Abreu Cardet, Jose. Dominicanos en La Guerra de Cuba PDF

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DOMINICANOS EN LA GUERRA DE CUBA

José Abreu Cardet


Al estallar la revolución de 1868, en el oriente de Cuba residía un grupo de
dominicanos. La mayoría de ellos eran miembros de las llamadas Reservas
Dominicanas del Ejército Español. Esta era la parte del ejército de República
Dominicana, que combatió durante la guerra de Restauración a favor de la metrópoli
española. Sin embargo en Cuba varios de estos dominicanos se unieron al Ejército
Libertador Cubano y desempeñaron importantes papeles en la guerra de 1868.

La fama de sediciosos de estos individuos fue tal que en ocasiones las autoridades
coloniales consideraban como un agravante de los sospechosos de colaborar con los
insurrectos el ser de esa nacionalidad. Un informe de las autoridades en los primeros
días del alzamiento al referirse a un dominicano, establecido en el oriente de Cuba,
sobre el cual se tenían dudas de colaborar con los insurrectos decía:

Es de los emigrados de la vecina isla de Santo Domingo, los cuales en su mayor parte
han tomado una participación demasiado activa en la traidora e injustificable rebelión
que lamentamos... (1)

¿Por qué un grupo de estos hombres escogieron el sendero de la insurrección y en su


país combatieron por España? No es asunto fácil ante tan reducido número de
individuos hacer una generalización. En la decisión de cada uno había mucho del
trasfondo que forja la individualidad. Pero al mismo tiempo nos encontramos con
aspectos comunes, implícitos en la sociedad en que vivieron, que nos permiten ir más
allá de los marcos estrechos de la biografía; para intentar entender el trasfondo de la
decisión que los llevó al campamento mambí.

Hay un asunto sorprendente; estos dominicanos que combatieron en Cuba se destacaron


por su acción a favor de la anexión de su patria. Veamos algunos ejemplos. A Máximo
Gómez el mando militar hispano, en Santo Domingo, le otorgó el grado de comandante,
por su actitud en la retirada de San José de Ocoa, el 13 de octubre de 1863. (2)

Modesto Díaz prueba su fidelidad a España en numerosos combates en la Guerra de


Restauración. Incluso es hecho prisionero por las fuerzas que combaten por la
independencia de dominicana junto a otros oficiales naturales de ese país al servicio de
España. Logran desarmar al oficial que los custodia y escapan. Se internan en el bosque
evitando la persecución de los revolucionarios hasta que se unen a una columna hispana.
(3) Modesto Díaz abandonó Santo Domingo con el grado de General de División de las
reservas dominicanas. En julio de 1865, José de la Gandara, el capitán general de la isla
de Santo Domingo, luego de detallar en un documento los numerosos méritos
contraídos por Díaz en sus actividades en el ejército hispano agrega que: “...deja todo lo
que constituía su fortuna, por seguir la Bandera Española, dando con esto nuevas
pruebas de su lealtad y amor a España...” (4) En Cuba Modesto Díaz se convirtió en
Mayor General del ejército independentista cubano.

Félix Marcano Álvarez, al estallido de la revolución, en agosto de 1863, es sargento


primero. De inmediato se unió a las fuerzas hispanas. Fue hecho prisionero al inició de
la sublevación. Se fugó y se unió de nuevo a los españoles junto con su hermano Luís
Marcano. Resultó herido en una acción. Se le otorgó la Cruz Carlos III, por sus méritos
alcanzados en la guerra de Restauración en defensa de España. El 29 de agosto de 1864,
fue ascendido a capitán por el valor que mostró en los combates realizados en la zona de
San Cristóbal, entre el 19 y el 28 de abril de ese año. Félix Marcano cambio en Cuba su
posición política y se unió a la insurrección. Llegó a ser General de Brigada del Ejército
Libertador Cubano. Hecho prisionero fue fusilado por los colonialistas en 1870.

La decisión de todos ellos de seguir al derrotado ejército hispano es una prueba evidente
de su fidelidad. Incluso una parte considerable querían continuar militando en el ejército
español. En los primeros momentos de su llegada a Cuba no se sienten menospreciados
por sus colegas españoles.
Francisco Marcano Álvarez, se encontraba en Manzanillo, un puerto del oriente de
Cuba, en abril de 1866. Tenía 32 años de edad y estaba casado. Pidió continuar como
miembro de las fuerzas armadas españolas. Dos años después en 1868 se unió a los
insurrectos cubanos y alcanzó el grado de coronel. Félix Marcano Álvarez, hermano del
anterior, el 13 de abril de 1866, tenía 23 años de edad y demostró su disposición de
continuar en las filas del ejército.

