El Silencio de Dios en La Cruz de Jesús PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 67

PARA TÍTULOS PROFESIONALES DE LICENCIATURA (TERCER NIVEL)

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR

DECLARACIÓN y AUTORIZACIÓN

Yo, NELSON FABIÁN SANY SIMBAÑA con Cédula de Identidad No. 171968274-0. autor del trabajo de
graduación intitulado: "EL SILENCIO DE DIOS EN LA CRUZ DE JESÚS", previa a la obtención del título
profesional de LICENCIADO EN TEOLOGÍA en la Facultad Eclesiástica de Ciencias FilosóficoTeológicas:

1.- Declaro tener pleno conocimiento de la obligación que tiene la Pontificia Universidad Católica del
Ecuador, de conformidad con el artículo 144 de la Ley Orgánica de Educación Superior, de entregar a
la SENESCYT en formato digital una copia del referido trabajo de graduación para que sea integrado al
Sistema Nacional de Información de la Educación Superior del Ecuador para su difusión pública
respetando los derechos de autor.

2.- Autorizo a la Pontificia Universidad Católica del Ecuador a difundir a través de sitio web de la
Biblioteca de la PUCE el referido trabajo de graduación, respetando las políticas de propiedad
intelectual de Universidad.

Quito, 8 de julio de 2016

Nelson Fabián Sany Simbaña


C.I. 171968274-0

1
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA
ESCUELA DE TEOLOGÍA

DISERTACIÓN PREVIA A LA OBTENCIÓN DEL TÍTULO DE


LICENCIADO EN SAGRADA TEOLOGÍA

“EL SILENCIO DE DIOS EN LA CRUZ DE JESÚS”

NELSON FABIÁN SANY SIMBAÑA

DIRECTOR: P. DAVID DE LA TORRE A., SS.CC

QUITO, 2016.

2
AGRADECIMIENTOS

Expreso aquí todo mi cariño junto a mis más sinceros y afectuosos agradecimientos a quienes
me orientaron a realizar este trabajo de disertación: en primer lugar a Dios por quien tengo el
existir, a mi familia, a la Congregación de Jesús y María por quien he podido realizarme como
cristiano, además agradezco a todo el personal docente que he conocido durante este periodo
de formación universitaria en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

3
ABSTRACT

El silencio que siente el ser humano cuando acude a Dios, pero no obtiene la respuesta
que quisiere, debe ser orientado en el redescubrimiento de la presencia de Dios incluso en el
silencio que para muchos es tan incomprensible y tan difícil de aceptar.

Dios se ha manifestado al hombre desde la misma creación, pero también desde ese
acontecimiento se ha hecho presente el silencio por parte del Creador. Pero el momento
histórico más relevante, es cuando su propio Hijo clama la presencia del Padre, en la Cruz. En
esos momentos de suplicio y dolor humano es cuando se debería escuchar la voz del Padre o
mirar la presencia visible del Padre amoroso que esta junto a su Hijo.

El silencio llena de dudas y temor a todos quienes presenciaban ese acontecimiento. Y


muchos hasta ahora nos quedamos en esa duda y en ese temor, no reconociendo que a pesar
del silencio, la presencia de Dios en la cruz de Cristo era una realidad innegable.

La presencia de Dios, incluso en el silencio de la cruz o el dolor humano, es una


realidad que debemos redescubrir. Así el silencio pasará del concepto de ausencia, de rechazo,
de odio, al de presencia a pesar del sufrimiento, al de amor innegable, incondicional y sobre
todo el silencio de Dios nos presenta la salvación.

4
ABSTRACT

The silence that a human being feels when is looking for God and that is not obtained
at that moment must be focused in rediscover the presence of God even in the silence, the
silence that for most people is incomprehensible and so hard to accept.

God had been revealed to humans since the very begging, but also since that moment
he had been present in the silence of the Creator. The most relevant and historic moment is
when his own son claims the presence of his Father on the Cross, in that moments of torture
and human pain is when the voice of God should be listened and moreover see the visible
presence of the loving Father besides his son.

Silence fills doubts and fears to everyone that presences this event. Many people, even
in this days stay in that doubt and that fear, not recognizing that despite silence, the presence
of God in the cross was an undeniable reality.

The presence of God, even in the silence of the cross or the human pain, is a reality that
we must discover. Then, the silence will overcomes the concept of absence, rejection and heat
to the presence over suffering, to undeniable and unconditional love and most of all the silence
that God offers us as salvation.

5
INDICE

ABSTRACT…………………………………………………………………………… ii

INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………….. 1

CAPÍTULO I: EL LENGUAJE Y CONOCIMIENTO DEL HOMBRE………….5

1.1. El lenguaje y el habla en el ser humano……………………………………….. 5


1.1.1. El lenguaje como hecho distintivo y propio de la persona…………………..... 5
1.1.2. El lenguaje y su relación con el habla……………………………………….....6
1.1.3. El habla como característica esencial del hombre……………………………...7
1.2. El lenguaje como posibilidad de conocimiento……………………………......9
1.2.1. Formas de conocimiento del hombre…………………………………………..9
1.2.2. El hombre conoce a través del lenguaje……………………………………….11
1.3. El silencio como lenguaje en el hombre……………………………………….13
1.3.1. La interpretación del silencio………………………………………………….13
1.3.2. El silencio como parte del habla……………………………………………….15

CAPÍTULO II: EL LENGUAJE DE DIOS PARA COMUNICARSE CON EL


HOMBRE……………………………………………………………………………...16

2.1. La Sagrada Escritura fuente de comunicación entre Dios y el hombre….……..16


2.1.1. Dios se comunica al hombre en el Antiguo Testamento…...….……………….16
2.1.2. Dios se comunica a través de la creación……….…………………………...…18
2.1.3. Los hombres que hablaban con Dios……………………………………….….21
2.2. El silencio de Dios en la Sagrada Escritura…………………………………......23
2.2.1. Dios calla ante sus profetas…………………………………………………......23
2.2.2. El silencio de Dios del AT al NT……………………………………………….25
2.3. El silencio de Dios en la cruz de Jesús………………………………………….29
2.3.1. Jesús revelación plena de la Palabra de Dios…………………………………...29
2.3.2. Las palabras de Jesús en la cruz………………………………………………...32
6
2.3.3. La Oración de súplica del salmo 22………………………………………..…...36

CAPÍTULO III: LA PRESENCIA DE DIOS EN EL SILENCIO………………...38

3.1. El silencio y la oración……………………………………………………..…..38

3.1.1. Oración de súplica a Dios……………………………………………………....38

3.1.2. El silencio orante del ser humano………………………………………………40

3.1.3. La respuesta por parte del Padre..………………………………………………42

3.2. El sufrimiento humano y el silencio de Dios…………………………………...44

3.2.1. El silencio de Dios en el sufrimiento humano………….……………………....44

3.2.2. La presencia de Dios en el sufrimiento humano…………………...…………...46

3.3. El silencio de Dios en la realidad actual………………………………………..48

3.3.1. La presencia de Dios en el mundo actual………………………………………48

3.3.2. La necesidad del silencio en el mundo actual…………..………………….......51

CONCLUSIONES…………………………………………………………………….54

7
INTRODUCCIÓN
Para el ser humano la capacidad que tiene de comunicarse a través del hablar es algo
esencial, es una habilidad que le hace ser lo que es, “…la facultad que hace del hombre un
hombre. Este rasgo es el perfil mismo de su ser. El Hombre no sería hombre si no le fuera
concedido el habla… ya desde el principio somos en el lenguaje y con el lenguaje”1. Pero esta
misma capacidad del lenguaje y del habla, implica un elemento esencial que en muchas
ocasiones no es profundizado, esto es el “silencio” como forma de comunicación.

El ser humano por naturaleza es un ser sociable y una de las formas en las que se
desarrolla en una sociedad es en su capacidad de hablar. Cuando el hombre habla trasmite
ideas, conocimientos, pensamientos, etc. En el hablar del ser humano se da también el hecho
del conocimiento, pero no es el único medio. El silencio en la vida del ser humano sirve,
también, como una forma de expresarse, sin utilizar las palabras.

El silencio en el ser humano se ha convertido en una forma de trasmitir y recibir


conocimientos. Esta realidad es fácil de aceptar en cuanto a la relación que hay entre seres
humanos, sin embargo, existe un silencio que causa temor, duda y hasta rechazo. Cuando entre
dos personas hay un diálogo fluido, ameno, comprensible, pareciera que no hay espacio para
el silencio, pero en cuento que se hace presente cambia el rumbo de la conversación.

Es así como se intenta explicar la incertidumbre que hay en el ser humano cuando se
presenta un diálogo fluido y mutuo entre él y su Creador, pero en momentos específicos se
hace presente el silencio y el rumbo de la conversación, del diálogo, del conocimiento cambia
radicalmente.

El hombre es un ser que dialoga, no solo entre los de su misma especie, también lo
hace con el “Ser” que le dio la existencia y todas sus capacidades. Dios crea a través de su
Palabra, se hace presente en la historia del ser humano a través de la Palabra, pero también lo
hace a través del silencio, que es muy difícil de comprender para el hombre, y en muchos
casos lo mal interpreta.

1
Heidegger, Martín, Tiempo y Ser, Salamanca, ed. Sígueme, tercera edición, 2003, p. 72.

8
Un acontecimiento más concreto del silencio de Dios en la historia humana es el que
tuvo que pasar el mismo Cristo en su cruz y éste hecho concreto nos lleva a interrogarnos, el
por qué si Dios calló en la cruz de Jesús, ¿podríamos creer que interviene en la historia a
nuestro favor?

Este es un hecho que afecta una parte sensible de la persona. Porque en ella se
presentan situaciones que ameritan la manifestación de Dios, pero por el contrario, el ser
humano se encuentra con un silencio, un callar por parte de Dios, que en muchas ocasiones es
incomprensible e incluso inaceptable.

Dios hace silencio ante el grito de Jesús en la Cruz “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?” (Mt, 27, 46). Ante este silencio por parte del Padre, el ser humano se
cuestiona el hecho de que Dios se manifieste en los momentos difíciles. Sin embargo, el
silencio forma parte de nuestra experiencia del conocimiento de Dios que se manifiesta aun
en ese mismo silencio.

Lo que implica el “silencio de Dios” tiene que ver con cuestiones profundas del
espíritu humano. Por esa razón, las diversas formas de reaccionar frente a la aparente
no-intervención de Dios, pueden ser de reproche, rechazo profundo e incluso de dudar de la
existencia de Dios.

Palabras particularmente significativas al tema tuvieron lugar en la visita del Papa


Benedicto XVI al campo de exterminio de Auschwitz. “En un lugar como este se queda uno
sin palabras; en el fondo sólo se puede guardar un silencio de estupor, un silencio que es un
grito interior dirigido a Dios: ¿Por qué Señor, callaste?, ¿Por qué toleraste todo esto?” Y lo
reiteraba más adelante en su mismo discurso: “¡Cuántas preguntas se nos imponen en este
lugar! Siempre surge de nuevo la pregunta: ¿Dónde estaba Dios en esos días? ¿Por qué
permaneció callado? ¿Cómo pudo tolerar este exceso de destrucción, este triunfo del mal?”2

2
Cfr. http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2006/may/documents/hf_ben
xvi_spe_20060528_auschwitz-birkenau_sp.html (1/10/13) (cita tomada de la página de la Santa Sede, discursos del Santo
Padre Benedicto XVI, 21/03/2014; 21:00)

9
Lo que está más allá de la palabra y del entendimiento del hombre nos habla
persuasivamente de Dios, pero el silencio que está más allá de la palabra del hombre se abre
en Palabra de revelación en la que Dios se manifiesta y al mismo tiempo se oculta “Muchas
veces y de muchas maneras habló Dios… en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio
del Hijo…” (Heb, 1, 1-2)

La Palabra que está viva se hace presente por la auto comunicación de Dios en la
mente y el corazón del creyente, que necesita del silencio para poder escuchar esa Palabra.
Esto es, abandono del propio conocimiento, para ser poseídos por el conocimiento de Dios. De
ese modo, el silencio es ámbito normal y esencial de la comunicación, condición de acogida y
comprensión de la manifestación de Dios. “En el principio existía la Palabra y la Palabra
estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios…” (Jn 1, 1)

El clima de oración es un ambiente adecuado para preguntarse por qué Dios no actúa
ante la devastación causada por las catástrofes de la naturaleza contra los hombres, ni ante el
sufrimiento atroz causado por los hombres a sus semejantes. Es así que la oración en el ser
humano toma un papel primordial para la compresión del silencio de Dios.

Fuera de la oración, esas preguntas se vuelven objetivas, es decir, se convierten en


exigencias ajenas al orden de gratuidad que es la misma creación, y acaban acercándose a la
blasfemia. Formuladas en diálogo con el Padre, encuentran una vía de iluminación y una
respuesta única en la figura de Cristo en la cruz. “La gran tradición patrística nos enseña que
los misterios de Cristo están unidos al silencio, y sólo en él la Palabra puede encontrar
morada en nosotros”3

Al entregar a su Hijo a la pasión y a la muerte por amor a los hombres, el Padre nos
introduce en una lógica que supera completamente el modo de pensar humano. La respuesta a
la pregunta “¿por qué callaste, Señor?”, aparece representada en el gran signo del Crucificado,
“Padre en tus manos pongo mi espíritu. Y dicho esto expiró” (Lc, 23, 46) Signo con el cual ha
marcado el camino de la confianza plena en Dios.

3
Del Santo Padre Benedicto XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal “Verbum Domini”, n 66, ed. Librería Editrice
Vaticana, Vaticano. (2010), pág 116.

10
Se convierte entonces en testigo, en alguien que mediante su testimonio, hace presente
a Dios allí donde parece reinar la necesidad impersonal, el dolor, el sufrimiento, el escándalo y
la locura. Al olvidarse de sí mismo y de sus dificultades, al actuar buscando el reino de Dios y
hacer presente su amor entre los hombres, se abre la fuente de sentido para el creyente, y el
silencio de Dios se convierte en presencia amorosa de Dios

Es así como el silencio se redescubre como signo indiscutible de que Él está presente
en la historia de los hombres, en la que actúa de forma escondida, pero que sigue actuando y
teniendo un papel primordial en la vida del ser humano. “La cruz de Cristo no solo muestra el
silencio de Jesús como su última palabra al Padre, sino que revela también que Dios habla a
través del silencio”4.

Desde esta perspectiva se abordará el desarrollo de este tema en tres capítulos, a saber:
El primer capítulo, trata sobre el silencio en el ámbito antropológico. Para esto se partirá de la
realidad esencial al hombre que es el comunicarse a través del lenguaje. También, se tratará
sobre la capacidad de aprender a través del lenguaje, para terminar con el desarrollo del
silencio como forma de conocimiento humano, y su interpretación en la esencia de la persona.

Para el segundo capítulo, se abordará el tema desde la perspectiva teológica, la cual


empieza con la manifestación de Dios al ser humanos, y de cómo Dios ha buscado un diálogo
a través de la historia del hombre, es Dios quien busca comunicarse con el hombre, y esta
comunicación incluso se da a través del silencio en la historia de la salvación. Dios que calla
en la cruz de su único Hijo, pero también la entrega y la confianza de Jesús en su Padre.

Finalmente, en el tercer capítulo se retomará la idea de la interpretación del silencio de


Dios a través de la oración, inclusive en los momentos difíciles que se presentan en la vida de
una persona, descubrir que el silencio o el aparente no actuar de Dios, no implica ausencia del
mismo, además redescubrir la presencia de Dios en el silencio, que se convierte en una forma
de salvación. “Bueno es esperar en silencio la salvación de Yahvé…” (Lm 3. 26)

4
Benedicto XVI, Catequesis sobre la oración en la Biblia, compilador P. Carlos Álvarez, ed. U. Simón Bolívar,
barranquilla, 2012, p. 337

11
CAPÍTULO I

LENGUAJE Y CONOCIMIENTO DEL HOMBRE


1.4. El lenguaje y el habla en el ser humano
1.4.1. El lenguaje como hecho distintivo y propio de la persona

El lenguaje impregna la vida de los hombres, desde su nacimiento hasta su muerte. El


hablar, usar palabras, incluso no decir nada es algo tan natural en nosotros como caminar y
como respirar. El lenguaje se nos presenta como algo tan obvio que parece inútil preguntarse
por su esencia, por su origen, por su significado o por su valor. Normalmente prestamos
atención a lo que se dice, pero pocas veces nos interrogamos sobre el modo cómo el lenguaje
dice las cosas, cómo se relaciona con la realidad, o qué nos dice de la realidad. El lenguaje es
nuestra manera de estar y ser en el mundo, es un dato que define lo humano.

Según una tradición antigua, nosotros y solo nosotros, somos seres que estamos preparados para
hablar y por ello poseen el lenguaje. No es que la facultad de hablar sea en el hombre una capacidad
yuxtapuesta a las demás o en el mismo plano que las otras. Es por el contrario, la facultad que hace del
hombre un hombre. Este rasgo es el perfil mismo de su ser. El Hombre no sería hombre si no le fuera
concedido el habla… ya desde el principio somos en el lenguaje y con el lenguaje5

El lenguaje aparece como el hecho distintivo y propio del ser humano. Es precisamente
esto lo que motiva a profundizar en la riqueza y centralidad del lenguaje. El lenguaje es objeto
epistemológico-histórico, categoría que posibilita el conocimiento y el factor cultural. En el
lenguaje se funda y transmite el pensamiento de la persona, la posibilita y estructura en el
proceso cognitivo. Por esto, el lenguaje se convierte en una especificidad humana, refleja y
consolida sus procesos históricos, articula y mediatiza las creencias y visiones de la realidad.

