Es Posible Vivir Sin Pecar, Joe Crews
Es Posible Vivir Sin Pecar, Joe Crews
Es Posible Vivir Sin Pecar, Joe Crews
uno esperaría: multitudes de miembros de iglesia emocionalmente felices, pero desobedientes, quienes
sienten que cualquier asunto acerca de guardar los mandamientos es puntilloso y legalista. ¡Qué
estrategia tan engañosa la de Satanás! Como inventor de la doctrina, ele enemigo está simplemente
apoyando su antigua acusación de que Dios estaba exigiendo mucho.
Él acusó a Dios de ser injusto al pedir algo que era imposible. Él fue capaz de convencer a una tercera
parte de los ángeles argumentando que Dios era irrazonable al esperar obediencia de Su ley. Satanás ha
intentado que todos crean esto desde ese tiempo. Medite en esto por un momento y todo el escenario
empezará a tener un sentido diabólico. Satanás sabe que el pecado es la única cosa que excluirá a todos
del cielo. Ya que el pecado es “transgresión de la ley”, él tenía que perfeccionar un plan para hacer que
las personas vieran sin importancia el quebrantar la ley de Dios y hacer que esto pareciera inobjetable.
1 Juan 3:4. Para hacer que la idea fuera aceptada por los cristianos, Satanás en realidad la disfrazó
como una doctrina y la insertó en un cristianismo comprometido.
En cada cruzada evangelística encontramos esta doctrina de una forma u otra, usualmente en los puntos
de la ley y el Sábado.
Los inconvenientes clamores a la obediencia son obviados con un: “Bueno, pero de todas maneras,
nadie puede guardar los diez mandamientos”. Pero el problema no termina allí. Aun los cristianos que
han aceptado los requerimientos de la ley moral no están muy preocupados tampoco de cómo los van a
cumplir. De una manera muy sutil han sido afectados por la creencia prevaleciente de que preocuparse
demasiado por la obediencia es una forma de salvación por las obras. Increíblemente, algunos parecen
tan temerosos de guardar la ley al pie de la letra que en realidad hacen provisión para quebrantarla. Al
hacer esto, ellos contrariamente se alientan a sí mismos por no ser legalistas.
¿Cómo puede la gente comprometida a guardar la ley llegar a tales contradicciones tan confusas?
exponerse a un falso concepto de justificación por la fe es solo parte de la respuesta. La mayor parte del
problema radica en la falla humana y en la debilidad de la carne. Ya que se encuentran a sí mismos
tambaleando en sus esfuerzos por ser perfectos, finalmente llegan a la conclusión que es imposible no
pecar. Desde ese punto es fácil comenzar a interpretar los textos bíblicos para apoyar su débil
experiencia. Satanás explotó la inclinación psicológica de la mente humana para que racionalizara, y
pronto ellos desarrollaron una cómoda doctrina que se ajusta a su desviación ocasional de la ley.
Como consecuencia, la mayoría de los cristianos hoy están resignados a una experiencia de victoria-
derrota, victoria-derrota. Para ellos es el estilo de vida aprobado por el cristianismo normal. Pero en
esta posición hay algo peligrosamente equivocado. En primer lugar, la doctrina nunca debería estar
basada en los sentimientos o la experiencia humana. Debe estar enraizada en la enseñanza sencilla e
inequívoca de la Palabra de Dios.
Es cierto que los textos bíblicos pueden ser unidos de tal manera que parezca que apoya la doctrina de
la imperfección espiritual. Estamos seguros que todos hemos pecado, que la mente carnal es enemistad
contra Dios, y que la justicia del hombre es como trapos de inmundicia. Pero todos los versículos
acerca de la caída, el pecado y la derrota están en referencia a la experiencia irregenerada de una
persona. Hay literalmente montones de otros textos que describen una experiencia opuesta de victoria
total y de vida sin pecado.
