Doctrina BOOK

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LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

1
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA, en el trabajo con nuevas generaciones.
e625 - 2020
Dallas, Texas
e625 ©2020 por Oscar Pérez Polidura

Todas las citas Bíblicas son de la Biblia Textual (BTX) ©2010 por la Sociedad Biblica
Iberoamericana, Holman Bible Publishers, a menos que se indique lo contrario.

Editado por: Carina Valerga


Diseñado por: JuanShimabukuroDesign @juanshima

RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS.


CONTENIDO
HERIDAS DOCTRINALES............................................................ 4

BARRERAS DOCTRINALES....................................................... 13

DOCTRINA (AB)USADA................................................................ 22

HEREJES....................................................................................................... 35

SAÑA DOCTRINA................................................................................. 49

DOCTRINA EN CAMINO............................................................... 62

SANA DOCTRINA................................................................................. 77

DOCTRINA FINAL................................................................................ 92

ANEXO: Siguiendo la pista de la


doctrina en el Nuevo Testamento.................................. 98

BIBLIOGRAFÍA......................................................................................... 106

3
HERIDAS
DOCTRINALES
«Habéis obedecido de corazón a aquella
forma de doctrina a la que fuisteis
entregados» — Ro. 6:17

1998
En 1998 mi vida dio un giro inesperado. Uno con apariencia de
inofensivo. Uno de esos que no elegirías para el guion de tu pro-
pia película. Déjame que te ponga en contexto.

Un año antes, en un retiro de jóvenes, me rendí. Llevaba un


tiempo relacionándome con cristianos y había transitado desde
un cierto desprecio inicial por sus puritanas costumbres, pasando
por la sospecha sobre sus intenciones hacia mí, y llegando incluso
hasta la envidia por la forma en que se trataban entre sí, espe-
cialmente dentro de sus hogares.

Me costó mucho creer que su estilo de vida fuese genuino, pero


la convivencia cercana acabó por dejarme sin argumentos. Las
personas no pueden estar fingiendo todas las horas del día,
dentro y fuera de su casa, en los días buenos y en los malos. En
sus vidas pasaba algo más de lo que yo era capaz de entender
en ese momento. Al final, no tuve más remedio que contemplar
la opción de que vivían así por las razones que esgrimían al ser
preguntados. Ellos confiaban en el Jesús al que yo veía como una
mera figura histórica sin trascendencia. Me negaba a considerar a
Jesús como una opción válida.

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LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Aun así me sumergí en los evangelios. Aquellos jóvenes decían


que su comprensión de la realidad procedía de esos textos. Fue
la vida de la Palabra la que acabó persuadiéndome, no solo sobre
Dios sino sobre mí. Frente a la Palabra no me ponía a la defensiva.
Estábamos ella y yo. No me sentía amenazado. La vida de aque-
llos jóvenes me condujo hacia la vida de la Palabra donde me
encontré cara a cara con el dador de la vida verdadera.

Para cuando rendí mi incredulidad, llevaba ya meses asistiendo


a una iglesia los domingos. Inicialmente iba para investigar, para
examinar, para encontrar respuestas. Continuamente estaba
retando a Dios: «Si de verdad estás ahí, haz esto, o aquello»; «si
de verdad me escuchas cuando hablo, respóndeme, que yo te
pueda oír». Tuve varias experiencias que, sin yo comprender bien
sus contenidos o el propósito que tenían, tuvieron el efecto de
derribar las murallas de mi ciudad fortificada.

Su paciencia fue infinita, mucho más abundante que mi tenaci-


dad para retarle.

Y en 1998, estando ya medio asentado en una iglesia de mi


ciudad, una ‘Asamblea de hermanos’ pujante, con vitalidad, con
juventud, donde tuve la oportunidad de empezar a servir y donde
me sentía muy querido… ¡Fue entonces cuando se produjo el giro
que ha orientado mi trayectoria espiritual durante los siguientes
20 años de mi vida!

Los ancianos de la iglesia eran muy atentos con los jóvenes y


realmente teníamos margen de maniobra y confianza para crecer,
aprender, involucrarnos. En mi frenética lectura de las Escrituras1,
y con mi comprensión del momento, yo percibía aquella iglesia

 [1] El texto que guió mi inmersión en las Escrituras fue el evangelio de Mateo. Los discursos de Jesús me
fascinaron y despertaron una profunda sed en mí.

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LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

como un espacio de seguridad en el que «apostaban por mí». No


sentía que lo hacían solo por mí, sino que querían apoyar el desa-
rrollo de los jóvenes, de las siguientes generaciones.

Por esta razón, cuando varias tardes de aquel septiembre de 1998


visité otra pequeña iglesia de la ciudad con apenas 15 asistentes,
5 de ellos de la misma familia, con tres o cuatro señoras mayores,
y 4 o 5 jóvenes más, no entendí bien las dudas que se desper-
taron en mí acerca de mi pertenencia a la iglesia en la que me
había asentado desde mi nacimiento espiritual. Esa inquietud no
parecía tener ningún sentido.

Desde el primer día que visité esta pequeña iglesia, quedé fasci-
nado con la predicación de las Escrituras. Y en aquel momento,
yo estaba hambriento, devoraba página tras página, capítulo tras
capítulo, mi deseo de aprender era un fuego irrefrenable.

Casi llegué a bautizarme en «mi iglesia» pero detuve el proceso al


conocer esta otra pequeña iglesia. Me tomé muy en serio el asun-
to de aclarar las incómodas voces interiores que cuestionaban
cuál era mi lugar. Lo puse en oración y recuerdo haber orado de
forma constante durante unos 4 meses. En aquellos días difícil-
mente oraba más de 4 días por una misma cosa.

Mi cabeza me decía que en esa pequeña iglesia no tendría la


oportunidad de desarrollarme y que en la «mía» estaban «apos-
tando» por mí. Podía ayudar a los niños, disponía de un tejido so-
cial amplio, podía tener muchos amigos, había varios adultos que
estaban pendientes de mí… Incluso invertían tiempo y esfuerzo
en formarnos. Una fantástica joven se aventuraba domingo tras
domingo a torear un grupo de 10 jóvenes algo alocados, todos
chicos —menos una chica—. Un ambiente no tan fácil de manejar,

6
pero allí estaba ella, y nos enseñaba la Biblia de forma valiosa y
participativa2.

Y en la pequeña iglesia… ¿qué iba a hacer yo?

Tras 4 meses, en mi interior la decisión estaba clara, y aunque iba


en contra de mis instintos y mi lógica, Dios me hizo saber dónde
me quería. El giro era ya inevitable.

En ese momento de mi vida, yo no sabía que la iglesia en la que


me reunía era una «Asamblea de hermanos», ni que la iglesia a la
que me trasladaba era «Pentecostal». No tenía ni idea de lo que
eran las denominaciones, ni era consciente de que había notables
diferencias doctrinales entre unas iglesias y otras.

Hoy sé que el giro que dio mi vida en 1998 me introdujo en una


ruta que Jesús tenía pensada para mí, una que me iba a enfrentar
de forma inesperada con el dolor que puede infligir la doctrina
cuando se aplica mal la dosis o cuando confundimos los síntomas
y damos la medicación equivocada.

Tropezar con la doctrina


En cuanto me asenté en la iglesia solicité que me bautizaran. El
pastor empezó a darme unas clases personales sobre los rudi-
mentos de la doctrina de Cristo, tal como los cita Hebreos 6. Yo
alucinaba con que aquel hombre que recitaba largos pasajes del
texto de memoria, estuviera allí sentado conmigo… por mí. Me
tomaba muy en serio las clases.

El contenido de la enseñanza incluía el «bautismo del Espíritu


Santo» como una segunda experiencia diferente a la conversión.

 [2] En estos estudios recuerdo haber profundizado en el evangelio de Juan. Todavía hoy guardo un cariño
especial por los evangelios de Mateo y Juan.

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LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Dicha experiencia era común a todos los cristianos verdaderos y


era certificada por una señal inconfundible: hablar en lenguas.

Ahora sé que esto forma parte, de la forma más o menos descri-


ta, de la doctrina clásica pentecostal. Eso poco importaba en ese
momento. Mi cabeza explotó. Tenía mil preguntas al respecto.
Leía y no conseguía que las piezas encajaran.

De acuerdo a esa enseñanza yo todavía era un cristiano incom-


pleto, o quizá no era cristiano aún3. ¿Era la promesa veterotes-
tamentaria del Espíritu4 solo para una parte de los cristianos?
¿Había dos niveles de cristianismo? Las preguntas me quemaban
por dentro. Dado que no había vivido dicha experiencia del bau-
tismo del Espíritu Santo, me puse a orar a Dios sobre ello. El texto
bíblico era claro5: Dios iba a responder favorablemente y me iba a
bautizar con su Espíritu.

Oraba y oraba. Leía el libro de los Hechos, estudiando cada detalle


para entender lo que me había sido enseñado. Las piezas seguían
sin encajarme, pero los dos años anteriores había aprendido a
no fiarme tanto de mí mismo, de mis propios criterios, los que
habían rechazado a Jesús. Mi corazón no era confiable, y mi
mente, mi argumentación, en la que yo confiaba mucho, había
sido probada falsa en su incredulidad frente a Dios. La conclusión
era lógica, basada en la desconfianza en mi propia reflexión: ¿Por
qué no iba a estar equivocado una vez más, ahora en este tema
del Espíritu Santo?

 [3] Evidentemente estas fueron algunas de las conclusiones a las que yo llegué por mí mismo.

 [4] Joel 2:28-32

 [5] Lucas 11:9-13

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LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

En aquel momento, mi pensamiento sobre esta enseñanza era


una agonía. Algo chirriaba, pero no lograba averiguar qué era.
Encontraba textos que parecían refutar la doctrina tal y como me
la habían explicado, pero también había cierta lógica bíblica en
parte de la explicación doctrinal del bautismo del Espíritu Santo.
Yo no tenía tanto conocimiento del contexto, ni trasfondo teoló-
gico, ni fundamentos sólidos.

Mi mente no era tan fiable, así que empecé a renunciar a mis


criterios. Mi decisión fue, en parte, algo inconsciente. Nadie tuvo
que convencerme de nada, ni fui presionado, ni coaccionado. Mis
propios procesos de pensamiento y de vida me llevaron a confiar
más en quien me estaba enseñando la Biblia que en mis propias
posibilidades de entender o contrastar la doctrina que me esta-
ban enseñando.

Crisis con el Espíritu


La inquietud no paró. Obsesionado, empecé a leer libros buscando
respuestas. Hablé con un par de personas sobre el tema6, estudié
pasajes bíblicos, pero no conseguía ninguna de las dos cosas que
podían aliviarme de mis agobios: Ni confirmaba ni desmentía la
doctrina del bautismo del Espíritu Santo que había recibido.

Algunos jóvenes que tenía a mi alrededor en ese momento


habían tenido esa experiencia. Hablaban en lenguas. Yo confiaba
en ellos, veía sus vidas y testimonios. Eran personas coherentes,
serviciales y fieles al Señor. Me contaban lo maravilloso que era,
cómo había sido su experiencia inicial y cómo eso les conectaba
con Dios. ¡Yo quería eso!

 [6] No las suficientes. Si estás en una situación parecida y te angustia cualquier tema bíblico, no temas
buscar personas, preguntar, ampliar tus perspectivas. No cometas el mismo error que yo cometí.

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LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Regresaba a las Escrituras y luchaba con ellas. Volvía a leer Lucas


11:13 y no comprendía qué tecla debía de estar mal para que mi
Padre no me diera el Espíritu Santo a mí. El único factor diferen-
cial respecto a las experiencias de los demás, era yo.

Estaba convencido de que no era posible que yo hubiera nacido


de nuevo si no era por el Espíritu7, pero no hablaba en lenguas,
así que no tenía el Espíritu, una contradicción insalvable… y en-
tonces mis procesos internos colapsaban. ¿Había nacido de nuevo
o era yo uno de esos casos de emocionalismo momentáneo? ¿Era
yo la tierra junto al camino, o la de los pedregales8 y simplemente
era cuestión de tiempo que se mostrara que mi experiencia de fe
en Jesús había sido falsa?

La vivencia que ahora lees en frases más o menos ordenadas, en


aquel momento de mi vida era dolorosa. Muy intensa. Lloré. Lloré
muchas veces. Me enfadé con Dios. Vivía asustado de mi propio
corazón, convencido de que no podía evitar que más pronto o
más tarde, mi renuncia a la fe demostrara lo falso de mi expe-
riencia de conversión.

Soy un tipo bastante cerebral, suelo darle vueltas a las cosas, no


doy las cosas por sentado sin antes valorarlas. Empecé a buscar
en mi interior las señales que me confirmaran que mi fe no era
genuina. Mi diálogo interno era muy dañino, pero en ese momen-
to era incapaz de sacar la cabeza del agua por mí mismo. Llegué
a pensar que mi racionalidad era un síntoma claro de mi falta de
confianza en Dios, la barrera que impedía que Dios me regalara su
Espíritu. No era Él, el Padre bueno, que no quería dármelo. Era yo
que, aunque no veía en qué, no estaba bien, no era verdadero, no

 [7] Juan 3:3-6

 [8] Mateo 13:1-9, 18-23

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LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

era auténtico. Llegué a suponer que de boquilla yo decía querer


al Espíritu Santo, pero de corazón lo rechazaba, y lo rechazaba en
algún cuarto oscuro de mi ser que no encontraba.

De nuevo, nadie me presionaba ni tuvo la intención de enseñar-


me estas cosas. Nadie me persuadía ni me coaccionaba. Mi propio
proceso de búsqueda de Dios, mi personalidad, mi carácter y la
doctrina con la que batallaba, me dejaron frente a una compleja
ecuación, irresoluble para mí.

Y no es fácil ni rápido salir del agujero. Honestamente, aún veo


trazas de todo aquello en mi mochila, en mi lectura de la vida, en
mis interacciones.

Adoctrinados
¿Cuántos jóvenes estarán ahora mismo en tu entorno luchando,
como yo luché, con este o cualquier otro tema doctrinal? ¡Y cuántos
no habrán superado alguna crisis doctrinal, o alguna crisis de fe!

¿Qué peso habrá tenido la doctrina enseñada, la doctrina asu-


mida, la doctrina desconocida en estas crisis? ¿Cuántas heridas
podríamos haber evitado en nuestro recorrido? ¿Cuántas podría-
mos haber tratado y ayudado a sanar?

¿Cuántas heridas eran verdaderamente necesarias, parte de un


proceso de sanidad del Espíritu para restaurarnos y rescatarnos de
una muerte segura? ¿Cuánta responsabilidad tengo yo en heridas
que podría haber evitado?

Siento dolor por aquellos que se han


alejado del Dios desfigurado que mis
convicciones doctrinales hayan podido
presentarles.

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LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

No se trata de culpabilidad, no se trata de condicionar la verdad


por una mala experiencia. Todos hemos sufrido en nuestros pro-
cesos de crecimiento. No hay nadie a quien le debamos más que
a nuestros padres y, sin embargo, también ellos nos han hecho
sufrir sin necesidad en alguna ocasión.

De lo que se trata es de nuestro


aprendizaje, de todo aquello que podemos
aprender hoy, de aquello en lo que
podemos ser enseñados por Dios, de
aquello en lo que ser adoctrinados por su
Espíritu.

¡Dios, ayúdanos a ser fieles a tu persona y a tus palabras!

12
BARRERAS
DOCTRINALES
«Y entendieron que les decía que se
guardaran de la doctrina de los…»
— Mt. 16:12

Murallas defensivas
Llegados a este punto, habiéndote compartido un capítulo difícil
de mi recorrido vital, necesito que comprendas algo muy impor-
tante: Relajar la tensión interna, ser consciente de tus barreras,
de las murallas construidas a tu alrededor, reconocer que tienes
prejuicios, sesgos teológicos, bíblicos y una mochila denomina-
cional llena de ítems de todo tipo… Asumir nuestras limitaciones,
las propias de cualquier ser humano que intenta relacionarse con
Dios rechazando su naturaleza rota, es clave para entender la
intención de este libro y, lo más importante, para relacionarse de
una forma honesta y constructiva con la doctrina de Dios1.

Algunos de ustedes ya se estarán posicionando ante mis reflexio-


nes, que apenas han empezado aún. Mecanismos de defensa
ante el peligro, alarmas que suenan ante cualquier apariencia
de herejía pero que, a su vez, desconocen la multitud de herejías
asumidas desde lugares familiares, por caminos de confianza
no vigilados. A menudo construimos y mantenemos esquemas
teológicos aprendidos, castillos de naipes de la fe que fortalecen
sistemas teológicos imperfectos pero que, hasta donde hemos

 [1] Te recomiendo la lectura de El Jesús que nunca conocí, de Philip Yancey, donde él narra su propio camino
de descubrimiento de la persona de Jesús frente a la multitud de imágenes de Jesús que recibió de niño
en su iglesia local, en su familia, en la universidad, en la cultura…

13
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

conocido, son la mejor opción que vemos y, sobre todo, nos


aportan tranquilidad y cierto descanso sobre nuestra capacidad
de conocer la verdad.

A menudo construimos y mantenemos


esquemas teológicos aprendidos, castillos
de naipes de la fe que fortalecen sistemas
teológicos imperfectos pero que, hasta
donde hemos conocido, son la mejor
opción que vemos.

Atendiendo al capítulo anterior, algunos estarán asumiendo un


posicionamiento doctrinal específico sobre el Espíritu Santo, o
sobre la vigencia de los dones, o de algunos dones, o sobre la
doctrina pentecostal histórica. Pensarán que pienso en un sen-
tido o en otro, y en función de sus convicciones doctrinales y de
las que están percibiendo en mí, de la iglesia o la denominación
a la que pertenecen, o de otros criterios teológicos, eclesiales o
espirituales —que tememos siquiera cuestionarnos—, construirán
su juicio de valor sobre el valor de este libro y su credibilidad,
o su fidelidad a las Escrituras, o sobre mi persona, mi fe o mis
convicciones.

¡Es algo habitual! No es un juicio a tu persona, es una afirmación


sobre la naturaleza humana frente a los desafíos de conocer la
verdad y el temor a lo desconocido.

Todos tenemos un fuerte sesgo hacia la confirmación


tendenciosa, hacia lo que anhelamos encontrar, una
confirmación de lo que ya sabíamos.

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LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Con suma facilidad, nos aferramos a información que reafirma lo


que ya pensábamos previamente y descartamos todo aquello que
cuestiona nuestro pensamiento o nuestra postura.

La lucha es interna
¿Has leído con atención mi testimonio?

La receta de mi crisis estaba llena de ingredientes, algunos de


ellos eran maravillosos, y otros no tanto: El deseo genuino de
amar más a Dios, la búsqueda incansable de la verdad, las buenas
intenciones de crecer y de enseñar, el deseo de pastorear a un
joven hacia un encuentro profundo con Dios, la entrega a Dios, la
escuela doctrinal en la que creció y se desarrolló mi pastor y sus
propias experiencias, el diálogo con las convicciones doctrinales
de otras personas, buena y mala literatura cristiana, mis temores
personales, mis dudas de fe, la profundidad de mis raíces
espirituales, mi personalidad, madurez o carácter, etc.

De hecho, la lucha por la doctrina es tan fuerte que produce


heridas de forma constante. No solo a los jóvenes, pero sobre
todo a los jóvenes. No hablo de las heridas que produce extirpar
el mal del corazón. Esas no podemos ni debemos evitarlas. La
sanidad espiritual que opera el Espíritu en nuestras vidas nos
introduce a menudo en procesos de restauración dolorosos
porque estamos rotos, llenos de aristas cortantes, mentiras
dañinas, convicciones erróneas. Cuando la verdad llega, nuestra
naturaleza es revelada y expuesta, trae tristeza, vergüenza, a
la par que la oportunidad de una nueva libertad y una sanidad
profunda.

