El Traductor Interprete Del Siglo XXI
El Traductor Interprete Del Siglo XXI
El Traductor Interprete Del Siglo XXI
Rosa Luna
PERÚterm
UNIFE
URP
Lima, Perú
[email protected]
En los albores del siglo XXI resulta totalmente oportuno interrogarse respecto del perfil
ideal del intérprete-traductor en este nuevo escenario temporal. ¿Cuáles son las dimensiones
prioritarias que debe desarrollar este profesional en este nuevo escenario? Las dimensiones
cognitiva, ética, tecnológica, empresarial y educativa adquieren particular relieve en este nuevo
siglo.
DIMENSIÓN COGNITIVA:
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un todo unitario y organizado compuesto por dos o más partes que por su misma naturaleza
constituyen una complejidad organizada. Todo sistema puede considerarse a la vez como todo y
como parte de un todo mayor. De esta concepción se deriva que un tratamiento de problemas
que no tenga en cuenta los efectos, interacciones y retroalimentaciones que existen entre los
diferentes subsistemas es un modo de abordaje excluyente. (Degregori y Portocarrero:1999;
Benedetti et al.:1995).
Siguiendo esta concepción, tenemos la esperanza de que en este siglo se ratifique, con
creces, la hipótesis de la Teoría Polisistémica según la cual la relevancia de la traducción radica
en su condición de subsistema de la cultura receptora, cuyo estatus varía de país en país. Para
ello, el traductor/intérprete tendrá que diseñar estrategias encaminadas a hacer que el
subsistema traductor deje de ocupar un estatus secundario para pasar a adquirir uno central en el
desarrollo científico, cultural y tecnológico del país.
En el mundo globalizado, el traductor/intérprete desempeñará un papel de comunicador
universal contribuyendo a la conversión de los profesionales en una suerte de ciudadanos del
mundo cuya participación y mirada atenta para impedir dejarse llevar por la vertiginosa
globalización con la consiguiente pérdida de sus propias raíces. El profesional del próximo siglo
debe asumir un compromiso de participación activa en la vida de su nación y las comunidades
de base.
La era del conocimiento, orden social que supuestamente está en gestación, ha sido no
por causalidad el siglo de la propaganda de la manipulación. La información es un factor de
poder, se ha convertido en la principal dimensión del capital es un bien o una mercancía muy
preciada. Quien no posea criterios para discriminar los grados de plausibilidad de la
información estará condenado permanentemente a confundir lo real con lo imaginario. El
traductor- intérprete del siglo XXI debe concebir la información como una herramienta de
integración nacional y no sólo internacional, útil para comunicar a las distintas partes de la
sociedad y, ojalá, abrir posibilidades de cambios culturales hacia una cultura más dialogal.
DIMENSIÓN TECNOLÓGICA:
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/intérprete de este milenio será un conocedor crítico de las bondades y limitaciones del software
traductor e interpretativo todo con la finalidad de demostrar que los productos derivados de la
automatización distan mucho de los resultantes de la creatividad traductora. Es indiscutible que
la creciente capacidad de las computadoras para “simular” el proceso de traducción e
interpretación humanas dejará de genera incertidumbre en estos profesionales, ellos asumirán
que no existe, ni existirá, analogía entre el funcionamiento intelectual del hombre y de la
máquina, que la simulación no quiere decir que piensen como personas, que las máquinas nunca
serán creativas, que podrán imitar acciones humanas al igual que los chimpancés, pero, a
diferencia de estos, no iniciarán por sí mismas las imitaciones ya que no son capaces de descartar
ni de originar información. Entenderán que las programas automáticos trabajan para ellos y no
por ellos. En este siglo, los traductores e intérpretes se involucrarán en los proyectos de
traducción automática, y en general en todos los referidos a la industria del lenguaje, con el
objeto de contribuir a la consecución de productos cada vez más eficientes y eficaces.
El traductor/intérprete del tercer milenio no puede encontrarse al margen de las ventajas
de la interacción cibernética que ha empezado a dar sus frutos con la inacabable aparición de
listas de distribución en Internet, Traducción, Lantra, Apuntes, Hispania, Tecnotrad, etc., entre
muchas otras, que como reflejo de la solidaridad traductora, traductores e intérpretes de
diferentes latitudes intercambian experiencias, opiniones, recomendaciones, etc. tremendamente
provechosas y estimulantes para el traductor/intérprete en ejercicio. En este siglo, el traductor
deberá ser creador y coordinador de listas de distribución locales e internacionales tendientes a
lograr consensos, eliminar recelos, temores e incertidumbres profesionales con la mejor y más
simple herramienta comunicativa: el diálogo entre colegas.
