La Perspectiva Jurídica de Los Modelos de Estados
La Perspectiva Jurídica de Los Modelos de Estados
La Perspectiva Jurídica de Los Modelos de Estados
Los términos usados por la doctrina (jurídica, sociol gica y politol gica) para
denominar los distintos modelos de Estado no son unánimes. Sus diversas deno-
minaciones y usos responden a varios objetivos, bien para resaltar un determinado
componente del Estado (económico, político o jurídico), bien para presentar,
críticamente, una idea sobre lo que debería ser el Estado.
Ante tan amplio panorama, en este capítulo solo presentaré los modelos de
Estado que son tenidos en cuenta, mayoritariamente, por doctrinantes
del derecho, con la advertencia de que, en todo caso, esa diversidad o prolifera-
ción de denominaciones representa una diicultad, no solo para el investigador,
sino para que los actores judiciales puedan observar conscientemente el impacto
que su actividad representa en esa construcción conceptual.1 Precisamente,
esto es lo que hace relevante abordar los modelos desde la perspectiva jurídica,
ya que la delimitación de cada modelo permitirá entender cuál es esa carga
ideológica que se introduce en el derecho administrativo y que llega al juez
administrativo.
De esta manera, reconociendo la imposibilidad de abarcar el contexto y
conocimiento completo de cada modelo de Estado, a continuación (capítulos
2 y 3) se sintetizan sus características básicas desde una perspectiva eminen-
temente jurídica.
1 Adicionalmente, debe tenerse presente que los estudios que relacionan el papel del Estado con el
derecho suelen hacerlo para identiicar algunos hitos que han incidido en el funcionamiento y rol de esta
disciplina, como, por ejemplo, el fenómenos de la globalización o el constitucionalismo. Sin embargo,
no es común encontrar en la doctrina clásica del derecho administrativo colombiano un análisis sobre
las relaciones e inluencias entre los modelos de Estado y esta rama del derecho. Esto puede explicarse,
entre otras razones, porque el estudio sobre el papel del Estado y sus transformaciones ha sido objeto de
investigación por áreas como la ciencia política.
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2 Zagrebelsky, Gustavo. El derecho dúctil. Ley, derechos, justicia. Madrid: Trotta, 2005, p. 22.
3 Ibíd., p. 22.
4 A modo de crítica Zagrebelsky reclama que en la actualidad el positivismo jurídico se siga aplicado
2000, p. 67.
6 Ibíd., p. 66.
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7 Calvo García, Manuel. Transformaciones del Estado y del derecho. Bogotá: Universidad Externado
Andes, 2009, p. 8.
10Alli Araguren, Juan Cruz. Derecho administrativo y globalización. Madrid: Civitas Ediciones, sl,
2004, p. 33.
11 Santoimio Gamboa, op. cit., p. 71.
12 Alviar García, op. cit., pp. 3-6.
13 Ibíd., p. 6.
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Con el cambio del papel del Estado este modelo entrará en crisis. La
vigencia de un nuevo orden introducido por el Welfare State hará replantear
tanto la concepción como los instrumentos de actuación de la administración
pública. A continuación se hará referencia a esta crisis.
14 Estas ideas de izquierda, airma Madriñán, se dividen en dos tendencias: la primera de corte
función del derecho, su legitimación y su estructura”, “el derecho no sería, como lo era el derecho formal,
solo un instrumento para la solución de conlictos, sino un instrumento para la intervención política del
Estado social de derecho”. Ibíd., p. 44.
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19 Ibíd., p. 44.
20 También se le ha llamado “Estado interventor”, “Estado providencia”, “Estado benefactor”, “Es-
tado pedagogo”, “papá Estado” y “Estado social de derecho”. Sin embargo, este último concepto, si bien
fue acuñado por Herman Heller en 1929, no se acoge en el presente libro como sinónimo del Estado
de bienestar, pues, como se verá más adelante, se le atribuyen algunas diferencias. Desde la sociología,
Esping Andersen “sintetizó los estudios comparativos sobre el Estado de bienestar disponibles en 1990
[…] para dibujar tres modelos, regímenes o tipos ideales, que se han convertido desde entonces en la
taxonomía de uso prácticamente universal para el análisis comparado de este tipo de políticas e institu-
ciones: las modalidades de Estado de bienestar ‘liberal’, ‘conservadora-corporativista’, y ‘socialdemócrata’
[…]. El régimen ‘liberal’, aceptando básicamente los resultados del mercado y corrigiendo sus fallos
más lagrantes; el ‘conservador-corporativista’, haciendo intervenir al Estado en el mantenimiento de
las diferencias de status social y de clase y fortaleciendo los lazos familiares y; el Estado de bienestar
‘socialdem crata’ universalizando los derechos sociales a través de la desmercantilizaci n, abriendo el
camino hacia la ciudadanía social individual”. Espina, Álvaro. La sociología del bienestar de Gösta Esping
Andersen y la reforma del Estado de bienestar en Europa. Versión ampliada de la sección “Bienestar: So-
ciología y reforma”, publicada en Revista de Libros, n.° 66, junio de 2002, p. 4 [en línea]. Disponible en:
http://www.ucm.es/centros/cont/descargas/documento6142.pdf.
