Cinco Grandes Economistas Españoles Siglo XX
Cinco Grandes Economistas Españoles Siglo XX
Cinco Grandes Economistas Españoles Siglo XX
maestros y la
modernización
económica de España
en el siglo xx
Luis Perdices de Blas
Antonio Nogueira Centenera
[editores]
Cinco grandes maestros
y la modernización económica
de España en el siglo XX
Ni la totalidad ni parte de los libros pueden reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electró-
nico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información
y sistema de recuperación, sin permiso escrito de Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, S.A.
– VII –
AGRADECIMIENTOS
– IX –
A la Fundación Ramón Areces y a su director, Raimundo Pérez-Hernández
y Torra, que siempre ha mostrado su compromiso con la educación en general y
con la universidad en particular, por su grado de implicación colaborando con
la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Com-
plutense de Madrid en la celebración de su 75º Aniversario y, en concreto, con
la organización del ciclo de conferencias y del acto central que coincidió con la
primera de las conferencias “Los Orígenes de la Facultad de Ciencias Económi-
cas y Empresariales”.
–X–
Méndez, por su apoyo en las actividades del 75º aniversario y en este ciclo. Al
profesor Luis Perdices de Blas, coordinador del ciclo, por aceptar este encargo y
por su dedicación. A la Ministra de Economía y Empresa, Nadia Calviño, anti-
gua profesora y alumna de la Facultad, por acompañarnos en la inauguración del
ciclo de conferencias y acto central del 75º aniversario.
Acto de inauguración del ciclo de conferencias del 75º aniversario (de izquier-
da a derecha, Luis Perdices de Blas, la Ministra de Economía Nadia Calviño
Santamaría, el rector Joaquín Goyache Goñi, la Decana Begoña García Gre-
ciano y Juan Velarde Fuertes).
– XI –
INTRODUCCIÓN: HOMENAJE A LOS GRANDES
MAESTROS DE LA PRIMERA FACULTAD
DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y EMPRESARIALES
CREADA EN ESPAÑA
1
Luis Perdices de Blas y Antonio Nogueira Centenera son catedráticos de Historia del Pensa-
miento Económico y profesor honorífico de la Universidad Complutense de Madrid. Los edi-
tores expresan su agradecimiento a la Fundación Ramón Areces, a la Facultad de Ciencias Eco-
nómicas y Empresariales (Universidad Complutense de Madrid), a su exdecana Begoña García
Greciano, al decano Carlos Rivero, al profesor Miguel Jerez, a la directora de la biblioteca Isabel
Costales, así como a los seis conferenciantes que aceptaron participar en el ciclo de conferencias
conmemorativo de la fundación de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, por su
inestimable contribución en este homenaje.
–1–
Los conferenciantes son discípulos avanzados de los cinco economistas
seleccionados y, a su vez, maestros por derecho propio, que han contribuido
a formar a numerosos economistas que actualmente desempeñan un papel
sobresaliente en diversos centros docentes e investigadores, así como en
diferentes organismos públicos y empresas privadas.
Al comienzo de los años 40 del siglo XX, en plena posguerra y en el marco
de una economía española autárquica y con planificación industrial indicativa,
nació la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, origen de la actual
Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la UCM. Como ocurría
en otros países europeos de nuestro entorno, los estudios de la Economía como
disciplina académica ya estaban asentados desde el siglo XIX, en las cátedras de
Economía Política y de Hacienda Pública de las Facultades de Derecho, en las
Escuelas de Comercio y en las Escuelas de ingenieros. No obstante, desde que en
1619 Sancho de Moncada propusiera la creación de un centro universitario en el
que se cursase Economía en el ámbito de las Ciencias Políticas, la modernización
de los estudios de Economía y la consolidación académica de nuestra disciplina
resultó un largo camino no exento de dificultades.
La cátedra de “Políticas y Económicas” en el Real Colegio Imperial de
Madrid (1625); las sociedades económicas de amigos del país, como la
Bascongada (1765) y la Matritense (1775); la cátedra de Economía Civil y
Comercio en la Aragonesa (1784); junto a la cátedra de Economía Política, en
1813, de la Sociedad Matritense de Amigos del País –modelo para el resto de
España– fueron hitos de la presencia de la Economía en las instituciones no
universitarias. Las Reales Órdenes de 26 de febrero de 1796 y de 11 de mayo de
1813, que permitían realizar estudios mercantiles y de Economía Política en los
consulados y las juntas de comercio, coadyuvaron también a aquel propósito.
Dos ejemplos de ello fueron las cátedras más conocidas de Barcelona y de
Málaga, a cargo de Eudald Jaumandreu (1814) y de Manuel María Gutiérrez
(1818), respectivamente.
Sin ánimo de exhaustividad, entre las instituciones no universitarias que
a lo largo del siglo XIX desempeñaron asimismo un papel importante en la
difusión y estudio de la Economía en Madrid caben destacar: la sección de
Ciencias Morales y Políticas del Ateneo Científico, Literario y Artístico (1835),
la Sociedad de Hacienda y Crédito Público (1841), la Sociedad Mercantil
Matritense (1844), la Sociedad Libre de Economía Política (1856), la Real
–2–
Academia de Ciencias Morales y Políticas (1857) y la Asociación para la Reforma
de los Aranceles de Aduanas (1859). Igualmente, en el primer tercio del siglo XX
se distinguieron, por su apoyo a los estudios económicos, los siguientes
organismos: la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas
(1907); el Servicio de Estudios del Banco de España (1930); y la Fundación
Nacional para Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas (1931). En
esta última institución figuraron como directores de estudios economistas de
nuestra universidad como Antonio Flores de Lemus y Agustín Viñuales2.
En todas las instituciones enumeradas de los siglos XIX y XX desempeñaron
un papel sobresaliente economistas que luego impartieron diversas materias
relacionadas con la Economía y la Hacienda Pública en diversos centros de la
Universidad Central de Madrid (ahora Universidad Complutense de Madrid).
Entre otros, miembros de la liberal escuela Economista como Laureano
Figuerola, Manuel Colmeiro, Diego Madrazo, Melchor Salvá y Segismundo
Moret; krausistas como Gumersindo Azcárate y José Manuel Piernas Hurtado;
historicistas como Antonio Flores de Lemus; y maestros de muchos economistas
de la segunda mitad del siglo XX adscritos a diversas corrientes de pensamiento,
como José María Zumalacárregui, Luis Olariaga, Pío Ballesteros, José Castañeda,
Valentín Andrés Álvarez, Manuel de Torres, Enrique Fuentes Quintana, Juan
Velarde, Luis Ángel Rojo, Pedro Schwartz, Jaime Terceiro, Julio Segura y José
Luis García Delgado, entre otros.
A pesar del papel desempeñado por todas las instituciones enumeradas, las
facultades de Derecho, junto a las Escuelas de Comercio y las de Ingeniería
(Agrónomos, Caminos e Industriales), fueron las que se encargaron
principalmente de recoger en su seno los estudios superiores de Economía
Política en el siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, hasta la creación de la
Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de Madrid.
2
Las competencias de la Junta para Ampliación de Estudios y de la Fundación Nacional para
Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas pasaron al Consejo Superior de Investigacio-
nes Científicas, fundado en 1939. Este se organizó alrededor de ocho patronatos, siendo el de
“Raimundo Lulio” el que agrupó las ciencias teológicas, filosóficas, jurídicas y económicas. De
este patronato dependió el Instituto de Economía Sancho de Moncada, creado en 1940 y cuyo
primer presidente fue José María Zumalacárregui, quien contó con la ayuda de dos de sus discí-
pulos y profesores de nuestra facultad, Manuel de Torres y José Castañeda.
–3–
En el caso de las Escuelas Técnicas Superiores de Caminos, Industriales y
Agrónomos, configuradas por el Plan Moyano (1857), los estudios de Economía
fueron imprescindibles para sus graduados en su labor profesional. Tales
enseñanzas de Economía para ingenieros fueron impartidas, ente otros, por los
profesores Gabriel Rodríguez –destacado miembro de la Escuela Economista–,
José Echegaray –ministro de Fomento y de Hacienda en varias legislaturas, y
premio Nobel de Literatura en 1904–, y Carlos de Orduña. Los dos últimos
contribuyeron a la introducción del enfoque matemático en el campo de la
Economía en España.
Y respecto a las facultades de Derecho, desde el Plan Caballero (1807) hasta
la creación de la Universidad Central de Madrid (1850), la Economía habría de
sufrir las arbitrariedades del absolutismo de Fernando VII. Tras varios intentos
reformistas en la época moderada, la Economía comenzó paulatinamente a
cumplir su papel. Fueron catedráticos de Economía Política en la Universidad
Central de Madrid, entre otros, Eusebio María del Valle (1836-1862), Santiago
Diego Madrazo (1862-1877), Melchor Salvá (1877-1895), Francisco Jiménez
y Pérez de Vargas (1895-1920), José María Olózaga (1896-1932), y Antonio
Flores de Lemus (1920-1936). Fueron a su vez catedráticos de Hacienda Pública,
Segismundo Moret (1863-1875), Fernando Mellado (1876-1882), José Manuel
Piernas Hurtado (1882-1909) y Agustín Viñuales (1933-1936). También
dieron clases en la facultad de Madrid, pero no de Economía o Hacienda
Pública, Manuel Colmeiro, Laureano Figuerola, Eustaquio Toledano, Francisco
Giner de los Ríos, Gumersindo Azcárate y Luis Olariaga3.
Aquella Universidad Central de Madrid, en los años treinta del siglo XX,
protagonizó unos “cursos especiales de estudios económicos, políticos y
administrativos”, que gozaron del favor del Ministerio de Instrucción Pública.
3
No sólo fueron importantes los profesores que impartieron asignaturas de tema económico,
sino que algunos de sus alumnos alcanzarían también relevancia. Entre ellos, merecen citarse:
Gumersindo Azcárate, Francisco Silvela, José Canalejas, Antonio Cánovas del Castillo, Anto-
nio Maura, Severino Aznar, Francisco Pi y Margall, Alejando Pidal Mon, Nicolás Salmerón,
Niceto Alcalá-Zamora, Manuel Azaña, Segismundo Moret, Gabino Bugallal, Jaime Carner,
Eduardo Dato, Andrés Mellado, Raimundo Fernández Villaverde, Joaquín Chapaprieta, Jacinto
Benavente, Benito Pérez Galdós (no se licenció), Adolfo A. Buylla, Rafael María Labra, Rafael
Altamirano, Benigno Carballo, Laureano Figuerola, Antonio Flores de Lemus, Antonio Macha-
do, Rafael Gasset, José Gallostra Frau, Ramón Serrano Suñer y José Antonio Primo de Rivera.
–4–
Sin embargo, no se convirtieron en títulos oficiales al rechazarse la fundación
de una facultad que se ocupase específicamente de los estudios económicos.
En 1932, esos cursos especiales contaron con la presencia de profesores como
Francisco Bernis (Dinero y Bancos), Ramón Carande (Historia de la Economía),
Agustín Viñuales (Hacienda Pública) y Luis Olariaga (Política monetaria). Las
asignaturas específicas de Economía que se ofrecieron en los cursos 1934-1935
y 1935-1936 fueron, entre otras, las siguientes: “Historia general de la
Economía europea a partir de la constitución de los grandes Estados nacionales
hasta finales del siglo XVIII” (Ramón Carande), “Dinero y Bancos” (Enrique
Rodríguez Mata), “Doctrinas sobre el capital e interés” ( Julio Tejero Nieves),
“Política monetaria” (Luis Olariaga), “Política Agraria” (Gabriel Franco),
“Política comercial exterior” ( Jesús Prados Arrarte), y “Matemáticas aplicadas
a la Economía e Introducción a la Economía matemática” ( José Barinaga y
Valentín Andrés Álvarez). No solo se organizaron entonces cursos especiales de
Economía, sino también seminarios como el dirigido por Luis Olariaga sobre
“El problema del cambio español desde 1928”.
Tras la Guerra Civil, la facultad de Derecho de Madrid siguió impartiendo
Economía Política y Hacienda Pública, y ha contado con un nutrido grupo
de economistas y hacendistas hasta la actualidad. No obstante, las facultades
de Económicas y Empresariales comenzaron a tener un mayor protagonismo
desde la creación de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de Madrid,
que pasó a denominarse, en 1953, Facultad de Ciencias Políticas, Económicas
y Comerciales, y que a partir de los años setenta se escindió en dos: Ciencias
Políticas y Sociología, y Ciencias Económicas y Empresariales. Esta nueva
Facultad debe mucho a la de Derecho y, en particular, a los “cursos especiales de
estudios económicos, políticos y administrativos” impartidos en los años treinta,
y a sus maestros desde los años veinte hasta la actualidad, entre los que habría que
destacar a Antonio Flores de Lemus, Luis Olariaga, José María Zumalacárregui,
José María Naharro, Agustín Viñuales, Mariano Sebastián Herrador, Vicente
Gay, Lucas Beltrán y Francisco Cabrillo.
De otra parte, como se señalara con anterioridad, las escuelas de Comercio,
como es obvio, también incluyeron en sus planes de estudios asignaturas
relacionadas con la Economía. Después de un largo proceso que comienza con
el Reglamento General de la Función Pública de 1821, que creó estas escuelas,
hasta el origen de las Escuelas de Altos Estudios Mercantiles en 1922 (Madrid,
Barcelona, Bilbao y Málaga), sus planes de estudios (1857, 1887, 1922, 1953)
–5–
incluyeron la asignatura de Economía Política. Entre los economistas que
impartieron docencia en la Escuela de Comercio de Madrid destacaron Benigno
Carballo –autor del manual Curso de Economía Política (1855-1856)–, Germán
Bernácer –relevante su labor en el Servicio de Estudios del Banco de España–,
y Emilio Figueroa Martínez –quien en 1945 se incorporó a la recién creada
Facultad de Ciencias Políticas y Económicas.
Por consiguiente, al hilo del 75º aniversario que celebramos, el 25 de mayo
de 1943, se aprobó en Consejo de Ministros el Proyecto de Ley de Ordenación
de la Universidad Española donde se enmarcaba el nacimiento de la primera
Facultad especializada en Economía, y el 29 de mayo se publicaba en el Boletín
Oficial de las Cortes Españolas, donde comenzaba su andadura. Durante
la tramitación en las Cortes, el proyecto de crear una Facultad de Ciencias
Económicas se transformó en el nacimiento de la Facultad de Ciencias Políticas
y Económicas, de manera que se creaba un centro mixto en el que la política y
la economía quedaban en un mismo plano de igualdad. El 31 de enero de 1944
fue la fecha oficial del origen de la nueva Facultad y, gracias a su primer decano,
Fernando María Castiella, se dividió al centro en dos Secciones: Ciencias
Políticas y Económicas respectivamente. Con la aprobación de los planes de
estudios, solo para el primer curso de cada Sección, se anunciaron dos fechas
clave. La primera para determinar el conjunto de los profesores encargados de
impartir la docencia, el 10 de febrero, y la segunda con el comienzo de las clases,
el 16 de febrero. La economía ortodoxa iba a dominar en la primera Facultad
española. Con una breve antelación, el 31 de octubre de 1943, se había iniciado,
en la Sección de Economía, el curso superior de Economía Política que impartió
Heinrich Von Stackelberg para adiestrar y refrescar los conocimientos del
primer claustro universitario del centro. Stackelberg fue uno de los principales
maestros encargado de la formación del profesorado, aunque pronto falleció,
en octubre de 1946. La enseñanza e investigación en Economía tenía, pues, una
larga trayectoria en España, particularmente en Madrid. De esta experiencia
se nutrió la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas en el momento de
su fundación. Así, y a modo de ejemplo, cabe destacar que, entre sus primeros
maestros, José Castañeda provenía de la Escuela de Ingenieros Industriales de
Madrid; Valentín Andrés Álvarez y Manuel de Torres, de las Facultades de
Derecho de Madrid y Valencia respectivamente; Emilio Figueroa, de la Escuela
de Comercio de Madrid; y tanto los citados José Castañeda y Valentín Andrés
Álvarez, como José Vergara Doncel, José Antonio Piera Labra, Alberto Ullastres
–6–
y Henrich F. von Stackelberg, del Instituto de Estudios Políticos. Esta última
institución, dependiente de la Junta Política de FET y de las JONS, fue creada
en 1939 como órgano de investigación y asesoramiento del Nuevo Estado, cuya
sección de Economía acogió a muchos discípulos de Antonio Flores de Lemus,
evolucionando a partir de 1942 hacia planteamientos aperturistas. Dado que
el curso comenzó muy avanzado (16 de febrero), se especificaba en una Orden
ministerial adjunta, del 29 de enero de 1944, que, “con carácter excepcional,
y solo por este año, el segundo cuatrimestre del curso académico 1943-44
equivaldrá, a los efectos de escolaridad, al primer curso completo de los estudios
de la Facultad. Y se cursarán las siguientes disciplinas en la Sección de Economía:
Matemáticas para economistas, Introducción a la Economía Política, Geografía
Económica, Introducción a la Filosofía, Instituciones de Derecho Privado”.
–7–
y privados, y serán influyentes sobre la estrategia planificadora de las políticas
públicas, y determinantes en la modernización de la economía española durante
las siguientes décadas, como se demostrará a lo largo de las páginas de este libro.
Entre los primeros maestros figuraron los nombres, como se viene apuntando,
de Manuel de Torres, José María Zumalacárregui, Heinrich F. von Stackelberg,
Valentín Andrés Álvarez y José Castañeda. Con ellos se introdujo el análisis
económico bajo el modelo de optimización de mercados y fueron los primeros
expertos que formaron a los profesores de teoría económica incorporados al
claustro universitario.
–8–
y Jaime Terceiro (Fundamentos del Análisis Económico); Gonzalo Anes, Pedro
Schwartz y Gabriel Tortella (Historia e Instituciones Económicas); Rafael
Martínez Cortiña, Manuel Varela Parache, Juan Velarde, José Luis García
Delgado, Carmela Martín, Emilio Albi, Victorio Valle, José Barea y Luis Gámir
(Economía Aplicada); Álvaro Cuervo (Organización de Empresas); José Rivero,
Pedro Rivero y José María Fernández Pirla (Contabilidad); Andrés Suárez
Suárez (Economía Financiera); así como María Ángeles Gil Luezas, Manuel
López Cachero y Ubaldo Nieto de Alba (Actuariales y Estadística). Además,
somos conscientes de las escasas mujeres catedráticas hasta la fecha en nuestra
Facultad como son: Rosa Barbolla, María Ángeles Gil Luezas, Carmela Martín,
Ana Vicente Merino, Amparo Cuadrado, Carmen Norberto, Mercedes Gracia,
Carmen Carreras, Aurelia Valiño, Laura de Pablos, María Ángeles Montoro,
Nuria Puig y Elena Huergo. La dificultad de elegir cinco grandes maestros, según
se observa, hace decantarnos por maestros fallecidos, junto a sus discípulos más
distinguidos, para poder hablar así de todos ellos.
Desde el Caserón de San Bernardo hasta el Campus de Somosaguas, pasando
por el Campus de Moncloa, a lo largo de los últimos 75 años, el número de
alumnos célebres de grado y posgrado de la Facultad de Ciencias Económicas
y Empresariales merece ser también tenido en cuenta. Sin aspiraciones de
totalidad, los ejemplos aquí expresados en la vida económica, política y social
son, a nuestro parecer, suficientemente representativos.
En el campo de la empresa, cabe citar a Isidoro Álvarez (El Corte Inglés),
José María Álvarez-Pallete (Telefónica), Jesús Ignacio Salazar Bello (Grupo SOS
Cuétara), Juan López-Belmonte y López (Laboratorios Rovi), Víctor Urrutia
Vallejo (Hidroeléctrica, Iberdrola, CUNE, Coca Cola), Santiago Eguidazu
(Grupo Alantra y Nmas1), Eduardo Santos-Ruiz (Vino Barón de Ley), José
Manuel Entrecanales Domecq (Acciona), Bruno González Barros (KNACK
MEN) y Francisco González Rodríguez (BBVA).
Dentro de la Administración Pública y la política, la relación de alumnos
relevantes es de igual forma significativa. En distintos periodos democráticos,
ministros del Gobierno de España han sido Enrique Fuentes Quintana, Juan
Antonio García Díez, Luis Gámir, Carlos Solchaga, Miguel Boyer, Luis Carlos
Croissier, Elena Salgado, Rodrigo Rato, Luis de Guindos, Miguel Sebastián,
Josep Borrell, Nadia Calviño y Alberto Garzón. Como secretarios de Estado,
deben citarse a Manuel Varela Parache, Josep Borrell y Fernando Jiménez
–9–
Latorre. En calidad de gobernadores del Banco de España aparecen los nombres
de José Ramón Álvarez-Rendueles, Mariano Rubio, Luis Ángel Rojo, Miguel
Ángel Fernández Ordóñez, Luis María Linde de Castro y Pablo Hernández de
Cos. En las instituciones de la Unión Europea han alcanzado responsabilidades
José Manuel González-Paramo (miembro del Comité Ejecutivo y del Consejo
de Gobierno del Banco Central Europeo), Luis de Guindos (vicepresidente del
Banco Central Europeo), y Josep Borrell (presidente del Parlamento Europeo
y Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política
de Seguridad). Finalmente, alumnos como Antonio Gutiérrez, Tomás Gómez
y Rita Maestre desempeñaron en el país distintas funciones de responsabilidad
sindical, parlamentaria y municipal.
En la estela de aquellos primeros profesores (Torres, Stackelberg, Vergara,
Piera Labra, Ullastres, etc.), el magisterio de la Facultad de Ciencias Económicas
y Empresariales de la Universidad Complutense de Madrid, al correr de los
años, se evidencia a la hora de alcanzar algunos ilustres alumnos un prestigioso
galardón, el Premio Rey Juan Carlos de Economía: Luis Ángel Rojo (1986), Julio
Segura (1990), Gabriel Tortella (1994), Enrique Fuentes Quintana (1998), Juan
Velarde (2002), Gonzalo Anes (2006), Pedro Schwartz (2010), Jaime Terceiro
(2012) y José Luis García Delgado (2016).
Haciendo un balance provisional, la relación de Doctores “Honoris Causa”
que la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales ha nombrado desde hace
casi cinco décadas, confirma ese doble reconocimiento entre los galardonados
y la propia institución. Jean Jacques Trillat (1974), Ramón Carande (1977),
Celso Furtado (1988), Karl Popper (1991), Marjorie Grice-Hutchinson
(1993), Richard V. Mattessich (1998), Keith Pavitt (2000), Muhammad Yunus
(2004), Halbert L. White (2008), Amartya K. Sen (2009), Edmund Valpi Knox
Fitzgerald (2014) y José Antonio Ocampo (2014) son ejemplo de ello.
En definitiva, la aventura por el saber universal y la actividad humana
en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad
Complutense de Madrid continúa.
– 10 –
LOS ORÍGENES DE LA FACULTAD DE CIENCIAS
ECONÓMICAS Y EMPRESARIALES
4
Juan Velarde Fuertes (Salas, Asturias, 1927) es Profesor Emérito de la Universidad Complu-
tense de Madrid y de la Universidad San Pablo-CEU. Académico de número de la Real Academia
de Ciencias Morales y Políticas, siendo su presidente entre 2015 y 2018. Licenciado en Ciencias
Económicas (1947) en la Primera Promoción de la Facultad de Ciencias Políticas y Económi-
cas, de la Universidad de Madrid. Consejero Emérito del Tribunal de Cuentas. Doctor Honoris
Causa por las Universidades de Oviedo, Sevilla, Comillas, Alicante, Valladolid, Francisco de Vi-
toria, UNED, Católica de Valencia y Rey Juan Carlos. Premio Príncipe de Asturias de Ciencias
Sociales (1992), Jaime I de Economía (1996), Infanta Cristina de Economía de Castilla-León
(1997), Rey Juan Carlos (2002) y Premio Internacional Menéndez Pelayo (2017). Es presidente
de la Real Sociedad Geográfica. Gran Cruz de Alfonso X el Sabio y Medalla de Oro del Trabajo.
Catedrático de Estructura Económica en la Universidad de Barcelona y de Economía Aplicada
en la Universidad Complutense. Inspector de Trabajo y Seguridad Social. Rector de la Univer-
sidad Hispanoamericana de Santa María de La Rábida (1974-1977). Desde 1978, director de
los Cursos de la Escuela de La Granda de Estudios Hispánicos, vinculada a la Universidad de
– 11 –
exponer los antecedentes que explican lo sucedido para iniciar esta actividad que
hoy, aquí, y en la realidad de centros universitarios hermanos, disgregados por
toda España, tiene un peso específico y social verdaderamente extraordinario.
Por eso, me atreveré además a señalar en segundo lugar, por qué desde aquellos
mismos momentos iniciales, nació en esta Facultad un inmediato mensaje
de cambio radical concretamente, por la serie de veteranos profesores, que se
vincularon a la nueva Facultad, en un conjunto ampliado hasta ahora, gracias
a la labor docente de multitud de mis colegas, desarrollando ampliamente un
conjunto de planteamientos sin los cuales no creo que se pudiera explicar por
qué cambió, cómo lo hizo, y de modo además radical, la economía española.
Por supuesto que los antecedentes más remotos son los derivados de la
enseñanza específica de la ciencia económica. Dejo a un lado que se había
hablado de cuestiones económicas, además incluso, de cierta importancia, en
ambientes teológicos, filosóficos o jurídicos, como los que encabezaba la famosa
Universidad de Salamanca. El cambio tuvo lugar con la aparición, en el siglo XVIII,
de la Revolución Industrial, acompañada por el inicio de la Escuela Clásica a
partir de Adam Smith y sus seguidores. Eso, en España, históricamente está
ligado a la conmoción intelectual del siglo XVIII, que dio lugar a las Reales
Sociedades Económicas de Amigos del País. Escuché al profesor Valentín Andrés
Álvarez señalar que estas se relacionaban intelectualmente con las aportaciones
de los economistas franceses fisiocráticos, e incluso que en sus planteamientos
macroeconómicos iniciales se vinculaban con mensajes francmasónicos. Y ahí,
aparte de ese ambiente, como nos señala en su importante contribución sobre el
marqués de Valle Santoro, el profesor Serrano Sanz, “la Economía política había
– 12 –
sido introducida en la enseñanza universitaria en 1807 por el llamado `plan
Caballero´, pero fue suprimida en 1817 y aunque se restauró de manera efímera
durante el Trienio, el absolutismo se encargó de hacerla desaparecer al comienzo
de la década ominosa. Hasta 1836 no se establecería de forma definitiva, pero
para entonces el marqués había muerto”. Existían también cátedras de Economía
Política en el mundo de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País,
como nos señala, en relación con la prioridad de la Real Sociedad Aragonesa,
Salvador Almenar. La cátedra de Economía en la Universidad se ampliaría con
la de Hacienda Pública, con posibilidad de otro complemento, en el reinado de
Isabel II, por la aparición de las Escuelas de Ingenieros. Así nació otro ámbito
muy importante, porque la preparación matemática exigida para ingresar, por
ejemplo, en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, y después,
para permanecer en ella, permitió que se formasen economistas tan importantes,
como los causantes de políticas totalmente revolucionarias como la defendida
por los causantes de la Revolución del 68. Pero hay que confesar que este conjunto
de economistas era entonces muy débil. En el ambiente español no había
mucho más, desde un punto de vista importante hasta avanzado el siglo XIX.
Basta citar el trabajo de Ernest Lluch, Estudio de la especial influencia en el
pensamiento económico español del Siglo XIX del grupo Chez Guillaumin o
Escuela optimista francesa. España y los economistas españoles a través del “Journal
des Economistes” (1849-1914) que, por cierto, enlaza algo con otra obra del
llorado profesor Lluch en 1972, titulada El pensament económic a Catalunya
(1760-1840). Els origins ideologics del proteccionisme i la presa de consciencia de
la burgesia catalana.
Y todo esto se encuentra ligado, no solo con los doceañistas, sino también
con la Orden de la Francmasonería y con las Sociedades Económicas de Amigos
del País, que entraron en decadencia y que se articulaban políticamente en el
partido progresista, en el partido demócrata y en los iniciales planteamientos
republicanos. Las Sociedades Económicas, muy en especial la de Madrid y el
partido demócrata, pasaron a tener lazos muy fuertes con el Ateneo Científico
y Literario de Madrid. Hay que rechazar que otra tendencia, la del krausismo,
como se difundió por ciertos medios eclesiásticos, tuviera una íntima vinculación
con la masonería. Efectivamente, Krause se había iniciado como francmasón,
pero rompió ruidosamente con esa Orden.
Y todo eso, precisamente desde el krausismo, se relaciona con el Círculo
Filosófico de la calle Cañizares, también con el Fomento de las Artes, donde
– 13 –
se encontraban raíces del anarquismo español y, seguramente, del socialismo.
No se puede olvidar que Pablo Iglesias Posse sigue, en 1869, las clases que en
la Universidad Central se ofrecieron para libreros y cajistas. Pero, otro camino,
fue el de la Sociedad Libre de Economía Política, de donde se derivaría, tras los
debates en la Bolsa de Madrid, la Sociedad para la Reforma de Aranceles.
De ahí proceden enlaces, reuniones, debates, conferencias, en el Centro de
Instrucción Comercial y en el Círculo de la Unión Mercantil, lo cual, enlazando
con krausistas, sirvió para crear la célebre Asociación para la Enseñanza de
la Mujer, íntimamente unida a la Institución Libre de Enseñanza y, por las
consecuencias que tuvo en relación con el separatismo cubano en 1898, se deben
ligar sus intereses económicos, de raíz krausista y librecambista, con la Sociedad
Abolicionista Española.
He señalado, en otra ocasión, que en este magma crecerían ideas económicas
que, desde los ámbitos universitarios, encabezan los de Madrid, pero también
fueron importantes los de la Universidad de Oviedo. Así se generó un cambio
radical en el talante científico de nuestros economistas a partir de 1898. Fue el
momento, a mi juicio, en que del krausismo se desprendió la Institución Libre
de Enseñanza, y a partir de ese momento, surgieron tres principales economistas.
Uno fue Flores de Lemus; otro, Francisco Bernis, que dedicó su obra fundamental,
La Hacienda Española, a Francisco Giner de los Ríos; y Unamuno aconsejó a
Zumalacárregui que estudiase simultáneamente economía y matemáticas.
Pero esto cambia radicalmente al llegar el siglo XX. En 1903, Zumalacárregui
gana la cátedra de Economía Política y Hacienda Pública de la Universidad de
Santiago de Compostela; en 1904, Flores de Lemus gana la misma cátedra en
la Universidad de Barcelona; en 1906 Bernis se convierte en catedrático de esta
asignatura en la Universidad de Salamanca, aparte de enlazar fuertemente con
Francis Ysidro Edgeworth. Bernis no tuvo discípulos, pero los de Flores de Lemus
y los de Zumalacárregui –dejo a un lado en este momento el enfrentamiento
científico e intelectual que tuvieron ambos maestros– van a constituir la base
esencial formativa de los profesores que pasarán a enseñar en la Facultad de
Ciencias Políticas y Económicas. Por cierto que ambos economistas, a mi juicio,
mantuvieron en España la batalla del método, pero sus discípulos acabaron
superándola con claridad en 1944.
Respecto a la batalla de método, la planteo porque Zumalacárregui, al enlazar
con la Escuela de Lausana y orientarse precisamente, por el referido amparo de
– 14 –
Unamuno hacia el mundo derivado de clásicos y neoclásicos, provocó siempre en
sus enseñanzas la difusión del método deductivo; en cambio, Flores de Lemus,
se había formado esencialmente en Alemania, y se había orientado hacia el
ámbito de los debates sobre la cuestión impositiva y otras materias relacionadas
con la historia de la Hacienda, y se preguntaría sistemáticamente por qué había
sucedido lo que estaba presente. Además, su preparación matemática no era
especialmente fuerte. Tendrá, en más de una de sus aportaciones –recordemos,
por ejemplo, su artículo Sobre una dirección fundamental de la producción rural
española–, un vínculo con claridad con el método inductivo. La formación
en Alemania, repito, fue para él fundamental, e incluso eso va a mantenerse
en su famoso Dictamen sobre el patrón oro. Queda esto muy claro en lo que
sobre Flores de Lemus se escribió por sus discípulos Gabriel Franco y Ramón
Carande, quienes señalan esta relación de maestros: Wagner, Schmoller, Lexis,
F.J. Neumann, Schönberg, Sering, Naudé, Bortkiewicz y Ballod, lo que le hace
enlazar con estadísticos, por lo que se unió también, como recoge su discípulo
Vergara Doncel, a tener un “espíritu independiente y cáustico, que ciertamente
jamás se preocupó en rectificar y mucho mal le causaría en los postreros años
de su vida”.
Por su lado, Zumalacárregui, vinculado por una parte con el empleo de
modelos microeconómicos matemáticos, estaba, por otro lado, políticamente
relacionado con el mundo del pensamiento católico, mientras observaba el
hundimiento del historicismo, y por ello trabaja en un ámbito, que explica en
parte el talante posterior de sus discípulos, como es el caso del profesor Torres,
al que recogió después de haberlo rechazado Flores de Lemus, por motivos de
rivalidad familiar, y en el caso de José Castañeda, porque sus conocimientos
matemáticos, iniciados en una academia de preparación para el ingreso en la
Escuela de Ingenieros Industriales de Madrid, le convirtió, tras su titulación con
el número 1 como ingeniero, en discípulo de Flores de Lemus. Estos debates, del
todo lógicos, se prolongaron en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas
en cierto grado; pues entre Torres y Castañeda palpitaba también una cierta
batalla del método, pero muy suavizada.
Habían surgido simultáneamente, otros centros dispares, pero que tuvieron
un impacto forzoso en el mundo intelectual. Al desarrollarse este de nuevo con
fuerza tras la Guerra Civil, y desde luego con la aparición de serios problemas,
nacieron novedades que tuvieron un peso que no se puede ignorar. Uno fue el
derivado de las Escuelas de Comercio, en donde van a surgir los primeros intentos
– 15 –
de puntualización en torno a uno de los grandes maestros de la economía,
Keynes. La figura de Germán Bernácer, y sus puntualizaciones, no se pueden
olvidar, pero aparte de alguna recepción de las aportaciones de este en la revista
Anales de Economía, esencialmente controlada por Zumalacárregui y Manuel de
Torres, no había suscitado atención especial hasta que surgió el famoso artículo
de D.H. Robertson en Economica, febrero de 1941, A Spanish Contribution to
the Theory of Fluctuations que provocó, una vez probada así la originalidad del
pensamiento de Bernácer, la aparición de dos artículos suyos: uno titulado La
Teoría Monetaria y la Ecuación del Mercado –en Anales de Economía, mayo de
1941–, y otra, con prácticamente el mismo contenido, en El Trimestre Económico
también en 1941. Este enlace, ofrecido por Robertson, se había debido a un
acontecimiento de casualidad, que me explicó personalmente Josué Sáenz.
Pero existía también otro núcleo previo a la aparición de la Facultad de
Ciencias Políticas y Económicas. Era la de Luis Olariaga, hijo de un confitero
de Vitoria, quien inició sus estudios de Economía en la Escuela de Comercio
de esa localidad. Los amplió al alcanzar un puesto en un banco local y de ahí
pasó a trabajar en la sucursal londinense del Credit-Lyonnais, ciudad donde
se encontró con su paisano Ramiro de Maeztu. Este, por un lado, le puso en
contacto progresivamente con un extraordinario grupo de grandes economistas
británicos. Uno de ellos sería Keynes, y por otro, en Madrid, con Ortega y Gasset.
