Analisis Economico Introspectivo

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 6

ANALISIS ECONOMICO INTROSPECTIVO

El análisis económico es la base del estudio teórico y académico de


las ciencias económicas. Estudia el comportamiento racional de los
individuos y organizaciones a la hora de tomar decisiones económicas y su
interacción con el resto de agentes.
En 1982, la renombrada economista británica Joan Robinson reportaba un
encuentro con los economistas Michal Kalecki y Richard Kahn en un restaurante
londinense. John Maynard Keynes venía de publicar su Teoría General. Al
aproximarse a la mesa donde los esperaba Kalecki, éste intempestivamente los
saludó con un: “He descubierto lo que es la economía; es la ciencia de confundir
existencias con flujos”.1 De esta manera, Robinson destacaba las dificultades que
el análisis económico enfrenta para distinguir entre variables estáticas y dinámicas
cuyas unidades de medida no son conmensurables. La falta de una cuidadosa
consideración de los retos que representan los sistemas complejos como la vida
en sociedad y el pensamiento sistémico ha resultado en las debilidades
metodológicas trascendentales en el análisis económico al continuar privilegiando
supuestos caducos superados en formulaciones teóricas por lo menos desde la
década de los 70.2 Ni su incapacidad de prever la crisis financiera de 2007 ha
instado a la introspección.
Al contrario, la economía continúa gozando de un estatus privilegiado dentro de
las ciencias sociales y su objetivo sigue siendo considerado como el de coadyuvar
en la elaboración de políticas públicas conducentes al bienestar. En un reciente
taller de historia económica y empresarial en el CIDE el pasado 14 de diciembre
de 2017, economistas e historiadores consideraban la concentración del acceso a
posiciones de relevancia para la conducción de la política económica en México
como si la importancia del aprendizaje de nuestro entorno estuviese supeditado a
las necesidades de quien ejerce el poder.3 Así, las fallas explicativas son
frecuentemente atribuidas a la falta de consideración de los modelos desarrollados
en alguna escuela de pensamiento ignorada como argumentaban los heterodoxos
al cuestionar la prevalencia de la teoría neoclásica en el currículo escolar.4 Sin
embargo, estas discusiones ignoran que las quejas de las limitantes del análisis
económico anteceden inclusive la crisis financiera.
Una inspección cuidadosa de los grandes debates en torno al desarrollo
económico nos permite comprender el progresivo reconocimiento de las limitantes
aún por las grandes luminarias de la economía. Así, en pleno auge de la teoría de
la modernización, el nuevo institucionalismo de North, Williamson, Ostrom (e
inclusive Huntington) destacaban la pobreza analítica de separar los procesos
económicos de su contexto social y político.5 A la par, el cuestionamiento de los
supuestos de la teoría de elección racional comenzaba a abrir paso a una
consideración más experimental de la conducta humana que ayudara a explicar
regularidades conductuales ignoradas por el supuesto de la conducta
racional.6 Asimismo, el mismo sustrato moderno del modelo de desarrollo
económico fue blanco de críticas asertivas que cuestionaban su teleología del
progreso, la disociación de lo humano de lo ambiental, así como la imposición de
un objetivo único de incrementar el ingreso individual reduciendo el bienestar a lo
material.7 El poder del cúmulo de estas críticas se reflejaría en el boom de
movimientos altermundistas durante la segunda mitad de los 90 e inicios del nuevo
milenio.
El activismo político también fue acompañado de un desarrollo de nuevos marcos
heurísticos de pensamiento. La eminente politóloga Elinor Ostrom se avocó al
desarrollo de modelos teóricos de acción colectiva anclados en análisis del
comportamiento humano para analizar fenómenos sociales como la reciprocidad,
la confianza y la reputación.8 Desde la economía, Douglass C. North argüía que el
problema fundamental del análisis del desarrollo económico consistía en la
naturaleza cambiante del proceso bajo estudio producto del dinamismo de sus
mecanismos de retroalimentación y la imposibilidad de observar todas las
características relevantes del proceso.9 Ostrom, North y Greif coincidían en la
importancia de utilizar un análisis plural capaz de combinar los desarrollos
conceptuales de la conducta humana a través de un método multidimensional que
ponderase las micro-interacciones así como la perspectiva macro.10 La lección de
estas reflexiones es que no existen recetas únicas para la prosperidad, mucho
menos conceptos universales del bienestar, y por lo cual es necesario entender el
contexto específico, así como los procesos históricos en juego. De manera que
aspectos observables como organizaciones y leyes son sólo complementarios a
factores sociales de más difícil observación como reglas, creencias y normas.
El resultado de ignorar estas observaciones está mejor ilustrado a través de las
subsecuentes explicaciones de la crisis financiera global. Por un lado, las
explicaciones tradicionales con base en las variables observables de la economía
no lograban explicar las causas de las crisis por completo. Por ejemplo, el Comité
de asuntos económicos de la Cámara de los Lores en Gran Bretaña atribuyó la
detonación de la crisis a los desbalances macroeconómicos globales producto de
la creciente importancia de Asia en la economía global y de una política monetaria
de tasas de interés bajas en países desarrollados que buscaban evitar el
sobrecalentamiento de sus economías con capital asiático.11 Esta explicación dio
pie a explicaciones basadas en la avaricia de los bancos detonando movimientos
como Occupy Wall Street que denunciaban los rescates bancarios y la
concentración de la riqueza. Por su parte, economistas como Perry Mehrling y
Gary Gorton ofrecían análisis que contradecían la adoptada sabiduría popular
destacando la necesidad de entender el funcionamiento del sistema financiero y
