Barflield Owen. Salvar Las Apariencias.

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RESEÑAS

BARFIELD, OWEN
Salvar las apariencias. Un estudio sobre idolatría, Atalanta, Girona, 2015, 255 pp.

En Salvar las apariencias, Owen Barfield realiza un análisis dialéc-


tico basado en la premisa de que la evolución del lenguaje y la de la
consciencia caminan de la mano, ahora y siempre. En este análisis,
Barfield distingue cuatro conceptos clave: participación, figuración
pensamiento alfa y pensamiento beta.
El concepto de participación hace referencia a un estado de
la consciencia en el que el ser humano sentía que formaba un todo
con la naturaleza que le rodeaba, con la materia. Es el propio de
los pueblos antiguos para quienes el mundo, como el ser humano,
estaba dotado de un alma. Pensemos en ideas como la identificación
entre âtman y Brahman en la religión hindú, manifestada en varias
de las Upanishad.
Como explica Sam Betts en el prólogo (p. 21), la figuración “es
lo que hacemos cuando percibimos y contribuimos con algo de no-
sotros mismos a la representación, que ya no es sensación. Esta acti-
vidad convierte lo que sentimos en cosas que nos representamos”. El
pensamiento Alfa “consiste en especular sobre las relaciones entre
las representaciones, tratándolas como algo ajeno a nosotros”; mien-
tras que el pensamiento beta sería el pensamiento sobre el propio
pensamiento y la percepción.
Es desde la noción de “representación colectiva” desde la que
Barfield edifica una de las primeras tesis del libro: la idea de que
el mundo, si objetivamente fue igual siempre (en el plano de lo no
representado o físico), desde el punto de vista del ser humano ha
ido evolucionando a la par que su conciencia. Como explica Bar-
field (p. 66) “la antropología comenzó por suponer que los pueblos
primitivos perciben los mismos fenómenos que nosotros, y a par-
tir de esta suposición estudió sus creencias sobre estos fenómenos.
Pero ahora algunos antropólogos han empezado a señalar que la
diferencia entre la mirada primitiva y la nuestra surgió en una fase
más temprana. No sólo se trata de un pensamiento alfa diferente
del nuestro, sino también de una figuración diferente, por lo que los
fenómenos son tratados como representaciones colectivas produci-

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das por esa figuración distinta. Algunos de ellos han sostenido que
la diferencia más notable entre la figuración primitiva y la nuestra
es que la primitiva implica “participación”, esto es, una certeza, que
nosotros ya no poseemos, de que existe un vínculo extrasensorial
entre el percipiente y las representaciones. Esto implica no sólo que
nosotros pensamos de modo diferente, sino que los propios fenóme-
nos (las representaciones colectivas) son diferentes”.
En la fundamentación de esta tesis —que ocupa las siguientes
páginas del libro— son claves el concepto de “salvar las apariencia”
y el de “idolatría”. La idea de “Salvar las apariencias” hace refe-
rencia a la astronomía antigua y medieval donde la explicación del
movimiento de los astros no trataba de ser (por inverificable) “ver-
dadera”, sino sólo salvar las apariencias, es decir, dar una explicación
probable y que explicase el mayor número de fenómenos físicos y,
a la vez, teológicos. En la actualidad, dice Barfield (p. 89), vuelve a
ocurrir algo similar y en el mejor de los casos los físicos proponen
“fórmulas matemáticas que en el momento de ser escritas se han re-
velado las más sencillas y convenientes para… salvar las apariencias”.
Respecto a la idolatría, Barfield señala (p. 100) que el mundo
que vemos es una representación “en el sentido final de construc-
tos mentales del observador” y añade que “una representación que
es colectivamente malinterpretada como algo esencial no puede
llamarse representación. Es un ídolo”. Es decir, que caemos en la
idolatría al creer que los fenómenos son como los vemos; o dicho
de otra manera, que no participamos en cómos los vemos, que son
así “objetivamente”. “Así los fenómenos son “ellos mismos” ídolos
cuando se los imagina gozando de esa independencia de la percep-
ción humana, que de hecho sólo puede ser propia de lo no repre-
sentado” (las partículas).
En última instancia, el pensamiento de Barfield es dialéctico
y si a una etapa de participación original se le opone un periodo
científico caracterizado por el pensamiento alfa que separa objeto
de sujeto, el periodo de síntesis sería un pensamiento en el que, im-
posibilitado para regresar a la participación original, el ser humano,
a través de la imaginación, pudiera alcanzar, sin embargo, un estado
de participación final.

