Cap7 PELECHANO
Cap7 PELECHANO
Cap7 PELECHANO
VICENTE
PELECHANO
as enfermedades crónicas han sustituido a las infecciosas en prevalencia en las
L
COLECCIÓN CURSOS DE POSTGRADO EN PSICOPATOLOGÍA Y SALUD
sociedades modernas, aquejando a casi la mitad de la población adulta actual. Sin
embargo, el tratamiento de estas enfermedades ignora la mayor cantidad de com-
plejidades personales y familiares que conllevan. En este libro se presenta la perspectiva
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TRATAMIENTOS
PSICOLÓGICOS
EN ENFERMEDADES
CRÓNICAS
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C O L E C C I Ó N C U R S O S D E P O S T G R A D O E N
P S I C O P AT O L O G Í A Y S A L U D
Coordinada por:
Bonifacio Sandín
Rosa M. Valiente
Miguel A. Santed
Paloma Chorot
MADRID
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VICENTE PELECHANO
TRATAMIENTOS
PSICOLÓGICOS
EN ENFERMEDADES
CRÓNICAS
KLINIK
Madrid, 2010
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© Copyright by
Vicente Pelechano Barberá
Klinik, S. L.
Madrid, 2010
ISBN: 978-84-95884-16-9
Depósito legal: M-49209-2009
Preimpresión e Impresión:
SAFEKAT, S. L.
Belmonte de Tajo, 55 - 3.º A - 28019 Madrid
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LA PROMOCIÓN DE LAS HABILIDADES
INTERPERSONALES
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Hasta tal punto ha proliferado en la actualidad el ansia de encontrar nuevas entidades (propuestas
muchas veces sin asentamiento en evaluación ni teoría contrastables, como sucede con la «inteligencia emocio-
nal»), que se habla de inteligencia en casi todos los órdenes de la vida (hay inteligencia perceptual, emocional,
creencial, tecnológica, sensorial, artificial, natural, biológica, educativa y, cómo no, «política») sin que se opera-
cionalicen modos de evaluación y de contrastación o validación de los conceptos). Entre el reduccionismo extre-
mo y el pluralismo anencefálico puede encontrarse alguna vía de compromiso.
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La intuición aristotélica del ser humano como un zoon politikón, como un ani-
mal social, en el siglo IV antes de Cristo, sigue teniendo vigencia en nuestros días.
Esta «sociabilidad» posee antecedentes filogenéticos y, en el ser humano, signifi-
ca que le resulta «fácil» vivir en comunidad. Pero se trata de una categoría descrip-
tiva en la medida en que el poco esfuerzo que necesita desarrollar para vivir en con-
vivencia no determina un código ético de ayuda y, por ello, en esa convivencia
surgen las conductas altruistas, junto con acciones agresivas y hasta letales para
los demás (guerras, campos de exterminio, crueldad y malos tratos, son ejemplos
de ello).
Entre las derivaciones que esta definición de animal social lleva consigo se
encuentra la idea de que el ser humano vive en grupo, que en ese grupo desarro-
lla la mayor parte de su actividad, que al vivir en grupo aparecen unos sentimien-
tos respecto a los demás y a uno/a mismo/a y que en ese grupo surgen proble-
mas que deben encontrar soluciones que satisfagan, al menos, a la mayoría y que
en muchas ocasiones, las respuestas que se dan ante las necesidades que presen-
tan los pertenecientes al grupo pueden ser disfuncionales para algunos o la mayo-
ría de sus miembros. Para detectar y aislar los problemas, así como para encontrar
soluciones se apeló a la existencia de «capacidades» como atributos identificativos
de los seres humanos y, entre ellas, se elaboró a la «inteligencia» como la más
valiosa. Todavía en nuestros días, se considera que la noción y medida de la inte-
ligencia ha sido el mayor logro aplicado de la psicología en el mundo social, pese
a sus deficiencias.
El caso es que prácticamente coincidiendo con la propuesta de la inteligencia,
entendida como capacidad para resolver problemas que eran de corte científico-
natural y con aplicaciones en este dominio, surgieron voces que demandaban una
reorientación o, cuanto menos, una complementación de esta idea de inteligencia
con el fin de incluir el manejo de situaciones sociales2. Y ello, entre otras cosas,
2
Así, la valoración de la adaptación por parte de Terman-Merrill de la escala de Binet en Esta-
dos Unidos hecha por Thorndike criticó la asimilación de todas las inteligencias a la «académica»,
dejado de lado tanto la mecánica (comprensión y manejo de aparatos) como la social (comprensión y
manejo de situaciones y problemas interpersonales y sociales), lo que poco después fue retomado por
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Hunt y Vernon a finales de los años 30 del pasado siglo. Ya desde los años cuarenta del pasado siglo
se ofrecieron «tests de inteligencia social» (Chapin, Dymond) que comenzaron a evaluar inteligencia
social como «empatía».
3
En ausencia de información se asumen procesos distintos en cada una de las propuestas, aun-
que con interacciones entre ellos a nivel evolutivo. La tipología se hace provisionalmente por domi-
nios de funcionamiento que son relevantes en nuestra sociedad. Para más información véase Pelecha-
no (2000) capítulo sobre competencias de personalidad.
4
Las aplicaciones sobrepasan a la clínica y ocupan un lugar importante en la educación, en
donde se puede vislumbrar una cierta evolución. Hasta la mitad del siglo pasado los «tests de inteli-
gencia» eran los mejores predictores del rendimiento académico porque los objetivos educacionales esta-
ban muy influidos por esta sensibilidad de eficacia en la ciencia natural. La ampliación del ámbito
educativo llevó a modificar esos objetivos y, subsecuentemente los criterios de «rendimiento académi-
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co» en los centros escolares para incluir no solamente las ciencias sino la socialización y elementos
motivacionales. Se está pasando paulatinamente, en la educación básica para toda la población de un
ideal de «producción y consumo» a otro más cercano a «solidaridad y crecimiento sostenido» y de
una meritocracia a una aceptación de los seres humanos en términos de «igualdad» más que en tér-
minos de «mérito» (una buena parte del movimiento de «igualdad feminista» se inserta en esta línea
que, además, posee otros componentes).
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Detrás de este tipo de inteligencia se encuentra la división de Windelband en el siglo XIX
entre ciencias de la naturaleza (las Naturwissenschaften) y las del espíritu (las Geisteswissenschaften).
Las primeras se relacionan con la inteligencia académica de corte convencional, mientras que las segun-
das tendrían que ver más con la comprensión histórica y cultural de los fenómenos sociales e históri-
cos.
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En gran medida, las «habilidades sociales» se encontrarían situadas en la inteligencia socio-ins-
titucional (formación de líderes), y formarían parte de la «escuela de políticos» de los distintos parti-
dos políticos, que se trasluce, en más de una ocasión, en las «normas internas» y «recomendaciones»
acerca de cómo comportarse y qué hacer y decir en las apariciones públicas de los parlamentarios o
personal elegido para desempeñar cargos públicos.
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No existen casos conocidos de sabios humanos que lo hayan sido a lo largo de toda su vida y
en todas sus acciones o decisiones. El rey Salomón pasó por ser un hombre sabio (aunque con algu-
nos reparos, recuérdese el recurso de mandar partir en dos a un bebé), lo que no le impidió dejar de
serlo durante una época en la que rechazó a su propio dios y abrazó a los de la reina de Saba; poste-
riormente se arrepintió de estos últimos hechos, dejó a la reina de Saba y a sus dioses y construyó, en
desagravio, el templo para honrar al dios de sus padres. El caso de Ghandi, más reciente, tampoco se
encuentra exento de aristas de conducta no sabia y de otras sabias, a lo largo de su vida. Hay que
recordar aquí que un problema similar se da en el caso de la inteligencia y recientemente se ha insis-
tido en el hecho de que personas muy inteligentes pueden comportarse de manera escasamente inte-
ligente (claro que depende de la inteligencia y de los contextos de vida; curiosamente, las conductas
poco inteligentes tienden a encontrarse relacionadas con una escasa variabilidad, como sucedió recien-
temente con el entonces presidente de los Estados Unidos, Clinton; y hace ya más de 30 años, con otro
presidente, J. F. Kennedy).
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tra presente en casi todos los humanos y sabiduría que es el nivel máximo8), la
teoría del equilibrio de Sternberg (todavía no operacionalizada con instrumentos
de evaluación validados aunque, curiosamente, con programas de entrenamien-
to), que identifica la sabiduría como un conocimiento tácito en el que se equilibran
y sopesan los intereses y beneficios individuales con los colectivos; y la del gru-
po de Pelechano que identifica la sabiduría con el saber vivir en contacto con los
demás sin violencia ni dependencias, sino como una relación inter-pares (se ope-
racionaliza mediante pruebas de refranes, de elección ante situaciones no contra-
dictorias, cuestionarios de estoicismo y epicureismo, intolerancia de ambigüedad
y pruebas de prudencia y de habilidades interpersonales).
En este sentido, las habilidades interpersonales se encontrarían ubicadas den-
tro de la inteligencia interpersonal y, en algunos casos, en las sabidurías interperso-
nales, que pueden ser distintas en función de los contextos de vida en que vivamos.
Una representación simplificada de la inteligencia social se encuenra en la
figura 7.1.
8
El grupo de Baltes utiliza cinco criterios de valoración de las respuestas ante los problemas de
vida que exponen en sus estudios: (a) conocimiento de hechos relevantes; (b) conocimiento de proce-
dimientos de solución de los problemas planteados; (c) contextualismo en la interpretación de los
conocimientos que se posean (edad, cultura, biografía); (d) relativismo de valores (con la excepción de
los valores humanitarios) y (e) manejo de la incertidumbre. Cada criterio se puntúa de 1 a 7; y sabidu-
ría se refiere a calificaciones superiores a 5 en todas las categorías; en el resto de casos se habla de
conocimiento relacionado con sabiduría.
INTELIGENCIA SOCIAL
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Socioinstitucional Sociopersonal
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ría de las enfermedades del sistema respiratorio, del sistema inmune y del diges-
tivo, amén de su relevancia en las enfermedades oncológicas. Entre las «aplicacio-
nes» de estos atributos personales y estilos de vida, que se han ofrecido a lo largo
de los últimos 50 años se encuentran ciertas acepciones del estrés y la apelación a
capacidades o habilidades humanas para afrontar con éxito los problemas de rela-
ciones personales que se tienden a incrementar en las enfermedades crónicas.
El estrés, se encuentra presente en la mayoría, si no en todas las intervencio-
nes propuestas hasta el momento, en los programas de ayuda psicológica que se
ofrece en las enfermedades crónicas. La inmuno-psicología viene demostrando
desde hace más de una década que las situaciones problemáticas, que no pueden
ser controladas por el ser humano y que este ser humano siente que le superan,
actúan de manera que se incrementa la aparición de síntomas en enfermedades tan
distintas entre sí como la artritis reumatoide, enfermedades cardiovasculares, apa-
rato genitourinario, en síndromes de dolor (fibromialgia) y en enfermedades del
sistema respiratorio (asma por ejemplo). Y esto es así de tal modo que uno de los
objetivos que aparecen en casi todos los programas de intervención psicológica que
han sido aplicados y contrastados, es la reducción del estrés. Y entre los estreso-
res de mayor relevancia no se encuentran, en las sociedades avanzadas, los pro-
blemas que aparecen «en la naturaleza» sino, precisamente, los que son produc-
to de las interacciones humanas. En el lado opuesto, se ha demostrado que el
apoyo social representa un recurso tanto o más importante que los niveles del
colesterol en la previsión de las enfermedades cardiovasculares (Pelechano, 2008).
Y una relación familiar problemática resulta un predictor de la disminución en la
expectativa de vida de los enfermos cardiovasculares, oncológicos, renales, diges-
tivos y respiratorios.
