Lecciones de Economia Española
Lecciones de Economia Española
Lecciones de Economia Española
Fuentes Quintana
Lecciones
de economa
espaola
El prlogo escrito por Jos Barea, presidente de honor de AECA, destaca esta circunstancia y
recomienda leer el artculo que el profesor Fuentes Quintana escribi para la revista de AECA con
ocasin de su participacin en el VI Encuentro AECA, en el que imparti la conferencia inaugural
sobre la recuperacin econmica espaola a travs de la Contabilidad Nacional: en l nos
podemos dar cuenta de las similitudes de la situacin econmica espaola en 1993-1994 y la
que actualmente tenemos (2008-2009), aunque esta ltima con una recesin de mayor profundidad:
el ciclo se repite.
La estrecha relacin de Enrique Fuentes Quintana con la Asociacin Espaola
de Contabilidad y Administracin de Empresas durante muchos aos se manifiesta
especialmente en la participacin en los Congresos y Encuentros anuales, segn
se recoge en las pginas centrales del libro. De forma certera y enrgica, el
Profesor comparta con todos los miembros de la Asociacin su conocimiento
y experiencia sobre la situacin econmica espaola de cada momento.
Fuentes Quintana
Volver a leer sus trabajos y escuchar sus discursos permite encontrarse con una fuente de
inspiracin cargada de argumentos e ideas para afrontar problemas actuales y prevenir otros
futuros. Sus discursos sobre La situacin de la economa espaola en la hora de las autonomas,
Los peligros entre la divergencia entre el mundo real y el mundo financiero o La recuperacin
econmica espaola, reproducidos en este libro, son piezas fundamentales de la mayor utilidad
para comprender la crtica situacin econmica actual.
Enrique
Fuentes Quintana
Lecciones
de economa
espaola
Enrique
Lecciones
de economa
espaola
En esta obra se recogen algunas lecciones magistrales sobre Economa Espaola dictadas por
Enrique Fuentes Quintana en sus discursos de la Real Academia de Ciencias Morales y Polticas.
EDITA:
COLABORAN:
Colegio de Cantabria
Colegio
de Titulados
Mercantiles
y Empresariales
de Vigo
Colegio de Valladolid
El proyecto editorial que ha dado lugar a la presente obra ha contado con los siguientes
patrocinios institucionales:
Colegio de Economistas de Cantabria.
Colegio de Economistas de Valladolid.
Colegio de Titulados Mercantiles y Empresariales de Vigo.
AECA desea expresar su reconocimiento a los anteriores Colegios profesionales por la colaboracin recibida.
NDICE
Pgina
Prlogo
La economa del Estado en la Riqueza de las Naciones y en las Naciones de Nuestro Tiempo
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PRLOGO
La Junta Directiva de la Asociacin Espaola de Contabilidad y Administracin de Empresas (AECA) tom en su reunin del 16 de marzo
de 2009 el acuerdo de editar un libro en memoria del Profesor Fuentes
Quintana. La razn de esta iniciativa se encuentra en la permanente vinculacin que el Profesor Fuentes Quintana tuvo con AECA.
En 1990, en el IV Encuentro AECA en Canarias, celebrado en la Isla de
La Palma del 9 al 11 de octubre, pronunci el Profesor Fuentes Quintana
el Discurso de Clausura, en cuyo acto le hice entrega, como Presidente
de AECA, de la Medalla Conmemorativa del X Aniversario de AECA. En
1992, en el V Encuentro en Canarias, celebrado en Fuerteventura del 8 al
14 de octubre, pronunci la Conferencia Inaugural sobre La coyuntura
econmica espaola.
En el VI Encuentro AECA en Canarias, celebrado en el Sur de Tenerife del 8 al 11 de octubre de 1994, pronunci la Conferencia Inaugural sobre La Recuperacin econmica espaola a travs de la Contabilidad
Nacional, que fue publicada en la Revista Especial VI Encuentro AECA
en Canarias, y que ha sido reproducida en este libro. Yo les aconsejara
que la leyeran para darse cuenta de las similitudes de la situacin econmica espaola en 1993-94 y la que actualmente tenemos (2008-2009)
aunque esta ltima con una recesin de mayor profundidad: el ciclo se
repite.
En dicha Conferencia dijo el Profesor Fuentes Quintana:
Toda recuperacin econmica tiene un antecedente obligado: la recesin que la precede. Slo sabiendo de dnde partimos podemos valorar
las dicultades de lograr la recuperacin y los caminos por los que sta
puede llegar en nuestra economa Este objetivo (el de recuperacin)
no ser alcanzado pasivamente. Esperar la llegada de una mayor recuperacin equivale a esperar a Godot, ese personaje de la obra de Ionesco que no
comparece a lo largo de la comedia. Una recuperacin duradera reclama la
aplicacin de una poltica econmica con un doble componente: las medi-
Aunque el texto anterior fue escrito hace quince aos, parece como si
estuviera recomendando al actual Gobierno lo que tiene que hacer para
salir de la recesin. Muchos discpulos del maestro hemos publicado artculos dando opiniones sobre las medidas que deberan adoptarse para
superar la recesin en que la economa espaola se encuentra hundida.
Todos, prcticamente, hemos coincidido con el maestro.
En 1997, en el IX Congreso AECA, con el lema La Unin Europea, un
reto para las empresas, celebrado en Salamanca del 25 al 27 de septiembre, el Profesor Fuentes Quintana imparti la Conferencia de Clausura
Espaa ante la Unin Europea y presidi el Simposio II El Euro, una
zona de estabilidad. En 2001 se celebr en Madrid del 26 al 28 de septiembre, el XI Congreso AECA bajo el lema Empresa, Euro y Nueva Economa y presidi el Simposio II Contabilidad Nacional y Sector Pblico.
En 2002 AECA nombr al Profesor Fuentes Quintana Socio de Honor de
dicha Asociacin.
Por lo que llevo expuesto, pueden deducir que desde el primer momento
se estableci en AECA una corriente de admiracin, respeto y simpata
por el Profesor Fuentes Quintana. En mis conversaciones con el Profesor
me deca que no conceba que estudiantes de economa fueran incapaces
de interpretar un balance, que en denitiva recoge la actividad econmica del agente al que se reere. Estbamos de acuerdo que el circuito
econmico de la empresa puede representarse esquemticamente por los
siguientes procesos: a) la produccin de bienes y servicios y la venta de
los mismos; b) la distribucin del valor aadido originado en el proceso
productivo; c) la acumulacin, es decir, las inversiones en activos reales
que permitan a la empresa reponer o ampliar su capacidad productiva,
y d) la nanciacin, que recoger las operaciones nancieras que, en
denitiva, modican los crditos o dbitos de la empresa; este circuito
econmico ha sido integrado en los sistemas de contabilidad nacional de
Naciones Unidas y de la Unin Europea.
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cias Morales y Polticas. Muchas gracias querido Enrique por tu amistad y por haberme guiado hacia la docencia y la investigacin. Hacer
yo este Prlogo se debe a la generosidad del actual Presidente de AECA,
Leandro Caibano, a quien le hubiera correspondido realizarlo. Gracias Leandro.
JOS BAREA
De la Real Academia de Ciencias Morales y Polticas
Presidente de Honor de AECA
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* La Academia, a propuesta del numerario Sr. Fuentes Quintana, cuya contribucin se inserta en este nmero de ANALES, quiso conmemorar el centenario de la publicacin de La Riqueza
de las Naciones, como homenaje al autor de esta obra, Adam Smith.
Adems de la disertacin de referencia, intervinieron en sendas sesiones de trabajo corporativo
los Acadmicos Sres. D. Valentn Andrs lvarez y D. Juan Sard Dexeus. As se complet el ciclo
del justo homenaje a una gran gura.
** Se recoge a continuacin mi intervencin en la Junta ordinaria de la Real Academia de Ciencias Morales y Polticas celebrada el da 27 de abril de 1976. Se ha conservado la forma oral en la que
se pronunci, sin introducir ms modicaciones que los subrayados del texto, que testimonian el nfasis puesto en los puntos considerados como fundamentales dentro de la exposicin del tema. Tampoco se han aadido notas ni referencias bibliogrcas, que se tratarn de ofrecer con todo detalle en
un trabajo ms extenso que desarrollar esta intervencin oral y que se publicar prximamente.
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para individualizar a la gura ms famosa entre los economistas de todos los tiempos.
La obra que sealaba estos acontecimientos pudo ser adquirida por los
londinenses de aquel tiempo al precio de 1 y 16 sh. Un precio barato para
comprar tanta historia. El mercado de La Riqueza de las Naciones pareci responder, como un sensible mercado de futuros, anticipando la importancia del
producto que se le ofreca. Y en seis meses se agot la primera edicin.
Este acontecimiento sorprendi a la propia empresa. El gran bigrafo de
Smith, John Rae, cuenta los pormenores que rodearon a la publicacin de
La Riqueza de las Naciones. Smith haba enviado una copia a su amigo David Hume. La carta jubilosa de Hume, tras la lectura de la obra de Smith,
contena, sin embargo, la siguiente armacin que preocup profundamente
a sus editores: Su lectura reclama mucha atencin y el pblico de hoy est
dispuesto a conceder muy poco tiempo a este quehacer. Esta circunstancia
me siembra la duda de si su obra ser popular. El alivio de Straham y Cadell
los editores llegara con los aires favorables de la demanda que agitaba la
satisfaccin con la que Straham se diriga a Hume: La venta ha sido ms rpida de lo que yo esperaba de una obra que requiere pensamiento y reexin,
cualidades que, como usted dice, no abundan en los lectores actuales. Esos
lectores pidieron, incluso, ms ejemplares de los que constituan la primera
edicin, obligando a realizar una segunda en 1778, una tercera edicin, con
importantes modicaciones, en 1784; una cuarta, en 1786, y una quinta, en
1790. Cinco ediciones en vida de Smith que pudo dedicarse con agrado a lo
que l llamaba su propio negocio, consistente en cuidar la incorporacin
de las distintas modicaciones introducidas en el texto primitivo.
El xito inmediato de La Riqueza de las Naciones no se limit a Inglaterra.
En el propio ao de 1776, J. F. Schuller la traducira al alemn, publicndose en ese mismo ao el primer volumen, y el segundo, en 1778. F. Drabye la
tradujo al dans, publicndose en 1779-80. El ex-benedictino Blavet realiz
la primera traduccin francesa, publicndose en folletn en las pginas de la
revista Journal de lAgriculture, de Commerce, des Finances et des Arts durante
los aos 1779 y 80. La traduccin italiana se realiza en 1780. La versin espaola habra de esperar hasta los comienzos de la ltima dcada del siglo XVIII.
Jos Alonso Ortiz, jurista agregado a los Consejos Reales y Chancillera de Valladolid, inicia en esas fechas el largo recorrido que separara a la traduccin
espaola de La Riqueza de las Naciones de la imprenta y de su difusin pblica.
Contar despacio esta historia equivaldra a contar otra historia distinta de la
obra de Smith, a saber: las tristes peripecias de nuestra propia historia, y no
es ste el momento ni el lugar. Digamos, por tanto, tan slo que, gracias a la
habilidad de Alonso Ortiz frente a los censores, el favor de Godoy, ganado con
la halagadora dedicatoria del traductor, y merced todo hay que decirlo al
pago del elevado coste de algunas mutilaciones en el texto, pudo obtenerse la
autorizacin para imprimir en los talleres de la Viuda e Hijos de Santander La
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1. El reduccionismo psicologista.El comportamiento social y el funcionamiento de las instituciones humanas lo conguran las actuaciones indivi-
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duales que se derivan de los instintos o propensiones de la psicologa invariable de los sujetos. Esas acciones individuales producen consecuencias no
previstas por, ni intencionales de los sujetos que es preciso conocer. Esta regla
de la Escuela se acepta y se sigue plenamente por Smith.
2. La concepcin ius-naturalista de la Escuela Escocesa es un rasgo importante de su programa investigador. Sin embargo, Smith no participa tanto
como los restantes autores escoceses de ese enfoque. Las recomendaciones polticas de Smith se realizan sobre una base utilitaria (Bienestar social = suma
de utilidades individuales) ms que apoyndose en una creencia plena de la
existencia de un orden natural.
3. El uso de los datos histricos es parte fundamental del programa de investigacin de la Escuela Escocesa. De esa utilizacin participa Smith, quien
concibe los hechos histricos como resultantes de dos fuerzas: las constantes
psicolgicas y las circunstancias tcticas en que se encuentran los individuos.
El anlisis de esas dos fuerzas resulta indispensable para analizar la historia y
el origen y evolucin de las instituciones.
4. La metodologa utilizada por Smith y la Escuela Escocesa es rigurosa
y no convencional. La Escuela Escocesa y Smith eran partidarios del mtodo
emprico de la observacin y la experimentacin como puntos de apoyo para
orientar sus investigaciones. Y esos puntos de apoyo cimentaron las conclusiones de sus obras.
Fue utilizando esos elementos comunes del programa de la Escuela de Filosofa Escocesa (con las inevitables matizaciones personales realizadas por
Smith) como se elabor La Riqueza de las Naciones. Por esta causa, ha podido
armarse, con acierto, por Gabriel Franco que si la obra de Smith es un producto indiscutible de su poca, no es menos cierto que tiene las races clavadas
muy hondo en Escocia.
El tercer elemento que hizo posible la elaboracin y el xito de la obra de
Smith se halla en las condiciones singularsimas que se dieron en su autor. Porque articular todas las ideas econmicas dispersas en la doble tradicin especulativa y prctica que anteceda a Smith precisaba un conocimiento profundo de las mismas, demandaba tambin tiempo para articularlas en un sistema
coherente y exiga, nalmente, plasmar esa construccin en un estilo y forma
que las hiciera asequibles y aceptables a la sociedad. Adam Smith reuni esos
tres difciles requisitos.
Dada la formacin y el conocimiento de Smith de la literatura econmica
existente, la condicin decisiva para realizar su obra era la de poder comprar el
tiempo necesario con el que pensarla y escribirla. Un golpe de suerte permiti
que Smith lograra este propsito. En su larga estancia en Glasgow como profesor de Filosofa Moral, Smith conoce y gana la conanza de Charles Towshend,
futuro y clebre Canciller del Tesoro, pues entre sus medidas haban de gurar
los derechos sobre el t que se importaba en Amrica, suministrando as el
conocido motivo para precipitar la independencia norteamericana. Towshend,
que compensaba su miopa poltica con sus conocimientos loscos, admira-
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poner en marcha las reformas precisas para liberar a la economa. Esas reformas previas para lograr el desarrollo smithiano constituyen el origen de una
extensa agenda de deberes del Estado:
Esas tres grandes lneas de reforma, previas para el funcionamiento del sistema de libertad natural, lo son en el sentido de que este sistema no funcionar
si esas reformas no se realizan, pero no en el sentido de que sean decisiones
fundacionales tomadas en un momento dado de una vez y para siempre. El
mercado libre hay que ganarlo cada da, eliminando las intervenciones que le
son extraas, y esa batalla nunca termina.
A esas reformas que integran la primera partida de la agenda del estado,
Smith aade las funciones que el Estado debe desempear dentro del sistema
de libertad natural. Ese sistema no funcionar si no se le ofrecen ciertos bienes
y servicios pblicos indispensables. Smith pensaba que esos bienes pblicos
formaban parte del consumo improductivo de la sociedad. Esto no quiere decir
que no fuesen consumos tiles. Signica simplemente que no constituan inversiones. Por tanto, esos bienes pblicos deben ofrecerse, pero su produccin
debe vigilarse para que no desborden los lmites en que son tiles. Smith ofrece
para esa limitacin una disciplina ya apuntada por Petty: relacionar esos bienes
en una lista, que constituir todo y slo lo que la Economa del Estado debe
hacer dentro del orden de competencia. La lista comprende los tres conocidos
deberes del Soberano (defensa, justicia y orden pblico, y prestar servicios de
utilidad general que la empresa privada no puede ofrecer). Lista que debe nanciarse con precios, tasas y, mayoritariamente, por impuestos, cumpliendo dos
requisitos: evitar que esa nanciacin en especial la impositiva interera
y desanime la inversin empresarial, y obtener los recursos anuales necesarios
para cubrir los gastos pblicos, no acudiendo al crdito (deuda pblica) ms
que para atender a aquellas inversiones que se autonancien.
Tenemos as enunciados los cuatro mandamientos que deben gobernar una
gestin nanciera acertada. Limitar el gasto, elegir impuestos neutrales, equilibrar el presupuesto y respaldar la deuda pblica con inversiones rentables.
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Estas cuatro normas, en las que se encerraba la losofa nanciera de Smith, no slo eran breves y sencillas. Resultaban tambin simpticas a la vigente
moral burguesa. Si a su contenido se atiende, se comprueba que no hacen otra
cosa que convertir en tica estatal lo que eran principios de moral privada.
Esa consideracin antropomrca del Estado constituy un vehculo extraordinario para facilitar su difusin social. Economa privada y pblica poseen
las mismas normas, y su buena gestin debe obedecer a las mismas virtudes.
Economa y sobriedad en los asuntos privados. Economa y frugalidad en la
Administracin Pblica. El ahorro es una virtud universal para el Estado, individuos y empresas. Como armara el hacendista alemn Van Jakob sentenciosamente: No existen dos clases de principios de administracin econmica
(vlidos unos para el Estado, ciertos otros para la economa privada), como no
hay dos clases de honradez.
Tenemos diseado as el mundo de la Economa del Estado en Smith y
apuntada alguna de las razones que facilitaron la difusin de los principios
por los que deba regirse su gobierno.
Sin embargo, el Estado tiene algo ms que hacer que forjar las condiciones
para la libre competencia y producir y nanciar los bienes pblicos indispensable al sistema de libertad natural. La obra de Smith intuy genialmente las
debilidades ms agudas del orden de competencia en ese cuarto estadio histrico de la industria y el comercio, que entonces se iniciaba. La contabilizacin
de los costes del desarrollo que el sistema de libertad natural ocasiona y la
forma en la que Smith propone cmo la Economa del Estado puede amortizar
estos costes, constituye una parte poco divulgada, aunque fundamental, de La
Riqueza de las Naciones.
Los costes del desarrollo en un sistema de libertad natural discurren en dos
direcciones distintas: la alienacin del trabajo y las deseconomas propias de
la aglomeracin y degradacin del medio urbano, ocasionadas por la industrializacin.
El conjunto de ventajas de la sociedad industrial y comercial no debe ocultarnos sus inconvenientes. La gran fuerza del progreso social la divisin del
trabajo puede ser tambin causa del empobrecimiento espiritual de los trabajadores. Quien slo fabrica cabezas de aller, da tras da, semana tras semana, ao tras ao, corre el riesgo de que su propia cabeza se transforme en una
cabeza de aller. Mientras la estructura de la divisin del trabajo se hace ms
y ms compleja, el papel del trabajador individual se hace ms y ms simple.
En el caso extremo, y utilizando un lenguaje actual, puede decirse que el trabajador individual se convierte en el servomecanismo no lineal ms econmico.
Pero esta economicidad se consigue al precio de un coste social formidable,
que Smith concretaba en la prdida de las virtudes intelectuales y sociales del
trabajador, padeciendo ste una especie de mutilacin, deformidad o subnormalidad mental que no resulta admisible registrar pasivamente.
Por otra parte, la aglomeracin urbana de la industria y la degradacin de
ese medio urbano contribuan, segn Smith, a sumir al trabajador en la oscu-
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INTRODUCCIN
El 27 de abril de 1965 ingresaba en la Real Academia de Ciencias Morales
y Polticas Joan Sard Dexeus, atribuyndose la medalla nmero 22 de la Corporacin. Una adjudicacin sta de la medalla 22 que no dejaba de ser casual,
pero que el nuevo acadmico reciba con maniesta satisfaccin: nada ms
grato para m que recordar que el primero que ostent tal medalla fue mi ilustre coterrneo D. Laureano Figuerola, Ministro de Hacienda del Gobierno Provisional, despus de la cada de Isabel II, rmante del Decreto de 19 de octubre
de 1868 cuyo centenario habremos de celebrar dentro de pocos aos en
el que qued establecida la peseta como unidad bsica del sistema monetario
espaol, se j su paridad oro y se intent, en ltimo trmino, acercar nuestro
sistema al internacional de la Unin Monetaria Latina. Joan Sard no pudo
prever, al evocar el nacimiento de la peseta en su discurso, que sta encontrara su n en este ao 2002, al ser sustituida por el euro, el signo externo ms
visible de la Unin Monetaria Europea, que contara con Espaa como uno de
los pases fundadores. La muerte de Joan Sard, en diciembre de 1995, nos ha
impedido escuchar sus opiniones sobre estos acontecimientos que tanto le hubiera gustado vivir, y que han marcado el nal de esa larga historia escrita por
la peseta, cuyo origen denira el Decreto de Figuerola en 1868 y cuya vigencia
ha llegado al nuevo siglo.
Sin embargo, en esa historia de 134 aos cumplidos de vigencia de la peseta
Joan Sard ha dejado escrito uno de los captulos ms brillantes de la poltica
monetaria espaola, sin cuyo conocimiento es imposible entender la vida econmica y poltica de la Espaa contempornea y explicar la profunda evolucin de nuestra economa hacia el proceso de integracin europea.
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borando como ilustrador en distintas revistas: LIlustraci Catalana, La Actualidad, Ilustraci Artstica y LEsquella de la Torratxa. De Franesc Sard heredar Joan su magnca coleccin de pintura, de la que formarn parte obras
maestras de Casas, Rusiol y Urgell.
Primo de Sard y compaero de estudios en el Colegio Alemn de Barcelona
sera Miguel Cruells Dexeus, con el cual mantuvo una estrecha amistad. Joan
Sard permanecera soltero hasta 1978, ao en el que contraera matrimonio
con Mara Cinta Cruells, viuda de su primo.
La formacin escolar de Joan Sard transcurri en el Colegio Alemn de
San Alberto Magno, una institucin prestigiosa y existente de la que deriv
su aprendizaje y dominio del idioma y de la cultura alemanas que admiraran
despus sus colegas de la Universidad y que facilit sus estudios posteriores
de Economa.
Joan Sard iniciar sus estudios universitarios en 1925, matriculndose en
la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona. Segua as la carrera
de su padre, al que apenas pudo conocer, pues falleci cuando el futuro economista contaba slo cuatro aos.
Cuando inici sus estudios universitarios en la Facultad de Derecho no era
fcil pronosticar su posterior dedicacin al cultivo de la Economa Poltica y
la Hacienda Pblica. En los planes de estudio de la poca estas asignaturas
componan un binomio de materias consideradas como complementarias de
aquellas que denan el ncleo de la licenciatura, en las que buscaban su conocimiento y especializacin los futuros licenciados en Derecho para el ejercicio
de la abogaca (Derecho Civil, Mercantil, Administrativo, Internacional y Poltico), asignaturas que contaban con excelentes maestros. Pues bien, Joan Sard, contrariando esta corriente general, decidira buscar en el conocimiento de
la Economa Poltica y la Hacienda Pblica el ejercicio futuro de su profesin.
Una eleccin que obliga a preguntarse algunas cosas: qu ambiente dominaba en la Facultad de Derecho de Barcelona en cuanto a las enseanzas de estas
dos materias?, quines fueron sus maestros?, y cmo fueron transcurriendo
los estudios de Joan Sard en ambas?
En verdad, la enseanza de la Economa Poltica y la Hacienda Pblica contaron con razones poderosas para atraer la atencin de los estudiantes catalanes a partir del curso de 1904.
Precisamente ese ao, el da 5 de abril, tomaba posesin de su ctedra de
Economa Poltica y Hacienda Pblica quien acababa de ganarla por oposicin brillantemente: el profesor Antonio Flores de Lemus, un economista que
liderara la modernizacin de los estudios de ambas materias en la Espaa que
va de comienzos del siglo XX a 1936. Esta llegada del profesor Flores de Lemus
a la Universidad de Barcelona estuvo rodeada de una singular expectacin,
pues el joven profesor vena precedido de una justa fama y se esperaban sus
enseanzas, que se crean traeran a las aulas espaolas las ideas econmicas
y nancieras vigentes en el mundo.
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cin especial a lo largo de su vida acadmica y profesional a las materias sociales y al problema del empleo, gozando de gran prestigio y autoridad entre los
economistas de su tiempo, y fue el autor de numerosos trabajos de economa
aplicada, llenos de buen sentido, que apareceran en las principales revistas de
la especialidad. En el campo de la Hacienda Pblica, Jos Mara Tallada es autor de una monografa sobre la historia de nuestra hacienda pblica, Historia
de las nanzas espaolas en el siglo XIX, cuyo uso por los historiadores ha sido
constante hasta la actualidad.
Tallada conoca bien el aprovechamiento con el cual Joan Sard realiz sus
estudios de Derecho en la Universidad de Barcelona, que concluiran con el
premio extraordinario de la licenciatura, obtenido tras un examen que vers
sobre el Tratado de Versalles. Es sobre ese conocimiento sobre el que se apoyara la primera propuesta de Tallada para incorporarle a las enseanzas de
Economa, como armaremos ms adelante.
El segundo maestro reconocido por Joan Sard fue Jos Vidal i Guardiola,
al que el Grupo de Barcelona consideraba como el primer discpulo de Flores.
El magisterio y los consejos de Flores le llevaran tambin a realizar sus estudios de postgrado en Alemania con el propsito de especializarse en Economa
y Administracin Pblica. Autor de numerosos estudios sobre problemas de
economa aplicada, dirigira la revista Econome i Finances y desempeara
sus enseanzas en lEscola dAlts Estudis Comercials.
El tercero de los maestros de Joan Sard sera Jos A. Vandells, al cual le unira una larga amistad y admiracin. Vandells no fue discpulo directo de Flores
de Lemus, aunque s indirecto, porque segn distintos testimonios recibi
las enseanzas del que hemos calicado como primero de los componentes del
Grupo de Barcelona: Jos Vidal i Guardiola. Los trabajos de Vandells discurrieron en el seno de una institucin inspirada por lInstitut dInvestigacions Economiques, en la que aparecieron distintos estudios sobre aspectos econmicos
con tratamiento estadstico de la realidad espaola, y especialmente de la cataana. LInstitut dInvestigacions Economiques difundi estos trabajos, creando
un inters por conocer la dimensin estadstica de los fenmenos econmicos
en Espaa. Joan Sard apreci los trabajos de Vandells, pues pensaba siempre
que la base emprica de la economa constitua un elemento, fundamental para
la aplicacin de los conocimientos econmicos a la vida de un pas.
Jos A. Vandells, despus de estudiar la carrera de Derecho, decidi continuar su aprendizaje de Economa en el extranjero. Fue discpulo de Corrado
Gini, famoso y competente estadstico italiano del que recibira una formacin
seria en Italia, viajando ms tarde a London School of Economics, centro que
Vandells consideraba bsico para la instruccin y formacin completa de un
economista en su tiempo.
Fue esta valoracin de la London School of Economics la que le llev a aconsejar muy vivamente a Sard que no dejase de conocer su organizacin y sus
enseanzas. Y efectivamente ste se desplaza a la London School en el verano
de 1929, trabajando bajo la direccin de un economista notable, que tena gran
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oposicin seran Valentn Andrs lvarez para la Universidad de Oviedo, Manuel de Torres Martnez para la Universidad de Valencia y Miguel Paredes Marcos para la Universidad de Zaragoza. No obtuvieron plaza dos destacados opositores que iban a gurar entre los economistas ms considerados poco tiempo
despus: Jos Castaeda y Joan Sard. Su disconformidad con la decisin del
tribunal fue obvia, y se manifest en distintas declaraciones de ambos.
Sin embargo, los dos perseveraron en su propsito de convertirse en catedrticos de Economa. Y pronto lo iban a conseguir. Jos Castaeda ganara
la ctedra de Teora Econmica de la nueva Facultad de Ciencias Polticas y
Econmicas en 1945, y Joan Sard concurrira a las ctedras de Economa
Poltica y Hacienda Pblica de las facultades de Derecho de las Universidades
de Murcia y Santiago de Compostela, convocadas en 1944. La oposicin a esas
ctedras se celebrara mucho ms tarde. Los rmantes que acudieron a la oposicin, en 1946, seran nicamente dos: Joan Sard y Alberto Ullastres, quienes, pese a ser opositores, trabaron una larga y pacca amistad que habra de
prolongarse desde la Universidad al campo de la poltica econmica. Los dos
obtuvieron lo que pretendan: Joan Sard fue catedrtico de la Universidad de
Santiago y Alberto Ullastres catedrtico de la Universidad de Murcia. Por n,
el viejo propsito de Sard de convertirse en catedrtico de Universidad en
Economa se cumpla as doce aos despus de haber sido nombrado primer
ayudante de Economa Poltica en la Universidad Autnoma de Barcelona.
Llegar a la ctedra no signic permanecer en ella, porque resultaba realmente difcil residir en Barcelona y ensear en Santiago de Compostela. El
lector debe imaginar las dicultades de viajar en ferrocarril, como era el caso,
y desplazarse entre estas dos ciudades espaolas. Como arm Joan Sard, estaba ms tiempo en el tren que en la Universidad de Santiago. Quedaba como
alternativa investigar, y para eso la ctedra le daba oportunidades de tiempo
no despreciables. Pero qu tiempo y cmo aprovecharlo? Compaeros que
ejercan en la ctedra en Santiago trataron de convencerle de que Santiago
y Cambridge eran la misma cosa, a lo que Sard responda con humor que
existan dos diferencias: el idioma, por una parte, y por otra, la biblioteca.
Las dotaciones de sta en aquellos tiempos difciles de la posguerra eran dramticamente reducidas. Apenas llegaban novedades y no exista presupuesto
para adquirirlas. No obstante, aprovech el tiempo que le dejaba su ocupacin
acadmica en investigar, y es durante esa etapa de Santiago cuando escribe
La poltica monetaria y las uctuaciones de la economa espaola en el siglo XIX,
considerada una de sus obras ms acabadas e interesantes.
Al ao siguiente, 1949, Sard termin presentando la excedencia en la Universidad de Santiago, y residi en Barcelona los cinco aos siguientes. Cinco
aos dedicados por completo a la investigacin, iniciada con un trabajo de
largo alcance dedicado a Las uniones aduaneras y uniones econmicas, que
habra de formar parte del ambicioso proyecto de Jos Larraz promovido
desde la Sociedad de Estudios y Publicaciones, que l haba constituido con
la ayuda y colaboracin de los grandes bancos espaoles para acumular los
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1.1.
JOAN SARD AL FRENTE DEL SERVICIO DE ESTUDIOS DEL BANCO DE ESPAA: UNA
AFORTUNADA CASUALIDAD
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Vid., su obra El Servicio de Estudios del Banco de Espaa, Banco de Espaa, Madrid, 1999.
la economa espaola y edicara las bases del desarrollo econmico de Espaa durante los aos de la dcada de 1960. El profesor Sard sera indiscutible
intrprete de este programa econmico que recibi el nombre ocial de Estabilizacin y que Joan Sard preferira calicar como Plan de Estabilizacin y
Liberalizacin de la economa espaola. Al contenido de este programa y a los
datos fundamentales de la contribucin de Sard a su redaccin, implantacin
y difusin en la economa se reere la segunda parte de este trabajo.
En el Servicio de Estudios, la labor de Sard se manifest en otras direcciones: su constante defensa de la poltica de estabilizacin y liberalizacin de la
economa espaola, a la que respondi el programa denido en 1959; la mejora de los instrumentos de la poltica monetaria, labor que no pudo culminar
plenamente y que constituira la herencia dejada a sus sucesores, que pudieron
partir de su experiencia y sus ideas; la concentracin en el Banco de Espaa de la poltica monetaria exterior que desempeaba el Instituto Espaol de
Moneda Extranjera y el informe preparado en el Servicio de Estudios para la
reforma bancaria interpretada por el Ministerio de Hacienda, que culmin en
un conjunto de medidas entre las cuales gur la tarda nacionalizacin del
Banco de Espaa.
Sard abandonara el Servicio de Estudios del Banco de Espaa en 1965, en
un proceso que Pablo Martn Acea calica como su largo adis 6. Un largo
adis que se inicia en 1963, ao a partir del cual la poltica econmica espaola comenzara a verse inuida por los planes de Desarrollo, que interrieron
la operacin estabilizadora y paralizaron el pleno desarrollo de sus medidas.
Estas decisiones se hicieron notar en que la poltica de mayor exibilidad de
la economa no dio pasos adelante, y en que, en vez de ms mercado y menos intervenciones, se fue hacia polticas que suponan ms intervenciones
y menos mercado, sin que tampoco se reforzasen las medidas que pudieran
acelerar, de alguna manera, la integracin de Espaa en Europa. Sard critic
este rumbo de la poltica econmica desde los propios informes del Banco de
Espaa, puesto que, en su opinin, equivala a abrir paso a una vuelta a los
desequilibrios y distorsiones en la asignacin de los recursos, lo que impedira
incluso a corto plazo el propio desarrollo pretendido por los planes.
En ese nuevo ambiente resultaba difcil colaborar con la poltica del gobierno, porque, del lado de las autoridades econmicas, esas decisiones no se iban
a cambiar. En julio de 1965, el ministro de Hacienda durante la estabilizacin
Mariano Navarro Rubio abandonaba el cargo, pasando a desempear el
de gobernador del Banco de Espaa. Para apartar a Sard del Servicio de Estudios se le ofreci el desempeo de la Direccin General de Banca, Bolsa e
Inversiones, que l no acept, permaneciendo en el Servicio de Estudios como
asesor del Gobernador.
Aos ms tarde, en marzo de 1978, Sard sera nombrado consejero del
Banco de Espaa, y en el mes de abril del mismo ao, miembro del Consejo
6
39
1.2.
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del FMI y el propio profesor Sard, y que contiene la sntesis de las medidas que
integraran el Plan de Estabilizacin; la valoracin personal del profesor Sard
de las medidas estabilizadoras del 59 se contiene en dos trabajos: en primer
lugar, en su aportacin a la Historia del Banco de Espaa en el periodo 1931-62
cuyo Captulo VI aborda extensamente la cuestin y, en segundo lugar, en su
conferencia pronunciada en la Ctedra Luis de Olariaga: Aspectos monetarios
de la estabilizacin. Los aludidos Escritos del profesor Sard se cierran con
dos trabajos sobre El control monetario y El control del crdito, realizados
con carcter interno en el Servicio de Estudios del Banco de Espaa, y en los
que se abordan los problemas que planteaba la denicin de la poltica y control
monetarios en Espaa, cuyas debilidades se haban manifestado al programar
la estabilizacin, momento en el que se tuvo que acudir a las toscas decisiones
del techo del crdito, ante la falta de mejores instrumentos disponibles.
Cmo se ordenan los hechos de esta etapa decisiva de nuestra historia econmica contempornea a partir del testimonio de los escritos del profesor Sard? Tal es la cuestin a la que trataremos de dar respuesta seguidamente.
Como ya se ha armado en la primera parte de este trabajo, el profesor llega
al Servicio de Estudios del Banco de Espaa, por casualidad afortunada, en
1956. El pas viva en ese ao lo que iba a ser el n de una etapa del franquismo que Sard ha considerado posteriormente, como la tercera de su recorrido
histrico 12.
Las dos etapas anteriores que Sard ha propuesto diferenciar discurren entre 1939 y 1953. La primera de ellas es la comprendida entre 1939 y 1945, de reorganizacin de las instituciones y de reconstruccin de la economa del pas,
etapa dominada por dicultades internacionales e interiores de todo tipo y en
la que Espaa, bajo la premisa de una ideologa autrquica y el intervencionismo y control estatal de todas las actividades econmicas, vive una economa
rgida de racionamiento, sin posibilidades de intercambios exteriores, registra
un descenso de la productividad que tiene como consecuencia una baja en la
renta per cpita. Los precios son contenidos malamente por medidas intervencionistas y las reivindicaciones salariales no hallan ningn cauce, ya que
la desorganizacin y persecucin de los elementos obreristas es total 13. Slo
las medidas de reordenacin monetaria de Larraz merecen un juicio favorable
de Sard en la poltica econmica terrible y negativa de esta primera etapa
del franquismo. La segunda etapa discurre para Sard entre 1945 y 1953 14,
enmarcada por dos hechos importantes: el n de la Segunda Guerra Mundial
y los acuerdos del gobierno espaol con Estados Unidos. Sard ha visto esa
fase de nuestra historia bajo el imperativo dominante del estancamiento pro12
La periodicacin de la historia econmica del franquismo a la que se reere el texto es la
que realiza el profesor Sard en El Banco de Espaa, 1931-1962, ensayo incluido en El Banco
de Espaa, una historia econmica, Ed. Banco de Espaa, Madrid, 1970, pp. 479 y ss., trabajo
incluido en su obra Juan Sard Dexeus: Escritos, op. y ed. cits.
13
Vid., Capitalismo espaol, op. y ed., cits., 8 y 9.
14
Vid., El Banco de Espaa, 1931-1962, op. cit., pp. 455 y ss.
45
Vid., Prlogo de la obra Capitalismo espaol, op. y ed., cits., pp. 10 y 11.
Vid., GARCA DELGADO, J., Industrializacin y desarrollo econmico durante el franquismo,
ensayo incluido en la obra de NADAL, J.; CARRERAS, A., y SUDRI, C., La economa espaola en el siglo XIX,
una respuesta histrica, Ed. Ariel, Barcelona, 1987, pp. 170 y ss., bajo el ttulo El decenio bisagra.
17
La tesis que sostiene la interpretacin de la historia econmica del franquismo del profesor Garca Delgado destaca la importancia del cambio registrado a partir de 1951. En efecto, a
partir de 1951 una apertura cierta, aunque tmida, tuvo efectos importantes arma el profesor Garca Delgado sobre el desarrollo econmico general y la maduracin del propio proceso
industrial. Los datos reales de la economa indican la importancia del cambio (vid., op. cit., 176).
En la importancia de esas decisiones insiste tambin la obra colectiva de VIAS, A.; VIUELA, J.,
EGUIDAZU, F.; PULGAR, C. F., y FLORENSA, S., Poltica comercial exterior de Espaa, 1931-1975, Ed.
Banco Exterior de Espaa, Madrid, 1979, Captulo VI. En el mismo sentido apuntan muchas de
las conclusiones del ensayo de GONZLEZ, M. J., La Economa Poltica del franquismo, Ed. Tecnos,
Madrid, 1979. Todo ello lleva a sostener al profesor Garca Delgado que el cambio del Plan de
Estabilizacin no fue un cambio brusco, sino la culminacin de un proceso inevitable de apertura al exterior que aparece ya en la etapa previa a la estabilizacin econmica a partir de 1951.
Esta tesis, sin embargo, o contabiliza debidamente, en mi opinin, los formidables desequilibrios
nancieros producidos en esa etapa, que hacan inevitable la estabilizacin y liberalizacin de la
economa. Sin esa estabilizacin y liberalizacin, el desarrollo de los aos sesenta hubiera resultado imposible. De forma que el salto del plan de estabilizacin-liberalizacin tuvo una importancia
cualitativa capaz de denir una nueva etapa econmica.
18
Vid., la estimacin del ndice de produccin industrial elaborado por A. Carreras en La produccin industrial espaola en 1842-1891: Estimacin de un ndice anual, artculo publicado en Revista de Historia Econmica, n. 1, 1984, pp. 127 y ss., y Un nuevo ndice de la produccin industrial
espaola en 1831-1981, artculo publicado en Papeles de Economa Espaola, n. 20, 1984, p. 112.
19
La expresin es del profesor Garca Delgado, op. cit., p. 172.
16
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Sin embargo, los pasivos de esta dcada bisagra eran muy importantes, y
sin su reduccin que exiga un cambio profundo de poltica econmica
era poco o nada lo que se poda hacer a favor de un desarrollo competitivo y
continuado. A estos pasivos se ha referido Sard en un inventario que abre la
intensa inacin y que se contina por una Hacienda Pblica desequilibrada
que impeda la prctica de una poltica monetaria que no se resignase a suministrar pasivamente la caja pedida por las necesidades de todo tipo de los
agentes de la economa. El anlisis de esos pasivos de la poltica econmica de
1956 constituy el motivo de los primeros informes realizados por Sard en el
Servicio de Estudios. Sus conclusiones principales se hallan resumidas en el
artculo La poltica econmica en Espaa publicado en The Statist (1958).
El proceso inacionista que el pas viva en 1956 tena para l un claro origen:
el aumento del gasto pblico y privado nanciado por una poltica monetaria
acomodante. Los intensos aumentos del crdito al sector pblico y privado en
1956 no slo sostenan un gasto excesivo, sino que impedan la prctica de una
poltica monetaria, al nanciarse el crdito privado mediante prstamos con
garantas de fondos pblicos dotados de la clusula de pignoracin automtica en el Banco de Espaa, un viejo vicio espaol convertido en continuada
corruptela nanciera en esta fase de nuestra historia econmica. Esa inacin
keynesiana de demanda se reforzara por el aumento excepcional de los costes
salariales en 1956 (del orden del 50 por 100) que, al carecer de contrapartida
en los aumentos de productividad, agudizaran el proceso de alza de precios,
situado en el ao 56 al ritmo de 1% de crecimiento mensual.
