El documento analiza la doble revolución industrial y francesa y sus impactos. La revolución industrial transformó la economía mundial a través de la industrialización, mientras que la revolución francesa influyó la política e ideología global a través de la difusión de ideas como la democracia y el nacionalismo. Ambas revoluciones contribuyeron al surgimiento del capitalismo moderno.
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El documento analiza la doble revolución industrial y francesa y sus impactos. La revolución industrial transformó la economía mundial a través de la industrialización, mientras que la revolución francesa influyó la política e ideología global a través de la difusión de ideas como la democracia y el nacionalismo. Ambas revoluciones contribuyeron al surgimiento del capitalismo moderno.
Título original
Clase - Pensar la doble Revolucion. Repertorio de citas
El documento analiza la doble revolución industrial y francesa y sus impactos. La revolución industrial transformó la economía mundial a través de la industrialización, mientras que la revolución francesa influyó la política e ideología global a través de la difusión de ideas como la democracia y el nacionalismo. Ambas revoluciones contribuyeron al surgimiento del capitalismo moderno.
El documento analiza la doble revolución industrial y francesa y sus impactos. La revolución industrial transformó la economía mundial a través de la industrialización, mientras que la revolución francesa influyó la política e ideología global a través de la difusión de ideas como la democracia y el nacionalismo. Ambas revoluciones contribuyeron al surgimiento del capitalismo moderno.
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Pensar la doble revolución:
Causas, legados, grandes
transformaciones. (Repertorio de citas) Doble revolución “Si la economía del mundo en el siglo XIX se formó bajo la influencia de la revolución industrial inglesa, su política e ideología se formaron principalmente bajo la influencia de la Revolución francesa. Gran Bretaña proporcionó el modelo para sus ferrocarriles y fábricas y el explosivo económico que hizo estallar las tradicionales estructuras sociales del mundo… Francia hizo sus revoluciones y legó sus ideas. Entre 1789 y 1917, las políticas europeas (y las de todo el mundo) lucharon ardorosamente a favor o en contra de los principios de 1789... Francia proporcionó el vocabulario y los programas de los partidos liberales, radicales y democráticos de la mayor parte del mundo. Francia ofreció el primer gran ejemplo, el concepto y el vocabulario del nacionalismo. Francia proporcionó los códigos legales, el modelo de organización científica y técnica y el sistema métrico decimal a muchísimos países. La ideología del mundo moderno penetró, por primera vez, en las antiguas civilizaciones que hasta entonces habían resistido las ideas europeas, a través de la influencia francesa. Esta fue la obra de la revolución francesa.”
Eric Hobsbawm, La era de las revoluciones, pág.61
“El antiguo régimen, pues, empezaba a caer bajo la tutela de los financieros, y casi puede decirse, que bajo la dependencia del capital. Importa poco que individualmente los asentistas fueran adictos a un sistema que explotaban al sostenerlo. Poco importa que desde el siglo XVIII las iras del Estado llano crecieran contra ellos, y que cayeran luego heridos por los golpes de la Revolución; no dejaban de ser un poder nuevo, y cuando prestigio y fuerza habían conquistado, era a expensas del prestigio real y de la fuerza de la sociedad antigua: anunciaban de lejos una realeza nueva, la del dinero, poco compatible con la monarquía del derecho divino o con la poderosa jerarquía feudal y, al declinar el poderío real, eran como esas magníficas antorchas de fiesta, que se encienden al caer el sol y prometen a los hombres una nueva embriaguez de claridades.”