Se amplió este enlace y Olariaga se convirtió en catedrático en la Facultad de
Derecho de la Universidad de Madrid y desde luego también en un gran maestro
en cuestiones monetarias y bancarias y muy crítico de lo que sucedía en España
en este terreno. Por supuesto, fue uno de los maestros que habían surgido,
pero ajenos, como Bernácer, a las grandes corrientes de Flores de Lemus y
Zumalacárregui. Hoy en día, gracias al profesor Villacís, hemos podido conocer
la biografía y la ascendencia de Bernácer, hijo de un pequeño comerciante de una
calle de Alicante, y con una personalidad extraordinariamente independiente,
que concluyó, en lo pedagógico, como catedrático en la Escuela Superior
de Comercio de Madrid, otra de las raíces de la actual Facultad de Ciencias
Económicas y Empresariales. Pero, en el ámbito universitario, no es posible
entender la aparición de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas en 1943,
sin tener presente sus enlaces con la Facultad de Derecho, aunque antes de aludir
a ello, creo que es obligado señalar el papel creciente que tuvo también en esa
creación el Banco de España, como consecuencia del papel que pasó a desempeñar
en un problema que apasionó al mundo político y económico español, cuestión
– 16 –
derivada de la caída del cambio de la peseta respecto, como indicador, a la libra
esterlina, fenómeno ligado tanto a la Gran Depresión de 1930, como al cambio
de régimen político, tras la caída de la Dictadura de Primo de Rivera y un año
después, con la llegada de la II República. Tres personalidades –con los citados
problemas presentes–, estuvieron entonces ligadas a la aparición por ello del
Servicio de Estudios del Banco de España: Flores de Lemus, Olariaga y Olegario
Fernández Baños.
Surgió entonces la idea de crear una Facultad de Ciencias Económicas, que
también existió en la etapa final de la II República. Gracias a la aportación de José
Manuel Pérez-Prendes, titulada “Crónica Histórica de la Facultad de Derecho
de la Universidad Complutense de Madrid”, publicada en el nº 98 de la Revista
de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, donde se
señala que Flores de Lemus se opuso a esta creación. Esto queda probado en las
Actas de la Junta de la Facultad que se reproducen en las páginas 95-101, donde
se lee este texto concreto: “La Junta de la Facultad de Derecho de la Universidad
Central, honrada por la superioridad con el encargo de informar el anteproyecto
de (¿decreto?) de creación de una Facultad de Economía, ha acordado, en primer
término, expresar su gratitud al Excmo. Sr. Ministro de Instrucción Pública,
(acababa de serlo Marcelino Domingo) por la señalada consideración de que
hace respecto a la expresada consulta”, pero se añade que la Junta se opone a
ello, tras la postura de Flores de Lemus, lo cual coincide con otras decisiones
suyas que se habían manifestado en otro momento. La Junta, por unanimidad,
se adhirió a esta tesis, y entre los asistentes se encontraba Olariaga. Se añadía que
si insistía el Ministerio en esa creación, el planteamiento de las asignaturas tenía
que ser absolutamente dispar al propuesto.
Existían otros precedentes. En primer lugar no se puede olvidar un consejo
dado por Keynes en el año de 1930. Con ocasión de su venida a Madrid, y
precisamente en pleno planteamiento de la cuestión del cambio de la peseta,
Keynes indicó de qué modo era preciso no buscar, cuando se estaba derrumbando
la economía mundial, un incremento del tipo de cambio de nuestra moneda. Su
devaluación facilitaba el sostenimiento del auge logrado durante la Dictadura
de Primo de Rivera. Naturalmente no se podía abandonar la caída de la peseta
de manera ilimitada. Pero, indicaba Keynes que las reservas considerables de
oro que existían en el Banco de España, garantizaban, con su posible salida a
los mercados financieros, que tal derrumbamiento no se originase. También
indicaba que el oro del Banco de España no era un cuadro del Museo del
– 17 –
Prado, que nunca debería salir al extranjero; era, el oro, un simple instrumento
adecuado, sin más. La reacción fue verdaderamente pintoresca en multitud
de medios políticos –uno, por ejemplo, fue el órgano periodístico del conde
de Romanones–, y también por parte de la prensa financiera; en todos estos
medios, incluso se llegó a sostener que había aparecido, en la persona de Keynes,
otro pirata británico que nos quería robar nuestro oro. Indudablemente Keynes
pasó a reaccionar, y en sus declaraciones a Olariaga que se publicaron en El Sol,
cuando el economista español le preguntó qué medida sería la más adecuada
para mejorar la coyuntura española, respondió que la creación de un centro
universitario de Ciencias Económicas de la mayor calidad posible, para que así
se divulgasen en la sociedad noticias adecuadas, para en un ámbito democrático,
orientar adecuadamente la política económica.
Es necesario, asimismo, señalar que Zumalacárregui en Valencia, en el acto
de inauguración del curso académico, había defendido y también puntualizado
su contenido, la creación de una Facultad de Economía. Y, tras llegar la Guerra
Civil, Ernest Lluch nos ha expuesto con mucha amplitud, la creación, también
en Valencia, en la zona republicana, de una Facultad de Ciencias Económicas. Y
no puede ignorarse el intento unido a los nuevos proyectos de autonomía creados
en el ámbito de la II República para Cataluña, de una Facultad de Derecho y
Economía conjuntamente en la Universidad Autónoma de Barcelona, proyecto
que la Revolución de 1934, y las medidas adoptadas, en multitud de aspectos del
sector público de Cataluña, liquidaron.
Tampoco podemos olvidar la creación de la Universidad Comercial de
Deusto, que estaba ligada al planteamiento, por una parte, del cambio que
Sota había dado al mundo del nacionalismo vasco, apartándolo del ruralismo
pretendido por Sabino Arana. Sota, un alto empresario capitalista, intentó con
este centro, crear un mundo empresarial radicalmente vasco, simultáneamente
con su impulso, por lo que se refiere a la parte obrera, de un sindicalismo vasco
y también católico. La Universidad Comercial de Deusto se vinculó, desde su
nacimiento, a la Compañía de Jesús, y allí pasaron a desarrollarse cursos de
una pretendida licenciatura en Ciencias Económicas, ajenos totalmente a la
enseñanza oficial. Se había restablecido esta Universidad, una vez reincorporada
a España la Compañía de Jesús, que había sido expulsada por la II República.
Existió otra realidad que conviene tener en cuenta. La pugna entre Flores
de Lemus y Zumalacárregui desgraciadamente concluyó, tras una lamentable
– 18 –
peripecia sufrida por Flores de Lemus, que yo he expuesto ampliamente,
desposeyéndole de la Cátedra de Madrid, y otorgándosela a Zumalacárregui,
quien también por su vinculación política con el Ministro Ibáñez Martín, había
pasado a ser el presidente del Instituto de Economía “Sancho de Moncada” del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y por otro lado, fue nombrado,
presidente del Consejo Nacional de Economía. Daba la impresión de que su
proyecto de creación de una Facultad de Economía iba a seguir adelante.
Pero sucedió otra cosa. La vuelta de Flores de Lemus reunió, en torno suyo, a
los discípulos que no se habían exiliado, y que incluso algunos, habían tenido
puestos importantes en la zona nacional. Y esto coincidió con la creación del
Instituto de Estudios Políticos. García Valdecasas había propuesto, en una visita
a Franco, la creación, de este centro, cuando Franco le pregunto qué medida más
importante tendría que llevarse a cabo en España tras el cataclismo, que había
supuesto en todos los sentidos la Guerra Civil. García Valdecasas le señaló que
cuando Francia se había encontrado en una situación parecida, tras multitud de
trastornos políticos que culminarían con la pérdida de la guerra con Alemania
en 1870, el presidente de la República Francesa había decidido crear un Centro
de Estudios Políticos, al que se convocarían, para orientar de modo continuo y
gracias a cursos, dictámenes, orientaciones múltiples, a los políticos, y también
al conjunto de los franceses. Franco le pidió a García Valdecasas que le enviase
un proyecto, y este me dijo que había considerado que tal documento suyo no
iba a tener ninguna trascendencia. Por eso se asombró cuando Serrano-Suñer le
llamó para decirle que el jefe del Estado le había indicado que García Valdecasas
debería poner en marcha ese proyecto, pero que discrepaba de la idea de este, en
el sentido de que las personas convocadas, en el caso entonces de España, fuesen
todas las que en ese momento permaneciesen en ella, sin exiliarse, y cualquiera que
hubiera sido la significación política anterior. La polémica surgió de inmediato,
y Serrano Suñer solo logró que, sobre el papel, el Instituto de Estudios Políticos
dependiese de la Junta Política de FET de las JONS. Nombrado director García
Valdecasas, llamó para constituir la Sección de Economía a los discípulos de
Flores de Lemus que se encontraban en España. La relación fue esta: Ramón
Carande, Valentín Andrés Álvarez, José Castañeda, Miguel Paredes, Alberto
Ullastres, José Vergara Doncel, José Antonio Piera y José María Naharro. La
dirección se ofreció a Carande, pero este renunció, como consecuencia e indicio
de los conflictos políticos que continuamente habían surgido en torno a su
persona, en la etapa final de la Monarquía, en la de la II República, y también,
– 19 –
en aquellos momentos, y que había decidido quedarse en su cátedra de la
Universidad de Sevilla y dedicarse a la investigación de la Historia Económica
Española.
La Dirección de la Sección de Economía pasó a Vergara Doncel.
Inmediatamente surgieron trabajos de estos economistas, publicados primero,
en la Revista de Estudios Políticos y después, en la Revista de Economía Política.
Además de estas aportaciones, en el Instituto se pasaron a desarrollar ciclos de
conferencias y con becarios, cursillos. Era una herencia incuestionable de Flores
de Lemus, que ya había fallecido. Y simultáneamente, Zumalacárregui había
situado en Madrid a Román Perpiñá Grau, y a Manuel de Torres, y tomado
contacto con Emilio de Figueroa, quien tenía antecedentes docentes en Escuelas
de Comercio; también se vinculó con Higinio Paris Eguilaz.
Coincidió todo esto con la puesta en marcha de una nueva organización de
la Universidad española, planteada en el Proyecto de Ley de Ordenación de la
Universidad Española. En el dictamen de la Comisión de las Cortes Españolas,
donde se tenía que aprobar el texto final, hubo polémicas. El Anteproyecto de
Ley había sido obra de Luis Ortiz Muñoz. En los debates sobre él existió, según
una serie de documentos que me facilitó Eduardo del Río, la noticia de un
despacho de Ibáñez Martín con el jefe del Estado que tuvo una consecuencia.
En aquellos momentos, había surgido una epidemia que afectaba a la ganadería,
y por eso se había decidido crear una Facultad de Veterinaria. Se plantea la duda
de si en el primer borrador del anteproyecto se encontraba ya una Facultad de
Ciencias Económicas. Y que en concreto esta se frenase para que se mantuviese
la tesis de que no deberían aparecer más Facultades que las que había
entonces. Carlos Rodríguez de Valcárcel, procurador que estaba dentro de esas
negociaciones, le dijo a Eduardo del Río, miembro de la primera promoción de
los licenciados en Ciencias Económicas, que tenían que estar muy agradecidos
a los veterinarios, porque gracias a que fueron admitidas sus aspiraciones, se
abrió la puerta a la ampliación del número de Facultades, y se pasó a considerar
positivamente la de Ciencias Económicas. En el Anteproyecto de Ley que se
envió a las Cortes, parece que ya figuraba la Facultad de Ciencias Económicas,
pero en la Comisión, como consecuencia de las polémicas promovidas por una
serie de procuradores, se decidió que la Facultad fuese de Ciencias Políticas y
Económicas, con una sola licenciatura. Esa fue la denominación que pasó a
tener, y que aparece en la Orden Ministerial de Educación Nacional de 7 de
septiembre de 1943, lo cual motivó que Zumalacárregui y Olariaga señalasen
– 20 –
que se apartaban de esa Facultad. Zumalacárregui renunció, por eso, al no
ser exclusivamente una Facultad de Economía, al ofrecimiento que se le
había hecho por Ibáñez Martin, de que fuese su decano. Al parecer, Franco
señaló, ante el fracaso posible de otro encargo: “¿Y no han pensado ustedes
en Castiella?” Este era entonces el director del Instituto de Estudios Políticos.
Parece que había fracasado también una gestión sobre un catedrático de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid. Existen dudas sobre si
se había solicitado que aceptase el decanato, Gascón y Marín, o Antonio de
Luna, o Joaquín Garrigues. Y Castiella para aceptar puso una condición, lo que
significa, evidentemente, que tuvo en cuenta la opinión de los miembros de la
Sección de Economía del Instituto de Estudios Políticos, o sea, los discípulos
de Flores de Lemus. Exactamente Castiella le dijo a Eduardo del Río que, para
aceptar ser decano, había exigido que se dividiese la Facultad en dos secciones
independientes, una de Ciencias Políticas y otra de Ciencias Económicas; por
eso se abriría otro plazo de matrícula para escoger los alumnos la Sección que
prefiriesen, con la posibilidad de devolver los derechos abonados a los que ya se
habían matriculado para ser conjuntamente licenciado en Ciencias Políticas y
Económicas. Fue aceptada su propuesta y precisamente solicitó de Eduardo del
Río, que había sido nombrado delegado del SEU en ella, que se encargase de
montar un equipo taquigráfico para recoger las explicaciones que se iban a dar
y así, eliminar el problema de una posible de falta de textos.
Castiella designó como iniciales profesores de la Sección de Ciencias
Económicas, a Luis Sancho Seral para la asignatura de Instituciones de Derecho
Privado; uno de sus ayudantes, que recogería sus explicaciones conjuntamente
con él, fue Plutarco Marsá Vancells, íntimamente relacionado en muchos sentidos
con la Institución Libre de Enseñanza. También se nombró profesor a Olegario
Fernández Baños para el curso de Matemáticas para Economistas; a Valentín
Andrés Álvarez, para Introducción a la Teoría Económica; para Geografía
Económica, a José Miguel Ruiz Morales, número uno de su promoción, para
el ingreso en el Cuerpo Diplomático, hombre de confianza de Castiella, y con
una formación universitaria efectuada fuera de España, y orientada, por motivos
familiares, de acuerdo con instrucciones tradicionales de la Institución Libre
de Enseñanza; para Introducción a la Filosofía, se llamó a Juan Zaragüeta,
un sacerdote académico numérico de la Real Academia de Ciencias Morales
y Políticas, donde había ingresado en 1920. El secretario de la Facultad fue
Segismundo Royo-Villanova, catedrático de Derecho Administrativo; y su
– 21 –
primer vicedecano, pasó a ser Valentín Andrés Álvarez, quien era catedrático
de Economía Política en la Universidad de Oviedo y, por supuesto, uno de los
discípulos de Flores de Lemus.
En la primera reunión de la Junta de Facultad, aparte de nombrar para la
Secretaría Administrativa de la Facultad a una joven funcionaria del Ministerio
de Educación Nacional, Leonor Meléndez, que se convertiría en pieza clave de la
vida diaria de la misma, Castiella señaló que sin perjuicio de la absoluta libertad de
cada profesor para preparar y desarrollar del modo que estimara más conveniente
la suya, convendría volver sobre algo que ya había hablado con cada uno de
ellos: la consideración de las materias del primer curso como fundamentales en
la formación de los alumnos, tanto las instrumentales como las básicas y que las
asignaturas de Ciencias Económicas deberían ser algo así como inicios y pilares
para, en años sucesivos, concluir construyendo el edificio. En el curso que se iba
a estrenar, se pretendería que los alumnos se familiarizasen con la terminología
de la ciencia económica adquiriendo unas ideas y conceptos fundamentales y
dispusieran ya de ciertos datos esenciales. Todo ello para ser ampliado y completado
a partir del segundo año de carrera. Sobre todo esto, la discusión y puntualización
fue considerable, por lo que esa Junta de Facultad se desarrolló durante dos
largas tardes consecutivas en lo que pasó a ser el primer local del Decanato, en el
denominado Pabellón Valdecilla del Edificio de la Universidad.
Ante la magnitud considerable de los matriculados, pasaban del millar, se
planteó el problema de cómo disponer de aulas enormes, y como muchos de los
matriculados formaban ya parte de la población activa, se acordó que las clases
serían por la tarde.
Al comienzo el aula pasó a ser, para la Sección de Ciencias Económicas,
nada menos que el Paraninfo de la Universidad. El público llenó este salón, e
incluso tuvo que permanecer parte de él en pie, llegando el alumnado entonces
hasta las puertas que dan a la calle ancha de San Bernardo. La lección inaugural
la pronunció José Miguel Ruiz Morales. La prensa del día siguiente destacó
muchísimo el acontecimiento.
Y no puedo concluir solo ahí, porque en octubre de 1943, tuvo lugar la
llegada a España de Stackelberg, quien se asentó definitivamente en Madrid, en
la primavera de 1944, acompañado de su secretaria, Brigitte Canaris, que era
esposa de Joachim Canaris, sobrino del Jefe de la Abwehr, almirante Wilhelm
Canaris. Con Stackelberg llegaba la vinculación a la nueva facultad, gracias a
– 22 –
la invitación previa que había tenido Stackelberg para incorporarse al Instituto
de Estudios Políticos, de uno de los mejores expertos de aquel momento,
a parte de sus enlaces con Eucken y el planteamiento del desarrollo de una
política económica adecuada para Alemania tras la desaparición de Hitler.
Tuve la satisfacción de haber asistido a sus clases, y observado la admiración que
tenía por José Luis Sampedro, quizá como consecuencia de que este estaba ya
traduciendo el libro de Joan Robinson sobre la competencia imperfecta, terreno
en el que Stackelberg era también un gran maestro. En las clases de Stackelberg
que enlazaba perfectamente con las de Valentín Andrés Álvarez, y en cierto
sentido con las futuras de Perpiñá y Olariaga, pasó a exponer la necesidad de
aceptar la economía libre de mercado. Todo esto tuvo consecuencias políticas
extraordinarias hasta estos momentos. Y desde el punto de vista sentimental,
¿qué creo nos quedó para siempre a los miembros de aquella primera promoción
que se sentaba a partir de 1944 en el Paraninfo de la Universidad? Pues por
ejemplo, la admiración a aquel valiente profesor Santiago Montero Díaz después
de su conferencia En Presencia de la muerte que habíamos oído en el Paraninfo,
sobrecogidos por su talla de maestro universitario. Y las clases de mayo y junio,
como un fondo de canto de salmos, que penetraban por las ventanas abiertas y
que se producían en la Iglesia protestante Evangélica de la calle Noviciado. Y las
horas pasadas en las diversas bibliotecas del viejo edificio. También los grafiti
de los urinarios y de las mesas de madera –hechos a navaja– donde se llegaba en
ocasiones no ya a aludir a los problemas universitarios de la II República sino a
los de la Dictadura de Primo de Rivera. Unas huelgas universitarias enfrentaron
más de una vez la línea oficial de entonces, franqueada por militantes de Acción
Católica frente a los rebeldes falangistas dirigidos por Francisco Torras y por
Gerardo de la Puente; las visitas a las librerías de viejo de los alrededores.
Algunas clases oscuramente rechazadas y sustituidas por sesiones en el Cinema X
y en el Dos de Mayo; las clases entusiásticamente recibidas cuando notábamos
que ante nosotros estaba un gran maestro; el fin del anuncio por Olegario
Fernández Baños, de que suspendía el curso que daba de Estadística durante un
breve periodo de tiempo porque iba a sufrir una operación sencilla y, a los pocos
días, nos enteramos que había muerto, espontáneamente fuimos al entierro.
Nos parecía que algo muy nuestro, muy entrañable, había desaparecido de la
Facultad. Después vinieron otros recuerdos: la desaparición de Zumalacárregui
y también la del profesor Zaragüeta, que previamente había rezado por el
anterior muerto un Padre Nuestro en clase. Y algo después, cuando los antiguos
– 23 –
alumnos de Manuel de Torres, marcharon a acompañar sus restos al cementerio
de Almoradí; el impacto enorme que nos causó la tragedia del gran sociólogo
Arboleya…
Al cabo de setenta y cinco años espero que alguno de nuestros alumnos
actuales abrirá un libro sobre un destacado maestro internacional de la economía,
o una revista científica seria de esta ciencia, y observará también en ella que en
los textos surgen nombres españoles. Ya ha desaparecido la autarquía, también
la científica, de hace setenta y cinco años. Esa será la garantía de que lo iniciado
en 1944 mereció la pena.
BIBLIOGRAFÍA
BARTOLOMÉ MAS, A. (1948). La reforma de la Carrera de Comercio, la
Facultad de Ciencias Políticas y Económicas: antecedentes históricos y realidades
actuales. Madrid: Sindicato Español Universitario.
FUENTES QUINTANA, E. (ed.) (1999). “Introducción”. En FUENTES
QUINTANA, E. (ed.) (1999), Economía y economistas españoles, t. 1,
Barcelona: FUNCAS-Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores.
FUENTES QUINTANA, E. (ed.) (2002). “Introducción”. En FUENTES
QUINTANA, E. (ed.) (2002), Economía y economistas españoles, t. 7,
Barcelona: FUNCAS-Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores.
GARCÍA MONTALVO, J. y PÉREZ GARCÍA, F. (2002). “Las enseñanzas de
la economía en España: formación analítica y conocimiento experimental”.
En FUENTES QUINTANA, E. (ed.) (2002), Economía y economistas
españoles, t. 7, Barcelona: FUNCAS-Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores.
INFORMES SOBRE LA CREACIÓN DE UNA FACULTAD DE
ECONOMÍA (1931). “Las Facultades de Economía. Revista Nacional de
Economía”, sep-oct: 375-389.
MAROTO, J. A., y MELLE, M. (2002). “Los economistas en España: estudios
y titulaciones”. En FUENTES QUINTANA, E. (ed.) (2002), Economía y
economistas españoles, t. 7, Barcelona: FUNCAS-Galaxia Gutenberg-Círculo
de Lectores.
PERDICES DE BLAS, L. (2007). “Las enseñanzas de Economía Política y
Hacienda Pública en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de
– 24 –
Madrid (1836-1936)”. Miscel.lània Ernest Lluch i Martín, II. Barcelona:
Fundación Ernest Lluch.
PRADOS ARRARTE, J. (1983). “Los primeros pasos de la Facultad de Ciencias
Económicas”. Economistas, 2: 11.
SÁNCHEZ LISSEN, R. (2002). “Los tres primeros catedráticos de teoría
económica de la universidad española”. En FUENTES QUINTANA, E.
(ed.) (2002), Economía y economistas españoles, t. 7, Barcelona: FUNCAS-
Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores.
SUÁREZ, A. (1983). “Los estudios de Economía en la Universidad española”.
Economistas, 25: 16-24.
VELARDE FUERTES, J. (1969). “Presentación al número monográfico
sobre la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales: XXV
aniversario”. Anales de Economía, 3a época, 1-4: 5-35.
VELARDE FUERTES, J. (1974). Introducción a la historia del pensamiento
económico español en el siglo XX. Madrid: Editora Nacional.
VELARDE FUERTES, J. (1983). “Historia de los precursores de los estudios
de Ciencias Económicas en España”. Economistas, 2:12-15.
VELARDE FUERTES, J. (1989)”. La vieja generación de economistas y la actual
realidad económica española. Discurso correspondiente a la solemne apertura
del Curso Académico 1989-1990. Madrid: Universidad Complutense.
VELARDE FUERTES, J. (1990). Economistas españoles contemporáneos:
primeros maestros. Madrid: Espasa Calpe.
VELARDE FUERTES, J. (2001). “Los estudios superiores de economía de
1857 a 1936”. En FUENTES QUINTANA, E. (ed.) (2001), Economía y
economistas españoles, t. 6, Barcelona: FUNCAS-Galaxia Gutenberg-Círculo
de Lectores.
VV. AA. (1996). Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, 50 años
después, 1944-1994. Madrid: Editora Mundial.
ZUMALACÁRREGUI, J. M. (1953-1955) [1933]. “La Facultad de Ciencias
Económicas y el sentido de la Universidad”. Anales de Economía, 49-60:157-171.
– 25 –
Retrato del decano José Castañeda Chornet
– 26 –
JOSÉ CASTAÑEDA (1900-1987): MAESTRO, DECANO Y
MODERNIZADOR DE LA TEORÍA ECONÓMICA
Julio Segura5,6
5,6
Julio Segura (Madrid, 1943) es Profesor Emérito de Análisis Económico de la Universidad
Complutense de Madrid y Académico de número de la Real Academia de Ciencias Morales y
Políticas. Doctor Honoris Causa por la Universidad de Oviedo y la Universidad Internacional
Menéndez Pelayo. Premio del Instituto de Estudios Fiscales (1976) y Premio Rey Juan Carlos
de Economía (1990). Consejero del Banco de España (1990-2006). Gran Cruz del Mérito a la
Economía, Consejo de Economistas de España (2016). Fue presidente de la Comisión Nacio-
nal del Mercado de Valores (2007-2012). Catedrático de Teoría Económica de la Universidad
Complutense de Madrid. Estadístico Facultativo del Estado (1966). Entre otras funciones, ha
sido subdirector de Estudios y Análisis Económicos del INE (1970-1971), director del Progra-
ma de Investigaciones Económicas de la Fundación Empresa Pública (1974-1995), director de
la revista Investigaciones Económicas (1976-1992), patrono del Centro de Estudios Monetarios
y Financieros, CEMFI (1991- ), experto asesor de la Célula de Prospectiva de la Comisión de
la CEE (1991-1994), y miembro del International Advisory Board de REPSOL (1993-1998).
Autor de más de un centenar de publicaciones científicas en las áreas de economía del bienes-
tar, economía industrial, economía laboral, regulación económica y financiera y economía de la
salud. Entre su obra cabe señalar Función de producción, macrodistribución y desarrollo (1969),
Elementos de Economía Política pura o teoría de la riqueza social, de León Walras (edición espa-
ñola anotada y comentada, 1987), La industria española y la competitividad (1992), Teoría de
– 27 –
un inigualable huerto de naranjos en Rafelguaraf, ambos en Valencia. El huerto
era propiedad de su tía Concha Castañeda y lo acabaría heredando junto con su
hermano. Sobre el huerto hay una anécdota que a la familia le gusta recordar:
la gran sorpresa que se llevó un perito contratado para calcular la capacidad
del canal principal de la finca cuando el joven Castañeda, provisto de una cinta
métrica, un reloj y una pequeña naranja todavía verde para que nadara entre dos
aguas, calculó dicha capacidad con exactitud. Aprendió de niño el valenciano
pero, salvo en contadas ocasiones, nunca lo quiso hablar con el argumento
de que era imposible el uso correcto de ambas lenguas sin cometer frecuentes
errores. Desde pequeño demostró una gran dedicación al estudio, y en 1915
obtuvo el título de Bachiller por el Instituto de Valencia con el Primer Premio
Extraordinario por la Sección de Ciencias.
Deseaba estudiar ingeniería industrial, pero sus padres prefirieron que
no abandonara con 15 años Valencia y fuera a un lejano Madrid, por lo que
realizó sus primeros estudios universitarios de Derecho en la ciudad del Turia,
obteniendo en 1920 la correspondiente licenciatura con Premio Extraordinario.
Allí conoció a quien sería una de las dos influencias fundamentales76en su
carrera académica: José María Zumalacárregui8,7 catedrático de Economía
– 28 –
Política de la Facultad de Derecho en la Universidad Literaria de Valencia,
director de su Departamento de Economía y Hacienda Pública, quien le aconsejó
cursar los estudios de ingeniería industrial como paso previo a su dedicación a la
economía y con quien volvería a coincidir en la década de los años 40 del pasado
siglo en Madrid. También le recomendó que, siempre que pudiera, asistiera a las
clases de Economía Política que impartía en la Facultad de Derecho, Antonio
Flores de Lemus9.8
Por tanto, ya con 20 años, Castañeda se trasladó a Madrid donde obtuvo, en
1925, el título de ingeniero industrial en la Escuela Técnica Superior (ETS) de
Ingenieros Industriales con sobresaliente y título de honor, un reconocimiento
que hacía cinco años no se concedía. Original a la fuerza, no hizo como algunos
de sus compañeros ingenieros que, tras obtener su título, cursaban la licenciatura
de Derecho, sino que debió ser el único que iba desde el Derecho a una ingeniería.
Nada más terminar sus estudios en Madrid inició lo que sería su larga y brillante
carrera universitaria, siendo ya en el curso 1925-1926 profesor ayudante en la
ETS de Ingenieros Industriales madrileña.
Como es evidente, el consejo de Zumalacárregui fue muy importante
para el futuro académico de Castañeda, ya que los estudios de ingeniería le
proporcionaron los fundamentos matemáticos necesarios para lo que su mentor
consideraba la orientación más sensata en economía que, para Zumalacárregui,
era lo que hoy llamaríamos la (micro) economía matemática; no en vano había
estudiado en París los manuales de Walras y Pareto, autor este último sobre
quien escribió un extenso artículo (Zumalacárregui, 1949).
– 29 –
En 1927 opositó con éxito al cuerpo de Ingenieros Industriales al Servicio
de la Hacienda, compaginando toda su vida el trabajo como funcionario con
la actividad universitaria. Tras dos breves destinos en Granada y Almería, fue
destinado en 1930 a Madrid a la Delegación del Gobierno en CAMPSA. En
1931 pasó al Tribunal Económico Administrativo Central, donde profundizó
la relación con quien sería su segunda influencia fundamental: Antonio
Flores de Lemus, director de su tesis doctoral quien, en el curso 1934-1935
le nombró profesor ayudante de Economía Política, encargándole el siguiente
año de las enseñanzas de Economía de la Empresa en el nuevo Curso de
Estudios Económicos y Administrativos de la Facultad de Derecho madrileña,
curso que para Flores constituía la base de una futura licenciatura en Ciencias
Sociales.
Como inciso, siempre he pensado en las dificultades de tener dos maestros
y protectores tan opuestos en todos los sentidos. Zumalacárregui neoclásico,
que le recomendaba leer a Walras y Pareto; Flores historicista, interesándole
en Schmoller. El primero con altos cargos en la dictadura y Flores depurado
y expulsado de su cátedra madrileña. Incluso sus opiniones sobre la forma de
articular los estudios de economía en el plano universitario, eran muy distintas y
sus respectivos discípulos simpatizaron poco.
Cuando estalló la sublevación militar, el profesor Castañeda se encontraba
destinado en Madrid y durante la Guerra Civil siguió las peripecias del Gobierno
republicano, pasando primero por Valencia –donde contrajo matrimonio en
1937 con María Antonia Boniche, lejana pariente– y de ahí a Barcelona.
Poco después del final de la Guerra Civil, en 1942, fue propuesto, tras
concurso oposición, como profesor titular (denominado después Catedrático)
de las asignaturas de Economía Política y de Organización de Empresas en la
ETS de Ingenieros Industriales de Madrid, aunque no pudo tomar posesión hasta
1945, cuando se resolvió el correspondiente expediente de depuración política
por haber sido destinado en Barcelona, siguiendo al Gobierno republicano,
al Comisariado General de Electricidad, en el que se le asimiló al grado de
comandante.
Tras la Guerra Civil y hasta la obtención de la cátedra de Teoría Económica
en la nueva Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales de
Madrid, creada en 1943-1944, Castañeda tuvo dos ocupaciones académicas de
gran importancia en su vida académica.
– 30 –
Por una parte, Zumalacárregui, que había sido nombrado director del Instituto
de Economía Sancho de Moncada del CSIC, donde se empezó a editar, en 1941,
la revista Anales de Economía, designó a Castañeda vocal del Patronato Ramón
Llull; y en 1947, le encargó la dirección de la nueva Revista de Ciencia Aplicada
y de la Revista del Instituto de Racionalización del Trabajo, en 1948, desde la que
impulsó la aplicación en España de las normas internacionales de la materia.
Por otra parte, al Instituto de Estudios Políticos, dirigido por Fernando María
Castiella, que había dado cobijo a muchos discípulos de Flores de Lemus en su
Sección de Economía en 1943, se había incorporado Stackelberg, catedrático
desde 1936 en Berlín, organizando un seminario de teoría económica en torno
a sus Grundzüge, publicados ese mismo año en Stuttgart y Berlín, seminario que
dio lugar a su traducción al castellano en 1946 en una versión ampliada, de cuya
parte VI titulada “La concurrencia perfecta como principio de organización de
la economía nacional” se encargó Castañeda. En el Instituto también impartió,
en el curso 1944-1945, Teoría de la Contabilidad.
Asimismo, en el curso 1944-1945, en la recién creada Facultad de Ciencias
Políticas, Económicas y Comerciales de Madrid, impartió en la Sección de
Economía, Teoría de la Contabilidad, y en el curso 1946-1947, en la asignatura
que llevó Zumalacárregui sobre Economía y Política de los Transportes,
Castañeda dio dos cuatrimestres: uno sobre Capital e Interés, según lo que había
estudiado en la London School of Economics en el verano de 1946 (un resumen
del cual puede encontrarse en sus Lecciones bajo el título “El capital y el interés”
en la Lección 50); y el segundo sobre Econometría.
La docencia de Econometría siempre estuvo presente en la actividad de
Castañeda, desde fecha tan temprana como la de realización de su tesis doctoral.
Así, desde 1953 hasta 1961 impartió en la Escuela de Estadística de la Universidad
de Madrid dos cursos: uno de Econometría y otro de Aplicaciones Industriales
de la Estadística, y en 1953 dictó un curso sobre Econometría en el Instituto de
Ciencias Económicas y Financieras de Lisboa.
En 1945, el profesor Castañeda opositó con éxito a una de las tres primeras
cátedras de Teoría Económica109 de la recién creada Facultad en la que, durante
10
Una detallada descripción de los ejercicios de la oposición puede consultarse en Sánchez Lis-
sen (2002).
– 31 –
un largo cuarto de siglo, impartió la asignatura de Teoría Económica II
(microeconomía: consumo, producción, precios y rentas) basada en sus Lecciones.
Y también, desde el curso 1947-1948, dictó un seminario de doctorado, al que
tuve oportunidad de asistir en 1966, titulado “Análisis Económico Superior”, en
el que desmenuzaba el Value and Capital de Hicks, haciendo especial hincapié
en los desarrollos matemáticos de su Apéndice.
En 1956 fue elegido académico de número de la Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas, en la que tuvo al menos una intervención anual –algunas
de las cuales comentaré más adelante– hasta que su salud se lo impidió en 1984.
Aparte su proverbial asiduidad, ya que llegó a encabezar la lista por número de
asistencias de los académicos sin ser el más antiguo, además de ocupar el cargo de
tesorero en el periodo 1970-1975, su paso por la Academia es muy significativo
ya que allí pudo disertar durante más de dos décadas sobre muchos temas de
economía, al margen de la microeconomía, lo que permite tener una idea más
precisa de sus conocimientos, intereses y opiniones.
En los años 1966 y 1967, el Ministerio de Asuntos Exteriores le nombró
consejero económico de la delegación de España ante la Asamblea General de la
Organización de las Naciones Unidas.
Tras su jubilación en 1970, fue contratado por la Universidad Autónoma
de Madrid entre 1971 y 1982 como profesor de Doctorado, impartiendo la
asignatura de Teoría Microeconómica Superior –una ampliación de su seminario
en la Complutense–. La Universidad Autónoma le nombró Doctor Honoris
Causa en 1980, junto al distinguido económetra L. R. Klein, Premio Nobel de
Economía en ese mismo año.
Sus intereses vitales excedían con mucho al campo de la economía.
Gran aficionado a la música clásica, y especialmente a la ópera, fue crítico
del diario El Sol, que le compensaba dándole las entradas para la siguiente
representación. Amigo del tenor Miguel Fleta, al menos en una ocasión puso
letra a una de sus más conocidas canciones, “De mi Aragón”, con música del
maestro Forn que, no siendo fácil de cantar, sí se atrevían a hacerlo dos de sus
hijos, años después.