En el caso de los atributos personales hay que recordar algunas cosas, siquiera
de pasada: En primer lugar, que componentes de atributos relacionados con la
interacción social tales como la competitividad, la hostilidad, la sobrecarga en la
responsabilidad laboral y la impaciencia en la resolución de problemas de relación,
forman parte del patrón de conducta tipo A y, dentro de ellos, la hostilidad repre-
senta uno de los pocos elementos que poseen un papel relevante en los estudios
de validez predictiva de este patrón, en enfermos cardiovasculares. En segundo
lugar, algunos de estos atributos se encuentran asimismo en otros problemas serios
como la insuficiencia renal grave y, en general, en aquellas condiciones graves
que superan las maneras usuales de alivio de problemas, sufrimiento y malestar.
En tercer lugar, la promoción de la paciencia ante las situaciones que no se con-
trolan, la empatía, la compasión y el perdón forman parte de muchos programas
de intervención en la ayuda y recuperación de supervivientes de infarto. En cuar-
to lugar, se promueven estrategias de solución de problemas (incremento en capa-
cidad de solución de problemas interpersonales) en las intervenciones dirigidas a
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Repárese, que incluso las parejas de enfermos oncológicos restringen, aun sin razón, la acti-
vidad sexual, simplemente porque creen que, a pesar de lo que dicen los médicos, puede ser una
«enfermedad contagiosa». Y las inhibiciones no solamente se restringen a las relaciones sexuales.
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gías más frecuentes se encuentran depresión y ansiedad. Las dos poseen repercu-
siones interpersonales y representan focos de sufrimiento, no solamente perso-
nal, sino asimismo, para las personas que rodean al enfermo. Y en este sentido, el
mantenimiento de unas relaciones interpersonales lo más satisfactorias que sea
posible redunda en una mejoría del estado psicopatológico del enfermo.
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O un único más simple (la navaja de Occam, recuérdese).
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mente eficaz, que ayuda a los demás y viene a ser un punto de referencia en la mane-
ra de entender las relaciones personales satisfactorias. No se trata de una perso-
na dependiente de los demás, sino que interactúa con los demás respetando sus
creencias y opiniones, a la vez que pide respeto para las suyas, no interfiere ni
impone puntos de vista propios y entiende, sin cóleras ni envidias, el sufrimien-
to, en su caso, y el bienestar que gozan los demás.
Sabemos que existe una evolución psicológica de estas habilidades, que se
presentan con escasas relaciones entre sí en caso de niños pequeños y que se van
«estructurando» y pautando relaciones hasta la adolescencia en la que ya forman
un «factor de orden superior». Sin embargo, el resultado «monofactorial» no debe
hacer olvidar la complejidad de relaciones entre sus componentes, así como que
se encuentran en distinto nivel de consolidación en la estructura personal o, dicho
de otra manera, que su sensibilidad o facilidad para el cambio es distinta para
distintas habilidades: existen unas que resultan más fácilmente modificables
—como la identificación y dimensionalización de problemas— que otras. Su ubi-
cación en un parámetro de consolidación dentro de la estructura personal las situa-
ría, en su mayor parte, en un nivel contextual-intermedio. Las más difíciles de
modificar son la de búsqueda de soluciones distintas y la segmentalización, que
se mantienen así a lo largo de todo el período evolutivo estudiado (cercanas a un
nivel básico de funcionamiento personal); la atribución causal resulta bastante
sensible al cambio y el añadido de buena comunicación y la previsión de conse-
cuencias resultan de una dificultad intermedia (excepto en algunos casos concre-
tos como en psicopatía y en trastornos histriónicos y narcisistas, que resultan casi
imposibles de modificar). Con el cambio, además, se modifica la estructura de
relaciones entre ellas.
Habría que añadir, en estas notas de identificación, que las habilidades que
vamos a presentar, proceden de distintas tradiciones de pensamiento psicológico
(Pelechano, 1991), por lo que no resulta adecuado asimilarlas, en exclusiva, a una
u otra escuela o modelo.
En buena cuenta, una parte considerable de las «dimensiones» podrían ser
reinterpretadas como «fases» de solución aunque la experiencia ha demostrado que
el orden de entrenamiento de estas dimensiones en niños, adolescentes, adultos
y ancianos, ha dado poco juego (de hecho, modificando el orden de entrenamien-
to no dan lugar a resultados significativamente distintos).
Identificación de problemas:
Adultos: Para darme cuenta de que una persona tiene un problema conmigo, me fijo en
las siguientes cosas.
Ancianos: Cuando un amigo mío tiene algún problema, se le nota en que:
Asunción de perspectivas:
Adultos: Ana, de 19 años, se va de casa de sus padres y dice que está embarazada
Sentimientos y pensamientos de Ana
Sentimientos y pensamientos del padre de Ana
Sentimientos y pensamientos de la madre de Ana
Sentimientos y pensamientos de Pedro, de 17 años, hermano de Ana
Ancianos: Don Agustín padeció de cataratas y ahora está ciego del todo y vive con su hija.
La hija tiene que ayudarle para hacer todas las cosas
¿Cómo cree que se sentirá don Agustín?
¿Cómo cree que se sentirá la hija de don Agustín?
¿Cómo cree usted que se sentirán los otros hijos de don Agustín?
Atribución causal
Adultos: Un/a amigo/a mío/a vive en pareja desde hace dos años. De pronto lo ha deja-
do ¿por qué? (causas posibles)
Ancianos: Doña Carmen enviudó hace muchos años. Desde entonces vive con su hijo y su
nuera. Siempre que su nuera va a salir a comprar, le pide a doña Carmen que le acompañe
¿por qué cree usted que la nuera le pide a doña Carmen que le acompañe? (causas posibles)
Previsión de consecuencias
Adultos: Me he peleado, seriamente, con mi mejor amigo/a. Las cosas que van a pasar
a partir de ahora son las siguientes (consecuencias probables).
Ancianos: La nieta de don Pedro y de doña Dolores llega a casa con malas notas. Sus
padres le riñen mucho. Entonces se va llorando a casa de sus abuelos porque su abuela
siempre la ha consolado ¿Qué cosas pasarán después? (consecuencias probables).
Búsqueda de soluciones alternativas
Adultos: Qué cosas y procedimientos seguiría para encontrar trabajo
Ancianos: Don Pedro es viudo desde hace años. Es socio de un club de ancianos y allí cono-
ce a doña Candelaria, que está soltera. A don Pedro le gusta doña Candelaria ¿Qué cosas
puede hacer don Pedro para que doña Candelaria se fije en él?
Segmentalización
Adultos: A. Comienzo de la historia: Deseas casarte y tener pareja
B. Final de la historia: Ya te has casado hace un mes. Dí todas las cosas que has tenido
que hacer y, si ha habido problemas ¿cómo los has resuelto?
Ancianos: A. Comienzo de la historia: Dos José se jubiló hace dos años. Un día, él y su
esposa doña Carmen tuvieron una fuerte discusión. Doña Carmen se fue a vivir a casa
de su hija y don José se quedó solo.
B. Fin de la historia: Doña Carmen regresa junto a don José ¿Cómo consiguió don José
que su mujer regresara? (diga todas las cosas que se le ocurran)
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En el entrenamiento en dimensiones, se dividía el grupo a entrenar en subgrupos de 4 parti-
cipantes y en cada uno de ellos se seguía un orden distinto, obtenido por extracción aleatoria de las
dimensiones. Se han aplicado, además, cuestionarios de personalidad (en el caso de adolescentes,
adultos y ancianos) y escalas de calificación sobre factores positivos y negativos de socialización (en
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el caso de niños) antes y después del programa de intervención, con el fin de poder estudiar los cova-
riados que podían incidir en el cambio y se aislaron los efectos de estos covariados mediante técnicas
de correlación parcial y análisis de varianza multivariable (MANOVA). El número de sesiones, carac-
terísticas de los participantes y objetivos a conseguir en los dos tipos de aplicación de grupo (fases y
dimensiones) han sido los mismos.
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La doctora María Milagros Hernández Bienes corrió con la mayor parte del trabajo de apli-
cación y recogida de datos del grupo de hemodiálisis hospitalaria.
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Usualmente, los enfermos han sido remitidos por el servicio hospitalario corres-
pondiente. Antes del comienzo del programa se llevan a cabo las sesiones indivi-
duales necesarias para recoger la información que es la siguiente: una prueba de
inteligencia en el caso de que haya sospecha de retraso o deterioro mental de
medio a grave, anamnesis (en parte recogida por el equipo médico, la correspon-
diente a la condición crónica) acerca de la vida personal, laboral y familiar, depre-
sión y ansiedad y, caso de que se sospeche después de la entrevista, una evalua-
ción de los posibles trastornos de personalidad. La información recogida debe
sistematizarse y estar en poder del terapeuta al comienzo de la realización de las
sesiones del programa.
El número ideal de asistentes para las sesiones en grupo se encuentra entre 5
y 9.
El material básico es una pizarra (idealmente de reunión, con papeles y rotu-
ladores) a la que, idealmente, se acompaña de un cañón de proyección en el que
se van exponiendo las tablas y figuras acerca de los contenidos que se expongan
en cada sesión. Si el nivel educativo de los participantes es de no tener problemas
en leer y escribir, se prepara un material complementario con lo esencial de cada
sesión, para que se lo lleven a casa. Se pide que todo el material que se vaya entre-
gando lo traigan consigo a las sesiones.
En la propuesta que sigue se especifican las sesiones genéricas que forman el
programa. Entre los objetivos se encuentra crear una atmósfera distendida en la
que se traten todos los temas relevantes. Se pide que se mantenga el secreto de los
contenidos concretos que se dan en las sesiones y el respeto de los asistentes entre
sí; y que se participe activamente en la marcha del programa aunque no hablen a
la vez dos o más personas.
Aunque se ordenan por «sesiones» realmente la dinámica del programa es la
que dictará cuando se termine una sesión (no más de 120 minutos) y se dejan los
últimos 10-15 minutos para recapitular los contenidos y establecer las «ganan-
cias» de cada sesión, se haya terminado el contenido de la sesión o no. La rapidez
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(a) Objetivos:
1. Promover el conocimiento de los asistentes entre sí
2. Creación de un clima adecuado que permita la distensión y la comuni-
cación personal.
3. Que se entienda la finalidad básica del programa y de los tipos de acti-
vidades que se van a realizar.
4. Comprender qué son los problemas interpersonales y su relevancia para
la convivencia y la distensión personal y familiar.
5. Aceptar que «tener problemas» es «lo normal».
6. Generar una actitud positiva ante la existencia de problemas, lo que sig-
nifica que «hay que buscar soluciones».
7. Entender que no existe «la» solución sino un abanico de soluciones ante
un mismo problema.
(b) Dinámica:
El terapeuta debe dirigirse a cada participante por su nombre (o manera de nom-
brarlo por parte de familia y amigos), no por su apellido. Debería comenzarse con
una exposición corta en la que se explique el objetivo del programa (aprender a
manejar las situaciones de relaciones personales y de esta manera incrementar la
aceptación que tengan por parte de los que les rodean).
Se intentará que se aprendan distintas maneras de resolver los problemas que ten-
gamos con las personas. Se insiste en que algunos problemas que «no son persona-
les» pueden serlo porque se disimulan las razones, o no parece bien hacerlas explí-
citas.
Estos problemas no suelen tener una solución simple, ni fácil y usualmente
requieren verlos de manera distinta para poderlos enfocar de forma adecuada.
Como se verá, lo primero es identificarlos y, antes que eso, reconocer que se tie-
nen. Debe comenzarse por detectarlos, identificarlos, reconocerlos (admitirlos,
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porque muchas veces no se reconocen). El ideal es que cada uno los encuentre y
aprenda a resolverlos, o a resolverlos de otra manera a cómo lo hacía hasta ahora
(en especial si generan problemas para uno/a mismo/a o los demás). Más impor-
tante que los resuelva el terapeuta es que los participantes aprendan a resolver-
los. Y en estas reuniones se darán las pautas para ello y se ayudará a que, entre todos,
se pueda avanzar en la solución de los problemas.
Después se pasa a la presentación personal, comenzando por el que dirige la
sesión: nombre, edad, profesión, estado civil y que se expongan tres característi-
cas positivas y tres negativas. Después se anima a que cada participante se expon-
ga a sí mismo, procurando no coartar la espontaneidad personal y recordando
que se trata de exponer al menos tres características positivas y tres negativas que
cada uno cree que tiene y que considere importantes.