En cada caso ellos se están refiriendo a la vida llena del Espíritu Santo de un convertido y
comprometido hijo de Dios. Debemos reconocer siempre la diferencia al leer las Escrituras. El
Evangelio de Jesucristo es poder de Dios para salvación. Su gracia es más fuerte que todas las fuerzas
concentradas del mal. Jesús vino a salvar a Su pueblo de sus pecados. Nadie que lea inteligentemente el
capítulo seis de Romanos puede creer que el cristiano está libre para practicar el pecado.
Pablo acaba con la doctrina que un cristiano debe estar cayendo en pecado. Es verdad que hay
provisión de purificación en caso que se cometa pecado, pero el plan perfecto de Dios hizo posible que
el hombre venciera cada pecado y viviera una vida de perfecta obediencia a través de Cristo. De hecho,
las promesas de la Biblia son tan claras y específicas en este punto que es difícil confundirse.
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Ningún significado misterioso o reserva escondida puede ser encontrada en la miríada de textos que
describen la experiencia victoriosa de un hijo de Dios nacido de nuevo. Y solo porque alguno no haya
crecido a tal plenitud de fe que lleva a constante victoria, éste no debiera, por lo tanto, negar el poder
de Dios que ofrece tal liberación. Cuando Pedro comenzó a hundirse en el mar de Galilea, no fue
porque haya fallado el plan o el poder de Dios. Pedro pudo haber racionalizado, como tantos cristianos
modernos, y decir: “Dios no quería que yo caminara sobre el agua, y además es imposible que alguien
llegue a hacer eso de todas maneras”. Como nuestros primeros padres, todavía tenemos la tendencia de
culpar a Dios cuando fallamos en seguir su plan de santidad.
El Espíritu de Dios parece haber anticipado la lucha por la cual muchos atravesarían al aceptar la
seguridad bíblica de una victoria total. Consecuentemente los escritores inspirados fueron movidos a
usar un lenguaje casi fanático para describir las posibilidades de vencer el pecado. Se usan expresiones
superlativas que en realidad dejan perpleja la mente. En vez de decir que podemos ser salvos, la Biblia
dice que podemos ser “salvos hasta lo sumo”. Heb. 7:25. No dice que podemos vencer, sino que se nos
asegura que podemos ser “más que vencedores”. Rom. 8:37. En lugar de decir que solo podemos
triunfar, se nos dice que podemos “triunfar siempre”. 2 Cor. 2:14.
En vez de prometer cualquier cosa que pidamos para ayudarnos en nuestras batallas espirituales, la
Biblia dice que Él nos dará “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”. Efe. 3:20.
Y justamente el versículo anterior a ese, claramente garantiza que podemos ser “llenos de toda la
plenitud de Dios”. Efe. 3:19.
Es preciso reconocer, que muchas de estas promesas son demasiado amplias para una plena
comprensión de la mente humana, pero ciertamente tienen la intención de impresionarnos con la
grandeza de los recursos que Dios tiene para nuestro beneficio.
Si el lenguaje parece exagerado es tan solo porque nuestra fe es demasiado débil y nuestra carne
también para creer que tal pureza y santificación pudieran llegar a cumplirse en nosotros. Tenemos la
tendencia a confiar en nuestros sentimientos más que en la Palabra de Dios.
¿Es importante creer en las promesas exactamente como se leen? Sí, porque es solo a través de esas
promesas que se puede lograr la liberación. “Por las cuales nos son dadas preciosas y grandísimas
promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la
corrupción que está en el mundo por la concupiscencia”. 2 Pedro 1:4. Observen que es “por ellas” que
nos escapamos a la corrupción del pecado. ¿Qué son “ellas”? Las promesas de Dios.
La secuencia de la victoria está claramente delineada en este texto fantástico.
Por fe en la promesa llegamos a ser partícipes de la naturaleza divina, y a través de esa nueva
naturaleza en nosotros somos capaces de escapar a la corrupción del pecado. En otras palabras, todo
depende de la rendición y compromiso de uno mismo al Espíritu de Cristo que mora en nosotros.
“Sin mí”, dijo Jesús “nada podéis hacer”. Juan 15:5. Igualmente importante es el comentario inspirado
de Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Fil. 4:13. Esa pequeña expresión “todo” es la
clave para la victoria de todos nosotros. Incluye poder sobre las drogas, la inmoralidad, el apetito, el
orgullo, y todo acto de pecado que nos robaría la vida eterna.
