Ejercicios Espirituales

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EJERCICIOS ESPIRITUALES

En el Corazón de Jesús

AGOSTO DE 2020
HERMANITAS DE LOS ANCIANOS DESAMPARADOS
Celaya, Gto.
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Oración para todos los días de Ejercicios espirituales

Acordaos ¡oh Sagrado Corazón de Jesús! de todo lo que habéis hecho por
salvarnos. Acordaos del eterno e inmenso amor que habéis tenido por todos los
hombres; que tu Corazón acoja a los que a ti acuden y se conmueva ante nuestras
debilidades.

Llenos de confianza y amor, venimos a tu Corazón, como el corazón del mejor


de los Padres, del más fiel y bueno de los amigos.

Recíbenos, ¡oh Corazón Sagrado! en tu infinita ternura; haznos sentir los efectos
de tu amor; se nuestro apoyo, nuestro mediador ante nuestro Padre, y
concédenos la fuerza en nuestra debilidad, consuelo en nuestras penas, y la
gracia de amarte en el tiempo y de poseerte en la eternidad.

Corazón de Jesús, acudo a Ti porque eres mi refugio, mi esperanza; el remedio


de todos mis males, el alivio de mis miserias, la reparación de todas mis faltas,
la seguridad de todas mis peticiones, la fuente inagotable para mí, y para todos
la luz, fuerza, constancia, paz y bendición.

Estoy seguro que no te cansarás de mí y que no cesarás de amarme, protegerme


y ayudarme, porque me amáis con un amor infinito. Ten piedad de mí, según tu
gran misericordia, y haz de mí, por mí, y en mí todo lo que quieras, porque yo
me abandono a tu Corazón con la entera confianza de que no me abandonarás
jamás. Amén.

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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Ejercicios espirituales: En el corazón de


Jesús
Los ejercicios espirituales no son un conjunto de temas que se exponen para mostrar
conocimientos. Para san Ignacio los ejercicios son “para enardecerse en el amor a Jesucristo”,
a través de un tiempo intenso de trato personal, exclusivo, con el
Señor. San Ignacio busca poner al ejercitante con el contacto
directo con su Criador y Señor, y le enseña a orar, a penetrar en el
misterio total de Cristo. Dice expresamente: “Dejar que el Creador,
mas inmediatamente trate con la criatura, abrazándola en su amor
y alabanza”. Son, una escuela de amar al Señor, aprender ese amor
que lleva hasta la conformidad plena con él. Para crecer en la amistad, el camino es la
contemplar la vida de Cristo, pues en la humanidad de Jesús, se nos revelan las costumbres
divinas de la Trinidad.

Es un momento para fomentar la vivencia de una amistad intima, sincera con Jesucristo vivo
y renovar así en cada uno el empeño de santidad. Es un tiempo para fijar nuestra mirada en
el costado abierto de Cristo. El misterio de nuestra redención, el centro es el corazón de
Cristo, el costado abierto de Cristo crucificado y resucitado que comunica el Espíritu Santo
como don de amor a su Iglesia; y el fruto de la Redención y la aplicación a nosotros: el
corazón nuevo que nos hará redentores con Cristo redentor.

El titulo para estos ejercicios son “En el Corazón de Jesús”.


Tenemos que entender ese “EN” en el sentido que tiene en san
Juan, no significa simple ejemplo exterior, sino que indica dos
cosas: semejanza y participación. El corazón nuevo en nosotros es
semejanza al de Cristo y participación en él. Semejanza:
buscaremos que a lo largo de nuestras meditaciones aprendamos
del que se define como manso y humilde de corazón.
Participación: no se llega a participar del amor de Jesús sino en el trato de amistad con él, en
la oración, en la vida de unión con él.

Primer día

1ª. Meditación: Mirar al costado abierto de Cristo

Vamos a plantear el Principio y Fundamento en una mirada


al Costado abierto de Cristo. El papa Benedicto XVI, decía:
“En mi primera encíclica sobre el tema del amor, el punto de
partida fue, precisamente, la mirada puesta en el costado
traspasado de Cristo, del que habla san Juan en su evangelio.
Y este centro de la fe es también la fuerte de la esperanza en
la que hemos sido salvados, esperanza que fue objeto de mi segunda encíclica”.

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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Diríamos que nos encontramos ahí en el Principio y Fundamento de nuestra vida cristiana,
vamos a detenernos en esa mirada. Es un tema muy importante en san Juan.

Orígenes (que tardó en comentar a san Juan porque no encontraba


la paz suficiente que requería para comentar ese evangelio) dice
que “las primicias de la Sagrada Escritura son los evangelios; y
me atrevería a decir que la primicia del Nuevo Testamento es el
evangelio de san Juan, que nadie podrá entender si no ha reclinado
su cabeza en el costado de Cristo y escuchado primero de labios
de Jesús esa palabra “Ahí tienes a tu Madre”.

El centro del evangelio podría considerarse los capítulos 13 al 21.


Es decir, que esa escena del costado abierto de Cristo es el punto
central, al que se ordena todo lo anterior. Va apuntando hacia ello,
y lo mantiene hasta el fin, hasta que a Tomás le lleva a tocar la herida de su costado.
¡TOCAR!, es ese aplicar los sentidos que san Ignacio nos enseñará.

Esto nos indica que en los ejercicios espirituales tenemos que mirar, fijar nuestra mirada en
él. Es también, escuchar, palpar, actuar en consecuencia.

Ese mirar ¿qué es? Mirar es levantar la mirada, fijarla, pero no quiere decir que vea. El ver
es distinto. Es lo que sucede a san Juan “El que vio da testimonio” 19, 35 no el que miró. ¡Es
claro que miro para ver!, miró, pero vio. Él vio el misterio, vio el amor de Dios que entrega
a su Hijo, que se entrega y abre un mundo nuevo.

Todo el evangelio de san Juan tiene esa unidad en orden a


esto. Desde el principio san Juan es mayor a Moisés, el
iniciador de un nuevo pueblo, pero no despegado del otro.
Es la creación la que se eleva y el pueblo de Dios que se
abre, pero es mayor que Moisés. Y lo vemos desde le
prologo: “Vino a los suyos, no le recibieron. A los que le
recibieron les dio el poder de ser hijos de Dios….El Verbo
se hizo carne. Hemos visto su gloria” Jn1,12-18. El
momento culminante de la gloria es la cruz. Jesús pedirá al Padre “Padre, glorifica a tu Hijo
para que tu Hijo te glorifique a ti”. En el momento de la más suprema humillación, ahí
manifiesta su gloria de Unigénito. Y de su plenitud todos hemos recibido.

El evangelio nos pone de manifiesto que “Viendo que todo estaba cumplido dijo: Tengo sed,
sed de dar el Espíritu, la sed de Jesús. “Y viendo que todo estaba terminado, dijo: Todo esta
cumplido. E inclinando la cabeza entrego el Espíritu”. Siguió la voluntad del Padre hasta el
fin y amó a los hombres hasta el fin.

Estamos ante el acto de entrega libre, lo que va a salvar. Es el momento cumbre de la nueva
vida, de la nueva realidad que esta fundando en el amor, no en el hecho de la muerte, sino
que da la vida. Cristo, murió orando. La muerte es oración, es entrega, entrega de su vida.
Entregar el Espíritu, es la culminación del acto redentor.
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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

San Juan es el testigo, un comentarista dice: “Se trata de un evangelio, pero sobre todo de un
testimonio. Ningún otro libro del NT presenta tan claramente a Jesús de Nazaret como el
revelador, el testigo, el que da testimonio del Padre. Por eso su obra deja que sea un inmenso
testimonio a favor de Jesús”.

Los tres evangelistas sinópticos dicen Jesús expiro, y unen que se expiro con el velo del
templo se rasgo. En la muerte de Jesús se rasgo el velo. ¿Qué es lo que pasó ahí? Quiere decir
que se manifestó el intimo de Dios: “Así amó Dios al mundo que entregó a su Hijo” Jn 3,16.
Se ha abierto un camino, una vía nueva hacia lo íntimo de Dios.
Tenemos acceso al Padre por la carne de Cristo.

“Era el día solemne de la Pascua”, no es solo el hecho de que era la


Pascua, sino era la Nueva Pascua. Entonces vinieron los soldados,
rompieron las pernas uno por uno. Cuando llegaron a Jesús, no le
rompieron las piernas, sino uno con la lanza le atravesó el costado y
salió sangre y agua. Y el que vio da testimonio y su testimonio es
verdadero y él sabe que dice la verdad para que también ustedes
crean”. Entiende que se cumple el AT.

Es el momento culminante del amor, de la historia del amor de Dios por al hombre, el punto
culminante. ¿En qué sentido punto culminante? Desde la creación podemos seguir. la
comunicación del Espíritu. El Dios creador, es el Dios Salvador, desde Abraham hasta Jesús,
son aproximadamente 2000 años y de Jesús a nosotros, otros 2000. Es una historia de amor.
Y esta historia lleva este paso: Dios se hace hombre, que da su vida por nosotros. El momento
culminante: Amó hasta el extremo; pero siempre que entendamos que cumbre del amor no
quiere decir como una especie de pico que luego baja, sino es la culminación de un amor que
se abre a esa relación nueva, Nueva Alianza. Se ha abierto.

El amor humano, es una nueva relación de amor. El amor es


lo más vital del hombre. “El que no ama no conoce a Dios”
1 Jn 4,8. En el orden humano hay una cumbre de amor, pero
el amor siempre crece. No es una cumbre que luego baja,
sino que, en la realidad del enamoramiento, el amor va
arraigándose más, y abriéndose más, y llega a la boda.

De manera análoga en la cruz, es una síntesis que abre una nueva relación de amor: nos hace
hijos en el Hijo, nos da el Espíritu Santo. Es una relación nueva fundamental, que ser cristiano
de veras: no es tener obligaciones, sino vivir esa vida, esa vida que se abre en ese momento.

Jesús resucitado centra la atención en su costado abierto, “Les mostro las manos y el costado
y les dijo: Reciban el Espíritu Santo. Y le pide a Tomás que meta su mano en su costado.
Para san Juan es el momento supremo, ha querido que su amor sea tangible ¡Toca! Pero no
es solo a tocar esa herida, sino tocar ese amor.

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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

El Papa Benedicto XVI dirá de san Pablo que ese amor lo toco: “Ciertamente, no se nos
muestra de esa forma irresistible, luminosa, como lo hizo con san Pablo para convertirle en
Apóstol de todas las gentes, pero también nosotros podemos encontrarnos con Cristo”.

Encontrarnos con Cristo vivo, y Él es Cristo-Jesús, Hijo de Dios, Hijo de María, es el Hombre
Cristo-Jesús, el glorificado, el que esta a la derecha del Padre, el Mediador. Podemos tocar
el Corazón de Jesús y sentir que él toca el nuestro en esa relación personal con Cristo, sólo
ese encuentro con el resucitado nos convertirá realmente en cristianos.

Los ejercicios espirituales son un momento para encontrarnos con el Amor de Dios, para
tocar el corazón del traspasado. Tiempo para estar amando al Amado.

2ª. Meditación: Principio y Fundamento: Nueva Alianza. Vida nueva

San Ignacio tiene la expresión: “El hombre es creado para


alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor”. San
Agustín dice que “muchos cristianos viven en el AT” Es decir,
se rigen por el temor, por la ley. Para vivir en el NT, no basta
nacer en un determinado momento, sino hay que vivirlo: el NT
se vive. Y nosotros tenemos que vivirlo.

La vida nueva se nos ofrece, san Juan nos la presenta en los


capitulo 13 al 21, se nos presenta como la Nueva Alianza. Jesús nos ha revelado el nombre
del Padre, su rostro. Alabar, hacer reverencia y servirlo hace un servidor, pero el de un hijo
es distinto, es la reverencia filial.

Tenemos que vivir, esta Nueva Alianza, es una creación nueva, una nueva vida la que se nos
da. La nueva creación es elevación de lo que ya existe. La Redención, la vida de la gracia, es
dejarse renovar, es recrear. El Pueblo de Dios no fue otro, sino parte del pueblo elegido.

Quiero ser santo, ¿Qué tengo que hacer? En ocasiones entendemos que la santidad es un
margen de lo que vivimos, cuando de lo que se trata es de elevar nuestra vida, es dejar que
mi vida sea más de Cristo, sea más en la caridad, más en el amor, pero ¡la vida que yo vivo!
No es hacer al margen cosas divinas, sino hacer divinamente las
cosas que hacemos cada día, hacerlas divinamente: el trato con
los que tengo, que eso lo eleve, lo haga con amor.

El Señor lleva a sus discípulos al monte, a la Transfiguración,


pero para elevar su vida, no simplemente para decir: ya con esto
hemos tenido una experiencia y ya está. Lo fundamental del NT
es la unión del amor, una unión con Cristo desde la cual nos ha
hecho vivir en él, estar en él y guardar los mandamientos desde
la comunión con él. si yo entro en Cristo, tendré las mismas
actitudes interiores de amor, de redención de los demás.

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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Jesús dijo que en la casa de su Padre hay muchas moradas, es un lenguaje del amor, hace
referencia a que hay muchas posibilidades de estar dentro. “Ya no los llamo siervos, los llamo
amigos” Jn 15, 5. Es la amistad, la unión con él, la vid y los sarmientos.

Podríamos decir que el NT es permanecer en el Padre, lo cual implica tener corazón de hijo,
corazón de hijo en la casa del Padre, de Cristo. En la
parábola del hijo prodigo, el hijo que se queda le hecha en
cara al padre, cuando su hermano regresa, que no le ha dado
un cabrito. Pero el padre lo llama hijo. Pero podríamos decir
que no tiene corazón ni de hijo, ni de hermano. A partir de
esto podemos ver, que en ocasiones somos muy duros con
la gente porque no los queremos, al que queremos no
deberíamos tratar así.

El hijo en la familia crece en el amor a los padres y a los hermanos, la Iglesia es familia.
Tenemos que cuidar nuestra familia, esta es la Nueva Alianza.

¿Qué pretenden los ejercicios? Ayudar al encuentro personal y a madurar ese encuentro
personal como encuentro.

Para nuestra reflexión:


¿Qué imagen tengo de Dios? ¿Es de un Dios de amor?
¿Realmente creo que soy hijo? ¿Creo que los demás son mis hermanos?
¿Creo en el amor personal de Cristo? ¿Puedo decir que Dios me quiere tal y como soy?

• Recordar ejercicios implica el ejercitarse, el meditar.

Segundo día

3ª Meditación: El pecado, ruptura de nuestra amistad con Dios

Para el cristiano es importante la vida de amistad con Cristo. No es cristiano simplemente el


que tiene entusiasmo por Cristo. El entusiasmo por Cristo puede coexistir con una situación
pecaminosa de uno; sucede a veces así, y no es tan difícil producir un cierto entusiasmo por
Cristo, pero la amistad con Cristo es algo más íntimo.

Santo Tomás distingue la benevolencia de la amistad, y expone que


la benevolencia tiene que fortalecerse con la frecuencia del trato,
para que llegue a ser amistad. Es lo que Jesús presenta en el
evangelio: “Ya no los llamo siervos, sino amigos, porque no tengo
secretos con ustedes” Jn 15, 15. Y muestra esa unión con los
Apóstoles: “Permanezcan en mí y yo en ustedes”. Es una verdadera
amistad, y la amistad no es compatible con una vida desordenada.

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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Cuando Jesús entra a la casa de Zaqueo, dirá: “Ha entrado la salvación en esta casa”, porque
son haber tratado la cuestión, Zaqueo decide: “La mitad de mis bienes para los pobres y si en
algo he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces más”. El Señor, no le ha hablado de
los pobres, ni de la justicia. Y es que, entrando la caridad, ordena la casa, porque pone en
orden la casa.

