Carta A Meneceo
Carta A Meneceo
Carta A Meneceo
El segundo texto se desarrolla el principio para alcanzar la vida feliz: el placer. El placer es
“principio y culminación” de la felicidad; en nuestra naturaleza sentimos este placer como el bien
primero y sirve como criterio de elección entre varias opciones. Sin embargo, no todo placer es
elegible: aunque por sí mismo constituya un bien hay que rechazarlo si acarrea dolores mayores.
Aquí entra en juego la virtudes de la prudencia y la sensatez que deben ayudar en el cálculo de los
placeres y los dolores para escoger sabiamente.
Esta última idea se continúa explicando en el tercer texto en donde se ponen algunos
ejemplos. Aquí se ve que la ética epicúrea a pesar de ser hedonista es compatible con la frugalidad y
la mesura. Se rechazan los banquetes opulentos y las lujuriosas orgías, pero no por contradecir a la
virtud1 sino por la infelicidad que generan a largo plazo. Como se explicará en puntos posteriores,
los placeres más elevados para Epicuro son los de la mente y el alma, por ello es fácil de entender
que se priorice tener una vida tranquila y libre de falsas opiniones sobre la muerte o la divinidad a
los placeres de la carne.
Por motivos Epicuro llega a decir que la prudencia es preferible a la filosofía; de ella “nacen
todas las demás virtudes porque enseña que no es posible vivir feliz sin vivir sensata , honesta y
justamente, ni vivir sensata, honesta y justamente sin vivir feliz”. De este modo, la doctrina
epicúrea busca la felicidad y recibe la virtud por añadidura.
El que Epicuro escribiera un protréptico no fue para la época nada innovador. Desde el siglo
IV antes de Cristo la invitación a la filosofía se había convertido en una prioridad para las escuelas
en el objetivo de captar alumnos. Era especialmente frecuentes en los periodos de crisis en los que
su difusión divulgativa (como si fueran una catequesis) y claridad doctrinal eran decisivos para el
florecimiento de la escuela.
• Más encaminada a la finalidad de Epicuro estarían las reflexiones de Platón. Platón puso en
boca del sofista-nihilista Calicles la afirmación de que la filosofía llevaba al individuo a
convertirse en un ser marginado y políticamente incapaz: “...Es hermoso participar de la
filosofía en tanto en cuanto se participa por causa de la educación y no está mal en un joven
filosofar. Pero cuando un hombre que ya es viejo aún filosofa, la cosa llega a ser ridícula...
Cuando veo la filosofía en un joven, me complazco .., y pienso que éste tal es un hombre
libre ... ; en cambio, cuando veo a un hombre de edad que aún filosofa y no renuncia a ello,
pienso, Sócrates, que ese hombre debería ser azotado...” (Gorgias, 485 a - d ).
Evidentemente la opinión de Platón estaría en contra de este pensamiento de Calicles,
aunque no llega a concretarse.
Sin embargo, esta idea de Epicuro no era del todo original, pues la ética hedonista ya había
sido desarrollada por Aristipo de Cirene muchos años atrás. Epicuro debió conocer de sobra la
filosofía cirenaica y es notorio que el desarrollo de muchos conceptos está en oposición
precisamente con esta escuela. Para los cirenaicos el placer y el dolor eran fenómenos meramente
biológicos y fisiológicos — se llega a definir el placer como un movimiento suave y el dolor como
un movimiento áspero—. En cambio, en Epicuro el valor de la palabra placer se modifica hasta
hacerla compatible con el ascetismo.
Placer en Epicuro tiene dos sentidos. Por un lado el placer cinético que se podría adaptar al
sentido popular de la palabra: es aquel que se experimenta al dar cumplimiento a un deseo o a una
inclinación. Y por el otro lado, el placer catastémico que es muy superior al cinético y que consiste
en la ausencia de dolor. Siguiendo el ejemplo de Carlos García (citado en la bibliografía), para
Epicuro, cuando se tiene sed y se bebe no se obtiene el placer en el acto de beber y saciarse, sino en
el estado que se posterior de haber bebido en el que se siente la ausencia de esa necesidad dolorosa.
Esta jerarquía de placeres debe ser matizada. Aunque los placeres del espíritu sean
considerados por Epicuro como más sublimes, también es cierto que los placeres de la carne son los
más básicos y apremiantes. “Principio y raíz de todo bien es el placer del vientre. Incluso los actos
más sabios e importantes a él guardan referencia.”Así, el epicureísmo escapa de inútiles rigorismos
en la ascesis.
A todo esto hay que añadir la auto-suficiencia (que era un punto común en todas las
filosofías helenísticas) para definir al sabio epicúreo. La independencia y la frugalidad son
requisitos indispensables para conquistar la libertad en una época de inestabilidad, como queda
reflejado en la exhortación vaticana 77: “el mayor fruto de la autosuficiencia es la libertad”.
Por último, la amistad en Epicuro tiene por objetivo la obtención de placer y su fundamento
está en la conveniencia mutua. Esta amistad proporciona ciertas seguridades y salva del aislamiento,
lo que la hace muy útil, pero es una relación que no se reduce solo a la utilidad, es deseable por sí
misma. En esta asociación de amigos se funda el Jardín, que es un refugio de concordia frente a la
lucha de todos contra todos que era la sociedad.
Epicuro deshecha las difíciles especulaciones de los filósofos anteriores porque su objetivo
es completamente distinto. El de Samos pretende eliminar todo lo que provoca zozobra o temor en
el hombre para alcanzar un estado de placer que se parece a la ecuanimidad de los budistas o la no-
acción de los taoístas. Epicuro quiere que las personas—independientemente de su raza, sexo o
clase social — alcancen la felicidad, esto explica el talante misionero que tuvo esta filosofía.
Las dulces palabras de Epicuro son un tetrapharmakón que alivia a los oprimidos y que barre
de temores la vida de cualquier alma simple. Personalmente creo que la ética epicúrea fue lo que
hoy llamaríamos libro de auto-ayuda. Es cierto, como dije antes, que Epicuro sacó a muchos griegos
de caminos metafísicos que no conducían a ninguna parte para redirigirlos a la dimensión mundana,
sin embargo, para esto tiene que simplificar al hombre.
5- Bibliografía.
4 También se podría añadir la irónica exhortación cuadragésima:“El que dice que todo acontece por necesidad nada
puede reprochar al que niega que todo acontece por necesidad; pues afirma que esto mismo sucede por necesidad”