El punto culminante aquí es que cuando obtenemos el poder de Cristo en nuestras vidas, uno tiene todo
lo demás que pudiera desear alguna vez. “El que aun a su propio Hijo no perdonó, antes le entregó por
todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?”. Rom. 8:32. De nuevo está esa
frase: “todas las cosas”. La encontramos también en 2 Pedro 1:3. “Como todas las cosas que pertenecen
a la vida y a la piedad, nos sean dadas de su divina potencia”.
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Cuando juntamos esos textos, surge un cuadro increíble. Al reclamar la presencia de Cristo en nuestras
vidas, se recibe con ella todo cuanto Cristo posee. Pablo lo describe de esta manera: “Mas de Él sois
vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, y justificación, y santificación y
redención”. 1 Cor. 1:30. Aquí la expresión “todas las cosas” se puede desmenuzar en experiencias
individualizadas, muy particulares, y empezamos a ver que Pedro estaba en lo correcto cuando dijo que
Dios nos ha dado todas las cosas que corresponden a la santidad. Aquellos cristianos que dudan acerca
de la posibilidad de vencer al pecado completamente deberían leer estos versículos cuidadosamente.
¿Qué está incluido en las palabras “justificación”, “santificación” y “redención”?
Estas tres palabras nos prometen más que liberación de la culpabilidad de nuestros pecados pasados. La
palabra “redención” no está limitada a la redención de la culpabilidad del pecado, sino también del
poder del pecado. “Santificación” es una palabra que describe un crecimiento diario, continuo en el
vencimiento del pecado. “Justificación” significa literalmente hacer lo correcto y se aplica a un
cumplimiento dinámico de la voluntad de Dios. Todas son palabras grandes, pero todas tienen la
connotación de haber sido liberados, tanto de la culpabilidad como de la práctica del pecado.
Cada hijo de Adán necesita dos cosas desesperadamente: perdón por el pasado, y poder para el futuro.
La redención incluye las dos cosas; y la idea que la liberación completa de la culpabilidad del pecado
está incluida, pero solo la liberación parcial del poder del pecado constituye una perversión del
evangelio. Jesús no vino para salvarnos solamente de las consecuencias del pecado, sino a salvarnos del
pecado mismo. La salvación no es algo negativo; no simplemente la ausencia de algo. Él no vino
solamente para quitar algo, nuestra culpabilidad, sino para darnos algo, la victoria sobre el pecado.
Que Dios nos perdone y luego nos deje bajo el poder continuo del pecado convertiría a Dios en un
encubridor del pecado. Él no solo nos considera justos por medio de la imputación de su muerte
expiatoria, sino que Él nos hace justos al impartirnos su vida victoriosa.
Después de leer con profunda reflexión todo el capítulo seis de Romanos, si necesita más seguridad que
la victoria puede ser suya, entonces lea lo siguiente:
“Mas a Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo”. 1 Cor. 15:57.
“Porque todo aquello que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que vence al mundo,
nuestra fe”. 1 Juan 5:4.
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Fil. 2:5.
“Para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él”. 2 Cor. 5:21.
“Cualquiera que permanece en Él, no peca; cualquiera que peca, no le ha visto, ni le ha conocido”. 1
Juan 3:6.
Devolvámonos por un instante a la analogía del hombre hipnotizado. Físicamente no podía levantar un
pequeño vaso de la mesa porque su mente estaba totalmente convencida que no lo podía hacer. ¿Ha
sido Satanás capaz de inmovilizar a la iglesia por medio del poder de su mentirosa aseveración
hipnótica que la obediencia es imposible? Ciertamente parece que sí. Nadie va a realizar algún esfuerzo
serio para hacer algo que cree que es imposible. Obviamente entonces, aquellos que creen que no
pueden vivir sin pecar no están tratando de vivir sin pecar. Ninguna persona razonable perderá tiempo
y esfuerzo en una lucha vana para lograr nada. Eso nos trae a una interesante pregunta: ¿Puede una
persona creer que no hay manera de dejar de pecar, y luego hacer planes para no pecar? Lógicamente,
parecería altamente improbable, si no imposible. Sin embargo, la Biblia nos ordena: “No hagáis caso de
la carne en sus deseos”. Rom. 13:14. ¿En realidad hacemos provisión para el pecado sosteniendo que es
imposible no pecar?