Queremos en esta reflexión centrarnos en el pecado como ruptura o enfriamiento de la


amistad. Desde ahí podemos iluminar muchas cosas, y a partir de ello comprenderemos mejor
lo que es el pecado. San Ignacio tiene una semana que él
denomina “sobre el pecado”. Que no debería llamarse así,
sino “sobre mi Redentor”. Él dice: “Imaginando a Cristo
nuestro Señor delante y puesto en la cruz, hacer un
coloquio” y comenta “el coloquio se hace propiamente
hablando como un amigo habla a otro amigo. Un coloquio
con él, considerándolo cómo de Creador ha venido a
hacerse hombre, de vida eterna a muerte temporal, y así
morir por mis pecados”. Este encuentro es fundamental por mí.

Viéndolo colgado en la cruz, el punto central es por mis pecados, por mí. Es que es por la
humanidad. ¡Ahora es por mí, por mis pecados! Una actitud que debe estar viva en nosotros:
agradecimiento a Jesucristo, agradable agradecimiento con suave contrición. ¡Que bueno ha
sido conmigo y cuanto le debo! Y ¡que mal me porto con él! Es ese fondo de amistad con él,
amistad agradecida, pero amistad.

El CEC 1432 calca que el dolor de los pecados no se puede obtener ponderando la gravedad
de los mismos, sino mirando a Cristo crucificado. Esta es la manera de vivir nuestra amistad
con Cristo, mirándolo con el corazón abierto, de costado abierto. De costado abierto porque
es el signo de que dio su vida en amor por nosotros, cuya vida y cuyo amor llega al alma.

El pecado es algo personal hecho deliberadamente, no es una cosa. En los jóvenes hay una
idea: si yo me hubiera esforzado por conservar mi inocencia, mi
pureza, me esforzaría en conservarla; pero ya que la he perdido,
¿para qué? Si ya esta estropeado, si no tiene remedio. Ese
desalienta muchísimo y lleva a uno a reaccionar como que no
tiene importancia. Muchos nos perdemos, incluso los
consagrados, se pierde porque ha perdido la esperanza de poder
ser bien lo que era, lo que abrazó. (Confesión soy mentiroso, etc.)
cuando en la vocación se pierde la esperanza, se pierde uno. Por
ello es de vital importancia el aliento y la visión cristiana del pecado, no es cuestión de honor
personal, es cuestión de la relación personal con Cristo.

Sí puede que tengamos la idea de la visión del pecado como quebrantamiento de una ley,
simplemente una norma, una ley que he quebrantado, con su sanción correspondiente, el
infierno. ¿Ha cometido un pecado? ¡Que lo fusilen! Pero el CEC no plantea el pecado de esta
manera, sino como ruptura en la amistad con Dios (1440). Hay una ruptura real, verdadera
con Dios.

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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Una gran interrogante: si yo rompo la amistad con Cristo y vuelvo ¿me recibirá? Y la gran
noticia de la Redención, del anuncio de Cristo es que me recibirá siempre que vuelva, me
recibe. Y no sólo eso, sino que Cristo busca que vuelva, busca la oveja perdida, ¡Él mismo!
El caso de David: manda a Natán para que vuelva (2 Sam 12,1-5). Es la postura de Dios, de
su misericordia.

La amistad es ese amor mutuo, mutuamente conocido y


mutuamente comunicado y confirmado. El que hay entre
esposo y esposa, es amistad, es amor de amistad en grado
de intensidad. El amor de padre e hijo es amor de amistad.
Puedo romper la amistad, pero sigo siendo hijo, pero hijo
que ha roto la amistad con su padre. Esa amistad de hijo, es
lo que rompe el pecado.

El Señor nunca hizo una catequesis del pecado, ni dramatizo, no debemos hacerlo nosotros
y llevar a que el otro sienta dolor, y que se confiese una y otra vez. En la parábola del hijo
prodigo muestra que el pecado es marcharse de casa y el dolor del padre por el hijo que se ha
marchado. En el corazón de Jesús, se nos ofrece la mejor explicación del pecado es marcharse
de casa. Es como querer dejar de ser hijo, es no estimar la dignidad de hijo. Es disfrutar de
los bienes, separándose del Padre. Él nos ha dado todos los bienes, para que los disfrutemos
desde la comunión con Él.

El pecado ¿qué quiere? Disfrutar de todo fuera de la comunión con Dios. Desbocándose en
el disfrute de las cosas, rompiendo la comunión con Él, y eso duele al Padre. Sólo cuando
uno ha sufrido, se alegra tanto con su vuelta. Al Señor le llega al alma el comportamiento del
hombre.

En la pregunta a Saulo ¿por qué me persigues? ¡Cómo


le llega al alma a Jesús! No es dolor de corrupción,
sino por amor, porque nos ama. Dios tiene sed de tu
amor (Cfr. Jn 4,7), le llega al alma una respuesta
ingrata, el que no se acoja ese amor.

Mi Salvador no puede alegrase del todo mientras yo


viva en pecado ¿Por qué no puede? Porque él es el
abogado por nuestros pecados ante el Padre. En el
amor de enamoramiento hay un momento en que el
joven que está a punto de enamorarse, ve claramente
que no se va a enamorar si él no quiere, porque el enamoramiento incluye una decisión
personal libre. Es capaz de decidir hacerlo o no, y así la otra persona formara parte de su vida
o simplemente pasara de largo.

Dios ha querido correr el riesgo de enamorarse, se ha vuelto loco, y lo ha hecho con categorías
eternas y divinas. Es claro que el pecado del consagrado le llega muy dentro “Uno de ustedes
me va a traicionar” Jn 13, 21. Al santo entre más la busca, más le llega al corazón. El
consagrado debe cuidar esta amistad. Cuando algo no se ama, se vuelve un estorbo en la vida,
al hijo prodigo le molestaba el pensar, la presencia de su padre, su voz.
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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

4ª. Meditación: Confiar en la Misericordia

San Ignacio en sus escritos dice: “Haré tres coloquios de la


manera de sigue. Primer coloquio: a Nuestra Señora para
que me de alcance la gracia de su Hijo Jesucristo y Señor
para tres cosas: para que sienta interno conocimiento de
mis pecados y aborrecimiento de ellos. Segunda, para que
sienta el desorden de mis operaciones, para que,
aborreciéndole, me enmiende y ordene. La tercera, pedir
conocimiento del mundo para que, aborreciéndolo, aparte
de mi las cosas mundanas y vanas”. Esto nos indica que no
es cuestión únicamente de perdonar el pecado. Yo puedo obtener la absolución, pero el
pecado deja dentro de nosotros una adhesión interior, queda dentro como una secuela, que
no es pecado, pero nos inclina a él.

Aborrecimiento del pecado, no es solo arrepentirme, sino que lo deteste. No es simplemente


la voluntad de no pecar, sino crear dentro un estado afectivo (no sentimental) de
aborrecimiento desde el corazón. Un aborrecimiento que vaya creciendo, es algo debemos ir
cultivando.

El desorden de mis operaciones, tenemos que sembrar el orden. Desorden quiere decir
capricho, dejarme llevar por la improvisación, tener un estado caótico en mi vida. Es dejarse
llevar por las apetencias del momento, ordeno mis cosas según se me vayan ocurriendo. Pedir
la gracia de entender el desorden que tenemos y que lo aborrezca.

La mundanidad. Es el peligro más grande, hoy en día, el


ambiente mundano que se va filtrando en nuestra Iglesia,
que hace que uno las valore y las vaya aceptando en su
vida. San Juan lo ha dicho “no amen el mundo ni las cosas
del mundo” (1 Jn 2,15).

El pedir esto, palparlo en nuestra vida, hace que


recurramos a la misericordia. Quiero centrarme ahora en
la misericordia y la confianza.

La misericordia viene del Padre, a veces queremos presentar al Padre como el que se deja
llevar por la ira, y el Hijo es quien los detiene, esto es un error. La misericordia es una forma
de amor, la misericordia de Dios es la que corresponde al amor que nos tiene, que es amor
de amistad.

Necesitamos no caer en desesperanza, cada año hacemos los Ejercicios espirituales, se


pueden convertir en un cierto rito o fórmula en que, en realidad, no tratemos de jugar nuestra
santidad, pues seguiremos igual. Tenemos que esperar la vida eterna. El Señor nos invita a
ella, Dios quiere que al morir disfrutemos de su amistad cara a cara. La esperanza de llegar
a esa unión con Dios, podemos caer en la resignación, iremos a la purificación, el Señor nos
llama a la santidad.

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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

La LG 5 dice que tenemos que llegar a “la perfecta unión con Cristo o santidad”. La santidad
se identifica con la perfecta unión con Cristo, es la amistad con él. En estos Ejercicios
tenemos que acentuar nuestra esperanza confiando en la misericordia, en el amor amigable
del Padre y de Cristo.

¿Qué nos puede pasar? Nos hemos acostumbrados a vivir decentemente, que ya no
cultivamos la amistad con Cristo, no estrechamos más
nuestros lazos con él. Aunque yo me sienta como defraudado
en mi vida en ese orden, aunque me encuentre con las manos
vacías, ¿qué puedo hacer? Primero, levantar mis manos
vacías al Padre, a Cristo, presentarme con mi impresión de
vaciedad. Dios quiere más nuestras manos que lo que
llevamos en ellas, el Señor nos busca a nosotros. Presentar
nuestras manos, es renovar nuestra esperanza. La esperanza
cristiana comienza donde termina la esperanza humana, no podemos caer en desesperación.

San Ignacio dice “mucho aprovecha entrar en ellos, con gran ánimo y liberalidad con su
Creador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad para que su Divina Majestad, así de
su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su santísima voluntad”. Con el
paso del tiempo podemos ir cayendo en una determinada disposición que nos lleve a
acostumbrarnos a buscar la santidad. Este es uno de los impedimentos de la realización de
esa plena unión con el Señor.

Yo creo que el Señor, a un consagrado suyo le llama a una unión con él. Tenemos que tener
esperanza en llegar a la santidad, tenemos que cuidar nuestra entrega al Señor. La esperanza
humana se apoya en las virtualidades que hay en mí, la divina se apoya en el poder de Dios,
en el amor de Dios, en la fidelidad de Dios. San Ambrosio llamaba a san Pedro “vicario del
amor de Cristo”, eso somos cada uno de nosotros.

Para disponernos a acoger la misericordia, debemos primero reconocer nuestra situación, lo


que somos, tenemos que ver la trayectoria del amor de Dios en mí, del camino de Jesucristo
en mi vida, como él me ha conducido. Y ver así los caminos de
Dios y mis infidelidades a él, no en orden acusarme. Caer en la
cuenta de cómo yo quizás no he seguido los planes del Señor, y
reconocerlo para ponerlo en su misericordia.

El hijo prodigo, tenia la esperanza de ser recibido como


jornalero, y el padre le devuelve su dignidad. La conversión no
es corregir la vida simplemente, sino volverse al Padre,
estrechar nuestro abrazo con Cristo. El Señor nos concede sentir
el abrazo de Cristo, pedirle al Señor cuando lo visitemos que
nos haga sentir su abrazo de amor, de perdón, de estrechar
relaciones con él, de recomenzar un camino de intimidad con él.

Yo puedo y debo aspirar a la santidad, contando con lo que soy y con lo que he hecho. Con
toda mi situación real, verdadera, puedo y debo aspirar.
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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Para nuestra reflexión:


Preparar mi examen de conciencia, para que un fruto de estos ejercicios sea mi confesión
Ver si tengo que disponerme a manifestar mi misericordia a los demás, incluso pidiendo perdón
por mis errores.

Tercer día

5ª. Meditación: contemplar los misterios de Cristo

Contemplar son la columna vertebral de los Ejercicios, contemplar a Cristo y sus misterios.
El misterio de la Redención se puede sintetizar en una frase: “Dios se hace hombre para que
le hombre se haga Dios”. Esta es la síntesis: hay que descender de Dios hasta lo más hondo
de la miseria humana para levantar al hombre a la vida divina. El plan de Dios no termina
con la Encarnación, en el hecho de que el Verbo se ha hecho carne, sino en que la carne sea
divinizada, elevada a Dios. El ES ya nos diviniza en cierta manera, es verdad, pero, además,
ese mismo Espíritu nos va elevando, va formando en nosotros el Corazón de Cristo.

¿Cómo podemos nosotros irnos haciendo Dios? “Tenemos


que elevarnos para orar” “Tenemos que hacernos Dios para
orar con Dios, para tratar con Dios” dice Orígenes. ¿Qué
caminos hay? La Iglesia, Maestra, en la Eucaristía cuando se
prepara el cáliz con el vino y el agua se dice: “Dios se hizo
participe de nuestra humanidad, para que nosotros
participemos de su divinidad”.

La vida divina se realiza en nuestra vida real. La vida humana es el amor. Los Ejercicios nos
introducen en el amor de Jesucristo, en el amor del Padre. Nos llevan, nos arrebatan a las
cosas invisibles. El amor abarca el ser entero, el amor es unitivo, es permanente.

El afecto es firme y estable, profundo. Es importante que un consagrado tenga un gran afecto
a Jesucristo, profundo afecto. El ES nos comunica y nos enciende en ese amor. Enciende en
nosotros el fuego de tu amor, no la sensibilidad. En nosotros esta la vida biológica, la vida
intelectual, la vida del amor. El amor implica como base la inteligencia, el amor es
inteligente. El hombre es plenamente hombre cuando llega al nivel del amor, que es el nivel
del darse, del entregarse.

El hombre es plenamente hombre cuando llega a ese nivel de


entregarse, en esa realidad misteriosa que incluye la inteligencia
y voluntad, pero que no se reduce a inteligencia y voluntad, sino
que es algo más. Cuando una madre dice a un hijo “tu eres mi
vida” no es una metáfora, es una realidad. ¡Es vida!, es una vida
lo que tiene. Es tan vida, que si ese hijo desaparece, la persona
pierde ese nivel de vida, en cierta manera muere.

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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Tiene que llegarse a esta realidad misteriosa que hace de dos personas uno. “El Padre y yo
somos uno” Jn 10, 30, no solo se refiere a una naturaleza divina. El matrimonio es amor que
une. El amor tiene la característica de unidad y permanencia.

El ES infunde en nosotros su amor, ese amor mutuo estable que es tan delicado en si, tan
profundo. Cuando hay amor verdadero, el amor nunca domina a la persona que ama, sino
que le sirve, le respeta. Nunca domina, nunca pretende hacer a la otra persona “como yo”. La
quiere como es, “como otro”. Todo eso tiene que educarse, tiene que irse formando. El amor
no se manda, pero se debe educar, pedir y cultivar.

La vida del hombre es su amor. Podemos decir de esta manera: Dios


quiere ser mi vida. Dios me ofrece ser él mi vida, es la vida de la gracia,
quiere ser mi amor de verdad. Nosotros los seres humanos, el amor lo
alcanzamos por los sentidos. A través de ellos, llegamos a la persona,
porque el amor es amor del corazón de la persona, no es amor de su
apariencia exterior, de sus rasgos físicos, es del corazón. Cuando
vemos a una persona no nos quedamos en los rasgos fisiológicos
exteriores, sino viéndole, oyéndole, tratándole, conozco su corazón,
conozco como es.

El prefacio de Navidad dice: “Quisiste que tu Hijo se encarnara para que conociendo nosotros
visiblemente a Dios, seamos arrebatados al amor del Invisible”. Dios nos muestra su rostro
en Cristo a nosotros, porque a Cristo lo alcanzamos por los sentidos. Ellos lo veían y nos lo
presentan, sobre todo san Juan, que describe muchas veces haciendo notar el corazón, el
interior de Cristo en sus gestos, en su cuerpo.

Sabemos que el cuerpo es expresión de la persona. Con el cuerpo se expresa la persona, no


en la materialidad de sus órganos que hay, sino en el cuerpo. Entonces nosotros en Jesús,
viéndole conocemos su persona que es la Persona divina. El tú del Hombre Jesús es el Padre,
este es el misterio de la unión hipostática, él es el Verbo.