La doctrina que creemos está arraigada en nosotros. Debemos ser


conscientes de que afrontar asuntos sobre doctrina en materia

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LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

de fe expondrá a plena luz las resistencias de nuestras almas, nos


obligará a reconocer nuestras barreras o incluso a renunciar a
alguna de ellas, nos hará sentirnos profundamente desprotegidos,
dependientes, en territorio desconocido.

Cuando llegue el momento, nuestro impulso defensivo querrá


evitar estos delicados procesos del alma. No queremos tanta
exposición, y existe el riesgo de que nos mantengamos ciegos
frente a nuestras barreras con Dios, frente a los ángulos muertos
de nuestra vida espiritual. Incluso es posible que lleguemos a
vernos desnudos y que nos protejamos, nos justifiquemos… ¡o
hasta que ataquemos y responsabilicemos a otros! Es la conducta
que se puede esperar de Adán y Eva2.

La doctrina y el corazón
¡No es importante si alguien me rechaza por mis convicciones
doctrinales! Eso procuro decirme al adentrarme en este libro y
quitarme lentamente mi ropa teológica. Lo cierto es que, habi-
tualmente, no tenemos ni idea de cuáles son las convicciones de
otros, ni cuál es su historia, ni cómo han llegado a ellas, o cómo
se plantean seguir su camino frente a Dios. Y de lo que menos
idea tenemos es de cuán intrincada está la fe y sus ramificaciones
en el corazón del ser humano. No con el corazón romántico al
que nos referimos en películas y libros, sino con el corazón bíbli-
co, a saber, el centro de operaciones de la vida: nuestros pensa-
mientos, nuestras emociones y nuestra voluntad. Todo es mucho
más complejo, profundo y está más interrelacionado de lo que
solemos asumir o de lo que percibimos en nuestro día a día. No
solo es así para mí, lo es para todos nosotros. Para mí, y para ti.

 [2] Génesis 3:12-13

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LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Creemos con suma facilidad que la doctrina se piensa, se estudia,


se considera, se evalúa, se decide. Todo muy limpio, todo en el
campo de acción de la mente pensante. Pero la doctrina que
asumimos tiene mucho más de emocional de lo que solemos
reconocer. Tiene mucho más de volitivo de lo que imaginamos.
Está intrincada con nuestra historia personal, con nuestra vida,
con nuestras heridas y nuestra conducta, con nuestros temores.

No somos agentes asépticos frente a la verdad.

No somos el nuevo hombre nacido por el


Espíritu haciendo alta teología celestial.
Esa nueva criatura está en construcción,
es una obra incompleta que el Señor está
guiando hacia su madurez.

Mientras tanto, no somos estudiantes objetivos frente a las


Escrituras. No somos capaces de mirar todo en perspectiva, ni
estamos libres de nuestro trasfondo, ni tan desinfectados de
las consecuencias del pecado, del viejo hombre. Somos Adán
ensayando sobre doctrina, aunque nos pensamos más como Jesús
en lo que tiene que ver con nuestra capacidad para entender y
asumir la verdad, seres infalibles.

Tenemos un recorrido de vida, tenemos familias, de sangre y


de fe. Contamos con nuestras capacidades o incapacidades
hermenéuticas y, sobre todo, con las inclinaciones de nuestro
corazón, que afectan a nuestro juicio, a nuestra comprensión y a
menudo nublan nuestra sensibilidad espiritual.

El corazón de la doctrina
La doctrina de Dios no existe solamente para ser creída. Existe
para ser vivida, que es la plenitud de creerla. Doctrina creída y no

17
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

vivida, es en realidad doctrina no creída, no asumida, no arraiga-


da, inútil, ignorada, en la que no se confía, una cortina de humo,
una brillante página web de una empresa que cerró hace tiempo,
un producto asombroso que no tiene cadena de producción para
ser fabricado. Son solo palabras sin vida.

Nuestras convicciones doctrinales deberían ser trampolines que


nos acercan a Dios porque nos hacen vivir en Su Espíritu, no
barreras que nos separaran de nuestros hermanos por la distancia
entre las convicciones de unos y de otros.

La doctrina de Dios no existe solamente


para ser creída. Existe para ser vivida, que
es la plenitud de creerla.

Con frecuencia y para muchos seguidores de Jesús, las afirma-


ciones doctrinales son la justificación que les separa de los falsos
hermanos. Falsos según sus criterios, condenados por testigos, no
por el Juez. Se acogen con excesiva premura a excluir, a separar, a
distanciarse, a etiquetar y categorizar al hereje.

Sin embargo, en las Escrituras no hay nadie que esté, al mismo


tiempo, cerca de Dios pero lejos de sus hermanos, sea cual sea la
condición en la que se encuentren.

Demasiados de nosotros nos dedicamos a juzgar a otros como in-


dignos de estar en la casa del Padre de acuerdo a nuestras doctri-
nas, a nuestra comprensión sesgada e imperfecta del Padre. Pero
como vivimos en la casa, o quizá la visitamos de vez en cuando,
ni nos damos cuenta de lo lejos que estamos de parecernos a Él
en su comprensión de la vida, en sus prioridades, en sus sacrifi-
cios, en su misericordia. Y la verdad de Dios no existe sin la gracia

18
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

de Dios, ni la verdadera y sana doctrina sin la vida y el Espíritu de


Dios. Son inseparables.

Barreras y heridas
Casi sin darse uno cuenta, se alcanza una relativa madurez cris-
tiana en la que uno ha desarrollado el núcleo duro de su pensa-
miento y se ha situado en un contexto eclesial, denominacional
y doctrinal específico, aquel en el que se siente suficientemente
identificado, con el que comparte al menos los no-negociables de
su fe, aunque rara vez comparte el pack doctrinal completo.

Las distancias ya están bien trazadas por los que nos precedieron
y las líneas divisorias pintadas sobre el terreno de la discusión.
Solo hemos tenido que ir decidiendo en qué lado de cada barre-
ra queríamos situarnos. Hasta ese punto vivimos en un sistema
dañado por un concepto de doctrina que hiere lo que somos.
¡Cuánto tiempo más nos moveremos por estructuras que hieren la
voluntad de Dios!

Sin necesidad de grandes fuegos artificiales exegéticos, diría que


prácticamente todos los cristianos entendemos y aceptamos que
solo hay una iglesia de Jesús, solo un bautismo, solo una fe, solo
un Señor. El cuerpo de Cristo es uno solo. Todos afirmamos estas
verdades obvias, redactadas amplia y repetidamente en la Biblia.

El cuerpo de Cristo es uno solo. Sí, es plural, colorido, diverso. Y


por supuesto que puede estar compuesto por diferentes mane-
ras de vivir la fe, variaciones en aspectos periféricos de la vida
cristiana, denominaciones con énfasis diferentes y enfoques
misionales variopintos que responden a culturas, momentos y
necesidades diversas.

19
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Sin embargo, el amor que a menudo no nos demostramos, el re-


chazo del otro, las miradas por encima del hombro, los sentimien-
tos de superioridad, la asunción de ser poseedores de la verdad
y la seguridad de que el otro está en la mentira, los libros evan-
gélicos que parece que usará Dios para separar a las ovejas de
las cabras3, post incendiarios en las redes sociales y las denuncias
públicas al que piensa diferente… Todo ello anticipándole de qué
se va a morir debido a sus ideas sobre algún aspecto doctrinal.

El uso torcido de las doctrinas bíblicas y


la mala comprensión del propósito de la
doctrina no han dejado de infligir heridas.
Nos herimos. Nos hieren. Herimos.

Las usamos como armas, como escudos, como lanzas, como


barreras.

Adoctrinando
Y los abusos relacionados con la doctrina hieren muy especial-
mente a los conductores noveles, a los soldados inexpertos, a
los bienintencionados defensores del honor de Dios que salen al
campo de batalla antes de entender la magnitud de la contienda,
a aquellos que tienen poca experiencia, poco recorrido y pocas
raíces. Están apenas empezando a afianzarse en la buena tierra y
todavía no tienen recursos ni resistencia como para dejarles sin
agua fresca y algo de comida durante muchas horas.

Además, hay heridas peligrosas, en lugares peligrosos, en momen-


tos peligrosos. Se requiere de un buen entrenamiento para que
un ejercicio de fe exigente no cause daños irreparables ante retos
de gran envergadura.

 [3] Mateo 25:31-46

20
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Romanos 14 es un serio aviso a navegantes expertos para que no


conduzcan sus navíos hacia aguas profundas si llevan marineros
noveles a bordo. El grado de presión tolerable o el peso que se
puede soportar están directamente relacionados con las prue-
bas que una fe ha superado ya en su camino. Esto no es una ley
definitiva, porque Dios obra como quiere, pero sí es un principio
extensamente comprobado en mi recorrido de vida.

Es imprescindible que consideremos el peso de las mochilas de


nuestros niños cuando van al colegio. Su cuerpo está formándo-
se, fortaleciéndose. El peso aceptable es un reto, un peso inade-
cuado es un riesgo para la salud. No queremos que lleven una
losa que los aplaste.

Necesitamos sensibilidad del Espíritu Santo y sabiduría de lo alto.


Argumentar siempre, sin excepciones, que quien no soporta la
prueba es porque no tenía que pasar el corte es sacudirnos de
nuestra responsabilidad como formadores de discípulos de Jesús.

Somos padres, somos maestros, somos pastores… o, sencillamente,


somos conscientes de la responsabilidad que tenemos. Es sufi-
ciente. Basta de excusas, no más justificaciones.

Seguir empujando los límites más allá de lo responsable es un


desprecio hacia las vidas por las que Jesús dio su vida. La doctrina
de Jesús exige un llamado a la responsabilidad. Pide vivir una vida
en el Espíritu, una vida sana, sanada en el plano eterno pero que
sigue siendo sanada aquí y ahora, tanto por la comprensión de
sus propias heridas como por su experiencia de sanidad en base a
las heridas de Jesús4.

La sana doctrina, sana. ¡Dios, sánanos!

 [4] Isaías 53:5; 1 Pedro 2:24

21
DOCTRINA
(AB)USADA
«Porque enseñan como doctrinas
mandamientos de hombres» — Mt 15:9

Todavía no he conocido a nadie que piense que su doctrina es


errónea. Pero están todos equivocados.

Esquemas mentales
Hace muchos años que clasifico la realidad y, dentro de ella, a las
personas que conozco. No recuerdo un momento de mi vida en el
que no lo haya hecho. En verdad, no ha existido un solo momen-
to de la vida de ningún ser humano en el que no haya clasificado,
tanto a las personas, como los eventos, los sucesos… ¡toda la
realidad!

La razón para ello es biológica. La realidad es inmensa, pero nues-


tra capacidad de analizarla, interpretarla y retener conocimiento
es limitada. Desde niños, nuestros cerebros aprenden a aplicar
esquemas, estructuras cognitivas que clasifican y categorizan
todo lo que oímos, vemos, olemos, tocamos, etc.

Mediante el uso de esquemas mentales reducimos el volumen de


información que tenemos que digerir. De esta manera la cantidad
de procesamiento es asumible y simplificamos los recursos neuro-
nales para procesar la información y elaborar nuestras opiniones,
teorías, asociaciones, entre otras.

No debemos precipitarnos al juzgar como injusto el hecho de ca-


tegorizar algo o a alguien. Sin estos procesos no podríamos vivir.

22
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Estos esquemas ayudan a nuestra mente a funcionar en ‘piloto


automático’ en multitud de procedimientos y nos enseñan dónde
debemos enfocar nuestra atención en cada momento.

Sirva de ejemplo el proceso de conocer a una persona nueva.


La persona es nueva para ti, pero el acto de conocer a alguien
que no conocías es un proceso que has vivido muchas veces. Tu
mente tiene estructuras sobre el protocolo, sobre las frases o las
preguntas más habituales que se ubican en ese contexto social,
sobre los gestos, sobre los tiempos, las formas, etc. No tienes que
inventar la situación cada vez que te la encuentras. En tu mente
hay esquemas aprendidos con los años que categorizan la reali-
dad llamada ‘conocer a alguien nuevo’.

La relevancia de estos esquemas es vital para nuestras vidas, pero


también tienen su contrapartida. En ocasiones, podemos leer mal
la categoría, equivocarnos aplicando el esquema, la situación
puede pertenecer a una categoría distinta a la que hemos previs-
to, o, incluso, puede formar parte del amplio abanico de posibi-
lidades que aún no hemos esquematizado en nuestras mentes.
Estamos en continuo aprendizaje.

Categorías teológicas
Cuando nos adentramos en cuestiones de fe, Biblia, doctrina o
teología, nos encontrarnos con multitud de categorías y, como
para el resto de la realidad, también construimos esquemas. Pa-
labras como anglicano, católico, adventista, evangélico, bautista,
pentecostal, reformado, asambleario, presbiteriano, cesacionista,
universalista, dispensacionalista, creacionista, premilenialista,
unitario, ecuménico, calvinista, liberal o tradicional, entre otras
muchas aluden a categorías relacionadas con denominaciones,

23
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

posturas teológicas o posicionamientos doctrinales diversos.


Todas ellas llevan implícitas ideas sobre quién es Dios, quién es el
ser humano, cómo leer la realidad, cómo interpretar las Escritu-
ras, etc.

La rica cultura protestante y evangélica y sus muchas expresiones


empujan a categorizar para comprender. Los conocimientos exce-
den ampliamente nuestras posibilidades. Es una cuestión ejecuti-
va, práctica, de asunción y aplicación de los conocimientos.

Sin embargo, es vital entender que no es lo mismo usar las cate-


gorías para aprender, memorizar, interpretar la realidad que para
rechazar o estigmatizar a otro o sus ideas.

Las categorías pueden edificar


pensamiento, diálogo y relación con Dios
y con los demás, pero también pueden
usarse para dividir, separar, alejar o juzgar
al otro.
En mi experiencia con personas cristianas, he aprendido a prio-
rizar una categoría más simple que me ayuda a interpretar a las
personas y situarlas en dos grandes grupos. Por un lado, están
aquellos que —creen que— están seguros de que su doctrina es
absolutamente correcta y, por el otro, aquellos que tienen crite-
rios en cuanto a la doctrina que creen, pero mantienen un grado
de prudencia o incluso cierta incertidumbre ante los dogmas
asimilados, reconociendo la posibilidad del error humano, expo-
niéndolos sin temor ante Dios y su Palabra.

Esta segunda postura solo es posible para aquellos para quienes la


doctrina no es su dios.

24
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Es común que las personas de este segundo grupo hayan sufrido


ya en algún momento de su experiencia de fe una crisis doctri-
nal que les haya llevado a evolucionar, cambiar, matizar, corregir
algún aspecto de lo que creían cierto e incluso seguro hasta ese
momento.

Habiendo superado esa crisis con mayor o menor sufrimiento o


rapidez, esas personas han madurado y ahora saben que lo que
creen se corresponde con la luz que han recibido del Espíritu San-
to hasta este momento de su vida.

Aunque no imaginan cómo su postura doctrinal podría cam-


biar —han valorado las opciones y la que sostienen, la sostienen
porque la consideran verdadera—, en sus esquemas mentales cabe
la posibilidad de que haya ángulos ciegos en su conocimiento y
su experiencia de Dios. Quizá mañana reciban más luz al respecto.
No lo saben, no lo pueden prever ni controlar. Pero sí que saben
que ya les ha sucedido antes y tampoco lo esperaban en aquella
ocasión, así que no pueden descartar que Dios les guíe a un en-
tendimiento mayor, mejor, más amplio, que descarte, que modi-
fique, que ajuste una vez más. Se saben en proceso, no acabados.
Son aprendices, discípulos, no el Maestro.

Perder el control
Reconozcámoslo abiertamente: ¡esta segunda postura es suma-
mente incómoda! Es mucho mejor llegar a un cuerpo sólido de
doctrinas y aferrarse a ellas… ¡y que no se muevan de sitio! No
tener categorías que clasifiquen parte de la realidad que tenemos
en frente nos produce ansiedad, sensación de pérdida de control.

Además, nos gusta pensar en nosotros mismos como personas


maduras en la fe. Firmes pero flexibles, sólidos en el conocimiento

25
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

pero abiertos al diálogo, pilares doctrinales, asentados, estables,


sostenimiento para los que nos rodean.

Las personas del primer grupo perciben todo cambio o movi-


miento de los contenidos de su fe como una amenaza, con temor.
A menudo, dicho movimiento las confunde o aturde, porque la
verdad inmutable de Dios y Dios mismo no pueden cambiar. Viven
en actitud defensiva, proteccionista, absorbiendo cualquier input
que reafirme sus dogmas asumidos, la tan necesaria confirmación
tendenciosa que nos tranquiliza: otros piensan igual que yo. No
comprenden hasta qué punto son volubles como seres humanos.

Las personas del primer grupo, los que saben seguro que su
doctrina es la doctrina correcta, no suelen ser los otros. Muy a
menudo somos nosotros mismos. No debemos pasar por encima
de este asunto a la ligera. Nuestra capacidad para construir es-
pacios favorables a nuestros intereses, espacios de comodidad, de
control, espacios que procuran reconocimiento, estatus, posición,
o incluso un estado de seguridad, o de bienestar… Nuestra capa-
cidad para la supervivencia es enorme. Y esto no requiere mucha
planificación, sucede en la medida en la que nuestra vida natural
no ha sido invadida por la nueva vida del espíritu de Jesús.

El producto de nuestras convicciones doctrinales no es solamente


fruto de la acción del Espíritu Santo. Él trabaja con nosotros, con
lo que somos hoy. Crea una nueva criatura con un nuevo corazón,
pero usa el material de la vieja. Él no desecha y crea de cero, se
comprometió a no hacerlo más tras el diluvio1. Él es un alfarero:
reforma, restaura, recrea. Esculpe desde la ruptura del ser alejado,
desfigurado y perdido que todos hemos sido y, en ocasiones —más
de las que yo desearía—, aún puede percibirse en nosotros.

 [1] Génesis 8:21

26
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Y ese ser que fuimos y que todavía tiene influencia en nuestra


vida ha sido enseñado por años. Ha crecido en lugares concretos,
en una familia concreta, con una cultura concreta, con tradicio-
nes concretas. Todo ese bagaje que conforma nuestra historia
personal es ambivalente. Por un lado, podemos estar agradecidos
por él y es algo que Dios puede usar y redimir pero, al mismo
tiempo, nuestro pasado es material peligroso que a menudo usa-
mos para levantar altares que deshonran a Dios. Son voces que
estamos acostumbrados a escuchar, principios asimilados en lo
profundo de nuestro ser, doctrinas enraizadas que condicionan la
tierra que Jesús quiere sembrar.

Casi toda nuestra idolatría se construye en una búsqueda retorci-


da de las buenas cosas que Dios ha creado para nosotros. Toma-
mos algo, lo dejamos desprovisto de su significado y del sentido
que le dio su Creador y... ¡ya tenemos un nuevo altar frente al
que arrodillarnos!

Y no son tan raras ni infrecuentes las veces en las que ni nos


percibimos a nosotros mismos postrados frente a un algo, un
alguien, una idea… un dios que no es Dios.

(Ab)usar
Y la doctrina no es un ámbito diferente, no está excluida de
nuestra subjetividad, ni ajena a las posibilidades de corrupción de
las que somos capaces.

¿Qué es la sana doctrina bíblica sin su


propósito de ser la enseñanza que nos guía
a ser y vivir como Jesús?

Cualquier otro lugar que le demos a la doctrina en nuestra


vida, o en nuestra mente, o en la realidad, o en las relaciones

27
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

interpersonales, circula del uso edificante de la enseñanza de


Jesús hacia un abuso indigno de los mandamientos de Dios.