Edwin Gentzler (2001) advierte que las destrezas y habilidades requeridas por los
traductores han operado una transformación radical en los últimos años, la actividad que, en el
pasado, fue considerada como básicamente lingüística se ha convertido en una práctica compleja
que exige de habilidades lingüísticas y computacionales avanzadas. De allí que los diseños
curriculares de las escuelas de traducción deban incorporar entre sus contenidos una amplia
gama de nuevas tecnologías, entre las que se incluyen los procesadores multilingües de textos, la
edición, los códigos de Internet, el correo electrónico, la edición electrónica, los diccionarios para
traductores, las diversas modalidades de traducción automática, los grupos de discusión en
Internet y las revistas virtuales en el campo de la traducción e interpretación. Estos contenidos
permitirán que los egresados de las carreras de traducción estén capacitadas para satisfacer las
nuevas, y cada vez más exigentes, demandas del mercado.
La tecnología se ha convertido así en factor de poder y en el motor central de los cambios
más importantes que afectan globalmente la vida de la especie. Quien conozca las posibilidades
inherentes a la tecnología de un momento dado podrá saber, por lo menos relativamente, cuáles
son los posibles órdenes futuros. El método de los mundos posibles tiene importancia capital
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sobre todo para el arte de diseñar utopías, en el caso específico de las actividades traductora e
interpretativa la utopía consistirá en lograr la intercomprensión mundial.
DIMENSIÓN ÉTICA:
DIMENSIÓN EMPRESARIAL:
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El traductor del siglo XXI deberá cambiar sus paradigmas empresariales, tener una actitud
más agresiva respecto del mercado. Dejar de limitarse a ser un mero receptor de encargos para
convertirse en un generador de servicios anticipándose a la demanda, realizando sondeos de
demandas potenciales y asumiendo el papel de promotor de traducciones. Hoy más que nunca
el profesional del futuro debe estar capacitado para generar nuevos espacios laborales o buscar
nichos de mercado. Por lo general, los traductores e intérpretes asumimos un rol pasivo en
cuanto a la oferta de servicios limitándonos a ser ejecutores de encargos de traducción a partir de
las instrucciones dadas por el usuario. ¿Qué ocurriría si cambiáramos de mentalidad y
empezáramos a promocionar trabajos de traducción efectuados a partir de la demanda potencial?
El traductor-intérprete no podrá mantenerse al margen de la cultura de la calidad.
Existen estándares de calidad a nivel internacional, normas tales como la DIN 2345 en Alemania,
la UNI 10526 en Italia, la ATA Holandesa, la BS 475 en Inglaterra. Algunas de ellas, como la DIN
2345 establecen responsabilidad por parte del cliente, quien está obligado a dilucidar dudas y
entregar un texto traducible. Hay otras que son sumamente estrictas para las cuales una
traducción con tres errores es mala. En la mayor parte de ellas, se enfatiza que la calidad debe
medirse a partir de las condiciones de producción de la traducción tales como el tiempo
destinado para la investigación, la cooperación del cliente, el trabajo en equipo, la competencia
traductora, el profesionalismo traducción y la remuneración adecuada (Picken, C. (dir.): 1994).
El concepto de inteligencia también ha experimentado importantes cambios en este siglo
que nos hacen prever que en este siglo el éxito profesional de una persona no descansará en los
paradigmas de la inteligencia tradicional (lingüística, lógica y matemática) sino más bien en el
nuevo paradigma de las inteligencias múltiples, en particular la intrapersonal y la emocional. Se
ha descubierto que son las interferencias emocionales las que no nos permiten realizar nuestras
potencialidades. La inteligencia emocional es entendida como la capacidad de entender y percibir
los sentimientos propios y ajenos, así como la capacidad de controlar y administrar las fuerzas
que ellos generan para beneficio de la estabilidad emocional de la persona. Empecemos, pues, a
desarrollar este tipo de inteligencia potencial a fin de lograr, más que el éxito, el prestigio
profesional mucho más duradero y gratificante que el éxito efímero y desconcertante (Puente:
1999).
En esta era informática, el prototipo del trabajador industrial dejará de ser el hombre para
pasar a ocupar la mujer una posición predominante en la economía y los negocios. La mujer
empezará a ser una actora reconocida en los diferentes campos de la actividad humana
(Ugarteche: 1998). La situación es particularmente ventajosa para las traductoras e intérpretes
quienes tendrán a su cargo la responsabilidad de asumir el papel de empresarias con excelente
entrenamiento en la decodificación de mensajes verbales y no verbales.
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DIMENSIÓN EDUCATIVA:
¿Qué papel debemos asumir los formadores de traductores e intérpretes del siglo XXI?
Nuestras tareas deberán concentrarse en: la sensibilización y capacitación del futuro
traductor/intérprete para que asuma la educación como un fenómeno permanente, inacabable y
constantemente perfectible con la finalidad de garantizar el autoperfeccionamiento.
Igualmente, debemos preocuparnos por el diseño de métodos, técnicas y estrategias de
enseñanza tendientes a desarrollar la autonomía del futuro profesional, eliminando todo lazo de
dependencia para que éste alcance a razonar y decidir con la mayor libertad posible y para que
esté habilitado para crear nuevos escenarios laborales. La misión de los centros formadores de
traductores e intérpretes debe apostar por el desarrollo de los cuatro saberes fundamentales,
propuestos por la UNESCO: Aprender a conocer, a hacer, a vivir juntos y a ser (Informe Delors: 1996).
