Natalia Denegri Vs Google-Fallo de Camara PDF
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#28711079#263984117#20200810135911066
RESPECTO DE HECHOS INEXACTOS, MORBOSOS Y
EXCENTRICOS, valga la redundancia, pero que han ocurrido y que
hacen procedente la protección del derecho al olvido”.
Concluye con referencias a la prueba testimonial, y al peritaje
técnico, según el cual no es posible identificar a los propietarios de los
sitios mencionados. Reafirma su derecho a controlar su propia
información.
Por su parte, la demandada se agravia de que se haya acogido
parcialmente la demanda. Comienza con un relato de los antecedentes
del litigio, y afirma que no se ha violado ni el derecho al honor ni la
intimidad de la actora, y que los hechos publicados son ciertos, que no
pertenecen al ámbito privado de aquella. Niega la existencia de daño,
pues destaca el éxito profesional de la actora. Agrega que ha sido
errónea la caracterización del derecho al olvido, el que no está
regulado en ninguna norma; hace referencia a la ley 25326. Explica
cómo funciona el buscador, y marca diferencias con el caso resuelto
por el tribunal europeo. Luego transcribe citas de autores y de
decisiones extranjeras. Agrega que debió la actora demandar a los
medios que difundieron las noticias, al ser Google un mero motor de
búsqueda, y que ella participó voluntariamente en programas
mediáticos. Hace hincapié en la libertad de expresión. Critica que el
magistrado no haya indicado cuál es el contenido que cabe desindexar,
lo que convertiría a Google en un censor del contenido. Por último, se
agravia de la imposición de costas, a pesar del progreso parcial de la
demanda.
Ambas partes solicitaron que se declare desierto el recurso de la
contraria, pero ello es inadmisible, pues surge de lo hasta aquí
relatado que ambos memoriales, cualquiera sea la opinión que
susciten, aun cuando repitan argumentos expuestos en otras etapas del
juicio, están suficientemente fundados.
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alguno sino que su publicación sólo parece hallarse fundada en
razones de morbosidad. Considero que tales videos, en cuanto exhiben
escenas cuya oportuna relevancia estuvo claramente vinculada más
con lo grotesco que con lo informativo, carecen de interés periodístico
y no hacen al interés general que pudo revestir el “caso Cóppola”
sino, más bien, a la parafernalia de contenidos excéntricos de nulo
valor cultural o informativo, que cobraron notoriedad más por el culto
al rating de ciertos programas, que por el interés social que podían
despertar. A más de veinte años de tales escenas, parece claro que si
alguien puede verse perjudicado por su reedición franca y abierta, se
procure limitar su difusión en aras de propiciar que tales episodios
sean olvidados, pues su presencia no contribuye en absoluto a
finalidad valiosa alguna, más que a la tangencialmente educativa que
pueda derivarse, por la vía del absurdo, orientada a mostrar aquello
que los medios de comunicación deberían evitar difundir;
circunstancia esta última, que bien puede suplirse por otras vías, como
por ejemplo puede ser, recurriendo directamente a las fuentes que
puedan guardar esos archivos. Es por tales razones que considero que
la pretensión debe ser parcialmente acogida, admitiéndose así la
desindexación solicitada por la actora exclusivamente respecto de los
eventuales enlaces que puedan exhibir videos o imágenes obtenidos
hace veinte años o más que contengan escenas que pudo protagonizar
la peticionaria cuyo contenido muestre peleas, agresiones verbales o
físicas, insultos, discusiones en tono elevado, escenas de canto y/o
baile de precaria calidad artística, así como también, posibles
reportajes televisivos en los que la actora hubiera brindado
información acerca de experiencias de su vida privada, sea de
contenido sexual o de cuestiones relacionadas al consumo”.
Adelanto que comparto la solución a la que arriba el distinguido
colega de primera instancia.
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a expresarse libremente tiene una naturaleza dual: es tanto un derecho
subjetivo como un derecho colectivo. Sin embargo, no creo que el
sistema que adopto afecte tal garantía. Hay que observar que si una
persona se considera afectada y le pide al buscador que quite de sus
búsquedas tal información supuestamente lesiva, eso no impide que el
ofensor siga haciéndolo. Por ende, si alguien pretende difundir sus
ideas, aún ofensivas, a través de internet, no será censurado. De lo que
se trata es de que las demandadas no amplíen o difundan la opinión de
un tercero que puede causar un daño. Quien pretenda difundir ideas a
través del sistema lo puede hacer libremente y, como corresponde, es
responsable de sus actos. Aquí no hay ninguna censura. Bien puede
una persona crear una página y buscar la manera de que otros la
conozcan para que la lean (v.gr.: publicando afiches, avisos, enviando
mails, etc.). Es cuestión de saber la dirección. Además, el buscador
puede, aún en contra del pedido del afectado, seguir difundiendo si le
parece, al menos hasta que un juez se lo prohíba. Claro que una vez
que una persona afectada pide ser sacada, tomará la decisión de seguir
difundiendo o permitiendo la búsqueda, o no hacerlo. En tal caso,
como en otros órdenes de la vida, tomar una decisión implica asumir
una posible responsabilidad. Esto no es censura. Para completar el
cuadro, es sabido y ha señalado esta Sala en numerosas oportunidades
que así como la Constitución garantiza la libertad de prensa y de
expresión, también protege el honor y la intimidad de todos los
ciudadanos.