Entonces se acercaron a Jesús unos fariseos y escribas


de Jerusalem, diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebran-
tan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las
manos cuando comen pan. Él respondió y les dijo: ¿Por
qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de
Dios por causa de vuestra tradición? Porque Dios dijo:
Honra al padre y a la madre; y: El que maldiga al padre o
a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís:
Cualquiera que diga al padre o a la madre: Es Corbán
todo aquello con que pudiera ayudarte, de ningún modo
tendrá que honrar a su padre. Así habéis invalidado la
palabra de Dios por vuestra tradición. Mateo 15:1-6

La etimología de la palabra ‘abusar’ incluye, por un lado, la pre-


posición ‘ab-‘, que expresa las ideas de alejamiento, o de repul-
sión, así como también la idea de exceso o superación y, por otro
lado, la raíz ‘-usare’ que proviene del latín y significa ‘valerse de’,
‘servirse de’.

En el levítico encontramos leyes que regulan la pureza ritual,


enfocadas a la relación entre Dios y los seres humanos. Moisés
entregó al pueblo estas leyes en nombre de Dios. Tenían el valor
y el propósito de ayudar al pueblo a conocer a YHVH, y a cono-
cerse a sí mismos y empezar a percibir su incapacidad de salvarse
y redimirse a sí mismos. El pueblo podía servirse de ellas para
acercarse y relacionarse con su Dios, pero también era capaz de
reinterpretar las intenciones de Dios, retorcer las leyes, condicio-
narlas desde su experiencia o malinterpretarlas desde su ruptura
moral.

28
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Estas leyes afectaban tanto a los sacerdotes que ministraban al


pueblo como al propio pueblo ante su acercamiento a la presen-
cia de Dios. Con el desarrollo histórico, cultural y teológico de
la Mishná2, numerosos líderes, grupos o sectas fueron aplicando
estas reglas, desde otros criterios teológicos, morales o experien-
ciales, desvirtuando la intención de Dios y el espíritu de las leyes,
minimizándolas a preceptos comprensibles, controlables y mane-
jables, y autodenominándose custodios de la correcta interpreta-
ción de la doctrina de Dios.

Con el paso del tiempo, la pretensión de sostener un sistema


teológico sólido y la distancia con el corazón y el espíritu de la
Torah, muchas de esas normas llegaron a equipararse a los man-
damientos de Dios, por proceso de asimilación, por confusión,
por enseñanza, por celo inadecuado, por temor, por necesidad de
tener el control.

Los hombres que aceptaban esa «verdadera doctrina de Dios» ya


no se limitaban a la pureza ritual en el contexto para el que Dios
había dado el mandamiento, sino que lo aplicaban en su día a
día, lavándose las manos antes y después de las comidas, bañán-
dose cada vez que regresaban de un lugar público, o priorizando
el voto Corbán o compromiso de ofrendar a Dios antes que hon-
rar a los propios padres en medio de su necesidad. Y afirmaban
que lo que hacían era la interpretación correcta de la ley de Dios

Habían pulido algunas leyes de Dios. Habían desvelado los mis-


terios de la intención de Dios para su pueblo. Habían ayudado a
Dios a perfilar una mejor versión de su voluntad para las perso-
nas. Vivían su interpretación de las Escrituras como la aplicación
objetiva, única y verdadera de los mandamientos de Dios. Sin ser
 [2] Obra exegética y teológica que los rabinos judíos desarrollaron acerca de la ley de Dios.

29
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

conscientes —o quizá también algunos de ellos siendo conscien-


tes— su doctrina estaba invalidando la doctrina de Dios.

El ídolo del control


La doctrina ya no servía para conectarse con su Dios, sino que se
valían de la doctrina para sus propios propósitos. ¿Qué propósitos
tenían?

Siguiendo sus normas y sus tradiciones,


los fariseos estipularon su visión de la
realidad, adulterando la verdad de Dios.
Usaron su posición privilegiada para
estandarizar la espiritualidad.

Sus rituales de pureza distinguían a los verdaderos hombres


santos de los que no lo eran. Solo aquellos que seguían sus nor-
mas agradaban a Dios y eran ellos mismos quienes clasificaban
a las personas en el plano religioso y, por lo tanto, también en el
social. De ellos dependía la aceptación que Dios ofrecía o no a
cada persona.

En los inicios, probablemente sus intenciones fueron buenas: ayu-


dar, comunicar a Dios, explicarle a otros. Poco tiempo después,
sus distinciones fomentaban su propio statu quo frente a los de-
más, fortaleciendo sus perfiles públicos como autoridades espiri-
tuales para el pueblo. Eran los protectores de la verdadera doctri-
na, vigilantes de la realidad espiritual del pueblo, los vigilantes de
la ley de Dios. Eso mantenía a unos en el poder y relegaba a otros
al anonimato, a la marginación, al desprecio social, a los últimos
asientos de las sinagogas, o incluso a la expulsión de la sinagoga3,

 [3] Juan 9:35, a modo de ejemplo.

30
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

la excomulgación o a la excomunión, es decir, a dejar de formar


parte de la verdadera comunidad.

Las leyes de Dios fueron abusadas para construir imperios reli-


giosos que proporcionaban el control. Los que estaban en el lado
correcto de la santidad ejercían control sobre la vida del pueblo.
Eran los que tenían voz y voto, los que podían hablar y debían ser
escuchados, administradores de los misterios de Dios, inalcanza-
bles para los demás, solo accesibles para los de su misma clase, la
élite espiritual.

Abusos en la iglesia
El panorama evangélico actual no se ha librado de tales con-
ductas, intenciones o corrupción. Sigue habiendo multitud de
personas y multitud de intereses. Algunos son más evidentes que
otros, pero no por ello peores.

Doctrinas que proporcionan posiciones de poder, riqueza, estatus


social, estatus religioso, fama, importancia, roles de liderazgo… A
nivel mundial, podemos observar los extremos de estas prácticas,
sostenidas también en pequeñas comunidades invisibles para la
luz pública.

Teologías que parten de algún aspecto bíblico, más o menos adul-


terado, y le dan tal preponderancia que todo lo demás u otras
partes de las Escrituras quedan totalmente desvirtuadas, para
posteriormente usar ese énfasis doctrinal con el fin de producir
movimientos, denominaciones o posicionamientos que perjudican
la unidad en Cristo, dividen familias, rompen amistades, desacre-
ditan el testimonio de nuestra fe ante los ojos del mundo incré-
dulo y, como resultado, alejan a multitud de personas de Jesús.

31
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Iglesias donde la doctrina que se cree, el gobierno de iglesia que


se ejerce o la liturgia que se sigue se establece en función de
aquellos que tienen el poder adquisitivo para ‘mantener’ o ‘sos-
tener’ la iglesia y que, con mayor o menor grado de manipula-
ción, producen sistemas insanos de comunidad, clanes familiares,
control sobre la fe de otros, o expresiones desvirtuadas o desfigu-
radas del evangelio.

Doctrinas levantadas para dividir entre los buenos y los malos, los
santos y los pecadores; doctrinas que desvirtúan la vida, desfiguran
la belleza del evangelio, confunden la identidad con las obras, depri-
men la creatividad, los dones y el llamado, visten con uniformidad y
producen en serie en lugar de florecer como fruto del Espíritu.

En el peor de los casos, el abuso consciente


de la doctrina como herramienta de control
de las personas desvirtúa los propósitos de
Dios para la vida.
Utiliza la deformación de la verdad para esclavizar a las personas
en cárceles religiosas con apariencia de camino hacia la salva-
ción, por lo que los barrotes que retienen de la libertad suelen ser
invisibles para la mayoría de los encarcelados.

«Créeme, estos muros embrujan, primero los odias, luego


te acostumbras y al cabo de un tiempo llegas a depender
de ellos, eso es institucionalizarse.»4

El abuso en casa
Con la facilidad que tenemos para el mal, los abusos que nos re-
sultan evidentes en el panorama global, nos resultan sumamente

 [4] Cita literal del personaje Andy Dufresne en la película «Cadena Perpetua», interpretado por Tim Robbins.

32
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

difíciles de detectar en el ámbito local de nuestras iglesias, y


todavía mucho más difícil en el ámbito personal de nuestros
corazones.

A muchos se les llena la boca denunciando la teología de la pros-


peridad, pero no alcanzan a ver su falta de generosidad o su bien
articulada teología del ahorro o del sentido común, justificantes
teológicos para cerrar su mano al prójimo.

Otros retuercen la sanidad que las heridas de Jesús traen a


nuestras enfermedades hasta el punto de negar toda la teología
del sufrimiento, del dolor o de las pruebas y la tentación. Defor-
man la realidad del mundo que el mismo Jesús sufrió en primera
persona y de la que vino a salvarnos. Hacen oídos sordos ante la
evidencia todavía presente de la naturaleza caída del ser humano,
ya vencida en la cruz, pero aún incordiándonos en nuestro día a
día, hasta que la segunda venida de nuestro Señor y su Reino lo
resuelvan para siempre.

Muchos critican también el autoritarismo


pastoral, los abusos de poder de personas
en posiciones de liderazgo, pero ejercen
ellos mismos los patrones de control,
presión y manipulación que critican en
sus propias familias o en sus trabajos, o
con sus amigos, o en cualquier pequeño
espacio en el que pueden ejercer dominio.

¿Adoctrinadores?
¿Cómo vamos a defender la sana doctrina que no somos capa-
ces de vivir? La sanidad doctrinal no se limita a articular bien
sus contenidos, o exponerla con las palabras, tono y orden

33
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

adecuados. Estamos completamente desautorizados para juzgar


aquello que nosotros mismos hacemos en otros ámbitos, lugares,
espacios.

No distinguir entre lo esencial y lo que no lo


es, está llevando a muchos a empujar criterios
doctrinales artificiales y extra bíblicos.

Está fomentando categorías de pensamiento insanas, está


reteniendo el llamado de otros debido a su ortodoxia, o a su
exégesis, o a su tradición eclesial o a su ignorancia en este o
aquel asunto.

La doctrina desvirtuada y abusada está marcando en muchos


de nuestros contextos, los caminos por los que los jóvenes
sinceros transitan buscando una fe genuina en Jesús. Reproducen
conductas, son confundidos por la importancia desmesurada de
unos temas frente a otros, reciben mala enseñanza, doctrinas de
demonios, tradiciones de hombres.

Y a menudo lo aprenden en mi iglesia, y en la tuya, y en nuestras


casas. ¡Es tiempo de enfocarse y aprender a vivir en la libertad de
Cristo!

¡Dios, libéranos!

34
HEREJES
«Los que causan divisiones y tropiezos
contra la doctrina que vosotros habéis
aprendido» — Ro. 16:17

Toda la verdad
Te propongo un pequeño juego. Démonos la oportunidad de
jugar a «Las 1000 verdades de la doctrina bíblica».

Está claro que la doctrina bíblica tiene unos contenidos, unas


verdades que pueden ser comprendidas, asumidas, compartidas,
proclamadas. En nuestro juego, quisiera que imagináramos que el
contenido completo de la doctrina cristiana está compuesto por
1000 verdades objetivas, todas ellas verbalizables y susceptibles
de ser aprehendidas por cualquier hijo de Dios. No es importante
si el número hace justicia a la realidad, solo sirve a un propósito
pedagógico.

Permíteme a continuación unas preguntas para tu reflexión. Es


importante que hagas el esfuerzo de responder a las mismas con
sinceridad, arriesgándote a responder lo que realmente piensas,
antes de seguir adelante con la lectura del capítulo:

 De las 1000 verdades de la doctrina cristiana, ¿cuántas


tienes tú correctas?, ¿cúantas has asumido ya ajustadas a lo
correcto en contenido y forma?
 Si no las tienes todas, ¿todas las que no tienes es porque
aún no las has aprendido (todavía queda vida por vivir si
Dios lo permite) o también hay algunas que simplemente las

35
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

tienes equivocadas, mal formuladas, mal comprendidas, no


asumidas de verdad?
 Tu experiencia cristiana previa, ¿te enseña que has estado
equivocado o confundido antes en algún aspecto doctrinal,
en algo que has creído honestamente y luego has entendido
como incorrecto o falso? Quizás un enfoque, un contenido,
una forma, una falsedad, una aplicación indebida… ¿algo?
 ¿Existe alguna posibilidad, a pesar del trabajo del Espíritu
Santo en tu vida y de tu buena intención de creer solo la
verdad, de que estés confundido, equivocado, sesgado, con-
dicionado o mal enseñado en algún aspecto doctrinal?
 ¿Crees que alguien tiene las 1000 verdades?
 ¿Cuántas verdades tiene la persona viva que tiene más
verdades?
 ¿Cuántas verdades mínimas crees que son necesarias para
seguir a Jesús? ¿O para seguir siguiéndole, aunque ya hayan
pasado años intentando seguirle?
 ¿De qué manera influye la cantidad de verdades que tienes o
crees actualmente? ¿Cómo influye en tu integridad o en tu
vivir diario?

Fe racional
¿Te has tomado el tiempo de pensar tus respuestas? Quizá sea
un planteamiento algo capcioso o condicionado, pero creo que
puede servirnos para reflexionar desde un nuevo prisma sobre la
doctrina y nuestra relación con ella.

Lo cierto es que la doctrina bíblica está formada por conteni-


dos específicos, eso es innegable. También es terreno de común
acuerdo que los principios doctrinales se tienen que poder

36
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

verbalizar, comunicar, entender o malentender, interpretar o


malinterpretar, asumir, rechazar o aceptar. ¡Los seres humanos
podemos relacionarnos con la doctrina bíblica de forma real!

Otro asunto es cómo creemos y verbalizamos la doctrina. Ahí


empiezan las diferencias entre nosotros. Sin embargo, el hecho de
que son unidades comprensibles y comunicables es territorio de
comunión interdenominacional.

Así lo apoya el hecho de que el cristianismo ha ido desarrollando


la doctrina bíblica en largas sesiones de concilios a lo largo de los
siglos, o también que ha ido versionando sus catecismos para en-
señar a los nuevos creyentes de cada época los fundamentos del
cristianismo. También es un hecho asumido por la existencia de la
Teología Sistemática, disciplina dentro del campo teológico que
trabaja en formular una presentación de la fe racional, ordenada
y coherente.

A nivel local, en las iglesias, también sostenemos declaraciones


doctrinales más o menos extendidas que pretenden ser, al me-
nos, un compendio de lo que creemos, más o menos extendidas.
Considera que hay unos contenidos que tu iglesia local ha elegido
para enseñar a los nuevos creyentes.

Y si no es así, ¿a qué principios elementales de la palabra se re-


fiere el autor de Hebreos cuando habla de la doctrina del arre-
pentimiento de obras muertas, o de la doctrina de la fe en Dios,
o de la doctrina de bautismos, o de la imposición de manos, de la
resurrección de los muertos o del juicio eterno?

¿Calidad o cantidad?
Y así llegamos a uno de los puntos más sensibles de nuestra
reflexión. Porque está claro que hay una «cantidad» de doctrina,

37
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

unos temas, un volumen de contenidos. Pero es igualmente cierto


que también existe una «calidad» de la doctrina, asunto al que
estamos prestando menor atención y que, creo firmemente, es
fundamental en el desarrollo doctrinal de las personas.

¿Qué sentido tendría una doctrina de


Jesús que no fuera posible vivir? ¿Qué
tipo de doctrina sería una doctrina que no
enseñara nada útil? Tal cosa no existe.

Un poco más adelante vamos a fijarnos en las palabras origina-


les que aparecen en los textos del Nuevo Testamento cuando en
nuestro idioma español leemos la palabra ‘doctrina’. Por ahora
basta con afirmar que, como dice el diccionario de la Real Acade-
mia de la Lengua Española, la doctrina es la «enseñanza que se da
para instrucción de alguien».

Si doctrina es enseñanza, «tener» una doctrina debe traducirse en


un aprendizaje específico, en unos contenidos, no teóricos o, al
menos, no solo teóricos, sino en unos contenidos de vida, en un
estilo de vida, en una forma real de vivir.

No me digas solo en qué crees, enséñame


cómo tu vida cree eso que dices.

¿Qué valor tiene afirmar creencias que negamos con nuestra vida,
con nuestros hechos, con nuestra manera real de ser, estar y ha-
cer? ¿Qué es lo que realmente creemos al final? ¿Lo que decimos
o lo que vivimos? ¿De qué sirve una gran cantidad de doctrina
que no califica para aplicarla a mi vida diaria?

¿Qué más da cuántos contenidos doctrinales posees si ellos no te


poseen a ti?

38
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

¿Qué poder tiene esa doctrina si solo puede articularse como una
declaración formal que no se encarna en tu vida? ¿Qué alcance
tuvo para la humanidad la doctrina de Dios antes de que Dios
mismo se encarnara en Jesús y qué valor pedagógico y transfor-
mador ha tenido la doctrina de Dios cuando hemos podido ver
cómo era vivida en la persona de Jesús?

La encarnación es la calidad de la doctrina visibilizada en un ser


humano. La vida de una persona es el único lugar acreditado para
valorar cuál es su doctrina.

Las palabras no son suficientes. Las


palabras comunican la información, pero
la vida comunica la transformación que
verdaderamente se ha producido.

«Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si


las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras,
para que conozcáis, y sigáis conociendo que el Padre está
en mí y Yo en el Padre» Juan 10:37-38.

¿Significa esto que la racionalización, comprensión y proclama-


ción de la doctrina en un conjunto de verdades comunicables
no tiene importancia? En absoluto. Sin comunicación, sin reve-
lación, no habría vida posible. Sin la doctrina de Dios antes de
Jesús, tampoco habríamos comprendido a Jesús. Él completa y
da sentido a todo lo expuesto por el Padre a lo largo de los siglos
previos a su venida. Él es la palabra final de Dios, la cúspide de la
doctrina.

Pero la comunicación no es un fin en sí mismo, tiene el propósito


de la vida encarnada, de la relación con Dios y con los demás. La

39
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

revelación es comunicación para el propósito de Dios: la restaura-


ción del ser humano.

Lo que estoy tratando de decir es que no podemos conocer si los


contenidos de la doctrina que una persona cree son sanos a me-
nos que observemos si dichos contenidos están sanando su vida.

Las verdades que aprendemos en las Escrituras deben encarnarse


en nuestra vida, vivificarnos y sanarnos.

No hay cristianismo sin encarnación.


No hay Cristo sin encarnación. No hay
doctrina cristiana sin vida encarnada. Solo
palabras estériles.

Sí que existen, por cierto, multitud de doctrinas no cristianas con


apariencia de cristianismo. Filosofías y huecas sutilezas, pre-
ceptos, religiones, ritos y liturgias, estilos de vida, fes y sistemas
de creencias conforme a los rudimentos del mundo y no según
Jesús, pero alimentadas de pedacitos bíblicos, maquilladas como
bondad de origen celestial o incluso divulgadas como teologías
cristianas.

Estudiantes
Un buen amigo mío me ha contado muchas veces una anécdota
que vivió durante su época de estudiante en el seminario cató-
lico en el que se convirtió al evangelio. Es un recuerdo útil, que
repite como parte de una enseñanza que no quiere olvidar. Una
anécdota que le da perspectiva en su vida de fe y en su reflexión
doctrinal. A mí me ha servido también y por eso la comparto con
su permiso.

40
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Cuenta él que en algunos exámenes sobre Teología Propia y sobre


la trinidad, el cura que los examinaba les decía que escribieran en
el papel todo lo que creyeran saber, y que después bajaran a la
capilla a confesarse de todas las herejías y disparates que habían
plasmado en el papel.

En mi mente y en mi recorrido de fe, esto se traduce en un par de


verdades sencillas que me han acompañado ya por años.

La primera es que, ante Dios, todos somos estudiantes. Jesús es


el Maestro y yo nunca dejaré de ser un aprendiz. Siempre estaré
aprendiendo a sus pies. Y no hay nada que Él no pueda hablar. Él
es el maestro. Él decide los contenidos y los momentos, el plan
de estudios es suyo. Puede seguir preguntándome lo que quiera,
examinándome de lo que considere apropiado, enseñándome
sobre cosas de las que ya hemos hablado antes, corrigiendo o
ampliando materias para mi crecimiento, para mi instrucción,
para exhortarme, amonestarme o reorientarme.