Los veranos los pasaba principalmente en Benicasim, en una villa de su mujer
junto al mar, en la que un pariente, el Maestro Rodrigo, compuso un verano
su Concierto de Estío. Allí seguía practicando su otra gran afición, los paseos
diarios en bicicleta. Culminaba sus veraneos con dos semanas en San Sebastián,
– 32 –
desde donde hacía una incursión a Biarritz y Bayona para adquirir libros y
revistas no disponibles en la España de la época. Y, como recuerdan sus hijos,
los expedientes de los que se ocupaba en el Tribunal Económico Administrativo
Central, viajaban con él en verano, de igual forma que aparecían en su casa de
Madrid los fines de semana.
11
Castañeda había publicado antes tres artículos (Castañeda 1932 a, b y 1933), dos de los cuales
se comentan más adelante.
– 33 –
Lo segundo a destacar es el cuidadoso tratamiento de los datos. El capítulo I
estudia el periodo analizado (1901-1934, ampliado posteriormente a 1935),
ventas, consumo y precios del tabaco y en cuatro apéndices discute las variables
utilizadas y la construcción de las series históricas: “cantidades”, población,
precios y renta nacional. De esta última variable (Apéndice E) construyó un
índice original que ha sido más tarde utilizado por otros investigadores.
El tercer aspecto a señalar es la estimación econométrica (por mínimos cuadrados
ordinarios) basándose fundamentalmente en los trabajos de H. Schultz (1925,
1935), la máxima autoridad de la época en estimación de funciones de demanda, y
Moore (1929). Un análisis técnico de dicha estimación se encuentra en del Hoyo
(1988) que discute los problemas econométricos típicos del método de estimación
utilizado: multicolinealidad, homocedasticidad, autocorrelación serial e influencia
de variables no estocásticas, concluyendo que: “En gran medida, es un trabajo
actual, cuya consulta es muy recomendable no solo para nuestros estudiantes, sino
también para los estudiosos de la economía cuantitativa antes de realizar trabajos
en los que deben combinar teoría y práctica” (del Hoyo,1988, p. 61).
Por último, las conclusiones prácticas, de política económica, entre las
que se encuentran la constatación de que el aumento de los precios (tarifas de
monopolio) tiene poco efecto sobre las cantidades al desplazar el consumo hacia
las calidades inferiores, o la enorme diferencia entre la capacidad adquisitiva de
la población agrícola y no agrícola, como señala en las palabras que cierran la
tesis: “La necesidad de elevar el nivel de vida de la enorme masa campesina se
hace evidente a todo aquel que se pare a considerar la vida económica española,
cualquiera que sea el punto de vista en que se coloque” (Castañeda, 1936, p. 88).
Durante muchos años el trabajo del profesor Castañeda fue el único realizado
por un español incluido en la prestigiosa Bibliografía sobre aportaciones de la
Estadística Matemática a la Economía, de la Universidad de Cambridge.
12
Este subepígrafe es una versión ampliada de Segura (2002, pp. 397-402) donde realicé un
primer análisis de las Lecciones y de su importancia en la formación de los economistas españoles
entre 1945 y 1970.
– 34 –
1945-1947, existiendo unas notas previas de Enrique Fuentes Quintana tomadas
en clase, citadas por Velarde (1988, p. 25) y otras del curso 1947-1948 de Félix
Pareja y Luciano Pistolessi, quienes luego serían ayudantes suyos. Seguir la
trayectoria de las sucesivas versiones de las Lecciones resulta muy difícil, aunque
deben existir bastantes ya que las paginaciones de las citadas por Bermejo
(1950) y Villar (1952) y las que yo estudié de 1962, son distintas, en parte por la
sucesiva incorporación de temas como, por ejemplo, los trabajos del autor sobre
programación lineal (1954) y teoría de juegos (1957). En todo caso, la versión
definitiva data de 1968 en la que se incluyen las lecciones finales sobre las rentas.
En lo que sigue, las referencias serán a la edición definitiva, pero se limitarán a
las 43 primeras lecciones que son las que Castañeda explicaba y exigía –con alto
rigor– a sus alumnos.
La influencia de las Lecciones, conocidas por sus alumnos como “el Castañeda”,
ha sido enorme por ser el texto de microeconomía que han estudiado casi todos
los economistas españoles en el cuarto de siglo que media entre 1945 y 1970,
primero en Madrid, luego en Barcelona y Bilbao, desde 1953, y en la mayoría de
las restantes Facultades creadas posteriormente. Las Lecciones son, por tanto, la
microeconomía que estudiaron todos los economistas españoles nacidos antes
de 1950.
Se ha señalado con frecuencia la filiación stackelbergiana de las Lecciones. Se
trata de un error, no por repetido menos notorio, cabe suponer que basado en
el hecho de que Castañeda asistió al seminario de Stackelberg en el Instituto
de Estudios Políticos, y a que tradujo la parte VI de los Grundzüge dedicada al
equilibrio general. Pero no existe tal filiación.
Un par de diferencias, menores aunque significativas entre ambos textos.
Primera, la extensión: las Lecciones casi doblan en páginas a los Grundzüge y, dado
que se trata de un texto mucho más denso, tanto los temas tratados en el libro de
Castañeda como su discusión analítica son mucho más amplios. La segunda, el
orden de exposición: Stackelberg trata primero la producción y luego el consumo,
mientras que Castañeda invierte el orden, como sucede en casi todos los textos
actuales de microeconomía.
Una primera diferencia más sustantiva es el grado de formalización matemática.
Stackelberg defendió el uso de matemáticas en la economía (1946; XXIII),
posición importante en su disputa con los enfoques historicistas prevalecientes
en la época en Alemania, pero su texto es literario, sin apenas uso del cálculo.
– 35 –
Las Lecciones son un libro de economía matemática con utilización continua
del cálculo y de los multiplicadores, aunque no se discutan las condiciones de
segundo orden, algo que Castañeda sí hacía en el seminario de doctorado basado
en los trabajos de Hicks (1939) y en la serie de cuatro conferencias13 dictadas en
el curso académico 1964-65 en la Universidad de Madrid (Castañeda, 1970). 12
Pero las diferencias van mucho más allá y bastará con señalar una corta
selección:
a) La Introducción de los Grundzüge tiene 11 páginas dedicadas a la
discusión sobre variables y datos que no carece de interés. Pero los
equivalente “Preliminares” de Castañeda son ocho lecciones que
incluyen una detallada discusión histórica y metodológica, producto de
la memoria redactada para el segundo ejercicio de las oposiciones sobre
“Concepto, Método, Programa y Fuentes de la asignatura”, tortura que,
para su fortuna, el alemán no tuvo que sufrir para obtener la cátedra de
Berlín.
b) En cuanto al equilibrio general, Stackelberg le dedica las 17 páginas
literarias de la parte VI, que constituyen más bien una apología del
mercado que una descripción analítica de las propiedades de un equilibrio
competitivo. Las Lecciones se ocupan del tema en dos largos capítulos –
el 34 y el 35– dedicados al equilibrio del intercambio y la optimalidad
paretiana. Respecto al tratamiento matemático de los temas, para la
demostración de existencia comprueba que el sistema definitorio del
equilibrio cuenta con tantas ecuaciones como incógnitas, que sabemos no
es condición, ni necesaria ni suficiente, para que exista una solución con
precios no negativos, pero ese era en la fecha el tratamiento estándar si se
exceptúa Wald (1933-1934) que es un trabajo avanzadísimo sin cabida
en un libro de microeconomía intermedia. Respecto al óptimo paretiano,
existe una demostración rigurosa para el caso del intercambio puro en la
línea de Pareto (1909), pero más sencilla y correcta.
13
Intentos de medición de la demanda en equilibrio parcial (basada en Bernoulli y Marshall);
La utilidad como magnitud intensiva, índices de utilidad, el equilibrio del consumidor (basada
en Pareto); La relación marginal de sustitución (la posición de Hicks) y preferencia revelada
(Samuelson).
– 36 –
c) En el tema del equilibrio parcial, Stackelberg no demuestra ni menciona
las condiciones precisas para que el mismo sea válido (la constancia de la
utilidad marginal de la renta), lo que resulta una carencia llamativa dado
que todo el libro del alemán, salvo la parte VI, es un análisis de equilibrio
parcial. Castañeda dedica al tema la lección 18, justo antes de entrar en la
teoría de determinación de los precios en equilibrio parcial.
d) En cuanto a ausencias notables, quizá la más llamativa sea la de la teoría de
la preferencia revelada, a la que Castañeda dedica la lección 3214.13
e) Incluso en el estudio de los precios en competencia imperfecta el
tratamiento de las Lecciones es mucho más avanzado y detallado, desde el
monopolio de oferta y el bilateral hasta la teoría del oligopolio, en el que
Stackelberg era un especialista de nivel mundial.
La pretendida filiación de las Lecciones con los Grundzüge solo puede
encontrarse en unos pocos temas tales como la ley de subestimación de las
necesidades futuras, la producción temporal o las relaciones entre bienes
conexos y órdenes sucesivos, temas todos muy secundarios y que ya, en su época,
constituían planteamientos obsoletos. Si se quieren buscar filiaciones de las
Lecciones, son mucho más claras las de Hicks-Allen, Amoroso, Pareto, Schultz
en teoría del consumo y la demanda, las de Schneider, Carlson, Bowley, Viner en
teoría de la producción y las de Pareto, Amoroso y Mosak en equilibrio general.
Es cierto que en casi todas las lecciones, Castañeda incluyó como bibliografía
los Grundzüge, pero aparte el reconocimiento a la importancia de Stackelberg en la
formación de Castañeda, este siempre incluía alguna referencia a textos intermedios
más bien literarios como los de Stigler, Stoner y Hague o Stack, sin que nadie haya
intentado encontrar filiaciones en ninguna dirección entre ellos y las Lecciones.
En suma, las Lecciones son, como texto de microeconomía intermedia, muy
superiores a los Grundzüge, con independencia de la influencia que Stackelberg
pudo haber tenido sobre Castañeda y de la importancia del autor alemán15. 14Y
14
No incluyo en la comparación, las lecciones dedicadas a la programación lineal ni a la teoría
de juegos, que obviamente son temas no tratados en los Grundzüge, porque fueron incorporadas
por Castañeda tras la publicación de sus trabajos de 1954 y 1957 respectivamente.
15
Por ejemplo, en el campo de la teoría matemática de los precios, las investigaciones de
Stackelberg sobre el duopolio, como es sabido, dieron lugar a un tipo de equilibrio bautizado
– 37 –
puesto que el libro de Stackelberg era, en 1943, el texto considerado más moderno
–“Su texto Grundzüge (1943) fue la primera introducción a la economía
‘moderna’ en el sentido de basarse en una teoría coherente del comportamiento
de los consumidores y empresas” (Krelle, 1987; p. 469)–, se deduce que las
Lecciones fueron el libro más moderno de su época desde su aparición hasta
pasada una larga década y media al menos.
Y, por último, es un texto redactado con precisión, en un excelente castellano,
donde se incluyen todos los pasos intermedios de las demostraciones, algo
impagable para los alumnos, aunque poco rentable académicamente para el
autor.
¿Qué imagen de la teoría microeconómica proporcionaban las Lecciones?
Supongo que distinta según el lector y su orientación más o menos profesional
o académica.
Para mí, con un sesgo académico por tanto, lo primero que transmitían era
que se trataba de una materia con gran rigor donde, por contraste con otras áreas
de la economía, era imposible llegar a conclusiones que no estuvieran basadas
en argumentos lógicos: las hipótesis para la construcción de modelos eran todas
explícitas y el lenguaje matemático impedía sacar conejos del sombrero.
Lo segundo es que la microeconomía era una materia autocontenida que
empezaba y acababa en sí misma. Esto resultaba positivo al proporcionar una
fuerte autonomía a la teoría económica. Pero también tenía un coste al dificultar
la posible traducción práctica de los teoremas analíticos.
Por último, las Lecciones no diferenciaban claramente entre temas principales
y secundarios: para los alumnos, el efecto renta y sustitución o la eficiencia
paretiana del equilibrio general del intercambio tenían la misma importancia
que la ley de subestimación de las necesidades futuras o la histéresis de los costes,
porque los cuatro temas estaban en la lista de “los que caían en el examen”. Esto,
obviamente, no era culpa del autor del libro, pero traía consigo una falta de
criterio sobre lo que era el núcleo del análisis microeconómico para casi todos
los alumnos.
con su nombre en el que uno de los duopolistas se comporta à la Cournot y el otro actúa como
independiente.
– 38 –
En 1971, cuando me hice cargo de la cátedra del profesor Castañeda, recién
jubilado, impartí mi único curso de microeconomía intermedia. Ya habían
aparecido algunos nuevos libros de microeconomía intermedia, pero eran textos
que apenas utilizaban las matemáticas. Mucho más que el paso de 25 años, lo
que ocurrió con las Lecciones es que se quedaron entre dos aguas por el cambio
del nuevo plan de estudios de 1970. Se pasó de una sola microeconomía en la
carrera a dos, una intermedia y otra superior. La primera microeconomía se basaba
principalmente en el análisis gráfico y el caso de dos bienes, por lo que las Lecciones
eran demasiado avanzadas, y para la microeconomía superior se quedaban cortas.
En todo caso, esto no cambia la valoración de las Lecciones: fueron durante un par
de décadas el mejor texto de microeconomía matemática intermedia16 y estudiarlas
y, sobre todo, entenderlas era, no solo a mediados de la década de los años 40 del
pasado siglo sino también cuando yo me enfrenté a ellas, en 1962, una inversión en
formación con un alto rendimiento privado y social. 15
16
Con “intermedia” excluyo, por razones obvias, los libros muy avanzados como el Value and
Capital de Hicks (1939) o los Foundations de Samuelson (1947). Y también libros como la
Theory of Price de Stigler (1942) y la Price Theory: A Provisional Text de Friedman (1962) más
elementales y no matemáticos, o el de Fellner Competition among the Few (1949), más limitado
y especializado. Todos ellos son casos no comparables con las Lecciones.
17
Conviene recordar que los enfrentamientos por el control del rumbo de la política económica
de la época entre falangistas y el Opus Dei en 1953-57 no fueron sobre el papel del mercado, sino
sobre la reforma fiscal. Los complejos avatares de muchos de los economistas más relevantes en la
década de los años 50 del siglo XX en España están expuestos con detalle en Martorell (2012).
– 39 –
mercado no resultaba evidente para un alumno suyo ni en las clases ni en las
Lecciones, aunque no dudara de ella. En una nota a pie de página, señalé que
“Enrique Fuentes Quintana opina que las Lecciones de Castañeda contienen una
defensa del mercado más explícita de lo que yo sostengo, aduciendo las lecciones
47 (regulación de precios) y 37 (monopolio privado y social) y que la defensa del
mercado como mecanismo asignador rezumaba en las clases que él recibió en la
Facultad. Estoy seguro de que ambos tenemos razón, y que la única diferencia
radica en que mi experiencia con las Lecciones y la docencia de su autor es de
1962, y la suya de los comienzos de la Facultad. Por ejemplo, en mis lecciones,
no se llegaba a la número 47” (Segura, 2002, n. 18, p. 402).
En su detallada introducción al libro (Fuentes Quintana, 2002b) Fuentes,
comentando mi trabajo, señaló que en el mismo consideraba “dos aspectos del
magisterio del profesor Castañeda: su posición frente al papel del mercado como
mecanismo de asignación de recursos […]. No anticiparemos sus opiniones sobre
estos puntos. Dejemos al lector que lo haga por su cuenta en la seguridad del
interés y del humor que anima esas páginas de este trabajo” (Fuentes Quintana,
2002 b, p. 75).
No es mi intención reabrir esta diferencia marginal de opiniones, porque
sigo creyendo que ambos teníamos razón, sino tan solo agradecer a Fuentes
la elegancia de no aprovechar su ventaja de escribir conociendo mi texto para
criticarlo y su valoración del interés y humor del mismo, pero el tema me da pie
para matizar la posición de Castañeda sobre el mercado y, sobre todo, destacar
un aspecto de la misma que me parece muy relevante y que no señalé en el trabajo
de 2002.
En su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
titulado Teoría y Política del Desarrollo Económico, el profesor Castañeda dejó
clara su posición en el tema que nos ocupa en tres de sus epígrafes: “La libre
concurrencia en la realidad” (Castañeda, 1958, pp. 21-22), “La intervención del
Estado” (ibíd. pp. 22-26) y “Planificación y Libertad” (ibíd. pp.74-76).
La argumentación de los dos primeros epígrafes es clara: los avances
tecnológicos pueden dar lugar a un monopolio (natural) que explote a los
consumidores. Para evitarlo, el Estado debe crear un marco jurídico adecuado
y velar por que se cumplan las “reglas del juego”, citando la ley Sherman. Esta
es la única referencia que conozco de la época a la política de defensa de la
competencia, de forma que Castañeda consideraba que la libre competencia
– 40 –
daba lugar a una asignación deseable de los recursos, pero que el mercado
debía ser defendido por las autoridades públicas frente a prácticas restrictivas,
proporcionando diversos ejemplos de las mismas. Tema en el que volvió a
insistir en 1961 en la contestación al discurso de ingreso del Marqués de Casa
Oriol en el que, refiriéndose al beneficio de los monopolistas, señalaba que
“para evitarlo se recomienda la intervención del sector público” (Castañeda,
1961a, p. 90).
Pero, además, Castañeda señalaba con claridad el problema de los posibles
fallos de coordinación de un sistema de mercados sin intervención alguna:
“Esta [la economía de la nación] puede considerarse también como una
gran empresa, en que la debida y ordenada disposición de todos sus órganos
se consiga mediante la bien estudiada y meditada planificación, en lugar de
dejarla a la acción espontánea y desprovista de coordinación de los distintos
elementos que la integran” (ibíd. p. 24, cursiva añadida). Y defendió con fuerza
una planificación –como entonces se llamaba ‘indicativa’, cuyo paradigma era
la economía francesa– compatible con el mercado, rebatiendo las posiciones
de quienes defendían una economía de mercado puro sin intervención alguna
en nombre de la libertad, lo que hoy llamaríamos posición neoliberal: “Una
planificación establecida y ejecutada de esta forma no puede decirse que
interfiera la libertad de los particulares. Reconociéndolo así, los enemigos de
la planificación la atacan en sus formas extremas, como si no pudiera ejecutarse
moderadamente, o acuden a discutir la autoridad y la competencia de quienes
la establecen” (ibíd. p. 75).
Pero no es esta la única ocasión en que Castañeda trató de la planificación,
también lo hizo en fecha tan lejana como 1932 en su segundo artículo publicado
bajo el nada ambiguo título de “Las modalidades de la economía dirigida”
(Castañeda, 1932b).
Por tanto, Castañeda era partidario de la economía de mercado, como no
podía ser de otra forma para alguien que había dedicado una parte fundamental
de su actividad a la microeconomía, pero no era un iluso simplista ni un converso
radical que considerara todo lo privado mejor que lo público, y que advertía de
los problemas de los comportamientos anticompetitivos y de la necesidad de
mejorar la coordinación de las decisiones económicas, precisamente en ayuda de
la economía de mercado. Y, rara avis en un país que experimentó tantos cambios,
fue siempre coherente y no modificó su posición general en 50 años.
– 41 –
2.4. Una selección de otras aportaciones
El primer artículo publicado de Castañeda (1932a) trata de los orígenes, la
importancia y los desarrollos más avanzados en la época de la elaboración de
índices de precios. Tras un repaso histórico de la construcción de los mismos,
iniciado en el trabajo de sir George Shuckburgh en el siglo XVIII, se explica el
avance dado por Fisher al tema, en su formulación de la ecuación general del
cambio (la famosa MV = PT cuantitativa), para dedicar el grueso del artículo a
la aportación fundamental de Divisia en sus trabajos de 1925, 1926 y 1928 en
los que formuló un índice de precios para tiempo continuo, haciendo especial
hincapié en los problemas de conversión del índice teórico cuando se trata,
como ocurre en la realidad, con datos discretos, aunque sean muy próximos
entre sí. Como es sabido, si tanto los precios (p) como las cantidades (q) son
función del tiempo, el índice de precios es la integral curvilínea a lo largo de las
funciones correspondientes p(t) y q(t), lo que puede plantear problemas que son
analizados por el autor.
El segundo trabajo (1933) versa sobre los patrones monetarios y es de
carácter más didáctico, como demuestra el hecho de que, tras su publicación
en la Revista de Ingeniería Industrial, fuera reproducido en seis entregas por el
diario El Sol. En la primera parte se analizan los patrones mono y bimetálicos, el
patrón fiduciario y las nuevas formas del patrón oro en que ya ha desaparecido
la circulación de monedas de oro y se discute el papel de las reservas auríferas
de los bancos centrales (en los casos de Francia, Inglaterra y Estados Unidos),
defendiendo la teoría nominalista del dinero de Knapp y Hawtrey. La segunda
parte está dedicada al sistema monetario español, los problemas derivados de los
grandes beneficios que se obtienen de la acuñación de monedas de plata dado el
proceso de depreciación del metal, señalando que España no se benefició de la
oportunidad de desmonetizar la plata en 1920 aprovechando su precio. La parte
final trata de la posible implantación del patrón oro en España.
Puede parecer sorprendente que el profesor Castañeda escribiera sobre
temas monetarios, pero hay dos razones para ello. La primera razón se deriva
de la colaboración de Castañeda con Flores de Lemus, intensa desde 1931, y
en las posiciones defendidas por Flores en el famoso Dictamen de la Comisión
para el Estudio de la Implantación del Patrón Oro de 1929. La segunda razón
es que en 1931 se había suspendido, como consecuencia de la crisis de 1929, el
patrón oro en el Reino Unido y dos años más tarde en Estados Unidos, lo que
– 42 –
hacía el tema de gran actualidad. Además, en 1933 se reunió la Conferencia
Económica de Londres en la que, entre otros acuerdos, se decidió revalorizar
la plata para evitar problemas de desajustes monetarios, un acuerdo que
incluyó a los cinco mayores productores de plata (Estados Unidos, Canadá,
Australia, Méjico y Perú) y a los tres que tenían mayores reservas (India,
China y España), por lo que el tema era relevante para la economía española.
Para mayor abundamiento, la delegación española en la Conferencia estuvo
presidida por Flores de Lemus.
En 1974 Castañeda presentó en la Academia un trabajo sobre la Hacienda
Pública (Castañeda, 1974b) en el que tras un resumen de las posiciones de
mercantilistas, clásicos, neoclásicos, liberales e historicistas, preveía lo que
denominó la “economización de la Ciencia de la Hacienda” en el sentido de su
integración en la economía, como así ha sucedido. Ligando con lo comentado
en el epígrafe precedente, señala cuatro funciones del sector público en
economías de mercado: habilitar “correctores directos de la distribución de
la renta”, cubrir necesidades sociales que exigen que los bienes y servicios se
consuman en cantidades correspondientes, velar por la estabilidad económica
y favorecer el crecimiento, compitiendo al Estado la responsabilidad de un
crecimiento óptimo, lo que hace aún más clara su posición sobre la relación entre
sector público y mercado. Incluso mantiene un discurso sobre los peligros de
la inflación, el equilibrio presupuestario y la emisión de deuda, muy alejado de
la ortodoxia neoliberal y defiende, en aras de la eficacia pública, los Planning-
Programing-Budgeting System (PPBS) que había introducido el presidente
Johnson para el Departamento de Defensa estadounidense en 1965. Termina
el trabajo con una discusión sobre el tamaño óptimo del sector público en la
que, lejos de apriorismos ideológicos, señala que “Los recursos económicos
deben repartirse entre el uso público y el privado de forma que la última unidad
monetaria gastada en cada uno produzca idéntica utilidad social” (ibíd. p. 166).
Lecciones puras de microeconomía.
Su última intervención en sesión ordinaria en la Academia (1982b), fue una
discusión sobre el Estado con Autonomías –no de las Autonomías– que, curiosa-
mente, liga con un trabajo, naturalmente inédito, pero al que he podido acceder
por cortesía de su hijo Antonio, que redactó en sus años de bachiller. Dada la
actualidad del tema y que está escrito a los cuatro años de la aprobación de nues-
tra Constitución, merece la pena dedicarle unas líneas. Comienza con un repaso
doctrinal del concepto de nación en De Staël, Jellinek, Max Weber, Pi y Mar-
– 43 –
gall, Prat de la Riba y Giner de los Ríos concluyendo que “La teoría nacionalista
puede ser aplicada al conjunto de su territorio y España aparece perfectamente
definida como una nación” (ibíd. p. 206). Tras un largo repaso a la evolución
del concepto de nación a lo largo de la historia española, que cubre desde la
Edad Media hasta el artículo 143 de la Constitución de 1978, concluye que:
“Estimamos por consiguiente, que la introducción del término ‘nacionalidades’
en el texto constitucional no confirma el mantenimiento de la unidad nacional
española” (ibíd. p. 208). A partir de aquí expone una defensa de la teoría orgá-
nica de los círculos concéntricos de distintos grados según la cual un territorio
puede tener un Estado propio, lo que no le impide pertenecer a otro de ámbito
mayor, aunque para el autor la expresión “nación de naciones” carece de sentido
propio. En suma, una reflexión relevante en estos momentos que demuestra no
solo intereses más allá del análisis económico, sino que merece una reflexión casi
40 años después de escrita.
Cabe, por último, señalar que las contestaciones a discursos de ingreso de
nuevos académicos son, en el caso del profesor Castañeda, más sustantivas de lo
usual. En la contestación al ingreso del Marqués de Casa Oriol, en 1961, expuso
un detallado análisis del papel y las fuentes del beneficio en la teoría económica
(Schumpeter, Knight, Joan Robinson), distinguiendo el beneficio extraordina-
rio en condiciones normales, que tiende a extinguirse por el efecto de la compe-
tencia perfecta, el beneficio derivado de la innovación, que juega un papel dina-
mizador de la economía y debe ser protegido temporalmente por los sistemas de
patentes y marcas, y el beneficio monopolístico, que explota a los consumidores
y debe ser eliminado.
En la respuesta al ingreso de Gonzalo Arnáiz en 1969, realizó una compe-
tente discusión sobre la importancia del muestreo –algo que él había estudiado
y aplicado en el tema del control de calidad y en su propia tesis doctoral– y la
teoría de las pequeñas muestras, señalando su utilización por Flores de Lemus en
su dictamen sobre el patrón oro.
En la respuesta al ingreso de Enrique Fuentes, en 1975, revisó el desarrollo
de la hacienda pública desde la Revolución Francesa, criticó el estado de la
Hacienda Pública española en la época y señaló las dificultades técnicas y po-
líticas de una necesaria reforma fiscal, que exigía un marco democrático para
su discusión.
– 44 –
3. EL PAPEL DE CASTAÑEDA COMO CATEDRÁTICO EN LA
FACULTAD
Es imposible resumir, en unas pocas páginas, la importancia de los 25 años
de Castañeda como profesor de la Facultad madrileña. Por eso, lo que sigue es
una selección de los aspectos que a mí me parecen más relevantes, lo que con
seguridad es opinable.
El primer punto a destacar es algo que apenas ha sido apuntado en los tra-
bajos biográficos existentes. Hasta la aparición de los primeros licenciados en
ciencias económicas, los profesores mercantiles, los intendentes mercantiles y
los actuarios de seguros eran las únicas titulaciones –media en el caso de los pro-
fesores y superior en los dos últimos– que ejercían su profesión en el ámbito de
la empresa en materias contables y económicas. Era, por tanto, natural, que con-
templasen la creación de Facultades de Economía como un riesgo profesional
que les hiciese perder su poder.
En el caso de intendentes y actuarios no se plantearon problemas de compe-
tencias181,7dado que se trataba de títulos superiores, aunque la equiparación per-
mitió la incorporación a las tres primeras Facultades de Economía de catedráti-
cos de las Escuelas de Altos Estudios Mercantiles, entre los que se encontraban
los peores profesores, y nulos investigadores, del escalafón de numerarios19. Pero
esta es otra historia.18
Resumiendo, la demanda básica de los profesores mercantiles era la equipara-
ción de los estudios del profesorado mercantil con los nuevos licenciados en las
18
Lo que quedó refrendado en la Ley de 17 de julio de 1953, de Ordenación de los Estudios
Económicos y Comerciales y reiterado en el Decreto 871/1977 de 26 de abril de Presidencia del
Gobierno que definía el Estatuto de la profesión de economista, reservándolo sólo a universita-
rios, y reconocía iguales derechos a intendentes y actuarios mercantiles que a los economistas.
Por su parte, la Ley General de Educación y Financiamiento de la Reforma Educativa de 1970
integró las Escuelas Profesionales de Comercio en la Universidad como Escuelas Universitarias
de Estudios Empresariales (diplomatura), desapareciendo las enseñanzas mercantiles.
19
A quien pueda parecerle corporativista, desconsiderado o exagerado el juicio, no tiene más
que consultar en las respectivas Facultades quienes fueron Cuesta Garrigós, Berlanga, Bourkaib
y Ángel Vegas en Madrid; Berini y Gual Villalbí en Barcelona o Flores, Martín Guzmán y Toña
en Bilbao.
– 45 –
Facultades de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales2019o la posibilidad
de cursar esa carrera con muchas convalidaciones.
La exigencia y rigor del profesor Castañeda fueron el freno principal para que
la recién creada Facultad se convirtiera en un coladero que habría desprestigiado
la naciente titulación superior. Como su asignatura era llave –es decir, había que
tenerla aprobada para poder examinarse de otras– de nueve posteriores, todas
las importantes de los tres últimos cursos, la mayoría de los abandonos se produ-
jeron tras reiterados suspensos en Teoría Económica II.
Pero ¿dónde residía la dificultad de la asignatura? Por una parte, la forma-
ción matemática de los alumnos era muy deficiente ya que solo habían cursado
una asignatura de análisis matemático en el primer curso de la Licenciatura y las
Lecciones exigían tener cierta soltura en cálculo diferencial. Por otra parte, los
alumnos no estaban acostumbrados a un examen oral que duraba más de media
hora y en el que las preguntas iban encaminadas a comprobar que se entendía el
problema, no bastando con fotocopiar en la pizarra las correspondientes páginas
de las Lecciones. Como el propio Castañeda expresó en una entrevista en 1983,
los alumnos tienden a “aprenderse todo de memoria sin entenderlo”. Puedo dar
fe de ello. Entre mis compañeros de curso, en 1962, se encontraban varios mul-
tirrepetidores de la asignatura que se conocían de memoria la localización de las
preguntas “la 15.1, la 35.2, la 40.3” y que en el examen, según ellos, “la habían
clavado” pero que les había hecho “unas preguntas raras que no estaban en el
libro” y les había suspendido21.20 Tras escucharles me entró bastante preocupa-
ción, pero como pude comprobar más tarde las preguntas raras se contestaban
simplemente explicando cómo se había llegado a las fórmulas escritas y los grá-
20
Sobre el dislate que esto suponía basta recordar el plan de estudios de tres años, corres-
pondientes a un grado medio, donde no había teoría económica, una extraña “estadística
metodológica(sic)”, “Nociones de cálculo actuarial”, “Historia del comercio” e idiomas (alemán,
italiano, portugués o árabe, excluidos inglés y francés). Aparte una extensa formación religiosa
(Dogma católico y Moral en primero, Deontología en segundo curso y Doctrina social católica
en el tercero).
21
Esto para mí, y las academias particulares, tuvo sus ventajas. Ayudé a la financiación de mi
familia dando clases particulares de matemáticas hasta obtener la matrícula de honor en Teoría
Económica II, lo que me abrió las puertas a una lucrativa actividad: impartir clases particulares
“del Castañeda” a grupos de alumnos, lo que me obligó a trabajar y entender aún mejor las Lec-
ciones.
– 46 –
ficos dibujados en la pizarra y qué lectura económica tenían, todo lo cual, por
cierto, estaba explicado con detalle en las Lecciones.
Que Castañeda no era un profesor que considerara una muestra de presti-
gio suspender lo prueba el hecho de que sus alumnos de la ETS de Ingenieros
Industriales de Madrid le invitaron casi todos los años al viaje fin de carrera.
Allí suspendía mucho menos, no porque los estudiantes fueran mejores –que lo
eran– sino porque él era consciente de la diferencia abismal entre la importancia
de la microeconomía en unos estudios de economía y de ingeniería industrial
y, en consecuencia, la materia era más sencilla en esta última. Era, eso sí, muy
exigente, pero de carácter bondadoso y algo tímido, si bien siempre decía lo que
pensaba, y eso que tenía tendencia a regañar, aunque ello podía deberse a un
afecto especial hacia el regañado e incluso indicar una muestra de confianza, o
una forma de insistir dado su gran afán por el rigor.
Incluso, disfrutaba ayudando a sus antiguos alumnos, colocándolos en em-
presas en España, o viéndolos triunfar en Italia, Canadá o hasta Mozambique. Y
quizá, lo más insólito, ver parar a un coche que circulaba por la Quinta Avenida
de Nueva York para que descendiera su conductor a saludar a su antiguo profe-
sor. No puede extrañar que dedicara las Lecciones no a su mujer, ni a sus hijos o a
sus colaboradores, sino “a todos sus antiguos alumnos”.
Como profesor, cuando cursé las Lecciones, Castañeda elegía aleatoriamente
alumnos para que salieran a la pizarra a explicar cada epígrafe del libro, por lo
que no puedo tener una valoración suya como explicador, pero sí pude compro-
bar que era un profesor riguroso y claro en su seminario de Doctorado. En todo
caso, quienes asistieron a sus clases en las primeras promociones de la Facultad
madrileña le recordaban como un excelente profesor.
Castañeda también fue decano de la Facultad entre 1964-1967, periodo que
recuerdo bien porque coincidió con el final de mi licenciatura y mis dos prime-
ros años con el profesor Rojo. Fueron años muy turbulentos y nuestra Facultad
fue la más activa políticamente. Gestionó, pues, un decanato muy difícil y evitó
que la policía ocupara la Facultad, algo que no se conseguiría más adelante, de-
fendiendo siempre a los alumnos detenidos aunque hubieran alterado la norma-
lidad académica.
De sus años de decano hay una anécdota que muestra el talante y las preo-
cupaciones de Castañeda y que ha sido contada por Ángel Rojo (2002) y que
– 47 –
el propio Castañeda me confirmó sin darle la menor importancia. Cuando en
1967 fueron detenidos dos estudiantes por alborotos en la Facultad, Castañeda
se personó en la dirección general de Seguridad –acompañado por Rojo– para
entrevistarse con el director general y tratar de liberar a los alumnos detenidos.
Les pasaron al salón cuya gran balconada da a la Puerta del Sol, y cuando apa-
reció el director, Castañeda le espetó: “Estaba echando un vistazo, porque yo
fui uno de los que proclamó la Segunda República desde ese balcón, y no había
vuelto desde entonces” (Rojo, 2002, p. 280). Pese a este diplomático comienzo,
Castañeda convenció al director para que liberara a los alumnos, esperó hasta las
siete de la tarde a que salieran de las dependencias policiales y les llevó hasta sus
respectivas casas para que escucharan lo que tenía que decirles que, obviamente,
era un rapapolvo.
Una anécdota más, muy significativa, es que cuando un bedel le avisó de que
había encontrado un cóctel Molotov en la Facultad, en vez de dar parte a la
policía, lo que implicaría un excelente motivo para cerrarla como deseaba el Go-
bierno, Castañeda decidió que no dijera una palabra sobre el tema y que había
que buscar un lugar seguro para eliminarlo. Nadie, mas que el propio Castañeda,
sabe dónde fue a parar, pero nunca apareció. Resulta patético que algunos alum-
nos gritaran “Castañeda fascista” el último año del caserón de San Bernardo al
único decano de izquierdas que conocerían22.21
En el verano de 1965 el Gobierno sacó del casco urbano –del viejo caserón
de San Bernardo– la Facultad, para minimizar los efectos mediáticos y la visibi-
lidad de las protestas políticas, trasladándola a la Ciudad Universitaria, a lo que
hoy es la Facultad de Geografía e Historia, edificio que fue bautizado por los
alumnos, y reconocido por los profesores, como “Galerías Castañeda”23. 22
En agosto de 1965, se produjo la expulsión de sus cátedras de los profesores
Aguilar Navarro, Aranguren, Tierno Galván y García Calvo por “facilitar las
manifestaciones colectivas de los escolares” e “insubordinación contra las au-
toridades académicas” y Castañeda, siendo decano, firmó la carta pidiendo su
22
Su antecesor fue Eugenio Pérez Botija y los sucesores, hasta su jubilación, Antonio García
Trevijano, Ángel Vegas, Agustín Cotorruelo, José Bourkaib y Ubaldo Nieto.