Se discute en doctrina si la libertad de expresión es un derecho
absoluto o reconoce ciertos límites. El debate desatado en este punto
ha permitido establecer, con infinidad de matices, dos posturas
centrales. Por una parte, se sitúan aquellos que entienden a la libertad
de expresión como un derecho, en cuanto a su ejercicio, de carácter
absoluto. Esto es, invocando dicha libertad cualquier expresión (no
importa la forma que asuma) debe ser garantizada. Actuar en sentido
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La Corte Suprema también ha señalado que el derecho de
expresión comparte con los demás derechos su condición "no
absoluta" y naturalmente presenta límites, más allá de los cuales está
el derecho de otro sujeto que merece igual consideración. "No todo lo
que se difunde por la prensa escrita o se emite en programas radiales o
televisivos o por cualquier otro medio, goza del amparo otorgado por
la prohibición de la censura previa, sino aquello que por su contenido
encuadra en la noción de información o difusión de idea" ("Servini de
Cubría, María Romilda s/amparo", Fallos, 303:292, LA LEY, 1995-B,
253). La medida de cada derecho, en particular si posee una
naturaleza "social", determina, al mismo tiempo, la consiguiente
contrapartida de responsabilidad que esa prerrogativa lleva implícita,
y en tanto a los medios de comunicación y de prensa, así como a las
expresiones artísticas, se les reconoce una amplia libertad por
entender que es útil y bueno para la comunidad el enriquecimiento por
medio de la difusión, reflexión o la confrontación de las ideas o de las
expresiones del arte, esa libertad conlleva una igualmente grande
responsabilidad social.
A medida que la sociedad humana va evolucionando y los
medios de comunicación van facilitando la interacción entre los
individuos, a los que pueden hacer llegar con suma facilidad tanto
noticias como opiniones, la comunidad también queda expuesta a
engaños, patrañas, falsedades, ofensas o manipulaciones de todo tipo
que pueden afectar a terceros o a grupos y hasta provocar
conmociones sociales, situaciones de pánico, violencia, daños, etc.
Pero como las sociedades evolucionadas consideran que bien vale la
pena correr el riesgo, y consagran primero el derecho a la libre
expresión antes que admitir la censura previa, admiten también que si
durante el ejercicio de ese derecho se han violado garantías
reconocidas a terceros, la sanción no puede quedar exenta de rigor.
Como frente a dos derechos en pugna, la libertad de expresión es el
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que por el transcurso del paso del tiempo no son conocidos
socialmente, pero que al ser divulgados ocasione un descrédito
público (Vaninetti, Hugo, El derecho al olvido en Internet, ED 242-
566).
Su ejercicio tiene el efecto de limitar su difusión y circulación,
por lo que, si bien no se suprime la información en sí misma, se
restringe u obstaculiza su acceso, por parte de los medios tradicionales
de búsqueda. Aunque, no puedo ignorar que si no fuera por los
buscadores, difícilmente sería leídas muchas noticias.
Claro que esto no es tan sencillo, pues del otro lado está el
público que tiene derecho a ser informado, y a conocer, así como el
derecho de la prensa a difundir. Si cada persona decidiera qué
información sobre ella puede, o no, darse a conocer, el derecho a la
información, con todo lo que implica y acarrea, se vería seriamente
lesionado.
