Barria: Las Zonas Grises Sobre El Discurso de Calderon
Barria: Las Zonas Grises Sobre El Discurso de Calderon
Barria: Las Zonas Grises Sobre El Discurso de Calderon
Latin American Theatre Review, Volume 52, Number 1, Fall 2018, pp. 25-42
(Article)
DOI: https://doi.org/10.1353/ltr.2018.0023
Access provided by Pontificia Universidad Católica de Chile (18 Mar 2019 16:41 GMT)
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que prontamente fue asimilada a la figura de una madre.4 Entre Virgen María
y madre adoptiva,5 la imagen de Bachelet resistió el embate de la realidad
(una crisis económica mundial, el Transantiago,6 una revuelta estudiantil, un
terremoto y un tsunami) y salió bien parada.
La asociación de la Soberana con la imagen de una madre puede leerse
como una teatralidad gestada por el poder para asegurar su adhesión. El poder
político es indisociable de formas de teatralidad que le garantizan su repro-
ducción en el tiempo (Balandier). En este sentido, el poder y el teatro están
íntimamente imbricados, y no sólo en términos de una metáfora poética. En
efecto, la fuerza del poder radicaría en su capacidad de ponerse en escena,
de hacer visible bajo la estrategia de una representación (una performance)
la legitimidad de su ejercicio. Entre los dispositivos teatrales que Balandier
identifica, el mito del héroe tiene un lugar central, pues “La autoridad que
engendra es más espectacular todavía que la teatralidad rutinaria y sin sobre-
saltos. El héroe no es en principio apreciado por ser ‘el más capaz’, ni [...],
por ser quien asume la carga soberana. Es por su fuerza dramática por lo que
el héroe es reconocido” (19).
La fuerza dramática que caracteriza al héroe es definida por Cassirer en
su clásico El mito del Estado como fuerza moral: “es la rara y feliz unión de
todas las fuerzas creadoras y constructivas del hombre. Y entre todas estas
fuerzas, la fuerza moral es la que obtiene el rango supremo y ejecuta el papel
preponderante” (258). Este fondo o reserva moral que constituye la imagen
del caudillo no desaparece en la época de lo post, más bien se transforma.
Según Balandier, los poderes actuales no han eliminado la envestidura mítica,
pero han cambiado sus valores de uso. Si en otros tiempos era la valentía,
el arrojo o la consecuencia los valores que realizaban la figura de poder,
hoy parece ser la competencia, la habilidad de solucionar y administrar los
problemas. Lo que ha ocurrido, como lo indica el sociólogo, es el tránsito
“entre un arte político más bien teatral, que se ajusta mejor al tipo de poder
ilustrado por el héroe, y un arte político que se constituye a partir del cine y la
televisión, es decir, hacia un modo de representación organizado a la manera
del star system” (119). Lo que importa hoy es precisamente la cercanía del
soberano que comparte el mundo banal de sus votantes, que no siente ver-
güenza ni distancia de este mundo, y que está dispuesto, no solo a participar,
sino a contribuir en su perpetuación: “[E]l poder ya no se halla asociado a
una figura lejana, perfilada por el mito inicial, lo imaginario colectivo y la
tradición, sino por una elaboración que otorga a los responsables presencia
y celebridad, haciendo de ellos personajes capaces de atraer hacia sí la más
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vas de una generación o de una clase social. En realidad, nada de lo que se dice
en Discurso resulta sorprendente (excepto los lapsus, de los que hablaremos
luego). El discurso se construye jugando con el reconocimiento inmediato
que hace el espectador de la situación enunciada. Es difícil que alguien pueda
decir que la obra sumaba un nuevo dato, un conocimiento diferente de lo que
ya todos sabíamos. Por eso, más que atisbos documentales, el texto trabaja
sobre lugares comunes (topoi), construidos por retazos de declaraciones de la
propia presidenta aparecidas en medios de comunicación (la secuencia sobre
Ana Frank, por ejemplo) o por la bruma que representa eso que llamamos la
opinión pública. Pero Calderón logra, a mi modo de ver, desplazar la figura
retórica y convertirla en un recurso crítico que desmantela la producción de
ese propio lugar común. Esto lo consigue, por un lado, obligando al simulacro
autobiográfico a comparecer sobre un horizonte de comprensión histórico.
