Psicologia-Segunda Infancia

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UNIDAD 5

Segunda Infancia

PROFESOR GASTÓN NAVARO CÁCERES


UNIDAD 5
Segunda Infancia

Segunda infancia: desde los 3 a los 6 años1

1. INTRODUCCIÓN

ESTE PERÍODO, ESTA PEQUEÑA PUBERTAD, es denominado por los


psicólogos evolutivos de modo diverso, según el aspecto que acentúen o los
logros que consideren relevantes: segunda infancia (C. PEDROSA)2, etapa
fálica-edípica (escuela psicoanalítica)3, del pequeño explorador del mundo o del
descubrimiento de la realidad exterior (P. OSTERRIETH)4, personalista (H.
WALLON)5, de la inteligencia preoperatoria y el pensamiento intuitivo (J.
PIAGET)6, preescolar (A. GESELL)7. También se la suele llamar edad de la
gracia por los movimientos y el ritmo grácil, que encanta a los que lo miran.
ERIK H. ERIKSON8 considera que es un período de iniciativa, tanto en el
hacer como en el aprender. Propone una nueva denominación: "etapa
locomotriz-genital", para manifestar lo referente a la irrupción de la sexualidad
genital y al desarrollo motor, que le facilita no sólo la "conquista" material del
mundo sino también nuevas adquisiciones mentales.
Más allá de las discusiones sobre cómo nominar esta etapa, este abanico
de denominaciones nos manifiesta las principales características del niño
preescolar, de este niño que deja de ser mirado como un bebé porque sus
proporciones corporales se asemejan ya a las del adulto.
Como ya dijimos, en el parto se rompe el vínculo simbiótico biológico con
la madre, pero en este período se rompe el vínculo simbiótico psicológico con la
misma. En primer término veremos este proceso clave del niño preescolar.
Proseguiremos con el descubrimiento de la relación paterna y el afianzamiento
de los vínculos fraternos, como consecuencia de la ruptura simbiótica madre-
niño. En este período de inicio de la socialización, el juego ocupa un lugar
clave; el niño está volcado al mundo exterior, deslumbrado por éste desea
conocerlo, apropiárselo; pero todavía con una actitud egocéntrica.

1
GRIFFA, M. C. y MORENO, E. J. (2005) “Claves para una psicología del desarrollo”. Editorial Lugar. Buenos
Aires. Selección.
2
PEDROSA, C. (1976). La psicología evolutiva. Ediciones Marova, Madrid.
3
FREUD, S. (1905d). Tres ensayos de teoría sexual. Arnorrortu Editores, Buenos Aires, 1986.
4
OSTERRIETH, P. A. (1974). Psicología infantil. Ediciones Morata, Madrid.
5
WALLON, H. (1974). La evolución psicológica del niño. Editorial Psiqué, Buenos Aires.
6
PIAGET, J. (1975). Psicología del niño. Ediciones Morata, Madrid.
7
GESELL, A., A. y AMATRUDA, C. (1966). Diagnóstico del desarrollo. Editorial Paidós, Buenos Aires.
8
ERIKSON, E. H. (1983). Infancia y sociedad. Ediciones Hormé, Buenos Aires.
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2. DE LA DÍADA MADRE-HIJO A LA SITUACIÓN TRIANGULAR

El feto se ha desarrollado en el útero materno cumpliendo un plan o


proyecto básico que prosigue su despliegue durante toda la vida, pero aun
después de su nacimiento y por un cierto tiempo, la madre sigue siendo el único
objeto con quien el bebé se relaciona ya que es ella, o quienes desempeñen la
función materna, los que pueden satisfacer sus necesidades. Pero, en un cierto
momento la mirada de ésta gira desde el bebé hacia el hombre, su marido, el
padre, sujeto que reúne en sí diversas funciones; cuando éste es mirado es
como si la línea madre-hijo adquiriera la solidez de la figura triangular.
Desarrollamos a continuación esta escena dramática que supone el tránsito del
narcisismo al Complejo de Edipo y la constitución de la identidad.

2.1. Del narcisismo a la situación triangular

Para comprender la situación triangular edípica es necesario entender


previamente el vínculo narcisista madre-hijo.
Se designa con el término "narcisismo"9 a al amor de la persona por sí
misma, así ama a su cuerpo, se toma a sí como objeto de amor.
Implica una catectización libidinal del Yo y un desapego frente al mundo
exterior. FREUD sostiene que el narcisismo es una fase necesaria del
desarrollo del Yo y J. LACAN ha relacionado dicha etapa con la fase del espejo
(cfr. cap. II, 4.2.). Desde la óptica de FREUD las fantasías narcisistas son
reprimidas y pasan a constituir el Ideal del Yo. La evolución del Yo consiste en
el alejamiento del narcisismo primario y una recuperación parcial de éste a
través del Ideal del yo,10 sustituto del narcisismo perdido de la infancia, que
recibe su aporte económico de la libido narcisista. Además, el narcisismo es el
fundamento de la autoestima, de la valorización de sí mismo.
Asimismo es importante distinguir narcisismo de egoísmo y de
egocentrismo11. El sujeto egoísta atiende a los intereses personales sin
preocuparse si sus acciones y decisiones afectan o no a otros y cómo los
afectan. Quiere apoderarse de los objetos para utilizarlos en la expansión de la
propia vida individual, más allá de lo necesario para vivir. El sujeto egocéntrico
9
FREUD, S. (1914c). Introducción del narcisismo. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1986.
10
FREUD, S. (1914c). Introducción del narcisismo. Anorrortu Editores, Buenos Aires, 1985.
11
LERSCH, PH. (1959). La estructura de la personalidad. Editorial Scientia, Barcelona.
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sólo ve y conoce las cosas exclusivamente desde su perspectiva. Su yo es el


centro y relaciona con él todo aquello que percibe; esta actitud supone pues
una dificultad para ponerse en el lugar del otro y comprenderlo.
Además, el egocentrismo es un concepto que desde la perspectiva de la
psicología evolutiva está relacionado con la temática de la conservación del
individuo, con su afirmación, con el tener para sí. En este período de
descubrimiento de lo social, de los otros, existe una lógica tensión entre el "ser
para sí" y el "ser para otro", entre el amor a sí mismo y el amor al prójimo. Pero
no podemos dejar de decir que, en el contexto de este libro, el término
"egoísmo" mantendrá un tinte moral, mientras que el término "egocentrismo"
apuntará a caracterizar una actitud cognoscitiva.
Señalamos anteriormente que el hombre nace en un estado de inmadurez
por el cual es incapaz del cuidado de sí mismo, lo que promueve en la madre
una actitud complementaria. Existe una relación total de completitud entre la
madre que satisface las demandas del hijo y el niño que desea serlo todo para
su madre. Por lo tanto, el vínculo narcisista implica una relación de dos
personas en la que el "otro" es fantaseado como el que satisface todos los de-
seos. El niño en este período narcisista va sintetizando en una unidad sus
pulsiones sexuales parciales, que estaban entregadas a actividades
autoeróticas localizadas, para tomarse ahora a sí mismo como objeto de amor,
antes de pasar a la elección objetal de una persona como tal, es decir, como
distinta de él.
Consecuentemente, antes de instalarse en la situación triangular, el niño
atraviesa un período de autoerotismo12 en el que obtiene goces localizados en
diversas partes corporales, sin una referencia a una imagen unificada del
cuerpo, a un esbozo del yo como el que caracteriza al narcisismo. En el período
narcisista las pulsiones sexuales aisladas logran una unidad y un objeto que es
el yo13. En la fase del espejo se alcanza la unidad dual narcisista -vínculo

12
FREUD, S. (1905d). Tres ensayos de teoría sexual. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985.
13
Es importante tener en cuenta la evolución de la teoría de FREUD en relación con los temas que analizamos
en este apartado. En Tres ensayos de teoría sexual (1905d) el autoerotismo designa, más que a un momento
evolutivo, a la pulsión sexual desligada de su objeto natural y entregada a la fantasía. Posteriormente, introduce
el concepto de narcisismo (1914c) y el yo es el objeto de la libido narcisista, mientras que el autoerotismo es el
estado anárquico de las pulsiones parciales que precede al momento en que éstas convergen sobre en objeto
común. De modo, que una nueva acción psíquica debe añadirse para producir el narcisismo. En esta dife-
renciación está presente la distinción entre la libido del yo o narcisista (toma como objeto a la persona) y la
libido objetal (la libido recae en un objeto exterior). Años después, con la elaboración de la segunda tópica
(1923b), contrapone el narcisismo primario, anobjetal, tanto a las relaciones de objeto como al narcisismo
secundario para designar con éste a la vuelta de la libido sobre el yo, es decir, la retirada de las catexias
objetales. Para el desarrollo de estos temas: cfr. FREUD, S. (1905d). Tres ensayos de teoría sexual, Amorrortu
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materno filial- caracterizada por la fantasía de mutua completud. Es decir, que


el hijo fantasea tanto con poseer todo lo que necesita para satisfacer a la madre
como que ésta posee todo lo que él necesita; a su vez, complementariamente
la madre confirma esta fantasía en muchas ocasiones. El narcisismo así
supone una relación, pero el "otro" no es un "otro" sino que es simplemente un
espejo, es decir, "alguien" que lo refleja.
El yo catectiza la imagen de sí mismo expresada a través de la mirada y
las palabras de la madre, por lo tanto, paradojalmente en el amor a sí mismo se
ama a la imagen de "otro". La madre como tal se desdibuja, es borrada, pues el
niño la fantasea como imagen de símismo. Además de posibilitar la
estructuración de la imagen de sí, la madre también fundamenta su experiencia
de autoestima ya que cuando le sonríe al bebé, él mismo experimenta que es
aceptado, valorado, que es bueno.
Esta yoidad especular y narcisista es la matriz de las posteriores
identificaciones edípicas. Para J. LACAN14 el "Yo" es producto de esta alteridad
en la que el bebé se fija a una imagen, identificación primaria especular y se
constituye en forma alienada pues se conoce a sí mismo en el "otro". El sujeto
al constituirse mirando al "otro" se vuelve extraño a él mismo, vive fuera de él,
prisionero de esa imagen de su yo; vive de la mirada del "otro" hacia él, pero lo
ignora como un "otro" distinto de sí. Por lo tanto, el narcisismo es una relación
erótica del individuo con una imagen que lo aliena. El Yo procede de estas
identificaciones narcisistas con imágenes especulares.
Esta fase en que la actitud complementaria de la madre permite la
satisfacción de casi la totalidad de las necesidades del bebé, también se la
designa como "período de omnipotencia" o del "sentimiento oceánico o
fusional". En tal circunstancia, madre e hijo constituyen una unidad pero de
naturaleza diferente a la que constituyen en la vida intrauterina. Esta es una
unidad dual, es decir, unidad y dualidad al mismo tiempo.
Podemos considerar un punto de vista diferente como el de IGOR
CARUSO y sus seguidores15, según los cuales el narcisismo es el punto de
partida y está presente en todas las relaciones amorosas. El narcisismo no
desaparece del todo en el hombre y va a perdurar en la tendencia a adecuar