Este derecho fue admitido, como lo recuerda el a quo y también
los litigantes, en el caso "Costeja", resuelto por el Tribunal de Justicia
de la Unión Europea el 13 de mayo de 2014, que estableció que el
interesado tiene derecho a dirigirse al buscador de Internet de modo
directo para hacer el requerimiento, y si este no le concediera su
petición, podrá someter el asunto a las autoridades competentes a fin
de obtener, bajo ciertas condiciones, la eliminación de ese enlace de la
lista de resultados. En dicho precedente, Mario Costeja, ciudadano
español, se dirigió a la Agencia Española de Protección de Datos ante
la negativa de Google a dejar de enlazar una información vinculada a
una subasta por deudas de la seguridad social que aparecía publicada
en un medio de comunicación de difusión nacional, habida cuenta de
que cuando un internauta introducía su nombre en el citado buscador,
en la lista de resultados aparecía dicha publicación con una
información de hacía dieciséis años. Si bien el Tribunal consideró que
el periódico que publicó la información lo hizo de forma legal,
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Claro que, desde otro enfoque, las personas tienen derechos
personalísimos, que deben ser protegidos, que merecen respeto, y para
eso estamos los jueces.
Como se advierte, y como ya adelanté, se produce la tensión
entre los derechos en juego. Siempre me incliné hacia los derechos
individuales, pues soy conciente que el honor de una persona, cuando
es vulnerado, es de difícil reparación posterior. Pero también caben
los sacrificios, en aras del interés general, de modo que la cuestión
pasa por encontrar el equilibrio, el punto medio.
No quiero hacer citas extensas y farragosas, creo que es
innecesario. Puedo afirmar, sin duda, que el llamado derecho al olvido
es de interpretación restrictiva. Como ha resuelto esta Sala en otras
oportunidades, no debe haber censura, sin perjuicio de
responsabilidades ulteriores.
Aquí no hay censura, ya que se trata de noticias y difusiones
que fueron reproducidas por aproximadamente 24 años. Tiempo por
demás razonable.
Ahora bien, en lo que hace a la investigación penal fraudulenta,
y a las posteriores, esto es el asunto conocido como caso “Coppola”,
en donde la actora no fue la única involucrada, creo que la decisión
del a quo es acertada. Se trata de hechos de interés público que
condujeron a condena de un ex juez federal. Mal pueden quitarse estas
noticias de los buscadores. No encuentro justificación suficiente para
hacerlo. Por otra parte, si después los hechos demostraron que la
actora fue víctima de maniobras delictivas, tengo la sensación de que
tal difusión la beneficia, mas que perjudicarla. En palabras simples, la
deja bien parada.
La Corte Suprema resolvió que el bloqueo del acceso a
contenidos digitales por parte de quienes ofrecen servicios de
búsqueda como la demandada debe estar precedido del examen
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Pues bien, teniendo en cuenta que el mencionado derecho al
olvido debe ser apreciado restrictivamente, así como el interés público
comprometido en la difusión de esa clase de hechos, los agravios de la
actora no pueden prosperar.
No se me escapa que la actora fue víctima de una maniobra
delictiva, ya que le “plantaron” droga en su departamento. Pero, en
definitiva, se trata de una noticia replicada en el buscador que no
puede ser desindexada. Es importante para la sociedad conocer que
han existido este tipo de situaciones, por cierto repudiables.
Es de público conocimiento que el entonces juez Bernasconi
fue destituido de su cargo y condenado penalmente, al igual que su
secretario judicial Roberto Schlagel, los ex policías Diamante, Gerace
y Gómez, las Srtas. Samantha Farjat y Julieta La Valle. También que
la actora fue privada de su libertad de manera ilícita, pero es
indudable el interés público que despiertan estos lamentables sucesos.
Resta examinar los agravios de la demandada, ya que la
demanda fue admitida respecto de aquellas noticias que reproducen
escenas de peleas o discusiones entre la actora y alguna otra
circunstancial entrevistada, generalmente vinculada con el caso
Cóppola. Según el a quo se trata de “escenas cuya oportuna relevancia
estuvo claramente vinculada más con lo grotesco que con lo
informativo, carecen de interés periodístico y no hacen al interés
general que pudo revestir el “caso Cóppola” sino, más bien, a la
parafernalia de contenidos excéntricos de nulo valor cultural o
informativo, que cobraron notoriedad más por el culto al rating de
ciertos programas, que por el interés social que podían despertar”.
Advierto que esta valoración no ha sido cuestionada de modo
expreso por la apelante, de modo que puedo concluir que se encuentra
firme. Al ser así, podemos preguntarnos si tiene derecho la actora a
que dejen de reproducirse sus grotescas peleas en televisión con otros
personajes que cobraron notoriedad en su época por protagonizar
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devenir, con el tiempo, incompatible con dicha Directiva cuando estos
datos ya no sean necesarios en relación con los fines para los que se
recogieron o trataron. Este es el caso, en particular, cuando son
inadecuados, no pertinentes o ya no pertinentes o son excesivos en
relación con estos fines y el tiempo transcurrido".
