Reflexion

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Julio 04 de 2020

Reflexión.

Una de las prácticas Japonesas que más llama mi atención, es el arte del Kintsugi. Llamado
también, “el arte de hacer bello y fuerte lo frágil”

Esta práctica, consiste en reparar objetos de cerámica rotos con un adhesivo fuerte y polvo de oro
o plata. Un proceso que permite no solo reparar la vasija, sino que además, la deja mucho más
fuerte que la original. En lugar de perder su valor, la vasija después de rota y reparada, es
considerada mucho más hermosa y valiosa.

Llevado a un plano humano, Puede ser que hoy sentimos que en varios o muchos aspectos,
nuestra vida está rota y como en el arte de Kintsugi, necesitamos urgentemente ser reparados y
recuperar nuestro valor.

A lo mejor estamos en una posición en la que por fuera, todo parece estar bien, posiblemente
ante los ojos de los demás todas nuestras piezas aun encajan perfectamente. Pero en el fondo, allá
en lo más secreto de nuestros corazones, nos sentimos rotos. Tal vez como consecuencia de una
mala decisión, por un fracaso emocional o profesional, una perdida económica o por daños que
alguien más nos causó.

Tal vez hay un pasado que no hemos querido dejar atrás y cada vez que lo recordamos nos lastima
y sigue haciendo heridas tan profundas en nuestros sentimientos, en nuestras emociones que
hemos llegado al punto de dudar de nuestro valor.

O puede ser que simplemente la monotonía de la vida, y el afán por conseguir algo material nos ha
ido alejando tanto del diseño original o del propósito de Dios, que sentimos que hay partes de esa
vasija tan rotas que es imposible restaurar.

Pero sin importar en cuantas piezas rotas tengas tu vasija hoy, la buena noticia, es que así como en
el arte del Kintsugi: nuestras vidas pueden ser reparadas y restauradas. Dios es experto en hacer
valioso y fuerte lo frágil. En el libro de Jeremías capítulo 18, encontramos la parábola del alfarero.
Una representación de nuestra relación con Dios que nos recuerda que somos vasos en manos del
alfarero. Nos muestra Que Dios es quien tiene la soberanía y el poder de moldear nuestra vida
según su propósito.

Él es el artesano por excelencia, capaz de juntar nuestras piezas rotas y transformarnos en vasijas
nuevas. Es más, No importa cuántas veces necesitemos ser reconstruidos, su gracia y favor nos
alcanza. Y esas partes que creemos imposibles de restaurar o sanar, son en las que él más se va
glorificar y expondrá a la luz para que además de recobrar su fuerza y belleza, nuestras vasijas
sean ejemplo de transformación para otros.

No se cómo se encuentre tu vasija hoy pero a la distancia de una oración, está el mejor artesano,
dispuesto a hacerla más bella, valiosa y fuerte. Espero que esta corta reflexión sea de bendición
para tu vida, tanto como para la mía. Que Dios te bendiga.

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