El Arco Con Que Una Gacela Traza La Mañana
El Arco Con Que Una Gacela Traza La Mañana
El Arco Con Que Una Gacela Traza La Mañana
12
De qué somos meredors, dequé?
I
Entre escombros y brasas palpitando
Sobre láminas de ceniza,
Mi espíritu, llorando,
A solas mi espíritu pasó descalzo
Y al retornar, como tierra arrancada
Que vuelve a su pozo,
Cara a cara abrió su mano
Y en la mía puso el sueño de una elegía,
O una canción, no sé lo que sea,
Que me persigue como sombra,
Escucha y apunta lo que pienso.
Siempre que trato de estrellarla
Contra el vacío,
De armarme a medio camino como caballo indócil,
De no servirla
Y de no cantarla,
Se enfurece
Y de su vientre sopla un antiguo redoble de huracanes
Que huele a desmoronamiento de los cielos
Y a un Dios aterrorizado buscando su querencia
En las entrañas calientes de la tierra,
Pero si yo a esa canción
Con mis dedos le repaso el ala,
Registro cariñosos su plumaje
ꟷ de su piel rezume el oleaje leonado del trigo,
Su vuelo pone en remojo
En el fondo de mi sangre, en mi llanto y en mi sueño,
Y los encendidos huracanes
Que bullen en los túneles de mi raza
Tórnanse agua mansa
En el precipicio de una flauta de hueso.
Trato de huir enlazando países y ciudades.
Ora mido con pasos de pénalty, alcobas, sepulturas y potreros.
Ya llenó mis manos de tréboles de grasa
En la cocina lavando mi tenedor y mi cuchillo.
Me distraigo en ferias y mercados
Dejando el corazón en latidos de tristeza.
Desaparezco en Wittgenstein discerniendo la lógica de la
[Mística,
Saliendo más adulto.
Después corro y me pierdo
En los corredores misteriosos del castillo de Kafka.
Encuentro un pasillo que da a un jardín dormido,
Me avalanzo a respirar aire puro
Y me encuentro con Marx ꟷbuenos siglos!ꟷ lo saludo.
Retorno a casa con los zapatos mojados en agua con estrellas.
Siempre huyendo. En fuga.
¿Pero tal vez huyo de mí mismo?
Aun cuando me retiro al último reducto
Con mis pulsaciones chispeantes,
Callado, y como un arado
Penetro las carnes de mi esposa,
Aún allí, en ese rincón, esta canción continúa desangrándose,
Tenaz me consume y evapora
Como si mi corazón fuera de agua,
Lluvia marimbera que se deshoja y lora
Caracol de sueño mi marimba de agua,
Que vino a pararse a la orilla de mi llanto
Creyendo que era el mar, la mar salobre.
II
III
Sigilosos descenderemos,
Bajaremos a los recintos
Que,
Según el hábito de la profecía,
Hiciéronse habitación
Del gato de monte,
Del tecolote,
De pasos y cascos de sombra
Y de carcajadas sin huesos.
Auscultaremos el Popol Vuh,
La historia
Moderna.
Por la noche dejaremos nuestra carne
Sin guardianes,
Nuestra alma
Sin centinelas.
En el patio las dejaremos
Solas.
Vendrá la profecía husmeando
Con el hocico pegado a ras
De los siglos.
Brillará su pelaje en la noche,
Se agrandará poco a poco
En el camino,
Se ensañara con sus colmillos litúrgicos,
Hundirá sus garras fatales
Y en nuestra carne,
En nuestra alma,
Agotará las cisternas de su veneno.
Cebará sus lomos,
Limpiará su edad de ponzoña,
De rabia.
Y con la luz desaparecerá
Sin dejar pisadas ni tufo.
Cumplida,
Morirá.
Nos buscarán en la casa.
No estaremos.
Nos llamarán. El silencio.
En el fondo de la sepultura,
Abrazados a nuestro enemigo
Nos revolcaremos.
Entonces nuestros hijos, en paz,
Continuarán.
ꟷEn el rostro una llama,
En la sangre un resedo de flores.
Y delante de ellos, retozando,
Los días serán un rebaño de ovejas.
IV
¿Habrá símbolo en el que asome a mayor materialidad
El castigo merecido,
De cosidad en su letra cierta y palpable,
Como por ejemplo
Eso de que nuestras mujeres ayuden a soportar las cadenas
Aumentándonos el peso?