El lenguaje se transforma en causa y base para el encuentro y la comunicación con el


otro, permite la comunicación, y la transmisión de ideas, obteniendo como resultado que la
persona pueda relacionarse, teniendo en cuenta estos acontecimientos, el habla se convierte en
el ser del lenguaje6 y de esta manera se muestra que el lenguaje y el habla están íntimamente
unidos y son instrumentos para el desarrollo del ser humano.

5
Heidegger, Martín, Tiempo y Ser, Salamanca, ed. Sígueme, tercera edición, 2003, p. 72.
6
Cfr. Heidegger, Martín, El ser y el tiempo, Bogotá, ed. Fondo de cultura económica, 1998, p. 179

12
1.4.2. El lenguaje y su relación con el habla

Cuando el ser humano va creciendo, casi todos, van desarrollando la habilidad para
comunicarse a través del lenguaje, posteriormente tendrán la capacidad para comprender y
expresar sus pensamientos más claros y concretos en el lenguaje hablado pero también escrito.

Esto permite que el ser humano pueda expresar ideas, emociones, gestos, inquietudes,
actitudes, etc. Pero teniendo en cuanta que el ser humano es el único que puede expresar todo
esto, a través del hablar que es el ser del lenguaje, y de igual manera es el único que puede
interpretar y comprender estas mismas ideas.

El habla es de igual originalidad existenciaria que el encontrarse y el comprender… el habla es


la articulación de la comprensibilidad. Sirve, por ende, ya de base a la interpretación y la proposición.
Lo articulable en la interpretación, o más originalmente ya en el habla, lo llámanos el sentido7.

Aristóteles definía al hombre como un ser vivo que tiene logos, como “zoon logos
ejon”, de esta forma estaba afirmando que el ser humano se distingue del resto de los
animales, no sólo por estar dotado de razón, sino también por tener y utilizar un lenguaje. El
hombre es un ser que habla, el único ser vivo que tiene palabra8, el hombre es hombre porque
vive instalado en el mundo del lenguaje.

Si hacemos una comparación con la capacidad comunicativa de los animales9, no se


quiere decir precisamente que los animales tengan la misma capacidad de comunicación que el
ser humano. Es indudable que los animales se comunican entre ellos, inclusive con códigos-
señales muy elaborados, y con los seres humanos.

7
Ídem.
8
Cfr. Aristóteles, Política, I, 2, 1253 a, 10: “...el hombre es por naturaleza un animal social... la razón por la que
el hombre es un ser social, más que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza no hace nada en vano,
y el hombre es el único animal que tiene palabra. Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen
también los demás animales... Pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo
justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales...; Etica Nicomaco, 2, 8, 1098 a, 4:
“He aquí lo que se produce cuando se convive y se intercambian palabras y pensamientos, porque así podría
definirse la sociedad humana...”.
9
Normalmente se habla del lenguaje de las abejas, de las hormigas, de los chimpancés, para afirmar que a los
animales les corresponde un código comunicativo: las ballenas y delfines también se comunican mediante la
emisión de sonidos peculiares. Estos ejemplos podrían inclinarnos a pensar que el lenguaje es algo común a los
hombres y animales. Nada más lejos de la realidad, pues una cosa es comunicarse y otra muy distinta hablar,
capacidad únicamente dl ser humano.

13
A la luz de experimentos científicos algunos investigadores, llegaron a sostener que la
capacidad de comunicarse por medio de símbolos y sintaxis estaba al alcance de los simios.
Pero, hoy sabemos que la solución no es tan fácil. No es lo mismo la capacidad comunicativa
animal que la capacidad racional y la utilización del lenguaje humano10.

El lenguaje utilizado por el ser humano es mucho más complejo y lleno de información
que cualquier señal o sonido emitido por la gran mayoría de animales que se comunican por
esos medios. El lenguaje para el ser humano es parte de su esencia, y cuando lo utiliza para
comunicarse o para conocer lo hace desde sí mismo, es decir, que cuando una persona se
comunica a través del lenguaje implica todo su ser.

Es precisamente por eso, que el lenguaje del ser humano es más profundo en su mismo
ser que cualquier otra forma de comunicarse utilizado por otros seres vivos. La forma de
lenguaje utilizado en muchos animales es esporádico y hasta externo a su mismo ser, pero en
cuanto al lenguaje utilizado por el ser humano es parte de su mismo ser, es intrínseco a él.

1.4.3. El habla como característica esencial del hombre

El ser humano habla. Hablamos en la vigilia y en el sueño. Hablamos sin parar, incluso
cuando no pronunciamos ninguna palabra, sino que escuchamos o leemos; hablamos tanto si
nos dedicamos a una tarea o nos abandonamos en el ocio. Hablamos constantemente de una u
otra forma. Hablamos, porque hablar es connatural al ser humano. El hablar no nace de un acto
particular de la voluntad. Se dice que el hombre es hablante por naturaleza. La enseñanza
tradicional dice que el hombre es, a diferencia de la planta y la bestia, el ser vivo capaz de
hablar. Esta afirmación no significa que el hombre posea junto a otras facultades, la capacidad
de hablar. Más bien quiere decir que es el propio lenguaje lo que hace al hombre capaz de ser el
ser vivo que es en tanto que hombre. El hombre es hombre en cuanto que es capaz de hablar 11.

El lenguaje humano posee unos rasgos únicos, que los distinguen no sólo cualitativa,
sino cuantitativamente de los distintos modos de comunicación animal. Cuando una persona
utiliza el habla como forma de comunicación le son esenciales como posibilidades el oír y el
callar, por esto, el lenguaje no solo pude ser reducido a la forma del habla.

10
Han sido muchas las experiencias llevadas a cabo en universidades americanas con monos, pero todas han
llegado a la misma conclusión: el lenguaje compete de manera propia e intrínseca únicamente al hombre. A las
otras especies animales se les atribuye de manera en cierto modo abusiva por la relación extrínseca que pueden
guardar con el sistema lingüístico humano. Las distintas experiencias han demostrado, por un lado, que los
chimpancés son más inteligentes de lo que se creía, pero, por otro lado, que son incapaces de hablar y de
aprender a comunicarse por medio del lenguaje humano.
11
Cfr. Heidegger, Martín, El ser y el tiempo, Bogotá, ed. Fondo de cultura económica, 1998, p. 180

14
El lenguaje humano no es fruto de una actividad instintiva, a diferencia de la forma de
comunicación animal que es instintivo e involuntario. El lenguaje humano no se trata de un
código de señales inmutables, sino de un sistema simbólico que hace posible la comunicación
intencional y que expresa lo más profundo de la misma persona.

La forma de comunicación animal es una función programada filogenéticamente12,


pues se trata de una función simple que cuenta con unos órganos más o menos específicos. El
lenguaje humano no es una función programada, y, por tanto, no cuenta con unos órganos
exclusivos y específicos del lenguaje, pero forma parte de su mismo ser.

El lenguaje humano no es equiparable según la situación, ni es explicable sólo desde lo


biológico; el hombre habla siempre una lengua concreta que es producto cultural y se
transmite socialmente. Para que el hombre aprenda a hablar debe existir una lengua que
aprender. Aunque la capacidad lingüística del hombre sea espontánea, la utilización concreta
de una lengua es siempre un producto cultural13.

La forma de comunicación animal, como código heredado con un número fijo de


señales, se construye siempre en relación a estímulos específicos, como la presencia de
comida, una situación de peligro, la cercanía de predadores y otras situaciones más. Esto
representa siempre y de forma exclusiva una situación inmediata.

El lenguaje humano, por el contrario, puede transmitir información sobre aspectos,


propiedades, lugares o acontecimientos pasados, presentes o futuros, reales e irreales, posibles
o imaginarios, cercanos o lejanos. Con el lenguaje podemos emitir y comprender un número
ilimitado de mensajes, incluso podemos nombrar lo desconocido.

En sentido semántico, el lenguaje humano es infinitamente productivo, pues a


cualquier expresión lingüística podemos agregar contenidos informativos no predecibles. Otro
rasgo de la universalidad semántica se manifiesta en el desplazamiento del mensaje, pues el
emisor y el receptor pueden comunicarse aunque no tengan contacto directo o inmediato con
las condiciones o acontecimientos a los que se refieren.

12
Parte de la biología que se ocupa de las relaciones de parentesco entre los distintos grupos de seres vivos.
13
Cfr. Alston, William, Filosofía del lenguaje, Madrid, ed. Alianza S.A, 1974, p. 79

15
1.5. El lenguaje como posibilidad de conocimiento
1.5.1. Formas de conocimiento del hombre

Conocer es fenomenológicamente14 hablando, un aprender, es decir, el acto por el cual


un sujeto asimila un objeto,15 y la vida del Ser Humano es un constante aprender, conocer, y
un darse a conocer en el mundo en el cual se desarrolla, este aprender o conocer del hombre se
da a través de varias formas, por ejemplo: el ser humano conoce por los sentidos, la vista, el
oído, el tacto, etc. A esta forma de conocimiento se la denomina como conocimiento sensible.

Además del conocimiento sensible, el ser humano puede llegar a conocer a través de la
comprensión racional, que es aquella que se adquiere por la razón, la experiencia y la
intuición. Así se podría citar muchas formas más de conocimiento en el ser humano, sin
embargo el punto común que debemos resaltar es el lenguaje como parte esencial del
conocimiento del hombre.

El lenguaje, tanto en términos de su léxico como de su estructura, representa una


manera singular de percibir o conocer la realidad. Prácticamente todo lo que llamamos
conocimiento fue y es adquirido a través del lenguaje. Eso significa que la llave de la
comprensión del conocimiento es conocer el lenguaje.

Es así que el lenguaje se convierte en parte esencial para el conocimiento, pero además,
nos ayuda a trasmitir conocimiento, es decir, que enseñar Biología, Matemática, Historia,
Física, Literatura o cualquier otra materia es, en un último análisis, enseñar un lenguaje, un
modo de hablar y, consecuentemente, un modo de ver y conocer el mundo.

Como hemos visto, el conocimiento que el hombre adquiere tiene diferentes formas
que son muy diversas y complejas, sin embargo, la esencia del conocimiento se da por algo
que es inherente al hombre y que es tan común que no nos preguntamos cómo funciona, sino
que solo lo utilizamos, esto es el lenguaje humano.

14
Conjunto de fenómenos que caracterizan un proceso u otra cosa. Ciencia de los fenómenos físicos o
psíquicos, en su génesis y en sus manifestaciones en el tiempo y en el espacio.
15
Cfr. Ferrater Mora, José, Diccionario de Filosofía tomo I (A-D), Barcelona, ed. Ariel, S.A, 1998, p. 661

16
El lenguaje, más que una forma de conocimiento del hombre, es la esencia del
conocimiento. Es por eso que al lenguaje no se lo puede definir como el conocimiento de un
sujeto a un objeto, sino que es el conocimiento de un sujeto a otro sujeto. Es así que las
personas llegan a conocer a través de la utilización del lenguaje.

El lenguaje humano es el único que permite conocer al sujeto que se comunica. El


lenguaje utilizado por los animales, no da a conocer el estado de ánimo, los sentimientos, los
deseos, o los pensamientos del sujeto emisor, simplemente transmite un mensaje. Mientras que
el lenguaje humano si puede trasmitir algo más que un mensaje.

Solo el ser humano puede ser capaz de darse a conocer a través del lenguaje, por ser
éste parte de su misma naturaleza. Cuando el ser humano se comunica, no solo, trasmite un
mensaje, en muchos casos, es él mismo el que se da a conocer por medio de la utilización del
lenguaje.

Cuando una persona conoce a otra persona tiene una relación más profunda, no es
como conocer un objeto más. La relación que se establece entre personas por medio del
lenguaje es más íntimo y personal. Es por esto que el lenguaje se convierte en parte esencial
del conocimiento entre personas, porque se establece una relación en el mismo ser de la
persona.

1.5.2. El hombre conoce a través del lenguaje

El lenguaje es sin duda parte esencial del hombre, que nos permite utilizar la razón,
una capacidad característica nuestra, por la que nos calificamos de seres racionales. En y con
el lenguaje el ser humano se desarrolla, llega a ser lo que está llamado a ser, una persona
racional que puede establecer una comunicación, una relación profunda con seres de su misma
especie, esto gracias a la utilización del lenguaje.

Según una tradición antigua, nosotros y solo nosotros, somos seres que estamos preparados para
hablar y por ello poseemos el lenguaje. El lenguaje es la facultad que hace del hombre un hombre. Este
rasgo es el perfil mismo de su ser. El Hombre no sería hombre si no le fuera concedido el habla… ya
desde el principio somos en el lenguaje y con el lenguaje16

16
Heidegger, Martín, Tiempo y Ser, Salamanca, ed. Sígueme, tercera edición, 2003, p. 72.

17
El ser racional del hombre es dado por su capacidad de razonar, de pensar, de conocer
a través del lenguaje, por consiguiente el lenguaje es esencial para hacer al hombre un ser
racional. Gracias al lenguaje el hombre es un hombre, un ser que conoce y se deja conocer. “El
lenguaje natural, tanto por el significado de sus expresiones como por la naturaleza de sus
reglas, es un tipo de estructura pública, comunitaria y social”17

Por medio del lenguaje, el ser humano es capaz de realizar generalizaciones y


abstracciones, y referirse a realidades pasadas, futuras o imaginarias. Es por esto que aunque
los animales puedan emitir y entender signos que expresan emociones básicas, como dolor,
alegría, temor, rechazo o atracción, no pueden expresar realidades más complejas, como
instrucciones, reglas o valoraciones.

El ser humano en cambio, sí lo puede hacer. La capacidad simbólica y el lenguaje


humano, además, constituyen los cimientos de la dimensión cultural humana, la persona es
persona en el seno de una cultura: el arte, la ciencia, la moral, la religión... Todos estos
fenómenos que forman la cultura son posibles gracias a la capacidad que el hombre tiene de
conocer y dejarse conocer a través del lenguaje.

El lenguaje epistemológico es en todo caso un lenguaje privado: nuestras palabras traducen


nuestras sensaciones; cuando digo mesa, aunque emplee el término para referirme a un objeto que creo
exterior, de hecho solo puedo referirme a mis sensaciones de un cierto color, tamaño, forma, tacto… En
general, se trata de construir un lenguaje universal al que se pueda traducir las experiencias privadas, de
manera que así pueda servir para la comunicación en general.18

El lenguaje en su esencia nos permite razonar y a través del razonamiento podemos


conocer, pero a la vez, es algo que limita nuestro conocimiento puesto que no podremos
entender algo que no podamos explicar mediante el lenguaje, por el hecho que el lenguaje es
limitado.

El lenguaje se desenvuelve en el ámbito de nuestro conocimiento, en cuanto


conocemos, podemos expresar ese conocimiento, pero hay cosas que salen de nuestro
conocimiento sensible y por ende, también de la transmisión por medio del lenguaje, porque
no podemos dar a conocer algo que no podemos expresar o explicar con nuestro lenguaje

17
Blasco, Josép, Lenguaje, filosofía y conocimiento, Barcelona, ed. Ariel, 1973, p. 146.
18
Ibíd., p. 667

18
El lenguaje es una herramienta lógica que sirve para someter a análisis los elementos
observables, se relacionan, se comparan y se comprenden. Por ejemplo tal objeto es más alto
que aquello, más cercano, de color diferente, menos pesado, etc., son procesos comparativos
comunes del lenguaje, y tras su aplicación solemos tomar las decisiones pertinentes, adecuada
a cada caso particular.

No obstante todo aquello que no podemos explicar lingüísticamente quedará excluido de


nuestra percepción de la realidad. Por tal razón los límites del lenguaje son los límites de
nuestro conocimiento, es decir, que cada persona conoce de acuerdo a la capacidad del
lenguaje. Así como el lenguaje nos permite conocer y relacionarnos con los demás, también
nos limita en cuanto al conocimiento del otro.

Un ejemplo claro del conocimiento limitado que podemos tener por el lenguaje es la
naturaleza divina, que no puede ser conocida por los límites que tiene el lenguaje humano, y
que además es imposible de expresar con palabras, esta naturaleza nunca podría pertenecer a
la realidad percibida por nosotros y sería ignorada hasta que el lenguaje y la razón, la
asumieran19.

Es por eso que la divinidad se debe hacer humanidad para poder relacionarse
profundamente. El lenguaje en cuanto al conocimiento de lo divino es limitado, pero en cuanto
a la humanidad es amplio y pleno. Es así que la divinidad, si quiere darse a conocer a la
humanidad, debe asumir esa misma naturaleza y así poder relacionarse y darse a conocer por
medio del lenguaje humano.