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Dicho estado se caracterizaría por un empleo de la imaginación


para, sin renunciar al pensamiento alfa ni beta, volver a animar el
mundo, es decir, volver a ver la materia que rodea al hombre como
consustancial a él, como animada por un mismo aliento vital (“élan
vital”, que hubiera dicho Bergson).
Así, nos explica (pp. 200-202) que el siguiente estadio evolu-
tivo de la consciencia será una participación final que convierta al
artista en un creador direccional. “El uso sistemático de la imagi-
nación será en el futuro un requisito no sólo para el incremento del
conocimiento, sino también para salvar las apariencias del caos y la
inanidad”.
El autor propone una unión del hombre y la naturaleza a tra-
vés de la imaginación para recordar que todos los hombres son el
hombre y que, aunque separados, todos los seres pertenecen a una
misma mente. También en este pensamiento se ve el planteamiento
dialectico de Barfield quien presenta la participación final como un
viaje de regreso a oriente y su filosofía después de que, en la antigüe-
dad, y a partir de Aristóteles, comenzara un viaje “a occidente” que
conduciría de la participación original al pensamiento alfa.
Si bien, como Barfield es un pensador cristiano procura incluir
sus conclusiones en la óptica histórica del cristianismo y, de hecho,
dedica la parte final de su libro a señalar como el nacimiento y el
mensaje de Cristo supone el punto de cruce que supone la salida
definitiva de la participación original y el inicio de la final mediante
los primeros pasos del pensamiento Alfa.
El filósofo británico llega a señalar (p. 225) que “la participa-
ción final […] es la progresiva encarnación del Verbo”. Para él (p.
230) la venida de Cristo es un hecho histórico, pero también sim-
bólico. Con él “la interioridad del Nombre Divino había sido ple-
namente realizada en un hombre; la participación final, por medio
de la cual el Creador del hombre habla desde dentro del propio
hombre, se había cumplido. La palabra se había hecho carne”.
Y resume su pensamiento de la siguiente manera (p. 233): “La
participación original enciende el corazón desde fuera, desde una
fuente externa a él; las imágenes vivifican el corazón. Pero en la par-
ticipación final […] el corazón se enciende desde dentro por Cristo,

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y el corazón el que vivifica las imágenes”. En adelante, añade (242)


“la vida de la imagen habrá de salir de dentro. La vida de la imagen
no será sino la vida de la imaginación”.
Para Barfield (p. 246) “la participación final es el misterio
mismo del reino […] y todavía estamos tan sólo en la frontera ex-
terior de su territorio. Dos mil años son un tiempo insignificante
comparado con las eras que precedieron a la encarnación”. Según él,
había una participación original inconsciente del Mundo (y de Dios)
y caminamos hacia una participación final consciente.

Alberto Gómez Vaquero. Universidad Complutense de Madrid


[email protected]

COHEN, ALIX (ED.)


Kant’s Lectures on Anthropology. A Critical Guide, Cambridge University
Press, Cambridge, 2014, 270 pp.

El último volumen colectivo que la profesora de la Universidad de


Edimburgo, Alix Cohen, ha dedicado al estudio de la obra antropo-
lógica de I. Kant ofrece una selección de estudios que dibujan un
mapa de la naturaleza humana en el que las emociones, la educación
cosmopolita, las costumbres y la cultura constituyen elementos cru-
ciales para su comprensión. Todas estas cuestiones forman parte de
lo que Robert Louden, uno de los autores del volumen, denominó
“Kant’s impure ethics”, en cuyo fondo emocional Cohen viene ex-
plorando al menos desde 2009, fecha en que publicó su destacable
monografía Kant and the Human Sciences (Palgrave Mcmillan). El
trabajo de Werner Stark sirve de contextualización de los cursos
que Kant dedicó a la antropología, desde 1772 hasta el final de su
actividad docente en los años 90, cuya característica principal era
la utilidad y carácter ameno de sus contenidos, muy ligados a la
observación fragmentaria y alejados de la deducción científica, a la
par que abiertos a un público socialmente mucho más abierto que el
habitual en los cursos de filosofía. Se trata propiamente de leccio-
nes atentas en mayor medida que la abstracta exposición científica

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