El Silencio de Dios en La Cruz de Jesús PDF
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DECLARACIÓN y AUTORIZACIÓN
Yo, NELSON FABIÁN SANY SIMBAÑA con Cédula de Identidad No. 171968274-0. autor del trabajo de
graduación intitulado: "EL SILENCIO DE DIOS EN LA CRUZ DE JESÚS", previa a la obtención del título
profesional de LICENCIADO EN TEOLOGÍA en la Facultad Eclesiástica de Ciencias FilosóficoTeológicas:
1.- Declaro tener pleno conocimiento de la obligación que tiene la Pontificia Universidad Católica del
Ecuador, de conformidad con el artículo 144 de la Ley Orgánica de Educación Superior, de entregar a
la SENESCYT en formato digital una copia del referido trabajo de graduación para que sea integrado al
Sistema Nacional de Información de la Educación Superior del Ecuador para su difusión pública
respetando los derechos de autor.
2.- Autorizo a la Pontificia Universidad Católica del Ecuador a difundir a través de sitio web de la
Biblioteca de la PUCE el referido trabajo de graduación, respetando las políticas de propiedad
intelectual de Universidad.
1
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA
ESCUELA DE TEOLOGÍA
QUITO, 2016.
2
AGRADECIMIENTOS
Expreso aquí todo mi cariño junto a mis más sinceros y afectuosos agradecimientos a quienes
me orientaron a realizar este trabajo de disertación: en primer lugar a Dios por quien tengo el
existir, a mi familia, a la Congregación de Jesús y María por quien he podido realizarme como
cristiano, además agradezco a todo el personal docente que he conocido durante este periodo
de formación universitaria en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
3
ABSTRACT
El silencio que siente el ser humano cuando acude a Dios, pero no obtiene la respuesta
que quisiere, debe ser orientado en el redescubrimiento de la presencia de Dios incluso en el
silencio que para muchos es tan incomprensible y tan difícil de aceptar.
Dios se ha manifestado al hombre desde la misma creación, pero también desde ese
acontecimiento se ha hecho presente el silencio por parte del Creador. Pero el momento
histórico más relevante, es cuando su propio Hijo clama la presencia del Padre, en la Cruz. En
esos momentos de suplicio y dolor humano es cuando se debería escuchar la voz del Padre o
mirar la presencia visible del Padre amoroso que esta junto a su Hijo.
4
ABSTRACT
The silence that a human being feels when is looking for God and that is not obtained
at that moment must be focused in rediscover the presence of God even in the silence, the
silence that for most people is incomprehensible and so hard to accept.
God had been revealed to humans since the very begging, but also since that moment
he had been present in the silence of the Creator. The most relevant and historic moment is
when his own son claims the presence of his Father on the Cross, in that moments of torture
and human pain is when the voice of God should be listened and moreover see the visible
presence of the loving Father besides his son.
Silence fills doubts and fears to everyone that presences this event. Many people, even
in this days stay in that doubt and that fear, not recognizing that despite silence, the presence
of God in the cross was an undeniable reality.
The presence of God, even in the silence of the cross or the human pain, is a reality that
we must discover. Then, the silence will overcomes the concept of absence, rejection and heat
to the presence over suffering, to undeniable and unconditional love and most of all the silence
that God offers us as salvation.
5
INDICE
ABSTRACT…………………………………………………………………………… ii
INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………….. 1
CONCLUSIONES…………………………………………………………………….54
7
INTRODUCCIÓN
Para el ser humano la capacidad que tiene de comunicarse a través del hablar es algo
esencial, es una habilidad que le hace ser lo que es, “…la facultad que hace del hombre un
hombre. Este rasgo es el perfil mismo de su ser. El Hombre no sería hombre si no le fuera
concedido el habla… ya desde el principio somos en el lenguaje y con el lenguaje”1. Pero esta
misma capacidad del lenguaje y del habla, implica un elemento esencial que en muchas
ocasiones no es profundizado, esto es el “silencio” como forma de comunicación.
El ser humano por naturaleza es un ser sociable y una de las formas en las que se
desarrolla en una sociedad es en su capacidad de hablar. Cuando el hombre habla trasmite
ideas, conocimientos, pensamientos, etc. En el hablar del ser humano se da también el hecho
del conocimiento, pero no es el único medio. El silencio en la vida del ser humano sirve,
también, como una forma de expresarse, sin utilizar las palabras.
Es así como se intenta explicar la incertidumbre que hay en el ser humano cuando se
presenta un diálogo fluido y mutuo entre él y su Creador, pero en momentos específicos se
hace presente el silencio y el rumbo de la conversación, del diálogo, del conocimiento cambia
radicalmente.
El hombre es un ser que dialoga, no solo entre los de su misma especie, también lo
hace con el “Ser” que le dio la existencia y todas sus capacidades. Dios crea a través de su
Palabra, se hace presente en la historia del ser humano a través de la Palabra, pero también lo
hace a través del silencio, que es muy difícil de comprender para el hombre, y en muchos
casos lo mal interpreta.
1
Heidegger, Martín, Tiempo y Ser, Salamanca, ed. Sígueme, tercera edición, 2003, p. 72.
8
Un acontecimiento más concreto del silencio de Dios en la historia humana es el que
tuvo que pasar el mismo Cristo en su cruz y éste hecho concreto nos lleva a interrogarnos, el
por qué si Dios calló en la cruz de Jesús, ¿podríamos creer que interviene en la historia a
nuestro favor?
Este es un hecho que afecta una parte sensible de la persona. Porque en ella se
presentan situaciones que ameritan la manifestación de Dios, pero por el contrario, el ser
humano se encuentra con un silencio, un callar por parte de Dios, que en muchas ocasiones es
incomprensible e incluso inaceptable.
Dios hace silencio ante el grito de Jesús en la Cruz “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?” (Mt, 27, 46). Ante este silencio por parte del Padre, el ser humano se
cuestiona el hecho de que Dios se manifieste en los momentos difíciles. Sin embargo, el
silencio forma parte de nuestra experiencia del conocimiento de Dios que se manifiesta aun
en ese mismo silencio.
Lo que implica el “silencio de Dios” tiene que ver con cuestiones profundas del
espíritu humano. Por esa razón, las diversas formas de reaccionar frente a la aparente
no-intervención de Dios, pueden ser de reproche, rechazo profundo e incluso de dudar de la
existencia de Dios.
2
Cfr. http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2006/may/documents/hf_ben
xvi_spe_20060528_auschwitz-birkenau_sp.html (1/10/13) (cita tomada de la página de la Santa Sede, discursos del Santo
Padre Benedicto XVI, 21/03/2014; 21:00)
9
Lo que está más allá de la palabra y del entendimiento del hombre nos habla
persuasivamente de Dios, pero el silencio que está más allá de la palabra del hombre se abre
en Palabra de revelación en la que Dios se manifiesta y al mismo tiempo se oculta “Muchas
veces y de muchas maneras habló Dios… en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio
del Hijo…” (Heb, 1, 1-2)
La Palabra que está viva se hace presente por la auto comunicación de Dios en la
mente y el corazón del creyente, que necesita del silencio para poder escuchar esa Palabra.
Esto es, abandono del propio conocimiento, para ser poseídos por el conocimiento de Dios. De
ese modo, el silencio es ámbito normal y esencial de la comunicación, condición de acogida y
comprensión de la manifestación de Dios. “En el principio existía la Palabra y la Palabra
estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios…” (Jn 1, 1)
El clima de oración es un ambiente adecuado para preguntarse por qué Dios no actúa
ante la devastación causada por las catástrofes de la naturaleza contra los hombres, ni ante el
sufrimiento atroz causado por los hombres a sus semejantes. Es así que la oración en el ser
humano toma un papel primordial para la compresión del silencio de Dios.
Al entregar a su Hijo a la pasión y a la muerte por amor a los hombres, el Padre nos
introduce en una lógica que supera completamente el modo de pensar humano. La respuesta a
la pregunta “¿por qué callaste, Señor?”, aparece representada en el gran signo del Crucificado,
“Padre en tus manos pongo mi espíritu. Y dicho esto expiró” (Lc, 23, 46) Signo con el cual ha
marcado el camino de la confianza plena en Dios.
3
Del Santo Padre Benedicto XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal “Verbum Domini”, n 66, ed. Librería Editrice
Vaticana, Vaticano. (2010), pág 116.
10
Se convierte entonces en testigo, en alguien que mediante su testimonio, hace presente
a Dios allí donde parece reinar la necesidad impersonal, el dolor, el sufrimiento, el escándalo y
la locura. Al olvidarse de sí mismo y de sus dificultades, al actuar buscando el reino de Dios y
hacer presente su amor entre los hombres, se abre la fuente de sentido para el creyente, y el
silencio de Dios se convierte en presencia amorosa de Dios
Es así como el silencio se redescubre como signo indiscutible de que Él está presente
en la historia de los hombres, en la que actúa de forma escondida, pero que sigue actuando y
teniendo un papel primordial en la vida del ser humano. “La cruz de Cristo no solo muestra el
silencio de Jesús como su última palabra al Padre, sino que revela también que Dios habla a
través del silencio”4.
Desde esta perspectiva se abordará el desarrollo de este tema en tres capítulos, a saber:
El primer capítulo, trata sobre el silencio en el ámbito antropológico. Para esto se partirá de la
realidad esencial al hombre que es el comunicarse a través del lenguaje. También, se tratará
sobre la capacidad de aprender a través del lenguaje, para terminar con el desarrollo del
silencio como forma de conocimiento humano, y su interpretación en la esencia de la persona.
4
Benedicto XVI, Catequesis sobre la oración en la Biblia, compilador P. Carlos Álvarez, ed. U. Simón Bolívar,
barranquilla, 2012, p. 337
11
CAPÍTULO I
Según una tradición antigua, nosotros y solo nosotros, somos seres que estamos preparados para
hablar y por ello poseen el lenguaje. No es que la facultad de hablar sea en el hombre una capacidad
yuxtapuesta a las demás o en el mismo plano que las otras. Es por el contrario, la facultad que hace del
hombre un hombre. Este rasgo es el perfil mismo de su ser. El Hombre no sería hombre si no le fuera
concedido el habla… ya desde el principio somos en el lenguaje y con el lenguaje5
El lenguaje aparece como el hecho distintivo y propio del ser humano. Es precisamente
esto lo que motiva a profundizar en la riqueza y centralidad del lenguaje. El lenguaje es objeto
epistemológico-histórico, categoría que posibilita el conocimiento y el factor cultural. En el
lenguaje se funda y transmite el pensamiento de la persona, la posibilita y estructura en el
proceso cognitivo. Por esto, el lenguaje se convierte en una especificidad humana, refleja y
consolida sus procesos históricos, articula y mediatiza las creencias y visiones de la realidad.
5
Heidegger, Martín, Tiempo y Ser, Salamanca, ed. Sígueme, tercera edición, 2003, p. 72.
6
Cfr. Heidegger, Martín, El ser y el tiempo, Bogotá, ed. Fondo de cultura económica, 1998, p. 179
12
1.4.2. El lenguaje y su relación con el habla
Cuando el ser humano va creciendo, casi todos, van desarrollando la habilidad para
comunicarse a través del lenguaje, posteriormente tendrán la capacidad para comprender y
expresar sus pensamientos más claros y concretos en el lenguaje hablado pero también escrito.
Esto permite que el ser humano pueda expresar ideas, emociones, gestos, inquietudes,
actitudes, etc. Pero teniendo en cuanta que el ser humano es el único que puede expresar todo
esto, a través del hablar que es el ser del lenguaje, y de igual manera es el único que puede
interpretar y comprender estas mismas ideas.
Aristóteles definía al hombre como un ser vivo que tiene logos, como “zoon logos
ejon”, de esta forma estaba afirmando que el ser humano se distingue del resto de los
animales, no sólo por estar dotado de razón, sino también por tener y utilizar un lenguaje. El
hombre es un ser que habla, el único ser vivo que tiene palabra8, el hombre es hombre porque
vive instalado en el mundo del lenguaje.
7
Ídem.
8
Cfr. Aristóteles, Política, I, 2, 1253 a, 10: “...el hombre es por naturaleza un animal social... la razón por la que
el hombre es un ser social, más que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza no hace nada en vano,
y el hombre es el único animal que tiene palabra. Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen
también los demás animales... Pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo
justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales...; Etica Nicomaco, 2, 8, 1098 a, 4:
“He aquí lo que se produce cuando se convive y se intercambian palabras y pensamientos, porque así podría
definirse la sociedad humana...”.
