Resumen para TP - Texto de Arata
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Raíces legales
Tres últimas décadas del s. XIX diferentes instancias y procesos relativos a la organización del sistema
educativo, que deben entenderse como etapas sucesivas y no progresivas, como momentos singulares en
los cuales, desde un registro específico –el legal–, se cristalizó una articulación entre el pasado, el presente y
el futuro en torno a las características que debía reunir la legislación escolar.
Entre 1875 y 1905 se bases legales que regularon la educación pública argentina hasta la primera mitad del
siglo XX. La ley 888 de educación común de la Provincia de Buenos Aires (1875), la ley 1420 de educación
común de la Capital y los Territorios Nacionales (1884) y la ley 4874 ("Ley Láinez", 1905) constituyeron, junto
a la Jey 1597 (“Ley Avellaneda”, 1886) los principales hitos legislativos a partir de los cuales se configuró el
sistema educativo argentino.
Dichas leyes se apoyaban en una red normativa anterior, que regulaba distintos aspectos de la educación
escolar. En algunas jurisdicciones provinciales ya existía un corpus legal que remitía a distintas modalidades
de gobierno y tradiciones pedagógicas. Estos marcos legales expresaban concepciones pedagógicas y
modalidades organizativas divergentes, cuya articulación en un corpus legal único no resultaría sencilla.
A estos antecedentes, se suma el hito que significó la sanción de la Constitución Nacional de 1853. La Carta
Magna definió y reguló la potestad de las autoridades nacionales y jurisdiccionales en materia educativa.
El artículo 14 estableció la libertad de enseñanza y el derecho a la educación. El artículo 5 estatuyó la
obligación de las provincias de garantizar la educación primaria. El artículo 67 –inciso 16– dispuso que el
Congreso podía “proveer lo conducente al progreso de la Ilustración, dictando planes de instrucción general
y universitaria”. La ley de educación común de la provincia de Buenos Aires impulsada por Sarmiento en
1875 ya contemplaba la gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza primaria.
Estos antecedentes le otorgaron a la organización del sistema educativo una impronta federal, en la que
cada provincia se daba a sí misma una organización legal propia. En ese contexto, el gobernador de
Corrientes, Juan Pujol, presentó una Ley de Instrucción Primaria, la primera legislación educativa general
sancionada en el país. El plan estableció una Escuela Normal en la capital correntina, donde formar
preceptores y educadores para nutrir las escuelas departamentales; sancionaba la gratuidad y obligatoriedad
de la instrucción primaria; establecía la exclusiva competencia del Estado para proporcionarla y ordenaba la
creación de una escuela elemental de varones y una de mujeres en cada uno de los departamentos de la
provincia. En la provincia de Santa Fe, se sancionó la Ley Orgánica de Educación Común, durante el
gobierno de Servando Bayo. La provincia de Buenos Aires hizo lo propio en 1875, bajo el impulso del
recientemente designado director general de Escuelas, Domingo F. Sarmiento.
No obstante, si bien los representantes de la mayoría de las provincias acordaban en establecer regulaciones
adecuadas, los recursos materiales y simbólicos disponibles en cada jurisdicción destinados a la educación
variaron notablemente, conformando un escenario escolar nacional atravesado por fuertes contrastes.
En 1880 se federalizó la ciudad de Buenos Aires, transformándose en la Capital Federal. Bajo su
competencia quedaron todas las escuelas porteñas, así como las emplazadas en los territorios nacionales del
Chaco, Misiones, el territorio de los Andes y la Patagonia. Ante la ausencia de una ley que regulase las
escuelas ubicadas dentro de la jurisdicción nacional, el 28 de enero de 1881, un decreto presidencial de
Roca fundó el Consejo Nacional de Educación (Sarmiento fue designado superintendente general).
El 2 de diciembre de ese mismo año, a través de otro decreto, se convocó a un Congreso Pedagógico para
que elaborase un anteproyecto de ley de educación que remediara el vacío legal. En la ley 1420 de
educación común, culminación de ese proceso, se recuperaron numerosos aspectos de los reglamentos y
antecedentes legales previos, al tiempo que se promovieron otros, inéditos.
¿Quiénes participaron de las discusiones? ¿Cuáles fueron los temas que se debatieron? ¿Cuál fue la posición
que resultó triunfante? Manuel H. Solari —representante de la historiografía educativa liberal— dice que la
puesta en vigor de la ley había sido el resultado de "la prolongada acción de Sarmiento que, aunque no
intervino directamente en su sanción, la hizo posible con sus años de lucha contra las fuerzas negativas de la
anarquía y del caudillismo" (le atribuye a Sarmiento todos los logros, es una lectura del proceso de sanción
de la ley acotada y cargada de prejuicios). En sentido contrario, Rubén Cucuzza es indispensable mirar la
totalidad del proceso, incorporando al análisis, por un lado, los argumentos y los sujetos que intervinieron
en las controversias que tuvieron lugar dentro y fuera del Congreso— través de la prensa escrita, por
ejemplo— y, por el otro, las experiencias educativas internacionales que fueron tomadas como modelos de
referencia.
