Conocer y Experimentar Al Cristo Todo Inclusivo y Extenso

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AFIRMACIONES CLAVES PARA LA CONFERENCIA DEL DÍA DE ACCIÓN DE GRACIAS DEL 2019

La voluntad de Dios para nosotros con respecto al Cristo todo-inclusivo y extenso


es que conozcamos a Cristo, experimentemos a Cristo,
disfrutemos a Cristo, seamos saturados de Cristo
y que Cristo llegue a ser nuestra vida y nuestra persona.

Podemos andar en Cristo como nuestra tierra viva


y absorber a Cristo como nuestro rico suelo, en el cual hemos sido arraigados,
para que podamos crecer con los elementos que absorbemos del suelo
y llegar a estar llenos en Cristo en nuestra experiencia.

Dado que toda la plenitud de la Deidad habita en Cristo


y dado que ya fuimos puestos en Él,
estamos llenos en Él —llenos de las riquezas divinas—
y todo lo que Él es y todo lo que Él tiene nos pertenece,
y todo lo que Él ha experimentado ha llegado a ser nuestra historia.

Si permitimos que la paz de Cristo sea el árbitro en nosotros


y si somos llenos de la palabra de Cristo,
tendremos el nuevo hombre de manera práctica;
todos los santos en todas las iglesias a través de todo el recobro del Señor
vivirán a Cristo en el nuevo hombre, el cual es uno solo.

© 2019 Living Stream Ministry


Bosquejo de los mensajes
de la Conferencia del Día de Acción de gracias
del 28 de noviembre al 1 de diciembre del 2019

TEMA GENERAL:
CONOCER Y EXPERIMENTAR
AL CRISTO TODO-INCLUSIVO Y EXTENSO

Mensaje uno
La voluntad de Dios con respecto al Cristo todo-inclusivo y extenso

Lectura bíblica: Ap. 4:11; Ef. 1:5, 9, 11; Col. 1:9-10, 27; 2:6-7; 3:4, 10-11; 4:12

I. Dios es un Dios de propósito, quien tiene una voluntad que corresponde a Su propio
beneplácito, y Él creó todas las cosas por Su voluntad a fin de poder realizar y cumplir
Su propósito—Ap. 4:11; Ef. 3:9-11; Col. 1:9:
A. La voluntad de Dios es el deseo de Dios; la voluntad de Dios es lo que Él quiere hacer—Ef. 1:9.
B. El beneplácito de Dios corresponde a la voluntad de Dios; Su beneplácito está corporificado en
Su voluntad—v. 5.
C. La voluntad de Dios es la firme decisión que Él tomó para cumplir Su propósito—v. 11; 1 Co. 1:1.
D. Dios nos ha dado a conocer el misterio de Su voluntad por medio de Su revelación en Cristo, es
decir, por medio de la encarnación, crucifixión, resurrección y ascensión de Cristo—Ef. 1:9; 3:9.
E. Dios hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad; la voluntad de Dios es Su intención, y
Su consejo es Su consideración acerca de cómo cumplir Su voluntad—1:11.
II. Colosenses es un libro sobre la gran y eterna voluntad de Dios—1:9; 4:12:
A. La voluntad de Dios mencionada en este libro no es Su voluntad en cuanto a asuntos de menor
importancia; más bien, es la eterna voluntad de Dios, la gran voluntad de Dios.
B. Colosenses revela lo que es la voluntad de Dios según Su deseo e intención en todo el universo,
en la creación, en la redención, en la era actual, en la era venidera y en la eternidad—Ef. 1:5, 9,
11; 3:9-11; Mt. 16:18; Ap. 19:7-9; 11:15; 21:2.
C. Necesitamos ser llenos del pleno conocimiento de la voluntad de Dios—Col. 1:9:
1. La voluntad de Dios en Colosenses 1:9 se refiere a Su voluntad con respecto a Su propósito
eterno, es decir, con respecto a Su economía tocante a Cristo—Ef. 1:5, 9, 11.
2. Tener el pleno conocimiento de la voluntad de Dios es tener la revelación del plan de Dios a
fin de que podamos saber lo que Dios planea hacer en el universo—Ap. 4:11:
a. El plan de Dios consiste en hacer que Cristo sea el todo en la economía divina—Mt. 17:5;
Col. 1:15-18; 3:10-11.
b. La revelación del plan de Dios abre el camino para que experimentemos más a Cristo—
2:16-17; 3:4, 15-16.
3. Conocer y experimentar al Cristo todo-inclusivo y extenso requiere “toda sabiduría y enten-
dimiento espirituales”—1:9:
a. La sabiduría y entendimiento espirituales son propios del Espíritu de Dios en nuestro
espíritu—Ef. 1:17; 1 Co. 2:11-12; 6:17; 1 Jn. 5:20.
b. La sabiduría se halla en nuestro espíritu para que nosotros percibamos la voluntad eterna
de Dios; el entendimiento espiritual se halla en nuestra mente que ha sido renovada por el
Espíritu para que entendamos e interpretemos lo que percibimos en nuestro espíritu—Ef.
1:17; 4:23.
D. Andar como es digno del Señor es el resultado de tener el pleno conocimiento de la voluntad de
Dios; tal andar es uno en el cual vivimos a Cristo—Col. 1:10; Fil. 1:19-21a.