Obviamente, la balanza de pagos constituira el escenario ltimo en el que
se registraran las consecuencias de ese desequilibrio interno con una prdida de las pocas reservas internacionales acumuladas 20, lo que hizo necesario
extremar la rigidez en la concesin de las licencias de importacin, dicultando as el aprovisionamiento exterior. Esa secuencia de acontecimientos de
1956, que Sard denunci en sus primeros anlisis ociales al frene del Servicio de Estudios del Banco de Espaa, testimoniaba la prctica de una poltica
econmica que haba merecido ya acervas crticas de los economistas 21, sin
conseguir, sin embargo, cambiarla.
Lo que s cambi, quiz como concesin ltima al desastre y falta de coordinacin de la poltica econmica de 1956, fue el gobierno. Los cambios introducidos en febrero de 1957 iban a resultar decisivos para la poltica econmica
20
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sus autoridades. Estas dos lneas de avance constituan las nicas alternativas
con las que se poda lograr la penetracin de las ideas de la nueva poltica econmica en el reducto de la ciudadela econmica del franquismo. Por esa doble
va, indicada por Ullastres, avanzaron las nuevas medidas en 1958 y 1959.
Apoyndose en la situacin psicolgica de aislamiento interno creada por
el comienzo de la integracin europea siguiente al Tratado de Roma, rmado
en 1957, y la convertibilidad monetaria de nales de 1958, se solicitaron por
el gobierno, movido por el Ministerio de Hacienda y el de Comercio, las respuestas a un cuestionario beligerante sobre cuestiones de poltica monetaria y
consecuencias sobre la economa espaola de los movimientos de los distintos
pases hacia la convertibilidad, la integracin y la liberalizacin. La respuesta del Banco de Espaa a ese cuestionario, redactada por el profesor Sard,
consisti en un documento bien elaborado con el propsito de justicar la
necesidad de las medidas estabilizadoras, descartando la alternativa inviable
de la autarqua y la independencia del exterior, y disendose, claramente,
las medidas que deberan integrar un programa de estabilizacin econmica.
Los costes de no inclinarse por esa alternativa estabilizadora apuntaron con
acierto al centro de preocupacin de la opinin pblica: Una posicin inevitable de aislamiento y contraccin del comercio exterior espaol con graves
consecuencias sobre el desarrollo del pas y sus oportunidades de empleo. Esa
opinin del Banco de Espaa, en sus respuestas al cuestionario del gobierno
arma Sard fueron coincidentes con las ofrecidas por la mayora de los
organismos consultados, con pocas excepciones, lo que probada que la opinin general tenda a cristalizar hacia la necesidad de un cambio general en la
poltica econmica 27.
La segunda lnea de avance esto es, la presencia de los tcnicos espaoles
y su colaboracin con los tcnicos de los organismos internacionales para presentar desde ellos las crticas a la vieja poltica econmica y la sugerencia de
las medidas estabilizadoras desempe asimismo un papel importante para
los cambios realizados en 1959. En esa peculiar forma de hacer la estabilizacin desde el extranjero, el profesor Sard desempe un papel destacado,
conjuntamente con Manuel Varela y Jos Antonio Ortiz Gracia. La presencia
en Espaa de misiones tcnicas de los organismos internacionales desde 1957
fue numerosa, y sus anlisis sobre la economa espaola plena y pactadamente
coincidentes con las opiniones de los informes internos 28.
Lograr, sin embargo, la redaccin ltima del Plan llevara algn tiempo, a
consecuencia de lo que se ha calicado como el forcejeo entre la vieja y la
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nos parecen muy bajas, pero que suponan su duplicacin en aquella fecha);
c) como consecuencia de los efectos anteriores, una cada del consumo privado, en particular de bienes de consumo duradero, y d) el cambio en la formacin bruta de capital (construccin y existencias fundamentalmente, y no tanto en capital jo). Esas consecuencias negativas desaparecieron en el segundo
semestre de 1960, a partir del cual la economa espaola registr una tasa de
desarrollo sin precedentes histricos. Sin embargo, es innegable que los efectos positivos del Plan haban hecho necesario pagar el coste de una recesin.
Fue ese coste excesivamente elevado o se limit a lo imprescindible? Es
sta una pregunta de difcil, y quiz imposible, contestacin. Sin embargo, es
claro que al profesor Sard le preocupaban muchos las consecuencias negativas del Plan de Estabilizacin, que juzgaba, en parte, inevitables si se deseaba
ganar credibilidad para la nueva poltica, ya que tratar una inacin tan grave
y prolongada como la espaola de aquellos aos exiga doblegar las expectativas alcistas profundamente arraigadas en la poblacin, lo que no poda
hacerse con medidas efmeras y tmidas, como haban probado las decisiones
de 1957 y 1958. Pero no se deba estar dispuesto a que coste recesivo de la
operacin estabilizadora superada el nivel de lo que se juzgaba inevitable y,
por este motivo, intent Sard, desde comienzos de 1960 cuando se hicieron
presentes los efectos del retroceso en la actividad econmica, dulcicar la
poltica monetaria, como la atestigua su correspondencia con Gabriel Ferrs
conservada en el Archivo del Banco de Espaa 35. Sard propona la posible eliminacin de algunas medidas restrictivas, entre las que guraban el depsito
previo a las importaciones y la reduccin de los tipos de inters. La respuesta
de Ferrs aceptando esta propuesta matizaba sus efectos y apostaba, desde
la lejana, con gran intuicin por lo que iba a suceder meses ms tarde: la
recuperacin rpida de la economa espaola 36. La adopcin de las medidas
35
La carta del profesor Sard est fechada el 11 de marzo de 1960, y en un pasaje de ella
se arma: Por ltimo, me gustara consultarle ciertos puntos que han sido discutidos por el Ministerio de Hacienda y el seor Ridruejo. Se reeren a la situacin actual del tipo de descuento y
de los restantes tipos. Como podr comprobar en las citas que le envo, la situacin monetaria,
especialmente a juzgar por las cifras de febrero, contina mostrando una tendencia que debemos
calicar ms bien de contractiva. Por otro lado sigue existiendo un cierto estancamiento en la evolucin econmica del pas y en ciertos crculos se observa nerviosismo respecto a la continuidad
de esa evolucin. Es posible que ciertas indecisiones en el gobierno a la hora de poner en prctica
diversos aspectos del Plan de Estabilizacin, especialmente en lo referente a la exibilidad de la
economa interna, puedan haber contribuido a esta situacin.
No obstante, el Ministro de Hacienda piensa que tiene que hacer algo en los actuales momentos para ayudar a la economa espaola y recuperar un nivel alto de actividad y en su opinin podra ser til una reduccin en el tipo de descuento y en los restantes tipos de inters del Banco de
Espaa. Es indudable que entre el pblico existe la impresin de que con el nivel de tipos actualmente cargados por el sistema bancario es muy difcil mejorar la situacin econmica interna.
36
La respuesta de Gabriel Ferrs, conservaba en el Archivo Histrico del Banco de Espaa,
contesta en uno de sus pasajes a esa pregunta formulada por el profesor Sard de la forma siguiente: No nos es muy fcil aqu en Washington juzgar la situacin actual de Espaa, especialmente
en cuanto a la inversin, la produccin y el empleo. La falta de informacin y de datos recientes y
precisos en un obstculo tanto para nosotros como para ustedes. Personalmente yo creo que si la
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por culpa de los dems: el Gobierno, los empresarios, los sindicatos, los
rabes. La crisis econmica se considera como algo objetivo y distante que ni
afecta ni se deriva de nuestro comportamiento. Conceder a este problema la
prioridad que realmente tiene obliga a atribuir a la informacin y explicaciones sobre la crisis para crear una conciencia ciudadana, la mxima atencin e
importancia. Si esto no se hace, la crisis se agravar.
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nas permiten calibrar enteros equivale a incurrir en el error del que ya adverta
Flores de Lemus a los economistas espaoles: no debe intentarse nunca pesar
lea con balanza de precisin, y lea son los imprecisos datos estadsticos del
sector de la industria y los servicios de que hoy disponemos en Espaa.
61
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2.
3.
El tercer hecho es que, como consecuencia lgica del aumento de los precios
de las importaciones y el mucho menor aumento de los de la exportacin, la
relacin real de intercambio con el resto del mundo que expresa la capacidad
adquisitiva de nuestras exportaciones en trminos de importacin, ha cado de
forma apreciable en 1980. Espaa ha perdido un 13 por 100 de su capacidad
adquisitiva frente al resto del mundo, a consecuencia de la cada de su relacin
real de intercambio.
4.
El endeudamiento exterior
Espaa ha debido de enjugar este dcit exterior endeudndose. El endeudamiento bruto habr alcanzado 5.000 millones de dlares en 1980. Por otra parte,
las inversiones extranjeras en Espaa no llegarn en 1980 a los 1.500 millones de
dlares, acusando una tendencia al estancamiento que no deberamos ignorar.
63
sumo, con lo que el modesto crecimiento del consumo real de las familias que
reconocen todas las estimaciones del ao 1980 en proporciones variables, ha
tenido que ser nanciado disminuyendo la tasa de ahorro. Como consecuencia
de ello, el ahorro familiar que se situaba en torno al 9 por 100 del producto
interior bruto en los comienzos de la crisis, ha descendido en todos los ejercicios, con excepcin del de 1978, hasta colocarse en un porcentaje del 6 por 100
del producto interior bruto en 1980.
Cada en el ahorro empresarial
El ahorro empresarial se ha visto sometido a idnticas fuerzas. En 1980
el excedente empresarial registr un crecimiento monetario ligeramente por
encima del 12 por 100, cuando el PIB aument el 14 por 100 en trminos monetarios. Esta cada en el ahorro deriva directamente del menor excedente de
explotacin de las empresas en el pasado ejercicio a consecuencia del peso del
crecimiento de los costes.
La desaparicin del ahorro pblico
El sector pblico, en n, es el que registra en sus cuentas con ms intensidad
que ningn otro agente de la economa este fenmeno de la cada del ahorro
total. Es adems el que ha sido ms aireado, pero no por ello remediado, ante
los ojos de la opinin pblica.
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sera la nica partida capaz de justicar un aumento tan importante del gasto
pblico y un aumento en la presin scal de ms de dos puntos, que es el que
se ha exigido del ciudadano para nanciar el desarrollo del gasto.
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sus menores costes de trabajo o de determinadas materias primas o la facilidad de penetracin, huyendo de las barreras arancelarias o comerciales opuestas a la penetracin de los productos por estos pases subdesarrollados.
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Por otra parte, el comportamiento de los precios de los factores de produccin fue enormemente favorable para el crecimiento industrial de 1959 a 1974.
La energa barata, el aprovisionamiento uido y econmico de materias primas industriales, la disponibilidad de factores productivos y el coste relativo
favorable de la mano de obra permitieron que Espaa desarrollase con gran
intensidad un crecimiento industrial importante.
Los nuevos datos de la crisis iban a golpear con enorme dureza estas columnas que sostenan el desarrollo industrial del pasado. La produccin, la renta y
el gasto no han podido crecer ms all de la tasa del 2 por 100 anual tras de la
crisis, y este desarrollo corto se ha logrado adems de forma irregular, afectando
as de lleno al caudal de la demanda de bienes duraderos de consumo e indirectamente a todas las industrias suministradoras. El alza de los precios de la energa,
de los costes de trabajo y de los costes nancieros justica en el caso de Espaa,
probablemente ms que en ningn otro pas, el calicativo de shock de oferta
con el que generalmente se le designa. La aparicin, en n, de la competencia
de nuevos pases industriales se ha sentido por Espaa con especial intensidad
en los ltimos aos por la prdida relativa de las bases en las que descansaban
sus anteriores ganancias en el mercado internacional (costes de trabajo y acceso
a productos que emplean tecnologa intermedia). La oferta de la industria, por
otra parte, no ha contado en Espaa con la exibilidad suciente para aceptar su
desplazamiento tecnolgico hacia nuevas producciones ajustadas a los datos de
su economa; y hemos continuado con las cada vez ms envejecidas y costosas
lneas productivas en las que nos embarcamos durante los aos sesenta y cuya
continuidad carece de todo sentido econmico en la situacin presente.
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crecimiento, como la que vivimos, fuerza a que las medidas para abordar muchos de los problemas de la crisis actual se plantean en trminos de lo que Lester Thurow ha denominado juegos de suma cero, es decir, que mientras determinadas decisiones benecien a unos sujetos es necesario que perjudiquen
a otros, o, lo que es igual, que no es posible encontrar respuestas a los graves
problemas crticos presentes sin redistribuir la renta nacional existente. Y esta
redistribucin no se acepta para los ciudadanos, porque se ha dejado de creer
en que existen reglas de funcionamiento inevitables para el sistema econmico
y porque se ha facilitado por los distintos sistemas polticos la construccin
de cauces de presin con los que los grupos perjudicados intentan oponerse a
cualquiera de las decisiones en que pueden encontrarse medidas viables para
salir de la crtica situacin presente. El bloqueo de muchas sociedades actuales
por esta circunstancia, es obvio. Es tan obvio como lamentable.
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Esa autoridad central global (el Fondo Monetario Internacional) y el poder de Estados Unidos que la avalaba facilitaban la necesaria administracin o gestin internacional de las corrientes nancieras de la que precisaba
una economa que se haba globalizado.
La ruptura del sistema monetario internacional al establecerse los tipos
de cambio otantes supuso el sacricio de la autoridad del Fondo Monetario
Internacional, puesta en entredicho por la propia autoridad que sostena el
sistema Estados Unidos, causante de esos desequilibrios con su poltica de
inacin de dlares creados por los dcit de la balanza de pagos americana
en la segunda mitad de los sesenta desequilibrios que estn tras la cada del
sistema monetario internacional de Bretton Woods a partir de 1971.
Desde entonces, el mundo vive sin la disciplina del sistema monetario internacional que ha tenido que sustituir con arreglos provisionales, consejos suasorios del Fondo Monetario Internacional y con las llamadas a la cooperacin
econmica internacional, de limitado valor para imponer los ajustes necesarios en la actividad nanciera y econmica de los distintos pases.
2. A partir de esa premisa esencial, los tres grandes movimientos que afectan al sistema nanciero: la desreglamentacin, la innovacin y la titularizacin, que acompaan a la globalizacin que refuerza sus consecuencias, han
provocado el creciente divorcio entre la economa real y la nanciera en los
distintos pases.
La innovacin ha permitido que el crecimiento en la cantidad de dinero
discurra al margen de la poltica monetaria de los bancos centrales originando
una creacin indisciplinada de liquidez que no ha podido evitar el control monetario. Se han nanciado as por mltiples medios las alternativas disponibles para aplazar los ajustes reales de las distintas economas reclamados por
la crisis econmica interna a partir de 1973.
La titularizacin, ha permitido que los sistemas nancieros incurriesen en
riesgos mayores antes vigilados en su cuanta por la relacin directa bancaclientes, consustancial a la poltica de crditos. Hoy esa relacin banca-clientes se ha roto por la titularizacin y por la falta de una supervisin eciente del
banco central sobre los instrumentos e instituciones que han operado en ese
proceso de titularizacin.
Se ha producido as la paradjica situacin de que el sistema nanciero se
ha globalizado, innovando al margen de la disciplina nanciera (escapando a
la regulacin y al control de la poltica monetaria) y extendiendo el proceso de
titularizacin que diculta cuando no impide la supervisin eciente de
los bancos centrales.
Por otra parte, esas actividades del sistema nanciero, han facilitado el alargamiento de los ajustes reales impuestos por la crisis econmica. Dicho en
otras palabras: cunto ms necesario era evitar el divorcio entre la economa
real y la nanciera menos disponibles han estado los medios necesarios para
conseguir ese propsito por la carencia de una autoridad global que disciplinase la creacin de medios nancieros y la operatoria de las instituciones que
los administraban.
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este caso por una cada de la economa real, reforzndose as la futura cada de
la economa nanciera para ajustarse a los comportamientos reales. Por este
motivo, resulta del mximo inters prevenir ulteriores deterioros de la economa real en el momento presente, con el n de que esa cada de la economa
real no se produzca y d lugar a sucesivas y ms graves cadas de la economa
nanciera. Prevenir estas cadas de la actividad econmica real debera ser el
objetivo prioritario de la poltica econmica.
Y, cules son los problemas que actualmente amenazan a la economa real
cuya continuidad puede dar lugar a un divorcio an mayor entre economa
real y economa nanciera? Una respuesta a esta pregunta sera la de que la
economa real debe atender en los momentos presentes a dos grupos de problemas diferentes: 1. Los ms urgentes planteados por la contencin de los
efectos de la crisis burstil sobre la economa real, y 2. Los ms importantes
planteados por los desequilibrios del comercio internacional que constituyen
la ms seria amenaza al desarrollo de los distintos pases.
1. Atajar las consecuencias inmediatas de la crisis burstil constituye el
origen de una serie de decisiones de poltica econmica. Esas decisiones se
han manifestado:
a) En el campo de la poltica monetaria, que ha tratado de acomodar las
demandas de liquidez nacidas de la crisis por los bancos centrales. Esta
poltica, hoy generalmente seguida en todos los pases, afronta el riesgo
de caer en sus excesos, con el riesgo de alentar la inacin. Debe evitarse,
tanto que esa poltica de acomodo de la liquidez sea insuciente, como
que sea excesiva.
b) Desde todas las instancias internas e internacionales se ha acentuado la
conveniencia de no caer bajo ningn pretexto, en una poltica comercial
proteccionista que constituira la puerta del suicidio.
En todo caso, la cura de los males creados por la crisis burstil, necesitar
de un reacomodo de las expectativas, tanto empresariales como de los
consumidores, las cules seran muy alentadas por la existencia de pruebas de una cooperacin internacional a lo largo de las lneas indicadas.
Con todo, los costes ya registrados por la crisis burstil, no sern leves,
afectando en los meses prximos a la demanda de consumo y a las tasas
de desarrollo del PIB. Especular hoy en cuanto constituye un juego ms
abierto al azar que a la prediccin fundada.
2. Los problemas planteados por los desequilibrios del comercio internacional constituyen, sin duda, la amenaza ms importante para el desarrollo
continuado de las economas occidentales. El tratamiento de esos desequilibrios debe desarrollarse en tres escenarios: a) En Estados Unidos; b) En las
polticas de cooperacin de Japn y Alemania Occidental, y c) En un tratamiento mejor de los problemas de la deuda del tercer mundo.
Ad. a) En el fondo de los desequilibrios del comercio mundial est presente el desequilibrio de los procesos de ahorro e inversin que muestran los
dos dcit gemelos de los Estados Unidos: el de la balanza de pagos y el dcit
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del sector pblico. Quizs la manera ms simple de traducir es la que se expresa en una ecuacin elemental: el ahorro privado americano se cifra en el
16 por 100 del PIB. De ese 16 por 100, un 4 por 100 corresponde al ahorro de
las familias, 12 por 100 al ahorro de las empresas. El Estado aparece como un
desahorrador neto, siendo su endeudamiento del 3,5 del PIB. Dicho en otros
trminos, el ahorro neto americano (descontado el desahorro del sector pblico) se cifra en 12,5 puntos del PIB. La inversin interna americana est situada
en el 16 por 100 del PIB. Por tanto, la insuciencia del ahorro interno respecto
de la inversin americana es del 3,5 por 100 que coincide con el dcit de su
balanza de pagos por cuenta corriente. Estados Unidos vive por encima de sus
medios en un 3,5 de sus recursos totales. De ese comportamiento se siguen los
desequilibrios de su balanza de pagos y de los intercambios internacionales.
El reequilibrio de la economa mundial demandara que los Estados Unidos ajusten su economa para vivir con arreglo a sus medios. Ese ajuste de la
demanda interna a la oferta interna de Estados Unidos exige actuar sobre el
dcit presupuestario, problema real nmero 1 de la economa americana y
de la economa mundial. La reduccin del dcit pblico americano debe de
producirse de una manera programada, lo que constituye su gran problema interno como demuestran los acontecimientos recientes. Es claro, sin embargo,
que si ese problema del dcit pblico no se resuelve, los desequilibrios de la
economa mundial continuarn porque de l se desprender inmediatamente
el desequilibrio de su balanza de pagos y sta afectar al mercado de cambios
y a los mercados de valores.
Por otra parte, el dlar debe buscar una nueva paridad, coherente con la
situacin actual y futura de sus pagos exteriores, facilitada por una poltica
presupuestaria realista y la coordinacin de las polticas econmicas de Japn
y Alemania Occidental. Esa nueva pardad del dlar, asistida y avalada por las
medidas de acompaamiento debe realizar la costosa y dilatada tarea de ajustar la balanza de pagos americana.
Ad. b) La cooperacin de Alemania Occidental y Japn es bsica para evitar una nueva depresin mundial. La prctica de polticas expansivas internas
para suplir a la demanda internacional de Estados Unidos constituye su objetivo fundamental. Japn ha adoptado recientes medidas expansivas de carcter
scal y monetario, pero sus mercados continan siendo poco hospitalarios a
las mercancas extranjeras. Una mayor apertura externa de Japn podra mejorar adems los desequilibrios del comercio internacional y reducir o al menos mantener los precios internos. El ajuste estructural de la economa japonesa debera realizarse a lo largo de las lneas previstas en el Informe Maekawa
destacando, en particular, la importancia de aquellas medidas que proponen
un uso mejor del espacio a travs de una reforma agraria que pueda llevar a
una expansin de la oferta de productos agrcolas. Tambin debera discurrir
en el sentido previsto de una reduccin de la proteccin agraria que permita
mantener los precios internos.
79
80
Seores Acadmicos:
Pocos problemas si alguno han atrado las preocupaciones y la reexin
de los economistas espaoles como lo ha hecho el atraso relativo de nuestra
economa respecto de la europea y ningn objetivo de la poltica del pas ha
contado con la aceptacin pblica y popular que ha disfrutado, a lo largo del
tiempo, la convergencia real de la economa espaola con las economas desarrolladas europeas.
Fue el atraso relativo de la economa espaola frente a la Europa desarrollada el problema que situara en el centro de sus reexiones a la mejor tradicin
del pensamiento econmico espaol que inicia en este siglo el magisterio y la
obra de Flores de Lemus, que extienden los trabajos y aportaciones posteriores
de Francisco Bernis y Romn Perpi y que seguirn y enriquecern los fundadores de los estudios universitarios de economa en Espaa y Acadmicos
destacados de esta Casa: Valentn Andrs lvarez, Manuel de Torres y Jos
Castaeda.
Aplicando la lgica econmica vigente en su tiempo y utilizando y mejorando la informacin estadstica disponible, el quehacer de estos economistas
fue acumulando un conjunto de conocimientos que denieron un modelo interpretativo de las causas del atraso econmico espaol, capaz de inspirar un
programa de poltica econmica con el que tratar de superarlo.
Este modelo interpretativo del atraso de la economa espaola y las causas
de su divergencia con las economas europeas desarrolladas, perlado en sus
lneas bsicas en el primer tercio de este siglo, ha recibido en nuestro tiempo
*
81
82
GRFICO 1
83
84
85
86
principios que deban orientar una convergencia real duradera de Espaa con
el resto de los pases de Europa: la liberalizacin frente a la proteccin, la
estabilidad frente a la inacin y el mercado como principio de asignacin y
regulacin de la economa en vez del intervencionismo.
Los tres principios bsicos del modelo de convergencia elaborado por nuestros economistas fueron aceptados por las tres grandes operaciones de poltica
econmica que el pas ha vivido en los treinta y tres ltimos aos: el Plan Nacional de Estabilizacin Econmica del 59, las polticas de ajuste a la crisis de
1979 y 1983, y la integracin en Europa. Y es esa aceptacin la que ha producido el acercamiento a Europa que registra el indicador del PIB por habitante.
Sin embargo, la delidad a estos tres principios rectores del acercamiento
no ha sido completa: la apertura exterior se ha detenido con frecuencia, no se
han practicado con la virtud y perseverancia debidas las polticas de estabilidad y la tentacin del intervencionismo discrecional ha llevado en muchas
oportunidades a no conceder al mercado y a la competencia el desempeo
de sus insustituibles papeles en favor de la ecacia en la administracin de la
economa. El dcit de nuestra convergencia real con la CE no es otra cosa que
la traduccin de la falta de delidad de nuestros comportamientos a las tres
ideas rectoras que deban producirla y de la poltica del pas para estimularla.
Dos actitudes han sido especialmente costosas, expresadas en trminos de
unos mejores resultados productivos y una mayor convergencia econmica de
las variables espaolas y europeas.
La primera de esas actitudes negativas es la propensin de quienes han
interpretado la poltica del pas en las dos etapas brillantes de la convergencia
a dejar marchar el ritmo del desarrollo interno al aire libre del gasto nacional
sin dosicarlo para que pudiera atenderlo el crecimiento real de la produccin
potencial del pas en condiciones de estabilidad. Se han descuidado as los
equilibrios de la economa, con lo que la mayor inacin y el mayor dcit
exterior han hipotecado el futuro del desarrollo, obligando a su paralizacin
con costosas operaciones estabilizadoras.
En segundo lugar, ha resultado tambin evidente en nuestro proceso de
convergencia la tardanza en adoptar las medidas que ajustaran la economa
espaola a los nuevos datos que traan las crisis que hemos padecido. La falta
de exibilidad en el funcionamiento de las instituciones pblicas y privadas
para adaptar su conducta a los cambios reclamados por la crisis constituye un
hecho que ha causado el detenimiento de la convergencia real con Europa en
esas fases. Espaa ha dejado as para maana los ajustes que debera haber
realizado ayer y esta pereza individual y colectiva se ha pagado costosamente
con la divergencia de nuestro atraso econmico.
Se han denido hasta aqu la posicin en la que la economa espaola se encuentra colocada en su convergencia real con Europa y los rasgos fundamentales
de la experiencia que nos ha llevado hasta esa posicin. Nuestra tarea debe ser
ahora la de identicar los problemas con los que hoy nos enfrentamos para proseguir el proceso de convergencia real con los pases de la Europa Comunitaria.
87
Dos rasgos negativos caracterizan la actual posicin de la economa espaola: 1. El proceso de convergencia real/acercamiento con Europa se ha detenido en 1992, y 2. La economa ha entrado en recesin (retroceso econmico)
desde el ltimo trimestre de 1992.
Entender, en esta circunstancia crtica, las causas que han llevado a esa posicin constituye una condicin necesaria para superarla.
Es evidente que la comprometida situacin actual de la economa espaola
hay que situarla en un espacio econmico con tres referencias fundamentales:
la situacin crtica de la economa internacional que la condiciona, el momento
difcil de la integracin europea que nos afecta y los males propios de nuestra
economa que lastran su capacidad de desarrollo e impiden la convergencia
real con el mundo europeo ms desarrollado.
El reconocimiento de las dos primeras referencias la crisis mundial y la
pausa y dudas de la integracin europea son dos datos muy negativos para
el proceso de convergencia real. Sabemos que en etapas crticas la economa
espaola se ha alejado y no acercado a Europa. Sabemos, tambin, que en esas
etapas crticas la economa espaola ha perdido mucho tiempo antes de aplicar
las imprescindibles polticas de ajuste. Un tiempo costoso en trminos de convergencia. Una respuesta pragmtica basada en la experiencia aconsejara aprovechar, con diligencia, el tiempo econmico disponible para realizar dos tareas.
La primera consistente en conocer y denir lo que antes he denominado males
o problemas propios de la economa espaola. Y la segunda contar cuanto antes
con un diagnstico compartido sobre los mismos capaz de inspirar un acuerdo
sobre las polticas necesarias para remediarlos y resolverlos. Si un pas de tamao medio, como Espaa, nada puede hacer por sacar a la economa mundial de
la compleja crisis que padece, si el proceso de integracin europea atraviesa por
evidentes dicultades, parece claro que nuestra economa debe responder a estas
dicultades aprovechando el tiempo crtico para remediar los males principales
que la permitirn incorporarse en las mejores condiciones a la recuperacin de
la economa mundial cuando sta llegue y que la consentirn participar con mayor ventaja desde el momento actual en el proceso de integracin europea.
La experiencia histrica de la convergencia real de la economa espaola y
los anlisis disponibles sobre la misma permiten identicar los que he denominado males o problemas propios que responden a comportamientos y actitudes de nuestra sociedad que, al no ser corregido por la poltica econmica, han
arraigado como costumbres establecidas y, por lo mismo, difciles de cambiar
y reformar. Esos males y problemas recurrentes, que muestra el corte histrico del comportamiento de nuestra economa y su observacin en el momento
actual, son fundamentalmente cuatro:
1. La existencia de una propensin a la inacin del nivel de precios.
2. La insuciencia del ahorro nacional y una propensin al gasto que revelan tanto la presencia crnica del dcit en la liquidacin de las cuentas
de nuestras Administraciones Pblicas como la incapacidad del ahorro para
nanciar los procesos de inversin.
88
3. El desequilibrio de nuestros intercambios con el exterior, que maniesta el saldo adverso de la balanza de pagos por cuenta corriente y su difcil
sostenibilidad en el tiempo, que han obligado a detener, con frecuencia indeseable, el proceso de desarrollo de nuestra economa.
4. La propensin hacia el intervencionismo discrecional de los poderes
pblicos en la vida econmica y la resistencia a admitir la disciplina del mercado y de la competencia para asignar los recursos disponibles en los mercados
de bienes y servicios, en los mercados nancieros y en el mercado de trabajo.
Esos cuatro males o problemas estn en el fondo de la comprometida situacin actual de la economa espaola condicionando las oportunidades de convergencia real con la Europa Comunitaria, por lo que su conocimiento constituye una premisa obligada para sugerir sus remedios o soluciones posibles.
A la cabeza de los males propios de la economa espaola gura la inacin.
Este lugar prioritario del mal de la inacin est slidamente documentado por
los anlisis disponibles, por ms que resulte sorprendente para muchas valoraciones polticas que siguen creyendo que puede convivirse con la inacin sin
peligro alguno para el desarrollo de la economa e incluso que es posible y conveniente el cambio de un poco ms de inacin por un poco menos de paro. Estas creencias y las valoraciones del proceso inacionista que las sostienen constituyen uno de los errores ms graves para conseguir la convergencia real de la
economa espaola y la comunitaria. Los anlisis disponibles de la experiencia
espaola y de otros pases contrastan que la inacin ocasiona un conjunto de
efectos negativos sobre la convergencia real que parten del hecho probado de
que la inacin impide el funcionamiento eciente de los mercados a los que inutiliza como mecanismo de asignacin eciente de los recursos. Por otra parte,
la falta de control de la inacin aumenta su variabilidad y hace impredecible
su comportamiento, lo que ocasiona una inseguridad creciente sobre el futuro
econmico que obstaculiza las inversiones de la economa. A estos efectos negativos deben aadirse los que la inacin genera en los pases que aspiran a aprovechar las oportunidades de la integracin europea. Una inacin diferencial de
Espaa con los pases de la Comunidad Europea, asociada a un tipo de cambio
estable que jan los compromisos del Sistema Monetario Europeo, ocasiona a
una prdida de competitividad que impedir alcanzar las ventajas del Mercado
nico, motivo bsico de nuestra integracin en l.
Esta suma de efectos negativos convierte a la inacin en un problema grave que reclama su reconocimiento y su tratamiento prioritario por la poltica
econmica. Y ese tratamiento pide, a su vez, un conocimiento de los rasgos
que caracterizan a la actual inacin espaola.
Dos son los rasgos que denen a nuestra inacin: su carcter dual y su
comportamiento diferencial con la registrada por nuestros socios comunitarios.
Desde 1987, al ao de comenzar a vivirse la integracin europea, la inacin
espaola ofreci un comportamiento muy diferente en el sector de los servicios y en el de los bienes industriales. Mientras los servicios han sostenido una
inacin situada en torno a tasas de dos dgitos o prximas a ellos, los bienes
89
GRFICO 2
GRFICO 3
industriales han registrado crecimientos de precios situados en menos de la mitad. Este comportamiento dual ha ocasionado que la inacin total se situara
en niveles elevados, toda vez que el peso de los servicios domina la produccin
total espaola (60% del PIB son servicios). Las consecuencias de este comportamiento dual de la inacin no son slo que la inacin espaola haya crecido
como consecuencia de la presin alcista de los servicios, sino que los precios
90
crecientes de los servicios ahogan la capacidad competitiva de la industria, perjudicando su rentabilidad y la posibilidad de atraer hacia ella las inversiones.
Tratar esa inacin dual espaola reclama conocer las causas que la producen. Es evidente que un motivo general del aumento del precio de los servicios
se encuentra en las diferentes productividades de los mismos respecto a las que
rigen en la industria. La menor productividad de los servicios fuerza al crecimiento de sus costes y de sus precios. Este motivo universal afecta a todos los
pases, pero no explica, sin embargo, las diferencias existentes entre la inacin
del sector servicios en Espaa y la del resto de los pases comunitarios. En stos
tambin existe una dualidad entre precios de los servicios-precios de los bienes
industriales. La diferencia del crecimiento del precio de los servicios en Espaa
es, sin embargo, notable. La inacin espaola del sector servicios supera en
2,5 puntos a la media europea, es decir, nuestra inacin dual es ms acusada,
lo que obliga a encontrar otras explicaciones adicionales a su comportamiento.
stas se encuentran, en primer lugar, en la falta de competencia interna existente en sus mercados, lo que, unido a que se trata de una oferta no comercializable, esto es, de difcil o imposible exportacin e importacin, permite trasladar
los mayores costes de los servicios a sus precios, lo que no pueden realizar los
bienes industriales, comercializables y, por tanto, disciplinados por la competencia exterior. Esa falta de competencia de los mercados de los servicios se deriva del hecho de que, en muchos de ellos cuentan con un monopolio pblico
como oferente (transportes o comunicaciones) o con regulaciones y concesiones
que determinan sus precios o tarifas al margen de la competencia. Por otra parte, muchos de los servicios cuentan con una oferta limitada de sus prestaciones,
lo que ha garantizado que los aumentos de la demanda provoquen crecimientos
de sus precios ms que de su produccin. Finalmente, los aumentos salariales
que han venido caracterizando la marcha de la economa espaola que pesan
ms en los costes de los servicios resultan trasladables en los servicios y no en la
industria, lo que ha afectado a la marcha de la inacin y a los benecios de la
industria que, al no poder repercutir sus mayores costes laborales sobre los precios, ha visto comprimidos sus mrgenes de benecio con efectos bien negativos
sobre las inversiones y el empleo.
A este rasgo dual de la inacin espaola se aade su carcter diferencial
con la media de los pases de la Comunidad Europea, como prueba elocuentemente el Grco 3. Tanto la inacin de los doce como la vigente en los tres
pases con menor inacin es superada por la inacin espaola, lo que aleja
a nuestra economa de la competitividad en el Mercado nico y de nuestra
participacin en la Unin Monetaria.
El segundo mal actual de la economa espaola que diculta la convergencia
es la falta de ahorro que se maniesta, en primer lugar, en el dcit pblico. El
dcit pblico que ha asolado la marcha de nuestra Hacienda a lo largo de su
historia se congura en el presente como un rasgo permanente de su comportamiento. El Grco 4 recoge las cifras disponibles para el dcit pblico y el
crecimiento de la deuda para tratar de nanciarlo. Tres son las etapas que cabe
91
La imagen que presenta el dcit pblico, al caer el teln del tiempo que lo
contempla en el Grco 4, es la de un fenmeno con una fuerza indomable
que no ha logrado contener el nico resorte con el que cuenta una sociedad
democrtica organizada para intentarlo: el presupuesto. Los presupuestos espaoles no han sido los instrumentos precisos de previsin y control del gasto pblico. Las desviaciones entre previsiones y realizaciones presupuestarias
han sido y son tan importantes que la credibilidad pblica del documento cen-
92
93
94
mercado de capitales predomina una orientacin hacia la negociacin de activos a corto plazo en su mayora pblicos sin que la reforma del mercado
de valores haya llenado an el importante vaco existente de ttulos privados a
largo plazo, lo que acenta la dependencia nanciera de las empresas respecto
al crdito bancario, esencialmente a corto plazo.
La mayor rigidez se registra en el mercado de trabajo cuyo mal funcionamiento prueban tres hechos: la elevada tasa de paro espaola, la ms alta de la
Comunidad Europea, una tasa que casi duplica la media comunitaria y cuyo
contenido es, adems bsicamente, un paro de larga duracin. Esa elevada
tasa de paro se produce, adems, sobre unas cifras de poblacin activa que
representan una tasa de actividad comparativamente baja respecto de la europea. Pese a ello, las remuneraciones de los trabajadores con contrato jo
continan elevndose con absoluta insensibilidad respecto a la situacin econmica general y a la situacin del mercado laboral, en particular.
Las rigideces del mercado de trabajo hacen que los niveles de la tasa de paro
que se requeriran para exionar las pretensiones de crecimiento salarial en
Espaa sean los ms elevados de los pases de nuestro entorno econmico.
En este contexto, de mal funcionamiento del mercado de trabajo, merecen ser
destacados tres aspectos al menos.
En primer lugar, la rigidez de los salarios reales cuya tendencia, slo frenada
a raz de los Pactos de la Moncloa hasta 1987, es hacia su formacin mediante
la indiciacin por el crecimiento de precios del pasado ms 1 2 puntos. Como
prueba el Grco 7, este ha sido el criterio al que han respondido los convenios
colectivos en la etapa que va de 1989 a 1992. Esa perturbadora indiciacin de
salarios se practica, adems (por la forma centralizada en la que los convenios
laborales se negocian) con referencia al salario de los trabajadores en empresas industriales lderes, lo que no permite tener en cuenta las diferencias de
productividad entre las empresas, a la vez que ignora la situacin de aquellos
sectores o empresas con exceso de oferta en una determinada coyuntura. Finalmente, la vigencia de ordenanzas laborales anacrnicas resta movilidad a la
oferta de trabajo en la triple perspectiva sectorial, funcional y geogrca.
Esos cuatro problemas fundamentales que denuncia el comportamiento de
la economa espaola, que dicultan cuando no impiden, la convergencia real
con la Comunidad Europea reclaman un conjunto de actuaciones coordinadas
de la poltica econmica que han sido expuestas con reiterada coincidencia en
los principales Informes de los centros de estudio de dentro y de fuera del pas,
llamando la atencin hacia cinco escenarios que deberan merecer el conocimiento y la reexin de la sociedad y la atencin de la poltica econmica.
El primero y ms denido de esos escenarios es el del comportamiento
inadecuado de nuestras Administraciones Pblicas. Desde el nacimiento de
nuestra democracia han sido cinco los rasgos que lo denen: un crecimiento
explosivo del gasto pblico que ha impulsado, a su vez, un aumento importante, aunque insuciente, de la imposicin para nanciarlo, registrndose as
la presencia de un dcit pblico continuado. La aparicin de las Haciendas
95
autonmicas y la intensicacin del papel de las Haciendas Municipales constituye una cuarta caracterstica de la actividad nanciera de la democracia
espaola con el resultado nal de una multiplicacin del gasto que no ha encontrado ingresos impositivos sucientes para su cobertura. Finalmente, a lo
largo de esos quince aos de nuestra democracia, los presupuestos de nuestras
Administraciones Pblicas han ido perdiendo su fuerza como instituciones
encargadas de la previsin y el control de sus actividades. La reforma de esos
cinco comportamientos delimita un primer y decisivo escenario de actuacin
pblica, pues en l arraigan los desequilibrios de precios y balanza de pagos de
nuestra economa, al igual que la limitacin del ahorro interno.
GRFICO 7
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97
98
99
100
101
porcentuales. Las cuentas pblicas arrastran dcit constante en sus liquidaciones anuales que se elevan en 1993 hasta ms all del 7 por 100 del PIB. Los
mercados de trabajo, en n, revelan su desequilibrio a travs del registro de
tres valores: los salarios creciendo a ms del 8 por 100 en 1991 y 1992, esto
es, con tasas superiores al aumento de los precios (5,9% en ambos ejercicios)
y de la productividad aparente del trabajo (2% en 1991; 2,8% en 1992), cifras
incoherentes entre s y con la propia situacin de la economa. En 1993 los
salarios creceran a una tasa anual del 6,6 por 100, mientras la productividad
aparente del trabajo lo hara al 3,4 por 100 y la inacin al 4,6 por 100. Esas
cifras llevaran inexorablemente a la destruccin de empleos y a un aumento
del paro hasta el 23,9 por 100 de la poblacin activa espaola para restablecer
el equilibrio entre salarios y productividad.