¿Qué hacemos en la contemplación de los misterios de Cristo? Conocer a Cristo, a Cristo


resucitado glorioso. Yo voy a esos misterios, lo recuerdo no como algo que sucedió hace
2000 años, como recuerdo del pasado, sino en ese misterio que se me manifiesta, en el
Espíritu, el Corazón de Cristo, vivo, resucitado, actual. Le conozco,
porque esas actitudes del corazón son permanentes en Cristo. Y esos
rasgos del corazón son los que tenemos que mirar mucho en los
misterios de Cristo; no solo lo que dice Jesús, sino como es Jesús. Ese
cómo es, siempre es así, Jesús.

“Vayan a Galilea, ahí me verán” Mc 16, 7. En la oración, en la


contemplación del misterio, yo lo conozco a él como es. Y ahí voy
creciendo en el amor, conociendo a través de esa noticia amorosa que
llama san Juan de la Cruz y san Ignacio llama conocimiento interno
del Señor. Nos interesa el conocimiento interno del Señor: de su amor, de su benevolencia,
de su misericordia. Y en ese conocimiento amoroso, crece el amor: conocimiento interno
para más amarle y seguirle.
12
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

6ª. Meditación: Conocer y amar a Cristo. La encarnación

En los Evangelios se nos presenta el mensaje de Jesús, cómo es Jesús. Tenemos que
acercarnos a los misterios de la vida de Cristo. El conocimiento que buscamos es el
conocimiento interno para amarle más. Santo Tomás habla del “Verbo que espira amor”, la
Palabra que comunica amor. En este conocimiento lo que tenemos es encuentro personal de
fe con Cristo. No sólo es la fe escuchada y aceptada, sino vivida.

En el caso de san Pablo, ese encuentro se hizo con la


iniciativa del Señor, pero como irrumpiendo en su vida
(Hch 9,1-19). Normalmente en el cristiano es como un
desarrollo de su fe, pero tiene que llegar un momento de
encuentro personal, que es cuando empieza lo que
llamamos vida espiritual.

Es conocer para transmitir, vivirlo para transmitirlo. Eso es


lo que buscan los ejercicios espirituales. Lo que nosotros tenemos que buscar siempre en
nuestra vida de oración es “ponernos a remojo” en el amor de Dios, dejarnos impregnar, es
levantar la mirada. El ver va a depender de él, pero de nosotros el fijar la mirada. Y tenemos
que enseñar a la gente a que fijen su mirada en el que traspasaron.

En la oración no vamos simplemente a pasar un rato, sino al encuentro personal con Cristo.
En los momentos de oración debemos buscar y encontrar al Señor.

El Verbo se hizo visible, audible, palpable. Por la vía de los sentidos, la revelación vino a los
hombres, la vida divina les fue comunicada. Y por esta vía, ellos la reciben y la acogen. Este
empleo del lenguaje sensorial para expresar la experiencia de comunión con Dios en Cristo,
es uno de los rasgos propios de la espiritualidad de san Juan. Es la lógica de la Encarnación.

San Juan lo ha expresado “Lo que hemos oído, lo hemos visto,


lo que hemos tocado del Verbo de la Vida” porque la Vida se
ha hecho carne. Orígenes dice: “El alma tiene una vista para
contemplar los objetos sobrenaturales, un oído capaz de
distinguir voces que no resuenan en el aire, un gusto,
igualmente, que ha llevado a Pablo a hablar del buen olor de
Cristo, y también un tacto, que poseía Juan cuando nos dice
haber palpado con sus manos al Verbo de Dios”.

En la oración, debemos aplicar nuestros sentidos, para purificar


nuestra sensibilidad. Y puedan ser más atraídos por el Señor y
purificados de las seducciones más mundanas y sensibles que nos incitan por todas partes.
Podemos ver así que la oración es ponerse a remojo en el amor de Dios revelado en Cristo,
llenándonos de ese amor del Señor.

Esto lo aplicamos a los misterios de la vida del Señor, para acercarnos a ellos. San Ignacio
dice “conocimiento interno del Señor”, con toda la amplitud que tiene lo de interno.

13
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Conocimiento interno, que puede ser interno del Señor: que llegue hasta dentro del Corazón
del Señor; e interno en mí: conocimiento que me agarre dentro, que me llegue desde dentro,
que me evangelice por dentro. Para que más le ame, para que crezca mi unión de amor con
él. Unión de amor, amistad profunda con él.

En el misterio de la Encarnación, la primera observación que


hace san Ignacio, es que supone un mundo sin Redención. Lo
primero que pone en escena es el escenario del mundo, ver la
inmensidad del mundo, donde hay personas tan diversas, que
necesitan la Redención. El mundo sin Redención es guiado por
el egoísmo, es disfrutar lo más posible de los elementos,
prescindiendo de Dios o haciendo un dios a nuestra medida, a
veces con imágenes terribles de Dios, o del desconocido, pero
un dios que no interviene en nuestra vida, nuestra vida va por otro cause. San Pablo lo llamaba
“hombre viejo” ¿Cómo es? Pues es egoísta, tan egoísta que nos produce repugnancia, porque
no hay valores, no hay dignidad de la persona humana, no se respeta nada. Es lo que convenga
más, los derechos de cada uno. Esa es la realidad del mundo sin Redención. 2000 años
después, parece que estamos igual.

Segundo, es ver la reacción de Dios ante ese mundo: Dios mira a ese mundo. Pero no lo ve
desde lejos, sino de cercas, lo ve como es en realidad, con su egoísmo y aquí viene el misterio
de le Encarnación, y le ama. Es impresionante. “Así amó Dios al mundo” Jn 3, 16, a este
mundo, a los hombres, a cada hombre.

Dios ama al mundo y ese es lo que nos quiere comunicar a nosotros, para cada uno: mirar
con amor, mirar de cerca de cada uno. Y con esa mirada de amor decide la redención.
Nosotros somos colaboradores de esa mirada y de esa redención. Hay que mirar con amor y
eficacia, a donde lleguemos. Todos debemos amar al prójimo, al que tenemos cerca, a los
otros. Nos interesa la salvación de todos, pero a través de la vivencia de la realidad donde
estamos integrados.

Va a comenzar esa obra y Dios toma esos caminos de Redención, que no corresponden a
nuestra manera. El camino que Dios elige es hacerse hombre. Dios para salvarnos se hace
hombre. Nosotros queríamos ser Dios, él se
hace hombre, y limitado, “hecho obediente
hasta la muerte y muerte en cruz” Flp 2,8.
Este camino de Redención, se le anuncia a
la Virgen Lc 1,26-38. Una mujer de corazón
inocente, puro, compensaba toda la maldad
del mundo, no solo la mía, sino la de todo el
mundo echada en la misericordia de Dios.
Lo que puede frenar la maldad del mundo, es la misericordia de Dios. Dios se complace en
esta humilde doncella, muchas almas compensan a Dios por miles y millones de almas que
odian a Dios y que se aleja de él.

María es la primera que tiene la fe cristiana. Abraham tenía fe en Dios, María fe en el Dios
hecho hombre, fe en el amor de Dios que se hace hombre. Y abre el mundo de la fe cristiana
14
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

con esa sencillez, con una oración escondida, sin que nadie se diera cuenta a su alrededor.
Así se vive la redención del mundo. Es impresionante gustar esto, este silencio, este amor,
esta complacencia de Dios, que aparece en este dialogo de amor, de complacencia de Dios.

Este misterio no es de anunciación, sino de una vocación, es


una página de una vocación. A la Virgen se le pide permiso.
El Señor pide permiso para entrar en la humanidad: si
quieres… ella lo entiende.

Hay que disfrutar, gozar de ese encuentro con la Virgen, la


matriarca de nuestra fe cristiana en la fuente, la que nos va a
dar al Salvador, a través de su preparación Inmaculada, en ese sí que ella da. La Redención
de todo el mundo, dependía del sí de esta mujer. Y lo da renovando que ella es la esclava del
Señor, una servidora del Señor. La creación entera esperaba este sí, apresúrate María a decirle
sí a Dios.

Para la reflexión:
¿Cómo vivo la liturgia de la Palabra? Me distraído en ella, o me imagino los acontecimientos
que se me relatan
¿Me dejo remojar en el amor de Dios?
¿Cómo vivo mi vocación? ¿Doy el sí a la voluntad de Dios, como la Virgen?

Cuarto día

7ª. Meditación: El estilo de Jesús. El bautismo

San Ignacio comenta: “De cómo Cristo fue bautizado. Primero: cristo nuestro Señor, después
de haberse despedido de su bendita Madre, fue desde Nazaret hasta el río Jordán, donde
estaba Juan el Bautista. Segundo: san Juan bautizó a Cristo. Cuando se excusaba por
considerarse indigno de bautizarlo, le dijo Cristo: haz esto ahora, porque así es menester que
cumplamos toda justicia. Y tercero: vino el ES y la voz del Padre
desde el cielo afirmando: este es mi Hijo amado, del que estoy
satisfecho”.

Vamos a tratar de entrar en el corazón de Jesús, nos acercamos a esa


figura amable de Cristo. Aparece desde el principio en un espíritu de
humildad, nos enseña ese camino. De aquí podemos sacar una
enseñanza para nuestra vocación, hacer lo que más nos cuesta. Lo
que más nos cuesta, esa es nuestra vocación.

Tenemos mucho que aprender mucho el estilo de Jesús, porque debiendo actuar en su
nombre, debemos transmitir su estilo. El CEC dice que “en la Humanidad de Jesús se nos
hacen visibles las costumbres divinas de la Trinidad” 470.

15
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Estamos ante la inauguración del ministerio de Jesús, anteriormente se despide de su Madre,


pues estaba sujeto a su autoridad, cambia de actitud con ella. Él ama a su Madre, se desprende
de ella, es una actitud distinta. Su acción mesiánica no esta condicionada por sus relaciones
familiares de carne y sangre. En la vida consagrada, en la entrega al Señor, que no haya
condicionamientos de carne y sangre, que no condicionen la misión recibida de Cristo.

“El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno


de mí” Mt 10,37. Se refiere a ponerse en el mismo orden, el
que pone mi amor en el nivel del amor al padre y madre, no
es digno de mí. El amor a Cristo es superior, pero nunca
disminuye el amor a los suyos.

En la vida consagrada la familia de Dios es mi familia, este es


el paso importante. En la preparación de la vida consagrada,
hay que llevarlos para que lo asimilen así. En el consagrado
es fundamental que el destino a donde va, vea que esa es su
familia.

María es la primera discípula del Señor, nunca aparece como


queriendo intervenir, y menos queriendo controlar la actividad de Jesús. Ella escucha, lo
sigue hasta la cruz.

Después de la despedida, se hace bautizar. Un misterio de humillación, tres momentos lo


palpan, la circuncisión, el bautismo y la cruz, porque son momentos en los que Cristo aparece
como pecador. La circuncisión lo hace miembro del pueblo de Abraham, en el bautismo se
hace uno con la gente, en la cruz aparece como criminal, indigno de vivir en comunidad.

En los tres aparece un esquema: proclamación de la


inocencia de Jesús, humillación salvadora y glorificación.
Proclamación de inocencia: “El Santo que nacerá de ti será
llamado Hijo de Dios” Lc 1,31, “Yo debo ser bautizado por
ti” Mt 3,14, en la cruz se proclama inocente Lc 23, 41.47.
La humillación, se hace pasar por pecador y criminal. La
glorificación: “Le ponen por nombre Jesús” Lc2,21, “Se
abren los cielos; este es mi Hijo amado” Mt 3, 16 y la
resurrección.

En el bautismo, Jesús se presenta como justo, lo cual indica la necesidad mesiánica, se


sumerge en el Jordán cargando todo el pecado del mundo. Es el inocente, pero es el Siervo
que lleva el pecado del mundo, que lo quita llevándolo sobre sí.

Nos enseña la actitud en nuestra misión, ofreciéndonos a sí mismo. Es la escena que marco
a san Juan para proclamarlo como el Cordero que quita el pecado de todo el mundo. El
consagrado debe tomar sobre sí y quitar el pecado, de la comunidad que se le confía.

16
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

El Padre, lo proclama como su Hijo muy amado, en quien se complace. Por la redención de
Cristo, también nosotros estamos incorporados a él, en él. y
la voz del Padre, también se dirige a nosotros.

Fue ungido por el ES, tenemos acceso al Padre por la


humillación salvífica de Jesús. En la cruz, se nos comunica
el ES: hace que tengamos ya acceso al Padre, la unión del
cielo y la tierra. Hemos sido hechos hijos en el Hijo, lo
podemos llamar Abbá, Padre. En la oración podemos sentir
que él me dice hijo y yo le digo Padre. Y en la palabra Padre,
podemos sintetizar el Padrenuestro. Me confío a él, entro en esa relación filial con él, que es
la propia de la Redención de Cristo.

8ª. Meditación: El llamamiento progresivo del Señor. La vocación

Voy a proponer en esta reflexión la llamada del Señor, la vocación, y es ocasión para
reafirmarnos en la vocación a la que él nos ha llamado. Abrirse o responder a la llamada del
Señor es siempre abrirse a llamadas sucesivas. La relación con el Señor es continua y la
llamada es permanente; no es un momento cronológico, sino que es una vivencia estable
dinámica; como el don del Espíritu no es algo que se da y ya esta ahí el Espíritu, sino que
continuamente el Espíritu se da. El Espíritu se exhala, Jesús alienta sobre los discípulos:
“Reciban el Espíritu Santo” Jn 20,22, estar en el aliento del Señor. Eso es permanente, no es
un momento. La llamada es una realidad del amor y, consiguientemente, no se da de una vez
para siempre, sino que la llamada de amor se mantiene.

En el orden cristiano en general, la vocación es progresiva:


llama a más unión de amor, a más unión con Cristo. En el
caso de ustedes, no las llama en primer lugar a la
consagración, sino primero, a intimidad con Cristo; luego,
a mayor dedicación, a dejarlo todo; y por fin, a ser imagen
de la Iglesia celestial; y por último nos envía. Puede ser
para nosotros una especie de examen y reafirmación de
nuestra llamada.

Cuando se da esa llamada progresiva, uno no conoce los detalles del proceso que va a seguir.
En el caso de la Virgen, se le anuncia, pero no se le indican los detalles de todo lo que va ser
su caminar. Se le va abriendo y ella lo va aceptando. Simeón, le hace ver un cierto horizonte,
le hace ver las características de la misión; pero conforme se presentan las va acogiendo, con
esa misma entrega, con esa misma realización de vocación. Hasta el Calvario, donde ella
acepta esa asociación a Jesús.

Nosotros tenemos que entrar. Aun ahora, en la situación en que estamos, no sabemos a qué
nos puede llamar todavía, pero no queremos dudar de que le seguiremos. En la expresión
“No tengan miedo“ Mt 4,40.

17
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Podemos apreciar un proceso de llamamiento en los Evangelios: a cierta intimidad, a un


seguimiento ya marcado, “dejando las redes y el padre” y cuando elige a los Doce.

La vocación es un termino que tiene un sentido que podemos llamar lato y un sentido más
estricto.

Sentido lato podríamos decir que es el lugar


que cada uno tiene en la Iglesia por voluntad
del Señor, esa es su voluntad. Sentido
verdadero. Lo usa la Iglesia, lo usan los
documentos pontificios. Es el lugar que
Jesucristo señala a uno en su Cuerpo Místico.
En este sentido, cada cristiano, tiene vocación
y tiene su vocación, tiene su puesto, porque el
lugar de cada uno en la Iglesia es asignado por
Dios.

San Juan Pablo II en su primer encíclica RH, enuncia la “la ley fundamental de toda pastoral”,
de toda pastoral individual y colectiva. ¿Cuál es ese principio fundamental? Que cada uno
debe ser fiel a su vocación. Fidelidad a la propia vocación, regla de oro.