E. Necesitamos estar firmes, perfectos y plenamente seguros en toda la voluntad de Dios—Col.
4:12.
III. La voluntad de Dios para nosotros es que conozcamos al Cristo todo-inclusivo y extenso,
que lo experimentemos y que lo vivamos a Él como nuestra vida—1:9, 15-18; 3:4:
A. La voluntad de Dios está en Cristo, se concentra en Cristo y es para Cristo; Cristo lo es todo en
la voluntad de Dios—1:9.
B. Que Cristo sea el Primogénito tanto de la creación original como de la nueva creación significa que
Él es tanto todo-inclusivo como extenso—vs. 15, 18:
1. El Cristo extenso es el Cristo que es más vasto que el universo y que lo es todo para
nosotros—Ef. 3:18.
2. Cristo, el Salvador y Señor en quien creemos, es ilimitado e inagotable; puesto que Él no tiene
limitación alguna, la revelación acerca de Él también debe ser sin limitación—vs. 2-5, 8-9.
C. El Cristo que se revela en Colosenses es Aquel que es todo-inclusivo, extenso y preeminente, la
centralidad y universalidad, el centro y la circunferencia, de la economía de Dios—1:15-18, 27;
2:16-17; 3:4, 10-11; Ef. 1:10; 3:11:
1. Colosenses revela al Cristo todo-inclusivo: Aquel que es Dios, hombre y la realidad de todas
las cosas positivas en el universo—2:9, 16-17.
2. En la economía de Dios, Cristo lo es todo; Dios desea a Cristo y sólo a Cristo: el Cristo mara-
villoso, preeminente y todo-inclusivo, quien es el todo y en todos—Mt. 17:5; Col. 3:10-11.
3. El Cristo todo-inclusivo y extenso es el centro de la economía de Dios; la impartición de Dios
está completamente relacionada con Cristo y se enfoca en Él—Ef. 3:17a.
4. La voluntad de Dios, Su intención, en Su economía consiste en forjar al Cristo maravilloso,
todo-inclusivo y extenso en nuestro ser como nuestra vida y nuestro todo a fin de que
lleguemos a ser la expresión corporativa del Dios Triuno—Col. 1:27; 3:4, 10-11.
D. La voluntad de Dios es que el Cristo todo-inclusivo y extenso sea nuestra porción, nuestra vida,
nuestro elemento constitutivo y nuestra paz—1:9, 12; 3:4, 10-11, 15:
1. En 1:9 la voluntad de Dios se refiere a Cristo; la voluntad de Dios es profunda con relación a
que nosotros conozcamos, experimentemos y vivamos en el Cristo todo-inclusivo y extenso.
2. La voluntad de Dios para nosotros es que conozcamos a Cristo, experimentemos a Cristo,
disfrutemos a Cristo, seamos saturados de Cristo y que Cristo llegue a ser nuestra vida y
nuestra persona—3:4, 10-11; Ef. 3:16-17.
3. La voluntad de Dios es que nosotros, ya que tenemos al Cristo todo-inclusivo y extenso,
deberíamos andar en Él—Col. 2:6:
a. Andar en Cristo es vivir, actuar, comportarnos y tener nuestro ser en Él.
b. A medida que andemos en Cristo, seremos arraigados en Él a fin de tener crecimiento
hacia abajo y seremos edificados a fin de tener crecimiento hacia arriba—vs. 6-7.
E. Deberíamos estimar y evaluarlo todo según el Cristo todo-inclusivo y extenso—v. 8:
1. Cristo es el principio que rige toda sabiduría y conocimiento genuinos, la realidad de toda
enseñanza genuina y la única medida de todo concepto aceptable a Dios.
2. Es únicamente cuando tengamos una perspectiva clara del lugar que el Cristo todo-inclusivo
y extenso ocupa en la economía de Dios que podremos ver a través de toda ilusión y engaño.
F. Necesitamos ser infundidos, saturados e impregnados del Cristo todo-inclusivo y extenso hasta
que, en nuestra experiencia, Él lo sea todo para nosotros—1:27; 2:16-17; 3:4, 10-11:
1. El Cristo todo-inclusivo y extenso está en nosotros, pero necesitamos verlo, conocerlo, ser
llenos de Él, ser saturados de Él y ser absolutamente uno con Él.
2. Deberíamos permitir que el Cristo todo-inclusivo y extenso llene todo nuestro ser y reem-
place nuestra cultura consigo mismo—Ef. 3:17a; Col. 3:10-11:
a. Cuanto más Cristo reemplace nuestra vida natural y nuestra cultura consigo mismo,
más podremos declarar: “El vivir es Cristo”; para nosotros, el vivir será el Cristo que
toma plena posesión de nosotros, nos ocupa y nos llena consigo mismo—Fil. 1:21a.
b. El Cristo todo-inclusivo y extenso desea reemplazar cada elemento de nuestra vida natu-
ral y nuestra cultura consigo mismo a fin de que podamos ser un solo y nuevo hombre,
Su expresión corporativa; éste es el mensaje contenido en el libro de Colosenses—3:10-11.
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Mensaje dos
Conocer y experimentar al Cristo todo-inclusivo y extenso
como la buena tierra: nuestra porción asignada

