Cristianismo Exo y Esotérico

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Conferencia dada por Rudolf Steiner en Dornach el 2 de abril de 1922.

(De GA 211: “El


Misterio Solar y el Misterio de muerte y resurrección”)

CRISTIANISMO EXOTÉRICO Y ESOTÉRICO

La evolución de la humanidad está guardada en aquellos documentos que se han


conservado como documentos religiosos o como documentos de otras concepciones
del mundo. Pero siempre hay que volver a enfatizar una y otra vez que, además de
estos documentos que a través de los tiempos hablan a la humanidad, y que de
hecho en su influencia exterior tienen su profunda justificación, se agregan aquellos
que podemos llamar documentos esotéricos.

Allí, donde uno hablaba en un sentido más profundo del conocimiento humano y
de la concepción humana del mundo, uno distinguía siempre entre una enseñanza
exotérica, por la que uno conoce las cosas más exterior/superficialmente y una
enseñanza esotérica, que puede compenetrar recién aquel que en su Gemüt/temple
(corazón y mente) ha hecho suya la preparación necesaria. Y así también para el
mismo cristianismo, especialmente para su punto central espiritual, para el Misterio
del Gólgota, hay que distinguir entre la concepción exotérica y los conocimientos
esotéricos. La contemplación exotérica del cristianismo está contenida para todo el
mundo en los Evangelios. A la par de esta contemplación exotérica siempre ha
habido un cristianismo esotérico para aquellos que quisieron prepararse de manera
adecuada en su Gemüt/temple para la recepción de un cristianismo esotérico de esa
índole.

Lo más importante entonces en este cristianismo esotérico es aquello que puede


saberse sobre el trato del Cristo resucitado, es decir del Cristo que había pasado por
la muerte, con aquellos de sus discípulos que precisamente podían entenderlo.
Ustedes ya saben que sobre la relación del Cristo con sus discípulos en los Evangelios
en realidad se habla sólo apenas aludiendo y como de paso. Eso, lo que de esta
relación del Cristo resucitado con sus discípulos nos es comunicado en los Evangelios,
le da por cierto a las personas un presentimiento de que a la evolución de la Tierra
le ha sido incorporado algo muy especial por medio del Cristo resucitado, pero que
sin embargo, si no se avanza hacia lo esotérico, sólo queda nada más que en meros
presentimientos/sospechas.

Estos presentimientos encuentran ciertamente una complementación importante


si les agregamos la declaración/confesión de Pablo. Esta confesión de
Pablo se presenta de una importancia sumamente especial, pues Pablo expresa allí
que sólo pudo creer en Cristo recién a partir de aquel instante en que el Cristo se le
había aparecido durante el evento en Damasco, o sea donde había podido adquirir la
percepción/contemplación que el Cristo había pasado a través de la muerte y
después de la muerte todavía vive en vinculación con la evolución terrestre. La
contemplación del Cristo viviente Pablo la recibió por medio del evento en Damasco

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y uno tiene que tomar una vez en cuenta lo que implica justamente esto de la boca
de Pablo.

¿Por qué pues Pablo no pudo llegar antes, antes de que hubiese pasado por el
evento en Damasco, a un convencimiento de la verdad del Ser-del-Cristo?

Uno tiene que tener en cuenta lo que para Pablo, el iniciado en cierto modo en las
enseñanzas hebreas, implicó, que según el veredicto humano aquel ser, que vivió
como Cristo Jesús, había sido condenado a la vergonzosa muerte en la cruz. Esto no
pudo imaginarse Pablo inicialmente, que de una forma u otra las antiguas profecías
hubiesen podido cumplirse frente a un ser que según la Ley había podido ser
condenado por hombres a la vergonzosa muerte por crucifixión. Esto Pablo no pudo
imaginárselo inicialmente. En cierto modo hasta el evento en Damasco, para Pablo
era una prueba contundente, que el Jesús de Nazaret no había podido ser el Mesías,
porque él había tenido que sufrir la vergonzosa muerte en la cruz. Y recién cuando
Pablo hubo vivenciado el evento en Damasco - a pesar de que Jesús de Nazaret, es
decir el ser que estaba encarnado en el Jesús de Nazaret, hubiese pasado por la
muerte vergonzosa en la cruz - recién después de que Pablo había podido adquirir
esta certeza a partir del acontecimiento de la aparición en Damasco, llegó al
convencimiento sobre la verdad del Misterio del Gólgota. Esto significa entonces, en
tanto que Pablo lo manifiesta como su convicción, algo extraordinariamente grande.

Pues bien, las tradiciones que todavía existían en los primeros siglos después de
Cristo, ya no existen más hoy. Pueden existir, a lo sumo, en forma de documentos
históricos externos guardados en alguna sociedad secreta, pero que no los
comprende. Eso que va más allá de las escasas comunicaciones sobre el Cristo
después del Misterio del Gólgota, eso tiene que volver a encontrarse a través de la
ciencia espiritual antroposófica. En cierta medida hay que volver a encontrar: ¿Qué
es lo que habló el Cristo resucitado? ¿Qué habló a aquellos discípulos que estaban
presentes, que no se mencionan en los Evangelios? Pues, lo que en los Evangelios
está registrado de los apóstoles que encontraron a Cristo Jesús en el camino a
Emaús, o las otras cosas registradas de los apóstoles, eso siempre está sumido en
una tradición de índole tal, que uno tiene que vérselas con almas muy simples que
no pudieron avanzar hacia lo esotérico. Así que uno tiene preguntar yendo más allá
de esto: ¿Qué es lo que habló el Cristo después de su resurrección a sus discípulos
realmente iniciados?

