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Botánica económica y etnobotànica


en al-Andalus (Península Ibérica:
siglos X-XV): un patrimonio
desconocido de la humanidad

J.E. Hernández Bermejo, E. Garda Sánchez


Arbor CLXVI, 654 (Junio 2000), 311-331 pp.

1. Introducción

El protagonismo que la Península Ibérica ha jugado en la introducción


e intercambio de especies entre los Continentes Europeo y Americano es
un hecho incuestionable que ha sido objeto de numerosos trabajos y que
constituye un tema del que todavía podemos esperar muchas aportaciones
futuras. Los años inmediatos al de 1992 significaron una nueva tentación
para impulsar la investigación sobre el transporte y transferencia de especies
y culturas entre los pueblos de América y Exiropa. La mayor parte de
las aportaciones han estudiado las impresiones que los primeros explora-
dores, colonos, cronistas, médicos y naturalistas españoles recibieron al
pisar las tierras americanas y las especies por ellos transportadas (Crosby
(1991), Dawson (1960), EstreHa (1986), Del Río Moreno (1991). En sentido
inverso, podemos mencionar el buen nivel de conocimiento ya conseguido
sobre el transporte de especies americanas hacia Europa a partir del siglo
XVIII (García París, 1991) y en bastante menor grado lo sucedido durante
los dos primeros siglos (XVI y XVII) periodo del que nos hemos ocupado
en algunos de nuestros trabajos (Hernández Bermejo y Lora González
(1994), Hernández Bermejo y León, eds. (1995), Lora González (1994).

Este trabajo es una versión modificada del publicado en 1998 en la revista Economic
Botany 52(1): 15-26, bajo el título «The Economic Botany and Ethnobotany in al-Andalus
(Iberian Peninsula: 10th-15th Centuries): an Unknown Heritage of Mankind».

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Comprender el papel e influencia de España en el transporte de


especies desde el Viejo Mundo y la transferencia de su cultura, de
sus costumbres y técnicas tradicionales, no podrá conseguirse sin conocer
previamente los orígenes e historia de las especies y culturas ibéricas,
europeas y mediterráneas que junto con otras influencias asiáticas y
afidcanas, fueron modeladas durante varios milenios, consiguiendo pai-
sajes, culturas agrícolas y u n espectro de especies vegetales útiles que
permiten explicar el marco agrícola y etnobotánico de la España del
siglo XV.
La Península Ibérica no había sido solamente puente y punto de
contacto de las floras Laurásica y Gondwánica durante tiempos geo-
lógicos anteriores a la aparición del hombre. Su particular posición geo-
gráfica sirvió durante el Meso y Neolítico además de lugar de paso entre
los pueblos del Norte de Africa y Sur de Europa, también como final
de camino en los largos procesos de transporte desde Oriente hacia Oc-
cidente, a lo largo de las costas e islas del Mediterráneo. Durante el
milenio anterior a la era cristiana llegaron hasta los dominios de Celtas,
Astures, Vascones e Iberos, los comerciantes, culturas e invasiones Fenicias,
Griegas, Cartaginesas y Romanas. Después del siglo I d . C , prosiguió
el transporte desde Asia Menor, desde Africa y desde toda la Cuenca
Mediterránea hacia la Península Ibérica gracias al Imperio Romano.
Más tarde, y a pesar de la caída de este Imperio en el siglo IV, el
Reino Visigodo que se establece en la Península Ibérica, mantuvo
contactos y recibió cierta influencia de Bizâncio (el Imperio Romano
en Oriente), especialmente en los siglos VI y VII, gracias a las cuales
continuó la transferencia cultural de Oriente a Occidente así como
el t r a n s p o r t e de especies agrícolas, medicinales y aromáticas. *
Pero es a partir del siglo VIII, y más aún del X cuando entramos
en el capítulo de la historia de los pueblos y culturas ibéricas de
mayor trascendencia para conocer el legado que, siglos después sería
transferido hacia América. Nos referimos al periodo hispanoárabe, co-
nocido mejor por los historiadores como período andalusi. Es preciso
aclarar que al-Andalus no fue la región meridional que hoy conocemos
por Andalucía, sino la totalidad del territorio ibérico bajo dominio mu-
sulmán. Aunque el comienzo de este periodo de la historia de los pueblos
ibéricos suele identificarse con la invasión de Tarik y la pérdida de
la batalla de la Laguna de La J a n d a por el rey visigodo Rodrigo (año
711) e igualmente se sitúa convencionalmente su final en 1492, con
la toma de Granada por los Reyes Católicos, sin embargo y al menos
culturalmente, el periodo tiene raíces y finales más difusos y en todo
caso su época de esplendor resulta más corta. Por eso desde el punto

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de vista que aquí nos ocupa, reduciremos este intervalo al comprendido


entre los siglos X-XIV.
Desde el punto de vista etnobotánico, las consecuencias de este
periodo se traducen en muy diferentes aportaciones: especies de interés
agrícola introducidas desde Asia y Africa, otras ya conocidas que resultan
consolidadas como cultivos importantes, nuevas técnicas agrícolas, ma-
nejo y conocimiento de innumerables plantas medicinales, fomento de
las Ciencias de la Naturaleza, de la Botánica, de la Farmacología, de
la Medicina, etc. Las consecuencias quedaron reflejados en numerosos
escritos y tratados, algunos de los cuales h a n llegado h a s t a nosotros.
Además, estos conocimientos aceptados de forma popular, serán trans-
mitidos desde entonces por vía de la tradición. La llamada Reconquista
del Reino Cristiano perseguirá y acabará con la transmisión formal
de este patrimonio, quemando y olvidando obras y autores (García
Sánchez, 1992). Pero no podrá acabar con la cultura popular que per-
mitirá conservar por generaciones técnicas, costumbres y variedades,
muchas de las cuales alcanzarán así las tierras americanas con los
primeros colonos, exploradores e agricultores hispanos. El rescate de
esta patrimonio etnobotánico andalusi tiene un enorme interés por sí
mismo, pues permite recuperar especies marginadas y conocimientos
olvidados. Pero además, puede ser igualmente aprovechado por la Et-
nobotànica y la Botánica Económica Americanas como fuente docu-
mental y como forma de estudio de los orígenes y naturaleza de u n a
parte muy signiñcativa de las aportaciones del Viejo al Nuevo Mundo.
Reconocemos la existencia de u n cierto desconocimieno sobre esta
materia. Varios hechos h a n contribuido a ello: la pérdida de la mayor
parte de los manuscritos originales, su persecución desde el siglo XV
a la Ilustración (siglo XVIII), el estar originalmente escritos en árabe
y traducidos a otras lenguas sólo en muy contados casos. También
hay que mencionar u n a cierta incomunicación entre los ámbitos cien-
tíficos de la Filología y el Arabismo con los de la Botánica, Agronomía,
Farmacología y Etnobotànica, incomunicación que en nuestro caso nos
sentimos muy orgullosos de superar. Finalmente hay que advertir de
las dificultades de traducción e identificación de estos textos, espe-
cialmente en lo referente a las especies y términos agrícolas empleados.
Hemos señalado en alguna ocasión estas dificultades y esbozado el
método multidisciplinar para resolverlas (Hernández Bermejo, 1987,
1991). Se h a n llegado a identificar cultivos asiáticos introducidos en
Europa confundiéndolos con especies americanas (Musa paradisiaca
con Opuntia ficus indica, o Aloe vera con Agave americana, por ejemplo).
Los errores se multiplican si la traducción realizada del árabe al latín.