Lectura bíblica: Col. 1:12; 2:6-15, 19; Éx. 3:8; Dt. 8:8-9; 26:9

I. Cristo, Aquel que es preeminente y todo-inclusivo, es la porción asignada a los


santos—Col. 1:12:
A. La porción asignada se refiere a la porción de la heredad asignada según es tipificado
por la repartición de la buena tierra de Canaán dada a los hijos de Israel como su
herencia—Jos. 14:1.
B. La porción asignada a los creyentes neotestamentarios no es una tierra física; es el
Cristo todo-inclusivo como Espíritu vivificante—Col. 2:6-7; Gá. 3:14:
1. Las riquezas de la buena tierra tipifican las inescrutables riquezas de Cristo en Sus
diferentes aspectos como abundante suministración provista a Sus creyentes en Su
Espíritu—Dt. 8:7-10; Ef. 3:8; Fil. 1:19.
2. Al disfrutar las riquezas de la tierra, los creyentes en Cristo son edificados para ser
Su Cuerpo como casa de Dios y reino de Dios—Ef. 1:22-23; 2:21-22; 1 Ti. 3:15; Mt.
16:18-19; Ro. 14:17.
II. El propósito del llamamiento de Dios es introducir al pueblo escogido de Dios en
el disfrute del Cristo todo-inclusivo y extenso tipificado por la buena tierra que
fluye leche y miel—Éx. 3:8; cfr. 1 Co. 1:9:
A. La leche y la miel, las cuales son una mezcla de la vida animal y la vida vegetal, son
dos aspectos de la vida de Cristo: el aspecto redentor y el aspecto generador—Dt. 8:8;
26:9; cfr. Jn. 1:29; 12:24:
1. El aspecto redentor de la vida de Cristo tiene como fin nuestra redención jurídica,
y el aspecto generador de la vida de Cristo tiene como fin nuestra salvación
orgánica—1:29; 12:24; Ap. 2:7; Ro. 5:10.
2. Los símbolos de la mesa del Señor representan tanto el aspecto redentor de la vida
de Cristo como su aspecto generador con miras a la salvación completa de Dios; así
pues, la buena tierra ha llegado a ser una mesa, un banquete para nuestro
disfrute—Mt. 26:26-28; 1 Co. 10:17.
B. Debemos estar “en la luz” a fin de disfrutar al Cristo todo-inclusivo, quien es la buena
tierra, en Su aspecto redentor y en Su aspecto generador—Col. 1:12; 1 P. 2:9; Is. 2:5:
1. Dios es luz—1 Jn. 1:5.
2. La palabra de Dios es luz—Sal. 119:105, 130.
3. Cristo es luz—Jn. 8:12; 9:5.
4. La vida de Cristo es luz—1:4.
5. Los creyentes son luz—Mt. 5:14; Fil. 2:15.
6. La iglesia es un candelero que resplandece con luz—Ap. 1:20; Sal. 73:16-17.
C. Debemos comer las palabras de Dios a fin de disfrutar al Cristo todo-inclusivo, quien es
la buena tierra, en Su aspecto redentor y en Su aspecto generador; la palabra de Dios
es leche que podemos beber y es miel que podemos comer—Jn. 6:57, 63, 68; 1 P. 2:2;
Sal. 119:103; Ez. 3:3.
D. Al disfrutar a Cristo, quien es la tierra de leche y miel, seremos constituidos de Él como
leche y miel: “Miel virgen destilan tus labios, novia mía; / miel y leche hay debajo de tu
lengua”—Cnt. 4:11a:
1. La miel restaura a los heridos, mientras que la leche alimenta a los nuevos.
2. La buscadora ha acumulado tantas riquezas en su interior que hay comida debajo
de su lengua, y ella puede impartir las riquezas de Cristo a los necesitados en
cualquier momento—Is. 50:4; Mt. 12:35-36; Lc. 4:22; Ef. 4:29-30.
3. Esta dulzura no se produce de la noche a la mañana, sino que es el resultado de un
largo periodo de recolección, actividad interna y cuidadoso depósito—Cnt. 4:16;
2 Co. 12:7-9.
III. Podemos andar en Cristo como nuestra tierra viva y absorber a Cristo como
nuestro rico suelo, en el cual hemos sido arraigados, para poder crecer con los
elementos que absorbemos del suelo—Col. 2:6-7; cfr. 1 Co. 3:6, 9; Col. 2:19:
A. Colosenses 2:8-15 presenta una descripción y definición completa de Cristo como suelo en
el cual no nos falta nada; a medida que dedicamos tiempo para absorberlo como tierra
todo-inclusiva, los hechos en estos versículos llegan a ser nuestra experiencia:
1. Cristo como suelo es Aquel en quien habita corporalmente toda la plenitud de la
Deidad—v. 9:
a. La palabra plenitud no se refiere a las riquezas de Dios, sino a la expresión de las
riquezas de Dios; en Cristo no solamente habitan las riquezas de la Deidad, sino
también la expresión de las riquezas de lo que Dios es—v. 9; 1:15, 19; 3:10-11.
b. Cuando estamos arraigados en Cristo, el suelo, llegamos a estar llenos en Él;
somos llenos de todas las riquezas divinas para llegar a ser Su expresión—Ef.
3:8, 17, 19.
c. En Cristo como suelo somos llenados, completados, perfeccionados, satisfechos y
plenamente abastecidos; no nos falta nada—cfr. Fil. 1:19.
d. Cristo como suelo es la historia y el misterio de Dios con todas las riquezas de
Su persona y Sus procesos—Col. 2:2.
2. Cristo como suelo es la Cabeza de todo principado y autoridad—v. 10.
3. En Cristo como suelo se encuentra el poder aniquilador que hace morir la carne—
v. 11.
4. En Cristo como suelo se encuentra un elemento que causa que seamos sepultados—
v. 12a.
5. En Cristo como suelo se encuentra un elemento que causa que seamos resucitados—
v. 12b.
6. En Cristo como suelo se encuentra un elemento que nos vivifica—v. 13.
7. En Cristo como suelo se encuentra la anulación del código escrito que consistía en
ordenanzas—v. 14.
8. En Cristo como suelo se encuentra la victoria sobre los espíritus malignos que están
en la atmósfera—v. 15.
B. Debemos dedicar tiempo para disfrutar al Señor, quien es la tierra todo-inclusiva, de
modo que todos los elementos de Cristo, el rico suelo, puedan ser absorbidos en nuestro
ser a fin de que, en nuestra experiencia, lleguemos a estar llenos en Él—v. 10a; 4:2:
1. Si hemos de absorber las riquezas de Cristo, el suelo, necesitamos tener raíces
tiernas y nuevas—cfr. 2 Co. 4:16.
2. Necesitamos olvidarnos de nuestra situación, nuestra condición, nuestros fracasos
y nuestras debilidades, y simplemente dedicar tiempo para absorber al Señor; a
medida que tomamos tiempo para absorberle, crecemos con el crecimiento de Dios
en nosotros con miras a la edificación del Cuerpo de Cristo—Lc. 8:13; Mt. 14:22-23;
6:6; Col. 2:7a, 19.

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Mensaje tres
El Cristo todo-inclusivo y extenso
tiene la preeminencia en todas las cosas