De tal manera, las contradicciones que representa o confiesa Bachelet —ser
socialista y defender un sistema neoliberal, ser sobreviviente de la violencia
política y convivir con naturalidad con los perpetradores o sus cómplices y
negociar con ellos, ser mujer, es decir, un sujeto marginalizado y tener que
asumir el modelo patriarcal dominante de poder— corresponden también a
las del propio conglomerado gobernante: La Concertación de Partidos por
la Democracia, que mantuvo el poder ininterrumpidamente por 16 años. Por
otro lado, los lugares comunes se tensionan frecuentemente con un recurso
al absurdo o con la utilización de la ironía: el personaje afirma enfáticamente
“soy hija de la izquierda” y al mismo tiempo declara “ya no creo en la retórica
de la izquierda izquierdista” (88). O cuando dice: “Mal que mal me eligieron
para administrar ese modelo” (86); o “El sistema produce libertad” y al mis-
mo tiempo también, “un valle central entre ricos y pobres” (87); o cuando
afirma: “Mucha gente cree que puede abusar de mí porque soy simpática./Se
aprovechan de mi nobleza” (90), aludiendo al cliché del Chapulín Colorado.12
Especialmente explícita resulta la secuencia en la que ella declara haberse
hecho consciente de la pobreza:
Cuando yo era chica vi a un hombre en la micro./Tenía la edad de
mi papá./Pero era humilde./Era pobre./No me miraba a los ojos./Yo
era rubia./Yo era linda./Y este hombre.../Bueno./Este hombre/tenía
puesto en la muñeca un reloj del ratón Mickey./El ratón Mickey./
Con los brazos así.
Diez para las dos./Así./Pero era un hombre grande./Y no tenía reloj
de hombre./Tenía un reloj de niña./Un reloj que podría haber usado
yo./Y me dio tanta pena./¿Lo habrá encontrado en la calle?/¿Habrá
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Universidad de Chile
Notas
1
Este artículo fue escrito durante y como parte de mi estadía como profesor visitante de la Uni-
versidad de Leipzig, semestre invierno 2017/semestre verano 2018. Mis agradecimientos.
2
Es interesante la observación de Hernández a propósito de la pluralidad que constituye a fin
de cuentas un relato de memoria, en la que coinciden como “memorias prostéticas” (como prótesis) lo
individual y lo colectivo, la opinión pública y la experiencia privada (48).
3
O ex DDR: Deutsche Demokratische Republik, como se le llamó a la parte de Alemania bajo el
influjo soviético.
4
www.envio.org.ni/articulo/3193.
www.theclinic.cl/2009/11/05/michelle-bachelet-otra-madre%E2%80%9C-en-la-politica-chilena/.
5
www.cosas.com/patricio-navia-bachelet-actuo-como-madre-no-como-presidenta/.
6
Durante el mandato de Bachelet, hubo un importante movimiento de estudiantes secundarios
llamado la “Revolución Pingüina”, que es el antecedente de los masivos movimientos estudiantiles del
2011. Por otra parte, a Bachelet le tocó implementar una gran reforma al sistema de transporte público
en Santiago, que había sido diseñada bajo el gobierno de Ricardo Lagos, la que resultó ser hasta hoy muy
ineficiente.
7
Y esto porque solo podemos experimentar el mundo como mundo común en el habla. El habla
es no tan solo el vínculo con la alteridad, con el otro, sino el modo en que se nos manifiesta ese otro.
Dice Arendt: “La acción y la palabra están tan estrechamente ligadas debido a que el acto primordial y
específicamente humano debe siempre contener, al mismo tiempo, la respuesta a la pregunta planteada
a todo recién llegado: ‘¿Quién eres tú?’” (Arendt, 104). La palabra y la acción forman de este modo
la vida humana liberada de sus condicionamientos biológicos y utilitarios, y esta vida humana, que es
la vida política para Arendt, no es pensable sino con otros, construyendo la respuesta de esa pregunta
primordial.
8
1. Locutivos: son aquellos actos en los que se constata, se enuncia, se dice algo. 2. Ilocutivos:
son actos en los que diciendo se pretende hacer algo. 3. Perlocutivos: son actos en los que se logra algo
al producir un enunciado o frase (Austin 138-52).