23
En 1969 la Facultad fue definitivamente alejada de Madrid hasta su actual enclave en Somo-
saguas, lo que el Gobierno aprovechó para dividirla en una Facultad de Políticas y Sociología y
otra de Ciencias Económicas y Empresariales.
– 48 –
reintegración a las cátedras, un acto seguido por muy pocas autoridades acadé-
micas24. El coste fue su desaparición de la lista de vocales del CSIC.23
Fue, por tanto, un decano no solo eficaz gestionando un complejo traslado,
sino que se significó como defensor de la autonomía universitaria y de la liber-
tad de expresión en tiempos en que era más rentable, desde todos los puntos de
vista, mantenerse en la sombra. Y logró mantener abierta la Facultad todo su
mandato, salvo en los breves días en que viajó a Valencia a visitar a su madre de
94 años, gravísimamente enferma, que el Gobierno aprovechó miserablemente
para cerrarla.
Un suceso lamentable, con final feliz, demuestra el valor personal y la se-
riedad de Castañeda como profesor. En 1968 la Universidad Complutense,
con la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas a la cabeza, era un hervi-
dero de reivindicaciones políticas contra el franquismo y el funcionamiento
de la propia Universidad. En ese ambiente los alumnos organizaron lo que
dieron en llamarse juicios críticos a algunos catedráticos, consistentes en inte-
rrumpir una de sus clases para plantearles críticas a su asignatura y decidir si
debían seguir o no siendo profesores universitarios. Un catedrático tan exi-
gente y estricto como Castañeda, que impartía una asignatura con alto nivel
de abstracción, era muy estricto en sus calificaciones y que, además, había sido
los tres años anteriores decano, era un candidato idóneo para los estudiantes
más radicales.
Juan Velarde, a la sazón vicedecano y decano en funciones, aconsejó a Cas-
tañeda que, como habían hecho otros profesores, no acudiera el día fijado para
su juicio crítico a clase, pero la ética académica de Castañeda le impedía faltar
a una clase, por lo que se negó en rotundo. Los profesores Arnaiz y Ollero se
ofrecieron a acompañarle en el mal trago, pero Castañeda decidió, a sus 68 años,
asistir solo, como un día normal. El resultado desarmó a los alumnos: Castañeda
dialogó con ellos, contestó a las críticas y salió triunfante. Aquel día se acabaron
los juicios críticos en nuestra Facultad.
24
Es de justicia destacar que los profesores José María Valverde y Antonio Tovar renunciaron vo-
luntariamente a sus cátedras en solidaridad con los expedientados. E irónico que se expedientara
a cuatro catedráticos que, inmediatamente, encontraron acomodo en prestigiosas Universidades
extranjeras: Aranguren en Berkeley, Tierno en Princeton y García Calvo en Lille y el Collège de
France en París.
– 49 –
Si la anécdota demuestra valor y profesionalidad, una entrevista al profesor
Castañeda (1983) muestra una faceta adicional de bonhomía y de cómo enten-
día, en aquellas fechas, los derechos de los estudiantes universitarios. Sobre el
juicio en sí señaló: “Nunca lo he interpretado en mal sentido, aunque resulte
muy difícil para alguien que, como yo, vivió la situación, interpretarlo de otra
forma” y que le “pareció bien que los alumnos expusiesen sus quejas, aunque
de una manera menos violenta”. Sobre derechos: “Comprendo que los alumnos
deben tener una voz”.
25
Describo una Facultad de hace 60 años por lo que casi nada de lo que cuento es aplicable, por
fortuna, a la situación actual. Al fin y a la postre, nuestra Facultad ha cambiado tanto como el
país.
26
Corta lista a la que debo añadir a Sampedro, Uría y Velarde.
– 50 –
hizo una de las preguntas más difíciles de su libro: el monopolio bilateral (la te-
mida “38.4”). Lo primero que pensé es que más difícil, imposible. Más tarde me
di cuenta de que la razón no fue ponérmelo difícil, sino comprobar si era capaz
de entender y explicar un tema complejo que, por cierto, fue el que él mismo
eligió en sus oposiciones a cátedra como lección magistral. Y tardó tres cuartos
de hora en comprobarlo, haciéndome infinidad de preguntas, hasta el punto de
que al final salí con la impresión de que me podía haber suspendido. Para mi
sorpresa, me otorgó la máxima calificación.
La segunda anécdota: el día anterior al inicio de mis oposiciones a cátedra,
nos cruzamos en los pasillos del pabellón central de Somosaguas y me regañó,
cariñosa pero enérgicamente, por haber ido a dar clase, señalando que lo que
tenía que hacer era pasear, relajarme y divertirme. Recuerdo una doble sensación
entre el agradecimiento y casi deseos de estrangularle y preguntarle si él había
dejado de ir a clase algún día. Y cuando invité, tras la oposición al tribunal de
cátedra, a la preceptiva comida, elegí el restaurante Lhardy porque sabía que
le gustaba mucho (incluso había tenido una tertulia allí) y, de nuevo para mi
sorpresa, su forma de agradecérmelo fue regañándome por invitarles a un restau-
rante caro. Como ha señalado Ángel Rojo (2002a), no es tanto que Castañeda
tuviera mucho genio y fuera una persona hosca sino que, por el contrario, si ya
no se era alumno suyo, era una persona cariñosa y afable… con una irrefrenable
tendencia a regañar.
La última anécdota. Coincidí con el profesor Castañeda, ambos como voca-
les, en el tribunal de la primera cátedra de Teoría Económica de la recién creada
Universidad Autónoma de Barcelona. El único opositor era un profesor catalán
del área de economía aplicada, que luego llegó a Rector. Tanto Castañeda como
yo, sin comentar previamente nada sobre el candidato, votamos la no provisión
de la cátedra en el primer ejercicio, porque el área del candidato no era teoría
económica y fue eliminado por tres votos contra dos (ambos de los dos vocales
catalanes). Como se votaba de más joven a más antiguo, lo hice antes que Casta-
ñeda y cuando más tarde le comenté que lo hice con cierta aprensión porque no
sabía qué opinaba él del tema, me contestó “Pues yo, sin embargo, no tenía nin-
guna duda de lo que usted iba a votar”. El resultado fue interpretado por algunos
como un ataque de Madrid a la nueva Facultad, e incluso en términos políticos
Madrid-Cataluña, y la polémica llegó hasta la prensa, aunque se trataba de algo
muy simple: ningún tribunal de medicina votaría a un excelente anatomopa-
– 51 –
tólogo para una cátedra de anatomía27.26 Nuestra decisión tuvo un efecto muy
beneficioso porque cuando se volvió a convocar, la plaza fue cubierta por un es-
pecialista en Teoría Económica y ello permitió que el Departamento de Análisis
Económico fuera cubriendo plazas con profesores competentes del área, hasta
alcanzar el elevado nivel de excelencia que mantiene hoy.
En 1970, tras la jubilación de Castañeda pasé a ocupar su cátedra en Madrid.
Aquel año, un conocido grupo teatral estrenó una obra de gran éxito: Castañue-
las 70. Mis relaciones con los alumnos y mi grado de exigencia condujeron a que
los alumnos me apodaran como “Castañeda 70”. Sospecho que los estudiantes
nunca llegaron a imaginar que el mote pudiera resultarme un halago.
Tras su jubilación, tuve el privilegio de comer con él varias veces y, aparte
regañarme en todos los restaurantes, resultó ser un conversador muy interesante
y divertido que tenía mil anécdotas que contar, desde la Universidad hasta la
burocracia de Hacienda, desde la ópera hasta los viajes, desde la política hasta la
literatura. Un privilegio y un recuerdo entrañable de alguien que logró que los
economistas españoles de la época fuéramos mejores.
27
El candidato ganaría más tarde la cátedra de Economía Política y Hacienda Pública de Baleares,
de donde pasó a la Universidad de Barcelona en 1983. Sus investigaciones se centraron en la
economía catalana en la Guerra Civil, las finanzas públicas, el Estado autonómico y la enseñanza
universitaria en España, temas muy alejados del análisis económico.
– 52 –
1945: “El consumo de tabaco en España y sus factores”, Revista de Economía
Política, vol. 1, nº 2. Reimpreso en Madrid: Edición Homenaje de Tabacalera
(1988). Publicación de la tesis que, con el mismo título, presentó en 1936
completada con el Apéndice A sobre teoría de la demanda y unas ampliacio-
nes marginales de estimación.
1945: “Erich Schneider: Teoria de la produzione, introducción y traducción al
italiano de Ferdinando di Fenizio, Milán, CEA, 1942”, Revista de Economía
Política I (1), pp. 170-74.
1954: “Introducción a la programación lineal”, Revista de Ciencia Aplicada,
vol. VIII, nos 38 y 39, pp. 203-17 y 321-30.
1955: “La dirección científica de las empresas”, Cuestiones históricas y actuales de
la economía española, Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comer-
ciales de Bilbao.
1957: “Introducción a la teoría de juegos y sus aplicaciones”, Revista de Ciencia
Aplicada, vol. XI, nos 55 y 56.
1958: Teoría y política del desarrollo económico, Discurso de ingreso en la Real
Academia de Ciencias Morales y Políticas.
1959: “Incidencia de las restricciones eléctricas sobre la economía nacional” (con
José Luís Redonet). Reeditado en Información Comercial Española (1967) y
en Lecturas de economía española (1969), Madrid: Gredos.
*1960: “Las máquinas calculadoras electrónicas”, Intervención en la Real Acade-
mia de Ciencias Morales y Políticas.
1961: “Contestación al discurso de ingreso del Marqués de Casa Oriol”, Real
Academia de Ciencias Morales y Políticas, pp. 84-100.
*1961: “Disertación sobre cuestiones económicas”, Intervención en la Real Aca-
demia de Ciencias Morales y Políticas.
1962: La producción triguera española ante las perspectivas de integración europea,
Sindicato de Cereales.
1962: Apuntes de economía política, teórica y aplicada, ETS de Ingenieros Indus-
triales, Madrid.
*1963: “La producción triguera española en la integración europea”, Interven-
ción en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
– 53 –
*1964: “Economía y bien común”, Intervención en la Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas.
*1965: “La automatización y los problemas que plantea en los planos económico
y social”, Intervención en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
*1966: “Comentarios al estado de la economía española en 1965”, Intervención
en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
1968: Lecciones de teoría económica (consumo, producción, precios y rentas), Ma-
drid: Aguilar.
*1968: “Del estado de la economía española en el tercer Plan de Desarrollo”,
Intervención en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
*1968: “Materialismo y espiritualismo en economía”, Intervención en la Real
Academia de Ciencias Morales y Políticas.
1968-1969: “Materialismo y espiritualismo”, discurso inaugural del curso, Uni-
versidad de Madrid.
1969: “La participación relativa de los factores en la renta nacional”, Anales de
Economía, 1-4, pp. 97-108.
1969: “Discurso de respuesta al ingreso del Excmo. Sr. D. Gonzalo Arnáiz Ve-
llando”, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, pp. 72-86.
1970: Los fundamentos subjetivos de la teoría de la demanda, Madrid: Fundación
Valdecilla.
*1970: “Los derechos económicos y sociales entre los derechos humanos”, Inter-
vención en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
*1971: “El Mercado Común Europeo”, Intervención en la Real Academia de
Ciencias Morales y Políticas.
*1973: “Las políticas actuales de lucha contra la inflación”, Intervención en la
Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
1974: “El centenario del marginalismo”, Anales de la Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas, nº 50, pp. 153-71.
1974: “La Hacienda Pública dentro de la economía nacional”, Anales de la Real
Academia de Ciencias Morales y Políticas, nº 51, pp. 153-68.
1975: “Contestación al discurso de ingreso del Excmo. Sr. D. Enrique Fuentes
Quintana”, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, pp. 221-36.
– 54 –
1976: “Mi maestro Flores de Lemus”, Hacienda Pública Española, 42-43, pp.
31-33.
1977: “Don Luis Olariaga Pujana, 1885-1976”, Anales de la Real Academia
de Ciencias Morales y Políticas, nº 54.
*1978: “Paro e inflación”, Intervención en la Real Academia de Ciencias Mo-
rales y Políticas.
1982: “La participación de los ingenieros en el estudio de las ciencias econó-
micas”, Hacienda Pública Española, 76, pp. 273-86.
1982: “Un enfoque del Estado con autonomías”, Anales de la Real Academia
de Ciencias Morales y Políticas, nº 59, pp. 199-210.
1984: “Discurso de respuesta al ingreso del Excmo. Sr. D. Luis Ángel Rojo
Duque”, Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, nº 71.
BIBLIOGRAFÍA
BERMEJO, F. (1950). “Una aplicación del cálculo de probabilidades a la teoría
del consumo”. Anales de Economía, X (37):61-71.
CASTAÑEDA, J. (1983). “Los alumnos memorizaban la teoría económica,
pero no la entendían”, entrevista publicada en el Suplemento especial de El
País el 7 de junio titulado “25 años de la Facultad de Ciencias Políticas y
Económicas”.
FELLNER, W. (1949). Competition among the Few. Nueva York: Alfred Knopf.
FRIEDMAN, M. (1962). Price Theory: A Provisional Text. Transaction Publis-
hers.
FUENTES QUINTANA, E. “José Castañeda (11-3-1900 a 19-3-1987)”. Ana-
les de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 65: 295-300.
— (2002a) (dir.). Economía y economistas españoles, tomo 6 (1999) y tomo 7
(2002a). Barcelona: FUNCAS-Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores.
— (2002b). “La consolidación académica de la economía en España”. En Fuen-
tes Quintana (2002 a), pp. 7-145.
HICKS, J. R. (1939). Value and Capital. Oxford: Oxford University Press. Exis-
te traducción al español con el título Valor y Capital, México: Fondo de Cul-
tura Económica, 1945.
– 55 –
HOYO, J. DEL (1988). “El profesor Castañeda como economista cuantitativo”.
En Tabacalera 1988 pp. 51-61.
KRELLE, W. (1987). “Stackelberg, Heinrich von”, The New Palgrave. A Dictio-
nary of Economics, vol. IV. Londres: Macmillan Press.
MARTORELL, M. (2012). “La razón en las palabras de José Antonio. Pensa-
miento y acción política de los jóvenes economistas de Falange en los años
cincuenta”. Historia y Política, 27: 83-111.
MOORE, H. L. (1929). Synthetic Economics. Nueva York: Macmillan.
PARETO, V. (1909). Manuel d’économie politique. París: V. Giard y G. Brière.
Existe traducción inglesa: Manual of Political Economy. A Critical and Va-
riorum Edition A. Montesano, A. Zani, L. Bruni, J. S. Chipman y M. McLu-
re, eds. 2014, Oxford University Press. También traducción al castellano,
Manual de Economía Política (Segura, J. ed.), Madrid: Aranzadi, Fundación
ICO (2019).
REAL ACADEMIA DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS (1991).
“Homenaje a D. José Castañeda Chornet”. Anales de la Real Academia de
Ciencias Morales y Políticas, 68:553-73.
ROJO, L. A. (2002). “José Castañeda: recuerdos de un alumno”. En Fuentes
Quintana, E. (dir.) 2002a, pp. 277-280.
SÁNCHEZ LISSEN, R. (2002). “Los tres primeros catedráticos de teoría
económica de la universidad española”. En Fuentes Quintana (dir.) 2002a,
pp. 149-61.
SAMUELSON, P.A. (1947). Foundations of Economic Analysis. Cambridge:
Harvard University Press.
SCHULTZ, H. (1925), “The Statistical Law of Demand as Illustrated by
the Demand for Sugar”, Journal of Political Economy, XXXIII: 481-504 y
577-637.
— (1935). “Interrelations of Demand, Price and Income”. Journal of Political
Economy, XLIII: 433-481.
SEGURA, J. (2002). “Una nota sobre la historia de la introducción y asimila-
ción del análisis microeconómico moderno en España”. En E. Fuentes (dir.)
2002ª:385-407.
– 56 –
STACKELBERG, H. F. (1943). Grundzüge der Theoretischen Volkswirtschafts-
lehre. Stuttgart: Kohlhammer. Traducido al castellano como Principios de
economía política, Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1946.
STIGLER, G.J. (1942). The Theory of Price. Nueva York: Macmillan.
TABACALERA (1988). El consumo de tabaco en España y sus factores, edición
homenaje de Tabacalera S.A.
VARELA PARACHE, Manuel (1999). “Enseñanza y aplicación de la ciencia eco-
nómica: el profesor Zumalacárregui”. En E. Fuentes (dir.), 1999, pp. 319-44.
VELARDE, J. (1988), “Don José Castañeda”, en Tabacalera 1988, pp. 17-29.
— (1989). “La vieja generación de economistas y la actual realidad económica
española”, Discurso apertura del curso 1989-90, Universidad Complutense de
Madrid.
— (1990). Economistas españoles contemporáneos: primeros maestros. Madrid:
Espasa Calpe.
— (1999). “El legado de Flores de Lemus”. En E. Fuentes (dir), 1999, pp. 67-96.
VILLAR, H. (1952). “Una generalización de la teoría de la producción”. Anales
de Economía, XII (47-48): 393-446.
— (2002). “José Castañeda: su personalidad, su vida y su obra”. En Fuentes
Quintana, E. (dir.) 2002ª: 243-273.
WALD, A. (1933-1934). “Über die eindeutige positive Lösbarkeit der neuen
Produktions gleichungen I)”, Ergebnisse eines matematischen Kolloquiums.
Traducción inglesa de W.J. Baumol en Precursors in Mathematical Econo-
mics: An Anthology, (W.J. Baumol y S.M. Goldfield, eds.), London School
of Economics Series Reprint of Scarce Works on Political Economy, nº 19,
London: LSE (1968). Traducción castellana de J. Segura en Segura y Rodrí-
guez Braun (eds.), La economía en sus textos, Madrid: Taurus, 1998.
ZUMALACÁRREGUI, J. M. (1949). “Vilfredo Pareto: 1848-1923”. Anales de
Economía, IX (36):357-459.
– 57 –
Retrato del decano Valentín Andrés Álvarez
– 58 –
VALENTÍN ANDRÉS ÁLVAREZ (1891-1982):
EL PLACER DE ESCRIBIR, DE ENSEÑAR, DE VIVIR
1. INTRODUCCIÓN
Es una iniciativa excelente aprovechar el 75º aniversario de la apertura de
nuestra Facultad para compartir la memoria de su historia: contribuye a crear
sentimiento de comunidad, humus fecundo de toda vivencia universitaria au-
téntica. Y dirigir esa mirada hacia algunos de sus más señeros maestros –como lo
hace este ciclo de conferencias dirigido por el profesor Luis Perdices de Blas– es
otro elogiable acierto.28
28
José Luis García Delgado (Madrid, 1944) es Profesor Honorario de la Universidad Complu-
tense de Madrid y Académico de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Titular de la Cátedra ”la Caixa” Economía y Sociedad. Rector de la Universidad Internacional
Menéndez Pelayo (1995-2005). Doctor Honoris Causa por las Universidades de Oviedo, Lima,
Alicante, Zaragoza y Murcia. Premio Nacional de Investigación “Pascual Madoz” en el área de
Derecho y Ciencias Sociales (2014) y Premio de Economía Rey Juan Carlos (2016).
Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense, dirigió el departamento de
Estructura Económica y Economía Industrial (1981-1995). Fue decano de la Facultad de Cien-
cias Económicas de la Universidad de Oviedo (1977-1981). Con más de 150 títulos publicados
en obras unitarias y en revistas académicas, ha estudiado el crecimiento económico moderno en
Europa y en la España del siglo XX, la industrialización de Madrid y determinados capítulos del
pensamiento económico y social español contemporáneo. Desde 2006, su línea de investigación
se centra en la economía del español como lengua de comunicación internacional: un proyec-
– 59 –
Enhorabuena, pues, a quienes lo han ideado y, con su apoyo material y orga-
nizativo, lo han hecho posible.
Sobre Valentín Andrés Álvarez he escrito en numerosos momentos. Volver
ahora sobre su personalidad y su obra es una oportunidad que agradezco mu-
cho, y la aprovecharé para añadir consideraciones que permitan entender mejor
una personalidad que escapa de encasillamientos y de una obra que es fruto de
distintas dedicaciones y empeños. Distinguiré primero las etapas de su itinerario
biográfico, para terminar con unas notas que pudieran servir tanto de guía como
de recapitulación de una trayectoria vital y de un estilo de hacer.
2. CINCO ETAPAS
Las principales señas biográficas de Valentín Andrés Álvarez (Grado, Astu-
rias, 1891-Madrid, 1982) han recibido atención en diversas ocasiones29, y no
es esta ocasión de entrar en su detalle. Tiene sentido, en cambio, distinguir los
sucesivos tramos de un recorrido largo pero poco rectilíneo. Largo, al menos re-
lativamente, dado que la esperanza de vida de los españoles nacidos en el último
decenio del ochocientos no alcanzaba los 40 años; y lo curvo, por los giros acu-
sados en lo tocante a actividades e intereses prioritarios durante bastante tiempo,
como intentando negar el principio de la ventaja comparativa ricardiana, según
advirtió Fuentes Quintana al reformular en lenguaje económico por un señala-
miento de Ortega que hizo fortuna: Valentín Andrés Álvarez, “el hombre que
siempre está dejando de ser algo”.
– 60 –
Son cinco etapas las que, dejando fuera niñez y adolescencia transcurridas en
su villa natal, cabe diferenciar a nuestros efectos.
Una primera abarca cerca de tres lustros, entre 1907 y el decenio de 1920
ya avanzado, y en ella Valentín Andrés Álvarez, inteligencia despierta y espíritu
inquieto, sumará estudios superiores en muy diversos campos del conocimiento:
licenciatura de Farmacia, licenciatura en Ciencias (Física y Matemáticas), beca-
rio en el Laboratorio de Investigaciones Físicas (bajo la tutela de Blas Cabrera),
doctorado en Ciencias, cursos de Metafísica (Ortega) y de Ética (García Moren-
te), todo ello en la Universidad Central (Madrid); luego, estudios de Astrono-
mía en la Universidad de La Sorbona (París), para desembocar finalmente en la
“carrera de leyes” (en Oviedo y Madrid), cuyo grado de licenciatura alcanzará en
1924, iniciando a continuación los primeros cursos del doctorado correspon-
diente.
Bagaje formativo extraordinario, tan plural como poco rutinario ha de re-
querir, sin duda, no solo capacidad intelectual sino también esfuerzo, aunque
dilatado en el tiempo lo suficiente para permitir el cultivo de aficiones y tareas de
otra índole: la literatura, la frecuentación de tertulias y ateneos y el baile de salón
(“yo he bailado siempre”, confesará sin tapujos), y tanto en el Madrid que bulle
y cambia de los años 10 y 20 (cuando “comenzó a abrirse al cosmopolitismo”),
como en el París vitalista que acogerá a nuestro hombre de 1919 a 1921, una
ciudad que entonces quiere pasar deprisa la página de los horrores de la Gran
Guerra (“ávida de placeres después de los sufrimientos de la contienda”).
Hay espacio para todo, y en cada lugar se encuentra consejo o tutela. En el
ámbito universitario, será sobre todo Laureano Díez Canseco (tío del padre de
Valentín Andrés y catedrático de Historia del Derecho, uno de los “raros” genia-
loides de la celebrada “galería” que compuso Ramón Carande) quien orientará
los sucesivos pasos del brillante estudiante que salta con facilidad de un campo
a otro del saber; pero también es justo repetir el nombre de Blas Cabrera y citar
a Manuel García Morente (este, bajo la supervisión de José Castillejo, le invitará
en 1915 a dar clases de Física y Matemáticas en la recién abierta Residencia de
Menores, pronto convertida en Instituto-Escuela); sin eludir, por supuesto, al
propio Ortega (que lo acogerá en su tertulia, brindándole las páginas de Revista
de Occidente para algunas de sus primeras publicaciones) y algo tardíamente a
Antonio Flores de Lemus. Por su parte, en el mundo literario será Ramón Gó-
mez de la Serna quien tenga acusadísima influencia en la producción narrativa y
teatral de Valentín Andrés Álvarez.
– 61 –
La nómina completa, en todo caso, de quienes orientan o comparten su alar-
gado recorrido formativo y convivencial durante los algo más de quince años
ahora considerados –recuérdese, de 1907, cuando inicia Farmacia, y 1923-24,
matriculado ya en cursos de doctorado en Derecho– es bien representativa de
buena parte de quienes pueblan la historia intelectual de la España del primer
tercio del siglo XX, desde Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate, José
Castillejo o Rafael Altamira (la cercanía al institucionismo de Valentín Andrés
Álvarez es evidente), a Fernando Vela, Giménez Caballero, Benjamín Jarnés o
Guillermo de Torre.
Un escenario ciertamente atractivo –la “edad de plata” de la cultura española,
no se olvide–, en el que nuestro hombre se mueve cómoda, ágilmente, como se
desprende de sus propios escritos autobiográficos (Apunte autobiográfico, publi-
cado en 1930 y Memorias de medio siglo, en los años 70). Aprendiz aventajado
de casi todo pero en nada profesionalizado. Más de quince años a la búsque-
da de algo que polarice su interés y, a la vez, concentre su dedicación. ¿Alguna
explicación? Él aducirá, como herencia paterna, la “falta de voluntad” y el “ca-
rácter voltario” que le abocarán a ser “solo (…) constante en la inconstancia”.
Pero en esa suerte de huida hacia delante hay también –cabe especular– otros
componentes. Primero, el voluntario alejamiento físico de un entorno familiar
marcado por dos muertes tempranas: la del hermano mayor y único de Valentín
Andrés, cuando este tiene solo siete años, y la del padre, diez años más tarde;
segundo, dar la espalda a un horizonte laboral supuestamente predestinado que
le atrae poco: oficio y oficina de farmacia, otra herencia del padre, farmacéutico
en Grado; tercero, el rechazo, cuando todavía hay tantas opciones abiertas, a lo
que pueda imponer el reglamentado discurrir de un escalafón, “algo espantoso y
macabro; camina movido por la muerte y únicamente en tiempos de epidemia
acelera un poco su lento compás de marcha fúnebre”, escribirá Valentín Andrés
Álvarez en 1925.
Hasta aquí la primera extensa etapa, reveladora de aptitudes y moldeadora de
rasgos de carácter. La segunda comprende el decenio de 1920, aunque sin fron-
teras rígidas. Los diez años, aproximadamente, en que Valentín Andrés Álvarez
vive más intensamente los ambientes literarios y comparece públicamente como
novelista y dramaturgo, además de un breve escarceo por la poesía. Conocedor y
partícipe de la bohemia literaria que se cultiva en los cenáculos madrileños desde
años antes, se hará asiduo del Ateneo, cuando esta centenaria institución vive su
mejor momento, así como de algunas de las tertulias más conspicuas: la que tie-
– 62 –
ne a Ortega como astro central (“en la tertulia de Ortega sólo se escuchaba a un
contertulio: a Ortega”); la de Granja del Henar, donde brilla Valle-Inclán; la del
café Regina, con Giménez Caballero, Azaña, Prieto y D´Ors, hasta recalar y ha-
cerse miembro distinguido en la hoy más legendaria de todas, la que Ramón Gó-
mez de la Serna congrega en la Cripta de Pombo. En esos círculos, la inclinación
por la escritura le irá ganando la partida a los distintos caminos que en el terreno
científico habían dejado abiertos los estudios de Farmacia, Física y Matemáticas.
El año y medio de residencia en París hará el resto: los meses que transcurren
entre octubre de 1919 y la primavera de 1921 no los aprovechará Valentín An-
drés para ampliar conocimientos en Astronomía, siguiendo la recomendación
de Blas Cabrera, sino para zambullirse en el ambiente de las vanguardias lite-
rarias y artísticas postmodernistas –el reino de los ismos– que entonces marcan
territorio, con Apollinaire y Tristan Tzara a la cabeza, llegando a formalizar su
afiliación al “Grupo Internacional Dadá”, a la vez que se hace habitual de con-
cursos y convocatorias de baile en el Barrio Latino (“había ido a París a hacer
un curso de Mecánica celeste e hice celeste mecánica”). El resultado es que de la
capital del Sena regresa con un tomito de poemas Reflejos (publicado en 1921,
del que nunca se va a mostrar luego satisfecho: “la verdad es que como poeta fui
bastante malo”) y con el propósito de probar suerte en la creación literaria.
Y así lo hará con cierta continuidad durante los años siguientes. Consegui-
rá reconocimientos de tono menor para sus novelas (Sentimental-Dancing, de
1925, donde recrea, como ficción, sus andanzas parisinas) y Naufragio en la som-
bra (de 1930, con huellas también autobiográficas perceptibles), pero aplauso
mayoritario para su primera y más celebrada obra teatral, ¡Tararí! (estrenada
en Madrid en septiembre de 1929 y luego representada exitosamente en otras
capitales españolas y de América, como La Habana y México). Entre medias,
colaboraciones en Revista de Occidente (ya desde 1925, esto es, cuando aún no
se han cumplido dos años de la puesta a punto de esa gran empresa intelectual
orteguiana), páginas siempre de corte literario, aunque a veces adopten revesti-
miento ensayístico (por ejemplo, La templanza, texto aparecido en 1931), y la
participación en algunos emprendimientos en ese campo, como la fundación en
1925, junto a Guillermo de Torre, Benjamín Jarnés y el poeta ultrísta César A.
Comet, de la revista Plural (cuya vida efímera, tan solo tres entregas, no sería en
la época ninguna excepción). Tanto por su obra literaria como por su presencia
en unas u otras iniciativas, cabe encuadrar a Valentín Andrés Álvarez en “la otra
generación del 27” de la que hablara José López Rubio, pues durante los años
– 63 –
ahora referidos se codea con los integrantes más representativos de esa hornada:
Benjamín Jarnés, César Arconada, Antonio Espina…, con Ramón Gómez de la
Serna como “santo Patrón” de todos ellos (Martínez Cachero).
Justo cuando la creación literaria, al alcanzar cierto relieve como autor, pa-
recía una vía de profesionalización, la trayectoria de Valentín Andrés Álvarez
conocerá un nuevo giro, para adentrarse en otra etapa, la tercera según nuestro
recuento. Ahora el objetivo central será otro: conseguir una cátedra de universi-
dad que aporte estabilidad y le permita enseñar en las aulas de estudios superio-
res. Con toda probabilidad, es un cambio que no se hace sin pesar –“escritor” es
lo que “le hubiera gustado ser más plenamente”, reconocería mucho más tarde–
pero las circunstancias mandan. Han llegado “los años sin excusa” –la expresión
es de Carlos Barral–, que se prolongarán durante la década de 1930 y al comien-
zo de la siguiente.
La mirada se pone en la Cátedra de Economía Política y Hacienda Pública de
la Universidad de Oviedo, vacante al fallecer en 1930 quien era su titular, Isaac
Galcerán (también ese año morirá Laureano Díez Canseco, con tanta ascenden-
cia sobre Valentín Andrés Álvarez). Lo que desde bastante antes no pasaba de ser
una expectativa más o menos remotamente contemplada, se convierte entonces
en una oportunidad que conviene aprovechar. Azar y necesidad van a encade-
narse.
El primer eslabón, es verdad, data de antes: el estudiante de Astronomía es-
telar en París descubre casualmente un nuevo campo de estudio que le resulta
incitante: la Economía Política. Es en la biblioteca de Santa Genoveva y una
tarde de 1920, al reparar en “un libro abandonado” en el pupitre que se dispone
a ocupar. Se trata del Manual de Economía Política de Vilfredo Pareto, el sucesor
del gran Walras en la Cátedra de Lausana y él mismo “un economista matemáti-
co de primera fila”, como subraya Julio Segura en su “Estudio introductorio” a la
reciente edición de esa obra (2019). La atención se centrará inicialmente –dado
el bagaje formativo que posee– en el Apéndice, “uno de los primeros y más famo-
sos tratados de Economía Matemática”, según lo valorará después el casual lector
de aquella tarde; luego, en los sucesivos capítulos de todo un extenso volumen
que le acabará seduciendo (“me picó, y me intoxicó”), al punto de tenerlo como
temprano responsable de fijar su “destino definitivo de economista”.
El consejo de Laureano Díez Canseco –segundo eslabón– es decisivo para
dar cauce a esa imprevista atracción: cursar los estudios de Derecho a la vuelta de
– 64 –
París y vincularse a la cátedra de Economía Política de la Universidad Central,
cuando su titular, Antonio Flores de Lemus, está en la cima de su prestigio y tie-
ne de hecho la llave de las cátedras cuya provisión pueda convocarse. De ahí que
encontremos a Valentín Andrés Álvarez matriculado en Derecho –licenciatura
y doctorado– entre 1921 y 1924, y en la órbita, aunque solo tangencialmente,
de aquel.
Estamos, empero, a mitad del decenio de los 20, y la tensión entre literatura
y economía se sigue resolviendo a favor del primer campo (“pronto comencé a
ser infiel a la Economía, para coquetear de nuevo con la Literatura”). Habrá que
esperar todavía un tiempo para que cambien los tornos y se voltee el resultado
final, tercer eslabón de la cadena, ya a comienzos del decenio de 1930. A partir
de ese mismo año, habrá de procederse a convocar el correspondiente concurso-
oposición para proveer la cátedra de la Universidad de Oviedo, plaza deseable
para quien no dejará nunca de sentir y amar a su tierra natal; ocasión propicia, en
definitiva. Y lo que faltara para decantar la balanza hacia ese objetivo lo pondrán
algo después las acrecentadas responsabilidades familiares, tras el nacimiento de
los dos hijos (1932 y 1934) del matrimonio que ha formado (1927) con Car-
men Corugedo, también natural de Grado, de familia acomodada y formación
institucionista.
La preparación de la cátedra será desde entonces –repítase– objetivo priori-
tario, alargándose inesperadamente algo más de una década, pues no será hasta
1941 cuando se publique la anhelada convocatoria. Tan larga antesala permitirá,
sin duda, profundizar en el estudio, pero también, dado lo desproporcionado e
inesperado de su extensión temporal, introducirá una prolongada incertidum-
bre, apenas contrarrestada por cometidos que solo exigen muy parcial dedica-
ción. Por ejemplo, la codirección, al lado de José Antonio Rubio Sacristán, de
la Sección de Economía del Instituto de Economía y Estudios Internacionales
que la Junta de Ampliación de Estudios crea en 1934. Poco después, los años
de la Guerra Civil, con su inevitable carga de inseguridad y tribulaciones, cuan-
do también muere la madre (1937) completarán un tiempo en que se opaca la
proyección pública de Valentín Andrés; un tiempo, al cabo, que este no querrá
rememorar más tarde: “el decenio del treinta al cuarenta” –escribirá sin ocultar
desgarro– “fue de años tan ásperos y desapacibles que los he enterrado en la fosa
común del olvido”.
Lo que viene a continuación supone un cambio de escenario radical en su
recorrido biográfico. Tras las dificultades iniciales derivadas de sus no disimu-
– 65 –
ladas convicciones liberales y su cercanía y frecuentación del mundo institucio-
nista, así como de sus simpatías explícitas por el partido melquiadista, Valen-
tín Andrés puede pronto ejercer como catedrático de Economía (desde 1942),
abriéndose para él una nueva etapa –la cuarta a nuestros efectos–que, ahora ya
sin discontinuidad alguna, llega hasta la obligada jubilación administrativa, en
el arranque de la década de 1960. Etapa de plenitud, la del magisterio desde la
cátedra con plena madurez intelectual y emocional. Quince meses en la Uni-
versidad de Oviedo y luego quince holgados años en Madrid. Atrás quedarán
otros cometidos y tanteos. El cambio no es solo de decorado: en el profesor en-
tregado a poner en pie una nueva Facultad y a formar sucesivas promociones
de economistas, nada queda del diletantismo de antaño; lejos el hombre ahora
plenamente dedicado a las obligaciones universitarias de aquel que en otra época
había pasado “sobre tantas cosas rozándolas apenas, de puntillas”, según propia
confesión.