Lectura bíblica: Col. 1:15, 18; 3:4, 10-11, 17; Ap. 2:4; Dn. 7:9-10

I. La intención de Dios en Su administración es darle a Cristo la preeminencia en todas


las cosas, es hacer que Cristo tenga el primer lugar en todo—Col. 1:15, 18:
A. La situación mundial en su totalidad está bajo el gobierno de los cielos que ejerce el Dios de los
cielos para que ésta corresponda con Su intención en Su economía, de la cual Cristo es el
centro—Dn. 7:9-10; 4:34-35; Ef. 1:10.
B. A fin de que Cristo tenga la preeminencia en todas las cosas, Dios necesita un pueblo; si Dios
no tiene un pueblo, no hay manera para que Cristo sea hecho preeminente—Col. 1:18; 3:10-11.
C. Dios, en Su gobierno celestial, está usando el entorno a fin de hacer que Cristo sea la centra-
lidad (el primero) y la universalidad (el todo) para nosotros—Ro. 8:28; Col. 1:18, 27; 3:4, 10-11.
II. Cristo tiene el primer lugar, la preeminencia, en la economía de Dios—1:18; Ef. 1:10:
A. Cristo es Aquel que es preeminente, Aquel que tiene el primer lugar en todo—Col. 1:18.
B. Cristo es preeminente en la Deidad triuna; el primero, el Padre, exalta al Hijo, y el tercero, el
Espíritu, siempre da testimonio acerca del Hijo—2 Co. 13:14; Fil. 2:9; Jn. 15:26.
C. Cristo es preeminente en la exaltación que Dios hace de Él—Hch. 2:33a; Ef. 1:22:
1. Cristo ha sido exaltado a la diestra de Dios en el tercer cielo—Hch. 2:33a.
2. En la exaltación que Dios hizo de Cristo, Él ha sido dado por Cabeza sobre todas las
cosas—Ef. 1:22.
D. Tanto en la vieja creación como en la nueva creación, tanto en el universo como en la iglesia,
Cristo ocupa el primer lugar, el lugar de preeminencia—Col. 1:15, 18.
E. Que Cristo sea el primero significa que Él lo es todo; puesto que Cristo es el primero tanto en el
universo como en la iglesia, Él debe ser todas las cosas en el universo y en la iglesia—3:10-11.
III. Cristo debería tener la preeminencia en nuestro universo personal—v. 17; 1 Co. 10:31:
A. Como aquellos que hemos sido escogidos por Dios para ser Su pueblo con miras a la preemi-
nencia de Cristo, estamos bajo Su gobierno celestial—Dn. 4:26; Mt. 5:3.
B. Cristo, Aquel que es preeminente, debe ser la centralidad y la universalidad en nuestra vida
de iglesia, en nuestra vida familiar y en nuestra vida diaria—Col. 3:17; 1 Co. 10:31.
C. Bajo el reinado celestial de Dios, todo coopera para nuestro bien; esto es cierto especialmente
en relación a las cosas en nuestro universo personal—Ro. 8:28:
1. Nuestro universo personal nos incluye a nosotros, nuestras familias y la iglesia.
2. En nuestro universo personal suceden muchas cosas día a día cuyo propósito es hacer a
Cristo preeminente; necesitamos comprender esto y ser sumisos al gobierno celestial de
Dios—Ef. 1:11; Ap. 4:11.
D. A fin de darle a Cristo la preeminencia en todas las cosas, debemos estar dispuestos a ser
corregidos, ser quebrantados y ser hechos nada, de modo que el Señor disponga de una vía
libre en nosotros, a través de nosotros y entre nosotros con miras a la edificación de Su
Cuerpo orgánico—Ef. 3:17; 4:16.
E. Si tenemos una visión de la preeminencia de Cristo, nuestro vivir y nuestra vida de iglesia
serán revolucionados, pues comprenderemos que en todas las cosas Cristo debe tener el
primer lugar—Col. 1:18.
IV. Cristo debería tener la preeminencia en nuestro amor—Ap. 2:4:
A. Darle al Señor el primer lugar en todas las cosas es amarlo con el primer amor; necesitamos
mantener y desarrollar nuestro primer amor para con el Señor—v. 4.
B. Lo que uno ame, todo su corazón, incluso todo su ser, estará puesto en eso y será ocupado y
poseído por ello—1 Ti. 6:10; 2 Ti. 3:2-4; 4:8, 10a; Tit. 1:8.
C. El que haya un día de gloria en la victoria de la iglesia o días dolorosos correspondientes a la
decadencia de la iglesia dependerá de qué clase de amor tengamos—Ap. 2:4; 2 Ti. 3:2-4.
D. Nuestro amor por el Señor debe ser absoluto; no deberíamos amar a nadie ni nada sobre Él—
Mt. 10:37-39.
E. Amamos al Señor porque Él nos amó primero, infundiendo Su esencia amorosa en nosotros y
generando en nosotros el amor con el cual lo amamos a Él—1 Jn. 4:19, 8, 16.
F. Amamos al Señor conforme a la impartición divina de la Trinidad Divina como amor—Ro.
5:5; 8:35, 39; 15:30.
V. Cristo debería tener la preeminencia en nuestro ser tripartito—Col. 1:27; 3:4, 10-11, 15-16:
A. Nosotros adoramos al Cristo entronizado en los cielos, pero experimentamos, disfrutamos y
participamos del Cristo que mora en nuestro espíritu; somos uno con Él de una manera muy
subjetiva—v. 1; 1 Co. 6:17; Ef. 3:17:
1. El Cristo que mora en nosotros no es un Cristo limitado y pequeño, sino el Cristo todo-
inclusivo, extenso y preeminente—Col. 1:15-16, 18-19.
2. Necesitamos ser infundidos, saturados e impregnados del Cristo todo-inclusivo, extenso y
preeminente hasta que, en nuestra experiencia, Él sea el todo para nosotros—2:16-17;
3:4, 10-11.
B. Puesto que Cristo es nuestra vida, todo lo que Él tiene y todo lo que Él ha conseguido y
obtenido llegan a ser algo subjetivo para nosotros; en el sentido universal, Cristo es extenso,
pero en nuestra experiencia, Él es nuestra vida, nuestro ser—v. 4; Ro. 8:34, 10.
C. Nuestro contenido y elemento constitutivo debería ser solamente el Cristo todo-inclusivo y
extenso—Col. 3:10-11.
D. Deberíamos permitir que Cristo llene todo nuestro ser y que remplace cada aspecto de
nuestra vida natural consigo mismo—Ef. 3:17; Col. 3:10-11.
VI. Cristo debería tener la preeminencia en nuestras experiencias espirituales—1:18, 27;
2:9-13, 20; 3:1-4:
A. La historia de Cristo es la experiencia del cristiano, y la experiencia de Cristo es la historia
del cristiano—1 Co. 1:30; Ro. 6:3-5; Gá. 2:20; Ef. 2:5-6:
1. La historia de Cristo llega a ser nuestra experiencia y nuestra historia espiritual—Jn.
14:19b; Gá. 2:20.
2. En la unión orgánica con Cristo, todo aquello por lo que Cristo pasó ha llegado a ser nues-
tra historia—Jn. 15:1, 4-5.
B. En Colosenses hay varias frases que aluden a nuestra experiencia de Cristo; estas expresio-
nes nos dan un cuadro completo de la experiencia apropiada que tenemos de Cristo—1:27-28;
2:6, 8, 13, 19-20.
VII. Cristo debería tener la preeminencia en nuestro vivir humano—3:18—4:1:
A. Dios desea que Cristo sea expresado por medio de la vida humana—Fil. 1:19-21a.
B. El vivir de los creyentes debe estar en unión con Cristo; esto significa que en nuestro vivir
necesitamos ser uno con Él—1 Co. 6:17; Jn. 15:4-5:
1. Necesitamos ser uno con el Señor Jesús tal como Él es uno con el Padre—10:30; 14:10; 6:57.
2. Nosotros y Cristo ahora deberíamos tener una sola vida y un solo vivir; la vida del Hijo
llega a ser nuestra vida, y nuestro vivir llega a ser el vivir del Hijo—Gá. 2:20.
3. El vivir que los creyentes llevan en unión con Cristo da como resultado la expresión de
Cristo en el vivir humano de ellos—Col. 3:18—4:1.
C. Deberíamos hacerlo todo en el nombre del Señor Jesús—3:17:
1. El nombre denota la persona, y la persona del Señor es el Espíritu—2 Co. 3:17a.
2. Hacer las cosas en el nombre del Señor es actuar en el Espíritu; esto es vivir a Cristo y
darle la preeminencia en nuestro vivir humano—Col. 1:18.