9
Normalmente se habla del lenguaje de las abejas, de las hormigas, de los chimpancés, para afirmar que a los
animales les corresponde un código comunicativo: las ballenas y delfines también se comunican mediante la
emisión de sonidos peculiares. Estos ejemplos podrían inclinarnos a pensar que el lenguaje es algo común a los
hombres y animales. Nada más lejos de la realidad, pues una cosa es comunicarse y otra muy distinta hablar,
capacidad únicamente dl ser humano.
13
A la luz de experimentos científicos algunos investigadores, llegaron a sostener que la
capacidad de comunicarse por medio de símbolos y sintaxis estaba al alcance de los simios.
Pero, hoy sabemos que la solución no es tan fácil. No es lo mismo la capacidad comunicativa
animal que la capacidad racional y la utilización del lenguaje humano10.
El lenguaje utilizado por el ser humano es mucho más complejo y lleno de información
que cualquier señal o sonido emitido por la gran mayoría de animales que se comunican por
esos medios. El lenguaje para el ser humano es parte de su esencia, y cuando lo utiliza para
comunicarse o para conocer lo hace desde sí mismo, es decir, que cuando una persona se
comunica a través del lenguaje implica todo su ser.
Es precisamente por eso, que el lenguaje del ser humano es más profundo en su mismo
ser que cualquier otra forma de comunicarse utilizado por otros seres vivos. La forma de
lenguaje utilizado en muchos animales es esporádico y hasta externo a su mismo ser, pero en
cuanto al lenguaje utilizado por el ser humano es parte de su mismo ser, es intrínseco a él.
El ser humano habla. Hablamos en la vigilia y en el sueño. Hablamos sin parar, incluso
cuando no pronunciamos ninguna palabra, sino que escuchamos o leemos; hablamos tanto si
nos dedicamos a una tarea o nos abandonamos en el ocio. Hablamos constantemente de una u
otra forma. Hablamos, porque hablar es connatural al ser humano. El hablar no nace de un acto
particular de la voluntad. Se dice que el hombre es hablante por naturaleza. La enseñanza
tradicional dice que el hombre es, a diferencia de la planta y la bestia, el ser vivo capaz de
hablar. Esta afirmación no significa que el hombre posea junto a otras facultades, la capacidad
de hablar. Más bien quiere decir que es el propio lenguaje lo que hace al hombre capaz de ser el
ser vivo que es en tanto que hombre. El hombre es hombre en cuanto que es capaz de hablar 11.
El lenguaje humano posee unos rasgos únicos, que los distinguen no sólo cualitativa,
sino cuantitativamente de los distintos modos de comunicación animal. Cuando una persona
utiliza el habla como forma de comunicación le son esenciales como posibilidades el oír y el
callar, por esto, el lenguaje no solo pude ser reducido a la forma del habla.
10
Han sido muchas las experiencias llevadas a cabo en universidades americanas con monos, pero todas han
llegado a la misma conclusión: el lenguaje compete de manera propia e intrínseca únicamente al hombre. A las
otras especies animales se les atribuye de manera en cierto modo abusiva por la relación extrínseca que pueden
guardar con el sistema lingüístico humano. Las distintas experiencias han demostrado, por un lado, que los
chimpancés son más inteligentes de lo que se creía, pero, por otro lado, que son incapaces de hablar y de
aprender a comunicarse por medio del lenguaje humano.
11
Cfr. Heidegger, Martín, El ser y el tiempo, Bogotá, ed. Fondo de cultura económica, 1998, p. 180
14
El lenguaje humano no es fruto de una actividad instintiva, a diferencia de la forma de
comunicación animal que es instintivo e involuntario. El lenguaje humano no se trata de un
código de señales inmutables, sino de un sistema simbólico que hace posible la comunicación
intencional y que expresa lo más profundo de la misma persona.
12
Parte de la biología que se ocupa de las relaciones de parentesco entre los distintos grupos de seres vivos.
13
Cfr. Alston, William, Filosofía del lenguaje, Madrid, ed. Alianza S.A, 1974, p. 79
15
1.5. El lenguaje como posibilidad de conocimiento
1.5.1. Formas de conocimiento del hombre
Además del conocimiento sensible, el ser humano puede llegar a conocer a través de la
comprensión racional, que es aquella que se adquiere por la razón, la experiencia y la
intuición. Así se podría citar muchas formas más de conocimiento en el ser humano, sin
embargo el punto común que debemos resaltar es el lenguaje como parte esencial del
conocimiento del hombre.
Es así que el lenguaje se convierte en parte esencial para el conocimiento, pero además,
nos ayuda a trasmitir conocimiento, es decir, que enseñar Biología, Matemática, Historia,
Física, Literatura o cualquier otra materia es, en un último análisis, enseñar un lenguaje, un
modo de hablar y, consecuentemente, un modo de ver y conocer el mundo.
Como hemos visto, el conocimiento que el hombre adquiere tiene diferentes formas
que son muy diversas y complejas, sin embargo, la esencia del conocimiento se da por algo
que es inherente al hombre y que es tan común que no nos preguntamos cómo funciona, sino
que solo lo utilizamos, esto es el lenguaje humano.
14
Conjunto de fenómenos que caracterizan un proceso u otra cosa. Ciencia de los fenómenos físicos o
psíquicos, en su génesis y en sus manifestaciones en el tiempo y en el espacio.
15
Cfr. Ferrater Mora, José, Diccionario de Filosofía tomo I (A-D), Barcelona, ed. Ariel, S.A, 1998, p. 661
16
El lenguaje, más que una forma de conocimiento del hombre, es la esencia del
conocimiento. Es por eso que al lenguaje no se lo puede definir como el conocimiento de un
sujeto a un objeto, sino que es el conocimiento de un sujeto a otro sujeto. Es así que las
personas llegan a conocer a través de la utilización del lenguaje.
Solo el ser humano puede ser capaz de darse a conocer a través del lenguaje, por ser
éste parte de su misma naturaleza. Cuando el ser humano se comunica, no solo, trasmite un
mensaje, en muchos casos, es él mismo el que se da a conocer por medio de la utilización del
lenguaje.
Cuando una persona conoce a otra persona tiene una relación más profunda, no es
como conocer un objeto más. La relación que se establece entre personas por medio del
lenguaje es más íntimo y personal. Es por esto que el lenguaje se convierte en parte esencial
del conocimiento entre personas, porque se establece una relación en el mismo ser de la
persona.
El lenguaje es sin duda parte esencial del hombre, que nos permite utilizar la razón,
una capacidad característica nuestra, por la que nos calificamos de seres racionales. En y con
el lenguaje el ser humano se desarrolla, llega a ser lo que está llamado a ser, una persona
racional que puede establecer una comunicación, una relación profunda con seres de su misma
especie, esto gracias a la utilización del lenguaje.
Según una tradición antigua, nosotros y solo nosotros, somos seres que estamos preparados para
hablar y por ello poseemos el lenguaje. El lenguaje es la facultad que hace del hombre un hombre. Este
rasgo es el perfil mismo de su ser. El Hombre no sería hombre si no le fuera concedido el habla… ya
desde el principio somos en el lenguaje y con el lenguaje16
16
Heidegger, Martín, Tiempo y Ser, Salamanca, ed. Sígueme, tercera edición, 2003, p. 72.
17
El ser racional del hombre es dado por su capacidad de razonar, de pensar, de conocer
a través del lenguaje, por consiguiente el lenguaje es esencial para hacer al hombre un ser
racional. Gracias al lenguaje el hombre es un hombre, un ser que conoce y se deja conocer. “El
lenguaje natural, tanto por el significado de sus expresiones como por la naturaleza de sus
reglas, es un tipo de estructura pública, comunitaria y social”17
17
Blasco, Josép, Lenguaje, filosofía y conocimiento, Barcelona, ed. Ariel, 1973, p. 146.
18
Ibíd., p. 667
18
El lenguaje es una herramienta lógica que sirve para someter a análisis los elementos
observables, se relacionan, se comparan y se comprenden. Por ejemplo tal objeto es más alto
que aquello, más cercano, de color diferente, menos pesado, etc., son procesos comparativos
comunes del lenguaje, y tras su aplicación solemos tomar las decisiones pertinentes, adecuada
a cada caso particular.
Un ejemplo claro del conocimiento limitado que podemos tener por el lenguaje es la
naturaleza divina, que no puede ser conocida por los límites que tiene el lenguaje humano, y
que además es imposible de expresar con palabras, esta naturaleza nunca podría pertenecer a
la realidad percibida por nosotros y sería ignorada hasta que el lenguaje y la razón, la
asumieran19.
Es por eso que la divinidad se debe hacer humanidad para poder relacionarse
profundamente. El lenguaje en cuanto al conocimiento de lo divino es limitado, pero en cuanto
a la humanidad es amplio y pleno. Es así que la divinidad, si quiere darse a conocer a la
humanidad, debe asumir esa misma naturaleza y así poder relacionarse y darse a conocer por
medio del lenguaje humano.
19
El IV Concilio de Letrán (1215) declara explícitamente que no podemos decir nada plenamente
verdadero sobre Dios, a partir de nuestros conocimientos humanos, porque nuestro conocer es limitado en
cuanto a la Divinidad. Entre el Creador y la criatura no se puede afirmar semejanza alguna, sin afirmar que
entre uno y otro es más grande todavía la diferencia. Hablamos de Dios..., de su existencia, de su
personalidad, de las tres personas en Dios, de su libertad, de su voluntad que nos interpela... Hemos de
hablar de él, no podemos hacer, así sin más, un silencio sobre Dios. Pero cuando hablamos de Dios, la mayor
parte de las veces olvidamos que nosotros no podemos afirmar nada sobre Dios con una cierta legitimidad a
menos que añadamos al mismo tiempo una negación de lo que hemos afirmado, manteniéndonos así en la
terrible oscilación entre el sí y el no, el verdadero y único fundamento de nuestro conocimiento. Esta es la
condición de toda afirmación nuestra sobre Dios: que quede sumergida en el silencio del Dios inalcanzable.
19
1.6. El silencio como lenguaje en el hombre
1.6.1. La interpretación del silencio
Este límite o incapacidad del lenguaje para explicar o hacer referencia a algo, lleva a
realizar una acción, que se utiliza como forma de comunicación e incluso de conocimiento,
esto es el silencio, porque inclusive en el silencio se presenta un pensamiento, por ejemplo la
frase que dice: “De lo que no se sabe es mejor no decir nada”20 ese no decir nada ya implica
un mensaje, una idea, un hecho, ese silencio trasmite un conocimiento que también se lo
puede denominar como lenguaje.
La nada por el todo, en el que se desea decir todo, pero no se encuentran las palabras
o expresiones que hagan llegar al otro todo lo que el sujeto siente, porque la palabra es
limitada, mientras que en el silencio cabe todo pero nada se expresa. Hay que renunciar a ese
deseo de ser totalmente comprendido por el otro, como si fuese uno mismo, para poder
comunicar algo de lo que se siente.
Silencio pensante, en el que se busca la mejor manera del decir de cada uno,
ordenando las ideas, buscando las expresiones adecuadas para la persona a la que va dirigido
el mensaje.
Silencio creativo, sería el silencio más evolucionado, en el que la mente trabaja para
sacar a la luz una creación. No tiene por qué ser un silencio en la quietud, por el contrario, se
puede pensar e ir realizando lo que se piensa y mientras se realiza van apareciendo nuevas
ideas que enriquecen la elaboración. Casi lo podríamos definir como el diálogo de uno mismo
con la propia capacidad de realización.
20
Lugwin Wittgenstein, Tratatus Logico-philosophicus http://www.redalyc.org/pdf/844/84410104.pdf
(26/02/2016, hora: 18:30)
20
Silencio destructivo, muchas veces dirigidos a otro específico, al que se dice querer,
pero al que se castiga con un silencio hostil. Este tipo de silencio destruye los cimientos de las
relaciones, ya que éstas solo pueden funcionar aclarando los malos entendidos, realizando
continuos pactos y alimentándolas con el intercambio de vivencias a través de la palabra.
El hombre pregunta y responde con su lenguaje y espera una respuesta también con su
propio lenguaje, pues aun cuando sea otro idioma, buscará traducirlo no sólo en un sentido
lingüístico, sino también cultural y sobre todo le dará su propia asimilación.
Cuando el hombre se comunica con otro hombre, éste espera una respuesta, se prepara
para tener un diálogo, para conversar, intercambiar ideas a través del habla, sin embargo, en
algunas ocasiones se obtiene como respuesta un silencio, que rompe todo esquema preparado,
pero esto no quiere decir que el silencio sea contrario al habla, a la comunicación o al
conocimiento por parte del lenguaje.