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o del árabe a u n a lengua moderna se traduce después a otra lengua


moderna. Estas aproximaciones atropelladas h a n llevado a cierto me-
nosprecio por las posibilidades del análisis científico de estos textos.

2. B i o d i v e r s i d a d y p a t r i m o n i o e t n b o t á n i c o ibérico a n t e s del
período andalusi

La Península Ibérica, había ido acumulando especies de interés


económico durante varios milenios antes de la colonización cultural
árabe. Procedentes de Centroeuropa, de las Penínsulas Balcánica e
Itálica, de Africa, Asia Menor y h a s t a de Asia Oriental, arribaron hasta
este extremo occidental de la Cuenca Mediterránea, numerosas especies
vegetales, que unidas a la componente autóctona ibérica, formaban
ya en el siglo X, u n muy diverso acervo genético. Podemos establecer
u n a cierta cronología de este progresivo enriquecimiento a través de
los escritos de naturalistas, médicos, agrónomos y hasta de los literatos
griegos y romanos (Estrabón, Plinio, D i o s c ó r i d e s , Virgilio) y mejor
todavía gracias a los autores hispanorromanos e hispanovisigodos (Co-
l u m e l a , Isidoro d e Sevilla).
Por lo tanto y con anterioridad a la influencia árabe, el elenco de
especies útiles al hombre en la Península Ibérica era ya notablemente
diverso. Los cuadros 1, 2 y 3, resumen la flora agrícola básica de la
Hispânia Visigoda antes de la colonización árabe.

CUADRO 1. Componente autóctona

Arboles forestales de fruto comestible: Diversas especies constitutivas del bosque medite-
rráneo fueron aprovechadas por sus frutos, iniciándose un proceso de domesticación, hoy día
todavía incompleto. Destacan por ejemplo las especies del género Quercus (encinas, alcornoque,
quejigos, robles). Otras, silvestres en ciertas comarcas de la Península pudieron ser objeto
de muy antiguos transportes dentro de ella, como es el caso de Corylus avellana (avellano),
Castanea sativa (castaño) y Pinus pinea (pino piñonero).
Frutales: Abundarían diversas Rosáceas de frutos comestibles como Crataegus monogyna (espino
albar, majuelo), Pyrus spp. (perales silvestres, piruétanos), Sorbus aucuparia, S.aria (serbales,
mostajos), Prunus spp. (Pavium, Pmahaleb, Pspinosa). Otros frutos aprovechables serían los
de Myrtus communis y Arbutus unedo, así como, de nuevo, los de especies más septentrionales,
que pudieron llegar muy pronto hasta la Iberia meridional: Prunus avium (cerezos) y Malus
domestica (manzanos)
Cereales: Pudieron ser primitivamente aprovechadas algunas especies silvestres de Hordeum
(cebadas) y Avena (avenas). _____________^______________
Leguminosas: Entre ellas se encontrarían diversas especies de los géneros Lathyrus (almortas,
guijos, titarros, galganas). Vicia (yeros) y Lupinus (altramuces silvestres)

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Hortícolas: Diversas especies de Apiaceae, Asteraceae, Boraginacea, Chenopodiaceae, Cruciferae


y Liliaceae podrían ser aprovechadas en forma silvestre o cultivadas como hortícolas de hoja,
fruto o raíz. Entre ellas habría especies de Apium (apios), Daucus (zanahorias), Anchusa y
Symphytum (buglosas), Lactuca (lechugas silvestres), Cichorium (achicorias), Chenopodium (ce-
nizos), Rumex (romazas, acederas), diversos cardos como, Scolymus spp. Silyhum marianum
e incluso Cynara cardunculus. También Asparagus spp.(espárragos), Beta vulgaris (remolachas).
Silène spp. (collejas), Diplotaxis spp. y Brassica spp., Raphanus sativus (rábanos), Lepidium
spp. (mastuerzos). Nasturtium spp. (berros), Atriplex spp. (armuelles) y Allium spp. (ajetes
silvestres).
Otros fuentes de hidratos de carbono: A partir de las semillas de plantas como Polygonum
spp. Chenopodium spp. o de las raíces del helécho Pteris aquilinum, podrían obtenerse harinas.
Especias, aromáticas: Una muy rica flora en especias se ofrecía a los primeros pobladores
y agricultores ibéricos: Capparis spp. (alcaparras), Laurus nobilis (laurel), Sinapis spp. y Brassica
nigra (mostazas), Foeniculum vulgare (hinojo), Ruta graveolens (ruda), diversas Labiadas como
Rosmarinus officinalis (romero) y Origanum vulgare (orégano), y otras muchas de géneros
como Mentha, Satureja, Thymus (tomillos, mejoranas) y Lavandula spp. (espliegos, alhucemas
y cantuesos).