Junto a esos nmeros rojos, que expresan los valores negativos de las partidas anteriores, surgen los valores positivos de las exportaciones de mercancas con aumentos del 15,4 por 100 que superan el crecimiento del comercio
mundial (2,6%) y la cada de las importaciones, consecuencia del retroceso de
la produccin interna y de sus precios ms realistas debidos a la necesaria devaluacin de la peseta. La exportacin creciente de bienes y servicios de 1993
(8,8%) y la importacin menguante de bienes y servicios del mismo ao (-3,2%)
han permitido alcanzar, en 1993, un saldo de la balanza de pagos por cuenta
corriente que ha corregido su alarmante propensin al dcit hasta situarlo en
un -0,8 por 100 del PIB, bien distante del 3,2 y 3,3 por 100 de 1991 y 1992.
La recesin econmica que maniestan las partidas anteriores se vive por los
agentes sociales consumidores y empresarios y por los ciudadanos desde
unas valoraciones que es preciso conocer porque denen el ambiente econmico del pas que condiciona la salida de la recesin. A ese conocimiento contribuyen los indicadores del sentimiento de los consumidores y la conanza
industrial de las empresas, cuyos datos revelan las encuestas de sus opiniones
que ofrece el Cuadro n. 1 en sus partidas nales. El ndice de sentimiento del
consumidor revela la presencia de un acusado pesimismo desde la segunda
parte de 1992 que se sostiene durante todo el ao 1993 en valores negativos
acusados. El indicador del clima de la industria responde a parecido comportamiento desde valores ms negativos en 1991 que el ndice de sentimiento de los
consumidores pero con tendencia muy semejante a los que expresan las opiniones de estos. Sin embargo, a partir de julio de 1993, el indicador de conanza
de la industria desacelera su comportamiento negativo (toca fondo) aunque
mantiene an sus valores adversos hasta nales del ejercicio del 1994.
A esos dos indicadores de la conanza de familias y empresas pueden aadirse, para conocer las opiniones y actitudes de los ciudadanos ante la situacin
econmica, dos recientes encuestas realizadas por CIRES 43. Tres revelaciones
de las opiniones de esas encuestas me parecen importantes: 1. La conciencia
43
Entidad sin n de lucro creada por la Fundacin Banco Bilbao-Vizcaya, Caja de Madrid y
Bilbao-Bizkaia-Kutxa de investigacin sociolgica. Monografas n. 28 (junio 1993) bajo el ttulo
de Cultura poltica y econmica, y 30 (noviembre 1993) sobre La crisis.
102
103
9.0
1.6
7.3
8.2
1.6
6.5
8.7
6.0
-2.7
-8
-22
5. SECTOR EXTERIOR:
a) Exportacin (bienes y servicios)
b) Importacin (bienes y servicios)
c) Saldo balanza de pagos (CTC)
10.6
9.9
-2.0
8.4
2.0
63
5.9
2.2
2.8
1.1
0.2
III
1991
-7
-21
10.6
10.6
-3.6
8.5
2.7
56
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2.2
3.1
1.3
-05
IV
-6
-22
10.0
8.7
-3.2
8.5
2.0
64
5.9
4.9
22
29
1.7
0.2
AO
-9
-19
7.5
8.7
-3.7
8.5
3.1
5.2
6.6
1.9
2.8
-0.3
-1.0
-13
-20
7.0
8.1
-4.9
8.5
3.0
53
6.4
1.5
2.7
-2.3
-1.3
II
-25
-25
6.6
6.8
-2.4
7.9
2.7
5.1
5.6
0.5
2.1
-5.0
-2.1
III
1992
-31
-35
5.7
3.0
-1.9
7.8
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5.3
5.2
-0.7
0.8
-8.1
-3.3
IV
-20
-25
6.7
6.6
-3.3
8.2
2.8
5.2
5.9
4.5
0.8
2.1
-3.9
-1.9
AO
-33
-34
5.6
-1.2
-2.2
7.5
3.6
3.8
4.2
-1.2
-0.8
-10.1
-4.6
-33
-33
73
-4.8
-3.0
6.4
34
2.9
4.7
-1.5
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-11.2
-4.7
II
-35
-27
9.2
-5.4
0.6
6.3
3.5
2.7
4.6
-1.1
-3.3
-10.9
-4.3
III
1993
FUENTE: Contabilidad Nacional Trimestral (INE). Encuesta de Poblacin Activa (INE). Aduanas. Banco de Espaa. EUROSTAT y Ministerio de Industria.
-5
-22
9.9
8.0
-4.4
6.1
2.1
2.8
1.5
0.5
II
6.2
2,4
3.0
3.0
0.8
I. INDICADORES OBJETIVOS:
-35
-22
13.0
-1.4
1.2
6.2
34
2.7
4.8
-0.2
-2.8
-8.9
-3.5
IV
CUADRO 1
INDICADORES BSICOS DE LA SITUACIN ECONMICA ESPAOLA
-34
-29
8.8
-3.2
-0.8
6.6
34
31
4.6
7.3
-1.0
-2.3
-10.3
-4.3
AO
-33
-14
18.1
4.6
-1.0
5.4
2.9
24
5.0
6.5
0.7
-1.9
-5.3
-2.1
I TR.
1994
-30
-7
17.4
7.5
-2.3
4.6
2.5
2.0
4.8
6.5
1.6
-0.3
-2.1
-1.2
II TR.
-31
-10
17.8
6.0
-1.6
5.0
2.7
2.2
4.9
6.5
1.2
-1.1
-1.8
-1.7
1 SM
extendida de la recesin que se valora como grave y larga por el 66 por 100 de
la poblacin encuestada; 2. El temor generalizado al paro como dato ms
destacado de la recesin (un 73% conoce a familiares y amigos en situacin
de desempleo y la mitad de la poblacin teme perder su puesto de trabajo, y
3. Las acusaciones de los culpables de la recesin suscitan ms acuerdo social
que las medidas necesarias para superarla. La recesin tiene, para la opinin
pblica, tres responsables: el gobierno, el exterior y las empresas. Las medidas
que merecen acuerdo para salir de la recesin se encuentran en la reforma de
la Administracin Pblica (reduciendo sus dimensiones pero no sus gastos
sociales) y en la reforma del mercado de trabajo que se acepta con tal de alcanzar un deseo prioritario de los ciudadanos: conservar el empleo por el que
la opinin mayoritaria (un 54%) est dispuesta a moderar los salarios y un
67 por 100 otras conquistas sociales.
En conclusin, y atendiendo a sus interpretaciones subjetivas, la recesin
vivida por la economa espaola aparece dominada por dos rasgos preocupantes: 1. El temor de las familias y la prudencia de las empresas ante el futuro,
y 2. El desconcierto de los ciudadanos ante la ausencia de una poltica econmica articulada y coherente, que integre las distintas medidas en un programa
expuesto con claridad y comprometido pblicamente por el gobierno.
Ese temor familiar al futuro se maniesta en la cada de su consumo y el
aumento de su ahorro por un arraigado motivo de precaucin ante el riesgo
elevado de perder el empleo. Por su parte, las empresas que han mejorado ligeramente su conanza aunque la mantengan an en valores negativos no
han decidido invertir todava por su estimacin elevada de las incertidumbres
del futuro. De esta manera, las opiniones y expectativas temerosas y cautelosas de la sociedad constituyen una herencia de la recesin vivida en 1993 que
condiciona el proceso de recuperacin econmica en 1994.
Por otra parte, las ideas y opiniones de los ciudadanos sobre la recesin no
facilitan la aceptacin de una estrategia coherente para favorecer la recuperacin econmica que, adems, no ha sido expuesta, comprometida y defendida
con voluntad resuelta por el gobierno.
Los indicadores de la marcha de la economa en los meses transcurridos
de 1994 han ido mostrando la lenta y difcil recuperacin que deba lograrse
desde la grave recesin vivida en 1992/1993 y que afect, de forma tan profunda, a las valoraciones y decisiones de los agentes de la economa y a las
opiniones de los ciudadanos. Es desde esa crisis profunda, que toca fondo en
el segundo trimestre del 1993 afectando a los indicadores objetivos y subjetivos de la economa, desde la que han debido reconstruirse las condiciones
para cambiar la fase del ciclo econmico espaol.
Los indicadores de la coyuntura en 1994 destacan como heraldo ms signicativo de la recuperacin a las cifras del sector exterior y, como signos menos favorables, el difcil cambio de los componentes de la demanda interna
el consumo y las inversiones cuyos descensos en 1993, cifrados en una
104
cada de 3,9 puntos porcentuales, se haban convertido en intrpretes decisivos de la grave recesin padecida por la economa espaola.
Es hoy evidente que la recuperacin de la economa espaola se inici por
donde deba: en el sector exterior, y con un vigor desconocido en el pasado
que revelaba el modelo de desarrollo econmico por el que Espaa haba
optado en 1985: su integracin en la Europa Comunitaria. En efecto, esa
decisin histrica a favor de la integracin europea de la economa espaola
supona aanzar, el que nuestro compaero Juan Velarde ha denominado,
un modelo abierto para orientar nuestra estrategia de desarrollo.
Un modelo que apuesta por la apertura exterior de la economa para ganar,
con un crecimiento del mercado y una multiplicacin de los intercambios, las
oportunidades de su progreso. Ese modelo abierto que Espaa inicia, con limitaciones, en el Plan Nacional de Estabilizacin Econmica de 1959, es el que se
compromete en el Tratado de Adhesin a la Comunidad Europea y el que opera
desde marzo de 1986. La apertura exterior de la economa espaola, de 1986 a
1993, ha aumentado considerablemente (en ms de 5 puntos porcentuales respecto del PIB) y se ha producido una desviacin del comercio hacia la Comunidad Europea (el porcentaje de importaciones procedentes de la Comunidad
Europea ha pasado del 35% en 1985 al 60% en 1993 y las exportaciones a la
Comunidad Europea del 49 al 71%).
Las lecciones de esa mayor interdependencia Espaa-Comunidad Europea son dos: 1. La situacin econmica espaola est condicionada por la
coyuntura internacional a travs de la situacin econmica europea. Dentro
de la tnica de la coyuntura exterior europea, la gestin econmica espaola
podr administrar, mejor o peor, sus oportunidades de crecimiento pero no
podr alterarlas radicalmente en el mundo globalizado e interdependiente
que nos ha tocado vivir. No puede extraar, por ello, que la recesin espaola de 1993 se corresponda con la recesin europea en el mismo ao, y 2. A
esa primera leccin debe aadirse una segunda. La experiencia disponible
prueba que la economa espaola ha vivido con ms intensidad las fases de
la coyuntura europea: ha crecido ms que la media comunitaria en las etapas expansivas y ha cado ms en las etapas recesivas. No puede sorprender,
por tanto, la mayor intensidad de la recesin espaola de los 90, respecto de
la comunitaria.
El Grco 1 presenta claramente este doble fenmeno que tipica la marcha de nuestra coyuntura. La sincrona y asociacin de la coyuntura espaola
con la Comunidad Europea aparece evidente en el Grco 1 y la aprecia la
elevada correlacin entre ambas series. El comportamiento ms intenso de la
coyuntura espaola es una propiedad que ratica, asimismo, el Grco 1 que
expresa los comportamientos de las series del PIB espaol y el de la Comunidad Europea.
Pues bien, el signo de la coyuntura europea comenzara a cambiar en 1994.
Un cambio hacia una recuperacin que se ha ido revelando mucho ms vigorosa de lo esperado y previsto en los anlisis de la coyuntura. En efecto,
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tipos de cambio sobrevalorados de la peseta que ocasionaban prdidas importantes en la competitividad del sector exportador. El ajuste del tipo de cambio
de la peseta, tras sus tres devaluaciones en 1993, parece haber corregido su
perjudicial y costosa sobrevaloracin. Sin embargo y como ha advertido el
gobernador del Banco de Espaa nuestra inacin diferencial incorpora
una rpida prdida de competitividad, capaz si no se corrige, de anular al cabo
de poco tiempo las ventajas transitorias derivadas de la devaluacin del tipo de
cambio. Revisar, por tanto, la mezcla inadecuada de una poltica presupuestaria laxa y expansiva y una poltica monetaria rgida y contractiva, constituye la
primera y an no cumplida condicin para aanzar la competitividad de cuyo
asentamiento depende la recuperacin de la economa espaola.
2. El segundo escenario que decide la competitividad de una economa
es el de las actuaciones tendentes a evitar la elevacin de los costes relativos
de los factores de produccin. A este respecto la posicin espaola presenta
debilidades perceptibles a partir de los resultados que ofrecen tres mercados:
el de trabajo, los mercados nancieros y los de materias primas (en especial,
el de energa).
El funcionamiento del mercado de trabajo en Espaa ha venido acumulando un conjunto de crticas basadas en las prdidas de competitividad que su
regulacin, o bien, su prctica, ocasionaban a nuestras producciones. Crticas
que han discurrido en cuatro direcciones:
1. El sistema de determinacin de los salarios y la nanciacin de la Seguridad Social han elevado los costes de trabajo por encima del aumento de
los precios de consumo (intensicando as la inacin), han superado, ampliamente, el crecimiento de los precios de la industria (perjudicando as a
su competitividad) y han inducido a una sustitucin de trabajo por capital
(creando as ms desempleo). A ese comportamiento del nivel salarial y de
los costes laborales no salariales (Seguridad Social), se han aadido otros dos
aspectos muy perjudiciales para la competitividad de las empresas y derivados ambos de la estructura salarial espaola, aspectos, por otra parte, muy
relacionados entre s: la dbil ms bien nula relacin entre las variaciones
de los salarios y la situacin de las empresas (rigidez de salarios) y la escasa
importancia de los componentes variables del salario percibido (poco ms del
5% de las retribuciones de los trabajadores dependen del cumplimiento de
objetivos de productividad y solamente un 15% de las grandes empresas espaolas incorporan en sus convenios clusulas de productividad para modular los pagos por salarios). Estos comportamientos son una consecuencia de
la estructura centralizada de la negociacin colectiva que no ha contado con
la compaa de acuerdos salariales a nivel de empresa. Esta combinacin ha
llevado a subidas salariales de forma homognea para todas las empresas y
trabajadores, sin que ello se compensara por un crecimiento moderado de los
salarios respecto a las condiciones de la economa. A ese marco de la negociacin a nivel centralizado se ha aadido la estrategia seguida por los sindicatos.
En materia salarial, ha consistido en presionar por el crecimiento de los salarios con toda clase de clusulas de proteccin respecto de la marcha de los
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ha sucedido en las partidas de ajuste presupuestario para intentar la reduccin del dcit.
c) La mejora en la eciencia de las empresas pblicas acompaada de un
programa de privatizaciones que brilla por su ausencia en nuestra poltica
econmica.
d) Reducir el fraude scal y evitar la actual beligerancia del sistema scal a
favor del consumo y en contra del ahorro y de las inversiones arriesgadas.
5. El enfoque sectorial y empresarial de la competitividad, cuyo inters
acentan muchas opiniones disponibles, subraya la importancia decisiva de
tres actuaciones que deben integrar una estrategia eciente de la competitividad: las medidas tendentes a mejorar nuestro dcit tecnolgico, las dirigidas
a favorecer el desarrollo del capital humano y las orientadas a mejorar nuestro
capital comercial.
Sobre el dcit tecnolgico de Espaa disert en la Real Academia nuestro
compaero Jos ngel Snchez Asian, en una intervencin en las Sesiones
Ordinarias del pasado ao, publicado en nuestros Anales de 1993. Sobre dos
aspectos de esa intervencin deseara reclamar la atencin de los seores
Acadmicos. El primero es la importancia del dcit tecnolgico de Espaa,
del que no existe clara conciencia colectiva. Cualesquiera que sean los indicadores que se utilicen para apreciarlo, los resultados son abrumadores. En
efecto, mientras el PIB por habitante de Espaa se sita en el 80 por 100 del
PIB medio por habitante de la Comunidad Europea, los indicadores del dcit
tecnolgico Espaa-Comunidad Europea son muy superiores. As, por ejemplo, los gastos de investigacin y desarrollo se mueven en Espaa en valores
del 0,82 por 100 del PIB que son duplicados por los realizados en el pas con
menor participacin en la Comunidad Europea de esos gastos en el PIB dentro
de ella. El nmero de investigadores y el personal auxiliar de investigacin,
por cada 1.000 personas de poblacin activa, se sita en Espaa en la mitad
del pas con menor dedicacin de la Comunidad Econmica. La contribucin
a la generacin de innovacin tecnolgica, medida por el nmero de patentes
registradas por nacionales o residentes, vuelve a repetir idntica situacin relativa: 15 por 100 en Espaa, 30 por 100 en la Comunidad Europea. Y, en la
balanza tecnolgica, la cobertura espaola no supera la cuarta parte frente a
las tres cuartas partes de la Comunidad Europea.
Corregir esa situacin tan desfavorable dene un campo de actuacin necesaria que debera tener dos nalidades inmediatas: de una parte, la urgente necesidad de coordinar los esfuerzos de todos los agentes que integran el sistema
tecnolgico y cientco del pas (universidades, centros pblicos de investigacin, centros privados de las instituciones sin nes de lucro y empresas); por
otra parte, es indispensable que el mbito de actuacin de la poltica tecnolgica se atienda en su integridad, un mbito que va desde la investigacin bsica
hasta la difusin de las nuevas tecnologas en todo el proceso productivo.
La importancia del capital humano, como fundamento de la competitividad,
acota un campo de responsabilidad destacada del sector pblico que corrija los
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defectos importantes de los procesos de educacin en todos los niveles, especialmente en la educacin superior y en la formacin profesional. A esa mejora
del capital humano deberan, tambin, sumarse la actuacin de las propias empresas que deben contar, en este sentido, con el estmulo de la accin pblica.
Algo parecido sucede con el capital comercial, que constituye un rea sensible de la competitividad que comprende las polticas de imagen de los productos, el desarrollo de operaciones comerciales y de inversin exterior directa y
la presencia de nuestras empresas en el mercado internacional. La promocin
de la internacionalizacin de las empresas forma parte vital de esta poltica
como fundamento del fomento de las exportaciones. Actuaciones, todas ellas,
de una estrategia de la competitividad de imposible concrecin y xito sin contar con la colaboracin activa de las empresas privadas.
6. Un enfoque de la competitividad de importancia destacada consiste
en situarla en el propio mbito empresarial, lo que destaca de inmediato
la importancia estratgica de la diferenciacin del producto por parte de las
empresas, basada en la actuacin y el fortalecimiento de las llamadas inversiones en intangibles (conocimientos tecnolgicos y consecucin de innovaciones
propias, poltica de recursos humano, reputacin de la empresa ligada a la
calidad del producto y, sobre todo, a su marca). Inversiones que reclaman
un largo perodo de maduracin, con mayor incertidumbre en sus resultados
nales y con rentabilidades no siempre apropiables por las empresas que
las realizan; todo lo cual eleva el riesgo de esas inversiones, lo que requiere
contar con empresarios que asuman su realizacin en estas condiciones y
que dispongan de una nanciacin apropiada. Esas actuaciones, respecto de
la diferenciacin del producto, deben de complementarse con una segmentacin de los mercados, esto es, la presencia de las empresas en distintos lugares para aprovechar sus diferencias en costes, demanda y precio, en benecio
de la estrategia de la diversicacin del producto. Una estrategia que tiene un
campo de aplicacin preferente en las industrias ms dinmicas (las de demanda y contenido tecnolgico altos) en las que la presencia y competencia
de empresas multinacionales aaden un factor de dicultad adicional a la
penetracin de las empresas espaolas, algunas de las cuales pero solo
algunas han vencido la inercia de esos factores adversos mejorando, ejemplarmente, los resultados de nuestra exportacin y de sus producciones.
5. Dos conclusiones fundamentales deseara obtener de la exposicin realizada hasta aqu:
1. La situacin recesiva de la economa espaola de los noventa no es la
propia de un ciclo ms de la que pueda salirse con simples medidas expansivas
que aumenten el gasto nacional para impulsar la produccin y el empleo. El
modelo abierto, por el que Espaa ha apostado a travs de su integracin en
la Comunidad Europea, obliga a mejorar las condiciones de competitividad
de nuestra economa para lograr una recuperacin productiva duradera. A
la misma conclusin lleva la contemplacin de los problemas actuales de la
economa espaola desde la perspectiva del proceso de globalizacin de las
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como posible y necesaria una reduccin decisiva del dcit pblico, con una
contencin y poda sbitas en el gasto pblico, aunque maniesten, al mismo
tiempo, la necesidad de una urgente reduccin de la scalidad al servicio de
una poltica de incentivos. El gobierno, en n, arma, con reiteracin diaria,
su deseo de reducir el dcit pblico, sin que sepa oponerse a las presiones
sociales y polticas que elevan el gasto pblico origen del dcit y sin que
la administracin pblica revele la capacidad de gestin necesaria para mejorar las ineciencias del gasto pblico y para controlar su crecimiento. No
puede extraar que, en presencia de esas encontradas actitudes, la poltica
presupuestaria espaola no haya sido capaz de disciplinar sus actuaciones
asegurando el marco de estabilidad econmica que necesita, como ingrediente bsico, la poltica de competitividad.
Las divergencias son igualmente profundas en la necesaria y nueva regulacin del mercado de trabajo, pieza fundamental de una poltica de competitividad. Los sindicatos se han opuesto, con contundencia, a las reformas del
mercado de trabajo que traten de eliminar sus factores de rigidez actuales.
En la formacin de salarios, la defensa del aumento de los salarios nominales
de los trabajadores con empleo se ha convertido en objetivo dominante, sin
considerar la alternativa de ganar capacidad adquisitiva de los salarios por
la disminucin de los precios, argumentando contra toda evidencia que
los salarios no afectan ni al empleo ni a la inacin, ni tienen relacin con
la competitividad. Se han opuesto a la movilidad funcional y geogrca de la
mano de obra, a toda revisin de las condiciones y costes del despido y a las
reducciones de plantilla y regulaciones de empleo en empresas pblicas no
viables. Han exigido, por otra parte, la eliminacin de toda forma de contrato
de trabajo temporal no derivado de causas tcnicas o estacionales de la actividad de la empresa, urgiendo la concesin de aumentos en la tasa de cobertura
del desempleo y en la cuanta y tiempo de su percepcin, sin comprometer
propuestas operativas que trataran de disminuir el fraude existente. Las representaciones empresariales han denunciado, con insistencia, las rigideces del
mercado de trabajo solicitando su reforma, pues su situacin actual constituye
para ellas una de las motivaciones ms importantes de la prdida de competitividad, al elevar los costes del trabajo. El gobierno, en n, ha armado la
necesidad de esa reforma de nuestro mercado laboral y aunque la haya demorado con exceso y reducido las propuestas tcnicas mayoritarias, ha terminado
concretndola en las disposiciones, cuya aprobacin nal en 1994 constituye
un paso loable y difcil en la direccin correcta que es preciso terminar de dar
con la aplicacin decidida de las nuevas disposiciones e incorporando las correcciones necesarias exigidas por la experiencia.
La liberalizacin de los servicios de las restricciones que la impiden y el
aanzamiento de una competencia continuada en sus mercados ha merecido
un informe comprometido y valiente del Tribunal de Defensa de la Competencia que no ha terminado plasmndose, por ahora, en las reformas legales
que se precisan y que garanticen la liberalizacin de algunos servicios claves a
los que el informe se reere (telecomunicaciones, energa elctrica, transpor-
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INTRODUCCIN
Cuando Espaa rma solemnemente, en el Palacio Real de Madrid, el Tratado de Adhesin con la Comunidad Europea, el 12 de junio de 1985, se
iniciaba una etapa histrica nueva para la economa espaola. Una etapa en
la que nuestro pas aceptaba el compromiso de orientar su desarrollo econmico con la incorporacin denitiva tras numerosos intentos fallidos anteriores de un modelo de economa abierta al exterior, que raticaran sus
posteriores acuerdos con las autoridades comunitarias: Acta nica suscrita
por Espaa el 28 de febrero de 1986; ingreso en el mecanismo de cambios
del Sistema Monetario Europeo (SME) el 19 de junio de 1989; raticacin de
los Acuerdos de Maastricht el 2 de febrero de 1992. Bien podra armarse as
que, desde 1985, la aceptacin por Espaa del modelo de economa abierta
estaba comprometida y rmada. Cudruplemente rmada, si se atiende a
los compromisos citados y contraidos con la Comunidad Europea, primero,
y la Unin Europea, despus, todos los cuales respondern a la lgica de un
modelo de economa abierta.
Ese futuro europeo de la economa espaola y su opcin por el modelo de
economa abierta para lograr su desarrollo contaba con buenas razones.
En primer lugar, con las razones negativas del aislamiento de la integracin,
que limitaban severamente las posibilidades de desarrollo de la economa es*
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que situaban las ganancias de eciencia resultantes del programa del mercado
interior tan solo entre el 2,5 y el 6,5 por 100 del PIB comunitario. El Informe Emerson 46 evaluara, ms tarde, las ganancias directas y dinmicas de
la UEM (mercado interior ms unin monetaria) entre el 3,6 y el 16,3 por 100
del PIB comunitario con un valor central del 9,8 por 100 del PIB comunitario,
A esas estimaciones deberan aadirse las ganancias dinmicas derivadas de
una reduccin del riesgo que puede producirse al realizar las inversiones dentro del amplio espacio econmico de la Comunidad. Se ha estimado que esa
reduccin de la prima de riesgo al operar los inversores en un ambiente ms
amplio (el comunitario) podra situarse en torno al 0,5 por 100 lo que posibilitara un aumento del PIB comunitario en torno al 5 por 100 a largo plazo 47.
Por otra parte, Richard Baldwins 48 ha armado que la realizacin de la Unin
Econmica y Monetaria Europea variara no solamente el nivel de produccin,
sino tambin la tasa de crecimiento del PIB comunitario. Adems de ese efecto, olvidado por el Informe Cecchini, Baldwin utiliza la idea de que el capital
puede aumentar indenidamente ante un estmulo externo. De esta forma,
cualquier hecho (por ejemplo, la llegada de la Unin Econmica o el inicio
de la Unin Monetaria) que eleve la tasa de inversin puede elevar permanentemente la tasa de crecimiento. Baldwin calcula que el aumento de inversin
despus de 1992 incrementar permanentemente la tasa de crecimiento del
PIB comunitario entre 0,25 y 0,65 puntos porcentuales. Expresado como un
alimento equivalente en el nivel de produccin, este efecto a medio y largo plazo podra representar un mnimo del 9 por 100 y un mximo del 29 por 100 del
PIB total de la Comunidad europea. Si estos resultados se aaden a los efectos
nivel de Cecchini, el margen que podra ganarse con la realizacin del mercado
interior europeo se situara entre un 11 y un 35 por 100 del PIB comunitario.
Ganancia que avalara la gran importancia econmica de la realizacin del
mercado interior europeo para los pases que lo integran.
La apreciacin de las consecuencias negativas de quedar al margen de la
integracin europea y de los efectos positivos de formar parte del proceso de la
UEM, son las poderosas razones que estn detrs de la insistente peticin de
los pases europeos para negociar su adhesin a la Comunidad, que ha culminado con la ampliacin del espacio de la Unin Europea en el ao 1994. Y a
esa misma apreciacin de las consecuencias negativas y de los efectos positivos
de la integracin en la Europa comunitaria, respondera la previa opcin espaola de 1985. Una eleccin histrica fundada en una apreciacin correcta de
las alternativas abiertas al desarrollo de nuestra economa.
ha publicado por Alianza Editorial. Madrid, 1988, estimando tan slo los benecios del mercado
interior que se contienen en el texto.
46
COMMISSION DES COMMUNAUTRS EUROPENNES, March Unique, Monnaic Unique, por MICHAEL EMERSON (Director); GROS, D.; ITALIANER, A.; PISANY-FERRY, J., y REICHENHACH, H., citar por la
edicin francesa realizada por Economica, Pars, 1991.
47
Vid., op. cit, p. 90.
48
Vid., HALDWIN, R., The growth fffects of 1992, artculo publicado en Economic Policy,
octubre, 1989.
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Libertad de circulacin de mercancas, articuladas en un perodo transitorio pivote de siete aos durante los cuales se eliminaran todos los
aranceles industriales por las dos partes y se producira la adaptacin del
arancel espaol a la tarifa exterior comunitaria. Las restricciones cuantitativas se eliminaran en un perodo mximo de cuatro aos. La agricultura contara con el perodo pivote de siete aos, con la importante
excepcin de las frutas y hortalizas frescas a las que se las impona un
periodo de diez aos. La pesca tendra el mismo periodo de siete aos,
con excepciones transitorias adicionales, que an duran, con gran coste
La importancia de esa decisin de apertura de la economa espaola al exterior era fundamental por dos razones bsicas. En primer lugar, porque todas
las obligaciones espaolas lo eran a fecha ja, de forma que no sera posible
dilatar las transformaciones correspondientes. Pasados los siete aos que, en
general, dena el perodo transitorio, Espaa se habra integrado en la Comunidad con todas las ventajas y todos los inconvenientes del caso. Dicho en
otros trminos, el proceso de apertura exterior tenia un carcter irreversible,
En segundo lugar, y esta es la razn, quizs, ms importante, porque los agentes econmicos espaoles tendran que adaptar su mercado a la presencia en
el comunitario que era, en aquel entonces, catorce veces ms amplio que el
espaol, lo que ocasionara una competencia mucho ms intensa con pases,
en general, ms desarrollados que el nuestro.
Importa destacar que esa apertura exterior de la economa espaola, que sancionaba el Tratado de Adhesin, obligaba a un cambio histrico en los niveles
de proteccin arancelaria que Espaa debera adoptar frente a terceros pases
con la implantacin de la Tarifa Exterior Comn (TEC) y obligaba, tambin,
a abandonar lo que con frecuencia se olvida la proteccin encubierta que
Espaa aplicaba al comercio con los pases comunitarios a travs del juego de
la llamada tarifa scal. Por lo que respecta a la primera cuestin, es evidente
que el elevado proteccionismo concedido por el Arancel de 1960 frente a terceros pases, haba evolucionado tras las negociaciones en el seno del GATT, de
1961 a 1963, hacia niveles de proteccin menos agudos y con menores crestas
arancelarias, de los que partira la vigencia de la TEC que alterara denitiva-
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Sebastin 51, regulaciones que elevaban el coste de uso del trabajo limitando
severamente las posibilidades de empleo, perjudicando la competitividad de
la economa y afectando al nivel de inacin. Como arma el profesor Carlos
Sebastin, los componentes del coste de uso del trabajo pueden agruparse en
tres ncleos fundamentales: a) Los costes salariales, que registraban en Espaa en el momento de la integracin aumentos superiores a la productividad,
a la elevacin de los precios y ritmos de crecimiento de los costes salariales
mayores a los de nuestros competidores; b) Costes laborales no salariales,
formados fundamentalmente por los costes de la Seguridad Social, relativamente altos en Espaa respecto a otros pases, con un comportamiento alcista
en los ltimos veinte aos, y c) Costes laborales implcitos que representan las
valoraciones econmicas de las limitaciones impuestas a la utilizacin ptima
del factor trabajo por las empresas que son mayores en nuestro pas respecto
de los requisitos vigentes en la mayora de los pases industriales y que han
disminuido de forma insuciente e inadecuada en Espaa. Estos costes implcitos presionan al alza el coste de uso del trabajo y contribuyen a elevar los
costes salariales, afectando a los resultados empresariales. a la inacin y al
crecimiento del empleo.
El elevado nivel de los distintos componentes del coste de uso del trabajo y su
excesivo crecimiento en Espaa eran, en buena medida, consecuencia como
se ha armado de las regulaciones inadecuadas del mercado de trabajo espaol
que necesitaban una reforma pendiente durante muchos aos pero que resultaba indispensable para nuestra convivencia en el rea comunitaria. Una reforma que apareca como indispensable desde los aos ochenta que recibira una
primera e insuciente respuesta de los contratos temporales a nales de 1984.
Diez aos despus, en 1994, se ensayara una segunda reforma ms general pero
insuciente. Sobre estas disposiciones reformadoras del mercado de trabajo se
volver despus porque constituyen una de las consecuencias ms costosas de
la pervivencia, an hoy, del modelo castizo que diculta la competitividad y el
empleo en la economa espaol dentro del rea comunitaria.
La cuarta condicin para el funcionamiento eciente del modelo de economa abierta resida en un comportamiento coherente del sector pblico en sus
dos componentes de las Administraciones Pblicas y las empresas pblicas.
Ese comportamiento coherente del sector pblico deba manifestarse en su
poltica presupuestaria que ha de cumplir como indica el Informe Emerson 52 con la aceptacin y aplicacin de la norma fundamental de la autonoma y la exibilidad que permitan utilizar los programas presupuestarios para
cumplir con las exigencias de la estabilizacin a corto plazo y realizar aquellos
ajustes a medio plazo en caso de perturbaciones que afecten a un pas determinado tan slo. Las limitaciones que la disciplina de la UEM establece para
utilizar la poltica monetaria o los ajustes del tipo de cambio con ese propsi51
Vid., El desequilibrio en el mercado de trabajo, artculo publicado en Papeles de economa espaola, n. 62, 1995, pp. 344 y ss.
52
Vid., op. cit., pp. 109 y ss.
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en 1976. Por otra parte, esa media tan distante de la europea encubra una de
las propiedades ms importantes de la falta de modernizacin de la Hacienda
Pblica espaola: la inadecuada composicin del gasto pblico, con gastos pblicos sobredimensionados respecto de la norma comunitaria del gasto como,
por ejemplo, los gastos de servicios generales situados en 130,7 por 100 de la
norma comunitaria consecuencia, fundamentalmente, del costoso entramado burocrtico y de la limitacin del papel del mercado en nuestra economa;
frente a esos gastos pblicos, otros se quedaban por debajo de la norma comunitaria del gasto que en el inicio del proceso de transicin ao 1976 se
situaban para la educacin en 34,8 por 100 de la norma comunitaria y los de
la vivienda y desarrollo comunitario en el 33,2 por 100. Otros gastos pblicos
se situaban en valores superiores a la media espaola pero muy inferiores a
la norma comunitaria del gasto pblico como suceda con la seguridad social
que alcanzaban el 62 por 100, y la sanidad que se quedaba en el 77 por 100.
Gastos pblicos todos ellos distantes de la lnea de modernizacin y con gran
fuerza expansiva respecto de la que marcaba la norma comunitaria de gastos
pblicos. Era, por tanto, de esperar que una eleccin democrtica del gasto pblico produjera una autntica explosin en ese nivel reducido del gasto
pblico aproximando, sbita y peligrosamente, los niveles del gasto pblico
espaol con los comunitarios; explosin a la que invitaba su rgida contencin
en la fase previa del desarrollo espaol de los sesenta. Falt as en Espaa un
proceso de modernizacin del gasto pblico para que este hubiera registrado
un crecimiento gradual y asumible en relacin con el desarrollo econmico de
Espaa. Esa modernizacin no se practic sustituyndose, al llegar la democracia, por una alternativa indeseable: el rpido y acelerado crecimiento del
gasto pblico hasta los niveles comunitarios en un corto perodo de tiempo
imposible de asimilar con un equilibrio presupuestario. En efecto, el sector
pblico espaol aproximar sus reducidas dimensiones a las mucho ms elevadas de los pases europeos en solo quince aos, un proceso que dur el doble
y se asimil en mejores condiciones en los pases comunitarios.
Por otra parte, la situacin de sanidad nanciera y equilibrio presupuestario proclamada en 1975 no poda olvidar, para evaluarla correctamente, los
motivos que la sostenan. Esta no descansaba sobre los rendimientos recaudatorios de un sistema tributario suciente y actualizado y adaptado a los
impuestos componentes de las Haciendas desarrolladas de Europa. Precisamente, el sistema tributario espaol heredado por nuestra democracia responda a una estructura anticuada, asentada en el dominio de los viejos tributos
de producto, en los gravmenes mltiples sobre el gasto y en la proliferacin
de los impuestos sobre consumos especcos. Sistema scal corto y rgido en
su recaudacin, injusto en su distribucin y obstaculizador del desarrollo al
bloquear la provisin de bienes y servicios pblicos que el crecimiento del
pas demandaba. La reforma del sistema tributario, pedida con reiteracin
por los estudiosos de nuestra Hacienda Pblica no se realiz a tiempo, lo que
paradjicamente no fue bice para obtener una situacin de equilibrio
presupuestario y reducido volumen de deuda pblica porque esos objetivos se
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Vid., sobre este punto la excelente sntesis ofrecida en el trabajo de la profesora CARMELA
MARTN: La convergencia real con Europa: un referente clave a la poltica econmica espaola,
publicado en Papeles de economa espaola, n. 63, 1995.
135
La importancia de ese doble componente de las inversiones acenta la necesidad de su disponibilidad para intensicar el desarrollo y favorecer la convergencia real. Precisamente los dcit en esas inversiones (y la menor acumulacin de capital en esas partidas) constituye la gran diferencia entre los
pases centrales y desarrollados de la Unin Europea y las regiones perifricas
y menos desarrolladas, lo que diculta el desarrollo y la convergencia real de
estas. El reconocimiento de esta posicin diferencial frente a las oportunidades de crecimiento de los pases menos desarrollados de la Unin Europea
es la que ha dado su fundamento a la poltica regional comunitaria. Como
subraya el Informe Emerson 58, la evolucin de la poltica comunitaria ha ido
tomando conciencia de esa peor situacin competitiva en la que se sitan los
pases menos desarrollados y las empresas que en ellos operan para acceder a
un mayor desarrollo y cerrar las diferencias que los separan de los pases centrales ms desarrollados y ha concretado esa situacin desigual en la ausencia/
deciencia de ciertos tipos de infraestructuras (transportes, comunicaciones)
y de las inversiones en educacin, formacin de la mano de obra y en actividades en I+D. Son las inversiones en esas partidas las que tratan de asistir y
favorecer las ayudas de los fondos estructurales comunitarios. Justamente las
partidas que las modernas teoras del desarrollo econmico consideran como
fundamentales para favorecer su intensicacin.
Si se atiende a los razonamientos anteriores, puede concluirse que el ingreso
de Espaa en la Unin Europea constituy una decisin histrica fundada para
acceder a un espacio econmico que nos ofreca oportunidades claras e importantes para nuestro desarrollo y para conseguir la convergencia real de la economa espaola con la de los pases comunitarios. Sin embargo, aprovechar estas
oportunidades nos reclamaba el cumplimiento de un conjunto de deberes y nos
conceda un conjunto de derechos que constituan una premisa de nuestro desarrollo en el espacio europeo. Deberes de coherencia sobre los que se ha insistido
en la exposicin anterior, en primer lugar, lo que supona implantar el modelo
de economa abierta con la vigencia de los cuatro principios que lo denen: apertura exterior, estabilidad interna de precios, liberalizacin e implantacin de la
competencia en los mercados internos de bienes, servicios y capitales con una
nueva regulacin del mercado de trabajo y modernizacin del sector pblico.
Aceptar estos principios para organizar nuestro sistema econmico constitua
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terior (1890-1930), marcar de forma indeleble la produccin espaola y denir las oportunidades y limitaciones del desarrollo del pas.
La etapa siguiente de cierre de la economa al exterior se diferenciar claramente de la descrita en el perodo 1890-1930. Porque, en efecto, desde 1930 el
Arancel Camb perder defacto su carcter de intrprete de la regulacin de la
apertura exterior en benecio de mtodos ms contundentes de cierre del mercado interno, iniciados en la dcada de 1930 (contingentes a la importacin,
restriccin en la utilizacin de divisas y aparicin del bilateralismo).
Ese sistema protector se prolongar en su vigencia en Espaa en los aos
cuarenta y cincuenta de este siglo, ahora en abierta discrepancia con los sistemas de comercio dominantes en el mundo occidental, que vivan su lenta
pero perceptible liberalizacin, en esas dcadas. Aunque, a partir de nales de
los aos cincuenta, se ir corrigiendo el cierre extremo del mercado interno
espaol 65, el modelo castizo registrar el fracaso nal de su aplicacin en 1959,
para lograr su fundamental objetivo: alcanzar, con la poltica de sustitucin de
importaciones, el desarrollo econmico del pas.
Como ha armado el profesor Velarde 66 fue la situacin insostenible de la
balanza de pagos en 1959 para nanciar las importaciones ms indispensables,
reclamadas por nuestro sistema productivo y el aumento de las inversiones, a
los que no pudieron atender nuestras exportaciones, los que forzaran el desequilibrio dramtico de nuestra balanza de pagos que impondra la adopcin
del Plan Nacional de Estabilizacin Econmica de 1959. El principio bsico
del Plan la apertura exterior constitua la confesin de la inadaptacin
total del primer principio del modelo castizo a la hora econmica que viva el
mundo en los aos nales de los cincuenta, en los que la apertura exterior y la
expansin del comercio mundial se haban convertido en la fuerza que arrastraba el crecimiento del producto y el desarrollo de las economas nacionales.