19
El IV Concilio de Letrán (1215) declara explícitamente que no podemos decir nada plenamente
verdadero sobre Dios, a partir de nuestros conocimientos humanos, porque nuestro conocer es limitado en
cuanto a la Divinidad. Entre el Creador y la criatura no se puede afirmar semejanza alguna, sin afirmar que
entre uno y otro es más grande todavía la diferencia. Hablamos de Dios..., de su existencia, de su
personalidad, de las tres personas en Dios, de su libertad, de su voluntad que nos interpela... Hemos de
hablar de él, no podemos hacer, así sin más, un silencio sobre Dios. Pero cuando hablamos de Dios, la mayor
parte de las veces olvidamos que nosotros no podemos afirmar nada sobre Dios con una cierta legitimidad a
menos que añadamos al mismo tiempo una negación de lo que hemos afirmado, manteniéndonos así en la
terrible oscilación entre el sí y el no, el verdadero y único fundamento de nuestro conocimiento. Esta es la
condición de toda afirmación nuestra sobre Dios: que quede sumergida en el silencio del Dios inalcanzable.

19
1.6. El silencio como lenguaje en el hombre
1.6.1. La interpretación del silencio

Este límite o incapacidad del lenguaje para explicar o hacer referencia a algo, lleva a
realizar una acción, que se utiliza como forma de comunicación e incluso de conocimiento,
esto es el silencio, porque inclusive en el silencio se presenta un pensamiento, por ejemplo la
frase que dice: “De lo que no se sabe es mejor no decir nada”20 ese no decir nada ya implica
un mensaje, una idea, un hecho, ese silencio trasmite un conocimiento que también se lo
puede denominar como lenguaje.

Algunos tipos de silencio son: El silencio pasivo, es absoluto, en el que la mente


parece quedarse “en blanco”. Desaparece el deseo de pensar y de hablar. No produce ni crea
nada, es destructivo del ser mediante el que se buscaría el reposo total semejante a la muerte,
es así un silencio mortífero.

La nada por el todo, en el que se desea decir todo, pero no se encuentran las palabras
o expresiones que hagan llegar al otro todo lo que el sujeto siente, porque la palabra es
limitada, mientras que en el silencio cabe todo pero nada se expresa. Hay que renunciar a ese
deseo de ser totalmente comprendido por el otro, como si fuese uno mismo, para poder
comunicar algo de lo que se siente.

Silencio pensante, en el que se busca la mejor manera del decir de cada uno,
ordenando las ideas, buscando las expresiones adecuadas para la persona a la que va dirigido
el mensaje.

Silencio creativo, sería el silencio más evolucionado, en el que la mente trabaja para
sacar a la luz una creación. No tiene por qué ser un silencio en la quietud, por el contrario, se
puede pensar e ir realizando lo que se piensa y mientras se realiza van apareciendo nuevas
ideas que enriquecen la elaboración. Casi lo podríamos definir como el diálogo de uno mismo
con la propia capacidad de realización.

20
Lugwin Wittgenstein, Tratatus Logico-philosophicus http://www.redalyc.org/pdf/844/84410104.pdf
(26/02/2016, hora: 18:30)

20
Silencio destructivo, muchas veces dirigidos a otro específico, al que se dice querer,
pero al que se castiga con un silencio hostil. Este tipo de silencio destruye los cimientos de las
relaciones, ya que éstas solo pueden funcionar aclarando los malos entendidos, realizando
continuos pactos y alimentándolas con el intercambio de vivencias a través de la palabra.

El silencio indiferente, funciona, sobre todo, en los grupos y organizaciones,


empezando por la familia donde, a veces, sus miembros viven de una forma mecánica sin que
ninguno parezca tener la necesidad o el tiempo de escuchar ni de decir nada a los otros; con la
televisión en marcha casi todo el tiempo, o embelesado cada uno en sus propios pensamientos
y ocupaciones21

1.6.2. El silencio como parte del habla.

El hombre pregunta y responde con su lenguaje y espera una respuesta también con su
propio lenguaje, pues aun cuando sea otro idioma, buscará traducirlo no sólo en un sentido
lingüístico, sino también cultural y sobre todo le dará su propia asimilación.

Cuando el hombre se comunica con otro hombre, éste espera una respuesta, se prepara
para tener un diálogo, para conversar, intercambiar ideas a través del habla, sin embargo, en
algunas ocasiones se obtiene como respuesta un silencio, que rompe todo esquema preparado,
pero esto no quiere decir que el silencio sea contrario al habla, a la comunicación o al
conocimiento por parte del lenguaje.

“El hecho de que a menudo no lleguen a expresarse verbalmente es sólo la señal de


una determinada forma del habla…”22 esto quiere decir que el silencio es parte de la
capacidad única en el ser humano de poder hablar y comunicarse con los demás seres de su
propia especie incluso cuando no pronuncian verbalmente una sola palabra.

21
Ferrer Ramón, Carmen, Los lenguajes del silencio, Internet.
http://tupsicoterapeuta.com/pdf/otros/2_EL%20SILENCIO%20Y%20LA%20PALABRA_23012005.pdf
(17/03/2013- 18:00)
22
Heidegger, Martín, El ser y el tiempo, Bogotá, ed. Fondo de cultura económica, 1998, p. 181

21
Así pues, la palabra y el silencio no pueden considerarse como términos
opuestos, como si la presencia del uno determinase la exclusión y la huida del otro; son
más bien dos aspectos que forman el lenguaje humano como dato constitutivo del ser
hombre.

Por tanto, no existe conflictividad alguna entre el silencio y la palabra, entre el


silencio y el habla, sino unidad e integración, en la que el silencio tiene una prioridad
temporal y ontológica. No se daría palabra sin silencio; pero tampoco se daría verdadero
silencio más que como suspensión de la palabra.

El mismo fundamento existenciario tiene otra posibilidad esencial del hablar, el callar.
Quien calla en el hablar uno con otro puede dar a entender, es decir, forjar la comprensión,
mucho mejor que aquel a quien no le gustan palabras. El decir muchas cosas sobre algo no
garantiza lo más mínimo que se haga avanzar la comprensión…quien nunca dice nada tampoco
puede callar en un momento dado. Sólo en el genuino hablar es posible un verdadero callar. Para
poder callar “necesita el ser ahí” tener algo que decir… la silenciosidad es un modo del habla…23

El silencio no es una pausa debida al cansancio del hablar, ni se presenta cuando


la palabra ha dejado de existir; al contrario, constituye la esencia de todo lenguaje
humano, ya que representa su fuente original y su fin último. El silencio es una realidad;
es un hecho que existe así, simplemente; que permite reflexionar y expresarse y volver
sobre uno mismo para dar un significado pleno a la propia reflexión y expresión.

Así pues, podríamos decir que el silencio es un acontecimiento original, que


existe lo mismo que la vida, la muerte, la fe, el amor...; que quizá de alguna forma
contiene a todos los demás, porque se identifica con el misterio mismo del propio ser.
Sumergiéndonos fuera del tiempo y del espacio, nos insertamos en aquel acto creador
original por el que nos relacionamos inmediatamente con el Creador.

23
Ibíd., 183 y 184.

22
CAPÍTULO II

EL LENGUAJE DE DIOS PARA COMUNICARSE CON EL HOMBRE

2.1. La Sagrada Escritura fuente de comunicación entre Dios y el hombre

2.1.1. Dios se comunica al hombre en el Antiguo Testamento

Teniendo en cuenta lo dicho en el capítulo anterior, que la facultad que hace del
hombre un hombre es su capacidad de comunicarse a través del lenguaje24, hay que tener
presente la Sagrada Escritura como el medio por el cual Dios se revela, se da a conocer, se
comunica con los hombres.

Dios habla desde el inicio de la creación e inclusive, hay como un cuestionamiento o


diálogo entre su mismo ser Trinitario “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” 25
(Gén 1, 26), y posteriormente con el hombre, “no comerás del fruto del árbol del
conocimiento del bien y del mal” (Gén 2, 27)

Hoy lo tenemos inmortalizado en la Sagrada Escritura, que se convertiría en la Palabra


de Dios, son los hechos realizados por Dios desde el momento de la creación, es el diálogo
entre el Creador y su creatura que con el pasar del tiempo se quedó plasmado en la escritura.

Más bien debería decirse que la fuente cristiana es, ciertamente, la palabra de Dios, pero que la
palabra de Dios es la biblia y la tradición… la tradición y la escritura no son dos fuentes independientes,
que se complementan exteriormente. Para los antiguos cristianos, la biblia es tan poco separable de la
tradición, que, en realidad, forman parte de la misma: es su elemento esencial, el núcleo, si se prefiere
así26.

Cuando Dios se comunica con su creación, lo realiza de manera que la creación lo


pueda entender, se dirige al hombre directamente, Dios habla con él. “Y los bendijo Dios con
estas palabras: sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra y sométanla… Dijo Dios:
vean que les he dado a ustedes toda hierba de semilla que existe sobre la faz de la tierra…”
(Gén 1, 28-29),

24
Heidegger, Martín, Tiempo y ser, Salamanca, ed. Sígueme, tercera edición, 2003, p. 72
25
Los textos bíblicos serán timados de la Biblia de Jerusalén Latinoamericana, Bilbao, 2001.
26
Bouyer, Louis, La Biblia y el Evangelio, Barcelona, ed. Estela S.A, 1965, p. 11.

23
Sin embargo, el tiempo es un enemigo de la tradición, de los recuerdos y diálogos de
Dios con el ser humano, y es por esto que la tradición oral tenía que adaptarse a una cultura
capaz de trasmitir su mensaje por medio de la escritura.

Y es ahí donde aparece la escritura como una forma de trasmitir los relatos y los
diálogos que tuvo Dios con el ser humano, pero no es cualquier escritura, sino que se convierte
en Palabra de Dios, es el mismo diálogo, el mismo hablar de Dios que se presenta de una
forma escrita.

Es, pues, en la Iglesia, cuerpo de la palabra de Dios viva hecha carne, que continúa siendo
espíritu y vida, la palabra en otros tiempos inspirada a hombres de carne. Así, pues, la tradición católica,
lejos de negar la importancia única de la sagrada escritura, como demasiado a menudo se ha creído,
continúa otorgándole todo su valor, precisamente porque continúa otorgándole todo su sentido27

La Sagrada Escritura debe ser para nosotros el lugar donde encontremos expresada la
verdad cristiana, por el hecho que es la Palabra de Dios escrita, es el mismo Dios, que en cada
momento, en cada circunstancia quiere seguir hablando, comunicándose, entrando en diálogo
con el ser humano.

Pero también es el anhelo del hombre por escuchar, leer, conocer más profundamente a
su Creador, es el mismo anhelo y necesidad que tiene el hombre por comunicarse con los de su
misma especie, que lo lleva a buscar una forma para entablar una vía de comunicación, un
lenguaje con su Creador. Es el hecho de que el hombre solo puede ser hombre mientras tenga
un lenguaje y se comunique con otros, lo que ya se vio en el capítulo anterior.

He aquí por qué el título de palabra de Dios pertenece propiamente a la escritura, a pesar que
pueda aplicarse también al conjunto de la tradición. Nada más característico de la biblia, y a partir de
ella de la tradición judía, después cristiana, que la noción de palabra de Dios. La creencia básica de los
judíos y de los cristianos es que Dios ha hablado al hombre. Mejor todavía: que no cesa de hablarle, y
antes que nada, por medio de este órgano inspirado: la escritura28.

Después de la tradición oral, hecho importantísimo para la comunicación y el


conocimiento del hombre, la escritura toma un papel de igual valor y un gran peso de
justificación, ya no solo era la parte oral, sino que ahora estaba fundamentada con la escritura,
esto quiere decir que, la escritura se transformó en un diálogo que permanece siempre vigente,
entre el Creador y sus creaturas.

27
Ibid, 12
28
Ibid, 13

24
Lo que he escrito, está escrito (Jn 19, 22), responde Pilato a los sumos sacerdotes que acuden a
quejarse de la inscripción fijada en la cruz de Jesús… en la cosa escrita hay algo de irrevocable; es una
expresión solemne y definitiva de la palabra, por lo cual se presta naturalmente a expresar el carácter
inefable e intangible de la Palabra divina, la que permanece para siempre29.

Esto nos lleva a concluir que la Sagrada Escritura es testimonio de la manifestación de


Dios, de un Dios que desde el principio busca relacionarse, tener un diálogo, poder hablar con
su creatura, y lo realiza a través de la historia, y la escritura es el fundamento de este diálogo,
es la transcripción de la Palabra Divina, que es expresión permanente de la acción de Dios, de
sus exigencias y de sus promesas.

La Palabra de Dios es sagrada como el mismo Dios, y toda su creación lo acepta así.
Por esto la Sagrada Escritura empieza narrando el inicio de todo, donde Dios comienza un
diálogo consigo mismo, y por este hablar junto con su palabra son creadas todas las cosas y
estas cosas se convierten en un hablar, en un diálogo por parte de Dios.

2.1.2. Dios se comunica a través de la creación.

Siguiendo lo visto anteriormente, la creación se convierte en una forma de lenguaje,


que Dios utiliza para comunicarse, para entablar un diálogo y por ende para relacionarse con el
ser humano, debemos tener presente, también, que el lenguaje es utilizado a otro nivel de ser,
esto es con la divinidad, con el Creador.

Es Dios, desde el principio, quien toma la iniciativa de comunicarse y busca una forma
de darse a conocer, es así que utiliza el lenguaje humano para relacionarse con su creación
pero en especial con el ser humano. Y esto lo realiza desde la misma realidad humana,
valiéndose del lenguaje en el mismo hecho de la creación.

El judeocristianismo había desencantado la naturaleza. Sin embargo el cristianismo no alimenta


una relación irreverente frente a la naturaleza porque ve en ella los “vestigia Dei”, una diafonía de lo
divino. La historia de las religiones muestra, en efecto, que la naturaleza es nuestro primer alfabeto
coloquial en el misterio… porque la creación, “es un sacramento 30, el espejo en el que Dios se mira”.
Pero se hace una aguda precisión: “Aun cuando sea cierto que Dios, en Cristo, está en todo, no todo es
Dios31

29
Léon-Dufour, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblico, Barcelona, ed. Herder, 1982. P. 288
30
El término “Sacramento”, en este caso se lo debe entender como una cosa sagrada, algo sagrado, no como
uno de los siete sacramento que presenta la Iglesia Católica, porque esto es la creación, si nace o viene de un
ser sagrado, consecuentemente también es sagrado.
31
Berzosa, Raúl, Para comprender La Creación en clave Cristiana, España, ed. Verbo Divino, 2000, p. 44.

25
Dios que ha existido desde la eternidad, pensó en una forma de comunicar y
comunicarse, de revelarse, de hacerse presente, y esto lo realiza a través de la creación, porque
toda la creación es un lenguaje, es un diálogo, es una forma de hablar por parte de Dios. Y en
el cosmos Dios tiene un doble modo de crear, por palabras y hechos 32 “Dijo Dios: haya luz”
(las palabras de Dios) y “hubo luz” (las acciones de Dios) (Gén 1, 3).

En el primer relato de la creación se puede observar estas dos formas de comunicación


de parte de Dios, en 10 ocasiones, éste relato, utiliza el término “Dijo Dios” y casi la misma
cantidad de veces la frase “y así fue”, esto nos da a entender la forma en la que Dios se
comunica, y como se manifiesta en toda su creación.

Es por esto que la misma creación de Dios es una forma de comunicarse, de revelarse.
“Pues la grandeza y hermosura de las creaturas se descubre, por analogía, a su Creador” (Sb
13, 5) Es decir, la creación seria como el lenguaje de Dios, por el cual Él se revela y quiere
darse a conocer, porque en ella está presente la Palabra de Dios y la acción de Dios. Y el
evangelista Juan dice: “Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros” (Jn 1, 14)

Es la misma Palabra de Dios que escoge la creación para darse a conocer, “Él es
imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas
las cosas” (Jn 1, 15-16) Es así que Dios se revela a la creación en la presencia de Jesucristo,
que es la Palabra de Dios hecha carne y que se convierte en el intermediario de conocimiento
entre el Creador y sus creaturas.

La creación es un primer paso para la realización del diálogo con el hombre, incluso es
Dios, quien al crear al hombre lo hace capaz de comunicarse, no solo al nivel de su misma
especie, sino que inclusive le da la capacidad de comunicarse con su creador, con el mismo
lenguaje que utilizará para relacionarse con los otros, “Dios ha tomado la palabra humana en
la integra totalidad de sus manifestaciones”33.

32
Cfr. ibíd. 55
33
Mannucci, Valerio, La Biblia como Palabra de Dios, Bilbao, ed. Desclée de Brouwer, S.A, 1995, p. 19.

26
En la Sagrada Escritura, Dios se manifiesta directamente al hombre, y lo hace
utilizando el mismo lenguaje, es Dios el que se manifiesta a su creación y sobre todo al ser
humano con cualidades netamente humanas, crea el mundo en seis días y el séptimo descansa,
y todo lo que ha creado lo ha hecho a través de su Palabra, “En el principio existía la Palabra,
la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a
Dios. Todo se hizo por ella, y sin ella nada se hizo” (Jn 1, 1-3)

El Génesis nos presenta un diálogo directo con su creación. “Y dijo Dios, hagamos al
ser humano a nuestra imagen, como semejanza… Creó, pues Dios al ser humano a imagen
suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó (Gén 1, 26)”, y después de crearlos
se dirige directamente a ellos diciendo: “Y Dios impuso al hombre este mandamiento, de
cualquier árbol del jardín puedes comer, más del árbol de la ciencia del bien y del mal no
comerás”. (Gén 2, 16-17)

Con esto podemos observar que Dios, después de haber terminado su creación, tiene un
diálogo con ella, y es un diálogo directo, es un diálogo que implica conocimiento y lo hace
utilizando el mismo lenguaje del ser humano, es decir se comunica con ellos a través de las
palabras e incluso en el silencio que aparecerá en la misma creación, “En el principio creó
Dios el cielo y la tierra… oscuridad cubría el abismo, y un viento de Dios aleteaba por
encima de las aguas” (Gén 1, 1-2)

Dios habla con los primeros hombres “Adán y Eva”, y luego con sus descendientes
“Caín y Abel”. Dios quiere comunicarse, no porque Él tenga que hacerlo, o se haya sentido
obligado a crear y luego a comunicarse con su creación, sino que al contrario, Dios habla con
su creación por pura libertad y amor. No es un Dios egoísta, que crea para burlarse de la
finitud e incapacidad de su creación, sino que se da a conocer, para que su creación también
pueda compartir sus gracias y alegrías.

