, la primera autoridad ordenó que
se trajera el santo a la oficina para tenerla presente, como
si fuera cuerpo de delito, y después de algunos días,
cuando ya los ánimos se habían serenado, lo entregó a la
iglesia de San Antonio de Cúcuta318.
Al interés por salvaguardar la pureza, seguridad y sacralidad de
las imágenes del culto parroquial y los símbolos del altar se
sumó el interés de los parroquianos por proteger y asegurar la
santidad de los cadáveres en los sepulcros. Con el rediseño la de
318
Ibíd. P. 26 (Templos)
393

la ciudad no sólo se reconstruyeron o reubicaron los cementerios


para católicos y laicos pues fue imprescindible la adopción de
normas de higiene y salubridad para la preparación, traslado,
ritualidad e inhumación de los cadáveres por medio de servicios
especializados prestados finalmente por empresas fúnebres
conocidas popularmente como “funerarias”.
Las velaciones públicas de los cadáveres fueron gradualmente
desplazadas de las casas de los dolientes a salas diseñadas y
construidas para tal fin. Los bailes y fiestas mediadas por el
alcohol para celebrar la “mejor vida” a la que pasaba el fenecido
fueron sustituidos por rigurosos ritos sociales de velación y
rituales de advocación religiosa por medio de novenarios. La
velación de los cadáveres dejó de hacerse con los crucifijos y
cirios que se empleaban en los altares y habitaciones privadas de
cada hogar al ser alquilados o suministrados por parte de las
funerarias los crucifijos y cirios a usar como parte de sus
servicios contratados.
Se mejoró el traslado de los cadáveres al pasarse de la vulgar e
insegura carga en hombros de las mortajas o los cajones al uso
de carrozas, coches y finalmente automóviles fúnebres. Así
mismo, las familias y dolientes pudieron concentrarse en el
duelo por su ser querido mientras que los empresarios fúnebres
asumieron todos los trámites, permisos, compras de ataúdes,
lotes o panteones, pago de servicios religiosos, etc.
Esos procesos de cambio entre las insalubres e inseguras
prácticas decimonónicas y la adopción de rituales y procesos
sanitarios regulados por las autoridades para la realización de
los sepelios en Cúcuta y Norte de Santander fueron descritos en
1925 por Julio Pérez Ferrero al promover el uso de las oraciones
394

fúnebres y discursos poéticos durante las honras fúnebres de los


personajes cucuteños más destacados.
Al respecto manifestaba: “Era costumbre ingrata la observada
en las inhumaciones de cadáveres en aquella época en que aún
no se estilaba enviar coronas y rodear al ataúd de símbolo tan
extraño al objeto; el ataúd se cargaba a hombros de peones casi
siempre sucios, y en algunas veces borrachos, dando lugar ésta
última circunstancia a tristísimos episodios. Poco se usaban las
peroratas en los entierros por grande que fuera la importancia
social del difunto”319.

319
Ibíd. P. 17 (Sepelios)
395

Caminos, carreteras y ferrocarriles de Cúcuta, 1948320

320
MARCIALES TORRES, Miguel. Geografía histórica y económica del Norte de Santander. Bogotá. Ed. Santafé –
Contraloría del Norte de Santander, 1948. T. I, P. 430

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