Respetar la vocación de cada uno, la comunidad funcionará bien si cada uno está en el puesto
que le corresponde. La vocación llama a un seguimiento más cercano: “Los llamó para que
estuvieran con él”. Los llamó, es esa especial adhesión a él. San Pablo usa también ese llamar
cuando dice: “A los predestinados, los llamó” Rom 8,30; es la llamada a la fe, llamada a la
vocación, del paganismo a la fe.

Vamos al Evangelio a ver ¿Qué es ante todo el consagrado? Un llamado. Llamado por Cristo,
llamamiento de Cristo. Y añadía, con una valentía serena,
como tiene en sus documentos: “Llamados quiere decir
amados”, amados. Llamar es pronunciar a una intimidad de
amor, amados. Llamar es pronunciar el nombre atrayéndole.
Es decir, de tal manera Jesucristo envuelve a la persona, que
le hace entender que él quiere ser todo en su vida. Y le invita
a que ponga su vida en una adhesión a él.

Reflexionando este llamamiento, podemos hacer esta observación que nos ayude a
reafirmarnos. Porque sería muy hermoso, que, en la próxima Eucaristía, con la protección de
la Virgen, reafirmarnos nuestro llamamiento viéndolo así en su raíz profunda, en su realidad
vital con Cristo.

En el capitulo 1 de san Juan, en el primer llamamiento, se ve que no basta la voluntad del


hombre, que no es cuestión de quererlo yo: yo quiero. No es fruto de la voluntad del hombre
simplemente. Tenemos el caso del endemoniado de Gerasa que le pedía al Señor, que lo
llevará entre el grupo que lo acompañaba. Y el Señor no lo admitió, sino que le dijo: “Vete a
los tuyos, a tu tierra, y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo” Mc 5,1-20. Podemos

18
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

decir tiene vocación, porque el Señor le ha confiado una misión, pero no lo ha llamado a este
seguimiento, a esa unión con él, no le ha metido dentro.

El seguimiento de Cristo no es vender lo que tienes y ya está. El seguimiento de Cristo está


en “ven conmigo” Mc 1, 17. Es verdad que para eso te dirá véndelo todo, pero no para
quedarse en que he vendido todo, sino vienes conmigo.

Recordemos el pasaje del joven rico, toda la ley ha


cumplido, pero no puede vender todo lo que tiene para
dárselo a los pobres Mt 19,16-22; Mc 10-17-22; Lc 18, 18-
23. Hay otra imagen en Mt 13,44 cuando dice que el Reino
de los Cielos, se parece al hombre que encontró un tesoro en
un campo y va y vende lo que tenia, para comprar ese campo
donde esta ese tesoro. La vocación es así, el elemento
fundamental es haber encontrado ese tesoro. Si ha
encontrado el tesoro, entonces, para adquirirlo va y vende todo lo que tiene. ¿Cuál es ese
tesoro? Es el Corazón de Cristo, pero el corazón abierto para mí, ese es mi tesoro.

Siempre el llamamiento del Señor da la impresión de casualidades: yendo por ahí se encontró,
este se con aquel otro, le dijo….Y sin embargo, es el plan de Dios, he encontrado ese tesoro.
Aquí esta la vocación fundamental, que no es voluntad mía, es encontrar ese tesoro.

La vocación no se provoca como entusiasmo, tiene que venir de encontrar el tesoro y


conducir a encontrar el tesoro. Nosotros lo hemos encontrado. Creo que el primer encuentro
en nuestro camino de vocación es encontrar ese tesoro y cultivar la valoración de ese tesoro.
Eso debe hacerse en toda la formación, que debe cultivar ese tesoro, y que ha de marcar luego
el venderlo todo para hacerse de él.

Esto aparece en el joven rico. El joven rico había encontrado ese tesoro, “Jesús le miró y le
amó”. Ese amó no es simplemente “le miró con amor”. Indica un gesto de amor suyo: le
abrazó o le puso la mano sobre el hombro. Es decir, le hizo transparente su corazón, su amor.
Solo le pide vender lo que tiene, le ofrece esta intimidad con él.

Los discípulos de Emaús, en la fracción del pan, salen


encendidos. ¡Han encontrado el tesoro, el amor!, han
llegado a la intimidad con él.

La respuesta del Señor a los discípulos, ¿Dónde vives?


Vengan y lo verán. La vocación es el discipulado, el
seguimiento del Señor, ir con él, permanecer con él. Nuestra
tarea, para promocionar nuestra vocación, que es cuando nos
pregunten ¿De donde eres? ¿Dónde vives? ¿Dónde tienes tu
morada? Tenemos que decir lo mismo: “Vengan y lo verán”.
Lo que debemos buscar es que entren en esa morada, que
entren en Cristo, que contacten con él.

19
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Este es el primer encuentro, la primera llamada, con esa impresión de casualidad: Jesús
pasaba por allá, Juan Bautista les indica y van detrás. Luego aparece que se encuentro a uno
y a otro. Lo que destaca en el evangelio de san Juan es cómo muestra el Corazón del Señor,
la cordialidad de Jesús, cómo trata a cada uno en un encuentro primero personal, ¡totalmente
personal!

En las llamadas, hay un cruce de miradas, Jn 1, 44ss. Él nos mira, ese cruce de mirada de
amor es fundamental. A Natanael le gusto que el Señor hablara bien de él, “un israelita en el
que no hay doblez”. Siempre nos gusta que hablen bien de nosotros, así como nos sabe muy
mal cuando nos enteramos que han hablado mal de nosotros, ¡y nos
enteramos! Hay que cuidar mucho, el no hablar mal de nadie,
porque ¡le llega! No sabe uno por qué, si es a través de los ángeles
o de los demonios, pero se entera y le sabe muy mal. Aquí Jesús
tiene ese recurso, hablar de él bien, él oye y le agrada.

Cuando le pregunta si lo conoce, el Señor le responde “Te vi debajo


de la higuera”, el Señor le esta diciendo desde antes que te hablará,
yo te buscaba, como dice Jeremías 31, 3 “Con amor eterno, te amé”.
Esta es nuestra llamada, también.

El Señor, llamó a los Doce, que en especial se aplica a los sacerdotes, en concreto a los
obispos, pero también podemos ver aquí un signo de la vida consagrada, nos asocia de una
manera especial a la misión de la Iglesia.

Para la meditación:
En momentos de mi vida, ¿busco la humillación, para dejar paso a Dios?
Hagamos un recuento de nuestra vocación, veamos nuestra llamada y la manera como hemos
respondido
¿Me dejo mirar por Dios?

Quinto día

9ª. Meditación: el progreso espiritual. Crecer en el amor.

Estamos llamados a crecer siempre. Tenemos que creer y beber. Son dos pasos, creer y beber.
“Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la escritura, de su
seno brotarán torrentes de agua viva” Jn 7 37-38.

Creer es el primer paso; una vez que yo he creído, bebo. Beber


es como quedarse ahí, es que el agua penetre dentro. No es
simplemente lavar por fuera, que el agua caiga, sino beber. Y
beber, es asimilar el agua. Si pasase simplemente el agua sin
que se incorporara al cuerpo, no le llamaríamos beber. Lo
mismo que el alimentarse, beber es asimilar, no sólo pasar, sino
asimilar. Tenemos que creer en esto, ¡beber!, beber

20
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

contemplativamente, pero beber en el amor al Señor, en el amor a Jesucristo, y crecer así en


el amor.

San Ignacio, nos invita a la Contemplación para alcanzar amor, que es reconocer que todo
viene del amor al Señor, todo viene del Corazón de Cristo. Y en consecuencia al reconocerlo,
devolverlo en amor. Esa es la circulación: devolver en amor lo que recibimos del amor.

Tenemos que hacer una distinción, bondad es que no soporto la desgracia del otro, me
conmuevo y le doy (un pobre que no tiene que comer),
el amor es cuando yo hago algo a alguien porque le
quiero. Eso es amor, porque le quiero. Cuando
queremos a alguien tenemos necesidad de darle algo,
¿qué podría yo darle a esa persona? Darle porque le
quiero, eso es dar amor. Y eso es lo que Dios hace con
nosotros: porque me quiere, nos llena de sus dones, ¡porque nos quiere!, ¡Por amor!

Dios ha hecho todo para su gloria, puede parecer como un Dios soberbio, vanidoso. Pero para
su gloria quiere decir por amor. Para expandir su amor, para comunicarse en amor. Dios lo
hace por amor, y nos llena de sus beneficios por amor.

San Ignacio dice cómo reaccionar viendo todo ese amor: “discurrir por lo que se le ofreciere”,
como se le ocurra a uno en el amor “decir aferrándose mucho Tomad, Señor, y recibir toda
mi libertad, mi memoria…” “Todo es vuestro, disponed a vuestra voluntad”. Ese sería el
ideal de la vida cristiana, es vivir en el amor de Cristo. Yo repetiría Jesucristo, porque en él
llegamos al Padre. Se trata de crecer en el amor, en devolver las cosas en amor.

Esa espiritualidad de positiva de sembrar, sembrar amor. Entre las cosas que realmente
tenemos que cultivar, es fundamental hacerlo desde amor a Jesucristo. Para eso ayuda a tratar
con Jesucristo como persona viva. Tratar con él, como persona viva, como Jesucristo.

En la oración, es hablar con Jesucristo, ¡estar con Él!; en la Eucaristía igual, que no se evapore
en eso, voy a estar con Jesucristo. Vete, cuenta esto a Jesucristo en la Eucaristía, Él te espera,
vete a Él, cuéntale, ábrele tus preocupaciones.

Realmente así viven los santos, en ese trato con Jesucristo


como persona viva. En alguna ocasión se dice que un hombre,
compro dos boletos para el tren, el que se los daba le pregunto,
¿el otro para quien es? Porque estaba solo, el señor dijo que
era para Jesucristo.

Tenemos que buscar que ese trato confiado con él, de amigo a
migo, viene el irse enamorando de Cristo: enamorando en el
sentido de ir creciendo en amistad. Es un amor permanente.
Enamorado de Cristo con ese amor de amistad, de delicadeza.
Es lo que hay que cultivar mucho, delicadezas con él,
delicadezas de agradarle a él. Ese amor de enamoramiento.

21
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

En ese proceso del amor es donde suele haber lo que podemos decir actos de amor, heridas
de amor y estado de amor.

El estado de amor quiere indicar como niveles progresivos, llegar a una amistad más intima,
como estado. Es estable, es permanente, el estado de amor. Pero hay momentos, diríamos,
más episódicos, que pueden ayudar, y que podemos llamar actos de amor. Es cuando, de
hecho, con la voluntad yo hago actos de amor: yo te quiero Señor, te quiero.

Santa Teresa da una definición de oración: “orar es estarse largos ratos a solas, tratando de
amistad con quien sabemos que nos ama”. “Es estarse amando al Amado”. En ocasiones
cuando vamos a rezar, estamos de prisa, debo hacer esto o
aquello. Tenemos que dejar de pensar en las otras cosas, para
estar con Él, aunque sean 2 minutos, pero estar con Él.

El contenido de la oración es tratar la amistad que tenemos.


Dos amigos lo son, cuando se tratan, tratando de amistad con
quien sabemos que nos ama. Hay que hacer actos de amor,
evitando distracciones, no dejarnos invadir por pensamientos
y preocupaciones, hay que no dejarnos llevar por ellas.

Las heridas de amor, que san Ignacio llama consolaciones espirituales: es esa intervención
del Señor que, de repente, dentro del alma, también enciende como una llama de amor.
Tendríamos que llegar a esta vida de amor así con Jesucristo, es llegar al amor prometido.

Para encender en ese amor, tenemos que consagrarnos al Sagrado Corazón, es saber que hay
alguien que me ama y por eso le amamos.

10ª. Meditación: Obstáculos para el progreso espiritual

En el progreso creciente hemos de cuidar el trato día a día con el Señor. En este camino nos
encontramos con las tentaciones, los obstáculos. La tentación fundamental es que
abandonemos el camino, es la pretensión del enemigo, que abandonemos. En la Ultima Cena
el Señor, le dijo a Pedro: “Satanás ha pedido cribarnos, pero yo he rogado por ti, para que fe
no desfallezca” Lc 22,32. Esta amenaza la tenemos siempre. Tenemos diversidad de
tentaciones, pero la tentación es esta finalmente: que dejemos al
Señor, o que quedándonos donde estamos, nos dejemos a nosotros
mismos en el camino hacia el Señor. En el Padrenuestro pedimos no
nos dejes caer en la tentación, porque la gran tentación es que
abandonáramos el camino de la Redención. Tenemos que estar
preparados para esas tentaciones que se dan en nuestra vida.

Las tentaciones al mal, estamos sometidos a ellas. Tenemos que


mantenernos vigilantes, porque esas tentaciones nos suelen asaltar a
nosotros también y nos asaltan a través de los sentidos.

22
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Tenemos un principio fundamental que en mí no hay nada mío si yo no lo hago mío. Ni


sentimiento ni pensamiento ni deseo, es mío si yo no lo hago mío. Lo demás esta en mí, pero
no es mío. Entonces yo tengo que cuidar lo que es mío, sea en el orden del mal, sea en el
orden del bien. Porque me pueden venir deseos de amar mucho a Dios. El primer paso que
tengo que dar si es así, será que ese deseo lo haga yo mío, ¡que yo lo desee!

Estamos sometidos a una lluvia de solicitaciones,


insinuaciones que nos viene, a través de los sentidos. De ahí
vendrá el cuidado de los sentidos porque nos ponemos a
veces nosotros mismos en peligro de que nos vengan.
Todavía no es mío, pero abro las ventanas para que vengan.
Nos ponemos en peligro nosotros mismos, eso no es cuidar
el amor de Dios y mi vocación.

Puede presentarse en nosotros la tentación de la decepción


y la amargura, que se van dando por tragos amargos. Van creando una especie de reacciones
que no son según el Espíritu, sino vengativas, que van como amargando, haciendo perder la
transparencia, como volviéndole a uno en cierta manera desconfiado. Esto puede dañar la
sustancia de nuestra vida.

Ante el trago amargo, hay que tragarlo, aunque cueste trabajo pasarlo, para poder digerirlo.
No podemos repetirlos una y otra vez, no pensar eso que me han hecho, la manera en la que
me han tratado. No podemos perder nunca la limpidez del corazón, la transparencia de
corazón.

Necesitamos purificar la memoria siempre. Re-cordar, es volver a traer al corazón, volver a


reavivar nuestras reacciones, los pensamientos, lo que se ha hecho con nosotros, etc. Los
consagrados debemos ser testigos de la misericordia y no podremos serlo si tenemos esa
memoria del corazón no seremos instrumentos de misericordia.

Nos cuesta mucho perdonar, y a veces lo trasladamos a Dios, díganle que lo perdono, pero
no lo quiero ver, que no se presente; perdono, pero no olvido. La misericordia del Señor no
la podemos transmitir sino la vivimos. Dios no guarda esa memoria del corazón, perdona
limpiamente, crea de nuevo, crea en mí un corazón nuevo (Ez 36, 26; Sal 50,12).
El Señor me perdona, no tiene memoria del corazón. Tenemos que transmitirlo, porque
nuestra sociedad esta llena de rencores, venganzas, de
recuerdos, de no olvidar.

El corazón abre la confianza, y la confianza no se


impone, se gana. Es importante este abrirnos, para ganar
la confianza. Todo eso que nos va haciendo daño en
nuestro camino de unión con Dios y en nuestro trabajo
como instrumento del Señor.

En Cristo, tenemos no tentaciones al mal, sino tentaciones de su misión, la misión que Él


tenía. La tentación fundamental es dejar de lado a Dios, que Dios es un valor superfluo para
el mundo.
23
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

La primera tentación de hambre (Mt 4, 2-4, Lc 4, 2-4), la limitación humana, las deficiencias
humanas. el sentir hambre, va en contra del Mesías, pues no debía padecerlas. Con él, no
habría hambre, pues el Mesías saciaría a todos, el viene a dar Pan de vida Jn 6.