V
Sin embargo, nada dirán los números, el calendario,
La marimba,
El viento, el paisaje, el lago y en él la altura muerta,
La pirámide
Y sus escaleras que conducen al pasado.
Las pinturas,
Los códices, la poesía, la escultura, la música,
La astronomía
Y todo lo demás será avaro. Callarán, herméticos.
Los alcances
De la cosmonáutica, la formación de nuevas sociedades,
De un nuevo hombre,
De un futuro contante y sonante para los incrédulos,
Que hay comarcas
En las que el pan y la leche son gratis para los niños,
Que en otros pueblos
Todos miden la tierra con el cuero de sus zapatos.
Claro, eso no dice nada,
Y jamás nos abrirá las puertas hacia la realidad
Si nuestra cobardía
Sigue vagabundeando como el caballo perdido
Que durante las noches lluviosas
Se nos transforma en espanto y nos hace correr.
Lloramos, pedimos
A Dios. Y en la oscuridad nadie nos responde.
VI
Las huellas nacen, crecen y se ahondan
Según el peso del hecho.
Marcan la inconmensurabilidad del tiempo.
Y a medida que la mano las va desempolvando
Comienzan a revelarse
Los que imprimieron el sello de su hombro
En las canteras reducidas a columnas,
A vigas, soportes, escaleras, monumentos,
Racimos de durazno y páginas de piedra
Escritas por un tupido granizo de picapedreros.
Huellas de los que acarrearon la cosecha del maíz
Y al revisar los canastos, ya en sus casa,
Se les llenó la boca de terror.
Pisadas que se arrastran bajo las hojas secas.
Pasos que van hacia el sacrificio
Y nunca dejan de escucharse.
Sandalias invisibles que se detuvieron.
Al borde de nuestra mesa,
Callan y esperan, esperan…
Ah, el ciego dolor del hombre
Mirándonos desde el follaje!
Mis dedos, silenciosos, pasan rozando
La cavidad que dejó el pie del sembrador
ꟷhuella en la que el Universo,
Conteniendo la respiración,
Guarda el agua de lluvias milenarias.
Y mi espíritu, sin quererlo, revuelve
El rescoldo de los que se pasaron la noche
Rastreando tras de las pisadas
Que la estrella de la madrugada
Fue tatuando en la profundidad del cielo.
¡Ah, el regocijo de caer sobre la huella
Y agarrar la punta del lazo de la luz!
VII
¿Y con una rama mojada en el miedo a la eternidad
Quieren borrar las inscripciones que arropan
Mi palabra
Mi corazón?
VIII
Los gajos del tiempo pasado, recogidos como monedas
En las cenizas
De viejos
Incendios,
Los hemos venido engarzando en la cuerda
De la que hicimos un collar
De nudo corredizo
Firmando y acatando documentos fariseos,
Desplegando himnos ajenos,
Gloriosas batallas
A tinta
Y fogosa
Oratoria.
Y esgrimiendo ardorosos alegatos
Descuartizamos al enemigo
En la arena forense.
Luego, como próceres inmaculados
Que engatusan en un acta
La independencia
Del pueblo,
Nos sentamos a la mesa, inmisericordes,
Y ahogamos nuestros ojos en una taza de café,
Emplumando la esperanza ꟷqué vergüenzaꟷ
En ese mito vacío
Incapaz de hacer frente siquiera a aletazos.
El fusil se cubrió de polvo
Y en la bandera las ratas hicieron su nido.
La sombra del conquistador, con su mirada,
Nos ahonda la zanja en el lomo,
Y su corcel aún erosiona el sembrado.
Realmente dan ganas de salir corriendo,
Dar alaridos con el sombrero en la mano
Como espantapájaros con el culo quemado.
Ya solo falta presentarse en la feria
Con la cara untada del aceite
Con el que nuestros verdugos
Frotan las uñas del mito,
Hacer muecas y micadas,
Y repartir el trago
Sentados sobre nuestro ataúd…
Lo que nos vamos a sacar es que nos arrojen
A la cara
Nuestra osamenta sagrada.