27
Dios no ha creado el cosmos porque no pudiera dejar de hacerlo, es decir, porque se viera
forzosamente obligado, en razón de su esencia, a actuar creadoramente… y menos aún crea Dios al
mundo porque le faltara algo que necesitaba… La creación para Dios le es querida y valiosa. Pero no
porque pueda llenar una laguna existente en Dios, sino en la conocida sentencia de Irineo: el Hombre
viviente es la gloria de Dios. Es decir: Dios llama a todas las cosas a la existencia única y puramente por
amor al hombre, por su felicidad y su salvación, en la que se goza desinteresadamente. Por eso a partir
de la fe bíblica en la creación, toda la tradición está impregnada de la luminosa convicción de la “creatio
ex amore”: Dios crea el mundo con absoluta libertad, por pura y sobreabundante bondad, para hacerle
partícipe de la plenitud de su vida, en el amor inagotable entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo 34.

Es así como Dios se manifiesta, se relaciona, establece un diálogo con el ser humano,
utilizando el lenguaje de la creación, porque Dios crea a través de su Palabra, porque por su
Palabra fueron creadas todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, las visibles e invisibles, y
todo fue creado por ella y para ella35.

Pero Dios también se manifiesta de una manera directa al hombre, habla con él como si
fuera otra persona más, y sobre esto también hay que resaltar que Dios quiere que todos los
hombres lo conozcan y se acerquen más a Él, y esto lo realiza utilizando a personas escogidas
y marcadas, para llevar este mensaje a toda la humanidad, a estas personas se las llamaba
profetas.

2.1.3. Los hombres que hablaban con Dios

Continuando este recorrido de la manifestación de Dios a través de la palabra, del


diálogo y de su misma acción en la creación, se debe tener en cuenta a varios personajes
importantes en el Antiguo Testamento, que lograron entablar un diálogo, una conversación y
hasta se podría decir que hablaban con Dios. Fueron personajes elegidos para representar a un
pueblo y ser el puente de trasmisión entre Dios y la creación.

Ellos se convirtieron en testigos del deseo de Dios de darse a conocer a todos los
hombres y por el hecho de hablar con Dios se realizaban como personas, se relacionaban en el
mismo lenguaje y eso los llevaba a la plenitud como seres humanos. Entre estos personajes
tenemos a Noé, Abraham, Moisés y algunos profetas.

34
Medard, Kehl, Contempló Dios toda su creación y estaba bien, España, ed. Heder, p. 51 - 52.
35
Cfr, Colosenses 1, 16.

28
En el AT el tema de la Palabra Divina no es objeto de especulación abstracta. Como sucede en
otras corrientes de pensamiento. Es ante todo un hecho de experiencia: Dios habla directamente a
hombres privilegiados; por ellos habla a su pueblo y a todos los hombres36

De una o de otra manera, las personas a las cuales, Dios se ha dirigido de manera más
directa, son llamadas profetas, por el mismo hecho de que cuando Dios habla con el hombre es
para revelar algo de su misma divinidad, que a su vez hay que trasmitir a los demás “Vayan
por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16, 15) Esa es la
misión del profeta, anunciar y denunciar, pero sobre todo trasmitir el conocimiento revelado
por parte de Dios.

Este hecho, se ha dado desde los primeros tiempos, por esto el profetismo es una de las
bases fundamentales del Antiguo Testamento y de todo el proceso de conocimiento y
revelación que el pueblo recibía por parte de Dios. Porque Dios siempre ha buscado el diálogo
con el hombre, no porque le sea necesario a Él, sino que es por puro amor, y en busca de la
alegría, gozo y salvación de los hombres.

En todos los siglos habla Dios a hombres escogidos, con la misión de transmitir su palabra.
Estos hombres son, en el sentido lato del término, profetas. Puede variar la manera como Dios se dirige a
ellos: a unos habla, en visiones y sueños (Num 12, 6: cfr. 1Re 22, 13-17), a otros con una inspiración
interior más indefinible (2Re 3-15… Jer 1, 4)37

En el caso de Noé, Dios después de mirar “que la maldad del hombre cundía en la
tierra y que todos los pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal de continuo, le pesó
a Yahvé de haber hecho al hombre en la tierra, y se indignó en su corazón” (Gén 6, 5-6), a
Noé le encomienda una misión, quiere que construya una barca, y que en ella salve a una
pareja de todas las especias de animales sobre la tierra.

Pero además, quiere que se salven él y su familia, y que vaya hacia los hombres
extraviados y les comunique lo que Dios le ha dicho, y a través de estas palabras ellos se
arrepientan y se salven, sin embargo, es aquí, en estas situaciones cuando el hombre no
escucha la voz de Dios y se pierden en el silencio. Y es por esto que se debe dar una
reinterpretación de la presencia de Dios incluso en momentos de silencio y sufrimiento.

36
Op, cit, Léon-Dufour, Xavier, p. 630.
37
http://hjg.com.ar/vocbib/art/palabra_de_dios.html, (Fecha de consulta: 21/03/2014, hora: 20:00)

29
Noé no solo escucha la palabra de Dios, sino que realiza lo que Dios le pide, y este
cumplimiento de parte de Noé, se convierte en una alianza con el creador, “Yahvé dijo en su
corazón: nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre… Dijo Dios a Noé y a
sus hijos. He pensado establecer mi alianza con ustedes y con su futura descendencia” (Gén
8-9). Aquí se encuentra un punto importante del saber escuchar a Dios, cuando Dios habla con
el hombre y le encomienda una misión, nunca el hombre se quedará sin la recompensa prevista
por parte Dios.

Luego de la historia de Noé y su diálogo con Dios, aparece otro personaje importante,
Abrahán, quien a su vez escuchó lo que Dios le tenía que decir y lo que tenía que hacer.
Abrahán por su parte cumple todo lo que Dios le pide y por eso es considerado como el Padre
de la fe, además que el diálogo o diálogos que tuvo con Dios se convirtió en un hecho
emblemático para toda la humanidad.

Dios habla con Abrahán, y le pide que salga de su tierra, de su patria, que deje la casa
de su padre y se dirija hacia la tierra que Dios le indicará38, el encuentro con Dios, la
conversación que tiene con Yahvé es tan profunda que Abrahán realiza todo lo que Dios le ha
pedido y a su avanzada edad, obedece a todo lo dicho por el Señor. Cuando el ser humano
tiene ese encuentro íntimo con Dios la respuesta o reacción por parte del hombre será la
misma.

2.2. El silencio de Dios en la Sagrada Escritura

2.2.1. Dios calla ante sus profetas.

En las páginas anteriores pudimos descubrir como la creación de Dios es un lenguaje,


un diálogo, una forma de comunicarse, y de cómo este lenguaje se mantiene inmortalizado en
la Sagrada Escritura que se convierte en la misma Palabra de Dios, pero ahora hay que
mostrar otra forma de manifestación por parte de Dios, el silencio, que también es una forma
de comunicación e incluso con él o a través de él se puede decir más que con las palabras.

38
Cfr. Génesis 12, 1ss.

30
Y de estos momentos de silencio que se presentan en la Sagrada Escritura vamos a
resaltar algunos, para poder comprender de mejor manera, el mensaje que Dios da a través de
estos momentos en los cuales aparentemente no dice nada. Y para esto hay grandes hechos de
la Biblia que contienen lecciones extraordinarias de silencio. Consideramos las actitudes de
algunos personajes que han comprendido la invitación de Dios a ponerse a la escucha de su
designio de amor y a dedicarse a Él:

Gen 24,12-21: El siervo de Abrahán encuentra una esposa para Isaac: “Entretanto,
aquel hombre la observaba en silencio, a la espera de saber si el Señor había concedido o no
buen éxito a su viaje”. Sam 3,1-20: Vocación de Samuel; contemplar cómo Samuel escucha
atentamente la palabra en oración en un momento difícil de la vida del pueblo de Dios. Vuelve
para aprender a escuchar la Palabra: “Habla Señor que tu pueblo escucha” (1 S 3,11).

1Re 3,9: historia del rey Salomón, una de sus peticiones al Señor: “Concede a tu
pueblo un corazón dócil que sepa hacer justicia a tu pueblo para distinguir el bien y el mal”
Es, en resumen, lo que dice Sir 8,9. 1Re 17, 2-6: El profeta Elías en el silencio del monte oye
la llamada para su misión de profeta del verdadero Dios… 1Re 18, 42: en la cima del Monte
Carmelo la oración silenciosa del profeta es escuchada por el Señor, en contraposición a los
gritos de los profetas de Baal.

1Re 19,9-18: Elías, en su crisis existencial huyendo de su responsabilidad, revela un


corazón suficientemente silencioso cuando percibe la voz de Dios en el murmullo del viento
suave… Is 41,1; Ab 2,20; Zac 2,7: todos los profetas invitan a la tierra entera al silencio ante
Dios. Sal 37,4; 46,11; 65, 2-3: nos enseña el silencio que hay que tener ante Dios.

Lc 9,35: “Este es mi hijo predilecto, escuchadlo”. Es el mismo padre quien en la


Transfiguración, pide nuestra atención hacia su Hijo, a sus enseñanzas, sobre todo con su
entrega a su misión redentora. Lc 10,38-39: María, hermana de Lázaro, que escucha atenta y
feliz la Palabra del Señor: “Sentada a los pies del maestro, escuchaba su Palabra”.

31
Hay muchas otras situaciones y realidades biblicas que nos recuerdan la belleza y el
valor del silencio, invitándonos explícitamente a cultivarlo, pues es un medio excelente para el
crecimiento y provecho personal. Los libros sapienciales tienen muchos consejos que
recuerdan al hombre estas disposiciones, si quiere vivir una vida recta, santa y fructuosa.

Recordamos algunas: “En el mucho hablar no falta el pecado, pero quien frena los
labios es prudente” (Pr10, 19). “Si te has ensalzado por necesidad y si luego has
reflexionado, ponte una mano en la boca”. (Pr 30-32). “Quien desprecia a su prójimo carece
de buen juicio; el hombre prudente Calla” (Pr 11,12). “Tiempo para callar y tiempo para
hablar” (Qo 3,7). “El hombre sabio está callado hasta el momento oportuno” (Sir 20,7).

Callas también a todo lo que yo te digo. No das respuesta alguna a mis preguntas. Todos mis
diálogos contigo son unilaterales. Y de mis obras, de mis acciones, de mis grandes hechos y de mis
maldades tampoco dices nada. Casi podríamos pensar que tú no sabes nada de todo ello. Por eso nos
decimos unos a otros. Si ningún hombre lo ha visto nadie lo ha visto. Y, sin embargo, Tú eres el
inseparable con sapiente, el inevitable espectador de todo lo que sucede. Pero tú callas ante todo lo que
hay y a todo lo que sucede. Callas milenariamente, callas por eternidades39.

2.2.2. El silencio de Dios del AT al NT

El capítulo 4 del libro del profeta Malaquías, en el Antiguo Testamento, habla de la


llegada del «terrible día del Señor», declarando que el día del juicio era inminente, pero luego
se produce el silencio: son cuatrocientos años de mutismo, de un silencio muy difícil de
interpretar para el contexto de aquella época, pero que incluso es muy difícil comprender hasta
nuestros tiempos.

Dios ha estado hablando con el hombre desde la creación, ¿Por qué en este momento el
hombre no puede escuchar su voz? ¿Cómo se debe interpretar el silencio de Dios que el ser
humano experimenta en momentos fuertes de su vida? Éstas son interrogantes que la persona
se cuestiona en su vida. Aunque en algunas situaciones concretas siente un silencio que
muchas veces lo interpreta como ausencia, sin embargo, la presencia de Dios está incluso en
esos mismos momentos de silencio.

39
Lippert, Peter, El Hombre Job habla a su Dios, Mexico, Ed. Jus, 1944, p. 103

32
Este período de tiempo se le ha llamado el Período del Intertestamento 40 o el de los
Años Silenciosos, el llamado Silencio de Dios. Este es el tiempo existente entre el Antiguo
Testamento y el Nuevo Testamento. Con la conclusión del Antiguo Testamento con las
profecías de Malaquías, el período intertestamentario se inicia. Durante este período, Dios deja
de ofrecer su revelación, su plan, la comunicación con su pueblo elegido. ¿Qué hizo Dios
durante aquellos 400 años? ¿Había olvidado a su pueblo elegido, o se había «rendido» ante su
sempiterno amado pero «rebelde» pueblo de Israel?41

En éste período de aparente silencio no se paró la historia, la filosofía, ni la teología. Al


terminar lo que conocemos como el Antiguo Testamento, Israel siguió en la incertidumbre
socio política y religiosa. Hay que tomar en cuenta que históricamente Dios ha usado todos los
acontecimientos históricos para revelarse como el Dios de Israel.

Y es así, que Dios utiliza el silencio, en el periodo intertestamentario, para manifestar


su presencia en ese mismo acontecimiento. Todo el tiempo de silencio que vivió la historia del
pueblo de Israel, desde el último profeta hasta la aparición de Juan el bautista, es un tiempo de
la presencia de Dios como un silencio en la historia.

Para entender mejor el silencio de Dios y este paso del Antiguo Testamento hacia el
Nuevo Testamento, aunque no sea parte del intertestamentario, tomaré el ejemplo del Profeta
Elías, quien tuvo la experiencia de hablar con Dios, pero también experimentó el silencio y
cómo en este silencio, Dios seguía comunicándole todo el amor que tiene por su pueblo.

40
Intertestamento o período intertestamentario es, para el cristianismo, el tiempo que medió entre
el Antiguo y el Nuevo Testamento y por extensión, los escritos y los movimientos religiosos que sirvieron de
puente entre ambos Testamentos. Tradicionalmente se ha considerado que comenzó tras la muerte del
profeta Malaquías hacia el siglo V a. C. y terminó con la misión de Juan Bautista en el siglo I. Sin embargo se ha
debatido mucho al respecto. Por una parte se discute sobre la creencia común en el judaísmo, según la cual "el
cielo se cerró" y "el Espíritu Santo se retiró de Israel" y por ello a partir de Malaquías no fueron escritos más
libros de la Biblia hebrea. Para el protestantismo ello significa que se cerró el canon del Antiguo Testamento,
pero no hay acuerdo sobre si Esdras y Nehemías vivieron antes, en los mismos años o después de Malaquías y el
Intertestamento comienza con ellos. Varios expertos, incluso protestantes consideran que Eclesiastés y el Libro
de Daniel fueron escritos posteriormente y el período intertestamentario comenzó apenas en el siglo IV a. C. o
aún más recientemente. (http://es.wikipedia.org/wiki/Intertestamento)
41
Cfr. Klein Fernando, El silencio de Dios, España, ed. Creación, 2010, p. 15

33
Como ya se dijo anteriormente a través del silencio a veces se dice más que cuando se
utilizan las palabras y es en este momento cuando se revela el misterio de Dios de una forma
inesperada. “Después del fuego, vino el susurro de una brisa suave” (1Re 19,12). Entonces,
dice el texto, “Elías se cubrió con el manto”.

La frase que traducimos como “brisa suave”, es la frase hebrea QOL DEMAMAH DAQQAH
Puesto que la citamos con frecuencia en nuestras conferencias sobre oración, creo que vale la pena una
mínima profundización. Estas tres palabras hebreas no significan propiamente “brisa suave”. El sentido
es otro: Qol quiere decir, voz, sonido. Demamah, silencio. Daqqah, sutil42.

Por lo tanto, Dios se manifestó a través de una “voz silenciosa”. Esta es la revelación
de Dios que lo deja a uno estupefacto. Esto es importante, si comprendemos esto,
entenderemos también el silencio de Dios en la cruz de Jesús. Porque en este sentido, Dios a
pesar de que no se revela con un diálogo abierto, con un hablar directo con la persona, existe
realmente la voz de Dios que se hace presente en el silencio.

Pero la presencia de Dios es ese acontecimiento es muy sutil, y en este caso hay que
tener muy en cuenta la sintonía con el texto hebreo, en el cual notamos que Dios es más bien
al contrario de un silencio vacío, es una voz que tiene su expresión no en el clamor sino en el
silencio, en el misterio, en la trascendencia. Es así que Dios se manifiesta, se comunica, se
revela en un silencio que implica presencia.

Silencio no es mudez. Una imagen tomada de la física nos puede ayudar: la oscuridad
es ausencia de luz y por tanto de color, en cambio el blanco es la luz plena y la síntesis de
todos los colores (hagamos la prueba alguna vez con un vaso de agua cristalina puesto en
contraluz y veremos todo el haz de colores del arco-iris). El silencio de Dios no es un silencio-
ausencia (como el color negro) sino un silencio-presencia (como el color blanco). Dicho de
otra forma, así como el blanco recoge en sí todos los colores, así el silencio divino es la
síntesis de todas las palabras43.