En la segunda tentación, le demonio le pide aventarse. En ocasiones, podemos caer en la


tentación de fiándonos en Dios, hacer nuestros planes. Pero no los de Él.

La tercera tentación, es claramente dar su misión un


carácter de gloria del mundo. El Señor encarga la misión
de ir por todo del mundo, para enseñar a vivir lo que Él nos
ha enseñado Mt 28, 18. A lo mejor en la Evangelización,
nos podemos dejar por las armas vistosas, y Jesús nos ha
pedido el camino de la limpidez, el camino de la docilidad
interior de un corazón limpio, abierto a la acción del ES.

Para la meditación:
¿Cómo son mis momentos de oración? ¿Los aprovecho para encontrarme con el Señor?
¿Cuál es mi actitud en la capilla? ¿Me dejo llevar por los momentos de cansancio en la oración?
¿Me distraigo fácilmente? ¿Lucho por no dormirme?
¿Hago los gestos de amor al Señor, visitas, genuflexión, reverencia, bien hechos o al aventón?
¿Pongo mi libertad, voluntad al servicio de Dios?
¿Qué hago con los que me han dañado? ¿Soy capaz de perdonar?

Sexto día

11ª. Meditación: el corazón del Nuevo Testamento. Las


Bienaventuranzas.

En nuestro momento de meditación, leamos el las Bienaventuranzas Mt 5, 3-12, sobre todo


en esta primera parte que nos presenta el corazón nuevo cristiano. El Señor nos esta
enseñando la transformación del corazón; es el
vino nuevo de las Bodas de Cana Jn 2,10, el bien
sembrado en el mundo dominado por el mal. Al
mismo tiempo quiere hacer ver que al mal se vence
por el bien, debemos cambiar el corazón para
transformar el mundo., cambiar de la civilización
del egoísmo a la civilización del amor.

El mundo se salva por la transformación del


corazón, que el corazón pase del egoísmo a ese reino del amor. Las Bienaventuranzas son el
gran programa de esta transformación que Jesús enuncia y que tenemos que entender siempre
en clave cristiana.

24
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Jesús es la Nueva Ley, la Alianza Nueva. “Pondré mi ley en sus corazones” Jer 31,33, “les
daré un corazón nuevo, les quitare el corazón de piedra y les pondré un corazón de carne” Ez
36,26. Ahí es donde se anuncia esa ley: la libertad en Cristo del amor cristiano.

El amor nos hace libres, nos hace libres de la esclavitud de la carne, que es la verdadera
esclavitud. La verdadera esclavitud, es el vicio, que nos tiene esclavos. Y se invoca la libertad
para seguir fomentando el vicio, para que yo satisfaga mis vicios, de los cuales no me puedo
liberar.

Las Bienaventuranzas proclaman un amor que se va


madurando y que sale de dentro. San Pablo lo dirá, hay en mí
dos leyes, dos tendencias, la ley de la carne y la ley del
Espíritu Rom 7,23. Es un dualismo que sentimos: la libertad
de la carne y la ley de la libertad. Y es tan fuerte que a veces
nos preguntamos que es lo verdadero en mí: si es la tendencia
elevadora que me eleva hasta el cielo o esa ley que me abaja
hasta el barro. La respuesta es que las dos son verdaderas.

De hecho, va creciendo en nosotros la ley del espíritu, va invadiendo la ley de lo que es la


carne, hasta la misma carne. Y se va realizando esa transformación, que se hace en gran parte
por la Eucaristía. La fuerza transformadora de la Eucaristía es que nos da el ES que va
moldeando el corazón.

Tiene que reinar en nosotros la caridad, para nosotros no basta con cumplir la ley, sino que
se pretende transformar el corazón. Esto es lo característico del NT, transformar el corazón.
Jesús no ha venido a dar una Ley, sino a darnos vida eterna, que es ese corazón que debe
transformar nuestra vida. No reine el pecado en nuestro cuerpo, sino reine la caridad y el
amor. La caridad debe madurar en nosotros.

El examen de conciencia es ver cómo ha ido mi vida para que no entre deformaciones viciosas
que se introduzcan a manera de hábito, nos fijamos sólo en lo
que puede haber de pecado en nuestra vida, comportamiento
de pecado, grave o leve, y corregimos los fallos que tenemos.

La idea de corrección en este caminar a veces la interpretamos


mal, no del todo bien. Cuando hablamos de corrección fraterna
Mt18, 15-18, quizás confundimos corregir con reprender.
Corrección significa enderezar el camino, corregir la ruta, la desviación. El examen de
conciencia tiende a corregir la ruta.

A veces nos fijamos en las fallas para corregirlas, y es bueno, pero tenemos que fijarnos
mucho si mi corazón se va haciendo más bueno, a ver si llego a ser ilimitadamente bueno.
Eso hace la gracia, buenos hasta lo más profundo de nuestro ser. Ser ilimitadamente buenos,
es ser buenos con todos. Eso sólo viene del amor de Cristo, del costado de Cristo abierto.
Jesús dice: “Sólo Dios es bueno” Mt 10,18, la bondad es algo divino, del ES. No hay hombre,
que no sea bueno alguna vez, lo difícil es ser bueno con todos.

25
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Es bueno, para todos prestar siempre atención a nuestro corazón ¿soy bueno con los que se
acercan a mí? ¿soy siempre bueno?, no hay que rendirnos en esta tarea. No se obtiene de un
dia para otro, no es simplemente un acto de la voluntad, hay que sembrarlo, mirando siempre
nuestro corazón.

Jesús es manso y humilde, estas se expresan en las Bienaventuranzas. Lo propio del Espíritu
Santo es que nos da esa mansedumbre y humildad, tenemos que pedirle este don, trabajar
sembrando bondad.

La vida cristiana es una participación de las actitudes de


Cristo en el ES. La paciencia no es no enfadarse, sino
mostrar la paciencia de Cristo. La unción de la caridad
es la unción del ES, que significa como una suavidad y
dulzura que le coloca dentro en sintonía con el Señor, en
sintonía interna, que se encuentra uno con esa suavidad
interior. Esto es lo que va modelando el corazón.

El corazón así ilimitadamente bueno tiene que ser el corazón del consagrado. Hay que
cuidarlo, educarlo, formarlo, pero sería ideal que el salga de dentro, que no siempre este
preguntando ¿qué está mandado? ¿esto se puede? Sino que haya una bondad en el corazón.
Ese es el corazón que describen las bienaventuranzas.

El corazón ilimitado tiene todas las características, pobre, misericordioso, paciente.


Bienaventurado el que tiene el corazón ilimitadamente bueno porque ese es hijo de Dios: ese
tiene el corazón de Dios. Eso lo da solo él.

San Agustín tiene una frase: “Dios no manda cosas imposibles, sino
cuando manda algo, manda que hagamos lo que podamos, que
pidamos lo que no podemos, y nos ayuda para que podamos”.

“Ustedes son la luz del mundo” Mt 5, 14ss, lo que es luz del mundo
es el corazón, así, transformado. La Luz es Cristo, y nosotros en
cuanto cristificados: Cristo en nosotros es la luz del mundo.
Entonces habla de santidad, que es mayor que la de los escribas y
fariseos, porque es del corazón, santidad del corazón.

Cuando Jesús proponía las Bienaventuranzas, pensaba en su Madre que es así. El Corazón
de la Virgen es así: ella es la del corazón ilimitadamente bueno. Desde luego, que también
es el Corazón del Señor, es legitimo para que sea también nuestro corazón.

12ª. Meditación: El Corazón del Buen Pastor

Hablamos del corazón del cristiano, del corazón nuevo, que el Señor quiere formar en
nosotros. Podemos caer en la idea que es muy ideal, para ser algo practico. Tenemos que
tener clara una idea la ley del NT no elimina toda obligación o determinación.

26
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

La letra completa al espíritu, ayuda al espíritu de muchas maneras:

Primero, el primer valor es este: el espíritu se expresa en la letra, la letra es como realización,
encarnación del espíritu. El espíritu y la letra se complementan, la letra
ayuda al espíritu. El espíritu llega a realizarse plenamente en la letra.
El amor cuando llega a su madurez, a la perfección, se ata, el amor se
ata. San Pablo lo ha expresado “yo, el prisionero de Cristo, atado por
el Espíritu” Ef 3, 1; 4,1.

Hay una complementación de ley y espíritu en nuestra vida que


debemos actuar. El espíritu es el que dicta la letra; pero el peligro esta
en que me quede en la pura letra. La clave es vivir con espíritu. En
este camino de la Nueva Ley: tenemos que caminar en espíritu. San
Pablo lo expresa en Flp 1,27 “Les ruego que caminen según la
vocación a la que han sido llamados, con una vida digna del Evangelio de Cristo, con
mansedumbre y humildad”.

Vamos a fijarnos en el Corazón del Buen Pastor. El rebaño es seguir al señor, a Jesús. En san
Lucas los fariseos se escandalizan porque acoge a los pecadores, es la oveja perdida, la
humanidad perdida que por la Encarnación viene a buscar a esa humanidad, para salvarla, en
ella nos encontramos.

El Señor da un consejo a sus Apóstoles: “No desprecien a ninguno de estos pequeños”,


nosotros tendemos a apreciar a unos y menospreciar a otros, a Jesús le importan las 100
ovejas. Esta apegado a ellas, Jesús nos enseña que nadie puede desentenderse de la
Redención, de la salvación de los demás, ¡nadie! Todo tiene que ayudar a la búsqueda de los
demás y hay que educar a ello. El que encuentre así a uno, le tiene que ayudar como pueda;
como el buen samaritano, que no tiene conocimientos de médico, sino como pueda. Hay unos
que el Señor, ha arrancado de todo para que se dediquen a buscar las ovejas perdidas, y deben
tener el corazón de Pastor.

En el capitulo 10 de san Juan, el Señor habla de tres personajes


que se encuentran en relación con el rebaño:

El salteador, no entra por la puerta, por Cristo, entra por sus


intereses, su egoísmo, por su voluntad propia. No viene a cuidar,
sino robar y matar. Hay que pedirle al señor, que no hagamos
daño a su Iglesia, que nunca busquemos que prevalezca mi amor
propio, nuestra voluntad o intereses, sobre el cuidado del rebaño.

El mercenario, es un buen pastor técnicamente, sabe cuidar las


ovejas, pero cuando viene el lobo huye, porque no le importan
las ovejas. Si se encuentra en peligro, escapa, las deja. Puede ser
que otros intereses, acaben por ser mis intereses, ya vendrá otro que las cuide. Puede
llevarnos a la indiferencia de los otros.

27
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

El pastor, “Yo soy el Buen Pastor”, Él conoce las ovejas, las llama por su nombre, da su vida
por ellas. Las conoce personalmente, las conduce personalmente. Tiene un amor personal a
cada una, de corazón a corazón, amor personal de respeto, intimidad con Él y dar la vida por
ellas.

El Buen Pastor, es la primera imagen en la Iglesia, incluso


antes que la cruz. ¿Cómo da la vida Jesús por las ovejas?
Muriendo, nosotros estamos llamado a dar la vida, preferir el
bien del otro, antes que el nuestro.

En este dar la vida, esta dar mi tiempo a quien lo necesita, hay


personas que dan regalos, dan bienes, pero dan tiempo. El
tiempo es del Señor, aprovechar cada momento para rezar. Es
tiempo del Señor y se lo dedico a él.

“Tengo otras ovejas que no son de este redil”, podemos caer en la tentación de quedarnos
con quienes nos siguen, nos ayudan, pero debemos buscar a todos.

Para la meditación:
¿Me esfuerzo por tener el corazón de Dios?
¿Qué actitudes tengo con los demás? ¿He dejado que el ES me moldee?
¿Cómo cuido la formación de mi corazón?
¿Qué hago por la salvación de los otros?
¿Qué tipo de pastor soy?
¿Conozco a los que tengo a mi lado?
¿Cómo aprovecho mi tiempo?

Séptimo día

13ª. Meditación: La virginidad consagrada. Amor exclusivo al Señor

Vamos a adentrarnos en la virginidad consagrada, de esa verdadera amistad que nos ha de


ser de verdad amigo reparador, amigo que siente con su amigo.

La virginidad, la castidad es un don, es un carisma, que no es


solo iniciativa del hombre. La continencia es un carisma ¡lo
cual no quiere decir que no cueste! Todo don lleva consigo
una tarea. El don, Dios lo da y hay que colaborar con él y
muchas veces llevarlo adelante con dificultades que tiene que
soportar.

La virginidad es una relación personal con Cristo establecida por él. El don de la virginidad
es anterior a la llamada a la vida consagrada, en la vida de esta persona existe esa relación
con Jesucristo, esa forma de unión con el Señor.

28
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

El celibato o virginidad no es simplemente no casarse y no faltar contra ella, sino que es una
postura asumida respecto al mundo, a la mundanidad. En ella hay renuncia al mundo. Tiene
que haber una verdadera opción por Cristo, ¡mi herencia!, como verdadero tesoro del
corazón, al que se ama con ese amor indiviso. El anillo, debe recordar eso.

El sí de la respuesta a la consagración es parecido al sí del


matrimonio, es sí definitivo, que le coloca a uno
definitivamente ene l bando de los locos para el mundo. Es
otra cosa, no separado, pero distinto. Aunque este en medio
del mundo, pero piensa distinto, valora distinto. Y eso para
el mundo es locura. De los que aman a Cristo, de los que
entregan su vida por el que dio su vida por ellos.

El célibe tiene que ser personificación existencial de Cristo, ello no es solo renuncia. El
seguimiento no consiste en renuncia, hay que partir del amor a Jesucristo, ¡amor a Jesucristo!
El celibato es un gran amor. El señor me invita y me concede ese gran amor. Es el amor de
Cristo que envuelve el corazón del hombre y de tal manera le llama, que le hace experimentar
que Cristo quiere ser su descanso. Poner mi corazón en el del Señor, para encontrar descanso.

Hemos identificado nuestro corazón con el de Cristo, es una opción esponsal. Es una
identificación con el corazón de Cristo Esposo que da la vida por su esposa. Sólo ama así a
Cristo el que es amado así por Cristo. ¿Podremos responder al señor me amas más que estos?
Solo un amor loco por el esposo, nos lleva a no tener otros amores.

El amor indiviso, es el amor propio de la vida religiosa, de entrega. Es amar a Dios sobre
todas las cosas. Ahí esta la sustancia de lo que es la persona
religiosa: por los votos, no simplemente se compromete a unas
cosas, sino que se entrega totalmente a Dios sumamente amado
en Cristo, en la Iglesia. El celibato lleva algo de eso en sí, este
se entrega totalmente a Dios sumamente amado.

Esto lleva consigo el cultivo de ese amor, de la vida espiritual.


El amor en los casados lo deben cultivar todos los días, así los
consagrados, toda la vida, para que no se apague. ¿Cuál es mi
vida? Nadie puede tener dos vidas. Es lo que el Señor recalca.
San Pablo lo dice: “Mi vida es Cristo” Flp 1,21. Vida es donde
uno tiene el corazón, donde uno tiene la inclinación, el descanso,
esa es su vida. Mi vida tiene que ser Jesucristo y el amor de
Cristo. Supone que otras cosas no les dejo que sean mi vida.

Un monje, quería ver la Virgen, pero el precio de verla era quedar ciego. Un dia sin dudar le
dice que, si la quiere ver, pero se tapo un ojo para no quedar ciego. Eso nos pasa en la vida:
guarda un poco el otro ojo para seguir viendo, curioseando, disfrutando. Esto es una partición
fatal.

29
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Tenemos que aprender a descansar en el amor de Dios, necesitamos de la intimidad del


silencio, para encontrarnos con el Amado.