CUADRO 2. Componente alóctona llegada hasta la Península Ibérica desde el


Neolítico hasta la Hispânia Romana

Frutales y especies forestales de fruto comestible: Olea europaea (olivo) y Vitis vinifera
(vid), tal vez por completo alóctonas, procedentes del oriente mediterráneo, se convierten en
los dos principales cultivos leñosos de la Península. Otras especies foráneas adquieren una
amplia extensión e incluso cierto grado de asilvestramiento como Ceratonia siliqua (algarrobo),
Ceitis australis (almezos). Ficus carica (higuera) y Juglans regia (nogal). Se consolida e intensifica
el aprovechamiento de especies como Pinus pinea (pino piñonero) y Castanea sativa (castaño).
Otras especies introducidas son Pyrus communis (peral), diferentes especies orientales de Prunus
como Pdomestica (ciruelo), Parmeniaca (albaricoquero), P.persica (melocotonero) y Pdulcis (al-
mendro). Phoenix datylifera (palmera datilera), Cydonia oblonga (membrillero), Mespilus ger-
manica (níspero europeo), Ziziphus lotus (azofaifo) y Punica granatum (granado).
Cereales: Los trigos {Triticum spp.), cebadas {Hordeum vulgare) y centenos (Secale cereale)
junto a mijos y panizos (Sorghum vulgare, Panicum miliaceum. Setaria spp.) se convierten
en la principal fuente de hidratos de carbono.
Leguminosas: Han llegado ya importantes leguminosas del occidente asiático: Cicer arietinum
(garbanzo). Vicia faba (haba). Lens culinaris (lenteja) Pisum sativum (guisante) y Vigna sinensis
(alubia africana), así como algunas especies más de Lathyrus y Vicia.
Hortícolas: Serían ya cultivadas Brassica napus (nabos), B. olerácea (coles, berzas), Lactuca
sativa (lechugñ), Apium graveolens (apio), Smyrnium olosatrum (olosatro o apio caballar), AZ/¿um
cepa (cebolla), A sativum (ajo). Lagenaria siceraria (calabaza vinatera), entre otras.
Especias, aromáticas: La rica componente autóctona se vio además enriquecida por otras
especies orientales y europeas como: Coriandrum sativum (cilantro), Petroselinum crispum
(perejil), Carum carvi (alcaravea), Cominum ciminum (comino). Pimpinella anisum (anís o
matalauva), Carthamus tinctorius y Anetum graveolens (eneldo).

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3. La E s c u e l a A g r o n ó m i c a Andalusi. Origen, influencias,


p r i n c i p a l e s autores, e v o l u c i ó n

La agricultura, por consiguiente, pudo haber alcanzado u n aceptable


nivel en la Península Ibérica antes de la colonización romana, con
ella desde luego alcanza notable esplendor, pero en época visigótica
entra en u n a fase de estancamiento e incluso regresión.
La llegada de los árabes a partir del s.VIII marca el comienzo de
u n nuevo y m á s profundo desarrollo agrícola en la Península Ibérica.
Es a partir del siglo X cuando los científicos andalusíes comienzan a
hacer aportaciones originales a la ciencia.
J u n t o a u n a incipiente tendencia a independizarse de la cultura
y ciencia orientales, en al~Andalus van a confluir, a partir de este
momento, u n a serie de elementos y circunstancias que serán el embrión
de la llamada "escuela agronómica andalusi". Esta alcanzará su máximo
auge en los siglos XI y XII.
La andadura inicial de esta escuela hay que ubicarla en la Córdoba
califal, en el círculo de médicos, farmacólogos y botánicos agrupados
en torno a los monarcas Abd al-Rahman III (912-961) y su hijo al-Hakam
II (961-976). Uno de los acontecimientos que más favorablemente in-
fluyeron en el desarrollo de la farmacología y botánica y por consiguiente
de la agronomía, fue el envío que el emperador bizantino Constantino
VII Porfirogeneta hizo al califa cordobés Abd al-Rahman III, de u n
ejemplar de la Materia Medica de Dioscórides.
No obstante, fue lá redacción, por Arib b e n Said del Calendario
de Córdoba, el hecho más decisivo en el nacimiento de la escuela
agronómica andalusi. El valor de esta obra, dada su antigüedad (siglo
X) es de capital importancia para el estudio de la botánica y agricultura
de la España musulmana. E n él se documentan por primera vez, muchas
de las especies botánicas introducidas por los árabes en la Península
Ibérica, y se da cuenta del cultivo de otras muchas que estaban ya
aclimatadas en nuestro suelo y de las que ellos fomentaron su uso o
cultivo.
De finales de este siglo X, contamos con otro texto agronómico.
Tratado agrícola andalusi anónimo, que posiblemente sea el primero
escrito en al-Andalus.
El auge de esta escuela agronómica que conducirá a lo que se h a
dado en llamar «revolución agrícola andalusi», se produce en un mo-
mento histórico muy concreto: el periodo de descentralización que, a
la caída del Califato, llevan a cabo los reinos de taifas (s.XI). A ello
hay que añadirle otros factores como: 1°) La realización en el Oriente

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musulmán (s.VIII-X) de un vasto programa de traducción de la herencia


agronómica grecorromana, bizantina y sobre todo, mesopotámica; 2°)
el progreso experimentado en los estudios médicos, farmacológicos y
botánicos que se inició en Córdoba en los siglos EK y X, y 3°) el crecimiento
urbano que, al plantear el problema de la seguridad del abastecimiento
alimenticio de las ciudades hispano-musulmanas, estimuló, de forma
repentina, las investigaciones encaminadas a promover el sector agrícola
y a mejorar sus rendimientos. A todo esto hay que añadirle además
la riqueza del suelo peninsular y la importante tradición agrícola his-
panorromana que encuentran los nuevos pobladores árabes.
En el siglo XI^ la «escuela» fundada en Córdoba, cambia de sede,
instalándose primero en Toledo y poco más tarde en Sevilla, con
una estrecha relación con Granada. Así continúa hasta el siglo XIII.
A pesar de la decadencia política y cultural posterior, todavía en-
contramos en la segunda mitad del siglo XIV el Poema Agrícola de
Ibn Luyun.
No se conocen apenas datos biográficos de estos autores. Este hecho,
unido al estado misceláneo y resumido en el que se encuentran los
diferentes manuscritos agrícolas andalusíes ha dificultado en gran me-
dida su posible estudio. Tenemos únicamente noticias de aquellos que
destacaron en otros campos científicos, como es el caso de Ibn Wafid,
conocido médico y farmacólogo toledano, maestro de otro de los agró-
nomos andalusíes, Ibn Bassal.
Este último destaca entre el resto de los andalusíes por su propia
personalidad. Sus conocimientos parece que se basan únicamente en
experiencias personales y apenas incorpora a su obra información ajena
a su propia práctica, como es lo habitual entre los restantes geóponos.
Al pasar la taifa toledana a manos cristianas (1085), Ibn Bassal,
como el resto de los intelectuales de su ciudad, se trasladó a Sevilla,
que a partir de este momento se convertirá en la sede de la «escuela».
En este ambiente aparece ahora Abu 1-Jayr, natural de Sevilla,
del que apenas sabemos nada, salvo noticias indirectas a través de
otros autores que utilizaron su obra. Esta puede considerarse como
teórico-práctica. Uno de los autores que mejor representa el enfoque
teórico es Ibn Hayyay, del que tampoco conocemos datos biográficos.
Al contrario que su coetáneo Ibn Bassal, con quien debió de tener
relación (año 1073) constituye un verdadero mosaico de citas de autores
antiguos, cotejadas en algunos casos con su propia experiencia. Algunos
estudios de su obra (Bolens, 1981), señalan la influencia de la tradición
agronómica latina, especialmente de Colnmela. Esta interpretación
se considera sugestiva pero muy discutible.

