Confianza Inquebrantable - Joyce Meyer
Confianza Inquebrantable - Joyce Meyer
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FaithWords
Hachette Book Group
1290 Avenue of the Americas, New York, NY 10104
www.faithwords.com
twitter.com/faithwords
ISBN 978-1-546-03180-2
E3-20170722-JV-NF
CONTENIDO
Cubierta
Página del título
Derechos de Autor
Introducción
Sobre la autora
¿Tenemos una verdadera relación con Jesús?
Notas
Boletines
INTRODUCCIÓN
¿Qué es la confianza?
Tener una relación con Dios va mucho más allá de leer las
Escrituras diariamente, ir a la iglesia una vez a la semana, dar
dinero en la ofrenda y, tal vez, hacer algunas buenas acciones.
Eso no es más que religión, pero la poderosa relación que se
nos ofrece a través de la fe en Cristo es una sociedad. Dios
nos da la capacidad y espera que la utilicemos, siempre
confiando en Él. Él también está listo para hacerse cargo de lo
que no podamos manejar. Me gusta decir: Confía en que Dios
te ayudará a dar lo mejor de ti y confía en que Él hará el
resto.
Paz mental
Dios nos da paz mental cuando depositamos nuestra
confianza en Él. A lo largo del día llegan a nuestra mente
muchos pensamientos que causan angustia y preocupación.
Esta mañana, por ejemplo, estaba al lado de alguien que
estaba muy callado y no mostraba ningún interés en tener una
conversación conmigo. Pensé algo así como: no creo que yo
le caigo muy bien. De repente, comencé a sentir que debía
“hacer algo” para cambiar la situación. Pero no sabía qué.
Cuando tratamos de hacer algo que no sabemos surge en
nosotros estrés, preocupación, angustia y algunas veces temor.
¿Hay aspectos en su vida que usted siente que debe “reparar”
pero no sabe cómo? Si es así, puede hacer lo que yo hice esta
mañana y orar, entregándole el problema a Dios y confiando
en que Él “lo reparará”. Hice una plegaria sencilla: “Padre,
pongo mi relación con en tus manos. Te la entrego y
te pido que hagas tu voluntad”. Tan pronto lo hice, mi paz
mental regresó.
Poco después de eso, conversé con uno de mis hijos y
pude notar que no estaba muy bien emocionalmente. Le
pregunté si podía ayudarlo de alguna forma, pero dijo que no
e inmediatamente pensé: ¿Qué será lo que está mal?
¿Discutió con alguien? ¿Se siente mal físicamente? ¿Qué
pasa? Tenía la mochila llena de preocupaciones y estaba lista
para cargarla durante todo el día cuando recordé que podía
dejársela a Dios, quien era el único que sabía qué andaba mal
y qué podía hacerse al respecto.
Oré: “Padre, ayuda a que decida tener un buen
día. Permítele ver cuán bendecido es y que esté agradecido en
vez de estar triste”. Poco después de orar me llegó un mensaje
de texto que decía: “Me siento mucho mejor ahora, ¡Te
amo!”.
A diario podemos experimentar muchas situaciones como
esta. No es de extrañar que la gente se sienta estresada a
menos que aprenda a confiar en Dios y entregarle sus cargas.
Yo fui así durante más de la mitad de mi vida, pero ahora
estoy agradecida de saber qué hacer con mis preocupaciones.
Comparta su día con Dios, hablándole de todo. La oración
es simplemente conversar con Dios, así que le invito a no
verla como una simple tarea que debe cumplir. Por medio de
la oración involucramos a Dios en cada aspecto de nuestra
vida, incluyendo aquellos que intentan robarnos la paz y
causarnos ansiedad.
No se engañe creyendo que no tiene otras opciones a la
hora de escoger sus pensamientos. Si nuestros pensamientos
están llenos de preocupación o ansiedad, podemos elegir
pensar en otra cosa. La Palabra de Dios nos enseña que
debemos desechar los malos pensamientos, llevándolos en
cautiverio a la obediencia de Cristo (ver 2 Corintios 10:5). He
descubierto que hablar con Jesús a lo largo del día sobre todo
lo que hago y las preocupaciones que tengo es una de las
mejores formas de permanecer en comunión con Él, disfrutar
de su presencia y, al mismo tiempo, recibir su ayuda.