14ª. Meditación: La consagrada, mujer que da su vida. Actividad


apostólica de Jesús

San Juan cuando describe el Buen Pastor, pone como características el dar la vida y la unión
con el Padre Jn 10, 11. 15. 17-18. Ahora vamos a detenernos en esa actividad de Jesús, de
dar la vida; y luego hablaremos de esa unión con Dios y vida de oración con Jesús.

Realmente Jesús entrega su vida, se dedica plenamente el anuncio del


reino de Dios. San Marco 6, 31 dice: “no tenían tiempo ni para
comer”. Es importante este aspecto, tenemos que habituarnos a
gastarnos y desgastarnos, una actividad verdaderamente dedicada, que
no es una profesión simplemente, sino es nuestra vida, es la vida. ¿Qué
lleva esto consigo? Dedicarnos a ella con ese corazón que tenemos
que poner en nuestra actividad misma, en nuestra acción pastoral.

Jesús en el evangelio se muestra así. En Mc 1, en el comienzo del


mismo, se presenta un día de actividad intensa “Jesús recorría toda
Galilea, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del
reino, curando toda enfermedad y dolencia en el pueblo y lanzando demonios” vv. 21-39.
Viene a ser como el esquema, la presentación de toda la actividad de Jesús. Y añade: “De
madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar
solitario y allí se puso a hacer oración”. Es indudable esa predilección del Señor por la noche
de oración.

Cuando le dicen “Todos te buscan”, él responde “Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos,
para predicar, también allá, pues para eso he venido”. Esa es mi vida, mi razón de ser.
Aparece como el Siervo que es para los demás, es el Hijo de Dios para los demás, el Hijo
enviado del Padre, para los demás. Eso nos tiene que mover a nosotros a esa dedicación,
viéndolo con corazón apostólico, no como que uno tiene un horario de trabajo y luego ya
viene su vida, sino que esa es mi vida.

Respecto a esa actividad de Jesús, una de las cosas


que recalca el Evangelio es que hablaba con
autoridad, en el pasaje de la sinagoga al desenrollar
en libro del profeta Isaías (Lc 4, 16-21). Tenía
autoridad, no era autoritario. Es un aspecto
importante para nuestra acción: no ser autoritarios.
Jesús habla con autoridad, no era autoritario. La
autoridad viene de esa entereza de Hijo de Dios,
leal, fiel, amante de la verdad. Él es la Verdad.

En todo apostolado, en toda acción con el pueblo, es fundamental la lealtad que da peso a lo
que se hace, no porque uno pondera lo que hace. El que tiene autoridad la tiene, y al hablar

30
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

no es suficiente. Si no es lo que dice Jesús en un cierto momento: “No juren por el cielo, ni
por la tierra. Digan si, si, no, no” Mt 5,33-37. La verdad tiene fuerza por sí misma, no por
añadidura que le ponemos de violencia, sino por sí misma. Dicho de otra manera, debemos
cuidar de no pretender convencer a la fuerza, sino exponer lealmente la verdad.

No es caer en una discusión, porque esto es querer convencer


sobreañadidamente, porque tengo razón te convenzo. En toda
discusión uno es humillado. Se trata de exponer con
coherencia, autoridad, es realmente una persona de Dios y
expone.

Tenemos que anunciar la Palabra del Señor. Santa Teresa,


comenta ¿Qué le falta a una persona para ser santa? Que tiene
un punto de honra, y lo peor de todo es que el demonio le
persuade que está obligado a tenerle. Es lo que nos suele pasar: que lo hacemos por la gloria
de Dios, por la honra de la Iglesia, lo que sea. Y lo más importante es desaparecer uno mismo,
que brille la Palabra de Dios, el anuncio, la fe de la Iglesia, que debemos proclamar.
Que no sean mis teorías, mi luz, mis dudas, mis titubeos. Nos debe interesar el Dios en que
cree la Iglesia, no el que yo me he creado. Somos transmisores de la fe de la Iglesia.

El Evangelio indica que Jesús cura las enfermedades, la Iglesia necesariamente tiene que
amar y hacer bien, por su naturaleza de amor, tiene que curar enfermedades, inclinarse a la
enfermedad que se encuentre.

Y por fin lanzar demonios, la lucha con el demonio. Lo describe el evangelio en esa lucha
“Cállate y sal de él” Lc 4, 31. La mansedumbre y la humildad son parte de la autoridad. Lo
más notable en la actividad de Jesús, es la muy intensa, pero nunca pierde la paz. Cuando se
quiere retirar a descansar, pero ve a la multitud que estaban como ovejas sin pastor. Le
rompen los planes, se iba a descansar, pero los atiende, cuida de ellos, ¡es admirable esta
lección, esa calma, esa paz! Transmitir la paz en las actividades

En el evangelio de san Juan, vemos que el Señor dialoga. La


comunicación indica una comunicación mutua de la persona. En
la conversación es él, esta persona, la que está comunicándose, y
se acoge a la persona. Si recorremos un poco el evangelio y nos
fijamos en alguna de las conversaciones de Jesús, realmente se
puede llamar a san Juan “el evangelio de la benignidad”, Jesús
benigno. Se comunica la verdad, pero sobre todo se realiza a
través de la comunicación personal, intrínseca a la palabra. Y en
esa comunicación se transmite la afable amabilidad, que hace
buscar a Dios la amistad de los hombres por su salvación. Es la
conversación amistosa. El contenido del anuncio de la salvación, de la misericordia, pero
dando a conocer el amor divino.

Nuestra labor misionera, es el anuncio de la bondad de Dios, el anuncio leal de la palabra de


Dios en la cercanía. Tenemos que acercarnos a los que tenemos cerca, e introducirlos a Cristo.

31
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Juan Pablo II decía: “Acercarnos a Cristo en el misterio de su Corazón nos permite detenernos
en un punto central en cierto sentido, y al mismo tiempo el más accesible en el plano humano,
de la revelación del amor misericordioso del Padre, que ha constituido el contenido central
de la misión mesiánica del Hijo del Hombre”.

Para aprender a tratar a los otros, debemos tratar al que nos


enseña como, a Jesús, para que vaya moldeando nuestro
corazón a semejanza del suyo. El Corazón de Jesús es sencillo,
el de María es sencillo, el nuestro debe ser así. Tenemos que
tener una cercanía cordial a los demás, de corazón a corazón.
No podemos pensar que somos como Iglesia una
superestructura, que puede dar la sensación de un alejamiento
personal. Hay que superar esto con el ejemplo de Cristo, con
la conversación, el dialogo, la cercanía. Participar, encontrarse y eso no artificialmente sino,
en la verdad de la caridad.

Para la meditación:
¿Cómo vivo mi virginidad?
¿solamente tengo un amor exclusivo a Dios?
¿Cómo cultivo mi amor a Dios?
Termino cansado de la jornada, ¿por qué doy, todo lo mejor de mí?
¿Cómo trato a las personas con las que trabajo?
¿Cuándo hablo con las personas, demuestro el amor de Dios?

Octavo día

15ª. Meditación: La consagrada, mujer de oración. Unión con Dios

Benedicto XVI dice en Deus caritas est: “Al morir en la cruz —como narra el evangelista-,
Jesús «entregó el espíritu» (cf. Jn 19, 30), preludio del don del Espíritu Santo que otorgaría
después de su resurrección (cf. Jn 20, 22). Se cumpliría así la promesa de los «torrentes de
agua viva» que, por la efusión del Espíritu, manarían
de las entrañas de los creyentes (cf. Jn 7, 38-39). En
efecto, el Espíritu es esa potencia interior que
armoniza su corazón con el corazón de Cristo y los
mueve a amar a los hermanos como Él los ha amado,
cuando se ha puesto a lavar los pies de sus discípulos
(cf. Jn 13, 1-13) y, sobre todo, cuando ha entregado
su vida por todos (cf. Jn 13, 1; 15, 13) El Espíritu es
también la fuerza que transforma el corazón de la Comunidad eclesial para que sea en el
mundo testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola
familia”.

Esta idea de la comunión de corazón, de familia, podemos aplicarla a cada comunidad, a cada
parte de la Iglesia, formar esa familia, esta cercanía de corazón a corazón.

32
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

El consagrado tiene que ser hombre de oración. De oración entendiendo, primero, hombre de
unión con Dios, en unión continua con el Padre; y segundo, en la oración formal, hombre de
oración, de estarse en oración.

Esa unión estable con el Padre, Jesús ha dicho: “¿No sabían que debo ocuparme de las cosas
de mi Padre? Lc 2,49 y la ultima palabra de Cristo en
la cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
Lc 23, 46. Las palabras de Jesús son las del Padre, por
su unión con él. Esta es la clave del misterio de Jesús:
Él es el Unigénito que está en el seno del Padre. Y estar
en el seno del Padre no significa estar de espaldas a
nosotros, sino que está frente a nosotros, pero cara al
Padre. Él es el enviado.

Nosotros somos instrumentos de Cristo, y debemos actuar como tales. El envío no le separa
del Padre, ser enviado por el Padre no es que deje de estar en el Padre, pero indica esa misión,
misión en la tierra, unido al Padre, en la unión con el Padre.

Nos santificamos en nuestra misión, en nuestra vocación. Vivir nuestra vocación en el


espíritu de Cristo. Vivir en el Espíritu de Cristo ¿Qué significa? Que la santidad no esta
simplemente en cumplir los deberes que uno tiene, sino eso no habrá santidad, es verdad;
sino que siempre tenemos que atender al nivel de espíritu con que se viven los deberes de
cada uno, el amor, la elevación de espíritu con que se vive.

El consagrado debe vivir siempre en unión con Cristo. Debe ser una unión constante con él
que lleva consigo, estar en las cosas de Cristo, ocuparse de corazón de las cosas de Cristo.
Tenemos otra responsabilidad, llevar a las personas a la plena unión con el Señor. El Señor
nos ha llamado para que estemos con él y para que ayudemos a todos a estar con él, es la
terea. No es simplemente organizar, sino llevar las almas a estar con él.

Tenemos que ver que es lo que Cristo quiere ahora, Cristo vive y nosotros somos sus
instrumentos. Tenemos que tratar de transmitir lo que le agrada a Cristo, lo que Cristo quiere
de ti es lo que me pide a mi. Y trato de hacerlo
humildemente.

Se trata de vivir la vocación en el espíritu de Cristo, en


unión con él. es lo que significa abnegación de sí mismo:
que no sea instrumento de glorificación personal, que no
sea instrumento de afirmación de mí mismo, sino que
sepa desaparecer, no haciendo yo un desaparecer, sino
que de hecho no busque mi aparición; que trate de verdad de encontrar esa palabra del Señor
para transmitirla. Esto debe ser en nosotros esa unión.

Cuando en nuestra vocación, no busquemos la unión con Dios, difícilmente perseveraremos,


porque es el humus de la misma, ese encuentro, esa unión. La ayuda personal espiritual hay
que provocarla, hay que cuidarla, pero viene de aquí, de esa unión con Cristo que hemos de
33
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

buscar en todo. Tenemos algo de espíritu “ránico”, de querer estar en tierra y en el agua. Pero
no bien inmersos en el agua de Dios.

Tenemos que ser instrumentos, unidos al Señor, que lleven a la unión al Señor, en familia,
en esa familia cordial que hemos de cuidar, pero no quedándonos en un nivel de una familia
humana simplemente, sino en la riqueza de la presencia del Señor.

La caridad a los demás, brota de la Eucaristía y se alimenta con la oración. El consagrado


debe esforzarse por reproducir en sí mismo lo que
se celebra en el altar, pero no se lograra si no
penetramos en la intimidad con el Señor. La
oración es el alma de todo apostolado, sino
rezamos terminaremos por no querer nuestra
vocación, será un trabajo más. La oración es lo que
mantiene viva la unión con Cristo, tenemos que penetrar por la oración en el misterio de
Cristo. El consagrado debe ser hombre de oración, él personalmente no marcado por un
horario, y hombre que introduzca en la oración, que sea amante de la oración y lleve a la
oración.

Tenemos que orar mucho por el pueblo, hemos de sostener al pueblo con nuestra oración,
como Moisés con los brazos extendidos Ex 17, 11-12, orar también como vocación personal
que puede ser el aspecto de la dimensión contemplativa de la vida. Y recordando que es el
medio de mantener el fervor de la unión con Cristo.

¿Cómo entrar en eso? Tenemos que retirarnos como Jesús, además


de estar unido, se retiraba. El consagrado tiene que ser hombre de
oración, un hombre apenas se quita un obstáculo, cae en oración;
tiene que ser su fuerza de gravedad. Le queda tiempo libre, tiende
a la oración, aprovecha el tiempo para estar con el Señor

¿Cuál es la medida de la oración? La medida es lo que puede ser


distinto. Las necesidades del pueblo pueden urgirle a orar de
manera especial, necesitamos necesidades concretas para tener
motivos para estar con el Señor, sino nos perderemos.

El alma de esa vida de unión con el Señor es la oración. El fuego es capaz de calentarnos, esa
es la oración. La vida ferviente requiere de la oración, bien hecha, mantenida así, retirarse a
la soledad, al monte de la oración.

El consagrado de la Iglesia de Cristo, quiere decir que tiene que ser un hombre que da su
vida, en la actividad de propagar la Palabra del Señor, anunciarla. Debe padecer con el
pueblo. Ser consagrado, implica orar y sufrir.

34
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

16ª. Meditación: La consagrada, mujer de Eucaristía. Amiga reparadora

El consagrado debe ser hombre de oración, de unión con Dios. “Mis palabras no son mías”
Jn 7,17, lo que él quiere transmitir no es suyo, es enviado. “Como el Padre me envió, así los
envío yo “. Mis palabras no son mías, sino de Cristo que me envía.

El consagrado debe ser un hombre de Eucaristía. Tenemos que


ver en la Última Cena viene a ser un nuevo Sinaí. Unido
inseparablemente al cenáculo de la cruz, que tienen una unidad
esencial, es la Nueva Alianza. La Alianza con Dios, que nosotros
solemos vivir también cuando hacemos nuestra consagración.

El Señor ha hecho un pacto: “Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo”. Luego hay otro
paso: “Yo les doy un mandamiento que ustedes cumplirán” En el Sinaí hay una ley de Dios
que el pueblo se compromete a guardar. Esa ley de Dios no es como una especie de dominio
despótico de algo que les oprime, sino lo contrario: yo en persona legislaré. Es como una
condescendencia de Dios: yo mismo os conduzco y os doy los mandamientos. Y en ellos se
comprometen a guardar esos mandamientos: los observaremos.

Y tercer aspecto que aparece allí: Moisés ofrece sacrificios como confirmación. En esos
sacrificios, dice el texto, con la sangre “hizo dos partes: una derramó en el altar, con otro
roció al pueblo” ¿Cuál es el simbolismo de la sangre? La sangre quiere decir vida. Indica que
hay una comunión de vida, la sangre del altar, la sangre con que es rociado el pueblo, y eso
es lo que sella la sangre. Se comprometen a ser lo que han afirmado.

Con ese fondo, se ven en la Última Cena esos misterios elementos, ¡pero con una novedad
sustancial!, porque no es una alianza que se renueva, sino una nueva alianza, con novedad
que baja del cielo. El Espíritu Santo es quien nos conduce
en este nuevo Sinaí. Esto se sella con sangre de victimas
sino con la Sangre de Cristo, que hace posible el pacto y lo
confirma.

Todo otro pacto nuestro se integra en este. La misma


consagración personal, del matrimonio, se integra en este
pacto, parte de ahí. De modo que es un acto sublime, ese momento del pacto verdadero en la
Sangre de Cristo.