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Cronológicamente, el ultimo autor del siglo XI, aunque redactó su


tratado en los primeros diez años del XII, fue al-Tignari, nacido en
una pequeña alquería próxima a Granada. También fue un hábil literato
y un excelente poeta y, además médico. Tras viajar por diversos puntos
del N. de Añica y Oriente, volvió de nuevo a al-Andalus, alternando
su residencia entre Granada y Sevilla. En esta última pasó a formar
parte del círculo de agrónomos y botánicos agrupados en torno a Ibn
Bassal. De la lectura de su tratado, pese a que sólo nos ha llegado
algo menos de la mitad del original, se desprende que es uno de los
tratados agronómicos andalusíes más ordenados y sistemáticos, en el
que se aunan la teoría con la práctica vivida y experimentada en
muy variadas materias, medicina, botánica y lingüística, entre otras.
Habrá que esperar más de un siglo para que Ibn al-Awwam redacte
su enciclopedia de economía rural. El tratado de este autor fue, durante
bastante tiempo, la única referencia sobre la agronomía hispanomu-
sulmana y, paradójicamente, la personalidad del autor resulta casi
totalmente desconocida, aunque por el estudio interno de su obra parece
claro que el autor vivió en Sevilla entre los siglos XII y XIII. Su
tratado agrícola es un cúmulo de citas de textos andalusíes y orientales
y precisamente en ello radica uno de sus mayores méritos y trascen-
dencia pues, aparte de constituir un compendio de la teorías agronómicas
anteriores, puede ayudar a reconstruir los textos originales de algunos
autores, sobre todo hispanomusulmanes, cuya obra sólo nos ha llegado
de modo fragmentario o resumido. En esta obra, una de las pocas
que se nos ha conservado completa, se recoge todo el saber agrícola
y zootécnico de su época. Establece una tradición asumida, una reflexión
que procede de la experimentación, tal como él mismo afirma: «Ninguna
sentencia establezco en mi Obra que yo no haya probado por la ex-
periencia repetidas veces».
Entrado el siglo XIV nos encontramos con la última obra conocida
de la agricultura andalusi: un poema de tipo didáctico compuesto por
el almeriense Ibn Luyun (m. 1349). En ella aparecen conocimientos
agrícolas, entresacados básicamente de los tratados de Ibn Bassal y
al-lïgnari. No obstante, también le concede importancia el hecho de
ser una de las pocas obras agrícolas, junto con la de Ibn al-Awwam,
conservadas en su totalidad, acontecimiento prácticamente desconocido
entre la literatura agronómica andalusi.
Todos estos autores adquirieron sus conocimientos a través de varias
vías o grupos de fuentes: la primera y, al mismo tiempo, la de mayor
trascendencia, fue la oriental, de tradición greco-bizantina; la segunda
fue la latina y, aunque la constancia de la transmisión de sus cono-

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cimientos no queda tan clara como en el caso de la griega, induda-


blemente existió; la última vía es la que procede de la perfecta asi-
milación del saber autóctono, que constituiría un posible sustrato latino
mozárabe. A este conjunto de saberes hay que añadir los conocimientos
recogidos y transmitidos por la Agricultura Nabatea, la primera gran
obra árabe de agricultura, considerada en su época (comienzos del
siglo X) como la representante de la tradición mesopotámica.

CUADRO 3. Escuela Agronómica Andalusi. Principales autores y obras


agronómicas

Siglo X I
al Zaharawi (?) Médico cordobés. Posible autor de un Tratado de Agricultura
(Abulcasis) (Carabaza, 1995)
Arib ben Said Historiador, agrónomo, médico y veterinario cordobés. Autor del primer
Calendario Agrícola (traducción Pellat, 1961)
Anónimo andalusi Autor de im Tratado Andalusi de Agricultura (traducción de López
López, 1990) 1
Siglo XI I
Ibn Wafid Médico y agrónomo toledano autor de Compendio de Agricultura (traduc.
de Millas Vallicrosa,1943)
Ibn Hayyay Sevillano, autor de la obra titulada Lo que hasta saber sobre Agricultura
(traduc. Carabaza, 1988; estudio de Bolens, 1981)
Ibn Bassal Agrónomo toledado, autor de un Tratado de Agricultura (traduc. Millas
Vallicrosa y Azitnan, 1955)
Abu 1-Jayr Sevillano, autor de ini Tratado de Agricultura (traduc. Carabaza, 1991)
al-Tignari Gramadino, autor de la obra titulada Esplendor del jardín y recreo
de las mentes (estudio y traduc. García Sánchez, 1987,1988) \
Siglo xn 1
Ibn al-Awwam Agrónomo sevillano, autor de su Tratado de Agricultura (traduc.de
(Abu Zacarías) Banquerí, 1802; estudio Hernández Bermejo y García Sánchez, 1988) |
Siglo XIV i
I Ibn Luyun Granadino, autor de su Tratado de Agricultura (traduc.EGuaras, 1975) |

4. Valoración del patrimonio etnobotánico andalusi

4.1. Contenido de los tratados agrícolas andalusíes


Los tratados andalusíes, sobre todo aquellos que se han conservado
más integramente, siguen el mismo esquema que el adoptado por los

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clásicos (griegos y romanos) y orientales. Los primeros capítulos se