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Mensaje cuatro
Conocer y experimentar al Cristo todo-inclusivo y extenso
como la realidad de todas las cosas positivas

Lectura bíblica: Col. 2:16-18a; Jn. 14:6a, 17; 1 Jn. 5:6; Jn. 16:13

I. “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta,


luna nueva o Sábados, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; mas el
cuerpo es de Cristo. Que nadie […] os defraude juzgándoos indignos de vuestro
premio”—Col. 2:16-18a:
A. Tal como el cuerpo físico del hombre, el cuerpo mencionado en 2:17 es la sustancia
misma, y tal como la sombra que el cuerpo humano proyecta, los ritos de la ley son
sombra de Cristo, quien es la sustancia y la realidad del evangelio; Colosenses revela a
tal Cristo todo-inclusivo como enfoque de la economía de Dios—1:17a, 18a; 3:11.
B. Diaria, semanal, mensual y anualmente Cristo es la realidad de toda cosa positiva, lo
cual implica lo universalmente extenso que es el Cristo todo-inclusivo:
1. Diariamente Cristo es nuestro alimento y bebida para nuestra satisfacción y forta-
lecimiento—1 Co. 10:3-4.
2. Semanalmente Cristo es nuestro Sábado para nuestra compleción y descanso en
Él—Mt. 11:28-29.
3. Mensualmente Cristo es nuestra luna nueva, un nuevo comienzo con luz en las
tinieblas—Jn. 1:5; 8:12.
4. Anualmente Cristo es nuestra fiesta para nuestro gozo y disfrute—1 Co. 5:8.
C. El Cristo todo-inclusivo y extenso, quien posee gran atractivo y es rico en magnetismo,
es la esencia de la Biblia—Lc. 24:44; Jn. 5:39-40; Mt. 1:1; cfr. Ap. 22:21.
D. Según el contexto, el “premio” mencionado en Colosenses 2:18 es el disfrute que tenemos
de Cristo como el cuerpo de las sombras; ser defraudados de nuestro premio equivale a
ser defraudados del disfrute subjetivo que tenemos de Cristo—cfr. Gn. 15:1; Fil. 3:8.
E. Lo que necesitamos es que el Cristo subjetivo llegue a ser nuestro disfrute a fin de com-
pletar la revelación divina en nuestro interior; si estamos carentes de la experiencia y
el disfrute de Cristo, también tendremos carencia en cuanto a la revelación de Dios—
Col. 1:25-28.
F. Todo lo que hagamos día tras día nos debería recordar a Cristo como la realidad de aque-
llo que hacemos; si seguimos la práctica de tomar a Cristo como la realidad de todas las
cosas materiales en nuestra vida diaria, nuestro diario andar será revolucionado y
transformado, y seremos llenos de Cristo—2 Co. 4:16; Fil. 1:19-21a.
G. Necesitamos disfrutar a Cristo día tras día como la realidad de todo cuanto necesi-
tamos:
1. Cristo es nuestro aliento—Jn. 20:22.
2. Cristo es nuestra bebida—4:10, 14; 7:37-39a.
3. Cristo es nuestro alimento—6:35, 57.
4. Cristo es nuestra luz—1:4; 8:12.
5. Cristo es nuestra vestidura—Gá. 3:27.
6. Cristo es nuestra morada—Jn. 15:5, 7a.
II. El Cristo todo-inclusivo y extenso es la realidad de todas las cosas positivas en el
universo—cfr. Ro. 1:20; Ef. 3:18; Himnos, #210:
A. Puesto que el universo con las billones de cosas y personas que en él hay fue creado con el
propósito de describir a Cristo, Él, al revelarse a Sus discípulos, podía fácilmente encontrar
en cualquier entorno algo o alguien que le sirviera como ilustración de Sí mismo—Col.
1:15-17; Jn. 1:51; 10:9-11; 12:24; Mt. 12:41-42.
B. El Antiguo Testamento utiliza seis categorías principales de cosas como tipos para
describir a Cristo: los seres humanos, los animales, las plantas, los minerales, las
ofrendas y los alimentos:
1. Los seres humanos tipifican a Cristo, tales como Adán (Ro. 5:14), Melquisedec (He.
7:1), Isaac (Mt. 1:1), Jonás (12:41) y Salomón (v. 42).
2. Los animales tipifican a Cristo, tales como un cordero (Jn. 1:29), un león, un buey,
un águila (Ez. 1:10) y una gacela (Cnt. 2:9).
3. Las plantas tipifican a Cristo (quien es el árbol de la vida, Gn. 2:9), tales como la
vid (Jn. 15:1), el manzano (Cnt. 2:3), la higuera, el granado y el olivo (Dt. 8:8); asi-
mismo, las diferentes partes del árbol también son tipos de Cristo, tales como la raíz,
el tocón, el retoño, el vástago, la rama y el fruto (Is. 11:1, 10; 4:2; Lc. 1:42; Ap. 5:5).
4. Los minerales tipifican a Cristo, tales como el oro, la plata, el cobre y el hierro (Dt.
8:9, 13), al igual que diversas clases de piedras: la piedra viva (1 P. 2:4), la roca
(1 Co. 10:4), la piedra angular (Mt. 21:42), la piedra cimera (Zac. 4:7), la piedra de
fundamento y las piedras preciosas (1 Co. 3:11-12).
5. Las ofrendas tipifican a Cristo, tales como la ofrenda por el pecado, la ofrenda por las
transgresiones, el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda
mecida, la ofrenda elevada y la libación—Lv. 1—7; Éx. 29:26-28; Nm. 28:7-10; cfr. Jn.
4:24.
6. Los alimentos tipifican a Cristo, tales como el pan, el trigo, la cebada, las uvas, los
higos, las granadas, las aceitunas, la leche y la miel—6:35; Dt. 8:8-9; 26:9.
C. En el Nuevo Testamento Cristo es el Espíritu de realidad, quien hace que las insonda-
bles riquezas de todo lo que Él es sean reales para nosotros al guiarnos introducién-
donos en Él mismo como realidad divina—Jn. 14:6a; 1 Jn. 5:6; Jn. 14:17; 16:13.
D. Los elementos que conforman la realidad de todos estos tipos se hallan en el Espíritu, y el
Espíritu transfunde e imparte todas estas riquezas en nuestro interior mediante las
palabras del Señor—Fil. 1:19; Jn. 6:63; Col. 3:16; Ef. 6:17-18; Ap. 2:7.
III. El mismo Cristo que es la realidad de todas las cosas positivas es Aquel que es
la Cabeza del Cuerpo; por tanto, asirse a la Cabeza es simplemente disfrutar a
Cristo como la realidad de todas las cosas positivas—Col. 2:19:
A. Puesto que el Cristo a quien disfrutamos como nuestro todo es la Cabeza del Cuerpo,
cuanto más lo disfrutemos a Él, más conscientes estaremos del Cuerpo:
1. Esto indica que el disfrute que tenemos de Cristo no es un asunto individualista,
sino un asunto del Cuerpo—cfr. Ef. 3:8; 4:15-16.
2. Cuanto más disfrutamos a Cristo, más amamos a los demás miembros del Cuerpo—
Col. 1:4, 8.
B. Debido a que Cristo ejerce Su autoridad como Cabeza en resurrección (v. 18), el disfrute
que tenemos de Cristo espontáneamente nos introduce en la resurrección y nos salva de
nuestro ser natural.
C. El disfrute de Cristo nos introduce en los lugares celestiales en ascensión; la única
manera de estar en los cielos en nuestra experiencia es disfrutar a Cristo, la Cabeza,
como Espíritu vivificante en nuestro espíritu—3:1-2; 2 Co. 3:17; 2 Ti. 4:22; Ro. 8:10, 34.
D. A medida que disfrutamos a Cristo y nos asimos de Él, quien es la Cabeza, absorbemos
las riquezas del Cristo todo-inclusivo y extenso; estas riquezas llegan a ser el aumento
de Dios en nosotros por medio del cual el Cuerpo crece para ser edificado—Col. 2:19,
6-7; Ef. 4:16.