Editores, Buenos Aires, 1985; (1914c). Introducción al narcisismo, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985;
(1923b). El yo y el ello, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985.
14
LACAN, J. (1991). El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la
experiencia psicoanalítica. Escritos 1. Siglo XXI Editores, Buenos Aires.
15
CARUSO, I. (1965). Bio, psique y persona. Editorial Gredos, Madrid.
TANCO DUQUE, R. (1967). Narcisismo y personalización. En: EDELWEISS M. Y otros. Personalización.
Club de Lectores, Buenos Aires.
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toda nueva relación interpersonal al modelo de esta unión dual primitiva. Por lo
tanto, el narcisismo es fuente y origen de la personalización progresiva.
Sin embargo, en este estadio de amor narcisista no todo es placer. El
vínculo narcisista es vivido por el niño como un dilema de muerte, de encierro o
separación, cuya fantasía se podría expresar así: "Si yo soy como mi mamá,
dejo de ser yo, me confundo con ella y me muero" (encierro narcisista) o "Si yo
no soy ella, ella me va a odiar y me va a matar" (separación como
aniquilamiento).
Consecuentemente, la relación narcisista no es solamente placentera,
conlleva la ansiedad de muerte y el temor a quedar encerrado. La unión de
completitud con la madre es un vínculo tal que si no existiera un tercero que
permite la separación, el hijo pasaría a ser un objeto de su madre, un apéndice
de la misma. Es un vínculo que a la larga "mata", ahoga al no poder dar lugar a
ser alguien distinto de la madre.
El narcisismo primario como realidad psíquica representa la fantasía del
retorno al seno materno, predomina en él la representación de la no-
necesariedad del "otro". La posibilidad de superarlo reside en la actitud de la
madre; ella puede dejar o no espacio para un tercero, el padre, abrir o cerrar
ese vínculo dual que hasta ese momento fue mutuamente satisfactorio. En
consecuencia, la situación triangular comienza cuando el hijo capta que él no
tiene todo aquello que completa a su madre y la madre no logra toda su
satisfacción en el vínculo filial. La madre invierte la mirada, ya no la dirige al hi-
jo, aparece en la escena un tercero, es decir, el padre.

2.2. El mito de Narciso

Narciso es un personaje de la mitología griega16 cuya historia relató en


latín el poeta OVIDIO en "Las Metamorfosis".
Era hijo del dios-río Cefiso y de la ninfa Liriope. En el momento de su
nacimiento el adivino Tiresias vaticinó que el niño viviría largo tiempo siempre
que no se contemplara a sí mismo. Pero, Narciso era de una belleza
extraordinaria y enamorado de su propia hermosura, continuamente se
acercaba a una fuente para contemplarse.
Era un joven indiferente al amor que despertaba en los otros su
hermosura. Desdeñaba a las ninfas porque no hallaba entre ellas alguna más
16
PÉREZ RIOJA, J. (1981). Diccionario de símbolos y mitos. Editorial Tecnos, Madrid.
GRIMAL, P. (1981). Diccionario de mitología griega y romana. Editorial Paidós, Buenos Aires.
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bella que él para amar. La ninfa Eco, que habitaba en las riberas del Cefiso, se
enamoró de Narciso; pero como no pudo soportar su desdén Eco fue
debilitándose hasta que de ella sólo quedó solo su voz. Desesperada y llena de
vergüenza se retiró a lugares solitarios, donde se consumió su cuerpo y se
evaporó su sangre debido al despecho y a la pesadumbre. Sólo la voz quedó
de ella y resuena eternamente en esos lugares.
Disgustadas por los desprecios de Narciso las ninfas pidieron a la diosa
de la justicia y de la venganza, Némesis, que lo castigara. Durante un día de
cacería, Némesis hizo que Narciso se acercara al río a beber, pero al ver
reflejado en el agua su imagen con tanta belleza se olvidó de beber y de comer,
echo raíces en la orilla y se convirtió en la planta del narciso. Otra versión
refiere que Narciso, fascinado al ver su imagen en el agua, intento abrazarla
muriendo ahogado.
En ambos casos, el mito griego nos señala claramente el carácter
autodestructivo del amor narcisista.

2.3. Irrupción de la sexualidad genital en la infancia

El psicoanálisis considera que existe una fase del desarrollo psicosexual17


caracterizada por la organización de las pulsiones parciales, oral y anal, bajo la
primacía de la zona genital. Este período comporta dos tiempos separados por
el período de latencia: la fase fálica, u organización genital infantil, en la cual el
niño y la niña reconocen un solo genital, el masculino, es decir que prevalece la
oposición fálico-castrado; la segunda fase corresponde a la organización genital
propiamente dicha que se instaura en la pubertad.
A partir de los 3 años el niño comienza a descubrir las diferencias
anatómicas entre el hombre y la mujer18, de igual manera como posteriormente
lo hará con su genitalidad. Tales descubrimientos despiertan su interés y el
desarrollo de fantasías propias de este período.
Consecuentemente, dichas novedades suscitan la curiosidad acerca del
por qué y del para qué de las diferencias sexuales. Es la época de la
interrogación a cerca de cómo nacemos, de dónde venimos. Incorpora a los
juegos estas nuevas preocupaciones, así juega al "doctor y al paciente" con
niños de otro sexo para poder encubrir su curiosidad sexual y la exploración
17
FREUD, S. (1905d). Tres ensayos de teoría sexual. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985.
18
FREUD, S. (1925j). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de lo sexos. Amorrortu
Editores, Buenos Aires, 1985.
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corporal. Su deseo de conocer lo induce a mirar a los demás, sean padres,


hermanos o compañeros de juegos cuando están desnudos; como así también
explora su propio cuerpo, sus órganos genitales y obtiene cierto placer al
excitar dichas zonas corporales. Algunos autores al referirse a este período lo
consideran una etapa de masturbación infantil, para aludir a esta búsqueda de
gozo corporal en sí mismo; si bien este término no es equivalente y tan sólo
guarda cierta analogía con la masturbación del adolescente o del adulto. La
irrupción de la sexualidad infantil moviliza a los padres que oscilan entre
actitudes permisivas o punitivas. Cuando asumen una actitud permisiva,
consideran estas nuevas conductas con "naturalidad", sin intervenir, o bien
exponiendo al niño a estímulos sexuales con un supuesto afán informativo. Por
el contrario, cuando adoptan actitudes punitivas o negadoras imponen severos
castigos a cualquier insinuación de conducta sexual; o niegan en el ámbito
familiar la existencia de la sexualidad, de modo que no aparece este tema en
las conversaciones familiares.
La información razonable de acuerdo con la capacidad de comprensión
del niño, como por ejemplo, la explicación de que nacen en el vientre de la
madre; la vigilancia y orientación oportuna de sus juegos; la valoración positiva
de las diferencias sexuales, de la complementariedad hombre-mujer; las
muestras de afecto, respeto y amor entre los padres, todo esto permite vivir
esta etapa y no quedar fijado o anclado a esta problemática, ya sea por
sobreexcitación o represión exagerada de la sexualidad.

3. LA SITUACIÓN TRIANGULAR. DISCRIMINACIÓN DEL YO

Las teorías psicoanalíticas consideran que el complejo de Edipo19


desempeña un papel fundamental en la estructuración de la personalidad y en
la orientación del deseo humano.
Según dichas teorías el desarrollo en los primeros años de vida es el
producto, o la resultante, de las tendencias que buscan restaurar un equilibrio
simbiótico o fusional madre-hijo y de las fuerzas discriminatorias que separan e
individualizan. Por una parte la fusión, incluso limitada, resulta imposible de
realizarse; por otra parte, la irrupción de los otros, de un tercero, permite que
madre e hijo se separen. Hay un sucesivo fracaso de los intentos de fusión
hasta la afirmación definitiva de la identidad personal del hijo.

19
FREUD, S. (1912-13). Tótem y Tabú. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985.
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Después de la separación del nacimiento, el niño intenta recuperar


oralmente su estado fusional con la madre. Al amamantarse, al introducir el
pecho materno en su cavidad bucal, restaura en parte la unión física que tenía
en el seno materno. La voracidad del neonato representa el anhelo de una
conexión más íntima con la madre, de tenerla enteramente para sí.
La madre en esta relación intensa con el bebé se distancia de los otros,
en algunas ocasiones se encierra en un vínculo narcisista olvidándose,
restándole importancia de la realidad externa. Pero el mundo está presente y se
le impone a la madre, por ejemplo, cuando le preocupa y tiene en cuenta para
la crianza la opinión de las abuelas, de los otras mujeres, las costumbres del
lugar. Del mismo modo, se le impone al niño cuando, por ejemplo, adopta
ciertos hábitos y costumbres para hacerla quedar bien a su madre ante los
otros, aunque por momentos se resiste y deja surgir, de pronto, su indivi-
dualidad no haciendo aquello que es esperado.
En este marco, el complejo de Edipo representaría un nuevo intento del
niño para restaurar el equilibrio fusional con la madre, en esta ocasión
acompañado de nuevas fantasías sexuales. Al tercer año de vida emergen las
pulsiones sexuales de carácter genital y el niño erotiza el vínculo con su madre.
La madre que es el primer objeto de amor, es también el primer objeto sobre el
que se concentra el deseo sexual humano. Por lo tanto, este último es, en
primera instancia de naturaleza incestuosa. Así, como cuando tenía hambre y
sed buscaba en la madre satisfacer sus necesidades, al irrumpir la necesidad
sexual intenta satisfacerla también con ella. Fantasea la unión física sexual con
la madre de modo similar a la que vivenció con el pecho materno en la etapa
oral. El descubrimiento de los órganos genitales, con las fantasías, emociones y
sentimientos que acompañan al mismo, adicionan un nuevo componente a la
relación afectiva madre-hijo.
La presencia del padre es un límite a la fantasía de fusión entre la madre
y el hijo. Marca así la diferencia entre el hijo y su madre, entre el hombre y la
mujer, entre el niño y los demás. La intervención paterna que genera el temor a
la castración desalienta en el varón la fantasía incestuosa de este nuevo intento
de fusión. Esta intervención paterna supone que la madre desvía su mirada del
hijo para encontrarse con su esposo, de modo que con éste se constituye ahora
el triángulo afectivo. Se requiere una presencia activa del padre que por
representar al tercero, significa para el niño la imposibilidad de poseer a su
madre como la posee el padre, es decir, como mujer. Consecuentemente, el
espacio abierto por la madre posibilitará al padre la discriminación intrafamiliar y

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será la puerta para el hijo hacia la sociedad y la Ley. Cumple así un rol
discriminante y socializador.
Del mismo modo que nacer es el momento en el cual el niño es expulsado
del seno materno, la situación triangular opera "expulsándolo" de la familia,
"arrojándolo" a la sociedad. El complejo de Edipo es la culminación de un
proceso orientado desde muy temprano a encontrar el sentido de la propia
persona y la del otro, es un proceso de "personación"20. Así, el sujeto aprende a
vivir esta situación triangular, afirma su identidad y descubre conjuntamente su
pertenencia, pero también su irremediable separación y soledad.