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Al Que Venciere.-
Todo el libro de Apocalipsis está dirigido a las siete iglesias de Asia. Algunas recibieron altos elogios y
gloriosas promesas de recompensa celestial y sin excepción alguna, la bendición fue extendida “a aquel
que venciere”. Esas siete iglesias simbolizan cada periodo de la iglesia cristiana desde los apóstoles
hasta el fin del tiempo. Si la victoria sobre el pecado no fuera posible, ninguna alma sería salva desde
aquellos siglos. Negar la posibilidad de la victoria total sobre el pecado es robarle a Dios la gloria de su
misión. “Él vino”, dice la Biblia, “para destruir las obras del diablo”. E4sas obras son las obras del
pecado. Si nadie reclama su poder para vencer completamente al pecado, se confirmaría la acusación
del diablo. Los requisitos de Dios serían expuestos como demasiado difíciles de obedecer. Jesús
manifestó que Él había venido “a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Luc. 19:10. Aquí Él indicó
que más que meramente los humanos necesitaban ser restaurados. “Lo que se había perdido” incluye un
carácter sin pecado.
Su misión era contrarrestar y neutralizar todo el programa de contaminación por el pecado introducido
por Satanás. Restaurar la imagen de Dios en el hombre es una parte muy importante del evangelio
eterno. Esa obra del evangelio debe ser hecha antes de la venida de Jesús y no como un pensamiento
mágico posterior al regreso de nuestro Señor. El libro de Apocalipsis identifica la característica
coronante de los redimidos como la obediencia. “Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los
que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús”. Apoc. 14:12. “Entonces el dragón fue airado
contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra los otros de la simiente de ella, los cuales guardan los
mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo”. Apoc. 12:17. “Bienaventurados los que
lavan sus ropas, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la
ciudad”. Apoc. 22:14.
¡Cuán significativo es que la condición para que el hombre permaneciera en el Edén sea también la
condición para ser restaurado al Edén! Cualquiera que considera que la obediencia carece de
importancia debería leer de nuevo la dramática historia de Adán y Eva. Un diminuto acto físico de
pecado condujo a toda la lúgubre tragedia de los últimos 6.000 años.
Aquellos que sean restaurados a ese paraíso perdido habrán demostrado que se les puede confiar la vida
eterna. Aunque con fiel obediencia frente a la muerte, habrán probado que las acusaciones de Satanás
son completamente falsas. Su inquebrantable lealtad será una garantía eterna de la seguridad del
dominio restaurado de Dios. ¿Qué podemos decir, entonces, respecto a aquellos que consideran tan
livianamente las buenas obras de la obediencia? Están sujetos a un grave engaño y están jugando en la
trampa mortal de Satanás. La más gloriosa experiencia de los verdaderamente convertidos es
quebrantar el patrón de complacencia propia y pecado. Bajo el mandato del Espíritu de Dios, los
hábitos carnales pueden ser conquistados y expulsados de la vida. Mediante la fe en las promesas un
poder increíble puede ser derramado en la vida de aquel que está dispuesto a renunciar a la
complacencia del pecado.
El corazón de Dios anhela que lo tomemos de su Palabra y reclamemos el poder que Él ha prometido.
Es el único camino hacia la verdadera victoria.
Pero nadie puede experimentar victoria si no cree que la victoria sea posible. Lea de nuevo las garantías
de la Biblia. No trate de tergiversarlas para acomodarse a las debilidades y fracasos de su experiencia
humana. Significan lo que dicen. La liberación es suya para el que cree y la pide. Aquí debemos hacer
una pausa y considerar una objeción que siempre se presenta contra aquellos que creen en la victoria
total. Suena algo así: Si tú crees que sea posible vivir sin pecar, ¿eres capaz de decir que tu propia vida
está libre de pecado? Aunque la pregunta merece una respuesta, debería señalarse que la objeción no es
relevante al asunto. Si la Biblia establece una verdad, ésta debería ser recibida sobre la base de su
autoría inspirada y no sobre la base de la experiencia del mensajero.
