Crime in The Making

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Crime in the Making.

Pathways and Turning Points Through Life1


Robert Sampson y John Laub
1993
Estados Unidos

El origen de esta investigación contiene una curiosa coincidencia. Se trata del hallazgo, en los
sótanos de la biblioteca de la Law School de la Universidad de Harvard, de unas 60 cajas que
contenían el material original de una impresionante investigación longitudinal, recopilado
durante 24 años, entre 1939 y 1963, por el matrimonio de Sheldon y Eleanor Glueck, y utilizado
sólo parcialmente en sus publicaciones, entre las que se encuentra el clásico Unraveling Juvenile
Delinquency, publicado en 1950. Ante este inesperado hallazgo, Sampson y Laub deciden volver
a analizar los datos, mediante lo que suele definirse como un análisis secundario, para
responder a las nuevas cuestiones que había planteado entre tanto el desarrollo de la teoría y la
investigación a los estudiosos de las conductas desviadas de los menores.

Hipótesis

Los dos autores lamentan el hecho de que, dado que la mayoría de los delitos eran cometidos
por adolescentes, los estudios de sociología criminal se hayan concentrado sobre todo en esta
edad, descuidando por una parte la infancia, en la que según algunos habría que buscar el
origen del comportamiento antisocial, y por otra la edad adulta, en la que momentos cruciales
de la vida, como la incorporación al mercado laboral o el matrimonio, pueden conllevar cambios
radicales en la actitud social del individuo. Este punto de vista implica la necesidad de dejar
atrás los estudios sincrónicos o “transversales” (cross sectional), que “fotografían” a un grupo
de individuos en un momento determinado, para pasar a estudios diacrónicos o
“longitudinales”, que siguen a un grupo de individuos durante un periodo de tiempo
determinado, obteniendo información y datos sobre los mismos en distintos momentos de sus
vidas.

A partir de aquí, Sampson y Laub discuten las tesis de aquellos que han estudiado la conducta
criminal desde una perspectiva de ciclo de vida, y trazan las líneas fundamentales de una
posible “teoría del control social informal por edades”, en la que se discuten, para cada edad,
las variables que se han venido considerando causantes de la conducta desviada (pobreza,
familia, desestructurada, infancia antisocial, etc.), y los mecanismos informales de control social
operativos en ese momento del ciclo de vida. Todo ello, con una visión global que intenta
superar “el reducido marco de las perspectivas sociológicas y psicológicas hasta ahora
dominantes en criminología, en parte por limitarse a datos de adolescentes y a un solo periodo

1
Caso de estudio tomado textualmente de Corbetta (2007).

1
de sus vidas” [Sampson y Laub, 1993, 23], para orientar la criminología hacia una perspectiva
de “trayectoria vital”.

Diseño de la investigación

La investigación de Sampson y Laub es un análisis de los datos recopilados por Scheldon y


Eleanor Glueck más de treinta años antes. Estos autores reunieron información sobre 500
jóvenes, varones, blancos, que habían cometido algún delito y que cuando comenzó la
investigación, en 1939, tenían entre 10 y 17 años, y sobre 500 jóvenes “normales” (que no
habían cometido ningún delito). Los primeros procedían de dos correccionales de
Massachussets. Los segundos procedían de escuelas públicas de la misma zona, y fueron
seleccionados según una cuidadosa correspondencia por cada uno de los 500 jóvenes que
habían cometido algún delito se eligió un joven normal con las mismas características de edad,
origen étnico, barrio y cociente intelectual. La investigación comenzó en 1939; se hizo un
seguimiento sistemático de los jóvenes entre 1939 y 1948, con entrevistas a ellos, sus familias y
sus profesores (o empleadores). También se recopiló información de vecinos, trabajadores
sociales, policías y jueces, y se consultaron documentos judiciales oficiales para registrar los
posibles delitos cometidos.

Observación empírica y resultados del análisis


Para cuantificar los resultados los autores crearon el “índice de conducta desviada no oficial”. Se
registraron todas las conductas, no sólo las delictivas (rodo, hurto, juegos de azar, daños, etc.),
sino también las que podían considerarse “malas conductas” (fumar, beber, escaparse de casa,
etc.) referidas por los propios sujetos, sus padres y sus profesores: se recopiló información
procedente de las distintas fuentes y se construyeron índices de desviación para cada conducta,
así como un índice de desviación global (con valores comprendidos entre 1 y 26). Este índice
representaba la “desviación no oficial”, mientras que la “desviación oficial”, determinada por los
delitos denunciados ante la autoridad judicial, estaba representada por una variable dicotómica
(autor de delito/ no autor de delito), aplicada a la muestra de 500+500 sujetos. Estos
indicadores de desviación son las variables dependientes de la investigación.

La exposición de los resultados de la investigación de Sampson y Laub ocupa cinco capítulos del
libro. Estos tratan sobre los siguientes temas: contexto familiar y delincuencia juvenil, papel de
la escuela, el grupo de compañeros y hermanos /as, continuidad temporal de la conducta,
relaciones sociales adultas y cambio en la conducta delictiva, y modelos comparados de delitos
y desviación. Todos los capítulos tienen la misma estructura lineal, que contempla los siguientes
puntos: a) marco teórico,; b) observaciones empíricas; c) resultados del análisis, y d) vuelta a la
teoría.