42
Oñoro, Fidel, Tus palabras son mi gozo – El Presbítero como discípulo y maestro de la Palabra, (Retiro del
Presbiterio de la Arquidiócesis de Tegucigalpa), Tegucigalpa, CEBIPAL, 2005.

43
Cfr. Ídem.

34
El silencio no es causa de la ausencia de Dios, sino que al contrario, en el silencio se
puede sentir la presencia de Dios sin los límites de la palabras humanas. A través del silencio,
Dios se expresa más que con simples palabras. Es así que Dios se vale del silencio para
comunicarse con el ser humano, sin el límite de las palabras, sino con la acción que implica
muchas palabras, pero que al mismo tiempo, no se dice nada, sino solo se hace silencio.

Ese es precisamente el silencio divino, que a pesar de que no se escuche palabra


alguna, se puede interpretar el mensaje profundo que se da en esa acción. Es un silencio
cargado de contenido y con mensajes muy concretos, que muchas veces nosotros
malinterpretamos pero que al final se nos revela en todo su esplendor. Es un silencio que en sí
contiene el mensaje de salvación y la presencia de Dios mismo.

Dios se le dio a conocer a Elías en el Horeb mediante “la voz sutil del silencio”
(o “silencio que habla”), lo cual no es ausencia de comunicación sino, al contrario, plenitud de
ella: es la entrega de “la Palabra” que es la síntesis de “todas las palabras”. Y si damos un salto
hasta la plenitud de la revelación, entenderemos que esta “Palabra” es una persona: Jesús de
Nazaret con todos los matices de su personalidad y de su misión descrita ampliamente en los
Evangelios.

El evangelio de San Juan nos dirá en su prólogo: “En el principio existía la Palabra, la
Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”(Jn1,1) Con esta cita bíblica se hace
referencia a la segunda persona de la Santísima Trinidad, en donde se hace presente el Hijo de
Dios, la Palabra o el Verbo de Dios. Jesucristo es la plenitud de la revelación por parte de
Dios, por eso Él es la Palabra que Dios quiere comunicar al ser humano.

Pero Jesucristo como Palabra divina del Padre, revela también momentos de silencio,
momentos en que incluso la Palabra de Dios hecha carne se revela a través del silencio en su
vida, en momentos concretos como la oración en silencio expresada hacia el Padre. “Después
de despedir a la gente, subió al monte a solas a orar. Al atardecer estaba solo allí” (Mt 14,
23); “De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar
solitario y allí se puso hacer oración” (Mc 1, 35)

35
Entre estos textos bíblicos hay muchos más que expresan una forma de orar al Padre,
pero de manera solitaria y silenciosa. Jesús alejándose de la multitud o de todo el bullicio que
tenía a sus alrededor, decide dirigirse al Padre en silencio. Y es así como debemos entender
que el silencio de parte del Verbo encarnado implica confianza y certeza en que Dios Padre
está incluso en los momentos de silencio profundo. “Tú, en cambio, cuando vayas a orar,
entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo
secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6,6)

El mismo Jesucristo nos invita a orar en lo secreto, o quizá utilizando un término


adecuado para nuestro trabajo, en el silencio, no solo de una habitación, si no, en y desde el
silencio de nuestra vida, en momentos en que pensamos que las palabras sobran es el espacio
para expresar lo que sentimos a través del silencio, un silencio que no implica ausencia sino
presencia plena de las dos partes, en este caso del Creador y la creatura; de Dios y el Hombre.

2.3. El silencio de Dios en la cruz de Jesús


2.3.1. Jesús revelación plena de la Palabra de Dios

Como vimos en las páginas anteriores entre el siglo cuarto a.C. y el siglo primero d.C.
(AT y NT), hubo silencio en cuanto a la revelación escrita de Dios. Pero a pesar de este
periodo de silencio de Dios, se debe comprender que la presencia de Dios siempre estuvo y
está con la humanidad, es un periodo en el cual Dios quiere comunicarse ya no con palabras,
sino con el silencio que encierra su presencia divina.

Después de Malaquías, no hubo más profetas en Judá. La Biblia permanece en silencio


hasta el nacimiento de Juan Bautista quien fue el precursor para la venida de Jesús de Nazaret
y su historia relatada en el Nuevo Testamento. Pero este hecho es un acontecimiento que parte
la historia en dos, y por el cual se llega a la plenitud toda revelación dada anteriormente, Jesús
dice: “No piensen que he venido a abolir la ley y los profetas. No he venido a abolir, sino a
dar cumplimiento” (Mt 5, 17)

36
De modo que lo admirable no está tanto en el silencio de Dios como en la misma posibilidad de
su palabra. Y la pregunta no es: por qué hace Dios tan difíciles las cosas; sino: cómo es posible un amor
tan grande que es capaz de realizar el impensable misterio de esta comunión. Entonces se comprende,
desde una nueva perspectiva, la inmensa sorpresa de la Encarnación: Dios se hace palabra-Verbo,
Logos- para traducirse en nuestra carne, para hacer accesible lo inaccesible. Y, mirando esa Palabra que
lo dijo todo, hasta desangrarse en la cruz44

Las palabras del Antiguo Testamento son luminosas, sobre todo si se las compara con
las religiones. Pero la revelación de quién es Dios es plena en Cristo. En Jesucristo, se realiza
la autorrevelación de Dios en toda su plenitud. En el momento oportuno se revelará luego el
Espíritu que procede del Padre. Como dice Pablo: en Él “se expresa la plenitud de la
divinidad corporalmente” (Col 2, 9).

Tanto sus palabras como sus actos y su misma presencia es una revelación de la
divinidad. “Si me conocen a mí, conocerán también a mi Padre, desde ahora lo conocen y lo
han visto… El que me ha visto a mí, ha visto al Padre… ¿No crees que yo estoy en mi Padre y
el Padre está en mí?... Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí…” (Jn 14, 7-12)

Jesucristo, Palabra hecha carne, hombre enviado a los hombres, revela el mensaje de
Dios y realiza la obra de la salvación. Por eso, quien ve a Jesucristo, ve al Padre; Él, con su
presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su
muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la
Revelación y la confirma con testimonio divino; a saber, que Dios está con nosotros para
librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y para hacernos resucitar a una vida eterna.

Creer en sentido cristiano quiere decir acoger la definitiva auto-revelación de Dios en


Jesucristo, respondiendo a ella con un abandono en Dios, del que Cristo mismo es
fundamento, vivo ejemplo y mediador salvífico. Esta fe incluye, pues, la aceptación de toda la
economía cristiana de la salvación como una nueva y definitiva alianza, que no pasará jamás.
Como dice el Concilio Vaticano II: no hay que esperar otra revelación pública antes de la
gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Señor45.

44
Torres-Queiruga, Andrés, Recuperando la Salvación, Madrid, ed. Encuentro, 1979, p. 145
45
Cfr. Concilio Vaticano II, Lima, ed. Paulinas, 2008, Cont Dog. Dei Verbum, 4

37
Pero hay un hecho muy importante, que la revelación de Dios que hace Cristo no se
reduce a las palabras que no pueden contener todo el misterio y aquí entra la actitud del
silencio, que puede expresar y contener una idea más amplia de lo que cualquier palabra puede
hacerlo. La principal revelación se hace en el silencio de la Cruz. En el máximo sufrimiento de
alma y cuerpo, en la entrega obediente hasta la muerte, revela un amor humano que no
retrocede ante nada, un amor que se expresa incluso en el aparente silencio por parte de Dios.

Pero como Dios también revela un amor que quiere prescindir de su poder para mostrar
su misericordia y su amor que paga la justicia para que donde abundó la justicia sobreabunde
la gracia y el don. El amor que llega al enemigo, al blasfemo, al rebelde, no sólo al que ama a
Dios y es justo luchando por la vida éticamente correctamente.

Las personas son conscientes de la contradicción revelada en la cruz de Cristo. ¿Por


qué es la cruz, la suprema potencia y sabiduría de Dios? porque en la cruz se ha manifestado la
confianza total de Jesús hacia su Padre que espera en silencio ante todo lo ocurrido, pero es un
silencio que implica presencia divina, la presencia del Padre junto al Hijo, porque el misterio
de la Trinidad implica la presencia de las tres personas divinas en el mismo Dios.

“La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores,
murió por nosotros” (Rom 5, 8). “Cristo os amo y se entregó por vosotros” (Ef 5, 2). Las
palabras de san Pablo son un eco de las del mismo Cristo: “Nadie tiene mayor amor que el que
da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13). En la Cruz de Cristo se revela el signo de amor pleno,
dar la vida por otro, éste signo nos lo revela el mismo Jesucristo, pero no solo lo hace en
cuanto a su naturaleza humana, sino en cuanto a su divinidad.

El sacrificio de la cruz es trinitario, no se puede negar la presencia de las tres personas


divinas en ese mismo sacrificio. Cuando Jesucristo entregó su vida en la cruz por la
humanidad, lo hizo en su plenitud de ser divino, es por eso que en el sacrificio de la cruz están
presentes el Padre y El Espíritu Santo. La divinidad no se puede dividir.

38
No hay más que una sola hipostasis o persona, que es nuestro Señor Jesucristo, uno de la
Trinidad. Por tanto, todo en la humanidad de Jesucristo debe ser atribuido a su persona divina como a su
propio sujeto, no solamente los milagros sino también los sufrimientos y la misma muerte: El que ha
sido crucificado en la carne, nuestro Señor Jesucristo, es verdadero Dios, Señor de la gloria y uno de la
santísima Trinidad.46

Es así que en la cruz se revela la presencia de la Trinidad. Es verdad que la persona


humana de Jesucristo aparece visiblemente en el acontecimiento de la cruz, pero es innegable
la presencia de la Trinidad en esos mismos momentos. De ahí las palabras de Cristo en el
silencio de su cruz. “Jesús, dando un fuerte grito, dijo: Padre, en tus manos pongo mi
espíritu” (Lc 23, 46) En este pasaje bíblico se puede vislumbrar la presencia del Padre, del
Hijo y del Espíritu que procede de las dos personas divinas.

Es por esto que el sacrificio que Jesucristo realizó, lo hizo en cuanto a su naturaleza
humana y a su naturaleza divina. Jesucristo que es la Palabra plena del Padre, nos revela lo
que Dios Padre quiere para toda la humanidad, pero no solo lo hace a través de las palabras,
sino que lo realiza en su propia vida. En el acontecimiento de la cruz, Cristo nos revela el
designio del Padre, pero va más profundamente, nos revela al mismo Padre que está clavado
en cruz junto a Él, es la presencia de la Trinidad en el silencio de la Cruz.

2.3.2. Las palabras de Jesús en la cruz

Hasta el momento hemos presentado a un Dios que se ha manifestado, ha dialogado


con el hombre y con varios profetas que al querer escuchar a Dios no han podido, porque Dios
ha guardado silencio, y es aquí que entra la interrogante principal de este trabajo, el silencio de
Dios ante la cruz de su propio Hijo.

Un silencio que para muchos representa un abandono total por parte de Dios “Si eres
Hijo de Dios baja de la cruz…Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él.
Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo:
Soy Hijo de Dios” (Mt, 27, 40-43)

46
CEC. n, 468.

39
Mientras que para otros es la presencia y el acompañamiento de Dios en el silencio de
sus acciones, y muestra también que ese hecho debía suceder, y que Dios también está ahí
junto a Jesús, crucificado con él, que al igual que el cordero sin mancha es llevado al
matadero, sin decir ni una sola palabra, porque en ese silencio se expresa la total
disponibilidad y entrega a la voluntad del Padre, y también su amor incomparable que en plena
libertad lo expresa en total silencio.

Este sacrificio de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a todos los sacrificios (cf. Hb10, 10).
Ante todo es un don del mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega al Hijo para reconciliarnos consigo
(cf. 1 Jn 4, 10). Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo de Dios hecho hombre que, libremente y por amor
(cf. Jn 15, 13), ofrece su vida (cf. Jn 10, 17-18) a su Padre por medio del Espíritu Santo (cf. Hb 9, 14),
para reparar nuestra desobediencia.47

Desde esta realidad se puede decir sin miedo a equivocarse, que el sacrificio realizado
por Cristo en la cruz es netamente trinitario. No es una acción aislada, realizada por la segunda
personas de la Trinidad, sino que es la presencia de la Trinidad en plenitud. Es así que cuando
Jesucristo está crucificado, lo está en cuanto a su naturaleza humana y divina, por eso que en
ése sacrificio están involucrados tanto la humanidad como la divinidad.

Pero aquí también hay que resaltar el hecho de la oración de Jesús en la inminencia de
la muerte, que nos muestra san Marcos y san Mateo. Los dos evangelistas nos presentan la
oración de Jesús moribundo. Al mismo tiempo, nos describieron la actitud de los presentes en
el momento de la crucifixión, que no comprendieron, o no quisieron comprender, el
acontecimiento que estaba sucediendo en el misterio de la cruz.

Escribe san Marcos: llegado el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta las tres
de la tarde. Y a las tres, Jesús clamó con voz potente: “Eloí, Eloí, lemá sabactaní?”, que
significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (15, 33-34). El Evangelio de
Marcos resalta que en las tres primeras horas, desde las nueve hasta el mediodía, tienen lugar
las burlas por parte de diversos grupos de personas. “Los que pasaban lo injuriaban” (Mc 15,
29); “de igual modo, también los sumos sacerdotes, con los escribas, entre ellos se burlaban
de él” (Mc 15, 31); “también los otros crucificados lo insultaban” (Mc 15, 32)

47
CEC. n, 614

40
En las tres horas siguientes, desde mediodía “hasta las tres de la tarde”, el evangelista
habla sólo de las tinieblas que cubrían toda la tierra; la oscuridad ocupa ella sola toda la
escena, sin ninguna referencia a movimientos de personajes o a palabras. Cuando Jesús se
acerca cada vez más a la muerte, sólo está la oscuridad que cubre “toda la tierra”.

Incluso el cosmos toma parte en este acontecimiento: la oscuridad envuelve a personas


y cosas, pero también en este momento de tinieblas Dios está presente, no abandona. En la
tradición bíblica, la oscuridad tiene un significado ambivalente: es signo de la presencia y de
la acción del mal, pero también de una misteriosa presencia y acción de Dios, que es capaz de
vencer toda tiniebla48.

En el Libro del Éxodo, por ejemplo, leemos: El Señor le dijo a Moisés: “Voy a
acercarme a ti en una nube espesa” (Ex 19, 9); y también: “El pueblo se quedó a distancia y
Moisés se acercó hasta la nube donde estaba Dios” (Ex 20, 21). En los discursos
del Deuteronomio, Moisés relata: “La montaña ardía en llamas que se elevaban hasta el cielo
entre nieblas y densas nubes (Ex 4, 11); vosotros oísteis la voz que salía de la tiniebla,
mientras ardía la montaña” (Ex 5, 23).

En la escena de la crucifixión de Jesús, las tinieblas envuelven la tierra y son tinieblas


de muerte en las que el Hijo de Dios se sumerge para traer la vida con su acto de amor. Es así
que antes de la resurrección gloriosa del Hijo de Dios, del Verbo hecho carne, hay un
momento de silencio y oscuridad. El silencio está presente antes del acontecimiento grandioso
de la resurrección con la cual restituye la relación entre Dios y el ser humano.

Volviendo a san Marcos, Jesús, ante los insultos de las personas, ante la oscuridad que
lo cubre todo, en el momento en que se encuentra ante la muerte, con el grito de su oración
muestra que junto al peso del sufrimiento y de la muerte donde parece haber abandono o
ausencia de Dios, Él tiene la plena certeza de la cercanía del Padre, que aprueba este acto de
amor supremo, de donación total, aunque no se escuche, como en otros momentos, la voz de lo
alto. “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia, a él oíd” (Mt 17, 5)

48
Cfr. Documento del Papa Benedicto XVI, Audiencia General, 8 de febrero de 2012.

41
Al leer los Evangelios, nos damos cuenta de que Jesús, en otros pasajes importantes de
su existencia terrena, había visto cómo los signos de la presencia del Padre y de la aprobación
a su camino de amor se unían a la voz clarificadora de Dios. En la vida terrena de Jesús se
vislumbra, en varias ocasiones, la presencia y la cercanía de su Padre.

Así, en el episodio que sigue al bautismo en el Jordán, al abrirse los cielos, se escuchó
la palabra del Padre: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mc 1, 11). Después, en la
Transfiguración, el signo de la nube estuvo acompañado por la palabra: “Este es mi Hijo
amado; escuchadlo” (Mc 9, 7). En cambio, al acercarse la muerte del Crucificado, desciende
el silencio; no se escucha ninguna voz, aunque la mirada de amor del Padre permanece fija en
la donación de amor del Hijo.

Pero, ¿qué significado tiene la oración de Jesús?, aquel grito que eleva al Padre: «Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado», la duda de su misión, de la presencia del Padre?
En esta oración, ¿no se refleja, quizá, la consciencia precisamente de haber sido abandonado?
Las palabras que Jesús dirige al Padre son el inicio del Salmo 22, donde el salmista manifiesta
a Dios la tensión entre sentirse dejado solo y la consciencia cierta de la presencia de Dios en
medio de su pueblo.

