053-Dapuetto de Palo, Miguel Angel

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USURPACIÓN POR DESTRUCCIÓN O ALTERACIÓN DE TÉRMINOS

O LÍMITES. (art. 181 inc. 2do. C.P.): Acción típica. Objeto material.
Consumación. Tentativa.

1. La acción típica del delito de usurpación por destrucción o alteración de


términos o límites es la de destruir o alterar los términos o límites de un
inmueble. La destrucción es el deshacimiento o eliminación del término o
límite en sí mismo. La alteración consiste en el cambio de lugar o corrimiento
de ellos. Tales acciones deben ser empleadas por el autor como un medio apto
para que, produciendo la variación del lindero, el terreno afectado sea tenido
como integrante del inmueble beneficiado.
2. El objeto material del delito de usurpación por destrucción o alteración de
términos o límites está designado por las expresiones “términos” y “límites”,
que aluden a los dispositivos o señales materiales destinados a marcar los
confines de un inmueble, cualquiera sea su naturaleza.
3. La figura de usurpación por destrucción o alteración de términos o límites
exige una destrucción o alteración de términos o límites que no hace al objeto
en sí, como tal, sino a su función. Por consiguiente, la consumación se
produce con la destrucción o alteración que por su forma borra el lindero
anterior, o sea, con la desaparición o el desplazamiento de la línea
demarcatoria. La destrucción parcial que permite seguir estableciendo con
precisión la delimitación de los inmuebles, no consuma el tipo.
4. La destrucción o alteración de los términos o límites que, por causas ajenas a
la voluntad del autor, no llega a borrar los confines de dos inmuebles
contiguos, configura una tentativa de usurpación punible (arts. 42 y 181,
inc. 2do. C.P.).

T.S.J., Sala Penal, Sent. nº 53, 14/06/2004, “Dapuetto de Palo, Miguel Ángel
p.s.a. alteración de límites –Recurso de casación-” (Dres. Cafure, Tarditti,
Rubio).

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SENTENCIA NUMERO: CINCUENTA Y TRES

En la ciudad de Córdoba, a los catorce días del mes de junio de dos mil cuatro,

siendo las diez horas, se constituyó en audiencia pública la Sala Penal del

Tribunal Superior de Justicia, presidida por la señora Vocal doctora María Esther

Cafure de Battistelli, con asistencia de los señores Vocales doctores Aída Tarditti

y Luis Enrique Rubio, a los fines de dictar sentencia en los autos caratulados

“Dapuetto de Palo, Miguel Ángel p.s.a. alteración de límites –Recurso de

casación-” (Expte. “D”, 25/2002), con motivo del recurso de casación

interpuesto por el imputado Miguel Ángel Dapuetto de Palo, con el patrocinio

letrado del Dr. Gabriel Pérez Barberá, en contra de la sentencia número treinta y

dos, dictada con fecha veinticinco de octubre de dos mil dos por el Juzgado

Correccional de Primera Nominación de esta ciudad.

Abierto el acto por la Sra. Presidente, se informa que las cuestiones

a resolver son las siguientes:

1°) ¿Es nula la sentencia por violación del principio de razón

suficiente?

2°) ¿Han sido erróneamente aplicados los artículos 181, inciso 2°, y

45 C.P.?

3°) En su caso, ¿qué resolución corresponde dictar?

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Los señores Vocales emitirán sus votos en el siguiente orden: Dres.

Aída Tarditti, María Esther Cafure de Battistelli y Luis Enrique Rubio.

A LA PRIMERA CUESTION

La señora Vocal doctora Aída Tarditti dijo:

I. Por sentencia n° 32, del 25/10/2002, el Juzgado Correccional de 1ª

Nominación de esta ciudad resolvió: “I.- Declarar a MIGUEL ANGEL RAFAEL

DAPUETTO DE PALO, ..., autor responsable del delito de usurpación por

alteración de límites que le atribuía la requisitoria fiscal de citación de juicio de

fs. 113/118 de autos, imponiéndosele una pena de dos años de prisión en forma

de ejecución condicional, con más la pena accesoria de multa por la suma de

pesos cuatro mil, por existir un ánimo de lucro en la comisión del hecho al haber

acrecentado en forma cierta su patrimonio; la pena pecuniaria deberá ser abonada

en diez cuotas iguales y consecutivas de pesos cuatrocientos cada una de ellas,

dentro del término de diez días desde que la presente pase en autoridad de cosa

juzgada, bajo apercibimiento de lo dispuesto por el art. 21 del C.P., debiendo ser

oblada del uno al diez de cada mes en el Banco Provincia de Córdoba – Sucursal

Tribunales, de esta ciudad, en la forma establecida por el art. 511 del Código

Procesal Penal...." (fs. 674/694).

El imputado Miguel Ángel Dapuetto de Palo, con el patrocinio

letrado del Dr. Gabriel Pérez Barberá, interpone recurso de casación contra la

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resolución mencionada. Bajo el motivo formal de casación (art. 468, inc. 2°,

CPP), el impugnante denuncia la inobservancia de lo establecido, bajo pena de

nulidad, en el artículo 413, inc. 4°, CPP, pidiendo la invalidación de la sentencia

porque viola en su fundamentación las reglas de la sana crítica racional –en

particular, el principio de razón suficiente- respecto de elementos probatorios de

valor decisivo (art. 413, inc. 4°, tercer supuesto, CPP) y es arbitraria –por

absurda- en la valoración de la fuerza convictiva de esos elementos probatorios

(art. 413, inc. 4°, CPP).

Con relación a lo primero, el recurrente señala que el a quo ha

llegado a la conclusión de que el imputado ha sido el autor (mediato) del hecho

intimado fundándose en el testimonio de Quiroga prestado ante la Fiscalía de

Instrucción, en el sentido que “personas que no conocía y que se conducían en el

famoso Peugeot en el mes de diciembre de 1997, fueron lo que ejecutaron el

delito” (fs. 289), y en el testimonio de Avanza, en tanto “fue preciso al

manifestar que el límite fue previamente marcado por Dapuetto de Palo, es decir,

en dónde tenían que poner los troncos y las ramas” (fs. 298 vta.).

Además, añade, el juzgador toma en cuenta la circunstancia que

Dapuetto sería el beneficiario de esta situación.

No hay otros elementos probatorios en los que el a quo se base para

llegar a la conclusión, con el grado de certeza que se exige en esta etapa procesal,

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de que el imputado fue el autor (mediato) del delito intimado, dice el impetrante,

y añade que estamos ante un caso de condena basada únicamente en prueba

indiciaria.