3.1. Sigmund Freud y la tragedia de Edipo

S. FREUD encontró una analogía entre la historia de toda persona, en


particular lo que acaece entre los 3 a los 6 años, y la historia de Edipo relatada
en las tragedias de SÓFOCLES, como Edipo rey, Edipo en Colona y Antígona.
Este mito griego es la manifestación de una fantasía originaria que revive en la
vida individual.
Esta leyenda21 relata que Edipo es hijo de Yocasta y de Layo, Rey de
Tebas. Previo a su nacimiento el oráculo de Delfos le anunció a Layo que su
hijo lo mataría. Apenas nació Edipo su padre mandó a un criado a matarlo para
evitar que se cumpliera el siniestro presagio. El criado se compadeció del niño y
lo abandonó colgándolo de un árbol con los pies unidos por los tobillos, para
que alguien lo recogiera. Un pastor lo encontró con los pies hinchados a raíz de
su trabazón y de allí que lo llamaran Edipo, que quiere decir "pies hinchados".
Más tarde fue llevado a la ciudad de Corinto donde los reyes Polibo y Merope lo
adoptaron y lo criaron.
El tiempo transcurre y en su adultez Edipo consulta al mismo oráculo,
quien le predice que asesinará a su padre y se casará con su madre. Debido a
este presagio Edipo se aleja de Corinto, pues de esta manera cree que evitará
el incesto con su madre Merope y también eludirá matar a su amado padre
Polibo. Es preciso señalar que Edipo consideraba a éstos como sus padres.
Edipo en su huida, transitando por un camino se encuentra con un
desconocido con quien entabla una pelea y mata a éste conjuntamente con
20
RECAMIER, P. C. Citado en: HOCHMANN, D. (1971). Hacia la psiquiatría comunitaria. Arnorrortu Editores,
Buenos Aires.
21
PÉREZ RIOJA, J. (1994). Diccionario de símbolos y mitos. Editorial Tecnos, Madrid.
GRIMAL, P. (1981). Diccionario de mitología griega y romana. Editorial Paidós, Buenos Aires.
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todo su séquito, excepto a un integrante de la comitiva que queda como testigo.


El desconocido asesinado es nada menos que su padre Layo y lógicamente
Edipo no se percata de su parricidio y prosigue su camino.
En Tebas, ante la muerte del rey Layo, lo reemplaza transitoriamente el
padre de Yocasta, quien ofrece la corona y a su hija a aquel que liberara a esta
ciudad de los estragos que cometía la Esfinge. Este monstruo proponía
enigmas a los caminantes, a quienes los devoraba o arrojaba desde altos
peñascos si no los develaban. Edipo al llegar a Tebas es detenido e interrogado
por la Esfinge, pero descifra el enigma planteado y por lo tanto merece el
premio ofrecido, así se convierte, sin ser conciente de ello, en esposo de su
madre y en sucesor del trono paterno.
Posteriormente, tiene hijos con su esposa-madre y a medida que
interroga a Tiresias -el adivino- y a sus criados devela el misterio de su
nacimiento; advierte que ha consumado el incesto con su madre y el parricidio.
Ante tal evidencia y como castigo se arranca los ojos, acto que simboliza la
castración o el intento de suprimir sus impulsos libidinosos y agresivos. El relato
mítico nos muestra la postura fatalista griega que impide a estos personajes
(Edipo, Yocasta, Layo) rehuir a su destino.
S. FREUD ve en dicho relato una analogía con las experiencias del niño
de 3 años que no puede rehuir de la fuerza de sus pulsiones y fantasea el amor
sexual hacia su madre y la destrucción de su padre. S. FREUD sostiene22 que
el conflicto edípico es universal, surge en todas las culturas, aun cuando las
pautas y la responsabilidad de la crianza difieran.

3.2. El Edipo en el varón

Hacia los 3 años el varón modifica las relaciones con su padre y con su
madre, con sus objetos de amor. De modo semejante a los períodos oral y anal
su objeto de amor es la madre, pero en este momento se acrecientan sus
pulsiones sexuales genitales. Así, frente a su madre adopta una actitud
protectora o roles característicos del esposo, de modo que a veces afirma:
"cuando sea mayor me casaré con vos". Tiene celos de su padre y de sus
hermanos ante el vínculo que estos mantienen con su madre; de este modo, le
molesta el acercamiento afectivo entre sus padres; por ejemplo, si los ve
abrazados intenta separarlos o se acuesta entre ambos queriendo permanecer

22
FREUD, S. (1923b). (1985). El Yo y el Ello. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985.
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toda la noche en medio de ellos. Desea que su padre se ausente de casa unos
días para dormir con su madre y "desplazar" a su padre.
Sin embargo, toma conciencia de que su madre tiene variados intereses y
en función de los mismos otras personas son relevantes para ella. Se ha roto la
díada, ha aparecido un tercero, que en su fantasía toma el lugar de un rival y
siente que compartir a su madre equivale a perderla. Asimismo, se da cuenta
que no tiene o no puede darle a su madre todo lo que ella necesita y, por lo
tanto, sólo logrará el amor materno si gana la competencia con terceros.
A su vez la actitud frente al padre también se modifica. En su fantasía el
padre es admirado y temido a la vez, coexisten el amor y el odio, es decir,
experimenta sentimientos ambivalentes frente al mismo. De este modo, lo
experimenta como el competidor principal del amor materno, por ello, siente
odio y tiene fantasías agresivas hacia el mismo. También lo considera el
representante poderoso del mundo exterior, de la sociedad, anhelando poseer
su fuerza y su potencia.
La agresividad que siente hacia su padre le resulta intolerable y por eso la
proyecta en otra representación que comienza a serle temida23. En
consecuencia, teme la venganza paterna por dichas fantasías agresivas como
así también por sus fantasías incestuosas frente a la madre. Por todo lo dicho,
es frecuente que el niño desplace su odio y su temor al padre hacia otros
objetos, comienza así un período "normal" de fobias infantiles, por ejemplo, la
fobia a los perros, a los que evita y teme ser mordido. De este modo, ya no es
el padre vivenciado como el agresor y competidor, sino que sus aspectos malos
han sido desplazados a los perros que son mas fáciles de evitar y
consecuentemente puede mejorar su relación paterno-filial. Otro ejemplo es el
temor a la oscuridad, así quiere dormirse con la luz prendida. El niño no sabe
bien qué sucede de noche entre sus padres, fantasea encuentros erótico-
agresivos entre ellos, teme por ésto y desea controlar dicha relación. De alguna
manera logra su cometido si los padres le permiten dormir con la luz encendida.
Las fobias o temores infantiles son un elemento normal de este período
de modo que disminuyen o desaparecen posteriormente. Es conveniente que
los padres adopten una actitud serena, contenedora, tranquilizadora frente a los
hijos brindándoles información acerca del objeto o situación temida,
contribuyendo así a descender el nivel de ansiedad. Por ejemplo, si el niño
tiene miedo a los truenos es aconsejable explicarles cómo se producen, y no

23
FREUD, S. (1909b). Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985.
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burlarse de sus actitudes temerosas, ni enfrentarlos contra su voluntad con el


objeto o situación temida, como si ésta fuese una actitud terapéutica.
Para FREUD, el temor juega un rol más importante en el Edipo masculino
que en el femenino. El temor a la agresión paterna, es decir, el temor a la
castración como daño en las partes corporales consideradas más valiosas en
este período, es decir sus órganos genitales, es un factor central en la
finalización de la situación edípica. Consecuentemente, el temor al castigo
paterno lleva al varón a renunciar a sus fantasías incestuosas con la madre y a
identificarse con el padre.
El "sepultamiento", como disolución final del complejo de Edipo, queda
asociado al duelo frente a la renuncia, debido a la imposibilidad del vínculo
genital con la madre y también por la superación del dolor y la ambivalencia
ante la confrontación con el padre.
Cuando FREUD propone el término "sepultamiento" para describir la
última de las vicisitudes del complejo de Edipo lo distingue de la represión. Así
dice:

"no veo razón alguna para denegar el nombre de represión al


extrañamiento del yo respecto del complejo de Edipo, si bien las re-
presiones posteriores son llevadas a cabo la mayoría de las veces con
participación del Superyó, que aquí recién se forma. Pero el proceso
descripto es más que una represión; equivale, cuando se consuma
idealmente, a una destrucción y cancelación del complejo (...) Si el Yo no
ha logrado efectivamente mucho más que una represión del complejo,
este subsistirá inconsciente en el Ello y más tarde exteriorizará su efecto
patógeno"24.

Este sepultamiento arriba descrito, sólo es posible cuando el sujeto


admite la prohibición del incesto. El coito endogámico es una elección narcisista
en cuanto se realiza con objetos consanguíneos, puede representarse en la
fantasía como una cópula hermafrodita25.
La prohibición del incesto y el contenido latente del horror a éste surge de
la excitación narcisista incontrolada. El coito incestuoso con su estructura

24
FREUD, S. (1924d). El sepultamiento del complejo de Edipo. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1986,
páginas 184-185.
25
"Hermafrodito" es el personaje mitológico que heredó los respectivos sexos de ambos progenitores,
quedando así relacionado con la representación de la completud y de la no necesariedad del otro sexo. Cfr.
PÉREZ-RIOJA, J. A. (1971). Diccionario de símbolos y mitos. Editorial Tecnos, Madrid.
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narcisista conserva de este modo frente al exogámico, el carácter de un delito


contra la sociedad, ya que ésta supone para su constitución dicho movimiento
exogámico26.
Como ya dijimos más arriba, el temor a la castración conduce el niño a la
renuncia de sus fantasías incestuosas con la madre, pero también lo conduce a
identificarse con el padre. FREUD27 dice acerca del sepultamiento del Complejo
de Edipo que se desdoblan las cuatro aspiraciones contenidas en él, de manera
tal que surge una identificación-padre que retiene al objeto-madre y
simultáneamente una identificación-madre que retiene al objeto-padre. Se suele
considerar normal al desenlace en que se refuerza la identificación-padre, como
desenlace propio del Complejo de Edipo simple y positivo. Así, se reafirma la
masculinidad y se retiene en cierta medida el vínculo tierno con la madre. En su
forma negativa el Complejo de Edipo se presente en su modo inverso, es decir,
experimenta el amor al padre pero odio y celos hacia la madre.
La descripción del Complejo de Edipo completo que supone esta
duplicidad de formas, positiva y negativa, depende de la bisexualidad originaria
del niño. Así, da cuenta de la ambivalencia del niño hacia el padre por la
interacción de sus componentes heterosexuales y homosexuales y no como el
simple resultado de una situación de rivalidad.
Para JACQUES LACAN28 la función paterna consiste esencialmente en
instituir la Ley y posibilitarle al hijo una identificación parcial con el padre. Éste
introduce la Ley: "no violarás la prohibición del incesto" y la impone con la
amenaza de castración.
Frente al mensaje paterno: "podés ser hombre como yo pero no podés ser
yo mismo, debes renunciar a la posesión sexual de tu madre", el varón renuncia
a la madre y se identifica parcialmente con el padre diciendo: "si me quedo con
mamá, perderé lo más valioso que tengo (temor a la castración) entonces
renuncio a mamá (fantasía incestuosa) y a desplazar a papá (autoridad
paterna)". Así, logra la identificación con el padre a condición de no ser el padre
en tanto marido de la madre, de este modo queda abierta la posibilidad de ser
hombre pero para otras mujeres. El niño aprende que la sexualidad genital
debe excluirse de la familia y que deberá buscar su satisfacción en la sociedad
exogámica. La prohibición del incesto obra como una poderosa fuerza
centrífuga que lanza al niño al mundo, que desplaza el polo de sus afectos al

26
CHIOZZA, L. (1978a). Ideas para una concepción psicoanalítica del cáncer. Editorial Paidós, Buenos Aires,
1978.
27
FREUD, S. (1923b). El Yo y el Ello. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985.
28
LACAN, J. (1970). Las formaciones del inconsciente. Editorial Nueva Visión, Buenos Aires.
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exterior. Con el sepultamiento del período edípico se inicia una etapa de


socialización, que transcurre en el período de latencia, en la que, además de
los padres, se tendrán nuevos modelos de identificación, como maestros,
compañeros, por ejemplo.
Podemos concluir a partir de los autores antes expuestos, que no sólo la
actitud paterna pone freno a las fantasías incestuosas del niño sino que
también es la actitud de la madre, que adopta similar proceder mediante su
amor tierno y evita toda sobreexcitación o seducción erotizada. Por lo tanto, la
actitud de ambos padres es significativa para que el niño se ligue afectivamente
de manera adecuada a ellos y que adquiera su autonomía.
La unidad de los cónyuges en este período es crucial para el buen
desarrollo del niño, si bien es deseable en todo momento. Por tal motivo, si los
padres pelean, se separan o, por ejemplo, dejan de dormir juntos, el niño que
atraviesa esta etapa verá confirmada su fantasía agresiva de desplazar al padre
y se incentivará su fantasía incestuosa. Lamentablemente, muchas veces,
cuando hay separaciones o conflictos conyugales, es frecuente que la madre se
"agarre" afectivamente de sus hijos y permita que estos ocupen en parte el
"lugar paterno". Otras veces, los padres los hacen participar del conflicto entre
ellos. Dichas experiencias no hacen más que dificultar la resolución de la
situación edípica y el hijo queda entrampado en la familia y sus conflictos, sin
encontrar la seguridad y fuerza necesaria para separarse y socializarse.