21
Ferrer Ramón, Carmen, Los lenguajes del silencio, Internet.
http://tupsicoterapeuta.com/pdf/otros/2_EL%20SILENCIO%20Y%20LA%20PALABRA_23012005.pdf
(17/03/2013- 18:00)
22
Heidegger, Martín, El ser y el tiempo, Bogotá, ed. Fondo de cultura económica, 1998, p. 181
21
Así pues, la palabra y el silencio no pueden considerarse como términos
opuestos, como si la presencia del uno determinase la exclusión y la huida del otro; son
más bien dos aspectos que forman el lenguaje humano como dato constitutivo del ser
hombre.
El mismo fundamento existenciario tiene otra posibilidad esencial del hablar, el callar.
Quien calla en el hablar uno con otro puede dar a entender, es decir, forjar la comprensión,
mucho mejor que aquel a quien no le gustan palabras. El decir muchas cosas sobre algo no
garantiza lo más mínimo que se haga avanzar la comprensión…quien nunca dice nada tampoco
puede callar en un momento dado. Sólo en el genuino hablar es posible un verdadero callar. Para
poder callar “necesita el ser ahí” tener algo que decir… la silenciosidad es un modo del habla…23
23
Ibíd., 183 y 184.
22
CAPÍTULO II
Teniendo en cuenta lo dicho en el capítulo anterior, que la facultad que hace del
hombre un hombre es su capacidad de comunicarse a través del lenguaje24, hay que tener
presente la Sagrada Escritura como el medio por el cual Dios se revela, se da a conocer, se
comunica con los hombres.
Más bien debería decirse que la fuente cristiana es, ciertamente, la palabra de Dios, pero que la
palabra de Dios es la biblia y la tradición… la tradición y la escritura no son dos fuentes independientes,
que se complementan exteriormente. Para los antiguos cristianos, la biblia es tan poco separable de la
tradición, que, en realidad, forman parte de la misma: es su elemento esencial, el núcleo, si se prefiere
así26.
24
Heidegger, Martín, Tiempo y ser, Salamanca, ed. Sígueme, tercera edición, 2003, p. 72
25
Los textos bíblicos serán timados de la Biblia de Jerusalén Latinoamericana, Bilbao, 2001.
26
Bouyer, Louis, La Biblia y el Evangelio, Barcelona, ed. Estela S.A, 1965, p. 11.
23
Sin embargo, el tiempo es un enemigo de la tradición, de los recuerdos y diálogos de
Dios con el ser humano, y es por esto que la tradición oral tenía que adaptarse a una cultura
capaz de trasmitir su mensaje por medio de la escritura.
Y es ahí donde aparece la escritura como una forma de trasmitir los relatos y los
diálogos que tuvo Dios con el ser humano, pero no es cualquier escritura, sino que se convierte
en Palabra de Dios, es el mismo diálogo, el mismo hablar de Dios que se presenta de una
forma escrita.
Es, pues, en la Iglesia, cuerpo de la palabra de Dios viva hecha carne, que continúa siendo
espíritu y vida, la palabra en otros tiempos inspirada a hombres de carne. Así, pues, la tradición católica,
lejos de negar la importancia única de la sagrada escritura, como demasiado a menudo se ha creído,
continúa otorgándole todo su valor, precisamente porque continúa otorgándole todo su sentido27
La Sagrada Escritura debe ser para nosotros el lugar donde encontremos expresada la
verdad cristiana, por el hecho que es la Palabra de Dios escrita, es el mismo Dios, que en cada
momento, en cada circunstancia quiere seguir hablando, comunicándose, entrando en diálogo
con el ser humano.
Pero también es el anhelo del hombre por escuchar, leer, conocer más profundamente a
su Creador, es el mismo anhelo y necesidad que tiene el hombre por comunicarse con los de su
misma especie, que lo lleva a buscar una forma para entablar una vía de comunicación, un
lenguaje con su Creador. Es el hecho de que el hombre solo puede ser hombre mientras tenga
un lenguaje y se comunique con otros, lo que ya se vio en el capítulo anterior.
He aquí por qué el título de palabra de Dios pertenece propiamente a la escritura, a pesar que
pueda aplicarse también al conjunto de la tradición. Nada más característico de la biblia, y a partir de
ella de la tradición judía, después cristiana, que la noción de palabra de Dios. La creencia básica de los
judíos y de los cristianos es que Dios ha hablado al hombre. Mejor todavía: que no cesa de hablarle, y
antes que nada, por medio de este órgano inspirado: la escritura28.
27
Ibid, 12
28
Ibid, 13
24
Lo que he escrito, está escrito (Jn 19, 22), responde Pilato a los sumos sacerdotes que acuden a
quejarse de la inscripción fijada en la cruz de Jesús… en la cosa escrita hay algo de irrevocable; es una
expresión solemne y definitiva de la palabra, por lo cual se presta naturalmente a expresar el carácter
inefable e intangible de la Palabra divina, la que permanece para siempre29.
La Palabra de Dios es sagrada como el mismo Dios, y toda su creación lo acepta así.
Por esto la Sagrada Escritura empieza narrando el inicio de todo, donde Dios comienza un
diálogo consigo mismo, y por este hablar junto con su palabra son creadas todas las cosas y
estas cosas se convierten en un hablar, en un diálogo por parte de Dios.
Es Dios, desde el principio, quien toma la iniciativa de comunicarse y busca una forma
de darse a conocer, es así que utiliza el lenguaje humano para relacionarse con su creación
pero en especial con el ser humano. Y esto lo realiza desde la misma realidad humana,
valiéndose del lenguaje en el mismo hecho de la creación.
29
Léon-Dufour, Xavier, Vocabulario de Teología Bíblico, Barcelona, ed. Herder, 1982. P. 288
30
El término “Sacramento”, en este caso se lo debe entender como una cosa sagrada, algo sagrado, no como
uno de los siete sacramento que presenta la Iglesia Católica, porque esto es la creación, si nace o viene de un
ser sagrado, consecuentemente también es sagrado.
31
Berzosa, Raúl, Para comprender La Creación en clave Cristiana, España, ed. Verbo Divino, 2000, p. 44.
25
Dios que ha existido desde la eternidad, pensó en una forma de comunicar y
comunicarse, de revelarse, de hacerse presente, y esto lo realiza a través de la creación, porque
toda la creación es un lenguaje, es un diálogo, es una forma de hablar por parte de Dios. Y en
el cosmos Dios tiene un doble modo de crear, por palabras y hechos 32 “Dijo Dios: haya luz”
(las palabras de Dios) y “hubo luz” (las acciones de Dios) (Gén 1, 3).
Es por esto que la misma creación de Dios es una forma de comunicarse, de revelarse.
“Pues la grandeza y hermosura de las creaturas se descubre, por analogía, a su Creador” (Sb
13, 5) Es decir, la creación seria como el lenguaje de Dios, por el cual Él se revela y quiere
darse a conocer, porque en ella está presente la Palabra de Dios y la acción de Dios. Y el
evangelista Juan dice: “Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros” (Jn 1, 14)
Es la misma Palabra de Dios que escoge la creación para darse a conocer, “Él es
imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas
las cosas” (Jn 1, 15-16) Es así que Dios se revela a la creación en la presencia de Jesucristo,
que es la Palabra de Dios hecha carne y que se convierte en el intermediario de conocimiento
entre el Creador y sus creaturas.
La creación es un primer paso para la realización del diálogo con el hombre, incluso es
Dios, quien al crear al hombre lo hace capaz de comunicarse, no solo al nivel de su misma
especie, sino que inclusive le da la capacidad de comunicarse con su creador, con el mismo
lenguaje que utilizará para relacionarse con los otros, “Dios ha tomado la palabra humana en
la integra totalidad de sus manifestaciones”33.
32
Cfr. ibíd. 55
33
Mannucci, Valerio, La Biblia como Palabra de Dios, Bilbao, ed. Desclée de Brouwer, S.A, 1995, p. 19.
26
En la Sagrada Escritura, Dios se manifiesta directamente al hombre, y lo hace
utilizando el mismo lenguaje, es Dios el que se manifiesta a su creación y sobre todo al ser
humano con cualidades netamente humanas, crea el mundo en seis días y el séptimo descansa,
y todo lo que ha creado lo ha hecho a través de su Palabra, “En el principio existía la Palabra,
la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a
Dios. Todo se hizo por ella, y sin ella nada se hizo” (Jn 1, 1-3)
El Génesis nos presenta un diálogo directo con su creación. “Y dijo Dios, hagamos al
ser humano a nuestra imagen, como semejanza… Creó, pues Dios al ser humano a imagen
suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó (Gén 1, 26)”, y después de crearlos
se dirige directamente a ellos diciendo: “Y Dios impuso al hombre este mandamiento, de
cualquier árbol del jardín puedes comer, más del árbol de la ciencia del bien y del mal no
comerás”. (Gén 2, 16-17)
Con esto podemos observar que Dios, después de haber terminado su creación, tiene un
diálogo con ella, y es un diálogo directo, es un diálogo que implica conocimiento y lo hace
utilizando el mismo lenguaje del ser humano, es decir se comunica con ellos a través de las
palabras e incluso en el silencio que aparecerá en la misma creación, “En el principio creó
Dios el cielo y la tierra… oscuridad cubría el abismo, y un viento de Dios aleteaba por
encima de las aguas” (Gén 1, 1-2)
Dios habla con los primeros hombres “Adán y Eva”, y luego con sus descendientes
“Caín y Abel”. Dios quiere comunicarse, no porque Él tenga que hacerlo, o se haya sentido
obligado a crear y luego a comunicarse con su creación, sino que al contrario, Dios habla con
su creación por pura libertad y amor. No es un Dios egoísta, que crea para burlarse de la
finitud e incapacidad de su creación, sino que se da a conocer, para que su creación también
pueda compartir sus gracias y alegrías.
27
Dios no ha creado el cosmos porque no pudiera dejar de hacerlo, es decir, porque se viera
forzosamente obligado, en razón de su esencia, a actuar creadoramente… y menos aún crea Dios al
mundo porque le faltara algo que necesitaba… La creación para Dios le es querida y valiosa. Pero no
porque pueda llenar una laguna existente en Dios, sino en la conocida sentencia de Irineo: el Hombre
viviente es la gloria de Dios. Es decir: Dios llama a todas las cosas a la existencia única y puramente por
amor al hombre, por su felicidad y su salvación, en la que se goza desinteresadamente. Por eso a partir
de la fe bíblica en la creación, toda la tradición está impregnada de la luminosa convicción de la “creatio
ex amore”: Dios crea el mundo con absoluta libertad, por pura y sobreabundante bondad, para hacerle
partícipe de la plenitud de su vida, en el amor inagotable entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo 34.
Es así como Dios se manifiesta, se relaciona, establece un diálogo con el ser humano,
utilizando el lenguaje de la creación, porque Dios crea a través de su Palabra, porque por su
Palabra fueron creadas todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, las visibles e invisibles, y
todo fue creado por ella y para ella35.
Pero Dios también se manifiesta de una manera directa al hombre, habla con él como si
fuera otra persona más, y sobre esto también hay que resaltar que Dios quiere que todos los
hombres lo conozcan y se acerquen más a Él, y esto lo realiza utilizando a personas escogidas
y marcadas, para llevar este mensaje a toda la humanidad, a estas personas se las llamaba
profetas.
Ellos se convirtieron en testigos del deseo de Dios de darse a conocer a todos los
hombres y por el hecho de hablar con Dios se realizaban como personas, se relacionaban en el
mismo lenguaje y eso los llevaba a la plenitud como seres humanos. Entre estos personajes
tenemos a Noé, Abraham, Moisés y algunos profetas.
34
Medard, Kehl, Contempló Dios toda su creación y estaba bien, España, ed. Heder, p. 51 - 52.
35
Cfr, Colosenses 1, 16.
28
En el AT el tema de la Palabra Divina no es objeto de especulación abstracta. Como sucede en
otras corrientes de pensamiento. Es ante todo un hecho de experiencia: Dios habla directamente a
hombres privilegiados; por ellos habla a su pueblo y a todos los hombres36
De una o de otra manera, las personas a las cuales, Dios se ha dirigido de manera más
directa, son llamadas profetas, por el mismo hecho de que cuando Dios habla con el hombre es
para revelar algo de su misma divinidad, que a su vez hay que trasmitir a los demás “Vayan
por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16, 15) Esa es la
misión del profeta, anunciar y denunciar, pero sobre todo trasmitir el conocimiento revelado
por parte de Dios.
Este hecho, se ha dado desde los primeros tiempos, por esto el profetismo es una de las
bases fundamentales del Antiguo Testamento y de todo el proceso de conocimiento y
revelación que el pueblo recibía por parte de Dios. Porque Dios siempre ha buscado el diálogo
con el hombre, no porque le sea necesario a Él, sino que es por puro amor, y en busca de la
alegría, gozo y salvación de los hombres.