Si uno quiere entender esto, uno tiene que partir de cómo con respecto al
verdadero Misterio del Gólgota las personas en tiempos antiguos habían podido
estar entonadas/afinadas en todo su estado anímico , y cómo por este Misterio del
Gólgota pudieron entonces llegar a estar entonadas.

A la persona moderna ya le resulta muy difícilmente comprensible cuando uno


expresa una verdad importante para los tiempos arcaicos de la evolución terrenal de
la humanidad, la verdad, que inicialmente los primeros seres humanos que
deambularon en la tierra no habían tenido un conocimiento/saber de la índole como
es aquella que nosotros denominamos precisamente hoy conocimiento/saber.

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Por medio de sus capacidades clarividentes atávicas estos primeros seres humanos
que deambularon en la Tierra fueron capaces de recibir la sabiduría de los dioses.
Esto significa nada menos que esto: ellos pudieron ser instruidos por los seres divinos
que desde el reino de las jerarquías superiores descendían a la Tierra, por supuesto
que de manera espiritual, y entonces también de manera espiritual instruían a las
almas.

Este ser instruido por los seres divinos mismos que descendían de los reinos
espirituales a la Tierra, era perfectamente conocido en las épocas arcaicas de los
desarrollos humanos terrestres. Era un estado de éxtasis al que podían trascender
las personas - especialmente aquellas que habían pasado por la iniciación en los
Misterios – donde por consiguiente en gran parte estaban fuera de sus cuerpos con
sus almas, de modo que no estaban dependientes de las percepciones sensorias
externas, no estaban dependientes por ejemplo de un diálogo externo que hubiese
debido ser conducido con la boca, sino donde ellos estaban en condiciones de acoger
de manera espiritual las comunicaciones de los dioses. Ellos no acogieron en lo que
nosotros hoy denominamos ensueño, sino en una relación viviente de manera
espiritual con los seres divinos aquello que éstos consideraban como su verdadera
sabiduría.

Esta sabiduría se extendía primeramente sobre comunicaciones que los dioses les
hacían a las personas concernientes a la morada/estadía de las almas humanas en el
mundo divino-espiritual antes de descender al cuerpo terrenal. Esto, lo que las
almas vivenciaron antes de que por medio de la concepción hubiesen descendido a
un cuerpo terrenal, enseñaban los dioses a los seres humanos en el estado que he
descrito. Las personas entonces tenían la sensación, que en realidad se les estaba
recordando algo. Creían, en tanto que los dioses les hacían estas comunicaciones,
que estaban siendo recordados de lo que precisamente habían vivenciado en el
mundo anímico-espiritual antes del nacimiento, es decir, antes de la concepción.
Todavía resuena en Platón de que ciertamente fue así en la antigüedad. De modo
que hoy nosotros podemos mirar hacia atrás sobre una sabiduría espiritual divina que
las personas recibieron aquí en la Tierra en los estados caracterizados, - de hecho
podemos decirlo en el verdadero sentido de la palabra - de los dioses mismos.

Esta sabiduría era de un tipo muy especial. Era de tal tipo, que las personas en la
Tierra, por extraño que parezca hoy, no sabían nada de la muerte. Hoy puede
parecerles extraño, pero sin embargo es así, que los habitantes más antiguos de la
Tierra no sabían nada de la muerte; pues el niño no sabe nada de la muerte. Las
personas que fueron instruidas de la manera que les dije, y que extendieron a su vez
esta instrucción a otros que también poseían todavía una clarividencia atávica, estas
personas tuvieron enseguida consciencia del hecho de que su ser anímico había
descendido desde mundos divino-espirituales, que había entrado en un cuerpo, que
nuevamente saldría del cuerpo, y ellos estaban contemplando este progreso de la
vida anímico-espiritual. El nacimiento y la muerte les aparecía como una
metamorfosis, no como algo que es comienzo y final de algo.

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Si uno quisiese trazar esto esquemáticamente podría decir: Uno veía el alma
humana, cómo ella puede seguir desarrollándose, y la vida terrestre se la sentía
como una cesura.