Se subraya la necesidad por promover la libertad de expresión, limitada a la
no utilización de expresiones malsonantes o tacos, los ataques personales y el des-
precio, insulto o devaluación de uno de los miembros participantes o de todo el
grupo.
Un primer punto de reflexión es que la enfermedad que cada uno sufre, hoy por hoy
(y se vive el hoy) no tiene una solución médica. Ello implica que es tan inútil la lucha
agónica en busca de una «curación» milagrosa, como «dejar caer los brazos» por-
que no tiene solución. Casi la mitad de los humanos adultos sufren de alguna
enfermedad crónica (que no tiene solución) y la vida sigue. Aceptar la enferme-
dad no quiere decir «no hacer nada» sino aceptarla para vivir de la mejor mane-
ra posible uno/a mismo/a y los que nos rodean. A veces nos llenará de sufrimien-
to…pero no siempre. Otras veces hasta la olvidamos porque no parece que nos afecte
en gran medida.
Resulta importante la aceptación de una posición realista en la que aceptar
tener la enfermedad no significa que ella llene toda la vida, sino que es una parte
de la vida y una parte de cada ser humano, pero no todo el ser humano. Y ello impli-
ca que el «estar enfermo/a» no implica inhibición total de acciones, pensamien-
tos y sentimientos sino comenzar a pensar, hacer y sentir de la mejor manera posi-
ble para seguir viviendo y relacionarse con los demás.
El programa trata de problemas interpersonales y la manera de resolverlos. Son
problemas de relaciones entre personas.
Transmitir la idea de que tener problemas de este tipo es lo normal. Lo primero, es
reconocer que se tienen estos problemas.
Tres razones, al menos, que justifican la «normalidad»:
(a) Porque somos distintos psicológicamente unos de otros y por ello tene-
mos distintas maneras de hacer, pensar y sentir. Ejemplos de ello representan
temas como: el color de las paredes de la sala de terapia, opinión sobre el fútbol,
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las telenovelas, el SIDA, los trasplantes, que se deben discutir dejando exponer posi-
ciones de los asistentes. El terapeuta resume y, en todo caso, apunta puntos de
vista distintos para ilustrar la tesis de la «diferenciación» en maneras de pensar y
sentir.
13
Debería diferenciarse entre «consistencia» que representa pauta uniforme de respuesta (si
alguien se enfada, se enfada a todos los niveles y sin diferenciación entre pensar, sentir y hacer), con-
sistencia que es directamente observable, y «coherencia» que se refiere, realmente, al sentido que tie-
nen las respuestas que damos, en función de las cuales, pensamos que «somos consistentes» aun cuan-
do realicemos respuestas no consistentes, porque «se tiene una razón que justifica y da sentido coherente
a las distintas respuestas».
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con él. Lo mismo puede pensar el esquimal. Y la solución no es eliminar todo tipo
de convivencia… porque entonces aparece la soledad, la carencia de apoyo social
y la posibilidad de ser ayudado (nosotros, viviendo aislados, tampoco tendría-
mos posibilidad de ayudar). La solución es encontrar y apoyar los elementos posi-
tivos que lleva consigo la convivencia, soslayando o haciendo menos caso de los
problemas que trae consigo.
En resumen:
(b) Dinámica:
Se comienza con un repaso de la sesión anterior.
Se lanza la pregunta ¿quién no tiene problemas personales? Si todos tenemos
problemas (aunque no todos con la misma persona), y, por otro lado parece que
funcionamos bastante bien, entonces tener problemas de relaciones personales no es ser
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* * * * *
Otro punto de interés: ¿Cuál podría ser el primer paso para poder resolver un
problema? Parece que lo primero es que el problema exista y se reconozca como proble-
ma. Negar la existencia del problema es garantizar que no se resuelva.
Pero debe existir, no inventar el problema. En psicología, en alguna ocasión,
de no haber problema, se ha «creado», no descubierto el problema y, una vez «crea-
do», funciona como tal (atribución, por ejemplo).
Existen algunas claves, señales o indicadores para saber que existen problemas,
que suelen ser claves de expresividad emocional (recuérdese aquello de que «La
cara es el espejo del alma»). Sirve para identificar la existencia o no de problemas
y también para comunicar emociones (repárese en la expresividad que se da en los
actores y actrices).
Aunque no siempre existe una relación clara entre expresión y sentimiento. A veces
escondemos lo que sentimos. Muchas veces disimulamos lo que sentimos para
evitar que nos «hagan daño» (nos escondemos emocionalmente de los demás por-
que los demás nos dominan o nos pueden dañar).
14
Suele resultar útil exponer la «teoría del pisotón». Cuando alguien recibe un pisotón, quien
lo da suele pedir perdón; pero ese perdón no elimina el dolor de quien ha sido pisado ¿Es importan-
te el pisotón o el perdón? ¿Resulta igual el pisotón que damos que el que recibimos? Suele doler el reci-
bido, no el dado. Aunque pensamos y sentimos que el que recibimos siempre, siempre, es más dolo-
roso que el pisotón que damos. Con la «venganza» suele suceder algo similar; siempre la acción recibida
se siente que es peor que la emitida como venganza.
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Este argumento ignora algo claro: olvida que si no nos conocen, los que nos
pueden ayudar, no lo podrán hacer de forma eficaz. Debe recordarse que un aná-
lisis diagnóstico sirve para ayudar y que un diagnóstico adecuado sirve para esta-
blecer el mejor tratamiento posible y conocer mejor el pronóstico. En los proble-
mas interpersonales sucede lo mismo.
Una consideración complementaria: a veces se llega a pensar que expresar
sentimientos es de personas débiles, o que la expresión emocional es un fenóme-
no que muestra debilidad de personalidad. Y esta creencia no tiene datos a favor,
al contrario. Debe recordarse que no saber identificar ni expresar emociones sí es
una patología (alextimia). Y no saber apreciar la emocionalidad, a veces, es bas-
tante negativo. Así, por ejemplo, el ser humano tiende a percibir el estado emocio-
nal de los perros al comienzo de la vida (de ahí que usualmente los niños peque-
ños no sean atacados por perros normales); sin embargo, esta capacidad se va
atrofiando con el incremento de edad hasta el punto que a los nueve años se ha per-
dido prácticamente esa «percepción».
Existen dos posiciones extremas. Por un lado, los que defienden que no debe
existir ninguna relación entre lo que se dice, lo que se siente, lo que se piensa y lo
que se hace. Por otra, los que defienden que es una virtud la «consistencia» entre
lo que se dice, piensa, siente y hace.
Durante décadas se ha defendido la promoción de la consistencia total que se ha
equiparado con la honestidad y la sinceridad, con lo que se ha convertido en una
posición ética (con la secuela de que lo que no quieres para ti, no lo quieras para
otro) frente a cualquier otra posición distinta que se identificaba con una ética de
doble verdad (una para sí mismo/a y otra para los demás). Ante este posiciona-
miento deben presentarse algunas cuestiones que se discutirán en el grupo:
lúan cuando no rechazan de pleno, todo aquello que no sea lo que ellos
defiendan, digan y sientan.
• Debe tomarse en consideración, además, que «sinceridad» y «verdad» no
son equivalentes. La «sinceridad» representa un fenómeno psicológico de
coherencia entre lo dicho y lo sentido y/o hecho; la «verdad» tiene que
ver con la conformación entre lo que se dice y el mundo objetivo. Así, una
persona puede ser totalmente sincera y decir falsedades (suele suceder
con la percepción de la pareja, que «subjetivamente», esto es, «sinceramen-
te» puede ser considerada como el/la más bella del mundo y hasta enfa-
darse si hay alguien que lo dude). En un sentido más radical, representa-
ría una posición en donde siempre se capta y se defiende la verdad y que
la subjetividad personal e individual se identifica con la única verdad posi-
ble y, por supuesto, refleja el sentir, hacer y pensar de la colectividad.
• Además, habría que añadir que la sinceridad en sus posiciones extremas,
puede ser bastante cruel, como en el caso de que lo primero que se diga a
un recién intervenido quirúrgicamente de un problema grave es que tie-
ne mala cara, o que su pronóstico es malo.
* * * * *
Se propone un tema de discusión (10 minutos por tema) como por ejemplo, el
horario de llegada a casa de hijos adolescentes, el momento de ir a la cama de
niños pequeños, o la salida de casa sin razón aparente de la pareja (se anotarán por
parte del terapeuta las digresiones sobre el tema de discusión, los comentarios
irrelevantes, las subidas de tonos de voz, reiteraciones de los argumentos…).
Debe encontrarse en la pizarra o en la pantalla el siguiente texto:
Tercera sesión: prácticas de comunicación eficaz: En esta sesión hay que lograr los
siguientes objetivos:
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(a) Objetivos: (1) Lograr que los participantes expresen con adecuación los
contenidos y los tonos de voz correspondientes.
(2) Que los participantes eviten el terminar las conversaciones, o decir la
última palabra en estas conversaciones.
(3) Que los participantes aprendan a no interrumpir una comunicación, fra-
ses o expresiones que estén oyendo, al margen de su grado de acuerdo o desa-
cuerdo con ellas. Diferenciar entre contenido de la información, forma y valor
de verdad.
• Alegría
• Tristeza
• Enfado
• Orgullo
• Miedo
• Asombro
• Resignación
Después de que los participantes hagan los ejercicios, si es posible, se graba con
una cámara y se visiona la cinta con los comentarios pertinentes.
En un tercer momento se trata de intentar diversificar el lenguaje que se uti-
liza y la manera de utilización en función de las personas con las que se hable, o
la «audiencia» y objetivos que se persigan. Ejemplificar con situaciones como las
siguientes: (a) explicar a un niño pequeño que no le dan permiso para ir a una
excursión o (b) explicar a un niño pequeño que se le ha muerto un familiar. Las mis-
mas situaciones pero cuando hay que exponerlo a un adulto.
Se pasa a hacer el análisis de una conversación entre una pareja y, en el análi-
sis, importa registrar los elementos que facilitan, dificultan o impiden una comu-
nicación eficaz: Se puede escenificar por parte de dos asistentes:
—No sé…
—Además, nunca se encuentra aparcamiento, ni siquiera en la zona azul que
hay que pagar ¿Tú crees que va a mejorar la situación?
—Deja ver…»
Se señala: intentar no acabar una conversación. En el texto anterior parece que una
de las personas no tiene mucho interés en seguir el diálogo porque «tiende a que
se acabe». Una variante de esta estrategia consistiría en responder de manera cla-
ra que no le interesa el tema, o que no va a seguir hablando, que no le interesa la
persona o el tema (o ambos). Todas ellas son variaciones, de distinta intensidad,
en las que se demuestra un claro interés en no seguir hablando.
Otra opción sobre el mismo tema:
«—Este mes he tenido que hacer verdaderos milagros para llegar a fin de mes,
para poder pagar las facturas y comprar de comer.
—Y ¿qué quieres que haga? Es que compras muchas cosas
—De eso nada, quien gasta el dinero en tonterías eres tú.
—Yo gasto lo necesario para la casa, pero el dinero que dejas en las máquinas
no tiene ningún rendimiento.
—Te repito que quien derrocha el dinero en tonterías eres tú.
—De eso nada, la mitad del sueldo de este mes lo has gastado tu.
—¡Cállate ya, quien saca las cosas de quicio eres tú, y ya me estás cansando!
—Bueno, vamos a dejarlo, pero si no dejas de jugar, vamos a tenerla.
—¡Tú eres quien tiene que dejar de comprar caprichos y tonterías!
—¡Y tu dejar las máquinas!
—¡Tu los caprichos!
—¡Y tú las máquinas…!»
Se pregunta sobre los defectos que posee este diálogo como buena comunica-
ción. Procurar no enfocar la cuestión acerca de quién tiene la razón, sino de la for-
ma de expresar esa razón.