¿Qué pensaba Jesús cuando estaba frente a una situación
que podríamos calificar como “problemática”? En la Biblia
tenemos muchos ejemplos de cómo Jesús manejaba estas
situaciones y Él siempre escogía confiar en su Padre celestial.
Incluso cuando estaba en la cruz y sintió que había sido
abandonado, dijo: “Padre, ¡en tus manos encomiendo mi
espíritu!” (Lucas 23:46). Este fue el momento más difícil de su
vida y aun así, en medio de un dolor y sufrimiento terribles,
¡confió en Dios!
La Biblia también nos narra la historia de cuando Jesús
estaba en la barca y se desató una tormenta de grandes
proporciones. Los discípulos que estaban con Él estaban
desesperados y temerosos, pero Jesús estaba durmiendo en la
popa de la embarcación. Cuando lo despertaron y le
expresaron sus temores, Jesús les dijo: “¿Por qué estáis así
amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? (una firme esperanza
confiada)” (Marcos 4:40).
¡Dios espera que confiemos en Él! Él nos ofrece esa
posibilidad y actuaríamos sabiamente si aprendiéramos a
confiar en Él cada vez que sentimos la tentación de
preocuparnos. ¿Por qué sentirnos desdichados si no hay
necesidad de ello?
¿Qué pasa si no obtengo lo que quiero?
Pienso que el temor de no obtener lo que queremos es la
causa principal de nuestras dificultades para aprender a
confiar en Dios. La mayoría estamos convencidos de que la
única manera de asegurarnos de obtener lo que deseamos es
cuidándonos a nosotros mismos. Este temor evita que
confiemos enteramente en alguien.
Yo fui criada por un padre y una madre abusivos, y estaba
segura de que nadie se preocupaba de mí. Mi posición era que
si yo no cuidaba de mí misma, ¡nadie más lo haría! Quizás
usted pasó por algo parecido y fue tan infeliz como lo fui yo.
A menudo Dave se sentía mal por mi reticencia a confiar en
él, pero yo no estaba segura de que él no tomaría decisiones
egoístas que solo lo beneficiaran a él. Creía que me amaba,
pero mis padres también me habían dicho que me amaban y
ya sabía el resultado. No podría aprender a confiar en los
demás hasta que aprendiera a creer en el amor incondicional
de Dios y me diera cuenta de que, aunque alguien me hiciera
daño, Dios me sanaría y me consolaría. Dios siempre tiene lo
mejor para nosotros en sus planes y, una vez que creamos en
ello, podremos confiar en Él y aprender a confiar en los
demás.
Confiar en Dios no es garantía de que siempre
obtendremos lo que queremos. Sin embargo, si no lo
recibimos es porque Dios tiene en mente algo mejor para
nosotros. Muchas veces le he pedido a Dios cosas que al final
no he obtenido, solo para darme cuenta después de que si
Dios me las hubiera concedido en ese momento, no habrían
sido algo bueno para mí. A medida que vamos aprendiendo a
desear lo que Dios quiere para nosotros, por encima de lo que
nosotros queremos, vamos obteniendo paz mental en cada
situación.
Jesús nos dio un ejemplo perfecto de la actitud correcta
cuando oró en el jardín de Getsemaní antes de su dolorosa
muerte:
La necedad de la
autosuficiencia
No creo que nuestro motivo para dar deba ser esperar algo
a cambio. Debemos dar porque deseamos ayudar a otros,
pero la Palabra de Dios promete que cuando lo hagamos,
regresará multiplicado de muchas formas.
Job hizo una afirmación bastante radical. Dijo que si no
utilizaba su brazo para ayudar a aquellos que lo necesitaran,
entonces sería mejor que le quebraran el hueso desde la base
(ver Job 31:16–22).
Las citas de las que estoy hablando han tenido una
influencia enorme en mi vida y oro para que usted se tome el
tiempo de leerlas varias veces antes de continuar. Usted y yo
tenemos el poder de aliviar el sufrimiento y no deberíamos
dejar pasar ninguna oportunidad de hacerlo. John Bunyan
dijo: “Usted no ha vivido hoy hasta que no haya hecho algo
para alguien que nunca se lo podrá recompensar”.5
Iluminemos el rostro de Dios
Es increíble pensar que podemos hacer que el rostro de Dios
se ilumine, pero las Escrituras así lo señalan. David hizo está
oración: “Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo, y
enséñame tus estatutos” (Salmo 119:135).