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Si la victoria sobre todo pecado es posible por medio de Cristo, ¡es verdad!, ya sea que el predicador lo
haya reclamado o no. Además, la obra de santificación es una experiencia progresiva, de toda la vida y
nunca puede considerarse concluida en algún periodo de tiempo.
Aun cuando uno pudiera ser inconciente de algún pecado conocido, nunca podría jactarse de estar libre
de pecado. De hecho, la persona que está más cercana a la perfección ciertamente será la que menos
probablemente lo reconozca. Porque cuanto más cerca de Jesús tanto más imperfecto aparecerá a su
propia vista. También se podrá alegar que la doctrina de la victoria sobre el pecado es altamente
idealista y teológicamente demasiado complicada para ser práctica. Pero no puede haber algo más lejos
de la verdad. Aun un niño puede entender la sencilla transacción de fe y apropiarse de las promesas de
la Biblia. No hay un hábito o pecado conocido al hombre que no pueda ser vencido por la fe.
En los próximos minutos serás capaz de apreciar la belleza de este plan divino de victoria. Aprenderás
cómo dejar de fumar, maldecir, comer en exceso, chismosear, o cometer cualquier otro pecado. No
permitas que nada te distraiga mientras continúas al siguiente párrafo. Podría significar el punto
culminante de tu vida y valer más que todo el dinero del mundo. Ya que hay tantos luchando contra el
cigarrillo, usaré esa complacencia como una ilustración de la victoria que estamos describiendo.
Coloque su propio problema en el texto, y luego realiza los cuatro pasos hacia la gloriosa victoria.
El Secreto de la Victoria.-
¿Has escuchado acerca del método evolucionario para obtener la victoria sobre el tabaco, o cualquier
otro pecado? Algunas veces se le llama el método de la “estrechez”, pero en general simplemente no
funciona. Bueno, funciona parcialmente, por supuesto, porque la vejez se encarga de algunas
tentaciones y pecados, y el tiempo afirma el resto cuando llega la muerte. Pero, ¿sabes por qué “tratar”
no funciona para vencer al diablo? ¿Por qué no podemos pelear contra el diablo durante algunos meses
y finalmente espantarlo? Porque el diablo es más fuerte que nosotros. Podríamos pelear contra él por un
año, pero al final del año él seguirá siendo más fuerte que nosotros. “Tratar” nunca romperá el poder
del pecado de un solo golpe, porque nos estamos enfrentando a un enemigo que siempre será más
fuerte que nosotros. ¿Cuál, es entonces, la respuesta a nuestra debilidad y derrota? Esta pregunta nos
conduce al secreto más dulce y sublime en la Palabra de Dios. Estudiémoslo meditativamente y con
mucha oración.
En primer lugar, uno debe entender que todos los dones del cielo están a nuestra disposición a través de
las promesas de la Biblia, y los recibimos por la fe. Pedro describe las “preciosas y grandísimas
promesas dadas” y nos asegura: “para que por ellas fueseis hechos participantes de la naturaleza
divina”. 2 Pedro 1:4. Un poderoso poder está almacenado dentro de la promesa para cumplirse así
mismo a todos los que la reclaman con fe. Cuán pocos están dispuestos a creer que la bendición
prometida llega a ser de ellos en el preciso instante en que lo creen. ¿Por qué resulta tan difícil creer
implícitamente que Dios cumplirá lo que promete?
Ahora lleguemos al propio corazón de la victoria y consideremos los cuatreo sencillos pasos bíblicos
que cualquier creyente puede seguir para reclamar el poder de Dios. Cuatro citas iluminarán la
asombrosa transacción. Primero: “Mas a Dios gracias, que nos da la victoria por el Señor nuestro
Jesucristo”. 1 Cor. 15:57. Permita que su mente saboree el fantástico mensaje de estas palabras. ¡La
victoria es un don! No la ganamos por nuestros esfuerzos, ni la merecemos debido a algún supuesto
bien. Todo cuanto tenemos que hacer es pedirla, y la victoria nos será dada gratuitamente por Cristo. Él
es el único que alguna vez haya ganado la victoria sobre Satanás, y si alguna vez obtenemos la victoria,
tendrá que venir como un don de Él.
