Carta de Estanislao Zuleta A Los Maestros

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Carta de Estanislao Zuleta a los maestros

“Necesitamos maestros que sean capaces de darle al alumno el juego y la


oportunidad para que sea él mismo” Dice el pensador antioqueño quien nunca
quiso que sus hijos fueran al colegio

Por: Hernán Suárez, Mayo 13 de 2016

Como un homenaje en su día, que debería celebrarse no solo en las escuelas y


colegios, sino en las calles y en las plazas de toda Colombia como una gran fiesta
de la sociedad entera, Las 2 Orillas reproduce la carta del maestro Estanislao
Zuleta a los maestros.
Mi vida, como la de todos ustedes, estuvo siempre ligada a la educación. Fue una
de mis grandes pasiones y preocupaciones. Cuando dictaba mis clases en la
universidad el salón se llenaba hasta el tope con estudiantes de otros cursos. No
me iba mal como maestro. Por tal razón guardo un gran aprecio y respeto por su
profesión. Me duele mucho el trato que desde la Colonia les han dado y en
especial el mal trato que han recibido del gobierno en la movilización social que
con tantas esperanzas libraron hace apenas una semana.
Entiendo su lucha como una lucha por la dignidad y en especial contra el
menosprecio de su oficio y el no respeto a su condición humana y profesional. Es
una lucha a la cual no pueden renunciar. En sus manos está la posibilidad de
construir una verdadera sociedad democrática, sin la pobreza, la segregación y la
exclusión que hoy vivimos. No me cabe duda de que la educación en sus manos
es una poderosa herramienta para lograrlo. Su tarea de educar es imprescindible
e irremplazable, por más que unos cuantos tecnócratas se empeñen en tan
descabellada idea. Ustedes sabrán sacar las lecciones necesarias del reciente
paro y encontraran los caminos para seguir en la brega por lograr una mejor
educación para todos los niños y jóvenes que entusiastas van a los colegios y
escuela públicas de nuestro país.
Como un homenaje en su día, que debería celebrarse no solo en las escuelas y
colegios, sino en las calles y en las plazas de toda Colombia como una gran fiesta
y cuyos oferentes deberían ser no solo los agradecidos y cariñosos estudiantes,
sino la sociedad entera, quiero dejarles algunas reflexiones que por los años 80
hice, precisamente para la revista Educación y Cultura de Fecode, y que me
parece pueden serles útiles en estos momentos.
El mensaje es muy sencillo: hay dos formas de ser maestro y cada uno podemos
optar por una de ellas. Va pues, con todo cariño, lo que dije hace unos años sobre
lo que significa ser maestro*. Desde la eternidad, feliz día.
Estanislao
“El campo de la educación es un campo de combate. Todo el mundo puede
combatir allí, desde el profesor de primaria, pasando por el de secundaria, hasta el
profesor de física atómica de la Universidad. Combatir en el sentido de que
mientras más se busque la posibilidad de una realización humana de las gentes
que se quiere educar más se estorba al sistema. Por el contrario, mientras más se
oriente la educación a responder a las demandas impersonales del sistema más
se contribuye a su sostenimiento y perpetuación. Repito, la educación es un
campo de combate; los educadores tienen un espacio abierto allí y es necesario
que tomen conciencia de su importancia y de las posibilidades que ofrece”.
“Desde la primaria al estudiante se le educa en función de un examen, sin que la
enseñanza y el saber le interesen o se relacionen con sus expectativas
personales. Esta situación se repite una vez terminados los estudios ya que es lo
que la persona encuentra en la vida. Cuando termina los estudios, el individuo no
sale a expresar sus inquietudes, sus tendencias o sus aspiraciones, sino a
engancharse en un aparato o sistema burocrático que ya tiene su propio
movimiento, y que le exige la realización de determinadas tareas o actividades sin
preguntarle si está de acuerdo o no con los fines que se persiguen. En nuestro
sistema educativo la gente adquiere la disciplina desgraciada de hacer lo que no le
interesa; de competir por una nota, de estudiar por miedo a perder el año. Más
adelante trabaja por miedo a perder el puesto. Desde la niñez el individuo
aprende a estudiar por miedo, a resolver problemas que a él no le interesan. El