Pero uno no veía el punto "a" y el punto "b" como principio y final, sino uno veía la
vida anímico-espiritual que avanzaba fluyendo. Uno veía por supuesto, que las
personas morían. Ustedes no me imputarán de que estoy comparando justamente a
los seres humanos más arcaicos con los animales, pues estos seres humanos arcaicos
tenían – aunque con respecto a su exterior eran cercanos a los animales - una
naturaleza espiritual superior. Ya he explicado esto antes. Pero así como un animal no
sabe nada de la muerte cuando ve otro animal muerto, estos seres humanos tampoco
sabían nada de la muerte, ya que sólo recibían la idea de lo anímico-espiritual que
fluye avanzando constantemente. La muerte era aquello que pertenecía a la Maya, a
la gran ilusión. No causaba ninguna impresión especial en los seres humanos. Ellos
conocían solamente la vida. No conocían la muerte, aunque veían la muerte. Ellos con
su vida espiritual anímica precisamente no estaban atrapados/enredados en la muerte.
Veían la vida humana sólo desde adentro. Si miraban hacia el nacimiento, entonces la
vida humana se extendía más allá del nacimiento dentro de lo espiritual. Si miraban
hacia la muerte, la vida del espíritu y el alma se volvía a extender más allá de la muerte
en lo espiritual; nacimiento y muerte no tenían ningún significado para la vida. Uno
sólo conocía la vida, uno no conocía la muerte.

De este estado fueron saliendo gradualmente los seres humanos. Y cuando uno
rastrea la evolución de la humanidad en su progreso desde los tiempos más remotos
hasta cerca del Misterio del Gólgota, entonces uno puede decir: los seres humanos
aprendieron a conocer cada vez más a la muerte como algo que hacía impresión
sobre ellos. Sus almas se enredaban con la muerte, y se hizo una cuestión de
sentimiento: ¿qué es pues lo que pasa con el alma cuando el ser humano pasa por la
muerte?

Así en las épocas más remotas las personas no estuvieron en absoluto ante la
cuestión de la muerte como ante un fin. A lo sumo se habían cuestionado acerca del
tipo especial de metamorfosis. Se habían cuestionado si es el aliento el que
parte/sale del ser humano y continúa fluyendo, y si con eso el alma pasa a la
eternidad, o bien, tenían alguna otra concepción de la forma en que la vida anímico-
espiritual sigue fluyendo. Sobre la naturaleza de esta continuación habían pensado,
pero sobre la muerte como un final no habían pensado los seres humanos.

Cuando se iba acercando el Misterio del Gólgota, ahí en realidad recién los seres
humanos sentían que la muerte tiene un significado, que la vida en la Tierra es algo

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que tiene un final. Esto, por supuesto, no llegó a hacerse una cuestión filosófica
formulada científicamente, pero se posó como una sensación sobre el alma. A esta
sensación tenían que llegar los seres humanos en la vida terrenal, pues en la vida
terrenal para la evolución de la humanidad tenía que penetrar la razón, el intelecto.
El intelecto empero depende de que nosotros podamos morir. A menudo he
mencionado esto.

El ser humano por lo tanto tenía que ser enredado en la muerte. El ser humano
tenía que conocer la muerte. Las épocas arcaicas, en las que los seres humanos no
sabían nada de la muerte fueron todas in-intelectuales. Los seres humanos recibían
las ideas por revelaciones desde el mundo espiritual, no las elucubraban. No había
intelecto. Pero el intelecto tenía que tener cabida. El intelecto únicamente puede
tener cabida, debido a que - si lo expresamos en forma anímico-espiritual - el ser
humano es capaz de morir, que él porte en sí constantemente las fuerzas que llevan a
la muerte (las fuerzas de extinción). De manera física uno podría decir que la muerte
únicamente puede sobrevenir debido a que el ser humano no solamente en su
restante cuerpo sino también dentro de su cerebro deposita sales, es decir,
componentes minerales sólidos, componentes muertos. El cerebro contiene/tiene
constantemente la tendencia a depositar sales, a una osificación no llevada a
término. De modo que el cerebro contiene constantemente la tendencia hacia la
muerte. Esta inoculación de la muerte tuvo que entrar en la humanidad. Y solamente
aquello que nace de esta necesidad, que la muerte verdaderamente juegue un rol en
la vida humana - eso fue el trabar conocimiento externo con la muerte. Si los seres
humanos hubieran permanecido igual como eran en épocas pretéritas, que ellos en
realidad no habían conocido la muerte, entonces nunca habrían podido desarrollar
un intelecto, pues el intelecto únicamente es posible en un mundo en el que la
muerte gobierna.

Así es como hay que ver esto por parte de los seres humanos. Uno empero
también puede contemplarlo desde el lado de las jerarquías superiores. Ahí se
presenta de otra manera.

Las jerarquías superiores contienen en su ser las fuerzas que han formado Saturno,
Sol, Luna y finalmente la Tierra. Si las jerarquías superiores por así decirlo hubiesen
intercambiado opiniones entre sí sobre su enseñanza hasta el Misterio del Gólgota,
entonces habrían dicho: Nosotros podemos modelar la Tierra a partir de Saturno, Sol y
Luna. Pero la Tierra, si contuviese solamente lo que nosotros hemos podido incorporar
en Saturno, Sol y Luna, nunca podría ser capaz de desarrollar seres que saben algo
acerca de la muerte, que por lo tanto pueden desarrollar intelecto dentro de sí.
Nosotras las jerarquías superiores, somos capaces de hacer aparecer a partir de la
Luna una Tierra, en la cual los seres humanos no saben nada sobre el morir, pero en
la que tampoco pueden desarrollar el intelecto. A nosotras jerarquías superiores nos
es imposible formar la Tierra de tal manera que sea capaz de suministrar las fuerzas
para que seres humanos lleguen al intelecto. Ahí nos tenemos que liar con un ser
completamente diferente, con un ser que procede de otros caminos que los que
nosotros hemos andado, con el ser ahrimánico. Ahriman es un ser que no pertenece a
nuestra jerarquía. Ahriman entra por otro camino en la corriente de la evolución.