Son indicios, asegura, que tratados conjuntamente pueden dar como

resultado una sospecha, a lo sumo en grado de probabilidad, de que Dapuetto

mandó a levantar los alambrados, pero de ninguna manera certeza positiva como

para fundar una condena, ya que ellos –analizados de aquella forma- no tienen la

coherencia y univocidad suficientes como para eliminar una conclusión diferente

a la que el a quo arribó respecto de la participación del imputado como autor

mediato.

En efecto, enfatiza, es perfectamente posible que una persona que

habitualmente envía a remover y a trazar límites no lo haya hecho en ese

momento y que esa supuesta habitualidad haya sido aprovechada por su

contraparte para perjudicarlo en este caso en concreto, hipótesis que, por lo

demás, se ve corroborada por los dichos del mismo Quiroga en el sentido de que

Dapuetto se enojó cuando se enteró que había dejado entrar a esa gente.

En relación con la supuesta arbitrariedad de la sentencia, por

absurda valoración de la fuerza convictiva de los elementos probatorios

decisivos, el recurrente manifiesta, citando jurisprudencia de esta Sala en autos

“Montenegro” (A. n° 285, del 12/9/2000), “Villacorta” (S. n° 3, del 11/2/2000),

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“Rivero” (A. n° 286, del 14/9/2000) y “Pompas” (A. n° 157, del 31/5/2000), que

la más reciente doctrina del Tribunal Superior de Justicia de la Provincia implica

una notable e interesantísima apertura del recurso de casación, en completa

consonancia con la garantía establecida en el art. 8, inc. 2°, letra h), de la

Convención Americana de Derechos Humanos.

Si se lee con atención la jurisprudencia en cuestión, dice, es sencillo

advertir que lo que el Alto Cuerpo ha establecido es lo siguiente: si lo que se

pretende es un estricto control del respeto a las reglas de la sana crítica racional,

es suficiente invocar la violación del principio –lógico o empírico- de que se

trate, sea éste el de contradicción o de razón suficiente; si, en cambio, lo que se

pretende es una revalorización de la fuerza convictiva de los elementos

probatorios ya valorados por el a quo, lo que se exige es que se demuestre no la

existencia de un vicio menor de fundamentación, ni la mera existencia de una

valoración no compartida por el recurrente, sino que la valoración de la prueba

realizada por el juez de mérito ha sido tan arbitraria que resulta directamente

absurda (fs. 703).

Así entendida la doctrina del Tribunal Superior, remarca, la

exigencia de absurdo como estándar para el control de casación resulta plausible,

porque la injerencia en la valoración de la fuerza convictiva de la prueba, atento

el carácter extraordinario del recurso de casación, es forzosamente excepcional y,

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por lo tanto, sólo puede –pero también debe- llevarse a cabo por el Tribunal de

casación cuando aquélla resulta tan manifiestamente arbitraria que debe ser

tenida como absurda.

En un procedimiento de tipo predominantemente acusatorio como

el que nos rige, añade, tienen que existir muy buenas razones para restar

credibilidad a una declaración testimonial prestada durante el juicio, en pleno

contradictorio, y conceder toda esa credibilidad a una declaración prestada por un

simple peón de campo ante una Fiscalía de Instrucción, sin ningún tipo de

control.

Asegura que sostener, como lo hace el a quo, que los dichos del

testigo Quiroga en el sentido de que fue presionado en la Fiscalía de Instrucción

y de que no se le leyó ni se le permitió leer el acta no resultan veraces por

ausencia de denuncia penal, implica acudir a un mero tecnicismo completamente

alejado de la realidad de las cosas, con el objeto de lograr a toda costa otorgar

eficacia convictiva a esa declaración.

Por último, el impugnante manifiesta que privar de toda eficacia

probatoria a una declaración testimonial prestada debidamente en la etapa de

juicio, en contradictorio pleno, más completa y detallada que la prestada en sede

instructoria, con el solo argumento de que no se realizó una denuncia penal para

desacreditar la primera declaración, constituye una conducta extremadamente

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arbitraria del a quo, que cae en el absurdo de valorar como absolutamente

verdadera la primera declaración y absolutamente falsa la segunda, sin dar

ninguna razón argumental –es decir, de mérito probatorio propiamente dicho-

para ello, más allá de la objeción formal, a un simple peón rural, de no haber

efectuado una denuncia sobre algo que seguramente ni sabía que era penalmente

denunciable.

II. Al momento de presentar informe en relación con la presente

censura (fs. 721 y ss.), el Dr. Alejo de la Torre, apoderado legal de los

querellante particulares, con el patrocinio letrado del Dr. Ernesto José Gavier,

pide el rechazo de la impugnación, con especial imposición de costas.

Manifiesta que, en su denuncia de la violación de las reglas de la

sana crítica racional, el casacionista pretende cuestionar el valor convictivo de la

prueba en que se basa la certeza sobre la autoría (mediata) asignada en la

sentencia al acusado Dapuetto.

Cabe recordar, dice, que el Tribunal de juicio es soberano en la

selección y la valoración de la prueba, con la única limitación de que se respeten

las reglas de la sana crítica racional con respecto a elementos de prueba de valor

decisivo.

Expresa que es absurdo suponer que –como pretende el recurrente-

los Rueda pudieran ordenar, en su propio perjuicio, la destrucción del cerco que

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tantos desvelos y trabajo judicial costó hasta llegar a la sentencia definitiva que

les reconoció la posesión de esa franja de terreno.

Si bien los casacionistas hablan de pruebas que no habrían sido

tenidas en cuenta por el a quo -dice-, no individualizan ninguna, sino que

pretenden darle un significado distinto a las testimoniales de Quiroga y Avanza y

plantear la idea descabellada que todo esto fue obra de los Rueda.

Finalmente, el informante asegura el agravio vinculado con la

arbitraria valoración de la prueba es improcedente, en primer lugar, porque el

quejoso hace referencia a una declaración que Víctor Heriberto Quiroga habría

prestado en “instrucción suplementaria”, cuando la única declaración que ha

prestado el testigo en la etapa de plenario, es la que consta en el acta del 16 de

setiembre de 2002, cuando el tribunal y las partes se constituyeron en las

propiedades colindantes de los Sres. Dapuetto de Palo y Sucesión de Rueda,

dentro del debate oral y público, a fin de recibir declaraciones las declaraciones

testimoniales del nombrado Quiroga, de José Heriberto Avanza, de Alfredo José

Avanza, de Fernando Heriberto Ochoa y de Juan Carlos Videla.