dedican a tierras, aguas, abonos, después se inician los temas de fi-
totecnia, seguidos de los de zootecnia y veterinaria. No es raro que
incluyan calendarios de tareas agrícolas, acompañados a veces de otros
de carácter astronómico y metereológico, mezclados con referencias de
tipo mágico, tradiciones locales y experiencias tomadas de viva voz
de los campesinos. Por último, suelen recoger normas prácticas de
economía doméstica, control de plagas y enfermedades de los cultivos
e incluso, recomendaciones sobre los factores, tanto físicos como mo-
rales,a tener en cuenta en la elección de los trabajadores y encargados
de las explotaciones agrarias.
Algunos, como es el caso del Libro d e A g r i c u l t u r a de Ibn Bassal,
son eminentemente prácticos, manuales escritos por un técnico agrícola,
que debieron ser de gran utilidad para los agricultores emprendedores
de la época. Otros son simples catálogos o elencos de especies como
la obra del médico cordobés del siglo X a l - Z a h r a w i . De la misma
época y origen es como ya hemos dicho el original e interesantísimo
Calendario Agrícola de A r i b b e n Said, con el que descubrimos no
sólo el paisaje sino el ritmo de la agricultura mediterránea de hace
mil años. Otras, tienen carácter enciclopédico y a modo de revisión
exhaustiva citan autores, comentan experiencias propias y ajenas y
sacan conclusiones como el mejor de los rigores cientícos. La obra de
I b n a l A w w a m es sin duda la más destacable en este estilo.
Llama poderosamente la atención la preocupación de niuplios de
estos autores y tratados por aspectos que hoy consideraríamos carac-
terísticos de u n a agricultura moderna diseñada bajo el criterio de la
sostenabilidad, casi diríamos de una agricultura ecológica. Destaca por
ejemplo, la obsesión por el reciclaje de nutrientes, el uso bien discri-
minado de estiércoles, los aspectos preventivos respecto a plagas y
enfermedades, las técnicas de control basadas en repelentes naturales,
el uso de ciertos tratamientos que hoy reconoceríamos como fitohor-
monales p a r a facilitar la propagación vegetativa y el enraizamiento,
etc.
Otro aspecto muy valioso es el paisaje y estructura agrícolas que
nos describen, caracterizado por el manejo de u n a muy elevada di-
versidad. El número de especies mencionadas en casi todos estos tra-
tados no sólo supera los de autores de épocas y culturas anteriores,
lo cual resultaría razonable, sino también el de los compendios y modelos
de agricultura coetáneos y posteriores (Alonso de Herrera, 1513) de
los Reinos Cristianos circundantes, con u n a alimentación fundamentada
en la trilogía carne-trigo-vino y agricultura más extensiva y de secano.

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Frente a ella, el manejo del agua en los regadíos, la ocupación de


los fondos de los valles y riberas con huertas y el manejo de cultivos
arbóreos de secano (almendros, dehesas de encinas y algarrobos, hi-
gueras, azofaifos, pistachos y desde luego también y muy destacada-
mente vid) convertían la agricultura, forma de vida y alimentación
hispanoárabes en algo mucho más complejo. Esta diversidad a nivel
específico venía acompañada del conocimiento y manejo de muy dife-
rentes variedades. Algunos autores entran con detalle en la descripción
de diferencias morfológicas y en el uso de dichas variedades.
Una componente de esta diversidad está constituida por especies
hoy olvidadas o marginadas en la agricultura contemporánea, algunas
con carácter muy general como es el caso de Silybum marianum, Ci-
chorium intyhus, Eruca sativa y Smyrnium olosatrum, otras desapa-
recidas sólo de la agricultura ibérica, aunque cultivadas en otras
regiones del mundo como Zizyphus lotus, Pistacia vera, Portulaca ole-
rácea, Vigna sinensis, y finalmente, otras casi desaparecidas en nuestra
región de referencia son sin embargo transmitidas desde aquí a tierras
americanas, como Cichorium intybus, Vigna sinensis, Coriandrum sa-
tivum y Lathyrus vulgaris.
Tomemos como ejemplo la obra del toledano Ibn Bassal, que no
es ni con mucho el más exhaustivo de los autores. Su obra es una
de las menos prolijas por su ya mencionado caracter práctico. Apro-
vechando una reciente revisión y análisis realizado por nosotros re-
sumimos en el Cuadro 5 las especies citadas por este autor, que podrían
representar una flora agrícola básica del Siglo XI. Consideróse al ana-
lizar el catálogo que no ha llegado hasta nosotros la totalidad de la
obra, sino un resumen de la misma, pudiendo tal vez faltar información
más signicativa respecto a cereales y otros cultivos de secano.
CUADRO 4. índice de especies identificadas en el tratado de Agricultura
de Ibn Bassal —Siglo XI— modificado a partir de García Sánchez y
Hernández Bermejo, 1995

Acacia abysinica Benth., caña gomosa Anchusa azurea Miller., lengua de buey, borraja
Adenocarpus spp., cambrón? Anthémis sp., camomila
Adiantum capillus-veneris L., culantrillo de pozo Arbutus unedo L., madroño
Alcea rosea L., malvavisco Asparagus alb us L., esparraguera silvestre
Allium cepa L., cebolla Asparagus acutifolius L., esparraguera silvestre
Allium porrum L., puerro Asparagus officinalis L., esparrago cultivado
Allium sativum L., ajo Artemisia absinthium L., ajenjo
Amaranthus blitum L., bledos Atriplex hortensis L., col romana
Amaranthus graecizans L., bledos Balsamodendron spp.
Althaea cannabina L., malvavisco Beta vulgaris L. var. cicla L., achicoria
Althaea officinalis L., malvavisco Boswellia sp., árbol del incienso

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Brassica napus L., nabo Dolichos melanophtalmos D C , alubias