Los jalones de esa nueva andadura son conocidos. Alfonso Sánchez Hormi-
go y Juan Velarde Fuertes los han glosado, y no es este lugar para relacionarlos;
bastará con un rápido apunte de lo esencial. Doctor en Derecho desde julio de
1940, dos años después, en julio de 1942, obtiene la cátedra de Economía Polí-
tica en la Universidad de Oviedo, trasladándose, a comienzos de 1944, a Madrid
para hacerse cargo de una de las cátedras de Teoría Económica en la recién crea-
da Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales, primero interi-
namente y, desde noviembre de 1945, en propiedad, tras superar un obstáculo
sobrevenido al publicarse, mientras realiza el concurso-oposición, su laudatoria
glosa a la obra de Hayek, The Road to Serfdom. Aquí enseñará desde el primer
día, compartiendo también desde el primer momento las tareas organizativas
y de planificación que requiere esa nueva oferta de estudios universitarios: un
verdadero “creador de ambiente”, en suma, por decirlo al modo de Schumpeter
sobre Max Weber.
Explicará un curso de iniciación, “Introducción a la Economía Política”, y
otro que sirve de broche al final de la licenciatura: “Historia de las Doctrinas
Económicas”. Sus clases eran “realmente prodigiosas”, recordará muchos años
después Velarde, alumno de la promoción que estrena la Facultad. ¿Claves? A
partir del riguroso dominio de la materia, orden, claridad expositiva y –lo que
siempre es una eficaz herramienta didáctica– gran capacidad de ejemplificación
(algo, esto último, que ya Jarnés advirtiera en el Valentín Andrés narrador, “muy
ducho en vestir a las abstracciones de paisano”). Capacidad docente fuera de lo
– 66 –
común, en definitiva, que no es difícil entrever, retrospectivamente, en las pági-
nas de los volúmenes que muy pronto recogieron, casi literalmente, las explica-
ciones “del profesor”: Apuntes de Introducción a la Economía Política y, en otra
versión, Apuntes de Introducción a la Teoría Económica.
El profesor eminente no solo lo es en aula; también en las aportaciones que
publica en las principales revistas académicas o especializadas de la época: Revis-
ta de Estudios Políticos (ya desde 1941, y de la oportuna mano de Ramón Caran-
de), Anales de Economía, Moneda y Crédito y Revista de Economía Política. Son
trabajos de uno u otro tenor: recensiones y glosas de novedades bibliográficas,
estudios sobre obras y autores con cierto relieve en la historia del pensamien-
to económico, investigaciones propias en el campo de la economía aplicada, y
también ensayos con algún aliento teórico. Cuatro temas sirven de aglutinante:
definición de un sistema que asegure las libertades económicas; lucha contra
la desigualdad; análisis de las interdependencias de los distintos sectores, intér-
pretes y regiones de una economía nacional; búsqueda de enseñanzas en la obra
de los economistas clásicos, volviendo repetidamente a Adam Smith, a David
Ricardo –al que tradujo y prologó–, a Stuart Mill… Suman, en conjunto, algo
más de medio centenar de colaboraciones, todas con el sello de un análisis pene-
trante y de una muy cuidada escritura. Su iniciativa de elaborar la primera Tabla
input-output de la economía española, a mediados de la década de 1950, un hito
de todo sobresaliente en el conocimiento de la estructura económica de España,
completará, en este caso como impulsor y director de investigación, la labor del
excelente profesor universitario en años de magisterio activo.
Para su suerte, aún tendrá por delante otro tramo por recorrer, y no corto: la
quinta etapa en que hemos convenido parcelar su trayectoria biográfica. Veinte
años en que Valentín Andrés Álvarez, sin estar en primera línea, ejercerá una
suerte de magisterio patriarcal, tan prudente y reservado como pleno de auctori-
tas, sobre colegas y discípulos, sobre amigos y paisanos. Jubilación jubilosa.
La avanzada edad no le impide añadir aún algunos títulos notables a su obra.
Dos ejemplos: en el campo de la economía, su estudio sobre la vida, la obra y
la trascendencia de Quesnay, publicado en 1974 como prólogo a la edición del
Tableau Económique; en el ámbito de la producción literaria, la deliciosa Guía
espiritual de Asturias, un texto cuya primera versión data de los años cincuenta
pero que es revisado y ampliado al hacerse una nueva edición en 1980. Es la
edad ideal, en todo caso, para “la recapitulación” (así lo deseaba Julián Marías),
– 67 –
tarea bien placentera para Valentín Andrés Álvarez a tenor de las páginas de sus
Memorias de medio siglo, que se publicarán varias veces y en distintos formatos,
a partir de 1973.
Académico de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
desde 1952, ese será, en los años ahora considerados, uno de los recintos que
más frecuentará, prolongando en ese medio el gusto por la conversación y la
contienda intelectual que tanto practicara en las tertulias ilustradas del Madrid
del primer tercio del siglo. Son también los años en que se repiten los testimo-
nios de respeto y admiración hacia su persona, con homenajes principalmente
en Madrid, Oviedo y Grado. Un final feliz para una vida intensamente vivida,
que llega a su término el primer día del otoño asturiano de 1982.
3. SER Y ESTAR
A modo de coda, anotaré lo que mi memoria personal mejor retiene del
hombre que tuve cerca no pocas veces en los últimos diez años de su vida. Un
hombre que entraba entonces en la senectud –el periodo que sigue a la madurez,
según definición académica–, en una ancianidad que trasmitía, más aún que se-
rena aceptación de lo que el paso del tiempo impusiera, agradecimiento por lo
vivido y por lo que restara de vivir. Gozosa ancianidad: se envejece como se vive.
Cuatro rasgos de una personalidad acentuadamente singular. Ante todo, la
pulcritud, esa forma superior de la elegancia. Esmerado en el gesto y en el habla,
se movía con la misma cuidada naturalidad donde la formalidad era exigible que
cuando se imponía lo informal. Su apostura no se basaba en talla o parecido
corporal, sino en actitud, en la distinción de maneras y gustos. Hasta fumar –y
siempre lo hizo con envidiable delectación– se convertía en una prueba de pul-
critud que casi trascendía lo físico.
La discreción era igualmente un marcado rasgo suyo. La discreción como
cualidad ética y también estética. Valentín Andrés Álvarez rehuyó siempre pro-
tagonismos innecesarios, sin alardear de sus muchos saberes. Conversador casi
vocacional – “lo que más le gustaba era conversar”, se ha dejado escrito con acier-
to–, poseía el don, no frecuente, de saber escuchar, con ademán siempre abierto
y comprensivo. Mereciéndose en distintos foros un puesto preeminente, prefería
optar por compartirlo o restarle relieve.
Nunca tenía prisa o conseguía disimularla, y este era otro signo distintivo.
En sus años tardíos resultaba muy aparente, pero toda su obra, la literaria y la
– 68 –
científica, sugiere un modo de trabajar ajeno a la compulsividad, a la inmedia-
tez, retomando con mucha frecuencia pasajes y textos anteriores para ofrecerlos
más depurados, mejor acabados. Escribía como hablaba: pausadamente, con ar-
gumentación bien trenzada, puliendo la expresión. Por eso sus páginas tienen
mucho de “artesanía intelectual”, en el elevado sentido que diera a esta expresión
Wright Mills. No tuvo prisa para nada en su vida: ni para cerrar la etapa de for-
mación universitaria, ni para profesionalizarse, ni para publicar; tampoco –déje-
seme decirlo– para formar una familia. Su vitalismo era un vitalismo templado,
moderado por ese no apresurarse.
Y todavía un cuarto componente del todo característico de obra y autor: el
humor. Ese que comienza por “reírse uno de sí mismo” (“humor asturiano”, tal
como él mismo lo definió). Humor agudo sin llegar a la socarronería, nutrido de
la sabia ironía que no agrede y, a la vez, evita cualquier atisbo de engolamiento.
Toda la obra literaria y ensayista de Valentín Andrés Álvarez encuentra en ese
sentido del humor el tono dominante, un elemento identificativo básico. Y en su
conversación mantenía igualmente tal pauta, buscando el hallazgo ingenioso o
la paradoja desconcertante, muy al gusto ramoniano. Y cuando la contradicción
surgía, acababa siendo no un freno sino un estímulo, acaso porque el itinerario
biográfico aquí expuesto se recrea en la superación de dualidades aparentemente
irreconciliables –lo señaló brillantemente Juan Cueto–: las matemáticas y el da-
daísmo, la física y la metafísica, la vanguardia y la cátedra, la tertulia y la escritura
creadora, la astronomía y el tango, las ciencias y las letras, “en fin, el sentimiento
–y compromiso– regional y la pasión indesmayable por lo universal”.
Este fue el hombre sabio y bondadoso que yo traté cuando enfilaba la última
vuelta de su camino. Y doy testimonio de que a ella no llegó Valentín Andrés
Álvarez como el noble de los versos de Gil de Biedma, “arruinado entre las ruinas
de su inteligencia”, sino –diciéndolo al modo de Steiner– como el agradecido
invitado al privilegio que fue una vida bien vivida.
4. NOTA BIBLIOGRÁFICA
El mejor conocedor de la vida y la obra de Valentín Andrés Álvarez es Al-
fonso Sánchez Hormigo, y a él le debemos la más amplia relación bibliográfi-
ca, ofrecida con buena sistematización en las páginas finales de Alfonso Sán-
chez Hormigo, Valentín Andrés Álvarez (Un economista del 27), Universidad
– 69 –
de Zaragoza, 1991. Este libro contiene también la aproximación más extensa
sobre la trayectoria vital y la actividad creadora del autor estudiado.
Dos trabajos complementan muy bien esa central aportación de Sánchez
Hormigo: en la vertiente literaria, Virginia García Gontán, “Vida y obra de Va-
lentín Andrés Álvarez”, Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, números
97 a 104, Oviedo, 1979; desde el flanco de la economía, Juan Velarde Fuertes,
Las aportaciones económicas de Valentín Andrés Álvarez, Universidad de Oviedo,
1980.
Cuatro volúmenes con otras tantas compilaciones de obras seleccionadas,
conteniendo en cada caso estudios introductorios bibliográficos, son los siguien-
tes, relacionados por orden cronológico de edición: Valentín Andrés Álvarez,
Guía espiritual de Asturias y obra escogida, Caja de Ahorros de Asturias, Oviedo,
1980 (con estudios introductorios de José Luis García Delgado y de Juan Cue-
to Alas); Valentín Andrés Álvarez, Libertad económica y responsabilidad social,
Madrid, 1991 (con estudios introductorios de José Luis García Delgado y de
Alfonso Sánchez Hormigo, ambos encargados de la edición); Valentín Andrés
Álvarez, En serio y en broma, Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo, 1991
(con estudio introductorio de Alfonso Sánchez Hormigo, encargado de la edi-
ción); por último, Valentín Andrés Álvarez, Ensayo, narración y teatro, Funda-
ción Banco Santander, Madrid, 2008 (introducción y selección de José María
Martínez Cachero).
De las entrevistas a Valentín Andrés Álvarez publicadas en los últimos años
de su vida, dos contienen abundante y valiosa información: la realizada por Juan
Velarde Fuertes, “Una conversación con Valentín Andrés”, en Los Cuadernos del
Norte, Año I, nº 0 (Especial), enero-febrero, 1980, y la firmada por Evaristo Arce
en el volumen antes citado, Guía espiritual de Asturias y obra escogida.
Otros tres estudios breves sobre nuestro autor, glosando diversas facetas de
su personalidad, son los de José Luis García Delgado, Enrique Fuentes Quintana
y Juan Velarde Fuertes, contenidos en la obra Homenaje a los profesores Valentín
Andrés Álvarez y Emilio Alarcos Llorach, Universidad de Oviedo, 1997.
Algunos apuntes adicionales sobre unos u otros aspectos de vida y obra, los
aportan quienes firman los distintos “Estudios en homenaje al profesor Valen-
tín Andrés Álvarez”, reunidos en el volumen coordinado por José Luis García
Delgado y Julio Segura, Ciencia social y análisis económico, Ed. Tecnos, Madrid,
1978.
– 70 –
Además de los ya citados, mi trabajo más amplio sobre el autor es José Luis
García Delgado, Papeles de Economía Española, nº 4, 1980, luego recuperado
por Revista Asturiana de Economía, números 39-40, 2007.
A Julio Segura se le debe parte de la traducción y el “Estudio introducto-
rio” de la obra que promoverá la decantación de Valentín Andrés Álvarez hacia
la economía: Vilfredo Pareto, Manual de Economía Política, Thomson Reuters
Aranzadi, Fundación ICO, Madrid, 2019.
Resta, en fin, la referencia a los dos textos explícitamente autobiográficos de
Valentín Andrés Álvarez, recurrentemente utilizados en diversos pasajes de las
páginas anteriores: “Apunte autobiográfico”, que precede a su Naufragio en la
sombra, Ediciones Ulises, 1930 (y reeditado por Alfonso Sánchez Hormigo en
la obra ya citada En serio y en broma) y Memoria de medio siglo, con varias edi-
ciones, desde 1973, la última en el volumen, también ya citado, Ciencia social y
análisis económico.
– 71 –
José Luis Sampedro en 1981
– 72 –
JOSÉ LUIS SAMPEDRO (1917-2013): PROFESOR,
BANCARIO Y NOVELISTA
1. INTRODUCCIÓN
En primer lugar quisiera agradecer a la Facultad, a la decana que acabó su
mandato, Begoña García Greciano, al decano actual, Carlos Rivero, y en especial
a Luis Perdices de Blas, así como a la Fundación Areces, a nuestro compañero
Miguel Jerez, el haberse acordado de Sampedro y de mí para impartir esta con-
ferencia en el ciclo conmemorativo de los 75 años de creación de la facultad. 30
30
Carlos Berzosa (Madrid, 1945) es Profesor Emérito de la Universidad Complutense. Rector
(2003-2011) y Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universi-
dad Complutense (1984-1998). Es presidente de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado
(CEAR). Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de Piura (Perú) y la Universidad
de Tarapacá (Chile). Fue presidente de la Fundación General de la Universidad Complutense.
Miembro de la Real Academia de Doctores de España. Su labor docente, de estudio e investi-
gación se ha centrado en la economía mundial, el desarrollo económico, el Estado del Bienestar
y la economía europea. Autor de varios libros y numerosos artículos en obras colectivas, revistas
académicas y de difusión. Miembro del Consejo de Redacción de Revista de Economía Mundial
y Revista de Economía Crítica, y del Comité Editorial de Ola Financiera. Entre sus diferentes
títulos destaca Estructura Económica Mundial (2001), escrito conjuntamente con Pablo Bustelo
y Jesús de la Iglesia. Asimismo, ha actualizado dos conocidas obras de José Luis Sampedro: Con-
ciencia del subdesarrollo. Veinticinco años después (1996) y La inflación al alcance de los ministros
(2012). Ha realizado la introducción a la recopilación de artículos económicos de Sampedro
– 73 –
En 2009 se publicó el libro Economía humanista, que era un conjunto de ar-
tículos de José Luis Sampedro escritos en diferentes revistas y años. La recopila-
ción corrió a cargo de Olga Lucas, su mujer, y yo. A su vez me encargué de hacer
el prólogo. Sampedro me llamó por teléfono para agradecerme este prólogo por
poner de relieve el papel desempeñado como economista y profesor, pues a eso,
según dijo, se había dedicado toda su vida y era de lo que había vivido. Esto es lo
que voy a pretender hacer aquí, aunque, no obstante, el título de la conferencia
incluye su trabajo como bancario y como novelista.
Me centraré en su labor como economista, entre otras cosas porque no soy
crítico literario, aunque sí lector de novelas, y de su papel como bancario repetir
sus palabras, que aunque había trabajado muchos años en banca no sabía nada
de operativa bancaria, lo cual no resultaba extraño, pues normalmente se dedi-
có al Servicio de Estudios. Sin embargo, por lo que concierne a su labor como
novelista me gustaría aclarar algunos malos entendidos, que se encuentran, por
otra parte, muy extendidos, como es la creencia de que fue primero economista
y posteriormente se dedicó a escribir novelas.
Nada más lejos de la realidad, debido a que Sampedro ya escribía novelas
antes de estudiar Económicas, como es el caso de La estatua de Adolfo Espejo
(1939), y La sombra de los días (1944), aunque permanecieron inéditas hasta
1994, año en el que se publicaron las dos juntas y sin que el autor hiciera nin-
guna corrección sobre los originales. Como trasfondo de estas novelas está la
Guerra Civil, y en la segunda la referencia a un amigo que había muerto en
combate.
Cuando estudié Económicas en la segunda década de los sesenta, y le tuve
como profesor, ya había escrito dos novelas Congreso en Estocolmo (1952) y El
río que nos lleva (1961); y dos obras de teatro: La Paloma de cartón (1950), Pre-
mio Nacional Calderón de la Barca, y Un sitio para vivir (1955). No escribió más
publicada con el título de Economía Humanista (2010). Carlos Berzosa ha afrontado temas
como la crisis económica de los años 1980, en Economía: crisis o recuperación (1988); los cambios
en la economía mundial en Los nuevos competidores internacionales (1991); así como los retos
y procesos globales en Los desafíos de la economía mundial en el siglo XXI (2002). Fruto de su
preocupación por los problemas ecológicos se encuentra su artículo “Acumulación capitalista y
justicia ecológica”, en el libro colectivo editado por Teresa Vicente: Justicia ecológica en la era del
antropoceno (2016).
– 74 –
teatro pero sí novelas como El caballo desnudo (1970), Octubre, octubre (1981),
La sonrisa etrusca (1985), La vieja sirena (1990), Real Sitio (1993), El amante
lesbiano (2000), y La sombra del drago (2005).
No hay dicotomía entre economía y novela, pues las dos tratan de conductas
humanas. La Economía se beneficia de su capacidad literaria, como se puede
percibir en sus escritos, donde cabe destacar el libro Las fuerzas económicas de
nuestro tiempo, y la descripción que realiza en el capítulo “Estructura del subde-
sarrollo” de Conciencia del subdesarrollo (1973), con la llegada a Sudlandia, en
donde se combinan la imaginación y la capacidad creativa con los conocimien-
tos económicos. A su vez, la novela se beneficia en su elaboración con el cono-
cimiento que tenía de las tablas Input-Output, de manera que mientras escribe
se prepara unas tablas de doble entrada en las que en las columnas coloca los
personajes, y en las filas el perfil y la aparición en la escena de cada uno de ellos.
– 75 –
por ello en su alumno predilecto. La obtención del premio extraordinario de la
primera promoción de Economía que salía de las aulas universitarias, en 1947,
fue lo que motivó la propuesta del decano de entonces, Fernando María Castie-
lla, para que se incorporase a la docencia universitaria.
Se le asignó la disciplina de Estructura Económica. Esta disciplina no apare-
ció con este nombre en el primer plan de estudios de 1943, sino el de Geografía
Económica, pero fue modificado un año más tarde por el de Estructura Eco-
nómica, hecho que se produjo gracias a los tres primeros catedráticos de Teoría
Económica, Valentín Andrés Álvarez, José Castañeda y Manuel de Torres. En
palabras de Sampedro: “Este es el momento de recordar que debemos a Valentín
(Andrés Álvarez) y a sus dos compañeros de aquellos primeros tiempos (Manuel
de Torres y José Castañeda) el acierto de incluir tal disciplina en su plan univer-
sitario, anticipándose a la irrupción posterior de estructuralismos y análisis de
sistemas”. Hecho este que tuvo una enorme importancia, pues significaba dotar
de sentido económico a esta disciplina.
Esto le conduce a tener que desaprender y aprender de nuevo. Lo que le lleva
a estudiar el significado del término Estructura en economía y a desarrollar el
análisis estructural. Las razones de por qué adoptó un enfoque, que suponía una
determinada ruptura con la economía convencional que se enseñaba entonces,
lo explica en el artículo, recogido en el libro Economía humanista, “De cómo
dejé de ser Homo oeconomicus”: “Pero ¿fui alguna vez Homo oeconomicus? Desde
luego está escrito, por José María Naharro en un artículo para Moneda y Crédito,
que fui buen discípulo de Stackelberg; aunque ya se añade que pronto me des-
carrié”. Este descarriarse de la microeconomía, que enseñaba este destacado pro-
fesor alemán, se debe como él mismo dice a lo siguiente: “Contribuyó mucho a
mi desaprendizaje –ejercicio siempre indispensable para vivir– el hecho de que
recién terminada mi carrera, se me confiara un curso de Estructura económica”.
De este modo se adentró en un mundo de conocimiento nuevo lo que le
condujo al enfoque estructural que desarrolló a partir de entonces y que lo fue
perfeccionando sobre todo en la década de los cincuenta: “Pensando así por mi
cuenta, pronto percibí la insuficiencia de los análisis parciales que se yuxtaponen,
aunque sea elegantemente, para constituir la teoría convencional; llamando tam-
bién parcial, claro está, a la llamada Teoría general de Keynes. Comprendí que la
acotación del campo, primera operación científica para entender la realidad, está
deficientemente realizada por esa teoría, al dejar fuera variables indispensables.
– 76 –
Y más adelante comprendí, además, que los análisis estáticos no revelan nada en
las ciencias sociales, porque en nuestro mundo no hay situaciones sino procesos,
y sólo tienen sentido las estructuras dinámicas”.
El decano de la Facultad también le hizo otra oferta. Manuel Arburúa, di-
rector del Banco Exterior, le solicitó un economista de la recién salida primera
promoción para llevar un Servicio de Estudios, que no existía en el banco. Cas-
tiella se lo propuso a Sampedro, que tuvo una entrevista con un subdirector del
banco el cual le preguntó qué es lo que quería hacer a lo que respondió que crear
un boletín semanal. Y si no sale alguna semana, entonces, le respondió Sampe-
dro, me echan por no ser capaz de sacar un boletín cada siete días. Después de
aquello le recibió Arburúa y le contrataron. Así fue como comenzó su carrera
bancaria. Cuando Arburúa fue nombrado ministro de Comercio en 1951, se lo
quiso llevar al Ministerio, pero Sampedro dijo que no quería cargos oficiales y
deseaba seguir en el banco, aunque podía asesorar desde allí como agregado al
Ministerio. Esto es lo que realmente se hizo.
En 1957, cuando acabó el mandato de Arburúa como ministro de Comer-
cio, se incorporó a la Secretaría del Ministerio de Hacienda hasta 1962. En es-
tos puestos participó en diversas reuniones internacionales, sobre todo en la
OCDE, en donde intervino en importantes sesiones de trabajo y debates que
afectaban a la economía española. Participó en la elaboración del Plan de Estabi-
lización de 1959, junto con otros profesores de la facultad y funcionarios como
Fuentes Quintana, Manuel Varela Parache y Ángel Rojo, bajo la dirección de
Juan Sardá, que fue el hombre clave en la dirección que iba a tomar la economía
a partir de entonces.
En el final de los años cuarenta tradujo dos importantes libros: Teoría de la
Competencia imperfecta de Joan Robinson y el Curso de Economía moderna de
Paul Samuelson. También inició la elaboración de su tesis doctoral bajo la di-
rección de Castañeda. La razón fue que Castañeda se hizo cargo de la dirección
de la revista Ciencia aplicada y llamó a Sampedro para que le ayudara. Como
resultado de aquella colaboración publicó su primer artículo en 1947, recién
terminada la licenciatura “El problema de las áreas económicamente deprimidas
y su planteamiento actual en la Gran Bretaña”. En consonancia con este estudio
realizó su tesis doctoral sobre Principios prácticos de la localización industrial,
que obtuvo la máxima calificación y que fue publicado en 1957 por la editorial
Aguilar.
– 77 –
Obtuvo la primera cátedra de la disciplina en el año 1955, siendo el más jo-
ven de los que opositaba, y enfrentándose a su propio profesor, José Miguel Ruiz
Morales, y a una persona ya conocida en el ámbito de la economía como Román
Perpiñá Grau. Los testigos de aquellas oposiciones cuentan la brillantez de las
que dio muestras Sampedro, tanto en la exposición oral como en el contenido
en los diferentes ejercicios.
La década de los cincuenta fue muy fructífera para Sampedro, pues además
de haber publicado dos obras de teatro y una novela, obtuvo el grado de doctor
en 1951 con la máxima calificación, y logró la cátedra de Estructura e Institu-
ciones económicas españolas en relación con las extranjeras en 1955. Publicó
numerosos artículos y dos libros Principios prácticos de la localización industrial
(1957), y Realidad económica y análisis estructural (1959), ambos en editorial
Aguilar. Participó conjuntamente con otros profesores de la Facultad en la ela-
boración de la primera tabla Input-Output de la economía española, así como
la Contabilidad Nacional de España. Escribió artículos sobre la Unión Europea,
entre los que destaca el escrito en un libro colectivo dirigido por José Larraz, que
fue el ministro de Hacienda en el segundo gobierno de Franco.
En la década de los sesenta, publicó su segunda novela. Dirigió un trabajo de
investigación, en el ámbito de la Sociedad de Estudios y Publicaciones, finan-
ciada por el Banco Urquijo, que fue editado en 1964: Perfiles económicos de las
regiones españolas. Posteriormente diseñó un proyecto de investigación, que fue
dirigido por Rafael Martínez Cortiña, Las regiones españolas ante la asociación
con Europa (1966). Publicó dos libros Las fuerzas económicas de nuestro tiempo
(1967) y el manual de Estructura Económica, escrito conjuntamente con Martí-
nez Cortiña (1969), en el que se recoge las explicaciones de clases, que se habían
publicado ya como apuntes. La década termina con la aparición de una nueva
novela.
En 1969 abandona la enseñanza en la Universidad Complutense, como con-
secuencia de la expulsión de profesores en Madrid y Barcelona en 1965. En la
década de los sesenta se desarrolló un fuerte movimiento estudiantil que recha-
zaba el SEU, sindicato de estudiantes universitarios, a la vez que se reclamaba
libertad y democracia. Un conjunto de profesores apoyó las reivindicaciones
estudiantiles, y como consecuencia de ello fueron expulsados a perpetuidad los
catedráticos José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo, ambos de la
Universidad Complutense; y Enrique Tierno Galván, de la Universidad de Sala-
– 78 –
manca. Fueron sancionados por dos años Mariano Aguilar Navarro y Santiago
Montero Díaz, de la Universidad Complutense. En la Universidad de Barcelona
fueron expulsados bastantes profesores no numerarios, simplemente con la no
renovación del contrato. José María Valverde, catedrático de la Universidad de
Barcelona, renunció a la cátedra en señal de protesta y se exilió.
Sampedro envió una carta a varios de los expulsados en solidaridad, pero
la única que conozco es la dirigida a Manuel Sacristán, filósofo marxista y es-
pecialista en lógica, que impartía las enseñanzas de Filosofía en la Facultad de
Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad de Barcelona. La carta de la
que podía hacer uso público y privado, aunque nunca hizo uso público de ella
Sacristán, ha sido publicada en el libro póstumo Escritos sobre El capital (2004),
porque según el editor encargado de la selección de textos, Salvador López Ar-
nal, es de cita obligada.
Estos hechos motivaron a Sampedro a solicitar la excedencia para aceptar un
puesto de profesor visitante en la Universidad de Saldford y al año siguiente en
la Universidad de Liverpool, ambas en Reino Unido, en las que impartió Litera-
tura española y Economía. Al volver no se reintegró a sus clases en su Facultad,
porque según dijo las cosas estaban peor que cuando se fue. No se desligó de la
enseñanza sino que recuperó las clases en la Escuela Diplomática, a la vez que
dicta un curso en la Facultad de Económicas de la recién creada Universidad
Autónoma de Barcelona. Regresa al Ministerio de Hacienda, como asesor eco-
nómico de la Dirección General de Aduanas, toda vez que había dejado el Banco
Exterior en 1968.
No se desvinculó, por tanto, de la docencia ni de la economía en la década de
los setenta, pues, aparte de su función profesional y docente, escribirá dos libros:
Conciencia del subdesarrollo (1972) y La inflación en versión completa (1976).
Estos dos libros me correspondió actualizarlos, a petición suya, pues en aquel
entonces sí que ya se había desligado del estudio de la Economía, aunque se-
guía muy informado de las cuestiones económicas internacionales y de España a
través de los medios de comunicación. Se publicaron con los siguientes títulos:
Conciencia del subdesarrollo veinticinco años después (1996) y La inflación (al
alcance de los ministros) (2012).
En esta década participó en la UNCTAD y actuó como consultor del Banco
Mundial, y se reincorporó al Banco Exterior de España como economista asesor,
siendo en los años ochenta nombrado vicepresidente en la recién creada Funda-
– 79 –
ción del Banco Exterior. Se hicieron informes muy valiosos sobre países y áreas
económicos, de los que conviene destacar La Crisis de los Setenta que lleva una
introducción suya realmente magistral. En el año 1977 fue nombrado senador
real, de modo que participó en la elaboración y aprobación de la Constitución.
En el año 1985 abandona la Fundación del Banco Exterior de España
para poder dedicar más tiempo a escribir. Se incorporó al Cuerpo de Técni-
cos de Aduanas en el que se jubiló en 1985. Es aquí cuando abandona la Eco-
nomía y se dedica más a la Literatura. Esta es la razón de que me pidiera a mí,
en los noventa, la actualización del libro Conciencia del subdesarrollo porque
según sus palabras ya no estaba al día de la bibliografía económica. Lo mis-
mo sucedió en el caso del libro sobre la inflación. No obstante publicó un
libro de difusión El mercado y la globalización (2002), pero, aunque es muy
agudo en su análisis y es de resaltar la definición que da de globalización, es
una obra que se sustenta más en reflexiones que en un bagaje académico y
bibliográfico.
En el año 1991 ingresó en la Real Academia Española, por sus méritos litera-
rios y económicos, con un brillante discurso que tituló Desde la frontera, el cual
fue contestado con una buena intervención por el académico y catedrático de la
Complutense, Gregorio Salvador. En 2010, el Consejo de Ministros le otorgó la
Orden de las Artes y las Letras de España por su sobresaliente trayectoria lite-
raria y por un pensamiento comprometido con los problemas de su tiempo. En
2011 se le concedió el Premio Nacional de las Letras Españolas.
– 80 –
resultados en crecimiento económico y se han acercado a los países ricos. La
desigualdad mundial, en todo caso, sigue siendo elevada y muchos países siguen
sufriendo la dependencia, en sus diferentes modalidades, de los países desarrolla-
dos y quedan marginados en la economía global. Resulta magnífico el capítulo
dedicado a la estructura del subdesarrollo, en el que se muestra su capacidad lite-
raria y creativa cuando relata la realidad del subdesarrollo basándose en un viaje
de uno de los expertos que cada año arriban a estas tierras y en este caso a un país
imaginario llamado Sudlandia.
En el libro también lleva a cabo una descripción en los capítulos “Hacia una
Conciencia Mundial” y “El Segundo Decenio” de las tres conferencias de la
UNCTAD, y de ello se sirve de sus conocimientos pero también de su expe-
riencia, pues en 1973 fue asesor especial de la delegación española en el grupo
de trabajo de la UNCTAD para elaborar la “Carta de los Derechos y Deberes
de los Estados”.
Pero el libro no se queda solamente en el análisis de los países subdesarrolla-
dos sino que aborda el subdesarrollo de los desarrollados, que entronca con sus
primeros trabajos cuando analizó las áreas retrasadas en los países avanzados.
Esta desigualdad se ha seguido manteniendo, a pesar de los logros conseguidos, y
se ha hecho más acuciante con la situación actual como consecuencia del declive
de antiguas áreas industriales y cierre de minas. Así como la pobreza que se da en
las grandes urbes. Plantea a su vez los problemas medioambientales y de los que
se está alcanzando una mayor conciencia en los tiempos actuales. Aquí como
en tantas cosas demuestra ser un adelantado de su tiempo cuando desarrolla un
enfoque ecológico.
Por lo que concierne al libro sobre la inflación fue escrito en una década en la
que había un elevado incremento de los precios. La inflación que empezó a preo-
cupar en la década de los sesenta se disparó en estos años, como consecuencia de
la subida de los precios del petróleo. Tuvo lugar una importante literatura eco-
nómica que trataba de explicar, desde diferentes ópticas, las causas de la subida
de los precios. Todas esas explicaciones fueron descritas con gran magisterio por
Sampedro. Pero faltaba una que para él era esencial. De ahí el título de versión
completa que hacía referencia a que en España, durante los largos años de dic-
tadura, era corriente que la censura cortara parte de las películas, de manera que
rara vez se veían en versión completa.
– 81 –
En la inflación pasaba lo mismo, pues en las explicaciones que se daban, tanto
en los manuales como en las aulas, se omitía lo esencial, que era el conflicto social
entre el capital y el trabajo. De forma que los trabajadores cuando conseguían
más salarios, acortar la jornada laboral y mejorar las condiciones de trabajo, pro-
vocaban subida de precios impulsados por los empresarios para preservar sus be-
neficios. No se trataba de sentar en el banquillo de los acusados a los salarios sino
a un sistema que se basaba en la contradicción. A mí me correspondió tratar de
averiguar por qué había descendido la inflación y lo hice no atendiendo a las po-
líticas monetaristas que se llevaron a cabo, sino precisamente a la razón que daba
Sampedro. En estos años dejó de existir el pleno empleo y las reivindicaciones
de los trabajadores disminuyeron, lo que sumado a otros factores como el auge
de las finanzas que proporcionaron una forma de obtener rápidos y cómodos
beneficios, fueron elementos que influyeron de un modo decisivo.
Conviene, en todo caso, volver a los años sesenta, pues es aquí cuando pu-
blicó uno de sus mejores libros si no el mejor, Las fuerzas económicas de nuestro
tiempo. De hecho, cuando asistimos a la presentación en el Colegio de Econo-
mistas de Madrid de Conciencia del subdesarrollo veinticinco años después, uno
de los asistentes le dijo por qué no actualizaba este libro que era el mejor que
había escrito. Sampedro dijo que no lo pensaba, pero no dio razones para ello.
Nunca le pregunté por qué, y siempre me cupo la duda, si era debido a que era
tan bueno que no quería que nadie lo actualizara, o porque algunas partes en las
que describía ciertas tendencias no se cumplieron.
Las fuerzas económicas de nuestro tiempo (1967), se publicó conjuntamen-
te en seis idiomas, fruto de la colaboración de editoriales europeas para crear
una colección de divulgación científica escritas por especialistas de las diferentes
áreas de conocimiento. En España esta edición la llevó a cabo la editorial Gua-
darrama. Además de Sampedro participó Jan Tinbergen, primer premio Nobel
de Economía junto a Ragnar Frisch en 1969, con el libro Planificación del desa-
rrollo (1967). En aquella selección de autores se encontraba otro español: López
Aranguren.
Sampedro hace un análisis extraordinario de los sistemas económicos resul-
tantes en aquellos años: capitalismo, socialismo; y dentro de cada uno de ellos,
los países emergentes. En el tratamiento de algunas cuestiones resulta desfasado
precisamente porque los sistemas capitalista y socialista no han seguido las tenden-
cias de las líneas de fuerza que describe. En este libro, Sampedro tiene en cuenta
– 82 –
tres fuerzas económicas dominantes: la explosión demográfica, la aceleración tec-
nológica y la evolución social. Tras un análisis realmente brillante lleno de cono-
cimientos, datos e informes, establece una tipología de los sistemas económicos.