9
Especialmente, cuando pensamos la función del discurso en la lógica del Estado-espectáculo,
como lo define Balandier (20), en la que la política ha devenido en compra y venta de imágenes y vo-
tos. Es cada vez más común que los candidatos estén fuertemente levantados por toda una maquinaria
mediática, al punto incluso de confundirse con ella, en la que la retórica del aparato Discurso cumple un
rol primordial. Un buen ejemplo fue la campaña presidencial que montó Donald Trump, que se articuló
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en torno a una clase de discurso “políticamente incorrecto” que, sin embargo, lo hacía aparecer como un
sujeto auténtico, en contra de la imagen del político calculador, es decir, el tradicional. Es especialmente
interesante cuando la propia figura de Trump como empresario u hombre de éxito se construyó mediáti-
camente. Su existencia ha sido siempre mediática, por tanto requería construir un efecto de autenticidad,
como si de un efecto de realidad se tratara.
10
“El topos es un motivo o la configuración estable de varios motivos que son usados con cierta
frecuencia por los escritores y, sobre todo, por los oradores que necesitan ‘materiales’ genéricos, de
hallazgo fácil. El topos es un ‘lugar común’: [...] La tópica es el código de estas formas estereotipadas,
temas consagrados, enunciaciones convencionales” (Diccionario 285). El lugar común es una forma de
construir o tratar un tema o argumento para que el orador pueda ganar el apoyo de su audiencia.
11
“Quiero que se acuerden de mí./Que me juzguen por mis obras./Como la protección de las vie-
jitas resfriadas./La fundación de jardines infantiles./Y los ministerios llenos de ministras” (Calderón 80).
12
Personaje de una serie infantil mexicana de los 80 muy vista en Chile durante la Dictadura
13
Nótese que en esta cita además hay toda una parodia al famoso aforismo de Heráclito que funda
la concepción materialista de la Historia en Marx.
14
No hay que olvidar que para Benjamin el lugar del la imagen dialéctica era el lenguaje (Vargas 96).
15
Sobre este punto véase: Hernández 2013; Larraín 2011; Resende 2013
16
Pienso que la diferencia entre memoria de funcionamiento y memoria de almacenaje que propo-
ne Aleida Assmann sería muy atinente para trabajar la cuestión de la memoria en este texto de Calderón.
De alguna manera, el lugar común opera como una memoria oficial, inmediata, vivida por los especta-
dores durante la hora que dura el espectáculo, que en palabras de Assman correspondería a una memoria
de funcionamiento (123-28). Sin embargo, en ciertos momentos es posible ver el recurso a una memoria
de almacenamiento, que viene a tensionar la lógica oficial de este imaginario escénico. Especialmente,
toda la secuencia que alude al cuerpo de Bachelet, que lo hemos llamado aquí el lapsus, o en general
las referencias al golpe militar o al gobierno de la UP, en cierto modo, constituyen desbarajustes a esa
memoria que la oficialidad (de izquierda) pretendió construir en estos años de gobierno posdictatorial.
Otro aspecto interesante de las categorías de Assman es que la lectura de este texto, muy probablemente,
sufrirá fuertes mutaciones con el tiempo, en la medida que las memorias funcionales van cambiando,
de acuerdo a los intereses de los poderes contingentes, y con ello cambia la valoración a la figura de
la propia Bachelet. De hecho, hoy ya algunos de sus ex colaboradores intentan subdimensionar su im-
portancia. Véase, por ejemplo, la declaración del ex intendente de la Región de la Araucanía y actual
senador Francisco Huenchumilla, “Bachelet no dejará legado político”.
http//www.biobiochile.cl/noticias/nacional/region-de-la-araucania/2017/06/02/huenchumilla-en-
via-mensaje-a-bachelet-reclamando-contra-intendente-de-la-araucania.shtml.
17
En otro texto he desarrollado más ampliamente la cuestión del aparato y su vínculo con el Teatro
Político de Calderón. Cf Barría 2018.
18
Cf. Miller 2007.
19
Sé que estoy siendo impreciso al no distinguir entre ambos. Sin embargo, el no resolver la
diferencia, el dejarla suspendida, nos permite jugar con un doblez que da que pensar. Acaso la figura
misma Bachelet se configuró ella misma como el fantasma del trauma construido por la sociedad chilena
para resistir el malestar de nuestra historia reciente, y que por lo mismo coincidiría con el imaginario
de ese espectador presente en el teatro, que también es un ciudadano. Mientras que Discurso, en tanto
texto, constituye el síntoma en forma de actos fallidos. El fantasma siempre toma cuerpo, por lo que la
insistencia en Bachelet implica la encarnación de aquel. Las dos categorías podrían coexistir, refiriendo a
aspectos distintos de lo traumático, o maneras distintas de pensar lo traumático. Es decir, la obra trabaja
a nivel de la presencia (cuerpo Bachelet) y el significante (palabras de Bachelet).