Cuando hacemos la voluntad de Dios, ¡su rostro
resplandece! Y creo que brilla aún más cuando nuestra
obediencia tiene que ver con ayudar a los demás, porque
cuando lo hacemos lo estamos imitando. He escuchado a mi
hijo decir sobre sus hijos: “Me vieron haciendo tal cosa y
ahora me copian”. ¡Esto me lo cuenta con el rostro iluminado!
Cada vez que ponemos una sonrisa en el rostro de alguien,
¡creo que el rostro de Dios se ilumina!
CAPÍTULO 7
En todo tiempo
¿“Permite” Dios el
sufrimiento?
Día a día
Cuando Dios les envió pan del cielo a los israelitas, no era
solo para alimentarlos, sino también para probar su fe. Les
ordenó que tomaran solo lo que necesitaban para un día y que
confiaran en que al día siguiente Dios volvería a enviar
alimento para un día. Imagínese lo difícil que debió haber sido
para muchos de ellos. Estaban en un desierto sin comida ni
medios para obtenerla. Estoy segura de que tenía muchísimo
miedo. ¡Sé que yo sí lo hubiera tenido!
Hay momentos en los que Dios nos prueba para ver si
realmente creemos en Él o no. Si los israelitas trataban de
guardar un día la porción del día siguiente se les descomponía
y comenzaba a heder. ¿Con cuánta frecuencia tratamos de
guardar preocupados la porción de mañana, solo para
terminar sintiéndonos más infelices?
Hace poco me desperté muy temprano y de inmediato
comencé a pensar en todos los proyectos de escritura que
tenía pendientes, cuyas fecha límites se vencían casi al mismo
tiempo. Además, pronto tendría una conferencia y debía
prepararme; también debía hacer un poco de televisión, asistir
a algunas reuniones de negocios, ¡y a varias citas personales!
Cuanto más pensaba en todo lo que tenía que hacer en el
próximo mes, más presionada y sobrecargada me sentía. Dios
le habló a mi corazón, recordándome algo que yo ya sabía:
Vive un día a la vez. Inmediatamente desapareció la presión,
porque gracias a mi experiencia con Dios sé que, sin lugar a
dudas, Él nos ayuda a hacer todo lo que quiere que hagamos,
si nos tomamos un día a la vez.
Cuando usamos el presente para preocuparnos por el
futuro, malgastamos el presente. ¡Esto es inútil! Jesús dijo que
no nos afanáramos por el mañana, porque el mañana traería
su propio afán (ver Mateo 6:34). Dios nos ayuda cuando
confiamos en Él, no cuando nos preocupamos e inquietamos
por no saber cómo vamos a solucionar nuestros problemas.
En el 2013 lanzamos un devocional llamado Trusting God
Day by Day, que ha sido uno de nuestros devocionales más
exitosos. ¿Por qué? Porque nos presenta algo que sentimos
que podemos hacer. Pensar en todo lo que tenemos que hacer
en la vida de una sola vez, incluso en una semana o en un
mes, puede ser abrumador, pero un día a la vez suena factible.
Alcohólicos Anónimos usa este principio con los hombres y
mujeres que acuden a ellos para recibir ayuda. La gente a
menudo siente que no hay manera de poder vivir el resto de
su vida sin un trago; el miedo a fallar es tan fuerte que ni
siquiera quieren intentarlo. Pero el intento de no beber un día
a la vez suena factible. La meta es permanecer sobrios durante
un día, y muchos pueden dar testimonio de cuántos días
exactamente han estado sobrios, aunque hayan pasado años
desde la última vez que tomaron.
Este principio viene directo de la Palabra de Dios y por eso
funciona en casi todos los aspectos de la vida. Podemos salir
de deudas, ejercitarnos, perder peso, graduarnos en la
universidad, ser padres de un niño con necesidades especiales
o triunfar en cualquier cosa que tengamos que hacer si
confiamos en Dios y vivimos la vida un día a la vez.
Me encanta esta cita de un autor desconocido: “Trato de
vivir la vida un día a la vez, pero a veces varios días me atacan
a la vez”.