Esa liberalizacin-crecimiento del comercio mundial constituira el secreto
de la que Rostow 67 denominara la larga etapa de auge econmico mundial
de 1951-1973. Presionada por este espectacular desarrollo exterior y ahogada
por la situacin interna de la balanza de pagos, la poltica econmica espaola
aceptara al n el principio de la apertura exterior y la liberalizacin de sus
intercambios con el resto del mundo en 1959. Sin embargo, la liberalizacin
exterior, decidida en 1959, fue parcial (con segmentos internos del comercio
exterior sustrados a la misma: por ejemplo, comercio de Estado y el comercio
65
Esta evaluacin es la que el profesor Jos Luis Garca Delgado sita en los aos cincuenta
que expresivamente denomina La dcada bisagra en su ensayo La industrializacin y el desarrollo
econmico de Espaa durante el franquismo, publicado en NADAL, J.; CARRERAS, A. y SUDRI, C.
(Eds.): La economa espaola en el siglo XX. Una perspectiva histrica, Ed. Ariel, Barcelona, 1987,
p. 70.
66
VELARDE, J., El nuevo planteamiento del comercio exterior espaol, Anales de la Real
Academia de Ciencias Morales y Polticas, n. 70, 1993; Vid., asimismo: El nuevo planteamiento del
comercio exterior espaol, trabajo publicado en Papeles de economa espaola, n. 62, 1995.
67
Vid., ROSTOW, W. W., The World Economy. History and Prospects, MacMillan Ed. Nueva
York, 1978.
141
142
El segundo principio del modelo castizo de nuestro comportamiento econmico contemporneo es la despreocupacin por asegurar la estabilidad interna de los precios y la del tipo de cambio de la peseta. Nuestras quejas las
de los polticos y las de los ciudadanos sobre los males de la inacin y las
consecuencias negativas de la devaluacin de la peseta, cuando han existido,
han sido siempre retricas, oportunistas y pasajeras. La historia contempornea de Espaa desde la Restauracin prueba que la estabilidad de los precios y
tipo de cambio de la peseta no han contado ni con la garanta de las instituciones que las aseguraran ni con la aplicacin decidida y continuada de las polticas macro y microeconmicas de estabilidad que trataran de servirlas, lo que
explica las numerosas secuencias inacionistas padecidas por el pais, seguidas
de devaluaciones de la peseta y las estabilizaciones que las acompaaron que
han detenido, con frecuencia indeseable, nuestro desarrollo econmico.
Esa apertura permanente de la economa espaola a la inestabilidad de precios y tipos de cambio de la peseta, data, de nuevo, de la etapa de la Restauracin y se fundamenta en la carencia de las tres bases institucionales encargadas de evitarla:
1. Espaa no contara con un sistema monetario metlico que disciplinara la creacin de dinero desde el fracaso del sistema monetario bimetlico
introducido por el Real Decreto de 19 de octubre de 1868. Las dicultades de
sostener ese sistema bimetlico forzaran, en 1883, a la suspensin del cambio de billetes por oro. Disposicin sta de importancia histrica fundamental
pues la misma supuso que, a partir de entonces, el sistema monetario espaol
pasase a ser un sistema de patrn ducidario con un tipo de cambio exible
para la peseta. Como arma el profesor Gabriel Tortella 69, Espaa ingres en
el patrn duciario preczmente en 1883 y jams se volvi a establecer un patrn metlico pese a los numerosos intentos posteriores articulados en torno
al patrn oro.
Espaa vivira as su recorrido econmico contemporneo con la vigencia
continuada de un patrn duciario, sin limitacin institucional alguna para la
creacin de dinero y el mantenimiento del tipo de cambio de la peseta. Esa larga vigencia del patrn duciario sin regulacin institucional es la que se altera
con el ingreso de Espaa en la disciplina del mecanismo de cambios del SME
que se realiza en junio de 1989. Una decisin que modica la precoz y antigua
aceptacin del patrn duciario sin disciplina adicional alguna con la que Espaa haba vivido desde 1883. De nuevo aqu nos encontramos al igual que
sucedi con la apertura exterior aceptada en nuestro Tratado de Adhesin a la
Comunidad Europea con un principio exigido por el modelo abierto de nuestro desarrollo, bien diferente del principio del modelo castizo que haba regido
hasta entonces porque la disciplina del SME obligaba a contar con una poltica monetaria y econmica garante de la estabilidad de precios y tipo de cambio a que nos obligaba nuestra convivencia en la Unin Europea y en el SME
69
Vid., TORTELLA, G., El desarrollo de la Espaa contempornea. Historia econmica de los
siglos XIX y XX, Ed. Alianza, Madrid, 1994, pp. 148-149.
143
Vid., OLARIAGA, L., La poltica monetaria en Espaa, Ed. V. Surez, Madrid, 1933, pp. 89 y
ss.
71
Vid., Poltica monetaria, trabajo incluido en la obra El desarrollo Econmico de Espaa,
juicio crtico del Banco Mundial, obra recopilada bajo la direccin de FUENTES QUINTANA, E., Ed.
Revista de Occidente, Madrid, 1963, p. 98.
72
Vid., op. cit, p. 98.
144
145
estado vigentes durante ms de un siglo y han llegado prcticamente hasta nuestros das y es en stos donde se plantea la urgente necesidad de su reforma pues
resulta incompatible con nuestros compromisos europeos. Esa larga vigencia
del modelo castizo ha creado una fuerza que es, quizs, la que diculta ms su
reforma actual: ha acostumbrado a vivir a la sociedad espaola con la inestabilidad de los precios y el tipo de cambio exible de forma que ese comportamiento
histrico ha dicultado y diculta el logro de la estabilidad y la lucha contra la
inacin. Porque, como se armaba por el Banco de Espaa en su Informe de
1994: slo si los agentes econmicos y la sociedad espaola en su conjunto
comparten el objetivo de lograr un crecimiento sostenido y no inacionista y lo
refrendan con sus decisiones, ese objetivo podr alcanzarse 75. Algo de lo que
depende, adems, el logro de nuestra convergencia real con los pases comunitarios, n prioritario de nuestra integracin en la Unin Europea.
Esa posicin del modelo castizo frente a la estabilidad econmica es el que
ha debido reformarse para ajustarlo a los principios de una economa abierta. Esos cambios inspirados y exigidos, al mismo tiempo, por la integracin
en Europa de nuestra economa son cuatro: 1. La aceptacin de un sistema
monetario con el ingreso de Espaa en junio de 1989 en el mecanismo de
cambios del SME. Vivimos hoy en un patrn duciario pero con la vigencia de
las reglas de disciplina que establece el SME y que sabemos que conceden una
prioridad bajo la que no hemos vivido durante ms de un siglo a asegurar
institucionalmente las condiciones de estabilidad monetaria y tipo de cambio
de la peseta; 2. Contamos hoy con un Banco de Espaa cuya autonoma ganaba, en 1994, la independencia de las decisiones del Ejecutivo y le obligaban a
atender al objetivo prioritario de la estabilidad de precios y al mantenimiento
del tipo de cambio jado por el gobierno; 3. Para lograr esas nalidades nuevas el Banco de Espaa debe contar con los medios adecuados que permitan
instrumentar un control monetario ecaz, lo que le compromete a jar los
objetivos de la poltica monetaria, aprovechando y renovando la experiencia
acumulada desde que, en 1973, se abandona el sistema de dinero pasivo y se
inicia el control activo y continuo de las magnitudes monetarias, y 4. Hoy no
es posible aceptar por la poltica monetaria la nanciacin directa ni indirecta
del dcit pblico porque lo prohiben nuestros compromisos europeos. El dcit debe encontrar su cobertura en los mercados nancieros en condiciones
de competencia con otras demandas de fondos.
Vivir en el mundo que denen esas cuatro condiciones, sancionadas por reformas irreversibles e incorporadas a las instituciones que condicionan nuestra
poltica monetaria y presupuestaria, impone el reconocimiento de la magnitud
del cambio que suponen esas caractersticas del modelo de economa abierta
para alcanzar la estabilidad y que nos exige la convivencia de la economa
espaola en el rea de la Unin Europea. Porque esas cuatro condiciones, al
igual que ocurra con las derivadas de la apertura exterior, no es que sean distintas a las que denan el modelo castizo sino que son, justamente, las opues75
146
Vid., BANCO DE ESPAA, Informe anual, Ed. Banco de Espaa, 1994, p. 21.
tas. Es esta situacin la que nos obliga a tomar conciencia de sus dicultades
y de la necesidad de contar con la voluntad social y poltica que haga factibles
esas nuevas condiciones de estabilidad monetaria y las incorpore a nuestro
comportamiento econmico como un deber de coherencia fundamental con
el que lograr la convergencia real de la economa espaola con la de los pases
de la Unin Europea, propsito ltimo que legitim y legitima nuestra
pretensin de integrarnos en el rea europea.
La tercera caracterstica que dene al estilo castizo, es la proteccin de los
sectores productivos por la regulacin intervencionista del Estado, alejando
a los mercados de la liberalizacin y la competencia. Un intervencionismo de
claro signo corporativista, instado por y concedido a los agentes econmicos.
Este peculiar intervencionismo espaol, que asienta el modelo castizo durante
los largos aos de su vigencia, es el que ha dado su origen a un sistema econmico intervenido, que puede denominarse capitalismo corporativo, acentuando con ello la presencia de los intereses econmicos de los distintos grupos
sociales sobre las decisiones de la poltica econmica. Una presencia sta de
antigua data, como han revelado los trabajos de los profesores Romn Perpi 76 y Juan Velarde 77.
El origen de este rasgo identicador del modelo castizo, se encuentra en el
proceso de concentracin de sectores productivos que precede al llamado gobierno largo de Maura, en 1907, Y en las medidas intervencionistas con las que
se favorecieron sus intereses de 1907 a 1909 78. Un proceso que se extiende en la
etapa que va de 1916 a 1923, contando con la inspiracin dominante de Camb y que consolida la poltica intervencionista y corporativista de la Dictadura
con dos reas diferentes de actuacin: la del corporativismo productivo y las
relaciones laborales a travs de un corporativismo corporativo paritario 79. El
rgimen corporativo de los Comits paritarios se alterar con la implantacin
de los Jurados mixtos en la II Repblica, provocando un enfrentamiento continuo con la patronal. De otra parte, el corporativismo productivo continuar
76
Vid., De economa hispana, apndice al Comercio Internacional de HABERLER, G., Ed.
Labor, Barcelona, 1936, pp. 445 y ss.
77
La organizacin del capitalismo corporativo espaol, artculo publicado en Papeles de
economa espaola, n. 21, 1984, pp. 12 y ss. Vid., asimismo, Nace una poltica industrial corporativista, intervencionista, populista y nacionalista: la del gobierno largo de Maura (1906-1909),
trabajo indito que he podido consultar por la amabilidad de su autor.
78
Vid., VELARDE, J., Nace una poltica industrial, op. cit., supra nota 34.
79
Entre los principales anlisis de la fase de la Dictadura deben destacarse el trabajo pionero
de VELARDE, J.: Poltica Econmica de la Dictadura, 2. Ed., Guadiana, Madrid, 1973; el estudio posterior de SHOLOMO BEN-AMI, La dictadura de Primo de Rivera 1923-1930, Ed. Planeta, Barcelona
1983, con amplia informacin, no siempre bien interpretada, y el conjunto de ensayos del nmero
10 de Cuadernos econmicos de ICE, 1979, compilados por Carlos Velasco. Deben destacarse asimismo los trabajos contenidos en el volumen editado por GARCA DELGADO, J. L., La crisis de la
Restauracin, Espaa entre la I Guerra Mundial y la II Repblica, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1986; y
el trabajo de este mismo autor: Autoritarismo poltico y tensiones econmicas: un balance crtico
de la poltica econmica de la Dictadura de Primo de Rivera en Espaa (1923-1930), publicado
en El trimestre econmico, n. 198, 1983, pp. 807-828.
147
148
Por otra parte, el sistema nanciero que registr la reforma de 1962, no recibira en ella los cambios necesarios capaces de denir una poltica monetaria
activa que controlase el crecimiento de la cantidad de dinero, ni tampoco incorporaba la necesaria liberalizacin del sistema nanciero. Muy al contrario
de este ltimo propsito, el sistema nanciero se sometera a una mayor intervencin que, grcamente, ha calicado Raimundo Poveda 83 como un despotismo nanciero ilustrado, que se manifest a travs de una multiplicacin
de los coecientes de inversin y el ejercicio de un poder discrecional sobre
los fondos nancieros disponibles a travs de la llamada Junta de Inversiones
que pondra los fondos precisos sustrayndolos a los mercados y las instituciones nancieras al servicio de los sectores productivos decididos por la
economa recomendada de los Planes de Desarrollo.
En tercer lugar, el modelo castizo del mercado de trabajo responda a unas
caractersticas de antigua data que es necesario conocer porque su fuerte
arraigo en las instituciones y en las conductas colectivas de los agentes sociales comportaban unas rigideces extraordinarias en su funcionamiento, que
concluan en una utilizacin ineciente y costosa del recurso bsico que, para
toda sociedad, supone el empleo de su fuerza de trabajo. Esta versin castiza
del mercado de trabajo, plenamente vigente tras la adopcin del Plan Nacional de Estabilizacin de 1959, ha ido prolongando su perturbadora presencia
hasta el momento actual, convirtindose en el problema econmico en el que
se aprecian, con mayor intensidad, las contradicciones y querellas entre el
modelo de economa abierta demandado por nuestra integracin en la Unin
Europea y el modelo castizo a que respondi histricamente y an responde el mundo espaol de relaciones laborales.
Cmo se construye y con arreglo a qu principios se conforma esta regulacin castiza del mercado de trabajo? Se ha armado anteriormente que sus
races son lejanas y en gran parte denunciadas por las investigaciones de los
profesores Juan Velarde 84, Julio Segura 85 y Jos Luis Malo de Molina 86. Apoyndose en sus trabajos es posible describir el origen de este modelo castizo
peculiar de relaciones laborales, los principios que lo conforman y los motivos
que explican su singular pervivencia entre nosotros.
83
Vid., Los circuitos privilegiados del sistema crediticio, articulo publicado en Papeles de
economa espaola, n. 3, 1980, pp. 114 y ss.
84
Vid., Sindicalismo y recuperacin econmica en Espaa: una reexin obligada, trabajo
publicado en los Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Polticas, Vol. 71, 1994, pp. 287
y ss.
85
Vid., Algunas reexiones sobre la reforma del Mercado de Trabajo, publicado en Anales
de la Real Academia de Ciencias Morales y Polticas, Vol. 70, 1993, pp. 77 y ss. Vid., asimismo La
industria espaola y la competitividad, discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Polticas, Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1992.
86
Vid., El debate sobre la exibilidad del mercado de trabajo, Ed. Fundacin FIES de las
Cajas de Ahorros, Madrid, 1988. Vid., asimismo: Diez aos, op. cit., nota 11.
149
150
151
y ss.
152
Estas observaciones son las alegadas con acierto por MALO DE MOLINA, J. F. , op. cit., pp. 83
153
154
En el del Gasto Pblico, que muestra concluyentemente su literal explosin cuantitativa. De un 24,9 por 100 del PIB, en 1975, el Gasto Pblico
alcanzar el 48,3 por 100 del PIB en 1994. Causas mltiples explican
ese aumento formidable: el crecimiento de las prestaciones de la Seguridad Social, que extiende e intensica la red de proteccin del Estado del
bienestar: el apoyo a los sectores productivos para su subsistencia en un
clima de liberalizacin y competencia; el aumento continuo de los gastos
de consumo y del empleo pblico y, en menor medida, el crecimiento de
la inversin pblica, escandalosamente reclamado por el desarrollo de la
produccin privada y al n atendido desde 1989, cuando ms comprometida era la situacin presupuestaria.
En el aumento de la presin scal, que pasar del 21,6 por 100 del PIB
en 1975, a 36,2 por 100 del PIB en 1994, aumento posible gracias a la reforma programada con anterioridad a 1975 y ejecutada, posteriormente,
con limitaciones y retrasos, pero que permiti aumentar sustancialmente los ingresos pblicos y reducir, pero no impedir, el dcit presupuestario.
En la omnipresencia del dcit pblico, en particular desde 1982, y el
aumento espectacular de la deuda pblica, que pasar del 13 por 100 del
PIB en 1985 al 63,5 por 100 del PIB en 1994.
Los comportamientos de las Administraciones Pblicas en esos seis escenarios han situado en un lugar prioritario en la agenda de la poltica econmica
espaola a la reforma de esas conductas para ajustarlas a las demandadas por
un modelo de economa abierta, capaz de conceder suciencia y exibilidad a
la poltica presupuestaria de la que hoy carece, dominada como est por
el rgido y permanente desequilibrio de sus cuentas.
La experiencia vivida desde 1975 por la Hacienda Pblica espaola transmite
un conjunto de mensajes de necesaria contabilizacin para su posible reforma 90. Primero, el obvio y fundamental de su propia y prioritaria necesidad. La
colaboracin de la poltica presupuestaria con la reduccin de su dcit y la
contencin de su endeudamiento a una poltica econmica de estabilidad, constituye un comportamiento bsico y permanentemente ausente. Es obvio que la
poltica de estabilidad no puede dejarse al solo cuidado de la poltica monetaria
o a una mezcla ineciente de poltica monetaria y presupuestaria, debida a
la falta de colaboracin de esta ltima. En segundo lugar, la restriccin presupuestaria para lograr su contribucin a las tareas de la estabilidad no puede encomendarse a las medidas inecientes de los aumentos de la presin scal (que,
como demuestra la experiencia espaola, relajan la disciplina del gasto pblico
provocando su crecimiento, al tiempo que afectan negativamente a los alicientes
de la produccin privada), ni a la disminucin de las inversiones pblicas (con
efectos transitorios sobre el dcit pblico pero con consecuencias negativas y
perdurables sobre la productividad general de la economa). En tercer lugar, la
existencia de tres problemas estructurales que disminuyen el margen de maniobra a corto plazo para la reduccin del dcit pblico y que deben corregirse
por actuaciones perseverantes a medio y largo plazo como son: un fraude scal
estimado, conservadoramente, en un 5 por 100 del PIB, la inercia existente en
el crecimiento del gasto y la presencia de un incrementalismo en las decisiones
90
Esos mensajes han sido sugeridos, con todo acierto en mi opinin, en el trabajo de GONZLEZ
PRAMO, J. M., Presupuestos Generales del Estado para 1995: el difcil anclaje de la credibilidad
presupuestaria, publicado en Cuadernos de informacin Econmica, n. 91, 1991, pp. 16 y ss.
155
156
Los valores del ltimo ciclo en Espaa se han caracterizado por su intensidad. La tendencia de nuestra economa a sobre-reaccionar a los impactos exteriores de crecimiento/recesin constituye una caracterstica
que conrman los datos cuando se utilizan series histricas ms dilatadas que las recogidas en el Grco 1, pero que ratican tambin las del
ltimo ciclo, que el Grco 1 recoge, tanto por la magnitud del proceso
de expansin como por la intensidad de la recesin (ms acusadas en la
economa espaola que en las de la Unin Europea).
157
158
Un proceso de convergencia real, que no podr sostenerse en la dcada crtica de 1975-1985, en la que los factores causantes de la crisis afectan mucho
ms a la economa espaola que a la comunitaria. La convergencia real caer,
en 1985, hasta el 70,3 por 100 del PIB por habitante comunitario, un valor
que Espaa haba logrado ya en 1966. Dicho en otros trminos, la crisis econmica supondra para la economa espaola prcticamente una prdida de
159
veinte aos econmicos de convergencia real en los diez que dur la crisis
econmica.
El ingreso de Espaa en la Unin Europea, en 1985, inaugura una nueva
fase de convergencia real que nos lleva, con la recuperacin cclica de su economa ms intensa que la de los pases de la Unin Europea a ganar 5,9
puntos porcentuales en el ndice de convergencia real, situando el PIB por
habitante, en 1.631.864 (pesetas de 1994) en ese ejercicio de 1991.
En la cuarta etapa histrica, la economa espaola registrara, bajo el peso
de la desaceleracin productiva de 1991 y la recesin de 1992-1993, un retroceso en su convergencia real con Europa que ha continuado en el ao de
recuperacin de 1994. Espaa perdera en esta ltima etapa 0,5 puntos de
PIB por habitante relativo, situando su nivel absoluto en 1.648.614 (pesetas
de 1994).
De esta manera, el hecho ms destacado que el Grco 2 revela, como testimonio de la convergencia de la economa espaola con la de los pases de la
Unin Europea, es, como arma Jos Vials, que nuestra convergencia no ha
avanzado de forma consolidada y continua en los ltimos veinte aos. Como
concluye Vials, al analizar ese comportamiento el proceso de convergencia
real de la economa espaola muestra una excesiva dependencia de las condiciones cclicas y parece tener un lmite por lo que se reere a su acercamiento a
los niveles del PIB por habitante medio de la Unin Europea. Lmite que puede
cifrarse en un PIB per cpita espaol en torno al 80 por 100 del PIB per cpita
europeo 93. Un hecho importante que merece una explicacin: qu es lo que
ha sucedido para provocar la paralizacin del proceso de convergencia real de
la economa espaola en ese lmite insatisfactorio del 80 por 100 del PIB per
cpita europeo?, por qu la integracin de la economa espaola en la Unin
Europea no ha logrado superar ese lmite e incluso ha cado en los ltimos
aos de ese nivel de convergencia real?
Permtaseme aplazar la respuesta a estas preguntas fundamentales para
tratar de evaluar la convergencia real por otros indicadores disponibles que
ayuden a situar a la economa espaola frente a los complejos problemas que
plantea el proceso de su convergencia real con Europa. Estos indicadores
adicionales para evaluar la convergencia real de Espaa y la Unin Europea
apuntan a dos debilidades tradicionales e importantes de nuestro comportamiento econmico: la capacidad de generar empleo de la economa espaola,
apreciada por la evolucin de sus cifras relativas de paro en relacin con las de
la Unin Europea, y las liquidaciones de la balanza comercial como indicador
bsico de su competitividad y factor limitativo reiterado de su crecimiento a
largo plazo, liquidaciones de la balanza comercial que se compararn, asimismo, de nuevo, con las de la Unin Europea.
93
Vid., VIALS, J., Es posible la convergencia normal de Espaa? En busca del tiempo perdido, artculo publicado en Papeles de economa espaola, n. 62, 1995, p. 386.
160
161
162
GRFICO 4
EVOLUCIN DE LA BALANZA COMERCIAL
EN LA UNIN EUROPEA, PASES CENTRALES Y ESPAA
(saldo comercial en porcentaje del PIB)
163
uno de los motivos bsicos que han detenido la convergencia real del PIB espaol con el comunitario a lo largo del tiempo. Entre esas condiciones limitativas de nuestra competitividad exterior, adquieren especial importancia para
muchas opiniones los dcit existentes en las inversiones de capital humano,
tecnolgico y comercial y en las inversiones en infraestructuras que constituyen una causa destacada de la debilidad competitiva existente entre los pases
centrales y desarrollados de la Unin Europea y las regiones perifricas y menos desarrolladas como es la economa espaola.
Tres son las conclusiones hacia las que deseara llevar la atencin del lector
sobre los indicadores de convergencia y divergencia reales que muestran las
cifras expuestas del PIB por habitante, paro y saldo comercial en relacin con
las de la Europa comunitaria:
1. Espaa no ha logrado avanzar, consistentemente, en su PIB relativo por
habitante respecto de la Unin Europea en los ltimos veinte aos. Las variaciones del PIB han estado asociadas al comportamiento cclico de la economa
que ha chocado con el lmite del 80 por 100 del PIB por habitante comunitario.
La integracin en la Unin Europea no ha mejorado ese comportamiento que
constitua nuestro objetivo para legitimar el proceso de integracin en Europa.
2. Contempladas las cosas desde la perspectiva del paro, los resultados
son an ms preocupantes y muestran la existencia de problemas adicionales
que se resumen en la escasa capacidad de nuestra economa para generar empleo en etapas expansivas y su enorme fuerza destructiva en las fases criticas y
recesivas, que deben encontrar sus causas y remedios en explicaciones adicionales a las que se ofrezcan para las variaciones en la produccin. La regulacin
del mercado de trabajo constituye un centro de preocupacin decisiva de esta
importante divergencia real espaola.
3. El carcter crnico del dcit comercial, incluso en los aos crticos y
recesivos, testimonia la presencia de una dbil competitividad que constituye
un problema adicional que debe encontrar un lugar destacado en la agenda reformadora de la economa espaola para asegurar su crecimiento duradero.
Esas pobres realizaciones, que muestran los tres indicadores de convergencia-divergencia real de la economa espaola y la comunitaria, han originado
un empeoramiento del clima de la opinin pblica respecto a nuestra integracin en la Unin Europea. Podra armarse as, que los espaoles hemos pasado del extremo de un europesmo entusiasta e incondicional en el momento de la integracin a la posicin opuesta de dudar de su conveniencia en el
momento presente. Una oscilacin pendular que suele caracterizar a nuestros
comportamientos. En ese ambiente de duda y escepticismo ante el proceso de
integracin europea, que hoy domina entre muchos ciudadanos, parece conveniente preguntarse los porqus de esas pobres realizaciones que muestran
los indicadores de convergencia y tratar de encontrar en sus causas los remedios para esa desilusin y escepticismo.
164
165
ropea sin cumplir con esos deberes cuyo enunciado comienza con el repaso
de los que guran entre los llamados criterios de convergencia nominal. Esos
criterios destacan la importancia condicionante que, para lograr la convergencia real, tiene el reconocimiento, planteamiento y solucin de tres problemas
fundamentales: el logro de una estabilidad que reduzca nuestra inacin con
Europa, el dominio y reduccin del dcit y la limitacin/reduccin de la deuda pblica y la consecucin de tipos de inters capaces de permitir una nanciacin suciente de las inversiones privadas y pblicas.
Estos tres problemas son los que delimitan los conocidos criterios de Maastricht jados para la convergencia comunitaria de cara a participar en el proceso
de la Unin Monetaria. Las cifras contenidas en el Cuadro 1 nos dicen cmo los
espaoles hemos afrontado esos problemas a lo largo de la experiencia vivida en
la dcada transcurrida desde que rmamos el Tratado de Adhesin.
Cuando se analiza el cumplimiento de los criterios de convergencia nominal
por la economa espaola, lo primero que destacan las cifras del Cuadro 1 es
el alejamiento de la economa espaola de su observancia. Nuestra inacin
ha mejorado, desde 1985 a 1994, pero en este ltimo ejercicio nuestra tasa de
inacin continuaba manifestando su carcter diferencial respecto de la media
europea (1,6 puntos porcentuales) y tambin sobre la condicin establecida en
Maastricht (en 1,2 puntos porcentuales). Una tasa de inacin resistente a la
prdida de sus diferencias y, al parecer, anclada en ese nivel del 4 al 5 por 100
de su crecimiento anual, que la convierte en un problema fundamental de los
aos noventa. El dcit pblico ha permanecido, en los aos cubiertos por las
cifras del Cuadro 1, en el crecido nivel del 6/7 por 100 del PIB porque, aunque
en los aos intermedios del perodo que va de 1985 a 1989 se corrigieron esos
crecidos dcit, el comportamiento de nuestra Hacienda Pblica desde el ltimo ejercicio volvera a llevarnos, en 1994, a donde estbamos en 1985. Punto
de vuelta a un dcit pblico intenso al que se aade la mucha peor situacin
relativa en que nos colocaba el crecido nivel de la deuda pblica, que pasa
del 50,8 por 100 del PIB en 1985 al 63,5 por 100 del PIB en 1994, nivel que
excede el lmite del criterio de convergencia nominal de Maastricht, jado en
el 60 por 100 del PIB. Finalmente, los tipos de inters mejoran sus niveles relativos de 1985, situados en el 13,4 por 100 (2,5 puntos porcentuales superiores
a la media de la Unin Europea y 3,5 puntos porcentuales mayores que los
exigidos por el Tratado de Maastricht). Valores que, pese a su mejora en 1994,
mantenan sus diferenciales con la media de la Unin Europea (en 1,5 puntos
porcentuales) y con el criterio de Maastricht (en 0,4 puntos porcentuales).
La economa espaola no cumpla, as, al llegar el ao 1994, con ninguno de
los criterios de Maastricht y mantena unas diferencias generalizadas e importantes en su convergencia nominal con la Unin Europea.
Importa destacar que ese deciente comportamiento de los indicadores de
convergencia nominal ocasiona dos consecuencias de la mayor importancia:
1. La dicultad de participar en el proceso de la Unin Monetaria. El coste de
quedar marginados de ese proceso no puede subestimarse por la economa es-
166
167
3,5*
-3,0*
-9,1*
-2,0*
-1,2*
-14,0*
-6,9*
-2,9*
-10,7*
-12,6*
(7,2)*
-3,6*
-10,1*
-2,8*
-2,5*
(3,0)*
-3,8*
-4,5*
-3,0*
-5,5*
-4,3*
-2,9*
-14,1*
-7,0*
-5,6*
-2,4*
-9,6*
(1,3)*
-3,8*
-6,2*
-6,3*
-4,4*
-4,7*
-11,7*
-5,6*
1994
60,0*
126,0*
64,1*
42,5*
57,9*
50,8*
38,6*
104,3*
84,3*
5,4*
68,4*
66,5*
52,7*
49,6*
18,9*
67,6*
55,8*
1985
60,0*
140,1*
78,0*
51,0*
121,3*
63,5*
50,4*
89,0*
123,7*
9,2*
78,8*
70,4*
50,4*
58,5*
58,0*
92,9*
68,9*
1994
9,9*
11,6*
11,6*
7,0*
15,8*
13,4*
10,9*
12,6*
14,3*
9,5*
7,3*
27,7*
10,6*
7,8*
10,7*
13,0*
10,9*
1985
9,5*
7,7*
7,8*
6,9*
(..)*
9,9*
7,2*
8,0*
10,5*
7,4*
6,9*
10,6*
8,1*
6,7*
8,4*
9,5*
8,4*
1994
4,4*
Condicin de Maastricht
2,4*
2,0*
3,0*
10,9*
4,7*
1,6*
2,3*
4,0*
2,2*
2,8*
5,2*
2,5*
2,9*
1,5*
3,2*
3,1*
1994
1985
4,9*
4,7*
2,2*
19,3*
8,8*
5,8*
5,5*
8,6*
4,1*
2,3*
19,6*
6,1*
3,2*
5,9*
7,4*
5,8*
1985
Blgica
Dinamarca
Alemania
Grecia
Espaa
Francia
Irlanda
Italia
Luxemburgo
Holanda
Portugal
R. Unido
Austria
Finlandia
Suecia
Media Europa-12
Precios
de consumo (1)
CUADRO 1
LA CONVERGENCIA NOMINAL EN LOS PASES DE LA UNIN EUROPEA
(cumplimiento de las condiciones de Maastricht. Aos 1985 y 1994)
0
1
4
1
1
2
0
0
4
2
0
2
4
2
0
1985
2
2
4
0
0
3
3
0
4
2
0
3
3
3
2
1994
Nmero
de indicadores
que cumplan
paola. Como arma Jos Vials 97, el coste de quedar marginados de la Unin
Monetaria supone renunciar a una mayor integracin comercial y nanciera
con la Europa comunitaria y a padecer las consecuencias de la incertidumbre
cambiaria que ello ocasionara a la economa espaola. La conanza de los
mercados exteriores en nuestra unidad monetaria y en los activos en pesetas
se vera seriamente afectada por esa exclusin de Espaa de la Unin Monetaria, con costes evidentes para nuestra economa, y 2. El incumplimiento de
las condiciones de la convergencia nominal afecta directamente al proceso de
convergencia real. No es posible alcanzar el objetivo de la convergencia real,
sin cumplir con las condiciones de la convergencia nominal. De forma que el
n que, en ltima instancia, legitima nuestra integracin en la Unin Europea
no podr alcanzarse sin cumplir con los requisitos indispensables de la convergencia nominal. Ambos procesos, como indica acertadamente Jos Vials 98,
tienen races comunes y resultan complementarios.
Por esa doble consecuencia, el logro de una mayor estabilidad, la reduccin
del dcit y de la deuda pblica y la consecucin de tipos de inters menos
divergentes, se convierten, as, en condiciones indispensables del desarrollo
de la Espaa de los aos noventa y en urgente deber de coherencia de nuestro
proceso de integracin en la Unin Europea.
Se ha armado con reiteracin anteriormente, que la estabilidad de precios
constituye una condicin para sobrevivir en un modelo de economa abierta y
competitiva como la que dene el espacio europeo. Y se ha insistido, tambin,
en que este requisito no contaba con una tradicin espaola que aanzase su
importancia y garantizase su cumplimiento. La falta de instituciones que concedieran credibilidad a la lucha contra la inacin y el incumplimiento reiterado
de los objetivos jados para la estabilidad de precios, han sembrado en nuestra
sociedad una desconanza permanente hacia las medidas estabilizadoras que
han concedido su motivacin profunda a la presencia de mecanismos de indiciacin de rentas con las que sus perceptores han tratado de defenderse de la
inacin no prevista y, sin embargo, muchas veces registrada. Por otra parte,
esa inestabilidad continuada de nuestros precios, no solamente ha sembrado la
desconanza en su accesibilidad sino tambin lo que es an ms grave las
dudas en su propia deseabilidad frente a otras metas de poltica econmica.
Es evidente que esa experiencia y actitudes tan negativas para denir y aplicar una poltica de estabilidad de precios se han traducido en la presencia continuada de nuestra inacin diferencial con la Unin Europea, que revelan con
tanta elocuencia los indicadores expuestos de convergencia nominal. Corregir
esa situacin constituye el primer requisito para lograr la convergencia real de
la economa espaola con la de los pases de la Unin Europea.
Es a ese propsito al que trata de servir la reforma institucional contenida
en la Ley de Autonoma del Banco de Espaa de 1 de junio de 1994. Como
97
98
168
169
costes que su logro pueda suponer a corto plazo. En palabras del Gobernador
del Banco de Espaa: Para que el banco central autnomo tenga xito en esta
tarea es necesario que la sociedad le respalde en el convencimiento de que la
inacin no resuelve los problemas sino que los agrava, de que la inacin es
un gran engao que devora los ahorros de las familias, aumenta las desigualdades, perturba la asignacin de los recursos productivos, acenta las uctuaciones de la produccin y el empleo y, en nuestro caso, obstaculiza la deseada
integracin en el rea europea de estabilidad y para que el respaldo nacido de
esa conviccin sea ecaz es preciso que se exprese en el comportamiento de
los agentes econmicos, privados y pblicos, cuyas decisiones afectan, contribuyen o acompaan al objetivo de la estabilidad 100.
La autonoma del Banco de Espaa solo podr reforzar ecazmente la necesaria poltica de estabilidad y, con ella, la convergencia real de la economa
espaola con la Unin Europea si se cumplen cinco condiciones 101 fundamentales:
1. Condicin previa: Contar con una poltica presupuestaria que permita una mezcla eciente con la poltica monetaria y no deje a sta en una
soledad costosa e ineciente para lograr la estabilidad econmica. Como ha
armado el Gobernador del Banco de Espaa: El ajuste scal tiene una gran
importancia desde el punto de vista de la poltica monetaria. A largo plazo, el
mantenimiento de dcit elevados y autoalimentados por una carga nanciera
creciente acaba siendo incompatible con las polticas monetarias de estabilidad. En horizontes ms cortos, la persistencia de fuertes dcit pblicos echa
una carga excesiva sobre las polticas monetarias de estabilidad y conduce a
elevaciones de los tipos de inters que imposibilitan una expansin sostenida
de la economa. El ajuste scal es imprescindible para desarrollar una combinacin adecuada de las polticas monetaria y scal y ganar credibilidad ante
los mercados, jueces fros y, a menudo, certeros de la evolucin y perspectivas
de las economas 102.
2. Para la consecucin del objetivo de la estabilidad de precios reviste una
gran importancia la estabilidad del tipo de cambio cuya jacin, segn la Ley
de Autonoma y los compromisos de Maastricht, es competencia del Gobierno.
En el marco de la formulacin de los objetivos monetarios del Banco de Espaa, el compromiso con la estabilidad cambiaria se entiende como el resultado
de un conjunto de polticas econmicas orientadas a la convergencia con las
economas ms estables de la Unin Europea. Es evidente que la autonoma
del Banco de Espaa puede verse limitada y sus posibilidades para alcanzar la
estabilidad de precios reducidas en el caso de que Espaa utilizara la poltica
100
Vid., Presentacin por el Gobernador del Banco de Espaa, ante la Comisin de Economa del Congreso de los objetivos de la poltica monetaria para 1985, publicada en Boletn
econmico del Banco de Espaa, diciembre, 1994, p. 14.
101
Las cinco condiciones expuestas en el texto varan las propuestas en el trabajo de ORTEGA,
R. (vid., supra nota 52). Son coincidentes las tres primeras, no la cuarta y quinta.
102
Vid., Presentacin por el Gobernador..., op. cit., supra nota 52, p. 12.
170
cambiaria para compensar las deciencias registradas en otras polticas econmicas o sustituir, con la depreciacin de la peseta, la ausencia de medidas
estructurales en campos decisivos de la actividad econmica.
3. La poltica de reduccin de la inacin y la mejora de las posibilidades
de desarrollo de la economa espaola debe contar, segn subraya el Gobernador del Banco de Espaa, con la realizacin de las denominadas reformas
estructurales, expresin que siempre corre el riesgo de convertirse en una referencia ritual y de dudoso contenido pero que, en la realidad, oculta, en la mayora de los casos, la conveniencia de adoptar medidas de signo liberalizador
frente a intervenciones excesivas o innecesarias, posiciones monopolsticas o
restricciones gremiales cuyo resultado habitual es el encarecimiento de los
bienes y servicios y el desaliento de la inversin, el avance tecnolgico y el
empleo 103.
4. Condicin destacada para que se mantenga la desaceleracin de la inacin y para favorecer la creacin de empleo segn ha acentuado en
distintas oportunidades el Banco de Espaa y, con especial insistencia, su Gobernador al presentar los objetivos de la poltica monetaria para 1995, es la
moderacin de las rentas salariales tardamente iniciada en Espaa en 1994 y
cuya continuidad debe ser asegurada as como la exibilizacin del mercado
de trabajo: Espaa ha subrayado el Gobernador del Banco de Espaa
solo podr hacer frente a los nuevos retos de la competencia internacional,
crear empleo a un ritmo adecuado y mejorar la retribucin real del trabajo si
genera y atrae inversin, no sustituye en exceso trabajo por capital, desarrolla
actividades con valores aadidos superiores a los actuales, mejora la calidad y
el nivel tecnolgico de su capital fsico o aumenta la cualicacin de su fuerza
de trabajo y acepta la movilidad resultante de la transformacin necesaria de
su estructura productiva. Para todo ello son necesarias tanto la moderacin en
el avance de los salarios monetarios como una mayor exibilidad del mercado
de trabajo en el marco de unas mejores relaciones industriales 104.
5. Slo en el marco del conjunto de las existentes condiciones anteriores
encuentra su sentido la denicin de una poltica monetaria cuyos objetivos
se denan en trminos de una tasa de inacin para un horizonte apropiado
y a medio plazo, que site la evolucin de los precios espaoles en la senda
de convergencia con el rea de estabilidad europea. Ello supone colocar, de
manera gradual y estable, la tasa de inacin, medida por el IPC, por debajo
del 3 por 100 a lo largo de los tres prximos aos. Para apreciar ese comportamiento de la economa se utilizarn un conjunto amplio de indicadores
que permitan vigilar la marcha de la estabilidad econmica deseada: tasa de
inacin atendiendo al IPC y sus componentes y a otros ndices (precios industriales, precios percibidos por los agricultores, valor unitario del comercio
exterior, evolucin de los salarios, costes unitarios del trabajo, mrgenes empresariales, presin de la demanda y cuentas exteriores as como de la poltica
103
104
171
172
173
estabilidad sobre la que se fundamenta la poltica econmica de la lucha contra la inacin no puede improvisarse en un pas que no la ha adquirido a lo
largo de su historia pero no es menos cierto que la Espaa de hoy, integrada en
la Unin Europea como va a su desarrollo econmico, viene obligada a forzar
su aceptacin y aprendizaje de la estabilidad si quiere lograr la convergencia
real de su produccin y renta con la de los pases comunitarios 105.