En todos los siglos habla Dios a hombres escogidos, con la misión de transmitir su palabra.
Estos hombres son, en el sentido lato del término, profetas. Puede variar la manera como Dios se dirige a
ellos: a unos habla, en visiones y sueños (Num 12, 6: cfr. 1Re 22, 13-17), a otros con una inspiración
interior más indefinible (2Re 3-15… Jer 1, 4)37
En el caso de Noé, Dios después de mirar “que la maldad del hombre cundía en la
tierra y que todos los pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal de continuo, le pesó
a Yahvé de haber hecho al hombre en la tierra, y se indignó en su corazón” (Gén 6, 5-6), a
Noé le encomienda una misión, quiere que construya una barca, y que en ella salve a una
pareja de todas las especias de animales sobre la tierra.
Pero además, quiere que se salven él y su familia, y que vaya hacia los hombres
extraviados y les comunique lo que Dios le ha dicho, y a través de estas palabras ellos se
arrepientan y se salven, sin embargo, es aquí, en estas situaciones cuando el hombre no
escucha la voz de Dios y se pierden en el silencio. Y es por esto que se debe dar una
reinterpretación de la presencia de Dios incluso en momentos de silencio y sufrimiento.
36
Op, cit, Léon-Dufour, Xavier, p. 630.
37
http://hjg.com.ar/vocbib/art/palabra_de_dios.html, (Fecha de consulta: 21/03/2014, hora: 20:00)
29
Noé no solo escucha la palabra de Dios, sino que realiza lo que Dios le pide, y este
cumplimiento de parte de Noé, se convierte en una alianza con el creador, “Yahvé dijo en su
corazón: nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre… Dijo Dios a Noé y a
sus hijos. He pensado establecer mi alianza con ustedes y con su futura descendencia” (Gén
8-9). Aquí se encuentra un punto importante del saber escuchar a Dios, cuando Dios habla con
el hombre y le encomienda una misión, nunca el hombre se quedará sin la recompensa prevista
por parte Dios.
Luego de la historia de Noé y su diálogo con Dios, aparece otro personaje importante,
Abrahán, quien a su vez escuchó lo que Dios le tenía que decir y lo que tenía que hacer.
Abrahán por su parte cumple todo lo que Dios le pide y por eso es considerado como el Padre
de la fe, además que el diálogo o diálogos que tuvo con Dios se convirtió en un hecho
emblemático para toda la humanidad.
Dios habla con Abrahán, y le pide que salga de su tierra, de su patria, que deje la casa
de su padre y se dirija hacia la tierra que Dios le indicará38, el encuentro con Dios, la
conversación que tiene con Yahvé es tan profunda que Abrahán realiza todo lo que Dios le ha
pedido y a su avanzada edad, obedece a todo lo dicho por el Señor. Cuando el ser humano
tiene ese encuentro íntimo con Dios la respuesta o reacción por parte del hombre será la
misma.
38
Cfr. Génesis 12, 1ss.
30
Y de estos momentos de silencio que se presentan en la Sagrada Escritura vamos a
resaltar algunos, para poder comprender de mejor manera, el mensaje que Dios da a través de
estos momentos en los cuales aparentemente no dice nada. Y para esto hay grandes hechos de
la Biblia que contienen lecciones extraordinarias de silencio. Consideramos las actitudes de
algunos personajes que han comprendido la invitación de Dios a ponerse a la escucha de su
designio de amor y a dedicarse a Él:
Gen 24,12-21: El siervo de Abrahán encuentra una esposa para Isaac: “Entretanto,
aquel hombre la observaba en silencio, a la espera de saber si el Señor había concedido o no
buen éxito a su viaje”. Sam 3,1-20: Vocación de Samuel; contemplar cómo Samuel escucha
atentamente la palabra en oración en un momento difícil de la vida del pueblo de Dios. Vuelve
para aprender a escuchar la Palabra: “Habla Señor que tu pueblo escucha” (1 S 3,11).
1Re 3,9: historia del rey Salomón, una de sus peticiones al Señor: “Concede a tu
pueblo un corazón dócil que sepa hacer justicia a tu pueblo para distinguir el bien y el mal”
Es, en resumen, lo que dice Sir 8,9. 1Re 17, 2-6: El profeta Elías en el silencio del monte oye
la llamada para su misión de profeta del verdadero Dios… 1Re 18, 42: en la cima del Monte
Carmelo la oración silenciosa del profeta es escuchada por el Señor, en contraposición a los
gritos de los profetas de Baal.
31
Hay muchas otras situaciones y realidades biblicas que nos recuerdan la belleza y el
valor del silencio, invitándonos explícitamente a cultivarlo, pues es un medio excelente para el
crecimiento y provecho personal. Los libros sapienciales tienen muchos consejos que
recuerdan al hombre estas disposiciones, si quiere vivir una vida recta, santa y fructuosa.
Recordamos algunas: “En el mucho hablar no falta el pecado, pero quien frena los
labios es prudente” (Pr10, 19). “Si te has ensalzado por necesidad y si luego has
reflexionado, ponte una mano en la boca”. (Pr 30-32). “Quien desprecia a su prójimo carece
de buen juicio; el hombre prudente Calla” (Pr 11,12). “Tiempo para callar y tiempo para
hablar” (Qo 3,7). “El hombre sabio está callado hasta el momento oportuno” (Sir 20,7).
Callas también a todo lo que yo te digo. No das respuesta alguna a mis preguntas. Todos mis
diálogos contigo son unilaterales. Y de mis obras, de mis acciones, de mis grandes hechos y de mis
maldades tampoco dices nada. Casi podríamos pensar que tú no sabes nada de todo ello. Por eso nos
decimos unos a otros. Si ningún hombre lo ha visto nadie lo ha visto. Y, sin embargo, Tú eres el
inseparable con sapiente, el inevitable espectador de todo lo que sucede. Pero tú callas ante todo lo que
hay y a todo lo que sucede. Callas milenariamente, callas por eternidades39.
Dios ha estado hablando con el hombre desde la creación, ¿Por qué en este momento el
hombre no puede escuchar su voz? ¿Cómo se debe interpretar el silencio de Dios que el ser
humano experimenta en momentos fuertes de su vida? Éstas son interrogantes que la persona
se cuestiona en su vida. Aunque en algunas situaciones concretas siente un silencio que
muchas veces lo interpreta como ausencia, sin embargo, la presencia de Dios está incluso en
esos mismos momentos de silencio.
39
Lippert, Peter, El Hombre Job habla a su Dios, Mexico, Ed. Jus, 1944, p. 103
32
Este período de tiempo se le ha llamado el Período del Intertestamento 40 o el de los
Años Silenciosos, el llamado Silencio de Dios. Este es el tiempo existente entre el Antiguo
Testamento y el Nuevo Testamento. Con la conclusión del Antiguo Testamento con las
profecías de Malaquías, el período intertestamentario se inicia. Durante este período, Dios deja
de ofrecer su revelación, su plan, la comunicación con su pueblo elegido. ¿Qué hizo Dios
durante aquellos 400 años? ¿Había olvidado a su pueblo elegido, o se había «rendido» ante su
sempiterno amado pero «rebelde» pueblo de Israel?41
Para entender mejor el silencio de Dios y este paso del Antiguo Testamento hacia el
Nuevo Testamento, aunque no sea parte del intertestamentario, tomaré el ejemplo del Profeta
Elías, quien tuvo la experiencia de hablar con Dios, pero también experimentó el silencio y
cómo en este silencio, Dios seguía comunicándole todo el amor que tiene por su pueblo.
40
Intertestamento o período intertestamentario es, para el cristianismo, el tiempo que medió entre
el Antiguo y el Nuevo Testamento y por extensión, los escritos y los movimientos religiosos que sirvieron de
puente entre ambos Testamentos. Tradicionalmente se ha considerado que comenzó tras la muerte del
profeta Malaquías hacia el siglo V a. C. y terminó con la misión de Juan Bautista en el siglo I. Sin embargo se ha
debatido mucho al respecto. Por una parte se discute sobre la creencia común en el judaísmo, según la cual "el
cielo se cerró" y "el Espíritu Santo se retiró de Israel" y por ello a partir de Malaquías no fueron escritos más
libros de la Biblia hebrea. Para el protestantismo ello significa que se cerró el canon del Antiguo Testamento,
pero no hay acuerdo sobre si Esdras y Nehemías vivieron antes, en los mismos años o después de Malaquías y el
Intertestamento comienza con ellos. Varios expertos, incluso protestantes consideran que Eclesiastés y el Libro
de Daniel fueron escritos posteriormente y el período intertestamentario comenzó apenas en el siglo IV a. C. o
aún más recientemente. (http://es.wikipedia.org/wiki/Intertestamento)
41
Cfr. Klein Fernando, El silencio de Dios, España, ed. Creación, 2010, p. 15
33
Como ya se dijo anteriormente a través del silencio a veces se dice más que cuando se
utilizan las palabras y es en este momento cuando se revela el misterio de Dios de una forma
inesperada. “Después del fuego, vino el susurro de una brisa suave” (1Re 19,12). Entonces,
dice el texto, “Elías se cubrió con el manto”.
La frase que traducimos como “brisa suave”, es la frase hebrea QOL DEMAMAH DAQQAH
Puesto que la citamos con frecuencia en nuestras conferencias sobre oración, creo que vale la pena una
mínima profundización. Estas tres palabras hebreas no significan propiamente “brisa suave”. El sentido
es otro: Qol quiere decir, voz, sonido. Demamah, silencio. Daqqah, sutil42.
Por lo tanto, Dios se manifestó a través de una “voz silenciosa”. Esta es la revelación
de Dios que lo deja a uno estupefacto. Esto es importante, si comprendemos esto,
entenderemos también el silencio de Dios en la cruz de Jesús. Porque en este sentido, Dios a
pesar de que no se revela con un diálogo abierto, con un hablar directo con la persona, existe
realmente la voz de Dios que se hace presente en el silencio.
Pero la presencia de Dios es ese acontecimiento es muy sutil, y en este caso hay que
tener muy en cuenta la sintonía con el texto hebreo, en el cual notamos que Dios es más bien
al contrario de un silencio vacío, es una voz que tiene su expresión no en el clamor sino en el
silencio, en el misterio, en la trascendencia. Es así que Dios se manifiesta, se comunica, se
revela en un silencio que implica presencia.
Silencio no es mudez. Una imagen tomada de la física nos puede ayudar: la oscuridad
es ausencia de luz y por tanto de color, en cambio el blanco es la luz plena y la síntesis de
todos los colores (hagamos la prueba alguna vez con un vaso de agua cristalina puesto en
contraluz y veremos todo el haz de colores del arco-iris). El silencio de Dios no es un silencio-
ausencia (como el color negro) sino un silencio-presencia (como el color blanco). Dicho de
otra forma, así como el blanco recoge en sí todos los colores, así el silencio divino es la
síntesis de todas las palabras43.
42
Oñoro, Fidel, Tus palabras son mi gozo – El Presbítero como discípulo y maestro de la Palabra, (Retiro del
Presbiterio de la Arquidiócesis de Tegucigalpa), Tegucigalpa, CEBIPAL, 2005.
43
Cfr. Ídem.
34
El silencio no es causa de la ausencia de Dios, sino que al contrario, en el silencio se
puede sentir la presencia de Dios sin los límites de la palabras humanas. A través del silencio,
Dios se expresa más que con simples palabras. Es así que Dios se vale del silencio para
comunicarse con el ser humano, sin el límite de las palabras, sino con la acción que implica
muchas palabras, pero que al mismo tiempo, no se dice nada, sino solo se hace silencio.
Dios se le dio a conocer a Elías en el Horeb mediante “la voz sutil del silencio”
(o “silencio que habla”), lo cual no es ausencia de comunicación sino, al contrario, plenitud de
ella: es la entrega de “la Palabra” que es la síntesis de “todas las palabras”. Y si damos un salto
hasta la plenitud de la revelación, entenderemos que esta “Palabra” es una persona: Jesús de
Nazaret con todos los matices de su personalidad y de su misión descrita ampliamente en los
Evangelios.
El evangelio de San Juan nos dirá en su prólogo: “En el principio existía la Palabra, la
Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”(Jn1,1) Con esta cita bíblica se hace
referencia a la segunda persona de la Santísima Trinidad, en donde se hace presente el Hijo de
Dios, la Palabra o el Verbo de Dios. Jesucristo es la plenitud de la revelación por parte de
Dios, por eso Él es la Palabra que Dios quiere comunicar al ser humano.