Permítanme preguntarles algo. ¿Necesitan la victoria en sus vidas sobre algún miserable hábito de
pecado que los hace esclavos? Algunos lo son del apetito, del alcohol, del tabaco o de las drogas. Otros
están luchando impotentemente contra la impureza, la ira, o la mundanalidad. La Biblia dice que se
podrá obtener la victoria como un don a través de Jesucristo. ¿Cree usted que le dará la victoria si se la
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pide? ¿Cuán seguro puede estar que Dios responderá su oración pidiendo victoria inmediatamente?
Aquí está cuán seguro puede estar: ¡tan seguro como que las palabras de Cristo son verídicas!
Nuestro segundo texto es Mateo 7:11. “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a
vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le piden?”.
¿Es algo viable cuando se pide victoria sobre el tabaco, u otro pecado carnal o moral? ¡Por supuesto
que lo es! ¡Y ni siquiera tienes que preguntar si es la voluntad de Dios!
Él ya nos ha dicho en la Biblia que es su voluntad destruir las obras del pecado y al diablo. Si oramos
pidiendo más dinero o un mejor empleo siempre deberíamos solicitarlo de acuerdo a Su voluntad, pero
se promete la victoria inmediata sobre el pecado a todos los que la piden con fe.
¿Concederá Dios la victoria cuando se la pedimos? Jesús dijo que estaba más dispuesto a dar esta cosa
buena que nosotros en alimentar a nuestros hijos cuando tienen hambre. Él está esperando para honrar
su fe y “suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Fil. 4:19. Estas
certidumbres son tan ilimitadas que nuestras mentes se anonadan por ellas. ¿Por qué hemos sido tan
vacilantes para solicitar por las provisiones de gracia? ¿Por qué resulta tan difícil que Dios quiere decir
exactamente lo que dice? Él cumplirá todas sus promesas.
La Fe Lo Hace Así.-
Aquí está la siguiente pregunta: ¿Cómo sabemos que tenemos la victoria después que se la pedimos?
Simplemente porque Él dice que la tendremos. Sabemos que Dios no miente. Podemos creer en su
promesa. En el preciso instante en que le pedimos, deberíamos aceptar el cumplimiento, agradecerle
por el don, levantarse y actuar como si se ha recibido. Ningún tipo de sentimiento, prueba o señal
deberá ser exigido o esperado. El poder de cumplimiento que hay en la promesa es otorgado en
respuesta a nuestra fe.
Esto nos trae a la tercera cita, la cual se encuentra en Romanos 6:11. “Así también vosotros, pensad que
de cierto estáis muertos al pecado, mas vivos a Dios en Cristo Jesús Señor nuestro”. La palabra
“pensad” significa creer, o considerarlo hecho. Cada partícula de fe debería enfocarse en esa sola
solicitud de victoria y luego debe considerarse como otorgada. ¿Se acuerdan cómo caminó Pedro sobre
las aguas? Él le preguntó a Jesús si podía salir de la barca sobre el mar rugiente, y Jesús le dijo a Pedro
que viniera. Pero, ¿por cuánto tiempo hizo Pedro lo imposible caminando sobre las aguas? La Biblia
dice: “Mas viendo el viento fuerte, tuvo miedo, y comenzándose a hundir, dio voces, diciendo: Señor,
sálvame”. Mateo 14:30.