En segundo lugar, la poltica de estabilidad reclama la atencin a las condiciones de las que depende la ecacia de las medidas de poltica monetaria y
la primera de esas condiciones es la antes enunciada de contar con la colaboracin de la poltica presupuestaria. Nuestra experiencia reciente de los indicadores de convergencia nominal denuncia que la debilidad ms escandalosa
de nuestra poltica macroeconmica de estabilidad ha residido en la combinacin inadecuada de las medidas de poltica scal y poltica monetaria. Combinacin impedida siempre en sus dosis correctas por la soledad en la que la
poltica presupuestaria ha dejado a la poltica monetaria, condenando al pas
a un sacricio de su estabilidad o a la consecucin de resultados muy pobres y
costosos. No puede extraar tampoco que, por este motivo, el Gobernador del
Banco de Espaa haya dirigido sus advertencias ms reiteradas y dramticas a
lo que l denomina el ajuste scal necesario. Pues bien, ese ajuste de la poltica
presupuestaria resultar imposible sin realizar reformas de fondo que posibiliten su presencia. En efecto y como se ha expuesto anteriormente el modelo castizo de nuestra Hacienda Pblica que dominara la concepcin del
presupuesto, gastos e ingresos pblicos desde la reforma moderada de 1845
no ofreci el apoyo preciso para disponer de unas instituciones scales capaces de asentar la disciplina del gasto pblico y la suciencia y exibilidad del
sistema tributario con lo cual nos hemos encontrado con que, al llegar la democracia, los comportamientos de la Hacienda Pblica manifestaran la omnipresencia de un dcit en todos los aos vividos desde la etapa de la transicin
y con el actual crecimiento explosivo de la deuda pblica. Hoy sabemos que
la voluntad poltica, proclamada en cada ejercicio presupuestario para reducir
el gasto pblico, no constituye sino el abuso reiterado de una retrica estril
y que la nica solucin del permanente problema del dcit pblico espaol
y el aumento de su deuda, resultar imposible si las instituciones y procedimientos presupuestarios que lo impulsan no se reforman. Sabemos, tambin,
que las medidas restrictivas para reducir el dcit deben orientarse hacia la
limitacin del gasto pblico y no hacia el aumento de la imposicin y que padecemos la presencia de tres pasivos estructurales cuya permanente reduccin
105
Ese aprendizaje no es fcil. La inexistencia de una cultura de la estabilidad de precios y la
poca apreciacin ciudadana por el mantenimiento del valor del dinero dicultan la aceptacin de
la independencia del Banco Central y su servicio a la tarea prioritaria de la estabilidad de precios.
Una muestra de la dicultad latina de ese aprendizaje de la estabilidad es la que ha mostrado la
reciente e interesante controversia entre el consejero del Banco de Francia, Jean Boissonnat y
Philippe Sguin, Presidente de la Asamblea Nacional francesa y que ha discurrido en el diario
francs Le Monde (21, 22 y 26 de abril de 1995). Polmica recogida en Cuadernos de Infomacin
Econmica, n. 97-98 (abril-mayo, 1995), pp. 165 y ss.
174
175
176
177
ltica de reforma estructural del sector servicios cuenta con una excelente gua
para su realizacin, diseada por el Tribunal de Defensa de la Competencia,
tanto en los criterios que deben inspirar su estrategia general 110 como en los sectores que deben atraer la atencin prioritaria de la reforma. Las listas ofrecidas
por el Tribunal de Defensa de la Competencia han seleccionado los principales
sectores que deberan polarizar la atencin social y poltica: el de los transportes
(con logros importantes bajo la inspiracin de los informes y propuestas del Tribunal de Defensa de la Competencia en el transporte areo pero con reformas
pendientes, denunciadas por el Tribunal, en el transporte ferroviario), en las telecomunicaciones (con el adelanto logrado del proceso de liberalizacin instado
por la poltica de la Unin Europea, merced al impulso del Tribunal, pero con
decisiones pendientes an de ejecucin), en el sector de la energa elctrica (en
que se cuenta ya con la Ley del Sector Elctrico cuyo desarrollo es indispensable
as como la revisin de los procesos de concentracin del sector), en el mercado
del suelo (la reforma ms urgente, importante y pendiente de realizacin), en el
sector de las profesiones (reforma aplazada en 1992 y que no ha conseguido formulacin legal precisa ni menos an su aplicacin efectiva), en los monopolios
locales (en los que no se ha logrado remover los obstculos de ciertos servicios a
la competencia como los funerarios o los de transporte urbano), en el del comercio (en el que no slo no se ha extendido la liberalizacin y la competencia sino
que se ha retrocedido en aspectos fundamentales como el de los horarios comerciales y la restriccin a la implantacin de nuevas grandes supercies) y en otros
sectores (entre los que destacan las farmacias, puertos, cines y distribucin de
carburantes) que el Tribunal de Defensa de la Competencia tiene en estudio.
Aunque los cambios en las ideas sobre la necesidad de liberalizar los mercados de servicios e instaurar las condiciones de una mayor competencia hayan
ganado presencia en la sociedad espaola en los ltimos aos, es lo cierto que
solo unos pocos cambios se han llevado a la prctica. La reforma estructural
del sector servicios est, en su mayor parte, por hacer y sin su realizacin la
convergencia nominal y real de la economa espaola con la economa europea resultar imposible.
Excluido de los criterios de convergencia nominal de Maastricht y muchas
veces propuesto, gura el indicador comparado de las tasas de paro que maniesta la divergencia ms acusada, ms permanente y ms grave de la economa espaola con la comunitaria, segn se expuso anteriormente. Un indicador que ofrece una evolucin divergente en sus valores con los que registra
la marcha del PIB por habitante, lo que en principio reclama explicaciones
adicionales de ese comportamiento.
Esta armacin tiene que ser bien entendida porque el crecimiento del empleo tiene que basarse siempre en una condicin necesaria: la intensicacin
110
Lineas de poltica econmica general sobre la defensa de la competencia expuestas en los
informes del Tribunal. Vid., Remedios polticos, op. cit., supra nota 65, Captulo 3 (Criterios
para disear las polticas de liberalizacin, pp. 35 y ss) y Captulo 4 (Recomendaciones generales, pp. 45 y ss).
178
de la tasa de desarrollo de la produccin. Sin un ritmo de desarrollo econmico sostenido y prximo a la tasa de desarrollo potencial de la economa,
no cabe esperar un aumento del empleo. Quiere ello decir que el carcter del
empleo como variable derivada obliga a partir del desarrollo de la produccin
como una condicin necesaria. De ah que deba colocarse un acento de importancia sobre las condiciones de las que depende el desarrollo de la produccin
y de la inversin cuya vigorizacin es indispensable para favorecer el empleo
en nuestra sociedad. Es evidente que, entre estas condiciones para el aumento
de la inversin, guran las ya expuestas y que se reeren a la mejora de los indicadores de la convergencia nominal: sin una mayor estabilidad de precios no
ser posible crear el marco necesario para esperar un aumento de las inversiones; sin una combinacin adecuada de poltica presupuestaria y monetaria el
logro de la estabilidad resultar imposible y el riesgo de la inacin se acusar
sobre los procesos de inversin; sin unos tipos de inters menores no se posibilitarn las mayores inversiones privadas y pblicas; sin una poltica scal
que propicie el aumento del ahorro no contaremos con la base precisa para
fortalecer las inversiones y ese aumento del ahorro reclama una reduccin del
dcit pblico y un estmulo del ahorro familiar y empresarial que debe provenir de medidas de poltica tributaria. A la creacin de ese clima propicio para
la inversin y el desarrollo econmico debe contribuir tambin, como se ha
expuesto, una poltica del tipo de cambio realista y estable fundamentada en la
propia estabilidad de la economa. Las reformas estructurales de los mercados
de servicios constituyen, asimismo, un fundamento necesario para acrecer la
competitividad de la industria, mejorar la ecacia de la economa, aumentar
las posibilidades de su crecimiento y reducir la tasa de inacin.
Esa estrategia condicionante de la expansin de la produccin y la derivada
del empleo deben completarse con la ya expuesta en la primera parte de este
trabajo, consistente en favorecer las inversiones en capital humano y tecnolgico, lo que acenta la importancia crtica de las inversiones en educacin,
actividades en I+D orientadas a generar innovaciones propias y, sobre todo,
las tendentes a conseguir la asimilacin y adaptacin de las logradas en pases
ms desarrollados que el nuestro que acenten, particularmente, las que afectan a los procesos ms que a los nuevos productos. Aadir a esas inversiones el
mantenimiento de las pblicas que favorezcan las infraestructuras constituye,
asimismo, una parte de esa estrategia condicionante del desarrollo de la economa que aade un plus de productividad y posible expansin del producto.
Esa estrategia del desarrollo de las inversiones debera beneciarse de una poltica regional ms beligerante que la actual procedente de la Unin Europea
para fomentar y ayudar a su realizacin.
Todas esas condiciones constituyen datos de partida necesarios para crear
empleo en cuanto favorecen el desarrollo de la produccin y las inversiones
pero no constituyen condiciones sucientes para reducir los indicadores de
divergencia del paro. Existe un conjunto adicional de variables de las que la
desocupacin depende y cuya presencia explica la enorme divergencia existente entre el indicador del paro y del PIB por habitante entre Espaa y la Unin
179
Europea. Ya se han mencionado anteriormente las que se reeren a la poblacin activa: su intenso crecimiento proveniente de la burbuja demogrca de
la poblacin joven, efecto lejano del aumento de la natalidad de los aos sesenta y, por otra parte, la irrupcin de la mujer en los mercados de trabajo desde
nales de los aos setenta. Por otra parte, no puede ignorarse que el paro de
larga duracin y el de ciertos colectivos marginales plantea problemas especcos que reclaman explicaciones y medidas adicionales para su reduccin.
Factor decisivo de esa disparidad entre aumentos de inversiones y produccin
y crecimiento del empleo es el cambio tecnolgico que se maniesta en requerimientos cada vez menores de trabajo por unidad de producto y que plantean,
en todo caso, el problema de la adecuacin de los conocimientos de la mano
de obra para atender a la demanda de trabajo. Adicionalmente, la ocupacin
viene condicionada por el comportamiento del coste de uso del trabajo cuyos
tres componentes, reiteradamente aludidos con anterioridad, salarios, costes
laborales no salariales y costes laborales implcitos, dependen de la rigidez e
inadecuacin del mercado de trabajo espaol cuya reforma y aplicacin condiciona severamente las oportunidades de empleo.
La contemplacin de las condiciones de empleo y el paro, a partir de la exposicin anterior, es la que delimita las posibilidades y las medidas de la poltica
dirigida a elevar la ocupacin y reducir el paro en nuestra sociedad. Esa poltica,
segn las opiniones dominantes, debera orientarse en tres direcciones:
1. En el aumento del PIB y de las inversiones que posibiliten su desarrollo. Sin asentar el cumplimiento de las condiciones de la convergencia nominal
no ser posible crear el marco del que depende el desarrollo de las inversiones.
Exigencia que concede toda la importancia que realmente tienen a las reformas estructurales del sector pblico para denir una poltica presupuestaria
que permita cooperar con la poltica monetaria en una combinacin eciente
para contribuir a la estabilidad de la economa, a la jacin de un tipo de
cambio realista de la peseta y a las reformas estructurales de los mercados de
servicios. A esos condicionantes de la inversin y del crecimiento del producto
es preciso aadir, como factor adicional, el estmulo de las inversiones, al que
nos hemos referido, en activos intangibles (educacin, actividades en I+D que
favorezcan las innovaciones tecnolgicas y la asimilacin de las producidas en
otros pases) y las inversiones pblicas en infraestructuras, condicionante de
la intensicacin del desarrollo en una economa.
2. Las polticas de formacin profesional, tanto ocupacional como continua, deben constituir un componente prioritario de las polticas de empleo.
La alta rentabilidad de estas inversiones es algo que ha probado la moderna
literatura disponible, siempre que se atienda ms a su programacin cuidadosa que a la cuanta de los gastos en que se maniesta y concediendo la debida prioridad, que la experiencia avala con gran fuerza, a la formacin en
el seno de las empresas. Los defectos de la poltica de formacin profesional
en Espaa otorgan a la correccin y mejora de esta poltica una importancia
prioritaria.
180
181
182
GRFICO 5
EVOLUCIN DEL EMPLEO
(Ocupados)
Citado por VELARDE, J., op. cit, supra nota 41, p. 312.
183
A partir de esa concepcin ms exible de la contratacin laboral discurrira la opcin reformadora del mercado de trabajo de nales de 1984. Esta se
realiz por una modicacin del Estatuto de los Trabajadores, que ampliaba sustancialmente las modalidades de la contratacin temporal no causales
(principalmente, por la gura del contrato temporal de fomento del empleo y
los de formacin y prcticas). Esas nuevas frmulas de contratacin laboral
abran oportunidades nuevas al empleo al evitar los elevados costes de despido
de los contratos ilimitados y al ofertar crecimientos de salarios ms moderados. Esas oportunidades de mejorar la ocupacin, posibilitadas por las reformas de nales del 1984, iban a ser plenamente aprovechadas por la economa
espaola cuando sta, tras la rma del Tratado de Adhesin con la Comunidad
Europea en 1985, inicia el ciclo expansivo que dominar hasta 1991. El Grco 5 muestra como, de 1985 a 1991, la economa espaola creara 1.740.000
empleos, retomando as a la cifra de ocupacin lograda al comienzo de la crisis econmica en 1975, que se crea perdida para siempre pero que supona, en
ese ao, una tasa de paro del 15,7 por 100 de la poblacin activa, distante del
4,5 por 100 que esa misma ocupacin registraba en 1975.
La reforma laboral de nales de 1984 no constituira, sin embargo, una respuesta completa a los problemas planteados por la vigencia del modelo castizo
del mercado de trabajo pues evadi el planteamiento de las cuestiones de fondo, dejando intocado el sector dominante de los trabajadores con contrato indenido, que mantuvieron todas las garantas concedidas por el modelo castizo, asentadas por el franquismo y heredadas y mantenidas por la democracia.
GRFICO 6
EVOLUCIN DEL EMPLEO ASALARIADO
(Fijos y temporales)
184
Ahora bien, esa reforma del mercado de trabajo de nales del 1984, pese a no
abordar el cambio profundo necesario en las relaciones laborales, ocasionara
un conjunto de consecuencias sobre su funcionamiento de la mayor importancia. En primer lugar, la reforma producira una segmentacin del mercado
de trabajo derivada del crecimiento excepcional de la contratacin temporal a
partir de la consolidacin del proceso recuperador de la economa espaola en
1987. El Grco 6 presenta la particin relativa del mercado de trabajo motivada, bsicamente, por la gura del contrato temporal de fomento del empleo
por un mximo de tres aos y sin tener que justicar la temporalidad del vnculo. Los valores que alcanz la ocupacin de estos trabajadores, apreciada en
el grco 6, representados en el eje de ordenadas de la derecha, sumaban, al
nalizar el ao 1991, 3.111.000 trabajadores, frente a los 6.226.100 trabajadores con contrato indenido, apreciados en el grco 6 por los valores del eje de
ordenadas de la izquierda, que registraba, desde 1987, una prdida de 428.500
empleos con contratacin ilimitada. Esa segmentacin del mercado de trabajo
se corresponda no slo con la reforma legal de 1984, sino tambin con la propia segmentacin del comportamiento sindical. Como ha armado el profesor
Segura 114, fue el carcter corporativo de los sindicatos la causa de su actuacin
dual. En la medida que los parados no pueden sindicarse y que los contratados
temporales presentan tasas de aliacin sindical mnimas, resultaba coherente que los sindicatos defendieran los intereses de quienes tienen un puesto de
trabajo indenido y que, en consecuencia, presionaran ms en favor de la estabilidad en el empleo y el aumento de los salarios y no sobre la exibilidad controlada y la defensa de los intereses de los parados. Son estos intereses corporativos de los sindicatos los que les han llevado a defender posiciones errneas
que arman la evidencia de que el empleo no est relacionado con los salarios
o que la contratacin temporal ha reducido el empleo efectivamente creado en
la economa espaola. Esta actuacin sindical rearma la dualidad del mercado de trabajo con la consecuencia nal de que los ajustes de ese mercado
en cantidades (empleo) y precios (salarios) recaen diferencialmente sobre los
dos segmentos de trabajadores que lo integran. Como la determinacin de los
salarios se realiza en funcin de los intereses de los trabajadores con contrato
indenido que tienen costes mayores de despido que los temporales, si la elevacin negociada de los salarios induce a que la empresa tenga que ajustar el
empleo, este ajuste recaer entre los trabajadores con contrato temporal cuyos
costes de despido son menores. El resultado nal es la existencia de un ncleo
de trabajadores con contratos estables y crecimientos salariales garantizados
por la presin sindical desatada sobre los salarios en los convenios colectivos.
Frente a ellos, los trabajadores temporales, carentes de proteccin sindical de
sus intereses, sern quienes paguen las consecuencias de esta falta de adaptacin salarial a las condiciones de la economa con la condena de vivir una
historia laboral de contratos temporales interrumpidos por perodos de desempleo en funcin de los ciclos econmicos de la produccin.
114
185
Vid., por todos SEGURA, J., Algunas reexiones, Op. cit, supra nota 42, p. 82.
Vid., SEGURA, J., Algunas reexiones, op. cit., nota 42, p. 83.
117
Vid., SEGURA, J., Algunas reexiones, op. cit., nota 42, p. 81; Vid., asimismo JIMENO, J. F.,
y TOHARIA, L. : La penltima reforma del mercado de trabajo, artculo publicado en Economistas,
n. 64, 1995, p. 371.
118
Vid., SEGURA, J. : Algunas reexiones, op. cit, nota 42, pp. 8 y ss. Vid., asimismo JIMENO,
J. F., y TOHARIA, L., La penultima, op. cit., nota 74, pp. 371 y ss.
116
186
salariales pactados en los convenios colectivos es muy reducido, lo que prueba la existencia de una escasa relacin entre las condiciones de los convenios
colectivos y la situacin econmica de las empresas. Esa negociacin revela el
predominio de la negociacin sectorial, favorecida por las normas reguladoras
del mercado de trabajo en cuanto a la representatividad sindical y el principio
de la ecacia erga omnes de los convenios 119. En segundo lugar, la existencia
de los llamados convenios insignia 120 rmados para determinadas actividades
cuyas bases de crecimiento se toman como referencia para los restantes. Por
otra parte y en tercer lugar los altos costes de despido de los contratos con
duracin ilimitada, insensibilizan a los trabajadores que los disfrutan y refuerzan la presin y el poder sindical para negociar salarios que no se ajustan a las
condiciones agregadas del mercado de trabajo 121.
Finalmente, la existencia de la contratacin temporal hace que los trabajadores con contrato indenido estn menos expuestos al despido que pueda
ocasionar el desajuste de los salarios. Son los trabajadores con contrato temporal los que soportan los riesgos mayores del ajuste de plantillas en las etapas
recesivas. Esta mayor seguridad del empleo de los trabajadores con contrato
ilimitado favorece sus peticiones de elevacin salarial.
Fue a partir de los resultados negativos del mercado de trabajo durante la
fase crtica 1992-93 y de las reiteradas denuncias de la rigidez de las relaciones
laborales y sus consecuencias sobre la ocupacin, como se fragu la segunda
reforma del mercado del modelo castizo de relaciones laborales en 1994.
Valorar crticamente esta reforma del modelo castizo de relaciones laborales de 1994 reclama un reconocimiento de las caractersticas fundamentales
que han presidido su elaboracin y conocer los efectos de la reforma. Los
datos disponibles en la actualidad no permiten investigar detenidamente esas
consecuencias que la reforma ha producido sobre la contratacin laboral y el
comportamiento preciso de los agentes econmicos respecto de sus disposiciones innovadoras, aunque no se ignoren algunas de las caractersticas a que
parecen responder los convenios rmados bajo su vigencia. Por tanto, la valoracin que aqu se har de la reforma del mercado de trabajo de 1994 tratar
de comprobar hasta qu punto la estrategia de la reforma aborda los problemas de funcionamiento del mercado de trabajo, tal y como se han expuesto
anteriormente y contrastar en qu medida esa estrategia reformadora plantea
esos problemas con acierto y los riesgos que asuma al tratar de resolverlos 122.
Este anlisis concluir apuntando la presencia de la reforma laboral en los
convenios rmados en este ejercicio.
119
Vid., JIMENO, J. F., y TOHARIA, L., La penltima, op. cit., supra nota 74, p. 576.
Vid., SEGURA, J., Algunas reexiones, op. cit., supra nota 42, p. 82.
121
Vid., JIMENO, J. F., y TOHARIA, L., La penltima, op. cit., supra nota 74, p. 372.
122
Esa posicin es la que adopta el anlisis de JIMENO, J. F., y TOHARIA, L., Vid., La penltima, op. cit., supra nota 74, p. 370.
120
187
188
189
190
Vid., GARCA DURN, F., Perspectiva econmica, op. cit, supra nota 81, pp. 47 y ss.
side su funcionamiento, herencias directas del modelo castizo que testimonia su actual esclerosis en nuestro tiempo y que resulta irrenunciable
reconocer y corregir.
Aportar y privilegiar, con decisin, las inversiones en capital humano y
tecnolgico, permitiendo la importancia de las inversiones en educacin,
formacin profesional, actividades de I+D. Conceder un lugar prioritario
a las partidas presupuestarias que aseguran la provisin suciente y eciente de inversiones pblicas en infraestructuras.
En todos esos frentes de actuacin la economa espaola ha estado dominada por la inercia impuesta por el pasado modelo castizo y no por la decisin
reformadora que demandaba la implantacin del modelo de economa abierta, decisin reformadora en la que los espaoles nos jugamos el futuro. Para
no perderlo es condicin necesaria el abandono de las costumbres creadas por
el modelo castizo cuya omnipresencia histrica en el ltimo siglo he tratado
de mostrar en este trabajo, costumbres creadas y vigentes del modelo castizo,
incompatibles como he tratado de probar con el modelo de economa abierta
que reclama nuestra convivencia competitiva en el rea de los pases de la
Unin Europea.
Cambiar nuestras costumbres econmicas es el gran problema de los aos
noventa. Una tarea bien difcil porque, como armara un clsico de nuestra
mejor poca: Para los espaoles cambiar de costumbre es muerte. Es con el
reconocimiento de ese coste y esfuerzo singular con el que deberan enfrentarse los problemas decisivos que vivimos en esta dcada que cierra el siglo.
191
Es bien sabido que el proyecto de la integracin europea, del que forma parte la Unin Monetaria, ha cubierto tres etapas con compromisos diferentes.
Esas tres etapas estn referidas al Tratado de Roma, rmado en la capital
italiana por los seis pases fundadores el 25 de marzo de 1957; el Acta nica
Europea, acordada por los pases comunitarias en diciembre de 1985 y aplicada a partir de 1986; Y el Tratado de la Unin Europea para la formacin de la
Unin Econmica y Monetaria, rmado en Maastricht el 7 de febrero de 1992,
raticado por los Parlamentos de los Estados Miembros de la Comunidad a
nales de 1993.
Estos tres Tratados, dirigindose a objetivo comn de la integracin europea, han servido a propsitos diferentes de ese proceso.
El Tratado de Roma concentr su atencin primordial en crear un mercado
comn. Un Mercado Comn Europeo entre los seis pases fundadores que, al
ampliar las fronteras de los Estados nacionales que lo constituan, permitiera
impulsar su desarrollo econmico. Como arm Adam Smith, el desarrollo
econmico de un pas depende de la extensin del mercado y era la creacin
de ese mercado extenso, sin fronteras, entre los pases de una Europa con elevada produccin y renta nacionales la fuerza que permitira generar demandas
potentes de los distintos productos y servicios que avalaban e impulsaban el
desarrollo econmico de los diversos pases, especializndose en las producciones en las que tenan ventaja comparativa, fomentando as sus intercambios, sus producciones y el empleo de sus recursos. El funcionamiento inicial
del Mercado Comn Europeo ratic las esperanzas de los pases que lo constituyeron, permitiendo desarrollar con ms intensidad las producciones de los
*
193
pases fundadores que lo integraron y rmaron el Tratado de Roma. Un resultado nal, que animaba a los pases europeos que no estuvieron presentes en
la rma del Tratado constitutivo de la Comunidad Econmica Europea, a solicitar su adhesin. Se abrira con ello la lnea de ampliacin de la Comunidad
Econmica Europea que ha permitido pasar de los seis miembros fundadores
a los quince actuales, con la perspectiva de futuras ampliaciones.
Espaa lleg tarde a ese primer proyecto de la integracin europea, constituido por el Mercado Comn, a pesar de haber manifestado su voluntad de
hacerlo en fecha bien temprana: el 9 de enero de 1962. Han sido, pues, veintitrs aos largos los que transcurren entre esa fecha y la rma solemne del
Tratado de Adhesin a las Comunidades Europeas suscrito en el Palacio Real
de Madrid el 12 de junio de 1985.
Tres han sido los efectos fundamentales conseguidos por Espaa del Tratado
de Adhesin con las Comunidades Europeas como han destacado distintos anlisis. En primer lugar, el reconocimiento de nuestra democracia por los pases
europeos integrados en la Comunidad Econmica Europea. Esta consecuencia
es la que los gobiernos democrticos haban perseguido desde 1977, conocedores de que la negativa comunitaria a la negociacin con el rgimen autoritario
del franquismo y el ingreso de la Espaa democrtica constituira una conquista
poltica que avalara al nuevo Estado espaol, nacido con la Constitucin de
1978, pactada por todos los partidos polticos con representacin parlamentaria. En segundo lugar, la posicin europea de Espaa permita denir una poltica exterior con sentido. En tercer lugar, estaban los efectos econmicos de
la adhesin que supuso aceptar el llamado acervo comunitario a travs de un
perodo transitorio, en el que se opt por un modelo lento para la adaptacin de
nuestra economa, jndose un perodo transitorio pivote de siete aos para los
distintos sectores productivos. El Tratado de Adhesin supona la apuesta por
una economa de mercado que inclua: la apertura exterior y la aplicacin de la
poltica comercial exterior de la Comunidad Econmica Europea que eliminaba
los residuos autrquicos con los que an contaba nuestra poltica comercial; se
armaba, asimismo, la libre circulacin de trabajadores, capitales y servicios; se
consegua la aplicacin de las polticas comunitarias (agrcola, comercial y de
competencia) y se acentuaba la necesidad de conceder a la estabilidad econmica la importancia de convertirse en una condicin indispensable para asegurar un crecimiento duradero. La aceptacin de Espaa de ese modelo de crecimiento europeo concedi al sistema econmico espaol nuevas oportunidades
de desarrollo, claricando el futuro del pas y generando as unas expectativas
econmicas favorables de las que Espaa careca antes de su integracin. Adicionalmente, Europa viva, en el momento de rmarse el Tratado de Adhesin
con Espaa, una fase de recuperacin y expansin econmicas, lo que explica,
con todos los efectos anteriores, que la economa espaola comenzara a vivir
una etapa de singular crecimiento econmico a partir de 1985.
Con ser importantes esas consecuencias del Tratado de Adhesin, lo que
resultaba realmente decisivo de nuestro ingreso en la Comunidad Europea era
194
195
de despertar una oferta impulsada por las fuerzas de la competencia, y la innovacin para atenderla. La creacin de ese mercado interior verdadero exiga la
adopcin de un conjunto amplio de decisiones. En primer lugar, caminar hacia
un objetivo nal: el Mercado nico Comunitario al que se conceba como un
espacio sin fronteras en el que estara garantizada la libre circulacin de mercancas, personas, servicios y capitales. En segundo lugar, el mercado interior
precisaba para su culminacin de un conjunto de polticas de acompaamiento: cooperacin monetaria, cohesin econmica y social, poltica social,
polticas de investigacin y desarrollo tecnolgico y de medio ambiente.
Ese camino exigente para llegar al Mercado nico Europeo, consistente en
asentar las libertades y adoptar las polticas de acompaamiento, es el que se
programaba en su primer y esperanzador diseo operativo contenido en el Libro
Blanco sobre el Mercado Interior, elaborado por la Comisin Europea y adoptado
por el Consejo Europeo reunido en Miln el 30 de junio de 1985, documento
inspirador del Acta nica Europea, que iba a entrar en vigor en 1986. Diseo
operativo y esperanzador, se arma, porque el Libro Blanco abordaba el problema de la creacin del Mercado nico Comunitario como un objetivo movilizador de las decisiones de los agentes econmicos que debera ganar, para serlo,
credibilidad y a cuyo servicio el Libro Blanco pona un calendario preciso con
328 medidas (Reglamentos, Directivas y Recomendaciones) que deberan ser
propuestas por la Comisin y adoptadas por el Consejo de las Comunidades en
el transcurso de un perodo estricto que terminara el 31 de diciembre de 1992.
Pese a las denunciadas dicultades de lograr la construccin del Mercado
nico Comunitario en ese plazo comprometido, lo cierto es que, a nales de
1992, ese proyecto quedaba nalizado.
Fue en la cumbre celebrada en Madrid en junio de 1989, coincidiendo con
el ingreso de la peseta en el Sistema Monetario Europeo, cuando se aprobara
el Informe Delors que, partiendo de las ideas rectoras del Informe Werner de
comienzos de la dcada de los setenta, se expondran las ideas bsicas que
conguraban un nuevo objetivo de la integracin europea: crear la UME. El
Informe Delors orientara este nuevo proyecto comunitario con algunas recticaciones a su contenido en su versin nal.
Esa versin nal de la UME tendra dos etapas preparatorias para llegar a la
tercera etapa de su constitucin efectiva. La primera de esas etapas preparatorias debera ocuparse de sentar las bases de un Tratado que, de una parte, ofreciera los rasgos fundamentales de la UME y, de otra, deniera las condiciones
de cumplimiento necesario para el ingreso de los pases comunitarios que lo
deseasen en ese nuevo proyecto. El Tratado que regula la UME qued nalizado a principios de 1992, aprobndose en la ciudad holandesa de Maastricht.
La segunda etapa preparatoria de la UME atendera a dos objetivos distintos.
El primero, analizar el cumplimiento por los distintos pases comunitarios de
los criterios condicionantes del ingreso en la UME, mostrando sus principales dicultades y aconsejando a los distintos pases comunitarios sobre como
superarlas. Por otra parte, en esta etapa debera prepararse tcnicamente la
196
Unin por la Comisin de las Comunidades de la Unin Europea y por el Instituto Monetario Europeo (IME), creado por los Bancos Centrales de los pases
comunitarios como precedente del futuro Banco Central Europeo. Esa segunda etapa, iniciada en 1994, nalizara al trmino del ao 1998. El 1 de enero de
1999 comenzara la tercera etapa con la constitucin de la UME con los pases
fundadores de la misma a travs de las decisiones reglamentadas en el TUE y
de acuerdo con el calendario jado por el Consejo de Europa en su reunin de
Madrid de 1995.
El proceso unicador del Mercado nico alcanza su mxima intensidad al
incorporar la Unin Monetaria de la que el funcionamiento del Mercado nico
poda derivar importantes y decisivas ventajas. Figuran entre estas: la reduccin de los riesgos asociados a las variaciones del tipo de cambio (la moneda
nica mejorara as la ecacia econmica y favorecera la inversin y el comercio internacionales); la disminucin de los costes de transaccin por la sustitucin de las distintas monedas nacionales; la unicacin monetaria favorecera
la integracin al hacer ms transparentes las diferencias entre los precios de
los bienes y servicios de los distintos pases; la Unin Monetaria contara con
una ventaja decisiva al permitir el logro de una mayor estabilidad econmica y
conseguira, por esta va, una mayor eciencia en la asignacin de los recursos
disponibles, contribuyendo a la consecucin de una senda de crecimiento ms
estable; nalmente, la moneda nica el euro podra aspirar a convertirse
en una moneda de reserva internacional con la posible ventaja de aislar a la
economa europea de las uctuaciones del resto de las monedas reserva.
El principio obligado de cualquier anlisis de la economa espaola frente
al proyecto de la UME, lo constituye el examen de convergencia, que segn el
Tratado de la Unin Europea rmado en Maastricht el 7 de febrero de 1992,
debern aprobar los pases integrantes de la Unin Europea que deseen participar como fundadores en la Unin Monetaria Europea.
Ese examen de convergencia, de aprobacin necesaria para el ingreso en la
UME, supone, como todo examen, el conocimiento de tres componentes bien
diferenciados:
El conocimiento del temario del examen de convergencia que es preciso preparar y aprobar. Esto es; el cumplimiento de los criterios de convergencia,
establecidos en el TUE, en que debera basarse la decisin responsable de cada
pas comunitario de presentarse o no como candidato y en esos criterios se
basar, tambin, el juicio de los rganos que intervienen en la apreciacin nal
de esta pretensin.
La fecha del examen, la referencia temporal de los datos con los que se juzgar
el cumplimiento de los criterios de convergencia de los distintos pases que a
l comparezcan y el conocimiento de los rganos calicadores que intervienen
en la decisin del ingreso.
Los fundamentos en que descansa en la actualidad la pretensin de cada
pas para la aprobacin del examen de convergencia y la evaluacin de los riesgos que afectan a esa pretensin.
197
198
La fecha del examen ser la del ao 1998, con tres fases que culminarn con
la decisin nal del Consejo Europeo, en su composicin de Jefes de Estado y
de Gobierno, que harn pblicos en los primeros das de mayo (puente del 1 al
3) los pases fundadores de la UME.
El cumplimiento de los criterios de convergencia se evaluar con los resultados econmicos de 1997 y su sostenibilidad en el futuro. Es importante destacar que ser la convergencia sostenible el criterio calicador del examen.
Son varios los rganos calicadores del examen de convergencia que intervendrn en las diversas fases en que el mismo se divide. Ese proceso parte de dos
informes tcnicos: el del IME y el de la Comisin europea. Ambos informes se
referirn al cumplimiento de los criterios de convergencia por distintos pases.
Esos informes evaluarn pas por pas el cumplimiento de los requisitos de
convergencia en trminos de los resultados econmicos de 1997 y su sostenibilidad. La Comisin realizar con su informe una recomendacin al Consejo
al nivel de Ministros de Economa y Hacienda (ECOFIN), el cual, por mayora cualicada, adoptar una decisin evaluando para cada pas miembro si
cumple o no las condiciones para el ingreso en la UEM. El ECOFIN elevar y
recomendar sus conclusiones al Consejo reunido en su formacin de Jefes del
Estado o de Gobierno. El Parlamento Europeo ser consultado paralelamente
y emitir, asimismo, un dictamen al Consejo reunido en su formacin de Jefes
de Estado o de Gobierno. Es este Consejo el que, sobre la base de las recomendaciones del ECOFIN y los informes tcnicos del Instituto Monetario Europeo
y de la Comisin, as como del dictamen del Parlamento Europeo, adoptar la
decisin poltica nal, por mayora cualicada, que seleccionar a los pases
que iniciarn el proceso de la Unin Monetaria.
De esta forma, sobre una base tcnica (informes de la Comisin y su recomendacin y del Instituto Monetario Europeo) se adoptar la decisin poltica de
seleccionar a los pases que formarn parte de la Unin Monetaria (decisiones
del Consejo a nivel de Ministros y a su nivel de Jefes de Estado o de Gobierno).
As, pues, con distintos propsitos y con diversas competencias, los rganos o
instituciones que intervendrn en el proceso de decisin son: el IME, la Comisin Europea, el ECO FIN, el Parlamento Europeo y el Consejo reunido en su
formacin de Jefes de Estado o de Gobierno, rgano decisorio nal. El calendario previsto para la adopcin de esas decisiones se inicia, con la emisin de los
informes de la Comisin y el IME en marzo de 1998, la recomendacin del ECOFIN en abril de 1998, emitindose en parecida fecha el dictamen del Parlamento
Europeo. Todo ello para permitir que el Consejo en su nivel de Jefes de Estado
o de Gobierno, teniendo a la vista los trabajos de las instituciones mencionadas,
adopte una decisin nal a comienzos de mayo de 1998.
El examen de convergencia ajustado a los criterios que constituyen su temario y a los preceptos del TUE, que regulan el proceso de su calicacin que se
han expuesto, debe contar, como premisa clave de la decisin de cada pas de
la Comunidad de afrontarlo. Reriendo este problema a la economa espaola
hay que armar que, cuando se constitua el nuevo gobierno del pas, tras las
199
elecciones generales de 1996, el gobierno decidi orientar su poltica econmica con la referencia atenta y diaria de todas sus medidas a la superacin del
reto que supona cumplir con los criterios de Maastricht para el ingreso en la
UME en diciembre de 1997. Esta opcin transcendental se fundamentaba en
dos grupos de argumentos:
Como se ha armado, con razn que reconozco, hay que concluir que, por
duras que fueran las exigencias de ese ajuste econmico que planteaba el ingreso en la UME, y an existiendo dudas razonables sobre la medida en qu
Espaa podra beneciarse de todas las ventajas de la UME, existan tres razones para obrar as: a) La autoexclusin de un pas no poda signicar la
aplicacin de polticas diferenciadas para lograr mejores resultados. Cualquier
desviacin de las polticas nacionales de los criterios de disciplina scal y estabilidad econmica impuestos por el TUE para la participacin en la UME
seran sancionadas severamente por los mercados nancieros (globalizados)
y por los mercados de cambios de divisas; b) El Tratado de Maastricht y los
acuerdos posteriores establecan para los pases out (pases con derogacin,
esto es, situados al margen de la UME) una disciplina igual o superior a los
pases in (pases que decidieran ingresar en la UME); c) Por otro lado, no formar parte de la UME conllevaba a la marginacin de las decisiones adoptadas
en el seno de la UME, sin dejar de sentir por ello sus consecuencias, y d) Los
criterios de Maastricht de equilibrio econmico y estabilidad nanciera constituan principios bsicos para el desarrollo estable de la economa espaola
(como armara expresivamente el Gobernador del Banco de Espaa: lo que
es bueno para Maastricht es bueno para la economa espaola).
Esa poltica econmica espaola, plegada al reto del ingreso en la UME,
trataba de lograr una conducta acorde de la sociedad espaola para estabilizar
sus precios y alcanzar una situacin equilibrada y saneada de su Hacienda
Pblica. Unos objetivos que precisaban la aplicacin de polticas impopulares
que no han logrado denirse y aplicarse nunca autnomamente por nuestra
poltica econmica. En efecto, la historia de la poltica econmica espaola
prueba que los ajustes integrados por medidas de disciplina econmica y scal,
como los que demandaban nuestro ingreso en la UME, tendran que lograrse
presentndolos como retos y exigencias planteados a la economa es pan ola
por el exterior. A ese reto a la capacidad de adaptacin de la economa espaola realizado desde fuera, ha respondido positivamente casi siempre nuestra sociedad. El ejemplo ms destacado de esta armacin quizs se encuentre en el
Plan de Estabilizacin de 1959, en el que las exigencias de las organizaciones
internacionales (FMI, OCDE) constituyeron una premisa indispensable para
la aprobacin poltica y la aceptacin social de sus medidas. Como armara
el profesor Ullastres en aquella oportunidad: la estabilizacin de la economa
espaola hay que hacerla en nuestro pas desde el extranjero. Pues bien, el
gobierno de mayo de 1996 plante su poltica econmica con el objetivo de
entrar en la UME como un desafo al pas, derivado del cumplimiento de las
exigencias exteriores establecidas en Maastricht y comprometidas por Espaa. Un planteamiento que ha llevado a nuestra sociedad y a nuestros agentes
200
201
Deuda Pblica: 68,1 por 100 del PIB frente a 69,5 por 100 del PIB en 1996.
Criterio incumplido pero registrndose una disminucin del porcentaje
de la deuda en 1997, que la acerca al valor de referencia del TUE.
Tipos de inters a largo plazo: 6,8 por 100 frente al 8 por 100 en que se
encuentra el criterio de Maastricht.
Estabilidad del tipo de cambio. La peseta ha mantenido su paridad sin
devaluar desde hace ms de dos aos (marzo de 1995) y con cotizacin
estable de la peseta dentro del SME (requisitos de Maastricht).
La conclusin que se desprende de esos valores de los criterios de convergencia para Espaa es que, en 1997, Espaa cumple todos los criterios con
excepcin del de Deuda Pblica. Una excepcin que debe salvarse con una
interpretacin exible permitida por el Tratado de Maastricht.
En segundo lugar, no slo datos prueban el fundamento de la candidatura
de Espaa para su ingreso en la UME. Como antes se armaba, tambin ese
comportamiento de la economa espaola ha alcanzado una credibilidad generalizada de las principales opiniones tcnicas y la menos retrica, pero ms
importante, de los mercados nancieros.
El Director del Fondo Monetario Internacional armara en Santander el
pasado verano: Hace un ao ustedes se preguntaban entrar Espaa en
la UME? Hoy se preguntan quin entrar con nosotros?. El Comisario de
Asuntos Econmicos Yves Thiebaut de Silguy, al presentar las predicciones de
la Comunidad este otoo, arm: La situacin econmica espaola ha evolucionado muy favorablemente y es una de las ms alentadoras de Europa y la
misma opinin se contiene en el Informe de la OCDE sobre 1a economa espaola aparecido en 1998. Los mercados, a travs de las cotizaciones de los tipos
de inters (utilizando los diferenciales implcitos en los tipos de inters entre
Espaa y Alemania), maniestan una probabilidad de la entrada de Espaa en
la UME en 1999 superior al 90 por 100. Y lo ms signicativo: los mercados
han dejado de cotizar la probabilidad de que Espaa entre con retraso en la
UME. A juicio de los mercados, Espaa no slo va a entrar en la UME sino que
lo har en el grupo de cabeza en 1999.
Dos son las preguntas que plantea este comportamiento sorprendente de la
economa espaola que nos abre las puertas de la UME:
1. Qu causas explican este comportamiento de nuestra economa en
1997?, lo que equivale a referirse a las medidas de poltica econmica y a los
acontecimientos que estn detrs de esas causas, y
2. Es sostenible este comportamiento en el futuro de nuestra vida en el
rea del Euro y, en todo caso, qu decisiones resultan fundamentales para vivir en ese nuevo espacio europeo que dene la UME?