La diferencia entre fe y confianza
Las palabras “fe” y “confiar” se usan a veces indistintamente,
pero, ¿hay diferencia entre ellas? Ambas son similares de
muchas maneras, ya que requieren confianza en Dios, pero
“fe” es un sustantivo y algo que tenemos, mientras que
“confiar” es un verbo y algo que hacemos.
Dios nos da fe. Su Palabra dice que a cada quien se la ha
dado una medida de fe (ver Romanos 12:3), pero depende del
individuo lo que haga con ella. La confianza es fe en acción.
Es una fe que ha sido liberada. Solo piense en todo aquello en
lo que la gente pone su fe aparte de Dios: los sistemas
financieros del mundo, el gobierno, la educación, otras
personas, fondos de retiro, ellos mismos, etcétera. De todo
aquello en lo que la gente pone su confianza, Dios es lo único
realmente confiable.
Quiero que ponga atención en la frase que estoy usando:
“Ponga su confianza en Dios”. “Poner” es una palabra que
implica una acción. Cuando ponemos algo en algún lado, es
nuestra decisión. Puedo poner esta computadora a cargar de
nuevo cuando termine de usarla, para que esté completamente
cargada y lista para usarla la próxima vez, o puedo dejarla
abierta encima del sofá y la próxima vez que la necesite estará
descargada y no la podré usar. Es probable que no se
descargue, pero si es así, pasaré un mal momento. Algo
similar ocurre cuando ponemos nuestra confianza en algo o
alguien que no es Dios. Hay probabilidades de que las cosas
salgan bien, pero nuestra experiencia nos demuestra que no
siempre ocurre así.
Obviamente, hay cosas y personas en las que podemos
confiar, pero no hay garantía de que el resultado será siempre
satisfactorio. Puedo decirle honestamente que después de
caminar con Dios durante tres cuartos de mi vida, estoy
completamente satisfecha de haber puesto mi confianza en Él.
Aunque las cosas no siempre resultaron como yo quería o
como pensaba que lo harían, ahora me doy cuenta de que
Dios siempre hizo lo mejor.
Si no lo ha estado haciendo, ¿tomaría usted la decisión de
comenzar a confiar en Dios en cualquier situación en la que se
encuentre? Tómelo como un esfuerzo de un día a la vez y le
aseguro que le será más fácil hacerlo. ¿Puede confiar en Dios
por el día de hoy? ¿Puede colocar su confianza en Él por hoy?
Sea cual sea la situación que esté atravesando hoy, ¿se la
entregará a Dios y confiará en Él?
La Biblia está llena de historias de gente que dijo que
“pondría” su confianza en Dios. Fue una decisión que
tomaron. Los escritores a menudo usan la frase en tiempo
futuro cuando hablan de confiar en Dios. Tomar la decisión es
la primera parte, pero luego hay que seguir, una hora a la vez
si es necesario. Los pequeños logros con el tiempo nos
ayudan a alcanzar grandes objetivos.
La Biblia dice:
Confiar en Dios será más fácil los días en los que la vida
nos sonríe, pero en los días en los que nuestros asuntos no
salen tan bien, será más difícil. Si estamos atravesando algo
muy trágico o doloroso también se nos hará difícil, pero
debemos recordar que Dios nunca nos dice que hagamos algo
que no podemos hacer. ¡Podemos confiar en Dios día a día!
Aunque haya días en lo que debamos decirnos mil veces:
“Confiaré en Dios”, vale la pena hacerlo. Esto no solo honra a
Dios, sino que nos libera de cargas para las que no estamos
preparados y que no estamos obligados a llevar.
Cuando me diagnosticaron cáncer de mama en 1989 estaba
asustada, y mi primer impulso fue preocuparme. Mi mente
estaba llena de dudas, pero Dios me pidió que dijera: “Señor,
en ti confío” en vez de hablar sobre mis miedos y
preocupaciones. Algunos días tenía que repetirlo una y otra
vez, pero persistí. Finalmente llegó el día de la operación, con
el examen de mis ganglios para ver si el cáncer había
avanzado. Esperar los resultados de los exámenes requirió
más confianza en Dios día a día. Parecía que había pasado
mucho tiempo, pero todos los días decía: “Señor, en ti
confío”. Finalmente, nos dieron los resultados y todo estaba
bien. No había cáncer en los ganglios, pero los doctores no
estaban seguros de si se necesitaba algún otro tratamiento.