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Nosotros tenemos que liarnos con este Ahriman. Si toleramos a Ahriman en la
evolución de la Tierra, si le concedemos un tanto/una parte, entonces él nos trae la
muerte y, con ella, el intelecto, y podemos incluir muerte e intelecto en la naturaleza
humana. Ahriman conoce la muerte. Ahriman la conoce porque él está entreverado
con la Tierra, porque él ha recorrido caminos por los que tiene relación con la
evolución de la Tierra. Él es un sabedor, un sabio de la muerte. De allí que él también
es señor del intelecto.

Los dioses - si a uno le es permitido expresarlo de esta manera - tuvieron que liarse
con Ahriman. Ellos tuvieron que decirse: la evolución no puede progresar sin Ahriman.
Se trata de que Ahriman pueda ser admitido en la evolución. Pero si Ahriman es
admitido en la evolución y él ahora llega a ser el señor sobre la muerte y por
consiguiente del intelecto, entonces se nos escapa la Tierra de las manos, entonces
Ahriman, que sólo tiene interés en intelectualizar la Tierra, pretenderá para sí la Tierra.

Los dioses estaban ante la gran cuestión de perder en un cierto sentido su dominio
sobre la Tierra en favor de Ahriman. De ahí resultó esa única posibilidad, que los
mismos dioses aprendiesen a conocer algo que no habían podido aprender en sus
divinos mundos que no estaban impregnados por Ahriman, que los dioses a través de
uno de sus emisarios, el Cristo, aprendiesen ellos mismos a conocer a la muerte en la
Tierra. Un dios tenía que morir en la Tierra, y tenía que morir de tal manera que eso no
se fundamentara en la sabiduría divina, sino en el error humano, que tendría cabida si
sólo Ahriman tuviese el dominio. Un dios tenía que pasar por la muerte y él tenía que
superar a la muerte. De modo que el Misterio del Gólgota para los dioses significaba: el
enriquecimiento de su saber por medio de la sabiduría de la muerte. Si ningún dios
hubiese pasado por la muerte, entonces toda la Tierra se habría vuelto enteramente
intelectual, sin entrar jamás en la evolución que los dioses habían determinado para
ella desde el principio.

Los seres humanos no habían sabido de la muerte en épocas remotas. Ellos empero
aprendieron a conocer la muerte. Tuvieron que enfrentar la sensación: con la muerte,
es decir, con el intelecto, entramos en una corriente evolutiva completamente
diferente a como es aquella de la que provenimos. Entretanto el Cristo enseñó a sus
iniciados que él vino de un mundo donde uno no conocía la muerte; él había
aprendido a conocer la muerte aquí en la Tierra, él había vencido a la muerte. - Si uno
entiende esta relación del mundo terrenal con el mundo divino, entonces uno sabe
conducir al intelecto otra vez de vuelta a la espiritualidad. Así podríamos expresar
aproximadamente lo que fue el contenido de aquellas enseñanzas esotéricas que el
Cristo había dado a sus discípulos iniciados. Eso que él les había dado fue precisamente
la enseñanza de la muerte, como se la ve desde el escenario del mundo divino.

Si uno desea penetrar en las profundidades reales de esta enseñanza esotérica, uno
debe darse cuenta de que aquel que entiende la evolución completa de la humanidad
sabe que los dioses han vencido a Ahriman en tanto que han hecho útiles sus fuerzas
para la Tierra, pero que han desmochado su poder en tanto que ellos mismos
aprendieron a conocer la muerte en el ser del Cristo. Los dioses en efecto han
colocado a Ahriman en la evolución de la Tierra, pero, al hacer uso de él, lo han

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forzado, al descender a la evolución de la Tierra, a no llevar a término su propia
dominación/reinado.

Aquel, que ahora aprende a conocer a Ahriman desde el Misterio del Gólgota, y el
que lo conoce de antes, sabe que Ahriman había esperado el momento histórico
mundial en el que pudiese intervenir de tal manera, que este efecto no sólo, como ya
fue desde el período atlántido - lo saben a través de mi "Ciencia Oculta" - se ejerciese
sobre el inconsciente y el subconsciente de los seres humanos, sino de cómo pudiese
intervenir también en la consciencia de los seres humanos. Si quisiésemos aplicar
expresiones humanas a la voluntad divina, entonces podríamos decir: Ahriman
esperaba con ansiedad el momento donde él pudiese penetrar en la conciencia
humana con su poder.