Tratemos de contestar a estas dos preguntas fundamentales.
La experiencia de la economa espaola en 1996 y 1997 y sus resultados no
pueden entenderse sin la concurrencia de sus dos factores causantes: la rme
decisin del nuevo gobierno del pas desde mayo de 1996 para lograr la con-
202
203
204
205
206
207
3,41
4.370
73.572
5,63
9,73
5,26
1,65
5,82
4,9-1
5,29
5,32
1,06
7,36
13,15
4,36
(0,10)*
5,12
14,12
12,78
5,53
Nominal
TASAS DEVARIACIN
1997/96
3,64
3,65
3,94
4,41
2,46
3,49
69.202
2.548
17.250
5.727
43.677
3,14
-0,80
4,95
9,90
2,38
(0,10)*
2,95
11,61
9,11
3,64
45.669
12.122
14.871
5.081
9.790
269
72.931
18.762
18.121
73.572
Real
Consumo privado
Consumo pblico
Formacin bruta de capital jo
Bienes de equipo
Construccin
Variacin de existencias
Demanda interna
Exportacin de bienes y servicios
Importacin de bienes y servicios
PIB a los precios del mercado
MILLARDOS
1996
1,82
6,11
1,55
-2,20
1,35
2,42
1,74
2,11
1,87
2,30
2,96
1,03
1,17
2,11
2,25
3,36
1,82
Precios
76.247
4.519
71.728
2.648
18.011
5.868
45.201
47.103
12.025
15.607
5.584
10.023
344
75.079
20.940
19.772
76.247
Precios
1996
77.637
4.795
72.842
2.590
18.254
6.010
45.988
48.099
12.250
15.966
5.749
10.217
348
76.663
21.411
20.437
77.637
Precios
Corrientes
1997
(MILLARDOS DE PESETAS)
CUADRO 1
EL CUADRO MACROECONMICO DEL AO 1997
(Ajustado a las estimaciones de la Contabilidad Nacional de 1996)
(31 de diciembre de 1997)
APORTACIN
3,640
0,203
3,437
0,136
1,036
0,192
2,074
1,951
-0,132
1,002
0,684
0,317
0,102
2,923
2,964
2,247
3,640
EN
DEL
PIB
1997
AL CRECIMIENTO
208
Contemplado el ejercicio de 1997 desde el lado de la produccin (parte inferior del Cuadro 1) se comprueban las aportaciones positivas al crecimiento del
PIB de todos los sectores productivos. El sector servicios encabeza las aportaciones a nuestro crecimiento (con una aportacin al PIB de ms de 2 puntos
porcentuales) seguido de la industria que contribuye al crecimiento del PIB en
1,03 puntos porcentuales, mientras la construccin aporta a ese crecimiento
de 1997 0,19 puntos. La agricultura, nalmente, a partir de los datos ociales,
aporta al crecimiento del PIB 0,13 puntos.
Esas aportaciones al crecimiento del PIB de los distintos sectores productivos quizs no reeje con la debida claridad el dinamismo que han desarrollado
a lo largo del ejercicio de 1997, ya que las aportaciones al crecimiento del PIB,
no slo dependen de su desarrollo en el ejercicio sino tambin del peso que
los distintos sectores tienen en las tasas de produccin espaola. Ese dinamismo de los sectores productivos se traduce mejor en la tasa del crecimiento
real en 1997 que recoge el Cuadro 1. Sus valores indican que la recuperacin
avance del sector servicios cifrada en una tasa del 3,49 por 100. La construccin sita su variacin positiva (en 2,4%) en valores inferiores a la industria y
los servicios, mientras la agricultura, registr una tasa de crecimiento real en
3,94 por 100, segn los datos del Ministerio de Agricultura.
Ese comportamiento de la economa espaola en 1997 ha permitido alterar
las cifras de empleo. En efecto, el nivel de empleo no slo ha acompaado a la
expansin de la actividad econmica sino que advierte una mayor elasticidad
o capacidad de generacin de empleo por cada punto ganado en el crecimiento del PIB. El ritmo anual de crecimiento del empleo se sita hoy en 364.000
empleos anuales. Los aliados a la Seguridad Social han alcanzado, en 1997,
384.000, lo que permite lograr el hito histrico de 13.176.000 de cotizantes. Estas cifras se han traducido en una disminucin del paro, siempre mediatizada
por el aumento de la poblacin activa. As la tasa de paro se ha situado en el
20,7, que dobla prcticamente la tasa europea, con el agravante de la baja tasa
de actividad de nuestra poblacin, situada en el 52% de la poblacin actual
frente al 58% de la Unin Europea.
Esta expansin de la economa espaola, impulsada por los aumentos del
gasto nacional, reclama una atencin diligente de la poltica econmica, capaz
de administrar con prudencia ese crecimiento de la economa para hacerlo duradero y evitar cualquier amenaza del mismo a las condiciones de estabilidad.
Ese anlisis de las causas que han hecho viable la candidatura espaola
para su ingreso en la UME, nos lleva a la segunda pregunta que nos hacamos
anteriormente: Es sostenible este comportamiento de la economa espaola
en 1998 y, en todo caso, qu decisiones resultan fundamentales para vivir y desarrollar nuestra economa en ese nuevo espacio europeo que dene la UME?
Al tratar de ofrecer respuestas a esta pregunta fundamental, nuestros economistas han centrado sus preocupaciones en dos objetivos: armar la estabilidad lograda en 1997 y prevenir que la expansin econmica en curso no
degenere en un desbordamiento incontrolado del gasto nacional que arriesgue
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lo mucho que se ha conseguido en los equilibrios de la economa, condicionantes de su desarrollo sostenido a medio plazo.
Esos dos objetivos de la poltica econmica conceden una importancia destacada a las medidas que se adopten en tres escenarios de la poltica econmica en 1998: 1. En la poltica de liberalizacin y competencia de los mercados
de bienes y, especialmente, de servicios; 2. En la poltica presupuestaria a la
que las limitaciones de la poltica monetaria frente a la fecha lmite de mayo
de 1998 en que sus competencias sern asumidas por el Banco Central Europeo conceden un papel de protagonista en la vigilancia y la consecucin de
los objetivos de estabilidad. 3. En el comportamiento del mercado de trabajo, que condiciona la estabilidad econmica, las posibilidades de empleo y la
competitividad de nuestras producciones.
La sostenibilidad del comportamiento del IPC la ha jado el Gobierno en
mantener la tasa de la inacin en 1998 en el entorno del 2 por 100. 2,1 por 100
es el objetivo cifrado en los presupuestos para este ao.
Alcanzar ese objetivo no va a ser fcil. En primer lugar, porque no puede
contarse con que se repitan las excepcionales condiciones de estabilidad de
1997 precios favorable de las materias primas, valores unitarios sostenibles
de la importacin sin alza, tipos de cambio estables y sobre todo precios
de la alimentacin decrecientes. Estos han iniciado ya su ciclo alcista y su
comportamiento en 1998 se mover en esa lnea, sin que pueda preverse con
precisin su futuro comportamiento, sometido siempre a las variaciones de
las cosechas y los mercados. El IPC de 1998 se va a jugar as a la suerte de la
evolucin del precio de los servicios y de los precios industriales.
Los precios de los servicios han marcado en Espaa lo que los economistas
llamados la inacin dual espaola, esto es: el IPC de los servicios crece a un
ritmo que supera claramente al IPC general. Esa inacin dual de los servicios se debe a las intervenciones y regulaciones que dicultan cuando no
impiden una competencia activa en los mercados. Por este motivo, debe
concederse una gran importancia a la poltica de liberalizacin y competencia
del sector y a su vigilancia constante. El gobierno ha manifestado conocer
ese problema y ha actuado sobre l con las liberalizaciones y fomento de las
competitividad de las medidas introducidas en junio y diciembre del pasado
ao. La poltica de liberalizacin y competencia del sector servicios debera
merecer de nuevo la atencin inmediata del Gobierno, expresada en decisiones
y medidas que transmitan una clara voluntad poltica para extender y vigilar
la competencia en el sector servicios. No puede mantenerse un ndice del IPC
general. Una situacin tan intensamente dual no se registra en otros pases
europeos. Es esa circunstancia la que da su fundamento a una rpida y decidida liberalizacin y poltica de defensa de la competencia en los mercados
de servicios de importancia crucial sobre su IPC (suelo, energa, transportes,
servicios profesionales, entre otros).
El comportamiento del otro conjunto de precios sobre el que habr que actuar es el de los precios industriales, condicionado por dos grupos de factores.
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De una parte, por la elevacin de los precios en materias primas, los productos
intermedios y las manufacturas, determinada por las cotizaciones de los mercados internacionales y la apreciacin del dlar, factores sobre los que resulta
difcil/imposible cualquier actuacin de la poltica econmica interna. En segundo lugar, el comportamiento de los salarios industriales est liderando los
aumentos de los distintos sectores productivos con una desviacin importante
en su cuanta con la tasa de inacin. El Banco de Espaa ha denunciado a
este respecto, como un factor causante de este comportamiento, las rigideces
todava existentes en el mercado de trabajo con sus consecuencias de una escasa diferenciacin salarial, a pesar de los diferentes ritmos y avances de las
productividades del trabajo por sectores y empresas. Tratar de vencer esta rigidez de la contratacin del trabajo contribuira, muy positivamente, a evitar
un despegue alcista de los precios industriales.
La poltica presupuestaria ha adquirido un papel central para atender a los
dos objetivos que dominan en el ao del examen de convergencia y en la consolidacin de sus resultados en 1998: oponerse a cualquier brote inacionista del
IPC y administrar el actual proceso de expansin de la economa espaola. Ese
papel dominante que los economistas espaoles atribuyen a la poltica presupuestaria descansa en distintos argumentos que se apoyan y refuerzan entre s.
El primero es el que le conceden las limitaciones de la poltica monetaria
para actuar como poltica de estabilizacin en el futuro inmediato. Si Espaa
aprueba el examen de convergencia en la primavera de 1998, es evidente que
va a vivirse una etapa de convergencia de los tipos de inters a corto plazo, que
en el caso de Espaa signica un aterrizaje que se desea suave respecto
de los tipos de inters de Alemania y que, en opinin del Banco de Espaa,
debera retrasarse todo lo posible dada la situacin expansiva de la actividad
econmica y del rebrote alcista del IPC.
Esa aproximacin de los tipos de inters podra producirse en el nivel del
4,3 por 100-4,50 por 100 (que es el que avanzan los mercados de futuros referidos a Alemania en el ltimo trimestre de 1998). Ahora bien, por lento que
sea ese proceso de convergencia de los tipos de inters. Espaa deber bajar los suyos en el horizonte 1997-1998, con lo que la actividad econmica se
beneciar durante un tiempo de unos tipos de inters ms bajos de lo que
sera conveniente. Esta situacin de la poltica monetaria supone un obligado
desplazamiento de las responsabilidades de la poltica de estabilidad hacia la
poltica presupuestaria.
En segundo lugar, esa relevancia de la poltica presupuestaria se deriva de
los compromisos que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, aprobado por el
Consejo de la Unin Europea en diciembre de 1998. Segn el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, el lmite de dcit pblico del 3 por 100 respecto del PIB,
debe ser interpretado como un nivel mximo que slo puede ser superado en
circunstancias excepcionales claramente denidas en el Pacto. De facto, las
polticas presupuestarias nacionales en la Unin Europea deberan orientar
sus objetivos hacia el equilibrio presupuestario, dejando un margen para que
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se registren liquidaciones desequilibradas del presupuesto en las fases de desaceleracin de la economa que acompaan la cada del cielo econmico, sin
que esos desequilibrios sobrepasen el 3 por 100 del PIB. El compromiso de esa
obligacin de las polticas presupuestarias nacionales ser objeto de una vigilancia multilateral con un conjunto de sanciones que penalizarn su incumplimiento. Esa revisin de la poltica presupuestaria por el Pacto de Estabilidad
y Crecimiento resulta necesaria para aanzar las posiciones nancieras de los
distintos pases que respalden la cotizacin del euro en los mercados de cambios y para devolver a la poltica presupuestaria su capacidad de estabilizar la
economa, una capacidad que hoy no tiene y que se necesita en la Europa del
euro. Esos nuevos deberes de la poltica presupuestaria signican tareas importantes y pendientes en el caso del presupuesto espaol en la consolidacin
de los gastos pblicos y en la reduccin del dcit y la deuda pblicos. Unas
tareas que obligan a reformas estructurales que deberan realizarse como
ha armado el Gobernador del Banco de Espaa en perodos de expansin
como el actual que son los ms favorables, porque slo los pases que
muestren ms decisin y tino en la adopcin de las reformas estructurales en
esta fase son los que ms ventajas obtendrn de la creacin de la UME.
El tercer grupo de argumentos que destacan a la poltica presupuestaria
como instrumento de estabilidad y, al mismo tiempo, como elemento de expansin de la economa, proceden de los anlisis de las estrategias presupuestarias aplicadas por los pases de la OCDE. Las conclusiones principales de
esos anlisis realizados destacan la importancia de tres decisiones: a) Consolidar el gasto pblico y no elevar la imposicin como instrumento de equilibrio
scal; b) Dentro del gasto pblico, las medidas con mayores efectos residen en
la revisin de los gastos de proteccin social y en los salarios y empleo del sector pblico; c) Cuanto menor sea la reduccin del gasto productivo (inversiones en infraestructuras, gastos de educacin) menores sern las consecuencias
econmicas sobre el desarrollo de la actividad. Conclusiones a las que debera
atender la poltica presupuestaria espaola.
El papel central de la poltica presupuestaria, que se deriva de los argumentos
anteriores, obliga a conocer los principios que se han aplicado en Espaa y evaluar esos principios de cara a comprobar la situacin presupuestaria actual frente a los compromisos de estabilidad y de una expansin ordenada de la economa
espaola. Esta evaluacin exige reconocer, ante todo, el esfuerzo realizado en
1996 y en 1997 para reducir el dcit pblico en esos dos ejercicios y cumplir en
el ao actual con el lmite del 3 por 100 del PIB jado en el Tratado de Maastricht, 2,9 es el lmite nal jado por el Gobierno al dcit pblico en este ejercicio.
El reconocimiento de ese esfuerzo meritorio no puede ignorar, sin embargo, las
causas que lo han hecho posible. Aunque el rendimiento de las cuentas pblicas del ejercicio de 1997 est todava por llegar, los anlisis del sector pblico
han avanzado algunas caractersticas preocupantes de las partidas que han contribuido a ese ajuste presupuestario Esas denunciadas caractersticas son tres:
a) el protagonismo logrado por el aumento de los ingresos plicos debido a la
expansin de la economa que ha sido superior a la prevista por el gobierno que
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de Espaa en la Europa del euro. Esos problemas del mercado de trabajo reclaman reformas en puntos vitales de su regulacin actual y en las prcticas
de como esa regulacin se aplica por empresarios, sindicatos y magistraturas
de trabajo. No entrar en el anlisis de estos problemas de la regulacin y
funcionamiento del mercado de trabajo pues a l se reservan dos intervenciones de las dedicadas por la Real Academia al anlisis del proceso de la Unin
Monetaria: la del profesor Segura y la del profesor Alonso Olea, que el lector
encontrar en las colaboraciones que incluye esta publicacin.
Quisiera concluir mi trabajo sobre el examen de convergencia de la economa espaola destacando la importancia de su aprobacin porque el cumplimiento de los criterios que esa aprobacin exige nos obliga a la prctica
perseverante de polticas econmicas dirigidas a una administracin eciente
de los recursos escasos de los que Espaa dispone. En una economa abierta
como es la espaola actual no es posible ser europeos de facto, cerrando
la brecha que nos separa de los pases comunitarios, sin garantizar la posicin
competitiva del pas que la inacin y los desequilibrios presupuestarios comprometen. El Tratado de Maastricht ha venido a poner precisin y calendario
a estos imperativos universales de solvencia y competitividad.
Junto a esta aportacin del examen de convergencia a nuestra convivencia
econmica, resulta necesario no olvidar sus limitaciones. Porque, adems de
esas polticas de Maastricht, dirigidas a lograr y mantener la convergencia
nominal, es preciso abrir el horizonte temporal a las medidas a medio y largo
plazo dirigidas a aumentar la convergencia real de Espaa con la Unin Europea mediante la mejora de la estructura y eciencia del sistema productivo
y la reduccin del paro, que obliga a intensicar y orientar las inversiones
con atencin especial a sus deciencias en capital tecnolgico y humano a la
disponibilidad de infraestructuras. Unas actuaciones a las que se reere ms
adelante la colaboracin del profesor Snchez Asian.
Es esta prolongacin de las medidas que exige la aprobacin del examen de
convergencia con las que precisa el logro de la convergencia real con Europa,
las que conceden su fuerza y su sentido al cumplimiento de los criterios de
Maastricht sin el cual las actuaciones dirigidas a lograr la convergencia real
careceran del fundamento que su aplicacin reclama.
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La Real Academia de Ciencias Morales y Polticas, desde el curso acadmico 1995-1996, ha venido programando sus actividades con el propsito de
responder al mandato que establece su estatuto fundacional de 29 de mayo de
1859: ocuparse de las cuestiones de mayor importancia, transcendencia y aplicacin, segn los tiempos y circunstancias, en el campo de las ciencias sociales, que constituyen el rea de su competencia y responsabilidad. Ese mandato
estatutario lo hemos interpretado quienes integramos la Real Academia de
forma que nuestra opinin contribuyera a crear un ambiente de informacin
responsable sobre las cuestiones polticas, sociales y econmicas, con el propsito nal de alcanzar un conocimiento mejor de nuestros problemas para
tratar de plantearlos con acierto y resolverlos con fortuna.
Con este propsito, la Mesa Directiva de la Real Academia ha venido proponiendo, desde el curso 1995-1996, el estudio de un conjunto de temas monogrcos sobre los que los Acadmicos deberan elaborar sus ponencias para su
exposicin y debate posterior realizado en las sesiones semanales celebradas
por la Corporacin.
Justamente, para este curso acadmico 1999-2000, la Mesa Directiva de la
Real Academia propuso, como tema comn de los trabajos de sus distintas
secciones, la realizacin de un Balance de llegada al ao 2000, contemplando
desde la realidad espaola las distintas perspectivas de las ciencias morales y
polticas: la poltica, la social y la econmica.
El calendario de las sesiones ordinarias de la Real Academia para el Curso
1999-2000 se ha ajustado a esta propuesta de la Mesa Directiva, ordenndose las intervenciones de los Acadmicos por el turno correspondiente, que
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esa tendencia general dominante del desarrollo econmico, una vez pasada la
etapa de sus problemas de crecimiento dbil, causado por las crisis nancieras
internacionales a nales de 1998 y comienzos de 1999. Sin embargo, el ritmo
de crecimiento europeo ha sido muy inferior al dinamismo de Estados Unidos.
Es cierto que Europa ha ganado una mayor estabilidad como consecuencia de
las polticas aplicadas para la realizacin de la Unin Monetaria, y ha adquirido una nueva moneda, con consecuencias favorables para el presente y para el
futuro desarrollo de su economa, y tambin es cierto que las perspectivas de
crecimiento econmico europeo han mejorado con toda claridad.
Las preguntas claves en esta situacin son: en qu medida la incorporacin
de las nuevas tecnologas de la informacin y las telecomunicaciones pueden
favorecer y reforzar adicionalmente el desarrollo de Europa? Qu factores y
condiciones permitiran avanzar en el desarrollo con la incorporacin de las
nuevas tecnologas? Las respuestas a estas preguntas se ofrecen en la conferencia del profesor Rojo con su envidiable claridad expositiva, y a ella les remitimos, no sin aconsejarles recordar que este proceso exige no olvidar los fundamentos antes referidos, entre los que, segn la experiencia de Estados Unidos,
resultan imprescindibles para incorporar los desarrollos tecnolgicos: reformas de mercados que logren la competencia y la exibilidad, protagonismo del
sector privado en el proceso de innovacin, con ayuda de la poltica econmica
que favorezca ese proceso, estabilidad macroeconmica, en n, como fundamento continuado e indispensable. Las graves rigideces de algunos mercados
y sectores europeos constituyen un obstculo importante para lograr esa penetracin generalizada en el tejido productivo del proceso innovador, rigideces
que es preciso eliminar con las reformas estructurales oportunas.
La alusin nal de la conferencia del profesor Rojo a la reunin extraordinaria del Consejo Europeo de Lisboa, referida a la posicin mantenida por
Espaa y el Reino Unido, apoyada por Italia y Portugal, y orientada a impulsar las nuevas tecnologas, parece haber entendido los fundamentos en los
que debe descansar ese compromiso europeo de disponer de unos mercados
de telecomunicaciones plenamente liberalizados e integrados, lo cual llevar
indudablemente a reducir el coste de las llamadas telefnicas y el acceso a
Internet hoy dos veces ms altos en Europa que en los Estados Unidos, en
promedio y a aumentar el nmero de usuarios del comercio electrnico.
Otras decisiones del Consejo se orientan a mejorar el contexto general en el
que habrn de avanzar las nuevas tecnologas, y as se proponen abaratar y
abreviar los trmites administrativos para la creacin de empresas, favorecer
a las empresas de pequea dimensin que desempean un papel importante
en la innovacin tecnolgica, mejorar la eciencia de los mercados nancieros
europeos, estimular la disponibilidad del capital-riesgo y, en n, dedicar ms
recursos a la investigacin, la educacin y la formacin tcnica y profesional
requeridas por la denominada sociedad de la informacin y el conocimiento
que los gobiernos desean para Europa.
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Lograr que esas lneas de actuacin no se vean interrumpidas por desavenencias, muchas veces registradas en el complejo mundo de la poltica europea, es algo necesario, as como que esos programas de actuacin se articulen
como concluye el profesor Rojo con el objetivo, tambin formulado en
Lisboa, de incrementar fuertemente el empleo en esta dcada y con el propsito de encontrar sistemas slidos y sostenibles de proteccin social en Europa.
Porque stos no son objetivos ni propsitos que deben ser erosionados por un
mayor dinamismo tecnolgico, sino que han de ser abordados y resueltos teniendo en cuenta el probable futuro tecnolgico de Europa y la realidad rme
de las tendencias demogrcas y de las condiciones que de ellas derivan para
disear sistemas de proteccin social adecuados y sostenibles.
Insistamos en que nada de esto ser posible sin resolver las graves rigideces
de mercados y sectores productivos europeos que afectan a la utilizacin de las
nuevas tecnologas y a la difusin de sus efectos en el tejido productivo, y sin
asegurar, por otra parte, las condiciones de estabilidad imprescindibles para
el desarrollo econmico.
Hasta aqu las Reexiones sobre la situacin econmica internacional ofrecidas por el profesor Rojo, que tanto ayudan a entender el ambiente de las
distintas economas cuando elaboramos nuestro balance de llegada de la economa espaola al ao 2000. Podramos preguntar adicionalmente por las peculiaridades que, dentro de esta situacin econmica internacional, presenta
la economa espaola para lograr un mayor desarrollo.
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Europeo la que obliga a conocer bien la evolucin de las condiciones monetarias y nancieras dominantes en Espaa, que condicionan nuestro nivel de
gasto nacional y, por tanto, la estabilidad de nuestros precios. Es evidente que
la forma peculiar aunque previsible con la que el Banco Central Europeo
ha administrado su poltica monetaria ha creado unas condiciones monetarias
y nancieras en Espaa que favorecan holgadamente la fcil cobertura del
aumento de las decisiones del gasto nacional que podan adoptar los agentes
de la economa, y justamente son esas condiciones monetarias y nancieras
holgadas las que han empujado con fuerza los intensos crecimientos anuales
del gasto nacional del orden del 5,5 por 100, aumentos que, dada la limitada
elasticidad de la oferta interna de nuestra produccin (condicionada por las
rigideces de la estructura productiva), han ocasionado los dos efectos ms visibles y preocupantes en la coyuntura econmica espaola: el aumento de los
precios y el desequilibrio en la balanza comercial.
De esa experiencia cabe obtener una leccin que debemos aprender bien, y
que no es otra que la importancia del cambio que ha supuesto en la denicin
de las condiciones monetarias y nancieras nuestro ingreso en la UEM y la
poltica del Banco Central Europeo, que obliga a considerar los problemas de
la estabilidad de precios desde una perspectiva bien diferente, con atencin
permanente a la poltica monetaria del Banco Central Europeo y la adopcin
de las medidas de poltica presupuestaria y la ganancia de mayor exibilidad
de los mercados por las correspondientes polticas de reforma estructural, una
partida destacada que condiciona nuestro balance de llegada a 2000.
3. Por otra parte, 1999-2000 han registrado la presencia en la situacin
econmica internacional, y desde luego en Europa y en Espaa, de una inacin distinta a la que se concreta en el IPC (que se reere a los bienes y servicios tracados en los distintos mercados de la economa nacional). Esta nueva
inacin es la que los economistas llamamos, en nuestro afn de expresamos
en el lenguaje imperialista ingls, asset ination, una inacin nueva, pero inacin al n, cuyos efectos son tan nocivos como los de la inacin tradicional
de precios de los bienes y servicios, y cuyas causas conviene conocer para tratar
de buscar remedio a las distorsiones que en la economa pueden introducir los
efectos de esta asset ination. Un remedio bien difcil de alcanzar porque presupone conocer bien las polticas para lograr/o, algo que hasta ahora no ha sucedido. Dicho de otro modo, el control de la asset ination constituye un problema
que los economistas transmiten sin resolverlo al siglo XXI. Una cuestin
sta que merece analizarse como partida importante del balance de llegada.
4. El crecimiento de la economa espaola ha traducido sus consecuencias como era esperable sobre el aumento de la ocupacin. Las cifras son
aqu espectaculares. El empleo ha registrado por tercer ao consecutivo una
gran rmeza en su crecimiento, concretada en una variacin media anual, en
trminos de puestos de trabajo equivalentes, segn la Contabilidad Nacional,
del 3,4 por 100. Informacin raticada por la que ofrece la EPA, segn la cual
en los ltimos cuatro aos se han creado casi dos millones de puestos de trabajo, reduciendo la tasa de paro en 4,7 puntos porcentuales, hasta situarse
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obra se comprueba su inicial cada en la crisis internacional de 1997 y su debilidad en 1999, explicada por nuestra desventaja comparativa, a la que se han
aadido las mayores devaluaciones registradas en las monedas de los pases
competidores en vas de desarrollo, que han reforzado as su presencia ventajosa en los mercados internacionales. Por otra parte, no cabe ignorar que el
crecimiento de nuestros salarios, respecto del dbil crecimiento de la productividad del trabajo, ha producido un comportamiento temido y anunciado por
todos los economistas de nuestro proceso de integracin: el posible aumento
relativo de los costes unitarios del trabajo espaoles respecto de los otros pases
integrantes de la UEM, que, con un tipo de cambio jo irreversible, establecido
por nuestros compromisos con la Unin Monetaria, no permite su traslacin
va devaluaciones y precios, sino que termina ocasionando una prdida de
la competitividad en nuestros productos que, obviamente, se transmite hacia
nuestra capacidad de exportacin.
Por otra parte, el anlisis realizado sobre la estructura de nuestras importaciones ha mostrado el predominio de capital y de tecnologa en la composicin
de los bienes objeto de nuestro comercio de importacin. Importacin que ha
registrado, adems, un crecimiento ms intenso en los ltimos aos. Ese aumento de las importaciones se ha debido a que el intenso crecimiento registrado
en la demanda interna (consumo e inversin) no ha podido atenderse por la
produccin interna, dado el atraso relativo de nuestra estructura productiva respecto al logrado en condiciones competitivas por los pases ms desarrollados.
Esa estructura de nuestra balanza comercial muestra una deciencia que
revela la existencia de un atraso en la estructura productiva espaola y proclama la necesidad de atender al dinamismo de nuestra productividad, cuya imprescindible mejora pide un esfuerzo inversor continuado con incorporacin
de nuevas tecnologas. Un problema que, de nuevo, debe contabilizar nuestro
balance de llegada a 2000.
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Es importante no olvidar los principios con los que debe cumplir ese recorrido de la economa espaola dentro de la UEM con el propsito de alcanzar
los objetivos de la convergencia nominal y de la convergencia real. Esos principios son tres:
1. Conceder la debida prioridad al mantenimiento de la convergencia nominal. Cualquier intento de olvidar el cumplimiento de los criterios que aseguren la convergencia nominal con el propsito de obtener mayores ganancias
a la convergencia real equivaldra a un alejamiento de la convergencia real
Espaa UEM.
2. El cumplimiento de los criterios que aseguran la convergencia nominal
a lo largo de nuestra convivencia en la UEM deber atender a la instrumentacin de la poltica monetaria nica del Banco Central Europeo, lo que requiere
que las polticas de estabilidad que se mantienen bajo soberana nacional deben dirigirse a compensar el efecto expansivo (contractivo) de las condiciones
monetarias y nancieras denidas por la poltica monetaria del Banco Central
Europeo. Esa situacin, que establece nuestra pertenencia a la UEM, obliga a
conceder la mxima atencin a la poltica scal y a las polticas de oferta para
asegurar el cumplimiento de los criterios que aseguren permanentemente la
convergencia nominal.
3. Sobre la base del cumplimiento de los criterios de la convergencia nominal (que deben garantizar la estabilidad de la economa), la economa espaola debe avanzar en su convergencia real con la UEM, lo que precisa ganar
competitividad para nuestra economa y conceder el debido relieve y atencin
a las variables que la condicionan.
Sobre la importancia del primero de los principios anteriores han insistido
todos los anlisis de nuestra economa que han llamado la atencin de la sociedad espaola y de sus polticos, transmitiendo un mensaje elemental, pero de
importancia vital para nuestro desarrollo, destacando que no es posible alcanzar la pretensin loable de ser europeos de facto (situando nuestra produccin y
bienestar en el nivel medio de los pases europeos) sin asegurar el cumplimiento
escrupuloso y constante de las condiciones de la convergencia nominal. Un objetivo ste con apariencia menos brillante y atractiva de la que posee la convergencia real, pues reclama siempre de la sociedad la aceptacin de la disciplina,
precisa en la marcha de la economa, de los impopulares y costosos comportamientos y medidas de poltica econmica que garanticen la estabilidad. Es este
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cin pblica alcanzar su apoteosis en los aos que van de 1939 a 1959, en los
que apenas qued parcela alguna de la vida econmica sin la correspondiente
legislacin interventora del sector pblico. Es a partir de julio de 1959 cuando
se inicia la marea descendente de esa intervencin pblica omnipresente por
su extensin, catica por sus nes contradictorios y daina por sus efectos
sobre la actividad econmica.
Mientras esa carrera de la intervencin pblica en la economa se produca, algo que sucedi en todos los pases (Espaa se limit a vivir este proceso
con su extremismo acostumbrado), los economistas fueron aprendiendo las
lecciones que convena difundir para racionalizar la intervencin pblica en
nuestras sociedades.
Es a estas lecciones a las que se reere el trabajo de Julio Segura, que promete en su ttulo contestar a la pregunta que contiene: El sector pblico en
las economas de mercado: qu hemos aprendido a nes del siglo xx?.
Se trata de un trabajo acadmico, escrito con un conocimiento profundo
de la extensa literatura que el tema ha suscitado y expuesto, para fortuna de
lector no especialista, ofreciendo una panormica literaria que no sacrica el
rigor del razonamiento. El trabajo del profesor Segura ofrece, as, un esquema magistral de la evolucin en el siglo xx de los fundamentos analticos, los
objetivos perseguidos y los instrumentos utilizados por el sector pblico en las
economas de mercado.
La lectura atenta del trabajo del profesor Segura es, quizs, el nico comentario que debe aadirse en esta introduccin, en el convencimiento de
que quien realice esta lectura dispondr de una perspectiva envidiable para
enjuiciar la red de intervenciones en que se han visto envueltas las distintas
economas nacionales y, desde luego, la espaola una red tejida tantas
veces desde objetivos contradictorios y con ignorancia de la disponibilidad de
los instrumentos ms convenientes.
Quiz quepa aadir a esa consideracin la conveniencia de una lectura especialmente atenta del largo y penltimo epgrafe del trabajo del profesor Segura, en que repasa la actualizacin de los instrumentos de intervencin del
sector pblico, siguiendo las tres reas en las que Richard A. Musgrave divida
claricadoramente las funciones interventoras del sector pblico en las
economas de mercado: asignacin de recursos, redistribucin de la renta y
estabilidad econmica. Un rea general que el profesor Segura reordena iniciando su examen por las polticas de estabilizacin, continundolas por la
asignacin de recursos y nalizndolas con la redistribucin de la renta. Entre
esas funciones del sector pblico encontrar el lector las novedades importantes ganadas por la experiencia vivida y los anlisis de los economistas, que han
ido alterando viejas ideas y ofreciendo alternativas mejores para desempear
esas funciones pblicas con mayor eciencia.
Llamemos la atencin sobre algunas de esas ganancias que pueden alcanzarse en el desempeo actual de esas tres funciones tradicionales denidas
por Musgrave. En primer lugar, el desempeo de la estabilidad ha partido de
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la aceptacin del objetivo principal que debe guiar a la poltica de estabilizacin, que se encuentra en el mantenimiento de unas condiciones de estabilidad globales que faciliten el desarrollo de la actividad productiva al que deben
servir las polticas monetarias y presupuestarias nuevamente denidas. Por
otra parte, las polticas de asignacin de recursos deben partir del que constituye su propsito rector: facilitar la adaptacin de las economas actuales a las
situaciones muy voltiles que las dominan, y que deben inspirar las polticas
de oferta que persigan hacer ms eciente el funcionamiento del mercado. Un
criterio que descalica la veracidad de algunos tpicos peligrosos como el de
ampliar el rea de las empresas pblicas o el de creer que basta con privatizar
y desregular cuando el eciente desempeo de la funcin pblica de asignacin de recursos necesita hoy, ante todo, polticas regulatorias de la propia
competencia y una defensa constante y amplicada de la competencia en todos los sectores y mercados. En la funcin de redistribucin, la novedad ms
destacada es la gravitacin que se ha producido en el desempeo de esa funcin hacia los gastos pblicos, sin apoyarse tanto en la tributacin progresiva
cuyo protagonismo se defendi en el pasado. Esas polticas redistributivas del
sector pblico se han visto afectadas por los graves problemas que plantea su
funcionamiento eciente en el lado del gasto, a cuya enunciacin y aplicacin,
llenas de inters, se reere el trabajo del profesor Segura en su parte nal y a
cuya detenida consideracin se remite a nuestros lectores.
234
235
236
237
Esas tres fuerzas han ocasionado una obsolescencia maniesta de los elementos centrales de la Universidad tradicional, tal y como la contemplaba la
brillante visin de Ortega (La misin de la Universidad). Es bien conocido que
las tres funciones histricas de la Universidad destacadas por Ortega y Gasset
eran la creacin y transmisin de la cultura, la formacin para el ejercicio
profesional y la prctica de la investigacin cientca. De esas tres funciones,
Ortega descartaba esta ltima como ncleo esencial del quehacer universitario. Justamente, la evolucin de las ciencia naturales desde el tiempo de Ortega al nuestro ha variado radicalmente esta concepcin. El centro de gravedad
del quehacer universitario se ha desplazado hacia la funcin investigadora,
que aparece intensamente unida a la funcin docente, pues no se concibe hoy
docencia sin investigacin. Es la calidad investigadora la que debe combinarse
con la capacidad docente. Esta circunstancia ha llevado a que la Universidad
polarice sus objetivos en mejorar la capacidad investigadora y docente de quienes componen su equipo de profesorado y que la calidad de la enseanza de
cualquier centro se aprecie por este ensamblaje entre investigacin y docencia.
Por otra parte, este desplazamiento de la Universidad hacia la investigacin ha
venido a dar al tercer ciclo de los estudios universitarios una importancia muy
destacada. Es justamente en este tercer ciclo donde se maduran las preparaciones de universitarios para la investigacin, donde, con el ejemplo viviente
de quienes ejercen funciones docentes y de los alumnos que conviven en un
mismo centro y actividades formativas del tercer ciclo, se consigue que un
conjunto de universitarios alcance la oportunidad de aportar, con sus investigaciones, nuevos avances a la ciencia y a su aplicacin.
Un extremo especialmente importante dentro de la evolucin de la misin
de la Universidad en este siglo es el tema de la democratizacin del acceso a
aqulla y los peligros que esa democratizacin y la masicacin que la acompaa supone para el desempeo de los papeles rectores que a la Universidad
se le atribuyen en orden a impulsar la investigacin y los procesos de innovacin. El profesor Snchez Asian, al enfrentarse con este gran tema de nuestro
tiempo, ofrece la que es probablemente nica alternativa viable: la posibilidad y
el fomento para que constituyan centros de calidad universitaria que diferencien
los modos, las enseanzas y la investigacin que en ellos se aprenda de los de
otros centros. Slo la distincin entre centros universitarios y el reconocimiento de la calidad de los que la logren gozando de los benecios otorgados por la
poltica administrativa del pas por esa consecucin, puede atraer el alumnado
y el profesorado necesarios para mejorar el nivel educativo e investigador de
un pas. Opcin dominante, sin duda, en los centros universitarios americanos,
pero de dicilsima instauracin en el quehacer de las universidades pblicas
europeas. Los intereses corporativos, la rgida estructura del profesorado, el poder del alumnado mediocre en el desarrollo y organizacin de las enseanzas,
constituyen obstculos formidables a una atencin prioritaria a la calidad de las
enseanzas y a una incentivacin pblica de estas diferencias necesarias.
3. Lo que la mayor parte de los analistas considera como causa de mejores
prcticas o modelos de Universidad que marquen una ruta que debe seguirse
238
por las economas avanzadas, representadas por las universidades americanas despus de la Segunda Guerra Mundial, constituye la tercera referencia
para orientar el posible futuro de la Universidad espaola. Aqu la opinin que
prevalece en la excursin del profesor Snchez Asian sobre este problema es,
en primer lugar, una permanente experimentacin y disposicin a modicar
los departamentos y las reas de conocimiento y especializacin formativa
e investigadora, creando los centros y unidades oportunas, cerrando otros o
alterando su peso relativo y favoreciendo, en n, las interacciones entre especialidades para el tratamiento de problemas emergentes que desborden a
una nica disciplina. En cualquier caso, las instituciones de la empresa y la
Universidad deben constituir un espacio fsico comn un parque de aprendizaje mutuo para lograr el progreso tecnolgico y que ste se plasme en una
innovacin en los procesos productivos empresariales. Convertir la peseta de
investigacin en peseta del PIB debe ser el gran objetivo de esa relacin ntima
entre Universidad y empresa.
Cuando esas consideraciones se enfrentan con la situacin actual de la Universidad espaola, se comprueba la dimensin y las enormes dicultades de la
tarea reformadora si es que se desea que la Universidad constituya ese centro
vital del sistema nacional de investigacin. La reforma de la Universidad es,
sin duda, una reforma de largo alcance plagada de obstculos en Espaa que
necesita, indudablemente como concluye el profesor Snchez Asian, de
un gran debate nacional. Sera bueno que este debate se iniciara con textos tan
sugerentes como el que ha escrito el profesor Snchez Asian, y no con otros
que procedan de los intereses corporativos propuestos y defendidos por los
rganos de gobierno de nuestras instituciones universitarias.
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debera expresarse siempre correctamente utilizando la relacin con los activos totales medios, lo que no siempre ocurre), el estrechamiento del margen
de intermediacin (que domina en los resultados de la banca espaola desde
la liberacin del sector nanciero en la dcada de los setenta), la reaccin de la
banca contra el estrechamiento del margen de intermediacin (bsicamente a
travs del cobro de comisiones), la marcha favorable del concepto de eciencia desde 1994 y la mejora que acusa la evaluacin de la eciencia operativa
(gastos de explotacin como porcentaje de la suma de productos totales y resultados extraordinarios), si bien en este concepto la importante presencia de
resultados extraordinarios no debe ocultar la necesidad de contener los costes
operativos cuya reduccin es bsica para lograr la mejora de la eciencia operativa. Un consejo permanente del Banco de Espaa a nuestras instituciones
bancarias que tanto cuesta conseguir en la banca espaola. Finalmente, el anlisis de Rafael Termes se centra en la rentabilidad del activo a travs del coeciente conocido por las siglas inglesas de ROA, con mejora en el ltimo ao.
El segundo tema del anlisis de Rafael Termes es como antes se ha armado la comparacin de la situacin de la banca espaola con los bancos
europeos, que resume en cuatro conclusiones: la bancarizacin mayor en Espaa (ocinas bancarias por habitante); si bien ese mayor nmero de ocinas
bancarias se caracterizan por un nmero menor de empleados con el que operan en las mismas en Europa (20 de media europea, 8 de media espaola); las
mejores rentabilidades de la banca espaola sobre activos totales (ROA), y el
mejor nivel de activos de capitalizacin de nuestra banca y de su rentabilidad
sobre fondos propios (ROE).