Solo el oncólogo podía decirlo. Pedí una cita con el oncólogo,
que por supuesto no fue de inmediato, así que siguieron más
días de confianza en Dios para saber qué sería de mi vida en
los próximos meses. Todos sabemos lo difícil que es querer
respuestas y tener que esperar por ellas.
Durante ese tiempo de espera tuve muchas oportunidades
de dejar vagar mi mente hasta el peor escenario posible, pero
Dios me recordaba que confiara en Él. Cuando finalmente vi
al oncólogo, me dijo que no había necesidad de tratamientos
adicionales porque el cáncer había desaparecido
completamente. Podía seguir mi vida normalmente,
haciéndome solo un chequeo anual. ¡Qué alivio! Sentía que
había soltado un peso de quinientas libras. Cada año, cuando
llegaba la hora de hacerme la mamografía, debía atravesar
nuevamente todo el proceso. Un día el radiólogo creyó ver
algo en la imagen y quiso que me quedara para hacerme un
ultrasonido. ¡Tuve que esperar nuevamente! ¿Y si el cáncer
regresó? ¿Y si se expandió a otros lugares? Estas preguntas
y muchas otras me pasaron por la mente durante la espera,
pero dije: “Señor, en ti confío independientemente de lo que
pase”.
Me hicieron el ultrasonido, ¡y no tenía absolutamente nada!
De nuevo fui declarada libre de cáncer, y así ha sido durante
veintisiete años.
Le cuento esta historia para que sepa que sé que confiar en
Dios a menudo requiere que luchemos la buena batalla de la
fe, como le dijo Pablo a Timoteo en Timoteo 6:12. El diablo es
un mentiroso, y trata de aprovechar cualquier situación para
llenarnos de temor, ¡pero podemos arruinar sus planes
escogiendo deliberadamente “confiar” en Dios!
Es probable que cuando usted lea esto piense que ha
confiado en Dios en el pasado y las cosas no salieron como
usted quiso. Si es así no me sorprende, porque ciertamente las
cosas no siempre resultan como queremos. Confiar en Dios (o
mejor dicho, confiar totalmente en Dios) no es igual a recibir
lo que queremos. Cuando tomamos la decisión de confiar en
Dios, nos estamos comprometiendo a confiar en Él sin
importar el resultado. Le damos el honor de confiar en que Él
sabe más que nosotros.
Job expresa esta confianza total cuando dice: “He aquí,
aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15). Job sabía
que su Redentor vivía y que al final se levantaría sobre el
polvo (ver Job 19:25). La fe y la confianza en Dios que Job
mostró es el mensaje más importante del libro de Job. A
menudo nos enfocamos tanto en las razones de nuestro
sufrimiento que obviamos las demás lecciones que hay en el
libro. La fe de Job me sorprende, y leerlo me anima a confiar
en Dios a pesar de lo que me esté pasando.
Job se quejaba y pensaba que no se merecía el sufrimiento
que estaba atravesando, pero nunca dejó de confiar en Dios.
Al final, Dios le restauró el doble de todo lo que había
perdido, y me imagino que se sintió estupendamente. Creo
firmemente que Dios recompensa a quienes confían en Él
constantemente.
Muy pocos podemos atravesar un incidente trágico sin
quejarnos aunque sea un poco, y probablemente pensamos
que no merecemos nuestros problemas, tal como ocurrió con
Job. Pero en medio de todo, podemos tomar la decisión de
confiar en Dios un día a la vez y, si lo hacemos, podemos
enfrentar cualquier cosa.
¿Cómo será mi futuro?
A todos nos encantaría conocer el futuro. La gente gasta
millones de dólares en adivinos y psíquicos deseando tener
alguna información sobre lo que les sucederá. La Palabra de
Dios condena tales prácticas y es interesante que la gente
gaste tanto dinero en eso. Cuando confiamos en Dios no
necesitamos hacer nada de eso porque sabemos que Él nos
revelará nuestro futuro en su debido momento y, hasta que
llegue ese momento confiaremos en Él.
Abraham Lincoln dijo: “Lo mejor sobre el futuro es que
viene un día a la vez”.9 ¿De verdad nos gustaría saber nuestro
futuro? Creo que si lo llegáramos a saber, desearíamos nunca
haberlo hecho. En cada vida existen cosas buenas y cosas no
tan buenas. Si viéramos el futuro, estaríamos contentos con
una parte de él, pero tal entusiasmo de disiparía cuando
viéramos las cosas difíciles, dolorosas, decepcionantes o
desafiantes.