Luís Marcano Álvarez, informó a un oficial español: “que su deseo respecto a su


ulterior destino es ser clasificado para su colocación en el Ejercito” (5) Luís Marcano
llegó a ser Mayor General de las fuerzas independentista y murió en la campaña en
marzo de 1870.

Un caso interesante es el del coronel Manuel de Jesús Javier Abreu Romero. Este llegó
a Santiago de Cuba con el vencido ejército colonialista. Se estableció en Manzanillo, un
puerto del oriente de Cuba, y expresó desde los primeros momentos que sus deseos
eran: “...ser clasificado para su colocación en el Ejército....” (6) Romero Abreu se alzó,
en octubre de 1868, junto con los cubanos.

Máximo Gómez ostentaba el grado de Comandante de las Reservas de Santo Domingo


pocos meses después de su llegada de Santo Domingo expresó a las autoridades: “que
sus deseos respecto a su ulterior destino son ser clasificado para su colocación en el
Ejercito (español)” (7) Es bien conocido el papel de Gómez en la insurrección cubana.

Pero el criterio del mando militar de Cuba era muy diferente a las aspiraciones de los
dominicanos. No se creía conveniente incluirlo en el ejército español pues:

Los individuos del antiguo Ejército de la República de Santo Domingo, Ignoran todos
los ramos de la instrucción militar en el cual no existía organización regular ni
disciplina; que el carácter y hábitos de aquellos habitantes difiere muchos de los
nuestros y principalmente en la cuestión de razas... (8)

Este criterio era bastante frecuente en los informes españoles sobre estos fieles y
sufridos oficiales dominicanos. Los dominicanos tenían un alto concepto sobre su oficio
militar. Este representaba para ellos un sentido de la vida. La acción combativa es un
factor determinante en la historia dominicana que se enfrentó a numerosos enemigos
desde los primeros siglos de la colonización.

El sentirse rechazados por quienes hasta ayer habían sido sus compañeros de armas
debió de ser humillante. Es de pensar que en Santo Domingo estos dominicanos no
habían sentido el desprecio de los militares españoles. Allí combatieron españoles y
dominicanos enérgicamente contra los independentistas. La acción militar, la constante
movilidad, el vertiginoso desarrollo de las operaciones ponía en un segundo plano el
desprecio que sentía la oficialidad hispana por los antillanos. En dominicana estos
individuos formaban parte de la elite militar del poder colonial, por lo que tenían otras
consideraciones de las autoridades. Por ejemplo uno de los primeros alzamientos por la
independencia en febrero de 1863 fue aplastado por la acción del general dominicano
Hungría. Es de pensar que el combatir en las mismas filas durante más de dos años creó
entre la oficialidad hispana y los dominicanos de las reservas cierto sentido de respeto
común. Incluso la decisión española de retirar junto con sus fuerzas a los dominicanos
nos da idea de ese tipo de relación que había creado el combate.

En los preámbulos de la retirada se dictó una real orden, el 10 de enero de 1865, que
disponía: “...que no se desatienda y por el contrario se ampare y se proteja a los
generales, jefes y oficiales de la reserva de este país”. (9) Los dominicanos nos eran
mercenarios que combatían por un salario sino gente convencida de sus criterios
políticos.

Esta situación muy pronto comenzó a cambiar. Al terminar la guerra y producirse la


retirada se puso en evidencia otra realidad. La oficialidad hispana sentía desprecio por
sus improvisados colegas. Este desprecio se acrecentaba si corría sangre africana por las
venas de estos oficiales antillanos, asunto bastante frecuente en un país con una
abundante población negra y mestiza. En Cuba se produjo una separación entre la
oficialidad dominicana y los españoles. Ya no combatían en el mismo bando contra un
enemigo común. Los dominicanos se convirtieron en simples vecinos de la isla.
También desaparecieron otras circunstancias como el sentido de unidad en torno a los
españoles que debió de crear en muchos militares dominicanos los excesos cometidos
por algunos restauradores contra sus familias y propiedades. Este fue el caso de muchos
residentes en la zona de Bani. También dejaron de funcionar en Cuba otros factores que
los unía como los lazos con caudillos que defendían la anexión como el caso de Pedro
Santana. Este tenía una gran influencia entre un grupo de oficiales dominicanos. Todo
esto era asunto del pasado.

