Abreu Cardet, Jose. Dominicanos en La Guerra de Cuba PDF
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La fama de sediciosos de estos individuos fue tal que en ocasiones las autoridades
coloniales consideraban como un agravante de los sospechosos de colaborar con los
insurrectos el ser de esa nacionalidad. Un informe de las autoridades en los primeros
días del alzamiento al referirse a un dominicano, establecido en el oriente de Cuba,
sobre el cual se tenían dudas de colaborar con los insurrectos decía:
Es de los emigrados de la vecina isla de Santo Domingo, los cuales en su mayor parte
han tomado una participación demasiado activa en la traidora e injustificable rebelión
que lamentamos... (1)
La decisión de todos ellos de seguir al derrotado ejército hispano es una prueba evidente
de su fidelidad. Incluso una parte considerable querían continuar militando en el ejército
español. En los primeros momentos de su llegada a Cuba no se sienten menospreciados
por sus colegas españoles.
Francisco Marcano Álvarez, se encontraba en Manzanillo, un puerto del oriente de
Cuba, en abril de 1866. Tenía 32 años de edad y estaba casado. Pidió continuar como
miembro de las fuerzas armadas españolas. Dos años después en 1868 se unió a los
insurrectos cubanos y alcanzó el grado de coronel. Félix Marcano Álvarez, hermano del
anterior, el 13 de abril de 1866, tenía 23 años de edad y demostró su disposición de
continuar en las filas del ejército.
Un caso interesante es el del coronel Manuel de Jesús Javier Abreu Romero. Este llegó
a Santiago de Cuba con el vencido ejército colonialista. Se estableció en Manzanillo, un
puerto del oriente de Cuba, y expresó desde los primeros momentos que sus deseos
eran: “...ser clasificado para su colocación en el Ejército....” (6) Romero Abreu se alzó,
en octubre de 1868, junto con los cubanos.
Pero el criterio del mando militar de Cuba era muy diferente a las aspiraciones de los
dominicanos. No se creía conveniente incluirlo en el ejército español pues:
Los individuos del antiguo Ejército de la República de Santo Domingo, Ignoran todos
los ramos de la instrucción militar en el cual no existía organización regular ni
disciplina; que el carácter y hábitos de aquellos habitantes difiere muchos de los
nuestros y principalmente en la cuestión de razas... (8)
Este criterio era bastante frecuente en los informes españoles sobre estos fieles y
sufridos oficiales dominicanos. Los dominicanos tenían un alto concepto sobre su oficio
militar. Este representaba para ellos un sentido de la vida. La acción combativa es un
factor determinante en la historia dominicana que se enfrentó a numerosos enemigos
desde los primeros siglos de la colonización.
El sentirse rechazados por quienes hasta ayer habían sido sus compañeros de armas
debió de ser humillante. Es de pensar que en Santo Domingo estos dominicanos no
habían sentido el desprecio de los militares españoles. Allí combatieron españoles y
dominicanos enérgicamente contra los independentistas. La acción militar, la constante
movilidad, el vertiginoso desarrollo de las operaciones ponía en un segundo plano el
desprecio que sentía la oficialidad hispana por los antillanos. En dominicana estos
individuos formaban parte de la elite militar del poder colonial, por lo que tenían otras
consideraciones de las autoridades. Por ejemplo uno de los primeros alzamientos por la
independencia en febrero de 1863 fue aplastado por la acción del general dominicano
Hungría. Es de pensar que el combatir en las mismas filas durante más de dos años creó
entre la oficialidad hispana y los dominicanos de las reservas cierto sentido de respeto
común. Incluso la decisión española de retirar junto con sus fuerzas a los dominicanos
nos da idea de ese tipo de relación que había creado el combate.
En los preámbulos de la retirada se dictó una real orden, el 10 de enero de 1865, que
disponía: “...que no se desatienda y por el contrario se ampare y se proteja a los
generales, jefes y oficiales de la reserva de este país”. (9) Los dominicanos nos eran
mercenarios que combatían por un salario sino gente convencida de sus criterios
políticos.
Una cuestión evidente, a simple vista, eran las diferencias notables entre ambas
sociedades. Los dominicanos vivían en un país libre. Es cierto que de una gran
inestabilidad política. No habían administrado correctamente su libertad. Incluso
acabaron retornado al imperio español por iniciativa de la élite gobernante. Pero la
misma decisión de regresar al seno del imperio español era una prueba inequívoca de la
mucha libertad que gozaban. Podían determinar cual sería el destino de la República. En
la mayor de Las Antillas se encontraron que vivían en una despreciada colonia del
imperio español.