3.3. El Edipo en la niña

El primer objeto de amor de la niña es la madre, al igual que lo es para el


varón. Pero en el período edípico la niña29 enfrenta la conflictiva del cambio de
objeto amoroso, es decir, abandona a la madre como objeto de amor y ubica al
padre en dicho lugar. De modo, que mientras que el varón erotiza el vínculo con
la madre al iniciarse la situación edípica, la niña debe previamente abandonar a
la madre como objeto amoroso para luego erotizar el vínculo con el padre. La
niña antes de esta erotización descubre que no posee todo lo que satisface y
completa a la madre, fantasea que ésta no le dió lo que le corresponde poseer,

29
FREUD, S. (1908c) Sobre las teorías sexuales infantiles. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985.
FREUD, S. (1909b) Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985.
FREUD, S. (1916-17). Conferencias de introducción al psicoanálisis. Amorrortu Editores, Buenos Aires,
1985.
FREUD, S. (1924d) El sepultamiento del Complejo de Edipo. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1985.
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se instala así el Complejo de Castración. Dicho complejo, centrado en la


fantasía de la niña del cercenamiento del pene, es una respuesta al
descubrimiento de la diferencia anatómica de los sexos, es decir a la presencia
o ausencia del falo. La instalación de esta fantasía se apoya en un aspecto que
concuerda con la realidad exterior, ya que la niña posee órganos genitales
internos a diferencia del varón. La mujer, anatómicamente diferente al hombre,
se vive en su fantasía inconsciente como castrada, incompleta, perjudicada,
envidia al hombre. En la infancia el clítoris de la niña desempeña un papel
semejante al del pene del varón, en cuanto ambos son portadores de
excitabilidad y por lo tanto le permite alcanzar un satisfacción autoerótica.
Posteriormente, para que la niña se. vuelva mujer y logre la genitalidad adulta,
es importante que el clítoris ceda la primacía de la sensibilidad a la vagina.
Como consecuencia de dicha experiencia de castración "se dirige" hacia
el padre, en primer lugar, por el despecho y el odio a la madre; posteriormente
surgen las fantasías incestuosas alrededor de él. Busca al tercero al sentirse
traicionada, no porque ha renunciado a la madre. El padre es como un sustituto
de la madre al que llega con enojo y así llena de reproches piensa: "mamá me
engañaste, nuestro amor es imposible, vos no podés darme lo que necesito,
papá sí puede dármelo, por esto me voy con él"30.
El triángulo femenino edípico está recorrido por la experiencia de
frustración, ya que la niña interpreta que ha sido víctima de un doble engaño
tanto al inicio por la actitud de la madre, como por la del padre cuando finaliza
esta conflictiva. Así, en el inicio se instala el complejo de castración. El varón
teme a la castración como realización de una amenaza paterna en respuesta a
sus fantasías y actividades sexuales, lo cual le provoca una angustia intensa.
La niña, como ya dijimos, experimenta la ausencia de pene como un perjuicio
sufrido que intenta negar, compensar o reparar. El varón sepulta su fantasía
incestuosa para mantener su narcisismo (ideal del yo), a diferencia de la niña
que entra en la situación edípica con el narcisismo vulnerado por la presunta
consumación de su castración. Desde este narcisismo herido construye la
femineidad y por eso se argumenta que la mujer posee, en comparación con el
hombre, una imperiosa necesidad de ser amada. En ambos, la temática de la
castración guarda una íntima relación con el Complejo de Edipo, enfatizando
especialmente su función prohibitiva y normativa.
La niña erotiza el vínculo con el padre pues en su mundo interior fantasea
casarse y tener hijos con él, y así lo expresa ingenuamente en reiteradas
30
FREUD, S. (1925j). Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos. Amorrortu
Editores, Buenos Aires, 1985.
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oportunidades, como por ejemplo, lo toma del brazo y dice: "vos sos mi novio".
Ante la madre experimenta celos y temor, pero la situación es diferente de la
del varón porque la fantasía de amenaza de castración la experimenta como ya
realizada. La niña por dicho temor no abandona sus deseos incestuosos hacia
el padre, sino que éste con su actitud le ayuda a renunciar a ellos. El padre
atenúa las fantasías incestuosas de la niña a través de una buena relación con
la madre y cumpliendo su función. Sin embargo, no hay en la mujer un corte tan
preciso como en el Edipo masculino, pues persiste la esperanza de quedarse
con el padre. De modo, que el sepultamiento del Complejo de Edipo femenino
no es tan radical como en el varón.
Esta es la elaboración normal de la femineidad. También puede suceder
que cuando no tolera la castración y la angustia que ésta conlleva, la niega y
permanece con la madre, no cambia de objeto de amor, es decir, no elige al
padre, lo que la lleva a la renuncia del acercamiento al otro sexo. Otras veces,
la envidia del pene es tan intensa que intenta apoderarse de las características
masculinas (complejo de masculinidad).
Veamos ahora con más detalle la problemática de las diferencias
sexuales de lo masculino y lo femenino, para retomar luego el tema de la
identidad y de las identificaciones.

3.4. Masculino y femenino. Varón y mujer

FREUD apoyándose en la biología nos dice que:

"Masculino es el producto genésico masculino, el espermatozoide y


su portador; femenino, el óvulo y el organismo que lo alberga"31.

En este sentido la sexualidad no queda definida por la ausencia o


presencia del pene, ni por el comportamiento, sino por el tipo de células
reproductivas producidas en períodos diferentes en la mujer y en el hombre. En
la mujer la ovogénesis se inicia durante el desarrollo embrionario, de modo que
ésta nace con la cantidad de ovocitos que dispondrá, ya adulta, para madurar y
fecundar. A diferencia de esto en el hombre la espermatogénesis se inicia en la
pubertad32.
31
FREUD, S. (1933a). Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. Conferencia 33. Amorrortu Editores
Buenos Aires, 1986, página 105.
32
HIB, J. (1993). Embriología médica. Nueva Editorial Interamericana, México.
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Así, la mayor diferencia entre los seres humanos es la diferencia orgánica


entre los sexos, consecuentemente cada uno de nosotros vive existencialmente
en cuanto varón o mujer. La diversidad sexual es previa a los tipos de
personalidad o rasgos caracterológicos. Dicha diversidad sexual se constituye
en el momento de la concepción al conformarse los 23 pares de cromosomas,
el padre y la madre aportan un miembro de cada par; siendo el par 23 el que
determina las características sexuales. No obstante, el sexo genético no agota
las diferencias psíquicas y corporales entre ambos sexos. Dicha diversidad
sexual es el anclaje de los diferentes rasgos caracterológicos de los individuos.
Entre otros autores, P LERSCH33 y C. G. JUNG34, distinguen una personalidad
o psique masculina y una personalidad o psique femenina. De modo, que
además de las diferencias sexuales orgánicas o corporales, todo nuestro ser, y
por lo tanto nuestro psiquismo, es sexuado.
El varón y la mujer tienen dos estructuras corporales bien diferenciadas,
pero complementarias entre sí, para la prolongación de la vida.
El varón es un ser fecundante y la mujer, como portadora de la corriente
vital, es la matriz de la vida. Lo fundamental es que si bien ambos son
diferentes, al unirse se realizan confiriéndose una complementeriedad que no
tenían previamente.
La polaridad masculino-femenina no es exclusiva de la especie humana,
sino que está presente en todo el cosmos. Prácticamente en toda la naturaleza
se encuentran dos polos, dos elementos complementarios.
Si bien desde la concepción, como dijimos, está determinado el sexo
genético, la identidad sexual en los seres humanos se va construyendo
progresivamente a partir de dicha determinación. Durante las primeras
semanas de vida los embriones XX y XY anatómicamente están dotados, a la
vez de conductos femeninos (conducto de MÜLLER) y masculinos (conducto de
WOLFF) precursores de los órganos sexuales. Los embriones, hasta fines de la
tercera semana, no poseen ningún esbozo de lo que serán después sus
órganos genitales. A partir de la cuarta semana se inicia el "período
indiferenciado" dado que las gónadas y los genitales externos, cuyo esbozo
acaba de aparecer, son idénticos. Hacia la séptima semana el embrión XY
comienza a evolucionar en sentido maceulino, mientras que el XX lo hace hacia
la novena semana, momento en el cual puede afirmarse que este último
embrión es femenino porque no ha evolucionado en sentido masculino.

33
LERSCH, PH. (1968). Sobre la esencia de los sexos. Editorial Orígenes, Madrid.
34
JUNG, C. G. (1997). El hombre y su símbolos. Editorial Paidós, Buenos Aires.
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Lo característico del desarrollo genital masculino será la persistencia del


conducto de WOLFF y la desaparición del conducto de MÜLLER, a
consecuencia de la función hormonal temprana del testículo a partir de genes
presentes en el cromosoma Y35.
Durante el desarrollo fetal y puberal, en particular, se manifiesta el sexo
hormonal y gonadal mediante la acción hormonal virilizante o feminizante. La
identidad sexual y la internalización de las pautas culturales, respecto del
modelo y del rol desarrollado tanto por el varón como por la mujer, comienza
para algunos autores entre los 6 y 8 meses de vida36, existe un período clave
entre los 3 a 5 años en que se constituye el núcleo de la identidad sexual
(complejo de Edipo) y logra un punto culminante en la adolescencia.
A la disposición natural de los sexos con vista a diferentes tareas, se
agrega un aprendizaje de los roles según los modelos culturales. La
personalidad masculina o femenina varía según las culturas de manera notable,
pero existen constantes comunes, universales.

Lo masculino se caracteriza por:

 brindar protección y seguridad frente a los peligros externos, a


diferencia de la actitud materna que cuida y conserva con ternura a
sus hijos en el seno del hogar.

 el predominio de una actitud racional, analítica, abstracta y una


preocupación por las temáticas universales.

 la apertura e intensa relación con el mundo exterior.

 una actitud transformadora de la realidad tendiente a "romper" el cír-


culo de lo próximo, lo seguro y lo habitual.

 la robustez del sistema óseo y muscular estriado que le confiere


mayor capacidad de resistencia y de dominio frente al mundo
circundante. Esto acompaña a su voluntad de salir de sí mismo, de
apropiarse y adueñarse del mundo.