Una cuestión evidente, a simple vista, eran las diferencias notables entre ambas
sociedades. Los dominicanos vivían en un país libre. Es cierto que de una gran
inestabilidad política. No habían administrado correctamente su libertad. Incluso
acabaron retornado al imperio español por iniciativa de la élite gobernante. Pero la
misma decisión de regresar al seno del imperio español era una prueba inequívoca de la
mucha libertad que gozaban. Podían determinar cual sería el destino de la República. En
la mayor de Las Antillas se encontraron que vivían en una despreciada colonia del
imperio español.

En Cuba a estos hombres debió de golpearles profundamente la existencia de la


esclavitud y el desprecio por los negros y mulatos libres. En general lo injusto del
sistema colonial. Los españoles fueron los que primero comprendieron esta compleja
situación.

El capitán general de Santo Domingo hizo un interesante razonamiento sobre los


oficiales de las reservas dominicanas:

...el mayor número pertenece a la raza de color, siendo negros y mulatos generales,
brigadieres y jefes de todas las categorias (...) la mayor parte de estas personas desearían
ir a establecerse a las vecinas islas de Cuba y Puerto Rico, para buscar en ellas además
de la protección del gobierno la analogía de costumbre idioma y religión. Los hombres
de este país nacidos en la libertad acostumbrados al goce de todos los derechos políticos
y civiles, y disfrutando de las ventajas de todas las categorías sociales llevarán sus
hábitos y su altiva condición a unas posiciones donde existe la esclavitud, sirviendo en
ellas de pernicioso ejemplo para los esclavos y libertos de su propia raza. (10)

Esta situación preocupaba a la metrópoli. No podían abandonar a estos hombres a su


suerte pero al mismo tiempo desconfiaban de ellos. Realmente no pensaban que en
Cuba tomarían una posición subversiva sino el mal ejemplo que darían a la población
negra y mulata, tanto los libres como los esclavos. El 25 de mayo de 1865, el capitán
general de Santo Domingo le escribía al jefe militar de Baní:

No debe haber distinción de clase ni de razas para apreciar los merecimientos de cada
uno y concederles la protección a que se hayan hecho acreedores, pero no puede
admitírseles indistintamente la elección del país de su futura residencia al abandonar a
Santo Domingo. A la isla de Cuba por ejemplo no podrán ir los hombres de color, y aun
con los blancos habrá necesidad de ser circunspectos en la designación de aquellas
personas a quienes se permita fijar allí la residencia. (11)

Los dominicanos fieles a España se podían establecer en la Península, Puerto Rico, las
Islas Canarias, las Baleares, las posiciones españolas de África. Pero en ningún caso en
Cuba.

Fue burla mayor para los hispanos el que la guerra no estalló entre la multitud
esclavizadas de negros y mulatos que despertaba el pánico en Madrid. Fueron gente
blanca y amable, muchas de ellas educadas en universidades europeas, hijos de ilustres
familias llegadas a estos predios en los inicios de todo. Poetas, músicos y escritores
sensibles un día encabezaron a una multitud dominada por instintos feroces.
Propietarios de emboscadas traicioneras donde eran cazados con sadismo los infantes
del rey.

Pese a las muchas preocupaciones y medidas tomadas por los españoles un grupo de
dominicanos se establecieron en el oriente de Cuba.

Según el historiador dominicano Rodríguez Demorizi, en 1866, se habían establecido en


Manzanillo catorce dominicanos. Es interesante dar una mirada al listado de los que se
establecieron en esta jurisdicción. Algunos de ellos la abandonaron posteriormente y se
instalaron en la cercana jurisdicción de Bayamo.

Es significativo que en el territorio donde estalló la revolución de 1868 se encontrara un


número tan importante de altos oficiales del ejército dominicano. La mayoría de estos
individuos se unieron a las fuerzas libertadoras. Ellos eran:

Mariscal Modesto Díaz Álvarez.