El salmista reza: «Dios mío, de día te grito, y no respondes; de noche, y no me haces


caso. Porque tú eres el Santo y habitas entre las alabanzas de Israel» (vv. 3-4). El salmista
habla de «grito» para expresar ante Dios, aparentemente ausente, todo el sufrimiento de su
oración: en el momento de angustia la oración se convierte en un grito.49

Y esto sucede también en nuestra relación con el Dios: ante las situaciones más
difíciles y dolorosas, cuando parece que Dios no escucha, no debemos temer en confiar
plenamente en la presencia amorosa del Padre. No debemos tener miedo de gritarle nuestro
sufrimiento; debemos estar convencidos de que Dios está cerca, aunque en apariencia calle, él
nos está expresando con el silencio cosas que con palabras humanas no podrían decirse.

49
Cfr. Ídem.

42
Al repetir desde la cruz precisamente las palabras iniciales del Salmo, —«Elí, Elí, lemá
sabactaní?»— «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27, 46), gritando las
palabras del Salmo, Jesús reza en el momento del último rechazo de los hombres, en el
momento del abandono; reza con el Salmo, consciente de la presencia de Dios Padre.

Jesús hace suyo el grito del Salmo 22, el cual, es el Salmo del pueblo de Israel que
sufre, y de este modo toma sobre sí, no sólo la pena de su pueblo, sino también la pena de
todos los hombres que sufren a causa de la opresión del mal, con la certeza de que su grito será
escuchado. «El grito en el extremo tormento es al mismo tiempo certeza de la respuesta
divina, certeza de la salvación, no solamente para Jesús mismo, sino para “muchos”»50.

Jesús en esta oración encierra la confianza y el abandono en las manos del Padre,
incluso cuando parece ausente, cuando parece que permanece en silencio, siguiendo un
designio que para nosotros es incomprensible. “En el amor redentor que le unía siempre al
Padre, Jesús nos asumió desde el alejamiento con relación a Dios por nuestro pecado hasta el
punto de poder decir en nuestro nombre en la cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?”51

Las personas presentes al pie de cruz de Jesús no logran entender y piensan que su
grito es una súplica dirigida a Elías. En una escena agitada, buscan apagarle la sed para
prolongarle la vida y verificar si realmente Elías venía en su ayuda, pero un fuerte grito puso
fin a la vida terrena de Jesús y al deseo de los que estaban al pie de la cruz. En el momento
extremo, Jesús deja que su corazón exprese el dolor, pero deja emerger, al mismo tiempo, el
sentido de la presencia del Padre y el consenso a su designio de salvación de la humanidad.

50
Cfr. Idem.
51
CEC. n. 603

43
También nosotros nos encontramos siempre y nuevamente ante el «hoy» del
sufrimiento, del silencio de Dios —lo expresamos muchas veces en nuestra oración—, pero
nos encontramos también ante el «hoy» de la Resurrección, de la respuesta de Dios que tomó
sobre sí nuestros sufrimientos, para cargarlos juntamente con nosotros y darnos la firme
esperanza de que serán vencidos 52.

2.3.3. Oración de súplica del salmo 22

Continuando con las oraciones de súplica a Dios y su silencio ante los hombres, se
debe centrar en un ejemplo concreto, y que mejor, que la oración del salmo 22, el cual,
aparece en la cruz de Jesús y el silencio de Dios ante esta realidad. “¡Dios mío, Dios mío!
¿Por qué me has abandonado? Estás lejos de mi queja, de mis gritos y gemidos. Clamo de
día, Dios mío, y no respondes, también de noche, sin ahorrar palabras” (vv 2-3)

Este Salmo presenta la figura de una persona quien recurre a Dios en un lamento
doloroso pero que cambiará hacia un himno de alabanza. “Tú inspiras mi alabanza en plena
asamblea… los que buscan a Yahvé lo alabarán, viva por siempre su corazón… así actuó el
Señor” (vv 26-27. 32) En su oración se alterna la realidad angustiosa del presente y la
memoria consoladora del pasado, sin embargo, no quiere renunciar a la esperanza.

Dios calla, y este silencio lastima el ánimo del orante, que llama incesantemente, pero
sin encontrar respuesta. La oración se convierte en una búsqueda incansable de una palabra, de
una ayuda que no llega. La oración pide escucha y respuesta, solicita un contacto, busca una
relación que pueda dar consuelo y salvación.

El salmista hace referencia a la fe inquebrantable de sus padres, “En ti confiaban


nuestros padres, confiaban, y los ponías a salvo; a ti gritaban, y quedaban libres, en ti
confiaban, y no los defraudaste” (vv. 5-6) y ellos nunca quedaron decepcionados. Ahora, sin
embargo, parece que esta cadena de invocaciones confiadas y respuestas divinas se haya
interrumpido; la situación del salmista parece desmentir toda la historia de la salvación,
haciendo todavía más dolorosa la realidad presente.

52
Cfr. Ídem

44
El salmista «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere» (v. 9), dicen.
Bajo los golpes socarrones de la ironía y del desprecio, parece que el perseguido casi pierde los propios
rasgos humanos, como el siervo sufriente esbozado en el Libro de Isaías (cf. Is 52, 14; 53, 2b-3). Y
como el justo oprimido del Libro de la Sabiduría (cf. 2, 12-20), como Jesús en el Calvario (cf. Mt 27,
39-43)53

El salmista recuerda al Señor: “Tú eres quien me sacó del vientre, me tenías confiado
en los pechos de mi madre; desde el seno pasé a tus manos” (vv. 10-11) El salmista reconoce
una cercanía y un amor divinos tan radicales que puede ahora exclamar, en una confesión llena
de fe y generadora de esperanza: “desde el vientre materno tú eres mi Dios” (v. 11). El
lamento se convierte ahora en súplica afligida: “No te quedes lejos, que el peligro está cerca y
nadie me socorre” (v. 12)

Ahora, para el salmista parece que ya no hay salvación, y la muerte empieza a


posesionarse de él: “Estoy como agua derramada, tengo los huesos descoyuntados… mi
garganta está seca como una teja, la lengua se me pega al paladar… se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica” (vv. 15.16.19).

Con imágenes dramáticas, que volvemos a encontrar en los relatos de la pasión de


Cristo, se describe el desmoronamiento del cuerpo del condenado, la aridez insoportable que
atormenta al moribundo y que encuentra eco en la petición que Jesús hace: “Tengo sed”
( Jn 19, 28), para llegar al gesto definitivo de los verdugos que, como los soldados al pie de la
cruz, se repartían las vestiduras de la víctima, considerándolo ya muerto (Mt 27, 35; Mc 15,
24; Lc 23, 34; Jn 19, 23-24)

53
Ibíd. 241

45
CAPÍTULO III

LA PRESENCIA DE DIOS EN EL SILENCIO

3.1. El silencio y la oración

3.1.1. Oración de súplica a Dios

La oración en sí misma implica un diálogo entre dos seres, en este caso, entre el
hombre y Dios, para lo cual se espera la participación activa de las dos partes, si el hombre
busca comunicarse con Dios, lo que espera es tener una respuesta, escuchar o mirar como Dios
se revela o responda a este diálogo, sin embargo, hay momentos en los cuales parece que Dios
calla, que se aleja, que está ausente.

Bajo estas circunstancias puede darse un estilo de oración profunda, que es la oración
de súplica a Dios. Y que en el Antiguo Testamento hay muchos modelos de esta oración.
“Escucha mi palabra Yahvé, repara en mi plegaria, atento a mis gritos de auxilio, rey mío y
Dios mío. A ti te suplico, Señor. Por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo
mi causa y me quedo aguardando” (Salmo 5, 2-4); “Sálvanos, Dios del universo…ten
compasión del pueblo que lleva tu nombre…ten compasión de tu ciudad santa…” (Sir 36,1.
13-16), etc.

La respuesta a la oración de súplica a Dios puede ser a través del silencio, porque no
hay una manifestación concreta de parte de Dios, pero si un mensaje profundo en el callar o en
el silencio que la persona siente cuando invoca el auxilio de Dios. “Y todo cuanto pidáis con fe
en la oración, lo recibiréis” (Mt 21, 22) El mensaje que Dios da en su silencio, es que muestra
su bondad, su amor, su presencia sin límites, sin encerrarse en palabras, sino abrirse al
misterio del silencio divino.

46
La presencia de Dios es innegable incluso en el silencio, porque a pesar de no escuchar
directamente las palabras de Dios, se puede sentir su presencia. Al Igual que el profeta Elías,
que sintió la presencia de Dios en una suave briza. Nosotros debemos sentir que Dios siempre
está a nuestro lado, a pesar que no se manifiesta entre la tormenta o el bullicio del mundo
actual. La presencia de Dios se manifiesta en lo secreto, en el silencio del ser humano.

La oración de súplica a Dios sobre todo se la puede encontrar en los salmos, que son
fuente de diálogo entre el ser humano y Dios; el salmista en muchas ocasiones clama el
auxilio, la protección de Dios que en algunos casos sucede, pero en otros hay una interrogante,
hay una incertidumbre ante un hecho real, el silencio de Dios.

“El fiel israelita acude al Señor para exponer su situación angustiosa y pedir ayuda,
son situaciones muy humanas: una necesidad del pueblo, una enfermedad, acusaciones
falsas...”54. La estructuración de muchos de estos salmos de súplica son de forma individual,
“Escucha mi palabra Yahvé, repara en mi plegaria, atento a mis gritos de auxilio, rey mío y
Dios mío” (Sal. 5), o de forma colectiva, “Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron, nos lo contaron
nuestros padres, la obra que hiciste en su tiempo antiguamente, con tu propia mano” (Sal 44)

Aquel Dios que al salmista parece hoy tan lejano, es, sin embargo, el Señor misericordioso que
Israel siempre experimentó en su historia. El pueblo al cual pertenece el orante fue objeto del amor de
Dios y puede testimoniar su fidelidad. Comenzando por los patriarcas, luego en Egipto y en la larga
peregrinación por el desierto, en la permanencia en la tierra prometida en contacto con poblaciones
agresivas y enemigas, hasta la oscuridad del exilio, toda la historia bíblica fue una historia de clamores
de ayuda por parte del pueblo y de respuestas salvíficas por parte de Dios55.

Cuando el pueblo de Israel quiere elevar un himno, una acción de gracias e incluso una
súplica a Dios, en los Salmos, lo hace de una forma sencilla, tienen una introducción que
puede ser una invocación que resalta una situación colectiva o personal. En la parte central del
himno, el orante intenta dar a conocer más explícitamente la realidad que está viviendo e
invoca la misericordia de Dios. Y en la conclusión celebra la bondad del Señor, la presencia de
su Dios, con lo cual exponen la certeza de que la oración ha sido atendida. Por eso los salmos
que pueden ser vistos como oraciones de súplica concluyen con una acción de gracias.

54
Biblia de Jerusalén Latinoamericana, ed. Desclée de Brouwer, Bilbao, 2001, (introducción a los salmos).
55
Benedicto XVI, Catequesis sobre la oración en la Biblia, compilador P. Carlos Álvarez, ed. U. Simón Bolívar,
barranquilla, 2012, p. 240.

47
3.1.2. El silencio orante del ser humano

En la actualidad de este mundo que cada día nos envuelve en el bullicio y en el


desorden del consumismo, hay muy poco tiempo o espacio para hacer un silencio orante en
nuestras vidas. El desarrollo social, económico, industrial nos ha llevado a un mundo
globalizado, en el cual se debe estar a la vanguardia en todas las novedades que van
apareciendo en esta sociedad.

Esto se contrapone a una realidad que debería estar presente en el ser humano, hacer un
alto a las actividades y dedicar un poco de tiempo a la oración. Teniendo en cuenta que la
oración es un diálogo con Dios, al cual en muchos casos lo hemos abandonado por nuestra
mentalidad de un desarrollo actual, lo cual implica siempre estar en actividad, sin detenerse,
ante el deseo de superación tanto material como personal.

A las generaciones que han nacido en esta realidad social, les es más difícil poner un
alto a sus actividades cotidianas para dedicar un tiempo al silencio y a la oración. A tal
extremo que incluso hoy en día a muchos jóvenes les atemoriza el silencio. Ésta es una
realidad difícil de afrontar en el mundo de hoy, sea a mal interpretar el silencio. No debe ser
entendido como ausencia de todo, sino como expresión de la presencia de un todo que se
manifiesta en esos momentos.

Ya Jesucristo nos enseñó que es bueno orar en lo secreto o en el silencio de nuestro


corazón. “Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y después de cerrar la
puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo
recompensará” (Mt 6, 6) Además que nos invita a ser personas orantes, a orar sin cesar, a que
nuestras actividades del día empiecen en la oración y más aún, en la oración en silencio.

“De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar
solitario; y allí se puso hacer oración” (Mc 1, 35) Ante la realidad que se vive en este mundo,
el estilo de oración que nos presenta el Señor debe ser una necesidad urgente. Dejar el
consumismo, la globalización, el bullicio que nos presenta esta sociedad, para volver a un
silencio que nos permitirá un diálogo más profundo con Dios.

48
Jesucristo nos enseña a orar en cada acción que vayamos a realizar, incluso en los
momentos difíciles de sufrimiento o de dolor debemos acoger la oración y el silencio como
muestra de la confianza que tenemos en la acción de Dios en esas circunstancias. La dinámica
de palabra y silencio, que marca la oración de Jesús en toda su existencia terrena, sobre todo
en la Cruz, toca también nuestra vida de oración cotidiana.56

Es necesario, ante todo lo que nos presenta este mundo, el silencio interior y exterior
para así poder escuchar de mejor manera la Palabra de Dios. Porque Dios se sigue haciendo
presente, sigue actuando, sigue manifestando su amor para la humanidad. Pero hoy, es
necesario que el hombre haga silencio y escuche en el silencio la voz de Dios. Del Dios que se
manifiesta en la suave briza de una mañana o un atardecer, pero para redescubrir la presencia
divina hay que ser hombres orantes en silencio.

En el silencio de nuestra oración podemos vivir una relación filial con Dios, porque el
silencio es capaz de abrir un espacio en lo más íntimo de nuestro propio ser. Quizá un gran
temor en el ser humano es precisamente este, el poder encontrarse y revelarse como el mismo
es, y eso lo realiza en el silencio interior. Es por esto que la persona hoy en día no quiere estar
en silencio, no quiere descubrirse a sí misma y se deja llevar por todo lo que este mundo nos
presenta.

Hay que redescubrir el sentido del recogimiento y del silencio interior. Ya no como un
miedo a descubrir quiénes somos, sino, a mostrarnos ante Dios como realmente somos, y
como Él mismo nos ha creado, como seres orantes, que tienen un anhelo profundo en su ser,
que es el de comunicarse y darse a conocer con su Creador. Ahí se hace presente el silencio
orante del hombre.

Y de Jesús aprendemos cómo la oración constante nos ayuda a interpretar nuestra vida, a tomar
nuestras decisiones, a reconocer y acoger nuestra vocación, a descubrir los talentos que Dios nos ha
dado, a cumplir cada día su voluntad, único camino para realizar nuestra existencia. 57

56
Ibid. P, 338
57
Ibíd. p, 341

49
3.1.3. La respuesta de parte del Padre

En dos momentos en la Sagrada Escritura se hace presenta la voz de Dios que resuena
con relación a su Hijo; “Una vez bautizado Jesús… se abrieron los cielos y vio al Espíritu de
Dios que bajaba como una paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía:
este es mi hijo amado, en quien me complazco” (Mt 3, 16-17) y también: “Todavía estaba
hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con sus sombra y de la nube salió una voz
que decía: este es mi Hijo amado, en quien me complazco, escúchenlo” (Mt 17, 5).

En esos momentos es fácil expresar la confianza en Dios, porque es Él mismo quien se


revela, manifiesta su presencia a través de esas palabras, que implican confianza, seguridad y
aceptación a la labor realizada por Jesucristo. Sin embargo, así como Jesús sintió la seguridad
y la confianza en la presencia de su Padre, en esa voz que resuena desde el cielo, de igual
manera tuvo que experimentar un silencio profundo de parte de su Padre, en un momento
culmen de su vida terrenal, precisamente es el momento de la cruz.

Quizá el momento en el cual más necesitaba el apoyo de su Padre, pareciera que Él lo


ha abandonado, ya no se escucha la voz del cielo, asegurando el orgullo del Hijo amado e
incluso invitando a que lo escuchen, ahora solo se hace presente un silencio, un vacío, que
provocaría un abandono y una desesperanza por parte del acusado. Pero Jesús nos muestra
cual debe ser nuestra reacción ante estos momentos de nuestra vida.

Si toda derrota ya es señal en la mente del pueblo de reprobación divina, mucho más debió
parecerles en el caso de Jesús. De ahí ese nuevo elemento de abandono: el hecho de sentirse sin
argumento, sin abogado, en el momento exacto en que el argumento es necesario… a pesar de ser
consciente de sus inocencia, Jesús se siente acusado, reprobado; abandonado por tanto no solamente de
modo exterior, sino también en la más íntima convicción interior de los hombres 58

Pero incluso en ese aparente abandono, en ese no escuchar la voz del Padre, se puede
interpretar la confianza plena que tiene Jesucristo en la presencia de su Padre. El silencio del
Padre en ese momento quiere dar a conocer una realidad, que no es un total abandono, que no
es ausencia, sino que incluso es manifestación del Padre a su Hijo herido y agonizante.