Para llevar a cabo esta clasificación utiliza dos indicadores: el nivel tecnológico y la
toma de decisiones. La gran división se produce entre las economías que se rigen
por el mercado y las que tienen una planificación centralizada, en otras palabras
entre capitalismo y socialismo. Este esquema es muy enriquecedor, pues dentro de
cada sistema económico se producen diferentes niveles de desarrollo tecnológico y
también se dan distintos modelos en función de la toma de decisiones.
Tiene en cuenta las diferencias que se producen entre los países que combi-
nan el mercado con la planificación indicativa e introducen el Estado del Bienes-
tar de aquellos que no tienen ni planificación ni Estado del Bienestar. Así, pone
ejemplos, de modo que en el extremo izquierdo del cuadro se encuentra Estados
Unidos y más cerca de la línea divisoria, Francia. Al igual que sucede en el so-
cialismo, en el que considera a la economía yugoslava la más cercana al sistema
capitalista al llevar a cabo una mayor descentralización y un sistema basado en la
autogestión. En el extremo derecho, la Unión Soviética.
Analiza cómo el capitalismo industrial evoluciona hacia un sistema financie-
ro, que alcanzará su apogeo hacia finales del siglo XIX. Se pasa del empresario
individual a la organización. Todo esto se está dando ya a finales del siglo XIX y
principios del XX, por lo que el capitalismo competitivo está dando paso a un
sistema de mayor concentración y centralización del capital, tal como predijo
Carlos Marx. Tras la Segunda Guerra Mundial el Estado empuña la batuta, en
acertada expresión de Sampedro.
En el socialismo soviético también se estaban produciendo reformas, que su-
ponían una mayor descentralización espacial con la creación de los consejos re-
gionales en la época de Nikita Kruschev, al tiempo que se debatían las propuestas
de Evsei Liberman, que iban en la dirección de conceder mayor autonomía a las
empresas y tomar decisiones en función de la capacidad de generar excedentes.
El capitalismo introducía, dentro del mercado, la planificación indicativa
mientras que los socialistas pretendían introducir determinados mecanismos de
mercado en la planificación. El capitalismo tendía en dirección hacia el socialis-
mo aunque esto no variaba la naturaleza del sistema, mientras que el socialismo
tendía hacia el capitalismo sin que esto le hiciera perder las esencias del sistema.
Hay que subrayar que Sampedro no hacía predicciones sino describía tenden-
– 83 –
cias, que en aquellos momentos eran válidas. Hubo autores como Tinbergen y
John Kenneth Galbraith que llegaron a plantear la convergencia de sistemas. Sin
embargo, las líneas que marcaban esas tendencias fueron en dirección contraria.
El socialismo, esencialmente el soviético, en lugar de evolucionar hacia una
liberalización económica, tal como se suponía que podía pasar en esa década de
los sesenta del siglo XX, frenó los cambios y los reinvirtió, en la era de Leonid
Breznev. A mi modo de ver, el hundimiento le vino años más tarde al no haber
sido capaz de transformarse e innovar en la línea propuesta por Liberman y que
Sampedro explica muy bien. El capitalismo, tras la crisis de los setenta, no cami-
nó hacia una mayor socialización sino hacia el fundamentalismo de mercado.
Lo mismo se puede decir de los países emergentes. Estos hechos eran difíciles de
prever y en su descargo hay que decir que cada autor es hijo de su tiempo. A pesar
de ello, el libro sigue teniendo un gran valor, pues sigue siendo fundamental para
entender el estado de la economía mundial en esos años, además de que me sigue
pareciendo magistral y de gran valor pedagógico la descripción que hace sobre
la evolución del capitalismo desde sus inicios hasta finales de los años sesenta del
siglo pasado.
4. ANÁLISIS ESTRUCTURAL
En el año 1947, cuando se encargó de las enseñanzas de Estructura Económi-
ca, tuvo, según sus palabras, que desaprender y aprender. Ya se ha mencionado en
qué consistió el desaprendizaje y ahora voy a abordar el aprendizaje. Un aprendi-
zaje que le llevó a indagar el uso del término estructura en la literatura económica
y que le indujo a su vez a elaborar un análisis basado en estos supuestos para
analizar la realidad económica que a su vez se considera que está conformada
por estructuras. Esto le lleva a diferenciar el término Estructura con mayúsculas
que hace mención a la disciplina de estructura con minúsculas cuando se refiere
a la realidad.
El primer paso en este proceso es determinar las fuentes de la Estructura Eco-
nómica:
a) Enfoque espacial, que se basa en trazar un mapa de lo que vemos y ordenar
las cosas según la situación en el espacio, método seguido por Richard Canti-
llon. Un autor destacado es Johann Heinrich von Thünen que publicó, en 1826,
El Estado aislado, en relación con la agricultura y con la economía nacional. Gra-
cias a esta obra se le reconoce como el fundador de la economía espacial, al que
– 84 –
además Joseph Schumpeter califica como genial. Es citado con cierta frecuencia
por Paul Krugman, premio Nobel de Economía en 2008, en su libro Desarrollo,
Geografía y Teoría económica (1995). Sin embargo, señala, la economía espacial
no ha ocupado un lugar preferente en el interés de los economistas. Para expli-
car esto cita a Mark Blaug que dice: “Von Thünen era alemán, la tradición del
análisis espacial no consiguió llegar a establecerse en la, finalmente, dominante
escuela anglosajona”. No obstante, el norteamericano Walter Isard hizo un gran
esfuerzo, desde la década de los cincuenta del siglo pasado, para conseguir que
sus colegas tomaran el espacio en cuenta. Este abandono de la economía espacial
también lo subraya Sampedro: «Los economistas entonces predominantes no
fueron muy permeables al enfoque espacial». No obstante, él sí que se preocupó
por ello en su tesis doctoral, lo que pone de manifiesto que fue un adelantado
de su tiempo.
b) Concepción anatómica, que consiste en catalogar y enumerar los objetos,
tal como hacen John R. Hicks y A. G. Hart en La estructura de la economía
(1942). También William Petty, al que Marx considera como padre de la econo-
mía en Anatomía política de Irlanda publicada en 1691, aunque escrita en 1660.
c) Visión arquitectónica, trata de reconstruir el órgano desmembrado. Esto
se lleva a cabo con la construcción de modelos que tienen un carácter mate-
mático. Modernamente, la utilidad representativa y práctica de los modelos ha
avanzado mucho gracias a dos clases de progresos científicos: los avances de la
Econometría y la visión macroeconómica de Keynes.
d) El análisis circulatorio, que se centra en los flujos económicos de bienes y
servicios. La visión moderna tiene sus orígenes en François Quesnay con su Ta-
bleau économique de 1758. También hay una contribución de Marx en los esque-
mas de reproducción simple y ampliada. Por su trascendencia actual tiene mu-
cha importancia la obra de Wassily Leontief que en La estructura de la economía
americana 1919-1929 (1940) emprendió la tarea de llenar con cifras estadísticas
reales la idea teórica de Quesnay, combinada con la explicación walrasiana.
También tiene este análisis relación con los ciclos económicos: Jutglar (1862),
Mitchell (1913), Moore (1914) y Kondratieff (1922).
e) Aportación sociológica, como el que desarrollan los economistas de la
escuela histórica alemana, que estudió Schumpeter, tanto los de la primera etapa
–Roscher, Hidebrand o Knies, en torno a 1859– como los de la “joven escue-
– 85 –
la histórica” –Bücher, Wagner y, sobre todo, Schmoller–, en la década de los
ochenta del siglo XIX.
También es esencial la aportación de Thorstein Veblen con su famosa Teoría
de la clase ociosa (1889). Estuvo influido por la escuela histórica alemana y dio
origen a la corriente institucionalista. Su enfoque lo contrapuso a la teoría eco-
nómica abstracta de los neoclásicos. El institucionalismo desdeña la ficción del
homo oeconomicus y lo sustituye por un sujeto eminentemente social y, como tal,
condicionado por su medio ambiente e influido por valores y formas de com-
portamiento.
Tras sentar las bases que configuran el análisis estructural pasa a exponer las
corrientes del moderno estructuralismo: 1) El marxismo; 2) La corriente tipo-
lógica alemana; 3) El análisis causal de Johan Akerman; 4) Econometría y Ma-
croeconomía; 5) El sociologismo francés; y 6) El estructuralismo en la ciencia
económica actual.
1) El análisis estructural es reciente y resulta justificado comenzar por Marx,
pues su tratamiento de lo económico y social se integra en una concepción glo-
bal que es la primera y más trabajada de las formulaciones estructurales moder-
nas. En efecto, Marx presenta el concepto de estructura en el prólogo a la Crítica
de la economía política (1859). De modo que las formas de organización presen-
tadas por la historia humana son las relaciones de producción, y el conjunto de
estas en un caso dado es la estructura o base económica de una sociedad, que se
explica por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas. La base real es sobre
la que se levanta una superestructura jurídica y política y a la cual corresponden
formas sociales y determinadas de conciencia.
2) En esta corriente destacan dos autores: Walter Eucken y Ernst Wagemann.
Más importancia que Eucken tiene, desde el punto de vista estructural, la aporta-
ción de Wagemann, cuyas funciones al frente del Instituto Alemán para las Inves-
tigaciones de la Coyuntura le llevaron a ocuparse de lo estructural. Eucken, sin em-
bargo, resulta más de actualidad, por haber sido uno de los teóricos del ordolibera-
lismo. En el caso que nos ocupa hace una clasificación de los sistemas económicos
de tipo ideal en su obra Cuestiones fundamentales de la economía política (1947).
No es por esta aportación por lo que está más de actualidad sino por haber
sido junto con autores, como Wilhelm Röpke, los padres en la década de los
treinta del siglo pasado del ordoliberalismo en la Escuela de Friburgo. Ningu-
– 86 –
no de estos autores fueron nazis y de hecho Röpke se exilió. Se convirtieron en
asesores del gobierno alemán tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y se les
considera como los inspiradores del milagro alemán. Euken está de actualidad y
ello se debe a que en los últimos años se han publicado varios libros que hacen
referencia al ordoliberalismo.
Los principios básicos se basaban en un ordenamiento legal en un Estado
liberal fuerte, que garantiza la propiedad privada. Son las instituciones las que
aseguran la competencia dentro del mercado. La propuesta liberal defendida por
Eucken debe apoyarse en una ideología abierta al mercado, a la propiedad priva-
da y a la ideología del mercado, pero también a la justicia social.
Me llama la atención que en los numerosos libros que he leído sobre historia
del pensamiento económico no se hace referencia al ordoliberalismo, aunque
se mencionen a algunos de los autores que participaron en esta corriente. Un
caso muy llamativo es el del libro de Schumpeter Historia del Análisis Econó-
mico (1954) en el que no se hace ninguna referencia a esta escuela. Este libro,
realmente enciclopédico, fue traducido al castellano, en 1971, por Manuel Sa-
cristán, el gran lógico marxista como lo denominaba Pedro Schwartz cuando lo
recomendaba en sus clases, que fue a su vez asesorado por los economistas Narcís
Serra y José A. Gómez Durán.
Otro caso es el del economista poskeynesiano, Alessandro Roncaglia, que en
su magnífico libro La riqueza de las ideas (2006) no menciona tampoco a esta
escuela, sin embargo, en su reciente libro, también excelente, La era de la dis-
gregación (2019), le dedica un epígrafe. En los últimos años aparecen bastantes
libros que hacen referencias al ordoliberalismo, como es el caso de Mark Blyth,
que dio una conferencia en esta Fundación, en su premiado libro Austeridad
(2014). ¿A qué se debe esto? A que esta escuela no tiene un pensamiento teórico
fuerte como son los casos de los clásicos, Marx, neoclásicos y Keynes. Es más
bien un conjunto de propuestas de política económica. El hecho de que se hable
actualmente tanto de esta escuela es debido a la crisis del euro.
De forma que Michel Aglietta y Thomas Brand consideran: «De una manera
más fundamental, la unión económica y monetaria ha sido concebida según el
modelo ordoliberal. Trasplantar en su totalidad un orden monetario diseñado
para regular una economía social de mercado a países en los que las instituciones
públicas y las relaciones socioprofesionales son ajenas a esta organización so-
cial tan particular no podía sino crear enormes divergencias, contrariamente a la
– 87 –
convergencia que se esperaba». Hoy cuando se habla tanto de Eucken siempre
me acuerdo de Sampedro, pues gracias a él le conocíamos.
3) La importancia de Akerman se debe a la atención combinada a los ciclos
y a lo estructural, como indica el nombre de su obra Estructura y Ciclos econó-
micos, publicada en castellano en 1962. Lo más significativo de este autor es la
descripción del cambio estructural como resultante de ocho fuerzas motrices
diferentes.
4) Sampedro incluye dentro del estructuralismo moderno a la Econometría
y a la Macroeconomía, como ya hacía, como hemos mencionado, en las fuentes
de la Estructura. Menciona a Tinbergen en las acepciones que este autor da del
vocablo “estructura” en la ciencia económica. Esto pone de manifiesto la impor-
tancia que concede al análisis cuantitativo como muestra en el manual y en un
artículo (“Estadística y estructura económica”) recogido en el libro ya citado de
Economía humanista. No es cierto, como dicen algunos colegas de la Facultad,
amistosamente, que los que nos dedicamos a la disciplina de Estructura Econó-
mica estemos contra el análisis cuantitativo. Nada más lejos de la realidad, lo que
sí consideramos, siguiendo a Sampedro, es que es un análisis necesario pero no
suficiente. Esto es lo que nos lleva al sociologismo francés.
5) En 1953 escribía André Marchal que “la tendencia a reintegrar la ciencia
económica en un marco sociológico es sin duda el rasgo más característico del
pensamiento francés actual”. De este pensamiento francés el más conocido es
François Perroux, autor prolífico, que también definió la estructura económica
ya en 1936. Fue además el teórico de los polos de crecimiento para evitar la ex-
cesiva concentración de la actividad industrial en determinadas áreas con el fin
de que se desperdigase por toda la geografía del país. Los polos de crecimiento se
introdujeron en los planes indicativos franceses y fueron imitados por los planes
de desarrollo en España en la década de los sesenta.
Es más interesante para nosotros Marchal por el valor de su libro Estructura
y Sistemas económicos. De todos modos, Sampedro le reprocha que conciba
que en la realidad económica existan un número concreto y determinado de
estructuras. Para Sampedro hay tantas estructuras como el investigador de-
limite y acote en su objeto de estudio. Así, por ejemplo, se puede hablar de
estructura económica mundial, de la Unión Europea, de España, de la agricul-
tura, del trigo etc.
– 88 –
6) En este apartado Sampedro enumera diferentes estructuralismos: empí-
rico, formal, fenomenológico y dialéctico. Desde un punto de vista económico
nos interesan el dialéctico, desarrollado desde el marxismo por Louis Althuser
y Maurice Godelier, y el latinoamericano, cuyo precursor fue Celso Furtado, y
que alcanzó un auge en la teoría de la dependencia expuesta a finales de los se-
senta y principios de los setenta por economistas, mucho de ellos vinculados a
la CEPAL.
Como se puede observar, a lo largo de la historia, bastantes autores se han
planteado el término estructura en Economía y lo han considerado importan-
te para el análisis científico. No existe, sin embargo, unanimidad a la hora de
definirlo, aunque hay bastantes similitudes. Sampedro sí que da una definición
bastante precisa y acertada: “La Estructura Económica (con mayúsculas; es de-
cir, la especialidad científica correspondiente) tendrá por objeto el estudio de las
relaciones de interdependencia que están dotadas de una cierta permanencia y que
enlazan los principales componentes de una realidad económica globalmente consi-
derada”. La rama de la Economía denominada “Estructura Económica” se carac-
teriza frente a otras especialidades, por ser: a) descriptiva; b) global; y c) actual.
La estructura se diferencia de la coyuntura, que se resume en la siguiente frase
que se utilizaba en nuestro tiempo de estudiantes: “La estructura es lo que dura
y lo que no dura es coyuntura”. El hecho de que haya una cierta permanencia no
significa que la estructura sea eterna, sino que, por el contrario, hay que enten-
derla como un proceso y no como una visión estática. Existe la dinámica estruc-
tural y la estructura de los procesos.
El análisis estructural que Sampedro desarrolló para analizar la realidad eco-
nómica se basaba en la idea de totalidad del objeto que previamente se ha acota-
do como tema de estudio, y en la interdependencia de las partes que componen
esa globalidad. La Economía no se basa, por tanto, en el análisis de partes sepa-
radas, como si no tuvieran nada que ver unas con otras, sino en las relaciones
básicas de las diferentes partes que configuran la estructura económica. El aná-
lisis cuantitativo es necesario para entender el funcionamiento de la estructura
económica, pero no es suficiente, lo que determina que tengamos que acudir al
análisis cualitativo.
El análisis estructural se presenta, por tanto, como un enfoque heterodoxo
frente a la teoría que domina las enseñanzas de la Economía, tanto por la deli-
mitación del objeto de estudio, más amplio, como por la forma de analizar las
– 89 –
relaciones existentes en la realidad. Esto lo refleja con mucha claridad en sus
diversos escritos, pero resulta muy útil para la comprensión de esta posición lo
que afirma en el manual de Estructura Económica (1969): “De todo lo expuesto
en capítulos anteriores, se habrá retenido la reiterada crítica a la posición de los
economistas que creen poder cultivar su ciencia desatendiéndose por completo
del contexto social en que tienen lugar los hechos económicos. Eso no significa
una censura a quienes, aún acotando y especializando su campo de estudio para
lograr mayor eficacia en el análisis, permanecen conscientes de que la economía
no es un campo autónomo, sino que está inserto”.
De hecho, cuando en la entrevista que le realicé para el libro coordinado por
Luis Perdices de Blas y Thomas Baumert La hora de los economistas contestó:
“Lo que más me ha satisfecho es el enfoque social de la Economía, cuando me
dieron la asignatura hice un esfuerzo por afrontar el estudio de la Economía
como el estudio de una entidad social, colectiva, y eso implica un nivel de com-
plejidad muy alto”.
El análisis cualitativo es fundamental y por ello es necesario tener en cuenta
el enfoque histórico y sus aportaciones, el análisis funcionalista e instituciona-
lista y el análisis sociológico. Desde luego negar que la economía de mercado
sea un orden “natural” y por ende, definitivo. Sin embargo, no niega el papel del
mercado, pues existe desde tiempos inmemoriales y es un instrumento válido
para nuestras vidas, pero otra cosa es la economía de mercado que se ha impues-
to como dominante en la estructura económica desde la revolución industrial,
habiéndose intensificado en tiempos recientes hasta el punto que determinados
economistas se han convertido en fundamentalistas del mercado, en feliz expre-
sión de Joseph Stiglitz.
Este mismo autor en su libro Microeconomía, tras haber explicado la com-
petencia perfecta, considera que esta es un modelo abstracto que no se da en la
realidad, debido a que hay otros factores fundamentales que hay que tener en
cuenta. Una vez enumerados acaba diciendo: “El mercado no siempre es eficien-
te, pero aunque lo sea, no por ello genera modelos socialmente deseables”, idea
que coincide con el pensamiento de Sampedro expresado en libros y artículos.
También coincide en gran parte con el análisis realizado por Karl Polanyi en su
extraordinaria obra La Gran Transformación (1944). Este autor analiza cómo
la economía de mercado se impuso, no como resultado de un desarrollo natural
sino como consecuencia de las medidas que impusieron los gobiernos.
– 90 –
De modo que el contexto social, el poder, los grupos de presión, las clases
sociales y su dinámica, con el uso del método dialéctico, son componentes esen-
ciales para el estudio de la economía. La realidad no es armónica sino que está
sujeta a contradicciones, que han sido a su vez el motor de la historia. Por ello la
importancia que concede a la dialéctica: “Interpretar la sociedad a través de sus
conflictos es tan imprescindible como estudiarla a través de sus recursos técnicos
y de sus esfuerzos conjugados para el progreso”.
5. CONSIDERACIONES FINALES
Como profesor universitario, y como unos de los muchos favorecidos por su
docencia, puedo destacar las grandes virtudes que Sampedro tenía. Lo primero
que llamaba la atención era su gran habilidad oratoria, que venía acompañada
de una gran cultura, erudición, agudeza, sentido del humor, perspicacia, lo que
proporcionaba una enseñanza sugerente y con gran sentido crítico. Resultaba
una delicia escucharle y conseguía, lo que es tan difícil lograr a un profesor uni-
versitario, enseñar deleitando.
Hay que reconocer el bagaje intelectual que nos proporcionaba, como estu-
diantes de segundo curso y viniendo del bachillerato que habíamos cursado, así
como la cantidad de autores que gracias a sus clases y manual llegamos a conocer.
Pero lo que más nos impactaba es la consideración que hacía del marxismo como
un enfoque moderno y científico. De Marx no se nos había hablado en el Bachi-
llerato, y cuando se hacía era para mal. El encuentro con este enfoque sobre Marx
suponía una verdadera conmoción. Hay que agradecer a Sampedro muchas cosas,
pero sobre todo su empeño que ponía a que pensáramos por nosotros mismos.
Pasados los años, me llamó mucho la atención la cantidad de información y
conocimiento que tenía de tantos autores en una España que sufría una verda-
dera sequía intelectual y que también padecía una autarquía en este terreno. Le
hice esta pregunta en la entrevista que se me encargó para el libro ya mencio-
nado, La hora de los economistas, y me contestó que fue debido a las librerías de
antiguo que frecuentaba, así como la biblioteca del Ministerio de Hacienda que
había formado Antonio Flores de Lemus. Allí es donde conoció a William Petty.
Hay que subrayar su compromiso con los problemas de su tiempo. Sampedro
no fue nunca un activista ni tampoco un militante de ningún partido político.
No fue un agitador en el 15-M, sino que acudió porque los jóvenes le llamaron
– 91 –
y habló siendo fuertemente aplaudido por sus palabras. Tenía un gran predica-
mento entre los jóvenes, como he podido comprobar con los estudiantes.
Tuvo un compromiso con los profesores expulsados con la carta que les envió
de solidaridad, y también montando el Centro de Estudios Sociales (CEISA)
para dar cabida a estos profesores. El impulsor de este centro fue José Vidal Be-
neyto y como directores figuraban, Antonio Truyol, José Antonio Maravall y
José Luis Sampedro. Había una enseñanza plural. No se daba ningún título y
se iba con el único fin de aprender. Como explica Sampedro, en ocasiones se
implantaban enseñanzas porque los estudiantes lo pedían. Allí tuve ocasión de
asistir a algunas clases de Tierno Galván. Fundamentalmente asistí a las clases
sobre estructuralismo que impartía Sampedro, a las de Luis Ángel Rojo sobre
el pensamiento de Marx y a las de Ramón Tamames sobre economía española,
pero también a las de sociología, entre otras. CEISA fue cerrada y aunque más
tarde se volvió a abrir con otro nombre, su vida fue también corta.
Sampedro ha sido un estudioso y los compromisos fundamentales han sido
con el conocimiento, abordando cuestiones como la pobreza, el hambre, la
desigualdad, el subdesarrollo, la ecología y el feminismo. Con su magisterio ayu-
daba a crear conciencia, que es el primer paso para actuar. En su manual señala
que la guía de la Ciencia Económica debe ser la pobreza y no la riqueza de las
naciones como titulaba Adam Smith su importante obra. Había que luchar con-
tra la montaña del hambre.
En los últimos años participó en el libro colectivo Reacciona, publicado en
2011. Ha tenido mucho eco el prólogo que hace a la pequeña obra de Stépha-
ne Hesel ¡Indignaos! (2011). Una llamada en los dos casos a reaccionar e in-
dignarse ante lo que estaba pasando, crisis económica y políticas de austeridad,
con las consecuencias conocidas de desempleo, precariedad y mayor desigual-
dad.
BIBLIOGRAFÍA
Publicaciones de Sampedro
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. (1957). Principios prácticos de la localización indus-
trial. Madrid: Editorial Aguilar.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. (1957). Principales efectos de la unidad europea. Ma-
drid: Espasa Calpe.
– 92 –
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. (1959). Realidad económica y análisis estructural. Ma-
drid: Editorial Aguilar.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. (1961). “Principales efectos de la unidad europea”
en VV.AA.: Estudios sobre la Unidad Económica Europea. Madrid: Estudios
Económicos Españoles y Europeos.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. (1961). “El futuro europeo de España” en VV.AA.:
Estudios sobre la Unidad Económica Europea (tomo IX). Madrid: Estudios
Económicos Españoles y Europeos, Madrid.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. (1964). Perfiles económicos de las regiones españolas.
Madrid: Sociedad de Estudios y Publicaciones del Banco Urquijo.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. (1966). Las regiones españolas ante la asociación con
Europa. (Investigación planeada e iniciada por José Luis Sampedro y comple-
tada por Rafael Martínez Cortiña). Madrid: Sociedad de Estudios y Publica-
ciones del Banco Urquijo.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. (1967). Las fuerzas económicas de nuestro tiempo. Ma-
drid: Editorial Guadarrama.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. y MARTÍNEZ CORTIÑA, Rafael (1969). Estructu-
ra Económica. Madrid: Ariel.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. (1973). Conciencia del subdesarrollo. Madrid: Salvat.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. (1976). La inflación en versión completa. Madrid: Planeta.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. (1982). El mercado y nosotros. Madrid: Penthalon edi-
ciones.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. (1996). “A las puertas del siglo XXI” en VV.AA.: 50
aniversario de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales. Universi-
dad Complutense de Madrid. Madrid: Editora Mundial.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. y BERZOSA, Carlos (1997). Conciencia del subdesa-
rrollo, veinticinco años después. Madrid: Taurus.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. (2002). El Mercado y la Globalización. Madrid: Destino.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L., BERZOSA, Carlos y MARTÍNEZ GONZÁLEZ-
TABLAS, Ángel (2008). Multimuchaglobalización. Madrid: Editorial Com-
plutense.
– 93 –
SAMPEDRO SÁEZ, J.L. (2009). Economía humanista. Algo más que cifras.
Madrid: Debate.
SAMPEDRO SÁEZ, J.L., y BERZOSA, Carlos (2012). La inflación (al alcance
de los ministros). Barcelona: Debate.
– 94 –
SOREL, A. (2019). José Luis Sampedro. Un renacentista en el siglo XX. Madrid:
Debate.
VV.AA. (2016). “Homenaje a José Luis Sampedro”. Revista de Economía Mun-
dial, 44.
Notas bibliográficas
AGLIETA, M. y BRAND, T. (2014). Un New Deal para Europa. Crecimiento,
Euro, Competitividad. Madrid: Traficantes de sueños.
BLYTH, M. (2014). Austeridad. Historia de una idea peligrosa. Barcelona: Crí-
tica.
HESSEL, S. (2011). ¡Indignaos! (Prólogo de José Luis Sampedro). Barcelona:
Destino.
KRUGMAN, P. (1997). Desarrollo, Geografía y Teoría Económica. Barcelona:
Antoni Bosch.
POLANYI, K. (2007). La Gran Transformación. México: Fondo de Cultura
Económica.
RONCAGLIA, A. (2006). La riqueza de las ideas. Una historia del pensamiento
económico. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza.
RONCAGLIA, A. (2019). La era de la disgregación. Historia del pensamiento
económico contemporáneo. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza.
SACRISTÁN, M. (2004). Escritos sobre El capital (y textos afines). Barcelona: El
Viejo Topo. (La carta de Sampedro se encuentra en la pág. 372).
SCHUMPETER, J. (1971). Historia del Análisis Económico. Barcelona: Ariel.
STIGLITZ, J. (1998). Microeconomía. Barcelona: Ariel.
TINBERGEN, J. (1967). Planificación del desarrollo. Madrid: Editorial Gua-
darrama.
VV.AA. (2011). Reacciona. Madrid: Santillana ediciones.
– 95 –
Enrique Fuentes Quintana en los años setenta
– 96 –
ENRIQUE FUENTES QUINTANA (1924-2007):
PROFESOR, HACENDISTA E INSPIRADOR
DE LOS PACTOS DE LA MONCLOA
Victorio Valle31
1. INTRODUCCIÓN
Permítanme que, en primer lugar, agradezca al profesor Luis Perdices de Blas
su invitación a este acto, y exprese mi sincera felicitación a los organizadores y
patrocinadores de esta iniciativa de conmemorar el 75º aniversario de la crea-
ción de nuestra Facultad, destacando la labor de cinco economistas señeros en la
31
Victorio Valle (Málaga, 1938) es Vicepresidente de Unicaja Banco y Presidente del Conse-
jo Consultivo de la Fundación las Cajas de Ahorros (FUNCAS). Doctor Honoris Causa por
la Universidad de Málaga y por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
Miembro de la Academia de Ciencias Sociales y de Medio Ambiente de Andalucía. Catedrático
de Hacienda Pública de la Universidad de Málaga (1973-1975), Catedrático de Economía Apli-
cada (1975-2004) y Decano de la Facultad de Económicas (1977-1979) en la UNED, así como
profesor en ICADE (1983-1988) y en CUNEF (1988-2008). Ha desempeñado los siguientes
cargos: Director General de la Fundación de las Cajas de Ahorros; Secretario General del Fondo
de Garantía de Depósitos de las Cajas de Ahorros; Director de Asesoramiento y Servicios No
Operativos, así como Director de Estudios y Programación de la Confederación Española de
Cajas de Ahorros (CECA); Presidente del Banco Hipotecario de España y Director General de
Política Financiera del Ministerio de Economía. Autor de numerosas publicaciones en libros y
revistas, sus últimos artículos son: Un ejercicio presupuestario singular (2018), con Reyes Navarro
y María Jesús Fernández; La providencia al quite (2017), con Reyes Navarro; y La consolidación
del crecimiento económico en España (2016).
– 97 –
consolidación de los estudios de Economía en España y su decisivo papel en el
avance hacia la modernidad de nuestra sociedad y de nuestra economía.
Yo debo hablarles de mi maestro, el profesor Enrique Fuentes Quintana, lo
que constituye para mí un honor y un motivo de satisfacción no exento de cierto
temor por la responsabilidad que implica referirse a una personalidad de tan
elevada dimensión.
Entré como colaborador en su cátedra en 1963, recién terminada mi licen-
ciatura, y continúe –con pequeñas ausencias– colaborando con él hasta que nos
dejó el 6 de junio de 2007. Debo reconocer que tan largo periodo de trabajo en
común, casi medio siglo, me permiten tener una percepción del maestro poco
compatible con lo que exige este acto: un relato breve y objetivo. Pero intentaré
cumplir con mi compromiso.
Con especial dedicación a los alumnos presentes que no llegaron a conocer di-
rectamente al profesor, empezaré por destacar que D. Enrique Fuentes Quintana,
natural de Carrión de los Condes (aunque nacido en Valladolid) en 1924, fue el
primer catedrático de Hacienda Pública y Sistema Fiscal en esta Facultad en la que
desempeñó su labor desde 1958 hasta 1973. Entre 1973 y 1977 cesó en la Univer-
sidad Complutense para crear la Facultad de Ciencias Económicas en la UNED
como decano comisario y regresó a la Complutense entre 1984 y 1986.
Perteneció al Cuerpo de Técnicos Comerciales del Estado desde 1951, (pos-
teriormente Técnicos Comerciales y Economistas del Estado). Fue ministro de
Economía y vicepresidente económico del primer gobierno de la democracia
española, en julio de 1977.
Recibió todos los premios importantes de Economía (Príncipe de Asturias de
Ciencias Sociales, Rey Jaime I de Economía y Rey Juan Carlos I de Economía). Era
doctor Honoris Causa en siete universidades. Fue miembro de la Real Academia
de Ciencias Morales y Políticas desde 1975 y presidente de la misma desde 1981.
Senador por designación real en 1977, estaba casado con Dª Carmen Egus-
quiza y tuvo tres hijos. Digamos finalmente, en esta breve presentación, que fue
profesor de Economía de los reyes Juan Carlos I y Felipe VI.
La personalidad del profesor Fuentes ha sido analizada con profundidad por
varios trabajos32 a los que remitiría a las personas interesadas en un conocimien-
32
Dentro de esa literatura relativamente amplia sobre el Profesor Fuentes, yo recomendaría a un
lector interesado, cuatro trabajos específicamente completos e interesantes:
– 98 –
to detallado de su biografía. Mi intervención se centrará más en su obra cientí-
fica y en su proyección profesional en momentos clave de la economía española.
A la altura de 1942, fecha en que termina el Bachillerato, que había estudia-
do en colegios de jesuitas, el perfil de Enrique Fuentes cabría sintetizarlo en los
siguientes rasgos que constituyen el punto de partida de su formación y de su
futura dedicación profesional:
· Preocupación profunda por el futuro de una España recién salida de una
cruenta guerra civil.
· Avidez cultural.
· Vocación docente. Es bien conocida su labor de enseñanza a leer y escribir
a los trabajadores de la finca de sus abuelos (“Bene Vivere”) en Carrión de
los Condes.
· Actitud de rechazo a la ociosidad. Seguramente los años colegiales en los
jesuitas debieron influir en él esa visión clásica de que “la ociosidad es la
madre de todos los vicios”.
Estos cuatro rasgos se complementan con otros cuatro factores de su natu-
raleza que sin duda le ayudaron en su proceso de formación y en su posterior
evolución: inteligencia muy superior a la media, una memoria privilegiada, un
espectacular dominio del castellano, y una voz potente que le permitía llegar de
forma contundente a sus interlocutores.
Con ese importante bagaje se enfrenta a la elección de sus estudios universi-
tarios y comienza a estudiar Derecho siguiendo el ejemplo paterno en el curso
1942-1943; y posteriormente en el curso 1944-1945 inicia simultáneamente los
estudios de Economía en la recién creada Facultad de Ciencias Políticas y Eco-
nómicas en Madrid. En 1947 terminó la licenciatura en Derecho, y en 1948 la
de Económicas.
– 99 –
Se encuentra así ante una siempre difícil decisión de qué línea profesional
elegir de cara al futuro. Recuerdo que en cierta ocasión me confesó que estuvo
tentado de dedicarse al Derecho Administrativo, pero que finalmente se inclinó
por la Economía. Seguramente la duda entre ambas especializaciones le debió
venir de algún que otro contratiempo en el estudio de esta última. Por una par-
te, su hábito de estudiar haciendo unos esquemas que resumían lo fundamental
de cada tema, le causó algún problema con el profesor Castañeda que, en su
asignatura de Teoría Económica, percibió con disgusto que sus alumnos bus-
caban con avidez los esquemas de Enrique Fuentes, en detrimento de su libro
(parcialmente editado). Y, por otra parte, en la licenciatura de Derecho tropezó
con la asignatura de Economía. Sin embargo, como ha relatado el profesor Juan
Velarde, ese tropiezo fue positivo porque le llevó a conectar –a través de una
clase particular de recuperación–con un ilustre estadístico, Enrique Cansado,
que consiguió atraer su atención e interés sobre los temas económicos de forma
intensa de tal manera que seguramente terminaron orientando su dedicación
académica hacia la Economía.
Concluidas ambas licenciaturas, dedicó su esfuerzo a doctorarse. En 1948
presentó su tesis en la Facultad de Derecho bajo el título “La teoría keynesiana
y su posible aplicación a la economía española”, que fue dirigida por el catedrá-
tico Mariano Sebastián Herrador. En 1956, dirigida por el Profesor Manuel de
Torres, presentó su tesis doctoral en la Facultad de Económicas sobre el tema:
“Metodología Económica”.
De ambas tesis cabría extraer dos conclusiones básicas que acompañarán al
profesor Fuentes a lo largo de su vida profesional.
La primera es que la teoría de Keynes era potencialmente útil para explicar
los desequilibrios económicos en el corto plazo, pero que la evolución adecua-
da de la economía española requería adicionalmente la corrección de sus de-
fectos estructurales para crecer a largo plazo. La segunda es la diferencia entre
la Economía Positiva y Economía Normativa, según la distinción expuesta por
John Neville Keynes, y la prescripción metodológica de las ciencias positivas de
construir sus proposiciones formulando hipótesis susceptibles de contrastación
empírica. Una postura que suponía el abandono definitivo del historicismo en la
línea sugerida por Karl Popper en 1931.