En segundo lugar –agrega-, lo es porque el recurso no precisa en

qué consistió la declaración prestada por Quiroga en la Fiscalía de Instrucción y

cuál fue el tenor de su declaración prestada en el juicio; tampoco se precisa en

forma clara cuál es la contradicción entre una y otra declaración, y qué influencia

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puede tener en la valoración global de la prueba la declaración del testigo que el

tribunal ha desechado por mendaz. No se demuestra –enfatiza- el valor decisivo

que puede tener esta declaración.

En tercer término, señala, el a quo ha dado fundamento suficiente

para valorar la declaración del testigo Quiroga prestada ante la fiscalía de

Instrucción y descartar por completo que el testigo haya sido coaccionado por los

funcionarios judiciales al hacer esta declaración.

La sentencia, añade, frente a declaraciones contradictorias del

testigo debe decidir cuál de las dos merece el crédito del tribunal, y en tal tarea el

sentenciante ha optado por darle crédito a la primera declaración, que aparece

como espontánea, y ha desechado la prestada en el juicio, advirtiendo que el

testigo ha pretendido beneficiar a su patrón (el acusado), lo que se corrobora con

la actitud de Dapuetto de haber amenazado al testigo Miguel Ángel Luberchi

antes de declarar.

Por todo ello, concluye, la arbitrariedad que se denuncia no es tal.

III. Bajo el título “Hace presente”, a fs. 726 vta. comparece el

imputado Miguel Ángel Rafael Dapuetto de Palo y realiza algunas

consideraciones que estima útiles a su situación procesal.

IV. Del recurso emergen dos agravios claramente diferenciados.

Uno de ellos se relaciona con la descalificación convictiva del testimonio de

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Quiroga durante el debate, prefiriendo la declaración efectuada durante la

investigación penal preparatoria. El otro, en cambio, versa sobre la logicidad de

la derivación de la conclusión adversa al imputado en torno a la certeza de su

participación criminal.

Atendiendo a la diferencia de los agravios, se examinarán entonces

separadamente.

La revisión del valor convictivo de la prueba

Es por todos sabido que la valoración de la prueba, la atribución de

determinado valor convictivo a la prueba es una facultad discrecional del juez

de mérito (T.S.J., Sala Penal, A. nº 9, 6/3/87, “Fernández”; A. nº 11, 22/3/88,

“Beltrán”; A. nº 6, 27/2/89, “Ramos”; A. nº 72, 18/9/90, “Peiretti”; A. nº 63,

21/6/91, “Ibáñez”; A. nº 126, 6/10/92, “Ramírez”; A. nº 24, 18/3/93,

“Barrionuevo”; vid. Núñez, Ricardo C., “Código Procesal Penal”; Lerner, 1986,

nota 7 al artículo 417, pág. 395; Barberá de Riso, María Cristina, “Manual de

Casación Penal”, Advocatus, 1997, pág. 101), que no es motivo de casación,

salvo casos de arbitrariedad (T.S.J., Sala Penal, “Carnero”, A. n° 181, del

18/5/1999, entre otros).

Configura una variante de la arbitrariedad, la asignación de crédito

o demérito absurdo a la prueba por parte del tribunal de juicio (T.S.J., Sala

Penal, S. n° 3, 11/2/00, "Villacorta"; A. n° 285, 12/9/00, "Montenegro"; A. n°

11
286, 14/9/00, "Rivero; A. n° 319, 5/10/00, "Ciarcelutti", entre otros). En tales

supuestos, el tribunal de juicio ha utilizado irracionalmente sus facultades

discrecionales y ese vicio se presenta con tal evidencia o palmariedad, que es

apreciable por el tribunal de casación, aún cuando éste a diferencia de aquél no

ha recepcionado la prueba (inmediación).

En autos, el recurrente acierta al aseverar que la más reciente

doctrina de esta Sala permite excepcionalmente revisar la valoración de la prueba

seleccionada por el Iudex a quo, cuando éste le ha atribuido una eficacia

convictiva absurda, pero el agravio denunciado luce inexistente como se verá.

En el caso, el testigo Quiroga prestó declaración en la investigación

preparatoria -que fue incorporada en el debate debido a sus contradicciones-

oportunidad en la cual vinculó a las personas que ingresaron a sacar los alambres

con su empleador el imputado Dapuetto de Palo (fs. 53 vta./fs. 690 de la

sentencia). En cambio, en el debate, negó que Dapuetto hubiese mandado a esas

personas "a levantar el alambrado" a la par que sindicó a la parte contraria en el

pleito (Rueda) como los que lo corrieron modificando los límites, negando los

dichos arriba sintetizados, porque según sus decires "el Secretario de la Fiscalía

de Jesús María le amenazaba que lo iba a meter preso, que lo apuraban, que no

dijo lo que le acaba de leer el Tribunal, que sabe leer y escribir, no le advirtieron

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que podía leer la declaración; los términos de la declaración no son exactos" (fs.

681 vta.).

Según el recurrente, el juez prefirió la versión de la declaración del

testigo durante la investigación penal preparatoria, desechando la del debate en

virtud de un razonamiento que considera absurdo. Éste habría consistido en que

la descalificación convictiva se centró en que "no existe querella criminal alguna

hasta el día de la fecha" (fs. 690 vta.). Frente a este argumento, el impugnante

recurre a las reglas de la experiencia por la condición de peon del testigo frente a

un funcionario judicial, de allí que sostenga que el demérito repose en "un mero

tecnicismo completamente alejado de la realidad de las cosas, con el objeto de

lograr a toda costa otorgar eficacia convictiva a esa declaración".

Pero, aun cuando se pudiera coincidir con el recurrente que tal

argumento del sentenciante resulta antojadizo, no es ésta la única razón que

esgrimió el a quo para preferir una de las dos versiones prestadas por

Quiroga en detrimento de la otra.

Así, además de la ausencia de denuncia o querella criminal que

denuncie la situación que menciona el testigo en su segunda declaración –

coacción-, a la que hace referencia el juzgador (fs. 690 y vta.), éste aseveró que

en la deposición dada en la etapa de debate, el nombrado trató de favorecer a

su empleador (fs. 690). A su vez, a favor de la primera declaración de Quiroga,

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mencionó que el testigo Avanza fue categórico y preciso al manifestar que el

límite donde tenían que colocarse los troncos y ramas “fue previamente

marcado por Dapuetto de Palo” (fs. 690 vta., con negrita añadida).