Jean Jaurès, Causas de la Revolución Francesa, pág. 49
“La burguesía ha ejercido en la Historia una acción esencialmente revolucionaria. Allí donde ha conquistado el Poder ha pisoteado las relaciones feudales, patriarcales e idílicas. Todas las ligaduras multicolores que unían el hombre feudal a sus superiores naturales las ha quebrantado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre hombre y hombre que el frío interés, el duro pago al contado. Ha ahogado el éxtasis religioso, el entusiasmo caballeresco, el sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades, tan dolorosamente conquistadas, con la única e implacable libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, directa, brutal y descarada. La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones hasta entonces reputadas de venerables y veneradas. Del médico, del jurisconsulto, del sacerdote, del poeta, del sabio, ha hecho trabajadores asalariados. La burguesía ha desgarrado el velo de sentimentalidad que encubría las relaciones de familia y las ha reducido a simples relaciones de dinero.” “La burguesía ha demostrado cómo la brutal manifestación de la fuerza en la Edad media, tan admirada por la reacción, encuentra su complemento natural en la más lamentable pereza; pero es también la que primero ha probado lo que puede realizar la actividad humana: ha creado maravillas muy superiores a 1as pirámides egipcias, a los acueductos romanos y a las catedrales góticas, y ha dirigido expediciones superiores a las invasiones y a las Cruzadas. La burguesía no existe sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de trabajo, es decir, todas las relaciones sociales… Este cambio continuo de los modos de producción, este incesante derrumbamiento de todo el sistema social, esta agitación y esta inseguridad perpetuas distinguen a la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones sociales tradicionales y consolidadas, con su cortejo de creencias y de ideas admitidas y veneradas, quedan rotas: las que las reemplazan caducan antes de haber podido cristalizar. Todo lo que era sólido y estable es destruido; todo lo que era sagrado es profanado, y los hombres se ven forzados a considerar sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas con desilusión (…)”
Carlos Marx y Federico Engels, extractos del Manifiesto comunista, 1848
“Hay pruebas, por lo tanto, de que la revolución creó los fundamentos institucionales sobre los que se desarrolló el capitalismo. No obstante, ¿hasta qué punto representó también el acceso al poder de una nueva clase? A primera vista, la persistente preminencia económica de la vieja nobleza es significativa: un elemento fundamental de la visión “minimalista” de la revolución parece innegable. A pesar de la pérdida de los derechos de señoríos y de tierras, la posesión de tierras siguió siendo la mayor fuente de riqueza de Francia. Sin embargo, los acaudalados supervivientes de la élite terrateniente del antiguo régimen eran ahora sólo una parte de una élite mucho más amplia que incluía a los ricos, fuese cual fuese su extracción social, y abarcaba a los burgueses de la agricultura, negocios y administración. La rápida expansión de la burocracia después de 1789 derribó barreras en el reclutamiento y ofreció oportunidades a los jóvenes burgueses capaces (…) David Garrioch describe a la burguesía parisina que surgió de la revolución como mucho más poderosa y orgullosa. Era una amalgama de los viejos “notables” de parroquia del antiguo régimen y de los nuevos hombres que habían aprovechado las oportunidades que la venta de las tierras de la Iglesia les brindó, la disponibilidad de contratos con el ejército, y las nuevas libertades que la abolición de los gremios les ofreció. Aquellos que tomaron la iniciativa en la creación de la nueva Francia después de 1789 fueron los burgueses, ya fueran profesionales, administrativos, comerciales, terratenientes o fabricantes. Para ellos la revolución representó los cambios necesarios en las estructuras políticas y en los valores sociales dominantes para que se reconociese su importancia en la vida de la nación. La revolución fue su triunfo. Los valores culturales de la Francia posrevolucionaria se caracterizarían por ser una amalgama de valores burgueses y aristocráticos en una cultura de “notables”
Peter McPhee, La revolución francesa, 1789-1799,
Barcelona, Pág. 232 “La esencia del capitalismo es una producción orientada al mercado por grandes y pequeños empresarios en la ciudad y en el campo para obtener beneficios. Aunque muchos empresarios, especialmente en los puertos del mar, sufrieron verdaderamente durante la revolución (francesa), en un sentido más general, ésta aceleró cambios fundamentales para la naturaleza de la economía francesa, cambios que facilitarían las prácticas capitalistas. Desde 1789 hubo una serie de cambios institucionales, legales y sociales que crearon el ambiente propicio en el que prosperaría la industria y la agricultura capitalista. La ley de libre empresa y libre comercio (laissez faire, laissez passer) de la revolución garantizó a los fabricantes, granjeros y comerciantes el poder dedicarse a la economía de mercado sabiendo que podían comerciar sin los impedimentos de las aduanas internas y los peajes, ni los diferentes sistemas de medidas y una infinidad de códigos legales. La posición de los empresarios se vio fortalecida por la Ley de Chapelier de junio de 1791, que declaraba ilegales las asociaciones de trabajadores, y por el restablecimiento por parte de Napoleón del livret, una práctica del antiguo régimen que exigía que los trabajadores llevaran una cartilla en la que se detallaba su historia laboral y su conducta.”