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Para que el lector pueda comprender los procedimientos empleados para el análisis de los datos
revisaremos el primero de esos capítulos. Los autores distinguen entre “variables
fundamentales” (o estructurales) y “variables de proceso” (o procesales). Las primeras son las
variables clásicas (pobreza, disgregación familiar, casos de delincuencia en los padres, etc.), que
se suelen utilizar en este tipo de estudios; las segundas hacen referencia a las “relaciones
informales” (en este capítulo con la familia, en los capítulos siguientes con la escuela, el trabajo,
etc.) que para Sampson y Laub desempeñan un papel fundamental en el proceso que conduce
a la desviación. A partir de esta distinción, los autores construyen un modelo teórico, según el
cual las variables estructurales influirían sobre la conducta desviada de modo indirecto, a través
de las variables de proceso, representadas por el vínculo-control familiar.

Una vez definido el marco teórico, los autores pasan a describir las variables. Distinguen nueve
variables estructurales: “situación familiar”, que comprende tres categorías, y toma el valor 1
cuando el joven ha crecido en una familia en la que uno de los dos padres estaban ausentes por
divorcio, separación abandono o muerte; “dimensión de la familia”, expresada en el número de
hijos; “nivel socioeconómico”, con tres categorías, acomodado, marginal, dependiente (de
ayuda externa); “nacimiento en el extranjero”, “movilidad residencial”, “trabajo de la madre”,
“desviación del padre”, “desviación de la madre”, etc. Identifican cinco “variables procesales
familiares” ligadas a la relación afectiva con los padres, la posible aplicación de castigos físicos,
la presencia/ausencia de supervisión materna y al rechazo, abandono y hostilidad por parte de
los padres. La variable dependiente del modelo es la conducta desviada; como ya se ha
indicado, según los casos, se tratará de desviación “oficial” o “no oficial”.

Llegados a este punto, podemos pasar a los resultados del análisis. Los autores emplean el
procedimiento estadístico de la regresión múltiple. Clasifican las variables en tres grupos: las
instrumentales, básicas, las procesales familiares y las dos dependientes (conducta desviada).
Relacionan los tres grupos entre sí de dos en dos, y en todos los casos encuentran correlaciones
elevadas: entre las variables básicas y las variables procesales (lo que significaría que las
condiciones estructurales de la familia influyen en los vínculos afectivos y la relación
pedagógica), entre las variables básicas y la desviación (la situación familiar precaria, pobre,
etc., favorece la conducta desviada), entre las variables procesales y la desviación (el
debilitamiento de los lazos familiares favorece la última).

Todas las relaciones empíricas encontradas entre las variables son resultados esperados que
concuerdan con la teoría. Pero quizás lo más importante de los resultados de estos autores es
que cuando se analiza el modelo completo, es decir, las variables estructurales básicas y las
variables procesales familiares, y la conducta desviada, el efecto de las variables estructurales
básicas prácticamente desaparece. ¿Qué significa esto? Significa que las variables estructurales
no tienen un efecto directo sobre la conducta desviada, sino que su acción está mediatizada por
las variables procesales. Por ejemplo, una situación de disgregación familiar favorece el
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abandono por parte de los padres (ausencia de control, etc.), y éste, a su vez, facilita la
aparición de conductas desviadas. Los autores calculan que un 73 por 100 del efecto de las
variables estructurales sobre la delincuencia está mediatizado por las variables procesales
familiares.

La última parte de la fase empírica es la vuelta a la teoría. Los autores llegan a la conclusión de
que “los procesos familiares de control informal tiene un importante efecto inhibidor sobre la
delincuencia de los adolescentes […]. Es sorprendente, a la luz de estos resultados, que muchas
explicaciones sociológicas del delito no tengan en cuenta a la familia […], lo que ha generado
una clara divergencia entre el sentido común popular […] y los científicos sociales [Sampson y
Laub, 1993, 85,97]. Estos resultados vienen a apoyar su “teoría integrada de los controles
sociales informales”, en lo que respecta a la primera fase, la relativa al control familiar.

En los capítulos siguientes, Sampson y Laub aplican un patrón de análisis relativamente similar
al papel de la escuela, el grupo de compañero, los hermanos, el trabajo, el matrimonio, y, por
último, reformulan minuciosamente el modelo propuesto al principio, esta vez, comprobado
empíricamente. De este modo llegan a lo que ellos denominan “modelo teórico dinámico del
delito, la desviación y el control social informal a lo largo de la vida”, en el dividen los primeros
45 años de vida en 5 fases (infancia, de 0 a 10 años, adolescencia, de 10 a 17 años, transición a
la adultez joven, entre 17 y 25 años, adultez joven, entre 25 y 32, transición a la madurez de 32
a 45 años), y para cada fase destacan el papel de los factores que favorecen la aparición (o el
mantenimiento) de la conducta desviada, y de los factores que, por el contrario, tienden a
inhibirla.

Este modelo permite responder a los interrogantes planteados al principio, al formular las
hipótesis, en particular, al reconocer la importancia de las “variables estructurales” y
“procesales”, aclaran que las segundas son las que en última instancia explican la mayor parte
de la variación, tanto en la desviación en la adolescencia, como en el proceso de abandono de la
delincuencia, a una edad posterior.

En las conclusiones, Sampson y Laub escriben: “Esta libro ha querido enfrentarse al siguiente
reto: ¿Conseguiremos desarrollar y comprobar empíricamente un modelo teórico capaz de
explicar la conducta delictiva y al desviación en la infancia, en la adolescencia y en la edad
adulta? [ibídem, 243].

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