Por lo demás, no puede dejarse de considerar que la versión de

Quiroga a la que el sentenciante da crédito, encuentra una clara corroboración en

la inspección judicial en la que el Tribunal “pudo comprobar, no sólo la

veracidad de lo que muestran las fotografías obrantes en autos [que ilustran

sobre lo que Juez califica como “evidencias o rastros que ha dejado del delito (fs.

691 vta.), vale decir, sobre la existencia de algunos hoyos del límite removido

por la gente contratada por el acusado], sino que además en el nuevo límite

trazado por el incoado, no sólo se han colocado ramas sino hasta pesados troncos

para la nueva delimitación” (fs. 691 vta., con remarcado nuestro). Es decir, que la

modificación realizada beneficiaba precisamente a Dapuetto de Palo, no a los

Rueda.

Se trata, conforme puede advertirse, de una circunstancia

objetiva que refirma los dichos del testigo Quiroga, en cuanto a que unos

hombres enviados por el imputado corrieron el alambrado hasta el límite que,

según Avanza, también había sido indicado por el imputado.

Entonces, resulta claro que si bien una de las razones del a

quo para restar credibilidad a los dichos de Quiroga en el debate puede resultar

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contraria a las reglas de la experiencia, las demás soslayadas por el impugnante

no lo son. Ellas tienen la ventaja de representar parámetros objetivos en los que

puede razonablemente apoyarse la preferencia por la versión primigenia de

Quiroga, que no descansa, por tanto, ni la pura subjetividad del juzgador, como

tampoco en una pauta empíricamente antojadiza.

Por ello es que el reproche luce finalmente inexistente y, en consecuencia, debe

ser rechazado.

Falta de razón suficiente en relación a la conclusión asertiva de

la participación del imputado

Igual suerte corre el recurso en relación a la aseveración del

impugnante en cuanto que los indicios en que el fallo apoya su conclusión,

tratados conjuntamente, pueden dar como resultado una sospecha, a lo sumo en

grado de probabilidad, de que Dapuetto mandó a levantar los alambrados, pero

de ninguna manera certeza positiva como para fundar una condena.

Es que el quejoso procura justificar su postulación sobre la base de

una argumentación que soslaya algunos de los indicios que –junto con los que

menciona el quejoso- valora el Iudex a quo para fundar su conclusión, para –de

esa forma- postular como posible una solución diferente, aunque difícilmente

compatible con las pautas aconsejadas por la experiencia común, esto es, que la

gente mencionada por Quiroga fuera mandada por los vecinos del imputado para

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perjudicar a éste y hacerlo aparecer como autor de un delito, con el objeto de

mejorar su posición negociadora frente al encartado, “atento la precariedad de la

sentencia judicial que provisoriamente fijara el límite en ese lugar” (fs. 706).

Nótese, en este sentido, que el pronunciamiento en crisis tuvo en

cuenta los siguientes elementos:

*La declaración de Víctor Heriberto Quiroga ante el Fiscal de

instrucción de Jesús María, en cuanto afirmó que dejó entrar a las personas que

se conducían en el automóvil marca “Peugeot” y que, asegurando que el

imputado Dapuetto les había dado una orden en tal sentido, habían sacado los

alambres, porque en otras ocasiones el encartado solía mandar gente a

levantar el alambrado (fs. 690);

* La declaración de José Heriberto Avanza, en cuanto expresó

que fue el imputado Dapuetto de Palo quien indicó dónde se debían poner los

troncos y ramas, es decir, dónde debían marcarse el nuevo límite (fs. 690).

* El indicio que traduce la circunstancia de que el único

beneficiado con el accionar que se juzga es el imputado Dapuetto de Palo,

quien como consecuencia del mismo logra apoderarse de parte del inmueble de

su colindante (fs. 690).

* La declaración de Ramón Luis Aguirre, en cuanto señaló que

era comentario del lugar que el imputado Dapuetto de Palo hacía sacar los

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alambres, los hacía cortar, y manifestó que cortar el alambre y correr las ramas de

un lugar a otro beneficia a Dapuetto de Palo (fs. 691 vta.).

* El indicio que traduce la constatación, a través de fotografías y

de la inspección judicial que dispuso realizar el Tribunal, de algunos hoyos al

descubierto del anterior alambrado demarcatorio, que fueron considerados por el

sentenciante inequívocas evidencias o rastros que ha dejado el delito (fs. 691

vta.).

Se trata, como puede apreciarse, de un conglomerado probatorio

sensiblemente más extenso que el que menciona el recurrente y que, en su

integrada valoración, permite justificar sobradamente la conclusión de certeza

a la que arriba el Juez de mérito en la resolución impugnada.

En consecuencia, el recurso debe ser rechazado también en lo que

concierne a este agravio.

Así voto.

La señora Vocal doctora María Esther Cafure de Battistelli, dijo :

La señora Vocal preopinante da, a mi juicio, las razones necesarias

que deciden correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto,

expidiéndome en igual sentido.

El señor Vocal doctor Luis Enrique Rubio, dijo:

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Estimo correcta la solución que da la señora Vocal Dra. Aída

Tarditti, por lo que adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de

igual forma.

A LA SEGUNDA CUESTION:

La señora Vocal doctora Aída Tarditti, dijo:

I. El imputado Miguel Ángel Dapuetto de Palo –con patrocinio

letrado- interpone recurso de casación contra la resolución mencionada, con

invocación del motivo sustancial (C.P.P., 468, 1°) afirma que han sido

erróneamente aplicados los artículos 181, inciso 2° y 45 C.P.

Dice que el caso, objetivamente, no encuadra en el artículo 181,

inciso 2°, C.P., pues no se borraron completamente los límites en cuestión,

quedando rastros de ellos, y, siendo éstos por lo tanto fácticamente identificables,

es decir, por medio de los sentidos y no (o no sólo) de la utilización de planos o

instrumentos, tal como de hecho luego se los identificó. Tampoco es posible

hablar de tentativa de usurpación por alteración o destrucción de límites o

términos (C.P., 181 inciso 2° en función del C.P., 42), pues, según la fijación

fáctica de la sentencia impugnada, la no consumación del hecho tipificada en el

artículo 181, inciso 2°, C.P. (por la persistencia de los hoyos correspondientes a

los postes) no se ha debido a la ocurrencia de circunstancias ajenas a la voluntad

del imputado, requisito básico de la tentativa establecido expresamente en el

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artículo 42 C.P.. Finalmente, asevera, no es posible tampoco sostener que ha

existido un desistimiento voluntario por parte del autor mediato (C.P., 43), pues

ha quedado establecido en la sentencia que el imputado logró el fin que se

proponía: despojar a sus vecinos de parte de su inmueble.