Entonces él fue sorprendido debido a que él no había sabido de antes, que había
una resolución divina de enviar a la Tierra a un ser, el Cristo, que pasase por la muerte.
Con eso era posible por cierto la intervención de Ahriman, pero a su dominación real
se le quebró la punta. Desde aquel entonces Ahriman aprovecha cada oportunidad
para conseguir en los seres humanos la mera utilización del intelecto; Ahriman aún
hoy no ha perdido la esperanza de que él tenga éxito en llevar en los seres humanos a
la mera utilización del intelecto.

¿Qué implicaría esto? Si Ahriman pudiese tener éxito en inculcar a los seres humanos
íntegramente la convicción - de modo toda otra convicción desapareciera de la Tierra -
que el ser humano únicamente puede vivir en su cuerpo, que él como ser anímico-
espiritual no es separable de su cuerpo, entonces el alma humana estaría tan tomada
por la idea de la muerte, que Ahriman fácilmente podría hacer realidad sus planes.
Esto está esperando Ahriman siempre. Y uno puede decir, por ejemplo, que en el
Gemüt/temple de Ahriman - si es que se puede hablar de Gemüt/temple en el caso
de Ahriman, pero esto es una comparación - reinaba una alegría especial - siempre
uso expresiones humanas para lo que en realidad deberían inventarse otras - , que
en el Gemüt/temple de Ahriman reinaba esa alegría especial en el período de los años
cuarenta del siglo XIX hasta alrededor del final del siglo XIX, pues en el dominio
predominante del materialismo, Ahriman podía nuevamente abrigar esperanzas con
respecto a su dominación sobre la Tierra.
Pues si incluso se había logrado que en ese tiempo hasta la teología se había vuelto
materialista. Ya he mencionado cómo la teología se ha vuelto anticristiana, cómo el
teólogo de Basilea, Overbeck, escribió un libro en el que trató de demostrar que la
teología moderna ya no es más cristiana. Ahí Ahriman podía volver a abrigar
esperanzas.

Un antagonismo con Ahriman en realidad hoy existe solamente en enseñanzas tales


como las que fluyen a través de la antroposofía. Si por medio de la Antroposofía a los
seres humanos se les puede aclarar de nuevo la independencia del ser anímico-
espiritual, independiente del ser corporal, entonces Ahriman tendrá que abandonar
por de pronto sus esperanzas. Este luchar del Cristo contra Ahriman es nuevamente
posible, de modo que un presentimiento de esto puede originarse en el relato de la
tentación en el Evangelio. Pero comprender completamente la cosa uno lo podrá

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únicamente, si eso uno lo compenetra - que también aquí ya he expuesto a menudo –:
que para la evolución más antigua de la humanidad desempeña más Lucifer un papel
importante y que Ahriman comienza a tener una influencia sobre la conciencia
humana recién desde la época del Misterio del Gólgota. Antes él también tuvo una
influencia sobre la humanidad, pero no en realidad sobre la consciencia.

Si miramos en el Gemüt/temple (mente y corazón) humano, entonces uno tiene que


decir: el punto más importante de la evolución de la humanidad terrestre se
encuentra allí, donde el ser humano aprende a conocer que en el impulso de Cristo
vive una fuerza, por medio de la cual él mismo, si él se enlaza con ella, supera la
muerte dentro de sí.

Visto desde el mundo exterior espiritual, esto implica que por parte de las jerarquías
que pertenecen a Saturno, Sol, Luna, Tierra, etc. Ahriman ha sido
comprometido/enredado/ arrastrado dentro de la evolución de la Tierra, pero sus
pretensiones de poder/gobierno han sido restringidos, en tanto que se ponen al
servicio de la evolución de la Tierra. En un cierto sentido, Ahriman ha sido obligado a
entrar en la evolución de la Tierra. Sin él, los dioses no hubieran podido introducir el
intelectualismo en la humanidad. Si ellos por medio del Acontecimiento del Cristo no
hubieran logrado que al dominio/poderío de Ahriman se le hubiese quebrado la
punta, entonces Ahriman hubiera intelectualizado interiormente, materializado
exteriormente a toda la Tierra. Nosotros hemos de ver justamente en el Misterio del
Gólgota no meramente un evento místico interior, sino que nosotros hemos de
considerarlo absolutamente como un evento exterior, que empero no puede ser
presentado en el sentido de la investigación histórica materialista exterior, sino que
tiene que ser presentado de tal manera, que signifique el acoger del Ahrimanismo en
la evolución de la Tierra, pero simultáneamente en un cierto sentido la superación del
Ahrimanismo.