58
Comblin José, La Oración de Jesús, ed. Sal Terrae, Santander, 1977, p. 41.

50
De la misma manera Dios sigue dando una respuesta clara al silencio en la vida de las
personas. Dios se sigue haciendo presente en la actualidad, a aquellas personas que lo puedan
descubrir, o saber mirar y escuchar en el silencio de la vida. Que se puede dar en cualquier
momento, pero especialmente en circunstancias contrarias como enfermedad, sufrimiento,
soledad en general en esas cruces que van apareciendo a lo largo de nuestras vidas, en las
cuales se busca con mayor insistencia la presencia de Dios Padre.

Nadie podía haber imaginado que el Hijo de Dios experimentara el silencio por parte
de su Padre y que eso se pudiera interpretar como ausencia del mismo. Jesús experimenta un
sufrimiento, una tristeza de muerte, que lo lleva a reclamar la presencia de su Padre en ese
momento, y Dios Padre le da una respuesta, “porque Dios responde con el silencio”59.

Por eso siguiendo el texto de Mateo 27, 50 dice que Jesús, dando de nuevo un fuerte
grito entregó su espíritu, y en el evangelio de Lucas se dirá: “Jesús dando un fuerte grito,
dijo: Padre en tus manos pongo mi espíritu. Y dicho esto expiró” (Lc 23, 46) Para muchas
personas este segundo grito de Jesús en la cruz es un signo pleno de confianza en la presencia
y la protección del Padre, tanto es así que Jesús toma una actitud como si Dios estuviera con
él, por eso pone en sus manos su espíritu.

Tras el primer grito de Jesús de invocar la presencia de su Padre en su dolor, hay una
respuesta, que es un silencio, que para muchos es incomprensible, “Deja, vamos a ver si viene
Elías a salvarlo” (Mt 27, 49) y pone en riesgo todo lo dicho por Jesús sobre la confianza con
su Padre, sobre la relación profunda que había entre los dos, y hasta la seguridad de decirse
Hijo de Dios.

“Sálvate a ti mismo si eres hijo de Dios, y baja de la cruz… a otros salvó y el mismo no
puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él. Ha puesto su
confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere ya que dijo: Soy hijo de
Dios” (Mt 27, 40-43) todo esto se interpretaba por el silencio que el Padre hace ante la súplica
de Jesús.

59
Ibid. 43

51
Sin embargo Jesús experimenta la respuesta de parte de su Padre y continúa con el
diálogo, y es la entrega total de su vida, se encomienda en sus manos, y entrega su vida en las
manos misericordiosas del Padre. Y esto es una enseñanza profunda dada por el Hijo a toda la
humanidad, de confiar plenamente en el Padre a pesar de no comprender directamente los
designios que se nos revelan.

Mirando este hecho más detenidamente se puede decir que es un diálogo, una forma de
comunicarse en ese momento, porque primero es Jesús que se comunica con el Padre, da un
primer grito de súplica, luego el Padre responde a través de su silencio y Jesús experimenta la
presencia del Padre en ese hecho concreto y direcciona, otra vez, ese diálogo hacia el Padre,
encomendándose totalmente en sus manos, aparentemente siente un silencio, pero en ese
mismo silencio experimenta la presencia y la confianza que infunde el Padre hacia Él.

Este es el modo de la presencia de Dios en la vida del hombre: la presencia en forma de


ausencia. Experimentalmente se abre en la existencia un vacío. En la cruz la existencia de un interlocutor
escondido se manifiesta. No se trata de la nada, sino de un vacío que se señala en forma de
interrogación. Algo hay detrás de todo eso60

3.2. El sufrimiento humano y el silencio de Dios

3.2.1. El silencio de Dios en el sufrimiento humano

A lo largo del desarrollo de este trabajo, han aparecido varias interrogantes, pero la
más difícil de afrontar es la pregunta sobre el silencio que se percibe ante el dolor en la cruz de
Cristo. Porque si Dios aparentemente calla ante la agonía de su propio Hijo, ¿Qué nos asegura
que actúe a nuestro favor hoy? Ésta es una interrogante presente en la vida de las personas,
sobre todo en momentos de sufrimiento, de dolor, de desánimo y desesperación provocadas
por acontecimientos fuertes en los cuales se nos pierde el horizonte que es Dios.

Como hemos visto en el último capítulo de este trabajo, el silencio de Dios se hace
presente en el sufrimiento de Jesucristo, sin embargo, el redescubrimiento del sentido del
silencio, nos lo muestra el mismo Hijo de Dios al encomendar su espíritu y todo lo que sucede
en adelante al Padre que está presente en esos mismo momentos. Por eso el silencio no
implica ausencia, alejamiento, rechazo, sino que es la presencia plena de la divinidad.

60
ibíd. 45

52
Existe una realidad innegable, en cuanto que el ser humano experimenta una situación
difícil en su vida, llámese enfermedad, dolor, sufrimiento e incluso la muerte. La persona
busca explicaciones o una respuesta a estas situaciones que por lo general las pone hacia Dios.
Y de esto nace una pregunta tan común escuchar en estas situaciones, ¿oh Dios, por qué a mí?
Y esperamos de Él una respuesta inmediata, sin embargo hay situaciones en las cuales la única
respuesta que obtenemos es su silencio.

Un silencio que a pesar de no tener palabras es ensordecedor, porque es precisamente


lo que no queremos que suceda. Buscamos explicaciones y culpables pero nos encontramos
con un silencio tan difícil de entender y aceptar. “Ha puesto su confianza en Dios, pues que le
salve ahora, si es que de verdad le quiere…” (Mt 27, 43) Estas palabras dichas por los sumos
sacerdotes son tan actuales, que muchas veces nosotros mismos cuestionamos la presencia y el
amor de Dios en esos hechos concretos de la vida.

Sin embargo, como ya hemos visto, el silencio de Dios no es un silencio vacío, por el
contrario, es un silencio lleno de la presencia divina, que nos revela que también Dios habla a
través de ese silencio. Es por esto que no debemos dudar de la presencia de Dios en momentos
difíciles de nuestra vida, porque a pesar de no escuchar directamente una respuesta a nuestros
reclamos ante Dios, podemos descubrir y sentir la presencia de Dios en el dolor humano.

Pero se debe tener claro, la presencia de Dios en el dolor humano, no es como la figura
de un dios que se alegra, disfruta o que le gusta ver sufrir a quien quiere tanto, sino que, es un
Dios que sufre con y en el mismo ser humano. Como sucedió en la Cruz de Cristo, en la cual
está presente la Trinidad en plenitud, de igual manera, el Dios Trinitario está presente en el
dolor humano e incluso sufre con él. “Al acercarse y ver la cuidad, lloró por ella” (Lc19, 41)

En la encarnación de la Palabra de Dios está presente la Trinidad. Cuando Cristo, el


Hijo de Dios hecho hombre comparte, conoce y se da a conocer a los hombres lo hace en
cuanto a su naturaleza humana, pero también en cuanto a la naturaleza divina. Jesús es la
figura visible del Dios invisible, es la presencia hablante del Dios que hace silencio, en Él
están presentes el Padre y el Espíritu Santo en cuanto a su naturaleza divina.

53
Cristológicamente hablando, cuando se da la encarnación del Hijo de Dios, se dice que
asumió en plenitud la naturaleza humana. “El Hijo de Dios en su encarnación se ha unido con
todo hombre. Trabajo con las manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con
voluntad de hombre…se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a
nosotros, excepto en el pecado”61

Pero no se puede negar su naturaleza divina, es decir, que cuando Jesucristo sufre junto
al sufrimiento humano lo hace en cuanto a sus dos naturalezas, asumiendo la naturaleza
humana junto a su naturaleza divina. Es así que, cuando Jesús comparte el dolor, el
sufrimiento e incluso la muerte humana, lo hace en sus dos naturalezas.

Jesucristo posee las dos naturalezas en su plenitud, es decir que cuando realiza algo lo
hace en su naturaleza humana pero también en la divina, porque la naturaleza divina no
absorbe o sobrepasa a la humana, no la naturaleza humana oculta a la divina. Es una realidad
que solo se pudo dar en el Verbo encarnado de Dios.

Las acciones del Hijo de Dios hecho carne son realizadas en cuanto a su humanidad
pero con la presencia de su divinidad. Pero se debe tener claro que todo eso se dio en cuanto a
lo posible humanamente, es decir, con los límites que la naturaleza humana posee. Las dos
naturalezas coexisten en un mismo ser, ninguna sobrepasa los límites de la otra, las dos se
complementan y son parte del Hijo de Dios encarnado.

En cuanto a la naturaleza humana muestra todo lo que a ella implica, pero con su
naturaleza divina nos revela la presencia constante e innegable del Dios Trinitario. Todo en la
humanidad de Jesucristo debe ser atribuido a su persona divina, no solamente los milagros
sino también los sufrimientos y la misma muerte62

61
Documento del Concilio Vaticano II, Const. Gaudium Et spes, n. 22
62
Cfr. CEC, 468

54
3.2.2. La presencia de Dios en el sufrimiento del ser humano

Si Jesucristo asumió en plenitud la naturaleza humana, excepto en el pecado, quiere


decir que la presencia de Dios es innegable en las situaciones o circunstancias humanas. En
muchos casos la tristeza, el sufrimiento, el dolor, la desesperación nos hacen dudar de la
presencia de Dios en esos momentos, pero la realidad innegable es que ante el sufrimiento y el
dolor humano Dios está presente e incluso sufre junto a la humanidad.

Esta es una realidad difícil de comprender, por el pensamiento griego sobre los dioses,
de quienes era impensable que puedan sufrir o padecer junto a los mortales y finitos humanos.
Pero el Dios que nos revela Jesucristo es diferente, es un Dios que crea no por necesidad, sino
para estar junto a su creación e incluso para sufrir con ella. Es un Dios que crea por amor y
que ese mismo amor lo lleva a entregar a su único Hijo en la Cruz, y hasta padecer en el
mismo suplicio.

La idea de que podamos creer en un Dios que sea capaz de humanizarse, de hacerse
parte de nosotros e incluso de sufrir es un escándalo para algunos y locura para otros. Pero la
realidad es que el verdadero Dios cristiano realizó la kenosis 63, el anonadamiento de su
naturaleza divina para asumir la naturaleza humana y con esto nos presente que en todo
momento de la vida del ser humano, Dios está presente y actuante.

Desde esta realidad es que debemos redescubrir el sentido del silencio de Dios en el
sufrimiento humano. Primero el silencio no implica ausencia o negación, segundo el silencio
no es vacío y con ausencia de un mensaje, y tercero el silencio de Dios implica presencia
divina. Dios habla incluso en el silencio en momentos difíciles de la vida del ser humano. A
pesar de que no se escuche alguna palabra por parte de Dios, el silencio revela la presencia de
la divinidad que sufre junto a su creación.

63
El término “kenosis” es utilizada para describir la doctrina del auto-despojo de Cristo en Su encarnación. La
kenosis fue una auto-renuncia, no un vaciarse a sí mismo de su deidad, ni un intercambio de la deidad por
humanidad. Filipenses 2:7 nos dice que Jesús “se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose
semejante a los hombres.” Jesús no dejó de ser Dios durante su ministerio terrenal. Pero sí dejó de lado la gloria
celestial de Su relación cara a cara con Dios. Él también dejó de lado su autoridad independiente. Durante Su
ministerio terrenal, Cristo se sometió totalmente a la voluntad del Padre.

55
En toda la historia del ser humano se han presentado situaciones trágicas, dolorosas y
hasta deshumanizantes, como los desastres naturales, las epidemias, las guerras que han
llevado al ser humano a enfrentar una realidad dura pero inevitable que es la muerte. Los seres
humanos aunque sean conscientes de la realidad de la muerte intentan evitar, de todas las
maneras posibles, enfrentar ese sufrimiento. Tal es el caso que las personas por instinto
siempre buscaran la supervivencia, no quieren enfrentar el sufrimiento de la muerte.

Pero ese sufrimiento es una realidad inevitable, aunque es precisamente ante esta
realidad que el ser humano regresa su mirada hacia Dios, pero sobre todo a la acción o a la
postura que tomara ante este acontecimiento. El hombre espera que la intervención de Dios
sea directa y clara, pero ante el sufrimiento de la muerte, pareciera que Dios guarda silencio.
Lo hizo ante la cruz de su propio Hijo, y lo hace hoy en día frente a muchos sufrimientos de
las personas, pero es precisamente con este silencio que Dios quiere revelarse y mostrarse
junto al sufrimiento humano.

No como un dios que quiera sufrir o ver sufrir a su creación, sino, como el Dios que
crea por amor y por amor esta junto al hombre en su sufrimiento. Es el Dios que comparte
nuestro sufrimiento, sin privarnos de experimentar ese acontecimiento en nuestra vida. Aun
que Dios no impida el sufrimiento en nuestras vidas, se hace presente en él, para fortalecer la
naturaleza caída del ser humano.

Para nosotros es difícil entender tal grado de entrega y de amor, sin embargo, el Dios
Trinitario se sigue manifestando en la vida y el sufrir de cada persona todos los días. Cuando
enfrentemos situaciones difíciles y dolorosas no tengamos miedo de confiar todo nuestro
sufrimiento en la manos de Dios, no debemos tener miedo de gritar nuestro sufrimiento, más
bien, debemos estar convencidos de que Dios está cerca, aunque aparentemente calle64.

Yo sé que son los silencios de Dios, los he vivido, los he experimentado y ahora estoy
aquí, son duros, difíciles, desgastantes, pero lo mejor de todo y es lo que he aprendido a través de todo
esto, siempre después de una etapa de SILENCIO viene otra de bendiciones abundantes 65

64
Cfr. S.S. Benedicto XVI, Catequesis sobre la oración en la Biblia, compilador P. Carlos Álvarez, ed. U. Simón
Bolívar, barranquilla, 2012, p. 328
65
Ibíd. 294

56
3.3. El silencio de Dios en la realidad actual

3.3.1. La presencia de Dios en el mundo actual

“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro
tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas
y angustias de los discípulos de Cristo”66 Con estas palabras empieza la constitución pastoral,
Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual del concilio Vaticano II. Las palabras
que vislumbran la presencia de Dios en los signos de los tiempos, convirtiendo las realidades
cotidianas del hombre en realidades de los discípulos de Cristo.

Los signos de los tiempos son realidades que nos ayudan a comprender la
manifestación de Dios en el mundo actual. Para una buena lectura de los signos de los tiempos
es necesario adaptarse a la realidad del mundo actual, suprimiendo lo que sea necesario,
profundizando en lo esencial y estableciendo un diálogo estrecho con los nuevos movimientos
que han surgido en la actualidad.

En el mundo actual se puede observar varios signos de los tiempos, como por ejemplo,
la creciente importancia de las ciencias y de las técnicas, el desarrollo de las comunicaciones,
como son las redes sociales, el avance en la economía y política en muchos países, todo esto
que se ha convertido en una realidad social y que ha envuelto al ser humano y lo ha convertido
en un simple instrumento del desarrollo, con la mentalidad por la cual se debe ir al ritmo que
nos presenta este mundo o convertirse en un rechazado de esta sociedad.

Es precisamente ante esta realidad, que debemos retomar el centro y fundamento de


nuestra vida. Poder reconocer nuevamente la presencia de Dios en estos signos de los tiempos.
Porque a pesar de los avances tecnológicos y de la comunicación, o del desarrollo económico
y político, el ser humano aun no encuentra el sentido de su vida, busca refugiarse en estas
nuevas tecnologías, pero todo esto no lo llena o perfecciona como ser humano, es por esto que
hay que regresar la mirada a lo que realmente es importantes.

66
GS, n. 1

57
Con todo lo que nos presenta el mundo actual, somos como niños en una juguetería,
nos emocionamos con cada novedad y deseamos tener todo juguete nuevo, pero al final nos
damos cuenta que no podemos conseguir todo, y que cuando obtengamos algo nuevo
desechamos lo anterior, y eso se convierte en una historia cíclica y sin sentido. El reto actual
es descubrir y alcanzar lo que realmente nos realizará como personas.

Solo en Dios nos podremos realizar como seres humano, pero aquí surge otra
interrogante, ¿Cómo poder encontrar a Dios, si estamos envueltos en el bullicio de este
mundo? La historia del profeta Elías nos orientará de mejor manera a comprender la presencia
de Dios, no en el bullicio o lo extraordinario de este mundo, sino en la contemplación y en el
suave silencio de la briza.

Entonces pasó el Señor y hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las
rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor». Elías se «dio cuenta de que el Señor no
estaba allí». Continúa la Escritura: «Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba el
Señor». Continuó el Pontífice, Elías «supo discernir que el Señor no estaba en el terremoto y no estaba
en el viento». Y aún más: «después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco estaba el Señor.
Después del fuego el susurro de una brisa suave». Y he aquí que «al oírlo, Elías se dio cuenta que era el
Señor que pasaba, se cubrió su rostro con el manto y adoró al Señor». En efecto, afirmó el obispo de
Roma, «el Señor no estaba en el huracán, en el terremoto o en el fuego, sino que estaba en aquel susurro
de brisa suave: en la paz». O «como dice precisamente el original, una expresión bellísima: el Señor era
un hilo de silencio sonoro»67

Ante la globalización y el consumismo presentes y reinantes en este mundo, un


momento de calma y de silencio pareciera toda una utopía. Sin embargo el silencio debe ser
parte de los signos de los tiempos, al estar envuelto entre tanto desorden y tanta bulla,
debemos redescubrir el valor y sentido de la presencia de Dios en el silencio. Saber que a
pesar de todo lo que nos presente la contemporaneidad, hay una sola cosa fundamental y que
siempre ha estado y ha sido presente en nuestras vidas.