En 1956 obtiene, por oposición, la cátedra de Economía Política y Hacienda
Pública de la Facultad de Derecho de la Universidad de Valladolid, y en julio de
1958 accede por oposición a la cátedra de Hacienda Pública y Derecho Fiscal de
– 100 –
la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad Complutense
de Madrid.
Mi propósito, a partir de ahora, es comentar con algún detalle lo que deno-
mino “las cuatro pasiones” profesionales del Profesor Fuentes:
· La vocación docente.
· La atracción permanente hacia la investigación histórica.
· La pasión por la coyuntura económica española.
· El afán incansable de prescribir las líneas racionales de actuación de la
política económica.
2. DOCENCIA
En el terreno universitario, el profesor Fuentes recorrió toda la escala del pro-
fesorado desde –“ayudante interno gratuito”– hasta catedrático de Universidad,
primero en Valladolid y después, tras unas reñidas oposiciones, en la Facultad de
Económicas de la Universidad Complutense.
En la fecha de su incorporación a la cátedra, el nivel de la Hacienda Pública en
España, no estaba en su peor momento. Como el propio profesor Fuentes lo ha des-
crito33, la evolución científica de la Hacienda Pública en España en la época moder-
na ha pasado por tres etapas bien diferenciadas. Una primera etapa brillante de re-
cepción de las ideas clásicas, que concluye antes de la segunda mitad del siglo XIX.
A continuación, una segunda etapa de desconexión de las nuevas obras y apor-
taciones de los autores extranjeros, y una concentración inapropiada de un agu-
do empirismo en las obras de autores españoles. La tercera etapa, que comienza
en 1900, presencia un renacimiento de los temas financieros públicos gracias al
impulso de autores como Antonio Flores de Lemus y Francisco Bernis, aunque
la gran categoría de Flores no se plasmó desgraciadamente en ningún manual de
Hacienda Pública que hubiera sido de gran utilidad para los futuros hacendistas.
Cuando Enrique Fuentes inicia su labor como catedrático en la Facultad de
Económicas de Madrid, el panorama científico de la Hacienda Pública estaba
dominado por la literatura italiana (Antonio De Viti di Marco, Ugo Mazzola,
Madrid 1967).
– 101 –
Maffeo Pantaleoni, Federico Flora y Luigi Einaudi, fundamentalmente) y por el
escueto manual de José María Naharro titulado Lecciones de Hacienda Pública34.
No era un mal panorama dada la calidad elevada de los estudios italianos sobre
estos temas.
Sobre este fondo, Enrique Fuentes, aunque en los primeros años de desem-
peño de su cátedra utiliza esas obras comentadas más una detallada Historia del
Pensamiento Financiero que era parte de su memoria de cátedra, fue elaborando
unos extensos “Apuntes” que han constituido, con los cambios propios de la evo-
lución científica, el punto de referencia en los estudios de la Hacienda Pública
en la mayoría de las universidades españolas. Pero más allá de datos concretos de
ediciones y complementos, creo que lo importante es que el profesor Fuentes fue
introduciendo tres cambios fundamentales en el estudio de la Hacienda Pública
en España:
1. Clara ruptura con la posición defendida por algunos autores y liderados
por Benvenuto Griziotti35 que pretendía la creación de una ciencia única
de la Hacienda Pública que integrara todos los aspectos jurídicos, econó-
micos, políticos y éticos del fenómeno financiero: la “Scienza delle Finanze”.
Fuentes se alinea con la posición del hacendista alemán Gerhard Colm36
cuya defensa de una ciencia que reconociendo la diversidad de perspecti-
vas del fenómeno financiero, limitaba su objeto de estudio a los aspectos
económicos y políticos y sociológicos, separando el resto de los aspectos
de la actividad financiera (jurídico, ético, etc.) integrándolos en sus co-
34
J.M. Naharro: Lecciones de Hacienda Pública Editorial Marsiega, Madrid 1949.
Debo reconocer que cuando comencé mi carrera docente en Hacienda Pública, me sorprendió
el peso de la literatura italiana. Ahora he descubierto algo que seguramente los historiadores del
pensamiento financiero conocen desde hace tiempo. La conexión italiana vino genéricamente
del hecho de que muchos alumnos distinguidos de la Facultad de Derecho y, entre ellos los que
se sentían atraídos por la Economía y la Hacienda Pública, hacían su tesis doctoral en el Real
Colegio Mayor de San Clemente de los Españoles de Bolonia, una creación del cardenal Álvarez
de Albornoz a comienzos del siglo XIV. En particular, Manuel de Torres, uno de los fundadores
de la Facultad de Económicas, fue bolonio; hizo la tesis con Federico Flora y enlazó con Luigi
Einaudi, como el propio Torres comenta en su introducción a la traducción de la Hacienda Pú-
blica de Einaudi.
35
B. Griziotti: Principios de la Ciencia de las Finanzas. Editorial Depalma. 1949.
36
G. Colm: “¿Por qué la Hacienda Pública?”, versión castellana del Instituto de Estudios Fiscales
en Ensayos sobre Hacienda Pública y Política Fiscal, Madrid, 1970.
– 102 –
rrespondientes disciplinas. Es decir, marca una diferencia básica atendien-
do a la metodología con que debe abordarse el estudio de los diferentes
aspectos de las actividades financieras públicas.
2. El Profesor Fuentes, desde el respeto a la tradición financiera italiana,
acentúa la conexión con el planteamiento anglosajón, cuya actividad de
los investigadores en Hacienda Pública es mucho más intensa. En parti-
cular, se inscribe entre los seguidores de la magistral obra de Richard A.
Musgrave37, dirigiendo la traducción de la versión castellana e incorpo-
rando un valioso prólogo sobre su visión científica de la Hacienda Públi-
ca. Complementariamente realizó un impulso de traducción de obras im-
portantes de Arthur C. Pigou, A.R. Prest, Leif Johansen, Fritz Neumark,
Richard Goode y Bernard P. Herber.
3. Tras su detallado estudio de la consideración de la actividad financiera por
las distintas escuelas económicas, que constituyó su memoria de cátedra,
aclara definitivamente la naturaleza positiva o normativa de los enfoques
en el estudio de la Hacienda. Hay una Hacienda Positiva que explica el
comportamiento político sociológico asociado a las funciones públicas, y
existe un planteamiento normativo que trata de recomendar, sobre la base
del conocimiento económico, las actuaciones más adecuadas de la política
presupuestaria.
En el terreno de la Hacienda Española, el profesor Fuentes compartía su
docencia entre la historia de la evolución tributaria en España y el cono-
cimiento detallado del sistema tributario español, para cuya explicación
y elaboración del material didáctico contó durante muchos años con la
colaboración del profesor César Albiñana, inspector de los Servicios del
Ministerio de Hacienda y gran conocedor del sistema fiscal español.
Hay que dejar constancia de que Enrique Fuentes tuvo otros ámbitos de do-
cencia, al margen de la Universidad Complutense, y también en ellos siempre
ajustaba el contenido de su docencia a la literatura más reciente en un esfuer-
zo de actualización admirable. En este sentido, cabe destacar su fértil actividad
como director de cursos de verano, especialmente en la Universidad Internacio-
nal Menéndez Pelayo. Cursos de verano que, como él decía “debían reflejar la
tarea investigadora realizada durante el invierno”.
37
R. A. Musgrave: Teoría de la Hacienda Pública., Ed. Aguilar. Madrid 1967.
– 103 –
Entre esas actividades me gustaría destacar la edición del libro Política eco-
nómica, (Editorial Doncel, 1959) en colaboración con el profesor Velarde, que
constituyó el primer intento de introducción de la enseñanza de la Economía
en el Bachillerato. El éxito de esta obra fue tan contundente que muchos eco-
nomistas reconocen que su decisión de estudiar Ciencias Económicas deriva del
atractivo que ejerció sobre ellos este librito en Bachillerato. En 2007, siendo di-
rector de Funcas, realicé una edición facsímil de esta obra en homenaje a ambos
maestros.
No quisiera cerrar este apartado docente sin referirme a algunos aspectos re-
lativos a la forma en que esta actividad se abordaba por el profesor Fuentes.
Las clases comenzaban con un desarrollo esquemático en el encerado de las
cuestiones básicas que se iban a tratar. Un esquema que servía de base a la ex-
plicación. Resultaba impresionante oír al maestro explicar con la coherencia y
claridad que le caracterizaban el tema correspondiente. Desde la tradición finan-
ciera de los cameralistas hasta la determinación múltiple del presupuesto según
Musgrave, en Hacienda Pública, y desde el sistema de impuestos de producto
introducido por los moderados españoles en 1845 a imagen y semejanza del sis-
tema impositivo francés, hasta la “reforma silenciosa” de Flores de Lemus, iban
desfilando por delante de unos sorprendidos alumnos, de la mano del profesor
Fuentes que, de forma incansable, con voz contundente desarrollaba su tema
con una precisión admirable.
Los exámenes eran orales ante un “tribunal” compartido por varios profeso-
res (siempre presidido por el profesor Fuentes) que, al estilo de las oposiciones
dictaban unas preguntas al examinando que tenía unos minutos para hacer un
esquema y responder ordenadamente a las preguntas formuladas.
Pese a su fama de profesor duro, el trato con sus ayudantes era correcto, in-
cluso cordial, manteniendo siempre la distancia “convencional” de la época entre
maestro y discípulos. Recuerdo con afecto y nostalgia su costumbre de invitar-
nos a cenar a final de cada curso donde, en un clima distendido, recordábamos
las incidencias del curso, las anécdotas interminables, e íbamos entrando en el
conocimiento del “quién es quién” de los profesionales de la Hacienda y la Eco-
nomía Española.
Un aspecto de gran colaboración entre el maestro y sus ayudantes eran la
realización de las tesis doctorales en cuya elección y diseño siempre recibíamos
de él un impulso vital. Dirigió cerca de una veintena de tesis doctorales. Muchos
– 104 –
de nosotros nos dedicamos a la Universidad contribuyendo a crear una escuela
de Hacienda Pública caracterizada y diferenciada.
Algunos profesores, como Manuel Lagares, Francisco Castellano y yo mis-
mo, continuamos una relación de colaboración con Don Enrique más allá de la
Universidad en diversas actividades a las que luego me referiré. Otros siguieron
su trayectoria en la Universidad Complutense como Emilio Albi, reforzado du-
rante varios cursos por José Manuel González-Páramo y Aurelia Valiño. A su
vez, de esta primera ronda de profesores surgieron otros que en parte integran
el cuadro actual de profesores de la unidad docente de Hacienda Pública ( José
Antonio Rodríguez Ondarza, José Félix Sanz, Laura de Pablos, Alfonso Utri-
lla, Valentín Edo, etc.) junto con quienes han nutrido el profesorado de otras
universidades ( José Angel Sánchez Asiaín, Gabriel Solé, José Barea, Juan José
Rubio, Camilo Lebón y otros).
3. INVESTIGACIÓN
La segunda gran “pasión” profesional del profesor Fuentes, ha sido a lo largo
de toda su vida la investigación. Prioritariamente, la investigación histórica en
los temas económicos y financieros públicos, sobre los que discurrió su interés
científico que abarca tanto la historia de los hechos como de las ideas y la com-
binación de ambas. El ajuste del pensamiento económico a la evolución de los
hechos siempre constituyó una línea de trabajo particularmente atractiva para
el maestro.
Unas veces su trabajo investigador era personal y tenía su destino obligado
en una adición al material didáctico que empleaba o a los artículos que iba pu-
blicando en diferentes revistas o libros colectivos sobre temas de actualidad.
Atendiendo a las investigaciones de Rocío Sánchez-Lissen, y añadiendo algunos
trabajos posteriores, el profesor Fuentes transmitió a la sociedad su esfuerzo in-
vestigador en unos 400 artículos aproximadamente, unos de Hacienda Pública y
otros sobre diferentes materias económicas del momento. En ese terreno publi-
cista no cabe ignorar la importancia de sus prólogos a obras ajenas, algunos de
los cuales tenían una tarea de investigación muy seria (por ejemplo el prólogo a
la obra de Richard A. Musgrave), así como la labor de concatenación y síntesis
que ofrecían sus editoriales en las publicaciones periódicas que dirigió.
Sería muy difícil seleccionar las investigaciones más importantes de Enrique
Fuentes. Dejando aparte los “Apuntes” de Hacienda Pública y de Sistema Fiscal
– 105 –
(que en sus últimas versiones eran auténticos manuales, aunque su agenda no le
permitió editarlos como un texto que habría sido un referente en la disciplina),
personalmente, hay cuatro trabajos del profesor Fuentes que considero del mayor
interés científico, sin que ello suponga desmerecimiento por el resto de sus tra-
bajos. Son simplemente los que, como estudioso de la Hacienda Pública más me
impactaron: “Los principios del reparto de la carga tributaria en España”38; “El
impuesto sobre el volumen de ventas. Perspectiva de una idea fiscal española”39;
“Déficit Público”40; y “La Hacienda Pública de la democracia española frente al
proceso de integración europea”41.
Como coordinador del trabajo ajeno, adicionado a su propio esfuerzo inves-
tigador, su dirección de Economía y Economistas Españoles constituye una obra
colectiva magistral en nueve volúmenes (FUNCAS-Galaxia-Gutenberg, 1999-
2004) difícilmente realizable por alguien que no tuviera los conocimientos y la
capacidad de convocatoria del maestro.
El complemento imprescindible de la tarea investigadora es disponer de un
fondo bibliográfico de libros, revistas, información estadística y otro material.
En esto, la actitud de Don Enrique era obsesiva. Todas las instituciones por las
que pasó en su larga vida profesional recuerdan la prioridad otorgada por el
maestro a la confección de una biblioteca bien nutrida, y ágil en su funciona-
miento. Personalmente creo que siempre sintió, en este terreno, una compresiva
envidia hacia el Banco de España cuya biblioteca era, y es, sin duda, la más com-
pleta en temas económicos y financieros de España. Aunque dedicó un volumen
cuantioso de recursos a crear una biblioteca amplia, tanto en el Servicio de Es-
tudios del Ministerio de Comercio como posteriormente en la Confederación
Española de Cajas de Ahorro (CECA) y en la Fundación Fondo para la Investi-
gación Económica y Social (FIES), no pudo hacer efectiva su ambición de tener
la biblioteca económica más completa del país.
Cuando el profesor Fuentes se jubiló y dedicó más su atención a la Real
Academia de Ciencias Morales y Políticas, pidió que la CECA hiciera un
depósito temporal de sus fondos bibliográficos –que él había ido acumulan-
38
Revista de Derecho Financiero y de Hacienda Pública, nº 41, Madrid, 1961.
39
Anales de Economía, 2ª época, nº 5, enero-marzo. 1964.
40
Papeles de Economía Española, FIES, Madrid 1982. (Editoriales de los números 10 y 11).
41
Papeles de Economía Española, nº 48. FIES, Madrid 1991.
– 106 –
do– en dicha Academia. La idea no fue recibida en forma inicial con especial
simpatía por los dirigentes de la CECA que finalmente cedieron a la citada
petición, por problemas de espacio. Se hizo una cesión por 99 años y los fon-
dos bibliográficos de la Fundación Funcas quedaron depositados en una am-
pliación de la Academia en los antiguos locales de la Hemeroteca Municipal
que habían sido cedidos por el Ayuntamiento de Madrid y rehabilitados por la
Caja de Madrid gracias a la propuesta de su entonces presidente, Jaime Tercei-
ro Lomba.
El proyecto final del profesor Fuentes consistió en construir una Biblioteca
de Ciencias Sociales que con medios informáticos permitiera a los investiga-
dores el uso integrado de las bibliotecas económicas de las instituciones mejor
dotadas. Su proyecto no pudo completarse ante su prematuro fallecimiento.
Esa actitud de atracción bibliográfica, le hacía ser especialmente exigente con
los responsables de la biblioteca. Los sucesivos bibliotecarios que le atendieron
fueron a veces “víctimas” del afán de contar con unos servicios bibliográficos
cuantiosos y ágiles. Yo recuerdo, y creo que el profesor Valentín Edo de esta Fa-
cultad, que dirigió durante varios años la tarea de gestionar la Biblioteca de Fun-
cas, lo recordará con más detalle, lo difícil que resultó avanzar en el proceso de
informatización de la Biblioteca de Funcas sin mermar el servicio cotidiano y
exigente del profesor Fuentes.
Una de las cosas que más preocuparon al profesor Fuentes, en el terreno de
la investigación, es que el esfuerzo realizado y los resultados obtenidos, fueran
difundidos para información general y para beneficio de la crítica de los profe-
sionales de la correspondiente área económica. De ahí la labor de creación de
revistas y publicaciones que desarrolló, especialmente en su etapa como director
del Instituto de Estudios Fiscales y posteriormente desde FIES. Recordar, por
ejemplo, la creación de las tres grandes revistas que dirigió: Información Comer-
cial Española, Hacienda Pública Española y Papeles de Economía Española, den-
tro del conjunto de once revistas que creó, o al menos dirigió, a lo largo de su
vida profesional.
Asimismo, en su etapa al frente del Instituto de Estudios Fiscales, fundó
cuatro colecciones de textos que enriquecieron notablemente el acervo cul-
tural en Hacienda Pública, como fueron “Libros de Bolsillo”, “Obras básicas
de Hacienda Pública”, “Estudios de Hacienda Pública” y “Clásicos del pensa-
miento español”.
– 107 –
4. PASIÓN POR LA COYUNTURA
El profesor Fuentes pensaba que un economista debe tener una opinión fun-
damentada sobre la situación económica de su país. Él cumplía ampliamente
esta exigencia. Muchas veces se quejaba de que, con motivo de alguna distinción
o premio, los medios de comunicación se acercaban a un economista, este no
supiera comentar nada coherente sobre la situación de la economía española.
Al profesor Fuentes le encantaba el seguimiento y la interpretación de la co-
yuntura. Tuvo la suerte de que la limitación estadística que hasta recientemente
ha padecido nuestro país – la estadística oficial era, según su expresión, un “es-
pejo oscuro” de la economía real-, pudo parcialmente solventarla con la ayuda
de Julio Alcaide, economista y estadístico sindical que fue indagando, utilizan-
do toda la información disponible, sobre las diferentes magnitudes económicas
precisas para un análisis serio de la coyuntura, llegando a crear casi una contabi-
lidad nacional “alternativa” a la escasa y retardada información oficial.
En la mayoría de las revistas que dirigió el profesor Fuentes, siempre había,
con cierta periodicidad, un número dedicado a la coyuntura. Aún más específi-
camente en la CECA, al hacerse cargo de la Dirección de Estudios y Programa-
ción creó la revista Coyuntura Económica cuyos números analizaban con detalle
la situación económica. El segundo número de esta revista recogía los puntos
básicos de lo que más adelante constituirían los Pactos de la Moncloa.
Por otra parte, en FIES, aparte de la dirección de un grupo de colaboradores
que, entre septiembre de 1978 y junio de 1982, escribieron una serie de artículos
en el diario El País, bajo el nombre colectivo de “Equipo de Coyuntura Econó-
mica”, terminó creando una revista específica que aún continúa editándose bajo
el título de Cuadernos de Información Económica.
Con una óptica realista en la interpretación de los datos, y sin afán de edulco-
rar las situaciones complicadas, Don Enrique me transmitió, en cierta ocasión,
lo que él consideraba los cinco consejos fundamentales para hacer análisis de
coyuntura:
1. En Economía toda solución de un problema tiene un coste cuya existen-
cia y alcance no se deben escamotear a los ciudadanos. Las cosas nunca se
arreglan solas o de forma gratuita.
2. Hay que desconfiar siempre de los programas que establecen un plan plu-
rianual para abordar algún desequilibrio y que dejan el coste del ajuste
– 108 –
necesario para las últimos periodos. Eso denota falta de voluntad y de de-
cisión política.
3. La estabilidad constituye la base de cualquier intento serio de impedir el
crecimiento a largo plazo de forma sólida y duradera. Su gran admiración
al Banco de España reflejaba la apreciación que siempre concedió a la ta-
rea previa de lograr una estabilidad monetaria.
4. Cuando la economía interior es estable, los empresarios españoles siempre
son ejemplares en su comportamiento exportador. Toda terapia económi-
ca que pase por minar la apertura de la Economía es rechazable de plano.
5. Siempre hay que desconfiar de los valores cuantitativos oficiales del dé-
ficit público. En todo caso –cuando existe un problema de déficit– hay
que reducirlo embridando el gasto. Nunca creyó en la reconducción de
los desequilibrios por vía del aumento de los ingresos. Y las mejoras en la
eficiencia del gasto público, aunque las consideraba necesarias, exigían tal
grado de decisión política que, en la práctica, se convertirían en un ejerci-
cio de ciencia ficción.
– 109 –
a) El Plan de estabilización de 1959.
b) La Reforma del Sistema Impositivo de la democracia.
c) Los denominados “Pactos de la Moncloa”.
a) Plan de estabilización
Es un hecho bien conocido que tras la cruenta Guerra Civil y la dura postgue-
rra caracterizada por una economía autárquica y por el alejamiento de España de
los organismos internacionales económicos (OECE, Fondo Monetario, Banco
Mundial) y políticos (ONU), se produjo una situación de aislamiento inter-
nacional y una política económica errónea que generó efectos muy perniciosos
sobre la economía y la sociedad española.
En 1957 la situación se presentaba muy difícil. Un gasto público relativamen-
te elevado, junto con un sistema tributario rígido, generaban un déficit público
que en buena medida se terminaba convirtiendo en una inflación causada por la
monetización del déficit. La fuerte intervención del comercio exterior, conducía
a un desequilibrio de la balanza de pagos insostenible.
En 1957 cambió el Gobierno y se inició una etapa de apertura exterior que
fue la base de nuestro crecimiento posterior. La situación internacional se relaja.
España accede a la ONU, solicita su ingreso en la OECE, en el FMI y en el Ban-
co Mundial. Tanto la OECE como el FMI enviaron sus misiones a España con el
objetivo de analizar la situación económica y proponer los cambios pertinentes
en la política económica.
El Ministerio que se encarga de las relaciones con estos organismos era el
de Comercio, cuyo titular es Alberto Ullastres, siendo a su vez su secretario
general técnico el profesor Varela, y donde el profesor Fuentes había sido de-
signado, en tanto que técnico comercial, director del Servicio de Estudios del
Ministerio.
Enrique Fuentes tomó un papel muy activo en la defensa de los criterios de
estabilización y liberalización económica sugeridos por los organismos interna-
cionales. Formó parte igualmente de la Comisión Consultiva para el desarrollo
del Plan. Junto con los profesores Joan Sardà y Fabián Estapé, entre otros altos
funcionarios.
Considero que existe amplio acuerdo en que, aparte del asesoramiento téc-
nico que Fuentes aportó a la elaboración del Plan, su labor publicista a través de
– 110 –
Información Comercial española (tanto la revista mensual como el boletín sema-
nal) resultó muy importante para crear un estado de opinión bien informado
sobre lo que iba a suponer las medidas del Plan de Estabilización.
De esta forma, la reducción y reorientación del gasto público, la corrección
del déficit, las limitaciones del exceso de demanda derivado en parte de un cre-
cimiento salarial muy superior al de la productividad, la fijación de un tipo de
cambio realista que permitiera una apertura exterior necesaria, y el estímulo de
la inversión extranjera, fueron líneas que se habían explicado y defendido con
detalle a través de ICE.
b) Reforma fiscal
A comienzos de la década de 1970, se producen dos hechos importantes que
afectan de plano a la actividad profesional del profesor Fuentes.
El ministro de Hacienda –Alberto Monreal, profesor que fue asimismo de
esta Facultad– nombra a Enrique Fuentes, director del Instituto de Estudios
Fiscales y casi simultáneamente, el Gobierno le nombra consejero ejecutivo del
Banco de España. La segunda distinción le permitió estrechar la relación con
los investigadores del Servicio de Estudio del Banco de España que, desde 1971,
iban a ser dirigidos por el profesor Luis Ángel Rojo.
Desde el inicio de su actividad en el Instituto de Estudios Fiscales, tanto él
como los colaboradores que en esa etapa le acompañamos, dedicamos buena
parte de nuestro esfuerzo a estudiar los diferentes aspectos del sistema fiscal y las
vías imprescindibles de su reforma y modernización.
El sistema tributario español existente en 1970 tenía graves defectos. Partía
del sistema real o de producto establecido por Mon-Santillán en 1845 confor-
me al modelo instaurado por la Revolución Francesa. Ciertamente, había ido
experimentando distintas modificaciones (Raimundo Fernández Villaverde en
1900; José Larraz en 1940; Mariano Navarro Rubio en 1957 y 1964). Además
de los intentos sin éxito de Flores de Lemus para personalizar la carga tributaria.
El profesor Fuentes, atendiendo a la petición del ministro Monreal, decide
realizar un informe sobre el cambio fiscal español en el que se volcó la tarea de
los miembros del Instituto de Estudios Fiscales. Informe que se editó en for-
ma restringida en 1973, bajo el título de Sistema Tributario Español y conocido
como el “Libro Verde” por el color de sus tapas. En realidad constaba de cuatro
volúmenes. El primero estaba dedicado a la descripción y análisis del sistema
– 111 –
existente; el segundo proyectaba la política a seguir respecto a los impuestos di-
rectos; el tercero se refería a la imposición indirecta; y el cuarto volumen recogía
una serie de apéndices de los trabajos realizados.
El sistema tributario español, se afirmaba en el Informe, era injusto porque los
impuestos se evaden y se defraudan, incluso el sistema era injusto por su propia
estructura. Era insuficiente e inflexible. En definitiva, se trataba de un sistema
tributario latino poco evolucionado. Latino por el predominio de la imposición
indirecta y poco evolucionado por el mayor peso de la imposición sobre bienes
(impuestos sobre consumos específicos) que por un impuesto general sobre el
volumen de las ventas que, en todo caso, tenía la forma más imperfecta de un
impuesto múltiple en cascada (impuesto sobre el tráfico de empresas).
El Informe ofrecía un camino de reformas que, entre otras muchas cuestiones
técnicas, postulaba la evolución hacia un impuesto personal sobre la renta de las
personas físicas, y un impuesto sobre el valor añadido como figuras centrales del
sistema.
La reforma fue expuesta ante el jefe del Estado y la consecuencia inmediata
más clara fue el cese del ministro de Hacienda. Sí serviría posteriormente como
elemento de base para la reforma de Fernández-Ordóñez en 1977.
– 112 –
Dada esta situación de partida, Adolfo Suárez –apoyado por el Rey– pidió
al profesor Fuentes la elaboración de un programa que abordara las reformas y
equilibrios necesarios para avanzar económicamente partiendo de una situación
de consenso entre las fuerzas políticas. Fuentes aceptó el encargo, sin excesiva
satisfacción ya que el desempeño de cargos políticos no era un tema que le ilu-
sionara.
El Programa se redactó en un tiempo récord. Es verdad que se partía de una
base sólida ya que, como he contado con anterioridad, los “mimbres” de ese pro-
grama ya estaban en el segundo número de Coyuntura Económica que se editaba
bajo su dirección en el Departamento de Estudios y Programación de CECA.
Manuel Lagares, subsecretario del Ministerio de Economía; Luis Ángel
Rojo, director del Servicio de Estudios del Banco de España; José Luis Leal,
director general de Política Económica; y Blas Calzada, presidente del Instituto
Nacional de Estadística, fueron los encargados de generar un documento que
se sometería a la consideración de los distintos partidos del arco parlamentario.
El documento contenía una limitación del crecimiento salarial que se ajusta-
ría a la inflación prevista para el año siguiente –no el pasado–, la fijación de un
tipo de cambio adecuado a la situación de nuestro comercio internacional, una
política monetaria rigurosa, una reforma fiscal que permitiera financiar las acti-
vidades públicas –entre las que se preveían una elevación de los gastos sociales–
con un sistema tributario que no adoleciera de los defectos del sistema vigente,
según hemos visto anteriormente, y una liberalización del sistema financiero.
Los líderes políticos fueron convocados, el 8 de octubre de 1977, al Palacio
de la Moncloa, en un día climatológicamente frio y con los ánimos tensos por
la actuación reciente de ETA. El debate fue breve y, con más o menos agrado,
el documento fue aceptado para su remisión a ambas Cámaras que lo aproba-
ron. Los firmantes del Acuerdo fueron los diez líderes siguientes: Adolfo Suá-
rez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, Santiago Carrillo, Enrique Tierno
Galván, Juan Ajuriaguerra, Manuel Fraga, Josep María Triginer, Miquel Roca y
Joan Raventós.
El Acuerdo se remitió al Congreso, que lo aprobó el 10 de octubre, y al Sena-
do, cuya aprobación definitiva fue el 11 de noviembre de 1977.
Mucho se ha especulado sobre la rapidez de la aprobación del Programa. En
mi opinión, tras el Acuerdo hubo varios hechos que explican esta circunstancia:
– 113 –
· El documento estaba bien trabajado y las propuestas eran razonables. Los
economistas de las distintas formaciones políticas consideraron que el
conjunto de medidas propuestas eran aceptables.
· El prestigio de Enrique Fuentes era muy elevado y, por tanto, había una
base de confianza importante.
· Fernando Abril había tenido previas conversaciones con Santiago Carri-
llo, quien, por tanto, acudió a la reunión con una opinión bien formada.
Igualmente, el presidente Suárez había tenido algún encuentro sobre este
tema con Felipe González, así como José Luis Leal con los sindicatos para
captar su conformidad, aunque ellos no eran formalmente firmantes del
Acuerdo.
· Digamos, finalmente, que Enrique Fuentes desde tiempo atrás había man-
tenido reuniones con los líderes políticos más característicos para ofrecer
su asesoramiento sobre los problemas económicos. Esa actitud de oferta
desinteresada, que iba acompañada de una espléndida explicación de las
principales áreas problemáticas, alentó la confianza de los líderes políticos
en la propuesta del profesor Fuentes.
– 114 –
las ideas contenidas en las publicaciones le llevaba a unos editoriales om-
nicomprensivos que situaban al lector en el propósito global de la publi-
cación y le permitía abordar la lectura de los diferentes artículos con una
idea clara de su objetivo y planteamiento.
Los prólogos de Fuentes eran famosos. Algunos constituyen una investi-
gación de cierta profundidad. Aquí seguía en parte la tradición de Manuel
de Torres y, en parte, su propio empeño de explicar la razón de ser del
nuevo libro al que prologaba.
4. La edición de revistas, que siempre se ha destacado como una caracterís-
tica de su forma al actuar. Donde iba, editaba una revista, que no tenía
únicamente el objetivo de difundir el conocimiento o las investigaciones
que se impulsaban o realizaban en los distintos centros. Tenían una mi-
sión fundamental que el profesor no explicitaba: la revista era un factor
estructurante de la actividad investigadora.
El profesor Fuentes pensaba que los investigadores son por naturaleza,
“desordenados” y “caprichosos” tanto en la elección de los temas como en la pla-
nificación de su trabajo, lo que se traducía en una dispersión de temas y en una
falta de estímulo para el cumplimiento de los planes de investigación en un ca-
lendario prefijado. La revista era la forma de ordenar el proceso investigador y de
fijar plazo al trabajo de cada investigador o estudioso de los temas.
Quisiera concluir destacando que el profesor Fuentes Quintana era un maes-
tro enciclopedista de los temas económicos. Prestó grandes servicios a nuestro
país en coyunturas muy comprometidas. Fue un docente excepcional. Un maes-
tro cuidadoso y estimulante. Su papel como prescriptor permanente de la polí-
tica económica y su talante reformador, han dejado bien alto el pabellón de la
colaboración de nuestra Facultad a la solución de los problemas económicos.
Personalmente, creo que fue un personaje irrepetible. El balance neto de su
actuación justifica que muchos de sus alumnos y discípulos le situemos en el más
alto nivel entre los grandes maestros españoles de Economía, surgido ya en la
primera Facultad española de Ciencias Económicas.
BIBLIOGRAFÍA
ALBI, E. (ed.) (1990). La hacienda pública en la democracia: estudios en home-
naje al profesor Enrique Fuentes Quintana. Barcelona: Crítica.
– 115 –
BANCO DE ESPAÑA (2008). En memoria del profesor Enrique Fuentes Quin-
tana. Madrid: Banco de España.
CARAMÉS VIÉTIEZ, L., GONZÁLEZ-PARAMO, J. M., y PEDRAJA
CHAPARRO, F. (directores) (2009). Siempre la Hacienda Pública. Ensa-
yos en homenaje al profesor Enrique Fuentes Quintana. Pamplona: Fundación
Caixa Galicia-Civitas-Thomson Reuters.
COMÍN COMÍN, F. (1990). Estudio introductorio a Fuentes Quintana
(1990).
COMÍN COMÍN, F. (1994). “Las aportaciones de Enrique Fuentes Quintana
a la historia de la Hacienda Pública Española”. Hacienda Pública Española,
monografía 1/1996:43-56.
Información Comercial Española. Revista de Economía (1989-1990), números
676-677 [Homenaje a E. Fuentes Quintana, donde se recogen artículos de
diversos economistas sobre la economía española en los últimos cincuenta
años y en el segundo volumen “Notas para un perfil humano de Enrique
Fuentes” por Gonzalo Ávila (pp. 195-200) y una recopilación de editoriales
de Fuentes Quintana en la dicha revista, fechados entre 1959 y 1969].
FUENTES QUINTANA, E. (1969) [1954]. “Las estimaciones de la renta na-
cional en España”. En J. VELARDE (1969), Lecturas de economía española,
Madrid: Gredos.
FUENTES QUINTANA, E. (1977) [1958]. “Las estimaciones de la renta na-
cional de España”. En P. SCHWARTZ (ed.) (1977) [1916-1976], El produc-
to nacional de España en el siglo XX, Madrid: Fábrica Nacional de Moneda y
Timbre.
FUENTES QUINTANA, E. (1990) [1961-1990]. Las reformas tributarias en
España. Teoría, historia y propuestas, edición de F. Comín. Barcelona: Crítica.
FUENTES QUINTANA, E. (1995). El modelo de economía abierta y el modelo
castizo en el desarrollo económico de la España de los años 90. Zaragoza: Pren-
sas Universitarias de Zaragoza.
FUENTES QUINTANA, E. (ed.) (1999-2004). Economía y economistas espa-
ñoles, 9 tomos. Barcelona: FUNCAS- Galaxia Gutenberg-Círculo de Lec-
tores.
FUENTES QUINTANA, E. (2004). “Los economistas ante los problemas de
la economía española”. Papeles de Economía Española, 1(100): 371-404.
– 116 –
FUENTES QUINTANA, E. (2009). Lecciones de economía española. Madrid:
Asociación Española de Contabilidad y Administración de Empresas.
INSTITUTO DE ESTUDIOS FISCALES (2008). Homenaje “in memoriam”
al profesor D. Enrique Fuentes Quintana. Madrid: Instituto de Estudios Fis-
cales.
MARTÍN RODRÍGUEZ, M. (2012). La Economía Política de Enrique Fuentes
Quintana. eXtoikos (8): 85-89.
MINISTERIO DE ECONOMÍA (1977). Programa de saneamiento y reforma
económica. Madrid: Publicaciones de la Secretaría General Técnica.
PERDICES DE BLAS, L., y BAUMERT, T. (2010). La hora de los economistas.
Entrevistas a cuarenta economistas que han contribuido a la modernización de
la economía española. Madrid: Ecobook.
SÁNCHEZ LISSÉN, R. (1997). El profesor Fuentes Quintana ante tres cambios
fundamentales de la economía española. El plan de Estabilización Económica
de 1959, Los Ajustes a la crisis de los años 70, y la integración de España en la
Unión Europea. Santiago: Fundación Caixa Galicia.