21 Atienza, Manuel. El sentido del derecho. Barcelona: Editorial Ariel, 2001. Citado en: Deubal, Roth.
André-Noël Roth Deubel VIII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Admi-
nistración Pública. Globalización, Derecho y Justicia: El Estado y las Políticas Públicas entre Justicia Formal
y Justicia Material. Panamá, 28-31 de octubre de 2003, p. 1.
22 Ibíd., p. 1.
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González Pérez, Jes s. “El derecho administrativo”. En: La ciencia del derecho durante el siglo XX.
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México: Universidad Nacional Aut noma de México, 1998, p. 290 [en línea]. Disponible en: http://
www.bibliojuridica.org/libros/libro.htm?l=114
24Calvo García, op. cit., p. 24. Este autor señala dos momentos en el derecho regulativo: el primero
en 1929 y el segundo en 1970. El de 1970 se distingue del primero por cuanto implica hablar de regu-
lación social o regulación moral, la cual es diferente de la regulación económica predominante ante la
gran depresión de 1929. La mezcla entre intervencionismo económico y social es lo que caracteriza lo
que él denomina Estado regulativo del bienestar, p. 27.
25 Ibíd., p. 27.
26 Ferrajoli, op. cit., p. 68.
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27 Pisarello, Gerardo. “El Estado social como Estado constitucional: mejores garantías, más demo-
cracia”. En: V. Abramovich et al. Derechos sociales. Instrucciones de uso. México: Fontamara, 2006, p. 30.
28 La recepción del contenido social se dará más adelante en las constituciones posteriores a la Se-
gunda Guerra Mundial: en la Constitución francesa de 1946, la alemana de 1949, la española de 1978 y
la colombiana en 1991. Sin embargo, esto se reiere más exactamente los llamados modelos de Estados
constitucionales.
29 Plazas Vega, Mauricio. Derecho de la hacienda pública y derecho tributario. Las ideas políticas de la
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Las dos crisis, la del modelo del Estado liberal y la del Estado interven-
cionista, producirán, hacia la década de los setenta, el surgimiento de posturas
neoliberales y tendencias desreguladoras, como se verá a continuación.
38 Kligksberg, Bernardo. “Hacia un nuevo per l del Estado en América Latina: los cambios en las
percepciones y las demandas de la ciudadanía”. En: Revista del CLAD Reforma y Democracia, n.° 32,
junio de 2005, p. 1.
39 Giddens, Anthony. “Socialdemocracia y neoliberalismo”. En: Claves de razón práctica, n.° 89, fe-
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43 Ibíd., p. 38.
44 Ibíd., p. 43.
45 Alviar García, op. cit., p. 11.
46Esping-Andersen, Gosta. “A Welfare State for the 21st Century”. En: Giddens, Anthony (Ed.).
he Global hird Way Debate. Cambridge: Polity Press, 1993, pp. 134-156. Citado en: Bartolomé, Amaia.
Consecuencias de la sobrecarga del Estado y la globalización en la concepción del Estado del bienestar. Hacia
un régimen de prestaciones sociales condicionadas. Universidad del País Vasco-ehu, n.° 81, 2006, p. 124.
47 Molano, Mario. Transformación de la función administrativa. Evolución de la administración pública.
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La perspectiva jurídica de los modelos de Estado
El cambio de rol del Estado promovido por las ideas neoliberales ha des-
pertado el interés de las ciencias sociales por explicar este fen meno. Así, han
surgido varios modelos teóricos que buscan explicar, dentro de la propuesta neo-
liberal, la relación entre distribución de bienestar y las exigencias del mercado.
Este es el caso del modelo de Bob Jessop (Estado schumpeteriano de workfare),
Philip Cerny (Estado de competición), Philip Bobbit (Estado de mercado) y
Anthony Giddens (Estado social inversor). Cada uno de estos modelos tiene
una versión sobre el nuevo rol del Estado y su signiicado para las políticas de
bienestar social.50
Otra de las críticas realizadas a este modelo, siguiendo a Ferrajoli, es la
diicultad que tienen las propuestas neoliberales para evitar que, debido a las
imperfecciones del capitalismo, una nueva crisis reaparezca, crisis que había
tratado de solucionarse con el Welfare State. Y esta crítica se hace más gran-
de si se tiene en cuenta que “la propuesta del neoliberalismo se reduce, en
sustancia, al proyecto de una refundación solo parcial del Estado liberal de
derecho, como cobertura y sostén, simplemente, de la reducci n de las fun-
ciones públicas de naturaleza social”.51
a Norberto Bobbio, este autor señala que “Estado social y democracia son inescindibles”. Ferrajoli, op.
cit., pp. 81-82.