Brassica nigra (L.) Koch, mostaza, mostaza negra Elaeagnus angustifolia L., árbol del paraíso
Brassica olerácea L. var. acephala D C , berza Erysimum cheiri (L.) Crantz., alhelí
Brassica olerácea L. var. hotritys L., coliflor Ficus carica L., higuera
Brassica olerácea L. var. capitata L., col Ficus sycomorus L., sicomoro
Calystegia sepium (L.) R.Br., correhuela blanca Fraxinus angustifolia Vahl., fresno
Capparis ovata L., alcaparra Fraxinus excelsior L., fresno
Capparis spinosa L., alcaparra Fraxinus ornus L., fresno
Carthamus sp. {C. arbore se ens?, C.lanatus?), Genista spp., cambrón
alazor espinoso Gossypium arboreum L., algodonero
Carthamus tinctorius L., alazor Gossypium herbaceum L., algodonero
Carum carvi L., alcaravea Hordeum vulgar e L., cebada
Cassia fistula L., casia fistola Hyphaene thebiaca Mart.
Castanea sativa Miller, castaño Jasminum officinale L., jazminero
Ceitis australis L., almez Juglans regia L., nogal
Ceratonia siliqua L., algarrobo Juncus sp., junco
Chamaemelum sp., camomila Lactuca sativa L., lechuga
Chamomilla recutita (L.) Ranschert, camomila Lagenaria siceraria (Mol.)Stand., calabaza
Chelidonium majus L., celidonia glauca Lathy rus sp., arvejas
Cicer arietinum L., garbanzo Laurus nobilis L., laurel
Cichorium intyhus L., achicoria Lawsonia inermis L., alheña
Citrullus colocynthis (L.) Schrader, coliquintida, Lens culinaris Medie, lentejas
alhandal Lepidium sp., dentelaria
Citrullus vulgaris Schrader, sandía Ligustrum vulgare L., aligustre
Citrus aurantium L., naranja Lilium candidum L., azucena
Citrus limon (L.) Burm. fil., limonero Linum usitatissimum L., lino
Citrus medica L., cidro Lupinus albus L., altramuz
Commiphora abyssinica (Berg.) Engl., árbol Lycium spp., cambrón
del incienso Lygeum spartium L., esparto
Convolvulus althaeoides L., correhuela Malus domestica Borkh., manzano
Convolvulus arvensis L., correhuela Matricaria sp., camomila
Convolvolus tricolor L., correhuela azul Matthiola incana (L.) R.Br., alhelí
Coriandrum sativum h., culantro, cilantro Melia acederach L., cinamomo
Cory lus avellana L., avellano Melilotus officinalis (L.) Pali., coronilla real
Crocus sativus L., azafrán Melissa officinalis L., melisa
Cuminum ocyminum L., comino Mentha suaveolens Ehrh., mastranzo
Cucumis flexuosus L., cohombro Morus alba L., moral
Cucumis melo L., melón (también mandràgora Morus nigra L., moral
en el texto) Myrtus communis L., arrayán
Cucumis sativus L., pepino Narcissus spp., narciso
Cupressus sempervirens L., ciprés Narcissus papyraceus Ker-Gawler, narciso
Cydonia oblonga Miller, membrillero Narcissus pseudonarcissus L., narciso
Cymbopogon schoenanthus (L.) Spr., esquinante Narcissus tazetta L., narciso
Cynara cardunculus L., cardo Nasturtium vulgare R. Brown., berros
Cynara scolymus L., alcachofa Nerium oleander L., adelfa
Cyperus rotundus L., juncia Nigella sativa L., neguilla
Cyperus esculentus L. chufa Ocymum basilicum L., albahaca, basilico
City sus spp., retama Olea europaea L., olivo
Daucus carota L., zanahoria Onopordum sp., cardo
Dipsacus fullonum L., cardo espinoso Origanum majorana L., mejorana
Dolichos lablab L., alubias Oryza sativa L., arroz

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Panicum spp., mijo Rubus spp., zarzamora


Panicum miliaceum L., panizo Rumex spp., romaza
Papaver sp. (probLfí rhoeas L.), adormidera Ruta spp., ruda
bermeja Sa/t^c spp., mimbre
Papaver somniferum L., adormidera Salix alba L., sauce
Pastinaca sativa L., chirivía Salix babylonica L., sauce
Pennisetum spp., mijo iSa/tx purpurea L., mimbre
Phoenix dactytiferà L., palmera Scirpus holoschoenus L., junco
Phragmites communis Trin., carrizo Sesamum indicum L., sésamo
Pimpinella anisum L., matalauva, matalahúga Setaria italica (L.) Beauvois, panizo
Pinus spp., pino Sinapis alba L., mostaza, mostaza blanca
Piper nigrum L., árbol de la pimienta Solanum melongena L., berengena
Pistacia terehinthus L., terebinto Sorghum bicolor (L.) Moench, mijo
Pistacia vera L., alfónsigo, pistacho Spinacia olerácea L., espinaca
Pisum sativum L., arvejas Síipa tenacissima L., esparto
Populus alba L., olmo albar Styrax benzoin Dryand., estoraque
Populus nigra L., olmo negral Styrax officinale L., estoraque
Portulaca olerácea L., verdolaga Terminalia sp., mirobalano
Prunus armeniaca L., albaricoquero Thymus mastichina (L.) L., mejorana
Prunus avium L., cerezo TYiticum spp., trigo
Prunus domestica L., ciruelo Ulmus spp. olmo
Prunus dulcis (Miller) D.A. Webb, almendro Ulmus minor Miller, olmo
Prunus mahaleh L., mahaleb Urginea marítima (L.) Baker, cebolla albarrana
Prunus persica (L.) Batsch, melocotonero, prisco Verbascum spp., verbasco
Punica granatum L., balaustra, granado Vicia sp., arvejas?
Pyrus communis L., perai y/c/a ervilia (L.) Willd, alcarceña
Quercus rotundifolia Lam., encina Vieta /aòa L., haba
Raphanus sativus L., rábano Vigna unguiculata (L.) Walpers., alubias
Retama sphaerocarpa (L.) Boiss., retama Viola tricolor L., violeta
Rosa spp., rosal Vitis vinifera L., vid
Rubia tinctorum L., rubia Ziziphus lotus (L.) Lam., azofaifo

Otro aspecto de gran interés es el estudio de la llegada progresiva


de especies orientales. Establecer la cronología de su introducción,
el establecimiento efectivo de su cultivo y la evolución de sus formas
de aprovechamiento y diversidad varietal, permite reconstruir uno
de los episodios más interesantes de la historia de la dispersión de
las especies agrícolas. Nos hemos ocupado en alguna ocasión de estos
temas comparando la citación progresiva de especies asiáticas y afri-
canas a través de autores hisparromanos, hispanovisigos y de los
principales geóponos andalusíes del siglo X-XIV. (Hernández Bermejo,
1991). Entre las especies introducidas en este periodo mencionaremos
por ejemplo:

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CUADRO 5. Algunas de las principales especies de interés agrícola introducidas


y puestas en cultivo en la Península Ibérica entre los siglos VII - XIV.

siglo en el que es mencionada por vez


especie primera, como cultivo ibérico

Cannabis sativus X
Carthamus tinctorius XI
Citrus aurantifolia XIV
Citrus aurantium XI
Citrus grandis XI
Citrus limon X
Citrus medica VII (antes?)*
Croccus sativus X (VII?)
Glycyrrhiza glabra VII
Gossypium arboreum XIII
Gossypium herbaceum X
Indigofera indica XI
Lawsonia inermis X
Musa spp. X (VII?)
Oryza sativa X
Saccharum officinarum X (VII?)
Solanum melongena X
Sorghum spp. XI
1 Spinacia olerácea XI

NOTA (*) los interrogantes indican posibles fechas anteriores de introducción, debido a la mención de
estas especies en las Etimologías de Isidoro de Sevilla.