35
HIB, J. (1993). Embriología médica. Nueva Edit. Interamericana, México.
36
Algunos autores entre ellos M. KLEIN enfatizan la importancia de este período para el logro de la identidad
sexual y proponen su nominación como "complejo de Edipo temprano", el cual se remonta a la posición
depresiva en la que se inicia la relación con objetos totales (cfr. cap. II, 6.4).
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 considerar que sólo proyectándose hacia afuera puede crear, ya


que carece, a diferencia de la mujer, de la posibilidad de generar
vida en su seno.

 su estabilidad afectiva. Según la escuela kleiniana la afectividad


masculina se caracteriza por el predominio de la modalidad y la
ansiedad paranoides (de ataque y defensa) frente al mundo sobre
las tendencias depresivas.

Lo femenino se caracteriza por:

 una sensibilidad peculiar para intuir el impulso creador inmanente a


los seres, a las realidades, a la vida humana misma. Sintoniza con
la corriente vital de los seres vivientes y registra sus variantes.
Posee una relación más íntima y originaria que el hombre con todo
lo vital.

 una gran receptividad para comprender las situaciones y contingen-


cias de la vida. Un sentido más íntimo y concreto que le permite vivir
la realidad interior de cada ser, de cada situación y de cada
persona, es decir, de lo individual.

 poseer interés y cuidado por la preservación, prolongación y


defensa de la vida. Su actividad se manifiesta, en menor medida en
relación al hombre, en aquellas situaciones que requieren lucha,
resistencia y superación de dificultades del mundo circundante.

 concebir la creación como algo interior. Así, el íntimo acontecer del


embarazo, vivencia decisiva de la mujer, se produce dentro de ella
misma y conlleva una actitud de ensimismamiento.

 una predisposición a permanecer dentro del círculo espacial de las


cosas próximas.

 una afectividad cíclica, caracterizada por el predomino de lo emotivo


y de lo espontáneo. Según la escuela kleiniana la afectividad
femenina se caracteriza por la modalidad y la ansiedad depresivas.
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 el predominio de una actitud receptiva, que consiste en admitir den-


tro de sí lo que le es dado y hacerse cargo de ésto que recibe.
Algunas culturas interpretaron la receptividad como pasividad
femenina y se la consideró el rasgo fundamental de la mujer.
Siguiendo esta línea de pensamiento diversos autores insisten en la
pasividad femenina en el acto sexual y en la fecundación, pero tal
vez sería más apropiado descubrir que su modo de actividad es
diferente a la del varón, es receptiva. Ya que, la receptividad
femenina no puede confundirse con la pasividad ni con la
inactividad. A modo de ejemplo, recordemos lo dicho respecto a que
el óvulo no es penetrado pasivamente por el espermatozoide, sino
él primero segrega sustancias que lo atraen y sus membranas se
preparan para recibirlo; no es pues un mero dejarse buscar o dejar
que se le acerquen y penetren. De igual modo, en el acto sexual la
mujer recibe al hombre, es penetrada, pero también existe una
conducta activa de la misma en la búsqueda y penetración, hay un
mutuo acoplamiento. Además, la mujer es capaz de desarrollar una
intensa actividad no sólo en cuanto esposa o madre, sino en el
ámbito laboral y profesional.

 la capacidad para tolerar las dolencias psíquicas y corporales. Cabe


señalar que el dolor y el sufrimiento no los asocia solamente a
estados de enfermedad o traumatismos, sino también a
experiencias de alegría como puede ser el parto. La paciencia de la
espera y los sufrimientos del parto son, en general, preludio de gozo
y plenitud; pero también son la contracara del dolor del varón para
trabajar y el gozo de llevar a su hogar lo necesario para el
mantenimiento de éste.

JUNG comenta que ya desde el medioevo, antes que los fisiólogos del
siglo XIX demostraran que a causa de nuestra estructura glandular en cada uno
de nosotros coexisten a la vez elementos masculinos y femeninos, se decía que
"cada hombre lleva una mujer dentro de sí", aun cuando este aspecto se
guarda cuidadosamente, se oculta para sí y para los demás.

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Este autor denomina "anima"37 al elemento femenino del inconsciente


masculino y "animus" al elemento masculino del inconsciente femenino.
El anima se experimenta a través de sentimientos y estados de humor,
capacidad de conjeturar acerca del futuro, captación de lo irracional, capacidad
para el amor personal, sensibilidad hacia la naturaleza y relación fluida con el
inconsciente. El anima representa a la "mujer interior" que transmite los
mensajes vitales del sí mismo. En consecuencia, por ejemplo, en la religión
griega las sacerdotisas intepretaban la voluntad divina y los profetas o cha-
manes esquimales aún hoy llevan ropa de mujer.
En su manifestación individual el carácter del anima de un hombre
generalmente adopta la forma de la madre; si la influencia de ésta ha sido
negativa se expresará a través de la irritabilidad, depresión, inseguridad y
susceptibilidad, así por ejemplo, se expresa acerca de los demás con
comentarios destructivos, venenosos, desconsiderados, es decir, que tergiversa
la realidad. También la influencia materna negativa promueve una actitud
afeminada en el hombre, vive preso de las mujeres e incapaz de luchar contra
las penalidades de la vida. Pero, si la influencia de la madre es positiva el
anima del hombre lo guiará para encontrar una cónyuge adecuada, como así
también descubrir sus contenidos inconscientes, alinear su poder mental con
los valores interiores y le abrirá el camino hacia lo más profundo de sí mismo.
JUNG considera cuatro etapas en el desarrollo del anima. La primera
representa las relaciones instintivas, biológicas y queda simbolizada en la figura
de Eva. La segunda personifica el nivel romántico y estético, aunque
caracterizado también por elementos sexuales. La tercera eleva al amor a la
altura de lo espiritual, esta etapa está representada por la Virgen María. La
cuarta lo simboliza la Sabiduría que trasciende lo más santo y lo más puro
como queda simbolizado tanto en la figura de la Sulamita, esposa del Rey
Salomón, cuya actitud femenina es alabada en el Cantar de los Cantares38;
como en la figura de Atenea, hija de Zeus, que representa en la mitología grie-
ga a la Sabiduría y a la pureza virginal femenina39.
El animus está básicamente influido por el padre de toda mujer. Así éste
dota al animus de su hija de conocimientos indiscutibles, "verdaderos", sin tener
en cuenta la realidad personal de dicha mujer tal como es.

37
El ánima fue llamada por GOETHE "el eterno femenino". GOETHE, J. (1991). Obras Completas. Fausto.
Tomo IV. Editorial Aguilar, México.
38
SAGRADA BIBLIA. (1962). El Cantar de los Cantares. B. A. C., Madrid.
39
PÉREZ-RIOJA, J. A. (1994). Diccionario de símbolos y mitos. Editorial Tecnos, Madrid.
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El animus negativo aparece como un demonio de la muerte, per-


sonificando las reflexiones frías, calculadoras y destructivas, colmadas de
malicia e intriga que invaden a la mujer, intenciones que pueden conducir a su
marido o hijas a enfermedades, accidentes, a decidir que sus hijos no lleguen a
casarse, o aun, a la muerte. Dicho animus se expresa en actitudes de
pasividad, paralización de los sentimientos, sensación de nulidad, descuido,
obstinación. También el animus tiene un aspecto positivo y puede construir un
puente hacia el "sí mismo" mediante una actividad creadora. Dicho aspecto
positivo puede personificarse en una mujer con espíritu emprendedor, atrevido,
veraz y de alta profundidad espiritual.
El animus, igual que el anima, presenta cuatro etapas en su desarrollo. En
la primera personifica al poder fisico, por ejemplo, al hombre atlético. En la
segunda, posee capacidad e iniciativa para planear el accionar. En la tercera
privilegia la palabra y la expresa como maestro y sacerdote. Finalmente, el
animus es la encarnación del significado. En este elevado nivel el animus se
convierte en mediador de la experiencia religiosa por la cual la vida adquiere un
nuevo significado.
Teniendo como marco de fondo tanto las diferencias anatómicas varón-
mujer, el sexo genético, como la polaridad masculino-femenino que implica lo
femenino en lo masculino (anima) y lo masculino en lo femenino (animus),
intentaremos ahora considerar cómo se constituye la identidad.

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4. IDENTIDAD Y MECANISMOS DE IDENTIFICACIÓN

Este período de los 3 a 5 años es un momento clave para el desarrollo de


la identidad especialmente de la identidad sexual. Por esto, es conveniente
dedicar primero algunos párrafos al concepto de identidad y posteriormente
trataremos los mecanismos que contribuyen a su formación.
Etimológicamente "identidad" significa "la misma entidad", "el mismo ser",
se puede decir que es la "mismidad"40. La identidad semánticamente es la
"cualidad de idéntico", de lo completamente igual; en matemática es la igualdad
que se verifica siempre41; en filosofia el principio ontológico de identidad postula
que "toda cosa es igual a sí misma", esta afirmación supone una comparación
implícita de la cosa respecto de sí misma42.
La identidad desde el punto de vista psicológico es un proceso de
construcción, es la adquisición de algo nuevo, pero es un cambiar en el cual
permanece algo de lo que ya se era. Esta adquisición se realiza sobre la matriz
de lo dado y lo ya vivido. De ahí que toda adquisición sea un proceso de
entramado entre ambos elementos43.
La identidad no se refiere primeramente a la distinción o diferenciación
respecto de los otros, a no ser esto o aquello, al hecho de separarnos de los
demás. Se refiere en principio a si se es esto, si se es esa presencia que ocupa
su lugar, indica al ser que es, implica un ir coincidiendo consigo mismo; sólo
posteriormente la identidad apunta a distinguirse de los otros. La discriminación,
la diferenciación o separación es posible porque hay un alguien que es de un
modo determinado. Es decir, que la diferenciación se nos presenta como
consecuencia y no como el elemento que define la identidad.
Ahora bien, esa presencia mía no es presencia total, no es plena, no es
agotadora de mi realidad. Esa presencia lleva en sí una cierta ausencia, es
decir que todas nuestras presentaciones están acompañadas por ciertas
ausencias. No le podemos comunicar al "otro" todo lo que somos. Asimismo,
toda presentación siempre implica tanto un aspecto consciente como uno
inconsciente, pero ninguno de éstos se revela totalmente.
La identidad se va desplegando, es decir que implica un proceso de
formación. Pero este algo que vamos alcanzando no debe interpretarse como
40
BLANQUEZ, A. (1975). Diccionario latino-español. Editorial Sopena, Barcelona.
COROMINAS, J. (1985). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Editorial Gredos, Madrid.
41
MOLINER, M. (1985). Diccionario de uso español. Editorial Gredos, Madrid.
42
FERRATER MORA, J. (1980). Diccionario de filosofía. Editorial Alianza, Madrid.
43
DONADÍO, E. (1981). Identidad como presencia. Simposio sobre identidad en el hombre. Fundación Arché,
Buenos Aires.
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algo que está allí adelante, sino que en cada momento es un descubrimiento y
realización de lo que ya estoy siendo de alguna manera, es actualización de mi
orden propio, es decir de una legalidad interior. Así podemos hablar de una
epigénesis de la identidad.
Si bien la identidad connota una referencia a nosotros mismos, una
coincidencia con lo propio, en el proceso de formación aparece necesariamente
la referencia a la presencia del "otro", al "tú". "Presencia" significa un estado de
la persona que se halla delante de otra u otras, es así que la identidad como
presencia implica un ir presentándome a los otros y a mí mismo
simultáneamente. El hombre es desde su gestación un ser que coexiste con
otros, cuya estructura existencial es la co-presencia, "somos con" y "somos
para" otros.
El "otro", el "tú", nos permite por una parte reconocernos, descubrir lo que
somos y responder según la medida de lo descubierto. El "otro' juega en un
cierto sentido como espejo que posibilita el reconocerme, el descubrirme a mí
mismo a través de lo que él ve en mí. Asi mismo, los otros se constituyen en
modelos a través de los cuales incorporamos actitudes y modos de ser, que
conforman nuestra identidad. De esta manera, el papel de los padres,
educadores, familiares y amigos es fundamental, aunque no lo es al modo de
quien dibuja, delinea o estructura la identidad desde afuera, sino al modo de
una apropiación personalizante.
La identidad se desarrolla y esto implica la "resolución" de crisis, es decir,
momentos decisivos en que se cuestiona toda la existencia. Cada etapa del
ciclo vital implica, de alguna manera, dejar de ser lo que estoy siendo para
poder ser lo que debo ser en la siguiente. Glosando a SAN AGUSTÍN podemos
decir: "cuantas edades desees a tus hijos, tantas muertes debes desearles"44.
El psicoanálisis considera la identidad, siguiendo el sentido etimológico
antes definido, como un proceso por el cual nos formamos como distintos entre
aquellos a los que nos asemejamos. Este proceso se logra a través de
identificaciones, es decir, tomando cualidades de otro que se convierte en
modelo de identificación45.
Así, como al considerar la noción de herencia distinguimos la herencia
específica, la herencia racial y la herencia individual, respecto de la noción de
identidad podemos diferenciar distintos estratos como la identidad específica, la
identidad etnocultural, la identidad familiar y la identidad individual.