Además, se deben incorporar las aportaciones de inconvenientes registrados
con conversaciones y/o los ejemplos aportados por los participantes, dependien-
do del nivel de comprensión. Cada nueva aportación puede escribirse en la piza-
rra o incluirse en la pantalla. A modo de ejemplo se encuentran a continuación, algu-
nas de las respuestas encontradas en distintos grupos:
• No tratan el tema central. Son argumentos dirigidos a la persona más que al pro-
blema.
• Creen que gritar más les da la razón.
Cuarta sesión: Identificación de problemas; lo que se debe hacer y no hacer para resol-
ver un problema.
(a) Padre al margen del problema.—El padre se enfada con facilidad y trata a
Manuela como si tuviera cinco años, aunque la quiere. Por otra parte, ella le tie-
ne miedo cuando se enfada y hace todo lo que pide su padre sin protestar, aun-
que no le gusta. Por eso cada vez va a verle menos, aunque le quiere.
(c) Insistir en el análisis de los problemas más que de las personas. ¿Dónde radica
el problema? ¿En el padre? ¿En Manuela? ¿En el deterioro de su relación? (se argu-
mentan las distintas opciones). Al final, debería llegarse a la conclusión de que
ambos, independientemente de quién haya comenzado, mantienen el problema;
y culpar sólo a una parte, no ayuda a identificar correctamente el problema. Y
aceptar esta «conclusión» resulta de cierto interés.
Resulta muy frecuente «echar la culpa a los demás». Posiblemente el padre
piensa que Manuela es una «mala hija» por no ir a verle y Manuela piensa que su
padre es culpable por su «mal carácter». Con esta manera de pensar es imposible
llegar a resolver el problema: en el mejor de los casos, pueden tolerarse en ciertas
situaciones. A veces nos cuentan el mismo problema dos personajes distintos y
parecen dos problemas totalmente distintos.
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(d) Qué no hacer. Puede comenzarse con un ejemplo: si vamos por una carre-
tera desierta y se nos «sale» una rueda. Cuando paramos, nos damos cuenta de que
le faltan los cuatro tornillos.
Cómo no se resuelve el problema:
El segundo problema enunciado más arriba son las relaciones con el jefe en el
trabajo.
(a) El jefe le grita, está pendiente de lo que hace Manuela y le echa broncas
cada vez que pide permiso para salir antes. Manuela, por su parte, hace las co-
sas de mala gana, sin poner mucho cuidado porque su jefe verá siempre las faltas
y no lo que hace bien.
(b) Dimensiones del problema. Debe guiarse el análisis en el sentido de deli-
mitar:
15
O dicho con otras palabras: el tiempo no resuelve los problemas. Con el paso del tiempo, si no apa-
recen elementos nuevos, los problemas se enquistan y se convierten en más difíciles de resolver. O se
agravan porque se van incrementando los elementos de referencia en contra. «El, tiempo resuelve los
problemas» si se mantiene abierto el sistema de relaciones, aparecen nuevas posibilidades o se permi-
te vivir con un sistema de valores distinto. En el caso de «mantenerse todo igual», los problemas no se
resuelven, se endurecen y radicalizan; en especial si se rompe la relación entre los personajes que pro-
tagonizan las historias. O, dicho con otras palabras: el tiempo «resuelve» los problemas que no son rele-
vantes, no porque los resuelva sino porque «los pone en su lugar» y, si no son especialmente importan-
tes… simplemente se van enquistando y aislando del sistema total. Si realmente son importantes, al
pasar el tiempo se «duermen» y se despiertan en cuanto la situación lo requiere, lo exige o lo rememo-
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ra. La afectividad real e intensa, tiende a permanecer junto a las delimitaciones del problema que resul-
tan importantes; aun cuando no se reconozca de entrada, no se desea reconocer, o se pretenda ignorar.
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(b) Dinámica.—Se trata de lograr dos objetivos cuya relación no es muy estre-
cha: aprender a adoptar una posición «perspectivista» en la que se trata de enten-
der y proponer posiciones distintas (que corresponden a los distintos personajes
de la historia o del problema), situándose en ellas. Es una manera de entender la
«empatía» desde un punto de vista cognitivo (Cfr. Pelechano, 1991) que es un ele-
mento relevante para poder lograr un cambio terapéutico.
Por otro lado, se trata de detectar las formas erróneas de pensar a la hora de
afrontar los problemas, lo que puede plantearse, ya desde la adolescencia, como
un elemento relevante y de notable calado personal.
Se comienza con una historia, la de Don José:
solución; antes era una persona alegre y bromista y ahora anda triste y casi no
habla.»
Expuesta la historia, cada participante debe responder qué personaje le cae
más simpático, lo siente más cerca de su manera de pensar y sentir, así como las
razones que justifican su posicionamiento. Se orienta en el sentido de que lo
ideal para entender a cada personaje es «ponerse dentro de su piel». Y que den ra-
zones de su manera de pensar y hacer.
En una segunda ronda, se pide que cada participante «cambie» de personaje
con el que se puede identificar, con el fin de enriquecer las aportaciones de cada
participante.
Deben irse anotando las aportaciones «positivas» y coherentes con cada per-
sonaje, entrando en sus valores y creencias sobre el mundo y la visión de este
mundo para cada protagonista de la historia. Y, naturalmente, desde el supuesto
de que todos ellos se quieren.
En un momento posterior, se pide a los participantes que propongan histo-
rias entresacadas de su propia experiencia, con el fin de hacer ejercicios e ir acer-
cándose a sus problemas reales. En todo ello debe mantenerse la actitud de respe-
to hacia las maneras de pensar que son distintas y que justificarían posicionamientos
distintos.
* * * * *
16
Recuérdese que «Todo es según el cristal con que se mira».
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(i) Filtro de lo relevante. Cuando una persona tiene problemas tiende a fijar-
se en los detalles negativos, sin tener en cuenta los positivos. Por ejemplo, si esta-
mos en una reunión y todo está saliendo bien; sin embargo, hemos tenido una
situación un poco incómoda con un camarero y de ahí, llegamos a la conclusión
de que, debido a este incidente, «todo ha sido un desastre». Se pide a los partici-
pantes que relaten incidentes parecidos y se hace reflexionar acerca de la utilidad
de esta manera de pensar, que perturba la percepción y el significado que poseen
las situaciones. Plantear cuestiones acerca de lo que se deriva de esta forma de
pensar y expresar.
(ii) Pensamiento polarizado o dicotómico. Sucede cuando se formulan posi-
ciones excluyentes y radicales (quien no está conmigo está contra mí; o se es bue-
no o no se es bueno, o se es listo o se es tonto, o es verdad o mentira…). Se trata
de un estilo de pensamiento asentado en la lógica dicotómica en la que se tiende
a simplificar el análisis de todo tipo de situaciones y de problemas, en las que los
problemas que se exponen tienen límites definidos y se ignoran los matices y las
zonas de modulaciones y especificaciones. Tiende a presentar relaciones con pen-
samiento rígido o dogmático.
Se sigue el mismo procedimiento de análisis que en el caso anterior: que pon-
gan ejemplos los participantes y se analizan las consecuencias que se derivan de
estas maneras «radicalizadas» de pensar17. Y lo que «se pierde» al eliminar plan-
teamientos menos simples, pero más cercanos a la complejidad de la vida.
(iii) Sobre-generalización. Se promueve este estilo de pensamiento cuando se
toma la parte por el todo, o cuando sucede algo desagradable o negativo en una
ocasión y se piensa que en cada ocasión sucederá lo mismo (tanto a una persona
como a otra, esto es, a todas las personas) sin que exista una razón lógica que lo
justifique. Por ejemplo, si se sale por la mañana y uno resbala y se cae el suelo. Sobre-
generalización es pensar que cada vez que sea «mañana» y se salga a la calle, se
resbalará18.
17
Debe tenerse presente que de la misma manera que resulta un sesgo el pensamiento ditocó-
mico radical, de la misma manera debe tenerse presente que su posición antinómica en la que «todo
es todo» no sirve para resolver los problemas: el terapeuta debe orientar hacia el descubrimiento de
matices, modulaciones y especificaciones del pensamiento, sin ignorar que en un conjunto de cuestio-
nes las cosas están más bien claras, como aquellas que se refieren a la defensa de los valores humanos,
de la vida e incluso de verdades científicas o leyes aceptadas como tales (como la gravedad, por ejem-
plo). Entre ambos extremos se encuentran la mayor parte de las cuestiones y planteamientos de vida.
18
Una de las interpretaciones elementales de los refranes del estilo «A quien madruga, Dios le
ayuda» si se piensa que significa recibir ayuda por madrugar. Más bien se refiere a premiar la diligen-
cia y el esfuerzo, que no el madrugar. Y «madrugar» significa, aquí, ser diligente con el trabajo y esfor-
zarse. Este sesgo tiene una explicación asentada en la teoría del aprendizaje, como «estímulos discri-
minativos» (en cuya presencia aparecen unos fenómenos que no lo hacen en su ausencia).
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mos bien, cuando realmente puede suceder que ya se ha agotado el tema y pasan
a otro, o que mejor no seguir hablando porque se comienzan a decir barbaridades,
muy alejadas de la realidad.
En un sentido radical se trata de pensamiento paranoide y suele ir acompaña-
do de resentimiento y ansiedad social. Tiende a ser una de las razones de descon-
fianza hacia los demás y de vivir de forma recelosa.
Al igual que en los casos anteriores se trata de ejemplificar la presencia de la
«personalización» en la vida cotidiana de los participantes. Y, al tratar de las con-
secuencias de este estilo de pensamiento subrayar que se trata de aspectos que
perturban una convivencia agradable y fomentan «estar a la defensiva» ante todo
el mundo, lo que representa un foco de estrés inescapable. Y con ello se impide la
aparición del perdón.
(vii) Culpabilización. Parece que una tendencia muy arraigada en el pensa-
miento contemporáneo es la búsqueda de las «causas» de los sucesos que pasan.
Y, en muchas ocasiones, la búsqueda de «causas» va aparejada con la adscripción
de responsabilidades de estos sucesos. Las «responsabilidades» con más frecuen-
cia asumidas son o personales o de elementos «naturales» incontrolables. Si se
asume una responsabilidad «no personal», las consecuencias personales (no las rea-
les, físicas o secuelas biológicas) pueden ser asumidas con más facilidad en la
medida en que «nada o poco más se ha podido hacer». En el caso, sin embargo,
en que las responsabilidades son «personales» pueden ser de dos tipos: o respon-
sabilidad interna o externa. Si interna, atribuimos una culpabilización personal a
nosotros mismos; si externa, atribuimos la culpa a los demás.
El sesgo de «culpabilización» al que nos referimos consiste en «culpar» a los
demás (exculpación) o a nosotros mismos (inculpación) de todo lo que sucede
alrededor19. Se trata de una posición no realista y extremada que trae consigo sufri-
miento. Usualmente, como se verá más adelante, las personas tienden a respon-
sabilizar a los demás de los fracasos, y a uno/a mismo/a de los éxitos. En el caso
de las enfermedades, resulta demasiado frecuente la inculpación a la pareja («los
disgustos que me has dado») de la condición física actual. Y se trata de analizar
los ejemplos que utilizan los asistentes y presentar las derivaciones disfunciona-
les que se derivan de ello; y junto a esta tendencia de «culpabilización», la nece-
sidad por mirar más hacia las soluciones que hacia las causas, en la medida en
19
En más de una ocasión se ha esgrimido el «complejo de Atlas» para referirse a una auto-incul-
pación universal (aparejada con una excesiva responsabilidad personal de todo lo que acaece a nues-
tro alrededor). Repárese que debe diferenciarse entre la asunción de responsabilidad realista (y por tan-
to circunscrita a situaciones concretas) y una responsabilidad «cósmica», universal y generalizada,
propia, entre otros, de la filosofía existencialista de corte francés de mitad del siglo XX y que se ha mos-
trado psicológicamente inviable, cuando no desemboca en estados psicopatológicos.