cómo éste se articula para proceder a explicar los desbalances
macroeconómicos.12 A pesar de estas advertencias, el clamor político dio paso a
medidas regulatorias severas del sistema financiero enfocadas en la banca
comercial y de inversión tradicional a pesar de que la crisis se originó en la banca
de sombra. Esta situación ha causado importantes distorsiones en la
disponibilidad de crédito para una economía dinámica, inclusiva y baja en carbono
en el siglo XXI.
El énfasis en la desigualdad ha prevalecido generando un renovado interés en la
economía política. El interés contemporáneo sobre el fenómeno de la desigualdad
tiene sus raíces en la búsqueda del desarrollo económico bajo el paradigma de la
Modernidad. De esta manera, durante la primera mitad del siglo XX economistas
como Simon Kuznets y William Arthur Lewis ya estudiaban la relación entre la
industrialización, el ingreso y la desigualdad.13 Por lo cual el canon teórico del
desarrollo económico vino a tolerar la desigualdad como un efecto del desarrollo
que habría de corregirse una vez que la prosperidad se hubiese alcanzado. Justo
cuando en Francia se proclamaba el triunfo de los gloriosos 30 por Jean Fourastié,
la crisis petrolera de los 70 y la movilización de los países en vías de desarrollo en
torno a la agenda del Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) destacaban
las promesas incumplidas de la industrialización y la falta de convergencia
económica entre países.14 El fin de la Guerra Fría y el entusiasmo suscitado por
el fin de la historia silenció el debate distribucional por el análisis de la
globalización.
Al mismo tiempo que la globalización gozaba de un gran éxito como marco teórico
-conceptual, hubo importantes desarrollos en los métodos de análisis de la
desigualdad. Desde mediados de los 90, el Banco Mundial realizó esfuerzos
importantes por entender los fenómenos de desigualdad entre los países a través
de herramientas microeconómicas de recolección de datos como las encuestas de
hogares. Es con base en este amplio ejercicio de compilación de información que
el economista Branco Milanovic desarrolló el concepto de desigualdad global
dejando atrás las economías nacionales como unidad de análisis para utilizar
dinámicas sociales de distribución de riqueza à la Kuznets.15 Bajo este nuevo
marco conceptual, el análisis económico podía considerar las dinámicas de
distribución de ingreso dentro de las economías nacionales y al nivel global sin
tener que comparar las economías de los países. Piketty extendería este trabajo al
considerar tendencias históricas que llevarían a la conclusión que la tasa de
retorno al capital es mayor que la tasa de crecimiento económico por lo que el
sistema capitalista favorecía inherentemente a los grupos cuyo ingreso dependía
principalmente de inversiones de capital en lugar de salarios.16 En el contexto de
la crisis financiera y los rescates de los sistemas de pago, estas herramientas
analíticas permitirían a organizaciones como Oxfam Internacional y el Foro
Económico Mundial elaborar reportes que destacaran los costos sociales de la
desigualdad.17 Frente a este encuadre del problema, la economía de la
desigualdad propone que los gobiernos implementen reformas fiscales para
promover una distribución más equitativa. La promesa es que, al realizar estas
reformas, se detonarían externalidades positivas conducentes a la prosperidad.
A lo largo de un lustro, el análisis y las propuestas han generado importantes
críticas desde distintos sectores. Hay dos que conviene destacar. La primera
acentúa la brecha que existe entre las agudas revelaciones que los datos sobre la
desigualdad global arrojan y las recomendaciones de políticas públicas. Si bien los
datos son contundentes sobre la creciente desigualdad, la recomendación del uso
de la política fiscal se basa en una extrapolación de la curva identificada por
Piketty. Sin embargo, dicha extrapolación de datos es problemática porque no hay
manera de predecir cómo se continuará desarrollando la tendencia de
desigualdad. Asimismo, ni las tendencias ni las elaboraciones teóricas son
capaces de explicar las causas de la desigualdad ya que sus modelos no
identifican apropiadamente las variables determinantes ni los procesos detrás de
las tendencias. Es decir, no se ofrece una explicación de lo que hay más allá de
las tasas de retorno al capital y las tasas de crecimiento económico. Esto destaca
el problema que North señalaba en las herramientas del análisis económico: la
falta de atención hacia los mecanismos de retroalimentación en los modelos y el
reconocimiento de la existencia de variables no observables. El riesgo es real,
pues se pretende realizar recomendaciones de políticas públicas sin
verdaderamente entender los factores causales de la desigualdad.
La segunda debilidad consiste en la continua proyección de un modelo único de
desarrollo económico para todas las sociedades ignorando trayectorias históricas
y culturales. Detrás de las críticas a la desigualdad, se atisba un modelo
económico anclado en el consumismo y la industrialización erigido en un mundo
imaginario de fronteras de producción ilimitadas y agentes económicos motivados
por la maximización de su función de utilidad. Es decir, se ha prestado oídos
sordos al reto ecológico, a marcos teóricos alternativos de la conducta humana y a
la diversidad de conceptualizaciones del bienestar en aras del progreso
moderno.18 Así, la economía de la desigualdad, a pesar de sus buenas
intenciones, fomenta el encono social y la política contenciosa que puede conducir
a espirales de violencia.19 En México, la última vez que se intentó hacer una
reforma de esa envergadura tuvimos devaluaciones y nacionalizaciones de la
banca. Resta ver si frente a la falta de métodos analíticos más rigurosos, la
economía de la desigualdad acabará arrojando al bebé con el agua sucia de la
bañera. Mientras tanto, conviene replantearnos lo que consideramos como
bienestar.

También podría gustarte