Yo no soy quién para decirle a la Verdad encarnada cómo ense-


ñarme a ser verdad encarnada. No soy quién para llamarle Señor
o Maestro y, acto seguido, impedir que actúe con libertad en mi
vida. No permitirle que me lave los pies1 porque no encaja en mis
esquemas teológicos, o mis ideas preconcebidas, en mi teología
calvinista, o del Pacto, o reformada, o pentecostal. Yo solo soy
un estudiante de vida. Estudio la vida. Estudio a Jesús porque
es la única forma de vivir. Lo demás no es vida, es discurso, son
palabras2.

 [1] Juan 13:6-8

 [2] Muy recomendable sobre este punto de ser estudiantes de Jesús, la lectura del «Quinto movimiento» de
Una obra de arte original, de Rob Bell, llamado «Polvo».

41
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

¿Por qué iba a ser ninguna de las doctrinas cristianas materia


de un solo día? ¿No tengo nada que aprender aún sobre el ser
humano, o sobre el pecado, sobre Dios Padre, el Hijo, el Espí-
ritu Santo, la Iglesia, la salvación, los tiempos finales? ¿En qué
momento estará completa en mí cualquiera de las doctrinas?
¿En qué momento cerraré el aprendizaje sobre una materia de
enseñanza de Jesús?

Todavía resuenan en mi cabeza las palabras de David Burt, uno


de los mejores exégetas y comentaristas bíblicos que yo he leído,
cuando cierto día me comentaba que creía que a su edad —de-
cía esto cercano a sus 70 años— manejaba con cierta soltura 12
libros de la Biblia… ¡12! ¡Y tiene más de 30 libros publicados,
la mayoría de ellos comentarios bíblicos de altísima calidad
interpretativa!3

Insisto en esto: ¿por qué dar por zanjado un asunto ante Dios?
Como si todo estuviera ya dicho, como si no se pudiera añadir ya
nada al respecto, como si a Él se le hubiera agotado la sabiduría o
la instrucción para nuestras almas.

¿Qué argumentos solemos esgrimir a menudo cuando alguien


reflexiona sobre la doctrina bíblica? Decimos cosas como: «no
se puede añadir ni una jota ni una tilde»; o «cuidado con quitar
alguna de las palabras de este libro de profecía».

Bien, ni tú ni yo somos la revelación ni la Biblia. A la revelación


de Dios no podemos añadirle ni quitarle, pero eso no significa que
tú y yo no tengamos espacio de ensayo, de aprendizaje, tiempo
para creer cosas equivocadas, madurar, crecer. Si no tenemos

 [3] Si no has leído a Burt, te recomiendo encarecidamente sus comentarios bíblicos a los libros de Rut,
Jonás, Hebreos o Efesios.

42
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

margen para aprender, entonces no hay aprendizaje real posible


tampoco para la verdad.

Y respecto a la mentira… ¿es acaso lo que quiere alguno de los


hijos de Dios? ¿Quién quiere creer algo equivocado? No estoy ha-
blando ahora de los malintencionados, opositores, apóstatas; y no
podemos jamás descuidarnos, abundan los falsos maestros. Hablo
de los hijos de Dios, de sus discípulos.

En los mismos apóstoles del Señor vemos desarrollo de su com-


prensión doctrinal. Caminan con Jesús, pero no tienen claro quién
está con él o contra él, piden fuego del cielo que consuma a los
samaritanos que no reciben a Jesús, no entienden las parábolas,
sacan espadas contra los que vienen a apresar al Maestro…

La misma Biblia expresa entre líneas los matices del desarrollo


doctrinal de los autores humanos que la escribieron. Los muchos
textos de Pablo nos permiten ver el avance en su pensamiento y
su crecimiento doctrinal con los años.

Además, hay que tener en cuenta segunda aplicación de la anéc-


dota que te he compartido antes. Además de estudiantes, somos
unos:

Herejes
La segunda verdad que me ha quedado grabada durante años es
que todos somos herejes. Todos sin excepción.

Todos y cada uno de nosotros creemos lo que creemos, y lo que


creemos no es una expresión fiel y ajustada exclusivamente a las
Escrituras. Tampoco creemos solo lo que decimos. Creemos cosas
que callamos. Incluso no creemos cosas que sí decimos o, por de-
cirlo de una forma menos ofensiva, no estamos tan seguros como

43
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

parece de algunas cosas que decimos. Tampoco creemos todo lo


que dice o cree nuestro pastor o todo lo que está recogido en la
declaración doctrinal de nuestra iglesia local. Y a propósito de las
declaraciones doctrinales de las iglesias, ¿acaso son todas iguales?
En absoluto.

No todos sostenemos la misma doctrina. No todos somos calvi-


nistas, ni todos creemos en el bautismo del Espíritu Santo de la
misma manera. No todos somos dispensacionalistas, o cesacionis-
tas, ni todos afirmamos la depravación total, la predestinación o
la posibilidad de perder la salvación. Hay multitud de diferencias
entre nuestras convicciones doctrinales.

En cuanto hablamos de estos temas, solemos decir que existen


muchos matices en doctrinas no primarias, sino secundarias. Eso
nos ayuda a convivir con nuestras diferencias. Otros las llaman
doctrinas esenciales y doctrinas complementarias. En cualquier
caso, no encontramos esa diferencia en las Escrituras tampoco.

No es que no tenga importancia esa separación entre doctrinas


fundamentales y otras menos fundamentales. Claro que la tiene.
Hemos llegado a ello en el consenso de la historia de nuestra
reflexión conjunta. Solo digo que no es una diferencia que haya
escrito Dios en la Biblia para nuestra mejor convivencia.

Precisamente esa reflexión bíblica es el corazón de lo que estoy


argumentando. Hemos llegado hasta aquí por la gracia de Dios, la
obra del Espíritu Santo guiándonos a través de las Escrituras y la
valentía de pensar todos juntos con honestidad sobre Dios, la fe,
el evangelio y cada aspecto registrado en las Escrituras: la misión
de Dios, su voluntad, su revelación, su persona… Y no todos los
pensamientos han sido correctos, pero todos han formado parte

44
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

del proceso. Y seguimos teniendo pensamientos equivocados, aún


no hemos llegado al final del proceso.

Algunos de los postulados teológicos que los admirados padres de


la iglesia escribían y enseñaban, son consideradas herejías prima-
rias hoy en día. Pero no les condenamos al infierno por ello.

Mucha de la enseñanza que hemos asentado en el presente,


la hemos reflexionado motivados por otros pensamientos que
hemos acabado tildando como heréticos. Es decir, al menos la
mayoría de los creyentes o una mayoría suficiente, o el lideraz-
go de un momento particular ha acordado lo que es ortodoxo
—que no significa otra cosa que lo aceptado por la mayoría—. Es
importante recordar aquí que la mayoría no es un contrato con
garantía de éxito. Si hubiera sido por la mayoría, el pueblo de
Dios se hubiera vuelto a Egipto al par de meses de circular por el
desierto.

Tenemos excelentes libros sobre la historia del desarrollo de las


doctrinas cristianas4. No siempre fueron como son hoy. Ni maña-
na tampoco serán como son hoy. Esa visión romántica de haber
llegado a la plenitud de la comprensión doctrinal es orgullo
teológico y arrogancia de la peor clase. Arrogancia cristiana…
¡menudo oxímoron!

Esa visión romántica de haber llegado a la


plenitud de la comprensión doctrinal es
orgullo teológico y arrogancia de la peor clase.

Si nuestra reflexión teológica debe amputar la honestidad de


nuestras mentes, entonces no hay reflexión genuina. Y si no

 [4] A destacar aquí los dos volúmenes de Reinhold Seeberg, Manual de historia de las doctrinas.

45
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

puedes abrir tu mente a Dios con sinceridad y sin censura, ¿qué


mente esperas que sea transformada por Dios?

Ahora bien, la honestidad no es Dios. La honestidad no es ni la


verdad, ni una garantía de alcanzarla. Se puede ser honestamen-
te hereje. Pero Dios puede hacer algo con un corazón honesto,
humilde, sencillo, que le busca. Con el fingimiento, con la ocul-
tación, con la pretensión, con la arrogancia, con la altivez, poco
hará. Le desagradan.

Se puede ser honestamente hereje. Pero


Dios puede hacer algo con un corazón
honesto, humilde, sencillo, que le busca.

Él ha venido a buscar al enfermo doctrinal, no a los sanos y


ortodoxos.

Por eso, entendernos como herejes en proceso de sanidad doctri-


nal será siempre una visión restauradora, misericordiosa y humil-
de que nos ayudará a buscar a Dios y seguir adelante a pesar de
nuestras herejías.

Adoctrinamiento
Siendo sincero: ¿acaso no creo que yo sí tengo el punto de equi-
librio y comprensión doctrinal apropiado? Pues tanto como tú,
o quizá más: ¡Ay, mi arrogancia! Me declaro enfermo ante Dios.
Y cada cristiano que se toma con responsabilidad las Escrituras
también debería, eso pienso. Estamos en tratamiento, en terapia
doctrinal.

¡Los más grandes teólogos también! Una lectura detallada de


varios libros de Teología Sistemática devela cómo cada autor

46
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

enfatiza, acentúa o define conceptos teológicos o textos bíblicos


de manera distinta al teólogo vecino. ¿Quién estará en lo cierto?

No hay que volverse locos con este asunto. Esto no es más que
afirmar nuestra condición incapaz, caída y humana frente a la
revelación de Dios.

El pueblo que vio la mano de Dios sacándoles de Egipto, sus pla-


gas y el mar abierto, levantó un becerro de oro 90 días después.
Pero no estaban cambiando de Dios ni cambiando sus lealtades,
llamaron YHVH a aquel becerro. Pensaron que aquel becerro era
YHVH, el dios que los había sacado de Egipto. Su doctrina res-
pecto a la Teología Propia era un profundo desastre. ¡No es de
extrañar que el primer mandamiento llegara a la redacción que
leemos en Éxodo o Deuteronomio!

El mismo Dios, en profecía a Isaías nos lo expresa de la siguiente


manera:

«¿A quién me compararéis, para que me asemeje? Dice el


Santo». Isaías 40:25

Esto no nos deja en territorio inseguro, en un mar de incerti-


dumbre insoportable. Nos deja en el lugar correcto: Él es Dios y
nosotros no. El Dios infinito que estamos empezando a conocer
no son arenas movedizas que atentan contra nuestra posibilidad
de conocerle, sino la persona con mayor riqueza interior del uni-
verso, el Infinito. Revelado pero infinito.

Siempre fue así, y el consenso de la iglesia por medio de la obra


del Espíritu Santo siempre ha guiado nuestros pasos, como
Cuerpo y como individuos. Su grandeza no ha sido impedimento
para enseñarnos, salvarnos, redimirnos. Su grandeza es lo que lo
permite.

47
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Nuestras mentes finitas no pueden


abarcar al Dios infinito. Y la doctrina sobre
ese Dios, si bien no es infinita y ha sido
revelada por Dios para ser conocida por
nosotros, no es un cuerpo muerto e inmóvil
de pensamientos sobre la divinidad, es
Palabra viva que puede ser creída, que
transforma nuestras mentes y nos lleva a
vivir la vida de Jesús.

Dejemos de tratar la doctrina cristiana con la vulgaridad de


expertos en la materia. Rebosan de sana doctrina los que rebosan
de la vida de Jesús.

¡Dios, renueva nuestras mentes y nuestras vidas!

48
SAÑA DOCTRINA
«Siendo mucho más celoso de las
tradiciones de mis antepasados»
— Ga. 1:14

En 2014 asistí al European Leadership Forum, uno de los con-


gresos de liderazgo más importantes de Europa. Aquel año, uno
de los ponentes en los talleres era Wayne Grudem, autor muy
conocido, sobre todo por su Teología Sistemática, un volumen
muy divulgado sobre doctrina que se encuentra en las bibliotecas
de todos los seminarios bíblicos.

A finales del año anterior, el comentarista bíblico John MacAr-


thur había lanzado una publicación muy controvertida titulada
Strange Fire. Ya en los años 90, MacArthur había publicado un
texto muy crítico con el mundo carismático. En esta ocasión, con
la publicación de Strange Fire, el revuelo fue enorme y se escri-
bieron decenas de artículos posicionándose en todos los lugares
del espectro teológico y doctrinal, además de algún libro en
respuesta1.

Al finalizar su taller, que versaba sobre nuestra relación con el


Espíritu Santo, uno de los asistentes preguntó a Grudem sobre su
opinión acerca del libro de MacArthur, en calidad de experto en
doctrina sistemática. El ambiente cambió de un segundo para el
otro. Ahora se respiraba tirantez. Grudem omitió elegantemente
la pregunta y hubo otras participaciones, pero el mismo asistente
insistió con gran vehemencia, generando un clima de tensión
mucho mayor.

 [1] Pouring holy water in strange fire de Frank Viola, es quizá uno de los más destacados.

49
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Se notaba que algunos querían que Grudem respondiera y que


otros consideraban que la persona que preguntaba estaba siendo
descortés, en contenido y en forma, y que intentaba imponerse y
conseguir su respuesta. Parecía incluso que buscaba una respues-
ta concreta, algo que quería escuchar y hacer escuchar al resto
en boca de una autoridad en la materia.

Tras meditar unos segundos, Grudem respondió con mucha cal-


ma, pero afrontando la dificultad de la pregunta. Su respuesta me
pareció brillante. A la mayoría no les dejó satisfechos. Por otro
lado, nada que pudiera decir iba a satisfacer a todos.

Lo que no volvimos a tener durante el resto del taller fue el


maravilloso y sosegado ambiente que habíamos tenido antes del
turno de preguntas. Mientras salíamos de la sala, las conversacio-
nes giraban en torno a John MacArthur y su inmoderación, o su
necesaria voz ante los excesos carismáticos. Otros hablaban sobre
la sensibilidad de Grudem respondiendo al asistente, o su falta
de compromiso al responder sin contundencia, o sobre la terque-
dad del asistente que se había negado a aceptar que Grudem no
respondiera en primer término, o sobre su valentía afrontando el
tema de las desviaciones doctrinales a pesar de la resistencia de
parte de los allí congregados.

Al finalizar el tiempo del taller nadie hablaba de lo que Grudem


había expuesto durante 45 minutos. Nadie hablaba de lo que
había aprendido, de las dudas que le habían surgido, de los textos
que se habían meditado.

Nadie hablaba del Espíritu Santo ni de su relación con Él.

50
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Polarización
Tengo la sensación de que durante los últimos años estamos re-
cuperando una fea costumbre que había quedado algo atenuada.
Durante los años 70, 80 y 90, las discusiones doctrinales fueron
intensas en España. No vamos a decir que la siguiente década no
hubiera tensión, pero fueron sin duda años más dialogantes, más
constructivos, en los que se tiraron algunas barreras del pasado y se
hicieron esfuerzos por adornar la unidad que Jesús ganó en la cruz
para sus discípulos, oración del corazón del Maestro en Juan 17.

Esta última década, de forma global pero también en el contex-


to evangélico español, se han vuelto a levantar más voces que
plantean sus posicionamientos doctrinales de forma beligerante,
promoviendo un posicionamiento polarizado en todos aquellos
que prestan su oído y se suman. O se está a favor o se está en
contra, pero hay que mostrarse públicamente y con vehemencia.

Vuelve a haber tensión en el ambiente.

«Maestro, hemos visto a uno echando demonios en tu


nombre y se lo hemos prohibido, pues no andaba con
nosotros. Pero Jesús dijo…» Marcos 9:38-39

Esta tensión no es un privilegio que solo podemos disfrutar los


evangélicos. Se intuye en el ámbito político, en el ámbito social y
se ve amplificado en las redes sociales.

Los intercambios no buscan el enriquecimiento, ni el propio ni el


del otro. La reflexión se penaliza tan pronto se adentra más allá
de los titulares comúnmente aceptados. Se busca vencer y derri-
bar. Se busca tener la razón, reforzar el pensamiento propio2.
 [2] Una vez más, el principio de confirmación tendenciosa. Muy interesante al respecto, los incipientes es-
tudios de la red social Twitter que muestran cómo solo seguimos a pensadores o teólogos que refuercen
nuestras posiciones ya adquiridas, y no seguimos a quienes se oponen.

51
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

En el ámbito bíblico y doctrinal de la defensa de la verdad, se


escucha con cierta frecuencia la equiparación de los voceros de la
verdad a profetas veterotestamentarios que arriesgaban su vida
por la verdad. Se atribuye a la defensa de determinadas doctrinas
ese espíritu combativo de los que levantaban la voz frente a una
mayoría idólatra, ignorante, alejada de Dios, mal guiada por reyes
malos.

El lenguaje sin sal y sin gracia, la tensión sin gentileza, la falta de


sensibilidad hacia la obra de Dios en el otro, el desprecio por el
oponente… Todo se justifica como una defensa de las Escrituras
o de Dios, o del nombre de Dios, o de la verdad. No se considera
que de estas cosas también habla la Biblia de forma clara.

Pocas actitudes me parecen más ingenuas que la pretensión de,


nada más y nada menos, ¡defender a Dios!

Nuestro Dios sabe defenderse y nadie tiene


el derecho de definir sus estrategias para
avanzar su reino. De hecho, a lo largo de
las Escrituras, Dios elige no defenderse
con los medios con los que las personas
solemos defendernos. No ataca, no ofende,
no agrede, no insulta, no desprestigia3.

Él no teme ser agraviado, tampoco teme la reflexión honesta, no


teme los argumentos o el diálogo, no teme la herejía, no teme a
sus adversarios. El noble arte de la Apologética que busca acercar
a las personas a Dios está viéndose enturbiado por los hooligans
de la doctrina y los defensores del honor agraviado del Dios, que

 [3] Es importante aquí mencionar las excepciones bíblicas del Antiguo Testamento en las que existe una
confrontación clara entre Dios y su profeta, frente a otro dios y su pueblo o sus profetas, sea en el ámbito
interno del pueblo de Dios o en guerras con otros pueblos.

52
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

escogió libremente el agravio de la cruz como medio de salvación


de los agraviadores.

Dios sabe cómo tratar al opositor, al desagradable, al equivocado


e incluso al malintencionado. Los trata a todos con gracia, con
amor y con verdad. Y sí, eso puede incluir callarles la boca por
amor, o dejarles ciegos unos días. Lo que Dios considere. Pero lo
que considere Él, no nosotros.

La caza de brujas
El gran problema de la recurrente caza de brujas doctrinal es
que, en lugar de estimular el fruto del Espíritu, frecuentemente
estimula las obras de la carne4.

Nace de orgullo, de arrogancia, de pretensiones, de inseguridades.

No es una misión que Dios esté encomendando a nadie. No ne-


cesitamos ningún departamento de verificación y validación de
la doctrina. No necesitamos prefectos de la congregación para la
doctrina de la fe evangélica. La principal misión relacionada con
la doctrina está encomendada a todos los hijos de Dios, no a una
elite de ellos:

«Estad siempre preparados para presentar defensa ante


todo el que os demande razón acerca de la esperanza
que hay en vosotros, pero con mansedumbre…» 1 Pedro
3:15-16

La verdad orgullosa no transforma nada ni a nadie, por no decir


que no existe tal cosa como una verdad orgullosa. El orgullo es
falsedad, es una expresión del falso ser humano, espejo roto de la
creación original de Dios.
 [4] Gálatas 5:16-26

53
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

La tensión doctrinal no guía a nadie hacia


Jesús. Nadie resulta más parecido a Jesús
después de pelear, aunque sea por un tema
que es importante. Y parecerse a Jesús es
la única transformación trascendente por
la que vale la pena vivir y morir; pero con
sus reglas, no con las nuestras.

Los fines de Dios, pero también los medios de Dios.

De la persecución doctrinal no florece amor, gozo, paz, paciencia,


benignidad, bondad, fe, mansedumbre o dominio propio. Sí suele
ir, sin embargo, acompañada de tensiones, impurezas, hostilida-
des, contiendas, divisiones… ¿No aplica Gálatas 5 en el contexto
del debate teológico y doctrinal? ¿Por qué querría alguien ensa-
ñarse con sus hermanos equivocados o desviados doctrinalmente?