Que de la cabeza a los pies
Nos echen palanganadas de carcajada hiriente,
Y la mirada terrosa de nuestros abuelos
Atraviese las paredes pintarrajeadas
Y perfore la puerta sólida de hormigón
Que encubre la desnudez de nuestra caza.
Pero tampoco nos urgen profetas, caudillos baratos,
Cagatintas.
Ni oradores, ni pedagogos legisladores
Como aquel fulano
Que cuando salió de su madriguera esotérica
En la que tenía, únicamente, metida la cabeza
(El trasero le quedaba afuera. ¡Divertido!)
Dijo haré esto y lo otro, etc.,
Poco a poco malgastó el fuego de su raza
Y ahora no hace más que pasearse en las grandes plazas
Con flores de ceniza en la mano.
Si es así mejor que nos dejen
Solos.
Que no caven fosas y no tiendan
Trampas,
ꟷson ellos los que se descabezan.
Que no arrojen púas en los caminos como quien siembra
Maíz.
Y a navaja no escriban su nombre en los árboles,
Las cátedras,
Las paredes en donde habita el dueño de los volcanes,
Los barrancos,
El dolor,
Los sueños.
Solos pastorearemos las hogueras, conduciremos el rebaño
De incendios
Como brujos adivinado en la oscuridad, en la noche,
¡Contentos del tamaño de la catástrofe!
IX
Tormenta recogida en sí misma
ꟷmi tribu.
El incendio que es mi raza,
Despierta.
A medida que sube por mi estrofa,
Las sombras caen escalera abajo…
Navegan los míos sobre lava,
Sobre sangre,
Y reman con fusiles.
En mi tribu late una erupción.
Es lava emplumada. Ardiente.
¿Y qué se hicieron aquellos que sólo sabían florecer
En el lloro de la marimba?
¿Los que llenaron de tierra sus tambores
Y morían al canto del tecolote? ¿Dónde están? Preguntan.
Aquí ꟷrespondemosꟷ, ya únicamente sabemos disparar
Ríos de lava hirviente. Ríos que si truenan
Es porque arrastran piedras, mitos y más piedras…
¡Piedras! Entienden?...
X
Con ojos insomnes mirábamos desde el fondo del siglo
Llena la boca de luceros
Y bosques umbríos
Los dedos ensortijados con anillos de arena
Y pisadas de incendio
Serpientes dormidas
El corazón fondeado en la resaca de cuatrocientos años
Con sabor a cadenas
Oxidadas
Del largo de la eternidad
Con mirada delicadísima susceptible de evaporarse
Al menos luzaso
Como espuma negra
Somnolienta
Con acento de madera para marimba
Con esa mirada que más parecía labrada en el jade
De la noche
Untada a penas
Con esos mismos ojos nos encaminamos
Como quien durante la noche
Vuelve a su casa
No reconoce el sembrado de los árboles el pozo callado
La flor de sombras en el fondo
Ya no se acuerda del corral por el que aún anda suelto
Un resuello
En cuyas trancas cuelgan
Los aullidos del coyote
Riendas sin mano calaveras de vaca lazos
Avanzamos a tientas hasta herirnos las yemas
De los dedos con el filo
De la madrugada
Y como el jaguar cebado por sus propios cazadores
Que se detiene huesmea
Ya yerba
La boca de su madriguera
Penetramos nosotros desconfiados temblando contentos
Nada menos que pisábamos
Nuestros dominios
Después de hacer estado tan ausentes
Alzamos un puñado de tierra del que chorreaban luz
Semillas hojas secas de humedad
Mudos contemplábamos olfateábamos
Mirábamos regábamos de alegría lo inabarcable
Puros niños al ver
Aquella joya
Recuperada de las manos férreas del usurpador
XI
Desesperados corrían
De un lado para otro
Popol Vuh 1,3
XII
LOS CÓDICES
Sentado queda, amigos, que nadie tiene una idea precisa, exacta,
De la temperatura del agua.
Fatal, ¿Verdad?
¡Contundente!
Ellos serán los que trabajen el barro. ꟷfue dicho. Esa será la
Labor de la plebe, el oficio de la muchedumbre. Y así será humillada.
El agorero cerró los ojos y desapareció entre el humo y las
Oraciones. Y las profecías y las maldiciones.
Las noches sin estrellas les aconsejaron el uso del nije. También
La amargura.