20
Hablamos del cuerpo aquí y no olvidemos que hemos definido el discurso político como un
aparato performativo. El lugar del cuerpo de Bachelet no implica simplemente un tema o un referente.
Cuerpo es también el devenir discurso mismo, no separable de la estructura lingüística. El cuerpo de
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Bachelet se convierte por un momento en la obra de Calderón en el propio discurso testamental; “previo”
a cualquier palabra, constituye el acto fallido por antonomasia de este discurso imposible. Y como indi-
caba en nota anterior, la insistencia en el cuerpo convierte la figura de Bachelet en el fantasma mismo.
21
www.revistaerrata.gov.co/contenido/la-memoria-como-ejercicio-politico-incesante.
22
Muchas veces me he puesto del lado de los patrones./Y aquí me caigo./Muestro mi lado rancio./
Soy un poco inconsistente con mi discurso justiciero (Calderón 104).
El discurso como lapsus es notorio en esa continua afirmación del personaje de que alguien pone
palabras en su boca, en su cuerpo, o que alguien habla por ella/él. Es sintomático, pues aparece cada
vez que hay una inconsistencia entre lo que llamaríamos el discurso oficial de la izquierda y lo que la
“izquierda” chilena realmente hizo durante este período. Una vez más, creo que la obra adquiere una
perspectiva si pensamos en el personaje como una alegoría del soberano, que como esos monarcas de
los Trauerspiel que rescata Benjamin, reflexiona constantemente sobre la condición finita del poder,
la caducidad del poder político y la impotencia del Estado de Derecho. Los lapsus de Bachelet son los
lapsus de una izquierda que no ha querido hacerse cargo de sus contradicciones y entonces se aparece
como disociada, enferma e impotente. Lo que fue derrotado en nuestro país fue la creencia en una po-
sibilidad de cambio. Esa es la comunidad derrotada, la comunidad que no puede pensarse como tal, es
decir, como posibilidad. En cambio, el discurso político la conminó a imaginarse como algo acabado en
la figura de la “unidad nacional” o de la “nación reconciliada”. Una comunidad zurcida a fuerza. Pero la
comunidad nunca es real; comunidad es la pregunta siempre abierta por el sentido del estar-en-común.
La comunidad es irrealización de sí. Y pretender consumarla es convertirla en comunidad de muerte, en
una forma de totalitarismo. Sobre el punto véase el clásico texto de Nancy, La comunidad inoperante.
LOM/Arcis, 2000.
23
Cabría decir mejor: de la comunidad derrotada. Sobre este punto véase Barría (2016 a, b). Efec-
tivamente, la obra de Calderón podría leerse completamente en clave de una figura sacrificial, en la que
el sujeto víctima es una vez más el cuerpo del soberano (Benjamin), por lo que Discurso ingresaría en
eso que he denominado vertiente alegórica de la dramaturgia chilena. Lo inquietante acá es el juego con
el referente real. Por lo que la pregunta sobre dónde recae la alegorización es oportuna: o sobre la figura
construida por medio del discurso en Discurso, o sobre la persona quien carga, no solo una historia, sino
que carga con las expectativas cumplidas o no, que sobre ella se levantaron. ¿Quién es aquí el chivo
expiatorio o la víctima propiciatoria?
Obras citadas
Arendt, Hannah. De la historia a la acción. Paidós, 1995.
_____. La condición humana. Paidós, 2003.
Assmann, Aleida. Cultural Memory and Western Civilization. Functions, Media,
Archives. Cambridge UP, 2012.
Austin, John. Cómo hacer cosas con palabras. Paidós, 1988.
Balandier, Georges. El poder en escenas. De la representación del poder al poder
de la representación. Paidós, 1994.
Barría Jara, Mauricio. “Desmantelar aparatos con otros aparatos: Mateluna de Gui-
llermo Calderón. Teatro político en la época de la pospolítica”. Revista Artes-
cena, núm. 5, 2018, págs. 1-19.
_____. “Estrategias alegóricas y figuras sacrificiales en la dramaturgia chilena
reciente. La urgente pregunta por la comunidad”. Otras cartografías, otros
mapas teatrales (Nuevas perspectivas escénicas latinoamericanas). Eds. Car-
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Inscripción
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[email protected] (antes del 20 de enero de 2019) los siguientes
documentos: Título y resumen de la ponencia (100 palabras), datos personales
(incluyendo adscripción académica) y breve currículum (100 palabras).