En cuanto al contexto internacional es indispensable mencionar que, durante el siglo XIX, los países
europeos elaboraron nuevos marcos legales con el objetivo de organizar sus sistemas educativos. El
modelo escolar implementado en Prusia a partir de 1806 por el ministro Humboldt, confiando la
organización escolar a las autoridades estatales locales, sirvió de modelo para otras naciones (por tener los
índices de escolarización más altos de Europa). El ministro francés Guizot sancionó en 1833 una ley de
educación que les otorgaba a los municipios amplias facultades para crear escuelas y designar a sus
maestros. En España, la ley de Instrucción Pública de 1857, impulsada por el ministro Claudio Moyano
Samaniego, estableció la gratuidad, centralización y secularización de la enseñanza primaria. En 1870,
Inglaterra implemento en sus escuelas la gratuidad de la enseñanza a través de la sanción de la ley de
educación elemental. En esos y en otros países, la tendencia general consistía en garantizar la instrucción
primaria obligatoria y gratuita, a través de diferentes modelos de gestión estatal, más o menos
descentralizados, según el caso.
Estas medidas intensificaron la escolarización de las sociedades, a partir de la cual el perfil de la escuela
comenzó a presentar contornos mucho más definidos. La forma escolar como institución cobró tal
legitimidad en las naciones que, según Pablo Pineau “… la escuela se convirtió en un innegable símbolo de
los tiempos, en una metáfora del progreso, en una de las mayores construcciones de la modernidad”. El
carácter universal del modelo escolar no impidió, por otra parte, que en cada país o región las escuelas
presentaran marcas propias y aspectos particulares, como expresión de sus tradiciones culturales y
pedagógicas específicas.
Debates político-pedagógicos mantenidos desde fines del siglo XIX dos grandes tendencias políticas:
liberal y conservadora.
Es dificultoso intentar definir al pensamiento político conservador. Más bien se pueden identificar una serie
de actitudes y reacciones de tipo conservador. Por ejemplo; la posibilidad de que se produzcan cambios en
las estructuras de una sociedad es percibida por sus miembros con distinta intensidad según la posición
social que detente cada uno. Para los sectores sociales cuyos intereses están indisolublemente ligados a las
estructuras tradicionales de la sociedad y a sus fundamentos, la posibilidad de cambio será percibida como
una amenaza. Por lo tanto, encarnan las posiciones conservadoras los sectores que se auto-perciben, según
advierte José Luis Romero, como "aquellos a quienes los ata una consustanciada tradición, importantes
intereses económicos, un modo congénito de vida, vigorosos prejuicios y, sobre todo, la convicción
profunda de ser herederos históricos y mandatarios de quienes establecieron [...] las estructuras
originarias de la sociedad" cuando estas últimas son puestas en cuestión.
En la tradición liberal, confluyen dos grandes tendencias: una ligada a los intereses de la oligarquía,
marcada por las dificultades para incorporarse a la democracia de masas y promover un modelo social
inclusivo, y una tradición democrático-liberal, capaz de convertirse en interlocutora del arco de las fuerzas
progresistas. Un aspecto central del liberalismo latinoamericano fue la centralidad otorgada al Estado como
instrumento para introducir reformas en la sociedad. El liberalismo reformista es el que mejor representa a
la posición liberal, y sostenía que los cambios podían promoverse a través de la legislación social,
adjudicándole al Estado un rol articulador "como cemento de todas nuestras relaciones sociales".
En el plano educativo, liberales y conservadores expresaban concepciones divergentes sobre aspectos
centrales de la organización educativa, por ejemplo, si el Estado debía asumir un rol principal o subsidiario
en materia educativa o si debían enseñarse contenidos religiosos en las escuelas públicas.
De los debates previos a la sanción de la ley 1420, que incluyeron las referencias a las tendencias educativas
impulsadas por otros países y los argumentos político-pedagógicos expuestos por liberales y conservadores,
resultó una articulación de argumentos que le dio a la ley un carácter específico. Por nuestra parte,
sostenemos que el proceso que derivó en la ley de educación común fue el resultado de los intercambios y
negociaciones entre los diferentes sectores que participaron de los debates, de las relecturas de los
modelos educativos internacionales a la luz de las necesidades locales, de las adecuaciones y los quiebres
con los reglamentos y las leyes educativas preexistentes.
El debate en el recinto