Pero Jesucristo como Palabra divina del Padre, revela también momentos de silencio,
momentos en que incluso la Palabra de Dios hecha carne se revela a través del silencio en su
vida, en momentos concretos como la oración en silencio expresada hacia el Padre. “Después
de despedir a la gente, subió al monte a solas a orar. Al atardecer estaba solo allí” (Mt 14,
23); “De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar
solitario y allí se puso hacer oración” (Mc 1, 35)
35
Entre estos textos bíblicos hay muchos más que expresan una forma de orar al Padre,
pero de manera solitaria y silenciosa. Jesús alejándose de la multitud o de todo el bullicio que
tenía a sus alrededor, decide dirigirse al Padre en silencio. Y es así como debemos entender
que el silencio de parte del Verbo encarnado implica confianza y certeza en que Dios Padre
está incluso en los momentos de silencio profundo. “Tú, en cambio, cuando vayas a orar,
entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo
secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6,6)
Como vimos en las páginas anteriores entre el siglo cuarto a.C. y el siglo primero d.C.
(AT y NT), hubo silencio en cuanto a la revelación escrita de Dios. Pero a pesar de este
periodo de silencio de Dios, se debe comprender que la presencia de Dios siempre estuvo y
está con la humanidad, es un periodo en el cual Dios quiere comunicarse ya no con palabras,
sino con el silencio que encierra su presencia divina.
36
De modo que lo admirable no está tanto en el silencio de Dios como en la misma posibilidad de
su palabra. Y la pregunta no es: por qué hace Dios tan difíciles las cosas; sino: cómo es posible un amor
tan grande que es capaz de realizar el impensable misterio de esta comunión. Entonces se comprende,
desde una nueva perspectiva, la inmensa sorpresa de la Encarnación: Dios se hace palabra-Verbo,
Logos- para traducirse en nuestra carne, para hacer accesible lo inaccesible. Y, mirando esa Palabra que
lo dijo todo, hasta desangrarse en la cruz44
Las palabras del Antiguo Testamento son luminosas, sobre todo si se las compara con
las religiones. Pero la revelación de quién es Dios es plena en Cristo. En Jesucristo, se realiza
la autorrevelación de Dios en toda su plenitud. En el momento oportuno se revelará luego el
Espíritu que procede del Padre. Como dice Pablo: en Él “se expresa la plenitud de la
divinidad corporalmente” (Col 2, 9).
Tanto sus palabras como sus actos y su misma presencia es una revelación de la
divinidad. “Si me conocen a mí, conocerán también a mi Padre, desde ahora lo conocen y lo
han visto… El que me ha visto a mí, ha visto al Padre… ¿No crees que yo estoy en mi Padre y
el Padre está en mí?... Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí…” (Jn 14, 7-12)
Jesucristo, Palabra hecha carne, hombre enviado a los hombres, revela el mensaje de
Dios y realiza la obra de la salvación. Por eso, quien ve a Jesucristo, ve al Padre; Él, con su
presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su
muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu de la verdad, lleva a plenitud toda la
Revelación y la confirma con testimonio divino; a saber, que Dios está con nosotros para
librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y para hacernos resucitar a una vida eterna.
44
Torres-Queiruga, Andrés, Recuperando la Salvación, Madrid, ed. Encuentro, 1979, p. 145
45
Cfr. Concilio Vaticano II, Lima, ed. Paulinas, 2008, Cont Dog. Dei Verbum, 4
37
Pero hay un hecho muy importante, que la revelación de Dios que hace Cristo no se
reduce a las palabras que no pueden contener todo el misterio y aquí entra la actitud del
silencio, que puede expresar y contener una idea más amplia de lo que cualquier palabra puede
hacerlo. La principal revelación se hace en el silencio de la Cruz. En el máximo sufrimiento de
alma y cuerpo, en la entrega obediente hasta la muerte, revela un amor humano que no
retrocede ante nada, un amor que se expresa incluso en el aparente silencio por parte de Dios.
Pero como Dios también revela un amor que quiere prescindir de su poder para mostrar
su misericordia y su amor que paga la justicia para que donde abundó la justicia sobreabunde
la gracia y el don. El amor que llega al enemigo, al blasfemo, al rebelde, no sólo al que ama a
Dios y es justo luchando por la vida éticamente correctamente.
“La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores,
murió por nosotros” (Rom 5, 8). “Cristo os amo y se entregó por vosotros” (Ef 5, 2). Las
palabras de san Pablo son un eco de las del mismo Cristo: “Nadie tiene mayor amor que el que
da su vida por sus amigos” (Jn 15, 13). En la Cruz de Cristo se revela el signo de amor pleno,
dar la vida por otro, éste signo nos lo revela el mismo Jesucristo, pero no solo lo hace en
cuanto a su naturaleza humana, sino en cuanto a su divinidad.
38
No hay más que una sola hipostasis o persona, que es nuestro Señor Jesucristo, uno de la
Trinidad. Por tanto, todo en la humanidad de Jesucristo debe ser atribuido a su persona divina como a su
propio sujeto, no solamente los milagros sino también los sufrimientos y la misma muerte: El que ha
sido crucificado en la carne, nuestro Señor Jesucristo, es verdadero Dios, Señor de la gloria y uno de la
santísima Trinidad.46
Es por esto que el sacrificio que Jesucristo realizó, lo hizo en cuanto a su naturaleza
humana y a su naturaleza divina. Jesucristo que es la Palabra plena del Padre, nos revela lo
que Dios Padre quiere para toda la humanidad, pero no solo lo hace a través de las palabras,
sino que lo realiza en su propia vida. En el acontecimiento de la cruz, Cristo nos revela el
designio del Padre, pero va más profundamente, nos revela al mismo Padre que está clavado
en cruz junto a Él, es la presencia de la Trinidad en el silencio de la Cruz.
Un silencio que para muchos representa un abandono total por parte de Dios “Si eres
Hijo de Dios baja de la cruz…Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él.
Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya que dijo:
Soy Hijo de Dios” (Mt, 27, 40-43)
46
CEC. n, 468.
39
Mientras que para otros es la presencia y el acompañamiento de Dios en el silencio de
sus acciones, y muestra también que ese hecho debía suceder, y que Dios también está ahí
junto a Jesús, crucificado con él, que al igual que el cordero sin mancha es llevado al
matadero, sin decir ni una sola palabra, porque en ese silencio se expresa la total
disponibilidad y entrega a la voluntad del Padre, y también su amor incomparable que en plena
libertad lo expresa en total silencio.
Este sacrificio de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a todos los sacrificios (cf. Hb10, 10).
Ante todo es un don del mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega al Hijo para reconciliarnos consigo
(cf. 1 Jn 4, 10). Al mismo tiempo es ofrenda del Hijo de Dios hecho hombre que, libremente y por amor
(cf. Jn 15, 13), ofrece su vida (cf. Jn 10, 17-18) a su Padre por medio del Espíritu Santo (cf. Hb 9, 14),
para reparar nuestra desobediencia.47
Desde esta realidad se puede decir sin miedo a equivocarse, que el sacrificio realizado
por Cristo en la cruz es netamente trinitario. No es una acción aislada, realizada por la segunda
personas de la Trinidad, sino que es la presencia de la Trinidad en plenitud. Es así que cuando
Jesucristo está crucificado, lo está en cuanto a su naturaleza humana y divina, por eso que en
ése sacrificio están involucrados tanto la humanidad como la divinidad.
Pero aquí también hay que resaltar el hecho de la oración de Jesús en la inminencia de
la muerte, que nos muestra san Marcos y san Mateo. Los dos evangelistas nos presentan la
oración de Jesús moribundo. Al mismo tiempo, nos describieron la actitud de los presentes en
el momento de la crucifixión, que no comprendieron, o no quisieron comprender, el
acontecimiento que estaba sucediendo en el misterio de la cruz.
Escribe san Marcos: llegado el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta las tres
de la tarde. Y a las tres, Jesús clamó con voz potente: “Eloí, Eloí, lemá sabactaní?”, que
significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (15, 33-34). El Evangelio de
Marcos resalta que en las tres primeras horas, desde las nueve hasta el mediodía, tienen lugar
las burlas por parte de diversos grupos de personas. “Los que pasaban lo injuriaban” (Mc 15,
29); “de igual modo, también los sumos sacerdotes, con los escribas, entre ellos se burlaban
de él” (Mc 15, 31); “también los otros crucificados lo insultaban” (Mc 15, 32)
47
CEC. n, 614
40
En las tres horas siguientes, desde mediodía “hasta las tres de la tarde”, el evangelista
habla sólo de las tinieblas que cubrían toda la tierra; la oscuridad ocupa ella sola toda la
escena, sin ninguna referencia a movimientos de personajes o a palabras. Cuando Jesús se
acerca cada vez más a la muerte, sólo está la oscuridad que cubre “toda la tierra”.
En el Libro del Éxodo, por ejemplo, leemos: El Señor le dijo a Moisés: “Voy a
acercarme a ti en una nube espesa” (Ex 19, 9); y también: “El pueblo se quedó a distancia y
Moisés se acercó hasta la nube donde estaba Dios” (Ex 20, 21). En los discursos
del Deuteronomio, Moisés relata: “La montaña ardía en llamas que se elevaban hasta el cielo
entre nieblas y densas nubes (Ex 4, 11); vosotros oísteis la voz que salía de la tiniebla,
mientras ardía la montaña” (Ex 5, 23).
Volviendo a san Marcos, Jesús, ante los insultos de las personas, ante la oscuridad que
lo cubre todo, en el momento en que se encuentra ante la muerte, con el grito de su oración
muestra que junto al peso del sufrimiento y de la muerte donde parece haber abandono o
ausencia de Dios, Él tiene la plena certeza de la cercanía del Padre, que aprueba este acto de
amor supremo, de donación total, aunque no se escuche, como en otros momentos, la voz de lo
alto. “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia, a él oíd” (Mt 17, 5)
48
Cfr. Documento del Papa Benedicto XVI, Audiencia General, 8 de febrero de 2012.
41
Al leer los Evangelios, nos damos cuenta de que Jesús, en otros pasajes importantes de
su existencia terrena, había visto cómo los signos de la presencia del Padre y de la aprobación
a su camino de amor se unían a la voz clarificadora de Dios. En la vida terrena de Jesús se
vislumbra, en varias ocasiones, la presencia y la cercanía de su Padre.
Así, en el episodio que sigue al bautismo en el Jordán, al abrirse los cielos, se escuchó
la palabra del Padre: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mc 1, 11). Después, en la
Transfiguración, el signo de la nube estuvo acompañado por la palabra: “Este es mi Hijo
amado; escuchadlo” (Mc 9, 7). En cambio, al acercarse la muerte del Crucificado, desciende
el silencio; no se escucha ninguna voz, aunque la mirada de amor del Padre permanece fija en
la donación de amor del Hijo.
Pero, ¿qué significado tiene la oración de Jesús?, aquel grito que eleva al Padre: «Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado», la duda de su misión, de la presencia del Padre?
En esta oración, ¿no se refleja, quizá, la consciencia precisamente de haber sido abandonado?
Las palabras que Jesús dirige al Padre son el inicio del Salmo 22, donde el salmista manifiesta
a Dios la tensión entre sentirse dejado solo y la consciencia cierta de la presencia de Dios en
medio de su pueblo.
Y esto sucede también en nuestra relación con el Dios: ante las situaciones más
difíciles y dolorosas, cuando parece que Dios no escucha, no debemos temer en confiar
plenamente en la presencia amorosa del Padre. No debemos tener miedo de gritarle nuestro
sufrimiento; debemos estar convencidos de que Dios está cerca, aunque en apariencia calle, él
nos está expresando con el silencio cosas que con palabras humanas no podrían decirse.
49
Cfr. Ídem.
42
Al repetir desde la cruz precisamente las palabras iniciales del Salmo, —«Elí, Elí, lemá
sabactaní?»— «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27, 46), gritando las
palabras del Salmo, Jesús reza en el momento del último rechazo de los hombres, en el
momento del abandono; reza con el Salmo, consciente de la presencia de Dios Padre.
Jesús hace suyo el grito del Salmo 22, el cual, es el Salmo del pueblo de Israel que
sufre, y de este modo toma sobre sí, no sólo la pena de su pueblo, sino también la pena de
todos los hombres que sufren a causa de la opresión del mal, con la certeza de que su grito será
escuchado. «El grito en el extremo tormento es al mismo tiempo certeza de la respuesta
divina, certeza de la salvación, no solamente para Jesús mismo, sino para “muchos”»50.