44
SAN AGUSTÍN. (1958). Comentario al Salmo 127, 15. Obras Completas. B. A. C., Madrid.
45
GRINBERG, L. (1981). El individuo frente a su identidad. Revista de Psicoanálisis n° 4, APA.
Psicología y Cultura del Alumno de 1° y 2° Ciclo de la EGB 24
UNIDAD 5
Segunda Infancia

Si bien cada especie posee una identidad propia o específica46 que la


diferencia del total de las especies, en su seno cada individuo posee
semejanzas que le permiten la pertenencia al conjunto, pero también
diferencias que determinan su identidad individual47. La identidad específica,
que se ha establecido a lo largo de la historia humana48, es el producto de un
núcleo invariante y de cierta flexibilidad; dicho núcleo invariante es lo que le
permite al sujeto reconocerse como idéntico a pesar de las diferenciaciones
accidentales que experimenta49.
Cada sujeto hoy es de algún modo producto de un devenir histórico que
se fue constituyendo a través de sucesivas generaciones;

"esa historia compartida por los antepasados constituye, desde el


inconsciente, el suelo ancestral, la herencia, lo que le otorga pertenencia
al sujeto"50.

Cuando el ámbito socio-cultural, inscripto en el decurso histórico, posee


una cierta estabilidad se convierte en un elemento facilitador para el desarrollo
de la identidad del sujeto, para que las identificaciones secundarias -las
realizadas con nuestros padres o con sus representantes posteriores- se
conviertan en el soporte de las identificaciones primarias que se realizan con
los padres ancestrales51; así esta construcción mirada desde ángulos diferentes
nos lleva a pensar que las identificaciones primarias se corresponden en lo
biológico al plan genético, mientras que las secundarias se corresponden a lo
que llamamos modificaciones del medio52. Dichas identificaciones se
constituyen en un proceso de copia a partir de un modelo, de modo que
identificarse con otro significa llegar a tener las mismas creencias, proyectos y

46
CHIOZZA, L. (1980b). Acerca de las relaciones entre consenso público y contrato. En: Psicoanálisis: presente
y futuro. Biblioteca del CIMP y CCMW, Buenos Aires, 1983.
47
CHIOZZA, L. (1986a). Por qué enfermamos. Alianza Editorial, Buenos Aires, 1986.
48
CHIOZZA, L. (1980b). Acerca de las relaciones entre consenso público y contrato. En: Psicoanálisis: presente
y futuro. Biblioteca del CIMP y CCMW, Buenos Aires, 1983.
49
CHIOZZA, L. y colab. (1993c). El significado inconsciente de las enfermedades por autoinmunidad. En: Los
sentimientos ocultos en... Alianza Editorial, Buenos Aires, 1993.
50
CHIOZZA, L. y colab. (1997b). El significado inconsciente específico del SIDA. En: Del afecto a la afección.
Alianza Editorial, Buenos Aires, 1997, página 242.
51
CHIOZZA, L. (1986a). Por qué enfermamos. Alianza Editorial, Buenos Aires, 1986. CHIOZZA, L. y colab.
(1997b). El significado inconsciente específico del SIDA. En: Del afecto a la afección. Alianza Editorial, Buenos
Aires, 1997.
52
CHIOZZA, L. y colab. (1993c). El significado inconsciente de las enfermedades por autoinmunidad. En: Los
sentimientos ocultos en... Alianza Editorial, Buenos Aires, 1993.
Psicología y Cultura del Alumno de 1° y 2° Ciclo de la EGB 25
UNIDAD 5
Segunda Infancia

la misma cosmovisión53. Pero no podemos dejar de señalar que toda


identificación lograda conlleva un proceso de duelo por aquellos aspectos del
objeto y del yo que no son incorporados54.
La identidad personal es el resultado de una combinatoria de cualidades
del padre y de la madre, es decir, que se inscribe en dos linajes. Cuando está
lograda la integración podríamos decir que el hijo encarna el amor paterno y se
siente orgulloso de su ascendencia, experimenta "amor propio". En este
sentido:

"todo hijo es ‘mestizo’ en cuanto es el producto de una mezcla o


anfimixis55 de sus padres"56.

Pero dicho mestizaje como producto de una combinatoria genética


heredada lo convierte en un ser único y diferente57.

Podemos distinguir distintas identificaciones:

"Llamamos identificación primordial al proceso por el cual se alcanza la


identidad de especie. Simbólicamente esta identidad queda representada por la
constitución del número y la forma de los cromosomas.
La identificación primaria es el proceso por el cual cada ser humano
desarrolla las características y cualidades que ha recibido hereditariamente.
FREUD (1923b, página 33)58 consideró que este tipo de identificación es
‘directa e inmediata (no inediada)’ porque ‘...no parece el resultado ni el
desenlace de una in vestidura de objeto’.
La identificación secundaria corresponde especialmente al período
postnatal. Mediante ella el sujeto adopta las cualidades de la cultura en la que
se inscribe. Este tipo de identificación es la que FREUD (1923b) considera
como sedimentación de las investiduras de objeto resignadas.

53
CHIOZZA, L. y colab. (1997b). El significado inconsciente específico del SIDA. En: Del afecto a la afección.
Alianza Editorial, Buenos Aires, 1997.
54
CHIOZZA, L. (1970a). Psicoanálisis de los trastornos hepáticos. Alianza Editorial, Buenos Aires, 1998.
55
Anfimixis significa: "mestizo" o "mezcla entre ambos". La traducción es nuestra.
56
CHIOZZA, L. y colab. (1993c). El significado inconsciente de las enfermedades por autoinmunidad. En: Los
sentimientos ocultos en... Alianza Editorial, Buenos Aires, 1993.
57
CHIOZZA, L. y colab. (1993c). El significado inconsciente de las enfermedades por autoinmunidad. En: Los
sentimientos ocultos en... Alianza Editorial, Buenos Aires, 1993.
58
Cita del autor: FREUD, S. (1923b). El yo y el Ello. Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1986.
Psicología y Cultura del Alumno de 1° y 2° Ciclo de la EGB 26
UNIDAD 5
Segunda Infancia

Si las distintas identificaciones descriptas, estratificadas unas sobre otras,


se integran armoniosamente, permiten el establecimiento de una identidad
sólida en la que se amalgaman de un modo estable distintas cualidades"59.
En cuanto a los mecanismos intervinientes en la construcción de la
identidad la teoría psicoanalítica, en particular la escuela inglesa kleiniana60,
tiene en cuenta la identificación proyectiva e introyectiva.
Es necesario primero precisar el concepto de proyección e introyección.
para luego distinguirlos de la identificación proyectiva e introyectiva.
La proyección es un mecanismo del yo muy temprano por el cual el sujeto
atribuye a un objeto externo sus propias pulsiones y fantasías inconscientes. En
general, se proyecta lo inaceptable, lo malo, como medio de salvaguardar la
propia autoestima. Por una parte, en este período edípico, el niño tiene
fantasías agresivas hacia su padre y teme ser castigado por éste a causa de las
mismas. Por otra parte, necesita mantener un vínculo bueno con él, recibir su
afecto y cuidados. El niño puede disociar la imagen paterna en dos aspectos,
uno bueno y otro malo, proyectando éste último en otro objeto, por ejemplo, en
los perros. Una vez proyectado lo malo en los perros trata de evitarlos (fobia),
de este modo puede mantener una imagen paterna buena y establecer un
vínculo tierno con su padre que incrementa su autoestima. Además, la
agresividad es ahora atribuida a los perros y no a él, así evita culparse del daño
a otros. El peligro interno que disociaba y debilitaba al Yo se transforma en un
peligro externo ante el cual el Yo se unifica para defenderse.
También, pero con menor frecuencia, se proyecta lo bueno para poder
luego incorporar "cosas buenas" o para mantener el vínculo con el otro que ha
sido objeto de la proyección. El atribuir a un objeto externo una cualidad de
bondad que no posee, se lo denomina "idealización". Muchas veces así se
idealiza la imagen de otra persona como una forma de mantener un buen
vínculo con la misma, dado que se la necesita y no se puede prescindir de ésta.
Se idealiza o resaltan las cualidades del jefe, por ejemplo, como forma de
tolerar mejor sus defectos (mantener el vínculo), o bien, se apropia de sus
conocimientos laborales (incorporar lo bueno). Por lo tanto, la proyección es un
mecanismo que distorsiona nuestra imagen de lo real porque atribuye a los