capital ha puesto bajo su servicio y control la iniciativa, la creatividad y la voluntad
de los individuos. Puede que el tipo de educación actual sea muy mala desde el
punto de vista del conocimiento, pero es ideal para producir un “buen estudiante”,
al que no le interesa aprender pero sí sacar cinco, y que solo estudia por el miedo
a perder el año. Una educación así es ideal para el sistema y sus intereses.”
“Para poder ser maestro es necesario amar algo. Para poder introducir algo es
necesario amarlo. La educación no puede eludir esta exigencia sin la cual su
ineficacia es máxima: el amor hacia aquello que se está tratando de enseñar.
Además, ese amor no lo puede dar sino quien lo tiene, y en últimas eso es lo que
se transmite. Nadie puede enseñar lo que no ama, aunque se sepa todos los
manuales del mundo, porque lo que comunica a los estudiantes no es tanto lo que
dicen los manuales, como el aburrimiento que a él mismo le causan. Y ante las
fórmulas más brillantes de los filósofos, antiguos o modernos, no cosechará más
que bostezos. El que enseña no puede comunicar lo que no ama. Si enseña 25
horas a la semana y dicta “lo que le ponen a enseñar”, independiente de que le
guste o no, a unos alumnos que no ven ninguna relación entre lo que se les
enseña y su propia vida presente, personal o familiar, entonces el resultado se va
pareciendo al que hemos venido presentando”.
“De los pocos profesores de los cuales a uno le queda un buen recuerdo son
precisamente aquellos a los que se les notaba que amaban y sentían lo que
estaban enseñando, independiente de la materia que fuera.
“Hay dos maneras de ser maestro. Una es ser un policía de la cultura; la otra es
ser un inductor y un promotor del deseo. Ambas cosas son contradictorias. Un tipo
de maestro es aquel que me califica, pero sin consultar la vivencia que yo tengo
de la vida, Otro tipo de maestro, al que no le pagan ni lo nombran, es aquel que
consulta mi vivencia de la vida. Ambas figuras podrían ilustrarse en la persona de
Baudelaire o en la imagen del “hombre enfundado” que describe Chejov. Hay allí
dos maneras de ser maestro. “El hombre enfundado” se basa en esta premisa:
todo debe ser previsto, porque de lo contrario no se sabe qué puede pasar. Este
tipo de maestro trataría de que los alumnos no vayan a hacer nada que perjudique
a sus patronos o a los gobernantes; que sean eficaces sin aspirar ni luchar por
nada. Es un poco difícil decir en qué medida los maestros son en sí mismos
“hombres enfundados”. No hay duda de que los maestros de este tipo le ayudan al
sistema. Baudelaire es un maestro en el segundo sentido: Nos enseña a ver el
mundo en que vivimos de una manera por la cual nadie le pagaría nada. Es un
hombre capaz de identificarse con todo lo que la ciudad rechaza, con lo que él
llamó “el vómito inmenso del inmenso París”, pero que en cambio no se podría
identificar con lo que en la ciudad es respetable. Se identificó con las viejecitas
que van por las calles y “danzan sin querer danzar, como campanas. Se identificó
con los alcohólicos, con el vino de los zarrapastrosos, que “vienen con sus blancos
bigotes como viejas banderas de derrota y chocan contra el mundo como poetas,
y mientras los esperan horribles tragedias hogareñas expanden su corazón en
gloriosos proyectos”.
“Este es otro tipo de maestro. Un maestro nuevo. Un maestro difícil de encontrar,
ciertamente. Pero si los maestros, institucionales o comunes y corrientes, quieren
enseñar no sólo poesía, tienen que enseñar a Baudelaire, es decir, entrar en
contradicción con las exigencias del sistema en que vivimos. Necesitamos un tipo
de maestro que sea capaz de darle al alumno el juego y la oportunidad para que
sea él mismo, para que se identifique con los fracasados, para que no se decida
por los exitosos. Baudelaire nunca escribió un poema sobre un general. Este tipo
de maestro hace que el alumno sea probablemente un mal empleado bancario,
pero un buen hombre. Un tipo de maestro como Baudelaire es un hombre que
puede indicamos la dirección. Él mismo lo dice de la manera más dura:
Embriágate con la poesía, con la religión, con el alcohol, con lo que quieras pero
no estés nunca sobrio. Embriágate, es decir, busca algo más grande, lucha por
algo más grande.”

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