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Mensaje cinco
Conocer y experimentar al Cristo todo-inclusivo y extenso
como el misterio de Dios

Lectura bíblica: Col. 2:2-3, 9-10; Jn. 1:1, 14, 16; Ef. 3:8, 17

I. El Cristo todo-inclusivo y extenso es el misterio de Dios—Col. 2:2:


A. Dios mismo es un misterio, y Cristo es el misterio de este misterio.
B. La frase el misterio de Dios denota algo incomprensible e inexplicable.
C. Como misterio de Dios, el Cristo todo-inclusivo y extenso es la definición, explicación y
expresión de Dios: la Palabra de Dios—Jn. 1:1, 14.
D. Como misterio de Dios, Cristo es la historia de Dios; todo el “relato” de Dios se
encuentra en Cristo y es Cristo—Col. 2:2:
1. Aunque Dios es infinito y eterno, sin principio ni fin, Él también tiene una
historia, un relato—Ro. 16:26; Sal. 90:2.
2. El Cristo todo-inclusivo y extenso —el misterio de Dios, el relato misterioso de
Dios— es la historia de Dios.
3. La historia de Dios se refiere al proceso por el cual Él pasó en Cristo a fin de poder
entrar en nosotros y nosotros poder ser introducidos en Dios; este proceso incluye
la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección, la ascensión, la glo-
rificación y la entronización—Jn. 1:12-14, 29; 3:14; 12:24; 14:20.
E. En el Cristo todo-inclusivo y extenso que es el misterio de Dios están escondidos todos
los tesoros de la sabiduría y del conocimiento—Col. 2:3:
1. La sabiduría está relacionada con nuestro espíritu, y el conocimiento está relacio-
nado con nuestra mente—Ef. 1:8, 17.
2. Dios es la única fuente de sabiduría y conocimiento—Ro. 16:27; 11:33.
3. Esto es la sabiduría y el conocimiento espirituales de la economía divina tocante a
Cristo y la iglesia—Ef. 1:10; 3:9; 5:32.
4. La sabiduría y el conocimiento también se refieren a todos los “relatos” de Dios.
5. Toda la sabiduría y el conocimiento propios de los relatos de Dios están escondidos
en Cristo, quien es el misterio de Dios—Col. 2:2-3.
II. Como misterio de Dios, Cristo es la corporificación de la plenitud de la
Deidad—v. 9:
A. La frase toda la plenitud de la Deidad se refiere a la totalidad de la Deidad, al Dios
completo—v. 9:
1. La palabra Deidad se refiere a la deidad misma y es un fuerte indicio de la deidad
de Cristo.
2. Puesto que la Deidad está compuesta del Padre, el Hijo y el Espíritu, la plenitud
de la Deidad debe ser la plenitud del Padre, del Hijo y del Espíritu—Mt. 28:19;
2 Co. 13:14.
3. Que Cristo sea la corporificación de la plenitud de la Deidad significa que la ple-
nitud del Dios Triuno mora en Cristo en forma corporal—Col. 2:9:
a. Esto implica el cuerpo físico del cual Cristo se vistió en Su humanidad e indica
que toda la plenitud de la Deidad habita en Cristo como Aquel que tiene un
cuerpo humano—Jn. 1:14; Ro. 8:3; He. 2:14.
b. Antes de Su encarnación, la plenitud de la Deidad habitaba en Cristo como
Palabra eterna, pero no habitaba corporalmente en Él—Jn. 1:1.
c. Después de que Él se encarnó, es decir, que se vistió de un cuerpo humano, la
plenitud de la Deidad empezó a habitar en Él de una manera corporal, y ahora
y por siempre habita en Su cuerpo glorificado (Fil. 3:21).
B. La palabra plenitud en Colosenses 2:9 no se refiere a las riquezas de Dios, sino a la
expresión de las riquezas de Dios:
1. Las riquezas son la cantidad que hay de cierto objeto, mientras que la plenitud es
el rebosar, el desbordamiento, de ese objeto que llega a ser la expresión del objeto.
2. En Cristo no solamente habitan las riquezas de la Deidad, sino también la
expresión de las riquezas de lo que Dios es:
a. La plenitud de Dios es el desbordamiento de Sus riquezas, y este desborda-
miento es la expresión de Dios.
b. La plenitud de la Deidad es la expresión de la Deidad, la expresión de lo que
Dios es—v. 9.
3. La Deidad es expresada tanto en la vieja creación —el universo— como en la
nueva creación: la iglesia—1:15, 18.
C. Cuando el Hijo de Dios se encarnó como hombre, con Él estaba la plenitud de Dios y
de esta plenitud recibimos todos—Jn. 1:14, 16:
1. En Juan 1:16 la palabra gracia no se refiere a las riquezas de la gracia, sino a la
plenitud de la gracia; las riquezas de la gracia están en Dios, mas la plenitud de
la gracia está en Cristo Jesús—Col. 2:9.
2. La gracia que recibimos es la plenitud de la gracia; a partir del momento en que
somos salvos podemos recibir gracia sobre gracia.
3. La frase gracia sobre gracia en Juan 1:16 puede ser comparada con las olas
continuas del mar que vienen una tras otra sin cesar.
III. Como creyentes en Cristo, llegamos a estar llenos en Cristo, en quien habita
corporalmente toda la plenitud de la Deidad—Col. 2:9-10:
A. La palabra griega traducida “llenos” en el versículo 10 implica compleción, perfección.
B. Dado que toda la plenitud de la Deidad habita en Cristo y dado que ya fuimos puestos
en Cristo, estamos llenos en Él, llenos de las riquezas divinas—1 Co. 1:30; Ef. 3:8:
1. Todos los que creen en Cristo han sido puestos en Cristo; por tanto, estamos
identificados con Él y somos uno con Él—Gá. 3:27; 2 Co. 5:17.
2. Nosotros los creyentes hemos sido puestos en el Cristo todo-inclusivo y extenso,
identificados con Él y unidos a Él como nuestro Marido; por tanto, somos uno con
Él—Col. 1:28; Ro. 7:2-4; 1 Co. 6:17.
3. Puesto que somos uno con Cristo, participamos de todo lo que Él ha logrado,
obtenido y alcanzado; heredamos todo lo que Cristo ha experimentado y por lo cual
ha pasado, recibiendo todo lo que Él es y tiene.
4. Todo por lo cual Él ha pasado es ahora nuestra historia, y todo cuanto Él ha
obtenido y alcanzado es nuestra herencia.
5. El resultado es que todo lo que Él es y todo lo que Él tiene nos pertenece, y todo lo
que Él ha experimentado ha llegado a ser nuestra historia—Col. 2:11-13; 3:1.
C. Necesitamos aprehender plenamente lo que tenemos en Cristo y ejercitar nuestra fe
para participar de todo lo que es nuestro en Cristo—Ef. 3:17.
D. Puesto que esta plenitud es todo-inclusiva, ella lo logra todo por nosotros, nos satis-
face y abastece por completo, y nos hace estar llenos, perfectos y completos—Col. 2:9.
E. Tenemos la plenitud todo-inclusiva e inagotable que habita corporalmente en Cristo, y
en Él llegamos a estar llenos—Ef. 3:8; Col. 2:9-10.