¿No es más útil enseñar que ensañarse?

Se requiere un espíritu manso que confía en la obra que Dios


ha empezado en cada uno y que, sabiendo que puede participar
en ella como un medio de bendición, lo hace por los medios del
reino de Dios, no sacando la espada cuando Jesús va a ser apre-
sado… ¡Como si a Jesús pudiera apresarlo alguien si él quisiera
evitarlo!

La doctrina más dañina para el cristiano no es la doctrina mal


comprendida, mal enseñada, mal transmitida. Esa es peligrosa, y
hay que refutarla con la verdad. Pero no solo con la verdad teóri-
ca, sino con la verdad encarnada, una vida verdadera, no solo una
proclamación correcta.

Si de verdad confiáramos en el Espíritu Santo, y fuéramos hones-


tos con nuestros procesos de crecimiento, juzgaríamos menos la

54
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

paja doctrinal del otro y nos ocuparíamos de la viga doctrinal en


nuestro ojo.

La doctrina más dañina es la doctrina muerta, ideas acerca de


Dios en mentes no transformadas por Dios. La doctrina que se
ensaña contra el que no la comparte o contra el que piensa dife-
rente es producto de una mente no transformada, una mente que
busca tener la razón, es decir, no ser transformada, sino reforzar
su estado actual5.

Jesús no tenía la razón, vivía la verdad; y


nada es más razonable que la verdad. No
solía adoctrinar en el sentido teológico,
sino que enseñaba con sus palabras y su
vida.

Lanzaba preguntas, más o menos incisivas, para ayudar a la gente


a reflexionar, a cuestionarse su pensamiento, a reaccionar, a co-
rregirse, a buscar a Dios con integridad.

Su actitud siempre era la de tender puentes, la de acercarse, la de


buscar al perdido.

La sana doctrina busca la salvación del


perdido, no su condenación o la refutación
de sus errores doctrinales.

El cambio en el corazón irá conquistando cada rincón de la men-


te a medida que las personas cedamos al Espíritu el lugar que le
corresponde en nuestra vida. Creer la verdad es solo un paso que
debe provocar vivir la verdad.

 [5] Romanos 12:1-3

55
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Jesús no se apartaba de los pecadores, como algunos hacen con


los desviados doctrinales. La doctrina que debería escandalizarnos
es la de aquel que, llamándose hermano, vive desordenadamente,
porque la enseñanza que proclama no es vivida.

«Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre del Señor


Jesús, el Mesías, que os apartéis de todo hermano que
viva desordenadamente, y no según la enseñanza que
recibieron de nosotros». 2 Tes. 3:6

Escondido bajo la doctrina


La doctrina cristiana es un manto bajo el que escondemos mu-
chos de nuestros problemas e inseguridades como seres huma-
nos. Venimos al Señor, descubrimos el sabor a verdad y provoca
reacciones encontradas en nosotros. Nunca antes habíamos
probado algo así, nos impresiona, nos intimida. Pero, a la vez, no
es simplemente el mejor sabor que hemos probado hasta la fecha,
¡es el descubrimiento del sentido del verdadero sabor!

Sentimos por primera vez el aroma de algo que es genuino, que


trasciende el sinsentido de este mundo y nuestra incapacidad
ante la vida y la muerte.

Empezamos a vivir para Jesús y nos centramos en los contenidos


de la doctrina porque queremos tenerlo ya, alcanzarlo, compren-
derlo. Nos adentramos en la doctrina sistemática porque nos
ofrece la ilusión de control, de abarcarlo todo. Nos acomodamos
a una idea artificial sobre la doctrina en lugar de centrarnos en
la vida fruto de la doctrina sana que solo se aprende siguiendo a
Jesús.

Sin mala intención, elegimos la letra de la ley como medio para


alcanzarlo, para sentirnos seguros. Preguntamos al Maestro qué

56
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

hacer para heredar la vida eterna… porque queremos alcanzarla, y


porque el Espíritu es un viento incontrolable, es territorio salvaje,
y produce incluso ansiedad al ser humano, cuyas largas raíces in-
ternas desean conseguirlo por sus medios, por méritos, ganárselo
a pulso. Esos somos tú y yo6.

La verdad de Dios deja al descubierto todo. Y el proceso de asumir


nuestra desnudez y nuestra bancarrota es un proceso lento. Al
estar expuestos, no nos sentimos cómodos ni siquiera con Dios.
Nos escondemos cuando Él pasea por el jardín buscándonos y
llamándonos por nuestro nombre. Pasa algo de tiempo hasta que
vamos entendiendo que, no es que nuestra desnudez sea bella y
por eso Dios nos busca, sino que Dios nos ama tal como somos a
pesar de nuestra desnudez desfigurada7.

Conocemos a Dios en medio de experiencias traumáticas en las


que la razón nos dice que Dios debería rechazarnos, no somos
dignos. Sin embargo, vemos que Él no nos rechaza y que nos
abraza aun con más fuerza, nos ama con el mayor sacrificio, se
niega en la cruz por nosotros. Llega un momento en el que el
foco se aleja de nuestra desnudez para empezar a iluminar su
gloria, su belleza, su grandeza, su hermosura.

Llega un momento en el que tener razón


es basura. Todo es una bendita pérdida en
comparación con el conocimiento de Jesús
el Mesías8.

 [6] El primer libro que empezó a arrojar luz sobre mis profundidades fue En el nombre de Jesús, de Henri J.
M. Nouwen. Sus escritos han influido notablemente en mi visión del ser humano.

 [7] Tesis de las cuatro rupturas de Francis Schaeffer en Génesis en el tiempo y el espacio.

 [8] Filipenses 3:4-14

57
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Como seres humanos necesitamos llegar a experimentar cómo


nuestros pequeños ídolos, las cosas que consideramos como
ganancia, aquello en lo que tenemos esperanza, falla. Son dioses
que fallan9.

Todos los contenidos de tu mente sin Cristo, te fallarán.

La necesidad de sentir que uno está en la verdad es emocional.


Es subjetiva. La seguridad de la salvación no descansa sobre mi
convicción de ella. No depende de mí.

Las emociones son el motor para la vida. Las Escrituras nos


enseñan a decidir en qué y cómo pensar10. No podemos contro-
lar nuestras emociones, pero sí debemos trabajar sobre nuestro
pensamiento y, de ahí, nutrir nuestras emociones. Edificar la
mente de Cristo en nosotros, para ser invadidos también por sus
emociones.

La seguridad absoluta de manejar una doctrina correcta es


irracional porque está vinculada a nuestros temores, a nuestra
inseguridad, a incertidumbres trascendentes con las que tenemos
que aprender a vivir. La rigidez con la que nos postulamos frente
a otros en temas de doctrina es, a menudo, una proyección del
grado de ansiedad interna que nos produce no saber determina-
das cosas. Me refiero a no saber con total seguridad. Intuimos,
suponemos, pero no conocemos por el método científico, otro
ídolo más.

La tensión que genera en nosotros la incertidumbre, a menu-


do sale hacia fuera, como un géiser, llevándose por delante a

 [9] Sobre la idolatría de nuestras almas recomiendo la lectura de Dioses que fallan, de Timothy Keller.

 [10] Por ejemplo, Josué 1:8, Filipenses 2:3, 4:8 o Romanos 12:3

58
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

cualquier incauto que se atreva a expresar sus dudas, atropellan-


do a los que se desnudan con mayor facilidad ante otros, o a los
que expresan sus temores de formas amenazantes para mí.

Los jóvenes, si tienen el espacio apropiado o el grado de confian-


za suficiente, son esos incautos, honestos, sinceros, que suelen
expresar por sus bocas lo que piensan con sus mentes, sin algunos
de los bonitos filtros que los adultos hemos aprendido a poner a
nuestras palabras.

(A)doctrinar
Por amor a Cristo y por amor a los jóvenes que siguen nuestros
pasos, ha llegado el tiempo de renunciar a la saña doctrina. Es
tiempo de renunciar al juicio, a la condenación, para tener el
espíritu de valentía necesario para callarnos ante nuestros miedos
y conducirlos ante Dios.

Es tiempo de tener la valentía de confiar en la obra de Dios en


las personas que nos rodean sin intentar controlarla o manejar
sus tiempos, el currículum o incluso los ejercicios espirituales
convenientes.

Ha llegado el tiempo de empezar a enseñar vidas establecidas en


la seguridad que es Jesús, nuestra roca. No podemos seguir le-
vantando nuestras torres de Babel doctrinales porque igualmente
seremos esparcidos y nuestros nombres no serán recordados.

Nuestras torres no llegarán al cielo.

No nos nombrarán con un nombre eterno.

No nos proporcionarán ninguna seguridad duradera, ni frente a


Dios ni frente a los demás.

59
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

No acallarán nuestros temores ni resolverán nuestra


incertidumbre.

La doctrina es el dios de algunos cristianos y con su empeño de


batallar por la doctrina con las herramientas del mundo, condu-
cen a los jóvenes por sendas equivocadas.

Nuestros jóvenes necesitan ver vidas enseñadas por Jesús, es


decir, imitadores de Jesús que persiguen la salvación del mundo,
con el contenido y la forma de Jesús.

Los fines de Jesús, con los medios de Jesús.

Los jóvenes necesitan hombres y mujeres


que renuncian al ídolo del control de la
verdad que, esencialmente, es la utopía de
procurar mantener domesticado a Dios.

Él es la Verdad. No podemos controlarle como si fuera una reli-


quia de museo, una antigüedad valiosa que proteger, una idea
indefensa y angustiada a merced de los engañadores, filósofos y
falsos maestros del momento.

Dios es suficiente para revelarse a las personas, a las vidas.

Dios es Dios. No teme. Nosotros debemos temer. Nosotros de-


bemos soltar la pretensión del control, la intención de ser los
maestros, la ansiedad por alcanzar nuestra salvación, nuestra
arrogancia de ser dioses.

Los jóvenes necesitan hombres y


mujeres reales, vulnerables, firmes en
sus creencias y vivencias, estudiantes en
proceso, quizá en un curso avanzado, pero
en proceso al fin y al cabo.

60
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Necesitan herejes perdidos y alcanzados cuyo avance doctrinal


se aprende en la calidad de sus palabras y de su vida, no en la
cantidad y rigidez de sus palabras.

Los jóvenes anhelan ver a Jesús, pero nosotros se lo esconde-


mos detrás de nuestras versiones descafeinadas de expertos en
doctrina.

La solución no es adoctrinar los contenidos. El único remedio


para nuestros jóvenes es enseñar, es decir, que se vea a Jesús en
nuestras vidas.

¡Qué Dios destruya nuestras falsas seguridades para que le vea-


mos a Él!

61
DOCTRINA EN
CAMINO
«Somos una carta de Cristo escrita
con el Espíritu» — 2 Co. 3:3

Didaskalía, didajé y parádosis


La palabra doctrina es definida en el diccionario de una forma
bastante sencilla en comparación con la complejidad que implica
como tema. La definición reza así: «Enseñanza que se da para
instrucción de alguien».

Pero, ¿es ese el sentido de la palabra en el texto bíblico?

Doctrina no es un término exclusivo del cristianismo, sino que


tiene aplicación también en otros ámbitos, tales como la jurispru-
dencia, la política, la sociología o la pedagogía.

Cuando investigamos el término en el Nuevo Testamento, en-


contramos tres palabras en griego koiné que copan el grueso de
menciones a la palabra que frecuentemente es traducida en las
versiones españolas como ‘doctrina’.

Dos de ellas pertenecen al mismo campo semántico. Ambas


comparten la raíz con el verbo διδασκω (didasko), que significa
‘enseñar’. Son las palabras διδασκαλἱα y διδαχή —trasliteradas
como didaskalía y didajé—. Ambas tienen significados y usos muy
similares, en ocasiones incluso intercambiables, hasta tal punto
que el diccionario Strong de terminología bíblica, en su idio-
ma original, describe las mismas variantes para traducir ambas

62
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

palabras. Esencialmente significan ‘aquello que es enseñado’,


‘enseñanza’, ‘instrucción’ o ‘doctrina’.

Estas dos palabras aparecen más de 50 veces en los textos


neotestamentarios. El número exacto varía en función de 2 o 3
apariciones de variantes de estas palabras.

Además, contamos con 13 apariciones añadidas de otra palabra


imprescindible para analizar el concepto bíblico de ‘doctrina’.

Esa tercera palabra es παράδοσις —parádosis—, frecuentemen-


te traducida en las versiones españolas como ‘tradición’, pero
siempre referida al conjunto de enseñanzas sobre Dios heredado
de las generaciones anteriores. Strong traduce la palabra como
‘transmisión de la ley judía tradicional’. Esta enseñanza tiene un
peso histórico, ya que ha conseguido circular a través del tiempo
hasta llegar a sus oyentes.

Eso le confiere, por un lado, un valor de consenso, dado que sig-


nifica que las personas se han puesto de acuerdo aceptando ese
contenido como enseñanza verdadera originada en Dios. En otras
palabras, es una enseñanza ortodoxa.

Por otro lado, la ‘tradición’ tiene también un valor evolutivo y


acumulativo, puesto que no se trata de que las personas de un
determinado momento histórico se hayan puesto de acuerdo,
sino que generación tras generación se ha considerado útil y
verdadera esa enseñanza hasta llegar a nosotros.

Eso no significa que dicha enseñanza, manteniendo la esencia


de su contenido, no haya sido traducida y adaptada generación
tras generación para ser comunicada de una forma pertinente al
lenguaje y a la cultura de cada momento y lugar. Este recorrido
histórico implica también la supervivencia de esa ‘tradición’ a

63
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

diferentes idiomas y personas de trasfondos diversos y culturas


diferentes.

Un error común que cometemos al tratar doctrinas recibidas


por la tradición —en nuestro caso la tradición evangélica, bau-
tista, reformada, pentecostal, luterana, etc.— es la de visualizar
dicha doctrina como una imagen fija, como una fotografía que
debemos conservar, en lugar de entenderla como una pelícu-
la, haciendo justicia a su historia, llena de fotogramas, que ha
evolucionado reverberando su vida, su plasticidad, la validez de
su enseñanza ante cientos de retos y situaciones, para miles de
personas diversas en épocas diferentes. Entendiendo la enseñanza
de esa manera viva y adaptable, comprenderemos mejor también
nuestra responsabilidad de:

«Retén el modelo —hupotupôsis— de las sanas palabras


que oíste de mí, con la fe y el amor que hay en Jesús el
Mesías. Guarda el buen depósito por medio del Espíritu
Santo que vive en nosotros». 2 Ti. 1:14-15

Nuestra labor no consiste en adquirir un bien y almacenarlo en


un lugar seguro, donde no corra riesgos, donde no se toque, ni se
use, ni sirva1. La enseñanza de Jesús ha sobrevivido en la vida de
las personas reales, en medio de la misión, como luz en las tinie-
blas más oscuras, encarnándose en discípulos reales en misión de
Dios.

La doctrina de Jesús es un don que no debe ser enterrado, ocul-


tado o guardado en una caja fuerte para protegerla de la co-
rrupción. La doctrina de Jesús es precisamente aquello que debe
mezclarse con la corrupción para sanarla y restaurar la creación
original.
 [1] La parábola de los talentos en Mateo 25:14-30 o de las minas en Lucas 19:11-27

64
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Resumiendo este primer punto, concluimos que cada vez que lee-
mos en la Biblia versículos que contienen estas tres palabras, en
frases como «la doctrina de los apóstoles», «conocer si la doctrina
es de Dios o de los hombres» o de «no ser llevados por doctri-
nas diversas y extrañas», por poner algunos ejemplos, podemos
intercambiar la palabra ‘doctrina’ por la palabra ‘enseñanza’ y el
valor semántico en el momento histórico de la redacción de los
textos es exactamente el mismo. Eso abre un poco nuestra lectura
y comprensión del significado de ‘doctrina’ para los lectores
originales.

La doctrina en personas
En la mente de los primeros cristianos, la «doctrina de los após-
toles» no tenía el sentido de «conjunto cerrado o completo de
conocimientos sobre Dios», sino una forma mucho más sencilla:
era aquello que los apóstoles habían recibido de Jesús, vivían y
enseñaban.

La sistematización de la doctrina cristiana estaba en la página


uno de su desarrollo, así que no había posibilidad real de inter-
pretarla de esa manera hermética.

Sin embargo, también desde el principio se entendió que no toda


doctrina era válida, sino la de los apóstoles. El criterio de autori-
dad doctrinal residía en personas.

Aquellos primeros cristianos aceptaban


enseñanza autorizada por las vidas
autorizadas por Jesús para ello.

Los que habían seguido al Maestro en vida y caminaban como Él


porque la vida de Él estaba en ellos, estos eran los que marcaban

65
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

la tendencia de la enseñanza legítima y, por tanto, de la no legí-


tima también.

Todo aquel que transmitiera a Jesús tenía que ajustarse a los cri-
terios apostólicos. Aquel que no tenía el Espíritu de los apóstoles,
no podía ministrarlo ni enseñarlo, no podía transmitir la verdade-
ra enseñanza de la vida y para la vida.

Para nosotros hoy, esto no quiere decir que la enseñanza que


recibimos no pueda estar configurada en palabras diferentes,
formatos diferentes u órdenes diversos. Seguimos teniendo
graves problemas confundiendo la forma y el fondo, el conteni-
do y el continente. Aunque cambiemos el orden de los factores,
el producto deberá ser siempre la vida de Jesús transmitiendo la
enseñanza de Jesús, de palabra y de hecho.

El mejor filtro para detectar la falsa


doctrina es, por lo tanto, una vida que no
es la de Jesús, aunque las palabras o los
dichos suenen parecidos.

¿Cuántas veces nos fijamos en la vida de la persona para pregun-


tarnos si su doctrina es fiable? ¿Por qué nos agita tanto cuando
olemos a falsa doctrina en un discurso teológico a la vez que
pasa tan desapercibida la falsa doctrina encarnada en vidas me-
diocres que no representan al Maestro de Galilea y manchan su
testimonio ante el mundo?

No podemos olvidar que la falsificación es una imitación de


aquello que es verdadero. Puede ser más burda o más fina, pero
nunca es verdadera. La falsa doctrina más peligrosa jamás será
escandalosa, ni llamativa. Su perfil público no será obsceno y
no chirriará a oídos de la mayoría. Su apariencia será de piedad,

66
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

como imitación que es del movimiento espiritual de Dios en el


mundo. Sus razones sonarán santas y sus argumentos parecerán
lógicos e incluso bíblicos. El sonido de las palabras cubrirá bien el
expediente ante el gran público.

Los detectores de falsedad deberían apuntar más bien hacia la


vida, no tanto hacia los discursos. La vida de Jesús ofrece menos
campo de artificio e inventiva que algunas de sus enseñanzas.

La doctrina en la cultura
La forma en la que la doctrina se verbalice no debería impor-
tarnos tanto. No digo nada, digo tanto. De hecho, la forma está
totalmente condicionada por el lenguaje, la cultura y la historia.
Jesús transmitió su enseñanza en griego y/o arameo, por lo que
recibir su doctrina en cualquier otro idioma ya supone un cambio
formal pero esto no nos hace sonar las alarmas. No hay razón
para incomodarse por las diferentes formas o continentes.

Las formas son medios evangelísticos, no enemigos de la


ortodoxia.

Yendo aún más lejos, aunque recibiéramos la doctrina de Dios en


el mismo idioma que Jesús la transmitió, muchas de las pala-
bras que Él usó no tendrían ya el mismo sentido por el paso del
tiempo. El idioma que Él usó ha evolucionado, ya no se usa igual.
El griego moderno no es lo que se hablaba en tiempos del Nuevo
Testamento. Incluso muchas palabras que aún se emplean con el
mismo uso, tienen un valor semántico diferente en su contexto
cultural actual, porque el estilo de vida y sus elementos son otros.