52 Pisarello, op. cit., pp. 23-53.
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53 Ibíd., p. 34.
54 Forstho observa ambos principios (Estado de derecho y Estado social) en una relaci n dialéctica
no reductible, en donde el Estado de derecho es superior y el Estado social “es lo que en cada momento
histórico realice como tal es legislador”. Bachof, por el contrario, no ve una relación jerárquica entre estos,
siendo el Estado social de derecho “la síntesis entre ambos principios”. Parejo Alfonso, op. cit., p. 36.
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de los bene cios sociales a través de una política econ mica basada en
la construcción de obras públicas, en el subsidio a diversas actividades
de producción y en la extensión de servicios gratuitos, desembocó
en muchos casos en crisis iscal y evidenció sus contradicciones al
transferir más poder a los grupos poderosos de la sociedad contra-
tados por el mismo Estado para acometer sus proyectos y liberados
por este de la prestación de otros servicios. A lo anterior se vino a
sumar el crecimiento incontrolado del aparato burocrático adminis-
trativo y su ineiciencia para resolver los problemas de una sociedad
capitalista compleja.55
55 Corte Constitucional Colombiana, Sentencia T-533 de 1992. M. P.: Eduardo Cifuentes Muñoz.
56 El principio de solidaridad social, los derechos fundamentales y la dignidad humana son pautas
que encarrilan las reglas económicas de la Constitución. “La defensa de los valores supremos del orde-
namiento obliga al Estado a intervenir —dentro del marco constitucional— para proteger a las perso-
nas en su dignidad humana y exigir la solidaridad social cuando ella sea indispensable para garantizar
derechos fundamentales como la vida y la salud. […] El Estado social de derecho, los principios de
dignidad humana y de solidaridad social, el in esencial de promover la prosperidad general y garanti-
zar la efectividad de los derechos, deberes y principios constitucionales y el derechos fundamental a la
igualdad de oportunidades, guían la interpretación de la Constitución económica e irradian todos los
ámbitos de su regulación, propiedad privada, libertad de empresa, explotación de recursos, producción,
distribuci n, utilizaci n y consumo de bienes y servicios, régimen impositivo, presupuestal y de gasto
público”. Sentencia T-505 de 1992. Corte Constitucional Colombiana M.P.: Eduardo Cifuentes Muñoz.
57 “El Estado benefactor […] tiene algunas similitudes así como diferencias con el Estado social
de derecho. En algunas ocasiones la Corte Constitucional ha tratado de trazar una diferenciación ta-
jante entre el Estado benefactor y el Estado social de derecho. En mi opinión, las diferencias trazadas
se reieren más al desprestigio ideológico que sufrió el Estado benefactor durante los años ochenta con
el surgimiento del neoliberalismo; los principios e ideales entre las dos concepciones siguen siendo los
mismos”. Alviar García, op. cit., p. 13.
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58 Corte Constitucional, Sentencia T-533 de 1992. M. P.: Eduardo Cifuentes Muñoz. Citada por
Córdoba Triviño.
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60 Corte Constitucional, Sentencia T-1430 de 2000. M. P.: José Gregorio Hernández Galindo.
61El Estado social se presenta como: “ente regulador que establece reglas de juego a la economía
privada para garantizar el ejercicio de la libertad económica”. Rodríguez Bernal, op. cit., p. 4.
62 Molano, Mario. Transformación de la función administrativa. Evolución de la administración pública.
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65 Ibíd., p. 45.
66 Ariño Ortiz, Gaspar. Principios de derecho público económico. 3ª ed. Bogotá: Universidad Externado
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71 Ariño Ortiz, Gaspar. Economía y Estado: el Estado productor de las nacionalizaciones a las privatiza-
ciones, el estado regulador del monopolio a la competencia. Buenos Aires: Abeledo Perrot, 1993. p. 54. Ariño
deine el Estado regulador como aquel en el que “la regulación es un instrumento del mercado y no un
sustituto del mismo”.
72 Cassagne, op. cit., p. 64.
73 En el mismo sentido que Casaggne, Ariño Ortiz señala que el Estado es necesario. Está en contra
del “fundamentalismo liberal que quiere prescindir del Estado […] la confusión entre sociedad y Estado
es algo pernicioso y no debe darse en la realidad; si llegara a darse, desaparecería el Estado de derecho”.
Ariño Ortiz, Gaspar. Principios de derecho público económico. 3ª ed. Granada: Editorial Comares, 2004, p. 2.