Son estas caractersticas las que sitan a la banca espaola en su balance
de llegada a 2000 en condiciones de competitividad, capitalizacin y rentabilidad respecto de la banca europea. Queda pendiente, sin embargo, el problema
de la dimensin de la red de sucursales que denuncia el primer rasgo antes
mencionado, y que apunta hacia la necesaria reduccin precisa para mejorar
la eciencia.
El anlisis de los modelos de banca en Espaa y sus ventajas e inconvenientes se han presentado por Rafael Termes en anteriores intervenciones. Su
posicin frente a los dos modelos que polarizan las actividades de la banca,
denidos por los objetivos, bien del crecimiento del negocio o el de la rentabilidad (manteniendo el modelo de banca comercial domstica al por menor,
sirviendo a su clientela mediante conciertos y alianzas, pero sin tomar participaciones en bancos extranjeros ni en empresas no nancieras que caracterizan al primer modelo) es bien conocida, y Rafael Termes la ratica en su
trabajo: dejar la opcin entre estos dos modelos a la banca, a la voluntad y
conveniencia de las entidades. El tema importante y polmico del riesgo de
las expansiones crediticias, que han impulsado en los ltimos aos la cada de
los tipos de inters y la onda expansiva que en Espaa se vive, se analiza en el
trabajo de Rafael Termes antes de abordar en sus conclusiones las lneas ms
convenientes para enfrentar los retos del futuro. Ese problema de los riesgos
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la economa de este siglo y a su prosa muchas veces enigmtica, con la que les
gusta dar forma a sus ideas para sembrar la perplejidad de los lectores.
Los temas abordados en el trabajo que ahora publicamos se extienden a un
campo amplsimo que abarca multiplicidad de materias que han presidido las
investigaciones y propuestas de los economistas en el siglo xx. Como contraste
de esta armacin, basta realizar un breve inventario sobre los tpicos de los
que se ocupa el profesor Estap: la actitud de los investigadores econmicos
ante el criterio de refutabilidad de Popper, que no se ha seguido con disciplina
suciente segn la enrgica crtica de Mark Blaug por muchas investigaciones econmicas, lo que ha dado lugar a que proposiciones refutadas por los
hechos sigan presentes en los manuales o en los ensayos sobre pensamiento
econmico; la discusin de las alternativas de estabilizacin de las economas
en el campo de la teora y en el de la poltica econmica; la presentacin de las
que denominan corrientes de pensamiento inquietantes de n de siglo (el signicado de las condiciones matemticas para un sistema de equilibrio general
formuladas por Arrow y su negativa de que esas condiciones supusieran la defensa de una poltica econmica neoclsica); las incongruencias denunciadas
por Lawrence Summers, que alcanzan algunas orientaciones del pensamiento
econmico contemporneo; la peculiar composicin del consejo de asesores
econmicos del presidente Clinton, con la presencia de cerca de un 50 por 100
que no son economistas; el abandono por muchos economistas en sus trabajos de la referencia de stos a problemas econmicos cruciales con los que se
enfrenta la sociedad de hoy; cuestiones a las que se aade la gran controversia
sobre el formalismo y la matematizacin de la economa, en el que vuelve a
jugar un papel de intrprete la posicin crtica de Mark Blaug.
Esa relacin de las principales cuestiones abordadas por el profesor Estap
contiene tantas ideas y se asoma a tantos trabajos que el comentario de esta
introduccin debe limitarse a aconsejar al lector interesado por la evolucin
del pensamiento econmico la lectura por fuerza lenta y laboriosa del contenido y los matices tratados en esta intervencin.
En el epgrafe del trabajo en el que se presenta el balance de la caja de herramientas de los economistas, como calicara Joan Robinson a los instrumentos de anlisis econmico, el lector encontrar una evaluacin de las aportaciones que renen para los autores ms inters: el concepto de los costes
de transaccin, la ley de Okun, los conceptos de Hirschman de salida, voz y
libertad, el enfoque de las expectativas racionales, la regla monetaria de John
Taylor; el enfoque de David Aschauer sobre las causas de las variaciones de
la productividad. Esta ingeniosa seleccin motivar, sin duda, la curiosidad
del lector por conocer su contenido y los motivos de esa seleccin de la caja
de herramientas del economista. Una curiosidad que slo debe satisfacer su
lectura de este trabajo.
Una cuestin que destaca la aportacin que comentamos es la existencia de
ciclos de ideas y de hechos econmicos, es decir, la vuelta a enfoques de los
problemas actuales tratados con instrumentos ya conocidos que se reformulan
242
243
1.
245
Una historia sta de la peseta y la iniciada por el euro en la que est presente, hasta convertirse en intrprete, la Real Academia de Ciencias Morales y
Polticas, pues la peseta nace por iniciativa de un acadmico de los fundadores
de la Corporacin, y que presidira la Real Academia desde el 5 de diciembre
de 1898, fecha en que fue elegido, hasta su muerte el 28 de febrero de 1903:
Laureano Figuerola i Ballester. Esa presencia acadmica domina tambin la
etapa nal de la peseta y el nacimiento del euro, que no pueden entenderse sin
el protagonismo en ese proceso del Banco de Espaa autnomo que dirigir
como Gobernador otro acadmico ingresado en esta casa el 6 de noviembre de
1984 con la medalla nmero 10: Luis ngel Rojo Duque.
No es slo esta presencia rectora de nuestros acadmicos en la creacin de
la peseta y su n, con la aparicin del euro, la que proclaman los anales de
nuestra Corporacin. Las cuestiones monetarias han constituido un tema de
estudio y debate continuados en las sesiones de trabajo semanales que celebra
desde su fundacin la Real Academia de Ciencias Morales y Polticas. Estudios
y debates sobre el sistema monetario espaol y la poltica monetaria que cuentan con una legitimidad indiscutible y una fundada autoridad. Legitimidad,
pues nuestro viejo Estatuto de 1857 obligaba a la Real Academia a ocuparse
de aquellas cuestiones de ms importancia y actualidad segn los tiempos
y circunstancias, condicin siempre cumplida por los temas monetarios espaoles, que han gurado permanentemente a la cabeza de las ocupaciones y
preocupaciones de la sociedad espaola contempornea.
Los estudios y debates sobre las cuestiones monetarias no slo cuentan con
la legitimidad derivada del cumplimiento de nuestros Estatutos fundacionales.
Constituyen materias en las que los acadmicos de nuestra Corporacin de cualquier etapa histrica han contado entre los principales especialistas del pas, y
sus propuestas y consejos sobre el sistema y la poltica monetaria han ganado la
atencin pblica porque han partido y han contado con el fundamento rme de
su competencia y con el valioso complemento de la experiencia ganada con el
desempeo de puestos clave en la poltica nanciera y econmica espaola.
Es precisamente de esa presencia de los acadmicos en la poltica monetaria de Espaa de la que debera partir este relato histrico sobre la peseta y
la Real Academia de Ciencias Morales y Polticas. El trabajo del catedrtico,
y actual acadmico correspondiente de la Corporacin, Jos Mara Serrano,
que abre el nmero XI de Papeles y Memorias contabiliza nada menos que 31
acadmicos de la Corporacin que han desempeado el cargo de ministro de
Hacienda o de Economa, desde los que se ha dirigido la poltica monetaria
espaola, y son 16 los acadmicos que han sido gobernadores del Banco de
Espaa desde la fecha en que a ste se atribuyese el monopolio de la emisin
de billetes en el territorio nacional en 1874. A esta referencia deben aadirse los muchos acadmicos que han ocupado puestos de relieve en la alta administracin monetaria en calidad de consejeros del Banco de Espaa, altos
cargos ministeriales o miembros de instituciones signicadas, como la Junta
Consultiva de la Moneda. Todo ello sin contar aquellos que han dejado sentir
246
247
Es en ese cuadro general que relata la vida de la peseta en el que han actuado nuestros acadmicos, marcando etapas inolvidables en la vida de nuestra
unidad monetaria. Esta tradicin nos obliga a quienes hoy integramos la Real
Academia de Ciencias Morales y Polticas a considerar esas fechas histricas del
nacimiento y el n de la peseta, con la aparicin del euro, como motivo fundado
para rendir el homenaje de nuestro recuerdo a quienes han desempeado papeles decisivos en la poltica monetaria espaola, reriendo aquellos episodios
capitales que marcan la historia de la peseta y el nacimiento del euro como la
nueva unidad monetaria nacida en el proceso de integracin europea.
De nuestro obligado homenaje dan testimonio los trabajos que incluye el
Volumen XI de Papeles y Memorias de la Real Academia de Ciencias Morales y
Polticas en las dos secciones que habitualmente integran la publicacin. A ese
volumen se aade la Antologa de textos sobre la cuestin monetaria en la Real
Academia de Ciencias Morales y Polticas (1857-1935), cuya seleccin y estudio
introductorio han corrido a cargo del acadmico correspondiente y catedrtico de la Universidad de Zaragoza Jos Mara Serrano Sanz, y que se ha editado
y distribuido simultneamente con el Volumen XI de Papeles y Memorias.
2.
El primer problema que la elaboracin del Volumen XI de Papeles y Memorias ha debido resolver ha sido seleccionar los temas y los acadmicos que han
interpretado los acontecimientos que denen las etapas bsicas en la historia
de la peseta y su n con la llegada del euro.
El resultado de nuestra eleccin es el que puede comprobarse repasando su
ndice. Permita el lector que quienes hemos intervenido en su elaboracin le
ofrezcamos los temas elegidos, que dan argumento a su contenido, los personajes que han desempeado en nuestra historia el papel de intrpretes principales y su fundamento, as como el orden y el contenido al que responden las
colaboraciones que contiene.
La historia de la peseta y su n con el ingreso en el euro se articula por la
fuerza de dos elecciones transcendentales para entender las incidencias de su
marcha y explicar las causas de su sentido. La primera de esas elecciones es
la del sistema monetario, la segunda la conguracin del banco central y sus
funciones, esto es, en nuestro caso, el Banco de Espaa.
A)
1.
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La historia de la peseta a partir de esa situacin se escribe por los numerosos intentos de implantar el sistema del patrn oro, que cuentan en Espaa
como mejor intrprete a Raimundo Fernndez Villaverde, a pesar de que su
excelente proyecto de Ley de 21 de octubre de 1903 no lograra su aprobacin,
ya que ni siquiera fue discutido en el Parlamento. Esa historia contina con
otros intentos en la dcada de los aos veinte, llegando a su n en la dcada de
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los aos treinta, que registran, con la llegada de la Gran Depresin, el sucesivo
y al n general abandono del patrn oro en todos los pases y la instauracin
del patrn duciario.
3. Las incidencias en el patrn duciario
La peseta vivi los aos de la Gran Depresin con las dicultades que padecieron todos los pases, aunque el patrn duciario con el que Espaa conviva, desde 1883, no cre los agudos problemas que se plantearon en todos los
pases con el abandono del patrn oro, con lo que debieron afrontar graves
incidencias y resolver agudos problemas en muy poco tiempo.
Tres etapas pueden diferenciarse en el comportamiento de la peseta y la poltica monetaria en los aos que van de 1939 a 2002: a) La dominada por el aislamiento y la autarqua de la economa espaola, con una intervencin estatal
muy aguda de toda la actividad econmica, incluida, desde luego, la actividad
nanciera. Esta poltica econmica y la historia de ella derivada ocupa los
aos que van de 1939 a 1959; b) De 1959 a 1985 discurre una etapa dominada
por el Plan de Estabilizacin de la economa espaola de julio de 1959, que
abre nuestra economa al exterior, liberaliza en parte la actividad econmica
interna y la exterior e integra Espaa en los organismos de Bretton Woods
(Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, GATT). En esa poca se realizar tambin el ingreso de Espaa en la OCDE, y c) Un paso ms se da con
el ingreso en la Comunidad Econmica Europea el 12 de junio de 1985, que
reforzar la liberalizacin de los mercados exteriores y la posibilidad de liberalizacin de los mercados de bienes y servicios, no siempre conclusa. Dentro de
la Comunidad Europea, Espaa ingresar en el Sistema Monetario Europeo
en 1989, una poca en la que la peseta atravesar la situacin crtica derivada
de la propia crisis del Sistema Monetario Europeo a partir de 1992. Una crisis
que no se cerrar hasta el mes de agosto de 1993, con la ampliacin de las
bandas de uctuacin permitida sobre los tipos de cambios centrales denidos
en el mecanismo cambiario del Sistema Monetario Europeo. La crisis de este
Sistema revel la dicultad/imposibilidad de lograr tipos de cambio jos para
cada una de las monedas que formaban parte de l, al admitirse simultneamente la libertad en el movimiento de capitales.
Este fracaso orient el futuro hacia la creacin de una Unin Monetaria de
Europa. Espaa adopt ante este proyecto como ha armado el profesor
Rojo dos lneas de accin fundamentales para buscar su futuro: apostar por
la viabilidad de ese proyecto y considerar que, si se creaba una Unin Monetaria Europea, Espaa no poda quedar al margen. Para jugar esta carta decisiva, se apost en 1994 por el otorgamiento al Banco de Espaa de autonoma,
con la principal aportacin de que permiti elaborar una poltica monetaria
cuyo acierto convertira en realidad el ingreso de Espaa como pas fundador
de la Unin Monetaria Europea. Esta situacin dejaba abiertas las puertas
para que, en el futuro (ao 2002), Espaa sustituyese la peseta por el euro.
250
B)
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253
organismo asesor del Estado, acept la propuesta y elabor un plan de reforma monetaria basado en la aceptacin del bimetalismo. El Consejo de Estado dictaminara y aprobara ese proyecto. En estas circunstancias, Figuerola,
pese a sus convicciones monetaristas favorables al patrn oro, no dud en la
aceptacin de este proyecto bimetalista por dos razones. La primera, porque
el estudio para implantar el patrn bimetlico estaba hecho y su tramitacin
poltico-administrativa se haba realizado, lo que constitua un paso importante para la prctica de la reforma monetaria, siguiendo la pauta marcada
por la denicin en trminos de oro y plata de la nueva unidad monetaria. Por
otra parte, aunque Figuerola preriese un sistema monometalista oro, no dejaba de reconocer que la opcin por el bimetalismo permita reforzar los lazos
con Europa mediante la Unin Monetaria Latina, lo que facilitara el logro
del gran objetivo del ministro de Hacienda: instaurar la libertad comercial y
multiplicar los intercambios con el exterior. En consecuencia, como reconoca
honestamente Figuerola, para instaurar la peseta: yo no tuve que poner de mi
parte ms que la voluntad y la decisin para aprobar un proyecto heredado.
La ulterior evolucin de este proyecto heredado de instaurar en Espaa el
sistema bimetlico no pudo pasar del ao 1883, cuando no fue posible seguir
con la convertibilidad de la peseta en oro por las razones que antes se han indicado, por lo que Espaa, a partir de ese ao, contara con un patrn duciario
que cubre toda su historia contempornea.
Tras comentar con detalle la etapa de Figuerola en el Ministerio de Hacienda
y la estrategia de la reforma presupuestaria, las incidencias en la creacin de la
peseta, as como su aportacin decisiva en la poltica arancelaria, el trabajo de
los profesores Comn y Martorell naliza con una evaluacin de Figuerola como
ministro de Hacienda, que inician con la armacin, evidentemente cierta, de
que la etapa que le toc vivir como ministro de Hacienda de la revolucin se hizo
en las peores circunstancias concebibles: en el contexto histrico de una revolucin con destronamiento de la Reina; sublevaciones en el pas; insurreccin
de Cuba; fracasos en encontrar un monarca; existencia de conictos internacionales y de una gran inestabilidad poltica y social en el interior, y la existencia
de unos grupos sociales en el interior refractarios a toda la reforma tributaria.
En estas circunstancias, era bien difcil denir y aplicar la poltica econmica
espaola soada y defendida por Figuerola y la escuela economista. Ciertamente, Figuerola conoca estas circunstancias, lo que le llev a armar que no se
le considerase como ministro de Hacienda, sino como el liquidador de pocas
pasadas y que iba al Ministerio de Hacienda como el soldado va a la brecha a
morir al pie de ella para que otros, sobre su cadver, suban a las almenas y planten su bandera. Como destacan los profesores Comn y Martorell, las vsperas
de la Navidad de 1868 ese juicio de Figuerola sera angustiosamente vivido por
l y por cuantos compartan sus labores de Gobierno.
Quizs el principal error de Figuerola fue no conceder a la situacin dramtica en que se encontraba la Hacienda Pblica del pas una atencin prioritaria. Figuerola crea y defendi que las reformas de la Hacienda podan apla-
254
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Dicho en otros trminos, el patrn oro constitua una garanta para la disciplina de la Hacienda Pblica, principio fundamental del liberalismo.
Espaa no tuvo nunca un patrn oro, pese a la vigencia general de este
sistema monetario. Una armacin rotunda que plantea varias preguntas de
obligada respuesta:
1. Existieron proyectos en nuestro pas para implantar el patrn oro?
Cul fue su contenido? Cul fue la presencia de la Real Academia de Ciencias Morales y Polticas en este proceso?
2. Cules fueron las causas principales que dejaron estos proyectos de la instauracin del patrn oro en tales, sin llegar a su conversin en leyes vigentes?
3. Qu consecuencias produjo esta peculiar posicin espaola sobre
nuestra economa? Cmo evolucionaron estas consecuencias en la larga etapa que va de los comienzos del siglo XX hasta nuestra Guerra Civil?
Ofrecer unas respuestas a esas distintas cuestiones constituye, sin duda, un
captulo fundamental en la historia de la peseta. Una historia con tres etapas:
a) la que va de 1903 a 1918; b) la que comprende el parntesis de los aos
1918 a 1930, y nalmente, y c) la que discurre desde 1931 hasta la llegada de
la Guerra Civil.
Los proyectos para la implantacin del patrn oro en la primera dcada
del siglo XX: las ideas y el proyecto de ley de 21 de octubre de 1903, de Raimundo
Fernndez Villaverde, y su actualizacin por Augusto Gonzlez Besada en 1918
Quiz la etapa en la que mejor se plantearon en nuestra economa los proyectos para instaurar el patrn oro sea la que hemos calicado anteriormente
como primera, y que discurre desde el comienzo del siglo XX hasta 1918. En
ella nos encontramos adems con la destacada presencia de la Real Academia
de Ciencias Morales y Polticas, a la que pertenecan los dos intrpretes que
batallaron para lograr que Espaa contase con un patrn oro: Raimundo Fernndez Villaverde y Augusto Gonzlez Besada.
Como arman los profesores Jos Mara Serrano y Marcela Sabat en el
trabajo que incluye el nmero XI de Papeles y Memorias, la exposicin de los
proyectos espaoles para instaurar el patrn oro exige partir de una fecha y
de un acadmico. La fecha es la del 26 de enero de 1890, en que nuestra Real
Academia celebraba el aniversario de su fundacin. El intrprete de este acto
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interpretaciones que no han hecho la justicia debida a esta operacin reformadora del ministro de Hacienda.
El camino hacia el patrn oro se aborda en la tercera parte del trabajo y
cuenta con dos documentos fundamentales: la intervencin de Villaverde en
la Academia de Ciencias Morales y Polticas el 26 de enero de 1890, a la que
ya nos hemos referido, y el proyecto de ley de 24 de marzo de 1903 para regularizar y mejorar el cambio exterior y para procurar el establecimiento de
la circulacin y libre acuacin de la moneda de oro. Como arman Serrano
y Sabat, la exposicin de motivos de este proyecto constituye un anlisis magistral en el que destaca la visin de Villaverde del equilibrio en la balanza de
pagos que el patrn oro permite, merced al papel jugado por el movimiento de
valores mobiliarios (movimientos de capital) en la estabilidad de los cambios
entre monedas del citado patrn. Y efectivamente, si el patrn oro mantuvo
los cambios estables, no fue tanto por ajustes en la balanza comercial como
a consecuencia de los ujos de capital. Es tambin llamativa la atencin que
Fernndez Villaverde presta a la importancia de un factor del que depende el
xito de la poltica monetaria; la credibilidad en que, a largo plazo, el cambio
siempre se restaurara a la vieja paridad. Ello era clave porque, para eliminar
el riesgo de devaluacin, los bancos centrales amenazados por la prdida de
oro slo deberan sealizar la posicin con una ligera elevacin de los tipos de
inters para que la compra de valores mobiliarios sostuviera el cambio a corto plazo. Una proposicin sobre la que se extiende el proyecto de Fernndez
Villaverde, quien muestra, as, sus conocimientos monetarios, que intentaba
poner al servicio de su proyecto.
Por desgracia, ese proyecto de Villaverde no sera aprobado porque no lleg
siquiera a ser examinado por el Parlamento, al producirse la dimisin de su autor
por razones polticas que amargaron sus das, y tras las cuales estaban las disidencias con Maura, con el que se enfrentara por la jefatura del Partido LiberalConservador. Un enfrentamiento que Villaverde perdi en un momento trgico,
pues en ese ao (1905) se producira la muerte del que haba sido el gran ministro
de Hacienda de la Espaa de nales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
El proyecto de Fernndez Villaverde para instaurar el patrn oro (1903)
no estuvo slo. Le acompaaron una serie de propuestas de los ministros de
Hacienda de la poca, hasta un total de siete (estos proyectos se iniciaron con
el de ngel Urziz, que incluso se anticip al de Villaverde, pues estaba fechado
en enero de 1892; Tirso Rodrigez, en mayo del mismo ao; Navarro Reverter
concluira el suyo en 1906; el primero de los proyectos de Gonzlez Besada
en 1908, y el propio Tirso Rodrigez insistira en este propsito reformador
con su proyecto de enero de 1912). Todos estos proyectos correran la misma
suerte que el de Fernndez Villaverde: quedarse en tales proyectos, sin pasar
a ser leyes vigentes. Obviamente, esta conclusin demostraba la dicultad de
la tarea de implantar el patrn oro, pues sta reclamaba el cumplimiento de
dos condiciones: contar con un banco central saneado con reservas de oro sucientes para responder a las demandas de metlico del pblico y, en segundo
259
lugar, conseguir de forma continuada el equilibrio del Presupuesto, lo que deba permitir cerrar las puertas del Banco de Espaa al Tesoro para evitar que
su deuda se monetizase por el Banco directa o indirectamente.
Estas dos exigentes condiciones de potencia econmica y de equilibrio presupuestario no se cumpliran simultneamente en el momento en el que fueron presentados los distintos proyectos reformadores antes aludidos. El mejor
proyecto, desde este punto de vista, sera, sin duda, el de Fernndez Villaverde,
que cumpla con toda claridad el principio del equilibrio presupuestario en
el momento de su presentacin. Sin embargo, la fortaleza demandada de las
reservas oro sucientes del pas para poder atender a los pagos de los ciudadanos contaba con debilidades de las que se quejaba el propio Villaverde.
La llegada de la Primera Guerra Mundial y la neutralidad espaola durante
el conicto parecieron ofrecer una oportunidad para que Espaa intentase de
nuevo gurar entre los pases con patrn oro. En efecto, durante los aos en
que dur el conicto, la balanza de pagos de Espaa constituy el mejor escenario para comprobar la mejora radical en los resultados de nuestra economa.
El auge excepcional de las exportaciones de materias primas, de productos alimenticios y de bienes manufacturados se traducira en una decisiva mejora de
la cotizacin de la peseta y en una acumulacin extraordinaria de reservas oro,
como prueba el hecho de que el Banco de Espaa llegara a ser uno de los bancos
centrales con mayores reservas del mundo. En efecto, la cuanta de las reservas
oro espaolas slo era superada por la de tres bancos centrales: la Reserva Federal de Estados Unidos y la de los bancos centrales de Francia e Inglaterra.
No cabe duda de que en estas circunstancias caba anticiparse a la llegada de la paz europea elaborando, por parte de Espaa, un proyecto que
restableciese la convertibilidad de la peseta en oro y que, al normalizarse la
situacin econmica tras la paz, Espaa estuviese en condiciones de actuar
bajo la disciplina del patrn oro. La oportunidad de este proyecto se derivaba del supuesto razonable de que, terminada la guerra mundial, Alemania,
Francia y Gran Bretaa restableceran la convertibilidad de sus monedas lo
antes posible, y si Espaa aprovechaba su situacin econmica, estara en
condiciones de incorporarse al comercio y a la actividad econmica de la
postguerra contando con un sistema monetario de patrn oro.
se es justamente el paso que el acadmico de nuestra Corporacin y ministro de Hacienda Augusto Gonzlez Besada tratara de dar con su reforma, contenida en el proyecto presentado en 1918. Una reforma para la que
propondra como paridad el exigente nivel legal al que se situaba la peseta en
1868. El proyecto de Augusto Gonzlez Besada corri la misma suerte que
todos los anteriores: el de su desaprobacin y abandono, en los que el Consejo del Banco de Espaa jug un papel decisivo al destacar que la pretensin
de Gonzlez Besada de restaurar el patrn oro en Europa era una previsin
arriesgada que slo podran conrmar los acontecimientos posteriores. Resultaba as prudente esperar y ver, lo que descartaba, por el momento, la
aceptacin del proyecto.
260
El patrn oro en Espaa a partir de los aos veinte: muchos deseos, algunos
proyectos y ninguna reforma
Con el rechazo de los proyectos de los acadmicos Villaverde y Gonzlez
Besada se iniciar una nueva etapa en la historia de la peseta, que abarca toda
la dcada de los aos veinte, etapa que Espaa va a recorrer sin contar con el
patrn oro, pero dominada por una insistente demanda por incorporado.
Los hechos que van a condicionar lo sucedido arrancan de un mal principio:
la crisis econmica registrada en Europa y Espaa, que afect especialmente
a los mercados nancieros y bancarios. La crisis dur de 1919 a 1924. Sus
causas principales quisieron encontrarse en las medidas adoptadas en los distintos pases que participaron en la Primera Guerra Mundial y que deseaban
volver a un cuadro institucional y del funcionamiento de la economa semejante al que domin antes de 1914.
Este buscar el futuro en el pasado para resolver problemas del presente constituy un gran fracaso. Las medidas de esta vuelta al pasado consistan en derogar el conjunto de intervenciones y controles que la guerra oblig a adoptar
en las economas de los distintos pases. Ello supona: restaurar la libertad de
los movimientos de capitales, admitir de nuevo plena libertad en el trco de
divisas, liberalizar los mercados de bienes y servicios, as como la formacin de
precios y salarios en todos los mercados de factores productivos y, en cualquier
caso, facilitar los intercambios internacionales derogando cualquier obstculo
al comercio exterior. Como antes se ha armado, estas decisiones no lograron
el restablecimiento del pasado, sino la aparicin de graves desequilibrios en las
distintas economas que se manifestaron muy especialmente en los mercados
de cambios y que afectaron con especial intensidad a todas las economas europeas. La apariencia ms destacada de esta crisis residi en la depreciacin de las
monedas. La cotizacin de la peseta registr a nales de 1919 las consecuencias
de esta agitacin en los mercados de cambios con devaluaciones espectaculares,
soportando adems una gran volatilidad en sus cotizaciones derivada de las incertidumbres de los mercados y la presencia en ellos de intensos movimientos
especulativos de capital. Slo cuando, a partir de 1924, lleg la calma a los mercados monetarios de Londres y Pars la peseta volvi a una situacin normal.
Este prlogo de la crisis econmica y nanciera que domina de 1919 a 1924
constituye la premisa mayor que explica lo sucedido con la peseta en las dos etapas que antes se han propuesto al dividir su historia que va de 1919 a 1936. En
efecto, tanto el perodo 1919-1931 como el 1931-1936 estn dominados por una
obsesin permanente sobre el cambio de la peseta que convirti a los polticos
espaoles en obsesos de la cotizacin de nuestra divisa, que se elev a la categora de primer problema de la economa nacional. Un problema que desesperaba
a los polticos cada da al conocer las cotizaciones de las divisas nacionales.
Esta presencia continuada de las devaluaciones de la peseta como problema
dominante en los mercados de divisas se correspondi con el diseo y la aplicacin de distintas polticas econmicas con la pretensin de estabilizar los
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cambios. Polticas que fueron vividas en Espaa con singular intensidad por
todos los polticos que dirigieron la economa espaola entre 1919 y 1936.
Resulta curioso comparar a este respecto las actitudes de dos polticos tan
opuestos como el dictador Miguel Primo de Rivera e Indalecio Prieto, primer
ministro de Hacienda de la II Repblica Espaola. Pese a la distancia ideolgica y personal entre ellos, ambos estuvieron dominados por la misma obsesin:
mantener el cambio de la peseta y sufrir cada da con su depreciacin.
No puede extraar, por ello, que la historia econmica de Espaa de 1919
a 1936 est repleta de proyectos elaborados con el propsito de estabilizar los
cambios, asegurar la convertibilidad de la peseta e introducir el patrn oro.
El inventario de estos proyectos realizado por el profesor Pablo Martn Acea
permite seguir esa historia y concluir, en todo caso, proclamando el fracaso en
conseguir esos objetivos.
Desde su llegada, en septiembre de 1923, la Dictadura trat de enfrentarse
con la devaluacin de la peseta que se crea dependiente de especulaciones
animadas polticamente mediante el asentamiento del nuevo rgimen y las
medidas aprobadas por el Directorio, que coincidieron en su estrategia con
el viejo rumbo que utilizan las dictaduras para resolver los problemas de una
economa: multiplicar el intervencionismo. Un intervencionismo dirigido, en
este caso, a los mercados de cambios, en los que se prohibieron las operaciones de venta a plazos, se restringieron los movimientos de capital y se limitaron los pagos exteriores. Decisiones que no slo carecieron de ecacia, sino
que contaron con una clara oposicin del mundo empresarial, que denunci
que esas medidas de control podan ocasionar consecuencias negativas para el
comercio exterior. Por otra parte, y en contra de la hiptesis de partida del Directorio, no se admiti como ste supona que esa devaluacin de la peseta se debiera a causas especulativas contra el nuevo rgimen, sino que estaban
presentes causas econmicas fundamentales que actuaban de manera directa
y decisiva sobre la cotizacin de la peseta: los desequilibrios del Presupuesto y
de la balanza de pagos, sobre los que era necesario actuar.
Uno de los ms ambiciosos proyectos para estabilizar el cambio de la peseta
es el que discurre a partir de 1928, y que inspirar Jos Calvo Sotelo, nombrado
ministro de Hacienda del Gobierno Civil de la Dictadura en 1925. Su proyecto
de estabilizacin del cambio de la peseta deba lograr sta consiguiendo el
que era el sueo de la poca. Esto es, conjuntamente con la implantacin del
patrn oro, la convertibilidad de la peseta y estabilizacin en el ms ambicioso
de los niveles: el que la peseta registraba en su momento fundacional de 1868.
Inicialmente, estos objetivos parecieron posibles, pues desde 1925 a 1927 la
cotizacin de la peseta mejorara espectacularmente y, por otra parte, el deseo
del ministro de introducir el patrn oro y estabilizar el cambio despertaba una
clara aceptacin de las distintas instituciones econmicas y de la opinin de
muchos de los tcnicos del pas. A ello se aadiran acontecimientos polticos
positivos que crearon, hacia 1927, el ambiente ms favorable que caba esperar para las reformas pretendidas.
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en oro. De esta manera, y como ya se ha armado, la peseta cont slo con una
referencia a la plata a partir de ese ao 1883, convirtindose, de esta manera, en
un patrn bimetlico cojo, que algunos historiadores han denominado patrn
plata. Un trmino incorrecto, porque el valor de la plata amonedada era superior
al que alcanzaba en el mercado de metales, con lo que, de suyo, la acuacin
de plata no estableca lmite alguno a la circulacin. Acuar plata era un gran
negocio para el Estado, y especialmente para el Banco de Espaa.
El sistema monetario plata era as, en verdad, un patrn duciario. Esta situacin impuesta por las circunstancias ha dado pie a armar que Espaa, con
la adopcin de este sistema de patrn duciario, se anticipaba a los restantes
pases occidentales, que se vieron obligados al abandono del patrn oro y a
instaurar un patrn duciario en los aos crticos de la Gran Depresin de los
aos treinta.
La consecuencia fundamental de este ingreso de Espaa en 1883 en un patrn duciario posibilitaba utilizar la discrecionalidad en la administracin
del control monetario del pas que lo adoptase. Una discrecionalidad con efectos dependientes de la prudencia y responsabilidad de los polticos situados al
frente de la poltica monetaria del pas. Por el contrario, el patrn oro impona
un comportamiento a las autoridades monetarias sin mbito para su discrecionalidad. Esta disciplina que el patrn oro obligaba a adoptar a las autoridades monetarias tendr como fundamental activo la ganancia en la credibilidad
de un comportamiento ortodoxo de las polticas monetaria y presupuestaria.
Evaluar la alternativa patrn oro/patrn duciario obliga a destacar la importancia de la situacin econmica en la que esa evaluacin se realiza. As,
parece evidente que, en una etapa crtica como la vivida por Espaa a partir
de 1931, con una crisis econmica profunda, agravada por el cambio poltico
que el pas viva en esos momentos y por el abandono continuado del patrn
oro por distintos pases, disponer de un gobierno discrecional de la poltica
monetaria constitua una ventaja considerable. Y es igualmente cierto que una
situacin como la denida en la etapa 1890-1913, con un patrn oro dominante en el mundo que dena un marco monetario estable, la aplicacin del criterio de la discrecionalidad para el manejo de la poltica monetaria careca de la
credibilidad necesaria para favorecer el desarrollo de las inversiones exteriores
que podan auir a Espaa. Fue esta situacin de grandes inversiones internacionales la que convirti a la etapa de 1880-1913 en una era decisiva para el
desarrollo econmico apoyado por la vigencia del patrn oro. Espaa perdi
gran parte de esas oportunidades por la ausencia de un patrn oro, ausencia
que negaba a la peseta la necesaria credibilidad para los inversores dispuestos
a embarcarse en prstamos con el pas.
En denitiva, no resulta prudente aconsejar, y mucho menos decidir, sobre
la implantacin del patrn oro ni sobre la convertibilidad de su moneda o sobre la estabilidad de su cambio exterior ignorando las condiciones econmicas
que denen la situacin del pas aconsejado, porque sin referencia a esas condiciones carecer de fundamento el consejo o la decisin que se adopte.
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3.
El Banco de Espaa era entonces un banco privado, que cont con el privilegio de emisin. Una concesin extraordinaria que trat de compensar el
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febrero de 1915, fecha en la que el profesor Olariaga expone por primera vez
sus crticas radicales al Banco de Espaa, sobre las que insistir en 1932, en su
obra La poltica monetaria espaola, con nuevos argumentos contundentes que
negaban al Banco de entonces su carcter de verdadero banco central.
A esa crtica, repitiendo la negacin del carcter de nuestro banco emisor
como banco central, se aadira ms tarde Joan Sard. Estas crtica la motiv la
Ley de Bases del Crdito y la Banca del 14 de abril de 1962, a la que Sard neg
rotundamente que atribuyese al Banco de Espaa las funciones que eran bsicas de un verdadero banco central. Al mismo tiempo, Sard precisaba las funciones que debera desempear el Banco de Espaa, cuyo cumplimiento poda
haber orientado acertadamente su reforma en aquellos aos, y a las que el poder
monetario que resida en el Ministerio de Hacienda no hizo el menor caso.
Para esta transformacin del banco emisor en un verdadero banco central
habr que esperar a la llegada de las crticas primero, y a su aceptacin despus, realizadas por el profesor y acadmico Luis ngel Rojo a partir de 1971.
El desarrollo por el Banco de Espaa de una poltica monetaria, que iba modicndose a medida que lo propugnaba el Servicio de Estudios, culminara
con la concesin del principio de autonoma. Concesin que guraba entre los
objetivos de la Unin Monetaria Europea, en la que Espaa iba a ingresar. De
esta manera, se llegara a la Ley de 1994, que reconoca al Banco de Espaa
su carcter autnomo. A partir de aqu, y merced a la poltica monetaria autnoma denida por el Banco, nuestro pas ingresara como pas fundador en la
Unin Monetaria Europea con la implantacin nal del euro.
Al anlisis de la personalidad y las aportaciones de estos tres profesores y
acadmicos se dedican tres largos ensayos que constituyen la parte central de
el Volumen XI de Papeles y Memorias de la Real Academia de Ciencias Morales
y Polticas.
3.3.
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272
Poco o nada hicieron cambiar ese desempeo de nuestro banco central las
leyes de 1921 (reforma Camb), 1931 (reforma Prieto) y 1946, ninguna de las
cuales conform al Banco de Espaa como un verdadero banco central.
A las reformas necesarias del Banco de Espaa se referir el profesor Olariaga en distintas oportunidades, insistiendo en los componentes de una agenda reformadora que l consideraba integrada por las siguientes actuaciones:
independencia del Banco de Espaa respecto del Tesoro Pblico; sistema de
reserva proporcional en la regulacin legal de la emisin, principio universalmente admitido; la cartera de renta del Banco, que posee valores pblicos
que si se cancelan sbitamente podran originar una intensa contraccin de la
masa de dinero circulante y una perturbacin en las cotizaciones correspondientes, lo que obliga a ir eliminando esos rastros de la vida pasada para tener
slo ttulos del Estado destinados a regular la circulacin de las operaciones,
que del,en ser las de un banco de bancos, incluyendo adems las intervenciones en Bolsa para regular el mercado de dinero, tanto en el aspecto nacional como en el internacional, sin intromisin alguna del Estado; los tipos de
inters, jados de manera independiente respecto del Estado, deben dejar de
tener los diferenciales que se presentan; nalmente, la necesidad de implantar
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3.4.
DE LA
Joan Sard llegar al Servicio de Estudios al comienzo del ao 1957, permaneciendo en ese cargo hasta 1965. Las fechas indican que la poltica monetaria
y la historia de la peseta haban cubierto desde el nal de la Repblica dos
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Esa referencia a Jos Larraz, para seguir y contar lo que fue de la peseta y
la poltica monetaria que la acompa, obliga a ampliar los aos de referencia
al trabajo del profesor Snchez Asian, toda vez que Larraz interpreta aspectos
decisivos de esa historia monetaria y econmica espaola hasta el 20 de mayo
de 1941, fecha en la cual el Jefe del Estado aceptara su dimisin, presentada
por tercera vez y, en esta oportunidad, como mandan las ordenanzas militares:
por escrito.
Esta prolongacin de la historia contada por el profesor Snchez Asian
le permite referirse a tareas importantes desempeadas por Larraz y relacionadas con la historia de la peseta como fueron la operacin de renanciar la
deuda, la de restaurar el rgimen presupuestario y denir una reforma tributaria que llevar la fecha de 16 de diciembre de 1940, que se convertira en una
referencia destacada en la historia de la Hacienda Pblica espaola, como se
comenta con detalle a partir de la pgina 330.
Los quince aos siguientes, que van de 1941, fecha en la que naliza la
presencia de Larraz, a la llegada de Sard al Servicio de Estudios, constituyen
una larga etapa crtica en la vida de nuestra economa y de la moneda que la
acompaaba. Una larga etapa, imposible de contar a travs de la presencia o
la obra de nuestros acadmicos.
La triste historia de esos quince aos no se escribi por economistas de la
Real Academia, aunque la haya contado muy bien un destacado acadmico de
nuestra Corporacin: Joan Sard Dexeus. En su Historia de la peseta: 1931-1962,
el profesor Sard ha destacado los principios a los que respondi en esa etapa
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Bien poda armarse aqu, de nuevo, la vigencia que adquiran, para caracterizar esta circunstancia, las palabras que Olariaga dej escritas en 1932,
con las que dena as el quehacer del Banco de Espaa: Se trata de una
institucin nica emisora con el fundamental destino de abastecer de fondos
al Estado, ayudndole en todos sus apuros nancieros, y realizar la misin
secundaria de facilitar el crdito preciso al sector privado que se ha extendido
ms all de cualquier lmite prudente.
A todos esos rasgos que caracterizaron el marco de la poltica nanciera
debe aadirse, para conocer la realidad econmica de Espaa en esa poca,
el aislamiento patolgico de nuestro pas frente al exterior. Un aislamiento
que cont con dos fuerzas distintas e importantes que lo sustentaron.
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la balanza de pagos, que detena, con frecuencia, el desarrollo del pas. Por
otra parte, como Sard armaba en sus informes, la nanciacin interior de la
creciente demanda pblica y privada se sostuvo en esta etapa por mecanismos
idnticos a los ya registrados en los aos 1940-1953, lo que generaba un proceso inacionista tan intenso como el registrado anteriormente, o ms. Sigui
asimismo vigente un tipo de cambio sobrevaluado de la peseta, que se corrigi
torpemente a travs de un sistema de cambios especiales que aadieron un arbitrismo confuso e ineciente a nuestras posibilidades exportadoras. Todo ello
gener un ambiente econmico que haca imposible alcanzar la meta de un
desarrollo econmico continuado y estable. Para lograr ese ambicioso objetivo
era preciso disponer de una nueva poltica econmica.
