Ernesto Cardenal

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ERNESTO CARDENAL,

¿Qué dirá Claudia ahora?

Por Rael Salvador

Los versos de Ernesto Cardenal son una oración de amor.

No sé lo que Claudia dirá ahora, que tan bella como insensible fue
para el poeta y la poesía, cuando el profeta de la Revolución Sandinista
declame, una vez más, como en los últimos cuarenta años, el profundo
sentimiento de sus Epigramas: “Al perderte yo a ti,/ tú y yo hemos perdido:/
yo, porque tú eras/ lo que yo más amaba,/ y tú, porque yo era/ el que te
amaba más./ Pero de nosotros dos,/ tú pierdes más que yo:/ porque yo
podré/ amar a otras/ como te amaba a ti,/ pero a ti nadie te amará/ como te
amaba yo”.

Como Cardenal, todos los poetas latinoamericanos tuvimos nuestra


Claudia. Una muchacha guapa y sonriente, con la dulce cabellera despeinada
escapando de la boina del Che, entre música de Raimon y Silvio Rodríguez,
libros de Galeano, Benedetti y Cortázar latiendo como corazones
compaginados entre los brazos.

Pero todo cambia, nada es para siempre. Y lo que una mañana de Sol
trajo, lo arrastró la tormenta por la oscura noche de los tiempos: “Te doy,
Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña/ Los he escrito sencillos para
que tú los entiendas./ Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan,/ un
día se divulgarán tal vez por toda Hispanoamérica./ Y si al amor que los
dictó, tú también lo desprecias,/ otras soñarán con este amor que no fue
para ellas./ Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas,/ (escritos para
conquistarte a ti ) despiertan/ en otras parejas enamoradas que los lean/ los
besos que en ti no despertó el poeta”.

Nada es para siempre, sólo el amor. No porque el poeta haya caído su


repercusión es menos fuerte, su “luz menos alta”. Frente al dictador Somoza,
el bardo nicaragüense emborronará con su puño el dolor de la emoción
traicionada: “Me contaron que estabas enamorada de otro/ y entonces me
fui a mi cuarto/ y escribí ese artículo contra el Gobierno/ por el que estoy
preso”.
La poesía es una responsabilidad cargada de futuro, un arma que la
burguesía detesta, porque en el trayecto de sus detonaciones, el pasado
siempre resulta presente: “Esta será mi venganza:/ Que un día llegue a tus
manos el libro de un poeta famoso/ y leas estas líneas que el autor escribió
para ti/ y tú no lo sepas”.

Claudia, desgraciada. Cómo te amamos.

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