Además, las instituciones formadoras de traductores e intérpretes deberemos pactar con
otros actores, como empresas de traducción, competidores de primer orden en la producción de
nuevos conocimientos, así como emprender relaciones con el sector privado para diseñar
programas de formación continua, firmar contratos de investigación participativa o conjunta en
áreas tales como la terminología, diagnósticos o sondeos de mercado, expectativas de usuarios,
etc.
Un tema descuidado en el proceso de enseñanza–aprendizaje, debido al énfasis puesto en
el “saber-hacer” y en la excelencia (eficientismo), es la revalorización de la función de servicio a la
sociedad instilando en los alumnos la conciencia de que toda carrera es un servicio y que además
de su finalidad de excelencia académica, posee el intrínseco compromiso de elevar la calidad de
vida de la nación, de sus gentes, de los más desposeídos, de los marginados, de los olvidados.
Esta meta podría alcanzarse si se involucra a los estudiantes en proyectos locales de servicio a la
comunidad, tales como los que realizan los “Traductores e intérpretes sin fronteras” a nivel
internacional.
Los docentes del próximo milenio debemos interesarnos en determinar en qué medida los
egresados de sus programas pueden transferir, en forma efectiva y a su debido tiempo, los
conocimientos obtenidos a través de la formación a su lugar de trabajo, ya que haber adquirido
determinadas capacidades o conocimientos no significa necesariamente ser competente. Entre
otros objetivos del ejercicio docente deberían ocupar un lugar central los siguientes:
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sello del traductor quien podrá hacer valer sus derechos y cumplir con las
responsabilidades que ello supone. En el campo de la interpretación, para la
transcripción de audio o video los clientes tendrán que solicitar, tal como
estipulan algunos gremios de intérpretes, autorización al intérprete para poder
llevar a cabo cualquier transformación textual a partir de la misma. El
traductor/intérprete de este milenio tendrá que continuar identificando
debilidades en su ejercicio para transformarlas en fortalezas que redunden en la
mejora de su imagen pública.
Su disposición para inspirar y tener confianza en sí mismo; no ser presuntuoso
pero poseer cierto aplomo y saber controlar la imagen que ofrece de sí mismo.
Tanto el traductor como el intérprete tendrán que trabajar su autoestima personal
y profesional, sin olvidar la toma de conciencia de sus propias limitaciones para
compensarlas o subsanarlas mediante el constante perfeccionamiento. En la etapa
de noviciado los paradigmas brindados por traductores senior y de los formadores
de traductores resultarán capitales para su devenir profesional. Es importante que
el traductor/intérprete no ponga techo a su desempeño; siempre debe considerar
que el trabajo que realizó pudo y debió haber estado mejor hecho. El momento en
que se encuentre totalmente satisfecho con los productos y servicios que ofrece,
habrá alcanzado la cima, pero de la mediocridad.
Su inteligencia para transformar la interdependencia de hecho en solidaridad
deseada es una de las tareas esenciales de la educación. La solidaridad traductora
e interpretativa, basada en el intercambio de experiencias, materiales, etc. sin
ninguna otra pretensión que la de contribuir a la causa común el reconocimiento
profesional y el placer de experimentar el crecimiento y los logros profesionales
de los colegas.
Su capacidad para comprender la complejidad creciente de los fenómenos
mundiales y dominar el sentimiento de incertidumbre que suscita. Debe adquirir
un conjunto de conocimientos y luego aprender a relativizar los hechos. Los
profesionales traductores e intérpretes deben, más que ningún otro, romper
esquemas conceptuales reduccionistas para poder alcanzar una visión holística
del conocimiento humano.
Su actitud y espíritu critico frente a las corrientes de información. Es perentorio
que los intermediarios interlingüísticos autodiagnosticar sus propios estilos de
pensamiento, convergentes o divergentes basados en la interdependencia
existente entre su inteligencia y su personalidad para poder comprender su
manera pensar y actuar, explotando las potencialidades y las limitaciones de este
estilo.
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Finalmente, el reto del educador del próximo milenio radica en lograr un equilibro entre
las nuevas tecnologías y los nuevos sistemas de valores que deben acompañarlas para evitar la
humanización, o quizá “rehumanización”, del profesional. Nuestro reto como docentes quizá
consista en ayudar a los futuros profesionales a recordar lo que esperan.
El desarrollo armónico y equilibrado de los saberes tecnológicos, cognitivos y
empresariales del traductor-intérprete gobernados por los saberes y haceres éticos le garantizarán
un desempeño profesional integral acorde con las exigencias de este nuevo siglo. Buena parte de
la responsabilidad está en manos de los docentes como motivadores por excelencia del nuevo
paradigma educativo enseñar a aprender (autoaprendizaje) que tiende a la autonomía,
autocontrol, autodisciplina, autorregulación y, en particular, la automotivación del estudiante.
BIBLIOGRAFÍA
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