No conviene, por ahora establecer mas que unas primeras apro-


ximaciones que encuentran las dificultades metodológicas antes men-
cionadas, junto a las dudas a veces también planteables respecto a
si la especie fue simplemente conocida y consumida o realmente cul-
tivada.
Por otra parte, taxones de introducción tradicionalmente atribuída
a los árabes en la Península Ibérica, son citadas ya por Isidoro de
Sevilla, en el siglo VIL Este es el caso por ejemplo de la caña de
azúcar {Saccharum officinarum), cidro {Citrus medica), morales y mo-
reras {Morus spp.), azafi:'án {Croccus sativus) y de alguna de las especies
de algodoneros {Gossypium sp.). Otras parecen conocerse al menos a
nivel de consumo, como la pimienta {Piper nigrum), jengibre {Zingiber
officinale) y muchas de las especies de canelas y alcanforeros {Cin-
namomum spp.).
Entre los autores hispanoárabes de los siglos X-XIV, continúan este
tipo de dudas. Hay especies que por su carácter tropical probablemente
nunca llegaron a cultivarse en el Occidente Mediterráneo como la pi-

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mienta {Piper nigrum), el añil (Indigofera indica), la canela {Cinna-


momum zeylanicum), o el estoraque (Styrax officinale), pero otras hoy
desaparecidas de la agricultura ibérica, fueron tal vez cultivos formales
en los siglos de referencia, como la alheña (Lawsonia inermis) o el
algodonero arbóreo (Gossypium arboreum). Finalmente otras fueron
con toda seguridad cultivos frecuentes, pero como hemos dicho ante-
riormente se encuentran hoy marginados o incluso totalmente olvidados
(Pistacia vera, Zizyphus lotus, Vigna sinensis, Linum usitatissimum,
Cannabis sativa, Lepidium sativum. Eruca sativa, Portulaca olerácea,
Cichorium intybus, Silybum marianum, Myrtus communis, Urginea
marítima, etc). Este puede ser por lo tanto otro aspecto de gran interés,
que permitiría la recuperación de ciertos cultivos.

4.2. ¿Una etnobotànica andalusi?

En el prólogo del Libro de Agricultura de Ibn al-Awwam, el autor,


después de manifestar cuales fueron sus fuentes bibliográficas, acaba
diciéndonos «Ninguna sentencia establezco en mi Obra que yo no haya
probado por la experimentación repetidas veces». Y más adelante, en
la Parte Segunda de la misma obra, comienza diciendo algo que repite
en otras ocasiones «Dicen [los agricultores] que conviene...». Esto aparece
en Ibn al-Awwam, el autor más enciclopedista de la escuela andalusi,
pero en otros, como Ibn Bassal, la casi totalidad de sus enseñanzas
proceden de su propia experiencia o dicho de otra forma, de los agri-
cultores y hombres de campo de su época.
Sólo la más reduccionista de las definiciones de la Etnobotànica
podría poner en duda por lo tanto, el hecho de estar ante una cultura
tradicional, transmitida felizmente por escrito por los geóponos anda-
lusíes. Con todo, podríamos aceptar el interés de plantear como cuestión
a debate el concepto de "tradicional" en la cultura y época de referencias.
Pero lo que entendemos resulta incuestionable es el hallarnos ante
una poderosa fuente documental de un patrimonio etnobotánico que
prosiguió siendo transmitido por vía oral a través de los siglos, con
independencia de su registro escrito por nuestros autores de referencia.
Es muy probable que una componente muy significativa de los saberes
populares transmitidos de España hacia América en los siglos XVI y
XVII y de los todavía conservados en ambas orillas del Atlántico, proceda
de aquel antiguo acervo, recogido, procesado y aumentado durante la
historia de al-Andalus.
Pondremos algunos ejemplos de su interés etnobotánico:

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a) La planta como parte de la visión cósmica andalusi

¿Existieron especies arbóreas que jugaran para los andalusíes,


el papel que otros árboles desempeñan en la visión cósmica de muchas
culturas indígenas? ¿Existía algún árbol sagrado o especie en torno
a la cual se pueda vertebrar una cosmología para el hispanoárabe?
Resulta desde luego algo arriesgado aventurar respuestas firmes,
pero en búsqueda de algunas hipótesis, podemos recordar de entrada,
como la palmera datilera {Phoenix dactylifera) es el árbol que mejor
define la civilización árabe. El papel que desempeña esta especie y
principalmente sus finitos, en la alimentación de las poblaciones nó-
madas y sedentarias en extensas áreas distribuidas desde Mrica Oc-
cidental hasta Oriente, queda atestiguado por ejemplo a través de la
rica terminología conservada en lengua árabe. Cada elemento morfo-
lógico de la palmera posee uno o más vocables en aquella lengua.
Igual ocurre con los dátiles, que conservan varios nombres específicos
para desginar cada una de las fases de sus procesos de maduración
y germinación. Es un árbol frecuentemente citado en el Corán, citado
como ejemplo de los dones que la providencia divina ha concedido a
la humanidad, pues además de los dátiles, la palmera proporciona
otros recursos bastante apreciados en alimentación, artesanía e in-
dustria. Los palmerales han constituido siempre para las poblaciones
de los desiertos, polos de sedentarización y civilización. La cobertura
y sombra de la palmera crean las condiciones favorables para el de-
sarrollo de la vida animal y vegetal.
¿Hasta que punto se tasladó esta obsesión y dependencia a
los territorios de al-Andalus? Si bien la palmera no jugó eviden-
temente el mismo determinante papel que en los desiertos del Norte
de África y Próximo Oriente, su presencia en la poesía y en los
jardines andalusíes fué un hecho constatado desde la Córdoba
Califal del siglo X.
Otros árboles debieron competir en este nuevo paisaje de la cultura
árabe: los autóctonos alcornoques y encinas (Quercus súber, Q.ilex, Q.ro-
tundifolia) dominaban campos y paisajes, alimentaban hombres y ga-
nados, marcaban el ritmo de las estaciones, calentaban hornos y hogares,
permitían la construcción de aperos, útiles y menaje, condicionaban
en definitiva ecosistemas y agrosistemas. Junto a ellos el olivo {Olea
europaea), la higuera {Ficus carica), el algarrobo {Ceratonia siliqua),
el granado {Punica granatum), los almezos {Ceitis australis) y las mo-
reras {Morus spp.), eran entre otros árboles, fuente y origen de alimentos,
artesanías, costumbres y formas de vida.