Jesús en esta oración encierra la confianza y el abandono en las manos del Padre,
incluso cuando parece ausente, cuando parece que permanece en silencio, siguiendo un
designio que para nosotros es incomprensible. “En el amor redentor que le unía siempre al
Padre, Jesús nos asumió desde el alejamiento con relación a Dios por nuestro pecado hasta el
punto de poder decir en nuestro nombre en la cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?”51
Las personas presentes al pie de cruz de Jesús no logran entender y piensan que su
grito es una súplica dirigida a Elías. En una escena agitada, buscan apagarle la sed para
prolongarle la vida y verificar si realmente Elías venía en su ayuda, pero un fuerte grito puso
fin a la vida terrena de Jesús y al deseo de los que estaban al pie de la cruz. En el momento
extremo, Jesús deja que su corazón exprese el dolor, pero deja emerger, al mismo tiempo, el
sentido de la presencia del Padre y el consenso a su designio de salvación de la humanidad.
50
Cfr. Idem.
51
CEC. n. 603
43
También nosotros nos encontramos siempre y nuevamente ante el «hoy» del
sufrimiento, del silencio de Dios —lo expresamos muchas veces en nuestra oración—, pero
nos encontramos también ante el «hoy» de la Resurrección, de la respuesta de Dios que tomó
sobre sí nuestros sufrimientos, para cargarlos juntamente con nosotros y darnos la firme
esperanza de que serán vencidos 52.
Continuando con las oraciones de súplica a Dios y su silencio ante los hombres, se
debe centrar en un ejemplo concreto, y que mejor, que la oración del salmo 22, el cual,
aparece en la cruz de Jesús y el silencio de Dios ante esta realidad. “¡Dios mío, Dios mío!
¿Por qué me has abandonado? Estás lejos de mi queja, de mis gritos y gemidos. Clamo de
día, Dios mío, y no respondes, también de noche, sin ahorrar palabras” (vv 2-3)
Este Salmo presenta la figura de una persona quien recurre a Dios en un lamento
doloroso pero que cambiará hacia un himno de alabanza. “Tú inspiras mi alabanza en plena
asamblea… los que buscan a Yahvé lo alabarán, viva por siempre su corazón… así actuó el
Señor” (vv 26-27. 32) En su oración se alterna la realidad angustiosa del presente y la
memoria consoladora del pasado, sin embargo, no quiere renunciar a la esperanza.
Dios calla, y este silencio lastima el ánimo del orante, que llama incesantemente, pero
sin encontrar respuesta. La oración se convierte en una búsqueda incansable de una palabra, de
una ayuda que no llega. La oración pide escucha y respuesta, solicita un contacto, busca una
relación que pueda dar consuelo y salvación.
52
Cfr. Ídem
44
El salmista «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto lo quiere» (v. 9), dicen.
Bajo los golpes socarrones de la ironía y del desprecio, parece que el perseguido casi pierde los propios
rasgos humanos, como el siervo sufriente esbozado en el Libro de Isaías (cf. Is 52, 14; 53, 2b-3). Y
como el justo oprimido del Libro de la Sabiduría (cf. 2, 12-20), como Jesús en el Calvario (cf. Mt 27,
39-43)53
El salmista recuerda al Señor: “Tú eres quien me sacó del vientre, me tenías confiado
en los pechos de mi madre; desde el seno pasé a tus manos” (vv. 10-11) El salmista reconoce
una cercanía y un amor divinos tan radicales que puede ahora exclamar, en una confesión llena
de fe y generadora de esperanza: “desde el vientre materno tú eres mi Dios” (v. 11). El
lamento se convierte ahora en súplica afligida: “No te quedes lejos, que el peligro está cerca y
nadie me socorre” (v. 12)
53
Ibíd. 241
45
CAPÍTULO III
La oración en sí misma implica un diálogo entre dos seres, en este caso, entre el
hombre y Dios, para lo cual se espera la participación activa de las dos partes, si el hombre
busca comunicarse con Dios, lo que espera es tener una respuesta, escuchar o mirar como Dios
se revela o responda a este diálogo, sin embargo, hay momentos en los cuales parece que Dios
calla, que se aleja, que está ausente.
Bajo estas circunstancias puede darse un estilo de oración profunda, que es la oración
de súplica a Dios. Y que en el Antiguo Testamento hay muchos modelos de esta oración.
“Escucha mi palabra Yahvé, repara en mi plegaria, atento a mis gritos de auxilio, rey mío y
Dios mío. A ti te suplico, Señor. Por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo
mi causa y me quedo aguardando” (Salmo 5, 2-4); “Sálvanos, Dios del universo…ten
compasión del pueblo que lleva tu nombre…ten compasión de tu ciudad santa…” (Sir 36,1.
13-16), etc.
La respuesta a la oración de súplica a Dios puede ser a través del silencio, porque no
hay una manifestación concreta de parte de Dios, pero si un mensaje profundo en el callar o en
el silencio que la persona siente cuando invoca el auxilio de Dios. “Y todo cuanto pidáis con fe
en la oración, lo recibiréis” (Mt 21, 22) El mensaje que Dios da en su silencio, es que muestra
su bondad, su amor, su presencia sin límites, sin encerrarse en palabras, sino abrirse al
misterio del silencio divino.
46
La presencia de Dios es innegable incluso en el silencio, porque a pesar de no escuchar
directamente las palabras de Dios, se puede sentir su presencia. Al Igual que el profeta Elías,
que sintió la presencia de Dios en una suave briza. Nosotros debemos sentir que Dios siempre
está a nuestro lado, a pesar que no se manifiesta entre la tormenta o el bullicio del mundo
actual. La presencia de Dios se manifiesta en lo secreto, en el silencio del ser humano.
La oración de súplica a Dios sobre todo se la puede encontrar en los salmos, que son
fuente de diálogo entre el ser humano y Dios; el salmista en muchas ocasiones clama el
auxilio, la protección de Dios que en algunos casos sucede, pero en otros hay una interrogante,
hay una incertidumbre ante un hecho real, el silencio de Dios.
“El fiel israelita acude al Señor para exponer su situación angustiosa y pedir ayuda,
son situaciones muy humanas: una necesidad del pueblo, una enfermedad, acusaciones
falsas...”54. La estructuración de muchos de estos salmos de súplica son de forma individual,
“Escucha mi palabra Yahvé, repara en mi plegaria, atento a mis gritos de auxilio, rey mío y
Dios mío” (Sal. 5), o de forma colectiva, “Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron, nos lo contaron
nuestros padres, la obra que hiciste en su tiempo antiguamente, con tu propia mano” (Sal 44)
Aquel Dios que al salmista parece hoy tan lejano, es, sin embargo, el Señor misericordioso que
Israel siempre experimentó en su historia. El pueblo al cual pertenece el orante fue objeto del amor de
Dios y puede testimoniar su fidelidad. Comenzando por los patriarcas, luego en Egipto y en la larga
peregrinación por el desierto, en la permanencia en la tierra prometida en contacto con poblaciones
agresivas y enemigas, hasta la oscuridad del exilio, toda la historia bíblica fue una historia de clamores
de ayuda por parte del pueblo y de respuestas salvíficas por parte de Dios55.
Cuando el pueblo de Israel quiere elevar un himno, una acción de gracias e incluso una
súplica a Dios, en los Salmos, lo hace de una forma sencilla, tienen una introducción que
puede ser una invocación que resalta una situación colectiva o personal. En la parte central del
himno, el orante intenta dar a conocer más explícitamente la realidad que está viviendo e
invoca la misericordia de Dios. Y en la conclusión celebra la bondad del Señor, la presencia de
su Dios, con lo cual exponen la certeza de que la oración ha sido atendida. Por eso los salmos
que pueden ser vistos como oraciones de súplica concluyen con una acción de gracias.
54
Biblia de Jerusalén Latinoamericana, ed. Desclée de Brouwer, Bilbao, 2001, (introducción a los salmos).
55
Benedicto XVI, Catequesis sobre la oración en la Biblia, compilador P. Carlos Álvarez, ed. U. Simón Bolívar,
barranquilla, 2012, p. 240.
47
3.1.2. El silencio orante del ser humano
Esto se contrapone a una realidad que debería estar presente en el ser humano, hacer un
alto a las actividades y dedicar un poco de tiempo a la oración. Teniendo en cuenta que la
oración es un diálogo con Dios, al cual en muchos casos lo hemos abandonado por nuestra
mentalidad de un desarrollo actual, lo cual implica siempre estar en actividad, sin detenerse,
ante el deseo de superación tanto material como personal.
A las generaciones que han nacido en esta realidad social, les es más difícil poner un
alto a sus actividades cotidianas para dedicar un tiempo al silencio y a la oración. A tal
extremo que incluso hoy en día a muchos jóvenes les atemoriza el silencio. Ésta es una
realidad difícil de afrontar en el mundo de hoy, sea a mal interpretar el silencio. No debe ser
entendido como ausencia de todo, sino como expresión de la presencia de un todo que se
manifiesta en esos momentos.
“De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar
solitario; y allí se puso hacer oración” (Mc 1, 35) Ante la realidad que se vive en este mundo,
el estilo de oración que nos presenta el Señor debe ser una necesidad urgente. Dejar el
consumismo, la globalización, el bullicio que nos presenta esta sociedad, para volver a un
silencio que nos permitirá un diálogo más profundo con Dios.
48
Jesucristo nos enseña a orar en cada acción que vayamos a realizar, incluso en los
momentos difíciles de sufrimiento o de dolor debemos acoger la oración y el silencio como
muestra de la confianza que tenemos en la acción de Dios en esas circunstancias. La dinámica
de palabra y silencio, que marca la oración de Jesús en toda su existencia terrena, sobre todo
en la Cruz, toca también nuestra vida de oración cotidiana.56
Es necesario, ante todo lo que nos presenta este mundo, el silencio interior y exterior
para así poder escuchar de mejor manera la Palabra de Dios. Porque Dios se sigue haciendo
presente, sigue actuando, sigue manifestando su amor para la humanidad. Pero hoy, es
necesario que el hombre haga silencio y escuche en el silencio la voz de Dios. Del Dios que se
manifiesta en la suave briza de una mañana o un atardecer, pero para redescubrir la presencia
divina hay que ser hombres orantes en silencio.
En el silencio de nuestra oración podemos vivir una relación filial con Dios, porque el
silencio es capaz de abrir un espacio en lo más íntimo de nuestro propio ser. Quizá un gran
temor en el ser humano es precisamente este, el poder encontrarse y revelarse como el mismo
es, y eso lo realiza en el silencio interior. Es por esto que la persona hoy en día no quiere estar
en silencio, no quiere descubrirse a sí misma y se deja llevar por todo lo que este mundo nos
presenta.
Hay que redescubrir el sentido del recogimiento y del silencio interior. Ya no como un
miedo a descubrir quiénes somos, sino, a mostrarnos ante Dios como realmente somos, y
como Él mismo nos ha creado, como seres orantes, que tienen un anhelo profundo en su ser,
que es el de comunicarse y darse a conocer con su Creador. Ahí se hace presente el silencio
orante del hombre.
Y de Jesús aprendemos cómo la oración constante nos ayuda a interpretar nuestra vida, a tomar
nuestras decisiones, a reconocer y acoger nuestra vocación, a descubrir los talentos que Dios nos ha
dado, a cumplir cada día su voluntad, único camino para realizar nuestra existencia. 57
56
Ibid. P, 338
57
Ibíd. p, 341
49
3.1.3. La respuesta de parte del Padre
En dos momentos en la Sagrada Escritura se hace presenta la voz de Dios que resuena
con relación a su Hijo; “Una vez bautizado Jesús… se abrieron los cielos y vio al Espíritu de
Dios que bajaba como una paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía:
este es mi hijo amado, en quien me complazco” (Mt 3, 16-17) y también: “Todavía estaba
hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con sus sombra y de la nube salió una voz
que decía: este es mi Hijo amado, en quien me complazco, escúchenlo” (Mt 17, 5).
Si toda derrota ya es señal en la mente del pueblo de reprobación divina, mucho más debió
parecerles en el caso de Jesús. De ahí ese nuevo elemento de abandono: el hecho de sentirse sin
argumento, sin abogado, en el momento exacto en que el argumento es necesario… a pesar de ser
consciente de sus inocencia, Jesús se siente acusado, reprobado; abandonado por tanto no solamente de
modo exterior, sino también en la más íntima convicción interior de los hombres 58
Pero incluso en ese aparente abandono, en ese no escuchar la voz del Padre, se puede
interpretar la confianza plena que tiene Jesucristo en la presencia de su Padre. El silencio del
Padre en ese momento quiere dar a conocer una realidad, que no es un total abandono, que no
es ausencia, sino que incluso es manifestación del Padre a su Hijo herido y agonizante.
58
Comblin José, La Oración de Jesús, ed. Sal Terrae, Santander, 1977, p. 41.