En el caso, refiere el quejoso, ha tenido lugar un caso de delito

putativo, impune para nuestro sistema jurídico-penal, ya que partiendo de la

plataforma fáctica fijada por el Tribunal de mérito, cabe inferir sólo que el autor

quería despojar a su vecino parte de su inmueble y creía que lograba esto si no

borraba complemente el límite anterior, esto es, corriendo simplemente los

límites de un lugar a otro, pero dejando claramente identificable de forma fáctica

el límite anterior, vale decir, creía que cometía el delito que quería cometer

accionando como lo hizo. Pero resulta que tal accionar, agrega, conforme a una

interpretación correcta de la ley penal, objetivamente no constituye el delito que

el imputado creía y quería cometer, por lo que su dolo respecto de este delito

deviene putativo. No interesa aquí –asegura- el supuesto dolo (indirecto) respecto

de otros posibles delitos ya prescriptos (daño, por ejemplo), respecto de los

cuales no existe secuela de juicio interruptiva de la prescripción, porque el

recurrente nunca fue imputado ni intimado por ellos y, por tanto, no ha habido en

relación con los mismos juicio ni proceso alguno que impusiera su “secuela”.

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El caso de delito putativo que se verifica en el caso bajo examen,

dice, es el del autor que cree cometer un delito que, erróneamente, interpreta de

manera demasiado amplia un tipo penal realmente existente. Según los hechos

fijados en la sentencia impugnada, explica el recurrente, el imputado creyó que

dejando subsistentes rastros visibles de un límite anterior y corriendo ese límite

varios metros en dirección a la propiedad colindante, despojaba a su vecino de la

posesión de parte de su inmueble, es decir, dejaba consumado el delito de

usurpación por alteración o destrucción de términos o límites. Y esto es también

lo que creyó el fallo, dice, y añade, pero tal creencia está basada en una errónea

interpretación de la extensión del tipo penal descripto en el artículo 181, inciso

2°, del C.P..

La doctrina dominante, manifiesta el impetrante, deja en claro que

es necesario que el límite anterior quede completamente borrado, para que se

pueda tener por consumado el tipo del artículo 181, inciso 2°, del C.P.. Cita a

Núñez, Soler, Creus y Fontán Balestra.

La conducta imputada tampoco encuadra en el artículo 181, inciso

2°, del C.P. en grado de tentativa (C.P., 42), dice, porque la tentativa, en nuestro

código, exige no sólo un comienzo de ejecución, sino también que la no

consumación del hecho se deba a la ocurrencia sobreviniente de circunstancias

ajenas a la voluntad del autor (C.P., 42). Y ello, asegura, conforme a los hechos

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dados por probados en la sentencia impugnada, no ha ocurrido en autos, ya que

no se ha producido por parte del autor un abandono del curso de acción por la

sobreviniencia de una circunstancia con entidad impeditiva a su voluntad; todo lo

contrario: el autor no sólo no abandonó por estas razones ni tampoco

voluntariamente el iter criminis, sino que, en su creencia, lo consumó, “logró lo

que se proponía”, dice el Juez de mérito.

Tampoco puede decirse que el imputado se encontraba en realidad

en una fase de tentativa acabada, y que por lo tanto lo que sobrevino no fue una

frustración del delito, ya que en los casos de tentativa acabada, el autor sabe o

cree que el hecho aún no está consumado, y entonces, como cree haber hecho

todo ya para que éste se consume, en actitud expectante aguarda, espera la

producción de la consumación. Ésta no es la situación de autos, manifiesta, en la

que el imputado, tras obrar, estaba convencido de haber consumado el hecho.

De todo lo dicho surge, pues, que tanto el Juez al fallar, como el

imputado al actuar, han realizado una interpretación extensiva del art. 181, inc.

2°, C.P., que coloca al imputado en situación de ser “autor” (mediato) de un

delito putativo y, por lo tanto, impune, y a la sentencia en situación de ser casada

por el ad-quem por errónea aplicación de la ley penal sustantiva.

Todo lo señalado, agrega el recurrente, impide que pueda hablarse

en el caso de autoría mediata, pues no sólo la autoría mediata sino toda clase de

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autoría y participación desaparece si la conducta del ejecutor directo o del

instrumento no es típica, ni por consumación, ni por tentativa, tal como ha

ocurrido en este caso, conforme a la interpretación jurídica que propone el

impugnante.

Si se parte de los hechos tenidos por acreditados en la sentencia,

dice, sólo puede tenerse por cierta la existencia de un vínculo entre el supuesto

autor mediato y los ejecutores directos, pero de esa plataforma fáctica no se

desprende dato alguno que permita determinar si tales ejecutores obraron con o

sin dolo, en error de hecho o bajo coacción (condiciones básicas para la hipótesis

más usual de autoría mediata).

Hace reserva de acudir ante la C.S.J.N. por vía del recurso

extraordinario federal.

II. A fs. 716 y ss. comparece el Dr. Alejo de la Torre, en su

condición de apoderado legal de los querellante particulares, con el patrocinio

letrado del Dr. Ernesto José Gavier, e informa respecto del recurso de casación

interpuesto.

Solicita el rechazo de la impugnación, con especial imposición de

costas.

Expresa que el recurrente no respeta los hechos fijados en la

sentencia, que se ha basado –para tipificar la conducta del acusado- no sólo en la

22
supresión del límite anterior, sino en la construcción de un nuevo límite

desplazado veinticinco metros sobre el campo de la Sucesión Rueda, y en la

circunstancia inequívoca de cuál fue el propósito de este accionar, que no fue

otro que el de desposeer a la nombrada sucesión de una franja de terreno

debidamente descrita en la fijación del hecho, cuya posesión es detentada por el

acusado Dapuetto desde la fecha hasta el día de hoy.

El hecho de que hayan quedado algunos hoyos del antiguo

alambrado, añade, para el a quo no tiene la significación que le asignan los

casacionistas, pues a su ver constituyen solamente la evidencia o rastros que ha

dejado el delito. La sentencia, remarca el quejoso, no admite que el límite

anterior sea claramente identificable.

