Disolvente
Disolvente
Disolvente
- Oye, se me ha ocurrido una buena idea. Pediré al carpintero que nos haga una
ternera de madera.
- Mira, tengo una ternerita, pero es tan joven todavía que hay que llevarla a
cuestas.
Al anochecer el pastor volvió, pero dejó allí la vaca, pues no le apetecía cargar
con ella.
El destripaterrones esperaba el regreso de su ternerita, y al ver pasar al pastor
sin su ternera le hizo volver con él a buscarla. Pero la ternera no estaba; alguien
la había robado. El destripaterrones lo denunció y el pastor tuvo que indemnizarlo
con una vaca.
Así el destripaterrones y su mujer tuvieron, por fin, la ansiada vaca. Pero como no
tenían forraje, no podían darle de comer, así que tuvieron que sacrificarla para
comérsela. Después de salar la carne, el hombre se marchó a la ciudad a vender la
piel para comprar una ternerita con lo que sacara.
Durante la marcha encontró un cuervo que tenía las alas rotas. Lo recogió y lo
envolvió en la piel. Como el tiempo se había puesto muy malo el hombre no tuvo más
remedio que pedir alojamiento en el molino. Sólo estaba en casa la muchacha del
molino, quien dijo al destripaterrones:
En eso entró el sacristán, el cual fue muy bien recibido por la muchacha del
molino, que le dijo:
Dijo el hombre:
- Nada tengo que decir a eso; pero prepárame pronto algo de comer.
La muchacha contestó que solo tenía pan y queso, lo cual pareció bien al otro. Y
convidó al destripaterrones. Este aceptó.
- ¡Eso sí que sería bueno! -exclamó el molinero, y, yendo a comprobarlo, volvió con
el vino
- ¡Eso sí que sería bueno! -repitió el molinero, y, en efecto, pronto volvió con
ella.
Se sentaron pues los dos a la mesa, mientras la jovencita del molino, asustadísima,
fue a meterse en cama, guardándose todas las llaves. Al molinero le hubiera gustado
saber la quinta cosa; pero el labrador le dijo:
- Primero nos comeremos tranquilamente todo, pues la quinta no es tan buena.
- ¡Pues el diablo tendrá que salir! -gritó el dueño, corriendo a abrir de par en
par la puerta de la casa. Pidió luego la llave del armario a la muchacha, y ella no
tuvo más remedio que dárselo; al abrir el mueble el destripaterrones, el sacristán
echó a correr como alma que lleva el diablo, a lo cual dijo el molinero:
LEl destripaterronesos campesinos indignados al ver que habían sido engañados por
el destripaterrones lo acusaron de engaño ante el alcalde. El destripaterrones fue
condenado a muerte. . Lo condujeron a las afueras del pueblo, y dijeron al
sacristán que hiciera venir al cura para que le rezara la misa de difuntos. Todos
los demás hubieron de alejarse, y al ver el destripaterrones al sacristán,
reconoció al que había sorprendido en casa del molinero y le dijo:
Pasó por allí un pastor de quien sabía el destripaterrones que tenía muchas ganas
de ser alcalde y se las apañó para engañarle:
- Si para ser alcalde basta con meterse en el barril, yo estoy dispuesto a hacerlo
enseguida.
- Claro -respondió el hombre-, me he hundido mucho. Cuando toqué el fondo salí del
barril me encontré en unos bellísimos prados donde pacían muchísimos corderos, y me
he traído estos.
- Muchos -respondió.
Entonces los aldeanos convinieron en ir todos a buscar rebaños; y el alcalde dijo:
- Yo voy delante.