¿A dónde quiero llegar? A algo relativamente evidente pero


frecuentemente pasado por alto: Incluso aquellos que son más
rígidos en sus concepciones de qué es y cómo es la sana doctrina,

67
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

la han recibido y la transmiten en formas lingüísticas, idiomas


y expresiones culturales distintas a las que Jesús y los apósto-
les usaron. Si los puritanos del siglo XVI levantaran la cabeza y
escucharan la exposición doctrinal en boca de sus más acérrimos
seguidores del siglo XXI, más de uno se rasgaría las vestiduras.
No digo que sus seguidores no enseñen doctrina sana, digo que
la doctrina está inserta en la cultura y el lenguaje, y nos cuesta
entender su aplicación fuera de nuestro medio conocido. Concep-
tos como ecumenismo o liberal, aun teniendo un suelo común,
tienen un trasfondo que varía de país en país, en función de la
propia historia y los condicionantes teológicos y culturales de
cada lugar.

Seamos más o menos conscientes de esta barrera cultural, tene-


mos que tener muy claro que las convicciones doctrinales son un
producto filtrado por traducciones e interpretaciones de otras
personas, con sus principios hermenéuticos o la falta de ellos. En
su elaboración han influido desde la capacidad de comprensión
lectora y los conocimientos del lenguaje hasta sus habilidades
exegéticas y trasfondos teológicos. Eso, sin contar con los múl-
tiples filtros usados por el traductor de acuerdo a su momento
histórico.

Dicho de otra manera, la doctrina asumida por un creyente es


influida no solo por el texto bíblico, sino también por todo lo que
rodea al mismo, lingüística, histórica y culturalmente.

En el siglo XII, entender latín o no entenderlo variaba la com-


prensión que uno podía tener de quién era Dios. Afectaba de for-
ma notable, no debemos excusarnos en la obra del Espíritu Santo.
Él no nos ha enseñado a leer a ninguno de nosotros y, estando Él,
los abusos doctrinales se producen también.

68
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

En el siglo XVIII la Ilustración enseñó a mirar las Escrituras desde


otras perspectivas que influyeron en su comprensión, su investi-
gación y en la forma de acercarse a ellas.

En el siglo XX las herramientas lingüísticas, las ciencias sociales,


la arqueología o la crítica textual, han aportado información que
nos ayuda a interpretar los textos e influye en nuestros posicio-
namientos doctrinales.

La lectura de la Biblia durante el romanticismo, el modernismo o


el postmodernismo no es la misma. La comprensión de los textos
difiere de una vietnamita a un noruego, una japonesa, un etíope
o un nicaragüense debido a sus esquemas culturales inferidos
desde niños.

La doctrina en la historia
Después de más de 2.000 años de recorrido histórico doctrinal, las
doctrinas existentes que circulan entre nosotros hoy, es decir, las
enseñanzas de Dios que han sobrevivido al tiempo2, han ido evo-
lucionando y siendo probadas por la realidad de la vida. Algunas
declaraciones doctrinales no sobrevivieron a los primeros años del
cristianismo o fueron reformuladas hasta adquirir un contenido y
forma que expresara la revelación de Dios en Jesucristo.

Eso significa que las doctrinas originales llevan 2.000 años cre-
ciendo. Y no están muertas, siguen vivas.

Es fundamental comprender que la curva de evolución de las mis-


mas se va aplanando a medida que dicha doctrina ha superado
diferentes pruebas, reflexiones, críticas, discusiones, etc. También
 [2] Algunos argumentan que precisamente la supervivencia a lo largo de los siglos es prueba fehaciente de
que una doctrina viene de Dios, pero es un argumento engañoso y falaz. De acuerdo a esa lógica, ya no
deberían existir más doctrinas falsas ni, por lo tanto, falsos maestros, pero la Biblia nos alerta ante ellos
hasta el regreso de Jesús.

69
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

es importante entender que esa madurez de elaboración históri-


ca en una doctrina no es garantía de producto finalizado en mi
vida o en mi mente. Cualquier doctrina puede sufrir desarrollo
en mí. Esta idea altera a muchos y suele ser mal comprendida. La
doctrina y el mundo interaccionan y el fotograma variará. En su
perspectiva, en su color, en su iluminación, en su contraste, en su
saturación.

También es necesario rastrear el recorrido de las doctrinas hasta


sus orígenes porque algunas doctrinas defendidas hoy día na-
cieron hace apenas 100 años, o 200 o 400. ¿Es posible que sean
verdaderos sus contenidos? ¿Puede Dios seguir hablando a través
de la historia? ¿Puede seguir enseñando?

Algunos responden demasiado rápido, con una respuesta de


emergencia, precocinada, cargada de temores ante el peligro de
abrir la puerta de la duda: ¡La revelación de Dios fue ya entrega-
da una vez y para siempre!

Estoy de acuerdo con esa afirmación. La comparto. Pero la revela-


ción de Dios entregada a los hombres no es un sinónimo de ‘doc-
trina bíblica’. La revelación de Dios está recogida en las Escrituras
y exige ser leída, entendida, interpretada y aplicada. La doctrina
bíblica no es sinónimo de revelación de Dios.

No es lo mismo lo que Dios dice que lo que


yo digo que Dios dice. No es lo mismo lo
que ha dicho que lo que yo le he oído decir.
Quizá todavía se parece menos lo que yo he
interpretado de la intención que Él tenía al
hablar. A veces escucho bien, a veces entiendo
bien, a veces interpreto bien. Otras no.

70
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Esa es la distancia y la distinción entre revelación y doctrina que


muchos ignoran o quieren ignorar.

La Torah no es la Misná. El libro de Hechos de los Apóstoles no es


la Didajé. Las Confesiones de San Agustín no son las palabras de
Jesús en los evangelios. La Teología sistemática de Grudem no es
el pensamiento de Pablo en las epístolas. Lo que dice Dios en la
Biblia no es necesariamente lo que yo digo que dice la Biblia.

Los evangélicos deberíamos tener esto más claro. Afirmamos que


ningún acuerdo de los concilios de la iglesia tiene el valor de las
Escrituras. Sin embargo, cuando dialogamos sobre la doctrina
referente al infierno, a la salvación o a los tiempos finales, nos
enardecemos más contra el hereje en su discurso que ante cual-
quier barbaridad expresada sobre el texto bíblico de los evange-
lios o de cualquiera de las epístolas, o incluso que ante cualquier
vida disoluta, vacía o alejada del llamado de Dios.

Si la Biblia es la palabra de Dios, entonces, las


doctrinas bíblicas son nuestra interpretación
en forma de compendio sistematizado de lo
que entendemos que Dios dice.

Una cosa y la otra no son lo mismo.

¡Con la iglesia hemos topado, Sancho!

Vivo, luego doctrino


Lo que el conjunto de cristianos ha comprendido y aceptado
como sana doctrina a lo largo de la historia, lo que ha perdurado,
no se corresponde siempre con lo que el texto bíblico expresa.
De hecho, hasta el final del siglo IV, la Iglesia no tuvo un acuer-
do sobre la canonicidad de los escritos sagrados y, sin embargo,

71
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

había desarrollado ya un número destacado de las doctrinas que


conocemos hoy.

Obviamente, el desarrollo de las doctrinas era muy incipiente.


¿Cómo hacían los creyentes del siglo II para determinar si una
afirmación teológica era correcta o no lo era? Podemos responder
a esta pregunta aludiendo a los criterios de canonicidad me-
diante los que se definió qué textos tenían su origen en Dios, y
cuáles no, dado que los caminos de la doctrina y de las Escrituras
pueden considerarse caminos paralelos.

Los criterios de canonicidad fueron de índole interno, inherentes


a los textos y a sus afirmaciones teológicas, y también de índole
externo, más relativos a los condicionantes históricos y culturales
del momento, tales como la aparición de herejías y la reacción
frente a ellas o el papel de los líderes de la iglesia.

Se pueden resumir en:

 La conformidad del contenido con la fe enseñada por Jesús,


conocido como el principio de la regla de fe.
 La apostolicidad y la antigüedad de la enseñanza, procuran-
do rastrear su origen hasta Jesús mismo.
 El uso de dichos textos o doctrinas, su lectura y aplicación a
la vida, su valor didáctico y su uso en los cultos y reuniones.
 Su inspiración o, en el sentido propio y legítimo de ese mo-
mento histórico, la presencia y actividad del Espíritu Santo
como fundamento de validez.
Estos criterios fueron separando los textos inspirados de otros no
inspirados por Dios, discerniendo entre ambos. Igual sucedió al
considerar el desarrollo de cada doctrina. Su asentamiento en la
vida de los creyentes y de la Iglesia responde a su coincidencia

72
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

con la vida del Espíritu y el ejemplo en las vidas de aquellos que


la enseñaron por primera vez.

«Pero para esto alcancé misericordia: para que Jesús el


Mesías mostrara toda su longanimidad primero en mí,
como ejemplo —hupotupôsis— de los que habrían de creer
en Él para vida eterna». 1 Ti. 1:16

No es casualidad que las únicas dos apariciones de esta palabra —


hupotupôsis— en boca de Pablo, sean usadas tanto para el mode-
lo, el patrón, la forma de la doctrina verbalizada —en 2 Timoteo
1— como para el ejemplo de vida, ser el modelo que vivifica la
doctrina en la vida diaria —en 1 Timoteo 1—. Tampoco es casuali-
dad que estas epístolas sean precisamente documentos en los que
un hombre experimentado en la fe esté transmitiendo a un joven
la importancia de la doctrina3:

«Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza —doctrina—, persiste


en estas cosas; porque si haces esto, te salvarás a ti mismo y a
los que te escuchan». 1 Ti. 4:16

La vida de los apóstoles mostró la doctrina que podía ser vivi-


da. Esa vida de acuerdo a la enseñanza de Jesús invitaba a ser
imitada, era un libro abierto que podía ser leído por los demás.
Doctrina vivida que tenía su expresión verbal y proclamada en la
enseñanza de los que la vivían.

Sus vidas concretas, los retos que asumieron, la misión en la que


invirtieron sus días… les guiaron al ir recogiendo por escrito la
doctrina que Jesús les había enseñado. Junto con la obra peda-
gógica, mnemotécnica y orientadora que ahora ejercía el Espíritu

 [3] El 30% de las menciones de ‘doctrina’ en el Nuevo Testamento están en las dos cartas que Pablo envío a
su joven amigo Timoteo.

73
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Santo en ellos4, la doctrina de Jesús les llevaba a vivir de esa


manera.

Con los años fueron formulando y reformulando la doctrina que


vivían en afirmaciones y contenidos teológicos5 pensados, habla-
dos y, finalmente, escritos. Si el proceso era sano e inspirado, esas
doctrinas registradas debían corresponderse con las vidas que
ellos vivían. Sus vidas debían ser la encarnación de la doctrina en
vidas específicas y reales en su tiempo y cultura, para anunciar la
Verdad a su generación.

En su generación, tuvieron que aprender a llevar esas vidas al


mundo gentil, a culturas diversas, en situaciones históricas de
persecución y libertad, de hambruna y de guerra, de bienestar y
de escasez. En todas ellas, el Espíritu no dejó de iluminar el sig-
nificado profundo de la vida, muerte y resurrección de Jesús en
cada ámbito de su realidad.

Los apóstoles y la Iglesia primitiva hicieron


teología, pero la hicieron desde el camino,
no desde púlpitos, tarimas o canales de
YouTube.

Nunca confundieron la misión con la proclamación.

La única proclamación legítima proviene de las vidas que están


en la misión de Dios, sea esta proclamación verbal o encarnada,
conversada en un bar o predicada desde un púlpito, cuestionada

 [4] Ver Juan 14:26, 15:26 y Juan 16:13-15

 [5] En las primeras décadas tras la resurrección de Jesús, sus seguidores vivieron un proceso que transitó
de la transmisión oral propia del pueblo judío hacia la necesidad del registro escrito, empezando por las
epístolas a las iglesias que se iban plantando para, posteriormente, redactar los evangelios para comu-
nicar a la segunda generación y a los cristianos fuera de Judea quién era el Señor Jesús.

74
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

en grupo pequeño, declamada a la multitud u orada en la


intimidad.

La doctrina en el camino
Dos de esos discípulos ejemplifican esta lección en su camino a
Emaús tras la muerte de Jesús. Eran discípulos, sí, pero aun así sus
ojos estaban velados y caminaban en una dirección equivocada.

Jesús no les sermoneó con la verdadera doctrina que les había


explicado ya durante su vida. Se puso a caminar con ellos sin ser
reconocido. No se ofendió ni se hizo el ofendido. ¡Caminó en la
dirección equivocada para poder mostrarse a ellos!

Queremos que nuestros jóvenes anden por el camino correcto


pero no estamos dispuestos a caminar con ellos el tiempo que
necesitan para entender, para visualizar, para comprender y
asumir. Tenemos que ayudarles a ver, no la dirección correcta,
sino a Aquel que puede abrir sus mentes para que entiendan las
Escrituras6.

Nuestro llamado no es señalarles el camino. Nuestro llamado es


ser medios para que sea Él quien abre sus mentes a las Escrituras.
Aquellos dos discípulos hicieron sus reflexiones ante la Verdad.
No fueron reflexiones impuestas. Se dijeron el uno al otro7,
compartieron camino y experiencias con Jesús, se levantaron por
decisión propia y escogieron el camino de regreso a Jerusalén8.

 [6] Lucas 24:45

 [7] Lucas 24:32

 [8] Lucas 24:33

75
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Abrir sus ojos y reconocer a Jesús es todo lo que necesita un


joven. Desde ahí, el Espíritu de Jesús se sitúa en el centro de ope-
raciones y guía la vida.

El proceso de toma de decisiones será un aprendizaje. Conlle-


va errores, malos entendidos, confusiones, intereses privados,
pecado, arrepentimiento. Implica una conversación continua con
el Espíritu que les guía y que a menudo se opondrá a ellos por su
egoísmo. En otras ocasiones, guardará silencio o se retirará hasta
que ellos reconozcan su error.

¿Qué sabemos nosotros de los planes que tiene Dios para cada
uno de ellos? Nuestro rol no es el de agoreros, es el de pastores,
acompañantes espirituales en el camino, compartiendo la fe, la
vida y la mesa. Partir el pan con ellos en el camino, en la misión.
No somos sus maestros, ya tienen un Maestro. Si nosotros obede-
cemos al Nuestro, nuestra vida y palabras serán una herramienta
para que el Maestro les enseñe a través de nosotros también.

Nuestro rol no es el de agoreros, es el de


pastores, acompañantes espirituales en el
camino, compartiendo la fe, la vida
y la mesa.

¡Maestro, enséñales tú y ayúdanos a llevarlos a tus pies!

76
SANA DOCTRINA
«No seáis llevados de aquí para allá por
doctrinas diversas y extrañas, pues mejor
es que el corazón sea fortalecido
en la gracia.» — He. 13:9

No toda la doctrina es buena. No toda la doctrina vale. No toda


la doctrina se corresponde con la vida de Jesús, con su enseñanza
y con el resto de la historia de la revelación que conduce hasta
Jesús y parte de él.

«Porque os doy buena doctrina, no abandonéis mis ense-


ñanzas». Pr. 4:2

La sana doctrina, sana


La vida de la doctrina, la doctrina para la vida.

La doctrina verdadera es la enseñanza


de Dios, la palabra del Logos, la vida de la
Verdad encarnada.

Su enseñanza hecha realidad, encarnada, vivida en cualquier vida


produce salvación, sanidad. El fruto de la verdadera doctrina en la
vida jamás puede ser insano, ni producir fruto contrario a la vida
del Espíritu. Pero no podemos obviar que hay doctrina falsa que
aparenta ser sana, debemos ser cuidadosos con las apariencias.

Ahí donde las obras de la carne son


visibles, constatamos una falta de sanidad,
una falta de doctrina vivida.

77
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Eso no significa que la persona no conozca los versículos apro-


piados, que pueda explicar su significado o que pueda incluso
recitarlos de memoria. Pero sí que significa que el espíritu de esa
enseñanza no se ha encarnado todavía en esa vida o, quizá, en un
área de la vida de esa persona, en un ámbito donde Jesús sigue
sin gobernar su vida y hay una lucha por el control.

Nuestra vida está llena de espacios, ámbitos, habitaciones,


compartimentos en los que todavía no hemos tenido el tiempo
de reflexionar, en los que con mayor o menor consciencia hemos
mantenido y mantenemos las ventanas cerradas y las persianas
bajadas para evitar que la luz de Dios ilumine el lugar, exponien-
do y delatando realidades dolorosas, enfermas y destructivas.

La sana doctrina, sana; y si no sana es


porque no es sana doctrina.

Jesús y los religiosos


En los días de Jesús también había trolls doctrinales.

La palabra fariseo ha quedado registrada en la historia como un


sinónimo de hipócrita. El problema fundamental de un hipócrita
es la enorme distancia entre lo que dice y lo que vive, entre lo
que piensa y lo que hace.

El mundo está lleno de gente que piensa de una manera, pero


vive de otra. No es en todo y siempre, y quizá todos somos esa
gente en parte, en algo.

Personas que intuyen que ser deshonesto con los demás no es lo


mejor, porque conocen el dolor de ser engañados, y aun así son
incapaces de conducirse con honestidad ante los demás. Por te-
mor, por interés, por autoprotección o por convicciones erróneas.

78
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Personas que anhelan ser aceptadas y amadas tal como son pero
que, por un lado, no se muestran como son y, por otro lado, tam-
poco aceptan a los demás.

Personas que tienen ideales éticos que no llevan a la práctica,


porque el costo de asumirlos les perjudica en formas que no
quieren experimentar, o en otras áreas de su vida que no quieren
cambiar.

Lo más curioso de la forma de proceder de los líderes religiosos


a los que se enfrentó Jesús es que estaba fundamentada en las
Escrituras. Ellos manejaban la información de la Torah con mucha
más destreza que la mayoría de sus vecinos. Podían citar de
memoria largos pasajes, tenían un archivo mental del Pentateuco
almacenado en sus mentes. Habían desarrollado la destreza de
relacionar situaciones de la vida con textos de la Torah o inter-
pretaciones sobre la Torah. Jamás un vecino de Jerusalén hubiera
sospechado que el problema de estos hombres fuera el descono-
cimiento o la ignorancia.

Sin embargo, cuando Jesús es cuestionado sobre un tema doc-


trinal1, la resurrección de los muertos, un grupo de saduceos
argumenta extrapolando situaciones de la vida presente a la vida
futura en la que no creen. Su razonamiento no es banal, han asis-
tido a clases de apologética judía y han participado en decenas
de debates teológicos con rabinos de excelsa oratoria.

El diálogo es difícil de seguir para la mayoría de vecinos de


Jerusalén. No es que no entiendan las palabras. Es más bien que
una participación inadecuada que demuestre que no se conoce
algún punto de la Torah puede servir para que sean socialmente

 [1] Mateo 22:24-28

79
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

lapidados por su ignorancia. Y no están habituados al despliegue


verbal y conceptual de estos teólogos de sinagoga.

Algo parecido vivimos hoy en foros públicos y redes sociales


como Facebook, o en los blogs personales de algunos creadores
de contenido cristiano, o en sus canales de YouTube, o en sus púl-
pitos. Poco diálogo genuino y honesto cara a cara. Solo un tosco
lanzamiento de verdades como puños en medios públicos donde
cualquier respuesta estimula un griterío de mercado teológico en
el que nadie escucha a nadie.

El problema de estos saduceos y de su hipocresía, comparada con


la hipocresía de muchos de sus vecinos, es que ellos están ubica-
dos como maestros de los demás. Son líderes religiosos. Usan sus
voces para proclamar y defender aquello que no viven. Usan la
doctrina para fines interesados, personales, para el mantenimien-
to de su posición social. Muestran una completa falta de inte-
gridad. Algunos de esos vecinos ignorantes que no son capaces
de seguir sus argumentos muestran mayor coherencia que ellos.
Algunos de esos pecadores que no siguen las tradiciones religio-
sas que ellos quieren imponer, reconocen su falta de integridad y,
callando sus propias bocas, no procuran dar lecciones de nada, ni
a nadie.