Considerando esto, podemos leer el evangelio de san Juan que nos introduce, diríamos, en el
corazón de ese pacto, de esa alianza. Hay una cosa que llama la atención, y es que no relata
la instalación de la Eucaristía en la Última Cena. En el lavatorio de los pies Jn 13, 1-20, está
dándonos la entraña de la Eucaristía. Es la nueva Pascua, la verdadera Pascua, la definitiva,
la inmolación del Cordero, su inmolación, el Cordero comido ¡Él comido!, Él hecho Pan, Él
es el Cordero que se entrega.

En el lavatorio de los pies, hay un misterio. No es solamente un acto de humildad de Jesús,


“se pone en pie, se despoja de sus ropas, echa agua en la jofaina y se pone a lavar los pies de

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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

los discípulos”: es un acto de humildad, sí, pero hay un misterio. Se despoja de su manto,
toma la forma de siervo, se ciñe la toalla, echa agua en una jofaina, hace el oficio de siervo,
se hizo siervo, y se pone a lavar los pies de cada uno.

¿Cuál es este misterio? El misterio de la Redención, el


misterio de la inmolación de Cristo, de la humillación
tomando la forma de siervo, pero con un matiz que parece
importante, que es la Redención aplicada a cada uno. Él
ofrece su Sangre, le ofrece su Redención, le ofrece la
purificación, a cada uno personalmente. En ese sentido, el
misterio es de Redención, es la penitencia, es la Eucaristía,
que es Cristo que se arrodilla a los pies tuyos, y le ofrece su
Redención, no se impone, se ofrece, le ofrece y quiere lavar.
Es el gran misterio de la Eucaristía.

Ante este gesto, destacan las actitudes de los discípulos, suele descartarse la traición de Judas.
1 Cor 11, 23-25 “En la noche que era traicionado, toma pan y dijo…”. Es el misterio del
amor del Señor hasta la muerte y el misterio de la traición a ese amor, que está vinculado a
la Eucaristía. Quien está con él tiene que participar de este doble aspecto que lleva consigo
el amor, ¡y mucho amor por parte de muchos!, pero mucho olvido, mucho descuido, mucha
traición también. Y más puede el amor que la traición. Ahí es el momento cumbre, en ese
lavatorio de los pies. En efecto, podemos notar que Jesús se pone a los pies de cada uno, lava
los pies de Judas, que acepta, no se opone. Es lo que podríamos llamar el ejemplo de una
comunión sacrílega, acepta el signo exteriormente, pero en el corazón lo desprecia piensa:
no es el Mesías. Y el Señor no le reprende, le lava los pies, le ofrece la Redención.

Y la resistencia de Simón Pedro, es la imagen del discípulo que sigue siendo él mismo, que
todavía no sintoniza con el Señor, y toma determinaciones por su cuenta. Mi respuesta es
mía, no del Señor en mí. Y ante este gesto,
reacciona desde él mismo, y aparentemente con
mucha humildad: ¡No me lavarás nunca! No es
humildad, no se siente necesitado de
purificación, sino ve simplemente un gesto de
humillación absurda. Jesús insiste: “Si no te
lavo, no tienes parte conmigo”. No como un
castigo, sino ¡Yo tengo que purificarte!, Yo
tengo que morir por ti, tienes que acoger mi
Sangre. Y Pedro le dice: “Señor, si es así, lávame todo”. Hay una generosidad, es verdad,
pero no purificada. Es una posible posición nuestra en la misma Eucaristía, quedándonos en
nosotros, con reacciones que juzgamos razonables por una mezcla de nuestro modo de
pensar.

El Señor nos dice yo he tenido este gesto de humillarme, de abajarme, pero también ustedes
tienen que lavarse los pies unos a otros. Soy Maestro y Señor, por mi humillación hasta la
cruz. No es lo que hago artificialmente, sabiendo que yo soy así y me abajo por una especie
de lástima de vosotros, sino que he tomado la forma de siervo.

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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Nos invita a colaborar a la Redención dando la vida unos por otros. No es mucho, que
ofrezcamos la vida por quien el Señor la ha ofrecido. Tenemos que dar la vida por los otros,
tenemos que asociarnos a la Pasión de Cristo, al ofrecimiento de Cristo.

Todo esto se vive de manera especial y concreta en la Eucaristía. Después del lavatorio,
revela la pena de su Corazón: “En verdad, uno de ustedes me traiciona” Jn 13, 21-30. Uno
que ha convivido conmigo, me traiciona. Esto es tremendo. Ante esta declaración, hay una
respuesta que es de Pedro, todavía en ese matiz
imperfecto que tendrá que purificar a través de la
humillación de su negación, donde él parpara su
pequeñez y egoísmo. Entonces Jesús lo sanará y lo
prepara para el oficio que le confiará. La reacción es
ahora de un aparente grande amor, pero en un amor que
pone más en lo que él hace que en lo que recibe, que es
lo difícil del amor. Es más difícil dejarse amar que amar.
En amar ponemos nuestro yo, si no es un amar muy
purificado, que entonces ama porque se deja amar, y
dejándose amar ama. ¿Cuál es esa reacción? ¡Dime quien es que le parto la cara! Es remediar
las cosas a la manera humana, por la violencia. Le hace la seña a Juan, quien ha estado en su
corazón, para que le pregunte.

Ese es el espacio donde el Señor nos invita a estar a nosotros “reclinados en el pecho del
Señor”, donde esta su Corazón. Es el modelo del discípulo perfecto. El consagrado debe ser
amigo reparador. Entendiendo que lo fundamental de la reparación, es la sintonía del corazón,
el sentir lo que él siente. Y Juan esta en ese momento privilegiado, sintiendo los latidos del
Corazón del Señor en el momento de su mayor amor, de su entrega de amor. Esta sintiendo
ese amor y lo que se siente ser traicionado, ese es el aspecto de la reparación, siente en él.

Y Pedro le pregunta ¿Quién es Señor? Y Jesús dice: “Aquel a quien yo le de este bocado”,
es Judas, quien da como señal un beso para que sea apresado. Eso es la traición, es darles una
señal. Jesús no da una señal, le manifiesta que es
aquel a quien él tantas predilecciones muestra
porque le quiere, y es dolor de Cristo. Juan es el
amigo reparador, lo que el consagrado debe ser,
hombre de Eucaristía que sintoniza con la
Eucaristía, que siente las ofensas del Señor.

Ver así la Eucaristía, es el momento grande, que


vamos a pedir al Señor vivirlo como el centro de
nuestro día y de nuestra vida. Somos consagrados en la Eucaristía, nos ponemos en la
Eucaristía como ofrenda, debemos cuidar de la Eucaristía, se dedica a orar en la Eucaristía,
se alimenta en la Eucaristía, es moldeado por la Eucaristía.

Jesucristo en la Eucaristía verdaderamente vive y actúa; de donde nosotros podemos tratar


con él en la Eucaristía de modo análogo a como trataban con él los discípulos de Galilea.
Jesucristo en la Eucaristía vive y actúa, y yo me dejo moldear por él cuando le adoro. No voy

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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

simplemente a hacer algo, sino a recibir, a ser bronceado por la Eucaristía. Nos hace falta
tomar baños de Eucaristía, con espíritu de fe, dejo que el Señor actúe.

Para la meditación:
¿Dedico tiempo a encontrarme con el Señor?
¿Soy puente que permite que los demás se encuentren con Dios?
¿Pido por las necesidades que me doy cuenta?
¿Cómo trato a Jesús en la Eucaristía?
¿Qué hago para reparar todos los sacrilegios?
¿Cómo vivo la Eucaristía? ¿Cómo trato el momento de la celebración eucarística?

Noveno día

17ª. Meditación: La consagrada, mujer que sufre por su pueblo.


padecer con Cristo

Ser llamado a una consagración, ser llamado a sufrir por las almas, por aquellos que se nos
confían. Cuando Jesús le pregunta a Pedro si lo ama, el Señor le dice: “Cuando seas mayor
uno te atará, te llevará a donde no quieres ir. Significado con que tipo de muerte habrá de
glorificar a Dios” Jn 21, 15-19.

El papa Benedicto XVI dice: “Sufrir con el otro, por los otros; sufrir por amor de la verdad y
de la justicia; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama
realmente, son elementos fundamentales de humanidad, cuya pérdida destruiría al hombre
mismo. Pero una vez más surge la pregunta: ¿somos capaces de ello? ¿El otro es tan
importante como para que, por él, yo me convierta en una persona
que sufre? ¿Es tan importante para mí la verdad como para
compensar el sufrimiento?” SS 39.

Lo que marca a la humanidad es la postura ante el sufrimiento.


Cristo crucificado es alfa y omega de la vida cristiana. Estamos
en la escuela de Cristo, la cruz es la lección suprema de
mansedumbre y humildad. Jesús nos dice aprendan cómo se da la
vida por los hermanos, aprendan a sufrir conmigo. Este es el
sentido de la coronación de le escuela de Cristo, la revelación
suprema, la glorificación suprema de Cristo, porque en la cruz se
nos revela el amor del Padre, la paternidad de Dios. La Pasión es
la plenitud de amor de Jesucristo y del Padre, el supremo amor.

Cuando veneramos el crucifijo, nunca veneramos el dolor, sino el amor que da la vida, ¡es el
amor!, el amor es lo que da sentido a la muerte redentora de Cristo. Muere amando, muere
entregándose al Padre. Y esto es lo que nos salva, el amor con que la vida, y es lo que
veneramos en Cristo, es lo que nos muestra el Corazón de Cristo. El amor se manifiesta
cuando, por amor, asume también el dolor. No es que el dolor sea necesario; no es, que porque
yo amo a una persona me produzco dolor, sino que el amor tiene que expresarse en el
38
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

sufrimiento, si hace falta afrontarlo. El amor se manifiesta en el sufrir por amor, cuando llega
el caso.

El cristianismo no venera el dolor, no promueve el dolor, no


sacraliza el dolor, sino que ve los esfuerzos que se hacen por
superarlo, Jesús sana, consuela. Lo que se hace para aliviar
el dolor, eso es caridad. Dios no se complace en el dolor del
hombre.

San Ignacio invita a “considerar lo que Cristo padeció en su


humanidad, considerar como la divinidad se esconde y
considerar como todo lo que padece por mí, por mis
pecados”. Pero tenemos que ver también que en el momento
de la cruz el Padre contempla, siente, conforta.

El sacrificio de Cristo es sacrificio del Padre, Jn 3, 16 el Padre entrega al Hijo. Dios no se


complace en que suframos, a Él le duele que suframos. A Abraham le dolía el sacrificio de
su hijo Isaac Gn 22,1-19, al Padre le duele el sacrificio de su Hijo, pero le ánima.

Benedicto XVI dice: “Dios es impasible, pero no incompasible, puede compadecer. El


hombre tiene un valor tan grande para Dios que se hizo hombre para poder com-padecer Él
mismo con el hombre, de modo muy real, en carne y sangre, como nos manifiesta el relato
de la Pasión de Jesús. Por eso, en cada pena humana ha entrado uno que comparte el sufrir y
el padecer; de ahí se difunde en cada sufrimiento la con-solatio, el consuelo del amor
participado de Dios y así aparece la estrella de la esperanza” SS 39.

San Ignacio invita a pedir dolor, sentimiento y confusión. Dolor con Cristo doloso, quebrando
con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta
pena que Cristo pasó por mí. Tener dolor no es tener
lástima, sino compadecer con, compadecer con Cristo,
tenemos que hacer una compenetración con esa persona,
esa persona padece conscientemente, deliberadamente,
y ese compadecer, yo lo acompaño. La Virgen al pie de
la cruz compadece con Jesús.

En la Pasión se busca compadecer con él, que ha querido comparecer al hombre en su miseria.
Si llego a entrar en ese compadecer con él, aprendo a llevar mi propia pasión y el
padecimiento que me venga.

Tenemos que perfeccionar nuestra actitud de sufrir, lo personalizo. Ante el sufrimiento


podemos tener la actitud de no quererlo, incluso de blasfemar, una actitud de resignación,
una actitud fatalista. Y una actitud de aceptación, que nos llevará a ofrecerlo, donde el
corazón toma postura y se ofrece ese sufrimiento en amor, lo envuelvo en amor, lo entrego
en amor. Esto es fundamental en el compadecer. Supone un padecimiento vivido así, y yo
entro en la actitud de sufrir de Cristo, en ese compadecer.

39
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Conviene recordar lo que dice el Papa Benedicto XVI: “Quisiera añadir aún una pequeña
observación sobre los acontecimientos de cada día que no es del todo insignificante. La idea
de poder «ofrecer» las pequeñas dificultades cotidianas,
que nos aquejan una y otra vez como punzadas más o
menos molestas, dándoles así un sentido, era parte de una
forma de devoción todavía muy difundida hasta no hace
mucho tiempo, aunque hoy tal vez menos practicada. En
esta devoción había sin duda cosas exageradas y quizás
hasta malsanas, pero conviene preguntarse si acaso no
comportaba de algún modo algo esencial que pudiera
sernos de ayuda. ¿Qué quiere decir «ofrecer»? Estas personas estaban convencidas de poder
incluir sus pequeñas dificultades en el gran com-padecer de Cristo, que así entraban a formar
parte de algún modo del tesoro de compasión que necesita el género humano” SS 40.

18ª. Meditación: Colaboración a la Redención. El Reino de Cristo

Cuando contemplamos a Cristo en el momento central de su ministerio, vemos que encarga


a su Madre a un discípulo. En estas palabras esta señalando a la Iglesia: el creyente, la Madre
que es la Iglesia. Ha llegado la plenitud, se ha constituido la Iglesia, que es el instrumento de
la Redención. El Señor tiene sed de dar su Espíritu a la Iglesia.

Podemos ver al pie de la Cruz a la Iglesia, es el inicio de la Nueva Alianza. En la herida de


su costado, brotan sangre y agua, el don del Espíritu Santo, Cristo y el ES guardan una
estrecha relación: el ES forma el corazón de Cristo, en el
corazón de Cristo se nos da el ES y el ES viene a formar en
nosotros a Cristo.

La Iglesia es el instrumento de la realización plena de la


Redención, la que colabora a su extensión y extiende el reino
de Cristo. Jesús ha terminado su tarea, la Redención está
completa; pero Cristo glorificado continúa la Redención del
mundo, la lleva a termino con el instrumento de su Cuerpo
Místico en el Espíritu Santo. Es terminar, cumplir el reino de
Cristo.

Esa extensión la tiene que realizar, primero en cada uno de nosotros, porque nuestra
redención no ha llegado a todo. Mientras no lleguemos a la santidad plena no está realizada
plenamente en nosotros; hay zonas, aspectos que no están redimidos. Son aquellos que nos
reservamos, aquellos que son reacios a su gracia. La plenitud de esa redención no se realiza
sin nosotros: se nos infunde la gracia, pero el que llegue a la fructificación plena no se hace
sin nosotros. Tenemos que colaborar con la gracia. Y lo mismo respecto a la humanidad: esta
ya el reino de Dios, pero que tiene que extenderse.

Cuando san Pablo y san Pedro, llaman hermano se refieren siempre a los cristianos.
Hermanos se puede extender a todos en cuanto están llamados a serlo; la gracia se ha
estrechado entre nosotros. Hemos sido hechos hijos y hermanos en el ES.

40
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

¿Cómo se colabora a la Redención? Repitiendo en nosotros, en el ES, las actitudes con las
que Jesús en su vida mortal nos redimió, el ofrecimiento de sí
mismo. Por eso, la Iglesia se ofrece a sí misma, y en la Eucaristía
renueva su ofrecimiento a él. Y cada cristiano también se ofrece a sí
mismo, unido a esta oblación que sigue manteniendo Cristo en la
Eucaristía. Tenemos que ser moldeados por la Eucaristía, para que,
por esa ofrenda de nosotros con él, para la gloria del Padre y
salvación del mundo, colaboremos de esta manera a la Redención.
Así, todo redimido tiene que ser redentor con Cristo. Entrar en la
Iglesia es entrar en la familia que sigue la obra de la Redención. Por
ser miembro de Cristo, por ser miembro de la Iglesia de Cristo, tengo que ser redentor con
Cristo.