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que estas «causas» primero no se suele tener una seguridad objetiva de las mis-
mas en todas las ocasiones (toda causa es una inferencia) y segundo no llevan
necesariamente a una mejora del estado actual. Ello no implica la ignorancia de las
causas de las acciones: gracias al conocimiento de las causas puede lograrse que
no sucedan algunas desgracias y sufrimientos, así como que se potencie el bie-
nestar.
(viii) Querer tener siempre razón. Resulta demasiado frecuente en la vida
diaria encontrarse con personas que «siempre tienen razón» y ello lo identifican
con elevar la voz en las discusiones o diálogos (creyendo que se «tiene más razón»
cuando más se grita). Además, se trata de personas que hablan más de la cuenta
y, si «no tienen razón» se sienten mal personalmente. En muchas ocasiones, se
busca «tener razón» por encima de cualquier argumento racional. Existe una moda-
lidad de este sesgo en el que se persigue «ganar» en la discusión o en el debate de
un tema debido a intereses que al principio se encuentran ocultos y no son nada
racionales ni «objetivos», aunque se enmascaran de objetividad, cuando realmen-
te lo que se busca es promover a una persona o una idea que se encuentra apoya-
da en intereses personales. Debe tenerse presente que, usualmente, en los proble-
mas personales, puede aparecer con frecuencia una opción secundaria y no sostenida
por hechos ni razones, pero que se «defiende» para lograr intereses no confesados
y que, incluso habiendo «perdido» en las discusiones, se arrastran para «otra oca-
sión»20.
Se incentiva a que los propios asistentes sean los que ejemplifiquen conteni-
dos y ocasiones en las que han sido actores o sufridores de este sesgo.
La sesión termina con una recapitulación de los contenidos principales, de los
sesgos y se les da material escrito con un resumen de lo tratado. La tarea a reali-
zar en la semana siguiente consiste en detectar los sesgos de pensamiento que han
hecho o han detectado que han realizado los demás en el entorno del participan-
te y que presenten el informe por escrito.
20
Con este sesgo tiene que ver los reiterados intentos por defender una idea que ha sido deba-
tida, concluida y rechazada en una ocasión anterior (y a veces en más de una ocasión) y que se trae a
colación una y otra vez, con el objetivo de lograr que sea aceptada. En alguna ocasión, incluso, se
«modifica» la expresión manteniendo constante el contenido sustantivo, lo que suele ser frecuente en
el mundo político o de presión de grupo.
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Se comienza con la sesión seis sobre búsqueda de soluciones disitntas, y con los
siguientes
(b) Dinámica.—Se comienza repasando las tareas que han debido traer a la
sesión y, caso de que no las hayan realizado, debe investigarse la causa de manera
que se debe ser riguroso/a en la cumplimentación de las tareas; y las razones de
la «no realización» deben estar bien fundadas. Si se han faltado las tareas corres-
pondientes a dos sesiones de las realizadas hasta el momento, se pide a los que han
fallado que no forman parte ya del grupo, porque retrasarían considerablemente
la marcha.
Una vez evaluadas las tareas realizadas se comienza con los contenidos pro-
pios de esta sesión. En la pizarra (o pantalla, o en tarjetas que se repartirán a los
asistentes) deberá poderse leer «Cuantas más soluciones, mejor».
Una primera idea a transmitir es que un problema al que no se le ve una solu-
ción inmediata y satisfactoria, puede ser más fácil de resolver o de encontrar una
vía de solución si se analiza desde distintas perspectivas y se proponen distintas
opciones y desde distintos puntos de vista. En un primer momento hay que hacer
inventario de las «soluciones propuestas» para, posteriormente, analizarlas con el
fin de elegir aquélla o aquéllas que parezcan más adecuadas.
Una segunda idea relevante es que «Lo mejor es enemigo de lo bueno». Muchas
veces buscamos una solución que sea «la» solución, definitiva y totalmente satis-
factoria. Ese «meliorismo de soluciones» no resulta especialmente adecuado y entre
la «mejor solución y definitiva» y la falta de solución, se encuentra un rango con-
siderable de decisiones y acciones que, aunque no resuelvan definitivamente el
problema, ayudan a aliviar la situación y a mejorar las relaciones personales
En una primera fase de las «soluciones alternativas» se proponen alternativas
que los asistentes califican en cuando a viabilidad y eficacia. Así, por ejemplo, se
propone (en el caso de adolescentes y adultos jóvenes) la tarea de intentar estable-
cer una cita con un/a chico/a: entre las opciones se comentan llamar por teléfo-
no (o mandarle un mensaje), presentarse directamente y hacer la invitación, hablar
con un/a amigo/a común que les presente y/o concierte la cita, escribir una nota
para que responda… Se anima a los asistentes, primero, para que elijan entre las pro-
puestas y, después, que ofrezcan opciones. Se analizan las opciones siempre con
una actitud de entresacar aspectos positivos de cada propuesta.
Se proponen situaciones distintas como las siguientes. En cada una de ellas se
pide a los participantes que sugieran opciones para resolver el problema:
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Se pide, después, que los participantes enuncien algún problema que tengan
planteado con el fin, posteriormente, de buscar soluciones entre todos los
asistentes.
La sesión termina con una recapitulación de los problemas analizados y las pro-
puestas, ordenadas en grado de bondad y viabilidad.
Se pide como tarea a realizar en casa que escriban un diario de «problemas»
y de las posibles soluciones que se les ocurran a lo largo de la semana.
1. Los problemas de las jarras.—Se reparte una hoja en la que constan los ejer-
cicios a realizar. Se supone que tenemos tres jarras que pueden llenarse de agua y
vaciarse unas en otras. Se pueden hacer las operaciones de llenar y vaciar tantas
veces cuantas se desee y se puede utilizar tanta agua como se desee.
Supongamos que tenemos tres jarras vacías (columnas A, B y C), cuya capa-
cidad se encuentra representada por números. Sabemos que utilizando de forma
adecuada una, dos o las tres jarras, se puede lograr la cantidad de agua deseada.
La tarea a realizar es la de obtener la cantidad de litros de agua que se encuen-
tra debajo de la columna D. Los litros de agua no pueden ser estimados «a ojo» y
las jarras deben estar llenas hasta el borde para poder pasar agua de una jarra a
otra. Se puede utilizar pizarra o pantalla para explicar el procedimiento a utilizar
en la solución de los siguientes ejemplos.
En la columna bajo el título «Solución» se coloca el orden de llenado y vacia-
do. Así, A-B quiere decir que se llena A y se vacía en B.
Ejemplo:
A B C D (a obtener) Solución
29 3 – 20 litros
21
De hecho, representa una de las múltiples formas de «rigidez» personal, que en este caso es
básicamente cognitiva. En un principio, relacionada con la perseveración en la realización de una tarea,
era considerada como un elemento motivacional importante y comprometido con la finalización del
trabajo; posteriormente, cuando se propuso estudiar la originalidad, esta «perseveración» en una línea
de pensamiento nada más, se demostró que más que facilitar, perturbaba el hallazgo de nuevas opcio-
nes de pensamiento y acción y, por lo mismo, habría que tomar medidas para que esa «perseveración»
en una línea no impidiera «ver el bosque» de opciones que podían ser relevantes y útiles a la persona
que intentaba resolver un problema.
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A–B–B–B
En el problema
29 9 2 22 A–B+C
1. A-B+C; A-[B+C]+C+C
2. A-B+C; A-4C
3. A-B+C; [B-C]+C; 7C
4. A-B+C; 4C; 2B+C
5. A-B+C; B-C+2(A-B)
6. A-B+C; A-C+2B
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(a) Objetivos.—(1) Enseñar los recursos para analizar los indicadores que
apuntan al descubrimiento de las causas.
(2) Análisis de la hipótesis de la frustración-agresión: una respuesta agre-
siva en relaciones interpersonales tiende a indicar una frustración previa.
(3) Sensibilización para que los asistentes aprendan a admitir la existen-
cia de más de una causa para las acciones humanas.
(4) Acentuar el análisis de las acciones (secuencias de conductas) más que
el análisis de las personas.
(5) Aprender a analizar los tipos de causas en función de dos parámetros:
importancia/accidentalidad por un lado y proximidad/lejanía.
(6) Practicar la diferencia entre causa y disparador de la acción (causa
mediata e inmediata, móvil de la acción).
(b) Dinámica. Nuestra vida está constituida por los hechos que suceden y,
estos hechos, ni suelen ser aleatorios, ni se encuentran provocados por un vacío
de razones, situaciones o intenciones. Sino que son causados por algo o alguien
(o una concatenación de hechos o decisiones de personas), y el descubrimiento
de las causas puede ayudarnos tanto a promover el bienestar como a eliminar
el malestar.
Existen una serie de indicadores que sirven para poder aislar las causas de las
acciones. Y a veces, aunque no siempre, tiene utilidad la lógica y el procedimien-
to que se sigue en las ciencias físicas debido, entre otras cosas, a la importancia que
posee el tiempo en todo el proceso (tanto en los procesos físicos como psicológi-
cos). Sin embargo, no valen siempre los mismos tipos de procesos, procedimien-
tos y lógica de discurso que se utilizan en la física cuando se trata de fenómenos
psicológicos complejos, por diversas razones. Se presentan, a continuación, algu-
nas de las reflexiones que deben ser comentadas en el nivel de complejidad que
permitan los asistentes.
puede incrementar el nivel de agresividad que existía entre ambos, aun cuando el
otro miembro de la pareja no supiera nada al respecto22).
(ii) En física, las causas se «descubren» y, si se atribuye una causa de mane-
ra equivocada, no se produce el fenómeno. En relaciones humanas, las causas, o
bien se descubren, o bien se inventan y, en los dos casos, adquieren valor funcio-
nal. En problemas humanos, el actuar «como si…» fuera una u otra cosa ya pro-
duce efectos (y a veces efectos muy distintos en función de la causa atribuida).
Hay que recordar aquí el problema de la «predicción autocumplida» (producción
de los «efectos predichos» por el mero hecho de formularlos, como cuando se dice
que un niño tiene problemas de socialización, se hace público, y poco después
efectivamente el niño comienza a empeorar su conducta social). Asimismo, se
debe recordar la «predicción suicida» que consiste en la formulación de un «hecho»
que, por el mismo hecho de formularlo, «desaparece» al menos durante un tiem-
po (por ejemplo, cuando entre adolescentes se dice que un chico le gusta a una chi-
ca y se hace público, lo que puede traer consigo la inhibición de la conducta de atrac-
ción por parte de la chica o del chico debido a los comentarios que se activan por
parte del entorno). Y este tipo de fenómenos tienden a utilizarse como mecanis-
mos de control que se emplean entre iguales a partir de la adolescencia.
(iii) En física, son muy frecuentes los análisis monocausales que dan lugar a
predicciones que tienden a cumplirse en líneas generales (si la causa es aislada y
cuantificada; y es pertinente al caso concreto que se está estudiando). En psicolo-
gía, lo más frecuente es la existencia de más de una causa para la aparición de un
fenómeno y la acción humana tiende a tener múltiples causas en la vida ordinaria.
(iv) En física se aduce con mucha frecuencia la causa eficiente (la causa ante-
cede al efecto). En psicología la causa (razón, motivación) de la acción puede no estar
presente y anterior, sino distante y en el futuro (la causalidad final). Y la causalidad
final es muy importante puesto que representa la búsqueda de algo que no se tie-
ne, o no tiene entidad física identificable en el momento en el que se actúa (efectos).
(v) En física, el error de medida se debe a un error del observador y/o del
instrumento de medida. En psicología, el «error» existe, además, debido a la exis-
tencia de diferencias individuales en la variable que se mide y las fluctuaciones en
el estado de la variable que se está midiendo; y estas diferencias tienden a distri-
buirse de formas distintas y muy pocas veces, de forma lineal.
(vi) En física, además, la causa suele producir efectos inmediatos (cuando
más cercanos a la causa, mayor «evidencia» de causalidad). En psicología, los efec-
tos inmediatos no siempre son los únicos ni, muchas veces, los más relevantes.
22
Esto es: cuando existía la «causa» no aparecía efecto alguno; al «desaparecer» y «ser conoci-
da», aparece el efecto.