En consecuencia, dice, la sentencia ha puesto el acento en la

circunstancia fáctica de la “desposesión del inmueble”.

Conforme el hecho fijado en la sentencia, sostiene, el límite que se

estableció judicialmente fue borrado, ya que se quitaron alambrados y postes y se

construyó uno nuevo de ramas y pesados troncos desplazado veinticinco metros

dentro del fundo de la Sucesión Rueda, de modo tal que este nuevo cerco pasó a

ser el único signo visible que marcaba los confines de ambos inmuebles. Y este,

agrega, fue el medio empleado por Dapuetto para apoderarse de parte del

inmueble vecino.

23
Es por ello, recalca, que la cita que el recurrente hace de Núñez no

es aplicable al caso bajo examen, por cuanto la materialidad del hecho imputado

es la alteración de términos o límites, mediante el desplazamiento del cerco

divisorio.

Refiere que la conducta del imputado resultó idónea para

apoderarse de una parte del inmueble colindante y la alteración del límite fijado

judicialmente entre los dos fundos, fue el medio utilizado para lograr el fin

propuesto.

No puede hablarse, concluye, ni de delito putativo, ni de una

conducta atípica, sino de una usurpación por alteración del límite del inmueble

usurpado.

Afirma que -según el fallo en crisis- para ejecutar el hecho el

imputado se valió de personas desconocidas (contratadas por él) que ignoraban

las circunstancias relacionadas con el conflicto lindero entre el acusado y la

Sucesión Rueda. Y, citando a Núñez, remarca que tradicionalmente se ha

considerado que son meros instrumentos los ignorantes o víctimas de un error,

cuya falta de saber fue utilizada por un tercero para ponerlos en acción y

convertirlos en un medio ejecutivo del delito.

24
III. Bajo el título “Hace presente”, a fs. 726 vta. comparece el

imputado Miguel Ángel Rafael Dapuetto de Palo y realiza algunas

consideraciones que estima útiles a su situación procesal.

IV. Con relación a lo que aquí interesa, la resolución en crisis

sostuvo:

- “En cuanto a la participación que le cupo al traído a proceso en el

hecho, estimo que es en calidad de autor, toda vez que se valió de otras personas

que eran contratadas para hacer un trabajo y que no hay motivo alguno para

presumir que conocieran el litigio existente entre las parte –Dapuetto y los

Rueda-, máxime si tenemos en consideración que como lo ha sostenido el

encartado del incoado –Quiroga- no era gente de la zona. Es lo que llama la

doctrina «autor mediato», como bien lo ha sostenido el letrado patrocinante del

querellante particular. Dr. Alejo de la Torre. Para sostener lo antes expresado

resulta muy importante lo manifestado por el encargado Quiroga, quien dijo que

personas que no conocía y que se conducían en el famoso Peugeot en el mes de

diciembre de 1997, fueron los que ejecutaron el delito, por lo que ignorándose

que haya existido un acuerdo previo de voluntades y un conocimiento real de la

situación que había entre las partes, me inclino por pensar que estas personas

ignoraban tales circunstancias. Y en especial sostengo que existe una autoría

mediata por parte del incoado, porque es éste quien reúne el elemento subjetivo

25
que exige el hábeas del delito, es decir, el dolo específico de querer quitar la

posesión que tenían los sucesores de Rueda y con ello acrecentar su propio

patrimonio; además en el caso particular de Quiroga y Avanza (hermano del

Avanza que trabaja para la Sucesión de Rueda), al declarar fueron categóricos, el

primero, al decir que las obras que ejecutaban eran las encargadas por su patrón y

el segundo fue preciso al manifestar que el límite fue previamente marcado por

Dapuetto de Palo, es decir en dónde tenían que poner los troncos y ramas” (fs.

690 vta.);

- “Para que la consumación del delito de que se trata se produzca,

se debe alterar y/o destruir un término o un límite, pero este obrar es sólo un

medio para llegar a un fin, cual es el de despojar al poseedor de hecho, de la

posesión de un inmueble o parte del mismo que se encontraba gozando.- Los

vocablos alterar o destruir son de una gran amplitud, toda vez que significa

cambiar los términos o límites del lugar, de modo que se conviertan en

irreconocibles. Es así que gran parte de la doctrina y prestigiosos autores tales

como el Dr. Ricardo Núñez, y Carlos Fontán Balestra, consideran que para que se

consume el tipo legal de que se trata, se debe borrar el lindero anterior, y en

especial el primero, da como ejemplo cuando se sacan postes y se dejan los

hoyos; pero ambos autores coinciden que es posible la tentativa cuando la

26
destrucción o alteración tendiente a borrar la línea divisoria o confundida queda

sin terminar por circunstancias ajenas al autor” (fs. 691);

- “...en el caso que nos ocupa, considero que Miguel Ángel Rafael

Dapuetto de Palo, ha logrado mediante alteración para lo cual previamente se

sacaron postes y rompieron alambres, desposeer a los Rueda, tal como ha

quedado plenamente demostrado con la pericia de agrimensura efectuada por

instrucción suplementaria, por lo que el delito se encuentra consumado, y como

bien lo considera el Sr. Fiscal Correccional actuante ante este Tribunal, la

circunstancia que quedaran algunos hoyos al descubierto son las evidencias o

rastros que ha dejado del delito. Sin perjuicio de ser reiterativo, primero se

cortaron los alambres que quedaron enrollados y los postes fueron quitados de su

lugar, tal como surge de las muestras fotográficas obrantes en autos y luego se

alteró el límite, corriéndolo unos veinticinco metros aproximadamente sobre el

campo de los Rueda, con lo cual se logró el fin buscado, es decir, desposeerlos o

quitarles la posesión de hecho que detentaba. En la oportunidad de efectuarse la

inspección ocular puedo el Tribunal comprobar, no sólo la veracidad de lo que

muestran las fotografías obrantes en autos, sino que además en el nuevo límite

trazado por el incoado, no sólo se han colocado ramas sino hasta pesados troncos

para la nueva delimitación; además el ánimus requerido en el tipo de que se trata,

surge en forma palmaria, toda vez que hasta ha efectuado nuevas plantaciones de

27
árboles (pinos), lo que demuestra los actos posesorios del mismo sobre un terreno

cuya posesión le había sido otorgada con anterioridad por un Magistrado

Provincial a los Rueda” (fs. 691 vta.);

- “Aún cuando nos pusiésemos en la posibilidad de que el delito

haya quedado tentado por no haberse logrado borrar totalmente el límite anterior,

lo mismo estaríamos en presencia de un hecho delictivo en grado de tentativa;

pero reitera, el fin del autor no ha sido otro que el de desposeer a los Rueda de

parte del terreno con el objetivo final que la cascada que tiene el río quede dentro

de su terreno” (fs. 691 vta.).