Jesús acusa a estas personas de ignorar las Escrituras. No solo les


acusa de ignorantes, sino específicamente de ignorantes de las
Escrituras. ¿Quién de sus vecinos hubiera pensado justo eso? Si
son los que mejor manejan Levítico.

«Estáis errando al ignorar las Escrituras y el poder de


Dios». Mt. 22:29

80
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

La ignorancia
No es posible conocer las Escrituras e ignorar el poder de Dios.
Solo aquellos que experimentan el poder de Dios, que sufren el
trauma de la transformación personal que arranca en el arre-
pentimiento que proviene de la voz de Dios, solo estos pueden
conocer la doctrina que tiene poder de Dios.

La verdadera doctrina habita en aquellos que experimentan


cómo la doctrina de Dios cambia sus vidas, sanándolas, y cami-
nan por los caminos polvorientos de la misión que Jesús les ha
encomendado.

No son necesariamente los que conocen


toda la terminología, ni los que pasan
por seminarios, ni los que tienen cargos
en la iglesia. Son los que experimentan
el poder de la doctrina de Dios. Ellos son
testimonios vivos de lo que Dios puede
hacer cuando enseña a una persona y esta
se deja enseñar.

La hipocresía es un problema del corazón, es una falta de enten-


dimiento y de confianza en Jesús y en la validez de su vida en
medio de este siglo malo. Es, a la postre, verdadera ignorancia de
las Escrituras y del poder de Dios.

Y esta ignorancia puede estar revestida con las mejores galas re-
ligiosas. Sigue siendo mona por más seda que vista. La ignorancia
puede estar perfectamente ilustrada, vestir de corbata, codearse
en las más altas esferas sociales y tener las cuentas del banco
muy saneadas. La ignorancia no es feudo exclusivo de pobres,
analfabetos y marginados sociales. Muchos de ellos irán delante
de nosotros en el reino de los cielos.

81
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

El llamado de Dios no es un llamado a la acción, es un llamado a


la identidad.

Dios quiere enseñarnos quién es Él y quiénes somos nosotros.


Cuando la doctrina de Dios se afirma en el corazón y gradual-
mente asumimos nuestra identidad en Cristo, entonces empeza-
mos a hacer lo que se corresponde a quiénes somos y acortamos
lentamente la distancia entre nuestra boca y nuestro corazón.

La integridad se adquiere día a día, a medida que la sana doctrina


nos sana.

Practicar la doctrina
Dios no creó una doctrina, Dios creó la vida.

Tu propósito no es aprender doctrina, sino


aprender a vivir. Y es para aprender a vivir
que vale la pena sumergirse en la doctrina
de Dios. No hay otra razón que sea sana.

Tu servicio al mundo estará siempre limitado a la vida de Jesús


latiendo en ti, a su sangre redentora cubriendo tu incapacidad de
aportar sanidad y salvación por ti mismo. Cuanto más dominio
de tu vida tenga su reino, mayor y mejor servicio harás a los que
te rodean. No será por tus conocimientos de doctrina, sino por la
vida de la doctrina de Dios en ti, por la coherencia entre lo que la
Biblia dice en el papel y lo que tu vida proclama hoy.

¿Cómo podemos practicar la doctrina en nuestras vidas?

En su vejez, Pablo escribió bastante al respecto, cuando mejor po-


día reflexionar sobre ello, con una retrospectiva amplia sobre su
propia vida, sus errores y aciertos en el ministerio y en la misión.

82
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Aunque dijo muchas cosas sobre la doctrina, en sus escritos se


aprecian tres elementos que se repiten con frecuencia y que con-
forman una guía de buenas prácticas doctrinales.

Nutrirse
«Nutrido con las palabras de fe y de la buena doctrina
que has seguido de cerca». 1 Ti. 4:6

Dicen que somos lo que comemos.

Filogénesis y ontogénesis. O lo que es lo mismo, ya somos lo que


somos desde que nacimos, pero también vamos llegando a ser
durante el proceso de crecimiento.

Teológicamente, ya pero todavía no. Santidad posicional y san-


tidad progresiva. Ya somos en Él, pero está por revelarse lo que
seremos.

La espiritualidad y la biología tienen, a menudo, un ADN muy


parecido. Supongo que es porque el Creador de ambas es el mis-
mo. La espiritualidad se define desde quién es el Espíritu original,
no creado, que ya estaba antes de la creación. Y la biología es
estructura de la creación, arquitectura y logística, actualmente
gimiendo por su restauración a manos de su Creador. Y, aun así,
podemos ver en ella destellos del diseño perfecto de Dios, su
belleza y misterio.

Los cristianos debemos nuestro ser a Cristo. Nacemos de nuevo,


somos hijos de Dios. Somos peregrinos en esta tierra, llamados a
una misión y herederos del verdadero ser y el reino que llegarán a
su plenitud cuando el Rey de los tiempos así lo quiera.

83
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Mientras tanto, a este lado de la eternidad, lo que somos es


afectado por lo que comemos. ¿Qué leemos? ¿Qué escuchamos?
¿Qué consumimos? Aquello que alimenta nuestro corazón, ocupa
nuestro tiempo, quema nuestras energías, nuestras calorías… ¡Eso
modifica y afecta nuestra realidad presente!

Dios ha decidido poner su Espíritu para guiarnos y sellar nues-


tra identidad, es decir, la suya en nosotros. Pero no somos todos
iguales. Dios respeta su propia creatividad y la singularidad de
cada uno de nosotros. No estamos llamados a ser Jesús en su mis-
ma personalidad, sino a reproducir el carácter de Jesús en nuestra
propia singularidad redimida y restaurada.

Pablo escribe a Timoteo y le habla de ser un buen ministro. Su-


pongo que porque existe la posibilidad de ser un mal ministro de
Jesús el Mesías. ¿Cómo es posible eso?

Ministros desnutridos.

Timoteo alimenta su ser con las palabras de la fe. No es un cono-


cedor de ellas, sino un vividor por ellas. Se nutre con ellas, son su
alimento. Cada día las prepara, las cocina y se las come, dejando
que hagan su efecto en su cuerpo, para ser fortalecido y afirmado
en su ser. Es un acto de mayordomía y responsabilidad.

Es el mismo acto de fe que vemos en los tres mil2 que recibieron


su palabra y fueron bautizados. ¿De qué se nutrían desde aquel
mismo día? Se nos dice que «estaban dedicados constantemente
a la doctrina de los apóstoles»3.

 [2] Hechos 2:41

 [3] Hechos 2:42

84
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Nutrirse implica una dedicación, una constancia. Es un estilo de


vida. Algunos consideran la lectura y meditación diaria de las
Escrituras una religiosidad, pero jamás se olvidan de desayunar,
comer y cenar. No son menos religiosos. Eligen su dieta y recha-
zan otras.

En lo espiritual, nadie está no-nutrido. Todos nos nutrimos de


algo, de alguien. A diario consumimos. Nuestro ser está diseñado
para el gusto, la vista, el olfato, el tacto y el oído. Es un cuerpo
diseñado para la comunicación con el medio, para una retroa-
limentación con el exterior. Así que probamos, vemos, olemos,
tocamos y oímos. Nos nutrimos constantemente.

La gran diferencia es que Timoteo escogió su dieta o, al menos,


parte de ella. Al margen de otras posibles cosas, en su dieta había
un lugar privilegiado para «las palabras de la fe». No solo para
oírlas, verlas o tocarlas, sino para vivirlas, para «seguirlas de cer-
ca». Se dedicaba a leer, a exhortar, a enseñar las palabras de la fe4
porque toda la Escritura es útil para enseñar, para refutar el error,
para corregir, para instruir en la justicia5.

La Escritura obra en mí. Su propósito es


sanarme, enseñarme, corregir mis errores,
refutar mis doctrinas desviadas, instruirme
en la justicia para alejarme de la injusticia.

Estamos llamados a acercarnos a las palabras de la fe para nutrir-


nos de ellas y dejar que hagan su obra en nosotros.

Aprender su forma para predicarlas sin haberlas comido y dige-


rido primero nos sitúa en el lado de los hipócritas, y desvirtúa

 [4] 1 Timoteo 4:13

 [5] 2 Timoteo 3:16

85
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

la intención de las propias Escrituras, que me piden una vida


saludable antes de promoverme como «spiritual personal trainer»
de nadie.

Porque el ejercicio físico para poco aprovecha, pero la piedad es


provechosa para todo. Es una dieta que aporta todos los nutrien-
tes, y no solo vale para la vida de allí, sino que nutre y provee
para la de aquí y ahora6.

Recordar
«En todo os acordáis de mí y retenéis las instrucciones tal
como os las entregué». 1 Co. 11:2

La memoria es muy frágil.

Tengo un hábito irregular que necesito. Cada cierto tiempo ayuno


tres días. Es un ejercicio espiritual, pero no es el tipo de ayuno
en el que estás pensando. No ayuno esos tres días para orar y
buscar a Dios de forma más intensa que otros días. Lo hago para
disciplinar mi cuerpo olvidadizo, mi frágil voluntad y mis hábitos
alimentarios y físicos.

En casa de mis padres aprendí a comer equilibrado. Nunca ha sido


un problema para mí, es algo que mamé desde muy pequeño. El
concepto de la dieta mediterránea se aplicaba con mucha natu-
ralidad y aprendí a disfrutar de una buena ensalada tanto como
de cualquier otro tipo de alimento.

Sin embargo, cuando he sido el responsable de mi propio menú,


he descubierto que hay muchos factores que dificultan seguir
una buena dieta. Y también debo reconocer lo mucho que me
atrae determinado sector de comidas que, aunque no son malas
 [6] 1 Timoteo 4:8

86
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

por sí mismas, sí que se convierten en un desequilibrio a toda la


alimentación cuando pasan a dominar el menú. Carnes, pastas
y otras comidas calóricas proporcionan un placer efervescente
difícil de negar.

Antes o después acabo observando que estoy comiendo menos


equilibrado, que estoy comiendo cantidades mayores de las nece-
sarias, que estoy comiendo más ansioso e, incluso, si no lo acallo,
escucho a mi cuerpo diciéndome que no está igual de cómodo,
que el ritmo es insano.

El ayuno de tres días me pone en mi lugar.

Necesito recordar. Necesito repensar cosas que teóricamente


ya sé y volver a organizarme para reiniciar una nutrición más
equilibrada. Y que nadie se equivoque: somos seres físicos y es-
pirituales. Ambas realidades están intrincadas y son indisolubles.
La disciplina física afecta a mi vida espiritual sin ningún tipo de
duda. Recupero el orden de Dios.

Como para vivir, no vivo para comer.

«Así pues hermanos, estad firmes y retened las enseñan-


zas con que fuisteis adoctrinados». 2 Tes. 2:15

Somos muy olvidadizos e, incluso cuando nos nutrimos bien,


podemos olvidar el propósito por el cual estamos haciendo lo que
hacemos, o la forma en la que lo hacemos. En el mismo momento
en el que olvidamos el sentido, aunque seamos correctos en la
teoría, nos desvinculamos de quiénes somos y de nuestra misión…
todo se desvirtúa.

Las palabras correctas no son suficientes. La doctrina correcta


también incluye la guía del Espíritu para entender los tiempos, los

87
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

momentos. Las palabras de verdad en el momento equivocado no


siempre nutren. Porque no todo el mundo está preparado o capa-
citado para digerir la carne7, hay que saber cuándo administrarla.

La doctrina correcta también incluye la


guía del Espíritu para entender los tiempos,
los momentos. Las palabras de verdad en el
momento equivocado no siempre nutren.

Olvidamos por qué nos nutrimos con la sana doctrina. Olvida-


mos para qué nos nutrimos con ella. Olvidamos la sabiduría y la
sensibilidad del Espíritu para ayudar a otros con la sana doctrina.
Olvidamos las formas de la sana doctrina para aplicar el rodillo de
su contenido, adulterándola, desnaturalizándola —o quizá debería
decir desespiritualizándola con nuestra carnalidad—.

Es necesario retener la palabra fiel, conforme a la doctrina8 for-


taleciendo el corazón con la gracia, no con régimen de alimentos
que no aprovechan, sino con la nutrición apropiada que se ingie-
re por las razones correctas.

Cuidar
«Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina, persiste en
estas cosas». 1 Ti. 4:16

La doctrina es una cuestión de


responsabilidad personal que no se puede
delegar.

Nadie puede comer por ti. Nadie estará recordando por ti.

 [7] 1 Corintios 3:2

 [8] Tito 1:9

88
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Malvivir semi-desnutrido de lo que otros comen y depender de


que otros te recuerden quién eres, es totalmente insostenible.
Jesús camina, sus discípulos le siguen. Somos peregrinos, estamos
en camino. Nadie aguanta el ritmo sin depender del Maestro.

Lamentablemente, y una vez más, la interpretación y aplicación


más común de «tener cuidado de la doctrina» ha llevado a mu-
chos a autoproclamarse guardianes de la verdadera fe y protecto-
res del reino. Parecen saber mucho, pero son unos ignorantes.

No quiero ofenderles, solo digo que ignoran el sentido profundo,


la verdadera razón de la doctrina y, por lo tanto, la ignoran desde
su misma raíz. Lo que creen saber está desvirtuado. Pero eso sí,
suena a verdad, porque ciertamente se le parece.

Eso es lo que hace tan difícil distinguir la verdadera doctrina de


la falsa. No son las doctrinas de demonios9 ni las de los nicolaítas
o la de Balaam. No son negaciones rotundas y frontales. Las falsas
doctrinas que mantienen a muchos enfermos son como medica-
ciones mal tomadas, errores en la dosis, en el diagnóstico, en la
aplicación.

No hace demasiado tiempo le mandaron un tratamiento con


corticoides a mi hijo para tratar una tos que no quería irse. Los
siguientes tres días fueron una verdadera pesadilla. Su estado de
irritabilidad era desbordante. Gritaba, pegaba, estaba incómo-
do y ansioso todo el tiempo. La tos se fue, pero su salud no fue
integral hasta que su cuerpo expulsó también el medicamento.
El tratamiento no fue necesariamente equivocado. Había otras
vías para tratar el problema de tos que tenía. Esta fue solo una
opción. A menudo no podemos predecir cómo será el proceso o

 [9] Apocalipsis 3:14-15

89
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

qué riesgos, contraindicaciones o efectos secundarios tiene para


la salud.

La salud no es algo lineal. No son matemáticas. No son fórmulas.


Somos seres complejos e intrincados. Afectados por dos natura-
lezas, una que nos pertenece y otra a la que nos vendimos y de la
que tratamos de deshacernos.

Necesitamos cuidarnos. Necesitamos cuidar la doctrina. Necesita-


mos cuidar la doctrina que pensamos, creemos y vivimos.

La primera y necesaria aplicación que debería tener este texto


radica en la importancia de cuidar que la doctrina que leo en las
Escrituras se vaya encarnando en mí.

Puedo comer 1kg de fruta ahora mismo, pero no seré capaz de


digerirlo y no me aprovechará más que una parte reducida. Si
no cuido de poner por obra, de encarnar, de llevar a mi vida la
doctrina que leo, medito, aprendo y Dios habla a mi corazón,
empiezo a descuidar uno de los procesos más importantes de mi
vida: la digestión espiritual.

No sobreviviremos por más que comamos, si no le cedemos el


control de nuestra vida al Espíritu que nos guía a cambiar nues-
tros malos hábitos. Leer, leer y seguir leyendo doctrina que no se
encarna en nuestra vida acaba por producir esquizofrenia espiri-
tual, entre otras enfermedades del espíritu. Empezamos a disociar
la realidad, alimentando la hipocresía y torciendo las Escrituras
para justificar la vida que practicamos.

Leer, leer y seguir leyendo doctrina que


no se encarna en nuestra vida acaba por
producir esquizofrenia espiritual, entre
otras enfermedades del espíritu.

90
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Si no vivimos la vida que proclamamos, acabamos proclamando


la vida que sí vivimos.

En este proceso de integración, de ser íntegros, de integrar pen-


samiento y vida en un solo ser, hay muchos momentos en los que
necesitaremos apartarnos de los que no viven según la doctrina10
porque no estaremos en condiciones de ayudarles, solo de poner-
nos en peligro.

En el proceso de cuidarnos y cuidar la doctrina, deberemos estar


atentos a que no haya quien nos engañe con sofismas, o que
nos esclavice con filosofías y doctrinas de hombres, que no haya
quien nos juzgue por nuestros hábitos y liturgias, y que no haya
quien nos prive de Jesús mismo, nuestra herencia11.

El camino no es sencillo. La sanidad no es sencilla.

¡Que el Señor sea nuestro médico!

 [10] 2 Tesalonicenses 3:6

 [11] Colosenses 2:4, 8, 16, 18.

91
DOCTRINA FINAL
«Pero tú has seguido de cerca mi doctrina,
mi manera de vivir, mi propósito, mi fe, mi
amor, mi paciencia» — 2 Ti. 3:10

Unas palabras finales, enfocadas en la pastoral y la pedagogía.

Estructuras y procesos
La doctrina sistemática no puede sustituir a la doctrina.

La única manera de que la doctrina llegue a ser sistemática en


el corazón, renovando la mente de una persona y conduciéndola
hacia una transformación espiritual sana1, es que la misma per-
sona haya llegado a la convicción de que debe sumergirse en la
doctrina por sistema, con la voluntad de vivir por ella.

Los esquemas con los que otros estudian, sus apuntes o notas no
suelen servirnos para mucho. Algo, pero no mucho. El aprendizaje
se encarna al haberlos creado, al haber caminado por el error, al
haber entendido otros enfoques, al haber cambiado el lugar des-
de el que miramos y la perspectiva desde la que interpretamos.
Su valor pedagógico radica en el proceso experimental de vivir,
de crear.

El proceso es el que nos lleva a entender una información vital, a


captar su estructura, a diferenciar lo esencial de lo complemen-
tario, a ordenar la enseñanza de manera útil para nosotros, de
acuerdo a nuestra manera de ser, pensar y aprender. Así es como
crecemos, aprendemos, recordamos y aplicamos.

 [1] Romanos 12:1-3

92
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Tus estructuras doctrinales no valen para vivir mi vida. Podrán


orientarme en la búsqueda porque, cuando quiero hacer algo que
no sé hacer, veo cómo lo han hecho otros para empezar a hacerlo
yo también. Sin embargo, el producto de tu proceso no puede
sustituir mi propio proceso de aprendizaje.

Comida
Los jóvenes no necesitan beber tanto refresco adulterado con
químicos y azúcares rápidos. Sin duda hay un lugar y momento
para beberlos. Tienen su efervescencia, su hype, su atracción…
pero no son muy nutritivos, solo gasolina a corto plazo. Quizá lle-
gue un momento en que los rechacen de forma definitiva. Tam-
poco les conviene comer tanta comida precocinada; procesada y
ultraprocesada por otros, esa comida va perdiendo los nutrientes,
el sabor, las propiedades que la identifican.

Los jóvenes no necesitan nuestras composiciones doctrinales,


trabajadas durante años en paralelo a nuestra experiencia vital
del Jesús resucitado. No pueden vivir con nuestra dieta teológica.
Necesitan aprender por sí mismos, relacionarse por sí mismos,
vivir la vida de Jesús ellos. Nosotros somos modelos, pero no el
contenido.

Dios no les ha llamado a comer las migajas que caigan de nuestra


mesa. Son de escaso valor. El banquete que comemos nosotros
no alimenta al que nos rodea, aunque rebose nuestra panza de
espiritualidad. Los jóvenes tienen que llegar a comer sano por sí
mismos, pero para ello, tienen que aprender a comer primero.

Ellos necesitan pintar su propio cuadro,


no pasar el día en el museo viendo las
pinturas de otros.

93
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Los jóvenes necesitan beber agua fresca que sacie su sed. La sed
real que seca sus bocas y demanda respuestas. No nos debería
sorprender, por tanto, que durante cierto tiempo beban otras
cosas también. Serán ambivalentes. Están en proceso de tomar
decisiones, cada uno crece a su ritmo. Elegir la dieta es algo muy
personal.