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Así, por ejemplo, los niños, a base de reiteradas peticiones logran que los padres
les den las cosas que piden. Una aplicación generalizada de esta manera de com-
portarse, produce a medio y largo plazo una carencia de autocontrol (fuerza de
voluntad) y una escasa resistencia a la frustración. Pese a estos efectos, muy cono-
cidos, se siguen aplicando estas pautas de interacción con argumentaciones «jus-
tificativas» tan peregrinas como que «es muy pequeño/a, y ya tendrá tiempo de
sufrir».
* * * * *
(a) Se debe explicar lo que es una frustración (impedir alcanzar una meta
esperada o perseguida). Después de ilustrarla con ejemplos se presenta la hipóte-
sis de la frustración-agresión. En sentido fuerte (relación biunívoca entre frustración
y agresión), que se pensó que era verdad en un principio y se ha rechazado; y en
sentido débil: no toda frustración lleva a una agresión, pero cuando aparece una
agresión, una de las cosas que hay que buscar es la existencia de una frustración
previa. Y, una vez detectada, encontrar los determinantes de esta frustración y
analizar los disparadores de la acción y su «justificación».
23
Caben dos alternativas: o modificar el modelo naturalista mecanicista que todavía es defen-
dido por ciertos psicólogos y reconvertirlo en un naturalismo de tipo biológico y corte no de labora-
torio sino etológico y filogenético (Pelechano, 2000), o alternativamente, aceptar que existen modos de
pensar y de actuar en psicología que no se adaptan perfectamente al naturalismo mecanicista y, por
ello, debería restringirse el naturalismo al estudio de parcelas concretas, pero no generalizarse. Sobre
todo en el caso de problemas clínicos de relaciones interpersonales.
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* * * * *
24
La agresividad contra los demás es psicológica y éticamente injustificable. Y lo que se hace en
los medios de comunicación y la propaganda es «justificarla» como «respondente». Y, en los últimos
años estamos asistiendo a un sesgo muy importante en la presentación de la información, como suce-
de con la llamada «violencia de género», ignorando la violencia con los niños y con los ancianos y
fomentando una teorización que es más opción ideológica que acercamiento a los datos conocidos.
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* * * * *
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• Cuando Joaquín le pide a Toni que salgan a pasear, Toni le vuelve la espal-
da y le insulta.
• Ángela le dice a su amiga Pepi que Andrés (que es un chico que le gusta
a Pepi) le ha invitado a salir.
• Pedro deja que Fernando se le cuele en la fila.
Repárese que en esta clasificación, si bien cada eje propone puntos extremos
y/o excluyentes, es muy posible que coexistan distintas causas por un lado y, por
otro, que puede haber situaciones y acciones que se encuentren entre los dos polos
extremos y, además, aunque parecen ser independientes entre sí, no lo son en el
mundo real.
Una de las divisiones que posee mayor interés es la que se refiere a «inme-
diata» y «lejana». En la evolución psicológica del ser humano, resulta caracterís-
tico un mayor número de causas próximas en los niños pequeños, que van dis-
minuyendo a medida que se evoluciona psicológicamente. En adolescentes
y adultos, se detecta un mayor número de causas próximas en personas con
problemas de control impulsivo, adicciones y delincuencia que en poblaciones
normales.
Las «causas invariantes» se refieren a elementos propios de «rasgos» inva-
riantes, como la inteligencia, mientras que las «variables» hacen referencia a ele-
mentos de corte más situacional. Ejemplos de las primeras son argumentos del
tipo «es muy nervioso/a» o «es tonto/a»; de las segundas, «está nervioso/a» o
«hacía mucho calor».
Se habla de «causas importantes» de la acción, cuando plausiblemente, la cau-
sa esgrimida o se refiere a elementos o aspectos centrales de la realidad o del fenó-
meno que se estudia (como, por ejemplo, atribuir la causa de una ruptura de rela-
ciones a una discusión que, de hecho, representa una más de una serie muy larga
de discusiones, que han acabado por agriar las relaciones); se habla de «causas
accidentales» aquellas que se refieren a elementos que no son centrales en el pro-
blema, como cuando se apela a la razón de la ruptura de una pareja a la corbata
que lleva el chico, o el modo de mirar la pareja, o de una mirada huidiza a otra per-
sona que pasa cerca.
En otro eje se apela a «causas que se encuentran bajo control personal» o, por
el contrario, aquellas que «se encuentran controladas por fuerzas desconocidas»
y, en todo caso, alejadas del control de los protagonistas. Así, por ejemplo, en el
caso de un problema de salud, apelar a la toma de medicación (control personal)
o la necesidad de una asistencia o servicio que depende de entidades administra-
tivas alejadas de la realidad inmediata como «depende de la decisión del INSA-
LUD», «del Director del Hospital» o «de la legislación». Las apelaciones a la pro-
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(a) Objetivos.—Se debe intentar (1) que los asistentes aprendan a diferen-
ciar entre hechos e inferencias.
(2) Que los asistentes flexibilicen las inferencias que realizan. Reconocimien-
to de que existe un grado de incertidumbre en las inferencias.
(3) Promover la búsqueda de causas posibles.
(4) Comprender que en muchas ocasiones, descubrir las causas ayuda a
encontrar las soluciones acertadas.
(5) Aprender a detectar y evitar el «error de atribución»: atribuir causas
situacionales a nuestras acciones y causas internas y estables a las acciones de
los demás.
(6) Hacer consciente la tendencia a distorsionar los hechos para ajustarlos
a las ideas preconcebidas que tenemos de las personas.
(b) Dinámica.—Se comienza con una revisión de las sesiones anteriores del pro-
grama y del proceso general seguido hasta aquí (con especial insistencia en la últi-
ma sesión y con apoyos de pizarra o pantalla). Después, se revisan los logros de
la sesión anterior.
Se pide, a continuación, que los asistentes relaten problemas con los que se
encuentran en la vida diaria en distintos contextos (trabajo, ocio y diversión, vida
de pareja y/o familiar). Se van anotando las veces en las que aparecen expresio-
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nes del tipo «porque…». Y se pasa a continuación a diferenciar, de entre las cues-
tiones tratadas, los hechos de las inferencias sobre los hechos (atribuciones causa-
les, razones, motivos). El tipo de discurso empleado es tan «natural» que tende-
mos a confundir los hechos y las causas de estos hechos: hechos y causas se mezclan
en el discurso cotidiano; en muchas ocasiones, más que describir los hechos, hace-
mos previamente una selección para ofrecer una «descripción» que lleve consigo
una explicación causal o justificación de lo que suceda después, hasta el punto
que la apelación a las causas parece un fenómeno natural en la comunicación
humana cotidiana.
Un buen ejercicio para ilustrar este hecho consiste en pedir a un asistente que
cuente una película o un suceso de actualidad y, a la vez, ir anotando las «causas
esgrimidas» o atribuidas de los sucesos que cuenta.
Una vez anotadas las principales líneas argumentales, se pasa a ejercitar que
se esgriman causas distintas a las enunciadas en primer lugar para explicar los
mismos hechos. Y se ilustra con ejemplos que en muchas ocasiones, las primeras
impresiones son las menos adecuadas.
Un ejemplo paradigmático lo representa, en psicología, una serie de inves-
tigaciones realizadas en la Universidad de Lovaina por von Michotte y en las
que colaboró y en parte, diseñó el profesor español, ya desaparecido, Mariano
Yela: se trataba de estudiar la «percepción de la causalidad física» para lo que,
en una habitación a oscuras, aparentemente corría una forma cuadrada que, al
acercarse a otra y tocarla, la segunda se ponía en movimiento. La respuesta de
los sujetos en esta situación es que la primera forma «causaba» el movimiento
de la segunda. En situaciones posteriores se fueron «espaciando» las formas de
manera que no hacía falta que la primera «tocase» a la segunda para que ésta
se moviese. El intervalo físico entre la detención de la primera forma y el movi-
miento de la segunda se fue ampliando hasta que, a partir de cierto momento,
ya no se percibía el movimiento de ambas formas como «coordinado» y «cau-
sado».
Lo que realmente sucedía es que no eran dos objetos (formas) los que se mo-
vían y/o guardaban una relación causal entre ellos sino que se trataba de una héli-
ce blanca sobre una cartulina negra que tenía una ranura (al dar vueltas, parecía
que «se movía» en una u otra dirección, dependiendo del sentido del giro) y lo mis-
mo sucedía con la segunda forma. En este caso, la «ilusión de movimiento causal»
se lograba girando la espiral a partir de cierto momento (cuando la «otra forma» se
acercaba). Se trata de una demostración de «falsa causalidad» en el mundo físico;
la multiplicidad de «efectos especiales» en las películas de acción cumplen funcio-
nes similares.
En muchas ocasiones, además, se confunden causas, razones, motivos y dis-
paradores de la acción.
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• Las causas son aquellas que provocan la acción. Si no hay causas, no apa-
recen acciones.
• Los motivos son los elementos conceptuales que explican» la acción, usual-
mente, voluntaria que realizamos. A veces suceden hechos que no los
hemos provocado explícitamente, aunque los podíamos haber deseado,
como el mal de nuestros enemigos).
• Las razones son los elementos explicativos de las acciones que suceden. Son
elementos «racionales» que sirven para que formemos una imagen plau-
sible de lo que sucede, pero no son causa de nada, sino justificaciones de
lo que acaece.
• Los disparadores de la acción son aquellos sucesos o pensamientos que
«disparan» la acción, en cuya presencia se da la acción.
* * * * *
una serie de acciones y de entrevistas, después de las cuales aparecen tres sospe-
chosos: un cliente, la dependienta de la joyería y el propietario. Los hechos y argu-
mentos en contra de cada uno de estos personajes son los siguientes:
Al comienzo se aporta al grupo tan solo la primera de cada una de las prue-
bas de cada sospechoso/a y se pide que digan el culpable y por qué (argumenta-
ción causal), pidiendo que emitan el mayor número de causas posibles y razonables.
Se pasa, después, a hacer lo propio con la segunda prueba de cada uno de los
inculpados.
Finalmente, se resolverá el caso. El culpable es el dueño de la joyería, al que
se le encontró el collar y que deseaba (motivo, razón) cobrar el seguro para pagar
sus deudas de juego y, después, vender el collar.
A partir de este caso, y de las argumentaciones emitidas por los asistentes, se
pasará a una revisión y a reflexionar acerca de los peligros aparejados con las «con-
clusiones apresuradas» y de dejarse llevar por las apariencias.
* * * * *
la solución de ese problema. Y esta afirmación tiende a ser verdad en unos casos
y no en otros, al menos, en el nivel actual de conocimientos:
25
Existen, además, en relaciones humanas, un conjunto de asimetrías en cuanto a «razones jus-
tificativas» de fenómenos. Así, por ejemplo, se aduce el «amor» como una causa frecuente y deseable
de la unión de dos personas o de la formación de una pareja (con todo el batiburrillo conceptual que
ello lleva consigo y que tiende a no explicarse causalmente); y sin embargo, la pérdida del amor, el «desa-
mor» tiende a no ser una causa suficiente para la disolución de la pareja. Teniendo la vida humana una
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duración limitada, existen fenómenos que se tienden a percibir (o desear) como «eternos» y causa casi
exclusiva de unas cosas; mientras que su desaparición, aun reconocida, no se considera «causa sufi-
ciente» de casi nada.