Brigadier Francisco Javier Heredia.
Coronel Manuel Javier Abreu
Ídem Manuel Frómeta
Teniente coronel Toribio Llepez
Teniente coronel Santiago Pérez
Comandante Rufino Martínez
Comandante Máximo Gómez
Capitán Juan Gómez
Capitán Carlos de Soto
Subteniente Ignacio Díaz
Capitán Luís Marcano Álvarez
Capitán Félix Marcano Álvarez (12)

Pero las autoridades coloniales vieron tan solo una parte del problema. El mal ejemplo
que le darían a los esclavos y población negra y mulata libre en la mayor de las Antillas.
No podían entender estos engreídos funcionarios que la esclavitud también golpearía a
estos hombres nacidos libres. Además en Cuba, bruscamente, se encontraron en la
misma situación que los cubanos. Eran gente de segunda categoría a los ojos de los
amos de la isla. Si en dominicana habían gozado de cierto respeto por su destacado
papel en la lucha en defensa del imperio en Cuba esa situación desapareció
bruscamente. La mayoría fueron pasados a retiro y abandonados a su suerte. Al lado de
estos prepotentes y muchas veces ignorantes funcionarios y militares coloniales los
dominicanos se encontraron con otra realidad. La población cubana le ofreció una
comprensión y solidaridad cotidiana. Además se relacionaron con un grupo de cultos y
sensibles terratenientes y profesionales cubanos que debieron de causar una honda
impresión en estos hombres de rudas costumbres. Es de pensar los criterios que
debieron de tener los hermanos Márcanos de Carlos Manuel de Céspedes. Educado en
Europa, de una cultura poco común y al mismo tiempo cercano a la vida de los
campesinos y monteros orientales. Con orgullo se consideraba un “guajiro”. Así se les
llama a los campesinos cubanos.

Estos dominicanos se compenetraron con la población de la isla. Por ejemplo el Coronel


Manuel Javier Abreu estableció una escuela en Ti Arriba en la parte oriental de la isla.
(13) Los vecinos de esta comarca depositaban en este extranjero lo más precioso de
cada familia: los niños. Allí se incorporó al movimiento revolucionario. Hay muchos
dominicanos olvidados por la historia de Cuba que ofrecieron su sangre generosa a la
libertad de esa isla. Un ejemplo de esto es un sobrino de Manuel Javier Abreu, llamado
Francisco Javier Abreu, se unió a la insurrección. Al igual que los hermanos Francisco y
Antonio Delgado, ambos dominicanos. Todos murieron junto a Manuel Javier Abreu,
en enero de 1869, combatiendo contra España. (14)

Para los cubanos la incorporación a la revolución de los dominicanos debió de despertar


un profundo respecto. Pero sobre todo ejerció un ejemplo desastroso para el integrismo
pues estos hombres formaban parte del aparato represivo hispano aunque estuvieran la
mayoría en la reserva. Además ellos dieron un aporte de aguerridos combatientes que
serian muy importantes en la lucha contra España. Luis Marcano salvo la revolución de
su primera gran derrota.

En momento en que Carlos Manuel de Céspedes, el iniciador del alzamiento, escapaba


derrotado y abandonado por sus hombres, Marcano se le unió al frente de alrededor de
300 hombres organizados y llenos de entusiasmo. El líder cubano reaccionó de
inmediato. Al frente de esta fuerza avanzó sobre Bayamo, una de las poblaciones más
importante del oriente de Cuba. Gracias a la pericia militar de Marcano y la decisión de
los insurrectos la capturó el 20 de octubre de 1868. La historia de la isla cambiaria para
siempre.
El mejor homenaje a estos sufridos y en ocasiones olvidados dominicanos no son los
textos de historia y las tarjas y monumentos que los recuerdan. Fueron las palabras
escritas por el general cubano Calixto García en su diario personal:

los dominicanos, que han sido verdaderamente nuestros maestros y que han hecho la
guerra en Cuba con cuantos recursos le ha sugerido su inteligencia. (15)

NOTA
1-- Archivo Nacional de Cuba. Fondo Comisión Militar. Legajo 126, Número 12.
2-- Emilio Rodríguez Demorizi. Hojas de Servicio del Ejército Dominicano. 1844 1865.
Editorial del Caribe C. Por A. Santo Domingo. R.D. 1968, T 1, p 175,
3—Ibídem, p 121.
4-- Ibídem,, p. 132.
5-- Ibídem, p. 248.
6-- Ibídem, p. 50.
7--. Ibídem. p 168
8--. Ibídem. p 50
9--ANC. Fondo: Asuntos Políticos. Caja 227. Número. 8
10-- Ídem
11.-- ANC. Fondo: Asuntos Políticos. Caja 227. Número 6
12-- Emilio Rodríguez Demorizi, Hojas de Servicio del Ejército Dominicano. 1844
1865. Editorial del Caribe C. Por A. Santo Domingo, R.D. 1968, T 2, p 96 y 103
13--. Ibídem T 1 p 51
14— Ídem
15---Diario personal de Calixto García archivo particular de Juan Andrés Cue Bada
Santiago de Cuba.

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