San Ignacio pide una petición: “Gracia para que no sea sordo a su llamamiento, sino presto
y diligente para cumplir su santísima voluntad” una voluntad que sea su guía, su dirección.
Nosotros tenemos el peligro, de hacernos sordos.

Tener un corazón que escucha (cfr. 1 Re 3,9) es el gran don del ES, que el Señor pueda
disponer de mí siempre. “Que yo sea presto y diligente para cumplir su voluntad” que tenga
una actitud de “voy Señor”. En un momento de la vida espiritual, que, por no ser dóciles a
las inspiraciones del Señor, uno acaba por no tener esas inspiraciones, se vuelve sordo y el
Señor tampoco las envía.

Actitud de prontitud, quiere decir ofrenda permanente, que no me aferre a lo que tengo
determinado ya y pierda la disponibilidad. Esto nos hace daño. Esta ofrenda mantenida es la
que abre el alma a la contemplación. Nos pasa mucho cuando ya hemos visto “Dios quiere
esto” nos dedicamos de tal manera a ello que ya no escuchamos.

El Señor nos dice que su voluntad es conquistar todo el


mundo y todos los enemigos. “Vayan por todo el mundo y
prediquen el Evangelio” Mt 28, 19. El Señor, nos ha abierto
su corazón para manifestarnos su voluntad, tenemos que
abrir el corazón de las personas al corazón del Señor. El
Señor ha invitado a los discípulos “para que estuvieran con
él” Mc 3,14-15. Ese venir con él, es una invitación a la
intimidad con él, es intimidad con él en ese anhelo de
redención del mundo.

La invitación del reino de Cristo es una invitación a trabajar con él, a colaborar con él.
Colaborador es amigo colaborador. En san Pablo se ve muy bien quienes son sus
colaboradores, sus hijos auténticos, sus familias y personas que le ayudan. El Señor quiere
que yo sea colaborador; y en la vida consagrada colaborador, lo cual quiere decir amigo.es
colaborar con él, estoy colaborando: trabajar con él.

El amor a Dios, lo hacemos viva ofreciéndonos, es acompañar a Cristo. Toda la clave de la


vida espiritual está en ofrecer y entregar. Ofrecer es presentar algo a alguien con el deseo y
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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

petición de que lo acepte. Eso es ofrecer. El ofrecimiento implica amor. Yo lo ofrezco.


Presentar algo por amor a alguien con el deseo y petición de que lo acepte. No es ofrecer algo
por formula. Lo que sabemos que el Señor quiere de nosotros lo entregamos; lo que en el
corazón me solicita y me pide, lo ofrezco.

San Ignacio invita a que nuestras oraciones habituales sean “Tomad, Señor, y recibid toda mi
libertad” y “Eterno Señor de todas las cosas, yo hago mi oblación”. Estas oraciones
manifiestan nuestra total disponibilidad a la obra de Dios. Tenemos que hacer de nuestros
destinos, una total oblación a Dios y a los hermanos.

Para la reflexión:
¿Cómo me uno a la cruz?
¿Cuándo me toca sufrir lo hago con alegría?
¿Ofrezco pequeños sacrificios por los demás?
¿Cómo colaboro a la Redención?
¿Mis actitudes manifiestan, qué colaboro con Dios, en su obra?
¿Hago lo que el Señor me pide realizar?

Decimo día

19ª. Meditación: Cristo resucitado está en medio de nosotros

En la aparición del resucitado, nosotros podemos tocar el Corazón de Cristo y ser tocados
por Él. Esta es una realidad: nosotros vivimos la resurrección del Señor. En san Juan presenta
al Señor resucitado, en el diálogo con Pedro, en la orilla del lago y terminan diciendo “tu
sígueme” 21, 22. Da la impresión, de que la vida de la Iglesia es continuación de ese Cristo
resucitado, que la Ascensión no le hace alejarse de nosotros, sino que Cristo resucitado sigue
vivo en la Iglesia.

San Ignacio dice que debemos “gozarnos en el gozo de Cristo”, ahí


esta la alegría cristiana. En la aparición del Señor en el cenáculo Jn
20, 19-23, los discípulos están turbados, tienen por así decirlo un
cristianismo de puertas cerradas, tienen miedo. Es una situación de
desaliento de la primera comunidad, conversan entre ellos de lo que
les turba. Les falta la esperanza de Jesús vivo.

En el evangelio de san Juan 20, 1-10, se cuenta la carrera de Pedro


y Juan que hacen al sepulcro, cuando María Magdalena les anuncia
que se han llevado al Señor. Al ver el sudario creyó. Este creer, hace
referencia a que no conocían el sentido de la resurrección de los
muertos. Ellos esperaban una resurrección triunfal y aparatosa, como aplastando a sus
enemigos, que Jesús mostrara todo su poder, para encabezar ese reino que ellos imaginaban.

Es admirable que, en la Encarnación, la Resurrección, Dios actúa tan modestamente, el estilo


de Dios. Con esos lienzos, con esos signos tan leves, Dios anuncia que ha vuelto a la vida.

42
Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Volvamos a los discípulos encerrados, un cristianismo encerrado, puede darse en nuestra vida
cristiana, a veces, cultivar mucho el evangelio y la Palabra de Dios, pero prestar poca atención
al Cristo vivo que está en medio de nosotros. La Iglesia nos anuncia la resurrección: ¡Ha
resucitado! Y eso produce cierto gozo, pero no es ese gozo del gozo de Cristo.

Entonces, llega un momento en que estando las puertas


cerradas “de repente Jesús se puso en medio de ellos”. Para
san Juan, quiere indicar que, por la resurrección, Jesús esta en
medio. Jesús resucitado se ha puesto en medio y todo lo demás
gira en torno a Él. Cristo resucitado en medio de la Iglesia, se
ha puesto en medio. Él es el centro.

Y les dice “La paz este con ustedes”, no es solo un deseo de paz, es al saludo de Cristo
resucitado. Al estar él con nosotros, le llenó de alegría. Este es el gozo del gozo de Cristo.
Las apariciones no son que estaba ausente, no son que se hace presente, sino que hace sentir
su presencia, se muestra presente, pero no se reduce al momento de la aparición. En el
momento de la aparición da a sentir su presencia, y actúa eficazmente. Las apariciones son
momentos privilegiados de encuentro en fe con Cristo resucitado a través de los sentidos. Lo
ven, él se muestra, les hace ver.

El Señor puede hacer sentir su presencia sin los sentidos, en una capacidad interior más allá
de los sentidos. Esto mismo puede hacer el Señor a través de los sentidos, es en fe. Es muy
hermosa en la aparición del cenáculo, la tendencia que se ve en san Juan a centrar la atención
en el costado de Cristo; todo el evangelio hace un recorrido por el corazón del Señor. En esas
manos y ese costado de Cristo, se nos muestra el amor del Señor realizado, expresado y
declarado. Es el amor de Dios que se ha comunicado a toda la humanidad. ¡Es el Señor de
las manos traspasadas y el costado abierto!

Y les dice: “Reciban el ES”, el fruto, la sangre y agua que brotaron del costado de Cristo. El
ES viene a nosotros, lo deseamos, lo tenemos que invocar, peor no viene como un nuevo
desgarrón del cielo, sino que en san Juan el Espíritu Santo
es cristológico. Por Cristo, en Cristo se nos da el ES, y él
nos comunica el amor de Cristo. El ES lleva dentro el olor
de Cristo.

El ES se nos da el aliento de Dios, el aliento de Cristo. Aquí


se nos muestra a Cristo glorioso, crucificado-glorioso, con
las manos y el costado abierto, dando el ES a los Doce, a los
diez, faltaba Tomás, a la Iglesia. Ahí, esta sintetizado todo:
la Iglesia, Cristo glorioso en el centro, dando el ES, y los
Doce como las tribus de Israel. Es la Iglesia que recibe el don del Espíritu.

La misión de la Iglesia es llevar a Cristo resucitado. Y el evangelio termina, ante la


incredulidad de Tomás, con la presencia nuevamente del Señor. Termina el evangelio de san
Juan ¡tocar el costado de Cristo!, que no es tocar la cicatriz. Es lo que él dirá: “Lo que hemos
tocado del Verbo de la Vida” 1 Jn 1,1 .
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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

Lo que en el misterio de Cristo se nos manifiesta, se nos hace posible es ¡que toquemos el
amor de dios en Cristo!, que lo veamos, para que nos entreguemos a él. La fe en él, “a los
que creyeron en él les dio el poder de ser hijos de Dios” Jn 1,12. Concluye en ese amor que
se hace tangible en Cristo y que, tocado por el hombre, le lleva a decir: “Señor mío y Dios
mío”. Es el gran acto de entrega suya, en el fondo es su entrega. Se postra y lo reconoce,
reconoce el amor del Señor y se entrega a él.

20ª. Meditación: Confianza heroica en el Amor de Jesucristo

Vamos a concluir haciendo referencia a eso que suele desanimarnos en los Ejercicios, que es
la cuestión de los propósitos. Desanima porque solemos decir: propósitos, los mismos de
siempre más o menos. Y además nos desanima mucho
porque, al poco tiempo, ya no los cumplimos.

Los propósitos quizá no los hacemos bien. La fragilidad la


llevamos con nosotros, entonces, el polvo nos cae encima
más o menos. Tenemos que cuidar de ser limpios en lo
posible, pero no estar obsesionados con no mancharnos.
Vendrán las manchas: se lavan.

En los Ejercicios el propósito es reforma de la vida, “elección de vida o reforma de la propia


vida”. Tenemos que examinar mi forma de vida, a ver si he introducido ciertos, hábitos,
costumbres, amistades, desahogos, que ya los admito y acepto, y que debo cortar, que debo
eliminar.

Eso es lo que, a la luz de los Ejercicios, yo puedo ver, que debo cambiar. Lo mejor es escribir
mi forma de vida a la luz del Señor, aun cuando no lo hagamos enseguida, pero ponerlo en
un lugar visible para recordarlo a diario, y ver como se esforzare en vivirlo durante ese día.

No puedo hacer propósitos de defectos congénitos, uno que


tiene un genio diabólico, propósito no enojarme. A los días se
enojará y los Ejercicios quedaran en el olvido, aquí solo nos
queda poner atención, esforzarse. Tenemos que hacer una
especie de figura de lo que creo que debo hacer como
consagrado.

Dicho esto, terminaremos con el Dialogo del amor del capitulo Jn 21, 15-19, un dialogo con
Cristo resucitado y es amistad con él.

Han pasado una noche intentando pescar. Jesús esta a la orilla, esta indica lo eterno y lo
temporal, en el borde.” ¿Han pescado algo?” No. “Echen la red a la derecha y encontraran”.
Juan lo reconoce: “Es el Señor”. Es la palabra, que cuando tenemos la mirada atenta y
amorosa, la pronunciamos, en oscuridades nuestras, en momentos de tiniebla, “Es el Señor”.
Pedro se echa al agua, y tienen ese dialogo.

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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

El Señor tiene delicadeza con ellos, los cuida. ¡El Señor era cocinero! Les preparan pez y pan
sobre las brasas, que es como el fuego de su Corazón. Les prepara el desayuno. Jesús ha
venido a consolar a Pedro, tiene ese oficio. Vino a traer el consuelo divino.

La espina que traía Pedro era ¿Amo yo a Jesucristo? En la


Ultima Cena lo había dicho, pero después lo negó tres veces. La
pregunta me amas (ágape), la repuesta te quiero (fileo). Sella
una amistad con Cristo, al confiarle las ovejas, le esta diciendo
amándome a mi, tienes que tener mis sentimientos respecto a
los que te confío.

El Señor le esta preguntando en tres ocasiones ¿en verdad


quieres ser mi amigo? En la respuesta de Pedro: “Señor, tú lo
sabes todo, tú sabes que quiero”, con lagrimas, encontramos un
amor apasionado, hay un ágape verdadero, un amor, que esa amistad suya está cargada de
afecto.

Jesús le da ese consuelo, pues sí me amas, y me amas tanto que darás la vida por mí. Yo creo
que esa es la pregunta que nos hace el Señor a cada uno de nosotros, en el fin de los Ejercicios
y en este momento de la vida. Es momento de decirle que sí y de renovar esa amistad con él.

Esa amistad tiene dos matices. Amistad de entrega, es la consagración, decirle yo te amo.
Eso es en el fondo la consagración, acoger ese amor y afirmarlo: si, yo te amo. Y segundo,
es sentir con él; lo que llamamos, reparación, que es participar de su sentimiento, ser amigo
de verdad.

La definición de reparación, llamada así en la amistad con Cristo, es


colaboración con la misericordia. En la colaboración a la
misericordia, es que yo contribuyo a esa misericordia como el hijo
mayor de la parábola del hijo prodigo, colaborar a la vuelta del
hermano, en lugar de no alegrarme con su vuelta.

Es el examen del amor ante el Señor, de verdad, de corazón a corazón,


nos puede ayudar. ¿Cuál es la postura que sugiero? La confianza
heroica en el amor a Jesucristo, confianza heroica. Se expresa en Sal
22 “El Señor es mi Pastor, nada me falta”.

Ese nada me falta no, es decir: como le tengo a él, ya él me provee de todo y no me falta, no
es ese sentido. Nada echo de menos, hace referencia a que nos contentamos con nuestra
pequeñez. “Ha mirado la pequeñez de su esclava” Lc 1,48

“Me lleva a las verdes praderas, me hace descansar”. El Señor, nos alimenta con su Palabra,
me conduce a fuentes tranquilas, a su Corazón, a las fuentes de agua viva. “En la oscuridad
no temo, porque él viene conmigo”. Contar con el Señor en mi vida, está conmigo, aunque
este en oscuridad. ¡Que hermoso es contar con el Señor siempre!

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Ejercicios espirituales: En el corazón de Jesús

“No teme mi corazón, tu vas conmigo. Tu vara y tu cayado me sosiegan”. La cruz de Cristo
es vara y el cayado, porque esta para defenderme. Me sosiega la cruz de Cristo, la Redención
de Cristo me sosiega.

Termina el salmo diciendo: “Tu bondad y tu misericordia


me acompañan todos los días de mi vida”, esa confianza
en el Señor, en la bondad y la misericordia. Esa confianza
podía ser la conclusión de los Ejercicios, confianza vivida
cada día, en la vida diaria.

Hemos buscado un itinerario de vida, de unión con Cristo,


progreso. Es un progreso, para llegar a una confianza
heroica. Que el Señor nos conceda este itinerario de confianza: que pongamos la confianza
en él, que es nuestro Amigo.

Y contemos siempre, en este caminar en la confianza, con la protección e intercesión de la


Virgen. Ella es la Madre de la Confianza. Que ella sea la Madre de nuestra amistad con el
Señor.

Para reflexionar:
¿Cómo es mi actuar soberbio o modesto?
¿Le pido al Señor, que me envíe su ES, para que me guie?
¿Soy olor de Cristo?
¿Cristo es el centro de mi vida, o hay en el centro otra cosa?
¿Soy capaz de decirle al Señor que lo amo?
¿Coopero en la misericordia de Dios?
¿Confío en el Señor?

Terminaremos nuestros Ejercicios Espirituales, confiando nuevamente en


Dios, con el Salmo 23:

El Señor es mi pastor, nada me falta.


En verdes pastos me hace reposar. Me conduce a fuentes
tranquilas, allí repara mis fuerzas. Me guía por cañadas seguras
haciendo honor a su nombre.
Aunque fuese por valle tenebroso, ningún mal temería, pues tú
vienes conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas ante mí una mesa, a la vista de mis enemigos; perfumas
mi cabeza, mi copa rebosa.
Bondad y amor me acompañarán todos los días de mi vida, y
habitaré en la casa de Dios toda mi vida.

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