Jaramillo (1997) PDF
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armado en el Medellín
de los años noventa
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Después de la muerte de Pablo Escobar, la ciudad de Medellín
dejó de ser noticia para los medios de comunicación, en especial para
aquellos interesados en divulgar una versión sensacionalista sobre los
episodios de violencia protagonizados por el famoso patrón y por su
ejército de sicarios. Si bien es cierto que la muerte de Escobar ha
representado un alivio para la ciudad y para sus habitantes, que bien
podrían ser considerados como sobrevivientes de una época violenta
sin precedentes, ella no se ha constituido en un factor decisivo para la
pacificación de la ciudad. Aunque se verifica una disminución de los
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La construcción de seguridad y orden, mediante el concurso de
actores armados, ha hecho de los barrios populares un escenario de
guerras de baja intensidad, visibles en momentos límites, cuando se
producen enfrentamientos, operativos militares o policiales, masacres,
o, inclusive, cuando se logra un cese al fuego y se concretan pactos de
convivencia.
Aunque estas microguerras no son un fenómeno nuevo, en lo que
va de la presente década se han intensificado debido, al parecer, al
incremento de los niveles de competencia entre actores cada vez mas
fragmentados y portadores de un creciente interés por el control de
territorios y población. Por esto, es necesario advertir los cambios que
se han presentado en la situación de algunos actores armados en la
ciudad.
Ante el abandono de la función de seguridad propia del Estado,
el decenio de 1980 culmina con el auge de las milicias, las cuales se
,"', definen a sí mismas como una alternativa de las comunidades para
enfrentar a las bandas y a los delincuentes individuales. En 1994 se
produce un cambio en la actitud frente al Estado, en los grupos más
representativos de las milicias -los cuales controlan una amplia zona en
la Comuna Nororiental-. En ese año se realiza un proceso de negocia-
ción a partir del cual algunos grupos milicianos buscan una mayor
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III
La permanencia de actores armados en los barrios no sólo es el
fruto de su capacidad de intimidación sobre la población; ello tiene
mucho que ver con el deterioro de los lazos primarios de sociabilidad ,
y con la generación de un clima de desconfianza y de rivalidades
mutuas entre vecinos de una misma cuadra, entre barrios y entre '
líderes sociales. La presencia del actor armado es entonces requerida
por el servicio de vigilancia que presta en el barrio o por la demanda
de sujetos particulares que necesitan protección contra alguna ame-'
naza cercana. Lo que es reconocido como protección, puede conver-
tirse, sin embargo, un momento después, en su contrario. Ejemplo de
ello es la actitud de algunos pobladores que hace algunos años fueron
una base de apoyo para las milicias y que ahora prefieren respaldar a
otros actores, debido al descontento con el pago de vacunas, con las
restricciones a la movilidad o con las amenazas frecuentes.
IV
El ambiente de desconfianza en los barrios, agravado por la
acción de algunos actores armados, ha tenido un impacto negativo
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v
Los límites entre la guerra y la paz también se han hecho mas
fluidos. La confrontación armada tiene como contrapartida las perma-
nentes transacciones entre amigos y enemigos y el establecimiento de
pactos de convivencia que se han hecho cada vez más frecuentes en
los barrios de la ciudad. En este proceso se ha ampliado una red de
intermediarios, ligados o no a entidades sociales o gubernamentales,
convertidos en expertos en el arte de traer y llevar mensajes, de crear
escenarios de encuentro y de tratar de garantizar la vigencia de unos
pactos cuyo denominador común es el respeto de los territorios y la
interrupción de actividades delictivas en la misma zona. Estos pactos,
aunque frágiles y parciales, han creado un ambiente de convivencia en
algunos barrios, pero al mismo tiempo han generado un incremento de
la inseguridad en las zonas que no quedan cubiertas por éstos y que se
convierten en escenario para la realización de robos, secuestros o
asesinatos por parte de las bandas.
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VI
Este cotidiano discurrir de la guerra y de la paz no ha sido un
fenómeno extraño al Estado. Por el contrario, éste ha permanecido
presente, sólo que como un actor mas y realizando un papel contradic-
torio.
En el ámbito departamental, el gobernador Alvaro Uribe Vélez
inició su administración con una propuesta de pedagogía de la
tolerancia, que perdió peso ante la puesta en marcha de las Asocia-
ciones de Vigilancia Rural (Convivir), que expandieron su radio de
acción a la ciudad de Medellín. Esta iniciativa, se contrapone a los
objetivos de los programas de convivencia formulados por la Alcaldía
y por la Oficina de Reinserción del gobierno nacional con sede en la
ciudad. El Estado tampoco ha sido, pues, ajeno a una dinámica de
fragmentación y de enfrentamientos entre diversas instancias, lo que
ha limitado su eficacia y ha contribuido a la proyección de una imagen
negativa: la del Estado "faltón", que se rige por sus propios intereses
y no por los del bien común. Y;..\( ,(,\Jw.
No menos problemática ha sido la intervención de otras dos J
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VII
Ahora bien, el panorama descrito hasta el momento no es
exclusivo de los barrios populares de la ciudad. En el campo conflictivo
de la inseguridad es posible establecer similitudes entre éstos barrios
y los de clase media y alta. Los habitantes tradicionales del exclusivo
sector de El Poblado, por ejemplo, coinciden con los habitantes de los
barrios de la Comuna Nororiental en denunciar la aparición de los
expendios de droga, de bandas y de viciosos, como un factor de
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