50
De la misma manera Dios sigue dando una respuesta clara al silencio en la vida de las
personas. Dios se sigue haciendo presente en la actualidad, a aquellas personas que lo puedan
descubrir, o saber mirar y escuchar en el silencio de la vida. Que se puede dar en cualquier
momento, pero especialmente en circunstancias contrarias como enfermedad, sufrimiento,
soledad en general en esas cruces que van apareciendo a lo largo de nuestras vidas, en las
cuales se busca con mayor insistencia la presencia de Dios Padre.
Nadie podía haber imaginado que el Hijo de Dios experimentara el silencio por parte
de su Padre y que eso se pudiera interpretar como ausencia del mismo. Jesús experimenta un
sufrimiento, una tristeza de muerte, que lo lleva a reclamar la presencia de su Padre en ese
momento, y Dios Padre le da una respuesta, “porque Dios responde con el silencio”59.
Por eso siguiendo el texto de Mateo 27, 50 dice que Jesús, dando de nuevo un fuerte
grito entregó su espíritu, y en el evangelio de Lucas se dirá: “Jesús dando un fuerte grito,
dijo: Padre en tus manos pongo mi espíritu. Y dicho esto expiró” (Lc 23, 46) Para muchas
personas este segundo grito de Jesús en la cruz es un signo pleno de confianza en la presencia
y la protección del Padre, tanto es así que Jesús toma una actitud como si Dios estuviera con
él, por eso pone en sus manos su espíritu.
Tras el primer grito de Jesús de invocar la presencia de su Padre en su dolor, hay una
respuesta, que es un silencio, que para muchos es incomprensible, “Deja, vamos a ver si viene
Elías a salvarlo” (Mt 27, 49) y pone en riesgo todo lo dicho por Jesús sobre la confianza con
su Padre, sobre la relación profunda que había entre los dos, y hasta la seguridad de decirse
Hijo de Dios.
“Sálvate a ti mismo si eres hijo de Dios, y baja de la cruz… a otros salvó y el mismo no
puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él. Ha puesto su
confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere ya que dijo: Soy hijo de
Dios” (Mt 27, 40-43) todo esto se interpretaba por el silencio que el Padre hace ante la súplica
de Jesús.
59
Ibid. 43
51
Sin embargo Jesús experimenta la respuesta de parte de su Padre y continúa con el
diálogo, y es la entrega total de su vida, se encomienda en sus manos, y entrega su vida en las
manos misericordiosas del Padre. Y esto es una enseñanza profunda dada por el Hijo a toda la
humanidad, de confiar plenamente en el Padre a pesar de no comprender directamente los
designios que se nos revelan.
Mirando este hecho más detenidamente se puede decir que es un diálogo, una forma de
comunicarse en ese momento, porque primero es Jesús que se comunica con el Padre, da un
primer grito de súplica, luego el Padre responde a través de su silencio y Jesús experimenta la
presencia del Padre en ese hecho concreto y direcciona, otra vez, ese diálogo hacia el Padre,
encomendándose totalmente en sus manos, aparentemente siente un silencio, pero en ese
mismo silencio experimenta la presencia y la confianza que infunde el Padre hacia Él.
A lo largo del desarrollo de este trabajo, han aparecido varias interrogantes, pero la
más difícil de afrontar es la pregunta sobre el silencio que se percibe ante el dolor en la cruz de
Cristo. Porque si Dios aparentemente calla ante la agonía de su propio Hijo, ¿Qué nos asegura
que actúe a nuestro favor hoy? Ésta es una interrogante presente en la vida de las personas,
sobre todo en momentos de sufrimiento, de dolor, de desánimo y desesperación provocadas
por acontecimientos fuertes en los cuales se nos pierde el horizonte que es Dios.
Como hemos visto en el último capítulo de este trabajo, el silencio de Dios se hace
presente en el sufrimiento de Jesucristo, sin embargo, el redescubrimiento del sentido del
silencio, nos lo muestra el mismo Hijo de Dios al encomendar su espíritu y todo lo que sucede
en adelante al Padre que está presente en esos mismo momentos. Por eso el silencio no
implica ausencia, alejamiento, rechazo, sino que es la presencia plena de la divinidad.
60
ibíd. 45
52
Existe una realidad innegable, en cuanto que el ser humano experimenta una situación
difícil en su vida, llámese enfermedad, dolor, sufrimiento e incluso la muerte. La persona
busca explicaciones o una respuesta a estas situaciones que por lo general las pone hacia Dios.
Y de esto nace una pregunta tan común escuchar en estas situaciones, ¿oh Dios, por qué a mí?
Y esperamos de Él una respuesta inmediata, sin embargo hay situaciones en las cuales la única
respuesta que obtenemos es su silencio.
Sin embargo, como ya hemos visto, el silencio de Dios no es un silencio vacío, por el
contrario, es un silencio lleno de la presencia divina, que nos revela que también Dios habla a
través de ese silencio. Es por esto que no debemos dudar de la presencia de Dios en momentos
difíciles de nuestra vida, porque a pesar de no escuchar directamente una respuesta a nuestros
reclamos ante Dios, podemos descubrir y sentir la presencia de Dios en el dolor humano.
Pero se debe tener claro, la presencia de Dios en el dolor humano, no es como la figura
de un dios que se alegra, disfruta o que le gusta ver sufrir a quien quiere tanto, sino que, es un
Dios que sufre con y en el mismo ser humano. Como sucedió en la Cruz de Cristo, en la cual
está presente la Trinidad en plenitud, de igual manera, el Dios Trinitario está presente en el
dolor humano e incluso sufre con él. “Al acercarse y ver la cuidad, lloró por ella” (Lc19, 41)
53
Cristológicamente hablando, cuando se da la encarnación del Hijo de Dios, se dice que
asumió en plenitud la naturaleza humana. “El Hijo de Dios en su encarnación se ha unido con
todo hombre. Trabajo con las manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con
voluntad de hombre…se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a
nosotros, excepto en el pecado”61
Pero no se puede negar su naturaleza divina, es decir, que cuando Jesucristo sufre junto
al sufrimiento humano lo hace en cuanto a sus dos naturalezas, asumiendo la naturaleza
humana junto a su naturaleza divina. Es así que, cuando Jesús comparte el dolor, el
sufrimiento e incluso la muerte humana, lo hace en sus dos naturalezas.
Jesucristo posee las dos naturalezas en su plenitud, es decir que cuando realiza algo lo
hace en su naturaleza humana pero también en la divina, porque la naturaleza divina no
absorbe o sobrepasa a la humana, no la naturaleza humana oculta a la divina. Es una realidad
que solo se pudo dar en el Verbo encarnado de Dios.
Las acciones del Hijo de Dios hecho carne son realizadas en cuanto a su humanidad
pero con la presencia de su divinidad. Pero se debe tener claro que todo eso se dio en cuanto a
lo posible humanamente, es decir, con los límites que la naturaleza humana posee. Las dos
naturalezas coexisten en un mismo ser, ninguna sobrepasa los límites de la otra, las dos se
complementan y son parte del Hijo de Dios encarnado.
En cuanto a la naturaleza humana muestra todo lo que a ella implica, pero con su
naturaleza divina nos revela la presencia constante e innegable del Dios Trinitario. Todo en la
humanidad de Jesucristo debe ser atribuido a su persona divina, no solamente los milagros
sino también los sufrimientos y la misma muerte62
61
Documento del Concilio Vaticano II, Const. Gaudium Et spes, n. 22
62
Cfr. CEC, 468
54
3.2.2. La presencia de Dios en el sufrimiento del ser humano
Esta es una realidad difícil de comprender, por el pensamiento griego sobre los dioses,
de quienes era impensable que puedan sufrir o padecer junto a los mortales y finitos humanos.
Pero el Dios que nos revela Jesucristo es diferente, es un Dios que crea no por necesidad, sino
para estar junto a su creación e incluso para sufrir con ella. Es un Dios que crea por amor y
que ese mismo amor lo lleva a entregar a su único Hijo en la Cruz, y hasta padecer en el
mismo suplicio.
La idea de que podamos creer en un Dios que sea capaz de humanizarse, de hacerse
parte de nosotros e incluso de sufrir es un escándalo para algunos y locura para otros. Pero la
realidad es que el verdadero Dios cristiano realizó la kenosis 63, el anonadamiento de su
naturaleza divina para asumir la naturaleza humana y con esto nos presente que en todo
momento de la vida del ser humano, Dios está presente y actuante.
Desde esta realidad es que debemos redescubrir el sentido del silencio de Dios en el
sufrimiento humano. Primero el silencio no implica ausencia o negación, segundo el silencio
no es vacío y con ausencia de un mensaje, y tercero el silencio de Dios implica presencia
divina. Dios habla incluso en el silencio en momentos difíciles de la vida del ser humano. A
pesar de que no se escuche alguna palabra por parte de Dios, el silencio revela la presencia de
la divinidad que sufre junto a su creación.
63
El término “kenosis” es utilizada para describir la doctrina del auto-despojo de Cristo en Su encarnación. La
kenosis fue una auto-renuncia, no un vaciarse a sí mismo de su deidad, ni un intercambio de la deidad por
humanidad. Filipenses 2:7 nos dice que Jesús “se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose
semejante a los hombres.” Jesús no dejó de ser Dios durante su ministerio terrenal. Pero sí dejó de lado la gloria
celestial de Su relación cara a cara con Dios. Él también dejó de lado su autoridad independiente. Durante Su
ministerio terrenal, Cristo se sometió totalmente a la voluntad del Padre.
55
En toda la historia del ser humano se han presentado situaciones trágicas, dolorosas y
hasta deshumanizantes, como los desastres naturales, las epidemias, las guerras que han
llevado al ser humano a enfrentar una realidad dura pero inevitable que es la muerte. Los seres
humanos aunque sean conscientes de la realidad de la muerte intentan evitar, de todas las
maneras posibles, enfrentar ese sufrimiento. Tal es el caso que las personas por instinto
siempre buscaran la supervivencia, no quieren enfrentar el sufrimiento de la muerte.
Pero ese sufrimiento es una realidad inevitable, aunque es precisamente ante esta
realidad que el ser humano regresa su mirada hacia Dios, pero sobre todo a la acción o a la
postura que tomara ante este acontecimiento. El hombre espera que la intervención de Dios
sea directa y clara, pero ante el sufrimiento de la muerte, pareciera que Dios guarda silencio.
Lo hizo ante la cruz de su propio Hijo, y lo hace hoy en día frente a muchos sufrimientos de
las personas, pero es precisamente con este silencio que Dios quiere revelarse y mostrarse
junto al sufrimiento humano.
No como un dios que quiera sufrir o ver sufrir a su creación, sino, como el Dios que
crea por amor y por amor esta junto al hombre en su sufrimiento. Es el Dios que comparte
nuestro sufrimiento, sin privarnos de experimentar ese acontecimiento en nuestra vida. Aun
que Dios no impida el sufrimiento en nuestras vidas, se hace presente en él, para fortalecer la
naturaleza caída del ser humano.
Para nosotros es difícil entender tal grado de entrega y de amor, sin embargo, el Dios
Trinitario se sigue manifestando en la vida y el sufrir de cada persona todos los días. Cuando
enfrentemos situaciones difíciles y dolorosas no tengamos miedo de confiar todo nuestro
sufrimiento en la manos de Dios, no debemos tener miedo de gritar nuestro sufrimiento, más
bien, debemos estar convencidos de que Dios está cerca, aunque aparentemente calle64.
Yo sé que son los silencios de Dios, los he vivido, los he experimentado y ahora estoy
aquí, son duros, difíciles, desgastantes, pero lo mejor de todo y es lo que he aprendido a través de todo
esto, siempre después de una etapa de SILENCIO viene otra de bendiciones abundantes 65
64
Cfr. S.S. Benedicto XVI, Catequesis sobre la oración en la Biblia, compilador P. Carlos Álvarez, ed. U. Simón
Bolívar, barranquilla, 2012, p. 328
65
Ibíd. 294
56
3.3. El silencio de Dios en la realidad actual
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro
tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas
y angustias de los discípulos de Cristo”66 Con estas palabras empieza la constitución pastoral,
Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual del concilio Vaticano II. Las palabras
que vislumbran la presencia de Dios en los signos de los tiempos, convirtiendo las realidades
cotidianas del hombre en realidades de los discípulos de Cristo.
Los signos de los tiempos son realidades que nos ayudan a comprender la
manifestación de Dios en el mundo actual. Para una buena lectura de los signos de los tiempos
es necesario adaptarse a la realidad del mundo actual, suprimiendo lo que sea necesario,
profundizando en lo esencial y estableciendo un diálogo estrecho con los nuevos movimientos
que han surgido en la actualidad.