59
CHIOZZA, L. y colab. (1997b). El significado inconsciente específico del SIDA. Del afecto a la afección.
Alianza Editorial, Buenos Aires, 1997, página 237.
60
KLEIN, M. (1991). Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del bebé. Obras
Completas. Editorial Paidós, México.
KLEIN, M. (1991). Sobre la Identificación. Obras Completas. Editorial Paidós, México.
Psicología y Cultura del Alumno de 1° y 2° Ciclo de la EGB 27
UNIDAD 5
Segunda Infancia

objetos cualidades que no le son propias, pero permite al yo defenderse y


mantener su vinculación con el exterior (padre, madre, el jefe, por ejemplo).
Asimismo, la proyección interviene en el proceso del conocimiento. Los
fenómenos del animismo infantil se explican a través del mecanismo de
proyección. Ejemplo de esto, es el niño que golpea la mesa contra la cual ha
chocado y le dice: "Mala, mala" como si fuera un ser viviente, o sea que le
atribuye propiedades vitales a objetos que no las poseen (proyección). Es decir,
que en el proceso de conocimiento de los objetos se da una interacción entre
proyección e introyección.
La introyección es la incorporación o asimilación, por parte de un sujeto,
de partes o de la totalidad de objetos externos. Es un mecanismo muy
temprano que permite el crecimiento y enriquecimiento genuino del Yo. El
mundo interno se va conformando con las sucesivas introyecciones.
Ahora bien, las introyecciones y proyecciones alteran el mundo interno y
los vínculos con los objetos, pero no modifican la identidad. Por eso hablamos
de identificación proyectiva e introyectiva sólo cuando se modifica la identidad
del sujeto.
En la identificación introyectiva el "otro", o un aspecto del mismo, queda
incorporado a la propia identidad. El sujeto se identifica con las cualidades de
"otro" y se reviste de ellas. De este modo, el niño al finalizar la situación edípica
se identifica introyectivamente con su padre adquiriendo, incorporando, sus
cualidades como varón. En la identificación introyectiva normal el "otro"
permanece "intacto", discriminado, reconocido como ajeno, por ejemplo el niño
así afirma: "Yo soy como mi papá". En la identificación introyectiva masiva o
patológica se pierde la distancia y la discriminación del objeto incorporado a la
identidad. El "otro" nos inunda, nos posee, así un sujeto psicótico expresaría:
"Yo soy papá" o "Yo soy Napoleón".
Del mismo modo, en la identificación proyectiva normal el sujeto desplaza
parte de su identidad en los objetos sin confundirse con el "otro". Es ponerse en
el lugar del "otro", penetrarlo para conocerlo, experimentar "empatía" por él
como un intento de hacerse "otro" para comprenderlo. Una persona, por
ejemplo, se identifica proyectivamente cuando experimenta angustia ante las
vicisitudes del personaje de un filme. De igual manera, inducimos la
identificación proyectiva cuando le damos la consigna a un alumno para que
dramatice tal personaje en un juego o en un acto escolar. A diferencia de esto,
la identificación proyectiva es masiva o patológica cuando el sujeto se confunde
con el otro, vive en el otro dejando de ser él. Por lo tanto, vive en los otros para
escaparse de sí.
Psicología y Cultura del Alumno de 1° y 2° Ciclo de la EGB 28
UNIDAD 5
Segunda Infancia

Los mecanismos de identificación juegan un rol fundamental en ese


período de los 3 a los 5 años en que se incorporan los modelos paterno y
materno y comienzan a cobrar importancia las figuras de los educadores y de
los pares.
Podemos resumir la problemática de la identidad61 y sus mecanismos de
formación a través del pensamiento de E. H. ERIKSON. Según este autor la
palabra "identidad" tiene la ventaja de que puede describir una doble relación:
el ser idéntico a uno mismo y al mismo tiempo idéntico a otra cosa. Se refiere a
la necesidad de crear una continuidad tanto de aquello que el individuo fue y en
lo que se está convirtiendo en la actualidad, como en lo que él piensa que es y
lo que los otros ven y esperan de él.
El sentido de identidad se construye a partir de identificaciones aisladas
con personas significativas e imágenes ideales del pasado, pero constituye algo
nuevo a partir de ellas.

5. PATERNIDAD

En el transcurso de esta segunda infancia el niño va descubriendo


paulatinamente la complejidad de la vida familiar, sus múltiples roles y vínculos,
puesto que en este período irrumpe la figura del padre con cualidades
diferentes al rol materno. El padre ya no es más una "segunda madre", el "otro"
que ayuda a ésta en la crianza pero al cual no se le atribuye un rol específico.
Si bien la relación madre-hijo sigue siendo un vínculo fundamental, durante
estos años deja su primado para ser otro más entre los lazos existentes en el
grupo familiar.
El padre, que en este momento es descubierto en su rol, representa la
apertura a la sociedad y la autoridad familiar. El término "padre"
semánticamente62 nombra al hombre en relación a una familia o descendencia
que proviene toda de él; también se puede relacionar su significado con los de
"creador", "origen", "autor o causa de una cosa". Es así que, es el padre, o
quien ejerza en la familia ese rol, quien incita al hijo a socializarse y es él que
instaura la Ley.

61
ERIKSON, E. H. (1961). Sobre el sentido de identidad interna. En: KNIGHT, R. y FRIEDMAN, C. (1961).
Teoría psicoanalítica. Editorial Hormé, Buenos Aires.
62
MOLINER, M. (1986). Diccionario de uso del español. Editorial Gredos, Madrid.
Psicología y Cultura del Alumno de 1° y 2° Ciclo de la EGB 29
UNIDAD 5
Segunda Infancia

El padre en tanto "autor" posee autoridad63, entendida ésta como cierta


aptitud, dominio o capacidad para influenciar o tener predicamento en el seno
familiar. La autoridad del padre no se funda en una supuesta superioridad del
varón, sino que es esencialmente un servicio; éste se distingue del ejercicio del
poder o del dominio sobre los subordinados. La autoridad paterna se ejerce
mediante la entrega, proveyendo lo necesario -en lo material, en lo psíquico y
en lo espiritual- para el desarrollo pleno de la familia, esta actitud implica un
dejar de lado su narcisismo, su egoísmo y sus caprichos64. Asimismo, la
autoridad en la familia es una acción conjunta y una responsabilidad compartida
del padre y de la madre. En consecuencia, la crisis de la autoridad paterna
encubre una crisis de amor conyugal, en la cual los problemas de quién manda,
quién decide, qué órdenes cumplen los hijos se incrementan a raíz de las di-
ficultades entre los adultos. Pues, cuando la autoridad se ejercita movida por el
amor pasa a un segundo plano el planteo del problema del poder y del mando.
Así, cada miembro se siente confortable en su rol: el padre como autoridad
responsable de la familia; la madre compartiendo las decisiones y
responsabilidades en relación a los hijos y a la marcha del hogar; los hijos,
según sus edades, recibiendo la protección, cuidado, consejo de sus padres y
aprendiendo en este núcleo a elegir y a ser responsables de las consecuencias
de sus actos, sea la ropa que usarán, sea a qué amigo invitan, hasta qué
carrera eligen o con quién casarse.
Los hijos ocupan una situación subordinada en el grupo familiar. En los
primeros años de vida es cuando más se pone de manifiesto cómo la vida de
los hijos es ordenada y regulada por los padres. Sin embargo, esta
subordinación de los hijos respecto de los padres tiene el sentido de servirlos,
de cuidarlos, de orientarlos, de prevenirlos ante los peligros tanto del mundo
externo como de los que surgen de su mundo interior.
El rol del padre es fundamental en la- progresiva delegación de
responsabilidades, de derechos y deberes del hijo. También juega un papel de
sostén y de reaseguro frente al "desgaste" de la autoridad de la madre respecto
de sus hijos, debido al contacto más continuo y cercano de ésta. Ya que, la
función paterna se caracteriza, en general, por ser más lejana, más desligada
de lo corporal y de las necesidades fisiológicas del hijo a diferencia de la
cercanía de la materna, quien lo tuvo en sus entrañas y lo amamantó de recién
nacido.

63
MOLINER, M. (1986). Diccionario de uso del español. Editorial Gredos, Madrid.
64
GARCÍA HOZ, V. (1981). Familia, sexo, droga. Editorial Rialp, Madrid.
Psicología y Cultura del Alumno de 1° y 2° Ciclo de la EGB 30
UNIDAD 5
Segunda Infancia

Actualmente asistimos a un cuestionamiento de la autoridad paterna por


parte de los ideólogos de "la muerte de la familia". Es cuestionada ésta en
primer término, para luego cuestionar la función de la autoridad en la familia y
en última instancia dicho papel en la sociedad misma. Hablan utópicamente de
la familia como una sociedad entre iguales en la que nadie debe mandar sobre
otro; pues sostienen la tesis que la subordinación de una persona a otra
envilece al subordinado. Así, ignoran tanto la jerarquía presente en la
naturaleza misma, como que la dignidad de una persona es independiente del
lugar que ocupa en un orden grupal o social. La familia es interpretada, por
estos ideólogos desde su paradigma, como una sociedad que impone
restricciones innecesarias y penosas, consecuentemente no pueden advertir la
actitud, en general, de servicio de los padres para el logro del crecimiento
armónico de los hijos.
Los hijos no sólo reclaman su autonomía ante el padre, sino que también
necesitan y solicitan de múltiples formas, manifiestas o encubiertas, su
protección. Los padres delegan progresivamente la autonomía en los hijos, ya
que dicha misión responde al creciente desarrollo para poder asumirla. Los
padres, por un lado, cuando van permitiendo que el hijo obre con mayor
autonomía, libertad y responsabilidad, según su edad y sus capacidades, se
convierten también en el punto de apoyo de los sentimientos de seguridad; pero
por otro lado, la existencia y el desarrollo del hijo afianza en ellos sus sen-
timientos de certeza en la continuidad a través del tiempo y más allá de la
muerte. Por lo tanto, a lo largo de la vida padres e hijos se vivencian en un
proceso dialéctico, entre la mutua necesidad para ser lo que cada uno es, es
decir, para ocupar el rol que les es asignado en esa familia; o entre la
autonomía que se adquiere y la madurez conquistada. Padres e hijos son como
los dos polos de una paradoja, de un dilema, que se necesitan y se
interdefinen.
Finalmente, no podemos dejar de considerar que los padres como autores
de esta "obra" que es un hijo tienen la autoridad para regirla en su desarrollo,
aun cuando lo respeten como un ser personal y libre. Consecuentemente, esto
significa que el hijo se convertirá en autor de su propia vida, desplegando su
proyecto personal. Resulta fundamental advertir, que los sentimientos
posesivos conducen al abuso de la autoridad, a excesos paternales que
desconocen que el hijo no es patrimonio de los padres, sino que después de
instaurarlos en ese lugar necesita caminar solo, con las identificaciones y los
modelos internalizados, para volver a ver a los padres desde un lugar más
maduro.
Psicología y Cultura del Alumno de 1° y 2° Ciclo de la EGB 31
UNIDAD 5
Segunda Infancia