Así tenemos entonces una lucha de dioses que aconteció a través del Misterio del
Gólgota. Que en esa ocasión había tenido lugar una lucha de dioses, eso era
precisamente algo, que también formaba parte de las enseñanzas esotéricas que el
Cristo aportaba a sus discípulos iniciados después de su resurrección. Si uno
describiese lo que reinaba ahí como cristianismo esotérico, entonces uno puede decir
que los seres humanos en épocas pasadas de la evolución de la Tierra habían sabido:
ellos estaban relacionados con los mundos divinos. Ellos sabían de los mundos divinos
a través de las revelaciones que les he caracterizado. Pero desde estos mundos
divinos no podía llegarles ninguna comunicación sobre la muerte, porque en estos
mundos divinos no había muerte, y para el ser humano mismo no había la muerte, en
tanto que uno podía conocer solamente el constante progreso continuo de lo anímico-
espiritual a través de las instituciones divinas. El ser humano vio acercarse el
significado de la muerte aquí. Él pudo adquirir una cierta fuerza, de tender a Cristo
para superar la muerte. Esta es evolución intrahumana. Pero lo esotérico, que el
Cristo había dado a sus discípulos iniciados, consistió precisamente en que Él les había
dicho: Lo que se ha consumado en el Gólgota es el reflejo de acontecimientos
supraterrenales, de una correspondencia/arreglo que tuvo lugar entre los mundos
divinos que están relacionados con Saturno, Sol y Luna y con la Tierra hasta el

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presente, y Ahriman. Que uno a la cruz del Gólgota no puede mirarla así meramente
como si con ella se expresara algo terrenal, sino que la cruz del Gólgota tiene un
significado para todo el cosmos, eso era lo que fue contenido del cristianismo
esotérico.

Quizás uno pueda procurarse un sentimiento de lo que se ha de querer decir ahí con
el cristianismo esotérico si uno expresa la cosa más o menos así: Uno suponga, dos
discípulos esotéricos del Cristo, que progresaban cada vez más en la adquisición del
cristianismo esotérico, hablaban entre sí mientras que todavía estaban luchando por
salir de las dudas. Uno de ellos le hubiera podido decir al otro lo siguiente: El Cristo, el
que nos está enseñando, ha descendido de aquellos mundos que uno conoce desde
tiempos antiguos. Uno sabía de los dioses, pero de aquellos dioses que no podían
hablar de la muerte. Si nosotros sólo nos hubiésemos detenido junto a ellos, nunca
habríamos aprendido nada sobre la naturaleza de la muerte. Los mismos dioses
tuvieron primero que enviar un ser a la Tierra, para a través de uno de los suyos
aprender la esencia de la muerte. Lo que los dioses tuvieron que hacer para conducir
la evolución de la Tierra hacia el final correcto, eso parece enseñarnos el Cristo
después de su resurrección. Si nosotros nos atenemos a él, entonces nos enteraremos
de algo que los seres humanos hasta ahora no han podido saber. Nos enteramos lo
que los dioses habían hecho detrás de las bambalinas de la existencia cósmica para
fomentar la evolución de la Tierra de la manera correcta. Nos enteramos cómo habían
introducido las fuerzas de Ahriman y no las dejaron devenir en la ruina de los seres
humanos sino en el provecho de los seres humanos.

Fue algo profundamente conmovedor lo que como enseñanza esotérica del Cristo
resucitado había sido llevado a los discípulos iniciados. Un discípulo de esa índole,
como el que les acabo de describir, hubiera podido continuar diciendo: Nosotros hoy
no sabríamos más absolutamente nada de los dioses, pues nosotros estamos
enredados en la muerte, si el Cristo no hubiese muerto y resucitado, y después de su
resurrección nos hubiese comunicado las experiencias divinas sobre la muerte.
Nosotros como seres humanos nos hundiríamos en una época donde no podemos
saber más absolutamente nada de los dioses. Los dioses se han buscado un camino,
para poder hablar de nuevo con nosotros. Y este camino pasó a través del Misterio del
Gólgota.

Que los seres humanos han llegado a volver a estar cerca de lo divino, del cual se
habían alejado, eso fue lo esencial que se trasmitió/pasó del cristianismo esotérico a
los discípulos. Los discípulos en los primeros tiempos de la evolución cristiana,
estaban impregnados de esta enseñanza conmovedora. Y más de uno, de quien en la
historia sólo se cuenta por detalles externos, llevó dentro de sí el saber, que le había
podido llegar debido a que o bien en los primeros tiempos había tenido la enseñanza
de Cristo resucitado mismo, o que empero había estado en relación con maestros que
habían tenido precisamente esta enseñanza. Posteriormente todas estas cosas se
exteriorizaron/enajenaron. Fueron exteriorizados/enajenados a tal punto que los
primeros heraldos del cristianismo dieron ciertamente gran valor al hecho de poder
decir que habían tenido un maestro, que todavía había sido discípulo de un discípulo

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de los apóstoles. Fue un continuo seguir desarrollándose, de modo que aquel que la
ha enseñado, había visto todavía a uno que había visto a un apóstol y con eso a uno
que había conocido al Señor mismo después de su resurrección.

A este desarrollo vivo uno le asignaba en los primeros siglos todavía un valor; pero
así como eso llegó después a la humanidad posterior, ya estaba exteriorizado/
enajenado. Había llegado a una descripción histórica externa. Pero en lo esencial se
remonta a lo que acabo de exponer. Y la incorporación del intelecto, que comienza en
particular ya durante los siglos cuarto y quinto después del Misterio del Gólgota, y
que experimenta entonces el cambio especial en el siglo XV – donde comienza la
quinta época post-atlante -, este desarrollo del intelecto hizo que uno no tuviese más
la antigua sabiduría por la que uno todavía podía comprender algo así, y la nueva
sabiduría todavía no se había desarrollado. Los seres humanos por decirlo así
olvidaron durante toda una era aquello de lo que se trata esotéricamente en el
cristianismo. Como he dicho, algunos registros quedaron en manos de sociedades
secretas, cuyos miembros empero al menos en los tiempos modernos ya no entienden
más a qué se refieren estos registros; en realidad se refieren a que se impartieron
enseñanzas del Cristo resucitado a ciertos discípulos iniciados.