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Mensaje seis
Conocer y experimentar al Cristo todo-inclusivo y extenso
como nuestra vida y como el elemento constitutivo del nuevo hombre

Lectura bíblica: Col. 3:1-4, 15-17

I. Necesitamos conocer y experimentar al Cristo todo-inclusivo y extenso como


nuestra vida:
A. A fin de experimentar a Cristo como nuestra vida, necesitamos ver que tenemos una
misma posición, una misma vida, un mismo vivir, un mismo destino y una misma
gloria con Cristo—Col. 3:1-4; cfr. 1 Co. 6:17:
1. Nuestra posición es la de personas que están en Cristo; debido a que estamos en
Él, nosotros estamos donde Él está, o sea, sentados a la diestra de Dios—Col. 3:1;
Jn. 14:20; 17:24; Ef. 2:6:
a. La posición del Hijo está en el Padre (Jn. 10:38; 14:10); nosotros estamos en
el Hijo (1 Co. 1:30a), así que estamos en el Padre (Jn. 14:20; 1 Ts. 1:1; 2 Ts.
1:1).
b. Es cuando estamos en el espíritu que estamos en Cristo, en el Padre y en el
cielo de forma práctica y en la experiencia (cfr. Jn. 14:20):
(1) Hay una transmisión que tiene lugar desde Cristo en los cielos hasta
nosotros en la tierra por medio del Espíritu todo-inclusivo que está en
nuestro espíritu—Ef. 1:19, 22-23; 2:22.
(2) El mismo Cristo que está sentado en el trono en los cielos (Ro. 8:34) ahora
también está en nosotros (v. 10), es decir, en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22),
donde está la morada de Dios (Ef. 2:22).
(3) Puesto que hoy en día nuestro espíritu es el lugar donde Dios habita,
ahora es la puerta del cielo, donde Cristo es la escalera que nos une al
cielo y trae el cielo a nosotros—v. 22; Gn. 28:12-17; Jn. 1:51.
(4) Cada vez que nos volvemos a nuestro espíritu, pasamos por la puerta del
cielo y tocamos el trono de la gracia que está en el cielo por medio de
Cristo como escalera celestial; nuestro espíritu es donde se recibe la
transmisión divina, mientras que el trono de Dios es donde se origina
esta transmisión—He. 4:16.
2. La vida de Dios es la vida de Cristo, y la vida de Cristo ha llegado a ser nuestra
vida—Col. 3:4; Jn. 5:26:
a. Que Cristo sea nuestra vida significa que Él es subjetivo para nosotros al
máximo—1:4; 14:6a; 10:10b; 1 Co. 15:45; Ro. 8:10, 6, 11.
b. Es imposible separar a una persona de la vida de esa persona, ya que la vida
de una persona es la persona misma; por tanto, decir que Cristo es nuestra
vida significa que Cristo ha llegado a ser nosotros y que tenemos una misma
vida y un mismo vivir con Él—Jn. 14:6a; Fil. 1:21a.
c. Con respecto a Cristo como vida de los creyentes, hay tres características que
distinguen esta vida de la vida natural:
(1) Esta vida es una vida crucificada—Gá. 2:20.
(2) Esta vida es una vida resucitada—Jn. 11:25.
(3) Esta vida es una vida escondida en Dios—Col. 3:3-4; Mt. 6:1-6, 16-18.
3. Buscar las cosas de arriba y fijar la mente en ellas equivale a unirnos al Señor
en Su ministerio celestial, en Su empresa divina; en esto consiste vivir a Cristo,
tener un vivir que es uno con el vivir de Cristo—Col. 3:1-2:
a. Cristo, en Su ministerio celestial, hoy vive en calidad de Sumo Sacerdote
para interceder por las iglesias—He. 8:1; 4:14; 7:25; 4:16; Col. 4:2.
b. Cristo, en Su ministerio celestial, hoy vive en calidad de Ministro celestial
para suministrar las riquezas de Cristo a los santos—He. 8:1-2; Ef. 3:8.
c. Cristo, en Su ministerio celestial, hoy vive en calidad de Administrador uni-
versal del gobierno de Dios con miras al cumplimiento del propósito de
Dios—Ap. 4:1-2, 5; 5:6; Ef. 1:10-11:
(1) Desde el trono que está en los cielos, la transmisión divina introduce las
cosas de arriba en las iglesias locales—vs. 19, 22-23.
(2) En Apocalipsis 4 y 5 tenemos una visión de nuestro “gobierno central”, y
en Apocalipsis 1 al 3 tenemos una visión de las iglesias locales como “em-
bajadas”; por medio de los siete Espíritus, lo que está en la “sede central”
celestial es transmitido a las iglesias como “embajadas”.
(3) Lo que sucede en las iglesias locales debería estar bajo la dirección del
trono de Dios en los cielos; a fin de que el recobro sea el recobro del Señor,
necesita estar bajo Su dirección—Col. 1:18; 2:19; Ap. 4:2-3.
4. Nuestro destino es la gloria; Cristo nos está llevando a la gloria para que noso-
tros seamos manifestados con Él en gloria—He. 2:10; Col. 3:4.
B. Nuestra vida es el Cristo que mora en nosotros, y esta vida está escondida con Cristo
en Dios; el Cristo escondido en Dios está tipificado por el maná escondido en la urna
de oro—vs. 3-4; Éx. 16:32-34; Ap. 2:17:
1. Cristo como maná escondido está en Dios el Padre, quien es la urna de oro; el
Padre está en Cristo, quien es el Arca con Sus dos naturalezas: la divinidad y la
humanidad; y Cristo, quien es el Espíritu que mora en los creyentes, vive en
nuestro espíritu regenerado a fin de ser la realidad del Lugar Santísimo—cfr. Jn.
14:16-20; 2 Ti. 4:22.
2. Al comer a Cristo como maná escondido, somos incorporados en Él con miras a la
morada mutua de Dios y el hombre—Jn. 15:5, 7; 8:31; 6:57, 63; 14:23.
C. El hecho de que Cristo sea nuestra vida indica claramente que debemos tomarlo
como vida y vivir por Él, que debemos vivirle en nuestra vida diaria—Col. 3:4a:
1. Cristo debe ser nuestra vida de manera práctica y en términos de nuestra expe-
riencia; día tras día necesitamos ser salvos en Su vida—v. 4; 1 Co. 15:45; Ro.
5:10.
2. El nuevo hombre es el resultado espontáneo que se produce cuando tomamos a
Cristo como nuestra vida y lo vivimos a Él—Col. 3:3-4, 10-11.
II. Necesitamos conocer y experimentar al Cristo todo-inclusivo y extenso como el
elemento constitutivo del nuevo hombre:
A. En el nuevo hombre únicamente hay cabida para Cristo; Él es todos los miembros
del nuevo hombre, y está en todos los miembros; Él es todo en el nuevo hombre—
vs. 10-11.
B. En el nuevo hombre Cristo es la centralidad y la universalidad; Él es el elemento
constitutivo del nuevo hombre, y Él es el todo y está en todos en el nuevo hombre.
C. Si hemos de vivir a Cristo como elemento constitutivo del nuevo hombre, necesi-
tamos ser gobernados por la paz de Cristo (vs. 12-15), y la palabra de Cristo debe
morar en nosotros (vs. 16-17):
1. Necesitamos permitir que la paz de Cristo sea el árbitro en nuestros corazones—vs.
12-15; Ef. 2:14-18; Ro. 5:1; Mt. 18:21-35:
a. El término griego traducido “sea el árbitro” también puede traducirse “juzgue”,
“presida”, o “sea entronizado como gobernador y como uno que toma todas las
decisiones”; la paz de Cristo, al actuar como árbitro, anula las quejas que ten-
gamos contra cualquier persona—Col. 3:13.
b. A menudo estamos conscientes de tres partidos que están en nosotros: un par-
tido positivo, un partido negativo y un partido neutral; por consiguiente, es
necesario que haya un arbitraje interno a fin de resolver la disputa en nosotros:
(1) Cada vez que percibimos que diferentes partidos en nuestro ser argu-
mentan o discuten, necesitamos dar lugar a la paz de Cristo que preside y
permitir que esta paz, la cual es la unidad del nuevo hombre, gobierne en
nuestro interior y tenga la última palabra.
(2) Necesitamos poner a un lado nuestra opinión, nuestro concepto, y escu-
char la palabra del Árbitro que mora en nosotros.
c. Si permitimos que la paz de Cristo sea el árbitro en nuestros corazones, esta
paz resolverá todas las disputas entre nosotros; tendremos paz con Dios
verticalmente y con los santos horizontalmente:
(1) Mediante el arbitraje de la paz de Cristo, nuestros problemas son solu-
cionados y las fricciones entre los santos desaparecen; entonces la vida de
iglesia es guardada en dulzura y el nuevo hombre es resguardado de una
manera práctica.
(2) El hecho de que la paz de Cristo arbitre equivale a que Cristo obre en
nuestro interior para ejercer Su gobierno sobre nosotros, para tener la
última palabra y para tomar la decisión final—cfr. Is. 9:6-7.
(3) Si permanecemos bajo el gobierno de la paz de Cristo que está entroni-
zada, no ofenderemos a otros ni les haremos daño; más bien, por la gracia
del Señor y con Su paz, ministraremos vida a otros.
(4) Esta paz debería unir a todos los creyentes y llegar a ser su vínculo—Ef.
4:3.
2. Si hemos de vivir a Cristo como elemento constitutivo del nuevo hombre, nece-
sitamos permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros—Col.
3:16-17:
a. Cuando la paz de Cristo arbitra en nosotros y nos guarda en una situación
llena de unidad y armonía, llegamos a ser el lugar donde está el hablar de
Dios, es decir, Su oráculo—vs. 15-16; Ap. 2:1, 7:
(1) El hablar de Dios requiere de la unidad; la división hace que el hablar de
Dios disminuya, e incluso que cese por completo—Lv. 1:1.
(2) Puesto que la unidad es una condición necesaria para tener el hablar
de Dios, necesitamos permitir que la paz de Cristo arbitre en nuestros
corazones—Col. 3:15.
(3) El hecho de que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros significa
que ésta tiene suficiente cabida en nosotros para impregnar y saturar
todo nuestro ser; es crucial que permitamos que la palabra de Cristo
entre en nosotros, more en nosotros, prevalezca en nosotros y remplace
nuestros conceptos, opiniones y filosofías—Sal. 119:130; cfr. Ap. 21:23;
22:5.
b. Necesitamos permitir que la palabra del Señor tenga el primer lugar en noso-
tros para que podamos experimentar las funciones de la palabra de Dios que
opera en nosotros y ministra las riquezas de Cristo a nuestro ser—Col. 3:16:
(1) La palabra de Dios nos ilumina (Sal. 119:105, 130), nos nutre (Mt. 4:4;
1 Ti. 4:6) y nos riega a fin de saciar nuestra sed (Is. 55:1, 8-11).
(2) La palabra de Dios nos fortalece (1 Jn. 2:14b; Pr. 4:20-22), nos lava (Ef.
5:26) y nos sobreedifica (Hch. 20:32).
(3) La palabra de Dios nos hace cabales, nos perfecciona (2 Ti. 3:15-17) y nos
edifica al santificarnos (Jn. 17:17).
c. Al permitir que la palabra de Dios habite en nosotros, podemos ser hechos un
ser humano apropiado, un Dios-hombre lleno de Cristo como realidad de los
atributos de Dios—Col. 3:16-25; Fil. 4:5-8.
3. Si permitimos que la paz de Cristo sea el árbitro en nosotros y si somos llenos de
la palabra de Cristo, tendremos el nuevo hombre de manera práctica; todos los
santos en todas las iglesias a través de todo el recobro del Señor vivirán a Cristo
en el nuevo hombre, el cual es uno solo.

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