67
S.S. Francisco, Misa matutina en la capilla de la Domus Sanctae Marthe, Una brisa suave, viernes 13 de junio
de 2014.

58
La presencia de Dios en este mundo ha sido muy discutida, por el hecho, de que
muchas personas piensan que ante el avance de la sociedad es innecesario detenerse a pensar
en Dios. Si Dios no va a nuestro ritmo se puede convertir en un dios desechado o abandonado.
Pero la realidad es que en momentos fuertes de nuestras vidas, casi siempre, regresamos la
mirada a Dios.

En la Sagradas Escrituras podíamos observar la presencia más visible de Dios, un Dios


que habla, que se comunica, que se revela, que elige, que acompaña a su pueblo de formas
más sensibles y visibles. Pero en estos últimos tiempos Dios se nos revela de forma contraria a
lo que el mundo nos orienta. Dios se nos comunica a través del silencio, de lo secreto, es un
Dios que camina junto a su pueblo pero de una manera escondida, esperando que lo podamos
descubrir en el silencio de nuestra vida.

Es así como el silencio se convierte en un signo de los tiempos, el cual es urgente que
se lo vuelva a descubrir. Es necesario que el ser humano vuelva a experimentar la presencia de
Dios en el silencio, sobre todo en estos tiempos en los cuales es difícil hacer un alto a tantas
actividades y dedicar tiempo a Dios. Pero como nos enseña el Señor, antes de iniciar alguna
actividad debemos apartarnos de todo y en silencio hacer nuestra oración.

Por encima de todo, desde el Evangelio sabemos que detrás de ese silencio no se esconde el
vacío de la nada, ni el interés de una impotencia que <no quiere>, sino un amor salvador que trata por
todos los medios de llegar a nosotros. El silencio de Dios no es la barrera del miedo, sino la frontera de
la esperanza: detrás del silencio de la cruz espera, viva e impaciente, la palabra definitiva de la
Resurrección68

3.3.2. La necesidad del silencio en el mundo actual

El hombre de hoy vive una época de rápidos cambios y con frecuencia queda incierto,
dudoso y desorientado, es decir pierde el norte, pierde la meta, el fin. Aun poseyendo riquezas
que este mundo le presenta, experimenta el dolor y el sufrimiento, el hambre, la sed, el ansia
de libertad. Porque tiene el sentido de la libertad y alimenta formas de esclavitud. Tal parece,
que todo el progreso temporal no corresponde a un adecuado progreso espiritual69.

68
Op, Cit, Andrés Torres Queiruga, p. 152.
69
Documento del Concilio Vaticano II, ed. La BAC, Madrid, 1968, p. 179

59
La sociedad actual ha tenido que enfrentar grandes y profundos cambios a todo nivel,
sociales, políticos, tecnológicos, psicológicos, morales y hasta religiosos. Sin embargo, se
debe hacer una reinterpretación y actualización en varios cambios que se han realizado. Todo
el proceso de desarrollo de este mundo debe ir obligatoriamente acompañado del progreso
espiritual de las personas. Y es así donde se deben rescatar valores espirituales, el que
queremos resaltar en este trabajo es redescubrir el silencio en la vida del ser humano.

Todas las actividades que realiza el ser humano deben estar orientadas por la presencia
de Dios. Pero en muchos casos es al contrario, las actividades cotidianas orientan o se podría
decir, limitan y hasta apartan la presencia de Dios en nuestras vidas. El reto a realizar para la
sociedad actual es devolver la importancia de Dios en las acciones y palabras del ser humano,
que en todo lo que realicemos se pueda ver la presencia de Dios, e incluso en el silencio.

Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y


santidad, sometiendo así a la tierra y cuanto en ella se contiene, y de orientar a Dios la propia persona y
el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de
todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo 70.

La presencia de Dios es innegable, pero en estos tiempos, ha resultado muy difícil


poder observarla claramente. Este mundo cada vez más cambiante, los desastres naturales, las
enfermedades, las guerras y todo lo que hoy está presente, no nos han permitido reconocer en
el silencio a Padre amoroso de Jesús. Actualmente se hace conciencia del daño a la naturaleza,
“porque un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado
contra Dios”71.

Ante esta realidad, hoy en día se están lanzando propuestas para evitar y contrarrestar
todo el daño causado a la naturaleza, al hombre y a Dios. Pero sigue surgiendo en nosotros el
enigma, de preguntarnos ¿Dónde está Dios que permite todo esto? “El misterio de la relación
entre Dios y el hombre no busca la publicidad, porque no lo haría verdadero. Requiere más
bien el estilo del silencio”72

70
GS, n. 34
71
S.S. Francisco, Carta Encíclica “Laudato Si”, ed. Ciudad del Vaticano, Bogotá, 2015, p. 11
72
S.S. Francisco, Misa matutina en la capilla de la Domus Sanctae Marthe, El misterio no busca publicidad,
viernes 20 de diciembre de 2014.

60
El Papa Francisco en algunos mensajes recalca la importancia del silencio como
revelación de la presencia de Dios en nuestros días. En la actualidad la necesidad de presentar
al silencio como presencia innegable de Dios es sumamente importante. Debemos detener el
ritmo de este mundo para percibir la presencia de Dios en el silencio de nuestro corazón.
“Corresponde luego a cada uno de nosotros descubrir, precisamente en el silencio, las
características del misterio de Dios en la vida personal”73

Esta sombra de Dios en nosotros, en nuestra vida, afirmó el Pontífice, nos ayuda a «descubrir
nuestro misterio: nuestro misterio del encuentro con el Señor, nuestro misterio del camino de la vida con
el Señor». En efecto, «cada uno de nosotros —explicó el Papa— sabe cómo obra misteriosamente el
Señor en su corazón, en su alma. Y cuál es la nube, el poder, cómo es el estilo del Espíritu Santo para
cubrir nuestro misterio. Esta nube en nosotros, en nuestra vida, se llama silencio. El silencio es
precisamente la nube que cubre el misterio de nuestra relación con el Señor, de nuestra santidad y
nuestros pecados». Es un «misterio» que «no podemos explicar. Pero cuando no hay silencio en nuestra
vida el misterio se pierde, se va». He aquí, entonces, la importancia de «custodiar el misterio con el
silencio: es la nube, el poder de Dios para nosotros, la fuerza del Espíritu Santo» 74

De esta realidad surge la importancia del silencio en la vida de las personas, sobre todo
en este mundo tan lleno de ruido. Solo el silencio nos permitirá acercarnos cada vez más en lo
profundo y secreto que es el misterio de Dios. Y es así, que ante todo lo que nos presenta este
mundo, ante tanto sufrimiento, tanto dolor, tontos casos inhumanos, guerras, violencia, odios,
atentados, solo debemos poner nuestra confianza plena en Dios, en su presencia y acción a
pesar del silencio que experimentamos en estas situaciones.

Para volver a mirar nuestro horizonte, nuestra meta, nuestro fin en este mundo
debemos volver nuestra mirada a Dios, pero no lo podemos hacer si seguimos envolatados con
todo lo que este mundo nos presenta, por eso debemos retomar el silencio como forma de
descubrirnos y descubrir la presencia de Dios en medio que tantas distracciones del mundo
actual.

73
Ídem.
74
Ídem.

61
A imitación de lo que nos muestra la Sagrada Escritura sobre nuestra madre del cielo.
“María por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su interior” (Lc 2, 19) A
esto nos invita el ser cristianos, que cuando no entendamos el accionar de Dios en muchos
acontecimientos, lo mejor siempre será meditar y guardar en silencio la salvación que nos
llega por Jesucristo. “Bueno es esperar en silencio la salvación de Yahvé” (Lm 3, 26)

Éste fue el objetivo durante el desarrollo de este trabajo, poder descubrir en el silencio
la presencia innegable y amorosa de Dios. Saber que incluso en el silencio no estamos solos,
porque cuando se trata del silencio por parte de la divinidad, no es un silencio vacío.

El silencio de Dios implica presencia, una presencia trinitaria, por eso es necesario
regresar al sentido pleno del silencio y a experimentarlo en nuestras propias vidas. “El Papa
Francisco concluyó su homilía con la oración. «El Señor nos dé a todos la gracia de amar el
silencio, buscarlo, tener un corazón protegido por la nube del silencio. Y así el misterio que
crece en nosotros dará muchos frutos”75.

75
Ídem.

62
CONCLUSIONES

Cuando el hombre intenta entablar un diálogo, una conversación, e incluso intenta


conocer a alguien o algo, pregunta y responde con su lenguaje y espera una respuesta
también con su propio lenguaje, aun cuando sea en otro idioma, buscará traducirlo no sólo en
un sentido lingüístico, sino también cultural y sobre todo le dará su propia asimilación.

Cuando el hombre se comunica con otro hombre, éste espera una respuesta, se prepara
para tener un diálogo, para conversar, intercambiar ideas, sin embargo, en algunas ocasiones
se obtiene como respuesta un silencio, que rompe todo esquema, esto no quiere decir que el
silencio sea totalmente diferente al habla, a la comunicación o al conocimiento por parte del
lenguaje. “El hecho de que a menudo no lleguen a expresarse verbalmente es sólo la señal de
una determinada forma del habla…”76 esto quiere decir que el silencio es parte de la
capacidad en el ser humano de poder hablar y comunicarse con los demás, incluso cuando no
pronuncian verbalmente una sola palabra.

Así, la palabra y el silencio no pueden considerarse como términos opuestos, como si


la presencia del uno determinase la exclusión del otro; son más bien dos aspectos que forman
el lenguaje humano como dato constitutivo del ser hombre. Por tanto, no existe conflictividad
alguna entre el silencio y la palabra, entre el silencio y el habla, sino unidad e integración. No
se daría palabra sin silencio; pero tampoco se daría verdadero silencio más que como
interrupción de la palabra.

Porque a lo largo de la historia “Dios ha hablado muchas veces y de muchas maneras”


(Heb 1, 1), incluso en el transcurso de la misma historia donde el hombre ha sentido un silencio
de parte de Dios, casi inexplicable, se ha podido reconocer su presencia a favor del mismo.
Dios se ha revelado a favor del ser humano a través de la creación, de la liberación, de su
Palabra.

76
Heidegger, Martín, El ser y el tiempo, Bogotá, ed. Fondo de cultura económica, 1998, p. 181

63
Pero también a través del silencio donde por amor nos propone una libertad, para poder
comprender que no es un Dios que obliga, que impone, que trasgrede la libertad de su
creatura, sino que es un Dios que calla o que permite varios acontecimientos para que el
hombre descubra en ese silencio el pleno amor de Dios.

“Antes de que el hombre oyera la palabra, la palabra estaba en Dios, luego vino la
revelación de un misterio envuelto en el silencio en los siglos eternos”77, hay, sin embargo,
otro silencio de Dios, que no parece cargado de un misterio de amor, sino de la ira divina,
“para Israel que quiere escuchar a su Dios, este silencio es un castigo, significa el
alejamiento de su Señor”.78

Sin embargo, el diálogo no se ha interrumpido definitivamente, pues el silencio de


Dios puede ser también un reflejo de su paciencia en los días de infidelidad de los hombres.
“De modo que lo admirable no está tanto en el silencio de Dios como en la misma posibilidad
de su palabra. Y la pregunta no es: ¿por qué hace Dios tan difíciles las cosas?; sino: cómo es
posible un amor tan grande, que es capaz de realizar el impensable misterio de esta
comunicación”79

Cuando el profeta Elías estaba en el monte no se encontró con el Dios de la victoria,


del poder, del triunfo sobre los adversarios, al cual estaba acostumbrado, sino con un Dios de
silencio y de paz. Elías se imaginaba que el Señor estaba “en el viento impetuoso, un huracán
tan violento que hendía las montañas y quebrantaba las rocas... Pero el Señor no estaba en el
huracán” (1R 19,11). Es en este momento cuando se revela el misterio de Dios de una forma
inesperada. “Después del fuego, vino el susurro de una brisa suave” Entonces, dice el texto,
“Elías se cubrió con el manto”. (1R 19,12).

77
Dufour Léon X. Vocabulario de Teología Bíblica, editorial Herder, Barcelona, 1982. Pág. 863, (silencio)
78
Ídem
79
Queiruga, Andrés Torres, Recuperando la salvación, ediciones encuentro, 1979, Madrid, pág. 145

64
Por lo tanto, Dios es una “voz silenciosa”. Esta es la revelación de Dios que lo deja a
uno extrañado. Esto es importante, si entendemos esto podremos entender también el silencio
de Dios en la cruz de Jesús. Dios es una voz que tiene su expresión no en el clamor sino en el
silencio, en el misterio, en la trascendencia.

Dios se le dio a conocer a Elías en el Horeb mediante “la voz sutil del silencio” (o
“silencio que habla”), lo cual no es ausencia de comunicación sino, al contrario, plenitud de
ella: es la entrega de “la palabra” que es la síntesis de “todas las palabras”. Y si damos un salto
hasta la plenitud de la revelación, entenderemos que esta “Palabra” es una persona: Jesús de
Nazaret con todos los matices de su personalidad y de su misión descrita ampliamente en los
Evangelios.

El silencio es capaz de abrir un espacio interior en lo más íntimo de la persona, para


hacer que ahí habite Dios, para que su Palabra permanezca en nosotros, para que el amor a él
se arraigue en nuestra mente y nuestro corazón. Por lo tanto la primera acción que debemos
hacer es volver a aprender el silencio, la apertura a la escucha, lo cual nos abre al
conocimiento del otro y a la profundización de la Palabra de Dios.

Lo segundo es la relación importante del silencio con la oración, no solo existe nuestro
silencio para la escucha de la Palabra de Dios, sino que a menudo en nuestra oración, nos
encontramos ante el silencio de Dios, como le sucedió también a Jesús en la cruz, lo cual,
como ya explicamos antes, no indica la ausencia de Dios, sino que Dios actúa a través de ese
silencio. El cristiano debe estar seguro que el Señor está presente y escucha, incluso en la
oscuridad del dolor, del rechazo y la soledad.

En consecuencia, el silencio del oyente consiste en ponerse ante Dios para acoger su
Palabra que tiene tantos matices, tantas voces, tantos efectos. Esto supondrá “atención”
continua, lo cual pide constante salida de sí mismo y vivir en permanente “tensión” espiritual
hacia Dios.

65
BIBLIOGRAFÍA

Documentos Eclesiales

1. Concilio Vaticano II, Lima, ed. Paulinas, 2008

2. Biblia de Jerusalén Latinoamericana, Bilbao, 2001.

3. Documento del Papa Benedicto XVI, Audiencia General, 8 de febrero de 2012

4. Benedicto XVI, Catequesis sobre la oración en la Biblia, compilador P. Carlos Álvarez,

ed. U. Simón Bolívar, barranquilla, 2012, p. 240.

5. Del Santo Padre Benedicto XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal “Verbum

Domini”, ed. Librería Editrice Vaticana, Vaticano. 2010

6. Del Santo Padre Francisco, Carta Encíclica “Laudato Si”, ed. Paulinas, Bogotá, 2015

Documentos Generales

7. Alston, William, Filosofía del lenguaje, Madrid, ed. Alianza S.A, 1974

8. Benedicto XVI, Catequesis sobre la oración en la Biblia, compilador P. Carlos Álvarez,

ed. U. Simón Bolívar, barranquilla, 2012

9. Berzosa, Raúl, Para comprender La Creación en clave Cristiana, España, ed. Verbo

Divino, 2000

10. Blasco, Josép, Lenguaje, filosofía y conocimiento, Barcelona, ed. Ariel, 1973

11. Bouyer, Louis, La Biblia y el Evangelio, Barcelona, ed. Estela S.A, 1965

12. Comblin José, La Oración de Jesús, ed. Sal Terrae, Santander, 1977

13. Ferrater Mora, José, Diccionario de Filosofía tomo I (A-D), Barcelona, ed. Ariel, S.A,

1998

14. Heidegger, Martín, El ser y el tiempo, Bogotá, ed. Fondo de cultura económica, 1998

66
15. Heidegger, Martín, tiempo y ser, Salamanca, ed. Sígueme, tercera edición, 2003

16. Klein Fernando, El silencio de Dios, España, ed. Creación, 2010

17. Léon-Dufour, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblico, Barcelona, ed. Herder, 1982

18. Lippert, Peter, El Hombre Job habla a su Dios, Mexico, Ed. Jus, 1944

19. Maggioni Bruno, Los relatos evangélicos de la pasión, Ed. Sígueme, Salamanca, 1997

20. Mannucci, Valerio, La Biblia como Palabra de Dios, Bilbao, ed. Desclée de Brouwer,

S.A, 1995

21. Medard, Kehl, Contempló Dios toda su creación y estaba bien, España, ed. Heder, sin

año.

22. Moreno Jaramillo, Jesús, El silencio de la fe, ascenso hacia Dios, Ed. Litografía

Dinámica, Medellín, 2012.

23. Oñoro, Fidel, Tus palabras son mi gozo” – El Presbítero como discípulo y maestro de

la Palabra, (Retiro del Presbiterio de la Arquidiócesis de Tegucigalpa), Tegucigalpa,

CEBIPAL, 2005.

24. Torres-Queiruga, Andrés, Recuperando la Salvación, Madrid, ed. Encuentro, 1979

67

También podría gustarte