¿A qué le tenía miedo Pedro? Él tenía miedo de hundirse y ahogarse. A pesar de la certidumbre de
Cristo que él podía caminar con seguridad sobre las aguas, Pedro empezó a dudar de la palabra del
Maestro. Fue entonces cuando empezó a hundirse. En tanto que él creyó en la promesa de Jesús y actuó
por fe, estuvo seguro. Cuando dudó, se hundió. Ahora, en lo que a usted se refiere, ¿qué es lo
imposible? No se trata de caminar sobre el agua. Es vencer ese hábito del tabaco. Y Cristo dice: “Ven a
Mí. Yo te daré la victoria”. Mientras tú creas que has sido liberado, tendrás la victoria. Es tan sencillo
como eso. En el preciso instante en que pide la victoria ésta será colocada en su vida como una reserva
de poder. Usted no lo sentirá, pero está allí. Permanecerá allí mientras usted lo acepte por fe.
Para algunas personas la liberación es tan dramática que incluso llegan a perder el apetito por el
pecado. Los adictos al tabaco algunas veces han sido liberados del deseo, pero ésta no es la forma usual
en que Dios lo hace. Habitualmente, el deseo permanece, pero en el momento de la tentación, el poder
para caminar y pasar la tentación brota desde el interior. La fe acepta el hecho de la liberación y
constantemente reclama la victoria que está en la segura posesión del creyente.
El paso final hacia la victoria está descrito en nuestra cuarta cita. Romanos 13:14. “Mas vestíos del
Señor Jesucristo, y no hagáis caso de la carne en sus deseos”. Tan fuerte es la confianza en el poder de
Dios, del que nos hemos apropiado, que ninguna consideración se hace por caer de nuevo bajo el poder
de ese pecado otra vez.
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Bajo el viejo plan de “prueba”, se hacía provisión para el fracaso en la mayoría de los casos. Los
cigarrillos eran colocados sobre un estante, y el fumador se decía a sí mismo: “Voy a tratar de no
volver a fumar, nunca más; pero si no lo logro, sé dónde están los cigarrillos”. Pero bajo el plan de
“confianza”, no tenemos razón para temerle al fracaso sobre la base de la debilidad humana. La victoria
no depende de nuestra fuerza, sino del poder de Dios. Nosotros quizás fallemos, pero Él no puede
fallar. Los cigarrillos se botan. Todo plan que involucre cualquier grado de compromiso es
abandonado.
El pequeño Juanito estaba en problemas porque se había ido a nadar en contra de la voluntad de su
madre. Cuando se le preguntó por qué le había desobedecido, Juanito contestó: “Porque fui tentado”.
La madre dijo: “Yo noté que tomaste tu traje en la mañana; ¿por qué lo hiciste?”. Juanito respondió:
“Porque esperé ser tentado”. Cuán típico de aquellos que no confían plenamente en su propia fuerza
para ganar la victoria. Entonces hacen provisión para fracasar; llevan sus vestidos de baño con ellos.
Con Dios no hay necesidad de hacer provisión para el fracaso.
Alguien quizás presente la objeción que esto podría ser desalentador. Supongamos que la persona sí
fracasa. Aun Pedro empezó a hundirse. ¿No se sacudiría la confianza en Dios si la victoria no fuera
conservada? No. El hundimiento de Pedro nada tuvo que ver con el fracaso del poder divino. No
cambió la voluntad de Cristo para que él caminara sobre las aguas. Simplemente señala la necesidad de
Pedro de una fe más fuerte para permitirle obedecer la orden de Cristo. Nuestra fe puede debilitarse.
Tal vez necesitamos que se nos acuerde de nuestra total dependencia de Su fortaleza. Pero esto no
disminuye el hermoso plan de Dios de impartir poder y victoria por medio de “grandes y preciosas
promesas” de la Biblia. Sin fe por parte del receptor ni siquiera las promesas de Dios pueden ser
apropiadas. Los límites están claramente definidos en las palabras de Jesús: “Conforme a vuestra fe os
sea hecho”. Mateo 9:29.
Ahí está el plan divino, amigo, en toda su sencillez. ¡Y funciona! Si está dispuesto a ser liberado,
¡funciona! Nada ayudará a aquel que no está dispuesto a renunciar a los cigarrillos. Pero si lo quiere,
allí está. Victoria, poder, liberación. Simplemente crezca en fe y son suyos. Créalo y reclámelo en este
preciso instante. Dios quiere que usted sea libre…
USA
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