VI.1. El análisis del interesante problema traído a nuestra

consideración exige, como cuestión preliminar, un breve examen de algunos de

los requisitos de la figura penal de la usurpación por destrucción o alteración

de términos o límites, tipificada por el artículo 181, inciso 2°, C.P..

Con arreglo a esta disposición, será reprimido con prisión de seis

meses a tres años, el que, para apoderarse de todo o parte de un inmueble,

destruyere o alterare los términos o límites del mismo.

La acción típica del delito es la de destruir o alterar los términos o

límites de un inmueble.

La destrucción –explica Núñez- es el deshacimiento o eliminación

del término o límite en sí mismo (cfr. Núñez, Ricardo C., Derecho penal

28
argentino, Editorial Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1976, t. V, p. 508).

La alteración consiste en el cambio de lugar o corrimiento de ellos (cfr. Núñez,

Ricardo C., Derecho... cit., t. V, p. 508).

Tales acciones deben ser empleadas por el autor como un medio

apto para que, produciendo la variación del lindero, el terreno afectado sea tenido

como integrante del inmueble beneficiado (cfr. Núñez, Ricardo C., Derecho...

cit., t. V, p. 509).

El objeto material del ilícito está designado por las expresiones

“términos” y “límites”, que aluden a los dispositivos o señales materiales

destinados a marcar los confines de un inmueble, cualquiera sea su naturaleza

(vid. Fontán Balestra, Carlos, “Tratado de derecho penal”, Abeledo – Perrot,

Buenos Aires, 1969, t. VI, p. 217).

Atento dicha finalidad, se destruyen los términos o límites “cuando

éstos dejan de estar señalados o marcados por la acción ejercida sobre los objetos

que los determinan” (cfr. Fontán Balestra, Carlos, Tratado... cit., t. VI, p. 217).

Se trata, en definitiva, de una destrucción o alteración de términos o

límites que no hace al objeto en sí, como tal, sino a su función (cfr. Donna,

Edgardo A., Derecho penal. Parte especial, Rubinzal – Culzoni, Santa Fe, 2003,

t. II-B, p. 748).

29
Por consiguiente, la consumación se produce con la destrucción o

alteración “que por su forma borra el lindero anterior” (cfr. Núñez, Ricardo C.,

Derecho... cit., t. V, p. 509), o sea, “con la desaparición o el desplazamiento de la

línea demarcatoria” (Traballini, Mónica, “Usurpación”, en AA.VV., Daniel P.

Carrera –director-, Advocatus, Córdoba, 1994, t. II – A, p. 275).

De allí se sigue que el delito no se configura cuando se produce la

destrucción parcial de un cerco o alambrado, “sin que con ello se borre el límite”

(v. Fontán Balestra, Carlos, Tratado... cit., t. VI, p. 218), ni cuando “existen otros

elementos aptos destinados a la demarcación, porque los términos o límites no

han sido destruidos” (cfr. Fontán Balestra, Carlos, Tratado... cit., t. VI, p. 218).

En otros términos, la destrucción parcial que permite seguir estableciendo con

precisión la delimitación de los inmuebles, no consuma el tipo” (cfr. Creus,

Carlos, “Derecho penal. Parte especial”, 6ª edición actualizada y ampliada, 2ª

reimpresión, Astrea, Buenos Aires, 1999, t. 1, p. 563).

La doctrina jurídica ilustra esta clase de situaciones mencionando,

entre otras, la hipótesis de quien destruye los postes y se lleva el alambrado, pero

deja los hoyos, y la de quien destruye los árboles y setos vivos, pero deja los

raigones (cfr. Núñez, Ricardo C., Derecho... cit., t. V, p. 509).

La destrucción o alteración de los términos o límites que, por

causas ajenas a la voluntad del autor, no llega a borrar los confines de dos

30
inmuebles contiguos, configura una tentativa de usurpación punible en los

términos de los artículos 42 y 181, inciso 2°, C.P..

2. Conforme se desprende de una minuciosa lectura de la

impugnación interpuesta (vid. punto II.), el marco teórico expuesto en el apartado

precedente es compartido tanto por la resolución en crisis, como por el quejoso.

Tanto es así que, incluso, el propio sentenciante, seguido por el

recurrente, invocan –como semejante al de autos- el ejemplo de “no

configuración” del delito en cuestión que trae Ricardo C. Núñez, cuando

menciona a quien destruye los postes y se lleva el alambrado, pero deja los

hoyos.

Sin embargo, el recurrente no logra demostrar el error jurídico que

denuncia, pues analiza el fallo desvinculándolo del contexto dogmático

jurídico que construye el Juez de mérito al analizar los requisitos típicos del

delito de usurpación por destrucción o alteración de términos o límites.

Lo dicho es de tal forma, ya que el impugnante dice que el caso no

encuadra objetivamente en el artículo 181, inciso 2°, C.P., en tanto y en cuanto

no se borraron completamente los límites en cuestión, quedando rastros de ellos,

siendo éstos por lo tanto fácticamente identificables.

31
Pero, por conducto de la señalada separación de las circunstancias

fácticas de la causa respecto de la concepción teórica que se expone en el

pronunciamiento, el recurrente le hace decir a éste lo que el mismo no dice.

Es que, aunque reconoce que quedaron algunos hoyos al

descubierto y que no se ha logrado borrar totalmente el límite anterior, la

sentencia considera que se trata de “las evidencias o rastros que ha dejado el

delito” (fs. 691 vta.).

Así, si se leen estas consideraciones a la luz del marco dogmático

de referencia ya señalado, se advierte claramente que –acaso de modo no muy

preciso- lo que el Juez de mérito pretende significar a través de aquéllas es que

aun cuando han quedado a la vista algunos de los hoyos que integraban el

límite anterior de los inmuebles, no son ellos suficientes para determinar esa

delimitación originaria, es decir, son inidóneos para la reconstrucción de los

confines de dos inmuebles contiguos.