...el mayor número pertenece a la raza de color, siendo negros y mulatos generales,
brigadieres y jefes de todas las categorias (...) la mayor parte de estas personas desearían
ir a establecerse a las vecinas islas de Cuba y Puerto Rico, para buscar en ellas además
de la protección del gobierno la analogía de costumbre idioma y religión. Los hombres
de este país nacidos en la libertad acostumbrados al goce de todos los derechos políticos
y civiles, y disfrutando de las ventajas de todas las categorías sociales llevarán sus
hábitos y su altiva condición a unas posiciones donde existe la esclavitud, sirviendo en
ellas de pernicioso ejemplo para los esclavos y libertos de su propia raza. (10)
No debe haber distinción de clase ni de razas para apreciar los merecimientos de cada
uno y concederles la protección a que se hayan hecho acreedores, pero no puede
admitírseles indistintamente la elección del país de su futura residencia al abandonar a
Santo Domingo. A la isla de Cuba por ejemplo no podrán ir los hombres de color, y aun
con los blancos habrá necesidad de ser circunspectos en la designación de aquellas
personas a quienes se permita fijar allí la residencia. (11)
Los dominicanos fieles a España se podían establecer en la Península, Puerto Rico, las
Islas Canarias, las Baleares, las posiciones españolas de África. Pero en ningún caso en
Cuba.
Fue burla mayor para los hispanos el que la guerra no estalló entre la multitud
esclavizadas de negros y mulatos que despertaba el pánico en Madrid. Fueron gente
blanca y amable, muchas de ellas educadas en universidades europeas, hijos de ilustres
familias llegadas a estos predios en los inicios de todo. Poetas, músicos y escritores
sensibles un día encabezaron a una multitud dominada por instintos feroces.
Propietarios de emboscadas traicioneras donde eran cazados con sadismo los infantes
del rey.
Pese a las muchas preocupaciones y medidas tomadas por los españoles un grupo de
dominicanos se establecieron en el oriente de Cuba.
Pero las autoridades coloniales vieron tan solo una parte del problema. El mal ejemplo
que le darían a los esclavos y población negra y mulata libre en la mayor de las Antillas.
No podían entender estos engreídos funcionarios que la esclavitud también golpearía a
estos hombres nacidos libres. Además en Cuba, bruscamente, se encontraron en la
misma situación que los cubanos. Eran gente de segunda categoría a los ojos de los
amos de la isla. Si en dominicana habían gozado de cierto respeto por su destacado
papel en la lucha en defensa del imperio en Cuba esa situación desapareció
bruscamente. La mayoría fueron pasados a retiro y abandonados a su suerte. Al lado de
estos prepotentes y muchas veces ignorantes funcionarios y militares coloniales los
dominicanos se encontraron con otra realidad. La población cubana le ofreció una
comprensión y solidaridad cotidiana. Además se relacionaron con un grupo de cultos y
sensibles terratenientes y profesionales cubanos que debieron de causar una honda
impresión en estos hombres de rudas costumbres. Es de pensar los criterios que
debieron de tener los hermanos Márcanos de Carlos Manuel de Céspedes. Educado en
Europa, de una cultura poco común y al mismo tiempo cercano a la vida de los
campesinos y monteros orientales. Con orgullo se consideraba un “guajiro”. Así se les
llama a los campesinos cubanos.
los dominicanos, que han sido verdaderamente nuestros maestros y que han hecho la
guerra en Cuba con cuantos recursos le ha sugerido su inteligencia. (15)
NOTA
1-- Archivo Nacional de Cuba. Fondo Comisión Militar. Legajo 126, Número 12.
2-- Emilio Rodríguez Demorizi. Hojas de Servicio del Ejército Dominicano. 1844 1865.
Editorial del Caribe C. Por A. Santo Domingo. R.D. 1968, T 1, p 175,
3—Ibídem, p 121.
4-- Ibídem,, p. 132.
5-- Ibídem, p. 248.
6-- Ibídem, p. 50.
7--. Ibídem. p 168
8--. Ibídem. p 50
9--ANC. Fondo: Asuntos Políticos. Caja 227. Número. 8
10-- Ídem
11.-- ANC. Fondo: Asuntos Políticos. Caja 227. Número 6
12-- Emilio Rodríguez Demorizi, Hojas de Servicio del Ejército Dominicano. 1844
1865. Editorial del Caribe C. Por A. Santo Domingo, R.D. 1968, T 2, p 96 y 103
13--. Ibídem T 1 p 51
14— Ídem
15---Diario personal de Calixto García archivo particular de Juan Andrés Cue Bada
Santiago de Cuba.