Supongamos una vez, la antigua enseñanza hebrea no hubiera experimentado una


regeneración a través del cristianismo; entonces hubiera tenido que salir a luz lo que
para Pablo fue una convicción incondicional antes del evento en Damasco. Pablo había
pensado más o menos así: hay una antigua enseñanza tradicional. Originalmente
existió como una revelación divino-espiritual, que había sido acercada espiritualmente
a los seres humanos en épocas arcaicas como precisamente lo he caracterizado hoy.
Después ha sido conservada por medio las Escrituras. Entre los hebreos, había
doctores de la ley que sabían de la Escritura lo que ahí estaba conservado todavía de
la antigua sabiduría divina. De estos doctores de la ley se originó la sentencia que
había condenado a muerte a Cristo Jesús. Una persona de la índole como Pablo,
cuando todavía era Saúl, mira pues hacia esta sabiduría divina primordial. De ella
desciende fluyendo hasta los doctores de la ley de su tiempo aquello, que esta
sabiduría divina ha llegado a ser al ser humano. En tanto que personas prominentes se
habían entregado a la Escritura, esta sabiduría divina sólo podía conducir a que se
pronunciaran sentencias justas. Un inocente, que sea condenado a la muerte en la
cruz: imposible, ¡ imposible! si todo se ha consumado así como se había consumado en
la condena de Cristo Jesús. Sólo el gobernador romano, Poncio Pilato, ya estaba
enredado instintivamente una concepción del mundo completamente diferente, ése
pudo pronunciar la frase trascendental: ¿Qué es la verdad? Para Pablo, cuando era
todavía Saúl, no había ninguna posibilidad, ni siquiera de imaginar, que lo que se había
consumado según un juicio justo, no hubiera debido ser verdad.

¿A qué convencimiento tenía que llegar pues Pablo luchando interiormente? A la


convicción de que en los seres humanos puede ser error aquello que una vez había
llegado desde los dioses como verdad, que los seres humanos lo han podido convertir
en el error, en un error tan fuerte, que el más inocente de todos pasa por la muerte
en la cruz.

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Para tenerlo bien claro, hagámonos un dibujo esquemático:

La sabiduría divina original fluye hacia abajo hasta la sabiduría de los doctores de la
ley, que fueron los contemporáneos hebreos del Misterio del Gólgota (blanco). Ahí
sólo la verdad puede estar adentro, así tenía que pensar Saúl. Pero uno tenía que
pensar de otra manera. Pablo, cuando todavía era Saúl, se decía: Si de verdad es el
Cristo, el Mesías, el que ha pasado por la muerte en la cruz, entonces tiene que haber
dentro de esta corriente un error (rojo). Ahí tiene que estar adicionado error a la
verdad, pues el error tiene que ser, el que ha llevado al Cristo a la cruz; eso significa: la
antigua sabiduría divina tiene que haberse convertido en error en el ser humano.

Naturalmente, que Saúl podía convencerse únicamente a través del hecho de que
eso es así. Sólo el Cristo mismo podía convencerlo, si él se le aparecía, como sucedió
por el evento en Damasco. ¿Qué significaba esto empero para Saúl? Significaba que
precisamente la antigua sabiduría divina ya no era más, sino que en ella había afluído
lo Ahrimánico.

Así Pablo llegó a reconocer, que la evolución de la humanidad había sido tomada por
un enemigo y que este enemigo es la fuente del error en la Tierra.

En tanto que él trae el intelecto, trae simultáneamente la posibilidad del error, y en


tanto que el error apareció en su mayor configuración, se convierte en aquel error que
lleva al inocente a la cruz. Uno primero tenía que llegar a adquirir esta convicción, que
el inocente puede llegar a la cruz. Por medio de esto uno recién recibía una idea de
cómo Ahriman encontró su camino entrando en la evolución de la humanidad, y cómo
en el desarrollo del yo humano, en tanto que tenía lugar el Misterio del Gólgota,
estaba presente precisamente un acontecimiento suprasensible-supraterrenal. Lo
esotérico nunca puede ser algo meramente místico. Es siempre un inmenso
malentendido, cuando uno reinterpreta la mera mística como esoterismo. Lo esotérico
es siempre un conocimiento de hechos que tienen lugar en el mundo espiritual como
tales, que están detrás del velo de lo sensorial. Y detrás del velo de lo sensorial está la

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compensación entre el mundo divino y el mundo ahrimánico, como sucede por la
muerte en la cruz de Cristo Jesús.

Solamente en un mundo – así pudo sentir ahora Pablo - en el que la entidad humana
es tomada por los poderes ahrimánicos, puede entrar el error que ha podido conducir
a la muerte en la cruz. Y ahora, cuando él había comprendido esto, reconoció recién
precisamente la verdad del cristianismo esotérico.