No puede interpretarse de otra manera, si se repara en que el

sentenciante, por un lado, asegura que los “vocablos alterar o destruir son de una

gran amplitud, toda vez que significa[n] cambiar los términos o límites del lugar,

de modo que se conviertan en irreconocibles” (fs. 691) y que para que se

consume el tipo legal en cuestión “se debe borrar el lindero anterior” (fs. 691), y

por el otro, concluye que la conducta de Dapuetto de Palo logró consumar el

32
delito, esto es, destruir la función de demarcación que cumplía el objeto material

que dividía los fundos involucrados.

Este último extremo, por cierto, integra la plataforma fáctica cuya

fijación es competencia del Tribunal de mérito, por lo que no puede el recurrente

mutar tal circunstancia so riesgo de inmiscuirse en materia vedada a la casación.

Es sabido que la casación por el motivo sustancial se endereza a

coordinar la interpretación unitaria de la ley de fondo por parte del más alto

Tribunal de la Provincia, ante el cual la causa llega con los hechos del proceso

definitivamente fijados, para que solamente se juzgue de la corrección jurídica

con que han sido calificados (Exposición de Motivos a la ley 3831, Assandri,

1950; TSJ, Sala Penal, A. n° 13 del 12/2/98, "Soria"; A. n° 59 del 21/6/91,

"Pitt"; A. n° 227 del 20/11/97, "Ludueña"; entre otros). De allí que el

desconocimiento de los hechos dados por ciertos por el Tribunal de mérito y en

función de los cuales éste expuso la solución jurídica en crisis, impide el

progreso formal del recurso

Consecuentemente, no le es dable al recurrente discutir, al amparo

del motivo sustancial de casación (art. 468, inc. 1°, CPP), la circunstancia fáctica

que el Tribunal ha entendido acreditada, al concluir que los hoyos que han

quedado al descubierto, por hacer imposible la reconstrucción de la demarcatoria

33
y altera en consecuencia el límite (fs. 691 vta.), no constituyen más que

“evidencias o rastros” que ha dejado el delito tras su consumación.

Así las cosas, el recurso no puede prosperar habida cuenta que, al

tiempo que se muestra inidóneo para poner en evidencia el error jurídico que

denuncia, se revela irrespetuoso de la intangibilidad de los hechos que caracteriza

al recurso de casación.

3. Tampoco puede proceder la impugnación en relación con el

reproche vinculado con la calificación de la conducta del imputado como

configurativa de autoría mediata.

Ello es así, toda vez que el recurrente no procura idóneamente

demostrar el error jurídico que denuncia (T.S.J., Sala Penal, A. n° 412,

30/12/02, entre otros), ya que no repara, para acreditar su eventual incorrección,

en las consideraciones que desarrolla la sentencia –vid. V.- para justificar su

decisión.

Como se vio, el fallo tuvo por cierto que no ha habido un acuerdo

previo de voluntades entre el imputado Dapuetto de Palo y los ejecutores

materiales de la conducta investigada y que éstos ignoraban la situación que

existía entre aquél y la Sucesión Rueda, como así también que el encartado

“reúne el elemento subjetivo que exige el hábeas del delito, es decir, ...el querer

34
quitar la posesión que tenían los sucesores de Rueda y con ello acrecentar su

propio patrimonio” (fs. 690 vta.).

Y, reitero, ningún esfuerzo idóneo hizo el quejoso para enervar

estas argumentaciones que sustentan la conclusión adoptada.

Por todo lo expuesto, voto en sentido negativo.

La señora Vocal doctora María Esther Cafure de Battistelli, dijo :

La señora Vocal preopinante da, a mi juicio, las razones necesarias

que deciden correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto,

expidiéndome en igual sentido.

El señor Vocal doctor Luis Enrique Rubio, dijo:

Estimo correcta la solución que da la señora Vocal Dra. Aída

Tarditti, por lo que adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de

igual forma.

A LA TERCERA CUESTION:

La señora Vocal doctora Aída Tarditti, dijo:

I. Atento al resultado de la votación que antecede, corresponde

rechazar el recurso de casación interpuesto, con costas (CPP, 550/551).

II. A su vez, corresponde regular los honorarios profesionales del

apoderado de los querellantes particulares, Dr. Alejo de la Torre, y su

35
patrocinante Dr. Ernesto José Gavier, por el informe que presentaran a fs. 716 y

ss..

Teniendo en cuenta que el escrito deducido no consiste en un

recurso, que el proceso no tiene base económica, que el informe bajo análisis ha

resultado relativamente eficaz, por cuanto se han acogido algunos de sus

argumentos, y las demás pautas de valuación cualitativa contenidas en la ley

arancelaria local, juzgamos prudente regular sus honorarios en la suma de pesos

equivalente a treinta (30) jus, en conjunto y proporción de ley (arts. 25, 25 bis,

34 in fine, y 36 ley n° 8226).

Así voto.

La señora Vocal doctora María Esther Cafure de Battistelli, dijo :

La señora Vocal preopinante da, a mi juicio, las razones necesarias

que deciden correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto,

expidiéndome en igual sentido.

El señor Vocal doctor Luis Enrique Rubio, dijo:

Estimo correcta la solución que da la señora Vocal Dra. Aída

Tarditti, por lo que adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de

igual forma.

En este estado, el Tribunal Superior de Justicia, por intermedio de

la Sala Penal,

36
RESUELVE: I. Rechazar el recurso de casación interpuesto por derecho propio

por el imputado Miguel Ángel Dapuetto de Palo, con el patrocinio letrado del Dr.

Gabriel E. Pérez Barberá. Con costas (CPP, 550/551).

II. Regular los honorarios profesionales de los Dres. Alejo de la

Torre y Ernesto José Gavier en la suma de pesos equivalente a treinta (30) jus,

en conjunto y proporción de ley (arts. 25, 25 bis, 34 in fine, y 36 ley n° 8226).

Con lo que terminó el acto que, previa lectura y ratificación que se

dio por la señora Presidente en la Sala de Audiencias, firman ésta y los señores

Vocales de la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia, todo por ante mí, el

Secretario, de lo que doy fe.

Dra. María Esther CAFURE DE BATTISTELLI


Presidenta de la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia

Dra. Aída TARDITTI Dr. Luis Enrique RUBIO


Vocal del Tribunal Superior de Justicia Vocal del Tribunal Superior de Justicia

Dr. Wilfrido de Jesús Pérez


Secretario del Tribunal Superior de Justicia

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