Peter McPhee, La revolución francesa, 1789-1799,
Barcelona, Pp. 225-226 "El progreso más importante en las facultades productivas del trabajo, y gran parte de la aptitud, destreza y sensatez conque ésta se aplica y dirige, por doquier, parecen ser consecuencia de la división del trabajo... Tomemos por ejemplo...la manufactura de alfileres. Un obrero que no haya sido adiestrado en esta clase de tarea y que no esté acostumbrado a manejar la maquinaria que en él se utiliza, por más trabaje, apenas podría hacer un alfiler al día, y desde luego no podría confeccionar más de 20. Pero dada la manera como se practica hoy día la fabricación de alfileres, no sólo la fabricación misma constituye un oficio aparte, sino que está dividida en varios ramos, (...) Un obrero estira el alambre, otro lo endereza, un tercero lo va cortando en trozos iguales, un cuarto hace la punta, un quinto obrero está ocupado en limar el extremo donde se va a colocar la cabeza: a su vez la confección de la cabeza requiere de 3 operaciones distintas, las cuales son desempeñadas en algunas fábricas por otros tantos obreros diferentes (... ) He visto una pequeña fábrica de esta especie que no empleaba más que 10 obreros (...) A pesar de que eran pobres y, por lo tanto, no estaban bien provistos de la maquinaria debida, podían cuando se esforzaban, hacer entre todos, diariamente, unas doce libras de alfileres. En cada libra había más de 4000 alfileres de tamaño mediano. Por consiguiente, estas 10 personas podían hacer cada día, en conjunto, más de 48.000 alfileres, cuya cantidad, dividida entre 10, correspondía a 4800 por persona (...) Este aumento considerable de la cantidad de productos que un mismo número de personas puede confeccionar, como consecuencia de la división del trabajo, procede de tres circunstancias distintas: primera, de la mayor destreza de cada obrero en particular; segunda, del ahorro de tiempo que comúnmente se pierde al pasar de una ocupación a otra, y por último, de la invención de un gran número de máquinas, que facilitan y abrevian el trabajo, capacitando a un hombre para hacer la labor de muchos (...)"
Adam Smith, La riqueza de las Naciones, 1776
“La industria moderna ha transformado el pequeño taller patriarcal en la gran fábrica del burgués capitalista. Masas de obreros, amontonados en la fábrica, están organizados militarmente. Son como simples soldados de la industria, colocados bajo la vigilancia de una jerarquía completa de oficiales y suboficiales. No son solamente esclavos de la clase burguesa, del Estado burgués, sino diariamente, a todas horas, esclavos de la máquina, del contramaestre y, sobre todo del mismo dueño de la fábrica. Cuanto más claramente proclama este despotismo la ganancia como fin único, más mezquino, odioso y exasperante resulta. Cuanto menos habilidad y fuerza requiere el trabajo, es decir, cuanto más progresa la industria moderna, con mayor facilidad es suplantado el trabajo de los hombres por el de las mujeres y los niños. Las distinciones de edad y sexo no tienen importancia social para la clase obrera. No hay más que instrumentos de trabajo, cuyo precio varía según la edad y el sexo.” Carlos Marx y Federico Engels, extractos del Manifiesto comunista, 1848 “Por cuanto las clases poseedoras, lejos de experimentar la más mínima necesidad de emancipación, se oponen además por todos los medios a que la clase obrera se libere ella misma, la revolución social tendrá que ser preparada y realizada por la clase obrera sola. El burgués francés de 1789 decía también que la emancipación de la burguesía era la emancipación de toda la humanidad; pero la nobleza y el clero no quisieron aceptar esta tesis, que degeneró rápidamente -a pesar de ser, por lo que respecta al feudalismo, una verdad histórica abstracta indiscutible- en una frase puramente sentimental y se volatilizó totalmente en el fuego de la lucha revolucionaria. Tampoco faltan ahora quienes desde el alto pedestal de su imparcialidad predican a los obreros un socialismo situado por encima de todos los antagonismos y luchas de clase. Pero, o bien estos señores son unos neófitos a los que falta mucho aún por aprender, o bien se trata de los peores enemigos de la clase obrera, de unos lobos disfrazados de corderos.”
Friedrich Engels, La clase obrera en Inglaterra, pág. 28