Nuestro éxito discipulándoles no consiste en que coman lo mismo


que nosotros, o que coman como nosotros comemos. Sus cuerpos
son diferentes. Habrá principios nutricionales aplicables, pero al
fin y al cabo, ninguno comemos sano por lo que dicen las tablas,
o por lo que dice el nutricionista al que seguimos en Instagram.
Nuestro cuerpo lo diseñó un Creativo Infinito y Él nos proporcio-
na comida que, cuando aprendemos a disfrutarla, ya no queremos
abandonar.

Nuestra tarea es enseñarles a comer. Es absurdo intentar emu-


lar para ellos la experiencia de la comida. Nosotros no somos la
comida. Ellos tienen que experimentar por sí mismos el placer
de descubrir los sabores, y el poder de la comida en sus vidas. Es
natural que antes de que lleguen a apreciar un buen solomillo,
elijan panecillos industriales llenos de azúcar.

No carguemos las tintas en exceso por lo que es propio de la


juventud. La evolución de nuestras papilas gustativas marca
nuestra evolución con la comida. Ni siquiera nosotros comemos
bien aún siendo adultos. Seguimos aprendiendo. No promovamos
mini-adultos artificiales. Tienen que ser jóvenes y avanzar como
corresponde al camino que Dios ha diseñado para ellos. Acom-
pañémosles en el proceso de aprender a comer. No neguemos la
biología inherente a su proceso.

94
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

No promovamos mini-adultos artificiales.


Tienen que ser jóvenes y avanzar como
corresponde al camino que Dios ha
diseñado para ellos.

Por eso es importante que compartamos la mesa con ellos. Mesa


y comida. Nuestra comida y su comida. Comprensión y afecto.
Instrucción y escucha. Si nuestra comida es realmente la mejor
comida que existe, dejemos que hable por sí misma. Dejemos
que la prueben, dejemos que decidan, dejemos nuestro deseo de
controlar sus procesos espirituales y la doctrina que creen en el
presente. Lo realmente importante es, aunque caminen mal, si es-
tán en el camino correcto en el que se encontrarán a Jesús y sus
ojos serán abiertos de acuerdo a la obra del Dador de la doctrina.

Los jóvenes necesitan ir a la fuente de la


doctrina y aprender a beber en ella.

Relación de amor
Cada joven necesita tener su propia historia de amor con la voz
de Dios. Eso implica citas, discusiones, pasión, contacto físico y
emocional, risas, compromisos. La relación es insustituible.

No podemos hacer eso por ellos. Sí podemos tener una relación


de amor con la Palabra que despierte el deseo en ellos de tener
también una relación de amor parecida. Y eso es todo. No traspa-
semos la línea. No desconfiemos de Dios.

Antes de enamorarse de la Palabra, se enamorarán de la idea de


tener una relación de amor con la Palabra. No con la que cono-
cen, sino que lo que idealizan. Eso les dará la oportunidad real
de sumergirse en la Palabra y descubrir al Dios que habla en ella.
Cuando la vayan conociendo y experimentando en sus carnes

95
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

tendrán que ajustar sus pensamientos y creencias a la verdad, día


a día, paso a paso. Como tú y como yo.

La sanidad que produce en nosotros la Palabra hoy es el testimo-


nio que ellos van a escuchar a gritos sin que alcemos nuestra voz.
Pero claro, eso exige un grado de exposición por nuestra parte
que solemos negarnos a ofrecerles.

Pastores de jóvenes
Nuestros jóvenes no necesitan adoctrinadores, necesitan pastores.

Nuestros jóvenes necesitan que cambiemos


la dieta de los grupos de jóvenes. Menos
efervescencia y más mesa compartida.

No negamos la necesidad de cierta efervescencia, es propia de la


edad. No hay que rechazarla, no hay que penalizarla. De hecho,
hay que estimularla con creatividad y sabiduría, pero sabiendo
que dicha efervescencia no sostiene la vida. Como mucho quita
algún dolor de cabeza puntual.

¿Qué problema tenemos nosotros para entender estas cosas?


¿Por qué tanto juicio acerca de todo lo que rodea al peinado, a la
ropa, a los saltos o las redes sociales, pero tan poca inversión en
el corazón?

Si invirtiéramos toda nuestra energía en enseñarles a pensar,


a buscar sus propias respuestas en las Escrituras, a valorar
la importancia de sus vidas para Jesús, a inspirarles para
que atesoren la verdadera doctrina que les hace vivir libres,
sanos, salvos, y que les guía hacia su propósito de vida… Si lo
hiciéramos… ¿Quién sabe qué pasaría con la siguiente generación
en manos de Dios?

96
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Si en nuestras casas les entregáramos la fuente de la doctrina en


lugar de ofrecerles doctrina precocinada, veríamos con mucha
más frecuencia e intensidad al Espíritu Santo hablándoles verdad
y persuadiéndoles de su amor. Nos sorprenderíamos escuchando
la doctrina que han escuchado solos, sin nuestra ayuda, por la
voz de Dios en las páginas de sus Biblias.

Nadie quiere comer procesado cuando ha probado un manjar


original cocinado por un chef experto… pero cuesta un cierto
tiempo elegir bien la mejor dieta, aprender a comprar los
productos adecuados, aprender a cocinarlos, aprender a comer y
a compartir la mesa. Es una inversión de vida.

Quizá es la hora para los líderes de jóvenes


de aprender a compartir la mesa y enseñar a
comer sin imponer la comida. Quizá es la hora
de enviar a los jóvenes a cocinar y a comer por
sí mismos, y a que compartan su mesa con
otros que no tienen nada que llevarse a la boca.

Jesucristo es la doctrina.

¡Él nos convenza y nos guíe!

97
ANEXO:
SIGUIENDO LA PISTA DE
LA DOCTRINA EN EL
NUEVO TESTAMENTO
didaskalía · didajé · parádosis

Mateo
«Y sucedió que cuando Jesús terminó el Sermón del Monte las
multitudes quedaron asombradas de su didajé porque les didás-
kon como quien tiene autoridad y no como los escribas de ellos»
(7:28-29)

«Entonces se acercaron a Jesús unos fariseos y escribas de Jerusa-


lén, diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebrantan la parádosis de
los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan.
Entonces respondió y les dijo: ¿Por qué también vosotros que-
brantáis el mandamiento de Dios por vuestra parádosis? (…) Así
habéis invalidado la palabra de Dios por vuestra parádosis. Bien
profetizó Isaías: Este pueblo me honra con los labios, pero su co-
razón está lejos de mí. Y en vano me adoran, didáskontes como
didaskalías mandamientos de hombres» (15:1-3, 6b-9; citando
Isaías 29:13, LXX)

«Entonces entendieron que no les decía que se guardaran de la


levadura de los panes, sino de la didajé —enseñanza o doctrina
según versiones— de los fariseos y saduceos» (16:12)

«Y las multitudes, oyéndolo, se maravillaban de su didajé» (22:33)

98
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Marcos
«Y se asombraban de su didajé, porque les didáskon como quien
tiene autoridad, y no como los escribas (…) Y todos se maravi-
llaron, y discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? Una nueva
didajé autoritativa? ¡Aun a los espíritus inmundos manda, y le
obedecen!» (1:22, 27)

«Y les edidásken muchas cosas por medio de parábolas; y en su


didajé les decía…» (4:2)

«Porque los fariseos y todos los judíos, cumpliendo la parádo-


sis de los ancianos, no comen, a menos que se laven las manos
muchas veces (…) y le preguntaban los fariseos y los escribas:
¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la parádosis de los
ancianos, sino que comen el pan con las manos inmundas? Bien
profetizó Isaías: Este pueblo me honra de labios, pero su cora-
zón está lejos de mí. Y en vano me honran, didáskontes como
didaskalías mandamientos de hombres. Haciendo caso omiso del
mandamiento de Dios, os aferráis a la parádosis de los hombres.
Les decía también: ¡Qué bien invalidáis el mandamiento de Dios
para guardar vuestra parádosis (…) invalidando la Palabra de
Dios con vuestra parádosis que transmitís, y hacéis muchas cosas
semejantes a éstas». (7:3, 5, 6b-9, 13; citando Isaías 29:13, LXX)

“Y lo oyeron los principales sacerdotes y los escribas, y buscaban


cómo acabar con Él, porque le temían, pues todo el pueblo estaba
maravillado de su didajé” (11:18)

“Y les decía en su didajé: Guardaos de los escribas, que anhelan


andar con largas ropas y recibir saludos en las plazas” (12:38)

99
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Lucas
«Y se admiraban de su didajé, porque su palabra era con autori-
dad» (4:32)

Juan
«Está escrito en los profetas: Y serán todos didaktos de Dios.
Todo el que oyó de parte del Padre, y aprendió, viene a mí» (6:45;
citando Isaías 54:13)

«Entonces Jesús tomó la palabra y les dijo: Mi didajé no es mía,


sino del que me envió. Si alguno quiere hacer su voluntad, cono-
cerá la didajé, si es de Dios, o si yo hablo de mí mismo» (7:16-17)

«Entonces el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discí-


pulos y acerca de su didajé» (18:19)

Hechos
«Y estaban dedicados constantemente a la didajé de los apósto-
les, a la comunión, al partimiento del pan y a las oraciones» (2:42)

«¿No os mandamos estrictamente que no didáskein en este


nombre? He aquí, habéis llenado a Jerusalén de vuestra didajé, y
queréis traer sobre nosotros la sangre de este hombre» (5:28)

«Viendo lo sucedido, el procónsul creyó, maravillado a causa de la


didajé del Señor» (13:12)

«Tomándolo pues, lo condujeron al Areópago, y le preguntaron:


¿Podemos saber qué es esta nueva didajé que enseñas?» (17:19)

100
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Romanos
«Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis
obedecido de corazón a aquella forma de didajé a la que fuisteis
entregados» (6:17)

«De manera que teniendo diferente dones, según la gracia que


nos fue dada (…) el que didáskon, en didaskalía» (12:6-7)

«Porque lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra


didaskalía fue escrito; para que por la paciencia y la consolación
de las Escrituras, sostengamos la esperanza» (15:4)

«Os ruego, hermanos, que pongáis atención a los que causan


disensiones y tropiezos contra la didajé que vosotros aprendisteis,
y apartaos de ellos» (16:17)

1 Corintios
«Lo cual también hablamos, no con palabras didaktos por sabi-
duría humana, sino con las didaktos por el Espíritu, adaptando lo
espiritual a lo espiritual» (2:13)

«Y os alabo, porque en todo os acordáis y retenéis las parádosis


tal como os las paredoka» (11:2)

«Porque, hermanos, si yo fuera a vosotros hablando lenguas, ¿de


qué provecho os sería si no os hablara con revelación o conoci-
miento, o con profecía o didajé?» (14:6)

«Entonces, ¿qué hay hermanos? Cuando os reunáis, cada uno


tiene salmo, tiene didajé, tiene revelación, tiene lenguas, tiene
interpretación; hágase todo para edificación» (14:26)

101
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Gálatas
«Y en el judaísmo aventajaba a muchos de los contemporáneos
en mi nación siendo mucho más celoso de las parádosis de mis
antepasados» (1:14)

Efesios
«Para que ya no seamos niños fluctuantes, zarandeados por las
olas, llevados a la deriva por todo viento de didaskalía, por la
astucia de hombres que emplean con maestría las artimañas del
error» (4:14)

Colosenses
«Mirad que no hay quien os esclavice por medio de filosofías y
huecas sutilezas, según la parádosis de los hombres, conforme a
los rudimentos del mundo y no según el Mesías» (2:8)

«¿Por qué, cómo si vivierais en el mundo, os sometéis a preceptos


«No uses, ni comas, ni toques» (según mandamientos y didaskalía
de hombres) cosas que están todas destinadas a perecer con el
uso?» (2:20b-22)

2 Tesalonicenses
«Así pues hermanos, estad firmes y retened las parádosis con que
fuisteis edidásken, bien por palabra o por nuestra epístola» (2:15)

«Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre del Señor Jesús, el


Mesías, que os apartéis de todo hermano que viva desordenada-
mente, y no según la parádosis que recibieron de nosotros» (3:6)

102
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

1 Timoteo
«Cuando pasaba a Macedonia, te rogué que permanecieras en
Éfeso, para que mandaras a algunos que no enseñen diferente-
dikaskaleo» (1:3)

«Nosotros no obstante sabemos que la ley es bueno, si uno la usa


legítimamente, sabiendo esto: Que la ley no está puesta para el
justo, sino para los transgresores y desobedientes (…) para cual-
quier otro que se opone a la sana didaskalía» (1:8-10)

«Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos


algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores
y a didaskalías de demonios» (4:1)

«Indicando estas cosas a los hermanos, serás buen ministro de


Jesús el Mesías, nutrido con las palabras de fe y de la buena di-
daskalía que has seguido de cerca» (4:6)

«Mientras voy, dedícate a la lectura, a la exhortación y a la didas-


kalía» (4:13)

«Ten cuidado de ti mismo y de la didaskalía, persiste en estas


cosas; porque si haces esto, te salvarás a ti mismo y a los que te
escuchan» (4:16)

«Los ancianos que guían apropiadamente, sean tenidos por dignos


de doble honra, especialmente los que trabajan arduamente en la
palabra y la didaskalía» (5:17)

«Todos los que están esclavos bajo yugo, consideren a sus propios
amos dignos de todo honor, para que no sea difamado el nombre
de Dios ni la didaskalía. Los que tienen amos creyentes no los ten-
gan en menos por ser hermanos, al contrario, sírvanles mejor, por
cuanto son creyentes y amados los que se benefician del servicio.

103
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Estas cosas didásko y exhorta. Si alguno diferente-dikaskaleo, y


no se amolda a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a
la didaskalía que es conforme a la piedad…» (6:1-3)

2 Timoteo
«Pero tú has seguido de cerca mi didaskalía, mi manera de vivir, mi
propósito, mi fe, mi longanimidad, mi amor, mi paciencia…» (3:10)

«Toda la Escritura es inspirada por Dios, y es útil para la didaska-


lía, para la refutación del error, para la corrección, para la ins-
trucción en la justicia» (3:16)

«Predica la Palabra, insiste a tiempo y fuera de tiempo, redarguye,


exhorta y reprende con toda paciencia y didajé. Porque vendrá
tiempo cuando no soportarán la sana didaskalía, sino que sin-
tiendo comezón de oír, se acumularán para sí mismos didáskalos
conforme a sus propias concupiscencias» (4:2-3)

Tito
«Es necesario que el obispo (…) retenga firmemente la palabra
fiel, conforme a la didajé, a fin de que sea capaz de exhortar con
sana didaskalía y de refutar a los que contradicen» (1:9)

«Pero tú habla lo que conviene a la sana didaskalía (…) mos-


trándote en todo como ejemplo de buenas obras, con pureza
de didaskalía, con dignidad (…) A los siervos, no hurtando, sino
mostrando completa fidelidad, para que en todo adornen la di-
daskalía de Dios nuestro Salvador» (2:1, 7, 10)

104
LA IMPORTANCIA DE LA DOCTRINA

Hebreos
«Por tanto, dejando los principios elementales de la palabra del
Mesías, avancemos a la perfección, no echando otra vez el funda-
mento de (…) la didajé de bautismos…» (6:1-2)

«No seáis llevados por didajé diversas y extrañas, pues mejor es


que el corazón sea fortalecido con la gracia, no con régimen de
alimentos, del que no sacaron ningún provecho los que lo obser-
vaban» (13:9)

2 Juan
«Todo el que se desvía, y no permanece en la didajé del Mesías,
no tiene a Dios. El que permanece en la didajé, éste tiene al Padre
y al Hijo. Si alguno llega y no lleva esta didajé, no lo recibáis en
casa ni le digáis: Bienvenido» (1:9-10)

Apocalipsis
«Pero tengo unas pocas cosas contra ti, porque tienes ahí a los
que sostienen la didajé de Balaam, quien edidásken a Balac a
poner tropiezo antes los hijos de Israel, a comer lo sacrificado a
los ídolos, y a fornicar; e igualmente tienes también a los que
sostienen la didajé de los nicolaítas» (2:14-15)

«Pero a vosotros, a los demás en Tiatira, a cuantos no aceptan


esta didajé, a quienes no han conocido las profundidades de Sa-
tanás (como dicen ellos) digo: No os impongo otra carga» (2:24)

105
BIBLIOGRAFÍA
- BIBLIA TEXTUAL, Sociedad Bíblica Iberoamericana, 2010,
Nashville, Holman Bible Publishers

- BRUCE, F. F., El canon de la Escritura, 2002, Barcelona,


Editorial Clie

- CROUCH Andy, Crear Cultura. Recuperar nuestra vocación


creativa, 2010, Santander, Editorial Sal Terrae

- ERICKSON Millard, Teología sistemática, Colección Teológica


Contemporánea 2008, Barcelona, Editorial Clie

- GAVIRIA Elena y Isabel Cuadrado y Mercedes López, Intro-


ducción a la psicología social, 2010, Madrid, Editorial Sanz y
Torres

- GONZÁLEZ Justo L., Culto, cultura y cultivo. Apuntes teológi-


cos en torno a las culturas, 2014, Bogotá, Ediciones Puma

- KELLER Timothy, Dioses que fallan, 2015, Barcelona,


Publicaciones Andamio

- LUZ Ulrich, El evangelio según San Mateo. Mt. 89-17 (vol. II)
2001, Salamanca, Ediciones Sígueme

- MAYORDOMO Moisés, Introducción al Nuevo Testamento,


Notas de clase del seminario, no publicado

- NOUWEN Henri J. M., En el nombre de Jesús. Un nuevo modelo


de responsable de la comunidad cristiana, 2001, Madrid, PPC

- ORTIZ Félix, Cada joven necesita un mentor, 2017, Dallas, e625

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- PACKER J. I., Conociendo a Dios, 1985, Barcelona, Editorial Clie


& Oasis

- SCHAEFFER Francis A., Génesis en el tiempo y en el espacio,


1974, Barcelona, Ediciones Evangélicas Europeas

- SCOTT Duvall J. y J. Daniel Hays, Hermenéutica. Entendiendo


la palabra de Dios, Colección Teológica Contemporánea 2008,
Barcelona, Editorial Clie

- SEEBERG Reinhold, Manual de historia de las doctrinas, 1963,


El paso, Casa Bautista de Publicaciones

- STRONG James, Diccionario de palabras originales del Antiguo


y Nuevo Testamento, 2002, Miami, Editorial Caribe

- WILLARD Dallas, Renueva tu corazón. Sé como Cristo, Colec-


ción Teológica Contemporánea 2004, Barcelona, Editorial Clie

- WILLIAMS Peter, Can we trust the gospels?, 2018, Wheaton,


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- YANCEY Philip, El Jesús que nunca conocí, 1996, Miami, Edito-


rial Vida

- Scripture Tools for every person, Tyndale House, Cambridge,


2020, https://www.stepbible.org

107
Oscar Pérez Polidura
Es graduado en teología en el Instituto Bíblico y Seminario Teológico
de España, actualmente finalizando su master en Teología en el South
African Theological Seminary en colaboración con Facultad Internacional
de Educación Teológica.

Desde enero de 2018 es pastor de la Iglesia Evangélica de Palma de


Mallorca. Anteriormente desarrolló ministerio como pastor de jóvenes,
también varios años de ministerio en Juventud para Cristo, y en el
equipo pastoral de la iglesia Valentia, en Valencia.

Nacido en Barcelona, vive actualmente en Palma de Mallorca. Casado


con Valeria desde 2008, papá de Mateo y a punto de ser papá de nuevo.

Sigue ya a
mensaje importante
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países, distintas denominaciones, distintos tamaños y estilos de iglesia
que amamos a Cristo y a las nuevas generaciones.

Lo que entendimos como encargo de Dios fue a ayudar a las familias


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