26
En el sentir profundo de la revolución de la ciencia física (su aplicación masiva en el siglo XIX
y mitad del siglo XX) se creía que un conocimiento de la causa (o un diagnóstico adecuado) llevaba con-
sigo la solución del problema (o la curación de la enfermedad). Esta creencia prácticamente fáustica
de la realidad (y la naturaleza toda) identificaba a la ciencia con la técnica y asumía que el ser huma-
no, conociendo la causa, tenía en sus manos la solución de todos los problemas. El desarrollo científi-
co se ha encargado de limitar este supuesto de dos maneras: por un lado, aceptando una causalidad
múltiple, cuya integración se ha presentado como un reto intelectual todavía irresoluto en nuestros días;
por otro, el reconocimiento de la «naturaleza de las cosas» que implica que existen procesos que inte-
ractúan con otros y que, en ocasiones, no se pueden eliminar dado el volumen de conocimientos que
existen en cada momento histórico. En el fondo, se trata del reconocimiento de la complejidad del
mundo que estudia la ciencia y del reconocimiento, con ello, de las múltiples interacciones que exis-
ten y que apenas son conocidas dentro de cada parcela de conocimiento. Y, como secuela, la admisión
de una posición de humildad por parte de la ciencia que tiene soluciones (y «causas») parciales y no
totales, incluso de los fenómenos que estudia, cuando estos fenómenos son complejos: el «cambio cli-
mático» es uno de tales problemas, la evolución del planeta y de sus habitantes, otro. Para ninguno de
los dos existen modelos teóricos suficientemente comprensivos como para deducir conclusiones ope-
rativas claras, predicciones fiables y pautas inequívocas de acción, aparte, claro está, del «ruido» pro-
movido por fuerzas humanas, aunque extracientíficas, en el campo científico contemporáneo.
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«inversos» de los que se han aplicado para su creación, ni iguales a los que
deberían haber sido utilizados para su prevención. En más de una ocasión
en el caso de las relaciones humanas, la mejor manera de resolver un pro-
blema no estriba en descubrir su causa, sino sus soluciones en este momen-
to. Y esta situación se presenta con mucha claridad en el caso de las inter-
venciones quirúrgicas: en cirugía se trata de resolver el problema actual, tal
y como éste se presenta y no cómo se ha gestado, o apelar a los mecanis-
mos de gestación para la «eliminación quirúrgica» de los problemas.
• Y todo esto, representa el reconocimiento de una diferencia importante
entre el discurso del mundo físico y el del mundo psicológico. En física, quí-
mica o biología, si se dice que algo es la causa de un fenómeno, y no lo es,
la presencia de esa «causa» no producirá el fenómeno (el burro flautista pue-
de hacer sonar una nota de la flauta, pero no es creíble que haga sonar un
concierto de G. Ph. Telemann). En psicología y, más específicamente, en
los problemas interpersonales, las «causas» muchas veces, más que descu-
brirse, se «inventan». En más de una ocasión, «de una mentira se saca una
verdad» y el creer en la existencia de algo o alguien con la fuerza suficien-
te puede llevar incluso a provocar algo que modifique las situaciones (o la
percepción de las situaciones) que se están viviendo27.
La tarea a realizar en este punto del desarrollo del programa consiste en comen-
tar cada uno de los puntos tratados, ejemplificarlos a ser posible, a partir de las expe-
riencias de los propios participantes. Y la asignación de tareas debe seguir esta
misma línea argumental. Resulta de interés señalar que no se trata de una posición
idealista en la que basta con pensar una cosa como para que se «haga realidad»
sino más bien reconocer que la «causa» de algo que sucede exige un salto lógico
en la cadena del discurso que se ciñe a los hechos que acaecen, que en ese «salto»
pueden cometerse errores y que la «plausibilidad» y la precaución, junto con un
análisis complejo de los hechos suele ser un camino adecuado.
27
Repárese que el argumento se restringe a las «relaciones interpersonales». La posición teóri-
ca subyacente es constructivista e instrumental. El «descubrimiento de la verdad» en muchas ocasio-
nes funciona como la «construcción» de la verdad para los demás. El psicólogo (y el terapeuta en estos
casos) actúa con la filosofía del «como si», esto es: como si el discurso que estuviese siguiendo fuera
verdad. Y, en unas ocasiones «es» verdad pero en otras «funciona como verdad» pero no lo es. O, en
todo caso, inyecta una «verdad subjetiva» en forma de narración que es convincente, plausible y lineal.
Y puede provocar efectos; los mismos o muy similares a los de la «verdad objetiva». La «causalidad»
es una atribución que, en las relaciones interpersonales llega a funcionar como una atribución que es
útil o inútil, sea en uno y otro caso verdadera o falsa. Obviamente debe buscarse la «verdad objetiva»
y contrastable, pero en su ausencia, puede acercarse a otra que sea funcional y útil para resolver el pro-
blema, o ayudar a paliar sus efectos nocivos.
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* * * * *
Debe dedicarse asimismo, una parte a una versión del error de atribución respecto
a la atribución causal en problemas humanos. Se refiere a problemas que aparecen
en las relaciones interpersonales. Tendemos a atribuir las razones de nuestras acciones
a causas situacionales y las razones de las acciones realizadas por los demás a elementos per-
manentes, propios de la personalidad de los actores. Y, junto a ello, tendemos a confundir
acciones con juicios de valor y tendemos a emplear metros distintos para medir la inco-
herencia de las acciones (y, subsecuentemente, de las causas de esas acciones). El
objetivo es que el estilo atribucional debería ser el mismo para nosotros mismos y para
los demás por una parte, Y por otra, que las «causas» atribuidas pueden ser distin-
tas en función de los contextos en los que se den los problemas, por lo que no debe-
ría aplicarse un único estilo de atribución (interno o externo, impersonal o personal).
Se proponen un conjunto de ejercicios. Se reparte una lista (y papel en su caso)
a los asistentes en la que se encuentran las siguientes expresiones.
• Bueno/a
• Malo/a
• Egoísta
• Competente
• Inteligente
• Enfermo/a
• Desagradable
• Colaborador/a
• Estupendo/a
• Alocado/a
• Chulo/a
• Nervioso/a
La tarea que se debe realizar consiste en describir cómo son las personas con refe-
rencia a estos calificativos y a todos los asistentes. Si es posible, que cada asistente
realice la tarea para todos los calificativos; si se considera, por el tipo de asistentes,
que eso sería demasiado pesado, que describan cada uno a tres personas identifica-
das con el calificativo y, finalmente, si existen problemas de dificultades de escribir,
que lo vayan describiendo y el terapeuta recoge en la pizarra aquellas característi-
cas que se vayan diciendo (se recoge la repetición mediante rayas verticales).
Un segundo tipo de ejercicio consiste en que describan «un/a amigo/a», y
«un/a enemigo/a». Y recoger las descripciones que van relatando, diferenciando
entre positivas y negativas, observables e inferidas. Y se comenta cada tipo de res-
puesta emitido.
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Una vez realizados los ejercicios (o uno de ellos, al menos) el discurso que se
sigue va por las vías siguientes:
28
Una llamada de atención: el argumento esgrimido es «generalista» de manera que se asumi-
ría el mismo efecto para todos los casos y ocasiones. Y eso no es así: los estilos atribucionales depen-
den, entre otras cosas, del estado de ánimo (una persona deprimida tiende a la culpabilidad cósmica,
una con un trastorno paranoide de personalidad tiende a pensar que la culpa de todas las cosas que
le suceden, la tienen los demás) y de la expectativa de locus de control, así como del estado de ansie-
dad. Y, junto a ello, de la personalidad, en general, de los que emiten los juicios atribucionales de cau-
salidad. Ténganse en cuenta estas fuentes de diferenciación para la correcta comprensión de las res-
puestas que se den en la sesión y la dinámica que se pueda presentar.
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nes que hacemos sobre ellos, las incoherencias que detectamos y el nivel
de tolerancia de esas incoherencias (casi todo se le disculpa a un hijo, o a
la persona amada, por ejemplo). Tendemos a distorsionar las acciones de
los demás, «haciéndolas coherentes» con ser buenos o ser malos, probable-
mente para reducir las disonancias y los hechos «no explicados satisfacto-
riamente».
• Todo lo que hacemos tiene consecuencias para nosotros mismos y los demás
• Todo lo que nos hacen los demás tiene consecuencias para los demás-acto-
res y para quienes les rodean-conviven con ellos.
• Las consecuencias no siempre son inmediatas, por lo que hay que ser cons-
cientes de la importancia que tiene el tiempo.
• Al final de curso el(la) hijo/a llega a casa con cinco suspensos. Los padres
le han estado insistiendo a lo largo del curso que se aplique y que estudie.
• Un padre dice a su hijo/a que se porte bien y él(la) hijo/a responde de
malas maneras.
Sesión 11: ley del refuerzo.—Esta sesión puede descomponerse en otras más
según la rapidez de asimilación por parte de los asistentes. Los objetivos a perse-
guir son los siguientes:
que esta acción se repita en un futuro; si las consecuencias son negativas o desa-
gradables, la acción se debilitará en un futuro y terminará por desaparecer.
Esta es una ley que, en psicología es equivalente a la ley de la gravedad en
física. Se aplica en prácticamente todos los contextos de vida y aunque la lógica
es relativamente simple (formaría parte de los mecanismos filogenéticos), su ope-
racionalización y concreción es compleja.
El ser humano tiene necesidades (naturales o aprendidas-inducidas) y busca
cubrir esas necesidades, deseos y/o apetencias porque es un organismo vivo hedo-
nista (no sensista) en la medida en que busca el placer y evita el dolor y el sufri-
miento. Si pudiéramos ofrecer lo que un ser humano busca e hiciéramos depen-
der que el ser humano tuviera lo que busca/necesita de que este ser humano
realizara unas acciones concretas, el ser humano tendería a hacer estas acciones para
alcanzar el placer, bienestar o ausencia de dolor-sufrimiento. En este sentido el
control de las consecuencias de las acciones representa un aspecto muy impor-
tante en el control de las acciones que realiza el ser humano.
Si, además, asumimos, que las leyes que rigen estos fenómenos (control de las
acciones) son las mismas que las que funcionan en los pensamientos y los senti-
mientos, nos encontraríamos con unas armas muy poderosas para lograr el cam-
bio de la conducta, de los pensamientos y de los sentimientos de los seres huma-
nos.
Repárese que no se trata de «necesidades naturales o biológicas» tan solo sino
que pueden «inducirse necesidades»: por ejemplo, en el caso del consumo de dro-
gas, en un primer momento se induce artificialmente una necesidad (placer, bie-
nestar, aguante o, simplemente, sentirse bien, o «viajar»). Si para ello se requiere
simplemente la ingestión de una pastilla, la persona tenderá a repetir esa conduc-
ta de ingestión para «sentirse bien», con lo que estas personas se transforman en
«dependientes» de esa sustancia u otra similar y, para lograr ese «bienestar» son
capaces de hacer cualquier cosa (desde robar y prostituirse hasta matar).
El terapeuta debe ir preguntando a los participantes por la detección de sus
«refuerzos» en las acciones de la vida cotidiana. Así, por ejemplo, se estudia o
bien para lograr satisfacción con los conocimientos que se adquieren o para apro-
bar una asignatura; se trabaja para ganar dinero y con ello, lograr la satisfacción
de las necesidades que se tengan; en relaciones entre paises, la economía funcio-
na a base de intercambio de productos que unos tienen y otros producen y estas
transacciones se encuentran guiadas asimismo por la ley del refuerzo, recuérde-
se una famosa frase de «El padrino»: «Házle una oferta que no pueda rechazar»,
y hasta como explicación de por qué se investiga. B. F. Skinner, el psicólogo que
mayores aportaciones ha hecho al estudio del refuerzo, confesó en uno de sus tra-
bajos publicados que la «recompensa» que le dieron sus sujetos experimentales
(ratas) al conducirse de la manera que él preveía, fue el acicate de su dedicación
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* * * * *
Existen unas reglas básicas que sirven para incrementar la eficacia de los refuer-
zos. Cada una de estas reglas se imprime y es repartida entre los participantes. Se
debe presentar cada regla, ilustrar y comentar pidiendo que los participantes, si
es posible, sean parte activa en la ilustración de las mismas:
• Los refuerzos continuos (se dan cada vez que aparece la conducta) sirven
para lograr con rapidez una acción, pero asimismo se extinguen rápidamen-
te cuando se deja de reforzar esa conducta.
• Los refuerzos intermitentes tienen efectos más lentos pero, asimismo, los
efectos que producen se eliminan mucho más lentamente.
• Se sugiere un procedimiento combinado: refuerzo continuo en la adquisi-
ción, para pasar, después, a un refuerzo intermitente, para lograr la con-
solidación de lo aprendido. Finalmente se pasa a una fase de eliminación
de los refuerzos (enmascaramiento).