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b) El conocimiento de las plantas medicinales

Los agrónomos andalusíes eran personas con una sólida formación


en bastantes parcelas del saber, aparte de los estrictamente relacionadas
con su dedicación. Hay que tener en cuenta que los estudios de estos
«sabios» no se reducían a una disciplina, sino que, como más tarde
ocurrió, durante el Renacimiento europeo, en su formación se incluían
una serie de materias interrelacionadas, lo que les proporcionaba una
amplia visión de los temas que trataban, unos conocimientos enciclo-
pédicos.
Tampoco hay que olvidar que fue la traducción al árabe del Tratado
de Materia Médica de Dioscorides, realizada en Córdoba en el s. X
a partir del original griego, uno de los hechos que más influyeron en
el desarrollo de esta escuela agronómica. A todo ello hay que añadir
que buena parte de estos agrónomos eran también médicos (Ibn Waffid,
al-Tignari). La obra de Dioscorides se conviertió así en un instrumento
imprescindible para los médicos.
En cierta medida, los tratados agrícolas andalusíes están influidos
por la teoría médica humoral de origen hipocrático-galénico, aplicada
a la clasificación de tierras, aguas, abonos y plantas, teoría que tras-
ciende lo puramente agrícola. Son bastante frecuentes las referencias
a propiedades de las especies estudiadas, de las que vamos a presentar
algunos ejemplos:
El membrillo es clasificado de antidepresivo, siguiendo una termi-
nología actual, igual que el manzano. Las lentejas "engordan la sangre",
en alusión a su alto contenido en hierro. El aceite de las semillas
del alazor tiene aplicaciones médicas (no se especifican). Propidades
afrodisiacas de los nabos, igual que los puerros y el aceite de manzanilla.
La coloquíntida se emplea en la preparación de laxantes. Las castañas
tienen propiedades vermífugas, como los garbanzos y el jugo extraído
de las hojas del albaricoque; la algarroba es diurética. A los garbanzos
también se les reconocen virtudes emenagogas, entre otras. Las hojas
y cascara del limón, se emplean como antídotos frente a ciertos venenos,
igual que el anís (García Sánchez, 1981-82).
Pero no sólo citan las propiedades curativas (benéficas), sino que
previenen contra las alteraciones orgánicas derivadas de la ingesta
prolongada (demasiado frecuente) de algunas de ellas. Así, intuyen
las consecuencias del fabismo, al atribuirle a las habas la producción
de la alteración del sueño y problemas visuales.
Incluso, describen métodos en los que se introducen a las plantas,
generalmente por medio de desgarrados (desgarros), determinadas dro-

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gas con el fin de la planta crezca con las propiedades de la sustancia


introducida y poder aprovecharla íntegramente.
Lógicamente, los aspectos dietéticos y terapéuticos de las especies
espontáneas y cultivadas señalados por los agrónomos andalusíes hay
que encuadrarlos dentro de los parámetros marcados por la medicina
medieval en general. Por tanto, en ellos aparecen conceptos hoy to-
talmente olvidados, pero que tras u n a lectura minuciosa y crítica, po-
demos encontrar u n a vigencia y empleo actuales o, también u n a posible
reutilización de ciertas aplicaciones en desuso actualmente.

c) Conocimiento y manejo de las especies silvestres

Pese a su decidido interés por el cultivo de las especies, no quedan


sin embargo olvidadas las silvestres, bien por ser explotadas directa-
mente de sus poblaciones naturales, bien por sus cualidades que las
convierten en foco de conocimientos y aplicaciones. Así y entre las
primeras, se recolectan los firutos de diferentes especies como Rhamnus
spp., Rubus spp.. Arbutus unedo, Myrtus communis, Crataegus m.o-
nogyna, Sorbus spp, etc, o la madera de Salix spp y Populus spp.
Entre las segundas, se aprovecha la adelfa (Nerium oleander) para
m a t a r liendres, piojos y otros parásitos del cabello; el mirto (Myrtus
communis) se recolecta también por su aplicación en cosmética (en-
negrece y dá fuerza y vigor al cabello); la cebolla albarrana (Urginea
maritima) se utiliza para m a t a r ratones con las hojas de las palmeras
(Phoenix dactylifera) se hacen cuerdas; se conocen las virtudes esti-
mulantes de plantas como la oruga (Eruca sativa), el mastuerzo (Le-
pidium sp.) o el apio caballar (Smyrnium olusatrum), etc. El catálogo
es enorme y está recopilar.

5* C o n c l u s i o n e s : p e r s p e c t i v a s d e l a i n v e s t i g a c i ó n filológica
y e t o n o b o t á n i c a e n los a u t o r e s h i s p a n o á r a b e s

El conocimiento de la agricultura en al-Andalus, el del elenco de


especies cultivas o utilizadas en forma de silvestre, de sus técnicas
de aprovechamiento, formas de conservación y consumo, etc, es u n a
materia sobre la que nos queda aún mucho por investigar, decir y,
lo que es m á s importante, analizar a la luz de sus posibilidades de
aplicación ulterior. No sólo constituye parte de un patrimonio cultural
pasado sino además, u n conjunto de conocimientos que nos permitirá

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interpretar mejor la historia y evolución de las relaciones hombre-planta,


así como recuperar especies y conocimientos útiles para la humanidad.
Olvidado durante mucho tiempo por parte de arabistas e historia-
dores de la ciencia, reaparece ahora el interés por el tema, lo que
h a permitido se h a y a n iniciado diferentes proyectos sobre el mismo.
La primera fase a seguir —tal como se está ya haciendo— es, forzo-
samente, de carácter filológico, pues estos tratados, conservados muchas
veces en forma de manuscrito y muy pocos veces traducidos hace ya
muchas décadas o incluso siglos, requerían de u n proceso de revisión
o traducción rigurosas, antes de poder iniciar trabajos de otra índole.
Esta labor e n t r a ñ a u n a especial complejidad en la identificación e
interpretación de los nombres de las plantas citadas en los textos,
pues a los problemas estrictamente filológicos hay que añadir otros,
como puedan ser la aplicación de u n nombre vulgar a diferentes especies
vegetales, o el caso contrario, que u n a misma especie reciba varios
nombres vulgares, todo lo cual conlleva a contradicciones y equívocos
entre nombres científicos y vulgares. Estas y otras muchas cuestiones
h a n hecho necesario la formación de un grupo multidisciplinar en el
que colaboran arabistas, agrónomos y botánicos, que desde finales de
los 80 esta desarrollando u n a serie de proyectos incluidos en los planes
de investigación nacionales y regionales encaminados a u n mejor co-
nocimiento de la agronomía andalusi.
E n definitiva, debemos reconocer que la agronomía hispanoárabe
de los siglos XI-XIII fue, sin lugar a dudas, la de mayor importancia
y trascendencia en el mundo musulmán de esta época. Por otra parte,
hay que conceder a la geoponimia hispanoárabe, recopiladora del saber
agronómico anterior e innovadora en tantos aspectos, el mérito de
haber dejado su impronta en los conocimientos y prácticas agrícolas
del Occidente cristiano y a través de ella, haber cruzado incluso el
Atlántico, llegando a entremezclarse a través de los primeros colonos
europeos en el Nuevo Mundo con el saber de los aborígenes y con el
resto de culturas importadas desde otras tierras y por otros pueblos.

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