En el mundo actual se puede observar varios signos de los tiempos, como por ejemplo,
la creciente importancia de las ciencias y de las técnicas, el desarrollo de las comunicaciones,
como son las redes sociales, el avance en la economía y política en muchos países, todo esto
que se ha convertido en una realidad social y que ha envuelto al ser humano y lo ha convertido
en un simple instrumento del desarrollo, con la mentalidad por la cual se debe ir al ritmo que
nos presenta este mundo o convertirse en un rechazado de esta sociedad.
66
GS, n. 1
57
Con todo lo que nos presenta el mundo actual, somos como niños en una juguetería,
nos emocionamos con cada novedad y deseamos tener todo juguete nuevo, pero al final nos
damos cuenta que no podemos conseguir todo, y que cuando obtengamos algo nuevo
desechamos lo anterior, y eso se convierte en una historia cíclica y sin sentido. El reto actual
es descubrir y alcanzar lo que realmente nos realizará como personas.
Solo en Dios nos podremos realizar como seres humano, pero aquí surge otra
interrogante, ¿Cómo poder encontrar a Dios, si estamos envueltos en el bullicio de este
mundo? La historia del profeta Elías nos orientará de mejor manera a comprender la presencia
de Dios, no en el bullicio o lo extraordinario de este mundo, sino en la contemplación y en el
suave silencio de la briza.
Entonces pasó el Señor y hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las
rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor». Elías se «dio cuenta de que el Señor no
estaba allí». Continúa la Escritura: «Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba el
Señor». Continuó el Pontífice, Elías «supo discernir que el Señor no estaba en el terremoto y no estaba
en el viento». Y aún más: «después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco estaba el Señor.
Después del fuego el susurro de una brisa suave». Y he aquí que «al oírlo, Elías se dio cuenta que era el
Señor que pasaba, se cubrió su rostro con el manto y adoró al Señor». En efecto, afirmó el obispo de
Roma, «el Señor no estaba en el huracán, en el terremoto o en el fuego, sino que estaba en aquel susurro
de brisa suave: en la paz». O «como dice precisamente el original, una expresión bellísima: el Señor era
un hilo de silencio sonoro»67
67
S.S. Francisco, Misa matutina en la capilla de la Domus Sanctae Marthe, Una brisa suave, viernes 13 de junio
de 2014.
58
La presencia de Dios en este mundo ha sido muy discutida, por el hecho, de que
muchas personas piensan que ante el avance de la sociedad es innecesario detenerse a pensar
en Dios. Si Dios no va a nuestro ritmo se puede convertir en un dios desechado o abandonado.
Pero la realidad es que en momentos fuertes de nuestras vidas, casi siempre, regresamos la
mirada a Dios.
Es así como el silencio se convierte en un signo de los tiempos, el cual es urgente que
se lo vuelva a descubrir. Es necesario que el ser humano vuelva a experimentar la presencia de
Dios en el silencio, sobre todo en estos tiempos en los cuales es difícil hacer un alto a tantas
actividades y dedicar tiempo a Dios. Pero como nos enseña el Señor, antes de iniciar alguna
actividad debemos apartarnos de todo y en silencio hacer nuestra oración.
Por encima de todo, desde el Evangelio sabemos que detrás de ese silencio no se esconde el
vacío de la nada, ni el interés de una impotencia que <no quiere>, sino un amor salvador que trata por
todos los medios de llegar a nosotros. El silencio de Dios no es la barrera del miedo, sino la frontera de
la esperanza: detrás del silencio de la cruz espera, viva e impaciente, la palabra definitiva de la
Resurrección68
El hombre de hoy vive una época de rápidos cambios y con frecuencia queda incierto,
dudoso y desorientado, es decir pierde el norte, pierde la meta, el fin. Aun poseyendo riquezas
que este mundo le presenta, experimenta el dolor y el sufrimiento, el hambre, la sed, el ansia
de libertad. Porque tiene el sentido de la libertad y alimenta formas de esclavitud. Tal parece,
que todo el progreso temporal no corresponde a un adecuado progreso espiritual69.
68
Op, Cit, Andrés Torres Queiruga, p. 152.
69
Documento del Concilio Vaticano II, ed. La BAC, Madrid, 1968, p. 179
59
La sociedad actual ha tenido que enfrentar grandes y profundos cambios a todo nivel,
sociales, políticos, tecnológicos, psicológicos, morales y hasta religiosos. Sin embargo, se
debe hacer una reinterpretación y actualización en varios cambios que se han realizado. Todo
el proceso de desarrollo de este mundo debe ir obligatoriamente acompañado del progreso
espiritual de las personas. Y es así donde se deben rescatar valores espirituales, el que
queremos resaltar en este trabajo es redescubrir el silencio en la vida del ser humano.
Todas las actividades que realiza el ser humano deben estar orientadas por la presencia
de Dios. Pero en muchos casos es al contrario, las actividades cotidianas orientan o se podría
decir, limitan y hasta apartan la presencia de Dios en nuestras vidas. El reto a realizar para la
sociedad actual es devolver la importancia de Dios en las acciones y palabras del ser humano,
que en todo lo que realicemos se pueda ver la presencia de Dios, e incluso en el silencio.
Ante esta realidad, hoy en día se están lanzando propuestas para evitar y contrarrestar
todo el daño causado a la naturaleza, al hombre y a Dios. Pero sigue surgiendo en nosotros el
enigma, de preguntarnos ¿Dónde está Dios que permite todo esto? “El misterio de la relación
entre Dios y el hombre no busca la publicidad, porque no lo haría verdadero. Requiere más
bien el estilo del silencio”72
70
GS, n. 34
71
S.S. Francisco, Carta Encíclica “Laudato Si”, ed. Ciudad del Vaticano, Bogotá, 2015, p. 11
72
S.S. Francisco, Misa matutina en la capilla de la Domus Sanctae Marthe, El misterio no busca publicidad,
viernes 20 de diciembre de 2014.
60
El Papa Francisco en algunos mensajes recalca la importancia del silencio como
revelación de la presencia de Dios en nuestros días. En la actualidad la necesidad de presentar
al silencio como presencia innegable de Dios es sumamente importante. Debemos detener el
ritmo de este mundo para percibir la presencia de Dios en el silencio de nuestro corazón.
“Corresponde luego a cada uno de nosotros descubrir, precisamente en el silencio, las
características del misterio de Dios en la vida personal”73
Esta sombra de Dios en nosotros, en nuestra vida, afirmó el Pontífice, nos ayuda a «descubrir
nuestro misterio: nuestro misterio del encuentro con el Señor, nuestro misterio del camino de la vida con
el Señor». En efecto, «cada uno de nosotros —explicó el Papa— sabe cómo obra misteriosamente el
Señor en su corazón, en su alma. Y cuál es la nube, el poder, cómo es el estilo del Espíritu Santo para
cubrir nuestro misterio. Esta nube en nosotros, en nuestra vida, se llama silencio. El silencio es
precisamente la nube que cubre el misterio de nuestra relación con el Señor, de nuestra santidad y
nuestros pecados». Es un «misterio» que «no podemos explicar. Pero cuando no hay silencio en nuestra
vida el misterio se pierde, se va». He aquí, entonces, la importancia de «custodiar el misterio con el
silencio: es la nube, el poder de Dios para nosotros, la fuerza del Espíritu Santo» 74
De esta realidad surge la importancia del silencio en la vida de las personas, sobre todo
en este mundo tan lleno de ruido. Solo el silencio nos permitirá acercarnos cada vez más en lo
profundo y secreto que es el misterio de Dios. Y es así, que ante todo lo que nos presenta este
mundo, ante tanto sufrimiento, tanto dolor, tontos casos inhumanos, guerras, violencia, odios,
atentados, solo debemos poner nuestra confianza plena en Dios, en su presencia y acción a
pesar del silencio que experimentamos en estas situaciones.
Para volver a mirar nuestro horizonte, nuestra meta, nuestro fin en este mundo
debemos volver nuestra mirada a Dios, pero no lo podemos hacer si seguimos envolatados con
todo lo que este mundo nos presenta, por eso debemos retomar el silencio como forma de
descubrirnos y descubrir la presencia de Dios en medio que tantas distracciones del mundo
actual.
73
Ídem.
74
Ídem.
61
A imitación de lo que nos muestra la Sagrada Escritura sobre nuestra madre del cielo.
“María por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su interior” (Lc 2, 19) A
esto nos invita el ser cristianos, que cuando no entendamos el accionar de Dios en muchos
acontecimientos, lo mejor siempre será meditar y guardar en silencio la salvación que nos
llega por Jesucristo. “Bueno es esperar en silencio la salvación de Yahvé” (Lm 3, 26)
Éste fue el objetivo durante el desarrollo de este trabajo, poder descubrir en el silencio
la presencia innegable y amorosa de Dios. Saber que incluso en el silencio no estamos solos,
porque cuando se trata del silencio por parte de la divinidad, no es un silencio vacío.
El silencio de Dios implica presencia, una presencia trinitaria, por eso es necesario
regresar al sentido pleno del silencio y a experimentarlo en nuestras propias vidas. “El Papa
Francisco concluyó su homilía con la oración. «El Señor nos dé a todos la gracia de amar el
silencio, buscarlo, tener un corazón protegido por la nube del silencio. Y así el misterio que
crece en nosotros dará muchos frutos”75.
75
Ídem.
62
CONCLUSIONES
Cuando el hombre se comunica con otro hombre, éste espera una respuesta, se prepara
para tener un diálogo, para conversar, intercambiar ideas, sin embargo, en algunas ocasiones
se obtiene como respuesta un silencio, que rompe todo esquema, esto no quiere decir que el
silencio sea totalmente diferente al habla, a la comunicación o al conocimiento por parte del
lenguaje. “El hecho de que a menudo no lleguen a expresarse verbalmente es sólo la señal de
una determinada forma del habla…”76 esto quiere decir que el silencio es parte de la
capacidad en el ser humano de poder hablar y comunicarse con los demás, incluso cuando no
pronuncian verbalmente una sola palabra.
76
Heidegger, Martín, El ser y el tiempo, Bogotá, ed. Fondo de cultura económica, 1998, p. 181
63
Pero también a través del silencio donde por amor nos propone una libertad, para poder
comprender que no es un Dios que obliga, que impone, que trasgrede la libertad de su
creatura, sino que es un Dios que calla o que permite varios acontecimientos para que el
hombre descubra en ese silencio el pleno amor de Dios.
“Antes de que el hombre oyera la palabra, la palabra estaba en Dios, luego vino la
revelación de un misterio envuelto en el silencio en los siglos eternos”77, hay, sin embargo,
otro silencio de Dios, que no parece cargado de un misterio de amor, sino de la ira divina,
“para Israel que quiere escuchar a su Dios, este silencio es un castigo, significa el
alejamiento de su Señor”.78
77
Dufour Léon X. Vocabulario de Teología Bíblica, editorial Herder, Barcelona, 1982. Pág. 863, (silencio)
78
Ídem
79
Queiruga, Andrés Torres, Recuperando la salvación, ediciones encuentro, 1979, Madrid, pág. 145
64
Por lo tanto, Dios es una “voz silenciosa”. Esta es la revelación de Dios que lo deja a
uno extrañado. Esto es importante, si entendemos esto podremos entender también el silencio
de Dios en la cruz de Jesús. Dios es una voz que tiene su expresión no en el clamor sino en el
silencio, en el misterio, en la trascendencia.
Dios se le dio a conocer a Elías en el Horeb mediante “la voz sutil del silencio” (o
“silencio que habla”), lo cual no es ausencia de comunicación sino, al contrario, plenitud de
ella: es la entrega de “la palabra” que es la síntesis de “todas las palabras”. Y si damos un salto
hasta la plenitud de la revelación, entenderemos que esta “Palabra” es una persona: Jesús de
Nazaret con todos los matices de su personalidad y de su misión descrita ampliamente en los
Evangelios.
Lo segundo es la relación importante del silencio con la oración, no solo existe nuestro
silencio para la escucha de la Palabra de Dios, sino que a menudo en nuestra oración, nos
encontramos ante el silencio de Dios, como le sucedió también a Jesús en la cruz, lo cual,
como ya explicamos antes, no indica la ausencia de Dios, sino que Dios actúa a través de ese
silencio. El cristiano debe estar seguro que el Señor está presente y escucha, incluso en la
oscuridad del dolor, del rechazo y la soledad.
En consecuencia, el silencio del oyente consiste en ponerse ante Dios para acoger su
Palabra que tiene tantos matices, tantas voces, tantos efectos. Esto supondrá “atención”
continua, lo cual pide constante salida de sí mismo y vivir en permanente “tensión” espiritual
hacia Dios.
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