Denunciar esta situacin, e insistir en la necesidad de dotar al Banco de
Espaa de los medios para que pudiera realizar sus funciones como banco
central, fue una constante de la obra de Joan Sard, como subraya el trabajo
del profesor y acadmico Enrique Fuentes Quintana en el nmero XI de Papeles y Memorias bajo el ttulo de Joan Sard y el Plan de Estabilizacin y
Liberalizacin de la economa espaola. Un ttulo que anticipa la aportacin
decisiva de Sard a la poltica econmica espaola, que cambiara el rumbo de
nuestra economa situndola en una circunstancia bien distinta de la que se ha
descrito para Espaa en la larga etapa que va de 1939 a 1959.
Este trabajo del profesor Fuentes Quintana comienza por destacar el gran
avance que supuso la presencia en el Servicio de Estudios de Joan Sard, que
consisti, ante todo, en recuperar los mecanismos de voz del Banco de Espaa,
con el lanzamiento de la serie de informes econmicos anuales que fueron presentando y deniendo las nuevas evaluaciones de los problemas de la economa
espaola, as como las crticas a la vieja poltica de autarqua y al sistema de
sustitucin de importaciones que ocupar ms tarde el lugar de la anterior. Por
otra parte, la publicacin del nuevo Boletn Estadstico durante el mandato de
Sard permiti conocer los datos fundamentales para enjuiciar la marcha de la
poltica monetaria del pas. Ahora bien, la referencia central de la obra de Sard
como economista ser el Plan de Estabilizacin y Liberalizacin de la economa
espaola de 1959, cuya autora reclama un conocimiento detallado del principal intrprete de esa operacin. Y se es el propsito que domina una parte del
trabajo que publicamos, partiendo de una aproximacin a su biografa desde la
doble perspectiva de la Universidad y la poltica econmica de su tiempo.
Sern su destacada, trabajada y costosa presencia en la enseanza universitaria que tuvieron la suerte de disfrutar sus alumnos y colaboradores, quienes conservan el recuerdo de su inolvidable magisterio y su trabajo ejemplar
al frente del Servicio de Estudios del Banco de Espaa los factores que llevarn a Joan Sard a nuestra Real Academia, en la que ingres con la medalla
22 de la Corporacin. Una medalla que se haba adjudicado en la fundacin
de la Real Academia a Laureano Figuerola, creador de la peseta y un liberal
convencido, cuya precedencia en esa medalla resultaba grata al nuevo acadmico. Su discurso de ingreso se ocupara del sistema monetario internacional
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3.5. LUIS NGEL ROJO Y LA LARGA MARCHA HACIA LA UNIN MONETARIA Y EL EURO
El paso siguiente en la historia de la peseta y de la poltica monetaria que
orient su rumbo es una obra singular del profesor y acadmico Luis ngel
Rojo Duque. Obra singular se arma porque discurre a lo largo del desempeo inicial de su trabajo en los diecisiete aos cumplidos en el Servicio de
Estudios, del que sera nombrado Director en 1971. Un trabajo que contina
como Subgobernador, nombrado en 1988, ascendiendo al puesto de Gobernador en 1992. En el desempeo de ese cargo se registrara la fundamental decisin, que se contiene en la Ley de 1 junio de 1994, que reconoca al Banco de
Espaa plena decisin en el mbito de la poltica monetaria con la nalidad de
alcanzar y preservar el objetivo de la estabilidad de precios. Esa disposicin, que
abra una etapa nueva en la historia monetaria de la economa espaola, se haba forjado por quien era entonces su Gobernador y pas a consolidarse como
el primer Gobernador de un Banco de Espaa autnomo, cargo que habra de
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que la nacionalizacin constituye un tema secundario y que el verdadero problema consiste en dotar al banco de los medios adecuados para instrumentar
un control monetario ecaz. No puede extraar que, en consecuencia y por
este motivo el Banco de Espaa no fuera, desde su nacimiento y a lo largo
de su historia, un verdadero banco central. Un banco central de un pas se
dene como el rgano ejecutivo bsico de la poltica monetaria del gobierno
y si esto es as hay que concluir que el Banco de Espaa no era un verdadero banco central. El problema bsico, por lo tanto, que plante el Banco de
Espaa desde que se le atribuy el privilegio de emisin de billetes es que
sus funciones quedaron reducidas a la simple categora de banco emisor que
proporcionaba pasivamente la caja necesaria para la expansin del sistema.
Dicho en otros trminos, durante muchas dcadas y sin ms excepciones que
algunas actuaciones transitorias, las autoridades espaolas han practicado un
sistema de dinero pasivo en el que la oferta monetaria tenda a adaptarse a los
requerimientos de la demanda de dinero.
Con ese punto de partida, no puede extraar que la primera tarea del profesor Rojo en el Servicio de Estudios fuera la de convertir a este Banco de
Espaa de 1971 en un verdadero banco central. Tarea bien difcil, porque
el Banco llevaba cerca de un siglo funcionando exclusivamente como banco
de emisin, una larga vigencia que haba convertido su reforma en el cambio de una costumbre arraigada, aceptada y practicada por la sociedad y la
poltica econmica espaolas. Esa difcil reforma del Banco de Espaa y la
denicin de su poltica monetaria deberan contar de partida con un conocimiento y programacin de los nes que tendran que inspirar la nueva
poltica monetaria del nuevo Banco de Espaa.
A los componentes fundamentales de esa nueva poltica monetaria espaola
se haba referido tambin el profesor Rojo aos antes de su ingreso en el Servicio de Estudios, destacando las tres nalidades principales que deberan guiar
la prctica reformadora:
1. La necesidad de aplicar una poltica monetaria activa, continua y previsible por el pblico, interpretada por una autoridad con la suciente independencia.
2. La necesidad de conseguir la mejor asignacin posible de los recursos
nancieros disponibles y la mxima eciencia tcnica operativa del sistema
nanciero, lo que precisaba incorporar dosis crecientes de liberalizacin y
competencia, tanto interna como exterior, y de exibilidad en la organizacin
del sistema nanciero existente, eliminando las distintas formas de coaccin
que pudieran perturbar el uso de los recursos nancieros del pas.
3. La necesidad de asegurar la supervisin adecuada del sistema nanciero, capaz de conseguir las mejores cotas posibles de seguridad y solvencia de
las decisiones que integraban ese sistema, objetivo cuya importancia se derivaba de la concesin de la mayor libertad a los agentes que operaban dentro
de ese sistema nanciero.
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Esas convicciones del profesor Rojo habra que fundamentadas, desarrolladas y contrastadas para realizar las distintas reformas pertinentes. Todo
ello exiga una labor de estudio e investigacin continuada que fuera capaz de
documentar las decisiones de la poltica monetaria y contribuir al mejor conocimiento de los problemas econmicos del pas, y de difundir los resultados
obtenidos en sus lneas de actividad a travs de las publicaciones del Servicio
de Estudios del Banco de Espaa.
Es precisamente frente a esa doble exigencia donde se encuentra la gran
aportacin del profesor Rojo a la historia de nuestra peseta y de la poltica
monetaria en que se fundament. Esa respuesta se halla en la creacin de un
nuevo Servicio de Estudios, con su decisiva inuencia en la reforma y en los
cambios del Banco de Espaa y de nuestra poltica monetaria.
Efectivamente, esa reforma del Servicio de Estudios debera de orientarse
con el n de que la reorganizacin de su estructura, competencia y dedicacin
pudiera llevar a cabo la tarea de convertir al Banco de Espaa de 1971 en un
verdadero banco central. El profesor Rojo supo cumplir esta reforma ambiciosa de una manera ejemplar. En primer trmino, decidiendo la incorporacin
de jvenes economistas que se responsabilizaran de las mltiples actividades
que el Servicio de Estudios deba atender. En esta labor de seleccin, el profesor Rojo tuvo el acierto y la suerte de contar con un conjunto de colaboradores
de su ctedra de Teora Econmica, que desempeaba como antes se ha
dicho desde siete aos atrs, con jvenes economistas cuya preparacin y
rendimiento conoca bien. Por otra parte, la atraccin de ejercer la profesin
de economista en un escenario como el del Servicio de Estudios del Banco de
Espaa, bajo la direccin y competencia del profesor Rojo, aada para todos
los economistas que salan de las facultades el atractivo necesario para opositar a las plazas que se iban creando en el Cuerpo de Titulados del Servicio
de Estudios. Pablo Martn Acea, en su cuidada monografa sobre el Servicio
de Estudios del Banco de Espaa, ha armado con verdad que esta etapa del
Servicio bajo la direccin del profesor Rojo se caracteriz, ante todo, por el
aluvin de economistas que se incorporaron a las tareas del Banco para contribuir a esa ambiciosa y vieja aspiracin de hacer del Banco de Espaa un
verdadero banco central.
La primera y principal contribucin del Servicio de Estudios fue la de denir, practicar y ganar la autoridad del reconocimiento de la sociedad y la
poltica espaolas en la prctica de una poltica monetaria que segn se ha
expuesto anteriormente el profesor Rojo dena como una poltica activa,
continua y previsible por el pblico, interpretada por una autoridad con suciente independencia.
Cumplir con esas tres exigentes caractersticas, que deberan denir la nueva poltica monetaria, haca necesario destinar al anlisis y al logro de este objetivo el esfuerzo prioritario de los economistas que trabajaban en el Servicio
de Estudios.
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aplicacin de este control al caso de la economa espaola no era fcil, pues requera una base estadstica, economtrica y analtica compleja y slida, cuyas
enseanzas permitieron introducir modicaciones en las formas de control a
medida que variaban las circunstancias.
Es precisamente en la segunda obra (Poltica monetaria e inacin en Espaa) en la que se encuentra una descripcin de esa trayectoria de la poltica
monetaria espaola desde 1973 hasta la actualidad.
Esa obra, como arma el Director del Servicio de Estudios, Jos Luis Malo
de Molina,
debe entenderse como una obra colectiva. Una autora que no se limita a los
rmantes de sus distintos captulos. Por el contrario, todos los trabajos incorporados en el libro se han beneciado del trabajo y del debate intelectual de todo el
equipo que forma el Servicio de Estudios y son herederos de la fecunda aportacin de los economistas que han pasado por el mismo en los ltimos aos, y no
habran sido posibles sin el empuje y el liderazgo de los que han sido artces del
gran centro de estudios e investigacin que hoy tenemos.
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esa estabilidad se altera por las turbulencias desatadas por las sucesivas
crisis del mecanismo cambiario.
1995-hasta el momento actual: el control monetario cambia respecto de
las etapas anteriores claramente, y se corresponde con lo que se ha denominado nuevo sistema de objetivos directos de inacin.
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b)
c)
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rivadas de los ciclos electorales o de las oscilaciones de las corrientes de opinin?: ante todo, la independencia de los bancos centrales, que exige, a su vez,
que sta no niegue la responsabilidad democrtica de las decisiones de un banco central independiente. El principal argumento de la independencia del banco central es la necesidad de proteger sus actividades de presiones que puedan
llevar a decisiones incoherentes con los objetivos a medio plazo de la poltica
monetaria. Ahora bien, esa poltica monetaria tiene que ser conocida en todos
sus detalles por la representacin popular (lo que obliga a comparecencias del
Gobernador ante distintas comisiones del Congreso y el Senado para exponer
objetivos de la poltica monetaria y situar en el tiempo los resultados alcanzados con informes semestrales de precios).
La ecacia anti-inacionista de la independencia de los bancos centrales
depender tambin del comportamiento de los restantes componentes de la
poltica econmica y de los hbitos de reaccin de los agentes econmicos. Especialmente, la vigilancia y disciplina de la poltica presupuestaria constituye
un ingrediente fundamental para hacer viable una poltica de estabilidad de
precios.
Ad. c) La estabilidad de precios como objetivo de la poltica monetaria
constituye un cambio transcendente en la valoracin de la inacin y de sus
efectos, que en el esquema de la poltica monetaria destaca ante todos los ciudadanos, como componente bsico de la poltica econmica, la estabilidad de
precios frente a la inacin.
El modelo de seguimiento directo de la inacin consiste en jar el objetivo
cuanticado para el comportamiento del ndice de precios que se considere
ms relevante en un horizonte de medio plazo. Cumplir con esta referencia
a la estabilidad de precios obliga a las autoridades monetarias a reaccionar
cuando aparezca un riesgo de desviacin signicativa y persistente del compromiso de evitar la inacin. Este seguimiento de la inacin debe mejorar
en lo posible el diagnstico de la situacin inacionista, basndose en indicadores conocidos y aplicando peridicamente la poltica monetaria adoptada.
La ventaja del objetivo de la inacin se maniesta en su comunicacin y
transparencia, que hace ms comprensibles los objetivos directos de inacin,
con efectos sobre expectativas, mientras que la denicin en trminos de cantidad de dinero requiere interpretaciones ms confusas para el pblico. El
esquema de objetivos de la poltica monetaria es ms importante como cdigo
de comunicacin y mecanismo de transparencia que como regla de conducta
o funcin de reaccin.
La aplicacin prudente de esta nueva poltica monetaria, basada en el objetivo de reducir la inacin a plazo medio y largo del IPC, constituye la causa
del xito de la reduccin inacionista del pas para llegar a ser miembro fundador de la Unin Monetaria Europea.
A la denicin del contenido de la poltica monetaria del Banco de Espaa
deba acompaarle la creacin de las instituciones encargadas de su aplicacin.
Un objetivo para el que resultaba preciso crear los correspondientes mecanis-
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cario de la escisin del territorio nacional en dos zonas. Dos zonas con situaciones de partida distintas desde el punto de vista de su economa, con diferentes maneras de entender el orden nanciero y con dos sistemas monetarios
diferentes. Esa dualidad de dos pesetas y dos bancos de Espaa constitua un
campo de anlisis de notable inters histrico, porque se trataba de una experiencia inslita, especialmente apta para poner a prueba y ponderar los lmites
de la exibilidad de un sistema bancario y un sistema monetario nacionales
bajo la presin de una profunda y gravsima crisis estatal. Tratar de ofrecer
una respuesta a esta divisin y a los incidentes de los sistemas monetarios
vividos en ambos bandos durante la contienda, as como a la evolucin de
la economa en dos estados, constituan problemas mal conocidos que animaban a continuar la investigacin para dar respuestas a muchas incgnitas
planteadas, respuestas que vendran a complementar su primera incursin en
los problemas de la banca espaola en la Guerra Civil. Obtener esas nuevas
respuestas haca necesario disponer de ms fuentes de informacin, que haba
que encontrar y ordenar. La bsqueda de esa nueva informacin se dividi
segn confesin del profesor Snchez Asian en dos grandes grupos: la
generada por los propios actores, es decir, la documentacin producida por las
entidades nancieras en el ejercicio diario de su actividad, documentacin que
era notablemente amplia y muy bien conservada. As result posible disponer
y clasicar el caudal informativo que proporcionaban las actas de las sesiones
de los consejos de administracin de muchos de los grandes bancos y las cajas
de ahorros, as como de los comits ad hoc que se crearon durante la contienda. Esta informacin completara la abundante documentacin ocial.
La segunda fuente informativa consista en acceder a, y ltrar, la recogida
de informacin por transmisin oral, por la que se trat de conocer las vivencias y experiencias personales en perodos de conicto revolucionario e inestabilidad poltica de la Guerra Civil, y que explicaban la realidad del funcionamiento de las instituciones nancieras mucho mejor, a veces, que las propias
disposiciones legales, e incluso que la misma documentacin primaria. Una
parte importante de la informacin manejada en la investigacin del profesor
Snchez Asian se obtuvo segn conesa nuestro acadmico directamente
de las personas que vivieron aquellos momentos, algunos desde posiciones
muy importantes, lo que proporcion una visin ms precisa del marco y de
los actores que haban interpretado fases histricas vividas en la Guerra Civil. Snchez Asian destaca, especialmente, la interesante informacin que le
suministraron personas que vivieron con un conocimiento preciso las consecuencias nancieras de la guerra civil, como Pablo de Garnica y Luis de Usera.
Tambin tuvo nuestro acadmico la posibilidad de disponer de documentos
originales de los archivos personales de Luis Olariaga y del propio diario personal de Vctor Artola, y la ocasin provechosa de conversar ampliamente con
miembros de las familias Argelles y Ridruejo, que enriquecieron su conocimiento de aquella poca.
No contento con estos resultados, puso los medios para que las personas
con mayor caudal informativo del Banco de Bilbao, que haban vivido con
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realizacin de biografa, y cuya actitud personal le ha llevado a silenciar aspectos decisivos de su vida. Al propsito de presentar a los lectores un retrato
el de Jos Larraz responde el primer epgrafe de su trabajo. En la biografa
de Larraz ha visto el profesor Snchez Asian cuatro etapas diferenciadas. La
primera, la de su formacin. La segunda, su llegada al trabajo profesional y
su presencia en la poltica como ministro de Hacienda, as como su rpida y
fundada dimisin. Se abrira, tras estas dos etapas, una tercera que puede denominarse acadmica y de dedicacin a la enseanza.
Los aos de formacin de Jos Larraz transmiten claramente el rea que
congurara su vida profesional, poltica y acadmica, y el desempeo de sus
enseanzas. Se trata de un jurista con una slida preparacin iniciada en sus
estudios en la Facultad de Derecho de la entonces denominada Universidad
Central, concluidos con una brillantsima licenciatura en 1924, que le vali la
concesin del premio extraordinario. Su formacin jurdica continuara con el
ingreso en el cuerpo de Abogados del Estado con el nmero 1 de la promocin
de 1926. Un jurista preocupado, adems, por el estudio y conocimiento de los
temas econmicos, como lo revela su solicitud ante la Junta de Ampliacin de
Estudios para la obtencin de una beca, que al n conseguira, para acudir a
la Universidad de Lovaina con el propsito de conocer un problema real: el
desarrollo econmico de Blgica. Esta investigacin se publicar en 1928, y
ello permitir comprobar a sus lectores hasta qu punto haba conseguido el
acierto de exponer con claridad y sistemtica las causas del notable proceso de
crecimiento de la renta y la riqueza de los belgas. El modelo econmico que
Larraz ofreca del desarrollo de Blgica en su obra adquiri un xito notable
y una amplia difusin entre los lectores espaoles. De esa etapa formativa de
Larraz destacan, nalmente, sus estudios personales, seguidos por l con una
disciplina y provecho que le permitiran conocer muy bien los clsicos jurdicos y polticos espaoles.
La segunda etapa en la vida de Larraz es la dedicada al ejercicio de su profesin, que se inicia con la asesora jurdica, como abogado del Estado, de la
Presidencia del Consejo de Ministros durante la Dictadura de Primo de Rivera.
En 1930, Larraz ser llamado a integrarse en el Servicio de Estudios creado en el
Banco de Espaa en ese ao, y que dirigir junto con Olegario Fernndez Baos.
En ese mismo ao, y hasta 1935, Larraz desempeara la direccin de la seccin
econmica y nanciera del gran diario que fue entonces El Debate, en el que sus
trabajos disfrutaran de una difusin y estimacin pblica extraordinarias.
Al Banco de Espaa y a su Servicio de Estudios volvera de nuevo Jos Larraz en plena Guerra Civil para ocuparse de su direccin. Es en esta etapa en
la que realizara una extraordinaria labor, de la que sera fundamental exponente su admirada monografa Estudio sobre la restauracin de la comunidad
dineraria espaola, obra dedicada al estudio de las causas y el proceso de divisin monetaria de Espaa y su origen, para analizar debidamente sus consecuencias y, nalmente, exponer las vas para la refundicin de las dos pesetas
creadas por la Guerra Civil.
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debi seguir Castilla desde el punto de vista econmico-nacional, Larraz adelanta los elementos que compondran esa agenda reformadora que Castilla no
elabor. De la comparacin entre los que deberan ser elementos integrantes de
esa poltica y la realidad de los hechos, Larraz concluye que Castilla tuvo una
poltica de nes desmesurados, de estimacin hiperblica de las posibilidades
nacionales, de posposicin total de lo econmico y de grandes errores en este
campo. En denitiva, no puede haber una gran nacin ni un gran imperio sin
una poltica acorde con la economa y sin una prestacin continua por el pueblo
de trabajo permanente, tenaz e inagotable. Esas condiciones no se cumplieron.
La dedicacin de Larraz a la Real Academia de Ciencias Morales y Polticas
reclama la elaboracin de una monografa que identique y difunda sus principales aportaciones. Entre ellas guran aquellos trabajos que muestran un conocimiento profundo del curso histrico de la Hacienda Pblica espaola a lo
largo de los ltimos siglos. De ellos se conservan sus retratos elaborados ocasionalmente sobre los grandes rectores de la vida nanciera de Espaa: del Bravo
Murillo, hacendista, que ordenar la contabilidad pblica que permitira disciplinar la elaboracin del Presupuesto espaol; de Ramn de Santilln, el gran
reformador de la imposicin espaola en 1845, fundadora de nuestra Hacienda
contempornea; de Jos Echegaray, que difundir el principio del santo temor
al dcit pblico como fundamento obligado de una Hacienda bien administrada; de Fernndez Villaverde, retratado elmente en el eplogo que Larraz puso
a la biografa escrita por R. Mazo sobre el gran maestro de nales del siglo XIX
y comienzo del xx. De todos ellos Larraz ofrece retratos en pocas y magistrales
pinceladas, tanto por el acierto del juicio de su obra como por el conocimiento
que revelan de las interioridades de nuestra historia nanciera.
Larraz dedicar tambin una atencin destacada a disear una reforma de
las tareas y el papel de la Real Academia a travs de un programa que no recibi la atencin que quiz mereca.
Esas tareas acadmicas se continuarn ms tarde en un escenario distinto:
la Fundacin de la Sociedad de Estudios Econmicos Espaoles y Europeos,
que constituy el lugar de encuentro y trabajo conjunto de toda una serie de
destacados economistas que, entre 1950 y 1960, trataron de difundir el contenido y la previsible evolucin del Tratado de Roma, sobre cuya importancia
intentaba llamar la atencin Jos Larraz a los espaoles de su tiempo. Las
referencias a Europa animarn, tambin, muchas de sus intervenciones en la
Real Academia de Ciencias Morales y Polticas, y en todas ellas Larraz ofrecer
sus aportaciones sobre Europa, destacables por la coherencia de su enfoque
histrico y su lnea doctrinal.
En cualquier biografa de Larraz no puede faltar la referencia a su participacin e interpretacin de la enseanza. Sus clases se iniciarn en la Escuela Social de Madrid de 1933 a 1936, tareas que proseguiran en el Centro de Estudios Universitarios (CEU), en el que celebr tres cursos libres
de Economa para explicar la Historia de los Sistemas Econmicos. Colabor, asimismo, en los cursos de verano organizados en Santander por
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El subgobernador pretenda tambin que el Servicio de Estudios tuviese dispuestos los materiales necesarios, acopiados los datos y antecedentes
precisos para que el crdito y el cambio, que son la razn de ser de los institutos nacionales de emisin y a la vez pasos fundamentales de la economa
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Tres son los documentos que se reeren al estudio y decisin nal para restaurar la comunidad dineraria espaola: 1. El estudio inicial, debido a Jos
Larraz antes citado, elaborado en el Servicio de Estudios del Banco de
Espaa en Burgos; 2. El dictamen de la comisin presidida por el catedrtico
Joaqun Garrigues, nombrada por orden del Ministerio de Hacienda en septiembre de 1939, presentado el 11 de noviembre del mismo ao, y 3. La Ley
Reguladora del Desbloqueo de 7 de agosto de 1939 y las disposiciones complementarias sobre el desbloqueo de las operaciones bancarias y extra-bancarias
de octubre de 1938 y abril de 1939, respectivamente.
Sin duda, el documento ms importante, por su extensin, por el mtodo
utilizado para su elaboracin y por las conclusiones alcanzadas, es el redactado por Jos Larraz en el Servicio de Estudios del Banco de Espaa en Burgos.
Sus 150 pginas obedecen a un ordenado contenido que se inicia con la descripcin de las dos comunidades monetarias surgidas en el pas con la Guerra Civil. Se presentan, asimismo, los rasgos que caracterizaron a la marcha
de algunas variables en las dos zonas en que se dividi Espaa. Ese anlisis
permite conocer los cambios desiguales registrados en la circulacin duciaria (muy superior en la zona republicana). Las cifras estimadas de billetes
en circulacin reejan con claridad esta diferencia entre las dos zonas, tanto
en el nivel total alcanzado por la circulacin duciaria como en el ritmo de
su crecimiento. Larraz atribua la diferencia de estos comportamientos a tres
hechos: la mayor nanciacin por el Banco de Espaa a las necesidades del
Tesoro durante la estancia del Banco de Espaa en Valencia, que, a su vez,
haba contribuido a la expansin del crdito bancario en las instituciones bancarias privadas en la zona republicana. La conclusin a la que Larraz llegaba
no era otra que esta: la nanciacin crediticia de la Espaa republicana fue
muy superior a la de la Espaa nacional. A este descontrol monetario se aadieron las elevaciones salariales producto de los mpetus revolucionarios junto
a las demandas de un Tesoro voraz que haba provocado, en su opinin, que el
poder adquisitivo de la zona republicana se hubiese deteriorado hasta lmites
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extremos. Este crecimiento singular de los precios en la zona republicana haba situado en 1938 la inacin en algo ms del doble de la que corresponda a
la peseta nacional. Sobre ese crecimiento de los precios no slo haba operado
el aumento en la creacin de dinero, sino tambin la evolucin del sistema
econmico. La colectivizacin y la socializacin radicales de fbricas y empresas en la zona republicana haban ocasionado un descenso de la productividad
laboral y una brusca cada en la produccin agraria e industrial. El diferencial
de inacin tambin se dejaba sentir sobre la cotizacin exterior de ambas pesetas, de forma que el Comit de Moneda de Burgos adquira la libra esterlina
a 42 pesetas en 1937, mientras que el Comit de Valencia lo haca a 77 pesetas
republicanas.
Este comportamiento diferenciado y crecientemente dispar de las dos pesetas no facilitaba ciertamente la restauracin de la comunidad monetaria espaola, que tendra que adoptar parte de sus decisiones con el valor diferenciado
y cambiante de las pesetas republicana y nacional.
El proceso de restauracin de la comunidad dineraria espaola deba iniciarse, segn Larraz, con la aplicacin de un criterio de justicia que deba dar
respuesta a las siguientes cuestiones:
La moneda duciaria emitida por el Banco de Espaa en la zona republicana, como consecuencia de los crditos concedidos al gobierno de esta zona,
debe, en derecho, ser reconocida por el gobierno vencedor y por el Banco de
Espaa sometido a su jurisdiccin? Supuesta la solucin que se d a esta cuestin, qu prescripciones proceden para los saldos de cuenta corriente de la
zona republicana y en general para las obligaciones en dinero?.
La base esencial del pensamiento de Larraz para dar respuestas a las anteriores interrogantes descansaba en la idea de la continuidad del Estado que, por
su propia naturaleza, deba asumir tanto los actos del vencedor como los del
vencido, pues ste tambin, en sus actos polticos y en sus medidas legislativas,
haba intervenido en su calidad de poder pblico. El corolario que se desprenda
de este examen llevaba a Larraz a una propuesta central consistente en armar
que, cualquiera que fuera la solucin que se acordara, sta deba ser equitativa
y basarse en la inalienable funcin protectora de los poderes pblicos. Este
presupuesto exiga que el nuevo Estado reconociese la deuda del vencido. Esa
doctrina jurdica sobre los actos de la parte beligerante vencida nos lleva conclua Larraz, en principio, al reconocimiento de los crditos otorgados a la
misma por el Banco de Espaa en su zona y la contrapartida (billetes, talones
especiales, certicados de plata e incrementos de cuenta corriente). Este enfoque de Larraz al problema de la refundicin monetaria concluye el profesor
Snchez Asian fundamentaba, en ltimo trmino, que ese problema era un
problema de paz, y que el espritu ofensivo que haba informado la guerra de las
dos pesetas debera ser sustituido por medidas justas en lo posible.
La aplicacin del criterio de justicia resolva el primer problema respecto de
la restauracin de la comunidad dineraria espaola, pero quedaba pendiente
el otro aspecto a que antes se ha aludido: la razn de convalidacin o conver-
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sin entre las dos pesetas, que estaban sometidas, como antes se ha expuesto,
a riesgos muy distintos de inacin, lo que obligaba a convertir los derechos y
obligaciones jados en pesetas republicanas en derechos y obligaciones denidos en pesetas nacionales. Larraz armaba que haba, frente a este problema,
tres opciones: 1. Reconocimiento total y conversin a la par de los valores de
las dos pesetas; 2. Reconocimiento parcial y conversin por una determinada
escala y, nalmente, y 3. Repudio total de los derechos y obligaciones nacidos
en territorio republicano. De estas tres opciones, la aplicacin del principio de
justicia, tal y como lo haba formulado Larraz, rechazaba de plano la tercera.
Larraz tambin se opuso, a pesar de su sencillez, a la primera de las soluciones
por sus graves inconvenientes:
Un criterio semejante convertira el nivel de inacin de la economa espaola unicada en un puro efecto de la voluntad de los gobiernos republicanos,
ciertamente poco escrupulosos en el manejo del dinero, sin que estuviera presente la voluntad del gobierno de la Espaa nacional. Habramos de pechar
as con una inacin cuantiossima, sobre todo tan veloz como fuera el canje
entre ambas unidades monetarias. Esta consideracin de la rapidez con que
pasaramos a un nivel de inacin muy apartado del de la Espaa nacional es
importantsima por sus efectos. Sobrevendra pronto la rpida subida de los
precios, la baja del cambio y la prdida enorme del poder adquisitivo en las
fortunas de renta ja, todo ello en proporcin superior a la determinada por
el coeciente de inacin de la Espaa nacional. Al fundirse las dos zonas de
Espaa en una y los dos mercados en uno, los habitantes de la zona republicana ejercitaran una capacidad de compra relativamente superior a los de la
Espaa nacional.
Una actuacin de canje con arreglo a esos principios quebrantaba el principio de justicia, adems de ocasionar las consecuencias econmicas que se
han expuesto.
Eliminadas las dos posturas extremas, Larraz defendi la intermedia. La regla general que deba aplicarse, en consecuencia, hara que las pesetas republicanas, en cuanto dinero o en cuanto obligaciones en dinero, deberan convertirse en nacionales segn la proporcin de sus respectivos valores. La ltima
parte del informe de Larraz se dedicaba a exponer el procedimiento administrativo para llevar a cabo la unicacin de las dos comunidades. Recomendaba
tener funcionarios seleccionados y adiestrados, una existencia de billetes suciente para realizar el canje, moneda fraccionaria en abundancia, impresos,
bandos de informacin, y criterios claros y uniformes de contabilidad.
El segundo documento que analizaba y dictaminaba el proceso de unicacin
monetaria era como antes se ha indicado debido a la comisin nombrada
por Larraz al frente del Ministerio de Hacienda, y se concluy el 11 de noviembre de 1939. Tres son los temas sobre los que dictamina esa comisin.
No puede olvidarse que la legislacin de guerra haba originado tres hechos
difcilmente reversibles: a) la anulacin de billetes puestos en circulacin por
las autoridades republicanas despus del 18 de julio de 1936; b) el canje a
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la par por moneda nacional de los billetes que circulaban en zona republicana antes de dicha fecha, y c) el reconocimiento a la par de los saldos de
depsitos existentes en los institutos de crdito el 18 de julio de 1936. Todo
ello haba provocado una separacin excesivamente radical entre dos clases
de dinero, que, sin embargo, vivieron confundidas en el territorio republicano
y desempearon los mismos cometidos. La comisin entenda que la riqueza
que haba quedado transformada en la zona republicana despus del 18 de
julio de 1936 no era menos legtima ni haba servido a nes distintos que la
existente en la misma zona en esa fecha y que, por razones de evidente equidad, proceda recoger igualmente los signos monetarios que representaba, si
bien corrigiendo su valor nominal en la medida aproximada en que se hallaba
desgurado a causa de la inacin. Sin embargo, aunque el criterio expuesto
coincida con el defendido por el propio ministro de Hacienda en su estudio
de 1938, la comisin se vea obligada a admitir que, en lo concerniente a los
billetes republicanos, la situacin era irreversible y nada poda hacerse. Los
billetes se haban anulado e ilegalizado. Sin embargo, para el dinero bancario
la poltica haba sido otra, y por eso el dictamen insisti a favor de su reconocimiento, si bien corrigiendo su valor teniendo en cuenta el grado de inacin
registrado. En concreto, la propuesta de la comisin era reconocer como vlidos los incrementos de dinero bancario y de crdito registrados en el territorio
republicano, pero no a la par, sino con arreglo a una escala de coecientes
que reejasen el grado de desvalorizacin del dinero de la Repblica frente al
dinero nacional.
Los otros dos temas de preocupacin para los miembros de la comisin fueron el relativo a la revisin de pagos y a los posibles efectos inacionistas del desbloqueo. En cuanto al primer tema, la norma general deba ser la subsistencia
de todos los pagos hechos y, slo en casos excepcionales y tipicados, acceder a
la revisin. De ms inters para las consecuencias econmicas era la advertencia que contena el dictamen acerca de que el desbloqueo de cuentas bancarias
pudiese contribuir a agravar la inacin. Para evitar este peligro, recomendaba
que slo una cuarta parte de las cantidades desbloqueadas quedase a la libre disposicin de sus titulares, liberndose el resto cuando el ministro de Hacienda as
lo acordara. Con estas restricciones no iba a desaparecer el riesgo de inacin,
pero al menos no se complicaba an ms el problema del exceso de recursos
lquidos frente a la produccin menguante con unos precios controlados.
stas fueron las tres consideraciones que atendi el dictamen de la comisin, sin que, en su trabajo, se dijera nada sobre el problema tcnico de los
coecientes de correccin que deberan aplicarse a los pasivos bancarios de las
instituciones de crdito situados en zona republicana.
Considerado ese problema de estimar los ndices aplicables para convertir
los valores monetarios de la zona republicana en los valores correspondientes
de la zona nacional, Larraz encarg una serie de estudios a diversos especialistas, habiendo sido publicados los del estadstico Antonio de Miguel y el
secretario del Consejo de Economa Nacional, Higinio Pares Eguilaz. Ambos
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Respecto de los saldos bancarios, la frmula empleada consisti en aplicarles los mismos coecientes de correccin, segn la valoracin de las dos pesetas en cada momento. La Ley estableca las paridades de conversin de una
moneda en otra partiendo de la inmovilizacin o bloqueo de los incrementos
producidos en los saldos deudores y acreedores bancarios con posterioridad
al 18 de julio de 1936, a los que se aplicaban unos determinados coecientes
de reduccin en funcin de la depreciacin sufrida por la moneda en la zona
republicana en cada perodo. De esta manera, a los aumentos de saldos registrados, por ejemplo, entre el 19 de julio y el 31 de octubre de 1936 se los valoraba en un 90%. A los correspondientes a los cuatro meses siguientes, en un
80%, y as sucesivamente hasta llegar a una valoracin de slo el 10 por 100 de
los incrementos de saldos del segundo semestre de 1938 y del 5 por 100 de los
registrados en los tres ltimos meses de guerra.
Por otra parte, el desbloqueo de las operaciones bancarias activas, crditos
y descuento de efectos de las operaciones interbancarias, y de las obligaciones extra-bancarias de pagos en metlico se llev a cabo utilizando criterios
y coecientes semejantes de reduccin. Por otro lado, cada entidad bancaria
qued obligada a equilibrar su balance unicado despus de las conversiones
necesarias, revirtiendo al Banco de Espaa la diferencia.
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Por otra parte, un tratamiento injusto fue el recibido por el dinero legal
republicano, al admitirse nalmente la nulidad de los billetes emitidos con
posterioridad al 18 de julio de 1936, con lo que no recibira el mismo tratamiento que el dinero bancario.
Tras este detallado estudio del proceso de unicacin monetaria, el trabajo
del profesor Snchez Asian se cierra con cinco breves notas referidas al abandono del patrn oro, al cierre del balance del Banco de Espaa de 1942, a la
reforma institucional de la ordenacin monetaria, al proceso de normalizacin
del sistema nanciero y al coste de la guerra. Notas que el lector encontrar en
las pginas 150 a 154 del Volumen XI de Papeles y Memoras.
Queda fuera del anlisis del profesor Snchez Asian el proceso de liquidacin del coste monetario de la Hacienda nacional, que oblig a Larraz a plantear y resolver la regularizacin de la deuda pblica, a practicar la operacin
de su conversin, cuya oportunidad destacan cuantos la han analizado, y sus
efectos positivos en la presin de la cantidad de dinero sobre la economa espaola, que Larraz trat de reducir.
Todas estas actuaciones en la poltica de deuda pblica deberan haber recibido el refuerzo de una poltica presupuestaria rigurosa que ayudara a la
lucha contra la inacin, y que Larraz intent con la elaboracin de los presupuestos de los aos 1940 y 1941. Este saneamiento de la economa espaola
era el precedente de la aplicacin de una nueva poltica scal que no obtuvo la
aprobacin del Jefe del Estado, y ste sera como muestran las Memorias de
Larraz el determinante de su dimisin como ministro de Hacienda, producida el 20 de mayo de 1941.
Esta etapa nal de Larraz al frente del Ministerio de Hacienda es el tema en
el que hoy trabaja el profesor Snchez Asian, y que dar su argumento a un
prximo artculo que Papeles y Memorias de la Real Academia confa en ofrecer
a sus lectores.
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El alcalde de Calaf, con muchos de sus vecinos acudi a estos actos organizados por la Academia, de los que hemos querido dejar testimonio en la
seccin de Memorias.
En esas pginas, el lector encontrar, en primer lugar, una introduccin al
homenaje, trabajo preparado por el profesor Juan Velarde, en el que se repasan los hitos principales de la vida de Figuerola.
A ese texto se aade el expediente personal de Laureano Figuerola que ha
quedado en el archivo de nuestra Academia, y que ha confeccionado nuestro
Bibliotecario, Pablo Ramrez. El lector encontrar, a continuacin, el texto de
la necrologa de Figuerola realizada en la Real Academia por Gumersindo de
Azcrate Menndez, destacado acadmico de nuestra Corporacin.
La seccin de Memorias incorpora seguidamente los textos de los discursos pronunciados en el Saln de Actos de la Real Academia de Ciencias
Morales y Polticas, con los cuales nuestros acadmicos participaron activamente en el ciclo de homenaje a nuestro compaero y antiguo presidente.
Estos discursos son tres:
Figuerola o un radical en la Real Academia de Ciencias Morales y Polticas es el ttulo con el que el profesor Juan Velarde presenta la Academia
de entonces y los acontecimientos que estuvieron presentes en la etapa
de su fundacin, as como la referencia a los principales intrpretes que
dieron vida a la Academia en aquellos aos de la presidencia activa de
Figuerola.
El profesor Fabin Estap se ocupa del interesante tema de la evolucin
de Laureano Figuerola desde su residencia en Barcelona a su estancia
posterior en Madrid, y destaca, con la amenidad y acierto habituales del
autor, su postura en la regulacin del comercio exterior de Espaa y el
papel fundamental de las importaciones para el desarrollo de la economa espaola, as como la crtica de Figuerola a la opinin de que los
aranceles tenan que ser un manto protector y eterno. Una idea opuesta
a las que Figuerola sustentaba, y que le llev a la redaccin de la clebre
Base quinta de su Arancel, informada por un proteccionismo dinmico y
por la obligacin de ir adecuando las estructuras productivas a los datos
de importancia internacional. La discusin de estas ideas en Barcelona y
Madrid conceden especial inters a esta intervencin de Fabin Estap.
Las colaboraciones del homenaje a Figuerola se cierran con el trabajo
que estudia su pensamiento como moralista y reformador, un trabajo del
que es autor Antn Costas Comesaa, catedrtico de Poltica Econmica
de la Universidad de Barcelona, invitado especialmente por la Real Academia para que participara en este acto.
El trabajo de Antn Costas presenta un retrato lleno de inters de Laureano
Figuerola, en el que destacan los testimonios que han dejado de su vida y de
su obra los que se han acercado a ella con rigor. Un perl en el que todos le
dibujan como una persona ntegra, con carcter enrgico y voluntad de hierro.
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Conferencia
inaugural
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Jos Barea, Jernimo Saavedra
(presidente del Gobierno Canario)
y Enrique Fuentes
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IX Congreso AECA
La Unin Europea, un reto para las empresas
y profesionales espaoles
Salamanca, 25 al 27 de septiembre de 1997
Conferencia
de Clausura:
Espaa ante la
Unin Europea
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XI Congreso AECA
Empresa, euro y nueva economa
Madrid, 26 al 28 de septiembre de 2001
Intervencin de
Enrique Fuentes, presidente
de la Real Academia
de Ciencias Morales y Polticas
en el Simposio Contabilidad
Nacional y Sector Pblico
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Intervencin de Enrique
Fuentes Quintana
Socios de Honor
de AECA
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