Además, como se destaca en una sentencia de la Tercera Sala de
la Corte Suprema de Chile, "todavía no se divisa el beneficio actual
para la libertad de expresión de mantener un registro digital detectable
por cualquier motor de búsqueda informático, de una noticia que de
todos modos puede ser consultada por métodos análogos mediante el
ejercicio investigativo profesional de quien esté interesado en ello".
Concluyendo que, "de lo que se trata no es que la noticia deje de
existir, sino de no brindar accesos automáticos y facilitadores que
hagan más difícil o imposible la recuperación y reinserción social del
individuo y de su familia, caso este último que no debería afectarse
jamás" (ver Basterra, Marcela, El derecho al olvido en materia penal.
Visión de la Corte Suprema chilena, LA LEY 2016-B-170).
En fin, existe un reconocimiento del derecho al olvido en
materia crediticia, reconocido en algunas legislaciones, y una fuerte
discusión sobre su aplicación cuando se trata de antecedentes penales,
esto es, de personas condenadas por la comisión de un delito y que
pretenden una resocialización (ver Carnevale, Carlos, El estigma de
los antecedentes penales en la era digital, DPyC 2019 –agosto-, 123,
La Ley online AR/DOC/1666/2019). En el caso, la actora no cometió
ningún delito, y de lo que ahora se trata es de bloquear en el buscador
algunos programas televisivos en los que participó hace más de 24
años, y de los que no puede sentirse orgullosa. No veo que se afecte el
interés público.
Si el ordenamiento brinda protección de esta índole a quien fue
deudor en el pasado, por qué no a quien participó de una suerte de
shows televisivos seudo periodísticos.
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demorar el trámite, ni la oposición de defensas dilatorias. Debe
configurarse una conducta extremadamente mañosa y obstruccionista
que dificulte notoriamente la administración de justicia. En el caso, en
mi parecer, se trata de un legítimo ejercicio del derecho de defensa,
sin excesos condenables.
Por malicia debe entenderse la utilización arbitraria de los actos
procesales en su conjunto (inconducta procesal genérica), o
aisladamente cuando el cuerpo legal los conmina con una sanción
especial (inconducta procesal específica), y el empleo de las
facultades, que la ley otorga a las partes, en contraposición con los
fines del proceso, obstruyendo su curso y en violación de los deberes
de lealtad, probidad y buena fe, con el objeto de dilatar indebidamente
el cumplimiento de las obligaciones o deberes cuya existencia
reconoce la sentencia. Nada de eso concurre en el caso.
Por último, la demandada se agravia de que se le hayan
impuesto las costas, a pesar del progreso parcial de la demanda.
Tampoco este agravio puede ser admitido. Ocurre que la actora,
aún para un reconocimiento parcial, se vio obligada a litigar. El
principio general establecido por el artículo 68 del Cód. Procesal, es el
de la imposición de costas a la parte vencida, de modo que el
apartamiento de esta regla debe ser excepcional. Es claro que si la
demandada hubiera aceptado algunos reclamos de la actora,
seguramente este litigio no se habría desarrollado.
Por todo lo expuesto, voto para que se confirme la sentencia
apelada en lo que fue materia de agravios; con costas de esta instancia
en el orden causado.
El Dr. Fajre y la Dra. Abreut de Begher, por las consideraciones
expuestas por el Dr. Kiper, adhieren al voto que antecede. Con lo que
se dio por terminado el acto firmando los señores Jueces por ante mí,
que doy fe.
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37, 38 y cctes. de la ley 21.839 -t.o. ley 24.432, y arts. 1, 3, 15, 16, 20,
21, 29, 52 y cctes. de la ley 27.423-.
Ahora bien, compulsadas que fueron las actuaciones, se
advierte que las partes no fueron notificadas personalmente ni en sus
domicilios reales de las regulaciones de honorarios de sus respectivos
abogados (art. 56 de la ley 27.423), quienes a su vez tampoco
apelaron los propios “por altos”. En consecuencia, cumplido que sea
se procederá a tratar los recursos de fs. 375 (otrosí digo), fs. 380 y fs.
381 a su respecto.
A su vez y a tenor de lo dispuesto por el art. 478 del CPCCN,
en tanto dispone que los honorarios de los peritos deben –entre otras
pautas arancelarias a ser consideradas– guardar proporción con los
estipendios regulados a favor de los profesionales que actuaron
durante toda la tramitación de la causa, igual temperamento habrá de
adaptarse en relación al recurso de fs. 376.
Regístrese, comuníquese a la Dirección de Comunicación
Pública, dependiente de la CSJN (conf. Ac. 15/13), notifíquese y,
oportunamente, archívese.
FDO. José Benito Fajre, Liliana E. Abreut de Begher y Claudio M.
Kiper
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