Pablo fue por consiguiente sin duda alguna uno de aquellos, que en este sentido
pertenecían a los iniciados. Pero esta iniciación fue gradualmente apagándose
justamente bajo la influencia del intelectualismo. Y hoy nosotros necesitamos retornar
de nuevo a un conocimiento del cristianismo esotérico. Hoy necesitamos saber de
nuevo, que no solamente aquello corresponde al cristianismo lo que es exotérico, de
lo que los evangelios ciertamente pueden despertar presentimientos. De lo esotérico
se habla hoy sólo apenas. Pero la humanidad tiene que volver a aquello para lo que
apenas existen documentos exteriores, que debe ser descubierto precisamente por la
ciencia espiritual antroposófica, lo que el Cristo mismo ha enseñado después de la
resurrección a sus discípulos iniciados bajo la condición, que él sólo pudo enseñarlo
después de que él en la Tierra tuvo una vivencia que él en el mundo divino arriba no
hubiera podido tener, pues en el mundo divino no hay muerte hasta el Misterio del
Gólgota. Cristo es el primogénito, el que pasó por la muerte desde el mundo de las
jerarquías que están relacionadas con la evolución de la Tierra en Saturno, Sol y Luna.

La admisión/ingreso de la muerte en la vida, ese es el secreto del Gólgota. Antes uno


había conocido la vida sin la muerte, ahora uno aprendió a conocer la muerte como
un componente de la vida, como una vivencia que refuerza la vida. Era una vida más
débil por la que había pasado la humanidad cuando todavía no había conocido a la
muerte; la humanidad debe vivir más vigorosamente si quiere pasar por la muerte y no
obstante vivir. Y la muerte, a este respecto, significa también el intelecto. Los seres
humanos necesitaban un sentido vital relativamente débil cuando todavía no tenían
que ajetrear con el intelecto. Los seres humanos más antiguos, que en sus imágenes
interiores recibieron introducido imaginativamente el saber de los mundos divinos, no
morían interiormente. Ellos siempre se mantenían vivos. Ellos podían reírse de la
muerte porque ellos permanecían vivos por dentro. Los griegos todavía relatan cuán
felices eran los antiguos porque, antes de que llegaran a morir, fueron como
anestesiados/aturdidos interiormente, que no notaban que iban hacia la muerte. Esta
fue empero ya la última estribación de una concepción del mundo que no sabía nada
de la muerte. El hombre moderno experimenta el intelecto. El intelecto nos hace
interiormente fríos, nos mata interiormente. El intelecto nos paraliza. Nosotros en
realidad no vivimos cuando estamos desarrollando el intelecto. Uno tiene que llegar a
sentirlo que uno en realidad no vive cuando uno está pensando, cuando uno vuelca su
vida en muertas imágenes racionales/cerebrales, y que uno necesita una vida vigorosa
para que aquello que está en la formación racional muerta, experimentarlo a pesar de
todo como vida creativa cuando uno se dirige a aquel ámbito donde de la fuerza del
pensar puro salen los impulsos éticos, donde uno aprende a entender la libertad del
ser humano a partir de los impulsos del pensar puro.

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Esto es lo que traté de exponer en mi "Filosofía de la Libertad". Esta “Filosofía de la
Libertad” es en realidad una concepción ética, que quiere ser una
instrucción/indicación para vivificar los muertos pensamientos como impulsos
morales, de llevarlos a la resurrección. En ese sentido hay cristianismo interior bajo
todo punto de vista en una filosofía de libertad de esa índole.

Yo quería con estas exposiciones colocar hoy ante sus almas, desde un aspecto
particular, algo del cristianismo esotérico. Es necesario en nuestra época, donde reina
tanta disputa justamente acerca de la esencia del cristianismo esotérico-histórico, de
advertir sobre esta enseñanza esotérica del cristianismo. Eso es lo que hoy había
querido. Espero que justamente estas cosas no sean tomadas a la ligera, sino que sean
sentidas con la debida seriedad. Uno siempre tiene la sensación, cuando uno
justamente habla sobre estas cosas, que es difícil de introducir estas cosas en las
palabras que ya se han vuelto abstractas del habla moderna. Por eso intenté ayer de
sintonizar sus almas describiendo en imágenes los procesos internos del ser humano,
para hoy en cierto sentido conducir desde el ser humano en particular hacia aquello
que es ahora en sentido esotérico aquella evolución histórica de la humanidad, que
acoge en sí al Misterio del Gólgota como algo esencial. Cuando regrese del viaje
entonces tendremos quizás justamente la posibilidad de contemplar desde otro plano
la relación del alma humana con la evolución del mundo.

Traducción sin pulir realizada en Rosario a los inicios de la Cuaresma 2018 por Norma Priemer intentando de que en ella pueda
reflejarse todavía el estilo característico propio del lenguaje de Rudolf Steiner, del cual la Dra. Martina María Sam señaló que
contribuye a la transformación aspirada en el camino del aprendizaje espiritual.

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