Memorias de Adriano - Fragmento
Memorias de Adriano - Fragmento
Memorias de Adriano - Fragmento
Sufro
menos, y la vida se vuelve casi dulce. No me enojo ya
con los médicos; sus tontos remedios me han condenado, pero nosotros tenemos la culpa
de su presunción y su hipócrita pedantería; mentiríamos menos si no tuviéramos tanto miedo
de sufrir. Me faltan fuerzas para los accesos de cólera de antaño; sé de buena fuente que
Platorio Nepos, a quien mucho quise, ha abusado de mi confianza; pero no he tratado de
confundirlo y no lo he castigado. El porvenir del mundo no me inquieta; ya no me esfuerzo
por calcula
r angustiado la mayor o menor duración de la paz romana; dejo hacer a los
dioses. No es que confíe más en su justicia que no es la nuestra, ni tengo más fe en la
cordura del hombre; la verdad es justamente lo contrario. La vida es atroz, y lo sabemos.
Per
o precisamente porque espero poco de la condición humana, los períodos de felicidad,
los progresos parciales, los esfuerzos de reanudación y de continuidad me parecen otros
prodigios, que casi compensan la inmensa acumulación de males, fracasos, incuria y
error.
Vendrán las catástrofes y las ruinas; el desorden triunfará, pero también, de tiempo en
tiempo, el orden. La paz reinará otra vez entre dos períodos de guerra; las palabras libertad,
humanidad y justicia recobrarán aquí y allá el sentido que hemos tratado de darles. No todos
nuestros libros perecerán; nuestras causas mutiladas serán rehechas, y otras cúpulas y
frontones nacerán de nuestros frontones y nuestras cúpulas; algunos hombres pensarán,
trabajarán y sentirán como nosotros; me atrevo a contar con esos continuadores nacidos a
intervalos irregulares a lo largo de los siglos, con esa intermitente inmortalidad.