6. FRATERNIDAD

Si bien hemos considerado a la paternidad y a la maternidad como el


centro alrededor del cual se desarrolla el niño, debemos agregar que en la vida
familiar tiene una gran significación para la crianza la presencia o la ausencia
de hermanos. De modo, que ser hijo único, ser el mayor o el menor, tener
muchos hermanos, o bien un hermano gemelo, entre otras experiencias,
conllevan una educación y vínculos muy peculiares. Por ejemplo, al hijo único
se le presta generalmente mucho cuidado, de modo semejante, el hijo
primogénito suele recibir idéntico trato hasta que nace el segundo.
Asimismo, la posición de un hijo en el orden de nacimiento es ex-
perimentada de formas diversas según el tipo de estructura familiar, de la
valoración del hijo primogénito, de los hijos en Feneral, o del sexo de los
mismos. Los estudios de A. CLARK-STEWART65 señalan que cuanto más
cercanas sean las edades entre los hermanos, mayor influencia mutua habrá
entre ellos. Las diferencias de edad de 2 a 4 años son las más "estimulantes"
pero también las más "estresantes". De modo que, por un lado, la presencia del
hermano posibilita el acceso a juegos que requieren por lo menos dos
integrantes; pero por otro lado, es un rival en el amor de los padres, en muchos
casos es el "otro" con el que se "debe" compartir el dormitorio, los juguetes, o
"heredar" la ropa del mayor.
La fraternidad es la relación entre hermanos, es decir, que alude a los
sujetos que tienen en común el padre y la madre, o por lo menos a uno de
éstos; de este origen común se desprende el sentido semántico del término
"fratría" que se define como los que tienen semejenza entre sí. Así, en un
sentido figurado el término "fraternidad" alude a las personas que están unidas
afectivamente por algo, o a las que constituyen una comunidad para fines
espirituales66. El crecimiento simultáneo de los hermanos en una misma familia
posibilita un sólido vínculo entre los miembros de la fratría. Pero, en esta
positiva experiencia se advierte la coexistencia de sentimientos encontrados y
disímiles, de amor y de rivalidad fraterna. Así, por ejemplo, el nacimiento y
posterior convivencia con uno o varios hermanos moviliza variados y opuestos
sentimientos, que se expresan según la situación, mediante una corriente de
acercamientos o rechazos, es decir, pueden aflorar conductas ambivalentes.
Por una parte, el nuevo hermano despierta ternura, afecto y amor, representa la
65
CLARK-STEWART, A. (1977). Child care in the Family: a review of research and some propositions for policy.
Academic Press, New York.
66
MOLINER, M. (1985). Diccionario de uso español. Editorial Gredos, Madrid.
Psicología y Cultura del Alumno de 1° y 2° Ciclo de la EGB 32
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Segunda Infancia

primera o una nueva posibilidad de superar la "soledad" intrafamiliar, de tener


un aliado o compañero de crianza. Existe la posibilidad de compartir juegos con
él, ayudarse mutuamente y afrontar conjuntamente a los otros, complementarse
entre pares, dialogar diversos temas al margen de los padres. Debido a las
razones enunciadas es una inestimable ayuda para "separarse" de los padres,
pues es más fácil "enfrentarlos" en "bloque" que hacerlo individualmente. Los
hermanos obran, en cierto modo, como el padre, como un tercero que refuerza
la separación de ellos y la madre.
Con los hermanos se comparten las ansiedades y temores del desarrollo.
Así, el hermano mayor puede ayudar a los menores a anticipar el futuro, a
aprender de su experiencia; pero éstos a su vez les permiten que brinden sus
conocimientos, que jueguen roles paternos o de liderazgo, que realicen juegos
que aún les gustan pero que ya no son habituales con sus pares. Al hermano
mayor suele considerárselo como el más valorizado por los padres, tanto es así
que muchas veces se constituye en el modelo propuesto por los mismos para
los demás hermanos. Asimismo, el hermano varón (o mujer) representa una
oportunidad para conocer, comprender y facilitar el acercamiento al sexo
opuesto.
Sin embargo, el hermano despierta con diversa intensidad la envidia, la
rivalidad y el odio. Es vivido como el que acapara la atención y el amor de los
padres, el que interfiere en los juegos, el que se apropia de los juguetes.
Envidia, celos, rivalidad, agresión y odio necesariamente emergen entre ellos y
depende en cierta medida de los padres el alcance de los mismos y el modo de
expresarlos. Es conveniente proponer ciertos límites a la hostilidad entre
hermanos y propender a la complementación del compartir entre los mismos.
La rivalidad fraterna y sus expresiones de franca agresividad no son un
fenómeno que puede tolerarse por su carácter de "inevitable" o "natural'. No
obstante, es preferible que los hijos puedan expresar con franqueza sus celos y
así podrán llegar a atemperarlos con el tiempo.
La rivalidad y los celos son más intensos con el hermano cuya edad se
aproxima más a la del sujeto y la frustración experimentada es mayor cuanto
menor sea la diferencia de edad entre los hermanos.
Es importante tener en cuenta que el sentimiento de envidia es un
sentimiento primitivo o temprano, desde el punto de vista evolutivo, a diferencia
de los celos que suponen una cierta conciencia de sí mismo y de los demás. La
envidia es un sentimiento que surge entre dos personas a diferencia de los
celos que pone en juego a tres, de ahí que son propios de la etapa triangular.

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UNIDAD 5
Segunda Infancia

Los autores psicoanalíticos generalmente han hecho hincapié en el


sentimiento de rivalidad en la relación fraterna. Ch. BAUDOUIN67, entre otros,
describe este período de los 3 a los 5 años a través del Complejo de Caín, que
surge juntamente con el Complejo de Edipo. Caín era el hijo primogénito de
Adán y Eva, Abel era su hermano menor. Caín se irritó con Abel al ver que
Yaveh aceptaba las ofrendas de su hermano, pero no las suyas. Movido por su
envidia y celos Caín conduce a Abel al campo y lo mata. Este relato representa
una escena universal en la cual el hijo primogénito, después del nacimiento de
un hermano, considera que ha perdido el cariño paterno del cual era su único
receptor, se siente desplazado por este "advenedizo". El hermano es vivido
como un usurpador, un intruso, un "ladrón de afectos" y se siente abandonado
por sus padres. Consecuentemente, suele adoptar diversos comportamientos,
por ejemplo, intenta reconquistar el cariño perdido imitando las conductas del
hermanito (regresión); ignora o rechaza y agrede abiertamente a su hermano; o
por el contrario, se constituye reactivamente en su protector mediante lo cual
obtiene la admiración de los demás por su actividad cuasi-paternal.
La idea de fraternidad como amor entre los hermanos, no es su-
ficientemente valorada por la sociedad contemporánea, en particular en los
países y regiones más desarrolladas. En primer lugar, el modelo imperante de
familia nuclear compuesta por la pareja conyugal y uno o a lo sumo dos hijos,
imposibilita o tiende a limitar la unión fraterna. Asimismo, se enfatiza el
mejoramiento de la relación paterno-filial proponiendo la horizontalidad de estos
vínculos, equiparándolos a vínculos de amistad o fraternidad. Mientras tanto
contradictoriamente a lo expuesto, no se promueve la amistad entre hermanos
y por el contrario se afirma con frecuencia la inevitable rivalidad entre los
mismos.
A continuación transcribimos un texto de ALFRED ADLER68, pues es el
primer psicólogo que desarrolló desde la perspectiva dinámica la temática del
vínculo fraternal. Así dice:

"...media una fundamental diferencia entre el desarrollo del niño


primogénito y el del segundogénito o el de los nacidos a continuación.
Igualmente fácil es establecer las características del hijo único. De la
misma manera, puede tener mucha importancia psicológica que en una
familia vivan solamente niños o solamente niñas, que un niño viva solo
67
BAUDOIN, Ch. (1966). Introducción al análisis de los sueños. Editorial Psiqué, Buenos Aires.
68
ADLER A. (1967). Práctica y teoría de la psicología del individuo. Editorial Paidós, Buenos
Aires, páginas. 361-363.
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entre niñas o viceversa, etcétera. A menudo es posible adivinar por el


comportamiento de un niño si se trata del mayor o del menor.
He comprobado que el primogénito casi siempre muestra en su
conducta un rasgo conservador. Tiene en cuenta la fuerza, pacta con el
poder, y es, en un cierto modo, conciliador. En la biografía de La Fontaine
se dice que él habría dado muchísimo por entender de donde le venía una
cierta inclinación a ponerse siempre de parte del más fuerte. Llegó a la
conclusión -y no se equivocaba- que se debería a que él era el
primogénito, que había sentido su superioridad sobre los hermanos como
un bien intocable.
El segundogénito desde un principio encuentra delante de él y cerca
de él a otro que sabe más; que significa más, que, a menudo, disfruta de
mayor libertad y que le es superior. Si es capaz, vivirá en una tensión
continua por sobrepasar al primero. Trabajará, por así decirlo, bajo
presión constante, sin tregua; y en efecto, entre los neuróticos hállase con
sobresaliente frecuencia a los segundogénitos, en tanto el primogénito
sobrelleva la rivalidad más o menos de buen grado. En el comportamiento
del nacido en último vínculo, se halla -al menos en el tipo predominante-
algo de infantil, de vacilante y de retrasado, como si no tuviese confianza
en poder cumplir las acciones dignas de ser notado que ve o imagina en
los otros. Fácil es deducir de ello que se trata de la estabilización de un
estado originado en la infancia. Siempre tiene que estar en trato con
personas que saben hacer más que él. Simultáneamente, por lo común,
concita, en cambio, sobre sí todo el amor y la ternura de la familia. No
tiene necesidad de desplegar fuerzas, porque por sí mismo pasa a ocupar
el centro de su ambiente. De inmediato se comprende el perjuicio que de
ello deriva para su desarrollo espiritual. Otra modalidad del último en
nacer es el "tipo de José". Infatigablemente lanzado hacia adelante,
sobrepasa a todos en iniciativa y, por lo común, marcha fuera de las vías
acostumbradas y transita caminos nuevos (Kunstadt). En la Biblia y en los
cuentos, el conocimiento que los pueblos muestran tener del hombre ha
dotado generalmente al nacido último de capacidades excepcionalísimas,
de botas de siete leguas.
Es significativa la situación de la niña sola entre varones, si bien
está lejos de mí la intención de hablar de resultados definitivos. Aquí se
producen condiciones de tal tensión que necesariamente darán
oportunidad a anomalías de la conducta. Muy pronto se le hace
comprender a la niña que ella es un ser distinto, toto coelo, al que se le
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Segunda Infancia

impide mucho de lo que los muchachos tienen como derecho y privilegios


naturales. Y en este caso no es fácil qué las alabanzas a los mismos
sirvan de sustituto, porque se trata de valores afectivos que para los niños
a menudo son esenciales e insustituibles. La niña será criticada de
continuo y a cada paso será objeto de advertencias e instrucciones. En
estos casos surge una particular sensibilidad al reproche, junto con
esfuerzos prolongados para no exhibir debilidad, para estar
absolutamente exenta de defectos y, al mismo tiempo, miedo a aparecer
insignificante. En consecuencia, también estas niñas aportarán un
numeroso contingente a la manifestación de las enfermedades nerviosas.
No es distinta la situación del único varón entre niñas. Aquí el contraste
parece, por el contrario, mayor. En general, al niño se le reconocerán
privilegios especiales, con la consecuencia de que las niñas se unirán en
un frente único, como -en una liga secreta, contra él. En la mayoría de los
casos estos niños soportan un complot bien urdido. Todo lo que digan
será motivo de escarnio para las hermanas, nunca se los toma en serio,
se intenta disminuir sus buenas cualidades e inflar sus defectos. Como
consecuencia de ello, será inevitable que el niño pierda su firmeza y su
confianza en sí mismo, y que en general avance poco en la vida. En estos
casos suele hablarse de pereza y de indolencia, pero tal rasgo no es sino
una manifestación externa, construida sobre el miedo a la vida. Lo
esencial es que siempre se trata de personas que han perdido o que
tienden a perder la confianza en sí misma. De ahí que, por hábito,
siempre se aparten asustados de todo; que siempre teman que se rían de
ellos, aun cuando no exista razón alguna. Renuncian fácilmente, pierden
su tiempo y se descuidan a sí mismos.
Igualmente difícil es el desarrollo de un hermano al que sigue una
hermana menor".

Psicología y Cultura del Alumno de 1° y 2° Ciclo de la EGB 36

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