SÁNCHEZ LISSEN, R. (2007). Los economistas de la “Escuela de Madrid”. Ma-
drid: Instituto de Estudios Económicos.
SÁNCHEZ-LISSEN, R.; PAZOS CASADO, M. L.; SANZ-DÍAZ, M. T.
(2019). El disenso político en España (1979-82) según el Equipo de Coyuntu-
ra Económica en el diario El País. Iberian Journal of the History of Economic
Thought 6(1): 69-86.
TRULLÉN I THOMÀS, J. (1993). Fundamentos económicos de la transición
política española. La política económica de los Acuerdos de La Moncloa. Ma-
drid: Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
VALIÑO, A. (1989). La reforma tributaria de 1977. Principios y realización.
Madrid: Editorial de la Universidad Complutense (esta tesis fue dirigida por
E. Fuentes Quintana).
VV. AA. (1994). El sector público español: una panorámica actual. Homenaje al
profesor D. Enrique Fuentes Quintana. Madrid: Instituto de Estudios Fiscales.
VV.AA. (2007). Sesión pública de Homenaje al Profesor D. Enrique Fuentes
Quintana. Primer Colegiado de Honor del Ilustre Colegio de Economistas de
Madrid. Madrid: Ilustre Colegio de Economistas de Madrid.
– 117 –
Luis Ángel Rojo en 1972
– 118 –
LUIS ÁNGEL ROJO (1934-2011): MAESTRO DE MAESTROS.
GOBERNADOR DEL BANCO DE ESPAÑA
Carlos Sebastián42
1. INTRODUCCIÓN
Rojo, Maestro de maestros. Tengo que decirles que no me siento muy cómo-
do con el título de esta conferencia. No es porque no piense que Rojo fuera un
maestro, pues como va a quedar claro con mi exposición, lo era en grado sumo.
La incomodidad, por razones obvias, me la produce el complemento nominal
“de maestros”.
42
Carlos Sebastián (Madrid, 1944) ha sido catedrático de la Universidad Complutense (De-
partamento de Fundamentos del Análisis Económico II) hasta su jubilación en septiembre de
2014. Estudió en la Universidad de Madrid, en la Universidad de Essex, Reino Unido, (M.A.
in Economics), así como en la London School of Economics (Research Student). Es autor de
numerosos artículos sobre macroeconomía, crecimiento económico y economía institucional
y de varios libros. Recientemente, “Para que España avance” (2019); “España estancada. Por
qué somos poco eficientes” (2016) y “Subdesarrollo y esperanza en África” (2013); publicados los
tres por la editorial Galaxia-Gutenberg. Fue columnista habitual de Cinco Días (2000-2009).
Ha sido coordinador del volumen Luis Ángel Rojo. Recuerdo y Homenaje (Fundación Ramón
Areces, 2012). Fue director general de Planificación en el Ministerio de Economía con Miguel
Boyer, primer director de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), director
del Servicio de Análisis ERISTE, y asesor macroeconómico de varios grupos financieros. Ha
sido consejero de varias empresas, no cotizadas y cotizadas. Actualmente es vocal del Consejo
Asesor de la AIReF.
– 119 –
El propio Rojo manifestaba que su vida profesional había estado centrada en
la enseñanza de la Economía y en su práctica desde instituciones públicas. Lo
cual, cómo testimonia el libro Luis Ángel Rojo: Recuerdo y Homenaje43, publica-
do por la Fundación Ramón Areces a los pocos meses de su fallecimiento, y que
tuve el placer de coordinar, es rigurosamente cierto. Hoy, en este contexto de re-
cuerdo a los grandes maestros de la Facultad de Ciencias Económicas, con moti-
vo de su 75 aniversario, me voy a centrar sobre todo en la vertiente docente, pero
sin dejar de referirme a su actividad profesional en las instituciones públicas, de
las que puede afirmarse, sin exageración, que fue un auténtico Reformador y,
también, a su condición de intelectual comprometido, que mantuvo un interés
vivo y activo para comprender mejor nuestro entorno a través de la historia y de
las manifestaciones culturales, interés que transmitió continuamente a los que le
rodeábamos. Un auténtico MAESTRO, en definitiva.
2. DOCENCIA
En la docencia dentro de las aulas, quisiera resaltar, en primer lugar, la calidad
de sus clases, la mayor parte de las veces diseñadas, como rememora Julio Segura
en su aportación al libro de recuerdo de la Fundación Ramón Areces que he
citado, como conferencias autocontenidas, previamente escritas con su peculiar
y pulcra letra (que yo, poseedor de una letruja infame, siempre envidié) y expues-
tas con esmero y brillantez, que nos resultaban deslumbrantes en el destartalado
caserón de San Bernardo. Como complemento a las clases magistrales organizó
muy pronto un seminario en el que nos enfrentamos por primera vez a artículos
originales de la literatura macroeconómica. Más tarde, en el curso 1966-1967
promovió un programa de cursos de doctorado, en los que implicó a otros pro-
fesores como Fuentes Quintana, Manolo Varela y Arnáiz. El comienzo fue muy
intenso, con una carga de lecturas, la mayoría en inglés, inusual en la Facultad y
con interesantes discusiones en los seminarios a los que asistían todos los profe-
sores del programa. El clima de agitación que vivía la Facultad en ese curso y en
los siguientes impidió que el plan se consolidara y llevó a que fuera perdiendo
fuelle los cursos siguientes. Los alumnos del programa estábamos mínimamente
financiados, gracias a un acuerdo de Rojo con el Banco Urquijo, y ello facilitó
Carlos Sebastián (coordinador): Luis Ángel Rojo: Recuerdo y homenaje, Fundación Ramón
43
– 120 –
la incorporación de estudiantes de otras universidades, especialmente de Bar-
celona, de donde vinieron personas que luego resultarían tan conocidas como
Andreu Mas Colell, Alfredo Pastor, Joaquim Silvestre y Toni Bosch.
Aunque yo no lo viviera, porque estaba ya en Inglaterra, otro importante
hito en la vida docente de Rojo en la Facultad, que narran tanto Julio Segura en
su aportación al citado libro de la Fundación Ramón Areces, como José María
Bonilla en su semblanza de Rojo como profesor en el acto organizado por la
Residencia de Estudiantes en julio de 201144, fue cuando se encargó de poner
en marcha el nuevo plan de estudios de la Facultad en el curso 1969-1970, pre-
parando concienzudamente la asignatura de Introducción a la Economía, con
la colaboración de Julio Segura y de otros jóvenes profesores. De nuevo aquí,
escribió a mano la mayoría de las clases del curso de Introducción. ¡Lástima que
no se convirtieran en un texto publicado!
Otra vertiente docente importante fue su decidida apuesta para que reali-
záramos estudios de posgrado en universidades extranjeras. Nos animó y nos
facilitó la admisión. Algunos fuimos de su mano a Inglaterra (Universidad de
Essex), otros a Estados Unidos (Minnesota, principalmente). El flujo torrencial
de “Minnesotos”, como se les ha venido en llamar, comienza en verano de 1968
cuando Rojo y Manolo Varela consiguen la admisión en esa Universidad– y una
financiación de una institución ligada a la misma –de Andreu Mas, Toni Bosch
y Joaquim Silvestre: ¡del Doctorado de Rojo a Minneapolis!
Tras su incorporación al Banco de España, Rojo siguió su actividad docente
en la Universidad Complutense hasta 1984, cuando la aplicación de la Ley de
Incompatibilidades suponía que el ejercicio de la docencia, como catedrático de
una universidad pública, era incompatible con el puesto de director general del
Banco de España. La aplicación de la citada Ley, a partir del curso 1984-1985,
impidió que los alumnos de teoría y política monetaria de la Universidad Com-
plutense recibieran explicaciones de la persona, catedrático de esa Universidad
por lo demás, que estaba diseñando tanto la política monetaria como los desa-
rrollos institucionales que permitían una mejor financiación de la economía y
una más eficiente instrumentación de la política. Tamaño absurdo, propio de
una universidad burocratizada, que al parecer no quiere dejarnos definitivamen-
44
“En recuerdo de Luis Ángel Rojo”. Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, julio 2011.
– 121 –
te, frustró a Ángel Rojo, pero no le llevó a cesar en su dedicación al impulso de
la investigación y de la docencia superior.
Pero antes, reseñar que al cesar como gobernador se incorporó, en 2001, al
departamento cumpliendo con rigor, algo que sorprendió a algunos, sus obliga-
ciones docentes en una asignatura del Grado en Economía.
La promoción de centros de estudios de posgrado y de investigación es una
tercera faceta de la actividad docente de Rojo a lo largo de su vida. Además de la
investigación económica y de historia económica que se fue produciendo en el
Servicio de Estudios del Banco bajo su dirección, a mediados de los 80 se crean,
por su iniciativa con el apoyo de Mariano Rubio, la Fundación de Estudios de
Economía Aplicada (FEDEA), centro dedicado a la investigación económica
y a la formación de opinión, y el Centro de Estudios Monetarios y Financieros
(CEMFI), centro dedicado a los estudios de posgrado y la consiguiente investi-
gación. Ambos llevan más de 30 años funcionando y han adquirido un merecido
prestigio.
Permítanme dos apuntes sobre la creación de la Fundación de Estudios de
Economía Aplicada (FEDEA), proyecto en el que estuve implicado incluso des-
de unos meses antes de su creación y del que fui su primer director. Que FEDEA
es un think tank creado por las empresas del IBEX, afirmación que se repite sin
cesar, no es más que otro ejemplo de fake news. Fue una idea de Rojo asumida
por el gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, que tuvo una inter-
vención decisiva en su creación “sugiriendo”, en la forma en la que el poderoso
gobernador sugería las cosas, a 20 grandes empresas que hicieran una aportación
al fondo de la Fundación (no existía el Ibex entonces, pero además 6 de las 20
ni siquiera cotizaban en Bolsa). Ya saben ustedes que generar y propagar una
noticia fake casi nunca es inocente. En este caso, quizá, pretendía, o pretende,
descalificar las afirmaciones de FEDEA sin tener que hacer el esfuerzo de cons-
truir una contra argumentación.
El segundo apunte sobre los primeros tiempos de FEDEA, se refiere al respe-
to de Rojo, que fue el primer presidente de su Comité Científico, a los resultados
que se obtenían en las investigaciones. Cuando un resultado o una opinión de
FEDEA contradecían lo que sostenía el Servicio de Estudios del Banco, lo que
ocurrió un par de veces, Rojo no iba más allá de sugerir que, si no nos poníamos
de acuerdo, explicitáramos con claridad los argumentos.
– 122 –
En su línea de participar en centros dedicados al estudio y la investigación en
economía, Rojo fue activo también más tarde en esta casa, la Fundación Ramón
Areces, como responsable de sus actividades en Ciencias Sociales, impulsando
la financiación de proyectos de investigación en ciencias sociales, además de las
becas para la realización de estudios en el extranjero.
Para terminar con el repaso a la actividad docente de Rojo, esta se completó
con su obra escrita, que nunca pretendió estar en la frontera de la investigación
económica, sino que tenía el doble objetivo de proporcionarnos instrumentos
de análisis y de reflexionar, desde el rigor, sobre aspectos relevantes de la reali-
dad. Nos dejó 83 publicaciones, no todas de Economía (algunas de historia y de
historia del pensamiento social y político). Voy a comentar algunas de ellas que
me parecen especialmente relevantes.
3. PUBLICACIONES
Empiezo por el libro de texto Renta, precios y balanza de pagos45, publicado
finalmente en 1974, pero del que habían circulado versiones previas de algunos
capítulos meses antes. El texto tiene muchos aspectos reseñables que lo diferen-
cian positivamente de los otros existentes en la época y de no pocos de los que
se publicaron después. En primer lugar, a la hora de introducir las magnitudes
macroeconómicas trata con detalle las corrientes financieras de la economía y su
integración con los flujos reales, algo fundamental para comprender el funcio-
namiento agregado de una economía. No es de extrañar que, en paralelo a esta
preocupación docente, Rojo impulsara en el Banco de España la elaboración
de las cuentas financieras de la economía española. Y esa misma preocupación
se transmite a la formulación del modelo de determinación de la renta, que va
mucho más allá en varios aspectos del manido modelo IS-LM.
La primera diferencia estriba en la introducción de variables fondo, la rique-
za neta privada fundamentalmente, en las funciones de decisión de los agentes.
Esta variable no solo afecta a las decisiones fondo (demanda de activos) sino
también a las decisiones flujos de los agentes privados (demanda de consumo
fundamentalmente). La segunda diferencia es la explícita consideración de los
balances de los bancos como creadores de dinero que le permite situar al crédito
45
Alianza Editorial, 1974. Madrid.
– 123 –
como una variable relevante en la determinación del gasto y, también, le lleva
a subrayar la condición de los bancos como agentes importantes en los merca-
dos de bonos. Así se establece un vínculo explícito entre la política monetaria y
aquella política fiscal que implique cambios en los saldos presupuestarios, vín-
culo que transcurre por las decisiones de los bancos en los mercados de crédito y
de bonos y por las consecuencias sobre la riqueza neta del sector privado. La im-
portancia del crédito y la relevancia de las variables fondo constituyen elementos
novedosos en un libro de texto de macroeconomía intermedia, que enriquece el
análisis y supera la excesiva simpleza del modelo IS-LM, que dominaba los libros
de textos de la época. Realmente, y perdonen esta digresión, John Hicks fue un
gigante del análisis económico y un muy justo ganador de uno de los primeros
premios Nobel (el de 1972, junto a otro gigante, Kenneth Arrow). Hizo decisi-
vas contribuciones a la teoría de los precios, a la teoría del bienestar e, incluso, al
análisis macroeconómico, como con su teoría de los ciclos en la que en 1950 for-
malizaba brillantemente la noción de suelo en la dinámica de la renta. Por cierto,
que el librito de Hicks sobre los ciclos lo leí aconsejado por Rojo al terminar el
cuarto curso, cuando le comenté que en la asignatura de teoría económica de ese
año habíamos aprendido muy poco... Pero, con tantas aportaciones relevantes
realizadas por Hicks, la introducción del análisis IS- LM para sintetizar la teoría
de Keynes, creo que fue una desgracia. No solo, ni fundamentalmente, porque
deformaba la aportación keynesiana, que lo hacía, sino porque empobreció la
enseñanza de la macroeconomía y con ello propició lo que podíamos llamar el
keynesianismo vulgar, al transmitir la idea de que mediante una combinación de
políticas macroeconómicas cualquier punto del plano renta tipo de interés era
alcanzable. El texto de Rojo, quien por cierto no estoy seguro que coincidiera
plenamente con el contenido de la digresión que acabo de realizar, se aleja del
mundo de la IS-LM.
Rojo no lo llamaba keynesianismo vulgar, pero en su interesante ensayo In-
flación y crisis en la economía mundial46 de 1976, en el que repasa la historia de la
política macroeconómica desde la segunda Guerra Mundial, detecta los excesos de
la política de corte keynesiano, de lo que yo llamo keynesianismo vulgar, y concede
elementos de razón a la crítica al keynesianismo realizada desde el discurso mone-
46
Alianza Editorial, 1976. Madrid.
– 124 –
tarista que surge de Friedman, pese a sus diferencias con los presupuestos teóricos
de esta corriente.
Siguiendo con Keynes, otra publicación especialmente atractiva fue el libro
Keynes, su tiempo y el nuestro47, publicado en 1985, en el que Rojo nos explica el
significado de las distintas publicaciones de Keynes y de sus aportaciones a de-
bates académicos y políticos, y las pone en relación con los acontecimientos que
se van sucediendo en Gran Bretaña, primero, y en el mundo occidental después,
lo que contribuye a entender mucho mejor las aportaciones del insigne pensador
británico. Como dice Pablo Martin Aceña en el libro de Homenaje a Rojo de la
Fundación Ramón Areces, Rojo estudió a Keynes en su tiempo desde el nuestro,
lo que le permitía concluir que su figura podía ser siempre fuente de inspiración.
El artículo “Desempleo y factores reales”48, publicado en 1981, es el resultado
de la reflexión teórica que Rojo había estado haciendo durante los años anterio-
res ante la fuerte elevación de la tasa de paro española. En el artículo, Rojo ana-
liza, en primer lugar, los mecanismos por los que un shock de oferta (elevación
de los precios reales de los factores) eleva el paro y el papel de la dinámica de
los salarios reales en el proceso. En su análisis realiza una certera diferenciación
entre aumentos activos en la productividad, que permiten elevar salarios y em-
pleo al mismo tiempo (o elevar uno sin tener que disminuir el otro), y aumentos
pasivos, consecuencia de caídas del empleo por elevaciones del salario real y de
otros precios de los factores. Aunque parezca obvia esta diferencia, la dificul-
tad para reconocerla y la consiguiente confusión están aún presentes en muchas
discusiones recientes sobre la evolución de la productividad. En segundo lugar,
teoriza sobre la respuesta política ante la elevación del paro y para ello recoge
las nociones de paro neoclásico y paro keynesiano, que aunque carezcan de una
contrapartida empírica clara son conceptos muy potentes para la discusión de
la política macroeconómica, que algunos incorporamos a nuestra docencia y a
nuestro instrumental analítico en los debates. Rojo considera que a principios
de los 80 un porcentaje alto del paro en España era de carácter neoclásico y por
tanto no susceptible de ser reducido mediante expansiones de la demanda, como
se confirmó más tarde con la expansión de la demanda agregada en la segunda
mitad de la década de los 80 sin que el paro apenas bajara del 16%.
47
Editorial Tecnos, 1985. Madrid.
48
Papeles de Economía Española, nº 8, 1981, pp. 124 -136.
– 125 –
El artículo de 1986, “Europa: el contraste entre dos décadas”49, es un ensa-
yo de historia económica reciente sumamente interesante. En su segunda parte
analiza precisamente las distintas respuestas de los países europeos ante las crisis
del petróleo. Hubo respuestas insostenibles que retrasaron el ajuste (como la
subvención de la energía en España o la financiación privilegiada para acumular
existencias en Suecia), pero en general hubo un alto grado de desconcierto no
siendo infrecuente el recurso a la financiación monetaria de la elevación en los
costes. Rojo sostiene que las respuestas estuvieron condicionadas por el tipo de
instituciones formales e informales que se habían desarrollado en las décadas de
bonanza anteriores y por la cultura acerca del rigor monetario. Austria y Ale-
mania, la primera con instituciones formales de cooperación y la segunda con
una arraigada cultura de negociación (que podríamos considerar una institución
informal), y que mantuvieron además un notable rigor monetario, son ejemplos
de ajuste relativamente rápido y con menor coste. Los países, que como estos,
se ajustaron mejor, superaron el impacto negativo de las dos crisis del petróleo
(1974 y 1979) sobre su estructura de costes relativamente pronto, a finales de
1982, con lo que pudieron disfrutar desde entonces de una política macroeco-
nómica más relajada e iniciar una expansión que se prolongaría hasta principios
de la década siguiente. Los que no, tuvieron que mantener políticas restrictivas
un par de años más retrasando su recuperación económica.
En “Innovaciones Financieras y Política Monetaria”50, publicado en 1988,
discute el diseño de la política monetaria en un contexto financiero creciente-
mente complejo, y previamente realiza una reflexión sobre los procesos de in-
novación financiera, que después se acelerarían enormemente entre el momento
en el que Rojo escribía esas líneas hasta el estallido de 2008. No puedo evitar
transcribir unos párrafos de este artículo escritos por Rojo 20 años antes de la
quiebra de Lehman Brothers:
“[…] Esto no significa, sin embargo, que esta oleada de innovaciones finan-
cieras sea un bien social sin restricciones… No lo es desde el punto de vista de
la estabilidad […] La proliferación de instrumentos y mercados que permiten a
los agentes desplazar riesgos no implica una reducción del grado total de riesgo
contenido en el sistema […]. Los procesos de desintermediación y securitización
49
Papeles de Economía Española, nº 27, 1986, pp. 64-86.
50
Papeles de Economía Española, nº 36, 1988, pp. 2-14.
– 126 –
pueden afectar negativamente a la calidad media de la cartera de préstamos y
créditos de las entidades bancarias, debilitar la función evaluadora que estas úl-
timas desempeñan y conducir, en consecuencia, a una degradación de los riesgos
en el conjunto del sistema. Y el aumento de las operaciones fuera de balance
suscita problemas de información que afectan tanto a las autoridades como a los
accionistas…”.
Estas líneas, insisto, fueron escritas 20 años antes de la devastadora explosión
de la burbuja crediticia y antes de la torrencial cascada de innovaciones financie-
ras de la segunda parte de los 90 y de principios de este siglo. Cascada a la que
los organismos reguladores en Estados Unidos no solo no opusieron resistencia,
sino que alimentaron con la eliminación de las limitaciones al endeudamiento
de los bancos de inversiones, y que no despertó ninguna acción correctora por
parte de las entidades supervisoras de todo el mundo desarrollado, que hicieron
dejación de sus responsabilidades respecto a la estabilidad financiera que tanto
preocupaba a Rojo.
Por último, el artículo “Las Fluctuaciones Financieras y la Política
Monetaria”51 de 2002, Rojo empieza por constatar que en los actuales sistemas
financieros las fluctuaciones de los precios de los activos han reforzado su pa-
pel como origen de inestabilidad. Apunta que la estabilidad de precios, objetivo
habitual de la política monetaria, no garantiza la estabilidad financiera; incluso
puede estimular el crecimiento del precio de los activos. Las oscilaciones de estos
precios refuerzan tanto los procesos alcistas de las economías como los recesivos
y pueden ser el detonante de un shock sobre la actividad real. Se plantea si no
debería la Autoridad Monetaria tener entre sus objetivos, además de la estabi-
lidad de los precios de bienes y servicios, el evitar revalorizaciones excesivas en
los precios de los activos, aunque acepta las dificultades de establecer criterios
para identificar cuando las revalorizaciones de los activos son efectivamente ex-
cesivas. Pero al menos evitar que la política monetaria actúe de forma asimétri-
ca, como suele hacerlo: permitiendo pasivamente la revalorización de precios e
interviniendo activamente cuando se producen correcciones bajistas de alguna
consideración. Escribiendo en 2002, Rojo nos advierte de lo grave que resulta
salir de un periodo recesivo sin haber avanzado en la corrección de los desequi-
librios que ampliaron el último shock. ¿Qué podemos decir ahora al comprobar
51
Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 2002.
– 127 –
el elevadísimo endeudamiento del sector privado, que tan escaso ajuste ha reali-
zado en los años de la Gran Recesión?
Esta sucesión de reflexiones de Rojo sobre la política monetaria en escenarios
cambiantes a lo largo de 30 años hubiera necesitado una última sobre la política
en el nuevo paradigma, el creado por el uso, y probablemente abuso, del quan-
titative easing, en el que los bancos centrales parecen haber quemado sus naves
para hacer una política distinta de seguir engordando sus balances. No acierto a
visualizar hasta dónde puede llegar este proceso y cuáles serán sus consecuencias.
Echo en falta leer la opinión de Rojo sobre el particular.
4. REFORMADOR
Paso ahora a referirme brevemente a la actividad de Rojo como servidor ci-
vil, probablemente mejor expresión que servidor del Estado, como decía Javier
Pradera al reflexionar, en el citado acto de la Residencia de Estudiantes, sobre la
moral kantiana que siempre había adornado la vida pública de Rojo, moral pues-
ta de manifiesto por su estricto sentido del deber. No es una exageración afirmar
que en esta faceta de su vida Rojo fue un Reformador (con R mayúscula).
Participó muy activamente en tres hitos fundamentales en la evolución de
las instituciones económicas españolas: 1) en el Plan de Estabilización de 1959,
desde la Secretaría General Técnica del Ministerio de Comercio. Manolo Varela,
en su aportación al libro de la Fundación Ramón Areces, escrita pocos meses
antes de que el propio Manolo falleciera –el año 2011 fue un año de lamenta-
bles pérdidas– describe algunas de las aportaciones de Rojo a la preparación del
Plan de Estabilización; 2) en el diseño de una nueva política monetaria tras los
Pactos de la Moncloa y en la subsiguiente modernización del sistema financiero,
desarrollando una estructura completa de mercados financieros, además de unos
sistemas de pagos seguros y eficientes, proceso reformador, que como nos cuenta
José Pérez en el libro de la Fundación Ramón Areces, se plantea y lleva a cabo
de forma secuencial. Ese proceso lleva al desarrollo de mercados monetarios y
de deuda pública transparentes y se extiende hasta la aprobación de la ley del
Mercado de Valores de 1988; y 3) por último, en la construcción de la Unión
Monetaria, en la que participó muy activamente, siendo vicepresidente del Insti-
tuto Monetario Europeo desde 1994 hasta 1998, cuando desaparece con la crea-
ción del Banco Central Europeo. Posteriormente, fue solicitado a participar en
distintos grupos de expertos. Por ejemplo, entre 2000 y 2002 Rojo fue miembro
– 128 –
del Comité de Sabios creado por el ECOFIN para el estudio de los mercados
financieros europeos.
5. INTELECTUAL COMPROMETIDO
La tercera faceta de Rojo que hay que reseñar, que revela su condición de
intelectual comprometido, es su interés por la Historia y por distintas manifes-
taciones culturales de nuestro tiempo.
Su contribución a los estudios de Historia fue enorme, por eso cuando en
2004, con ocasión de su jubilación como catedrático, preparamos un libro
de homenaje nos inclinamos por hacer dos volúmenes uno de economía, que
coordinamos José Pérez y yo mismo52, y otro de historia coordinado por Pedro
Tedde53, con 23 artículos originales de profesores de economía, el primer volu-
men, y 19 de profesores de historia el segundo. Antes del impulso enorme a la
historia económica, dado por Rojo desde el Banco de España, y que describe Pa-
blo Martín Aceña en su aportación al libro de la Fundación Ramón Areces, nos
cuenta Javier Pradera que suya fue la iniciativa de la Historia de España dirigida
por Miguel Artola publicada por Alianza Editorial bajo el timón de Pradera.
Y era continuo en Rojo el recurso a la Historia como elemento fundamental
para entender mejor el presente, tanto en sus escritos, como queda claro en las
breves reseñas que he realizado hoy, como en las discusiones con sus discípulos.
Como también lo era la apelación a la literatura. Pero en ninguno de los casos
había ni un ápice de la pedantería en la que a veces caen los eruditos. Eran ape-
laciones sustantivas, relevantes para los argumentos. Como decía Santos Juliá,
otro maestro desaparecido hace pocos meses, en el homenaje póstumo a Rojo en
la Residencia de Estudiantes y cito: “Rojo tenía carisma en el sentido de Weber
[…] tenía autoridad, es decir, despertaba en quienes le trataban una disposición a
estar de acuerdo con lo que decía, no solo si se trataba de cuestiones económicas,
también cuando opinaba de una novela, un cuadro, unas memorias o un libro
de viajes”. El testimonio de Javier Pradera, en el mismo acto de la Residencia,
52
José Pérez y Carlos Sebastián (editores): Políticas, mercados e instituciones económicas. Estudios
en homenaje a Luis Ángel Rojo. Volumen I. Editorial Complutense. 2004. Madrid.
53
Pedro Tedde (editor): Economía y cambio histórico. Estudios en homenaje a Luis Ángel Rojo.
Volumen II. Editorial Complutense. 2004. Madrid.
– 129 –
redunda en esa misma característica de Rojo al recordar sus participaciones en
una tertulia en la década de los 70.
Colaboró activamente con instituciones que contribuyen a enriquecer la vida
cultural del país. Así, fue patrono, desde el comienzo de la nueva etapa, de la
Residencia de Estudiantes, en cuyo Patronato coincidió entonces con otro cate-
drático de nuestro departamento de la Complutense, Jaime Terceiro, que tanto
contribuyó desde Caja de Madrid a la nueva etapa de la “Resi” (como se la co-
noce coloquialmente) y que actualmente ha sustituido a Rojo como responsable
de ciencias sociales de la Fundación Ramón Areces. También fue patrono de la
Fundación de Amigos del Museo del Prado de la que fue vicepresidente, lo que
le permitió acercarse al mundo de la pintura que vivía con pasión, tal como mos-
traba continuamente a los que estábamos cerca.
También, en su doble condición de Académico de la Lengua y responsable
de ciencias sociales de la Fundación Ramón Areces, creó un pequeño equipo de
profesores de economía, financiado por la Fundación, que realizó una revisión
del acervo de términos económicos en la lengua española. Meses antes, sin em-
bargo, no había querido seguir la recomendación del entonces presidente de la
Real Academia Española para que su discurso de ingreso en la Academia fuera
sobre el lenguaje económico. En su lugar, preparó un ensayo sobre la sociedad
madrileña de Galdós, realizando un fino análisis histórico del periodo galdosia-
no, en el que la sociedad madrileña empezaba a salir de su atraso y experimenta-
ba una profunda convulsión económica, social y cultural, de la que dan testimo-
nio varias de las obras de Galdós. Una muestra de las capacidades de Rojo como
historiador y experto en economía puestas al servicio del análisis literario.
6. RECUERDOS PERSONALES
Déjenme terminar con un breve apartado de recuerdos personales.
Lo primero llamativo era que en treinta años, desde mediados de los sesenta
hasta mediados de los noventa, nuestro trato fue de usted. Y era llamativo no
solo porque no casaba con la estúpida impertinencia de la que hacíamos gala
los jóvenes de izquierda de aquella época, pero sobre todo porque nuestras con-
versaciones, en no pocas ocasiones, se adentraban en cuestiones personales, más
propias del tuteo. Yo me tuteaba con Conchita y él con las sucesivas parejas que
tuve durante esas décadas. Y nosotros, en medio, manteníamos el respetuoso de
usted.
– 130 –
Recuerdo muy bien mis visitas en los años sesenta al piso de la calle San Agus-
tín, y encontrarme a Rojo y Conchita trabajando en sendas mesas en la misma
habitación. Creo recordar que Conchita, hoy brillante catedrática de Historia,
estaba, con tres hijos, terminando el Bachillerato. Su evolución desde esa mesita
hasta el libro sobre la corrupción municipal en el siglo XVIII, recientemente
publicado con una cubierta primorosa diseñada por su hija Mª Luisa, despierta
la admiración de cuantos la hemos testimoniado.
Mi lamentable descuido con los objetos me ha llevado a no conservar las car-
tas que Rojo me escribió durante los primeros años de mi estancia en Inglaterra.
Recuerdo, sin embargo, muy bien algunas de ellas. Una en la que me hacía reco-
mendaciones sobre literatura: “lea a Scott Fitzgerald, que tiene una altura litera-
ria muy superior a Hemingway, y hágalo en ingles”. Recomendación que me hizo
disfrutar mucho, por lo que más tarde pensé que Tender is the night, The great
Gatsby y otras obras de Scott Fitzgerald eran contraejemplos a la afirmación que
Rojo hacía frecuentemente de que las novelas buenas son las que cuestan leer. En
esa misma carta o en otra, me recomendó que para continuar con Marcel Proust,
al que había empezado en Madrid empujado por él, leyera la biografía de Proust
escrita por George Painter. Ciertamente el primer volumen del libro de Painter
me resultó apasionante y me ayudó a avanzar en la obra de Proust, pero tengo
que reconocer, con sonrojo, que no me llevó más allá del cuarto volumen de la
Búsqueda del tiempo perdido.
Hubo otra carta, de la que me acuerdo porque muchos años más tarde,
cuando leí los trabajos de Douglas North y colaboradores, sobre el apasionante
siglo XVII en Inglaterra, la comenté con el propio Rojo. La carta contenía una
reflexión sobre la realidad británica y su historia y en ella mostraba su admira-
ción por la sociedad inglesa y su sistema político... Tan alejado, por cierto, del
actual ¡Qué añoranza! Quizá por ello, un novelista tan original y apegado a la
actualidad como Ian McEwan54, en una novela menor pero divertida, se ha atre-
vido a recrear en la Inglaterra actual, la metamorfosis kafkiana pero al revés. Es
una cucaracha la que al despertase se encuentra convertida en primer ministro
británico, que pronto descubre que la mayor parte del gabinete tiene la misma
procedencia… Pero en fin, cuentos aparte, lo que es evidente es que la Inglaterra
de hoy nada tiene que ver con la que despertaba la admiración de Rojo y la mía
54
Ian McEwan: La cucaracha, Anagrama. 2019.
– 131 –
propia. Hoy, probablemente, Rojo me hubiera recomendado, más que la noveli-
ta de McEwan, la excelente de Jonnathan Coe55 que es un testimonio vivo de la
degradación de la vida social, e incluso personal, en la Inglaterra del Brexit.
Estos últimos días, preparando esta intervención, he realizado un intenso
ejercicio Proustiano de recuperar el tiempo perdido que, como insistía Rojo
cuando nos animaba a leer a Proust, no es el tiempo malgastado sino el tiempo
querido que hemos dejado atrás.
BIBLIOGRAFÍA
MARTÍN ACEÑA, P. (2000). El servicio de estudios del Banco de España,
1930-2000. Madrid: Banco de España.
MARTÍN ACEÑA, P. (2002). “Los estudios de macroeconomía en España: las
enseñanzas del profesor Rojo”. En E. FUENTES QUINTANA (ed.) (2002),
Economía y economistas españoles, t. 7, Barcelona: Galaxia Gutenberg-Círculo
de Lectores.
PÉREZ FERNÁNDEZ, J. y SEBASTIÁN GASCÓN, C. y TEDDE DE
LORCA, P. (eds.) (2004). Estudios en homenaje a Luis Ángel Rojo. 2 vols.: I.
Políticas, mercados e instituciones económicas; II. Economía y cambio histórico.
Madrid: Editorial Complutense.
PERDICES DE BLAS, L., y BAUMERT, T. (2010). La hora de los economistas.
Entrevistas a cuarenta economistas que han contribuido a la modernización de
la economía española. Madrid: Ecobook.
ROJO, L. A. (1965). Keynes y el pensamiento macroeconómico actual. Madrid:
Tecnos.
ROJO, L. A. (1974). Renta, precios y balanza de pagos. Madrid: Alianza [conoció
nueve ediciones hasta 1993].
ROJO, L. A. (1976). Inflación y crisis en la economía mundial. Madrid: Alianza.
ROJO, L. A. (1981). “Desempleo y factores reales”. Papeles de Economía
Española, (8): 124-136.
55
Jonathan Coe: El corazón de Inglaterra, Anagrama. 2019
– 132 –
ROJO, L. A. (2012) [1984]. Keynes, su tiempo y el nuestro. Madrid: El hombre
del tres.
ROJO, L. A., y PÉREZ DÍAZ, V. (1984). Marx, economía y moral. Madrid:
Alianza
ROJO, L. A. (1986). “Europa: el contraste entre dos décadas”. Papeles de
Economía Española, (27): 64-86.
ROJO, L. A. (1986). “Innovaciones financieras y política monetaria”. Papeles de
Economía Española, (36): 2-14.
ROJO, L. A. (2002). “Las fluctuaciones monetarias y la política monetaria”.
Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (79): 475-492.
ROJO, L. A. (2002). “El pensamiento macroeconómico en cinco décadas”. En
E. FUENTES QUINTANA (ed.) (2002), Economía y economistas españoles,
t. 7, Barcelona: Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores.
ROJO, L. A. (2004). Ensayos de Economía y de Pensamiento Económico.
Publicaciones de la Universidad de Alicante.
SEBASTIÁN GASCÓN, C. (2007). “Luis Ángel Rojo (Premio Jaume I de
Economía 2006)”. Libros de Economía y Empresa (2): 56-68.
SEBASTIÁN GASCÓN, C. (coord.) (2012). Luis Ángel Rojo. Recuerdo y
homenaje. Madrid. Fundación Ramón Areces.
VV.AA. (2007). “En recuerdo de Luis Ángel Rojo”. Boletín de la Institución
Libre de Enseñanza. [IIª época] (81): 9-46.
– 133 –