74 Ariño Ortiz, op. cit., p. 167.
75 Ibíd., p. 172.
76 Santoimio Gamboa, op. cit., p. 71.
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Asimismo, continúa este autor italiano, para el logro del Estado social de
derecho se requiere que el derecho administrativo sea innovador, ya que, en la
actualidad, “carece todavía de una teoría de los derechos sociales y de las corre-
lativas obligaciones públicas capaces de dar forma y garantía de efectividad a
las expectativas correspondientes a las funciones positivas del Welfare State”.79
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más bien por una serie de divisiones que fragmentan el derecho y que confor-
man una unidad. Una de estas divisiones es la que se da entre ley y derechos
humanos, y que no era posible en el Estado decimonónico de derecho, pues
los derechos eran creados por el legislador, más no reconocidos.
Según comenta Zagrebelsky, “el concepto jurídico de los derechos era
marginal o secundario, lo que derivaba en la asunción de una idea fundamen-
tal: la prioridad del Estado y de sus exigencias de unidad, expresadas en la ley,
frente a las posiciones subjetivas de los individuos”.87 En este sentido, el tra-
tamiento dado a los derechos humanos era el resultado de la doctrina de los
derechos públicos subjetivos del siglo xix, que no era el siglo de los derechos
individuales inviolables o fundamentales —previos a la autoridad pública—,
sino que eran más bien un producto o consecuencia de la voluntad del Estado.
Ahora, con el paradigma del Estado constitucional actual se da a los derechos
un valor independiente de la ley.88
Pero estos cambios no llegan sin diicultades, ya que surge la cuestión
sobre cuál es el grado de autonomía con el que cuenta la ley, y sobre qué tan
limitada queda respecto de la constitución para desarrollar sus contenidos.
Para responder a estas inquietudes pueden tomarse las categorías que Zagre-
belsky denomina “legalismo” y “constitucionalismo”. Ellas se distinguen por
el grado de control que se exige sobre el legislador y por el énfasis que se da
a la ley o a la constitución. Así, el legalismo entiende que quien hace las leyes
tiene un mayor margen de acción, pues solo tiene que respetar la constitución
y, por tanto, el control sobre él debe respetar esta autonomía. Lo contrario
sucedería con el constitucionalismo, donde existe mayor control y el margen
de acci n del legislador es menor, pues él es quien debe desarrollar la consti-
tución.89 Sin embargo, esto último no implica que en el Estado constitucional
se le reste importancia a la ley. De hecho, es considerada como un elemento
87 Ibíd., p. 48.
88Zagrebelsky se reiere a la concepción originaria de los derechos en la tradición francesa y ameri-
cana para señalar su profundo distanciamiento. Él caracteriza a la primera como estatalista, objetivista
y legislativa, y a la segunda como prestatalista, subjetivista y jurisdiccional. Sin embargo, señala que la
actual concepción constitucional europea se sitúa en medio de ambas tradiciones. Ibíd., p. 58.
89 Ibíd., p. 151.
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90 Se ha considerado que, tomar la ley como “mera técnica” y permitir que sean las cortes constitucio-
nales las que impongan las reglas, presentándolas como lo exigido por la constitución, puede signiicar
un exceso de juridiicación y constitucionalización de la vida política. Ibíd., p. 153.
91 Ibíd., p. 153.
92 Aguiló, op. cit., p. 50.
93 Según Aguiló, las dimensiones regulativa y constitutiva (opuestas la una a la otra) permiten deter-
minar el grado de eicacia de la constitución y la forma de control que recaerá sobre esta.
94 Estas opciones se resumen así: “de la consideración de la Constitución como límite al orden jurí-
dico a la consideración del orden jurídico como un desarrollo de las exigencias constitucionales”. Aguiló
señala que la prevalencia de una u otra interpretación no es un tema pacíico y que si bien se ha presen-
tado como una evolución de la primera a la segunda opción, sus matices se encuentran muy vinculados
a la cultura jurídica. Ibíd., pp. 57-50.
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95 Ibíd., p. 50.
96 Ibíd., p. 97.
97
Sobre el signi cado y las razones que justi can la rigidez en las constituciones véase: Ferreres
Comella, Víctor. “Una defensa de la rigidez constitucional”. En: Revista Doxa, Cuadernos de Filosofía
del Derecho, nº. 23, 2000, pp. 29-47 [en línea] en: http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/10241/1/
doxa23_01.pdf
98 Aguiló, op. cit., pp. 50-53.
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99 Riberi, Pablo. “Derecho y política: Tinta y sangre”. En: Gargarella, Roberto (Coord.). La constitución
en 2020: 48 propuestas para una sociedad igualitaria. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2011, p. 240.
100 Ibíd., p. 244.
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