El hecho de que enfrentemos los días difíciles uno a la vez
nos permite hacerlo sin darnos por vencidos. Podemos hacer
cualquier asunto un día a la vez siempre que confiemos en
Dios, apoyándonos y descansando en Él. Pensar en exceso en
nuestros problemas hace que nuestra mente se canse y
queramos tirar la toalla con la vida. Si supiéramos el futuro, tal
vez nos preocuparíamos por todas las dificultades que vimos
en él, y lo más probable es que nos sintiéramos abrumados.
Estoy bastante segura de que si Dios quisiera que
conociéramos el futuro, se las habría arreglado para que lo
conociéramos. Todo lo que oculta de nuestro conocimiento es
por una buena causa, y podemos descansar en la certeza de
que Él nos revelará lo que necesitemos saber en el momento
adecuado.
A veces vivimos humillados y a veces en abundancia, y
Pablo nos anima a estar conformes en ambos casos (ver
Filipenses 4:11–12). Dios usa ambas situaciones en nuestra
vida. No todas las épocas son iguales, pero cuando las
combinamos, se convierten en una vida hermosa. Después de
un largo invierno la primavera siempre llega y las flores brotan
nuevamente.
No sé lo que me depara el futuro, pero confío en que será
maravilloso y creo que lo mismo le ocurrirá a usted. Vivamos
la vida un día a la vez y disfrutemos la victoria que Dios nos
da cuando confiamos en Él con toda nuestra mente y nuestro
corazón. Por favor, ¡no cometa el error de desperdiciar el
presente preocupándose por el futuro! Dios nos sostiene en
sus manos, estamos en su mente y podemos hacer todo a
través de Él, que es nuestra fuerza (ver Filipenses 4:13).
CAPÍTULO 14
Lo desconocido
• Odio el cambio.
• Le tengo miedo al cambio.
• No me gusta el cambio.
• Me gusta tener el control de lo que está pasando en
mi vida.
• Me gusta como está todo actualmente y no quiero
que cambie.
• Me gusta el cambio.
• Creo que los cambios en mi vida mejorarán las
cosas.
• Me emociona ver los resultados de este cambio.
• Quiero ser todo lo que pueda ser y sé que los
cambios son parte del proceso.
• Quiero estar donde Dios quiere que esté y eso puede
requerir un cambio.
Creo que una de las actitudes más fáciles para los seres
humanos es encontrar faltas en los demás. ¡También es una de
las actitudes más tristes! Todos tenemos defectos, pero
pareciera que en nuestro afán de cambiar a los demás,
dejamos de ver aquello que necesitamos cambiar en nosotros.
Solo Dios puede cambiar realmente a la gente, porque el
cambio es algo que debe ocurrir de adentro hacia afuera. Para
que el comportamiento de un individuo cambie realmente,
debe cambiar el corazón, y solo Dios puede darnos un
corazón nuevo. En Ezequiel 36:26, dice: “Os daré corazón
nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré
de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de
carne”. Eso significa básicamente que Dios nos dará su
corazón y su Espíritu; que se llevará nuestro corazón duro
como la piedra para remplazarlo por uno que sea sensible a su
voluntad y su toque. Sin este cambio, no hay muchas
esperanzas de que nos amemos unos a otros realmente y de
que logremos vivir en paz.
Tal vez haya alguien en su vida a quien le gustaría ver
cambiar. Puede ser un cónyuge, hijo, padre, otro pariente,
amigo o compañero de trabajo. La gente no cambia a menos
que quiera, así que el primer paso es orar por ellos, pidiéndole
a Dios que le dé la disposición de enfrentar la verdad sobre su
comportamiento y el deseo de cambiar. Lo único que
podemos hacer después de eso es servir de ejemplo para ellos
y enfocarnos en sus atributos, en vez de sus defectos.
Ore con humildad
Orar para que otros cambien debe ser un acto de total
humildad; de lo contrario, podemos caer en la misma trampa
en la que creemos que otros han caído. En 1 Corintios 10:12
se nos dice: “Así que, el que piensa estar firme [inmune a la
tentación, demasiado confiado y farisaico], mire que no caiga
[en el pecado y la condenación]”. Yo por lo general oro así:
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