(3) Los refuerzos son más eficaces cuanto más cerca están de la realización
de la acción. Para dos refuerzos que posean, en principio, el mismo valor e inten-
sidad, es más eficaz aquel que se obtiene con mayor rapidez. Esta afirmación debe
modularse con algunas especificaciones:
(4) Los refuerzos ejercen su influencia sobre todos los humanos. La diferen-
cia se encuentra en los refuerzos concretos que son importantes para cada uno de
los humanos. Existe un tipo de refuerzos que, como el apoyo social (decir que las
cosas se han hecho bien o que alguien es atractivo/a, guapo/a o está muy bien,
es inteligente) y el dinero (que se puede intercambiar por muchos de los refuer-
zos que ofrece la sociedad contemporánea) son lo que se llaman «refuerzos gene-
ralizados» como se ha comentado más arriba, en el sentido de que tienden a tener
una gran generalización (sirven para gran número de personas, o como dicen
algunos autores, sirven para todos los humanos).
Todo esto podría implicar que las categorías de análisis para nosotros y los
demás han de ser las mismas y que las consecuencias para los demás y para noso-
tros deben ser las mismas. De aquí la posible justificación y, a la vez, modifica-
ción del imperativo categórico kantiano: lo que quieras para ti, quiérelo para los
demás. Psicológicamente, la versión de este imperativo categórico podría ser refor-
mulado así: haz que los demás sean tan felices como feliz puedas ser tu; pero
admite que los demás pueden ser felices con cosas distintas de las tuyas. Por ello
no debes querer que los demás hagan necesariamente las mismas cosas que tú, sino
las cosas que les hacen ser felices, sin dañar a los demás.
(5) Importa insistir en la idea de que los refuerzos no son siempre externos.
En muchas ocasiones, los refuerzos son «internos» en el sentido de que se gene-
ran desde las experiencias vivenciadas de los humanos. Esta auto-generación de
refuerzos representa una fuente considerable de satisfacciones personales. Y gra-
cias a ello, no somos dependientes de «lo de fuera» siempre o, en otras palabras,
gracias a ello, nos auto-controlamos. Es de esta manera como se generan las expec-
tativas y los refuerzos comprometidos con la satisfacción personal del trabajo bien
hecho o ser felices haciendo felices a los demás.
* * * * *
• Elegir las consecuencias en caso del cumplimiento del contrato, así como
del incumplimiento del mismo, con una penalización concreta y espe-
cífica.
• Establecer-redactar el artículo correspondiente del contrato
• Seguir esta dinámica hasta agotar el contenido del contrato.
(6) Principales tipos de contrato: quid pro quo y bona fide.—Las notas más rele-
vantes en cada tipo son las siguientes:
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6.2. Peligros del contrato quid pro quo: Existen una serie de amenazas que
pueden impedir o perturbar el cumplimiento de este tipo de contratos. Entre ellas
se encuentran las siguientes:
6.3. Reglas básicas para el establecimiento de un contrato del tipo bona fide.
En este tipo de contratos se parte de la buena fe de la otra parte. Se trata de satis-
facer las demandas de cada una de las partes partiendo de la idea de que se desea
complacer. En este caso:
• Las recompensas de una parte no deben ser aversivas para la otra parte.
• Se incluye algún problema que exista y que tenga una solución relativamen-
te fácil. Se incluye, asimismo la solución.
• Proponer y ofrecer conductas concretas y específicas.
• Proponer recompensas equiparables para las dos partes.
• Se incluye una penalización en el caso de incumplimiento del contrato por
una de las partes o por las dos.
6.4. Peligros que puede llevar consigo el contrato tipo bona fide:
Cada una de las reglas y prescripciones deben ser ejemplificadas con conduc-
tas y cláusulas que correspondan a problemas y «negociaciones» sobre problemas
reales de los participantes. El procedimiento a seguir no es plasmar por escrito
cada uno de los recursos y problemas, sino aprender a llevar una negociación sin
imposiciones y que los participantes aprendan de manera práctica qué represen-
ta un contrato de contingencias, que deben cumplir y que obliga a las partes con-
tractuales.
Es aconsejable, en este estadio, que los asistentes aprendan a formular y nego-
ciar los contratos. Para ello, se agrupan por parejas, una vez comentado un tipo
de contrato, y negocian de dos en dos una formulación concreta del mismo. Una
vez redactados, se leen en grupo y se comentan las ventajas que cada uno posee,
así como se corrigen los defectos.
Este procedimiento debe aplicarse para cada uno de los tipos de contrato que
se han comentado en el texto.
En la medida en que todo contrato exige la superación de una situación de
conflicto, resulta aconsejable terminar la sesión con unos comentarios acerca
de la venganza, el rencor y el perdón. Debe señalarse que con la venganza no se
repara el daño causado, poco se adelanta y puede perderse mucho. Al igual que
hay que olvidar para aprender y para seguir aprendiendo nuevas cosas, hay que
olvidar para seguir viviendo con los demás («olvidar» implica aquí, «perdo-
nar»).
La sesión termina con un resumen de análisis causal-consecuencial y la peti-
ción de una tarea a realizar en casa: que elijan dos problemas durante la semana
y que se presenten siguiendo el esquema de un análisis causal complejo (inmedia-
ta y mediata, personal e impersonal…) y un análisis de posibles consecuencias
que se derivan de esos problemas. Debe insistirse en la importancia de esta tarea
y de su realización adecuada. Se sugerirá, asimismo, la posibilidad de ofrecer
algún tipo de contrato y/o negociación en el caso de que ésta sea posible (lo que
implica un intento claro de solución) teniendo presentes las características que de-
be tener el contrato.
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Debe tenerse presente que en este contexto, la «unidad de análisis» no está prefijada de ante-
mano. En más de una ocasión, la reducción del análisis a secuencias de respuestas simples y de muy
corta duración (como se ha hecho en el análisis funcional de la conducta) no da buen resultado, por
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do, sin perder de vista el problema global (no dejar que «Los árboles impidan ver el
bosque»).
Asimismo, debe quedar claro que la descomposición del problema que se rea-
lice no debe llevar consigo una distorsión o una negación del problema original,
de forma que se debería de recomponer el problema sin generar distorsiones rele-
vantes después de todo el proceso.
Se elige uno de los problemas que han traído los participantes en la tarea y, con
ayuda de la pizarra, se presenta al grupo y se van anotando las «soluciones» que
proponen, así como los problemas que se vayan detectando.
Este proceso tiene dos partes: en la primera se lleva a cabo el troceamiento de
la situación problemática en sus componentes, la detección de posibles proble-
mas y su articulación, sin críticas. En la segunda parte del proceso, se introducen
los elementos críticos y se plantea la posibilidad de que se vayan sugiriendo mane-
ras de afrontar esas dificultades, con sus correspondientes justificaciones y previ-
siones de futuro. Debe mantenerse una actitud positiva incluso en los comentarios
críticos con el fin de animar a que se busquen y encuentren soluciones que, aun-
que no perfectas, representen un avance respecto a la situación original. Por ello
resulta aconsejable entresacar algún elemento positivo en todos los casos y «com-
pletar» las aportaciones con otro tipo de reflexiones que ayuden a continuar en el
proceso.
Este posicionamiento, a estas alturas del programa, se encuentra justificado en
la medida en que se defiende una posición de psicología diferencial y en la que no
debe ser el terapeuta quien resuelva siempre los problemas. Si una persona es
impelida a funcionar con un nivel de competencia que le es muy costoso de seguir,
esta persona, aparte de los peligros de ansiedad que pueda generar, se encuentra
en la tentación, cada vez mayor, de abandonar los modos nuevos de análisis y
solución de los problemas que ha aprendido en el programa. Desde aquí, el tera-
peuta debe recordar que «Lo mejor es enemigo de lo bueno» y, ayudar, pero no aplas-
tar a los participantes con un nivel competencial de solución de problemas inter-
personales muy superior. Es preferible que «reconozca» y dé por buenas las
soluciones que se propongan, y, en todo caso, ir mejorando, progresivamente estas
soluciones con modificaciones de detalle. Como decía Baltasar Gracián en el si-
lo que los «segmentos» deben ser las conductas significativas que son fácilmente comprensibles y en
las que el establecimiento de un antes y un después resulta fácil de comprender. Una respuesta de
este tipo, en el contexto en el que nos movemos, no es la secreción de una hormona o un neurotrans-
misor. Y es la experiencia acompañada del buen sentido la que sugiere las mejores soluciones aquí y
dónde «cortar» las implicaciones que se van entresacando de los análisis. En suma: no existe un siste-
ma «decimal» de medida en psicología que permita aplicar algoritmos de análisis para encontrar solu-
ciones.
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glo XVII en «El arte de prudencia» será fácil encontrar quien quiera ceder en éxito
y en carácter, pero no en inteligencia, de manera que es mucho más útil hacer que
sean los participantes (si es necesario, con ayuda del terapeuta) los que encuen-
tren las vías de solución, a base de preguntas del tipo ¿Qué cosas tiene que hacer
para…? ¿Qué puede pasar si…?,¿Cuánto tiempo va a pasar si hace..? ¿Tenemos los
medios para hacerlo..?, ¿Qué pasará si hace esto..?
Es tarea del terapeuta ser lo suficientemente imaginativo para poder entresa-
car de las cuestiones que planteen los participantes, aquellos elementos que per-
mitan un desglosamiento del problema en sus componentes y la gestación-gene-
ración de posibles problemas o barreras para su solución.
Como guía general, que puede se renriquecida por las aportaciones concretas
en función del grupo de participantes y de los objetivos concretos del programa,
se sugiere que se tengan en cuenta, al menos, los siguientes puntos, que pueden
encontrarse expuestos en la pizarra en sus epígrafes generales, o ser presentados
a través de pantalla de proyección:
(b) Dinámica.—En esta sesión se pueden distinguir dos partes bien diferencia-
das. En la primera de ellas se trata de recordar, resumir y consolidar los princi-
pales logros alcanzados hasta el momento. En la segunda, poner en práctica el
proceso de análisis y síntesis de los problemas en sub-problemas, así como en
el intento por ofrecer planes generales de actuación. En las dos se fomenta la par-
ticipación y el análisis con discusión de los problemas reales que serán resueltos
en grupo. Se pide que «traigan de casa» una lista de problemas de relaciones per-
sonales que se consideren que deberían ser resueltos (caso de tener este material
recogido en sesiones anteriores del programa, se vuelve a él) y se analizan en fun-
ción de los momentos, de las seis dimensiones que han sido expuestas hasta aho-
ra. Deseablemente, es preferible que esas seis dimensiones se encuentren expues-
tas en pizarra o en pantalla, con el fin de acudir a ellas en caso de duda o de tener
que retomar el hilo de una discusión o análisis del problema.
Así pues, debe encontrarse expuesto en la pizarra o en una pantalla:
* * * * *
• La técnica del disco rayado: consiste en repetir el propio punto de vista sin alte-
rarse emocionalmente y en respuesta a las demandas de los demás. Se
emplean expresiones del tipo: «Si, pero…», o «comprendo cómo te sientes,
pero…», «Estoy de acuerdo, claro que…»
• La técnica del acuerdo asertivo: en este caso se admite una crítica que se for-
mule, pero dejando claro que un error no quiere decir nada más que se ha
cometido un error y no se debe generalizar a toda la conducta personal de
uno/a mismo/a.
• Técnica de ignorar la crítica: consiste en no intervenir en la conversación, en
«dejar pasar» la ola, hasta que los ánimos se hayan calmado.
El terapeuta debe practicar estas técnicas, primero, como modelo para los asis-
tentes. Después, ante situaciones de conflicto o de amenaza percibida, se pide a cada
participante que practique las técnicas. Finalmente, sobre situaciones «reales» y ya
tomadas las decisiones, se practican estas técnicas hasta su dominio y que puedan
ser aplicadas sin esfuerzo por los participantes que las requieran.
tiempo (dos/tres semanas) con el fin de comentar cómo han ido las cosas y los pro-
gresos que están sucediendo.